El Espiritu Santo (Yves Congar)

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y ves !M.-J. Congar EL ESPÍRITU SANTO BIBLIOTECA HERDER

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  • y ves !M.-J. Congar

    EL ESPRITU SANTO

    B I B L I O T E C A H E R D E R

  • BIBLIOTECA HERDER SECCIN DE TEOLOGA Y FILOSOFA

    VOLUMEN 172

    EL ESPRITU SANTO Por YVES M.-J. CONGAR

    BARCELONA EDITORIAL HERDER

    1991

    YVES M.-J. CONGAR

    EL ESPRITU SANTO

    BARCELONA EDITORIAL HERDER

    1991

  • Versin castellana de ABELARDO MARTNEZ DE LAPERA, de la obra de YVES CONGAR, Je crois en VEsprit Saint,

    ditions du Cerf, Pars 1980

    Segunda edicin 1991

    IMPRMASE: Barcelona 13 de mayo de 1982 JOS M. GUIX, obispo auxiliar y vicario general

    (?) 19S0 Les ditions du Cerf, Paris 1983 Editorial Herder S.A., Barcelona

    ISBN 84-254-1278-1 tela ISBN 84-254-1279-X rstica

    Es PROPIEDAD DEPSITO LEGAL: B. 380-1991 PRINTED IN SPAIN GRATOS S.A. - Arte sobre papel - 08040 Barcelona

    A Nicole Legrain y Nicols Walty, sin los cuales este trabajo no habra podido ver la luz, en reconocimiento amistoso

  • NDICE

    Introduccin general Explicacin de algunos trminos

    LIBRO PRIMERO: EL ESPRITU SANTO EN LA ECONOMA REVELACIN Y EXPERIENCIA DEL ESPRITU

    Nota sobre experiencia

    Parte primera: Las escrituras cannicas

    I. Antiguo Testamento La palabra La accin del soplo de Yahveh Los hroes, los jueces 33. Los profetas 34. Escritos de sabi-dura 37.

    II. Nuevo Testamento Bautismo, concepcin, vida de Jess Los evangelios 41. La tradicin patrstica 48. La teologa de He-ribert Mhlen 52. San Pablo Los Hechos, de san Lucas Los escritos jonicos 1. Jess da el Espritu 76. 2. El Parclito prometido 81. 3. El Es-

    pritu en los discpulos y en el tiempo de la Iglesia 85.

    Parte segunda: En la historia del cristianismo

    I. La experiencia del Espritu en la Iglesia antigua

    II. Hacia una teologa y un dogma acerca de la tercera Persona .

    III. Destino del tema del Espritu Santo, amor mutuo del Padre y del Hijo

    IV. San Simen, el nuevo telogo. Una experiencia del Espritu

    V. El Espritu Santo en la plegaria de occidente durante la edad media La liturgia sagrada Testimonio de las fundaciones

    9

  • ndice 143

    VI. El Espritu Santo en los telogos . 154

    VII. Joaqun de Fiore. Destino del joaqumismo VIII. Pneumatologia en la historia del protestantismo

    Los reformadores _ George Fox. La sociedad de los amigos (cuqueros) . j , El pietismo T El profetismo de las Cevenas ' '^ Ed. Irving * "

    IX. Lugar del Espritu Santo en el catolicismo de la contrarreforma y de la restauracin postrevolucionaria Nota adicional Olvidos del Espritu Santo Suplencias y sucedneos del Espritu Santo . . . . 1. Eucarista 190. 2. Papa 191. 3. Virgen Mara 192.

    X. La pneumatologia del concilio Vaticano II .

    LIBRO SEGUNDO: SEOR Y DADOR DE VIDA

    Parte primera: El Espritu anima la Iglesia

    Introduccin

    180 188 188 189

    195

    205

    205

    I. La Iglesia es hecha por el Espritu. l es su coundador . . . 207 La Iglesia ha nacido y vive de dos misiones. El Espritu es co-fundador de la Iglesia 210.

    II. El Espritu Santo hace una a la Iglesia. Es principio de comunin . 218 La Iglesia, una persona? 224. En la vida concreta y cotidiana de los fieles 226.

    III. El Espritu Santo es principio de catolicidad 228 La misin en los espacios humanos 228. El Espritu Santo hace catlica a la Iglesia en el decurso del tiempo 232. El Espritu Santo, el Desconocido allende el Verbo 240.

    IV. El Espritu Santo conserva la apostolicidad de la Iglesia . . . 244 Apndice: dos teologas de la apostolicidad, W. Pannenberg y J.D. Zizioulas 255.

    V. El Espritu Santo, principio de santidad de la Iglesia . . . . 257 La Iglesia templo 258. La Iglesia esposa 261. Los combates de la Iglesia santa de los pecadores 263. La comunin de los santos 266.

    271 Parte segunda: El soplo de Dios en nuestras vidas personales .

    I. El Espritu y el hombre en el plan de Dios 272 Dios, principio y fin de nuestra santificacin 272. El Espritu es el don absoluto: prometido en plenitud escatolgicamente, posedo en fianza durante la vida presente 274.

    II. El don del Espritu en los tiempos mesinicos . . . . y, Bajo la Antigua y bajo la Nueva Disposicin 278.

    10

    ndice

    III. Dios envi a nuestros corazones el Espritu de su Hijo (Gl 4, 6) 284 1. Habitacin, cmo? 289. 2. Habitacin del Espritu Santo, de manera personal y propia? 292. 3. Un Espritu que nos hace hijos adoptivos en virtud del cual clamamos: Abba! Padre! (Rom 8,15) 300.

    IV. La vida en el Espritu y segn el Espritu 305 1. El Espritu Santo realiza, personaliza e interioriza la vida en Cristo 305. 2. Hoy y en la consumacin final. Ya y todava no 313.

    V. El Espritu Santo y nuestra oracin 317 Orad en el Espritu Santo (Jds 20) 318 La vida doxolgica de la Iglesia 318. La oracin individual 320. El Espritu en nuestra oracin 320. El Espritu en nuestra oracin de peticin 322.

    VI. Espritu y lucha contra la carne. Espritu y libertad 325 Funcin del Espritu en la conversin del pecador 329. El Espritu nos hace verdaderamente libres 332.

    VIL Los dones y frutos del Espritu 340

    Parte tercera: La renovacin en el Espritu. Promesas c interrogantes . 349

    Introduccin 349 Bibliografa (seleccin) 351 A) Lo positivo de la renovacin carismtica. Lo que aporta

    a la Iglesia 353

    B) Nuestros interrogantes sobre la renovacin carismtica . 365 I. Qu ttulo emplear? Carismtico? 365

    Dos cuestiones crticas 370 Inmediatez 370. Disminucin de los compromisos sociales 373.

    II. Algunos carismas espectaculares 376 Hablar y orar en lenguas 376. Interpretacin y profeca 381. Milagros y curaciones 383. El discernimiento 386.

    III. El bautismo en el Espritu 392 En el pentecostismo 392. San Pablo 393. Los sinpticos, Q 394. Juan 395. San Lucas, los Hechos 397. Testimonio e interpretacin de la renovacin respecto del bautismo del Espritu 401.

    IV. Renovacin y ecumenismo 405

    Conclusin: En la unidad del Espritu Santo, todo honor y toda gloria . 416

    A) En Jess, Dios se ha dado un corazn de hombre, un corazn perfectamente filial 416

    B) En Jess estamos destinados a ser hijos de Dios; l nos comu-nica la vida filial por su Espritu 420

    C) El Espritu de Dios llena el universo. Acoge todo lo que es para gloria de Dios 422 1. El Espritu acta en todas partes 423. 2. El Espritu gua secretamente la obra de Dios en el mundo 425. El Espritu trenza, en una doxologa, todo lo que es para Dios en el mun-

    11

  • ndice

    do 427. La Iglesia sabe a quin y por quin asciende esta alabanza. Ella recoge y da voz a la doxologa del universo 428.

    Nota sobre T eres mi Padre en la eternidad de la vida intradivina . 432

    LIBRO TERCERO: UN RO DE AGUA DE VIDA (AP 22,1) FLUYE A ORIENTE Y A OCCIDENTE

    Introduccin: Griegos y latinos en teologa trinitaria 437 1. Presentacin 437 2. Griegos y latinos en teologa trinitaria 439

    Parte primera: El Espritu Santo en la tri-unidad divina 447

    I. Conocimiento del misterio trinitario 447 1. Las fuentes de nuestro conocimiento del Espritu Santo. Nece-

    sidad y condiciones de una expresin dogmtica y teolgica . 447 2. Trinidad econmica y Trinidad inmanente 454

    II. Etapas y formas de una teologa de la tercera Persona . . . . 463 Antes de la crisis arriana 463 A) En la parte griega de la Iglesia 466

    1. Crtica del arrianismo. Progreso de una teologa trinitaria . 466 2. Los capadocios. Concilio de Constantinopla (381). San Juan

    Damasceno 470 3. El Filioque profesado por los padres latinos y los concilios

    antes de que se convirtiera en tema de divisin . . . . 490 La doctrina 490 Padres 489. Concilios y smbolos 491. El aadido al smbolo 495

    4 El patriarca Focio. La era de las confrontaciones polmicas 498 5. Nota sobre la teologa palamita 501 6. Sobre la pneumatologa oriental hoy 501

    B) El Occidente ante la revelacin de la Tri-unidad de Dios . 517 1. San Agustn 518

    La teologa de las relaciones 518. El Filioque 524. Nota sobre la teologa trinitaria de san Agustn y la tradicin oriental 527. Las imgenes de la Trinidad 529.

    2. San Anselmo 533 3. La triadologa construida especulativamente, en la fe, bajo

    el signo del amor 540 a) Ricardo de San Vctor 540 b) Alejandro de Hales y san Buenaventura . . . . 545

    4. Toms de Aquino 552 5. Definiciones dogmticas en pneumatologa. Su necesaria

    hermenutica 563

    III. Reflexiones teolgicas 568 1. El Padre, fuente absoluta de la divinidad 568

    Padres griegos 568 Occidente latino 570

    2. Meditacin teolgica sobre la tercera Persona 578 3. Sobre la maternidad en Dios y la feminidad del Espritu Santo 588 4. Por una cristologa pneumatolgica 598

    IV. Elementos con vistas a un acuerdo 608 1. Unidad de fe, diversidad de formulacin teolgica entre griegos

    12

    ndice

    y latinos en la apreciacin de los doctores occidentales . 608 2. Tentativas y propuestas de acuerdo 617

    Concilio de Florencia 619 Apndice 523

    3. Relaciones y coloquios entre ortodoxos y comuniones no ro-manas 625 a) Ortodoxos y viejos catlicos 625 b) Ortodoxos y anglicanos 629 Apndice 631

    4. Algunas propuestas de acuerdo 631 5. Suprimir el Filioque en el smbolo'.'. 636 6. Un impacto eclesiolgico del Filioque? 640 7. Conclusiones a modo de tesis 644

    Parte segunda: El Espritu Santo y los sacramentos 647

    I. El sello del don del Espritu. Reflexiones sobre el sacramento de confirmacin 647 1. Un cierto malestar 648. 2. Sentido de la confirmacin tomado del misterio de Cristo 649. 3. La confirmacin en la construccin y misin de la Iglesia 651. 4. La confirmacin en el desarrollo del bautizado 651. 5. El bautismo-confirmacin y las dos misiones: Cristo - Espritu 655. 6. Sugerencias para la prctica 656.

    II. Sobre la epiclesis eucarstica 658 No puede separarse la epiclesis del conjunto de la plegaria eucars-tica o anfora. La significacin de sta 659. Las epiclesis del si-glo iv. Son ellas consecratorias o las palabras de la institucin? 663. El sentido occidental de la celebracin. El celebrante ordenado es ya una realidad sacramental 667. La expresin litrgica del misterio segn las dos tradiciones originales 670. Smbolos de vida propios del Oriente 675. El zeon o Pentecosts eucarstico 676. cimos o pan fermentado? 677. Anexo: La funcin del Espritu Santo en la eucarista segn la tra-dicin occidental 678

    III. El Espritu Santo en nuestra comunin del cuerpo y sangre de Cristo 687

    IV. La vida de la Iglesia es enteramente epiclsica 696

    ndice alfabtico 705

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  • INTRODUCCIN GENERAL

    Haca muchos aos que desebamos escribir esta obra dedicada al Espritu Santo. El movimiento actual de la renovacin, llamada frecuentemente carismtica, encontrar acogida en esta obra, pero nuestro deseo es anterior a dicho movimiento. ste da, ciertamente, actualidad a nuestra empresa, urgencia incluso, de la que nos senti-mos gustosamente cmplices.

    Desde dnde hablamos? Desde qu perspectiva? En qu con-diciones? Seguimos las reglas clsicas de la fe que intentan compren-der lo que ella tiene y lo que ella vive. Debe todo lo que tiene a un don recibido de las Escrituras inspiradas o cannicas, por las que Dios nos habla y comunica lo que necesitamos conocer para responder al designio de amor que l acaricia para nosotros. Pero el cristiano es un hombre precedido. Con anterioridad a nosotros, muchas genera-ciones de fieles han reflexionado y vivido del Espritu. Por consiguien-te, intentaremos comprender la fe no como aventureros solitarios, sino acompaados por ellos. Acudiremos tambin a los testigos actua-les de la experiencia cristiana, ya que el Espritu sopla hoy igual que en pocas anteriores.

    Dado que la revelacin y el conocimiento del Espritu estn afec-tados de una cierta carencia de mediaciones de orden conceptual, es ms necesaria esta pregunta a la experiencia. Para hablar del Padre y del Hijo disponemos de nociones bastante bien definidas y accesi-bles como la paternidad y la generacin o la filiacin. Esos trminos sirven para presentar propiamente la primera Persona y la segunda; son trminos relativos que caracterizan a estas Personas por sus rela-ciones mutuas. Por el contrario Espritu no dice nada de esto. Se nos ha hablado de la tercera Persona en trminos comunes y absolutos: Espritu conviene tambin al Padre y al Hijo; lo mismo podemos afirmar del trmino Santo: no son trminos que signifiquen una persona. Procesin se aplica igualmente al Verbo-Hijo. No existe

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  • Introduccin general

    una revelacin objetiva de la persona del Espritu Santo como existe de la persona del Hijo-Verbo en Jess y, por l, de la persona del Padre. En este sentido, se ha hablado de una especie de kenosis del Espritu Santo; se vaciara, de alguna manera, de su propia persona-lidad para ser todo relativo, por un lado, a Dios y a Cristo y, por otro, a los hombres llamados a realizar la imagen de Dios y de su Hijo. A diferencia de Yahveh en el Antiguo Testamento y de Jess en el Nuevo, el Espritu Santo no ha empleado el pronombre per-sonal "yo" ' . Se nos revela y conocemos al Espritu Santo no en l mismo, al menos no directamente, sino por lo que obra en nosotros2. Por otra parte, mientras que las actividades de la inteligencia no slo son perceptibles, sino trasparentes y, por consiguiente, definibles, las de la afectividad y del amor no han sido analizadas de igual manera3. Volveremos a toparnos con todas estas dificultades cuando abordemos una teologa de la tercera Persona.

    Nos proponemos presentar nuestro trabajo en tres partes, con estas caractersticas:

    I. La economa y la experiencia del Espritu A) Segn las Escrituras cannicas. B) En la vida de la Iglesia.

    II. Es Seor y dador de vida: A) El Espritu anima la Iglesia:

    La Iglesia es hecha por el Espritu. l es su cofundador.

    El Espritu Santo hace una a la Iglesia. Es principio de comunin.

    El Espritu Santo es principio de catolicidad. El Espritu Santo conserva la apostolicidad de la Iglesia. El Espritu Santo, principio de santidad en la Iglesia.

    B) El soplo de Dios en nuestras vidas personales: El Espritu y el hombre en el plan de Dios. El don del Espritu en los tiempos mesinicos. Dios ha enviado a nuestros corazones el Espritu de su

    Hijo. La vida en el Espritu y segn el Espritu. El Espritu Santo y nuestra oracin. Espritu y lucha contra la carne.

    Espritu y libertad.

    1. H. Mhlen. Mysterium Salutis, p. 182 del t. 13 de la trad. fr., Pars 1972, (trad. cast. en Cristiandad, en 5 vol., Madrid 1969ss).

    2. Observacin de san Bernardo, Sermo 88 de diversis, 1 (PL 183, 706); De Perneoste sermo 11 (323).

    3. Lo seala Toms de Aquino: ST, I, q. 37, a. 1; Comp. theol, c. 59.

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    Introduccin general

    Los dones y frutos del Espritu. C) La renovacin en el Espritu.

    Promesas e interrogantes. Lo positivo de la renovacin carismtica. Interrogantes:

    Qu ttulo emplear? Carismas espectaculares. Bautismo en el Espritu. Renovacin y ecumenismo.

    D) En la unidad del Espritu Santo, todo honor y toda gloria.

    III. La teologa del Espritu A) La tercera Persona.

    La circumincesin. B) El Espritu y el Verbo encarnado. C) Apropiacin? D) Oriente y Occidente:

    El Filioque. La epiclesis.

    Eucarista y Espritu Santo.

    Comenzaremos, de la forma ms clsica, con un estudio escritu-rstico. Efectivamente, sean cuales fueren la amplitud y variedad de la accin del Espritu, y, por consiguiente, sus manifestaciones, el sentido de esa accin y de estas manifestaciones nos ha sido entre-gado de forma inspirada, por consiguiente normativa para nosotros, en las Escrituras cannicas. No tenemos necesidad de entrar aqu en la discusin de las relaciones entre la historia de la salvacin, que abarca tanto como la historia de la humanidad, y la historia de la revelacin, entre revelacin trascendental y revelacin categorial4. Todos los telogos catlicos sostienen que las Escrituras cannicas son el testimonio referente a esa revelacin y que tienen valor de criterio para apreciar la experiencia de Dios que los hombres pueden hacer.

    Pero con esto no est todo dicho. El testimonio de la Escritura comprende unos 46 escritos del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo, redactados a lo largo de un milenio de aos, por autores diversos o por grupos de autores, muchos de ellos totalmente desconocidos para nosotros. Si pretendemos ser honestos, no podemos tratarlos de ma-nera global, de forma indistinta. Sin pretender un estudio completo, que requerira una serie de monografas sabias, seguiremos el orden cronolgico de nuestros testimonios escritos. Este recorrido nos lle-

    4. Cf. C! Gefr, Esquisse d'une thologie de la Rvlation, en P. Ricoeur y ni ios, La Rvlation (Public, des Facultes universitaires Saint-Louis, 7), Bruselas 1977, p. 171-205.

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    ('migar, Espritu 2

  • Introduccin general

    vara a reconocer no slo un desarrollo, un progreso, en la revelacin del Espritu, sino una cierta diversidad en la presentacin hecha por los diversos autores. Se da aqu un problema que ha sido planteado por el progreso de la exgesis. En la actualidad, utiliza sta mtodos refinados, pero que le llevan frecuentemente a hacer saltar, de alguna manera, las unidades clsicas de textos-pruebas. Se pone de manifiesto, por ejemplo, que san Lucas presenta de manera distinta que san Pablo la accin propia del Espritu Santo. Pero, frecuentemente, lo que pa-rece slidamente fundado a juicio de un exegeta es contradicho por otro. Una monografa hace obsoleta a otra y hace aparecer una ori-ginalidad nueva. Es claro que la Iglesia no puede, para vivir su vida y confesar su fe, esperar a que los exegetas se pongan de acuerdo ni pretender una armonizacin rigurosa de Lucas y Pablo, de Marcos y Juan. Jams cedi a la tentacin de fundir los cuatro evangelios en uno solo. Ha visto a los cuatro evangelistas como los animales de Eze-quiel que avanzaban hacia adelante. Ha hablado del Evangelio te-tramoro y los ha contado, tal como se encontraban, en un canon cuya unidad responde a la de Dios mismo.

    Mirando la imagen de Dios mismo, la Iglesia honra la diversidad en la unidad. Tiene y vive esta unidad en su tradicin, es decir, en la transmisin viva de todo lo que ella es, de todo lo que cree5. Pero la tradicin misma corre el peligro de borrar los matices ms acusados de los testimonios que le sirven de fuente de vida, matices que son un autntico tesoro. Deja que se afirmen en el interior de ella misma, un poco como en las familias, donde cada hijo tiene sus propios gustos y carcter. Pero ella, la Iglesia, es la familia, el hogar, la casa que habitamos. La unidad de la Iglesia es plenamente ca-tlica.

    En un esfuerzo constante por salvaguardar estas consideraciones, presentaremos una serie, por supuesto elemental e incompleta, de las experiencias y manifestaciones del Espritu, primero en el plano de la revelacin testimoniada en la Escritura, y despus en el nivel de la vida de la Iglesia a travs de una historia dos veces milenaria.

    No nos hacemos demasiadas ilusiones. Nuestro trabajo parecer a muchos lectores extremadamente rido; a los especialistas, demasiado elemental... La materia de cada una de sus minisecciones podra ser objeto de una extensa y erudita monografa. Existen bellas monogra-fas acerca de algunos de los temas. Hemos ledo, utilizado y citado muchas de ellas, pero hemos retenido nicamente lo que es esencial para nuestro objetivo.

    Tratamos de conocer y de ensear. Somos conscientes de que no debemos pararnos ah. En el cristianismo, el conocimiento es slo camino para la comunin y el amor. Creemos firmemente en la unin

    5. Constitucin dogmtica conciliar Dei Verbum, n." 8, 1. 18

    Introduccin general

    necesaria entre el estudio teolgico y la vida de alabanza; doxologa, prctica de la liturgia en la que comulgamos en los misterios median-te su celebracin. Tal vez deberamos citar ms los textos en vez de limitarnos a dar referencias de ellos. Efectivamente, es absolutamente necesario ir a ellos, leerlos, saborearlos. La Escritura es el vestbulo del reino de Dios. Misin del Espritu Santo es introducirnos en l. Que l sea nuestra ayuda, para quienes hablamos de l y para los lectores de nuestros humildes captulos.

    Cada persona tiene sus dones, sus medios, su vocacin. Los nues-tros son los de un cristiano que ora y de un telogo que lee muchos libros y toma muchas notas. Permtasenos cantar nuestro canto! El Espritu es soplo. El viento canta en los rboles. Tambin nosotros querramos ser una lira humilde a la que haga vibrar y cantar el soplo de Dios. El trabajo arduo de la investigacin pretende tensar y ajus-tar las cuerdas de esa lira. Que el Espritu les haga emitir un canto armonioso de oracin y de vida!

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  • EXPLICACIN DE ALGUNOS TRMINOS

    Circumincesin (Circuminsesin): traduce el trmino griego perikhoresis y significa el estar una de las personas divinas en otra, su interpretacin, su interioridad recproca. Cf. Jn 10,38; 14,10; 17,21. Doxologa, doxolgico: Acto y frmula de alabanza; as, al final del canon de la misa o al final de los salmos en la recitacin coral. Economa, econmico: La secuencia de lo que Dios hace en la historia del mundo para dar a conocer, y lograr que se realice, su plan de salvacin. En: poca, considerada no slo como un espacio de tiempo concreto, sino como un gobierno o rgimen concreto, una determinada condicin en el plano espi-ritual. En las traducciones suele vertirse por la expresin este mundo (2Cor 4,4), o el mundo venidero (Heb 6.5). Epiclesis: Invocacin del Espritu Santo, celebracin que incluye una invocacin de ese tipo. Epitimia(s): prcticas impuestas por el padre espiritual: corresponderan de algu-na manera a lo que llamamos la penitencia indicada por el confesor. Hesicasmo, hesicasta: Escuela de espiritualidad (Sina en el siglo iv; de all al monte Athos, siglo xm) que se compone de silencio, soledad, recogimiento (retorno al interior). Kcnosis: literalmente, hecho de vaciarse de s mismo (cf. Flp 2,7); renuncia a ma-nifestarse en su gloria, en una evidencia radiante. Higumeno: Superior de un monasterio, en la Iglesia de Oriente. Modalismo: Error en dogma trinitario. Consiste en considerar al Verbo o al Es-pritu Santo como simples modos de manifestacin de la divinidad. Procesin: En teologa trinitaria, derivacin de una persona partiendo de otra, pero consubstancialmente, en la unidad de una misma divinidad.

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  • LIBRO PRIMERO

    El Espritu Santo en la economa REVELACIN Y EXPERIENCIA DEL ESPRITU

  • NOTA SOBRE EXPERIENCIA

    Hemos subtitulado el libro primero Revelacin y experiencia del Espritu. Se trata, por consiguiente, de vas ofrecidas a nuestro cono-cimiento objetivo del Espritu, no de lo que vivimos y sentimos per-sonalmente.

    La revelacin consiste en lo que Dios mismo nos ha comunicado por la historia de su pueblo interpretada por personas inspiradas: primero por los profetas y los sabios de Israel y despus por el hecho decisivo de Jesucristo, por los evangelistas, los apstoles o sus porta-voces. En consecuencia, la primera tarea consiste en preguntar a las Escrituras cannicas. Pero si Dios contina actuando en la historia y en las vidas situadas ms ac de lo que podemos llamar perodo cons-tituyente no es esto lo que hace el Espritu? tendremos que aprender algo de lo que, despus de ese perodo, ha radicalmente sur-gido de l. No debemos entender de manera simplista la idea de reve-lacin cerrada con la muerte del ltimo apstol. Dios nos da a( conocer algo despus de ese final. La experiencia del Espritu ha con-i tinuado. Hoy es tan intensa y activa como en cualquier otra poca y la referencia a lo que nos ensea el perodo constituyente contina siendo normativa. En esto consiste, precisamente, el juego entre la I scritura y la tradicin viva. Por esta razn intentaremos trazar la historia, no de la accin del Espritu absolutamente imposible, sino de algunos momentos significativos del conocimiento que se ha tenido y se ha formulado del Espritu. No ser propiamente una his-toria del dogma. Se tratar, de la mano de la historia, de informaciones sobre la idea que se ha expresado de la accin del Espritu Santo, ms all del dogma que toca a la tercera Persona.

    Experiencia: Con este trmino entendemos la percepcin de la realidad de Dios tal como viene a nosotros, acta en nosotros y por medio de nosotros, arrastrndonos hacia l en una comunin, una umistad, en un ser el uno para el otro. Todo esto, ciertamente, sin

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  • Nota sobre experiencia

    desdoro para la visin, sin abolir la distancia en el orden del conocer de Dios mismo, pero elevndola al plano de una presencia de Dios en nosotros como fin amado de nuestra vida. Presencia que se hace sensible a travs de signos y en los efectos de paz, gozo, certidumbre, consuelo, iluminacin y todo el restante cortejo del amor. La expe-riencia descrita por los grandes msticos es un grado singular, excep-cional, de esta percepcin de una presencia de Dios dada como objeto vivo de conocimiento y amor para que gocemos de ella. Ms ac de lo excepcional se halla lo ordinario. En la oracin, en la prctica de los sacramentos de la fe, de la vida en Iglesia, del amor de Dios y del prjimo recibimos la experiencia de una presencia y de una accin de Dios en las llamadas y signos que hemos dicho.

    Por supuesto, slo adquirimos conciencia de esta experiencia y la explicitamos en expresiones o en una interpretacin conceptual que son nuestras. El Espritu mismo da testimonio a nuestro espritu de que somos hijos de Dios (Rom 8,16). Nos captamos en relacin con Dios. En esto consiste la experiencia religiosa'. No podemos dudar. La experiencia aporta su propia certeza. Y sta es corroborada por la coherencia, la homogeneidad de nuestra experiencia y de sus expre-siones con el testimonio de otros creyentes y de aquella multitud de testigos de que habla la carta a los Hebreos (12,1). Pero, aunque ten-gamos una certeza prctica, no podemos afirmar de manera infalible -salvo revelacin particular que nos hallamos en estado de gra-cia. Fuera de una visin inmediata de Dios sin concepto creado, no existe percepcin de Dios y de su accin que no pase por nuestros propios recursos mentales y que no se mezcle con las peculiaridades de stos.

    Sabemos cules son los indicios que nos indican que toda esa per-cepcin no es pura cosecha nuestra, sino que viene de Dios: el con-texto de toda la vida, el servicio eficaz de los fines de la caridad, de las llamadas o exigencias contrarias a lo carnal de nosotros mis-mos. El tema evanglico y paulino de la lucha entre la carne y el Es-pritu responde a una realidad que forma parte de la experiencia cristiana.

    1. Definicin dada por J. Mouroux (L'exprience chrtienne. Introduction une thologie, Pars 1952, p. 21, 25, 48, 369) y que hacen suya D. MolJa (L'exp-rience de l'Esprit-Saint selon le Nouveau Testament, Pars 21973, p. 7) y M.J. Le Guillou, Les tmoins sont parmi nous. L'exprience de Dieu dans l'Esprit-Saint, Pars 1976.

    Para la nocin de experiencia cristiana, adems de Mouroux, cf. H.U. von Balthasar, La Gloire et la Croix. Les aspeets esthtiques de la Rvlation, I, Pars 1965, p. 185-360: la experiencia de la fe; P. Jacquemont, J.-P. Jossua, B. Quel-quejeu, Une foi expose, Pars 1972, p. 171-174; nota sobre el uso del trmino experiencia; Revue internationale catholique Communio, t. I, n." 8, noviem-bre 1976. En el n. 133 de Concilium, marzo 1978, hay pocas cosas para nues-tro tema.

    26

    Nota sobre experiencia

    No seguiremos esta experiencia en las expresiones de su realidad vivida, la de los relatos espirituales, de las vidas de los santos. Nos atendremos a su interpretacin teolgica, y no en un estudio o expo-sicin de la vida espiritual, sino en una teologa del Espritu Santo y de su funcin en la Iglesia. Nos ocuparemos de aspectos tericos o de momentos objetivos del conocimiento del Espritu.

    27

  • PARTE PRIMERA

    LAS ESCRITURAS CANNICAS

    I

    ANTIGUO TESTAMENTO

    La palabra

    El trmino hebreo ruah, traducido casi siempre por el griego pneuma, significa soplo, aliento, aire, viento, alma. Especialmente si se trata del Antiguo Testamento, pero tambin a veces en el Nuevo, la traduccin por la palabra soplo da a los hechos narrados y a los textos bblicos un realismo, un relieve, que nuestra palabra espritu difcilmente puede sugerir. Es la traduccin que adoptan D. Lys, M.-A. Chevallier1 y en libros sin pretensiones cientficas, pero im-portantes los padres Jean Isaac, A.-M. Henry, Th. Maertens, G.-A. Maloney, etc.2

    1. Citamos generalmente la traduccin de Serafn de Ausejo, Herder, Barcelo-na 1976. El autor sigue casi siempre TOB (traduccin francesa ecumnica de la Biblia), a veces la Biblia de Jerusaln (BJ), sustituyendo algunas veces espritu por soplo. Para no confundir al lector, hemos traducido siempre souffle por soplo, aunque no siempre sea exacta la correspondencia entre las dos palabras (N. del t.). Estudios que llevan mucha bibliografa: P. van Immschoot, L'action le l'esprit de Jahv dans VAnden Testament, Rev. Se. ph. th., 23 (1934), 553-587; L'Esprit de Jahv source de vle dans l'Ancien Testament, Rev. Bibl., 44 (1935) 481-501; L'Esprit de Jahv et l'alllance nouvelle dans l'Ancien Testament, F.phem. Thol. Lovan., 22 (1936) 201-226; Sagesse et Esprit dans l'Ancien Tes-tament, Rev. Bibl. 47 (1938) 23-49; Dictionnaire biblique G. Kittel, Esprit, por A. Kleinknecht, F. Baumgartel, W. Bieder, E. Sjberg, E. Schweizer, tr. fr., I.nbor et Fides, Ginebra 1971 ( = Kittel, ThWb NT, vol. VI, p. 330-453); Fr. Uchsel, Der Geist Gottes im Neuen Testament, Gtersloh 1926; Ed. Haulotte, L'Esprit de Yahv dans l'Ancien Testament, en: L'Homme devant Dieu (Mlanges II. de Lubac), t. I (Thologie 56), Aubier, Pars 1963, p. 25-36; D. Lys,

  • Antiguo Testamento

    Los 378 empleos de ruah en el Antiguo Testamento se distribuyen en tres grupos de importancia cuantitativa sensiblemente igual. Es el viento, el soplo del aire; es la fuerza viva en el hombre, principio de vida (aliento), sede del conocimiento y de los sentimientos; es la fuer-za de vida de Dios por la que l obra y hace obrar, tanto en el plano fsico como en el espiritual.

    Ruah (soplo) no implica una oposicin a cuerpo o corporal, incluso en el griego profano y en su utilizacin filosfica, pneuma l* expresa la sustancia viva y generatriz difundida en los animales, en las plantas y en todas las cosas. Se trata ms de una corporeidad sutil que de una sustancia incorporal. En la .Biblia, la ruah (soplo) no_es algo desencarnado; eSj,-His; bien, la animacin de un _ cuerpo. Se opone a carne, pero (carnevno es idntica a cuerpo, es la realidad puramente terrestre del hombre, caracterizada por la _debili-. dad, y por su carcter de pereceder,o: El egipcio es un hombre y no un dios, y sus caballos son carne y no espritu (Is 31,3). Con ello quiere apartar a los judos de buscar un apoyo en los egipcios. Se trata de saber de dnde viene la verdadera fuerza y la vida. En Gen 6,3 la sancin del diluvio est preparada por la siguiente constatacin de Dios: No permanecer para siempre mi soplo en el hombre, puesto que l es pura carne. IjlLj39JIibjrejLJViyerL nicamente de su propio principio terrestre! .,

    Si el mundcTUe cultura griego piensa en categoras de sustancia, . el judo se mueve en el plano de la fuerza, de la energa, del principio de accin. El espritu-soplo es el que acta y hace actuar y, si se trata del soplo de Dios, anima y hace actuar para realizar el plan de Dios. Es siempre una energa de vida. Es lo que el cardenal Danilou expre-saba (de manera un tanto excesiva en cuanto a la oposicin del griego y del hebreo, pero de forma contundente y pedaggicamente feliz):

    Qu queremos decir cuando hablamos de espritu, cuando decimos Dios es espirite? Hablamos en griego o en hebreo? Si hablamos en griego, decimos que Dios es inmaterial, etc. Si hablamos hebreo, decimos que Dios es un huracn, una tempestad, un poder irresistible. De ah nacen todas las ambigedades cuando hablamos de espiritualidad. Consiste la espiritualidad en hacerse inmaterial o en estar animado por el Espritu Santo?'

    3. J. Danilou, L'horizon patristique (texto compuesto primero en Le Point thologique 1, Inst. Cathol. de Pars, Orientations actuelles, Pars 1971, p. 22-23, retirado por el autor de la publicacin e ignoramos si ha aparecido posteriormente en otra parte). Pone en tela de juicio los antiguos catecismos. El. Germain cita, por ejemplo, el de monseor de Harlay, 1687: Quin es Dios? Es un esp-ritu..., acerca de lo que subraya: Cuando la Biblia deca que Dios es Espritu,! entenda confesar que Dios es el nico Viviente que no ha recibido la vida.y l es. Pero en la actualidad no ha pasado por aqu el idealismo de Desear-' tes? ser un espritu es no tener cuerpo... (Langages de la Foi a travers l'his-loire, Pars 1972, p. 90).

    30

    La palabra

    Por supuesto, el sentido puramente lexicolgico no es suficiente para precisar la significacin real de una palabra. Como ha puesto de relieve James Barr en su crtica del Worterbuch de Kittel-Friedrich, el valor de la palabra viene determinado por el empleo en el contexto concreto, por .Ja_refejrencja. JL_un_ tema y a intencin concreta. Ruah (pneuma) puede ser simplemente el viento (as en Jn 3,8; Act 2,1-4.6) o el aliento de Dios que comunica la vida (x 15,8-10; Sal 33,6), por derivacin, el aliento del hombre, principio y signo de vida (Gen 7,22; Sal 104,29-30; frecuentemente en Job). Es tambin el soplo, la inspi-racin que hace realizar una obra, especialmente si es de alguna ma-nera la de Dios: as de Besaleel para todo lo referente al santuario (x 31,3ss). Por supuesto, es todava ms cierto cuando se trata de guiar al pueblo de Dios, de dirigir sus guerras, de profetizar: lo ve~-veremos en detalle.

    El soplo-espritu (el Espritu) recibe diversos calificativos en con-sonancia con los efectos que se derivan de ese principio. Por ello, la Biblia habla de espritu de inteligencia (x 28,3), de sabidura (Dt 31,3; 34,9; 35,31), pero tambin de celos (Nm 5,14; todos estos textos son de la fuente P4) , de un espritu malo enviado por Yahveh (ISam 16,14; 18,10 = fuente D; cf. Jue 9,23)5. Pero el calificativo que m s . nos interesa es el de espritu o soplo de Dios, que expresa el sujeto por) cuyo poder son producidos diversos efectos en el mundo, en el hom-) bre, en los que reciben el don de jefe, de profeta, de hombre religio-1 so, etc.6 En ocasiones, el espritu del Seor (de Dios) es una cir-cunlocucin que expresa a Dios mismo, por ejemplo en Is 40,13; 63,10: mas ellos se rebelaron y ofendieron su espritu santo.

    Al igual que en el Sal 51,13, nuestro Miserere, encontramos la expresin de espritu santo, tan importante para nosotros. Es santo porque es de Dios, porque su realidad pertenece a la esfera de exis-tencia de Dios. No tenemos necesidad de buscar ninguna otra razn para hablar de su santidad. Dios es santo porque es Dios. Pero, tra-tndose de este espritu (Espritu), el Antiguo Testamento expresa en escasa medida el valor de santificacin, al menos en el sentido de un

    >,principio interior de vida perfecta: esto ser, ms bien, el fruto de la observancia de la torah. El Espritu (Soplo) es^en primer lugar, lo que hace actuar de manera que se realice el plan de DiosTa historia.

    4. P Priestercodex o documento sacerdotal, al que se data despus del exilio. J = documento yahvista, del siglo noveno, en Jud; E = documento elo-hlsta (siglo octavo, reino del Norte); D deuteronomista, hacia el 620; adems del Dt, la redaccin de Jue, Sam y Re. Sabemos que es preciso aceptar con dis-cernimiento esta distincin de los documentos y tener presente que no prejuzga, en modo alguno, redacciones parciales ms antiguas.

    5. Se puede encontrar otros muchos ejemplos en Esprit (Kittel), p . 59ss. 6. Cf. Esprit (Kittel), p. 61-64.

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  • Antiguo Testamento

    La accin del soplo de Yahveh

    Durante un perodo y segn los testimonios ms antiguos, se atri-buye al soplo-espritu (el Espritu) efectos externos de los que otras religiones ofrecen paralelos y semejanzas. Pensemos concretamente en el chamanismo, con la diferencia de que lo atribuido por l a las fuerzas de la naturaleza es referido aqu a Dios (Yahveh). El tiempo de los profetas escritores aporta datos nuevos, que se refieren ms al interior de la persona.

    El Espritu obra efectos v suscita una experiencia de visin y de sabidura. Los relatos yahvista y elohsta presentan a Balaam mani-pulado por Yahveh y pronunciando, contra su propia voluntad, un orculo de Dios. Cuando Balaam alz sus ojos y vio a Israel acam-pado por tribus, vino sobre l el espritu de Yahveh y pronunci su orculo diciendo: Orculo de Balaam, hijo de Beor, orculo del hombre que ve lo secreto, orculo del que oye las palabras de Dios, del que ve la visin de Sadday, del que, al caer en xtasis, se le abren los ojos... (Nm 24,2ss = J). ^ja^i-W???

    Samuel es el primero de los profetas; lo fue en alto grado y res-pecto de l dice ISam 9,9, redactado en los tiempos del rey Josas: ... porque, al que hoy llamamos profeta, antes se le llamaba viden-te. Samuel es verdaderamente un profeta, pero hay en l el dic-tado inspirado acerca de lo que debe hacerse. Se lo dice a Sal y le anuncia: Te encontrars con un grupo de profetas que bajan del lugar alto... arrebatados de entusiasmo proftico. Entonces te inva-dir el espritu de Yahveh, entrars en arrebato proftico con ellos, de suerte que te transformars en otro hombre (10,5-6). Y eso es lo que sucede (v. lOss). Algo similar se cuenta ms tarde (19,20-24) res-pectp de unos emisarios enviados por Sal a Samuel, a la cabeza de una comunidad de profetas en arrebato proftico, tambin los emi-sarios de Sal fueron presa del espritu de Dios y se sintieron arre-batados de entusiasmo proftico. Lo mismo acontece con Sal, al llegar despus. A pesar de las condiciones bastante elementales, nos damos cuenta aqu de lo que continuar siendo verdad hasta en las actividades ms elevadas de la vida por el Espritu. Nos referimos al hombre, a su psiquismo en los hechos de gua e inspiracin atri-buidos al soplo de Dios mismo. No existe empresa de Dios sobre el hombre que no ponga en juego al hombre mismo hasta en sus dispo-siciones psicosomticas.

    Pero en otros estratos tan (o ms) antiguos de los testimonios, el espritu (Espritu) venido de Dios da un discernimiento y sabidura conformes a lo normal. Pero estas experiencias tienen en comn con las precedentes la caracterstica de asegurar la realizacin del plan de

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    Los hroes, los jueces

    Dios para su pueblo7. El faran dice respecto de Jos: Podramos acaso encontrar un hombre como ste, en quien est el espritu de Dios? (Gen 41,38 = E). Dios reparte un poco del espritu que haba en Moiss y lo comunica a los setenta ancianos (Nm ll,16ss.25). Se ponen a profetizar y, como Josu se escandaliza de una extensin tan poco selectiva de este privilegio, Moiss le responde: Ests celoso por m? Ojal que todo el pueblo de Yahveh fuera profeta y pusie-ra Yahveh su espritu (su soplo) en ellos! (29). Pero cuando Moiss llegue a ver la tierra prometida y est a un paso del momento de su muerte, recibir la inspiracin de Dios que le asegura su sucesin: Toma a Josu, hijo de Nun, hombre en quien est el espritu TOB: es un hombre que est inspirado] (27,18).

    Los hroes, los jueces stos son una especie de jefes o guerreros carismticos, suscitados

    sucesivamente por Dios en las circunstancias crticas en que se encon-traba Israel, por su culpa, durante los 150 aos que separan la con-quista de Josu y la institucin de la realeza:

    Otniel: El espritu (el soplo) de Yahveh vino sobre ... (Jue 3,0). Geden: El espritu (el soplo) de Yahveh revisti a Geden... (6,34). Jeft: 11,29. Sansn: El espritu (soplo) comenz a excitarlo (13,25); El espritu de

    Yahveh lo invadi, y sin tener nada en la mano, despedaz el len como se despedaza un cabrito (14,6); entonces el espritu de Yahveh lo invadi; y baj a Ascaln mat a treinta de sus habitantes... (14,19).

    Sal es el ltimo de lo jueces y el primero de los reyes. A partir del momento de la institucin de la realeza, cesa bajo esa forma el tipo de empresa momentnea e inslita del soplo (espritu) que hemos encontrado hasta este momento: despus de Sal, que participa tam-bin en el h.appening (ISam 10,6-13; 11,6), cuando Samuel unge al ltimo de los hijos de Jes, o partir de entonces, vino sobre David el espritu de Yahveh (ISam 16,13). En David acaba de suceder algo nuevo, cuya continuacin sabremos por la profeca de Natn (2Sam 7), la de Isaas, Saldr un renuevo del tronco de Jes, un tallo de sus races brotar. Reposar sobre l el espritu de Yahveh... (Is 11,1-2), hasta Jess, hijo de David, como atestigua la genealoga de san Mateo y de san Lucas (3,31), colocada por ste despus de su relato del bautismo, que tocaremos en su momento.

    7. En la perspectiva del documento sacerdotal (P), los artesanos de las vesti-duras (x 28,3) o del mobiliario del culto (31,3; 35,31) son gratificados por el espritu de Dios.

    33

    ( orgar, Espritu 3

  • Antiguo Testamento

    Los profetas Al menos desde el smbolo bautismal de san Cirilo de Jerusaln

    (hacia el 348), pero ya anteriormente en Justino e Ireneo, nuestras confesiones de fe presentan al Espritu Santo como e! que habl por los profetas. Contra la gnosis y contra Marcin, se afirmaba que el Espritu que hizo concebir a Jess y el que anima el evangelio es el mismo que actuaba en la antigua economa8. Pero los targumos judos atribuyen frecuentemente al Espritu el ttulo espritu de profeca. De hecho, se atribuye la palabra proftica a un soplo de Dios, a una inspiracin, si no en los siglos IX-VII antes de Jesucristo9, al menos durante la poca deuteronmica 10, pero de manera clara en el exilio, especialmente en Ezequieln, y posteriormente en el judaismo postex-lico12, en el judaismo helenstico y en los rabinos13. Jeremas no in-voca jams tal inspiracin. Quera evitar una representacin un tanto mecnica?

    Nos interesan de manera especial tres autores: Isaas, Ezequiel y Joel. El libro de Isaas emplea unas cincuenta veces la palabra ruah 14, el de Ezequiel cuarenta y seis veces.

    Isaas expresa en primer lugar lo que es comn al sentimiento b-blico sobre la ruah, el soplo: lo que existe de vida digna de este nom-bre viene del soplo de Dios (El egipcio es un hombre y no un dios, y sus caballos son carne y no espritu. Cuando el Seor extender la mano...: 31,3). Dios comunica la vida. Despus de anunciar la de-cadencia a Samara, el profeta opone a sus flores marchitas la corona radiante que ser el Seor, diadema esplndida para el resto de su pueblo; espritu de justicia para el que preside el tribunal (28,5-6).

    En la tempestad y en los peligros, Isaas anuncia la liberacin y un porvenir de esperanza: a Ajaz por la profeca del Emmanuel

    8. Cf. A. Orbe, La uncin del Verbo, Roma 1961, p. 483-499; H.-J. Juschke, Der Heilige Geist Un Bekenntnis der Kirche, Mnster 1976, p. 144 con la n. 4, que da numerosas referencias de los textos de los tres primeros siglos, y p. 233ss, que expone la idea en san Ireneo.

    9. El pneumatforo de Os 9,7, es el mismo que el profeta? Al menos su paralelo; pero la TOB escribe espritu con minscula. La mencin del espritu del Seor en Miq 2,3 tal vez sea una glosa.

    10. Nm 24,2 (Balaam); 2Sam 23,2 (David respecto de s mismo). El docu-mento del deuteronomista mismo no habla del Espritu.

    11. Is 48,16; 61,1; Ez 2,2 (lase la nota de la TOB sobre este texto); 11,5. 12. Zac 7,12; 2Cr 15,1; 20,14; 24,28. 13. Cf. Kittel, Esprit, p. 98ss. Y cf. Sab 9,17. 14. En Isaas tiene tres empleos diferentes: el soplo de Dios realizando su

    plan de salvacin; un sentido antropolgico-biolgico; el Espritu de Yahveh (textos mesinicos; cantos del Siervo). Y vase R. Koch, La thologie de l'Esprit de Yahv dans le livre d'Isaie, en Sacra Pagina, dir. por J. Coppens y otros, Pars -Gembloux 1959, t. I, p. 419-433.

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    Los profetas

    (7,10ss), a Ezequas cuando la invasin de Senaquerib (37,21-35): El resto que se salve de la casa de Jud echar races en profundidad... En medio de estos dramas, predice Isaas: Saldr un renuevo del tronco de Jes, un tallo de sus races brotar. Reposar sobre l el espritu de Yahveh, espritu de sabidura y de inteligencia, espritu de consejo y de fortaleza, espritu de ciencia y de temor de Yahveh (ll,lss). Se trata del Mesas. Recibir del Espritu todos los dones necesarios para reinar segn la justicia. La continuacin es maravillo-sa, es el paraso reencontrado (cf. 32,15-18) hasta el punto de que D. Lys llega a ver en el davdida anunciado como un nuevo Adn IS. Se extraa de que el texto no hable de uncin, pero dice: el lazo entre uncin y espritu no dejar de establecerse en la medida en que este mediador de Isaas 11 es el rey, o aquel sobre quien reposa el espritu es el mesas.

    El primer canto del Siervo en el dutero-Isaas: Puse mi espritu sobre l (42,1), se refiere profticamente al Mesas?16 O a Ciro (sic la TOB.)? Si se trata de Ciro, y no parece descabellado suponerlo as, es curioso ver que el soplo de Dios sobre l es el que le permite manifestar y realizar el juicio de Dios para las naciones, es decir, su plan, su justicia. Todos los grandes realizadores del plan de Dios para su pueblo fueron llamados siervos 17. Pero aqu se trata de naciones. Israel ha entrado en la Weltgeschichte, en la historia de los imperios, dentro de la cual y por su mediacin Dios persigue tambin la reali-zacin de su plan. Es la obra de su soplo, de ese impulso de vida y de actividad que es su Espritu. El retorno del exilio es para Isaas un nuevo xodo. Pero la primera liberacin, bajo Moiss, se haba rea-lizado bajo la accin del Espritu (salmo insertado en Is 63,7-14). Del estudio meticuloso de D. Lys y del menos detallado de J. Isaac, se desprende la existencia de una continuidad y de un lazo entre el movimiento que Dios da a las criaturas del cosmos por su soplo y el que inserta en ella para establecer una relacin personal con l. Diga-mos entre la naturaleza y la gracia.

    Esta extensin universalista de la eleccin en la que Israel cons-tituye el centro es celebrada por el trito-Isaas en los captulos 60 y

    15. Kittel, Esprit, p. 89, n. 1. 16. Opcin de la BJ. R. Koch (Der Gottesgeist und der Messias, Bblica,

    27 [1946] 241-268, 276-403) dedica la pgina 379s a fundamentar esta interpretacin contra la que pretende leer Ciro. Notemos la atribucin del Espritu al Mesas en Henoc etipico 49,3.

    17. Son llamados servidores (Ebed) de Dios (referencias, verificadas, tomadas en Koch, p. 384): Abraham (Gen 26,24; Sal 105,6), Moiss (x H,31; Nm 12,7; Dt 34,5; Jos 1,1.2.7; 9,24; 11,15; IRe 8,53; 2Re 21,8; Mal 3,22; Sal 105,26; Neh 1,7.8; 9,14), Josu (Jos 24,29; Jue 2,8), David (2Sam 3,18; 7,5.8; IRe 3,6; 8,66; 11,13; 14,8; 2Re 20,6; Is 37,35; Jer 33,21ss. 26; Sal 18,1; 36,1; 78,70), Elias (2Re 9,36; 10,10). Isaas (20,3), Zorobabel (2Re 9,36; 10,10). Por ltimo, de manera colectiva, los profetas (2Re 9,7; Jer 7,25; Am 3,7) y, en Isaas, el pueblo de Israel (41,8; 42,19: 43,10; 44,1.2.21; 45,4; 48,20).

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  • Antiguo Testamento

    61, dirigidos particularmente a los exiliados de Israel y que comien-zan con la declaracin solemne: El espritu de Yahveh est sobre m, puesto que Yahveh me ha ungido. Para dar la buena nueva a los humildes me envi... Este mesas, que tiene los rasgos no de un rey, sino de un profeta, no es llamado Siervo, pero evoca mucho de los rasgos que encontramos en los captulos 42, 49, 50. Encontrare-mos la interpretacin realizada por Jess mismo: Hoy se ha cumpli-do este pasaje de la Escritura escuchado por vosotros (Le 4,21).

    ls 11 sobre el rey mesas pertenece a un tiempo en que exista an en Jerusaln una realeza davdica. Ezequiel vio la ruina de Jerusaln que haba predicho, la destruccin del templo del que hava visto marchar la Presencia, por ltimo la deportacin a Babilonia. Han muerto el orden del culto y el pueblo que lo celebraba. Pero, as como Yahveh est ms presente que nunca a sus fieles, su Espritu reani-mar sus huesos, su soplo los devolver a la vida y, adems, se comu-nicar a sus corazones. Nos encontramos en los inigualables captu-los 36 y 37:

    Os rociar con agua limpia y quedaris limpios; os limpiar de todas vues-tras manchas y de todos vuestros dolos. Os dar un corazn nuevo, y pondr en vuestro interior un espritu nuevo; quitar de vuestro cuerpo el corazn de piedra y os dar un corazn de carne. Pondr mi espritu (soplo) en vuestro interior que procedis segn mis leyes (36,25-27).

    ... Hijo de hombre, podrn revivir estos huesos? Contest: Seor Yahveh, t lo sabes. Entonces me dijo: Profetiza sobre estos huesos y diles: Escuchad, huesos secos, la palabra de Yahveh. As dice el Seor Yahveh a estos huesos: Mirad, voy a infundiros un soplo y reviviris... Profetic como se me haba man-dado y entonces entr en ellos el aliento, y revivieron y se pusieron de pie (37,3-5.10).

    No les ocultar ms mi rostro, porque habr derramado mi espritu sobre la casa de Israel, orculo del Seor Yahveh (39,29).

    La catstrofe de la invasin y la prueba del exilio, interpretadas por los ms grandes profetas, llevaron a una visin del Espritu (soplo) de Dios que purifica los corazones, que penetra en la interioridad y santifica un pueblo de Dios. Ser un nuevo comienzo, un nuevo xodo, una nueva alianza, un pueblo renovado. Vase Jeremas 31,31-34 (sin mencin del soplo), el Isaas del exilio 44,3 ,8-5 y 63,11-14 y, despus del retorno, Ageo 2,5, Zacaras 4,6; 12,10; Nehemas 9,20. Es una etapa importante. Dios, por su soplo-espritu ser principio de vida fiel y santa para Israel. Pero Joel, unos 350-340 aos antes de Cristo, en un anuncio de acontecimientos escatolgicos, extiende este don a todos los pueblos: Despus de esto derramar mi Espritu sobre toda

    18. Anuncia una resurreccin del pueblo disperso: Derramar agua sobre lo sediento, y arroyos sobre la reseca; derramar mi espritu sobre tu estirpe, y mi bendicin sobre tus vastagos (44,3).

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    Escritos de sabidura

    carne. Vuestros hijos y vuestras hijas profetizarn, vuestros ancianos soarn sueos y vuestros jvenes vern visiones. An sobre los es-clavos y sobre las esclavas derramar mi Espritu en aquellos das (3,1-2).

    Pedro anunciar el cumplimiento de esta promesa el da de Pen-tecosts.

    Escritos de sabidura

    Los cuatro siglos que preceden a la entrada de Jess en nuestro mundo son testigos del desarrollo de una literatura de sabidura: Job y Proverbios (entre 450 y 400), numerosos salmos, el Eclesiasts, el Ecle-sistico (h. 187) y, en Alejandra, al contacto con un pensamiento helenista, La Sabidura (hacia el ao 50 antes de Cristo). La literatura sapiencial del judaismo helenista contiene una notable reflexin sobre la sabidura que la sita cercana al Espritu hasta el punto de dar la impresin de que identifica las dos realidades, al menos si considera-mos sus acciones respectivas19.

    La sabidura procede de Dios, es como su accin en beneficio de sus criaturas para conducirlas rectamente, porque existe en Dios la inclinacin a querer y a hacer el bien. Ella goza de una difusin uni-versal. En Sab 1,7 y 8,1 tiene, o el Espritu cumple, una tarea csmica anloga a la que el estoicismo le atribuye, la de mantener la cohesin de! universo. Pero el cometido especfico de la sabidura consiste en guiar a los hombres en conformidad con la voluntad de Dios. As, ha elegido residencia en Israel donde ha formado amigos de Dios y profetas. Ella es el libro de la alianza del Dios Altsimo, la ley que nos prescribi Moiss (Eclo 24,23). La accin de la sabidura es similar a la del Espritu, ser idntica excepto en que ella carece del carcter de una fuerza o energa interior de transformacin. C. Larcher resume las relaciones entre sabidura y Espritu en el libro de la Sabidura:

    Ambas realidades se identifican de diversas maneras: la Sabidura posee un i-spritu (1,22b) o es un espritu (1,6), acta bajo la forma de espritu (7,76). Adems dispone del poder y ve cmo se le atribuyen las diferentes funciones del l'spritu en el Antiguo Testamento: ejerce un papel csmico universal, suscita a los profetas, se hace la gua de l humanidad, ya que lo es del pueblo elegido; aparece, en fin, como la gran maestra interior de las almas. La asimilacin se rxiicnde a tantos puntos a la vez que la sabidura aparece, ante todo, como la

    19. Puede verse P. van Imschoot, L'Esprit de Yahv et l'alliance nouvelle ttanx l'AT, Ephem. Thol. Lovanienses, 13 (1936) 201-220; id., Sagesse et Esprit Juns l'AT, Rev. Biblique, 47 (1938) 23-49; D. Colombo, Pneuma Sophias eiusque mito in mundo in Libro Sapientiae, Studii Biblic Franciscani Lber Annuus, I (1950-51) 107-160; C. Larcher, Eludes sur le Livre de la Sagesse (t. Bibliques), Pars 1969, especialmente p. 329-414, La Sagesse et VEsprit; M. Gilbert, Volont ,1c Dieu el don de la sagesse (Sg 9,17 sv), Nouv. Rev. Thol., 93 (1971) 145-166.

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  • Antiguo I estamento

    sublimacin del papel desempeado por el Espritu en el Antiguo Testamento. Esto explica que algunos padres de la Iglesia la consideraran como una prefigura-cin, no del Verbo, sino del Espritu Santo M.

    De esta manera se llev a cabo toda una reflexin sobre la sabi-dura, pero slo en el libro de la Sabidura asumi verdaderamente determinadas concepciones filosficas, especialmente estoicas21. Ello lleva a una visin de la naturaleza de la sabidura que es un espritu amigo de los hombres (1,6; cf. Job 32,8). He aqu algunos enuncia-dos de gran profundidad:

    La Sabidura es espritu que ama al hombre, mas no dejar impune al de labios blasfemos, porque Dios es testigo de sus recnditos impulsos y fiel obser-vador de su corazn y escucha cuanto dice su lengua.

    Porque el espritu del Seor ha llenado el mundo y el que todo lo abarca tiene conocimiento de cuanto se habla (1,6 y 7).

    Este versculo fue adoptado por la liturgia como introito de la fiesta de pentecosts.

    En ella (en la sabidura) hay un espritu inteligente, santo, nico, mltiple, sutil, gil, penetrante, puro, claro, impasible, amante del bien, agudo, incoercible, bienhechor, amigo de los hombres, firme, seguro, sin zozobras, que todo lo puede, que est atento a todo, que penetra todos los espritus, los inteligentes, los puros, los ms sutiles. La sabidura es ms gil que todo movimiento; todo lo atraviesa y penetra por su pureza. Porque es un soplo del poder de Dios, emanacin pura de la gloria del todopoderoso; por eso, nada manchado penetra en ella. (...) Siendo una todo lo puede, y permaneciendo la misma, todo lo renueva. En todas las edades entra en las almas santas; hace de ellas amigos de Dios y de los (profe-tas (...) se extiende poderosa de un extremo al otro, todo lo gobierna conveniente-mente (7,22-8,1).

    Debemos sealar dos valores que interesan para una ulterior teo-loga del Espritu Santo. En primer lugar una cierta personalizacin del Espritu. Tratndose de la sabidura ella se afirma progresivamen-te despus de Prov 8,22-31: Yahveh me cre al comienzo de su accin...; Eclo 1,1-10; 4,11-19; 15,1-10; 24,1-22. A veces, la perso-nalizacin no pasa de ser una expresin literaria. Con todo, el mo-notesmo riguroso de la religin juda asociaba a Dios realidades que eran Dios pero que, en Dios, representaban modos de accin, de pre-sencia, de estar (con los hombres): la Shekinah, la Sabidura. Lo que se dice de sta en Sab 8 y 9 expresa la accin ntima del Espritu de Dios y es aplicable al Espritu. Por lo dems, sabidura y soplo apa-

    20. C. Larcher, op. cit., p. 411, con referencias, para los padres, a J. Lebre-ton, Les origines du dogme de la Trinit, t. II, Pars 21928, p. 513 (Tefilo de Antioqua), 567ss (Ireneo), 569- 70 (homilas clementinas).

    21. A.M. Dubarle, Los sabios de Israel, Escelicer, Madrid 1959; Kittel, Esprit, p. 79-81; G. Verbeke, L'volution de la doctrine du pneuma du stoicisme S. Au-gustin. Elude philosophique, Pars 1945.

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    Escritos de sabidura

    recen unidos frecuentemente y significan lo mismo, (cf. Sab 1,4-5; 7,22-23; 9,17). Son Dios para nosotros, con nosotros. As, hablando del judaismo palestino, es decir de la literatura apcrifa y rabnica intertestamentaria, Erik Sjoberg escribe:

    La autonoma progresiva de la nocin de espritu en el judaismo constituye un fenmeno llamativo. Con mucha frecuencia, la literatura rabnica habla del Espritu como de una persona. Son muchos los textos que nos presentan al Espritu Santo que habla, que camina, que exhorta, se aflige, llora, se alegra, consuela, etc. De igual manera, se describe a veces al Espritu hablando a Dios. De ah que se estimara frecuentemente que aparece en el judaismo como una hipstasis, como un ser personal semejante a un ngel (...). Punto esencial es que el hombre se encuentra situado ante una realidad que viene de Dios sin ser idntica a l en manera alguna (...). El Espritu Santo es una realidad divina enviada por Dios y que acta con una cierta autonoma, dentro de los lmites impuestos por la voluntad de Dios 22.

    La Sabidura nos ofrece tambin una reflexin muy interesante sobre la nocin misma de espritu. ste se caracteriza por su sutileza y pureza, que le permiten insinuarse por doquier y, permaneciendo nico, ser en todo hombre y en toda cosa principio de vida, de no-vedad, de conducta santa23. En su Tratado del Espritu Santo, en 375, san Basilio caracterizar al Espritu como una naturaleza no limitada, no sometida a los cambios, inteligente, infinita en poder, ilimitada en grandeza, reacia a la medida del tiempo y de los siglos, prdiga de sus propios bienes24. Nos hemos permitido anticiparnos a algo que vendr despus y lo hemos hecho citando un texto patrstico para sealar la continuidad del pensamiento y subrayar las promesas con-tenidas ya en el Antiguo Testamento: antes de Sab, vase ya Sal 139,7-12; Job 28,20-27 (sobre la sabidura). Evidentemente, existe un motivo para que el Nuevo Testamento, los padres y la liturgia hagan del aceite un smbolo del Espritu: en la antigedad, estaba en rela-cin con el deporte y el atletismo, pero nuestras mquinas y vehculos nos muestran la manera como el aceite penetra por doquier, sin daar nada, permitiendo que cada pieza funcione con facilidad...

    En la Biblia juda, el Soplo-Espritu de Dios es la accin de Dios. Es aquello por lo que Dios se manifiesta activo para dar, primero, la animacin, la vida; y esto en el plano de lo que llamamos naturaleza.

    22. Kittel, Esprit, p. 109, 110 y 111. Cf. Bchsel, op. cit. en n. 1, p . 35, 134. 23. El Soplo-Espritu de Dios conduce sus fieles a la realizacin de su plan:

    as en el xodo. Cf. Is 32,15-17; 63,7-14; Sal 143; Neh 9,20-21. El texto de Prov 20,27: El soplo del hombre es una lmpara del Seor que explora todos los rincones de su ser es citado por Clemente de Roma (Cor., XXI, 2) bajo la forma: El espritu del Seor es una lmpara cuya luz penetra hasta lo ms pro-fundo del corazn.

    24. Cap. 9 (SChr 17, Pars 1947, p. 144; H968, p. 325). Cf. san Gregorio Nazianceno, Oratio theol., 5,29 (PG 36, 165).

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  • Antiguo Testamento

    Es, en segundo lugar, el medio por el que Dios conduce a su pueblo suscitando para l hroes, guerreros poderosos, reyes, guas (Moiss, Josu), profetas, sabios. El Mesas anunciado colmar todo esto en un plano superior. En cuanto a los profetas, Zacaras y Malaquas cerrarn la lista2'.

    La economa o plan de Dios, del que las Escrituras clan testi-monio, progresa en el sentido de una interioridad ms profunda. La escatologa ser la interiorizacin absoluta: Dios todo en todos. El progreso es claro en el Antiguo Testamento. Desembocar en el Nuevo, unido a una revelacin y a una experiencia ms perfecta del Espritu. Puede constatarse un compromiso progresivo a la par que una revelacin ms completa de Dios mismo. Padre, Hijo, Espritu Santo. Es el plan de nuestro credo. Al Padre se atribuye la creacin, que es visible y comn; al Hijo la revelacin y la redencin, obras generales inscritas en la historia; al Espritu que habita en nuestros corazones la santificacin,, la habitacin, la intimidad.

    25. El pueblo judo se consideraba (en ios tiempos prximos ai acontecimiento cristiano) privado del Espritu: Nosotros ya no vemos nuestros signos, no existe ya un profeta ni hay entre nosotros quien comprenda hasta cundo (Sal 74,9); Sus justos se han reunido con sus padres y los profetas se han echado a dormir (Apoc. de Baruc, 85,1.3). Los historiadores de los macabeos y sus contemporneos eran concientes ya de esta desaparicin de! Espritu (cf. IMac 14,41) cuya tradicin se encuentra de nuevo en el siglo segundo despus de Cristo en los rabinos: Despus de la muerte de Zacaras, Ageo y Malaquas, los ltimos profetas, el Espritu Santo cesa en Israel (Tosephta del tratado talmdico Sota, 13,2: trad. Bonsirven, Textes rabbiniques, 1500) (J.R. Villalon, Sacraments dans l'Esprit. Existence humearte et hologie existentiele (Thologie historique 43), Pars 1977, p. 351. En e tiempo de Jess se encontraba en ios judos la idea de que no haba ms revelacin del Espritu, sino que sta quedaba reservada a los tiempos escatolgicos: Strack - Bfflerbeck tV/2, 1229ss; H. Gunkel, Die Wirkungen des Hl. Gestes nach er popularen Anschauung des apostollschen Zeit u. der Lefo;? des Apostis Paulus, 31909, p. 50ss; F. Biichsel, op. cit., en n. 1 p, I23ss.

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    II

    NUEVO TESTAMENTO1

    El orden cronolgico de los textos impondra presentar primero el testimonio de san Pablo, a continuacin el de Marcos y el de Ma-teo, despus el de Lucas, Evangelio y Hechos de los Apstoles, y, por ltimo, el testimonio de Juan. Pero todos, y Pablo tambin, nos hablan de Jess, fuera del cual no existira fundamento para nada (ICor 3,11). Por consiguiente, es legtimo e incluso conveniente sus-tituir un orden de realidades y anteponerlo a un orden de redaccin. Y dado que conocemos a Jesucristo esencialmente por los evangelios, es legtimo y conveniente comenzar por ellos.

    Si se tratara de realizar un estudio de exgesis y de teologa bbli-ca seran necesarias muchas monografas doctas. Pero ste no es el objetivo de este libro ni contamos personalmente con la competencia necesaria. Tratamos, sencillamente, aprovechando trabajos valiosos, de captar el sentido de los momentos principales de la experiencia y de la revelacin del Espritu en la poca mesinica: bautismo, concep-cin y accin de Jess, existencia cristiana segn san Pablo, vida de la Iglesia de los orgenes y testimonio supremo de Juan.

    Bautismo, concepcin, vida de Jess

    IXJS evangelios

    El evangelio, es decir, la comunicacin a los hombres del hecho de que las promesas de salvacin de Dios se cumplen en Jess de Nazaret, comienzan con la llamada de Juan a la conversin y con el

    1. Para el conjunto, adems de Kittel y Bchsel citados antes, p. 29, n. 1, ef. H.B. Sweete, The Holy Spirit in he New Testament. A Study of Primitive Christian Teaching, Londres 1909; M.A. Chevallier, L'Esprit et le Messie dans le bos-judaisme et le Nouveau Testament, Pars 1958; id., Esprit de Dieu, paroles il'lnmimes, Neuchatel 1966, p. 7-17.

    41

  • Nuevo Testamento

    bautismo de Jess: cf. Me l,lss2. Aqu coloca Marcos el comienzo de la buena nueva. Es el comienzo de ese tiempo escatolgico carac-terizado por la donacin del Espritu sobre un pueblo de Dios con vocacin universal. En su bautismo por Juan, Jess es designado y consagrado como aquel por cuya palabra, sacrificio y accin el Esp-ritu entra en nuestra historia como don mesinico y, al menos en arras, como don escatolgico. Sin duda el Espritu haba actuado con anterioridad y ya en la disposicin antigua. Por su mediacin, Mara concibi a Jess mismo, al que Le 1,35 nos presenta como Hijo de Dios, refiriendo este ttulo no a la preexistencia, sino a su concep-cin por el Espritu. Sin embargo, ni Lucas ni Mateo, que nos hablan del nacimiento de Jess, derivan de ese nacimiento el que Jess ac-tuara por el Espritu y finalmente lo comunicara, sino que lo relacio-nan con su bautismo. Antes de l, Jess no aparece como obrando por la fuerza del Espritu y sus compatriotas de Nazaret no vieron anteriormente en l nada excepcional3. En consecuencia, el aconteci-miento del bautismo no puede pasar por una manifestacin subor-dinada al ciclo de la infancia4. Inaugura un nuevo captulo. Es cier-to que Jess era Hijo de Dios y estaba habitado por el Espritu desde el seno de Mara. Pero, como seala atinadamente F. Bchsel, p. 167, los evangelistas operan con la pneumatologa heredada del Antiguo Testamento y del judaismo5. Se tiene el Espritu por un acto de Dios que expresa su amor y engendra una unin correspondiente con l. Un primer envo del Espritu santo Toms habla de misin del Espritu Santo ha constituido santo e Hijo de Dios (= Me-

    2. J. Dupont, Filius meus es tu. L'interprtation du Ps 2,7 dans le Nouveau Testament, Rech. Se. re., 35 (1948) 522-543; I. de La Potterie, L'onction du Chrisl, Nouv. Rev. Theol., 80 (1958) 225-252; C. Crandfield, The Baptism of our Lord. A Study of St Mark 1,9-11, Scottish Journal of Theology, 8 (1955/1); A. Feuillet, Le baptme de Jsus d'aprs l'evangile selon S. Marc (1,9-11), Ca-tholic Bibl. Quart., 21 (1959) 468-490; A. Legault, Le baptme de Jsus et la doctrine du Serviteur souffrant, Sciences Eccls, 13 (1961) 147-166; M. Sabbe, Le baptme de Jsus. vangiles synoptiques, en De Jsus aux vangiles, dir. por L. de La Potterie (Bibl. E.T.L. XXV), Mlanges J. Coppens, Gembloux-Pars 1967, t. II, p. 184-211; H. Mentz, Taufe und Kirche in ihre ursprnglichen Zusam-menhang, Munich 1968; F. Porsch, citado infra (p. 76), p. 19-51. Historia de la interpretacin: J. Bornemann, Die Taufe Christi durch Johannes in der dogmati-schen Beurteilung der christlichen Theologen der vier ersten Jahrhunderte, Leipzig 1896; D.A. Bertrand, Le baptme de Jsus. Histoire de l'exgse aus deux premiers sicles (Beitr. z. Gesch. d. bibl. Exegese 14), Tubinga 1973.

    3. De ah su asombro: Le 4,22; Mt 13,54-56; Me 6,ls. Cf. Bchsel, op. cit., p. 149s.

    4. D.A. Bertrand, op. cit., p. 12. 5. El Espritu Santo es simplemente el espritu, el soplo poderoso, creador y

    vivificante de Dios, la fuerza por la que Jess obra milagros, expulsa a los demo-nios (Act 10,38s; Mt 12,28; Le 11,20. Jess dice: El Padre que mora en m es quien realiza sus obras (Jn 14,10). En el NT Dios = el Padre. Cf. K. Rahner, Theos en el Nuevo Testamento, en Escritos de Teologa, t. I, Taurus, Madrid 31967, p. 93-166.

    42

    Los evangelios

    sas) a este ser diminuto, a Jess, suscitado en el seno de Mara 6. En el acontecimiento del bautismo se lleva a cabo una nueva misin o comunicacin. En ese acontecimiento se constituye Jess y, en todo caso, lo declara como mesas, como aquel sobre quien reposa el Es-pritu, aquel que obrar por el Espritu, aquel que, glorificado y cons-tituido Seor, dar el Espritu. Porque si es consagrado en su bautis-mo para el ministerio proftico, slo cuando sea exaltado a la de-recha de Dios podr derramar el Espritu (cf. Act 2,33).

    No tenemos necesidad de estudiar exegticamente el texto de cada uno de los evangelios. La unanimidad profunda de su testimonio se afirma al mismo tiempo que sus diferencias. As, para Juan (1,32-34), Jess, Verbo hecho carne, tiene ya el Espritu y el bautismo del Jor-dn es slo una atestacin concedida al Bautista. Jess es bautizado por Juan en el Jordn. Lucas aade que Jess fue bautizado despus de una enorme muchedumbre y que estaba orando. Se abre el cielo y el Espritu desciende sobre Jess (permanece sobre l, dice Juan), bajo una forma corporal como de paloma.

    La paloma no fue smbolo del Espritu ni en el Antiguo Testa-mento ni en los rabinos7. Es necesario buscar otra significacin que la de un par de alas manifestando que un don viene del cielo? A ve-ces, el don del Espritu a los profetas estaba representado sensible-mente por un mensajero celeste alado s. La paloma es un mensajero. El mensajero es dado en las palabras celestes (bath-qul). Pero la paloma era un smbolo de Israel, pueblo elegido9. Por consiguiente,

    6. Lo que llamamos unin hiposttica es, como obra ad extra el acto de las tres Personas; el resultado de esta accin es la unin en la persona del Verbo-Hijo. Ser el Espritu, sin embargo, quien actualice en Mara su capacidad de concebir (supliendo por tanto los 23 cromosomas masculinos) y suscite el ser hu-mano que se une al Verbo-Hijo y por ello le hace santo. De manera que Jess es Emmanuel, Dios con nosotros, porque es (concebido) del Espritu Santo. Tal es. teolgica y dogmticamente precisado, el sentido de Le 1,35. Puede verse santo Toms, ST, III, q. 32, a. 1 ad 1 y 2 ad 2: Toms pone aqu en su sitio un dicho ile Jernimo (en realidad Pelagio, Libellus fidei ad lnnocentium, PL 45, 1716) y cita a Juan Crisstomo (autor desconocido del Opus lmperf. in Mal. sobre 1,20: I'G 56, 634) y Juan Damasceno (De fide orthod., c. 2: PG 94, 985); la edicin de Ottawa de la Suma da otras referencias del mismo sentido a Hugo de San Vctor, Pedro Lombardo, Buenaventura.

    7. Cf. Kittel, Esprit, p. 100; existen numerosas propuestas para explicar el origen y la significacin de la paloma; cf. M.E. Isaacs, The Concept of Spirit, Londres 1976, p. 116ss.

    8. Targum sobre Is 6. Cf. F. Lentzen-Deis, Die Taufe Jesu nach den Synopti-kern. Literarkritische u. gattungsgeschichtliche Untersuchungen, Friburgo 1970, p. 243ss, 270.

    9. Cf. H. Sahlin, Studien zum dritten Kapitel des Lukasevangeliums, Upsala, 1949, p. 101-105; A. Feuillet, Le symbolisme de la colombe dans les rcits van-gliques du baptme, Rech. Se. re., 46 (1958) 524-544; F. Lentzen-Deis, op. cit., p. 181, 265-270; L.E. Keck, The Spirit and the Dove, New Testament Studies 17 (1970-71) 41-67; F. Porsch, Pneuma und Wort (citado infra), p. 28-31 (docu-mentacin abundante).

    43

  • Nuevo Testamento

    la paloma puede ser la representacin, la presencia simblica de este pueblo y del movimiento de penitencia con el que Jess ha querido solidarizarse porque l es el nuevo Adn, representa y engloba a! nuevo pueblo de Dios (Mt 3,14-15). Adems, los ttulos Hijo de Dios y Siervo eran aplicados a todo el pueblo de Dios 10; la paloma poda figurarlo tambin como pueblo al que estaba destinado el Espritu por mediacin del Mesas.

    En la tradicin cristiana, la paloma ser el smbolo del Espritu Santo. Se pone esto de manifiesto en la iconografa y en toda una serie de textos, incluidos los litrgicosn. Sabemos el papel que co-lumba desempea en la eclesiologa de san Agustn, donde es un nom-bre de la Iglesia una y santa, al tiempo que lo es del Espritu Santo n.

    Al igual que cuando tiene lugar el anuncio a Mara (Le 1,35), la Palabra y el Espritu vienen juntos. Esta palabra, el testimonio del Padre, es dirigida a la muchedumbre y a Jess segn Mateo y Lucas, a Jess segn Marcos, mientras que, en el cuarto evangelio, el Bau-tista testimoniaba haberlo visto, como una paloma, descender y per-manecer sobre Jess, pero no recoge palabra alguna del cielo. Vemos a la paloma posarse sobre el cordero, escuchamos al Padre, que ha enviado al Espritu, proclamar a su Hijo amado (un monje de la iglesia de Oriente, en Contacts, n. 41, 1963).

    Esa palabra es: ste es mi Hijo amado, en quien me he com-placido (Mt 3,17); o T eres mi Hijo amado; en ti me he com-placido (Me 1,11). No se trata de un llamamiento como en el caso de los profetas o de Pablo; estamos ante una declaracin que resuena en la conciencia de Jess, es la confirmacin de una condicin que califica a Jess en lo que es. Esta palabra une un versculo del salmo 2,7, salmo real y mesinico, El Seor me ha dicho: "T eres hijo mo, yo te he engendrado en este da" as relata Le 3,22 la pala-bra del Padre, al menos en la versin llamada occidental y el pri-mer versculo del primer Canto del Siervo, Is 42,1: Mirad a mi Siervo, a quien sostengo, a mi elegido, en quien se complace mi alma. Puse mi Espritu sobre l. Es el momento inaugural de la vocacin

    10. Cf. H. Mentz, op. cit., p. 64. 11. Se prohibe presentar al Espritu Santo bajo forma humana (M. Meschler,

    Le don de la Pentecte, Pars 1895, t. II, p. 226 y n. 1). No debe representarse las personas divinas a no ser bajo rasgos atestados por la Escritura (decreto del Santo Oficio, 16 marzo 1928: AAS 20 [1928] 103). En consecuencia, la paloma, las lenguas de fuego, el dedo de Dios (infra, n. 17). En Oriente, adaptndose a las necesidades teolgicas de los diversos momentos, se represent al Espritu Santo bajo la forma de paloma, de lenguas de fuego, de luz, de nube luminosa, de rayo, etc., y tambin bajo forma humana: los tres magos, los tres huspedes de Abraham (Andrei Rublev), y bajo la de esquematizaciones geomtricas, Cf. TH.M. Provetakis, To hagion Pneuma eis ten Orthodoxen Zgraphiken, en To Hagion Pneuma, Tesalnica 1971, 58 ilustr. (cf. Rev. Hist. Eccl. 67 [1972] 675).

    12. Vase nuestra introduccin general a los Traites antidonatistes de san Agustn, vol. I (OEuvres de S. Agustn 28), Descle De Brouwer, 1963, p. 104-109.

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    Los evangelios

    y del envo de Jess como Mesas al que se presenta como realizando los rasgos de profeta, de rey en la lnea de David y de su casa (l ser mi hijo, 2Sam 7,14) y los rasgos del Siervo tambin. Estos lti-mos trazos, evocados por la referencia a Is 42,1, quedan patentes en la designacin de Jess como cordero de Dios que quita el pecado del mundo (Jn 1,29), en la declaracin hecha por Jess en la sina-goga de Nazaret (Le 4,17-21), en el comentario hecho por san Mateo a las curaciones realizadas por Jess (ll,16ss).

    Jess mismo toma entonces plenamente conciencia de ser aquel a quien el Padre ha consagrado y enviado al mundo (Jn 10,36). To-camos aqu un punto delicado, difcil de poner en claro y de expresar, el del crecimiento, en el conocimiento humano de Jess, de la con-ciencia que tuvo de su calidad y de su misin. El acontecimiento de su bautismo, su encuentro con Juan el Bautista, la venida del Espritu sobre l, la Palabra que le acompaa, representan ciertamente un momento decisivo en la explicacin de la conciencia que l tuvo, en su alma humana, de su calidad de elegido, enviado, Hijo de Dios y Siervo-cordero de Dios. Actualmente parece llegarse a un consenso en este punto: por la unin hiposttica, el Verbo o Hijo de Dios es el principio de existencia de Jess y el sujeto metafsico de atribu-cin de sus actos, pero deja a su verdadera y plena humanidad el juego de sus facultades de conocimiento y de voluntad ,3. La Escritura afirma expresamente que Jess creci en sabidura y gracia delante de Dios (Le 2,52), que ignor determinadas cosas y que tal vez se equivoc,4, que experiment la dificultad de una perfecta obedien-cia a su padre15. Vivi su misin desde la infancia hasta la cruz bajo el rgimen de la obediencia (Flp 2,6-8; cf. Rom 5,19), es decir en la carencia de control y en la ignorancia de la salida que tendra lo que viva. En cuanto a su cualidad ontolgica misma del Hijo de Dios,

    13. No es ste el lugar para indicar la enorme bibliografa de los estudios aparecidos con posterioridad al de P. Galtier, 1939. Remitimos a tres boletines: H.-D. Dupuy, Rev. Se. ph. th., 47 (1963), 110-116; E. Gutwenger, Concilium, 11 (1966) 95-107; B. Sesbou, Rech. Se. re., 56 (1968) 635-666. Los estudios ms completos y que dan la situacin actual son los de K. Rahner, especialmente Ponderaciones dogmticas sobre el saber de Cristo y su consciencia de s mismo, en Escritos de Teologa, 1. V, Taurus, Madrid 1964, p. 221-243. Relacionados con los principios tomistas, sealemos tambin a Ch. V. Hris, Problme de Christologie. La conscience de Jsus, Esprit et Vie, 81 (1971) 672-79 (crtica de J. Galot, distincin entre la persona metafsica y la personalidad) y H.-M. Fret, Christologie mdivale de S. Thomas et Christologie concrete et Mstorique pour tnijourd'hui, en Memorie Domenicane, 1975, p. 109-141.

    14. Cf. A. Vgtle, Exegetische Erwagungen ber das Wissen una Selbst-bewusstsein Jesu, en: Gott in Welt (Festg. K. Rahner), Herder, 1964, t. I, p. 608-667; R.E. Brown, How much did Jess know? The Catholic. Biblical Quart., ?9 (1967) 315-345; O. Cullmann, Le salut dans l'histoire, Neuchatel-Pars 1966, p. 215.

    15. La agona (agn = combate), Mt 26,39 y 41; Me 14,36; Le 22,42; Heb 2,10.18; 4,15; 5,8.

    45

  • Nuevo Testamento

    en qu trminos y cmo ha tenido conciencia de ella en el nivel de su experiencia humana? La representacin y la expresin categoria-les se explicitaron segn las experiencias, los encuentros, las accio-nes que realizaba. Comprendi su misin ejercindola, de una parte descubrindola en la ley de Moiss, en los profetas, en los salmos 16; de otra parte recibiendo del Padre las obras maravillosas y las pala-bras profeticas; viviendo en la obediencia la voluntad de Dios sobre l: En aquel momento, Jess se estremeci de gozo en el Espritu Santo y exclam: "Yo te bendigo, Padre, Seor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios y entendidos y las has revelado a la gente sencilla" (Le 10,21).

    A este respecto, la venida al bautismo de Juan en la disposicin de realizar el plan de Dios (cf. Mt 3,13-15), la nueva venida del Es-pritu Santo sobre l, las palabras que le sealan como Mesas real y como Siervo como Hijo amado fueron el momento decisivo que inauguraba la misin que deba realizar por nosotros. A continua-cin, el Espritu le conduce al desierto para afrontar all al demonio (Mt 4,1; Me 1,12; Le 4,1). La tentacin aparece unida al bautismo y a la declaracin: T eres mi Hijo amado. Si eres el Hijo de Dios es repetida dos veces por el tentador. Pero Jess es tambin el Siervo que el Padre ha destinado a una dura militancia y, finalmente, a la cruz. Su tentacin es la prueba de su obediencia a Dios. El final vic-torioso ser definitivo: Satans queda atado, Jess le expulsar cons-tantemente por medio del dedo o Espritu de Dios17. A partir del momento de su bautismo y de la victoria sobre el tentador, Jess experimenta la presencia del Espritu activo para hacer presente el reino de Dios y eliminar, consecuentemente, el del demonio. Por esta razn, Jess curar mucho, un ministerio que san Mateo pone muchas veces en relacin con la vocacin del Siervo (cf. 8,17 e Is 53,4; 12,15-21 e Is 42,1-4). Podemos engaarnos fcilmente sobre Jess mismo, hecho" semejante a los hombres, por su aspecto reconocido como un hombre, pero no blasfemar o pecar contra el Espritu no recono-ciendo su obra all donde ese Espritu ejerce su presencia 18. La inter-pretacin hostil y falsa que sus opositores hacen ds su poder sobre el mal y el maligno confirma, por contraste, que Jess haba obrado por el Espritu.

    16. La explicacin que da a los discpulos (Le 24,27.44) deriva de su ciencia infusa, pero tambin de las circunstancias en las que el Padre le haba hecho ver que se hablaba de l (por ej. Mt. 11,5; Le 5,17); la obtiene tambin de su me-ditacin orante sobre las Escrituras (pensemos en Me 12,10; Le 4,12; 9,22; 20,41ss).

    17. Le 11,20 (dedo); Mt 12,28 (espritu), dedo de Dios; Ex 8,19; 31,18; Dt 9.10; Sal 8,3.

    18. Cf. nuestro artculo Le blasphme contre le Sainl-Espril (Mt 9,32-34; 12,22-32; Me 3,20-30; Le 11,14-23; 12,8-10), en VExprience de VEsprt, Mlan-ges Schillebeeckx (Le Point thologique 18), Pars 1976, p. 17-29; G. Fitzer, Die Snde wider den 111. Geist, Theolog. Zeitschrift, 13 (1957), 161-182.

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    Los evangelios

    Por supuesto, es excesivo poner en el bautismo de Jess toda la doctrina de su muerte sustitutiva19, pero no es aventurado afirmar y Mt 3,15 lo dice formalmente que Jess vino al bautismo y vivi el acontecimiento en la disposicin de ofrecerse y de abrirse a todo el plan que Dios tena sobre l, plan que pasaba por el tipo del Siervo y engloba la ofrenda suprema de la vida (cf. Heb 10,5-10). Jess vio su muerte como un bautismo (Me 10,38; Le 12,50). Se ofreci a Dios como una vctima sin mancha por el espritu eterno: el Espritu Santo20. Su sacrificio ha sido la continuacin de su bau-tismo y la gloria la consecuencia de su sacrificio. Su respuesta a los hijos de Zebedeo (Me 10,35ss), en los que estamos representados todos, une el bautismo de la pasin y la gloria. La interrelacin de estos textos, realizada por muchos exegetas, confirma el hecho de que todos los fieles de Jess tienen algo que ver con su bautismo en el que se comprometa su destino de Mesas doliente y destinado a la gloria21. Nosotros somos bautizados en su muerte (Rom 6,3), pero tambin en un solo Espritu para ser un solo cuerpo (ICor 12,13).

    Conducido por el Espritu venido a l en su bautismo, Jess em-prende su ministerio evanglico: los tres sinpticos lo presentan co-menzando su lucha victoriosa contra el demonio. Lucas aade, orga-nizando varios momentos de presencia en Nazaret, la lectura de Isaas 61,l-2a (+ 58,6): El espritu del Seor est sobre m, porque me ungi para anunciar el evangelio a los pobres... y la declaracin: Esta Escritura, que acabis de or, se ha cumplido hoy (4,21). La bajada del Espritu a Jess inmediatamente despus de su bautismo es presentada como una uncin: uncin prof tica, uncin para una misin de anuncio, pero tambin de realizacin de la buena nueva de una liberacin del mal y del maligno22. San Lucas nos presentar la continuacin en los Hechos de los Apstoles; Pentecosts ser para la Iglesia lo que su bautismo fue para Jess: por el don y la fuerza del Espritu, consagracin para el ministerio, para la misin, para el tes-timonio B. Vase Act 10,38-39: ... como Dios ungi a Jess de

    19. As O. Cullmann, Christologie du Nouveau Testamen, Neuchtel-Pars 1958, p. 60-62; A. Lgault, citado antes (n. 2).

    20. Heb 9,14, H. Mhlen defiende una interpretacin del Espritu Santo. Sweete no se muestra favorable a esta interpretacin (p. 252-253). Segn los pa-dres siracos del siglo iv, Afraates y Efrn, Jess fue consagrado sacerdote en MI bautismo (posea la cualidad real por su descendencia davdica); el sacerdocio, derivado de Moiss y Aarn (!), le fue comunicado entonces por Juan. Cf. R. Murray, Simbols of Church and Kingdom. A Study in Early Syriac Tradition, Cambridge 1975, p. 175.

    21. H. Mentz, op. cit., p. 52ss; J.A.T. Robinson, The One Baptism, Scot-tish Journal of Theology, 6 (1953) 257-274.

    22. I. de La Potterie, L'onction du Christ, Nouv. Rev. thol., 80 (1958) 225-252. Insiste con Lucas en la misin proftica.

    23. Idea tradicional, utilizada sistemticamente por J. Lcuyer tanto en su trabajo en tudes sur le sacrement de l'ordre (Lex orandi 22) Pars 1957, p .

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  • Nuevo Testamento

    Nazaret con Espritu Santo y poder y pas haciendo el bien y sanan-do a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con l. Nosotros somos testigos de todo...; Act 4,24-30, la plegaria de la co-munidad de Jerusaln evocando el Sal 2, salmo mesinico del que haba sido tomada la palabra celeste del bautismo de Jess tu santo Siervo a quien habas ungido. As, la venida del Espritu en el bau-tismo de Jess aparece como su uncin a la vez real y proftica para su ministerio mesinico.

    La tradicin patrstica

    A pesar del examen de los textos neotestamentarios a la sntesis de la tradicin y a la dogmtica, introduciremos aqu un apartado de eclesiologa. Y antes de nada, una serie de testimonios patrsticos.

    Para dar cuenta de la uncin de Cristo en su bautismo, los padres se vieron expuestos a tres datos del contexto en el que pensaban y se expresaban: 1. el ambiente de la filosofa estoica que vea el pneuma como fuerza que penetraba el universo y lo mantena en conjuncin, de suerte que se asociaba al logos, al que se atribua tambin una funcin csmica anterior a su papel en la economa de la salvacin. 2, La necesidad de mantener que Cristo no comenz a ser Hijo de Dios y Cristo en el momento de su bautismo. Es lo que afirma ya san Justino en respuesta a Trifn (Dial., 87-88). Pero Justino no dis-tingue entre Logos y Pneuma; para l, Jess posee su poder desde su nacimiento; la bajada del Espritu despus de su bautismo no es ms que un signo de su mesianidad24. Algunos gnsticos afirmaban que el Salvador haba descendido de lo alto sobre Jess en el momento de su bautismo. Segn ellos, esto era totalmente necesario ya que su nacimiento en la carne no haba hecho sino empaarlo25.

    San Ireneo los refuta2f. Admiramos la firmeza lcida de Ireneo que afirma: Este Jess, humanidad del Verbo, en cuanto Dios, re-

    167-213, como en Le sacerdoce dans le mystre du Christ (Lex orandi 24), Pars 1957, p. 313-338, en particular p. 321 con las referencias de la nota 1 (tr. cast.: El sacerdocio en el misterio de Cristo, S. Esteban, Salamanca 1959).

    24. Cf. A. Houssiau, La christologie de S. Irne, Lovaina-Gembloux 1955, p. 172ss; 176480; J.P. Martn, El Espritu Santo en los orgenes del cristianismo. Estudio sobre I Clemente, Ignacio, II Clemente y Justino Mrtir (Bibl. di Science Re. 2), Zurich 1971, p. 213-223.

    25. Acerca de estas especulaciones y contexto, puede verse la impresionante obra de A. Orbe, La uncin del Verbo. Estudios Valentinianos, vol. III (Anal. Gregor. 113), Roma 1961; F.-M. Braun, lean le thologien, t. III/l, Pars 1966, p. 67.

    26. Adv. Haer., III, 9,3; 10,4 y 17,1. Sobre la teologa de Ireneo sobre la uncin de Cristo por el Espritu, cf. A. Houssiau, op. cit., p. 166-186; H.-J. Jaschke, Der Hl. Geist im Bekenntnis der Kirche. Eine Studie zur Pneumatologie des Irenaus von Lyon, Mnster 1976, p. 148-252, especialmente 208ss.

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    La tradicin patrstica

    cibe del Padre, es decir, de Dios, el trono de la realeza eterna y el aceite de la uncin. Ireneo cita el Sal 45,7-8. Est apuntando a la encarnacin27. Pero el Espritu deba ser dado a todos nosotros28. Por esta razn descendi sobre Jess en el momento de su bautismo, a fin de que l pudiera comunicrnoslo. De esta manera, el Verbo se hizo Jesucristo:

    San Mateo dice respecto del bautismo del Seor: Se abrieron los cielos y \ io al Espritu de Dios que bajaba en forma de paloma y vena sobre l. Y una voz que vena de los cielos deca: T eres mi Hijo amado, en quien me he com-placido (3,16-17). Porque no se dio entonces una bajada de un supuesto Cristo ^obre Jess ni puede pretenderse que uno haya sido Cristo y otro Jess; sino el Verbo de Dios, el Salvador de todos y el Seor del cielo y de la tierra ese Verbo que no es otro que Jess, tal como lo hemos sealado ya por haber asumido una carne y haber sido ungido con el Espritu por el Padre, se convirti en Je-sucristo. Como lo haba dicho Isaas: Un vastago saldr de la raz de Jes y una flor brotara de sus races. Sobre l reposar el Espritu de Dios (...) (11, 1-4). Isaas haba anunciado en otra parte, y por adelantado, la uncin y su dignificacin: El Espritu de Dios est sobre m porque me ha ungido para anunciar la buena nueva a los humildes... (Is 61, 1-2) (...). Por consiguiente, fue el Espritu de Dios quien descendi sobre l, el Espritu de ese Dios mismo que, por medio de los profetas, haba prometido conferirle la uncin a fin de que seamos salvados nosotros mismos recibiendo de la sobreabundancia de esta uncin 29.

    Hiplito conoce a Ireneo. No nos sorprendamos de leer en su plegaria para la ordenacin de un obispo: Expande, ahora esta fuer-

    27. Cf. Adv. Haer., III, 6,1 (SChr 211; ed. A. Rousseau y I . Doutreleau, p. 67); 12,7 (p. 211-213); Dmonstration de la Prdicalion apostolique (SChr 62), 47. Fn los 9 y 53, Ireneo dice que el Espritu de Dios se pos sobre el Hijo de Dios, es decir, el Verbo, en su venida en cuanto hombre (p. 45 y 114). Apunta esto a la encarnacin, a la manifestacin en el Jordn o a las dos cosas? Com-prese con estos textos (Rom 14,15; Ef 2,13; Gal 2,13; ICor 8,11) demuestran claramente que jams un "Cristo" impasible descendi sobre "Jess", sino que Jess, que era en persona Cristo, sufri por nosotros, y que se durmi y est resucitado, descendi y ascendi, el Hijo de Dios hecho Hijo del hombre. Es lo que indica su nombre, porque en el nombre de "Cristo" se sobreentiende aquel que es ungido. Aquel que fue ungido y la uncin misma con la que fue ungido, til Padre fue quien ungi, el ungido es el Hijo y lo ha sido en el Espritu, que es la uncin. Como dice el Verbo por boca de Isaas: El Espritu del Seor Yahveh est sobre m, porque me ha ungido (61,1; Le 4,18) Adv. Haer., III 18,3 (SChr 211, p. 351; PG 7, 934 AB).

    28. Adv. Haer., III, 17,1, 3 y 4 (SChr 211, p. 329, 331: Por esta razn, este espritu descendi sobre el Hijo de Dios hecho Hijo del hombre: por ello, con l, acostumbraba a habitar en el gnero humano, a reposar en los hombres, a residir en la obra modelada por Dios): 3 (p. 335ss: El roco, que es el Es-pritu de Dios, se expanda por toda !a tierra. Precisamente este Espritu des-cendi sobre el Seor, "Espritu de sabidura e inteligencia, Espritu de consejo y de fuerza, Espritu de ciencia y de piedad, Espritu de temor de Dios" [Is 11, 2-31. El Seor dio, a su vez, este mismo Espritu a su Iglesia enviando de los cielos al Parclito sobre toda la tierra...); 4 (p. 337ss: Por consiguiente, des-cendi el Espritu a causa de la "economa" de la que acabamos de hablar )

    29. Adv. Haer., III, 9, 3 (SChr 211, p. 107-113).

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    ('ongar, Espritu 4

  • Nuevo Testamento

    za que viene de ti, el Espritu soberano que diste a tu amado hijo Jesucristo; que l dio a los santos apstoles que fundaron la Iglesia en todo lugar30. Por consiguiente, en la conciencia de