EL MISTERIO D E S U ALMA - Red de Bibliotecas...

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EL MISTERIO D E S U ALMA A LGUNOS de 'los que la conocieron ín- timamente dicen que, desde el pdn- cipio de su carrera artística y galante, Mata Hari tuvo la prescencia de que s,u Vida seria un tejido mágico de acontecimientos impre- vistoso . Y por una de las: raras cartas que de ella se han publicado, se ve, en efecto, que aun en sus, instantes más luminosos, en ple- no apogeo, en plena paz, en plena riqueza, teniendo a sus pies a 100 magnates de toda Europa, siIlttiendo que su sueño de ser un ídolo en un altar extraño se había realizado, algo, en el fondo de su ser, que se estreme- cía y zozobraba al menor choque. A un ami- . go de los que más tiernamente ia amaron, le - escribe un día: «Protégerne contra tantas co- sas que me -hacen daña, que me quitan las ganas de trabajar.» Y cuando se piensa en 75

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EL MISTERIO D E S U ALMA

A LGUNOS de 'los que la conocieron ín­timamente dicen que, desde el pdn­

cipio de su carrera artística y galante, Mata Hari tuvo la prescencia de que s,u Vida seria un tejido mágico de acontecimientos impre­vistoso. Y por una de las: raras cartas que de ella se han publicado, se ve, en efecto, que aun en sus, instantes más luminosos, en ple­no apogeo, en plena paz, en plena riqueza, teniendo a sus pies a 100 magnates de toda Europa, siIlttiendo que su sueño de ser un ídolo en un altar extraño se había realizado, algo, en el fondo de su ser, que se estreme­cía y zozobraba al menor choque. A un ami- . go de los que más tiernamente ia amaron, le -escribe un día: «Protégerne contra tantas co­sas que me -hacen daña, que me quitan las ganas de trabajar.» Y cuando se piensa en

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!!J. G o M E Z O A R R 1 L L O

'10 que era la. mujer que así Se expresa; cuan­do se considera que entonces sus pies no hOr llaban, en sus peregrinaciones por el mundo, sino alfombras de flores; cuando se recuerda que en su palacio los príncipes hacían ahte­sala, la mente se pierde en inquietas interro­gacionés sobre las voces .misteriosas del des­tino. ¿Aquella hayadera solía, ' pues, tener an­

gustias vagas en medio de su apogeo? Sin em­

bargo, su' manera. de pensar y de sentir, no era ni supersticiosa, ni 'mís,tica,. Su moral apar rece siempre · hasada en máximas muy claras, muy nobles, muy consoladoras. «Creo sincera­mente-escribe--que, a la larga, el que siem­

bra el bie,n' cosecha ei bien, y el que siembra

'el m,al cosecha el m~l, como el que siembra la, duda cosecha la duda.» En otras líneas, dirig.idas a la misma persona, agrega: «ijay

momentos en que uno cree en ias sorpresas

de la suerte; pero luego nota que esa suerte , . ~ uno mism,o quien la provoca.» Volun¡ta.rio ...

sa, positiva y enérgica, nunca dejaba de dar­

Se cuenta, en suma, de que su arte y su belleza, unidos, a su juventud, constituían

, las bases, de su reinado. Y si realmente había

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EL MISTERIO.DE SU ALMA

en ella;, como lo aseguran los que la trata­ron, y como parece desprenderse de la carta

antes citada, un vago temor de obscuros acontecimientos futuros, paréceme más lógico atribuirlo a ocultos murmullos del Destino que todo lo prevé, que a Ja creencia de que ya en la época de SlUS pómeros; éxitos se sin­tiera torturada por las preocupaciones pro, pias de los delincuentes.

Al llegar aquí siento que alguien me pte­

gunta sá creo, como algunos escritores es­

pañoles, entre los que se halla el ilustre Ju­

noy" en la inocenc,ia de Mata Hari. No; en mi alma y 'conciencia, no ... y es que cuando, sin pasiones ni prejuiciOSl,

. so leen los documentos del proceso de París,

resulta i~osible negar la culpabilidad de aquella mujer. «Fué culpable-nos dicen sus doce jueces-; estaba pagada por JoS ser­vicjoo del espi~naje alemán.» ¿Cómo dudar

ante tales palabras?.. . Sin embargo, esta

. verdad, confirmada por una ' sentencia trá-

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E. G o M E Z O A R R 1 L L O

gica, parece más inverosímil a medida que más de cerca ~ estudia. la existencia, el ca­rácter y las ideas de la infeliz bailadora.

Apenas libre deJ. yugo conyugal, en la pri­m,aver.a de 1905, poco tiempo después de ha­ber deb"Ultado en el Museo Gullnet. la encon­tramos suntuosamente instalada en uno de los palaces de los Campos Elíseos, con coche

. de. lujo, 'con collares de pedrerías. Y en ese momento sería ridículo atribuir tales esplen­dores al oro de los agentes de Berlín. · ¿Qué servicios podía, en efecto, prestar a los' mi­litares que pre¡paraban la guerra contra Fran­cia, una extranjera S¡Ín relaciones, sin arrai­go en el país, a,penas conocida como ar­tista exótica? -Ninguno .. Y desde entonces hasta eldia de su muerte" siempre tuvo el mismo lujQ, siempre se mostró generosa hasta el" despilfarro, siempre impuso sus caprichos más costosos y más. locos a las legiones 'de ado­radores que la rodeaban en todas partes del

. muñdo. En el acta de acusación, redactada con­tra élla por el fiscal del Consejo de Querra, se invocan, como ¡pruebas de que llevaba ya años

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enteros a sueldo de los tudescos, las relaciones.

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El L ,M 1 S T. E 'R 1 O D E S U Á L M A

íntimas, amorosas mejor dicho, que había te­

nido con personajes como el Kronprinz, como el duque de Brunswick, como el prefecto de Policía de Berlín. Pero esto, si mi psJcologi3. no me engaña, pudiera más bien constituir un vago indicio de inocencia. Porque un príncipe imperial, un gran señor y un alto funcionario, . aun siendo prusianos. no escogen, ¡por lo gene­ral, a sus amigas entre las espías. Además, el mismo comandante Massard en su dura requi­sitoria, e~l'ibe: «La acusada era codiciosa en

" extremo y puede estimarse que (durante los dos ;primeros años de la guerra) elJ jefe del espionaje le env,ió más de 75,.000 francos, lo que es mucho¡, , &i se tiene en cuenta que loo agentes ord~narios no reciben casi nunca más de 1.000 francos.» ;Esto último es tan exacto, que nadie ignora qUe cuando los alem,anes, en Barcelon~, tomaron a su servicio, al capi­tán Esteve, del ejército colonial francés, no le dieron sino 300 pesetas. rn:ensuaI€s.<eLos bo­ches-agrega :M.assad-no eran generosos con

sus agentes: una, vez corn,prometidos, los mi­

sera~les que , -:á,ceptaban la servidumbre, te·

nÍ9-r:t que andar IP.uy "derechos por el camillo

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E. G o M E Z e A R R 1 L L o

de la traición, pues de lo. contrario. eran de­nunciados a su propio. país; muchos traidores nos fueron así entregados por los alemanes, que ya no tenían necesidad de ellos.» Muy bien... Sólo que todo esto estaría mejor en lahios dE: la defensa. En efecto, ¿es acaso ve­rosímil que Ma¡ta Hari se vendiese durante la guerra por 60.000 marcos, cuando sus car­tas de 1914 expres,asen su deseo. de comprar muehles nuevos, muy artístic~, muy caros, para alhajar una soberbia villa de Neuilly, así como su propósito de regalar a un mu­seo parisienSe un servicio de porcelana an­tigua de gran valor? Para contestar a interro­gaciones de esta índole, Massard, que, en su respeto religioso de la cosa juzgada, no abri­ga la menor duda sobre la culpabilidad de la baiJadora~ invoca, como misteTioso móvil mo­ral de su crimen, los motivoS terriblOOlente pueriles de un orgullo herido.. «E$, tal vez, ese orgullo-dice-el que la perdi6. La ar­

tista enco~traha que los franceses no. la es­timaban: en su justo va1o~. La reputación de Isidora Duncán hacíale somPra. Los abraa-

. nes, en c.aa-n?io., la adUliaba:n y la trataban

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fiJ' L IM.[ '8 'T E R 1 O '1) E S U A L },f Á

de 'diosa. De allí su gran amor ¡por los ger­

m~mos, que explica muchas cosas.» Que el

bravo comandante me perdone si no veo tan claro como él esas, explicaciones psicológicas. Reah'llente, Mata Hari: parece haber tenid0, como artista, más vanidad que orgUllo. Sus

cartas lo demuestran, No hay en ellas esa llama que hace delirar' a una; lsidora D';.I1-

cán al explicar el secreto divino de su arte. No hay una fe serena, olímpica, com9 la que en las confidencias de Loie Fuller puede a

v~s provoyar una ironía, mas acaba' siem­pre por inspirar respeto, No. En la danzari­

na exótica, el arte, que comienza sirviendo, co­mo lo hemos visto, de recurso para salir de la tutela conyugal, no pasa nunca de ser un

medio de llamar la atención, de hacerse ver

en el esplendor de su belleza, de seducir a los hombres, en fin. A un amigo que mucho antes. de 'la guerra le pregunta por qué no trabaja,

contéstaJe: «Estqy dispuesta a bl!-ilar de '(lue­vo y a renunciar a , mi vida fácil para volver a: . saborear las preocupaciones, que provoca

necesariamente la gloria; pero qmeTo, por lo , . . menos, tener ej beneficio ,de 10 que hagO, y

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E. G OM E Z e A R R 1 L L o

no que otras se vayan con 'mis 'ideas.» Luego, a un composiltor que le propone un baIle

búdico, le escribe: .«Me agrada la idea riel tem¡plo índico con ];a diosa; así comencé en el

museo Guimre¡t" donde aún se hallan inis re­tr8fús. Después, otras han imitado aquelto, ~o que no iffi¡pide que la pr,imera fuí yo, Ese

~ el único modo de hacer un fondo adecua­'do para las danzas ,sagradas. El templo pue­de ser todo lo quimérico que se quiera, pues

-yo también lo soy.» Más adelante. encargan­

do un ballet como se encarga un traje" dice al mús,Íco que debe hacérselo: «La Flor Sa­

grada será la leyenda de una diosa que tiene -el poder de encarnarse. en una de l.as flores

que se queman comp ofrenda en su a~T, El príncipe entra en el- santuario con orquí­

deas; 1as-quema, y del humo, ella (la diosa),

"Se lev{Ulta y biüla. Obscuridad: la diooa y el ¡príncipe desa,parecen. Yo debo s.er la orquí­dea, -tóda de oro_ y diamantes, Ya sé cómo. haré. Pablo puede decirme cuándo tendrá ne~

cesidad de mí : estaré li~ta. Quiero que me .dedique la ' partiltura. La. música del Agua

Corriente queda como, preludio, pues el tem-

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.EL MISTERIO DE SU ALMA

·,plo se halla en La .selva, junto a una casca­

·dal.» Sus ideas artísticas son siempre de esta

índole, confusas y egoí~tas, hechas para InS­

pirar combinaciones escéniCiS que ~a penni-

·;tan m.ostrarse casi desnuda, entre joyas, 0rcs, .

. :ritmos y transparencias. El temor de las fai­~ n~tas' de exotismo religioso no la detienen

nu'nca en sus proyectos. Su erudici6n es en,­mara.ñada y su teología nebulosa.. Se, ve que todo 10 ha aprendido en el curso de lecturas '

-desordenadas, con el fin úruco de aprovechar-

lo escénicamente. «Pabi<>-<Lice~debe tradu­

·d r en su música las frases siguientes: encar-

nación, aJ);uiéión, floración. Esas tres evolü­

·ciones corresponden a los poderes de Braha:

::ma, Vichnu y Siva, o sea creación, fecund~dad

. y . destrucción. La· destrucción, en este casQ,

. es creativa, y ¡por eso Siva iguala, y aun se

muestra superior a Brahama. Por la des.truc­

,dón en la encarnación, hacia la creación, he

allí 10 que la danza debe significár.» El tema

.de 18. flor sagrada y sensual que se transfigura

al soplo del amor místico, parE.ce obsesionada.

<Con eso, y con una esta¡tua de bronce, y CQn

'Un príncipe cuyos . gestos hieráticos evocan

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'E. G 'o M E Z e A R R, 1 "L L 0 -'

el ritual búdico, tiene siempre bastante para; arreglarse un cuadro en el que su desnudez: de ámbar provoca murmullos de asombro y '

estreIT'J€Cimientos de lujuria colectiva. Lo único que en medio de esas sensaciones'

nebulosas conserva siempre un vig"or claro ,

que no ,parece brotar de los libros:, sino del

fondo de su carácter, es la substancia íntima. de su filosofía. En una carta a un amigo, dice: (<Tú morirás, como todo muere. Entretanto,.

- . -1,lay que ~ivir los instantes bellos y gloriosos.

Más v.ale pasar en :ha tierra cortos días in­tensos, que arrastrar una vejez sin belleza.»

~ero claro que paT~ ella la belleza no es, ~omo para lof'\ sabios or.ientales que predican igua-­

'les teorías, un resplandor espiritual, ni si­quiera un fervor de arte puro, ideal, absor­

bente, sino el triunfo inmediato y la seduc- . ción personal. El instinto cod:icioso de que

el cdffia.ndante Massard, la aC11-sa, no aparece '

muy: claro en 10s ¡pocos 'dat':os auténticos '-lue de ella nos quedan. Sin duda, con los que,. considerándola cual un objeto de lujo, aspi­

' raban a conquistar sus favores, debe de ha-,

. ~r ,sido lo · que se ll.1:lIna una rhujer de presa..

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1jJ L MIS' TER 1 O D E 'O S iJ A L M A

.Pero al mismo tiempo hay que ver con cuan­

·ta liberalidad repartía entre los que la ro­

deaban, una parte de sus riquezas. «Tomad-. parecía decirles-, tomad, y tra.tad. de qui-

· tarje a este 01'0 10 que tiene de iiúame» Por­

que no hay duda de que en el fondo de su · ahna de ho1,an.desa bien nacida, bien educada, .

resp3tuosa de las jerarquías sociales y ávida

· de respeto burgués, el verdadero manantial de · donde brotaba su lujo (manantial de Dros­titución), debe de haberle parecido vergon­zoso. Uno de los que han tratado de . re­

-constituir su figura pone en sus Jabios este

,monólogo simbólico: «Ahora soy una reina'.

Tengo mi corte y mr.s cortesanos... Ginoceli,

·con su hocico de hiena y su aspeoto de ha­

cer trampas, no dejaría de verme, aunque

me encontrase en el i'nfierno. ¡y Cravard, el

-m,illonario, que sería capaz de vend2r a Dioi'.!.. .

¡y 'lord Clavenmoore, tan puritano en la su­

perficie cOmO vicioso ~n eJ. fondo! :.. ¡:Ah! Sus

· joyas y sus flores me 'repugnan .. _ Hay algo de

.maJ.dilto en la belleza. Los hombres ~n horri­

·' bIes,. Esos que me adoran se devorarían entre

:. sí por una de mis sonrisas. El gran duque Th¡.-

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E. G Q M E Z e A R R 1 L L o'~

sUio, que se transforma en un Ner6n cuando· está borracho, ¡qué asco! Y ' el conde von (Turt, e'l íntilrno ' del Kaiser, general de la guardia, no hay más que verlo comer para juzgarlo ... ¡Ah, los monstruos,! Sus. halagos me

enferman y sus car.icias me hielan ... » Que estos gritos corr~ndan a la realidad, es ' muy probable. Sólo que Mata Hari era dama­siado ladina para hablar as¡ ante; los amigos. En vez de vituperar, ocultaba. Y para o<:ul-

o tar, ,para no aparecer cdmp cortesana venal. "sipo com.o diosa, había 'improvisado su :ute-­. e inventado su origen sagrado ...

El arte y la belleza, 'la belleza sobre todo, . bastaron; desde el principio de su Jcbre vi.da de . gran aventurera, para asegurarle una: ~ituaci6n envidiable. La m,isma Carolina Otero, . que hasta ' entonces habíase creído

,",superior a todas 1a.s que pretendían here- ' ~':clar ~ cetro, sintió .que :ta nueva conquista­dora iba '8IPoderállilose de estados mucho,

~más -vístoBO€\ que lbs suyos. Y es que Mata

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EL MISTERIO DE SU ALMA

Hari no se limitaba a reinar, como Liana de

Pougy, como Emilana de Alencon, com~ R0-sario Guerrero, como· Odette Valery, en un

grupo de ,trasnochadores entre los cuales ha­

bía a~istas y banqueros, aristócratas y .3e­ñor,itos de familias ricas, pero casi -nunca per­

sonajes de alta importancia. Mata Hari tenia

mayores ambiciones y sabía realizarlas. Mata

Hani necesitaba que sus cortesanos fuesen mi­

ni!;tros, príncipes, embajadores, generales,

académicos. ¡Qué digo.! En su boudoir orien­

tal, entre una figurina de Ta'nagra y un Buda

de bronce antiguo, campeaban en sus cuadros

de filigrana las fotografías de dos soberanos,

que, en sus dedicatorias, s,e proclamaban ad­

miradores de .1a ¡gran artista.

Dos sot>eranos, sÍ. Uno de ellos murió an­

tes que ella. El otro, caballeresco y . generoso,

pidió personaJmente su gracia al presidente pmncaré. y aquí es donde, yo me ¡pregunto

de nuevo si: después 'de enterarse de estas

gestiones; re~ias, ¡puede alguien tener aún la menor duda de que la b'ailarina era .culpable. Porque para que el jefe del Estado francés

haya' ~reído que no debía acceder a lo que le

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E. G o M E Z e 4 R R 1 L L o

pedía ' un monarca muy amigo, es necesario que haya estado íntimamente convencido de ' que los crímenes de Mata Hari eran imperdo­nables.

-iE inexpJicab1es!- oigo que me repi.te mi .buen amigo Junoy;.

Cierto, cobre todo cuando queremos, como el bravo comandante Mass,ard, buscar sus mó­

viles en el interés o en el de~cho. Por se­sen¡ta mil francos, una mujer a cuyos pies

,suspiran los banqueros y lloran 'los, minis-. tros, no se consagra a la labor más peljgrooa

y más vil que existe en tiempo de guerra.

Por satisfacer rencores artíSlticos, una baila­rina aplaudida en todas partes, no arriesga su 'vida y su honra.

-¿EntoncesL. . . That is the queation. Mejor dicho, tal es, el - , -

misterio. Y para tratar de desentrañarlo, tal vez lo mejor es -pensar en, lo más vago y lo ­

más femenino, en 10 m~nos razonable, en lo qlie a un m,oralista senio le parecerá siempre

, fantasía. literaria, en lo que sólo se explica

por el triunfo de-la vanidad y 'la derrota del

orgullo, en lo que nos demuesJtra una vez

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EL MISTERIO DE SU ALMA

más, en fin, lo complicado, Jo absurdo, lo dé­

bil, lo inconsciente, 110 bajo y lo ciego que

puede ser el corazón humano. Las frases que

en la tragedia de Henri Hirsch pronuncia

el defensor de la bailaIlina para explicar su

crimen, son menos falsas de 'lo que I:>arecen.

«No es ella-dice el ilus,tre abogado-, no e.3

ella la responsable, sino el egoísmo de los

hombres que precipitan a las mujeres en ,el

abismo.» Ella, en efecto, fué tal vez la víctima

de su prestigio. Comprendiendo el partido

. que de .sus relaciones podía sacarse, los ale­

manes . tu~ieron el ante diabólico de ~educirh

con halagos pueriles e irresi~tibles. «Ustp.d

. que es la única capaz de comprender ... Usted

que es la que más' influye .•. Usted que desea

la paz ... Usted que comprende el horror de la

guerra ... Usted que ,podría evitar tantas des-

gracias' ... » :y la loca que en su endiosamien-

to se creía merecedora de todas las adu­

laciones, dejóse coger en las redes del espio­

naJe como uno de esos pájaros presUIl¡tuosos

que, . en las fábulas, encarnan la petulancia

upida a la inconsciencia. Si la hubieran oire­

'ddo una suma cualquiera por ponerse al 8er-

~9 ,.

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B. G OM E Z e A R R 1 L L O '

vicio . de los agentes secretos de Berlín, e~

probablle que sólo habrían conseguido ofen­

derla. Pero los grandes organizadores de las

fuerzas ocultas, los Rom,berg, los' Ratibor, los

Kallen, eran profundos psicólogos de la má~:

tenebrosa di;plomacia. Las paliabras que Du­

mur pone en lahioo del ministro alemán en

Berna., son aUlténticas: «Lo que más falta nos

hace, son amigos hábiles, de talento ooperior

. y de noble carácter, para ayudarnos en Pa­

rís a ¡poneriln término a la guerra. Esta lu­

cha agota las fuerzaS del mundo entero. Los'

franceses no lo comprenden, y hay que hacér­

selos comprender 'por su propio bien. Nosotros

no odiamoo a nadie. Lo que qeseamos es no

Sucum¡bir bajo el ¡peso de los cien pueblos 1i-·

.gadOs contra el Imperio.» Y esto, que basta·.

para hacer. va.c.i:lar a un J\:réndsen, es, 10 'lue,

.probap1emente, hizo de Mata Hari una espía .. . ¿Os parece mi: hipótesis tan débil como las·

del comandant :: M"s,sard? No me e]~':raña. Vis­

tas de lejos, a través del tiem¡po y deL espa­

cio,' laS peripecias mqrales de la . tragedia euro­

pea resultan amenudo inexplic.ábles. En lo,

relativo ai esJlionaje, s,obre todo, ~Y que ,dar-

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EL MIST- ERIO DE SU ALMA'

se cuenta de lo que era la atmósfera de las grandes poblaciones neutrales, de Ginebra, de·

Madrid, de A'In.Slterdam., para comprender. la., inverosímil facilidad con que los agentes del KaJser enconrt;raban colaboradores más o me- ­nos desinteresados en tod~ las c1ases socia- · les. «En Berna-di~e el autor de Nach Pa- .

ris-, en e'l torbellino extraordinario provo-.­cado por la guerra, eJ e&PÍonaje era cosa co- .

rriente, a la que todos, más o menos" se con- ­sagraban, espiándose los unos a los otros.» En;

los círculos cosmppoli:tas de Madrid, en el . Palace, en el Ritz., pasaba algo por el estilo.

Las bellas .aventureras que hablaban lo mis- ­mo francés quel alemán, no se recataban para ,

pene.trar en las embajadas. «Una es¡pía»-de-o

cíase. Y se decía sin sorpresa, s~n recelo; sin,

. asco. Había una inmensa tolerancia, hecha, en ¡parte, de €;sce:pticismo, y en parte de há­bito de oir siempre, en todas .. partes, a to­das horas., el eterno estribillo. Es más: en

ciertos círculos, hasta se noltabá una simpa­tía malsana y novelera hacia les seres mise~ ·

r~l,bles que, exponiendo su vida, iban y ve- o . nían, sinr,iéndose de pasap0rtes fií,lso$, para,

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,E. B., O M E Z e A R R 1 ,L - L 'O

:,ganar la. prima de las hecatombes, de los nau­

vfragios, de las catástrofes. Porque cada hu­

,. que torpedeado ,por 1cs submarinos y cada

:'sorpresa en los frent:;:> mal vigi1ados, era

la con~uencia de 'alguna comunicación del

, serv,icio de espionaje. Los jefes militares son

los úniccs que saben hasta donde lleg,~ la

tráglic.{ importancia de un d~to que para nos­

·otros no sig'nifica nada. Por eso ellos no sien­

ten esas misericordias que a los demás nos ,hacen eStrem,ecernos de espantq cuando oímos

'pranunci:ar sentencias inexorabl~ Escuchad

' estas pa.labras que uno de los jueces que

', condenaron a Mata Hari, el comandante Cha­

,tin, rurÍlge a su compañ'ero Massard: «Permí­

·tame que le felicite ,por S,u respuesta c.ate­

. góricaa la persona que trat¡:¡. de rehabilitar ,a la espía H. 21. ¿En qué funda su defensa

esa persona? Yo fundo 'mi ~eguridad de su

,crimen en 1as pruebas que tuve entre las ma-

nos y en las confesiones de esa inmun~a es­

·;pía, que hizo matar tal vez a 50;000 de loo

'nuestros, sin contar a los que per~i'eron en e] mar por causa de sus indicaciones.» ¿Os

!,choca este :tono de odio, qUe no se · detiene

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"E L ' M 1 S T E . R 10- D E S U A L M A·

ni ante la tumba? A mí tamhién me choca.

Pero es lJorque no lbgTO colocarme en el lu­

gar de uno de esos nobJ,es soldados' 'que du­

rante cuatro años vivieron obsesionados no

sólo por l.as ba:las' que venían de fren¡te, sino ,.

k'l.mbién ¡por los puñales que amenazaban por­

la. espalda. «Estos seres-dice el fiscal deL proceso de Mata Ha.ri-, estos seres feroces.

que en la sombra preparan las matanza.<:1 y

que se sirven de su belleza p.ara contribuir

a la obra destructora de nuestros enemigos, .

no merecell. sino la muerte , y el desprecio: no·,

son seres humanos; son criaturas diabólicas

y macabras.» Al air !tale~ p.alab ras , probable­

mente 1a más asombrada fué la misma baila­

rina. Y es que en ella, como en muchos de los .: que' se consagran al espionaje en éopocas de

tormenta:, había una especie de inconsciencia

que no le permitía darse cuen¡ta del 'mal que .

hacía comunicando a los agentes a'lemanes los ..

~cretos que sorprendía en Francia. Para su curiosidad enfermiza y perversa, sondear las . almas de los héroes que iban a buscar en su al­

coba un solaz ~ntre dos combates, debe de ha;

b& sido un juego en el que su in~tinto de .

9?'

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-J!).G o M J!) Z O Á ' R R 1 L L O

,·aventurera vanidosa . Se interesaba sin te­ner en cuenta ia.<¡ consecuencias de sus actos. La halagaba, sin duda, que von Kalen y von Kron, grandes jefes de Jos servicios secretos en Madrid, le dijeran que ella era 1& única capaz de obligar a los . hombres importantes ,de Francia a confiarle sus secretos. Era gra­

',to, seguramente, para su amor ¡propio, -el con-vencimiento de que gracias al poder de su belleza, loo guerreros más temerarios conver­'tíanse en peleles prosternados que, sin darse .cuenta de ello, le entregaban girones de su patria. Llenábala de orgullo la idea de que,

,gracias a su s.utileza, nadie podría nunca ·descubrir sus manejos. Pero si una voz gra­. ve le hubiera dicho al · oído en los momen­'tos en que, al salir de la alcoba de algún incauto ,aviador o de algún ingenuo minis­

'tro, que los datos que había sorprendido y que se pre;p-araba.a cOlIl;unical' .a los agen­tes tudeséos iban a causar muchos 'lutos, mu­

chos dolores., muchas orfandades, muchas mi­se11ias, es de presumirse que Sll conducta le habría causado horror. ¡Qué digo! Es segllro

"quesu sorpresa ante la real!idaq de sus crí-

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lE L M 1 S T E · R j> Q D E S U A L M A

;menes, habría sido inm.ensa y cruel. No nay más que recordar las declaraciones de las personas que estuvieron a su servicio, para

. comprenderlo. «Era muy buena, era muy ge­

nerosa, era muy caritativa, era muy sensible ·a las desgracias ajenas.» Así se expresan sus antiguos servidores. Y sus amantes, áun habiendo sido víctimas de sus íntimas per­fidias, se ven obligados a reconocer que era una mujer. llena de buenas cualidades, franca, noble, de carácter extraño, brusco, variable;

~'pero siempre C8J)az de ternura y de afecto.

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