EL MUSEO DE LA PLATA

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FARRO, MáximoLa formación del Museo de La Plata. Coleccionistas, comerciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines del siglo XIX, Prohistoria Ediciones, Rosario, 2009, 16 x 23 cm., ilustraciones, 234 pp.Este libro trata acerca de la historia del Museo de La Plata entre 1884 y 1906, cuando la institución fue dirigida por Francisco Pascasio Moreno. Aborda el proceso de formación de las colecciones que le dieron origen así como la de aquellas que fueron conformando las distintas secciones de la institución.Además, describe los trabajos de estudio y clasificación realizados en el ámbito del Museo a partir de las colecciones, la disposición de series bibliográficas para el trabajo y la publicación de los resultados. Las prácticas asociadas al trabajo sobre las colecciones se enfocan en dos espacios diferenciados (el “campo” y el “museo”) a partir del análisis de fuentes de archivo que dan cuenta de los mecanismos puestos en marcha desde el Museo para incrementar sus acervos.El libro enfoca también las prácticas de montaje de los objetos, las condiciones materiales y la infraestructura utilizada para la organización de las tareas en el terreno, el papel de la red de corresponsales de la institución en la movilización de recursos locales, las tareas de gabinete, las líneas de investigación desarrolladas por los encargados de la Sección Antropológica del Museo, el proceso de formación de las series bibliográficas de referencia y la política de edición establecida por el director para la publicación de los resultados obtenidos.

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Rosario, 2009

MÁXIMO FARRO

La formación del Museo de La PlataColeccionistas, comerciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines del siglo XIX

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Farro, MáximoLa formación del Museo de La Plata. Coleccionistas, comerciantes, estudiosos y naturalistas viajeros a fines del siglo XIX/ Máximo Farro - 1a ed. - Rosario: Prohistoria Ediciones, 2009.234 p. ; 23 x 16 cm. (Historia de la Ciencia; 1 / Irina Podgorny)ISBN 978-987-1304-40-01. Historia de la Ciencia. II. Museología. II. TítuloCDD 068

Fecha de catalogación: 28/05/2009

colección Historia de la Ciencia, 1dirigida por Irina Podgorny

Composición y diseño: Marta PereyraEdición: Prohistoria EdicionesDiseño de Tapa: Estudio Caruso Lombardi Ilustración de tapa: Viajeros del Museo de La Plata en el campo, marzo de 1902, (Museo de La Plata - ADAR).

Este libro recibió evaluación académica y su publicación ha sido recomendada por recono-cidos especialistas que asesoran a esta editorial en la selección de los materiales.

TODOS LOS DERECHOS REGISTRADOSHECHO EL DEPÓSITO QUE MARCA LA LEY 11723

© Máximo Farro –

Tucumán 2253, (S2002JVA) – ROSARIO, Argentina Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, incluido su diseño tipográfico y de por-tada, en cualquier formato y por cualquier medio, mecánico o electrónico, sin expresa auto-rización del editor.

Este libro se terminó de imprimir en Rosario, en el mes de junio de 2009. Tirada: 750 ejemplares. Impreso en la Argentina

ISBN 978-987-1304-40-0

Palabras preliminaresPresentación de la serie

El Plata, a pesar de la labilidad de las instituciones científicas de estas cos-tas, fue una región relativamente rica en coleccionistas y aficionados alconocimiento de la naturaleza y de las antigüedades. Esto constituyó la

base de una sociabilidad de intercambio de materiales y de bibliografía cuyoestudio recién se inicia. Esta serie procura mostrar, por un lado, uno de los ras-gos de las prácticas científicas en el contexto rioplatense del Siglo XIX. Nosreferimos a su carácter colectivo y asociacionista: ya en los meros intentos decreación de un museo en 1812, la recopilación de la naturaleza local se presen-taba como una tarea colectiva, modelada por instrucciones circulantes a travésde la estructura jerárquica de la administración burocrática. La herencia de latradición española y la de las órdenes religiosas, referida al estudio físico de unterritorio a través de protocolos de observación y descripción se combinó luegocon las iniciativas de distintas asociaciones eruditas, surgidas en emulación conlas academias centrales y provinciales francesas y las sociedades científicas queproliferaron en la Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX.

Cuando la historiografía consagra a alguna figura como fundador de unatradición científica local, está resaltando, sin saberlo, la emergencia en laArgentina de una estructura donde el conocimiento de la naturaleza empieza aorganizarse como la obra de un autor. Esta serie quiere colaboran a dilucidaralgunos de los pasos por los cuales la ciencia local empezó a estructurarse deesa manera. Valga como complemento y base de esta colección, el trabajo des-arrollado desde el Museo de La Plata, que se irá volcando en los distintos librosde esta serie para demostrar que la visibilidad de estos individuos esconde, enrealidad, la red de provisión de datos y de intercambio de ideas que, más alládel relato historiográfico tradicional, sustenta la práctica de disciplinas talescomo la antropología, la zoología y la paleontología. También se incluirá elanálisis de la creación de las nuevas intituciones del siglo XX, cuando aparece-rán nuevas formas de sociabilidad para los jóvenes, generadas desde las políti-cas sobre educación científica y universitaria.

Por otro lado, la serie quiere contribuir a la difusión en nuestro idioma deautores y obras muy poco conocidas. Para ello nos proponemos traducir traba-jos escritos en diversas lenguas europeas y, en cada volumen, compilar unaextensa bibliografía que de cuenta de las tendencias internacionales de la histo-ria de la ciencia de los últimos años del siglo pasado y los primeros de nuestrosiglo XXI.

Irina Podgorny, Buenos Aires, marzo de 2009

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ÍNDICE

SIGLAS y ABREVIATURAS MÁS FRECUENTES............................. 11

AGRADECIMIENTOS ...................................................................... 15

INTRODUCCIÓN............................................................................. 17

CAPÍTULO ILas colecciones y los viajes de exploración de Francisco P. Moreno...................................................................... 25

CAPÍTULO IILa antropología de fines del siglo XIX y el Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires......................................................... 63

CAPÍTULO IIILas colecciones del Museo de La Plata............................................... 97

CAPÍTULO IVLa sección antropológica del Museo de La Plata................................ 137

CAPÍTULO VLa formación de la Biblioteca del Museo ........................................... 171

CONCLUSIONES.............................................................................. 201

BIBLIOGRAFÍA................................................................................. 205

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES ......................................................... 229

ÍNDICE DE NOMBRES .................................................................... 231

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SIGLAS y ABREVIATURAS MÁS FRECUENTES

AGN Archivo General de la Nación, Buenos Aires, ArgentinaAGN-I Archivo General de la Nación: Archivo Intermedio MIP-C Ministerio de Instrucción Pública: Contaduría MNBA Museo Nacional de Buenos Aires MAyA Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos AiresMP Museo Público de Buenos AiresMLP Museo de la PlataUNLP Universidad Nacional de La PlataAHMLP Archivo Histórico del Museo de La PlataLCC 1 Libro Copiador de Correspondencia 1, 1885-1889LCC 2 Libro Copiador de Correspondencia 2, 1890-1891LCC 3 Libro Copiador de Correspondencia 3, 1892-1893LCC 4 Libro Copiador de Correspondencia 4, 1894-1895LCC 5 Libro Copiador de Correspondencia 5, 1891-1903MLP-ADAR Archivo de la División de Arqueología del Museo de La Plata,

UNLPAHPBA Archivo Histórico de la provincia de Buenos Aires “Dr. Ricardo

Levene” MG Sección Ministerio de Gobierno MOP Sección Ministerio de Obras Públicas CPBA Sección Tribunal de Cuentas-Contaduría de la Provincia de Bue-

nos Aires. EM Sección Escribanía Mayor AMLP Anales del Museo de La Plata.ASCA Anales de la Sociedad Científica Argentina.DSD Diario de Sesiones, Cámara de Diputados de la provincia de Bue-

nos AiresDSS Diario de Sesiones, Cámara de Senadores de la provincia de Bue-

nos AiresOCyCC Obras Completas y Correspondencia Científica de Florentino

Ameghino, 1913-1936. RMLP Revista del Museo de La Plata.SIA The Smithsonian Institution Archives

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A mis padres

A Cecilia, Milo, Vera y Bruno

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AGRADECIMIENTOS

Debo agradecer a Irina Podgorny por su constante guía y juicio crítico, ypor haberme dado la oportunidad de escribir este libro. En distintosmomentos del trabajo de investigación, Silvia Ametrano, Alejandro

Aguado, Mariano Bonomo, Graciela Silvestri, Fernando Williams, FernandoAliata, Luciano Prates, Ramiro Segura, Cristian Jure, Tatiana Kelly, NicolásNóbile, Héctor Fasano, Marina Sardi, Alberto Riccardi, Roque Díaz, MaríaDelia Arenas, Natalia Desio, Martha Garrido, Susana Bidart, Alcira Martínez,Cecilia Villat, Karina Presta, Susana García, Andrea Pegoraro, AlejandraPupio, Diego Ballestero, Alejandro Martínez, Peter Hovens, Nélia Dias, Anto-nio Tejera Gaspar, Laura Miotti, Gustavo Politis y José Antonio Pérez Gollánsupieron apoyarme de distintas maneras, por medio de cartas de presentacióna becas, apoyo institucional, sugerencias bibliográficas, discusión de ideas,aporte de datos relevantes y préstamo de libros, entre otras.

Un agradecimiento especial merecen los empleados de la Biblioteca “Flo-rentino Ameghino” del Museo de La Plata, Biblioteca de la UNLP, Bibliotecade la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (UNLP), Bibliotecade la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires, Biblioteca Nacional, Biblio-teca del Congreso de la Nación, Biblioteca Nacional del Maestro y Bibliotecade la Sociedad Científica Argentina, por su predisposición y paciencia para ayu-darme a encontrar gran parte de la bibliografía que se utilizó en este libro. Enese sentido, tengo que agradecer también al personal del Archivo Histórico dela Provincia de Buenos Aires, del Archivo General de la Nación y a RachelTauer, de los Smithsonian Institution Archives.

Por último, quiero agradecer a mis padres y a Cecilia, Milo, Vera y Brunopor su infinita paciencia y apoyo incondicional sin los cuales este libro nohubiera sido posible.

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INTRODUCCIÓN

El Museo de La Plata fue creado por un decreto del Gobierno de la pro-vincia de Buenos Aires el 19 de septiembre de 1884, basado en el proyec-to presentado por Francisco Pascasio Josué Moreno, un coleccionista

nacido en el seno de una familia dedicada al comercio, las finanzas y la políti-ca provincial. La vida de Moreno, podría decirse, estaba guiada por una suer-te de fiebre acumuladora de objetos. Sus primeras colecciones estuvieron com-puestas por objetos de antropología, arqueología e historia natural. Resultaronde una serie de expediciones desarrolladas en la provincia de Buenos Aires,Entre Ríos, Santiago del Estero y Catamarca, en el norte de la Patagonia, en lasregiones de Chubut y Santa Cruz, a partir de 1873, gracias al apoyo de su fami-lia y del Estado provincial. Entre 1877 y 1884, esas colecciones formaron partedel Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires sostenido con fon-dos privados y provinciales, que funcionó en el domicilio particular de More-no y, posteriormente, en los salones del Teatro Colón en la ciudad de BuenosAires (Podgorny, 1998; Podgorny, 2000 a; Podgorny y Lopes, 2008).

Este libro trata acerca de los años iniciales del Museo de La Plata, la his-toria de las colecciones que le dieron origen y las que, posteriormente, fueronconformando las distintas secciones de la institución. Para ello, indagamos enlas prácticas asociadas a dos espacios diferenciados, como son el “campo” y el“gabinete” (Cf. Kucklick y Kholer, 1996; Kucklick, 1997; Outram, 1996). Elcarácter colectivo de estas prácticas nos permite tomar a estos conjuntos deobjetos como agentes creadores de vínculos entre actores que habitan mundossociales diversos (Cf. Star y Griesemer, 1989; Camerini, 1996, 1997). Tambiénse toman en cuenta la organización de las tareas en el campo; las actividadesallí desarrolladas por los empleados o comisionados de la institución; las tare-as de gabinete y las líneas de investigación desarrolladas por los encargados dela Sección Antropológica del Museo durante este período. En relación al traba-jo sobre las colecciones en las distintas secciones del Museo, se considera el pro-ceso de formación de las series bibliográficas de referencia, indispensables paratrabajar sobre aquellas, y la política de edición establecida por el director parala publicación de los resultados obtenidos.

Uno de los mayores obstáculos a la hora de considerar el proceso de crea-ción y desarrollo del Museo de La Plata lo constituye la identificación que hanrealizado distintos autores entre la historia institucional y la biografía de sufundador fomentadas, por otro lado, en las versiones promovidas por el mismoMoreno. En efecto, la mayor parte de estos trabajos, además de tomar en cuen-

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mado por familiares, funcionarios políticos, estudiosos, coleccionistas, corres-ponsales del interior del país y naturalistas viajeros. Por otro lado, esta estrate-gia consolidó también la imagen del Museo de La Plata como una instituciónconcebida desde sus inicios para la exploración y defensa de los territoriosnacionales y que sobrevive en el tópico que considera que el Museo de La Plataes el “Museo de Moreno”. Si bien es innegable la importancia de su papel en elproyecto de creación de la institución y en el desarrollo de la misma, la opera-ción de identificar su biografía con el destino del Museo dificulta la posibilidadde comprender de manera acabada y, desde el punto de vista histórico, las dis-tintas etapas y el funcionamiento del mismo entre 1884 y 1906.

Por ello, en este libro se reconstruye el contexto donde Francisco P. More-no desarrolló sus primeras colecciones y viajes de exploración, basándose en elapoyo prestado por la red de relaciones familiares. Asimismo, se considera lainserción de esas primeras colecciones en el contexto de discusión internacionalrelacionado con la antropología de fines del siglo XIX. A partir de los intercam-bios de material antropológico, se muestra cómo los cráneos y datos enviadospor Moreno fueron integrados en los trabajos de los antropólogos de Francia yAlemania. Se estudia también el contexto de creación y sostenimiento delMuseo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires y las actividades des-arrolladas hasta el momento de su traslado, en 1884, a la ciudad de La Plata,donde las colecciones ingresaron a un nuevo orden institucional. Luego, se des-criben las distintas estrategias seguidas desde el Museo de La Plata para incre-mentar sus acervos, en relación a las sucesivas reorientaciones del programa ylos objetivos institucionales. Seguidamente aparecen las actividades llevadas acabo en la Sección Antropológica del Museo a partir de los trabajos de organi-zación desarrollados por Moreno y los estudios realizados por los sucesivosencargados Herman F. C. ten Kate y Robert Lehmann-Nitsche. Por último, seanaliza el proceso de formación de esas otras colecciones necesarias para traba-jar sobre los objetos contenidos en las distintas secciones, como son las seriesbibliográficas que conformarán la Biblioteca del Museo. En este sentido, se des-cribe la política establecida por Moreno para la compra de material bibliográ-fico y para la publicación de los estudios realizados en el Museo y la influenciaque tuvieron sobre aquella los sucesivos cambios de rumbo en los objetivos ins-titucionales.

El libro que aquí se presenta dialoga con las investigaciones acerca delfenómeno del coleccionismo y los museos desarrolladas durante los últimostreinta años. En esos trabajos, desde distintos enfoques e intereses, se hanexplorado las dimensiones teóricas, históricas y psicológicas del fenómeno deposesión de objetos y su posterior uso en los museos, ora para exhibirlos, orapara estudiarlos. En relación con las prácticas que giran en torno al coleccio-nismo científico, Nicholas Jardine, James A. Secord y Emma C. Spray (1996)

La formación del Museo de La Plata 1918 Máximo Farro

ta el relato de su viaje a la Patagonia austral realizado en 1876-77 (Moreno,1879 b), están basados sobre todo en la exégesis minuciosa de tres fuentes decarácter autobiográfico. Siguiendo probablemente un modelo autobiográficomuy difundido en Hispanoamérica en el siglo XIX, donde las referencias a lainfancia son tratadas prolépticamente para prefigurar los logros del adulto (Cf.Molloy, 1996), en la primera de ellas, titulada Por un ideal (1893), Morenoasoció las distintas etapas de su vida al crecimiento de sus colecciones y a la his-toria del Museo de La Plata. En la segunda, titulada Apuntes para una foja deservicios (1903) y publicada por su nieta, Moreno ordenó retrospectivamentesu vida y la historia de la institución en torno a la cuestión de límites con Chile(Cf. Moreno Terrero de Benites, 1988: 112-133). De ese modo, ya su primerviaje de exploración de 1873, motivado originalmente solo por el deseo deincrementar su colección de cráneos de antiguos indígenas de la Patagonia,quedó señalado allí como el hito fundante de una cruzada personal inspiradapor sentimientos patrióticos y orientada, en consecuencia, por la definición ydefensa del territorio nacional. Por último, esta aglomeración de sucesos, queaúna a un tiempo la autobiografía con los tópicos de la defensa de los interesesde la Nación y la visión preclara de la potencialidad de sus territorios, animatambién las reminiscencias compiladas por su hijo Eduardo Vicente Moreno(1942) basadas en una serie de escritos producidos por su padre entre 1906 y1914. Centradas en el período de sus primeras exploraciones al sur de la pro-vincia de Buenos Aires y en la Patagonia entre 1873 y 1880, y acompañadas deun importante apéndice documental, es en estas reminiscencias donde se con-densa sobre todo la figura del explorador “heroico”. En esta línea pueden ins-cribirse las dos obras principales sobre la vida de Moreno que han ejercido unaconsiderable influencia como son El perito Moreno, centinela de la Patagonia,de Carlos A. Bertomeu (1949) y Francisco P. Moreno, arquetipo de argentini-dad de Aquiles D. Ygobone (1952). En ellas se consolida la idea de continuidadentre el museo particular que Moreno adolescente arma en el espacio familiar(1867-1877), el Museo Antropológico y Arqueológico de Buenos Aires (1877-1884) y el Museo General “La Plata”, establecido en 1884. En ese sentido, estasobras de marcado carácter hagiográfico adolecen de una característica propiade los escritos inspirados en fuentes autobiográficas, como es la tendencia a sus-tituir todas las redes sociales que determinan esas vidas, trabajando así unaimagen personal forzadamente independiente de las circunstancias (Cf. Bour-dieu, 1986). La estrategia de Moreno consistió, sin dudas, en la elaboración deun relato sobre la historia del Museo de La Plata y de las colecciones como unaprolongación de su propia biografía (Podgorny, 1998, 2006 b; Podgorny yLopes, 2008). Por extensión, podemos argumentar que la eficacia de esta bio-grafía ha logrado ocultar el montaje que hizo posible dicha empresa científicae institucional, urdida mediante un abigarrado conjunto de colaboradores, for-

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han situado el notorio desarrollo de la historia natural y de la antropologíadurante el siglo XIX en contextos geográficos e históricos más amplios dandocuenta del interés por la localización, identificación, preservación, colección,intercambio y exhibición de objetos. En este campo, uno de los trabajos pione-ros fue The Naturalist in Britain del arqueólogo e historiador David EllistonAllen (1976), donde se examinan las prácticas sociales relacionadas con la his-toria natural en Inglaterra desde mediados del siglo XVII hasta mediados delsiglo XX. En esta obra, Allen trabajó sobre el creciente interés popular por lahistoria natural tomando en cuenta no sólo aspectos intelectuales, sino tambiénlas innovaciones tecnológicas asociadas a la recolección de especímenes y la cul-tura material implicada. También describió allí los correlatos institucionalesque dichas prácticas adquirieron con el correr del tiempo, como las asociacio-nes de coleccionistas y los clubes de recreo, las redes para el intercambio decorrespondencia y especímenes, las casas dedicadas al comercio de objetos dehistoria natural y la relación de estos grupos de coleccionistas con la comuni-dad de especialistas de las instituciones científicas nacionales y provinciales bri-tánicas, en un contexto caracterizado por la creciente profesionalización y espe-cialización.

En el caso de la antropología, George W. Stocking (1985) y David K. vanKeuren (1989) han remarcado el hecho de que el desarrollo de la disciplina tuvoun período, entre 1840 y 1900, en que estuvo estrechamente asociada a losmuseos, durante el cual estos cumplieron la función de repositorios y centro deestudio de la cultura material de los grupos indígenas. Por ese motivo, la histo-ria de las colecciones de los museos de antropología constituye un campo deestudios privilegiado para indagar aspectos tales como la relación entre los pro-cesos de montaje y exhibición de colecciones y los diferentes momentos de lateoría antropológica. También la influencia de las fuerzas del mercado sobre lascolecciones cuando los antropólogos, que las consideraban como artefactosrepresentativos de la cultura material de un grupo determinado pasibles de serestudiados, debieron competir con los coleccionistas particulares que comenza-ron a apreciarlas desde el punto de vista estético en un contexto de crecientevalorización económica de las mismas.

En referencia a este último aspecto relacionado con el mercado internacio-nal de objetos para museos, es importante mencionar aquí los trabajos de H.Glenn Penny (2003) referidos a las estrategias de adquisición de colecciones porparte de los directores de los museos de antropología en Alemania entre 1868y 1914. Tanto el carácter internacional como la orientación fuertemente empí-rica de los proyectos etnográficos concebidos en ese país hicieron que los estu-diosos operaran en un mercado abierto, a escala global, de objetos representa-tivos de la cultura material de los grupos indígenas, compuesto por coleccionis-tas que vendían a la mejor oferta.

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Por otro lado, la importancia de las colecciones de cráneos y esqueletoshumanos en el proceso de institucionalización de la antropología física en Fran-cia ha sido estudiada en detalle por Nélia Dias (1989, 1998) y Claude Blanc-kaert (1991, 1996, 1997, 2001).

En otro orden de cosas, en los últimos diez años, muchos de los aspectosreseñados hasta aquí y que rodean al proceso de formación de colecciones, hansido indagados en el estudio de la historia de las “ciencias del terreno”. En estalínea de investigación, el “trabajo de campo” ha sido definido como una acti-vidad práctica compleja, de naturaleza colectiva (Camerini, 1996; Kohler,2002) que exige, para llevarse a cabo, de la cooperación de un grupo socialmen-te diverso de practicantes –compuesto por los estudiosos, los directores de lasinstituciones científicas, los residentes locales, el personal de las reparticionesestatales, de la marina y de los cuerpos militares (Camerini, 1997). Estos acto-res les atribuyen distintos significados tanto a los objetos recolectados como alas tareas llevadas a cabo en el terreno. Desde esta perspectiva que coloca elacento en la interacción y las relaciones sociales, las colecciones resultantes delas exploraciones, el trabajo en el terreno y la colaboración de los residenteslocales, han sido entendidas como boundary objects, esto es, objetos que pose-en diferentes significados en diferentes mundos sociales, pero su estructura esreconocible de un mundo al otro, siendo a la vez “plastic enough to adapt tolocal needs and the constraints of the several parties employing them, yet robustenough to maintain a common identity across sites” (Star y Griesemer, 1989:393). De ese modo, las colecciones resultantes permiten conciliar intereses loca-les contrastados, incluso divergentes, constituyendo el lazo social que asegurala cooperación entre distintos actores como los directores de museos, estudio-sos y residentes locales.

A menudo, estos informantes locales formaban parte de redes de corres-ponsales que colaboraban de distintas maneras con las instituciones científicasmetropolitanas intercambiando observaciones o especímenes, comunicando elhallazgo de objetos, recolectando observaciones meteorológicas o asistiendo alpersonal de aquellas por medio de la movilización de recursos locales materia-lizados en forma de peones, baqueanos, medios de transporte, dinero, cartas deintroducción y espacios de trabajo y almacenamiento de colecciones.

El estudio de estas redes de corresponsales ha hecho visible precisamenteel carácter cooperativo o colectivo de la empresa científica, cuyas prácticas seencuentran al mismo tiempo distribuidas geográficamente en espacios diferen-ciados. En efecto, uno de los rasgos más característicos de la organización deltrabajo científico –que perdurará, en líneas generales y según los casos hasta losprimeros años del siglo XX– es la división entre aquellos que recolectan datosy objetos en el terreno y aquellos que los clasifican y estudian en los gabinetesy museos (Outram, 1996). Así, estos corresponsales y viajeros-observadores

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ma concentrada en los objetos visibles investidos de significación –los semiófo-ros–, en su reproducción, en su circulación y en su consumo (Pomian, 1990).Como historia que es la de la producción de semióforos, se relaciona ademáscon la historia del arte, de las ciencias y de la historia, porque los semióforosson obras de arte, productos naturales o exóticos, y vestigios del pasado. Comohistoria de su circulación, se relaciona con la historia económica, sobre todo enaquello que tiene que ver con la constitución y el desarrollo del mercado desemióforos. Por último, como historia de su consumo, se relaciona con la his-toria intelectual y la historia social: con la primera cuando estudia la clasifica-ción de los objetos y los significados que se les atribuyen, y con la segundacuando se interesa por los que los exponen y por los que van a verlos.

Desde la antropología, donde los estudios de la cultura material han teni-do históricamente un importante desarrollo teórico y metodológico, se ha seña-lado que, si bien las cosas no tienen otro significados sino aquellos conferidospor las transacciones, las atribuciones y las motivaciones humanas, “…theanthropological problem is that this formal truth does not illuminate the con-crete, historical circulation of things. For that we have to follow the thingsthemselves, for their meanings are inscribed in their forms, their uses, their tra-jectories. It is only through the analysis of these trajectories that we can inter-pret the human transactions and calculations that enliven things. Thus, eventhough from theoretical point of view human actors encode things with signi-ficance, from a methodologial point of view it is the things-in-motion that illu-minate their human and social context ” (Appadurai, 1986: 5, el resaltado nospertenece).

En la misma línea, Igor Kopytoff (1986) ha propuesto la posibilidad deconsiderar una “biografía cultural de las cosas”, argumentando que podemosconsiderar aspectos propios de una trayectoria vital, interrogando a los objetosacerca de las distintas etapas por las que pasaron, cómo cambió su estatus a lolargo de sus vidas, cuáles son los rasgos que los diferencian de otros objetossimilares, y cómo han impactado el contexto político y social sobre su trayec-toria. Recientemente, en el campo de la historia de la ciencia, donde los estu-dios de la cultura material y las prácticas asociadas han recibido creciente aten-ción, Lorraine Daston (2000) ha destacado la importancia de considerar la“biografía de los objetos científicos” y Samuel Alberti (2005) ha utilizado estasideas para proponer el estudio de la historia de los museos a partir de las colec-ciones contenidas en ellos.

El trabajo de historia comparativa de Susan Sheets-Pyenson (1988), alencuadrar entre otros al Museo de La Plata y al Nacional de Buenos Aires enel movimiento de creación de instituciones ligadas a la expansión de la cienciacolonial, inauguró una línea de trabajo muy poco continuada en la Argentina.Este silencio, curiosamente, no puede explicarse recurriendo a una posible resis-

actuaban siguiendo cuestionarios e instrucciones redactadas por especialistas,donde se pretendía guiar las actividades a desarrollar en el terreno mediante laeducación de los sentidos (Bourguet, 1997). Estas instrucciones que en un prin-cipio se restringían a fines administrativos, comenzarán a ser utilizadas por lassociedades eruditas y por los estudiosos, adquiriendo con el correr del tiempoun carácter de mayor especialización temática y circunscripción regional. Deese modo, a través de la marina, del ejército, de la infraestructura de la admi-nistración colonial y de las legaciones consulares serán enviadas instruccionesrelacionadas con las distintas ramas de la historia natural, la meteorología, lageografía, la antropología física y la etnografía.

Desde el punto de vista de las metodologías desarrolladas para el estudiodel proceso de montaje de las colecciones y del conjunto de prácticas relaciona-das con las mismas, cabe destacar que desde el campo de la historia culturalKrzysztof Pomian ha señalado que las colecciones pueden ser entendidas comoinstituciones coextensivas al hombre en el tiempo y en el espacio. Las mismasson producto de un comportamiento sui generis que consiste precisamente enformar colecciones, cuyo principal papel, en el que se insertan todos los demás,es el de vínculo entre lo invisible y lo visible. Así, a partir de estos objetos tan-gibles se puede hacer visible y estable lo que de otra manera sería invisible yevanescente (Pomian, 1990).

Este comportamiento tiene una dimensión geográfica, ya que la distribu-ción especial de las colecciones se relaciona con la localización de los centrosreligiosos, la organización política y las corrientes de intercambios artísticos,intelectuales y económicos. Tiene también una dimensión social, ya que lascolecciones no son accesibles, en general, más que a un público definido segúnciertos criterios y, por otra parte, su contenido y sus características dependendel estatuto del coleccionista, del lugar que ocupa en la jerarquía del poder, delprestigio, de la educación y de la riqueza. Y una dimensión económica, que sedesprende de la anterior: consideradas como objetos preciosos, como materia-lizaciones de los valores, las piezas que componen las colecciones se cambian atítulo de don, pero también se venden y se compran, se roban y son objeto dedespojo. Existe, por último, una historia del comportamiento que acompaña ala creación de colecciones, que se puede seguir, para este autor, a través de loscambios del contenido de las mismas, de los lugares sociales donde éstas se acu-mulan, del contexto que constituyen, para cada clase de objetos, no solamentelos objetos de clases diferentes, sino también los idiomas que se utilizan parahablar de ellos; de la manera de exponerlos, de su público y del comportamien-to que adoptan con respecto a ellos los que los exponen y los que los miran.

De este modo, las colecciones constituyen para Pomian un terreno suigeneris, cuya historia no se reduce ni a la del arte, ni a la de las ciencias, ni a lade la historia; por el contrario puede ser entendida como una historia autóno-

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24 Máximo Farro

1 Entendemos aquí por red, un específico conjunto de conexiones entre un grupo definido de per-sonas concretas, considerando las acciones y conductas de las mismas en términos de las posi-ciones relativas de los actores en el interior de un tejido de vínculos reales, con sus respectivosrecursos más o menos movilizables y pertinentes a las cambiantes relaciones de negociación,cooperación y conflicto. Cf. discusión y definiciones en Moutoukias, 1995, 2000; Bertrand,1999.

CAPÍTULO I

Las colecciones y los viajes de exploración de Francisco P. Moreno

Comercio, finanzas y política

En las páginas que siguen se analiza el contexto en el que Francisco P.Moreno desarrolló sus primeras colecciones, utilizando el apoyo presta-do por su red de relaciones familiares.1 Esa red de colaboradores, que

giraba en torno al comercio, las finanzas y la política, jugó un papel destacadoen el desarrollo de sus viajes de exploración, por medio de la provisión de car-tas de recomendación, infraestructura para el depósito y transporte de las colec-ciones, y el envío de correspondencia. Por otro lado, estas relaciones le posibi-litaron realizar intercambios de materiales con los estudiosos europeos, lapublicación de sus primeros trabajos y el ingreso a los círculos de sociabilidadcientífica de la época.

Francisco Pascasio Josué Moreno había nacido en la ciudad de BuenosAires el 31 de mayo de 1852, en el seno de una familia ligada a actividadescomerciales y financieras. Su padre, Francisco Facundo Moreno era hijo deFrancisco Antonio Moreno Sánchez, un comerciante español que había arriba-do al Río de la Plata hacia fines del siglo XVIII, radicándose en San José de Flo-res, y de una dama de ascendencia peninsular radicada en Montevideo, MaríaAntolina Visillac Lara. Ésta era hija de Mateo Joaquín Lucas Visillac y Ferrer,panadero y pequeño hacendado nacido en 1753 en Villa de Inca, Mallorca, yde Mariana de Lara y Núñez. En 1834, luego de la llegada de Rosas al poder ytras finalizar sus estudios elementales en la escuela de Juan Andrés de la Peña,Francisco F. se trasladó a la ciudad de Montevideo, donde residía la ramamaterna de la familia, para interiorizarse en tareas ligadas al comercio. Almismo tiempo, se integró allí a la Legión Argentina, con grado de teniente 1º,

tencia al modelo planteado. Por el contrario, sería más factible pensar en laposición de clausura reinante en el panorama de los estudios sobre las tradicio-nes científicas nacionales. En este marco, las discusiones del modelo utilizadopor Sheets-Pyenson son ignoradas por completo y las instituciones locales pare-cen surgir como el resultado de desarrollos independientes y novedosos.

Sin embargo, su trabajo mostraba la expansión internacional de una tipo-logía de museo de historia natural y la similitud de la estructura y de los con-flictos condicionantes de su funcionamiento. El proceso de formación de lascolecciones, el peso de los directores –quienes identificaban a las institucionesconsigo mismo–, la inserción de los museos extraeuropeos en una red interna-cional de intercambio de datos, de publicaciones, de ideas y de gente muestranlas semejanzas de los procesos del montaje de un museo, tuviera lugar éste enAustralia, en Canadá o en la Argentina. Los museos, en este sentido, se vuelvencomparables: al crearse se insertaban en una red de referencias e intercambiosde la que los mismos participantes era concientes. Por ello, este libro quiereretomar ese reto y recordar que la ciencia en la Argentina no puede leerse enclave de orgullo o carácter meramente nacional. Precisamente el gran desafíoque nos planteamos consistía en encontrar los puntos de articulación de lasprácticas internacionales de la ciencia con el contexto local, tratando de ir másacá –y más allá– de los viejos lugares comunes que, con tono moralizador, con-tinúan poblando la historia de la ciencia en el Plata.

Finalmente, destacamos que este libro es una versión de la tesis doctoralHistoria de las colecciones del Museo de La Plata, 1884-1906: Naturalistas via-jeros, coleccionistas y comerciantes de objetos de historia natural a fines delsiglo XIX, dirigida por la Dra. Irina Podgorny y defendida en agosto de 2008en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de LaPlata. Fueron jurados los Profesores Horacio Camacho, Nélia Dias y José A.Pérez Gollán. La publicación del mismo ha sido posible gracias a la ayuda delPIP 5675 (CONICET) y del PICT ET 2005 34511 (FONCYT), dirigidos porIrina Podgorny.

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Figura I - 1Desde la izquierda: parados, James Sharples

y Francisco Facundo Moreno, sentados Elisa Thwaites de Sharples, Joshua Thwaites

y Juana Thwaites de Moreno.

La formación del Museo de La Plata 2726 Máximo Farro

2 Anónimo b; Moreno Terrero de Benites, 1988.

relacionándose con los generales Juan Lavalle y José María Paz, y con el agri-mensor Juan María Gutiérrez.2

En el plano comercial, F. F. Moreno se integró como socio en la casa con-signataria dirigida por D. Pedro Sáenz de Zumarán, poderoso empresario deorigen español, cónsul de ese país en la capital uruguaya, financista y propieta-rio de una compañía armadora de vapores. Esta empresa jugó un papel funda-mental en la comunicación y administración de asuntos personales de los exi-liados antirrosistas en aquella ciudad. Allí, F. F. Moreno estableció relacionescomerciales con miembros destacados de la comunidad británica, como SamuelFisher Lafone y Thomas Tomkinson. Con ellos Zumarán había formado laSociedad de Cambios (Canclini, 1999).

Este tipo de vínculos estructurados alrededor del comercio poseían unaamplia distribución geográfica y eran movilizados por los actores para la circu-lación de la información, la gestión de la incertidumbre y la movilización derecursos (Moutoukias, 1992). En el caso puntual de los comerciantes de lacomunidad británica, Lafone fue uno de los más sobresalientes durante la pri-mera mitad del siglo XIX. Oriundo de Liverpool (Lancashire, Inglaterra), habíaarribado a Buenos Aires en 1823. Con otros socios de su mismo origen, comoThomas St. George Armstrong, se dedicó al negocio de los saladeros. Habíaestablecido también una firma importadora y exportadora con Thomas WillisRobinson, que giraba como Lafone, Robinson & Co. entre Buenos Aires, Mon-tevideo y Liverpool (Canclini, 1999; Hanon, 2005). En 1833, luego de su casa-miento en Buenos Aires con María de Quevedo y Alsina se radicó definitiva-mente en Montevideo. Allí, con su hermano Alexander Ross Lafone se dedica-ron a incrementar su fortuna mediante la realización de negocios con el Estadooriental, tales como la compra de estancias para la cría de ganado y el estable-cimiento de saladeros, la promoción de la inmigración, la explotación de laindustria lobera en Punta del Este, el establecimiento de sociedades financieras,la compra de vapores y la adquisición de propiedades en el casco urbano.Durante el “Sitio Grande” (1839-1852) llegaron a dominar toda la vida econó-mica de la ciudad (Canclini, 1999).

La casa de los Lafone Quevedo en Montevideo constituía el lugar dondelos comerciantes intercambiaban información y arreglaban negocios. Al mismotiempo era el centro de reunión obligado de los exiliados unitarios como Bar-tolomé Mitre, Vicente Fidel López y el abogado Florencio Varela. Este último,se encargó de manejar los asuntos legales de todos los emprendimientos deLafone con los que el joven Francisco F. Moreno se relacionó en distinto grado

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durante sus años de trabajo en ese país. Los vínculos con la comunidad decomerciantes británicos se estrecharon aún más cuando el 12 de enero de 1848Moreno desposó a Juana Máxima Thwaites Rubio, hija mayor de JoshuaThwaites, considerado uno de los “patriarcas” de la comunidad en el Río de laPlata. Oriundo de Londres, Thwaites había llegado a Buenos Aires en 1816,donde estableció con su hermano John una sociedad que giraba con el nombreJ. & J. Thwaites. En 1826, Joshua ya era miembro de la mesa directiva de lasBritish Commercial Rooms, y accionista mayoritario del Banco de las Provin-cias Unidas del Río de la Plata, entidad que presidió hasta 1830. Se dedicó tam-bién a tareas rurales en su estancia en Ranchos, en las proximidades de Chas-comús, especialmente a la cría y mejora de ovinos de la raza merino (Coghlany Ricchieri, 1980; Moreno Terrero de Benites, 1988). En 1827, Thwaites sehabía casado con Juana Rubio de Velazco, hija de Juana Rivero y José Rubiode Velazco y García, originario de Arcos de la Frontera, Alférez y Alcalde deprimer voto de la ciudad de Buenos Aires, durante las llamadas “invasionesinglesas”. Rubio de Velazco había mantenido estrechas relaciones con el gene-ral Beresford y con otros comerciantes británicos, con quienes desposó a variasde sus hijas.3

Luego de la caída de Rosas, el matrimonio Moreno-Thwaites y su prime-ra hija Juana Antolina Felicia, nacida en el Uruguay, se radicaron en la ciudadde Buenos Aires instalándose en la esquina del Paseo de Colón y Venezuela,próxima a las casas de habitación y de negocios de sus parientes Gowland. Enel nuevo clima de oportunidades que se abría en la ciudad luego de Caseros,Francisco F. participó de la “explosión asociativa” (González Bernaldo de Qui-rós, 2001; Sábato, 2002) que se generó por esos años en la ciudad de BuenosAires. En ese contexto, amplió su red de relaciones interpersonales tejidas enámbitos de sociabilidad formal, como las asociaciones y clubes de caráctersocioeconómico donde se aunaban las recreaciones burguesas con los negocios,los clubes de recreo a la inglesa y las asociaciones donde se defendían los inte-reses del sector ruralista. Por extensión, y considerando que estas asociacionesactuaban a menudo como antesalas del poder, Francisco F. participó en la vidapolítica del Estado de Buenos Aires. A poco de arribar, fue nombrado porUrquiza miembro del Consejo Consultivo de Hacienda. Luego fue vocal de laJunta Clasificadora de la Deuda Pública (1854), vocal de la Junta Administra-dora de la Moneda (1854-1859), miembro del directorio del Banco de la Pro-

vincia (1854-1859), vocal de la Junta Administradora de Fondos Públicos yCaja de Administración (1860-1862) y presidente de la Junta Administradoradel Crédito Público (1863-1865). En la Legislatura provincial, actuó tambiéncomo diputado (1860-1864 y 1865-1866). Años más tarde ejercerá como sena-dor (1871-1874 y 1882-1886) (De Luca, 1993).4

En el ámbito privado, Francisco F. tomó parte en una serie de negocios vin-culados a la “fiebre del lanar”, iniciada hacia comienzos de la década de 1860(Cf. Sábato, 1989). Acompañó así las iniciativas de diversificación de inversio-nes de grandes propietarios y comerciantes, en compañías financieras, de ferro-carriles y aseguradoras, ocupando en casi todas ellas cargos ejecutivos, talescomo vocal, secretario, tesorero o director general. La mayor parte de estosemprendimientos tuvieron su origen en ámbitos de sociabilidad como el Clubdel Progreso, de cuya fundación el 1º de mayo de 1852 participó Moreno comosu primer secretario. Este club se constituyó en el espacio donde los más acau-dalados empresarios extranjeros, reunidos hasta ese entonces en el Committeeof British Merchants (1834) y en el Foreign Residents Club (1841) (NavarroViola, 1941; Graham-Yool, 2000; Hanon, 2005), extendieron su red de relacio-nes entablando lazos de parentesco con miembros de la clase dirigente local,conformada por grandes propietarios de tierras y capitales, y por hombres queejercían funciones políticas en la estructura del Estado provincial (GonzálezBernaldo de Quirós, 2001). En efecto, en sus salones se proyectaron y decidie-ron los grandes emprendimientos comerciales y financieros de la época, de losque participó Moreno en grado diverso. Así, en 1854 actuó como miembro fun-dador y primer secretario de la Bolsa de Comercio. En 1856, integró el primerdirectorio como miembro tesorero del Ferrocarril del Oeste, creado por DanielGowland Phillips y Felipe Llavallol, entre otros, asociados al Estado de BuenosAires (Schvarzer y Gómez, 2006). También, participó en la creación de la Com-pañía Argentina de Seguros (1859), la primera compañía nacional de segurosmarítimos, y posteriormente de la Bienhechora del Plata (1864), fundadasambas por el irlandés Thomas St. George Armstrong, junto con otros grandesaccionistas como Edward Lumb, Thomas Tomkinson y Sebastián Casares. En1865, Moreno fue nombrado director general de estas compañías, unificadas ala sazón bajo el nombre de Compañía de Seguros La Estrella.

Fue durante esos años que Francisco F. estableció su fortuna con accionesy bonos en aquellas empresas, así como a través de la adquisición de propieda-des en el casco urbano y en la campaña. Aprovechó en este último caso las

3 En 1827, Rosario se casó con Daniel James Gowland Phillips otro de los principales líderes dela comunidad comercial británica, quedando así ligado a Thwaites como cuñado. Cf. Hanon,2005.

28 Máximo Farro La formación del Museo de La Plata 29

4 Durante los primeros años que siguieron a la fundación de la nueva capital provincial, fue vocalde la Comisión Administradora de Edificios Públicos de la Plata (1882-1885).

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5 Cf. “Moreno, Francisco Facundo (Lobería, 1864)”, AHPBA, EM, Reg. 1, Leg. 103, Exp.8534/0.

6 Solé poseía desde 1870 tierras en Pergamino y Rojas (28.173 hectáreas). Los Vivot poseíandesde 1860 tierras en Tres Arroyos, Lincoln, Tapalqué, Juárez, Saladillo, Ranchos y CoronelSuárez, y los Terrero desde 1858, en Tapalqué, Chivilcoy, Arrecifes y 25 de Mayo. Cf. Valen-cia, 2005.

7 Varela fue Ministro de Hacienda del gobernador Carlos Casares (1875-1877) y posteriormen-te del presidente Miguel Juárez Celman (1889).

La formación del Museo de La Plata 3130 Máximo Farro

8 En esos establecimientos con sistema de pupilaje que seguían el método lancasteriano para elaprendizaje simultáneo de los idiomas inglés y francés, se educaron Eduardo L. Holmberg, JoséMaría y Exequiel Ramos Mejía, Emilio Mitre y Marcelino Ugarte (h), entre otros. Cf. Holm-berg, 1952.

no, estaba casada con Leonardo Domingo Gándara Soto, otro hacendado concampos en Vitel (Chascomús), juez de paz de la región, diputado, y miembroactivo de la Sociedad Rural Argentina, cuya familia estaba también emparenta-da con los Thwaites y los Gowland.

La red de relaciones de Francisco Pascasio Moreno Francisco Pascasio y sus hermanos Josué Nemesio y Eduardo Vicente recibie-ron su educación inicial en el seno del hogar. Sus padres les enseñaron a leer yescribir y las operaciones básicas de aritmética, imprescindibles para el desem-peño de las tareas comerciales y financieras de la familia. Este tipo de educa-ción contrasta con la recibida en la época por la mayor parte de los niños desimilar posición social y económica, quienes se iniciaron en las “primerasletras” en establecimientos educativos de la ciudad de Buenos Aires como loscolegios de Francis William Reynolds y de Salvador Negrotto, ingresando comopupilos a partir de los cinco años de edad.8

En 1863, cuando los tres hermanos rondaban los diez años de edad, fueronenviados por sus padres a una institución educativa de carácter privado funda-da el 19 de marzo de 1858 por el sacerdote Diego Barbé, de la orden de lospadres Bayoneses. Ubicada en la calle Piedad entre Azcuénaga y Larrea, a diezcuadras de su domicilio, en esa institución se seguía el régimen de pupilaje conpaseos los días jueves y domingos y salidas una vez al mes (Sarthou, 1960;Moreno Terrero de Benites, 1988). Allí los hermanos Moreno recibieron sus pri-meras lecciones sistemáticas de lectura, escritura, ortografía, aritmética, gramá-tica, geografía, inglés y castellano, y compartieron la experiencia del internadocon otros jóvenes. Con algunos de ellos mantendrían luego relaciones de amis-tad o parentesco, como Alberto Casares, Ernesto Quesada, Pedro Narciso Arata,y sus futuros cuñados Luis María Solé y Federico María Terrero Escalada.

En sus memorias, Francisco P. consigna haber adquirido en ese colegio elgusto por los libros que narraban los viajes de exploración. En el púlpito delrefectorio, luego de la cena, los sacerdotes les leían a los internos “en alta voz”los viajes y las penurias de los misioneros cristianos “en países salvajes y mis-teriosos” como China y Japón, que aparecían publicados en los Anales de Pro-paganda Fide o en la prensa escrita de la época. A través de estos medios F. P.Moreno seguía las peripecias de los “mártires de la ciencia” como las sufridas

oportunidades de especulación que proporcionaron las sucesivas leyes provin-ciales de entrega de tierras públicas en arrendamiento, ubicadas en la llamada“frontera exterior” más allá del Salado (Cf. Valencia, 2005). Así, en 1864adquirió a Jorge Franck tres leguas cuadradas (unas 16.200 hectáreas) en lazona de Lobería y Tres Arroyos, que luego vendió, entre 1868 y 1871, a Des-iderio y Samuel Roseti, miembros de la Sociedad Rural Argentina.5 En 1866,compró una casa de altos recién construida, ubicada en la esquina de Piedad yUruguay, donde se instaló con su familia. En 1868, adquirió dos casas de alto(Florida 112 ½ y 128) y en 1870, compró en la zona de la “Loma de los Corra-les”, hacia el sur de la ciudad, una quinta de ocho manzanas lindera a las quin-tas de los Gowland, Navarro Viola, Casares y Gibson. (Moreno Terrero deBenites, 1988).

Es de destacar que, desde 1869, Francisco F. era el socio activo 193 de laSociedad Rural Argentina. Formó también parte del cuerpo de diputados quedefendieron en la cámara los proyectos generados en el seno de aquella, rela-cionados con la política de tierras públicas, el problema de la frontera interior,la relación con los indígenas y los gravámenes impositivos. Este grupo de legis-ladores estaba liderado por la llamada “vanguardia” de la Sociedad Rural, for-mada por los miembros más activos, integrantes algunos de los equipos direc-tivos de la misma (Valencia, 2005). Asimismo, Moreno afianzó sus vínculos confamilias de hacendados que participaban en la estructura administrativa delEstado de Buenos Aires defendiendo intereses ruralistas, por medio de alianzasconcretadas a través del matrimonio de sus hijos. Así, su hija mayor, JuanaAntolina Felicia contrajo matrimonio con Luis María Solé y Muñoz de Ráva-go. Su hijo Josué Nemesio se casó con María del Socorro Vivot y Saenz Valien-te. Su hija menor, María Antolina se casó con Federico María Terrero Escala-da, cuya familia estaba ligada por lazos comerciales y de parentesco con JuanManuel de Rosas.6 Por su parte, Francisco Pascasio se casaría en 1885 conMaría Ana Varela Wright, hija de Josefa Wright Jáuregui y de Rufino JacoboVarela, apodado “El manco”, periodista, hacendado, miembro destacado en elambiente bursátil y coleccionista de obras de arte.7 Por último, recordemostambién aquí que la única hermana de Francisco F., Francisca Benigna More-

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9 En 1871 Chanalet vendió ese gabinete al Museo Público por la suma de 35.400 pesos monedacorriente. Estaba compuesto por 26 mamíferos y 61 pájaros. Cf. Camacho, 1971.

por David N. Livingstone en África o por John Franklin y sus compañeros enlos hielos del Polo Norte (Moreno, 1893).

En 1866, sus padres, a instancias de Domingo Faustino Sarmiento, decidie-ron cambiar a los tres hermanos al Colegio Modelo de Catedral al Norte, diri-gido en ese entonces por M. Chanalet (Moreno Terrero de Benites, 1988). Allí,este educador francés había montado un museo formado con objetos de histo-ria natural.9 Según Moreno, este gabinete lo estimuló a montar el suyo propio,junto con sus hermanos, en un mirador de su casa de la esquina de Piedad yUruguay (Moreno, 1893). Al año siguiente, luego del fallecimiento de su madreJuana Thwaites, ocurrido durante la epidemia de cólera, el padre tomó la deci-sión de retirar a los tres hermanos del colegio con el fin de emplearlos a tiem-po completo en las empresas que él dirigía (Moreno, 1893: 33). Los jóvenes seinstalaron a trabajar en los escritorios de la Compañía de Seguros La Estrella,ubicada en la casa de altos de Florida 128, que funcionará a partir de entoncescomo su nueva vivienda particular. El padre se instalará en una residencia con-tigua, situada en el número 112 ½ de la misma calle.

Luego de trabajar en el escritorio entre las 10 y las 19 horas, los hermanosMoreno dedicaban sus ratos de ocio a la formación de colecciones de objetosde historia natural y de timbres postales, estableciendo rigurosas reglas contrac-tuales de propiedad que reflejaban los hábitos comerciales adquiridos en elámbito familiar. Para obtener nuevos objetos utilizaron a los viajantes de laCompañía, quienes eran los encargados de las pólizas de seguros marítimos yfluviales de la red de sucursales diseminadas por todo el interior del país (More-no, 1893: 34-35). Las primeras donaciones que recibieron para su pequeñogabinete contenían objetos pertenecientes a las colecciones de María Sánchez deMendeville y de su hija Florencia Thompson de Lezica (Moreno, 1893: 31), conquienes su padre se había relacionado durante su estadía en Montevideo.

Merece señalarse aquí que Moreno y sus hermanos no eran los únicos indi-viduos dedicados a la formación de colecciones. Por el contrario, el coleccionis-mo en sus más diversas formas –desde los bibelots hasta las colecciones de fósi-les– era una práctica muy extendida entre los distintos grupos sociales que con-formaban la sociedad porteña de la época (Cf. Podgorny y Lopes, 2008). En susrecuerdos de infancia Moreno describe varias colecciones, entre las que se des-tacan el gabinete de fósiles del agrimensor Manuel Eguía y la colección del abo-gado Alfredo Meabe, “dueño del más importante Museo particular que cono-

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10 Véase El Coleccionista Argentino. Revista de Bellas Artes, Bibliografía, Historia, Numismáti-ca, Filatelia y Prensa Periódica, serie 1, Nº 1, 1893.

cía y que me quitaba el sueño, no sólo por los objetos que contenía, sino tam-bién por el gran armario de cristales que los guardaba” (Moreno, 1893: 45).También destaca las colecciones del sirviente de la familia Thompson de Lezi-ca, Manuel Beltrán, quién “tenía en su habitación, en los altillos, un museo máscompleto que el de Chanalet, con objetos más raros, pero más empolvados, enel que en completo desorden estaban mariposas en cuadros de cristales, pájarosembalsamados, modelos de barcos y porcelanas rotas, pero del que no pudimosobtener nunca ningún objeto. Sin embargo, la sola vista de tanta curiosidaddesconocida, era un aliciente para perseverar en nuestra colección” (Moreno,1893: 32).

En esta lista podrían agregarse otras colecciones importantes, como las deporcelanas, antigüedades, y de objetos procedentes de excavaciones en Egiptodel abogado Dr. Dardo Rocha y las célebres colecciones de arte y antigüedadesde Rufino Varela y de la familia Guerrico (Malosetti Costa, 2001; Baldaserre,2006 a, 2006 b). También las colecciones numismáticas o “monetarios” deAurelio Prado y Rojas, Mitre, Andrés Lamas, Manuel Trelles, Enrique Peña, loshermanos Marcó del Pont y de Alejandro Rosa, muchos de ellos tambiénbibliófilos de nota.10 El ingeniero Luis Ángel Viglione poseía una colección deantigüedades egipcias similar a la del mencionado Rocha (Viglione, 1890).

El hecho de que su padre lo sacara del colegio para emplearlo en las com-pañías de la familia hizo que Francisco P. Moreno no participara en aquelloscírculos de sociabilidad generados de manera espontánea entre los jóvenes estu-diantes de la preparatoria y de la Universidad de Buenos Aires, donde se discu-tían temas relacionados con las ciencias y la literatura. En efecto, Francisco P.estaba ligado al mundo de los negocios y las finanzas, que le suministró nuevasrelaciones que se extendieron también al ámbito de la política. La casa de habi-tación-escritorio donde trabajaban y residían los tres hermanos se constituyó enel ámbito por excelencia donde se ejercía la sociabilidad entre pares. Allí se jun-taban los jóvenes que trabajaban en los alrededores como rentistas, administra-dores, escribanos, hacendados, comisionistas, corredores de bolsa o periodistas.Al caer la tarde, en el momento del cierre de las oficinas y despachos, la casa delos Moreno se convertía en el centro preferido de reunión y tertulia. Desde allíse partía posteriormente a cenar o a los principales “polos sociales” de la época:el Teatro Colón y las canchas de paleta en el pueblo de Belgrano. Los fines desemana se reunían en la quinta de los Moreno en la Loma de los Corrales.

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11 Costa menciona entre los concurrentes habituales a José María Ramos Mejía, Isaías Mendibu-ru, Federico Pinedo, Luis García, Héctor Quesada, Julián Lafuente, Rodolfo y Félix Álzaga,Ezequiel Elía, Ricardo Fernández, Alberto Casares, Francisco Pasman, Emilio Mitre, Marceli-no Ugarte (h), Miguel Estévez Saguí y José Antonio Capdevila. Cf. Costa, 1929: 244-253.

12 Junto con los Moreno concurrían allí –además de sus primos Ricardo y Guillermo Gowland–,Máximo de Elía, Guillermo Solveyra, Carlos Bonorino, Luis García del Molino, Bernardo deIrigoyen (h), Ernesto Pellegrini, Carlos Pellegrini, Julio B. Velar, José María Bustillo, Julio Pes-taña, Eduardo E. Oliver, Alberto Gelly, Julián Gelly, Marcelino Ugarte (h), Enrique Tomkinson(h) y Vicente Rufino Peralta Alvear. Cf. Costa, 1929: 244-253.

13 La noción de “grupo de referencia” apela, en contraposición al concepto de “red de relaciones”,más bien al espacio –físico, simbólico, imaginario– en el cual las relaciones pueden inscribirse. Cf.definiciones y discusión en González Bernaldo de Quirós, 2001, especialmente la Introducción.

Como recuerda un amigo de su hermano Josué, Julio A. Costa, por eseentonces un aspirante a periodista que trabajaba en los periódicos “El Diario”de los Láinez, y “La Tribuna” de los Varela:

“Concurrían allí jóvenes de todas las opiniones y matices polí-ticos, aunque de uno solo, en el concepto noble de la vida, dela amistad, del ideal […] Actuaban como dueños de casa Pan-cho, Josué y Eduardo. Éramos muchachos, algunos ricos yotros pobres, pero ricos por dentro: estudiantes, comisionis-tas, estancieros, rentistas, periodistas o pinches de prensa,varios de estos entrenándose para la áspera lucha, todos ale-gres y despreocupados, como si la arena de la vida fuera can-cha de football.11 Algunas madrugadas, después de la óperaen Colón, y después de cenar en el café anexo, entonces demoda, o en Sempé, con champaña en sopera con tajaditas delimón y frappé con pedazos de hielo adentro, que era el modode prepararlo, enderezábamos a pie a la quinta de Moreno[…] En la casa Florida 128 nos juntábamos todas las tardes ylas noches, tomábamos té, charlábamos, gritábamos, discutía-mos, cantábamos y salíamos después en grupos diversos,según los rumbos.” (Costa, 1929: 244-246)

El otro centro de reunión de este grupo de amigos era la residencia familiar deFederico Pinedo (h), en la calle Parque (actual Lavalle) 105, contigua a la casade Manuel Eguía. Allí, este grupo de jóvenes se entregaba a los rituales de socia-bilidad masculina de la época, jugando al billar, tomando clases de sable y flo-rete, realizando prácticas con armas blancas o haciendo tiros de rifle y pistola,dirigidos por un profesor.12 Como se desprende de las biografías de los indivi-duos que componían el “grupo de referencia”13 al que pertenecía Moreno, se

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observa que, en líneas generales, la mayoría se dedicaba al comercio, las finan-zas y la política. También se puede apreciar que, en gran medida, varios de ellosestaban emparentados por alianzas matrimoniales, como en el caso de losUdaondo, de Irigoyen, Casares, Velar, Bonorino, Ugarte, Tomkinson Alvear,Ramos Mejía y de Elía. Más importante aún, los miembros principales de estasfamilias dominaron la política de la provincia de Buenos Aires y las alianzascon el Gobierno nacional, por lo menos desde el fin de la gobernación de Máxi-mo Paz (1887-1890) hasta la conducida por Marcelino Ugarte (h) (1902 y1906). Muchos de ellos ocuparán posteriormente puestos de relevancia tantoen la estructura política provincial como nacional, siendo el caso más evidenteel de Carlos Pellegrini.

Estos estrechos vínculos de Moreno con muchos de los funcionarios de losgobiernos provinciales y nacionales, le permitieron el acceso a información pri-vilegiada de primera mano y, en consecuencia, manejar con sagacidad los tiem-pos de la política local. Esto se podrá apreciar no sólo en los apoyos obtenidospara el financiamiento de sus viajes de exploración, sino también en el aval polí-tico obtenido en las Cámaras legislativas para su proyecto de creación y soste-nimiento de un Museo Antropológico y Arqueológico (Podgorny y Lopes,2008).

Los círculos de la sociabilidad científica En la Buenos Aires de la década de 1870, los jóvenes dedicados a las ciencias ya las “bellas letras”, habían comenzado a reunirse en los claustros del ColegioNacional y de la Universidad de Buenos Aires, donde cursaban los estudios pre-paratorios y daban los primeros pasos en la educación académica. Allí, ungrupo de alumnos conformado por Eduardo Ladislao Holmberg, Félix y Enri-que Lynch-Arribálzaga y Ernesto Quesada, entre otros, crearon en 1871 laSociedad de Ensayos Literarios, asociación que constituyó el antecedente parala formación del Círculo Científico Literario (1872), cuyas reuniones se lleva-ron a cabo los domingos en las aulas del Colegio Nacional y en la redacción deldiario “La Nación” (García Merou, 1891: 128-133; Holmberg, 1952). Estosjóvenes estudiantes de Derecho y Medicina o aspirantes a escritores, comoAlberto Navarro Viola, Benigno Lugones, Enrique y Martín García Merou,Luis María Drago, José Nicolás Matienzo y Juan Ramón Fernández se reuníana discutir acerca de autores europeos, ligados al romanticismo.

Otra asociación de la que participaron varios de ellos fue la AcademiaArgentina de Artes, Ciencias y Letras (1873), formada originalmente por ungrupo de jóvenes algo mayores, con el objetivo de “estudiar, proteger y difun-dir en la República las ciencias, las letras y las artes”, en pos de un ideal nacio-nalista, en el sentido de crear una literatura y una ciencia propiamente argenti-nas (García Merou, 1891: 218-238).

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Así, luego de finalizadas las lecciones en el Colegio Nacional, entre el finde la tarde y hasta la medianoche, se reunía en la casa de Rafael Obligado, ungrupo formado por los arriba mencionados y por Martín Coronado, AdolfoMitre, Juan Carballido, Clemente Fregeiro, Carlos Vega Belgrano, AtanasioQuiroga, Lucio Correa Morales, Eduardo Aguirre, José María Ramos Mejía yLuis Jorge Fontana. Fue en esas tertulias donde Holmberg y Lynch Arribálzagapresentaron sus primeros trabajos sobre entomología e historia natural, queaparecerían posteriormente en su publicación periódica titulada El NaturalistaArgentino (1878).

También en esos años los jóvenes estudiantes del Departamento de CienciasExactas de la Universidad de Buenos Aires –creado por Juan María Gutiérrez en1865–, comenzaron a agruparse (Camacho, 1971). El principal promotor fueEstanislao Severo Zeballos, un estudiante de primer año de ingeniería oriundode Rosario que en 1866 se había instalado como pupilo en el Colegio Nacionalde la ciudad de Buenos Aires. Allí Zeballos se relacionó con otros jóvenes conmarcada vocación política y afición por la ciencia o la literatura, fundando suprimer periódico “El Colegial” (1869), publicando algunos poemas de corteromántico y su primera novela, Zálide o el amor de los salvajes. En 1872, Zeba-llos convocó a un grupo en representación de los estudiantes de todos los añosde la carrera, donde se definió la idea de una asociación científica, eligiendo elnombre tentativo de Academia Científica de Buenos Aires. El proyecto fue ele-vado el 30 de junio a los ingenieros Emilio Rosetti, Luis A. Huergo, GuillermoWhite, el agrimensor Ángel Silva y el profesor Giovanni Ramorino, decidiendoallí el nombre de Sociedad Estímulo Científico. Finalmente, el 14 de julio, en losclaustros del Colegio Nacional se decidió el nombre de Sociedad CientíficaArgentina, aprobándose su primer reglamento. Los objetivos de la misma fueronfomentar el estudio de las ciencias matemáticas, físicas y naturales con sus apli-caciones a las artes, a la industria y a las necesidades de la vida social, estudiarlas innovaciones científicas, en especial las que tuvieran aplicación práctica en laArgentina, y reunir a los ingenieros argentinos y extranjeros y a los estudiantesde ciencias exactas (Candioti, 1891; Babini, 1986; Sábato 2002).

Otro espacio de sociabilidad se estructuró entre fines de la década de 1870y principios de 1880 alrededor de las logias masónicas, cuyas redes habían teni-do amplia difusión a lo largo del siglo XIX en el contexto del Río de la Plata(González Bernaldo de Quirós, 2001). Así, Holmberg, Fontana y Ramos Mejíaparticiparon en el ámbito de la Universidad de Buenos Aires como miembrosfundadores de la “Logia Docente”, iniciados por el V. Maestre Vicente FidelLópez. Al mismo tiempo en Córdoba, los estudiosos de la Academia Nacionalde Ciencias y del Observatorio Nacional, como Benjamin Apthorp Gould, Lud-wig Brackebusch, Oscar y Adolfo Döring y Arthur Seelstrang se agruparon enla Logia “Piedad y Unión Nº 34”, y en la sociedad secreta “El Panal”, que bre-

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14 Posteriormente, Holmberg y Florentino Ameghino participaron en 1906 como miembros fun-dadores de la Logia Lumen Nº 200, con sede en la localidad de Moreno, cf. Lappas, 1966.

15 En el Boletín aparecían con frecuencia comunicaciones sobre arqueología prehistórica europeaenviados por los socios corresponsales.

gaba por los principios liberales y laicos. Por su parte, Florentino Ameghino sehabía iniciado a la masonería en la “Logia Luján”, relacionándose posterior-mente con Holmberg y los hermanos Döring.14

El ingreso de Moreno a las asociaciones socioculturales de Buenos Aires nose debió a los grupos de sociabilidad descriptos hasta aquí, sino a la influenciade las amistades de su padre, que en algunos casos databan de los tiempos deexilio en Montevideo. En 1872, Gutiérrez, rector de la Universidad de BuenosAires lo invitó a participar de la fundación y primeras reuniones del InstitutoBonaerense de Numismática y Antigüedades. Esta asociación estaba animadapor los “mayores” como Mitre, Lamas y Trelles quienes habían formado parteya de otras iniciativas similares surgidas con posterioridad a Caseros, como elInstituto Histórico-Geográfico del Río de la Plata (1854-9), la Asociación deAmigos de la Historia Natural del Plata (1854-6), o la Sociedad Paleontológi-ca (1866-8) (Buchbinder, 1996; Auza, 1997; Lopes, 1999; González Bernaldode Quirós, 2001: 252-254).

En esas reuniones los socios presentaban trabajos publicados en un boletínde frecuencia mensual, discutiendo acerca de temas históricos, filológicos,arqueológicos, geográficos y numismáticos relacionados a los estudios america-nistas (Carranza, 1873; Marcó del Pont, 1893).15 Allí, Moreno tomó contactocon la práctica de coleccionar “obras raras americanas”, que comenzó a adqui-rir en la Librería del Plata y en la librería de Casavalle para formar su propiabiblioteca (Moreno, 1893: 45). En efecto, en las reuniones del Instituto, More-no pudo apreciar el funcionamiento de una amplia red de intercambio de docu-mentos, libros y datos entre sus socios, que se extendía a Chile y Uruguay yestaba formada por algunos de los bibliófilos y coleccionistas de documentosmás importantes del Río de la Plata –como Mitre, Lamas, Trelles y Gutiérrez–,y de Chile, como Diego Barros Arana, Benjamín Vicuña Mackenna y los her-manos Amunátegui (Cf. Buchbinder, 1996).

Además de facilitar el ingreso a estos círculos de sociabilidad, el apoyo de supadre se tradujo también en la construcción de un espacio para albergar lascolecciones y los libros que formarían su biblioteca personal. En 1872, en oca-sión de su vigésimo cumpleaños, le obsequió un edificio de diez metros de frentepor veinte de fondo situado en la quinta familiar, diseñado por el ingeniero yarquitecto Otto von Arning, director de las obras de ampliación del Ferrocarrildel Oeste. Moreno pasaba en la quinta los ratos de ocio que le dejaba su puesto

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Figura I - 2Francisco P. Moreno y su padre en el Museo

de la quinta familiar, ca. 1872.

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16 Cf. “294e Séance, 1er octubre 1874, Correspondance”, en Bulletins et Mémoires de la Sociétéd’Anthropologie de Paris, tomo II, 1874, p. 610.

en los escritorios y los fines de semana se instalaba allí “como un anacoreta”(Quesada, 1923), dedicándose a la lectura y el ordenamiento de los objetos depaleontología y arqueología y las remesas de cráneos indígenas que un comercian-te amigo de la familia había comenzado a enviarle desde Carmen de Patagones.

Ese mismo año, Hermann Burmeister le presentó a Manuel Eguía. En eledificio de la quinta familiar, Eguía le enseñó a Moreno a organizar e identifi-car las colecciones de restos fósiles. La relación de Moreno con Burmeisterdataba de 1867, cimentada por la común amistad que mantenían su padre y elestudioso prusiano con Sarmiento, a instancias de quienes Francisco P. se rela-cionó por vez primera con una institución científica, siendo nombrado por undecreto del 30 de marzo de 1874 como miembro corresponsal de la AcademiaNacional de Ciencias y como miembro de número de la Sociedad ZoológicaArgentina, también con sede en Córdoba y dirigida por el zoólogo holandésHendrik Wayenbergh.

Por esos años, Burmeister lo introdujo en las redes internacionales de inter-cambio de objetos científicos e información y le proporcionó espacios donderealizar sus primeras publicaciones. En el primer caso, lo presentó ante el Dr.Edouard van Beneden, un naturalista belga que ejercía como profesor de zoo-logía en la Universidad de Liège, de paso por Buenos Aires. Viendo la incipien-te colección de cráneos procedentes de Carmen de Patagones, van Beneden lesugirió a Moreno que orientara sus esfuerzos hacia ese tipo colecciones, muyrequeridas en Europa para los trabajos comparativos acerca de la antropologíafísica de los grupos indígenas americanos. Seguidamente lo puso en contactocon Paul Pierre Broca, sugiriéndole que le enviara algún cráneo. Broca lo nom-bró corresponsal de la Société d’Anthropologie de París,16 y en 1874 facilitó lapublicación de un trabajo sobre los cementerios y paraderos prehistóricos delRío Negro en Patagonia, en la Revue d’Anthropologie.

En 1874, también a instancias de Burmeister, Moreno publicó en el primertomo del Boletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba un trabajotitulado “Noticias sobre antigüedades de los indios del tiempo anterior a laconquista”, donde describió los objetos coleccionados en sus primeros viajes de1872 y 1873. Al mismo tiempo, comenzó a frecuentar con asiduidad el MuseoPúblico, participando en varias tasaciones para la adquisición de colecciones.Allí conoció al joven Luis J. Fontana, preparador del gabinete de HistoriaNatural de la Universidad, a cargo de Ramorino y preparador e inspector inte-rino en el museo dirigido por Burmeister (Camacho, 1971; Lopes, 2000).

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17 Cf. OCyCC, Tomo XX, Carta Nº 13, 17 de enero de 1876, página 22. Esas colecciones fueronexhibidas, junto a las de Moreno en la Segunda Exposición Científica e Industrial organizadaen 1876 por la Sociedad Científica Argentina. Cf. Anónimo a; Podgorny y Lopes, 2008.

La sociabilidad científica de los jóvenes El ingreso de Moreno en los círculos de los alumnos del Colegio Nacional y dela Universidad de Buenos Aires fue posible gracias a los lazos de solidaridadhorizontal, que le permitieron ampliar su red de relaciones. Uno de sus amigosmás íntimos, José María Ramos Mejía, estudiante de medicina y asiduo concu-rrente a las tertulias de Florida 128, fue uno de los que más hicieron para intro-ducirlo en aquellos cenáculos. En primer lugar, Ramos Mejía lo presentó aZeballos, con quien participaba en las actividades políticas del centro estudian-til universitario “13 de diciembre” y compartía la propiedad de los AnalesCientíficos Argentinos. En el primer número de esta revista ambos publicaronuna traducción al castellano del trabajo que Moreno había enviado el año ante-rior a la Revue d’Anthropologie (Moreno, 1874 b).

Zeballos compartía con Moreno la afición por las colecciones de cráneosindígenas y de piezas arqueológicas, con las que había formado un gabinete queinstaló en la imprenta del diario “La Prensa” del que era director. Ese gabineteestaba compuesto también por muestras geológicas y fósiles, producto de susviajes de exploración por la provincia de Buenos Aires.17 Por otro lado, RamosMejía y Zeballos, utilizando como plataforma a “La Prensa”, intervinieron endefensa pública de Moreno luego del revuelo suscitado por su nombramientocomo miembro académico de la Facultad de Ciencias Físico Naturales, el 10 demarzo de 1875 y, veinte días después, como sustituto 2º en la cátedra de zoo-logía a cargo del Dr. Karl Berg. Como recuerda Zeballos:

“El Dr. José María Ramos Mejía, apasionado de las letras y dela ciencia, estimaba a Moreno y un día lo presentó a la Direc-ción de La Prensa. Este gran diario fue su pedestal. Ciertamañana Buenos Aires despertó sabiendo que tenía en su senoun sabio, joven y criollo. El círculo universitario se conmoviódesagradado. Tachábase de exagerada la presentación de LaPrensa. Ella se defendió bien, sin embargo. ‘No será un sabio,decía, pero es necesario estimularlo, porque es de la leña deque se hacen’.” (Zeballos, 1898: 167-168)

En efecto, la designación de Moreno había desatado una serie de críticas porparte de un sector de los académicos, a raíz de su falta de instrucción formal.Por su parte, Ramos Mejía, desde la dirección del Círculo Médico Argentino,

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18 Nombre que alude a su afición por las colecciones arqueológicas del Paleolítico (Cf. Podgornyen esta colección).

defendió a Moreno en sus discursos y en las memorias anuales publicadas enlos Anales de esa asociación. Allí lo definió como uno de los frutos más recien-tes de una tradición científica de carácter netamente “nacional”, que se habríainiciado con los trabajos del jesuita Suárez, Félix de Azara, Octavio Mosotti,Manuel Moreno y con el ideario de Bernardino Rivadavia (Cf. Barguero, 1998:4). También lo nombró como miembro honorario de esa asociación.

Entre los alumnos de la Universidad de Buenos Aires esta consagraciónmeteórica del joven “sabio” fue percibida como ilegítima. Así lo muestra Dospartidos en lucha, obra escrita y publicada ese mismo año por Eduardo L.Holmberg, estudiante avanzado de la Facultad de Medicina y profesor de His-toria Natural en la Escuela Normal de Profesores. Allí Holmberg describe entono de parodia al ambiente científico-académico de la época. Las accionesprincipales transcurren durante la presidencia de Sarmiento, cuando se produ-ce una polémica entre darwinistas y antidarwinistas –llamados “rabianistas”por Holmberg– en el marco de un “congreso científico” reunido al efecto en elTeatro Colón, que contará con la presencia del mismo Darwin, quien viajaráespecialmente desde Inglaterra. El debate científico adopta en ese ámbito lascaracterísticas de las confrontaciones políticas porteñas de la época, con dos“bandos” que dirimen sus diferencias utilizando a la prensa local que acicateael espíritu de discordia en la opinión pública, en clara alusión a los enfrenta-mientos parlamentarios entre “mitristas” y “alsinistas” (Montserrat, 1993;Pagés Larraya, 1994). En este sentido, esta novela tematiza un nudo crucial dela cultura argentina, como es la reducción de todas las esferas y la subordina-ción de todos los campos –incluida la ciencia–, a las cuestiones de la políticalocal (Rodríguez Pérsico, 2001). En relación con esta idea, es interesante obser-var cómo en un extenso pasaje Holmberg lanza sus invectivas contra Moreno,quien aparece como el personaje “Francisco P. Paleolítez”,18 un nuevo “sabio”protegido de Burmeister que se ha consagrado de manera meteórica gracias alos contactos políticos y que es mirado con recelo por los jóvenes estudiantesque se reunían para discutir sobre temas científicos y literatura en las tertuliasque se prolongaban más allá de las aulas del Colegio Nacional:

“La juventud de Buenos Aires, anhelosa por verse representa-da dignamente en el Congreso Científico, y conocido losimportantes trabajos de Francisco P. Paleolítez sobre algunospuntos de la Antropología y de la Paleontología, ó sea las

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19 Alusión a Paul Broca.20 En 1882, Holmberg criticará nuevamente las reputaciones de muchos de sus contemporáneos,

señalando que se basaban en un problema de traducción: “Burmeister escribe en francés: ‘Lessavants… Moreno, Zeballos, Lista’ y sin fijarnos en que Burmeister entiende que savant es sim-plemente el que se ocupa de estudios científicos, traducimos literal y perfectamente savants porsabios y Moreno, Zeballos y Lista ya son sabios. En vano protestan; en vano la modestia y lajusticia les obligan a rechazar esa traducción: ¡ya no hay remedio!”. Cf. Holmberg, 1882: 113.

ciencias del hombre y de los fósiles, consideró que él era elúnico capaz de ocupar un asiento en el Congreso y sacrificarsu bienestar y su salud en beneficio de la doctrina que admi-tía. A la manera de un helecho que crece a la sombra de uncorpulento roble, Paleolítez había crecido á la sombra de ungran sabio […] Con semejante maestro, no era de estrañar queel discípulo llegara a ser un naturalista consumado; que estu-diara los Megaterios y los Gliptodontes; que hiciera viajes aregiones desconocidas en busca de preciosidades naturales,como cráneos prehistóricos, minerales, guamiles; y entre losobjetos de arte, de alfarería y flechas de piedra de la mismaépoca que los cráneos; que estuviera en relación con algunosde los principales sabios Europeos y Americanos; que uno deaquellos le dijera familiarmente que estaba destinado a seruno de los más grandes campeones de la antropología.19 [...]Paleolítez es un joven sabio, aunque no tanto como su maes-tro: –seco, frío, observador, paciente como un Alemán, con-cienzudo como un islandés, a lo cual reúne una condiciónindispensable en todo aquel que estudia ciencias naturales: nohabla ni discute sino de aquello que entiende.” (Holmberg,1875: 17-18, resaltado en el original)

En otras partes de la obra, Holmberg continúa denostando a Francisco P.Moreno, describiéndolo como “el nuevo Demóstenes”, “el Mirabeau de laAntropología Argentina” y “el Cicerón de la juventud bonaerense con todossus quosque tándem”. Años más tarde, desde las páginas de su publicación ElNaturalista Argentino, Holmberg continuará criticando con el mismo tono laconfusión de ideas sobre antropología presentes en la conferencia dada porMoreno, en ocasión de la apertura al público en 1878 del Museo Antropológi-co y Arqueológico de Buenos Aires (Holmberg, 1878: 287).20

Por intermedio de la Facultad de Ciencias Físico-Matemáticas de Córdobay con sólo 26 años, el 27 de noviembre de 1878, Moreno obtuvo el título deDoctor Honoris Causa, mención obtenida gracias a las debidas gestiones de su

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21 Zeballos había recibido el título de Doctor en Jurisprudencia en 1876, con una tesis titulada“Apuntes sobre las Quiebras, a propósito del proyecto de reformas del Código de Comercio”.Por su parte, Holmberg obtendrá el título de Doctor en Medicina recién en 1880, con una tesistitulada “El fosfeno”.

22 Dos volúmenes en 8º de 640 y 557 páginas, ilustrados con 672 figuras agregadas, editado enBuenos Aires por Igón Hermanos.

23 376 páginas en 8º, editada en París por Masson y en Buenos Aires por Igón Hermanos.24 450 páginas en 8º, editada por Félix Lajouane.25 1027 páginas, in folio, y un atlas de 98 láminas, editado por Coni Hermanos.26 La nómina completa de publicaciones de Moreno hasta 1878, en orden cronológico incluye: 1)

“Sur des restes d’industrie humaine préhistorique dans la République Argentine” (1872, 7 pági-nas); 2) “Description des cimetieres et paraderos préhistoriques de Patagonie” (1874, 19 pági-nas); 3) “Cementerios y paraderos prehistóricos de la Patagonia” (1874, 12 páginas, traduc-ción al castellano de Nº 2); 4) “Noticias sobre las antigüedades de los indios del tiempo ante-rior a la conquista” (1874, 19 páginas, versión ampliada de Nº1); 5) “Una excursión orillan-do el Río de la Matanza”, escrito con Reid y Zeballos (1876, 2 páginas); 6) Carta: Noticias dela Patagonia” (1876, 2 páginas); 7) “Viaje a la Patagonia Septentrional” (1876, 15 páginas); 8)“Apuntes sobre las tierras patagónicas” (1876, 16 páginas); 9) “El estudio del hombre Sud-americano” (1878, 27 páginas, discurso inaugural del Museo Antropológico y Arqueológico).

padre ante Sarmiento (Moreno Terrero de Benites, 1988). Si bien es cierto quelos títulos de doctor no abundaban entre aquellos que se dedicaban a la histo-ria natural y la antropología hacia fines del siglo XIX –con la excepción deldoctorado en derecho de Zeballos–21 esta distinción honorífica a Moreno sediferencia de otras similares entregadas con posterioridad a 1878, en que susreceptores habían desarrollado para ese entonces una trayectoria destacada detrabajo, reconocida por sus propios pares. Así ocurrió, por ejemplo, con lostítulos de igual carácter entregados por la Universidad de Buenos Aires a Bur-meister (1886, 79 años), Berg (1886, 44 años) y Lafone Quevedo (1890, 55años) quienes ya habían publicado obras consistentes. Incluso cuando Ameghi-no recibió el doctorado honoris causa de la Academia Nacional de Ciencias deCórdoba en 1886, a los 32 años, ya había publicado La Antigüedad del Hom-bre en el Plata (1880-1),22 La Formación pampeana, o estudio sobre los terre-nos de transporte de la cuenca del Plata (1881),23 Filogenia (1884),24 y seencontraba preparando el manuscrito de su Contribución al conocimiento delos mamíferos fósiles de la República Argentina, que aparecerá primero en elBoletín de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba en 1886, y en unaedición aparte en 1889.25 Al momento de recibir esa distinción honorífica,Moreno había escrito y publicado los dos trabajos breves ya mencionados, yuna serie de cartas e informes de viaje, conferencias y discursos, que hacían untotal de 107 páginas.26

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27 Años más tarde esos cementerios fueron visitados por el joven explorador Ramón Lista quiendestacó el papel desempeñado por el corresponsal de Moreno en esa región. Cf. Lista, 1880.

sa periódica por el general Lucio V. Mansilla sobre su excursión a las tolderíasranquelinas, las noticias sobre el viaje de George Chaworth Musters a través dela Patagonia, publicadas en el diario “La Libertad”, y la memoria redactadapor el profesor italiano Pellegrino Strobel en ocasión de una expedición al RíoNegro (Moreno, 1893: 45-46).

En ese primer viaje, Moreno contó con la asistencia, infraestructura y rela-ciones locales proporcionada por Cruzado. Durante casi un mes de permanen-cia recolectó algo más de sesenta cráneos y un millar de puntas de proyectiltalladas en sílex por los antiguos habitantes de la región, exhumados de loscementerios de los alrededores de Viedma.27

En 1874, gracias a la relación de su padre con Félix Frías, Ministro deRelaciones Exteriores, y a los vínculos de amistad y negocios con la familiaGuerrico, Moreno consiguió la aprobación del Gobierno para sumarse comoinvitado a la expedición del bergantín-goleta Rosales al río Santa Cruz, en laPatagonia austral. Dirigida por el teniente coronel Martín Guerrico entre agos-to y diciembre de ese año, también tomó parte en la expedición el Dr. Berg. Unaventaja derivada de esta posibilidad de tomar parte en las mismas como agre-gado, era que Moreno no estaba obligado a ceñirse a las instrucciones y a lastareas encomendadas a los miembros oficiales, teniendo autonomía de movi-mientos en el terreno. Así, en este primer viaje al río Santa Cruz, mientras losmiembros de la tripulación realizaban estudios de carácter hidrográfico y geo-gráfico y Berg se dedicaba a estudiar la fauna y la flora de la región, Moreno sededicó a armar colecciones de cráneos y objetos trabajados en piedra por losindígenas, siguiendo para ello los itinerarios que más le convenían, con inde-pendencia de las tareas del resto de la expedición.

En segundo lugar, el otro aspecto a destacar, derivado de su condición deagregado tiene que ver con la propiedad de las colecciones obtenidas duranteesos viajes. En las expediciones oficiales en las que tomó parte, Moreno siem-pre solicitó en propiedad todos los objetos que pudiera recolectar durante latravesía, aumentando de esta manera su gabinete particular, situado en el ámbi-to doméstico, con los gastos de viaje, manutención y flete abonados por el Esta-do. Si bien otros jóvenes de la época como Zeballos y Ameghino procedían demanera similar, algunos donaban posteriormente las colecciones obtenidas a lasdistintas instituciones del Estado. Así, Holmberg montó en la Escuela Normalde Profesores un laboratorio y gabinete de Historia Natural donde ingresaronlas colecciones de flora y fauna que armó a lo largo de sus viajes en la provin-cia de Buenos Aires, Patagonia, y posteriormente en Salta, Misiones y Chaco

En este contexto, marcado por las críticas de Holmberg y otros miembrosde la academia, Moreno construirá su identidad como “explorador intrépido ycoleccionista de nota” (García Merou, 1891: 363), sobre todo a partir de suingreso a la Sociedad Científica Argentina.

Los primeros viajes de exploración y las primeras colecciones Moreno contaba en ese entonces con una sólida posición económica. Su entre-namiento y pericia en las prácticas comerciales y financieras, aunque no cons-tituye un dato menor, fue colocado en un discreto segundo plano en la mayorparte de las biografías de tono hagiográfico por detrás de su vocación científi-ca y afán de explorador. En efecto, Moreno participó como socio a lo largo desu vida en todos los emprendimientos encarados por su padre y luego por suhermano Josué, quien con el tiempo se transformó en su asesor financiero.Francisco P. participó en varias compañías como accionista mayoritario, miem-bro del directorio y síndico. Las oportunidades de inversión y las ganancias queofrecieron esas compañías le brindaron principalmente una sólida y seguraposición económica que le permitió dedicarse de lleno a sus proyectos que,como en el caso de las expediciones y los viajes, implicaban elevados gastos yla ausencia de la ciudad por varios meses o años.

Las primeras exploraciones de Moreno tuvieron lugar en 1871, en lasestancias Vitel y 63 pertenecientes a sus parientes Thwaites y Gándara situadasen las proximidades de Chascomús. Allí, con la ayuda de sus hermanos y lospeones armó sus primeras colecciones de restos de mamíferos fósiles, cerámicay puntas de proyectil trabajadas en piedra (Moreno, 1893). Al año siguiente,siguiendo los consejos de van Beneden, Moreno orientó sus intereses hacia laspiezas óseas de los indígenas que habitaron en la región norte de la Patagonia.Con el fin de incrementar su incipiente colección de cráneos, en 1872 se con-tactó con Manuel Cruzado, un comerciante español de Viedma relacionado consu familia, quien comenzó a enviarle cráneos de indígenas y utensilios talladosen piedra procedentes de los cementerios de los alrededores.

Cabe destacar aquí que ya habían tenido lugar otras exploraciones en esoslugares, con gran repercusión en la prensa periódica. En 1870 William H. Hud-son se estableció por un año en el Río Negro, armando colecciones ornitológi-cas y de objetos trabajados en piedra por los indígenas (Podgorny, 2000 b).Entre 1871 y 1872, Fontana llevó a cabo cuatro expediciones a lo largo de lascostas de Carmen de Patagones, de donde extrajo cráneos y colecciones dematerial trabajado en piedra (Fontana, 1873). Por su parte, en 1872 la flaman-te Sociedad Científica Argentina apoyó un viaje de Holmberg a esa mismaregión. Moreno realizó su primera excursión a esos parajes en abril de 1873,motivado principalmente por la repercusión de los resultados obtenidos porFontana. También influyeron la lectura de los folletines publicados en la pren-

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28 Cf. Moreno, 1942, Carta Nº 1, de F. P. Moreno a su padre, Azul, 5 de abril de 1875.29 Cf. Moreno, 1942, Carta Nº 1, de F. P. Moreno a su padre, Azul, 5 de abril de 1875.

(Holmberg, 1952). Fontana, por su parte, donó las colecciones armadas duran-te un viaje al Paraguay en 1871 al Gabinete de Historia Natural de la Univer-sidad de Buenos Aires, y las colecciones antropológicas formadas en Carmen dePatagones entre 1871-2 al Museo Público (Fontana, 1876; Camacho, 1971).También ingresaron a esta última institución, en carácter de donación, lascolecciones armadas por Lista y Carlos María Moyano durante las expedicio-nes oficiales a la Patagonia austral, así como las colecciones de historia naturalformadas por Berg en Santa Cruz en el mencionado viaje junto a Moreno en1874 (Lista, 1880; Moyano, 1931).

Con posterioridad a ese primer viaje a Santa Cruz, a principios de 1875,Moreno realizó un corto viaje a Entre Ríos. Posteriormente recorrió la zona deTandil y Azul en la provincia de Buenos Aires, armando colecciones de cráne-os y esqueletos de los indígenas de la región. Para ello recolectó tanto restos delos antiguos indígenas como de los que habían fallecido en vísperas de su viaje.En cuanto a la infraestructura disponible para el desarrollo de esta última expe-dición, Moreno contó con la posibilidad de hospedarse en las estancias de algu-nos de los miembros de su círculo de relaciones, conformado por jóvenes quetrabajaban como rentistas, administradores, hacendados y comisionistas, quese reunían asiduamente en su casa de Florida 128. Así, utilizó la estancia de lafamilia de Federico Pinedo, donde no sólo se hospedó sino que utilizó losmedios de movilidad disponibles allí y depositó las importantes colecciones decráneos indígenas que iba armando en sus recorridos por la zona, y que losempleados del campo enviaban a su padre en Buenos Aires:

“Anoche, al regresar a la estancia de Pinedo, a donde habíaido con el objeto de revisar mis cráneos, y ver si estaban enestado de ser remitidos a Buenos Aires, recibí cartas de Uste-des, que desvanecieron mi inquietud, pues hacía quince díasque nada sabía de ésa […] Aunque creo que no podré comple-tar el número de cráneos que yo deseaba, estoy seguro de quemañana tendré 70. Hoy remito por la diligencia 17 en uncajón, lo que harás recoger lo más pronto posible, pues elagente de ella no sabe la clase de mercancías que envío.”28

También negoció allí con algunos “caciques amigos” y aliados del Gobiernonacional en esa zona, para obtener colecciones de cráneos y esqueletos.29

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30 Cf. Moreno, 1942, Carta Nº 2, de F. P. Moreno a su hermano Josué, Azul, 5 de abril de 1875.

Moreno se hospedó también en la estancia de su amigo Agustín Llambí, miem-bro de una de las principales familias dedicadas al negocio de los saladeros,quien prestó similares servicios para depositar y despachar colecciones, permi-tiendo a su vez los trabajos de excavación en su propiedad. Como le escribiódesde allí a su hermano Josué:

“Ya sabrás que tengo una buena cantidad de cráneos y que eldel Tigre Catriel está en mi poder, más seguro que en la cajagrande del escritorio […]. Aquí estoy muy cansado, y comoestoy seguro de obtener un total de 70 cráneos, mañana opasado saldré para el Tandil. Agustín, vino ayer conmigo de laestancia y me ha agarrado por su cuenta […]. Te remito unrecibo de un cajón con 17 cráneos que recogerás inmediata-mente. Pasado mañana saldrá otro conteniendo 15 o 20.Agustín enviará después los esqueletos y el resto que estánsacándose en su estancia.”30

A su regreso, Moreno proyectó un viaje para recorrer la zona comprendidaentre Carmen de Patagones, en la desembocadura del Río Negro, hasta su con-fluencia con el río Limay, y de allí a la localidad de Valdivia, en Chile, estudian-do de paso los alrededores del lago Nahuel-Huapí. Es precisamente en la movi-lización de los contactos para la concepción y consecución de este proyecto deviaje, donde se puede apreciar acabadamente el funcionamiento de la red derelaciones descripta anteriormente. En principio, fue Zeballos quien en 1875,con el apoyo de Arata y de Berg, había presentado a consideración de la juntadirectiva la postulación de Moreno para que fuera designado como socio de laSociedad Científica Argentina, solicitud que fue aprobada en la sesión del 15 deabril de ese mismo año. Posteriormente, Moreno fue elegido como vocal de lamisma, en reemplazo de Pedro Pico, y como director del museo que se creó enla sede de la asociación (Podgorny y Lopes, 2008).

El ingreso como socio activo le brindó fundamentalmente las condicionesde posibilidad para obtener fondos de esa asociación y, por extensión, del Esta-do provincial, para su proyecto de viaje a la Patagonia septentrional. Señalemosaquí que, dada la participación de sus principales socios en la estructura admi-nistrativa de la provincia, al igual que otras asociaciones corporativas de laépoca, la Sociedad Científica Argentina funcionaba de hecho como la antesalade las cámaras legislativas (Sábato, 2002). En este contexto, gracias a las ges-

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31 Sobre el papel de colaborador desempeñado por Bernal para el desarrollo de esa expediciónvéase Moreno, 1942, Cartas Nº 5 y 8, de F. P. Moreno a su padre, fechadas en Fortín Merce-des, Costa del Río Colorado, 13 de octubre de 1875, y Fortín de Patagones, 16 de noviembrede 1875, respectivamente.

32 Cf. Moreno, 1942, Carta Nº 6, de F. P. Moreno a su padre, Fuerte de Patagones, 23 de octu-bre de 1875. Durante un viaje al Río Negro, Lista realizó recolecciones en unas propiedadesdel cacique Mariano Linares. Cf. Lista, 1880.

33 Los Kincaid fueron de los primeros colonos británicos en establecerse en Carmen de Patago-nes, hacia el año 1866, provenientes de la región del Azul, en la provincia de Buenos Aires.Sobre la vida y obra de William Buckland véase Oke Gordon, 1894.

34 Cf. Moreno, 1942, Carta Nº 10, de F. P. Moreno a su padre, Primera Angostura del Río Negro,5 de diciembre de 1875.

montaje de las colecciones de cráneos y objetos trabajados en piedra. Se desta-caron los caciques Manuel, Miguel y Mariano Linares, sobrinos de Sayhueque,quienes mantenían relaciones comerciales con Cruzado, y habilitaron en laregión sus contactos para que Moreno pudiera obtener colecciones, como pos-teriormente lo hicieron también con Lista.32

Por otro lado, Moreno obtendrá cartas de recomendación para los residen-tes locales de origen británico. Entre ellos, se destacaron los hermanos Thomasy Alexander Kincaid, propietarios de la estancia Balcleuther, quienes a su vez ledieron recomendaciones para Ernest Henry Buckland y su hermano, sobrinosdel naturalista William Buckland, quienes arrendaban un lote dentro de aque-lla estancia.33 Unos años antes, en 1871, los Buckland, junto con los misione-ros de la sede local de la South American Missionary Society, habían hospeda-do y prestado apoyo a William H. Hudson, durante su viaje al Río Negro paraarmar colecciones y recoger observaciones relativas a la ornitología del lugarcomo corresponsal del estudioso Sclater. En ese viaje, Hudson armará tambiénuna colección compuesta por 500 objetos tallados en piedra por los indígenasque envió a Londres para formar parte de la colección de Augustus Lane FoxPitt-Rivers (Lane Fox, 1875; Podgorny, 2000 b). Posteriormente donará tambiénalgunas piezas trabajadas en piedra para la colección particular de Moreno.

Los Buckland le señalaron a Moreno la existencia de dos cementerios indí-genas en aquellos parajes próximos al Río Negro, de los que extrajo posterior-mente una centena de puntas de flechas y dos cráneos, levantando un croquisde los mismos a mano alzada.34 Como lo hiciera antes el viajero británicoWilliam MacCann (1853: 60-61), en ocasión de la visita a la estancia de suabuelo Thwaites a fines de la década de 1840, Moreno se sorprenderá de lasinstalaciones de aquellas estancias regenteadas por británicos, con sus jardinescuidados, sus completas bibliotecas y sus invariables pianos, donde fue atendi-do con toda deferencia, en un clima de hospitalidad que conocía por medio de

tiones de Zeballos el 14 de septiembre de 1875 Moreno obtuvo de la misma25.000 pesos, y, por las gestiones de su presidente Pedro Pico, otros 25.000pesos aportados por el Gobierno provincial. Seguidamente, luego de participaren cinco sesiones, renunció definitivamente a sus cargos de vocal y director delmuseo para abocarse al desarrollo de su viaje, cuyo objetivo central era el arma-do de colecciones de cráneos y de objetos trabajados en piedra por los indígenas.El secretario de la Société d’Anthropologie de París, Paul Topinard, le había soli-citado la recolección de cráneos con el fin de probar una de sus ideas que postu-laba la existencia de un raza primitiva de cráneo dolicocéfalo, que habría sidodesplazada posteriormente por otra caracterizada por poseer cráneos braquicé-falos, como los que se podían observar entre los habitantes indígenas contempo-ráneos en aquella zona (Podgorny, 2006 a; Podgorny y Lopes, 2008).

Una vez asegurados los fondos para llevar adelante el viaje, complementa-rios a los invertidos de su fortuna familiar, Moreno movilizará los recursos pro-vistos por su red de relaciones que se extendían geográficamente hacia el inte-rior de la campaña bonaerense, por los territorios que debía recorrer hasta laboca del Río Negro. En primer lugar, ya en 1874 Sarmiento lo había puesto enrelación con el cacique Inacayal llevándolo al domicilio de Moreno en Florida128. Allí Moreno agasajará al cacique y su comitiva y negociará los términosdel apoyo local necesario para el desarrollo de la expedición. Este apoyo se tra-ducirá en forma de permisos y recomendaciones pactados con otros caciques, yla disposición de baqueanos y escoltas a lo largo de la ruta a recorrer (MorenoTerrero de Benites, 1988).

Moreno obtuvo del Gobierno nacional un salvoconducto dirigido a lasautoridades de la provincia de Buenos Aires y del norte de la región patagóni-ca, para que le presten los apoyos necesarios para el desarrollo de la expedi-ción. Mitre, por su parte, le escribirá una carta de recomendación a su colegachileno, el ministro de Relaciones Exteriores Dr. Diego Barros Arana, para quecolabore en la medida de sus posibilidades con el desarrollo del viaje en el paístrasandino (Mitre, 1879). Por su parte, Cruzado puso a disposición su red derelaciones en la frontera para la obtención de cráneos en los cementerios de losalrededores del Fortín Mercedes. También negociará en nombre de Moreno elapoyo de los “indios amigos”, comunicándole las gestiones que debía hacer ennombre de ellos ante el Gobierno provincial, el número estimado de cabezasde ganado para pagar el derecho a transitar a lo largo del Río Negro en direc-ción a Chile y ofreciéndose como receptor de la correspondencia y los giros endinero que le hará su padre. Un servicio similar le prestará Liborio Bernal, uncoronel residente en la zona, quien lo introdujo a las tolderías del cacique Que-pumil.31

En este sentido, las relaciones con los capitanejos indígenas de la región,facilitadas por estos intermediarios locales, fueron de vital importancia para el

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35 Cf. Moreno, 1942, Carta Nº 10, de F. P. Moreno a su padre, Primera Angostura del Río Negro,5 de diciembre de 1875.

36 Por ejemplo, en este último caso, los socios intercambiaban semillas para plantar en sus pro-piedades rurales, y comentaban posteriormente por carta los resultados obtenidos y la mejorforma de aclimatación. Véase al respecto la correspondencia contenida en los primeros cincovolúmenes de los Anales de la Sociedad Rural Argentina.

37 Cf. Moreno, 1942, Carta Nº 4, de F. P. Moreno a su padre, Bahía Blanca, 6 de octubre de 1875.Claraz realizaba periódicamente comunicaciones a los miembros de la Sociedad Rural Argen-tina, a la que pertenecía; por ejemplo, en el órgano de esa institución publicó un trabajo titu-lado “Apuntes relativos al Quequén Salado”.

38 Al Musée d’Histoire Naturelle de Genève donó colecciones de mamíferos fósiles de la pampa,insectos y una serie representativa de la flora de la provincia de Buenos Aires que será estudia-da allí por el Dr. Henri de Saussure. Envió también importantes colecciones arqueológicas yetnográficas a los museos de Bâle, Genève y Zürich, entre las que se destacan series represen-tativas de la platería mapuche.

la rama familiar materna. Como le confesó a su padre: “con ellos la paso muybien; si no fuera por la enorme cantidad de plum-pudding’s cake y beefsteak pieque me hacen comer, no extrañaría en nada a Buenos Aires”.35

Moreno utilizó también la red de socios corresponsales de la SociedadRural Argentina, estructurada para la circulación de información relativa a lascondiciones de la tierra en el interior de la campaña, la meteorología, y la adap-tación de diferentes especies animales y vegetales.36 Entre los miembros de esared que prestaron ayuda a Moreno, proporcionándole información sobre losterritorios y observaciones sobre los grupos indígenas residentes allí, se desta-can el suizo Georges Claraz, propietario de campos en las regiones de BahíaBlanca y Carmen de Patagones dedicados a la cría de ganado ovino, vacuno ycaballar.37 Durante la década de 1860, Claraz, junto con Johann ChristianHeusser, había estudiado la conformación geológica de la provincia de BuenosAires (Heusser y Claraz, 1864). También había explorado por cuenta propia laregión que se extiende entre el Río Negro y el centro del Chubut, basándose enlos datos que le habían proporcionado los misioneros suizos TheophilusSchmidt y Friedrich Hunziker durante una visita a su estancia en Patagones. Lascolecciones que Claraz armó durante esos viajes las envió a las principales ins-tituciones de Suiza (Kradofler, 2003).38 Más importante aún, Claraz había sidoel informante de Pellegrino Strobel durante el viaje que éste realizara haciamediados de la década de 1860 a esa región, prestándole apoyo logístico, indi-cándole los sitios donde podía obtener colecciones y realizar observaciones, yseñalándole las semejanzas que había observado entre el material tallado enpiedra de los paraderos del Río Negro con el que había hallado durante susexploraciones junto con Heusser en las localidades del sur del Brasil. Recorde-mos que el viaje de Strobel constituyó el estímulo principal para que Moreno

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39 A lo largo de 1872 y 1873, el socio corresponsal Felipe Caronti había publicado en los Analesde la Sociedad Rural Argentina una serie de trabajos titulados “Observaciones meteorológicashechas en Bahía Blanca, tres veces por día”.

realizara sus primeras expediciones allí, siguiendo en parte los itinerarios reali-zados por el estudioso italiano (Strobel, 1867).

Asimismo, el socio corresponsal de la Sociedad Rural Argentina, FelipeCaronti, Mayor de Ingenieros residente en Bahía Blanca y observador de lascondiciones meteorológicas de esa zona, le prestará apoyo a Moreno para eltraslado de correspondencia y colecciones.39 En esa localidad también consi-guió por medio de contactos locales el otorgamiento de un salvoconducto porparte de la Comandancia Militar de Bahía Blanca, dirigido al cacique ManuelNamuncurá, para poder transitar desde allí hasta la boca del Río Negro.

Las relaciones comerciales de su padre en la región, relativas a la Compa-ñía Argentina de Seguros sobre fletes marítimos, desempeñaron un papel fun-damental para el traslado de las colecciones, los giros monetarios y la entregay recepción de correspondencia. Así sucedió con el vapor de la Sociedad Pro-tectora de Carmen de Patagones, propiedad de Domingo Narciso Murga, unmilitar que había hecho su fortuna como proveedor del Estado. Asociado consu yerno Aguirre, monopolizaba tanto el intercambio comercial de la región delnorte de la Patagonia con el puerto de Buenos Aires, como la navegación flu-vial en la zona.

En cuanto al itinerario seguido en ese viaje, que se extendió entre el 25 deseptiembre de 1875 y el 1º de marzo de 1876, Moreno recorrió la zona sur dela provincia de Buenos Aires y siguió el curso del Río Negro hasta la confluen-cia con el río Limay, escoltado por un grupo de “indios amigos”. Visitó el lagoNahuel Huapi, pero no pudo pasar a Chile ya que un consejo de caciquescomandado por Sayhueque no lo autorizó a recorrer esa zona.

Finalizada esta expedición Moreno fue consagrado en la prensa periódicacomo el “explorador nacional” (Zeballos, 1898). De regreso en Buenos Airesdio en los salones de la Sociedad Científica Argentina una conferencia titulada“Viaje a la Patagonia Septentrional”, donde describió resumidamente las carac-terísticas físicas de los territorios que había recorrido y a las poblaciones indí-genas que encontró durante el trayecto (Moreno, 1876).

A mediados del mes de marzo de 1876, Moreno realizó un viaje a Cata-marca con el objeto de obtener colecciones representativas de los antiguos habi-tantes de los valles Calchaquíes, recorriendo las localidades de Andalgalá,Belén, Tinogasta y Santa María. En este caso, para el desarrollo de su viaje uti-lizó la infraestructura y los apoyos locales provistos por Samuel Alexander

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40 La ascensión fue realizada en tres balleneras con 25 tripulantes, que se internaron hasta unos200 kilómetros de distancia de la desembocadura, debiendo regresar a la costa por falta devíveres.

Lafone Quevedo, hijo de Samuel Fisher Lafone quien residía en Pilciao, en eldepartamento de Andalgalá, dirigiendo una explotación de mineral de cobre agran escala. En la misma región de Catamarca donde los Lafone tenían su inge-nio minero, se encontraban también las explotaciones de cobre de la familiaCarranza, dirigidas por Adolfo Esteban. El hermano de este último, Ángel Jus-tiniano, vinculará a Samuel A. con el Instituto Bonaerense de Numismática yAntigüedades, del que Moreno, como hemos visto, era socio fundador.

El viaje a la Patagonia austral (1876-7) y la Comisión Exploradora de los Territorios del Sur (1879-80) Al regreso del viaje a Santiago del Estero y Catamarca, y enterado del interésdel Gobierno nacional en explorar la región del río Santa Cruz con el fin decolonizar esa zona, Moreno propuso en el Ministerio de Relaciones Exterioresla posibilidad de realizar un viaje a esa región, que había visitado rápidamenteen la expedición del bergantín-goleta Rosales en 1874. El interés del Gobiernoen estudiar la zona había surgido de un informe detallado que habían elevadoel comandante Luis Piedra Buena y el sub-teniente de Marina Carlos M. Moya-no. Se describía allí la conformación física de esas tierras y los recursos natura-les explotables, destacando también la posibilidad de integrar a ese emprendi-miento a las poblaciones indígenas del lugar, dado las relaciones cordiales quemantenían con los colonos. Así lo había comprobado Piedra Buena, residenteallí desde 1869, cuando el gobierno de Mitre le cedió en propiedad la IslaPavón, en la desembocadura del río Santa Cruz (Piedra Buena y Moyano, 1877;Barbería, 1995). En ese sentido, la expedición planeada por Moreno se inserta-ba en una larga tradición marcada por los intentos de remontar el río SantaCruz hasta sus nacientes. Con posterioridad al viaje de Fitz Roy y Darwin en1834,40 ese río fue recorrido hasta las nacientes en la década de 1860, por unaexpedición enviada por cuenta de Piedra Buena, al mando de H. C. Gardiner ytres compañeros de viaje, quienes hicieron el recorrido por tierra, en una tropi-lla de caballos, hasta el lago que posteriormente Moreno bautizará con el nom-bre de “Argentino” (Rey Balmaceda, 1969). En 1873, el sub-teniente argentinoValentín Feilberg fue el primero en remontar el río hasta sus nacientes a bordode un bote ballenero con cuatro tripulantes, demorando veinte días. Poco tiem-po antes de la expedición de Moreno, el británico Evelyn Ellis había arribadodesde Punta Arenas, acompañado por cinco peones, bautizando al lago con elnombre de “Fitz Roy”. El gobierno chileno envió también con el mismo obje-

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41 En 1877, Durnford publicó una serie de trabajos sobre sus viajes en Patagonia en la revista TheIbis, entre los que se destacan “Notes on some Birds observed in the Chupat Valley, Patagonia”y “Notes on some Birds of Central Patagonia”.

tivo una expedición que se desarrolló inmediatamente después a la de Moreno,comandada por el teniente Juan Tomas Rogers (Martinic Beros, 1977).

Desde el Ministerio de Relaciones Exteriores se le brindó a Moreno la posi-bilidad de viajar en la goleta Santa Cruz y se le solicitó a Moyano que, dado elconocimiento acabado que tenía de aquella región, le prestara plena colabora-ción durante la exploración que iba a desarrollar allí para el armado de colec-ciones (Moyano, 1931). El viaje se inició el 20 de octubre de 1876, haciendo laprimera escala en la boca del río Chubut el 15 de noviembre, donde la goletapermaneció unos 25 días, que Moreno aprovechó para recorrer una parte de suterritorio, armando colecciones antropológicas y de historia natural. Obtuvoinformación provista por los colonos galeses y por Henry Durnford, un ornitó-logo británico miembro correspondiente de la Zoological Society de Londres,que residía temporariamente allí, y quien tenía un conocimiento acabado de eseterritorio.41 Durnford había realizado una serie de expediciones asociado conalgunos residentes galeses como John Griffiths y Lewis Jones, con el objetivo deencontrar un camino para comunicar Trelew con el lago Colhué-Huapí, siguiendola línea de la costa (Durnford, 1883). Sacando provecho de sus relaciones con losgrupos indígenas de la zona, los galeses habían desarrollado desde su arribo alvalle gran cantidad de expediciones por todo el interior del Chubut, en busca derecursos alternativos a la agricultura que habían desarrollado allí. Registrarondetalladamente las condiciones físicas del territorio recorrido, referidas sobre todoa la geología y a la geografía (Williams, 1969, 1979). En relación con esto último,también desarrollaron numerosos trabajos de cartografía, estableciendo una com-pleta toponimia tomada del galés (Williams, 2006).

Luego de una escala en Puerto Deseado el 14 de diciembre, la tripulaciónarribó finalmente al Puerto Santa Cruz el 21 del mismo mes. En la isla Pavónse organizará la expedición hacia la naciente del río. Es aquí donde se puedeapreciar también la ventaja de la posición de Moreno en el esquema organiza-do para el trabajo a desarrollar durante las expediciones oficiales derivada, otravez, de su condición de agregado. Mientras que Moyano tenía la misión dededicarse al estudio hidrográfico de los ríos Chico y Santa Cruz y de levantaruna serie de croquis y cartas del territorio recorrido (Moyano, 1931: 19-38),Moreno, que no estaba entrenado en esas prácticas, permaneció gran parte deltrayecto en tierra dedicándose ocasionalmente a colaborar con las tareas de sir-gado de la embarcación. Durante el trayecto recolectó cráneos, proyectiles depiedra, fósiles, rocas, insectos y plantas para las colecciones de su “museo” y

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42 En ese momento surgieron divergencias entre Moreno, Lista y Moyano con respecto a la topo-nimia asignada a determinados puntos, a partir de las prioridades en los descubrimientos quecada uno reclamaba para sí.

redactó un “diario de viaje”. Además de registrar allí las actividades desarro-lladas cada día, estableció una toponimia personal de ríos, lagos y accidentesgeográficos de la región, que será finalmente aceptada de manera oficial.42

Al poco tiempo de regresar a Buenos Aires, y siguiendo una sugerencia delamigo de su padre Vicente Gregorio Quesada, Moreno donó las coleccionesque había armado en el transcurso de todas las expediciones reseñadas hastaaquí, para formar el Museo Antropológico y Arqueológico de la provincia deBuenos Aires. En simultáneo, preparó el manuscrito de la obra que finalmentese conocerá dos años más tarde con el título de Viaje a la Patagonia austral,emprendido bajo los auspicios del Gobierno Nacional, 1876-1877, de la quedará un breve adelanto en la Revista de Ciencias, Artes y Letras (Moreno, 1879a, 1879 b).

Es precisamente en esta obra donde Moreno estableció por vez primera larelación íntima entre su biografía, las colecciones y el Museo Antropológico yArqueológico que las contenía en ese momento (Podgorny, 1998). Es allí tam-bién donde reforzará deliberadamente la imagen pública que había adquiridoen 1875 como “explorador”, en un contexto marcado por las críticas de Holm-berg y otros miembros de la academia. Esto puede observarse, por un lado, enla decisión estratégica de incluir en la obra que debía referirse a la exploraciónde 1876-7, todos los informes de los viajes anteriores que había realizado en laregión septentrional de la Patagonia (Moreno, 1879 b: 6-17, 92-129). Por otro,en aquellos capítulos donde narra la ascensión al río Santa Cruz, el “descubri-miento” del Lago Argentino y la exploración de los lagos San Martín y Vied-ma, siguiendo todas las convenciones de la entonces muy popular literatura delos viajes de exploración, basadas en el arrojo, la determinación ante la adver-sidad y la resistencia física (Moreno, 1879 b: 293-364, 397-422).

En efecto, la narración de la ascensión del Santa Cruz y la exploración delos lagos aledaños, organizada de manera cronológica siguiendo el formato deldiario de viaje, parece inspirada en los relatos de los “mártires de la ciencia”,caracterizados por los sacrificios físicos a los que se sometían en las cálidas tie-rras del África o en los helados mares polares. En el caso de la obra de Livings-tone, se destacan las penurias producto de la falta de alimentos, los efectosfebriles provocados por el sol intenso, la marcha entre arbustos espinosos quelaceran la piel, los pies y las manos llagadas por la marcha sobre el terreno acci-dentado y por los trabajos de sirgado de la embarcación y la presencia acechan-

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43 La obra de Livingstone, A Popular Account of Dr. Livingstone’s Expedition to the Zambesi andits Tributaries and of the Discovery of the Lakes Shirwa and Nyassa, 1858-1864 (1865), for-maba parte de la biblioteca de Moreno, en su traducción al francés publicada por Hachette en1866.

44 La biblioteca de Moreno abunda en obras escritas por otros exploradores de África como SirRichard Burton, Thomas Morgan, F. Le Vaillant, Georg Schweinfurth y V. L. Cameron, y enobras de los exploradores de los mares polares, como James Clark Ross, Elisha Kent Kane y J.R. Bellot.

45 Por otro lado, la misma indumentaria se puede observar en el dibujo que aparece en el frontis-picio de la obra de Zeballos Viaje al país de los Araucanos. Allí el autor aparece bajo un árbolen la pampa, ataviado como Livingstone, acompañado además por un teodolito y un cráneo.Cf. Zeballos, 1881. De esa imagen de Zeballos se mofarán en la publicación satírica El Mos-quito.

te de fieras salvajes.43 Entre lo sacrificios de Scott y Franklin se destacan losdolores reumáticos producto del frío del agua y la sed intensa, que es mitigadacon trozos de hielo extraídos de glaciares. En efecto, como ha señalado FelixDriver (2001, 2006) en sus trabajos sobre las culturas de la exploración delsiglo XIX, esa literatura se caracterizaba sobre todo por el uso de la figura delmartirio, que desempeñó un papel central entre los jóvenes exploradores entodo el mundo para el establecimiento de reputaciones que les aseguraran unlugar en el “panteón” de los héroes nacionales.

Recordemos que Moreno había tenido acceso a estas obras en las lecturasdadas a los internos en el refectorio del colegio de los Padres Bayoneses.44 Sibien varios pasajes del Viaje a la Patagonia Austral guardan mucha similitudcon las obras de Livingstone y Franklin, en el caso de Moreno hay que desta-car que las “penurias” que narra para forjar su imagen de “héroe” no pasaron deser un efecto meramente retórico. Para emular a los exploradores de los marespolares, Moreno se limitó a ingerir un fragmento de hielo encallado a orillas delbautizado Lago Argentino, mientras entonaba fragmentos de óperas y bebía untrago de Hesperidina para darse valor (Cf. Podgorny, 1998: 188-189).

En relación con esta construcción de la figura de “explorador”, es impor-tante señalar aquí que, en lo sucesivo, Moreno también adoptará en sus viajesla vestimenta de los exploradores en el África, en especial la consular capinmortalizada por Livingstone. Esta gorra constituía en la época un atractivosímbolo visual de autoridad y determinación, asociada a la figura del martiro-logio, y que en la segunda mitad del siglo XIX, coadyuvó a formar la identidadde todos aquellos exploradores que estaban en la búsqueda de una reputación(Driver, 2001: 71).45

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Figura I - 3Moreno con los Varela en Córdoba, ataviado como Livingstone, Viaje 1882-1884. Sentadas a su lado, desde la izquierda, Justa Varela de Láinez y MaríaAna Varela, futura esposa de Moreno. En el centro, desde la izquierda, Sra.de Láinez, Rufino Jacobo Varela y Josefa Wright de Varela. Parado a la

izquierda, Bernabé Láinez, propietario del periódico “El Diario”

Figura I - 4Estanislao S. Zeballos con la “consular cap” de Livingstone, satirizado en “El Mosquito” con motivo de la aparición

de su libro Viaje al País de los Araucanos (1881)

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Para la descripción y los nombres científicos de la fauna de Santa Cruz, More-no transcribió, sin citarlo, las determinaciones que Berg había realizado allídurante el viaje que ambos habían hecho en 1874 y que había publicado en1875 en Petermann’s Mitteilungen bajo el título “Eine naturhistorische Reisenach Patagonien” (Vignati, 1962).

En cuanto a las observaciones antropométricas registradas durante eseviaje, Moreno confirmó que fueron muy pocas las mediciones que pudo obte-ner debido a “la desconfianza que cundió en la toldería cuando practicaba lamedición, sobre el objeto que tenía ésta, incomprensible para ellos” (Moreno,1879 b: 378). Las mediciones que obtuvo se refieren sobre todo al índice cefá-lico, la circunferencia del cráneo, la altura, la circunferencia del pecho y el largodel pie. Fueron tomadas sobre un grupo de cuatro tehuelches puros, doce hom-bres de “sangre mezclada” (araucana, pampa y fueguina), nueve mujeres, ycuatro muchachas de 13 a 14 años. Moreno señaló que “se haría interminableeste diario de viaje si consignara aquí mis opiniones sobre estos indios; las dejopara el segundo volumen donde haré conocer los datos que poseo para tratarde constatar la emigración desde el norte a estos parajes” (Moreno, 1879 b:378). Por eso transcribió en parte las descripciones realizadas previamente porMusters en su viaje a través de la Patagonia, e hizo comparaciones con los datosrelevados por d’Orbigny en Carmen de Patagones. Asimismo, del “VocabularioGennaken”, que Moreno consigna haber levantado, sólo se conocen los térmi-nos correspondientes a la letra “A”, siendo los consignados en la obra variacio-nes de los que habían recolectado Pigaffeta, Falkner, Viedma, Fitz Roy, Mustersy los misioneros británicos (Mitre, 1909; Vignati, 1962).

En cuanto a la geografía de la región del río Santa Cruz, y de los lagos SanMartín y Viedma, Moreno adjuntó como propia, sin citar la fuente, la carta quehabía levantado Moyano durante el viaje donde se consignan las posicionesgeográficas de los principales accidentes geográficos y, en color rojo, los trayec-tos recorridos durante la expedición (Moyano, 1931: 19-35).

En marzo de 1879, mientras se encontraba preparando el manuscrito deViaje a la Patagonia Austral, Moreno fue nombrado por el Gobierno nacionalcomo jefe de una Comisión Exploradora a los Territorios del Sur, formada porel ingeniero hidrógrafo Francisco Bobio, el perito agrónomo Adrián Gallegos yel fotógrafo José Inchaumendieta. El objetivo de la misma era el estudio de lascostas de la Patagonia para el mejor establecimiento de puertos y colonias, conel fin de evitar los muy frecuentes robos de huano y otros recursos marítimospor parte de embarcaciones extranjeras.46 A diferencia de las expediciones que

46 Cf. Carta del Ministro del Interior a F. P. Moreno, 13 de marzo de 1879, AGN, Legado More-no, Legajo I, Nº 3096.

En el ámbito de los estudiosos de la época, el Viaje a la Patagonia Australtuvo una recepción desfavorable y fue considerada precisamente como unaobra literaria asociada a los viajes de exploración. Carlos Ameghino fue el pri-mero en señalar que era “la más notable de las obras de Moreno, bien que deun carácter exclusivamente literario con formas poéticas, y en superlativogrado imaginativas” (Ameghino, 1890: 17). Asimismo, criticó detalladamentey con severidad las observaciones geológicas y paleontológicas que realizara enel itinerario por el río Santa Cruz, y los lagos Viedma y San Martín. Para Ameg-hino, Moreno había confundido la ubicación de los estratos de las formacionesasignándole en consecuencia edades equivocadas. También había asignadonombres erróneos a las especies fósiles recolectadas (Camacho, 2000: 18-19;Podgorny 2002, 2005 a). Por otro lado, en 1880, el mismo Zeballos, desde el Bole-tín del Instituto Geográfico Argentino, se encargará de criticar los viajes de More-no a Patagonia por no aportar datos geográficos de valor. En el mismo sentido seexpresarán los estudiosos de la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba quedesestimarán ese tipo de descripciones impresionistas de los territorios recorridosdurante las expediciones sufragadas por el Gobierno nacional, destacando en cam-bio la necesidad de datos tangibles, materializados en cifras y establecidos segúnlas convenciones de la ciencia geográfica del momento (Podgorny, 2000 a).

Por otro lado, el plan de publicación del Viaje a la Patagonia Austral inclu-ía un segundo tomo que nunca fue escrito y para el que Moreno consideró eltítulo tentativo de Descripción física de la Patagonia y Tierra del Fuego. Allídebían consignarse las observaciones sobre historia natural de los territoriosrecorridos, las observaciones antropológicas realizadas y una descripción deta-llada de las colecciones armadas (Moreno, 1879 b: v-vi; Vignati, 1962; Rey Bal-maceda, 1969). En la obra finalmente publicada, sólo figuran una serie de capí-tulos donde Moreno agregó información de carácter científico, muy general,referida a la geología, la flora, la fauna, la hidrografía del territorio recorrido,y algunas observaciones acerca de los indígenas patagónicos. Así, en los capí-tulos “La cuenca del Chubut” y “Clima, flora y fauna del Chubut”, consignóobservaciones realizadas previamente por Musters, los datos suministrados porDurnford, y los informes verbales dados por los indígenas y por los colonosgaleses que habían explorado la región del interior desde su arribo en 1865. Enel capítulo titulado “Formación geológica de las mesestas”, describió la forma-ción terciaria transcribiendo fundamentalmente partes de las obras de d’Or-bigny y Darwin, y comparó los moluscos fósiles encontrados allí con los de laformación terciaria del río Paraná estudiados por Burmeister y Bravard, perosin entrar en la discusión acerca del origen de esa formación. Para las descrip-ciones geológicas de los alrededores del puerto de Santa Cruz, Moreno trans-cribió parte de las observaciones realizadas por Darwin durante el viaje del Bea-gle, publicadas en 1839 en el segundo tomo de la obra de Sullivan y Fitz Roy.

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Al regresar a Buenos Aires, para acallar el escándalo, aduciendo problemasde salud motivados por la huida de las tolderías donde había sido tomado pri-sionero y sentenciado a muerte, Moreno solicitó una licencia de su cargo comodirector del Museo y viajó a restablecerse a Europa (Podgorny, 2002). Comoveremos en el capítulo siguiente, permanecerá allí un año visitando museos,colecciones y sociedades científicas, y adquiriendo las últimas novedades biblio-gráficas relacionadas con la historia natural, la antropología y la arqueología,sufragando enteramente los gastos de viaje con recursos económicos personales.

En resumen, en este capítulo hemos descripto las estrategias utilizadas porMoreno para aumentar sus colecciones por medio de la movilización de recur-sos relacionales que giraban en torno al comercio, las finanzas y la política.Gracias a estos apoyos pudo realizar sus primeras expediciones e ingresar a loscírculos de sociabilidad científica de la época. En un contexto donde fue criti-cado por su falta de preparación científica, Moreno construirá deliberadamen-te en Viaje a la Patagonia Austral su imagen de explorador “heroico”. A pesarde ello, tuvo problemas con el Gobierno por el desconocimiento de las instruc-ciones que se le habían ordenado en 1879. Al mismo tiempo, los estudiosos dela época desconfiarán también de los resultados científicos y geográficos de susexploraciones. Estos elementos nos brindan una imagen menos consolidada dela que se desprende de las obras de carácter hagiográfico y nos permiten mati-zar la figura que comúnmente se le atribuye a Moreno como la del “científicoexplorador” que encarna en su persona los intereses de la “Ciencia” y del“Estado”.

se describieron anteriormente, esta será la primera en la que Moreno desempe-ñará un cargo oficial nombrado al efecto por el Gobierno, para el que recibióinstrucciones específicas donde se establecían los itinerarios a recorrer y lastareas que debía ejercer en el campo.

El viaje se inició a comienzos del mes de octubre a bordo del vapor “Vigi-lante”. Desobedeciendo las instrucciones que se le habían dado en BuenosAires, Moreno cambió el itinerario establecido originalmente, alejándose de lacosta para internarse hacia el oeste, atravesando el territorio surcado por losríos Negro y Limay en dirección a la región de los lagos cordilleranos y de allíhacia el sur, a las regiones de Teka y Esquel que no había podido visitar en todasu extensión en su viaje de 1875-6. El trayecto fue realizado en un contexto deextrema tensión marcado por las inestables alianzas entre los distintos gruposindígenas y el Gobierno nacional y por las consecuencias de las operacionesmilitares de carácter punitivo desarrolladas por el Ejército en esa región. More-no y sus acompañantes fueron protegidos por los caciques Inacayal, Foyel,Utrac –hijo de Inacayal–, y los mestizos Hernández y Gavino, hospedándose ensus tolderías y visitando las del cacique Pitchulao. Repitiendo el esquema detrabajo que se había dado en la expedición al río Santa Cruz de 1876-7, mien-tras Moreno se dedicaba a armar colecciones de cráneos, esqueletos y objetostrabajados en piedra por los indígenas, el ingeniero Bobio se dedicó a tomar conel teodolito las respectivas posiciones geográficas para la elaboración de un cro-quis donde se detallaba el itinerario seguido, y la ubicación de los principaleslagos, ríos y accidentes geográficos.

Luego de una serie de advertencias por parte del Gobierno con motivo dela desobediencia a las instrucciones y al cambio de itinerario realizado, More-no fue tomado prisionero de manera sorpresiva el 26 de enero por orden deShayhueque. El objetivo del cacique era negociar la liberación de algunosmiembros de su tribu que habían sido apresados por el general Wintter. PeroMoreno logró escapar de su cautiverio el 11 de febrero, provocando la suble-vación de algunas facciones indígenas, en un contexto de conflictividad crecien-te por el enfrentamiento con el Gobierno y el Ejército. Por ese motivo, Morenofue exonerado de su cargo, siendo reemplazado por Antonio Oneto, Comisariode la Colonia de Chubut.47 El informe sobre ese viaje que envió posteriormen-te al ministro del Interior Benjamín Zorrilla no fue aprobado ni tomado en con-sideración por el Gobierno y apareció tres años después publicado en el diario“La Nación”, en forma de cartas acompañadas por dibujos y diagramas.

47 Cf. serie completa de telegramas enviados durante el transcurso de esa expedición por el Telé-grafo Militar, en AGN, Legado Moreno, Legajo I, Nº 3096.

60 Máximo Farro La formación del Museo de La Plata 61