El Ladino, Una Lengua Viva

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Iglesia de San Martín de Biel, ampliada a mediados del siglo XVI para incorporar a los nuevos conversos.

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Iglesia de San Martín de Biel, ampliada a mediados del siglo XVIpara incorporar a los nuevos conversos.

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l pueblo de Israel se ca-racterizó a lo largo de suhistoria por el empleo demúltiples idiomas. Mu-chas causas motivaroneste hecho inusitado; ladiáspora es indudable-

mente la principal. Dos milenios estuvieronlos judíos dispersos entre las naciones delplaneta. Paulatinamente, la cultura hebrearecibió los aportes de otras culturas. A pe-sar de que los judíos se mantuvieron siem-pre unidos merced a su fe, y aunque en al-gunos casos estuvieron concentrados enghettos, no pudieron evitar esa penetra-ción. El comercio fue la actividad principaldesplegada por los judíos fuera de Israel. Elcontacto con los gentiles era de rigor, ynuevos vocablos relativos a esta ocupaciónfueron desplazando a los equivalentes en elidioma hebreo, o se utilizaron para concep-tos respecto de los cuales éste carecía devocabulario apropiado. Por otra parte, el

carácter sagrado de esta última lengua, de-nominada por ello leschon hakodesch (len-gua santa), coadyuvó a esa asimilaciónidiomática.

Es importante señalar que la adopción delos idiomas locales no trajo como conse-cuencia la pérdida de la idiosincrasia judía.La forma era ajena, mas no el espíritu.

Debido a un proceso natural, los diversosdialectos hablados por los judíos, tales co-mo: judeo-árabe, judeo-persa, judeo-grie-go, etc., fueron diluyéndose, perdiendo suidentidad y confundiéndose cada vez máscon los idiomas que les dieron origen.

El ladino y el yidisch constituían excepcio-nes a esta regla. Durante largos años lu-charon por su supervivencia, y hasta me-diados del siglo XX eran los idiomas máshablados por los judíos de todo el mundo.Pero tampoco estas lenguas lograron sus-traerse al proceso de la asimilación.

EL LADINO: UNA LENGUA VIVA Y UN LEGADO CULTURAL

ABRAHAM HAIM

Hebrew University of Jerusalem

I. INTRODUCCIÓN

E

LENGUA ESPAÑOL, LADINADA,CON QUE LLORÓ, SIÓNY A TI ESPAÑA, LA POSADA, NIDO DE CONSOLACIÓN:TE APECHUGARÉ SIN MIEDODULCE LENGUA SEFARDÍLA QUE MANABA EN TOLEDO,CUNA DE JUDA LEVÍ,LENGUA DE TIERNO ROMANCE

CON QUE ROMA NOS GUIÓA VALERNOS EN EL TRANCEQUE EL CAUTIVERIO NOS DIOPARA MIS RESECOS LABIOSERES LECHE E HIDROMIEL,QUE EN TI MAMARON LOS SABIOSDE NUESTRO NUEVO ISRAEL.

(Miguel de Unamuno, 1928)

CANCIÓN DEL SEFARDITA

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Las dimensiones hispana y hebrea

Los largos siglos de convivencia judía en laSefarad medieval han dejado el judaísmosefardí impregnado de rasgos hispánicos, elmás notable de los cuales es la lengua.

Cuando vivían en tierras de España, los ju-díos solían escribir el español con letras he-breas.

El ladino se escribió generalmente en ca-racteres hebreos; de ahí que haya sido in-fluenciado por gran variedad de temas he-braicos, en tanto que ha sido significativa lainfluencia de la literatura hebrea en la mis-ma literatura española.

Si los judíos salieron de España empleandocaracteres latinos y escribiendo en castella-no, como es justo, de izquierda a derecha,pronto en el Oriente la empezaron a escri-bir de derecha a izquierda y con caracteresrabínicos.

En la práctica, la lengua escrita en caracte-res hebraicos constituye por lo menos unaespecie de criptografía poco accesible a losno judíos. Ademas de tipo rashi o carácte-res rabínicos cuadrados de que se servíanpara imprimir tanto los libros como los pe-riódicos, los sefardíes usaban también otraortografía especial llamada en ciertas par-tes de los Balcanes «el solitreo». Se utilizabatambién en los negocios, y en la correspon-dencia de cada día. Por ejemplo, todas lascartas envíadas por el Consejo de la Comu-nidad Sefardí de Jerusalén a las comuni-dades judías en todos los continentes delplaneta, hasta los años veinte del siglo an-terior, se llevaba en esta clase de escrituraladina o solitreo. Hoy día se usa más el al-fabeto latino.

Durante su estancia en la España Medie-val, los judíos que serían llamados despuéssefardíes, gozaron de una interacción cultu-ral y social intensa, aunque en ocasionesproblemática, con sus vecinos gentiles. Lavida diaria los ponía en contacto directocon los españoles cristianos de las diversasy diferenciadas regiones del país, cada una

de las cuales tenía su variedad local de ro-mance, así como con musulmanes de ori-gen norteafricano y lengua árabe que domi-naron una buena parte de España desde elsiglo VIII hasta finales del XV. Esta interac-ción llevó, en última instancia, a la crea-ción de un idioma nuevo judeo-sefardí.

El historiador israelí y segundo embajadorde Israel en España, Prof. Shlomó Ben-Amípone de relieve la dimensión cultural his-pana con respecto a los sefardíes:

«La conservación del judeo-español o ladinocomo lingua franca de los judíos españoleshabría sido inconcebible sin los hondossentimientos que los sefardíes guardaronhacia España, y sin la necesidad de mante-ner fuertes elementos de una común y de-finida identidad sefardí. El ladino es un es-pañol precervantino y precolombino; lalengua que los conquistadores llevaronconsigo al Nuevo Mundo era exactamentela misma que los judíos sefardíes portaronal exilio. Era la reminiscencia de España yde sus paisajes, el sabor de la vida antes dela catástrofe de la expulsión y la dispersión.Desde Tánger a Salónica, desde Curaçao aMonastir, y desde Alepo a los ghettos delÁfrica hispana, el judeo-español fue prácti-camente la lingua franca de la comunidadsefardí, la lengua de un anhelo nostálgico yde la comunicación cotidiana.»

En la obra La Inquisición sin máscara, es-crita por el filólogo catalán Antonio Puig iBlanc, y publicada en 1811, se refiere elautor a los judíos sefardíes que vivían du-rante su época en el norte de Europa y enlos países balcánicos. Estos últimos consi-deraban a España como la segunda Pales-tina, como su patria, y de allí surge su granamor hacia España, incluso en nuestrosdías, y se sienten muy honrados con dichoorigen y hablan nuestra lengua con toda lapureza posible.

Casi un siglo más tarde (1905), el senadory académico de la Universidad de Sala-manca, Ángel Pulido Fernández, publicó suobra titulada: Españoles sin patria y la

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raza sefardi, donde se refiere a los sefardí-es dispersos en la cuenca mediterránea,alabando su lengua y su relación con Es-paña, citando un poema escrito por el rabi-no Moshé Enrique Bejarano de Bucarest,director del colegio sefardí en dicha ciudad:

A ti lengua santaA ti te adoroMás que a toda plataMás que a todo oro.Tu sos la mas lindaDe todo lenguajeA ti dan las ciencias todo el ventaje.Con ti nos hablamosAl Dios de la alturaPatrón del universoY de la naturaSi mi pueblo santoEl fue captivadoCon ti mi querida,El fue cosolado.

Estudios, definiciones y características

El tema del judeo-español o ladino ha me-recido gran número de estudios filológicospor especialistas y otros, desde hace másde tres cuartos de siglo.

En una modesta Bibliografía sobre el ju-deo-español que editó Henry V. Besso, y queapareció en 1952 en el Bulletin Hispanique(Burdeos, Francia), indicó dicho editor másde cien estudios y artículos sobre el tema.Desde entonces para acá, el interés haaumentado. Cada día que pasa notamosque estudiantes en varias universidades enEspaña, Israel, Estados Unidos y otras par-tes del mundo vienen interesándose por eljudeo-español o ladino, y están preparandosu tesis de master o de doctorado sobre al-gún aspecto del idioma, del folklore o de lahistoria de los sefardíes en muchas partesdel mundo.

¿Qué significa judeo-español o ladino? Lasdefiniciones son muchas y varias, a la vezque interesantes y contradictorias.

Segun Henry V. Besso, algunos han dicho«que el judeo-español o ladino es un idiomabastardo, un patois bárbaro a la civiliza-ción. Se le ha llamado indistintamente ladi-no, gudezmo, romance, espaniolit, sefardí,lingua franca, zargon, español, hakitia, gu-dío, gidio, etc.».

Haim Vidal Sephiha elabora este tema di-ciendo que aquellos judíos españoles o es-pañoles judíos hablaban las variedades es-pañolas de aquel entonces comunes a lastres religiones. No existía un español ha-blado específicamente por los judíos. Sólohacia 1620 se formó a partir de aquellasvariedades un judeo-español vernáculo,identificado como tal por los cristianos es-pañoles que consideraban su lengua «algorara», sin darse cuenta de que se tratabadel estado de la lengua de 1492, que tam-bién hablaban sus antepasados. El carác-ter arcaico de dicha lengua lo atribuyeronal judaísmo de sus hablantes. Se trata enfin de cuentas de un contrasentido históri-co. Lo mismo hubiera pasado con los cana-dienses francófonos, si en vez de ser cris-tianos hubieran sido judíos.

Entonces, por igual analogía, hubieran di-cho «esto es el francés de los judíos, esto esel judeo-francés». Verdad es que para losturcos musulmanes el español de los judíosfue analógicamente lo que llamaron yahudi-ce («judio» en turco) y que finalmente los ju-díos del ex imperio Otomano y del norte deMarruecos se identificaron por su español,

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Calle Puyfranco, situada en la demarcación de la judería de Luna.

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el judeo-español vernáculo o djudezmo (porantonomasia), identificador de la etnia ju-deo-española o de los judeoespañoles. El ju-deo-español seguirá su desarrollo tomandopréstamos de las lenguas con las que entraen contacto, y particularmente de las len-guas prestigiosas de entonces, como el tur-co en Oriente y el árabe en Marruecos (loque dará un judeo-español llamado haki-tia). Otras lenguas serán utilizadas: elgriego (piron «tenedor» que no existía en1492), el italiano, el persa (hazino, «enfer-mo desahuciado»), el hebreo, etc., y másrecientemente el francés de la «Alliance Is-raelite Universelle», cuya influencia fue talque se puede hablar de un nuevo estado dela lengua que la titula judeo-frañol.

Según dicho autor, el ladino no se habla, eldjudezmo sí. Traducir literalmente, palabrapor palabra, era y es «ladinar«, y ladinadoslo fueron muchísimos libros tanto bíblicosy litúrgicos como moralizadores, que cons-tituyen un verdadero tesoro absolutamentedistinto de estos otros que son los refrane-ros, los romanceros y cancioneros y los«konteros» (conjuntos de konsezas y dekuentos), toda aquella literatura oral lleva-da de España por los exilados, y que los ra-binos supieron perfectamente aprovecharpara retener sus «parroquianos» en el senode la sinagoga (kal, en Oriente). En efecto, en1510, ya fueron publicadas en Constanti-nopla, baqasoth, en las que se podía leer quetal o tal «baqasah se cantará en la melodíade tal o tal romance». Así se aseguraba lacontinuidad entre religión y afectividad, lade dichas melodías evocadoras de días feli-ces en España o de parientes y familiaresquedados allá. (Lo mismo ocurre con la Mi-sa Criolla o con los Negro Spirituals).

La imprenta en ladino

Al llegar al Imperio Otomano, los expulsa-dos traen consigo el arte de la imprenta, yson ellos los primeros en imprimir librosallí. En poco tiempo se crean numerosasestamperías en las comunidades sefardi-

tas. En primer lugar en Constantinopla(Estambul) y Salónica, y después en Izmir yen varias otras comunidades: Belgrado, Sa-rajevo, Sofía, Ruschuk, Filipopoli (Plovdiv).En Europa Occidental y Central los sefar-ditas imprimen libros en Amsterdam, Li-vorno, Venecia, Pisa y Viena.

Aparte de los libros hebreos, se imprimentambién libros en ladino. Uno de los pri-meros fue el Regimiento de la Vida del ra-bino Moshe Almosnino, que se publicó enSalónica en 1564. Es un libro de moral yTeología. No se basa solamente sobre losmanaderos hebreos tradicionales, sinotambién sobre fundamentos científicos yobras filosóficas ajenas, en primer lugarde Aristóteles.

La lengua de este libro es muy semejante alcastellano hablado en aquel tiempo en Es-paña. Después de unas cuantas generacio-nes se abrió una gran distancia entre estalengua y el ladino hablado en Oriente, demanera de los que hablan hoy día el ladino,apenas la pueden entender.

La autoridad Nacional Israelí del Ladino ysu cultura, bajo el conservador e investiga-dor Avner Pérez, prepararon hace tres añosuna exposición titulada «Sueños de España:500 años de Libros en Ladino», que se pre-sentó, entre otros lugares, en Zaragoza. Di-cha exposición es una muestra clara de lavitalidad que la lengua sefardí ha manteni-do a lo largo de su evolución histórica, y sucapacidad para transmitir, unas veces ves-tida de hebreo y otras con ropas latinas, to-da suerte de textos y géneros literarios,desde documentación comercial a las gran-des obras literarias de carácter patrimonial(ladinamientos de la Biblia, el Meam Loez,las coplas de diferente tipología) y aquellasotras que aparecen como imitación de losgéneros literarios occidentales (periodismo,novela, poesía), sin olvidar la producción li-teraria tradicional de transmisión oral quecamina en paralelo con el resto de los gé-neros mencionados (cuentos, refranes, ro-mancero).

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Así, concluye el investigador Avner Pérez,empieza un período de 500 años de publi-cación de libros en ladino.

La literatura sefardí

Ana María López Álvarez y otros señalanque la literatura sefardí se extiende duran-te varios siglos y ha durado mientras hanperdurado las condiciones que la hicieron

posible: una red de comunidades que dis-ponían de una lengua propia como mediono sólo de comunicación oral y escrita sinotambién de expresión literaria. Su Edad deOro la alcanza en el siglo XVIII.

Casi toda la producción de los primeros si-glos, y seguramente la más castiza, desarro-lla una temática netamente judía; pero apartir del proceso de modernización y secu-larización de mediados del siglo XIX, se abre

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Detalles de tocados de personajes medievales. Museo Comarcal de Daroca.

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a corrientes culturales europeas, y adoptanuevos géneros de contenido universal. Lasobras de contenido patrimonial judío estánbasadas en las creencias y valores que con-forman el mundo espiritual, mental y viven-cial del judaísmo tradicional. Hay complica-ciones de oraciones, comentarios bíblicos,tratados de moral, de normativa religiosa,relatos piadosos.

En prosa merece destacarse la vasta obrallamada Me’am lo’ez, iniciada por JacobJuli (1689-1732), continuada por diver-sos autores a lo largo de casi dos siglos yreeditada repetidamente. Estructuradacomo comentario lineal de la Biblia, inter-calado con temas más o menos relaciona-dos, expone la suma del saber tradicionaljudío de un modo atractivo al lector y ase-quible a los que no tenían acceso a lasfuentes hebreas.

Según la investigadora española Pilar Ro-meu y otros investigadores, el Me’am lo’ezes la obra magna de la literatura religiosasefardí y la más representativa, pero no lamejor conocida. Ideada como un amplísimocomentario lineal del texto bíblico, resultóal fin una vasta compilación del saber rabí-nico en la que se recogen materiales demuy diversa procedencia. Jacob Juli laconcibió e inició su andadura con la pri-mera edición de su comentario del Géne-sis (Constantinopla, 1730). Pero Juli sólollevó a cabo, además, una parte del co-mentario de Éxodo.

Sus continuadores se atuvieron al sistemaexpositivo ideado por Juli, y fueron publi-cando sucesivos comentarios. Sin embar-go, el objetivo no llegó a cumplirse, ya quenunca se completó el previsible comentariode todo el texto bíblico. Cierra el ciclo el úl-timo de los comentarios, al Cantar de losCantares, que se publicó en Constantinoplaen 1899, hace poco más de cien años. Estaobra gozó de una gran popularidad entrelas comunidades sefardíes. Las familias lautilizaron como lectura piadosa y todavíahoy los mayores recuerdan con nostalgia

cuando sus abuelos les leían pasajes en laslargas veladas de invierno.

Juli podría jactarse de haber cumplidocon creces su fin primordial: acercar la leyy la sabiduría religiosa judía tradicional,oral y escrita, a las gentes del pueblo, queen cierta medida habían ido perdiendo de-bido a las circunstancias históricas quehubo de vivir la diáspora sefardí. Sin em-bargo, la gran mayoría de los sefardíesdesconocía o no conocía suficientementeel hebreo, lengua que había pasado a serde uso casi exclusivo entre los rabinos. Elmedio más útil para facilitar su conoci-miento era poner por escrito los textos sa-grados en la lengua sefardí que la mayoríacomprendía y utilizaba.

En este sentido, pues, la lengua actuó,efectivamente, a través del Me’am lo’ez co-mo elemento de cohesión entre las diversascomunidades sefardíes.

Según Ana María López Álvarez y otros,las coplas son la manifestación poéticamás genuina y castiza de los sefardíes.Los varios cientos de poemas estróficos,de variada extensión y esquema métricouniforme, tienen temática específicamen-te sefardí, cuando no general judía, mien-tras que en lo formal desarrollan algunosrasgos que apuntaban en la poesía me-dieval española. Entre los géneros adop-tados tardíamente de otras literaturasmerecen destacarse la narrativa y el tea-tro, muy populares a partir de mediadosdel siglo XIX.

Vehículo importante en la propagación dela nueva estética literaria fue el periodis-mo (en Estambul, Esmirna, Salónica, Vie-na, etc.) que alcanzó notable desarrollo.Paralelamente a la literatura culta de autor,ha tenido un amplio cultivo entre los se-fardíes. Los géneros tradicionales detransmisión oral, tales como el romance-ro y el cancionero, en verso, o como elcuento y los refranes en prosa. Han sidoestos géneros los más estudiados y tam-bién los más conocidos, haciendo creer a

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algunos que en lengua sefardí no hubierahabido otra literatura que la de transmi-sión oral, por desconocer lo que a lo largode los siglos se ha creado por escrito. Es-te desconocimiento de las obras de crea-ción, concluyen Ana María López Álvarezy otros, puede explicarse porque aunqueestando formulados en una lengua hispá-nica, hasta época relativamente reciente,se han transmitido escritas mayoritaria-

mente con letras del alfabeto hebreo, loque suscita la engañosa impresión de quehebreo fuera también la lengua, y no sólola apariencia gráfica.

El romancero

Según el Prof. Shlomó Ben Amí, el roman-cero fue el reflejo más auténtico de la per-sonalidad colectiva hispánica del judaísmo

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Barrio judío de Luna.

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español. Tras la expulsión fue un medio deexpresión literario popular e incluso religio-so, siempre relacionado con los recuerdos yla experiencia de su vida en España. Losjudíos salieron de España como una comu-nidad de exiliados económicamente despo-seídos; el único tesoro de verdad que sellevaron a sus nuevas diásporas fue unextraordinario corpus de romances, nostál-gico recordatorio de la patria perdida. Si-glos después de la expulsión seguían reso-nando los romances sefardíes en lasjuderías de Salónica, Sofía, Bucarest, Sara-jevo, Belgrado, Esmirna, Jerusalén, He-brón, Damasco, Alepo, El Cairo, Tánger yAlejandría. Además, muchos testimoniosdan prueba de que las comunidades sefar-díes siguieron recibiendo el influyo de lacreatividad literaria española hasta muchodespués de su expulsión, conservaron sucohesión cultural mediante la educación ysiguieron en constante y fértil contacto conlas nuevas corrientes literarias de España.Los judíos sefardíes adaptaron también, amenudo, la tradición del romancero a suscambiantes necesidades espirituales y co-lectivas, conservando con ello este extraor-dinario género literario. Esta libertad y fle-xibilidad creativas son indicios claros de laincreíble cohesión y vitalidad de la culturapopular sefardí, vitalidad que estuvo en to-do momento informada por un sentido desingularidad, y aun de superioridad frentea otros judíos no sefardíes. Sólo entre lossefardíes es tan general y tan importante lanoción de pureza étnica.

El deterioro de la lengua judeo-española y su creatividad literaria

Según Moshe Shaul, Moshe Liba y JoséLuis Najenson, una de las preguntas quecabe formularse es: ¿por qué los judíos se-fardíes continuaron hablando el judeo-es-pañol, con una pureza considerable, du-rante un período tan largo despues de suexpulsión?

Para responder a tal pregunta, habría quetomar en cuenta ciertos factores básicos.En primer lugar que, para los judíos emi-grados y expulsados de España, el españolera su lengua materna, la lengua que elloshablaban, leían y comprendían mejor quecualquier otra. Además, muchos de los ex-pulsados formaban parte de la élite cultu-ral e intelectual de España, entre ellos ha-bía escritores y poetas, sabios y maestrosde escuela, médicos, cartógrafos, astróno-mos, etc., que poseían un excelente conoci-miento del español de aquella época, y queescribieron numerosos libros de esta len-gua antes y después de su expulsión.

Otro factor que incidió en la continuidadcentenaria del judeo-español fue que, a pe-sar del alejamiento de España, los sefardíescontinuaron estando al corriente –durantemuchos años– de los acontecimientos endicho país y de la evolución de la creaciónliteraria. Esto último, gracias a los «marra-nos», que venían a unirse a las comunida-des, bastante regularmente y en gruposmás o menos grandes, según las presionesejercidas sobre ellos por la Inquisición en laPenínsula.

A ambos factores cabe agregar el hecho deque los judíos que se asentaron en los paí-ses del Imperio Otomano fundaron allí co-munidades firmemente establecidas, queno se asimilaron a los pueblos en cuyo se-no vivían, sino que conservaron sus usos ycostumbres, así como su lengua y culturaen general. Pero esto sólo pudo continuarmientras las comunidades judías lograronmantener su relativa autonomía respecto dela cultura del país donde vivían. La situa-ción cambió cuando, por una parte, dejaronde venir «marranos» –cortándose con ello elúltimo nexo vital que los sefardíes teníancon España– y, por otra, en época más re-ciente, el aumentó de la presión asimilatoriade los movimientos nacionalistas que sur-gieron en Turquía, Grecia, Bulgaria y paísesdel Levante. Con el avance de estos movi-mientos como, por ejemplo, el de «Los Jóve-nes Turcos», que culminó con el ascenso alpoder de Kemal Ataturk, llegó a su fin la

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privilegiada autonomía cultural de que go-zaban los judíos sefardíes. Ellos fueron obli-gados, entre otras cosas, a enviar a sus hi-jos a las escuelas públicas o, en su defecto,a desarrollar los estudios generales de lasinstituciones pedagógicas comunitarias enel idioma del país. Como consecuencia deesto, las nuevas generaciones aprendieronlas lenguas locales y se empaparon de talmanera en su cultura, que el judeo-español,en la medida en que todavía era hablado,quedó reducido al seno de la familia.

El proceso de transformación del judeo-es-pañol en una lengua que parcialmente ibaperdiendo su carácter de tal, fue agravadopor otros dos factores adicionales:

a. La emigración de decenas de miles de ju-díos sefardíes, y justamente entre losmás jóvenes y capaces, a Europa y Amé-rica; lo que redujo la población de las co-munidades y el número de potencialeshablantes en la lengua materna.

b. El Holocausto (la Shoa), en el que murie-ron centenares de miles de judíos sefar-díes de Grecia, Yugoslavia, Rumanía yotros países ocupados por los alemanesnazis, y durante el cual la comunidad ju-día de Salónica, que en la primera partedel siglo XX era el principal centro de lacultura judeo-española, fue casi total-mente exterminada.

En nuestros días, el centro de gravedad deljudaísmo sefardí se encuentra en Israel,donde vive la gran mayoría de los judíos se-fardíes, y también la mayor parte de los quetodavía hablan o entienden el judeo-espa-ñol. Pero también en dicho país, la lenguay la cultura sefardíes registran la influenciade la cultura nacional israelí y de la lenguahebrea dominante. En los primeros añosdel Estado de Israel había que reconstituirun solo pueblo, con una sola lengua y unacultura común, de entre la multiplicidad degrupos y comunidades con diversos idio-mas y estilos de vida que llegaron al país.Lo mismo puede ser dicho, y en mayor me-dida, de la situación en las otras comuni-

dades sefardíes en el mundo, cada una delas cuales ya está casi completamente inte-grada en la lengua y la cultura del paísdonde vive.

Sin embargo, bien pronto se hizo evidenteque los usos y costumbres de un antiguogrupo social, sus cantos y bailes, cocina yvestimenta, rituales y valores, su «folklore»,en suma, no desaparecerían fácilmente enel transcurso de unos pocos años. Sin des-medro de la participación en la vida nacio-nal, la tendencia más reciente ha sido revi-vir los usos folklóricos comunitarios.

Como consecuencia de esta evolución,subraya Moshe Shaul, parecía que se se-có casi completamente el manantial de laactividad cultural del judeo-español, es-pecialmente en el campo de la creación li-teraria. Durante largos años casi no fue pu-blicado ningún libro en ladino; los pocosperiódicos que lucharon con todas susfuerzas para que el público de habla judeo-española tuviera información regular, en supropia lengua, sobre lo que acontece en elmundo, tuvieron también que cerrar oadaptarse a las nuevas condiciones, y serpublicados en la lengua del país, con a losumo unas cuantas páginas en ladino; laactividad teatral menguó mucho, hasta elpunto de ser prácticamente inexistente, y lomismo los cantes y los cuentos popularesjudeo-españoles empezaron a ser olvidados–la mayoría de la gente ya no puede cantarmás que, unos pocos versos, sólo de los tanhermosos y melodiosos cantes del folklorejudeo-español que fueron transmitidos deuna generación a la otra, durante cinco si-glos, y ahora están en peligro de perderse.

El ladino y su legado en la actualidad

Sólo en los años 60 del siglo XX la situaciónempezó a trocarse, con más y más perso-nas manifestando interés sobre el ladino ysu creación cultural, así como adoptandouna serie de iniciativas para que no sepierda esta hermosa herencia. Aunque lasituación en este campo continúa siendo

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difícil, se ha producido una situación quepermite tener esperanza y ser más optimis-tas, principalmente en Israel, pero en cier-ta medida también en otros países.

En primer lugar, la larga serie de congresosy conferencias, conciertos y exposicionesque tuvieron lugar en el marco de los pro-gramas para la conmemoración del V Cen-tenario de la Expulsión de los judíos de Es-paña (1992), así como los cientos de librosy miles de artículos publicados sobre estetema en las diversas partes del mundo,propiciaron un incremento muy apreciabledel interés sobre esta cultura y el deseo deinvestigar y conocerla mejor.

Esta actividad se continuó después del ‘92y hoy se nota que los temas de la culturasefardí se encuentran en el centro de nu-merosos congresos y otros encuentros aca-démicos y culturales que tienen lugar en Is-

rael y España, así como en Francia, Grecia,Inglaterra, Estados Unidos, Argentina, Mé-xico, etc. Fueron escritos numerosos librosy estudios sobre la creación literaria y pe-riodística judeo-española, y se nota un re-nacimiento en la creación literaria contem-poránea en ladino: poemas, cuentos, obrasmusicales, romances históricos, etc.

No menos importante es el reconocimientoa nivel oficial, por iniciativa de factores gu-bernamentales, de la importancia y valorcultural de la lengua judeo-española y sucultura. El primer y más importante pasoen este campo fue dado por la Keneset, elParlamento israelí, que el 7 de marzo de1996 adoptó una ley para la creación deuna Autoridad Nacional para el Ladino y suCultura (ANL), a fin de apoyar y ayudar losesfuerzos para la conservación y promociónde esta cultura.

Sus objetivos son:

1. Profundizar el estudio y conocimiento dedicha lengua y cultura en todos sus gé-neros y formas, promoviendo para ello lainvestigación de dicha cultura y su en-señanza, incluso en los medios de co-municación.

2. Promover, ayudar, apoyar y estimular lacreatividad contemporánea en ladino.

3. Ayudar a crear instituciones y conser-var las que ya funcionan, y llevar a ca-bo actividades con respecto al ladino ysu cultura.

4. Promover, apoyar y estimular la recolec-ción, documentación y catalogación delos tesoros del folklore oral y escrito enladino.

5. Promover, apoyar y estimular la publica-ción de obras selectas de la creatividadcultural en ladino oral y escrita, tanto ensu original como en una traducción alhebreo.

De conformidad con esta ley, el 6 de no-viembre de 1997, la ANL fue oficialmente,

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Las plagas de Egipto. Haggdah de Sarajevo.

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creada en una reunión en la cual los 21miembros del Consejo de la Autoridad reci-bieron sus credenciales del ministro deEducación y Cultura, y eligieron un ComitéEjecutivo que empezó inmediatamente conla realización de sus primeros proyectos. Enprimer lugar se decidió apoyar los proyectosrelativos a la enseñanza del ladino: ayuda alas instituciones que enseñan esta lengua ybecas a los alumnos y estudiantes que la es-tudian; redacción de un diccionario básicoladino-hebreo, así como manuales para elestudio de esta lengua y, en fin, un cursopara la formación de profesores que puedanenseñar el ladino en las escuelas, así comocursos para adultos.

Conclusión

La Península Ibérica fue, hasta fines del si-glo XV, la patria relativamente estable deuna buena parte de los judíos del mundo.Su nombre –Sefarad– dio origen a una desus ramas, los sefarditas o sefardíes, encuya cultura los rasgos de la España me-dieval tienen un peso notorio. Su idioma ysu folklore arrancan directamente de lostiempos en que llegaron a desarrollar enEspaña una civilización floreciente que in-fluyó en la Historia de Occidente más de loque sería posible creer a primera vista.

Sin embargo, los Reyes Católicos de España,y los dirigentes de la Iglesia y de la Nobleza,no tuvieron éxito cuando quisieron herir ydestruir el corazón de la cultura de los judíossefardíes en el sentido amplio de la Halaja ola Ley religiosa judía y de las leyes comuni-tarias, el idioma judeo-español, los refranes,las consejas, los cuentos, las canciones, ro-mances y aun los alimentos, que pueden de-nominarse «Perlas de España». Los expulsa-dos salieron de las fronteras de España casisin carga material, pero sí llevaron consigosu poderosa carga espiritual a los países desu nuevo exilio. Jamás en la Historia de laHumanidad se conoció un pueblo más lealque aquellos sefardíes, quienes, no obstantehaber sido expulsados de su tierra, conti-nuaron amándola hasta nuestros días y

guardaron un recuerdo imborrable de lo quesignificó Sefarad para muchas generacionesde sus ancestros. Estos «Españoles sin Pa-tria», como bien los llamara D. Ángel Pulido,supieron transmitir de padres a hijos el idio-ma, las costumbres y su lírica, lo que haceque hoy en día lleguen a nosotros enriqueci-dos por el tiempo y el espacio. Los habitan-tes de la España de nuestra generación seasombran y conmueven ante la existencia deeste fenomeno, cuando se encuentran conjudíos sefardíes en su tierra, en Israel o encualquier otro lugar, y se agrupan junto altesoro judeo-español, en especial en el idio-ma, la música y la poesía.

A pesar de las raíces históricas comunesque los unen, no se puede aducir que todoslos sefardíes de hoy presentan homogenei-dad cultural. La diversidad cultural de lossefardíes contemporáneos es el resultadode emigraciones de continente a continen-te, así como de la inevitable influencia delos diferentes ambientes. La diversidad estambién la principal caraterística de la mú-sica sefardí contemporánea. Con todo, deentre esta gran variedad estilística, emer-gen características comunes, cuyas raícesse encuentran en el pasado remoto. Esta esuna de las razones por lo cual la músicatradicional sefardí se mantiene como unade las vías más tenaces para la manifesta-ción de la identidad cultural sefardí. Sepuede considerar a la comunidad sefardímundial de nuestros días como una «co-munidad musical», un heterogéneo grupode comunidades conectadas por la memo-ria de su pasado común y por un ramilletede oraciones, cantos folklóricos y otros gé-neros culturales.

Para terminar, citamos dos textos con res-pecto al ladino y su cultura:

Primero, la placa colocada en la Iglesia deConsolación, antigua Sinagoga Mayor deCalatayud:

«La sinagoga mayor de la judería de Cala-tayud fue restaurada el 15 de mayo de1995 como muestra patente de íntimo y

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emotivo homenaje del Ayuntamiento y losvecinos de la ciudad a la Comunidad Se-fardí dispersa por el mundo, ejemplo vivode fidelidad para con su fe y su herenciamilenaria, la cual siempre tendrá en nues-tros hogares y nuestros corazones una en-trañable Sefarad dispuesta a acogerles enun abrazo fraterno.»

La segunda cita es un párrafo del discursodel presidente del Gobierno de España, Sr.D. José María Aznar, en la inauguracióndel Instituto Cervantes de Tel-Aviv, Israel,que tuvo lugar el día 28 de junio de 1998:

«Pocas veces ha habido en la historia denuestro país personas que hayan amadotanto sus orígenes sin esperar nada a cam-bio. El judeo-español ha sido durante si-glos la lengua familiar y el vínculo de uniónde los sefardíes, una lengua que tiene en elromancero o en las coplas el más hermosode los testimonios. Los tiempos han cam-biado, pero entre todos hemos de conseguirque la inmensa tradición cultural sefardíno caiga en el olvido.»

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José de Nazaret. Iglesia de San Juan. Orés.

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