El Legado de Chávez, Diego Arria

1
34 PODER Y NEGOCIOS MARZO 2009 • www.poder360.com 35 MARZO 2009 • www.poder360.com PODER Y NEGOCIOS El Presidente enseñó a los venezolanos que la vida en comunidad sólo es posible atacando o vejando al vecino. Sin embargo, las experiencias de los países con largas guerras civiles indican que sí es posible superar los traumas POR DIEGO E. ARRIA En El Salvador fue posible un proceso de paz después de un largo conficto FOTO: YURI CORTEZ / AFP E l “conciliatus” –como calificaban los romanos el proceso de restaurar una relación social alterada por un conflicto– no es evidentemente sencillo. En estos procesos, hasta el término “reconciliación” es difícil de utilizar, pues no tiene una definición unívoca. A esta conclusión llegaron más de 60 expertos de cinco regiones del mundo reunidos en Berlín para comparar sus experiencias sobre los procesos de reconciliación. Coincidieron también en que la utilización del término podría despertar rechazo en algunos países, lo que obliga a usar otros calificativos apropiados como, por ejemplo, el concepto de reencuentro o reunificación. “Paz, estabilidad política y reconciliación no es mucho pedirles. Es lo mínimo que requiere una sociedad decente”. Así les advirtió el ex senador estado- unidense George Mitchell a los líderes católicos y protestantes de Irlanda del Norte cuando medió en el proceso de negociaciones de paz concluido exito- samente en 1998, después de 35 años de confrontación fratricida. Cuando representaba a Venezuela en el Consejo de Seguridad de la ONU tuve la oportunidad de observar y de participar directamente en los procesos de pacificación y de reconciliación en El Salvador, Haití, Guatemala y en la antigua Yugoslavia, donde pude constatar que aún en estos escenarios de guerras también fratricidas, donde murieron 400.000 personas, se pueden construir puentes de entendimiento y avanzar en la reunificación y la paz. ¿Por qué creo que en Venezuela la etapa “post Hugo Chávez” finalmente se asoma en lo que amenazaba conver- tirse en un túnel sin salida? ¿Hemos llegado al punto donde los venezolanos nos hemos de preparar para transitar por el camino que nos permita lograr la reunificación nacional? Sí. Sencillamente porque el país no aguanta más el nivel y el volumen de la violencia que se ha generado en la última década, no soporta un clima de intolerancia, odios y resenti- mientos amparados por una impunidad casi absoluta, gracias a la total subordinación de los poderes del Estado y muy en especial del Poder Judicial y de la Fuerza Armada, que cons- tituye la base principal de apoyo del régimen, que proclama permanentemente que su revolución es armada. Debo, sin embargo, destacar que todos los síntomas de comportamiento del régimen ilustran un propósito de acapa- ramiento del poder público que apenas comienza a tener una agenda programática, lo que concentrará el debate político por mucho tiempo. Su líder intentará radicalizar sus opciones que podrían incluir proponer una Constituyente que sancione su proyecto de país. El legado infame de la evangelización del odio de Chávez ha descosido el tejido social y tomará tiempo restaurarlo. Toda una generación de venezolanos ha crecido en este ambiente de intolerancia y violencia que les marcará seguramente para siempre. Muchos pensarán que la vida en comunidad solo es posible atacando al vecino, vejándolo o segregándole. No cabe duda que el nivel de la confrontación promovida por el régimen militarista de Hugo Chávez hace dudar al más ingenuo de los observadores que, una vez superado este escenario, los venezolanos se puedan reencontrar después de haber sufrido una etapa tan dolorosa nunca antes vivida en un país como el nuestro, tradicionalmente abierto, pluralista y democrático. Mi esperanza de que esto es posible no proviene solamente de la experiencia vivida en otras latitudes mucho más agudas, sino del hecho de que más de la mitad de los venezolanos llamados por los analistas políticos como “no alinea- dos” –o sea que rechazan a Hugo Chávez pero que no aceptan retornar al pasado– acabarán imponiéndose como voluntad popular por encima de los partidos del gobierno y la oposición y ejercerán el liderazgo necesario para el reencuentro de los venezolanos. Claro, para liderar el proceso y poder unificarse deberán con- verger en torno a una agenda alternativa que aún no se ha definido, ni sus voceros están claramente identificados. Sin dudas hay que reunificar al país en torno a principios de justicia, valores y metas que desborden la individualidad que ha dominado este periodo, durante el cual se ha desgarrado el alma nacional y dividido a la gente en un infame apartheid político. Es un desafío monumental, pero indispensable, de enfrentar y superar. Y contra todo lo que observemos no es prematuro prepararnos. No lo digo por un simple sentimiento de optimismo, tan necesario en circunstancias tan duras como las que enfrentamos en nuestro país, sino porque soy de los que le apuesta a Venezuela y a que el país acabará imponiéndose. Para el profesor de Conflictología Eduard Vinyamata la reconciliación es un proceso donde las partes involucradas en un conflicto inician una relación que les lleva a una com- prensión mutua de lo sucedido, superan sentimientos de odio y rencor desarrollados durante el enfrentamiento, comienzan un mutuo reconocimiento y sientan las bases para un pacto tácito, espontáneo y voluntario de amistad. Hablamos, en resumen, de aprender a vivir juntos otra vez. Hay que reunificar al país en torno a principios de justicia, valores y metas que desborden la individualidad que ha dominado este periodo, durante el cual se ha desgarrado el alma nacional y dividido a la gente en un infame apartheid político El legado de Chávez

description

Revista Poder, Marzo 2009

Transcript of El Legado de Chávez, Diego Arria

Page 1: El Legado de Chávez, Diego Arria

34 PODER Y NEGOCIOS MARZO 2009 • www.poder360.com 35MARZO 2009 • www.poder360.com PODER Y NEGOCIOS

El Presidente enseñó a los venezolanos que la vida en comunidad sólo es posible atacando o vejando al vecino. Sin embargo, las experiencias de los países con largas guerras civiles indican que sí es posible superar los traumas

Por Diego e. ArriA

En El Salvador fue posible un proceso de paz después de un largo conficto

FOTO

: YU

RI C

OR

TEZ

/ AF

P

El “conciliatus” –como calificaban los romanos el proceso de restaurar una relación social alterada por un conflicto– no es evidentemente sencillo. En estos procesos, hasta el término “reconciliación” es difícil de utilizar, pues no tiene una definición unívoca. A esta conclusión llegaron más de 60

expertos de cinco regiones del mundo reunidos en Berlín para comparar sus experiencias sobre los procesos de reconciliación. Coincidieron también en que la utilización del término podría despertar rechazo en algunos países, lo que obliga a usar otros calificativos apropiados como, por ejemplo, el concepto de reencuentro o reunificación.

“Paz, estabilidad política y reconciliación no es mucho pedirles. Es lo mínimo que requiere una sociedad decente”. Así les advirtió el ex senador estado-unidense George Mitchell a los líderes católicos y protestantes de Irlanda del Norte cuando medió en el proceso de negociaciones de paz concluido exito-samente en 1998, después de 35 años de confrontación fratricida.

Cuando representaba a Venezuela en el Consejo de Seguridad de la ONU tuve la oportunidad de observar y de participar directamente en los procesos de pacificación y de reconciliación en El Salvador, Haití, Guatemala y en la antigua Yugoslavia, donde pude constatar que aún en estos escenarios de guerras también fratricidas, donde murieron 400.000 personas, se pueden construir puentes de entendimiento y avanzar en la reunificación y la paz.

¿Por qué creo que en Venezuela la etapa “post Hugo Chávez” finalmente se asoma en lo que amenazaba conver-tirse en un túnel sin salida? ¿Hemos llegado al punto donde los venezolanos nos hemos de preparar para transitar por el camino que nos permita lograr la reunificación nacional?

Sí. Sencillamente porque el país no aguanta más el nivel y el volumen de la violencia que se ha generado en la última década, no soporta un clima de intolerancia, odios y resenti-mientos amparados por una impunidad casi absoluta, gracias a la total subordinación de los poderes del Estado y muy en especial del Poder Judicial y de la Fuerza Armada, que cons-tituye la base principal de apoyo del régimen, que proclama permanentemente que su revolución es armada.

Debo, sin embargo, destacar que todos los síntomas de comportamiento del régimen ilustran un propósito de acapa-ramiento del poder público que apenas comienza a tener una agenda programática, lo que concentrará el debate político por mucho tiempo. Su líder intentará radicalizar sus opciones

que podrían incluir proponer una Constituyente que sancione su proyecto de país.

El legado infame de la evangelización del odio de Chávez ha descosido el tejido social y tomará tiempo restaurarlo. Toda una generación de venezolanos ha crecido en este ambiente de intolerancia y violencia que les marcará seguramente para siempre. Muchos pensarán que la vida en comunidad solo es posible atacando al vecino, vejándolo o segregándole.

No cabe duda que el nivel de la confrontación promovida por el régimen militarista de Hugo Chávez hace dudar al más ingenuo de los observadores que, una vez superado este escenario, los venezolanos se puedan reencontrar después de haber sufrido una etapa tan dolorosa nunca antes vivida en un país como el nuestro, tradicionalmente abierto, pluralista

y democrático.Mi esperanza de que esto es posible

no proviene solamente de la experiencia vivida en otras latitudes mucho más agudas, sino del hecho de que más de la mitad de los venezolanos llamados por los analistas políticos como “no alinea-dos” –o sea que rechazan a Hugo Chávez pero que no aceptan retornar al pasado– acabarán imponiéndose como voluntad popular por encima de los partidos del gobierno y la oposición y ejercerán el liderazgo necesario para el reencuentro de los venezolanos. Claro, para liderar el proceso y poder unificarse deberán con-verger en torno a una agenda alternativa que aún no se ha definido, ni sus voceros están claramente identificados.

Sin dudas hay que reunificar al país en torno a principios de justicia, valores y metas que desborden la individualidad que ha dominado este periodo, durante

el cual se ha desgarrado el alma nacional y dividido a la gente en un infame apartheid político. Es un desafío monumental, pero indispensable, de enfrentar y superar. Y contra todo lo que observemos no es prematuro prepararnos. No lo digo por un simple sentimiento de optimismo, tan necesario en circunstancias tan duras como las que enfrentamos en nuestro país, sino porque soy de los que le apuesta a Venezuela y a que el país acabará imponiéndose.

Para el profesor de Conflictología Eduard Vinyamata la reconciliación es un proceso donde las partes involucradas en un conflicto inician una relación que les lleva a una com-prensión mutua de lo sucedido, superan sentimientos de odio y rencor desarrollados durante el enfrentamiento, comienzan un mutuo reconocimiento y sientan las bases para un pacto tácito, espontáneo y voluntario de amistad. Hablamos, en resumen, de aprender a vivir juntos otra vez.

Hay que reunificar al país en torno a principios de justicia, valores y metas que desborden la individualidad que ha dominado este periodo, durante el cual se ha desgarrado el alma nacional y dividido a la gente en un infame

apartheid político

El legado de Chávez