El Fuego De sus Ojos

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Instituto del Verbo Encarnado El fuego de sus ojos La mirada y el trato de Cristo R.P. Lic, Sergio Pablo Larumbe, I.V.E. 1

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La mirada misericordiosa de Cristo

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El Fuego de sus ojos

Instituto del Verbo EncarnadoEl fuego de sus ojos

La mirada y el trato de CristoR.P. Lic, Sergio Pablo Larumbe, I.V.E.San Rafael 2008

A nuestra Seora, la ms bella

De todas las criaturas humanas, Amadas por el verbo hecho carne, para que Nos ensee con el magnificat de su vida a ver en Nosotros las maravillas que el Seor ha obrado y cantar un cntico nuevoIntroduccin

Los ojos son las ventanas del alma. Por lo tanto al contemplar las miradas de Nuestro Redentor podremos penetrar en su interior y ver, hasta donde l nos permita, por medio del fuego de sus ojos, el fuego de su alma, el fuego de su interior, de su bondad, de su misericordia, de sus entraas divinas. En la lucha para alcanzar la santidad es importante mirar toda la realidad con los ojos de Nuestro Seor: Debemos estar convencidos que todo se reduce al conocimiento del misterio de Cristo.

Como dice San Alberto Hurtado: Conocer a Cristo es todo el problema. Tambin Dom Columba Marmion, hablando sobre la importancia del conocimiento de Cristo como la actividad ms importante del cristiano, dice: Cristo es Dios que alterna con los hombres y conversa con ellos en Judea y les muestra con su vida humana cmo vive un Dios entre los hombres para que stos sepan cmo deben ellos vivir para ser gratos a Dios. As que todas nuestras miradas deben enderezarse y converger en Cristo. Conocer a Cristo tiene que ser todo nuestro problema, toda nuestra tarea.La vida del cristiano debe girar en torno a Cristo. l da sentido a nuestra vida, sin l nada cobra valor. En sto han insistido mucho los santos de todos los tiempos, y nos exhortan los documentos pontificios actuales de mil maneras diversas.

Sin duda que para que Cristo pase a ser el centro y el culmen de toda nuestra vida debemos conocerlo cada vez ms en profundidad. Debemos penetrar cada vez ms en su mirada, descubrir qu hay en sus ojos, meditar y contemplarlo en su trato con los hombres, para descubrir qu hay en su interior y qu es lo que pide de nosotros.

Pido disculpas al lector si soy repetitivo, pero quiero que estas verdades se nos graben a fuego y para que quede bien claro, quiero decir que he titulado este escrito El fuego de sus ojos para que partiendo de una contemplacin de la mirada de Cristo, de esa mirada llena de misericordia, podamos penetrar cada vez ms en su vida ntima hasta llegar a su corazn divino, a sus entraas misericordiosas, como ya hemos dicho y podamos tambin nosotros tener un trato ntimo con l y un trato divino con las almas. Es decir, podamos tratar de buscar en todo la voluntad del Padre y querer ver en todas las almas la Imagen de Cristo resplandeciente. Es mi intencin de que quien lea estas pginas tenga un vivo deseo de ver a Cristo en todas las almas y de ver a Cristo en todos y Cristo en todo y de fundarse siempre en Cristo y slo en Cristo.El ver a Cristo y el ver como Cristo es una gracia que hay que pedirla todos los das:

Que el fuego de tus ojos Seor

encienda fuego en los mos,

que al ver a cada nio, a cada hombre, a cada mujer,

a ti te vea Seor.

Que al mirar a los hombres y mujeres

de este siglo me alegre con los que en t se alegran

me entristezca con los que en t se entristecen

me alegre con los que llevan tu rostro incandescente y resplandeciente

me entristezca con los que llevan tu rostro oscuro y desfigurado

que el fuego de tu alma

encienda fuego en mi alma.

Seor, que tu madre, la gran Virginizadora

cubra mi alma, mi mente, mis ojos con su manto y pueda ver

tras l la realidad de este mundo

y con el fuego de mis ojos y de mi alma que t me has dado y que tu madre ha protegido, pueda , Seor, ayudar a que brille en este mundo, en tantos nios, jvenes, hombres y mujeres, el fuego de tu ojos, el fuego de tu alma, el fuego de tu amor. Te ofrezco Seor mis sacrificios y mis oraciones,

mis miradas segn tu corazn,

para suscitar vocaciones a la pureza,

vocaciones al fuego, vocaciones al amor. Cristo tiene que ser nuestro centro, debemos verlo formado en todas las almas, tenemos que querer verlo en todo y en todos. Debemos ir a Cristo y a todos debemos llevar a Cristo, este es nuestro inters principal, nuestro fuego y nuestro ardor ms grande. Basta un simple contacto con Cristo para que l nos cure, nos purifique, nos santifique. Me llenan de entusiasmo las pginas del evangelio en donde se ve cuntas almas que no aman a Cristo o se apartan de l, empiezan a amarlo, o se arrepienten, o empiezan a seguirlo despus de un mnimo recuerdo de Cristo, despus de un mnimo contacto real, pero profundo con Cristo mismo. Pensemos en San Pedro que despus de negarlo tres veces le bast un mnimo recuerdo de Nuestro Seor para arrepentirse y llorar amargamente, fue necesario tan slo una mirada. Pensemos en el buen ladrn que primero insultaba a Cristo, pero le bast poco tiempo para convertirse a Cristo y empezar a amarlo y decirle frases hermosas como sta: Acurdate de mi cuando ests en tu reino. Tambin nosotros necesitamos un contacto con Cristo, necesitamos conocer cmo am, cmo mir, cmo trat a los hombres, cmo nos trata a nosotros para enamorarnos de l y entrar en contacto con l, y as, animarnos a amar como l nos am, ya que este es el mandamiento principal.

***I Parte

El fuego de sus Ojos

1. Para un sublime conocimiento de Cristo Jess

Antes de entrar de lleno en el tema que nos interesa es importante destacar que para conocer el fuego de sus ojos, y que as se encienda en nosotros el deseo de Cristo, ese deseo se debe despertar en nosotros tras un trabajo intenso de su conocimiento. Nadie ama lo que no conoce. Para tener un conocimiento de Cristo, de sus intereses, de sus miradas, de cmo era su trato con los hombres, es indispensable conocerlo por medio del evangelio. Deca San Jernimo Desconocer las escrituras es desconocer al mismo Cristo. Por lo tanto debemos venerar las escrituras y darles una gran importancia, si estamos deseosos de que Cristo sea algo central en nuestras vidas. De lo contrario, nuestro deseo por Cristo es algo engaoso y falso. Para comprender esta realidad me parece muy esclarecedora la afirmacin de Dom Columba Marmion: Y corno quiera que nadie busca una cosa que desconoce, ni la voluntad se va tras los bienes que no le hayan sido presentados antes por la inteligencia: ahora que Cristo nos tiene privados de su presencia sensible, cmo llegaremos a conocer sus misterios, su belleza, su armona, su virtud y su poder. Cmo, sobre todo, nos pondremos en contacto vivificador con dichos misterios para sacar aquellos frutos que paulatinamente transformen nuestras almas y operen en ellas la unin con Cristo, condicin que nos es indispensable para ser contados en el nmero de sus discpulos? El conocimiento de Jess y de las diversas situaciones de su vida lo hallamos primero en el Evangelio. Sus pginas, sagradas e inspiradas por el Espritu Santo, contienen la descripcin y enseanzas de la vida terrenal de Jess. Bstanos leer esas pginas tan sencillas como sublimes, pero leerlas con la debida fe, para ver y or a Cristo mismo. El alma piadosa que recorra con frecuencia en los ratos de oracin este libro excepcional, llegar poco a poco a conocer a Jess y sus misterios, a penetrar en los secretos de su Sagrado Corazn, a comprender aquella magnfica revelacin de Dios al mundo, que es Jess. Este libro inspirado es luz y fuerza que ilumina y fortalece los corazones rectos y sinceros. Dichosa el alma que le hojea cada da y bebe en el manantial mismo de sus vivas aguas!. Por lo tanto, conocer las escrituras es ms que conocer a Cristo. Es conocerlo y conocer su Sacratsimo Corazn. En el Obispo Van Thuan, gran confesor de la fe, tenemos un ejemplo vivo del amor a Cristo, presente en las escrituras: Cuando era yo alumno en el seminario menor de Annin, un sacerdote vietnamita, profesor, me hizo comprender la importancia de llevar siempre conmigo el Evangelio. Se haba convertido del budismo y provena de una familia mandarina; era un intelectual: llevaba siempre encima, colgado al cuello, el Nuevo Testamento, como se lleva el vitico. Cuando dej el seminario para desempear otro cargo me dej en herencia ese libro, su tesoro ms precioso. El ejemplo de este santo sacerdote, que se llamaba Jos Mara Thich, siempre vivo en mi corazn, me ayud mucho en la crcel durante el perodo de aislamiento. Aquellos aos segu adelante porque la Palabra de Dios era antorcha para mis pasos, luz para mi sendero (cf. Sal 119,105). Es sabido que san Jernimo y santa Teresa del Nio Jess llevaban el Evangelio siempre encima, cerca del Corazn. Cul es mi amor por los evangelios? Soy conciente de que debo nutrirme de la palabra de Dios como me nutro de la Eucarista?Para que la lectura de la Biblia no sea como la lectura de cualquier otro libro, sino una lectura fructuosa, se requieren cinco cosas a tener bien en cuenta: 1 La fe. La lectura de la Palabra de Dios recuerda los hechos salvficos, pero la fe los hace particularmente presentes y operantes en el corazn de cada creyente. La verdadera fe -ensea San Len Magno- tiene el poder de no estar ausente en espritu de los hechos en que no ha podido estar presente con el cuerpo (Hom. Sobre la Pasin 19). 2 La veneracin y la reverencia. Todo lo que dice las Escrituras lo dice el Seor, por lo que son ms dignas de fe que el que un muerto resucite, o que un ngel del Seor baje del cielo (San Juan Crisstomo, en Catena urea). 3 La atencin, porque el que es de Dios oye la palabra de Dios (Jn 8,47). 4 El hbito de lectura, tanto personal como litrgica. Nos valemos de ordinario de la lectura asidua y de la meditacin de las Escrituras, para procurar a nuestra memoria, pensamientos divinos (Casiano, Colaciones 1). 5 La oracin. A la lectura de la Sagrada Escritura debe acompaar la oracin para que se realice el dilogo entre Dios y el hombre, pues, a Dios hablamos cuando oramos, a Dios escuchamos cuando leemos sus palabras (San Ambrosio, Sobre los oficios I, 20, 25).

En el evangelio nos encontramos con Cristo vivo, con su corazn palpitando de amor por nosotros. Nos encontramos con sus palabras que nos comunican vida. Contina diciendo Van Thuan: El hecho es que las palabras de Jess poseen una densidad y una profundidad que las dems palabras no tienen, sean de Filsofos, de polticos o de poetas. Las palabras de Jess son, como a menudo se definen en el Nuevo Testamento, espritu y vida. Contienen, expresan, comunican una vida, la plenitud de la vida. Los mismos apstoles le dijeron en una ocasin Seor a quin iremos? si t tienes palabras de vida eterna (Jn. 6,68).Para comprender la importancia que tiene la Palabra de Dios para la Iglesia no hay ms que remontarse a la actitud bimilenaria de la Iglesia, que siempre ha venerado la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el Pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo.Van Thuan nos recuerda, en el libro ya citado, algunas frases de los santos y de la tradicin: A lo largo de toda la tradicin cristiana se puede subrayar constantemente este vnculo entre Palabra y Eucarista, ambas alimento del cristiano. Nosotros bebemos la sangre de Cristo escribe Orgenes no slo cuando lo recibimos segn el rito de los misterios, sino tambin cuando recibimos sus palabras, en las cuales reside la vida. Y San Jernimo: El conocimiento de las Escrituras es un alimento verdadero y una verdadera bebida que se asume por la Palabra de Dios. Por su parte, San Ambrosio dice: Se bebe la sangre de Cristo que nos ha redimido, como se beben las palabras de la Escritura, las cuales pasan a nuestras venas y asimiladas, entran en nuestra vida. San Jernimo afirma tambin: Yo considero que el Evangelio es el cuerpo de Jess y las Escrituras son su enseanza. Las palabras de Jess: Quien come mi carne y bebe mi sangre (Jn 6, 54), pueden entenderse tanto referidas al misterio [eucarstico] como al verdadero cuerpo y sangre de Cristo, que es la palabra de las Escrituras. [...]. La Palabra de Dios es esa carne y sangre de Cristo que entra en nosotros a travs de la escucha. El pan de la Palabra recuerda adems la Dei Verbum es alimento que da vigor, ilumina la mente, confirma la voluntad, enciende un ardor renovado, renueva la vida (cf. n. 23). De hecho, la Palabra slo da fruto si encuentra una tierra frtil, o sea, cuando cae en un corazn bueno y recto (cf. Lc8, 15). Por medio de las escrituras adquirimos la mente de Cristo. El resultado es que ya no somos nosotros los que vivimos, sino que es Cristo mismo quien viene a vivir en nosotros. A travs de las palabras de la Escritura, es el Verbo quien viene a habitar en nosotros y nos transforma en l.El Evangelio, en definitiva, nos devela el sentido profundo de nuestra vida, de modo que por fin sabemos para qu vivimos; la enseanza de Cristo nos devuelve la esperanza.Es importante que meditemos en la Sagrada Escritura y que apliquemos a nuestra vida lo que all leemos penetrando en los secretos de su Sagrado Corazn: Si contemplamos con fe sus misterios, ya en el evangelio, ya en la liturgia de la Iglesia, producir en nosotros la gracia que nos mereci cuando viva...Esta contemplacin nos ensear cmo Jess, nuestro modelo, practic las virtudes y cmo hemos de asimilar los sentimientos particulares que animaron a su Corazn Sacratsimo en cada uno de aquellos estados.

Como dijimos, debemos leer las escrituras y aplicar a nuestra vida concreta y diaria lo que all leemos para ir participando de la vida de Cristo: Siguiendo a Cristo en todos sus misterios, por la meditacin del evangelio, y unindonos a l, vamos poco a poco y a diario participando de su vida Divina.Por ltimo, me viene a la memoria y al corazn una pregunta: Cul es mi amor por las escrituras? Mi amor se ve en el tiempo y en la dedicacin que le otorgo a dicha lectura y meditacin. Todos los das respiramos y comemos. Tambin todos los das debo leer la Sagrada Escritura, al menos algunos minutos, aplicndola a mi caso concreto y singular. Qu hermoso entretenerse con Cristo presente en las Sagradas Escrituras, de un modo misterioso pero real!

2. Los intereses de CristoJess nos pertenece. Se encarn y naci por nosotros y se dign ponerse a nuestra disposicin. l mismo dijo: Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores (Mt. 9,13). Nos ama con un amor que no hay lengua que pueda expresar. Cristo vino a dar la vida por nosotros: el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos (Mt 20, 28). Nada nos ha negado Jess. Ahora debemos preguntarnos qu hemos hecho por quien tanto trabaj en nuestro provecho? Amor con amor se paga.Podemos resumir los intereses de nuestro Seor Jesucristo en dos: el celo por Su Padre celestial y el amor por las almas.El celo por el Padre: Tenemos el claro ejemplo de la expulsin de los mercaderes del templo: Haciendo un ltigo con cuerdas, ech a todos fuera del Templo, con las ovejas y los bueyes; desparram el dinero de los cambistas y les volc las mesas; y dijo a los que vendan palomas: Quitad sto de aqu. No hagis de la Casa de mi Padre una casa de mercado. Sus discpulos se acordaron de que estaba escrito: El celo por tu Casa me devorar (Jn. 2,15-17). Adems Cristo siempre hablaba del Padre. Era su tema central.

Amor por las almas: Tena un gran inters y deseo por llevarlas al Padre y como fruto de su pasin tena un deseo de que no ofendan a Dios con sus faltas. De hecho no hay amor ms grande que el dar la vida por los amigos, como se dice en el evangelio de San Juan: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos (Jn 15,13) y Cristo la dio cuando todava nosotros ramos enemigos suyo: Si cuando ramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, con cunta ms razn, estando ya reconciliados, seremos salvos por su vida! (Rm. 5,10). Por eso que su gran inters es que evitemos todo pecado para as llevarnos al Padre: Este es otro de los grandes intereses de Jess. Todo pecado que evitemos, aunque slo sea venial, es una grande obra para los intereses de Jess. Nos convenceremos de ello recordando que si con una leve mentira pudisemos cerrar para siempre el infierno, salvando todas las almas que hay en l, acabar con el purgatorio y hacer que todo el humano linaje se igualase en santidad a San Pedro y San Pablo, todava no nos sera lcito cometer bajo ningn concepto esa ligera falta; pues ms perdera la gloria de Dios con dicha culpa liviana, que cuanto pudiese ganar en la justificacin y salvacin de todo el universo mundo. Qu obra, pues, tan grande no ser para los intereses de Jess impedir un solo pecado mortal! Y cun fcil cosa es evitarle. Si cada noche, antes de acostarnos, suplicsemos a nuestra dulcsima Seora tuviese la dignacin de ofrecer a Dios la Preciossima Sangre de su hijo para estorbar en cualquier parte del mundo, durante la noche, un solo pecado mortal, y renovsemos luego por la maana la misma splica por todas las horas del da, seguramente una ofrenda hecha por semejantes manos, obtendra la gracia deseada. Cada uno podra probablemente evitar as todos los aos setecientos treinta pecados mortales; y si mil de nosotros hicisemos iguales ofrecimientos, y perseversemos en ellos por veinte aos, lo cual sera fcil y nos colmara al propio tiempo de inefables mritos, ascendera la suma de culpas graves que impidisemos a ms de catorce millones. Si suponemos ahora que todos los miembros de la Confraternidad practicsemos lo mismo, tendramos entonces que multiplicar la suma anterior por cuarenta; y La omisin de quinientos sesenta millones de pecados mortales sera la ofrenda anual de nuestra Confraternidad a la Pasin de Nuestro Seor. En igual proporcin prosperaran los intereses de Jess, y cun dichosos, inmensamente dichosos, no seramos entonces nosotros. Aumentamos igualmente el fruto de la Pasin de nuestro Redentor adorable cada vez que conseguimos, llegue uno al Tribunal de la Penitencia a confesar sus culpas, aunque no sean sino veniales: aumentamos ese mismo fruto bendito con todo acto de contricin que hagan los hombres por mediacin nuestra, y con cada plegaria que dirijamos a Dios para alcanzarles la gracia de obtenerla: nos da idntico resultado toda ligera mortificacin o penitencia que inspiremos a los dems. Y todo esfuerzo de nuestra parte para fomentar la Comunin frecuente entre nuestros hermanos: y cuando inducimos al pueblo a tomar parte en la devocin a la Pasin de Nuestro Seor, a leer o meditar sobre ella, qu otra cosa estamos haciendo sino acrecentar los intereses de Jess? Cierta persona aseguraba, y si la memoria no me es infiel, era Alberto Magno, que una sola lgrima derramada sobre los sufrimientos de Nuestro Seor tena ms mrito delante de los divinos ojos que un ao entero de ayunos a pan y agua. Cul no ser, pues, el valor de hacer que los dems giman con nosotros por la Pasin de Jess, y cunto mayor el lograr de ellos que reciten una corta oracin! Oh dulce Jess mo! Y cmo es que somos tan fros y duros! Enciende, pues, en nosotros el sagrado fuego que viniste a encender sobre la tierra!. Disculpe el lector si la cita es demasiado extensa, pero as lo exige el amor.

No debemos dudar nunca que somos objeto del amor de Dios, somos uno de sus mayores intereses No vino al mundo acaso por nosotros? Cules son mis dudas sobre el amor de Dios hacia mi persona? Qu no hizo Cristo por salvarme, y qu no seguir haciendo? No puedo dudar de su amor, no puedo hacerme merecedor de aquel reproche hecho a san Pedro cuando despus de caminar por las aguas se empez a hundir por desconfiado: Hombre de poca fe, por qu dudaste? (Mt. 14,31).

3. La Mirada de CristoEn las miradas de Cristo podemos ver traslucir sus intereses, es decir ese celo por la gloria de su Padre y el amor por las almas. Podemos ver, en la medida que Cristo nos permite, su interior, sus entraas de misericordia. A travs del fuego de sus ojos podemos ver la inmensidad de su bondad.En las miradas de Cristo podemos ver su alegra divina, su misericordia intima, su majestad interior. Esto se trasluce en sus miradas y gestos con los hombres y esto es lo que encanta a tantos hombres y mujeres: la grandeza de su interioridad que l mismo deja ver a travs del fuego de sus ojos. Cristo, al mirar, no se queda con las apariencias exteriores, sino que va al interior de la persona, de las circunstancias y busca sanar con el fuego de su mirada. Por eso l mismo dijo: Todo el que mira a una mujer desendola, ya cometi adulterio con ella en su corazn (Mt. 5,28). Cristo va al corazn de la persona, interpela al hombre interior.La mirada de Cristo no es una mirada curiosa, sino que ensancha el corazn oprimido. Cristo con las miradas ensancha nuestro corazn. l al mirarnos nos cura. Por lo tanto debemos preguntarnos: Qu significa que Cristo me mira?, qu produce esa mirada en mi interior? La respuesta indudable es que esa mirada ensancha mi alma, me libra, me da fuerza, me regenera. Pensemos en todo el salmo 24:

Mis ojos estn fijos en Yahveh,

que l sacar mis pies del cepo.

Vulvete a m, tenme piedad,

que estoy solo y desdichado.

Alivia los ahogos de mi corazn,

hazme salir de mis angustias.

Ve mi afliccin y mi penar,

quita todos mis pecados.

Mira cuntos son mis enemigos,

cun violento el odio que me tienen.

Guarda mi alma, lbrame,

no quede confundido, cuando en ti me cobijo.

Cristo me mira y su mirada no es como cualquier otra mirada curiosa o condenatoria. Su mirada me salva, me ayuda, me socorre, me ensancha el corazn, me libera de todas mis angustias y de todos mis males.Los evangelistas tambin nos han guardado algunos gestos de los ojos de Jess que exteriorizaban sus sentimientos ntimos. A Pedro, cuando lo vio por vez primera, lo mir de hito en hito, es decir, fij su vista en l como para leer hasta el fondo de su alma (Jn 1,42); ms profundamente lo mir la noche de un jueves para mover su corazn despus de sus negaciones (Lc 22,61). Con particular ternura mir al joven rico (Mc 10,21). A veces gustaba mirar a sus seguidores con la mirada que usan los grandes oradores al comenzar a predicar, como abarcando todo el auditorio (Lc 6,20). En sus ojos no slo brillaba la dulzura, sino tambin en oportunidades poda verse el resplandor de una santa clera (Mc 3,5). Con ellos llor sobre Jerusaln (Lc 19,38) y tambin mir con tristeza por ltima vez los atrios del Templo antes de partir para su muerte (Mc 11,11).

La mirada de Cristo no era una mirada seca, sino que era una mirada cargada de sentidos y de emociones, cargada de fuego interior. Jesucristo, como hemos a visto, no se queda con el exterior, sino que busca mirar el interior de las personas y la condicin concreta de cada uno. Veamos algunos ejemplos:

Al joven rico: Jess, fijando en l su mirada, le am y le dijo: Una cosa te falta: anda, cuanto tienes vndelo y dselo a los pobres y tendrs un tesoro en el cielo; luego, ven y sgueme(Mc 10, 21). Cristo quiere todo el corazn.Vio tambin a una viuda: Alzando la mirada, vio a unos ricos que echaban sus donativos en el arca del Tesoro; vio tambin a una viuda pobre que echaba all dos moneditas, y dijo: De verdad os digo que esta viuda pobre ha echado ms que todos(Lc. 21,1-3). Cristo ve los corazones y la generosidad y eso es lo que le agrada. Mir a Pedro: Jess, fijando su mirada en l, le dijo: T eres Simn, el hijo de Juan; t te llamars Cefas - que quiere decir, "Piedra"(Jn. 1,42). Se fija en nosotros a pesar de nuestras miserias. Cuando Pedro lo neg: Y el Seor se volvi y mir a Pedro, y record Pedro las palabras del Seor, cuando le dijo: Antes que cante hoy el gallo, me habrs negado tres veces (Lc. 22,61). La mirada de infinita misericordia de Jess provoca las lgrimas del arrepentimiento.

Quisiera detenerme en un ejemplo evanglico del todo particular, en donde podemos contemplar la mirada misericordiosa de Cristo de un modo esplndido, en donde podremos ver reflejada en esa mirada la mirada del Padre celestial:

Mas Jess se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se present otra vez en el Templo, y todo el pueblo acuda a l. Entonces se sent y se puso a ensearles. Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moiss nos mand en la Ley apedrear a estas mujeres. T qu dices? Esto lo decan para tentarle, para tener de qu acusarle. Pero Jess, inclinndose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistan en preguntarle, se incorpor y les dijo: Aquel de vosotros que est sin pecado, que le arroje la primera piedra. E inclinndose de nuevo, escriba en la tierra. Ellos, al or estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los ms viejos; y se qued solo Jess con la mujer, que segua en medio. Incorporndose Jess le dijo: Mujer, dnde estn? Nadie te ha condenado? Ella respondi: Nadie, Seor. Jess le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques ms (Jn. 8,1-11).La mirada paternal de Cristo hizo mucho, hizo tanto, que provoc, en ella, las lgrimas del arrepentimiento. Escuchemos el comentario de Jan Dobraczynski: No tiene padre, se hallaba bajo la custodia de su hermano. Abandon su casa para entregarse al adulterio y muchos la vieron convivir con los impuros. Las Escrituras dicen claramente que hay que darle muerte. T qu dices, rab? l no dijo nada. Se puso en pie y domin a todos con su estatura. Su mirada pareca penetrar hasta el fondo de los corazones, la fij en los fariseos, que retrocedieron ante su poder. Pero l se agach despacio y, apoyando una rodilla en el suelo, empez a escribir algo con el dedo sobre las losas cubiertas del polvo rojo trado por el viento del este. Los fariseos seguan atentamente cada movimiento de su dedo. Y mientras lean lo escrito, en sus rostros apareci el asombro primero, luego la indignacin y el terror. Se miraron unos a otros. El segua escribiendo. De pronto, aquel que antes haba ledo las Escrituras en voz alta tom el rollo y se marcho a toda prisa. Le sigui otro, el que el da anterior haba amenazado a Magdalena. Por ltimo se fue tambin el tercero.

Sin sus cabecillas, los que formaban aquel grupo quedaron desconcertados sin saber qu hacer. Se acercaron al Maestro, que segua escribiendo. Pero en cuanto lean sus palabras, retrocedan, daban media vuelta y desaparecan. La multitud se disolva como un bloque de hielo bajo un chorro de agua caliente. El hombre que ella haba reconocido corno compaero de Melitn se march corriendo corno si hubiera visto algo terrible.

En nada de tiempo no qued ninguno de los hombres que la haban llevado hasta all. Entonces el hombre se levant y, despacio, se acerc a Magdalena, que notaba cmo le temblaba todo el cuerpo. Ya no senta dolor, solamente senta miedo de aquel hombre. Unas voces le gritaban al odo: Escapa t tambin! escndete!. Pero ella no tena fuerzas ni para levantarse. Apret la cara contra las losas del suelo, esperando que el escribiera delante de ella algunas palabras terribles que la destrozara. El hombre se inclin hacia ella, que miraba fijamente sus pies, asustada, como esperando que un rayo le cayera encima. Pero en vez de eso oy la voz del hombre, sonora y sorprendentemente suave:As que no te han juzgado ni te han condenado? La suavidad de su voz hizo que Magdalena se atreviera a levantar la cabeza. No se acordaba de la mirada de su padre, que muri cuando ella era pequea, pero pens que as solo poda mirar un padre. Su mirada penetraba hasta el fondo, quemando y curando a la vez, igual que una llama devuelve a la vida cauterizando una llaga. No, rab dijo, no me han condenado... Yo tampoco te condenoy diciendo esto, se quit el manto para cubrir con l el cuerpo de Magdalena lleno de sangre. Vuelve a casa, a la casa del padre... En aquel momento, Magdalena rompi a llorar como no lo haba hecho nunca en su vida. Comprendi que estaba salvada y tambin se dio cuenta de la magnitud del pecado en que haba estado viviendo hasta entonces. El no necesitaba escribir nada para ella. Lo saba todo sobre su vida, conoca todos sus pecados. Y aniquil todo ese pasado con una sola palabra (y una sola mirada). Oh, Seor! exclam. Oh, Seor, Seor! Se abraz a sus pies, repitiendo Oh, Seor!, sin poder pronunciar ninguna otra palabra. Con el mismo dedo con que acababa de escribir aquellas terribles advertencias toc ahora la frente de Magdalena, dicindole No peques ms. Al or estas palabras, Magdalena sinti que el cielo le caa encima y un viento impetuoso penetr en cada hueso, en cada rincn de su cuerpo, destrozndola y aniquilndola. Pero era un viento misericordioso, que al matarla la devolvi a la vida. La rehizo igual que era antes... Levant la cabeza, pero el ya se haba ido para volver a sentarse junto a la columna y otra vez la gente se acerc a l para escuchar sus palabras. El mundo volvi a ser como antes, El sol segua brillando, se oan las voces de la gente, el balido de las ovejas, el rebuznar de los burros y el bramido de los camellos. Todo era igual, menos ella. Ella no era ya la misma. Se arrastr hasta el sitio que el acababa de pisar y apret sus labios contra la losa. Luego se levant y, envuelta en el manto que el le diera, abandon el patio del templo.

4. El trato de Cristo y sus sentimientos

Es importante que al ver el trato que Cristo tuvo con sus contemporneos, y ver la misericordia que utiliz con ellos, tambin nos veamos reflejados nosotros: Porque como os lo dije al empezar estas instrucciones todos los misterios de Cristo rebosan de vida: no son nicamente una realidad histrica, cuyo recuerdo conmemoramos, sino una solemnidad que contiene en s misma una gracia peculiar, una virtud especial, que debe hacernos vivir de la vida misma de Cristo, del que somos miembros, y pasar por todos sus estados.Cristo en su trato no busca otra cosa sino elevarnos y llevarnos al Padre, esto lo vemos en toda su vida, basta con abrir las pginas del evangelio y ver los hermosos pasajes y leer las parbolas y ver su misma vida: Veremos cmo la humanidad sirve de instrumento al Verbo, no slo para instruirnos, sino tambin para elevar, vivificar y hacer agradables nuestras almas a su Padre, y despegarnos de las cosas transitorias y de nosotros mismos para llevarlas hasta l. Revstese la divinidad de nuestra carne mortal, y por el hecho mismo de rebajarse Dios hasta vivir la ms oscura vida humana, es elevado el hombre hasta lo divino.En su inters por las almas est ese deseo repetitivo de llevarnos al seno de su Padre y santificarnos: Los misterios de Jesucristo son tambin nuestros. Jesucristo quiere trabar tan estrecha unin con nuestras almas, y en tal grado, que todas las cosas nos sean comunes con l: es tan liberal, que quiere participemos de las gracias inagotables que nos mereci en cada uno de sus misterios, a fin de comunicarnos el espritu de sus estados, y realizar as en cada uno de nosotros esa semejanza con l, lo cual es seal infalible de predestinacin eterna. Jesucristo pas por muy diversos estados, porque fue nio, adolescente, doctor de la verdad, vctima del pecado, humillado en su Pasin y glorioso en su Resurreccin y Ascensin. Al recorrer as, una tras otra, todas las etapas de su existencia terrenal dej santificada toda la vida humana.Cristo siempre piensa en los dems, y esto lo podemos ver en su vida pblica en miles y miles de milagros. Pero pongamos slo algunos ejemplos:

Cristo siempre se compadeci del mal del prjimo: Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo nico de su madre, que era viuda, a la que acompaaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Seor, tuvo compasin de ella, y le dijo: No llores. Y, acercndose, toc el fretro. Los que lo llevaban se pararon, y l dijo: Joven, a ti te digo: Levntate. El muerto se incorpor y se puso a hablar, y l se lo dio a su madre (Lc. 7,12-15). Jess recorra todas las ciudades y aldeas, enseando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sinti compasin de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor (Mt. 9,35-36). Al desembarcar, vio mucha gente, sinti compasin de ellos y cur a sus enfermos (Mt. 14,14). Jess llam a sus discpulos y les dijo: Siento compasin de la gente, porque hace ya tres das que permanecen conmigo y no tienen qu comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino. (Mt. 15,32). En esto, dos ciegos que estaban sentados junto al camino, al enterarse que Jess pasaba, se pusieron a gritar: Seor, ten compasin de nosotros, Hijo de David! La gente les increp para que se callaran, pero ellos gritaron ms fuerte: Seor, ten compasin de nosotros, Hijo de David! Entonces Jess se detuvo, los llam y dijo: Qu queris que os haga? Dcenle: Seor, que se abran nuestros ojos! Movido a compasin Jess toc sus ojos, y al instante recobraron la vista; y le siguieron (Mt. 20, 30-34). Y llegaron al otro lado del mar, a la regin de los Gerasenos. Apenas salt de la barca, vino a su encuentro, de entre los sepulcros, un hombre con espritu inmundo que moraba en los sepulcros y a quien nadie poda ya tenerle atado ni siquiera con cadenas, pues muchas veces le haban atado con grillos y cadenas, pero l haba roto las cadenas y destrozado los grillos, y nadie poda dominarle. Y siempre, noche y da, andaba entre los sepulcros y por los montes, dando gritos e hirindose con piedras. Al ver de lejos a Jess, corri y se postr ante l y grit con gran voz: Qu tengo yo contigo, Jess, Hijo de Dios Altsimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes. Es que l le haba dicho: Espritu inmundo, sal de este hombre. Y le pregunt: Cul es tu nombre? Le contesta: Mi nombre es Legin, porque somos muchos. Y le suplicaba con insistencia que no los echara fuera de la regin. Haba all una gran piara de puercos que pacan al pie del monte; y le suplicaron: Envanos a los puercos para que entremos en ellos. Y se lo permiti. Entonces los espritus inmundos salieron y entraron en los puercos, y la piara - unos 2.000 - se arroj al mar de lo alto del precipicio y se fueron ahogando en el mar. Los porqueros huyeron y lo contaron por la ciudad y por las aldeas; y sali la gente a ver qu era lo que haba ocurrido. Llegan donde Jess y ven al endemoniado, al que haba tenido la Legin, sentado, vestido y en su sano juicio, y se llenaron de temor. Los que lo haban visto les contaron lo ocurrido al endemoniado y lo de los puercos. Entonces comenzaron a rogarle que se alejara de su trmino. Y al subir a la barca, el que haba estado endemoniado le peda estar con l. Pero no se lo concedi, sino que le dijo: Vete a tu casa, donde los tuyos, y cuntales lo que el Seor ha hecho contigo y que ha tenido compasin de ti. (Mc. 5,1-19).De un modo particular podemos ver como se interes por los dems incluso en los momentos ms difciles de su pasin:

En la ltima cena lava los pies a sus discpulos: sabiendo que el Padre le haba puesto todo en sus manos y que haba salido de Dios y a Dios volva, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ci. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discpulos y a secrselos con la toalla con que estaba ceido (Jn. 13,3-5). Trata de convertir a Judas hasta el ltimo momento, y en el mismo episodio de su traicin lo trata con un profundo respeto y sentimiento muy familiar: El que le iba a entregar les haba dado esta seal: Aquel a quien yo d un beso, se es; prendedle. Y al instante se acerc a Jess y le dijo: Salve, Rabb! , y le dio un beso. Jess le dijo: Amigo, con un beso entregas al hijo del hombre! (Mt. 26, 48-50).A los apstoles que dorman les da nimo y los instruye, y no va a buscar consuelo propio: Velad y orad, para que no caigis en tentacin; que el espritu est pronto, pero la carne es dbil (Mt. 26,41).

Cuando Pedro lo traiciona negndolo, bast una mirada y hacerle recordar sus palabras para convertirlo y hacerlo llorar amargamente: Y Pedro se acord de aquello que le haba dicho Jess: Antes que el gallo cante, me habrs negado tres veces. Y, saliendo fuera, rompi a llorar amargamente (Mt. 26,75).

A las mujeres que lloran en su pasin, l las consuela: Jess, volvindose a ellas, dijo: Hijas de Jerusaln, no lloris por m; llorad ms bien por vosotras y por vuestros hijos (Lc. 23,28).

En la cruz perdona al ladrn y a los que lo condenaban: Al ladrn arrepentido le dice Yo te aseguro: hoy estars conmigo en el paraso (Lc. 23,43).

Nos hace un regalo hermossimo, y un encargo esplndido: nos da a su madre para que la cuidemos y que ella nos cuide a nosotros: Jess, viendo a su madre y junto a ella al discpulo a quien amaba, dice a su madre: Mujer, ah tienes a tu hijo. Luego dice al discpulo: Ah tienes a tu madre. Y desde aquella hora el discpulo la acogi en su casa (Jn. 19, 26-27).

Jesucristo siempre piensa en los dems, incluso, como hemos visto, en los momentos ms cruciales de su vida. El Papa Juan Pablo II nos hace recordar en la Encclica Redemptoris hominis que mediante la encarnacin el Hijo de Dios se ha unido en cierto modo a todo hombre. Y sigue diciendo que La Iglesia desea servir a este nico fin: que todo hombre pueda encontrar a Cristo. Porque este es el deseo de Cristo: dejarse encontrar por los hombres, unirse a todo hombre, compadecerse y amarlo hasta darse por completo sin reservas.En cada hombre est Cristo, por lo tanto debemos decir que el prjimo y la prjimo es Cristo. Faltar al prjimo en cualquiera de los mandamientos es faltar a Cristo. Cristo se uni a cada uno en concreto. Sigue diciendo el Papa: Aqu se trata por tanto del hombre en toda su verdad, en su plena dimensin. No se trata del hombre abstracto sino real, del hombre concreto, histrico. Se trata de cada hombre, porque cada uno ha sido comprendido en el misterio de la Redencin y con cada uno se ha unido Cristo, para siempre, por medio de este ministerio. Todo hombre viene al mundo concebido en el seno materno, naciendo de madre y es precisamente por razn del misterio de la Redencin por lo que es confiado a la solicitud de la Iglesia. Tal solicitud afecta al hombre entero y est centrada sobre l de manera del todo particular. El objeto de esta premura es el hombre en su nica e irrepetible realidad humana, en la que permanece intacta la imagen y semejanza con Dios mismo.. El hombre es en la tierra el nico ser amado en s mismo. Cada ser humano es objeto del amor de Dios y del amor de Cristo, Cristo nos ama con un amor singularsimo: el hombre es en la tierra la nica creatura que Dios ha querido para s misma ". El hombre tal como ha sido " querido " por Dios, tal como l lo ha " elegido " eternamente, llamado, destinado a la gracia y a la gloria, tal es precisamente " cada " hombre, el hombre " ms concreto ", el " ms real "; ste es el hombre, en toda la plenitud del misterio, del que se ha hecho partcipe en Jesucristo, misterio del cual se hace partcipe cada uno de los cuatro mil millones de hombres vivientes sobre nuestro planeta, desde el momento en que es concebido en el seno de la madre.

Jesucristo es una persona llena de sentimientos. Mirmoslo en relacin con las cosas: Jesucristo tena simpata por las cosas creadas. Las cosas para Jesucristo son objeto de la providencia Divina, l habla del lirio del campo, de los pjaros, en sus parbolas utiliza elementos tomados de la naturaleza. l utiliza de las cosas en obediencia a Dios. Pero mayor simpata tiene Cristo por los hombres que los ama por s mismos. A los hombres, Cristo los ama: El Seor amaba (Jn. 21,7). Tena amistad con los hermanos de Betania (Lc. 10,38), muchas veces se retiraba all a descansar, se senta como en su casa.

Tambin tenemos la prueba, de que Jesucristo era un hombre lleno de sentimientos. La cantidad de milagros que hizo en su vida, como hemos visto, y que sigue haciendo a lo largo de la historia de La Iglesia, muestra su inters y su delicadeza por nosotros.

Jesucristo tiene un corazn abierto con los pecadores. Si de algo lo acusaron, y que sea cierto, es que haya sido y sigue siendo todava Amigo de pecadores y adems Come con pecadores. Casi siempre est junto a ellos. No lleva vida privada.

Percibe la necesidad de los hombres y est lleno de inagotable capacidad de auxilio. Y esto lo vemos en tantas parbolas sobre la misericordia, por ejemplo en la parbola del buen pastor y la oveja perdida. Pero sobre todo lo vemos en la vida concreta de Cristo a lo largo de toda la historia de la humanidad.

Jesucristo no era fro ni cerrado. El mismo se compadeca, como hemos visto, muchas veces, y ms de las que podemos sospechar. El sinti cario (Mc 10,21) por su pueblo, lleg a llorar, a derramar lgrimas y sangre.

Seguramente que los enfermos y dolientes no hubieran llegado a l con tal confianza y los nios no se hubieran acercado tanto a l haciendo que le bendijera si no hubieran notado una clida simpata. Cristo era afable incluso en su porte.

Los relatos sobre Getseman y el Glgota, en donde podemos ver un Cristo que se entrega del todo por los hombres, con un afecto sin igual en la historia del universo entero, revelan algo muy diverso de una naturaleza insensible o de alguien que est por encima de los afectos. Cristo se desgarra el corazn, adems del cuerpo, por cada hombre, Cristo se deshace en amor por nosotros. Tenemos alguna duda?5. Cristo y mis propsitosEs importante tener los ojos fijos en Nuestro Seor Jesucristo y ver como l se comportaba en todos los rdenes de la vida, sacando muchos propsitos prcticos:En su relacin conmigo: pensar cmo me mira Dios? Se trata de ver mi vida a la luz de Jesucristo, y ver cmo l siempre us de misericordia y ver cmo estuvo siempre presente ensendome, ayudndome. Yo debo usar la misma misericordia en los juicios conmigo mismo y con los dems.En su mirada: siempre pura, incluso mortificndola al tener que ver a sus verdugos, el aceptar que lo vendaran. Tambin yo debo mortificarla como l. Mirada de compasin y no de codicia. En sus pensamientos, deseos e intenciones: siempre deseando hacer el bien a los dems. Nunca utiliz su poder para provecho propio, o para sacar alguna ventaja, sus intenciones eran rectas: la gloria de Dios y nuestra salvacin (nunca hubo nada en l que vaya en detrimento de esto). Todo lo aprovechaba de la mejor manera para salvar. Mis pensamientos y deseos deben ser de querer ver feliz a Cristo y de querer verlo formado en las almas.En sus palabras: Siempre amable, dando consejos, hablando de cosas constructivas, corrigiendo al que se equivoca, jams se escuch una queja o una palabra subida de tono. Siempre alentando al abatido. Me esforzar por imitarlo.En el respeto hacia los dems: Cristo nunca rechaz a nadie que lo buscaba con sinceridad, a todos atenda y escuchaba. Dar de mi tiempo al que lo necesite sin quejarme de la falta del mismo. En sus gestos y modales: nunca se vio una grosera, fue amable con todos. Cmo son mis gestos? Soy amable?

En su preferencia por las almas: en sus milagros, Cristo, curaba a personas que haban pasado muchos aos permaneciendo enfermas. En esto se ve que l tena una preferencia por los ms necesitados y los que ms sufren. Tambin yo debo tener esa misma preferencia.En su trabajo: durante treinta aos estuvo trabajando hacindolo con perfeccin, y como enviado de Dios no tenia tiempo ni para descansar. Yo debo trabajar como Cristo.En su apostolado: fue siempre generoso, nunca se quej del cansancio. Cuntas veces me quejo por cosas sin sentido!

En su alegra y buen humor: Jesucristo tena un gran sentido del humor. Humor que no tena doble sentido ni era chabacano, sino sencillo y puro. Tambin yo puedo alegrarme de la misma manera.En su dolor: siempre guard una gran serenidad, fue dueo de si, saba padecer con provecho ofrecindolo por los pecadores. Tambin yo puedo ofrecer mis sufrimientos sin quejarme, para imitar ms al Varn Jess.En el trato con sus amigos: siempre fue disponible, viendo el bien que les poda hacer y no el provecho propio que poda sacar, fue siempre amable. Tambin yo debo dejar de pensar en m para ocuparme del bien de mis amigos.Con sus superiores: siempre fue obediente, hasta la cruz. Tambin yo debo obedecer a mis mayores y superiores aunque me cueste.Con sus familiares: Fue respetuoso, carioso. De la misma manera debo ser yo con mis familiares. Cmo los trato? Cumplo con alegra el cuarto mandamiento?

Con los pecadores: fue manso, misericordioso y le dedic la mayor parte de su tiempo buscando su conversin. Es importante que ofrezca mis sacrificios, oraciones, penitencias y mis actos por la conversin de las almas.Con los atribulados y los que sufren: tuvo una gran compasin que lo llevo incluso a llorar y socorrerlos en sus necesidades; comparte realmente la carga del que sufre, los atiende, los acompaa, tiene una gran sensibilidad. Seor, dame la gracia de tener un corazn sensible al sufrimiento humano!Con los enemigos: su perdn es constante. Cmo trato a los que me hacen el mal? Cmo trato a los que me ofenden, quizs sin saberlo?

Con las mujeres: buscando siempre la salvacin, atendindolas con todo respeto y decoro, siempre en lugares pblicos y delante de otras personas.Con los nios: atendindolos con amor paternal, bendicindolos. As yo siempre debo dar buenos consejos a los nios, no escandalizarlos y escucharlos.***

II ParteEl Fuego De Nuestros Ojos

1. Querer ver a Cristo

De las miradas de Cristo y de su trato con los hombres se despierta en nuestro corazn el deseo de querer verlo a Cristo en todo y en todos. Del cura de Ars se deca: he visto a Dios en un hombre. Tambin nosotros podemos ver a Cristo en todo hombre y en todo. Dios mismo dijo que se encuentra en el cielo y en el corazn humillado y abatido (Is. 57,15). ste debe ser mi anhelo, mi deseo, mi bsqueda y mi trabajo espiritual, ver a Cristo en todo y en todos.

Jess est presente en su Iglesia y en sus miembros. La Iglesia irradia su presencia. Cul es mi deseo de verlo, cual es mi deseo de verlo formado en todos los hombres de la Iglesia? Cristo est en medio de nosotros hasta el fin de los tiempos: Porque donde estn dos o tres reunidos en mi nombre, all estoy yo en medio de ellos (Mt. 18,20). Es realmente apasionante el meditar profundamente cada acontecimiento de nuestra vida para encontrar a Cristo y hacerlo presente.Querer ver a Cristo debe ser nuestro anhelo, y verlo es nuestra salvacin. Tienen que resonar en nuestro corazn aquellas palabras del salmo Mustranos solamente vuestro rostro y seremos salvos (Salmo 80,4).

Debemos secundar en nosotros la invitacin de Cristo Buscad mi rostro, respondiendo de corazn Tu rostro buscar seor no me escondas tu rostro (Salmo 27,8-9).Como dice el Papa Benedicto XVI: l (Cristo) es la verdadera imagen. Y en esta verdadera imagen vemos, por encima de las apariencias que ocultan la verdad, la verdad misma. Vemos esa verdad que nos salva y nos hace libres. El rostro de Cristo nos salva: Quin nos har ver la dicha? Alza sobre nosotros la luz de tu rostro Yahveh! (Salmo 4,7).

Muchos queran ver a Jess. Pensemos en los griegos: Haba algunos griegos de los que suban a adorar en la fiesta. Estos se dirigieron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: Seor, queremos ver a Jess (Jn. 12,20-21). Pero para ellos era Jesucristo un simple filsofo. Quin es Jesucristo para nosotros?, Cul es mi deseo de verlo?Ver a Cristo es ver al Padre. Esto Cristo lo dijo bien claro a sus discpulos. Tengo amor por el Padre hasta desear verlo y necesitar verlo? Le dice Felipe: Seor, mustranos al Padre y nos basta. Le dice Jess: Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces Felipe? El que me ha visto a m, ha visto al Padre. Cmo dices t: "Mustranos al Padre"? Por eso que el porte de Cristo debera de ser como el de un Padre tierno y lleno de amor que suscitara el deseo no slo de mirarlo y seguir mirndolo siempre, sino suscitara un xtasis, un deseo de l sin igual. Consideremos estas palabras de Cristo, para que se despierte y crezca en nosotros ese deseo de verlo en todo y en todos.Ese deseo de Cristo y de ver a Cristo en todo y en todos debe llevarnos a afectarnos de tal manera con Cristo que adquiramos su misma mirada. Al ver un hombre, un nio, una mujer, podamos ver la imagen de Cristo y alegrarnos si est resplandeciente y entristecernos si est desfigurada y buscar de que resplandezca de nuevo en esa persona. Ver a Cristo brillar en todos es mi deseo. Es importante el deseo de ver a Cristo y para esto pedirle que venga y que El reine en nuestros corazones. Debemos tener deseos de Cristo, deseos de nuestro salvador y Mesas, estar deseosos de que l venga: Las promesas que por la voz de sus profetas haca Dios a su pueblo para encenderle en deseos del Mesas son harto magnficas. Pero muchos judos slo las entendan en el sentido material y grosero de un reino temporal y poltico. Los bienes prometidos a los justos que esperaban al Salvador, no eran sino figura de las riquezas sobrenaturales que encontramos en Jesucristo. La mayor parte de los israelitas vivan de smbolos humanos; nosotros vivimos de la realidad divina, es decir, de la gracia de Jess. La liturgia de Adviento nos habla sin cesar de misericordia, de redencin, de salvacin, de liberacin, de luz, de abundancia, de alegra, de paz. He aqu que el Seor va a venir; en el da de su nacimiento el mundo ser inundado de luz; salta, pues de gozo, Jerusaln, porque tu Salvador va a aparecer; la paz llenar nuestra tierra cuando l se deje ver. Todas las bendiciones que pueden caer sobre un alma, Cristo las trae consigo: Dejemos, pues, que nuestros corazones rebosen de confianza en Aquel que ha de venir. Seremos muy gratos al Padre si creemos que su Hijo Jess lo puede todo para la santificacin de nuestras almas. Eso equivale a proclamar que Jess es su igual y que el Padre se lo ha dado todo. Ni puede ser frustrada tal confianza. En la Misa del primer Domingo de Adviento, la Iglesia nos lo asegura hasta tres veces: Aquellos que os esperan, Seor, no sern confundidos. Esta confianza se traducir sobre todo en deseos ardientes de que Jesucristo reine en nosotros: Estos deseos se hallan formulados tambin en la liturgia. Al mismo tiempo que pone ante nuestra vista y nos hace leer los vaticinios, sobre todo los de Isaas, la Iglesia pone en nuestros labios las aspiraciones y suspiros de los antiguos justos. Quiere ver a nuestras almas preparadas para la venida de Cristo, del mismo modo que Dios quera que los judos estuviesen dispuestos a recibir a su Hijo: Enva, Seor, a aquel que habis prometido. Ven, Seor, ven a perdonar los pecados de tu pueblo! Seor, manifiesta tu misericordia y haz que aparezca el autor de nuestra salvacin! Ven a librarnos, Seor, Dios omnipotente Excita tu poder y ven!.Cristo se da en la medida del deseo que tenemos de recibirlo: y los deseos aumentan la capacidad del alma Cul es mi deseo de ver a Cristo? Hago algo para que ese deseo aumente en m?El deseo es condicin necesaria para ver a Cristo: Procuremos purificar nuestros corazones; seamos humildes pero confiados, y sobre todo, dilatemos nuestras almas por medio de grandes y fervientes deseos. Pidamos tambin a la Santsima Virgen que nos haga participar de los sentimientos que la animaban durante los das benditos anteriores al nacimiento de Jess Cules no seran sus deseos de ver a Cristo y de tenerlo en sus brazos?Cristo en la encarnacin, y en su nacimiento se deja ver por los hombres: La Encarnacin realiza esta maravilla inaudita de ver los hombres a Dios mismo, vivo entre ellos, y San .Juan se complace en hacer resaltar este aspecto del misterio: el Verbo de vida era antes de todas las cosas, a ese mismo le hemos odo, le hemos visto con nuestros propios ojos; le hemos contemplado y palpado con nuestras manos. Aquel mismo que en el seno del Padre es la vida misma, se ha manifestado a nosotros y de l damos testimonio: y nosotros os anunciamos cuanto hemos Visto y odo, a fin de que vuestro gozo sea cumplido. Y qu gozo por cierto ver a todo un Dios que se manifiesta en nosotros, no ya con el resplandor de su omnipotencia que deslumbra, ni en la gloria indecible de su soberana, sino bajo el Velo de una humanidad pobre y humilde y dbil que nosotros podemos ver y palpar!.Es importante el deseo de contemplar a Cristo, clavar en l nuestros ojos: La contemplacin es mirada de fe fijada en Jess. "Yo le miro y l me mira", deca a su santo cura un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. Esta atencin a El es renuncia a "m". Su mirada purifica el corazn. La luz de la mirada de Jess ilumina los ojos de nuestro corazn; nos ensea a ver todo a la luz de su verdad y de su compasin por todos los hombres. La contemplacin dirige tambin su mirada a los misterios de la vida de Cristo. Aprende as el "conocimiento interno del Seor" para ms amarle y seguirle. La contemplacin es escucha de la palabra de Dios. Es necesario aceptar el velar una hora con l. Dice el Papa Benedicto XVI: Jess es la verdadera imagen de Dios. Hay que volver a contemplar, con los ojos fsicos y con los interiores, no slo las imgenes del evangelio, sino toda forma de belleza que sea capaz de liberar el espritu es decir, de llevarnos a Cristo.

Para encender en nosotros el deseo de ver a Cristo en todo, quiero compartir un escrito de Jos Mara Plunkett, hroe Irlands, que escriba:

Veo su sangre en la rosa y en las estrellas el resplandor de sus ojos, su cuerpo refulge entre nieves eternas, sus lgrimas caen de los cielos, veo su faz en cada flor, el trueno y el canto de los pjaros no son sino su voz y cinceladas por su poder, las rocas son sus palabras escritas. Todos los caminos han sido hallados por sus plantas, su corazn hace palpitar el mar eternamente agitado. Cada espina es su corona de espina, cada rbol es su cruz.

Al encarnarse Cristo se ha unido a todo hombre, como ya hemos visto, elevndolo a una dignidad altsima y transformndolo al mismo tiempo a la misma creacin. No sentimos deseo de verlo? No sentimos, al menos, curiosidad por conocerlo cada vez ms?Cuando alguien ama de verdad a una persona no tiene otro deseo que de estar en su presencia y verlo, estar con l: Entrando un da en el oratorio, escribe Santa Teresa de Jess, vi una imagen que haban trado all a guardar (...). Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirndola, toda me turb de verle tal, porque representaba bien lo que pas por nosotros. Fue tanto lo que sent de lo mal que haba agradecido aquellas llagas, que el corazn me parece se me parta y arrojme cabe l con grandsimo derramamiento de lgrimas, suplicndole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle" (19). Este amor, que de alguna manera necesita nutrirse de los sentidos, es fortaleza para la vida y un enorme bien para el alma. Qu cosa ms natural que buscar en un retrato, en una imagen, el rostro de quien tanto se ama! La misma Santa exclamaba: "Desventurados de los que por su culpa pierden este bien! Bien parece que no aman al Seor, porque si le amaran, holgranse de ver su retrato, como ac an da contento ver el de quien se quiere bien. Son estos mis deseos de ver a Cristo? Si no lo son debo pedirlo una y mil veces.Y Dnde buscarlo primeramente sino en el sagrario y all verlo y conversar con l?: Ya tenemos a Jess con nosotros, hasta el fin de los siglos. En la Sagrada Eucarista est Cristo completo: su Cuerpo glorioso, su Alma humana y su Persona divina, que se hacen presentes por las palabras de la Consagracin. Su Humanidad Santsima, escondida bajo los accidentes eucarsticos, se encuentra en lo que tiene de ms humilde, de ms comn con nosotros su Cuerpo y su Sangre, aunque en estado glorioso; y de modo especialmente asequible: bajo las especies de pan y de vino. De modo particular en el momento de la Comunin, al hacer la Visita al Santsimo..., hemos de ir con un deseo grande de verle, de encontrarnos con l, como Zaqueo, como aquellas multitudes que tenan puesta en l toda su esperanza, como acudan los ciegos, los leprosos... Mejor an, con el afn y el deseo con que le buscaron Mara y Jos, como hemos contemplado tantas veces en el Quinto misterio de gozo del Santo Rosario. A veces, por nuestras miserias y falta de fe, nos podr resultar costoso apreciar el rostro amable de Jess. Es entonces cuando debemos pedir a Nuestra Seora un corazn limpio, una mirada clara, un mayor deseo de purificacin. Nos puede ocurrir como a los Apstoles despus de la resurreccin, que, aunque estaban seguros de que era l, no se atrevan a preguntarle; tan seguros que ninguno de los discpulos se atrevi a preguntarle: T quin eres?, porque saban que era el Seor (23). Era algo tan grande encontrar a Jess vivo, el de siempre, despus de verle morir en la Cruz! Es tan inmenso encontrar a Jess vivo en el Sagrario, donde nos espera!Es all, en cada misa, en cada sagrario, en donde Cristo nos espera y en donde a l lo vemos con los ojos de nuestra fe. All tenemos que llevar nuestras intenciones y all debemos llevar las almas. Escriba Van Thuan: En cada misa tenemos a nuestro alrededor al mundo entero con todos los lugares en los que Dios llora, con todos los pecados y con todos los sufrimientos de la humanidad. Todo lo podemos unir a Jess crucificado, que est all en el altar. Cul es mi fe sobre estos temas? Deseo ver a Cristo y en l ver a todos? Es decir Deseo slo a Cristo, y a las almas en orden a Cristo que sufre por ellas?

2. Buscar a Cristo y llevar a CristoQu se desprende del punto anterior? El deber de buscarlo en todo, de buscarlo en cada accin, y de ayudar a cada persona a que lo encuentre.

El deseo de los apstoles era el de buscar a Cristo y llevar las almas a Cristo. Pensemos en el evangelio. Juan se encontraba de nuevo all con dos de sus discpulos. Fijndose en Jess que pasaba, dice: He ah el Cordero de Dios. Los dos discpulos le oyeron hablar as y siguieron a Jess. Jess se volvi, y al ver que le seguan les dice: Qu buscis? Ellos le respondieron: Rabb - que quiere decir, "Maestro" - dnde vives? (Jn. 1,35-38). Seguan a Cristo y deseaban estar con l. Y despus? Sigamos leyendo el evangelio: Andrs, el hermano de Simn Pedro, era uno de los dos que haban odo a Juan y haban seguido a Jess. Este se encuentra primeramente con su hermano Simn y le dice: Hemos encontrado al Mesas - que quiere decir, Cristo. Y le llev donde Jess (Jn. 1,40-42). Despus de encontrar a Cristo, buscarlo y seguirlo, van y tratan de llevarle almas.

Tambin tenemos el ejemplo en el evangelio de San Juan 20,1-9: El primer da de la semana va Mara Magdalena de madrugada al sepulcro cuando todava estaba oscuro, y ve la piedra quitada del sepulcro. Echa a correr y llega donde Simn Pedro y donde el otro discpulo a quien Jess quera y les dice: Se han llevado del sepulcro al Seor, y no sabemos dnde le han puesto. Salieron Pedro y el otro discpulo, y se encaminaron al sepulcro. Corran los dos juntos, pero el otro discpulo corri por delante ms rpido que Pedro, y lleg primero al sepulcro. Se inclin y vio las vendas en el suelo; pero no entr. Llega tambin Simn Pedro siguindole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubri su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entr tambin el otro discpulo, el que haba llegado el primero al sepulcro; vio y crey, pues hasta entonces no haban comprendido que segn la Escritura Jess deba resucitar de entre los muertos. Pasemos a explicar este evangelio. La Magdalena luego de ir al sepulcro a buscar a Cristo y no encontrarle, va a avisarles a los apstoles. Pedro y Juan van corriendo en busca de Cristo. Tienen el deseo de encontrarle y no lo encuentran.

Qu nos ensea este episodio, entre tantas cosas? Que tambin nosotros debemos buscar a Cristo con ardor en todas nuestras acciones, a Cristo que es nuestra vida, nuestro mximo anhelo.En esto de buscar a Cristo debemos ayudarnos, como los apstoles, cada uno a su ritmo. Nuestra vida debe estar orientada a Cristo y nuestra relacin con el prjimo a que encuentre a Cristo, vida y alegra del alma. Yo he venido para que mis ovejas tengan vida y la tengan en abundancia. l es nuestra vida.

l es nuestra nica esperanza, por eso debemos buscarlo con anhelo y con confianza. Jesucristo es la nica esperanza de nuestra salvacin. Fuera de l no hay que buscar la salvacin en ningn otro. Yo soy la puerta, el que por mi entrare se salvar.

Jesucristo es nuestro abogado, por eso debemos buscarlo con confianza, y sin temor de ser rechazados. Hijitos mos dice San Juan, os escribo estas cosas para que no pequis, pero an cuando alguno, por desgracia pecare, tenemos por abogado para con el Padre a Jesucristo el Justo. Jesucristo sigue haciendo oficio de abogado ante el Padre, est siempre intercediendo por nosotros. Esa es su ocupacin en el cielo, excitar la misericordia del Padre en nuestro favor. Por lo tanto grande debe ser nuestra alegra y nuestra confianza en la bsqueda de Cristo, ya que l es nuestra vida, nuestra nica esperanza, nuestro abogado, nuestro mediador. No debemos temer teniendo, pues, por sumo pontfice a Jesucristo, hijo de Dios, que penetr hasta lo ms alto de los cielos y nos abri sus puertas cerradas por el pecado.Jesucristo est siempre vivo para interceder por nosotros, esto nos tiene que llenar de alegra y nos tiene que mover a querer buscarlo en todo momento sin temor. Cuntas veces Cristo dijo No temis?Busqumoslo con voluntad firme, entregando toda nuestra persona, y recin en el cielo entenderemos por qu insisti tanto en que lo busquemos permaneciendo en su amor: Permaneced, permaneced en mi amor. As Cristo estar en nosotros. Busquemos amarlo. As se busca a Cristo.

Debemos buscarlo como aquellas mujeres del cantar de los cantares: A dnde se fue t amado, tu la ms bella de las mujeres, a dnde se volvi tu amado, para que lo busquemos contigo?. Y una vez que lo encontramos no debemos dejarlo, como la amada: En mi lecho, por las noches, he buscado al amor de mi alma. Busqule y no le hall. Me levantar, pues, y recorrer la ciudad. Por las calles y las plazas buscar al amor de mi alma. Busqule y no le hall. Los centinelas me encontraron, los que hacen la ronda en la ciudad: Habis visto al amor de mi alma? Apenas habalos pasado, cuando encontr al amor de mi alma. Le aprehend y no le soltar (cantar 3,1).Es l que nos llama: Venid a mi todos los que estis cansados y agobiados y yo os aliviar, porque mi yugo es suave y mi carga es ligera (Mt. 11,28-29).Es un ejemplo maravilloso cmo lo buscabala Magdalena. En muy pocos versculos dice varias veces la Biblia que estaba llorando buscando al Seor: Estaba Mara junto al sepulcro fuera llorando. Y mientras lloraba se inclin hacia el sepulcro, y ve dos ngeles de blanco, sentados donde haba estado el cuerpo de Jess, uno a la cabecera y otro a los pies. Dcenle ellos: Mujer, por qu lloras? Ella les respondi: Porque se han llevado a mi Seor, y no s dnde le han puesto. Dicho esto, se volvi y vio a Jess, de pie, pero no saba que era Jess. Le dice Jess: Mujer, por qu lloras? A quin buscas? Ella, pensando que era el encargado del huerto, le dice: Seor, si t lo has llevado, dime dnde lo has puesto, y yo me lo llevar (Jn. 20,11-15).

Si Buscamos a Jess no debemos temer, pues lo encontraremos y lo veremos: El ngel se dirigi a las mujeres y les dijo: Vosotras no temis, pues s que buscis a Jess, el Crucificado; no est aqu, ha resucitado, como lo haba dicho. Venid, ved el lugar donde estaba. Y ahora id enseguida a decir a sus discpulos: Ha resucitado de entre los muertos e ir delante de vosotros a Galilea; all le veris (Mt 28,5-7). Quien busca a Jess no debe temer. Cuntas veces Cristo dice en el evangelio no temis? Slo debemos buscarlo, l es el Emmanuel, el Dios con nosotros, no dijo acaso Yo estar con vosotros hasta el fin de los tiempos?En la bsqueda de Cristo muchas veces nuestro corazn vacila si lo encontraremos o no. Nos ataca la duda y el desnimo y Cristo nos dice No temis all me veris: Por su parte, los once discpulos marcharon a Galilea, al monte que Jess les haba indicado. Y al verle le adoraron; algunos sin embargo dudaron (Mt. 28,16-17) Quines dudaron? Los que no confiaron en Cristo y temieron. Cristo est con nosotros hasta el fin de los tiempos por lo tanto deben resonar sus palabras No temis.

Tambin es significativo cuando los apstoles ven caminar a Cristo por las aguas y creen ver un fantasma: Los discpulos, vindole caminar sobre el mar, se turbaron y decan: Es un fantasma , y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habl Jess diciendo: Animo!, que soy yo; no temis.

Pedro le respondi: Seor, si eres t, mndame ir donde ti sobre las aguas. Ven! , le dijo. Baj Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jess. Pero, viendo la violencia del viento, le entr miedo y, como comenzara a hundirse, grit: Seor, slvame! Al punto Jess, tendiendo la mano, le agarr y le dice: Hombre de poca fe, por qu dudaste? (Mt. 14,26-31). Pedro en vez de mirar a Cristo mir el viento y dud, por eso se hundi. Tambin nosotros podemos perder de vista a Cristo y ver lo difcil de la vida. Pero no debemos temer y siempre debemos mirar a Cristo, buscarlo a l y pedirle que nos salve. Tambin debemos tener en cuenta el otro episodio, cuando Cristo estaba en la barca durmiendo y se desat una tempestad: l estaba en popa, durmiendo sobre un cabezal. Le despiertan y le dicen: Maestro, no te importa que perezcamos? l, habindose despertado, increp al viento y dijo al mar: Calla, enmudece! El viento se calm y sobrevino una gran bonanza. Y les dijo: Por qu estis con tanto miedo? Cmo no tenis fe? Ellos se llenaron de gran temor y se decan unos a otros: Pues quin es ste que hasta el viento y el mar le obedecen? (Mc. 4,38-41). Cristo, aunque duerma puede y quiere salvarnos porque es Dios. A l debemos buscarlo sin temor, aunque parezca que duerme. Sin duda que despus de tanto buscarlo lo encontraremos y lo veremos. Nuestro deseo aumentar de verlo en todo y en todos, no debemos dudarSiempre debemos ir a Cristo, tanto en los momentos buenos como en los momentos de frustracin. Cuando Juan el Bautista estaba en la crcel, y pasaba por momentos difciles, lo que hizo es recurrir a Cristo mandando discpulos suyos preguntando si l era el Mesas. Podemos preguntarnos cmo lo hizo? Hermosamente escribe Fulton Sheen: A quin iremos en tal momento de oscuridad, cuando enfrentamos la horrenda mscara del sinsentido? Juan el bautista fue a Cristo. An cuando l no entendi los caminos del maestro, el llevara su desesperacin a Jess. Como Cristo en la cruz recurrira al Padre Celestial en las tinieblas de la cuarta palabra: Dios mo, Dios mo, Por qu me has abandonado?; as Juan recurrira a Cristo en el desierto de su celda. Tambin nosotros recurrimos a Cristo en cada momento de nuestra vida, en cada frustracin, cmo en cada victoria?Si comprendiramos quin es Cristo, lo buscaramos con un gozo sin igual: Oh! s comprendiramos bien lo que es la santa humanidad de Jess, tendramos en ella una confianza inquebrantable. En ella estn todos los tesoros de ciencia y sabidura; en ella permanece la divinidad misma; este Hombre-Dios que viene a nosotros es el Emmanuel, es Dios con nosotros, es nuestro Hermano primognito. El Verbo se ha desposado con nuestra naturaleza, ha tomado sobre s nuestras flaquezas para experimentar lo que es el dolor; viene a nosotros para hacernos partcipes de su vida divina; Cuantas gracias podamos esperar y apetecer las posee l con plenitud para repartirlas entre los hombres.Buscar a Cristo es encontrarlo. El deseo de buscarlo es ya haberlo encontrado. No tenemos que desesperar. San Juan de vila, poniendo en boca de Cristo estas palabras, deca en una de sus cartas: Cmo os negar a los que me buscis para honrarme, pues sal al camino a los que me buscaban para maltratarme? Ofrecme a sogas y cadenas que me lastimaban, y negarme he a los brazos y corazn de cristianos en donde descanso? Dime a azotes y columna, y negarme he a la alma que me esta sujeta? No volv la cara a quien me la hera, y volverla he a quien se tiene por venturado en la mirar para la adorar? Qu poca confianza es aqusta, que vindome de mi voluntad despedazado en manos de perros por amor de los hijos, estar dudando los hijos de si los amo, amndome ellos! Mirad, hijos de los hombres y decid: A quin despreci que me quisiese? a quin desampar que me llamase? De quin hu que me buscase? Com con pecadores, llame y justifique a los apartados y sucios. Importuno yo a los que no me quieren, ruego yo a todos conmigo; Qu causa hay para sospechar olvido para con los mos, en donde tanta diligencia hay en amar y ensear el amor? Y si alguna vez disimulo, no lo pierdo; ms encbrolo por amor de mi creatura, a la cual ninguna cosa le est tan bien como no saber ella de s, sino remitirse a m: en aquella ignorancia est su saber; en aquel estar colgada, su firmeza; en aquella sujecin, su reinar. Y bastarle debe que no est en otras manos sino en las mas; que son tambin suyas, pues por ella las di a los clavos de la cruz; y ms son suyas, pues hicieron por el provecho de ella ms que las propias suyas. Y por sacarla de su parecer y que siga el mo, le hago que est como en tinieblas y que no sepa de s. Ms si se fa de m y no se aparta de mi servicio, librarla he y glorificarla he, y cumplir lo que dije: Se fiel hasta la muerte, y darte he corona de vidaTienes miedo de Dios? Vano temor: No escuchis a vuestra imaginacin no os forjis un Dios por medio de deducciones filosficas, no pidis a la ciencia que os d a conocer mis perfecciones. El verdadero Dios todopoderoso el Dios revelado soy yo mismo, que vengo a vosotros con librea de pobreza, en medio de la humildad de la infancia; pero que dar un da mi vida por vosotros. Yo soy el resplandor de la gloria del Padre Eterno y la figura de su sustancia, su Hijo nico y Dios como El. En m aprenderis a conocer sus perfecciones: su sabidura y su bondad, su amor a los hombres y su misericordia para con los pecadores. Venid a m, pues an cuando soy Dios, he querido ser hombre como vosotros, y no desecho a aquellos que se llegan a m con confianza.Es indispensable buscar a Cristo concretamente, y buscarlo por todos los medios posibles. Buscarlo tambin en la Eucarista. Pongamos un ejemplo hermoso de un hombre que busc a Cristo de mil maneras y busc llevar las almas a Cristo. En este ejemplo se ve cmo lo buscaba principalmente en la Eucarista. Se trata del Padre Segundo Llorente, quien mision por ms de cuarenta aos en el crculo polar. En esos aos tuvo momentos de grandes cruces y momentos de mucha alegra apostlica. Pero dejemos a l contar cmo busc a Cristo en la Eucarista, y cmo llevaba a las almas hacia l: En aquellas horas nocturnas en que la gente va de cine en cine y de bailoteo en bailoteo es un privilegio inmenso poder hacer compaa a Jesucristo delante del altar. A la larga Jesucristo y el misionero son como si los dos no fueran ms que uno.

Por qu todos han de tener msica y nosotros hemos de estar siempre callados? A Jesucristo le he entretenido yo con el acorden y lo considero una de las acciones ms puras de mi vida. Con el rgano tambin; pero esto se sobreentiende. Con el acorden y a solas ya es otra cosa. El gozo de estas tertulias no es para describir, sino para sentirlo.Asimismo los martes y sbados, a las dos de la tarde, que es cuando se reparte el correo en la estafeta, tomo el puado de cartas con sellos variadsimos y las leo en una silla junto a las gradas del altar. Lo hago por dos razones y son stas:1. Con quin voy a comunicar yo mis penas y alegras si no hay un alma en todo el Kusko que me entienda ni a mil leguas? Con quin me voy a expansionar yo ante las noticias que me llegan si nadie sabe de m ms que soy cura, digo misa, predico contra los vicios y explico el evangelio del domingo? Para ellos a m me llovieron las nubes y soy diferente. En cambio con Jesucristo me desahogo hasta saciarme y quedar como nuevo.

2. En todas las cartas se me piden oraciones. Como lejos de ser un Salomn he sido y soy un hombre de pocas luces con no muy buena memoria y peor entendimiento, al llegar en la carta a una peticin se la leo al Seor y le digo: Ojo!, aqu!, que esto va con vos, y se lo leo despacio.

Si la necesidad es verdaderamente notable, se la leo dos veces y luego le ruego que no lo eche en saco roto. Con eso me descargo de la obligacin de pedir por todos y cada uno especificando.Cuando la carta trae buenas noticias, le doy gracias por ello. Si sale algn chiste, me ro en silencio y sigo leyendo. Si sale a relucir algn drama verdaderamente calamitoso, hago alto y se lo encomiendo con particular insistencia.

La vida espiritual e interior, la vida de unin con Dios no puede ser cosa ms fcil. A Jesucristo se le hace tomar parte en todo y eso es todo.

Al salir de la iglesia por la noche e irme a mi nueva casa, echo la bendicin a la aldea, sin ms testigos que las estrellas y me retiro a dormir tranquilo como nadie...Terminadas las labores del da en la escuela, terminada la cena y el rosario con instruccin catequstica, quedo solo a las nueve de la noche sin otra luz que la de la lmpara del santsimo. Como vivo pared por medio en la sacrista, no tengo que cuidarme si hay tormenta. Me siento en un banco cerca del sagrario y all estoy acompaando a los ngeles que hacen guardia a Jess sacramentado.Gracias a Dios que no hay nios que lloriqueen y me distraigan. Gracias a Dios que no hay nadie que me saque de mi ensimismamiento con toses ni estornudos bruscos. Me oigo a m mismo respirar. Hasta me parece or el tic-tac del reloj de pulsera que me dio un borracho del Kusko y que nunca oigo durante el da.

All no estamos ms que Jess y yo entre ngeles invisibles. Qu silencio guarda Dios! No cabe duda de que Dios mima mucho a muchas almas; pero no s si habr alguna a quien mime ms que a m. Estar aqu a solas con l en este silencio de la tundra es un privilegio, un mimo que no sabe uno cmo agradecer. Aqu es donde le recuerdo al Seor los nombres de mis amigos y corresponsales. Junto al sagrario hay siempre algunas cartas que merecen atencin especial. Le digo al Seor que las mire bien y que no se duerma; que no lo eche en saco roto; que las mire bien y que tome cartas en el asunto, etc.

Intereso a la santsima Virgen en mi favor y los dos se lo suplicamos a Jess. Al ver a su santsima Madre de mi lado, el Seor parece como que se rinde y no le queda ms remedio que acceder.Eso es lo que me saca de quicio en aquella soledad: que al Seor no le quede ms remedio que acceder, como si tuviera que poner su omnipotencia a merced de nuestros caprichos. Para l lo ms corriente parece ser el tener que obedecer. Cuando consagro, tiene que obedecer. Cuando doy la absolucin tiene que aprobar si no hay bice culpable. Cuando bautizo, tiene que adoptar a la criatura. Se oblig a ello l mismo, es decir, se oblig a estar siempre a nuestro servicio. En la oscuridad de la iglesia de Nunajak, l y yo solos, sin hablarnos, nos entendemos, descansamos y tenemos nuestro cielo ac en la tierra.

En las grandes iglesias de las ciudades y an de los pueblos est el sagrario tan lejos de la gente que parece como que est uno tambin lejos del santsimo. En mi visita a los Estados Unidos al entrar en aquellos templos como plazas me pareca estar realmente en una plaza. Aqu en Nunajak no hay tales. Aqu, junto al altar, jurara uno que le oye Jess el ms leve cuchicheo. Termino el da con el va-crucis y me acuesto pared por medio del sagrario...Durante el da, cuando no haca visitas a los aldeanos., me sentaba en un banco junto al comulgatorio y all rezaba el breviario, haca lectura espiritual, lea cartas o simplemente me quedaba mirando al altar sin decir nada. No se va a estar diciendo siempre algo. Qu deca Mara Magdalena a Jesucristo cuando le miraba, sentada a sus divinos pies? Hay gente piadosa que cree que pierde el tiempo en la iglesia si no dice algo al Seor o si no lee un libro o reza el rosario o cosa por el estilo.

Bien est todo eso; pero cuando ya se ha hecho eso y queda an tiempo, qu se va a decir? Y por qu salir a la calle slo porque ya no quedan ms novenas qu hacer? Yo me quedo all sin decir nada, aunque no por mucho tiempo, pues siempre me viene a los labios la frase famosa: T siempre ests conmigo.

Hubo das de cellisca en que la nieve pasaba silbando por las ventanas y sacudiendo el edificio. Hora tras hora en la soledad de la capilla se siente el bramar de la tormenta que viene no se sabe de dnde y no se sabe a dnde va.Algn pobre perro atado a una estaca se cansa de tanta batida de nieve y alla tristn mirando a un cielo negro que brama y se hace el desentendido. Nadie sale de casa, ni salgo yo tampoco de la capilla. Como no tengo que cocinar a dnde voy a ir? Tal vez no falle quien crea que vivir en la capilla es un cielo anticipado, y tiene toda la razn; pero para poner las cosas en su punto, invito al lector a que pruebe a pasar un da delante del sagrario; luego me dir si la cosa es tan idlica como parece.Nuestros ojos, en la tarea de ir a Cristo y de trabajar por las almas, deben estar puestos en Cristo:

Tambin nosotros, teniendo en torno nuestro tan gran nube de testigos, sacudamos todo lastre y el pecado que nos asedia, y corramos con constancia la carrera que se nos propone, fijos los ojos en Jess, el que inicia y consuma la fe (Heb. 12,1-2). Esforcmonos en la bsqueda hasta dar todo: No habis resistido todava hasta llegar a la sangre en vuestra lucha contra el pecado (Heb. 12,4)Buscar a Cristo es todo mi tesoro y mi anhelo, otra tarea es vana y loca. Debo buscar primero el reino de Dios y lo dems se me dar por aadidura, como dice Cristo. El deseo de otra cosa es vano.Quien busca, halla: Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y el que llama, se le abrir (Mt. 7,8). La Virgen y San Jos buscaron a Jess durante tres das, y lo encontraron: Cuando tuvo doce aos, subieron ellos como de costumbre a la fiesta y, al volverse, pasados los das, el nio Jess se qued en Jerusaln, sin saberlo su padres. Pero creyendo que estara en la caravana, hicieron un da de camino, y le buscaban entre los parientes y conocidos; pero al no encontrarle, se volvieron a Jerusaln en su busca. Y sucedi que, al cabo de tres das, le encontraron en el Templo (Lc 2, 42-46). Zaqueo, que tambin deseaba verlo, puso los medios y el Maestro se le adelant hacindole el regalo de invitarse a casa de ste: Habiendo entrado en Jeric, atravesaba la ciudad. Haba un hombre llamado Zaqueo, que era jefe de publicanos, y rico. Trataba de ver quin era Jess, pero no poda a causa de la gente, porque era de pequea estatura. Se adelant corriendo y se subi a un sicmoro para verle, pues iba a pasar por all. Y cuando Jess lleg a aquel sitio, alzando la vista, le dijo: Zaqueo, baja pronto; porque conviene que hoy me quede yo en tu casa (Lc. 19,1-5). Las multitudes que salieron en su busca tuvieron luego la dicha de estar con l: Se detuvo en un paraje llano; haba una gran multitud de discpulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusaln y de la regin costera de Tiro y Sidn, que haban venido para orle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque sala de l una fuerza que sanaba a todos (Lc. 6,17-19)

Es importante vivir tranquilos, pero en la bsqueda de Cristo, fiado en su nombre que lo encontraremos y gozaremos de l.

Mi deseo de buscar a Cristo y ver a Cristo tiene que ser cmo el del salmista:

Como busca la cierva,

corrientes de agua,

as mi alma,

te busca, Dios mo.

Tiene mi alma sed de Dios,

del Dios vivo;

cundo podr ir a ver

El rostro de Dios? (Salmo 42,2-3)

Dios, t mi Dios, yo te busco,

sed de ti tiene mi alma,

en pos de ti languidece mi carne,

cual tierra seca, agotada, sin agua (Salmo63,2)Lo ms importante es que busquemos la santidad, que busquemos a Cristo y el resto vendr por aadidura: Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas se os darn por aadidura (Mt. 6,33) Qu cosas? Todas las cosas que tenemos necesidad. Primero Cristo.

Es importante sin duda el trabajo por las almas, pero no debemos descuidar que las almas se ganan de frente a Cristo. Qu debemos hacer? Entregarnos a Cristo sin reservas, a l buscarlo en todo. Es indispensable estar de pie de frente a Dios y as, slo as ganar las almas para Cristo. Por lo tanto debemos preguntarnos Qu lugar ocupa Dios en mi corazn? Ocupa el centro, o slo una partecita descentrada de el? Si Cristo no ocupa el centro vana es nuestra carrera. Nuestro celo se debe manifestar delante del sagrario, poniendo todas nuestras intenciones y poniendo a las almas con todos sus sufrimientos, problemas, dramas, todo delante de l. Arrodillarme ante el sagrario, all buscarlo, all entregarle todo, sacrificndome. Aqu todo mi anhelo, el anhelo central.

El Papa Benedicto XVI hablaba de hacerse cargo de los hombres ante la presencia de Dios. Pero ahora preguntmonos cmo? El mismo nos lo dice Hacindome cargo de Cristo. Que hermoso es estar en la presencia de Dios, de pie, impvido, dispuesto a sufrir por el seor. Deca el Papa Juan Pablo II en la encclica Ecclesia de Eucharistia: Es hermoso estar con l y, reclinados sobre su pecho como el discpulo predilecto (cf. Jn 13, 25), palpar el amor infinito de su corazn. Si el cristianismo ha de distinguirse en nuestro tiempo sobre todo por el " arte de la oracin ", (48) cmo no sentir una renovada necesidad de estar largos ratos en conversacin espiritual, en adoracin silenciosa, en actitud de amor, ante Cristo presente en el Santsimo Sacramento? Cuntas veces, mis queridos hermanos y hermanas, he hecho esta experiencia y en ella he encontrado fuerza, consuelo y apoyo!.Cul es mi lugar? Estar delante del seor, buscarlo a l. En el Seor tengo que poner mi esperanza. Toda batalla se gana en el sagrario. All gano la batalla de m alma y de las almas encomendadas a mi apostolado.

Es importante entrar en dilogo con Cristo, y a l pedirle las fuerzas para buscarlo. Cristo no nos abandonar! Acaso no dijo buscad y hallaris? y tambin dijo, no una vez, sino mil veces No temis.***III ParteEl fuego de la gloria

1. La fe en Cristo nos lleva a la vida eterna: el cielo El trato ntimo con Cristo, fruto de las meditaciones precedentes, del meditar en su vida, del verlo en su relacin con los hombres, del conocer su interior y saber que slo l tiene palabras de vida eterna nos tiene que llevar a creer en l y aumentar nuestra fe en Cristo. Esta misma fe es la que nos porta vida eterna. Como dice el mismo Juan: Porque tanto am Dios al mundo que dio a su Hijo nico, para que todo el que crea en l no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn. 3,16). Creer en Cristo nos da vida, tanto en este mundo como en el otro. Ante nuestros problemas no podemos quedarnos tristes sin hacer nada. Debemos divisar a Cristo y abrirle el odo y escuchar sus palabras, ir a l: Le respondi Simn Pedro: Seor, donde quin vamos a ir? T tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos y sabemos que t eres el Santo de Dios (Jn. 6,68-69). Cristo nos llama: Venid a m todos los que estis fatigados y sobrecargados, y yo os dar descanso. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de m, que soy manso y humilde de corazn; y hallaris descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera (Mt. 11,28-30). Creer en Cristo nos da alegra en esta vida y en la otra. Pero en la otra ser eterna.No existe un santo triste a pesar de los sufrimientos. Hay que tener mucha confianza en Cristo, mirarlo a l y mirar como l. Debemos ver a Cristo y escucharlo, escuchar sus promesas de vida eterna. Creer en Cristo es salvarse, no creer es condenarse ya en esta vida: El que cree en el Hijo tiene vida eterna; el que rehsa creer en el Hijo, no ver la vida, sino que la clera de Dios permanece sobre l (Jn. 3,36).

El gozo en el cielo ser descansar en Cristo: Alma ma, descansa sobre todas y en todas las cosas siempre en Dios, que es el eterno descanso de los Santos. Concdeme T, dulcsimo y amantsimo Jess, que descanse en Ti sobre todas las cosas criadas; sobre toda salud y hermosura; sobre toda gloria y honra; sobre todo poder y dignidad; sobre toda la ciencia y sutileza; sobre todas las riquezas y artes; sobre toda alegra y gozo; sobre toda la fama y alabanza; sobre toda suavidad y consolacin; sobre toda esperanza y promesa; sobre todo merecimiento y deseo; sobre todos los dones y regalos que puedes dar y enviar; sobre todo gozo y dulzura que el alma puede recibir y sentir; y en fin, sobre todos los ngeles y arcngeles, sobre todo ejrcito celestial; sobre todo lo visible e invisible; y sobre todo lo que no es lo que eres T, Dios mo. Porque T, Seor, Dios mo, eres bueno sobre todo; T solo potentsimo; T solo suficientsimo y llensimo; T solo suavsimo y agradabilsimo. T solo hermossimo y amantsimo; T solo nobilsimo y gloriossimo sobre todas las cosas, en quien estn, estuvieron y estarn todos los bienes junta y perfectamente. Por eso es poco e insuficiente cualquier cosa que me das o prometes, o me descubres de Ti mismo, no vindote ni poseyndote cumplidamente. Porque no puede mi corazn descansar del todo y contentarse verdaderamente, si no descansa en Ti trascendiendo todos los dones y todo lo criado. Oh esposo mo amantsimo Jesucristo, amador pursimo, Seor de todas las criaturas! Quin me dar alas de verdadera libertad para volar y descansar en Ti? Oh! Cundo me ser concedido ocuparme en Ti cumplidamente, y ver cun suave eres, Seor Dios mo? Cundo me recoger del todo en Ti, que ni me sienta a m por tu amor, sino a Ti solo sobre todo sentido y modo, y de un modo manifiesto a todos? Pero ahora muchas veces gimo y llevo mi infelicidad con dolor. Porque en este valle de miserias acaecen muchos males que me turban a menudo, me entristecen y anublan; muchas veces me impiden y distraen, halagan y embarazan para que no tenga libre entrada a Ti y no goce de tus suaves abrazos, los cuales sin impedimento gozan los espritus bienaventurados. Muvate mis suspiros, y la grande desolacin que hay en la tierra. Oh Jess, resplandor de la eterna gloria, consolacin del alma que anda peregrinando! Delante de Ti est mi boca muda, y mi silencio te habla. Hasta cundo tarda en venir mi Seor? Venga a m, pobrecito tuyo, llneme de alegra. Extienda su mano, y libre a este miserable de toda angustia. Ven, ven; pues sin Ti ningn da ni hora ser alegre; porque T eres mi gozo, y sin Ti est vaca mi mesa. Miserable soy, y como encarcelado y preso con grillos, hasta que T me recrees con la luz de tu presencia, y me pongas en libertad, y muestres tu amigable rostro. Busquen otros lo que quisieren en lugar de Ti, que a m ninguna otra cosa me agrada, ni agradar, sino T, Dios mo, esperanza ma, salud eterna. No callar, ni cesar de clamar hasta que tu gracia vuelva y me hables interiormente. Jesucristo: Aqu estoy, a ti he venido, pues me llamaste. Tus lgrimas, y el deseo de tu alma, y tu humildad, y la contricin de tu corazn me han inclinado y trado a ti. El Alma: Y dije: Seor, yo te llam, y dese gozar de Ti, dispuesto a menospreciarlo todo por Ti. Pero T primero me despertaste para que te buscase. Seas, pues, bendito, Seor, que hiciste con tu siervo este beneficio, segn la muchedumbre de tu misericordia. Qu tiene ms que decir tu siervo delante de Ti, sino humillarse mucho en tu acatamiento, acordndose siempre de su propia maldad y vileza? Porque no hay semejante a Ti en todas las maravillas del cielo y de la tierra. Tus obras son perfectsimas, tus juicios verdaderos, y por tu providencia se rige el universo. Por eso alabanza y gloria a Ti, oh sabidura del Padre! Albate y bendgate mi boca, mi alma, y juntamente todo lo creado. La fe en Cristo es importante para crecer en la esperanza en el cielo: Nadie ve a Dios, pero el Hijo nico que est en el seno del Padre, El mismo nos ha revelado los secretos del cielo.

Slo en Jesucristo el alma puede saciarse, y esto se dar plenamente en el cielo: Jesucristo es Dios puesto a nuestro alcance, aparecido en una existencia genuinamente humana. Slo el velo de la humanidad impide que nos deslumbre el fulgor infinito y radiante de su divinidad. De este hombre irradian pursimos rayos a toda alma de buena voluntad, los cuales revelan ser El tambin Dios. Iluminada el Alma por la fe, descubre los esplendores ocultos tras el velo de este santo de los santos. La fe encuentra en el hombre mortal, que es Jess, al mismo Dios, y encontrando a Dios, se sacia en la fuente de luz, de salvacin y de vida inmortal.

Es importante que creamos en Cristo, que queramos verlo, que tengamos sus mismos sentimientos, su misma mirada, verlo en todo y en todos, que tengamos su mismo juzgar. Meditemos mucho en el texto de San Pablo a los filipenses: As, pues, os conjuro en virtud de toda exhortacin en Cristo, de toda persuasin de amor, de toda comunin en el Espritu, de toda entraable compasin, que colmis mi alegra, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espritu, unos mismos sentimientos. Nada hagis por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los dems como superiores a s mismo, buscando cada cual no su propio inters sino el de los dems. Tened entre vosotros los mismos sentimientos que Cristo (Fil. 2,1-5).

Como dijimos, la fe en Cristo nos lleva a la vida eterna Qu es la vida eterna? Qu es el cielo? Me parece que el pensamiento del cielo nos puede ayudar a querer afectarnos cada vez ms con Cristo y aumentar en nosotros el deseo de querer verlo en todo y en todos.

En el antiguo testamento la revelacin del cielo es progresiva. De a poco se va hablando de la recompensa del justo despus de la muerte. En el libro de Daniel se dice: Los que han de recibir el reino son los santos del Altsimo, que poseern el reino eternamente, por los siglos