EL FENÓMENO

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‘EL FENÓMENO’ Ocurre como con el malo de las películas, como con las leyendas, como con aquellos personajes que han marcado un antes y un después, y cuya alargada sombra permanece ahí, invisible, pero casi palpable cuando vuelve a pronunciarse su nombre. Ronaldo. Ocurre cuando hablas de fútbol y pronuncias esas siete letras seguidas. Ronaldo Luiz Nazario da Lima. El ‘nueve’ por excelencia. ‘El Fenómeno’. El 14 de febrero de 2011, Ronaldo anunciaba su retirada del fútbol después de casi veinte años de carrera profesional. Lo hacía entre lágrimas, asumiendo que su cuerpo ya no podía ejecutar las jugadas que su cerebro pensaba. Fue siempre su gran batalla. El genio contra el físico. Porque la leyenda de Ronaldo no puede entenderse sin sus graves lesiones. En 1993 un joven brasileño de apenas 17 años ya comenzaba a despuntar en el Cruzeiro. Esas primeras grandes actuaciones le valieron su primera convocatoria para un Mundial, el de 1994, en el que Brasil se proclamaría campeona liderada por su máxima estrella. Otro grande, Romario. Por entonces, Ronaldo era conocido como Ronaldinho. No disputó ningún minuto en el campeonato, pero el simple hecho de estar en la convocatoria hablaba ya de su prometedor potencial. Ese mismo verano dio el salto a Europa. Viajó al PSV, donde, según cuentan, lo pasó mal durante los primeros meses por el idioma y el clima. Pero su fútbol no se vio resentido. Sus 55 goles en 57 partidos tras dos temporadas así lo demuestran. En el segundo de esos años, Ronaldo vivió su primera lesión de rodilla. Dos meses de baja. Pero pudo volver sin problemas. Y tanto, porque el FC Barcelona se haría con sus servicios en el verano de 1996 tras abonar 2500 millones de pesetas, récord de la época. Un niño de 20 años irrumpió en la liga española con la fuerza de un huracán. El primer resultado: en invierno gana su primer FIFA World Player. Yo empecé a admirarlo ahí. Por supuesto, la imagen para el recuerdo de esa temporada fue la de un gol en concreto. El estadio, el Multiusos de San Lázaro de Santiago de Compostela. Ronaldo coge el balón en el centro del campo, y ningún otro jugador volvería a tocar el esférico hasta que la jugada finalizara en gol. Sólo él, aguantando faltas y choques. Si soy sincero, no sé a cuántos dejó atrás. Bobby Robson, su entrenador, con 63 años y toda una vida viendo fútbol, se echó las manos a la cabeza. Nunca antes había visto nada igual. Ronaldo en carrera mientras gesta su famoso gol al Compostela.

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‘EL FENÓMENO’

Ocurre como con el malo de las películas, como con las leyendas, como con aquellos

personajes que han marcado un antes y un después, y cuya alargada sombra permanece ahí,

invisible, pero casi palpable cuando vuelve a pronunciarse su nombre. Ronaldo. Ocurre cuando

hablas de fútbol y pronuncias esas siete letras seguidas. Ronaldo Luiz Nazario da Lima. El

‘nueve’ por excelencia. ‘El Fenómeno’.

El 14 de febrero de 2011, Ronaldo anunciaba su retirada del fútbol después de casi

veinte años de carrera profesional. Lo hacía entre lágrimas, asumiendo que su cuerpo ya no

podía ejecutar las jugadas que su cerebro pensaba. Fue siempre su gran batalla. El genio

contra el físico. Porque la leyenda de Ronaldo no puede entenderse sin sus graves lesiones.

En 1993 un joven brasileño de apenas 17 años ya comenzaba a despuntar en el

Cruzeiro. Esas primeras grandes actuaciones le valieron su primera convocatoria para un

Mundial, el de 1994, en el que Brasil se proclamaría campeona liderada por su máxima

estrella. Otro grande, Romario. Por entonces, Ronaldo era conocido como Ronaldinho. No

disputó ningún minuto en el campeonato, pero el simple hecho de estar en la convocatoria

hablaba ya de su prometedor potencial.

Ese mismo verano dio el salto a Europa. Viajó al PSV,

donde, según cuentan, lo pasó mal durante los primeros meses

por el idioma y el clima. Pero su fútbol no se vio resentido. Sus

55 goles en 57 partidos tras dos temporadas así lo demuestran.

En el segundo de esos años, Ronaldo vivió su primera lesión de

rodilla. Dos meses de baja. Pero pudo volver sin problemas.

Y tanto, porque el FC Barcelona se haría con sus

servicios en el verano de 1996 tras abonar 2500 millones de

pesetas, récord de la época. Un niño de 20 años irrumpió en la

liga española con la fuerza de un huracán. El primer resultado: en invierno gana su primer FIFA

World Player. Yo empecé a admirarlo ahí. Por supuesto, la imagen para el recuerdo de esa

temporada fue la de un gol en concreto. El

estadio, el Multiusos de San Lázaro de Santiago

de Compostela. Ronaldo coge el balón en el

centro del campo, y ningún otro jugador volvería

a tocar el esférico hasta que la jugada finalizara

en gol. Sólo él, aguantando faltas y choques. Si

soy sincero, no sé a cuántos dejó atrás. Bobby

Robson, su entrenador, con 63 años y toda una

vida viendo fútbol, se echó las manos a la cabeza.

Nunca antes había visto nada igual.

Ronaldo en carrera mientras gesta su famoso gol al

Compostela.

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A partir de aquí, la historia es bien conocida por todos. 47 goles en 49 partidos con los

culés. ¿Por qué no siguió, entonces? Dicen que la relación entre Núñez y Ronaldo comenzó a

enturbiarse pocos meses después de que empezara la temporada. Sus agentes querían que se

revisara ya su contrato, y el presidente blaugrana no lo aceptaba. El brasileño no se sintió

valorado, y salió por la puerta de atrás. Su destino, el Inter de Milán por 4000 millones. Otro

traspaso récord.

He de confesar que el Ronaldo de la primera temporada en el Inter es el que más me

gusta. No he visto mucho de esa época, pero por algunos vídeos, creo que no jugaba tan en

punta, y sí un poco escorado a las bandas, con lo cual participaba más en el juego, y arrancaba

desde más atrás. Perdió gol, pero era aún más

espectacular. Podía lucirse en mayor medida. Y

fue entonces cuando los italianos acuñaron un

apodo para referirse a él. A partir de ese

momento, Ronaldo sería ‘Il Fenómeno’. En

invierno de 1997 gana su segundo FIFA World

Player, el Balón de Oro, y recibe la Bota de Oro

por su temporada anterior. Esa nueva forma de

jugar merma mínimamente sus estadísticas

goleadoras (34 goles en 47 partidos), pero sigue

siendo el mismo Ronaldo.

Ronaldo corre con los brazos abiertos tras marcar un gol, en la que fue su habitual celebración durante su etapa como culé.

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Aquí empieza su verdadero boom mediático. Todos los niños queríamos ser Ronaldo

(yo incluso me rapaba como él), todos queríamos ficharlo en los videojuegos de fútbol ‘FIFA’,

pero no lo encontrábamos, hasta que descubríamos que, dentro del juego, no se llamaba

Ronaldo, sino ‘No. 9’. Cosas de los derechos de imagen.

Además, los spots de Nike, como por ejemplo el de la batalla

del bien y del mal, el del safari en el que el brasileño debe

cazar una portería, o el del aeropuerto, en la que toda la

selección brasileña se marca una jugada dentro de la

terminal, son ya míticos. Pero, sobre todo, uno de ellos. El

eslogan del eterno patrocinador del Inter, Pirelli, le venía

como anillo al dedo. “La potencia sin control no sirve de

nada”. Y la imagen de Ronaldo de espaldas, con los brazos

abiertos, en esa postura clásica suya de celebrar los goles.

Los pies descalzos, uno de ellos levantado enseñando la

suela, que tiene la textura de un neumático. Quién puede

olvidarlo.

Y en medio de todo ello, comienza el Mundial de Francia. Ronaldo, por supuesto, está

de nuevo convocado. Pero esta vez es la estrella de su selección. De ese campeonato del

Mundo sólo me quedan algunas imágenes sueltas. Recuerdo que me impresionó un holandés

con coleta que durante un tiempo creí que era Kluivert. Descubrí su nombre más tarde: Davids.

Espero que se me entienda, sólo tenía 10 añitos. Me acuerdo de la Italia de Christian Vieri, del

Gol de Oro (el primero de la historia) de Blanc contra Paraguay, y del fallo de Zubizarreta ante

Nigeria. Ese primer partido de España fue a la hora de comer, y llegué a casa justo a tiempo

para verlo desde el principio, porque había ido a comprar helados. Por supuesto, de aquel

Brasil recuerdo a Ronaldo, pero también a Leonardo, a Dunga, a Roberto Carlos y al Taffarel

parapenaltis y su polémica en la tanda ante Holanda, porque dijeron que se adelantaba antes

de que chutaran.

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La favorita Brasil fue pasando las eliminatorias hasta llegar a la final contra Francia.

Hasta el momento, todo iba a pedir de boca. Pero algo ocurrió la noche de antes. Fue extraño,

y aún hoy día sigue algo difuso. Ronaldo compartía habitación con su gran amigo Roberto

Carlos. Según contaron, el delantero sufrió un ataque con

convulsiones. El resto de compañeros llegó en su auxilio ante los

gritos de desesperación de Roberto. Finalmente no pasó nada,

pero su participación en la final estuvo en duda hasta el último

momento. Unos dicen que casi fue obligado a jugar, otros, que

fue él mismo quien lo pidió. Era la gran noticia del día. Más que

el propio partido, más que el hecho de la reaparición en la

alineación francesa de un jugador de padres argelinos, que se

había ausentado tras ser expulsado en uno de los primeros

encuentros. De cualquier forma, Ronaldo no fue el mismo en

aquella final, y Francia borró a Brasil, seguramente todavía

pensando en lo que ocurrió en la habitación de Ronaldo y

Roberto Carlos, en un partido recordado sobre

todo por los dos cabezazos de Zidane, ese

argelino, a la red. Después de esto, la relación

entre Ronaldo y Roberto se distanció un poco,

parece ser que por algunas declaraciones del

segundo a espaldas del primero, siempre todo

envuelto en la sombra de aquella noche previa a

la final del Mundial, que sería el pistoletazo de

salida de la etapa más oscura de toda su carrera

futbolística.

Una vez ya pasado el mal trago de la cita mundialista, Ronaldo empezó una nueva

temporada con el Inter. Pero algo extraño ocurría. La presión, tanto física como mental, a la

que estaba siendo sometido desde que tenía apenas 20 años, comenzaba a pasarle factura. No

se veía a un Ronaldo fresco. No arrancaba ni explotaba como antes. Y las alarmas se

encendieron cuando, en una de las concentraciones interistas, se vio aparecer a Nilton Petroni,

el mismo fisioterapeuta que ya le había tratado en Holanda tras su primera lesión más o

menos grave. Las rodillas, las malditas rodillas. Los tendones rotulianos de Ronaldo

comenzaban a decir ‘basta’. ‘Il Fenómeno’ tuvo que ausentarse durante gran parte de la

temporada, bien por descanso, bien por las continuas molestias. Y forzó. Quiso forzar su

maquinaria para poder disputar más partidos de los que en realidad tendría que haber jugado.

El balance final de la temporada: tan sólo 28 partidos disputados entre todas las

competiciones, anotando 15 goles.

Al comienzo del siguiente curso futbolístico, todas las miradas están puestas de nuevo

en Ronaldo. ¿Aguantarían sus rodillas? Todo parece ir bien hasta la jornada 10 de liga,

disputada el 21 de noviembre de 1999 ante el Lecce. Ronaldo controla un balón, y sin que

nadie le toque, cae al césped. Su rodilla derecha no ha resistido más. Rotura parcial del tendón

rotuliano. ‘Il Fenómeno’ estaría de baja un tiempo aproximado de 6 a 8 meses. El brasileño

comenzó a trabajar a partir de entonces para que su regreso se adelantara lo antes posible. De

nuevo las prisas, de nuevo forzando. Así, hasta que pasan 5 meses.

Ronaldo, tras perder la final del Mundial 98.

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Nos situamos. El día, 12 de abril de 2000. El estadio, el Olímpico de Roma. El partido,

Lazio-Inter, ida de la final de la Copa de Italia. El resultado, 2-1 para los laziales. Marcello Lippi,

técnico interista, mira a su banquillo buscando un revulsivo. Allí está sentado Ronaldo, en un

lugar poco habitual para él. Lippi, que había liderado a la última gran Juve, decide que debe

volver. Es el momento de ‘Il Fenómeno’. El regreso. Ronaldo ingresa en el terreno de juego en

el minuto 58, sustituyendo a Adrian Mutu. Seis minutos después, controla su primer balón.

Es una imagen que hemos visto repetida decenas de veces. Como digo, el brasileño

controla su primer balón en el partido y encara a su defensor, como en tantos otros lances. En

esta ocasión, a Fernando Couto, ex-compañero del Barça. Un amago a la derecha y, al apoyar

la pierna, cae fulminado al suelo. El estadio enmudece. Lo hace el mundo del fútbol entero.

Tan sólo se oyen los gritos de dolor de Ronaldo, que se toca la rodilla derecha con las dos

manos. Los jugadores de ambos equipos le rodean, y los servicios médicos interistas llegan

raudos para atender al brasileño. Panucci, entonces en el Inter, observa y se da la vuelta, con

las manos en la cabeza. Un jugador de la Lazio agita las suyas en un gesto bastante

representativo. Saben lo que ha pasado. “Ya está. Se acabó para él.”

El tendón rotuliano de su rodilla derecha se había roto por completo. En la repetición

se ve claramente cómo el hueso, ya sin sujeción alguna, se mueve por debajo de la piel. Es una

de las imágenes más conocidas de la historia futbolística. La lesión de Ronaldo. El drama del

fútbol. Y la palabra ‘retirada’ apareció en la mente de muchos.

Tras el eco obvio que este hecho provocó en la prensa, Ronaldo desaparecería del

mundo del balompié durante dos años. Fue operado en París, por el doctor Saillant, que tuvo

que reconstruirle el tendón a partir de tejidos de un cadáver. En el tiempo de recuperación, se

le aconsejó que ganara peso y musculatura para fortalecer la zona, y que así no volviera a

producirse una lesión similar. Todo ello en la oscuridad, mientras que el universo futbolístico

seguía avanzando sin él. Dos años. Sin embargo, los aficionados del Inter nunca lo olvidaron.

Siempre quedaba ese atisbo de esperanza de que Ronaldo, ‘Il Fenómeno’, algún día volvería.

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Y sí, volvió. Un Ronaldo más corpulento, menos ágil,

con una larga cicatriz adornando su rodilla derecha, pero

igualmente explosivo, e incluso aún más potente y certero

de cara a puerta. Su mítico amago y bicicleta a los porteros

en los uno contra uno no lo había perdido, y además,

durante esos dos años de recuperación, desarrolló una

potencia de disparo superior a la que poseía anteriormente.

Recuerdo, en este sentido, el último de los tres goles que

Barthez encajó en Old Trafford en cuartos de final de la

Champions 2002-2003. Un latigazo que incluso va rápido en

la repetición. También recuerdo que, en su primer partido

con el Inter tras su reaparición, todo San Siro, al unísono,

comenzó a entonar una canción: “Torna a volare, Ronaldo

torna a volare, torna a volare, Ronaldo torna a volare”.

Y como los más grandes de la historia del fútbol, su

verdadera leyenda se forjó en un Mundial. De esta

competición recuerdo el partido inaugural, que Francia perdió 0-1 ante Senegal, una de las

revelaciones del torneo. Ese encuentro no pude verlo en directo. El curso en el instituto se

agotaba, pero aún tenía clase, y vi la repetición del gol senegalés, a pase de un entonces

desconocido Diouf, en una televisión que la policía municipal tenía en el ayuntamiento. Los

tres primeros partidos de España los tuve que escuchar por la radio, también en el instituto.

No pude ver en directo cómo el gran Morientes le cerraba la boca a Chilavert. Me acuerdo de

que el santo Casillas nació en la tanda de penaltis ante Irlanda del Norte, de los sudores de

Chamacho, que se inventó la famosa frase de que “Raúl tira del carro”, que fue portada del

Marca, y por supuesto, del robo de Korea.

El partido fue muy temprano. No pude ver el último penalti, el que daba a Korea el

pase a la semifinal. Tuve que irme a otra habitación. Esa ha sido la única vez que he llorado por

el fútbol. Gamal Gandhour, Ali Tomousange y Michael Ragoonath, los tres árbitros que nos

echaron. Me aprendí los nombres aquel día y no los he olvidado. Nunca lo haré. Ni tampoco la

portada del Marca, con Gandhour agarrando del cuello a Helguera, que se iba a por los

asistentes: “Este Mundial da asco”. Pero no quiero irme por las ramas, aunque, espero que se

me entienda, me es imposible no hablar de lo que recuerdo de este Mundial sin que me hierva

la sangre. Realmente pensaba, y lo sigo pensando, que España podía haber ganado ese

Mundial.

El regreso de Ronaldo a la ‘canarinha’, ante la sorpresa de unos pocos, fue posible con

sólo diez partidos de liga jugados con el Inter, en los que marcó siete goles. Ya querría

cualquier delantero en forma firmar esos números. Para sorpresa de unos cuantos más, entre

los que me incluyo, Ronaldo comenzó como titular en ese Brasil con Marcos, Lucio, Roque

Junior, Edmilson, Cafú, Roberto Carlos, cuya amistad volvía a ser tan fuerte como antes,

Gilberto Silva, Kléberson, un tal Ronaldinho, y Rivaldo, compañero de delantera en la selección

hasta antes de su lesión. La sorpresa fue aún mayor para todo el mundo cuando Ronaldo

marcó en el primer partido, en el segundo, en el tercero, en octavos, y en semifinales, dando el

pase a la final a Brasil. Tan sólo en cuartos de final ante Inglaterra, partido recordado por aquel

Ronaldo, el día de su regreso.

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gol de falta de Ronaldinho que se tragó Seaman, el balón no besó las redes empujado por

Ronaldo. Ya quedaba la final, en la que esperaba la Alemania de Oliver Kahn, favorito para

ganar el Balón de Oro del campeonato. Ronaldo dejó al mundo asombrado entonces con ese

corte de pelo que, según dijo, se

le ocurrió mientras su peluquero

le pelaba, cuando sólo le

quedaba esa parte por afeitar.

Ese ‘flequillo’. El partido lo vi en

Fuengirola, sentado en la barra

del chiringuito, rodeado de tíos

gordos sin camiseta que casi no

prestaban atención a la historia,

que se escribía sobre el césped

reflejado en la pantalla. ‘El

Fenómeno’ anotó los dos goles

de esa final, el primero tras el

único fallo de Kahn en todo el

Mundial, y ahuyentó diversos fantasmas del pasado, los de Francia 98 y los de su lesión.

Definitivamente, Ronaldo había regresado al fútbol.

Y entonces apareció en escena otro loco de este glorioso deporte. Florentino Pérez

había completado ya dos temporadas como presidente del Real Madrid. Ese equipo que

entonces empezaba a conocerse como ‘de los galácticos’. En el verano de 2000, Florentino

había conseguido fichar del eterno rival a un Luis Figo que se convirtió en el fichaje más caro

de la historia (10 000 millones de pesetas), y también en su gran baza electoral para ganar las

elecciones a la presidencia. Un año después, conseguía batir otro récord, y se gastaba 12 500

millones para traer a Zinedine Zidane a la disciplina blanca. Y ese verano, tras el Mundial de

Ronaldo anota su segundo gol en la final del Mundial 2002.

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Korea, Florentino se fijó otro objetivo. Ronaldo había vuelto. Era ‘El Fenómeno’, el delantero

centro referencia de finales de los 90. Y tenía que jugar de blanco. Tenía que ser el delantero

centro de su Real Madrid. Y al brasileño, que no guardaba una buena relación con su

entrenador en el Inter, Héctor Cúper, ese que había llevado al Mallorca a disputar la final de la

Recopa de Europa, perdiendo ante la Lazio de Vieri, el mismo que hizo que el Valencia

disputara, bajo su mando, la primera final de la Champions de su historia, le sedujo la idea de

Florentino. Quería ser el de antes, quería ser uno de aquellos galácticos.

Pero Massimo Moratti, presidente interista, hijo del gran Angelo Moratti, máximo

mandatario del Inter bicampeón de Europa en los años 60 (una de cuyas finales la ganó al

Madrid, provocando la marcha de Alfredo Di Stéfano del club), no quería dar su brazo a torcer.

No podía desprenderse de Ronaldo. Ni las largas reuniones con Florentino en el barco de éste,

el Pitina II (recuérdese la portada del Marca con la foto captada por un aficionado), ni las

súplicas, entre lágrimas, del propio brasileño que llegó a desplazarse a casa de su presidente

pidiéndole su marcha, hacían que cambiase de opinión. Pero, finalmente, en el último suspiro

del mercado de fichajes, tras una noche de intercambio de faxes, de llamadas interminables,

de nerviosismo absoluto, Florentino conseguía a su ‘nueve’. Recuerdo ese día como si fuera

ayer. Era feria en mi pueblo, y había estado con mis amigos, haciendo el tonto sobre todo. Me

acuerdo de que casi me hago una trencita, en uno de esos típicos puestos de la calle. Tenía 14

años. Mis padres estaban cenando en un bar, en una mesa al aire libre, con más amigos, entre

ellos mi tío Pablo. Fue él quien me lo dijo. Ronaldo ya era jugador del Real Madrid.

Desde el principio se notó que el nuevo jugador madridista no era el mismo que el que

estuvo en el Barça. Su debut no pudo ser mejor, con esos dos goles al Alavés, el primero de

ellos segundos después de ingresar en el campo, a pase de Roberto Carlos, pero en partidos

sucesivos se vio a un Ronaldo que, pese a ser igual de efectivo de cara a puerta, se mostraba

menos activo, menos veloz, menos ‘Ronaldo’.

Su primer gran partido llegaría en

diciembre, en la disputa de la Copa

Intercontinental ante el Olimpia de Asunción. Era

el día anterior al cierre de votaciones para la

entrega del Balón de Oro 2002, y Ronaldo, como

digo, se marcó un partidazo, anotando el

primero de los dos goles con los que el Madrid se

haría con el título. El partido también tuve que

escucharlo por la radio, a la hora del recreo

sentado en mi pupitre. Yo canté el gol al resto de

la clase. Hasta ese momento, Roberto Carlos

encabezaba la lista para conseguir el galardón de

France Football pero, tras dicho encuentro, y con

el peso mediático de la leyenda que resurgió de sus cenizas en el Mundial, Ronaldo le adelantó

en número de votos, consiguiendo su segundo Balón de Oro. Cuentan que, esa noche, Roberto

Carlos lloró.

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Hay otra imagen que recuerdo muy bien. El día que a

Ronaldo se le entregó este trofeo en el Bernabéu, parte de la

afición comenzó a corear el nombre de Raúl, lo cual refleja a la

perfección que no había terminado de calar del todo entre la

afición madridista. Sin embargo, el brasileño también

consigue su tercer FIFA World Player, y esa primera

temporada el Real Madrid acaba conquistando la liga en la

última jornada ante el Athletic de Bilbao. Ronaldo, que de

nuevo se había dejado ese flequillo de la final del Mundial,

anotó dos goles, y Roberto uno. El año siguiente se proclamó

‘pichichi’ con 24 goles, y se mostró mucho más participativo en ese Madrid de Queiroz que

comenzó la temporada de forma espectacular.

Luego pasó lo que pasó. En los años siguientes

el equipo no funcionaba bien, y se hablaba de que tan

sólo era sostenido por las paradas de Casillas y los

goles de ‘El Fenómeno’, al que también empezamos a

llamar ‘El gordo’. Su peso fue objeto de debate durante

gran parte de su estancia en las filas del conjunto

merengue.

Y así llegamos al año 2006, y concretamente al

Mundial celebrado en Alemania. Brasil se presenta

como la gran favorita, más aún que en 1998 si cabe,

con un equipo plagado de auténticas estrellas, y

compuesto por Dida, Cafú, Lucio, Juan, Roberto Carlos, Emerson, Zé Roberto, Kaka’,

Ronaldinho, Adriano y el propio Ronaldo. Algunos otros nombres destacaban, como el de

Juninho Pernambucano o Robinho. Sin embargo, y pese a

conseguir el primer puesto en la fase de grupos y eliminar

cómodamente a Ghana en octavos, el equipo no

funcionaba del todo como se esperaba. En cuartos de final

Francia asestaba otro duro golpe a Brasil en una cita

mundialista, y eliminaba a la ‘canarinha’ con un gol de

Thierry Henry. Ronaldo había anotado 3 goles en el

campeonato, y se había convertido en el máximo goleador

de la historia de los Mundiales, con 15.

En ese mismo verano de 2006, un Ramón Calderón

recién llegado a la presidencia madridista, fichaba a Ruud

Van Nistelrooy procedente del Manchester United. Ese fue

uno de mis sueños cumplidos. Incluso una vez,

precisamente cuando Ronaldo llegó al Madrid, envié un

correo electrónico a la web del equipo pidiendo a Florentino que lo fichara. Lo cierto es que

generó muchas expectativas el hecho de poder ver en la misma delantera al grande Ruud y a

Ronaldo. Pero la dupla coincidió en muy pocas ocasiones. El brasileño había terminado

lesionado la temporada anterior, tras una entrada de Perea, el colombiano del Atlético, que

Ronaldo celebra su gol número 15 en los

Mundiales.

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introdujo el balón en su propia portería en la

misma jugada, para poner el 0-3 en el marcador.

Esta la había empezado del mismo modo. Se

empezó a hablar mucho de que a Capello, el

entrenador del equipo ese año, no le gustaba su

indolencia a la hora de entrenar. Entre eso y sus

lesiones, como digo, jugó muy poco. Sólo marcó

un gol en siete partidos en liga, que, eso sí, sirvió

para conseguir una victoria ante el Athletic,

junto con otro gol de Roberto Carlos.

Ronaldo abandonó la entidad en el

mercado de invierno. Regresaba a Italia,

concretamente rumbo a Milán, ciudad que ya

conocía bien de antes, con un estadio que le esperaba, otra vez, con los brazos abiertos. Pero

la camiseta sería diferente, la del AC Milan, con la que era presentado el 2 de febrero de 2007.

Lo cierto es que no sentí demasiado su marcha. En su puesto ahora estaba Ruud. De todas

formas, era consciente de quién se iba. Era Ronaldo, al fin y al cabo, y ya formaba parte de la

historia del Real Madrid.

Allí en Milán le dio tiempo a hacer poco, la verdad. En esa primera media temporada

mantuvo un buen porcentaje goleador con 7 tantos en 14 partidos. Uno de ellos se lo marcó a

sus ‘ex’ del Inter, consiguiendo así otro récord, el de haber jugado y anotado en los derbys

Milan-Inter y Real Madrid-Barça con todas las camisetas.

Continuas lesiones y un exceso de peso cada vez más acusado hicieron mella en

Ronaldo durante su etapa en el Milan. La mayor parte del inicio de la temporada 2007-2008 se

la pasó sin poder jugar. El equipo ‘rossonero’ pasaba por una situación difícil, y luchaba por

acceder a puestos Champions en la liga. El 13 de febrero de 2008, en un partido ante el Livorno

que se había puesto difícil para los de Ancelotti, el técnico milanista decide recurrir a Ronaldo

para dar la vuelta al 0-1 que reflejaba el electrónico de San Siro. Tres minutos después de

ingresar en el terreno de juego, ‘El Fenómeno’ salta en el área para rematar un centro desde la

derecha. Pero, de súbito, su vuelo se interrumpe. Ronaldo se retuerce de dolor en el césped,

en una estampa muy parecida a la de ocho años atrás. “No puede ser, otra vez no”. De nuevo

se toca la rodilla, pero en esta ocasión no es la de antes, sino la izquierda. Sin embargo, el

diagnóstico es el mismo: rotura del tendón rotuliano.

Ronaldo y Capello charlando durante un entrenamiento.

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Y también otra vez, como en aquella ocasión en el año 2000, la sombra de la retirada

volvió a sobrevolar a la figura de Ronaldo. Aunque ahora sí que parecía de verdad que podía

ser el fin de ‘El Fenómeno’. Sin embargo, él no podía consentir que todo se acabara así. Tenía

que ganarle la última batalla a su cuerpo.

Ronaldo trabajó en su recuperación durante un año, mientras veía que su contrato con

el Milan se acababa en junio de 2008, sin que el equipo rossonero tuviera intención de

renovarlo, por la poca seguridad de que su rodilla se rehabilitara convenientemente. Así,

durante algunos meses se encontró sin equipo, y los rumores sobre cuál sería el próximo

destino de Ronaldo se dispararon. Porque él siempre tuvo claro que tenía que regresar una vez

más. Ese era su deseo, e incluso, como declaró durante ese tiempo, el de un posible regreso a

la selección. Finalmente, en diciembre de 2008 se confirma su fichaje por el Corinthians

brasileño, pero su reaparición no se haría efectiva hasta el 5

de marzo de 2009, en un partido de Copa ante el Itumbiara.

Tres días después, en el estadio de Pacaembú,

Ronaldo debutaba ante su afición. Saltó al campo en el

minuto 63, con el marcador en contra. Ya en el minuto 90, el

balón, puesto en juego desde un córner en la banda

derecha, llega al segundo palo, donde está ‘El Fenómeno’,

que lo empuja al fondo de la red con la cabeza. Como un

poseso, corre a celebrarlo con la afición encaramándose a

las mallas de seguridad. Cuando lo vi, me alegré por él, por

supuesto. Y no pude evitar que una sonrisa se me dibujara

en la cara. Era el enésimo resurgimiento.

Ronaldo completa una buena campaña en cuanto a goles (23 en 38 partidos

disputados), pero su físico cada vez está más mermado. En el año 2010 la barriga se hizo más

visible, y por ello se notaba que, esta vez sí, su final estaba muy próximo. La calidad intacta,

pero el cuerpo de nuevo estaba pudiendo con él. Lo cierto es que no me gustaba verlo así.

Prefería mirar hacia otro lado y recordarlo en mejores momentos.

Así hasta el 13 de febrero de 2011. La noticia comenzó a circular de medio en medio.

Ronaldo había anunciado una rueda de prensa para el día siguiente. No había precisado el

motivo, pero prácticamente todo el mundo coincidió: iba a ser su despedida. Por supuesto,

tuve que levantarme del sillón. Es curioso porque, pese a que como he dicho antes, ya se

empezaba a intuir que la carrera de Ronaldo pronto vería su fin, realmente nunca podía

esperarme escuchar esa noticia. Sabes que ya casi no es futbolista, pero no estás preparado

del todo para ello, hasta que finalmente pasa.

Había jugado su último partido en la Copa Libertadores, ante el Tolima, un humilde

conjunto colombiano que eliminó al Corinthians de la competición. Ronaldo Luiz Nazario da

Lima, ‘El Fenómeno’, no volverá a pisar un terreno de juego. Fue el delantero capaz de hacer

que el fútbol entero gozara con sus goles y se estremeciera con sus lesiones, de crear un gol de

la nada desde el centro del campo. Y está claro que el gol de Maradona fue el primero en ese

Ronaldo celebra enfervorizado su

primer gol con el Corinthians.

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sentido, y que hace no tanto Messi lo emuló de forma similar, pero mi generación lo vivió por

primera vez con Ronaldo. Al igual que las bicicletas vinieron con Denilson, las ‘bombas

inteligentes’ con Roberto Carlos y las chilenas con Rivaldo, la imagen del delantero centro de

videojuego con el que podías regatear a todo aquel defensor que se cruzara en tu camino

estaba representada, para nosotros, por Ronaldo. Por eso fue un auténtico boom. Por eso, mis

primeros recuerdos claros de fútbol comienzan con ‘El Fenómeno’.

Adiós, Ronaldo. El mundo del fútbol te dice ‘GRACIAS’.

Manuel A. Ibáñez

20-II-2011