El Espiritu Santo escoge, promueve, lanza y guia 75.-BAJO EL ALIENTO DEL ESPIRITU · 2018. 12....

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LECCION No. 17.· AL IMPULSO DE LOS CARISMAS El Espiritu Santo escoge, promueve, lanza y guia 75.- BAJO EL ALIENTO DEL ESPIRITU Comencemos ahora por la explicación de que en este número Pablo VI se refiere, ya no a « espiritu» con el concepto que l()tjlirnos en el número anterior, sino refiriéndose en todo este apartado a la tercera Persona de la Santisima Trinidad esto es, al Espíritu Santo. No perdamos de vista que una falta de discernimiento de estos varios conceptos o acepciones de la m isma palabra del idioma nos pueden hacer perder el rumbo de lo que se trata, y aún caer en errores, como ciertos hermanos separados, que confunden el término « Espíritu» (así con mayúscula) nombre del (Paráclito) con «espíritu,», fuerza o poder de Dios, del Padre, con género o sustancia esencial de las cosas, con principios y propiedades que poseen los seres inteligentes, o con el alma que anima a los animales, al hombre como su componente junto con la materia corporal, y la esencia pura de los ángeles. Todos ellos son cespiritu», pero muchos estudi osos se extraviaron en la con- fusión de significados en uno u otro sentido. Siempre que ta duda surja, tratemos de descubrir el concepto correcto del pasaje que leernos, y aún pidamos instrucción a los miembros de la Jerarquía si la duda o falta de comprensión subsiste. Tornando el curso del texto pontificio del documento que venimos estudiando, de la lectura general de este No. 75 obtendremos una panorámica en que Paulo VI agota sus ens _ eñanzas ac erca de la acción del Espíritu Santo especialmente en la obra de la evangelización, de manera tan sencilla, tan clara, tan completa, que no hace falta en este apartado aclaración alguna. Sin embargo, comen- taremos algunos aspectos en favor de dar énfasis o fuerza cuando la importancia de una i dea importante -todas lo son, pero asi y todo algunas destacan- lo amerite. Es fácil darse cuenta de que el Papa trata de hacernos ver corno el Paráclito intervino desde el principio e interviene en toda Ja longitud de ambos planes -<le la Creación y de la salv a ción determinadas por el Padre-, como que es uno con el Padre y el H ijo, por más que, ya hemos dicho, se nos ostenten cada una de las tres Divinas Personas con atributos personales. De este modo en la teofania (griego: TTJeoo Theos = Dios; phanos =brillante, manifestación), esto es, cuando Dios se manifiesta en algún pasaje del Evangelio, las tres Personas Santisimas, y cada una con sus atribuciones: •:• el Padre Creador , Ordenador y Autoridad Todopoderosa; 31701

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LECCION No. 17.· AL IMPULSO DE LOS CARISMAS

El Espiritu Santo escoge, promueve, lanza y guia

75.- BAJO EL ALIENTO DEL ESPIRITU

Comencemos ahora por la explicación de que en este número Pablo VI se refiere, ya no a «espiritu» con el concepto que l()tjlirnos en el número anterior, sino refiriéndose en todo este apartado a la tercera Persona de la Santisima Trinidad esto es, al Espíritu Santo.

No perdamos de vista que una falta de discernimiento de estos varios conceptos o acepciones de la misma palabra del idioma nos pueden hacer perder el rumbo de lo que se trata, y aún caer en errores, como ciertos hermanos separados, que confunden el término «Espíritu» (así con mayúscula) nombre del (Paráclito) con «espíritu,», fuerza o poder de Dios, del Padre, con género o sustancia esencial de las cosas, con principios y propiedades que poseen los seres inteligentes, o con el alma que anima a los animales, al hombre como su componente junto con la materia corporal, y la esencia pura de los ángeles. Todos ellos son cespiritu», pero muchos estudiosos se extraviaron en la con­fusión de significados en uno u otro sentido. Siempre que ta duda surja, tratemos de descubrir el concepto correcto del pasaje que leernos, y aún pidamos instrucción a los miembros de la Jerarquía si la duda o falta de comprensión subsiste.

Tornando el curso del texto pontificio del documento que venimos estudiando, de la lectura general de este No. 75 obtendremos una panorámica en que Paulo VI agota sus ens_eñanzas acerca de la acción del Espíritu Santo especialmente en la obra de la evangelización, de manera tan sencilla, tan clara, tan completa, que no hace falta en este apartado aclaración alguna. Sin embargo, comen­taremos algunos aspectos en favor de dar énfasis o fuerza cuando la importancia de una idea importante -todas lo son, pero asi y todo algunas destacan- lo amerite.

Es fácil darse cuenta de que el Papa trata de hacernos ver corno el Paráclito intervino desde el principio e interviene en toda Ja longitud de ambos planes -<le la Creación y de la salvación determinadas por el Padre-, como que es uno con el Padre y el Hijo, por más que, ya hemos dicho, se nos ostenten cada una de las tres Divinas Personas con atributos personales.

De este modo en la teofania (griego: TTJeoo Theos = Dios; phanos =brillante, manifestación), esto es, cuando Dios se manifiesta en algún pasaje del Evangelio, apar~n las tres Personas Santisimas, y cada una con sus atribuciones:

•:• el Padre Creador, Ordenador y Autoridad Todopoderosa;

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~· .-

•:• el Hijo, sumiso a la voluntad de su Padre deseoso de complacer1e, Redentor obedientísimo, Autor de la Salvación, débil en cuanto Hombre, Infinito en cuanto Dios (recordemos aquí su condición misteriosamente teándrica) (griego: Tnwa Theos Dios; andros = hombre; Dios y hombre a la vez), para no errar en la lectura de pasajes evangélicos que le manifiestan en uno o en otro sentido: glorioso' o paciente, fuerte o débil, potente o temeroso, autoritario o anonadado;

•!• y el Espíritu Santo, nuestro Abogado, Consolador, Santificador, Luz, Fuerza, Amor, Gracia, Don.

Citando diversos pasajes del Nuevo Testamento, Pallio VI quiere hacernos recordar quién es, cómo actúa, qué fructifica, cuando interviene, qué produce en nosotros cómo nos alienta y sostiene, hasta dónde nos ' lleva, cuando somo¡ evangelizadores. Porque El es el alma de la Iglesia, y nosotros -todos y cada uno en el!~ somos ella.

Bueno será releer las citas neotestamentarias (del Nuevo Testamento) para contemplar el contexto en que tienen lugar.

Queremos enfatizar el contenido del quinto párrafo de este apartado, cuando Paulo VI se ocupa de hacemos ver cuán inútil resulta la técnica sin el Espíritu; y sin la espirituaEdad además, decimos nosotros; deseamos intervenir aqui para dar a la técnica su justo valor y prevenir así extravios:

* No raramente se exagera el valor de la técnica aplicada al apostolado;

* es como un vicio cualquiera en el que, si no se vigila de continuo, se cae en exageraciones destructivas. No son escasos los Movimientos apostólicos en que cesó la espiritualidad, hasta dejar a la técnica todo el encargo del éxito, lo que equivale a decir que los valores del espíritu, y la intervención del

·Espíritu, fueron sustituidos por valores puramente humanos, interviniendo únicamente las capacidades del hombre. Es entonces cuando la vida del Movimiento se convierte en costumbrismo;

* sus éxitos en éxitos personales de sus miembros;

* sus fracasos en fallas de nadie - porque el hombre está pronto para adjudicarse los triunfos y disculparse de los fracasos cuando se busca así mismo-;

* y los fines propios del apostolado quedan reducidos a intereses de grupos o facciones dentro del mismo Movimiento;

* el amor a Dios, que ha de ser el único motor de todo apostolado, se hace a un la do para reemplazarlo por la admiración hacia los lideres dirigentes del Movimiento;

* la unidad al rededor de Cristo por la polarización de las facciones al rededor de uno o varios jefes;

* la doctrina, principios y metas de orden sobrenatural por ideologías, directi-

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vas y logros bastardos que van alejando más y más al grupo de Dios para sustituirlo por ídolos de barro vistos en los antiguos dirigentes ya convertidos en simples lideres humanos.

En tan lamentables casos, la Providencia Divina es sustituida por:

:~las compañias de seguros;

::: la guia del Espíritu Santo por los consejos y teorías de maestros humanistas;

::: la dialéctica se enseñorea y eclipsa los carism'as y dones espirituales;

::: la investigación, estadísticas, encuestas, alicientes y estímulos materiales, los recursos de la sociologia, la psicología y la psiquiatría. •

Y así, poco a poco, insensible, inconscientemente, se van alejando, basta perderse en situaciones e ideas materialistas de las que en un principio se hubie­ran asustado y hubieran rechazado.

¿Qué fue lo que pasó? Que un día comenzaron a sustituir al Señor por los hombres, a las cosas de Dios por las cosas humanas; y esto no gusta al Ser Supremo.

Para reHexionar sobre esto, conviene leer y mecli!ar el capitulo 7 del Libro de los Jueces, en que se ve que Yahvéh, Dios celoso de su gloria, lleva a Gedeón a una victoria inverosímil en apariencia demostrando que los valores humanos quedan a su omnipotente arbitrio. ¿Celoso de su gloria? ¿Es un defecto en Dios? Volvemos a la consideración que en primer grado hicimos sobre el sentido de imposición de los tres primeros Mandamientos: ¿Es que Yahvéh egoístamente nos absorve? Ni lo uno ni lo otro, puesto que en Dios no cabe imperfección: bien conoce El las tendencias egoístas de los hombres, su debilidad por «alzarse con el Reino» para querer colocarse tontamente en su lugar sobre todas las cosas y así presumir de humana grandeza, de superhombre.

Ante la inminencia del peligro, Yahvéh Dios nos impele a reconocer su supre­macia en todos los órdenes, con lo que quedamos curados de soberbia.

Esto en tratándose de la consecución del fin sobrenatural del hombre, uno a uno; ¿qué no cuando lo que se pone en juego es el bien de su Iglesia, pueblo escogido del Señor?

No quedaria suficientemente agotada la cuestión sin aludic aqui al peligro, aiempre amenazador, siempre presente, de consentir los dirigentes cristianos en ser admirados por sus hermanos. Lo serán, es verdad, pero tienen que reconocer que sus discípulos en realidad lo que están haciendo -aunque inconscientemen­te- es admirar y venerar en ellos --como en un símbolo visible- la in visible Sabi­duría, Bondad y Omnipotencia divinas. Cierto que tu alumno te admirará, pero cuídate de referir a ti el mérito de lo que admira, porque no te pertenece, y si en ello consientes, serás un mentiroso, un estafador y un ladrón de la gloria de Dios.

Cuidar la espiritualidad de la obra encomendada a tus manos y el bien de la

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porción de la Iglesia Pueblo de Dios encomendada a tus cuidados, es el remedio a la tentación. Ser y sentirse servidor del Cuerpo Místico de Jesús; publicar la gloria del Señor de manera continua; hablar de las propias miserias y limitaciones a las que está sujeto de manera irremediable el dirigente; desengañar, en suma, al alumnado, es el camino de prevención de todo el mal que de ello se seguiría.

El Espíritu Santo -nos dice el Papa- es el principio y el fin de la evangeliza­ción: principio en cuanto que sin El "nada podemos hacer" (Jn 15,5). Fin en cuanto que sólo tenemos una meta, y esta es divina. Son los dos puntos extremos en que el evangelizador ha de encontrarse con el Espíritu Santo.

La unidad en la variedad que Paulo VI recuerda a la mitad del párrafo octavo, es una de las características más bellas de la Iglesia:' variedad en cuanto • que sus miembros presentan propiedades personales en cada uno de sus miembros -como que gozan de diferentes carismas- , de que se siguen diversos servicios, todos ellos en bien del Cuerpo Místico de Cristo. Y sin embargo, tal diversidad no atenta contra la, unidad, antes la acentúa como sucede en la trabazón del edificio, donde cada pieza es unidad con señaladas diversidades, pero que fusiona los esfuerzos desde la burda e invisible piedra del cimiento, pasando por las pulimentadas y talladas de la fachada, basta las que rematan allá por las alturas. En su conjunto se transforman en una sola cosa de incomparable utilidad y belleza.

Esta metáfora del edificio construido uno con piedras diversas la describe el Apóstol en estos términos:

o •Así pues, ya no sois extraños ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo Ja piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien trabada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor, en quien también vosotros estáis siendo juntamente edificados, hasta ser morada de Dios en el Espíritu.•

Y esta idea se completa más adelante:

o "El mismo (el Espíritu) dio a unos ser apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelizadores; a otros, pastores y maestros, para el recto ordenamiento de Jos santos en orden a /as funciones del ministerio, para edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que /leguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo• (Ef2, 19-22y 4,11-13).

Ya al final del mismo párrafo octavo, el Pontífice nos habla de los signos de los tiempos -que él titula ((signos de Dios»- a los cuales debemos prestar gran importancia y atención, y a cuyo discernir (discernir es la facultad que como carisma otorga el Espíritu Santo, de distinguir el origen de las influencias a nuestros pensamientos. San Pablo nos habla de esto en (1 Cor 12, 10), a fin de que distingamos entre el Espíritu Santo y los es espíritus malos que sobre noso­tros tratan de influir.), tenemos que pedir luces para no perdernos: El mundo,

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la historia, el diario vivir, nos presentan signos por medio de sus acontecimientos, y es muy importante saberlos interpretar. Algo así como no dejarse influir simple­mente por la lectura y comentario de los periódicos, por los que los malos espíritus que influyen sobre el reportero o el comentarista, de trasmano influyan sobre nosotros. La diaria oración y encomienda al Esplritu Santo nos proporcio­nará luces para discernir con rectitud. De lo que para el evangelizador se seguirá una nueva facultad para servir de guia en la evangelización de sus hermanos.

76. TESTIGOS AUTENTICO$

Tras de haberse ocupado el Papa del «factor di~o» de la evangelización, se vuelve ahora a contemplar el «factor h,;mano». Desde luego, el primero es el indispensable, como hemos visto suficientemente en. la lección anterior hablando acerca de la actividad evangelizadora del Espíritu Santo. Pero, si bien en realidad con la intervención divina bastaría para que el mundo entero cambiara sus <ddolos» y sus «idolillos» por la fe en el verdadero y único Dios, quiso ¡:1 mismo valerse de los mismos hombres para salvar al género humano. De aquí arranca la importancia del elemento humano de la evangelización.

El sólo titulo de este apartado 76 de «Evangelii Nuntiandi» es un anuncio enfatizante del contenido de esta lección «testigos auténticos». Analicemos ambas palabras para concientizarnos plenamente de lo que el Pontífice quiso expresar en tan corto titulo:

• AUTENTICO.- Comencemos por el segundo término de la expresión empleada por Paulo VI. La razón es que siendo el adjetivo calificativo que él le atribuye al sustantivo, por dicho calificativo vamos a darnos cuenta de la importancia del sustantivo: el vocablo «auténticoi> procede del griego: «auwcr» «autos» = «el mismo»; «entes» significa «dentro, adentro»; «auténtico, pues, quiere decir: «ser el mismo allá dentro de si, igual como aparece o se presenta por fuera». Quiere decir que la persona no engaña con apariencias, que su presencia exterior corresponde plenamente a su interior, a su vida interior, a su ser real. En él, en suma, no hay doblez. No existe falsedad en su manera de aparentar o actuar porque así es.

• TESTIGO.- Procede del latín: "testis" y originalmente "terstis" el tercero que está presente, el que presencia algo que sucede entre otros dos, y que por eso puede atestiguar sirviendo de testigo. Tiene el mismo significado que el griego "mártires", de donde viene el castellano "marlir": TESTIGO.

Paulo VI, por tanto, quiere aquí decirnos que, si hemos de servir de testigos, que no seamos falsos testigos, sino testigos verdaderos; y que de este modo, si hablamos sobre las verdades de la fe, sea porque las creemos firmemente; si nos referimos a la moral cristiana, sea porque la tratamos de vivir hasta la perfección; si recomendamos la vida de piedad, la vida interior, la santidad de vida, sea porque nosotros mismos todos los dias luchamos por vencer nuestras pasiones, por acercarnos más y más a Dios, por vivir la vida de Dios que es la santidad.

El testigo es aquel que puede -dar fe o testimonio de lo que ha sucedido por-

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que lo ha visto (testigo ocular) o porque lo ha oído (testigo auricular).

En materia de religión, existe un tercer modo de ser testigo y este es por la fe. El creyente da testimonio, mas seguramente, de lo que ve a la luz de la fe, porque sabe que sus sentidos pueden engañarlo; no así Dios, que ni e11gaña ni se ergaña.

Cristo es el testigo auténtico por excelencia, quien a su vez es sostenido por el testimonio de su Padre: el Padre da testimonio de su Hijo porque es su enviado-.

4:,,. o "Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería válido. Otro es et

que da testimonio de mí, y yo sé que es válido et testimoniQ que dá de mí ... · Yo tengo un testimonio mejor que et de Juan; porque tas obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, tas mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado" (Jn 5,31-32 y 36).

o "Y EL PADRE, QUE ME HA ENVIADO, ES EL QUE HA DADO TESTIMONIO DE MI '(Jn 5,37).

Los Apóstoles son los primeros testigos de Jesús con un titulo muy especial: por Apóstoles conocemos a aquellos hombres que reunieron dos caracteristicas: primero, fueron designados por el mismo Cristo de entre la muchedumbre que le seguia (los Doce), o por designación posterior en San Matías (Hech 1,8; 23-26). Finalmente fue designado San Pablo por el mismo Cristo años después, en forma distinta (Hech 9,15-16 y 17). La segunda característica de los Apóstoles fue haber sido testigos de la Resurrección del Señor. En este sentido bien se puede afirmar que Judas fue integrante del Colegio Apostólico de los Doce primeros, pero no fue estrictamete hablando Apóstol por cuanto no presenció la Resurrección, ni pudo atestiguarla. San Pablo, en cambio, al recibir la aparición de Cristo en el camino a Damasco, si fue testigo fehaciente de Jesús resucitado. (Hech 9,3-7). Todos los demás discípulos de! Señor que fueron testigos de su Resurrección carecieron de la designación arriba apuntada, por parte de Jesucristo.

En una forma mas amplia, puede decirse en general que son apóstoles (asi con minúscula} todos aquellos que pueden y atestiguan la vida, doctrina, pasión, muerte .y resurrección de Cristo. Si no por una presencia física, de vista u oído, sí por haber ellos creído

o 'El Dios de nuestros padres resucitó a Jesús a quien vosotros disteis muerte colgándole de un madero. A éste le ha exaltado Dios con su diestra como Jefe y Salvador, para conceder a Israel la conversión y el perdón de tos pecados. Nosotros somos testigos de estas cosas, y también el Espfrltu Santo que ha dado Dios a los que le obedecen.• (Hech 5,30-32).

Asi pues, todos aquellos en que habita el Divino Espíritu por la gracia de su infusj fusión en ellos, son instrumentos testimoniales -testigos- a través de los cuales opera el testimonio del Paráclito.

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El apóstol (con minúscula) es auténtico cuando es capaz de tener por su fe la plená seguridad de atestiguar lo mismo que atestiguaron porque lo presenciaron aquellos Apóstoles (con mayúscula: lo que éstos vivieron y por haberlo vivido pudieron atestiguarlo, los apóstoles de hoy han de atestiguarlo por creerlo con fe viva, por haberlo visto por los ojos de la fe.

a • ... y nosotros somos testigos de tocio lo que hizo en la región de los judíos y en Jerusalén; a quien /l~garon B matar colgándole de un madero; a éste, Dios le resucfló artercer día y le concedió la gracia de aparecerse, no a todo el pueblo, sino a los testigos que Dios había escogido de antemano, a nosotros que comimos y bebimos con Eh:iespués que resucfló de entre los muertos. Y nos mandó que predicásemos al Pueblo, y que diésemos testimonio de que El está constfluido por Dios juez de vivos y muertos. De éste todos los profetas dan testimonio de que el que cree en El alcanza, por su nombre, el perdón de /os pecados. N (Hech 10,39-43).

Si el apóstol de hoy puede sentir nostalgia al imaginar que a él no le fue concedido ser testigo presencial, bueno es recordar le que su mérito como testigo por la fe es mucho mayor:

a • .. . Luego dice a Tomás:• "Acerca tu dedo y aquí tienes mis manos; trae tu mano métela en mí costado, y no seas incrédulo, sino creyente• Tomás le contestó: "Señor mio y Dios mío. "Dice/e Jesús: "Has creído porque me has visto. Dichosos los que aún no viendo ereen. "(Jn 20,27-29).

Tales son los lineamientos que dibujan al testigo auténtico y ser y vivir todo esto es lo que Paulo VI pide de nosotros. No solo el -nos dice- sino más importante que eso es que el mismo Pueblo de Dios, los jóvenes en primer lugar, lo está exigiendo. Ya el mundo está cansado de lideres falsos, de doctrinas y de ideologías vacias, decepcionantes y hasta engañadoras de explotación.

En la lección anterior vimos «los signos de los tiempos». Pues este es uno de ellos: la humanidad pide luz, orientación, tiene hambre de la verdad: verdad en la enseñanza, verdad en el gula.

Mas adelante el Papa utiliza la palabra 1d11~rpelar» para significar la autoridad con que la Iglesia cuenta para inducir a ía numanidad hacia la búsqueda de la verdad. Es, si, una prerrogativa que Cristo diera a su Iglesia para que cumpliera con su mandato misional. La preocupación del Pontífice es si la Iglesia pone de su parte lo necesario para cumplir con su misión: «anclarse, asirse en lo profundo del corazón del mundo; introducir sus miembros activos en los ambientes mundanos para operar y así ganar a ese mundo desde dentro de él. Le preocupa también que la Iglesia inmersa por necesidad de su evangeliza­ción en ese mundo, conserve sin embargo su libertad e independencia, sin compromisos que en un toma y daca de intercambio con ese mundo, ella conceda en trueque de posibilidad de acción la renuncia a la pureza de sus principios y su espiritualidad. En suma: «O conquistas e!I ambiente, o el ambiente te conquista» es la máxima que el apóstol debe tener presente en su trato con el

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mundo -y con los mundanos- que lo rodea: debe renunciar a sus máximas, principios y conducta.

Y, con todo, ha de demostrar con hechos que si por todo aquello que -lícitamente- le preocupa al mundo, que es uno con la humanidad, que es parte de ella; que el apostolado asistencial no es una bella fábula, palabrería hueca, quimera, sino realidad auténtica, tan auténtica como los valores espirituales y morales a los que él y Dios se refieren en sus doctrinas liberadoras. Pues el mejor camino para conseguir el bien espiritual de tu hermano, es abrir las puertas de su corazón satisfaciendo los problemas y necesidades que -<le todo orden- le preocupan. Muchas veces, antes de esto es muy dificil -pot"no decir imposible­hacer que acepten la ley de un Dios que parece haberlos abandonado a su triste suerte. ·

Y uno de los problemas con que la Iglesia se enfrenta casi a partir de su nacimiento -pocos años después y aún en la era. apostólica- es la disgregación de los hermanos separados: el cisma y la herejía sembraron la desunión desde los albores del cristianismo, por lo que fue necesario crear el adjetivo ªcatólica" para designar a la Iglesia verdadera y tronco que sufre de continuo el desgajamiento de sus ramas (católico: del griego «Ka1a»«kata• =encima, sobre; «olos»: todo; literalmente significa (,(sobre todo» esto es, universal}. De este modo, la unidad deseada por Cristo:

a "Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno comonosotros."(Jn 17,11).

¿Como, pues, ha de realizarse esta unidad, si no es con el retorno de los separados al tronco común del que se desgajaron? Es una labor más, encomendada al apóstol: buscar la unidad, aunque cuidando los riesgos.

Termina el Papa con una hermosísima exhortación que a la vez es personal y comunitaria: personal porque ningún católico queda excluido; comunitaria porque nos señala claramente la necesidad de reunimos en comunidades que nos presten apoyo: la familia. Y esto lo hace porque sabe que en tratándose de seglares es en ella donde se forjan los primeros deseos de santificación.

La sustancia de esta exhortación se concreta en una sola palabra santidad; santidad de vida, santidad de pensamientos, santidad de hechos, santidad de fines. El apóstol que no buscara esta vida de santidad dejaría olvidado el enunciado de este apartado: «testigos auténticosll. ¿Cómo puede haber autenticidad de apóstol en quien vive en pecado, o descuida el camino de perfección para debilitarse hasta caer en el pecado? ¿Y cómo puede mantenerse y avanzar por el camino de la perfección si no con los Sacramentos, más concretamente con la recepción frecuente en cuanto sea posible de la Sagrada Eucaristía? Sólo asi y con las visitas frecuentes -diarias varias veces, si es posible- al Santísimo Sacramento se llega a esa «familiaridad con Dios• que pide Paulo VI. Una familiaridad intima que consiste en hablar con El ante su sagrario, pero también en todo tiempo y lugar que nuestros quehaceres nos dejen libres. SER APOSTOL AUTENTICO ES SER SANTO.

3HOR