EL LLAMADO DE LA SANGRE[1] - … Lobo Estepario! Se escuchan horribles y lamentables efectos...

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EL LLAMADO DE LA SANGRE por José Gabriel Núñez PERSONAJES Un Conferencista Un Narrador Maximiliano Sor María de las Desgracias María Fernanda Domitila Don Juan Domingo Rosana Don Mariano de Castejón Zorba, Eurípides Ling Yu Tang Malandro El Cacique Varios indios pemones ESCENOGRAFÍA Una estación de radio Caseta de control de sonido Varios micrófonos para los actores

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EL LLAMADO DE LA SANGRE

por

José Gabriel Núñez

PERSONAJES Un Conferencista Un Narrador Maximiliano Sor María de las Desgracias María Fernanda Domitila Don Juan Domingo Rosana Don Mariano de Castejón Zorba, Eurípides Ling Yu Tang Malandro El Cacique Varios indios pemones ESCENOGRAFÍA Una estación de radio Caseta de control de sonido Varios micrófonos para los actores

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Al abrirse el telón vemos los elementos de un estudio de una estación de radio. En la caseta, muy severo, el conferencista comienza a dictar su charla una vez que observa la señal que se le da con la luz roja.

EL CONFERENCISTA: El 30 de octubre de 1938, un conmovedor suceso estremece la ciudad de Nueva York: Orson Welles ha comenzado a radiar su programa “La Guerra de los Mundos”. A través de la CBS se anuncia que la ciudad ha sido invadida por naves espaciales de otros planetas y se desata la ola de pánico. Se escuchan las sirenas, gritos desesperados, la gente corre por las calles y se lanza por las ventanas. Simplemente el radioyente no se ha enterado de que todo canso se ha dicho es ficción. Con su juego, Orson Welles responsabilizaba a la radio como uno de los más efectivos medios de comunicación. La radio pasaba a la historia a través de la telenovela. Cuba, con la CMQ a la cabeza, potencializa esa revolución cuando descubre al oyente que se debe pertenecer al almibarado mundo de los sufrimientos de las heroínas embarazada por el amo que las abandona, pues de ellas será el reino de los cielos si sufren calladas… y desparrama un mar de cursilerías que se repite ajeno al tiempo desde hace cincuenta años. Cambian los títulos, pero no el contenido. Malabarismos geniales de los productores que hacen que todo cuanto allí acontezca sea tan anacrónico, que no sabemos si escuchamos una pieza maestra del absurdo o una gustosa broma. En ese mundo, un héroe venezolano cabalga casi todas las tardes en un caballo negro por San Agustín del Sur y al día siguiente se enfrenta en los llanos de Apure nada menos que ¡al terrible Lobo Estepario!

Se escuchan horribles y lamentables efectos musicales, todo muy dramático.

EL CONFERENCISTA: En estas historias, las ricas son inevitablemente crueles, las villanas, malas, malísimas, envilecidas por el dinero no encuentran otra cosas que hacer atrocidades. Son realmente perversas. Y viven en sus castillos de Puerto Cabello o Pariaguán. Las pobres, por el contrato, viven moradas de frío a la orilla de las calurosas carreteras; y no saben que son Princesas Mariquitares que muy bien podrían estar compartiendo la turbulenta vida social de sus colegas europeas en la revista Hola. ¡Una de estas protagonistas padeció dos años en Santa María de Ipire, hasta que finalmente supo que su padre era Yamir, el árabe!

Música. Efectos violentos, pasionales.

EL CONFERENCISTA: (Con voz espasmódica). “La Diabla”, la historia de una mujer que no perdonó el engaño… Todos la amaban, todos la odiaban, ¡por eso la llamaban La Diabla…! “Tormenta en el Alma”, una mujer víctima del pecado que su hermana cometió una noche de ventisca… y un amor enajenado por la

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fatalidad. (Pausa. Transición). Y así, nombre que identifica al dramón: “Tú también eres mi Hija”, “Vilma, la Vengadora”, “Tú no supiste ser Madre”, “Mariela, la Venenosa”, “Amargo Silencio”, “Los Puñales de mi Amargura” y “Madelón la Silenciosa”. Historias en donde no existen los Pérez, ni los Gómez, ni los García o los prolíficos González. Son, en cambio, los Del Junco, los Alcorza, los Albazán, los Rivadeneira, los Montenegro, los De la Fuente… o biten Tamara de Rioquintana y Pelafustán. Distorsión social que ofrece como única vía de reivindicación el matrimonio de la humilde heroína con el joven millonario. El sufrimiento y la pureza de los pobres triunfarán a través del amor y no de la rebeldía, sobre la maldad y el engaño de los poderosos. Las amas de casa, subestimadas en su mentalidad, seguirán sometidas al fregadero, sin un detergente que rompa sus cadenas, en espera del príncipe azul. Tal vez esa mágica seducción de la radionovela opera porque la realidad social no les da otra alternativa y ellas prefieran fabular con esas conmovedoras historias. Esta noche tenemos una de ellas. Los villanos ya no soportan más la espera y están allá atrás a punto de ejecutar sus maldades aunque ustedes no los vean… ¡y eso no puede ser! Así que vamos a traerlos de una vez para que las realicen delante de ustedes.

Efecto: risas y exclamaciones de alborozo sobre fondo de música dramática.

El galán… un apuesto joven de ojos azules…

Entra el galán. Totalmente opuesto a lo que describe el narrador.

Pelo glauco y viril estampa que llega a desatar tormentosas pasiones.

MAXIMILIANO: Mi nombre es Maximiliano Visto cardigan ciruelo, pantalón de franela gris, botas de caña alta, bufanda de seda y chaleco de canutillos cuando salgo a pasear. Soy joven y apuesto. Abogado, heredero de una gran fortuna. ¡Qué más puedo pedirle a la vida! ¿verdad? (Pone los ojos en blanco)

EL CONFERENCISTA: Ella heroína, la sufrida novia, es “la hija de nadie”. En nuestra historia se llama María Fernanda, hija de una Princesa pemona y del orgulloso Don Mariano de Castejón.

Efecto de ranchera mexicana para la entrada de María Fernanda

MARÍA FERNANDA: (Llorosa). ¿Quién será mi padre…? Y, ¿será Domitila mi verdadera madre? ¿Por qué mis ojos son azules si mi madre es negra...? ¿Y por qué tengo pelo de india? ¿Por qué me atraen las flechas con curare…? ¡Oh…! ¡Oh!

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EL CONFERENCISTA: El alcohol ha hecho estragos en la vida de un anciano noble, que para su desgracia tuvo una hija villana. Es el abnegado Don Juan Domingo, quien pasea su derrota entre las sombras mortales.

Entra Don Juan Domingo con caminar lento y sombrío.

DON JUAN DOMINGO: ¡Ay…! si estas manos pudieran recuperar su seguridad con el bisturí. ¡Pero es demasiado tarde ya! El alcohol no me permite volver al quirófano. ¡Pero yo necesito operar otra vez y ganar el dinero que e salve de esta ruina…! ¡Y que salve a mi hija Rosana!

Al sentirse mencionada, Rosana emite una inmensa y frenética carcajada de villana. Entra en escena.

ROSANA: ¡Esa soy yo…! ¡No necesito presentación! ¡Rosana de Benalcázar! Perversa por reputación, malvada según la malas lenguas… ero eso solo es envidia por mi alcurnia y mi estirpe señorial. Soy ardiente, caprichosa, voluble. Mi signo es sagitario y por lo tanto contradictoria y mordelona. Bella, vanidosa y por añadidura adinerada. ¿Qué tal…? (Ríe burlona).

EL CONFERENCISTA: Del otro lado, un anciano de alta cuna, aunque no de baja cama, tallado en orgullo y fabricado en vanidad, se pasea en su mansión, sede de la villana.

Entra Mariano de Castejón dando pasos de noble o al menos de pequeño burgués en ascenso.

DON MARIANO: ¡Es difícil doblegar la reciedumbre de un Castejón y Miravalles! Porque la alcurnia es nuestro blasón, y la plebe no se ha dado cuenta de que con bondad y humildad no se derrumba un linaje. ¡Ya verán…! ¡Ya verán quién es Don Mariano de Castejón…! (Zapatea). ¡Y Miravalles! (Mutis por Sevillanas).

EL CONFERENCISTA: Una monja resulta imprescindible porque constituyen los personajes ideales para guardar un secreto que llevarán hasta la tumba después de una espantosa agonía… Por tanto, nosotros hemos incluido una. Es hija, precisamente, del orgulloso Don Maríano.

Entra la monja ursulinamente.

SOR MARÍA Yo soy la única que sabe que mi padre tiene una hija adulterina con una india pemona. ¡Cuando mamá lo supo, se encerró en su habitación y lentamente se fue consumiendo como un cirio, hasta que su llama se apagó en las fauces del Señor! Entonces, yo decidí entregarme a Dios para poder

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soportar este secreto que me aletea aquí… (Aleteo). ¡Al lado del corazón, dentro de mi pecho!

EL CONFERENCISTA: De Grecia, llegó una vez en un barco griego al puerto de Juan Griego, un griego. Es un personaje extraño y silencioso. En el pueblo se ha rodeado de una nube de misterio… y algo terrible tendrá que ver con nuestra historia.

Entra Zorba. Camina como el jorobado de nuestra Señora de París. Pues él también tiene joroba.

ZORBA: Los viejos me llaman por mi apellido, pero la juventud perversa me llama Zorba… mi desgracia es que detrás de mi belleza apolínea, se oculta una espantosa joroba que las mujeres rechazan con asco. ¡Pobre de mí…! ¡Pobre de Eurípides!

EL CONFERENCISTA: La negra noble y buena no puede faltar. La raza y su prestigio así lo requieren. Ella se llama Domitila Pérez. Nativa, sin linaje y de quien María Fernanda duda que es hija pues solo ha heredado de ella negrura de su pelo, pero no la de su piel, así como tampoco la chicharronera.

Entra Domitila. Ambiente de tambores. Negritud.

DOMITILA: ¡Ay, María Fernanda, mi amó… esta ciática me tiene derrengá! ¡Tanto caminá por esa calle de Dio y pa’ ná…! Mira la batea de empanada, ‘tá enterita. Y es que aquí ya nadie compra empanadas de cazón… ¡Tó el mundo lo que quiere son empaña argentina…! Ay, pero, ¿por qué tá tan triste, mi arma? ¡Si mi niña tiene lo ojo rojo de tanto llorá…! ¡No llore má, mi amó, que yo no puede consolate porque eta negra tá cansá!

Música estalla en un dramático tema cubano que se refiere al cansancio de los negros de allá.

EL CONFERENCISTA: Y entremos de lleno en la acción. Como toda novela, ésta tiene su narrador. Este importante papel lo delego en manos de uno de los grandes trágicos de nuestro teatro, y a quien se debe en parte el argumento de esta historia, asada en los acontecimientos que estremecieron su infancia allá en su pueblo natal. Es el exquisito… Pedro León Zapata.

Entra Pedro León Zapata. Música: efecto dramático para dar comienzo a la radionovela.

NARRADOR: “El Llamado de la Sangre…” (Música en aumento). Un llamado de alerta a los padres. Una advertencia a las mujeres y una denuncia valiente ante

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la sociedad, que reclaman las víctimas de la paternidad irresponsable. ¡Los hijos…!

Efecto: niños recién nacidos que lloran pidiendo leche. Música: tema conmovedor.

NARRADOR: Escrita por el inmenso… Ramiro del Nogal... Narración… Pedro León Zapata… ¡El sentimental!

Música: efecto ligero de introducción. Campanitas y florecitas pueblerinas.

NARRADOR: Cae la tarde de un hermoso día primaveral. El cielo se tiñe con los tonos que sólo madre natura puede combinar en su paleta de nubes… A lo lejos, se oyen las campanas de la iglesia de San pedro que lucha con su pueblo por llegar a ser basílica. Estas campanas tocan al Ángelus.

Efecto: campanas que tocan al Ángelus. Una campana desafina.

NARRADOR: Las sombras van cubriendo lentamente la hermosa construcción colonial que sirve de residencia a Don Mariano de Castejón. La señorial mansión de columnas griegas faroladas con candiles moriscos, se encuentra en absoluto silencio. En el salón íntimo de la casa, una estrujante conversación sacude las fibras cardiacas del padre y de su hija. Son Don Mariano de Castejón y Sor María de las Desgracias que dialogan. Él guarda los documentos de sus hipotecas en la caja de caudales embutida tras el cuadro de la Mona Lisa.

SOR MARÍA: Padre… (Llorosa). Me cuesta aceptar que tú vivas dedicado a explotar el dolor ajeno con esas hipotecas.

MARIANO: Es el legado de nuestros antecesores… y no olvides que el linaje se sustenta con dinero… ¡la riqueza hay que mantenerla a toda costa, Regina!

SOR MARÍA: Ya no soy Regina, padre… ¡Pertenezco a Dios y ahora me llamo Sor María de las Desgracias!

MARIANO: Para mí sigues siendo Regina… (Transición). Pero… ¿qué te ocurre…? ¿Por qué esa mirada vaga que se escapa?

SOR MARÍA: Las preocupaciones, padre.

MARIANO: Ah, ya entiendo… (Pausa. Interrogante). ¿Cómo se está portando tu secreto hoy…?

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SOR MARÍA: Ha estado más o menos tranquilo. No me ha revoloteado tanto entre mis senos… Pero es que de repente se me agita… y me perturba, y entonces es cuando me asalta el deseo de sacarlo de mi alma.

MARIANO: (Presuroso). ¿Por qué no me lo dices entonces…? ¡Sería un alivio para mi vida! ¿Y quién mejor que tu pare para contarle?

SOR MARÍA: ¡A ti menos que a nadie! ¡Madre me lo confesó antes de morir y yo me lo llevaré conmigo a la tumba! ¡Castígueme si quiere, perturbe mi tranquilidad, pero ni el amor que le profeso me hará cambiar de idea…! ¡Y que el Señor me perdone por altar al paterno respeto…!

Música. Efecto dramático.

NARRADOR: En místico arrebato, Sor María de las Desgracias cruza sus níveas manos sobre el rosario que pende de su cintura y se arrodilla en la antigua alfombra persa. Su padre la mira rezar en silencio, tratando de leer en las profundidades de esa alma virginal y austera el terrible misterio en el que un día… ¡él se verá atrapado!

Música. Efecto dramático.

Entretanto… mientras la nieve cae en leves copos sobre la orilla de la playa… en una de las humildes casas aledañas, la buena y noble Domitila Pérez tiende sus sabrosas empanadas.

Efecto: Domitila tendiendo empanadas. Por detrás de ella, se acerca la hermosa María Fernanda.

MARÍA FERNANDA: Madre… no trabaje mas… ya ha frito tres docenas de empanadas… con eso será suficiente hoy…

DOMITILA: No, María Fernanda… ¡hay que vendé má…! Ya debemos dos meses de alquilé, mi alma… y la semana que viene hay que pagá… ahora hay que vendé 48 empanadas diaria… ¡y con la competencia de las argentinas que no nos dejan en paz…!

MARÍA FERNANDA: Mamá… se me ocurre una idea… Tenemos que trabajar juntas… así nos rendirá más el tiempo.

DOMITILA: ¿Qué quieres decir tú, mi alma…?

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MARÍA FERNANDA: Que mientras tú tiendes empanadas… yo salgo a venderlas… Así rendiremos el doble. Esa es la idea de la producción en masa. ¡Y esto al fin y al cabo es masa también…! ¡Tú las haces y yo las vendo!

DOMITILA: ¡No…! (Pausa). ¿Vendé tú empaná…? ¡Pero cómo vas a salí a vendé tú empaña…! Tú eres una niña santa y buena… y ni puedes salí por la calle con esa batea… yo quiero que tú vayas a la escuela y que nadie te diga que eres una pordiosera.

MARÍA FERNANDA: El trabajo no tiene porque avergonzar a nadie. Y si alguien me llama pordiosera, yo, con la frente muy en alto, ¡les responderé que a mucha honra…! ¡Y a que mucha honra también soy la hija de Domitila Pérez, la empanadera…! (Alegre, vivamente).

DOMITILA: No, María Fernanda, no, pó el amor de dios.

MARÍA FERNANDA: Nada, mamá… ¡nadie me lo va a impedir...! ¡Ya verás que cuando sea de noche regreso con la batea vacía…! ¡Hasta luego…! ¡Hasta luego…! ¡Adiós…!

DOMITILA: ¡Que Dios te acompañe, mi amó…!

NARRADOR: Pero no es sola esa la idea que la hace salir. Por la mente de María Fernanda ha pasado como gaviota que surca veloz los aires de las playas, el pensamiento de solucionar la precaria situación que padece su hogar.

MARÍA FERNANDA: Sí… ahora mismo voy… ahora mismo voy a hablar con Don Mariano de Castejón… dicen que es un hombre cruel… pero él tal vez me preste el dinero que necesitamos para pagar la casa, ¡tengo fe en Dios en que sea la solución…! ¡Sí, ahora mismo iré a verlo…! (Pregonando). ¡Empanadas…! ¡Empanadas de cazón…! ¡Empanadas de cazón…!

Música: cortina dramática, sonido de frenado y puerta que se cierra.

NARRADOR: En ese mismo instante, un carro cruza veloz la única avenida asfaltada de la ciudad. Como una tromba de metal, el plateado automóvil descapotado de Rosana de Benalcázar, se desliza a toda velocidad por el pavimento. La fresca brisa de la tarde golpea sus rosadas mejillas, y el negro azabache de su blonda cabellera se encrespa más al azote del viento. Detiene el automóvil a la puerta de la villa de su padre, tal vez la más lujosa y confortable en San Pedro, y con un gesto seguro pone en orden su leonada melena. Es una mujer trigueña, de facciones felinas que denotan una gran seguridad en sí misma. Sus movimientos son firmes y sensuales y al caminar

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parece abofetear a todos con su fría arrogancia. Rosana ha traspasado el umbral de su señorial mansión y en la sala se encuentra con su padre.

ROSANA: ¿Cómo estás, papá…?

NARRADOR: Los ojos centelleantes de Rosana se fijan en el vaso con whisky que sostienen las temblorosas manos de su padre. En un primer impulso lo quisiera arrebatar, pero luego prefiere brindar con él para lograr sus propósitos.

ROSANA: Oh, encantada, papá… Yo mismo me lo serviré…

Sonido: efecto de hielos en vaso, movimiento de los mismos.

JUAN DOMINGO: Sé que no te gusta que tome, pero esta noche yo también lo necesito… me siento… deprimido… no sé…

ROSANA: Alégrate, papá, que esta noche nada voy a reprochar, por el contrario, ¡tengo ganas de conversar alegremente contigo…! ¡Salud!

Efecto: ruido de vasos que chocan.

Padre… quiero hablarte de la fiesta que pienso dar… se me ha ocurrido una idea genial… ¡y espero que tú no me digas que no…! Papacito… quiero que el primer vals… ¡lo toque las Estrellas de Fania…!

JUAN DOMINGO: (Sorprendido). ¿Las Estrellas de Fania…? ¡Pero, hija!

ROSANA: No me irás a decir que no, papá… además, quiero invitar de una vez a Maximiliano de Ancízar. Sé que le gustan las Estrellas de Fania… y esa… (Calculadora). …será un forma de atraerlo no tan solo a esta casa… sino hacia mi persona… (Ríe abiertamente).

JUAN DOMINGO: ¿Cómo desengañarla…? ¡Cómo decirle a Rosana que estamos al borde de la ruina… y que esa fiesta la precipitará…! ¡¿Cómo pagarle a la Fania All Stars?...! …aunque… tal vez… si se trata de conquistar a Maximiliano de Ancízar… ¡tal vez esa sea la única solución…!

NARRADOR: En ese mismo instante, en el invernadero arrebolado de orquídeas, Don Mariano de Castejón conversa con su sobrino Maximiliano.

MARIANO: Pues sí, me alegro que estés contento de estas vacaciones en San Pedro… además, este es el pueblo donde naciste…

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MAXIMILIANO: Pero en treinta años no había vuelto… aunque, eso no ha sido óbice para sentirme bien…

MARIANO: Y dime, muchacho… ¿Tienes ya alguna conquista por allí…?ç

MAXIMILIANO: Más o menos… ¡más o menos, tío…! Y por cierto… quedé en encontrarme en la plaza con ella dentro de un momento… así que nos veremos más tarde, tío… hasta luego…

MARIANO: ¡Hasta luego, sobrino…!

NARRADOR: Maximiliano, vestido impecablemente con camisa de seda, color cobalto, ajustados pantalones de lana que destacan su gallarda figura, toma su auto deportivo rojo y se dirige a la plaza del pueblo.

Efecto: puerta de carro que se cierra y luego carro que arranca.

En ese mismo momento alguien llama a la puerta del orgulloso y avaro Don Mariano de Castejón.

Sonido: golpes de puerta.

MARIANO: ¿Quién es…?

MARÍA FERNANDA: Gente de paz.

Sonido: puerta que se abre.

MARÍA FERNANDA: Buenas tardes, Don Maríano.

MARIANO: Buenas tardes, señorita, qué desea… (Despectivo). No pretenderá venderme unas empanadas, sabiendo los ricos manjares que degustamos en esta casa.

NARRADOR: La frase se ha clavado como un dardo punzante en el pecho de la humilde muchacha. Pero el propósito que la lleva a esta casa la hace tomar nuevas fuerzas y sigue adelante.

MARÍA FERNANDA: No, no, Don Maríano… yo vine… a ofrecerle nuestra casa en garantía… par solicitar de usted un préstamo… un dinero.

MARIANO: (Avaro). Ah, si es así, pasa adelante… pasa adelante, muchacha.

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NARRADOR: Al hacerla entrar… ambos se estremecen como sacudidos. Sus corazones parecen acelerarse. El pulso enloquece en las muñecas de ambos. La batea de empanadas está a punto de caer en la alfombra persa, pero María Fernanda se aferra a ella como única tabla de salvación. Una fuerza brutal, interior, puede invadirlos a ambos.

Música: efecto dramático.

MARIANO: ¡Dios mío…! ¡Qué me pasa…! ¡Esa mirada…! ¿Por qué me perturba y me estremece esa mirada…? ¡Es como si una olead de pasado volviese frente a mi…! ¿Por qué estoy temblando…?

MARÍA FERNANDA: ¡Santos cielos…! Este hombre… mi corazón… ¡Oh, mi corazón se agita…! ¿Qué extraño presagio me doblega…? ¿Qué fuego siniestro me abrasa…? Dios mío, ¿qué pasa…? ¿Quién es este hombre que así me altera…?

Música: efecto dramático.

NARRADOR: En ese mismo instante, la gallarda figura de Rosana de Benalcázar se desliza por las caballerías de su mansión. Botas lustrosas de montar, blancos pantalones de hilo y el pelo recogido sobre la nuca, le dan un aspecto deportivo y determinante. Se monta sobre su potranca baya a la cual le ha puesto los casquillos al revés, para que la gente crea que viene cuando en verdad está yendo… y en franco galope se dirige a la cita con Maximiliano de Ancízar.

Sonido: efecto de galope. Sonido: galope de caballo.

.ROSANA: ¡Arre…! Arre mi potranquita… ¡arre…!

Música: efecto dramático.

NARRADOR: Mientras Rosana se dirige a la plaza, Maximiliano ha detenido su auto cerca de uno de los bancos de mármol de la misma.

Sonido: frenazo de auto. Puerta que se abre y se cierra.

Mira de un lado a otro impaciente, luego observa su reloj hasta que una voz lo hace salir de sus pensamientos.

MARÍA FERNANDA: Empanaditas de cazón… ¡eeempanaditas de cazón…!

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NARRADOR: Maximiliano le va a abrir paso… pero, por un azar, María Fernanda ha tomado el mismo camino y los dos tropiezan bruscamente. La batea con las empanadas rueda a la acera… y las sabrosas obras de Domitila quedan desparramadas por la nieve. María Fernanda mira desolada lo que ha ocurrido… pero súbitamente sus ojos se agrandan, destellando una luz especial. Paralizada, contempla el rostro de Maximiliano, quien con mal disimulado asombro tiembla con el mismo fragor.

MARÍA FERNANDA: ¡Oh, Dios…! ¡Otra vez se estremece mi corazón…!

MAXIMILIANO: Esos ojos… ¡esa mirada…! ¿Qué rayo de esperanza han lanzado esos ojos sobre mi corazón…?

Música: efecto dramático.

NARRADOR: ¿Cuál será el verdadero motivo que ha producido tal arrebato entre María Fernanda y Maximiliano…? ¿Por qué a la tierna muchacha le azotó ese extraño sentimiento ante Don Mariano de Castejón…? ¿Le concederá la hipoteca…? ¿Qué pasará cuándo llegue la cruel Rosana de Benalcázar en su potranca y encuentre a María Fernanda y Maximiliano? Estén atentos a nuestro próximo y sensacional capítulo de la novela que está estremeciendo las bases de los hogares venezolanos… “El Llamado de la Sangre”…

Comerciales. Aparece un locutor de aspecto muy formal.

LOCUTOR: De inmediato, esta emisora pasa a formar cadena desde el Palacio Presidencial, para transmitirles a ustedes el discurso del ciudadano Presi…

Se corta cuando aparecen los demás técnicos y locutores de la emisora creando la confusión. El que hace de director hace gestos desesperados a la locutora para que entre y salve la situación.

LOCUTORA: (Muy circunspecta) La Academia de Ciencias Sociales Corruven anuncia la apertura de sus nuevos cursos sobre Corrupción Administrativa y similares. Usted debe estudiar una profesión dinámica y distinta que esté de acuerdo con los nuevos planos de desarrollo del país. En nuestro Instituto, le ofrecemos cursos de Corrupción Bancaria, Corrupción Empresarial Nivel 1, Corrupción Obrera y Corrupción Sindical. Y también, cursos intensivos de corrupción menor para gerentes de bancos y jefes de departamento a un costo mínimo… ah, y en oferta por este mes, pagaderos en cómodas cuotas.

Entra el narrador. Muy tenso. Papel en mano. Hace señas a la locutora que corte. Confusión.

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NARRADOR: A continuación, como homenaje a la Historia y a los Héroes de la Patria, transmitimos las gloriosas notas de… de… de…

La locutora tapa el micrófono, trata de cubrir el error que ha cometido. Le habla bajito. Nerviosa.

LOCUTORA: ¡Todavía no es la hora, imbécil! (Sigue al micrófono con voz medio erótica, aparentando ser impasible). Ofrecemos también cursillos relámpago a los abogados, para la defensa de congresistas y funcionarios complicados en estafas a Ministerios y Municipalidades, narcodiputados y ediles con poco apoyo. Tenemos también un servicio de cambio de dólares preferenciales, los cuales pueden ser usados como parte de pago… a la mejor cotización del mercado. ¡Corrómpete! ¡Corruven te ayuda a hacerlo científicamente!

NARRADOR: Nuestra historia quedó interrumpida en un momento de verdadera emoción, en el supremo momento del tropezón entre María Fernanda y Maximiliano.

MAXIMILIANO: ¡Señorita…! Qué he hecho… le he volcado las empanadas.

MARÍA FERNANDA: (Llora). Oh… ¡Oh…! El trabajo de Domitila… ¡destruido!

MAXIMILIANO: No llore, no inunde las maravillosas perlas de sus ojos negros con lágrimas de angustia. Aquí tiene 50 bolívares…

MARÍA FERNANDA: ¡Oh! ¡50 simones…! ¡Pero eso es mucho dinero! ¡No puedo aceptarlos!

MAXIMILIANO: Acéptelos como pago de su trabajo.

NARRADOR: Maximiliano desliza el naranja billete sobre la nívea mano de la virginal empanadera y cuando ella mira los ojos del mancebo, un temblor de tiernos cogollos los hace presa: ¡Es el pasado que retorna en frágil vuelo!

MAXIMILIANO: Esos ojos… esos ojos me recuerdan una niña... una niña vestida de blanco y una cinta azul en el pelo.

MARÍA FERNANDA: Esa boca… esa boca me recuerda al muchacho que me empujaba en los matorrales… y que me llevaba los libros a la escuela. (Llora aterida). Tú tienes que ser Maximiliano.

MAXIMILIANO: Y tú eres nada menos que María Fernanda.

Música: efecto dramático.

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MAXIMILIANO: María Fernanda… es la historia de mi primer amor…

MARÍA FERNANDA: Del amor más puro, el de los 11 años.

MAXIMILIANO: Cuando jugábamos al “Currutaco-rutaco candela, que se quema la casa de la abuela”…y al “Aserrín-aserrán, los maderos de San Juan”…

MARÍA FERNANDA: ¡No puede ser…! ¡No puede ser…! Adiós, Maximiliano.

MAXIMILIANO: ¡María Fernanda…! ¡Mi niña pura, espera…!

NARRADOR: Sin poder contener su emoción, la muchacha huye del pasado que la golpea como la pleamar golpea las inmensas rocas.

Sonido: galope de caballo.

Por la calle contraria, la tirana y bella Rosana de Benalcázar se acerca en su soberbia potranca baya. Mira cómo María Fernanda se aleja y sonríe ante el acontecimiento.

ROSANA: ¡Oh, como me ahuyenté a la empanadera…! ¿Qué tal, Maximiliano…? (Sensual, provocativa). ¿Qué te parece si caminamos un rato por la paya…? Yo en las noches de luna como ésta, me siento como una pantera en celo… ¡Y no hay cosa más erótica que una pantera sobre la arena nevada!

MAXIMILIANO: Mamá me dijo que era mejor una gata sobre el tejado caliente.

ROSANA: (Con grave tono dramático). ¡Oh, ella siempre tan Tennessee Williams! Olvídala… (Sensual, provocadora).Llévame en la grupa de tu caballo, llévame a la arena… ¡Quiero que me abones para la cosecha! Tengo algo para ti que nadie antes ha poseído.

MAXIMILIANO: ¿Estás segura que te gusta el polvo de la arena?

ROSANA: Sí, en la arena… llévame a la arena y hurga en mí lo que te he reservado… y después, ¡regrésame acá, sucia de besos y arena!

NARRADOR: Una oleada de deseo perturba la faz del galán. Rosana desata su melena y Maximiliano la monta en el noble alazán. Ella se aferra a la cintura del gallardo abogado, quien al sentir el contacto de sus dedos, es víctima del fatal entumecimiento de sus carnes… Maximiliano ya no puede más y espolea al animal que se desprende en erótico y sensual galope.

Efecto: galope de caballo, relincho. Música: acordes dramáticos.

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DOMITILA: Ya voy… ya voy…. ¡que meten cada aldabonazo…!

Efecto: golpes en la puerta.

MARIANO: Esta debe ser la casa que me dijo la muchacha… pero aquí hay un olor extraño… aquí hay un olor a negro… ¡Aquí debe haber negro encerrado…!

Efecto: puerta que se abre.

DOMITILA: ¿Quién es… qué desea…?

MARIANO: ¡En efecto…! Aquí hay una negra ante mis ojos.

DOMITILA: ¡Don Maríano…! ¡No, no puede ser usted…! ¡Don Maríano…!

MARIANO: ¿Qué ven mis ojos…? ¡La negra que tanto he buscado…! ¡Domitila…! ¡Negra… negra, negra maldita…!

DOMITILA: ¡Vade retro, Satanás…!

MARIANO: No puede ser… ¡entonces la muchacha que me fue a ver es mi hija! Mi propia hija fue a ofrecerme esta pocilga en garantía de hipoteca… ¡y con una negra adentro…! Negra, esa muchacha es mi hija, ¿verdad.-..? ¡María Fernanda es mi hija…! ¡Confiesa…!

DOMITILA: Pá qué se lo voy a negá… esa é su hija mal padre… La hija de su pecado…

MARIANO: (Vacilando). No… no… tú quieres hacerme ver que es mi hija para que le preste dinero… compruébamelo… demuéstrame que es mi hija.

NARRADOR: En ese momento, Domitila abre su pecho de azabache y grana en el que prende una cadena de oro cochano y una medalla del mismo material.

MARIANO: ¡La cadena… la cadena que le regalé a la pemona antes de parir!

DOMITILA: ¡Ahora niégame que es tu hija, bandío…! ¡Que le cambiate la cadena a la india por su virginidá…! ¡Colonizadó!

Música: efecto dramático.

NARRADOR: Entretanto, en la orilla de la playa yacen lo cuerpos exhaustos de Maximiliano y Rosana. La vagabunda, sucia de besos y arena, saciada en sus instintos, se arregla el pelo.

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MAXIMILIANO: Me has dado lo que todo hombre añora de una mujer… llevaste mi cuerpo al supremo éxtasis… ¡Jamás tuve un ardor como el que sentí esta noche!

ROSANA: (Sensualísima). ¡Ya te dije que me volvía una pantera en la arena…! ¡Y espera que te enseñe lo que tengo reservado para a segunda vez…!

NARRADOR: En un nuevo y sensual abrazo, los cuerpos ruedan por la arena y las olas se agitan anunciando cómo podrá ser el torrencial desborde de esos cuerpos. (Misterioso). Pero, muy cerca, una figura se desliza entre las trinitarias multicolores paralizadas por la nieve… Es el griego Eurípides, el jorobado infeliz, que mira la escena con los ojos cuajados de llanto.

EURÍPIDES: ¡Rosana…! ¡Revolcada como una perra de estacionamiento…! En plena playa… la única mujer que he amado… ¡y se ha entregado a otro hombre…! Oh, Zeus… no permitas que a mi alma la abata tal naufragio… ¡Rosana…! Rosana… (Llora, gime).

Música: efecto dramático.

NARRADOR: Y en la casita de la playa, María Fernanda agita el naranja billete de cincuenta a la vez que enseña la batea vacía.

MARÍA FERNANDA: Mamá Domitila… ¡Mamá Domitila, mira qué felicidad…! Vendí todas las empanadas por 50 bolívares… (Se detiene). Pero, ¿qué te pasa? ¿Lloras…?

DOMITILA: ¡É que algo muy grande le está pasando a esta negra! María Fernanda, no vuelva a vé a Don Maríano… no vuelva a vé a ese hombre, mi amó.

MARÍA FERNANDA: ¿Cómo supiste que yo vi a Don Maríano?

DOMITILA: Vino a vé la casa… pá sabé si le convenía hipotecala… ¡Pero yo te pido que no vuelva a vé a ese hombre bicho malo…!

MARÍA FERNANDA: Pero, ¿por qué…? ¿Qué me estás tratando de ocultar?

DOMITILA: No me haga hablá… ¡que yo no puedo decí ná…!

MAXIMILIANO: Con el permiso… ¿puedo entrar?

Música: acordes dramáticos.

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NARRADOR: Las dos mujeres han quedado paralizadas ante la inesperada aparición de Maximiliano que ha sido la solución para que Domitila no tenga que hablar. El apuesto galán fija sus ojos en María Fernanda que comienza a temblar como gota de rocío sobre un pétalo de rosa.

MAXIMILIANO: Permiso, María Fernanda… la vine a visitar en nombre de nuestra antigua amistad.

MARÍA FERNANDA: (Temblorosa). Ah… ah… ¿es usted…? ¿Cómo está…?

DOMITILA: Bueno, ya que ustedes tienen que hablá, yo vó a fritá unas tajá de plátano… permiso, caballero…

MAXIMILIANO: Lo tiene usted, señora… (Pausa). María Fernanda, no pude resistir la tentación de volver a verte.

MARÍA FERNANDA: (Estremecida). Yo siento lo mismo… Y por eso me pregunto: ¿por qué tenemos que remar contra la vida…? Vamos a hablar… siéntate… Me has hecho volver a mi niñez, Maximiliano. Éramos tan felices cuando niños.

MAXIMILIANO: Porque éramos inocentes y nada sabíamos de la maldad humana… Quizá podamos volver a ser como antes…

MARÍA FERNANDA: La inocencia no se recupera…

MAXIMILIANO: Pero puede transformarse en amor...

MARÍA FERNANDA: No, eso no puede ser… el amor entre nosotros dos es un imposible… ¡Tú, un rico heredero… y yo, la hija de la empanadera…!

MAXIMILIANO: Eso ya no es obstáculo. Las diferencias de clase no cuentan ya. La lucha obrera las ha sobrepasado y el proletariado tiene los mismos derechos de la burguesía.

MARÍA FERNANDA: (Conmovida). ¡Oh, comunista…! ¿O simplemente de izquierda?

MAXIMILIANO: No, realista. Hablo de la realidad. (Galante, sensual). Mira mis ojos, María Fernanda y encuentra en ellos el sublime amor que te profeso. ¿No lo ves acaso…? ¿No lo sientes acaso? Dame tu boca. ¡Entrégame tus labios en el supremo placer que le ofrecerán los míos en la alegoría de un beso!

MARÍA FERNANDA: (Sin fuerzas). ¡No me lo pidas más, que no resisto!

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NARRADOR: María Fernanda abre los brazos y deja penetrar en ellos la gallarda figura de Maximiliano. Sus labios ardientes se juntan en un beso púrpura y carmesí que los arrastra al vórtice de una tormenta de amor desesperado y brutal. ¡Se aman! ¡Definitivamente se aman!

Música: acordes dramáticos.

Al día siguiente, víspera de la fiesta de Rosana, Maximiliano ha ido a visitarla para hablar de algo muy importante.

MAXIMILIANO: Rosana… quiero pedirte algo… algo muy especial… se trata de que invites a alguien para tu fiesta.

ROSANA: Ya creo haber invitado a todos los amigos… ¿De quién se trata?

MAXIMILIANO: De… una muchacha… una vieja amiga mía que quiero que todos conozcan y se relacionen con ella… es… María Fernanda…

ROSANA: (Asombrada): ¡María Fernanda… la empanadera…! (Pausa). ¡Pero… cómo piensas tú que voy a invitar a mi casa a una plebeya!

MAXIMILIANO: No es ninguna plebeya, es una muchacha humilde, pero muy hermosa y de buenos modales… es más, quisiera que fuesen amigas, ese es mi verdadero motivo de pedirte la invitación.

ROSANA: (Para sí). Algo extraño debe ocurrir… pero… yo no puedo negar… negarme es abandonar y esta partida no la puedo perder. (A Maximiliano). Amor… si tú quieres… pues invitada será… (Mimosa). Yo tengo que acceder a todo cuanto tú me pidas… Soy tu muñequita querida… y yo no hago más que lo que tú quieras… (En erótica transición). Después de haber sido tuya… después de haberte entregado mi cuerpo, mi destino está unido irremisiblemente a ti… Maximiliano… ¡tenemos que remediar nuestro pecado…! (Trágica). No quiero pasar por la vergüenza de tener un hijo soltera. Maximiliano, ¡tienes que casarte conmigo…!

NARRADOR: Él baja la mirada comprendiendo que ha caído en la trampa mortal de la telaraña de aquella piraña.

MAXIMILIANO: ¡Este es el precio que debemos pagar los hombres… por un minuto de deseo y de desbordada pasión!

Música: efecto dramático. Fundido de música con una salsa de la Fania. Transición a la fiesta de Rosana.

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MARIANO: (Vivamente). ¡Don Juan Domingo…! La fiesta está francamente maravillosa… la orquesta es de primera…

JUAN DOMINGO: Sí, son las Estrellas de Fania… (Para sí). ¡Sólo Dios sabe lo que me cuestan…! (A Mariano). Pero… Don Mariano… ¿Por qué no nos servimos otro trago…?

MARIANO: ¡Usted siempre con el vaso en la mano, Don Juan Domingo!

JUAN DOMINGO: ¡Esa es la cruz que llevo a cuestas…! Aunque… (Insinuante) Tal vez todo termine… ¡si logro ver casada a mi hija con su sobrino!

MARIANO: Para mí sería una maravilla… Maximiliano y Rosana hacen una excelente pareja… además… son de la misma clase social… y ambos poseen una excelente fortuna…

NARRADOR: La frase ha estremecido a Don Juan Domingo de Benalcázar, quien a duras penas disimula su turbación empinando el último sorbo de whisky que queda en el vaso.

Entretanto, en la terraza de la casa, la fiesta ha tomado calor. La populachera Celia Cruz anima en ese momento la fiesta con una de sus canciones.

Música: Celia Cruz canta “Usted abusó”

La letra de la canción trae malos presagio a la Malvada, quien mira bailar a Maximiliano con María Fernanda.

ROSANA: Esa canción… esa canción es el vivo retrato de mi vida… (En melodramático tono declamatorio). ¡Usted abusó… sacó provecho de mí, abusó, abusó… de mi cariño, usted se rió, abusó…! (Pausa). ¡Eso fue lo que hizo conmigo…! Y, ahora… ¡baila con la otra…! Pero ya voy a poner fin a esto… voy a buscar el brebaje.

NARRADOR: La malvada Rosana va hacia su alcoba sin que la nadie la vea, mucho menos Maximiliano y María Fernanda que bailan mientras conversan de su romance.

MAXIMILIANO: ¿Te das cuenta…? Ya se han desvanecido tus temores de que ibas a hacer el ridículo. ¡Eres la reina de la fiesta…!

MARÍA FERNANDA: No tanto como eso… aún estoy turbada… siento que todos me miran y enrojezco… ¡Mi vestido e tan modesto…!

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MAXIMILIANO: El empaque es lo de menos… ¡lo bueno es lo que hay por dentro! A la larga, ¡todos han caído rendido a tus pies!

ROSANA: (Acercándose). Perdonen… perdonen que interrumpa pero aquí le traigo una bebida a nuestra amiguita María Fernanda.

MARÍA FERNANDA: (Tímida).Gracias, pero… yo no bebo alcohol.

ROSANA: No es alcohol, querida… precisamente, como no bebes alcohol te he preparado este ponche especialmente para ti… ¡bébelo…!

MARÍA FERNANDA: Gracias… (Bebe). Hum… qué rico… esta delicioso.

ROSANA: Lo hice especialmente para ti… pero, bébelo… bébelo hasta el final… ya verás, querida… ¡ya verás…!

NARRADOR: Cuando María Fernanda, ingenuamente, termina de beber, un grito desgarrador se escucha en la sala. Al grito, le siguen tres disparos consecutivos y todo se convierte en agitación, gritos y carreras desesperadas.

Efecto: tres disparos. Voces: gritos, comentarios. Murmullos altos: ¿Qué paso?, etc.

NARRADOR: En el fondo de la sala, ha caído una mujer ensangrentada. Mientras una vez aterrada comienza a sacudir los rincones.

VOZ: ¡Han matado a Rosita Alvírez…! ¡Han matado a Rosita Alvírez!

ROSANA: ¡Rosita Alvírez…! ¡Mataron a Rosita Alvírez!

MAXIMILIANO: ¡No puede ser…! ¡No puede ser…! ¡Quién la mató…!

UNA VOZ DE HOMBRE: ¡La maté yo…! ¡La maté yo por estar bailando toda la noche con ese tipo…! Rosita era mi novia… ¡pero ahora está muerta por arrocera!

Voces: comentarios, murmullos… confusión.

NARRADOR: Entre la gente que se aglomera, aparece Don Mariano de Castejón. Se acerca a la mujer agonizante y sus pupilas se dilatan con horror. Apenas puede creer lo que ve y exhala un quejido con supremo horror.

MARIANO: ¡Ooooh…! Esta mujer no es Rosita Alvírez… es… es mi hija… ¡Mi hija Regina…!

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MARÍA: (Agónica). Sí, soy yo… ¡Sor María de las Desgracias…!

MARIANO: Pero… ¿qué haces tú aquí…? ¡Y vestida como una rumbera…!

MARÍA: Tuve que venir… tuve que venir para impedir que… ¡después que te tomaras cuatro tragos, confesaras el secreto que ahora los dos sabemos…! ¡Tú no puedes decirle nada a ella…!

MARIANO: ¡Entonces… entonces es verdad lo que me ha dicho esa negra…! ¡María Fernanda es mi hija…! ¿María Fernanda es mi hija…? Contéstame, Regina.

MARÍA: No… no puede decirte nada porque estoy muerta… y el muerto… ¡el muerto lo que quiere es que lo entierren hondo…! ¡Hondo… hondo… hondo…! (Expira).

MARÍA FERNANDA: (Grita). No puede ser… usted… usted no puede ser mi padre… mi padre… usted. Yo, hija de Don Mariano de Castejón. No, usted no puede ser mi padre.

NARRADOR: Un grito de terror sale de todas las gargantas de la gente. María Fernanda se ha acercado al cadáver y a Don Mariano, sin percatarse de lo que le ha ocurrido a su cara… que, como por parte de magia, se ha desfigurado y se desgarra en pedazos.

MARIANO: María Fernanda… hija… ¿Qué pasa con tu cara…?

MAXIMILIANO: ¡María Fernanda…! ¡María Fernanda…! Tu cara… está destrozada.

MARÍA FERNANDA: (Sorprendida, llorosa). Oh… oh… oh, mi cara… ¡qué le pasa a mi cara… qué tengo, qué me hicieron…!

NARRADOR: Y al fondo, como una tropical Medea, disfrutando de su obra, la malvada Rosana ríe despectivamente a carcajadas.

ROSANA: (Carcajada de triunfo).

NARRADOR: Sus ojos destilan miradas de furia y de venganza al contemplar el efecto de su brebaje en el rostro de la humilde muchacha. Se ha vuelto como una fiera hacia María Fernanda ¡y se yergue victoriosa…!

ROSANA: ¿Y ahora…? ¿Quién podrá detenerme en mis propósitos…? ¿Cuál de las dos será la triunfadora…? Ja-ja-ja-ja-ja… (Risa diabólica)

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Música: acordes dramáticos..

NARRADOR: ¿Habrá logrado la malvada Rosana sus propósitos de venganza…? ¿Qué contenía el brebaje que le dio a beber a la desdichada María Fernanda…? ¿Quedará desfigurado el rostro de la humilde muchacha…? ¿Y qué hará ahora cuando sepa que el orgulloso Mariano de Castejón es su padre…? ¿Qué hacía la monja Sor María de las Desgracias bailando salsa en la fiesta…? ¿Cuál ha sido la verdadera causa de su muerte…? (Vital). Todas estas incógnitas y mucho más serán reveladas en nuestro último y sensacional capítulo de… “El Llamado de la Sangre…”

Comercial Nº 1. Se escucha el efecto de un chorro de agua.

ELLA: Ay… ya se está bañando…

ÉL: Caramba, Margarita… se me acabó el champú y tengo la cabeza sucia. ¿Ahora qué hago?

ELLA: Toma un poquito del mío.

ÉL: Pero no es lo mismo… yo necesito un champú fuerte.

ELLA: El mío es de los fuertes (Erótica).

ÉL: (Viril). Pero no tiene la potencia del mío…

ELLA: Vamos a ver… te tengo una sorpresa… (Risita erótica). Cierra los ojos y deja que te lo eche… así… (Eros a millón). Ajá… suavecito… así en tu cabecita… ya está…

ÉL: Ooooh… qué espuma tan abundante… déjame ver… ¡Ooooh…! ¡Ooooh… ¡ ¡Uf…! ¡Oooog…! (Quejidos).

ELLA: Felipe, ése no es el frasco. Estás agarrándome el brazo.

ÉL: (S uavemente erótico). Es tu brazo… pero qué piel tan suavecita tienes. ¡Qué tersura…! Dime, ¿Cuál es tu secreto…? (Risitas eróticas).

ELLA: ¡Y yo nunca había tocado una cabeza como la tuya…!

EL: Tu piel es tan suave… tan linda, acariciable. (Risitas eróticas).

ELLA: ¿Me enjabonas la espalda…?

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ÉL: ¡Oooh…! Ohhh…! Oooooh…!

ELLA: ¡Aaaah…! ¡Aaaah…! Qué espuma tan deliciosa tienes en la cabeza… ¡Aaaah…!

ÉL: Pero dime, chica, ¡qué te echaste…!

ELLA: ¡Ese es mi secreto…! ¡Oooh…! ¡Aaaah…! ¡Él no sabe que todo lo que tengo es jabón en crema…!

ÉL: ¡Oooh…! ¡Aaaah…! (Estertores eróticos).

ELLA: ¡Aaaah…! ¡Aaaah…! (Estertores eróticos).

VOZ LOCUTOR: Ha fallecido cristianamente la señorita María Mendoza conocida también por tía Chichila. Sus amigos, compañeros de trabajo y los repartidores de cerveza, caña blanca y afines que surtían el prestigioso local que atendía, cumplen con el penoso deber de participar su deceso, acaecido el día de ayer. Los restos de Tía Chichila serán velados hasta las tres de la tarde de hoy en la Funeraria “Sus ojos se cerraron”. Se suplica no enviar flores y traer dinero sencillo para la rocola.

NARRADOR: Nuestra historia de amor y dolor quedó interrumpida en momentos de verdadera emoción, cuando un cúmulo de circunstancias se juntaron en la fiesta de Rosana que culmino en sangrienta tragedia. Han pasado varios días del infausto suceso, y e la señorial mansión de Don Mariano de Castejón, todo es soledad y sombría tristeza. El anciano es presa del dolor, la vergüenza y el abatimiento; habla con sus sombras, sentado en una butaca.

MARIANO: Sí… este es el precio que he pagado por todo lo malo que he hecho en la vida… mi hija muerta… Regina asesinada en un baile… Y esta artritis que me devora… que apenas me deja mover ya las manos y las piernas… inútil he de morir en esta silla de ruedas… ¿De qué me vale todo mi dinero…? (Tristemente). Y lo que es peor… soy el escándalo del país… ¡Todos los días los periódicos no hacen más que hablar sobre el caso del asesinato de la Monja Salsómana…! (Pausa. Arrepentido). Esto me pasa por haber explotado a los pobres…

Sonido: golpes en la puerta

¡Adelante…!.

Sonido: puerta que se abre.

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NARRADOR. En ese preciso instante, aparece la figura de la noble negra Domitila junto a la de María Fernanda. La infeliz muchacha, para ocultar el daño que el brebaje le ha causado a su rostro, ha decidido cubrirse con un velo negro que cae hasta su cintura. El encuentro es dramático y doloroso. Don Mariano de Castejón estira con dificultad sus tullidas manos hacia la hija adorada.

DOMITILA: Don Mariano… con su permiso… aquí está la muchacha… ¡tal como se lo había prometido…!

MARIANO: ¡María Fernanda, hija querida…!

MARÍA FERNANDA: (Llorosa). Padre… papacito… ¡padre querido…!

MARIANO: Ven… ven a mis brazos… ven a darme ese abrazo que tanto ansío… hija de mis entrañas… hija de mi alma… perdóname…

MARÍA FERNANDA: No, papá… yo no tengo nada que perdonarte… no me hables en esa forma… yo no soy quién para perdonarte…

MARIANO: sí, tienes que perdonarme… porque fui un mal padre contigo… porque abandoné a tu madre y no quise saber más de ti… y sólo viví para atesorar riquezas… pero ya ves… ya ves cuál ha sido mi castigo… he pagado con el peor de todos… porque hasta a mi hija la he perdido… y lo peor, confundida con Rosita Alvírez, la del corrío…

MARÍA FERNANDA: Perdiste una hija pero has ganado otra… aquí me tienes a mí, padre querido… aquí estoy yo para compensarte…

MARIANO: Hija… hija del alma… qué buena eres… ¡qué corazón tan grande te ha dado Dios…! Tú serás la felicidad de mis últimos años… (Súbitamente triste). Pero… tu rostro… ¡qué te hizo esa malvada!

MARÍA FERNANDA: (Llorosa. Hipando). Lo quemó…algo le puso en aquel coctel que me quemó la cara… ahora estoy desfigurada... y cuando paso por la calle… todas se burlan de mí y me llaman la “Dama del Velo”…

MARIANO: ¡Qué crueldad la de este pueblo…! Pero no temas… ¡yo invertiré toda la fortuna que me queda para que vuelvas a ser la que antes eras…! Esa será mi reinvidicación… y después…. Después devolveré todas las escrituras de las hipotecas a los pobres… ¡Volveré a ser el hombre caritativo de antes, gracias a ti, hija mía…!

MARÍA FERNANDA: (Llorando). Padre… ¡padre de mi alma…!

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Música: efecto dramatiquísimo.

NARRADOR: Entretanto, la perversa Rosana se enfrenta una vez más a Maximiliano. Su ferocidad se hace evidente. La mirada destila megatones de furia, haciendo que sus ojos destellen una luminosa luminosidad. Su pelo encrespado se bate de un lado a otro remarcando sus gestos firmes y decididos.

ROSANA: No, no me arrepiento n me pienso echar atrás.

MAXIMILIANO: Pero has hecho mal… cómo le quemaste la cara a esa infeliz muchacha.

ROSANA: ¿Infeliz…? Pero tú la amabas… toda la noche estuviste bailando con ella… ¡Por eso lo hice…! (Sensual, suplicante). Pero, ¿es que se te olvidó lo que hicimos en la playa aquella noche ardiente y nevada…? Yo fui tuya, Maximiliano, ¡y ahora tendrás que casarte conmigo para salvar mi honra…!

MAXIMILIANO: Me casaré contigo solo por eso, ¡porque soy un caballero! Porque tengo una palabra comprometida y tu honor empeñado… pero quiero que sepas una cosa… al ver tanta maldad concentrada en tu alma… he dejado de amarte…

ROSANA: (Sensual). Pero… eso a mí no me importa… yo estoy segura de mí y de que una vez que estemos juntos… unidos para siempre por la bendición de Dios… yo te haré olvidar lo mala que soy… y te entregarás infinitamente a mí…

MAXIMILIANO: ¿De dónde has sacado esas ideas?

ROSANA: ¡De mi cabeza…! ¿Te fijas cuán inteligente soy…? Ya verás, Maximiliano… ya verás… (En arrebato erótico). ¡Y ahora, bésame…! Atrápame otra vez en el fuego de tu carne y tu pasión.

NARRADOR: La villana mujer ha acercado su incontenible furia pasional, reflejada en sus labios, hacia los de Maximiliano; éste no puede resistir la provocación… arrastrado por la misma fuerza que arrastró a Adán ante la manzana de la tentación, se arroja a ella en busca de ese fuego que le late en las entrañas.

MAXIMILIANO: ¡Rosana…! ¡Rosana…! Perversa, pero irresistible… Vas a ser mi perdición.

ROSANA: Estás temblando ante la verdad, ¿no es cierto…? Y yo soy tu verdad, Maximiliano… ¡yo soy tu verdad…!

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NARRADOR: Finalmente los labios se han unido en un beso carmín encendido. Los cuerpos de los amantes enajenados ruedan por el suelo y la alfombra de peluche es testigo de una nueva entrega de aquellos seres que se debaten entre el odio y el deseo sensual.

Música: acordes dramáticos.

NARRADOR: Al siguiente día, Mariano de Castejón visita a su amigo de la infancia, Don Juan Domingo de Benalcázar. Los dos hombres tienen en sus manos los destinos de aquellos seres en ese preciso momento.

JUAN DOMINGO: Mariano… esta es una buena noticia que e traigo… Yo vengo a participarte… que he dejado de beber… que necesito recuperar la firmeza de mi pulso y de mis manos…

MARIANO: No te entiendo… ¿Qué quieres decir…?

JUAN DOMINGO: Que necesito tener el pulso firme y sereno… ¡porque voy a operar a tu hija…! Yo mismo le haré la cirugía plástica que le devolverá la belleza de su rostro… te prometo que lo haré… es la única manera de reparar el daño… ¡que mi perversa hija le hizo a la tuya…! Yo le haré la cirugía plástica a María Fernanda.

Música: efecto dramático.

NARRADOR: La decisión ha sido tomada…El día anterior a la operación, María Fernanda con el rostro cubierto aún con el velo, habla angustiada a Maximiliano.

MARÍA FERNANDA: Maximiliano… ¡amor mío…! Solo me atrevo a dar este paso por amor a ti... tengo terror… estoy espantada…

MAXIMILIANO: No temas… ya recuperarás tu antigua cara…. ¡ten fe en Dios!

MARÍA FERNANDA: Pero… ¿Y Rosana…? ¿Se va a resignar a perderte…?

MAXIMILIANO: ¡Yo no amo a Rosana…! Ella sólo despertó en mí un deseo pasional que me calcinó la piel… pero allí quedó… de la piel no pasa… Ya me encargaré yo de Rosana… ¡Porque solo te quiero a ti, María Fernanda…! ¡Solamente a ti te amo…! Ten confianza… ¡y hazte la plástica…!

MARÍA FERNANDA: Oh, Maximiliano… ¡Maximiliano de mi alma…!

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NARRADOR: Los dos enamorados se entregan en un estrecho abrazo de felicidad y de fe. Entretanto, sin saber lo que pasa, en la señorial sala victoriana de los Benalcázar, el apacible griego Eurípides habla con Rosana.

EURÍPIDES: Rosana… he pensado mucho para este paso, pero… no puedo soportar más tiempo… quiero confesarte que te amo… ¡que quiero que seas mi esposa…!

ROSANA: (Sorprendida). ¿Tu esposa…¿ ¿Tú esposa…? Oh, dioses del olimpo… el griego me ama. Pero, Zorba, yo no podría casarme contigo, porque yo… ¡yo soy una mujer deshonrada…! Yo perdí mi virginidad hace unos días en la orilla de la playa… ¿Cómo podrías aceptarme entonces con esa falla?

EURÍPIDES: Rosana… mi amor está por encima de esas barreras… ¡te amo tanto que hasta eso te perdonaría…!

ROSANA: Pero yo no quiero… (Trágica). ¡Yo no puedo querer a un griego con joroba! No puedo… no puedo… no puedo…

NARRADOR: Rosana ha escapado en franco galope. La carrera ha sido tan violenta que casi atropella a su padre al salir. El noble Don Juan Domingo mira atónito a Zorba y lo requiere angustiado.

JUAN DOMINGO: ¿Qué ha pasado…? ¿Por qué huye así?

EURÍPIDES: Me rechaza… le confesé mi amor y me rechaza por mi joroba.

JUAN DOMINGO: Eurípides… tu nobleza no tiene parangón… mucho tiempo la has amado y esperado… y ahora… se me acaba de ocurrir una idea… Mañana… mañana voy a operar a María Fernanda… Si Rosana te rechaza por tu joroba… ¿Por qué no te atreves a someterte a una operación que la elimine… y te convierta en un hombre normal…?

Música: acordes dramáticos.

NARRADOR: La idea ha estremecido al griego, y al otro día, en el quirófano del hospital, los dos cuerpos anestesiados de María Fernanda y Eurípides esperan por el bisturí salvador de Don Juan Domingo.

JUAN DOMINGO: Este bisturí no puede fallar… Manos mías… no tiemblen… tengo que proceder ya… ¡tengo que proceder antes de que el delirium tremens me haga presa otra vez…! María Fernanda… ¡allí voy…! Enfermera, páseme la pinza, por favor…

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Sonido: ruido de pinzas.

NARRADOR: (Con ansiedad). Las manos inseguras de Juan Domingo comienzan a operar. El médico tiembla y suda de inseguridad… tiene que aprovechar aquel breve momento en que el alcohol le ha dado su tregua, y con corte seguro comienza su obra de reconstrucción.

NARRADOR: Siete horas después de enorme expectativa, la puerta del quirófano se ha abierto. Primero aparece Juan Domingo, agobiado y tembloroso, casi a punto de caer… Una enfermera lo ayuda a salir y lo lleva al bar del hospital en donde comenzará su proceso de recuperación. ¡Un instante después, dos camilleros traen a Eurípides que se toca la espalda feliz…!

EURÍPIDES: Estoy salvado.. Ya no tengo joroba… ¡Me ha quitado la joroba…!

MAXIMILIANO: ¿Y María Fernanda…? ¿María Fernanda dónde está…?

MARÍA FERNANDA: Aquí vengo… aquí vengo, mi amor…

MAXIMILIANO: María Fernanda… ¡te han devuelto otra vez la cara…! Has quedado igual… ¡Alabado sea Dios…!

MARÍA FERNANDA: (Exhala un grito de terror). ¡Aaay…! ¡Qué es esto…1 ¿Qué es…? Mi espalda… mi rostro volvió a ser el mismo… pero, ahora… horror, ¡en mi espalda ha crecido la joroba de Eurípides…!

NARRADOR: En efecto… La joroba se alza descomunal sobre la espalda de la bella muchacha, que cae abatida en la cama. Maximiliano, al verla así, corre a su lado.

MARÍA FERNANDA: Maximiliano. (Llorosa). Me han reconstruido la cara… ¡pero sigo siendo un ser monstruoso ahora con esta joroba…!

MAXIMILIANO: (Exaltado). ¡No, María Fernanda…! Monstruosa no, ¡porque ahora cubres exactamente mi ideal…! ¡Eso era lo que le faltaba a mi vida para sobrexcitar mi libido…! ¡Una mujer con joroba, es lo que he soñado toda mi vida…! ¿Eres mi modelo de sensualidad ideal…! María Fernanda.. mi jorobada… ahora te querré cada día más… Mi amor… ¡así era como e necesitaba yo!

MARÍA FERNANDA: Maximiliano… Maximiliano…

Música: acordes.

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NARRADOR: Los dos amantes se han abrazado estrechamente y lo que parece ser el fin de las desdichas tiene lugar. Pero, la desgracia de María Fernanda no termina allí, porque esa noche, mientra termina de reponerse de la operación, dos sombras se deslizan por su cuarto en el hospital. Es la maléfica Rosana, en compañía de la cruel enfermera japonesa Lin-Yu-Tang, quien ha tramado otro diabólico plan.

ROSANA: Vamos… inyéctala de una vez para que no se despierte.

LIN YU TANG: Tlanquila y sin nelvio que ya está… ta… ya ta dolmia, esta inyección japonesa la halá dolmí tle hola…

ROSANA: Eso será suficiente para cumplir mis planes… vamos, ayúdame a cargarla.

LIN YU TANG: Yo agalo pol pielna y pol cabeza… vamo, úpa… cónchale, que esta mujel está pesá… la joloba palece que pesa má que mochila de hippi… vamo… vamo, lápido, lápido.

NARRADOR: Las dos mujeres han salido con el cuerpo inconsciente de María Fernanda y a los pocos instantes la malvada Rosana la ha trasladado de su chalet en la montaña, en donde la ha amordazado y atado a una butaca.

ROSANA: (Ríe a carcajadas). Bien… ¡Tú creías que habías triunfado…? Ahora es cuando me toca reírme a mí, María Fernanda… tú no vas a poder conmigo, ¿entiendes…? ¡No vas a poder…! Yo soy la más poderosa… y aquí te dejaré…¡hasta que tus fuerzas te abandonen y mueras de inanición…! Ya veremos quién gana al final… ¡Jorobada…! ¡Ja-ja-ja-ja-ja-ja…!

Música: acordes.

DOMITILA: (Llora. Solloza). Ay, mi señó Maximiliano… dónde tendrán a mi muchacha… ella no pudo desaparecé… a ella se la llevó alguien…

MAXIMILIANO: (Con voz grave). Sí, Domitila… María Fernanda estaba feliz… Ella no tenía por qué desaparecer así… ¡ella estaba feliz! A María Fernanda la raptó alguien… quién sabe con qué viles propósitos…

DOMITILA: Pero ahora qué vamo a hacé.. qué podemos hacé…

MAXIMILIANO: Esperar, Domitila, esperar… ya aparecerá alguna pista que nos diga qué pasó con María Fernanda y dónde está…

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DOMITILA: Bendito sea Dió… Bueno… yo voy a la plaza… a vé si respiro un poco de aire y me siento mejó… hasta luego, señó…

NARRADOR: La anciana negra ha salido a la calle y el destino jugará en ese momento la partida final. Domitila se sienta en un banco y se queja en voz alta.

DOMITILA: ¡Ay, qué calamidá y pá colmo, ete frio que congela lo hueso…! ¡Si tuviera siquiera un tabaquito pá fumá…!

NARRADOR: (Con intrigante ansiedad). En ese momento, un misterioso joven que acampa cerca de ella, con su morral, oye la mágica palabra y se acerca a la noble negra.

MALANDRO: Oye, mi pure, ¿cómo es eso de que no tiene un tabaquito pá fumá..? Suave, puro suave, que yo tengo aquí uno que acabo ‘e prendé, ves…? Y si quieres una trona de verdá. No le pares, que yo estoy forrao en mafafa… ¡toma tu tabaco y jala…!

DOMITILA: ¡Ay, pero bendito sea Diò, si este muchacho tiene un tabaco…! Dame un fumito, mi amó.

MALANDRO: ¡Oye, qué nota, una pureta negra y que se trona…!

DOMITILA: ¡Ay, mi amó, pero esto no é tabaco del bueno… esto tá suavecito!

MALANDRO: (Subido en la nota9. ¡Oye…! ¡Que nota…! ¡La pureta es ácida…! ¿Mira, mi pure, tú sí que eres brava de verdá…! ¡Si eso es Acapulco Gold…! ¡lo más-más…! ¡Y te parece suave…! Jala, jala, pure que ya me ennotaste… qué puré más dura… como me gustan a mí. ¡Dame, dame un jalón…!

Sonido: fuman los dos. Comentarios ad limitum con la voz apretada de la fumada.

NARRADOR: Súbitamente, en medio de una de las tronas más tremendas que recuerde el pueblo de san Pedro, la fiel y noble Domitila se yergue. Su mente flota en otra galaxia, sus sentidos se avivan y llegan a una sublime conclusión. ¡En arrebato, arrebatada toda ella también, pasa por su mente salvadora solución!

DOMITILA: Ya sé, mi amó… ya sé qué voy a hacé… ete tabaco me ha abierto la inteligencia y ya sé dónde deben tené a mi niña… y también sé… ¡quién la va a rescatá…! ¡Que Dió te bendiga, mi pavo…! Y mañana no volvemos a encontrá aquí, mi alma, porque esto tá bueno de verdá.

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NARRADOR: La trona Domitila escapa con pie ligero, aspirando la última bocanada de la chicharra. Su amigo la mira anonadado.

MALANDRO: ¡La pure está burda de dura…! ¡Qué arreeeecho pana…! ¡Lo que soy yo mañana la pongo a “esnifar” porque yo no me pierdo la oportunidad de tripiar con esa vieja…!

NARRADOR: Entretanto, Maximiliano llora con Zorba su desconsuelo, ambos padecen del mismo mal de amor… y no hay otra mujer que se los quite.

MAXIMILIANO: Yo había logrado mi ideal… cuando vine a este pueblo tuvo un presagio, algo que me decía que mi vida iba a caminar… y creí encontrarlo cuando a la salida del quirófano veo a María Fernanda… con su rostro reconstruido y con esa suave colina alzándose en su espalda…

EURÍPIDES: Yo, por el contrario, me quité el peso de l misma… pero ni aún así logro el cariño de Rosana. Ela me dice que está deshonrada… pero no me importa, yo no busco la pureza del cuerpo, sino la más importante, la del alma…

MAXIMILIANO: (Conmovido). Gracias, Zorba… gracias… Eres un hombre realmente noble… y la deshonra que yo provoqué, tú te encargarás de taparla… y de seguir hasta el final de tus días con esa cruz a cuestas.

NARRADOR: Los dos hombres caen en un estrecho abrazo de amargura, confraternidad y comprensión, que es toda una exaltación a los derechos humanos.,.. y cuando el abrazo se hace más conmovedor, súbitamente se escucha en el vasto horizonte llanero, un extraño y presagiante ruido… es al comienzo algo leve pero que anuncia sublimes acontecimientos. Los dos amigos aguzan el oído y se dan cuenta que el ruido se hace mayor, como si lentamente se aproximara.

MAXIMILIANO: Zorba… es como un tropel de caballos…

ZORBA: No, me suenan más bien como a burros marchando…

MAXIMILIANO: Pero… hay también un sonido extraño… se escucha como una música detrás de todo ese sonido sordo… sí, es una música.

NARRADOR: En efecto, los dos hombres no están errados. Lo que se oye en el horizonte son los cascos de los caballos… y el eco de los mil violines que traen sus jinetes.

Efecto: cascos de caballos y música, tema de violines.

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Y es que a lo lejos, los aguerridos indios pemones, avisados por la pasoneada Domitila, se acercan a rescatar a la Princesa María Fernanda, con sus clásicos violines ministeriales…

Sonido: aumentan efectos anteriores. Voces de indios.

Tajira-Tajira-Tajira- ¡Catambú Catambué-Catambú Catambué…! ¡Yajú-Yajú Yajaé…! ¡BUBUBUBUBUBU…!

ROSANA: No… No… (Aterrada). ¡No me mates…! No terminen con mi existencia así… no daré mi vida por una empanadera… ¿Aguarden…! ¿No me hagan nada a mí…! ¿Les prometo que se las devolveré ilesa…! Esperen, ahora mismo la voy a soltar.. miren… ya rompo sus ataduras.

CACIQUE: Malvada Rosana… ¡Tú entregarme a princesa María Fernanda o nosotros atacar con un concierto pemón…!

ROSANA: ¡No…! ¡No… aquí la tienen…! Viva y sana… ¡Aquí la tienen…!

INDIOS: (Victoriosos). Tajira-Tajira-Tajira…! Tajira-Tajira-Tajira…!

MARÍA FERNANDA: ¡Gracias, mis antepasados…! ¡Me han salvado…! Ustedes son mi tribu redentora… (Llora). Yo sabía que mi sangre respondería… me ha salvado… ¡el llamado de mi sangre…!

NARRADOR: Al día siguiente, todo es felicidad… En la casa de Don Mariano de Castejón se brinda por la felicidad de todos. Se levantan las copas en nombre de las dos parejas dulcemente enamoradas.

VOCES A CORO: Salud.. ¡Por la felicidad de los novios…!

EURÍPIDES: Rosana… Yo sabía que mi sacrificio al quitarme la joroba iba a ser recompensado…

ROSANA: Es que sin ella eres otra cosa, cariño… ahora… quisiera que me llevases a Creta… para purgar allí mi arrepentimiento…

EURÍPIDES: ¡Mañana mismo embarcaremos en veloz nao! Creta será nuestro nido de amor, Rosana.

MAXIMILIANO: (Amoroso). ¿Y nosotros, María Fernanda…? ¿A dónde iremos…?

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MARÍA FERNANDA: Yo quisiera quedarme en este pueblo que tanto amo… y en donde nos encontramos… y en donde hallé el amor… (Llorosa) encontré a mi padre… encontré a mi esposo y encontré a mis hermanos de raza… una raza pura a quien no quiero abandonar…

CACIQUE: Nosotros, los pemones, queremos entregá dote de la novia, la princesa María Fernanda… indio pemón entrega como dote… el violín de Yanko… así princesa María Fernanda no irá pobre a matrimonio con Maximiliano.

MARÍA FERNANDA: El violín de Yanko… oh, Dios… el mejor regalo de bodas para una mujer inteligente… ¿Qué más puedo esperar de la vida, Maximiliano?

MAXIMILIANO: Ahora es cuando la vida te va a dar, por tu sacrificio, por tu ejemplo de sufrimiento y virtud… este es solo el comienzo de lo que la vida te dará… porque la virtud y la humildad son siempre recompensadas… y los pobres siempre serán premiados… ¡si saben esperar este premio con paciencia y resignación…! Seremos muy felices, María Fernanda… ¡y tú me darás a mí la misma felicidad!

MARÍA FERNANDA: Amor mío… (Llora). ¡Maximiliano de mi vida…!

MAXIMILIANO: ¡Ven a mis brazos, mi amor…!

Música: un gran efecto melodramático para el final.

FIN