El Monasticismo Primitivo (1)

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SEMINARIO INTERNACIONAL TEOLÓGICO BAUTISTA Instituto Privado Incorporado a la Educación Oficial (A 1324) LAS PRÁCTICAS DEL MONACATO PRIMITIVO Y PRE-MEDIEVAL Por Pablo Lewczuk El monasticismo cristiano es un tema amplio, complejo y variado. Desde cualquier punto de vista que se le considere es una cuestión que ofrece un incontestable interés. En las palabras de García M. Colombás, mucho más que una institución, el monacato antiguo es un movimiento espiritual, amplio, multiforme y poderoso. Esta característica es esencial, la más sobresaliente y atractiva. 1 Las razones y causas del surgimiento no son uniformes. Lo que podemos afirmar es que las circunstancias de este tiempo favorecían a este fenómeno. Por eso debemos considerar todas las opciones que nos ofrecen los historiadores. En primer lugar, debemos admitir que el movimiento monástico no es un movimiento propio del cristianismo primitivo. Sus manifestaciones estaban presentes entre las comunidades judías. Además, estaban presentes en ambientes ajenos a la revelación judeo-cristiana. En la India se conocían a los monjes desde tiempos inmemoriales. El budismo primitivo también ofrecía un estilo de vida ascética. Las comunidades pitagóricas, IV a.C., practicaban el ascetismo en su estilo de vida. Por lo que se refiere a los estoicos, sus tradiciones ascéticas fueron bien conocidas entre las primeras comunidades cristianas. Para los filósofos cínicos nada tenía valor en este mundo a excepción de la tranquilidad. Muchos de ellos manifestaban un desprecio por los bienes materiales. “Antístenes de Atenas decía: Prefiero volverme loco a probar placer. Diógenes se hizo mendigo, dormía en un tonel; viendo a un muchacho bebiendo agua en la palma de la mano, tiró su copa por innecesaria. Crates de Tebas se desprendió de sus 1 García M. Colombás, El monacato primitivo: hombres, hechos, costumbres e instituciones (Madrid: Biblioteca de Autores cristianos, 1974), 1.3. 1

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Historia de La iglesia en la Edad Media

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SEMINARIO INTERNACIONAL TEOLÓGICO BAUTISTA Instituto Privado Incorporado a la Educación Oficial (A 1324)

LAS PRÁCTICAS DEL MONACATO PRIMITIVO Y PRE-MEDIEVAL

Por Pablo Lewczuk

El monasticismo cristiano es un tema amplio, complejo y variado. Desde cualquier punto de vista que se le considere es una cuestión que ofrece un incontestable interés. En las palabras de García M. Colombás, mucho más que una institución, el monacato antiguo es un movimiento espiritual, amplio, multiforme y poderoso. Esta característica es esencial, la más sobresaliente y atractiva.1 Las razones y causas del surgimiento no son uniformes. Lo que podemos afirmar es que las circunstancias de este tiempo favorecían a este fenómeno. Por eso debemos considerar todas las opciones que nos ofrecen los historiadores.

En primer lugar, debemos admitir que el movimiento monástico no es un movimiento propio del cristianismo primitivo. Sus manifestaciones estaban presentes entre las comunidades judías. Además, estaban presentes en ambientes ajenos a la revelación judeo-cristiana. En la India se conocían a los monjes desde tiempos inmemoriales. El budismo primitivo también ofrecía un estilo de vida ascética. Las comunidades pitagóricas, IV a.C., practicaban el ascetismo en su estilo de vida. Por lo que se refiere a los estoicos, sus tradiciones ascéticas fueron bien conocidas entre las primeras comunidades cristianas. Para los filósofos cínicos nada tenía valor en este mundo a excepción de la tranquilidad. Muchos de ellos manifestaban un desprecio por los bienes materiales. “Antístenes de Atenas decía: Prefiero volverme loco a probar placer. Diógenes se hizo mendigo, dormía en un tonel; viendo a un muchacho bebiendo agua en la palma de la mano, tiró su copa por innecesaria. Crates de Tebas se desprendió de sus riquezas, se juntó con los cínicos y empezó a vivir como un pordiosero. Sócrates llegó a ser desechado de renuncia.”2

Frente a estas descripciones, cabe destacar que existieron grandes diferencias entre los monjes cristianos, el pitagorismo, budismo, estoicismo y otros. Si hay afinidades, son accidentales, superficiales o aparentes. Específicamente, la diferencia radicaba en la consideración de Dios y la búsqueda de él. Sin embargo, el monacato cristiano, específicamente, tuvo ciertos símiles con la comunidad judía que figura en la Biblia. Por ejemplo: la lectura de las Escrituras, la oración, la confesión de pecados y la práctica de vida en comunidad.

Desde el punto de vista de algunos monásticos primitivos, sus orígenes se remontan a Adán. Juan Crisóstomo comparaba a los solitarios de Siria con Adán, cuando antes de su desobediencia, estaba revestido de la gloria y conversaba familiarmente con Dios.3 Otros autores monásticos mantenían su ideal y prototipo en los hombres bíblicos de Israel: Abraham, Isaac, Jacob, Moisés, Elías, Eliseo e incluso el mismo Jesús. Pero fueron sobre todo las grandes figuras de Elías y Juan el Bautista, las que atrajeron la atención de los monjes antiguos para incluir en su herencia ilustre.4

1 García M. Colombás, El monacato primitivo: hombres, hechos, costumbres e instituciones (Madrid: Biblioteca de Autores cristianos, 1974), 1.3.2 Arriano, Dissertationes, 4, 8, 31, en íbid, 1.17.3 Juan Crisóstomo, Homilías sobre Mateo, 68, 3, editado por D. Ruíz Bueno.4 Colombás, El monacato primitivo, 28.

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Si bien, la lista de ejemplos y ascendientes monásticos prosigue, pero el primer ermitaño históricamente conocido es el egipcio Antonio. Atanasio de Alejandría escribió respecto de él.

Atanasio de Alejandría: Con la aprobación de todo el mundo, que el que encabezó esta manera de vida, fue San Antonio, lo cual en parte, es verdad. Porque, aunque no era el primero de los anacoretas, su vida, sin duda fue ejemplo e iniciativa para todos. Pero Amatas y Macario, discípulos de Antonio, afirman aún hoy en día que el príncipe y cabeza de esta empresa fue un tal Pablo de Tebaida Inferior.5

En segundo lugar, para comprender al monasticismo primitivo y, luego el medieval, debemos tomar nota del contexto socioeconómico y político en que surgieron estos cada uno de los movimientos. Geográficamente todos ellos estaban ubicados entre las regiones de Asia Menor, Egipto y también en las regiones de Europa Occidental. Durante los primeros siglos, el movimiento cristiano estaba limitado a los grandes centros urbanos. Entre los siglos II y III las persecuciones imperiales hicieron una gran variable. Según la antigua explicación de Sozómeno, los inicios monásticos se atribuyen a los cristianos que se refugiaron en los montes y desiertos durante las persecuciones y se acostumbraban vivir en la soledad.6

A partir del siglo II las persecuciones sistemáticas y de alcances universales cobro miles de mártires. Muchos cristianos dieron testimonio de Cristo con el costo de sus vidas, mientras que otros claudicaron, cedieron a las presiones o salvaron sus vidas mediante el soborno y otros medios. Estas crisis forzaron a que muchos abandonaran sus ciudades y se marcharan hacia los desiertos buscando entre las regiones rurales, de desiertos y montañas un modo de supervivencia. En muchos casos, los monjes ermitaños se marchaban a las montañas o desiertos y se dedicaban a la vida solitaria. Un ejemplo de eso fue Pablo de Tebaida Inferior, Egipto. Según Jerónimo, Pablo fue “el primer morador del desierto, autor y príncipe de la vida monástica. Nació alrededor del año 228, en Egipto. Hijo de una familia rica, gozaba de una excelente educación y poseía ya a los quince años una perfecta erudición tanto griega como egipcia. Durante la persecución de Decio se refugió en el desierto, y allí murió alrededor del año 331.”7

En este sentido, esta antigua explicación sobre los orígenes del monasticismo cristiano pretende afirmar que entre los años 250-300, se podía descubrir un modo de cristianismo marginal representado por agricultores, ascetas y monjes. Quizás, este era el modo menos idealista, donde muchos huyeron de sus angustias de opresión social, religiosa y económica que los atenazaba. El lugar geográfico donde este movimiento comenzó fue en las zonas desérticas egipcias, luego se extendió a otras áreas del norte africano y posteriormente a todas regiones de Asia, Arabia y Europa (oriental y occidental).

En tercer lugar, con la supuesta conversión del emperador Constantino al cristianismo, el modelo de misión cristiana tomó un nuevo camino. El cristianismo dejó de ser un movimiento perseguido y comenzó a gozar ciertos favores del Imperio romano. En este sentido, se transformó el paradigma de la misión cristiana y por ende los resultados de esta misión se hicieron evidentes en la incompatibilidad entre el cristianismo y el mundo. Las causas de estas antinomias eran favorecidas por:

5 Atanasio de Alejandría, Vida de Antonio Abad, en Sigfrido Huber, Los santos padres: sinopsis desde los tiempos apostólicos hasta el siglo sexto (Buenos Aires: Ediciones Desclée, de Brouwer, 1946), 2. 163.6 Sozómenos, Historia eclesiástica, I.2, en Colombás, El monacato primitivo, 1.37. 7 Huber, Los santos padres, 162.

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- Los grandes afluentes de personas que se hicieron cristianas y no existían creyentes capaces para formar a las pilas de adherentes.

- El bautismo de creyentes nominales y el bautismo de infantes tomó formas preponderantes.

- En Occidente, paulatinamente el cristianismo fue institucionalizándose como Iglesia del Imperio, acomodándose a los valores y finalmente imitó a la estructura de poder imperial.8

- En Oriente, los argumentos intelectuales rigurosos eran esenciales para los cristianos en la comprensión de su fe en un mundo pluralista. De allí que, en el pensamiento ortodoxo de la misión era enteramente eclesiocéntrico. Paulatinamente surgió la convicción de que la Iglesia era el Reino de Dios en la tierra y que pertenecer a la Iglesia significaba lo mismo que pertenecer al Reino. Esto nos lleva a un elemento crucial en la misionología ortodoxa: la liturgia es la clave para la comprensión de la Iglesia y por ende, su misión.9

Frente a estas anomalías, muchos habitantes se lanzaron a las regiones rurales, vendían sus posesiones y entregaban el dinero a los pobres como forma de lograr la continuación del primogénito cristianismo separado del mundo. Según esta opinión,“el movimiento monástico surgió para reavivar una protesta heroica en contra del relajamiento de la vida cristiana y esfuerzo por reintegrarse al puro y primitivo espíritu de Pentecostés.”10

John Helgeland, Robert J. Daly y J. Patout Burns: El monacato ha contribuido a la creación de comunidades de cristianos comprometidos. El estilo de vida y los valores que han caracterizado a estas comunidades han sido notablemente diferentes al resto de la sociedad en general. Los muros alrededor de los monasterios han desempeñado una función simbólica, al igual que práctica, pues ha implicado la creación de comunidades de contraste.11

Aunque en una destacada minoría, estas comunidades practicaban sus valores y estilos de vida, no solamente al contexto de su entorno, sino también significaron una voz profética para el cristianismo de esta y otras épocas. A través de sus prácticas, ellos reaccionaban al materialismo, las injusticias económicas, el libertinaje inmoral, los abusos de las monarquías contra el ambiente natural y las múltiples formas de violencias humanas. Al mismo tiempo, se constituían en comunidades alternativas de misión, con sus diferentes modalidades de servicios a Dios y al prójimo. Entre esta alternativa de misión, lo más relevante son sus modelos de formación y educación cristiana, la asistencia social y la promoción social a través de sus capacidades de superación social, económica y religiosa.

Estas comunidades no fueron uniformes, se expresaron a través de diferentes modelos y perspectivas. Los más radicales fueron: los santos reclusos (vivían en chozas, templos vacíos y cisternas), los estacionarios (permanecían parados inmóviles o vivían

8 Pablo A. Deiros, Historia del cristianismo: Los primeros 500 años (Buenos Aires: Ediciones del Centro, 2005), 85.9 David J. Bosch, Misión en transformación: Cambios de paradigma en la teología de la misión (Grand Rapids: Libros Desafío, 2000), 258-260.10 L. Cilleruelo, De opere monachorum: Obras de San Agustín, 12 (Madrid: BAC., 1954), 692.11 John Helgeland, Robert J. Daly y J. Patout Burns, Christians and the Military: The Early Experience (Filadelfia: Fortress, 1985), 81-82.

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dentro de una corteza de un árbol), los ascemetas (practicaban la oración durante todo el día y la noche, aún turnándose), los boskoi (se dedicaban a la actividad pastoril), los solari (eran vagabundos), los erráticos (no estaban sujetos a ninguna ley), los hipetros (vivían a la intemperie) y los estilitas (habitaban sobre una columna).

El ejemplo más emblemático constituye Simeón Estilita. Nació a fines del siglo IV en Sisán, pueblo situado entre los confines de Cilicia y Siria. Murió en el año 459.

- Vivió treinta años sobre una columna, cerca de Antioquía. - En los primeros años la altura era más baja, pero los últimos 16 años estuvo en

una altura de 15 metros, en una superficie de dos metros cuadrados.- Adquirió un alto prestigio del pueblo y del emperador. Tuvo algunos imitadores,

aunque por peligro de este género de vida, el episcopado no lo fomentó.- Algunos críticos ponen en dudas este hecho, pero los testimonios

contemporáneos son tan explícitos que no dan a dudas de su existencia.

Simeón murió en el año 459 a los setenta de edad aproximadamente. La muerte lo halló rezando y quedó inclinado en la forma que tenía por costumbre al orar.

En cuarto lugar, existen otras hipótesis que fueron formuladas para suponer las causas que los fundadores del monacato cristiano pretendían alcanzar. Algunos piensan que los primeros monjes deseaban, ante todo, luchar con el demonio en sus propios dominios, esto es, en el desierto. Otros buscaban el paraíso perdido, o simplemente el deseo de contemplar a Dios y las cosas divinas.12

1. Los orígenes y desarrollos históricos del monasticismo cristiano

Las diferentes causas y razones, que ya hemos abordado, parecen haber sido las poderosas fuerzas que le dieron nacimiento al movimiento monástico. En el corazón del monasticismo estaban las necesidades básicas humanas y el anhelo de recobrar la pureza y el poder perdidos de la fe cristiana, y de darle atención seria y suma al llamado de Cristo a la perfección.

Hombres como Montano en Frigia; Antonio, Pacomio y Macario en Egipto; Casiano y otros en Belén, Egipto y Constantinopla, fueron quienes abogaban por una superioridad de la vida ascética y fueron los grandes líderes del nonacato en su primera fase. Este mismo pensamiento lo sostuvieron Basilio de Cesarea, Efraín y Juan Crisóstomo en Siria. Si bien, todos estos hombres fueron como verdaderos antecedentes del monacato cristiano, cabe lugar a destacar la influencia de Basilio de Cesarea en Oriente. Con Gregorio Nacianceno, juntos los dos compusieron una regla (en dos partes: una larga de cincuenta y cinco apartados y, otra breve de trescientos trece puntos). Sobre esta regla se basaron la mayoría de monasterios o congregaciones en las regiones orientales.

Según sus convicciones, la vida más elevada no se alcanzaba en un aula, sino por medio de una vida contemplativa individual. Aunque ambos desarrollaron una asociación entre sus vidas de monjes con el servicio a los necesitados y enfermos entre las comunidades abiertas.

Otros ascetas importantes fueron Jerónimo en Belén (340-420), Basilio (350-435), condiscípulo de Juan Crisóstomo (no el obispo de Capadocia) y Agustín de Hipona (354-430). Estos desarrollaron una vida y servicio semi-monástica. Es decir, estuvieron en el desierto, hicieron las penitencias por sus pecados, (especialmente por su sensualidad que era muy fuerte, por su terrible mal genio y su gran orgullo). Pero aunque practicaban el ascetismo, ayunaban, y pasaban noches sin dormir, descubrieron

12 Colombás, El monacato primitivo, 1.37.

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que su misión no era vivir en la soledad. También desarrollaron sus servicios entre las comunidades abiertas, las ciudades, aldeas y campos de donde provenían.

La lista de los monjes antiguos es extensa. Por razones de espacio no podemos agotar el tema. Pero, fue en Benito de Nursia (480-547) en quien los ideales de la perfección, vocación y espiritualidad monástica fueron socializados.

Benito de Nursia

Benito (480-547) nació en la comarca de Nursia. Es considerado como el padre del monasticismo occidental, tal como fue Basilio de Cesarea en las regiones orientales. Fue hijo de un noble romano. Luego de su infancia en Nursia (donde realizó sus primeros básicos), fue a Roma para estudiar filosofía y retórica, pero decepcionado por el desorden moral de los habitantes de la ciudad y deseando una vida más espiritual, pronto abandonó la capital para retirarse a la consagración monástica. Con ayuda del abad de un monasterio cercano llamado Román, se instaló en una gruta de difícil acceso, en un lugar cercano llamado Subiaco, para vivir allí como un ermitaño.

Fue Gregorio Magno quien se dedicó a describir a Benito a través de sus milagros a fin de instruir a sus lectores. Según él, en su cueva inaccesible, el joven monje vivía consigo mismo. De esa concentración habitual, sólo le sacaba a veces el ardor de la contemplación. En su soledad absoluta, precisamente al principio de su vida monástica, no tuvo otro maestro de novicios ni otro guía espiritual que al mismo Espíritu Santo.13

Esta característica espiritual fue lo que atrajo a muchos solitarios que vivían alrededor. Al parecer, sin nombramientos de alguna autoridad eclesiástica, obedeciendo a los ruegos de quienes lo elegían, un día abandonó la cueva y en Subiaco organizó doce monasterios con su propio abad. De hecho, el modelo de organización fue pacomiana. Es decir, basado en los principios básicos de la vida en común del cenobitismo,14 donde el abad es servidor de todos, y todos se sirven unos a otros.

Gregorio Magno: “El hombre de Dios dividió a sus discípulos en grupo de doce monjes; cada uno de esos grupos habitaba en un monasterio propio, regido por un abad; estos monasterios fueron en número de doce…Bajo la dirección del gran abad, la existencia de los monjes benedictinos transcurría pacífica y prósperamente, dedicada por entero a la oración y al trabajo.”15

A partir de los sucesivos triunfos en la organización monástica, Benito buscó superar a todas las etapas de la dura escuela de la soledad. En esta etapa estaba obligado a emprender una verdadera fundación monástica, que plasmó según el modelo que llevó su propio nombre: la regla benedictina. El nuevo modelo monástico

Benito se hallaba en Montecassino, un antiguo centro estratégico ocupado por los romanos, quienes hicieron una villa fortificada sobre una montaña de 500 metros de altura. Aunque se ignoran los detalles, Benito y sus compañeros subieron, se instalaron

13 San Gregorio Magno, Diálogos II (593-594), 3, en García M. Colombás, León M. Sansegundo y Odilon M. Cunill, San Benito: su vida y regla (Madrid: Biblioteca de autores cristianos, 1954), 51.14 Cenobitismo, derivación de dos voces griegas koinós (común) y bios (vida).15 Gregorio Magno, Diálogos II (593-594), 3, en Colombás, Sansegundo y Cunill, San Benito: su vida y regla, 54.

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y fundaron un monasterio muy importante desde donde se extendió la emblemática y conocida Regla monástica.

En el año 540 Benito escribió su famosa Regula monasteriorum (Regla de los monasterios: un manual de disciplina estricto, detallado, conciso, discreto y práctico), en donde se plasmaron sus dones y talentos. Una de las características más distintivas de esta obra es la búsqueda de un equilibrio para la vida de los monjes. De los 73 capítulos, los capítulos 48 al 52 están dedicados a los principios generales del trabajo manual. En su célebre mención ora et labora busca describir a dos polos de la vida monástica: la oración y el trabajo.

Según Colombás, Sansegundo y Cunill, para Benito “la finalidad de la vida monástica no es por cierto el oficio divino, es Dios. Por eso el monje no se limita a una sola actividad o a un solo medio para econtrarle… La oración y el trabajo son como dos polos que equilibran la vida del monje. Y entre estos dos polos, como sosteniéndolos y armonizándolos, introduce un tercer elemento de la máxima importancia: la lectio divina.”16

Pablo A. Deiros: (La regla de San Benito) “reunía toda la tradición monástica anterior, pero insistía sobre la estabilidad y disciplina de los monjes. El monje tenía que prometer vivir en su monasterio. El abad (del siríaco abba, padre), funcionaba como maestro espiritual y cabeza de la comunidad. Era elegido de por vida por los propios monjes, quienes le debían obediencia absoluta si querían ascender la escalera de la humildad, que era la base de todo progreso espiritual. Los monjes benedictinos vivían una vida dedicada a la pobreza, el trabajo, el estudio y la oración.”17

De este modo, Benito introdujo en la vida monástica la norma clásica por excelencia, que en nada haya exceso. Uno de sus principios y preocupaciones más fundamentales, igualmente romano y evangélico fueron: “hágase todo con moderación… Cumple fielmente tu promesa de no instituir nada áspero ni penoso y no olvida en ninguna ocasión su propósito de legislar para principiantes: mensura, moderación y modo.”18

Esta regla daba autoridad de patriarca al abad del monasterio que al mismo tiempo tenía la obligación de consultar con el resto de la comunidad los temas más importantes. Los discípulos de Benito se encargaron de difundir estos principios por toda Europa y durante siglos (hasta la adopción de la regla de San Agustín por los premostratenses en el siglo XII y los domínicos en el siglo XIII). En este sentido, la Regla fue la única ordenanza a seguir por los distintos monasterios que se fueron fundando en Occidente.

2. La formación y educación cristiana en los monasterios

La vida y movimiento monástico constituye eslabón central de los antecedentes históricos de la formación y educación cristiana. Si bien, en sus orígenes la lectura, estudio y enseñanza de la Biblia fueron accesorios, no obstante, las bases sobre las que se asentaron sus ideales se fundamentaban en la materia de enseñanza.

Para poder comprender en profundidad al movimiento monástico, también debemos tomar nota del ángulo pedagógico de sus grandes hombres, como así mismo el

16 Colombás, Sansegundo y Cunill, San Benito: su vida y regla, 562.17 Deiros, Historia del cristianismo: Los primeros 500 años, 1. 218.18 Gregorio Magno, Reglas, 48,9 y 73, 1, 8, en Colombás, Sansegundo y Cunill, San Benito: su vida y regla, 65.

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valor de la enseñanza en su contexto. Entre los recurrentes formativos más distinguidos de las comunidades monásticas fueron: la Biblia, la difusión de la enseñanza y los aportes a las sociedades de su entorno.

La Biblia

Aunque los monjes se retiraban al desierto y mantenían una vocación ascética, contemplativa asociada a otras prácticas con estrictas disciplinas, ante todo la Escritura fue su fuente de toda espiritualidad. Según la opinión de García Colombás, “basta leer con atención cualquier página de la literatura salida de la pluma de los monjes, o que trata de ellos, para ver cómo vivían de la Escritura, cómo su espiritualidad estaba enchida de savia bíblica, cómo procuraban basar su particular modo de vida en general como cada uno de sus aspectos pormenores en los texto y ejemplos tomados de los libros sagrados… La Biblia era el libro del monje. No se cansaban en leerla, de estudiarla, de aprenderla de memoria, de meditarla y recitarla.”19

El énfasis que los monjes hacían en la Escritura puede encontrarse en los dichos y actitudes de muchos de ellos. Juan Crisóstomo insistía que todo cristiano debía leer con frecuencia los libros inspirados. Antonio fue un ejemplo de fidelidad a la Biblia. Efraín veía en la Biblia una fuente y un manjar inagotable de bendiciones. Jerónimo dio a la Biblia un carácter de estudio más científico. Entre sus dichos se puede destacarse una de sus expresiones más vigorosas: “Quien no conoce la Biblia, no conoce a Cristo (ignoratio scripturarum ignorato Christi est).”20 Casiano sostenía que la Escritura es el alimento de la vida monástica, el instrumento imprescindible de la formación del monje a lo largo de todo su itinerario espiritual.21

En sus orígenes, los monjes se caracterizaban por ser anti-intelectuales. Para ellos no se podía poseer un libro. En tiempos de Pacomio y Antonio los monjes que integraban los monasterios eran completamente analfabetos. Se dice que Antonio “estaba tan atento mientras se leía la Escritura, que nada le escapaba, sino que lo retenía todo; de este modo su memoria le servía de libro.”22

En este sentido, la Palabra de Dios debía ocupar el espíritu del monje en todo momento. Era un ejercicio en donde intervenía el hombre entero: el cuerpo, la memoria, la inteligencia y la voluntad. Una vez que se que se poseía el texto bíblico, el monje no daba de repetirlo, masticarlo y concentrar todas sus fuerzas a fin de enraizarlos a su vida. Con esta modalidad Pacomio procuró que sus discípulos aprendieran de memoria al menos el Nuevo Testamento y los Salmos.

Además, la Escritura fue el fundamento de toda la vida y servicio de los monjes cristianos en toda su historia. Existen una enorme cantidad de textos bíblicos que tuvieron una influencia. No se trata de un caso único, sino de una práctica generalizada. Algunos ejemplos, según la práctica de la oración, comunión y armadura espiritual: “Jesús les contó a sus discípulos una parábola para mostrarles que debían orar siempre, sin desanimarse”(Lc. 18.1) y; “oren sin cesar”(1° Tes. 5.17). Según la práctica de vida en comunidad: “Todos los creyentes estaban juntos y tenían todo en común: vendían sus propiedades y posesiones, y compartían sus bienes entre sí según la necesidad de cada uno. No dejaban de reunirse en el templo ni un solo día. De casa en casa partían el pan y compartían la comida con alegría y generosidad, alabando a Dios y disfrutando de la

19 Colombás, El monacato primitivo, 2.75-76.20 Jerónimo, Tractatus, 77, en Ibíd., 2.77.21 Ibíd., 2.78.22 Vita Anonii, 3, en Ibíd., 2.79.

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estimación general del pueblo. Y cada día el Señor añadía al grupo los que iban siendo salvos”(Hech. 2.44-47).

Según la caridad hacia el prójimo:“El amor no se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor”(1 Cor. 13.5). Y la armadura espiritual para protegerse con el enemigo en el desierto: “Pónganse toda la armadura de Dios para que puedan hacer frente a las artimañas del diablo…Tomen el casco de la salvación y la espada de Espíritu, que es la palabra de Dios” (Ef. 6.11, 17).

Casiano: Aun en los mismos cenobios donde vivían diez o doce (monjes), sus ataques eran tan atroces y tan frecuentes sus acometidas bajo apariencias visibles, que no se atrevían a dormir todos al mismo tiempo durante la noche, sino que se turnaban de este modo: mientras unos disfrutaban del sueño, otros velaban y se aplicaban a la salmodia, la oración y la lectura (de la Biblia).23

Por otro lado, también existieron los desbordes. Aunque aparece muy claro que la Biblia y, en especial, el Nuevo Testamento, constituía la única regla monástica auténtica, no obstante debemos hacer una salvedad. Ciertos historiadores, teólogos y eruditos modernos han buscado en el monasticismo ciertas corrientes filosóficas, espirituales y teológicas ajenas al cristianismo. Es verdad. Ciertos apologistas, tratadistas y ascetistas extremos acudieron a la Biblia en búsqueda de fundamentos para sus observancias. Sobre la base de Hebreos 11.37-38 se argumentaban ciertos ideales, doctrinas y prácticas incoherentes al cristianismo: Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados. ¡El mundo no merecía gente así! Anduvieron sin rumbo por desiertos y montañas, por cuevas y cavernas (Heb. 11.37-38).

Sin embargo, más allá de estos desórdenes, estos movimientos fueron verdaderos centros de estudios comunitarios. Muchos de los monasterios también servían como granjas, casa de huéspedes, centros de aprendizaje y hasta como hospitales, siempre bajo las reglas benedictinas.

La difusión de la enseñanza en los monasterios

A principios de la Edad Media la inquietud por la educación cristiana era conservadora y defensiva contra toda herejía. La iglesia de occidente intentó preservar, en educación, los ideales de la paideia griega, basándose en las doctrinas de los padres orientales. Sin embargo, a partir del siglo V, con la progresiva decadencia del imperio romano la educación pasó a ser de segunda mano. Los monasterios fueron los conservadores del conocimiento, las únicas instituciones educativas de Europa occidental. En una época en la que las letras eran muy poco frecuentes los benedictinos desarrollaron, además, un notable esfuerzo para preservar la tradición escrita del mundo latino.

Ya desde muy temprano, con la primera evolución del monacato en Oriente, las diferentes formas de enseñanzas se revistieron en los ideales monásticos. Antonio (251) se ejercitó en los trabajos manuales, la lectura de la Biblia y la oración. Muchos se agrupaban en torno a él para tenerlo como maestro de guía y madurez. Pacomio (c. 292-346) fue otro precursor de la enseñanza, quien con su tacto psicológico y paciencia lograba disciplinar la voluntad de sus monjes. Basilio de Capadocia (c. 330- 376) puede ser distinguido como el teólogo del monacato antiguo.

23 Casiano, Collationes, 7, en Ibíd., 2. 244.

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Garcia Colombás, León Sansegundo y Odilon Cunill: El espíritu filosófico que le impelía a investigar las causas profundas de las cosas, su formación, las doctrinas y las experiencias recogidas en su viaje, le habían preparado admirablemente para estudiar los fundamentos y valorar las modalidades de la vida monacal. Los resultados de sus meditaciones se trasmiten en sus varios escritos, particularmente en sus cincuenta y cinco Reglas generales y trescientas trece Reglas breves… Una de las particularidades de Basilio fue su consideración de la Sagrada Escritura, especialmente el Nuevo Testamento, como verdadera y única regla para los monjes. Al escribir sus propias reglas, no pretendió sino interpretar la Escritura y aplicarla a los casos particulares.24

La obra de Basilio representó una gran evolución de la educación del monasticismo oriental. La práctica integral del Evangelio fue una de sus ideas capitales. Sus monjes eran enseñados a vivir en la obediencia, practicar la oración, la lectura de la Biblia y el trabajo manual. “Basilio, junto a Gregorio de Nassyanzo (330-389) tuvieron como discipulador a una mujer. Estas categoría monástica dio origen al estilo semi – monástico de educación.”25

En Occidente, la primera figura de educación monástica está relacionada con San Martín de Tours (m. 397). Este fue obispo de Tours, pero fundó su monasterio a dos kilómetros de su sede pastoral. “Desde allí sus discípulos afluyeron y fue un modelo de monje que ejerció una influencia profunda, contribuyendo al triunfo del monasticismo en Occidente.”26

Por otro lado, Jerónimo (345 – 419) fue quien influyó en una de las innovaciones más notables en Occidente. Promovió las bibliotecas monásticas, las traducciones bíblicas y fomentaba la copia de manuscritos como deber de los monjes. Como excepción, para este período ya incluía algunas mujeres. “Paula y Autoquia (madre e hija), fueron amigas de Jerónimo. Ambas estudiaron el hebreo y participaron en un monasterio cerca de Belén. Si bien Jerónimo tenía una consideración inferior hacia la mujer (según él, ellas tenían el cerebro descarnado), no obstante estaban incluidas en el sistema de aprendizaje monástico.”27

Agustín de Hipona (354-430), por su parte, tuvo un gran ideal monástico, pero sus múltiples actividades de orador, polemista y escritor no le permitieron reducirse a esta actividad. “Su influencia rebasa los confines de su país y de su tiempo. El éxito de sus escritos fue colosal. Desde el siglo IV hasta nuestros días sus constituciones sirvieron de base para las órdenes y congregaciones religiosas.”28 Además, “se ocupó de la educación de sus maestros, a quienes reconocía una función docente, conciente de la necesidad de disponer de un clero educado.”29 En este sentido, Agustín es el ejemplo más distinguido de un nuevo tipo escolar: la fundación de la escuela episcopal para la formación de eclesiásticos.

24 Colombás, Sansegundo y Cunill, San Benito: su vida y regla, 21-22.25 Justo L. González, Plenaria: de la educación teológica tradicional a una educación teológica contextualizada (Santiago de Chile: ASIT, Consulta Bienal 9 AL 11 de Octubre de 2006), apuntes del autor.26 Colombás, Sansegundo y Cunill, San Benito: su vida y regla, 24.27 González, Plenaria: de la educación teológica tradicional a una educación teológica contextualizada, apuntes del autor.28 Colombás, Sansegundo y Cunill, San Benito: su vida y regla, 27.29 Bowen, Bowen. Los fundamentos de la educación cristiana (1997). En www./es.shvoong.com/humanities/h_history/fundamentos-educación cristiana (12/7/2008).

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Con Benito de Nursia (480-547) el monasticismo occidental trascendió a las épocas siguientes en aspectos positivos. En primer lugar, su personalidad, doctrina y carismas fueron un modelo para la enseñanza de multitudes.

Gregorio Magno: “Los milagros, la doctrina, la santidad de Benito le atraían numerosas vocaciones; su fama de taumaturgo extraordinario y de maestro incomparable se había divulgado muchos kilómetros a la redonda. De la misma Roma nobles varones y aun patricios acudían a su monasterio y le entregaban a sus hijos a fin de que los formara en el servicio divino.”30

En segundo lugar, fue él quien reconoció el valor del trabajo manual entre los monjes. Además, le dio un carácter social a la enseñanza al convertir a los monjes en maestros de aldeanos en el arte de cultivar la tierra. Para ello introdujo nuevas técnicas en diversas artesanías, colaboró en el saneamiento de campos y estableció una tendencia de ayuda a los necesitados.

En síntesis, en los monasterios organizados se fomentaban una mínima alfabetización, al menos para facilitar la participación de los monjes en los oficios del culto. Los restos de escritura copta encontrados muestran que el analfabetismo no era general y se sabe que en los monasterios existían libros. Los ejercicios de copia de libro eran probablemente usados para mantener ocupados a los monjes y preservarlos de fantasías peligrosas.

A pesar de las diferentes crisis de Europa y fuera de ella (la invasión de los bárbaros y la caída de las civilizaciones que llevaron a la crisis de las escuelas urbanas), los monasterios conservaban a los conocimientos cristianos y paganos. Gracias a los monjes (aún equivocados) se conservaban y copiaban las bibliotecas existentes. En el norte de Europa, por siglos, no existió cualquier forma de educación fuera del modelo monástico.

En sus principios, esta modalidad de estudio era minoritaria y no tenía una virtud ministerial. Es decir, tenían una finalidad específica: para los oblatos (niños dedicados a la devoción por los padres), estaban allí por la propia iniciativa paterna. Sin embargo, este sistema paulatinamente cedió lugar para el modelo de preparación teológica.

En la Alta Edad Media (siglo VIII), con el surgimiento carlovignio y con su interés de reformar a la Iglesia se promovió la educación. Para ello se requería de personal idóneo. “En Irlanda y norte de Inglaterra existían monjes que estaban entrenados en el idioma griego y hebreo. Carlomagno los buscó para la educación en general, más allá de los nobles existentes. En este sentido, se fundaron escuelas con un énfasis en las diferentes literaturas clásicas. El problema de esta contribución fueron los problemas existentes entre las deficientes relaciones de los francos y las otras naciones.”31

Nuevamente, los monjes comenzaron a representar el mejor modelo para la formación pastoral de la iglesia medieval. Cada vez más, el centro de la formación ministerial se daba en los monasterios. De allí apareció la diferencia entre los monjes y el sacerdote eclesiástico. Esta diferencia fue sustituida por otro fenómeno en la Edad Media: la formación teológica en las universidades.

A partir del siglo XII la perspectiva de formación teológica comenzó a transformarse en su modalidad. Los monasterios se tradujeron en escuelas catedralicias.

30 Gregorio Magno, Diálogos II (593-594), 3, en Colombás, Sansegundo y Cunill, San Benito: su vida y regla, 54.

31 González, Plenaria: de la educación teológica tradicional a una educación teológica contextualizada, apuntes del autor.

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Un resultado fue Anselmo de Canterbury, quien fue el obispo de esta ciudad luego comenzó a ser un teólogo. Las universidades fundacionales comenzaron como gremios (sindicatos de profesores y estudiantes) y, en su gran mayoría, como instituciones, no tenían el propósito la preparación de ministros o sacerdotes.

Las órdenes religiosas (franciscanos y dominicos) surgieron también en el siglo XIII. El ideal de vida monástica podía optarse por encontrarlo en la vorágine de la ciudad y la vida urbana. No en monasterios sino en conventos donde el testimonio de un modelo de vida cristiana atrae a los habitantes. A cambio del término monje se utilizó el de fraile.

Con Francisco de Asís (1182- 1226) surgió la orden de los franciscanos (su rama femenina se denominaba las clarisas). Esta orden enfatizaba una forma de piedad extrema y su espiritualidad era compleja, ya que tiene muchos caminos. En general, se basa en la alegría, el servicio especialmente a los más pobres, y el amor a Dios, a su creación y a los humanos.

En cuanto a la enseñanza, Francisco no escribió libros, tampoco promovía la lectura de los mismos. Sin embargo su vida y ministerio representaban un modelo singular de enseñanza. Según Leonardo Lehmann , “en vez de dar doctrina, practicaba una predicación exhortativa, esto era, un impulso a la conversión y a vivir una vida evangélica; la mejor manera de ejemplificar esto fue con su estilo de vida aliada a la pobreza. Su manera de predicar era por medio de laudas, o alabanzas, con el objetivo de llamar la atención a los hombres a honrar al Ser Supremo.”32

Con Domingo de Guzmán (1170-1221) surgió la orden de los domínicos u Orden de los Predicadores. Esta orden se extendió por partida doble: la instrucción (al pueblo y a sacerdotes) y la inquisición de la herejía. En primer lugar “Domingo formó un grupo compacto de sacerdotes dedicados a la instrucción del pueblo. Aunque el Concilio de Letrán (1215) no le permitió formar una nueva Orden, tomó la Regla de Agustín y continuó trabajando con los suyos para la instrucción del pueblo.”33

En segundo lugar, “con la aprobación de su nueva Orden (de Predicadores), su labor apostólica con el pueblo tomó un rumbo distinto: atrajo a muchos seguidores e hizo entrada en uno de los campos más fecundos de su actividad futura: las universidades. Aunque esta era una orden mendicante tenía menor rigor en la pobreza que los franciscanos. Su principal énfasis era la ocupación que llegó a identificarse con la inquisición de la herejía.”34

En cuanto a las universidades, los dominicos se volvieron como los formadores en las universidades, especialmente en París. Allí comenzaron con cuatro facultades: artes, teología, medicina y derecho. A medida que transcurrían los años el currículum de la universidad iba en aumento, del mismo modo sus influencias en Europa y en los territorios de conquista posterior.

2. La asistencia social en los monasterios:

Los monjes y su asistencia a los enfermos

Todos los movimientos monásticos, en sus principios, se dedicaban únicamente a las cuestiones de religión, como el recogimiento espiritual y desarrollo personal. Luego, también la atención de enfermos. La vida se desarrollaba alrededor del monasterio, generándose una

32 Leonardo Lehmann, Francisco, Maestro de oración (Guipúzcoa: Editorial Franciscana Arantzazu, 1998), 64-65. 33 Bernardino Llorca, Manual de historia eclesiástica (Barcelona: Editorial Labor, 1960), 367-368.34 Ibíd., 368.

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situación sociocultural y religiosa muy centrípeta. Sin embargo, las diferentes innovaciones e impulsos de reformas condujeron finalmente a un servicio hacia los pobres.

Comenzando por Antonio, quien tuvo como texto básico “el reino de Dios está entre vosotros.” Y esto lo hacía mediante la oración, santificación y entrega de su vida a Dios. Otros monjes ensancharon la idea, diciendo que la meta de la vida espiritual era el reino de Dios, lo que significa pureza de corazón. Para llegar a ser perfecto se debía renunciar al mundo, combatir contra la carne, y trabar combate contra el pecado hasta la muerte; pero la cúspide de la perfección es la oración, la oración sin cesar.

Aunque la vida de contemplación y de comunión se volvió el ideal del monasticismo, muchos de sus seguidores vieron que la vida solitaria hacía posible que el monje desarrollara al mismo tiempo una vida de servicio a su prójimo. En sus reglas, Basilio exigió a los monjes que vivan en una verdadera comunidad; animándolos en el trabajo intelectual, en el cuidado hacia los pobres y enfermos.

Benito de Nursia fomentó el cuidado de los enfermos en los estatutos fundacionales de su orden en el Monasterio de Monte Cassino. Sin embargo, la creencia que la curación de la enfermedad era posible con la oración y mediante la intervención divina desventajaza al estudio de la medicina. Así, la práctica de la sanidad divina se institucionalizó de modo que dominó a la práctica médica durante los siguientes cinco siglos. Las disposiciones terapéuticas de Benito se resumen en tres normas que el proveyó para los monjes enfermos: la designación de un lugar aparte, el uso de baños y la suspensión de la abstinencia mediante un menú de carnes.

El lugar aparte era una “celda (quibus), específica, a fin de evitar los inconvenientes que los enfermos podían acarrear a la vida de la comunidad. Se le destinaba un lugar donde haya todo lo necesario donde podían ser atendidos, y hacerse todas las excepciones de la vida regular que sea menester, de acuerdo con sus enfermedades.”35

El uso de los baño (balnearum): Se les concedía el uso de los baños a los enfermos, siempre que era necesario, sin restricciones. “Los baños eran medios terapéuticos y tenían que ver con un valor higiénico. Las restricciones y cautelas de los baños se exigían a quienes gozaban de buena salud, particularmente a los jóvenes.”36

En cuanto a la suspensión de la abstinencia monacal era otra concesión de los enfermos. La necesidad de reparar las fuerzas perdidas no bastaría con la comida moderada y sencilla de la comunidad, podían volver a la comida sustanciosa, como la carne.

La Santa Regla: Ante todo y sobre todo se debe cuidar de los enfermos, de modo que se les sirva como a Cristo en persona, porque él mismo dijo: Estuve enfermo y me visitasteis; y lo que hicisteis a uno de estos pequeñuelos, a mí me lo hicisteis… Para los hermanos enfermos haya destinado un local aparte y un servidor temeroso de Dios, diligente y solícito. El uso de baños ofrézcase a los enfermos cuantas veces convenga… Concédase asimismo el comer carne a los enfermos muy débiles para que se repongan; pero una vez hayan convalecido, absténganse todos de carnes, según la costumbre en uso.37

Desde esta perspectiva, aunque la orden benedictina tuvo un escaso o nulo conocimiento de la medicina científica. En particular, la cauterización reemplazó el lugar de los procedimientos médicos (específicamente la quirúrgica), y la medicina se

35 Colombás, Sansegundo y Cunill, San Benito: su vida y regla, 516.36 Ibíd.37 Benito de Nursia, Sancta Regula: De infirmis fratribus, (Santa Regla: De los hermanos enfermos),cap. XXXVI, en Ibíd., 516-517.

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simplificó características populares, sin embargo su asistencia e influencia fueron notables en Europa. “La orden benedictina se extendió a través de Europa Occidental y cada monasterio incluía como elementos esenciales un jardín botánico, una biblioteca donde los copistas podían trabajar y una enfermería.”38

Sin embargo, no podemos negar que en entre la vida monástica surgió la atención hospitalaria a los enfermos. Específicamente con el “infirmarium,”las celdas donde se atendían a los monjes enfermos, a la vez se atendían a los enfermos provenientes de otras partes, fuera del monasterio. Para lo último fueron creadas otras celdas. Más de tarde, el infirmarium formó parte del ideal para la creación del hospital para pobres. Era como una dependencia a lado del monasterio, y también la casa para los huéspedes, a quienes también se atendían.

En este sentido, los monjes se convirtieron en enfermeros. Quizás su formación en las bibliotecas de medicina hipocrática no alcanzó el ideal de la medicina que hoy conocemos, no obstante, todos los monasterios tenían su infirmarium y en el se practicaban las cualidades profesionales y morales que se pedía a los enfermeros.

Durante los siglos V y VI, aparecieron las enfermeras monásticas que buscan seguridad y estudio. Era un hospital que se centraba fundamentalmente en dos aspectos: el cuidado o terapeia y la hospitalidad. De allí, el primer hospital creado en occidente se sirvió de esta modalidad. Fue fundado en España para el año 589, por el obispo Mosova. La iglesia fue la primera institución en tomar conciencia de la asistencia sanitaria. La mayoría de estos hospitales fueron urbanos y se les denominaba como: domus dei episcopus o casas hotel, llamadas así porque se construían juntas la casa del obispo, la catedral y el hospital, formando todo ello la casa de Dios.

Desde el siglo IX estos hospitales fueron cada vez más y mejor cualificados en su asistencia. Eran atendidos por las órdenes mendicantes. Sus principios eran: ejercer el ministerio de la caridad y de extender el cristianismo. En España surgieron los Domínicos, además aparecieron otras órdenes como los Antoninos que surgieron en Francia (1095). Se dedicaban a los enfermos de ergotismo (enfermedad producida por el pan de centeno, que provocaba vasoconstricción y convulsiones).

Además de estas modalidades, aparecieron las órdenes seglares, como el grupo de las Beguinas, una de las órdenes más destacadas, que se dedicaba a la atención domiciliaria. Estas realizaban cuidados básicos, tanto en el hospital como en domicilio. Está ordense mantuvo hasta hace pocos años. Otras órdenes seglares que aparecieron fueron: la Hermandad de la vida común y los hermanos Alejianos, dedicados ala atención de infectados por la peste bubónica de 1348.

Los siglos XII y XIII fueron muy importantes, ya que se desarrollan cambios en los hospitales, a los que podemos atribuir cuatro causas: la adaptación de las casas de Dios a otros hospitales de beneficencia, el traslado de la enfermería monástica a los hospitales emergentes, la aparición de los enfermeros pagados por los burgueses y la aparición de hospitales gobernados por el sistema eclesiástico.

Los monjes como asistentes y promotores de la humanidad

Muchas de las raíces sociales de los monjes primitivos se encuentran en las capas rurales y marginales de la sociedad egipcia. Estos fueron los casos de Antonio, Pacomio y otros monjes de Egipto.

A principios del siglo IV, “en Egipto había una clase campesina de pequeños agricultores que, con la creciente carga impositiva, además de la extorsión y la violencia de los militares obligaron a muchos a abandonar sus propiedades y buscar protección en

38 Alejandra Basualdo De Solis Carnicier, Ana María Cremades y Rodolfo Morales (compiladores), Monasterios, medicina y milagros (Santa Fe: U.N.N.E. Área Ciencias Sociales: Historia de la Medicina y la Kinesiología, 2007), material inédito.

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otras regiones y comunidades. En este proceso, estos habitantes corrían el riesgo de perder su independencia y caer en la servidumbre.”39

Fue tan grande la migración de comunidades y pueblos que, “el movimiento monástico egipcio ofrecía una verdadera alternativa a las condiciones adversas en que subsistían los pobres y marginados en la sociedad egipcia.”40 Este fenómeno resultó en diferentes movimientos enormemente populares. Según estimaciones, “en la época de Jerónimo (390), alrededor de cincuenta mil monjes solían congregarse para celebrar la Pascua.”41

Para los investigadores, en términos de transformaciones, el movimiento monástico de estos siglos, “probablemente representa el cambio más importante en la sociedad durante la época inmediatamente posterior a Constantino. Los monjes ofrecieron una nueva forma de religiosidad acompañado de un nuevo estilo de vida. Además, contribuyeron a la creación de comunidades de cristianos comprometidos, fueron las verdaderas minorías proféticas en medio de la cristiandad.”42

Por otra parte, las organizaciones monásticas, también exigían profundas enmiendas. Cada monasterio contenía un número excesivo de monjes. Excesiva era también la libertad otorgada a las mortificaciones particulares, lo cual favorecía las proezas vanidosas y complicaba terriblemente el común régimen alimenticio. Quien tuvo que ver con la siguiente transformación fue Basilio. Este hizo lo mismo que Pacomio, en el sentido de reorganizar las instituciones existentes. Para Basilio el monje es un cristiano integro, es el cristiano autentico, debía practicar la Escritura y la vida comunal. Pues así solamente era el marco adecuado para seguir fielmente la vida cristiana perfecta de amor fraterno, junto con el ascetismo propio del servicio y la humildad, y la penitencia por los pecados.

Las jornadas se dedicaban al trabajo y a la meditación y estaban enmarcadas por plegarias litúrgicas similares a las ordenadas por Pacomio. Sin embargo, los monjes se dedicaban a la agricultura y a otros oficios, pero también había anexo al monasterio un orfelinato, un hospital y talleres para los pobres sin empleo.

Basilio no escribió ninguna regla ni fundó ninguna orden. Sus denominadas reglas no son más que consejos espirituales y comentarios a las Escrituras. Sin embargo, su influencia fue muy grande y duradera. Al separar el individualismo de los monasterios, Basilio dio lugar a una vida comunitaria que encajaba perfectamente con el temperamento de las tierras griegas, y todos los monasterios del Imperio Bizantino y todos los monasterios rusos posteriores le consideraron su patriarca.

Benito de Nursia, en el establecimiento de su orden, practicaba la igualdad de posiciones, privilegios y responsabilidades en la vida comunitaria. Solamente existía una norma especial para los niños. Según Benito, al niño se debía tratar de acuerdo a su desarrollo y formación de la personalidad.

Benito de Nursia: “Los niños pequeños y los adolescentes ocupen en el oratorio y en la mesa sus respectivos lugares con disciplina. Y fuera de allí y en cualquier lugar estén también bajo vigilancia y disciplina hasta que lleguen a la edad de reflexión. Tratar al niño de manera desproporcionada a su desarrollo, tanto si el trato peca por exceso como por defecto, puede ocasionar graves prejuicios en la formación de su personalidad.”43

39 Driver, La fe en la periferia de la historia, 75.40 Ibíd.41 W.C.H. Frend, The Rise of Christianity (Filadelfia: Fortress Press, 1985), 577.42 Driver, La fe en la periferia de la historia, 76-77.43 Benito de Nursia, Sancta Regula: De órdine congregatiónis, (Santa Regla: De los hermanos enfermos),cap. LXIII, en Colombás, Sansegundo y Cunill, San Benito: su vida y regla, 645.

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Otro ejemplo de asistencia y promoción humana fue Francisco de Asís (1181-1226). Una profunda crisis personal le llevó finalmente a dedicarse a la oración, una vida ambulante de solidaridad y servicio hacia los demás. Su primer ejercicio de esta vocación fue “en una visita a Roma, donde fue profundamente conmovido por la condición de los mendigos ante las gradas de San Pedro. Intercambió su vestimenta con uno de ellos y pasó el día en su lugar pidiendo limosnas, sirviendo a los leprosos, ministrando a indigentes y restaurando a las iglesias en ruinas.”44

En medio de una sociedad dividida: de dominio feudal y opresión del mercantilismo, Francisco supo propiciar la paz entre los ricos y los pobres de su contexto. Manifestaba un profundo respeto por todos los seres humanos. Se consideraba un siervo de todos por igual. Si bien, en él predominaba su opción solidaria por los pobres, no obstante “tuvo una palabra de advertencia solemne contra el afán por las ganancias e injusticias de la opresión que acompañaban su estilo de vida materialista.”45

Francisco de Asís: “Mi Señor, si poseyéramos bienes, necesitaríamos las armas para defendernos. Por eso surgen las contiendas y los pleitos, y por esta causa el amor a Dios y a nuestros semejantes se disminuye muchas veces. Por lo tanto, determiné no poseer propiedades terrenales en este mundo.”46

Para comprender la visión monástica de Francisco de Asis debemos tener en cuenta que él vivió en medio de una sociedad que luchaba por salir del dominio feudal opresivo. Al mismo tiempo, los monasterios no estaban exentos de estos extremos. Dos siglos antes que Francisco estuviera promoviendo su orden monástica, la decadencia monástica era muy pronunciada. “Por un lado, muchos monasterios se transformaron en centros generadores de riqueza, lo cual provocó la relajación de las costumbres y la intromisión por parte de los señores feudales. Por otro lado, muchos monasterios eran propiedades del rey o de los señores, los cuales los confiaban a abades laicos, que no se preocupaban por la disciplina, sin por acaparar riquezas.”47

Desde esta perspectiva, la pobreza demandada por Francisco a sus frailes, hacían que se ocuparan de sus labores diarias atendiendo leprosos, empleándose para monasterios, casas particulares y trabajo para granjeros. Pero, para las necesidades cotidianas hacían la colecta de limosna inevitable, lo cual alentaba a hacerlo con alegría por haber elegido el camino de la pobreza. En este espíritu comenzó también la expansión del mensaje evangélico, y para ello los organizó a viajar de dos en dos.48

Los monjes como agentes de evangelización y reforma en Occidente

En sus orígenes, el monasticismo occidental fue una empresa que no fue fundada para ser una plataforma de misión cristiana. Mucho menos, los monjes no tuvieron ningún deseo de involucrarse en la sociedad de su contexto. De lo contrario, “consideraban a la sociedad como algo corrupto y moribundo, que sólo se conservaba unida por la tenacidad de su costumbre. Mas bien, las sociedades padecían una lenta fiebre que lo consumía, pero todavía tenía fuerzas para seducir y depravar.”49

44 Driver, La fe en la periferia de la historia, 108-109.45 Ibíd., 110.46 Ray C. Petry, Francis of Assisi: Apostol of Poverty (Nueva York: AMS., 1964), 62.47 Pablo A. Deiros, Historia del cristianismo: los mil años de incertidumbre (Buenos

Aires: Ediciones del Centro, 2006), 2.116.48 Omer Englebert, St. Francis of Assisi, A Biography (Cincinnati: Servant Books, 1979), 49-51.

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Sin embargo, a la luz de la historia el resultado de los esfuerzos monásticos parece indicar que esto no fue así. La mayoría de los historiadores concuerdan que los monasterios fueron los agentes primarios de la misión en la Edad Media; además, “fueron como instrumentos principales en el proceso de reformar a la sociedad europea.”50

Existen diferentes maneras para expresar que el monasticismo medieval dejó sus huellas profundas y duraderas para las diversas transformaciones del mundo: En primer lugar, por varios siglos los monasterios fueron, no solamente centros de la cultura y civilización, sino también de la misión cristiana. Después del emperador Constantino (siglo IV), la población en general tenía una alta estima por los monjes. “Se los veía como la expresión de la vida cristiana pura y como los que vigilaban los muros de la ciudad repeliendo los ataques de sus enemigos espirituales.”51

En segundo lugar, el estilo de vida de los monjes llamaba la atención a las sociedades de entorno. Específicamente la conducta disciplinada y labor inspiraban a los campesinos pobres y abandonados hacia una restauración agrícola en Europa.

John H. Newman: “Los monjes sí eran pobres y trabajaban duro; araban, cercaban, drenaban ciénagas, limpiaban bosques, realizaban trabajos de carpintería, hacían techos de paja, construían carreteras y puentes. Encontraron pantano, páramo, matorral o piedra e hicieron un Edén en el desierto.”52

En tercer lugar, como se describió arriba, los monasterios eran centros de cultura y educación. Aún en épocas de inseguridad y barbarie, los grandes complejos monásticos eran los lugares donde se escribieron y se resguardaron gran parte del aprendizaje de la tradición antigua.

Por último, otra impresión del movimiento monástico fue su perseverancia, paciencia, constancia, fuerza y empeño en la construcción de una sociedad mejor. A pesar de su carácter indefenso, frente a las diferentes invasiones que inundaban a toda Europa (bárbaros, hunos, musulmanes, tártaros, sajones y otros) el monasticismo tenía una capacidad de resistencia y de recuperación sorprendente.

John H. Newman: “Podían quemar a noventa y nueve de cada cien monasterios y espantar o matar a los monjes, pero los monasterios podían ser reconstruidos con un solo sobreviviente, y los sitios desolados eran repoblados nuevamente con contingentes de monjes que tomaban nuevamente al monasterio y seguían las mismas reglas, cantando la misma liturgia, leyendo los mismos libros y sosteniendo los mismos principios.”53

En este sentido, estas impresiones parecen sobrepasar la idea de una misión. Como lo dice David Bosch, “un trabajo de tales magnitudes parece tener poco que ver con la misión; sin embargo, tiene mucho que ver, y de manera muy profunda. La vida y el ministerio de los monasterios benedictinos, si uno los mira más de cerca, eran misioneros hasta la raíz”54 Además de los benedictinos existían otras comunidades. Las serias, durante los siglos VI y VII, fueron las que provenían de Irlanda y Escocia. A

49 David J. Bosch, Misión en trnsformación: Cambios de paradigma en la teología de la misión (Grand Rapids: Libros Desafío, 2000), 289.50 Ibíd, 289-290.51 Christopher Dawson, Religion and Rise of Western Culture (Londres: Sheed & Ward, 1950), 48.52 John Henry Newman, Historical Sketches (Westminster: Christian Classics Inc., 1970), 2. 398.53 Newman, Historical Sketches, 2. 410.54 Bosch, Misión en transformación, 294.

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diferencia de los benedictinos, quienes se mantenían por debajo del papado de Roma, los celtas no se interesaban en la iglesia organizada. Fueron habilidosos predicadores y evangelistas.

Gerhard Rosenkranz: Para los monjes celtas la predicación y la misión eran accesorios espontáneos que acompañaban sus andanzas penitenciales de la casa. Sin embargo, los anglosajones, se caracterizaban por su peregrinación, ya que la misma constituía la misión…De predicadores e itinerantes, los irlandeses se convirtieron en misioneros; los anglosajones, sin embargo, evolucionaron de misioneros a organizadores de iglesias.”55

En Irlanda la influencia destacada se atribuye a Patricio (¿??), un aristócrata Bretón quien ministró en esta región entre los años 432 y el 446 tras haber sido capturado por unos piratas escotos. En sus peregrinajes los monjes irlandeses no solamente evangelizaron a las sociedades tribales no cristianizadas, sino que marcaron una tendencia diferente al cristianismo en el continente. Su vestimenta, la celebración de algunas fechas cristianas en su calendario, la fundación de monasterios y por ende la evangelización posterior.

Otro destacado de Irlanda fue San Columbano el joven. Vivió entre 540 y el 615. En su vida abandonó su tierra natal e inició una labor de evangelización a través del continente europeo: del Rhin y los Alpes. En el noroeste francés fundó un monasterio y el Italia otro, el de Bobbio.

En Escocia el iniciador de un monasticimo voluntario fue San Columba. Este vivió entre los años 521 y 597 y es denominado como el “apóstol de Escocia occidental.” En su ministerio fundó varios monasterios y desde la isla de Iona envió misioneros a muchas regiones.

Si bien, todas los monasterios tenían sus tradiciones y organizaciones. En muchas formas y medidas la influencia que se produjo en la cultura occidental fue profunda. Hombres de la talla Agustín (el obispo de Canterbury), Willilbrordo (658-739), conocido como el “apóstol de los Países Bajos;” Bonifacio (679-755), conocido como el “apóstol de Alemania;” Cirilo y Metodio como “apóstoles entre los eslavos” (863) y otros que no se mencionan jugaron un rol predominante en la misión. Específicamente con la conversión de los germanos y más tarde los eslavos al cristianismo occidental le tocó una de sus tareas históricas más grandes: como potencia cultural dirigente, como educadora de moralidad, cultura y religión.

Mientras en los siglos anteriores la comunidad cristiana era una minoría, antes del siglo X ya la Iglesia comenzaba a ejercer su máxima influencia. De allí se notaron los primeros indicios de disolución en esta cultura netamente eclesiástica; paulatinamente las ramas aisladas de cultura comenzaron a substraerse a la dominación absoluta de la Iglesia.

Bibliografía

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Basualdo De Solis Carnicier, Alejandra; Cremades, Ana María y Morales, Rodolfo

55 Gerhard Rosenkranz, Die christliche Misión: Geschichte und Theologie (Munich: Kaiser Verlag, 1977), 102, 103. En Ibíd., 294-295.

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