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El mago de las palabras define loque fue el núcleo de la imaginaciónliteraria de J. R. R. Tolkien: lapotencialidad de significado queencierran las palabras paradesarrollar, a partir de idiomasinventados, mundos coherentes,verosímiles y profundamentedeseables. La magia de laspalabras se manifiesta en su poderpara desvelar la verdadera faz de larealidad.En pleno siglo XX, J. R. R. Tolkien,un profesor de anglosajón e historiadel inglés en la universidad de

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Oxford, fue capaz de crear unextenso poema épico a partir de supropia imaginación. Tolkien habíanacido en 1892 en Sudáfrica, ydesde los cuatro años vivió enInglaterra, hasta su muerte en1973. Echaba de menos unamitología propia de su país, ydecidió escribirla él mismo. En laepopeya que comenzó en 1914entrelazó, con voluntad detolerancia, historias de elfos,hombres, enanos, orcos, ents yhobbits desde el inicio mismo delmundo, como un grandiosohomenaje a la patria que amabaentrañablemente y con una

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intención de conservación delpatrimonio cultural.En 1937 se publicó El Hobbit, y anteel éxito abrumador del libro, loseditores le pidieron unacontinuación. Casi sin querer,Tolkien comenzó a redactar su granobra, El Señor de los Anillos. Estelibro fue el eslabón para unir lasleyendas de El Silmarillion con elmundo más sencillo de Bilbo Bolsóny la Comarca. En esta biografía secuenta cómo, alentado siempre porun espíritu de superación, seentrelazaron en su vida el trabajodel artista y escritor con el del

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padre de familia, estudioso de losidiomas, erudito y conferenciante.

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Eduardo Segura Fernández

J. R. R. Tolkien,el mago de las

palabrasePub r1.0

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Titivillus 30.05.16

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Eduardo Segura Fernández, 2002

Editor digital: TitivillusePub base r1.2

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A mi maestro, José Miguel Odero,cuya voz fue siempre la del amigo

y el guía: anar kaluva tielyanna!

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De los hobbits y laordenación de la

Comarca…

«En un agujero en el suelo, vivía unhobbit…» Cuando J. R. R. Tolkienescribió esta frase, a finales de ladécada de 1920, no podía sospechar quéocurriría después. Estaba sentado en suestudio, corrigiendo exámenes paraobtener un dinero extra. Su sueldo comoprofesor en la universidad de Oxford noera suficiente para mantener a unafamilia numerosa. Por suerte paraTolkien (y, con el tiempo, para millones

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de lectores), un alumno había dejado lahoja de su ejercicio en blanco; y allí,apresuradamente, el profesor garabateóesas palabras… que echaron a rodar lamagia. Muchos años después, explicóque en aquel momento no sabía lo queeran los hobbits. Tuvo que«descubrirlo», imaginando la historia deesa simpática raza, creando su pasado,su historia.

Sus cuatro hijos eran pequeños porentonces. Ronald les contaba cuentospor la noche, antes de que se acostasen.Y, cuando ya estaban vencidos por elsueño, él bajaba al garaje de su casa,convertido en un estudio repleto depapeles, estanterías y libros en lenguas

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extrañas, antiguas y remotas, y ponía porescrito lo que acababa de contarles.Poco a poco, página a página, fuecreciendo la historia de Bilbo Bolsón,un hobbit perezoso a quien no gustabanlas aventuras. Un buen día, mientrasfumaba de su pipa junto a la redondapuerta de su agujero hobbit, apareció unmago. El mago, por supuesto, eraGandalf, que le anunció que esa mismatarde, a la hora del té, aparecerían unosamigos suyos y le informarían sobre ladifícil misión para la que necesitaban suayuda.

Los trece enanos aparecieronpuntualmente, en pequeños y ruidososgrupos, ante la creciente perplejidad de

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Bilbo. El temible dragón Smaug habíarobado el tesoro de los enanos, y loguardaba en la Montaña Solitaria. Habíaque emprender un viaje peligroso eincierto para recuperar lo que era deellos. Y aunque Bilbo no quería, se vioenvuelto en una aventura increíble quecambiaría su vida para siempre.

También la vida de Ronald Tolkiencambió a partir de ese momento. Eldesconcierto que sentía ante lasperipecias de Bilbo fue en aumento amedida que el libro crecía y crecía,lleno de hazañas y emoción. Era uncuento para niños, pero más terrible ysombrío de lo normal. El Hobbit sepublicó en 1937 y enseguida tuvo un

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éxito enorme. La editorial Allen &Unwin, de Londres, le pidió queescribiera una continuación. «Escribamás cosas sobre hobbits», le dijeron.Pero Tolkien no sabía por dónde seguir,porque El Hobbit tenía como subtítuloHistoria de una ida y una vuelta, y sesuponía que Bilbo había regresado aBolsón Cerrado cargado de riquezas yque «fue feliz durante el resto de susdías». Poco más cabía esperar de unacosa así…

¿O sí? Ronald se puso a trabajar, yen diciembre de 1937 ya había escrito elprimer capítulo de la nueva historia.Pero escribir primeros capítulos esfácil. No sabía cómo seguir adelante…

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hasta que en los caminos de la Comarcaapareció un misterioso Jinete Negromontando un enorme caballo oscuro.¿Quién era ese espectro? ¿De dóndevenía? ¿Por qué estaba interesado en unhobbit llamado «Bolsón»? ¿Y qué teníaque ver el anillo mágico en todoaquello?

Las preguntas exigían respuestas, ypronto John Ronald tuvo que buscar lasolución a los acertijos en suimaginación, en las tinieblas de sumemoria… ¡Claro! La historia de Bilbopodía enlazarse con la obra que habíacomenzado a elaborar en 1914, El Librode los Cuentos Perdidos. El nuevocuento, que en abril de 1938 se llamó ya

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El Señor de los Anillos, era el eslabónentre las leyendas del pasado de laTierra Media y la aventura de Bilbo ylos enanos en la Montaña Solitaria. ¡Erauna historia emocionante!

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Los primeros años

John Ronald Reuel Tolkien nació el 3 deenero de 1892 en Bloemfontein(Sudáfrica). Su padre, Arthur ReuelTolkien, trabajaba para el Bank ofAfrica. A finales del siglo XIX, lasexplotaciones mineras en ese territorioprometían fáciles beneficios. Fueronmuchos los que se animaron a invertir en

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negocios de oro y diamantes, y en losferrocarriles. Arthur esperaba formaruna familia con Mabel Suffield, suprometida, trece años más joven que él,y prosperar en aquellas tierras lejos delhogar, en Inglaterra.

La familia Tolkien fabricaba pianosdesde el siglo XVIII, pero Arthur, elpadre de nuestro protagonista, habíadecidido dedicarse a los negocios. Pidióa Mabel que se casara con él, y ella tuvoque viajar hasta Bloemfontein paraunirse al hombre que amaba y comenzartina nueva vida. Se casaron el 16 deabril de 1891. Las cosas parecíanmarchar a la perfección. Al nacimientode John Ronald siguió, en febrero de

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1894, el del otro hijo de los Tolkien. Ledieron el nombre de Hilary Arthur. Elnegocio prosperaba, y Arthur prontoascendió a cargos de mayorresponsabilidad.

Pero el duro clima de Sudáfricahacía daño a la salud del pequeño JohnRonald. Mabel tampoco se sentía a gustolejos de Inglaterra, rodeada por unpaisaje casi desértico. Añoraba suBirmingham natal y, tras pensarlomucho, ella y Arthur decidieron que lomejor sería que Mabel volviese aInglaterra con los dos niños. Arthur seles uniría tan pronto como arreglase losasuntos que hacían necesaria supresencia en Bloemfontein.

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Así pues, a principios de abril de1895, Mabel y sus dos hijos embarcaronen el S. S. Guelph rumbo a Southampton.Allí los esperaba su hermana Jane.Pasaron los meses y siempre había algoque retrasaba el viaje de Arthur aInglaterra. En noviembre de ese mismoaño llegó una noticia terrible: Arthurhabía contraído la fiebre reumática.Mabel pensó de inmediato en viajar devuelta para cuidar ella misma de sumarido. Tras la Navidad, pareció queArthur estaba recuperado. Pero fue unespejismo: su enfermedad se agravórepentinamente y un telegrama llegó amanos de Mabel con la noticia fatal.Arthur había sufrido una seria

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hemorragia que derivó en peritonitis, yfalleció el 15 de febrero de 1896, a másde nueve mil kilómetros de los que loamaban. El único recuerdo claro queJohn Ronald guardó de su padre fue lafigura de un hombre en cuclillas queescribía A. R. Tolkien en el baúl delequipaje. Tenía entonces 4 años.

A pesar del dolor de esa separacióndefinitiva, Mabel no se desanimó yenseguida comenzó a buscar una casa enla que instalarse con sus hijos. Con lospocos recursos económicos de quedisponía, tenía, además, la obligación dedar una educación a los dos pequeños.Quería que ingresaran en la KingEdward’s School, el colegio más

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prestigioso de Birmingham. Pero elexamen era difícil, y ella misma seencargó de la formación inicial de JohnRonald y Hilary. Sabía latín, francés yalemán, tocaba el piano y poseía unacusado talento para la pintura. Prontose dio cuenta de que el joven Ronaldtenía una sensibilidad especial para lossonidos del lenguaje, y de que disfrutabaaprendiendo idiomas. Mabel sepreocupó también de que los pequeñosse esmerasen en la caligrafía; enespecial, Ronald desarrolló diversosestilos de escritura muy elegantes yvariados.

Los vínculos con los abuelos Tolkienno eran demasiado fuertes y, al poco

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tiempo, la familia materna ocupó en elcorazón de los niños el lugar que lamuerte temprana de su padre habíadejado tristemente vacío. La familia deMabel, los Suffield, procedían de lasWest Midlands inglesas, y John Ronaldse sorprendió a sí mismo aprendiendo eldialecto de esa zona de Inglaterra. Lepareció que encontraba el hogarperdido, tras los primeros años demudanzas, cambios y desarraigo. Sobreesto escribiría años después:

«Aunque Tolkien de nombre, soySuffield por mis gustos, aptitudesy educación. Y todos losrincones de Worcestershire

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(hermosos o sórdidos) son paramí, de una forma indefinible, micasa, más que cualquier otraparte del mundo».

Años más tarde, Tolkien seinspiraría en el paisaje de esa zona deInglaterra para crear su imaginariaComarca, donde viven los hobbits.Bilbo, Frodo y sus amigos hablaban conel peculiar acento de esa zona, y teníanunas costumbres muy semejantes a las delos campesinos y habitantes del mundorural inglés.

En el verano de 1896 la familiaTolkien se instaló en la aldea deSarehole, a unos dos kilómetros al sur

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de Birmingham. Para los dos pequeñosla vida en el campo fue undescubrimiento maravilloso. JohnRonald llevaba a su hermano Hilary aver el molino, donde un siniestropersonaje (en realidad, el hijo delmolinero) les asustaba con sus bruscosgritos. Le llamaron el «ogro blanco»,porque sus ropas estaban siempremanchadas por el polvo blanquecino queexpulsaban los huesos molidos para sertransformados en abono. La imaginaciónde John Ronald creó también un «ogronegro»: un granjero que los echaba desus tierras por coger setas. Con el correrdel tiempo, en El Señor de los Anillos,Tolkien inventaría un personaje, el

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granjero Maggot, que sería el encargadode azuzar a los perros cuando Frodo,Sam, Pippin y Merry entrasen en sustierras a «tomar prestadas» unas cuantassetas…

La vida en Sarehole era perfecta.Mabel les enseñaba en casa, con unaexigencia grande y maternal a la vez. Elánimo sensible de Ronald se ibamodelando sobre la base firme delcariño de su madre. Su amor al mediorural se afianzó en esos años iniciales,tan decisivos, de la infancia. Aprendíacon rapidez. Sus ganas de saber cosasnuevas lo llevaron incluso a la botánica,materia sobre la que Mabel conocíamuchas cosas. Pero más que clasificar y

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aprender los nombres de flores yplantas, lo que encantaba a Ronald eraestar con los árboles: trepar por ellos,sentarse y leer cuentos encaramado enlas ramas más altas, hablarles. Lossentía como algo vivo; más tarde, en suslibros, dotaría a los árboles y bosquesde vida y sentimientos a la vez antiguosy poderosos: el Bosque Negro, Bárbol,Ramaviva y los ents (o pastores deárboles), el Bosque Viejo…

Leía muchos libros. Le encantabanlas historias de pieles rojas (ansiabatener un arco con flechas), los libros deCurdie, el personaje creado por GeorgeMacDonald, las leyendas del rey Arturo;y no le gustaban demasiado las

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aventuras de Alicia en el País de lasMaravillas, La Isla del Tesoro ni losCuentos de Andersen. Lo que más lefascinó fue la serie de cuentosrecopilados por Andrew Lang en formade libros de colores. El Red Fairy Bookera su preferido, porque contenía elrelato de Sigurd y el dragón Fafnir: unahistoria situada en un tiempo remoto, enel brumoso norte de Europa. De hecho, alos 7 años Ronald escribió su primerahistoria, precisamente acerca de undragón:

«No recuerdo nada de ella,excepto un detalle filológico. Mimadre no comentó nada del

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dragón, pero señaló que no sepodía decir un verde dragóngrande, sino un gran dragónverde. Me pregunté por qué, ytodavía me lo pregunto. El hechode que recuerde esto tal vez seasignificativo, pues no creo queintentara volver a escribir uncuento durante mucho tiempo, yme concentré luego en el estudiodel lenguaje».

Pasaban los meses y la familiaconseguía vivir dignamente, aunque sinningún lugar para lujos o caprichos.Mabel se ocupaba de que a sus hijos noles faltase lo necesario y, de hecho, los

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años en Sarehole fueron los más felicesy provechosos de su vida, como elpropio Tolkien señalaría mucho tiempodespués. Solo había una cosa que leasustaba. Era un sueño que se repetíacon frecuencia: una ola gigantescaavanzaba, arrasando a su paso cuantoencontraba. Hacia 1945, cuando lahistoria del Anillo Único estaba ya muyavanzada, Tolkien escribió un relato enel que la isla de Númenor se hundía acausa de un maremoto. Él lo llamaba«mi complejo de la Atlántida», y esesueño que lo visitaba desapareció unavez escrito el cuento, que se tituló Lacaída de Númenor.

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La conversión de Mabel alcatolicismo

La religión ocupaba un lugar principalen la vida de Mabel. Pertenecía a unafamilia protestante; más concretamente,su padre era un activo metodista. Mabeliba todos los domingos con sus hijos ala iglesia anglicana local. Hasta que undía, Ronald y Hilary vieron cómo sumadre tomaba un camino distinto delhabitual, hacia otra iglesia: St. Anne, enla calle Alcester, cerca del centro deBirmingham. Era una iglesia católica.Durante el año 1900, Mabel y suhermana May Incledon recibieron la

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catequesis necesaria, y la propia Mabelcomenzó a hacerse cargo de laeducación religiosa de sus hijos.

Pero la furia de la familia cayósobre ella. Ni los Suffield ni los Tolkien(estos pertenecían casi todos a la Iglesiabaptista) aceptaron de buen grado laconversión al catolicismo de Mabel. Leretiraron el tan necesario apoyoeconómico y le dieron decididamente laespalda. Mabel afrontó con entereza y fela nueva y triste situación, pero su frágilsalud se resintió, pues debía esforzarsepor sacar adelante a su familia ella sola.

Mientras tanto, en el otoño de 1899llegó el momento de que Ronald sepresentase al examen de ingreso en la

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King Edward’s School. Era una pruebaexigente y el pequeño no la superó. Peroun año más tarde sí lo consiguió. LaKing Edward’s era un edificioimpresionante, al estilo de Oxford, conelevadas agujas góticas y enormes ylargos pasillos. Gracias a un tío de larama Tolkien, Mabel pudo pagar lamatrícula de su hijo. Pero el colegioestaba a casi seis kilómetros deSarehole, y ella no tenía dinero parapagar los tranvías y trenes que su hijodebía tomar para llegar a tiempo a clase.De manera que, durante las primerassemanas, Ronald debía levantarse muytemprano y caminar hasta el colegio.Mabel decidió, con pena, poner fin a los

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años en Sarehole. Alquiló una casitamás cerca del centro de la ciudad y, afinales de 1900, los tres se trasladaron.

A los ojos de Ronald, las aulas delnuevo colegio eran un escenarioespectacular. Entre aquellos muros seformaban muchos chicos que luegoconseguirían becas para estudiar en lasmejores universidades de Inglaterra.Poco a poco, se fue acostumbrando a lanueva rutina y a sus nuevos compañeros.La vida era realmente distinta de laexistencia tranquila que habían llevadoen el campo: ruidos de trenes, bulliciocallejero, ajetreo en la King Edward’s.Poco después se mudaron de nuevo auna casa cercana a la estación de tren,

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King’s Heath. Ronald y Hilary jugabanentre las vías del ferrocarril. Losextraños nombres escritos en losvagones captaron enseguida la atenciónde Ronald. No sabía lo que significaban,pero le encantaba el sonido de aquellasmisteriosas palabras. Esos vagonesprocedían del País de Gales, al oeste deInglaterra, y trajeron (junto con susmercancías) el despertar de lainspiración lingüística para el jovenRonald. Había descubierto el galés,idioma que con el tiempo se convertiríaen uno de sus favoritos. Sobre eseidioma inventaría el «sindarin», una delas lenguas que hablan los elfos de suscuentos. Blaen-Rhondda, tredegar o

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nantyglo eran algunas de aquellaspalabras, a la vez remotas y fascinantes.

A Mabel no le acababa de convencerla iglesia católica de St. Dunstan,cercana a la casa de King’s Heath. Y,tras largas caminatas en busca de unlugar de culto más adecuado, encontró laiglesia del Oratorio, fundada por elbeato John Henry Newman, converso alcatolicismo. Fue un hombre de unacultura y santidad muy considerables,que ejerció una gran influencia en lavida intelectual y religiosa de Inglaterra.Muchos de los sacerdotes que atendíanel Oratorio habían sido discípulossuyos, y el eco de la voz de Newmanaún resonaba entre aquellas paredes. En

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el Oratorio Mabel encontró también a unsacerdote comprensivo y exigente a untiempo: el padre Francis XavierMorgan. Con el tiempo, se convertiríaen una persona decisiva en la vida deJohn Ronald.

En 1902 la pobreza obligó a Mabela sacar a Ronald de la King Edward’s.Al lado de la iglesia del Oratorio habíauna escuela, dirigida por los propiossacerdotes. En ella, aunque el nivelacadémico no era muy alto, los niñosrecibían la educación religiosa queMabel consideraba tan importante.

Francis Morgan era un hombre degran corazón, con un ruidoso sentido delhumor y muy amable. Su ascendencia era

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española, y había heredado viñedos enJerez de la Frontera. Hablaba españolperfectamente; en sus libros aprenderíael joven Tolkien esa lengua, que nuncallegó a dominar, pero que le gustó casitanto como el galés y el finés. Pronto losTolkien se encariñaron con aquelsacerdote atento y de maneras rotundas.

Vivían en una casa apenas másgrande que una chabola, al lado de laescuela. Rápidamente, en el nuevocolegio Ronald adelantó a suscompañeros y Mabel decidió volver adar clase a su hijo ella misma. Ronaldtenía 11 años. El éxito de esa decisiónno se hizo esperar; el pequeño recibióuna beca para reincorporarse a la King

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Edward’s, donde regresó en el otoño de1903.

Se le ubicó en la sexta clase, justo amitad de camino. En ese momento, eljoven Ronald comenzó a estudiar griego:

«La fluidez del griego, resaltadapor la dureza y el brillo de susuperficie, me cautivó. Peroparte de la atracción estaba en laantigüedad y en su carácterextraño y distante (para mí):estaba muy lejos del hogar».

Comenzaba a surgir en él lafascinación por el elemento evocador de

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las palabras, más allá de lossignificados inmediatos. El profesor acargo de la clase era George Brewerton,un hombre de carácter fuerte yespecializado en la enseñanza de laliteratura inglesa. Llegó a enseñar a susalumnos las bases del inglés medieval, ycon él John Ronald dio otro pasoadelante en su decisión de conocer afondo la historia de su propia lengua.

Una pérdida inesperada

Llegó finalmente la Navidad de1903 y Mabel escribió a su suegra una

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carta sincera y llena de encanto,poniendo a la abuela paterna de losniños al día de las peripeciasfamiliares:

«Mi querida señora Tolkien:Dice usted que le gustan losdibujos de los muchachos másque ningún otro regalo que ellosle puedan hacer; por eso leenvían estos. Este año a Ronaldle ha ido espléndidamente.[…]He encontrado un giro postal dedos libras y seis chelines queusted envió a los chicos hacealgún tiempo, por lo menos unaño, y que se había perdido. Han

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estado toda la tarde en el centrogastando eso y un poquito más encosas que querían regalar. Hanhecho todas mis compras deNavidad: Ronald es capaz deelegir un forro de seda del matizexacto como un verdaderomodiste parisién. ¿Estaránapareciendo sus antepasadospañeros o artistas? En la escuelaavanza a ritmo muy rápido. Sabemucho más griego que yo latín;dice que va a estudiar alemánconmigo en estas vacaciones,aunque por ahora yo en realidadprefiero estar en cama. Uno delos sacerdotes, joven y alegre, le

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está enseñando a jugar alajedrez: dice que ha leídodemasiado, todo lo que convienea un chico que aún no tiene 15años, y que él no conoce unasola obra clásica que puedarecomendarle. Ronald tomará enNavidad la primera comunión,de modo que este año tendremosuna gran fiesta. No le digo estopara molestarla; solo porque hadicho usted que desea saber todoacerca de ellos dos.

La quiere siempre,Mab».

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A comienzos de 1904, la salud deMabel empeoró bruscamente. Teníadiabetes y en abril tuvo que ingresar enel hospital. Hilary fue enviado a la casade sus abuelos maternos, mientras queRonald se fue a vivir con tía Jane. Noexistía el tratamiento de la diabetes coninsulina y los médicos estabanpreocupados. Pero al llegar el verano,Mabel se encontraba mejor. El padreFrancis buscó un lugar perfecto para queella y los niños descansaran durante lasvacaciones: una casa de campo enRednal, una aldea de Worcestershirecercana a Birmingham.

Fue como volver al maravillosopasado en Sarehole. Paseaban hasta la

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cumbre de la colina de Lickey, jugabancon el padre Francis y su perro, lordRoberts; salían con él a remontar el ríomontados en barriles, dibujaban,trepaban a los árboles; jamás habíandisfrutado tanto de unas vacaciones. Elpadre Francis fumaba en una pipa demadera de cerezo. Años más tarde,Bilbo Bolsón y otros personajes de loslibros de Tolkien heredarían esa aficiónal tabaco de pipa, y pasarían poraventuras parecidas, entre árboles pocoamistosos y toneles de contrabando queflotaban en el río…

Llegó septiembre y, con él, la vueltaa clase. Pero se estaba tan bien enRednal, que Mabel tomó la decisión de

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quedarse un tiempo más en aquellacasita. John Ronald se levantabatemprano, caminaba dos kilómetroshasta la estación y tomaba el tren que lollevaba a King Edward’s. A veces,volvía cuando ya estaba muy oscuro, yHilary iba a recibirlo con un farolencendido. Algo semejante sucede enuna escena de El Señor de los Anillos,cuando Merry aparece entre las brumasen el momento en que los hobbits van aabandonar la Comarca, protegidos porel granjero Maggot (y, como hobbithospitalario que era, con su cesta desetas y su excelente queso).

Pero la salud de Mabel se quebrójustamente entonces. A comienzos de

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noviembre tuvo una recaída grave, quepresagiaba lo peor. Entró en coma yfalleció el 14 de ese mes, con suhermana May Incledon y el padreFrancis junto a su lecho. Ronald tenía 12años y Hilary 10. Habían quedadohuérfanos. Era la segunda de una largaserie de separaciones definitivas queafectarían profundamente el almasensible y delicada de John Ronald.

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¿Solo en la Tierra Media?

John Ronald Tolkien era apenas unadolescente cuando falleció su madre.Su recuerdo y ejemplo dejaron unaimpresión imborrable en su alma. Añosmás tarde, cuando ya tenía 21, Ronaldescribiría estas palabras, recordando lacallada heroicidad de su madre en los

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duros años de la infancia:

«Mi querida madre fue enverdad una mártir, y no a todosconcede Dios un camino tansencillo hacia sus grandes donescomo nos otorgó a Hilary y a mí,al darnos una madre que se matóde trabajo y preocupación paraasegurar que conserváramos lafe».

Para John Ronald la firmeza ycoherencia de vida que siempre habíamostrado su madre fueron un ejemplo aseguir, años más tarde, como padre y

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esposo. Por lo pronto, la tempranamuerte de su querido padre, y ahora lade su madre, habían convertido a Ronalden un muchacho realista. Sensible comoera a lo que sucedía a su alrededor, lacerteza de que en esta vida todo espasajero (lo mismo la belleza que lafortuna, la alegría que la pena), seafianzó pronto en su despiertainteligencia; pero, sobre todo, en sucorazón. Tomó conciencia de queninguna batalla se gana de formadefinitiva. La lucha nunca termina y,aunque las guerras no las gane nadie, «laguerra continúa siempre y de nada valedesfallecer», dejaría escrito años mástarde. A pesar del profundo dolor, de la

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pérdida irreparable, había que seguiradelante. Como dice Elrond, rey de loselfos que habitan Rivendel, durante elConcilio en que se decide el destino delAnillo Único:

«He asistido a tres épocas en elmundo del Occidente, y a muchasderrotas, y a muchas estérilesvictorias».

Ese sería el hilo conductor de ElSilmarillion y El Señor de los Anillos,mucho tiempo después: seguir adelantecuando toda esperanza parece habersedesvanecido.

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El joven Ronald empezaba aesculpir, golpe a golpe, su fuertepersonalidad. Era jovial y alegre pornaturaleza; incluso «explosivo». Leencantaba el aire libre, reír y compartirsu tiempo y energías con su hermano ycon sus amigos. Pero era también unchico reflexivo, con tendencia aconsiderar las cosas en su interior.Pronto hizo buenos amigos, unacaracterística de su carácter que semantendría durante el resto de su vida.Tras la muerte de su madre comenzó allevar, de manera más o menos regular,un diario en el que escribía su visión dela vida y los sucesos cotidianos.

Mabel fue enterrada en el

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cementerio de Bromsgrove. En sutestamento encomendaba al padreFrancis la custodia y educación de sushijos. Y la decisión fue, por cierto, muyacertada. El sacerdote se preocupórealmente como un verdadero padre delbienestar de los dos hermanos. A larenta que Mabel había dejado, añadió desu propio dinero (el que provenía de susviñedos) la cantidad necesaria paramantenerlos y pagar sus estudios. Elprimer asunto que debía resolver eraencontrar un nuevo hogar para Ronald yHilary. Tras considerar bien lascircunstancias, para obrar de la maneramás acorde a lo que había sido la últimavoluntad de Mabel, se decidió por

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enviarlos a vivir con Beatrice Suffield.Era tía política de los chavales y nopondría obstáculos a la educacióncatólica que ellos seguían recibiendo.

Pero la tía Beatrice no supoencontrar el modo de curar la profundaherida que la muerte de Mabel habíadejado en los chicos. Incluso quemó lascartas y papeles de su madre que Ronaldguardaba, sin pensar siquiera que ellosquerrían conservarlos. La vida en sunueva casa se le hacía insoportable aRonald, y el padre Francis pronto se diocuenta de ello. Como la casa estaba muycerca del Oratorio, Ronald y Hilaryayudaban por la mañana al padreFrancis a celebrar la misa y

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desayunaban luego en el refectorio. Deahí salían disparados a la KingEdward’s School, en la que ahoratambién estudiaba Hilary, tras superar elexamen de ingreso.

Un compañero de clase se convirtiómuy pronto en el mejor amigo deRonald. Se llamaba ChristopherWiseman, y también tenía un carácterfirme y enérgico. Era de religiónmetodista, pero ambos comprobaron quepodían hablar de Dios sin necesidad dediscutir y, mucho menos, de que esasconversaciones enfriasen, siquiera delejos, su amistad. Y, además, amboscompartían su pasión por el deporte dela escuela, del que eran feroces

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practicantes: el rugby (en la KingEdward’s nunca se jugó a fútbol).También compartían un gusto profundopor el latín y el griego, y los dosocupaban siempre el primer y segundopuesto en las notas de clase.

Bajo la supervisión de otro de susgrandes profesores, Robert Cary Gilson,Ronald comenzó a estudiar lingüística.Una cosa era saber latín, griego oalemán, y otra muy distinta, saber porqué eran así: cómo habían llegado a serlo que eran estas lenguas. Con la ayudade R. C. Gilson, Ronald comenzó aestudiar filología: la ciencia de laspalabras. Fue entonces cuando se topócon el anglosajón, la lengua que se

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hablaba en Inglaterra antes de lainvasión normanda, procedente deFrancia, en 1066 (batalla de Hastings).

Ronald quedó deslumbrado por lasonoridad y cadencia de las palabras,que le recordaban remotamente a lalengua que él mismo hablaba. Con unlibro que le dejó su profesor GeorgeBrewerton, comenzó a traducir, lentapero tenazmente, los textos del inglésmás antiguo. De todos modos, no leatraía tanto como el galés, desde elpunto de vista del sonido. Pronto estuvoen condiciones de leer en el idiomaoriginal el gran poema heroico de laliteratura inglesa: Beowulf, una obra demás de tres mil cien versos, compleja y

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profundamente atractiva, equivalente alCantar de Mio Cid en español o a laChanson de Roland en francés.

Como le había ocurrido con lahistoria de Sigurd y el dragón Fafnir, lasaventuras de Beowulf y su lucha contrael monstruo Grendel captaron su interésy despertaron su imaginación para crearél mismo sus propias historias. Lasemilla de la creación literaria estabasembrada. El campo abonado en el quegerminaría y crecería la Tierra Media ytodas sus historias, era la sensibilidadque Ronald sentía por el lenguaje: suamor a las palabras más arcaicas ymíticas.

Al inglés antiguo siguió el estudio

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del inglés medieval. Gilson era unhombre polifacético, muy inteligente,que animaba a sus alumnos a investigartodo lo que encontrasen en su camino.Fomentaba la inquietud de sus alumnospor el saber, sin atender a divisionessimplistas y falsas entre materias«científicas» y «humanísticas». Ronaldera inquieto intelectualmente: quería,sobre todo, saber, y no distinguía en estaépoca (como fuentes de conocimiento),entre las matemáticas y el inglésmedieval en que estaba escrito otro desus poemas favoritos, Sir Gawain andthe Green Knight. Era este un poemainspirado en los hechos de un caballerode la Tabla Redonda, y le fascinó su

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lenguaje y la musicalidad de los versos.Luego leyó Pearl, y se adentró con pasovacilante en el noruego antiguo. Poseíaya unos conocimientos lingüísticos muyelevados para la edad que tenía.

Pasaba horas en la biblioteca de laescuela, traduciendo y leyendo esasobras, y con sus ahorros compró unoslibros de filología, en alemán. Avanzabapor sus páginas con dificultad, peroestaba cerrando el círculo sobre supropio futuro: sería filólogo.

Fue entonces cuando comenzó ainventar sus propios idiomas. Es algoque hacen muchos niños: crear idiomassecretos en los que intercambian susimportantes «informaciones». Ronald ya

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había creado, con sus primas Mary yMarjorie Incledon, el «animálico»,construido con nombres de animales alos que se daba un significado concreto.Por ejemplo, dog nightingalewoodpecker forty[1] quería decir «eresun burro». Luego vino el «nevbosh», enel que llegó a escribir versosdisparatados, y que era una mezcla delatín, francés e inglés[2]. El tonodivertido de los poemas en esa lenguainventada se mantuvo en la poesíaposterior de Tolkien. Algunos ejemplosde ese sentido del humor aparecen en lascanciones que entonan los hobbits alprincipio de El Señor de los Anillos, oen las canciones de Tom Bombadil en

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los capítulos 6, 7 y 8 de este mismolibro.

Tras el «nevbosh» le llegó el turno aun idioma más complejo. Como no sabíaaún suficiente galés, John Ronald seinspiró en el español para desarrollar el«naffarin», con su especial sistema desonidos e incluso una sintaxis propia. Lededicaba muchas horas… hasta queapareció una lengua que le cautivó mástodavía: el gótico. Un amigo le vendióun viejo libro, titulado Primer of theGothic Language, y al abrirlo Ronaldsintió…

«… una sensación de deleite tancompleta, por lo menos, como

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cuando leí por primera vez elHomero de Chapman».

Apenas se habían conservadoochocientas palabras de esa lengua, quedejó de hablarse en Europa con ladeclinación de los pueblos godos, haciafinales del siglo IX. Así que Ronalddecidió «reconstruir» el idioma,imaginando de manera coherente cómohabrían sido las palabras en gótico yremontándose hacia atrás en el tiempo.Llegó incluso a escribir poemas en eseidioma perdido. Christopher Wisemancompartió enseguida su entusiasmo, yaque él mismo estudiaba por entonces losjeroglíficos egipcios. La mente de

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Ronald se fue acostumbrando, poco apoco, a trabajar como la de unhistoriador y filólogo.

Beren y Lúthien Tinúviel

Cuando llegaban las vacaciones deverano, el padre Francis Morgan llevabaa Ronald y Hilary a Lyme Regis. Ronaldpaseaba por la playa y dibujaba. Leencantó ese lugar, que visitaría con supropia familia años más tarde. Comohombre sensible que era, el padreFrancis escuchaba a los dos hermanos y,al darse cuenta de que no eran felices en

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su hogar provisional, decidió poner fin alos días de vida infeliz en casa de la tíaBeatrice. A la vuelta, ya en Birmingham,buscó un nuevo alojamiento y trasladó alos chicos a unas habitaciones quealquilaba la señora Faulkner, muy cercadel Oratorio, en el número 37 deDuchess Road. Estaba comenzando elaño 1908.

La habitación de Ronald y Hilaryestaba en la segunda planta, y justamentedebajo vivía una chica muy guapa ymenuda, de ojos grises y cabellorecogido. Se llamaba Edith Mary Bratt.Era huérfana, como ellos, y pronto sehicieron amigos. Edith tocaba muy bienel piano, y solía animar las reuniones en

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casa de la señora Faulkner interpretandomelodías conocidas. Pero apenas podíaensayar, porque a la dueña de la casa nole agradaba el sonido de las escalas. Asíque Edith debía renunciar a tocar y semarchaba resignada a su cuarto, paracontinuar con la máquina de coser. Lallegada de los Tolkien animó su vida, ylos tres hicieron frente común contra la«Vieja», como llamaban a la dueña de lacasa.

En esa existencia sencilla y no muyfeliz (aparentemente), la amistad entreestas dos almas semejantes se convirtiópoco a poco en un enamoramiento. Fueel primer y único amor en la vida deTolkien. Edith era tres años mayor que

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Ronald (que en ese momento tenía 16),pero la madurez de este suplía ladiferencia de edad. Se conocieron mejordurante todo aquel curso y en el veranode 1909 se declararon su amor.Comenzaron a frecuentar los salones deté de la ciudad. Arrojaban terrones deazúcar a los sombreros de las señorasque pasaban bajo la terraza del primerpiso de los locales, e inventaron unsilbido secreto para comunicarse.Muchos años más tarde, en una carta asu mujer, Ronald recordaba:

«Mi primer beso, y la primeravez que me besaste tú (de formacasi accidental), y cómo nos

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dábamos las buenas noches y túa veces llevabas tu camisónblanco, tan pequeño, y nuestrasconversaciones de ventana aventana, absurdamente largas; ycómo mirábamos subir el solsobre la ciudad a través de laniebla y el Big Ben que daba lashoras una tras otra, y las polillasque casi te espantaban, y nuestrosilbido, y nuestros paseos enbicicleta y nuestrasconversaciones como fuegosartificiales, y esos tres grandesbesos».

La cabeza de Ronald se dividía entre

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Edith y la invención de idiomas, así queno se concentraba demasiado a fondo enlos estudios. Vivía un poco «de lasrentas». Se apuntó a la Sociedad deDebate de la escuela, y ya comenzó amostrar sus dificultades con lapronunciación: tenía demasiadas cosasque decir y las palabras se agolpaban ensus labios. Se hacía complicadoentenderlo y seguir el hilo de lo quedecía. Pero cuando quería, era capaz dedeclamar con voz profunda y bienmodulada. También jugaba al rugby,aunque era un muchacho delgado yfibroso, nada corpulento. Sobre lainspiración que animaba su corazónjuvenil, escribió:

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«Por tener una formaciónromántica, convertí una relacióncon una chica en un asunto serioy en la fuente de mi esfuerzo».

Pero algo salió mal. Se los viojuntos una tarde, en otoño de 1909,cuando habían salido a pasear enbicicleta hacia Lickeys. El rumor llegó aoídos del padre Francis. Ronald era aúnmenor de edad, pues tenía 18 años, y nosería independiente hasta que cumplieselos 21. Le debía lealtad al sacerdote quehabía sido, después de todo, un padrepara él y Hilary. Llevado de su afecto yobediencia, Ronald aceptó laprohibición de no volver a encontrarse

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con Edith hasta que, al cabo de tresaños, dejase de depender legal yeconómicamente del padre Francis.

Se suponía que Ronald debíaconcentrarse a fondo en sus estudios,porque su futuro dependía de queconsiguiese una beca para ir a Oxford. Yeso significaba una cosa: buenas notas.El padre Francis, preocupado por ladistracción que un enamoramiento podíacausar en el ánimo del joven, le advirtióseveramente y tan solo le permitió unúltimo encuentro con Edith: el de ladespedida. Ronald pasó irnos díasterribles. El 1 de enero de 1910,escribió: «Como siempre, deprimido yen la tiniebla. Que Dios me ayude. Me

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siento débil y agotado». Además, habíasuspendido el examen de acceso a launiversidad. Aunque la competenciapara aprobar era muy dura, se esperabaque un chico del talento de Ronaldobtuviese una buena calificación.Desanimado, volvió a casa, pensandoque nunca más volvería a ver losmajestuosos edificios de la ciudaduniversitaria de Oxford.

Edith se marcharía a vivir con unmatrimonio amigo, en Cheltenham. Denuevo se los vio juntos a Ronald y aella, y esta vez el padre Francis fueexplícito: Ronald debía cortar esarelación. Dividido entre la lealtad y elamor, el joven desobedeció. El 16 de

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febrero escribió:

«Anoche recé suplicando ver aE. por casualidad. Plegariarespondida. La vi a las 12:55 enel Príncipe de Gales. Le dije queno podía escribirle y arreglamosencontrarnos dentro de dosjueves, para la despedida. Mesiento mejor, pero querría tantoverla una vez más para darleánimos… No puedo pensar enotra cosa».

Con la prohibición, el padre Francisestaba convirtiendo (sin darse cuenta) el

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amor de Ronald y Edith en algoinmortal. Nada podría haber fortalecidotanto una relación de verdadero amorentre dos personas tan apasionadas,especialmente en el caso de Ronald.Pasaron unos días. El 21 de febrero,Ronald anotó: «Vi una figura pequeña ytriste chapoteando con un impermeable yun sombrerito de tweed y no puderesistirme a cruzar y decirle una palabrade amor y aliento. Durante un rato estome animó. Recé y pensé mucho». Unanueva y tajante prohibición del padreFrancis llevó a Ronald al borde de ladesesperación. El 2 de marzo, Edithmarchó a su nuevo hogar en Cheltenham,y Ronald la buscó entre el gentío que se

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agolpaba en la estación de trenes; allí sedespidió de ella… hasta dentro de tresaños.

Un tiempo después, Ronald Tolkienescribiría la Gesta de Beren y LúthienTinúviel, o Lay de Leithian. En esahistoria, profundamente romántica ygrandiosa, la dama élfica Lúthienrenunciaba a su inmortalidad para podercasarse y compartir el triste destino desu amado, Beren, que era un hombremortal. Juntos llevaban a cabo un viajeal corazón mismo de la oscuridad:arrancaban una joya de la corona delSeñor Oscuro, Morgoth, y debían hacerfrente a terribles peligros. Esa historia,de la que Tolkien llegaría a escribir

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hasta ocho versiones distintas, en versoy prosa, encerraba el núcleo del amortal y como Ronald lo concebía. Setrataba de mucho más que de unsentimiento: era amor verdadero, yperduraría, por eso, «más allá de lasfronteras de este mundo».

La TCBS: tres es compañía

Separado de Edith, Ronald se concentróen sus estudios. Todavía asistía a clasesen la King Edward’s, y en 1911 estabaal frente de la biblioteca de la escuela,junto a Christopher Wiseman y R. Q.

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Gilson (el hijo de aquel profesor tanexigente como extraordinario). Ellosformaron el embrión de una especie de«club de los poetas muertos»[3]. Leíansus propias creaciones, compartían susaficiones e inquietudes artísticas ydiscutían amablemente sobre lascuestiones más variadas. Comenzaronllamándose «Tea Club», porque sereunían para tomar el té y fumar en pipa,lejos de toda formalidad. Más tardecambiaron de lugar, y las reuniones secelebraban en Barrow’s Stores. De lascuatro iniciales de esas palabras resultóel nombre del grupo: la TCBS (Tea Cluband Barrovian Society). Sería elprimero de los grupos de ilustres

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intelectuales que se formaron alrededorde Tolkien a lo largo de su vida.Llegaría a convertirse en algo necesariopara él: compartir sus inquietudes ysabiduría con otras almas afines a lasuya.

El núcleo de la TCBS estabaformado por Ronald, Wiseman y R. Q.Gilson. Cada uno tenía sus propiasaficiones. Ronald era especialista enlenguas germánicas y filología, y porentonces centraba su atención en laliteratura del norte de Europa. Pero lostres compartían el interés por laliteratura de Grecia y Roma. Su amistad,como todas las amistades, se apoyabasobre los puntos comunes, no sobre la

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identidad de opiniones en todo.Ronald era ya, por entonces, un

auténtico erudito en materia de mitologíanórdica. Leía en voz alta a sus amigosfragmentos de las sagas escandinavas,de Beozuulf y de Sir Gawain and theGreen Knight.

Más tarde, una cuarta persona seunió al grupo. Se llamaba GeoffreyBache Smith. Era el más joven de loscuatro y un poeta notable (lo cual agradómucho a Ronald, además de proceder delas West Midlands). Ronald habíacomenzado a escribir poesía tiempoantes. No eran poemas demasiadobuenos, y trataban casi siempre sobrehadas, elfos y otras criaturas fantásticas.

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Pero les faltaba la fuerza y coherenciaque, con el tiempo, conseguiría Tolkienal crear el conjunto de leyendas quediese sentido a toda su mitología de laTierra Media.

Se acercaba la hora de presentarseotra vez al examen para obtener la becaen Oxford. Ronald estudió de firme,aunque también entrenaba muchas horas,jugando al rugby en el embarradocampo de la escuela. Seguía dedicandotiempo a inventar idiomas y a estudiarlos «auténticos». Pronunció un discursoen latín ante la Sociedad de Debates,pero como era algo demasiado fácilpara él, decidió adoptar el papel de unembajador griego ante el Senado

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romano. Llegó a interpretar a unemisario de los bárbaros, hablando engótico, e incluso en anglosajón ante tongrupo de oyentes asombrados.

El 17 de diciembre de 1910 supoque le habían concedido una beca paraExeter College. No era demasiadoelevada (sesenta libras anuales), perojunto a una beca de la King Edward’s yla ayuda del padre Francis (que seguíacuidando de su protegido con una lealtada prueba de bomba), Ronald podía estartranquilo respecto al futuro inmediato.

Por esa época descubrió el Kalevalafinés, o conjunto de historias y mitos delos héroes de Finlandia, recopilados porElias Lonnrot. En las vacaciones de

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verano de 1911 viajó a Suiza con suhermano Hilary y unas cuantas personasmás. Durante una ascensión hasta elglaciar de Aletsch, la cordada estuvo apunto de caer al vacío a causa de unaavalancha de piedras, desprendidas porel calor del sol veraniego. Una rocaenorme pasó entre Ronald y una maestraque lo precedía, y a duras penasconsiguieron volver sanos y salvos alcampamento base. Quizá sobre eserecuerdo elaboraría el viaje de laComunidad del Anillo por el monteCaradhras, cuando una tempestad denieve obliga a Gandalf, Aragorn y losdemás a tomar el camino de Moria paraatravesar las Montañas Nubladas.

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Antes de volver a Inglaterra, compróuna postal que representaba al espíritude la montaña (Der Berggeist), unanciano de blanca y larga barba, queobserva sentado bajo un árbol a unsimpático fauno. Guardó la postal y,muchos años después, escribió en elsobre: «Origen de Gandalf».

A mediados de octubre de 1911, suprofesor R. W. Reynolds lo llevó aOxford en su coche para comenzar suaventura universitaria en la legendariaciudad de pináculos góticos y verdescampos donde Tolkien pasaría (aunqueno lo imaginaba) casi el resto de suvida.

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La vida en Oxford y unafiesta de cumpleaños muy

esperada

Exeter College no era el más elegante, nimucho menos el más hermoso de losedificios de Oxford. Pero sería el hogar

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de Ronald durante sus añosuniversitarios, y el joven quedóimpresionado desde el principio por lagrandiosidad del lugar. Su nombreestaba escrito en una pequeña tabla a laentrada de su habitación, y disponía deun criado o scout, que le servía eldesayuno y le ayudaba en todo lo que noestaba relacionado con el estudio.

La vida en la universidad era cara.Ronald debía medir muy bien susrecursos, porque las costumbres ytradiciones de Oxford podían jugarleuna mala pasada cuando, cada sábado,llegaba la cuenta con los gastossemanales. Se suponía que debíadevolver las invitaciones de que era

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objeto por parte de sus compañeros decollege. Para Ronald «la cuestión deldinero no era muy agradable».

Se apuntó al equipo de rugby deExeter, pero aquí el nivel era máselevado, y no llegó a destacar a pesardel empeño con que se empleaba en elcampo de juego. También se hizo sociodel Club de Ensayos y de la SociedadDialéctica de la universidad. Creó supropio club de debates, que se llamóApolausticks (una mezcla de latín,griego e inglés que significaba algo asícomo «los devotos de laautoindulgencia»).

El sistema de enseñanza inglés eramuy distinto del que se emplea, incluso

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ahora, en otros países. Allí la formaciónacadémica era más personal. Cadaalumno debía leer un buen montón delibros, sobre los que luego tenía queescribir ensayos originales a partir desus propias investigaciones,supervisadas por un tutor. Los tutoressolían ser gente de profunda preparaciónintelectual, que «desafiaban» a susalumnos obligándolos a pensar y asometer sus propias ideas a un examenprofundo. La preparación que losestudiantes recibían para hablar bientenía efectos beneficiosos: eliminaba el«miedo escénico» (a hablar en público)y ayudaba a desarrollar el espíritucrítico sobre las opiniones propias y

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ajenas. Escritores como G. K.Chesterton, C. S. Lewis (del quevolveremos a hablar, pues se convertiríaen el mejor amigo de John Ronald) y T.S. Eliot, por citar tres nombres ilustres,se formaron según este eficaz modeloeducativo. Todos ellos manejaban susargumentos con destreza, respetandosiempre (y eso es la toleranciaverdadera) los puntos de vistacontrarios.

Poco a poco fue surgiendo la facetajocosa y desenfadada del carácter deRonald. Participaba en las simpáticasgamberradas y fiestas del college, y,como por su forma de ser era un líder,pronto se encontró guiando a sus amigos

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hacia audaces y divertidas aventuras porlas calles de Oxford (donde,afortunadamente, no le sancionaron nirecibió castigos por mala conducta).

Para entonces a Ronald ya no legustaban tanto los autores latinos ygriegos, y se decantaba mucho más porla literatura germánica. En aquelmomento apareció un profesor que fueclave para el desarrollo del talentofilológico y creativo de Tolkien. Sellamaba Joe Wright, procedía deYorkshire y enseñaba FilologíaComparada.

Este hombre era admirable. Habíaaprendido a leer por su cuenta, porquede pequeño trabajaba como cardador de

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lana y no le quedaba tiempo para asistira la escuela. De modo que a los 15 añosaprendió, él solo, el alfabeto; viendoque eso era muy fácil, comenzó a asistira una escuela nocturna para estudiarfrancés y alemán. Aprendió latín ymatemáticas, y estudiaba hasta las dosde la madrugada sin ningún profesor quelo ayudase. Se levantaba a las cincopara ir a trabajar. A los 18 añosorganizó una escuela nocturna en suhabitación, cobrando dos peniquessemanales a sus compañeros de trabajo.Cuando llegó a los 21, reunió susahorros y se marchó a Alemania paraestudiar en la universidad deHeidelberg. Allí se interesó por la

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Filología. Estudió sánscrito, gótico,búlgaro antiguo, lituano, ruso, noruegoantiguo, sajón antiguo, alemán antiguo ymedieval, y anglosajón; finalmente,obtuvo el grado académico de doctor. Alvolver a Inglaterra fue contratado comoprofesor adjunto de FilologíaComparada en Oxford.

En 1912, Ronald se presentó anteJoe Wright, que contagió al joven suentusiasmo por el saber y la ciencia delas palabras. Era un profesor exigente ydetallista (rasgos que heredaríaTolkien), justamente lo que entoncesnecesitaba Ronald: un desafío, alguienque lo retara intelectualmente, sacandolo mejor de él. Joe Wright le mostró el

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largo camino que le quedaba porrecorrer hasta dominar los principiosdel lenguaje.

Como a Ronald le gustaba el galés,le aconsejó que siguiera por ese camino,pero que no descuidase el celta.Refiriéndose a esa lengua le dijo, con supeculiar acento de Yorkshire: «Ahí haydinero, muchacho». En el galésmedieval Ronald encontró la belleza quebuscaba en los idiomas. Siguiócultivando su afición por el dibujo y lapintura, y poco a poco se reveló comoun gran pintor de paisajes. Su caligrafíaseguía siendo delicada y hermosa, condiversos estilos que se apoyaban en eluso de plumines biselados para obtener

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trazos esbeltos y firmes. Escribiómuchas páginas de sus lenguasinventadas, en especial, las de los elfos(el quenya y el sindarin) con ese tipo decálamos. Más tarde, todos sus libroscomenzarían con una versión a mano enesa elegante escritura, de la que luego élmismo escribía una o dos copias,tecleando pacientemente en su antiguamáquina Hammond.

En la Navidad de 1911 volvió avisitar a sus amigos de la TCBS yparticipó con ellos en una obra deteatro. Interpretó el cómico papel de laseñora Malaprop, con gran éxito. Paraentonces, G. B. Smith era ya un miembrode pleno derecho en ese club informal,

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pero activo. Efectivamente, tres eracompañía de sobra para seguirdisfrutando de la amistad y los interesescomunes.

En 1912 se alistó en un regimientode caballería que realizaba susmaniobras en las llanuras de Kent.Ronald montaba a caballo; quizáinspirándose en esos paisajes, creó lasimaginarias llanuras en las que cabalgansus Rohirrim, los jinetes de la marca deRohan, en El Señor de los Anillos. Pasólas vacaciones del verano de ese añorecorriendo Berkshire, dibujando yhaciendo excursiones por las montañasde la zona.

En esos años había descuidado un

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tanto su vida religiosa. Acudía pocasveces a misa y apenas rezaba. Además,se había vuelto un tanto perezoso. Legustaba quedarse levantado hasta muytarde, hablando con sus amigos,filmando en pipa y leyendo. Esoimplicaba levantarse tarde, y el círculose cerraba. Comenzó a llevar un diariopara Edith, pendiente aún de reanudar sunoviazgo en cuanto cumpliese los 21.Seguía fiel a la promesa que le habíahecho al padre Francis de no escribir niver a su prometida durante tresinterminables años.

Avanzó en el dominio del finés ypudo leer con mucho esfuerzo, verso averso, el Kalevala. Sobre el finés

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elaboró el quenya y empezó a dedicarmucho tiempo a sus lenguajesinventados. Así pasó el resto del curso,entre ensayos, lenguas y tibio estudio. Seacercaba su mayoría de edad, que secumpliría durante la Navidad. Y cuandoel reloj dio las doce de la noche, ycomenzó el 3 de enero de 1913, escribióuna carta a Edith que terminaba así:

«¿Cuánto tiempo pasará antes deque podamos unirnos otra vez,ante Dios y el mundo?».

La respuesta de ella fuedesalentadora. Creyendo que Ronald la

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habría olvidado y que rompería supromesa, se comprometió con otrochico. Pero eso no disminuyó el ímpetuy el amor verdadero que el jovenTolkien sentía por su querida Edith. Ellahabía sido su inspiración durante esostres años. Había renunciado a todo pormantener intacta la promesa de un amorjuvenil. Esa prueba de fuego habíamadurado su cariño, transformándolo enverdadero amor. Así que tomó el trenhacia Cheltenham el día 8 de enero.Edith aguardaba en la estación: la mismafigura menuda de antaño, tan querida yanhelada. Tras pasar una tarde juntospor el campo, la joven decidió rompersu compromiso y volver junto a Ronald.

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Este no cabía en sí de alegría, y volvió aOxford con «una explosiva felicidad».

Escribió al padre Franciscomunicándole que pensaba casarse conEdith. La respuesta no fue todo lo cálidaque Ronald esperaba, pero no por esoalejaría de su corazón el profundoagradecimiento y amor que sentía por elsacerdote que tanto los había ayudado aél y a Hilary (que por entonces habíadejado los estudios y vivía en unagranja, dedicado a la agricultura y laganadería).

Se acercaba el momento de aprobarel primero de sus dos exámenes enClásicas, llamado en Oxford HonourModerations. La calificación oscilaba

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desde un «primera» a un «cuarta clase».Ronald obtuvo honores de segundaclase, lo cual era un tanto frustrante.Pero logró un alfa puro (una especie dematrícula de honor) en su asignaturafavorita, Filología Comparada. Losdirectores de Exeter se dieron cuenta delas aptitudes del joven para esa materiay decidieron que se dedicase a laFilología. En 1913 abandonó el latín yel griego, y comenzó a estudiar en laEscuela de Inglés.

Su tutor fue Kenneth Sisam, unneozelandés por el que muy prontoRonald sintió simpatía, admiración yafecto. Era muy trabajador, aunque notan brillante como Joe Wright. Bajo su

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supervisión, Tolkien comenzó a estudiara fondo las lenguas que ya conocía, yeligió como optativa el noruego antiguo.El nivel de la Oxford English School eramuy elevado, y Ronald comprobóenseguida que debía hincar los codos siquería estar a la altura. Lo hizo, y prontoavanzó con paso firme por el programa,interesándose a fondo por el dialectoque hablaron los antepasados de sumadre —los habitantes de las WestMidlands inglesas— durante la EdadMedia. También profundizó en el estudiodel anglosajón, idioma del que es aúnhoy una de las mayores autoridades. Susinvestigaciones en ese campo siguensiendo referentes obligados en las

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universidades de todo el mundo.Leyó las sagas noruegas, la Edda

Mayor o poética, y la Edda Menor,escrita en prosa. Eran la fuente de lamitología islandesa. El poema que másle entusiasmó fue el Völuspá, que narrala creación del cosmos y predice sudestino. Cuando, pocos años más tarde,comenzó a escribir El Libro de losCuentos Perdidos (que se convertiría,con el tiempo, en El Silmarillion), seinspiró en ese poema para componer elAinulindalë, el canto de los Ainur queayudaron a Eru-Ilúvatar a crear la tierra,que Tolkien llamó Arda en su mitología.

Los años de separación habíandistanciado a Ronald y Edith. Ella era

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una devota anglicana, y eso representabaun obstáculo de cara al matrimonio.Hablaban con frecuencia creciente sobrela conversión de ella al catolicismo.Para Ronald, la Reforma protestantehabía derivado en una forma ridícula dereligión, y no veía ningún sentido en lapermanencia de Edith en esa Iglesia.Pero la conversión en la fe no es uncamino solo intelectual. Había que irpoco a poco, y Ronald mostró quizápoco tacto y paciencia en un tema tandelicado, que él consideraba urgente yde la mayor importancia.

Por otra parte, la diferencia de edadera ahora más evidente, y susconsecuencias, más graves que cuando

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se conocieron. También el entorno enque habían madurado los dos eraprofundamente distinto. Debíanreconstruir su amor a partir de otrasraíces, más profundas, más reales ymenos idealizadas (especialmente en elcaso de Ronald).

Edith aceptó finalmente ser recibidaen la Iglesia católica. Como habíaocurrido con la madre de Tolkien,Mabel, la conversión le acarreódisgustos e incomprensiones. La másinmediata fue la expulsión de su casa enCheltenham. Hubo que buscar otro lugardonde vivir, y en junio de 1913 Edith setrasladó a Warwick, cerca deBirmingham. Por primera vez, Ronald

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contó a sus amigos de la TCBS que teníanovia. Todos se alegraron mucho. G. B.Smith había llegado a Oxford en elotoño de 1913, para estudiar en elCorpus Christi College, mientras queChristopher Wiseman y R. Q. Gilsonestudiaban ahora en Cambridge. Porencima de la distancia, la amistad quelos unía seguía viva.

El encargado de la catequesis deEdith fue el padre Murphy, párroco deWarwick. A Ronald le pareció queaquella formación inicial había sidoinsuficiente, e intentó cubrir las lagunascon sus propias explicaciones y, sobretodo, ayudando a su prometida en lapráctica de su nueva religión.

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Escogieron el 8 de enero de 1914 comofecha para la incorporación de Edith a laIglesia católica, en recuerdo delaniversario de su reencuentro. Ese día,ella se confesó y comulgó, sintiendo«una gran y maravillosa felicidad». Detodos modos, Edith nunca llegó ainvolucrarse en las actividades de laparroquia tanto como lo había hecho enla Iglesia anglicana, en Cheltenham. Susamistades eran escasas, y en general nose sentía muy feliz en Warwick. Además,por tener un carácter fuerte (al igual queRonald), discutían con frecuencia, ydebieron aprender poco a poco el modode perdonarse y pasar por encima de losdefectos del otro si querían hacer de su

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amor algo estable, duradero y real.En ese curso, el joven Tolkien

descubrió a otros autores que leabrieron nuevas expectativas y camposliterarios. Leyó varias obras de WilliamMorris: The Life and Death of Jason, latraducción de la Völsungasaga y la obra(en prosa y verso) titulada The House ofthe Wolfings. A Ronald no le gustabademasiado leer novelas, y en general susgustos literarios terminaban conGeoffrey Chaucer (es decir, hacia elsiglo XIV). Prefirió siempre el tonoheroico y arcaico del lenguaje en queestaban escritas las primeras obras de laliteratura europea. Había muchosparalelismos entre The House of the

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Wolfings y la «atmósfera» que Tolkienestaba a punto de empezar a crear parasu mundo imaginario. Escrita en unestilo a medio camino entre el verso y laprosa, aparecían muchas palabrasantiguas y la sintaxis era arcaica. Laacción se situaba en una época y unpaisaje nebuloso, difícil de localizar,aunque las descripciones eran muydetallistas. Era una historia que podíaestar fuera del tiempo, en el mundo delérase una vez. A Ronald le encantó esaforma de contar cuentos y el fondohistórico de la obra.

Sus viajes a Cornualles en lasvacaciones del verano de 1914 dejaronen su alma una huella duradera al

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contemplar la grandiosidad del mar, losarrecifes y las montañas. Era unescenario perfecto para inspirarse ycomenzar a crear sus propias historias.Al final de esas vacaciones escribió unpoema, que comenzaba con el primerverso del Crist de Cynewulf, un poemaen anglosajón que había aprendido dememoria un tiempo antes:

«Eala Earendel engla beorhtastofer middangeard monnum sended».(¡Salve Earendel, el más brillante de

los ángelesenviado a los hombres sobre la

Tierra Media!)

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Ronald tituló el poema The Voyageof Earendel the Evening Star («El viajede Earendel, Estrella de la Tarde»), ydecía así:

Earendel sprang up from theOcean’s cup

in the gloom of the mid-world’s rim;from the door o fNight as a ray of

lightleapt over the twilight brim,and launching his bark like a silver

sparkfrom the golden-fading sanddown the sunlit breath of Day’s

fiery death

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he sped from Westerland[4].

Ronald empleaba la métricamedieval inglesa, con rima interna encada verso. Era algo inaudito en alguientan joven, por la extrema dificultad deesa técnica, pero a partir de entonces lausó con frecuencia, especialmente en loscantos y poemas de Rohan, en El Señorde los Anillos. Estaba a punto decomenzar su «mitología para Inglaterra».Empezaban a aparecer los frutos detantos años de lecturas e intentos dedecir lo que quería, y de escribir sobrelo que amaba.

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Estallan las nubes

La Primera Guerra Mundial iba a abriruna brecha profunda en la historia de lahumanidad. Todo lo que ocurrió entre1914 y 1918 afectó a Tolkien de maneradecisiva. Inglaterra acababa de declararla guerra a Alemania en la época en queRonald escribió la historia de Earendel.El sentimiento patriótico llevó a decenasde miles de jóvenes a alistarse comovoluntarios. Pero Ronald teníaesperanzas de graduarse con buenasnotas y había decidido dedicarse a laenseñanza de la historia de los idiomas.Buscando una solución, se enteró de que

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podía matricularse en un curso quepermitía seguir estudiando, a la vez quese recibía instrucción militar. Eso fue loque hizo. Su incorporación a filas seretrasaría hasta que acabase la carrera.

G. B. Smith, su amigo, estaba aún enOxford, esperando la llamada de suregimiento, los Lancashire Fusiliers.Ronald procuró, a partir de esemomento, que le destinasen al mismobatallón. Entrenaba y estudiaba a la vez,y esa actividad exigente lo ayudó acentrarse cada vez más y a olvidar susantiguos hábitos perezosos. Mientrastanto, seguía escribiendo con elpropósito ya determinado de elaborarleyendas semejantes a las del Kalevala

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finés, pero esencialmente inglesas.En la Navidad de 1914, Ronald

viajó a Londres para reunirse con losdemás miembros de la TCBS. Loscuatro se sentían llamados a hacer algoimportante. Se consideraban artistas, ycada uno a su modo se trazó un plan para«encender una nueva luz en el mundo».Tolkien, Wiseman, Gilson y Smithcompartían una forma de ser y ver elmundo profundamente idealista, yquerían dejar una huella duradera de supaso por la vida. Sus ideas juvenilesdebían ser llevadas a la práctica, y nadaimpediría que eso ocurriese. Los cuatrojuntos se veían capaces de hacer algogrande. Tolkien decidió entonces que se

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dedicaría a la poesía. De hecho, siemprepensó que sus libros estaban escritos enforma de prosa poética, y que debíanleerse en voz alta. Por eso muchos delos relatos inicialmente fueron escritosen verso.

En esos meses compuso muchospoemas. Algunos tenían comoprotagonistas a duendes y elfos, pero ledisgustaba la imagen tradicional deseres diminutos que revoloteaban en elaire porque le parecían cosas infantiles,no auténticas historias para niños.Ronald llegaría a pensar que los niñosno eran los destinatarios principales delos cuentos. Una historia hermosa y biencontada podía gustar a cualquier

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persona, con independencia de la edad.A partir de El Hobbit escribió todos suslibros de acuerdo con esa idea.

Por otra parte, Ronald no encajabademasiado bien las críticas. Podíaadoptar dos posturas: o las desechaba, ovolvía a escribir todo desde elprincipio. Así que, a pesar de loscomentarios y sugerencias que G. B.Smith le hacía, siguió adelante con suestilo.

Cada vez se convencía más de quetenía que encontrar un punto de uniónentre la historia de Earendel y susidiomas inventados. En 1915 ya habíadesarrollado una lengua inspirada en elfinés, e incluso había redactado poemas

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en ella. Comenzó a plantearse lanecesidad de crear un conjunto dehistorias, conectadas unas con otras, quehiciesen creíble ese idioma. Siempretrabajaba como un filólogo; es decir:hacia atrás, tratando de averiguar cómohabían sido las palabras en el pasado, ycuál era el argumento que las unía yhacía coherentes a través de la historia.En esos poemas iniciales sobre lasaventuras de Earendel están presentes yalos elementos que formarían ElSilmarillion, muchos años después.

En junio de 1915 obtuvo matrículade honor en el examen final de Lengua yLiteratura inglesas. Con 23 años, yconsiderando sus buenas notas, esperaba

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conseguir un trabajo cuando acabase laguerra. Pero para eso aún faltaba muchotiempo. Todavía no le habían enviado alfrente. Era subteniente de los LancashireFusiliers, aunque no estaba en el mismobatallón que G. B. Smith. Losregimientos iban de un lugar a otro, sinaparente orden ni finalidad, y Ronaldpasaba mucho tiempo dedicado alislandés y a sus idiomas inventados. Sinembargo, no descuidaba susobligaciones como oficial, la instrucciónni los ejercicios de tiro. Sobre esostiempos de guerra escribió:

«No son entretenidos estosdías grises malgastados en ir de

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un lugar a otro y a otro, los temasaburridos, las oscuras aguasestancadas del arte de matar».

Se especializó en telegrafía, códigomorse y envío de mensajes, y lenombraron oficial de señales de subatallón. Llegaba el momento de ir alfrente, en Francia. Las noticias eranaterradoras: los soldados morían amiles, y era muy posible que Ronald novolviese nunca. Así que Edith y éldecidieron casarse antes de la partida.Se lo dijo al padre Francis Morgan, queles envió un mensaje deseándoles«felicidad y todas las bendiciones». Laboda se celebró en la parroquia de

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Warwick, el 22 de marzo de 1916.Viajaron a Somerset en tren y pasaronuna fugaz semana de luna de miel. Loscañones de la guerra retumbaban ya,estremeciendo a toda Europa. Y la «granofensiva» en el frente del río Sommeestaba muy cerca. El 4 de junio Ronaldse embarcó rumbo a las trincheras.

La Gran Guerra

Es muy difícil explicar la impresión queuna experiencia como la guerra (yespecialmente, la Primera GuerraMundial, una de las más crueles de la

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historia) deja en el alma de cualquierpersona. Ronald Tolkien era, además, unhombre muy sensible. Los horrores quevivió en las trincheras se imprimieronpara siempre en su memoria. Pero no seconvirtió en un irónico pesimista ni enun cínico, y menos aún en un sermelancólico, como ocurrió con muchosde los supervivientes de aquel infierno.Tolkien no sobrevivió solamente a laguerra, sino también al odio y a ladesesperación. En 1918 la vida, una vezmás, seguiría su curso; y no habría lugarpara la renuncia a seguir caminando, aunen medio del dolor y la pérdida.

Ronald llegó a Francia el 6 de junio.El campamento se estableció en Étaples.

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Pasaban los días, y hasta tres semanasdespués no se dirigieron hacia Flandes.El Somme fue el lugar elegido por elalto mando aliado para lanzar el granataque contra los alemanes. Lasdescargas de la artillería se oían a lolejos, como una siniestra bienvenida.

Los oficiales no agradaban aTolkien, que prefería estar con lossoldados rasos y los suboficiales. Eranhombres leales que hacían lo que debíanporque consideraban que era su deber,no porque les agradase hacerlo. De ellosaprendió Ronald muchas cosas; y mástarde se inspiró en el recuerdo deaquellos heroicos hombres corrientespara crear el carácter de los hobbits.

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Los hobbits son gente sencilla, delimitada imaginación, pero con un valory lealtad extraordinarios a la hora de laprueba:

«Mi Sam Gamyi es en realidadun reflejo del soldado inglés, delos asistentes y soldados rasosque conocí en la guerra de 1914,y que me parecieron tansuperiores a mí mismo».

Los campos de Flandes eran uninmenso barrizal que se extendía a lolargo y ancho del horizonte. Era difícilavanzar por aquellas tierras

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empantanadas, cargados con más detreinta kilos de material por soldado ycon la amenaza de una muerte cercana acada paso.

La forma de combatir cambiaría conesta guerra. La caballería se iba amostrar ineficaz, sustituida por lostanques y otras armas más mortíferas. Lainfantería seguía siendo el elementoprincipal de ataque, y se procurabaocupar el territorio enemigo ganando,aunque solo fuese, unos metros deterreno enfangado. Las trincheras seextendían como galerías interminables,conectadas unas con otras por estrechoscorredores en los que se amontonabanlos soldados y sus oficiales. Reinaba la

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confusión. El empleo masivo de gasestóxicos y armas explosivas terriblementedestructoras hacía que el número debajas se elevase cada día hasta límitesincreíbles. De hecho, los mandos noquisieron creer las noticias que llegabande la primera línea el día de la granofensiva.

Las comunicaciones apenasfuncionaban, el cableado estaba roto yembarrado, y lo que Ronald habíaaprendido casi no servía para nada.Cada batallón se turnaba con el anteriorpara combatir en la línea de fuego. Uncorto descanso, y de nuevo a la lucha.Llovía sin cesar, y el lodo, la humedad yla falta de higiene hacían de los

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soldados presa fácil de los piojos. Unade las enfermedades más habituales fuela «fiebre de las trincheras», unainfección causada por esos parásitos.Producía fiebre alta, debilidad, vómitosy obligaba a un largo período derecuperación. Muchos soldados lacontrajeron; al cabo de unos meses decombate, Tolkien también.

Dormían como podían, hacinados encobertizos y granjas medio destrozadaspor las bombas. Y constantemente, elruido sordo de las ametralladoras y lasexplosiones, a veces más cerca, máslejos otras. El 30 de junio el regimientode Tolkien se trasladó más cerca delfrente. El 1 de julio, a las 7:30 de la

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mañana, el batallón de R. Q. Gilson, suamigo de la TCBS, entró en combate.Salieron de las trincheras y avanzaron ala carrera hacia las líneas alemanas.Confiaban en que las alambradashubieran sido cortadas o destrozadaspor el fuego de artillería. Pero no fueasí. Avanzaban lenta, pesadamente, bajola carga de sus propios equipos deataque. Como un blanco perfecto antelos ojos de un cazador, los alemanesfueron barriendo con sus ametralladoras,línea a línea, hombre a hombre, a lo másgranado de toda una generación; unageneración perdida.

El batallón de Ronald quedó en laretaguardia, en Bouzincourt. El

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espectáculo era dantesco: hombresmutilados, heridos o agonizantes. En elprimer día habían muerto más de veintemil hombres. El día 6 le tocó el turno ala compañía A del batallón de Tolkien,que ahora estaba en el 11.º regimientode los Lancashire Fusiliers. Intentóescribir algo, pero era imposibleconcentrarse en otra cosa que no fuera elrostro de la muerte, y crecía su ansiedadpor la suerte que habrían corrido Gilsony G. B. Smith. Pensaba en Edith y en quequizá nunca volvería a verla más.

El 14 de julio, Ronald entró enacción. Era la fecha elegida para la granofensiva. La falta de orden ycoordinación hizo que los muertos de

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ambos bandos se contaran por decenasde miles: en un solo día murieron másde cincuenta mil soldados ingleses. Lastrincheras se llenaron de cadáveres dejóvenes que miraban al vacío con ojosinertes. El aire era irrespirable.

Los recuerdos que la guerra graba enla memoria de Ronald se pueden ver enla descripción de Mordor que Tolkienhizo en El Señor de los Anillos: lasciénagas de los muertos que Frodo, Samy Gollum atraviesan antes de llegar a lasmontañas del país de la Sombra, latierra calcinada y los árboles retorcidosy putrefactos, los cadáveresinalcanzables, de rostros nobles uhorribles, todos muertos…

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El ataque de Tolkien y los suyos notuvo éxito. Al regresar al campamento,Ronald encontró una desoladora carta deG. B. Smith:

«15 de julio de 1916

Mi querido John Ronald:

He leído esta mañana que Robha muerto. Yo estoy bien, pero¿qué importa? Por favor, no osapartéis de mí, tú y Christopher.Estoy agotado y terriblementedeprimido ante esta noticia, lapeor de todas. Ahora comprendeuno, con angustia, lo que era en

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realidad laTCBS.¿Qué vamos a hacer ahora,querido John Ronald?

Tuyo, como siempre,G. B. S.».

Ronald respondió a Smith: «En estemomento, no me siento parte de uncuerpo completo. Sinceramente, sientoque la TCBS se ha terminado». Pero suamigo le respondió: «La TCBS no se haterminado ni lo hará jamás». Los añosdemostrarían la verdad de ese desafío aldestino.

Los combates continuaron. Ronaldno fue herido, pero el 27 de octubre

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cayó enfermo: tenía la fiebre de lastrincheras. Fue evacuado al instante ytrasladado a la retaguardia. Desde allí,en un barco hospital, lo llevaron devuelta a Inglaterra, otra vez aBirmingham. Se reunió con Edith, yhacia mediados de diciembre estabacasi restablecido. Nunca volvió alfrente. En esos días recibió otra noticiaterrible. En una carta, ChristopherWiseman le decía que G. B. Smith habíamuerto a consecuencia de las heridas demetralla causadas por una granada. Unassemanas antes, Smith había escrito aRonald una carta sobre la que estereflexionó después muchas veces:

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«Mi mayor consuelo es que, siesta noche muero en unaemboscada (salgo en misióndentro de unos minutos), todavíaquedarán miembros de la granTCBS para anunciar lo que yosoñaba y en lo que todosestábamos de acuerdo. Estoyseguro de que la muerte de unode sus miembros no puededisolver la TCBS. La muertepuede hacernos repulsivos oimpotentes como individuos,pero no puede poner fin a loscuatro inmortales. Es undescubrimiento que comunicaréa Rob antes de salir esta noche.

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Y díselo también a Christopher.Que Dios te bendiga, queridoJohn Ronald, y que digas lascosas que yo intentaba decircuando no esté para decirlas, siesa es mi suerte.

Siempre tuyo,G. B. S.».

Al volver a Oxford, Tolkienencontró que solo unas trescientaspersonas habían sobrevivido a la GranGuerra: los tres mil habitantes de laciudad universitaria habían sidoliteralmente diezmados.

El 11 de noviembre de 1918 sefirmó el armisticio que ponía fin a la

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guerra. Wilfred Owen, un joven soldadode las Midlands que murió una semanaantes, había dejado escrito undesgarrador poema sobre el sinsentido yel horror del odio y la batalla. Lo titulóDulce et decorum est («Es dulce yhonroso»); terminaba así:

Si en algún sueño asfixiante pudieras tútambién ir andando

detrás del carro en que le echamos,y ver los ojos en blanco retorciéndose

en la cara,su cara colgante, como la de un demonio

harto de pecado;si pudieras oír, a cada traqueteo, la

sangre

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que sube, gorgoteando espuma de lospulmones deshechos,

obscena como un cáncer, amarga comoel rumiar

de llagas malas, incurables, en lenguasinocentes,

amigo mío, ya no dirías tan de buenagana

a los niños que suspiran por algunagloria desesperada,

la antigua mentira: Dulce et decorum estpro patria mori.

La guerra que «iba a terminar contodas las guerras», según habíaproclamado sin cesar la propaganda delbando inglés, concluyó por fin, dejando

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su poso de amargura para el mundoentero. Sin embargo vendría otra, añosmás tarde. Pero Ronald Tolkien dejóatrás los amargos recuerdos. Se habíaconvertido en un hombre y rehízo suvida echándose a la espalda la sombradel pasado. Se sobrepuso a susexperiencias en las ciénagas de losmuertos apoyándose en su fe y suvoluntad, en su imaginación y en lacreación literaria. El mago de laspalabras comenzó a crear «unamitología para Inglaterra».

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En 1951, cuando ya había terminado deescribir El Señor de los Anillos, Ronaldescribió en una carta la explicación delo que había hecho en sus libros:

«Hace mucho tiempo tuve la ideade crear un cuerpo de leyendasmás o menos conectadas, desdelas más grandes, cosmogónicas,

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hasta el nivel de los cuentosrománticos de hadas (lasmayores apoyadas en lasmenores, en su contacto con elsuelo, y las menores extrayendoesplendor de las vastas telas delfondo), que pudiera dedicarsencillamente a Inglaterra, a mipaís».

Los poemas de Earendel necesitabanuna historia más amplia que sirviese deescenario para la acción. Además,Tolkien ya había desarrollado susidiomas inventados y se sentía capaz decrear el mundo donde esos idiomas sepudiesen hablar. Corría el año 1917 y en

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la tapa de tina libreta Ronald escribiócon un lápiz azul: El Libro de losCuentos Perdidos. Con el tiempo, eselibro se titularía El Silmarillion, yTolkien no llegaría a terminarlo en todasu vida. Así empezó su mitología, desdela creación del mundo por Ilúvatar, hastallegar (al cabo de muchos años) a lahistoria del Anillo de Sauron, el SeñorOscuro de Mordor.

Las historias tenían que parecerverdaderas, ser creíbles, aunque tratasende seres que no habían existido. Y, amedida que se desarrollaban, se podíaver en ellas el profundo sentido de lareligión que Tolkien tenía. En la TierraMedia no aparece el nombre de Dios,

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pero su presencia se siente en cadapágina. Como católico que vivía concoherencia su fe, John Ronald creó unmundo de leyendas e historias donde lospersonajes conocen y adoran a Ilúvatar,o bien se niegan a obedecerle ycombaten contra él. Las historias de loselfos y los hombres, de los enanos,magos, orcos, ents y hobbits, ponen demanifiesto que la mente que habíaescrito esos libros era profundamentecristiana. Como todo cuento biennarrado, contenían una moral, pero noeran una alegoría del mundo real y,mucho menos, una defensa intencionadade la fe. Al contrario, se parecían más aun espejo en el que se podía ver

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reflejada la vida de cada día, paraencontrar un sentido a lo que ocurre enla realidad. Sobre el modo en que esashistorias se desarrollaron, Tolkienescribió:

«Surgieron en mi mente comocosas “dadas”, y se vinculabanentre sí a medida que ibanllegando. No obstante, siempretuve la sensación de registraralgo que ya estaba “allí”, jamásla de inventar».

Redactó La caída de Gondolin, a laque siguieron otras historias sobre los

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elfos, la fabricación de las tres joyas o«Silmarilli» por el arte de Fëanor, surobo por Morgoth y las guerras que sesucedieron después para recuperarlas.El estilo era difícil y elevado, heroicocomo las hazañas que se narraban.Tolkien tuvo siempre muy claro que elargumento y el modo de contar losrelatos debían ser semejantes: para unahistoria heroica las palabras y las frasestenían que ser poéticas y sugerentes,llenas de metáforas, como una músicarepleta de matices. La coherencia delargumento se apoyaba en la credibilidadde los idiomas inventados.

A pesar del tiempo transcurridodesde el fin de la guerra, no terminaba

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de recuperarse de la fiebre de lastrincheras, y anduvo de un hospital aotro, hasta que en 1919 se le dio el altadefinitiva. Durante una de lastemporadas de mejoría, Edith y él solíanpasear por un bosque. En un claro, llenode flores de cicuta, ella bailaba para él,mientras Ronald la dibujaba. De esosrecuerdos nació la historia románticamás maravillosa creada por Tolkien: laaventura de Beren y Lúthien Tinúviel.Ronald llegó a identificar a Edith conLúthien y a sí mismo con Beren. Sobreese cuento, Tolkien escribió a su hijoChristopher mucho tiempo después, trasla muerte de su esposa:

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«Ella era (y lo sabía) mi Lúthien.No te diré más ahora. Pero megustaría, antes de que pasemucho tiempo, tener una largaconversación contigo. Porquecomo parece probable que jamásescriba una biografía ordenada(se opone a mi naturaleza, queexpresa mejor las cosas quesiente valiéndose para ello demitos y relatos), alguien que estácerca de mi corazón deberíatener algún conocimiento deaquello que los registros noregistran: los terriblessufrimientos de nuestra infancia,de los que nos rescatamos el uno

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al otro, aunque sin poder curardel todo heridas que, más tarde,se demostraron muchas vecespertinaces; los sufrimientos quedebimos soportar una vezdeclarado nuestro mutuo amor;todo lo cual (más allá y porencima de las debilidadespersonales) podía ayudar a hacerperdonables, o comprensibles,los errores y oscuridades que aveces ensombrecieron nuestrasvidas, y a explicar por qué nuncarozaron lo más profundo denuestras almas ni borraron elrecuerdo de nuestro amorjuvenil. Por qué siempre, y en

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especial a solas, nosencontrábamos todavía a lamedia luz del bosque caminandocon las manos unidas paraescapar a la sombra de la muerteinminente antes de nuestradespedida final».

La historia de Aragorn y Arwen, enEl Señor de los Anillos, reflejaba lasmismas ideas. En ella se encierra elsecreto para entender lo que Tolkienconsideraba la clave de ese libro: lareflexión sobre la muerte y lainmortalidad en forma de cuento. Poreso el apéndice final del libro, que setitula Fragmento de la historia de

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Aragorn y Arwen, se debe considerarcomo lo más decisivo del libro, elresumen de lo que para Tolkien era unahistoria de amor verdadero. Lealtad,sufrimiento, alegría siempre pasajera,leve, momentánea, antes del momento dela despedida final e inevitable. Pero,por encima de todo eso, la esperanza enque «más allá de los círculos de estemundo hay algo más que recuerdos».

De Leeds a Oxford: otroviaje de ida y vuelta

En noviembre de 1917 había nacido el

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primer hijo de los Tolkien, John. Lafamilia vivía ahora en el número 1 deAlfred Street, en Oxford. En 1919,Ronald comenzó a trabajar como tutoren una escuela local. Al volver a laciudad universitaria encontró trabajocomo lexicógrafo asistente en el NewEnglish Dictionary. Le encargaroncinco palabras que empezaban por la w.Con sus conocimientos de idiomas y suforma laboriosa y detallista de trabajar,investigó en las raíces de esos términos,y ofreció la versión de cada uno de ellosen quince lenguas y dialectos. Era ya unespecialista en Filología Comparada.

Necesitaba recursos económicospara mantener a su familia en la dura

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posguerra. En 1920 nació su segundohijo, al que bautizaron con el nombre deMichael. Ese mismo año buscó untrabajo mejor pagado y fue contratadocomo lector de lengua inglesa en launiversidad de Leeds. Allí se trasladó lafamilia en 1921. En los años siguientesse mudarían de casa muchas más veces.

En Leeds pasaron casi seis años,hasta el otoño de 1925. Durante lasvacaciones de verano iban a Bimble Bayy a Filey, un pueblecito en la costa, alque solía ir también G. K. Chesterton, unfamoso escritor al que Tolkien llegó aadmirar, y cuyos puntos de vista sobrelos cuentos de hadas compartía. Allíinventaba historias que contaba a sus

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hijos pequeños, como la deRoverandom, un perrito blanco que teníaaventuras con un mago y que llegabahasta la Luna caminando por el senderoque su luz plateada reflejaba sobre elagua del mar. También escribió otrashistorias y poemas, como la de MissBiggins, que conversaba con ton dragónque había arrasado las tierras dealrededor, o las de Glip, una extrañacriatura que vivía bajo las montañas.También desarrolló para sus hijos loscuentos de Timothy Titus, unhombrecillo al que no gustaban lasaventuras. En todos estos cuentos habíaelementos que iban a aparecer pocosaños después en sus historias más

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conocidas, empezando por El Hobbit.Dibujaba paisajes, paseaba con sus

hijos y con Edith por la playa, hacíanjuntos castillos de arena… Ronalddedicaba mucho tiempo a estar con sufamilia, y a lo largo de los años loscuatro hermanos encontrarían siempre enél a un buen amigo en quien confiar,además de a un padre muy cariñoso.

En 1922 se incorporó a sudepartamento en la universidad de Leedsun hombre muy trabajador. Se llamabaEric Gordon y había sido alumno deTolkien. Enseguida se hicieron muyamigos. Entre los dos tradujeron alinglés moderno el poema medieval SirGawain and the Green Knight y lo

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llenaron de notas y explicaciones sobrela evolución del idioma desde el sigloXIV, cuando se escribió. El libro fuepublicado en 1925 y aún se estudia enmuchas universidades de todo el mundo.Con la ayuda de E. V. Gordon, escribiótambién un diccionario de inglésmedieval, imaginativo y lleno deerudición, titulado A Middle EnglishVocabulary.

Los dos ayudaron a los estudiantes aformar un Viking Club, y se reunían paracantar, leer poesía en voz alta y charlaranimadamente. Inventaron una serie decanciones divertidas, llenas de chistes ybromas sobre la Filología, y lopublicaron bajo el título Songs for the

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Philologists. Ronald seguía fiel a sucostumbre de formar grupos de amigosque compartían aficiones e interesescomunes, en un ambiente bien cargadode ruidoso sentido del humor, cerveza yaroma de pipa.

La universidad de Leeds se diocuenta de la capacidad de Tolkien paraenseñar: era un gran profesor einvestigador. Así que le nombraronprofesor de Lengua inglesa en 1924. LosTolkien se mudaron a una casa másgrande, y en ese año nació el tercer hijode Ronald y Edith. Le llamaronChristopher en recuerdo de ChristopherWiseman, el gran amigo de la TCBS quehabía sobrevivido a la guerra, sirviendo

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en la Marina. El pequeño enfermaba confacilidad, y tenía un carácter irritable yrebelde; seguramente por eso Ronald loquería de una manera especial. Con elpaso de los años, Christopher sería elmás estrecho colaborador de su padre enla creación de la Tierra Media. Tambiénestudió Filología y llegó a dar clase enOxford. Cuando Tolkien murió, en 1973,Christopher comenzó la tarea casiimposible de ordenar y publicar demanera coherente las obras de su padre,y a ello se dedicó desde entonces hasta1997. De los cuatro hijos era el quemejor comprendía el mundo imaginariode Ronald, pero sobre todo era el queestaba más cerca emocionalmente de los

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sentimientos de Tolkien hacia losidiomas y la literatura. Refiriéndose aChristopher, Ronald escribió en sudiario: «Ahora no podría vivir sin loque Dios me ha enviado».

El Libro de los Cuentos Perdidosestaba casi concluido hacia 1925;Tolkien lo tituló El Silmarillion. Peroentonces decidió empezar a escribirlode nuevo, desde el principio.

Era muy perfeccionista y le agradabadesarrollar los elementos «secundarios»de sus historias: los emblemas y escudosheráldicos, el diseño de alfombras yazulejos de elfos y hombres, o laescritura de hermosas páginasempleando las runas de sus idiomas

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inventados. Hacia 1930 había escrito unnuevo Silmarillion, o historia de losSilmarilli, las joyas fabricadas porFëanor, el más hábil y orgulloso de losorfebres elfos.

En 1925 llegó la noticia de queestaba vacante la plaza de profesor deanglosajón en Oxford. Había varioscandidatos y, a primera vista, Ronaldpartía con desventaja: era el más joveny, aparentemente, inexperto; pero sucapacidad estaba fuera de toda duda. Sepresentó. Y de los cuatro profesores,dos se retiraron a última hora. Quedaronsolo Tolkien y su antiguo tutor, KennethSisam. Empataron en la votación y en ladecisión final, que correspondía al

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vicerrector, la balanza se decantó dellado de Ronald.

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De Sudáfrica aBirmingham: un viaje de

ida y vuelta

A finales del siglo XIX, Sudáfrica vivíasu particular fiebre del oro. Laspotencias coloniales, en especialHolanda e Inglaterra, explotabantambién las recién descubiertas minas dediamantes. Arthur Tolkien trabajaba enBloemfontein para el Lloyds Bank, quetenía importantes inversiones en el país.Hasta allá viajó su prometida MabelSuffield para casarse, y allí nacieronJohn Ronald, en 1892, y Arthur Hilary,en 1894. Pero la dureza del clima obligó

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a Mabel a regresar a Inglaterra con sushijos. La repentina muerte de Arthurforzó a la joven viuda a instalarse en lasafueras de Birmingham. La belleza delpaisaje de la campiña inglesa modeló enJohn Ronald una manera especial demirar el mundo, de sentir la naturalezacomo un don vivo y hermoso.

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Edith y los idiomasinventados

El origen del imaginario tolkieniano seencuentra en los idiomas inventados.Tolkien llegó a dominar más de veintelenguas y dialectos, en especialantiguos, e inventó unos cuantos más a lolargo de su vida. Esos idiomas fueron labase sobre la que su imaginaciónelaboró otros mundos posibles,profundamente deseables y verosímiles(una tarea que él llamó subcreación). Apartir de ellos surgieron los cuentos,

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mitos y leyendas de Beleriand y laTierra Media. Tolkien dedicó tantotiempo a sus idiomas como a escribirlos miles de páginas que componen sumitología.

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Aspecto de las calles de Warwick, lugar al quese traslado Edith después de su conversión.

Inspiradas en sus dos idiomas favoritos,el finés y el gales, Tolkien inventó lasdos lenguas de los elfos, el quenya y elsindarin. Dedicó mucho tiempo a

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escribir fragmentos de sus relatos en una

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esbelta y esmerada caligrafía.

Las ciénagas de losmuertos

Entre 1914 y 1918, la Primera GuerraMundial acabó brusca y trágicamentecon el mundo tal y como este eraconcebido hasta entonces. La contiendarecibió el título de la «Gran Guerra», yen ella pereció tristemente lo másgranado de toda una generación, pues lamuerte no distingue ni entiende debandos.

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Tolkien combatió en el FrenteOccidental, y tomó parte en la batalladel Somme. Contrajo la fiebre de lastrincheras, y fue devuelto a Inglaterrapara que se recuperase en un hospital.En las trincheras había comenzado aredactar La caída de Gondolin, quesería la primera de las historias de El

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Libro de los Cuentos Perdidos. Con eltiempo, ese libro se convertiría en ElSilmarillion.

Una mitología deInglaterra

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La célebre ciudad universitaria de Oxford fueel escenario en que se desarrolló la vida deTolkien.

A partir de 1926, y hasta su muerte en1973, Tolkien vivió con su familia enOxford. Allí enseñó Historia del Inglésy Literatura inglesa, centrando suatención en el anglosajón, en Beowulf yen la literatura anterior a Chaucer (sigloXIV). El inglés moderno siempre le

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pareció pobre en comparación con lariqueza de matices y sonoridad de susantepasados lingüísticos.

Su ilusión era inventar una mitologíaque pudiese dedicar como un regalo a supaís, Inglaterra, por lo que John Ronaldse dedicó a esa tarea subcreativadurante los siguientes cuarenta años,construyendo tramas a partir de idiomasy mapas imaginarios. Sentía queInglaterra no tenía una mitología propia,y especialmente a partir de 1066 con lainvasión normanda, el elementogenuinamente inglés desapareció en granmedida del lenguaje, la cultura y lapropia vida.

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El tapiz de Bayeux es un lienzo bordado de casi70 metros que data del siglo XI. En él se relata,mediante una sucesión de imágenes y suscorrespondientes leyendas en latín, los hechosprevios a la conquista normanda de Inglaterraen 1066, tras la batalla de Hastings.

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Cuentos domésticos ypaseos míticos

Desde 1917, con el nacimiento de John,hasta que Priscilla dejó de ser niña,Tolkien inventó cuentos que tenían comoauditorio el ámbito doméstico. Allínacieron y crecieron los cuentos de ladécada de 1920 y 1930, las aventuras deBilbo Bolsón, y también las cartas queanualmente llegaban desde el Polo Norteescritas con la temblorosa caligrafía dePapá Noel.Después de la Gran Guerra la poblaciónde Oxford, una ciudad estudiantil, quedóliteralmente diezmada. Casi todos los

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amigos de Tolkien eran, como él,excombatientes. Se sentían fuertementeunidos en su amistad por el vínculo de lacomún experiencia de la amargapérdida. Esa amistad acrisoló el ingeniode cada uno para la creación literaria.Ante el auditorio que formaban aquellosamigos fueron leídas las obras de unos yotros, y los largos paseos que daban porOxfordshire, o por los caminos que seentrelazaban entre los colleges, servíanpara hablar de todo un poco, desdeteología hasta los chascarrillos de lavida académica.

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La metáfora del camino aparece muchas vecesen las obras de Tolkien, como imagen de loinesperado, del desafío y, por eso también de laesperanza. Tolkien y sus amigos Inklingsgustaban de dar largos paseos por Addison’sWalk, alrededor de Magdalen College y junto alrio Cherwell.

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La compañía estable

El cardenal John HenryNewman (1801-1890).Fue uno de losiniciadores del

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Movimiento de Oxford. Abrió el caminode la conversión para muchosanglicanos después de recorrer él mismoesa senda. Fue beatificado porBenedicto XVI el 19 de septiembre de2010.

Geoffrey Chaucer(1343-1400), autor delos Cuentos deCanterbury. Tolkiendedicó mucho estudio ygustosa atención a su obra.

George MacDonald (1824-1905),escritor escocés que ejerció una graninfluencia sobre la vida y la obra de C.S. Lewis. Algunos de sus cuentos se

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contaban entre losfavoritos de Tolkien, ytambién de sus hijos.

William Morris (1834-1896), fundador delmovimiento Arts andCrafts. Fue un humanistade amplio espectro. Susnarraciones de corte épico siempreagradaron a Tolkien, en especial por laapariencia de una historia más ampliaque enmarcaba la acción en primerplano.

Gilbert Keith Chesterton (1874-1936).

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Su polifacético genioaún se deja sentir entodo el mundo. Tolkien yél compartían una visiónacorde sobre el mundo, ysobre el profundo valor

y significado de los cuentos.

Desde su niñez como huérfano en elOratorio de Birmingham, por cuyospasillos aún resonaban los pasos deNewman, hasta sus lecturas de juventud,Tolkien gozó siempre paseando por lasantiguas mitologías del ámbito anglo-germánico. Todas aquellas tradicionesorales formaron el humus de suinspiración.

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Tolkien estodavía laautoridadacadémicade mayorrenombresobre elpoemafundacionalde laliteraturainglesa,

Beowulf.

Las sagas islandesas, escritas en nórdicoantiguo, fecundaron la imaginación deTolkien desde su primera adolescencia.

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Los Eddason

colecciones de historias relativas a lamitología nórdica. Existen doscompilaciones, la Edda menor, en prosa,de Snorri Sturlusson (siglo XIII); y laEdda Mayor o poética, atribuida a

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Saemundar y conservada en el CodexRegius.

Los Inklings

Desde sus años deestudiante enOxford hasta susúltimos días,Tolkien se reuniócon sus amigosregularmente para charlar, beber yfumar, mientras leían en voz alta losrelatos y estudios de unos y otros. Frutode esa camaradería fueron la T. C. B. S.,

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el Viking Club que fundó con EricValentine Gordon en Leeds, losCoalbiters y, por último, los Inklings«de mentes perspicaces». Algunos otrosasistentes habituales a esas tertuliasfueron Robert Havard, John Wain, HugoDyson, Nevill Coghill, Colín Hardie oWarren Lewis (hermano de C. S.Lewis), entre otros.

Clive Staples Lewis (1898-1963), elgran amigo de Tolkien, teólogo yespecialista en historia de la Literaturauniversal. Una de las grandes mentes delsiglo XX. De su pluma nacieron LasCrónicas de Narnia y un sinfín detrabajos académicos y estudios sobre

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aspectos de lafe cristiana.

CharlesWilliams(1886-1945),escritor ydramaturgo.

Owen Barfield(1898-1997),gran amigo deC. S. Lewis,

influyó mucho en las ideas que Tolkienllegó a tener acerca del podersubcreativo del lenguaje.

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Christopher Tolkien (1924) tercer hijode los Tolkien, albacea y editor de lasobras póstumas de su padre.

Los Puertos Grises

Tolkien dejó escrito que El Señor de losAnillos era «un ensayo de estéticalingüística sobre la muerte y lainmortalidad». La caducidad de labelleza y el paso del tiempo, así como lanostalgia y el afán posesivo, sonasimismo temas presentes en toda sumitología.Edith y John Ronald fallecieron en un

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intervalo de pocomás de dos años.Ambos estánenterrados en elcementerio deWolvercote, alnoroeste de Oxford. En la lápida de sutumba se puede leer el nombre de losprotagonistas de una de las historias máshermosas y tristes inventadas por JohnRonald: Beren y Lúthien Tinúviel.Tolkien estaba convencido de que lamuerte no era el final. Como diceAragorn en el apéndice final de ElSeñor de los Anillos, «con tristezahemos de separarnos, mas no condesesperación (…). No estamos sujetos

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para siempre a los confines del mundo, ydel otro lado hay algo más querecuerdos».

Cronología

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El 3 de enero nace Tolkien enBloemfontein, Sudáfrica.

Muere repentinamente su padre,Arthur.

Mabel Suffield, madre de JohnRonald y Hilary, se convierte alcatolicismo, lo cual les causamuchos sufrimientos a causa de laincomprensión de sus familias.

Mabel fallece a causa de ladiabetes. Ronald y Hilary quedanbajo la custodia de un generosotutor de origen español, el padreFrancis Morgan, sacerdote delOratorio de Birmingham.

John Ronald conoce a Edith Bratt. Tolkien comienza sus estudios

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universitarios en Exeter College,Oxford.

El 3 de enero, recién cumplidossus veintiún años (la mayoría deedad), y libre ya para decidirsobre su futuro, escribe a Edith yse reúne con ella. Reanudan sunoviazgo, interrumpido por laprohibición del tutor de JohnRonald.

El 22 de marzo se casan, pocoantes de que Tolkien embarquerumbo a las trincheras del FrenteOccidental para participar en lagran ofensiva del Somme. Esemismo año contrae la fiebre de lastrincheras, y retorna a Inglaterra.

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Comienza la escritura del ciclomitológico que, con el tiempo, seconvertirá en El Silmarillion. Nace el primer hijo de los Tolkien,John. Trabaja como lexicógrafo en elOxford English Dictionary. Consigue un trabajo como lectureren la Universidad de Leeds. Allívivirán hasta 1926. Nace susegundo hijo, Michael. Nace Christopher. Tolkien trabajacon Eric Valentine Gordon en laedición del poema tardomedievalSir Gawain and the Green Knight,publicada al año siguiente. Tolkien es nombrado profesor de

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anglosajón en Oxford. Conoce a C. S. Lewis, reciénllegado a Oxford, y se hacen muyamigos. Juntos fundan losCoalbiters, una de las tertuliasliterarias que jalonan la vida deambos.

Nace Priscilla,la cuarta y últimahija de losTolkien. Porentonces Ronaldnarraba a sushijos varones lasaventuras deBilbo Bolsóncada noche, y luego ponía por

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escrito lo que acababa decontarles.

En septiembre se publica TheHobbit, que se convierte enseguida en un éxito de ventas. Laeditorial Allen & Unwin le pideuna continuación. En diciembreescribe el primer capítulo de TheLord of the Rings.

Pronuncia la conferencia On FairyStories, uno de los ensayos másimportantes para entender enprofundidad la mitología deTolkien y el papel de los idiomasen la invención literaria. Pocodespués escribe el largo poemaMitopoeia, en el que condensa lo

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que es el arte de contar historias. Tolkien esnombradoprofesor deLengua yLiteraturainglesas enMerton College.

Concluye ElSeñor de losAnillos. Muchos de los capítuloshan sido leídos durante los añosde la Segunda Guerra Mundial porsu hijo Christopher y por C. S.Lewis. Ambos lo consideran unaobra única.

Ven la luz The Fellowship of the

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Ring y The Two Towers, primerosdos volúmenes de El Señor de losAnillos.

Es publicado el tercer volumen,The Return of the King.

Tolkien se jubila. Durante esosaños mantiene una intensacorrespondencia con personas detodo el mundo, a medida que ElSeñor de los Anillos se convierteen una obra de éxito e influenciaincalculables.

Se publica The Adventures of TomBombadil.

Las obras de Tolkien se extiendenpor los campus de lasuniversidades estadounidenses.

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Muchospersonajes sontomados comoiconos de lacultura pop y delos movimientoscontraculturalesdurante esa difícil y complejadécada.

Ve la luz su cuento Smith ofWooton Major, un relatoprofundamente autobiográfico,auténtico testamento poético delautor.

En noviembre fallece Edith, a laedad de 82 años.

Tolkien se muda a un pequeño

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apartamento que la Universidad deOxford le ofrece en el número 21de Merton Street. Es nombradoComendador del Imperio Británicopor la reina. A finales de agosto se sienterepentinamente enfermo mientrasestá de vacaciones en el pueblocostero de Bournemouth. Estrasladado a un hospital, dondemuere el 2 de septiembre a la edadde 81 años, a causa de una fuertehemorragia estomacal. Sus hijosJohn y Priscilla llegan a tiempo deacompañarle en sus últimosmomentos. Se publica, por fin, The

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Silmarillion, editado por su hijoChristopher a partir de las milesde páginas y numerosas versionesde cada capítulo que su padre fueacumulando desde el lejano 1916.

Tolkien y el mundoaudiovisual

A pesar de que a Tolkien no le gustabandemasiado las dramatizaciones, tuvoocasión de revisar algunos bocetos deguiones para cine y radio. Nadiepreveía, sin embargo, el éxito rotundoque tendría la versión de El Señor de

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los Anillos dirigida por Peter Jackson,que fue estrenada entre los años 2001 y2003. Sin embargo, es difícil que el cinecomercial acierte a tratar el tempocontemplativo que predomina en lashistorias del imaginario tolkieniano, ycasi todo se sacrifica en aras delespectáculo audiovisual. Antes, en 1978,había visto la luz una muy meritoriaversión animada, dirigida por RalphBakshi.Peter Jackson se ha colocado de nuevotras las cámaras para realizar unaversión de El hobbit en forma de doslargometrajes que se estrenan en 2012 y2013.

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Comenzaba la época más estable de lavida de Tolkien. Fue nombrado profesorde la cátedra Rawlinson y Bosworth,puesto en el que trabajó hasta 1945. Suvida era la normal de un profesoruniversitario y padre de familia.Preparaba sus clases, ayudaba a sushijos con los deberes, hacía los recadosque Edith le encargaba cuando iba y

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venía de la ciudad en su bicicleta, sereunía con sus amigos, otros profesoresy tutores de la universidad, y escribíalibros y muchas cartas. Muchísimas mástendría que redactar a partir de 1954,cuando se publicó El Señor de losAnillos.

Puede llamar la atención que unapersona tan normal demostrase un geniocapaz de escribir historias tanapasionantes. Aunque es posible queesto fuera la clave de todo. RonaldTolkien parecía llevar la vida de unsimple hobbit, una vida ordenada,rutinaria (pero no aburrida) y estable.Incluso por gustos, forma de vestir y depensar, era una especie de Bilbo Bolsón.

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Pero en realidad se parecía más aFrodo, por el carácter «élfico» de supersonalidad, que ya hemos señalado enotras páginas: añoraba el mar, comoFrodo y Legolas, y la vida tranquila alaire libre; ansiaba hablar con otros seresvivos en lenguas desconocidas yextrañas, como el mago Radagast; ymeditaba sobre la heroicidad que seesconde en las cosas de cada día. No legustaban las aventuras, pero toda su vidadio la cara cuando se hizo necesariohacerlo. Al reflexionar sobre sus obras,Tolkien escribió:

«Historias semejantes no nacende la observación de las hojas

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de los árboles, ni de la botánicao la ciencia del suelo; crecencomo semillas en la oscuridad,alimentándose del humus de lamente: todo lo que se ha visto,pensado o leído, y que fueolvidado hace tiempo… Lamateria de mi humus es,principal y evidentemente,lingüística».

Por eso es importante no perder devista que lo que Tolkien sabía era solouna fuente de inspiración. Pero sutalento creador, su sensibilidad, genio eingenio fueron la base de la creación dela Tierra Media y los otros cuentos,

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dibujos y pinturas que llenaron susjornadas aparentemente iguales.

Tierras de penumbra yhierba para pipa

1926 iba a ser un año decisivo en lavida de dos personas que coincidieronen Oxford. Uno era John Ronald Tolkien;el otro, Clive Staples Lewis. Ronald ysus amigos le llamaban «Jack». Por suparte, Jack llamaba a Tolkien «Tollers».La amistad profunda entre estas dospersonas de inteligencia privilegiada fuemuy provechosa para los dos. Poseían

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vina sensibilidad especial para lalectura y la creación literaria, y prontose dieron cuenta de que compartían unmundo intelectual y emocional común.

C. S. Lewis había llegado a Oxfordprocedente de la universidad deCambridge, y enseñaba Literaturainglesa medieval y renacentista enMagdalen College. Al igual que Ronald,había luchado en la Gran Guerra. Noestaba casado, vivía solo con suhermano, el comandante Warren Lewis;y, cuando conoció a Tolkien, no creía enDios. Pero lo buscaba hacía tiempo. EnCambridge le habían prevenido contralos filólogos y los católicos o«papistas»; y como él escribió más tarde

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en su autobiografía, «Tolkien era ambascosas».

Pronto se hicieron muy amigos. Sereunían en las habitaciones de Jack enMagdalen y formaron una sociedadinformal llamada los Coalbiters. Esapalabra provenía del islandés kolbítar,«morder el carbón», término que seaplicaba a los que se sientan tan cercade la chimenea que parece que van aarder entre la leña. Leían las sagasislandesas y otras obras en la lenguaoriginal. Bajo la supervisión y el ánimode Ronald, que era el que mejordominaba esos idiomas, todos seafanaban en la lectura hasta que,cansados del esfuerzo, decidían abrir

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una botella de whisky, o tomar un técaliente, y continuar hablando de suspropias creaciones, o del trabajo y lavida en Oxford, mientras fumaban suspipas. Eran reuniones informales,salpicadas de chistes y chascarrillos dela vida académica.

En 1929 nació la hija que Edith tantodeseaba. La llamaron Priscilla Mary.Por esos años, Tolkien había comenzadola narración de un cuento para sus hijos.Se trataba de la historia de BilboBolsón, un ser perteneciente a la razahobbit, que era llevado casi contra suvoluntad a correr aventuras con el magoGandalf y trece enanos bravucones, peroun poco cobardes. La historia crecía

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noche tras noche, porque cuando los tresniños se dormían, Ronald bajaba alestudio de su casa en Northmoor Road yse quedaba hasta muy tarde escribiendolo que acababa de contarles. A Tolkienle gustaba mucho quedarse levantadohasta altas horas de la noche; y nunca legustó madrugar, aunque debía hacerlopor razón de sus obligaciones.

A medida que se desarrollaba, elcuento de Bilbo se hacía más y másoscuro: no parecía muy adecuado paraniños. La mente de Tolkien preferíanarrar historias heroicas y complejasdesde que empezó a leer la literaturaeuropea más antigua. Hacia 1930 llegó aun punto que sería la clave para escribir

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después El Señor de los Anillos. Bilbo,caminando a tientas bajo la montaña,ponía la mano sobre un anillo. Esa joyaresultaba ser un objeto que hacíainvisible a su portador. Bilbo decidióguardarlo en su bolsillo, pero entoncestuvo que enfrentarse a la criatura quevivía en esas cavernas, Gollum. Los dospersonajes decidían retarse a unconcurso de acertijos. Si ganabaGollum, se comería a Bilbo; pero si elhobbit vencía, Gollum debería guiarlohasta la salida. Ese capítulo se llamó«Acertijos en las tinieblas». En laprimera versión, Gollum perdía y, fiel asu palabra, acompañaba a Bilbo por eltúnel que conducía al exterior. Pero años

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después, el tiempo y la evolución de lahistoria obligaron a Tolkien a rehacer elepisodio, para justificar el caráctermaléfico del anillo: no era ion anillocualquiera, sino el Anillo Único, forjadopor Sauron el Grande, el Señor Oscurode Mordor. Sin embargo, en 1930Tolkien no sospechaba nada de eso. Aúntenían, él y Bilbo, mucho camino porrecorrer.

Tolkien terminó el libro, paso apaso. Cuando lo acabó, no pensó enpublicarlo. Dejó el manuscrito en una delas estanterías de su estudio, hasta queuna antigua alumna, Elaine Griffiths (quellegó a ser amiga de la familia)descubrió aquel montón de páginas.

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Recomendó el libro a una amiga suyaque trabajaba para la editorial Allen &Unwin, en Londres. Se dio a leer ElHobbit a Rayner, hijo del dueño, queentonces tenía 10 años. Hizo un informeserio y favorable, en el querecomendaba su publicación. El chavalrecibió un chelín como pago a tanexcelente trabajo. No sabía lasconsecuencias que tendría aquel apoyoespontáneo y sencillo a un libro tanextraño; ¿cómo iba a imaginarlo?

El Hobbit se publicó en septiembrede 1937 y se comenzó a vender engrandes cantidades. Las críticas eranmuy buenas, y al cabo de unos mesesrecibió en Estados Unidos el premio al

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mejor libro infantil y juvenil del año. Laeditorial pidió entonces a Tolkien queempezase una continuación. Ronald nolo veía claro: había investigado todaslas características de Bilbo en ese«viaje de ida y vuelta» que era ElHobbit. Pero en diciembre de 1937,animado por el éxito del cuento,escribió el primer capítulo de la nuevahistoria. Se titulaba «Una fiesta muyesperada». Tolkien la envió al editor,con una carta en la que decía que se ledaba muy bien escribir primeroscapítulos, pero que no sabía por dóndeseguir. Volveremos a este punto de lahistoria más adelante. De momento,dejaremos a Gandalf haciendo creer a

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los sencillos hobbits que es un mago quesolo sabe hacer fuegos artificiales…

Los inklings

A lo largo de toda su vida, Tolkienformó con sus amigos grupos informalesy sociedades de debate. Los asistentescompartían inquietudes intelectuales,pero, sobre todo, eran amigos deverdad. No se trataba de reuniones enlas que todos apoyaban las opiniones detodos. Había también lugar para ladiscusión (a veces, acalorada). Pero laamistad que los unía convertía las

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veladas en momentos de profundacomunicación de intereses, de unión delos corazones. Para todos ellos, esosratos de tertulia eran necesarios; másincluso: imprescindibles.

En la época en que Ronald conoció aC. S. Lewis todo parecía estar en susitio. Tenía trabajo estable, podíacontinuar con sus investigacionesfilológicas, veía a sus hijos crecer ydisfrutaba de la paz necesaria paracontinuar escribiendo su mitología. Laaparición en escena de Jack iba asuponer un cambio en el modo deorganizar esos clubes de debate.

Alrededor de Tolkien y Lewis seformó un grupo de profesores y otras

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personas no vinculadas a la universidad,pero que tenían una característica encomún: todos eran muy inteligentes ynada superficiales. Quizá por eso,preferían escuchar y aprender antes que«sentar cátedra» sobre temas que,después de todo, eran opinables. Erangente sencilla, poco dados a la vanidady sobre la base de esa humildad erancapaces, sobre todo, de reírse de símismos. Se dieron el nombre deinklings, que en inglés antiguo significa«noción vaga, intuición, sospecha». Endefinitiva, se trataba de reunirse al calorde un buen fuego e intercambiarperspectivas sobre los más variadostemas. Solían ser tertulias largas, que se

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prolongaban hasta bien entrada la noche;y muy divertidas, llenas de ideaschispeantes e ingeniosas. Las reunionescomenzaron hacia 1933 o 1934 yduraron hasta 1962.

Además de Ronald y Jack, los máshabituales eran Owen Barfield, unabogado de Londres que tenía puntos devista sobre la poesía semejantes a los deTolkien; Hugo Dyson, profesor enReading y Oxford; Warnie Lewis, elhermano de Jack, que era historiador; R.E. Havard, un médico de Oxford queatendía a los Lewis y a la familiaTolkien; Charles Williams, quetrabajaba en una editorial y escribíanovelas alegóricas (que a Ronald nunca

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le gustaron del todo); y, con el tiempo, elpropio Christopher Tolkien se unió a esegrupo. Otras personas acudían de formamás o menos regular, pero los citadoseran los habituales. Se reunían en un pubde Oxford, el «Eagle and Child»(aunque ellos preferían llamarlo enbroma «Bird and Baby»), o en lashabitaciones de Lewis en MagdalenCollege.

Lo pasaban bien juntos, leían suscreaciones en voz alta o traducíanantiguos textos medievales, filmaban ybebían cerveza (o cualquier otro licoragradable al paladar). Les gustabacomentar los acontecimientos deactualidad, pero siempre con un punto

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de vista crítico. Todos tenían una fuertepersonalidad, de manera que elenriquecimiento era mutuo, al seraceptado cada uno como un elementoesencial y distinto dentro del grupo. Enlos inklings nunca hubo «autobombo».Se criticaba lo que cada uno leía, unasveces alabándolo y otras, no. Porejemplo, a Hugo Dyson no le gustabanlas historias elevadas de Tolkien sobrelos elfos.

Ante los inklings, Ronald fueleyendo, capítulo a capítulo, primero ElHobbit y luego El Señor de los Anillos.Encontró un apoyo incondicional en C.S. Lewis, que estaba convencido de quelas obras de Tolkien y sus lenguas

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inventadas no eran rarezas de un hombreextraño, sino que merecían serpublicadas y tomadas en serio. Tolkiensiempre guardó en su corazón unprofundo agradecimiento a Jack por elánimo y empuje con que alentó el avancede la historia del Anillo:

«La deuda (imposible de pagar)que tengo con él no es lainfluencia, tal como se sueleentender, sino el ánimo. Fuedurante largo tiempo mi únicoauditorio. Solo de él recibí porfin la idea de que mis cosaspodían ser algo más que unentretenimiento personal».

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La influencia de los inklings en lavida de Tolkien fue profunda y duradera.Las conversaciones que Ronaldmantenía con Lewis sobre Dios ibanacercando a Jack a la fe. A este lecostaba, sobre todo, entender de quémodo afectaba a su vida el hecho de queJesucristo hubiese muerto en una cruzcasi dos mil años atrás. Ronald buscó uncampo de debate donde los dos seencontraban a sus anchas: los mitos. Leexplicó que, aunque los mitos no hanexistido, reflejan de algún modo laverdad. Esa verdad se puede llegar aconocer, puesto que el creador de lahistoria con mayúsculas, el «narrador»,

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había hecho que la historia fuese real:era un mito auténtico, el Mito, para sermás exactos, porque había sucedido enla realidad, en el tiempo. De manera quela historia de la Salvación de lahumanidad era la manera más adecuadade redimir al ser humano (que es un serhistórico, mujer y hombre), que sedesarrolla en el tiempo a través de susdecisiones libres. Cristo no era un mito,sino el Autor y protagonista de lahistoria más conmovedora jamáscontada: la historia de una caída… y lade su perdón por puro amor. Por eso laEncarnación, Muerte y Resurrección deJesús eran el punto de inflexión de lahistoria real.

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Jack fue dando sucesivos pasos.Admiraba en Ronald, además de suamistad leal, su coherencia de vida, suinteligencia y el prestigio que poseíacomo filólogo y profesor. Poco a poco,desde el agnosticismo, pasó a aceptar laexistencia de un Dios personal yfinalmente se convirtió al cristianismo.Se mantuvo en el anglicanismo en quehabía sido educado de pequeño y nuncase hizo católico. Pero dedicó muchaspáginas y conferencias a defender laverdad de la fe cristiana. A Tolkien estádedicado tino de sus libros másimportantes, Cartas del diablo a susobrino. Se refleja en ellas la excelenteinteligencia de Lewis y su profunda

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capacidad para mostrar la manera derazonar sobre la fe. Sus conversacionescon Ronald habían sido un buen campode entrenamiento. A los inklings dedicósu autobiografía, en la que contaba lahistoria de su conversión, y que titulóCautivado por la alegría.

Una noche de septiembre de 1931,Ronald, Hugo Dyson y Jack estuvieronhablando de religión hasta muy entradala noche; unos días más tarde, Ronaldanotó en su diario:

«La amistad de Lewis compensamuchas cosas; y aparte delplacer y el bienestar constantes,me ha hecho un gran bien entrar

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en contacto con un hombre a lavez honrado, valiente eintelectual, un erudito, poeta yfilósofo, y finalmente, despuésde una larga peregrinación, unamante de Nuestro Señor».

Efectivamente, los inklingsofrecieron a Ronald una ocasiónestupenda de compartir su mundointelectual y afectivo durante muchosaños. Parodiando las líneas iniciales deBeowulf, Tolkien escribió:

«Hwæt! we Inclinga: mirad,hemos oído hablar, en los días

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antiguos, de la sabiduría de losinklings, de mentes perspicaces;de cómo aquellos sabios sereunían a deliberar, recitandocon destreza el conocimiento y elarte de las canciones, ymeditando honradamente. ¡Esaera la verdadera dicha!».

Las cartas de Papá Noel

La vida de los Tolkien no era muydistinta de la de cualquier otra familiade Oxford. Al principio se instalaron enel número 22 de Northmoor Road, pero

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en 1930 se mudaron al 20 y allí vivieronhasta 1947. Era una casa grande, conjardín y un campo de tenis de cemento(que pronto se convirtió en unaextensión del jardín, donde Johnayudaba a su padre a cultivar flores yhortalizas). La personalidad de Tolkiense debatió siempre entre dos puntos detensión: su trabajo académico, en el queEdith nunca quiso entrar, y que incluía asus amigos y el entorno intelectual de launiversidad; y su vida familiar, donde élse revelaba como un amante esposo,delicado y plenamente entregado a sumujer y sus hijos.

La minuciosidad con que Tolkienllevaba a cabo sus trabajos académicos

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y sus libros era un rasgo de su carácter.Era muy detallista. Este aspecto de supersonalidad se manifestaba, porejemplo, en el registro de los gastos querealizaba, incluso de los más pequeños.No era una manía, sino responsabilidadde padre de familia. Incluso cuando lafortuna lo visitó, trayendo fama y dineroa su vida, siguió fiel a su forma deactuar. Nunca fue un hombrederrochador. El gusto por los detalles sereflejaba también en su manera delicadade tratar a los demás, comenzando porlos que tenía más cerca: su familia, susamigos y los empleados y jardineros dela universidad.

Ronald contaba a sus hijos muchas

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historias. Tenía un gran talento comocuentacuentos y de su imaginaciónsalieron personajes muy variados.Algunos nunca llegaron a convertirse enprotagonistas de aventuras importantes,pero otros, con el paso del tiempo,fueron incorporados a El Hobbit y,sobre todo, a El Señor de los Anillos:Tom Bombadil, un personaje inspiradoen un muñeco «de chaqueta azulbrillante y zapatos amarillos», queTolkien había regalado a Michael, y queeste había arrojado al váter porque no legustaba. Ronald lo «rescató de lasaguas» y le dedicó varios poemas (queen 1962 se publicarían con el título TheAdventures of Tom Bombadil); otros

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personajes fueron el Hombre-Sauce,Baya de Oro y los tumularios. BilboBolsón fue el elemento que unía ElHobbit con la nueva historia de Frodo.También Gandalf siguió siendo unpersonaje central, más poderoso en elnuevo cuento del Anillo, e igualmenteentrañable.

Cada Navidad, desde 1920 hasta1939, Ronald escribía a sus hijos cartasen las que simulaba ser Papá Noel.Alrededor del árbol y los regalos, enesa época tan maravillosa y mágica,Tolkien creó unos personajes quevisitaban puntualmente, año tras año, alos cuatro hermanos. Conforme crecían,los mayores guardaban el secreto para

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mantener la ilusión de los máspequeños, que aún pensaban que elverdadero Papá Noel era el autor deaquellas páginas escritas con unacaligrafía temblorosa.

Ronald fabricaba los sobres, quellegaban «por duende-correo; ¡a todaprisa!», e incluso dibujaba los sellos.Con la complicidad del cartero,alimentó durante años la imaginación desus hijos, convirtiendo su infancia yadolescencia en un tiempo maravilloso.Además de Papá Noel, había elfos, unoso polar y otros personajes quefabricaban los juguetes, losempaquetaban y se hacían cargo de quetodos los niños recibiesen a tiempo los

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pedidos. ¡Era tan real! Hasta habíaruidos en la chimenea la noche deNavidad y los sobres llegabanmanchados con nieve; ¿cómo dudar desu autenticidad? Años después sepublicó un libro que incluía algunas deesas cartas y los dibujos hechos porTolkien; se tituló Las cartas de PapáNoel.

Aunque no todo era perfecto, porsupuesto. A medida que se hacíanmayores, Edith y Ronald se daban cuentade que había partes de sus vidas que notenían nada en común. Durante toda suexistencia juntos, debieron hacer elesfuerzo necesario, cada día, paramantener el amor vivo. La vida

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académica de Ronald era un campoajeno a los intereses de Edith. EnOxford hizo pocas amistades con lasesposas de los colegas de su marido.Incluso en la vivencia de la religióndiferían sus puntos de vista. Solo apartir de 1940 se hizo visible el cambiode actitud de ella hacia la práctica de lafe católica. Esa actitud fría dejaba a sumarido un tanto confuso, porque nopodía obligarla, y a veces se veíaincapaz de explicarle sus decisiones, suspuntos de vista o el modo en queprocuraba educar a los hijos. Ronaldhabía vuelto, tiempo atrás, a la prácticahabitual de su fe y asistía a misa adiario, a veces acompañado por sus

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hijos. También pasaba ratos en oraciónante el sagrario.

Pero en lo relativo a sus disensionesno se deben sacar consecuencias másallá de lo aparente. Ya hemos visto quese quisieron siempre por encima de todadiferencia, lógica y normal en cualquiermatrimonio. La fidelidad no era gratis:era el resultado de un esfuerzo diarioapoyado en el cariño, aunque el corazónestuviese frío.

Cada uno cuidaba con esmero de lasalud del otro y juntos gozaban viendocrecer a sus hijos y hablando de sufuturo. Edith seguía tocando el piano y asu marido siempre le encantó su música.

Cuando los cuatro hermanos se

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hicieron mayores y se marcharon delhogar, Edith y Ronald disfrutaban comocualquier abuelo jugando con sus nietos,recordando y haciendo regalos por cadacumpleaños, u organizando ruidosasfiestas que divertían a los pequeños (enese aspecto, Ronald mantuvo siemprevivo el sentido del humor con que sereía de sí mismo, disfrazándose como enlos años en Exeter College).

En aquel hogar nació El Hobbit, sedesarrolló El Señor de los Anillos ycreció poco a poco El Silmarillion.Pero también allí escribió Tolkien suscreaciones de ámbito doméstico:Egidio, el granjero de Ham; Hoja, deNiggle; El señor Bliss o Roverandom.

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Muchas de ellas solo alcanzaronreconocimiento después del éxito de lasobras mayores; pero forman parte, conpleno derecho, de la creación literariatolkieniana.

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El primer sorprendido del éxito, encrítica y ventas, de El Hobbit fue elpropio Tolkien. No había previsto que lahistoria tuviese una continuación, perovenció las primeras resistencias a seguircontando «más cosas sobre hobbits», yen diciembre de 1937 ya había escrito el

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primer capítulo de la nueva historia.Los hobbits eran criaturas extrañas

en la Tierra Media, y Ronald comenzó apreguntarse qué lugar ocupaban dentrode la jerarquía de seres creados por suimaginación. A finales de 1937 miraba aBilbo y los Bolsón con ojos tanperplejos como los de Bárbol anteMerry y Pippin en El Señor de losAnillos. Sencillamente, los hobbits «noestaban en las listas». Una vez más, tuvoque buscar en su mente las respuestasque los nombres suscitaban en su talentocreador.

Como había sucedido con los demáslibros, Tolkien se dejó llevar por suinspiración a partir de los bocetos

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iniciales. A medida que escribía, cadapieza del rompecabezas encajaba en susitio dentro del gran mural. Tolkien ibabuscando el hilo que uniese losepisodios y las aventuras, haciendocoherente y creíble el conjunto.

Indudablemente, estaba tratando deescribir una continuación de El Hobbit.Pero el nuevo cuento del Anillo (ahora,con mayúsculas) adquiría poco a pocovida propia e independiente, y Tolkiencomprobó pronto que la historia se leiba de las manos. Estaba claro que noera un cuento para niños, ni siquiera enel sentido que podía serlo El Hobbit. Amedida que avanzaba el relato, lossucesos se vinculaban más y más con El

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Silmarillion. El lugar de las aventurasde Gandalf, Bilbo y los enanos era unrincón de la Tierra Media; pero el mapase había extendido hacia los cuatropuntos cardinales a medida que Tolkienmaduraba la idea de crear un nuevoprotagonista, emparentado con Bilbo,pero distinto de él. Parecía que, ademásde contar más cosas sobre la vida de loshobbits, sobre todo, tendría que contarmás sobre los elfos…

Tolkien dibujó, con ayuda deChristopher, un mapa completo de laTierra Media y una tabla con las fasesde la luna. Los clavó en las dos ventanasde su estudio en Northmoor Road, demanera que se pudiera seguir por dónde

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se desarrollaba la historia y cuándosucedía cada hecho. Ese mapa semodificaría muchas veces. Christopherdibujó la versión definitiva, que trabajóveinticuatro horas sin descanso paraterminarlo antes de que el libro entraseen la imprenta.

El motivo de la aventura tenía queestar relacionado con el Anillo, peroTolkien tardó bastantes meses en darsecuenta de que la joya era maligna y quesu destrucción debía ser el motor de labúsqueda. En 1955, cuando el libro yase había publicado, Tolkien envió estaslíneas a un lector ilustre, que había sidoalumno suyo en Oxford: el poeta W. H.Auden. Le explicaba precisamente el

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modo en que la inspiración le llevósiempre la delantera, y la ausencia detodo diseño previo sobre el modo depasar de un suceso a otro, estableciendolas conexiones arguméntales entre ElHobbit y El Señor de los Anillos:

«No tenía noción consciente delo que significaba el Nigromante(excepto como mal siemprerecurrente) en El Hobbit, nitampoco qué conexión debieratener con el Anillo. Pero si sequería proceder a partir del finalde El Hobbit, creo que el Anilloera la elección inevitable comovínculo. Luego, si se quería una

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historia larga, el Anilloadquiriría enseguida una letramayúscula e inmediatamenteaparecería el Señor Oscuro. Yasí lo hizo, sin que nadie loinvitara, en la chimenea deBolsón Cerrado, tan pronto comollegué a ese punto. De maneraque la búsqueda esencial empezóenseguida. En el camino encontrémuchas cosas que measombraron. Ya conocía a TomBombadil; pero nunca habíaestado en Bree. Me impresionóver a Trancos sentado en unrincón de la posada y no sabíamás que Frodo acerca de él. Las

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Minas de Moría no habían sidonada más que un nombre; y misoídos mortales jamás habíanescuchado hablar de Lothlórienantes de llegar allí. Sabía quelos Señores de los Caballosestaban muy lejos, en losconfines de un antiguo Reino delos Hombres, pero el Bosque deFangorn fue una aventuraimprevista. Nunca había oídohablar de la Casa de Eorl ni delos Senescales de Gondor. Lomás inquietante de todo: nuncase me había revelado laexistencia de Saruman, y mesentí tan desconcertado como

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Frodo cuando Gandalf noapareció el 22 de septiembre.No sabía nada de las Palantíri,aunque en el mismo instante enque la piedra de Orthanc fuearrojada desde la ventana, lareconocí y supe la significacióndel verso folclórico que mehabía estado rondando la cabeza:siete estrellas y siete piedras yun solo árbol blanco. Estosversos y nombres afloran, perono siempre se explican. Todavíatengo todo por descubrir acercade los gatos de la ReinaBerúthiel. Pero supe más omenos todo acerca de Gollum y

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su papel, y acerca de Sam, ysabía también que el caminoestaba custodiado por unaaraña».

Como ha mostrado ChristopherTolkien al publicar los doce volúmenesde La Historia de la Tierra Media, supadre escribió muchas páginas antes dedar con el carácter preciso de cadapersonaje. Aragorn, por ejemplo, era unhobbit un poco más alto de lo normal enlas primeras versiones del capítulotitulado «Trancos». Cuando Tolkien sedio cuenta (por emplear su modo dehablar) de que Trancos era en realidadAragorn, el rey que debía volver para

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reclamar el trono de Gondor, la historiacomenzó un brusco despegue hacia laaltura heroica, en estilo y argumento,que domina El Señor de los Anillos. Laspreguntas sobre los Jinetes Negros yTrancos lo ayudaron a perfilar elcarácter malvado del Anillo: se tratabadel Único, el Anillo de Poder deSauron, cuyo destino iba unido al de losanillos de las demás razas:

«Tres Anillos para los reyeselfos bajo el cielo.Siete para los señores enanos encasas de piedra. Nueve para loshombres mortales condenados amorir. Uno para el Señor

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Oscuro, sobre el trono oscuro enla Tierra de Mordor donde seextienden las sombras. Un Anillopara gobernarlos a todos.Un Anillo para encontrarlos, unAnillo para atraerlos a todos yatarlos en las tinieblas en laTierra de Mordor donde seextienden las sombras».

El nuevo cuento del Anillo se ibapareciendo cada vez más a su mitología.El talento de Tolkien estaba preparadopara escribir la historia intermedia entreel mundo de Bilbo, más simple ydivertido (aunque no falto de valor yemoción), y el más elevado y grandioso

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de El Silmarillion, que narraba loshechos de los Ainur, los Noldor y losHombres de Númenor.

La repentina aparición por loscaminos de la Comarca de un misteriosoJinete Negro, obligó a Tolkien areconstruir la historia de ese inesperadoy siniestro personaje. Pronto, muypronto (hacia la primavera de 1938), lasombra de Sauron asomó más allá de lasfronteras de la Comarca. Cada nuevopersonaje hacía que la mente detallistadel autor se detuviera en la explicacióndel pasado de la Tierra Media.

Paso a paso, Tolkien fue elaborandola cronología que unía la historia deGandalf, Frodo y Sam con los Días

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Antiguos. El Señor de los Anillos era lacrónica de los acontecimientos quellevaron la Tercera Edad del mundo a sufin La destrucción del Anillo Únicoseñalaba el comienzo de la Cuarta Edad,la del dominio de los hombres mortales«condenados a morir», y el fin de loselfos en la Tierra Media. La historia seteñía paulatinamente de un profundomatiz nostálgico, de pérdidairrecuperable. El cumplimiento de lamisión de Frodo significaba una tregua,otra victoria pasajera antes de que elmal tomase una nueva forma. Como en lavida real, cada personaje debía llevar asu cumplimiento la misión personal quele había sido asignada, destinado a

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marchar una vez realizado su cometido.Pero escribir lo que acabamos de

decir de una manera tan resumida lellevó a Tolkien doce años: de 1937 a1949. Animado por C. S. Lewis y por suhijo Christopher, Tolkien fue colocandocuidadosamente las piezas en su lugar.En los años de la Segunda GuerraMundial, Christopher marchó aSudáfrica a combatir. También Michaelestaba sirviendo en la Fuerza Aérea (sele concedería una medalla por suparticipación en la batalla deInglaterra). Tolkien enviaba aChristopher los capítulos del libro, y deél recibía ánimo y consejo, hasta elpunto de que nuestro protagonista llegó a

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pensar que acabaría el libro por eldeseo de que su hijo lo leyese completo.

Antes del verano de 1947, el libroestaba casi mecanografiado, y Tolkien loentregó a Rayner Unwin (el niño quehabía hecho el informe favorable de ElHobbit, y que ahora estudiaba enOxford). Al joven le encantó, y dijo deél que era «un libro extraño, perobrillante, que se apodera del lector».Estaba claro que se trataba de un relatopara un público especialmente maduro(no adulto en el sentido literal quedamos a esa palabra). Tolkien esbozódurante los meses siguientes los últimoscapítulos, llegando hasta las lágrimas alnarrar el recibimiento de Frodo y Sam

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en los Campos de Cormallen. Conpaciencia terminó la copia definitiva amáquina, en el otoño de 1949.

C. S. Lewis recibió encantado lanoticia y felicitó efusivamente a suamigo. Por fin veía la luz la obraescuchada en la penumbra, al calor de lachimenea, por los inklings. Uno de lostres especialistas a los que Allen &Unwin encargó la crítica del libro parala prensa, fue Jack. El 14 de agosto de1954 se publicaría en la revista Time &Tide, y decía así:

«Este libro es como unrelámpago en un cielo claro. Espoco acertado decir que con él

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vuelve de súbito la novelaheroica, grandiosa, elocuente,sin el menor pudor, en una épocade antirromanticismo casipatológico. Para nosotros, quevivimos en este extraño período,ese retorno y el inmenso alivioque trae consigo, es sin duda lomás importante. Pero en lahistoria de la propia narrativa(una historia que se extiende enel pasado hasta La Odisea, ymás allá) la obra no constituyeun retorno, sino un avance y unarevolución: la conquista de unnuevo territorio».

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Sin embargo, antes de llegar a laslibrerías, Tolkien y el Anillo tuvieronque salvar serias dificultades. Ronaldera consciente de la unidad argumentalentre El Señor de los Anillos y ElSilmarillion, y pidió a Allen & Unwinque ambas historias se publicasen comoun único libro. Stanley Unwin, dueño dela editorial, se negó a cumplir ese deseode Tolkien. La Segunda Guerra Mundialhabía traído consigo una gran carestía depapel, y la editorial no estaba dispuestaa arriesgarse con algo tan novedoso y«extraño». Además, Unwin pidió alautor que dividiese El Señor de losAnillos en tres partes, para abaratar loscostes de edición. Tolkien no quería

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hacer eso, porque su obra no era unatrilogía: había sido concebida como unlibro único, y así debía ser publicada, ono habría libro. La tensión creció hastael punto de que Ronald desistió de verloeditado. Era tozudo, y no resultaba nadafácil hacerle cambiar de opinión sobreel modo en que se debían presentar susrelatos.

Lo ofreció entonces a la editorialCollins, pero la demora de losdirectivos para tomar una decisióndefinitiva hizo que Tolkienreconsiderase su postura hacia Allen &Unwin, y (a regañadientes) accedió adividir en tres partes la historia delAnillo. Propuso un título para cada

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volumen y, en 1954, después demúltiples revisiones y pruebas deimprenta, se lanzó la primera edición deLa Comunidad del Anillo. Se hizo unaprimera tirada de 3.500 ejemplares, quese vendieron en seis semanas, y Allen &Unwin se animó a publicar los otros dosen 1955, mientras se preparaba lasegunda edición del primer volumen. Seincluían mapas (menos de los queTolkien quería) y las inscripcionesrúnicas del Anillo, las puertas de Moríay la tumba de Balin. Eran detalles muyimportantes para la credibilidad de lahistoria. Tolkien había dedicado muchashoras a confeccionar incluso la páginadel libro de Mazarbul que Gandalf lee

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en Moria a los demás componentes de laComunidad, con la esperanza de que sepublicase.

El Señor de los Anillos trajo aTolkien fama como escritor,admiración… y mucho dinero. Pero eraverdaderamente humilde, y el éxito no sele subió a la cabeza. Comenzó a recibircientos, miles de cartas, de todo elmundo, a medida que el libro se traducíay fascinaba a generaciones enteras. Unade las cosas que más agradó a Tolkiendesde el principio fue que los lectoresquerían saber más cosas (¡todo!) sobrelos idiomas inventados. Preparó unosApéndices, como un libro de historia,que incluían las cronologías de las razas

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de la Tierra Media, los árbolesgenealógicos de los principalespersonajes, y una detallada explicaciónde los idiomas, el quenya, el sindarin ylas runas de los enanos. Todo contribuíaa hacer más real la historia del Anillo,que parecía una crónica históricaverdadera en vez de una obra de ficción.Sobre esa fama creciente que lo dejabaun tanto confundido, escribió:

«Ser en vida una figura de cultono es nada agradable. Sea comofuere, no creo que ayude mucho aque uno se engría; en mi caso mehace sentir extremadamentepequeño e incapaz. Pero ni

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siquiera la nariz de un ídolo muymodesto puede mantenerse deltodo indiferente al dulce olor delincienso».

No todas las críticas fueronfavorables. Para muchos, Tolkien nopasaba de ser un escritor de estilodifícil, que escribía sobre criaturas pocoserias: cosas de niños, como elfos,dragones y ridículos hobbits. Loscomentarios negativos afectaban poco aTolkien, que tenía en escasa estima eltrabajo de los críticos. Siempre lepareció que escribían «de oídas», sinsaber exactamente de qué hablaban.Muchos de ellos eran personas que no se

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escuchaban más que a sí mismas, y nodejaban lugar para el asombro o elencantamiento que produce una buenahistoria. En cualquier caso, su realismolo ayudó a entender desde el principio(y así lo escribió) que:

«El Señor de los Anillos es unade esas cosas que, si te gusta, teencanta y, si no, la abucheas».

Cuando concluyó la Guerra delAnillo, escribió al editor: «Está escritocon la sangre de mi vida», tal había sidola intensidad de su esfuerzo. Y nadahabía que él pudiese hacer para cambiar

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las críticas, buenas o malas. Además, noiba a pasar el resto de su vida aclarandolo que había querido decir y lo que nocon su libro.

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Durante los años que Tolkien empleó enescribir El Señor de los Anillos, sustareas de investigación académica seresintieron por falta de tiempo yatención. Es imposible escribir un librode esa envergadura si no es a costa demuchos sacrificios. Y lo primero queTolkien sacrificó fue su dedicación

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plena a la Filología teórica. Él siempretuvo claro que su mayor contribución ala ciencia de las palabras era suinvención literaria. En la Tierra Mediahabía hecho realidad lo que sabía sobrelingüística, poniendo en práctica todo loque amaba de los idiomas reales eimaginarios que llegó a conocer. Peroalgunas personas de Oxford no lo vieronasí, y pensaron que el profesor Tolkienera vina persona extraña y anticuada,que había perdido el norte y se habíadedicado a escribir cosas para mentesinfantiloides, o para eternosadolescentes; nada serio para personasrespetables de mentes adultas.

A pesar de que a Tolkien eso le

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importaba muy poco, no podía evitar lasensación de que sus años de vidaacadémica pasaban: estaba dedicando lomejor de su tiempo a escribir libros, noa lo que se esperaba de un buen profesory filólogo. Y ahí radicaba su aparenteinquietud: lo que se esperaba de él noera lo que él esperaba de sí mismo; perono podía dejar de sentir ciertoremordimiento.

Como ya hemos visto, El Señor delos Anillos no se escribió de un tirón,sino con grandes intervalos. Las causaseran variadas: la falta de inspiración (enocasiones), la falta de tiempo o lasobligaciones de la vida de cada día ylos problemas imprevistos que

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obligaban a Ronald a dejar a Frodo ylos demás indefinidamente, hasta quepudiese volver a centrar toda suatención en el cuento. Cualquiera quehaya escrito una historia difícil yapasionante sabe que la tarea delescritor (o la de cualquier otro artista)puede llegar a ser dolorosa. Pero esindudable que requiere toda la energíaque tono pueda acumular. Hay en lainspiración algo arrebatador ynecesario, irreprimible.

En mitad de este proceso deescritura de su obra clave, en1943,Tolkien se levantó una mañana conun cuento en la mente. Lo llamó Hoja, deNiggle, y trataba de un pintor muy

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detallista (en inglés, to niggle significa«ser minucioso, preocuparse de losdetalles») que dedica mucho tiempo yesfuerzo a pintar una hoja. Pero, amedida que avanza en su tarea, se dacuenta de que tras su hoja aparecen máshojas, y las otras ramas del árbol…hasta que al fondo se puede adivinar uninmenso paisaje. Niggle sabe, de unamanera misteriosa, que nunca llegará aterminar su cuadro. Además, poregoísmo ha descuidado la atención de suvecino Parish. Le asaltanremordimientos, y en esos pensamientosanda cuando llega un tren que él debetomar y que lo lleva a un lugar decuración; una especie de purgatorio. Le

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es concedido volver durante un tiempo,que él emplea en recuperar el terrenoperdido.

Tolkien llegó a verse a sí mismocomo Niggle. Su hoja crecía, pero leperturbaba el pensamiento de que quizáno llegase a tiempo de terminar su árboly, mucho menos, el paisaje del fondo (ElSilmarillion). Había otras cosas quehabía dejado de lado en esos años,consciente o inconscientemente. Peroera imposible volver atrás en el tiempo,si bien podía decidir qué hacer con elque le había sido concedido.

Hoja, de Niggle, fue una de laspoquísimas alegorías que Tolkienescribió. No le gustaban las alegorías

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porque imponían al lector unasimbología con la que el autor del librocortaba las alas de la imaginación.Ronald prefería contar historias quedijeran a cada persona lo que, en esemomento, estaba en condiciones deentender. Su obra era, en ese sentido,como el Espejo de Galadriel:

«El Espejo muestra tambiéncosas que no se le piden, y estasson a menudo más extrañas ymás provechosas que aquellasque deseamos ver. Lo que verás,si dejas en libertad al Espejo, nopuedo decirlo. Pues muestracosas que fueron, y cosas que

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son, y cosas que quizá serán.Pero lo que ve, ni siquiera elmás sabio puede decirlo.¿Deseas mirar?».

Para mirar en el Espejo hace faltacoraje y sabiduría, dice luego Galadriel.Pero mirar o no depende de la propialibertad. No hay peligro si se sabeinterpretar lo que se muestra a los ojosde cada uno. Por eso Tolkien preferíaque cada lector se asomara a sus librosy descubriera en ellos el fondo de supropio corazón: brillante y terrible,oscuro y hermoso a la vez.

La hoja y el árbol a los que Ronaldhabía dedicado tantos esfuerzos eran El

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Señor de los Anillos, pero ansiabaterminar el fondo del mural. Sumitología para Inglaterra estaba lejosdel final cuando se publicó Hoja, deNiggle, en 1945. Y por entonces aúnfaltaban cuatro años más de esfuerzopara destruir el Anillo y volver a laComarca, al olvido y la despedida finalen los Puertos Grises.

Años más tarde, Christopher Tolkiendecidió publicar juntas las tres obras desu padre que encierran la llave mágicapara comprender la Tierra Media. Ellibro se tituló Árbol y hoja, e incluye elensayo (de 1939) Sobre los cuentos dehadas; el cuento Hoja, de Niggle; y elpoema Mitopoeia (o «el arte de escribir

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mitos»), unos profundos versos queRonald había dedicado a C. S. Lewisaños antes y del que existían hasta sieteversiones complementarias. Presentabanmetafóricamente las ideas de Tolkiensobre la creación literaria, aunque elmensaje era claro: creamos historias anuestra imagen y semejanza porquenosotros también hemos sido creados aimagen y semejanza de un Hacedor.

Continuaba dando clases en launiversidad. Terminada la SegundaGuerra Mundial en 1945, Ronald fueelegido profesor de Literatura y Lenguainglesas en Merton College. Susobligaciones familiares y profesionalesle impedían dedicar toda su atención a

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las leyendas de El Silmarillion, yescribir una obra tan extensa y compleja(más de medio millón de palabras)mientras terminaba El Señor de losAnillos: era una tarea titánica quenecesitaba toda su concentración.

En 1947 permanecían en la mismacasa cuatro miembros de la familiaTolkien. John se había ordenadosacerdote y desempeñaba su ministerioen una parroquia de las queridasMidlands de su padre. Michael se habíacasado y trabajaba como maestro en unaescuela. La casa de Northmoor Road erademasiado grande y el matrimonioTolkien, con Christopher y Priscilla, semudó al número 3 de Manor Road. Era

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una fea casa de ladrillo rojo, muyruidosa y diminuta. En cuanto pudieron,cambiaron de nuevo de hogar, y asíocurrió en 1950. A pesar de estasincomodidades, Ronald seguíaescribiendo, a veces apoyando lamáquina sobre sus rodillas, en uninestable equilibrio.

Después de publicar El Señor de losAnillos, se produjeron algunos cambiosen la vida de Ronald. Debía atendermultitud de cartas, que le llegaban desdeEstados Unidos y numerosos países deEuropa, a medida que el libro setraducía a otras lenguas (el propioTolkien supervisó muchas de lastraducciones). Le gustaba dedicar a cada

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persona la atención que merecía,agradecido por el interés que loslectores mostraban en los diversosaspectos de sus creaciones. Una de esascartas era realmente divertida. Laenviaba un tal Sam Gamgee (Gamyi enla traducción española) que, aunque nohabía leído el libro, se había enteradode que su nombre aparecía en él. Tolkienle respondió encantado, explicándole elorigen del entrañable personaje y sunombre, y le envió los tres volúmenesdedicados. Luego escribió, con supeculiar sentido del humor inglés:

«Durante algún tiempo he vividotemiendo recibir una carta

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firmada por S. Gollum. Eso nohubiera sido tan fácil deresolver».

Recibía muchas llamadastelefónicas, y peticiones para entrevistasen radio y televisión. También llegabaninvitaciones de bastantes universidadesque deseaban concederle una distinciónacadémica o un doctorado honoriscausa. La editorial Allen & Unwincontrató a una secretaria para que loayudase con la correspondencia. Derepente, como Bilbo, se vio envuelto enunos acontecimientos que no le gustabandemasiado, aunque no se mostrócontrario a las consecuencias de su éxito

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como escritor. Decidió convivir con lafama de la mejor manera posible.

Viajó con su hija Priscilla a Italia yllevó un diario de esas semanas. SobreVenecia escribió:

«Me ha parecido increíble,élficamente hermosa, como unsueño del antiguo Gondor, o dePelargir, la de las navesnúmenóreanas, antes del regresode la Sombra».

También acudió como peregrino aRoma, el «hogar» que tanto amaba comocatólico. Sus sentimientos en la Ciudad

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Eterna no eran fáciles de explicar,porque ser católico en Inglaterraimplicaba, lógicamente, caridad yrespeto; pero también decisión, firmezay no hacer caso de las posiblesincomprensiones. Además, ¡Romaestaba tan lejos de su país! Era unretorno largamente esperado… Escribióque se sentía como el que llega…

«… al corazón de la cristiandad,como un exiliado de las remotasprovincias fronterizas queretorna a su hogar, o por lomenos al hogar de sus padres».

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En 1957, Marquette University, en ellejano estado de Wisconsin (EE. UU.),compró a Tolkien los manuscritos de susobras más populares. Para entonces losingresos que recibía por derechos deautor eran realmente altos, y poco apoco se estaba convirtiendo en unhombre rico (a pesar de los elevadosimpuestos que debía pagar). En 1959 seretiró de la vida académica, a los 67años, que era la edad normal dejubilación en Oxford. En el acto dedespedida le regalaron un busto hechopor Faith, esposa de su hijo Christopher,que era escultora. Pronunció un discursoen el que se quejaba, de forma amablepero contundente, de la separación que

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se daba en el sistema universitario entrela enseñanza de la lengua y de laliteratura, como si fuesen dos cosas queno tenían nada que ver. Todo el discursoestaba salpicado de chistes filológicos yde ingeniosos juegos con los múltiplessignificados de las palabras, que élconocía tan bien.

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Los últimos años de la vida de RonaldTolkien se parecen a una sinfonía tocadaen una tonalidad menor. Al acercarse aeste tiempo final de su paso por la tierrase tiene la sensación de que el tempo dela música se ha ralentizado. Losacontecimientos, grandes y pequeños, se

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suceden como una nostálgica despedidade todo lo que él estimaba. Tolkienamaba la Tierra Media, y se le hacíaduro poner punto y final a la historia quehabía creado con tanto esfuerzo. En1951 había escrito, refiriéndose a suplan de crear una mitología paraInglaterra:

«Yo habría de representar porentero algunas de las historiasmayores, y dejar muchas apenassituadas en el plan y esbozadas.Los ciclos deberían estarvinculados en un todomajestuoso, y sin embargo dejarlugar para otras manos y mentes

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que aportaran música, teatro,pintura. Absurdo».

Es evidente que el propio Ronald noconsideraba en absoluto «absurdo» supropósito; todo lo contrario. Pero era unmodo de quitarse importancia y de nodecir que, en realidad, lo que habíahecho era escribir una obra genial en elsentido literal de la palabra. Quizá lomás justo sea dejarlo en un «difícil deconseguir… incluso para Tolkien».

Con el paso del tiempo, Ronald separecía cada vez más a Bárbol, uno delos personajes más sabios y antiguos deEl Señor de los Anillos. Bárbol es unpastor de árboles de pensamientos

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profundos, amante de la naturaleza ypoco dado a las prisas, aunque detemperamento vivo y audaz cuando se lepone a prueba. Conoce las lenguas delos bosques y los animales, y es amigode los elfos y los hombres. ComoTolkien, siente que el mundo estácambiando, y así lo dice en sudespedida de Galadriel y Celeborn: «Losiento en el agua, lo siento en la tierra,lo huelo en el aire».

Ronald se sentía también como elviejo Bilbo: cansado, sin ganas de másviajes y aventuras, ni de nada que lealejase de su agujero hobbit. La vidamoderna no le gustaba demasiado. Eldaño que la industrialización había

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causado en su querido paisaje campestreinglés le dolía profundamente, porqueseñalaba el fin irrecuperable de unpasado más feliz, más sencillo. Losefectos nocivos de los gases quedesprendían los coches lo habíanllevado, años atrás, a vender el suyo.Nunca más compró otro. Sobre elcontraste entre su personalidad y elapresurado ajetreo de su época, sequejaba hablando de lo difícil que era«tener temperamento épico en una erasuperpoblada y devota de lo breve yfugaz».

Así pues, en el tiempo que siguió asu retiro de la vida universitaria deOxford, Tolkien se convirtió en un

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hombre más reflexivo incluso,consciente más que nunca del pasoinexorable del tiempo y de la cercaníadel final. En la Canción de caminantes,Bilbo y Frodo cantaban (con maticesdistintos en los versos de uno y otro):

«El camino sigue y siguedesde la puerta.El camino ha ido muy lejos,y que otros lo sigan si pueden.Que ellos emprendan un nuevo

viaje…».

Era imposible saber a dónde podíanllevarte tus pasos una vez puestos lospies fuera de la puerta de tu confortable

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y seguro agujero hobbit…Con los cuatro hijos fuera del hogar,

la prioridad de Ronald pasó a serexclusivamente el bienestar de Edith.Ella padecía una fuerte artritis y la casade Oxford tenía demasiadas escaleras.Así que se mudaron a una casita enBournemouth, un pueblo costero dondehabía un agradable hotel, el Miramar.Recibían frecuentes visitas de sus hijosy nietos, e hicieron muchos amigos entrelas personas que vivían en el hotel y losalrededores. Además, la cercanía delmar beneficiaba a la salud de Edith, y aRonald siempre le había hechizado lagrandiosidad del océano.

En 1962, a petición de su tía Jane,

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Tolkien preparó la edición de quincepoemas sobre el personaje quizá másenigmático de su mitología: TomBombadil. Se publicaron con el títuloThe Adventures of Tom Bombadil. Esepersonaje era el homenaje literario deRonald al campo de Inglaterra queestaba desapareciendo: un ser fuera deltiempo, más poderoso incluso que losSabios y el Señor Oscuro.

Ronald seguía revisando antiguosestudios filológicos para su publicación.Ahora que tenía más tiempo, habíatomado la firme decisión de terminar ElSilmarillion, que Allen & Unwin queríapublicar en cuanto estuviese listo.

Pero la tarea era enorme. Había

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muchas versiones de cada episodio,algunas contradictorias, y Ronald no eracapaz de decidir cuál era la más fiel a suintención. Dudaba, además, sobre elmodo de presentar las leyendas, ya queno podía usar un viaje o una búsquedacomo motor de la historia, algo que síhabía hecho con El Hobbit, El Señor delos Anillos y otros libros. Estopreocupaba y, a veces, le deprimía lasensación de que nunca acabaría su obramás importante, el inicio de todo sumundo imaginario. Pasaba horashaciendo solitarios o resolviendocrucigramas, a la vez que dibujabahermosos y elaborados diseñosrelacionados con Númenor o emblemas

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élficos en las páginas de los periódicosque hojeaba. Seguía trabajando sobresus idiomas inventados y en los últimosaños pasó mucho tiempo meditandosobre sus libros. En el prólogo de ElSilmarillion, su hijo Christopherescribió:

«En el transcurso de los años,los cambios y variantes, tanto dedetalles como de perspectiva, sehicieron tan complejos, tannumerosos […] que la obtenciónde una versión final y definitivaparecía imposible. Además, lasviejas leyendas (viejas aquí nosolo por provenir de la remota

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Primera Edad, sino también enrelación con la edad de mipadre) se convirtieron envehículo y depositario de susmás profundas reflexiones. Enescritos posteriores laspreocupaciones teológicas yfilosóficas fueron desplazando alas preocupaciones mitológicas ypoéticas, de lo que surgieronincompatibilidades de tono».

A pesar de todo, Ronald queríaterminar su mitología. Pero crecía en élla convicción de que se trataba ya deuna tarea inalcanzable, y sus fuerzasdisminuían. Había pasado mucho tiempo

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desde los años de la adolescencia,cuando la llama del corazón eraardiente, y las fuerzas y el vigor lepermitían imaginar que podría llegar alfin del mundo si se lo proponía. Por eso,los sentimientos de Tolkien en estosaños finales son una mezcla (difícil decomprender del todo) deperfeccionismo, amor a la literatura,nostalgia y debilidad, física y anímica:la clarividencia que da el saber que lamuerte está ya cerca.

El 22 de noviembre de 1963 fallecióC. S. Lewis, su gran amigo. A pesar deque en los últimos años se habíandistanciado un poco, Ronald se sintióprofundamente abatido por esta

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separación definitiva. Escribió a su hijaPriscilla:

«Hasta ahora solo había tenidolos sentimientos normales de unhombre de mi edad, comparablea un árbol anciano que pierdesus hojas una a una; esto es comoun hachazo en las raíces».

No quiso escribir nada en homenajea su amigo. Se sumió en el silencio ypasó muchas horas leyendo y meditandosobre el último libro escrito por Jack,Cartas a Malcolm, sobre todo acercade la plegaria, que fue su libro de

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cabecera durante un tiempo.Fue muy generoso con la fortuna que

le habían dado sus libros. Entregó unaimportante cantidad de dinero a suparroquia (de forma anónima), hizotestamento dejando todas sus posesionesa sus hijos e incluso envió un cheque poruna elevada cantidad a Hacienda,aunque acompañado de una nota dondese leía: «Ni un penique para elConcorde».

En esos años de bajo estado deánimo, recibió la petición de un editoramericano para escribir el prólogo a unareedición de La llave dorada, deGeorge MacDonald. Aceptó y en enerode 1965 comenzó el prólogo, que se

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convirtió, sin querer, en un nuevocuento. Lo tituló El herrero de WoottonMayor. También este tenía un sentidoalegórico y Tolkien se refería a símismo. El escritor, como el herreroprotagonista del relato, sentía laobligación de entregar la estrella de lainspiración mágica, la llave para entraren el País de Fantasía, a otrosaprendices. Él había cumplido con suparte en la historia. Era un cuentomelancólico, pero cuando se publicó en1967, a muchos críticos les pasódesapercibido el matiz autobiográficoque teñía sus páginas. En palabras deRonald, El herrero de Wootton Mayorera «el libro de un anciano».

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Sus diarios de estos años finalesreflejan, en ocasiones, la angustia ysoledad que sentía: «La vida es gris ysombría. Nada puedo hacer entre laaridez y el aburrimiento (confinado enmis habitaciones), entre la ansiedad y ladesesperación. ¿Adónde iré? ¿A un asilode ancianos, sin libros, contactos niconversación con otros hombres? ¡Diosme asista!». Y, en mitad de esa soledad,llegó el suceso fatal: la repentina muertede Edith, el 29 de noviembre de 1971, acausa de una inflamación de vesícula.Tenía 82 años. La historia de Beren yLúthien, que había sido la vida real deRonald y Edith, llegaba a su ineludiblefinal. Y en recuerdo de ese amor

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imborrable, esos dos nombres míticosestán grabados en la tumba dondedescansan los restos mortales de ambos,en el cementerio de Wolvercote, enOxford.

Tolkien volvió entonces a Oxford.La universidad le cedió un apartamentoen el número 21 de Merton Street, y unmatrimonio que vivía en la planta bajale atendía. La mudanza se hizo en marzode 1972, y en el viaje desdeBournemouth a Oxford, Ronald entablóamistad con los tres hombres de laempresa de mudanzas, que lo llevaronen su camión. Seguía siendo un hombreencantador, amable y de trato yconversación fáciles.

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Recibió varios doctoradoshonoríficos, de Oxford y de launiversidad de Edimburgo, y la reina deInglaterra le nombró Comendador delImperio Británico, lo cual le emocionóprofundamente. Repasó con Christopherla manera de terminar El Silmarillion,pero no avanzaron demasiado.Físicamente no se encontraba muy bien yseguía una dieta muy severa. Él notabaque se acababa su tiempo. Visitaba amenudo la tumba de Edith; las fotos delos últimos meses de su vida muestran aun Tolkien envejecido, con bastón ysiempre cerca de los árboles, paseandoa la sombra de los jardines de Oxford.En su mirada anhelante se adivina la

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sospecha del final cercano. Parecebuscar con los ojos las costas del ReinoBendecido de los elfos, Valinor. Seacercaba para él la hora de partir a losPuertos Grises. Como Túrin Turambar,otro de sus maravillosos personajes,podía oír ya «los pasos del destino quelo perseguían hasta el fin».

En agosto de 1973 viajó de nuevo aBournemouth. Durante la fiesta decumpleaños de la esposa de su médicose sintió súbitamente mal. Al díasiguiente fue ingresado en Tina clínica,donde se le diagnosticó una grave úlcerade estómago. Solo John y Priscillallegaron a tiempo para acompañar a supadre en los últimos momentos. En la

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mañana del domingo 2 de septiembre de1973, moría J. R. R. Tolkien, a los 81años de edad. Lejos de Oxford, perocerca del mar… El propio John celebróla misa de funeral y, aunque no se leyóningún fragmento de sus obras, en el aireflotaba el élfico eco del lamento deGaladriel en la hora de la despedida:Namárië! O quizá fuese más adecuadocitar aquí, a modo de epitafio, laspalabras finales de Aragorn, en el adiósa Arwen:

«Pero no nos dejemos abatir enla prueba final, nosotros queotrora renunciamos a la Sombray al Anillo. Con tristeza hemos

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de separarnos, mas no condesesperación. ¡Mira! Noestamos sujetos para siempre alos confines del mundo, y delotro lado hay algo más querecuerdos. ¡Adiós!».

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EpílogoDe la Comarca a

Valinor:el viaje de ida y

vuelta

Entramos silenciosamente en el garaje,convertido hace años en lugar deestudio. Un profundo aroma a tabaco depipa impregna la estancia. A medida queavanzamos, descubrimos un laberinto deestanterías atestadas de libros,diccionarios de etimologías en lenguasdiversas y extrañas, y carpetas repletas

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de páginas escritas con una apretada ydelicada caligrafía, apiladas en aparentedesorden. Cerca de la chimenea, unhombre se afana en su trabajo.

A través de la ventana sur, que da aljardín, entra la luz, filtrada por el mapade la Tierra Media. En la ventana de laizquierda hay un gran mural, clavadocon chinchetas al marco, que señala lasfases de la luna tal y como se habríansucedido en su mundo imaginario —élpiensa en el nuestro, hace unos diez milaños—. El hombre se inclina sobre unaincómoda y pequeña mesa de madera,con cajones a ambos lados. Apuntalacada letra en una vieja máquina deescribir, como un delicado copista del

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medievo. Con la pipa entre los dientes,apenas audible, llega el eco de laspalabras que pronuncia en voz baja yque van componiendo el gran poemaépico al que ha dedicado su vida.

J. R. R. Tolkien, erudito y profesorde anglosajón e historia del inglés —aunque domina otros dieciséis idiomas—, está profundamente convencido deque su contribución fundamental a laFilología como ciencia es su creaciónliteraria y artística. En sus historias dela Tierra Media, pero también en cadauno de los cuentos que ha escrito, havertido el inmenso saber que atesora.Conoce las obras fundacionales de laliteratura del norte de Europa, las ha

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leído en la lengua original, las explicóhace años en Leeds y las enseña ahoraen Merton College, ante un auditorio deperplejos pero encantados alumnos, queno pueden perder ripio de lo que dice,porque apenas se le oye. Murmuracontinuamente, en un discurso queparece dirigido a sí mismo, y al queafluyen constantemente anécdotas ehistorias colaterales que enriquecen elcontenido de la asignatura.

Todos sus alumnos lo recuerdan concariño e inmenso respeto: no es solo lacantidad de cosas que sabe lo que lesimpresiona, sino el tono en que dicta suslectures —W. H. Auden llegó a escribirque «su voz era la de Gandalf»—.

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Aunque desordenado en la exposición,nadie lo ha visto jamás perdiendo eltiempo, de modo que no se le puedeacusar de descuido en la preparación delas clases. Es un hombre minucioso ymetódico. Posee un profundoconocimiento de lo que dice, y esincluso capaz de certificar por qué elpoeta de Beowulf, el recopilador delKalevala o el autor de Sir Gawain andthe Green Knight escogieron unadeterminada palabra y no otra. Todossalen del aula con el ánimoengrandecido, más filólogos («amantesde las palabras»), más encantados desaber cómo funciona un idioma desdedentro, porque su profesor les ha

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iluminado un pasaje oscurecido por elpaso de los siglos y, en ocasiones, por lafalta de talento y sabiduría. Tolkien es, yél lo sabe, uno de los últimosrepresentantes de esa forma de Filologíaentendida como ciencia que estudia ellenguaje desde la raíz a las ramas,analizando la amalgama de significados,formas y etimologías que han creado unidioma y su cultura. Ha dedicado su vidaa la creación de lenguas y sobre elbastidor de esos idiomas inventados haelaborado un complejísimo tapiz derelatos y mitos que abarcan desde lacreación de Arda, su mundo imaginario,hasta el desenlace de la Guerra delAnillo, al final de la Tercera Edad. Ha

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querido salvar con su labor de escritorel abismo que se abre inexorablemente—como en Moría se abría la oscuridadbajo los pies de Gandalf al enfrentarseal Balrog— entre lenguaje y literatura.Él sabe que son realidades que van de lamano. Se necesitan como el corazón y lavida o, con una imagen más acorde a susgustos, como la savia y el árbol.

John Ronald Reuel Tolkien hadedicado su vida a pintar una hoja,delineando los detalles, contornos ynervaduras con infinita paciencia yamoroso cuidado de jardinero. Haempleado sus mejores energías enelaborar una «mitología para Inglaterra,mi país». Y en los últimos años de su

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vida, cuando el tronco del árbol empiezaa combarse por el peso inexorable deltiempo, John Ronald quiere acometer loimposible. Él lo sabe, pero toda su vidaha amado los retos imposibles. Hacreado historias de amores más allá dela alegría y de las lágrimas, cuentos dehazañas y derrotas, de nostalgia yfelicidad afiladas como espadas. Hacontado historias tristes, «como todaslas historias de la Tierra Media, peroque quizá alivien vuestros corazones».Ante la cercanía de la muerteimperecedera, el profesor quiere culinarsu mitología y reemprende la ordenaciónde los miles de páginas que componen lahistoria de la Tierra Media, desde el

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canto de los Ainur y los DíasAntiguos…

Es entonces cuando se da cuenta, conplena lucidez, de que tras la hoja a laque ha dedicado tantas horas, esfuerzosy cuidados, se adivina una rama; y trasla rama un árbol de espeso follaje. Y,más allá del árbol, un paisaje demontañas inaccesibles, coronadas de soly nubes, que refulge a la luz de untiempo que él ya no podrá contemplar.Ha llegado su hora de marchar hacia losPuertos Grises. Menguará y partirá haciael Oeste, condenado a olvidar y serolvidado…

Pero su recuerdo pervive en el almade millones de lectores, de lenguas y

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culturas tan diversas y remotas como lamisma Tierra Media. Desde Valinor,John Ronald Reuel Tolkien mira denuevo su árbol y la pequeña hoja que élpintara, y exclama como Niggle, en vozqueda, pero ya perfectamente audible:«¡Es un don!»

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Notas

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[1] Literalmente, «perro ruiseñor pájarocarpintero cuarenta». Existen pocosdatos para explicar de manera adecuadacómo estaba organizado el sistema deequivalencias de significados en el«animálico», pues muy pronto Ronaldpasó a emplear lenguajes inventadosmás complejos. <<

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[2] Un ejemplo de «nevbosh» son estosversos: «Dar íys ma vel gom co palt’Hoc / Pys go iskili far maino woc?». Latraducción aproximada sería: «Habíauna vez un anciano que dijo: ¿Cómopodría transportar mi vaca?». <<

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[3] El club de los poetas muertos (1989)es una película de Peter Weir,protagonizada por Robín Williams,Robert Sean Leonard y Ethan Hawke.Narra el impacto que provoca en ungrupo de estudiantes adolescentes, de unrígido internado para hijos de familiasricas, la llegada de un profesor deliteratura, librepensador y de talanteromántico, admirador de lostrascendentalistas norteamericanos: WaltWhitman, H. D. Thoreau y otrosescritores románticos de finales delsiglo XIX. Sus enseñanzas, pococonvencionales, y el entusiasmo por la

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vida que les intenta transmitir, serán lainspiración que cambiará para siempresus existencias. <<

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[4] Earendel se lanzó desde la copa delOcéano / a la oscuridad del anillo de laTierra Media; / desde la puerta de laNoche como un rayo de luz / saltó sobreel borde del ocaso, / y empujando suembarcación como una chispa de plata /desde la arena de oro evanescente /hacia el hálito de luz del sol de la ferozmuerte del Día / partió de la Tierra deOccidente. <<