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JULIO / SEPTIEMBRE 2020 5 D el primer capítulo, bastantes cosas se podrían haber aprendido de la historia, no necesariamente bíblica, y bastaría con releer La Peste de Albert Camus para comprobar que en los años cua- renta del siglo pasado se tenía constancia de lo que era una epidemia y de sus consecuen- cias sobre la ciudadanía. Es evidente, sin em- bargo, que las lecciones no habían sido inte- riorizadas. Son múltiples los aspectos que el COVID-19 ha descargado sobre la sorpren- dida humanidad, cogida de improviso ante una catástrofe cuyos extremos sanitarios, so- El mundo que viene Es tal la interrupción de la vida nacional e internacional como consecuencia de la pandemia que la reflexión de los que todavía guardan la lucidez para hacerla se multiplica en cauces diversos, básicamente concentrados en un par de capítulos. El primero intenta bucear en el pasado remoto o reciente para encontrar situaciones parecidas y deducir las lecciones correspondientes. El segundo es prospectivo y busca una respuesta a la inevitable pregunta: ¿cómo será el mundo una vez superada la urgencia sanitaria? ciales, económicos y políticos no constaban, o habían sido borrados, de las memorias de los hombres. Y sobre el segundo existe una cierta tendencia a caer en el mile- narismo de circunstancias: el mundo dejará de ser como es actualmente y tendremos que acomodarnos a nuevas formas de vida y de relación. Las variantes del tema oscilan entre el temor a un futuro cataclis- mático y letal y, en el otro extremo, la visión idílica del “aquí no ha pasado nada” o “la JAVIER RUPÉREZ Embajador de España. Del patronato de FAES

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D el primer capítulo, bastantes cosasse podrían haber aprendido de lahistoria, no necesariamente bíblica,

y bastaría con releer La Peste de AlbertCamus para comprobar que en los años cua-renta del siglo pasado se tenía constancia delo que era una epidemia y de sus consecuen-cias sobre la ciudadanía. Es evidente, sin em-bargo, que las lecciones no habían sido inte-riorizadas. Son múltiples los aspectos que elCOVID-19 ha descargado sobre la sorpren-dida humanidad, cogida de improviso anteuna catástrofe cuyos extremos sanitarios, so-

El mundo que vieneEs tal la interrupción de la vida nacional e internacional como consecuencia de la pandemia que la reflexión de los que todavía guardan la lucidez para hacerla se multiplica en cauces diversos, básicamenteconcentrados en un par de capítulos. El primero intenta bucear en el pasado remoto o reciente paraencontrar situaciones parecidas y deducir las lecciones correspondientes. El segundo es prospectivo y busca una respuesta a la inevitable pregunta: ¿cómo será el mundo una vez superada la urgencia sanitaria?

ciales, económicos y políticos noconstaban, o habían sido borrados,de las memorias de los hombres.

Y sobre el segundo existe unacierta tendencia a caer en el mile-narismo de circunstancias: elmundo dejará de ser como es actualmente ytendremos que acomodarnos a nuevas formasde vida y de relación. Las variantes del temaoscilan entre el temor a un futuro cataclis-mático y letal y, en el otro extremo, la visiónidílica del “aquí no ha pasado nada” o “la

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vida sigue igual”. Entre medias se situaría lanoción interesada o pragmática, según quienla profese, de la “nueva normalidad”, queprofetiza un formato diferente pero en algosimilar al que habremos dejado detrás.

Henry Kissinger publicó el 3 de abril, en elWall Street Journal, un breve texto que abordala segunda de las cuestiones partiendo de la di-ficultad de encontrar parangón personal en larespuesta a la primera: solo en su experienciacomo soldado americano en la batalla de lasArdenas en 1944, con todas las incertidumbresdel momento, halla algún paralelismo. Pero sudictamen sobre el futuro es terminante: “elmundo nunca será el mismo después del coro-navirus” porque “las alteraciones políticas yeconómicas [debidas a la pandemia] durarán ge-neraciones” y para superarlas advierte la ur-gente necesidad de difuminar las barreras na-cionales y de concebir ydesarrollar “un programa glo-bal de cooperación”. Es difícilno estar de acuerdo con laspautas de comportamientoque propone para articularlo:una radical mejora en la res-puesta a las enfermedades in-fecciosas, arreglos urgentes yfundamentales en el funciona-miento mundial de la econo-mía y el “mantenimiento delorden liberal internacional”en el que la “prosperidad de-pende del comercio mundial yde la libertad de movimientosde las gentes”. Es la suya unaprospección tan dramáticacomo posibilista: es imprescin-dible el realismo en el juiciodesapasionado y grave sobre el

alcance del drama, pero las recetas para supe-rarlo, bien que acomodadas a las nuevas expe-riencias y reforzadas en su resistencia, ya esta-ban allí y son suficientemente conocidas.

Richard Haas, presidente del Council forForeign Relations en Nueva York, publica enForeign Affairs, del 7 de abril, un largo y me-ditado artículo de análisis sobrio y conclusiónatormentada: la crisis del COVID-19 no aca-bará como lo hizo la Segunda Guerra Mun-dial, con un impulso institucional y unificadordebido en gran parte a la voluntad y a la ca-pacidad de los Estados Unidos, sino más bien,en un terreno parecido al final de la PrimeraGuerra Mundial, con unos acuerdos de pazque no contaron con la presencia americanani supieron suscitar una voluntad de coopera-ción universal, y con un desarrollo caótico denacionalismos y totalitarismos que condujeronprecisamente a otra confrontación bélica.Aun reconociendo no tener las claves para ladescripción geopolítica posterior al virus –¿más China, menos China?, ¿más democra-cia, menos democracia?, ¿más nacionalismo,menos nacionalismo?–, es la de Haas una des-cripción sombría que ciertamente no invita ala contemplación inane del tipo: “tras la ca-lamidad, todo sigue lo mismo, aquí no ha pa-sado nada”.

Me quedo con el análisis de Haas y con lasrecetas de Kissinger. No cabe olvidar las defi-ciencias del presente pero tampoco olvidar lasrealizaciones en que la historia le había situado:unos niveles de generalización democrática, deestabilidad política, de cooperación interna-cional, de prosperidad económica y social que,aun siendo relativos, significaban, con todo, losniveles más elevados que la humanidad habíanunca conocido en esos y otros terrenos.

El revuelo de unapandemia que hatenido su origen,según parece, enlos “mercadoshúmedos” deChina, o en suslaboratoriosepidemiológicos,no debería poderacabar con lacivilización, talcomo hastaahora laconocíamos yapreciábamos

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¿Es la pandemia una mal-dición satánica que conse-guirá acabar con las libertadesy con los progresos sociales dela humanidad? ¿Han dejadode existir las capacidades na-cionales e internacionales degobiernos e instituciones, decorporaciones públicas y pri-vadas, de asociaciones y gru-pos cívicos, que pudieranhacer frente a las mortalesconsecuencias del virus, dibu-jar sus prevenciones científi-cas y sanitarias, reparar loshuecos económicos de la ca-lamidad y al mismo tiempomantener las reglas básicas de

funcionamiento del internacionalismo liberal?El revuelo de una pandemia que ha tenido suorigen, según parece, en los “mercados húme-dos” de China, o en sus laboratorios epidemio-lógicos, no debería poder acabar con la civili-zación, tal como hasta ahora la conocíamos yapreciábamos.

Y no es que el panorama se preste fácil-mente al optimismo. El World Economic Ou-tlook del Fondo Monetario Internacional, pu-blicado el 14 de abril, ofrece unas cifras hartopreocupantes para la evolución de la economíamundial como consecuencia del coronavirus1.En el caso de España, las cifras lo dicen todo:de un crecimiento del 2% en el PIB de 2019pasaremos a un 8% negativo en 2020, para cre-cer un 4,3% en 2021; y el paro, que había co-nocido la ya alta cifra del 14,1% en 2019, pa-sará a un 20,8% en 2021 para quedarse en un17,5% en 2022. Por su parte, el déficit fiscalsería de un 9,5% en 2020 y de un 6,7% en2021; mientras que la deuda alcanzaría los in-sólitos niveles de 113,4% en 2020 y de 114,6%en 2021.

Son guarismos que España no conocíadesde 1902. El Instituto Nacional de Estadís-tica confirmaba la tendencia, registrando unacaída del 5,2% del PIB en el primer trimestrede 2020.El gobernador del Banco de España.Pablo Hernández de Cos, en una comparecen-cia ante la Comisión de Asuntos Económicosdel Congreso de los Diputados, el 18 de mayo,ofreció cifras todavía más negativas: la caídadel PIB español durante todo el año 2020 po-dría oscilar entre el 9,5% y el 12,5%, mientrasque el endeudamiento público, en algunos su-puestos, podría llegar hasta el 120%. No es ne-cesario traer a colación la miríada de dramaspersonales y colectivos que esas cifras encierran

China ha llegadoa convertirse enla segundapotenciaeconómicamundial sinabandonaresquemasautoritarios depoder,comenzando aejercer unavoluntad depresencia einfluencia hastahace una décadapor completodesconocida

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para hacerse idea de sus repercusiones en lavida y en el futuro inmediato y mediato de todala nación y de sus ciudadanos. Y también paracomprender que la duda metódica de todos losHaas que en este mundo existen tiene su justi-ficación y llamada.

La pandemia ha llegado en un momentoconfuso de las relaciones internacionales. Elcansancio de los Estados Unidos para seguirejerciendo el liderazgo mundial, ya patente bajola presidencia de Barack Obama, se ha multi-plicado exponencialmente bajo la de DonaldTrump, un nacionalista empedernido sistemá-ticamente dedicado a poner en duda la tramade relaciones que en su mayor parte habíanconfigurado la estabilidad mundial en los últi-

mos setenta y cinco años, lostranscurridos desde el final dela Segunda Guerra Mundial. YChina, entre tanto, ha llegadoa convertirse en la segundapotencia económica mundial

sin abandonar esquemas autoritarios de poder,pero al mismo tiempo comenzando a ejerceruna voluntad de presencia e influencia hastahace una década por completo desconocida. Eltercer gran elemento de referencia internacio-nal, la Unión Europea, ha sufrido por primeravez en su historia las consecuencias de una re-tirada, la del Reino Unido con el Brexit, mien-tras que la coherencia interior a 27 muestra fi-suras significativas políticas entre el Este y elOeste, con el grupo de Visegrado, y entre elNorte y el Sur, con la nueva Liga Hanseática.

El sistema de acuerdos multilaterales, en lofundamental diseñado desde 1945, ha sufridotambién fragilidades varias, unas debidas a lamisma composición de los sistemas –como seha podido observar en el funcionamiento delas Naciones Unidas– y otras herederas de lasreticencias de algunos de sus miembros más ca-racterizados, en especial los Estados Unidos dela era Trump. De manera que el mundo felizque con alguna razón describió Francis Fuku-

La UniónEuropea, hasufrido lasconsecuencias deuna retirada, ladel Reino Unido,mientras que lacoherenciainterior a 27muestra fisuraspolíticas entre elEste y el Oeste,con el grupo deVisegrado, yentre el Norte yel Sur, con lanueva LigaHanseática

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dad la OMS–. Ausente el liderazgo internacio-nal que al final de la Segunda Guerra Mundialencarnaron los Estados Unidos, sociedades ypaíses han optado por un “sálvese quien pueda”,solo remediado en los segundos meses del ata-que vírico por las iniciativas puestas en marchapor la UE –de la que es buen ejemplo el lla-mado plan Merkel-Macron para la reconstruc-ción continental– y por un claro avance en lasinvestigaciones científicas tendentes a descu-brir y poner masivamente en funcionamientouna vacuna que acabe con la difusión y lamisma existencia del terror.

Pero, entre tanto, las fronteras nacionaleshan vuelto a cobrar una corporeidad que pare-cía relativamente desvanecida hace apenasunos meses. Las diversas fórmulas de enclaus-tramiento y las maneras en que se han conver-tido en obligatorias han dado nacimiento a losolvidados miedos en las relaciones entre per-sonas, grupos y naciones, y, en paralelo, forma-ciones políticas con tentaciones totalitarias, aizquierda y a derecha, han intentado resucitarlas funestas prácticas dictatoriales de los fascis-mos y comunismos que en el pasado fueron yde nuevo pretenden tomar vigencia. Y es ne-cesario recordar, entre tanto, que las incerti-dumbres habituales en el funcionamiento delas democracias occidentales se han visto agra-vadas por un conjunto de factores de variado yalternativo alcance: las elecciones presidencia-les americanas tendrán lugar en noviembre deeste año y el virus, en una previsión optimista,podría contribuir a que Trump dejara de ser elinquilino de la Casa Blanca, pero algunos delos liderazgos europeos –España, Italia, ReinoUnido– configuran posiblemente la peor de lascapacidades para la peor de las historias. El fu-turo no está escrito y depende en definitiva delas voluntades de individuos y naciones para

yama en El fin de la Historia –tras la desaparición de laURSS en 1991, y que mal quebien se prolongó durante unadécada, hasta el ataque a lasTorres Gemelas en NuevaYork en 2001, ya antes de quela pandemia golpeara– era unespacio con no pocas incerti-dumbres y otras tantas tenta-ciones: las puestas de mani-fiesto por los rebrotes delnacionalismo populista en al-gunas partes del mundo, se-guido por una análoga caídaen la confianza hacia la de-mocracia; en paralelo, y comoconsecuencia, el debilita-miento parcial de los grandesnúcleos de colaboración in-ternacional en lo político y enel terreno de la economía y dela seguridad, como la OTAN y la UE; sin porello olvidar a los practicantes de las diversasformas de las “guerras híbridas”, trátense de losmilitantes del terrorismo islámico o de los sis-temáticos practicantes de las “ciberguerras”,que, como Rusia, intentan paliar sus debilida-des con el decidido interés en sembrar la fragi-lidad y la fragmentación en los tenidos por ad-versarios.

La respuesta sanitaria, económica y políticaa los efectos del COVID-19 ha estado caracte-rizada en sus momentos iniciales por la confu-sión dispersa de las fórmulas nacionales –prontoinclinadas a formas de enclaustramiento perso-nal y tribal– y por la incapacidad de las institu-ciones multilaterales para encontrar consensosen las fórmulas y decisión en sus propuestas –paralizada la ONU y reducida en su credibili-

Formacionespolíticas contentacionestotalitarias, aizquierda y aderecha, hanintentadoresucitar lasfunestas prácticasdictatoriales delos fascismos ycomunismos queen el pasadofueron y denuevo pretendentomar vigencia

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configurarlo. No caben aquílos profetas de calamidades nilos optimistas de vuelo corto,sino los realistas que han in-teriorizado las lecciones de latragedia sin por ello abando-nar los ideales para una re-construcción. La clave del fu-turo está tanto en el adecuadoanálisis de los efectos de lapeste y las mejores maneraspara atajarlos a corto plazo,como en los adecuados recor-datorios sobre cómo enfocarel renacimiento en el medio ylargo. Y es en este último te-rreno donde deben ser recha-zados los cantos de sirena delos que reclamando “justiciasocial” y “estado de bienestar”ocultan su preferencia por unmarco estatalizado en la eco-

nomía y autoritario en la política. El últimotriunfo de la pandemia sería propiciar la vueltaa sistemas soviético-bolivarianos impregnadosde reclamaciones tribales. En ello llevaríarazón Haas: un pésimo final para el conflicto yuna premoción del próximo.

Seguramente el mundo no será exacta-mente el mismo y para adivinar su configura-ción debamos esperar un tiempo que posible-mente nos llevará al menos al 2023, pero esretorcido suponer una alteración fundamentalde las reglas que hicieron posible el buen espa-

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cio de ayer: la democracia representativa, laeconomía social de mercado y el internaciona-lismo liberal. En la lista de los buenos deseos ydel trabajo para alcanzarlos, hay que incluir elretorno de los Estados Unidos al liderazgo delmundo libre, la contención del libre y pecami-noso deambular de China –y su hoy fiel acólitoRusia– por las praderas del comercio mundialy los conflictos regionales, el reforzamiento delos lazos entre los miembros de la Unión Euro-pea en una perspectiva progresivamente fede-ralizada y la revitalización de las institucionesy acuerdos multilaterales en todos sus ámbitos,trátese de la ONU, la OMS, el FMI, la OMC,los Acuerdos de París sobre el Cambio Climá-tico o los relativos a la desnuclearización deIrán, entre un largo etcétera.

Hay salvación, pero el trabajo para obte-nerla debe fundarse en una abierta, decidida yprofunda voluntad de cooperación que tras-cienda intereses y fronteras nacionales, y en laprofundización y mejora de la “normalidad” sinadjetivos que todavía conocíamos y razonable-mente apreciábamos hace apenas seis meses.El resto, en su mayor parte, no pasan de ser in-teresadas versiones apocalípticas de la realidad.De su efectivo desmontaje depende ahora la li-bertad y la prosperidad de la ciudadanía. Y deque la pandemia, en la medida en que puede ydebe ser contemplada como un conflicto ge-neralizado, en su terminación se parezca más alos acuerdos que pusieron fin a la SegundaGuerra Mundial que a los que no acertaron adar adecuado carpetazo a la Primera.

NOTAS

1 https://www.imf.org/es/Publications/WEO/Issues/2020/04/14/weo-april-2020

PALABRAS CLAVEPandemia • COVID-19 • EE. UU. • China

• Unión Europea • Trump

El virus podríacontribuir a queTrump dejara deser el inquilino dela Casa Blanca,pero algunos delos liderazgoseuropeos –España, Italia,Reino Unido–configuranposiblemente lapeor de lascapacidades parala peor de lashistorias

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