El mundo de los objetos en don quijote ( espejos, libros)

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EL MUNDO DE LOS OBJETOS EN DON QUIJOTE: ESPEJOS, LIBROS Y ESPACIOS DE LA POÉTICA CERVANTINA MERCEDES ALCALÁ GALÁN Universidad de Wisconsin En 1582 se publica en París la Silva curiosa de Julián de Medrano. En esta miscelánea literaria hay un pasaje en el que un nigromante le muestra al protagonista un espejo cóncavo en el que se puede ver lo que hacen personas ausentes. Una dama, Marfisa, es vista en la intimidad de su alcoba leyendo uno de los libros de ficción más conocidos del momento, la Diana de Jorge de Montemayor. La trivialidad de la escena no nos avisa, sin embargo, de la trascendente novedad que supuso la presencia en la vida cotidiana de dos objetos, el libro de entretenimiento y el espejo que, sin duda, afectaron de forma profunda y separada tanto a la idea de la representabilidad del mundo como a la noción de uno mismo. En esto, [el nigromante] [...] sale a cabo de poco ratto con su espejo en la mano, y me dize: «Hermano, tomad esta candela, y estad attento a lo que viéredes en este espejo, y principiad a llamar todos los que ver desseáis». [...] Vi a Marfisa, D.A., qu'es una muger valerosa d'alta sangre y virtuosíssima, la qual estava acostada y sentada d'entro de su cama, leyendo en un libro español que le llaman la Diana de Montemayor. Y yo affirmo qu'era aquel libro por que dentro d'el espejo vi y quise leer el nombre, y conoscí claramente qu'era la Diana. 1 En efecto, en los Siglos de Oro tanto el libro como el espejo son dos objetos casi fetiches, a ambos se les atribuyen poderosos efectos y facultades a la vez que participan de la cotidianeidad más anodina, ambos fascinan pues a través de su carácter material se les supone una naturaleza proteica capaz de representar la realidad con una fuerza susceptible de alterarla. Estos dos objetos capaces de dar la ilusión de captar la vida, sea en el corazón de una pila de papel escrito o en la superficie pulida del cristal, existen desde la antigüedad clásica en versiones mucho más rudimentarias, el manuscrito en diverso soporte por un lado y por el otro los espejos de metal o piedra pulida, así como también pequeños espejos semiesféricos de vidrio. Sin embargo, en la época cervantina libros y espejos estarán experimentando una revolución tecnológica que afectará de forma profunda a la forma de vida y a la conciencia del sujeto del hombre de ese momento histórico. El libro mediante la imprenta alterará de una forma radical e irreversible no ya el ámbito de la cultura sino el de la imaginación colectiva. El espejo de cristal, cada vez más perfecto, plano y grande va inaugurando una edad absolutamente nueva en el hombre: la de tener una conciencia propia a través de la mediación del propio reflejo que se iguala a la mirada ajena. En 1605 la tecnología del espejo todavía estaba lejos de conseguir grandes lunas de cristal que permitieran verse de cuerpo entero y faltarán casi dos siglos para que eso sea un sueño accesible 1 Mercedes Alcalá Galán, 'La silva curiosa» de Julián de Medrano. Estudio y edición crítica, New York, Peter Lang, 1998, págs. 276-77. Actas del VII Congreso de la AISO, 2006, 91-96 AISO. Actas VII (2005). Mercedes ALCALÁ GALÁN. El mundo de los objetos en «Don Q...

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EL MUNDO DE LOS OBJETOS EN DON QUIJOTE: ESPEJOS, LIBROSY ESPACIOS DE LA POÉTICA CERVANTINA

MERCEDES ALCALÁ GALÁN

Universidad de Wisconsin

En 1582 se publica en París la Silva curiosa de Julián de Medrano. En esta miscelánea literariahay un pasaje en el que un nigromante le muestra al protagonista un espejo cóncavo en el quese puede ver lo que hacen personas ausentes. Una dama, Marfisa, es vista en la intimidad de sualcoba leyendo uno de los libros de ficción más conocidos del momento, la Diana de Jorge deMontemayor. La trivialidad de la escena no nos avisa, sin embargo, de la trascendente novedad quesupuso la presencia en la vida cotidiana de dos objetos, el libro de entretenimiento y el espejoque, sin duda, afectaron de forma profunda y separada tanto a la idea de la representabilidad delmundo como a la noción de uno mismo.

En esto, [el nigromante] [...] sale a cabo de poco ratto con su espejo en la mano, y me dize: «Hermano,tomad esta candela, y estad attento a lo que viéredes en este espejo, y principiad a llamar todos losque ver desseáis». [...] Vi a Marfisa, D.A., qu'es una muger valerosa d'alta sangre y virtuosíssima, la qualestava acostada y sentada d'entro de su cama, leyendo en un libro español que le llaman la Diana deMontemayor. Y yo affirmo qu'era aquel libro por que dentro d'el espejo vi y quise leer el nombre, yconoscí claramente qu'era la Diana.1

En efecto, en los Siglos de Oro tanto el libro como el espejo son dos objetos casi fetiches, aambos se les atribuyen poderosos efectos y facultades a la vez que participan de la cotidianeidadmás anodina, ambos fascinan pues a través de su carácter material se les supone una naturalezaproteica capaz de representar la realidad con una fuerza susceptible de alterarla.

Estos dos objetos capaces de dar la ilusión de captar la vida, sea en el corazón de una pila depapel escrito o en la superficie pulida del cristal, existen desde la antigüedad clásica en versionesmucho más rudimentarias, el manuscrito en diverso soporte por un lado y por el otro los espejosde metal o piedra pulida, así como también pequeños espejos semiesféricos de vidrio. Sin embargo,en la época cervantina libros y espejos estarán experimentando una revolución tecnológica queafectará de forma profunda a la forma de vida y a la conciencia del sujeto del hombre de esemomento histórico. El libro mediante la imprenta alterará de una forma radical e irreversible noya el ámbito de la cultura sino el de la imaginación colectiva. El espejo de cristal, cada vez másperfecto, plano y grande va inaugurando una edad absolutamente nueva en el hombre: la de teneruna conciencia propia a través de la mediación del propio reflejo que se iguala a la mirada ajena.En 1605 la tecnología del espejo todavía estaba lejos de conseguir grandes lunas de cristal quepermitieran verse de cuerpo entero y faltarán casi dos siglos para que eso sea un sueño accesible

1 Mercedes Alcalá Galán, 'La silva curiosa» de Julián de Medrano. Estudio y edición crítica, New York, PeterLang, 1998, págs. 276-77.

Actas del VII Congreso de la AISO, 2006, 91-96

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para muchos. Sin embargo, los siglos XVI y XVII serán testigos de un enorme frenesí económico,suntuario, cultural y científico que insistirá en la creación de una tecnología que permitiera final-mente un progreso significativo en el arte del reflejo. Los tratados sobre óptica, las especulacionesfísicas sobre la naturaleza de la luz, entre los que destacan los trabajos de Kepler, Della Porta ymás tarde Descartes -que continúan la labor medieval de los estudios ópticos del siglo XIII deGrosseteste, Peckam, Witelo y Roger Bacon- caminan paralelos a los avances técnicos que depu-raron las fórmulas químicas que permitieron obtener cristal de más transparencia y pureza aunqueel mayor avance fue el poder aplicar la amalgama refractaria de plata en frío, lo que impediría larotura casi segura del cristal en ese punto del proceso.

No obstante, será sin lugar a dudas una cada vez mayor preocupación por la individualidaddel sujeto la causa principal de la atención constante y creciente por este objeto de connotacionesmágicas, simbólicas, trascendentes, así como íntimas, y que a la vez era sinónimo de frivolidadvanidosa o del autoconocimiento más exigente. Por el espejo hay crisis diplomáticas entre Franciay otros estados europeos y la república de Venecia que sometía a los artesanos de Murano a penasde muerte por la divulgación de los secretos de su fabricación. En la Europa de la Edad Modernael espejo de calidad y de un tamaño relativamente modesto se convierte en el epítome del lujo:por estos objetos frágiles se pagaron fortunas y gracias al espejo el reflejo de uno mismo superóen valor y rareza a la pintura o el tapiz. Por ejemplo, como Sabine Melchior-Bonnet señala, enlas primeras décadas del siglo XVI un espejo veneciano enmarcado en plata costaba más que unapintura de Rafael: el espejo costaba 8.000 libras y la pintura 3-000.2 Andando el siglo XVII, peque-ños espejos de cristal usados para el arreglo personal serán el símbolo de la vanidad más estérilde la que se acusaba tanto a las damas como a los lindos o pisaverdes que según autores comoQuevedo o Zabaleta abundaban en la Corte. Pero entre las paradojas fascinantes que acompañana este objeto sobresalen las connotaciones, a veces simultáneas, de vanidad y de conocimientosiendo esta última muy importante sobre todo desde la Edad Media tan influida por su propiainterpretación de lo platónico.

En el Quijote libro y espejo aparecerán referidos de forma casi obsesiva en el texto, tantoen un sentido material como figurado y simbólico. Son dos objetos-artefactos a los que podemosconsiderar poco menos que fetiches en el Quijote, lo que no es extraño pues ambos son capacesde representar y reproducir la realidad con una impronta veraz según sus propias leyes (ópticas,literarias, retóricas...) en un espacio reducido, modificado, alterado, acotado y sin embargo capazde comunicar una sensación de realidad más fuerte que la que la misma realidad provoca. Enel Quijote se exploran las paradojas de la representación literaria: en él el libro como objeto nosólo es una presencia sino uno de sus grandes temas. Sin embargo, ese otro objeto distante y ala vez hermano, el espejo (con la idea de reflejo y de repetición alterada), será otra de las pre-sencias fundamentales en el texto. Dada la enorme importancia que estos dos artículos tuvieronen la Europa del XVI y principios del XVII así como la fascinación que suscitaron y su relativoalto precio, se puede hablar de libros impresos y de espejos como de objetos cuya accesibilidadrazonable era relativamente reciente y que ofrecieron la novedad prodigiosa de encontrar refle-jos de la realidad en una superficie plana de cristal y también ficciones, historias y prodigiosfijados en papel y tinta. Así, tal y como Peter Dunn señala, «lo que es fascinante acerca de lasimágenes que vemos en los espejos y en los libros es que ambos condensan en un área pequeñaobjetos que en realidad ocupan un montón de espacio y aun así parecen de tamaño real».3 Deesta forma en la Edad Moderna irrumpen en la vida cotidiana por primera vez estos dos artefac-tos capaces de capturar una imagen, o una versión de la vida que o se encuadra en un marcoo se encierra cifrada en una resma de papel escrita ocupando un rectángulo mínimo capaz deregistrar el mundo.

Sabine Melchior-Bonett, The Mitro: A History, trad. Katharine H. Jewett, New York, Routledge, 2001, pág. 30.Peter N. Dunn, -Don Quijote Through the Looking Glass», Cervantes, vol. XII, 1 (1992), pág. 8.

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En dos trabajos recientes me he ocupado del estudio de la presencia del libro de entretenimientocomo objeto fundamental en el Quijote y en ellos exploro la enorme revolución que supuso parala vida cotidiana de la época la presencia de los libros de ficción. Señalo cómo el Quijote, esemetalibro sorprendente, además de ser libro de caballerías es, entre otras cosas, una poliédrica ytotalizadora reflexión sobre la presencia del libro de entretenimiento en su tiempo. Por otra parte,sí es cierto que el espejo en el Quijote tiene una presencia en cuanto objeto mucho más escasaque la del libro, que sí es de forma obvia uno de los ejes temáticos de la obra. Sin embargo, enla densa y compleja poética de la representación que se desarrolla sobre todo a través de la rela-ción entre las dos partes del Quijote hay una fuerte influencia de la abundante tradición simbólica,metafórica y conceptual que ha acompañado al espejo a través del tiempo. El Quijote es un libroque indaga sobre la proteica naturaleza de la representación, y el tema del reflejo, del eco, sin dudatienen su inspiración directa en el espejo como objeto, objeto tan prodigioso que ha sido siempreel origen de múltiples metáforas visuales y parte del vocabulario religioso, cultural y moral. Porejemplo, Santo Tomás vincula el acto de especular al espejo: «Ver algo a través de un espejo es veruna causa en su efecto en el que se refleja su semejanza. De esto se ve que la especulación noslleva de nuevo a la meditación».4 Para la cultura medieval el mundo visible se entendía como elreflejo que debía ser descifrado de una realidad verdadera pero intangible emanada por el ordendivino. Especular es por tanto ver lo invisible y verdadero a través de su reflejo visible. El espejotenía una extraordinaria presencia simbólica, ayudaba a explicar un orden de las cosas y favore-cía la idea de la estrecha relación entre lo visual y el conocimiento proveniente del platonismo.5

Además, desde la antigüedad hasta hoy se ha practicado en diversas culturas la catoptromancia oadivinación por medio de espejos y la indispensable bola de cristal en el atrezzo de la bruja típicasalida de cualquier versión de la cultura popular no es más que una reminiscencia de los espejossemiesféricos vigentes hasta la primera Edad Moderna.

En el Quijote se configura la representación de un mundo pretendidamente real y posible basadoen la verosimilitud literaria. Sin embargo, la presencia de su protagonista abre el libro al ámbitode lo maravilloso pues su enajenación (por una supuesta intoxicación lectora) creará el espaciodel prodigio y la fantasía perteneciente a los mundos de ficción caballeresca. Éstos existen en lanovela no como un referente inmediato de la realidad representada sino como la imagen devueltapor la locura de don Quijote de ese mundo prosaico y aparentemente reconocible como real queconstituye el espacio primario de la novela. En la primera parte el espacio de lo maravilloso quedarestringido al ámbito de la percepción del mundo del protagonista. Lo maravilloso entroncado en lolibresco emana de la interpretación de la realidad por parte de don Quijote. En la segunda parteesos mecanismos psicológicos que producen una percepción alterada se han hecho públicos: lasociedad, histórica y ficcionalizada, no sólo ha leído sus hazañas sino que ha descubierto ciertosresortes de su imaginación. Los espacios privados de la maravilla que constituían su mundo se hanconvertido en un espacio público transitado por los lectores de la primera parte que en la segundase han transformado a su vez en personajes (jugándose así con la sorprendente idea de que estospersonajes estaban en el mundo real i.e. fuera del libro en la primera parte y entran dentro dela segunda). El mundo maravilloso inventado por los personajes de la segunda parte según losparámetros de la locura de don Quijote mostrados en la primera parte funcionará como un espejoque refleja el reflejo de otro: los genuinos espacios de la maravilla creados por la imaginación dedon Quijote que a su vez son la representación de la supuesta realidad primaria de la novela. Deesta forma, libro y espejo simbolizan y catalizan los resortes de la representación en el Quijote.

En el Renacimiento se usaba el término espejo con el sentido de modelo, por ello el mismodon Quijote será nombrado repetidas veces como «Luz y espejo de la caballería andante». El pro-

4 Del Somme, II, 2. Citado por H. Leisegang, «Dieu miroir de l'áme et de la nature-, Revue d'histoire et de phi-•ie religieuse 17 (1937).

5 Véase Sabine Melchior-Bonnet (2001), págs. 101-15.

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blema de esta metáfora es que falsea la lógica del reflejo, lo que uno ve al otro lado del espejono es al otro sino a sí mismo. Sin embargo esto nos lleva a un concepto muy importante desdela antigüedad, el modo legítimo de conocerse, de verse, pasa por la dimensión social del hombre,el otro debe ser el mediador que devuelve la propia imagen y que posibilita el conocimiento deuno mismo. Por ello el antiguo refrán «No hay mejor espejo que el amigo viejo», tan recogido entextos paremiológicos del siglo XVI, tiene perfecta vigencia cuando se usa el término espejo conel sentido de ser el reflejo en el que el otro se identifica. Por ello Dorotea dirá que ella era elespejo en el que se miraban sus padres y Camila le dice a Lotario refiriéndose a Anselmo, su mejoramigo: «¿Con qué rostro osas parecer ante quien sabes que es el espejo donde se mira aquel enquien tú te debieras mirar, para que vieras con cuan poca ocasión le agravias?» (I, 34, 361).

Además, a la hora de entender la inmensa importancia que el tema del espejo/reflejo tiene enla poética cervantina y cómo éste es parte de una indagación muy ambiciosa sobre la proteicanaturaleza de la representación, tenemos que tener en cuenta algo tan básico y simple como el queesa fascinación creciente por el espejo viene del hecho de que los contemporáneos de Cervantesno estaban familiarizados con su imagen del mismo modo que lo experimentamos hoy pero quepor otra parte esa posibilidad existía como algo concreto y próximo. El verse de arriba a abajo,el asomarse al espacio reduplicado de una habitación, el saber cómo es un traje sobre el propiocuerpo son actos relativamente nuevos en la historia de la humanidad. Claro que sí hubo siemprepequeños espejos de metal o de vidrio roto en los que reconocer de forma más o menos borrosael propio rostro -tal y como se ejemplifica con el caso de la Torralba, aquella moza un pocoligera que según Sancho seguía a su amante con un trozo de espejo, un trozo de peine y unasmudas para la cara en sus alforjas. No obstante, retomando el tema de la extrañeza y novedaddel espejo, no hay duda de que el entrar en contacto de forma habitual y plena con la propiaimagen tuvo que suponer un cambio inmenso y difícil de estimar en la sensibilidad colectiva.De hecho, el folclore está plagado de historias como el cuentecillo coreano del siglo XVIII quecuenta Sabine Melchior-Bonnet en el que un hombre llamado Pak le regala un pequeño espejo asu esposa tras un viaje. Ella se mira en él y ve a una mujer desconocida al lado de su esposo.Lo acusa de haber vuelto con una amante que debe haberse escondido. El marido se defiendey mira con curiosidad en el espejo y furioso descubre que su mujer está al lado de un hombrejoven que sí debe ser un amante. Discuten, registran la casa sin encontrar a nadie y van al policíade la aldea que mira curioso en el espejo y ve a un joven vestido con un uniforme como el suyoseguramente acechando la primera ocasión para destituirlo.6 Así, una vez más, en este caso desdela tradición popular, se ilustra cómo el espejo elude al otro, nos sitúa en un estado de confusiónsolitaria, rompe la idea de mediación que ubica al hombre en su ámbito. De esta forma, el únicoautoconocimiento verdaderamente funcional sería el que nos devolviera una imagen coincidentecon la que los demás tienen de nosotros mismos. De hecho, el psicoanálisis asume como nociónirrefutable que el pecado fundamental de Narciso fue el prescindir de la mediación del otro, fue elprivilegiar el reflejo de su propia imagen frente a su reflejo en los otros. En el Quijote se planteala desconcertante imposibilidad de toda mediación pues su protagonista busca infructuosamenteencontrarse con su imagen de héroe caballeresco a través de los demás y en cambio se enfrentaa su reflejo de loco sin quererlo.

El espejo es un híbrido inquietante entre artificio y naturaleza, su reflejo no puede ni controlarseni aprehenderse ni guardarse, pero a cambio ofrece una representación supuestamente objetiva yfidedigna de la realidad, representación enajenadora y alienante. Como Borges escribió: el espejoes una «superficie silenciosa», donde todo es evento y nada es memoria: «Todo acontece y nadase recuerda / En esos gabinetes cristalinos» además de superficie imposible, impenetrable e inha-bitable.7 Sin embargo, en el acto de mirarse asistimos a una falsa celebración de la dualidad. Es

Véase Melchior-Bonnet (2001), pág. 5.Jorge Luis Borges, «Los espejos», El hacedor, Madrid, Alianza Editorial, 1981, pág. 83.

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importante no identificar los conceptos de reflejo de uno mismo y doble. El doble siempre es otro,en la simetría creada por el doble existe la plenitud de saber que ambos existen. En el reflejo deuno mismo hay una frustrante asimetría, un vacío lleno con la imagen exacta de uno mismo queparadójicamente es una imagen íntimamente desconocida con la que no existe posibilidad algunade diálogo. Enfrentarse ante el propio reflejo es un acto relativamente nuevo para el ser humano:un ejercicio radical de extrospección, de salir de nosotros mismos para vernos desde fuera, deintentar suplantar al otro, que ya no es nuestro espejo, intentando adoptar su mirada. Así pues sedice en la primera parte tras la locura de amor de Cardenio: «y quedó tan otro de lo que antesparecía Cardenio, que él mesmo no se conociera, aunque a un espejo se mirara».8

Como hemos dicho ya, toda la segunda parte del Quijote es un reflejo de la primera, y el temadel reflejo se convierte en un elemento recurrente. Por ejemplo, al comienzo de la segunda parteencontramos tres reflejos del protagonista igualmente enajenadores en los que don Quijote se ve así mismo con desconcierto: el loco del carro de comediantes que lo persigue con sus incómodasmuecas, don Diego de Miranda, ese retrato doméstico y adocenado del hidalgo manchego quepudo haber sido Alonso Quijano y por supuesto el caballero de los espejos, remedo halagador ybizarro del propio don Quijote que tal vez lo desconcierta más que ningún otro y que ademássostiene el haber vencido a otro don Quijote idéntico.9

Sin entrar en estos pasajes -o «episodios reflectivos»-, dado el carácter introductorio de estetrabajo, me gustaría apuntar también el reflejo del don Quijote falso de Avellaneda, surgido, claroestá, fuera del alcance de Cervantes y al que hábilmente se invita al texto. Ese es tal vez el únicoreflejo que se invalida, ése es el único espejo en el que don Quijote se niega a mirarse. A cambiobusca y encuentra la mediación de los otros, se busca en el espejo de los demás y denuncia lamendacidad del reflejo de Narciso que no alcanza a destruirlo diluyéndose en él.

Entró acaso el alcalde del pueblo en el mesón, con un escribano, ante el cual alcalde pidió don Qui-jote, por una petición, de que a su derecho convenía de que don Alvaro Tarfe, aquel caballero que allíestaba presente, declarase ante su merced como no conocía a don Quijote de la Mancha, que asimismoestaba allí presente, y que no era aquel que andaba impreso en una historia intitulada: Segunda partede don Quijote de la Mancha, compuesta por un tal de Avellaneda, natural de Tordesillas. Finalmente,el alcalde proveyó jurídicamente; la declaración se hizo con todas las fuerzas que en tales casos debíanhacerse: con lo que quedaron don Quijote y Sancho muy alegres, como si les importara mucho seme-jante declaración y no mostrara claro la diferencia de los dos don Quijotes y la de los dos Sanchos susobras y sus palabras. Muchas de cortesías y ofrecimientos pasaron entre don Alvaro y don Quijote, enlas cuales mostró el gran manchego su discreción, de modo que desengañó a don Alvaro Tarfe del erroren que estaba: el cual se dio a entender que debía de estar encantado, pues tocaba con la mano dostan contrarios don Quijotes. (II, 72, 1092)

Sin embargo, lo más radical en cuanto a la exploración del tema del reflejo es el abismo quese plantea en cómo don Quijote quiere verse, reconocerse en un héroe de los libros de caballe-rías que ha leído y cómo ese mundo libresco que pretende habitar comienza por no reflejarseen absoluto en la vida real de la Mancha cervantina. Así súbitamente convertido en un héroe sinreflejo, sin referente, sin corporeidad, deberá esperar a la segunda parte para encontrar un reflejoinesperado y veraz en la lectura que los personajes de la segunda parte han hecho de la primera.Pero además, la primera parte que es el mismo libro de Cide Hamete, no será más que un reflejode don Quijote que los personajes de la segunda parte confundirán con el sujeto real.

Pensativo además quedó don Quijote, esperando al bachiller Carrasco, de quien esperaba oír las nuevas desí mismo puestas en libro, como había dicho Sancho, y no se podía persuadir a que tal historia hubiese,pues aún no estaba enjuta en la cuchilla de su espada la sangre de los enemigos que había muerto, y

8 Miguel de Cervantes Saavedra, Don Quijote de la Mancha, ed. Francisco Rico, Madrid, Real Academia Española,2004 (I, 29, 296).

' Véase el trabajo de Charles D. Presberg, «"Yo sé quien soy": Don Quistóte, Don Diego de Miranda and theparadox of Self-Knowledge», Cervantes XIV, 2 (1994), págs. 41-69.

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ya querían que anduviesen en estampa sus altas caballerías. Con todo eso, imaginó que algún sabio, oya amigo o enemigo, por arte de encantamento las habrá dado a la estampa. (II, 3, 566)

La imagen que encuentra don Quijote al mirarse en el espejo será el reflejo de ese reflejo, laimagen de un loco que todos creen entender y que remedan en su lógica demencial y no el héroeabsoluto reflejado en la intemporalidad del espejo de la fama según los predios de la caballeríamás ortodoxa, espejo que no llegó a existir gracias a la deserción de ese sabio imaginario quesegún don Quijote debió recoger la primera salida.

De esta forma lo que se refleja en la luna de cristal tendida por Cide Hamete será la imagenirreverente y solitaria de un ser alienado y extranjero en su propio ámbito. En Don Quijote, en-tre muchas otras cosas, Cervantes demuestra una exquisita sensibilidad al mesurar la importanciade los objetos en su escritura que trascienden su realidad material. Así las idiosincrasias de dosartefactos, libro y espejo, contribuirán a dibujar un nuevo mapa de las laberínticas posibilidadespoéticas de la representación literaria.

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