«El Legado litúrgico de Benedicto XVI»

13
«El Legado litúrgico de Benedicto XVI» (I Introducción La sagrada Liturgia es una realidad esencial en la vid especialmente, en la vida del sacerdote dedicado por vocación y consagrado sacramentalmente al servicio litúrgico !La reali"ación de es remedia las necesidades de los santos, sino #ue adem$s redunda en a% de gracias& (' or , *') +ay una relación estrec a entre el homo Dei y el púlpito, el con-esonario y el altar, por#ue la Iglesia le a con-iado el mysterium salutis de la pala%ra, del perdón y del sacri-icio El sacerdote es otro risto, .ios, %oca de .ios, om%re del culto, maestro, con-idente demasiado para nosotros, po%res criaturas, so%re todo si no nos acos -i0ar nuestra vista con -e en 1esucristo muerto y resucitado, !#ue i nuestra -e& (+e% *', ') Es evidente #ue llevamos este tesoro celest %arro 2dem$s, la vida litúrgica se mueve en el estrec o y pro-undo v culto y tradición de la Iglesia 4e re-iero a una cone5ión esencial, algo inventado por el om%re, ni si#uiera por la Iglesia, sino un e sido .ios a decirnos cómo y cu$ndo de%emos rendirle culto La tradic es viva y, por ello, toda posi%le re-orma litúrgica se ace sólo or [1] , a sa%er, en -idelidad a la tradición, partiendo de lo #ue ay, pues e puede prescindir de lo #ue ay para crear algo nuevo/ ninguna autor puede imponer una liturgia #ue por ipótesis no -uera -iel a la tra procede de la vida, no de la muerte En el momento actual e5isten muc os -rentes en la vida de la I preciso distinguir lo esencial de lo secundario, no tanto por#ue no perder, #ue no somos tan importantes, sino por#ue de nuestras distra el enemigo y sus servidores, v3ctimas no m$s, para sem%rar la ci"a6a 7or eso Benedicto XVI eligió la sagrada Liturgia, #ue es una realidad esenci Iglesia y en la vida de cada cristiano, indic$ndonos #ue , por princ permitirnos la posi%ilidad de de-raudar a los-ieles cele%rando una liturgia contaminada por el error en la -e o en las -ormas/ el 7apa em8rito r interrogante desde la ra3", legislando la posi%ilidad de cele%rar co antes de la re-orma

description

Documento sobre la liturgia de Benedicto XVI

Transcript of «El Legado litúrgico de Benedicto XVI»

El Legado litrgico de Benedicto XVI (I)Introduccin

La sagrada Liturgia es una realidad esencial en la vida de la Iglesia y, especialmente, en la vida del sacerdote dedicado por vocacin y consagrado sacramentalmente al servicio litrgico. La realizacin de este servicio no slo remedia las necesidades de los santos, sino que adems redunda en abundante accin de gracias (2 Cor 9, 12). Hay una relacin estrecha entre elhomo Deiy el plpito, el confesonario y el altar, porque la Iglesia le ha confiado elmysterium salutisde la palabra, del perdn y del sacrificio. El sacerdote es otro Cristo, mano derecha de Dios, boca de Dios, hombre del culto, maestro, confidente y amigo; en fin, demasiado para nosotros, pobres criaturas, sobre todo si no nos acostumbramos a fijar nuestra vista con fe en Jesucristo muerto y resucitado, que inici y completa nuestra fe (Heb 12, 2). Es evidente que llevamos este tesoro celestial en vasos de barro. Adems, la vida litrgica se mueve en el estrecho y profundo vnculo entre culto y tradicin de la Iglesia. Me refiero a una conexin esencial, pues el culto no es algo inventado por el hombre, ni siquiera por la Iglesia, sino un encargo divino; ha sido Dios a decirnos cmo y cundo debemos rendirle culto. La tradicin de la Iglesia es viva y, por ello, toda posible reforma litrgica se hace slo orgnicamente[1], a saber, en fidelidad a la tradicin, partiendo de lo que hay, pues en la liturgia no se puede prescindir de lo que hay para crear algo nuevo; ninguna autoridad de la Iglesia puede imponer una liturgia que por hiptesis no fuera fiel a la tradicin. La vida procede de la vida, no de la muerte. En el momento actual existen muchos frentes en la vida de la Iglesia y es preciso distinguir lo esencial de lo secundario, no tanto porque no hay tiempo que perder, que no somos tan importantes, sino porque de nuestras distracciones se sirve el enemigo y sus servidores, vctimas no ms, para sembrar la cizaa. Por eso Benedicto XVI eligi la sagrada Liturgia, que es una realidad esencial en la vida de la Iglesia y en la vida de cada cristiano, indicndonos que , por principio, no podemos permitirnos la posibilidad de defraudar a los fieles celebrando una liturgia contaminada por el error en la fe o en las formas; el Papa emrito respondi a este interrogante desde la raz, legislando la posibilidad de celebrar como se celebraba antes de la reforma.

La cuestin ideolgica actual

Hoy da, dominados por el relativismo intelectual,es fcil plantear inadecuadamente los problemas, pues no se trata de adaptarse a la mentalidad del mundo, sino de acercarse al mundo para anunciar y celebrar la salvacin de Jesucristo, tal como ha acontecido n su fundacin apostlica. Con frecuencia la gente sigue la opinin de la mayora, incluso tiene miedo a disentir de la opinin mayoritaria, porque el que se mueve no sale en la foto. Con facilidad nos rendimos ante los poderes fcticos, olvidando la propia conciencia e incluso la misma fe. En este planteamiento cultural en el que nos movemos, fuertemente subjetivista, afirmo que no hablo de una verdad que admita excepciones, ni se puede separar la doctrina de la praxis; tampoco hablo de un ideal al que haya que tender, sino de un modo concreto de ser, de pensar y de actuar.En el modo de pensar la liturgia hoy da se advierte una tendencia a adaptarla al mundo moderno desde el criterio del racionalismo teolgico, olvidando que Dios, razn absoluta, est por encima de nuestra razn relativa. En este sentido, se dice que las celebraciones litrgicas debieran ser breves y comprensibles; incluso ser traducidas en expresiones populares al nivel de la gente ms sencilla. De hecho, la excesiva palabra impide la entrada en el misterio litrgico, mientras el uso racional del smbolo lo favorece. Ahora bien, buenos son estos criterios mientras no se cambie la esencia de la liturgia, porque la verdadera comprensin de la liturgia no es de tipo racional, como se debe comprender un discurso o una clase de teologa. La comprensin litrgica se realiza con el hombre completo, los sentidos, la inteligencia, la voluntad y sobre todo la fe, porque estamos ante una realidad sobrenatura[1].Una tendencia que influye hoy tambin en la celebracin de la sagrada liturgia es la separacin frecuente entre el dogma y la moral, bajo el principio de que lo legislado es bueno y lo prohibido es malo, olvidando que no es la ley la que hace buenas o malas a las cosas, sino la verdad, porque el legislador humano, sea civil o eclesistico, no es quien para dictaminar qu es bueno y qu malo, sino que est obligado a proponer la verdad, porque mandar no es un acto de la voluntad, sino de la inteligencia, con otras palabras, mandar no es obligar, sino ordenar o poner orden en las cosas. Aplicando esto al campo litrgico, quiere decir que estamos obligados moralmente a examinar si la legislacin litrgica actual respeta o no la tradicin viva de la Iglesia o no; no es la ley lo que hace buena la liturgia, sino la verdad. Adems, ya deca Santo Toms de Aquino que la teologa es una ciencia prctica[2]. Es absurdo, en consecuencia, decir que la doctrina no cambia, cuando cambia la prctica, por ejemplo, en la cuestin relativa a los separados vueltos a casar, hoy tan preocupante, debido a sus consecuencias en la recepcin de los sacramentos.No me resulta claro en qu piensa el cardenal cuando escribe: No basta considerar el problema slo desde el punto de vista y de la perspectiva de la Iglesia como institucin sacramental; necesitamos un cambio de paradigma y tenemos que considerar la situacin como hizo el Buen Samaritano (Lc 10, 29-37) tambin desde la perspectiva de quien sufre y pide ayuda. Entonces, la praxis pastoral debe arrinconar la existencia del sacramento? Es esto lo que el cardenal Kasper quiere que se haga? En el Evangelio, el Buen Samaritano cura al pobre viandante que ha sido asaltado para devolverle la salud. Cura sus heridas amorosamente, con la perspectiva del amor por la persona de ese infeliz. La Iglesia no puede tolerar el divorcio y el nuevo matrimonio de los divorciados precisamente porque Ella tiene que amarlos. El amor a la verdad de que el hombre es persona es el paradigma de la ayuda que se debe dar a los hombres que han sido agredidos por el mal. Repito otra vez: el amor es difcil. Y es tanto ms difcil cuanto ms grande es el mal que hay que sanar en el amado. Es la verdad de la persona la que define el modo de acercarse pastoralmente al hombre herido, y no a la inversa. La prdida del sentido del pecado manifiesta la prdida del sentido de lo sagrado y hace caer en el olvido la vida sacramental[3].Por tanto, es preciso preguntarse por la verdad de la liturgia; hay que ir a la raz de la liturgia, y la verdad y la raz de la liturgia es el Verbo encarnado, Jesucristo. Como confesor s muy bien que mi oficio no es slo aplicar la ley general al caso particular; esto es casustica, donde o la moral o la persona quedan necesariamente malparados; mi misin es principalmente situarme ante el drama de un hombre que ha elegido el error en contra de la verdad; que ha elegido el mal en contra del bien y, arrepentido, pide ayuda a Cristo para curar las heridas producidas por el pecado. Se trata de sanar las personas, no de destruirlas con normas morales; tampoco se trata de cambiar la moral para engaar a las personas. La misericordia que no se atreve a decir la verdad es manipulacin. No seis, pues, tan benvolos con los malos que les deis aprobacin, ni tan negligentes que no los corrijis, ni tan soberbios que vuestra correccin sea un insulto[4]. La justicia sin la misericordia es crueldad, pero la misericordia sin la justicia es el principio de todo desorden[5]. Como deca el P. Felice Capello, famoso confesor en la Iglesia romana de SantIgnazio, cuando se entra en el confesonario no basta con seguir la doctrina de los telogos, es preciso seguir sobre todo el ejemplo de los santos.En fin, si no nos situamos en losaltiora principia, en la verdad de la liturgia, caemos en la casustica de la que jams se sale bien parados, sobre todo cuando nos movemos entre ideologas, una calle sin salida, pues, como hemos dicho, o se salva la moral o se salva la persona. Hay que anunciar el evangelio y celebrar el culto, buscando obedecer a Dios antes que a los hombres; pero por agradar a Dios no necesariamente hay que desagradar a los hombres; siempre hay lugar y tiempo para lacaptatio benevolentiae.Preguntmonos si conocemos la verdad de la Liturgia y as la celebramos o si buscamos complacer a los hombres. Con otras palabras, no es cuestin slo de praxis, sino sobre todo de doctrina, no es cuestin de gestos, sino de ideas, que son las que mueven el mundo, y en contra de una mala pastoral no hay ms remedio que proponer una buena teologa. Es ms peligroso pensar como piensa el mundo, que vivir como vive el mundo. Esto no es disciplina, es libertad, pues la verdad nos hace libres.Cuando hablamos de valores no negociables en el campo de la liturgia, nos estamos refiriendo a los principios absolutos, porque radicados en la naturaleza de la sagrada liturgia, no podemos olvidarlos sin desnaturalizarla; estamos, pues, tocando la tradicin que Dios ha confiado a su Iglesia y sta vive de ella y est llamada a transmitirla en la historia. Sin estos principios, la celebracin litrgica se convierte en una forma de relativismo, de caos, de dictadura o de anarqua; y de todo esto pudiramos ofrecer ejemplos actuales y no pocos. Y entre estos principios hay algunos que tienen un carcter fundante, pues son como los cimientos de todo el edificio. Y en esta perspectiva, es un deber nuestro no slo reconocer la verdad, sino ensalzar a las personas que gracias a su fe y a su virtud estn sacrificando su vida en defensa de la verdad de la santa liturgia en los tiempos de confusin que nos corresponde vivir hoy da.

Hay un antes y un despus con la reforma litrgica hecha despus del Vaticano II. Y esto es lo que despierta nuestra reflexin actual. En este contexto ha nacido una nueva cuestin litrgica, que algunos comienzan a llamar confusin. Recuerdo muy bien cmo antes del Concilio desebamos con fundamento una renovacin litrgica, pero lo que ahora se percibe es distinto; ahora es preocupacin y, a veces, confusin. Antes del Concilio, sabiendo que la sagrada liturgia es oracin, nos preguntbamos cmo celebrar para hacer del culto oracin; ahora ms bien la gente busca qu hacer para que las celebraciones sean ms atractivas. La crisis litrgica actual es diversa de la crisis litrgica anterior al Concilio.Qu ha pasado?Lo que ha sucedido ha sido la reforma litrgica y debemos considerar con qu criterios se ha hecho para advertir si la reforma litrgica es la causa o el efecto de la confusin, es decir, el problema es si se rechaza la reforma litrgica o si esta reforma litrgica se ha hecho mal. La reforma litrgica era necesaria, no era opcional, pues era un mandato del Concilio, por eso la pregunta definitiva es sta: fue fiel la reforma litrgica a la letra y al espritu consiguiente del Concilio? Fue una reforma en continuidad? Fue una ruptura con la tradicin? La autntica reforma litrgica es orgnica, es decir, propia de un organismo vivo, como fue la reforma del Misal de San Po V. El Concilio Vaticano II orden realizar una revisin de los textos y formas litrgicas: Todos los ritos sean revisados ntegramente con prudencia en el espritu de la sana tradicin y reciban nuevo vigor[1]. Pero lo que se hizo fue otra cosa: se hizo pedazos lo anterior y con estas piezas y otras precedentes, se fabric un Misal nuevo, que se contrapuso al anterior, el cual incluso fue prohibido.En fin, los que piensan que el nuevo Misal no fue una evolucin orgnica dentro de la tradicin, sino algo artificial o una ruptura, se preguntan: seguimos hoy celebrando el misterio de Cristo o nos celebramos a nosotros mismos?, es la liturgia un fai da te o un misterio recibido? Y ante los hechos sucedidos responden: necesitamos una reforma de la reforma litrgica que recoja la verdadera herencia del Vaticano II; necesitamos recuperar la continuidad perdida con un nuevo movimiento litrgico, necesitamos una reforma en fidelidad a la tradicin, a saber, al depsito de la fe, pues la reforma litrgica fue, no slo inacabada, sino incluso imperfecta[2]. En fin, es esencial proponer una postura verdadera ante la reforma litrgica, advirtiendo que tan insensato es condenarla en bloque, como aprobarla en su totalidad. Adems, es mejor la autocrtica, que la crtica hecha por los dems. En este contexto, me gustara que existiera ms autocrtica entre los mismos liturgistas. En la reflexin sobre la reforma litrgica ltima es preciso, pues, individualizar los criterios con los cuales fue realizada. En este sentido, no podemos olvidar el contexto en el que fue realizada, a saber, el inmediato posconcilio, que fue una poca eclesial dominada por el sentido llamado pastoral; el concilio Vaticano II fue un concilio pastoral y todo lo que sigui tena que ser pastoral. Pero qu se entenda entonces por pastoral? En aquel momento la palabra mgica era elaggiornamento. Era un acercamiento al mundo y un abandonar todo lo que pudiera separarnos del mundo, todo lo que el mundo no entendiera. En este contexto, la revolucin se ha realizado sobre todo en la praxis, aplicando criterios subjetivistas, quicio de la nueva eclesiologa y, al final, estamos como estamos y celebramos lo que celebramos. Sera triste constatar que el concilio pastoral fue el menos pastoral de los concilios. Estamos dialogando con el mundo, dialogando con las otras religiones, dialogando con los otros cristianos, dialogando con los ateos, dialogando con Yo, por ejemplo, formado en la poca anterior al Concilio y durante el Concilio, en el pensamiento de Santo Toms de Aquino, me encuentro desasosegado, pues advierto dos modos de pensar y dos modos de actuar en la Iglesia y comparando ambos modos de pensar y actuar me veo obligado a elegir. Algunos afirmaron, ya al principio, que hasta en los mismos textos del Concilio hay dos eclesiologas, la de la EnciclicaMediator Deiy la de lanouvelle theologie. Pero hay una diferencia, cuando sigo la tradicin me encuentro seguro en la Iglesia; cuando sigo lo nuevo me encuentro seguro slo en la opinin de la mayora. En nuestras liturgias a veces todo parece correcto y, sin embargo, poco a poco parece que la fe profesada en nuestras celebraciones se va reduciendo a un sentimiento, a un hecho natural, a un encuentro social. Necesitamos, pues, volver a lo esencial, sin perdernos en los problemas accidentales. Nos estamos jugando el contenido sobrenatural de la liturgia, el misterio litrgico, la experiencia salvadora de la gracia. Pero si la sal pierde su sabor, para nada sirve, slo para ser arrojada y pisada por los hombres. Por eso, algunos comienzan a hablar de celebraciones inspidas; bellas a veces, pero siempre inspidas; por eso, tantos abandonan nuestras celebraciones, pues nada encuentran en ellas; estn muertas. En fin, ha nacido un problema serio ante el cual no podemos callar; nos haramos cmplices. En verdad estamos transmitiendo a la futura generacin la verdadera liturgia de Jesucristo o estamos participando en la banalidad litrgica? Con todo, la esperanza cristiana renace siempre, pues es Dios mismo quien est manteniendo el fuego sagrado; ninguno de nosotros es imprescindible, aunque seamos necesarios.En qu consiste el cambio cultual que tratamos de sealar, acontecido con la reforma litrgica? Es algo ms que la lengua, algo ms que el nuevo misal, algo ms que los ritos exteriores; es sobre todo la presencia o ausencia del sentido de lo sagrado y la presencia o ausencia de lo sobrenatural que nos impulsa a celebrar con uncin; en definitiva, se trata de celebrar la verdadera fe infusa o celebrar una mera ideologa humana. De hecho algunos celebrando con el nuevo Misal de Pablo VI, al terminar la celebracin, han escuchado que se les deca: me ha gustado la celebracin, pues me ha hecho recordar las celebraciones de mi niez. Entonces, es evidente que no es cuestin de misales, es cuestin ms bien de celebrar la fe con devocin y uncin sacerdotal.Nuestra nueva cuestin litrgica se plantea, pues, en este contexto de la reforma litrgica, y es aqu donde encontramos con satisfaccin el legado litrgico de Benedicto XVI. Intentaremos, pues, proponer y entrar en la respuesta dada por el papa Ratzinger para asumirla nosotros, una vez nos demos cuenta puede ser la postura adecuada para sobrevivir en la confusin litrgica de nuestro tiempo.

La respuesta de Benedicto XVI

En nuestra relacin con la sagrada liturgia se decide el destino de la fe y de la Iglesia, porque en su celebracin se manifiesta nuestra comprensin de Dios y del mundo, de Cristo y de la Iglesia. Slo si nuestra relacin con Dios es adecuada lo sern tambin nuestras relaciones con el mundo, con los dems y con nosotros mismos. En concreto, la reforma litrgica ha sido en parte un mejoramiento y en parte una banalizacin de nuestras celebraciones. El problema de fondo es si la reforma litrgica ha respetado el principio de la constitucin conciliar sobre la liturgia, conocido como desarrollo orgnico de los ritos litrgicos, pues los organismos vivos se desarrollan por impulsos vitales internos, no por fuerzas externas. No se introduzcan innovaciones si no lo exige una utilidad verdadera y cierta de la Iglesia, y slo despus de haber tenido la precaucin de que las nuevas formas se desarrollen, por decirlo as, orgnicamente, a partir de las ya existentes[1]. Ante esta realidad litrgica actual, Benedicto XVI ha propuesto la posibilidad del regreso a la liturgia anterior a la reforma. Pero veamos la historia precedente. En 1980 Juan Pablo II hizo una consulta a los obispos catlicos sobre la acogida concedida al Misal de Pablo VI [2]. El 22 de octubre de 1884 la Congregacin para el Culto Divino public una Carta circular,Quattuor abhinc annos[3], concediendo la posibilidad de celebrar con el Misal de 1962 con el permiso del propio ordinario. El 2 de julio de 1988 Juan Pablo II public la Carta ApostlicaEcclesia Dei afflicta[4], proponiendo una amplia y generosa aplicacin de las normas sobre el uso del Misal de 1962, creando la ComisinEcclesia Deie invitando al regreso a la Iglesia de los seguidores de Mons. Lefebvre. El 7 de julio de 2007 Benedicto XVI public elMotu Proprio Summorum Pontificum[5]concediendo a los sacerdotes la posibilidad de usar, sin permiso alguno de su ordinario, el Misal de 1962 y, en general, la liturgia anterior; los motivos de este documento fueron explicitados en una Carta del Papa a los obispos[6] publicada juntamente con el dichoMotu Proprio.Benedicto XVI habl en esta ocasin de legtimos deseos, de justas aspiraciones, de legtima aspiracin, etc. Finalmente, el 13 de mayo de 2011 la ComisinEcclesia Deipublic la InstruccinUniversa Ecclesia[7], sealando los cauces de interpretacin y de aplicacin delMotu Proprio Summorum Pontificum. Benedicto XVI, afirmando que el Misal de 1962 nunca fue abrogado jurdicamente, propone las dos formas del rito romano, la ordinaria y la extraordinaria, y ensea que son substancialmente idnticas, pues no puede existir contradiccin entre ambas formas del nico rito romano; esta frase se refiere a la intencin de la Iglesia y a lo que tena que haber sido, ms que a los hechos. Comparando las dos formas del nico rito romano, la extraordinaria y la ordinaria, es ms fcil ver la diversidad formal, que la identidad ritual. Por ejemplo, en la forma ordinaria hay tendencia a reducir la presencia sacramental real a un simple memorial de un hecho pasado o a una re evocacin; el sacrifico expiatorio a un banquete fraterno; el sacerdote a un presidente de la asamblea, etc. En concreto, Benedicto XVI se enfrent, no al Concilio, sino a ciertos aspectos de la reforma litrgica, que han suscitado y siguen suscitando alguna perplejidad.Benedicto XVI sabe muy bien que la reforma litrgica fue una decisin conciliar, pero al mismo tiempo sabe muy bien que la reforma litrgica no fue hecha por el concilio. Entonces, se plantea la cuestin, si la reforma fue o no fue fiel a las indicaciones concretas del Concilio, que habla deinstaurare et fovere[8]la sagrada liturgia. En concreto, la constitucin litrgica habla en el n. 21 de la reforma de los textos y ritos, en el n. 50 de la reforma delordo Missae, en el n. 51 de la reforma del Leccionario, en el n. 57 de la reforma del rito de la concelebracin de la Misa, en el n. 62 de la reforma de los sacramentos y sacramentales, en el n. 89 de la reforma del oficio divino, en el n. 107 de la reforma del ao litrgico, etc. Pero el Concilio, y sealo slo hechos sin valorarlos, no habl de la reforma del ofertorio[9], ni de redactar nuevas plegarias eucarsticas, ni de celebrar cara al pueblo, y lo que el Concilio dice sobre las lenguas vernculas en el n. 36, sobre que los fieles sean capaces de recitar o cantar juntos en latn las partes del ordinario de la Misa en el n. 54, sobre la comunin bajo la doble especie en el n. 55, sobre la concelebracin de la Misa en el n. 57, y sobre la recitacin en latn del oficio divino por los clrigos en el n. 101, es diverso de lo que despus se ha determinado o ha sucedido. Es verdad que una vez que se rompen los diques es difcil contener el agua. Benedicto XVI no ha negado la necesidad de la reforma litrgica, sino afirma con los hechos, no con las palabras, que haba otro manera de hacerla y, adems, afirma verbalmente que la coexistencia de dos formas del mismo rito romano ser un enriquecimiento mutuo, sabiendo por ley histrica que este dualismo terminar con el triunfo de la forma ritual mejor; recordemos lo sucedido con la reforma de las rdenes religiosas en el siglo de oro espaol; ejemplo por desgracia no imitado en la vida religiosa despus del Concilio Vaticano II. En fin, Benedicto XVI ha dicho lo que tena que haber sido la reforma litrgica, no lo que fue; de hecho, l no regres a los libros de San Po V, sino a la reforma litrgica del Misal hecha por Juan XXIII en 1962. Este modo de hablar y de proceder de Benedicto XVI se advirti en diversos momentos de su vida, por ejemplo, cuando al renunciar al sumo pontificado dijo que nunca se haba sentido solo, afirmando no lo que fue, sino lo que tena que haber sido.

En concreto, hay algunos hechos que nos dejan perplejos con respecto a la reforma litrgica ltima, por ejemplo, la prohibicin de usar el misal anterior supuso una ruptura en la historia de la liturgia, cuyas consecuencias slo podan ser trgicas. Incluso, sucedi algo ms sorprendente: se descompuso el edificio antiguo y se construy otro utilizando el material del anterior y otros proyectos precedentes, pareciendo que el misal es fruto del estudio de especialistas y no fruto de un desarrollo orgnico y vital; de este modo siguiendo el criterio del arqueologismo se ha creado una contraposicin entre lo nuevo a aceptar y lo viejo, todo lo posterior a San Gregorio Magno, considerado material de desecho[1]. As pues, es conveniente tolerar a quienes desean celebrar la liturgia como se celebraba antes de la reforma litrgica ltima; es necesario respetar la liturgia anterior, pues lo que fue sagrado antes sigue siendo sagrado ahora. No entiendo tampoco, siendo franco, porqu tanta sumisin por parte de muchos hermanos obispos en relacin con esta intolerancia, que parece ser un precio obligado al espritu del tiempo y que parece contrastar, sin motivo comprensible, el proceso de la necesaria reconciliacin al interno de la Iglesia[2]. Considerando las propuestas del Cardenal Ratzinger o del Papa Benedicto XVI, que parecen proponer una reforma de la reforma litrgica, surge la pregunta: busca con su actuacin una restauracin de la liturgia antigua o lo que verdaderamente desea es una rectificacin de la liturgia actual? Una sencilla vuelta a lo antiguo no es una solucin. Nuestra cultura se ha transformando tanto en estos treinta aos ltimos que una liturgia celebrada exclusivamente en latn implicara una experiencia de extraamiento insuperable para muchas personas. Lo que necesitamos, ms bien, es una nueva educacin litrgica, sobre todo, por parte de los sacerdotes[3]. Se trata, pues, de reflexionar sobre la liturgia reformada y advertir los abusos que se han introducido y reconducirla segn las orientaciones de la constitucin sobre la Liturgia del Concilio Vaticano II, de tal modo que las dos formas del nico rito romano puedan enriquecerse la una a la otra; el Misal antiguo podr enriquecerse con el nuevo calendario y con los nuevos prefacios, por ejemplo, y el Misal de Pablo VI podr enriquecerse aumentando el sentido de lo sagrado y as los sacerdotes podrn celebrar con mayor reverencia. Cuando se habla de reforma de la reforma o de un nuevo movimiento litrgico lo que se pretende es una convergencia entre las dos formas y, procediendo de este modo, las dos formas tendern a unificarse, prevaleciendo la mejor y, por otra parte, cierto pluralismo litrgico, como exista antes del concilio, pudiera ser tambin una riqueza.En consecuencia, la cuestin litrgica actual no se soluciona diciendo frvolamente que la vuelta a la forma ahora llamada extraordinaria es una cuestin de nostlgicos[4]o una cuestin de los traumatizados por la ltima reforma litrgica[5], o un problema provocado por los seguidores de Mons. Lefebvre, o un problema que estn sufriendo quienes no han sabido captar el mensaje del Concilio Vaticano II para nuestro tiempo, a saber, aquellos que no han sabido acercarse o adaptarse a nuestro mundo. En fin, no es una mera celebracin en latn o en lengua verncula, no es cuestin de mirar a Oriente o mirar a los fieles, no es cuestin de si concilio s o concilio no, no es cuestin de un misal o de otro misal, etc. Todas estas razones son consecuencias del mal, no causas del mal. La cosa es evidentemente ms profunda; es cuestin de fe y de saber celebrar la liturgia santamente, pues lo sagrado y lo santo ha de tratarse santamente. Al final, hay que recordar que donde est el Espritu hay disciplina y, adems, florece la gracia[6].Pero en este contexto se advierta tambin lo siguiente: si los defensores de la reforma litrgica se apoyan en el Concilio y los que encuentran dificultades para aceptar la reforma se apoyan tambin en el Concilio, se concluye que la raz del problema real es que hay dos modos de leer e interpretar el Concilio Vaticano II. sta es la cuestin grave que afecta hoy a la Iglesia Catlica y no podemos cerrar por ms tiempo los ojos ante la realidad; y este problema no se soluciona con gestos de buena voluntad, sino con una interpretacin oficial del Magisterio de la Iglesia sobre el Concilio en continuidad con la tradicin de la Iglesia. Estamos obligados, se quiera o no, a seguir profundizando en la lnea de Benedicto XVI, advirtiendo que no se trata de advertir que tenemos el mismo sujeto, Iglesia, antes, en y despus del Concilio, sino tambin si se ofrece el mismo contenido, es decir, la misma tradicin. No es cuestin de misales; tampoco es un menosprecio de la obra litrgica del Concilio; la crisis es de mayor calado. La crisis es doctrinal, pues se quiera admitir o no hay dos modos pensar, de hacer y de ser Iglesia Catlica hoy.

La cuestin litrgica principal sigue siendo, como ya deca Romano Guardini, la formacin[1], sabiendo que no basta la teora, se necesita la sabidura cristiana y la experiencia litrgica. Es verdad que la constitucin sobre la Liturgia ofrece una nueva pedagoga espiritual. Pero estamos todava ah. Es manifiesto que cualquiera que es negligente en tener o hacer lo que tiene que tener o hacer peca por omisin[2]. Es nuestra obligacin conocer lo que se celebra para saber celebrar; conocer la voluntad de Dios para saber predicarla, entrar en el misterio para celebrarlo con uncin. La vida litrgica est bloqueada, porque no hemos experimentado la nueva vida de la Pascua, donada por el Cordero de Dios, al no haber sido evangelizados y al no estar convertidos. Se intenta catequizar a quien no est evangelizado; se celebran bautismos y primeras comuniones de nios que no viven en familias cristianas. Se celebran confirmaciones a quienes no han tenido un encuentro personal con Cristo. Se celebran matrimonios de personas que no saben lo que hacen. En fin, necesitamos unir la fe y la vida en contexto real, no ideolgico; necesitamos comenzar a hacer una pastoral a partir de la realidad, no desde la polmica, sino desde la instruccin cordial y fraterna.Consideremos que a veces olvidamos las cosas fundamentales y es posible que incluso los mismos celebrantes perdamos de vista lo que estamos haciendo cuando estamos en el plpito, en confesonario o en el altar. Hacemos y decimos todos los das las mismas cosas, las mismas frases; pero nos debiramos preguntar con alguna frecuencia: Cul es el significado de estas palabras? Qu se quiere decir con estos gestos? Saborear las cosas del culto desde la fe y desde el buen hacer y el buen decir nos ayuda a vivir la predicacin, la confesin y la eucarista. Al final, siempre es lo mismo: lo que nos falta es la formacin litrgica y, sobre todo, conversin, uncin y devocin. Ciertamente, necesitamos hoy da comprender desde la fe el sentido profundo de los gestos y las frmulas de las celebraciones litrgicas. Por tanto es preciso acercarnos con respeto a la sagrada liturgia para saber celebrar y estas formas nos llevarn a una verdadera participacin, que facilitar una vida cristiana autntica.

Cuestiones concretas aqu planteadas

En el culto pueden considerarse, el mismo culto, los que celebran el culto y las mediaciones o instrumentos cultuales. El mismo culto consiste de modo especial en los sacrificios, que se ofrecen para la reverencia de Dios. Las mediaciones cultuales pertenecen al campo de lo sagrado, como es el tabernculo, los vasos y otras cosas del mismo gnero. Por parte de los que celebran el culto se pueden considerar dos cosas: a saber, su institucin para el culto divino, se hace por alguna consagracin o del pueblo o de los ministros, a lo que pertenecen los sacramentos; y adems, la especial conversacin de ellos por la que se distinguen de quienes no dan culto a Dios, y a esto pertenecen las observancias, por ejemplo, en la alimentacin y en el vestido, etc.[1]En este campo teolgico litrgico es fundamental recordar los principios esenciales de la constitucin sobre la liturgia, que debern iluminar en la teora y en la prctica nuestras cuestiones concretas y, sobre todo, nuestras celebraciones cultuales, de tal manera que lleguen a la mente y al corazn de los fieles por sus formas bellas y por su gran riqueza espiritual; ello provocar amor y respeto a la sagrada liturgia. Sabemos que el mal ha provenido de la precipitacin en ciertos cambios en la liturgia, limitados a veces a la mera exterioridad. Continuarn a existir acentos teolgicos y espirituales diferentes y tendremos que aceptarlos mientras no sean dos formas opuestas de vivir la fe, sino patrimonio de la misma y nica fe. Tengamos paciencia y ejercitemos tambin la confianza en Dios que conduce y protege su Iglesia y hallemos en la liturgia la fuerza para dar testimonio de la fe en nuestro tiempo.

Primera cuestin. Qu es la sagrada Liturgia? Nos planteamos esta pregunta en orden a impedir se produzca en las celebraciones litrgicas la banalidad o el acostumbrarse a la celebracin, de tal modo que todo siga igual; adems detrs de los diversos modos de concebir o de vivir la liturgia estn siempre las diversas formas de pensar la Iglesia y de vivir la fe. Si todo el rito de la religin cristiana procede del sacerdocio de Cristo[1], la definicin de la liturgia deber plantearse en este contexto cristolgico, y por ello pneumatolgico y eclesiolgico, como lo hace, por ejemplo, la constitucin conciliar sobre la Liturgia, cuando dice: Con fundamento, pues, se considera la liturgia el ejercicio del sacerdocio de Cristo, en el que por medio de signos sensibles se significa y de un modo apropiado a ellos se realiza la santificacin del hombre y, de este modo, se acta el culto pblico completo mediante el Cuerpo mstico de Cristo, a saber, la cabeza y sus miembros[2].La liturgia en cuanto acto del sacerdocio de Cristo y de la Iglesia y respuesta de Dios es culto para Dios y gracia para el hombre, que son los aspectos ascendente y descendente de la accin litrgica, cuya finalidad es la gloria de Dios, que implica la santificacin del hombre. La liturgia, vivida tambin interiormente, es oracin y devocin, y entonces nos disponemos para dar culto a Dios y acoger la gracia que Dios nos regala. El culto es el ejercicio de la virtud de la religin informada por la fe, la esperanza y la caridad. El culto es una accin contemplativa, donde lo principal no es lo que se hace, sino lo que se cree y es eficaz no por lo que se hace, sino por lo que se cree. Celebrar (lex orandi)es profesar la fe, de modo que se manifiesta lalex credendiy nos coloca en lalex vivendi, fuera de todo protagonismo humano.La Misa no es slo una comida entre amigos, reunidos para conmemorar la ltima cena del Seor mediante el hecho de compartir el pan. La Santa Misa es el sacrificio comn que ofrece la Iglesia a Dios Padre, en la que el Seor reza con nosotros y por nosotros y a nosotros se nos da. Es la representacin sacramental del sacrificio de Cristo. Hay hoy da una peligrosa tendencia a minimizar el carcter sacrificial de la Misa y a ocultar el misterio y lo sagrado con el pretexto de comprenderlo mejor. En fin, se percibe la tendencia a presentar la liturgia resaltando arbitrariamente el carcter comunitario, concediendo a la asamblea la capacidad de decidir sobre el modo de celebrar. Pero por otra parte, existe tambin alguna aversin a un racionalismo lleno de banalidad y de pragmatismo de ciertos liturgistas, en los niveles terico o prctico, y se constata una vuelta al misterio, a la adoracin y al carcter csmico y escatolgico de la liturgia. En relacin con la fe profesada en la liturgia es preciso aludir a las traducciones litrgicas. Es verdad, que celebrar en las lenguas vernculas favorece en algn sentido la participacin, pero el abandono total del latn favorece un provincialismo que oculta la universalidad de la Iglesia, sobre todo en comunidades lingsticamente plurales, hoy frecuentes. Adems, otro problema es la fidelidad al texto original en la transmisin de la fe. Las traducciones ya hechas muestran que no se trata de un peligro, sino a veces de una realidad. Es preciso estar atentos para no defraudar a las comunidades cristianas celebrando una liturgia falsa, debido a la forma expresiva o al contenido real. En este caso se pudiera hablar de supersticin, porque en materia de religin el vicio consiste en no respetar el justo medio segn las circunstancias debidas. De hecho, el culto divino que se hace al Dios verdadero pero de una forma indebida sera la primera forma de supersticin[3].No olvidemos tampoco lo que, por otra parte es evidente, que los cambios en lalex orandiinfluyen en las acentuaciones de lalex credendi. En este contexto es muy importante recordar el principio que nos ayuda a celebrar siempre con paz y devocin la liturgia, sean las formas y los textos que sean: en al fe lo decisivo es la intencin, no las palabras, pues podemos encontrarnos con expresiones imperfectas de la fe de la Iglesia, que jams cambia, aunque puedan cambiar los textos. Al respecto ofrecemos tambin la brillante frase de Santo Toms de Aquino: El acto del creyente no finaliza en la frase, sino en la realidad [4]. Por otra parte, sabemos quela autoridad del Papa no es ilimitada, pues est al servicio de la Santa Tradicin[5].

Segunda cuestin. Sobre las mediaciones de la Sagrada Liturgia consideramos dos realidades fundamentales: la dimensin sagrada de la Liturgia y la necesidad de laactuosaparticipatio, En consecuencia, toda celebracin litrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es accin sagrada por excelencia, cuya eficacia, con el mismo ttulo y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra accin de la Iglesia[1]. Nos encontramos, pues, con el aspecto sagrado de la liturgia, pero para advertirlo hay que partir de su realidad interior, que es santa y sacramental. Con otras palabras, la sagrada liturgia es una realidad santa y lo santo ha de ser tratado santamente o se ha de celebrar sacramentalmente. El material es el smbolo, que insina, evoca, pero su significado pleno se penetra slo a travs de la fe, pues no es en s mismo evidente en su rito exterior. Y hoy se piensa que todo es claro y que todo se entiende, cuando nada se entiende; en fin, es un detalle de la ingenuidad de quienes pensaban que celebrando en lengua verncula se llenaran las iglesias. Por el contrario, las traducciones de los textos litrgicos han creado nuevos problemas y a veces graves.Un aspecto que hace resplandecer lo sagrado de la liturgia es la belleza, expresin de lo sublime, como se comprueba en la historia del arte cristiano; con todo, uno de los problemas actuales de nuestras celebraciones litrgicas es el abandono de la belleza; con esto quiero aludir no a la sencillez del culto, sino a sus deformaciones arbitrarias y a un empobrecimiento peligroso en las formas exteriores del culto catlico. El criterio de hacer el culto comprensible a todos o de lograr una liturgia libre de la suntuosidad, no significa hacer celebraciones banales y pobres, sino favorecer la sencillez que procede de la riqueza espiritual, cultural e histrica; en nombre de la participacin activa no se puede reducir la liturgia a expresin oral. Adems, una Iglesia que se reduzca a hacer msica corriente se hace inepta y se hace ella misma inepta. La Iglesia tiene tambin la obligacin de ser ciudad de la gloria, lugar donde se muestren las voces ms profundas de la humanidad, de modo que el cosmos glorifique al Creador y descubra as el cosmos su magnificencia, hacindolo bello, habitable y humano[2]. Por parte de quienes celebran la sagrada Liturgia surge tambin la pregunta por laactuosa participatio.La Santa Madre Iglesia desea ardientemente que se lleve a todos los fieles a aquella participacin plena, consciente y activa en las celebraciones litrgicas, que exige la naturaleza de la liturgia misma, y a la cual tiene derecho y obligacin, en virtud del bautismo, el pueblo cristiano[3]. Pero en qu consiste esta participacin activa? Por desgracia esta expresin ha sido con frecuencia malentendida y reducida a su significado exterior, como si fuera preciso hacer algo en comn, como si se tratase de comprometer en una accin al mayor nmero posible de personas.La verdadera participacin litrgica, exigida por la naturaleza de la celebracin litrgica, es un acontecimiento interior, que se consigueper ritus et preces[4], se realiza cuando los presentes entran dentro del misterio celebrado y despus se encuentran transformados por obra de la gracia divina. El derecho y el deber de quien celebra la liturgia es participar fructuosamente en ella. La liturgia es smbolo, no idea; tiempo y espacio, no cinco minutos; no somos dueos, ni protagonistas, sino servidores; espiritualidad eclesial que no se opone a espiritualidad personal. Tengamos cuidado en que el drama litrgico no se reduzca a una parodia cultual. En fin, la verdadera accin litrgica, por parte nuestra, es la oracin hecha con devocin y, por parte de Dios, es la gracia de salvacin que es preciso celebrar y recibir.Algunos principios, como la inteligibilidad del culto litrgico, lamentablemente se han malentendido. Inteligibilidad no quiere decir banalidad, porque los grandes textos de la liturgia aunque se expresen, gracias a Dios, en lengua materna no son fcilmente inteligibles; necesitan una formacin permanente del cristiano para que pueda entrar cada vez con mayor profundidad en el misterio litrgico y as se celebre adecuadamente. Cuando pienso da tras da en la lectura del Antiguo Testamento, y tambin en la lectura de las epstolas paulinas, de los evangelios, quin podra decir que entiende inmediatamente slo porque est en su propia lengua? Slo una formacin permanente del corazn y de la mente puede realmente crear inteligibilidad, y una participacin activa, que es ms que una actividad exterior, permite entrar a la persona, con su ser y actuar, en comunin con la Iglesia, y as experimentar finalmente la comunin con Cristo"[5].