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El libro que revela cómo García Márquez construyó el pueblo de "Cien años de soleda Published on Centro Onelio (http://www.centronelio.cult.cu) El libro que revela cómo García Márquez construyó el pueblo de "Cien años de soledad" "Camino a Macondo" Es interesante rastrear cómo la creación de ese escenario fue decantando a lo largo de los años que precedieron a la publicación de la novela en 1967. Por Claudio Zeiger Tomado de: Radar Libros, Página 12 24 de marzo de 2021 Aunque se volvió globalmente famoso cuando apareció estampado en letras de imprenta en la primera página de Cien años de soledad, el nombre de Macondo había aparecido en una fugaz mención en el cuento “Un día después del sábado”, publicado en 1954, y sin ser nominado, se hace referencia a él por primera vez en un texto de 1950, en un "apunte para una novela" sobre la casa de los Buendía: “La casa es fresca, húmeda durante las noches, aun en verano. Está en el norte, en el extremo de la única calle del pueblo, elevada sobre un alto y sólido sardinel de cemento”. En los años previos a la eclosión del boom, Macondo era el escenario aún vacilante o más borroneado de grandes novelas breves como La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba. Gabriel García Márquez había ido pavimentando las calles de Macondo a lo largo de 15 años, construyendo su hábitat y desplazando de aquí a allá a sus habitantes. El libro Camino a Macondo (Literatura Random House) reconstruye ese recorrido. Cuando Alberto Fuguet y Sergio Gómez decidieron aglutinar la reacción literaria contra el realismo mágico (y, sobre todo, contra la demanda de exotismo que con cierto automatismo el mercado editorial le seguía exigiendo a los escritores latinoamericanos) mediante una antología de cuentos, no le pusieron de nombre Good morning sino McOndo: no sólo porque la provocación era mucho más provocativa al evocar ese icono norteamericano que viene a ser la cadena de fast food Mc Donalds, sino porque entendían perfectamente que se trataba de una cuestión de territorio –disputas, locaciones, representaciones- más que de linajes familiares o genealogías. El pueblo enclave de todo lo maravilloso frente a las grandes urbes desangeladas, cada vez más inhabitables. Si en esa reacción hubo mucho de esnobismo, fue también una clara señal de que ya no se daría, a partir de los años '80, la posibilidad de que alguien surgido de tan lejos y tan abajo como ese escritor del ignoto pueblo de Aracataca en la remota geografía colombiana, iniciara su camino de ascenso social a través de la literatura. Y eso no era culpa ni de Fuguet ni de la industria editorial. Era la verdad de un mundo que había virado violentamente hacia la desigualdad, mucho más que en aquel 1967 en que apareció Cien años de soledad. Hotel Macondo Macondo fue y es mucho más que un signo desgastado o una parábola completamente terminada de digerir por millones de lectores, ya exangüe e inofensiva. El volumen Camino a Macondo traza un recorrido por los textos que desde 1950 instalaron la idea de un pueblo como nudo de un gran proyecto literario. No tiene una pretensión arqueológica, aunque desde luego sitúa con rigor las distintas estaciones que recorrió el tren hasta llegar al Macondo total de la primera, célebre página de Cien años de soledad: “Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. La mención al hielo, el barro, el agua, las piedras y la prehistoria en este primer fragmento de la novela Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba. Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera . © Todos los derechos reservados. 2015. deneme Page 1 of 4

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El libro que revela cómo García Márquez construyó el pueblo de"Cien años de soledad"

"Camino a Macondo"Es interesante rastrear cómo la creación de ese escenario fue decantando a lo largo de los años queprecedieron a la publicación de la novela en 1967.Por Claudio ZeigerTomado de: Radar Libros, Página 1224 de marzo de 2021

Aunque se volvió globalmente famoso cuando apareció estampado en letras de imprenta en laprimera página de Cien años de soledad, el nombre de Macondo había aparecido en una fugazmención en el cuento “Un día después del sábado”, publicado en 1954, y sin ser nominado, se hacereferencia a él por primera vez en un texto de 1950, en un "apunte para una novela" sobre la casade los Buendía: “La casa es fresca, húmeda durante las noches, aun en verano. Está en el norte, enel extremo de la única calle del pueblo, elevada sobre un alto y sólido sardinel de cemento”. En losaños previos a la eclosión del boom, Macondo era el escenario aún vacilante o más borroneado degrandes novelas breves como La hojarasca y El coronel no tiene quien le escriba.

Gabriel García Márquez había ido pavimentando las calles de Macondo a lo largo de 15 años,construyendo su hábitat y desplazando de aquí a allá a sus habitantes. El libro Camino a Macondo(Literatura Random House) reconstruye ese recorrido.

Cuando Alberto Fuguet y Sergio Gómez decidieron aglutinar la reacción literaria contra el realismomágico (y, sobre todo, contra la demanda de exotismo que con cierto automatismo el mercadoeditorial le seguía exigiendo a los escritores latinoamericanos) mediante una antología de cuentos,no le pusieron de nombre Good morning sino McOndo: no sólo porque la provocación era mucho másprovocativa al evocar ese icono norteamericano que viene a ser la cadena de fast food Mc Donalds,sino porque entendían perfectamente que se trataba de una cuestión de territorio –disputas,locaciones, representaciones- más que de linajes familiares o genealogías. El pueblo enclave de todolo maravilloso frente a las grandes urbes desangeladas, cada vez más inhabitables. Si en esareacción hubo mucho de esnobismo, fue también una clara señal de que ya no se daría, a partir delos años '80, la posibilidad de que alguien surgido de tan lejos y tan abajo como ese escritor delignoto pueblo de Aracataca en la remota geografía colombiana, iniciara su camino de ascenso sociala través de la literatura. Y eso no era culpa ni de Fuguet ni de la industria editorial. Era la verdad deun mundo que había virado violentamente hacia la desigualdad, mucho más que en aquel 1967 enque apareció Cien años de soledad.

Hotel Macondo

Macondo fue y es mucho más que un signo desgastado o una parábola completamente terminada dedigerir por millones de lectores, ya exangüe e inofensiva. El volumen Camino a Macondo traza unrecorrido por los textos que desde 1950 instalaron la idea de un pueblo como nudo de un granproyecto literario.

No tiene una pretensión arqueológica, aunque desde luego sitúa con rigor las distintas estacionesque recorrió el tren hasta llegar al Macondo total de la primera, célebre página de Cien años desoledad:

“Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había derecordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces unaaldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que seprecipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. Lamención al hielo, el barro, el agua, las piedras y la prehistoria en este primer fragmento de la novela

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no es para nada ingenua, y habla a las claras de una preparación precisa, minuciosamenteestudiada, y alcanzada paso a paso durante muchos años, para inscribir un recorrido desde elorigen, algo surgido de las entrañas mismo del acto creador.

García Márquez gustaba decir que no le había sucedido nada importante en la vida después de losocho años. Se refería a los años pasados con los abuelos viviendo en el pueblo de Aracataca entre1929 y 1937 (nace en ese pueblo, pero a los dos años queda al cuidado de los abuelos maternos, yaque sus padres se marchan en busca de mejores oportunidades). Ahí, en el paraíso de la infancia yen los relatos guerreros y fantasiosos del abuelo, está todo lo que hay que saber. Y, sin embargo,para el escritor, los años realmente decisivos son aquellos que van desde mediados de los años '50hasta mediados de los '60, cuando la publicación de La mala hora precede en un año a la de Cienaños de soledad.

Mito y realidad se cruzan, se entretejen. Con los años, Gabo irá alimentando la figura de un escritor/escribano algo abúlico y perezoso, alguien que meramente “transcribe” los infinitos hechos queparecen no asombrarlo, aunque todo parece transcurrir en un mundo de maravillas, milagros yfantasías. La realidad es bien diferente. Trasladado a Barranquilla, ya lejos de Aracataca y de lapequeña ciudad lacustre de Sucre de la adolescencia, convertido en un joven aspirante a artista yperiodista de redacciones como la de El Heraldo, apuesta sin embargo por el trabajo duro y sustextos empiezan a revelar un fino reciclado de lecturas clásicas, norteamericanas ylatinoamericanas. Pronto entiende que la idea de ciclos en pueblos o condados fundados de algunamanera por los propios autores a lo Faulkner, Carson McCullers y Onetti es el guante que le calzajusto a ese magma que él quiere contar.

En su nota editorial de Camino a Macondo Conrado Zuluaga indica que “la primera mención deMacondo puede pasar desapercibida. En el cuento ‘Un día después del sábado’, que apareció porprimera vez en 1954 y hace parte de Los funerales de la mamá Grande (1962), un joven desciendedel tren que llega al pueblo y al ver un cura piensa sin ninguna lógica aparente que si hay curatambién debe haber un hotel, y entra a un establecimiento sin mirar –dice el texto- la tablilla queanuncia: Hotel Macondo”.

En este cuento y en “Monólogo de Isabel viendo llover en Macondo” (el nombre del pueblo está en eltítulo, pero no en el texto), los dos extraordinarios, por cierto, es donde quizás se implante con másfuerza la configuración mental e imaginaria que tenía García Márquez del pueblo antes de hacerlo zona de novelas. Debe haber sido vertiginoso descubrir un territorio en el que es posible situar unacascada infinita de historias que pueden desencadenarse desde cualquier plano: real, maravilloso,mágico, imaginario, fantástico, onírico, metafísico, ontológico. Caen pájaros muertos del cieloproduciendo esa napa de estacionada podredumbre que invade todos los sentidos. Llueve una lluviaque puede ir desde una fina y triste garúa dominguera hasta el diluvio universal que acabará conMacondo para siempre. García Márquez descubre en estos primeros textos de los años '50, algo asícomo la semiosis infinita de Macondo, de un pueblo. “Todas las calles de todos los pueblos conduceninexorablemente a la iglesia o al cementerio”, recuerda el joven que descubre la chapa de “HotelMacondo”, que solía decir su madre. Dos desembocaduras que parecen oclusivas pero que, sinembargo, abrieron el pueblo al mito de la creación del universo sin límites. Macondo como el lugarsin límites.

Macondo siempre estuvo cerca

Además de los “Primeros textos” de 1950-1954, el volumen reúne La hojarasca, El coronel no tienequien le escriba, los cuentos de Los funerales de la mamá Grande y el más extenso de todos, lanovela La mala hora. En todos estos textos, el pueblo siempre es uno y dos, como en cierta medida,en la realidad el pueblo había sido siempre uno y dos: Aracataca y Sucre; Aracataca y Macondo. Elpueblo y su espejo. El pueblo y su memoria. Hay un pueblo genérico, innominado o nominado alpasar como Macondo, una suerte de lugar fugaz que va a ir impregnando la memoria del lector.Siempre –sea Macondo o el otro pueblo- estará más deshabitado, más vacío, más carente de pasadoy de Historia que el Macondo pleno de Cien años de soledad. A esa duplicidad del pueblo esfascinante seguirla y recorrerla en la lectura, destacando la primera página que abre Lahojarasca (fechada en “Macondo 1909”) y finalmente, la construcción totalizante del pueblo otro en La mala hora donde deliberadamente se señala que el pueblo no es Macondo.Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba.Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera. © Todos los derechos reservados. 2015.

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“Todo a su tiempo, replicó el padre Ángel.

Luego, en otro tono, añadió: 'Por lo pronto no quiero llegar a viejo al frente de ninguna parroquia. Noquiero que me pase lo que al manso Antonio Isabel del Santísimo Sacramento del Altar Castañeda yMontero, quien informó al obispo que en su parroquia estaba cayendo una lluvia de pájaros muertos.El investigador enviado por el Obispo lo encontró en la plaza del pueblo, jugando con los niños abandidos y policías’.

Las damas expresaron su perplejidad.

-¿Quién era?

-El padre que me sucedió en Macondo -dijo el Padre Ángel-. Tenía cien años”.

Claro que a no engañarse: este pueblo innominado es también parte de Macondo, o esa misma clasede pueblo donde ya abundan las viudas enclaustradas y languideciendo en sus casas de numerosashabitaciones sin uso, donde el párroco, el alcalde y el juez son la primera línea y en la segunda filade personajes suelen estar el estratégico farmacéutico, el peluquero, y los comerciantes sirios ylibaneses. Siempre son pueblos que en algún momento fueron traspasados por la “hojarasca” quetrajo la United Fruit y su fiebre del banano, luego abandonados a su suerte hasta convertirse en undestino maldito para los forasteros. Son pueblos donde la guerra civil dejó su marca y la corrupciónpolítica generó una resistencia envenenada como la que expresan los pasquines anónimos de lanovela, donde se cuentan y hacen públicos todos los secretos que ya todos sabían, aunqueexpuestos a la luz tienen consecuencias devastadoras en el alma del pueblo.

Nacido como aldea y con destino de pueblo chico y anónimo, aplastado contra la naturaleza, perdidoen el tiempo hasta la gloria hiperbólica de Cien años de soledad, el pueblo ubicuo de Camino aMacondo es además la marca literaria más fuerte que condensará la relación de Gabriel GarcíaMárquez con los escritores que le siguieron: su opción por el pueblo es el rechazo de la ciudadcosmopolita, urbana, caótica y múltiple como centro de gravitación literaria. Esta opción le dio suabsoluta originalidad, ya que se constituyó en el fundador de su propio espacio, y también lo fuearrinconando en sus calles a veces demasiado estrechas, siempre calcinadas por el sol odesbordadas de lluvia.

Cuando la ciudad volvió a convertirse en el epicentro de la renovación literaria latinoamericana, ahíestaban los antecedentes de Mario Vargas Llosa o Carlos Fuentes más cercanos para experimentarel contacto con lo cotidiano y lo emocional. O José Donoso para el caso específico de los nuevosnarradores chilenos. Macondo empezaba a convertirse en una comarca remota en donde habitaba yreinaba sin contrincantes el realismo mágico, ese mito literario que en el tiempo y en otras manosestaba destinado fatalmente a desgastarse en trucos y evocaciones.

Y también es justo decir que, si bien el realismo mágico fue finalmente fagocitado por la maquinarialiteraria global, no sucedió lo mismo ni con Macondo, ni con Cien años de soledad, ni con estostextos que lo precedieron y que, reunidos en Camino a Macondo, vuelven a ponerse en marchaporque, en definitiva, siempre estuvieron cerca, palpitando con la fuerza inusitada de los pueblosjóvenes que todo el tiempo están naciendo.

"Macondo, 1909": El comienzo de La hojarasca

De pronto como si un remolino hubiera echado raíces en el centro del pueblo, llegó la compañíabananera perseguida por la hojarasca. Era una hojarasca revuelta, alborotada, formada por losdesperdicios humanos y materiales de los otros pueblos: rastrojos de una guerra civil que cada vezparecía más remota e inverosímil. La hojarasca era implacable. Todo lo contaminaba de su revueltoolor multitudinario, olor de secreción a flor de piel y de recóndita muerte. En menos de un año arrojósobre el pueblo los escombros de numerosas catástrofes anteriores a ella misma, esparció en lascalles su confusa carga de desperdicios. Y esos desperdicios, precipitadamente, al compásatolondrado e imprevisto de la tormenta, se iban seleccionando, individualizándose, hasta convertirlo que fue un callejón con un río en un extremo y un corral para los muertos en el otro, en un puebloCentro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso. La Habana, Cuba.Desarrollador web: Juan Rey Hernández Cabrera. © Todos los derechos reservados. 2015.

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diferente y complicado, hecho con los desperdicios de los otros pueblos.

Hasta los desperdicios del amor triste de las ciudades nos llegaron en la hojarasca y construyeronpequeñas casas de madera, e hicieron primero un rincón donde medio catre era el sombrío hogarpara una noche, y después una ruidosa calle clandestina, y después todo un pueblo de toleranciadentro del pueblo.

Después de la guerra, cuando vinimos a Macondo y apreciamos la calidad de su suelo, sabíamos quela hojarasca había de venir alguna vez, pero no contábamos con su ímpetu. Así que cuando sentimosllegar la avalancha, lo único que pudimos hacer fue poner el plato con el tenedor y el cuchillo detrásde la puerta y sentarnos pacientemente a que nos conocieran los recién llegados. Entonces pitó eltren por primera vez. La hojarasca volteó y salió a recibirlo y con la vuelta perdió el impulso, perologró unidad y solidez; y sufrió el natural proceso de fermentación y se incorporó a los gérmenes dela tierra.

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