EL GRAAL Erwin Robertson

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EL GRAAL, MÍSTICA DE LA CABALLERÍA Modernamente ha sido el Parsifal de Wagner el que más ha hecho por la difusión del tema del Graal. El gusto reciente por cierta literatura medieval, alimentado por algunas obras cinematográficas, ha contribuido a su popularización y también a su distorsión fantasiosa. Podemos preguntarnos por el objeto de la búsqueda y devoción de los caballeros del “ciclo arturiano”, transmutado místicamente en la obra del compositor alemán: ¿Cáliz de la Última Cena, receptáculo de la Sangre de Cristo Crucificado, o piedra caída de la corona de Lucifer? La naturaleza última del Graal permanece envuelta en cierto misterio, a través de las diversas variantes adoptadas por la literatura medieval y de las no menos diversas interpretaciones modernas. El tema del Graal nos lleva al corazón de la Edad Media (siglos XII-XIII). En la Chanson des Saisnes, tardío cantar de gesta francés, se afirma que todo hombre (entiéndase: todo caballero) debe conocer la “materia de Francia”, la “materia de Roma la grande” y la “materia de Bretaña”. Esto es, los grandes temas de la literatura caballeresca, donde todo guerrero contemporáneo debía encontrar sus modelos: la “materia de Francia”, que modernamente se llama también “ciclo carolingio”, estaba constituida por los cantares de gesta –de lejano fondo histórico- en torno a la figura de Carlomagno y los Doce Pares; la Chanson de Roland es, obviamente, el ejemplo más acabado de ellos. La “materia de Roma” era aquélla inspirada en la Antigüedad clásica, muchas veces traduciendo o adaptando obras antiguas; así, por ejemplo, los romances de Troya o de Alejandro. La “materia de Bretaña” (el “ciclo bretón” o “arturiano”), en fin, estaba formada las hazañas del Rey Arturo y sus caballeros. Estos relatos toman la forma de lo que entonces se llamó roman

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EL GRAAL, MÍSTICA DE LACABALLERÍA

Modernamente ha sido el Parsifal de Wagner el que más ha hecho por la difusión del tema del Graal. El gusto reciente por cierta literatura medieval, alimentado por algunas obras cinematográficas, ha contribuido a su popularización y también a su distorsión fantasiosa. Podemos preguntarnos por el objeto de la búsqueda y devoción de los caballeros del “ciclo arturiano”, transmutado místicamente en la obra del compositor alemán: ¿Cáliz de la Última Cena, receptáculo de la Sangre de Cristo Crucificado, o piedra caída de la corona de Lucifer? La naturaleza última del Graal permanece envuelta en cierto misterio, a través de las diversas variantes adoptadas por la literatura medieval y de las no menos diversas interpretaciones modernas.El tema del Graal nos lleva al corazón de la Edad Media (siglos XII-XIII). En la Chanson des Saisnes, tardío cantar de gesta francés, se afirma que todo hombre (entiéndase: todo caballero) debe conocer la “materia de Francia”, la “materia de Roma la grande” y la “materia de Bretaña”. Esto es, los grandes temas de la literatura caballeresca, donde todo guerrero contemporáneo debía encontrar sus modelos: la “materia de Francia”, que modernamente se llama también “ciclo carolingio”, estaba constituida por los cantares de gesta –de lejano fondo histórico- en torno a la figura de Carlomagno y los Doce Pares; la Chanson de Roland es, obviamente, el ejemplo más acabado de ellos. La “materia de Roma” era aquélla inspirada en la Antigüedad clásica, muchas veces traduciendo o adaptando obras antiguas; así, por ejemplo, los romances de Troya o de Alejandro. La “materia de Bretaña” (el “ciclo bretón” o “arturiano”), en fin, estaba formada las hazañas del Rey Arturo y sus caballeros. Estos relatos toman la forma de lo que entonces se llamó roman courtois que, a diferencia del cantar de gesta tradicional, suelen ser de autor conocido y de tema no exclusivamente guerrero, como que el amor “cortés” o caballeresco tiene allí parte principal. Roman quería decir una narración en lengua romance (no en latín), en verso o en prosa (y en este caso tenemos el prototipo de la moderna novela).

Escena del ParzivalLa creación literaria de diversos personajes arturianos se debe a uno de los más grandes poetas medievales franceses, Chrétien de Troyes, quien con su Perceval (Li contes del graal, “El cuento del Graal”, hacia 1181) inaugura el ciclo que nos ocupa. Como la obra quedó inacabada, sucesivos autores intentaron continuarla en las tres o cuatro décadas siguientes, al mismo tiempo que el tema del Graal era ampliado por Robert de Boron (con su José de Arimatea). Poco después del 1200, otro poeta de nota, Wolfram von Eschenbach, creaba su Parzival en alemán, siguiendo de cerca al original, pero con sus propios desarrollos. Otras muchas obras sobre el tema se publicarían a continuación en diferentes lenguas europeas, distinguiéndose dos compilaciones en prosa, el Pequeño San Graal y el Gran San Graal. Podemos señalar que en una versión inglesa tardía, Le Morte D’Arthur, de Thomas Malory (1485), se han basado preferentemente las películas de tema arturiano.

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El héroe del Graal

Aquí vamos a seguir preferentemente las versiones de Chrétien de Troyes y de Wolfram von Eschenbach, las más originales y de mayor calidad literaria. En ellas el héroe que busca y encuentra el Graal es Perceval o Parzival (en versiones tardías es Galahad, hijo de Lancelot, quien obtiene este privilegio). El joven Perceval ha sido criado por su madre, la Dama Viuda, en la Yerma Floresta Solitaria, lejos de las cortes y de la caballería, en total ignorancia de los asuntos mundanos. Sin embargo, el encuentro casual con un grupo de caballeros del Rey Arturo despierta en el agreste muchacho su vocación y el deseo de ser armado caballero. Comienza así una carrera de proezas, en medio de la cual no faltan los signos de cierta providencia o destino. Por su parte, Wolfram añade que el padre de Parzival, Gahmuret de Anjou, había entrado al servicio de un poderoso soberano musulmán, el “Baruc de Bagdad”. De una dama oriental tiene otro hijo, el “blanquinegro” Feirefiz, también destinado a grandes hazañas. En lo que se refiere al Graal, tenemos los siguientes datos:1. El Graal se encuentra en un castillo inaccesible, al que el héroe llega –en apariencia- accidentalmente. Wolfram llama a este castillo Munsalväsche, “Monte Salvaje” (o quizás “Monte de la Salvación”). Señor del castillo es Anfortas, herido e incapacitado por una lanzada recibida en los genitales; la herida jamás se ha cerrado. Chrétien lo llama “Rey Pescador”, epíteto justificado aparentemente porque Perceval lo ha encontrado pescando (único deporte que el rey se puede permitir).2. En la corte de Anfortas, Rey Tullido, en medio de una riquísima fiesta, se desarrolla una extraña ceremonia: se muestran en procesión, portados por pajes y doncellas, una lanza de cuya punta mana la sangre, un graal, objeto de oro puro y de un resplandor que opaca la luz de las candelas, y un plato (así en la versión de Chrétien). En algunas versiones se agrega una espada rota, que el héroe deberá soldar.3. Parzival, recientemente instruído en la cortesía caballeresca, se abstiene de hacer cualquier pregunta acerca de la situación del Rey y del significado de los objetos mostrados. Más tarde se le reprochará como un fatal error esa aparente indiferencia: ha quedado maldito y deshonrado; de haber formulado la Pregunta, Anfortas hubiese sido curado de su herida y mucho bien hubiera recaído sobre el mismo Parzival. Por el contrario, al perpetuarse la incapacidad del Rey para reinar y poseer la tierra, “las damas perderán a sus maridos, las tierras serán devastadas, las doncellas, desamparadas, quedarán huérfanas, y morirán muchos caballeros”, se advierte.4. Siguen otras aventuras de Parzival (entrelazadas en los poemas con las aventuras de su primo Gauvain o Gawan). El joven caballero se ha comprometido a llevar una vida errante y a no esquivar ninguna empresa difícil ni ninguna lucha, hasta saber a quién se sirve con el Graal y porqué sangraba la lanza. De hecho, durante cinco años no se acordó de Dios, dice Chrétien. Wolfram va más allá, y presenta al héroe en un estado de rebeldía contra Dios: puesto que Él ha permitido que cayera en tal estado de vergüenza y desdicha, no Lo servirá más; combatirá sólo por su dama: “amigo, cuando llegue para ti la hora del combate –dice a Gawan -, que una mujer tome partido por ti, que ella venga en tu ayuda” (Esto es, no Dios).5. El ermitaño Trevrizent, tío de Parzival, reconcilia al héroe con Dios y le explica el misterio del Graal y de la Lanza (aquí termina la narración de Chrétien, en lo que se refiere a su Perceval).

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6. Entra en escena Feirefiz, el hermano “infiel” de Parzival. Los dos caballeros deben combatir entre sí antes de reconocerse.7. Finalmente, Parzival es reconocido como Rey del Graal. Tras plantear en debida forma la Pregunta, es entronizado en Munsalväsche junto a su esposa Condwiramurs y su hijo Loherangrin (Lohengrin), quien está destinado a intervenir, como Caballero del Cisne, en otras aventuras. Feirefiz, debidamente bautizado, se casa con la doncella Portadora del Graal, Repanse de Schoye, y será padre del Preste Juan, soberano cristiano de la India. Así Wolfram enlaza a su héroe con otros dos temas legendarios del mundo medieval.Como puede apreciarse, el argumento reseñado difiere de aquél más familiar de la obra de Wagner. Ni Anfortas ni Cundrie la Surziere (Kundry) desempeñan aquí el papel relevante que en el Parsifal de Bayreuth. Del mismo modo, hay que advertir, está ausente de nuestras fuentes la idea de una “redención” en sentido cristiano o sentimental.

¿Qué es el Graal?

Pero, ¿qué es el Graal? Como hemos visto, Chrétien habla de “un graal”, y aparentemente entiende por él un vaso o copa (del latín medieval gradalis). Más adelante agrega que en el Graal hay “una hostia” que sostiene y vigoriza la vida del Rey Pescador. No alcanzó el creador del tema a dar más explicaciones. Fue Robert de Boron, muy poco después, quien introdujo la figura evangélica de José de Arimatea (tomada especialmente del Evangelio de Nicodemo, uno de los Apócrifos) en relación con la interpretación del Graal como la copa de la Última Cena, en la que se recogió además la sangre vertida por Cristo en la Cruz. José, caballero del séquito de Pilatos, encarcelado bajo la acusación de haber robado el cuerpo de Jesús, es alimentado durante un largo cautiverio por la visión del Graal. Liberado por los emperadores Vespasiano y Tito, a quienes convierte al cristianismo, José y su comunidad emigran llevándose el Graal hacia Occidente, a Avalón (después identificada con Britania en algunas versiones). Otras amplificaciones del relato original agregan el tema de la pesca milagrosa por el “Rico Pescador”, prototipo del Rey Pescador, hacen proceder la estirpe de reyes del Graal de José de Arimatea e identifican la Lanza Sangrante con la lanza con que Longinos hirió a Cristo.Mas para Wolfram el Graal, descrito como “consumación del deseo del corazón, su raíz y florecimiento, paradisíaco, trascendente a toda perfección terrenal”, es una piedra preciosa, Piedra incorruptible y purísima, traída a la Tierra por los Ángeles que no tomaron partido en la lucha entre Dios y Lucifer. La comunidad de Munsalväsche es alimentada por la virtud de esta Piedra, y no se trata de un puro alimento espiritual, ya que del Graal puede obtener cualquiera de sus miembros todos los manjares y toda la bebida que desee. Igualmente es por la virtud del Graal que el Ave Fénix renace de sus cenizas, y a los mortales esta piedra confiere tal fuerza que sus huesos y su carne recuperan enseguida su juventud. Agrega Wolfram (por boca de Trevrizent, enseñando a Parzival) que el Graal recibe el nombre de lapsit exillis, expresión misteriosa que hace pensar en un latín mal entendido o mal transcrito en los manuscritos: ¿quiere decir lapis erilis (piedra del Señor), lapis exilii (piedra del exilio) o tal vez lapis lapsus ex caelis (piedra caída del cielo)? La idea, curiosamente heterodoxa, de que el Graal fue traído a este mundo por ángeles neutrales, debe entenderse en el sentido de que así aquéllos salvaron tan sagrado objeto, conservado después por los hombres que Dios ha escogido (en todo caso, Wolfram se inclina a creer que los ángeles neutrales fueron condenados al igual que los rebeldes). En otro poema alemán, el Wartburgkrieg, el Graal es una piedra de la corona de Lucifer, que se

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desprendió al recibir éste un golpe del arcángel Miguel, y cayó por ende a la Tierra; la connotación parece ser que con esa piedra perdió Lucifer su dignidad y potencia angélicas. En cuanto a la Lanza Sangrante, por fin, Wolfram no tiene dudas: es la lanza envenenada que hirió a Anfortas. En aventuras caballerescas, en nombre de un Amor que no era el que le estaba señalado, el entonces Rey del Graal fue herido y quedó en el estado de postración que se sabe; la Lanza se utiliza desde entonces en un rito para aliviar su dolor, en relación con ciertos signos astrológicos.

El Graal en la Historia

Escena del Parzival

Modernamente se ha suscitado la cuestión de las fuentes de las distintas historias del Graal, y en general la de las fuentes de todo el ciclo bretón. Dado que los temas son manifiestamente tradicionales, en el sentido que los autores pretenden recoger una tradición y no reclaman originalidad ni inventiva personales, ¿de dónde han sacado ellos los temas de Arturo, Gauvain, Lancelot, Parzival –el Graal? Una respuesta común ha sido postular fuentes célticas: los autores de los romans arturianos se habrían basado en tradiciones orales o escritas de origen celta. Después de todo, los países célticos son usualmente el escenario de esas aventuras: Arturo es bretón, Parzival galés, Tristán se desenvuelve entre Irlanda y Cornualles, etc.; además, Godofredo de Monmouth, quien dio categoría histórica a las figuras de Arturo, Merlín y Gauvain en su Historia de los Reyes de Britania (en latín, 1136), declara utilizar una fuente escrita en "británico". Sin perjuicio de los motivos de origen céltico que se pueda discernir en nuestros relatos, y sobre los cuales volveremos, hay que decir que el problema consiste en la identificación de las presuntas fuentes celtas. Godofredo de Monmouth sigue evidentemente una tradición latina culta (los bretones toman nombre de Bruto, hijo de Eneas, etc.), y no será el último escritor (ya que no se le puede considerar propiamente historiador) en investirse de la autoridad de un antecesor ficticio; el mismo recurso utilizan Wolfram y Chrétien. En lo que respecta a tres cuentos de tema arturiano incluidos en la colección galesa llamada Mabinogion, parecen depender de los romans franceses; uno de ellos, el Peredur (nombre del protagonista), sigue claramente a un Perceval original, sólo que el tema del Graal ha sido omitido y se le ha reemplazado por aventuras caballerescas más o menos comunes. Más problemática aún es la identificación de “fuentes persas”, también propuestas; se ha llegado a postular como fuente última un Parzivalnama (“Libro de Parzival”, del persa nama, “libro”, como en el Shahnama, el “Libro del Rey”el principal poema épico de Irán), pero éste permanece como una hipótesis sin demostración.

Un problema diferente es si los protagonistas de los relatos del Graal, y los relatos mismos, tienen un fondo histórico. Es decir, si los primeros autores recogieron confusamente noticias históricas o si, a la inversa, quisieron encubrir en la forma de cuentos fantásticos acontecimientos y personajes reales. Es muy probable que el autor del Parzival haya tenido en la Orden monástico-caballeresca de los Templarios un modelo de su comunidad del Graal (a cuyos miembros llama, por lo demás, Templeizen, “templarios”). Más sugestiva es la tesis de Otto Rahn (Cruzada contra el Graal, 1933; La Corte de Lucifer, 1937), que ve en

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la obra de Wolfram la transposición del drama histórico de la “cruzada contra los albigenses”, que asestó un golpe mortal a la cultura trovadoresca de lengua provenzal del sur de Francia (Occitania): Ramón-Roger de Trencavel, vizconde de Carcasona y de Beziers, uno de los héroes de la resistencia occitana frente a los “cruzados” del norte, sería el prototipo histórico de Parzival; y Montségur, la fortaleza cátara en los Pirineos, sería el modelo de Munsalväsche. Por cierto, uno de los argumentos de Rahn era que Wolfram dice seguir un libro del desconocido “Kyot el Provenzal”. Por su parte, el profesor Martín de Riquer, traductor y prologuista del Cuento del Graal de Chrétien (1989), piensa que Perceval es la transfiguración de Felipe, conde de Flandes, a quien está dedicada la obra; tal como el personaje literario, el histórico es “hijo de una viuda” que no quiso volverse a casar; Felipe es primo de Balduíno IV, rey de Jerusalén, “Rey Leproso”, que puede verosímilmente constituir el modelo del Rey Tullido del Graal. Perceval es, pues, un espejo puesto al conde de Flandes, para que éste tomara en serio sus deberes de cruzado en Tierra Santa.Distinta es la relación del Graal con la historicidad que postula Julius Evola (El Misterio del Graal, 1937). Destacando que las principales obras sobre el tema han aparecido entre fines del siglo XII y el primer cuarto del siglo XIII, época de la mayor tensión de la pugna política medieval entre el Papado y el Imperio (güelfismo contra gibelinismo), este autor ve en ellas una obscura llamada a la restauración de la autoridad imperial, de modo análogo a la revivificación de un “Rey Tullido”. El Graal sería el símbolo de una trascendencia metafísica que se conquista a través de una iniciación de tipo heroico, regio y guerrero. Los escritores del tema del Graal habrían librado así, a su modo, la misma batalla que Dante, quien un siglo después, en su tratado De la Monarquía, defenderá los derechos del “Santo Imperio Romano”.

El simbolismo del Graal

¿Qué representa, en suma, el tema del Graal? Si se toman a la letra las versiones de Robert de Boron y de los continuadores de Chrétien de Troyes, y especialmente las de los autores en prosa del Pequeño San Graal y del Gran San Graal, hasta llegar a la obra de Malory, la significación religiosa es evidente: la referencia a la Sangre de Cristo parece una alusión transparente a la Eucaristía, tal como por otra parte se pone la vida monástica como más alta vía a los caballeros (en la última continuación del Cuento del Graal, Perceval abdica la realeza y se hace ermitaño, y luego sacerdote, antes de ser elevado al cielo). No obstante, no puede dejar de llamar la atención el hecho de que en las versiones más antiguas tal significación no es para nada clara. Para limitarnos a la obra de Chrétien de Troyes, si el trasfondo es cristiano, los valores que animan a sus héroes son específicamente caballerescos: servir a las damas y a las doncellas y cultivar la amistad de los prohombres es lo primero que aconseja la Dama Viuda a su hijo, cuando éste va a dejarla; y aunque ha añadido el rezar en iglesias y monasterios, tal actividad será ajena a las preocupaciones de Perceval hasta que reciba una elemental instrucción religiosa de su tío el Ermitaño. Como ya se indicó, la asociación del Graal con la historia de Cristo no se encuentra en Chrétien. Sostiene Martín de Riquer que, con todo, la escena en el Castillo del Graal no era en absoluto equívoca para quien conociera la literatura y la iconografía de la época (hay ilustraciones que muestran el cáliz que recibe la Sangre de Cristo, la lanza de Longinos por la cual corre esa Sangre); en tal contexto, podía entenderse en la doncella portadora del

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Graal una alegoría de la Iglesia. Aun así, es curioso que tanto Chrétien como sus continuadores no hayan sido más explícitos al respecto.Ciertos símbolos pueden tener un significado más universal. Un repaso rápido de un simbolismo que se encuentra en diferentes tradiciones, obligaría a colocar la interpretación del tema del Graal en un contexto mucho más amplio de lo habitual. Para referirnos en primer lugar a la tradición celta, en la mitología irlandesa los Tuatha De Danann, la raza divina primordial que ocupó la isla, llevaban consigo una espada, una lanza y un recipiente de nutricia virtud, objetos coincidentes con los exhibidos en la primera escena en el Castillo del Graal. El dios irlandés Dagda es dueño de un caldero que proporciona alimento a los guerreros valientes –no a los cobardes, así como otros dioses y héroes irlandeses llevan a veces lanzas que manan sangre. En la leyenda de los escitas –recogida por Heródoto-, caen del cielo una copa, un hacha, un yugo y un arado, todos de oro; sólo el menor de tres hermanos es capaz de recoger estos objetos, y a él corresponderá la realeza. La copa es claramente un signo real y sacerdotal, en tanto que el hacha equivale a la espada (en otra versión, recogida por el mismo historiador griego, es la capacidad para tensar el arco de Heracles lo que determinará la elección para la realeza). Una copa de plata de carácter oracular está entre las posesiones de José en Egipto (Génesis, 44.2-5). Por otra parte, entre los objetos caídos del cielo se cuenta, en Roma, el “escudo de Marte”, considerado prenda del Imperio y custodiado por un cuerpo especial de sacerdotes, los salios; en tanto que la “lanza de Marte”, guardada en un templo, se movía por sí sola cuando había amenaza de guerra. Más conspicuas son las “piedras caídas del cielo”; el ejemplo más conocido es la Piedra Negra de la Ka’aba, en La Meca, templo establecido por Abraham según la tradición coránica; pero también tiene origen celeste la “piedra del destino”, Lia Fail, piedra de consagración de los antiguos reyes de Irlanda. La piedra de la cual mana el agua que beben los israelitas en el desierto, figura de Cristo según San Pablo, cumple idéntica función a la del Graal (Éxodo 17.5-6; I Corintios 10.4). El Graal, entendido como piedra preciosa desprendida de la frente de Lucifer, ha sido comparado con la perla (urna) de la frente del dios hindú Shiva, a veces figurada como el “Tercer Ojo” que representa el sentido de eternidad. No han faltado en fin comparaciones con el lapis philosophorum, la “piedra filosofal” de los alquimistas, que desempeña un papel fundamental en la “Gran Obra” que es la conquista de la perfección espiritual.

Por cierto, no se puede pretender que los autores de los poemas y novelas que nos conciernen hayan estado conscientes de todo el alcance simbólico de los motivos que usaban. Para no salirnos pues del marco de la literatura cortés medieval, y para terminar, hay que decir que esas obras –y en primer lugar la de Wolfram- trasuntan una religiosidad muy especial, no propiamente eclesial. Se trata de lo que se ha llamado Ritterfrömmigkeit, “piedad caballeresca”. El valor guerrero, el honor caballeresco, el amor cortés, impregnan profundamente la piedad cristiana de los guerreros medievales, de una manera que no siempre fue aprobada por la Iglesia (Maurice Keen, La Caballería, 1986). Así vemos que los caballeros luchan sobre todo por su dama, y que incluso el musulmán Feirefiz, en el Parzival, acepta el bautismo para ganar a la suya; las figuras de religiosos que aparecen, por otro lado, son preferentemente ermitaños, no clérigos. La rebeldía a primera vista impía de Parzival es perdonada con relativa facilidad, como que es llamado a asumir la realeza del Graal: “Nunca hubo maravilla mayor –dice Trevrizent el Ermitaño a su sobrino -, “con tu

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desafío, has obtenido de Dios lo que deseabas”. Con todo, la “moral del Graal” exige a los caballeros domeñar cierto orgullo “titánico” o “luciferino” (en esto consisten las pruebas que deben superar, observa Evola); y nos parece que también puede hablarse de una "mística", en el sentido propio de la palabra. En cambio, el “espíritu de Cruzada” está notoriamente ausente; la Guerra contra el Infiel no entra en las motivaciones de los héroes del Graal. En esto descuella el Parzival, con sus curiosamente amplios intereses por el Oriente arábigo-musulmán.

En cualquier caso, los héroes del ciclo del Graal, con los héroes artúricos en general –Parzival, Gauvain, Lancelot, Arturo -, llegaron a ser modelos indiscutibles para la caballería medieval, junto a los héroes de la tradición clásica –Eneas, Héctor, Alejandro- y bíblica –Judas Macabeo -, y junto en fin a héroes reales más cercanos en el tiempo, Carlomagno y el conquistador de Jerusalén, Godofredo de Bouillon, a quien la leyenda hace descendiente de Lohengrín, el Caballero del Cisne. El símbolo del Graal queda así como la más alta expresión de esta mística inmanente de una cultura caballeresca y guerrera.

ERWIN ROBERTSON*

Nota: El Cuento del Graal se encuentra publicado por Ed. Siruela, Madrid, 1989, y la versión consulada del Parzival de W. von Eschenbach es la de Penguin Books, Hardmondsworth (Inglaterra), 1980, 1987. Cf. los respectivos prólogos y John Matthews, The Grail. Quest for the Eternal, Thames & Hudson, Londres, 1981. Además de las obras citadas de Evola y O. Rahn, es indispensable el capítulo IV de R. Guénon, Símbolos Fundamentales de la Ciencias Sagrada, Buenos Aires, Eudeba, 1969.