El Go llegó a Occidente al menos tres veces, y las tres como … · convierte en el primer gran...

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El Go y el mar El Go llegó a Occidente al menos tres veces, y las tres como grumete El Go volvería, ahora desde Japón, a consecuencia de la revolución Meiji (1868). Es entonces cuando Oskar Korschelt, un ingeniero que se asienta en Japón para crear la primera fábrica nipona de cerveza, escribe el primer manual sobre el juego en una lengua europea. El manual llamará la atención de los hermanos Lasker -que lo llevarán a EEUU- y de algunos ajedrecistas berlineses. Pero la nueva expansión europea vendrá de Austria. El Imperio Austrohúngaro es entonces una gran potencia naval. Desde su base adriática en Pola, hoy Croacia, los barcos de guerra centroeuropeos se incorporan a la agitada diplomacia de las potencias occidentales en Asia. En uno de ellos llegará a Japón un joven ocial: Arthur Jonak von Freyenwald. A su vuelta, Jonak empieza a enseñar a jugar a quien puede, manda cartas a sus amigos, crea el primer club de Go europeo–que llegaría a tener 200 miembros–y se convierte en el primer gran activista del juego. El Go se jugaba en las cubiertas de los barcos, en los cafés, en los clubes navales... Pronto una librería de Pula tuvo disponibles equipos de Go con piedras de cristal y tableros de madera. Fue Jonak quien más hizo por dar a conocer el juego, y por su devoción y actividad incansable le dieron el sobrenombre de «Jonak Go-Got» (Jonak, dios del Go). El club de Go de la Marina de Viena servirá de centro de difusión y pronto se empieza a jugar también en el Instituto de Física de la Universidad de Viena. Allí descubren y se acionan algunos de los mayores cientícos del nuevo siglo, como Litse Meitner, Max Planck o Albert Einstein, que lo introducirán después en los ambientes académicos de Europa y EEUU, pero también Sigmund Freud, que lo descubre de la mano de su íntimo amigo Ernst Fleischl von Marxow. Seguramente la primera fuera consecuencia de las primeras relaciones entre los emperadores Han y el Imperio romano. En esa época orecen súbitamente tableros de 17×17 en todo el Occidente del Imperio, apuntando que un nuevo tipo de «calculi» (juego de cuentas) ha hecho furor. La aparición posterior en la periferia occidental del imperio de juegos basados en «rodear» las piezas del contrario, parecerían subrayar la inuencia de esta primera incursión temprana del juego. Sea como fuere, la práctica del «calculi» se perdió con la descomposición del Imperio Romano, y Europa debió esperar a los viajes de los misioneros jesuitas a China. Tras el fracaso inicial de Francisco Javier, el también jesuita Matteo Ricci conseguirá nalmente establecerse en China. Sus memorias, recopiladas por Trigault en 1616, «descubrirán» el Go a sus contemporáneos europeos, llamando la atención de Selenius y Leibnitz. Este último le dedicará incluso un opúsculo. Pero esta vez el grumete exquisito no consiguió fructicar. Arthur Jonak Tablero de calculi encontrado en el Chao San Miguel, Asturias siglo II AeC. Grabado de Matteo Ricci reproducido por Leibnitz.

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El Go y el marEl Go llegó a Occidente al menos tres veces, y las tres como grumete

El Go volvería, ahora desde Japón, a consecuencia de la revolución Meiji (1868). Es entonces cuando Oskar Korschelt, un ingeniero que se asienta en Japón para crear la primera fábrica nipona de cerveza, escribe el primer manual sobre el juego en una lengua europea. El manual llamará la atención de los hermanos Lasker -que lo llevarán a EEUU- y de algunos ajedrecistas berlineses.

Pero la nueva expansión europea vendrá de Austria. El Imperio Austrohúngaro es entonces una gran potencia naval. Desde su base adriática en Pola, hoy Croacia, los barcos de guerra centroeuropeos se incorporan a la agitada diplomacia de las potencias occidentales en Asia. En uno de ellos llegará a Japón un joven oficial: Arthur Jonak von Freyenwald. A su vuelta, Jonak empieza a enseñar a jugar a quien puede, manda cartas a sus amigos, crea el primer club de Go europeo–que llegaría a tener 200 miembros–y se convierte en el primer gran activista del juego. El Go se jugaba en las cubiertas de los barcos, en los cafés, en los clubes navales... Pronto una librería de Pula tuvo disponibles equipos de Go con piedras de cristal y tableros de madera. Fue Jonak quien más hizo por dar a conocer el juego, y por su devoción y actividad incansable le dieron el sobrenombre de «Jonak Go-Got» (Jonak, dios del Go).

El club de Go de la Marina de Viena servirá de centro de difusión y pronto se empieza a jugar también en el Instituto de Física de la Universidad de Viena. Allí descubren y se aficionan algunos de los mayores científicos del nuevo siglo, como Litse Meitner, Max Planck o Albert Einstein, que lo introducirán después en los ambientes académicos de Europa y EEUU, pero también Sigmund Freud, que lo descubre de la mano de su íntimo amigo Ernst Fleischl von Marxow.

Seguramente la primera fuera consecuencia de las primeras relaciones entre los emperadores Han y el Imperio romano. En esa época florecen súbitamente tableros de 17×17 en todo el Occidente del Imperio, apuntando que un nuevo tipo de «calculi» (juego de cuentas) ha hecho furor. La aparición posterior en la periferia occidental del imperio de juegos basados en «rodear» las piezas del contrario, parecerían subrayar la influencia de esta primera incursión temprana del juego.

Sea como fuere, la práctica del «calculi» se perdió con la descomposición del Imperio Romano, y Europa debió esperar a los viajes de los misioneros jesuitas a China. Tras el fracaso inicial de Francisco Javier, el también jesuita Matteo Ricci conseguirá finalmente establecerse en China. Sus memorias, recopiladas por Trigault en 1616, «descubrirán» el Go a sus contemporáneos europeos, llamando la atención de Selenius y Leibnitz. Este último le dedicará incluso un opúsculo. Pero esta vez el grumete exquisito no consiguió fructificar.

ArthurJonak

Tablero de calculi encontradoen el Chao San Miguel, Asturiassiglo II AeC.

Grabado de Matteo Riccireproducido por Leibnitz.