EL ÚLTIMOs DE BARCELONA - Almanac Hotels · 2018-03-22 · el mundo en Barcelona hablaba. Almanac,...

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EL ÚLTIMO GRAN HOTEL DE BARCELONA

Q u é d a t e c o n e s t e n o m b r e : A l m a n a c . L a ú l t i m a ( y r e v o l u c i o n a r i a ) a p e r t u r a h o t e l e r a e n B a r c e l o n a . P e r o s e t r a t a d e a l g o m á s q u e u n h o t e l , A l m a n a c e s u n a p l a t a f o r m a s o c i a l e n t r e h u é s p e d e s y l o c a l e s .

El Almanac nace con todo en su contra. El hotel está en la ciudad con mayor nivel hotelero de España, rodeado de una atmósfera social, ejem, poco eufórica y carece de una marca detrás que lo sujete. Nada de eso se transparentaba cuando se inauguró oficialmente hace unos días con una fiesta de la que todo el mundo en Barcelona hablaba. Almanac, para su desembarco mundial, recreó en una fiesta black tie los felices años 20 con esmóquines, tocados de pluma, casino y orquesta en vivo para marcar el tono de un hotel ( y una marca). Algo que comienza con el aire del Gran Gatsby no tiene complejos.

Almanac es un proyecto austríaco del grupo WSF; la idea del fundador, Herbert Haselbacher, es construir hoteles en el centro de las ciudades con “un diseño atemporal que respete la historia y arquitectura de los edificios”. Esta sería la declaración de intenciones formal y se concentra en este primer hotel, al que seguirán Viena,

Budapest y Praga en los próximos dos años. La arquitectura y el diseño sujetan, pues, este primer Almanac y eso se aprecia en cuanto se cruza la puerta de este hotel donde hasta el aroma, elaborado por Jimmy Boyd está hecho a medida. La misión del Almanac, según sus artífices es llevar a los huéspedes a través de un viaje sensorial que abarque los aromas, el gusto, la luz, la energía y el tacto. Solo hay que aspirar un poco al llegar al lobby para ver que ese viaje comienza ahí.

Pero antes de entrar en el hotel prestemos un poco más de atención al ideario de la marca. La idea de Almanac es también funcionar como un hub, como una plataforma social entre los huéspedes y los locales. ¿Cómo se consigue eso? Lo veremos más adelante. Volvamos a la puerta del hotel y miremos hacia el interior.

No estamos dentro de un edificio, sino de dos y de distintas épocas, uno contemporáneo y otro de principio de siglo.

P O R A N A B E L V Á Z Q U E Z F O T O S S I V A N A S K A Y O

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SEstos inmuebles fueron la Agrupació Mutua hasta que WSF lo compró y encargó a OAB Office of Architecture y a su fundador, Carlos Ferrater, la construcción de un hotel. El principal desafío (también para Jaime Beriestain, el interiorista) fue unir ambos edificios, de distintas épocas y alturas y lograr un espacio único armónico. Lo han conseguido.

El Almanac Barcelona es, como sus dueños quieren, un lugar atemporal pero anclado en el presente y en la cultura en la que nace. Un ejemplo que llama la atención a los que duermen aquí y a los que caminan por su acera son las ventanas del edificio. Estas Bow Window son unas cajas de cristal transparente (con sofá integrado) muy expuestas a la calle; estas ventanas, que definen el edificio desde fuera y desde dentro son una interpretación de las galerías tradicionales catalanas. Es un detalle, a la vez, respetuoso con el pasado y provocador.

Ferrater ha logrado un espacio que no debería pasar de moda fácilmente. En ella, como en el resto de los proyectos de este arquitecto, la luz se usa como un elemento más. El lobby y los restaurantes tienen enormes ventanales a la calle y las ventanas de las habitaciones se descorren cuando se abren las puertas gracias a una tecnología “Welcome Day” de luz con apertura de cortinas automáticas. El sol del Mediterráneo es un huèsped más. En realidad es un huésped VIP.

Jaime Beriestain es el otro responsable de la forma final del Almanac. Él trabajó durante dos años en este proyecto que organizó sobre dos ejes: lo horizontal y lo vertical, que tiene que ver con la cuadrícula que forma el exterior del edificio.El atrio marca el eje vertical y las plantas (cada una con su gama cromática y sus materiales espefícificos) serían las franjas horizontales. Como Ferrater, la idea del estudio de Beriestain ha sido dejar que entre la luz, la ciudad, en el hotel. Esto no es tan común en un hotel 5*GL, siempre tan recelosos de su intimidad y , muchas veces, poco sociables. Este no lo es: se ha invertido mucho en sus zonas públicos. El propio Beriestain afirma que su espacio favorito es la terraza de Travertino de la azotea. A pocos metros está la piscina. En algunas ciudades es un capricho; en Barcelona es una obligación. Esta es discreta, hermosa y con vistas.

El reto del solicitadísimo Beriestain es ser, a la vez, el mismo y diferente. A unas cuantas manzanas está su tienda-restaurante y también otro hotel, The One. Todos ellos respiran lo que él afirma que es su sello: “espacios cálidos, acogedores y resistentes a las modas”. Este interiorista chileno afincado en Barcelona no ve conflicto en trabajar tanto en proyectos cercanos: “Todos mis proyectos son únicos, y hechos a medida. Sigo yo mismo, pero el encargo cambia. Me adapto a las exigencias, las expectativas”.

Las del Almanac era alto: se trata de una de las grandes aperturas hoteleras del año. En el atrio principal está el ideario estético del hotel; vemos bronce, oro rosado, latón y esta es la paleta dominante en todo los espacios. En la recepción encontramos un mueble realizado ad hoc para el Almanac de mármol emperador, bronce pulido y cromo. El techo está formado por espejos negros con la iluminación integrada, lo que da amplitud y prolonga el espacio. La escalera helocoidal (impone bajarla) le da al lobby un cierto aire cinematográfico. Todo respira un aire de hotel internacional, con aire de novela de Scott Fitzgerald o de película de Minelli, pero sin nostalgia. También, a ratos, podría ser una refinada película futurista.

Este aire se extiende también a las 61 habitaciones y las 30 suites. En las habitaciones llama al atención el acceso al baño, que se realiza a través de paredes móviles que permiten, o integrarlo o aislarlo.

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La paleta de color juega con los grises, beiges y el negro. Aquí no hay excesos, todo invita al descanso. La

sofisticación llega con los materiales: maderas patinadas, mármol blanco, roble, nogal… La idea del Almanac es

desmarcarse del resto de los hoteles de la ciudad, tantos y tan buenos. Esta batalla se gana en lo macro (este gran

proyecto de arquitectura e interiorismo) y en lo micro, en los detalles. Una muestra: en el mueble bar (gratuito) no

hay rastro de Pringles, en cambio sí encontramos frutos secos de Can Galeric y golosinas de Ibiza.

Salgamos de la habitación, el espacio más privado del hotel y volvamos a los públicos. Ahí es donde está esa idea

de hotel social y pegado a la ciudad que persigue Almanac. El bar-restaurante Línia y la terraza de la azotea,

Azimuth, son los dos grandes ejes sociales. Línia cuenta un bar, organizado en torno a una barra imponente, y una

sala de restaurante. La altura de cinco metros y el uso de mármol negro aumentan la sensación de estar en un lugar

de esos que imaginamos siempre llenos de personas interesantes. El restaurante Linia está liderado por Sergio

Ruiz, chef ejecutivo, Ferran López (procedente del Arts y Lasarte), Joan Lleixà (ligado a El Celler de Can Roca), y

Lucila Canero (que procede de la pastelería Takashi Ochiai). Servirá, como la brasserie que quiere ser, comida

durante todo el día y esto es necesario en una ciudad en la que los turistas pueden comer una escalibada a las 5 de

la tarde.

Se servirá cocina mediterránea en un espacio que da la cara a la calle gracias a enormes ventanales. Azimuth, en la

última planta, cuenta con espacio interior y exterior. Ya es un espacio solicitado y aún hace frío; imaginemos

cuando llegue el buen tiempo. La idea de la marca es colaborar con proyectos locales y servir de espacio para

popups, instalaciones de arte. La casa de perfumes Jimmy Boyd, que también está detrás de las toiletries, es un

ejemplo.