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    otation

    El juego de los nios es una novela sobrecogedora que nos sumerge en una inquietante y sorprendente pesadilla, en la ms apodad que mente humana pueda concebir.Novela de culto e hito del gnero de terror, nos reencontramos con El juego de los nios 35 aos despus de su primera y nica ena igual de viva.

    PRIMERA PARTEUnoDosTres

    CuatroSEGUNDA PARTEUnoDosTresCuatro

    TERCERA PARTEUnoDosTresCuatro

    CUARTA PARTEUnoDos

    TresCuatro

    Eplogo

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    EL JUEGO DE LOS NIOS

    Juan Jos Plans

    SNOROS

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    an Jos Plans, 1976; 2011N: 978-84-938521-4-6in digital: vampy815

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    ...Si as fuera, as podTWEED

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    MERA PARTE

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    o

    hombre, animal superior, conglomerado de muchos trillones de clulas que representan cada una de ellas un montaje de diversas moantea en la actualidad su futuro; es su gran problema.La periodista, que no cesaba de apartar con una mano los cabellos que le invadan el rostro, esper pacientemente a que el profara a responder a sus preguntas.Era la primera vez que tena la oportunidad de entrevistar a un Premio Nobel, por encargo de una de las revistas ms ledas endo, BSM Medicine, y no acababa de lograr serenarse. Pensaba en que escribi ra para millones de lectores, que la juzgaran en diez idEl profesor, el ltimo de los galardonados con un Premio Nobel de Medicina por sus trabajos de etologa, sac una pipa del bolsilsa de cuadros de llamativos colores, en la que la periodista ya se haba fijado para intercalar en alguna parte de la entrevista un comca de lo que consideraba una excentricidad del ilustre personaje, llen la cazuela de un aromtico tabaco y dijo:Grave responsabilidad, pienso, y atiendo principalmente al acontecer histrico. Quiz no estemos capacitados para resolverlo, tal nder el dilema. Como en los problemas matemticos, los datos necesarios no son conocidos del todo, y as es imposible obtener el rcuado. Quin sabe, hasta cabe considerar que nos entretenemos en oscurecer el enunciado del problema, en trastocar los da

    ongar indefinidamente el laberinto que nos conduce a la solucin, un pasatiempo muy arriesgado, de fatales consecuencias. Es degran obstinacin nos engaamos a nosotros mismos y ponemos en peligro a la especie. El hombre, en el reino animal, no deja de

    ecie ms. Y, como tal, si hablamos de nosotros como de un producto cualquiera de la naturaleza, podemos llegar a extinguirnos rsas y dispares causas. Una de ellas: la autoaniquilacin.La periodista anot taquigrficamente cuanto dijera el profesor, sin cambiar ni una sola palabra.El profesor aplast el tabaco con el dedo pulgar y aadi:Deseo ser optimista.Y no lo es?Ante lo que sucede, cmo lograr tener confianza en que el hombre resolver con acierto el problema de su futuro si estamos en uco que disfraza sus pesares con remedios comparables a las fugaces serpentinas o farolillos de una verbena?La periodista se convenci de que nada de lo que pudiera decir estara a la altura de lo que le dictara el profesor y prefiri guardar silCaf? le pregunt el Premio Nobel.No, gracias.

    Yo s.La periodista, con una dbi l sonrisa, mientras repasaba las preguntas que todava no formulara, sigui con la mirada al profesor, quea una vieja cocina.El profesor le indic el estante donde tena la cafetera.Y bien?Bien, qu? pregunt desconcertada la periodista.Es que no sabe hacer caf?Oh, por supuesto!Pues adelante.La periodista, para sus adentros, maldijo al fotgrafo. Se retrasaba ms de una hora. Seguramente, pens ella, seguira en la

    ando unas copas con unos viejos amigos, aunque le prometiera que sera cuestin de unos minutos. Se perda lo ms importante de e la entrevistadora tuviera el honor de preparar caf para un Premio Nobel de Medicina.La periodista estuvo a punto de llorar.

    Una azafata hablaba por un micrfono que deformaba desventajosamente su correcta pronunciacin. Despus de haberles rogaran de fumar y que se abrocharan los cinturones, anunci a los pasajeros del avin que aterrizaran en unos diez minutos.El cinturn apenas me sirve dijo Nona, que haca esfuerzos para lograr la unin de las correas.Como que ests embarazada de siete meses y su marido la ayud hasta or cmo la cinta quedaba aprisionada dentro de la heAcrcame la bolsa.Te mareas? pregunt alarmado.Por si acaso. Ya sabes que en el momento de aterrizar siempre tengo la mala fortuna de que me d vueltas la cabeza.Malco le abri la bolsa de papel. Ella, sujetndola con las dos manos, la puso a la altura de su boca.Esperemos que no ocurra dijo Nona, algo nerviosa.Piensa en otra cosa le recomend Malco y cerr el libro que haba estado leyendo.Nona le apret una mano.

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    El fotgrafo, que haba llegado pocos minutos despus de que la periodista le sirviera el caf al profesor, mascaba chicle y sin dar desparador de su mquina, revoloteaba alrededor del entrevistado como una mosca.Por favor, tome asiento le rog el profesor, que comenzaba a preguntarse si aquel individuo no tendra alas.Gracias, gracias, pero an no he acabado con mi trabajo dijo, mientras se apresuraba a dejar plasmado con su cmara eridad la figura del Premio Nobel.La periodista manifestaba un enojo que no poda disimular con el fotgrafo, que en el viaje de regreso estaba segura que la invitaachatez a hacerle unas fotos ntimas antes de sealarle la cama donde le prometera divertirla durante unas horas, con su mirada mst que ya estaba bien.Por qu, nena? le pregunt el fotgrafo guindole un ojo.El llamarla nena la hizo sonrojarse de ira. Pero se contuvo porque an le quedaba por formular una pregunta al profesor.Qu opina del hombre? y se prepar para escribir.El Premio Nobel ech hacia atrs sus abundantes y descuidados cabellos blancos con las dos manos, aprovech el cambio de car

    grafo para rascarse una oreja y respondi con una amarga sonrisa:

    La especie ms cruel que jams haya pisado este estpido mundo.El fotgrafo ri.La periodista, a punto de saltar sobre aquel cretino que le haban destinado como acompaante en el reportaje, rompi su bolgrafo.El profesor mir al fotgrafo y aadi con una aparente ingenuidad:Somos tontos.Por qu? pregunt el fotgrafo e hizo un globo con su chicle.Hazte un autorretrato y lo sabrs! le grit la muchacha, enfurecida.El profesor solt una carcajada. El globo explot.

    El hombre dio un portazo y sali de su casa.Esperaba el ascensor mientras encenda nervioso un cigarrillo y an tuvo tiempo de or llorar a su esposa, que ante l haba hecho

    erzo para contenerse.Si cree que... dijo apretando los dientes.El ascensor se detuvo en su piso.Soy capaz de irme a un hotel gru.Y entr en el ascensor, donde una vieja, con un perro empalagoso en brazos, lo mir descaradamente con una maliciosa sonrisana del piso de arriba. Habra estado escuchndolos, como siempre haca cuando discutan.Problemillas? le pregunt.Ojal este trasto nos hunda en el infierno! grit con ojos ensangrentados.La vieja gimi asustada.Pero el ascensor se detuvo en el portal.Y el hombre, como tantas veces desde haca meses, acabara por decidir a ir al club que estaba alejado de la ciudad, en una colina

    mar que antes fuera nido de cuervos.Se acord de la vieja del ascensor.Y de su mujer.

    Malco, que esperaba la salida de su mujer del servicio, compr los peridicos de la tarde. A su lado, un nio, de pocos aos, quea de caramelos.No basta con ese dinero le dijo al pequeo la vendedora.Si es mucho! exclam el nio y le ense las monedas que tena en su mano, empapadas en sudor de haberlas llevado apretadLa mujer las cont.Faltan cuatro, como sta grande.Mi padre no me dar ms dijo el nio, suplicante.Malco le sonri.Que se quede con la bolsa de caramelos dijo a la vendedora.Es que en este negocio, si me dedico a regalar las cosas... coment huraa.

    Pago la diferencia.Muy bien respondi satisfecha.El pequeo abri la bolsa y ofreci a Malco un caramelo de varios colores.Oh, gracias.A usted, seor.Y el nio se fue corriendo, mientras le gritaba:Mis hermanos se pondrn muy contentos!Malco, descuidadamente, oje los peridicos.Amenaza otra guerra se dijo al reparar en una noticia y acaba de terminar una que dur cinco aos. Estamos locos...Mir con tristeza a un grupo de nios, al que se haba sumado el de la bolsa de caramelos. Pens en el posible futuro que se les avecord a sus hijos, que a aquellas horas estaran pegados a la pantalla del televisor viendo las aventuras de unos astronautas que viaja

    ms sorprendentes planetas.Y el que nacer...

    Nona lo tom del brazo y lo sac de sus pensamientos.Ya estoy aqu le dijo.Bien? y not que la palidez se le iba del rostro.

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    Mejor.En la cafetera...Oh, no! le interrumpi Nona. Vayamos por las maletas y acerqumonos a la ciudad.El tiempo es nuestro; hemos iniciado las vacaciones.Quisiera comprar algunas cosas.Cenaremos en la ciudad.Y al pueblo?No hay prisa.Ahora, antes de irnos del aeropuerto, llamaremos a los nios.Si acabamos de aterrizar!Malco, es para tranquilizarlos y lo empuj hacia unas cabinas telefnicas.Conforme suspir l con la completa seguridad de que, si en aquellos momentos haba alguien nervioso, era nicamente su espoSus hijos devoraran palomitas y disfrutaran viendo cmo los astronautas se las ingeniaban para no perecer en los tentculos de

    struosa criatura.

    El profesor, tras tomarse otra taza de caf, una vez que se hubieran ido la periodista y el fotgrafo, ella comprometindose a enviantos ejemplares de la revista en la que aparecera publicada la entrevista y l prometindole el envo de algunas copias de las fotosra, dej la cabaa.La periodista le haba agradado.Buenas preguntas se di jo, mientras acariciaba unas flores. Debera haberle ofrecido un ramo en compensacin a su excelentePero, como de costumbre, esas cosas no se le ocurran a su debido tiempo. No cabe duda de que cada vez est ms despistado,

    de que se aisl en este lugar, bien alejado de los soporferos discursos de sus colegas.Ya eres un viejo lleno de chifladuras y se compadeci de s mismo.Se acerc hasta un rbol, cerca del cual haba un hormiguero.

    Pronto anochecer dijo contrariado.Y se sent a estudiar la vida de las hormigas.

    El hombre, para acomodarse en un taburete, apoy los codos en la barra del club.Qu desea?Un gisqui, doble.El camarero apenas tard en servrselo y l menos en tomrselo.Una rubia se le acerc, al pensar que ante ella estaba un desesperado a quien haba que consolar y procurar que dejara unos buenos

    ecompensa por el servicio de devolverle el nimo.Fuego? le solicit con la que supona su ms tentadora sonrisa.El hombre mir su generoso escote y sac el encendedor.No invitas?

    No.Por qu? y la rubia, que era especialista en quitar las penas a los hombres en cuanto comenzaba a beber con ellos algunas c

    de una oreja con fingido gesto de despecho.Porque te pareces a mi maldita mujer! rugi el hombre.El camarero ri.

    El agente, tras lanzar un prolongado silbido, dijo:Si llega a ser aqu... y quit los pies de encima de su mesa.Su compaero del coche de patrulla se sirvi un vaso de agua de la mquina y le pregunt:El qu?Toma, lee en la pgina de sucesos y le tendi el peridico.

    Una joven violada y quemada...Pero eso no es todo.Le han tenido que amputar los brazos, las piernas...Y le han extrado un ojo.Dios mo, si tiene catorce aos! dijo el agente mientras lanzaba el vaso de plstico a una papelera. Es increble, ni en las pelr.No hay nada que supere a la realidad dijo con expresin morbosa.Fueron dos individuos. Hijos de...! Rociaron su cuerpo con gasolina. No te das cuenta? A los catorce aos! y el agente

    etazo en la mesa.Por aqu no tenemos a esa clase de locos.Dios te oiga! y apart el peridico, que cay de su mesa.Tu hija...Es de la misma edad que esa pobre muchacha dijo entre dientes.Peor fue lo de...Calla!Se quedaron en silencio.

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    En otra parte de la oficina, una mujer a voz en cuello acusaba a su marido de sdicas costumbres durante el acto sexual.

    Helado? pregunt Malco a su esposa.Pues claro! exclam ella con una divertida sonrisa.De postre, helado para la seora.Y usted? le pregunt el camarero.Caf, solo.Tendrn que esperar unos diez minutos...No importa.Gracias y el camarero se fue.Malco, mientras su mujer observaba con una curiosa mirada el restaurante, se fij en ella.

    Pese a estar embarazada, segua siendo hermosa.La dulzura de su rostro, que fue lo que ms le llam la atencin cuando la conoci en un baile de fin de carrera, nunca la haba perdidoMalco puso sus manos sobre las de ella.Nona...S?Eres feliz?Ella le respondi con su ms tierna mirada.Los dos desearon estar solos.

    Son el telfono.Deja, me pondr yo dijo uno de los agentes y dej el crucigrama que se empecinaba en resolver para participar en un concurso.

    Cuando finaliz de hablar, su compaero le pregunt:El profesor?Cmo lo sabes? inquiri sorprendido.Me bast orte.Por ms que lo he intentado...As que, a la cabaa del profesor! exclam contrariado.Seguro que es uno de sus trucos.Qu es esta vez?Dice que alguien anda merodeando alrededor de su cabaa.Oh, por todos los diablos, si esa historia ya nos la ha contado mil veces!De acuerdo, pero, ya sabes lo que opina el jefe. Es un Premio Nobel...Y yo que tengo una cena especial en casa de mi amiga debo aguantar a ese chiflado que siempre recurre a nosotros cuando no tn hablar.Anda al coche. Oye, antes de irnos, por casualidad no sabrs qu es lo que hizo ese tipo para que le otorgaran el Nobel de Medicin

    Por qu me lo preguntas?Lo trae el crucigrama.Pregntaselo a l!

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    erros! grit y sus negruzcos dientes, baados en alcohol, se hundieron con avidez, casi con deseo antropofgico, en una carnosa oSinti un agudo dolor en los testculos, como si una mano presa de implacable ira se los prensara con unos gigantescos dedos.Lanz un nauseabundo escupitajo que, cual si lo hubiera calculado, con certera precisin se adentr en la boca de labio colgante, a

    sa del jadeo, del sofoco que le oprima el pecho.Puerco! oy.El hombre, que braceaba, cual si se hallara en la cresta de una ola gigante, intentaba liberarse de los encolerizados camareros que lsado brutalmente en cuanto recibieron la orden del airado propietario del club de sacarlo de all a puntapis a consecuencia

    comunal borrachera. Le dijeron que se estaba ahogando en gisqui y l tuvo la osada de subir al escenario y arrancarle de un manoante la vaporosa prenda que cubra sus abultados senos hecho que de tratarse de otra muchacha quiz no hubiera tenido secuencia, incluso habra divertido a los habituales clientes, pero siendo la amante del dueo del local era como jugarse la vida en ellobiendo un tremendo puetazo en la boca que le hizo rodar como un mueco de trapo por la escalera de servicio hasta besar la tgre que manaba de su labio partido se mezcl con los ftidos desperdicios esparcidos alrededor de los cubos de la basura.

    A este tipo lo mato! bram el que recibiera el escupitajo.l no cesaba de sentir arcadas.Calma le dijo otro, que lo sujet por un brazo.Le voy a dar una patada en los cojones! y fall, porque lo empujaron.Cuando el hombre, tras arrastrarse como un reptil atortugado, logr incorporarse hasta quedar de rodi llas, levant amenazadora unaue an permanecan a su lado con los puos dispuestos.Me cago en...! grit.Como respuesta, las puntas de los zapatos hicieron un atormentador trabajo en todo su cuerpo, hasta dejarlo inconsciente.Y que no se te ocurra volver por aqu, entendido? dijo uno de los camareros, que se limpiaba su zapato ensangrentado con un apel.Pero el hombre, hecho un nudo, ya no lo oa.

    Un perro merodeaba por los cubos de basura y, despus de olisquearlo, orin en el deformado rostro del hombre que acab por nocaliente le resbalaba por la cara.Me estn meando! exclam, asombrado de que, aquellos que otras veces lo despidieron con una amable sonrisa moseaban la generosa propina que les haba dado, se atrevieran a llegar a tales extremos.Pero en aquel lugar no haba ningn hombre sino un autntico nido de pulgas despachndose con gruidos de placer.Vete al infierno! grit el hombre.Apart con torpeza de sobre su cabeza al sorprendido perro, que dej de tener la pata levantada para emprender una rpida huida.Su rostro, tumefacto, se alej del suelo con exasperada lentitud. Le colgaba un hilo de sangre del labio abultado, tanto que empurosa nariz.Nido de cabrones balbuci.Le temblaba la cabeza, tanto por los golpes sufridos como por el alcohol que alcanzara a regar su cerebro masacrado.Sus manos buscaron apoyo en los cubos de la basura. Algunos rodaron hacia el acantilado a causa del tembloroso impulso que les dunda el ruido de los metlicos recipientes con la trepidante vibracin de los pellejos de los tambores, en aquellos momentos sometiduorescente. Y le pareci un excitante ritmo inspirado en algn primitivo ceremonial africano en llamada de los espritus malignos. Llear que todo el cuerpo dolorido, hasta en sus ms olvidados rincones, se mantuviera erguido, aunque con una siempre peligrosa oscilaMe oirn, claro que me oirn esos hijos de puta! Me oirn grit y eruct con hedor de sangre.Cercano, all en la profundidad, el mar.Tena sed.Pero pens que, de entrar de nuevo en el club, era como condenarse a muerte. As que, sin ninguna indecisin, puesto que en aquellastaba dispuesto a tentar de nuevo a la suerte y dado que an poda contarse entre los vivos, opt por intentar llegar hasta su coche.Y esto? se pregunt al reparar en algo que haba dentro de un cubo de basura, cuando iniciara su torpe andadura.Sac una botella, del mejor gisqui, apenas estrenada.Gracias, cerdos dijo con sarcasmo y se guard la botella en un bolsillo de su destrozada chaqueta. La existencia del alcoh

    piente le ahuyent los lacerantes dolores.Tras casi caerse, dando traspis, despus de repetir varias vueltas por el aparcamiento y de insultar al vigilante por, segn l, biado su coche de sitio, se encontr sentado ante el volante.

    Seor, le aconsejo que no lo haga le dijo el vigi lante, que asom la cabeza por la ventanilla, con cierto nerviosismo, sin haberse oas molestas palabras que el hombre le dedicara.Qu es lo que no debo hacer? le pregunt mientras, tras varios intentos, introdujo la llave en el contacto.

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    Conducir, amigo le respondi con una dbil sonrisa.Al cuerno! grit y pis el acelerador.El coche derrib un poste de sealizacin y sali a la carretera.Loco... murmur el vigilante, que levant su gorra cual si diera su ltimo adis a quien acababa de entrar en una curva a la cidad que le permitieran los desbocados caballos del motor de su vehculo.Las ruedas chirriaron y desconcertaron a los pjaros de la noche.

    Las sudorosas manos del hombre, cuando la carretera estaba cercana a una inmensa playa, tanto que en las pocas invernalesda el asfalto, dejaron libre el volante.Que la sude el piloto automtico! dijo el hombre, que comenzaba a delirar.Hablaba a un compaero inexistente.

    Se crea al mando de un bombardero, cosa que hiciera durante la ltima guerra, precisamente en aqul desde el que lanz una mba cuando sobrevolaba una inocente aldea que ni tan siquiera se hallaba dentro del territorio enemigo.Arden como ratas! y solt una estrepitosa carcajada.Seal, all donde los faros del coche empezaban a iluminar directamente la cuneta que separaba la carretera de la playa, a un fao de despavoridos nios convertidos en antorchas humanas.El mar le record que tena sed.Un trago? y dio un codazo al aire, como si a su lado estuviera el copiloto, dispuesto a celebrar tambin la matanza.Salud! exclam, llevndose con las dos manos la botella a la boca, abierta todo lo que le dejaran sus amoratados labios.Y bebi.Sin enterarse de nada.Mientras, el coche, como si en efecto se tratara del fantaseado avin, a toda velocidad, emprendi un frentico vuelo en cuanto

    eta y qued en el aire por unos instantes al ser catapultado por unas rocas que le arrojaron a la arena por la que se desliz hasta lle del mar. Se incendi el motor.

    Es muy probable que se trate de un grave error. No obstante, tambin es factible que ese grave error represente importantes servcin a la utilidad de los mismos, en beneficio de un mayor aprovechamiento de los recursos con que cuenta el hombre para prosegua de equilibrar las leyes ecolgicas. S, as puede acontecer. Pero con el tiempo, y en esto no cabe la medida del tiempo, quiz la misen el presente se nos antoja buena se vuelva en el futuro muy amenazadoramente en contra nuestra.El profesor, que haba dejado su mecedora en cuanto comenzara a exponer lo que se le ocurriera horas antes al estudiar un hormigubol preferido de su jardn, abri la nevera.Otra cerveza? pregunt.Es que... dijo uno de los agentes mientras consultaba su reloj de pulsera.Al diablo con la hora le respondi el profesor y sac unos botes de cerveza. Adems, estoy dispuesto a no dejarlos marchar hayan escuchado todo lo que tengo que decirles.En ese caso, venga la cerveza y el agente tendi su mano.Su compaero se mordi los labios y disimul un bostezo.El profesor, tras sentarse, encendi una pipa, sin importarle demasiado el cansancio que se adivinaba en el rostro de los agentes, a

    muchas ocasiones llamaba con cualquier pretexto para no tener que hablar solo a las paredes de su cabaa, y prosigui:En la actualidad, sin que se pueda dar una cifra exacta, cifra que considero nunca se podr ofrecer, s se sabe que existen casi uspecies animales en nuestro planeta. Una de esas especies animales es la nuestra, es decir, la especie humana. Y toda la humesenta, en trminos generales, unos cien millones de toneladas de protoplasma. Realmente, poca cosa. Aunque hoy somos ms qmenos que maana.Uno de los agentes se preguntaba cundo acabara de ocuparse de esa parte del oficio, cundo se le comunicara el prometido ascpensaba en que su amiga le estara preparando una sabrosa cena.El profesor, en su mecedora, dijo:Esos cien millones de toneladas de protoplasma humano han de convivir, y no en pocas ocasiones estrechamente, con los dems rotoplasma animal, que pertenecen a las restantes especies. Unas nos resultan agradables, otras indiferentes, la mayora incmoa que, para eliminar o debilitar a las especies que consideramos perjudiciales, nos servimos de otras con el nimo de que e

    arguen de tal faena. Planteamos batallas biolgicas. Araas voraces contra la mosca blanca, estorninos contra gusanos, bhosnes, cerncalos contra langostas... Esa batalla biolgica ya la organiz, y tambin en busca de fines precisos, hace muchos siglospos remotos, la propia naturaleza. Precisamente para conservar y hacer factible el equilibrio biolgico. Nosotros, en el fondo, lo nemos es imitar a la naturaleza. Es decir, si en alguna parte existe una gran plaga de langostas, se envan unos poderosos destacameaces cerncalos. Estos, por lo que est demostrado, son ms eficaces que los productos qumicos, que a su vez pueden ser perjudicias especies que no sean las langostas.El profesor seal con la pipa y pregunt a uno de los agentes:Comprende?Hubo un corto silencio.Oh, s... respondi con un susurro el agente, cuya mente haca tiempo se haba ido de la cabaa del profesor para estar en compncantadora amiga, una de las muchachas ms atractivas del pueblo.El profesor tir de la argolla de su bote de cerveza. Pero no bebera hasta decir, al detener la mecedora:Se trata de orquestar y dirigir las batallas biolgicas segn nuestros intereses o segn lo que estimamos de mayor inters. Pero est el posible error, nuestras batallas biolgicas organizadas no se corresponda con las organizadas batallas biolgicas de la naturAlz el bote de cerveza.Entonces aadi, en vez de compensar, descompensamos, o sea, en vez de equilibrar, desequilibramos lo que hemos acept

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    ombre de ecologa. Y tambin, quiz, de tal suerte, seamos intrusos en unas leyes dadas por la naturaleza y que nosotros igueramos respetar.Y apur, de un trago, el contenido del bote, acto en el que le acompaaron con evidente entusiasmo los dos agentes, que creyeron fiscurso del profesor.

    El hombre sinti repentinamente un agobiante calor y apart la botella de su avariciosa boca para mirar asombrado las llamas que sarte delantera del coche.Nos han alcanzado esos inmundos hijos de perra? pregunt a su fantasmal compaero, materializado en su cerebro a caustos del alcohol.Una explosin hizo brincar al coche.Saltemos! grit.

    Las puertas se haban desprendido de las bisagras.El hombre, tras abrocharse un invisible paracadas y de apretar la botella contra su pecho, se lanz.Solt una retahla de palabrotas al hundirse su cara en la arena.Qu diablos pasa? se pregunt.Luego desprendi la arena de los ojos y escupi la de la boca con arcadas.Fue cuando volvi a la realidad.Ofuscado, mientras sus manos acariciaban la botella, observ el mar.

    El profesor hizo un gesto para que los agentes no se levantaran y, con expresin de revelarles algo importante, les dijo:A la naturaleza puede comenzar a resultarle molesto los cien millones de protoplasma de los humanos. No slo por considerar

    omete en lo que no le concierne, sino tambin por desorganizar lo organizado, lo muy organizado antes que el propio hombre existie

    de ser la gota de agua que colme el vaso de paciencia de la naturaleza, que ya desde hace mucho tiempo hemos llenado. aminamos, sino que, aunque no se haga realmente con mala fe, desbaratamos los planes de la propia naturaleza. Tal vez por ello acado terriblemente enojosos para la naturaleza. Y tal vez por ello la naturaleza acabe presentando una batalla biolgica en contra nuestrdad de hacer desaparecer esos cien millones de toneladas de protoplasma humano que le acarrean tantos disgustos. Para ello nadaunar a todas las especies contra la nuestra o, simplemente, crear una nueva especie con la misin de dar fin a la humana. La nacapacitada para tal cosa y no le preocupa el tiempo que tendr que pasar y emplear para ello. Nosotros, en cambio, poco podramora esa decisin. Es posible que la propia naturaleza, un da, absorba esos cien millones de toneladas de protoplasma para, en una p

    ener que seguir soportndonos.El profesor se acerc a la ventana.Los dos agentes aprovecharon su silencio y tras cruzarse una significativa mirada se levantaron de sus asientos.Comprenden? les pregunt el profesor, que pareca observar algo a travs de la ventana, desde la que disfrutaba del salvajeofreca la playa.Desde luego, profesor respondi uno de los agentes.Sera el fin dijo el otro.

    Pero no del universo, ni del mundo, ni de las dems especies, sino nicamente el fin de la humanidad aadi el profesor.El agente que pensara en el pastel de frambuesa que ya estara esperndole en casa de su amiga, mientras se ajustaba el cinturnaba la pistola, dijo decidido:Y ahora, nos vamos.No hay nadie merodeando por aqu, con toda seguridad. Puede estar tranquilo, como seguramente lo ha estado desde que hizo lao el otro agente, con cierto tono de crtica, fatigado su cerebro a causa de la teora del Premio Nobel, del que opin para sus adentenzaba a perder la cabeza.El profesor encendi de nuevo su pipa y los sorprendi al decirles:Les aconsejo que se marchen lo ms rpido que puedan y volvi a mirar por la ventana.Y eso?Por qu esa repentina prisa?Si no me equivoco, y como saben sigo sin necesidad de usar gafas, un coche est ardiendo en la playa, justo a la orilla del mar.

    El taxista, que acababa de ofrecerles un cigarrillo, desconect la radio y les explic que no soportaba las intervenciones del comentaca internacional del programa de medianoche. Entonces les pregunt:A la fonda?Iremos donde nos aconseje le respondi Malco, a quien el conductor vio por el espejo retrovisor besar en la mejilla a su esposa.Que yo sepa, para hospedarse, no hay ms que una fonda aqu, precisamente la de uno de mis hermanos. Hace tiempo que no ve

    ueblo, creo que desde cosa de un ao. Hablaban de levantar un pequeo hostal, pero no s. En la fonda de mi hermano se encoodos, se lo aseguro. Al menos las habitaciones son limpias. Y si les gusta la cocina italiana, se olvidarn por completo de los inconvese les puedan presentar. Mi cuada es italiana. Sus canelones son deliciosos, quiz demasiado. La ltima vez que los com estuve eventar. De no ser porque me beb todo un tarro de bicarbonato, a estas horas no estara conduciendo este cacharro.Los tres rieron.Por cuanto tiempo?Slo esta noche respondi Malco.La verdad, como traen unas cuantas maletas, pens que haban elegido el pueblo para pasar las vacaciones.Realmente venimos a estar unos das de descanso... explic Malco, que acariciaba las manos de su mujer.

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    Entonces?Pero no en el pueblo, sino en la isla.En la isla? pregunt sorprendido el taxista.As es.Como no se dediquen a pescar... En esa isla, no hay lugar donde divertirse, ni tan siquiera un maldito cine. Tendrn que conformarogramas de televisin, que ya es el colmo. Dudo que los habitantes de la isla sepan bailar, que por otra parte no son ms que un puias dedicadas principalmente a la pesca. No es por desanimarlos, pero all tendrn que ingenirselas para pasar el tiempo.Perfecto dijo Malco.El taxista, que no comprenda que alguien escogiera un lugar casi deshabitado para disfrutar de unas vacaciones, suspir.Por una noche, en la fonda de mi hermano, espero que no haya problemas dijo. Pero no les prometo nada. Algn turista siemsos que prefieren estarse durante el da en un pueblo y por la noche llegarse a la ciudad. No obstante, si no tuviera alojamientocupen. l est en contacto con unas cuantas casas que admiten huspedes.Le agradeceremos cuanto haga por nosotros.

    No ser ninguna molestia.Cunto falta para llegar? pregunt Nona, a quien le agradaba el olor a mar que entraba por la ventanilla.Cosa de cinco kilmetros, como mucho le respondi el conductor, que disminua la velocidad porque entraba en una zona de cu

    bara cuando la carretera se hermanara con la playa.Y eso qu es? le pregunt Malco sealando un edificio i luminado.Un club. Se llama el...No nos interesa le interrumpi Nona.A la isla... murmur el taxista, como perdonndoles que desperdiciaran sus vacaciones en un lugar que no era del agrado ni tan s que en ella vivan.Pero sus clientes, con expresin de felicidad, no lo oyeron.

    Poco despus de que tomara asiento en lo primero con que tropezara, tras contemplar con gesto estpido como el coche era devoramas, el hombre apur hasta la ltima gota el gisqui que quedaba en la botella.No oy la sirena del coche patrulla, ni el correr de los agentes por la playa hasta llegar a su lado.Est herido? le pregunt uno de ellos.El hombre, absorto en la contemplacin de la botella vaca que haba dejado caer entre los pies, no respondi.El otro agente descolg la linterna de su cinturn y enfoc directamente al rostro.Dios mo... murmur.Es como si le hubieran dado una terrible paliza dijo su compaero, que olvid por completo el pastel de frambuesa al verrmada cara, casi monstruosa.Un momento... y el otro agente se arrodill ante el hombre, que ni siquiera pestae cuando la linterna qued frente a sus ojos.Qu es?Est borracho!El hombre rompi su silencio.Y qu? dijo y apart de un manotazo la linterna que apuntaba a sus ojos y que se le cay al agente a la arena.

    El agente, al recoger la linterna, repar en lo que serva de asiento al hombre. Tras unos instantes se puso de pie, desenfund lant a la frente del hombre y le pregunt, mientras una sombra de dureza cubra su rostro:Quin es?El hombre lo mir interrogante.Quin es quin?El agente enfoc con su linterna a la mujer muerta sobre la que se haba sentado el desconocido. Este, al ver un rostro desorbitado

    nas, dio un grotesco salto acompaado de un pavoroso grito.El hombre, a quien le temblaban las piernas, acab por arrojar todo el lquido que tena en su estmago.Est acribillada a cuchillazos dijo el agente, sin dejar de apuntarle.

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    s

    o la mat! grit el hombre, de espaldas al cadver, que le produca un insoportable espanto.Encorvado, acab por llorar.El agente, con el dedo en el gatillo, receloso de cualquier movimiento del hombre, le dijo:Ya nos lo contars.Su compaero se arrodill para examinar el cadver.Quiz la quiso ahogar dijo y enfoc minuciosamente con su linterna todo el cuerpo de la mujer, baado en agua. Estos ti

    aces de cuanto uno no logra ni siquiera imaginar, hasta de lo ms aberrante. Varias pualadas son mortales, como las que tiene en eo, otras y seal las que se vean en los muslos, que estaban al desnudo slo se conciben por dar placer a una refinada crueldadrepugnante mente la del que ha sido capaz de llevar a cabo este crimen!Ha dicho que ni saba que se hubiera sentado encima de un cadver.Bonito cuento.El hombre levant sus desmayados brazos y volvi a gritar:

    No la mat!Y, tras proferir un gemido, se desplom.El agente que le apuntaba con la pistola se inclin para apoyar su cabeza en el pecho del hombre.Muerto? le pregunt su compaero.Por ahora, no... y se levant y enfund el arma.Todo esto es muy extrao.Cierto.Hay que llamar al jefe.

    El profesor, que se balanceaba lentamente en la mecedora, aor tener sentados en el suelo a un grupo de nios con la boca abiercontarles alguna historia, como todas las noches haca con sus nietos un colega, segn le dijera radiante de satisfaccin, mayor que

    era tener si lograra dar por finalizados sus complicados trabajos acerca de la comunicacin entre los delfines.Tiene que ser algo mgico murmur mientras morda la gastada boquilla de su pipa.l, dedicado siempre a la investigacin, ni tan siquiera haba tenido tiempo de enamorarse alguna vez.Pero, no estoy arrepentido dijo a las paredes de la cabaa.No obstante, pese a no querer reconocer que aquella melanclica soledad de sus ltimos aos era fruto de un aislamiento constantestaba ocupado con su trabajo, acab por quedarse dormido mientras pensaba en la posible historia que le contara a unos pequeoaran abuelo.

    El agente, contrariado porque aquel suceso significaba que no podra ir a casa de su amiga, grit a su compaero que permaneca:No arranca!El otro, tras comprobar que el hombre continuaba inconsciente, solt una serie de maldiciones, se acerc al coche.Qu diablos le pasa? pregunt nervioso.No lo s.Si ese hombre se nos muere... y pens que an no haba llegado la orden de su ascenso, que quiz todava no estaba firmada.Ha empeorado?No soy mdico! gru.Seguro que es cosa del motor dijo su compaero, que se levant para sacar las herramientas que estaban debajo del asiento.Pues ya ests reparando la avera!No soy mecnico.Antes no lo fuiste? le pregunt extraado.Te equivocas. S, trabaj en un taller, de acuerdo, pero de contable.Podas haber aprendido algo!Soy alrgico a la grasa.Lo que nos faltaba! y se arremang hasta los codos.

    Quiz tengamos suerte le dijo su compaero y seal hacia la carretera.Un coche se acercaba.

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    El taxista, al ver una luz intermitente en medio del asfalto, pis el freno. Se detuvo a pocos metros del agente que le hiciera sealerna. El otro de los patrulleros ya se encaminaba al coche, con una mano puesta en la funda de la pistola, que no lleg a sacar.Qu ocurre? pregunt Malco al taxista.Ser un accidente. Miren ah, en la playa. Un coche est carbonizado. Estas malditas carreteras...Nona vio como el coche era una masa negra envuelta en humo y sinti un escalofro.Perdonen dijo el agente y se inclin para hablar por la ventanilla del conductor mientras miraba el rostro de los tres ocupantesrn que ayudarnos.Lo que usted diga respondi el taxista, no de muy buena gana.El coche es amplio coment el agente, que observaba la capacidad del vehculo. Podemos arreglarnos hasta el pueblo, mos tan slo a unos minutos.El taxista lo mir interrogante.

    Qu hay que hacer?Llevar a una persona.Muerta? y el conductor se neg mentalmente a cargar con un cadver.No, no lo est, aunque s bastante mal. La verdad es que no sabemos si le dieron una paliza, si las heridas lo son a causa del accnsecuencia de su gran borrachera. Es todo muy raro. Pero, ante todo, lo que necesita es asistencia mdica.Pero, bueno, ustedes... casi rog el taxista.Tenemos averia.Es que, estos seores...Lo siento, pero se trata de un deber dijo con una amable y a la vez autoritaria sonrisa. Ahora lo traemos. Puede llevarlo en elntero, sujeto con el cinturn de seguridad. Ustedes tendrn que dejar un hueco para mi compaero. Yo me quedar aqu a la espeulancia.Es que hay ms heridos? pregunt Malco.Una mujer. Pero est muerta y el agente, sin hacer ms comentarios, se fue en busca de su compaero.

    Los dos, tras hablar entre s unos instantes, se encaminaron hacia la playa.Esto no me hace ninguna gracia dijo el taxista.El matrimonio guard silencio. Malco vio cmo los agentes levantaban al hombre de la arena. Deba resultarles muy pesado a tenoerzos que hacan. Pens que aquel no era precisamente un buen comienzo de vacaciones.Nona tena un sudor fro en la mano, aquella que acariciaba su esposo, que intentaba tranquilizarla.Ella se remova inquieta.Con tal de que no se nos muera en el camino... y el taxista dio un puetazo al volante.

    Bruto!David alz su almohada y le descarg un certero golpe en la cabeza a su hermana. Eso desencaden una autntica batalla. Esthermilanaba ante tales ataques, levant tambin la suya y pas igualmente a la ofensiva.Saltaban sobre las camas, rean estrepitosamente, atentos tan slo a darse atinados golpes que les hicieran caer rebotandohones y no oyeron que la puerta de la habitacin se abri de repente y apareci en ella un asustado rostro.Nios! grit la abuela, que se defenda de un posible e incontrolado golpe de almohada cubrindose el rostro con las manos.Tardaron en or a la desesperada mujer, que no saba hacer otra cosa que andar de un lado para otro de la habitacin intentando con os que los nios dieran por finalizada aquella contienda con la que no contara cuando se qued a la custodia de sus nietos.Basta, por favor!, acab rogndoles.Abuela! exclam Esther con la cara congestionada y comenz a redoblar en un imaginario tambor. Mira lo que hace David!Atencin! grit el nio imitando a los presentadores de circo.Tom impulso como si estuviera en una colchoneta y despus de haber alcanzado el techo dio un salto sobre s mismo para acabar

    a cama.La mujer haba cerrado los ojos.Qu te ha parecido? le pregunt David.Oh, muy bien, muy bien... dijo casi desfallecida la abuela.Lo repito?

    No! exclam agitando los brazos.Por qu?Porque... es hora de dormir! Si vuestro padre lo supiera, seguro que os ganarais una buena reprimenda!Si fue l quien ense a David a saltar de esa manera! intervino Esther.La mujer, confundida, tartamude:Esto se acab, al menos mientras yo sea responsable de vosotros.Los dos nios sonrieron, como divertidos potrillos salvajes.Pero maana nos hars un pastel de manzana dijo David.De acuerdo el rostro de la mujer se llen de ternura. Dadme un beso, pequeos. Si es que sois tan traviesos...Los tres, abrazados, rieron.Cuando la abuela se fue, tras dejar que la habitacin estuviera slo dbilmente iluminada por la luz de la luna, ellos hablaron en voz baYa estn en la isla? pregunt David.An no.Cundo?Maana.Esta noche, dnde duermen?

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    En un pueblo de la costa.David mir el techo, como si all se proyectara una pelcula, y dijo tras permanecer un rato en silencio:Qu suerte!Eh?La de ir a una isla.Ya... y los dos desearon encontrarse con sus padres.Esther se levant y se asom a la ventana.Mir el parpadeo del firmamento.Qu buscas en el cielo? le pregunt David, observndola curioso.La estrella ms bri llante.Por qu?Se lo promet a mam, cuando habl con ella por telfono.Y para qu?

    Me dijo que, si la mirbamos todos al tiempo, nos sentiramos unidos.Cosas de mujeres! y ri.Anda, ven.Y David tambin mir la estrella que le indicara su hermana.As permanecieron largo rato, lo que les pareci una eternidad.

    Nona, sentada detrs del hombre, que en su inconsciencia respiraba como si quisiera aspirar todo el aire del mundo, intentaba apade aquella cabeza grotescamente inclinada hacia un lado.Pero no poda.Ah est el pueblo les di jo el taxista.Tiene un faro aadi el agente, que seal el chorro de luz que no tardara en alcanzarlos.

    Y nada ms ironiz el conductor.Nona, al carsele al hombre la cabeza hacia atrs, lanz un sobresaltado gemido.Ya llegamos le dijo Malco pasndole un brazo por los hombros.Nona se acord de la estrella.

    Del coche, calcinado, manaba un humo negro.El agente, a la orilla del mar, de espaldas al cadver de la mujer, a la que alguna vez diriga su mirada como con la esperanza citara para que le di jera lo que haba sucedido, aguardaba intranquilo la llegada de la ambulancia.Lo acompaaba el murmullo de las olas, que se deshacan en espuma a sus pies. Y vio una lejana luz, perdida en la oscuridad, all d

    zonte era una vaga lnea bajo los rayos de la luna. Seguramente era de algn bote de pescadores, pens.Un inspector se har cargo del caso se dijo. Pero querr saberlo todo, har muchas preguntas, a las que no se puede conteeos. No hay que olvidar ni un detalle...

    Y se percat de que en su agenda no haba hecho ninguna anotacin.Se volvi hacia la muerta, la enfoc con su linterna y sinti un estremecimiento.Obra de un loco y comenz a contar las cuchilladas que presentaba aquel cuerpo de una mujer de unos cuarenta aos de edad, o se reflejaba el horror del que fue presa antes de morir.

    Signore, en mio fonda, cose buone da mangiare!exclam la italiana, rebosante de flccidas carnes, con su ms agradable sonRenata intervino el taxista antes de que Malco pudiera hablar, estos seores estn cansados. No maccheroni, ni pesce, ni capalabra, no mangiare!Bene, bene... No cenar, capito. Caff? pregunt al matrimonio.No, gracias respondi Malco.Dormire, Renata, dormire!exclam el taxista.

    Ah, dormire! Una stanza... Prsto, signores!Renata dijo su marido, yo les atender. Mientras, lleva a la cocina a mi hermano, que no se ir a la ciudad hasta haber tomanosotros.Y, si hay buen vino, os contar lo que nos ha pasado cuando venamos al pueblo.Qu ha sido?Luego.El taxista se despidi del matrimonio. Su hermano se hizo cargo de las maletas y les indic la escalera por la que tenan que subir.Bella dijo la italiana a Nona, que le sonri agradecida.Mientras Malco abra una maleta. Nona se acerc a la ventana.El pueblo, unas cuantas casas dijo.Pero, ya sabes, tienen un faro sonri Malco.Aqu son todos pescadores, supongo.As es.

    Malco, que buscaba el cepillo de dientes, pens que, si las cosas les iban como hasta entonces, dentro de unos aos le propondraa vivir a un pueblo como aquel. Comenzaba a estar cansado de la ciudad, donde el mero hecho de irse a un estreno cinematoera organizarlo con unos cuantos das de antelacin.

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    Le sorprendi la pregunta de su esposa:Y la isla?Malco dej de hurgar en la maleta y pregunt a su vez:La isla?Dnde est? inquiri Nona mirando hacia el mar.No la ves?No.Malco se lleg hasta la ventana.La luna se encontraba oculta tras unas nubes. Ms all de la drsena del pequeo puerto, todo quedaba sumido en la oscuridad. Lfugaz, no alcanzaba el horizonte. Efectivamente, la isla no pareca estar en ninguna parte. Pero Malco saba que se encontraba

    ntos kilmetros de la costa, casi frente al pueblo.Cuando se haga de da, la vers.Nona se retir de la ventana, algo desilusionada por no haber podido divisar la isla en la que pasaran sus vacaciones y se tumb

    a.Malco, durante un rato, oteaba el mar desde aquella improvisada atalaya.Es all dijo y seal a la oscuridad.Pero Nona ya se haba dormido.

    El mar, manso, se retiraba.Quedaban hoyuelos en la playa, varadas algunas lanchas en el puerto, peces prisioneros en las oquedades de las rocas.Unos cangrejos dejaban sus huellas en la arena.Y en una gruta, abandonado all por el mar, lleno de algas, el cadver de un hombre, con un profundo corte en el cuello, sin brazos,fuera de las rbitas, an tena marcado en su rostro todo el horror que mente humana pueda concebir.Los cangrejos escalaron aquel cuerpo.

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    tro

    aliana, que les haba ofrecido un suculento desayuno, tras desear a Nona que tuviera un hermoso nio, entr en la cocina, dondea, se senta la mujer ms dichosa del mundo.Se pasa ah dentro todo el da coment su marido.Malco le ofreci un cigarrillo y le pregunt:Dnde podremos alquilar una lancha?Pregunte en el puerto respondi el hombre despus de pensar durante un momento, como si intentara recordar a alguien

    para de tal negocio. Pregunte por el torrero, que as se llama... Bueno, que as es como lo conocemos todos, el torrero. La verdad esacuerdo de cul es su nombre y como torrero no hay ms que uno, no tendr prdida. Pero, seor, tenga cuidado a la hora de cerrarde engaarlo, que es lo que acostumbra hacer. Es una especie de mana suya eso de engaar a quien se le pone a tiro.Tiene telfono? le pregunt Nona.En la fonda?S.

    Desde luego y le seal una de las puertas del comedor.Antes de irnos a Tha pedir una conferencia.Est a su disposicin.Supongo que en la isla no habr telfono...No, seora, no creo. Aunque, como nunca he estado all, tampoco se lo puedo asegurar. Desde luego, con el continente nounicacin los pocos isleos que all quedan. En tal caso, habr una centralita para la propia isla. Pero, la verdad, son slo conjeturas.Puedo pedirle un favor...? dijo Nona, a quien su marido mir interrogante.La escucho.Dar la direccin de su fonda para que mi madre, que se ha quedado al cuidado de los nios, pueda enviarnos un telegrama o...No se preocupe. Una vez a la semana explic el dueo de la fonda, hay un hombre que se encarga de ir a la isla. Lleva y

    eo, les suministra lo que han encargado... Por l yo les enviara el recado. De todas formas, a su madre y habl directamente a Npreferible que le d el nmero de telfono de esta casa. A nosotros no nos representa ninguna molestia y seguro que a ella se las qubre le toca ir dentro de tres das. Si hay algo para ustedes, yo se lo dar con tal fin.

    Conforme y Nona le sonri agradecida.Son ustedes muy amables aadi Malco.Es nuestra forma de ser.Los tres rieron.Cuando el hombre se fue para atender a otro husped que acababa de entrar en el comedor, Nona se dirigi a la cabina telefnica. N

    egresar.Hay una media hora de demora. Mientras tanto, podemos hacer algo...Buscaremos al torrero. El puerto est ah mismo y ese hombre no andar lejos.Y si no nos alquila una lancha?Todo es cuestin de dinero.Recuerda lo que te advirti el dueo de la fonda...Descuida.Cuando salieron, divisaron la isla, prxima, bajo un cielo limpio de nubes, de un hiriente azul, como flotando sobre el mar.All est dijo Malco y seal.Un buque abandonado... murmur Nona.

    El profesor, dispuesto a respetar su habitual paseo de la maana, baj por un sendero hasta la playa y lleg hasta los restos del coa sido pasto de las llamas.La civilizacin... ironiz al contemplar el montn de hierros negruzcos y retorcidos que parecan haber sufrido una lenta agona.Algunas gaviotas merodeaban curiosas.Una de ellas, precavida, se acerc al profesor.Ah tienes, pequea le dijo, lo que fuera un codiciado ejemplar mecnico, producto de la inteligencia humana, que no nirselas para morir como sea, con tal de que esa muerte le alcance de una forma violenta.La gaviota dio un picotazo al coche antes de emprender el vuelo, como si le enojara la presencia en la playa de aquel monstruoso vehEl profesor sigui el vuelo de la gaviota que se adentraba en el mar y repar en que algo flotaba sobre las aguas, no muy lejos de la o

    El mar acabar por dejarlo en la playa se di jo el profesor.Y, dueo del tiempo, esper a ver de qu se trataba.En el fondo, desde nio, siem re haba tenido el deseo de encontrarse con el tesoro de al n bu ue naufra ado.

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    Tal como les dijera un pescador, el torrero estaba jugando al domin en una de las tabernas del puerto.Qu se les ofrece? pregunt el hombre que los hizo esperar a que terminara la partida y les ense, en una casi irreconocible uado de sucios dientes.Alquilarle una lancha dijo Malco, que no deseaba prolongar la conversacin ms de lo estrictamente necesario.Con motor?Desde luego.Para qu? y mir con disimulo las piernas de Nona.Para ir a la isla.Y por cuntos das la necesitan?Quince.

    El hombre se frot la cara.Le costar quinientos al da y el combustible por su cuenta dijo tras realizar una serie de clculos a los que no fueron ajenos sus dMuy caro respondi Malco.Si otro se la alquila ms barato, no pierda el tiempo conmigo y el hombre sonri con malicia, pues en el pueblo era el nlaba lanchas.Cuatrocientos.En mano?S.Trato hecho y el hombre dio la mano a Malco.Se la apret de una forma exagerada. No todos los das, se dijo, se le presentaban unos clientes como aquellos.Antes, quisiera ver la lancha.Est en el puerto. Cuando quieran y el torrero se levant y les cedi el paso, con el principal propsito de admirar las piernas de

    Cuando regresaron a la fonda, acompaados por el torrero, que se ofreci para ayudarlos a transportar las maletas, se encontraronstaba esperando el agente que por la noche fuera con ellos en el taxi.Cundo se van para la isla? les pregunt.En cuanto hagamos una llamada telefnica dijo Malco, algo extraado por la visita del agente.Cmo se encuentra el hombre? inquiri Nona.Est grave.Ya saben lo que ocurri?No, seora y el tono empleado por el agente les dio a entender que no hara ms comentarios sobre el caso.Y bien...? pregunt Malco.Slo saber si, a causa del papeleo, la rutina de siempre como ustedes comprendern, podemos contar con sus declaraciones ac

    nto han visto desde que les paramos en la carretera.Por supuesto dijo Malco. Durante quince das estaremos en la isla.Muchas gracias.Y el agente, tras un saludo, se fue de la fonda.Estas vacaciones coment Malco no van a ser tan tranquilas como esperbamos. Tena razn el taxista. Surgen complicacioneSeguro que no nos molestarn dijo Nona. Vamos a pedir la conferencia, a ver si esta vez tenemos ms suerte.El torrero, sentado sobre una de las maletas, aguard a que hablaran con sus hijos mientras l haca planes en los que gastarse eno tardara en tener en su bolsillo.

    El profesor, rodeado de gaviotas, not que un cierto nerviosismo comenzaba a invadirle, se quit los zapatos y se arremang los pando lo que flotaba en el mar ya estaba cerca de la orilla.Sobrecogido, cogi lo que traan las aguas.Dios mi! murmur, con infinito asco.

    Saltaban las olas. Arroj a la arena aquello que durante unos instantes tuviera en sus manos, grit despavorido y corri hasta lleaa mientras las gaviotas se congregaban en la playa.

    El dinero dijo el torrero, una vez que coloc las maletas en la embarcacin.Ha hecho la cuenta? le pregunt Malco.Desde luego respondi con gesto avaricioso. En total, seis mil al contado. Conste que no es caro, que casi es un favor.Malco le sonri irnico.El torrero respir hondo cuando guard los seis billetes de a mil presurosamente en un bolsillo.Malco, que deseaba hacer desaparecer de su vista a aquel hombre, ayud a Nona a montar en la lancha, cosa que hizo con exaud.Dentro de quince das, aqu les estar esperando aadi el torrero mientras ya se iba. Cuiden de la embarcacin, que es

    ores. Adems, cualquier desperfecto corre por cuenta de ustedes. Ahora, otro asunto me reclama.Y desapareci.Malco, ya en la lancha, puso el motor en marcha.

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    Dentro de un par de horas, como mucho, llegaremos a la isla.Nona se sujet fuerte.

    Algo para m? pregunt el agente, con la esperanza de que le hubiese llegado el oficio comunicndole su ascenso.Nada, que yo sepa le respondi su compaero, que acababa de colgar el telfono.Maldita sea! y se desplom en su asiento.Ya puedes espabilar le recomend el otro, que se mostraba nervioso.Si acabo de llegar! protest.Es que nos vamos.Adonde? pregunt enojado.El profesor...

    A estas horas? le interrumpi. Ni hablar!Esta vez creo que va en serio dijo el otro, sombro.Qu ha dicho? y su rostro se llen de irnico escepticismo.Pues...Quiero saber qu diablos se ha inventado ahora ese bribn!Ha dicho que, en la orilla del mar, ha encontrado la cabeza de una mujer. Supone que... cortada de un hachazo.El agente jur que, como se tratara de un nuevo engao, sera capaz de meter en una celda a aquel estrafalario Premio Nobel de las

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    GUNDA PARTE

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    o

    co pens contrariado que el torrero de uno de los pueblos ms inmundos de la costa era un astuto hombre de negocios y l un incautse dejara engaar por una taimada capa de pintura blanca. El hombre se dedicaba en sus horas libres al alquiler de lanchas, des

    mular las centenarias y podridas maderas de una embarcacin. El resultado era que... ni siquiera poda ser comparada la barcaarn de nuez.Haba alquilado a un precio notablemente elevado la peor de las embarcaciones que se hallaban en el sucio puerto.La embarcacin, con un motor fuera borda que ruga con espasmos como un animal antediluviano herido de muerte, haca agua p

    es.El mar, de no ser porque en aquella poca del ao se dedicaba a recuperar energas para sus invernales y apasionadas camreras contra la costa, hubiera convertido la barca en aicos con tan slo embestirla con la ms perezosa de sus olas.Malco comprendi entonces la razn por la que el torrero, una vez que tena los billetes en la mano, le dijera, esbozando una soisa, que otro asunto lo reclamaba y desapareci de forma tan repentina cual si se hubiera volatilizado.Pero ya no era cuestin de retroceder y buscar al torrero para romperle los pocos dientes verdinegros a causa del tabaco y del salitr

    daban. Adems, estaba seguro de no encontrarlo. Se hallara en el lugar ms oculto de su faro, al final de esas intrincadas escalcol donde todo torrero parece ser el dueo del mundo.La lancha, que algunas veces brincaba como un potro salvaje, los acercaba a la isla.Pese a que la embarcacin se hallaba en tan lamentable estado apenas era capaz de hacer unos cuantos nudos sin sobrespla con el deseo de quien la manejaba, que no era otro que llegar a aquella pequea isla prxima a la costa en la que an sobrevivl prehistrico.

    Nona no apartaba las manos de su abultado vientre, donde ya haca siete meses haba comenzado a latir una nueva vida.Pasaba suavemente las yemas de los dedos por aquel inflado globo de piel humana en el que otro ser jugueteaba antes de ver los rones haca tiempo deseaban conocer el suyo.Tampoco cesaba de mirar a Malco, que forcejeaba con el timn e intentaba que la lancha se convulsionara lo menos posible. Sa

    co estaba malhumorado consigo mismo por la torpeza cometida al alquilar aquella barca y le tenda una sonrisa maliciosa, entre acusmplice estafada.Malco nicamente tenia ojos para el fondo de la lancha. No porque rehuyera la mirada de Nona, sino porque eran muchas las fisuraentraba el agua. Por eso, la pregunta de Nona, lo sorprendi:Amarilla.Qu...? inquiri confundido.La isla.La isla?Dijiste que era roja.Rojiza, dije rojiza, slo rojiza, de un color rojo oscuro puntualiz Malco.Pues es amari lla dijo ella y seal a aquella tierra que emerga del mar.Malco, por primera vez desde que haban embarcado, se fij realmente en la isla. Hasta entonces slo se preocupaba de cmo devofa al torrero y del agua que ya comenzaba a mojarle los bajos del pantaln.Amarillenta... susurr, dndole la razn a Nona.Bueno, no es roja.Rojiza volvi a puntualizar.Amarilla dijo Nona, con cierta terquedad.Malco suspir y se contuvo para no proferir una imprecacin que con certeza hara llorar a Nona, ms sensible que nunca darazo.Por qu me dijiste que era rojiza? le pregunt ella tras un titubeo condescendiente.Porque as lo fue siempre.Te has equivocado y debes reconocerlo.Malco no comprenda cmo los recuerdos lo haban traicionado de aquella manera.Desde que hablara a Nona de la isla, nunca dej de describirla de color rojizo.No entiendo dijo encogindose de hombros.Acaso sea otra isla?Imposible! exclam Malco. No hay ms islas por esta parte de la costa! y movi de un lado para otro la cabeza.

    Entonces...l respondi con una dbil sonrisa:Ha cambiado de color.

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    Nona ri.Hablas de la isla como si se tratara de un camalen dijo divertida.Es que hay otra forma de explicar tan curioso fenmeno? dijo, y luego, para disculparse, aadi: El color rojizo le era muy llamElla, tras mirar curiosa a sus ojos, le pregunt:Cmo la ves?Ahora?S.Amarillenta respondi tras observar de nuevo a la isla.Y despus, extraado, pregunt:Por qu te interesas por eso?Por si fueras daltnico.Malco ri.La isla y la seal al tiempo que abandonaba el timn es inconfundible por su contorno. La reconocera aunque padec

    onismo. Y eso que, desde que estuve en ella por primera vez, han pasado bastantes aos. Pero nunca me he olvidado de su configresulta muy hermosa y volvi a hacerse cargo del timn. Dicen que algunos navegantes llegaron a enamorarse de ella...Por qu?Te lo he contado infinidad de veces exclam.Ya, recuerdo. La leyenda!Es como una doncella tendida en el mar, una doncella que duerme un sueo eterno. Si te fijas bien...Y Nona busc a aquella mujer de tierra.A la isla se la conoca porTha desde que, muchos siglos antes, su joven reina fuera asesinada por su esposo, angustiado a causa dados celos. La haba matado al borde de un acantilado y despus, ante la estupefaccin y dolor de sus sbditos, la arroj al mar.Al desaparecerTha bajo las aguas, entraron en erupcin varios volcanes. Los nativos siempre lo consideraron como un castigoes por haber dado muerte el rey a una de sus hijas predilectas. Parte de la isla fue devorada por el mar y el viento se encarg de espo de Tha en lo que qued de ella.Los cabellos... dijo Malco.

    Un bosque interrumpi Nona. Parecen sauces.Si, lo son. Y aquellas dos colinas...Los dulces senos de Tha le volvi a interrumpir. Me equivoco?Pues no, ests en lo cierto. Segn los nativos, nunca hubo senos tan perfectos como los de su reina asesinada.No son ms que dos colinas coment ella secamente.Se trata de un smbolo dijo Malco y suspir. Por qu te empeas en quitar poesa a la leyenda?Estoy celosa dijo con un mohn de enfado.Malco sonri al tiempo que lograba zafarse de un alegre empujn de Nona, a la que pareca divertirle la idea de arrojarlo al mar.Quieres que sirva mi cuerpo de comida para los tiburones? pregunt l.No. Lo que quiero es que no te fijes en otra mujer, aunque sea de tierra o de piedra o de lo que sea! Puede sucederte lo mism

    ellos navegantes que, dicho sea de paso, por falta de imaginacin se quedaban...Nona, repentinamente asustada, reparando en lo que le revelara Malco, llev sus manos al rostro.Has dicho tiburones?

    Muchos.Dios mo!Pero, no te preocupes. En la lancha...Y si suben a ella? pregunt con fingida ingenuidad.Quines, los tiburones? Qu cosas! ri.Malco, no consiento que te burles de m.Es que se te ocurre cada cosa... Adems, era una broma. Por aqu no hay tiburones, al menos que yo sepa.Lo haces por asustarme!Ves aquellos dos promontorios? Son los pies de Tha, tan dulces como sus senos dijo l, que aparentaba no haberla odo.Fantstico! exclam ella divertida. Claro que, despus de lo de los tiburones, se puede esperar de ti cualquier cosa.Para m, Tha siempre ha sido la isla de los sueos. As la llamaba. En ella pas parte de mi infancia... Fueron esos aos en los qenza a valorar cuanto lo rodea, a intrigarse por cuanto ve, a preguntarse por cuanto no comprende, que viene a ser todo. Esos aoprincipalmente, se empieza a soar. Y, con los sueos, tanto reales como fantsticos, se viven muchas aventuras. Fabulosas pe

    ntiles, increbles distorsiones y asombrosas maquinaciones. Sueos imposibles...

    Y Tha?Todo el que vive en esta isla acaba pensando alguna vez en Tha. Segn la leyenda, ya sabes, era una doncella muy hermosa.Te enamoraste de ella?De nio? Es posible.Y yo tan confiada! dijo Nona con un gracioso mohn acusador.Figrate, cuando estabas en la cuna, yo ya te tricionaba le respondi Malco para seguirle la broma.Los dos rieron divertidos.Eres serio, pero algunas veces tienes cosas de nio le dijo mientras le salpicaba tomando agua del vientre de la lancha.Lstima que no lo sea, que haya pasado el tiempo que nunca vuelve, que haya perdido la inocencia suspir nostlgico, si

    ctamente la razn de aquella repentina melancola. En el bosque, cuntas veces entr en l pensando que iba a correr grandes peatacado por espantosos y desconocidos animales! Pero ah solamente hay lagartijas...Ya me lo has contado.Seguro? pregunt con el ceo fruncido Malco, simulando preocupacin.

    S; y varias veces dijo ella y cont con los dedos.Me repito, y eso es terrible! exclam con exageracin Malco.Te ests haciendo viejo.

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    Ser eso.Tonto!Malco se fij en el vientre de Nona.Notas algn dolor?No, ninguno respondi ella y se llev las manos a la altura de los rones. Las molestias de costumbre, nada ms.Tal vez no te siente bien ir en lancha. Encima en este trasto de los demonios! exclam malhumorado al tiempo que se acordro. Falta poco.Dos meses, ms o menos.Poco.Una eternidad.Antes de que nos demos cuenta, ya seremos padres por tercera vez. Quin nos lo iba a decir! A este paso... De verdadentras bien?Por qu no? En caso contrario, te lo dira.

    La isla cada vez se encontraba ms cercana.

    Malco tom la direccin del pequeo puerto de Tha.En la drsena, unas cuantas lanchas de pescadores y contados barcos de cabotaje.Es extrao... murmur Malco.El qu?Las gaviotas.Qu les pasa a las gaviotas? pregunt intrigada.No estn.Es que las habas contratado para que nos dieran la bienvenida?Las gaviotas nunca abandonan el puerto.

    No s dijo ella, indiferente.Malco le indic el malecn, la lonja del pescado y los mstiles de los barcos. Estaba acostumbrado a ver las gaviotas flotar en las traas de la drsena, encaramadas en los tejados ms cercanos al puerto o subidas a los mstiles. Pero nicamente brillaban al ementos, diseminados por todas partes.Por qu te preocupan las gaviotas? pregunt ella vindolo otear.No me preocupan, slo que resulta raro que no se las vea por aqu. Adems...Quiero un helado le interrumpi ella.Cmo?Que quiero un helado. Tiene que ser de vainilla. Qu ibas a decirme?Ves a alguna persona?No...Ni gaviotas ni...Una isla abandonada! Malco, no habr helados! exclam fingiendo estar desesperada.Basta de tonteras! grit Malco, impulsado por una incomprensible inquietud.Nona, que iba a rer, se qued seria.Nada nos advirtieron en la costa. En caso de estar abandonada la isla, nos lo habran indicado. O es que all no saben nada docurre? Tiene que haber algn que otro turista... Es absurdo! exclam l.Ya no me quieres murmur ella sin mirarlo.A qu viene eso?Si me amases como es debido, te preocuparas de buscarme un helado. En cambio, me hablas de gaviotas! Malco, ya ests canLo s!Paciencia, se dijo Malco.Tendrs el helado!De veras? y Nona le sonri.Te lo aseguro contest l dominndose, sin nunca dejar de tener presente lo que le advirtiera el mdico, que su esposa era unimpresionable y que durante el embarazo debera mostrarse harto amable con ella. Bien, ya estamos en la isla.Tengo los zapatos empapados!

    Y yo. Pero eso no es una tragedia...Los nuevos, Malco!Si los ponemos al sol, no tardarn en secarse. Hace mucho calor.Se estropearn a causa del salitre.Pues que se estropeen! Venimos a descansar no a preocuparnos por los zapatos.Malco, en la lejana, crey ver un grupo de gaviotas, como si se alejaran de la isla.

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    co detuvo el motor cerca de un malecn del puerto. Despus de arribar, ayud a Nona a bajar de la embarcacin, quien lo hizo coneza.Y ahora? pregunt ella.Amarrar la lancha. Es cosa de un momento dijo mientras sacaba las maletas.Nona, al tiempo que Malco desenrollaba una maroma, mir distradamente a su alrededor.Estaban solos en el puerto.Su vista recorra el malecn, las redes de los pescadores tendidas al sol, los vientres de las lanchas, las casas blancas y bajas.Junto a la lonja de pescado, descubri un puesto de helados.Voy a comprar un helado bien grande! dijo a Malco y le indic el lugar al que se acercara.Y el heladero?No parece estar, pero es lo mismo. Consulto la lista de precios y le dejo el importe. No creo que eso le moleste.Desde luego que no dijo Malco, que ya preparaba un nudo. Est bien, ahora te alcanzo. Vaya antojos! exclam antes de q

    uera. Primero eran las tartas de manzana; despus, meln con jamn... Abusas de mi bondad, como siempre. El tiempo de los anque haber pasado.Seguro? pregunt ella con una sonrisa de picarda.No, claro que no suspir, a juzgar por lo que ocurre.Nona se encaminaba hacia el puesto de helados y Malco amarr la lancha lo mejor que supo.Es posible que se hunda, dado su estado se dijo. Pero, bien atada, al menos sabremos donde est, si de ese modo ocurrante, estos nudos no son precisamente marineros y se ri de s mismo.Al dar la ltima vuelta a la maroma, se fij en algo que asomaba detrs de una pila de cajones de arrastre del pescado.Parece un ala...Dej la maroma y se acerc a los cajones, amontonados en desorden. Entre ellos estaba una gaviota, con las alas extendidas y el prto.Muerta murmur, despus de tomarla en sus manos. Es como si le hubiesen retorcido el pescuezo... Y las dems? se p

    gado mirando al cielo.

    Nona interrumpi sus pensamientos.No hay helados dijo contrariada.Entonces, qu hay en ese puesto?Abr los cubos y... tan slo haba un lquido viscoso y caliente! Los helados se han derretido, tal vez desde hace algunas horas. Mgaviota?Pues... como los helados.Muerta? pregunt aterrada.S.No la toques! grit con asco.Por qu?Me da miedo!Pero...Temo a la muerte.Como todos.Malco, esta gaviota me pone nerviosa. Por favor, aprtala de mi vista! Slo quiero estar rodeada de vida, de vida, cario

    esperacin se reflej en su rostro. No hay helados, una gaviota muerta, nadie en el puerto... Qu isla es sta? No me agrada!No comprendo lo que ocurre... dijo Malco, un tanto desazonado a causa de una llegada a la isla como aquella, jams previstaonos de aqu. Seguro que los isleos estn en sus casas. Hace demasiado calor... La gaviota tiene tambin un anzuelo clavado en...Calla, te lo ruego!Malco dej caer al mar el cuerpo agarrotado y fro de la gaviota.Nona le tom del brazo y, en tanto profera hablar de otra cosa, le dijo:Aquella colina? y repentinamente se mostr animada.Uno de los senos de Tha.Estando en ella, la isla parece ms hermosa.Te gustar dijo Malco y se esforz en mostrarse despreocupado aunque sin saber la razn, continuaba alarmado. Sient

    eno, no hay que darse por vencidos! No tardar en comprarte un helado.Te muestras inquieto.

    Oh, no! exclam sonriente. Ya sabes que me agrada satisfacer todos tus caprichos. Quiz en aquel bar vendan helados. SloY si no hay nadie?Pagaremos lo que consumamos, al igual que ibas a hacer t con el heladero. Despus, a la sombra, esperaremos a que lleguen

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    blo y... Todo esto sigue casi igual a cuando me fui... dijo y mir hacia las ventanas de las casas con la esperanza de descubrir a as de ellas.Dnde estarn?Realmente, no tengo ni la menor idea pero algo le vino a la cabeza. Ahora que recuerdo, por estas fechas se trasladaban

    emo de la isla. Deben encontrarse cerca de los pies de Tha! Qu estpido he sido! y se dio un manotazo en la frente. Preoc.A los pies de Tha? inquiri ella curiosa. Que hacen all?Es la zona ms frtil de la isla. Esta es poca de siembra. No obstante, es raro porque alguien debera haberse quedado aqu. Snecesitado la colaboracin de todos dijo no muy convencido.Malco... y ella se detuvo.Qu?Ah est un nio.S, lo veo, pescando.

    Pregntale.Malco se acerc al nio.Hola, muchacho! y le dio una palmada en la espalda.El nio sigui con la vista en el hilo de su tosca caa de pescar que se perda en el mar a unos cuantos metros de distancia, all dondrcho.Qu pescas? le pregunt amable.El nio, tras guardar silencio, le respondi nicamente con una inexpresiva sonrisa.Malco pens que, su presencia, no deba agradar al muchacho.Oye, dnde estn los dems?El nio, sin mirarlo, se encogi de hombros.Qu cebo pones? pregunt Malco al reparar en la cesta que el pequeo tena a su lado. Djame ver... Yo tambin sonado a la pesca. A eso he venido a la isla, porque descanso mientras pesco. Podras recomendarme algn cebo en especial, as po.

    Malco iba a abrir la cesta del nio, pero en cuanto hizo el ademn de levantar la tapa, el pequeo, con una fra mirada, se la arrebat.Djalo intervino Nona. Estar malhumorado porque an no ha pescado nada. O, sencillamente, porque no le caes bien. Estoue no conoce al osito Pilgrim...Los dos sonrieron.Aquel nombre les era muy familiar.Quedamos en no mencionarlo dijo l.De acuerdo, de acuerdo. Nos olvidaremos del osito Pilgrim respondi ella y dej de mirar al pequeo, que segua con su petarles ninguna atencin, pero con la cesta en su regazo.Vamos.Nona le seal unas rocas.Hay ms nios all le dijo. Parece que se divierten.Estn lejos. No me apetece ir hasta all con este calor. Tomaremos algo en el bar. De seguir aqu, acabaremos con una buena insoMalco, como pudo, carg con las maletas.De las rocas les lleg una cancin infantil.

    Malco empuj la puerta del bar. Al entrar observ que tambin ofreca un aspecto desolado. Tan slo se oa el pesado vuelo decardn.Nadie... murmur.Da la impresin coment Nona de que los clientes se fueron de aqu con mucha prisa.En las mesas haba bebidas a medio consumir.S, tienes razn dijo l. Esto no es normal.Habr pasado algo?Qu va a pasar? y disimul su intranquilidad.No lo s. El horno est encendido, y hay comida en l.Abandonaron lo que estaban cocinando. Esos pollos quemados, esas cazuelas ennegrecidas...

    Lstima de carne y pescado! exclam Nona, que en su casa era muy rigurosa en cuanto a desperdiciar los alimentos. ente ser apagar el fuego.Ahora lo har.Qu significa todo esto? pregunt ella al tiempo que miraba a su alrededor.Malco se encogi de hombros. Desconect el horno elctrico.Lo nico que s dijo, es que nadie se marcha a sembrar dejando as las cosas. Mejor ser no hacer suposiciones. raremos de lo que ha sucedido. Tarde o temprano alguien vendr y abri una nevera. Helado?Ya no me apetece.No te sientes bien? Hace un momento...No es eso. Se me ha pasado el antojo. Pero tengo sed y se sent en una desvencijada silla.Antes, dame tus zapatos. Los sacar ah fuera, para que se sequen al sol. En las escaleras del bar, en unos minutos, no les queda

    o de humedad.Al menos aqu nos guareceremos del sol. Los ventiladores estn apagados. Por qu no los pones en marcha?Ya dijo y busc el interruptor.Aydame a quitarme los zapatos.Abusas de m dijo y los ventiladores comenzaron a enviarles un aire fresco, reconfortante.

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    Con cuidado, no me vayas a hacer dao.Malco, tras quitarle los zapatos, se acerc a la nevera.De momento, tendrs que conformarte con cerveza. Eso s, bien fra. No hay otra bebida.Si no hay otro remedio... suspir Nona, a quien no le gustaba la cerveza. Preferira una limonada. Y tengo hambre!Salvo azcar...Dios mo, qu cmulo de contrariedades! Malco, qu piensas hacer?Esperar.Hasta cundo?Pues hasta que vengan los isleos.Nona, tras morderse los labios, pregunt:Crees que podremos descansar en estas vacaciones?Te abro la cerveza?No cambies de conversacin. Contstame. Crees que podremos descansar en estas vacaciones? rog.

    Nona, en caso de no resultarnos agradable la isla, nos volvemos a la costa.Es como si estuviramos en el fin del mundo...Procura relajarte le dijo y le sirvi la cerveza.Es tan fcil! suspir.Mientras Malco dejaba los zapatos en las escaleras de la entrada del bar, Nona se acomod en la vieja silla situada al lado de su v

    de all vea casi todo el puerto y varias calles. Intent descubrir el rostro de alguna persona en alguna parte, pero fue intil.Ni un perro... susurr.Decas? le pregunt Malco, que entraba en el bar.Nada de particular.Yo s. Traigo novedades. No estaba equivocado.En qu? pregunt ella con curiosidad.En el color de la isla.Decas que era roja.

    Rojiza.Pero es amarilla.Amarillenta, Nona. Y sabes por qu?No...Acabo de descubrirlo. No nos habamos fijado. Pero, al agacharme para dejar los zapatos, he encontrado esto.Malco extendi su mano. En la palma tena unas diminutas bolas amarillas, al igual que el polen, sin peso. Las hay por todas p

    di.Y qu son?No lo s.Nona cogi unas cuantas.Porosas...Esta especie de bolas son las que dan el tono amarillento a la isla dijo satisfecho al comprobar que no lo haban traicionerdos.Cada vez entiendo menos, cario. Pero, sigo teniendo hambre! le suplic.

    Por aquella calle haba una tienda. Supongo que an existir. Vamos?Hace mucho calor. Adems, estoy cansada. Te espero aqu.Como quieras.Malco, fuera del bar, se calz los zapatos. Ya estaban secos. Tan secos como su boca.

    Malco, a quien nicamente se le cruzara un perro arrastrando la lengua por una acera, caminaba solitario por una de las calles del ba distradamente a su alrededor, quiz con la esperanza de poder saludar a alguien.El sol le haca sudar, cada vez era ms fuerte el calor.Resulta raro, en pleno da, escuchar en una calle como esta solo tus propios pasos se dijo.Se detuvo repentinamente al ver cerrarse la ventana de una de las casas. Tras unos instantes de indecisin, lleg hasta la puerta denda en la que, por lo observado en la ventana, hubo de pensar que, sin lugar a dudas, tena que haber alguien dentro.

    Dio a la aldaba y llam varias veces.Nadie respondi.Acabar gritando... murmur contrariado.Pero, la puerta, a una dbil presin de su mano, se abri.Malco, prudente, por temor a que lo consideraran un entrometido, entr dando unas palmadas.Buenos das!Aguard a que le contestaran.Nadie... suspir.Malco se atrevi y abri una puerta que daba a un humilde dormitorio. La habitacin, presidida por una cama de matrimonio deba en el ms completo desorden.Una figura de porcelana cay de un anticuado tocador y lo sobresalt.No hay fantasmas se dijo con una dbil sonrisa; procur tranquilizarse.Iba a recoger la figura hecha pedazos, pero la ventana le llam la atencin. Era la que haba visto cerrarse, cosa que comprob al mirlle.El pasador est echado. Esto tuvo que hacerlo alguien y se mes la barbi lla. La ventana no pudo cerrarse por s sola...Sali de la habitacin, ya sin preocuparse de la figura cada. Sospech que estaban jugando con l al escondite. Pero tampoco hab

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    as dems estancias de la casa. En la ltima que entr era con seguridad el cuarto de los nios, aunque apenas hubiese juguetes en elMalco repar en un libro colocado en una estantera.Lo cogi con una sonrisa.Pilgrim en el Polo Norte, era su ttulo.El libro estaba sucio, desencuadernado, muy sobado.Habr pasado por las manos de todos los nios de la isla. Nunca haba visto una coleccin tan impresionante de manchones de toes. No cabe duda de que al menos una de las aventuras de Pilgrim es conocida por los pequeos de Tha.El osito Pilgrim era un personaje muy popular creado por Malco, cuya vocacin de escritor se haba dado a conocer de una fo

    uliar que hasta sorprendi al propio implicado.Una noche, tras invitar a cenar a un escritor de novelas policacas con el que trabara amistad durante el servicio militar, este lo oy c

    nto a los nios, antes de que fueran a dormir, como era su costumbre. El cuento entusiasm al escritor. Lo anim a que escribiera aquntara para entretener a sus hijos. l se encargara de encontrar editor. El xito fue fulminante. As abandon su despacho de abogadoLo que no s, osito y dio con el ndice en la cara de Pilgrim, que estaba en la portada vestido de esquimal, es si les gustas o

    s de esta isla. Pero, como supongo que no son diferentes a los dems, puedes estar orgulloso de divertir tambin a los pequeos dead es que, no esperaba encontrarte aqu y sonri.Malco dej el libro en la estantera y sali a la calle.El sol lo ceg por unos instantes.No oy el murmullo de unas cuantas voces que provena de algn rincn de la casa.

    Este calor... y mir las aspas de los ventiladores, que comenzaban a perder fuerza, como si se cansaran despus del arranqa sido tan engaoso como prometedor.Nona se agach para coger un peridico y abanicarse con l.De hace quince das di jo tras leer la fecha del diario, que tena rotas todas las pginas, cual si alguien se hubiera entretenido en edacitos el papel.

    Nona se dio aire y pens en sus hijos. Haban estado a punto de llevrselos consigo de vacaciones, como siempre haban hechpus de diez aos de estar casados, estimaron oportuno viajar solos, aunque fuera por una vez. No obstante, Nona los echaba deuro que, a aquellas horas, ya habran recorrido sin descanso todo el pueblo. Pero, por otra parte, concluy que estaban mejor en laa abuela. La isla, pese a lo que de ella le contara Malco, no pareca ofrecer ninguna ventaja, ni tan siquiera la de descansar. Por el ma ignoraban si efectivamente estaba habitada.Se desabroch la blusa.Sus senos, aunque hubiera dado el pecho a sus dos hijos, se mantenan erguidos, ahora ms turgentes al estar en los ltimos mearazo.Pocos das... y se angusti al pensar si en la isla no habra un mdico, alguien que la pudiera atender si el acontecimiento se preLa cabeza de un nio asom por la ventana que estaba a su lado y ahuyent su repentina preocupacin.El nio, sin moverse, la miraba con intensidad.Nona le sonri.Entra, pequeo le dijo e hizo un gesto con la mano.Pero, el nio, sin pestaear, sigui mirndola, con ojos grandes, muy abiertos, sin ninguna expresin en el rostro.Nona, algo desconcertada, observ atentamente al nio e intuy que no era precisamente a su rostro a donde miraba el pequeo.Era a sus senos, que asomaban casi completamente por la blusa desabrochada.Es absurdo, es absurdo se dijo turbada, tras observar el escote.Y, llevada por un pudor que consider increble dado quien estaba ante s, un nio, un simple nio, se abroch la prenda.Cuando dirigi de nuevo la vista hacia la ventana, el nio ya se haba ido.

    Malco, tras observar a travs del escaparate, entr en la tienda.Hay alguien? pregunt, por pura rutina.Silencio, un pesado silencio lo rodeaba, roto tan solo por el vuelo de los moscardones.La tienda, en la que haba de todo, como si se tratara de un rudimentario supermercado, estaba invadida por montaas de latas, bos.

    Tomar una lata de sardinas se dijo. A Nona le gustan y esta es una buena marca. Tambin una de berberechos y otra de cano, no... No puede tomar marisco.Decidi hablar en voz alta, por hacerse de esta manera la ilusin de estar acompaado.Los esprragos, pueden servir. Y las croquetas. Habr que calentarlas. Si Nona estuviera dispuesta a cocinar podra llevar... Mhichas.Malco guard lo requerido en una bolsa que cogiera en la entrada de la tienda, junto a la caja registradora.Es suficiente se dijo y se encamin hacia el mostrador donde estaba la caja registradora.Se detuvo al ver una graciosa mueca, de muchas pecas, tantas como las que tena su hija por toda la cara, que casi formaban una

    e los ojos.La tom para examinarla.Con el traje tpico de los isleos y le movi los bracitos de plstico. A Esther le agradara una compaera as, no me cabe dsiasman las muecas. Claro que, eso lo hereda de su madre. Pero, hay tiempo. Se lo dir a Nona, que venga a verla.Dej la mueca y sustrajo un sombrero de paja para su mujer.

    En el mostrador, con una caja registradora de modelo antiqusimo, tanto que l haca muchos aos crea desparecido, fue sacanda cuanto retirara de los estantes para mentalmente sumar los precios.Espant a varias moscas de su alrededor, molesto.

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    Malco se volvi para mirar de nuevo a la mueca.Seguro que a Esther le gustar y, decidido, fue en su busca.Puso a la pecosa con las dems cosas.Una lata, al guardar de nuevo lo comprado en la bolsa, y tras dejar para el final a la mueca, se le cay al suelo.Malco, despus de contar el dinero y dejarlo sobre el mostrador, se agach a por la lata, no sin antes murmurar:Es como si en esta tienda se hubiesen reunido todas las moscas del pueblo!Si la lata hubiera quedado unos centmetros ms lejos, detrs del mostrador y no a uno de sus lados, Malco habra visto el cuerpo

    er en medio de un charco de sangre seca y negruzca.La mujer, mutilada, estaba cubierta de moscas.Como dos cuerpos ms que yacan en la trastienda.Malco, antes de irse, dej una moneda ms por una bola de chicle.

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    s

    ona hubiera sabido que Tha contaba con una centralita telefnica, al or el timbre de un telfono no se habra sorprendido, tanto que ie de un salto. As era, porque se instal haca unos aos con la finalidad de que los ingenieros llegados a ella pudieran mantenacto entre un extremo a otro de la isla. All estaban ellos debido a un plan sin resultado de prospecciones petrolferas.Cuando acert a dar con el aparato telefnico del bar, colgado en una pared junto a un mugriento servicio, que era tanto para hombremujeres, dud en contestar.La llamada, claro, pens, no era para ella.Ser un recado...? se dijo y le result agradable la idea de poder ponerse en contacto con alguien en aquel lugar.Al decidirse, ya no haba nadie al otro lado de la lnea.Tard demasiado murmur mientras dejaba el auricular manchado de grasa.Volvi a sentarse al lado de la ventana.Se acord de sus hijos.Y del osito Pilgrim.

    Sonri.Su amigo, el ratoncito Keaton, le pregunt:Dnde ests?.Pilgrim mir a su alrededor y respondi con una frase absurda e incongruente:Donde se cree estar, pero donde no se est.Y el osito se rasc una oreja.Nona observaba las calles desiertas. Se dijo que aquella conversacin de los dos personajes ms populares de su marido, que le v

    moria, resuma la interrogante que naciera en su cabeza.

    Malco, de regreso al bar, se detuvo.Eran risas cercanas.

    De nios... se dijo al escuchar, al pretender adivinar de dnde procedan, al escudriar las ventanas de las casas que daban hque ya casi recorriera en su totalidad.Pero estaba solo.Juegan al escondite, juegan... y sonri; se convenci de que los pequeos isleos se estaban entreteniendo a su costa. Quie

    descubra, que los busque por todas partes. Les divierte el mantenerme intrigado. Pero, si aparento no hacerles ni el ms mnimnces sern ellos los que se presentarn ante m, curiosos por mi indiferencia.Las risas, despus de unos instantes, cesaron.Malco crey or, en alguna de las casas, rpidas pisadas.Se van a otra parte se dijo, y resisti la tentacin de mirar al lugar del que juzgaba le llegaba aquel ruido, cual si se tratara de uos que pisoteaba una escalera.Al seguir su camino, repar en un viejo edificio sobre cuya puerta colgaba un letrero, descolorido, sin apenas letras.Era la escuela.Por la puerta entreabierta se escapaba una cancin infantil que por un momento hizo retroceder a Malco a sus tiempos de colegial, s las vacaciones resultaban maravillosas y eternas.Entr.Era una nia la que cantaba. De espaldas a l, sentada en el primer pupitre, inclinada sobre la tabla, pareca absorta en su trabajo ctica.Malco se acerc a ella.Hola le dijo.La pequea ni lo mir.Malco dej estiradas sus piernas en el pasillo y se acomod como buenamente pudo en el pupitre de al lado. La nia, sin interesera su presencia, frotaba entre sus manos la masa de cera plstica con la intencin de darle forma tubular.Te ha comido la lengua el gato? le pregunt, confiado en que obtendra respuesta, si quiera fuera con un movimiento condicionbro o de cabeza.Pero no hubo contestacin.Malco suspir.La nia, de perfil, tena una nariz respingona, muy graciosa.

    Eres como Esther.La pequea no sinti ninguna curiosidad por aquella Esther que el hombre le mencionara, aunque se pareciera a ella. Levant la vis

    ncerado. Malco tambin mir. All, en la izarra, escrita con letras ma sculas, con faltas de orto rafa, le la ms rande obscenida

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    te humana se le pudiera ocurrir. Estaba dedicada a la maestra. Y debajo, pintado groseramente, un pene de exageradas proporcioobservaba al sorprendido hombre por el rabillo del ojo y ri, aunque intentaba contenerse. Malco, confundido, no saba qu hace

    r. Aquello se le antojaba absurdo, irreal, como producto de una estpida pesadilla. Invadido por una extraa angustia, tras intuir louea quera hacer con la cera plstica, sac de la bolsa la mueca que comprara y se la tendi, con una expresin que era como si lla cogiera, que olvidara la inmundicia que estaba formando. La pequea, con una dbil sonrisa, dej la cera plstica en la tabla del

    la mueca con sus dos manos. Malco vio cmo la nia acariciaba la mueca y se seren.Te gusta?La pequea, de repente, se puso en pie. De su rostro haba desparecido la sonrisa. Su mirada, penetrante, fra, sobrecogi a Malcri en un fugaz instante, sin dar tiempo a que Malco se levantara. La nia arroj la mueca a sus pies, con toda su fuerza y le ro

    eza. Despus la pisote con rabia, al tiempo que profera nerviosos gemidos, como los de una bestia salvaje. Se fue corriendo por eado por los pupitres y se perdi en la calle.Malco, an sentado, con un grito ahogado en su garganta, contempl atnito la mueca destrozada.

    Nona recogi sus zapatos de la escalera y sali a recibir a Malco, a quien viera aparecer por una calle distinta a por la que se fuera.Te perdiste? le pregunt, mientras sacaba de la bolsa que le tendiera su marido el sombrero de paja, compra que considerto bajo aquel aplastante sol.Di una vuelta respondi Malco, que prolong su camino para lograr serenarse, al menos lo suficiente para que ella no sospechlo tena preocupado. Ciertamente, l tampoco saba con exactitud por qu se hallaba nervioso. Quiz porque jugaran con l al es

    por culpa de la actitud de la nia. Pero, esas cosas, en la gran ciudad, no eran extraas. Ocurran con frecuencia. Trabajo puiatras.Es bonito di jo Nona sealando el sombrero.Prubatelo.Nona ech los cabellos hacia atrs con un movimiento de cabeza que a Malco siempre le agradaba mucho, tal vez por lo que el ge

    emenino, y se puso el sombrero.

    Muy bien dijo Malco.Te gusto? pregunt ella divertida.Mucho.Nona abraz a su marido y lo bes. Despus se apart y exclam con los brazos en alto:Tengo hambre!Los dos rieron y entraron en el bar. Mientras Malco sacaba las cosas de la bolsa, Nona busc un espejo donde comprobar personalmbrero de paja la haca tan atractiva como le insinuara su marido.Has visto a alguien? pregunt tras darse por vencida.El espejo del servicio estaba tan mugriento que contemplarse en una cosa tan sucia le produjo un profundo asco.Malco tard en responder:No.Prefera no contarle nada de lo ocurrido a su mujer.A nadie?Slo al osi to Pilgrim respondi Malco y se esforz en dar un tono festivo a la conversacin.A Pi lgrim? y ella se le acerc. Es que vive en esta isla?En una casa, en la que entr porque cre que haba alguien dentro. Me encontr con uno de mis libros en la habitacin de los chicosMagnfico!Por qu? pregunt l, que no comprenda la alegra de su esposa.Nona, como si protagonizara un almibarado anuncio para ser emitido por la televisin, dio vueltas sobre s misma, para que as le b, y dijo canturreando:Lean las aventuras del osito Pilgrim! Famoso hasta en la isla de Tha, el lugar ms perdido del mundo! Lean las aventuras dim! y ri divertida.Y t? pregunt Malco cuando ella dej de dar vueltas para apoyarse fatigada en la mesa en la que l dejara las latas de conservQu?Tampoco has visto a nadie?A un nio; de la edad de nuestro David.Entr?

    No; estuvo detrs de esa ventana y no le hizo referencia a la extraa impresin que le causara la mirada del pequeo.Tal vez, opin Nona, ella se hubiera equivocado al juzgar la actitud del nio, aunque le costaba creer que aquellos ojos no recmente sus senos, como si quisieran acariciarlos.Bueno, aqu tienes de sobra para calmar tu apetito dijo Malco y seal a la compra mientras su pensamiento estaba en la n

    piera la mueca impulsada por una especie de repentina animadversin.La mueca la haba dejado en el cubo de la basura de la escuela. Adquiriran otra cuando volvieran por la tienda.Por primera vez, desde que estaban casados, los dos se ocultaban algo.Malco! y sobresalt a su esposo.Qu diablos...? dijo e inconscientemente mir hacia la puerta.Hay telfono!Dnde?Aqu, en el bar, junto al servicio, en un lugar asqueroso, por cierto y con los dedos, para demostrar su desagrado, se tap la narizCmo diste con l?

    Hubo una llamada. Pero, cuando me decid a contestar, ya fue demasiado tarde, haban colgado. As es que no s quin era.Supongo que no sera un nio. Porque, hasta ahora, slo hemos visto a chicos. Y esta isla no es precisamente Jauja. En la coon que no haba comunicacin con Tha. Ser una centralita local. No obstante, bueno es saberlo. Y ahora, madame, usted se sienta.

  • 7/30/2019 el juegos de los nios

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    n placer el servirla le hizo una reverencia.Rieron.Pero Malco segua con la nia de la escuela en su pensamiento. No imaginaba a una hija suya hacer una cosa as. Quiz la peque

    a ni tan siquie