El gigante de la montaña

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El gigante de la montaña (cuento en poesía) 6

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El gigante de la montaña(cuento en poesía)

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DERECHOS RESERVADOS, 1A. EDICIÓN, 2012© Norma Irene Varela Moreno© Reyes González Martín – Doble Hélice

Allende 109-4, CentroChihuahua, Chih. CP 31000www.doblehelice.com.mx

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VARELA MORENO, Norma Irene: El gigante de la montaña (cuento en poesía), Chi-

huahua (México), Doble Hélice Ediciones, col. Al otro lado del espejo n. 6,

2012, 24 pp.

IMPRESO EN MÉXICO

PRINTED IN MEXICO

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Norma Irene Varela Moreno

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Quirino era un gigante despreciable,ermitaño y deshonesto;vivía solo en la montaña

y a todos hacía mal gesto.

Conseguía lo que quería,ya que todos le temían.

Era de mal corazón,de maléficas ideas,

horripilante de rostro,algo calvo, barrigón,

y le gritaba a quien fuerasin ninguna compasión.

En un día como cualquiera,de regreso a la montaña,después de haber robadoalimento a los aldeanos,

la hermosura de una joven,lo dejó como encantado.

Ella estaba junto al río,peinaba su cabellera

lustrándola con gran brillo;el color que centelleaba

era tono anaranjado,

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pelo largo y onduladoque lucía muy bien atado.

Traía una cinta esmeralda,que además de ser hermosa,

hacía juego con su falda.

Blanca tez, algunas pecas,labios gruesos de rubí,

ojos grandes de avellanay una pequeña nariz

que le adornaba la cara.

Quirino quiso tomarlay llevarla sin permiso,

pero al ver tan bellos ojosla intención se le deshizo,

y qué mejor decisión:la fuerza trae sus secuelas,unas malas y otras peores,

pero nunca las mejores.

«¿Qué hago ahora?»se preguntó confundido,pues jamás su corazón

se había sentido afligido.

Caminó sin rumbo fijo,pensando qué podía hacer

para ganarse el cariñode esa preciosa mujer.

«¡Ya sé!, conozco la solución:iré a buscar a un tal Bardo

quien dice que es gran poeta,lo encerraré en el castillo

y lo obligaré a escribir

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una dulce poesíaque enamore a aquella niña.

Siendo Bardo hombre de paz,y Quirino cruel, bestial,

en su casa penetróy al castillo lo llevó;

quiso oponer resistencia,pero no tenía gran fuerzay no quedó más remedio

que actuar con inteligencia.

Sin clemencia ni alimentoal sótano fue a parar.

Dio pluma, papel y tintay lo puso a trabajar.

—Haz un poema —ordenó—para la dama agraciada

que mi corazón robó.No escribas uno cualquiera,

exijo dedicación,para provocar en ella

tal sentimiento de amor,que convertirse en mi esposa

sea su única ambición.

Dio un suspiro y empezó,concentró su inspiración,como es bueno y generoso

la pluma solo acertóa escribir palabras bellasque conjuran la pasión.

Algunas horas tardó.Cuando estaba terminada,

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Quirino la recogió;para consumar el fraude

al final solo firmó.

Con paloma mensajerael pliego llegó a su dueña.Las palabras emanaban

como miel y la atrapaban.

Tais, al leer la carta,su corazón conmovió

y presta sin perder tiempoel mensaje respondió.

—Llevo por nombre Taisy me es grato enterarmeque pone interés en mí,pero quiero conocerle

y en persona responderle.

Al recibir la noticiael gigante enfureció,

pues la respuesta obtenidale causó tal decepción

que la mitad del castillocon sus puños destruyó.

Luego al sótano bajóy al poeta intimidó.

—¡Quiero que seas muy tenaz!,porque si es necesariomil poemas crearás,

uno diario hasta lograratraerla y convencerlade que se debe casar.

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Eso sí, con mucha astucia,pondrás sutiles pretextos,pues no quiero que me vea

y cuando dé su palabray que esté comprometida,

vendrá a casarse al castilloy ya no tendrá salida.

A Bardo le parecióuna patraña muy ruin;

sin embargo ahí encerradoy con pies encadenados,

imposible darle fin.

No era amor puro y sincerolo que Quirino sentía,acostumbrado a tenersiempre lo que quería.El amor que profesabaen capricho convertía,pues si no lo conseguía

furioso lo tomaría.

Poco a poco sin saberlo,Bardo empezó a enamorarsede aquella linda muchacha

que jamás había miradoy los poemas creabaen el amor inspirado.

Tais se veía feliz,las letras la cautivaban,

toda carta recibidaal momento respondía;

sin embargo algo sentía,algo raro percibía.

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No dudaba lo sincero,sabía que quien lo escribía

era hombre verdaderoy de noble corazón,

pero..., ¿qué no le gustaba,si estaba ya enamorada?

Esta niña era muy bella,inteligente y audaz;

era buena, era sinceray también muy perspicaz.

Como algo presentía,le pidió ayuda a Medea,la hechicera de la aldea.

—¿Qué buscas aquí, doncella?Medea preguntó a Tais.

—Quiero saber el secretoque se esconde tras un jovenque ha pedido desposarme;

sé que es puro corazóny ha logrado enamorarme.

— ¿Qué es lo que quieres de mí?Acentuó más su interés.

—Su aspecto no es importante,pero no lo he visto aún,

y es que se niegue intrigante.

El contacto que tenemoses por cartas y poemas;

estas llegan a mis manoscon palomas mensajeras.

—Conviértete en una de ellas—contestó por solución—;

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tengo lo que necesitas,pero hago mi labor,

si por pago obtengo algoque tenga especial valor.

—¿Te parece bien mi anillo?Mi padre me lo obsequió

—no dijo si sí o si no,pero le extendió la mano,

seguro que lo aprobó.

—Cuando escribas la respuestade la carta que te llega,

tómate este brebaje,sigue al ave en su retornoy da tu misma el mensaje.

Ya convertida en paloma,conmigo podrás hablar,pues tengo la facultad

de comprender el lenguaje.

¡Espera, que hay otra cosa!:solo hasta el atardecer

tienes de plazo, querida,y si no puedes cumplirte quedarás convertida.

Decidida en su proezaal castillo penetró

y para su gran sorpresaal gigante se topó.

Tan desesperado estabapor conocer el escrito

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que sin tener precauciónse lo arrebató del pico.

El ave quiso posarse,sobre su hombro quedarse.¡Qué equivocada su acción!

Cuando Quirino sintióel total atrevimiento

con la mano la apartóy con fuerte voz gritó:—Lárgate ya de aquí,

haz cumplido tu tarea,a menos que tú prefierasque te fría para mi cena.

Tais con horror siguióa Quirino en la escalera

y lo malo que ella viodemostró muy bien quién era.

Decidió alejarse prontoy olvidar aquel romance,

pero algo la detuvoy al sótano hizo asomarse.

Un joven ahí se encontrabaescribiendo sin descanso

esas bellas poesíasque Quirino le mandaba.

Se acercó con precaución:¡era el hombre que quería!

Sintió que su corazónpor poquito se salía.

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Quirino al salir de ahímostró general enojo,

golpeando todo a su paso,echó la llave al cerrojo.

Bardo se fijó en ella.—¡Qué paloma tan bonita!¿Has venido a visitarme?¿Quieres algo de comer

o vienes a acompañarme?

Cuando la tomó en sus manossus miradas se encontraron,

afloraron sentimientos,sus almas se cautivaron.

Una luz los envolvióy todo se iluminó,

Tais aleteó asustada.—No tienes por qué temer,no te asustes, nada pasa,

es solo el atardecerque por ranuras traspasa.

Salió sin mirar atrás,atravesó los barrotesy voló desesperada,

mientras la anciana hechicerala esperaba impacientada.

«¿Dónde andará esta mujer?Tendré que pensar en algo,ya pronto va a oscurecer.»

Llegó a casa de Medeay en sus manos se posó;

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fue total su gran esfuerzoque ahí se desvaneció.

Al recobrar la concienciaconfundida se sintió;

sabía que tenía su esencia,pero algo sucedió.

En el último segundoel rayo de sol perdió

y por mucho que tratóen mujer no se cambió.

Pero Medea,tan vieja como sabia era,

utilizó su intelectoy actuó sin perder el tiempo.

No fue posible invertirel hechizo consumado,pero pudo aprovecharlo

y el animal transformarlo.

Como reemplaza la noche al día,la oscuridad a la luz,

así igual sucediócon la pequeña ave blanca,quien dejó bella expresióny se convirtió en dragón.

Medea se disculpó:—No tuve otra alternativa,será solo por esta noche.Al llegar la madrugada

invertiré la bebida

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y con ello lograréque tengas otra salida.

Tais se quedó perpleja,pensó un poco y reaccionó,

ahora como gran bestiano tenía ninguna queja

y una ventaja sacó.

—¿Yo un dragón?Eso podré aprovecharlo:

aterraré al tal Quirinocon mi fuerza y gran tamaño,

rescataré al prisioneroy se acabará el engaño.

—¿Qué ha pasado?, ¿cuál engaño?—Medea a Tais preguntó

y al instante ella narrótodo lo que descubrió.

—Me gusta tu voluntad,tu coraje y tu vigor,

pero no va ser tan fácil,el gigante es un traidor.

Escucha con atención,te obsequiaré esta poción,que cuando Quirino beba

lo convertirá en ratón.

Si por error la derrama,el efecto es desastroso,adquirirá mayor fuerza

y se pondrá más furioso.

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Tendrás que ser precavida,esta empresa, niña mía,podrá costarte la vida;

sin embargo has de saber,todo tiene consecuencia:

si las cosas salen bienobtendrás tu recompensa.

—Tendré que advertir al jovenquién soy y qué me propongo,porque al ver al atroz dragón

me temerá, me supongo.

Medea escribió una nota:«No preguntes y confía,pues Tais es el dragón

que ha venido a rescatartede esta sombría prisión».

«Necesita de tu ayuda.Cuando logre liberarte

y al gigante acorralarle,dale a beber el potaje,

que ni una gota derrame,que actuará con más coraje.»

—Tú también ayudarás—se dirigió la hechiceraa su cuervo Wenceslao;era viejo, escandaloso

y también un gran miedoso,pero con gran corazón

que llegaba a ser piadoso.

—Lo entregarás sin remilgosa quien te diga Tais.

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Haz tu labor Wenceslaoy te llevaré al país

al que te he negado antes,aquel que me has comentado

de las mazorcas gigantes.

El cuervo aceptó gustoso,el frasco colgó en su cuelloy no le quedó más remedio,

que sostener el recadocon el pico bien cerrado.

Cuando al castillo arribaronactuaron con precaución;no serían bien recibidos,

no tenían invitación.

—Wenceslao, entrarás por los barrotes—señaló Tais al cuervo

la puerta oscura del silo—.Darás al joven el frasco

y actuarás con gran sigilo,que desde aquí yo te cuido.

—Yo te cuido, yo te cuido—repitió en tono molesto,porque al pobre pajarillo

ya le daba miedo esto.

Bardo yacía descansando,pues jamás imaginabaque Tais lo rescatara.

Con miedo, vociferando,el cuervo llegó hasta él;

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le picó, lo sacudióy por fin se incorporó.

Leyó la nota intrigado,luego el frasco lo tomó

y al ave se dirigió:—Voy a pedirte que vayasa la habitación de arriba,

donde descansa el gigante;busca el llavero de plata

y tráelo en el mismo instante.

«¿Qué les pasa, qué se creen?»,se decía para sí mismo,

y aún despegando al vueloseguía con su letanía

aleteando y renegando.

«Medea me debes una,que este par ya está abusando,

nada más porque me veola mazorca disfrutando.»

—¡Esto será pan comido!, el gigante está dormido

—exclamó el cuervo feliz.No contaba que Quirino

Tenía a su lado un minino,que al ver al ave saltóy al gigante despertó.

—¡Ayuda!, ¡ayuda!—gritó el cuervo Wenceslao,

en verdad muy asustado.

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Tais acudió al momento,derrumbó puertas y lozas

para llegar sin demora.Dejó libre el paso al ave

para enfrentar al gigante,al que en verdad sorprendió,

pero nada intimidó.

Presto sacó una espadaY con furia amenazó

a la imponente dragón,pero con habilidad,

Tais se quitó de ladoy con fuego de su bocalo dejó como atontado.

Su artimaña aprovechóy al sótano se dirigió,la puerta la derribó,

las cadenas con sus garrasde inmediato destrozó.

Libre el joven resurgióy a la escalera salió.

Quirino al recuperarselo siguió en el mismo instante.

Empuñando bien su espadatomó a Bardo por la espalda,

al tiempo que lo atacó.El dragón se adelantó,sacudió fuerte la cola

y en el muro lo estampó.

Después de tremendo impactola pared se vino abajo,

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la cabeza le dolíapero con vida seguía;

se quitó piedras de encima,persiguió por la escalera

a la pareja que huíay parecía que la luchajamás se terminaría.

En persecución estabancuando al fin Tais se impuso,

con fuerza y con valentíale echó las patas encima.

Bardo se armó de valor,trepó al cuello del dragón,vertió el brebaje en la boca

del tremendo grandulón.De bestia temible y cruel

al final solo quedóun indefenso ratón.

Solo minutos faltaban,era casi madrugada

y no podían regresar,porque al cuervo no encontraban,

y es que el pobre Wenceslaoestaba bien desmayado;

lo buscaron, lo encontrarony hacia la aldea volaron.

Cuando llegaron a tierra,sin necesidad siquierade tomar ninguna cosa,Tais recobró su forma,

de joven tierna y hermosa.

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La hechicera ya sabíaque el bien sobre el mal triunfaba,

y como en Tais confiaba,ya ansiosa los esperaba.

Cuando ambos se acercaron,sin dejar pasar más nada,al joven ya cuestionaba.

—¿Cuál es el nombre de este hombreque ha ganado el corazónde esta niña encantadora

que arriesgó su condición?

—Mi nombre es Bardo, señora,y quisiera confesarle,

que antes de ver a esta niñadeseaba yo enamorarle,

y ahora que ya la he visto,que conozco su valor,en matrimonio la pido,

si ella concede el honor.

Con un beso de amor purosellaron el compromiso,

la pareja se abrazó,el cuervo se despertó,la hechicera suspiró,y yo como narrador,concluida mi labor,

me retiro, con permiso.

¡Esperen un momentito!,solo dejen recordarles

que en el castillo había un gato,y con esto queda claro,

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que ahora el pobre Quirinoya tiene en qué entretenerse,al menos por un buen rato.

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Esta 1a. edición deSeñorita Freud (cuentos)

se imprimió en las instalaciones delTaller de Encuadernación Ari,

con domicilio en Ave. Juárez n. 5903,col. Popular, c.p. 31350, Chihuahua, Chih., México,

en el mes de julio de 2012.

Edición y producción: Martín Reyes.