EL GRAN MISTERIO - thegreatsecret.org Gran Misterion De La Iglesia... · Parte VIII El Evangelio de...

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EL GRAN MISTERIO DE LA IGLESIA DEL PRIMER SIGLO

Volumen 1

ESTUDIOS DE EXACTITUD BÍBLICAS

MARK ATKINSON

Primera Edición 2007

Traducción Española: Juan Luis Molina

[email protected]

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Primera publicación 2007

Por Publicaciones Lulu

http//www.lulu.com

ISBN 978 -1 -84799-925 – 2

Copyright Mark Atkinson

Reservados todos los derechos.

Ninguna parte de esta publicación podrá ser reproducida, o trasmitida de alguna manera, o por cualquier medio, sea electrónico, mecánico, fotocopiado, gravado o con cualquier

otro medio sin el previo consentimiento por escrito del autor o la debida licencia que permita un número de copias limitado.

Impreso y limitado por Lulu

Diseño de capa de 4D Creatives

http://www.4dcreatives.biz

Las escrituras utilizadas en este libro (original ingles) fueron retiradas de la Authorised Version (King James Version)

Y en la traducción española de la Versión Reina y Varela de 1960

Otras copias de este libro pueden ser pedidas a

http://www.thegreatsecret.org

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Este libro está dedicado a Nathan, Aaron, y Elias.

Así seáis edificados en Cristo en todas las cosas y que tengáis el gozo y la paz que proviene de la creencia en la maravillosa e incomparable Palabra de Dios.

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Índice

Comentario 8

Prefacio 9

Parte I – El Gran Secreto en Cristo 10

Capítulo 1: Hay un secreto 11

Capítulo 2: La palabra griega “musterion” 13

Capítulo 3: El Gran Secreto y los demás secretos en la Biblia 14

Capítulo 4: Hablamos el Gran Secreto entre los que han alcanzado madurez 17

Capítulo 5: ¿Cuál e el Gran Secreto? 19

Capítulo 6: Más aspectos del Gran Secreto del Cristo en ti 21

Parte II – La Revelación del Gran Secreto 24

Capítulo 7: El Gran Secreto guardado en Dios 25

Capítulo 8: El Gran Secreto fue revelado por primera vez al Apóstol Pablo 27

Capítulo 9: Si el Diablo hubiese sabido el Gran Secreto 30

Parte III – El Gran Secreto y la Iglesia de Hoy 32

Capítulo 10: El Gran Secreto para los Cristianos de hoy en día 33

Capítulo 11: El liderazgo de la Iglesia hoy en día 36

Parte IV – La Comprensión del Gran Secreto 39

Capítulo 12: Saber la anchura, largura, profundidad y altura del Gran Secreto 40

Capítulo 13: El Gran Secreto conocido a través del espíritu 44

Capítulo 14: Cómo conocer a Dios y al Gran Secreto 47

Parte V – Pasos Fundamentales en el Gran Secreto 49

Capítulo 15: El donador y el don 50

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Capítulo 16: El recibimiento del don del espíritu santo 52

Capítulo 17: Nacidos de lo alto 56

Capítulo 18: Renacidos como hijos de Dios 59

Capítulo 19: Otros aspectos del Gran Secreto del Cristo en ti 61

Capítulo 20: Andando en el espíritu 64

Capítulo 21: La predicación de la Cruz y el Gran Secreto (1ª Parte) 68

Parte VI – El Gran Secreto de ser Edificados en Cristo 73

Capítulo 22: El corazón del Gran Secreto 74

Capítulo 23: La imagen de Dios y la imagen del Diablo 76

Capítulo 24: La mente de Cristo y el Gran Secreto 79

Capítulo 25: El Gran Secreto de ser edificado en Cristo- la imagen de Dios 84

Capítulo 26: Renovándonos en “epignosis” de acuerdo a la imagen de Dios 88

Parte VII – El Gran Secreto del Cuerpo Único de Cristo 92

Capítulo 27: Las verdades del Cuerpo Único de Cristo 93

Capítulo 28: El significado del Cuerpo Único de Cristo 96

Capítulo 29: El templo de Dios y el Tabernáculo de Dios 99

Capítulo 30: “Ekklesia” – Los llamados para el Gran Secreto 101

Capítulo 31: El Gran Secreto del Nuevo Hombre Único (1ª Parte) 104

Capítulo 32: El Gran Secreto del Nuevo Hombre Único (2ª Parte) 108

Capítulo 33: La predicación de la Cruz y el Gran Secreto (2ª Parte) 112

Capítulo 34: No todos tienen el mismo oficio en el Gran Secreto 151

Parte VIII – El Evangelio de la Gloria de Nuestro Señor Jesucristo 125

Capítulo 35: El evangelio de la gloria de Nuestro Señor Jesucristo 126

Capítulo 36: Las riquezas de la gloria del Gran Secreto (presente) 130

Capítulo 37: El futuro del Gran Secreto (La esperanza de gloria) 135

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Parte IX – El Gran Secreto y el Corazón del Hombre 140

Capítulo 38: El Gran Secreto y el Corazón del Hombre 141

Capítulo 39: El aspecto exterior del Gran Secreto 146

Capítulo 40: Caminando hacia la perfección 149

Capítulo 41: Andando en el Gran Secreto 155

Parte X – El Gran Secreto y el Propósito de las Edades 160

Capítulo 42: La administración de la casa de Dios y la historia del Gran Secreto 161

Parte XI – Un andar Poderoso 168

Capítulo 43: El andar poderoso en el Gran Secreto 169

Parte XII – Los Ministerios del Gran Secreto 173

Capítulo 44: Apóstoles, profetas, pastores y maestros del Gran Secreto 174

Capítulo 45: Hablar con denuedo el Gran Secreto 179

Capítulo 46: Entender las Epístolas a través del Gran Secreto 182

Parte XIII - El Adversario y el Gran Secreto 183

Capítulo 47: Abandonar el Gran Secreto 184

Capítulo 48: El fin del Adversario en el Gran Secreto 189

Capítulo 49: La obra del Adversario contra el Gran Secreto 192

Capítulo 50: La estrella resplandeciente de la mañana 197

Capítulo 51: La palabra de Dios escrita en las estrellas 200

Parte XIV – Guardando el Gran Secreto 203

Capítulo 52: Guardar el Gran Secreto y la corona de justicia 204

Capítulo 53: Guardar el Gran Secreto y la unidad del espíritu 206

Capítulo 54: Guardando el Gran Secreto estando sujetos a la Cabeza 208

Parte XV – El Amor de Dios y el Gran Secreto 213

Capítulo 55: El Gran Secreto en el amor de Dios 214

7

Parte XVI – Conclusión 218

Capítulo 56: Sumario 219

Agradecimientos 222

Epílogo 224

Más Información 225

8

COMENTARIO

Por Ian Valentine

Muy pocas personas aprecian hoy en día la verdadera naturaleza de la Cristiandad. A través de los tiempos, la Cristiandad ha pasado a institucionalizarse y ha caído en los lazos del legalismo y de la tradición. Ha pasado a formar parte del mundo de las religiones como si fuese una religión más. Sin embargo, en el corazón del verdadero Cristianismo reside un escenario bien diferente. El verdadero Cristianismo es único. Los apóstoles y profetas de la Iglesia del primer siglo fueron guardianes de un conocimiento secreto que enseñaron a los seguidores fieles de Jesucristo. Sin embargo, para la mayor parte de las personas hoy en día, este secreto conocimiento se encuentra perdido. Esta enseñanza del secreto de los primeros cristianos es el más poderoso conocimiento en el mundo entero. La Biblia nos habla de sus gloriosas riquezas y de cómo Dios desea darlas a conocer. Este conocimiento secreto es el verdadero corazón de la Cristiandad.

Llevo siendo cristiano desde hace 28 años y he pasado la mayor parte de este tiempo en pequeños grupos de comunión de creyentes de un mismo sentir juntándonos en hogares. He instruido a muchos, estudiado intensivamente, ministrado, sanado, ayudado, orado, y sobre todo amado. He visto señales y milagros y he visto en primera mano cuán fácil y amorosamente puede cambiar Dios la vida de aquellos que aceptan por sí mismos este secreto conocimiento y los lleva al corazón del verdadero Cristianismo.

Durante los cinco últimos años he tenido el gozo de compartir esas reuniones de comunión con Mark Atkinson. Para mí, Mark representa la pureza de un verdadero cristiano; un creyente renacido del espíritu de Dios motivado solamente por el amor y el servicio a Dios. Dios ha bendecido a Mark con un perfecto entendimiento acerca de “El Gran Misterio” concerniente a Cristo y a la Iglesia, y le ha inspirado a ponerlo por escrito para beneficio de la totalidad de la Iglesia.

Sobreabundo de gozo por poder haber escrito este Comentario. Oro para que este libro pueda abrir las escrituras para todos los cristianos hoy en día, y que, a través del entendimiento de “El Gran Misterio” puedan descubrir la gloriosa verdad que llenó de poder a la Iglesia del primer siglo. Oro para que nuestro amoroso Padre celestial pueda operar majestuosamente en cada lector de esta obra; para que Dios limpie de todas las divisiones que impiden a la Iglesia de recibir lo mejor de parte de Dios. Oro para que todos los cristianos alrededor del mundo descubran este secreto conocimiento para que una vez más puedan andar con el amor y respeto necesarios entre unos y otros, en armonía, realizando la voluntad de Dios con Su amor, poder y fuerza.

Julio 2007

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PREFACIO

Hace ahora más o menos unos dos mil años, el Señor Jesucristo apareció a un hombre que se llamaba Saulo mientras iba de camino a Damasco en Siria. Poco tiempo antes de este momento, Saulo había perseguido a la Iglesia. Había consentido con el arresto de muchos cristianos. Sin embargo, este hombre llegaría a ser uno de los más grandes apóstoles cristianos de todos los tiempos. Después de su conversión, Saulo llegó a ser más popularmente conocido por su nombre griego de Pablo. Hoy en día, le conocemos como el Apóstol Pablo.

Jesucristo declaró que Pablo fue un “vaso escogido” para él. Haciendo su camino hasta Damasco, muy lejos estaría Pablo de suponer que había sido escogido por Dios para recibir la más grande revelación de todos los tiempos. Recibió aquello que se denomina bíblicamente como el Gran Misterio o Gran Secreto en Cristo. Este fue un Secreto “había estado oculto en Dios desde el principio del mundo”. Había sido ocultado en todas las edades y generaciones previas hasta que le fue revelado a Pablo por primera vez en la historia del hombre. Dios encomendó a Pablo que lo escribiera y lo diera a conocer.

Hoy en día, el Gran Misterio concierne de una manera vital a todos los que han sido llamados en Jesucristo. Se encuentra escrito en la Biblia. Sin embargo, a través de los siglos muchas han sido las iglesias que han perdido este Gran Misterio. El verdadero conocimiento ha sido reemplazado por errores humanos y falsas enseñanzas. Esto ha llevado una laguna en el entendimiento apropiado del Gran Misterio, aunque Dios declara en Su Palabra que Su deseo es hacerlo conocido a toda Su gente. Este Gran Misterio es tan vitalmente importante para todos los cristianos, que Dios lo declara como un requisito previo para que la Iglesia pueda llegar a obedecer Su voluntad. Hoy en día, se ha hecho una vez más conocido y está siendo difundido entre los miembros fieles en Cristo. Este libro vuelve a descubrir lo que se había perdido.

Dios desea dárselo a conocer a cada cristiano. El Gran Misterio concerniente a Cristo y a la Iglesia no tiene porqué ser un libro cerrado para quien tenga hambre y sed de conocerlo. Dios desea que Sus hijos anden una vez más en la grandeza de Su Hijo Cristo Jesús de la misma manera que lo hicieron el Apóstol Pablo y muchos otros hace ahora cerca de dos mil años atrás. El Gran Misterio es nuestra puerta de entrada para andar como verdaderos cristianos. Nos muestra el poder y el amor y la gloria que tenemos en Cristo. Dios desea que todos nosotros seamos plenamente instruidos.

Nuestro cometido es explorar lo que la Biblia enseña verdaderamente sobre el este Gran Misterio y “cuales son las riquezas de este misterio”.

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I Parte – El Gran Secreto en Cristo

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Capitulo 1: Existe un secreto

Oración

Primeramente, debemos agradecer a nuestro Padre celestial por la grandeza de Su gracia. Por Su deseo es darnos a conocer la realidad del Gran Misterio, o más exactamente, el Gran Secreto que habita en Cristo.

También le agradecemos por todos aquellos que se mantuvieron firmes desde que fue revelado hace ahora unos dos mil años atrás; por todos aquellos que se mantuvieron firmes en este Secreto en Cristo y lo dieron a conocer. Padre…gracias…y que podamos nosotros y muchos otros alzarnos para conocer estos caminos y perseverar en ellos hasta el retorno de Tu Hijo, nuestro Señor Jesucristo, cuando él nos reúna a todos contigo. Amen.

Comencemos

Existe un secreto

Existe un misterio, o si se prefiere, un secreto en la Cristiandad que muy pocas personas conocen. A pesar de la ignorancia humana, a los ojos de Dios, este secreto es la cosa más importante para el hombre en la era en la que estamos, para esta Era de Gracia en la cual vivimos. El propósito de este libro es dar a conocer este secreto como se encuentra expuesto en las Escrituras, para que podamos ser todos instruidos y vengamos al conocimiento y total entendimiento de sus grandes verdades. Es el ardiente deseo de Dios que todos Sus hijos vengan al conocimiento de las grandezas de este misterio.

Primeramente, necesitamos determinar que verdaderamente existe un tal asunto denominado Misterio.

Pablo escribió a los corintios haciéndoles la siguiente declaración:

“Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez…. Hablamos sabiduría de Dios en misterio….” (1ª Corintios 2:6-7) Pablo también escribió a los cristianos que estaban en Roma acerca de este Misterio:

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“Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos” (Romanos 16:25) Después de esta carta, Pablo escribió también a los cristianos en Éfeso diciéndoles que Dios le había declarado a él el Misterio. “que por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente.” (Efesios 3:3) Y después continuó a hablar acerca de la misión especial que Dios le había destinado: “y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios…” (Efesios 3:9) Pablo también les escribió a los colosenses instruyéndoles acerca del Misterio: “el misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que hora ha sido manifestado a sus santos” (Colosenses 1:26) Existen variados versículos en la Biblia que hablan del Misterio. Así que está claro, hay un Misterio o Secreto en la Cristiandad. Por tanto, ¿Cuál es ese Misterio? ¿Qué nos dice Dios sobre él? ¿Qué significa? ¿Cuál es el especial significado que tiene para nosotros? Estas son algunas de las cuestiones que responderemos brevemente. Las respuestas a estas preguntas pueden ser encontradas en la Biblia. En este libro, ilustraré para usted la preciosa revelación del Gran Misterio como está expuesta en la Biblia. Estoy convencido de que Dios te mostrará en tu corazón, sin duda alguna, su real significado para que puedas llegar a estar plenamente instruido y sepas cuál es el Secreto de la Cristiandad que llegó a estar en muchas edades perdido.

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Capítulo 2: La palabra Griega “musterion”

“musterion” Precisamos ver de cerca la palabra “misterio” que se utiliza en la Biblia. La palabra griega que se traduce por misterio en nuestra versión castellana es “musterion”. Es interesante notar, que esta misma palabra fue utilizada por muchos escritores seculares durante el tiempo en que fue escrito el Nuevo Testamento. La palabra “musterion” significa un secreto entre amigos o el secreto del rey. En un sentido comprensible, “musterion” podría referirse al conocimiento secreto que se revelaba a los iniciados dentro de una fraternidad social. Solamente aquellos miembros iniciados que pertenecían al núcleo central de aquella hermandad podían ser partícipes del secreto conocimiento. Estos secretos solo podían ser revelados a los iniciados que entrasen a formar parte de su círculo principal. La misma verdad se puede aplicar para los cristianos y para los que participan de la fe cristiana.

La Biblia habla del conocimiento y enseñanza de un secreto Bíblico. Es la sabiduría que se da a conocer entre el circulo central de creyentes fieles. Hoy en día se encuentra disponible para todos aquellos que fueron llamados en Jesucristo y quieran iniciarse en el corazón de este conocimiento secreto en Cristo.

Esta palabra griega “musterion” es una palabra derivada de dos palabras, “mueo” que significa llegar al punto en el cual los secretos se dan a conocer, o literalmente iniciarse en el corazón de los secretos; y “mustes” que se refiere a la persona que llega a ser maduro en el proceso de iniciación en el conocimiento íntimo de los secretos. Comprender el significado de esta palabra llega a ser muy interesante a la hora de ver de cerca el Gran Misterio en Cristo.

Una traducción más exacta sería “secreto”

En la Biblia, la palabra “musterion” se traduce por misterio. Sin embargo, sería posible una mejor traducción utilizando secreto o secreto sagrado. La razón de esta mejor traducción se encuentra en que no se trata de algo tan misterioso que no pueda ser entendido por todos, sino que, más bien, es un secreto que Dios quiere revelar al cristiano de mente espiritual, a todos aquellos que forman parte del circulo central de los fieles. En otras palabras, es algo que puede conocerse y dase a conocer.

En este libro, utilizaré la palabra “secreto” porque me parece una traducción más exacta de “musterion”. También me referiré a este secreto concerniente a Cristo y la Iglesia como al “ Gran Secreto” como se explica en el próximo capítulo.

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Capítulo 3: El Gran Secreto y los demás secretos en la Biblia

Una diferencia

Para tener un conocimiento y un entendimiento exacto, es importante que establezcamos que hay una diferencia entre el Gran Secreto en Cristo y los muchos otros secretos o misterios que se encuentran referidos en la Biblia. Pablo escribió a los corintios haciéndoles ver que, tanto él como sus colaboradores, eran administradores de los misterios (plural) de Dios. En otras palabras, existen más de un secreto, sin embargo, solamente hay un secreto al cual Dios denomina de Gran Secreto.

“Así, pues, ténganos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios.”

Existen muchos misterios o secretos en la Biblia tales como el secreto del Reino, el secreto de la ceguera de Israel, el secreto de que no todos moriremos y otros muchos.

Los demás secretos

Estos son algunos de ellos.

Hay secretos referentes al Reino como Jesús declaró:

“Él respondiendo les dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios (musterion – secretos) del reino de los cielos, mas a ellos no les es dado” (Mateos 13:11)

Hay otro secreto específico en la Biblia acerca de que no todos moriremos antes del retorno de Cristo:

“He aquí, os digo un misterio (musterion – secreto) : No todos dormiremos; pero todos seremos transformados,

En un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados.

Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad.

Y cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: Sorbida es la muerte en victoria.

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¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? (1ª Corintios 15:51-55).

También tenemos el secreto referente al tiempo de duración de la ceguera, o endurecimiento actual de Israel y a su futura salvación:

“Porque no quiero, hermanos, que ignoréis este misterio (musterion – secreto), para que no seáis arrogantes en cuanto a vosotros mismos: que ha acontecido a Israel endurecimiento en parte, hasta que haya entrado la plenitud de los gentiles.

Y luego todo Israel será salvo” (Romanos 11:25-26)

Existe, además, otro secreto que se refiere a la iniquidad del Adversario:

“Porque ya está en acción el misterio (musterion – secreto) de la iniquidad; solo que hay al presente quien lo detiene, hasta que él sea quitado de en medio.” (2ª Tesalonicenses 2:7)

Y también, tenemos el secreto de la declaración acerca del significado la Grande Babilonia:

“y en su frente un nombre escrito, un misterio (musterion –secreto): BABILONIA LA GRANDE, LA MADRE DE LAS RAMERAS Y DE LAS ABOMINACIONES DE LA TIERRA. (Apocalipsis 17:5)

Todos estos secretos anteriores eran solamente conocidos por los iniciados, por los que habían alcanzado madurez espiritual. De otra manera, una persona no podría saber su verdadero significado. Existen secretos que solo pertenecen a los iniciados.

El Gran Secreto

Sin embargo, Efesios muestra otro misterio que se denomina el Gran Misterio. Este misterio o secreto es muy diferente y hay que saber diferenciarlo de todos los demás:

“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.

Grande es éste misterio (en el texto se lee – este es “el” Grande misterio); mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.” (Efesios 5: 31-32)

Los textos críticos griegos dicen “Este es EL Grande Misterio” no simplemente un misterio más. Dios colocó el énfasis diciendo que éste es el Gran Misterio. Una traducción todavía más exacta sería “Este es el Gran Secreto”. El Gran Secreto se refiere a Cristo y a la Iglesia.

Como puedes observar, existen muchos misterios o secretos en la Biblia. Sin embargo, para comprender el Gran Secreto, precisamos hacer esta distinción entre los varios

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secretos y aquel que Dios denomina específicamente “el Gran Secreto” concerniente a Cristo y a la Iglesia. El sujeto principal de este libro es el Gran Secreto y no los demás secretos que forman un sujeto aparte cada uno dentro de sí.

Este secreto se encuentra por encima de todos los demás secretos en la Biblia. Dios lo denomina de “El Grande”. Estoy persuadido de que apreciarás la grandeza y plenitud de este secreto a medida que lees este libro. Te darás cuenta de por qué Dios señala este secreto entre los demás como estando por encima en grandeza sobre todos ellos.

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Capitulo 4: Hablamos el Gran Secreto entre los que han alcanzado madurez

La inmadurez de los cristianos en Corintia

En 1ª de Corintios 2:1-2, Pablo escribió que cuando llegó la primera vez a los corintios, no pudo declararles el Gran Secreto (en la mayor parte de los textos críticos griegos la palabra testimonio del versículo 1º es la palabra “musterion” que significa misterio o secreto).

“Así que, hermanos, cuando fui a vosotros para anunciaros el testimonio (musterion) de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría.

Pues me propuse no saber entre vosotros cosa alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado.” (1ª Corintios 2:1-2)

En vez de enseñar a los corintios acerca del Gran Secreto, solo pudo declararles la crucifixión de Jesucristo. Sin embargo, continúa diciéndoles:

“Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen.

Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio (musterion - secreto), la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria.” (1ª Corintios 2:6-7).

El apóstol Pablo reprendió a los creyentes corintios, porque todavía no habían alcanzado madurez espiritual. Les declaró, “sin embargo, hablamos la sabiduría del Gran Secreto entre los cristianos que han alcanzado madurez.” Los cristianos en Corintia demostraban ser todavía carnales por la forma que tenían de comportarse. Eran personas que no andaban de acuerdo a la Palabra de Dios; ni la conocían ni la entendían. El fundamento de Cristo todavía no había sido establecido en sus corazones. Por eso Pablo estaba declarándoles que el Gran Misterio estaba destinado solamente a los que alcanzasen madurez (los maduros espirituales - los que tenían una mente espiritual). Los creyentes de mente carnal corintios no tenían ni idea de que existiese un tal Secreto tan Grande. Todavía no estaban preparados para ser instruidos acerca de sus grandezas. Sin embargo, Pablo quería que meditasen en estos asuntos y por eso les declaró que había algo más grande disponible para ellos cuando estuviesen dispuestos. De hecho, un día también serían partícipes de la sustancia del Gran Secreto, pero de momento, precisaban primeramente ser nutridos solamente con la leche de la Palabra.

“De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo.

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Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía” (1ª Corintios 3:1-2)

Brevemente, observaremos de cerca la vianda de este Gran Secreto en Cristo. No en tanto, igual que ocurría con los corintios, no todas las personas en la iglesia cristiana de hoy en día están preparadas para recibir el conocimiento del Gran Secreto. Algunos son todavía demasiado niños, espiritualmente hablando, y necesitarán de ser alimentados con los principios básicos de la doctrina de Cristo primeramente, para que puedan crecer y estar capacitados para recibirlo. Otros carecen de la humildad necesaria para recibir la Palabra del Padre e insistirán en magnificar sus propios pensamientos por encima de la Palabra de Dios. Otros mantendrán doctrinas erradas en sus corazones que anularán la Palabra de Dios y no tendrá ningún efecto en sus vidas. Sin embargo, existen muchos cristianos a quienes la sabiduría de Dios les puede ser declarada, para que una vez más el Gran Secreto pueda ser difundido “entre los que han alcanzado madurez”.

Para los que son capaces

Este libro fue escrito para aquellos que deseen y estén capacitados para recibir las grandezas del conocimiento secreto en Cristo. Este libro no se destina a los teólogos académicos, ni a los infieles, ni a los que posean todavía una mente carnal. Es preciso humildad y mansedumbre delante de Dios y de Su Palabra para comenzar a entender las maravillosas realidades de este Gran Secreto concerniente a Cristo y a la Iglesia. Tenemos que permitirle a Dios en Su suprema sabiduría que nos hable a través de Su Palabra escrita, y eso es lo que hará Dios si somos humildes en Su Presencia para recibir Su Palabra.

Entonces, una vez conocido este asunto, ya no será un secreto oculto para ti. Sino que descubrirás y ganarás entendimiento en el secreto perdido de la Cristiandad. Aunque pertenezca al círculo principal de cristianos fieles y sea el secreto más grande en el mundo hoy en día.

Dios te ha llamado para que seas un iniciado en Cristo. El Padre te ha abierto la puerta y te está llamando para que entres en aquel lugar donde el Gran Secreto en Cristo iluminará tu corazón. Yo se que si eres humilde en Su Presencia, Él iluminará tu corazón con estas grandes verdades.

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Capítulo 5: ¿Cuál es el Gran Secreto?

Dos preceptos

Por tanto, ¿Cuál es el Gran Secreto? El Gran Secreto concerniente a Cristo y a la iglesia se extenderá por el resto de las páginas siguientes de este libro. Sin embargo, para comenzar, hay dos preceptos básicos para entender el Gran Secreto.

Cristo en ti

Primeramente, Dios declara que el secreto es que Cristo se encuentra ahora verdaderamente en ti (en tu cuerpo mortal):

“a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” (Colosenses 1:27)

Esta es una de las mayores diferencias que existen para separar la verdadera Cristiandad de todas las demás religiones del mundo. La Biblia nos dice que Cristo está en nosotros a través del don de espíritu santo, el cual es el espíritu de Cristo. Dios ha puesto este espíritu en todos los que hemos confesado que Jesús es el Señor y hemos creído que Dios le levantó de los muertos. Tenemos mucho que aprender en la Biblia acerca de este espíritu de Cristo en nosotros y sobre cómo Dios quiere ver este don Suyo operando en nuestras vidas. Pero por ahora, piensa durante un instante acerca del privilegio que supone poseer el espíritu de Cristo habitando dentro de ti.

“….Cristo en ti, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27)

Dios declara que el secreto es Cristo en ti. Si, justamente dentro de ti, en tu cuerpo mortal. ¿Crees a Dios cuando te dice que ha puesto a Cristo dentro de ti? ¿Crees que Cristo se encuentra verdaderamente en ti en este mismo instante mientras estás a leer este libro? Es el mismísimo Dios Todopoderoso quien lo afirma. Dios no es hombre para que mienta. Él ha puesto a Cristo en ti. El espíritu de Cristo se encuentra dentro de ti en este preciso instante, en tu mismo ser. En este libro, vamos a ver lo que eso significa.

La Unidad del Cuerpo en Cristo

El segundo precepto que tenemos que atender para comprender este secreto es que las personas han sido llamadas de entre los judíos y de los gentiles para llegar a ser un Cuerpo Único en Cristo:

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“Que por revelación me fue declarado el misterio….

Que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio” (Efesios 3:3 y 6)

En los tiempos del Antiguo Testamento, los judíos nunca concibieron que los gentiles fuesen a estar algún día en igualdad de condiciones que ellos. La verdad acerca de la Unidad del Cuerpo nunca fue revelada en el Antiguo Testamento. Esta igualdad de condiciones fue una revolución en el tiempo de los Apóstoles. Siempre fue del conocimiento general que los gentiles serían bendecidos con Israel. Sin embargo, lo que nunca se supo antes de que Pablo lo declarara era que, llegaría un momento, en el cual los gentiles serían miembros del mismo cuerpo, del mismo Cuerpo de Cristo.

Pero ¿Cuál es el verdadero significado acerca de esta verdad de la Unidad del Cuerpo? El significado de esta Unidad del Cuerpo la explicaremos en capítulos posteriores. Comenzando a entender el Gran Secreto Estos dos preceptos son solamente el comienzo para entender el Gran Secreto. Nuestro cometido es explorar en profundidad este secreto. La Biblia declara que debemos profundar “las riquezas de la gloria de este misterio (musterion –secreto)” (Colosenses 1:27). El deseo en el corazón de Dios para Sus hijos es que lleguen a adquirir el conocimiento, que sepan cuáles son las riquezas de esta gloria. Pero de momento, antes de que podamos aprender cuales son estas riquezas, precisamos atravesar estas dos puertas de entendimiento: primeramente, saber que es “Cristo en ti”, y después, saber también que todos hacemos la Unidad del Cuerpo de Cristo. Estos dos preceptos son los dos primeros pasos para la comprensión del Gran Secreto en Cristo. Solo después de saber esto, solo entonces podremos seguir en frente y adentrarnos en el entendimiento de la multiforme sabiduría de Dios del Gran Secreto. Esta sabiduría nos llevará más allá de la comprensión que teníamos hasta ahora acerca del “Cristo en ti” y nos enseñará que pertenecemos a la Unidad del Cuerpo.

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Capítulo 6: Más aspectos sobre el Gran Secreto del Cristo en ti

Colosenses 1:27 La epístola a los Colosenses es de suma importancia para que entendamos el Gran Secreto, porque en ella es donde Pablo explica que el secreto es “Cristo en ti, la esperanza de gloria”. “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27) En este versículo, la palabra “en” es una traducción exacta de la misma palabra griega “en”. Es Cristo en ti, la esperanza de gloria. Sin embargo, hay muchos aspectos más que tenemos que saber acerca de este asunto. Los tres aspectos de la preposición “en” (Cristo en vosotros) En el contexto del Gran Secreto, el uso de la palabra “en” se utiliza con referencia a alguna cosa que se encuentra en una permanencia continua interior. Existen tres aspectos de esta permanencia interior que necesitamos aprender. Lugar Primeramente, esta permanencia interior hace referencia al sitio o lugar. Cristo está en ti a través de su espíritu, se encuentra habitando en tu cuerpo mortal. El lugar es tu cuerpo mortal. Por eso está escrito que tenemos este tesoro en vasos de barro: “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2ª Corintios 4:7) El vaso de barro se refiere a tu cuerpo físico. Ese es el lugar donde habita. Tiempo A seguir, esta permanencia interior dice respecto al tiempo. El espíritu de Cristo se encuentra en ti y va a permanecer continuamente en ti por toda la eternidad, porque Dios no te lo quitará jamás. Es un don que Dios te otorgó porque precisabas de él, y no porque tú lo deseases o lo merecieses. En la epístola a los Romanos, leemos “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios” (Romanos 11:29)

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“Irrevocables” significa que Dios no muda de opinión después de haber declarado que es un don ofrecido por Él. Por tanto, el espíritu de Cristo es ahora tu espíritu para siempre por la Gracia de Dios. Es un regalo proveniente de Dios para ti. Con respecto al tiempo, por tanto, el espíritu permanecerá contigo por toda la eternidad. Esto es lo que debes saber acerca del aspecto tiempo. Efectos Finalmente, esta permanencia interior también causa efectos, es decir, tiene una influencia que procede de él. La permanencia de Cristo en ti puede tener un gran impacto externo e interno en términos del poder de Dios, en la manifestación de la naturaleza de Dios en tu vida. Este es el aspecto en sus efectos. Estas tres dimensiones del Cristo en ti son esenciales, las tres son importantes para que crezcas en el Gran Secreto. Cristo, a través del don de espíritu santo, permanece dentro de ti. Es el poder que tú aprendes a manifestar externamente en tu andar diario y esa manifestación posee la misma naturaleza del Cristo en que tú te estás transformando gradualmente. Vamos a poder ver más detalladamente estas grandes verdades en capítulos posteriores. ¿Es Cristo entre vosotros o Cristo en vosotros todos individualmente? Algunas escuelas de pensamientos, y de hecho algunas traducciones, han traducido el “Cristo en vosotros, o en ti” como si fuese “Cristo entre vosotros”. Sin embargo, un examen más detallado, nos revela que dentro del vernáculo actual, “Cristo entre vosotros” es un error de traducción. Una vez que una tal traducción no contiene la exactitud que se encuentra muy bien delimitada en los textos, ni tiene en cuenta las tres dimensiones que comprende la palabra griega “en” en este contexto. La palabra “vosotros” en Colosenses 1:27 es plural porque Pablo se dirige a todos los creyentes. Siempre y cuando se utiliza “en” en su forma nominal plural se traduce generalmente usando la palabra “entre”. Este es el motivo de por qué algunas traducciones colocan en este versículo “Cristo entre vosotros”, pero la esencia del significado es que es Cristo en cada uno de vosotros individualmente. Por tanto, Cristo en ti, o en cada uno de vosotros” sería la traducción correcta y más exacta, (como la tenemos en la versión Reina y Varela castellana) (Nota del traductor)

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Debes estar plenamente convencido de que, no es simplemente Cristo contigo, o sobre ti, o cerca de ti o en medio de ti. Sino absolutamente “Cristo en ti”. Pablo dijo que es Cristo en cada uno de vosotros individualmente. El don del espíritu santo El Cristo en ti se refiere al espíritu de Cristo (espíritu santo), que fue dado por primera vez en Pentecostés. Dios otorgó este espíritu como un don. Debemos entender que un don no es un salario o un préstamo. En la Era de Gracia en la cual vivimos, el don del espíritu santo es tuyo como creyente que eres, sencillamente porque le has dado el señorío de tu vida a Jesucristo y has creído que Dios le levantó de los muertos (Romanos 10:9-10 y Hechos 2:38). En las páginas restantes de este libro, te darás cuenta de que, el recibimiento de este espíritu, es verdaderamente una creación de Cristo en ti proveniente de Dios. Es un espíritu de filiación por el cual llegamos a ser hijos de Dios.

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II PARTE – La Revelación de el Gran Secreto

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Capítulo 7: El Gran Secreto Guardado en Dios

Dios mantuvo el secreto a través de todas las edades – Estaba guardado en Dios

El Gran Secreto estaba guardado en Dios hasta que le fue primeramente revelado al Apóstol Pablo. No puede ser, por tanto, hallado en el Antiguo Testamento. Tampoco fue revelado nada a su respecto en el periodo de tiempo en que Jesucristo estuvo presente aquí en la tierra, el periodo de tiempo que se registra en los Cuatro Evangelios. En las Escrituras que citaremos, veremos como Dios hace una distinción específica entre el tiempo que fue “entonces” (refiriéndose al periodo en que el Gran Secreto estaba ocultado) y el tiempo en que estamos “ahora” (que es el periodo de tiempo después de Pentecostés en el cual fue finalmente revelado el Gran Secreto).

El Gran Secreto, sencillamente, estuvo escondido en Dios desde el principio del mundo.

“Y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios….” (Efesios 3:9ª)

La misión de Pablo fue elucidar a toda la Iglesia acerca del Gran Secreto que Dios había previamente guardado en Sí Mismo durante todas las Edades. Cuando algún asunto se mantiene escondido en Dios, solo puede ser procurado cuando Él decida que debe ser revelado. En la epístola de Romanos 16:25 está escrito que el misterio “se ha mantenido oculto desde tiempos eternos, pero que ha sido manifestado ahora” a los santos.

“Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos,

Pero que se ha manifestado ahora, y que por las escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe.” (Romanos 16: 25-26)

De manera similar, la epístola a los Colosenses nos dice que el secreto se ha mantenido escondido en todas las edades y generaciones hasta ahora:

“El misterio que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos” (Colosenses 1:26)

El Gran Secreto había sido guardado y mantenido en oculto en todas las edades y generaciones. Así se declara también en la epístola de los Efesios 3:5

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“….en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el espíritu”.

Las Epístolas

Durante el tiempo del Antiguo Testamento, el Gran Secreto estaba ocultado en Dios, por eso no puede ser hallado en las escrituras del Antiguo Testamento. Dios quiso que solo fuese revelado en las Epístolas. Esta revelación debe darte una nueva perspectiva y una nueva luz cuando leas ahora las Epístolas.

Será de mucha ayuda que entendamos las riquezas de lo que Jesucristo conquistó para nosotros, las riquezas que se encuentran reveladas solamente en las Epístolas. Por tanto, es urgente que procuremos diligentemente en las Epístolas para que descubramos cuales son las riquezas que Dios quiere revelarnos.

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Capítulo 8: El Gran Secreto le fue revelado primeramente al Apóstol Pablo

“Mi evangelio”

Dios reveló primeramente el Gran Secreto al Apóstol Pablo. En Romanos 16:25, Pablo se refiere al Gran Secreto como siendo “mi evangelio”. En Efesios nos dice que Dios le concedió a él la dispensación de la gracia de Dios para todos los creyentes de este tiempo en el cual vivimos. La palabra “dispensación” aquí significa gobierno administrativo. Dios le dio a Pablo todas las instrucciones acerca de cómo Él quería que Sus asuntos fuesen administrados en la Iglesia durante el Periodo de la Gracia en el que ahora vivimos.

“Por esta causa yo Pablo, prisionero de Cristo Jesús por vosotros los gentiles;

Si es que habéis oído de la administración de la gracia de Dios que me fue dada para vosotros;

Que por revelación me fue declarado el misterio” (Efesios 3:1-3)

Dios dio a conocer a Pablo el Gran Secreto por revelación.


Pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe” (Romanos 16:26)

La Palabra nos dice que Dios es muy poderoso para confirmarnos a ti y a mí en las grandezas del evangelio de Pablo, el cual contiene el Gran Secreto concerniente a Cristo y a la Iglesia.

El evangelio según Pablo

El evangelio de Jesucristo que Pablo predicó no es el mismo que el que se predica en los Cuatro Evangelios de Mateos, Marcos, Lucas y Juan. El evangelio de Pablo va mucho más allá y es más profundo en lo que respecta a las riquezas en Cristo. La predicación de su Evangelio tiene que ver con la revelación del Gran Secreto que había recibido.

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Este evangelio había sido mantenido en oculto, guardado secretamente en Dios hasta que se lo dio por revelación a Pablo.

Los Cuatro Evangelios documentan las profecías, vida, muerte, y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Él, Jesucristo, vino a Israel como Rey suyo, pero su pueblo lo despreció y lo asesinó. Sin embargo, las Epístolas de Pablo documentan las riquezas que Dios hizo disponibles para nosotros a través del trabajo finalizado de Jesucristo. Estas riquezas no pudieron darse a conocer anteriormente, no pudieron saberse hasta la muerte, resurrección y ascensión de nuestro Señor Jesucristo, solamente después de haber sido dado el don del espíritu santo en Pentecostés pudo darse a conocer.

“Las Escrituras de los Profetas” (Las Epístolas son las Escrituras de la verdad)

El siguiente versículo se refiere al Gran Secreto. Aquí, Pablo explica que el Gran Secreto está registrado en las Epístolas

“Pero que ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe.” (Romanos 16: 26)

Este versículo anterior en la epístola a los Romanos, está lleno de riquezas en su interior, pero para verlas claramente tenemos que afinar y pulir primeramente la traducción, para que el verdadero significado que guarda en su interior nos pueda ser iluminado. La frase “las Escrituras de los profetas” no se refiere a las escrituras del Antiguo Testamento. Porque las escrituras del Antiguo Testamento no pueden dar a conocer el Gran Secreto, una vez que sabemos que Dios ha dicho que lo mantuvo ocultado en Si Mismo durante todas las edades hasta que se lo reveló al Apóstol Pablo. El Gran Secreto nunca le fue revelado a Isaías, Jeremías, Daniel o cualquiera de los demás profetas anteriores, porque estaba guardado en Dios, sin posibilidad alguna, por tanto, de ser indagado antes de ese tiempo por nadie. Ningún profeta del tiempo del Antiguo Testamento lo conoció. Por tanto, la expresión “las Escrituras de los profetas” en Romanos, simplemente no se puede referir a los profetas del Antiguo Testamento. Antes bien, estas palabras significan literalmente “los escritos proféticos” o más exactamente “las escrituras de la verdad”. Esta frase se refiere específicamente a las Epístolas escritas por Pablo, a quien Dios le dio a conocer el Gran Secreto por revelación.

Él fue quien le concedió a Pablo la administración de la Gracia de Dios. Dios Le reveló a Pablo el Gran Secreto, le encomendó ponerlo por escrito en las Epístolas y por ese medio dárselo a conocer a todas la naciones. Esta es precisamente la exactitud y la precisión del versículo 26. El Gran Secreto se encuentra contenido de una manera progresiva en los escritos de Pablo, los cuales también son conocidos como las Epístolas a la Iglesia (Romanos, Corintios, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, y

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Tesalonicenses) y las Epístolas Pastorales (Timoteo, Tito y Filemón), y la Epístola a los Hebreos. Estas son las denominadas escrituras proféticas o las escrituras de la verdad.

Leamos, por tanto, el versículo 26 de nuevo:

“Pero que ahora (el Gran Secreto) ha sido manifestado (revelado por el espíritu) por las Escrituras de los profetas (las Epístolas de Pablo, que son las escrituras de la verdad) según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes (naciones) para que obedezcan a la fe.” (Romanos 16:26)

Dios le encargó a Pablo que declarase y pusiese por escrito Su revelación, para que el Gran Secreto pudiese ser preservado hasta nuestros días. Ya hemos referido que muchas iglesias han perdido el verdadero conocimiento de la Cristiandad; sin embargo, nunca hemos dejado de tener disponible esta herencia del Gran Secreto preservada en las Epístolas, las escrituras de la verdad que Dios encomendó a Pablo. Él cumplió su cometido poniéndolo por escrito.

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Capítulo 9: Si el Diablo hubiese conocido el Gran Secreto

El Diablo enfrenta ahora más de un Jesucristo

Ahora sabemos que Cristo se encuentra en cada uno de los creyentes. Este es el comienzo para que entendamos el Gran Secreto. Sin embargo, la verdad es que este secreto es tan grandioso que si el Diablo lo hubiese sabido no hubiese crucificado a Jesucristo.

“La que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.” (1ª Corintios 2:8)

En Juan 14:30, Jesucristo denominó al Adversario, que es el Diablo, “el príncipe de este mundo”. Pablo escribió en Efesios 2:2 llamando al Diablo “el príncipe de la potestad del aire”. La palabra “príncipe” en 1ª Corintios 2:8 se refiere al Diablo en su gobierno sobre los espíritus diabólicos. Tanta es la grandiosidad de este secreto de Cristo y de la Iglesia que si los demonios lo hubiesen conocido de antemano, no hubiesen crucificado a Jesucristo. ¿Por qué? La respuesta se encuentra en que antes de Pentecostés, el Diablo y su reino tuvieron que enfrentarse solamente con un Jesucristo, pero ahora tienen en frente millones de creyentes que tienen “Cristo en ellos”. Al crucificar a Jesucristo, el Adversario el Diablo ha traído sobre sí un insoluble problema. En la esfera espiritual, ahora se enfrenta con millones de espíritus de Cristo. Eso es por lo que actualmente, una de las prioridades más preeminente del Adversario es esconder el conocimiento de este Gran Secreto de Cristo en ti. Sin embargo, se encuentra destinado a fracasar en este combate contra Dios.

Mayor es el Cristo en ti que el Diablo en el mundo

El Diablo crucificó a Jesucristo, pero cuando se levantó vivo nuevamente gracias al Padre, se sobrepuso al Diablo y lo exhibió públicamente a él y a todos los espíritus diabólicos. Cristo es ahora mucho más grande y mucho más poderoso que el Diablo. El Cristo en ti es más grande que el Diablo y que todos los espíritus diabólicos del mundo juntos; y por ser Cristo a quien tú tienes, Dios le declara al mundo que tú tienes dominio sobre ellos.

“Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.” (1ª Juan 4:4)

Mayor es el Cristo que está en ti que el Diablo y todas sus huestes que están por todo el mundo. Una vez más, es verdaderamente Cristo en ti, en tu cuerpo mortal:

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“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.

¿Quién es el que vence al mundo, sino el que cree que Jesús es el Hijo de Dios? (1ª Juan 5:4-5)

Todo lo que es nacido de Dios ha vencido al mundo. Tú has nacido de Dios, nacido de lo alto porque el Padre Todopoderoso ha puesto Cristo en ti. ¡Alabado sea Dios! Cuán grande es la sabiduría de Dios en este secreto que Él había mantenido guardado en Sí Mismo hasta que se lo reveló al Apóstol Pablo.

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III Parte – El Gran Secreto y la Iglesia Actual

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Capítulo 10: El Gran Secreto para los Cristianos hoy en día

¿Qué quiere Dios que los Cristianos crean?

Tenemos que preguntarnos a nosotros mismos lo siguiente “¿Creemos verdaderamente lo que Dios quiere exactamente que creamos, o hemos permitido que cualquier otra cosa se interponga, gane raíces, o tenga preeminencia en nuestras vidas?”

Dentro del Cristianismo hoy en día, existen muchas doctrinas e ideologías. Ni mucho menos todas ellas provienen de Dios. De hecho, algunas provienen de los hombres y otras de los demonios. Desgraciadamente, hay muchos hijos de Dios que están siendo influenciados y continuamente defraudados con doctrinas que no provienen de Dios.

Esta no es de ninguna manera la voluntad de Dios para Su gente. Nuestro Padre Celestial, en Su sabiduría, ha delimitado perfectamente aquello que Él quiere que creamos. Por eso será prudente de nuestra parte que sepamos y admitamos de corazón Su consejo, para que andemos conforme a Su voluntad.

La “obediencia a la fe” y la “obediencia de fe”

En la Epístola a los Romanos, Dios establece muy claramente aquello que quiere que creamos. Hay dos expresiones particulares acerca de la fe aquí declaradas: la obediencia “a la fe” y la “obediencia de fe”. Estas dos expresiones son diferentes en contexto y significan cosas diferentes, aunque las dos se refieren directamente al contenido de las cosas que tú crees. La primera se encuentra al comienzo de Romanos; la segunda en su final. Una trata sobre el Evangelio de Dios y la otra trata con el Evangelio del Gran Secreto de Cristo y de la Iglesia.

Al comienzo de la Epístola a los Romanos leemos acerca del Evangelio de Dios concerniente a Jesucristo. Este evangelio nunca se mantuvo guardado como un secreto. Se encuentra específicamente revelado en el Antiguo Testamento. Fue prometido y conocido de antemano y trata sobre la resurrección de Jesucristo. Dios quiere que el hombre crea este evangelio acerca de Su Hijo Jesucristo, para que el hombre pueda ser salvo y pueda posteriormente llegar a ser obediente a “la fe” que se revela después con el Gran Secreto.

“Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios,

Que él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras

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Acerca de Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne,

Que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de Santidad, por la resurrección de entre los muertos,

Y por quien recibimos la gracia y el apostolado para la obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre.” (Romanos 1:1-5)

En esta primera parte de la Epístola a los Romanos, Dios declara que el Evangelio de Dios fue para la “obediencia a la fe”. Dios quiere que el hombre crea primeramente que Jesucristo es Hijo de Dios y que Él lo levantó de la muerte para salvar a toda la humanidad. Esto no fue nunca un secreto, sino que los apóstoles predicaron y enseñaron a los hombres a creer este evangelio para que los hombres pudieran ser salvos. Cuando una persona es salva, puede entonces ir más allá y venir a ser obediente a la verdadera fe; esa fe es el Gran Secreto concerniente a Cristo y a la Iglesia. Nuestro Padre siempre tuvo una visión que iba más allá del Evangelio de Dios: Él siempre quiso que llegásemos hasta el Gran Secreto. La expresión “la fe” significa la verdadera fe de Jesucristo que culmina en el Gran Secreto. Esto es lo que Dios quiere que todos creamos.

Así pues, al final de la Epístola de los Romanos, leemos acerca de un nuevo evangelio. Pablo nunca denomina a este nuevo evangelio “el evangelio de Dios”, sino que Dios le encargó a Pablo que lo denominase “mi evangelio”, este es el evangelio de Pablo. Así pues, Dios resalta el nombre de Pablo porque le había encomendado un evangelio que era diferente de todos los demás. Fue la predicación de Jesucristo de acuerdo a la revelación del Gran Secreto.

Este evangelio va más allá que todos los anteriores. No es el mismo evangelio que el concerniente a Su Hijo, porque este nuevo evangelio nunca había sido antes prometido. Sino que, había estado ocultado, guardado en secreto desde el principio o fundación del mundo. Estaba guardado en Dios. No pudo ser indagado en las escrituras de los profetas del Antiguo Testamento. Fue Pablo quien lo recibió por primera vez en la historia de la humanidad. Además, Fue a Pablo quien Dios le encargó que lo pusiese por escrito en las Epístolas, y ahora se ha dado a conocer para la “obediencia de la fe”.

Esto establece una nueva posición para los cristianos acerca de de lo que debemos creer. El deseo de corazón de Dios es que creamos esta gran revelación. Es un nuevo evangelio revelado por Dios a Pablo.


Pero que ahora ha sido manifestado ahora, y que por las Escrituras de los profetas, según el mandamiento del Dios eterno, se ha dado a conocer a todas las gentes para que obedezcan a la fe.” (Romanos 16:25-26)

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Por tanto, Dios encomendó que el secreto fuese dado a conocer para la “obediencia de la fe”. Hay una obediencia específica a Dios que solamente se lleva a cabo creyendo el Gran Secreto. Esta es la obediencia correcta actual que se produce, solamente, cuando se cree y se practica el Gran Secreto. Esta es la voluntad de Dios para todos los cristianos.

Su Palabra es tan sencilla que ni tan siquiera un niño podría tener dudas de lo que dice. Las expresiones “obediencia a la fe” y “obediencia de fe” se refieren directamente al contenido de lo que tú crees. Después de que recibimos salvación (el Evangelio de Dios), Él ahora desea que pasemos a creer el Gran Secreto, y no que lo sustituyamos por otras cosas o que le demos a nuestra creencia otros sentidos.

Él desea que obedezcamos y que creamos el secreto. Solamente cuando el contenido de nuestra creencia es el Gran Secreto es que podemos decir que hemos alcanzado la “obediencia de fe” o, dicho de otra manera, la obediencia correcta actual se encuentra en creer y practicar el Gran Secreto.

Está muy claro que la voluntad de Dios para todos los cristianos es que vayan más allá del Evangelio de Dios. Hay un evangelio posterior y que tiene que ver con todas la grandes riquezas que Jesucristo consiguió para nosotros. Dios quiere enriquecernos con estas cosas pero, para poder darnos estas riquezas y hacerlas evidentes en nuestras vidas, Él requiere que alcancemos la “obediencia de fe”. De otra manera, las abundantes bendiciones del Gran Secreto van a permanecer adormecidas y sin ningún efecto en nuestras vidas.

Apóstoles, profetas, pastores y maestros

Me hago muchas veces la pregunta de cómo es posible que los cristianos puedan obedecer a Dios si no se les enseña el Gran Secreto? Los Apóstoles, profetas, pastores y maestros en la iglesia tienen la responsabilidad de dar a conocer ese secreto a la gente de Dios, para que cada persona, creyéndolo, pueda llegar a ser obediente a Dios, y para que pueda también cada uno de Sus hijos alcanzar la “obediencia de fe” en la presencia de nuestro Padre celestial.

Tu creencia

¿Has llegado a la “obediencia de la fe”? ¿Quieres ser juzgado por Dios como obediente por tu creencia? Sencillamente, el estándar de si eres obediente o desobediente a Dios lo establece tu creencia del Gran Secreto. La “obediencia a la fe” y la “obediencia de fe” no son asuntos de poca importancia para Dios. Más adelante veremos en este libro por qué quiere Dios que creamos el Gran Secreto y de por qué debemos ser obedientes con respecto a esta materia.

El sabio consejo de Dios es de mucha más confianza que todos los consejos de los hombres.

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Capítulo 11: La Coordinación de la Iglesia hoy en día

Cómo quiere Dios que la iglesia sea gobernada

¿Te has preguntado alguna vez cómo quiere Dios que los asuntos de Su iglesia sean gobernados? Esta es una buena pregunta tomando en cuenta la cantidad tan grande de posiciones opuestas que mantienen los distintos grupos e iglesias sobre este asunto. Pues bien, la Biblia es muy clara y específica en esta materia, de la misma manera que es muy clara también con respecto a la “obediencia de la fe”. Una vez más, esa manera específica guarda una directa relación también con el Gran Secreto.

“Oikonomia”

Hay una palabra griega, “oikonomia”, que Pablo utiliza en sus escritos y que es de suma importancia para comprender la voluntad de Dios en este tema. “Oikonomia” está compuesta por dos palabras: “oikos” que significa casa o los asuntos de una casa y “nomia” que significa gobernación o administración. Literalmente, “oikonomia” significa el gobierno de una casa o la administración de los asuntos de una casa, y dice respecto a cómo exactamente quiere Dios que sean administrados los asuntos de Su casa. En la Biblia, esta palabra se traduce generalmente por dispensación, pero realmente, la precisión de la palabra original tiene que ver más con el modo como Dios quiere que su casa sea gobernada. Veamos algunos versículos donde el Pable establece esta verdad:

“de la cual fui hecho ministro, según la administración (oikonomia – administración de los asuntos de una casa) de Dios que me fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la palabra de Dios.

El misterio (musterion – el Gran Secreto) que había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos.

A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio (musterion – el Gran Secreto) entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” (Colosenses 1:25-27)

Dios le dio por revelación a Pablo todos los detalles acerca de cómo quería que Su casa fuese administrada o gobernada. Pablo declara que la correcta administración o gobierno de la casa de Dios se encuentra en el misterio (musterion – el Gran Secreto). Esta es la vía por la cual quiere que sus asuntos sean administrados, así es también

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como hoy en día debe ser. Cualquier otra vía, o está equivocada o se encuentra por debajo del estándar que Dios ha establecido.

En Efesios, Pablo explica acerca de este asunto:

“si es que habéis oído de la administración (oikonomia – administración de los asuntos de una casa) de la gracia de Dios que me fue dada para con vosotros.

Que por revelación me fue declarado el misterio (musterion – el Gran Secreto) como antes lo he escrito brevemente,

Leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio (musterion) de Cristo,

Misterio (musterion – el Gran Secreto) que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el espíritu. (Efesios 3:2-5)

Las “reglas” de la administración de la casa de Dios le fueron dadas a Pablo, y estas “reglas” están definidas en el contenido del misterio (musterion – el Gran Secreto). Dios le dio las directrices de esta administración a Pablo “para con vosotros”; esta expresión se refiere a la totalidad de la Iglesia; Pablo recibió de parte de Dios las directrices acerca de cómo Él quiere y desea que sean administrados los asuntos de la Iglesia. Los líderes (apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros) en la Iglesia hoy en día, son establecidos para asegurar que este Gran Secreto se encuentre en el pináculo de cómo los asuntos deben ser administrados. Este Gran Secreto debe ser enseñado y debe estar en el corazón del gobierno de la casa de Dios. Muchas iglesias y grupos tienen todavía que llegar a ser obedientes a la voluntad de Dios a este respecto.

Para aclarar a todos los hombres

Los coordinadores en la casa de Dios hoy en día tienen que desarrollar una labor. Pablo, a seguir, pasa a explicarles esto mismo de forma más profunda y detallada.

“y de aclarar a todos cuál sea la dispensación (oikonomia – administración de la casa) del misterio (musterion – el Gran Secreto), escondido desde los siglos en Dios….) (Efesios 3:9)

Como líder o coordinador en la iglesia del primer siglo, el cometido de Pablo era el de iluminar y traer luz sobre el Gran Secreto, para que todos y cada uno de los miembros de la casa fuesen iluminados, primeramente, para que entendiesen de qué se trataba el Gran Secreto y, posteriormente, para que comprendiesen también cómo quería Dios que los asuntos de Su casa fuesen gobernados a través de ese secreto.

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“….para que encargues a algunos que no enseñen diferente doctrina”

Pablo le escribió a Timoteo dándole instrucciones para que encargase a algunos dentro de la iglesia que enseñasen la doctrina del Gran Secreto y que no tomasen otro camino:

“Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina,

Ni presten atención a fábulas y genealogías interminables, que acarrean disputas más bien que edificación (Gr. “oikonomia”) de Dios que es por fe, así te encargo ahora. (1ª Timoteo 1:3-4)

Había algunos dentro de la iglesia que no obedecían a la voluntad de Dios con respecto a la predicación de Jesucristo y conforme a la revelación del Gran Secreto. Todo lo contrario, ellos procuraban quitarle la importancia al secreto y ponían la prioridad en otro tipo de doctrinas. Este problema se levanta generalmente hoy en día también. Sin embargo, Pablo le pidió a Timoteo que se quedase en Éfeso y que encargase a algunos de ellos que no enseñasen una doctrina diferente que no fuese el secreto. La palabra “edificación” en el versículo 4 es esta palabra “oikonomia” que se refiere a la administración de la casa con el secreto. Pablo estaba informando a Timoteo que las falsas enseñanzas de algunos levantarían disensiones y divisiones en vez de guiar a los creyentes a la voluntad de Dios y a recibir Sus bendiciones con la administración del secreto. Timoteo tenía que encargarles a esos hermanos que se volviesen al Gran Secreto y que se concentrasen en enseñarlo para que toda la casa se alinease con la voluntad de Dios.

Resumiendo

La Palabra de Dios es muy clara a este respecto. Él quiere que creamos el Gran Secreto para que atendamos a la “obediencia de la fe”. El Evangelio del Gran Secreto es exactamente aquello que Dios quiere que creamos hoy en día. Y esa es la vía por la quiere que crezcamos espiritualmente también. Su estándar para el gobierno de Su casa se basa en el Gran Secreto. Los coordinadores en la casa hoy en día deben asegurar que el Gran Secreto tiene la supremacía que Dios le otorgó. Deben enseñarlo y darlo a conocer para que todos los miembros de la casa puedan llegar a estar plenamente iluminados. El secreto debe mantenerse como el punto central de nuestras enseñanzas en nuestras iglesias actualmente. Desgraciadamente, ese no es el caso en el momento que escribimos. Sin embargo, tengo una visión muy clara de que, algún día, será el corazón y la esencia en nuestras organizaciones y vendrá a ser conocido como lo fue en el tiempo de Pablo. Entonces y solamente entonces, los cristianos alrededor del mundo andarán una vez más en la grandiosidad de este secreto en Cristo.

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IV Parte – Entendiendo el Gran Secreto

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Capítulo 12: Saber la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del Gran Secreto

El corazón de Dios

En este capítulo vamos a ver específicamente el corazón y el deseo de Dios de dar a conocer el Gran Secreto en Cristo. Veremos cómo encomendó que fuese conocido de todas las naciones. Es la absoluta voluntad de Dios para ti y para mí que comprendamos el secreto y también que lleguemos al fondo de este conocimiento para que sea una evidencia en nuestras vidas. Él quiere que andemos en la grandeza de Cristo.

Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento (Gr. “epignosis”) del Gran Secreto en Cristo

Sin sombra de dudas, la voluntad de Dios es que toda la humanidad sea salva a través de Su Hijo Jesucristo y que después vengan a adquirir un maduro conocimiento de toda la verdad.

“El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de toda la verdad” (1ª Timoteo 2:4)

La palabra conocimiento en este versículo es la griega “epignosis”. Es la palabra más enfática que se utiliza para “conocimiento” en la Biblia y se refiere a un sólido y maduro conocimiento del Gran Secreto en Cristo. Es un conocimiento que se obtiene en primer lugar por experimentar la verdad; entonces, después de haberla experimentado, una persona se encontrará en la posición en la cual ese conocimiento sea una realidad sólida y madura en su vida. En otras palabras, el Gran Secreto en Cristo solo podrá realmente ser conocido a través de la experiencia.

Este secreto en Cristo es para experimentarlo y vivirlo, no meramente para retenerlo mentalmente. Nosotros llegamos a conocer verdaderamente el Gran Secreto a medida que creemos lo que la Palabra de Dios dice acerca del mismo y de experimentarlo en su totalidad.

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Dios encomendó que se pusiese por escrito

El ministerio del apóstol Pablo se destinó a que cada miembro de la Iglesia supiese el secreto y que aprendiese cómo debía andar en él.

“y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos y edades en Dios…” (Efesios 3:9)

La voluntad de Dios es que cada miembro de la iglesia sepa que significa el Gran Secreto verdaderamente. Las palabras “cual sea” en este versículo es la palabra griega “photizo” que significa elucidar, traer luz sobre, o iluminar. Dios operó a través de Pablo para iluminar a todos los miembros en la Iglesia acerca de los detalles de este Gran Secreto en Cristo. Dios también nos iluminará este Gran Secreto a nosotros.

Dios nos afirmará en el Gran Secreto

La absoluta voluntad de Dios nos establecerá o confirmará a ti y a mí en este Gran Secreto en Cristo si vamos a Él y somos humildes delante de la grandiosidad de Su Palabra.

“Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos” (Romanos 16:25)

Será el mismo Dios quien nos confirme. Nos llevará a una posición en la que estemos firmes en las grandezas del secreto. Nos iluminará para que obtengamos una profunda percepción espiritual del Cristo que habita dentro de nosotros y nos guiará al completo conocimiento y entendimiento del secreto.

Dios desea dar a conocer cuales son las riquezas de la gloria de este secreto

En la carta a los Colosenses, Pablo nos ilumina el entendimiento acerca del deseo que hay en el corazón de Dios con respecto al secreto.

“a quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27)

Dios no solamente quiere dar a conocer el Gran Secreto en Cristo sino que, además, también quiere dar a saber cuales son las riquezas de la gloria de este secreto – esto nos lleva más lejos. Posteriormente vamos a ver cuales son estas riquezas. Esta claro, Dios quiere darnos a conocer todas las riquezas que tenemos disponibles. Él se regocija en vernos a ti y a mí andando en medio de todas estas riquezas.

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Dios desea que comprendas la anchura, longitud, profundidad y la altura del Gran Secreto

Hay un versículo impresionante en Efesios que nos habla acerca del deseo que Dios tiene de que comprendamos la anchura, longitud, profundidad y la altura de este Gran Secreto.

“Para que seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura” (Efesios 3:18)

Ha habido muchos que han malinterpretado lo que el apóstol Pablo está diciéndonos aquí. Este versículo no se está refiriendo al amor de Dios, pues sabemos que el amor de Dios no está limitado por ninguna anchura, longitud, profundidad o altura. El amor de Dios no tiene medidas. No hay sencillamente limitaciones que puedan contener o acaparar el amor de Dios, excepto nuestro Padre celestial en Sí Mismo. Sin embargo, el Gran Secreto si que tiene estas medidas. El Gran Secreto tiene una anchura, una longitud, una profundidad y una altura. Además, este versículo del capítulo 3 se encuentra en el contexto de la administración del Gran Secreto y es exactamente de lo que Pablo está hablando. Está disponible hoy en día entender el Gran Secreto en toda su profundidad. Dios nos declara que desea que entendamos toda su esencia: Quier que sepamos todos sus aspectos; toda su anchura; toda su longitud, toda su profundidad; y toda su altura. La palabra griega que se traduce “comprender” en este versículo es “Katalambano” que significa “alcanzar tomando posesión de” y tiene similitud con “epignosis” que significa llegar a madurar a través del conocimiento que viene solamente por experimentar un asunto. Estas verdades son la voluntad de Dios para ti y para mí en relación al Gran Secreto. Él desea que alcancemos, que tomemos posesión del Gran Secreto; que lo conozcamos por experiencia; y que lo hagamos nuestro apoderándonos de él.

Dios desea que seamos consolados por la total seguridad de la comprensión del secreto

Dios quiere que todos nosotros seamos consolados y que estemos confiados y seguros a través de la comprensión del secreto.

“para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio…” (Colosenses 2:2)

La palabra “entendimiento” en este versículo es “epignosis” que acabamos de ver anteriormente. Significa un completo y maduro conocimiento que viene por

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experimentar el asunto. Después de conocer el Gran Secreto en Cristo por experiencia, el deseo de nuestro Padre es que seamos consolados y que vivamos confiados a través de él. También quiere que nuestras mentes estén unidas en amor a través de la confianza que produce la comprensión y el completo conocimiento del Gran Secreto. Este seguro conocimiento enriquecerá tu vida.

Cuán verdaderamente hermosa es la Palabra de Dios.

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Capítulo 13: El Gran Secreto se da a conocer a través del espíritu

Dios lo da a conocer por el espíritu

Pablo nos explica cómo le fue dado a conocer por revelación el secreto.

“Mas os hago saber, hermanos, que el evangelio anunciado por mí, no es según hombre.

Pues yo ni lo recibí ni lo aprendí de hombre alguno, sino por revelación de Jesucristo.” (Gálatas 1:11-12)

“Que por revelación me fue declarado el misterio” (Efesios 3:3)

Dios reveló el secreto a Pablo por el espíritu. Él le mostró a Pablo todo lo referente al secreto. Esta es una llave fundamental sobre cómo tenemos nosotros también que recibir este conocimiento y comprensión del Gran Secreto. Pablo recibió esta revelación por el espíritu, tanto para él como para toda la iglesia. Él registró y puso por escrito la revelación del Gran Secreto en las Epístolas.

Cuando leemos las Epístolas, debemos siembre recordar que todo el contexto se centra en el Gran Secreto. Cuando recibimos la Palabra de Dios en las Epístolas con esta mentalidad vemos cómo las escrituras se acoplan en su debido lugar. Por eso fue por lo que oró Pablo, para que Dios nos revelase la verdadera sabiduría del Gran Misterio también a nosotros.

“Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os de espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él” (Efesios 1:17)

Dios nos dio esta revelación porque tenemos el espíritu de Cristo en nosotros. Hoy en día, Dios nos revelará la anchura, la longitud, la profundidad y la altura de este secreto a través del espíritu a medida que creamos en lo que está escrito en Su Palabra acerca del secreto. Nos revelará y nos abrirá el entendimiento de Su Palabra. Nuestro Dios y Padre es muy capaz de abrirnos todo el verdadero contenido del Gran Secreto por vía de Su espíritu dentro de nosotros.

Después de que Pablo recibiera la revelación del Gran Secreto, se lo declaró a todos aquellos que podían recibirlo. Dios también le encargó que lo pusiera por escrito en lo que conocemos hoy en día como las Epístolas. Por revelación, Dios trabajó primeramente con Pablo para nutrirlo en su crecimiento en el secreto. Así pues, Pablo llegó a saber el Gran Secreto por experiencia, viviendo en el Cristo que tenía dentro y de acuerdo a lo que Dios iba progresivamente revelándole. Posteriormente, Dios pudo

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entonces revelarle las palabras específicas para cada Epístola, de manera que pudiese ser dado a conocer a todas las naciones.

Pablo recibió todo lo referente al Gran Secreto. La administración del Gran Secreto le había sido otorgada a él propio, y, como hemos visto, Dios le ordenó que lo denominase “mi evangelio”, es decir, este es el evangelio de Pablo porque fue a él a quien le fue encomendado. Sin embargo, a través del ministerio escrito y hablado, Dios levantó a otros apóstoles y profetas a quien también pudo revelar el Gran Secreto en Cristo, para que Pablo pudiese tener colaboradores en el ministerio de su difusión en sus días.

“misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu.” (Efesios 3:5)

“Las cosas que ojos que no vieron ni oídos oyeron….”

El secreto se nos dio a conocer apropiadamente por revelación de Dios, para que podamos andar en la sabiduría revelada de Dios. Esto sucede cuando leemos la Palabra de Dios escrita o cuando la recordamos mentalmente. La voluntad de Dios se revela cuando la escuchamos en una enseñanza o cuando estamos a ser ministrados, o escuchamos alguna grabación o mismo leyendo este libro. Sin embargo, ningún hombre puede llegar a entender o a conocer el secreto sin que Dios Mismo se lo revele y opere dentro de él.

“Antes bien, como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman. (1ª Corintios 2:9)

En otras edades, el Gran Secreto estaba escondido en Dios. Este secreto era demasiado grande como para poder ni tan siquiera ser imaginado por algún corazón humano. Y lo mismo hoy ocurre en día, el corazón del hombre, solo por sí, no puede llegar a alcanzar con su entendimiento este secreto. La Palabra de Dios concerniente al secreto debe primeramente ser predicada, solo después el Espíritu de Dios nos revelará toda la profundidad de este secreto.

“….me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo” (Efesios 3:8b)

La palabra “inescrutables” que aparece aquí significa insondable. Estas riquezas de Cristo en ti no pueden ser sondadas en ninguna parte sin que hayan sido reveladas directamente de parte de Dios. No fueron reveladas en el Antiguo Testamento y no se pueden encontrar en ninguna otra parte sin que Dios las revele a través del espíritu. Hoy en día, sin embargo, Dios las está revelando. Ha declarado que esta Era de Gracia en la que vivimos actualmente es el tiempo apropiado para que esas riquezas sean reveladas. Él nos ha revelado el Gran Secreto a nosotros.

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Las cosas íntimas de Dios

Las cosas íntimas de Dios son las cosas más íntimas y profundas del Gran Secreto en Cristo. Esas son las cosas que se nos han revelado a nosotros por el espíritu.

“Pero Dios nos las reveló a nosotros por el espíritu; porque el espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios” (1ª Corintios 2:10)

Pablo nos dice que hemos recibido el espíritu para que podamos conocer el Gran Secreto.

“Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido” (1ª Corintios 2:12)

Las cosas íntimas de Dios deben ser discernidas espiritualmente. Esto significa literalmente que las cosas íntimas del Gran Secreto solo pueden ser verdaderamente conocidas si son discernidas con el espíritu que proviene de Dios. Esto es lo que significa entendidas espiritualmente.

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente.” (1ª Corintios 2:14)

Solamente el espíritu de Dios puede verdaderamente mostrarnos toda la profundidad e intimidad del Gran Secreto. Cuando se nos enseña la Palabra de Dios, es Dios mismo quien nos abre todo su significado. Solamente el espíritu de Dios puede guiarnos hasta las cosas más profundas de Dios. El hombre natural es el hombre que no tiene el espíritu de Dios dentro de él. Dios dice que, ese hombre, no puede conocer estas cosas porque para él son locura. Sencillamente, él no tiene el espíritu proveniente de Dios que se las muestre y se las pueda revelar.

Tú y yo tenemos el espíritu de Dios. Él continuará fielmente mostrándonos las cosas más profundas del secreto.

“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.

Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.” (2ª Corintios 4:6-7)

Dios permanecerá iluminando este Gran Secreto en nuestros corazones y va a seguir haciéndolo hasta el retorno de nuestro Señor Jesucristo.

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Capítulo 14: Cómo conocer a Dios y al Gran Secreto

Cómo conocer a Dios

Nosotros no podemos verdaderamente conocer a Dios sin amor. Es imposible. Pablo le escribió a los corintios diciéndoles que el mero conocimiento envanece a una persona pero que el amor le edifica a los ojos de Dios.

“El conocimiento envanece, pero el amor edifica.

Y si alguno se imagina que sabe algo, aún no sabe nada como debe saberlo.

Pero si alguno ama a Dios, es conocido por él” (1ª Corintios 8:1-3)

El hombre puede persuadirse de que conoce a Dios, pero la verdad es que ese hombre no sabe nada como debe saberlo. En verdad, solamente aquellos que aman a Dios le conocen realmente. Es dentro del amor de Dios donde se encuentra y se adquiere el verdadero conocimiento. La medida en que amamos a Dios es la misma medida en la cual le conocemos. En otras palabras, tu conocimiento de Dios es directamente proporcional al amor que le tienes, porque Dios es amor. Si alguien ama a Dios, también Él (Dios) es conocido por ese hombre. El Apóstol Juan escribe acerca de esto mismo:

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama es nacido de Dios.

El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1ª Juan 4:7-8)

Los teólogos pueden conocer muchas cosas acerca de la Palabra escrita en la Biblia. Pero si no aman a Dios, entonces es absolutamente imposible que conozcan a Dios experimentalmente. Nuestro Padre es el sujeto principal en la Biblia. Jesucristo dio su vida para que pudiésemos conocer al Padre por experiencia.

Cómo conocer el Gran Secreto

El deseo de corazón de Dios es que conozcamos el Gran Secreto. Sin embargo, el Gran Secreto no puede ser plenamente entendido sin que crezcamos y nos enraicemos en el amor de Dios primeramente:

“Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,

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Seáis plenamente capaces de comprender con todos los satos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura.” (Efesios 3:17-18)

Cuando Cristo habita en nuestros corazones por creencia, y cuando estamos arraigados y cimentados en el amor de Dios, entonces estamos prontos para comprender la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del Gran Secreto. Esta es una enorme promesa en la Palabra de Dios, pero el primer requisito antes de conocer completamente el secreto es que estemos enraizados y cimentados en el amor de Dios. En otras palabras, el secreto solo puede ser visto a través de los ojos del amor de Dios.

La fe de Jesucristo

Antes de conocer la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del secreto, también se requiere que Cristo habite por la fe en nuestros corazones. Eso significa que nuestra creencia se edifica dentro de la fe de nuestro Señor Jesucristo. Solo entonces llegamos a creer lo que él cree, que es la Palabra de Dios y particularmente el Gran Secreto. Si lo hacemos así, Cristo habitará en nuestros corazones y veremos las cosas como él las ve. Aprendemos que la grandeza de la fe de Jesucristo es operada a través del amor:

“Porque en Cristo Jesús, ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión; sino la fe que obra por el amor.”

La palabra “obra” aquí es la griega “energeo” que se refiere a los efectos del poder de la fe de Jesucristo dentro de nosotros. El Gran Secreto nos proveyó de amor y se vigoriza dentro de nosotros por el amor. Se va perfeccionando en amor.

Cuando vivimos por la fe de Jesucristo con la finalidad de que Cristo habite en nuestros corazones y cuando estamos también enraizados y cimentados en el amor de Dios, es cuando podemos comenzar a conocer a Dios. Y podemos entonces, también, adentrarnos a conocer verdaderamente el Gran Secreto en Cristo. Sin el amor de Dios en nuestros corazones se hace imposible que sepamos la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del Gran Secreto en Cristo.

(Consultar también el Capítulo 26: “Renovados en “epignosis” de acuerdo a la imagen de Dios)

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V Parte – Los Pasos Fundamentales en el Gran Secreto

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Capítulo 15: El donador y el don

La importancia de un entendimiento preciso

Hoy en día, existe mucha confusión en las iglesias acerca del don de espíritu santo que vino en Pentecostés y lo qué es verdaderamente este don. Se han dicho muchas cosas acerca del don de espíritu santo que son inciertas y que no se basan en las Escrituras. Sin embargo, de una manera significativa, estas malas interpretaciones han sido un obstáculo para que muchos cristianos lleguen a adquirir un entendimiento preciso del Gran Secreto en Cristo.

Antes que alguien pueda discernir el Gran Secreto, se debe tener un entendimiento preciso acerca de lo que Dios dice sobre el don del espíritu santo. Si permitimos que los errores y las mentiras del Diablo acerca de este don se enraícen en nuestras mentes, entonces no seremos capaces de recibir la gran revelación del secreto en nuestras vidas. Por tanto, en los próximos capítulos expondré la precisión y la integridad de la Palabra de Dios con respecto a este maravilloso don de espíritu santo que vino en Pentecostés.

La diferencia entre el donador y el don

Muchos cristianos han sido mal enseñados y se les ha dicho que no hay diferencia entre Dios quien es Santo y Espíritu y el don de espíritu santo que llegó en Pentecostés. No en tanto, existe una enorme diferencia entre Dios el Donador que es Espíritu Santo y Su don para nosotros que también es espíritu santo. Si fracasamos a la hora de hacer esta distinción y mantenemos estas dos importantes diferencias mezcladas, entonces no vamos a ser capaces de entender el nuevo nacimiento en Cristo. De esa manera, la voluntad que Dios tiene de que seamos enriquecidos con las glorias del secreto se verá frustrada e impedida.

Dios es tanto Espíritu como Santo

La Biblia nos dice que Dios es tanto Espíritu como Santo. Jesús se refería a Su Padre llamándole “Santo Padre”:

“Padre Santo, a los que me has dado, guárdalos en tu nombre, para que sean uno, así como nosotros.” (Juan 17:11)

En el Antiguo Testamento, hay un relato acerca de los ángeles que están de pie delante del trono de Dios. Y describen a Dios diciendo “Santo, santo, santo”:

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“Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo es Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.” (Isaías 6:3)

Dios es Santo. Jesús también enseñó que Dios es Espíritu:

“Dios es Espíritu: y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Juan 4:24)

En este versículo, Jesús primeramente habla de Dios quien es Espíritu y después refiere el don del espíritu santo que los verdaderos adoradores reciben para poder adorarle en espíritu y en verdad. Jesucristo hizo una distinción precisa entre ambos. Por tanto, cundo leemos la Palabra de Dios, debemos ser conscientes de esta distinción y analizar a quién se está refiriendo: Si a Dios el Donador, o si se refiere a Su don; los dos son espíritu y los dos son santos. Veamos ahora un par de relatos para ilustrar este asunto.

“Aquello que es nacido del Espíritu es espíritu.” (Juan 3:6)

Aquí, Jesús está hablando a Nicodemo acerca de ambos: de Dios el Donador quien es Espíritu y del don que es espíritu.

Hay otro versículo en el Libro de Hechos que contiene tanto al Donador como a Su don:

“Y todos fueron llenos de espíritu santo, y comenzaron a hablar en lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen.” (Hechos 2:4)

En este versículo, los Apóstoles fueron llenos de espíritu santo (que es el don de espíritu santo) y entonces comenzaron a hablar según el Espíritu (que es el Donador) les daba que hablasen.

Si sabemos hacer esta distinción podremos entender muchas escrituras. Será una gran bendición en tu vida darte cuenta de la claridad que contienen muchas escrituras cuando aprecias la distinción entre el Espíritu santo quien es Dios y el don de espíritu santo que nos fue prometido y que vino en el día de Pentecostés.

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Capítulo 16: Recibiendo el don del espíritu santo

La promesa del Padre

El pueblo de Israel sabía que Adán había perdido el espíritu en el mismo día que desobedecieron a Dios en el jardín del Edén. En los tiempos del Antiguo Testamento, Dios puso Su espíritu “sobre” los profetas, pero de una manera condicional y de acuerdo a la fidelidad con la que andaban. Cuando no andaban con esa fidelidad, Dios les retiraba el espíritu que les había puesto sobre ellos. Sin embargo, Israel también sabía por las palabras de los profetas que vendría un tiempo en el cual el espíritu de Dios les sería restaurado a Su gente. Jesús sabía de la existencia de esta promesa y se refirió a este asunto como siendo el don del espíritu santo y como “la promesa del Padre”. Jesús les dijo a sus Apóstoles que permaneciesen en Jerusalén y que aguardasen:

“….la promesa del Padre, la cual oísteis de mi. Porque Juan verdaderamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con espíritu santo dentro de no muchos días.” (Hechos 1:4-5)

Jesús instruyó a los Apóstoles diciéndoles que la promesa del Padre es el don del espíritu santo.

El don del espíritu santo estará en vosotros

Estaba para llegar un tiempo en el cual el espíritu proveniente d Dios habitaría en ellos para siempre. En vez de simplemente estar “con” ellos o “sobre” ellos, el espíritu residiría entonces “en” o “dentro” de ellos para siempre.

“Y yo oraré a Padre, y Él os enviará otro Consolador, para que habite en vosotros para siempre;

El espíritu de verdad…. Porque él habita con vosotros, y estará en vosotros.” (Juan 14:17).

Existe una enorme diferencia entre el espíritu estando “con o sobre” una persona y el espíritu estando “dentro” de una persona eternamente. Jesús habló acerca de estos asuntos antes de Pentecostés.

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“Cuando llegó el día de Pentecostés…”

Nosotros sabemos que el don del espíritu santo al cual Jesús se estaba refiriendo llegó en el día de Pentecostés. El capítulo dos del Libro de Hechos nos relata el derramamiento del don de espíritu santo.

“Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos…

Y fueron todos llenos de espíritu santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el espíritu les daba que hablasen. “(Hechos 2:1 y 4)

Por primera vez en la historia, el hombre recibió espíritu santo proveniente de Dios como un don para que habitase dentro de ellos para siempre, tal como Jesús había prometido. Los Apóstoles fueron llenos con el don de espíritu santo y entonces hablaron en lenguas. Después de Pentecostés, este espíritu se le da a cada persona que confiesa que Jesús es su Señor y cree que Dios le levantó de los muertos.

“Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” (Romanos 10:9)

En el día de Pentecostés, todos aquellos que estaban presentes en el templo de Jerusalén escucharon a los Apóstoles hablar en lenguas. Pero este fue un fenómeno que nunca antes habían visto. Entonces, fueron testigos de cómo Pedro se levantó y hablo con mucho denuedo acerca de la crucifixión y resurrección de Jesucristo. Todos se quedaron verdaderamente sorprendidos acerca de lo que había sucedido. Muchos de ellos, oyendo estas cosas, se volvieron a Pedro y a los demás Apóstoles y les dijeron “Varones hermanos, ¿Qué haremos?” (Hechos 2:37) y Pedro entonces les declaró lo siguiente:

“Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del espíritu santo.

Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare” (Hechos 2:38-39)

La Palabra de Dios es muy sencilla: “Y recibiréis el don”. En términos legales, la palabra “recibiréis” en el griego es absoluta e inequívoca. No puede ser quebrada. El don del espíritu santo se destina a cada persona que confiese que Jesucristo es su Señor y que crea que Dios le levanto de los muertos. Esto es parte de la promesa para cada uno de los llamados para Cristo. Cada persona que ha creído que Jesucristo es su Señor y que Dios le ha levantado de los muertos recibe el don del espíritu santo. Pedro estaba declarando la Palabra de Dios. Es una promesa de Dios, no simplemente una promesa hecha por algún hombre. El don de espíritu santo es una obra de Dios, no de los hombres. Cuando confesamos que Jesús es nuestro Señor y creemos que Dios le levantó de los muertos, Él entonces imparte el don del espíritu santo a ti y a mí también. Los dos recibimos también el mismo espíritu que recibieron los Apóstoles en el día de Pentecostés.

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Es interesante notar que, cuando Pedro habló en Hechos 2:38, se estaba refiriendo específicamente al don del espíritu santo en manifestación. La palabra griega para recibir aquí es “lambano” cuyo significado va más allá de meramente recibir algo de forma pasiva. Pedro se estaba refiriendo a cómo se evidencia el espíritu en el reino de los sentidos. Los Apóstoles acababan de hablar en lenguas, que es una de las evidencias de la presencia del don de espíritu santo en una persona.

Un don para guardar

Observe también que, al don del espíritu santo, de hecho se le denomina un “don”. Por tanto, Dios nos imparte el espíritu santo como un don o regalo para nosotros. Un don es algo que se nos ofrece para que poseamos y guardemos. Recuerde, Jesús dijo que habitaría en nosotros para siempre – por tanto, tu y yo vamos a tener este don para siempre. Esto es muy importante a la hora de entender el Gran Secreto porque, una vez que este espíritu llegó a ser nuestro por posesión, eso realmente significa que el espíritu que Dios nos otorgó ha venido a ser “nuestro espíritu.”

“El Espíritu (Dios) da testimonio a nuestro espíritu (el don en nosotros), que somos hijos de Dios” (Romanos 8:16)

Así que, en este versículo, vemos que el don ha pasado a ser “nuestro espíritu”. Dios nos lo ha otorgado como un don o regalo. Por tanto, una vez que ahora es nuestro espíritu, será nuestro para siempre. Esta es nuestra verdadera identificación en Cristo. Está dentro de nosotros en este preciso momento y permanecerá para siempre dentro de nosotros como nuestro espíritu. Dios nos lo ha otorgado en una base eterna. Él jamás te lo quitará.

“Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.” (Romanos 11:29)

La palabra “irrevocables” significa que Dios no cambia de opinión después de que Él te otorga Su don. En el Antiguo Testamento, David le pidió a Dios que no retirase Su espíritu santo de él. La razón se debe simplemente a que Dios nunca le otorgó el espíritu a David como un don. En vez de ser un don, estaba solo condicionalmente sobre David y conforme a su fidelidad. Sin embargo, pero Dios nos ha impartido a ti y a mí el espíritu santo como un regalo. La condición ya ha sido cumplida a través de la obra finalizada de Jesucristo y has creído que él es tu Señor y que Dios le ha levantado de los muertos. Por eso, hoy en día, Dios no muda Su manera de pensar y jamás nos quitará Su espíritu de nosotros. Jesús no mintió cuando dijo que habitaría en nosotros para siempre. Él sabía que sería un don otorgado para nosotros de parte del Padre, no porque lo mereciéramos, sino antes bien porque lo necesitábamos. Tal es el amor de Dios y la hermosa simplicidad de Su Palabra. No le permitas a nadie jamás que te diga que Dios puede quitártelo alguna vez. Las personas que confiesan eso no provienen de Dios.

El don del espíritu santo es tuyo. Dios te lo ha otorgado. Para que verdaderamente entiendas las riquezas de la gloria del Gran Secreto, necesitas estar completamente persuadido que el don del espíritu santo permanecerá siempre contigo. Y no solo esto,

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sino que además ahora a pasado a ser pertenencia tuya. Es absolutamente tuyo y así va a permanecer eternamente.

“A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27)

Cristo esta en ti porque tú tienes el don del espíritu santo habitando en ti. Y este espíritu de Cristo ha pasado a ser ahora tu espíritu.

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Capítulo 17: Nacidos de lo alto

¿Qué significa verdaderamente ser renacido?

Cuando una persona recibe el don del espíritu santo por primera vez, lo que recibe verdaderamente es el espíritu de Cristo. Ese es el don. En ese momento, Dios concede la salvación a esa persona. Para que entendamos esto más claramente, precisamos saber que, desde ese mismo instante, pasamos a ser un nuevo ser en Cristo. No me estoy refiriendo a una persona de carne y hueso, sino a una persona espiritual. Jesús comenzó a explicarle a Nicodemo este asunto pero se recusó a entenderlo y no recibió su testimonio.

“Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, un principal entre los judíos:

Este vino a Jesús de noche y le dijo: Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces si no está Dios con él.

Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.

Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?

Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.

Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.

No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo.

El viento sopla de donde quiere y escuchas su sonido, pero ni sabes de donde viene ni a donde va, así es todo el que es nacido del Espíritu.

Respondió Nicodemo y le dijo: ¿Cómo puede hacerse esto?

Respondió Jesús y le dijo: ¿Eres tú maestro en Israel y no sabes esto?

De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto testificamos; y no recibís nuestro testimonio.

Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3:1-12)

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Jesús le dijo a Nicodemo “Os es necesario nacer de nuevo”. Las palabras “de nuevo” en los textos griegos es “anothen” que literalmente significa “de lo alto”. Jesucristo estaba diciendole que, para ver y entrar en el reino de Dios, un hombre debe ser nacido de lo alto. Este es un nacimiento diferente y que no tiene nada que ver con el primer nacimiento, de aquel que proviene del vientre de una madre terrenal. Jesús se refería a este nacimiento de la carne cuando dijo “nacidos del agua.” Antes del nacimiento de un niño, la madre rompe o vierte las aguas y el bebé nace, a eso se refería. Sin embargo, después continuó hablando de un segundo nacimiento que proviene de lo alto; es decir, un ser “nacido del Espíritu”. Esto se refiere al ser que nace a través de Dios Mismo y de lo alto.

Es Dios mismo quien te ha hecho un ser renacido de lo alto, no hecho de carne y hueso sino creado en espíritu. Aquello que es nacido de la carne (madre terrenal) es carne (un bebé físico), pero aquello que es nacido del Espíritu (Dios) es espíritu (un nuevo ser espiritual). Este nuevo ser espiritual es nacido de lo alto (Gr. “anothen” que significa de lo más alto o de lo más arriba). El nuevo ser espiritual es nacido proveniente de Dios, es mismo una obra suya y creada en Cristo. Pablo se refiere a este mismo asunto en la epístola de Efesios.

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios….porque somos hechura suya creados en Cristo Jesús…(Efesios 2:8 y 10ª)

Nosotros somos seres nuevos espirituales renacidos. Somos hechura de Dios, no hechura de ningún hombre simplemente. Este nuevo ser renacido es creado en Cristo Jesús y es lo que recibimos con el don del espíritu santo.

Seres renacidos de nuevo

Todo esto es muy sencillo, nosotros no tenemos ninguna dificultad en entender que un bebé físico es simplemente un bebé y no un ser plenamente desarrollado. De igual manera, cuando fuimos renacidos o nacidos de nuevo de lo alto por Dios, no crecemos inmediatamente y pasamos a ser adultos así que nacemos espiritualmente. Por tanto, después de ser renacido, se nos pide que nos alimentemos de la Palabra de Dios para que se pueda dar este nuevo crecimiento o desarrollo.

“Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis” (1ª Pedro 2:2)

Alimentándonos de la Palabra de Dios aprendemos cómo andar espiritualmente y crecemos. Hay también un registro en la epístola de Pedro que nos explica que, el Cristo dentro de nosotros, es semilla incorruptible. De la misma manera que la semilla física se desarrolla hasta ser una planta, y después se hace un árbol de cuyas ramas nacen sus frutos y crece, así es la simiente de Cristo en nosotros, la única diferencia es que nosotros producimos frutos espirituales. La palabra “incorruptible” se refiere a la

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perfección que habita en Cristo, la cual es eterna y ya no posee muerte. Es incorruptible y sin pecado.

“Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre.” (1ª Pedro 1:23)

La palabra “renacidos” es “anagennao” en los textos griegos. Esta palabra es compuestas de dos palabras griegas: “ana” que significa “levantarse otra vez” y “gennao” que significa nacer, concebir, o engendrar. Cada ser renacido es una criatura nacida de nuevo que ha sido creada en Cristo; esto es lo que se recibe el día en que se nos imparte el don de espíritu santo, que es simiente incorruptible.

Nosotros hemos renacido para que podamos conocer los asuntos de Dios y para que podamos entrar en Su reino. Una vez que tenemos el espíritu en nosotros, ahora podemos discernir las “cosas más íntimas de Dios,” que son las gloriosas riquezas del Gran Secreto.

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Capítulo 18: Renacidos como hijos de Dios

Hijos de Dios

Ya hemos visto que somos hechura de Dios creados en Cristo Jesús de simiente incorruptible. Sabemos que fuimos renacidos por la Palabra de Dios. Esto hace que seamos hijos de Dios por nacimiento espiritual. La Palabra de Dios nos enseña que, cuando recibimos el don del espíritu santo, pasamos a ser hijos de Dios espirituales.

“Porque no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos ¡Abba, Padre! (Romanos 8:15)

La palabra “adopción” en Romanos 8:15 es una pésima traducción de la palabra griega “huiothesia” que significa literalmente filiación. Dios ha producido en nosotros algo mucho más grande que simplemente una adopción. Él ha engendrado un nuevo ser nacido directamente de Su espíritu dentro de nosotros. Hemos pasado a ser Sus hijos por voluntad Suya. ¿Te consideras a ti mismo como un hijo del Dios Todopoderoso? Eso es lo que la Palabra de Dios declara específicamente que tú eres:

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.

Amados, ahora somos hijos de Dios….” (1ª Juan 3:1, 2ª)

Hoy en día, tú y yo somos los hijos de Dios. Exactamente en este mismo instante, somos Su amada familia de hijos e hijas que han renacido de lo alto.

“El Espíritu mismo testifica a nuestro espíritu, que somos hijos de Dios.” (Romanos 8:16)

Piensa durante unos instantes qué enorme privilegio tienes contigo de ser llamado hijo del Dios Todopoderoso mismo.

Es Cristo en ti

El espíritu santo que recibimos es un espíritu de filiación. Es el espíritu del Hijo de Dios, Cristo Jesús.

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“….Dios envió a su Hijo…a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el espíritu de su Hijo, el cual clama, ¡Abba, Padre!

Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo. (Gálatas 4:4-7)

No todas las personas en el mundo hoy en día son hijos de Dios – solamente aquellos que tienen el espíritu de Cristo en ellos.

“…pero si alguno no tiene el espíritu de Cristo, el tal no es de él.” (Romanos 8:9)

Cristo está en nosotros, por eso pertenecemos a Cristo y a la familia de Dios.

“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?” (2ª Corintios 13:5)

Nosotros somos hijos de Dios hoy en día porque tenemos el espíritu de Su Hijo Jesucristo en nosotros. Dios nos declara que hay gloriosas riquezas que debemos procurar en el Cristo en nosotros.

“A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” (Colosenses 1:27)

Todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están guardados en el Cristo que tenemos en nosotros. Nosotros hemos renacidos y somos los hijos de Dios.

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Capítulo 19: Otros aspectos del Gran Secreto del Cristo en ti

Todas las bendiciones espirituales en Cristo

Hay muchas cosas que tenemos que aprender acerca del espíritu de Cristo que Dios puso dentro de nosotros. Primeramente, tenemos que saber que Dios quiere que nosotros deseemos la leche de la Palabra para que podamos nutrirnos y crecer a través de ella. Él quiere que sepamos aquello que ha hecho de nosotros en Cristo. Cuando recibimos el espíritu dentro de nosotros, también recibimos todas las cosas en ese espíritu que Dios ha hecho en Cristo para nosotros. Dios nos dice que nos ha bendecido con todas las riquezas espirituales en Cristo.

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con todas las bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo.” (Efesios 1:3)

¿Qué quiere decir verdaderamente esto? pues que existen muchas riquezas que nos pertenecen y que ya son nuestras en Cristo. Mientras más crecemos en Cristo, más aprendemos acerca de estas riquezas. En este capítulo veremos algunas de esas riquezas que son nuestras en Cristo. Y en el trascurso de los próximos capítulos iremos descubriendo muchas más.

El espíritu de Cristo en ti es vida eterna

Jesucristo está vivo y va a estarlo por toda la eternidad. Después de haber sido levantado de la muerte por nuestro Padre, él ya no puede jamás volver a pasar por la muerte. Este es el Cristo que ahora vive en nosotros. El espíritu que hemos recibido de nuestro Padre es vida eterna porque la muerte no tiene dominio sobre Cristo. Así es cómo puedes entender ahora que ese es el espíritu victorioso de Cristo en nosotros hoy en día.

“Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado; pero el espíritu vive a causa de la justicia.” (Romanos 8:10)

El espíritu en nosotros es vida eterna debido a la justicia Divina. En Su propia justicia, Dios respondió a la muerte de Su Hijo levantándole de la muerte. Ahora, por tanto, el mismo espíritu de Su Hijo ascendido vive en ti y en mí, y ese espíritu no puede morir, no lleva muerte dentro de él.

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“Y este es el testimonio; que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo.

El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios, no tiene la vida.

Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” (1ª Juan 5:11-13)

Nosotros sabemos que tenemos vida eterna y que esta vida se encuentra en Su Hijo Jesucristo que habita en nosotros. Es verdaderamente vida eterna en nosotros porque Cristo está vivo y no puede morir. Y nosotros tenemos su espíritu como un don otorgado por Dios.

Has sido hecho justicia de Dios en Cristo

Todo los que tenemos y recibimos en Cristo es por gracia. Eso significa que jamás lo perderemos. Por la justicia Divina y por Su propia bondad, tenemos a Cristo en nosotros como un regalo para siempre.

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2ª Corintios 5:21)

Es maravilloso que tú y yo seamos hechos justicia de Dios. Es decir, que nuestra justicia es el modelo de la justicia de Dios, no de los hombres. Si Dios no hubiese registrado esta información en Su Palabra, yo creo que me sería muy difícil de creer. Sin embargo, Dios sabe perfectamente aquello que nos está diciendo. El espíritu que tenemos dentro de nosotros proviene de Dios y es justo, santo y perfecto.

“Ms por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención.” (1ª corintios 1:30)

Debido al espíritu que tenemos en nosotros, ahora sabemos que tenemos la redención de Dios, Su santificación, y también su justificación. Este es el mismo espíritu que se nos ha otorgado. Y sabemos que ahora ha pasado a ser nuestro espíritu.

¿Sabías que el espíritu que tienes en ti no puede pecar?

“Sabemos que todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.” (1ª Juan 5:18)

El Cristo en ti es nacido de Dios y es perfecto. No puede pecar. Este versículo está hablando del hombre espiritual, no se está refiriendo al hombre carnal.

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Un nuevo hombre y una nueva naturaleza

Cuando fuimos renacidos o nacidos de lo alto, pasamos a ser una nueva persona creada en espíritu. Esta creación fue hechura de Dios mismo. Dios denomina a esta creación el nuevo hombre:

“Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:24)

El nuevo hombre es el Cristo en ti. Fue creado en justicia y verdadera santidad. Son los ojos de Cristo detrás de tus ojos; son las manos de Cristo detrás de tus manos; son los pies de Cristo detrás de tus pies; es Cristo, el hombre espiritual que tú tienes ahora dentro de ti nacido del Padre. Este nuevo hombre tiene una nueva naturaleza. Es la naturaleza de Dios en Cristo en ti. A través de la obra de Dios pasamos a ser participantes de la naturaleza Divina.

“Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia.” (2ª Pedro 1:4)

Este conocimiento de que el nuevo hombre participa de la natura Divina se encuentra en la verdadera esencia del Gran Secreto. Para que podamos andar en este secreto, necesitamos estar persuadidos y convencidos de que Dios nos ha creado en Cristo como un ser nuevo, un nuevo hombre. Puede ser que precise de ser nutrido igual que un bebé, pero estamos empeñados en que crezca. El andar victorioso de amor y glorioso que habita en Cristo no es el mismo andar que el de la carne, sino un andar espiritual. Esa es la manera de andar del nuevo hombre. Esta es la verdadera esencia de aquello que Dios ha hecho de nosotros en Cristo. Él lo ha generado en nosotros a través de simiente incorruptible. Dios ha creado en nosotros una nueva y fresca vida en Cristo, un hombre espiritual. En ese nuevo ser somos hechura Suya. Es “Cristo en ti, la esperanza de gloria”.

El nuevo hombre es justo, perfecto y santo. No tiene pecado y no puede pecar porque es la simiente incorruptible de “Cristo en ti.”

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Capítulo 20: Andando en el espíritu

Andando en la nueva vida que tenemos

Dios ha puesto algo verdaderamente maravilloso dentro de nosotros. Ya hemos visto como nos ha engendrado espiritualmente como hijos Suyos. Nos ha traído a un nuevo nacimiento y nos ha dado la oportunidad de vivir por una nueva vía. Hemos sido creados en una nueva criatura, un nuevo hombre espiritual en Cristo. Cuán perfecta es verdaderamente la obra que ha hecho en nosotros. Sabemos que el espíritu es vida porque Cristo fue levantado de la muerte y vive para siempre. Eso es por lo que nosotros tenemos la vida eterna habitando en nosotros.

“Si vivimos por el espíritu, andemos también por el espíritu.” (Gálatas 5:25)

Andar en el espíritu significa que tenemos que andar en la nueva vida que Dios nos ha otorgado. Esto requiere un proceso de aprendizaje similar al de los bebés físicos cuando tienen que aprender a mantenerse firmes en pie para después comenzar a caminar. Como niños recién nacidos, nosotros también tenemos que primeramente permanecer en pie viviendo en Cristo. Después, aprendemos a dar el primer paso andando espiritualmente con el Cristo en nosotros. Cuán maravillosa y sencilla es la voluntad de Dios para Sus hijos.

Victoria sobre pecado con el Cristo que tenemos

Una de las grandes promesas en la Palabra de Dios es que, si andamos en el espíritu, lo cual significa que andamos en el nuevo hombre, venceremos las debilidades y los defectos de nuestra carne. Podemos sobreponernos al pecado.

“Pero esto digo: Andad en el espíritu y no satisfagáis los deseos de la carne.” (Gálatas 5:16)

Si andamos en el espíritu, no pecamos. La razón por lo que sucede así es que la fuerza y la ley del espíritu de vida en Cristo es más grande que la del pecado y de la muerte. La fuerza que opera en el Cristo que tenemos es la más grande del universo. Esta es la enorme fuerza y el tremendo poder que opera en el espíritu de Cristo que llevamos dentro. Tenemos acceso a este enorme poder sencillamente cuando andamos en el Cristo en nosotros.

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“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al espíritu. Porque la ley del espíritu de vida en Cristo Jesús, me ha librado del pecado y de la muerte.” (Romanos 8:1-2)

Cristo está liberto de pecado y de muerte. Cristo ahora mora en nosotros y nos llevará siempre de victoria en victoria. La ley del espíritu de vida en Cristo es mucho mayor que la ley del pecado y de la muerte.

Consideraos muertos en el viejo hombre

Pablo nos dice que “llegó a ser semejante a él en su muerte” (Filipenses 3:10) para poder andar en la novedad de vida que habita en Cristo. Lo que esto verdaderamente quiere decir es que se había consagrado plenamente al Cristo que tenía, lo cual es muchísimo más grande que nuestra vieja vida. Pablo prefirió vivir en la nueva vida del Cristo en él, antes que permanecer en su propia vieja naturaleza.

“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?

Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.” (Romanos 6:3-4)

Reconociéndonos en la nueva vida en Cristo

Recuerda por un instante aquello que Dios nos ha dicho cerca de nuestro andar:

“Porque por fe andamos, no por vista” (2ª Corintios 5:7).

Nuestro Padre nos ha prometido una nueva vida para ti y para mí hoy en día en Cristo. Para que nos encontremos viviendo en esta nueva vida que Dios nos ha puesto tenemos que hacer dos cosas. Primeramente, debemos dejar muerta y sepultada nuestra vieja naturaleza. Después, debemos asentar nuestros corazones y pensamientos en las promesas de Dios acerca de la nueva naturaleza que somos ahora.

“Así vosotros ahora consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:11)

Tenemos que estar firmes, no en nosotros mismos, sino delante de Dios que es el Padre de nuestra nueva naturaleza. Dios nos ha prometido una nueva vida en Cristo y él no tiene problemas para hacer en nosotros esta junción. Sabemos que la ley del espíritu de vida nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Así que la vida que gozamos en Cristo es muy superior y mucho más poderosa que el pecado y que la muerte. Por eso

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aseguramos nuestros corazones en las promesas de Dios y Él entonces nos nutre con la vida en abundancia que hay en nuestro Cristo.

“Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero ocuparse del espíritu es vida y paz.” (Romanos 8:6)

Dios nos lleva al interior de esta nueva vida a medida que nosotros asentamos nuestros corazones y pensamientos en Su Palabra. Si nos ocupamos de nuestra vieja naturaleza, vamos a permanecer andando en muerte. Si confiamos en Dios, si le creemos cuando nos dice que la ley del espíritu de vida es verdaderamente más grande y nos guía hacia nuestra nueva vida en Cristo, entonces seremos ciertísimamente vivificados. Confiar en Dios de esta manera significa que estamos andando en Su Palabra y experimentando su fidelidad.

“Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; más si por el espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis.” (Romanos 8:13)

Cuando andamos en el espíritu vamos dejando muertos y sepultados los hábitos de la vieja naturaleza. Nuestra vieja naturaleza puede se sencillamente desplazada por otra que es mucho más grande y más poderosa… el Cristo en nosotros. Ese es el que está asentado en nuestras mentes ahora.

Pablo escribió a los Gálatas diciéndoles que él ahora vivía en el Cristo en él:

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20)

¡Aquí es donde tienen que llegar todos los cristianos! Andar por fe es literalmente andar en Su Palabra escrita. Precisamos saber lo que nos dice la Palabra acerca de nuestro andar en Cristo. En particular, debemos procurar y entender aquellos escritos que nos son directamente dirigidos en las Epístolas a la Iglesia. Debemos adueñarnos de estos asuntos espirituales en nuestras mentes.

“Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.” (Filipenses 3:17)

Andar en el espíritu es andar por fe. Es un andar de creencia en la Palabra de Dios, y especialmente, tenemos que creer aquello que nos dice Dios acerca del nuevo hombre. A medida que demos un paso de cada vez en esta maravillosa Palabra, vamos dando un paso en frente en el Cristo en nosotros; estaremos andando en la mismísima vida que habita en Cristo. Así es como seremos y estaremos viviendo la Palabra.

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La regla de que: solamente el nuevo hombre cuenta para todas las cosas en Cristo

En Cristo, existe una regla, y esa regla dice que: solamente la nueva naturaleza es provechosa, y que todas las cosas provenientes de la carne son inútiles y sin provecho. Paz y misericordia de parte de Dios sobre todos los que anden de acuerdo con esta regla. En lo que respecta al hombre y a este mundo, la Palabra de Dios declara que todo lo que se encuentra fuera de Cristo permanece muerto y no tiene provecho alguno espiritual. Para comprender que eres una nueva criatura en Cristo se requiere antes que entiendas el Gran Secreto. De hecho, el Gran Secreto solamente emerge y florece proveniente de la nueva creación.

“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es glorificado a mí, y yo al mundo.

Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.

Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos…” (Gálatas 6:14-16ª)

Todo lo demás está muerto. Solamente el hombre nuevo espiritual es acepte por Dios. En Cristo, existe una regla que dice que solamente el nuevo hombre sirve de provecho – todo lo demás no sirve para nada. Esta es una de las reglas por la que Dios dice que tenemos que andar. El Gran Secreto tiene que ver solamente con nuestra nueva naturaleza, el nuevo hombre que Dios ha creado en Cristo. El Gran Secreto luce y se revela en el hombre nuevo. Si entendemos esto será una grande ayuda para que aprendamos a andar por el espíritu en toda la grandeza del secreto en Cristo.

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Capítulo 21: La predicación de la Cruz y el Gran Secreto (Primera Parte)

La Cruz es el poder y la sabiduría de Dios

Ahora me gustaría mostrarte el significado de la crucifixión con respecto al Gran Secreto. Recuerda que el secreto había estado ocultado en Dios y que, no fue jamás revelado, sino después de Pentecostés. De la misma manera, tenemos verdades acerca de la “Cruz” de nuestro Señor Jesucristo que también fueron ocultadas y no plenamente reveladas sino después de Pentecostés, porque hacen parte del Gran Secreto. En este capítulo vamos a ver todas estas verdades.

Primeramente, Pablo, el Apóstol del Gran Secreto, escribió a los Corintios diciéndoles que la predicación de la cruz es el poder y la sabiduría de Dios:

“Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo.

Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios.

Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura;

Mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios.” (1ª Corintios 1:17, 18, 23, 24)

Para muchos, la idea de la “cruz” les es locura, pero para nosotros que somos salvos es el poder y la sabiduría de Dios. En este capítulo vamos a observar esta sabiduría y poder. Tenemos mucho que aprender acerca del significado que tiene la “cruz” para nosotros.

La palabra griega para “cruz” en la Biblia es “stauros”. En un sentido físico, significa un tronco o un poste de madera donde se ejecuta la crucifixión como castigo de un crimen cometido. En la cultura Oriental y durante el tiempo de la muerte de Jesucristo, esta forma de morir era considerada la más humillante que había. En vez de acabar con la vida del reo de una pacífica y con honor, era la forma más vergonzosa que escogían para hacerlo morir.

La “cruz” de nuestro Señor Jesucristo se refiere realmente al poste de madera sobre el cual fue crucificado. Sin embargo, existe un significado más profundo de esta “cruz” que nos muestra el poder y la sabiduría de Dios.

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Nos gloriamos en la cruz

Es impresionante pensar que el Señor Jesucristo, que vino en amor para realizar las obras de Dios para la humanidad, hubiese sido asesinado por los líderes religiosos y políticos de este mundo. Sin embargo así sucedió. Jesucristo es la pureza en persona y no tiene defectos, pero este mundo es execrable, e impuro y maldito. El Apóstol Pablo consideró que, a través de la cruz de nuestro Señor Jesucristo, el mundo estaba crucificado para él, y él también lo estaba para el mundo:

“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.

Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada ni la incircuncisión, sino una nueva creación.” (Gálatas 6:14-15)

Pablo se gloriaba en la “cruz” de nuestro Señor Jesucristo. Lo que verdaderamente quiso decir es que, en todo lo concerniente al mundo, él lo consideraba o daba por muerto y sin provecho alguno. Él murió para este mundo, les estaba mostrando a los gálatas que no hay nada dentro de este mundo que sea útil para Dios. En contraste con esto, la nueva creación que es el nuevo hombre era de mucho provecho. El nuevo hombre fue creado por Dios en justicia y verdadera santidad. En vez de gloriarse en la carne y en los asuntos del mundo, Pablo decidió gloriarse en la “cruz” de nuestro Señor Jesucristo en la cual se demuestra que, las cosas en este mundo, no poseen en sí nada verdaderamente glorioso. La “cruz” derriba los orgullosos clamores de este mundo.

Dios declara que este mundo está muerto

La Biblia nos dice que este mundo esta completamente muerto:

Porque el amor de Dios nos constriñe, pensando esto: que si uno murió por todos, luego todos murieron.” (2ª Corintios 5:14)

La palabra “constriñe” aquí se utiliza para ilustrar que Dios nos pone una “idea muy persuasiva” en nuestro discernimiento que nos hace desear ser libres de este mundo. El amor de Dios en Cristo asienta nuestro entendimiento, mostrándonos que Jesucristo probó la muerte por todas las personas, porque todas las personas ya se encontraban completamente muertas al nacer la primera vez. El hombre, sin la obra que ejecutó el Señor Jesucristo, no tiene vida eterna habitando en él. Sin Cristo, el hombre también se encuentra muerto espiritualmente para Dios y no tiene nada en su vida en comunión con Él.

Por tanto, gloriarse en la “cruz” de nuestro Señor Jesucristo es afirmar que el mundo no tiene ningún verdadero honor ni valor para ti; que esta duplamente muerto y no puede ofrecerte vida eterna; y que a los ojos de Dios toda la humanidad está muerta. Por tanto,

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por la “cruz” de nuestro Señor Jesucristo se nos muestra que el mundo esta crucificado y muerto para nosotros, y que nosotros también morimos para este mundo.

Nuestra asociación con Cristo

Jesucristo se asoció a sí mismo con nosotros para que pudiéramos participar en su muerte, resurrección, ascensión y vida celestial. Esta participación se encuentra plenamente disponible hoy en día y es la esencia del evangelio del Gran Secreto en Cristo que Pablo predicó.

“Sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.” (Colosenses 2:12)

En Cristo morimos tanto para lo mortal de este mundo como para nosotros mismos, para que pudiésemos ser vivificados en el nuevo hombre y dentro de las riquezas de la gloria del Gran Secreto.

“¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?

Porque somos sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.

“Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su muerte, así también lo seremos en la de su resurrección.” (Romanos 6:3-5).

En la cruz de nuestro Señor Jesucristo, todos tuvimos que morir para que pudiésemos participar en el poder de su resurrección. Este es el poder y la sabiduría de la “cruz” de nuestro Señor Jesucristo; Una vez que hemos muerto, Dios puede ahora levantarnos para ser vivificados otra vez, de la misma manera que Jesucristo se levantó de nuevo de la muerte. Jesucristo nos precede siempre en el camino. Va siempre delante de nosotros. Esta claro que nosotros no morimos con Cristo en sentido físico, puesto que continuamos vivos en nuestra carne. Por eso Pablo explica que fue nuestro viejo hombre el que fue crucificado con Cristo.

“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirváis más al pecado.

Porque el que ha muerto, ha sido justificado del pecado.

Y si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él.” (Romanos 6:6-8)

El viejo hombre no tiene nada que ver con el hombre nuevo renacido, sino que pertenecía a la naturaleza de Adán, y que se encuentra en cada persona que viene a este mundo. Esta naturaleza es pecadora. Esa es la naturaleza que porta cada persona. En

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contraste, sabemos que nuestro nuevo hombre renacido es espiritual, nacido de Dios, y que es justo y perfecto. En el espíritu de filiación que tenemos de Dios, no podemos pecar. Sin embargo, el viejo hombre es el hombre carnal, y el camino o andar del viejo hombre es el del pecado. Pablo dijo que debemos considerarnos muertos en este hombre carnal, porque ha sido crucificado con Cristo sobre la “cruz”. Jesucristo murió para redimirnos de todas las imperfecciones pecadoras que hacen parte de nuestra humana naturaleza caída. Cargó con todos nuestros pecados cuando murió en la cruz. Por tanto, nosotros morimos en el hombre viejo para que pudiésemos vivir en nuestra nueva naturaleza que es Cristo:

“con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20)

El significado de la “cruz” respecto al Gran Secreto

Parte del significado de la “cruz” en relación al Gran Secreto es que fuimos hechos semejantes a la muerte de Jesucristo, para que ahora podamos vivir en la vida de Cristo.

“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte.” (Filipenses 3:10).

En vez de vivir conforme a este mundo, nosotros morimos para este mundo siendo semejantes a él en la cruz. Dios nos ha destinado a vivir y a disfrutar de las gloriosas riquezas del Gran Secreto, el cual es mucho más grande y más poderoso que cualquier cosa que este mundo tenga para ofrecernos:

“Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.

Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal.” (2ª Corintios 4:10-11)

Jesucristo vino y se identificó a sí mismo con la humanidad. El hombre estaba muerto espiritualmente cuando nació, y su vida física también estaba destinada a acabar para siempre con la muerte. Jesucristo vino para redimirnos de ambas muertes.

Para nosotros que somos salvos, nos identificamos con Cristo en su muerte, pero también estamos con Cristo en su vida, porque el Padre le levantó de la muerte. Nosotros morimos diariamente en nosotros mismos para que la vida de Jesucristo se pueda manifestar en nosotros en todos los momentos.

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Enemigos de la Cruz de Cristo

Nosotros sabemos que Jesucristo vino para morir por los pecados de toda la humanidad, pero hay un versículo en Filipenses que habla de los enemigos de la cruz de Cristo:

“Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo.” (Filipenses 3:18)

Los “muchos” a los cuales Pablo se estaba refiriendo eran cristianos de mente carnal que, después de recibir a Cristo en ellos y habiendo muerto para el mundo, se volvieron otra vez a sus antiguos hábitos mundanos. Por tanto, menospreciaron la muerte de nuestro Señor Jesucristo y despreciaron su cruz. El fin de este tipo de comportamiento es la destrucción. Sin embargo, nosotros que verdaderamente pertenecemos a Cristo y andamos en él, podemos decir:

“Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos.” (Gálatas 5:24).

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VI Parte – El Gran Secreto del crecimiento en Cristo

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Capítulo 22: El corazón del Gran Secreto

Es maravilloso que hayamos llegado hasta aquí y adquirido todo este entendimiento - que lo hayamos visto en la Palabra de Dios con nuestros propios ojos. Sin embargo, yo creo que, lo que hemos tratado hasta ahora, solamente ha desenterrado superficialmente los asuntos del Gran Secreto. Las próximas secciones de este libro nos abrirán las partes más profundas del corazón de Dios en relación a nuestra parte en este secreto. Llegarás a comprender para lo que nos ha llamado Dios de una manera más significativa, como nunca antes habías visto.

El Dios Todopoderoso nos ha llamado para hacernos conforme a la misma imagen de Cristo:

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él fuese el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29)

Las palabras “conforme a la imagen de su Hijo” significan que nuestro Padre nos ira modificando a ti y a mí conforme a la imagen de Cristo. Te nutrirá en el Gran Secreto con una finalidad: para que cada día seas más y más parecido con Cristo espiritualmente dentro de tu corazón. Es Dios Mismo quien realiza este trabajo en nosotros, eso es lo que opera para que comencemos a andar igual que Cristo. Para que hablemos y pensemos igual que él en este mismo día. Esta es Su voluntad para nosotros. Dios desea que crezcamos en Cristo continuamente en todas las áreas de nuestra vida.

“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.” (Efesios 4:15)

Este crecimiento en Cristo se encuentra en el corazón del Gran Secreto, esa es su esencia. Ese es el deseo de corazón de Dios para con nosotros hoy en día. Es la obra de Dios con Sus hijos, posibilitándonos que andemos como hijos de Dios gloriosos. Nuestro Padre nos enseñará cosas maravillosas a medida que nos sentemos a Sus pies para recibir la grandeza de Su Palabra.

“Para que andemos como él anda, pensemos como él piensa, hablemos como él habla, vivamos como el vive.

Grandes novedades,

Sonreiremos como él sonríe, y amaremos como el ama,

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Oraremos como él ora, y bendeciremos como él bendice.

Para que disfrutemos de su gozo y nos regocijaremos como él lo hace,

Brillaremos como él brilla, brillaremos con su mismo brillo radiante.

Pertenecemos a la misma familia,

Por causa suya somos hijos del Dios viviente.

Y seremos transformados en la mima imagen”

Este es el Gran Secreto.

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Capítulo 23: La imagen de Dios y la imagen del Diablo

Hay dos imágenes disponibles para la humanidad. El hombre tiene que decidir, se hará conforme a la imagen de Dios o a la imagen del Diablo.

Adán en la imagen y semejanza de Dios

El deseo del corazón de Dios siempre ha sido que el hombre tuviese comunión con Él, y con ese propósito lo creó originalmente a Su imagen y semejanza.

“Y dijo Dios, Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…

Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, varón y hembra los creó.” (Génesis: 1:26-27)

El espíritu proveniente de Dios permitió una comunicación perfecta entre Dios, quien es Espíritu y Santo, y Adán, que siendo humano también le había sido dado espíritu santo. Sin embargo, una vez que comió del árbol del conocimiento del bien y del mal Adán desobedeció conscientemente a Dios. Esto lo hizo después de que se le hubiese instruido y dicho que “en el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Génesis 2:17). En el mismo día que Adán desobedeció este acuerdo condicional con Dios, Adán murió. Sin embargo, él no murió inmediatamente en sentido físico, sino que murió espiritualmente en ese mismo instante, en el mismo día que Dios le había dicho que moriría si lo hiciese. Adán perdió el espíritu que le había sido otorgado debajo de aquella condición.

En la Biblia, a la ausencia del espíritu de Dios se denomina la muerte. Desde el punto de vista de Dios, una persona que no tenga el espíritu de Dios está muerta, de la misma manera que, bajo la perspectiva del hombre, una persona se encuentra muerta físicamente cuando no tiene vida de aliento en sí misma. Antes de que recibiésemos el espíritu de Dios, también nosotros estábamos muertos en delitos y pecados siguiendo los caminos del Diablo:

“Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en delitos y pecados;

En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia.” (Efesios 2:1-2)

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El príncipe de la potestad del aire es el Adversario, el Diablo. En cierto tiempo, todos nosotros andamos de acuerdo a sus caminos. La Palabra de Dios también nos dice que estábamos muertos (espiritualmente) al igual que toda la humanidad.

“Porque el amor de Cristo nos constriñe, pensando esto: Que si uno murió por todos, luego todos murieron.” (2ª Corintios 5:14)

Pero cuando recibimos el don del espíritu santo de parte de Dios, pasamos a estar vivos otra vez para Dios. A esto es a lo que Pablo se refirió cuando dijo que fuimos vivificados, lo cual significa hechos vivos:

“Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos).” /Efesios 2:5)

Exceptuando aquellos que están en Cristo, toda la humanidad se encuentra hoy en día muerta a los ojos de Dios y sin espíritu santo. Además, el hombre no solamente está muerto, sino peor aun, ese hombre está siendo configurado, está pasando a ser de acuerdo a la imagen del Diablo dentro de esa muerte espiritual inherente.

El hombre es la imagen y semejanza del Diablo

Desde el momento que Adán perdió su espíritu, nunca más tuvo la imagen de Dios. Es un error muy grave suponer que todos los individuos de la humanidad que no son salvos están hechos a imagen de Dios hoy en día. Nada puede estar más lejos de la realidad. Las guerras, los pleitos, el orgullo, las envidias, las aberraciones mentales, las idolatrías, la falta de respeto – todas esas cosas pertenecen a la naturaleza carnal del hombre natural. No contiene obras que estén de acuerdo a la imagen de Dios.

Desde que tuvo que salir del Paraíso, el hombre ha vivido en un estado caótico que no es conforme a la imagen de Dios, quien es Santo y Espíritu. Además, hoy en día, el hombre es un ser conforme a los caminos del mundo. Se transforma verdaderamente en la imagen del Adversario, el Diablo, a quien también se denomina el dios de este siglo o mundo.

“pero si nuestro evangelio está aun encubierto, entre los que se pierden está encubierto;

En los cuales el Dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz del evangelio en la faz de Jesucristo.” (2ª Corintios 4:3-4)

Siendo como es “el dios de este siglo”, el Adversario es quien gobierna el mundo dentro de sus reglas de maldad. El sistema de todas las cosas ha ido siempre desarrollándose a imagen del Adversario, el Diablo:

“Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.” (1ª Juan 5:19)

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La frase “está bajo el maligno” se refiere a la imagen de los hombres del mundo conforme a la imagen del Adversario.

“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él.

Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo.

Y el mundo pasa, y sus deseos.” 1ª Juan 2:15-17ª)

Hoy en día, los hombres que no son salvos están siendo configurados en la imagen del Diablo. El hombre sigue al Adversario en su perdición.

Jesucristo vino para modificar todo esto y salvarnos de de toda esa naturaleza caída. Jesucristo vino para restituir la comunión que se había quebrado del hombre con Dios. A través de Cristo, Dios nos ha devuelto a la vida y nos ha librado de los caminos del Adversario.

“El cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo,

En quien tenemos redención por su sangre, la remisión de pecados.

El es la imagen del Dios invisible.” (Colosenses 1:13-15ª)

Si un hombre acepta a Jesucristo como su Señor, entonces ya no tiene que conformarse a este mundo. Hay un nuevo sentido en su vida. Ahora puede configurarse a la imagen de Cristo, quien es tanto el Hijo de Dios como la imagen de Dios.

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Capítulo 24: La mente de Cristo y el Gran Secreto

Perfectos en espíritu, imperfectos en la mente

Cuando Dios produjo en nosotros este nuevo nacimiento, nosotros recibimos Su misma perfección dentro de nosotros. Sin embargo, toda esa perfección solo se confina en el espíritu de Cristo que recibimos en ese momento. La Palabra de Dios también denomina este espíritu de Cristo que tenemos: la “simiente incorruptible” y “el don del espíritu santo”.

Desde ese instante, somos perfectos en espíritu, pero nuestras mentes continúan en su mayor parte carnales. Todavía no hemos desarrollado una mente espiritual. Nuestros pensamientos, nuestros hábitos mentales y de hecho toda la vida de nuestra mente, todavía están conformados y viciados con el modelo antiguo, el de nuestra vieja naturaleza caída.

Por eso, nos encontramos entonces con un conflicto dentro de nosotros: somos perfectos en espíritu pero imperfectos en nuestras mentes. Aunque nuestro espíritu es perfecto, la manera como pensamos todavía precisa sincronizarse con el corazón de Dios. Pero la buena noticia es que nuestro Padre desea ayudarnos, para que tengamos una nueva mente, para que seamos conforme a Su mente y a Sus pensamientos. La Palabra de Dios declara que está disponible hoy en día para nosotros tener la mente de Cristo. En este capítulo, vamos a explorar y ver cómo nuestro amoroso Padre hace disponible que desarrollemos la mente de Cristo en nosotros.

No os conforméis a este mundo, sino transformaos por la renovación de vuestro entendimiento

La mente del hombre es muy diferente de la mente de Cristo. Ya hemos visto cómo los hombres naturales que no son salvos reflejan la imagen del Adversario. Hoy en día, el hombre no posee una mente sana, pero Dios nos dice a todos nosotros que, en Cristo, nuestras mentes pueden ser renovadas. Esto se lleva a cabo cuando la Palabra de Dios habita en nosotros, es decir, poniendo los pensamientos de Dios en nuestras mentes. Esa es la manera cómo se transforman nuestros corazones:

“No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2)

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La palabra “transformaos” es “metamorphoo” que significa literalmente ser modificado o transformado. Nuestro Padre nos ayudará a renovar los hábitos mentales a través del poder de Su Palabra para que puedan ser transformados. La palabra “entendimiento” es la palabra griega “nous” que hace referencia a la totalidad del órgano mental. Esta es la parte que tenemos que renovar. Esta renovación es el resultado del poder de la Palabra de Dios. Será Dios mismo Quien realizará y cumplirá Su Palabra en nosotros.

Dios desea que tengas la mente de Cristo

Pablo escribió a los corintios enseñándoles que todos aquellos que habían crecido en Cristo tenían la mente de Cristo.

“Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” (1ª Corintios 2:16)

El pronombre “nosotros” en este versículo no se refiere a la mente carnal de los corintios, a quienes Pablo todavía no les había declarado el Gran Secreto. Sino, por el contexto, sabemos que se refiere a “los que han alcanzado madurez” en Cristo del versículo 6.

“Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez, y sabiduría, no de este siglo, o de los príncipes de este siglo, que perecen.” (1ª Corintios 2:6)

La mayoría de los creyentes corintios todavía eran carnales y no tenían una mente espiritual. Todavía andaban en sus viejos hábitos y caminos, los mismos hábitos en los cuales habían andado durante muchos años antes de ser salvos. Sin embargo, Pablo y los otros creyentes del versículo 6 habían madurado mentalmente. Estaban vistiéndose de Cristo mentalmente.

“Sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne.” (Romanos 13:14)

Vestirse del Señor Jesucristo se refiere a la mente de Cristo que es una mente perfectamente alineada con la voluntad de Dios. Los hábitos mentales de Cristo son realmente la Palabra de Dios. Los pensamientos en la mente de Cristo son los pensamientos de Dios. Tu mente se transforma en la mente de Cristo cuando la Palabra de Dios mora abundantemente en tus pensamientos y en tu corazón.

Pablo escribió posteriormente a Timoteo que el espíritu que habían recibido era un espíritu de mente sana y de dominio propio.

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2ª Timoteo 1:7)

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Este dominio propio, que en otras versiones se traduce por “pensamientos sanos,” al cual Pablo se estaba refiriendo es a la mente de Cristo. La salud que respira esta mente es la salud misma de Dios.

La Palabra de Dios es la voluntad de Dios

Es una maravillosa revelación para todos los corazones humildes saber que la Palabra de Dios es verdaderamente la voluntad de Dios. Para conocer la voluntad de Dios, tenemos que recurrir a la Biblia que es el libro de la vida. Las Palabras de Dios son los pensamientos de Dios. Estas palabras nos declaran Su voluntad. Sus promesas son Su voluntad para nuestras vidas. Aquello que Él ha hecho de nosotros en Cristo es Su voluntad. Aquello que nos ha dicho que podemos hacer con Su poder dentro de nosotros es Su voluntad. Dios tiene un enorme deseo de que andemos en la voluntad que tiene para nosotros. Todas estas cosas se encuentran expuestas en Su Palabra. Por tanto, la Palabra de Dios es la voluntad de Dios.

La Palabra de Dios también es la mente de Dios. Cuando la Palabra de Dios llega a ser el pensamiento que prevalece en nuestras mentes, entonces tenemos la mente de Cristo. Para que esto se lleve a cabo tenemos que permitirle a la Palabra que habite en nuestros corazones de una manera abundante. Entonces es cuando nuestras mentes se irán transformando en la mente de Cristo.

“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría….” (Colosenses 3:16).

Pablo también oró por los creyentes colosenses, para que fuesen “llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual” para que pudiesen crecer “en el conocimiento de Dios” (Colosenses 1:9-10). Esta es ciertamente la voluntad que Dios tiene para nosotros. Él nos ayudará a llevarla a cabo.

Los pensamientos de Cristo

“Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús.” (Filipenses 2:5)

La palabra “sentir” de este versículo es “phronema” que significa literalmente “pensamientos”. Por tanto, tenemos que permitir que estos pensamientos habiten en nosotros como habitaban en Cristo Jesús. Esta es una instrucción muy clara. Tenemos que pensar como Cristo. Esto significa literalmente que tenemos que pensar la Palabra. Tenemos que tener los pensamientos que Cristo tenía.

Los pensamientos a los que aquí nos referimos son los pensamientos de Dios. Las palabras de Dios son los mismísimos pensamientos de Dios. Estos pensamientos son

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Los más altos pensamientos

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni mis caminos son vuestros caminos, dice el Señor.

Porque como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos más altos que vuestros pensamientos.” (Isaías 55:8-9)

Dios nos ha dado Su Palabra con este propósito: para que nuestras mentes puedan ocuparse de esta Palabra que son los pensamientos de Dios. Este es un privilegio maravilloso que tenemos. En vez de tener nuestros pensamientos ocupados con los asuntos humanos, podemos ocuparlos con pensamientos mucho más altos, los pensamientos del Dios Todopoderoso mismo. Cuán dulce es para nosotros saber que podemos andar en los caminos de los pensamientos Divinos de nuestro Padre. Él ha hecho disponible esta fantástica oportunidad disponible en nuestras vidas.

La vida de la mente

“Y renovaos en el espíritu de vuestro entendimiento.” (Efesios 4:23)

La palabra espíritu aquí es “psuche” y se refiere a la vida mental. Ya hemos hablado anteriormente del órgano de la mente, el cual contiene los pensamientos mentales. Este es el órgano que tiene que hacerse nuevo, tiene que renovarse y reflejar a Cristo. También la vida de la mente tiene que hacerse nueva. Esto va más allá y nos enseña algo más. El órgano de la mente y los pensamientos de la mente determinan cual es el tipo de vida que produce la mente. Para nosotros, la vida de nuestra mente es ser el nuevo hombre que es Cristo en nosotros. Todo esto se encuentra perfectamente declarado y documentado en la Palabra de Dios:

“Y renovaos en el espíritu de vuestra mente,

Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:23-24)

La nueva vida de la mente es literalmente la vida del nuevo hombre, la cual es la vida de Cristo.

Conclusión

Nuestro amoroso Padre no solamente nos ha traído salvación a través del nuevo nacimiento en Cristo, en Su sabiduría, también ha hecho disponible para nosotros que tengamos la mente de Cristo. La totalidad de nuestra mente, nuestros pensamientos y la

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vida de nuestras mentes pueden ser hechas nuevas. Dios nos pide que seamos conforme a Cristo, para que él pueda habitar en nuestros corazones. Dios nos ha guarnecido de perfección colocando el espíritu perfecto en nosotros y ahora está haciendo disponible que tengamos la mente de Cristo si seguimos Su camino. Hemos sido llamados a vivir dentro de hombre perfecto de Cristo Jesús.

“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:13).

La revelación del Gran Secreto no se destina a la mente carnal del hombre. Es el alimento espiritual del nuevo hombre. Se destina a la perfecta mente de Cristo. La mente de Cristo es capaz de entender y comprender plena y perfectamente el Gran Secreto.

Ser transformados de acuerdo a Cristo envuelve la renovación de nuestras mentes. El poder de Su Palabra es la que lo llevará a cabo. Tenemos que darnos cuenta de que es el Padre mismo Quien nos está nutriendo amorosamente a nosotros Sus hijos, para que todos crezcamos en Cristo en “todas las mismas cosas” que él es.

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Capítulo 25: El Gran Secreto de crecer en Cristo – la imagen de Dios

Nuestro llamamiento – ser transformados en la imagen de Cristo

Dios nos ha llamado a ti y a mí para que seamos conformes a la imagen de Cristo.

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29).

De la misma manera que los que no son salvos en la humanidad lucen conforme al mundo, nosotros estamos llegando a ser conforme la imagen misma de Su Hijo. Tu y yo ya fuimos muertos. Ahora, hoy en día, estamos a ser transformados en la misma imagen de Cristo a medida que renovamos nuestras mentes.

“No os conforméis a este siglo (mundo), sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que podáis comprobar cuál se la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2).

A causa de la renovación de la mente vamos siendo transformados en Cristo. Esta transformación se produce por el poder de la Palabra de Dios que habita en nosotros. Dios mantiene la responsabilidad del poder de la Palabra y de Su fidelidad. Así, pues, cuando permitimos en nuestras vidas que la Palabra more abundantemente en nosotros, lo que hacemos verdaderamente es convidar a nuestro Padre celestial, el Dios Todopoderoso a obrar en nosotros.

“”Porque Dios es el que produce en vosotros así el querer como el hacer, por su buena voluntad.” (Filipenses 2:13)

El poder de Dios en la Palabra que habita en nuestras mentes hace con que nos vayamos transformando en Su Hijo. Dios está empeñado en esta obra nutriendo a Sus hijos, y esta es la obra que está realizando en nosotros en este momento.

Siendo transformados en la misma imagen

Que enorme privilegio es ir mudando y transformándonos en Cristo. El trabajo que Dios está produciendo en nosotros tiene como finalidad que seamos iguales a Cristo en nuestro interior, en nuestros corazones. Nos ha capacitado para que andemos igual que

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Cristo anduvo. Pablo iluminó el entendimiento de los creyentes corintios con esta poderosa declaración:

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el espíritu del Señor.” (2ª Corintios 3:18)

Que maravillosa verdad. Dios nos está modificando hoy en día en la misma imagen de Cristo de una a otra gloria. Todos los cambios que nuestro Padre produce en nosotros son gloriosos porque todos los aspectos de Cristo son gloriosos. Jesucristo ha sido glorificado y nosotros estamos siendo modificados en su misma imagen. No es de extrañar que Pablo quisiese tan intensamente estar muerto para sí mismo con tal de ganar a Cristo.

“Y ciertamente aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo.” (Filipenses 3:8).

Ganar a Cristo significa crecer en él. Pablo no permitía que hubiese más espacio para las demás cosas que había en su vida antes de conocer a Cristo. Pablo profirió que “el mundo me es crucificado a mí, y yo para al mundo” (Gálatas 6:14). Todo lo que él era y lo que él tenía antes lo hizo morir en Cristo. Él consideró ser Hebreo de Hebreos como siendo basura para poder vivir con todo el espacio que tenía disponible en su vida en Cristo, para que viviese en él su Cristo en vez de él.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20)

Vivir por la fe de Jesucristo significa que vivimos a través del Cristo en nosotros. Esto es verdaderamente andar en la nueva naturaleza del hombre nuevo creado por Dios en Cristo.

Creciendo en todas las cosas en Cristo

Ser transformados en la misma imagen es crecer en Cristo en todas las cosas:

“sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.” (Efesios 4:15)

Tú y yo, que en un cierto tiempo no teníamos salvación, podemos ahora crecer en Cristo mismo. Esto es maravilloso. Las palabras “en todo” del versículo 15 son todas las cosas de Cristo – cada aspecto de Cristo es glorioso. Cada paso en el crecimiento que damos en Cristo nos va llevando, de un glorioso aspecto, a otro glorioso aspecto de la vida de Cristo. Cuan hermosa es la sabiduría que el Padre ha hecho abundar sobre nuestras

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vidas. Es verdaderamente fantástico. Este es el Gran Secreto en Cristo, aquel secreto que Dios había escondido previamente en Sí mismo de todas las generaciones y edades pero que ha dado a conocer por revelación en esta Era de la Gracia para todas las naciones. Hoy en día, nosotros estamos a ser edificados en el Cristo mismo. Hemos sido llamados ha ser iguales que él, no a la imagen de este mundo, sino a la misma imagen de Cristo.

La esperanza de su llamamiento

En Efesios, Pablo hace la siguiente oración por los fieles en Cristo:

Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál sea la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria de su herencia en los santos.” (Efesios 1:18)

La esperanza a la cual nos ha llamado Dios es que un día vamos a ser hechos completamente iguales que Cristo. La Palabra de Dios dice que un día seremos iguales que él en todos los sentidos:

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y todavía no se ha manifestado lo que hemos de ser, pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como es él.” (1ª Juan 3:2)

En ese día llegaremos a ser “conforme a la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:13). Hoy en día, sin embargo, nos mantenemos creciendo gradualmente en él. Hemos muerto para nosotros mismos para que podamos llegar a ser aquello que Cristo es. Hemos sido creados en un nuevo hombre en Cristo por obra de nuestro Padre. El Dios Todopoderoso ha hecho con que esto esté disponible a través de la amorosa obediencia y sacrificio de Su Hijo Jesucristo.

La imagen de Dios

Recuerde que en Génesis 1:26-27, el Padre dijo: Hagamos al hombre conforme a nuestra imagen y semejanza. La imagen y semejanza de Dios se refiere al espíritu de Dios y a la naturaleza de Dios. Como ya sabemos, el hombre (Adán) perdió su espíritu, y hoy en día el hombre se encuentra en el estado que ha causado su caída. Hoy en día, el hombre que no es salvo no tiene la imagen de Dios sino que tiene una imagen conforme a la de este mundo, cuyo dios es el Diablo. El hombre está siendo conformado en la misma imagen del Diablo de manera gradual, todos los hombres se encuentran destituidos de la gloria del Padre. Pero en Cristo, el Padre ha provisto otro camino… el Gran Secreto que se mantuvo ocultado desde antes de la fundación del mundo. En este Gran Secreto nosotros llegamos a ser hechos iguales en Cristo, quien es la misma imagen de Dios.

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“Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda creación.” (Colosenses 1:15)

Hay una declaración todavía más redundante, en la cual el Padre establece que Jesucristo es el resplandor de la gloria de Dios y la imagen de Su sustancia.

“El cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia…” (Hebreos 1:3)

Hemos sido llamados a ser moldados, conformados, y modelados en la imagen de Su Hijo, Jesucristo.

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29)

Si continuamos andando así, por este camino, estamos siendo modificados en la imagen de Cristo, quien es el Hijo de Dios, quien es la misma imagen de Dios propio y quien es el resplandor de Su propia gloria. Este es el corazón y la esencia del Gran Secreto.

El premio

El premio de este supremo llamamiento de Dios en Cristo es que algún día vamos a ser completamente iguales a él en todo:

“prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:14)

Llegará un día en que seremos completamente equiparados a él. No en tanto, actualmente, proseguimos esta meta siendo modificados a lo largo de nuestro camino en todas las cosas que Jesucristo es hoy en día. Él es el victorioso y ascendido Cristo vivo.

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Capítulo 26: Renovados en “epignosis” de acuerdo a la imagen de Dios

“Epignosis”

La palabra griega “epignosis” es una llave que nos abre la puerta del entendimiento del Gran Secreto. Se utiliza muchas veces en las Epístolas. La palabra está compuesta por otras dos: “epi” que significa sobre, o encima; y “gnosis” que significa saber o conocer por experiencia. Es algo más que un mero conocimiento mental. Además, se refiere a un estado de conocimiento que se adquiere solamente cuando el asunto principal ha sido experimentado.

“Epignosis” es el conocimiento que está completo o maduro, en las Epístolas se refiere específicamente como el verdadero conocimiento de Cristo que adquirieron aquellos que vivían realmente el secreto de Cristo en sus vidas.

En un capítulo anterior, ya habíamos visto que “epignosis” es una palabra en la Biblia que detiene un fuerte énfasis en el “conocimiento”. Hay varias palabras griegas que se traducen por conocimiento, pero esta en particular se utiliza en referencia al completo conocimiento del Gran Secreto en Cristo. Cuando se experimenta el secreto, una persona pasa a estar sobre o encima (“epi”) de aquel conocimiento de una forma madura. Así pues, el Gran Secreto en Cristo es para ser vivido y experimentado, no meramente para conocerlo mentalmente. Por tanto, nosotros llegamos a conocer el Gran Secreto a medida que creemos lo que la Palabra de Dios nos dice acerca de él, y después lo ponemos en práctica plenamente en nuestras vidas. Entonces llegamos a ser aquello que Cristo es en nuestros corazones.

El Gran Secreto solo puede ser experimentado viviendo realmente en todas las verdades que contiene, lo que lleva consigo conocerlas por experiencia. Esa manera de andar requiere fidelidad. Creer la Palabra significa permanecer en ella, practicar verdaderamente lo que dice. Los teólogos y los académicos nunca conocerán verdaderamente el Gran Secreto a menos que pasen a vivirlo y a conocerlo por experiencia. El Gran Secreto es para vivirlo y evidenciarlo. Dios protege las joyas de la verdad del secreto de esta manera. Sin embargo, tales joyas pueden ser alcanzadas por los que andan y creen con fidelidad.

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Renovados en “epignosis”

Este verdadero conocimiento es tan poderoso que nuestro hombre nuevo se renueva en él. La palabra “renueva” en la Biblia significa adquirir una cualidad nueva y en particular se refiere a nuestro crecimiento gradual en Cristo

“Y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno.” (Colosenses 3:10)

Nosotros crecemos gradualmente en el nuevo hombre a través de conocer experimentalmente el Cristo que tenemos en nosotros. La Palabra de Dios nos enseña lo que Dios ha hecho en Cristo en nosotros. Y cuando andamos y vivimos de acuerdo a esta Palabra, pasamos a experimentar lo que significa vivir el Cristo en nosotros y a manifestar, por tanto, el Cristo que somos de una manera más gradual. Para los que son fieles, esta renovación sucede diariamente:

“Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.” (2ª Corintios 4:16)

Esta renovación significa realmente que estamos creciendo en él, el hombre de nuestros corazones es Cristo, el hombre perfecto, el Hijo de Dios. La nueva calidad de vida que se manifiesta cada día más en nosotros es la del Cristo, quien es la imagen de Dios Mismo. Nuestro nuevo hombre crece en nuestros corazones a la medida de esta misma imagen. Esto explica la segunda parte de este versículo. Mientras vamos simplemente poniendo gradualmente el nuevo hombre en nuestros corazones, se irán también gradualmente manifestando las cualidades de la vida de Cristo en nosotros, se irá evidenciando más y más en nuestras vidas. Esta es la nueva cualidad de vida que nosotros tenemos disponible.

Llegar a ser lo que mantenemos en vista

En 2ª Corintios, Pablo nos enseña que, mientras más miramos a Cristo y fijamos en él nuestra mente, más vamos siendo modificados en su misma imagen. Cuando miramos al Cristo vivo y ascendido aprendemos quien somos realmente en el hombre nuevo. Por eso dijo Pablo que es como si mirásemos en un espejo, en el cual podemos vernos a nosotros mismos más nítidamente.


Nosotros vamos convirtiéndonos en aquello que miramos. Pablo experimentó esta transformación en su propia vida:

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“….sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.” (Filipenses 3:12)

La palabra “asido” significa sujetado o prendido. Jesucristo nos sujetó a él, para podernos dar todo lo que él es. Ahora somos nosotros los que tenemos que asir o sujetar estas mismas cosas y hacerlas nuestras a través de conocer el Cristo en nosotros por experiencia. Este conocimiento con experiencia hará con que crezcamos en nuestro nuevo hombre.

Así es como llegamos a ser epístolas vivientes.

“Siendo manifiesto que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” (2ª Corintios 3:3)

Nosotros vivimos la Palabra escrita, particularmente aquellas secciones que nos están dirigidas en las cartas de Pablo. Nosotros somos epístolas vivas.

El conocimiento del secreto

Vamos a ver un poco más acerca de esta palabra “epignosis” en relación al Gran Secreto en las epístolas. El Apóstol Pablo hizo la siguiente oración por nosotros:

“Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él.” (Efesios 1:17)

La oración de Pablo pidió que fuésemos llenos del conocimiento de Dios experimentalmente a través de la revelación y sabiduría del Gran Secreto.

En Colosenses, Pablo también oró para que fuésemos llenos del conocimiento de Su voluntad y para que creciésemos en el conocimiento de Dios:

“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual.

Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buna obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.” (Colosenses 1:9-10)

Estos versículos expresan que no solamente debemos adquirir el conocimiento del Gran Secreto, sino que, además, debemos ser llenos de él y conseguir alcanzar toda su plenitud con toda la sabiduría e inteligencia espiritual. Esto es maravilloso. Esto se está refiriendo a la madurez en Cristo, a los que han llegado a perfeccionarse en él. Estos son los cristianos que crecen en el verdadero conocimiento de Dios, los que están viviendo el Gran Secreto. Cristo se manifiesta en sus caminos y vidas con toda la multiforme sabiduría de Dios que posee ese Secreto.

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La frase “en toda sabiduría e inteligencia espiritual” significa que el conocimiento de este secreto es aplicado en la vida de una forma real. No se trata de una mera teología o de algún tipo de práctica religiosa, sino que es un conocimiento vivido y aplicado en nuestras vidas. La naturaleza de Cristo es puesta en evidencia y manifestada en los pasos que damos en nuestra vida. Es interesante observar que, dividir correctamente la Palabra lleva consigo la correcta aplicación de esta parte específica de la Palabra de Dios en las situaciones de la vida. El camino correcto a través del entendimiento espiritual no puede hacerse sin la aplicación de la Palabra.

“Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer (epignosis) el misterio de Dios el Padre y de Cristo.” (Colosenses 2:2).

En los textos griegos, la palabra “conocer” es “epignosis” refiriéndose al verdadero conocimiento alcanzado por experiencia. Es la voluntad del Padre que todos comprendamos el Gran Secreto en toda su sabiduría e inteligencia espiritual, y que nuestros corazones sean consolados y unidos en amor. Él desea que todos nosotros, como Un Solo Cuerpo, estemos unidos en nuestros corazones, para que tengamos el consuelo y la seguridad de que, conociendo el Gran Secreto, seremos guiados a alcanzar el verdadero conocimiento de Dios y de Su Gran Secreto.

En Filipenses, Pablo dijo que, todos los que habían alcanzado la madurez espiritual, debían pensar como él. Debemos mantenernos firmes en lo que Dios ha hecho de nosotros en Cristo.

“Así que, todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos; y si otra cosa sentías, esto también os lo revelará Dios.” (Filipenses 3:15-16)

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VII PARTE – El Gran Secreto de Un Cuerpo en Cristo

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Capítulo 27: Las verdades que contiene el Cuerpo Único de Cristo

Cristo en ti es solamente una parte del Gran Secreto. Pero hay otra parte que tiene que ver con el hecho de que, todos los que fuimos renacidos de lo alto, somos actualmente miembros de Un Solo Cuerpo de Cristo. En esta sección de este libro, vamos a comenzar a explorar las maravillosas verdades concernientes a esta parte del Gran Secreto.

Un Solo Cuerpo de Cristo, la Verdadera Iglesia

A pesar de que existan tantas iglesias y grupos diferentes en la Cristiandad, Dios dice que existe solamente una Iglesia y que esta única Iglesia es el Cuerpo de Cristo.

“Un cuerpo…” (Efesios 4:4)

Hay solamente Un Cuerpo de Cristo y no muchos cuerpos de Cristo, a pesar de lo que digan los hombres y de lo que intenten con sus esfuerzos:

“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.” (1ª Corintios 12:12)

Nosotros somos el Cuerpo de Cristo que es la verdadera Iglesia. Todos los cristianos renacidos pertenecen al Cuerpo Único de Cristo porque todos tienen a Cristo dentro.

“….y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,

La cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo.” (Efesios 1:22-23)

Así que todos somos miembros del Cuerpo Único de Cristo.

“Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular.” (1ª Corintios 12:27)

Un cuerpo espiritual

A los ojos de Dios, la Iglesia es una entidad absolutamente espiritual y todos debemos crecer para llegar a ser fieles a lo que la Palabra dice respecto de la Iglesia. Existe un error muy grave colocando las verdades espirituales del Cuerpo de Cristo en términos físicos. El Cuerpo Único de Cristo es espiritual, no meramente físico. Las verdades de la

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Iglesia son espirituales y por tanto deben ser discernidas y entendidas espiritualmente. No está hecha por manos humanas.

No es una cuestión de que una iglesia sea verdadera y otra denominación falsa, como algunos dicen. Sino que, en vez de colocarse la cuestión sobre los grupos o denominaciones, debe residir en saber si son o no fieles en la administración del Gran Secreto. La verdadera Iglesia es aquella que Dios ha establecido – la verdadera iglesia es el Gran Secreto del Cuerpo Único de Cristo. La Iglesia fiel es cualquier grupo o denominación que permanece espiritualmente a través de la administración del Gran Secreto en Cristo. Todo lo demás es infiel, falso y erróneo.

Nosotros sabemos que se han propagado muchas cosas falsas acerca de estas verdades en la Cristiandad, sin embargo la Palabra de Dios declara que Él destruirá a todo aquel que destruya el Gran Secreto del Cuerpo Único de Cristo:

“Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (1ª Corintios 3:17)

Cuan importante y precioso es para Dios el Gran Secreto. Dios mantiene este Gran Secreto en un altísimo pedestal. Es interesante observar de nuevo lo que aprendimos en un capítulo anterior, es decir, que si el Adversario hubiese sabido el secreto de antemano, no hubiese crucificado a Jesucristo. Así que, tanto bajo el punto de vista de Dios como bajo el punto de vista del Adversario, estas verdades que estamos exponiendo nos declaran la magnitud y la importancia que contiene este Gran Secreto. Tanto Dios como el Adversario conocen la grandeza de este secreto. Generalmente, es el hombre quien ignora la importancia y el significado del secreto. No en tanto, Dios ha querido revelárnoslo a nosotros para que podamos andar con fidelidad en él.

Acceso por vía del don de espíritu santo

Tú y yo llegamos a ser miembros del Cuerpo de Cristo cuando recibimos el espíritu de Cristo,

“Porque por un solo espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo espíritu.” (1ª Corintios 12:13)

Todos hemos sido hechos miembros del Cuerpo Único gracias a que Dios nos ha dado el espíritu de Cristo. Dentro de este espíritu único se encuentra la hechura de Dios para crearnos en Cristo. Esa obra de Dios es nuestra nueva naturaleza, nuestro hombre renacido. Esa es nuestra firme y verdadera fundación en el Cuerpo de Cristo. Así es como hemos sido bautizados en el Cuerpo Único.

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“Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándole en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación.” (2ª Corintios 5:19).

Todo lo que hace parte del Cuerpo de Cristo es el nuevo hombre.

Tu posición en el Cuerpo de Cristo ha sido asentada por Dios. Una vez que ha sido Él Quien te ha incluido en el cuerpo, ningún hombre podrá excluirte jamás de él.

“Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso.” (1ª Corintios 12:18)

Tu lugar específico en el Cuerpo de Cristo ha sido escogido por Dios y no por ningún hombre.

Judíos y Gentiles

Siempre se supo que las naciones gentiles serían bendecidas con Israel. Existen muchas escrituras en el Antiguo Testamento que declaran eso mismo, pero nunca antes se concibió que las naciones gentiles llegarían a hacer parte del mismo cuerpo que los judíos. Ni tampoco se pensó jamás que tanto los individuos de Israel como de los Gentiles viniesen a hacer parte del Cuerpo de Cristo. Este fue un secreto que Dios mantuvo guardado en Sí Mismo.

“Que los gentiles son coherederos, y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de las promesas en Cristo Jesús por medio del evangelio.” (Efesios 3:6)

Y además,

“mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.” (Efesios 2:16)

Este Cuerpo Único, este llamamiento a la unidad había estado guardado en secreto por Dios. Es interesante observar que, en el Antiguo Testamento, el Cristo era considerado como el novio de Israel, e Israel era la novia. Israel siempre supo que su redentor vendría como el novio. Ellos eran la novia y su rey redentor el novio. Pero Israel nunca supo que algunos de ellos serían apartados y escogidos para llegar a ser miembros del Cuerpo de Cristo, del cuerpo del novio. La verdad de la Unidad del Cuerpo fue guardada en secreto y escondida en Dios hasta que se la reveló a Pablo. Tanto de entre los judíos como de entre los gentiles, muchos fueron escogidos para hacer parte del novio.

Hoy en día, nosotros somos el Cuerpo de Cristo, y Cristo es todavía el novio de Israel. Para que podamos entender esto, tenemos que discernir todo lo que tiene que ver con el Cuerpo de Cristo y cómo pasamos a ser miembros suyos.

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Capítulo 28: El significado del Cuerpo Único de Cristo

El significado que tiene para ti y para mí la Unidad del Cuerpo de Cristo contiene varios aspectos. Pero por ahora me gustaría considerar solo dos de ellos:

El primer punto a considerar: somos renacidos en el Nuevo Hombre

Primeramente, somos miembros del Cuerpo de Cristo porque hemos sido nacidos de lo alto en un nuevo hombre por vía del espíritu de Cristo. Una vez que tenemos a Cristo en nosotros, somos por eso miembros del Cuerpo de Cristo. Además, nuestra nueva naturaleza es la misma naturaleza de Cristo y de Dios. Por eso Pedro declara que somos participantes de la naturaleza divina. Así que, en Efesios, aprendemos que Cristo, de entre ambos (los judíos y los gentiles), hizo un nuevo hombre en sí mismo.

“Aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz.

Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades.” (Efesios 2:15-16)

Observe que Dios declara que Jesucristo hizo un nuevo hombre, y que esto lo hizo en sí mismo. Fue exactamente de “sí mismo” que el Cuerpo Único de Cristo nació.

El nuevo hombre es nuestro hombre renacido, que fue creado en Cristo. Esto es lo que pasamos a ser, no hace ninguna diferencia si proveníamos de los judíos o de los gentiles. Todos nosotros pasamos a ser el hombre nuevo renacido en Cristo. Nosotros pasamos a ser verdaderamente un nuevo hombre en el Cuerpo Único de Cristo, siendo Cristo la Cabeza y nosotros los miembros de aquel Cuerpo.

Y debido a que es Cristo en nosotros, todos nosotros somos iguales que Cristo en nuestra nueva naturaleza. Visto desde afuera, todo el Cuerpo de Cristo, debido al espíritu, luce igual que Cristo. El nuevo hombre es todo él Cristo:

“Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos.” (Colosenses 3:11)

Cristo no solamente está en todos y cada uno de nosotros, sino que él es todo lo que es el nuevo hombre. Además, en el nuevo hombre, la plenitud de Cristo llena todo en todos. Por tanto, fuimos renacidos o nacidos de lo alto como un nuevo hombre en Cristo. Per todavía tenemos que entender más riquezas acerca del Gran Secreto.

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El segundo punto a considerar: Ahora estamos creciendo junto con la Cabeza

Nuestro segundo punto a considerar es la declaración de Dios que nos dice que Su voluntad para nosotros, como miembros del Cuerpo de Cristo, es que crezcamos dentro de la Cabeza. Es decir, nosotros tenemos que llegar a alcanzar la plenitud de Cristo. Crecemos en Cristo en todas las áreas de nuestra nueva vida. Dicho de otra manera, Dios nos ha puesto en el curso de una corriente para llegar a ser el hombre perfecto.

“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y (a la unidad) del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:13)

La preposición “a” que aparece en el versículo anterior seguida de “un varón perfecto” y seguida también de “la medida de la estatura…” es “eis” en el griego, que significa llegar hasta o alcanzar; es decir, nosotros debemos llegar a ser aquello que se declara. Estamos hablando del hombre perfecto, el Cristo, el Hijo de Dios. Jesucristo no solamente entregó su vida terrenal por nosotros, también nos está ofreciendo su vida celestial que tiene actualmente como Hijo del Padre ascendido y perfecto. A nosotros se nos ha ofrecido ciertamente el poder llegar a ser los hijos del Dios viviente.

Primeramente, recibimos el espíritu de Cristo en nosotros, el cual es nuestro nuevo hombre espiritual renacido o nacido de lo alto. En ese momento, la Palabra nos dice que somos sencillamente como bebés recién nacidos, creados perfectos en Cristo pero no completamente desarrollados en él. A seguir, Dios nuestro Padre comienza un proceso de nutrición en nuestro crecimiento espiritual junto de la Cabeza en todas las cosas. Así vamos creciendo para llegar a ser, en todo, iguales a Jesucristo. Este es el Gran Secreto y la sabiduría de Dios. Esta es nuestra gran salvación.

“Estando persuadidos de esto, que el que comenzó la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” (Filipenses 1:6)

La razón por la cual el Padre continuará esta obra hasta el día de Cristo tiene que ver con el hecho de que, cuando Cristo haya vuelto para reunir a todos los miembros del Cuerpo de Cristo, entonces seremos hechos completamente iguales que él es.

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.”

Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1ª Juan 3:2-3)

Esto es lo que la Biblia declara ser “la esperanza de su llamamiento.” Pablo oró para que nuestros corazones fuesen iluminados por Dios para que pudiésemos conocer la esperanza de este llamamiento:

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“Alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cual es la esperanza a que él os ha llamado, y cuales las riquezas de la gloria en sus santos.” (Efesios 1:18)

Conclusión

El Cuerpo Único de Cristo no es un cuerpo físico sino espiritual. Dios lo describe como un único hombre con Cristo a la Cabeza. Tenemos el espíritu perfecto en nosotros y por tanto somos nuevos bebés, perfectos en espíritu pero no plenamente desarrollados en todas las áreas del hombre perfecto, el Hijo de Dios Jesucristo.

Hoy en día, hay muchos que piensan de la iglesia en términos de un edificio físico o de un grupo o denominación. Se piensa en la Iglesia Católica Romana o la Iglesia Baptista, o la Iglesia Anglicana y todo lo demás. De hecho, hay muchas iglesias. También existen numerosas personas que reclaman ser solo ellos, aquel grupo al cual pertenecen, la única y verdadera iglesia!! Estoy seguro de que, a los ojos de Dios, todo esto no es más que necedad humana manifiesta. El Cuerpo de Cristo es espiritual y compuesto por personas. No es ninguna organización hecha por manos humanas, ni tampoco es física, una vez que ya hemos visto que el nuevo hombre es creado en espíritu.

El edificio físico de una iglesia no pasa de ser un lugar de reunión. Claro que, los miembros del Cuerpo de Cristo, precisan de un local de reunión, pero el punto esencial debería incidir siempre sobre lo que Dios ha hecho de nosotros en Cristo, ese es el verdadero Cuerpo Único. Ya hemos visto en un capítulo anterior que la forma o administración de gobierno en la casa de Dios debe asentar sobre el Gran Secreto. Sin embargo, me parece que el hombre es culpable de reemplazar esta verdadera administración por cosas diferentes, por cosas que son muy inferiores a las que Dios estableció.

Por tanto, la pregunta que nos hacemos ahora es la siguiente: ¿Somos fieles a lo que Dios y Su Palabra revelada nos dicen respecto a la administración de la Iglesia en la Biblia?

Dios hizo el Cuerpo Único creando al nuevo hombre en Cristo y, consecuentemente, estableciendo este Cuerpo Único de Cristo como la verdadera iglesia. Esta iglesia es espiritual y no una organización formada por hombre alguno. La mente del hombre y también la mente de muchos cristianos se mantienen aun carnales y en desobediencia. Estas ideas que salen de esas mentes se encuentran en oposición directa al Gran Secreto.

El hombre ha estado siempre dispuesto a construir su propia versión de la Iglesia. Pero Dios dice que Él Mismo ha colocado a cada miembro en el Cuerpo Único como Él quiso, no como al hombre le parecía. Sin embargo, el hombre generalmente se recusa a creer y a confiar en Dios. Pero aun así, nosotros seremos fieles a Su Palabra.

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Capítulo 29: El templo de Dios y el tabernáculo de Dios

Una diferencia

Antes de seguir adentrando en el Gran Secreto del Cuerpo Único, necesitamos establecer la diferencia que existe entre el templo de Dios y el tabernáculo de Dios. La diferencia es muy simple.

Colectivamente, todos los hijos de Dios en Cristo forman el templo de Dios. Sin embargo, individualmente, cada uno de nosotros es un tabernáculo de Dios. Es importante que reconozcamos esta diferencia, para que las escrituras que tratan acerca de estas dos verdades y donde aparezcan estas dos palabras puedan ser debidamente entendidas. No han sido pocas las confusiones que se han creado por haber mezclado estos dos asuntos.

El templo de Dios

Pablo avisó a los creyentes corintios de lo siguiente:

“¿No sabéis que sois el templo de Dios, y que el espíritu de Dios habita en vosotros?

Si alguno destruyere el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es.” (1ª Corintios 3:16-17)

El uso de la palabra “sois” en plural indica que se está refiriendo a todos los hijos de Dios en Cristo. Colectivamente, nosotros somos el templo del Dios viviente.

El tabernáculo de Dios

Sin embargo, individualmente, cada uno de nosotros es un tabernáculo de Dios.

“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos.” (2ª Corintios 5:1)

Nuestra morada terrestre a la que Pablo se refiere es a nuestro cuerpo físico. Pablo sabía que teníamos a Dios en Cristo en nuestro cuerpo físico. Por eso lo denominó “nuestra morada terrestre, este tabernáculo.” Unos pocos versículos antes, Pablo había declarado que “tenemos este tesoro en vasos de barro” (2ª Corintios 4:7).

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Pedro también se refirió a su propio cuerpo diciendo que era un tabernáculo, y que en poco tiempo moriría saliendo la vida de alma que tenía en su cuerpo físico:

“Pues tengo por justo, en tanto que estoy en este cuerpo, el despertaros con amonestación;

Sabiendo que en breve debo abandonar el cuerpo (tabernáculo en los textos griegos), como nuestro Señor Jesucristo me ha declarado.

También yo procuraré con diligencia, que después de mi partida vosotros podáis en todo momento tener memoria de estas cosas.” (2ª Pedro 1:13-15)

Individualmente, por tanto, nosotros somos un tabernáculo para Dios, pero colectivamente, todos nosotros somos el templo de Dios.

El Cuerpo de Cristo crece dentro del templo

Mientras más crecemos dentro de Cristo en todo lo que él es, más y más crecemos como templo de Dios:

“En quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor.” (Efesios 2:22)

El templo viviente es la totalidad del Cuerpo Único de Dios del hombre perfecto. Este templo es compuesto con todas las partes nuestras que está hecha a la imagen de Dios, de nuestros espíritus. El deseo de Dios es habitar en un templo viviente compuesto de creyentes que colectivamente son el nuevo hombre, Cristo en nosotros es el hombre perfecto, el hijo de Dios. Sus hijos, que han sido transformados en la imagen de Su Hijo Jesucristo, son el Templo de Dios.

Conclusión

El Cuerpo de Cristo es una casa espiritual. En los tiempos del Antiguo Testamento, existía un templo físico hecho de piedra. En esta Era de Gracia en la cual vivimos, el templo está hecho de personas, o más exactamente, está siendo edificado con la nueva creación que se encuentra en todos los hijos de Dios renacidos.

Los hijos de Dios no tienen ninguna dificultad a la hora de discernir esta verdad espiritualmente. Nosotros andamos por fe y no por vista. Nosotros formamos el templo del nuevo hombre en Cristo, el cual es nuestra nueva y verdadera identidad, la verdadera Iglesia establecida por el Padre. En Efesios 3:9, Pablo se esforzó para dar a conocer a todos los hombres la administración de este Cuerpo Único.

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Capítulo 30: “Ekklesia” – los llamados al Gran Secreto en Cristo

La verdadera Iglesia

Hay muchas personas que no han entendido bien el significado de la palabra “Iglesia” que se encuentra en las Epístolas. Esas personas sencillamente no comprenden lo que está de acuerdo y lo que no está de acuerdo a la verdad y están profundamente equivocadas. Por eso vemos tantas divisiones contradictorias y tanto viento de doctrinas de hombres a nuestro alrededor. Sin embargo, en este capítulo, es mi deseo que, de una vez por todas, establezcamos claramente aquello que la Iglesia es en realidad. Para que esto se lleve a cabo, es necesario que pongamos de parte todos los puntos de vista que provienen de los hombres y todas las definiciones mundanas acerca de la Iglesia. En vez de toda esa confusión, adoptaremos solamente el punto de vista de Dios y veremos la Iglesia a través del discernimiento espiritual para alcanzar un perfecto entendimiento; si lo hacemos así, estaremos siendo “obedientes a la fe” (Romanos 16:25-26).

“Ekklesia” – los llamados con un propósito

La palabra griega para iglesia es “ekklesia”. Esta palabra no significa verdaderamente “iglesia” para nada, por lo menos en el sentido que comúnmente se piensa acerca de la iglesia hoy en día. En vez de eso, el significado literal de esta palabra griega se refiere a los llamados con un propósito o los elegidos- Por tanto, ahora nos surgen dos preguntas: ¿De dónde hemos sido llamados o escogidos? Y lo que es más importante ¿Para qué propósito hemos sido llamados o escogidos? La respuesta a estas dos preguntas nos ayudará a entender lo que verdaderamente es la Iglesia.

Llamados de y llamados para

Nosotros hemos sido llamados o escogidos del mundo para el cual hemos pasado a estar muertos:

“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es crucificado a mí, y yo al mundo.” (Gálatas 6:14)

Nosotros hemos sido llamados del mundo de donde proveníamos, o bien de entre los judíos o bien de entre los gentiles, para pasar a formar parte ahora del nuevo hombre en Cristo:

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“….para crear en sí mismo de los dos un nuevo hombre, haciendo la paz

Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo…” (Efesios 2:15-16)

Recordemos que la Iglesia de Dios es el Cuerpo de Cristo. En su cuerpo personal, Jesucristo ha hecho un nuevo hombre que todo él es Cristo, comprende o abarca la plenitud de Cristo. Este nuevo hombre es la Iglesia, los llamados, el Cuerpo de Cristo. En este nuevo hombre ya no hay ni judíos ni gentiles. El mismo apóstol Pablo consideró su estatuto de judío como siendo basura en comparación con su nuevo estatuto en Cristo:

“Y ciertamente aún estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo por basura para ganar a Cristo.” (Filipenses 3:8).

Hoy en día, ya no somos ni judíos ni gentiles. Antes bien hemos pasado a ser el nuevo hombre en el Cuerpo de Cristo. Vivimos por la fe de Jesucristo y por eso crecemos conectados a la cabeza de este Cuerpo Único, para que lleguemos a ser aquello que Cristo es, el hombre perfecto.

“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.

Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es l cabeza, esto es, Cristo.” (Efesios 4:13 y 15).

Nosotros hemos muerto para el mundo para que podamos vivir el Cristo en nosotros, nuestra nueva naturaleza.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios….” (Gálatas 2:20)

Nosotros crecemos en todo lo que él es en el Cuerpo de Cristo.

Otros usos de la palabra “ekklesia” en la Biblia

De hecho, la palabra “ekklesia” en la Biblia no se utiliza única y exclusivamente para la Iglesia. Por ejemplo, en Hechos 19 había un gran número de plateros que se juntaron en una asamblea para protestar. Se confabularon contra Pablo, diciendo que lo que él enseñaba hacía con que las personas dejasen de adquirir los ídolos que ellos fabricaban y de los cuales obtenían sus rendimientos. Toda la asamblea acabó en una enorme confusión. Dios se refiere a esa asamblea como a una “ekklesia”:

“Unos, pues, gritaban una cosa, y otros otra; porque la concurrencia (ekklesia) estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían reunido.” (Hechos 19:32)

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Este grupo o concurrencia de plateros formaba una iglesia. Es decir, habían sido llamados con un propósito común – ¡en este caso fue para protestar contra la Palabra de Dios!

Conclusión

La palabra griega “iglesia” que se utiliza en la Biblia realmente significa llamados o elegidos para un propósito (ekklesia). Ha habido mucha desobediencia y apostasía en esta área. Muchos son los cristianos que desgraciadamente han perdido el verdadero entendimiento espiritual y el impacto de estas verdades.

Lo que acabamos de ver en este capítulo es la explicación de Dios acerca de lo que es realmente la Iglesia. Es bastante sorprendente la diferencia que existe entre la verdad y aquellos que muchos piensan cuando se habla de la Iglesia. El significado mundano de la palabra “Iglesia” ha modificado todo lo que Dios había diseñado acerca de esta palabra. El significado mundano nos ha llegado a través de la tradición y no a través de la verdad.

Nosotros hemos sido llamados o escogidos de entre un mundo impío y horroroso para pasar a formar parte de algo divino y maravilloso, que es el nuevo hombre perfecto creado en Cristo. Nosotros no hemos sido llamados para que ahora simplemente nos volvamos a las atrocidades e impiedades del mundo al cual pertenecíamos. Ese es el deseo del Adversario. Pero, en vez de eso, cuando andamos y poseemos el verdadero significado que Dios nos reveló de la Iglesia, los escenarios del entendimiento se nos abren con todas las bendiciones que Dios ha puesto en este Gran Secreto. Por tanto, nosotros andaremos fielmente en esta gran revelación.

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Capítulo 31: El Gran Secreto del Nuevo Hombre Único (primera parte)

El nuevo hombre único en Cristo fue el secreto que Dios guardo consigo.

Un Hombre Nuevo – Hecho por Dios

La verdadera Iglesia es el Cuerpo de Cristo que es un hombre nuevo. Para poder discernir la Iglesia espiritualmente como realmente es, vamos a ver que la verdadera Iglesia es como un nuevo hombre que se encuentra en Cristo. Él es la cabeza y nosotros, que hemos renacido de lo alto, somos sus miembros. La voluntad de Dios es que cada uno de los miembros crezca en conformidad a la cabeza, lo cual significa que estamos a ser hechos conforme a la imagen de Cristo. Este es al nuevo hombre al que la Biblia se refiere. Fue Dios quien creó este nuevo hombre en Cristo primeramente:

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús…” (Efesios 2:10)

Jesucristo ha hecho de judíos y gentiles un nuevo hombre en sí mismo

Una vez que Dios creó al nuevo hombre en Cristo, hizo posible que Su Hijo Jesucristo hiciese de todos nosotros un nuevo hombre en sí mismo:

“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo

….para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz.

Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando las enemistades.” (Efesios 2:13, 15b y 16)

“Cristo es el todo en todos”

En el nuevo hombre, Cristo es todo en todos. Esto significa que Cristo esta en ti como el nuevo hombre y que todas las cosas en ese nuevo hombre sea Cristo.

“Y revestido del nuevo, el cual conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno.

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Donde no hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo y en todos.” (Colosenses 3:10-11)

Estos son los tesoros del Gran Secreto. El nuevo hombre está compuesto de todo lo que es Cristo. Él es la plenitud en el nuevo hombre, y no hay nada que no sea Cristo en el nuevo hombre.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo….” (2ª Corintios 5:17-18)

Esta nueva criatura es la nueva creación que es el nuevo hombre. Esa creación ha sido hecha por Dios. Él hizo la obra de crear todo esto en Cristo. Por tanto, todas las cosas que pertenecen al nuevo hombre son la hechura de Dios en Cristo. Eso es por lo que se dice que el nuevo hombre es perfecto. Ese es Cristo, que fue creado por Dios Mismo en su propia imagen de justicia y verdadera santidad.

“Y vestíos del nuevo hombre, creado del según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:24)

El viejo murió y ahora vive el nuevo

Nosotros morimos para nosotros mismos y pasamos a vivir en el hombre perfecto que Dios creo en Cristo dentro de nosotros:

“Y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos.” (2ª Corintios 5:15).

Vivir en Cristo es literalmente vivir y andar en el nuevo hombre. Mientras estaba sobre la tierra, Jesucristo se dio a sí mismo a la muerte y se levantó de nuevo para la salvación de toda la humanidad. Hoy en día, Jesucristo atravesó los cielos y, a través de lo que Dios ha hecho, él ahora imparte su vida en y para todos nosotros. Nos imparte su vida eterna, la cual es justa, santa y pura. Él es el Cristo vivo y victorioso ascendido. La vida de Cristo es la misma naturaleza e imagen de Dios Mismo. Todo esto, todo lo suyo habita en nosotros.

Así de grande es la salvación de nuestro Padre a través de Jesucristo Su Hijo. Jesucristo hizo este nuevo hombre en sí mismo. Ya no somos más judíos o gentiles, o cualquier otra cosa. Somos una creación en Cristo y todas las cosas son de Dios. En Cristo, todas las cosas viejas pasaron. Nosotros somos el nuevo hombre en Cristo. Esta es la identidad que se nos ha otorgado. La importancia del Hombre Nuevo Único de Cristo radica en que todos nosotros somos un nuevo hombre en él. Tanto si éramos judíos como gentiles, ahora hemos pasado a estar muertos en nosotros mismos y a ser un

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nuevo hombre en Cristo. Ahora crecemos todos juntos y conectados a la cabeza de este Nuevo Cuerpo Único.

Un mismo espíritu con el Señor

El Gran Secreto es que nosotros somos un mismo espíritu con el Señor Jesucristo.

“Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.” (1ª Corintios 6:17)

Esta unidad de espíritu es el nuevo hombre en el cual Cristo es todo en todos. Pablo escribió a los cristianos en Éfeso explicándoles esto mismo.

“Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne.

Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia.” (Efesios 5:31-32)

Para ser un espíritu con el Señor Jesucristo, el cual es la cabeza, nosotros morimos para nosotros mismos, con el fin de que pudiéramos llegar a ser iguales que Cristo. Con el mismo sentido que un hombre deja a su padre y a su madre para ser uno con su mujer, nosotros nos abandonamos a nosotros propios (nuestro viejo hombre) para que viniésemos a ser el nuevo hombre en Cristo. Esto es a lo que la Biblia se refiere cuando dice que somos un espíritu con el Señor Jesucristo. Pablo dice que este es el Gran Secreto concerniente a Cristo y a la Iglesia.

Al estar fusionados con el Señor en un mismo espíritu, nuestro camino es crecer en la cabeza en todas las cosas. Nosotros no somos meramente parte del Cuerpo de Cristo; en el espíritu, nosotros somos aquello que Cristo es y hemos sido llamados por Dios, quien le levantó de la muerte, para que crezcamos en Cristo en todas las cosas para que lleguemos a ser actualmente aquello que él es y manifestemos lo que él es. Vamos a tratar este asunto más detalladamente en los capítulos que corresponden a la novena parte titulada “El Gran Secreto y el Corazón del Hombre.” Nosotros no vivimos para Cristo, nosotros vivimos Cristo. Pablo pudo decir que es Cristo quien vive en nosotros y que, la vida que nosotros ahora vivimos, la vivimos en la fe del Hijo de Dios, quien se dio a sí mismo por nosotros. Una vez que la identidad que se nos ha otorgado es Cristo, ahora vivimos en él y estamos sujetos en aquello para lo que fuimos sujetos por él. Con esa finalidad andamos, para que, por estar sujetos a la cabeza que es Cristo, podamos hacer de todo esto una realidad en nuestras vidas.

Crecemos en el hombre perfecto, Cristo Jesús

Pablo dijo que todos nosotros vamos adquiriendo el verdadero conocimiento experimental del Hijo de Dios; todos nosotros estamos llegando a ser el hombre perfecto:

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“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a l medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:13)

El versículo anterior se refiere a la madurez que alcanzamos después de conocer por experiencia al Hijo de Dios. El nuevo hombre fue creado conforme a la imagen de Dios. El nuevo hombre ha nacido dentro de todos los cristianos a través de la obra de Dios Mismo. Fue Dios quien hizo que Cristo naciese en nosotros. No está sobre o fuera de nosotros sino dentro nuestro por el don del espíritu santo. Ahora tenemos que averiguar todo lo que esto lleva consigo. Debemos crecer en nuestros corazones para llegar a ser aquello que Dios ha hecho en nosotros en Cristo.

Vistiéndonos de nuevo

Todos nosotros tenemos que vestirnos del nuevo hombre en nuestros corazones:

“Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:24)

El Gran Secreto se destina al hombre nuevo

Todas las riquezas de la gloria del secreto están dirigidas al nuevo hombre y tienen que ver con el hombre nuevo. Todas las promesas en las epístolas están dirigidas al hombre nuevo. El hombre nuevo es el único que puede presentarse ante Dios en verdadera justicia y santidad. El hombre nuevo es el que lleva dentro todas las bendiciones espirituales en Cristo. En el nuevo hombre, la gracia de Dios ha realizado una obra que solo Él pudo ejecutar. Ha sido Él quien a hecho iguales que Cristo a cada cristiano para que pudiésemos estar unidos como un solo y nuevo hombre en el Cuerpo Único. Hasta ese punto llegó la sabiduría de nuestro Padre.

Este hombre nuevo y único tiene todo lo que es de Cristo y todos nosotros hemos sido hechos participantes suyos para presentarnos ante Dios a través de Jesucristo en un solo Cuerpo. Nuestro Padre celestial ha hecho sobreabundar toda sabiduría en nosotros. La sabiduría de este nuevo hombre nos ha sido otorgada antes de la fundación del mundo para gloria nuestra.

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Capítulo 32: El Gran Secreto del Nuevo Hombre Único (segunda parte)

“Cristo es el todo en todos”

Todas las cosas del nuevo hombre en Cristo provienen de Dios. Cristo es el todo de Dios. El Gran Secreto es que hemos sido crucificados con Cristo para que pudiésemos estar muertos para nosotros mismos y para este mundo, y, una vez que eso ocurrió, Dios nos revivió en Cristo y nos bendijo con todas las bendiciones espirituales en Cristo.

Nuestra nueva naturaleza en Cristo es tanto el lugar que ocupamos como la parte que nos corresponde en el Cuerpo Único de Cristo. Esos fueron los designios de Dios. Nuestra entrada en el Cuerpo Único de Cristo se hizo a través del recibimiento del mismo espíritu de Cristo.

“Porque por un mismo espíritu fuimos todos bautizados en un solo cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo espíritu” (1ª Corintios 12:13)

Nuestra parte carnal natural no tiene cabida en el nuevo hombre ni tiene nada que ver en el Cuerpo Único de Cristo. Pablo, refiriéndose a este nuevo hombre en la epístola a los colosenses escribió lo siguiente:

“Donde no hay griego, ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo y en todos.” (Colosenses 3:11)

En el nuevo hombre, Cristo es el todo en todos y cada uno de los cristianos. Todos nosotros formamos el nuevo hombre en el Cuerpo Único de Cristo. Nuestra naturaleza carnal no hace parte de este Cuerpo espiritual único; sino que Dios nos dice que sepamos que es vieja naturaleza ya está muerta y que la demos por muerta. Desde la perspectiva de Dios, de todas maneras ya está muerta, así que debemos alinearnos y ser obedientes a Su punto de vista, para que podamos pensar de acuerdo a lo que Él piensa. La naturaleza carnal solo servirá para ser un estorbo en el Templo de Dios.

La Unidad del Nuevo Hombre – el templo – una casa espiritual

Efesios 2:21 nos habla acerca del Cuerpo Único como siendo el templo del Dios viviente.

“En quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un tempo santo en el Señor.

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En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu.” (Efesios 2:21-22)

Nosotros hemos sido llamados para llegar a ser el nuevo hombre en Cristo. La Iglesia de Jesucristo no es una iglesia en el sentido que se piensa generalmente hoy en día, sino que la Biblia dice que es una casa espiritual, que no se puede ver con los cincos sentidos humanos. Debe ser discernida espiritualmente. Es el Cuerpo Único de Cristo y cada uno de nosotros recibe su crecimiento directamente de parte del Dios Todopoderoso para habitar en este templo santo y espiritual. Todos nosotros crecemos en el nuevo hombre y a todos nosotros se nos ha puesto en el nuevo hombre en nuestros corazones para que lleguemos a ser iguales que Cristo.

“No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos

Y revestido del nuevo, el cual, conforme a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento pleno.” (Colosenses 3:9-10)

Somos un mismo espíritu con el Señor Jesucristo

“Pero el que se une al Señor, un espíritu es con él.” (1ª Corintios 6:17)

Nosotros no tenemos ya nada que ver con lo que éramos en nosotros mismos, hemos sido puestos por Dios en el nuevo hombre y ahora crecemos dentro de él. Por tanto, estamos siendo edificados como un templo espiritual y santo para que el Mismo Dios habite en nosotros.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, más vive Cristo en mí, y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20)

La Iglesia de Jesucristo es un pueblo escogido entre individuos judíos y gentiles para formar una nueva nación, un nuevo pueblo, o más exactamente, para ser un nuevo hombre en Cristo. Ese nuevo hombre es Cristo, el Hijo de Dios, el hombre perfecto. Este es el verdadero conocimiento del Hijo de Dios. Este es el Gran Secreto que Dios guardó en Sí Mismo hasta que se lo reveló al Apóstol Pablo.

Si entendemos este Gran Secreto, tendremos la absoluta convicción de que Dios está operando en nosotros para que alcancemos la perfección del hombre que es conforme a la imagen de Dios. Tú ya has muerto con Cristo y eres libre ahora de creer que Dios está nutriéndote y dándote el crecimiento en el nuevo hombre. Este nuevo hombre es en todas las cosas el Cristo que tienes dentro.

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Nosotros somos un nuevo hombre en Cristo

En la Biblia, Dios clasifica a las personas dentro de tres categorías: judíos, gentiles y los escogidos para formar parte del nuevo hombre en Cristo que constituyen el Cuerpo Único de Cristo.

“No seáis tropiezo ni a judíos ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios.” (1ª Corintios 10:32).

Todos los hombres pertenecen a una de estas tres categorías.

Es interesante observar que, hablando estrictamente, hoy en día, de acuerdo a la Palabra de Dios, no existen títulos tales como el de judío para Jesús. Esto se debe a que, tanto los judíos como lo gentiles que han aceptado a Jesucristo, han muerto para sí mismos y han pasado a ser parte del nuevo hombre en el Cuerpo de Cristo. Pablo era un hebreo de hebreos, sin embargo, consideró todo su estatus hebreo como si no valiese para nada, como basura, para poder ganar a Cristo, para que pudiese pasar a ser el nuevo hombre en Cristo.

“Circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo

En cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible.

Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo. (Filipenses 3:5-8)

Los judíos que han pasado a ser miembros del Cuerpo de Cristo ya no son judíos. De la misma manera que, los gentiles han dejado de ser gentiles si han pasado a ser miembros del Cuerpo de Cristo. Si nos mantenemos viviendo en nuestro viejo hombre, entonces no dejaremos espacio en nuestros corazones para Cristo. Pablo dijo que por causa de Cristo, todo el mundo había sido crucificado para él y él había sido crucificado para el mundo. Aquí reside nuestra verdadera identidad. Ya no somos ni judíos ni gentiles; ya no pertenecemos a este mundo: antes bien, somos el nuevo hombre y pertenecemos al Cuerpo Único de Cristo.

“Pero lejos esté de mí gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me es glorificado a mí, y yo al mundo.

Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada ni la incircuncisión, sino una nueva creación.

Y a todos los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia sea a ellos, y al Israel de Dios.” (Gálatas 6:14-16)

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El Gran Secreto va más allá de ser parecidos con Cristo

El Gran Secreto es que Dios, a través de Cristo, está formando una nación de personas que están creciendo junto a la cabeza del Cuerpo Único, para llegar a ser iguales que Cristo. Todos estamos creciendo en Cristo. Esto no es solo ser parecidos con Cristo, va mucho más allá; estamos pasando a ser exactamente iguales que Cristo es. Hemos muerto para nosotros mismos para que podamos ser hechos de nuevo. Nosotros pasamos a ser el nuevo hombre del Cuerpo Único de Cristo donde él no solamente es el todo sino en todos. Así que, verdaderamente, estamos creciendo dentro de él, lo que significa que va más allá que llegar a ser semejantes a él. Nunca más seremos judíos o gentiles. Nosotros somos miembros de Cristo, la unidad del hombre nuevo. En el Cuerpo de Cristo, fuimos hechos un nuevo hombre en el cual todas las cosas son nuevas y no pertenecen a la carne sino que son espirituales y divinas.

“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.

Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilio consigo mismo por Cristo…. “ (2ª Corintios 5:17-18)

El nuevo hombre es creado por Dios espiritualmente y posee una calidad absolutamente nueva y de acuerdo a Su imagen. Efesios 2:10 declara que el nuevo hombre fue creado en Cristo. Este nuevo hombre es perfecto y todo él es Cristo. Nosotros somos verdaderamente hijos de Dios. Jesucristo es el primogénito entre muchos hijos.

El Cuerpo de Cristo es verdaderamente la Iglesia del nuevo hombre. Dicho de otra manera, nosotros hemos sido llamados a formar parte del nuevo hombre que en su totalidad es Cristo. Viendo a la Iglesia como es, es decir, siendo el nuevo hombre en Cristo, vemos el punto de vista de Dios según la ha revelado en Su Palabra. Este es el Gran Secreto de Cristo y de la Iglesia.

Hemos llegado a ser miembros del Cuerpo de Cristo por recibir el don de su espíritu, el espíritu de Cristo. Este es el nuevo hombre y este es el espíritu santo.

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Capítulo 33: La predicación de la Cruz y el Gran Secreto

Hay muchas riquezas que Jesucristo hizo disponibles para nosotros en la Cruz.

Reconciliados en un solo Cuerpo

A través de la cruz, fuimos reconciliados con Dios:

“Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz

Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, ahora os ha reconciliado

En su cuerpo de carne, por medio de la muerte…” (Colosenses 1:20-22)

El camino nuevo y vivo

Jesucristo no solamente nos reconcilió con Dios en Un Cuerpo, sino que, a través de la cruz, nos abrió un camino hasta el Padre. Cuando él murió, el velo que separaba el Lugar Santísimo del resto del templo físico en Jerusalén se rasgó en dos. Eso fue una señal de parte de Dios para demostrar que ese camino se había abierto:

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo

Por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, d su carne.” (Hebreos 10:19-20)

El camino vivo fue conseguido a través de la cruz.

La formación del nuevo hombre en el Cuerpo Único de Cristo

El Padre creó al hombre nuevo en Cristo:

“Porque nosotros somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras…” (Efesios 2:10)

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Jesucristo consiguió introducir en este nuevo y único hombre tanto a judíos como a gentiles. Jesucristo hizo esto a través de la cruz:

“Aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz

Y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando las enemistades.” (Efesios 2:15-16).

A través de la cruz, Jesucristo ha hecho el Cuerpo Único de Cristo el cual es el templo de Dios. Este Cuerpo Único es uno de los os preceptos del Gran Secreto.

Para presentarnos santos y sin mancha delante de Él

A través de la sangre derramada en la cruz por Jesucristo fuimos reconciliados con Dios, para que pudiésemos presentarnos delante de Él santos y sin mancha:

“Y por medio de é reconciliar consigo todas las cosas, así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz.

Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, ahora os ha reconciliado

En su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha e irreprensibles delante de él.” (Colosenses 1:20-22)

Jesucristo se entregó a sí mismo para que los escogidos se pudiesen presentar perfectos ante Dios:

“Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella;

Para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra

A fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.” (Efesios 5:25-27)

En el versículo 32, Pablo continúa diciendo que “Este es el Gran Secreto: más dice esto respecto de Cristo y de la iglesia.” El propósito de Cristo a través de la cruz es que fuésemos santos, sin mancha y perfectos en él:

“Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos y sin mancha delante de él.” (Efesios 1:4)

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La abolición de la ley

A través de la cruz, Jesucristo abolió la ley para que pudiéramos vivir en la gracia y en el amor de Dios como hijos del Padre:

“Aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz.” (Efesios 2:15).

Jesucristo hizo dos cosas, primeramente cumplió perfectamente la ley, y después, abolió la misma ley cuando hizo de nosotros hijos en el nuevo hombre-

Anuló y quitó del medio la ley en su cruz:

“Anulando el acta de los decretos (la ley) que había contra nosotros, que nos era contraria, quitándola del medio y clavándola en la cruz.” (Colosenses 2:14).

Ahora tenemos paz para con Dios. Hemos sido reconciliados con Él en el Cuerpo Único. Ahora hemos entrado en el camino vivo y tenemos confianza para acercarnos al Lugar Santísimo. Somos perfectos en Cristo y su deseo es que nos presentemos en gloria, santos, sin mancha e irreprensibles en amor. Jesucristo abolió la ley que nos era contraria. Realizó todo esto a través de la cruz.

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Capítulo 34: Dentro del Gran Secreto no todos tenemos las mismas funciones

Dos maravillosas verdades

En este capítulo vamos a ver que existen dos maravillosas verdades acerca del Cuerpo Único de Cristo que precisamos establecer muy firmemente en nuestros corazones. Primeramente, nuestro Padre ha colocado a cada miembro del Cuerpo de Cristo como Él ha querido, y segundo, no todos los miembros tienen la misma función u oficio en la Iglesia. En este capítulo vamos a exponer estas dos verdades.

Ha sido Dios quien te ha colocado en la posición que ocupas en el Cuerpo de Cristo:

“Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo como él quiso.” (1ª Corintios 12:18)

Dios nos ha puesto a todos en el Cuerpo de Cristo como Él quiso. La palabra “colocado” es “tithemi” en el griego, que significa ocupar un lugar específico por orden o designio. Todos los cristianos han sido colocados por Dios en un lugar especial dentro del Cuerpo de Cristo. Tu posición lleva el sello y la autoridad de Dios, así que no le permitas a nadie que te disloque para otro lugar en el Cuerpo Único. Debes estar convencido de que tu posición es especial, por cuanto ha sido diseñado por Dios. Ese es el modelo que Dios te ha fijado. Cuando estamos hablando de tu lugar en el Cuerpo de Cristo, a lo que realmente nos referimos es al cometido que Dios te ha señalado para que cumplas dentro del cuerpo. Tu posición no es un sitio muerto o inerte, sino una función vital. Es interesante darse cuenta de que, mientras más entendemos la Palabra, más y mejor nos iremos dando cuenta de la posición particular que tenemos en el Cuerpo Único.

No todos los miembros tienen la misma función

Igual que en nuestros cuerpos físicos, donde tenemos manos, piernas, y pies etc. y todos tienen diferentes funciones, así también sucede en el Cuerpo de Cristo – existen miembros diferentes realizando funciones diferentes para beneficio de todo el pueblo de

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Dios. Pablo utiliza este ejemplo del cuerpo humano físico para mostrarnos cómo son diferentes los miembros del Cuerpo de Cristo y cómo realizan funciones diferentes.

“Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,

Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.” (Romanos 12:4-5)

No todos los miembros tienen el mismo oficio, Siendo miembros, todos nosotros tenemos diferentes oficios o funciones en el Cuerpo, pero todas las funciones son igualmente necesarias.

Los dones de la gracia

Todos los cristianos renacidos son miembros del Cuerpo Único y han recibido don(es) de gracia de parte de Dios para bendecir a la Iglesia. Algunos han recibido la gracia de tener ministerios en la Iglesia tales como el de apóstoles, profetas, maestros, pastores y evangelistas. Otros han recibido diferentes dones de gracia que, sin pertenecer a estos ministerios, son diferentes vías para bendecir al Cuerpo de Cristo tales como el de exhortar a los hermanos y hermanas en Cristo, o el de mostrar una gran misericordia con los que la necesiten o el de ayudar a los miembros que la precisen etc. Pablo explica esto mismo en el Epístola a los Romanos:

“De manera que teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;

O si el de servicio, en servir; o el que enseña en la enseñanza;

El que exhorta en la exhortación; el que reparte con liberalidad; el que hace misericordia con alegría.

El amor sea sin fingimiento.” (Romanos 12: 6-9)

Todos estos oficios son ejemplos de dones de gracia (“charisma”) y son ordenados por Dios; todos llevan Su sello de aprobación y autoridad. Todos nosotros tenemos algo de parte de Dios con lo cual contribuir para el Cuerpo de Cristo.

Cada una de las funciones es especial porque proviene de Dios, y cada oficio es igualmente necesario para la plenitud y el crecimiento del Cuerpo de Cristo. Mientras mayor sea tu crecimiento en la Palabra de Dios, mejor llegarás a descubrir cual es tu propio lugar en el Cuerpo de Cristo y cual es el “carisma” que Dios te ha otorgado para bendecir a la Iglesia.

Todos estos dones están sujetos al “tithemi” de nuestro Padre. Primeramente, Él nos dio a todos el espíritu a través del cual nos hizo miembros del Cuerpo de Cristo. Por un solo

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espíritu fuimos todos bautizados en el Cuerpo Único de Cristo. Después, a cada uno de nosotros nos otorgó una posición o función particular dentro del Cuerpo conforme Él quiso. Fue Él quien nos dio estos dones (“Charisma”) que determinan la particular contribución de cada uno. La cabeza del Cuerpo Único, Jesucristo, realiza estos oficios en todos hoy en día. Sin embargo, ningún miembro del Cuerpo de Cristo, sino solo la Cabeza, ha crecido todavía completamente en estos oficios o habilidades. Además, todos tenemos este potencial dentro de cada uno porque tenemos a Cristo de nosotros. Todo el poder reside en Cristo, el cual está en nosotros. Sin embargo, la verdad es que todos vamos creciendo en él y todavía nadie ha sido completamente perfeccionado o ha crecido plenamente en él. La habilidad de hacer todas estas cosas reside en el espíritu de Cristo que llevamos dentro. Por tanto, todos estamos en un proceso de crecimiento en todas las cosas en él. Algún día seremos, después de la Reunión de todos los santos, completamente perfeccionados y completamente crecidos en él.

El orden de Dios – “luego”

“Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.” (1ª Corintios 12:28)

Observe el orden de Dios y cómo estableció las diversas prioridades: primeramente apóstoles, que traen la nueva luz del Gran Secreto al pueblo de Dios, a seguir los profetas, que son los que traen de vuelta a Su gente al camino del Señor y a Su Palabra al respecto del Gran Secreto; y en tercer lugar los maestros de la Palabra, que explican la voluntad de Dios en el Gran Secreto a Su gente. Y a seguir, Dios utiliza esta expresión “luego.” Después de señalar a los apóstoles, profetas, y a los maestros, Él pone por orden a los que hacen milagros y dones de sanidades. Es interesante observar que hay algunos cristianos que consideran los milagros y las sanidades prioritarias para la Cristiandad, pero Dios tiene una perspectiva diferente al colocarlos en Su lugar debido. Así, seguidamente, señala a los que ayudan, a los que administran y a los que tienen diversidad de lenguas.

Los dones mejores y el camino más excelente

Hay una declaración en Corintios que muchos han subestimado para su propia desgracia:

“Procurad, pues, los dones mejores….” (1ª Corintios 12:31ª)

La palabra “mejores” se suele traducir por “los más grandes” y aquí se refiere a los dones requeridos para la edificación de la iglesia y más particularmente se refiere a los

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dones requeridos para suplir una necesidad. La palabra “dones” es “carisma” que ya hemos visto que significa dones de gracia.

“Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados.” (Romanos 1:11).

La necesidad dentro de una circunstancia particular podrá se la de un apóstol, o podrá ser la de hacer sanidades, o la de fornecer guía espiritual o ayuda. El objetivo principal es que los creyentes puedan ser guiados para que estén firmes y establecidos en el Gran Secreto (vea también Romanos 16:25-26), y que, después de que estén plenamente arraigados, los creyentes que hayan recibido ministerios estén capacitados con el ministro para disfrutar ambos del mutuo consuelo de sus creencias.

“Esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí” (Romanos 1:12)

Y además

“para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento, a fin de conocer el misterio de Dios el Padre y de Cristo.” (Colosenses 2:2)

¿Está tu iglesia o grupo de comunión unida en amor y viviendo junta el Gran Secreto, plenamente establecidos sus miembros y disfrutando de todo esto? El objetivo de cualquier iglesia o grupo de comunión es alcanzar todos los beneficios del Gran Secreto. Sin embargo, todavía existe un camino más excelente que el de poseer los dones mas necesarios de la gracia.

“Procurad, pues, los dones mejores. Mas yo os muestro un camino aun más excelente.” (Romanos 12:31)

El camino más excelente es el amor, porque la finalidad de la Palabra es el amor:

“Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de buena conciencia, y de fe no fingida.” (1ª Timoteo 1:5).

El camino más excelente en 1ª Corintios capítulo 14

En este punto vamos a trasladarnos de los dones de la gracia para el uso correcto de las manifestaciones del espíritu santo en la iglesia. Este capítulo nos enfoca la edificación de los miembros del Cuerpo de Cristo, y a esto lo define como el hecho más “excelente”

“….porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.” (1ª Corintios 14:5b)

La edificación del Cuerpo de Cristo se hace a través del crecimiento individual en la cabeza, que es Cristo. Después de enseñarnos el camino más excelente en amor, en el

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capítulo 13, Pablo vuelve a repetir el adjetivo de mayor o más grande. El final del capítulo 12 habla sobre los mejores dones; mientras que el capítulo 14 utiliza una figura literaria donde se refiere a la persona de la cual se habla con respecto a su propia obra. Dice que mayor es quien edifica al Cuerpo de Cristo que aquel que se edifica solamente a sí mismo.

De todo esto podemos deducir que Dios nos ha colocado en el Cuerpo de Cristo. El lugar donde nos ha puesto se refiere tanto a al nuevo hombre (espíritu) como a la función particular u oficio con el cual servimos al Cuerpo Único de Cristo. Este servicio envuelve los dones de la gracia de Dios. El mejor será el más grande a medida que supla las necesidades del cuerpo, para que cada miembro se presente perfecto en el Gran Secreto de Cristo.

El andar de la mente renovada en Romanos 12

La enseñanza de Romanos 12 nos ilumina el entendimiento. Romanos 12:1-2 nos habla acerca del crecimiento en Cristo y de ser transformados en él

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrifico vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:1-2)

Cuando estamos creciendo en la cabeza, podemos llevar a cabo la voluntad de Dios. El segmento siguiente continúa exhortándonos a cada uno de nosotros para que no tengamos más alto concepto de nosotros propios solo porque hayamos recibido algún tipo de don de la gracia de Dios. Se nos recuerda que hay muchos miembros en el Cuerpo Único y que no todos los miembros tienen la misma función. No todos tienen el mismo don de gracia.

“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,

Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.” (Romanos 12:3-5)

Somos miembros los unos de los otros porque a los ojos de Dios todos somos miembros del Cuerpo Único. La verdad es que, tengamos lo que tengamos, todo nos ha sido dado por Dios. Todo lo hemos recibido por gracia; es decir, no hicimos méritos de nuestra

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parte para que Dios nos otorgase todo Su divino favor. Definitivamente, no hay nada en lo que enorgullecerse, sino que todo lo hemos recibido de gracia para poder servir al cuerpo; ese es el objetivo. Esa es la humildad a la que Pablo se refiere aquí. En Efesios 4:2, se nos exhorta para que andemos “en toda humildad y mansedumbre.” El más grande o mayor entre nosotros es aquel que más sirve; el mayor nunca será aquel que se eleva de posición a sí mismo.

“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe;

O si de servicio en servir; o el que enseña, en la enseñanza;

El que exhorta, en la exhortación; el que reparte con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia con alegría.

El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.” (Romanos 12:6-9)

En Romanos 12:6-8, se nos recuerda que no todos los miembros tienen el mismo don de gracia. Se nos exhorta a que estemos ocupados con aquella labor que Dios nos otorgó a cada uno. En Romanos 12:9, se nos pide que nuestro amor sea sin hipocresía. Este amor sin fingimiento también está presente en los versículos siguientes. En cuanto al honor, se nos dice que tengamos en cuenta a los demás miembros del Cuerpo de Cristo en vez de ponerlo en nosotros mismos. En otras palabras, debemos estimar a los demás en el Cuerpo de Cristo y considerarlos en una posición más elevada que la nuestra. Filipenses 2:3 dice que “no hagáis nada por contienda o vanagloria, antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo.” Aquí, en Romanos, también encontramos esta misma verdad en relación al servicio:

“Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.

En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor

Compartiendo para las necesidades de los santos…” (Romanos 12:10-13)

Cuan hermosas son las instrucciones de Dios. No hay lugar para que la carne reciba gloria alguna. Todo lo contrario, en cuanto a la estima como hermanos debemos darle el honor a los otros miembros del Cuerpo antes que a nosotros mismos y ser diligentes espiritualmente de acuerdo al Cristo que llevamos dentro, debemos servirnos los unos a los otros con aquellos dones de la gracia que nos hayan sido otorgados.

El andar de mente renovada en 1 Corintios 12

La enseñanza de 1ª Corintios 12 se complementa con la de Romanos capítulo 12. Van juntas la una con la otra. La epístola de Romanos registra la doctrina fundamental de la completa revelación del Gran Secreto contenida en Efesios. Sin embargo, Corintio

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corrige a todos aquellos que no están andando de acuerdo a la doctrina de Romanos. Las dos secciones, tanto en Romanos como en Corintios, relatan nuestro andar a la luz del Cuerpo Único de Cristo.

1ª Corintios 12:11 habla acerca del repartimiento de las manifestaciones del espíritu santo a cada hombre en particular como él quiere (el propio hombre) porque todos tenemos a Cristo dentro.

“Pero todas las cosas las hace uno y el mismo espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1ª Corintios 12:11)

Los dos versículos siguientes resaltan que, exactamente igual que en un cuerpo físico existen muchos miembros (manos, piernas, pies, ojos, oídos etc.), todos son parte del mismo cuerpo, así sucede también con los miembros del Cuerpo Único de Cristo. Todos los creyentes renacidos son miembros del mismo Cuerpo Único de Cristo.

“Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo.

Porque por un solo espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo espíritu.” (1ª Corintios 12:12-13)

Y llegado a este punto, Pablo declara:

“Además, el cuerpo no es un solo miembro, sino muchos.” (1ª Corintios 12:14)

El Cuerpo de Cristo es constituido por miembros diferentes y no meramente por un solo miembro. A todos se nos exhorta para que nos demos cuenta de esto y que andemos conforme a este conocimiento. En los versículos siguientes, la Palabra de Dios se introduce en una conversación humorística y ridícula entre diversas partes físicas del cuerpo de una persona, con el sentido de enseñarnos cómo deben actuar todos los miembros del Cuerpo Único de Cristo.

“Si dijere el pie: Porque no soy mano, no soy del cuerpo, ¿Por eso no será del cuerpo?

Y si dijere la oreja: Porque no soy ojo, no soy del cuerpo ¿Por eso no será del cuerpo?

Si todo el cuerpo fuese ojo, ¿dónde estaría el oído? Si todo fuese oído, ¿dónde estaría el olfato?” (1ª Corintios 12:15, 16, 17)

El versículo 17 pregunta que si todo el cuerpo fuese un ojo, ¿dónde se encuentra el oído? Ninguna función por sí misma contiene toda la esencia, ni puede subsistir por sí misma. Desde el punto de vista de Dios, todas las partes deben ser consideradas en su globalidad, en toda su Unidad.

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En estos versículos, se mencionan las partes físicas del cuerpo como ejemplo para ilustrar las partes o miembros espirituales del Cuerpo de Cristo. La Palabra de Dios nos enseña que nosotros somos los miembros de Cristo en dos aspectos. Primeramente, tenemos el espíritu de Cristo dentro de nosotros, el nuevo hombre que tiene todo lo mismo que tiene Cristo; y segundo, cuando andamos en esa nueva naturaleza con la finalidad de servir a otros, entonces crecemos en todo lo que la naturaleza nueva es y disfrutamos de todo lo que tiene la cabeza, que es Cristo.

Nuestro caminar y nuestro crecimiento se relaciona con los diferentes oficios o funciones en el Cuerpo de Cristo. Será interesante recordar, como ya hemos referido anteriormente, que ha sido Dios quien ha colocado a cada miembro en su lugar especial como Él quiso.

“Mas ahora Dios ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como Él quiso.

Porque si todos fueran un solo miembro ¿Dónde estaría el cuerpo?” (Romanos 12:18-19)

Dios nos ha colocado a todos en el Cuerpo y ha otorgado, a cada miembro, una función particular y específica como Él ha querido. Es decir, por la gracia de Dios, tú has recibido una función u oficio en el Cuerpo de Cristo tal y como Él Quiso. Por lo tanto, mientras más crezcamos en la Palabra de Dios, más y más nos vamos dando cuenta de cuál es la especial función que se nos ha otorgado.

1ª Corintios 12:19 nos alerta preguntándonos que si en el Cuerpo de Cristo todo se resumiese a un solo don de gracia, ¿dónde estaría el Cuerpo? En otras palabras, ¿qué pasa con los otros miembros y funciones? Son todos importantes como lo explica muy bien 1ª Corintios 12:20-24.

“Pero ahora son mucho los miembros, pero el cuerpo es uno solo.

Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros.

Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios;

Y aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a estos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro.

Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba.” (1ª Corintios 12:20-24)

La Palabra de Dios nos dice que Él ha dispuesto al Cuerpo Único de Cristo dándole más abundante honor al miembro que estaba en falta. Esta claro que Pablo tuvo que reprender a algunos creyentes corintios por no haber dispuesto sus corazones a andar de acuerdo al Gran Secreto. En vez de andar en el espíritu, se habían enorgullecido tanto en

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sí mismos como en otros líderes por no adherir a la verdad del Cuerpo Único, no tenían en cuenta la manera que Dios había establecido en el Gran Secreto.

El deseo del corazón de Dios se encuentra en el corazón del Gran Secreto.

“Para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros.

De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.” (Romanos 12:25-26).

Esta es la unidad que Dios ha establecido. ¿No es maravillosa?

Los años recientes

En estos años recientes, ha existido la tendencia de parte de algunos cristianos de sobrevalorar las palabras que Jesús habló a los doce discípulos:

“Sanad enfermos, limpiad leprosos, levantar a los muertos, echar fuera demonios: De gracia habéis recibido, dad de gracia.” (Mateos: 10:8)

Algunas personas piensan equivocadamente que esta es la finalidad del Gran Secreto, se ha pensado que todos los cristianos deberían estar realizando estas señales hoy en día. Es verdad, la habilidad y el poder de hacer estas obras se encuentra verdaderamente en cada cristiano porque todos tenemos Cristo en nosotros; pero, debe haber algún inmadurez en aquella tendencia de magnificar a estas obras como si fuesen toda la esencia de la Cristiandad. Porque, cuando vamos a la Palabra de Dios, se nos muestra un cuadro bien diferente a este respecto. Jesucristo mandó a los doce Apóstoles que no fuesen a los gentiles, sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Esto es muy significativo. Los Apóstoles no fueron ofreciendo el evangelio de la Gracia de Dios inserido en el Gran Secreto, sino el evangelio del rey y del reino de los cielos a Israel:

“A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones, diciendo: Por caminos de Gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis.

Sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel.

Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado.

Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia.” (Mateos 10:5-8)

En esta Era de Gracia en la cual vivimos, nuestro cometido no es ignorar a los gentiles, pues nosotros éramos gentiles también. Nuestro evangelio no es el evangelio del reino de los cielos, sino el evangelio de la Gracia de Dios que se encuentra en el Gran Secreto. Esta es la administración de la Gracia, en la cual se enfocan asuntos completamente diferentes. Nosotros ahora somos parte del Cuerpo Único de Cristo y

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estamos creciendo en la Cabeza. No predicamos el reino de los cielos, sino que predicamos a “Jesucristo de acuerdo a la revelación del misterio que se mantuvo oculto desde la fundación dl mundo….para la obediencia a la fe” (Romanos 16:25 y 26). Por tanto, necesitamos ser maduros entendiendo esta diferencia.

Conclusión

En el Grande Secreto no todos tenemos la misma función u oficio. Dios ha establecido en la iglesia apóstoles, profetas, y maestros; después, milagros, y entonces dones de sanidades, los que ayudan, los que administran, y los que tienen diversidad de lenguas. Además, Dios nos ha dado a cada uno una función particular y todos estamos creciendo en Cristo en todas las cosas. Somos miembros los unos de los otros en el Cuerpo Único de Cristo.

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VIII Parte – El Evangelio de la Gloria de Nuestro Señor Jesucristo

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Capítulo 35: El Evangelio de la Gloria de Nuestro Señor Jesucristo

Evangelios

La palabra “evangelio” significa buenas noticias o buenas nuevas. Existen muchos evangelios en la Biblia tales como el Evangelio de Dios, el Evangelio del Reino de los Cielos, El Evangelio del Reino de Dios, el Evangelio de la Gracia, el Evangelio Eterno y otros. Todos ellos están separados y son distintos, cada uno ocupa su posición particular y tiene su diferente significado. Sin embargo, el Evangelio de la Gloria de Nuestro Señor Jesucristo es un evangelio especial que se relaciona con el Gran Secreto que le fue revelado a Pablo.

“Pero si nuestro evangelio está aun encubierto, entre los que se pierden está encubierto.

En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos, de modo que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios” (2ª Corintios 4:3-4)

El Padre nos declara que este evangelio debe resplandecer tanto en nosotros como en nuestro entendimiento.

“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo.

Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros.” (2ª Corintios 4:6-7)

En Cristo se nos muestra la mismísima gloria de Dios. El hombre nuevo es glorioso porque está creado en la gloria de Dios. Por la bondad y la gracia de nuestro Padre, hemos sido puestos en el centro de este mismo evangelio. En otras palabras, se nos ha dado un lugar preeminente dentro de él. En este capítulo vamos a explorar la parte que nos corresponde dentro del evangelio de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

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“Doxa”

La palabra griega para gloria es “Doxa.” Significa brillo, majestad, honor, honor supremo, excelencia. El poder de Dios posee todas estas cualidades. “Doxa” en el contexto de la Gloria de nuestro Señor Jesucristo se refiere a la dignidad real del rey. Nosotros hemos recibido el espíritu de Cristo (don del espíritu santo) para que habite en nosotros continuamente. Todo lo que posee ese espíritu es glorioso. Y la obra futura de Dios en nosotros también será gloriosa. Vamos a ver el lugar que nos corresponde en este evangelio.

El Gran Secreto designado para nuestra gloria

Dios declara que designó el Gran Secreto para nuestra gloria. El Gran Secreto que Él mantuvo ocultado en Sí Mismo es para nuestra gloria. Dios quiere glorificarnos a ti y a mí con este Gran Secreto:

“Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria” (1ª Corintios 2:7).

Esta sabiduría fue predestinada para nuestra gloria. La intención de Dios es llevarnos al corazón mismo del Evangelio de la Gloria de Nuestro Señor Jesucristo. Dios nos mostrará cómo nos ha otorgado un lugar de destaque en este evangelio. Él declaró que, hoy en día, nosotros podemos comenzar a andar con esta gloria en nosotros.

Gloria actual y gloria futura

Colosenses 1:27 se refiere a esta gloria en dos términos, acerca de la gloria que nos ha provisto ahora como de la gloria que nos proveerá en el futuro:

“A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27)

Hay una gloria disponible hoy en día, y hay más gloria que vendrá en el futuro. Actualmente, Dios nos está dando a conocer cuales son las riquezas de la gloria de este secreto de Cristo en nosotros. Y en el mismo versículo, Él nos muestra que también tenemos la esperanza de la gloria futura de Cristo.

En nuestro idioma hoy en día, la palabra “esperanza” tiene un timbre de incertidumbre dentro de ella, Se utiliza generalmente sobre algo que puede, o no, suceder. Escuchamos decir “tengo esperanzas de que llueva” “tengo esperanza de llegar a tiempo” y “tengo esperanza de que gane mi equipo” y cosas así. Sin embargo, en los tiempos en que la Biblia fue escrita, la palabra esperanza se refería a la certeza de algo que sucedería con

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toda seguridad en el futuro. La frase “esperanza de gloria” se refiere a la gloria futura de Cristo que nosotros también poseeremos.

Por tanto, el evangelio de la gloria de nuestro Señor Jesucristo nos provee de gloria hoy en día y de gloria posterior en el futuro.

“A lo cual os llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.” (2ª Tesalonicenses 2:14)

La Palabra de Dios declara que hemos sido llamados mediante el evangelio del Gran Secreto para que obtengamos la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Esta es una poderosa declaración relativa a las dos glorias: a la gloria que Jesucristo ha recibido ya de parte de Su Padre, y a las glorias que le concederá Su Padre haciéndole Rey de reyes y Señor de señores en el futuro. Nosotros también hemos sido llamados para que participemos de las dos glorias. Hoy en día, ya hemos sido glorificados junto con el Cristo ascendido en nosotros:

“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

Y a los que predestinó, a estos también llamó; y a los que llamó, a estos también justificó; y a los que justificó, a estos también glorificó.” (Romanos 8:29-30)

Jesucristo fue levantado de los muertos y ascendió al Padre, ya ha sido glorificado, ahora se encuentra sentado a la diestra de Su Padre. Igual que él es ahora, somos nosotros en este mundo (1ª Juan 4:17). Esto se debe a que, el glorioso y ascendido Cristo, vive y reina ahora en nosotros. A eso mismo se refiere Pablo, cuando dice que ya fuimos glorificados. Pero además, todavía nos faltan glorias por recibir:

“…. para que juntamente con él seamos glorificados.

Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Romanos 8:17b-18)

Transformados en su imagen ahora

Dios, hoy en día, esta transformando a los fieles en la misma imagen de Cristo desde una gloria hasta la otra gloria.

“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen como por el espíritu del Señor.” (2ª Corintios 3:18)

La frase “de una gloria a otra” se refiere a que cada parte de Jesucristo es gloriosa. Cuando vamos siendo transformados desde una de las partes gloriosas de Cristo a otra

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también gloriosa, lo que estamos haciendo verdaderamente es ir creciendo en él. ¡Esto es maravilloso! Te das cuenta, todas las mudanzas que nuestro Padre realiza en nosotros son gloriosas. Jesucristo ya ha sido glorificado. Mientras que el mundo se va volviendo cada día más y más corrupto, o dicho de otra manera, va de corrupción en corrupción, a nosotros nos sucede lo contrario, vamos de una gloria para otra gloria. Efesios 4:15 nos dice que debemos crecer en Cristo en todos los aspectos. Todos los “aspectos” de Cristo son gloriosos, y es precisamente dentro de los “aspectos” de Cristo que nosotros vamos creciendo, es el mismísimo Dios quien nos está transformando, llevándonos de una gloria a otra.

Moisés

Después de haber recibido de parte de Dios la Ley, el rostro de Moisés brillaba de tal manera que los israelitas no podían fijar los ojos en ella. La cara de Moisés lucía con un brillo y una gloria que nunca habían visto antes. Moisés había permanecido en la presencia de Dios. Pero ¿Cuánto mayor no será el brillo para nosotros los que hemos sido reservados y escogidos en el Gran Secreto para nuestra gloria? Nosotros tenemos a Cristo habitando en nosotros. Hoy en día, los hijos de Dios están siendo igualados con Cristo y hemos sido coronados de toda su gloria. Jesucristo es el resplandor de la gloria de Dios, y nosotros tenemos a Cristo dentro de nosotros.

“….Cristo en ti la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27)

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Capítulo 36: Las riquezas de la gloria del Gran Secreto (presentes)

Enriquecidos en Cristo

Ya hemos tratado en un capitulo anterior cómo Dios quiere que nosotros lleguemos a saber el Gran Secreto en toda su plenitud. Es decir, el mayor deseo que Dios tiene es dar a conocer específicamente cuales son las riquezas de la gloria inseridas en este secreto. Porque saber y conocer por experiencia estas riquezas es de suma importancia para comprender la largura, la anchura, la profundidad y la altura del Gran Secreto.

“A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” (Colosenses 1:27)

Algunas de estas riquezas son las que nos están reservadas en el futuro, y otras se pueden disfrutar en este mismo instante, ahora mismo. Tenemos glorias en nosotros porque tenemos a Cristo dentro. En este capítulo vamos a examinar de cerca algunas de las riquezas que poseemos por tener a Cristo en nosotros.

En primer lugar, la Palabra de Dios declara que hemos sido enriquecidos:

“Porque ya conocéis la gracia de nuestros Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” (2ª Corintios 8:9)

Jesucristo murió para que pudiésemos ser enriquecidos. Las riquezas a las que aquí se refiere son las riquezas que provienen de tener a Cristo en nosotros. Cuando miramos dentro de la Palabra, nosotros vemos lo mucho que Dios nos ha enriquecido. Dios está muy feliz de habernos bendecido con todas las bendiciones espirituales que están disponibles en Cristo. Nosotros debemos sentirnos igual de felices a medida que nos vamos dando cuenta de estas verdades:

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con todo bendición espiritual en los lugares celestiales.” (Efesios 1:3).

Cuando dice “todas las bendiciones espirituales” se está refiriendo a cómo, en Cristo, se nos ha otorgado todo lo que Cristo tiene, y más significativamente, todo lo que él es. Nosotros estamos creciendo en todo lo que él es en todas las cosas. ¡Eso si que es riqueza! Sin embargo, hemos vivido durante mucho tiempo por debajo de la manera cómo deberíamos haber vivido: Hemos permitido que el Adversario nos robase todo

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aquello que Dios nos ofreció en Cristo. Pero Dios ya nos dio todas las cosas que pertenecen a Cristo:

“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará también con él todas las cosas?” (Romanos 8:32).

Un capítulo no será suficiente para hacerle justicia a las riquezas de la gloria del Secreto. Podría escribirse un libro entero acerca de este asunto; sin embargo, podemos señalar algunas de estas riquezas en el resto de este capítulo.

Las riquezas de la gloria en el nuevo hombre

La gloria del secreto es que poseemos a Cristo en nosotros. Las riquezas de la gloria del secreto refieren a todo lo que Dios ha hecho en Cristo dentro de nosotros. Estas son las cosas íntimas y profundas del secreto. Estas enormes riquezas deben procurarse en el nuevo hombre, donde todas las cosas nuevas son Cristo y son de Dios. Para nosotros, el nuevo hombre vive en las riquezas de la gloria donde Cristo es el todo en todos. Las riquezas de la gloria del Gran Secreto están dirigidas al nuevo hombre.

Ascendidos juntamente y vivificados juntamente

Cuando Cristo fue levantado de la muerte, nosotros fuimos levantados con él. Nosotros estábamos muertos espiritualmente, pero ahora hemos sido vivificados en Cristo y somos el nuevo hombre creado por Dios.

“Aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo.” (Efesios 2:5)

Hoy en día, nosotros estamos vivos en Cristo.

Sentados en los lugares celestiales a la derecha de Dios

Jesucristo fue resucitado de los muertos por el Padre. Después de que Cristo ascendiese, el Padre le sentó a Su diestra en los lugares celestiales.

“La cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales.” (Efesios 1:20)

La diestra o derecha del Padre es una figura literaria que significa Su mano de bendiciones. Nosotros también hemos sido sentados a la mano derecha de Dios.

“Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús.” (Efesios 2:6).

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Nuestro nuevo hombre se encuentra sentado en Cristo en los lugares celestiales y a la mano derecha (en medio de las bendiciones) de Dios, en donde las abundantes bendiciones de nuestro Padre se nos hacen disponibles. Cuando Cristo ascendió, nuestro nuevo hombre ascendió juntamente con él. Cuando se sentó a la diestra del Padre, nuestro nuevo hombre también se sentó juntamente con él. Las palabras “lugares celestiales” se refieren al especial lugar en los lugares celestiales donde Cristo se sentó y desde donde tiene su dominio sobre todas las cosas a la diestra de Dios.

Ciudadanos de la ciudad celestial.

Antes de que fuésemos renacidos en Cristo, todos nosotros éramos ciudadanos de este mundo, estábamos alejados de Dios y sin esperanza, ajenos a todas las promesas de Dios. Pero ahora, hemos sido reconciliados con Dios. Ahora estamos en Cristo y Cristo tiene su ciudadanía en muchos lugares, incluyendo la ciudad celestial donde nosotros reinaremos sobre el Trono del Padre. En nuestro nuevo hombre creado, nosotros somos el sujeto principal de todas las promesas de la esperanza en Cristo debido al llamamiento que cada uno ha recibido en él.

“Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios.” (Efesios 2:19).

Y además,

“Sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles,

A la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos.” (Hebreos 12:22-23)

Y además,

“Mas nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo.” (Filipenses 3:20)

Nuestro nuevo hombre habita en los lugares celestiales y no es ajeno a todas las bendiciones y promesas de Dios sobre Cristo y todos los llamados. Nosotros hemos sido incluidos por el Mismo Dios.

El asiento de autoridad – sobre todas las cosas

Como ya hemos visto, Cristo se sentó a la derecha del Padre y ocupó un lugar que se encuentra por encima de todas las cosas.

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“Sobre todo principado y potestad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no solo en este siglo sino también en el venidero.” (Efesios 1:21)

El único que se encuentra por encima de Cristo es nuestro Padre celestial. Todas las demás cosas en la creación se encuentran a sus pies, y está llegando el tiempo en el cual todos sus enemigos se le someterán. Nuestro nuevo hombre se encuentra en Cristo y en detiene esta misma posición que nuestro Señor y Salvador Jesucristo. Nosotros somos hijos juntamente con él, estamos juntamente sentados delante de nuestro Padre y tenemos que aprender a ejercitar esta autoridad.

“….sentándole a su diestra en los lugares celestiales,

Sobre todas las cosas….

Y sometió todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia,

La cual es su cuerpo, la plenitud de aquel que todo lo llena n todos.” (Efesios 1:20-23)

Nuestro nuevo hombre se encuentra sentado en la misma posición que Cristo está sentado hoy en día. El Adversario, el Diablo, se encuentra por debajo de nuestros pies y nosotros estamos por encima de su mundo porque hemos sido renacidos de Dios.

“Porque todo lo que es nacido de Dios vence al mundo, y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” (1ª Juan 5:4)

Nosotros tenemos al ascendido, victorioso, y viviente Cristo en nosotros y hemos comenzado a ser edificados en él.

Completamente completos en él

Dios declara que nosotros estamos completos en él. Eso significa que, en el nuevo hombre, no tenemos falta de nada.

“Y vosotros estáis completos en él, que es la cabeza de todo principado y potestad.” (Colosenses 2:10).

Un bebe físico se encuentra repleto de todo, pero no está completamente desarrollado. De la misma manera, aunque seamos bebés en Cristo, también nosotros estamos completos, pero todavía no hemos crecido lo suficiente en todas las cosas que Dios ya nos ha dado en Cristo. Dios no hace acepción de personas. Él no le ha dado más a un miembro que a otro en la nueva naturaleza que puso en cada uno dentro del Cuerpo de Cristo. Sino que, nos otorgó a cada uno la misma medida de la fe de Cristo y el mismo espíritu de Cristo. La palabra “completos” en este versículo enfatiza fuertemente eso mismo, significa literalmente que todos nosotros estamos completamente completos en Cristo.

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La justicia de Dios

La gloria del Gran Secreto es tan rica, que tú y yo hemos sido hechos justicia de Dios. Eso significa que nuestro nuevo hombre es tan justo como el Mismo Dios es justo: Dios ha creado al nuevo hombre de esa manera. Dios hizo a Jesucristo pecado, aunque él nunca hubiese cometido pecado: pero lo hizo por nosotros, para que pudiésemos ser hechos justicia de Dios en él.

“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2ª Corintios 5:21).

Dios creo nuestro nuevo hombre en justicia, de acuerdo a Su propia imagen y semejanza

“Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:24).

La justicia y la verdadera santidad se refieren a la justicia y santidad que pertenecen a Dios Mismo, pero también se refieren al nuevo hombre, porque el nuevo hombre es hechura de Dios. En otras palabras, Dios ha gravado Su justicia y santidad en el nuevo hombre.

Conclusión

Estas son algunas de las riquezas de la gloria del secreto de Cristo en nosotros, pero existen muchas más que nuestro Padre también desea darnos a conocer.

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Capítulo 37: El futuro del Gran Secreto (La esperanza de gloria)

La esperanza de gloria – una vista de ojos sobre el futuro

Llegará un día, en el futuro, en el cual se completará totalmente el Gran Secreto. Las palabras de Pablo a los colosenses nos introducen en aquel día futuro.

“….Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27)

La expresión “la esperanza de gloria” se refiere a la absoluta certeza d que alcanzaremos la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Esta es una promesa que Dios nos dirige a nosotros directamente:

“A lo cual nos llamó mediante nuestro evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo.” (2ª Tesalonicenses 2:14)

Ese es el futuro del Gran Secreto. Ese es nuestro futuro. El “Cristo en ti” es el espíritu de Cristo dentro de ti hoy en día. Esta es la simiente incorruptible que tú tienes ahora y que florecerá en ti hasta alcanzar la perfección del nuevo hombre de Cristo. Efesios declara que el espíritu santo dentro de nosotros es las arras de que posteriormente seremos redimidos para que obtengamos la plena posesión de todo. El futuro del Gran Secreto es un futuro muy glorioso.

Hay un glorioso futuro que nos será revelado. Cuando esto suceda, nuestro Padre habrá finalizado la obra que comenzó en nosotros. Hoy en día, nosotros estamos a ser transformados en la misma imagen de Su Hijo; en el futuro, obtendremos también la gloria que Dios le dio a Jesucristo haciéndole Rey de Reyes y Señor de Señores. Llegaremos a un punto en el cual seremos glorificados y que todos podrán ver nuestra gloria:

“cuando venga en aquel día para ser glorificado en sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto nuestro testimonio ha sido creído entre vosotros). (2ª Tesalonicenses 1:10).

Los hombres admirarán la gloria que el Padre nos concederá en aquel día. Será muy evidente y todos la verán. En Efesios leemos que “tenemos que alabar la gloria de Su gracia” (Efesios 1:6) y además, que la obra de Dios es para “la alabanza de Su gloria” (efesios 1:12). Nuestra herencia futura, que se refiere a cuando seamos plenamente edificados en Cristo, servirá definitivamente para alabanza de Su gloria. Las personas alabarán y cantarán la gloria de Dios y la gloria de Su gracia viéndonos a nosotros. En el

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futuro, los hombres y mujeres verán el producto de la gloriosa obra de la gracia de Dios en nosotros. El Cuerpo de Cristo será una lección práctica para toda la humanidad.

Transformados en su misma gloria en el futuro – un nuevo cuerpo glorioso

La esperanza de gloria también incluye una transformación maravillosa que tendrá lugar en el retorno de Jesucristo:

“El cual transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas.” (Filipenses 3:21)

El cuerpo físico que poseemos ahora se considera una “humillación” en comparación con el cuerpo glorioso que recibiremos en el retorno de Jesucristo, cuando nos reunamos con él. Este nuevo cuerpo tiene las mismísimas características que posee el cuerpo glorioso de Cristo actualmente. Está llegando el día en que seremos exactamente iguales que él, y seremos transformados en su misma gloria. Se nos otorgará un nuevo y glorioso cuerpo.

Pablo habla sobre este mismo asunto en 2ª Corintios, cuando dijo que si nuestra morada terrestre que es este tabernáculo, se deshiciese, nosotros tenemos una nueva morada (un nuevo cuerpo) reservada para nosotros en los lugares celestiales.

“Porque sabemos que si nuestra morada terrestre, este tabernáculo, se deshiciere, tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna en los cielos.” (2ª Corintios 5:1)

Transformados en su gloria en el futuro - ¿Qué habita en el nuevo cuerpo?

En el nuevo cuerpo habrá una vida vivificante, o, mejor dicho, una vida otorgada espiritual que contiene toda la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

“Así también esta escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante….

Y así como hemos traído la imagen del terrenal, traeremos también la imagen del celestial.” (1ª Corintios 15:45 y 49)

Esa es la gloria que se revelará en nosotros:

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“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” (Romanos 8:18)

Esta gloria será la vida gloriosa futura que se nos ha ofrecido:

“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.

Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza.

Porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios.”

En este versículo, la Palabra de Dios nos enseña que, mismo toda la creación, se encuentra aguardando para poder ser librada en la libertad que tendremos dentro de nuestra gloria futura. Hoy en día, el orden de la creación se encuentra envuelto e inundado en decadencia debajo del tiempo; pero el orden de la creación, en el futuro, será exactamente lo opuesto, estará sujeta al orden de una nueva vida otorgada. Cuan grande es la parte que no corresponde en este secreto.

Una mente nueva

Hoy en día, nosotros tenemos imperfecciones en nuestra mente. No siempre estamos alineados con lo que Dios piensa. Sin embargo, Algún día tendremos la misma mente perfecta que Cristo tiene:

“Porque en parte conocemos y en parte profetizamos.

Mas, cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.

….entonces conoceré como fui conocido.” (1ª Corintios 13:9, 10 y 12)

En ese día, seremos conocidos completamente igual que somos conocidos en Cristo, exactamente igual que Dios conoce todo lo referente al nuevo hombre que Él ha creado. En un capítulo anterior, vimos que el Gran Secreto fue dado por Dios para la obediencia a la fe. Eso es lo que Dios desea que creamos Sus hijos. Él nos ha escogido en Su divino consejo. Este consejo es la gloria del evangelio de la gloria de nuestro Señor Jesucristo en el cual somos edificados en Cristo en todos los aspectos que él es y tiene.

El precio – la plenitud de la estatura de Cristo

Ya hemos visto en capítulos anteriores cómo vamos a ser hechos en un futuro exactamente iguales que él es. Nuestro Padre celestial siempre se fija en la meta, en el momento en que seremos “conforme a la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios

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4:13). Nuestro Padre celestial nos perfeccionará hasta que alcancemos la plenitud de Cristo, el hombre perfecto. Seremos exactamente iguales que él es.

En el Gran Secreto, morimos tanto para nosotros mismos como para los caminos de este mundo, para que podamos llegar a ser el nuevo hombre en Cristo y podamos vivir el Cristo que Dios nos ha puesto dentro. Nosotros hemos sido colocados en una vía que finaliza en el recibimiento del premio de nuestro llamamiento en lo alto. En la futura Reunión vamos a ser exactamente iguales que él. Este es el premio de nuestro llamamiento:

“Prosigo a la meta, al supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:14)

Coherederos

Las riquezas de la gloria de este secreto también se propagan hasta nuestra herencia futura. Con Cristo, somos coherederos de toda la creación de Dios. Pablo escribió a los corintios para que se diesen cuenta de todas las cosas que hacen parte del Cuerpo de Cristo:

“….porque todo es vuestro.

Sea Pablo, sea Apolos, sea Cefas, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir, todo es vuestro.

Y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios.” (1ª Corintios 3:21-23)

Nosotros heredamos todas las cosas.

“…..que somos hijos de Dios;

Y si hijos también herederos, herederos y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” (Romanos 8:16-17)

Para siempre con el Señor

Llegará el día en el que el Señor aparecerá en los cielos y seremos reunidos con él en los lugares celestiales. En este sentido y desde ese momento, viviremos para siempre con el Señor.

“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero.

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Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor.” (1ª Tesalonicenses 4:16-17)

Por tanto, es axiomático que, dónde vaya a estar el Señor en el futuro, nosotros estaremos con él. Esto no es difícil de entender cuando nos damos cuenta de que somos coherederos con Cristo y que los santos irán a juzgar al mundo. En todo lo que se involucre el Señor en el futuro nosotros estaremos involucrados también.

El trabajo finalizado

Dios ha comenzado ya una obra en nosotros. Estamos a ser transformados en Cristo actualmente.

“Estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” (Filipenses 1:6)

Dios continuará esta obra hasta el día de Cristo, y cuando se llegue a ese día, acabará Su obra en nosotros. El motivo para que esto suceda es bastante simple, por ese tiempo Él ya habrá finalizado todo lo referente al Gran Secreto. Es decir, ya habremos llegado a ser completamente iguales que Cristo. Seremos iguales que él es porque le veremos como él es.

Conclusión

Es Cristo en ti la esperanza de gloria. Algún día, alcanzaremos la misma gloria que posee Jesucristo, que es Rey de reyes y Señor de señores.

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aun no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es.” (1ª Juan 3:2).

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Parte IX – El Gran Secreto y el corazón del hombre

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Capítulo 38: El Gran Secreto y el corazón del hombre

El próximo paso hoy en día

En los capítulos anteriores hemos visto lo mucho que Dios ha realizado para todos nosotros que pertenecemos al Cuerpo de Cristo. Ahora, Su gran deseo es que toda esta gracia sea una realidad viviente en nuestros corazones. Ese es Su deseo, para que estemos verdaderamente conectados y disfrutando de todo lo que nos ha ofrecido. Para eso se requiere que lleguemos a ser lo que la Palabra dice que tenemos espiritualmente en Cristo. Eso lleva consigo estar conectados con él en el camino que hacemos diariamente en nuestras vidas. Eso solo puede suceder en nuestros corazones y puede ser hecho solamente cuando creemos aquello que Dios nos ha revelado en las Epístolas.

Cuando entendemos la relación que existe entre el corazón y el Gran Secreto, se nos abre un camino para poder crecer más consistentemente en Cristo. Pero para entender el corazón tenemos que comprender los fundamentos que se encuentran en el Antiguo Testamento.

De nuestro corazón mana la vida

Aquello que tengas en tu corazón producirá un efecto directo sobre lo que ocurre en tu vida.

“Sobre todas las cosas guardadas guarda tu corazón, porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:23)

La expresión “mana la vida” se refiere a lo que es tu vida, o de qué consiste. Cualquier cosa que resida en tu corazón se manifestará también en nuestras vidas. Esta es una regla de vida. Nuestra vida mana tanto “en” como “del” corazón. Si existe en el corazón del hombre maldad, mentira y decepción, esa será la conducta que manifestará en su vida. Pero, si el amor, el honor, la pureza y la deidad se encuentran en su corazón, su vida reflejará esas mismas cualidades. Esta es una poderosa lección para el hombre, especialmente cuando se trata de vivir el Cristo que tenemos dentro.

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Porque de la abundancia del corazón habla la boca

No solamente las conductas y hábitos de la vida proceden de nuestro corazón, sino que, además, nuestros corazones también determinan lo que decimos y cómo lo decimos.

“….porque de la abundancia del corazón habla la boca.” (Mateos 12:34b)

Jesucristo enseñó que de la abundancia del corazón habla la boca. Lo que hablamos se encuentra condicionado por aquello que habita en nuestro corazón. Si habita el perdón, la gentileza y la misericordia, aquello que digamos y cómo lo decimos, no dañará a nadie, sino que estará repleto de esas mismas características. Cualquier cosa que habite en nuestros corazones se encontrará también en aquello que decimos. Esta también es una lección muy poderosa.

El hombre de corazón

La persona que tú eres verdaderamente, es exactamente lo que hay en tu corazón. Tenemos que repetirlo, si hay amor en tu corazón, serás una persona amorosa. Si existe amargura en tu corazón, te comportarás con amargura de ánimo en tu carácter y personalidad. Este principio era de sobra conocido en el Antiguo Testamento.

“Porque cual es su pensamiento en su corazón, tal es él.” (Proverbios 23:7)

Lo que se encuentra en nuestros corazones determinará quien somos en nuestras vidas. Particularmente, los pensamientos del corazón determinan quién somos nosotros. Todos precisamos entender las instrucciones de Dios referentes al hombre de corazón. Aquí reside la decisión que vamos a tomar. Después de haber sido renacidos de lo alto, ¿vamos a continuar nuestro caminar para crecer y llegar a ser como Cristo es, o nos vamos a dedicar a cualquier otra cosa? A esto es a lo que yo denomino “la batalla del hombre de corazón.” Nuestro amoroso Padre celestial desea de nosotros, que Cristo sea edificado en nuestros corazones, que seamos forjados a su imagen; el Adversario quiere que el hombre de nuestros corazones sea moldado de acuerdo a este mundo, que posee la imagen del Diablo. ¿En cuál de los dos vas a crecer?

Desgraciadamente, muchos cristianos, aunque hayan sido enriquecidos con las abundantes bendiciones de Dios en Cristo, han vuelto a andar en la voluntad del Adversario y se han dedicado a edificar en ellos un hombre de corazón carnal. La oración que Pablo profirió en Efesios tenía como finalidad que Cristo habitase por la fe en tu corazón.

“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo…

Para que Cristo habite por la fe en vuestros corazones….” (Efesios 3.14 y 17)

Esto es algo que va más allá de simplemente haber recibido de Dios el espíritu de Su Hijo cuando fuimos renacidos. Esto muestra en realidad que Cristo está viviendo en

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nuestros corazones. Ha habido muchos que han recibido el espíritu de Cristo de parte de nuestro Padre, sin embargo, sus corazones se han mantenido en los asuntos carnales y dispuestos a pecar. Mientras que, para otros, los asuntos del espíritu de Cristo han sido enraizados en sus corazones para llegar a ser algo que allí tienen escrito. Fuimos predestinados para que el hombre de nuestro corazón sea Cristo.

“Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el espíritu de Su Hijo, el cual clama ¡Abba Padre! (Gálatas 4:6)

Esto llega a ser una realidad en nuestras vidas cuando creemos la Palabra de Dios, especialmente las Epístolas que nos fueron dirigidas. Si Cristo habita en nuestros corazones, entonces Cristo se manifestará en dos aspectos, en la vida que vivimos y en cómo la vivimos. Mientras más le permitas a Cristo que habite en tu corazón, más y más manifestarás las mismas características de las cuales está embebido Cristo.

Ahora, para dar un paso más en frente, si estas poniendo los pensamientos de Cristo en tu corazón, entonces estás verdaderamente a ser edificado en Cristo. Estás pasando a ser todo lo que él es y siendo perfeccionado en todo lo suyo. Como el hombre piensa en su corazón, tal es ese hombre. Por eso debemos pensar como Cristo. ¡Pensamos la Palabra de Dios y creemos! Esa es la mente poderosa, no meramente tener a Cristo en ti por el espíritu que recibiste, sino más bien poseer todo lo que es de Cristo y ha madurado en tu corazón. La Palabra de Dios dice que, entonces, llegarás a ser igual que él; hablarás como él; los hábitos y conductas de tu vida serán los mismos que los de Jesucristo y el Padre. ¡Que maravillosa y poderosa lección!

Renovaos en el espíritu de vuestra mente

Ahora podemos, por tanto, entender por qué Pablo nos exhortó a que renovásemos la vida de nuestra mente.

“Y renovaos en el espíritu de vuestra mente;

Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:23-24)

La frase “espíritu de vuestra mente” significa literalmente la vida de tu mente. Pablo se estaba refiriendo a Cristo morando en el corazón para que los hábitos de nuestra vida fuesen los hábitos que pertenecen a Cristo, para que viviésemos la vida de Cristo, y para que Cristo llegase a ser el hombre de nuestro corazón. Dios ha puesto al nuevo hombre en nosotros a través del don de espíritu santo. Ahora pues, nosotros tenemos que revestirnos del nuevo hombre; nos revestimos en nuestros corazones. Ya no es meramente un potencial residente en nosotros, sino que pasamos a ser el mismo nuevo hombre que Dios ha creado vivificando la nueva naturaleza en nuestros corazones.

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Dios nos salvó cuando estábamos muertos en delitos y pecados. Hoy en día estamos a ser edificados dentro de la cabeza del Cuerpo Único hasta llegar a ser como Cristo en todas las cosas. Cristo es el hombre de nuestro corazón.

Cuando la Palabra de Dios se dirige al hombre del corazón

Cuando entendemos estas verdades se nos abre el entendimiento de la Palabra de Dios como nunca antes pudimos apreciarla. Ha habido muchos que no han llegado a entender por qué Pablo escribía tan a menudo cosas tan chocantes y severas a los miembros del Cuerpo de Cristo. Muchos han llegado a afirmar que, esas reprensiones, no eran dirigidas a la Iglesia. Dios muy frecuentemente dirige Su Palabra al hombre del corazón y nosotros debemos entenderle, para que podamos tratar de manera honesta las Escrituras que tienen más dificultad de ser entendidas.

Pablo habla de algunos cuyo fin será la perdición:

“Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo.

El fin de los cuales será perdición, cuyo dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal.” (Filipenses 4:18-19)

En estos versículos, Pablo no se está refiriendo a los incrédulos, no está hablando de aquellos que no han aceptado a Cristo. Por supuesto que los que no son salvos poseen una mente carnal, esto es tan verdad como que el cielo es azul!! Por supuesto que están en el camino de la perdición y de la destrucción. Los filipenses no tenían necesidad de que se les hablase de eso, pues ellos lo sabían muy bien y por experiencia; puesto que ellos también habían sido no salvos y habían tenido una mente carnal. Pero aquí, Pablo se estaba refiriendo a aquellos que ya habían sido salvos, pero que el hombre de sus corazones se había vuelto enemigo de la Cruz de Cristo. Por eso no andaban en obediencia de acuerdo a la Palabra de Dios. La perdición que Pablo les estaba indicando no se refería a que perdiesen su salvación, sino que el hombre carnal de sus corazones que ellos tanto magnificaban sería destruido por Dios.

Las obras del hombre provienen del corazón. Son un reflejo directo del hombre del corazón, y por eso no pueden ser separadas del hombre del corazón. Vamos a ver en Corintios cómo Pablo revela el futuro del hombre del corazón y de sus obras.

“La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cual sea, el fuego la probará.

Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.

Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (1ª Corintios 3:13-15)

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Todos y cada uno de los que aceptan a Cristo son salvos, aunque todos tendrán que probarlo por el fuego del espíritu, Sin embargo, aquí en corintios aprendemos que el hombre del corazón de algunos sufrirá pérdida.


Las palabras “a él” se refieren al hombre del corazón. Un creyente renacido que se vuelva a la idolatría será siempre un creyente salvo, pero el hombre idólatra de su corazón será destruido. Esto es bastante sencillo de entender. Sin embargo, para todos nosotros los que llegamos a ser en nuestros corazones como Cristo es, recibiremos recompensas espirituales eternas. El hombre de nuestros corazones es Cristo, y hay muchas recompensas aguardándonos. Gracias a Dios.

La batalla por el corazón

Nuestra comprensión acerca del Gran Secreto no sería completa sin entender la gran revelación acerca del corazón en conexión con nuestro crecimiento en Cristo. Muchas de las escrituras en las epístolas se refieren al hombre del corazón y hablan acerca del tal corazón. La razón por la que Dios le dio el libre albedrío al hombre fue para que, el hombre, en su corazón, pudiese tomar la decisión de amarle y de obedecer libremente Su voluntad.

Tu corazón tiene un papel muy importante a la hora de determinar quién eres tú, lo que tú eres, lo que tú hablas y cuales son los hábitos y costumbres en tu vida. Dios mira siempre el corazón.

“….porque e hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1ª Samuel 16:7)

Dios desea que el hombre de tu corazón sea el Cristo que tienes, para que puedas hacer la voluntad de Dios en lo más íntimo de tu ser, para que puedas experimentar la buena, agradable y perfecta voluntad de Dios en tu vida.

“Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo….

Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones…” (Efesios 3:14 y 17)

Esta es una de las claves más importante a la hora de vivir el Gran Secreto.

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Capítulo 39: Cómo luce el Gran Secreto desde el exterior

Sencillamente, visto desde el exterior, el Gran Secreto luce igual que Cristo, pero ¿Qué significa esto verdaderamente?

Los frutos del espíritu

La Palabra de Dios declara que hay nueve frutos del espíritu:

“Mas el fruto del espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe

Mansedumbre, templanza (dominio propio); contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:22-23).

Observe que este no es el fruto proveniente de buenas obras, sino el fruto del espíritu. Cuando tú andas por el espíritu, tú produces y cultivas el fruto del espíritu. Ya hemos visto en un capítulo anterior que andar por el espíritu significa literalmente andar en la nueva naturaleza. Cuando andamos en el hombre nuevo espiritual que Dios ha creado, producimos y cultivamos frutos espirituales. Y por tanto, andar en el espíritu es la manera como le permitimos que crezca al nuevo hombre. Este crecimiento produce y cultiva el fruto del espíritu en nuestras vidas.

“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.” (Efesios 4:15)

Cuando el fruto del espíritu se cultiva en tu vida, entonces estás verdaderamente siendo edificado en el nuevo hombre. Eso significa que estás siendo edificado en Cristo, la cabeza del Cuerpo Único.

La naturaleza de Dios

El fruto del espíritu describe la naturaleza de nuestro Padre. Dios actúa en amor y en bondad. Él es pacífico y paciente. Cuando producimos el fruto del espíritu, estamos a ser edificados en la cabeza del Cuerpo. Dicho de otra manera, estamos a ser transformados conforme a la misma imagen de Cristo, el cual, a su vez, es la misma imagen y semejanza de Dios. Así es como reflejamos la misma naturaleza de Dios en nuestra manera de vivir.

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“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conforme a la imagen de Su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:29).

El corazón

La producción del fruto del espíritu se hace en el corazón. El nuevo hombre se encuentra en nosotros a través del espíritu de Cristo que habita en nosotros. Sin embargo, el lugar donde el nuevo hombre se edifica es en nuestros corazones. Ese es el lugar donde somos transformados en Cristo. El fruto del espíritu es parte del Gran Secreto en este sentido. Mientras más frutos haya en nuestras vidas, más y más podemos andar en Cristo.

El fruto del espíritu te capacita para ver y para actuar como Jesucristo ve las cosas y actúa. Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad etc. etc. hacen parte del andar de Jesucristo. Sin paz, es imposible que andemos en paz. De la misma manera, una persona debe tener amor en su corazón para poder amar. Este principio se aplica a la totalidad de los nueve frutos del espíritu.

Tu obra espiritual externa

El fruto del espíritu es el fruto del espíritu de Cristo que tú tienes dentro de ti. Otra manera de ver esto es comprender que es tu obra externa espiritual en la “gimnasia de Cristo”. Es decir, tú desarrollarás el “músculo de Cristo” en ti, para que puedas ser edificado en él y andes como él. El fruto del espíritu te capacita para que veas las cosas como él las ve y para que actúes como él actúa. Esto hace parte integrante del plan de Dios para que el Gran Secreto se manifieste en tu vida.

Reflejando la naturaleza divina

En Cristo, nosotros somos participantes de la naturaleza divina. Esta se cultiva dentro de nosotros para que podamos actuar y comportarnos de la misma manera que Dios:

“por medio d las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo, a causa de la concupiscencia.” (2ª Pedro 1:4)

Producir el fruto del espíritu lleva consigo ser participante de la naturaleza divina misma. Cuando traemos en evidencia el fruto del espíritu, reflejamos la naturaleza de Dios y estamos siendo edificados en el Cristo que tenemos dentro. Estas verdades llegan a ser más evidentes y reales para nosotros cuando vamos entendiendo más y más acerca

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de cómo el Gran Secreto afecta y actúa sobre el hombre del corazón. Mientras más le permitas a Cristo que sea el hombre de tu corazón, más y más estarás viviendo el Gran Secreto de la manera que Dios lo estableció en esta Era de Gracia.

El fruto del espíritu es parte de todo el gran cuadro de Dios en el Gran Secreto.

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Capítulo 40: Yendo hacia la perfección

Vamos perfeccionándonos en Cristo

En el Gran Secreto, podemos ver cómo el Padre ha colocado el perfecto espíritu de Cristo en nosotros. Sin embargo, la voluntad de Dios es que después de que hayamos recibido este espíritu perfecto dentro de nosotros, ahora crezcamos para llegar a ser perfectos en nuestros corazones de la manera que él es perfecto también.

“Por tanto, dejando ya los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección (Gr. teleiotes)….” (Hebreos 6:1)

En otras palabras, Dios quiere que lleguemos a ser perfectos delante de Él. Nuestro Padre ha plantado la simiente de Cristo en nosotros. Ahora, por tanto, en nuestro crecimiento en él, vamos siendo perfeccionados en él.

Para que entendamos esto más claramente, precisamos de darnos cuenta de que Dios se está refiriendo a la perfección que está siendo evidenciada en nuestros corazones. Existen básicamente tres palabras griegas para perfección utilizadas en el Nuevo Testamento:

Akribos- que significa perfección en el sentido de ser claros, precisos o exactos.

Artios o Exartiso – que significa perfectos en el sentido de estar completamente equipados o plenamente guarnecidos.

Teleios o teleiotes – significando perfección en el sentido de ser completos, acabados, o de haber alcanzado la plena madurez.

Estas palabras son muy significativas par nuestra comprensión del Gran Secreto. Nuestro Padre quiere que tengamos un entendimiento preciso del Gran Secreto, y que a través de ese conocimiento estemos completamente equipados, para que podamos presentarnos perfectos y completos en el Gran Secreto en Cristo.

En las epístolas existe un número de secciones particulares donde Dios nos dice que seamos perfeccionados en nuestros corazones. Vamos a verlos.

Perfectos y completos en todo lo que Dios quiere - Epafras

Epafras vivió en Colosa durante el primer siglo y era consciente de la perfección que estaba disponible en el Gran Secreto.

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“Os saluda Epafras, el cual es uno de vosotros, siervo de Cristo, siempre rogando encarecidamente por vosotros en sus oraciones, para que estéis firmes y perfectos (teleios) y completos en todo lo que Dios quiere.” (Colosenses 4:12)

El Gran Secreto es lo que Dios quiere para toda la Iglesia. Epafras oró a Dios para que los cristianos de Colosa estuviesen firmes, perfectos y completos en sus corazones en todas las riquezas del Gran Secreto.

Pablo y sus colaboradores en el ministerio predicaron el Gran Secreto, para que todos los cristianos pudiesen presentarse perfectos en Cristo:

“A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto (teleios) en Cristo Jesús a todo hombre.” (Colosenses 1:28)

Pablo estaba edificando a Cristo en sus corazones. Cristo es perfecto y cada parte de Cristo que vive en tu corazón hace con que tú estés a ser perfeccionado en él.

El amor de Dios es el que verdaderamente está a ser perfeccionado dentro de ti.

A medida que andamos fielmente en la Palabra de Dios, el amor de Dios está a ser perfeccionado en nuestros corazones:

“Pero el que guarda su palabra, en este verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado (Gr. teleioo); por esto sabemos que estamos en él.” (1ª Juan 2:5)

Guardar Su Palabra significa cumplirla. Cuando verdaderamente llevamos a cabo lo que Su Palabra nos dice, entonces el amor de Dios tiende a la perfección en la persona que nos vamos volviendo. Nuestro destino es la perfección del Señor Jesucristo., el hombre perfecto.

Perfecta santidad en ti

A medida que crecemos en la pureza de Cristo y en todas las cosas, también la santidad se va perfeccionando en nuestros corazones.

“Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando (Gr. epiteleo) la santidad en el temor de Dios.” (2ª Corintios 7:1)

Debemos dividir correctamente la diferencia que existe entre la naturaleza santa del espíritu que tenemos dentro de nosotros (espíritu santo) y quién somos en nuestros corazones. Dios nos dice que tenemos que ir perfeccionando la santidad; eso tenemos

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que realizarlo en nuestros corazones, para que tanto lo que hagamos como lo que digamos sea santo. Verdaderamente, debido a la gracia de Dios, una persona puede tener el don del espíritu santo y sin embargo su corazón ser impuro. Pero el deseo de Dios es ver nuestros corazones perfeccionados en santidad. Eso es lo que ocurre cuando la santidad se va perfeccionando en nosotros, en la persona que somos en nuestros corazones.

El poder de Dios se está perfeccionando en ti

La obra que Dios realiza en nosotros es más poderosa que cualquier otra fuerza que el Adversario pueda ejercer contra nosotros. Un vez que hemos muerto para nuestra vieja naturaleza y pasamos a ser vivificados en lo que Dios ha hecho de nosotros en Cristo, el poder de Dios está a ser perfeccionado en nuestros corazones y vidas:

“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.” (2ª Corintios 12:9)

El poder de Dios prevalece y se incrementa en nuestras vidas cuando dejamos de actuar por nosotros mismos y miramos solamente para Dios. Cuando eso sucede, entonces Dios puede continuar a guarnecernos de Su poder. Nos apoderamos de este poder y se hace nuestro cuando le amamos a Él y vivimos de lo que Él nos provee, en vez de confiar en nuestros propios esfuerzos. Entonces es cuando el poder de Dios se perfecciona en nuestros corazones y en nuestras vidas, porque le permitimos que opere en nosotros así el querer como el hacer por Su buena voluntad.

Perfectamente equipados con el conocimiento del Gran Secreto

La voluntad de Dios para tu vida es que estés completamente equipado con todo el conocimiento del Gran Secreto que nos guía a la unidad de la fe, y que nos guía al verdadero conocimiento de saber quien es el Hijo de Dios, lo cual nos guía hasta el hombre perfecto, y nos lleva a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Los ministerios de apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros son otorgados por Dios para el Cuerpo de Cristo. Los motivos por los que fueron otorgados son:

“A fin de perfeccionar (Gr. Katartismos) a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo

Hasta que todos lleguemos a la unidad d la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto (Gr. teleios), a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:12-13).

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La palabra perfeccionar del versículo 12 es “Katartismos” que se refiere a la completa guarnición de los santos. Eso significa que los santos debemos estar completamente equipados con la Palabra de Dios en lo que concierne al Gran Secreto.

El contexto de esta Epístola es el Gran Secreto. Cuando leas las Epístolas a la luz de este entendimiento llegarás a profundar y ver con toda claridad lo que el apóstol Pablo enseña y escribe. Cuando él escribió a los Tesalonicenses, les dijo que deseaba encontrarse con ellos para que, a través de su ministerio, pudiese suplir las faltas que tenían de conocimiento y de fe, para que pudiesen estar plenamente equipados y sin que les faltase cosa alguna en la “comprensión” de la largura, la anchura, la profundidad y la altura del Gran Secreto. Él tenía el deseo de suplir sus necesidades dándoles un mayor conocimiento y entendimiento del que habían alcanzado hasta esa altura:

“Orando de noche y de día con gran insistencia, para que veamos vuestro rostro, y completemos lo que falte a vuestra fe.” (1ª Tesalonicenses 3:10)

Pablo escribió a los corintios diciéndoles que deberían ser perfeccionados. Lo que les estaba verdaderamente diciendo era que tenían que estar completamente equipados con todo lo referente a la Palabra de Dios y del Gran Secreto:

“Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de amor y de paz estará con vosotros.” (2ª Corintios 13:11)

Hoy en día, es con la voluntad de Dios que estamos a ser plenamente equipados, con la Palabra de Dios en lo que se refiere al Gran Secreto. Él desea que conozcamos plenamente y que estemos completamente equipados con este conocimiento para que podamos vivir por la fe de Jesucristo, lo cual es el Gran Secreto.

“Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí, y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20)

Estamos siendo perfeccionados - aunque no plenamente perfeccionados

Hoy en día, estamos siendo perfeccionados, pero hasta aquí solo somos perfeccionados en parte. Nosotros tenemos el espíritu perfecto de Cristo en nosotros. El hombre nuevo en nosotros es perfecto. Sin embargo, nuestro crecimiento del hombre nuevo en nuestros corazones se encuentra solo en el principio y todavía no hemos sido revestidos de toda la plenitud que Cristo comporta. Hoy en día, tenemos el gozo de aprender acerca de la perfección de Jesucristo, él es el hombre perfecto. También tenemos el gozo presente de ir siendo edificados en su perfección. En nuestros corazones, hemos llegado a los pies de la estatura de la plenitud de Jesucristo, pero todavía no estamos

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plenamente edificados en su misma perfección. En el retorno de Jesucristo seremos plenamente perfeccionados; Dios completará la obra para que seamos perfeccionados en Cristo:

“Mas cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará.” (1ª Corintios 13:10)

En ese día, seremos plenamente perfectos en Cristo. Entonces, tendremos cuerpos y corazones perfectos y mentes perfectas. En ese día alcanzaremos la misma medida de la estatura de la plenitud de Cristo. Hoy en día, mientras andamos fielmente en el Gran Secreto, vamos siendo perfeccionados en nuestros corazones “en todas las cosas” que él es. Sin embargo, la perfección que ha sido iniciada en nosotros continuará por toda la eternidad. Pablo perseguía esta perfección y crecimiento en Cristo con su propio caminar:

“No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, para ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús.

Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante,

Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.

Así que todos los que somos perfectos, esto mismo sintamos….” (Filipenses 3:12-15a)

Veamos más de cerca esto para entender mejor esta sección tan importante de escritura. Pablo sabía que todavía no había sido plenamente perfeccionado en todas las cosas de Cristo. Se había comprometido de lleno en ese cometido, muchos de los aspectos de todas las cosas de Cristo ya se habían perfeccionado en su corazón. Su corazón estaba a ser perfeccionado en la cabeza, en su mismo Cristo. Pablo perseguía con gran insistencia esta perfección permitiendo que Dios operase abiertamente en él así el querer como el hacer para lograr este objetivo. La palabra “alcanzado” del versículo 13 es “katalambano” en el griego, y como ya hemos visto anteriormente, significa alcanzar una posición. Jesucristo fue puesto en nosotros para que pudiésemos llegar a ser lo que él es. Este es el premio del supremo llamamiento. La transformación ya ha comenzado hoy en día. El mandamiento de Dios declara que madurar en el Gran Secreto es pensar así. Dios está operando en nosotros ahora mismo, y seguirá operando en nosotros si se lo permitimos, hasta el día de Cristo, conforme a Su buena voluntad.

“Estando persuadido de esto: que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo.” (Filipenses 1:6)

En este mismo instante, Dios te está perfeccionando en Cristo y continuará a perfeccionar esta obra en ti hasta la reunión de todos los santos en la cual Él finalizará Su obra.

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“Así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.” (Hebreos 9:28)

Andando perfectamente en Cristo

La voluntad de nuestro Padre para nosotros es que andemos perfectamente en Cristo. Él está llevándonos a la perfección de Su hijo Cristo nutriéndonos y edificándonos en él en todas las cosas. La voluntad que Él tiene es que nosotros estemos perfectamente equipados con todo el conocimiento del Gran Secreto para que podamos andar en la exactitud y precisión del conocimiento de esta magnífica revelación.

“Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios,

Aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos.

Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor.” (Efesios 5:15-17)

Dios quiere que andemos y seamos perfectos delante de Él. Desea que andemos con precisión en el Gran Secreto. Esa es la esencia que contiene la palabra “akribos” que se traduce por diligencia en el versículo 15. Él quiere que nosotros sepamos que los días son malos y desea que conozcamos la verdad contenida en el Gran Secreto que es mucho más grande y más poderosa en nuestras vidas. Quiere que andemos en la exactitud y la integridad de la maravillosa revelación del Gran Secreto.

Conclusión

En el Gran Secreto se nos lleva a la perfección. Después de haber recibido el espíritu santo perfecto de Cristo en nosotros, la voluntad de Dios es que ahora crezcamos hasta llegar a ser perfectos en nuestros corazones de la manera que Cristo también es perfecto.

“Sin embargo, hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez (teleios); y sabiduría, no de este siglo, ni de los príncipes de este siglo, que perecen” (1ª Corintios 2:6)

En los contenidos de este Gran Secreto, nosotros hemos llegado a la madurez “del hombre perfecto” de Efesios 4:13 que es Cristo, el Hijo de Dios. Estamos llegando a ser el hombre perfecto del corazón en Cristo. Esta es la voluntad de Dios. Así de grande es la salvación de Dios a través de Jesucristo. Tenemos que saber la voluntad de Dios y andar diligentemente, sabiendo que hemos sido equipados plenamente con el verdadero conocimiento del Gran Secreto. Esta es la voluntad de Dios para nosotros hoy en día.

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Capítulo 41: Andando en el Gran Secreto

El andar del nuevo hombre

El nuevo hombre es un hombre piadoso, un hombre que anda en la sabiduría de Dios. La voluntad de Dios nunca fue que adquiriésemos el conocimiento de este secreto y que después no hiciésemos nada con él. Eso sería vivir igual que viven los incrédulos en la vanidad de sus mentes.

“Esto pues, digo y requiero en el Señor: que ya no andéis como los otros gentiles, que andan en la vanidad de su mente.

Teniendo el entendimiento entenebrecido, ajenos de la vida de Dios por la ignorancia que en ellos hay, por la dureza de su corazón;

….Pero vosotros no habéis aprendido así a Cristo….”

… vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:17-24)

Nosotros andamos literalmente en el Gran Secreto cuando andamos en el nuevo hombre que Dios ha creado en nosotros en Cristo. Eso lleva consigo vestirse del nuevo hombre en nuestros corazones.

La llave se encuentra en que reconozcas que es Cristo en ti y en continuar creyendo todo lo que las Epístolas declaran acerca de este Cristo que tú tienes. Pablo oró para que los creyentes de Colosa fueses llenos del conocimiento y del entendimiento de la voluntad de Dios que se encuentra revelada en el Gran Secreto.

“Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual.

“Para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buna obra, y creciendo en el conocimiento de Dios.” (Colosenses 1:9-10)

Cuando tú crees lo que está escrito acerca de ti en el Gran Secreto como se encuentra revelado en las Epístolas, recibes la sabiduría y el conocimiento de Su voluntad referente a la manera de andar. Entonces estás capacitado para andar en el Gran Secreto como le agrada a Dios y eso produce en ti una vida repleta de frutos en toda buena obra. Así es como andas de la misma manera que Cristo.

Todas las riquezas del secreto están dirigidas al nuevo hombre y a todas tenemos el acceso a través de la nueva naturaleza. A medida que andas en el nuevo hombre irás

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apreciando por ti mismo toda la excelente grandeza y las preciosas promesas que está disponible hoy en día en el Gran Secreto.

Reconociendo el Cuerpo Único de Cristo

Andar espiritualmente en el Gran Secreto también requiere que nuestros pensamientos y comportamientos sean de acuerdo o estén en armonía con el Cuerpo Único de Cristo.

Los Corintios fracasaron muchas veces en el andar de acuerdo a las verdades contenidas en el Cuerpo Único. En la primera de las cartas que escribió Pablo a los corintios, tuvo que reprenderles muchas veces acerca de este asunto. Ellos no reconocían el Cuerpo Único y estaban divididos en sus propios pensamientos carnales; algunos decían que eran seguidores de Pablo, otros de Apolo, y así sucesivamente. Pablo les avisó acerca de cómo debían tener más cuidado en edificar el Cuerpo de Cristo y de cómo Dios destruiría a los que lo destruyesen con esas divisiones.

Pablo también tuvo que reprenderles acerca de la fornicación, decirles que era tanto un pecado contra el cuerpo físico como contra el Cuerpo Único de Cristo. Con respecto a partir el pan en memoria del Señor, tuvo que avisarles de que había muchos entre ellos que no discernían el Cuerpo de Cristo y que se comportaban como si el Cuerpo Único nunca hubiese existido. Algunos de los creyentes en Corinto se comportaban de manera egoísta con respecto a la repartición de la comida; de hecho, ellos no compartían sino que se guardaban toda para sí mismos. Pablo tuvo que recordarles también acerca del uso de las manifestaciones del espíritu santo (hablar en lenguas, interpretación de lenguas y profecía) en las reuniones de creyentes, explicarles que estas servían para edificar al Cuerpo Único de Cristo. En muchas áreas y asuntos, los creyentes corintios habían demostrado estar andando carnalmente y no de acuerdo a la revelación del Gran Secreto con respecto al Cuerpo Único de Cristo.

Hoy en día, cada uno de los cristianos también debería examinarse a sí mismo para ver si están andando de acuerdo con el Cuerpo Único de Cristo.

Habilidades espirituales

La habilidad de poder hacer todas las cosas reside dentro del espíritu de Cristo en ti. Pablo llegó a declarar que él podía hacer todas las cosas en el Cristo que le fortalecía.

“Todo lo puedo en aquel que me fortalece.” (Filipenses 4:13)

Es interesante observar que nosotros estamos a crecer en Cristo en todas las cosas. Esta palabra “todo” de Cristo se refieren tanto a todas las cosas que el hombre perfecto posee por naturaleza como a todas las cosas que la nueva naturaleza puede realizar. La palabra “fortalece” en el idioma griego es “endunamoo” y significa literalmente recibir todo lo

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necesario para que pueda ser realizada la obra. Todas estas cosas están dentro y provienen del Gran Secreto en Cristo.

El nuevo hombre puede realizar todas las instrucciones que contienen las Epístolas. En la lista siguiente se exhorta a que tomes una decisión consciente de andar así, porque tú también puedes realizarlas en la nueva naturaleza. Dios dice que tienes que hacerlas porque tú puedes hacerlas. En otras palabras: tu eres capaz; tú tienes todas las cosas que necesitas para finalizar el trabajo porque es Cristo en ti.

El andar del nuevo hombre en Efesios 4 y 5

“En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado, conforme a los deseos engañosos.

Y renovaos en el espíritu de vuestra mente

Y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.

Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.

Airaos pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo

Ni deis lugar al diablo.

El que hurtaba, no hurte más, sino trabaje, haciendo con sus manos lo que es bueno, para que tenga que compartir con el que padece necesidad.

Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes

Y no contristéis al espíritu santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención

Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.

Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.

Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.

Y andar en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio Dios en olor fragante.

Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos

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Ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino ante bien acciones de gracia. (Efesios 4:22 – 5:4)

El andar del nuevo hombre en Romanos 12

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional.

No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.

Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.

Porque de la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función,

Así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.

De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe

O si de servicio en servir; o el que enseña en la enseñanza;

El que exhorta en la exhortación; el que reparte con liberalidad; el que preside con solicitud; el que hace misericordia con alegría.

El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno.

Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros.

En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor;

Gozosos en la esperanza; sufridos en la tribulación, constante en la oración;

Compartiendo para las necesidades de los santos, practicando la hospitalidad.

Bendecid a los que os persiguen; bendecid, y no maldigáis.

Gozaos con los que se gozan; llorad con los que lloran.

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Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.

No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres.

Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres.

No so venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.

Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza.

No seáis vencidos de lo malo, sino vence con el bien el mal. (Romanos 12:1-21)

Conclusión

Cuando tu caminar corresponde con las Escrituras anteriores, tú puedes evidenciar por ti mismos las grandezas del secreto. Pablo dijo abiertamente que tú podías hacer todas estas cosas porque tienes a Cristo en ti.

El nuevo hombre no miente, sino que siempre habla la verdad. En el nuevo hombre reside el dominio propio, y no se le da lugar al adversario, ni se le toleran cosas de ningún tipo, porque tú eres más que vencedor en la nueva naturaleza. El nuevo hombre trabaja honestamente y reparte para las necesidades. Todas las palabras que salen por la boca del nuevo hombre reparten gracia y bondad entre los oyentes. El nuevo hombre no entristece a Dios. No hay dentro de él amargura, ni enojo ni ira, sino que es gentil y perdonador. La nueva naturaleza es como la de Dios. La nueva naturaleza siempre anda en amor y glorifica a Dios.

Todas estas cosas no son dirigidas al viejo hombre sino al nuevo hombre en Cristo. Por tanto, jamás deberías intentar realizar estas cosas con tu viejo hombre carnal, sino que tienes que vestirte del nuevo hombre que Dios te ha creado. Además, tú puedes mirar todas estas cosas en verdad, creyendo y confiando que puedes realizarlas todas y que las realizarás porque el Cristo en ti te dará todo lo que necesites para finalizar la obra. Estas cosas caracterizarán tu caminar. Comprobarás que tu camino está de acuerdo a todas ellas.

El poder se encuentra en el nuevo hombre. El nuevo hombre anda dentro de todas las grandezas del secreto. Nosotros estamos siendo renovados en la vida de la mente, en vez de la vanidad de la mente. El nuevo hombre ha sido creado en la justicia y santidad de la verdad a imagen de Dios. Ahora, en vez de en vanidad y mentira, tú andas en amor. Vives el amor de Dios para que puedas ser edificado en él en todas las cosas.

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Parte x – El Gran Secreto y el Propósito de las Edades

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Capítulo 42: La administración de la casa de Dios y la historia del Gran Secreto

Diferentes personas y diferentes tiempos

Es un error muy grave y muy común pensar que toda la Biblia esta escrita acerca de la Iglesia. Muchos maestros de la Palabra de Dios han insistido en esta afirmación y han anulado la Palabra. Sin embargo, para poder tratarla con precisión, honestamente y con la integridad que se merece, debemos reconocer claramente que Dios se ha dirigido a diferentes personas en sus propios y diferentes tiempos. Estas direcciones están contenidas en la Biblia. Cada periodo de tiempo tiene sus propias cosas particulares y diferentes de todas las demás edades. Cuando dividimos correctamente estas diferentes edades, podemos apreciar más exactamente la revelación del Gran Secreto.

Debemos ser muy cuidadosos para no mezclar las cosas que Dios ha dirigido a la Iglesia y pensar que son las mismas que ha dirigido a Israel en el Antiguo Testamento. Además, deberíamos honrar a Dios con respecto a lo que está escrito en los Cuatro Evangelios. La mayor parte de lo que está escrito en estos cuatro libros se escribió acerca de un tiempo en el cual Jesucristo todavía no había finalizado su obra, muy anterior a la revelación del Gran Secreto. Si no tenemos esto en cuenta estaremos llenos de confusión a la hora de entender la Palabra de Dios. Por tanto, tenemos que tener mucho cuidado para que no le robemos a los Evangelios su especial lugar y contexto, porque si lo hacemos así, seremos culpables de pervertir la Palabra de nuestro Padre.

Sin embargo, al mismo tiempo, algunas escrituras de la Palabra se expanden por más de una Edad y por más que de un cierto tipo de personas. Por ejemplo, nosotros deberíamos amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y con todas las fuerzas. Esta era una verdad en la Era de la Ley de Moisés y es una verdad hoy en día en la Era de la Gracia, en que vivimos. Sin embargo, algunas secciones de la Palabra de Dios están directamente dirigidas solamente a un grupo de personas; y declara la voluntad de Dios para esas personas en particular y para aquel periodo de tiempo en particular. Por ejemplo, el Gran Secreto está dirigido a la Iglesia del Cuerpo Único y no para los creyentes de Israel del Antiguo Testamento. Por tanto, el Gran Secreto no se puede tomar como si fuese del tiempo de la Ley, porque ni tan siquiera estaba disponible entonces. De igual manera, existen ciertos asuntos correspondientes a la Edad de la Ley que no deben ser tomadas ni apropiadas dentro de la presente administración. Hoy en día, en la Edad de la Gracia, nosotros no somos justificados (hechos justos) por las obras de la Ley, mientras que los creyentes de los días de Moisés solo eran justificados si llevasen a cabo la Ley. Observe las diferencias que existen entre lo que está escrito en

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el Antiguo Testamento y lo que se encuentra escrito en las Epístolas. En el Antiguo Testamento leemos

“Y tendremos justicia cuando cuidemos de poner por obras todos estos mandamientos delante de Jehová nuestro Dios, como él nos ha mandado” (Deuteronomio: 6:25)

Es verdad que, en la Era de la Ley, las obras de la Ley sirviesen de justicia para Israel. Sin embargo, en la Era de la Gracia, Dios manda que “Cristo ES el fin de la Ley para justicia a todo aquel que cree.” (Romanos 10:4). Al contrario que en la Era de la Ley, ningún hombre hoy en día, en esta Era de Gracia, es justificado (imputado de justo) por las obras de la Ley. Porque en las Epístolas leemos

“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo….por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.” (Gálatas 2:16)

Las enseñanzas del Gran Secreto ocupan un lugar muy especial en nuestras Biblias; se revelan única y exclusivamente en las Epístolas. Este conocimiento no se encuentra en los Cuatro Evangelios, ni en las escrituras del Antiguo Testamento como son Éxodo, Deuteronomio, Isaías, Ezequiel, Daniel etc. porque el Gran Secreto fue exclusivamente diseñado y pertenece solamente a la Era de Gracia. El secreto se dirige directamente al Cuerpo Único de Cristo hoy en día, no tiene que ver nada con el Israel del Antiguo Testamento.

Tres grupos de personas dentro de siete edades

Bajo el punto de vista de Dios, la Biblia habla acerca de tres grupos de personas (Judíos, Gentiles y la Iglesia de Dios):

“No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios.” (1ª Corintios 10:32)

Existen subclases diferentes dentro de estos grupos, pero todas se encuentran debajo de estas tres ramas. También existen siete diferentes Eras y en cada una Dios tiene un trato diferente con la humanidad. Una de estas Eras es la Era de Gracia o Era del Gran Secreto en la que ahora vivimos. Si comprendemos estas Edades o Eras, entonces seremos capaces de distinguir el tiempo para el cual se ha reservado al Gran Secreto. Eso nos capacitará para comprender mucho mejor el Gran Secreto, especialmente, la posición de la multiforme sabiduría de Dios y Sus planes para la humanidad en relación a Su Hijo, nuestro Señor Jesucristo.

Las siete Edades de Dios en sus distintas relaciones con el hombre son:

1º El Paraíso Original o Edén. Para cumplir Su plan de las Edades, Dios ha trabajado con el hombre en un número de diferentes administraciones que comenzaron con la de

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Adán en la Era del Paraíso Original. Al final de esta Era y comienzos de la siguiente, Dios se refirió a Jesucristo como siendo la simiente prometida (Génesis 3:15).

2ª Esta segunda se denomina la Administración Patriarcal. Durante esta administración, no existía la Palabra de Dios escrita ni en rollos ni en libros, sino que la Palabra de Dios se encontraba escrita en los cielos. En la Edad Patriarcal existieron hombres de Dios tales como Noé, y Abrahán.

3ª A seguir a esta le sucedió la Administración de la Ley que le fue dada a Moisés.

4ª Después la Administración de Cristo. Jesucristo fue enviado a Israel para confirmar las promesas que Dios les había hecho a los padres (Romanos 15:8).

5ª Después la Era de Gracia o del Gran Secreto. Fue a Pablo quien recibió por primera vez esta administración para la totalidad de la Iglesia en este periodo de tiempo en el que estamos incluidos hoy en día. (Efesios 3:2, Colosenses 1:25-27, 1ª Corintios 19:17) En esta administración, las personas pasan a ser el nuevo y único hombre que es el Cuerpo Único de Cristo. Esta Era fue guardada en secreto y escondida, permaneció guardada en Dios durante las anteriores edades y generaciones.

6ª Después le seguirá la Administración de la Aparición de Cristo. Esta Era comenzará con la reunión o rapto de la Iglesia (2ª Tesalonicenses 2:1-7) en la cual se dará el Día del Señor.

7ª Y por fin llegará la Gloriosa Administración de los Nuevos Cielos y la Nueva Tierra (2ª Corintios 12:1-4, Apocalipsis 21:1)

Para poder entender las Escrituras adecuadamente, debemos reconocer estos diferentes tiempos y comprender también cómo las Escrituras definen las diferente obras que tienen lugar dentro de estas diferentes Edades. El tiempo de Dios es perfecto. Él revela Su voluntad y opera Su obra de las edades en el consejo de Su propia voluntad.

“Oikonomía”

La palabra griega “oikonomía” ha sido traducida como dispensación y comisión en nuestras Biblias, pero su significado literal se refiere a la administración de una casa como ya hemos explicado en capítulos anteriores. Sin embargo, esta palabra es importante por dos razones: primeramente, porque se refiere a la manera cómo Dios quiere que sean gobernados Sus asuntos en Su casa; y segundo, porque se refiere al periodo de tiempo o tiempo de duración que aquella administración particular ocupa en el plano de Dios para las edades.

En Efesios 3:9, Pablo declara que su ministerio se destinaba a que todos los hombres supiesen cual era la administración (Gr. oikonomia) del Gran Secreto. Se refiere a do

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cosas: al tiempo ocupado por la administración del Gran Secreto y a cómo tiene que ser gobernada.

En el Antiguo Testamento, los profetas previeron los sufrimientos de Cristo (como se declara en los Cuatro Evangelios) y la gloría que les sucedería (como está expuesta en el libro de Apocalipsis). También profetizaron acerca de la gracia que debería rellenar estos dos extremos periodos, pero no podían comprender el tiempo que había entre los sufrimientos y la gloria, porque el Gran Secreto de este periodo se encontraba escondido en Dios hasta que se lo reveló a Pablo. Fue ocultado de todas las edades y generaciones. Eso significa que no puedes encontrar nada acerca de ese periodo en el Antiguo Testamento – no se encontraba escondido entre las escrituras, sino que se encontraba escondido en Dios Mismo. Pablo declaró a los corintios que Dios le había encomendado a él una administración (oikonomia) completa.

“….la comisión (Gr. oikonomia) me ha sido encomendada.” (1ª Corintios 9:17)

Pablo se estaba refiriendo a la administración del Gran Secreto, ese fue el evangelio que le fue encomendado. Él fue quién reveló todo el contenido de esta administración.

La Iglesia del Cuerpo Único de Cristo

Está muy claro en la Palabra de Dios que la iglesia en esta Era de Gracia (ekklesia – los llamados para hacer parte del Cuerpo Único de Cristo) fue guardada en secreto hasta que le fue revelada al Apóstol Pablo. Sabiendo esto, se hace todavía más transparente darse cuenta de que la iglesia del periodo de los Cuatro Evangelios (los llamados durante el periodo de tiempo que Jesucristo estaba sobre la tierra) no debe ser confundida con la iglesia del Cuerpo Único, porque todavía estaba guardado en secreto. Si era un secreto que estaba a ser guardado en Dios, entonces no podía saberse en el periodo de tiempo que se registra en los Cuatro Evangelios cuando Jesucristo estaba aquí en la tierra. Por tanto, existe el peligro de dividir incorrectamente la Palabra de si mezclamos estos dos tipos diferentes de llamamientos.

Lo que se encuentra escrito en los Cuatro Evangelios dice respecto a los llamados en aquel tiempo. No puede referirse directamente a los llamados para ser parte del Cuerpo Único de Cristo, porque Dios había tenido guardado este posterior llamamiento y escondido en Si Mismo como un secreto. Sin embargo, muchos de los que fueron llamados durante la presencia de Jesucristo aquí en la tierra, también hicieron parte y tuvieron que aprender acerca de un llamamiento posterior y diferente perteneciente a la Era de la Gracia, que se encontraba en las instrucciones que por revelación le fueron entregadas a Pablo.

Otro aspecto interesante sobre este mismo asunto es que, aquellos llamados o escogidos durante el periodo de tiempo del Antiguo Testamento y de los Evangelios, eran denominados de la novia de Jesucristo. Sin embargo, nosotros no hemos sido llamados

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para hacer parte de la novia de Cristo, sino para ser parte del Gran Secreto, el Cuerpo Único de Cristo, parte del novio. Además, la iglesia del Gran Secreto es un nuevo hombre en Cristo y como tal no es un par, como lo son un novio y una novia. Todo lo contrario, nosotros somos uno, donde Cristo simplemente es todo en todos. No hay Israel, ni varón ni hembra, ni esclavo ni libre, sino que Cristo es todo en todos. Este es un llamamiento completamente diferente y se encontraba ocultado en Dios hasta que le fue revelado al Apóstol Pablo. La novia de Dios jamás fue un secreto. Sin embargo, el llamamiento de un nuevo hombre, el Cuerpo Único de Cristo, la iglesia del Gran Secreto, fue de hecho un secreto que nunca fue revelado hasta el ministerio de Pablo. Es importante que todos los cristianos entiendan hoy en día cómo estableció Dios la diferencia entre todos estos asuntos. De cualquier manera, si algún cristiano desea permanecer ignorante, entonces se encuentra en grave peligro de dividir incorrectamente la Palabra de Dios y de no poder presentarse ante Él aprobado.

Cristo es la Cabeza del Cuerpo. Físicamente, Cristo se encuentra en los cielos, en la parte más santa. Físicamente, nosotros los miembros de ese Cuerpo estamos aquí sobre la tierra. Sin embargo, espiritualmente somos uno con Cristo en los lugares celestiales por encima de todas las cosas y en el lugar más santo en el cielo también.

Desgraciadamente, ha habido una completa ignorancia de las Epístolas por parte de muchos cristianos. Esto ha hecho con que el conocimiento de las riquezas del Gran Secreto de Cristo y de la Iglesia haya casi desaparecido. Nunca ha sido la voluntad de Dios que ninguno de los miembros fuesen espiritualmente anémico o destruido por falta de conocimiento. Jesucristo derramó su sangre para que las riquezas que están registradas en las Epístolas nos fuesen otorgadas y hechas conocidas. No tiene ninguna lógica que el hombre ignore las Epístola y le de más atención a los Evangelios. Esto es una artimaña del Adversario. Para los oídos ignorantes, suena bien que deberíamos darle mayor importancia a Jesucristo en los Evangelios que a las palabras de Pablo en las Epístolas. Sin embargo, la verdad es que las dos secciones son igualmente importantes, las dos son igualmente provenientes de Dios y Jesucristo murió para que pudiese suceder algo más grande y de lo cual no podía hablarles a sus discípulos en los Cuatro Evangelios. Por eso es una grave falta de violación la que se comete contra la sangre derrmada pensar que Jesucristo le diese menos valor a las riquezas espirituales de las Epístolas. Él derramó su sangre para que nosotros pudiésemos ser abundantemente investidos con esas riquezas.

Los Cuatro Evangelios documentan la vida, muerte, y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Él vino a los suyos como Rey de Israel, pero ellos lo desecharon y lo asesinaron. Las Epístolas de Pablo documentan las riquezas que Dios ha conquistado para nosotros a través de la obra de Jesucristo. Esto no podía haber sido dado a conocer antes de la muerte, resurrección, y ascensión de nuestro Señor Jesucristo. Por tanto, los Cuatro Evangelios documentan la vida y profecías de Jesucristo, pero las Epístolas documentan las riquezas que Dios ha conquistado para nosotros a través de la obra de Jesucristo.

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La excelente grandeza y las preciosas promesas de esta presente administración.

En otras Edades, tales como la edad de la Ley en la que vivió Moisés, la excelente grandeza y preciosas promesas en Cristo no se encontraban disponibles. Y además, deberíamos comprender que en aquel periodo de tiempo, aquellas promesas en Cristo todavía no habían sido dadas a conocer.

“Antes bien como está escrito: Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que le aman.” (1ª Corintios 2:9).

Lo mismo sucede en el periodo de tiempo de los Evangelios, cuando Jesucristo estaba aquí en la tierra, todavía no eran conocidas. En ese tiempo, nadie sabía que nosotros íbamos a estar sentados en los lugares celestiales, por encima de todas las cosas y a la diestra de Dios en Cristo. No era conocido que nosotros seríamos coherederos con Cristo y que obtendríamos la misma gloria que nuestro Señor Jesucristo, quien es el Rey de Reyes y Señor de Señores. El hombre nuevo único no estaba disponible. No cabía en la cabeza de nadie que nosotros fuésemos a ser hoy en día transformados en la misma imagen de su gloria. Las riquezas de Cristo no se encontraban disponibles. No se sabía que nosotros seríamos llenos de toda la plenitud de Dios en Cristo. Y que estaríamos completamente completos en él como lo estamos actualmente. Todas estas cosas pertenecen a la Era o Administración de la Gracia en la cual nos encontramos viviendo ahora. Dios declara que mantuvo en oculto este Gran Secreto y guardado en Sí Mismo y que nunca fue sondado por hombre alguno hasta que se lo reveló a Pablo.

El propósito de las edades

En Efesios, Pablo enseña acerca del propósito eterno. Esta frase significa literalmente el propósito de las edades. La palabra “aion” significa una era o periodo de tiempo.

“Para que la multiforme sabiduría de Dios sea dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales

Conforme al propósito eterno que hizo en Cristo Jesús nuestro Señor.” (Efesios 3:10-11).

El propósito de todas las edades para Dios fue que Él pudiese habitar en el hombre. Eso es lo que significa Dios en Cristo en ti. Nosotros estamos siendo “juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu” (Efesios 2:22). Nosotros, que somos el sujeto principal del Gran Secreto, estamos siendo edificados para ser un gran templo donde habite nuestro Padre.

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El Gran Secreto es tanto individual (Cristo en ti) como colectivo (el Templo del Cuerpo Único de Cristo). Nosotros hemos sido creados en un nuevo hombre, en el cual todas las cosas son Cristo. Estamos a ser edificados en la cabeza del Cuerpo Único, en Cristo mismo y en todas las cosas. El Templo de Dios es un hombre vivificante, el ascendido y victorioso Cristo, en el cual tanto los Judíos como los Gentiles pasaron a ser un nuevo hombre. Esta iglesia, este supremo llamamiento fue guardado en secreto, escondido en Dios hasta que le fue revelado a Pablo. Su llamamiento, concretización y esperanza estuvo siempre guardado como el Gran Secreto en Dios, pero ahora ha sido revelado. Es interesante observar que fueron los judíos en Pentecostés quienes recibieron todo esto cuando recibieron el espíritu de Cristo, pero ellos no se podían hacer una idea, no podían entender aquello que Dios les había ofrecido. Lo que ocurrió no se dio a conocer sino hasta muchos años después, cuando Pablo recibió la revelación del Gran Secreto directamente de Dios. De hecho, en los años inmediatos a Pentecostés, muchos de los cristianos judíos todavía eran celosos por la Ley y feroces perseguidores del ministerio de Pablo. El Libro de Hechos documenta en muchas partes este comportamiento.

Por tanto, el propósito de las edades se centra en Jesucristo. Él es el primogénito de muchos hijos y todas las cosas son hechas nuevas en él. Vendrá un tiempo futuro en el que todas las cosas que no son de Cristo desaparecerán, y todas las cosas en Cristo permanecerán en la gloria. Dios nos ha revelado este secreto de Su voluntad.

“dándonos a conocer el misterio de su voluntad…

De reunir todas las cosas en Cristo en el cumplimiento de los tiempos….

A fin de que seamos para alabanza de su gloria….” (Efesios 1:9, 10, y 12)

En Cristo, nosotros seremos reunidos y presentados en su gloria.

Conclusión

En resumen, debemos tratar con mucho cuidado la Palabra de Dios para que podamos separar lo que Dios ha colocado en sus diferentes edades o administraciones. Solo entonces podremos seguir en frente para apreciar cuan especial es esta Era de Gracia verdaderamente y cuan única es. Cuan llena de esplendor se encuentra la Palabra de Dios que contiene este Gran Secreto, el cual ha sido ocultado de todas las demás Edades anteriores y escondido en Dios.

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Parte XI – Un Andar Poderoso

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Capítulo 43: andando poderosamente en el Gran Secreto

El mismo espíritu de Cristo

Todas las personas en el Cuerpo de Cristo han recibido el mismo espíritu, sin embargo, no todos los miembros escogen andar en el espíritu exactamente de la misma manera. Este es un asunto que dice respecto a la creencia que cada individuo manifiesta en lo que dice la Palabra de Dios. Algunos creyentes creen más a la Palabra que otros. Sin embargo, existen variadas y diferentes evidencias externas acerca de la presencia interna del don del espíritu santo dentro de una persona.

La explicación de Jesús

En el primer siglo, sabían que habían recibido poder desde lo alto cuando recibieron el don de espíritu santo. Jesucristo ya les había explicado e instruido acerca de este recibimiento antes de Pentecostés

“Pero recibiréis poder cuando haya venido sobre vosotros el espíritu santo…” (Hechos 1:18)

Y además,

“He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lucas:24:49)

Aquí, tanto en Hechos como en Lucas, la Palabra de Dios nos muestra que el espíritu de Cristo en nosotros también es poder (Gr. dunamis) de Dios. La palabra griega que aquí se traduce por poder significa poder latente o poder potencial. Como tal, es igual al poder latente que tiene la batería de un coche. Se requiere la puesta en marcha del contacto. Debe ser puesto en marcha. Para poder entenderlo mejor, debemos saber que hay otras palabras que se traducen también por poder en el Nuevo Testamento. Tenemos, por ejemplo, “exousia” que significa autoridad (la capacidad de poder accionarlo) y “energemata” que significa poder ejercitado, como la energía cinética o la energía en función.

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Señales del poder

Jesucristo dijo también que las señales seguirían a los creyentes para que los Apóstoles pudiesen andar con creencia y esperando que las Palabras de Jesús se cumpliesen en sus propias vidas.

“Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;

Tomarán en sus manos serpientes (espíritus diabólicos) y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanarán.” (Marcos 16:17-18).

Nosotros también debemos andar en esta misma creencia y expectación de la Palabra de Dios, y también debemos ver en nuestras vidas estas señales, milagros y maravillas que Su Palabra nos promete. Es Cristo en nosotros. Nosotros también hemos sido escogidos para que manifestemos este poder del Cristo en nosotros.

Las nueve manifestaciones del espíritu santo

Existen nueve manifestaciones del espíritu santo. Estas manifestaciones son evidencias externas del poder inherente del espíritu santo en nosotros. Cada una de las manifestaciones es dada para un provecho:

“Pero a cada uno le es dada la manifestación del espíritu para provecho

Porque a este (provecho) es dada por el espíritu palabra de sabiduría; a otro (provecho) palabra de ciencia según el mismo espíritu; a otro (provecho) fe por el mismo espíritu; y a otro (provecho) dones de sanidades por el mismo espíritu. A otro (provecho) el hacer milagros; a otro (provecho) profecía; a otro (provecho) discernimiento de espíritus; a otro (provecho) diversos géneros de lenguas; y a otro (provecho) interpretación de lenguas:

Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere.” (1ª Corintios 12:7-11)

¿Don o manifestación?

La Palabra de Dios es muy clara y sencilla. Sin embargo, teniendo tan claramente la verdad, existe un clamoroso error envolviendo a la Cristiandad actualmente. En ninguno de los textos críticos griegos del Nuevo Testamento, las nueve manifestaciones del espíritu santo son denominadas de “dones del espíritu” por Dios. Esto está muy claro, sin embargo, yo se que el hombre y algunos traductores de la Biblia las han denominado “dones del espíritu,” pero esa es la opinión de los hombres y no de Dios. Dios las denomina de manifestaciones del espíritu santo. La razón de por qué esto es de suma

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importancia entenderlo bien, se debe a que Dios nos ha dado el don de espíritu santo y eso quiere decir que cada uno de nosotros tenemos el poder latente de operar las nueve manifestaciones. Dios no ha puesto en algunos miembros medio espíritu solamente; ni le ha otorgado a unos más cantidad de espíritu que a otros, sino que Él ha puesto las nueve manifestaciones en el mismo espíritu que todos y cada uno de nosotros hemos recibido, todos tenemos el poder latente de manifestar las nueve. Pero la voluntad del Diablo ha sido engañar a algunos, les ha llevado a creer que las manifestaciones son dones. No hay nada que esté más lejos de la verdad. El Diablo no quiere que aprendamos de Dios cómo debemos andar con estas poderosas evidencias del espíritu de Cristo dentro de nosotros. En vez de que creamos sencillamente lo que Dios nos dice, lo que quiere el Diablo es que pensemos que son dones, porque así estaremos persuadidos de que tiene que haber algunos de ellos que nosotros no hayamos recibido, porque si son dones solo estarán disponibles para unos cuantos que haya escogido Dios. Cualquier cristiano que sostenga esa opinión errada estará dándole la razón al diablo y propagando su mentira, además de negarles a los cristianos la autoridad que tienen de ejercitar el poder del Cristo en ellos. Sin embargo, en la voluntad de Dios, a nosotros se nos ha otorgado la autoridad de andar en la plenitud del poder del espíritu. Recibiréis en manifestación Hay un registro en el libro de Hechos que nos ilumina el entendimiento acerca de todo este asunto, acerca que cómo quiere Dios que todos manifestemos las nueve manifestaciones del espíritu “Pedro les dijo: Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del espíritu santo.” (Hechos 2:38-39) La palabra griega para “recibir” es “lambano” y su significado va más allá que simplemente recibir espíritu santo. La palabra griega “lambano” significa recibir en manifestación. Lo que Pedro estaba diciendo verdaderamente es que aquellos que creyesen en el Señor Jesucristo recibirían con toda la certeza el mismo espíritu en manifestación que habían visto manifestar a los Apóstoles en Hechos 2:1-4. En otras palabras, todos nosotros deberíamos hablar en lenguas. Dios no se ha quedado corto con algunos de Sus hijos dándole solamente la mitad del espíritu, sino que nos ha dado a beber a todos de la misma medida de Cristo. Años después, el Apóstol Pablo escribiría a los corintios que era la voluntad de Dios que todos nosotros hablásemos en lenguas y trajésemos en evidencia palabras de profecía.

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“Quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profeticéis….” (1ª Corintios 14:5) Dios desea que todos los miembros del Cuerpo de Cristo manifiesten espíritu santo. La palabra “quisiera” enfatiza la voluntad y el deseo de Dios. Dios desea que todos los miembros del Cuerpo de Cristo hablen en lenguas porque hay muchos beneficios espirituales en hablar en lenguas que son necesarios para ser edificados y crecer espiritualmente. Dios nos ha capacitado y nos ha permitido que aprendamos Sus caminos en espíritu y en verdad en la Palabra que nos ha dirigido. Cuando nosotros manifestamos el don de espíritu santo que tenemos, estamos manifestando el Cristo que está en nosotros. Hoy en día, podemos andar en el poder de Cristo y ser edificados en él, podemos aprender a manifestar su misma habilidad, la cual se encuentra en el espíritu que tenemos dentro de nosotros.

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Parte XII – Los Ministerios del Gran Secreto

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Capítulo 44: Apóstoles, profetas, pastores y

maestros del Gran Secreto

Instrucciones de Dios La mayor parte de la iglesia visible hoy en día se mantiene ignorante del Gran Secreto. Parece ser que algunas organizaciones y sus líderes ni conocen el Gran Secreto ni tienen el deseo de conocerlo; ni tampoco tienen la voluntad de tener en cuenta, como debería ser, el punto de vista de Dios. En Romanos 16:25-26, Dios declara que este Gran Secreto se revela para la obediencia a la fe. Lo que quiere decir que el Gran Secreto es exactamente aquello que el Padre quiere que creamos. Para que podamos obedecer en la creencia, nuestro Padre requiere que creamos y que practiquemos el Gran Secreto. Dios también nos ha revelado además, que el Gran Secreto es el modelo de administración en la casa – así es cómo Él quiere que sean organizados los asuntos y casos de la Iglesia. Los verdaderos líderes siguen estas instrucciones; los falsos apóstoles, falsos profetas, falsos pastores y falsos maestros operan contra Dios y contra Su voluntad con respecto a estas materias. Los verdaderos apóstoles, verdaderos profetas, verdaderos pastores y verdaderos maestros edificarán los asuntos de la casa de la Iglesia en las gloriosas riquezas del Gran Secreto. Las cualidades necesarias para ser diácono La palabra griega que se traduce diácono es “diakonos” y significa ministro. Un diácono es uno que ministra dentro del Cuerpo de Cristo. Apóstoles, profetas, pastores y maestros son ministros en el Cuerpo de Cristo. Un ministro también es alguien que se hace cargo de un grupo de creyentes dándole dirección y enseñanza espiritual. Dios puso de manifiesto en Su Palabra las cualidades que una persona debe poseer para que le pueda ser asignado el cargo de diácono en el Cuerpo de Cristo. Una de esas cualidades que se necesita es la de guardar el Gran Secreto de la fe con limpia conciencia. “Los diáconos asimismo deben ser honestos, sin doblez, no dados a mucho vino, no codiciosos de ganancias deshonestas; Que guarden el misterio de la fe con limpia conciencia.” (1ª Timoteo 3:8-9)

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La palabra “conciencia” se refiere al corazón del hombre. Y la palabra “guarden” es “scheo” en Griego y significa Retener de manera continuada y con esforzada - mantenerse firme sobre alguna cosa por posesión y habilidad. En este caso, la persona a quien se le ha otorgado una posición de liderazgo de diácono, debe poseer un fuerte conocimiento del secreto y debe darle a esta doctrina la preeminencia en su corazón. Por tanto, un diácono debe continuar a guardar y a poseer el Gran Secreto en su corazón. Este requisito es lo más lógico, porque de él manan las salidas de la vida. La vida del diácono debe centrarse en la administración de la Casa del Gran Secreto en servicio del Cuerpo de Cristo. Y, por tanto, si los diáconos guardan el secreto en sus corazones, entonces están calificados para tratar de los negocios de Dios. El Gran Secreto será lo que saldrá de su vida, pues eso es lo que posee en su corazón. Falsos líderes en la Iglesia hoy en día La presencia de falsos líderes en la Iglesia no es ninguna novedad actual. En el primer siglo, hubo muchos que se denominaban líderes y que sin embargo no habían sido aprobados ni por el Padre ni por el Señor Jesucristo. Existen muchos relatos en las Epístolas que testifican este hecho. Hoy en día, hay muchos falsos apóstoles, profetas, pastores y maestros que se autoproclaman a sí mismos ministros, y también hay muchos que han sido ordenados por el Diablo para llevar a cabo sus propósitos. Como ya hemos visto, nuestro Padre celestial ha dicho que la administración de la Casa es el Gran Secreto. La administración se refiere a la manera cómo Dios quiere que sean gobernados los asuntos en Su Casa. Por tanto, para ser un líder en la Iglesia, una persona debe conocer y ser obediente al Gran Secreto. ¿Podrías imaginarte a un hombre de negocios que no supiese lo que su jefe quiere que negocie? - O a un Primer Ministro del gobierno de un país del mundo que no conociese a los miembros de su partido?; O un catedrático que no conociese las normas de su escuela? ¡Eso sería absurdo! Pero entonces, ¿Por qué existen tantos denominados líderes en la Iglesia que no conocen la administración en la Casa del Gran Secreto? ¿Cómo pueden llevar a los hijos de Dios a la Palabra si esos denominados profetas no conocen el Gran Secreto? Pablo le declaró a Timoteo que para llegar a ser un diácono, era necesario primeramente guardar el secreto con un puro corazón. A los ojos de Dios, muchos de los que se denominan líderes hoy en día, todavía no están preparados para liderar la Iglesia, porque todavía no guardan ni poseen el secreto en un puro corazón. Muchos de los denominados a sí mismos de apóstoles, profetas, pastores y maestros todavía no saben ni que hay un secreto con el cual hay que administrar a la Iglesia de Dios. Los verdaderos apóstoles y profetas tienen y mantienen la revelación del secreto en sus corazones:

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“Misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu.” (Efesios 3:5). Los verdaderos apóstoles y profetas reciben la revelación del Gran Secreto y la dan a conocer fielmente a los demás. Ya es hora de que la Iglesia se despierte y sea madura en la Voluntad de Dios. Los falsos apóstoles, profetas, pastores y maestros están reprobados totalmente, porque niegan el Gran Secreto y no lo retienen en sus corazones. La Iglesia precisa de echar fuera al Diablo de las grandezas del secreto y no permitirle que se pasee por los atrios de la Iglesia a través de falsos y perversos líderes. La sanación espiritual proviene de la Casa de Dios, y la voluntad de Dios y la verdad son allí la autoridad suprema. “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiréis mayor condenación.” (Santiago 3:1) En los tiempos del Antiguo Testamento anteriores a la revelación del Gran Secreto, Dios mostró Su disgusto con los falsos líderes que eran desobedientes a la hora de llevar a cabo sus responsabilidades en servicio del pueblo de Dios: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio….” (Oseas 4:6ª). Es un asunto muy serio para Dios hoy en día el hecho de que, los miembros del Cuerpo de Cristo, estén a ser destruidos por el Adversario debido a la falta del conocimiento de las grandezas del Gran Secreto en Cristo. Dios no quiere que Sus hijos sean arrastrados por todo viento de doctrinas, sino que sean un ancla firme y estén arraigados en el Gran Secreto, disfrutando de todas sus bendiciones y gloriosas riquezas. – este es el trabajo y la responsabilidad de los líderes en el Cuerpo de Cristo. La obra del fiel y verdadero líder Dios actúa muy poderosamente en la vida de los que trabajan para presentar perfectos a los creyentes en el Gran Secreto en Cristo: “A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria. A quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñado a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre.

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Para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la cual actúa poderosamente en mí.” (Colosenses 1:27-29). Los verdaderos apóstoles, verdaderos profetas, verdaderos pastores y verdaderos maestros se apoyan a Su Obra, la cual actúa en ellos poderosamente. Este es el poder de Dios actuando en sus ministros. La Obra de Dios se centra en el Gran Secreto en Cristo y en nuestro crecimiento en ese secreto. Mayordomos fieles Los verdaderos líderes en el Cuerpo de Cristo son mayordomos fieles de los secretos de Dios, incluyendo el Gran Secreto de Cristo y de su Iglesia. “Así, pues, téngannos los hombres por servidores de Cristo, y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel.” (1ª Corintios 4:1-2). Los ministros de Dios son mayordomos de Su Palabra que trabajan entre su gente aquí en la tierra. Son mayordomos de los secretos de Dios. Mayordomos fieles son aquellos que no adulteran o medran la Palabra de Su maestro. El propósito de los dones de ministerios

Dios dio dones de ministerios al Cuerpo de Cristo y los asignó como líderes:

“Y él mismo constituyó a unos apóstoles; a otros, profetas; a otros evangelistas; a otros, pastores; y maestros.” (Efesios 4:11)

Los líderes en la Iglesia son los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Son escogidos por Dios y no por los hombres. La razón por la que Dios otorgó estos dones de liderazgo a la Iglesia se encuentra escrita en los versículos siguientes:

“A fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo.” (Efesios 4:12).

Dios quiere que la mente del creyente sea perfeccionada en el Gran Secreto. Los dones de ministerio, que son los líderes espirituales en el Cuerpo de Cristo, tienen que trabajar en armonía con Dios para nutrir espiritualmente el Cuerpo de Cristo, para que pueda crecer y ser edificado en Cristo:

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“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” (Efesios 4:13)

“….sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo.” (Efesios 4:15).

La obra de los dones de ministerio se centra en el Gran Secreto.

Conclusión

Hoy en día, la Palabra de Dios requiere a todos los líderes que se fundamenten en el Gran Secreto antes que puedan ser escogidos para ocupar una posición de liderazgo en la Iglesia.

De acuerpo al punto de vista del Dios Todopoderoso, nadie que no haya comprendido el Secreto y lo haya guardado en su corazón se encuentra habilitado para liderar el Cuerpo de Cristo ni debería ocupar una posición de liderazgo. Sin embargo, ¿Cuántos líderes hay que no poseen esta cualidad espiritual? Todavía no están listos ni preparados para liderar y procurar con mansedumbre la voluntad de Dios, quien puede afirmarles en el Gran Secreto antes que nada, solamente después podrán estar capacitados para servir en el Cuerpo de Cristo.

Los verdaderos líderes fortalecerán el Cuerpo de Cristo y lo edificarán en las bendiciones del Gran Secreto.

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Capítulo 45: Proclamando el Gran Secreto

Ahora estamos aproximándonos al final de este y libro y podrás conocer en mayor profundidad el Gran Secreto que la mayoría de nuestros hermanos y hermanas en Cristo desde el tiempo en que fue revelado hace más o menos dos mil años atrás. Por tanto, podrás apropiarte de todas las enseñanzas contenidas en este libro para que puedas ministrar efectiva y poderosamente de acuerdo con la administración apropiada, la forma correcta de gobernar la Casa según la voluntad de Dios para esta Era en la que vivimos. Entonces estarás listo y preparado para fortalecer el Cuerpo de Cristo y para edificarlo en la voluntad de Dios. Mientras más crezcas en Cristo, más y más serás capaz de ayudar a otros a venir al conocimiento y a la comprensión del Gran Secreto. Entonces, también todos los miembros podrán ser perfeccionados en Cristo.

“Como debo hablar”

Cuando le declaras el Gran Secreto a algún hermano en Cristo, procura declarárselo con denuedo y amor inspirados del Padre. Pablo hizo el siguiente comentario a este respecto:

“Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias;

Orando también al mismo tiempo por nosotros, para que el Señor nos abra puerta para la palabra, a fin de dar a conocer el misterio de Cristo, por el cual también estoy preso.

Para que lo manifieste como debo hablar.” (Colosenses 4:2-4)

Oremos también todo notros para que estas puertas se abran y podamos dar a conocer este secreto a alguien. Cada miembro del Cuerpo de Cristo debería oír hablar de las riquezas del secreto. Dios desea dárselas a conocer a cada uno de los cristianos. Tú y yo entendemos la largura, la anchura, la profundidad y la altura de este Gran Secreto en Cristo; nosotros deberíamos estar preparados para hablar con denuedo acerca de él, porque esa es la voluntad de Dios y hacia donde nos dirige y guía.

“Embajadores del secreto del evangelio”

El Gran Secreto debe ser predicado con todo denuedo. Es curioso observar que Pablo le pidió a los creyentes efesios que orasen por él, para que le fuesen dadas palabras

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inspiradas y para que las declarase con denuedo, para dar a conocer el Gran Secreto del evangelio.

“Y por mí, a fin de que al abrir mi boca me sea dada palabra para dar a conocer con denuedo el misterio del evangelio,

Por el cual soy embajador en cadenas; que con denuedo hable de él, como debo hablar.” (Efesios 6:19-20)

Pablo dijo que era un embajador del misterio del evangelio. Tú y yo también somos embajadores al servicio del secreto del evangelio. Dios nos ha impartido ese conocimiento en nuestros corazones; por tanto, nuestra misión ahora es dar a conocer el Gran Secreto.

Cualquier persona que proclame el Gran Secreto “debe de hablar” denodadamente como embajador que es. Si tú fueses un embajador de algún país del mundo, tú tendrías que hablar con la autoridad propia de aquel país. Pablo fue un embajador para “el secreto del evangelio” y tenía que hablar con la autoridad de Dios concerniente al Gran Secreto. Ese es el punto de vista de Dios.

Hoy en día, el Cuerpo de Cristo precisa de embajadores del Gran Secreto para que se de a conocer entre los cristianos. Por tanto, cuando tú hablas la verdad del secreto, acuérdate que debes hacerlo con toda la autoridad del Dios Todopoderoso. Es la administración de Su Casa y nosotros sabemos lo que Él ha revelado para la obediencia a la fe. El Gran Secreto es la voluntad de Dios.

La Palabra sobre el mundo

Pablo cooperaba con Dios para dar a conocer el secreto. Pablo trabajaba para hacer saber en lo qué consistía la administración de la Casa del secreto. Tú también eres un obrero que trabaja con Dios. El deseo del corazón de Dios es que todas las personas del mundo sean salvas y vengan al conocimiento del Gran Secreto. A esto es a lo que denominamos “La Palabra sobre el Mundo.”

“Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador,

El cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento (epignosis) de la verdad.” (1ª Tesalonicenses 2:3-4)

El verdadero significado de “Palabra sobre el mundo” es que el Gran Secreto se de a conocer y se viva entre los hombres. Esa es la visión de Dios y esta pasando a ser la nuestra también.

Así que, declaramos el Gran Secreto con denuedo. Oramos para que se nos abran puertas y que este secreto pueda darse a conocer. Es Dios quien actúa en el corazón de las personas a medida que ellas escuchan estas palabras acerca del secreto. Como

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embajadores que somos en servicio del secreto del evangelio, hablamos con el denuedo que tenemos que hablar para darlo a conocer, porque Dios está con nosotros. Como embajadores que somos, nosotros hablamos directamente en la misma presencia de Dios.

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Capítulo 46: Entender las Epístolas a la luz del Gran Secreto

El sujeto o tema principal de las Epístolas de Pablo es el Gran Secreto en Cristo. Sin entender esto, muchas de las escrituras pura y simplemente no podrán ser comprendidas. Por otro lado, si leemos las Epístolas a la luz del conocimiento del secreto, adquiriremos una comprensión mucho más amplia que hasta aquí habíamos tenido. Por ejemplo, 1ª Corintios 2:10 nos habla acerca de las cosas “profundas de Dios.” Ahora sabemos que Pablo se estaba refiriendo a las riquezas de la gloria del secreto, hacen parte de la comprensión de “la largura, la anchura, la profundidad y la altura” del secreto en sí mismo. El contexto de 1ª Corintios capítulo 2 es el Gran Secreto. Sin saber esto, y sin entender de qué trata el Gran Secreto, estas escrituras no podrán jamás ser asimiladas en nuestro entendimiento.

Por eso Pablo también tuvo que escribirle a Timoteo, para que encargase a algunos en la Iglesia y les dijese que debería ser la doctrina del Gran Secretos la que se enseñase en el Cuerpo de Cristo.

“Como te rogué que te quedases en Éfeso, cuando fui a Macedonia, para que mandases a algunos que no enseñen diferente doctrina.” (1ª Timoteo 2:3-4)

Existe un número incontable de ejemplos como estos en las Epístolas. Cuando tú comprendes el Gran Secreto, se hace muy interesante observar cómo Dios guía continuamente a Su gente a la obediencia y al pleno conocimiento del Gran Secreto.

Las Epístolas de Pablo registran precepto detrás de precepto del Gran Secreto respecto a Cristo y de todos los escogidos para él. Cuando tú te llegas a dar cuenta por experiencia que es Cristo en ti, entonces tienes la llave que abre el verdadero entendimiento de lo que está escrito en estas Epístolas. Solamente entonces podrán estas Epístolas habitar en tu entendimiento. Cualquiera que las lea a la luz de de este conocimiento será iluminado con la multiforme sabiduría de Dios en el corazón del Gran Secreto.

Todo lo que pertenece a las Epístolas debería ser entendido en el contexto del Gran Secreto. Nuestro Padre celestial desea que sepamos su voluntad en toda sabiduría y entendimiento espiritual.

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Parte XIII – El Adversario y el Gran Secreto

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Capítulo 47: El abandono del Gran Secreto

El susto del Diablo

Se llevó un enorme susto el Diablo cuando se le testificó la resurrección de Jesucristo. El Diablo se había creído que había derrotado para siempre a Jesucristo matándole, pero estaba muy equivocado. Jesús fue levantado de la muerte y ascendió al Padre para ocupar su lugar sobre todos los principados y potestades y sobre todo poder, incluyendo el reino entero del Adversario. El Diablo presenció a Jesucristo ocupar su lugar a la diestra de Dios.

Fue más que un susto lo que se llevó el Diablo cuando verificó al espíritu de Cristo habitando en cada creyente desde el día de Pentecostés hasta hoy. Bajo el punto de vista espiritual, el Adversario se encuentra ahora acorralado por millones de creyentes que tienen a Cristo dentro de ellos. Pero cuando los creyentes del primer siglo comenzaron a andar en la grandeza de la revelación y se dieron cuenta de lo que verdaderamente significa tener a Cristo dentro, cuando comenzaron a crecer y a ser edificados en Cristo en todas las cosas y a andar como él, fue cuando el Adversario se llevó aquel tremendo susto, porque se dio cuenta de que, su reino, tenía que confrontarse diariamente con miles y miles de Cristianos. Ya no era solamente un Jesucristo con el que su reino tenía que enfrentarse, sino que, desde ese momento, tenía que confrontarse con Cristo en acción dentro de cada fiel cristiano. El poder y la naturaleza de Dios en Cristo estaba siendo manifestado en muchos lugares, por eso el propósito del Diablo era reducirlo y anularlo. Él nunca había visto un poder tan grande contra él como el que vio manifestado a través del Cuerpo de Cristo.

Dos años y tres meses

Hay un registro en el Libro de Hechos acerca del ministerio de Pablo que nos relata cómo la palabra se esparció como un incendio a través de todo el Medio Oriente:

“Y entrando Pablo en la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y persuadiendo acerca del Reino de Dios.

Pero endureciéndose algunos y no creyendo, maldiciendo el Camino delante de la multitud, se apartó Pablo de ellos y separó a los discípulos, discutiendo cada día en la escuela de uno llamado Tiranno.

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Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor.” (Hechos 19:8-10).

En un periodo de dos años y tres meses, toda Asia Menor escuchó la Palabra de Dios a través del ministerio del apóstol Pablo. Muchos de los que la escucharon creyeron y fueron salvos. Y a todos ellos se les instruía en el Gran Secreto en Cristo. Sin embargo, el Adversario no se quedó de brazos cruzados mientras esto sucedía.

La respuesta del Diablo: el Gran Secreto duró muy poco en sus corazones

Toda Asia Menor oyó hablar la Palabra de Dios en ese corto espacio de tiempo. La Iglesia creció y comenzó a vivir el glorioso secreto en Cristo. Sin embargo, unos pocos años después, durante el periodo de tiempo en que fue escrito 2ª Timoteo, todos los que estaban en Asia abandonaron al apóstol Pablo:

“Ya sabes esto, que me abandonaron todos los que están en Asia, de los cuales son Figelo, y Hermógenes.” (2ª Timoteo 1:15).

¿Qué es lo que había ocurrido? Pues bien, eso fue obra del Diablo. Lo que realmente significa es que los creyentes abandonaron el evangelio de Pablo que, como sabemos, es la verdad de la revelación del Gran Secreto. El Adversario desea sobretodo que la verdad del Gran Secreto no se difunda. Dos de las tácticas que emplea es apartando a los creyentes y ocultando el Gran Secreto por detrás de una falsa Cristiandad. El Adversario tuvo bastante éxito con la mayor parte de las personas, tal como lo declara Pablo: “Todos los que estaban en Asia me abandonaron.” Abandonaron a Pablo y a su evangelio, el cual es el Gran Secreto. Le abandonaron por obra del Adversario.

Como respuesta a la enorme expansión del Gran Secreto entre los creyentes, el Diablo envió sus espíritus diabólicos para apartar a lo creyentes del llamamiento de Dios. Concentró sus esfuerzos en combatir el Gran Secreto. Muchos creyentes fueron derrotados. Aun muchos de los líderes en la Iglesia del primer siglo abandonaron también el Gran Secreto:

“Porque Demas me ha desamparado, amando este mundo, y se ha ido a Tesalónica. Crescente fue a Galacia, y Tito a Dalmacia.” (2ª Timoteo 4:10)

Desgraciadamente, la mayoría de los creyentes de Asia Menor decidieron hacer caso de lo que les dijo el Adversario en vez de lo que les dijo Dios para que obedeciesen a la fe. El Gran Secreto se perdió en casi la totalidad de los que vivían en Asia Menor en el primer siglo. Comenzaron a andar según la carne y no según el espíritu de Cristo en ellos – dejaron de estar conectados a la Cabeza del Cuerpo Único. No se mantuvieron puros de corazón en el Gran Secreto que es la verdadera fe de Jesucristo. Prefirieron corromperse con la religión que el Adversario extiende muy eficazmente y que se

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denomina Cristiandad, la cual continúa muy difundida por todas partes también hoy en día.

Lo mismo les pasó a los Gálatas.

Algunos de los detalles acerca del “abandono” del Gran Secreto se encuentran registrados en la Epístola de los Gálatas. Esta epístola nos dice cómo sucedió el abandono en la Iglesia y cómo Pablo les ofrece la oportunidad de corregir su error a los creyentes.

“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.

No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.

Mas, si aún nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.

Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.” (Gálatas 1:6-8)

Pablo les estaba indicando que habían sido apartados por una perversión del evangelio del Gran Secreto. Y a continuación les recuerda que él había recibido el evangelio del Gran Secreto por revelación de Dios, y no de parte de ninguno de los hombres por quien se estaban apartando. El Adversario envió a los hombres que les indujeron a andar en la carne y no en el espíritu de Cristo. Por eso tuvo que reprenderlos otra vez:

“¡Oh Gálatas insensatos! ¿Quién os fascinó para no obedecer a la verdad?, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado.

Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe?

¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el espíritu, ahora vais a acabar por la carne?” (Gálatas 3:1-3).

Como ya hemos dicho en un capítulo anterior, el Gran Secreto se manifiesta en el nuevo hombre cuando andamos en el espíritu. Pero aquí, los Gálatas se estaban literalmente burlando de la crucifixión de nuestro Señor Jesucristo, porque se habían apartado de su verdadero significado. En vez de andar por el espíritu y de ser edificados en Cristo, descartaron el nuevo hombre y volvieron a andar por la carne como si no les hubiese sido de provecho el Gran Secreto en Cristo. Las cosas en la Iglesia de los Gálatas

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estaban tan alejadas de la verdadera administración del Gran Secreto, que Pablo tuvo que trabajar mucho para que Cristo se volviese a formar en sus corazones.

“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto, hasta que Cristo sea formado en vosotros.” (Gálatas 4:19)

En los dos últimos capítulos de Gálatas, Pablo continúa a recordarles acerca de las obras de la carne y el fruto del espíritu. Quería que ellos tomasen una decisión. Si quisiesen andar en la carne, solo podían acarrear corrupción y destrucción. Pero si decidiesen andar en el espíritu, sus esfuerzos se verían recompensados con el fruto que sería eterno. Tenían que tomar una decisión acerca del hombre nuevo de sus corazones. Pablo les señaló la nueva creación que poseían en Cristo.

“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino una nueva creación.

Y a todas los que anden conforme a esta regla, paz y misericordia….” (Gálatas 6:15-16).

El nuevo hombre en Cristo es uno de los pilares del Gran Secreto y los Gálatas estaban ignorándolo.

En el momento futuro de la Reunión, cuando veamos con nuestros ojos a Jesucristo, se aclararán todas las cosas. En ese día, muchos cristianos se llevarán una sorpresa acerca de lo mucho que se ha pervertido la Palabra de Dios con respecto al Gran Secreto y cuan lejos han estado de ser “obedientes a la fe.”

Hoy en día

Sin embargo, hoy en día en la Iglesia, somos confrontados con la misma decisión que los cristianos enfrentaron en Galacia. No hay que ir muy lejos para darnos cuenta de que las tinieblas espirituales producidas por el “abandono” en el primer siglo continúan bien patentes hoy en día en toda la Cristiandad.

El “abandono” continúa actualmente en la vida de los cristianos que andan según la carne y no por la Palabra revelada que es el andar en la fe. Con la carne no se podrá guardar la unidad del espíritu, porque la naturaleza misma de la carne es la causante de divisiones. Este andar en la carne fue la que causó el aparecimiento de numerosas sectas y grupos en el primer siglo. Destruyó la verdad del Cuerpo Único de Cristo. El andar en la carne erosiona la verdad de lo que Dios ha hecho por los creyentes en Cristo y la sustituye por otras ideas. En el primer siglo, la gracia fue sustituida por las obras, y el conocimiento del nuevo hombre fue abandonado por la mayoría. La bendita esperanza del Retorno en Cristo fue remplazada por los juicios de Dios y se olvidaron de lo que Dios había conquistado para los creyentes a través de Cristo.

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En el primer siglo, el Gran Secreto fue soterrado por la acción del Adversario, para la vasta mayoría hoy en día, la Iglesia organizada visible todavía se encuentra en tinieblas con respecto a este Gran Secreto. Sin embargo, no tiene por qué ser así. La Iglesia organizada y visible no debe permanecer debajo del dominio del Adversario. El gran deseo del corazón de Dios es dar a conocer el Gran Secreto a todos, para que se puedan beneficiar y fortalecer con sus riquezas. Ninguno de nosotros tenemos necesidad de volvernos al mundo hoy en día.

Conclusión

El Gran Secreto es la verdadera esencia y el centro de la fe de Jesucristo. Es la verdadera fe. Cuando este secreto se perdió, fue sustituido por todo tipo de innumerables ideas religiosas denominadas cristianas. El “abandono” en la Iglesia del primer siglo fue sencillamente el abandono del Gran Secreto y de la verdadera fe. Fue arrasado por el Adversario. El poder y el amor de Dios en la edificación en Cristo fue reemplazado por las enseñanzas de hombres religiosos; y consecuentemente, hubo muchos que perdieron el verdadero entendimiento Bíblico.

A pesar de todo, muchos cristianos hoy en día están redescubriendo lo que se había perdido. Tú y yo hemos descubierto el secreto perdido de la Cristiandad. Dios lo denomina el Gran Secreto. Nosotros somos los fieles en Cristo, y las promesas que Dios nos ha dado son verdaderamente maravillosas.


Así pues, nosotros debemos continuar a crecer en este Gran Secreto y yendo de una gloria a otra gloria, de poder en poder, y de riqueza de bendición en riqueza de bendición. Como Dios ha declarado, el Gran Secreto fue guardado desde la fundación del mundo para nuestra gloria. Es verdad, es de hecho una gloria que nos aleja del Adversario y que nos trae de vuelta a la Palabra de nuestro Padre para la obediencia de la fe. Y además, en el poder de Cristo, enfrentaremos victoriosamente al Adversario con el fuego del Gran Secreto ardiendo en nuestros corazones. Y proclamaremos la derrota que le infringimos, proclamaremos que mayor es el que se encuentra en nosotros que todos los diablos juntos de este mundo. Lo someteremos debajo de nuestros pies a medida que andamos victoriosamente sobre su reino en este mundo y manifestando las riquezas de la gloria del secreto que él tanto odia.

“Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros.” (Romanos 16:20).

Aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies…….así sea.

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Capítulo 48: El fin del Adversario en el Gran Secreto

El fin del reino del Adversario ya ha comenzado

En este capítulo, vamos a ver cómo el Adversario ha fracasado una y otra vez a lo largo de toda historia y cómo, en el Gran Secreto, Dios trata de la destrucción de su cabeza. En el Gran Secreto, el mundo tiene un final en donde el reino del Adversario desaparece. Todas las cosas son hechas nuevas y cualquiera que es nacido de Dios ya ha vencido al mundo. El Señor Jesucristo ya ha derrotado a este mundo través de la sabiduría de Dios.

La hostilidad al Gran Secreto

El Adversario siempre ha sido hostil al Gran Secreto. Lo odia terriblemente. Sus líderes religiosos se oponen contra él y no pueden darle un lugar en sus corazones. Eso se debe a que el Adversario, sus espíritus diabólicos y sus ministros aquí en la tierra, no tienen cabida en el Gran Secreto. Todos ellos están derrotados. Dios ya nos lo ha hecho saber para nuestra gloria y así va a suceder. Para nosotros, sin embargo, el Gran Secreto es una fuente de vida.

La simiente prometida

Desde el Paraíso, el Adversario luchó siempre contra la simiente prometida que es Jesucristo. Él sabía que un día vendría esa simiente porque Dios lo había predicho cuando le habló directamente al Adversario en el Jardín del Paraíso diciéndole:

“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; esta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” (Génesis 3:15)

A través de la historia

A través de la historia, el Adversario siempre luchó para que esta semilla (Jesucristo) no viniese y salvase a la humanidad. En los días de Herodes, el Adversario procuró asesinar a todos los niños menores de dos años. Su intención era asesinar a Jesús, la simiente prometida, pero José y María consiguieron huir para Egipto.

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“….un ángel del Señor apareció en sueños a José y dijo: Levántate y toma al niño y a su madre, y huye a Egipto, y permanece allá hasta que yo te diga, porque acontecerá que Herodes buscará al niño para matarlo” (Mateos 2:13).

Sin embargo, hubo un tiempo señalado en el cual Dios le permitió que crucificase a nuestro Señor Jesucristo. Y en la crucifixión, mal se podía él imaginar que se estaba buscando su propia ruina y derrota en su batalla contra Dios. Pero nuestro Padre levantó a Jesucristo de los muertos y el perverso viejo Adversario volvió a fracasar otra vez. Pero de esta vez de una manera bien peor para él desde ese día.

La derrota del Adversario en el Gran Secreto

Jesucristo ascendió al Padre y el don del espíritu santo fue enviado en Pentecostés para todos los que creen en Jesucristo. Algunos años después de Pentecostés, fue revelado lo que Dios había realmente hecho en el don del espíritu santo. Los creyentes habían recibido a Cristo en ellos y habían recibido las riquezas “las riquezas de las gloria del misterio” (Colosenses 1:27). Este Gran Secreto le fue revelado a Pablo y permaneció en el corazón y en la vida de los miembros fieles. Cristo se encuentra ahora en cada creyente y el Adversario se confronta en este momento con millones de creyentes que tienen a Cristo dentro de ellos. En sentido espiritual, el Adversario no se enfrenta ahora con solamente un Jesucristo. Ahora se enfrenta con millones de espíritus de Cristo. Cada creyente posee a Cristo en sí, por eso fue mucho más pesada su derrota desde aquel momento para el Adversario.

No era solamente Cristo en todos y cada uno de ellos, sino que Pablo y sus colaboradores estaban instruyendo a los creyentes acerca de cómo andar en este Gran Secreto y lo que significaba verdaderamente tener a Cristo en ellos. Cristo estaba a ser formado en sus corazones para que pudieran manifestarlo en todo lo que hacían y decían. Estaban verdaderamente viviendo el Cristo dentro de ellos y estaban a disminuir la autoridad del Adversario así como a deshacer y exponer sus obras por todas partes.

Eso es por lo que está escrito que, si el Adversario y sus espíritus diabólicos hubiesen sabido el Gran Secreto, ellos no hubiesen crucificado a Jesucristo:

“Mas hablamos sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta, la cual Dios predestinó antes de los siglos para nuestra gloria.

La que ninguno de los príncipes de este siglo conoció; porque si la hubiera conocido, nunca habrían crucificado al Señor de gloria.” (1ª Corintios 2:7-8)

Este Secreto es denominado por Dios de “Grande.” Es tan grande, que el Adversario hubiese preferido confrontarse con un Jesucristo solo en vez de con los millones de

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creyentes que ahora tienen a Cristo dentro de ellos. Por tanto, en Su sabiduría, Dios guardo el Gran Secreto escondido en Sí Mismo hasta el tiempo en que le fue revelado al apóstol Pablo. Ese fue el plano perfecto de Dios.

La cabeza aplastada del Adversario

Dios ha aplastado la cabeza de Satán bajo los pies de los creyentes. Así que, Pablo, sabiendo lo que había sucedido espiritualmente, pudo escribir a los creyentes en Roma diciéndoles que:

“…..el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vosotros. (Romanos 16:20)

Unos pocos versículos más adelante, también les dijo que Dios tenía el poder de establecerlos y de arraigarlos en el Gran Secreto:

“Y al que puede confirmaros según mi evangelio y la predicación de Jesucristo, según la revelación del misterio que se ha mantenido oculto desde tiempos eternos.” (Romanos 16:25)

Pablo sabía perfectamente que Dios los confirmaría en el nuevo hombre del Gran Secreto. Todo lo que el Adversario es, y todo lo que él hace, se ha puesto a los pies de este nuevo hombre que es Cristo en todo. Este nuevo hombre procede de la simiente incorruptible con la cual fuimos renacidos y es, además, la simiente prometida en Génesis que aplastará la cabeza de la serpiente, el Adversario.

Así pues, en el Gran Secreto, el reino del Adversario está a ser literalmente desarraigado. En el Gran Secreto, Dios ha debilitado al Adversario de una manera espectacular, ¡Qué tremenda historia! Este es uno de los muchos aspectos de la sabiduría de Dios en el Gran Secreto. Cuan rico es este Gran Secreto que Dios guardó en Sí Mismo hasta que llegó el tiempo de revelárselo al apóstol Pablo. La grandeza del secreto supera todo aquello que el Adversario pueda hacer.

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Capítulo 49: La lucha del Adversario contra el Gran Secreto

Las asechanzas del Diablo

En este momento, todo lo que puede hacer el Adversario a los creyentes es intentar que los miembros de la Iglesia se olviden de lo que verdaderamente son en Cristo. Ya hemos visto como mezcló una falsa Cristiandad para ocultar el Gran Secreto y para sustituirlo con cualquier otra cosa:

“Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.

No es que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.” (Gálatas 1:6-7)

Apareció otro evangelio que no era otro, sino una perversión de la verdadera fe. La falsa Cristiandad continúa igual de activa a nuestro alrededor. El Adversario todavía quiere seguir cegando la mente de los incrédulos. Dios declara que si algún hombre predica un evangelio diferente al del Gran Secreto, que sea anatema:

“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo os anunciare un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.

Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.” (Gálatas 1:8-9)

Dentro del Gran Secreto, la Iglesia se mantiene libre. Pero en el camino del Adversario, que se encuentra fuera de la obediencia a la fe y fuera de la correcta administración de la casa, solo existe esclavitud y destrucción

Ese camino es maldito. Y además, Dio dice que la maldición recae sobre cualquier persona, tanto si es cristiana como si no lo es, que predique otro evangelio en contra de la verdad del Gran Secreto. La severidad de la expresión “sea anatema” es serio aviso para todos. Para los cristianos sobre los cuales recae esta maldición, esa parte de la persona será destruida por Dios:


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Dios probará esto en el futuro por fuego; aunque también es verdad que, por ese mismo fuego, él mismo será salvo de su perversión. Este es el significado de “así como por fuego”:

“La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.

Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa.

Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego.” (1ª Corintios 3:13-15)

Así como ya hemos visto en un capítulo anterior, cada una de las personas que ha recibido a Cristo será salva, aunque algunos tendrán que ser salvos por fuego. Para algunos, esta futura destrucción por el fuego es la maldición a la cual Pablo se refería en Gálatas. Aquí, en Corintios, aprendemos que el hombre del corazón de algunos será destruido. Las palabras “Dios le destruirá a él” se refieren al hombre del corazón de algunos sobre los cuales recae la maldición del aviso de Dios que serán destruidos. Sin embargo, la Palabra de Dios también enseña con toda seguridad que un creyente renacido que sea idólatra será salvo, pero el hombre idólatra de su corazón será destruido. Esto es fácil de entender. Sin embargo, para todos nosotros que hemos llegado a poner a Cristo en nuestros corazones, lo que recibiremos serán recompensas. El hombre de nuestros corazones es Cristo, y tenemos muchas recompensas aguardándonos. Gracias a Dios.

Falsos ministros

Hoy en día, el Adversario trabaja para adulterar el conocimiento y para apartar a los cristianos de lo que son y tienen en Cristo. Su intención también es cegar el entendimiento de los hombres para que no les resplandezca el evangelio de la gloria de nuestro Señor Jesucristo.

“En los cuales el dios de este siglo cegó el entendimiento de los incrédulos para que no les resplandezca la luz del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios.” (2ª Corintios 4:4)

Estoy seguro de que tú también te encontrarás con personas que tienen su mente corrompida y que no pueden recibir la grandeza del Evangelio de la gloria de nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, si el Adversario corrompe la mente de un individuo cristiano pervirtiendo el evangelio, esa persona puede caer de la gracia en su corazón. Eso fue lo que le sucedió a los gálatas. Pablo les dijo que ellos habían “caído de la gracia” y que “un poco de levadura leudaba toda la masa” (Gálatas 5:4b y 9). La levadura era la falsa doctrina que se oponía al evangelio del Gran Secreto. Los Gálatas

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fueron persuadidos por personas enviadas a través del Adversario para que anduviesen en la carne en vez de en el Cristo en ellos. Por eso Pablo les declaró que tendría que instruirles nuevamente hasta que Cristo se formase de nuevo dentro de ellos:

“Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir trabajos de parto hasta que Cristo sea formado en vosotros.

Quisiera estar con vosotros ahora mismo y cambiar de tono, pues estoy perplejo en cuanto a vosotros.” (Gálatas 4:19-20)

Pablo no se estaba refiriendo a recibir al espíritu de Cristo otra vez de nuevo, sino que se refería a la obra que tendría que realizar con ellos para que Cristo pudiese ser formado en sus corazones, para que Cristo fuese nuevamente el hombre de sus corazones. Para eso, ellos deberían tener que comenzar de nuevo a ser edificados en Cristo y dejar de andar por la carne.

Uno de los mecanismos del Adversario para operar en contra del Gran Secreto son sus falsos ministros, a los cuales introduce él en la Iglesia.

“Porque estos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo.

Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.

Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.” (2ª Corintios 11:13-15)

Los ministros escogidos por el Adversario se disfrazan de verdaderos ministros en la Casa de Dios, pero lo que no pueden hacer esos ministros es enseñar la exactitud y la integridad del Gran Secreto. En el próximo capítulo vamos a ver cómo el Adversario fue en su día escogido para ser el Ángel glorioso. En la creación original de Dios, Lucifer era un ángel de luz, pero fue destituido de esa posición debido a su rebeldía contra Dios. Hoy en día, él opera a través de falsos ministros contra el Gran Secreto. Estos falsos ministros son denominados de astutos engañadores, porque emplean con astucia las artimañas del error:

“Para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error.” (Efesios 4:14).

En las artimañas del Diablo, aquellos falsos ministros son enviados por él para engañar y apartar a las personas del glorioso secreto. Estos falsos apóstoles pueden ser sinceros, puede suceder, que ni tan siquiera sepan que están a ser usadas por el Adversario. Sin embargo, nosotros somos conscientes de que existe un sistema religioso muy poderoso construido a nuestro alrededor que opera en contra del Gran Secreto. Estas doctrinas religiosas son como la levadura que leuda toda la masa. Es decir, destruye a todos aquellos que reciben de corazón las falsas doctrinas.

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Sus obras están diseñadas para engañarnos, pero nosotros poseemos el espíritu vencedor dentro de nosotros y también llevamos dentro la exactitud y la integridad de la Palabra de Dios. Así que, como dice la Palabra, si nosotros resistimos al Diablo, acabará huyendo de nosotros.

“Someteos, pues, a Dios; resistid al Diablo y huirá de vosotros.” (Santiago 4:7)

No hay lugar para él dentro del Gran Secreto y no le damos ni un palmo de terreno en nuestros corazones para que nos aleje de las verdades relativas al Gran Secreto. El Diablo fracasó una y otra vez y así continua igual hoy en día. Él esta bajo nuestros pies y siendo pisoteado en cada paso que damos en la Palabra del Gran Secreto.

Nuestra lucha contra principados y potestades

La Palabra de Dios declara que mayor es el que está en nosotros que el que está en el mundo.

“hijitos, vosotros sois de Dios y les habéis vencido, porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo.” (1ª Juan 4:4)

El Adversario solamente obtiene buenos resultados con aquellos que le permiten que opere en sus vidas a través de sus secuaces. Sin embargo, nosotros nos regocijamos sabiendo que todo el que es nacido de Dios vence al mundo y, más exactamente, vence sobre el Adversario y sobre todas sus huestes.

“Porque todo lo que es nacido d Dios vence al mundo; y esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe.” (1ª Juan 5:4)

El Cristo que tú tienes es nacido de Dios. Nuestra fe vence al mundo a medida que creemos en la fe de Jesucristo.

Conclusión

Este secreto es tan grande que el Adversario no hubiese crucificado a Jesucristo si hubiese sabido de antemano los planes que Dios tenía. Esto es bastante significativo y nos muestra la magnitud del secreto y cuán grande es llegarlo a comprender. Es sorprendente cómo el Adversario mira para el Gran Secreto y como pretende acabar con él, por eso hay tantos cristianos que no poseen este conocimiento ni quieren saber y apreciar la magnitud de este secreto hoy en día. Así, pues, parece que la Iglesia puede llegar a ser fácilmente engañada y que el Adversario lo sabe. A pesar de eso, nosotros

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somos un aguijón para el Adversario. Verdaderamente, en el Gran Secreto, nosotros representamos para él la peor de las pesadillas. Nosotros vencemos sobre él en todos los aspectos. Somos más que vencedores gracias a la obra de Dios en nosotros a través de la multiforme sabiduría del Gran Secreto en nuestras vidas. Nosotros somos parte de algo en lo cual él no tiene cabida.

La Palabra de Dios dice que nosotros hemos vencido al Diablo y a todas sus huestes porque somos nacidos de Dios. Todo lo que pertenece al nuevo hombre es más fuerte y más alto que el Adversario. El nuevo hombre ya lo ha vencido porque tenemos el espíritu perfecto de Cristo en nosotros. En este espíritu, es imposible pecar. El Adversario no tiene ningún derecho legal sobre el nuevo hombre. Él se encuentra debajo de nuestros pies y esta siendo pisoteado diariamente por Dios en el Cristo que está operando en nosotros. Nosotros somos un aguijón en la carne del Adversario.

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Capítulo 50: El lucero y estrella de la mañana

El lucero de la mañana

Existe una brillante revelación en la Palabra de Dios. En el principio, Lucifer, (el Diablo) fue creado como el espíritu que se encontraba en la posición de más alto rango a seguir a Dios. Poseía una belleza y un brillo que sobrepasaba a cualquiera de los ángeles que Dios había creado. De él se dijo que era:

“….el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura.

En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura…

Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios…

Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad.

…..y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector.

Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti.” (Ezequiel 28:12-17)

Las palabras “Oh querubín protector” se refieren a la posición tan elevada que Lucifer detentaba en relación a Dios y que le había sido señalada. El había sido puesto como el segundo en comando después de Dios y poseía una belleza y un brillo que superaba a todos los demás espíritus, al punto de ser considerado como “el lucero de la mañana” Era la luz principal en la creación de Dios.

“Oh Lucero, hijo de la mañana” (Isaías 14:12b)

La traducción correcta de este versículo es “Oh Lucifer, Oh estrella de la mañana.” En Corintios, Pablo nos muestra que el Adversario era un ángel de luz. Originalmente, Lucifer era un líder de luz para todos los demás ángeles (espíritus) que Dios había creado. La estrella de la mañana es la primera luz del día, la luz que guía toda la creación de Dios detrás Suya. Hoy en día, Satanás utiliza esta naturaleza y experiencia para disfrazarse de un ángel de luz.

“Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz.” (2ª Corintios 11:14)

Por tanto, el Adversario fue originalmente quien más autoridad tenía después de Dios, su belleza y su brillo superaban a todos los demás. Estos dos aspectos acerca de la especial posición que poseía en la creación de Dios son muy significativos a la hora de

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entender el Gran Secreto. Jesucristo fue el sustituto señalado por Dios para ocupar esa posición de autoridad después de Él. Jesucristo, además, pasó también a ser la brillante estrella de la mañana para toda la creación de Dios.

Jesucristo es ahora el líder de luz, no solamente para toda la humanidad, sino también para la totalidad de la creación de Dios. No solamente estaremos sentados con él para juzgar al mundo, sino que también juzgaremos a los ángeles y a todo el mundo espiritual.

“¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?

¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?…” 1ª Corintios 6:2-3)

La estrella actual

Hoy en día, tú y yo estamos llegando a ser realmente lo mismo que Cristo es. La Palabra de Dios declara que él es la estrella de la mañana y que está floreciendo en nuestros corazones:

“Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones.” (2ª Pedro 1:19).

El lucero de la mañana es Jesucristo. Esta estrella de la mañana florece en tu corazón cuando eres edificado en Cristo en todas las cosas. A esto es a lo que Pablo se estaba refiriendo. Cuando estamos a ser edificados en la Cabeza que es Cristo, entonces somos capaces de ver espiritualmente por nosotros mismos, porque tendremos la mente perfecta de Cristo.

La estrella resplandeciente de la mañana

En el Libro de Apocalipsis, se nos revela a Jesucristo como la estrella resplandeciente de la mañana:

“…..Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.” (Apocalipsis 22:16b).

Este resplandor se le concede a todos los que vencieren:

“Al que venciere y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré autoridad sobre las naciones,

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Y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero; como yo también la he recibido de mi Padre.

Y le daré la estrella de la mañana.” (Apocalipsis 2:26-28)

La estrella resplandeciente de la mañana es el mismo lucero de la mañana del cual hablaba Pablo. Jesucristo es la luz de este mundo. La luz de esta estrella ya nos ha sido ofrecida en el espíritu de Cristo en nosotros. Y este resplandor brilla en nosotros hoy en día a medida que Cristo llega a ser el hombre de nuestros corazones.

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Capítulo 51: La Palabra de Dios escrita en las estrellas

La Palabra de Dios escrita en las estrellas

Dios creó los cielos y la tierra y estableció un orden perfecto en todas las cosas. Una parte de este orden son las estrellas y el propósito que Él quiso darles. En el Antiguo Testamento, Dios revela que registró Su Palabra en las constelaciones de las estrellas. De hecho, la Palabra escrita solo estuvo disponible a partir del tiempo de Moisés; sin embargo, antes de ese tiempo, los Patriarcas podían leer las estrellas en los cielos. Génesis 1:14 es uno de los textos que habla acerca de estos asuntos:

“Dijo luego Dios: Haya lumbreras en la expansión de los cielos para separar el día de la noche; y sirvan de señales para las estaciones, para días y años.” (Génesis 1:14)

La expresión “sirvan de señales” en el idioma hebreo significan mostrar las cosas que van a suceder. Existe un conocimiento muy antiguo que mostraba la Palabra de Dios a través de las constelaciones de las estrellas. La mayor parte de este conocimiento se ha perdido hoy en día y el Diablo, en su estilo habitual, ha adulterado este conocimiento y lo ha sustituido por la astrología, que no tiene nada que ver con la Palabra de Dios. Sin embargo, el conocimiento antiguo de las estrellas glorificaba a Dios. Salmos 19 es muy evidente en cuanto a este conocimiento. La primera parte de este Salmo habla sobre la Palabra de Dios escrita en las estrellas, mientras que la segunda parte nos habla acerca de la Palabra escrita en los rollos.

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos.

Un día emite palabra a otro día, y una noche a otra noche declara sabiduría.

No hay lenguaje ni palabras, ni es oída su voz.

Por toda la tierra salió su voz, y hasta el extremo del mundo sus palabras.” (Salmos 19:1-4)

“La ley de Jehová es perfecta, que convierte el alma; el testimonio de Jehová es fiel, que hace sabio al sencillo.

Los mandamientos de Jehová son rectos, que alegran el corazón; el precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos.” (Salmos 19:7-8)

Es interesante observar que la Palabra de Dios estaba disponible antes de que llegase a ser escrita, El nacimiento de Jesucristo se encontraba escrito en las constelaciones de las estrellas. También su muerte y resurrección se registran allí. La derrota del Adversario, La simiente prometida, la obra de expiación de Cristo, la herida de la Serpiente, la

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expulsión de los cielos del Dragón, la ira de Dios, el gobierno del Redentor y la destrucción del Diablo, todo se encuentra inscrito allí. Los temas generales de la Palabra se encuentran escritos en las estrellas, con una única excepción: el Gran Secreto no puede ser encontrado en ellas, porque se encontraba escondido en Dios hasta que llegó el tiempo señalado y Dios se lo reveló a Pablo. Antes de que la Palabra hubiese sido escrita y hecha disponible, como sucedía en el tiempo de los Patriarcas (Abraham, Melquisedec, Noé etc.) los hombres pudieron leer la Palabra en los cielos con excepción del Gran Secreto.

Es interesante observar cómo el Adversario hoy en día ha adulterado el significado espiritual de las estrellas. Actualmente, así que se nombran las estrellas, las personas inmediatamente se ponen a pensar en astrología, que es una práctica diabólica. A pesar de esto, cuando Dios hizo las estrellas, Él estableció en ellas las señales de las cosas que irían a suceder en el futuro.

Las estrellas actuales – nosotros somos las luces resplandecientes del Gran Secreto

Ya hemos visto que antes de Moisés, la Palabra se encontraba escrita en las estrellas. Después de Moisés, fueron escritas en los rollos. Sin embargo, hoy en día, en el Gran Secreto, la Palabra de Dios, se encuentra gravada en nuestros corazones por Dios. La Biblia declara que nosotros somos Epístolas vivas.

“Siendo que sois carta de Cristo expedida por nosotros, escrita no con tinta, sino con el Espíritu del Dios vivo; no en tablas de piedra, sino en tablas de carne del corazón.” (2ª Corintios 3:3)

La Palabra de Dios está escrita en nosotros. La Palabra de Dios, exceptuando el Gran Secreto, se encuentra escrita en las estrellas. Pero en todo lo concerniente al Gran Secreto, nosotros somos “las estrellas”, las luces que alumbran el camino, porque Dios ha escrito la Palabra del Gran Secreto en nosotros. Nosotros somos ahora las estrellas que resplandecen como luces en el mundo. En el tiempo de Abraham, las estrellas mostraban la Palabra de Dios; actualmente, somos nosotros los que enseñamos la Palabra del Gran Secreto:

“Para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo.

Asidos de la Palabra de vida….” (Filipenses 2:15-16)

La palabra de Dios declara que nosotros somos epístolas vivientes, conocidas y leídas por todos los hombres:

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“Nuestras cartas sois vosotros, conocidas y leídas por todos los hombres.” (2ª Corintios 3:2)

La sabiduría de Dios

La Palabra de Dios dice que nosotros estamos sentados en los lugares celestiales.

“Y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales.” (Efesios 2:6)

Hoy en día, la multiforme sabiduría de Dios del Secreto se está dando a conocer a través de nosotros en el medio espiritual:

“Para que la multiforme sabiduría de Dios sea ahora dada a conocer por medio de la iglesia a los principados y potestades en los lugares celestiales.” (Efesios 3:10).

En particular, los espíritus diabólicos que poseen los principados y potestades en los lugares celestiales están a conocer la multiforme sabiduría que hay en el Gran Secreto a través de la vida de los llamados, los miembros de la Iglesia. Dios está operando en nosotros. Las grandezas del secreto se están dando a conocer en los lugares celestiales.

Celos y envidias

Jesucristo es tanto la simiente prometida como la estrella resplandeciente de la mañana. Él ha sido quien ha ocupado el puesto del Adversario y a pasado a ser la máxima autoridad después de Dios. La gloria de Dios se refleja en Cristo, y a través del Gran Secreto, nosotros estamos volviéndonos más y más como Cristo es. Por tanto, nosotros hemos sido renacidos de lo alto debido a la simiente prometida, a la cual también se denomina de simiente incorruptible de Cristo. Espiritualmente, en el nuevo nacimiento, Dios ha colocado al Adversario debajo de nuestros pies. Nosotros somos el Cuerpo de Cristo que se encuentra por encima del Adversario. Dios está aplastando a Satanás debajo de nuestros pies hoy en día a medida que vivimos este Gran Secreto. Cuando crecemos y somos edificados en Cristo, la estrella de la mañana, la cual es el resplandor de Cristo, entonces florece en nuestros corazones Cristo y nosotros también llegamos a ser aquello que Cristo es, el resplandor de la estrella de la mañana. En medio de todo esto, el Adversario está siendo consumido de celos y de envidias, porque todos nosotros brillamos con esta gloria y luz de Jesucristo.

Cristo a pasado a ocupar el lugar que originalmente le pertenecía a Lucifer, y nosotros estamos ahora en Cristo, sentados a la misma mano derecha de Dios, siendo edificados en la estrella de la mañana y en la gloria y resplandor de Jesucristo. Nosotros somos la luz en esta tierra que muestra la multiforme sabiduría de Dios a través del Gran Secreto.

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Parte XIV – Guardianes del Gran Secreto

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Capítulo 52: Guardianes del Gran Secreto – El recibimiento de la corona de justicia

Guardianes de la fe

En 2ª Timoteo, Pablo dijo que su vida natural se encontraba cerca de llegar al fin. Declaró que había finalizado la carrera y que había guardado la fe. Pablo hizo este comentario refiriéndose a su trabajo en el Gran Secreto.

“Porque yo ya estoy sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano.

He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe.” (2ª Tesalonicenses 4:6-7)

Pablo había finalizado la obra que Dios le encomendó. La administración (“oikonomia”) del Gran Secreto le había sido encomendada a Pablo y le había sido ordenado por Dios que la escribiera en las escrituras y la diese a conocer a las naciones. Por eso pudo decir que había “finalizado la carrera” – Pablo finalizó la obra que Dios le había preparado. Es interesante observar que, a continuación, dijera que había “guardado la fe”. La palabra “fe” aquí, se refiere a la verdadera fe de Jesucristo que se encuentra en el Gran Secreto. La palabra “guardado” en el griego es “tereo” que proviene de “tereos” y que significa guardar de injurias o daños. Pablo estaba diciéndole a Timoteo que había finalizado la obra que Dios le había encomendado dando a conocer el Gran Secreto y que había guardado y defendido el Gran Secreto de injurias y daños.

La corona de justicia

Cada uno de los miembros del Cuerpo de Cristo que guarde el secreto de injurias o daños permanece en la fe y llega a ser edificado y arraigado firmemente, sin apartarse de la esperanza del evangelio. En un tal miembro siempre habrá el amor y el deseo del retorno de nuestro Señor Jesucristo. Esta es la causa por la que, en la esperanza de su llamamiento en el Gran Secreto, esté a ser completamente transformado en la cabeza, hasta llegar a ser como Cristo. En aquel día todos seremos hechos completamente iguales que él. Eso es lo que nos aguarda en el futuro.

“Si en verdad permanecéis fundados y firmes en la fe, y sin moveros de la esperanza del evangelio que habéis oído….” (Colosenses 1:23).

Para cada uno de los que guarde el secreto de esta manera, le será otorgada una recompensa especial en el retorno de nuestro Señor Jesucristo:

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“…….he guardado la fe:

Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no solo a mí, sino a todos los que aman su venida.” (2ª Tesalonicenses 4:7-8)

Cada uno de los cristianos que guarde el secreto recibirá la corona de justicia. La palabra “corona” aquí se refiere a la corona de laureles que los vencedores recibían en los Juegos Olímpicos en los días de Pablo. Actualmente, sería como recibir la medalla de oro. En total, existen cinco coronas referidas en las Epístolas como recompensas para los creyentes. Estas coronas están reservadas para aquellos que ejerzan bien ciertos servicios cristianos. Son recompensas de Dios para los miembros fieles. Son para los más altos logros conseguidos en el servicio cristiano. Una de estas coronas es la “corona de justicia” que está guardada para todos aquellos que guarden la verdadera fe que se encuentra en el Gran Secreto.

En los próximos capítulos veremos más cosas acerca de guardar el Gran Secreto y las instrucciones en la Palabra de Dios acerca de cómo se debe hacer esto

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Capítulo 53: Guardianes del Gran Secreto y de la unidad del espíritu

Guardianes de la unidad del espíritu

El hombre no puede guardar apropiadamente el Gran Secreto sin guardar la unidad del Espíritu. Me estoy refiriendo a la unidad del espíritu que Dios ha establecido. Todos los miembros del Cuerpo de Cristo han sido unificados espiritualmente gracias a la obra de nuestro Padre en el Gran Secreto. En esta unidad, Dios ha realizado una obra en todos nosotros que permanece por encima de cualquier obra que cada uno pueda hacer por sí mismo.

“Solícitos en guardar (tereo) la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz.” (Efesios 4:3).

La palabra “unidad” aquí es “henotes” que significa literalmente “la unidad completa y total”. Dios nos ha puesto a todos juntos en una unidad completa y acabada. La Palabra no nos pide que seamos nosotros los que hagamos la perfecta unidad, sino que guardemos esta unidad perfecta y completa que Dios ha realizado ya. Hay una enorme diferencia entre las dos cosas. Formar una unidad es la voluntad humana; guardar la unidad que Dios hizo es la voluntad de Dios.

La perfecta unidad del Gran Secreto

Dios instruyó a Pablo a que pusiese por orden la perfecta unidad del Gran Secreto, para que también nosotros fuésemos completamente instruidos:

“Un cuerpo y un espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación (llamamiento).

Un Señor, una fe, un bautismo,

Un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” (Efesios 4:4-6)

Siempre que el hombre divida al Cuerpo de Cristo en dos o más partes, no estará guardando la perfecta unidad que Dios ha realizado, por tanto, no estará guardando el secreto. Por el mismo motivo, todas las doctrinas que se alejen de la fe del Gran Secreto, tampoco estarán guardando la unidad ni guardando el secreto con ese comportamiento. Por tanto, para guardar el secreto, primeramente tenemos que

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reconocer la perfecta unidad que Dios ha determinado a su respecto. Después, tenemos que asegurarnos de que nuestros pensamientos y nuestras acciones se encuentran alineadas con esa perfecta unidad y mantenernos firmes sin abandonarla. Existe más de cuatro mil denominaciones diferentes en la Cristiandad, pero nosotros solo reconocemos que existe un solo Cuerpo Único y una sola fe. Solamente existe un Gran Secreto.

El secreto se guarda llegando a la unidad de la fe

Como estamos viendo, Dios nos ha unificado a todos estableciendo el Gran Secreto. Ahora nos corresponde a nosotros andar en la obediencia a la fe. Uno de los propósitos declarado de los dones de ministerios en la Palabra de Dios (apóstoles, profetas, pastores y maestros) es trabajar para que todos los cristianos vengan a la unidad de la fe

“Hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo:

Para que ya no seamos niños fluctuantes….” (Efesios 4:13 -14a).

Cada uno de los cristianos que llega a la unidad de la fe se encuentra guardando el Gran Secreto. El trabajo de los ministros se centra en que vengamos a conocer por experiencia quien es el Hijo de Dios exactamente. La voluntad de Dios en el Gran Secreto es que todos lleguemos a experimentar el conocimiento del hombre perfecto, que es Cristo. Ese es el nuevo hombre único en el cual Cristo es todo en todos. A medida que miramos a Cristo a través del nuevo hombre, la Biblia dice que es como si mirásemos a través de un espejo y que somos transformados en su misma imagen, de una gloria a otra. Permanecemos en aquello para lo que Jesucristo ha sido injertado en nosotros. Este es el verdadero conocimiento del Hijo de Dios.

Consolados los corazones y unidos en amor

La voluntad d nuestro Padre es que todos lleguemos a la unidad de la fe a través del de conocer por experiencia el Gran Secreto del hombre nuevo único. Cuando se alcanza ese objetivo Dios nos recoge en un mismo corazón y somos todos juntos consolados. También nos apoderamos de todas las riquezas que provienen del entendimiento correcto del Secreto

“Para que sean consolados sus corazones, unidos en amor, hasta alcanzar todas las riquezas de pleno entendimiento a fin de conocer el misterio de Dios el Padre y de Cristo.” (Colosenses 2:2)

Todos llegaremos a experimentar plenamente el conocimiento del Gran Secreto cuando haya armonía y unidad. Por esta vía, guardaremos el Gran Secreto en la unidad de la fe.

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Capítulo 54: Guardando el Gran Secreto a través de estar sujetos a la cabeza

Guardando el Gran Secreto andando espiritualmente

Hay un número de caminos a través de los cuales tiene que ser guardado el secreto. Una de esas vías es andar en el espíritu con mansedumbre delante de Dios y en humildad de mente delante de cada uno de los miembros del Cuerpo de Cristo.

“Yo pues, preso en el Señor, os ruego que andéis como es digno de la vocación con que fuisteis llamados,

Con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor.” (Efesios 4:1-2)

Esta es la manera de andar del nuevo hombre. La vieja naturaleza solo causará divisiones, pleitos y herejías por las cuales se derriba y se destruye el templo de Dios. La nueva naturaleza construye la integridad de la Palabra de Dios y protege y edifica el Cuerpo de Cristo. Esto solo puede llevarse a cabo cuando lo que aportamos esté de acuerdo y en armonía con la Palabra de Dios. Por tanto, cada paso que damos debe seguir las pisadas de la Palabra de Dios.

La cabeza nos da todo

Jesucristo es la cabeza del Cuerpo Único. El Cuerpo de Cristo funciona eficazmente cuando los miembros esperan que la cabeza supla todas las necesidades, en vez de echar mano de otros recursos tales como interpretaciones privadas, o las propias ideas religiosas o cualquier otra cosa que no sea Cristo:

“Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles, entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal.

Y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios.” (Colosenses 2:18-19)

El crecimiento proviene de la cabeza, la nutrición y la unidad del cuerpo resulta cuando los miembros están conectados a la cabeza. Entonces, los miembros son edificados juntamente con el crecimiento que proviene de Dios. Cuando los miembros son edificados en la cabeza todos somos nutridos y crecemos como un templo de Dios:

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“En quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor;

En quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el espíritu.” (Efesios 2:21-22)

Todos los miembros tienen que crecer en la cabeza. Las instrucciones para llevar a cabo este crecimiento hoy en día se encuentran disponibles en las Epístolas. Mientras más crezcamos en la cabeza, más efectivamente podremos ministrar al Cuerpo de Cristo, mejor podremos nutrirlo y fortalecerlo para que otros puedan crecer de la misma manera. En ese caso, la efectividad de cada uno edificando el Cuerpo de Cristo también se verá multiplicada.

¿Qué significa estar sujetos a la cabeza?

Estar sujetos a la cabeza significa estar firmemente conectados a la cabeza del Cuerpo Único de Cristo. El Señor Jesucristo es la cabeza del Cuerpo Único. La expresión “estar sujetos” en griego es la palabra “krateo” que significa retener, estar firme en, y agarrar con firmeza. Esta palabra proviene de “kratos” que significa poder, fuerza, supremacía o dominio. Es interesante observar que estar sujetos con firmeza a la cabeza nos guiará a todos y a cada uno de nosotros al poder. Pero si no estamos firmes en la cabeza iremos debilitándonos gradualmente. Sin embargo, el significado de la palabra, aquí, es agarrarse fuertemente a, o mantenerse firme con gran vigor a alguna cosa. Con ese vigor estaremos firmemente sujetos a la cabeza del Cuerpo Único que es Cristo.

¿Cómo nos mantenemos firmes a la cabeza?

La cabeza del Cuerpo Único se encuentra en los lugares celestiales a la diestra de Dios. Nosotros nos mantenemos firmes a la cabeza cuando asentamos nuestros pensamientos en las cosas de arriba. Jesucristo dijo que donde estuviera nuestro tesoro, allí estaría también nuestro corazón. Si nuestro tesoro son los asuntos espirituales del Gran Secreto, entonces nuestros corazones estarán repletos de esos mismos asuntos también y nos mantendremos firmes a la cabeza. Desarrollaremos una mente espiritual que nos capacitará para andar espiritualmente y no carnalmente.

“Si pues habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios,

Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra.” (Colosenses 3:1-2).

Nuestros pensamientos deben asentar en cada palabra que está escrita para la Iglesia en las Epístolas. Mantenerse firme a la cabeza es andar en el espíritu, lo cual significa adherir a la revelación de la Palabra de Dios escrita o hablada. Lo contrario de

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mantenerse firme a la cabeza es andar a través de la carne o a través de otro espíritu que no sea de procedencia divina.

Nosotros tenemos que escoger entre mantenernos firmes a la cabeza en el Cuerpo Único, o abandonarla y adherir a los innumerables cuerpos de la Cristiandad. Dios nos implora que pongamos un esfuerzo en guardar la unidad que Él ha realizado en el Cuerpo Único. Nosotros no debemos intentar edificar esa unidad; Dios ya ha realizado esa obra; nosotros simplemente tenemos que guardarla.

Si no estamos sujetos a la cabeza

Pablo, en su primera carta a los corintios, tuvo que reprenderlos por no adherir a las verdades contenidas en el Cuerpo Único de Cristo. Los cristianos de Corintia se ocupaban tanto de los asuntos carnales que dejaron de estar sujetos a la cabeza. No se dieron cuenta ni reconocieron que uno de los contenidos básicos del Gran Secreto era la unidad del Cuerpo en Cristo. Eran muy propensos a divisiones en el Cuerpo de Cristo.

“Porque diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, ¿no sois carnales?” (1ª Corintios 3:4)

Los corintios estaban intentando establecer dos cuerpos de Cristo! No se mantuvieron firmes a la cabeza y sucumbieron a la hora de guardar la unidad que Dios había establecido.

Débiles y pobres rudimentos

Existen numerosos ejemplos en la Biblia acerca de otros creyentes que no se mantuvieron firmes a la cabeza. Además de los corintios, los gálatas tampoco se mantuvieron firmes en este principio, sino que también se dedicaron a vivir por la carne. También tenemos relatos de individuos mencionados en las Epístolas tales como Evodia y Sintique que no se mantuvieron firmes en la cabeza. En Cristo, es decir, en los contenidos del Gran Secreto, el creyente se liberta de toda religión y todo tipo de trabas carnales para poder abrazar toda la libertad y todas las riquezas del Cristo en nosotros. Sin embargo, los gálatas, después de comenzar a abrazar el Gran Secreto, se volvieron atrás procurando otras cosas carnales:

“Mas ahora, conociendo a Dios, o más bien, siendo conocidos por Dios, ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar?

Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años.

Me temo de vosotros que haya trabajado en vano con vosotros. (Gálatas 4:9-11).

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Los gálatas estaban a ser impregnados con ideas religiosas de hombres y no estaban reconociendo la obra perfecta que Dios había realizado en el Gran Secreto. En vez de andar por el espíritu y a través de lo que Dios fornecía estando firmes en la cabeza, ellos lo que perseguían eran cosas carnales. Esa no es la voluntad de Dios para la Iglesia, porque nosotros ya hemos sido liberados de los pobres y débiles rudimentos del mundo. En el nuevo hombre, no hay lugar para pobres y débiles rudimentos, porque en el nuevo hombre todas las cosas son Cristo y nada más que Cristo.

Creciendo en el crecimiento que da Dios

Estar sujetos a la cabeza nos proporciona el crecimiento que nos da Dios.

“Y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios. (Colosenses 2:19)

El crecimiento en este versículo no se refiere al crecimiento numérico de almas para Cristo en la Iglesia, sino que se refiere al crecimiento espiritual tuyo y mío de edificación en Cristo. Ese es el verdadero crecimiento. Es el crecimiento en nuestros corazones que se da cuando somos transformados en la misma imagen de Cristo, pasando de una gloria a otra.

“….en aquel que es la cabeza, esto es Cristo.

De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Efesios 4:15b -16)

Tu mente física dirige tu cuerpo físico. Jesucristo es la cabeza del Cuerpo Único que es el templo de Dios. Nuestro Padre Dios es la cabeza de Jesucristo. La frase “que se ayudan mutuamente” se refiere al trabajo que Dios realiza en Cristo en cada miembro del Cuerpo de Cristo. Dios ha puesto a cada miembro en su lugar correspondiente en el Cuerpo de Cristo como Él ha querido. Pedro dijo que una vez que todos los miembros han recibido el don del espíritu, todos tenemos que ministrar por vía de ese espíritu a cada uno de los demás miembros.

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1ª Pedro 4:10)

Nosotros también tenemos que andar en las obras que Dios ha predestinado para cada uno de nosotros.

“Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas.” (Efesios 2:10).

Ser fiel es permanecer sujetos a la Cabeza. Participar de lo mismo que en ella habita.

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Hay dos caminos en los que podemos andar. Uno es el correcto y el otro el errado.

“Hermanos, sed imitadores de mí, y mirad a los que así se conducen según el ejemplo que tenéis en nosotros.

Porque por ahí andan muchos, de los cuales os dije muchas veces, y aun ahora lo digo llorando, que son enemigos de la cruz de Cristo;

El fin de los cuales será perdición, cuyo Dios es el vientre, y cuya gloria es su vergüenza; que solo piensan en lo terrenal.” (Filipenses 3:17-19)

Dios nos dice que, cualquier cristiano que no esté andando por el espíritu, sino que esté andando en su vida por la carne (en cualquier área), no esta sujeto a la cabeza. Esta es una frase específica que Dios dirige a todos aquellos que siendo renacidos de lo alto no son fieles andando en el espíritu que Dios les ha otorgado, sino que andan de acuerdo a las depravaciones de la carne. Desgraciadamente, existen muchos cristianos hoy en día que son esclavos de los asuntos carnales de los cinco sentidos, de la naturaleza del hombre viejo. Sin embargo, también existen muchos que se mantienen sujetos a la Cabeza, los cuales son un ejemplo y muestran cómo se debe andar en el Gran Secreto de Cristo.

En el Antiguo Testamento, Dios llegó a decir que los infieles eran los recaídos. En esta Era de Gracia, los infieles son los que no se mantienen firmes a la Cabeza.

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Parte XV – El Amor de Dios y el Gran Secreto

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Capítulo 55: El Gran Secreto en el amor de Dios

El amor de Dios es la esencia y el centro del Gran Secreto. Todas las riquezas del Gran Secreto nos fueron ofrecidas por Dios amorosamente. Dios nos amó de una manera inimaginable.

“Pero Dios, quien es rico en misericordia, por su gran amor como nos amó.” (Efesios 2:4)

Hay muchas cosas que tenemos que entender con respecto al amor de Dios en relación al Gran Secreto.

Delante de Él en amor

La visión que tiene Dios de Sus hijos es que vivamos siempre en amor, directamente en Su presencia. Mismo antes de la fundación o la caída de este mundo, Dios nos escogió en Cristo para que fuésemos santos y sin mancha delante de Él en amor.

“Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él en amor.” (Efesios 1:4)

El nuevo hombre, a quien Dios ha creado en verdadera justicia y santidad, está sentado a la diestra de Dios. El deseo que Dios tiene ahora es que pongamos este hombre nuevo en nuestros corazones. Pablo oró para que los creyentes en Tesalónica fuesen dirigidos por Dios en sus corazones al amor de Dios, para que pudiesen crecer y abundar en amor con el fin de que fuesen afirmados sus corazones, irreprensibles en santidad delante de Él.

“Y el Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros.

Para que sean afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos.” (1ª Tesalonicenses 3:12-13).

Aquí, Pablo está hablando acerca del corazón. El hombre nuevo en nosotros es perfecto, sin mancha e irreprensible. Sin embargo, el propósito de Dios en esta Era de Gracia es que el hombre nuevo habite en nuestros corazones; es decir, que el hombre nuevo no esté en nosotros simplemente en espíritu, sino que llegue a ser verdaderamente el hombre de nuestro corazón. Para que esto pueda ocurrir, nosotros debemos arraigarnos

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firmemente en el amor de Dios. Solamente entonces podrá ser realizado el propósito de Dios. Su intención va más allá que poner a Cristo en nosotros. Su gran deseo es ver al Cristo en nosotros habitando en nuestros corazones.

Arraigados y cimentados en el amor y la plenitud de Dios

Con el fin de que estemos firmemente sujetos al Gran Secreto hasta el punto de comprenderlo plenamente, debemos primero estar arraigados y cimentados en amor:

“Para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,

Seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura,

Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. (Efesios 3:17-19).

Sin estar arraigados y cimentados en amor, es imposible conocer verdaderamente el Gran Secreto. Es ciertamente posible saber que es Cristo en ti y que hay un Cuerpo Único. Pero sin embargo, para verdaderamente comprender la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del secreto, debemos primeramente estar arraigados y cimentados en el amor de Dios. Cuando conocemos por experiencia el amor de Dios que sobrepasa todo entendimiento, entonces nuestros corazones pueden estar repletos de toda la plenitud de Dios. Esta plenitud se refiere a la plenitud de Cristo.

El don del espíritu de amor

Es muy significativo que el espíritu que se hizo disponible en Pentecostés fuese un espíritu de amor. El don del espíritu santo es el espíritu del amor de Dios. Yo creo que precisamos de darnos cuenta que esto es bastante más grande de lo que habíamos entendido hasta ahora. Pablo le explica esto mismo a Timoteo:

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2ª Timoteo 1:7).

Por tanto, es importante que recordemos que este espíritu no es simplemente un espíritu de poder sino también de amor que es mucho más grande. En este espíritu, existe tanto la habilidad de amar a Dios nuestro Padre como amar a los hombres conforme Él los ama.

“Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios.” (1ª Juan 4:7)

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Cada uno de los hombres que ha recibido el don del espíritu santo puede amar de esta manera. Para el hombre, es imposible amar de esta forma sin que primeramente reciba este espíritu de amor de parte de Dios.

Debemos crecer en él viviendo la verdad en amor

Para poder crecer en Cristo, quien es la Cabeza del Cuerpo Único, debemos vivir y hablar la verdad en amor. En el versículo siguiente, la palabra griega que se utiliza para “siguiendo” es “athleo” que significa el total objetivo de vida.

“Sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es Cristo.” (Efesios 4:15)

Vivir la vida en amor incluye hablar y seguir la verdad en amor. Cuando llevamos a cabo estas cosas en el amor de Dios, entonces crecemos y edificamos a Cristo en nuestros corazones. Esa es la verdadera esencia y el deseo de Dios que tiene para nosotros con respecto al Gran Secreto.

Andar en amor

La Epístola a los Efesios es muy rica y amorosa. Eso no nos sorprende cuando nos damos cuenta de que la doctrina del Gran Secreto se encuentra tan maravillosamente concentrada en esta Epístola de una manera que no se encuentra en ningún otro libro de la Biblia. Su lenguaje es muy apropiado para el Gran Secreto que Dios había mantenido guardado en Sí Mismo. En esta Epístola aprendemos muchas cosas, pero una de las más profundas es que nosotros somos imitadores de Dios.

“Sed pues imitadores de Dios como hijos amados

Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.” (Efesios 5:1-2)

Dentro del Gran Secreto, poseemos el más grande privilegio bendito de ser iguales que nuestro Padre celestial: de hacer las cosas como Él las hace; de hablar como Él habla; de amar como Él ama. La palabra “imitadores” ilustra alguien que copia. Como imitadores de Dios que somos, nosotros andamos en amor así como Cristo nos amó a nosotros.

La fe que opera por el amor

El Gran Secreto comienza a evidenciarse en nuestras vidas a través del amor:

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“Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada ni la incircuncisión, sino la fe que obra por el amor.” (Gálatas 5:6)

Dios proveyó el Gran Secreto en amor. Jesucristo obró en amor siendo la cabeza del Cuerpo Único. La verdadera fe creyente concerniente a Jesucristo se trae en evidencia en amor. El amor de Dios se encuentra en el corazón del Gran Secreto en todas sus partes. Sin amor no habría Gran Secreto.

La meta final es el amor

El propósito de la Palabra de Dios en el Gran Secreto es traernos a la perfección del amor y para que lleguemos a ser perfectos en este amor.

“Pues el propósito de este mandamiento es el amor nacido de corazón limpio, y de una buena conciencia, y de fe no fingida.” (1ª Timoteo 1:5)

La palabra “amor” es “agape” en el griego, que significa el amor de Dios. Nuestro Padre ve siempre la meta final en la carrera de la fe, donde nosotros amamos a Dios y a los demás con el amor de Dios floreciendo en tres cosas: un corazón limpio; una conciencia que Dios denomina de “limpia” y de una fe no fingida o verdadera concerniente al hombre perfecto, la cabeza del Cuerpo Único que es un hombre nuevo en Cristo.

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Parte XVI – Conclusión

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Capítulo 56: Sumario

La palabra griega “musterion” se traduce misterio en la Biblia. Su verdadero significado es “secreto sagrado” y se refiere al conocimiento secreto que se revela a los iniciados, a los espiritualmente maduros. Sin embargo, aunque existen muchos secretos en la Biblia, hay uno que es especial y que Dios ordenó para los que son maduros espiritualmente en Cristo. Dios denominó a este sagrado secreto como siendo “el Gran Secreto”. Es la revelación más maravillosa de todos los tiempos. El contenido de este secreto se encuentra en las Epístolas de la Iglesia.

El secreto se refiere a Cristo y a todos los llamados a hacer parte de la unidad del nuevo hombre en él. Este llamamiento, la puesta en marcha y la esperanza de este Cuerpo Único había sido mantenido escondido en Dios hasta que le fue revelado por primera vez al Apóstol Pablo. Le fue encomendado a Pablo como siendo la verdadera administración de la Iglesia para esta Era presente en la que vivimos. Se encuentra descrito en la Biblia como siendo la pieza final del puzle que completa la Palabra de Dios para el hombre.

“…..para que anuncie cumplidamente la Palabra de Dios.” (Colosenses 1:25)

La palabra “cumplidamente” aquí, en este versículo, es la palabra griega “pleroo” que significa llenar en su completa capacidad. Es decir, el Gran Secreto completa la Palabra de Dios, rellena y completa la capacidad de la Palabra de Dios. Todos los demás temas se encuentran revelados tanto en el Antiguo Testamento como en los Evangelios. Lo mismo sucede con los temas del Libro de Apocalipsis, también fueron revelados antes del Gran Secreto. Sin embargo, el Gran Secreto no puede ser hallado en el Antiguo Testamento porque se encontraba guardado en Dios durante todo aquel tiempo. Dios se lo reveló al Apóstol Pablo y le encargó que lo pusiese por escrito en las Epístolas que nosotros poseemos hoy en día. Este secreto completa y hace entera la revelación de la Palabra de Dios para el hombre antes del retorno de Jesucristo.

Dios declara que todas las actividades que se lleven a cabo en la Iglesia tienen que estar basadas en este secreto, una vez que éste es el modelo a seguir para la administración de la casa de Dios. Y también ordenó que fuese dado a conocer a todas las naciones para la obediencia a la fe.

En el Gran Secreto, todos los miembros del Cuerpo Único son edificados en la cabeza del Cuerpo que es Cristo. Hoy en día, nosotros hemos sido bendecidos con las gloriosas riquezas de Cristo en nosotros. Hemos muerto para nosotros mismos y hemos pasado a ser todo lo que Cristo es.

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Este secreto es tan grande que, si el diablo y sus espíritus diabólicos lo hubiesen conocido, ellos no hubiesen crucificado al Señor Jesucristo. A los ojos de Dios, el secreto es tan grande e importante, que Él propio declaró que destruiría a cualquiera que lo corrompiese.

El deseo de corazón de Dios es hacerlo conocido. Él encomendó al Apóstol Pablo que escribiese el Gran Secreto en las Epístolas a las Iglesias. Dios desea que comprendamos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del secreto y que conozcamos cuáles son las riquezas de la gloria de este secreto.

Nosotros hemos sido creados en un nuevo hombre en Cristo. No somos ni judíos ni gentiles, sino miembros del Cuerpo Único de Cristo. Hemos sido renacidos de lo alto en una persona espiritual que es hechura de Dios. Hemos sido bendecidos con todas las bendiciones espirituales disponibles en Cristo. Toda la magnitud de estas bendiciones que se encuentran en la Epístolas se destina al nuevo hombre del Cuerpo Único de Cristo que nosotros formamos.

El corazón del Gran Secreto es que seamos edificados en Cristo para ser conforme a la imagen de Cristo, quien es la misma imagen de Dios y la expresa imagen de Su gloria. Nosotros tenemos que vestirnos del nuevo hombre y tenemos que hacerlo en nuestros corazones. El hombre de nuestro corazón es Cristo. Esta es la sabiduría de Dios, porque Él sabe que de él mana la vida. Los hábitos de nuestra vida tienen que ser los hábitos de Cristo y del Padre. Tenemos que andar como Jesucristo y cada paso que demos en la Palabra de Dios correctamente dividida nos irá edificando en él. Nosotros estamos a ser transformados en su misma imagen y llegando a ser más gloriosos cada día. Esta es la obra que nuestro Padre está realizando en cada uno de nosotros nutriéndonos. Nosotros somos Sus hijos por nacimiento espiritual. Vendrá un día en el cual seremos completamente iguales que Cristo. En ese día, la obra del Gran Secreto estará concluida.

El modelo de Dios para llevar a cabo el liderazgo es el Gran Secreto. Dios requiere que todos los líderes en la Iglesia estén firmes en el secreto con un corazón limpio y que enseñen esta doctrina, porque esa es la voluntad de Dios para la Iglesia. Con esta finalidad, algunos líderes deben ser amonestados para que no enseñen una doctrina diferente. Recordarles que los líderes se destinan a edificar a los miembros del Cuerpo Único de Cristo en el poder y gloria de este secreto delante de Dios. Los líderes deberían ser un ejemplo manteniéndose firmes a la Cabeza y guardando la unidad del Cuerpo Único.

Nosotros sabemos que el Gran Secreto ha sido diseñado para nuestra gloria. Dios ha declarado que participaremos del Evangelio de la gloria de nuestro Señor Jesucristo y que estaremos juntos con él. Nosotros aguardamos la esperanza de gloria porque sabemos que es Cristo en nosotros, la esperanza de su gloria.

Cuan repletos de bendiciones están todos los que pertenecen al Cuerpo Único de Cristo. Nosotros vivimos a Cristo y damos a conocer la dulce esencia de su conocimiento en todas las partes por donde andemos.

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Cuan grande es el sagrado secreto de Cristo y de los llamados a participar en él. Es el mayor secreto de la actualidad en todo el mundo. Tal es la grandeza de este secreto. Demos gracias a nuestro Padre celestial por habernos dado a conocer el Gran Secreto. Nosotros hemos sido iniciados en este Gran Secreto.

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Agradecimientos La primera persona que introdujo en mi vida el Gran Secreto fue Doug Baldwin. Yo estaba por aquella altura en la casa de mis veinte años y me encontraba de visita en Escocia donde había vivido previamente durante cinco años. Encontré a Doug y me mostró en Colosenses 1:27 lo que era “Cristo en mí”. Eso fue algo que mudó completamente mi vida. Desde ese momento, muchas otras personas maravillosas siguieron como Doug ayudándome a crecer espiritualmente y a entender la Palabra de Dios en toda su verdadera luz e integridad. Estoy eternamente agradecido a todas esas personas. Os estaré sonriendo cuando nuestro Padre os otorgue vuestras recompensas.

Mi agradecimiento también va dirigido a Marjorie Conroy que me pastoreó amorosamente en mis primeros años hasta que pude estar firme y andar con Dios por mí mismo. Marjorie se pasó muchas horas de su tiempo conmigo y me enseñó muchas cosas. Edificó las fundaciones en mi crecimiento para llegar a ser un líder en el Cuerpo de Cristo.

Hoy en día, agradezco a todos mis amigos cercanos en nuestras amorosas reuniones de comunión en Londres, Inglaterra. Sin sus ayudas e incentivos, no hubiese sido posible escribir este libro. De hecho, el libro comenzó por ser primeramente una serie de enseñanzas que presenté hace muchos años en las reuniones de comunión que teníamos en nuestro hogar los Jueves por la noche. Después volví a trabajar sobre ellas y a presentarlas por segunda vez algunos años después. Por fin, después de trabajar con más intensidad en el mismo tema y unos pocos años más tarde, volví a presentarlas por tercera vez y se convirtieron en lo que es hoy este libro.

Ian Valentine, mi hermano en Cristo, ha sido para mí una torre poderosa que me ha motivado mucho para realizar esta obra. Ian ha sido siempre una fiel y consistente ayuda en mi vida y nos hemos asociado viendo que la gran necesidad de la Iglesia hoy en día es la fidelidad en la administración de la casa con el Gran Secreto. Ray Pereira también me ha motivado muchísimo. Él ha llegado a crecer hasta ser un ejemplo de lo que tiene que ser una epístola viviente del Gran Secreto.

A todos los demás, incluyendo mis fieles colaboradores James Atkinson, Dave Darry, Vanessa Celerse, Debbie Bernstein, Eva Pereira, y muchos otros demasiado numerosos para poder nombrarlos aquí: A todos os agradezco vuestra fidelidad, vuestro soporte y especialmente por vuestro andar en el Gran Secreto. También quería agradecer a mi querida y amada esposa Georgina quien es una mujer virtuosa de Dios y quien es también mi espiritual colaboradora en la Presencia de nuestro Padre. A todos mis hermanos y hermanas en Cristo que nos reunimos en comunión, porque me capacitaron para enseñar este Gran Secreto, y mi oración ahora va dirigida para que esta Palabra pueda ser difundida por todo el mundo por todos nosotros que hemos llegado a conocer este Gran Secreto en Cristo.

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Quería agradecer especialmente a Ian y Nicola Valentine que realizaron un enorme trabajo dándole forma al libro y dándole los últimos detalles para poder ser impreso. Mis agradecimientos también van dirigidos a Dave Derry y Ray Pereira quienes desiñaron y produjeron la capa del libro.

Por último, y por encima de todo, mi total agradecimiento es dirigido a nuestro Padre celestial y a nuestro Señor Jesucristo por la gran revelación de este secreto. Hoy en día, el deseo más grande de nuestro Padre es que todos Sus hijos descubran lo que hay en este secreto que llegó a estar perdido de la Cristiandad. Él desea que cada miembro del Cuerpo de Cristo sea plenamente instruido y lleno de poder con el conocimiento del Gran Secreto. Él nos ha dicho en Su Palabra que fue diseñado para nuestra gloria y para la obediencia a la fe en la Iglesia.

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Epílogo

Cada uno de los cristianos que crea y ande en las verdades que se encuentran en el Gran Secreto recibe de parte de Dios muchas y enormes bendiciones en su vida.

Leyendo este libro, tengo la convicción de que Dios ha operado en tu corazón para que tú también pudieses comprender la anchura, la longitud, la profundidad y la altura del Gran Secreto que concierne a Cristo y a la Iglesia. Por lo que te exhorto a que andes y crezcas en las grandezas de esta revelación que fue dada por primera vez al Apóstol Pablo.

Dios diseñó el Gran Secreto para nuestra gloria. Es Cristo quien tú tienes dentro de ti y tú eres lo mejor de Dios. Tú eres Su elegido. Tú eres un miembro del Cuerpo Único de Cristo, el Templo del Dios Viviente. Oro para que permanezcas firme en estas verdades y que hagan sobresalir la edificación del Cuerpo de Cristo que es la voluntad de Dios para tu vida.

El 2º volumen de este libro se hará disponible en breve tiempo. Hay muchas cosas más que podemos entender acerca de todo lo que contiene esta revelación del Gran Secreto. Que Dios te bendiga y te fortalezca poderosamente a través de Su espíritu en el hombre interior a medida que continúes a disfrutar el más grande de los secretos de todos los tiempos en la obediencia a la fe.

Las copias de este libro y otras informaciones pueden ser pedidas a:


Dios te bendiga abundantemente en el nombre de Jesucristo.

Mark Atkinson

JHVH

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Más Información

Otras copias de este libro y otros expedientes sobre el Gran Secreto deben ser pedidos a


Este libro también se encuentra disponible en large print version, hardback versión y una electronic download en el website mencionado.

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