El Modelo Neoliberal y los 40 Ladrones

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1 El modelo neoliberal y los 40 ladrones Luis CASADO – Francia – Mayo 2002

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Vilfredo Pareto, sucesor de Walras en la cátedra de economía de Lausana, hizo siempre el elogio de la estafa y de la corrupción como auténticos fenómenos del mercado. En efecto, suele ocurrir que algunos economistas liberales aprecien un cierto grado de franqueza, y no teman exponer el fondo de su pensamiento.

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El modelo neoliberal

y los 40 ladrones

Luis CASADO – Francia – Mayo 2002

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“Si robas 10.000, quiere decir que vales

cien veces más que aquel que gana 100

honestamente”. (Vilfredo Pareto, teórico del liberalismo).

Vilfredo Pareto, sucesor de Walras en la cátedra de economía de Lausana, hizo siempre el elogio de la estafa y de la corrupción como auténticos fenómenos del mercado. En efecto, suele ocurrir que algunos economistas liberales aprecien un cierto grado de franqueza, y no teman exponer el fondo de su pensamiento. Hace algunas semanas nos referíamos a un economista liberal francés, el Sr. Godet, que en un artículo publicado por el diario parisino “Libération” intentaba vendernos la pomada de la ley de la oferta y la demanda, y la del empleo cuyo nivel depende, según el Sr. Godet, del nivel de remuneración. Godet decía: "Mientras más barato es el costo global del trabajo, más empleo ofrecen los

patrones, mientras más caro es el trabajo, más se automatiza, se subcontrata o se

deslocaliza". Así de simple, como la ley de la oferta y la demanda. Según la cual el desempleo no existe. En efecto, si bajas suficientemente las remuneraciones, llegará el momento en que todo vendedor de su fuerza de trabajo encontrará un patrón dispuesto a pagarle el puñado de arroz que reclama. Las subvenciones estatales para crear empleo parten de ese postulado: que el precio del trabajo es muy caro. Por eso lo subvencionan. Un economista liberal chileno decía hace un par de meses: “el fracaso de los planes de

empleo subvencionado se debe a que a esos trabajadores se les paga demasiado” (sic). Y agregaba que “a los empleos subvencionados no sólo hay que disminuirles la remuneración

sino además dedicarlos a actividades que requieran presencia y esfuerzo físico”.

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Del mismo modo el Sr. Godet no pudo frenar su franqueza -o sus contradicciones, vaya uno a saber-, y terminó por confesar: "En efecto, las empresas no están ahí para crear empleo, sino

riquezas". En el debate económico actual existen un sinnúmero de postulados aceptados por casi todo el mundo sin el menor esfuerzo crítico. La pretendida “modernidad” en la conducción económica de las naciones, o en la gestión de la estructura productiva, o en el manejo de los mercados financieros, reposa sobre una retahíla de postulados cuyo pretendido carácter axiomático no admite cuestionamiento alguno. Poco importa que dichas verdades absolutas tengan mucho más de tautología y de sofisma que de axioma: una vez entregados al vulgo como palabra de origen divino no conviene ponerlos en duda. Intentaremos exponer algunas de ellas en las páginas siguientes, haciendo un breve análisis crítico de cada “pomada” gracias a la ayuda inestimable de Bernard Maris, Philippe Labarde, Joseph Stiglitz, Jeremy Rifkin, Friedrich Engels, Tomas Piketty y otros autores. Y si Ud. amigo lector, como yo, no sabe nada de economía, no importa. Recuerde la “Ley de la oferta y la demanda”: si los precios aumentan la oferta aumenta, si los precios aumentan la demanda disminuye. Y viceversa. A eso se resume toda la ciencia económica liberal.

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Libertad del mercado

La ideología que defiende la libertad del mercado es un modelo atribuido a Adam Smith, que afirma que las fuerzas del mercado -o dicho en otras palabras, la motivación por el beneficio- guían la economía hacia la eficacia “como una mano invisible”. Es decir que la eficacia del mercado reposa en su propia libertad. Que no se nos ocurra regular ni intervenir para nada. El mercado libre es eficaz. Gracias a una “mano invisible”. Punto. Expresado en lenguaje de economista liberal esta teoría pretende que “del egoísmo de cada

cual nace el bienestar de todos”. Años después, el mentado Walras expuso su teoría general del equilibrio. Walras pensaba que los mercados (todos los mercados: de tomates, de melones, del petróleo, del trabajo, de empanadas) actuando simultáneamente, conducen a un equilibrio. Una armonía general. Una paz social en la que todo el mundo está muy bien y muy de acuerdo. Y postuló al Premio Nóbel de la Paz en nombre de su teoría1. Pero Walras nunca pudo demostrar su teoría. Nunca logró demostrar que los mercados conducen a un equilibrio, ni que los mercados distribuyen la riqueza del modo más adecuado. Ni siquiera que la economía de mercado es “la más eficaz”. De ahí que uno tras otro, multitudes de economistas intentaran, sin lograrlo, demostrar que los mercados, la ley de la oferta y la demanda, la “mano invisible”, conducen “naturalmente” al equilibrio. Al mejor de los equilibrios. Hasta que Sonnenschein2 invirtió el problema y demostró que era imposible definir una “ley

de la oferta y la demanda” correcta, que conduzca a un equilibrio único. E incluso demostró que el equilibrio podría resultar de una ley de la oferta y la demanda totalmente aberrante.

1 Bernard Maris:”Carta abierta a los gurús de la economía que creen que somos imbéciles”.

2 El teorema de Sonnenschein, establecido entre 1972 y 1974 en una serie de artículos por Hugo F.

Sonnenschein, Rolf Ricardo Mantel y Gérard Debreu (de donde resulta que también le llamen el teorema de Sonnenschein-Mantel-Debreu), muestra que les funciones de demanda y de oferta de la Teoría del Equilibrio General (TEG) pueden tener una forma cualquiera, lo que refuta el resultado de la unicidad y de la estabilidad del equilibrio general.

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Conclusión: el sistema de Walras no es ni armonioso ni estable. Es totalmente catastrófico. Explosivo o implosivo. Si existe un equilibrio (Gérard Debreu demostró que puede existir, gracias al Teorema del Punto Fijo de Broüwer3) a menos de caer encima por azar no se lo encuentra. Y si por azar se lo encuentra... el equilibrio se aleja. Si las palabras “mercado” y “ley de la oferta y la demanda” tienen algún sentido, significan aberraciones, desequilibrio, indeterminación, destrucción, desorden. Burdel. El mercado es un vasto burdel. Hace más de veinte años que se sabe que el modelo basado en la competencia está en una impasse total y que no saldrá jamás de ella. Ningún economista digno de ese nombre puede pretender que el modelo del equilibrio general no esté definitivamente muerto y enterrado. Por si quedase alguna duda, unos cuantos teoremas echaron un par de paladas de tierra encima. Lo que Bernard Maris llama teoremas de imposibilidad: el de Sonnenschein por supuesto. Pero también el teorema de Arrow4 que demuestra la imposibilidad de construir una función de utilidad colectiva que respete las preferencias individuales. Y el teorema de Lipsey-Lancaster5 y el de Nash6.

3 En matemáticas, el teorema del punto fijo de Broüwer es un resultado de topología. Hace parte de la gran familia de los teoremas de punto fijo que enuncian que si una función continua f verifica ciertas propiedades, entonces existe un punto x0 tal que f(x0) = x0. Broüwer habría agregado: “Puedo formular este magnífico resultado de otro modo. Tomo una hoja horizontal, otra hoja idéntica que arrugo y que vuelvo después de estirarla vuelvo a ubicar sobre la primera. Un punto de la hoja arrugada está en el mismo lugar que sobre la otra hoja”. 4 El teorema de imposibilidad de Arrow, también llamado “paradoja de Arrow”, es una confirmación matemática, en ciertas condiciones precisas, de la paradoja constatada por Condorcet según el cual no existe una función de elección colectiva indiscutible, que permita la traducción de preferencias individuales en preferencias sociales. Para Condorcet no existe un sistema simple que asegure esta coherencia. Arrow demuestra, bajo reserva de aceptación de sus hipótesis, que no existe absolutamente ningún sistema que asegure la coherencia, fuera de aquel en que la función de elección colectiva coincide con la elección de un único individuo, llamado dictador, independientemente del resto de la población. 5 La paradoja de Lipsey-Lancaster (1956), o lo absurdo de una política económica liberal: ¿la libre competencia puede llevar a la eficacia? “Si se toca a un aspecto contrario a la libre competencia de una economía, uno se

encuentra en una situación peor que la situación de partida. Dicho de otro modo, no se puede ir paso a paso

hacia la libre competencia porque la libre competencia es un todo”. Si de tres monopolios se suprime uno, ¿la situación es mejor? No, la situación es peor. “Un mecanismo de mercado no podrá jamás mejorar el

funcionamiento del mercado”. El teorema del “second best” de Lipsey-Lancaster demuestra que la política prima por sobre la economía.

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El primero (Lipsey-Lancaster) demuestra que la competencia es un todo (o todo es competencia perfecta, o nada lo es), y el segundo (Nash) prueba que el mercado no puede conducir al mejor equilibrio. En otras palabras, el equilibrio del mercado es la peor de las soluciones. Pregunta: ¿por qué hay que ir hacia un sistema de libre competencia? Respuesta: “Porque el sistema de libre mercado produce mejor, el máximo de riqueza y la

distribuye, para condiciones históricas determinadas, del mejor modo”. En ese caso se dice que hay “optimación en el sentido de Pareto”. El “optimo de Pareto” dice que un equilibrio de mercado no permite aumentar el bienestar de un agente sin disminuir el bienestar de otro. Curiosamente, una sociedad en la cual unos pocos poseen todo, y la inmensa masa no posee nada es un “optimo de Pareto” porque cumple la condición precedente. He ahí porqué la teoría de Walras tuvo tan gran éxito y lo tiene aun entre los economistas ciegos (en el sentido económico desde luego). Lo alucinante es que cualquier economista curioso sabe que el equilibrio en un sistema de libre mercado es una quimera, que la competencia tiene virtudes explosivas, destructoras, y además, que si hay equilibrio ¡es el peor! Hace más de veinte años que los economistas saben eso. No obstante, los hay que continúan vendiendo la pomada del libre mercado, el cuento de la “mano invisible”, el teorema del equilibrio de Walras... Para convencerse basta con mirar en derredor.

6 John Nash definió una situación de interacción como estable cuando ningún agente tiene ningún interés en cambiar de estrategia. La formalización de de esta simple constatación fue esencial para la Teoría de los Juegos. Ejemplo: dos jugadores eligen simultáneamente un número comprendido entre 0 y 10. El jugador que anunció el número más pequeño gana esa cantidad, mientras el otro jugador gana lo mismo menos dos unidades. En caso de igualdad, los dos jugadores pierden dos unidades. El único equilibrio de Nash en este juego es cuando los dos jugadores eligen cero. En todos los otros pares de estrategias, el jugador que elige un número mayor o igual, puede mejorar sus ganancias eligiendo un número más pequeño.

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Racionalidad de los mercados

Otro cuento chino es el de la pretendida racionalidad de los mercados. Aun cuando Herbert Alexander Simon (premio Nobel de Economía 19787) y Maurice Allais (premio Nobel 1988) ya lo enviaron al basurero de la casuística8. En economía los agentes son racionales si “maximizan sus objetivos, sus resultados para un

presupuesto dado”, o si “sus decisiones son transitivas”. Ahora bien, estos dos axiomas son falsos si se introduce la incertidumbre en el momento de la decisión. Una paradoja célebre, la paradoja de Allais9, demuestra que los agentes son irracionales desde que se introduce el riesgo en sus perspectivas de ganancia. Ahora bien, el riesgo es la esencia de la vida económica. Sin riesgo, sin incertidumbre, la vida económica se detiene. Si todo el mundo sabe todo sobre todo nadie hace nada (lo que no le impide a los economistas liberales vender la pomada de la transparencia de los mercados). No obstante, a pesar de Allais, algunos economistas continúan razonando como si el futuro fuese algo cierto, como si no hubiese elementos de incertidumbre. Entre ellos George J. Stigler (premio Nobel 1982) al que Allais le aplicó la prueba de la paradoja. Stigler tuvo por cierto un comportamiento irracional, y en medio de lo que estimó una vejación se justificó diciendo: “Bueno, no es la ciencia económica la que está errada. Es la

realidad”. Para los integristas de este tipo basta con que la realidad se adapte a la ciencia y los hombres a los dogmas. 7 En realidad el premio Nobel de economía no existe. Se trata de un premio instituido por un banco sueco en honor a Alfred Nobel: el Sverige Riskbank Prize. 8 Bernard Maris. Op. cit.

9 Maurice Allais, economista francés. La más célebre intervención de Allais es su paradoja, puesta en evidencia en una conferencia de la American Economic Society efectuada en New York en 1953, y en diversos artículos publicados en los años 1950. Esta paradoja refuta la noción de “utilidad esperada” que forjó John Von Neumann. La teoría de la utilidad esperada se apoya en una serie de axiomas relativos a la actitud de un individuo racional que debe tomar decisiones en una situación riesgosa. Allais demostró, por medio de la experimentación, que uno de esos axiomas era frecuentemente violado pos los individuos sometidos a la prueba: el axioma de independencia.

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El inspirador del neoliberalismo a la chilena, Milton Friedman (premio Nobel 1976) es otro chistosito del mismo tipo. En peor. En un artículo titulado “The Methodology of Positive Economics” (1953) avanzó la tesis que una teoría no debía ser probada por el realismo de sus hipótesis sino por el realismo de sus consecuencias. En otras palabras poco importa plantear la tesis de que la Tierra es plana, mientras esa tesis nos permita andar en bicicleta. E incluso decir que la Tierra es hueca como un plato sopero si sentimos que la bicicleta toma una pendiente descendente. Muy racional. Por su parte Robert Lucas (premio Nobel 1996) desarrolló el concepto de hiper racionalidad de los agentes económicos. A través de las “anticipaciones racionales” los agentes económicos no sólo ven todo, incluido el futuro, sino también el funcionamiento de la economía en su conjunto y las incidencias de las políticas económicas sobre la economía. El concepto de hiper racionalidad destruye por avance toda intervención pública. La paradoja de Lucas plantea que “si una decisión política influencia las decisiones de los

agentes económicos, entonces, por definición, toda política económica es imposible, puesto

que no puede tomarse una decisión política independientemente de sus incidencias”. Lo que lleva a concluir que si Lucas, diga lo que diga no sirve para nada, tampoco sirve para nada que lo diga10. Muy racional. John Maynard Keynes no hubiese compartido el concepto de hiper racionalidad de Lucas. Ese Keynes que decía del futuro “de mañana, no sabemos nada” y “a medio plazo...

estaremos todos muertos”. 10 Bernard Maris. Op. cit.

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Independencia del Banco Central El llamado consenso de Washington impuso para todo el orbe una serie de dogmas cuya utilidad nunca ha sido demostrada. Entre ellas la de la necesaria independencia del Banco Central, o para ser más exactos de los Bancos Centrales. Independencia del poder político se entiende. Porque independiente de las presiones del FMI... mejor ni hablar. Joseph Stiglitz (premio Nobel de Economía 2001) no está muy de acuerdo cuando dice: “Creer posible la separación de la economía de la política, y en un sentido más general de la

sociedad, es en sí una prueba de estrechez de miras”. No obstante, como fiel instrumento del consenso de Washington el FMI comenzó a imponer tal medida a diestra y siniestra. Incluso la Unión Europea se dotó del BCE (Banco Central Europeo), cuyos burócratas han hecho de su independencia no el medio de realizar su misión sino un fin en sí misma. Joseph Stiglitz nos cuenta en su libro “Globalization and Its Discontents”: “En el caso de Corea, por ejemplo, los acuerdos de préstamo estipulaban que los estatutos

del Banco Central serían modificados para hacerlo independiente del proceso político, aun

cuando no hayan pruebas de que los países que tienen bancos centrales independientes

conozcan un crecimiento más rápido”. Y más adelante agrega: “Muchos piensan que el BCE -independiente- agravó grandemente la recesión económica de

Europa en el año 2001 porque reaccionó como un niño testarudo ante las normales

inquietudes políticas que inspiraba el aumento del desempleo”. En efecto, con el único fin de demostrar su independencia el BCE rehusó bajar las tasas de interés para facilitar la reactivación de la economía. El problema surge en parte del mandato -los estatutos- del BCE que le imponen concentrarse en el problema de la inflación. Stiglitz precisa que “el FMI ha preconizado la adopción de este tipo de mandato en todo el

mundo aun cuando puede ahogar el crecimiento y agravar las recesiones”.

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Curiosamente, la Federal Reserve (conocida como FED), el banco central de los USA, tiene un mandato algo diferente que le obliga a preocuparse no sólo de la inflación sino también del empleo y del crecimiento. Por su parte el Banco Central de Chile, objeto de algunas críticas por su comportamiento en medio de la crisis económica que se inició hace un par de años, tiene como mandato lo que define el Título I de sus Estatutos.

“Título I

Naturaleza, Objeto, Capital y Domicilio

Artículo 3°: El Banco tendrá por objeto velar por la estabilidad de la moneda y el normal

funcionamiento de los pagos internos y externos”. De empleo, de crecimiento... nada. Leyendo los Estatutos del Banco Central de Chile uno va de curiosidad en curiosidad. El Artículo 2° del Título I precisa lo siguiente: “El Banco, en el ejercicio de sus funciones y atribuciones, se regirá exclusivamente por las

normas de esta ley orgánica y no le serán aplicables, para ningún efecto legal, las

disposiciones generales o especiales, que se dicten para el sector público. Subsidiariamente y

dentro de su competencia, se regirá por las normas del sector privado”. Sorpresa. Por lo menos para mi es una sorpresa. El Banco Central se rige por las disposiciones del sector privado. Me desayuno: el Banco Central de Chile se rige como un banco privado11. Y como el Banco Central tiene entre sus funciones las de “fijar” o “dictar” las normas por las cuales se rigen los bancos privados... ¡quiere decir que el Banco Central se fija a sí mismo sus propias reglas! Y además es irresponsable. En el sentido de que no le rinde cuentas a nadie. Ni al parlamento, que debiese ser la máxima expresión de la soberanía nacional. El Párrafo Cuarto: De la regulación del Sistema Financiero y del Mercado de Capitales, estipula en el párrafo 4 del Artículo 35 que el Banco Central debe:

11 La FED, el banco central de los EEUU es un banco privado… que busca ganar dinero como cualquier otro banco. Las políticas monetarias del imperio al servicio de un puñado de privilegiados.

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“Fijar los intereses máximos que pueden pagar las empresas bancarias, sociedades

financieras y cooperativas de ahorro y crédito sobre depósitos a la vista”. Sobre los intereses máximos que deben pagar al mercado financiero los simples mortales, las pequeñas empresas, los artesanos, en suma la gente modesta que se endeuda hasta para los insumos básicos... nada. Ahí la regla la impone “el mercado”. Y su conocida “transparencia”.

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Inversión extranjera En el prefacio reciente a una monografía que escribí hace veinte años decía: “La política económica hiperliberal aplicada en el conjunto de América Latina en los últimos

veinte años también pretendía ser la solución, así como las tan ansiadas inversiones

extranjeras en la lucha por las cuales diferentes países de la región han acordado Patente de

Corso al capital foráneo.

Una rápido examen de la situación de América Latina en la hora actual, y el análisis de las

cifras disponibles, nos muestran que ambas han contribuido más bien a perpetuar y a

agudizar los viejos problemas: subdesarrollo, miseria, dependencia, endeudamiento,

retrógrada e injusta distribución del ingreso, deformación de las economías locales, déficit de

educación y de formación profesional, salud pública a niveles indignos, etc.” O sea que he afirmado desde hace ya algún tiempo que en América Latina las inversiones extranjeras no sólo no enriquecen al país que las recibe sino que lo empobrecen. Pregunta: ¿Por qué los gobernantes latinoamericanos se agitan tanto para hacer entrar el lobo a la casa de los cerditos? ¿Por qué juegan el papel de caballo de Troya del agente empobrecedor? Respuesta: no sé. O más bien la respuesta que encuentro no sitúa a tales gobernantes en la cima de la probidad, o de la inteligencia, o del patriotismo. Para facilitar la llegada de inversión extranjera los gobiernos -los gobernantes, porque no conviene olvidar la responsabilidad que les cabe- liberalizan los mercados de capitales12. Lo que contrariamente a lo que afirman los ministros de finanzas, y algún presidente que se pretende economista, tiene un impacto negativo en el crecimiento y en la creación de riquezas. Liberalizar los mercados financieros significa desmantelar las reglamentaciones concebidas para controlar los flujos de capitales especulativos. Chile, por ejemplo, eliminó a principios del año pasado la última barrera que impedía la entrada y salida especulativa de capitales, cual era la obligación de permanecer un año en el país.

12 Actualmente (mayo 2009) el ministro de Hacienda Andrés Velasco intenta hacer aprobar su Ley MK III, o sea una nueva ley aun más favorable para el mercado de capitales. Aun cuando la MK II hizo exclamar a un distinguido financista de la plaza: “con esta ley tenemos todo lo que soñamos” (sic).

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No obstante, parece pertinente afirmar que las empresas no invierten a largo plazo con dinero que puede desaparecer de un momento a otro. Al respecto, o sea los capitales especulativos, Joseph Stiglitz (op.cit.) afirma:

“Su impacto negativo sobre el crecimiento va más lejos. Para administrar los

riesgos ligados a esos flujos de capitales volátiles, se aconseja a cada país poner

en sus reservas una suma igual a los préstamos a corto plazo estipulados en

divisas extranjeras.

Para comprender bien lo que eso quiere decir supongamos que una empresa, en

un país en vías de desarrollo, toma un crédito a corto plazo de 100 millones de

dólares de un banco uésiano, a una tasa de 18%.

Una política prudencial exige que ese país agregue 100 millones de dólares a sus

reservas.

En general esas reservas se ponen en bonos del Tesoro de los USA, remuneradas

hoy en día a una tasa del 4%.

¿Qué hace en realidad ese país?

Simultáneamente toma un crédito en los USA a una tasa del 18%, y le presta

dinero a los USA a una tasa del 4%.

Los bancos uésianos hacen un lindo beneficio y los USA, globalmente, ganan 14

millones de dólares de interés al año.”

Es difícil ver cómo eso puede permitir a ese país pobre desarrollarse más rápido.” Pregunta: ¿dónde está la trampita? Cada cual puede encontrar su propia respuesta. En todo caso cada vez que oigo hablar de inversión extranjera y de “la mano invisible” que conduce los mercados financieros yo verifico mis bolsillos. El caso de Argentina es muy ilustrativo. Partiendo de una deuda externa de menos de 20 mil millones de dólares hace unos veinte años, y después de haber pagado unos 200 mil millones de dólares de intereses, se encuentra hoy día en quiebra y debiendo 145 mil millones de dólares. ¿Dónde está la trampita?

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Por otra parte, debemos precisar que de cada 100 dólares invertidos en América Latina, 80 son financiados con recursos locales, lo que nos permite hacernos una idea muy precisa de las “extraordinarias” ventajas que procuran las tan ansiadas inversiones extranjeras. Joseph Stiglitz, va aun más lejos cuando afirma que:

“La inversión extranjera directa (FDI) sólo entra al precio de la gangrena de los

procesos democráticos.

Eso es especialmente verdad para las inversiones en las actividades mineras, el

petróleo y otros recursos naturales, donde los extranjeros están verdaderamente

motivados para obtener concesiones a bajo precio”. Cualquier semejanza con acontecimientos contemporáneos de algún país de América Latina NO es pura coincidencia.

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Crecimiento Otra pomada con la que vacunan al personal es el crecimiento. Porque el crecimiento “debería generar empleo”, favoreciendo así a los sectores más pobres del país. Jeremy Rifkin comienza su libro (publicado en 1995) disparando lo siguiente:

“El nivel de desempleo ha alcanzado en el mundo su punto más alto desde la

crisis de los años treinta (esa que se resolvió con medidas keynesianas, aunque

les pese a los neoliberales. Nota mía).

Más de 800 millones de seres humanos están actualmente sin empleo, o están

subempleados.

Y esta cifra crecerá en flecha de aquí a fines del siglo”. Y habría que precisar que el producto mundial había más que doblado en los últimos 25 años, mientras la masa de trabajo necesaria para producirlo había disminuido de un tercio. Crecimiento. Que genera desempleo. En Europa, desde 1975 el desempleo se ha cuadruplicado en Francia mientras el producto nacional se ha más que duplicado. Y si buscamos ejemplos en otras latitudes encontramos el mismo fenómeno: crecimiento que genera desempleo. Porque, entre otras razones, como dice el Sr. Godet "las empresas no están ahí para crear

empleo, sino riquezas". Ahí está la madre del cordero... El súmmum sería crear riquezas y distribuírselas sin crear empleo... ¡El paraíso! Sentándose en la "tasa de crecimiento", esa cortina de humo con la que intentan engañar al personal tanto los Gobiernos como los patrones. Puesto que lo que molesta es el factor trabajo. ¿Cómo eliminarlo? ¿Eh? ¿Podemos eliminarlo? ¡Ese es el desafío para un neoliberal bien nacido!

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Lo malo es que si eliminan el factor trabajo, las mercancías y los servicios creados no tendrían consumidores. Y por lo tanto no serviría de nada crearlos. Duro problema para los liberales: la ineficiencia del mercado que no logra eliminar el factor trabajo para aumentar la tasa de ganancia. ¡Y si lo elimina se queda sin clientes! En otras palabras la cuadratura del círculo, la duplicación del cubo, la trisectriz del ángulo. Los problemas no resueltos de los matemáticos y geómetras atenienses. Se sabe, sabemos, que el empleo no depende del nivel de remuneración del trabajo. Ni de la tasa de crecimiento. Complicado, ¿no? Es mucho más fácil vender la pomada "crecimiento igual empleo" ¡y a rezar todos! Pomada acompañada del consabido "hay que mantener los salarios bajos porque los

beneficios empresariales de mañana serán las inversiones de pasado mañana, y los empleos

de pasado pasado mañana". Paciencia. Tan obsoleta es la teoría que pretende que el crecimiento genera empleo que el Senado de los USA votó una ley, llamada ley Black-Connery, el 6 de abril de 1933 por 55 votos contra 30, que hacía obligatoria la semana de trabajo de 30 horas (si, como se lee: treinta horas) para facilitar la distribución del trabajo disponible y reducir el desempleo. Se intentaba salir de la crisis iniciada el año 1929, y el “crecimiento” no tenía aun el aura de pomada milagrosa que tiene hoy en día. En fin, para quién vende la pomada. Cincuenta años antes, en 1880 Friedrich Engels había escrito lo siguiente:

“la perfectibilidad infinita de las máquinas de la gran industria es una ley imperativa para cada capitalista industrial individual (...) que lo obliga a perfeccionar cada vez más su maquinismo (...) pero la expansión de los mercados no puede ir a la par con la expansión de la producción. La colisión es inevitable” (F. Engels. “Socialismo utópico y socialismo científico”).

La magistral previsión (citada por los economistas estadounidenses) forma parte de lo que los socio-liberales (¿o son liberales sociales?) llaman el “socialismo arcaico”.

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El Estado no debe intervenir en la economía Otra pomada. Precepto neoliberal donde los haya. El Estado es ineficaz. El Estado es inepto. El Estado es caca. Eso es lo que nos dicen nuestros neoliberales, cómodamente instalados en algún despacho ministerial, o en su defecto en alguna lujosa oficina de algún organismo público internacional. Después de oficiar en el Estado contra el que disparan flechas incendiarias, suelen transformarse en “consultores” de organismos internacionales pagados con dinero de los contribuyentes. Al punto que uno se interroga: si el Estado es tan deleznable ¿porqué le ponen tanto empeño en controlarlo? ¿Ah? Respuesta: porque el Estado es muy eficaz cuando se trata de transferir recursos públicos al sector privado, muchas veces sin contrapartida real. Y quién maneja esas finanzas tiene poder. Y posibilidades de reciclarse en el sector privado después de ejercer sus talentos (es un eufemismo) al servicio del Estado. Lo que no nos explican los integristas del neoliberalismo es porqué en los USA, país promotor del libre mercado (mientras se comporta como el peor de los proteccionistas en su propio mercado interno) el Estado fue el principal empleador hasta la mitad de la década de los 70. Hasta esa época más del 19% del conjunto de los trabajadores uésianos trabajaban para el sector público. Ni nos explican porqué el Estado uésiano subvenciona las compañías aéreas con miles de millones de dólares. Ni porqué el Estado uésiano impone barreras arancelarias para proteger la ineficiente industria siderúrgica privada.

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Ni porqué el reciente “Farm bill” aumenta significativamente las subvenciones Estatales al sector agrícola (un incremento de un 80%). Subvenciones que habían sido multiplicadas por siete en los últimos años. Ni tampoco porqué los contribuyentes estadounidenses tuvieron que pagar la escandalosa quiebra de las Cajas de Ahorro el año 199113, lo que costó la simpática suma de más de 200 mil millones de dólares. ¿Esa es la eficacia a la cual guía la “mano invisible del mercado”? ¿Esos son los equilibrios naturales a los que lleva la aplicación integrista del modelo neoliberal? Curiosamente, Stiglitz nos cuenta (op. cit.) que:

“Los Estados, en general (yo aprecio ese “en general”), no deben administrar la

siderurgia, y generalmente lo hacen muy mal. Y agrega: Las acerías más eficaces del mundo fueron creadas y administradas por los

Estados Coreano y Taiwanés, pero son excepciones. (sic).” Gracias Joseph. Gracias por tener la honestidad de mencionar esa “excepción” que obliga a los USA, los mentores del libre mercado (en el resto del mundo, no en los USA) a tomar ante la faz del mundo medidas proteccionistas. ¿Y que dijo el neoliberal integrista? Tal vez nos cuente, como George J. Stigler, que “Bueno, no es la ciencia económica la que

está errada. Es la realidad”. Y no voy a cometer el desatino de mencionar que todo el sistema bancario japonés, privado por supuesto, está quebrado, y que es el Estado el que lo mantiene a flote a golpes de billones de dólares. Así como una buena parte de la industria japonesa. Ni tampoco mencionar que en el presupuesto de la Unión Europea las subvenciones agrícolas devoran un 50% del total. 13 Durante la crisis de los Savings & Loans Banks.

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Ni cuantificar las millonarias subvenciones que los diferentes Estados de la Unión Europea le entregan a la industria privada para que invierta aquí o allí, bajo la forma de exenciones tributarias, terrenos gratuitos para sus fábricas, estímulos financieros, créditos blandos, exenciones de cargas sociales, contribuciones a los costes de investigación y desarrollo, seguros de bajo coste a la prospección comercial, y un gran etc. Imperio del libre mercado. Ese que le permite a la “mano invisible” guiar los beneficios hacia un puñado de millonarios escandalosamente multimillonarios mientras se le reclama “flexibilidad laboral” al personal. No, el Estado no debe intervenir en la economía. Salvo para transferir recursos al sector privado. Poco importa que los más grandes avances de la ciencia y de la tecnología provengan de actividades en las que el sector público ha jugado un papel esencial por no decir insustituible. La investigación espacial entre otras. Pero también la industria aeroespacial. Y la investigación médica y todos los productos que de ella provienen, contribuyendo al bienestar de quienes están en situación de pagarlos. Y la investigación en los campos de la genética, de las biotecnologías, del conocimiento y la explotación racional de los recursos pelágicos, del desarrollo sustentable de la explotación agrícola, de las telecomunicaciones, de la ecología, de nuevas formas de energía, etc. Ni Japón ni los países más avanzados de Europa estarían donde están si, después de las cruentas guerras que les dejaron destruidos el Estado no hubiese jugado el dinámico papel que fue el suyo. Ni los USA, después de la gran crisis de 1929, si el Estado Federal no se hubiese transformado en el gigantesco motor que transformó ese país en el coloso que es hoy en día. Pero hoy los neoliberales preconizan un “casting” diferente. Ese que Joseph Stiglitz describe del modo siguiente: “Al sector privado los beneficios, y al Estado los riesgos”. ¡Fair enough! Como diría un anglófilo empedernido.

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Hay que reducir el gasto público y los déficits Esta parece ser una de las pomadas más pertinentes y más fáciles de vender, aun cuando innumerables economistas de distinto pelaje sostienen lo contrario. Nada suena más razonable que la obligación de administrar el Estado como “un buen padre

de familia”. Eso quiere decir que no hay que gastar más de lo que se gana, y que no hay que endeudarse más allá de lo razonable. Bernard Maris destacó en alguna ocasión la contradicción que constituye esta proposición. Si no se puede gastar más de lo que se ha ganado, no hay inversión posible, no hay crecimiento posible. La humanidad se habría dado vueltas durante siglos con las riquezas existentes sin gastar más de lo que había. Por su parte Jeremy Rifkin dice:

“Una parte importante del celo actual con el que se frena el gasto público y se

reducen los déficits viene de la convicción que la reducción de estos últimos

contribuirá a bajar las tasas de interés. De ello resultaría un estímulo al consumo

y a las inversiones”. No obstante, el aumento del desempleo generado por la reducción de gasto público y la consiguiente reducción del poder adquisitivo anulan el postulado anterior (fácil de entender para un chileno que vivió la dictadura de Pinochet, ¿o no?). A lo que hay que agregar que la receta permanente del FMI incluye la reducción del gasto y

el aumento de las tasas de interés: ¿donde está el error? Si hay que reducir el gasto público y los déficits ¿como se explica que después de la gran crisis de 1929 los USA salieron de la recesión y se transformaron en la mega potencia actual aumentando el gasto público y los déficits? Una vez más Goerge J. Stigler nos socorre: “No es la ciencia económica la que está errada. Es

la realidad”. El déficit de los USA llegó a 27,7% del PNB en 1919 y culminó en un 39% al fin de la segunda guerra mundial.

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En 1960 el déficit federal de los USA sobrepasaba los 59 mil millones de dólares y la deuda nacional era de 914,3 mil millones. En el año 1991 el déficit era de 300 mil millones de dólares y la deuda se acercaba a los 4 billones de dólares (4.000.000.000.000 de U$). La razón es simple. Según el economista Paul Samuelson el aumento del gasto público fue el único medio “para

hacerle frente a la maldición de una demanda incierta”. Jeremy Rifkin precisa que la destrucción de empleo ocasionada por los avances tecnológicos, el aumento de la productividad, y la reducción de la demanda provocada por esos fenómenos “obligaron al gobierno federal a adoptar una estrategia de gasto superior a las

entradas para crear empleos, estimular el poder de compra y dinamizar el crecimiento

económico”. El resultado era previsible: “un presupuesto deficitario cada año, con una sola excepción,

desde la entrada en funciones del Presidente Kennedy en el año 1961”. En Europa la historia económica reciente nos muestra que los déficits presupuestarios han sido sistemáticamente utilizados para estimular el crecimiento. Aun hoy en día, y en el marco de los restrictivos criterios de Maastricht, cada estado europeo puede tener un déficit no superior al 3%14. Alemania, la principal economía europea y la tercera del mundo, el paradigma de la gestión rigurosa, ha tenido que hacer dibujos con las técnicas de la contabilidad nacional para respetar ese criterio. O sea lo respeta por secretaría. Mientras tanto, el gobierno chileno pretende hacer del “superávit estructural”, noción cretina donde las haya, un elemento clave de su política económica en un período de crisis y de aumento del desempleo. Gar Alperovitz, economista, Presidente del NCEA (National Center for Economics Alternatives), gracias a un estudio bastante reciente se permitió afirmar lo siguiente:

“Este siglo (el siglo XX) no conoció ningún período de prolongado y rápido

crecimiento económico que no haya ido a la par con un crecimiento rápido del

gasto público (inversiones del Estado)”. Dobeliú, el jefe del imperio, parece haberlo comprendido. 14 En la actualidad (mayo 2009) esos déficits han crecido en modo exponencial, superando el 6% del PIB.

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Desde el año pasado las intervenciones económicas del Estado Federal, el aumento del gasto público, el aumento de las subvenciones, y, cosa aun más sorprendente, el retorno a los déficits que había eliminado Bill Clinton, constituyen la esencia misma de la política económica de la Casa Blanca. Mientras el FMI continúa imponiendo la reducción del gasto público y de los déficits en el resto del planeta. Lo que en Francia se llama: “Haz lo que digo, no lo que hago”.

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El libre mercado trae el bienestar para todos Para demostrar la vanidad y la inconsistencia de esta pomada no hace falta estudiar en Harvard ni salir del Politécnico de París. Amigo lector, te invito a sacar la cabeza por la ventana, dar una mirada, y constatar que este es uno de los más grandes embustes salido de boca de un economista neoliberal. Gracias al “modelo”, al consenso de Washington, y a la preocupación paternal de los neoliberales,

“en este principio de siglo, un uésiano de base (un obrero cualificado) a

recuperado el nivel de vida que tenía antes de la última guerra”15.

No digamos nada, por piedad hacia los neoliberales, de la distribución de la riqueza en tiempos de altas tasas de crecimiento. O si, digámoslo. ¿Porqué callarlo? Entre 1975 y 1995 el PIB de los USA aumentó de tal modo que en 1995 el PIB era de dos billones de dólares (U$2.000.000.000.000) más alto que en 1975. Durante esos 20 años se acumuló una riqueza de decenas de billones de dólares. El Departamento del Comercio de los USA publicó un estudio que muestra que 60% de esa riqueza fue a parar a los bolsillos de sólo un 1% (uno por ciento) de los ciudadanos estadounidenses16. En otras palabras, lo que los liberales llaman la justa distribución de la riqueza guiada por la “mano invisible” del mercado. Y nótese que ese período de alto crecimiento fue a la par con una masiva intervención del Estado en la economía de los USA. En otras regiones y en otros períodos la situación es similar, y se constata una fuerte concentración de la riqueza producida en cada vez menos manos.

15

Bernard Maris. “Malheur aux vaincus”. 16

Michel Rocard. Prefacio a la versión francesa de “The end of Work” de Jeremy Rifkin.

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Thomas Piketty17 demuestra, por si fuese necesario, que la famosa “curva de Kuznets” simplemente ¡no existe! El Sr. Kuznets, economista distinguido del siglo pasado, pretendía que hay una tendencia natural e imparable hacia la disminución de las desigualdades en la distribución de la riqueza. Y lo había demostrado por medio de su curva en forma de “U” invertida. No obstante, todos los estudios contemporáneos demuestran lo contrario. Después de hacer una rigurosa investigación cuya seriedad fue reconocida en el mundo entero Tomas Piketty dice:

“La idea según la cual una tendencia natural e imparable hacia la disminución de

las desigualdades sería constatada en las fases avanzadas del desarrollo

económico no resiste, en ningún país, al análisis de los hechos”. ¿Osaremos citar una vez más al Sr. George J. Stigler, Premio Nóbel de economía en el año 1982? Si. ¡Osaremos!

“No es la ciencia económica la que está errada. Es la realidad”.

Por su parte Tomas Piketty constata que “la desigualdad de patrimonios, y en consecuencia

la desigualdad de ingresos del capital que resulta de ella, se caracterizan más bien por una

tendencia natural a su ampliación”. Y nos explica que la participación de las rentas del capital en la riqueza producida constituye una función creciente. Mala cosa. Porque aun cuando el crecimiento depende de múltiples factores y no se puede atribuir su aceleración a una causa única, se ha observado que cuando disminuye la desigualdad en la distribución de la riqueza se constata un crecimiento más rápido de la economía. Y Piketty agrega que sólo acontecimientos externos (“choques externos”) o la intervención del Estado permiten invertir este movimiento natural. Como “choque externo”… ¿Valen las huelgas? ¿Los movimientos sociales? ¿Las revoluciones? Valen.

17

Tomas Piketty. “Les hauts revenus en France au XX siècle”.

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Amigo lector, no esperes la fase de desarrollo avanzado para exigir tu parte de la torta: ¡será demasiado tarde! Para demostrar hasta que punto la pretendida “equidad” en la distribución de la riqueza creada es un mito, y a riesgo de repetirnos, citaremos los datos proporcionados por el PNUD. Según los datos del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, relativos al año 1998, las tres (3) personas más ricas del mundo disponen de una fortuna superior al PIB total de los 48 países más pobres. El patrimonio de los 15 individuos más afortunados sobrepasa el PIB total de África sub sahariana. La fortuna de las 32 personas más ricas del planeta sobrepasa el PIB total del Sudeste Asiático. Los haberes de las 84 personas más ricas son superiores al PIB de China, el país más poblado del mundo con mil doscientos millones de habitantes. Las 225 principales fortunas representan un total de 1.000.000.000.000 de dólares, es decir el equivalente del ingreso anual del 47% de individuos más pobres de la población mundial, o sea dos mil quinientos millones de personas. Los datos del PNUD muestran que bastaría con menos del 4% de la riqueza de las 225 primeras fortunas para darle acceso a los servicios básicos, o sea salud, educación y alimentación, a toda la población del globo que aun no los tiene. Esa situación se ha agravado en los últimos años. ¿El libre mercado trae el bienestar para todos? Que se lo digan a los cientos de millones de latinoamericanos que viven bajo el nivel de pobreza. Que se lo cuenten a las decenas de millones de niños sudamericanos, menores de 14 años, obligados a trabajar para contribuir a la alimentación de sus familias. Que comiencen diciendo “érase una vez...” y desarrollen esa pomada ante el más del 50% de niños latinoamericanos que viven en la miseria. O que se lo expliquen a la OIT (Organización Internacional del Trabajo) que constata en Chile, el “buen alumno” del FMI, país estrella de América Latina citado en ejemplo para los otros, que “la baja creación de empleo entre 1998 y 2001 estuvo acompañada del retroceso del

salario real, como parte de la desigual distribución del ingreso que caracteriza a Chile”.

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En efecto, según la OIT, el ingreso total de los trabajadores, es decir la llamada ”masa

salarial”, creció en el período analizado a un ritmo de 0,2 por ciento anual, frente a un incremento de 2,6 por ciento por año del ingreso nacional. Con base en ese cálculo, el Instituto Libertad y Desarrollo, vinculado a la oposición derechista, sostuvo que entre 1998 y 2001 los trabajadores chilenos dejaron de ganar cada año unos 2.300 millones de dólares. ¡El colmo! ¡El ladrón detrás del juez! La derecha preocupada de la deterioración del poder adquisitivo del personal. ¿Adonde hemos llegado? Si Michel Camdessus, Presidente hasta hace poco del FMI, el bombero pirómano, se define a si mismo como un “socialista de la especie neoliberal”, es probable que estemos llegando a mal puerto. Para mi que ya estamos en el infierno neoliberal. Y los economistas no arrepentidos, tanto aquellos de la especie autoflagelante como los de la especie autocomplaciente, y aquellos gobernantes que olvidaron hace ya mucho tiempo que en alguna época fueron progresistas, intentan repetirnos las palabras inscritas en el umbral del infierno de Dante Alighieri:

“Lasciate ogni speranza voi chi entrate”

No. No perderemos la esperanza, porque como dice el dicho “no está muerto quién pelea”. Y tenemos la intención de seguir peleando. Para abrirle las puertas a otro modelo. Uno que podemos empezar a definir sobre la base de enviar a la basura las pomadas que analicé más arriba. Pomadas propias al modelo neoliberal profundamente injusto, irracional, aberrante y destructivo de los más altos valores de la especie humana. Y porque llevar adelante una política económica contraria al neoliberalismo aparece como una osadía sólo para quienes adoptaron el modelo imperante sin hacer su crítica. ¿Osaré proclamar venceremos? Si. Osaré.

¡VENCEREMOS!