El modernismo y la Generación del 98

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IES JOAN MIRÓ 4º ESO LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA El Modernismo y la Generación del 98 El final del siglo XIX se caracteriza por ser una época de cambios abierta a unos nuevos ideales. Estos ideales se apoyaban en unas doctrinas filosóficas dominadas por el irracionalismo: la angustia de Kierkegaard, el dolor de Schopenhauer, el vitalismo de Nietzsche. A comienzos ya del siglo XX, paralelamente a los decisivos acontecimientos políticos, se produjo una profunda transformación de la sociedad. Centrándonos en España, la situación política y social va a ser decisiva, ya que se reflejará en el pesimismo por la pérdida de las últimas colonias americanas en 1898 y por la gravedad de la situación social y económica del país. Antes de comenzar a desarrollar el tema debemos aclarar que estamos ante dos movimientos diferentes. En realidad, como explica Pedro Salinas, Modernismo y la Generación del 98 nacen de una misma actitud de insatisfacción y deseo de cambio, pero si el Modernismo se caracteriza por su esteticismo y cosmopolitismo, el 98 buscó conmover la conciencia nacional, por eso se centró en España. Y, efectivamente, el Modernismo es el fiel reflejo del ansia de renovación artística, que bebió de dos corrientes francesas: el Parnasianismo, que se centraba en la forma; y el Simbolismo, que focalizaba el contenido a través de un lenguaje subjetivo, y cuyos representantes fueron, entre otros, Mallarmé o Verlaine. Para expresar la disconformidad con el mundo burgués dominante, buscaron la evasión del tiempo y el espacio. El exotismo, la presencia de lugares remotos, el gusto por lo oriental y el mundo grecolatino serán, pues, característicos del Modernismo. En el lenguaje llevaron a cabo una renovación formal que se caracterizó por el empleo de metros variados, la utilización de símbolos como el cisne, el pavo real, las hadas, y de un cromatismo sensorial único a través de las sinestesias. El máximo representante fue Rubén Darío, síntesis del Modernismo en Hispanoamérica, que abre el movimiento con Azul (1888), obra llena de imágenes y adjetivos sorprendentes. A través de Prosas Profanas (1896) se acentúa el carácter modernista con más innovaciones métricas y verbales. Con esta obra, el Modernismo se consolida en España. Concluimos con su obra final, Cantos de vida y esperanza (1905), en la que se va alejando de las sonoridades e imágenes modernistas, para tomar partido por la causa española tras el Desastre. Cerramos el Modernismo con tres autores españoles. Por un lado, los hermanos Machado. El Modernismo de Antonio se vio influenciado por su vida personal y el Simbolismo francés. Su obra se llena de símbolos como la tarde, el sueño o el agua, recurrentes en Soledades, galerías y otros poemas (1907), o en Campos de Castilla (1912), más centrada en la decadencia de España y en sus habitantes. Con esta última, Antonio es ya plenamente un hombre del 98. Su hermano Manuel destaca por Alma (1901), en el que aparecen paisajes exóticos y la presencia del

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El Modernismo y la Generación del 98

El final del siglo XIX se caracteriza por ser una época de cambios abierta a unos nuevos ideales. Estos ideales se apoyaban en unas doctrinas filosóficas dominadas por el irracionalismo: la angustia de Kierkegaard, el dolor de Schopenhauer, el vitalismo de Nietzsche. A comienzos ya del siglo XX, paralelamente a los decisivos acontecimientos políticos, se produjo una profunda transformación de la sociedad. Centrándonos en España, la situación política y social va a ser decisiva, ya que se reflejará en el pesimismo por la pérdida de las últimas colonias americanas en 1898 y por la gravedad de la situación social y económica del país.

Antes de comenzar a desarrollar el tema debemos aclarar que estamos ante dos movimientos diferentes. En realidad, como explica Pedro Salinas, Modernismo y la Generación del 98 nacen de una misma actitud de insatisfacción y deseo de cambio, pero si el Modernismo se caracteriza por su esteticismo y cosmopolitismo, el 98 buscó conmover la conciencia nacional, por eso se centró en España.

Y, efectivamente, el Modernismo es el fiel reflejo del ansia de renovación artística, que bebió de dos corrientes francesas: el Parnasianismo, que se centraba en la forma; y el Simbolismo, que focalizaba el contenido a través de un lenguaje subjetivo, y cuyos representantes fueron, entre otros, Mallarmé o Verlaine.

Para expresar la disconformidad con el mundo burgués dominante, buscaron la evasión del tiempo y el espacio. El exotismo, la presencia de lugares remotos, el gusto por lo oriental y el mundo grecolatino serán, pues, característicos del Modernismo. En el lenguaje llevaron a cabo una renovación formal que se caracterizó por el empleo de metros variados, la utilización de símbolos como el cisne, el pavo real, las hadas, y de un cromatismo sensorial único a través de las sinestesias.

El máximo representante fue Rubén Darío, síntesis del Modernismo en Hispanoamérica, que abre el movimiento con Azul (1888), obra llena de imágenes y adjetivos sorprendentes. A través de Prosas Profanas (1896) se acentúa el carácter modernista con más innovaciones métricas y verbales. Con esta obra, el Modernismo se consolida en España. Concluimos con su obra final, Cantos de vida y esperanza (1905), en la que se va alejando de las sonoridades e imágenes modernistas, para tomar partido por la causa española tras el Desastre.

Cerramos el Modernismo con tres autores españoles. Por un lado, los hermanos Machado. El Modernismo de Antonio se vio influenciado por su vida personal y el Simbolismo francés. Su obra se llena de símbolos como la tarde, el sueño o el agua, recurrentes en Soledades, galerías y otros poemas (1907), o en Campos de Castilla (1912), más centrada en la decadencia de España y en sus habitantes. Con esta última, Antonio es ya plenamente un hombre del 98. Su hermano Manuel destaca por Alma (1901), en el que aparecen paisajes exóticos y la presencia del erotismo, ambas características propias del Modernismo. Para concluir, no debemos olvidar a Juan Ramón Jiménez, que pasará por distintas etapas, pero cuyos primeros libros acusarán tanto la influencia del Modernismo como del Simbolismo francés: Ninfeas, Almas de violeta, Jardines lejanos.

Paralelo a este movimiento, pero con un marcado tinte nacional, nace la Generación del 98, nombre que se le acuña haciendo referencia al año en el que España perdía definitivamente su antiguo esplendor imperial, entregando a EEUU sus últimas colonias. A sus autores les unen muchos rasgos, pero sobre todo los une la preocupación por su país. La mayoría de los escritores finiseculares buscaron regenerar el país y utilizaron el ensayo para conmover las conciencias. Fueron los regeneracionistas: Joaquín Costa, Ángel Ganivet, Ramiro de Maeztu, Miguel de Unamuno, Azorín.

En el terreno literario, comenzamos con Pío Baroja, quien defendía que en la novela cabía todo: reflexión filosófica, psicológica, crítica, y por ello escribió numerosas obras en las que

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los personajes serán inadaptados y fracasados. El autor, gracias a su manejo de la descripción y del diálogo, nos envuelve en un ambiente de abulia y desesperación sin solución. Fiel reflejo de esta cualidad son obras como Camino a la perfección o El árbol de la ciencia o la trilogía La lucha por la vida.

Un nuevo concepto de novela aparece con Unamuno (que defendió el término intrahistoria, el la historia del pueblo silencioso, aquel que no se menciona en los libros): la nivola, cuya definición viene dada en su obra Niebla. A Unamuno le atormentaba el tema religioso, el existencialismo y la pérdida de la fe, temas principales en San Manuel Bueno, mártir. Pero no solo destacó en su faceta novelística, sino también en la ensayística, con obras como Del sentimiento trágico de la vida o La agonía del cristianismo, entre otras, a través de las cuales dejará fluir su pensamiento y sus preocupaciones regeneracionistas.

No debemos olvidar a Azorín, el maestro de la impresión, de captar el momento, que en obras como La voluntad o Antonio Azorín dejará ver su faceta descriptiva impresionista, que se reflejará de igual forma en sus ensayos Castilla o La ruta de don Quijote.

Cerramos el tema con un autor que transita entre el Modernismo y la Generación del 98: Valle-Inclán. Fue él quien cierra el 98 con su estética deformadora del esperpento, a través de la cual supo reflejar la deformación de la propia España. Si bien empezó cultivando el Modernismo en obras como las Sonatas, lo más característico de su producción está escrito bajo esa estética deformadora del esperpento, donde destacan la novela Tirano Banderas, el drama Luces de bohemia y la trilogía dramática Martes de Carnaval.