El idioma del periodismo - Lázaro Carreter

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El idioma del periodismo, ¿lengua especial? Fernando Lázaro Carreter Planteo en esta ponencia que tengo el honor de presentarles, la posibilidad de que el lenguaje del periodismos se esté convirtiendo en una lengua especial, es decir, en un islote en el seno de la lengua general al que caracterizan rasgos no compartidos por la comunidad hablante, y que son sólo distintivos de un grupo, en este caso el de los periodistas, quienes los adoptan como marcas diferenciales de su oficio. Y sugiero que, con ello, los medios de comunicación oral y escrita alzan barreras más o menos altas ante el lector u oyente, porque se le obliga a compartir esa lengua profesional, que muchos emplean, consciente o inconscientemente, convencidos de que eso deben hacer, en su calidad de informadores. No quiero dejar de apuntar, porque no podré volver sobre ello, la sospecha de que la existencia y empleo de tal idioma dificultan el anhelado aumento de los hábitos lectores en nuestra comunidad, extremo éste que debería ser atentamente explorado por las empresas, para, en su caso, poner remedio en todo el ámbito del español. Y, dado el tema general de este seminario, me propongo describir rasgos fácilmente observables en el idioma especial del periodismo, que deberían ser enérgicamente eliminados del lenguaje noticioso de las agencias. Por supuesto, al criticar usos que juzgo equivocados en tal lenguaje, me veo obligado a generalizar, pero declarando a la vez que tales usos no son generales, y que no son escasos los profesionales a salvo de censura. La lengua escrita sigue siendo el vehículo normal de la información, exclusiva en la prensa, y destinada a la lectura en la

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El idioma espaol versus el ingls en las trincheras del periodismo

El idioma del periodismo, lengua especial?Fernando Lzaro Carreter

Planteo en esta ponencia que tengo el honor de presentarles, la posibilidad de que el lenguaje del periodismos se est convirtiendo en una lengua especial, es decir, en un islote en el seno de la lengua general al que caracterizan rasgos no compartidos por la comunidad hablante, y que son slo distintivos de un grupo, en este caso el de los periodistas, quienes los adoptan como marcas diferenciales de su oficio. Y sugiero que, con ello, los medios de comunicacin oral y escrita alzan barreras ms o menos altas ante el lector u oyente, porque se le obliga a compartir esa lengua profesional, que muchos emplean, consciente o inconscientemente, convencidos de que eso deben hacer, en su calidad de informadores.

No quiero dejar de apuntar, porque no podr volver sobre ello, la sospecha de que la existencia y empleo de tal idioma dificultan el anhelado aumento de los hbitos lectores en nuestra comunidad, extremo ste que debera ser atentamente explorado por las empresas, para, en su caso, poner remedio en todo el mbito del espaol.

Y, dado el tema general de este seminario, me propongo describir rasgos fcilmente observables en el idioma especial del periodismo, que deberan ser enrgicamente eliminados del lenguaje noticioso de las agencias. Por supuesto, al criticar usos que juzgo equivocados en tal lenguaje, me veo obligado a generalizar, pero declarando a la vez que tales usos no son generales, y que no son escasos los profesionales a salvo de censura.

La lengua escrita sigue siendo el vehculo normal de la informacin, exclusiva en la prensa, y destinada a la lectura en la mayor parte de los noticieros difundidos audiovisualmente. Se trata de un instrumento comunicativo de difcil manejo. Como todos sabemos, la destreza de la lengua oral se logra con mucha ms rapidez, y no es forzoso que vaya acompaada de pericia alguna en la escrita: hay an pueblos sin escritura, y no escasean los analfabetos en los pases civilizados. Aprendemos a hablar a los efectos de nuestras necesidades sociales ms elementales, por simple contagio, desarrollando aptitudes que, segn supuestos de algunos psicolingistas, son innatas. Y puede llegarse a grados elevados de competencia en el hablar, esto es, de habilidad para expresar contenidos de conciencia complejos y hasta sutiles, de modo que no parece requerir esfuerzo.

Aprender a escribir supone, en realidad, aprender otro idioma. Porque no se trata slo de transformar un material sonoro en letras, sino de poner en acto un sistema lxico y gramatical bastante diferente. Lengua escrita y escritura no son trminos que se recubren. Sus respectivas destrezas no se adquieren simultneamente. Slo conozco experiencias realizadas en Rusia, donde se ha probado que un nio no adquiere hasta los ocho aos una capacidad equivalente a la que, para hablar, tena a los dos aos.

Ese desajuste entre los dos tipos de competencia no cesa de crecer, y es bien sabido cmo la segunda, la de escribir, se va retrasando si no se ejercita, hasta el punto de que en muchos adultos queda para siempre en una fase infantil. Conocemos todos a muchas personas, con carreras universitarias incluso, y con actividades que implican el uso profesional de la palabra, incapaces de conseguir escribiendo la eficacia comunicativa que logran al hablar. Dicho de otro modo, escriben mal. La facultad de escribir no se corresponde, por tanto, con la aptitud oral. Precisa de un aprendizaje ms reflexivo, ms consciente, y, en muchos casos muy largo.

Pero, a diferencia del oral, el lenguaje escrito manifiesta una homogeneidad mayor. Mientras el hablar se diferencia diatpicamente en variedades nacionales, regionales o locales, con caracteres que denotan la procedencia del hablante con slo orlo, al escribir suele operar un modelo de lengua ideal, que reduce diferencias geogrficas a rasgos, por lo general, lxicos, fcilmente salvables. La literatura escrita en las leguas comunes en Europa y Amrica, no halla dificultades graves de inteleccin aqu o all, salvo en el caso de que tienda a transcribir la lengua declaradamente dialectal. Y de esta manera, la modalidad escrita de los lenguajes constituye una slida garanta de la homogeneidad idiomtica en las comunidades que, como la nuestra, se hallan muy esparcidas y con no escasas variedades habladas. De donde se sigue que, simplificando muy violentamente, hay una variedad espaola escrita y varias modalidades orales. Que si stas conspiran a la dispersin, aquella contrarresta las tendencias separadoras con una fuerza que impulsa a la unidad. Y segundo corolario, que la proteccin de la unidad, si se decide que merece protegerse, tiene como mbito ms propicio en que actuar la lengua escrita. Es, adems, prcticamente el nico, porque, fuera de la escuela, aunque se procure una cierta aproximacin hacia un estndar culto comn, el joven ciudadano recobra gozoso su identidad hablando como sus amigos, parientes y vecinos. Si la unidad constituye un inmenso bien en una lengua que posee millones de personas, la uniformidad ms bien parece indeseable, porque es en lo peculiar de su entorno donde una persona se constituye en individuo.

Pero la lengua escrita no es tampoco un organismo nico, apto para todos los usos. Al igual que la hablada, se halla compartimentada segn sus aplicaciones y destinos en registros idiomticos, con peculiares exigencias de vocabulario y de retrica. Hay mltiples estrategias de la expresin, tantas como situaciones y necesidades hay de entablar comunicacin mediante el lenguaje. Y as, en el seno de la lengua que parece comn, conviven las llamadas lenguas especiales, habladas o escritas, aptas para el entendimiento entre quienes comparten saberes, creencias, actividades o aficiones no comunes. De esta manera, algo que parece tan homogneo como un idioma, es en realidad una entidad enormemente compleja.

Parece evidente que una comunicacin que aspira a hacerse general, a ser accesible al mayor nmero posible de personas, debe tender a la neutralizacin de su idioma, con vistas a que cualquiera pueda recibirlo como propio y sin sombras, sin las sombras que para, el profano, poseen las lenguas especiales.

No creo que admita disidencia alguna exigir la transparencia del lenguaje en las noticias, cuya recepcin y difusin es el trabajo principal de las agencias. Sus despachos estn destinados a pasar del teletipo a los peridicos y a los informativos radiodifundidos, o a ser reelaborados por sus abonados. En un caso y en otro, en su condicin de fiabilidad, tienen que unir la de ser inmediatamente inteligibles. Debe postularse, por tanto, que el periodista, y de modo muy especfico el redactor de agencia, ha de tener como norma la neutralizacin de su estilo para acercarlo a un posible grado cero de la expresividad, a un comn denominador idiomtico, tendente a la pura denotacin. Lo cual, lejos de ser sencillo, constituye una enorme dificultad. Le exige una permanente vigilancia de su prosa, vigilancia que no puede ejercer sin un dominio consciente y crtico del idioma, de las diversas posibilidades que ofrece para decir una misma cosa, y para elegir, por tanto, la menos connotativa y con mayor probabilidad de comprensin mayoritaria. El trabajo en la agencia le obliga al filtrado de su personalidad, a una renuncia constante a que sta se manifieste a travs de su lenguaje. El peridico informa para lectores hasta cierto punto homogneos, a quienes no slo no extraa, sino que complace ver orientada la noticia de acuerdo con sus expectativas; los redactores, por tanto, gozan de un relativo margen de iniciativa para satisfacer aquellos deseos mediante el uso ms o menos individualizado de su idioma. Ustedes saben mejor que yo hasta qu punto eso no conviene a los intereses de una agencia, dada la gran diversidad de sus receptores.

En los peridicos, esa mayor libertad se manifiesta hoy palmariamente por el hecho de que muchas noticias aparecen firmadas. La responsabilidad de que se atribuye as al redactor, tiene la justa contrapartida de permitirle mayor exhibicin de sus cualidades como periodista; entre ellas figuran, como es lgico, las que pueda poseer como escritor. En la agencia, tendra que renunciar a Dios sabe cuntos adjetivos, y a las tonalidades picas, lricas o dramticas de su estilo, aceptando un ascetismo casi cartujo.

Precisamente, hace slo dos semanas, un conocido periodista, Ral del Pozo, publicaba en un diario madrileo (El Independiente, 17 de septiembre de 1989) un artculo titulado El adjetivo vuelve. Lo que expone representa, por supuesto, el parecer de un columnista que desea diferenciar su personalidad, y parece excluir de su alegato al redactor noticioso. Pero revela bien esa aversin a la escritura neutra que domina actualmente. Deca: Llegaron a los peridicos redactores-jefe educados en escuelas anglosajonas que consideraban que el adjetivo carece de existencia propia, y al ser palabra que expresa cualidad, no aade sustancia a una informacin. Impusieron los libros de estilo, los libros rojos de la objetividad. As que algunos artesanos que trabajaban la prosa como vigas de abeto pasaron a la clandestinidad y prosperaban los que ponan unas palabras detrs de otras sin adornarlas con el repujado del adjetivo. Estima al autor que la tendencia a colorear la prosa es saludable (y supongo que no slo con adjetivos, sino con otros recursos ornantes, que las comparaciones, que le hemos visto utilizar en el prrafo anterior), y concluye: Es posible que el adjetivo sea intil, innecesario, y que un buen relato gane si se le suprimen todos los innecesarios adornos que le quitan tensin a la prosa. Pero los libros de estilo de los comisarios anglosajones quedarn como un intento inquisitorial y bochornoso de guiar la pluma y convertir al redactor en un amanuense guiado por control remoto.

Es sta una cuestin que concierne a los peridicos y a las emisoras, en los que es lgico que, a mayor definicin ideolgica, corresponda una retorizacin mayor. Hasta al medio difusor de pretensiones ms objetivas, agencias incluidas, se le impone reproducir los nfasis de lenguaje que realizan los polticos, si quiere retratar lo que ocurre; pero unos medios se diferencian de otros en la medida en que lo adopten o, simplemente, lo reflejen. Hay unas excepciones, todos lo sabemos, en que ni el medio ms helado puede dejar de manifestarse con algn calor: las crnicas deportiva y taurina, tan propicias al ornato que el lector demanda.

Ese reflejar sin hacer suyo lo que ocurre, el lenguaje incluido, me parece que debe ser la norma de las agencias. Que sean luego sus clientes quienes adoben si quieren. El domingo 17 del mes pasado se detectaba un aso sutil y ejemplar. Tres diarios de Madrid informaban acerca de la enfermedad de la presidenta del Partido Comunista de Espaa, Dolores Ibarruri, a quienes desde su temprano activismo poltico se le llam La Pasionaria. Ignoro si el sobrenombre se tom directamente de la flor as llamada o, lo que creo ms posible, fue sugerido por una famosa obra de Leopoldo Cano, autor de combativos dramas sociales. Este se titulaba, precisamente, La Pasionaria, y constitua un ataque simultneo a la Iglesia y al Ejrcito. Proviniera o no de aqu, en el sobrenombre adoptado por la lder obrerista, o a ella aplicado, figur normalmente el artculo. Y ese fue el modo ms constante de aludirla en el leguaje oficial u oficialista durante la dictadura.

Pero el artculo ante un nombre propio y Pasionaria ya lo era avulgara o desdea. Entre los comunistas, y tambin entre muchos anticomunistas y adversarios del franquismo, se suprimi ese artculo despreciativo porque usarlo supona entrar en el juego del rgimen. Y, desde entonces, es Pasionaria el modo habitual como nombran a Dolores Ibarruri sus correligionarios y quienes no se oponen frontalmente a ella o a lo que representa.

Como antes deca, dos peridicos de contrario significado ideolgico informaban, el mismo da, del estado de la enferma, uno con el titular: Leve empeoramiento de la salud de Pasionaria, y el otro: La Pasionaria contina en estado muy grave. Ambos partan de la misma fuente, a juzgar por la coincidencia en las mismas palabras y en el orden de presentar los hechos. Otro diario, diferenciado, a su vez, de los dos anteriores, tambin omita el artculo, aunque elaboraba la noticia de distinta manera. Bastara ese mnimo rasgo gramatical, presencia o ausencia del artculo, para deducir la adscripcin ideolgica de esos peridicos.

No s qu dira el despacho en que basaron la noticia, so como sospecho fue comn a los tres. Pero es un caso claro, me parece en que una agencia no debe tomar partido, optando por presentar el nombre con la menor carga ideolgica posible, es decir, prefiriendo lo que en lingstica se llama trmino no marcado, que, en este caso, es Pasionaria, dado que La Pasionaria resulta el preferido para aludirla con hostilidad, y es el que lleva la marca. Que luego sta se manifieste en los medios concretos es ya decisin de quien elabore la noticia.

Creo que debe postularse, pues, un lenguaje de agencia no marcado, aun a riesgo de producir textos de poco sabor, Que lo aadan los abonados. Lenguaje cuyo atractivo debe estribar, lo he dicho ya, en la transparencia y en la economa expresiva, no menos difciles de lograr que la brillantez formal, y que tienen inmediato correlato en el rendimiento. Pero el trabajo de los redactores de agencia y el de los de peridico y audiovisuales resulta estrechamente prximo. Son unas mismas personas, que con mucha frecuencia pasan de uno a otro medio. Puede hasta hacerse enojoso el esfuerzo de someterse a los rigores de una agencia, cuando se ha gozado de una relativa mayor soltura en otros mbitos profesionales. Pero creo que ese esfuerzo hay que hacerlo.

Y he aqu que ese ideal de austeridad que debe gobernar el idioma de las agencias entra en conflicto con la tendencia hasta cierto punto contraria que antes sealaba, es decir, a la desinhibicin postulada abiertamente por periodistas como Ral del Pozo. Y no slo con ella, sino, en sentido contrario, con la posibilidad cierta de arrastrar su lenguaje hacia ese extrao punto de la lengua especial a que se est aproximando la expresin periodstica.

Las lenguas especiales son, como he dicho antes, a modo de islas en el seno de la lengua general, para uso de iniciados, que se caracterizan por algunos rasgos lingsticos, fundamentalmente lxicos, que slo o preferentemente sus usuarios comparten. Y, as, emplean tales lenguas desde los mdicos hasta los afiladores. En muchos casos, sobre todo cuando obedecen al propsito de que no sean comprendidas por las personas ajenas al grupo, se denominan jergas. Pero nada impide llamar jergas tambin a las lenguas especiales de los mdicos o de los afiladores. En general, estn slidamente construidas, con terminologas biunvocas sometidas a la gramtica comn.

Teniendo en cuenta estos caracteres, el idioma periodstico es una lengua especial en la medida en que tiende a se un idioma para iniciados, y no lo es plenamente porque la fijeza y hasta inflexibilidad de algunos de sus rasgos, alterna con las ocurrencias ms personales de quien escribe, y que choca frontalmente con los hbitos de los lectores. Observemos y ejemplifiquemos por separado estas dos contradictorias condiciones.

Idioma para iniciados. El lector de prensa (u oyente de informativos previamente escritos) tiene que estar habituado a una cierta retrica inexistente en la lengua oral o en la escrita no periodstica. As, la que impone el resultado de un clculo antes de anunciar qu es lo que da origen a aquel clculo o cuantificacin. Ejemplo: Dos terroristas muertos, veinticinco individuos detenidos, la localizacin de quince pisos francos y la incautacin de abundante material explosivo y armamentos es el balance de la espectacular operacin llevada a cabo por la Guardia Civil. Dejando el hecho de que eso no es un balance sino un saldo, no puede imaginarse nada ms contrario al orden natural de nuestra ideacin y de nuestra sintaxis que esta presentacin de las noticias. Que no se limita a las cuantificaciones. He aqu otra ordenacin tpica: Un alto al fuego dentro de veinticuatro horas, un intercambio de prisioneros y el comienzo de conversaciones bilaterales que conduzcan a un tratado de paz es lo acordado ayer en la conferencia de Ginebra. El lector tiene que volver atrs para recuperar la informacin, si se ha sentido interesado por la accin que se narra; y si no es lector sino oyente, no puede recobrarla ya: se ha perdido, aunque le interesara mucho. Se trata, pues, de un rasgo que caracteriza como lengua especial a la del periodismo, un verdadero tic que tiene que hacer suyo un profesional para mostrarse digno del clan. Y pocas sosas, sin embargo, deben ser ms evitadas por un redactor de agencia.

Hay otros aspectos de la sintaxis donde se manifiesta lo especial del lenguaje del periodismo. Me fijar slo en algunos de los ms constantes, donde la gramtica roza con la extravagancia y constituye una provocacin para el lector u oyente inadvertidos.

Uno consiste en la supresin de haber: cuando deben enunciarse seguidos varios perfectos compuestos, slo se expresa en el primero de ellos: El candidato ha pronunciado ya veinte mtines, recorrido ms de tres mil kilmetros y besado unos seiscientos nios. El uso normal de la lengua hablada y escrita, no hay que decirlo, slo tolera tal omisin del auxiliar cuando los perfectos van juntos refieren acciones ntimamente relacionadas: El autor ha escrito y estrenado ocho comedias; Sus intervenciones han impedido u obstaculizado muchos desatinos.

En no menor medida caracteriza al lenguaje del periodismo otro rasgo contradictorio con el uso estndar del espaol: el empleo del infinitivo impersonal como verbo principal al que extraamente se subordina una proposicin completiva. Con alarmante frecuencia se estn leyendo u oyendo anormalidades como stas: Recordar, por ltimo, que el impuesto sobre la renta debe pagarse en noviembre: Advertir que no es la primera vez que esto sucede. Desaparecen as el recodemos, advirtamos que, advirtamos que, recurdese que, u otras frmulas compatibles con el sistema gramatical comn (recordaremos, hemos de advertir, debemos recordar, etc.), como si entre el periodista y quien lee o escucha hubiera de establecerse una relacin de hostilidad.

Otro atentado sintctico contra la paz idiomtica lo constituye el empleo del subjuntivo castellano en -ra como pasado del indicativo: El Ministerio no ha cumplido lo que prometiera. EN este caso, la presa mantiene frente al uso, y casi como rasgo distintivo propio, un arcasmo y literarismo apenas empleado ya por los escritores. Porque ese fue el valor etimolgico del imperfecto en -ra: el de pluscuamperfecto de indicativo; Fizo enbiar por la tienda que dexara (haba dejado) all, se lee en el Poema del Cid, con un dexara que prolonga el valor latino de esa forma verbal. Muy pronto se utiliz no slo como pluscuamperfecto, sino como simple perfecto, como en estos versos de un romance viejo: All hablara (habl) el buen rey, / bien oiris lo que habl. Pero en la lengua oral, la forma cantara iba perdiendo esos valores de indicativo e igualndose con cantase como imperfecto de subjuntivo. A mediado del siglo XVII, ya estaba bastante fijado el sistema actual: haba cantado y cant, por un lado, y cantara o cantase, por otro. Pero he aqu que los escritores romnticos, tan medievalizantes, resucitaron cantara con el valor de cant o haba cantado. Esta noche y esa luna / las mismas son que miraran / indiferentes tu dicha, hace decir Espronceda a la pobre Elvira, burlada por el estudiante salmantino. Y as qued resucitado ese empleo medieval en la lengua literaria de Espaa y Amrica, pero en actual retroceso por su carcter redicho y artificial, salvo en el periodismo, que lo impone a lectores que jams lo emplean hablando o escribiendo, salvo si son de la zona nororiental de la Pennsula, donde el valor latino se ha mantenido en sus lenguas autctonas. Hasta en la radio se oye con frecuencia. Un locutor explic hace bastantes aos pero an sigo sobrecogido por la impresin que, en la emocionante despedida al fisioterapeuta de la seleccin nacional de ftbol, estaba abrazando al homenajeado el capitn Amancio, a quien tantas veces masajeara. Lo que nunca se oy y poco se lee en textos literarios, lo que mantiene el periodismo como distintivo de su elocucin.

Y se convierte en portavoz vehemente de los desalios, aunque no exclusivos. Es frecuente la queja de que la Academia apenas si llama pblicamente la atencin sobre los usos evitables que van surgiendo. Pero cuando lo hace, se desoyen sus advertencias. El Esbozo acadmico de 1973 prevena contra el empleo abusivo, dice, del anafrico el mismo, la misma, por considerarlo acaso frmula elegante. Pero no pasa de vulgar y mediocre, y cualquier otra solucin (pronombre personal, posesivo, etc.) es preferible. Podemos aadir que a veces ningn dectico es necesario: entre escribir: Se par un autobs y bajaron seis personas de l y decir: Se par un autobs y bajaron seis personas, esto parece preferible. Sin embargo, lo probable es que la prensa diga: Se par un autobs y bajaron seis personas del mismo. Afirmar igualmente que viajaban quince personas ms en el interior del mismo, en vez de que viajaban en l. Parece ms exacto y preciso eso de el mismo, cuando es slo pesadez y torpeza. Imaginemos que ese machaqueo llega a la lengua oral y que un matrimonio llega a casa; pero el marido no encuentra la llave. Entablar con su mujer el siguiente excitante dilogo:

Jurara que me haba echado la llave al bolsillo de la chaqueta, pero no llevo la misma en el mismo.

No la habrs metido en el pantaln, y est en los bolsillos del mismo?

No, no llevo las mismas en el mismo. Al salir de la casa, habr dejado la misma en algn mueble de la misma, mientras sacaba el abrigo y me pona el mismo.

A esto que no osaramos hacer hablando con nuestros vecinos, ni escribindonos con ellos, tenemos que habituarnos si deseamos ser conspicuos lectores de diarios. Otro rasgo, pues, aunque no exclusivo, de la lengua obstinadamente particular del periodismo.

Completamente desplazada de sus habituales funciones sintcticas, aparecen las formas cantara y habra cantado en el que podemos llamar condicionar del rumor o de la conjetura, exclusivo de los peridicos, y que aparece en frases como Felipe Gonzlez renovara la mitad de su Gabinete tras las elecciones o El Real Madrid habra intentado fichar a Koeman. Es, todos lo sabemos, de origen puramente francs t llevaba decenios llamando a la puerta del idioma, sin mayores consecuencias. Hoy ya ha atravesado el vestbulo, sobre todo en los titulares, y no pocas veces causa alguna dificultad su desciframiento a los lectores que no estn en el secreto. Hay cien frmulas posibles, desde los Pirineos a los Andes, para presentar como sospecha o presuncin lo que se enuncia (Se dice que..., Es probable que..., Parece ser que..., etc.), pero el condicional francs coopera al ideal de la lengua esotrica con que muchos redactores aspiran a alejarse del hispano hablante mortal.

Un rasgo gramatical ms, especialmente llamativo, que contribuye a aislar el idioma noticioso de la prensa, debido al prurito de distincin que muchos manifiestan apelando a la formulacin ms larga otros casos hemos de ver, consiste en sustituir el verbo por la construccin sinnima de verbo seguido de complemento. A diferencia del rasgo anterior, no es exclusivo del periodismo, pero ste lo ha hecho suyo con fruicin chocante. Y as, rara vez leeremos u oiremos comenzar, sino dar comienzo. Martillean ojos y odos poner de manifiesto por manifestar, darse a la fuga por fugarse, tomar el acuerdo por acordar, hacer pblico por publicar... La enumeracin de los casos en que esta hidropesa expresiva se produce nos ocupara el resto de la jornada.

Mucho ms grave, siempre en esa tendencia a alargar para establecer una distincin de grupo es la tunda que prensa, radio y televisin propinan a las viejas preposiciones castellanas, al a, ante, bajo, cabe, con, contra... Mltiples locuciones prepositivas ha ocupado su sitio, casi obligadamente en quienes se aplican a informar. Al zulo se acceda a travs de una alacena, leemos, en lugar de decir simplemente que se entraba por ella (pero acceder no cae de esta prosa de quiosco). Parece que fuera imposible viajar, huir, llegar en coche; se precisa viajar, huir, llegar a bordo de l. (Un habitual escritor de prensa afirmaba hace poco en un libro que un fraile abandon una madrugada Segovia a bordo de un burro). Los ladrones forzaron la puerta por medio de una barra de hierro; y aqu cae con por simple y breve. Espaa entera se est preparando de cara a 1992; pero tendra que prepararse para ese ao. Los asuntos en esta jerga no se resuelven mediante negociaciones, sino por va de las negociaciones. El PSOE va a acentuar el carcter social de su programa en aras de un mejor entendimiento con los sindicatos; y ahora se esfuma para. Es notorio, y slo me limito a sealarlo, que el xito de los enfadosos en base a y a nivel de obedecen a ese inflamiento, no s si originado en la prensa pero al que contribuye la prensa con singular constancia. Cmo podran hablar los hispanos hace slo cuarenta aos sin tales recursos? Cmo diran, por ejemplo, que un presupuesto se hace en base a clculos aproximados? Cmo expresaran los moralistas que ciertas efusiones eran ilcitas a nivel de novios, como he odo? No es posible imaginar de qu modo poda hacerse entender aquello que sali por televisin con motivo del reciente eclipse de luna, cuando se dijo que tal fenmeno haba sido poco interesante a nivel de eclipse.

Otra manifestacin de esta especie de conjura antipreposicional es el caos del rgimen verbal (atentar a la democracia), no exclusivo, ciertamente, de los periodistas, pero especialmente detectable en ellos. S lo es, en cambio, concretamente de los cronistas deportivos, un sorprendente uso ubicuo de la preposicin sobre, que, si no me engao, invent un popular locutor de radio y que ya ha saltado al lenguaje de los diarios. Consiste en emplear permanentemente sobre en lugar de a. Y as se oye: Esteba hace falta sobre Chendo, Hugo tira sobre puerta y se lee: El rbitro pit falta sobre Carlos, sembrando la duda acerca de qu estara haciendo ese seor encima de Carlos.

Tampoco los adverbios se libran de peculiares usos periodsticos, en busca igualmente de la expresin ms larga. Sorprende de qu modo han quedado excluidos de tales usos los adverbios o locuciones temporales ms comunes, del tipo hoy, ayer, anoche, esta noche, ayer al medioda, el jueves por la tarde... Una serie de rodeos ha venido a sustituirlos en el argot informativo: en el da de hoy, en el da de ayer, en la noche de ayer, en la maana de hoy, en el medioda de ayer, en la tarde del jueves. Hinchamiento paralelo han experimentado otros adverbios o locuciones de tiempo, como antes, despus y a la vez, sustituidos con mucha frecuencia por previamente, seguidamente y contemporneamente. Y as se oye o se lee: Previamente a su entrevista con el presidente, su homlogo hind visitar al Rey y tambin: Contemporneamente a esta representacin en el Real Coliseo, se celebr un concierto de rgano en el Monasterio.

Persecucin tambin cruel sufren los adverbios dentro y fuera, a los que se prefiere en el exterior y en el interior. Un grupo de vecinos monta guardia en el exterior del Ayuntamiento. Los etarras viajaban en el interior de un camin. Lo cual da lugar a divertidas sugerencias, como la de aquella noticia de hace pocos das, segn la cual un pesquero espaol haba sido apresado por faenar sin licencia en el interior de las aguas marroques: lo apresaron barcos o submarinos? Y nuevamente notamos peculiaridades en la formacin locutiva, obedientes tambin a la obsesin por alargar prdigamente en las aposiciones del tipo Ha habido manifestaciones en las localidades de Rentera y Hernani, como si pudieran ser igles o reservas indias.

Brillante irrupcin han hecho los adverbios positivamente y negativamente, como aclitos inseparables del verbo valorar, trados al lenguaje informativo desde el poltico angloamericanizado: Debe valorarse positivamente el esfuerzo del Gobierno; Los empresarios valoran negativamente esa propuesta. Decir, por ejemplo, que debe estimarse el esfuerzo del Gobierno o que los empresarios estn en desacuerdo con esa propuesta supondra para muchos una concesin a los lectores, incompatible con sus principios.

Como vemos por estas pocas muestras, fcilmente ampliables, la sintaxis o la morfosintaxis del periodismo confieren a su lenguaje un perfil bastante neto de lengua especial, de enclave dentro de la lengua general, que obviamente atenta contra su objetivo, que es la comunicacin inmediatamente y sin sobresaltos con el lector. He aludido a estos hechos por considerarlos tentaciones que un redactor de agencia noticiosa tiene que evitar, en la medida en que, como he dicho, debe ser grande el esfuerzo de nitidez y de economa exigido por su prosa.

A una lengua especial, a una jerga, la caracteriza aun ms el vocabulario que la sintaxis. Pero esta lengua que nos ocupa no excluye distinguirse tambin por la morfologa, aunque, en esto, son pocos los rasgos que tengo registrados. No sin importancia. Por lo pronto, ha arrumbado los ordinales undcimo y duodcimo, reemplazndolos de manera sistemtica por decimoprimero y decimosegundo. Y ha cambiado el gnero gramatical de los antpodas (as lo han dicho, desde Cervantes, todos los bienhablados hispanos) y al maratn. Ha sido una especie de fronda triunfante la que ha impuesto en los medios de comunicacin las antpodas, como si fueran unas islas raras y remotas, y la maratn, bajo el influjo del femenino carrera. Han consagrado, al contrario, como masculino pero no slo ellos el adjetivo motriz y hoy es normal en letra impresa y en micros referirse al impulso motriz. De igual modo, los periodistas deportivos se apartan del espaol comn con su guerra declarada -se reflexivo, que eliminan en calentar, entrenar, alinear, clasificar, verbos tan frecuentes en su parla y boli.

Pero acudamos por fin al lxico para verificar en l obsesiones autonmicas respecto del espaol comn. Hallamos, por tanto, una fuerte tendencia reduccionista, que atenta contra la variedad y los matices favorecidos por los sinnimos. Ah tenemos incidir, para cubrir el campo todo de influir (El precio de la carne ha incidido poco en el IPC de este mes), ocuparse de algo (El orador incidi en el problema del paro), coincidir (Los partidos inciden todos en la misma demanda), afectar (La contaminacin incide especialmente en los asmticos). Cien verbos podran ahorrar al lector esa monocorde presencia de incidir.

Puntual y constante, pero intil, ha sido el toque de alerta a los periodistas por la drstica y consciente simplificacin que han hecho del paradigma que significan empezar y acabar. Una gama de sinnimos que comprende esos verbos, junto con comenzar, principiar, emprender, encabezar, entablar, inaugurar, de un lado; y terminar, concluir, extinguir, rematar, cesar, expirar, a dems de las construcciones con complemento del tipo dar comienzo o poner trmino, han perecido en el lenguaje de los medios de comunicacin, para dejar solos en la escena comunicativa a iniciar y finalizar. Un redactor que jams preguntar a su esposa: Finalizas ya de hacer la comida?, en la mesa del peridico o del locutorio se sentir obligado a decir, sin escapatoria posible, constreido por la severa observancia de su oficio: Finaliz en la tarde de ayer la prisin del ex senador Boln. Este saudo asedio ha producido los pequeos monstruos reinicio, reiniciacin, reiniciamiento, reiniciar, sustitutos indefectibles en pginas y en ondas de reanudacin y reanudar. Slo una aguda insensibilidad idiomtica permite hacer sinnimas esas dos series de vocablos, puesto que si un juicio o una sesin del Parlamento o un partido de ftbol van a reiniciarse es que todo lo anterior no vale y deben volver al principio. Pero lo que quiere significarse es que proseguirn. Como esto no puede ocultarse a nadie, dotado de sentido de su lengua materna, parece claro que la tenacidad en tales empleos responde a un propsito de autismo lingstico o a una consigna de grupo.

Cuanto voy sealando conspira a probar que esa lengua profesional achica y empobrece el idioma comn, hablado y escrito, de los hispanos. Conclusin que, de seguro, rechazarn muchos periodistas, convencidos, como ellos proclaman, de que manejan el idioma actual y vivo, opuesto al que algunos denominan desdeosamente lenguaje acadmico. Un lenguaje, por cierto, que no existe, en la Academia hay slo el lenguaje de los acadmicos, que, de veras, lleva mucho ms suelto el cors.

Otra muestra ms de aquel reduccionismo? Dgaseme si alguien ve escritas en su diario o escucha por su receptor palabras y locuciones como conjeturar, hacer cbalas o conjeturas o suposiciones o clculos, si se presume que, si los indicios permiten sospechar, si hay presuncin de algo, incluso si se rumorea o se dice que... El tirnico anglicismo especular las ha ahuyentado, rebajando adems el viejo y latino (especulaban Santo Toms y Kant, Bergson y Ortega), rebajndolo, digo a la altura del chisme. Cmo se ha humillado la filosofa al hablar y escribir sobre la nueva filosofa municipal de la recogida de basura; o la semntica (que es, todos lo sabemos, la ciencia de las significaciones, de los contenidos) pretendiendo que si dos partes mantienen slo diferencias semnticas, es porque estn discutiendo dnde ponen las comas (cuestin, por lo dems, nada balad).

Una caracterstica comn a las lenguas tcnicas es su permeabilidad al extranjerismo: la tendencia a un lenguaje unificado, de circulacin internacional, la favorece. No se explica que el periodismo posea esa misma capacidad de absorcin, que es verdadera avidez por lo aliengena. La rapidez para incorporar extranjerismo es otro rasgo de su lenguaje y no slo los necesarios, sino aquellos que desplazan a los de curso general y normal en la lengua propia. Se hace, muchas veces, por deliberacin, por presuncin de prestigio y otras por simple ignorancia. En ambos casos, se echan telones a la comprensin de innumerables lectores. Un simple ejemplo, a propsito de algo tan difundido y de apariencia tan clara como es la locucin galicista jugar un papel. Al subir de precio, hace aos, la carne de cordero, un reportero de televisin quiso estudiar la causa en profundidad (otra insignia del oficio este en profundidad), investigando desde la raz. Cmara al hombro, se lanz adonde pastan tales mamferos, por tierras de Burgos o Soria, no recuerdo bien. La pantalla nos mostr a un pastor perfecto, con perro, cachava, bona y pitillo apagado y ensalivado en los labios. Con piel de viejo pergamino tambin. El reportero le hizo preguntas pertinentes, y, por fin, sta: Y ustedes qu papel juegan en el aumento de precio?. El buen pastor lo mir con extraeza; evidentemente, no entenda y estaba intentando descifrar. De pronto, un destello ilumin sus ojos: haba adivinado. Y contest: Pues nos jugamos que no vamos a vender ni un cordero.

Este mnimo caso se reproduce, tal vez, miles de veces diarias entre lectores y oyentes, que quedan frustrados en su deseo de comprender. Para el periodista de televisin, eso de jugar un papel era su modo habitual de expresin y jams lo haba sometido a examen. No poda sospechar que aquello no poda entenderlo un pastor castellano porque en nuestro idioma los papeles no se juegan. Antonio Rivelles no est jugando, obviamente, un papel en La loca de Chaillot, sino que lo est desempeando o representando.

Aquel profesional era absolutamente inconsciente de su fallo, por ignorancia. Tal vez inculpable, porque no figura entre nuestros hbitos el de someter el lenguaje a reflexin. Y esa ignorancia de que no pertenece a la lengua comn lo que s lo parece determina frecuentes rupturas de Comunicacin con los lectores u oyentes. Multitud de barbarismos pululan indeliberamente en las informaciones, sin que sus redactores barrunten que pertenecen al dialecto de su oficio; pero lo estn configurando como lengua especial.

Slo as se explica la pertinacia en el empleo de vocablos forasteros, especialmente capciosos para los lectores, que tienen que salir de s mismos para entender que agresivo es un elogio; que se pueden reivindicar crmenes en lugar de cosas honrosas; que lo rutinario es lo que funciona con normal eficacia; o que nominar equivale a proponer. Tienen que abandonar su lengua castellana, su simple sentido comn castellano, e ingresar en el de los medios, para admitir que los atentados cuentan con autores intelectuales; que el xito dramtico de un medicamento se debe a que cura, no a que mata; que las leyes no ordenan y disponen, sino que contemplan; y que a las orquestas no las acompasa un director, sino un conductor; que cuando uno es o se siente socialista, en realidad se est reclamando del socialismo; que no le regalan un ejemplar de una novela, sino una copia, y que se echa a la calle a los obreros de una factora porque se ha redimensionado una plantilla, a causa, no de que fuera excesiva, sino de que estaba sobredimensionada. Lo cual ha dado lugar a una huelga, porque la empresa ha ignorado las exigencias sindicales de rectificar. Pero cmo iba a rectificar la empresa, si ignoraba las demandas, es decir, si, en castellano bien mamado, las desconoca? Raramente descender un informador a decir que la empresa no ha hecho caso, o que ha desodo las peticiones. Pues qu profundo estupor no sobreviene al ciudadano consciente de su idioma, cuando un diario escrito o audiovisual le informa del mitin de Sevilla, y se entera de que en l no aclamaron a un lder poltico, sino a un lanzador de jabalina?

Son cientos de pequeos atentados contra los lectores, de menudos obstculos puestos en el camino de la comunicacin con ellos, alzados con absoluto desenfado por quienes deben atender con los cinco sentidos a hacerlo llano. No se leen peridicos; repito una duda anterior: se dejan leer los peridicos? Y no se me arguya que los extranjerismos de ese jaez no son exclusivos del periodismo, que las usa todo el mundo. Primero porque el periodismo y tal vez de las agencias! son los responsables de su introduccin, en muchos casos, y, en todos, de su difusin, cuando esta se ha producido. Y no los utiliza ni entiende todo el mundo; Y, mucho menos, ese mundo que no lee y a quien hay que convertir en lector. Yo, al menos, los siento como componente muy caracterstico de esta lengua especial que intento acotar.

Junto a esa disposicin para adoptar voces ajenas sobrantes, en que muchas veces suele cifrarse la elegancia de la expresin, estn los simples errores idiomticos, que se cometen por la defectuosa instruccin que aflige a buena parte de la comunidad hispana.

Naturalmente, las equivocaciones son no son definidoras de una lengua especial, y los informadores que las cometen no lo hacen porque ejercen una profesin, sino porque son ciudadanos mal instruidos, como hay tantos en todas las profesiones. Ocurre, sin embargo, que algunos errores, lejos de ser fallos individuales, aislados y, por tanto, no significativos, se producen o reproducen por muchos, hasta el punto de que parecen formar parte de la jerga profesional. Sorprende as la instantaneidad con que se ha difundido el punto y final: slo en los medios se oye o se lee esa conjuncin intrusa, que convierte el adjetivo final en sustantivo. Slo en los medios, a la corpulencia se le llama envergadura, los atracadores recaudan un botn, en lugar de aduearse de l; y los jueces dictan veredictos y otorgan penas, en vez de dictar fallos o sentencias y condenar a penas. Muy posiblemente, estos y muchsimos ms disparates han nacido en lugares diversos, pero se hacen sealadamente periodsticos porque es en el diario o en la emisora donde advertimos su constancia.

Est luego la multitud de los errores ocasionales y aleatorios, de los que nadie est libre, pero que son menos disculpables en quienes tienen el idioma como instrumento de su oficio. Disparates que no van seguidos de correccin, que se disimulan, que tal vez ni se advierten por quien deba subsanarlos. Y que slo ofrecen el consuelo de ser alguna vez muy cmicos. As, la precisa noticia de que la temperatura alcanz en Sevilla los 38 con seis centgrados. O la previsin de que tal vez se abstenga en las elecciones el tercio por ciento de los votantes. O que se impuso una bufanda blanca a la esfinge de Valle-Incln en la Castellana. O que, en la gran concentracin del monte do Gozo compostelano, cientos de sacerdotes estaban repartiendo la comunin portando sagrarios.

No deseo abrumarles con ejemplos, que ustedes podran aumentar indefinidamente. Y argumentar a la vez que no son slo imputables al periodismo, y que cuantos poseemos voz pblica cometemos tantas prevaricaciones idiomticas o ms. Lo he concedido ya antes, y es igualmente lamentable en todos los casos. Pero si cabe un lamento ms agudo en el caso de los medios de comunicacin, es porque la repercusin social de su comportamiento es considerablemente mayor. No hay que ponderar a cuntos millones de hablantes alcanzan. De ellos, una gran mayora desprovista de defensas culturales, inerme ante lo que no pueden juzgar, y que, al contrario, considera canon y modelo de hablar o escribir aquello que escuchan o leen.

El hecho de que los errores en el empleo del propio idioma sean tan visibles en el periodismo se debe a causas bien conocidas, entre ellas, a la general deficiencia en una didctica idiomtica, que no instaura en quienes ms la necesitan aquella conviccin formulada por fray Luis de Len, segn la cual hablar y escribir es arte de particular juicio. Si tal conviccin actuara profundamente, no se creara entre multitud de periodistas y vuelvo a hacer salvedad de excepciones admirables la creencia contraria de que basta ser suelto de palabra en la vida de relacin para escribir; en que vale lo primero que viene a la pluma o a la boca; en que se utiliza la lengua comn cuando, en realidad, se est empleando una jerga de oficio; en que son palabras castellanas muchos vocablos extranjeros de cuerpo parecido pero de alma distinta. No se producira el laxismo caracteriza hoy a buena parte del lenguaje del periodismo, para el cual da lo mismo coexin que cohesin, lapso que lapsus, partidario que partidista y vergonzante que vergonzoso.

Con dos conclusiones muy breves voy a terminar. Es la primera que periodismo noticioso debe evitar a ultranza forjarse una lengua aparte, diferenciada del estndar hablado y escrito. Y ello, aunque el periodista desee afirmar su personalidad: el periodismo no es literatura, porque lo constrie la necesidad de informar. De esto se deduce una segunda consecuencia: la reduccin casi esteparia del estilo conviene de modo especial a las agencias, de cuyos servicios debe salir transparente la noticia, sin derroche de palabras, pero sin ahorro que perturbe la nitidez. Y esto, de manera general, no se logra si el redactor se conforma con su primera ocurrencia, y si no somete a crtica hasta la expresin de apariencia ms obvia.

Los pueblos hispanohablantes nos disponemos a celebrar el V Centenario. A todos nos conviene que no quede ni en reproches ni en fastos, y que 1992 sea nuestro primer ao del futuro realmente compartido. A nuestra comunidad la funda esencialmente el idioma; sin l, cada nacin slo contara por su valor aislado; gracias a la lengua espaola, el valor de cada una se multiplica por el de las dems. La unidad de esa lengua nos importa: para defenderla, nuestros pases deberan acordar unos objetivos mnimos comunes en sus respectivos planes docentes. Con mayor razn ese acuerdo debera instituirse entre los medios de difusin de Espaa y de Iberoamrica, por cuanto la potencia de su accin sobre el comportamiento idiomtico, supera en mucho a la de la escuela. Deberan empezar a tantear ese acuerdo las agencias de prensa: sus despachos son muchsimas veces responsables de que se difunda un elemento de dispersin cuando tendran que ser factores de integracin. Ojal se logre.Ponencia ofrecida en el seminario internacional El idioma espaol en las agencias de prensa, convocado por la Agencia Efe y la Fundacin Germn Snchez Ruiprez. Madrid, 2 de octubre de 1989.El autor es catedrtico de la Universidad Autnoma de Madrid.