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EL IMPACTO AGRARIO DE LA MIGRACION EN HUECORIO*1 Ina R. Dinerman Wheaton College Vine por primera vez a Michoacán en 1969, como estudiante gra- duada de Brandéis University. Debido a mi interés en las unidades de producción campesina y ante el fenómeno de sistemas comunitarios de producción artesanal especializada, opté por trabajar en tres comuni- dades de la zona lacustre. Pasé varios meses hablando con la gente de Ihuatzio, Jarácuaro y Quiroga, y observando la distribución del merca- do en Pátzcuaro. De ahí salió mi libro Los tarascos: campesinos-artesa- nos de Michoacán.2 Mi afecto por la zona del lago me devolvió a Pátz- cuaro cinco años después y, de nuevo, en 1977. En el transcurso de esas visitas veraniegas hablé con las vendedoras ambulantes, muchas proce- dentes de Huecorio. Son mujeres admirables —serias, fuertes y trabaja- doras—, y muy humanas. Por ese entonces me interesaban particular- mente las mujeres como agentes económicos. Escribí varios artículos sobre las mismas.3 Al hablar con ellas, me di cuenta de que muchas ha- bían tenido que asumir el papel de cabeza de familia dado que sus espo- sos e hijos mayores se hallaban ausentes en los EstadoslJnidos por lar- gos periodos de tiempo. Sobre este aspecto escribí un artículo que pre- sentaba por primera vez una visión de la experiencia migratoria desde el punto de vista de la familia del migrante. A instancia de muchas per- sonas, incluido Wayne Cornelius, regresé a la zona lacustre para sacar más datos sobre el proceso de migración internacional en favor del cual muchas familias hacían tantos sacrificios. Deseaba saber por qué miem- bros de algunas familias migraban y los de otras no. A fin de poder ha- cer algunas generalizaciones, trabajé en dos tipos diferentes de comuni- dad: Huecorio, una comunidad ejidal de orientación nacional, e Ihuat- * Versión castellana de Pastora Rodríguez Aviñoá.

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EL IMPACTO AGRARIO DE LA MIGRACION EN HUECORIO*1

Ina R. D in erm an

W h ea to n C ollege

V in e por p rim era vez a M ichoacán en 1969, com o es tu d iante gra­duada de Brand éis University. D e b id o a mi in terés en las un id ades de

prod ucc ión cam pes ina y ante el fe n ó m e n o de sistemas com u nitar ios de

prod ucc ión artesanal especia l izada, o p té por trabajar en tres c o m u n i ­dades de la zona lacustre. Pasé varios m eses h ab lan do con la gente de

Ihuatzio , Jarácuaro y Quiroga, y observando la d is tr ib uc ión del m erca ­do en Pátzcuaro. D e ahí salió mi libro Los tarascos: cam pesinos-ar tesa-

nos d e M ich oacán .2 Mi afecto por la zona del lago m e d evolv ió a Pátz ­cuaro cinco años d esp ués y, de nuevo , en 1977. E n el transcurso de esas visitas veraniegas hab lé con las vendedoras am bulantes , m uchas p roce ­d en tes de H uecorio . Son m ujeres adm irables — serias, fuertes y trabaja­d oras— , y m uy humanas. Por ese en tonces m e in teresaban part icu lar­m e n te las m ujeres com o agentes económ icos . Escribí varios artículos sobre las m ism as .3 Al hablar con ellas, m e di cuenta de q u e muchas ha ­bían ten id o q ue asumir el papel de cabeza de famil ia dado q u e sus e s p o ­sos e hijos m ayores se hal laban ausentes en los E s ta d o s lJ n id o s por lar­gos p er iod os de t iem p o . Sobre es te aspecto escrib í un art ículo q u e p re ­sentaba por pr im era vez una vis ión de la exper ienc ia migratoria d esde

el p u n to d e vista de la famil ia del migrante . A instancia de m uchas p er ­sonas, in c lu id o W ayne Cornelius, regresé a la zona lacustre para sacar

más datos sobre el proceso de migración in ternaciona l en favor del cual m uchas famil ias hacían tantos sacrificios. Deseaba saber por q u é m ie m ­bros de algunas famil ias m igraban y los de otras no. A fin de p od e r ha­cer algunas generalizaciones, trabajé en dos t ipos d iferen tes de c o m u n i ­dad: H u ecor io , una co m u n id a d ej idal de or ien tac ión nacional , e Ihuat-

* Versión castellana de Pastora Rodríguez Aviñoá.

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zio, una com u nid ad tradic ional tarasca de p e q u e ñ o s propietarios . Mis

pesquisas sobre las causas de la m igración d iferencia l , a los Estados U ni ­dos y a lugares d en tro de México, se en cu en tran en una monograf ía p u ­blicada el año pasado. A qu í basta decir q u e la tasa de m igración a los E s ­tados Unidos de H u ecorio es m uy alta: 80% o más entre las 169 famil ias habían ten ido un m igrante en los Estados U nidos d urante el d ecen io

pasado. En contraste, en Ihuatzio , la tasa entre 500 famil ias había s ido

baja: sólo un 20%. En tre las razones q ue he ci tado para explicar estas fi-

ferencias se encuentra el ingreso familiar.En este ensayo abordaré el im pacto q ue ejerce la m igración a Es ta ­

dos U nidos sobre la com u nid ad de H uecorio . Es fácil o lv idar q u e la m i ­gración es un p r o c e s o , que im plica el traslado de gente a un n uevo d es t i ­no, pero en la mayoría de los casos, la vuelta a la c om u n id ad de origen, dado que la mayoría de los m exicanos q ue em igran lo hacen te m p o r a l ­m en te en calidad de asalariados. Su obje t ivo consis te en perp etu ar la

integridad de sus hogares m a n te n ie n d o el ingreso familiar. Esta m eta

es resu ltado de un valor cultural fu n d a m en ta l en la región tarasca, tal vez en todo México: la unidad famil iar com o fu e n te de seguridad eco ­nómica, em oc iona l y social. En una época en q ue estos valores están

siendo cues t ionados en los Estados Unidos, el re co n o c im ien to del p ro ­fundo com p rom iso de los huecorianos a esta u n id ad h u m an a y social fundam enta l debería llevar a replantearnos nuestra vo luntad de ab an ­donar d icho com prom iso . No p u e d e perderse de vista que las p res iones de la m odern izac ión y la rápida incorporación de las co m u n id a d e s ru ­rales a nuevas estructuras económ icas están creando p res iones s im ila ­res en las u nid ades famil iares de Huecorio; el hecho de q ue hasta la fe ­cha hayan resist ido la pres ión es una prueba de la fuerza de su co m p r o ­miso. En el presente trabajo centram os nuestra aten c ión en cóm o han

operado tales u n id ades frente a los cam bios al incorporar la migración

en el rég im en famil iar de as ignación laboral, y cóm o este cam bio ha

afectado otros aspectos de la vida — patrones agrícolas, liderazgo y roles

fam il iares— en una com u n id ad michoacana.A fin de mostrar q u é cam bios sí han ocurrido q ue han ocas ionado

la reestructuración del trabajo dentro de la unid ad famil iar, será n e c e ­sario hablar no sólo sobre lo q ue ha sucedido en H u ecor io d urante los últ im os v e inte años, sino tam b ién sobre los cam bios q u e han ten id o lu ­gar en los sistemas económ icos regionales y nacionales . H u ecor io no es

una com u nid ad ais lada cuyos m iem b r o s se hayan ais lados de las estruc ­turas económ icas más am plias q ue están p resen cian do cambios. Como resultado del su rg im iento de una eco n o m ía global y la expansión de

formas capitalis tas de prod ucc ión y d istr ibuc ión , H u ecor io ta m b ién se

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halla su m ido en estas es tructuras más amplias. Doy por sentado q ue el “e s t ím u lo ” para algunos de los cam bios q ue describ iré es un proceso

global general . Lo q u e es in teresante es la part icular respuesta de una

com u nid ad rural específ ica de Michoacán.

H u ec or io en 1960En el verano de 1962, un eq u ip o encabezado por el econom ista Mi-

chael Belshaw hizo un es tu d io del uso de la tierra y la econ om ía en H u e ­corio. B u e n a parte de mi descripción de esa c om u n id ad durante ese p e ­r iodo p rov ien e de d icho e s tu d io .5 Belsahw y su eq u ip o , apoyados por

CREFAL,6 trataron de señalar algunas nuevas em presas a fin de a u m e n ­tar la p rod uctiv idad y el ingreso en Huecorio . No fue el de éstos el p r i ­mero ni el ú l t im o esfuerzo. En el transcurso de los años sesentas, varias

en t idad es federales , in c lu id o el I.N.I. , h ic ieron diversos in tentos en t o ­da la región del lago (véase, por ejem p lo , M o o n e) .7 Hoy en día, resta

muy poco de cua lq u ier cam bio económ ico favorable resu ltante de esos

esfuerzos. Más b ien , se observa una pres ión económ ica y un retroceso en com parac ión a otras regiones y sectores de la ec on om ía mexicana. Tal vez n ingu na otra d im en s ión refleje tan b ien el fracaso com o la alta

tasa de m igración rural .8 Esta alta tasa migratoria es una respuesta

adaptativa de parte de las famil ias a las pres iones sobre el ingreso resu l ­tantes de una eco n o m ía regional más o m en os restringida.

En 1962 H u ecor io era, al igual q ue ahora, una c om u n id ad mestiza

en el m u n ic ip io de Pátzcuaro, a unos cinco kms. al noroeste , co m u n ic a ­da por una carretera p av im entad a con un servicio regular de autobuses

que lo u n e n con la cabecera municipal . Por en tonces contaba con una

secundaria anexa a la iglesia, un centro social, una p eq u e ñ a b ib l io teca , un centro de salud y un lavadero com unal , varias t iendas-cantinas y un

p eq u e ñ o a lm acén de telas. Había una “granja” ofic ial y cuatro grandes

gallineros. La p ob lac ión de 844 personas se d istr ibuía en unas 140 fam i ­lias. La v ivienda, en bu e n a m ed ida , tal com o la había caracterizado B e l ­shaw, era “p eq u e ñ a , fría e insa lubre”, y añadía q ue “el área p ro m ed io d isp on ib le por persona era de 60 pies cuadrados”, y aun esto es inexacto

pues m uchos cuartos t ie n e n funciones m últ ip les . La casa p ro m ed io t e ­nía dos o tres cuartos, unos dos tercios contaban con pisos de tierra, y un

tercio carecía de e lectr ic idad o agua p o tab le excepto la p ro v en ie n te de

tomas públicas .E n 1962, la base económ ica de H u ecor io era el cu lt ivo de t em p ora l

de maíz y frijol en p eq u e ñ a s parcelas. Exist ían tres formas de ten en cia

de la tierra. Las tierras privadas, algunas de ellas irrigadas, p od ían ser

compradas o heredadas. Había ta m b ién 6.8 hectáreas de tierra federal

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q ue podía tomarse en arriendo. Estas tierras se hallaban en la oril la del

lago y estaban por tanto b ien irrigadas, pero sólo estaban d isp on ib les cuando el nivel del agua bajaba lo su f ic iente para dejarlas al d escub ier ­to. La mayoría de las tierras las ocupaba el e j ido con 369 hectáreas. El ej ido le fue entregado a H u ecor io en 1922 por la C om is ión N acional

Agraria, que to m ó las tierras de la cercana hacienda lbarra. Ese año, 134 personas recibieron tres parcelas dispersas q u e sum aban tres hectáreas

por ejidatario. Teór icam en te , las parcelas q ue no eran trabajadas por

dos años consecutivos revertían a la com is ión ejidal para ser redistr i ­buidas a famil ias sin tierras, al igual q ue los ej idos de los ocu p antes or i ­ginales fallecidos. Para 1962 sólo 56 personas de la lista orig inal conser ­vaban los t í tu los ej idales y m uchas famil ias trabajaban las tierras ejida-

les il ega lm ente . Por otra parte, las tries hectáreas orig inales por e j idata ­rio se habían reducido a 1.13 hectáreas d e b id o a la fragm entac ión p or

herencia. Las tierras ej idales se ded icab an sobre tod o al cu lt ivo del maíz, frijoles, calabacitas, lentejas y un poco de trigo. Estos cu lt ivos se

dest inaban b ásicam ente al autoconsum o; em p er o , la mayoría no era

au tosu fic iente en maíz y neces itaba d inero para com prar más. Así esta ­ba la s ituación a pesar de la p rod uctiv idad re la t ivam en te alta (1995 k i ­los por hectárea) comparada con el p r o m e d io nacional de 800 ki los

anuales. La agricultura de H u ecor io ya en 1962 era in su f ic ie n te para la

autosubsistencia , y m iem b r o s de la famil ia ten ían q u e buscar un ingre ­so su p lem en tar io para pagar algunos a l im e n to s y otros gastos d o m é s t i ­cos (ropa, medicinas , transporte , fiestas). Una parte de la m ano d e obra

se dest inó en tonces a la cría de po l los para venta comercia l, y de ganado

para suminis trar leche a Pátzcuaro. A lgunos h om b res trabajaban t e m ­pora lm en te en la construcción o de jard ineros en la cabecera m u n ic i ­pal. Unas 31 personas, en su mayoría mujeres, vend ían verduras y fru ­tas. La mayor parte asistía al m ercado de Pátzcuaro, pero algunas viaja­ban hasta Uruapan y la ciudad de México a ven d er sus productos .

Si b ien algunos h om b res p od ían hallar trabajo agrícola asalariado

en Huecorio , el salario era m uy bajo: 40 pesos a la sem ana más una c o m i ­da diaria. M uchos migraron te m p o r a lm e n te en los años 1950 y 1960 a

Tierra Caliente. Los salarios allá eran más altos (15-18 pesos diarios) y

había q ue com prar las comidas, pero, d eb id o a q u e los ciclos de cu lt ivo

eran d iferentes en las dos zonas, un tercio de los h o m b re s aprovechaba

esta op ortu n id ad todos los años d urante los p er iodos bajos de cu lt ivo

del maíz. M uchos se fueron de braceros a Estados U nidos d urante ese

per iodo de ve in te años. Sesenta y cinco h om b res de H u ecor io lo habían

hecho, un 25% de los 290 varones adultos en tre los 21 y 82 años, todos

el los habían trabajado en la agricultura a u n q u e en una variedad de cu l ­

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tivos y regiones. Sólo dos habían logrado crear nuevas o p ortu n id ad es

de e m p le o con su ingreso de braceros: uno puso una t ienda de abarro­tes, el otro, una t ienda de ropa.

M oon e , q ue realizó una muestra de todas las com u n id ad e s del la­go en 1967, considera a Huecorio una comunidad “orientada a la nación en

términos de su organización social, sus v ínculos form ales con la e s truc­tura económ ica nacional y su s is tema de valores”. Según Belshaw, en 1962 exist ían escasas agrupaciones soc iales com unitar ias q ue abarcaran

a las familias. A u n q u e existía una asociación de padres de famil ia, gru ­pos de barrio involucrados en la organización de las f iestas religiosas, se

contaba con pocos m ed ios de organizar a toda la com unidad. Los asun­tos pol ít icos se hallaban en m anos de un j e fe de tenencia e leg ido y de

dos ayudantes, pero las d ec is iones im portantes , las q ue afectan la t e ­nencia y uso de la tierra, se encontraban bajo control de unos cuantos

indiv iduos p oderosos q u e form aban el comisariado ejidal. Los lazos p o ­líticos con el m u n ic ip io de Pátzcuaro eran e s en c ia lm en te inexistentes; en los ve in te años anter iores al e s tu d io de Belshaw sólo una persona de

Huecorio había s ido m ie m b r o del consejo m unic ipal . Los vínculos con

el gob ierno federal consis t ían sobre todo en préstam os a unos cuantos

indiv iduos por parte del Banco Nacional de Comercio Exterior y con un

banco agrícola y ganadero localizado en Pátzcuaro, y el (en buena m e d i ­da no u ti l izado) Banco Ejidal.

En co m u n id a d e s com o H uecorio , la fu e n te norm al de p e q u e ñ o s

préstamos de d inero , semil las o herram ientas es por m e d io de v íncu los sociales preexistentes . Cada famil ia se hal la unida m e d ia n te p aren tes ­co y compadrazgo a un grupo de otras famil ias dentro de una red de in ­

tercambios recíprocos. Una famil ia , m e d ia n te la h osp ita l idad , la asis­tencia a f iestas y préstam os a otras d en tro de su red, crea un “s is tema de

seguridad” q ue la salvaguarda de pérd idas económ icas ca lamitosas en

épocas de crisis presupuestar ias . M a n t ien e su red al p o d e r resp ond er a

otras famil ias en casos de crisis presupuestal . Una crisis p u e d e sobreve ­nir por una e n fer m e d a d repent ina , la neces idad de encabezar un bau ­tismo, boda o funeral , o amasar fond os a fin de enviar un m igrante al norte. En tre p arientes ta m b ién se en tercam bia trabajo, tal com ó tareas para construir una casa o “faena”, la ob l igac ión con su etud in aria de

ofrecer trabajo gratis en proyectos com unitarios . Un p ariente p u e d e

sustituir a otro cuando ll egue el turno de su faena.Los lazos ec on óm ic os externos más im portan tes con la econ om ía

regional no se en tab laron m ed ia n te in st i tu c iones form ales s ino más

bien por m ed io del m ercado de Pátzcuaro en el que las m ujeres de H u e ­corio v en d en sus p rod uctos cu lt ivados o hechos, tales com o tortil las ,

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pan y dulces. En otra parte he tratado la manera en q ue este m o d o de

articulación con la econ om ía regional d esem b oca en la p erm an en cia de

niveles bajos de ingreso y de una dep en d e n c ia de las formas dom ést icas

de p rod ucc ión .9 Para nuestro propósito , baste señalar q u e m ientras

q u e el mercado regional representaba una o p o rtu n id a d es tab le para la

asignación de trabajo d om ést ico a las mujeres,a semejanza de la e c o n o ­mía agrícola extra-regional de Tierra Caliente, en el caso de los h o m ­bres, la cantidad de d inero o b te n id o era incierta y tan baja q ue sólo ser ­vía para perpetuar el f lujo de estos centros regionales de bajo costo de

la m ano de obra.La incapacidad de los huecorianos de entrar p e r m a n e n te m e n t e

en la crec iente econom ía mexicana de los años sesentas se vio sin duda

l imitada por el bajo nivel educativo. E n tre las personas de más de 21

años entrevis tadas por Belsahw, el 10% de los varones y el 20% de las m u ­jeres carecían de educación formal. Belshaw calcula q ue hasta el 20% de

los h om b res y el 36% de las m ujeres no habían rec ib ido educación en ab ­soluto. Para los q ue sí habían ido a la escuela , el n ú m er o p r o m e d io de

años de escolaridad era entre tres y cuatro años. En 1962 sólo una fa m i ­lia había logrado m andar a tres hijos a la universidad.

H u ec o r io en 1980En 1980, cuando vis ité H u ecorio se habían p rod u c id o cam bios vi­

sibles y suti les en la com u n id ad y su econom ía; el cam bio en el patrón

de migración no era el m en o r de ellos. C onvien e describir los cam bios

ocurridos en las dos décadas subs igu ientes al e s tu d io de Belshaw, dado

q ue sostengo q u e los cam bios locales y el nuevo patrón migratorio se ha

Han interrelacionados.Para 1980, m uchos ed if ic ios of ic ia les q u e se u t i l izaban en Hueco-

rio en 1962 se hallaban en ruinas. Ya no exist ía ni el centro social, ni la

bibl ioteca , ni el lavadero públ ico , ni los gall ineros. La gente ya no l leva­ba su maíz al m o l in o de nixtamal; más b ien , hacían colas para com prar

tortil las en la tort i l ler ía de la plaza, ahora convert ida en parq ue in fan ­til con resbaladillas, co lu m p ios y otros juegos p in tad os de colores br i ­llantes. Todavía no hay calles residenciales pavim entadas , ni s iquiera la q ue lleva a dos u n id ades escolares recién construidas por el gob ierno fe ­deral al otro lado del p u e b lo , cerca del ferrocarril. A la iglesia le urgían* ciertos arreglos, y la gente se quejaba del aspecto del p ueblo ; las m u j e ­

res sobre to d o lam en tab an el n ú m er o de nuevas cantinas (s iete) espar­cidas por doquier .

Los h uecorianos se hallan m en os interesados en dar trabajo o par­te de su t iem p o libre a proyectos com unitar ios , com o lo prueba la d es ­

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aparición de varios de los escasos grupos sociales existentes en 1962. El grupo f e m e n in o anti-a lcohólico se ha dispersado, m en os de una docena

de hom b res asisten a las reun ion es ejidales, y sólo unos cuantos c u m ­p len las faenas. La q ue sí cont inúa activa es la asociación de padres , prueba del inveterado y crec iente deseo de los padres de proporcionar una m ejor educación a sus hijos. El nivel educativo de la nueva genera ­ción se está e levando; todos los padres con q u ie n e s hablé declararon

que sus hijos m en ores de 12 años asistían con regularidad a la escuela. No es raro ver a huecorianos jóven es de cam ino a la preparatoria de

Pátzcuaro, y varios son es tu d iantes en la Univers idad de San Nicolás en Morelia.

En contraste con el aspecto descuidado de los ed if ic ios púb l icos y

las calles, la viv ienda privada ha m ejorado n o tab lem en te . Hay m uchas

casas reform adas así com o algunas nuevas, construidas de b lo q u e y ce ­mento. Muchas t ien en p isos de cem ento . El esti lo de las v iv iendas tam ­bién es d i ferente; a lgunas t ien en grandes ventanales y dos pisos. Las an ­

tenas de televisión se elevan de muchos tejados. No sólo las casas son más grandes, c o n t ie n e n más habitaciones, además gozan de e lectr ic idad y

gas, y a lgunas cuentan con agua corriente . En mi m uestra de 19 hogares, observé que, a excepción de dos, todos ten ían e lectr ic idad y sólo u n o t e ­nía piso de tierra; d ieciséis contaban con un te levisor y catorce con es tu ­fa de gas. El p u e b lo tam b ién cuenta ahora con su servicio de taxi (dos

coches), y un in d iv id u o posee un p e q u e ñ o Volkswagen.A pesar de la em igración p erm a n en te de varias familias, se ha p ro ­

ducido un a u m e n to con s id erab le de la poblac ión . E n 1958 había unos

713 huecorianos , para 1979 se había e levado a 903. A p r ox im ad am en te la

mitad de las famil ias carecen de tierras. Se han p rod u c id o cam bios co n ­com itantes en la d is tr ib uc ión del ejido. A u n q u e n o m in a lm e n te son t o ­davía 134 los t itu lares, el n ú m er o de parcelas por famil ia ha d i s m in u i ­do. Esto se d eb e a la práctica crec iente de rentar ( i legalmente) parcelas

a medias y a la cos tu m b re de entregar parte de la parcela ej idal a hijos

casados. A pesar de la crec iente p oblac ión , diez hectáreas del ej ido se

hallaban sin trabajar, aparte de la tierra q ue se deja n o rm a lm e n te a

barbecho. Unos m eses antes de mi llegada, el ej ido había realizado una depuración o revis ión de t ítu los , la prim era vez q ue se hacía en ve inte

años. S ie te parcelas ej idales q ue habían prescripto por no ser cult ivadas

habían sido d evueltas a la com u n id ad y redistr ibuidas por sorteo a fa ­milias sin tierras. E m p ero sólo 12 personas habían “puesto sus n om b res

en el som b r er o”, y no todas rec ibieron una parcela com pleta . D e hecho, uno de los “ganadores” m e dijo q ue su cosecha de maíz sería tan p e q u e ­

ña q ue estaba p en san d o en entregar su parcela al f inal de la estación.

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No sólo se ha vuelto más p eq u e ñ o el tamaño de la parcela ej idal, sino que su uso tam b ién ha cambiado: 30% del ej ido, e sp e c ia lm e n te la tierra más fértil y semi-irrigada, se usa para sembrar alfalfa “pastor”. A u n q u e

desconozco el n úm ero de cabezas de ganado de H uecorio , parece obvio , por el poco maíz sembrado, que se ha dado una alza s ignif icativa en la

producción de carne y leche en el transcurso de los años sesenta. Este

patrón de cambio del maíz a la gandería ha sido observado por Verduz-

co en otras áreas.10 No se cult ivaba trigo y m uy poco frijol. Una p e q u e ­ña parte de las tierras ej idales de riego se dest inaban a huerta. Las h u er ­tas se encuentran más a m e n u d o en p rop iedad privada q u e en tierras rentadas.

La reestructuración de la agricultura huecoriana ha ido a com p a ­ñada de varios cam bios cu antitat ivos en la ec on om ía local. El viejo “ta ­ller” ha desaparecido, pero se abrió en 1979 u no n uevo cuya p rod ucc ión va a dar a Acapuico y otros lugares turíst icos. Sus trabajadores p e r t e n e ­cen todos a una sola famil ia, la del patrón; por tanto, no o frece una a l­ternativa nueva a la m ano de obra local. Lo m ism o se aplicaba a una p e ­q ueña fábrica de m u e b le s “co lon ia les”, q ue cerró p ron to sus puertas y no contrataba trabajadores locales. A dem ás de las nuevas t iendas-canti-

nas y la tort il lería, había pocos negocios nuevos. Q uince personas, m u ­jeres en su mayoría, han en con trad o trabajo en la p iscifactoría del go ­b ierno, y H uecorio presum e hoy en día de haber p ro d u c id o cuarenta maestros.

La venta de productos, actividad de inveterada im portancia en

Huecorio , ha cobrado renovada im portancia . Había 37 personas, 29 de

ellas mujeres , q ue vendían en los diversos mercados reg ionales en 1968. En 1980, no sólo había a u m e n tad o el n ú m ero de vend ed ores , s ino q u e

la frecuencia de su act ividad había pasado de tres o cuatro días a la se­mana a cinco o seis. Además, se había p rod u c id o un cam bio im p o r ta n te

en la estructura mercanti l misma q ue abrió nuevas o p o r tu n id a d e s a a l­gunas familias. Se trata de la inauguración de un m ercado m un ic ipa l

q ue se construyó a e fectos de “hacer más sa lubre” el m ercado. Se p u s ie ­ron a la renta más de 50 puestos de venta de carne, queso y huevo. Una

docena de famil ias q ue ten ían ven d ed ores am b u lan te s con larga e x p e ­riencia se trasladaron al n uevo ed if ic io . La part ic ipación en esta forma

de mercadeo exigía a los ven d ed ores hacer frente a n uevos gastos, in ­cluidos los costos de renta y licencias, más el uso del agua y el servicio de

basura. Los ven d ed ores ya no p od ían d ep en d e r de sus prop ias huertas, más bien, debían em p re n d er transacciones com ercia les a crédito con

camioneros mayoristas q ue llegaban dos veces por semana, o con e m ­presarios locales dentro del ed if ic io del m ercado q ue m an ten ían mer^

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eancía extra. A pesar de los obstáculos, 31 de las 12 famil ias que entra ­ron en el negocio , lo con t inu aban en 1980.

Paralelo al cam bio en el uso de la tierra de maíz a alfalfa, t e n d e n ­cia q ue se in ic ió en 1975, y los patrones cam biantes de m ercadeo, q ue

em pezaron en 1972, se ha p rod uc ido una intens if icac ión de la d e p e n ­dencia de H u ecor io de la migración a los Estados Unidos . De las 21 fam i­lias q ue entrevisté , 17 (80.9%) habían ten id o un m igrante en los Estados

Unidos d urante el decen io anterior, cinco famil ias habían ten ido dos

migrante« cada una. A d iferencia de los braceros de decenios an ter io ­res, la gran mayoría habían trabajado en ocupaciones no agrícolas, so­bre todo en el área de Los Angeles , d on d e habitan m uchos de ellos. P o ­ca gente de H u ecor io ha trabajado en los ú lt im os diez años en Tierra

Caliente o en la ciudad de México; de las tres personas en mi muestra

que sí lo habían hecho, dos se d ir ig ieron a los Estados U nidos en los s i­guientes viajes.

El alto porcentaje de famil ias que ahora envían m igrantes a los Es ­tados U nidos representa un a u m e n to sustancia! en com paración al 25%

de los varones adultos señalado por Belshaw. La cifra parece excesiva, más aún, sospechosa . Sin embargo, m e enteré, al margen de la m uestra

familiar, q ue en el verano de 1980 había más de 100 migrantes, la m ayo ­ría varones, q ue trabajaban t em p o r a lm en te en los Estado^ Unidos . E s ­to ño sólo m uestra la mayor d ep en d en c ia de H u ecor io respecto al ingre ­so migratorio , s ino q u e indica adem ás el desarrollo, en el transcurso de

la ú lt ima década, de una e f ic iente red migratoria q u e opera canalizan­do in form ación , recursos y personas al otro lado de la frontera. En su ­ma, en los ú l t im os años, los huecorianos se han vuelto “e f ic ientes” en la

migración.

E xpl icac ión d e los ca m b io sAlgunas cosas no han cambiado. La esctructura econ om ic é local si­

gue arraigada en las unid ades de producción dom ést ica y lc\s v ínculos

con Pátzcuaro con t inú an s iendo fuertes. E m p ero , la tasa de migración

ha a u m e n tad o y, junto con ella, la d ep en d en c ia del ingreso migratorio. Huecorio ha presenciado un crec im iento d em ográf ico considerable , y

el au m e n to con s igu ien te en el n úm ero de famil ias sin tierra y de a q u e ­llos con parcelas m uy pequeñas. Pero no se p u e d e explicar el a u m e n to

de la m igración sólo en térm inos de pres ión dem ográfica y la razón

“h o m b r e / t i e r r a ”, dado q ue otras com u n id ad es com o Ihuatzio , con con ­d ic iones similares, m ostraban un descenso de la tasa migratoria en el transcurso de esa d éc a d a 11

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Las decis iones migratorias hechas por las famil ias de H u ecor io re ­flejan el m o d o en q ue sus m iem b r os p erc iben las d i ferentes op c ion es

sobre cóm o d ivid ir m ejor la m ano de obra famil iar. Pero sus p erc ep c io ­nes reflejan pres iones reales. Las dec is iones pol ít icas a nivel regional y

nacional sobre el uso de recursos (tierras, m ano de obra y capital) han

reestructurado la econom ía regional en q ue se halla inserto H uecorio . Conviene observar esas dec is iones a fin de en te n d e r la respuesta de

H uecorio ante el cambio .Las polí t icas m acroeconóm icas a nivel de la eco n o m ía nacional

q ue afectaron a las áreas agrícolas tem poraleras com o las de Michoacán han sido tratadas su c in tam ente por A rizp e .12 Me baso en su trabajo pa ­ra una buena parte de mis ideas sobre los procesos generales del cam bio

agrario y sus con s igu ientes efectos sobre la v iabi l idad dom ést ica en la región lacustre.

La migración rural de México a los Estados Unidos, sobre to d o tra ­bajo asalariado, se volv ió m uy es tructurada en los años 1940 (véase B u s ­tamante , ci tado en Arizpe). Para los años sesentas, sin em bargo , había

alcanzado nuevos niveles. Este éxodo era una respuesta a una baja del crec im iento agrícola en los años sesenta en las zonas de tem poral . C omo

señala acertadam ente Arizpe . . la p rod ucc ión de a l im e n to s se con v ir ­tió en prod ucción de m igrantes (p. 11)”. E n los años cuarentas y c incuen­tas, los in tentos por reducir las im portac ion es agrícolas llevaron a una

inversión reducida en esas áreas, en favor de la inversión g u b e rn a m e n ­tal en una agricultura de irrigación en gran escala. Para los años 1960, la proporción de inversión federal en la agricultura de riego había al­canzado el d ob le q ue en las áreas de tem poral . Esta pol ít ica resu ltó en

una baja fuerte en el porcentaje de recuperación de la inversión en p ro ­ducción agrícola. A f ines del d ecenio , los once estados del centro-norte

de México, inc lu ido Michoacán, sufrían las consecuencias de 30 años de

ab andono de la agricultura m ini fundis ta . E l resu ltado era una pres ión

seria en el eq u i l ib r io entre el costo de la p rod ucc ión de maíz y el ingreso

rural en esas áreas. Este d esequ i l ib r io alcanzó p rop orciones de crisis

por las mismas fechas en q u e el gob ierno norteam er ican o daba por ter ­m inado el programa bracero. E n 1974, dos m i l lo n es de hectáreas de

tem poral que se cu lt ivaban todavía en 1965 habían s ido to ta lm e n te

abandonadas. Un factor en la a lteración de las decis iones productivas

de m uchos p eq u e ñ o s agricultores com o los de H u ecor io fue la pol ít ica

oficial de regular el precio del maíz. E n tre 1957 y 1973 fijó los prec ios a

fin de garantizar a l im en tos a la crec iente p ob lac ión urbana p o ­bre, así com o para fom entar el uso del ingreso agrícola en el con su m o

de b ienes producidos en el sector industrial . Los p eq u e ñ o s p ro d u c to ­

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res, tales com o los agricultores no autosufic ientes de la región lacustre, encontraban más factib le comprar maíz a precios controlados q ue in - ‘ vertir m ucho en producirlo para sus familias.

Las polí t icas of ic ia les de precios no p odían garantizar un ingreso

adecuado a los trabajadores rurales. Según un in form e del Banco M u n ­dial, un n ú m er o crec iente de personas (más de la mitad) q ue trabajaba

en la agricultura eran asalariadas y no propietarias. Además, un 40% era clasificado por el Banco M undia l com o “p o b r e”, es decir, ten ía un

ingreso anual in ferior a 350 dólares.Un resu ltado im portan te de los patrones de inversión en una agri ­

cultura de riego en gran escala fue un cam bio gradual a m en os cult ivos , más rem unerativos , en Tierra Caliente. E n áreas d o n d e p od ían ju n tar ­se ejidos, los in tereses com erciales adquir ieron derechos por m ed io de

subsidios o com pra abierta. A lo largo de la década, se d io u n cam bio

gradual en favor de la fruta para exportación y cult ivos de verduras; y

tras la baja de los precios m u n d ia les del a lgodón en 1965 se redujo el n ú ­mero de hectáreas dedicadas al mism o. En los lugares d o n d e se s iguió

cult ivando algodón* una buena parte se cosechaba a m áquina. El resu l ­tado para los m igrantes tem pora les de H uecorio e Ihuatzio fue una se­vera reducción en la d em and a de trabajo.

Las pres iones p resupuésta les sobre las famil ias rurales ya no se al i­geraban fác i lm ente com o antes m ed ian te el trabajo asalariado ocas io ­nal en el sector urbano. E n el periodo de rápida urbanización, entre los

años cuarenta y los sesenta, hubo muchas oportunidades de em p leo en las

ciudades. Los escasos requisitos laborales sumados a un auge de la cons­trucción, permit ieron a gran núm ero de trabajadores rurales semi-em-

pleados conseguir trabajo temporal que complem entaba el ciclo agrícola. Estas oportunidades se redujeron drásticamente en los años sesenta, al

mismo t iem po que la atención médica en el México rural se tradujo en una

población más num erosa y en una mayor fragm entación del ejido. En com unidades del área lacustre com o Ihuatzio, la crec iente p ob lac ión ha

sido in veteradam en te absorbida en la p roducción d om ést ica de art ícu ­los, tales com o blusas y delanta les bordados a m ano, c inturones tej idos , m obil iario de m adera sencil lo , aperos para caballo, sandalias, a l im e n ­tos preparados, rec ip ientes de paja, petates y loza .13 Pero la p o l í t ica gu­bernam enta l de crear con su m idores rurales para las mercancías in d u s ­triales, con ayuda de la pub l ic idad , resultó en una d em an d a d ecrec ien ­te de tales productos . Ropa, m uebles , cazuelas de metal , pla tos finos , alimentos en latados y refrescos em b ote l lad os , pan de caja, cajas de car­tón y bolsas de plástico af luyeron a los m ercados regionales.

T od os estos cam bios afectaron p ro fu n d a m e n te el carácter de la

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ec on om ía regional de la meseta central. Al igual que muc has econom ías

regionales en el México pre-revolucionario , la econom ía regional se ha­bía c entrado en un p eq u e ñ o núm ero de c iudades comerc iales, cada una

c on un mercado q ue operaba para absorber la producc ión rural y d istr i ­buirla dentro de la región misma. En el área del lago, la in tegración gra­dual de la econom ía regional, que se había centrado en Pátzcuaro y

Uruapan, se hallaba marcada por la llegada del ferrocarril q ue unía a

estas c iudades con la c iudad de México a fines de los años 1920. En los

años 1930, la elec trificación llegó al área, al igual q ue otros programas

federales para la mejoría económ ica de las com u n id ad es locales. A lo largo de los años 40, las com u n id ad es del lago eran objeto de atención

de una gran variedad de programas de mejoría agrícola. E n tre 1951 y

1967 se llevaron a cabo programas in tensivos de electr if icac ión, cons ­trucción de carreteras e in troducción de agua potable; el INI m antuvo

un centro en Pátzcuaro a fin de apoyar las artesanías “indígenas”, can ­tos, danzas y otras formas de la c ultura tarasca. En 1966-67 se in ició un

programa federal a fin de regular el uso de los rec ursos forestales, para

proteger los productos de madera para la producción artesanal e im p e ­dir la sobretala para uso doméstico .

Los programas sociales y económ icos de los años cincuentas y se ­sentas que tenían la mira puesta en “mejorar la su er te” de las c o m u n i ­dades rurales, tuvieron efectos poco duraderos. E m p ero , la infraes­tructura proporcionada por el gob ierno en forma de escuelas, carre­teras, electr ic idad y agua p otab le hizo p os ib le el crec im iento de la p o ­blación y la entrada en la región de muchas de las pertenenc ias de la

vida m oderna — m áquinas de coser eléctricas, tort il lerías automáticas, estufas de gas, v transporte en autobús confiable desde y hacia Pátzcuaro.

Pátzcuaro tam bién sufr ió c iertos cam bios en los años sesentas y se ­tentas, algunos de los cuales le dan el aspecto de m odern izac ión . Existe

un am plio s is tema de escuelas públicas y privadas, inc lu ido un s is tema

de secundaria; hay una of ic ina de telégrafos, una de te lé fon os , un a lm a­cén de la Conasupo, e incluso una b ib l ioteca infantil . Se han constru ido

m uchos nuevos hote les , m ote les y restaurantes , y los m u e l le s dan cobijo

a lanchas de m otor para transportar turistas y res identes a las islas del lago. T od o esto da la apariencia de un centro regional próspero y p ro ­gresista. Sin em bargo , no se ha p rod uc ido cam bio a lguno d urante este

periodo en la estructura económ ica de la c iudad, ni en su rol de art icu ­lar las com u n id ad es de su h in te r lo n d con el de la ec on om ía nacional. No hay una sola industria en Pátzcuaro que d é em p le o a más de una d o ­cena de personas. Los in tentos de introducir em presas q ue absorban

más fuerza de trabajo se han visto co n s is te n tem en te b o icotead os por la

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él ite comercial. La polí t ica gu bern am enta l en pro del desarrollo e c o n ó ­mico de la región ha ref lejado los intereses de la él ite.

El tur ism o com enzó a ser una fuente im p ortan te de ingresos para

la é l i te urbana de Pátzcuaro ya por los años 1930, cuando un hote l de propiedad norteam ericana fue constru ido para atraer a turistas am er i ­canos al p intoresco lago de Pátzcuaro, en parte d eb id o a su t ran q u i l i ­dad y en parte a su “in d ian id ad ” y a la presencia del alegre m ercado al aire libre. Pátzcuaro se volv ió en los años cuarentas y c incuentas un ce n ­tro turíst ico para norteam ericanos y europeos . El valor de la tierra para

construir las instalaciones turíst icas com enzó a elevarse. En 1965, el go ­bierno m exicano se m ovió para conservar la arquitectura colonial y el aspecto general de Pátzcuaro, a fin de asegurar su atractivo, la des ignó

“ciudad p a tr im on ia l”, la única de México. Esto signif icaba q u e no p o ­dían erigirse en la zona central ed if ic ios que no fueran de esti lo co lo ­nial; ni se podían reconstruir los ed if ic ios ex istentes excepto en esti lo

colonial. La elección del tur ism o com o la meta para la econom ía de

Pátzcuaro por parte del gob ierno convenía a la exc lus ión de la industria

favorecida por el sector comercial. T am b ién co inc ide con el deseo de

los em presarios de servicios de usar m ano de obra rural ab u n d an te y ba­rata en la construcción de nuevas instalaciones y en los servicios de m o ­teles y restaurantes . D urante los años setentas , la inversión turíst ica de

los com erc iantes locales se disparó. Al m ism o t iem po, el gob ierno m ex i ­cano em p r e n d ió una campaña para suplir el tur ismo extranjero es tac io ­nal con turistas m exicanos de clase media . Los turistas mexicanos en

Pátzcuaro ahora sobrepasan a los extranjeros, q u ien es suelen venir sólo

en los meses de verano. Las famil ias mexicanas van durante los f ines de

semana largos, y tam b ién para el “Día de M uertos”. B uena parte del ím ­petu turíst ico de Pátzcuaro p roviene del apoyo gu bern am enta l a la in ­dustria turística. In form es recientes sobre polí t icas para el estado de

Michoacán m en cion an q ue el Banco de Comercio recomienda un au m en ­to del tur ism o com o d irecc ión futura para un estado de econom ía agrí­cola. Esta polí t ica se hizo efect iva en 1979 m ed iante el lema de “El ru m ­bo es M ichoacán”.

Conviene señalar, antes de tratar otro cam bio im portante ocurri ­do en Pátzcuaro, q ue el turismo ofrece escasas o p or tu n id ad es de traba­jo regular a la gente del cam po circ undante. A las mujeres , el an a lfab e ­tismo, el español rud im entario , o las pautas culturales de m oralidad, les im piden a m e n u d o su entrada a trabajar en m ote les y restaurantes. Algunos h om b res han encontrado trabajo de jardineros, cu idadores o

cocineros, pero son escasos.Si la polí t ica de desarrollo federal en la región del lago p u e d e ver­

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se com o prom otora de los intereses de la él ite, lo m ism o p u e d e decirse

de su papel en la transformación de la inst itución más antigua y más tradicional de Pátzcuaro: el mercado. Hasta 1969, el mercado regional de Pátzcuaro había operado del m ism o m od o q ue lo venía h aciendo desde el siglo X V I .14 D urante siglos, los vendedores , sobre todo m u j e ­res, llevaban productos locales (verduras, artesanías, trabajos a m ano, a lim entos transformados) al mercado en los días tradicionales (jueves, viernes y domingo) . Cualquiera que p udiese pagar la p eq u e ñ a tarifa de

“plaza” podía rentar un lugar para el día. Por décadas, el mercado tenía

lugar en la plaza en cuyo centro se encuentra una estatua en bronce de

Don Vasco de Quiroga. A f ines de los años sesentas, intereses privados

de Morelia d ec id ieron q ue deseaban construir en la plaza un hote l m o ­derno, de esti lo colonial, y q ue el t ianguis era un in con ven iente . Con la

cooperación de los funcionarios m unic ipales , p u d ier on conseguir ayu ­da federal para el traslado de los vendedores , y para la construcción de

un mercado cubierto a cierta distancia de la otra plaza. D urante la cons ­trucción del nuevo ed if ic io , los ven d ed ores se am on ton aron en la otra

plaza m ucho más pequeña . En 1972, se t er m in ó el edif ic io; ofrecía 52

puestos de cem en to en renta y a los ven d ed ores se les ob l igó l i te ra lm en ­te a salir de la plaza. A u n q u e se p laneaba q ue todos los ven d ed ores de

verdura se instalaran dentro del cem en to , no sucedió así. M uchos no

podían darse el lujo de una renta regular o las cuotas de licencia, y conti­nuaron ven d ien d o sus mercancías fuera del ed if ic io , en las calles adya­centes. A ctualm ente , au n q u e existe cierta hosti l idad en tre los v e n d e d o ­res “ocasionales” y diarios, am bos ven d en sus mercancías codo con codo.

La reestructuración del proceso de m ercadeo en Pátzcuaro ha re­sultado en la b ifuración económ ica de los vendedores . Algunas m u j e ­res, muchas de Huecorio , han p o d id o pasar del com erc io ocasional al comercio de t iem p o com p leto . D e p e n d e n para su su m inistro de los aca­paradores locales y de cam ioneros foráneos. T ien en q ue hacer frente a

pagos regulares de renta y tarifas, de las compras a los mayoristas y de

los arreglos creditic ios. En suma, se han “racionalizado”. Y au n q u e su

ingreso es más alto que el de las vendedoras am bu lantes , tam b ién lo es

el riesgo. No obstante , la mayoría está con ten ta del traslado; sost ienen

que los productos perecederos duran más t ie m p o adentro. Para las m u ­jeres más pobres q ue v en d en verdura no hay este t ipo de opciones . Co­rren el m áxim o riesgo y o b t ie n e n la tasa más baja de ganancia, hasta tal p u n to q ue los p roductos más perecederos com o son la fruta y la verdura

no se ven d en en las t iendas de la localidad sino q u e se deja su venta a es ­tas campesinas .

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Los dos cam bios más im portantes ocurridos en Pátzcuaro —el tu ­rismo y el m ercado ab ier to— han dejado in tocada la articulación co lo ­nial entre la ciudad y las com u n id ad es de su h in te r la n d . Su rol p r im a­rio con t inú a s iendo, al igual q ue durante la colonia, asegurar el f lujo de bienes y servicios baratos a la p oblac ión urbana. La polít ica g u bern a ­mental nada ha hecho por alterar esta estructura en favor de un ingreso

rural más alto. Esta ten denc ia general de un decrec iente ingreso rural durante los años 1960 se refleja en datos publicados sobre la m eseta

tarasca.En 1965, a fin de relacionar los salarios m ism os con las variaciones

en el índice de costo de la vida para regiones particulares de México, el gobierno creó un con jun to de zonas q ue podría rastrear a fin de o b t e ­ner datos econ óm icos regionales . El área del lago co m p re n d e la mayor parte de la zona 63, la “Meseta Tarasca”. Los datos revelan su bajo nivel de productiv idad así com o la escasez de alternativas ec o n ó m ic a s .15 Sólo

el .1% de los b ie n e s c r e a d o s e n México p rov ienen de la zona 63. La inver­sión de capital en salarios, em presas y fuerza de trabajo em p lead a re ­presenta m en os del 1% de la nacional. M enos del 17% de los q ue p od ían

trabajar en 1969 tuvieron e m p le o durante más de dos meses. El salario

p rom ed io anual de la zona en ese año (12 000 pesos) fue m u ch o m en or

que el p ro m ed io nacional (19 320 pesos). Existen m en os trabajadores

asalariados o urbanos q u e el p r o m ed io nacional, y el 92% gana m en os de

1 000 pesos mensuales . (El p r o m ed io nacional es de 71%). Un 65% de t o ­das las personas ec o n ó m ic a m e n te activas en la zona son p e q u e ñ o s agri ­cultores, y sólo 24 de cada 1 000 son profes ionales , m uy por debajo de los

54 por 1 000 a n ivel nacional. La mitad de las personas de 15 (en 1969) ca­recían de educación formal. La viv ienda, tam b ién , se hallaba m uy por

debajo del p ro m ed io nacional, y la densidad por cuarto era mayor (16).A u n q u e la zona ha arrostrado un crec im iento de la pob lac ión co n ­

siderable en el ú l t im o d ecen io , es m en or q ue el p ro m ed io nacional

(1.8% vs. 3.3%), en parte d eb id o a q ue ha h abido poca inmigración. El tamaño de la famil ia es más o m en os el del pro m ed io nacional , y la p irá ­m ide de edad revela la m ism a ten denc ia hacia abajo. Sin em bargo , por

cada trabajador hay más d e p e n d ie n te s (3.1) q ue a nivel nacional (2.7), resultado de q ue un 39% más de los trabajadores de la zona trabajan en

la agricultura de p e q u e ñ a escala q ue a nivel nacional. Más de 10 000 fa­milias, q ue abarcan 61 648 personas, trabajan en p eq u e ñ a s parcelas,

96% de las cuales son exc lus ivam ente de tem poral .

N os hal lam os, pues, frente a una zona q u e se caracteriza por un al ­to su b-em pleo rural, bajo ingreso y ausencia de op o rtu n id a d es para au ­m entar el ingreso. E m p ero , de 1973 a 1975, los prec ios de las mercancías

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básicas, incluidos los a l im entos , se e levaron 37.7%, sólo en 1975 su b ie ­ron 15%. El 5% ó m en os de la poblac ión q ue trabajaba en la industria , algún alivio hallaba en cobrar el salario m ínim o; pero, para más del 68% de los trabajadores manuales , que p rom ed iaban 9 000 pesos al año de ingreso durante este per iodo, y cuyos salarios se hallaban lega lm en te

regulados según los precios, pero q ue de hecho es taban infrapagados, escaso alivio existía. E n tre el 27% q ue trabajaba ú n ic a m e n te en la agri­cultura sin salario, no había alivio posib le.

Para la g ente de H uecorio , las tendenc ias características de las tres

últ imas décadas, dentro de la econom ía nacional y regional, se expresan

en térm inos de pres iones para m anten er el con su m o d om ést ico . Y, si bien se p u e d e aducir q ue los patrones de con su m o se hallan co n d ic io n a ­dos por expectativas culturales, se p u e d e añadir igu a lm en te q u e aun las

más modestas expectativas se han visto se r iam en te cuestionadas. Las fa ­milias q u e se dedican al cult ivo del maíz han sent id o la pres ión de !os costos crecientes del fertil izante, la semil la , los insecticidas y la m ano

de obra contratada, así com o el costo de las com idas servidas a los p e o ­nes com o parte de sus salarios. En H u ecorio , com o hem os visto, la so lu ­ción es en favor de la alfalfa, o dejar de cult ivar en ter am e n te . Un resu l ­tado de la reducción en el m o n to del trabajo asignado por los hom b res a

la agricultura ha sido una crec iente presión sobre el uso del trabajo fe ­m en in o e infanti l. Se d irige cada vez más a la cría de animales y al comer­cio am bulante . Se rec on oce q ue para la nueva generación, ¡a salida ele la agricultura y el bajo ingreso radica en la educación. Sin em bargo, el costo de los libros y otros materia les educativos , transporte y ropa, es ­p ec ia lm en te los uniform es , tam b ién ha subido. El resu ltado es q u e se

hace el mayor es fuerzo en favor de los hijos varones mayores, u otros h i ­jos varones, m ientras q ue el trabajo fem en in o se dir ige cada vez más al comercio y a la producción artesanal.

Estos patrones cam biantes de asignación del trabajo maxim izan el potencia l generador de ingresos de los m iem b r o s de la famil ia , pero a

m edida q ue las famil ias luchan por reducir la pérdida de ingreso, se

com p rom eten más con un m odo de articulación con la ec on om ía nacio ­nal y regional q ue perpetúa bajos n iveles de ingreso. El com erc io en un

mercado regional representa la in tens if icac ión de un m o d o “co lon ia l” de articulación a una econom ía más amplia , q u e logre extraer b ien es y

serv icios valiosos a bajo costo para los consum idores . Y, com o hem os

visto, las op cion es otrora ex istentes para los hom b res d en tro de la eco ­nomía extra-regional no sólo no han aumentado, sino que se han reducido.

A m edida que se eleva !a pres ión presupuesta! en las famil ias, se

prpduce un efecto “o n d u la to r io ” en términos de las re laciones sociales

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comunitarias . La red social de intercambio recíproco interfamil iar , que se halla arraigado en el parentesco y el compadrazgo, ha servido in ­veteradam ente para asegurar la v iabil idad doméstica de cara a las crisis

económicas . Pero la capacidad de muchas famil ias para responder p osi ­t ivam ente a sus ob ligac iones con otras de su red se ha visto en peligro. La m onetización del trabajo hace difícil para las famil ias apartar m ano

de obra para asignarla a trabajos sociales com o las faenas, el in tercam ­bio en la construcción de casas, act ividades festivas u obras públicas. Los precios y costos famil iares crec ientes recortan la posibi l idad de

contribuir a la “cap itac ión” (recaudación de fondos especia les para ac­tos com unitarios) o p eq u e ñ o s préstamos a parientes y compadres. Es

cada vez más dif íci l para m uchas famil ias m anten er su posic ión dentro

de la red de in tercam bio y su v iabil idad económica. Para las famil ias que p u ed en , la migración asalariada a los Estados Unidos es la solución

para volver a eq u il ibrar el presupuesto doméstico.

El im p a c to so c io -econ óm ico d e la m igración asalariada

t e m p o ra l s o b r e H u e c o r ioUna vez q u e un in d iv id u o se integra al flujo migratorio , otros

m iem bros de* la famil ia in tens if ican sus es fuerzos para proveer el ingre­so asignado a la migración , y asumir la falta presupuesta l dejada por el migrante hasta q u e lleguen sus giros. En H uecorio , un m o d o con ven c io ­nal de hacerlo es mediante el comercio ambulante en Pátzcuaro. Las muje­res que no cultivan verdura, las compran a las que sí tienen o a mayoristas

de Pátzcuaro. A cambio de una pequeña retribución, se puede rentar espa­cio diariamente en el tianguis. Algunas familias han utilizado el dinero pro­veniente de la migración para rentar o comprar una huerta para este tipo de contingencias. Aunque aún en 1962 un número considerable de mujeres

se dedicaban al comercio, según Belshaw,17 es obvio que hoy en día existe

una alta correlación entre el comercio y la migración, como puede verse en

el siguiente cuadro.

CUADRO 1

M IGRAC ION Y COMERCIO S E G U N LA M U E ST R A D E FA M IL IAS

N úm ero de famil ias con marchante(s) y un m igrante 11*

N úm ero de famil ias con marchante(s) sin m igran te 1

N úm ero de famil ias sin m archantes ni m igrantes 3

N úm ero de famil ias sin m archante y sin m igrante 6

Incluye 3 familias con dos migrantes cada una.

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El trabajo infantil en H uecorio se usa para el cu idado y a l im e n ta ­ción de puercos y gallinas, para traer y llevar ganado a pastar, y para la­var y dar de com er a los puercos. Los hijos de los abarroteros ayudan asi­m ism o a atender la t ienda, y tres niñas cosen blusas en el tal ler de su padre. Dos niñas bordan regularm ente m ante le s q ue su padre m igrante lleva a vender a los Estados Unidos. Estas act iv idades se com b in an con

la asistencia a la escuela, pues la educación es muy apreciada en Huecorio.

Ya he señalado más arriba que la migración tiende no sólo a mantener

sino a crear una preferencia por una forma particular de organización doméstica: la famil ia extensa. A u n q u e m e in cl ino a pensar q ue esta for­ma de organización famil iar ha sido la preferida en H uecorio , m e atre­vería a af irmar q ue la migración neutraliza la form ación de famil ias n u ­cleares.18

La ausencia cada vez más prolongada de los cabeza de famil ia ha

ten ido un efecto negativo sobre los roles y re laciones familiares. Entre

marido y mujer existe una tensión notoria . Las mujeres expresan sus sospechas respecto a sus esposos ausentes, y su tem or de q u e el esposo

“tom e otra m ujer” en los Estados Unidos. Les p reocupa que se es tab lez ­can lazos afectivos q ue im pidan el retorno del esposo, e s p ec ia lm en te si inicia otra familia. Es sabido q ue a lgunos migrantes han go lpeado a sus esposas por sospechas de in f ide l id ad y hay ch ism es sobre los q u e no han

migrado y pers iguen a las mujeres cuyos esposos se hal lan ausentes. Las

madres confiesan sus ansiedad de perder la ayuda de hijas solteras pero

casaderas que p u ed en dejar la famil ia, com o es cos tu m b re en Huecorio ;

estos sent im ien tos parecían ser esp ec ia lm en te agudos en las famil ias

migrantes, en las q ue la pérdida del trabajo d om ést ico de una joven era

particu larmente dura. Las nueras han sido s iem pre un b ien económ ico

en Huecorio , y su lugar en una famil ia m igrante , en la q u e se libera el trabajo de las mujeres más viejas para q ue se d ed iq u e n al com ercio , es especia lm ente estratégico. Conocí un caso en q ue un joven se casó con la

in tención explícita de dejar a su esposa con su m adre a fin de migrar. Las nueras reconocen su papel vital en las famil ias migrantes; algunas

han sacado partido de el lo para fortalecer el pod er de su papel tradicio ­

n a lm e n te im p o r ta n te .19 Las relaciones padres-hijos son as im ism o más dif íciles cuando el padre está fuera por un p er iodo prolongado. M u ­chas mujeres com entaban la d if icu ltad de educar a los hijos varones

adolescentes sin sus esposos presentes para disciplinarlos . E n Hueco-

rio la ausencia de hom bres m igrantes se com plica a m e n u d o a su vuelta por el a lcohol ism o y su incapacidad para re integrarse a la u n id ad fam i­liar. Los hijos adolescentes entran a m e n u d o en conf l ic to con sus padres y emigran a fin de conservar su libertad de acción.

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La a lienación q ue s ie nten m uchos de los que regresan ha afectado

su voluntad de volver al trabajo agrícola. Como ya lo señalamos, m u ­chos trabajan en ocupaciones urbanas y son responsables ante los su ­

pervisores. Los h om b res no sólo son más consc ientes de los riesgos del trabajo agrícola, sino q ue lo consideran poco satisfactorio. A u n q u e al­gunos in form antes hablaban de la “flojera” de los migrantes retorna­dos, y su tendenc ia a descuidar sus parcelas ejidales, esto p ro b a b le m e n ­te se d eb e más a la insatisfacción con el trabajo agrícola que a la in d i fe ­rencia. Sin em bargo, con v iene señalar q ue los ej idos y el ganado no es ­tán bien cu idados y que , según un agrónom o, la producción de leche es

mucho más baja de lo esperable .El im pacto de la migración sobre los patrones agrícolas a nivel de

la com u nid ad ha sido p rofun do . B uena parte de la tierra q ueda sin tra­bajar o es rentada. La mayoría de la gente, ante la opción , pref iere in ­vertir en la migración más bien q ue en el cult ivo de maíz, e sp e c ia lm e n ­te si requiere reemplazar el trabajo prop io con el de peones contrata ­dos. El trigo ya no se cult iva en Huecorio ; ha sido susti tu ido por alfalfa. La tierra irrigada se dedica cada vez más al cult ivo de hortalizas para la

venta en lugar de cult ivos para el consum o doméstico . Irónicam ente , los b enef ic ios de estas em presas se uti l izan para financiar la migración.

La migración de m uchos varones en sus años más productivos ha

ejercido un efecto p ro fu n d o en los patrones laborales comunales . La

faena, o trabajo gratis o frec ido por todos los varones adultos a proyec­tos com unitar ios , ha s ido desde época inm em oria l una costum bre entre

las com u n id ad es tarascas. No es accidental el que el aspecto general de

los ed if ic ios y áreas públicas sea descuidado y ab and onad o .20 No hay ac­tua lm en te un n ú m er o su f ic iente de hom bres que presten esos servicios

comunitarios . En 1980, un programa federal de reforestación de las la­deras de H u ecorio iba muy lento d eb id o al escaso n úm ero de personas dispon ib les para plantar árboles. Otro proyecto de b enef ic io potencia l “dejó de hacerse” por falta de trabajo voluntario. Un terraten iente con espíritu com u nitar io y otras fuentes de ingreso ofreció donar una b u e ­na parcela de riego para q u e fuera uti l izada en b en ef ic io de la c o m u n i ­dad. Al ver q u e había un n ú m ero in suf ic iente de h om bres para traba­jarla, retiró la oferta.

El trabajo recíproco entre parientes v com padres tam b ién va re­duc ién dose a m ed ida q ue m uchos hom bres emigran. El e fecto se deja

sentir sobre todo en la construcción de casas, para las que , aparte del costo creciente de los materia les , la gente t ien e q ue contratar peones

que ayuden en la construcción.Los patrones de liderazgo tam b ién m uestran los efectos del in te ­

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rés creciente en H uecorio para la migración. Los hom bres e leg idos para

cargos públicos prov ienen a m en u d o de un grupo más p e q u e ñ o de p er ­sonas q ue no t ien en in tenc ión de migrar. Con frecuencia se trata de los

m iem bros de la com unidad m en os hábiles , m en os com p eten tes , m en os

ambic iosos q ue t ienen m enos experiencia o capacidad para vérselas con la burocracia fuera de la com unidad. Los no m igrantes d om in aron asi­m ism o la organización ejidal durante 1980, lo q ue m e lleva a pensar q ue los migrantes ya no ven intereses tan centrados en el control de la tierra

al grado q ue sí lo hacían antaño.El f inanciam iento de la migración extrae una cantidad considera ­

ble de d inero de la com u nid ad , q ue termina en las m anos de los coy otes

de las c iudades fronterizas. Casi todos los migrantes q ue entrev is té usa­ron un coyote para cada entrada q ue hic ieron. A 250/300 dólares por

viaje, la cantidad de d inero q ue sale de H u ecor io es im presionante . La

pérdida general de m il lon es de pesos no sólo ha hecho tensas las re lac io ­

nes sociales tradicionales que descansan en la reciprocidad, sino que ha afec­tado la calidad de una vida social que se halla arraigada en la hospitalidad y la partic ipación en fiestas cívicas y religiosas, y las ob l igac iones de

compadrazgo; en suma, las activ idades q u e im b u yen en la gente un sen ­

t im ien to de com unidad.Por ú lt im o, con v iene m encionar un “no e fe c to ” de la migración

sobre Huecorio, que se menciona a m enudo en la literatura sobre migra­ción, a saber, la inversión del ingreso migratorio de m o d o tal q ue sirva

para reestructurar y mejorar la econom ía local. Este tal vez fuera el caso

en decenios anteriores cuando los costos de m an ten er la v iabil idad fa­mil iar se hal laban más en consonancia con los ingresos; no fue el caso en

los años 1970. El cuadro 2 muestra cóm o fue u t i l izado el ingreso p rove ­n ien te del salario n orteam ericano de los migrantes huecorianos.

Un solo m igrante ha in vert ido en una nueva em presa . Ha ab ier to

un taller con cinco m áquinas de coser eléctricas. En este caso no se abrió

ninguna op ortu n id ad laboral para los m iem b r o s d e la com u n id ad ; la

nueva em presa uti l iza ú n icam ente el trabajo de los cuatro hijos de la fa­milia. Varias personas com praron huertas; en estos casos, el d in ero se

invirtió en crear un ingreso más conf iable , no nuevas form as de ingreso. El área de inversión más im portan te ha sido la construcc ión de v iv ien ­da. No es sorprendente . D ado q ue el costo del c e m en to en México se tr i ­plicó en los ú l t im os cinco años, es práct icam ente im p o s ib le para fa m i ­lias en au m e n to p erm an ecer juntas y a la vez p roporcionar su f ic iente

espacio habitable para todos sus m iem bros . In e v i ta b le m e n te , la p re ­sión para quedarse en familias extensas, que se \ e reforzada por la migra­

c ión, tam b ién im pulsa a migrar a fin de o b te n e r d in ero para am pliar la

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USO D EL INGR ESO M IG RAT O R IO

(expresado en proporción del ingreso de todos los viajes de 17 migrantes)

1, M a n ten im ien to familiar 1.002. Vivienda 5.333. Tierras 3.504. Animales 0.505. Puestos religiosos 0.006. Ahorros _____ 0.337. Inversión de capital 2.008. Gastos médicos 2.339. Educación 1.00

10. Deudas LOO11. Sin datos 6.00

vivienda y comprar las neces idades de

ropa, m edic inas y educación.con su m o doméstico; a l imentos ,

Im migración y el f u t u r o d e la p o l í t i c a agrariaEn este es tu dio de caso, he exam inado el impacto de los cam bios

en la econom ía regional y nacional que han creado cam bios locales en

Huecorio. He tratado de mostrar que una respuesta im portante ha sido

una tasa crec iente de migración a Estados Unidos que ha vuelto a H u e ­corio d ep e n d ie n te de la migración. Esta d ependenc ia , a su vez, ha g e n e ­rado alteraciones en la esc lm ctu ra social y, lo que es más im portante , cambios en los patrones de asignación de trabajo y uso de la tierra d e n ­tro de la econom ía local. Em pero , la creciente li teratura sobre migra­ción de Michoacán y de otros estados indica que el caso de Hu ecorio no

es único.21 Más bien, la dependencia de la migración promete convertirse en un fen ó m e n o más generalizado en el futuro prev isible. Si esto es así, debem os exam inar las im plicac iones de una d ep en d e n c ia tan e x te n d i ­da y los consigu ientes cam bios económ icos locales q ue lo acom pañan, respecto al futuro de los in tentos más recientes de cam bio agrario.

Los programas agrarios recientes han n o rm alm en te tratado de lo ­grar dos objetivos: aum entar la producción para equ il ibrar la d e p e n ­dencia de las im portac iones , y au m entar el ingreso rural. Ambos objeti-

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\ os no son idénticos; de hecho, a veces son contradictorios. Por una par­le, la producción agrícola para exportación util iza capital y tecnología intensivas. El desp lazam iento resultante de una agricultura mixta d o n ­de la producc ión en gran escala es factible desem boca en un au m en to

del d esem p leo rural y, por tanto, en un ingreso rural decrec iente . A c o r ­to plazo, esta forma de cambio agrario producirá una mayor necesidad de migrar y una mayor d ependenc ia de la migración. Los programas d i ­rigidos a aum entar la autosuficiencia de los agricultores en p eq ueña es­cala en la agric ultura ejidal suelen dar el m ism o resultado. En las c o m u ­nidades en que la tierra ya está s iendo uti lizada con f ines ajenos a la au­tosufic iencia a l im ent ic ia , sería difíc il atraer a los ej ida lar ios a la pro ­ducción de a l im entos básicos, aun c*on apoyos del gob ierno para reducir

riesgos. Los huccorianos ya no consideran las tierras com o la base de la

econom ía familiar. El cult ivo de la tierra es una actividad adjunta que hace posib le otras formas de actividad laboral en la que participan

otros m iem bros de la familia. El nuevo papel de la tierra en la genera­ción de un ingreso más alto p o s ib lem en te esté en la ganadería y no en la producción de a l im entos de subsistenc ia. Sin em bargo , en c o m u n id a ­des como Huecorio , el futuro de la ganadería no es fác i lm ente expandi- ble sin la migrac ión, que proporciona el capital para los animales . Un cambio “exitoso” (desde el p un to de vista de la familia) se traducirá en el retiro cié más hectáreas de la producción al imentic ia a m ed ida que

los ganaderos obtengan mayores benef ic ios m ed ian te la venta de pro­ductos ganaderos.

Los p lanif icadores de la polít ica agraria prestan muc ha atención a la disc usión sobre el tamaño ideal de la parc ela, la c alidad del suelo , los

c ostos de más ferti l izantes y riego y la capacidad admin is trat iva. Lo que

falta en estas d iscusiones de p laneación es la unidad de producc ión: la

familia. Aun si todos los prob lem as menc ionados fueran resuel los , se­ría d il íc il persuadir a muc has lamil las de que asignaran m ano de obra

regular a la producción agrícola; la agricultura en p eq ueña escala de

México 110 se halla sujeta al l ipo de racionalizac ión económ ica que ca­racteriza al sec tor m oderno. Más bien , se halla inserta en la organiza­ción social de la com unidad de una manera dist intiva. Uti liza no sólo la

mano de obra masculina sino tam bién la fem en ina y la infantil . Sin pro­gramas que provean asim ism o op ortu n id ad es para el uso de estos tra­bajadores también , no es probable que las nuevas reformas puedan lo­grar un au m ento ele la producción rural y del ingreso cam pesino.

El patrón que está surgiendo en c o m u n id a d e se j id a le s c om o Hjueco- i io es com binar agricultura y migrac ión a í in de p erm it ir la diversi f ica­ción de la mano de obra íamiliar. Para los pobres del cam po, esta estra­

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tegia crea la f lexibil idad necesaria para d efen derse contra la disoluc ión

de la unidad bajo la pres ión de procesos inflacionarios en la macro-eco-

nomía. La necesidad, así com o la capacidad de estas unidades de maxi-

mizar todos los recursos d ispon ib les , no so lam ente la tierra, deben to ­marse más en cuenta en un nuevo programa de reforma agraria. Los

fondos gu bern am enta les ú n icam ente para la agricultura no serán un

incent ivo su f ic iente para los trabajadores rurales de perm anecer en la

agricultura de subsistencia o regresar a ella.

NOTAS

1. Agradezco a Nancy Shcpardson la sugerencia de esle t í tu lo y muchas otras cosas.

2. Edic iones Sepsetentas, M éx ico 1974.

3. “P at terns o í A da p ta t ion am ong H ouseholds of U.S. hound M ig ra n ts f ro m M ic h o a ­

cán, M é x ic o ”, I n t e r n a l i o n a l M i g r a t i o n R e v i e n \ \o l . 12, 4 ( in v ierno); “R i tu a l y re a l i ­

dad: a u lo im ag c n de las m u jeres tarascas sohre su papel eco nóm ic o”, A m é r i c a I n d í ­

gena* \o l . X X X V 1 1 1 , 3, ju l-sep l., 1978.

4. M ig r a n ts a n d S t a y - at - H o m e s : A c o m p a r a t i v e S t u d y f r o m M i g r a t i o n f r o m T w o

C o m m u n i t ies in M ic h o a c a n . C en te r for U.S. M ex ican Studies, M o n o g ra p h No. 5,

11 n i \ t ‘rsit \ o f C a l i fo rn ia , San D iego, 1982.

5. M ichae l Belshaw, A Vi l lage E c o n o m y : L a n d a n d P e o p l e in H u e c o r i o , C o lu m b ia

I In i\ ersi ty Press.

6. C R E K A L es un centro de capacitac ión apocado por la O N U para trabajadores de

c o m un ida d de A m ér ica La t in a . T ie n e su sede en Pátzcuaro.

7. Janet M o o re , D e s a r r o l l o T a r a s c o , In s t i tu to Indig en is ta 1 n te ram er ican o , E d ic io ­

nes Especiales No. 67, M éx ico , 1973.

8. T i m Dagodag, “Source Regions and C om pos it ion of I l le ga l M ex ican M ig ra t io n to

C a l i fo r n ia ” , I n t e r n a t i o n a l M i g r a t i o n Review* \o l . 9. 4. 1975.

9. “E conom ic All iances in a M ex ican Regional E c o n o m y ”. E t h n o l o g y , vol. X I 11. I.

enero 1978.

10. G u s la \o V erduzco , C a m /t e s i n o s I t i n e r a n te s . C o lo n iz a c ió n , g a n a d e r í a y u r b a n i z a ­

c ión en e l t r ó p i c o p e t r o l e r o d e M éx ic o . E l Colegio de M ic hoacán, 1982.

11. La tasa de migración de Ihuatz io para esle periodo era sólo de 2(V/r de entre los 50 ho­

gares de la muestra . Pero ta m b ié n era una c o m un ida d m uy “c xpu lsadora” en los

años 1960. Para una exp licación de por qué la em igrac ión a los Estados Unidos de

Ih u a tz io ha bajado, \éasc D in c r m a n . nota 4.

12. Lourdes A r izpe , “T h e R u ra l Exodus in M exico and M exican M ig ra t io n to the U n i ­

ted States” , en: P e ter G. R ro w n and Henry Shire (eds.) T h e B o r d e r Th a t Jo ins . M a ­

in la nd Studies in P u b l ic Phi losophy. R o w m a n and L i t t le f ie ld . T o to w a . New J er ­

sey, 1981.

13. La producción doméstica dt petates para el consumo por parte de la población rural en

la región lacustre ha cesado en'l huatz io debido al uso creciente de camas comerciales.

Los ihuatzcí ios se ha llan ahora \ in cu la dosa l mercado nacional e in ternac iona l me-

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( l iante la producción domestica de objetos de tule para turistas. Para mayores de ­

talles. véase D in e r m a n 1982 (nota 4).

I I. D a \ id K ap la n , “T h e M exican M a rk e tp la c e T h e n and N o w ”, b'ssays in E c o n o m i c

A n t h r o p o l o g y , A .E.S. proceedings lo r 1965.

15. Tos dalos prov ie nen del Indi co d e P i e r i o s . 1980. C om is ión Nac ional de Salarios

M ín im os , vol. 6. No. 2. abr i l 1980.

16. Sólo 40% de las casas ten ía n pisos de m adera o cem ento en I960, comparadas con

62% de p ro m e d io nacional . Sólo un 41% tenía n e le c tr ic id a d ,c o m p a ra d o con el 59%

a nivel nac ional. Kl 64% de todas las casas eran de adohe.

17. Belshaw registra 29 mujeres \ 8 ho m b res como vendedores regulares (semanales)

v otras 31 personas que son \e n d ed o res ocasionales. Kn 1976. conté 48 m uje res de

Hu eco r io que eran vendedoras a m b u lan tes y I I que vend ía n d e n t ro del mercado.

18. Kl t 'studio de Belsahw no nos av uda en este punto. Al contar tamaño de la ‘"’fa m i l ia”,

Belshaw incluyó solamente dos generaciones, y añad ió una generación de abuelos

por separado. Si túa el '"número p ro m e d io por fa m i l ia ” en 4.35, el tam año p r o m e ­

dio de la fa m i l ia en 5.93; un 43.8% de todas las fami lias tienen ent re 5 v I I personas.

Kl n ú m e ro — por f a m i l ia — es d i f íc il de calcular.

19. Las nueras t rad ic io n a lm en te son serv iciales no sólo con los padres del esposo, sino

ta m b ié n con todos sus hermanos v hermanas que residan en la casa. No hay al te rna*

l iva, pues los padres n o rm a lm e n te rehúsan aceptar a una h ija casada que q u ie ra

v iv ir en su casa.

20. Ks in teresante no tar , sin em bargo , que la acostum brada faena es cobrada de un

m odo d i fe re n te a los huecor ianos que viven en Los Angeles. Los ho mbres apo r tan

10 dólares al mes para un londo de mejoras de la co m u n id a d . De este m o do se han

reu n id o varios miles de dólares.

21. Y case, po r e je m p lo . Josh Rcinchcrt v Douglas Masscv " I l is torv and T re n d s in I .S.-

Bound M ig ra t io n I rom a ( ’cu t ra l Mexican T o w n ” . M im c o . O f f ice of P o p u la t io n

Research, P r in ce ton I nivers itv . 1979*. Richard M in es . D e v e l o p i n g a C o m m u n i t y

/ r a d i l i o n o j M i g r a t i o n to t l iv I .S.: A F ie ld S t u d y in R u r al Zacatecas . C e n te r for

I 1.S. M exican Studies, I 'n ivcrs i lv of C a l i fo rn ia . San D iego. M o n o g ra p h No. 3. 1981:

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t ion in t h e M i x t e c a o j Oaxaca. C en te r fo r l .S. M exican Stud ies. I niversitv of C a l i ­

fo rn ia , San Diego, W o r k in g Paper, 28.