El Indio Evanescente. El Estudio de La America Colonial.

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    Anales del Museo de Am érica, 5 1997):53 72

    EL INDIO EVAN ESCEN TE. EL ESTUDIO DEL A A M E R I C A C O L O N IA L 1 )

    o s é L u isde R o j a sUniversidad Complutense de Madrid

    Gran parte del problema estriba en qué se quiere ver y para qué.Existen las especialidades y, a la sombra de ellas, prosperan los especialis-tas, hasta que se reproduce un cambio similar al que se dio en Inglaterra enla Edad Media: el cercado de los campos y, a ser posible, con vallas altas,para que el vecino no vea lo que se cuece en nuestra olla. Junto a ellomedran los lenguajes específicos , de manera que las barreras se acent anmás y los pobres ilusos que, como nosotros, están de acuerdo con las

    siguientes palabras del profesor Jiménez (1972: 163):

    Espacio, tiempo y problemática son variables tan amplias ycomplejas en la historia cultural del Nuevo Mundo que para su ela-boración resultan absolutamente necesarias la división en partes y laespecialización en métodos. Sin embargo, esta necesidad prácticano invalida el hecho científico de que el desarrollo cultural de América es un proceso continuo y de una misma naturaleza que debemosintentar reconstruir, analizar e interpretar como un todo.

    lo t ienen d ifícil

    El objetivo final es el que más sufre en el transcurso de las investiga-ciones. Profundicemos en lo ya dicho. las venta jas de la especializacióncomo mejora de las técnicas de análisis traen consigo los inconvenientes dela pérdida de contacto con el conjunto, expresada en muchas ocasiones enel desarrollo de lenguajes particulares que complican enormemente la com-prensión entre especialidades. A eso debemos unir los distintos intereses delos especialistas en cada tiempo o región, que dificultan en gran manera laposibilidad de realizar estudios de gran profundidad temporal por no existirpuntos de contacto entre lo que unos y otros estudian o no poder relacionarlo que unos y otros escriben. Carrasco (1987b: 27) ha puesto de manifiestoalgunos de los problemas:

    El estudio de las culturas prehispánicas difiere mucho del delas culturas indígenas actuales, aunque ambos hayan sido cultivadospor antropólogos. Por una parte, las características de las culturasmismas - el contraste entre las antiguas civilizaciones aborígenes ylas pequeñas comunidades rurales de hoy - forman la base paraesas diferencias. Pero a ellos se une la visión fragmentaria de lasculturas antiguas determinada por lo limitado de la información quese encuentra en las fuentes escritas y, sobre todo, en el materialarqueológico, en contraste con la posibilidad de estudiar todos lostemas imaginables al tratar de las comunidades vivas como lo haceel etnógrafo de campo. A todo esto se añaden, además, las diferen-

    1 Esta es una versión revisada del semina-rio que con el mismo título fue impartidoen el Museo de América de Madrid, entro el I I C U R S O D E F U E NAgradezco a D Ana Verde y a D. JuaJosé Bata lla el haber podido expresarmis ideas verbalmente entonces y porescrito ahora.

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    EL INDIO EVANESC ENTE. EL ESTUDIO DE LA AMERICA COLO NIAL

    proceso total del desarrollo cultural de América. Así como la arqueología es el método fundamental para el largo período prehispánico yla etnología, entendida en sentido estricto y más tradicional, es lafuente básica para el conocirffiento de las actuales culturas indígenasde América, la etnohistoria es el método más importante para lossiglos que van desde el contacto con las culturas europeas hasta elpresente. En algunas áreas es posible penetrar con este método losmomentos más tardíos del período prehispánico, aunque opino queel verdadero método etnohistórico requiere mucho más que la simpleexistencia de unos cuantos textos indígenas de difícil cuando nodudosa interpretación.

    Algunasnovedades han venido a precisar el modelo propuesto porJiménez. La etnología, por ejem plo,escapa cada vez más de ese sentidoestricto y tradicional , abriendo nuevos campos y proponiendo otros proble-mas. La ling ística está haciendo aportes considerables a campos antes casiintocables, como la discusión de la lengua que se hablaba en Teotihuacan,por ejemplo, pero mucho más en el desciframiento y lectura de las inscrip-ciones mayas. Una nueva disciplina ha aparecido ahí, con un amplio campo

    de trabajo muy especializado que debe conducir a poner a disposición delos investigadores una considerable cantidad de textos a los que habrá quesometer después a la crítica habitual, una vez pasado el deslumbramientoinicial. Y esas lecturas no tendrán trascendencia solamente para el mundomaya, sino también para Mesoamérica en conjunto, abordando temas tancomplejos como la cronología.

    Un problema es el siglo XIX. Parece que m uchos investigadores inter-pretan que la etnohistoria es el método de estudio de la época colonial, ydejan el primer siglo de independencia de la mayoría de los países america-nos al margen saltando al siglo XX .

    La clave está en precisar el por qué del uso de diferentes metodologías. Carrasco nos da una opinión, queen realidad no contradice la de otrosautores, pero que la experiencia nos ha demostrado que es difícil de asumirpor los estudiantes. Veamos la cita:

    Esto quiere decir que no vemos a la etnohistoria como unadisciplina aparte con una base teóricaindependiente sino como unatécnica de obtener datos; o sea, es un estudio que se realiza a basede documentación histórica por el mero hecho de que tratamos consociedades del pasado que no se pueden observar directamente. Sehace etnohistoria porque la naturaleza de las Fuentes de información(documentos escritos) así lo exige, en contraste con el trabajo decampo que se hace en sociedades vivas o a la arqueología que estu-dia los restos materiales de sociedades extinguidas. Pero los datosde la etnohistoria se estudian a la luz de los planteamientos genera-les de las ciencias sociales y con vistas a resolver cuestiones suscita-das por esos m ismos enfoques teór icos genera les Ca rrasco1987a:23).

    Aunquese refiere a la etnohistoria, junto a ella define los criteriosselectivos de las otras materias, métodos o disciplinas: la naturaleza de lasfuentes de informa ción y su aportea la tarea com n , aporte que no esexclusivo de la etnohistoria, sino de todas las divisiones. Carrasco, pues, las

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    pone en pie de igualdad y elude conflictos Ilamando al nivel superior, elexplicativo, el com n, ciencia social (la singularizacián es nuestra). Unaventaja de esta descripcián es que no es excluyente. Cuando disponemos demás de un tipo de documentos, debemos aplicar más de una metodología. Yahí vemos como en muchas ocasiones, la excesiva especializacian y unaespecie de chauvinismo metodológico causan un desastre considerable,como todavía ocurre con la cultura azteca, en la que tenemos arqueología y

    fuentes escritas, pero los investigadores no nos ofrecen explicaciones cohe-rentes, como han señalado diversos autores (Nicholson 1955, 1979; Lamei-ras 1986; Smith 1987; Rojas 1994a). Armillas (1987: 58) se quejaba deque era una vergijenza que en cuanto aparecían textos ya no se hacíaarqueología. Y hay razones que lo explican y su exposicián forma parte dela explicacián de los modelos de análisis.

    Los métodos fundamentales deben ser explicados lo más desapasio-nadamente posible, tratando de mostrar su utilidad, sus ventajas y sus limita-ciones. En ocasiones nos encontraremos con que sólo es posible utilizar unmétodo, como ocurre en la mayor parte del período prehispánico, pero enotras hay ocasián de aplicar más de uno y entonces hay que sopesar lo que

    cada uno de ellos nos puede aportar y el esfuerzo que ello conlleva. Noso-tros creemos que tanto la arqueología, como la etnología y la etnohistoriatienen mucho en com n en lo que se refiere a la recogida de datos. Comohemos visto en la cita de Carrasco, las tres compartirían el nivel interpretati-vo, en el que se formulan las hipótesis y se responden las preguntas. Y enlas tres hay corrientes que defienden la importancia del proyecto previo, dela formulacián de preguntas antes de realizar el trabajo de campo, que enel caso de la etnohistoria se realiza en los archivos. Las tres disciplinas tie-nen una parte de recopilacián bibliográfica que no es realmente ni etnolo-gía, ni etnohistoria, ni arqueología. En todo caso, los autores respectivoshabrán practicado esas disciplinas, pero no lo hace el lector, aunque cadauno busque cosas distintas en su lectura. Veamos ahora unas reflexionessobre lo que cada método ofrece.

    RQUEOLOGI

    El material arqueológico procede de excavaciones realizadas bajociertas premisas. Es cierto que las condiciones requeridas han evolucionadocon el paso del tiempo, y que no deja de ser arqueología la realizada en elsiglo XIX o a comienzos del siglo XX, cuando se tenían otras ideas y habíaotras posibilidades. La proteccián de los hallazgos del contacto ambiental nofue relevante hasta la existencia de pruebas como el Carbono-14, por j mplo. Hay que inculcar en el estudiante, como futuro profesional, esta nociande evolucián de la disciplina, para que pueda estar en condiciones de valo-

    rar los trabajos del pasado en su contexto científico.

    E l requerimiento de condiciones específicas de excavacián, y de lainformaciónsobre ellas, deja fuera de este epígrafe a los hu queros y a loshallazgos fortuitos. Eso no quiere decir, de ninguna manera, que no deba-mos conocer y manejar lo que ellos nos proporcionan, pero los problemasde interpretación y, por lo tanto, de utilizaciónde la informacián son dife-rentes y en gran medida entran dentro de otro campo que no ha sido seña-lado por los autores que hemos citado: el análisis iconográfico o la Historiadel Arte. Todo un mundo, importantísimo en nuestra materia para el período

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    prehispánico, pues los Museo s están Ilenos de piezas de procede ncia nocontrolada, clasif icados y fechados por an alogía iconográfica. E n gran m ero de casos, las excavaciones científicas han proporcionad o el marcopara realizar las adscripciones, pero e n otras, también han p roporcionadoagudos problem as. Las sem ejanzas interoceánicas, por ejemplo; los pareci-dos entre piezas ecuatorianas y mesoamericanas y, más recientemente, laexcavación del Tem plo Mayor de M éxico-Tenochtitlan, nos hacen estar sobreaviso sobre pasadas adscripciones. Estaltim a es enormem ente rica. En elTem plo Mayor, en condiciones de absoluto control, ha aparecido arquitectu-ra tolteca, máscaras de Mezcala, piezas de Teotihuacan y piezas olmecas,entre otras. C ada uno de estos rasgos, tratado aisladam ente, habría sidoadjudicad o a la época corresp ond iente a su estilo artístico. Pero son d eépoca m exica y cump lían una función allí. En gran n me ro de casos - salvola arquitectura - no sabem os con certeza si se trata de piezas originales oson de época m exica. Para M esoamérica el problema es nuevo, pero en elViejo Mu ndo tenemos much os renacimientos y copias de piezas antiguas,que no s han perm itido, por ejem plo, conocer gran parte de la escultura grie-ga, que de otro mo do se hubiera perdido. La realidad es que no sabem osqué papel jugaban estas piezas en la cultura mexica, pero podem os pregun-tarnos si no hemos calificado como toltecas y utilizado para reconstruir suimperio edificios mu cho m ás tardíos. Y lo cierto es que tenem os un graveproblema con el presunto horizonte arqueológico mexica . Y hablamos deépocas tan cercanas en el t iempo que lanica ma nera de datar los hallaz-gos con certeza es si presentan fechas asociadas. En el caso ma ya, si existeCue nta Larga, no hay problema, pero en el caso del centro de Mé xico, confechas de Cu enta Corta que se repiten cada 52 años, el juego es posible yla precisión casi imposible. Pero los mu seos están Ilenos de piezas y sería detontos desdeñar la información q ue brindan. Lo q ue hay que hacer es refinarlos mé todos de aná lisis, distintos para cada época.

    Otro problema de procedencia de la inform ación arqueológica es

    el tipo de excavación realizada. Nos pode m os encon trar con el descubri-m iento de un yacimiento, su excavación, descripción y origen de una cultu-ra; y podemos tener excavaciones m ltiples que traten de estudiar proble-m as concretos como patrones de asentamiento, orientaciones astronómicas,etc. Cada cu al es libre de realizar el proyecto que desee . El problema sem anifiesta a la hora de utilizar los datos para co m parar sitios o para cons-truir o reformar interpretaciones. Todavía tenemos hallazgos de culturas nue-vas, si bien esporádicamente, pero nos preocupa el papel rector - casi dicta-dor - de excav aciones antiguas. N o olvidemos q ue el trabajo arqueológicoes nico: no se puede vo lver sobre lo ya realizado. Lanica prueba quequeda e s el informe detallado que rinde el arqueólogo. Es tan impo rtanteeste inform e que casi ha eclipsado el resto del trabajo arqueológico. Predo-

    m ina la descripci6n en la bibliografía y escase a el análisisla reconstruc-ción. En nuestra experiencia arqueológica hem os encontrado dos extremosperniciosos de un mism o problema: el respeto a lo hecho anteriorm ente. Enuno de los extremos se en cuentra el excesivo respeto, el no querer contrade-cir, que Ileva a concluir lo m ismo q ue han dicho los m aestros. A veces ocu -rre que la impo sición e s física, como o currió con los juegos de pelota delclásico m aya y la discrepancia entre el m aestro (M orley) y el discípulo T h o m p s o n :

    En e l curso de nues t ras exploraciones tropezam os conpequeñ os fragm entos de dos anillos de piedra, como los del Juego

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    de Pelota de Chichén. Se hallaban en los escombros existentes entredos montículos paralelos de laderas en declive. Concedimos pocaatención a esas piedras de forma rara, porque en aquel tiempo nose sabía que los mayas también tenían patios para jugar a la pelotacon lados en declive, y además se creía que dicho juego fue introdu-cido por los mexicanos en una fecha muy posterior a la de la ocupa-ción de Cobá. No fue sino hasta tres años más tarde que el Juegode Pelota de Cobá fue reconocido como tal: una buena lección decómo las ideas preconcebidas pueden hacer que uno cierre los ojosa hechos claros y manifiestos. Thompson 1980: 61).

    l otro extremo es la descripción en los informes de la cerámicamaya. Tras la Conferencia de Guatennala (Willey, Culbert y Adams 1967) seaceptó utilizar el método Tipo-Variedad, como herramienta de análisisnnejor que el método descriptivo. La solución, en principio, era buena, perorápidamente el n mero de tipos y variedades creció de manera exponencial,pues en cada yacimiento excavado se daban nuevos nombres a toda lacerámica aparecida. Eso dificultó enormennente la comparación entre com-plejos cerámicos de distintos yacimientos, pues el rastreo de las característi-

    cas de cada tipo para hallar las similitudes es sumamente dificultoso.

    Precisamente, esas similitudes entre yacimientos son las que permitenla definición de las culturas arqueológicas y la creación de horizontes yáreas, por lo que la transparencia sería muy de desear. Una de las cosasque todos debemos aprender es la firmeza de la base documental. Cuandouno mira una tabla cronológica de un área determinada, con las secuenciasarqueológicas, parece que todo tiene el mismo peso y no es así. Hay cultu-ras definidas por un solo yacimiento y culturas que tienen literalmente milesde ellos, como la maya. No podemos dar el mismo valor a lo que sabemosde unas y otras. Una nueva ciudad maya no debe traer excesivas modifica-ciones, pero un segundo Chavín sería, con toda probabilidad un desafíocientífico de gran escala.

    Esto tiene que ver con los elementos que permiten definir una culturay las proyecciones que luego realizamos. La secuencia cultural americanaofrece un perfecto ejemplo de esto. La arqueología define en función de res-tos materiales, analizados y clasificados, pero no en función de personas. Lomalo es que muchas veces se han tomado nombres de grupos étnicos paradenominar a las culturas arqueológicas y eso crea algunas confusiones. Porejemplo, en el valle de Oaxaca tenemos una cultura zapoteca sucedida poruna cultura mixteca. Parecería que al principio solamente hubiera zapotecosy desaparecieran para dar paso a los mixtecos, o al menos, lo hicieran susdirigentes. Pero sabemos que la lengua mixteca es nnuy antigua en el área yconocemos también, por testimonios escritos posteriores, que los zapotecos

    siguieron viviendo en la misnna región y conservando unidades políticas (dehecho, hoy día sigue habiendo mixtecos y zapotecos). Es más, había cos-tumbre de realizar matrimonios interétnicos entre las clases dirigentes. Laarqueología tiene dificultades para explicar con los restos materiales estetipo de co-sas y tiene que recurrir a otros métodos. Ese es, precisamente, eltrabajo que queda más veces por hacer, deteniéndose en la mera descrip- ión

    Otro problema de interpretación, con una gran carga ideológica anuestro modo de ver, es la definición de culturas distintas y sucesivas en

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    algunos lugares y el mantenimiento de secuencias arqueológicas profundísi-mas en otras. En Mesoamérica esto es habitual. Ya hemos visto como en elvalle de Oaxaca se define un cambio, justificado en parte por las enormesdiferencias estilísticas entre Monte Albán y Mitla, y lo mismo ocurre con elvalle de México, donde contamos con una cultura Arcaica, después una Teo-tihuacana, para pasar tras la cultura tolteca a los aztecas. Cuicuilco y Teo-tihuacan se parecen poco, pero para explicar el funcionamiento de esta l t

    ma se ha recurrido normalmente a lo que sabemos de Tenochtitlan, y yahemos visto como en ésta había edificios toltecas. Parece haber una secuen-cia, negada en las tablas arqueológicas. En cambio, en Yucatán y el Peténtodo es maya. Desde el origen hasta hoy. Y si diferencias había entre Mitlay Monte Albán, lo mismo podemos decir entre Palenque y Uxmal, ChichénItzá y Tikal, Copán y Dzibilchalt n. Hay mucho de inercia científica y decostumbres de los arqueólogos en esas denominaciones, y hay que ser cons-ciente de ello

    Para terminar con la arqueología, unos comentarios sobre la pre-sentación de la información. Hemos'señalado ya que los mayores esfuer-zos se dedican a presentar los resultados de las excavaciones, con gran

    alarde de ilustraciones: mapas, planos, dibujos, alzados, fotografías encolor y blanco y negro, y referencias continuas a operaciones, pozos,estratos, etc. Todo contado y medido. En cambio, echamos en falta gene-ralmente, la exposición de los criterios que Ilevaron a realizar precisamen-te esa operación y no otra. Es decir, nos cuentan lo aparecido, pero nolos caminos que Ilevaron a ello. Y en arqueología, eso es importante, puespodríamos haber seguido -por citar el mismo ejemplo- ignorando la exis-tencia de campos de juego de pelota en talud en el período clásico mayacon toda tranquilidad. Otro problema es la no precisión de las circunstan-cias en que se hicieron las cosas, la cualificación y pericia de los ayudan-tes, las relaciones entre las distintas partes del proyecto, el nivel que ocu-paba el autor en el organigrama, la par ticipación de elementos externosen la determinación del lugar a excavar, etc. En definitiva, la expresión dequé estaban buscando, que encontraron y, de esto, qué valoraron en fun-ción de aquello. 0 lo que es lo mismo, la participación del arqueólogo enla construcción de los datos.

    Se trata, en sintesis, de comprender cómo se produce el conocimien-to arqueológico y cual ha sido la evolución de ese proceder. Teniendo encuenta que lo ya excavado no tiene vuelta de hoja casi nunca, mejor essaber con qué contamos y qué podemos hacer con ello. Y no pedir peras alolmo

    Es decir, hacer crítica de fuentes en arqueología.

    E T N O H I S T O R I A

    Otro tipo completamente distinto de materiales ofrece posibilidadesdiferentes. Muchas son las definiciones de etnohistoria, adecuadas en gene-ral a los intereses de cada definidor o al tipo de trabajo que hace. Podríamos decir que fundamentalmente se trata de historia de los indígenas,hecha, como señalaba Carrasco, con fuentes escritas, lo que nos Ileva arecurrir a disciplinas que tienen una larga tradición en el tratamiento de lostextos, como la historia y la filología. La carga conceptual antropológica es

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    de gran importancia, pero no exclusiva. Por otras vías se ha Ilegado a desti-nos similares ver Krech 1 991 para una discusión interesante).

    Tenemos dos períodos a los que generalmente se aplica este método.En primer lugar está el período del contacto, las primeras noticias sobre lospueblos americanos que nos han Ilegado. Este momento no tiene una fechaprecisa, pues es diferente para cada región. En 1492 se inició un proceso

    que duró siglos, por lo que el conocimiento de los europeos tiene momentosdiferentes. Y eso no es solamente un problema temporal: la condición de losque entran en contacto también es diferente, sus medios distintos y el mundointelectual que genera los documentos que nosotros estudiamos dispares.

    Las unidades de análisis van a cambiar. Nuestros informantes dannombre a los pueblos con los que entran en contacto, obedeciendo a distin-tos criterios, que prácticamente nunca coinciden con los empleados por elarqueólogo. Ahí tenemos un problema espinoso para la realización de lascomparaciones, pues éstas no se pueden Ilevar a cabo entre unidades dedistintas categorías. Los europeos que entraron en contacto con los pueblosamericanos les dieron nombres geográficos, los nombres que los indios sedaban a sí misnnos, o lo que ellos creyeron entender, asimilaron lenguas aculturas o hicieron otro tanto con unidades políticas. A veces, el tiempo pusode moda un nombre e hizo olvidar otros, como ocurrió con la voz aztecaque se puso de moda en el siglo XVIII, opacando la auténtica denominaciónde esa unidad, culh o culh a-mexica como le dijeron en su momento aHernán Cortés.

    Las unidades políticas presentan problemas particulares. Una deellas puede abarcar diferentes culturas, sometidas por una u otra razón yuna cultura puede tener distintas unidades políticas, poco deseosas de seridentificadas unas con otras. Este asunto de las identificaciones, de caráctermanifiestamente emic va a ofrecer mucho juego en la interpretación de esemundo del contacto, sobre todo en las regiones de alta cultura, y por lotanto, también en el conocimiento de lo que vino después: la Colonia.

    La divisián entre prehispánico y contacto es significativa no solamen-te por la aparición de los testimonios escritos en caracteres latinos, que depor sí es una auténtica revolución, sino por la irrupción de un término quegenera enormes confusiones, a veces gramaticales: los INDIOS. Esa es unacategoría europea, acuñada - y además con error en la elección del vocablo- para explicar lo que para ellos era novedad y para manifestar su otre-dad , para diferenciarse de la masa a dominar. Pero la realidad es quelos pueblos americanos Ilevaban siglos interactuando, denominándose losunos a los otros, enfrentándose, colaborando, mezclándose y cuantas activi-dades humanas quisiéramos enumerar más. Tenían historia (incluso escrita,en algunas regiones) y esa historia pesá a la Ilegada de los europeos y a la

    hora de la reorganización del mundo que sufrieron. Lo que no se les ocurriónunca es que fueran unos iguales a otros y debieran unirse para echar a losrecién Ilegados. No hablemos de identificaciones entre indígenas proceden-tes de regiones alejadas, pues yo tengo serias dudas sobre como vieron losquichés a los tlaxcaltecas que Ilegaron con Alvarado y más a n, los incas alos mismos tlaxcaltecas, que efectivamente Ilegaron con los españoles (denuevo con Pedro de Alvarado). Pero en lugares más reducidos, tampoco seprodujeron las identificaciones. En el Imperio Inca había divisiones inclusoen el seno de la misma etnia dominante, y lo mismo ocurría en el ImperioAzteca. El reconocimiento de esa situacián permite comprender mejor los

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    primeros momentos del contacto y la organización posterior. Entre los erro-res gramaticales, pondré un nico ejemplo: el libro de Nathan Wachtel svencidos Los indios del Per frente a la Conquista Españo la(1976). Talcomo está redactado el título implica que todos los indios fueron vencidos,pero la lectura del texto descubre personajes como el cañari Francisco Chil-che o el Inca Cristóbal Paullu, por no citar grupos chancas o cañaris queestuvieron en el bando español. Es decir, que hubo indios no vencidos.

    error es de Wachtel, y no del traductor, pues el título en francés ofrece lasmismas características: La vision des vaincus Les Indiens du Pérou dévantla Conquéte Espagnole Con quitar el artículo determinado de la segundaparte del título se elimina la mediatización que presenta

    La elección de las unidades de análisis en este período es de granimportancia. Los resultados no son los mismos si estudiamos unos indiosdeterminados (etnias, culturas o grupos sociales), elegimos una región o unalocalidad. Un problema que presentan gran n mero de obras de etnohisto-ria es el tratamiento dado a la presencia española. Suele aparecer connoimposición, legislando u oprimiendo; por igual en zonas con gran presenciaespañola o con presencia testimonial. Hemos echado de menos muchas

    veces a las personas. Un ejemplo servirá de adecuada ilustración: en el librode Hildeberto Martínez (1984a) sobre la ciudad de Tepeaca, en el Estadode Puebla, en México, se analizan los cambios en la estructura política yeconómica indígena sin mencionar a los españoles más que en las formasexpuestas más arriba. En los documentos que él mismo publicó (Martínez1984b) aparecen, sin embargo, indígenas casadas con españoles que vivíanen la misma ciudad. Por otras fuentes, sabemos que vivían unos 100 vecinosespañoles en la localidad, incluido un alcalde mayor, pero parecen no afec-tar, salvo en momentos concretos, a la vida de la comunidad. Desde otropunto de vista, las familias tienen indiscutibles vínculos, aunque el padre seaespañol, la madre india y por tanto, los hijos mestizos. Seg n una prácticamuy habitual, cada miembro de la familia deberá ser estudiado por uninvestigador diferente. Tenemos ahí un problema de fronteras entre discipli-nas y, como de costumbre, en las zonas limítrofes no es fácil precisar dóndeacaba un campo y comienza otro. Y como el factor tiempo va incrementan-do su peso, y los mestizos en América crecieron, los estudiosos del indio puro los fueron alejando de sus investigaciones, mediatizando el significa-do que su existencia tuvo y dificultando enormemente el conocimiento de loque ocurría, pues todos vivían mezclados, con comunidades multiétnicas,polilingLiísticas y pluriculturales. De hecho, ése e s un problem a interesantísi-mo, que merece mucho más estudio. Nada menos que está detrás la evolu-ción del significado de la palabra indio , cuyos cambios afectan de mane-ra profunda a nuestras unidades de análisis.

    Y el problema se agudiza cuando Ilegan las independencias y tratan

    de ronnper con el pasado, supuestamente igualando a toda la población. Nosabemos demasiado con certeza de ese período, pues es el más huérfano deestudio. La costumbre hace que los etnohistoriadores normalmente se dedi-quen al período colonial y los etnólogos al momento actual, quedando elsiglo XIX enormemente desfavorecido, como bien señalara Gibson (1961:284 .

    Nos encontramos, pues, con una situación similar a la de la arqueo-logía. Los investigadores suelen emplear más tiempo en la presentación desus hallazgos que en la descripción de sus hipótesis, privándonos en muchos

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    casos de contextos adecuados para la interpretacián. Tenemos muchas lagu-nas, algunas probablemente irrellenables. Pero están ahí y la reflexián es laque nos debe permitir suplir lo que los documentos no dicen, o lo que losdocumentos normalmente empleados no dicen. Muy interesante ha sido elaporte de Lockhart (1992) mostrando las posibilidades de los documentoslocales en lenguas indígenas y criticando, tras valorar su trabajo, la obra deGibson (1964) que ha constituido el marco de referencia obligado para los

    estudios posteriores: Gibson trabajá con docunnentos españoles y no pudover lo que los españoles no vieron (ver Rojas 1994b). Para el Per , hay unatendencia muy fuerte a omitir la presencia de Vilcabamba y lo que su exis-tencia supuso en los estudios sobre el siglo XVI. Creemos que estudiar afondo su papel en la formacián del mundo colonial es muy importante. Une emplo es la casi coincidencia de fechas entre la muerte de Tupac Amaru yel fin del Taqui OnkoyOtro e emplo, general en este caso, es la habitualmencián de la destruccián de las religiones indígenas y las fechas de lasprincipales persecuciones de idolatrías, por no hablar de los estudios etnolá-gicos actuales

    En la etnohistoria predominan los temas y los estudios regionales yeso dificulta la

    correlación conlos estudios prehispánicos, cuando el conoci-miento de una y otra parte es fundamental para valorar el proceso de cam-bio. La superacián de la barrera cronolágica impuesta por la conquista, queha Ilevado a algunos autores a realizar estudios de gran profundidad tem-poral, ha supuesto un avance considerable y nos Ileva a otro punto que tienemucho que ver con el estudio del período del contacto: nuestras fuentes

    Pocos son los relatos realmente de primera mano y escasísimos losrealizados sobre la marcha. Una de las ventajas de las Cartas de HernánCortés es haber sido escritas antes de conocer el final de su aventura. Eneso, Bernal Díaz no se le puede igualar, aunque ofrezca a cambio otrainformacián más rica y contrastada. De todos modos, Cortés no estaba entodas partes, ni entendía todo lo que veía, así que tampoco hay que creerloal pie de la letra. Y gran parte de lo que sabemos de los Incas o los Azte-cas, fue escrito mucho después por gente que recopilá materiales de muchasprocedencias y que tenían sus objetivos, tanto los religiosos, como los segla-res. Spalding (1974) nos ha relatado en el capítulo v luiénes son losindios? cámo en el siglo XVIII la nobleza indígena peruano fomentá unaimagen del pasado:

    La historia de la sociedad india precolombina que fue cons-truida durante el siglo XVIII se acomodá a las necesidades de la élitenativa. Los miembros de la sociedad india fueron considerados comoinferiores en virtud de ser indios; las diferencias locales de vestimen-tas, dialectos, o aun del mismo lenguaje, se subordinaron a la dico-

    tomía dominante entre español e indio. La élite india necesitaba unahistoria que enfatizara su identidad com n y que hiciera de ella unafuente de orgullo, no sólo para los descendientes de los gobernantesincaicos sino para todos los miembros de la sociedad india. La ima-gen de un Imperio Incaico totalmente unificado, todopoderoso ybenevolente, imagen que en el siglo XVI sólo aparece en aquellos/187/ relatos extraídos de las tradiciones oficiales de los Incas, fuegeneralizada durante el siglo XVIII La importancia de las tradicionesfocales, las frecuentes revueltas de la gente conquistada por los Incasdurante el siglo y medio de su gobierno, la continua enemistad de

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    grupos como los de Jauja, que se aliaron a los españoles en unesfuerzo por deshacerse de sus gobernantes del Cuzco, no constitu-yeron parte de la visión dieciochesca del Imperio Incaico

    La figura del Inca tal como fue presentada por GarcilasoInca de la Vega encajó perfectamente con las necesidades de la éliteindia del siglo XVIII. Les dio una visión de una sociedad inca un ifica-da, pacífica y próspera antes de la Ilegada de los españoles. Sumi-nistró una tradición histórica com n a aquellos que ya compartían ladiscriminación aplicada en su contra como grupo definido por la leyespañola. Además, la sociedad descrita por Garcilaso Inca no entróen conflicto con la jerarquía estratificada de riqueza y posiciónsocial que existía en la sociedad india del siglo XVIII. Sospecho quela popularidad de la historia del Imperio Incaico de Garcilaso Incatuvo mucho que ver con el grado en que encajó con las necesidadesde la élite india del siglo XVIII. Ella necesitaba una historia que pro-porcionase una base para la emergencia de una identidad com

    de indio, sin perturbar la jerarquía de autoridad y rango existenteen la sociedad india, de la cual esta élite se beneficiaba. (Spalding

    1974: 186-187)A lo mejor hoy está pasando algo parecido.

    La tercera par-te la constituye la proyección de las informaciones quela propia Colonia nos brinda. Una analogía que tiene un gran grado dedependencia con las decisiones que hayamos tomado respecto al grado decambio. Si fue grande, la equiparación debe ser escasa, o viceversa. Lapolémica está abierta, pero este problema liga el mundo prehispánico y elactual con el Colonial.

    En esta proyección reside una de las principales razones para esta-blecer dos períodos en los que la etnohistoria tiene lo mayor responsabilidadpara reconstruir la vida de las culturas indígenas. En la del contacto se tra-

    baja con muchas crónicas, códices donde los hay, y pocos documentos dearchivo. En el período colonial, en un grado creciente no sólo por el aumen-to y extensión de la burocracia, sino también por el grado de conservaciónder material, los documentos priman y el trabajo de campo en los archivosse vuelve obligatorio. Es importante que el investigador comprenda esto yasimile además que el tipo de problema que deseemos investigar, su alcancetemporal y espacial va a determinar el n mero y grado de archivos quedeberemos visitar, recorriendo en forma descendente o ascendente los veri-cuetos de la administración colonial. Debería resultar obvio comentar quemuchos asuntos locales no traspusieron nunca las fronteras del pueblo o laregión, si es que salieron de la familia. Y la dependencia del etnohistoriadorde permisos, equipo, técnicos o subvenciones es de naturaleza completa-mente distinta a la del arqueólogo, aunque no por ello debamos dejar deinformarnos del tipo de trabajo que Ilega a nuestras manos: tesis de licencia-tura, de doctorado, ponencia en congreso, conferencia, etc.

    E T N O L O G I A

    Con un fondo y unos objetivos comunes, la Etnología presenta algu-nas características que la diferencian claramente de las otras dos disciplinasanalizadas. La primera es cómo le afecta el factor tiempo y la segunda lainfluencia del secreto profesional en la presentación de los resultados

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    La influencia del factor tiempo es más fácil de explicar con ejemplosque de manera teórica: cuando Malinowski estudió a los Trobriandeses yotros grupos de los mares del Sur, indudablemente estaba haciendo etnolo-gía - y de una manera que resultó decisiva para el desarrollo de la discipli-na-, pero cuando nosotros estudiamos las mismas culturas lictcemos etnolo-gía o estamos estudiando un pueblo ágrafo a través del testimonio legadopor un observador aléno a esa cultura ? Hemos entrecomillado la frase por-que es una de las definiciones que están en el origen de la Etnohistoria, y nocreo que afecte de manera importante el que el Observador sea un profesio-nal. De hecho, los etnólogos admiten como uno de los precursores a FrayBernardino de Sahag n, quien obró con método casi científico (salvando lasdistancias) para la elaboración de su obra. Hay una manera de salvar estadistancia entre la Etnología y las otras disciplinas y es la que se encuentraen el fondo de la definición de Carrasco ya citada: al leer a etnálogos delpasado no hacemos etnología ni etnohistoria, hacemos ciencia social. Y loque fue etnología, contin a siéndolo, como ocurre con lo que fue etnohisto-ria o lo que fue arqueología. No se convierten en otra cosa. Parecen cam-biar, porque nosotros cambiamos.

    Este factor tiempo tiene otra vertiente que vincula en este caso Etno-logía y Arqueología. Así como el arqueólogo al trabajar destruye la eviden-cia y por eso se le exige el mayor rigor en la descripción de sus hallazgos,el momento en que se realiza un trabajo de campo etnográfico es nico eirrepetible. Un trabajo similar en otro t iempo puede arrojar resultados dife-rentes, pues las sociedades están continuamente cambiando. Es cierto quehay estructuras más permanentes y que podíamos hablar de larga y cortaduración en los estudios etnológicos pero la relación entre el investigador yel objeto de estudio es tan estrecha y personal, que podríamos decir que imprime carácter . Uno de los puntos en que esto se manifiesta es en larelación entre el etnólogo y los informantes. La elección de ayudante es decapital importancia y hay nnuchos factores que la pueden mediatizar,connenzando por el sexo del investigador y las costumbres locales de rela-ción entre hombres y mujeres. Esto ha tratado de ser paliado actuando enpareja, pero ello no está exento de inconvenientes.

    Precisamente el segundo punto mencionado tiene que ver con losinformantes. La costumbre en las ciencias sociales es apoyar nuestras ase-veraciones con documentación. El arqueólogo refiere sus comentarios a sustrabajos de campo, aportando dibujos, fotografías, referencias, etc., y citalas obras de otras personas que utifiza seg n métodos convencionales quese diferencian sobre todo en la presentación (en texto, seg n el Ilamado sistema americano , a pie de página, a fin de capítulo, al final del libro,etc). El etnohistoriador o el historiador hace lo mismo con la bibliografíay se apoya en documentos que cita de una u otra manera. En muchoscasos se aporta solamente la referencia del archivo, pero nosotros preferi-mos dar a cada documento el tratamiento que reciben las demás unidadesbibliográficas, es decir, suministrar al lector los datos de autor, t ítulo,fecha, etc., además de la signatura. Por el contrario, el etnólogo estáatado por esa suerte de secreto profesional que le impide decir quién leha suministrado la información o precisar las circunstancias personales desus informantes (nivel de instrucción, competencia lingüística, estado civil,edad, profesión) pues en sociedades de pequeño tamaño estos datos pue-den Ilevar a la identificación, sin lugar a dudas, de las personas cuyonombre no se quiere facilitar. Lo que ocurre es que esos datos son muy

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    importantes para calibrar la calidad de la información y no Ilegan a l lec-tor, salvo en co ntadas ocasiones. De h echo, algunas de las informacionesrecibidas por los etnálogos lo son a título confidencial y la confianza se veviolada por la publicación de los datos. Nos qu ejábam os al hablar de laarqueología de que la mayor parte de las veces nos encontramos con elrelato detallado del trabajo de campo y su elen faltar las discusiones qu elos datos presentados ameritan y ahora debem os hablar del extremoopuesto: escasez de datos sobre el trabajo de campo y abundancia dedescripciones e interpretaciones. Parodiando el subtítulo del libro deGeertz qu e se convirtió en título en la traducción al castellano, el etnálogoes el má s autor de todos.

    Esto tiene relación con las fuentes de conocimiento, por supues to. Elque el etnólogo sea el m ás autor de todos tam bién lo convierte en quien hade recibir más fe, pues es m ás difícil verificar sus aseve raciones. Q uizá poreso algunos autores tratan de dar valor a las notas de campo com o fuente,sobre todo etnohistoriadores (vg. Sturtevant 196 6). Al no h aber sido elabo-radas, como ocurre con las monografías, las notas de campo pueden incluirdetalles o aspectos que n o interesaron en su mom ento al etnólogo pero que

    son capitales para un colega, sobre todo cuando en el interin, la sociedadestudiada ha dejado de existir como tal. Sturtevant se quejaba del escasointerés que hab ía en esas notas de campo, que raram ente estaban recogi-das en archivos y que muchas veces habían sido destruidas como inservi-bles por sus propios autores cuando sus intereses cambiaron de orienta-ción.

    No debemos pensar que lo antedicho implique falta de rigor en losestudios etnológicos. Todo lo contrario. Los profesionales conocen las cir-cunstancias de su oficio y tratan de m ejorar los aspectos susc eptibles de ello.Por tanto, buscan nuevas vías para adquirir información y para contrastarla,para controlar su calidad. N o se trata de Ilegar a una com unidad y pregun-

    tar al primero que pasa lo que se nos viene a la mente. Es mu cho más com-plejo, y requiere much o esfuerzo previo, pues e l etnólogo es consciente deque nu nca se vuelve al m ismo lugar. Un ejem plo de ello es la conferenciaque tuvo lugar en W ashington, en la National Science Foundation, en 1985,sobre la onstrucción de datos primarios en antropología cultural(Bernardet al. 1986), en la que el interés secentrá en la recogida de datos, no en suanálisis.Lo importante para nosotros es la trasmisián de las condiciones deltrabajo etnológico, de sus ventajas y limitaciones al p blico, tanto para e lque q uiera utilizar los datos qu e proporciona, com o para el que quieraincorporarse al oficio.

    Otro punto de interés en la etnología estriba en sus m ltiples facetas.N o se trata solamente de analizar sociedades primitivas , de pequ eñotamaño, donde el etnálogo intenta una descripción integral de la cultura,sino que hay estudios de temas, facetas o segm entos, que en ocasiones sonlos nicos posibles en sociedades de tamaño m ayor (W olf y otros 1980 ). Eletnálogo busca entonces lo que resulta más relevante para la comprensiánde la sociedad encuestián o lo que es más importante para los estudios delinvestigador, sea esto parentesco, m edicina, magia, creencias, relatos, vesti-do, com ida, etc.A veces son las circunstancias fas que casi determinan quéva a investigar uno y clánde, como señala G eertz (1996 ),aunque lo que élnos relata le pasa también a arqueólogos y etnoh istoriadores. Para los queempiezan es ilustrativo el sabercámo han flegado a ser lo que son las figu-

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    ras de cada campo, para que no se desanimen cuando las cosas no vayanpor el rumbo que ellos desean.

    Es necesario comentar cómo en los estudios etnológicos las unidadesde análisis vuelven a cambiar. Se define el concepto de cultura, haciendohincapié en la propia conciencia de grupo. Algo que es imposible para losprehispánicos y no contemplado para los coloniales. A n así, y con abun-

    dante bibliografía sobre el tema, uno de los elementos diagnósticos más uti-lizados para definir a los pueblos es la lengua. Es el momento de comentarla importancia que la lingíiística tiene para los estudios americanos. Enarqueología, los avances proporcionados por los iingüistas permiten conocercosas que de otro modo quedarían olvidadas. La glotocronología y los estu-dios dialectales permiten detectar los préstamos lingliísticos ysu antigliedad,lo que nos ha hecho saber, por ejemplo, que en las lenguas mesoamerica-nas las palabras para decir cacao están emparentadas y proceden de un nico tronco, el mixe-zoque, que además se habla en una regiónproductorade tal planta. Interesante también es la negaciónde que el nahuatl fuera lalengua hablada en Teotihuacan cuando ésta era una gran metrópoli, pues lainfluencia ejercida habría dejado huella en forma de préstamos lingLiísticos

    por toda Mesoamérica. Sin embargo, el totonaco cumple los requisitos, asíque es probable que fuera ésa la lengua hablada en la ciudad de los dioses,que por lo tanto tendría un nombre diferente que tal vez aparezca en lasinscripciones mayas cuyo desciframiento tiene una relación con la lingLiísti-ca importantísima.

    E n el período colonial disponemos de numerosos textos en distintaslenguas que en primera instancia son campo de estudio de los lingliistas:vocabulario, sintaxis, dialectología, estilos personales, traducciones, trans-cripciones y ediciones. De spués, viene el etnohistoriadoren busca de susdatos.

    Para el etnálogo de campo el conocimiento de la lengua es vital y sino lo tiene de primera mano debe ayudarse de un iingüista, como ocurrefrecuentemente en Africa. En muchos casos se ve obligado a trabajar contraducciones, pero los demás también lo hacen. A n así se considera perti-nente el aprendizaje de lenguas, pues ellas son el vehículo de transmisióndela cultura

    los censos de hablantes de lenguas indígenas en América nos ofre-cen una lectura de gran interés para todos los períodos y es elde muchas comunidades. Hoy día lo frecuente es hablar la lengua del lugary el castellano, por ejemplo. Pero hay lugares que tienen más de una len-gua, con gente que las habla todas, no con habitantes que hablen una uotra. El problema es complejo, y en las R e la c i o n e s h i s tá r ic o g e o g r á fl o s r e in o s d e n d i a s (cuestionario de 1577 aparecen muchos pueblos en losque se hablan varias lenguas. La complicación nos viene dada por la vía dela identificación un pueblo-una lengua , que en muchas partes no funciona.Lo que hemos Ilamado culturas diferentes resultan ser la misma. Y no debe-mos olvidar que hoy día solemos estudiar unidades de pequeño tamaño osectores incluidos en las denominadas sociedades nacionales , pero esascircunstancias podían darse en el pasado con otros protagonistas.

    Una lectura que a nosotros nos abri6 muchas perspectivas en estecampo es la de Sorensen (1974) sobre el noroeste de la Amazonía donde

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    una serie de tribus distintas, cada una con su lengua, resultan ser una comu-nidad superior con individuos poliglotas que practican exogamia de tribuy son poligamos, con lo que a la hora de la verdad, en cada casa habíagente de todos los grupos y todos aprendían desde pequeños diversas len-guas (las que hablaban su madre y fas demás esposas de su padre), lo quele sería til a los varones para entenderse en el futuro con sus esposas ypara las mujeres, para entenderse con su marido y las demás esposas deéste. Por supuesto que esto tampoco quiere decir que la lengua no sea unelemento importante, sino que no es tan decisivo para la definición de lasunidades culturales como se creía.

    EL INDIO EV NESCEN TE

    Una de las cosas que hay que dejar claro es que todos tenemos lasmismas pretensiones: explicar las culturas. No se trata de discutir quiénpractica el mejor método, sino de averiguar qué métodos podemos aplicaren cada caso y mejorar nuestras técnicas continuamente. No es frecuenteque podamos utilizar varios métodos en un mismo problema, por diversas

    circunstancias, pero a veces sí es posible y hay proyectos interdisciplinariosque así lo muestran. Otro problema es el de las especializaciones. Es buenoque existan, pero luego deben coordinarse entre sí los investigadores, ocoordinar las distintas informaciones para lo que se requiere que su presen-tación sea mutuamente inteligible. Un caso actualmente en candelero es elde la cultura maya clásica, tradicionalmente feudo de los arqueólogos, en laque ahora tienen mucho que decir los epigrafistas, pero no sólo ellos. Tam-bién tenemos historiadores del arte, lingüistas, paleobotánicos, astrónomos,demógrafos, etc, dando su versión de los hechos. Pero mayas clásicos sólohay unos, con lo que las descripciones parciales deben ser compatibles. Sino es así, andamos mal.

    Y con la compatibilidad hemos topado. Ya hemos visto cómo se considera que el trabajo de campo etnográfico es nico e irrepetible porque lassociedades cambian. Pero en etnohistoria parece que no se piensa igual y seutilizan para la reconstrucción documentos separados por décadas. Y pasalo que pasa. Y si nos vamos a la arqueología, las unidades temporales sedisparan, con lo que el deta lle es imposible por ello?). El Arqueólogoincide más en lo perdurable que en lo efímero, pero las unidades políticassuelen participar más de la atima cualidad. El establecimiento de un hori-zonte arqueológico azteca, con una duración del Imperio de 90 años, estarea sumamente ardua, pero que el Horizonte Azteca comience antes de lasalida de éstos de Aztlan, varios siglos antes de la fundación de Tenochti-tlan, no deja de tener su guasa.

    Otro problema -y grave- es el del conjunto de la sociedad. En elPrehispánico, todos son indios, pero luego hay más grupos. Y la división deltrabajo hace que cada investigador se dedique a su parcela, sin poder com-parar entonces el papel que juegan los que Ilamamos indios en el conjuntosocial y la evolución del n mero total de la población junto a la de los indios(porcentajes). Y aquí está el origen del título de esta presentación: encontrarindios en la documentación no es fácil. Se les Ilama de muchas maneras:naturales, macehuales, con gentilicios, con nombres étnicos, etc. Una preo-cupación grande proviene de que en los documentos en lengua azteca sesuela empfear la palabra m cehu l donde el castellano usa indio , porque

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    los macehuales sólo eran una parte de los indios. Y hablando de partes, losmestizos también eran en parte indios y jugaron su papel, en principio noexistiendo como grupo, sino adscribiéndose a uno u otro. Hay que trabajarmás sobre los matrinnonios mixtos y, sobre todo, su descendencia para com-prender los procesos ocurridos en el período Colonial. Algunos autoresdefienden la existencia de dos sociedades indígenas diferenciadas, una ensus comunidades y otra junto a los españoles, con destinos históricos diferen-tes:

    Los corregidores ganaban dinero en el intercambio comercialcon los indios y recaudando los tributos que éstos pagaban, circus-tancia que inevitablemente los convirtió en defensores de la integri-dad de los pueblos y aldeas indígenas tradicionales. Allí los natura-les seguían hablando su lengua, en vez de adoptar el español, losgobernadores y funcionarios locales lograban sobrevivir y conservarel control sobre un numeroso sector de la población indígena y losindios continuaban practicando la religión católica bajo la direcciónde los frailes y de esa manera tan especialmente indígena surgida yfornnada en e l siglo XVI

    Con todo, no hay duda de que al mismo tiempo existía yaotra sociedad indígena, españolizada y menos compacta y discipli-nada, separada de las comunidades tradicionales, cuyos miembrosse vestían de otra manera y que se estaba desarrollando continua-mente en las zonas donde los corregidores tenían menos poder, esdecir, en las plantaciones y haciendas de los criollos y en los centrosde las grandes ciudades. Cultural y económicamente, esta sociedadse hallaba mucho más estrechamente ligada a la vida de los centrosespañoles de población que la otra, y a ella se mezclaban grann mero de mestizos, negros y mulatos Israel 1980).

    pero no mencionan que en el mundo prehispánico también había ciudades yque posiblemente existía una marcada diferenciación entre campo y ciudad,como ocurre en todas partes. Y al no contemplar esta variable, la emigra-ción a las ciudades y la organización diferente parece ser una consecuenciade la Ilegada de los españoles en vez de algo habitual en el área. Esta citapuede ser puesta en relación con otra, manifestando una preocupación quepuede suponer una revolución:

    Nota 2: El uso del término español en aquella época no debetomarse demasiado literalmente; más vale interpretarld como delbando español (como en esta guerra), lo que incluía a los mesti-zos; y a menudo a la gente de la frontera en general, o sea quienesse hallaban bajo la soberanía del rey de España, que abarcaba,

    inter alia a los aliados indios, militares o colonos. Esta impresiónen el uso del término español bien puede explicar las posterioresversiones simplistas de la acción de España en América comoexclusivamente españoles contra indios , que tanto ha contribuidoa la Leyenda Negra en los acontecimientos históricos hispanoa-mericanos. Powe ll 1980: 36-37).

    Extendiendo, como él lo hace, la idea de Powell al resto de la NuevaEspaña y relacionándola con la cita de Israel, podemos traer a colación unanueva perspectiva de la R ep blica de ndios y de l R ep blica de

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    Españoles La primera estaría com puesta, no por los indios, sino por aque-llos que seguían viviendo seg n su m anera t radicional , apartados de losespañoles salvo ocasionalmente y viendo reducir su n mero cada vez más.Los indios que v ivían en laR ep bl ica de Esp añolesno serían computadosentonces com o indios, aunque lo fueran étnicam ente. Y cada vez estam osmá s seguros de que la emigracián era m uy importante . De a hí , la evanes-cencia del indio, aunque no toda. hace ya mucho t iem po que Parry (1948)nos d ebía habe r abierto los ojos, pero n o ha sido a sí y no sólo po r la difi-cul tad d e enco ntrar su obra en inglés . Aho ra, vertida al castel lano (Parry1993) no debíam os tener excusa para encontrar lugar a párrafos com o els i g u i n t

    Test imonios frecuentes indican la existencia, desde 1600 , de unaclase num erosa y bien definida de indios apartados d e la vida tribal,con vestuario europeo y residencia dentro o cercana a asentam ien-tos españoles. Un gran n m ero de éstos no fueron nat ivos de laNu eva Ga licia: M exicanos , tarascos y otomíes. El los t rabajabancon salario en minas o ranchos, o independientemente com o tende-ros, artesanos o arrieros, y eran una clase relativamente prásp era.

    Alguno s de los arrieros tenían hasta quince o veinte mu las, lo cualera una valiosa propiedad pues una m ula valía veinte pesos o m ás.La m ayoría de estos indios europeizados tenían sus propios caballos,por lo que probableme nte la ley que prohibía a los indios m ontar encaballos de silla no era cump lida. La rem uneracián de los artesano sindígenas e s difícil de determ inar, pero los trabajadores calificasosen las minas recibían hasta ocho pesos a l mes, má s de cuatro vecesel salario pag ado legalmen te a los trabajadores de repartimiento enel mism o periodo. Ap arte de lo anterior, los t rabajadores de lasminas tenían la costumbre de Ilevarse desechos de las minas de platapor deb ajo de cier to peso, para fundir los en su prop io beneficio.Esta costum bre había sido tan aceptada qu e se cobraba el quinto,t ambién , de l a p la ta ob ten ida de e sa m anera . Apar te de e s t eimpue sto a la plata, los indios europe izados con tribuían poc o a losingresos de la corona. /273/ Vivían fuera de la orga nizacián tribal,pero también estaban fuera de los sistemas de en com ienda y reparti-m iento, y frecuenteme nte evadían por com pleto el pago de tributo.Los m estizos estaban en todo caso exentos de estas imposiciones.Esta circustancia debiá haber motivado que las m ujeres indígenas secasaran con españoles. (Parry 1993: 272-273).

    Pagar meno s y ganar más. peberían hacer falta más razones?

    Spalding (1974) ha considerado algunos de estos problemas en elcapítulo ya citado, pero no pa rece que la hayan hecho m ucho caso tam pocolos colegas. Discute algo el problema d e indios urbanos e indios que se con-vierten en campesinos, pero incide más en la distincián entre nobles y servi-dores. No podem os resistir la tentacián de incorporar do s citas, relaciona-das íntimam ente, sobre las élites indígenas:

    La riqueza y las pretensiones sociales de mucho s m iembrosde la no bleza india eran sustanciales, no sólo en términos d e su pro-pia sociedad sino también en compa racián a la jerarquía social dela sociedad euro/175/pea. Algunos miem bros de la nobleza india,part icularmente los desce ndientes de la él i te incaica del Cuz co y

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    también probablemente algunos pertenecientes a los rangos más ele-vados de la nobleza india de otras provincias serranas, como Jauja,integraban los sectores más ricos de la sociedad colonial, ya sea dela europea o de la india. Eran los dueños de extensas propiedadescuyo derecho reclamaban en virtud de su descendencia de las élitesprecolombinas. Sus ambiciones eran tan grandes como sus fortunas.(Spalding 1974: 174-175)

    La considerable riqueza y la posición de muchos de losmiembros de la nobleza india es enfatizada por el hecho de quemuchos casos de disputas sobre el derecho de sucesión al cargo y alas posesiones de una familia noble india -un cacicazgo-, resultaronla falsificacián de genealogías hechas por los miembros de la socie-dad europea que trataban de pasar como miembros de la noblezaindia. (Spalding 1974: 175).

    El mundo al revés. Españoles que quieren ser indios, aunque nocualquier indio. Razones no faltan, pero puede que no fuera necesariamucha falsificación, y que las genealogías serían auténticas, con indios de

    ida y vuelta . Hablamos mucho de mestizaje, pero luego lo estudiamos pocoy las conveniencias pueden aconsejar deshacer el camino andado y acor-darse del ancestro indígena, relegando a los europeos. No olvidemos quelos matrimonios de los descendientes del tl hto niMotecuhzoma Ilevaron auna rama de la familia nada menos que a la Casa de Alba y que una nietade Sayri Tupac, descendiente por tanto de Huayna Capac, estuvo emparen-tada al mismo tiempo, vía matrimonio, con San Ignacio de Loyola, SanFrancisco de Borja, el Duque de Lerma, el Duque de Uceda y el Conde-Duque de Olivares. Con tres validos reales en námina no hay que extra-ñarse del éxito que tuvieron sus pretensiones de recuperar las posesiones desu padre, con un título nobiliario añadido, el de Marqueses de Santiago deOropesa (ver lohmann 1948-49 para el caso peruano y Rojas 1994c parael mexicano .

    Para cerrar el círculo, hoy día también podemos estudiar indiosrurales e indios urbanos, indios en sus comunidades o indios en la nación, yreflexionar sobre los resultados cuando estudiemos otro período. Y recalca-mos el verbo: reflexionar no aplicar ni proyectar indiscriminadamente. Laconexión entre los distintos especialistas - tanto en métodos como en perío-dos o áreas - nos brinda la posibilidad de descubrir nuevas ideas y VERIFI-CAR su utilidad para nuestra porci ncula de Universo. Y así, además desaber más cosas, estaremos en condiciones de contribuir a la tareacom n . Siendo científicos sociales en primer lugar y especialistas en variascosas, cuando y clánde conviene, poniendo un ojo en nuestra parte y mante-niendo siempre otro en el con unto, en una vieja dialéctica que, por suertepara nuestro futuro, no tienen fin. Sólo aspirando a lo inaccesible podemosalcanzar las más altas cotas de lo accesible (Uanmuno dixit en Amor yPedagogía por medio de D. Fulgencio .

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