El Escriba Del Faraon - Cesar Vidal

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  • Amenhotep II accede al trono deEgipto con la ambicin de superarlas hazaas de los faraones que lehan precedido. Descubre que laclave para mantener el controlsobre su pueblo reside en dominarla informacin que ste reciba. Paraello recurrir a Nebi, un escriba queha de dejar constancia no de laverdad, sino de aquello que elfaran desea que se convierta en lamemoria de su pueblo. Sinembargo, Amenhotep se verdesafiado por un pueblo deesclavos: los hebreos.

  • Csar Vidal

    El Escriba delFaran

  • ePUB v1.0Sirhack 05.10.11

  • 1995, Csar Vidal Manzanares 1995, Ediciones Martnez Roca, S.A.Paseo de Recoletos, 4. 28001 Madridwww.mrediciones.comISBN: 978-84-270-3215-6Depsito legal: M. 1.311-2007Fotocomposicin: EFCA, S.A.Impresin: Brosmac, S. L.

  • PERSONAJESAJEPRURA AMENHOTEP, hijo deMenjeperra Tutmosis, rey de Egipto,conocido por los historiadores comoAmenhotep II.

    AMENMOSE, sacerdote del templo deIsis, primer maestro de Nebi.

    HEKANEFER, sacerdote del templo deIsis.

  • HEKARESHU, subordinado de Nebi.

    HEPU, compaero de Nebi en la Per-anj.

    IPU, subordinado de Nebi.

    ITUNEMA, heritep-a'a.

    IUTY, mdico al servicio de la Per-a'a.

  • KAEMUAST, sacerdote de Sejmet ymdico.

    MENJEPERRA TUTMOSIS, rey deEgipto, conocido por los historiadorescomo Tutmosis III.

    MERESANJ, madre de Nebi.

    MERIRA, sacerdote del templo de Isis.

    MERIT, esposa de Nebi.

  • MINHOTEP, jefe del destacamento deinfantera egipcia acuartelado en laciudad de Ykati.

    NEB, intrprete al servicio de la Per-a'a, protagonista de la presente novela.

    NEFER, hermana de Tjenur.

    NEFERHOTEP, hermano deSobejotep.

  • NEHEMAWY, padre de Nebi.

    NUFER, sacerdote del templo de Isis,maestro de Nebi, to de Paser.

    PASER, escriba, sobrino de Nufer,amigo de Nebi.

    PTAHMOSE, gran sacerdote deltemplo de Isis.

    RA, sumo sacerdote de Amn.

  • RANER, sacerdote del templo de Isis.

    RASHA, compaero de Nebi en la Per-anj.

    SENNU, general de AjepruraAmenhotep.

    SOBEJOTEP, funcionario de la Per-a'a, superior de Paser y Nebi.

  • TA-AA, reina de Egipto, esposa deAjeprura Amenhotep.

    TJENUNA, alcalde de la aldeadependiente del templo de Isis.

    TJENUR, sacerdote del templo de Isis.

    UEBENSENU, primognito deAjeprura Amenhotep.

  • PRIMERA PARTEAL SERVICIO DEL TEMPLO

  • 1Hoy puedo escribir lo que desee. Alfin. Lo hago tras dcadas y dcadas detrazar con la afilada punta de latrabajada caa aquellos rasgos casiprodigiosos que otros deseaban verreflejados por escrito. Hoy, por primeravez en mi vida, puedo dejar constanciaescrita de aquello que verdaderamentesiento y creo, de lo que autnticamentealbergo en mi corazn. Cuando hayaterminado de llenar estos papiros, mideber para con la tierra de Jemet habrquedado cumplido para siempre. En los

  • milenios venideros al menos as locree el seor de Shemeu y Tamejeu laotra versin ser la leda, la enseada,la comentada y, pese a ser falsa, lacreda y transmitida. Se convertir en lamemoria que todos deben asumir. Comoantao las aguas del Hep-Ur seconvirtieron en sangre que nadie pudobeber, ahora la realidad se transformaren algo muy distinto de la verdad peroque todos absorbern. No deja de sercurioso que para obtener mi libertad sinsospechas haya debido participar en laconsagracin de un instrumento deesclavitud, que antes de poder dejarconstancia escrita de aquello que creo y

  • deseo, haya debido contribuir en laredaccin de aquello que otros hanquerido y que hubieran ansiado fuera unfiel reflejo de lo acontecido en losltimos meses. Pero podr, mientras elhombre sea hombre, ser de otra manera?

  • 2An puedo recordar con claridadaquella maana de Peret en queNehemawy, mi padre, decidi apartar dem su potestad para que escribiera o,ms exactamente, para que aprendiera aescribir. S que hay personas en nuestropueblo que recuerdan con especialaoranza los das en que todava erannios. Comparado con el trato quereciben los hijos de los brbaros, nocabe duda de que el que prodigamos alos nuestros es benvolo y cuidadoso.No permitimos que ninguna mujer se

  • deshaga de la vida que hay en su seno ynunca abandonamos a los nios yanacidos. Tambin es verdad que nosocupamos de alimentarlos, de vestirlos ymantenerlos limpios, pero, si hemos deser honrados, no es as tambin comotratamos a muchos de nuestros animales?Con todo, yo tambin conservo en elcorazn una vaga memoria de felicidadligada a las manifestaciones de afectorecibidas en el hogar de mis primerosaos.

    Mis padres me trataron bien. Mealimentaban, me vestan, procuraban queno anduviera descalzo como muchosotros nios. Pero tambin y

  • seguramente esto es mucho msimportante me abrazaban y besabancon un cario especial. Recuerdoborrosamente a mi madre. Se llamabaMeresanj y era una mujer delgada, msalta de lo habitual y con una tez msoscura que la de mi padre. Aunque setrataba de una persona demasiadonerviosa y con una inclinacinirresistible a perderse en las minuciasde nuestro hogar, no puedo decir que lefaltara tiempo para reparar en m. Encuanto a mi padre, Nehemawy, era unhombre sencillo y trabajador. Meamaba, aunque, siendo estricto y muypartidario de la disciplina en su trato

  • conmigo, fue rara la vez en que sepermiti entregarse a ninguna efusin decario dirigida a m.

    Poco ms emerge en mi corazn deaquellos primeros aos. S soyconsciente de que dese en algunasocasiones acercarme en mis juegos alro, pero no me estaba permitido y,seguramente, no fue eso lo nico que meestuvo vedado en mi tempranaexistencia. Pese a la confianza absolutaque tena en mis padres, no pude evitarque el temor se apoderara de m cuandoNehemawy me anunci que iba a serllevado a una Per-anj para miinstruccin. La noticia me conmovi

  • tanto que, cuando estuve seguro de quenadie me vea, me sent bajo unapalmera y romp a llorar. Por qu lohice? No lo s con certeza, pero imaginoque lo que ms llenaba de pesar micorazn era el hecho de que, sin ningunarazn convincente para m, fueran aarrancarme del lugar donde vivainconsciente y plcidamente dichoso.Seguramente no me asustaba el futuro ni siquiera saba en qu consistira,pero s me aterrorizaba desprendermede un presente conocido, sosegado y sinperturbaciones.

    No fui el nico que derramlgrimas. Tambin mi madre llor, y

  • pude escuchar como ahogaba sussollozos mientras mi padre le explicaba,primero comprensivo y luego un tantoimpaciente, que aquella decisin era lomejor para m y que de esa manerapodra llegar a ser alguien importante.S, seguramente era demasiado nerviosay se distraa demasiado con las minuciasde la casa, pero me amaba. Limpi miescasa ropa, me prepar el equipaje eincluy alguna comida que, imagino,sera de la mejor calidad. Cuando,finalmente, sub a la barca que nosllevara hasta nuestro destino, tampocopudo evitar que junto a los pliegues desu sonrisa forzada fueran cayendo

  • lgrimas que no supo contener.Durante el viaje estuve acompaado

    por mi padre, que no dej de cantar lasloas de lo que iba a ser mi futuracondicin de hombre educado. Parecacomo si hubiera aprendido de memoriaun discurso para la ocasin y, mientrasasistamos al paso del tiempo en lacubierta de la embarcacin, se dedic adesgranar una retahla de afirmacionesque le servan para afear la conducta yla vida de todos aquellos quedesempeaban otros cometidos en laJemet.

    Mira, mira me deca acalorado, ese hortelano lleva un yugo que le

  • aplasta los hombros. La dureza de lamadera le ha ocasionado incluso uncallo purulento en el cuello. Por lamaana riega legumbres. Por la tardeecha agua a los pepinos. Al mediodahace lo mismo con las palmeras, ysabes cul es el pago que recibe porese trabajo? Pues que muchas vecesacaba desplomndose y muriendo bajola carga.

    La imagen de aquel pobredesgraciado al que casi me pareceestar viendo en estos momentos meimpresion porque, efectivamente, elpedazo de madera burda y sin desbastarpareca haberse convertido en un rgano

  • ms de su cuerpo. Pero, en vez de estardestinado a proporcionarle una ayudaadicional, le inyectaba un doloracrecentado, como si de un miembroenfermo se tratara. An estabareflexionando en ello cuando mi padreapunt, con una mezcla de desprecio yconmiseracin, a unos campesinos que,desnudos, se ocupaban de laborar en unode los campos situados a la orilla delHep-Ur.

    Fjate, hijo, en esos hombres.Gritan ms que los cuervos y sus dedosestn llenos de callos. A veces lossiervos de la Per-a'a se los llevan comomano de obra al norte de la tierra de

  • Jemet. Tendras que ver lo que esosignifica para esa gente. En el viaje deida ya van hechos una lstima. Perocuando llegan a su lugar de destino, anes peor su condicin. All tienen quesufrir por la enfermedad, por la tarea ypor la inseguridad de si volvern o no aver a su familia. Si, al final, son tanafortunados como para regresar delpantano, cuando vuelven a sus hogaresson pingajos completamente exhaustos ycon la salud destrozada.

    Al contarme todo aquello no creoque mi padre fingiera. Por el contrario,creo que saba lo que se deca y,posiblemente, conoca a gente que haba

  • sufrido en algn momento una suertecomo la que acababa de describirme.Apenado, realiz una pausa y, luego, sinmirarme a los ojos, con la vozapresurada, continu. Lo hizo como sitemiera que algo se le fuera a olvidar sino lo deca rpido y como si tambinsufriera por el distanciamiento que seiba a producir inevitablemente cuandollegramos a la Per-anj.

    Hijo, la vida en la tierra de Jemetes muy dura. Esas pobres gentes que vesah se esfuerzan como bestias slo paraconseguir algo de pan y algunasverduras que dar a sus familias. Sinembargo, incluso conseguir algo tan

  • modesto no les resulta nada fcil. Seagotan en el campo, sostienen con susudor a la Per-a'a y a los sacerdotes, amenudo son reclutados para combatir orealizar trabajos y slo a costa deenormes sacrificios consiguen ahorraralgo que les permita garantizar quellegarn a occidente despus de ir al ka.Call por un instante y me coloc lasmanos sobre los hombros. Nebi, nodeseo que se sea tu futuro. Si t lograsaprender a leer y escribir... si consiguescomprender las figuras que aparecen enlas paredes de los templos y que seguardan en los archivos de losalmacenes y los palacios, tu vida ser

  • muy distinta.Creo que fue entonces cuando por

    primera vez experiment en mi coraznun sentimiento que luego se repetira endiversas ocasiones con el paso de losaos, aunque no siempre pudiera sersumiso al mismo. Se trataba de unacompasin por la desgracia ajenamezclada con un deseo casi compulsivode no participar en ella. La visin delhortelano y del campesino habaremovido algo en mi interior y no pudeevitar que mis ojos se humedecieran.Pero, a la vez, y de una manera muchoms fuerte, sent el impulso para noverme, bajo ningn concepto, reducido

  • nunca a un estado como el suyo.

  • 3El viaje dur varios das. Cuando Radescenda en Meseket, bajbamos delbarco para dormir en tierra y antes deque el dios ascendiera a los cielos abordo de Mandet, inicibamos otrasingladura aprovechando las horas enque el calor an no se converta enagobiante. Por fin, un da, la silueta del a Per-anj se dibuj sobre el cielo ysupe que, posiblemente, aqulla sera laltima noche que pasara en muchotiempo con mi padre. Apenas habamoshablado desde el da en que me seal

  • la miseria que caracterizaba laexistencia de campesinos y hortelanos,y, de manera instintiva, fui yo el queintent entablar conversacin. Habamosterminado la frugal cena y mi padre sehaba levantado distancindose un pocodel resto del grupo. Puesto que podatratarse de que hubiera ido a cubrir suspies, lo ms prudente y correcto habrasido esperar a su regreso, pero no lohice. Al escuchar mis pisadas, se volviy, sonriendo, me tendi la mano paraque se la cogiera.

    He visto muchas palizas comenz a decirme con cierta tristeza,y a las personas a las que obligan a

  • trabajar... Dedcate a los libros! Paragente como nosotros, que no formamosparte de la Per-a'a, no hay nada mejor.Adentrarse en los textos escritos escomo subir a un barco que se deslizasobre el agua. Ahora no puedesentenderlo todo, pero debes saber queun escriba, en cualquier puesto de laciudad, no experimentar sufrimientos.Se ocupa de las necesidades de otros, y,precisamente por ello, no carece derecompensas. Todava eres un cro, peropronto podrs ver cmo te saludarn y teasignarn tareas inmediatamente. Nuncatendrs que usar un delantal dejornalero.

  • Me sent un poco desilusionado alcomprobar que mi padre comenzaba adispararme lo que slo me pareca unarepeticin del discurso de unos dasatrs. Incluso pens en soltarme de sumano y regresar con el grupo paradormir, pero fue entonces cuando dijoalgo que nunca antes le haba escuchado.

    Mira, Nebi, hijo mo, si he estadoviajando contigo hasta la Per-anj... sedetuvo como si le costara pronunciar laspalabras que a continuacin salieron desus labios ha sido porque te quiero.Tu madre y yo hubiramos deseado quete quedaras con nosotros... Nos hubieragustado verte crecer y convertirte en un

  • hombre... No ser as, pero no nosimporta porque cada da pasado en laPer-anj redundar en tu beneficio. Deall saldrs transformado en un hombresin amo. Sin haber tenido apenas queesforzarte, sers libre.

    Yo, que he tardado tanto en estarcerca de los no sometidos aservidumbre, s ahora que mi padre seequivocaba. Simplemente, haba dejadoque su corazn cayera en el lazo depensar que una posicin superiorequivale a un estado de libertad. Enrealidad, se trata slo de unaservidumbre distinta. l no lo saba yaquella ignorancia le llevaba a concebir

  • esperanzas y anhelos de futura felicidadaunque no fuera l sino yo el destinado arecibir los beneficios de la condicin deescriba y ver realizadas sus ilusiones.Sin saberlo, era presa del espejismo quearrastra a tantos hombres, el de serdichosos porque ignoran la felicidad yel de creer que lo recibido por los hijoses una compensacin por aquello de loque carecieron.

    En aquellos momentos, conmovidopor la sinceridad de mi padre, lo abrumcon preguntas, abr mi corazn para quesalieran todas las inquietudes que sehaban ido almacenando en su interior enlos das anteriores.

  • Pero, padre, todava soy un nio.No s lo que tengo que hacer. Podrvolver a veros a mi madre y a ti? Quinva a cuidar de m?

    Al escuchar mis palabras, el rostrode mi padre perdi el gesto suave queslo unos momentos antes se habadibujado en l y se cubri con un velode dureza. Entonces pens que se sentaincmodo, irritado incluso, alescucharme. Ahora s que,posiblemente, slo deseaba evitar quesus sentimientos lo vencieran y que laesperanza de mi futuro fuera desplazadapor el dolor de dejar de verme.

    No debes temer nada, Nebi

  • cort de manera tajante. Eres unmuchacho inteligente y adems laRenenet de un escriba est sobre suhombro desde el da de su nacimiento.Si eres prudente, slo puedes esperar lomejor de esta vida...

    Por unos instantes, cerr los labios ydej que la cabeza descendieralevemente sobre su pecho. Luego volvia alzar la frente, respir hondo y, sindirigir su mirada a mis ojos, siguihablando:

    Estando en la Per-anj, vas a tenerque vivir con muchachos de tu edad. Laconvivencia no siempre ser fcil. Poreso, si estalla una disputa, no se te

  • ocurra acercarte a los que discuten. Si telanzan un reproche y no sabes cmocontestar calmando a la persona que loha proferido, bscate testigos entre losque te escuchan pero, sobre todo, norespondas con apresuramiento.

    Asent con la cabeza ms porcomplacer y tranquilizar a mi padre queporque entendiera cabalmente lo queacababa de decirme.

    Tambin te encontrars con gentemucho ms importante que t... lossacerdotes, los maestros... Levntatecuando se dirijan a ti. Date prisa enobedecer cuando te ordenen que vayas aalgn sitio. Si alguna vez te mandan

  • acompaarlos, no camines nunca a sulado, sino detrs, y sguelos a unadistancia apropiada. Nunca pidas nada.Haz lo que te digan. Ah, y no teabalances sobre la mesa cuando lleguela hora de comer. Entiendes, Nebi?

    Nuevamente volv a asentir, aunquemi corazn albergaba profundas dudasacerca de mi capacidad para recordartodas aquellas instrucciones que mipadre estaba derramando sobre m.

    Y, sobre todo, hijo, ten muchocuidado con lo que hablas. Nuncacuentes lo que es secreto, y tampocodigas nada a tontas y a locas. Cerca de tipodra estar sentado alguien hostil y

  • siempre te estaras arrepintiendo de tuerror. No te juntes tampoco conmuchachos indisciplinados.

    De repente se detuvo un instante.Quiz pens que me estaba causando unapreocupacin innecesaria con aquellasconsejas. A fin de cuentas, enfrente de lslo estaba un nio pequeo que al dasiguiente se vera separado de suspadres durante aos. Sonri, me colocla mano derecha sobre el hombro y dijo:

    Y, sobre todo, hijo, no tengasmiedo. Nunca estars solo. La Mesjenetasignada al escriba lo hace avanzar en elconsejo. Honra siempre a los dioses acausa de tu padre y a causa de tu madre,

  • que te colocaron en el camino de lavida. Bueno, creo que ya es bastante.Ser mejor que vayamos a dormir.Maana nos espera un gran da.

  • 4No fue un gran da. El inicio delcamino hacia la libertad, el principio demi vida sin amo tuvo la apariencia yla realidad de algo bien distinto.Delante de las grandes puertas de laPer-anj se agolpaban docenas demuchachos con sus familias. Aunquedistintos en su aspecto externo, en lasfacciones de sus rostros e incluso en susatavos, todos ellos habran podidoreducirse a dos grupos: los quemanifestaban seguridad porqueprocedan de familias que, como

  • mnimo, detentaban la posicin deescribas, y los que se vean sometidos apartes iguales a las sensaciones deesperanza y de temor. De esperanzaporque, presumiblemente, sus hijostendran un futuro mejor que el presentede ellos; de temor porque, en realidad,los encaminaban hacia algodesconocido.

    Haca ya bastante rato que Ra habacomenzado a remontar los cielos abordo de Mandet, cuando las puertas dela Per-anj se abrieron y dos hombres decrneo rasurado y vestiduras de linosalieron por ellas. De su hombroizquierdo colgaba la bolsa con los tiles

  • de los escribas. Con ese gesto tpico delos funcionarios que luego he vistodecenas de veces, no se molestaron enmirar a las personas que haba delantede ellos e incluso se volvieron deespaldas con discrecin no excesivacuando una mujer se acerc a ellos, sinduda para formularles alguna pregunta.Se trataba de personas conscientes de suimportancia y del enorme abismo queles separaba de toda aquella gente.

    Llevbamos un rato esperando paraver en qu parara todo aquello cuandopor las puertas abiertas apareci unhombre al que segua otro ms cuyacabeza se vea protegida del ardor de

  • Ra gracias a un esclavo que sujetaba unparasol blanco y redondo. Aunque,aparentemente, su vestidura lo hacaidntico a los otros, en su porte, en sumanera de andar y en su mirada setrasluca algo que lo diferenciabaradicalmente de ellos. Un segundoesclavo, que caminaba en pos de l,coloc sobre el suelo una silla demadera bruida e hizo un gesto solcitocon la mano para que tomara asiento.Cuando, finalmente, de manera lenta ydigna, aqul deposit sus posaderassobre el mueble, los dos escribas quehaban aparecido al principiocomenzaron a gritarnos para que

  • callramos y estuviramos atentos.Apenas les cost conseguirlo, pues laadmiracin haba ido dejando paso enlas gargantas de la gente a un silencioatnito y casi reverencial. Cuando stese convirti en absoluto, uno de ellossac de su bolsa un rollo y, tras pedirpermiso al hombre sentado, comenz aleer de una lista.

    Como el agua que cae de la jarra, dela boca de aquel sujeto fueronsurgiendo, suaves y seguidos, nuestrosnombres y, como si de un ritual mgicose tratara, cada uno de nosotros nosdespedimos, apenas sin atrevernos ahacer un gesto, de nuestros

  • acompaantes para ir formando unahilera, ordenada y silenciosa, bajo lamirada supervisora de los sacerdotes.No ramos muchos. Quiz nosuperbamos el medio centenar, pero,pese a lo reducido de nuestro nmero,ya habamos empezado a serimportantes. Un da de nuestras filassurgiran los funcionarios, lossacerdotes, los mdicos y, comomnimo, algunos de los jefes militaresque cimentaran con ms solidez quenunca la grandeza de Jemet frente a losasaltos caticos de los aamu.

    A medida que la fila de muchachosiba entrando en el templo, intent volver

  • hacia atrs la cabeza y contemplar elrostro de mi padre. Pero el deseo de noperder el paso y de evitar unareprimenda impidi que lo consiguiera.Muchas veces he reflexionadointentando saber las emociones que sedibujaran en su cara en aquel momento.Orgullo? Alegra? Pesar? Inquietud?Nunca he llegado a saberlo.

    El primer da en el recinto sagradome result especialmente desagradable.Por primera vez me vea totalmenteseparado de mis padres, que siempre mehaban tratado con cortesa y buenosmodos. All fue muy diferente. Nosobligaron primero a desnudarnos en una

  • promiscua y desagradable cercana quea m me record a las bestias apiadasen el corral. Luego nos ordenaron quenos frotramos el cuerpo con materialessperos y burdos para garantizar que noquedara ni la ms mnima seal desuciedad, algo que, hay que reconocerlo,no estaba de sobra para muchos de lospresentes. Finalmente, fuimos pasandoante un barbero que se ocup derasurarnos la cabeza hasta dejar nuestrocrneo liso y sin vello, como el de lossacerdotes. Sin duda, hay mucho desabio en una medida as porque evita laaparicin de parsitos y que sealmacene el sudor y la mugre. Quiz es

  • natural que por ello nos sintamos mslimpios que los aamu o que loshabitantes de Wawat. Pero, en aquellosmomentos, y durante el tiempo quetardamos en acostumbrarnos a aquelnuevo estado de nuestra cabeza, elafeitado se convirti en un autnticosuplicio. El escozor, el picor y el dolorse hacan insoportables especialmentecuando sudbamos o los insectosdecidan planear sobre nosotros.

    Apenas habamos salido de aquellasprimeras impresiones cuando lossacerdotes decidieron proporcionarnosotras an ms estimulantes. Nosencontrbamos reunidos en uno de los

  • patios interiores, temblorosos,amedrentados, con la cabeza pelada yuna especie de taparrabos de lino quenos haban dado a todos, cuando hizoacto de presencia un hombrecillo deaspecto tranquilo, acentuado por unaligera barriga. Llevaba una fina varitade madera bajo el brazo y, colgada delhombro, una bolsa con los tiles de losescribas. Nos mir con una mediasonrisa, se detuvo enfrente de nosotros ycomenz a hablar.

    Muchachos, mi nombre esAmenmose y he sido designado por ladiosa para ayudaros a dar los primerospasos en el proceso que terminar

  • culminando en vuestra educacin.Seguramente os estaris preguntando quos espera dentro de estos muros. Puesbien, no es necesario que esforcisvuestra imaginacin porque voy adecroslo claramente y sin ningn tipode rodeos. Aqu slo tendris lo que osmerezcis. Los que se esfuercenpersonalmente, obedezcan a sussuperiores y no trastornen el ordenrecibirn con toda seguridad, al final desus estudios, un puesto desde el queservir a la divinidad, proporcionargloria a la Per-a'a y mantenerse a smismos y a sus familias hasta el da enque vayan al ka. En cuanto a los que no

  • sigan esa conducta apropiada, sernobjeto de la disciplina necesaria parareprimir su necedad y si ni aun ascambian de actitud, sern expulsados...

    Haba llegado a ese punto de sudiscurso cuando de pronto su rostroplcido pareci experimentar un cambiosbito y sus ojos se clavaron en alguienque estaba a mis espaldas.

    Eh, t dijo con voz imperiosa. S, t, el larguirucho. Qu es esotan importante que tienes que comentarcon el de al lado para decidir noescucharme? Te has credo que soy unbabuino chilln al que puedes permitirtepasar por alto?

  • Como movidos por un resorte,giramos nuestros cuellos para ver aquin se diriga. El apelativo delarguirucho no careca de raznporque, sin lugar a dudas, se trataba delmuchacho ms alto del grupo. Delgado,espigado, con unos miembrosdesproporcionados, en su faz sedescubran algunos rasgos negroides.Pero ahora, toda su estatura, en lugar deimponer, causaba sensacin dedesamparo y despiste, de temor ydesconcierto. Con el maxilar inferiorcado por el asombro, se haba llevadouna mano al pecho como preguntando sise diriga a l.

  • S, estpido hijo de un chacal yuna perra, es a ti a quien me refiero. Venaqu inmediatamente y arrjate en elpolvo.

    Sin terminar de reponerse de lasorpresa, el muchacho corri asustadohasta donde estaba Amenmose y setumb de un golpe en el suelo,levantando una nubcula de suciedad.

    Ahora vais a ver a lo que merefera cuando hablaba de disciplina...T y t dijo Amenmose sealando ados muchachos, venid aquinmediatamente.

    Los nios se desplazaron, lvidos,hasta el lugar donde Amenmose estaba.

  • Como yo, ignoraran para qu habansido requeridos y, sin duda, eso lesinyectaba un temor que poda verse confacilidad reflejado en sus rostros.

    T, sujeta a este necio por lasmanos, y t, hazlo por los pies ordena los dos cros, mientras les apuntabaautoritariamente con el ndice de sumano derecha. Os advierto que si semueve, seris vosotros los querecibiris por partida doble su castigo.

    Los dos se abalanzaron sobre lasextremidades del nio que yaca en elsuelo y se aferraron a ellas como elpescador que sujeta las fauces delcocodrilo para que no se abran y le

  • devore. Sudaban y resoplaban,intentando no perder a su compaero,convertido circunstancialmente en presay garanta de que, a su vez, no seransancionados. ste deba de imaginarseya por entonces lo peor porque habaempezado a sollozar bajito como sitemiera que el llanto le acarrearamayores desgracias.

    Y vosotros dijo Amenmosemirndonos a todos, estad bienatentos. Vais a saber de primera mano loque significa ser desobediente y recibirla disciplina exigida para esos casos.

    A continuacin sac de debajo de subrazo la varilla de madera y cort el

  • aire con ella dos o tres veces como paraasegurarse de que estaba bien templada.Luego, con paso decidido, se acerc aljoven tumbado, le desat el taparrabos ydej al descubierto sus nalgas. Acontinuacin respir hondo, tomfuerzas y comenz a descargar varazossobre el trasero del nio de manerartmica y sincopada, a la vez quecontaba los golpes. No haba en surostro el menor asomo de ira ni tampocola sensacin de estar disfrutando conaquello. Era ms bien el gesto,impersonal y seguro, del que sabe quehace lo que debe. Despus del primergolpe, el nio comenz a berrear de una

  • manera terrible. Moqueaba y babeaba,mientras de su boca salan gritos queaseguraban que no hara aquello nuncams. Quiz deberamos haber sentidocompasin por l, pero tan noblesentimiento qued ms que cegado antela visin de las tiras finas y rojizas queel azote iba entrecruzando en lasposaderas del infeliz. Cuando lleg a losdiez golpes, Amenmose se detuvo.Recuper el resuello, meti la suavepanza y se volvi a dirigir al muchachoal que acababa de castigar.

    Es tu primera vez y seguramentetendrs bastante con esto. Levntate yvuelve con tus amigos. Y dirigindose

  • a los nios que haban sujetado a sucompaero, aadi: Vosotrostambin.

    El nio larguirucho se alz del suelocomo pudo, intentando a la vez sonarselos mocos, taparse las vergenzas ysecarse los ojos, todo ello sin darocasin para un nuevo castigo por suretraso. Cuando lo vi pasar a mi lado,sent pena de l y supe que si Amenmoseno se haba detenido ante l, que era elms alto y el ms fuerte, tampoco lohara con ninguno de nosotros.

    Debis saber que a partir de hoyestaris completamente sometidos a misrdenes. Yo os ensear a escribir y a

  • descifrar lo que otros escribieron. De maprenderis cmo medir los camposdespus de la crecida del Hep-Ur ycmo calcular el trigo que loscampesinos deben entregar a la Per-anj.En suma, todo lo que es necesario yprctico para servir a vuestrossemejantes. Pero debis recordar entodo momento lo siguiente: os tratarsiempre con justicia y slo cosecharisaquello que antes hayis sembrado.Ahora os acompaar a vuestro lugar dedescanso...

  • 5Aunque severo, Amenmose hizo honora su palabra en los meses siguientes.Debo decir que, en general, se trataba deun hombre justo y razonable que, enocasiones, hasta se permita bromearcon nosotros y, muy excepcionalmente,participar en nuestros juegos. Haba trescosas, sin embargo, que no podasoportar: la haraganera, la mentira y lafalta de respeto. En el grupo en el que yoestaba pocas veces tuvo que enfrentarsea ninguno de esos terribles defectos.Tras golpear al larguirucho luego

  • supe que se llamaba Hepu y que era hijode un soldado y una mujer de Wawat,nadie se atrevi a interrumpir una solade sus explicaciones. Pero lo cierto esque bebamos de las mismas no slo portemor, sino tambin porque sabamosque nuestra vida dependa de ellas.

    Recuerdo que dos nios de nuestrogrupo no llegaron a terminar susestudios con Amenmose. No eran malosni holgazanes, sino simplemente torpes.Inicialmente nuestro maestro intentestimularlos con la vara, pero prontocomprendi que no se trataba de falta devoluntad, sino de capacidad. Finalmente,opt por enviar recado a sus familiares

  • para que vinieran a recogerlos. Aquellonos caus mucha pena y ms a m, quehaba llegado a intimar bastante con unode ellos llamado Rasha pero, sinduda, resultaba inevitable. Cierto comoque Ra asciende todos los das al cielo abordo de Mandet resulta que no toda lagente sirve para estos menesteres, ycuando se permite que todos accedan aellos la nica consecuencia es que laenseanza se dispensa con menor rigor yprofundidad y, finalmente, todos salenperjudicados. Amenmose lo lament,pero, segn nos dijo, siempre tuvo claroque no poda sacrificar a todos susalumnos por dos muchachos a los que

  • los dioses no haban dado msinteligencia.

    Hacerme con el arte de escribir norepresent dificultad especial para m.Antes de que la estacin de shemu dierapaso a la de ajet, saba trazar con ciertadestreza algunos de los rasgosesenciales de nuestra lengua en su formaescrita. Como luego sabra al estudiarotras, nuestra manera de escribir no selimita a dar un valor a cada parte de unsonido, sino que se vale de signos que,en ocasiones, expresan ya de por sideas completas. Amenmose se percatpronto de mi habilidad y en pocos mesesdecidi ir dndome fragmentos de obras

  • literarias para que intentara leerlas yprogresara as en la medida de miscapacidades. Aquello, que slo podabeneficiarme, por otro lado, me permitirecibir un trato ms benvolo en otrasreas.

    Y es que, si la lectura y la escriturafueron para m ms una diversin que unaprendizaje, no puedo decir lo mismo dela resolucin de problemas. Huelgadecir que tanto la supervivencia deJemet como el funcionamiento de laPer-a'a o la realizacin de las grandesconstrucciones exige dominar a laperfeccin estos trabajos, pero aquellono me estimulaba lo ms mnimo a la

  • hora de conseguir comprenderlos mejor.Cuando tena que trazar los signos paralas unidades, las decenas, las centenas,los millares, las decenas de millar, lascentenas de millar o el milln, no eranpocas las veces que perda la cuenta ydejaba alguno sin escribir. Por ejemplo,todos saben que la cifra nueve mil seescribe con nueve signos de millar. Puesbien, no era raro que yo escribiera ochoo diez. Trazar con el clamo, porejemplo, la palabra escriba norepresentaba la menor dificultad. Erasimplemente cuestin de memoria y decierta habilidad, una habilidad de la queno carec nunca. Pero escribir

  • novecientos noventa y nueve exigaveintisiete dibujos diferentes y no erararo que alguno se me pasara por alto.

    Sumar y restar, pese a lasdificultades indicadas, tampoco mecost grandes problemas, pero, denuevo, multiplicar y dividir seconvirtieron para m en operacionesresbaladizas de cuyo resultado no estabaseguro casi nunca. Eran tantas lascantidades que haba que ir duplicando ytantos los pasos donde poda tropezarque raro era que no lo hiciera en alguno.Por supuesto, y partiendo de esa base,los problemas aha no eran un terreno enel que yo destacara. An ms. En

  • aquellos momentos no entenda culpoda ser la utilidad de responder apreguntas del tipo: Una cantidad, si sele aade la cuarta parte, resulta quince,qu cantidad es?, o del estilo decmo dividir 100 en dos partes paraque la raz cuadrada de una de ellas sealos 3/4 de la otra?.

    Por las maanas, tena quededicarme a temas ridos como elclculo de la superficie del crculo (s,an recuerdo que el procedimientoconsista en sustraer 1/9 del dimetro yen calcular la superficie del cuadradocorrespondiente) o el del saco quecontiene oro, plata y plomo, comprado

  • en 84 lingotes, del que haba quecalcular el valor de cada metal. En msde una ocasin Amenmose debahaberme golpeado con su vara, perosiempre encontraba algn camino generalmente, una pregunta de historia ode literatura para compensar mi errory no tener que recurrir a la disciplina.

    Adems era consciente de micomportamiento por las tardes. Mientrasmis compaeros se entregaban a losjuegos, yo me dedicaba a repasar ymemorizar signo tras signo de los quecomponen nuestra lengua escrita eincluso a escribir cosas relacionadascon los sucesos del da, con aventuras

  • imaginarias fraguadas en mi mente o conlas costumbres de los sacerdotes o losanimales. Cuando, una tarde, recibiendola brisa que vena del Hep-Ur,Amenmose descubri aquellos trazosescritos con inseguridad y entusiasmo,no tard en sumirse en su lectura. Aqu yall me hizo alguna observacin. Congesto duro me seal que el grafismoempleado no era el correcto o que laconstruccin de la frase dejaba muchoque desear. En los das siguientesdescubr su mirada, que se posaba sobrem a hurtadillas. Finalmente, una tarde,se franque conmigo.

    Nebi, he estado pensando en lo

  • que te vi escribir el otro da... comenz a decirme con gestomeditabundo, mientras se rascaba labarbilla pulcramente rasurada.

    Contuve el aliento esperndome lopeor. Por aquellos das haba sidodevuelto a casa uno de los compaeros alos que me refer antes y tem que sepudiera ser tambin mi destino. A juzgarpor lo que me haba ido indicandoAmenmose, mi forma de escribir dejabamucho que desear

    ... todo lo que habas trazado eramuy imperfecto. Aquello estaba cargadode errores y equivocaciones...

    Sent que se me formaba un nudo en

  • la garganta y que apenas poda contenerlas lgrimas. Si me expulsaban, qupodra decirles a mis padres? Para ellossignificaba un gran honor, unincalculable privilegio el poder tenermeall estudiando...

    ... leyendo todo aquello me hicean ms a la idea de que debes estarms atento en clase, pero, aun as...

    Hizo una pausa y frunci los labioscomo si no encontrara las palabrasexactas para expresar lo que quera.

    ... aun as, reconozco que en tiexiste un talento especial. Vers, Nebi,durante aos he enseado a muchosnios. En general, eran buenos

  • muchachos que luego han servido condignidad en diferentes posiciones.Algunos incluso han llegado adesempear altos cargos, pero pocos,muy pocos, posean talento.

    Me sent tentado de pedirle que seexpresara mejor, pero la inseguridadatenaz mis labios como si se tratara deun cerrojo.

    El talento es algo que no puedeencontrarse en los aamu, ni tampoco enla gente de Wawat. El pobre Hepu, porejemplo, sigue estudiando porque no esdel todo torpe y adems su padre es unbravo soldado a las rdenes de la Per-a'a, pero ya te habrs percatado de que

  • no es precisamente un nio inteligente.Tampoco quisiera que creyeras que setrata de algo comn o siquieramedianamente extendido entre los quehemos nacido en la tierra de Jemet. No,Nebi, no. En realidad, el talento slo seencuentra en algunos hombres a los quelos dioses han bendecido de una maneraespecial y... creo que t, Nebi, eres unode ellos.

    Me qued petrificado al escucharaquello. En el interior de mi corazn eldesconcierto haba sucedido al temor yen esos momentos no saba a cienciacierta ni qu pensar ni qu decir.

    En lo que t escribiste se puede

  • percibir una inteligencia que va ms allde lo normal. Ya s que no eres muybueno calculando las dimensiones de uncampo o la manera en que habra quemedir distancias, pero, creme, parahacer eso no hay que ser especialmenteinteligente. Mas escribir, imaginar,narrar como t lo haces... hijo mo, esopueden hacerlo muy pocos. Sin duda,posees ese don y no puedesdesaprovecharlo convirtindote en unmero funcionario, en un hombremediocre a las rdenes de hombresmediocres. Por otro lado, debes gratituda la diosa que te ha hecho as...

    Amenmose hizo una nueva pausa, e

  • intu que estaba a punto de decir algoque resultara decisivo para mi vida.

    Nebi, piensa bien antes de darmeuna respuesta. De ello dependeciertamente tu futuro... Te gustara sersacerdote de la diosa y ahondar en losmisterios de la divinidad? Te gustaraescribir, una vez que supieras hacerlocorrectamente, claro est, comoocupacin principal? Te gustaraaprender otras lenguas y hablar conhombres de tierras lejanas como hablasconmigo?

    En el suave aleteo de las ventanas desu nariz percib una emocin contenida,una inquietud especial, desconocida

  • hasta entonces para m. Pero al mismotiempo supe, con una certeza que pocasveces he sentido despus, que lapropuesta de aquel hombre estabaencaminando mi vida por un sendero queme atraa y que alguien sobrehumanoestaba abriendo seguramente para m.Respir hondo, le mir un instante a losojos y contest de manera afirmativa.

  • 6An sigo sin saber qu dijo Amenmosea sus superiores despus de laconversacin que sostuvo conmigo,pero, fuera lo que fuese, el jefe de lossacerdotes, Ptahmose, acept laspropuestas de mi maestro. De hecho,aunque segu recibiendo enseanza juntocon mis compaeros, pronto se me hizoobjeto de una deferencia especial. Y,poco a poco, a medida que iban pasandolos aos, mi vida fue estando msrelacionada con los otros sacerdotes ycon los aspirantes a serlo que con los

  • jvenes de mi edad. Con el transcursodel tiempo, llegu a diferenciar sindificultad a los sem, relacionados con lamomificacin, de los hemka, encargadosde los ritos funerarios, o de loshemneter, destinados al servicio deltemplo. Descubr asimismo que entreellos haba diferencias considerables yque mientras algunos llegaban a ostentarel honorable cargo de jeri-heb en lam i s m a Per-a'a, otros acababanencasillados en la condicin de web,como siervos de un templo secundarioen un destino que en poco o nada sediferenciaba del destierro. Lejos de serun camino de sabidura y aventura, como

  • pens la tarde de mi conversacin conAmenmose, el sacerdocio no pasaba enbuen nmero de casos de la rutina y delaburrimiento en la distancia. Slo losmuy capaces o los muy influyentespodan esperar otra cosa. No pertenecayo a los segundos y, por tanto, slo mequedaba la esperanza de esforzarme losuficiente como para encontrarme entrelos primeros.

    Durante aquellos aos me vi inmersoen una disciplina an ms rgida yagobiante que la que haba conocido enlos primeros meses de mi estancia en laPer-anj. Deba levantarme antes delalba y, a continuacin, unido a otros

  • sacerdotes y a los aspirantes, vestir,incensar y ungir con aceite la estatua dela diosa. Al medioda ayudaba a echaragua de purificacin a las fuentessagradas del santuario y, por la noche,participaba en el ofrecimiento de donesa la divinidad.

    La entrada en aquel mundo significmucho para m. De hecho, fue creandoun entorno slido y seguro que mepermiti sentirme tranquilo incluso enmedio de situaciones cuyo efecto puedeser devastador para una persona normal.Eso fue, de hecho, lo que me acontecicuando supe que Meresanj y Nehemawy,mis padres, haban ido al ka. Lo sent,

  • los llor e incluso llev luto por ellosdurante unos das a la vez quedispensaba ofrendas a la diosa para quellegaran tranquilamente a occidente. Sinembargo, en muy poco tiempo asimil suprdida, puesto que, en realidad, yahaca aos que haban salido de mi viday que mi existencia giraba en torno aotros sentires y quereres. Entre ellos, sinlugar a dudas, el primer lugar loocupaba Isis.

    Lejos de ser alguien distante, a quienvea en el templo mientras me hallabapostrado o en la calle mientras lasacaban en procesin, la diosa pas aconvertirse en un ser cercano, que, en

  • ocasiones, me pareci ms prxima quemuchas de las personas que pasaban poraquel templo. Isis, a la que todosllamaban Weret-Hekau y Mut-Netjer, esdecir, la que cumpla las funciones deSeora y de Madre, porqueefectivamente lo era, lleg a ser lo msimportante de mi existencia.

    Nufer, el sacerdote encargado deensearme cada rito y cada paso dadoen honor de la divinidad, me cont, veztras vez, la forma en que la diosa habadado inicio a todo lo bueno de quedispona el pas de Jeret, desde laagricultura a la medicina, pasando por elmatrimonio. Mi maestro en el

  • sacerdocio era un ancianito menudo ydelgado, amable y de buen color, quegustaba de explicarme todos y cada unode los detalles de la existencia de Isis ylos dioses relacionados con ella. A ldebo muchos momentos de delicia ysatisfaccin, de emocin y religiosidad.Llor cuando de sus labios brot ladescripcin del asesinato de Osiris, elesposo de Isis, a manos del perversoSet, y me emocion al escuchar losdetalles del viaje de la diosa en buscade los despojos mortales de su divinomarido. Como es sabido, al final todosfueron hallados con la excepcin delfalo, comido por el pez oxirrinco.

  • Nufer me ense asimismo cmoentender los gestos reflejados en laspinturas y en las esculturas, abriendo asun mundo nuevo e ignoto hasta entoncespara m. Le gustaba realizar aquellatarea obligndome a pensar, a discurrir,a reparar en algo que nunca haballamado mi atencin.

    Nebi, existe un sentido en nuestraescritura ms profundo del que hasaprendido hasta ahora. De momento,sabes que determinados signos escritosse corresponden con determinadaspalabras habladas, pero te has parado apensar por qu esos signos y no otros?Has reflexionado alguna vez sobre la

  • repeticin de ciertas formas, de ciertosmodelos en nuestras representaciones?Piensa, por ejemplo, en el ieb, elcorazn. Su forma aparece en pectoralesde nuestra diosa, en los jarros, en losamuletos, pero por qu?

    Yo balbuceaba algunas frasesintentando encontrarle un sentido a todoy l finga escucharme con inters porunos instantes, para, finalmente, afirmarque no estaba mal lo que deca pero quetodo era mucho ms profundo de lo que,al parecer, me imaginaba.

    El ieb es el asiento de la vida, delas emociones, de los sentimientos. Es elieb lo que se pesa ante el tribunal de

  • Osiris, es el ieb lo nico que no se quitadel interior de un cadver antes deproceder a momificarlo... Precisamentepor eso colocamos amuletos con formade ieb entre las vendas de la momia, poreso lo relacionamos con Isis, por eso...

    Y as poda continuar durante horasdescribiendo el significado del corazny por qu era ste y no otro el smboloutilizado en nuestra literatura, nuestrostemplos y nuestros palacios.

    Sin embargo, a pesar de Nufer, apesar del sosegado ritmo impuesto pornuestras tareas cotidianas, a veces,tenan lugar episodios que desmentan lasuposicin de que todo era plcido en

  • aquella existencia. Recuerdo al respectoun incidente que result especialmentesignificativo. Estbamos en la estacinde ajet, aunque no tengo claro si sucedien el mes de tot o en el de paopi. Hanpasado muchos aos y mi memoria noretiene ya todos los detalles. Nosencontrbamos lavando la estatua de ladiosa cuando uno de los sacerdotes, unhombre ya mayor, llamado Tjenur,descubri una manchita pequea en unode sus brazos. Puede ser que la mismase debiera a algn insecto o quiz,debido a su tamao, a algn animalejoque hubiera conseguido entrar en elsantuario inadvertidamente. El gesto de

  • fastidio que el sacerdote dej que sedibujara en su rostro resultaba, por lotanto, justificado, aunque desdijera algode la solemnidad del lugar. Lo cierto esque emplebamos buena parte del damantenindolo todo pulcro y ordenado, yun inconveniente como aqul resultabamolesto. Sin embargo, lo que sucedi acontinuacin result desaforado. Irritadopor aquella huella de suciedad, lanz unescupitajo contra la imagen y pidi convoz airada un trapo. Cuando se loacercaron, frot con el mismo la manchay, sin abandonar en momento alguno sugesto hosco, comenz a quejarse por eltrabajo que les daba lo que denomin

  • este maldito trozo de piedra. Sent unescalofro al ser testigo de aquelcomportamiento. Cmo poda Tjenur,un sacerdote consagrado, escupir en laimagen de la diosa? Cmo se atreva allamarla maldito trozo de piedra?Ciertamente, ste era el material en queestaba labrada, pero se nos habaenseado que la divinidad moraba enella de una manera inefable eincomprensible para el corazn humanoy que desde la misma escuchaba conatencin y clemencia nuestras plegarias.

    Ninguno de los sacerdotes parecidarle excesiva importancia al episodio,pero Nufer se abalanz sobre el

  • blasfemo y lo sac a empujones delrecinto sagrado. Supe despus que elasunto haba llegado a odos dePtahmose y que Tjenur haba recibidouna merecida reprimenda, aunque no sele expuls del templo ni se le aplicninguna medida severa de disciplina. Enm qued en aquel entonces elinterrogante acerca de cmo un hombretan cercano a la diosa poda ser tangrosero y, a la vez, tan necio, puesto quese arriesgaba a recibir un castigofulminante de la misma. Losacontecimientos, sin embargo, me haranolvidar pronto ese incidente.

    Aquel ao la crecida del Hep-Ur se

  • revel desastrosa. Lejos de regarsuficientemente los campos para quedieran una cosecha abundante, actusobre ellos ms como un castigo de losdioses que como una bendicin suya. Enlo ms hondo de mi corazn llegu apreguntarme si no sera la manera en queIsis, nuestra Madre y Seora,manifestaba su repulsa por la maneraultrajante en que haba sido tratada suimagen. Nufer no se atrevi a asentirtotalmente a mi opinin, pero tampoco larechaz por completo.

    Los campesinos que habitaban en lasaldehuelas cercanas al temploadvirtieron en seguida que aquel ao

  • traera hambre y suplicaron a Ptahmoseque sacara en procesin la imagen de ladiosa para evitar una calamidad que yase perciba como inevitable. Comosiempre, el jefe de los sacerdotesaccedi a los ruegos de aquella pobregente, pero quiso dejar bien sentado quesi la situacin cambiaba, deberanmanifestar su agradecimiento a la diosay en el caso de que todo siguiera igual,tendran que mostrar su resignacin yconformidad extremando an ms sicaba su generosidad hacia el templo.Despus, ante el grupo de campesinosque lloraba, gema y se mesaba loscabellos frente a la perspectiva horrible

  • del hambre e incluso la esclavitud pordeudas, Ptahmose dio la orden de sacardel santuario en un da determinado laimagen de la diosa y de pasearla enprocesin por la poblacin cercana.

    As se hizo. Era demasiadoignorante an para llevar el peso de ladiosa sobre mi hombro y no pude, por lotanto, disfrutar de ese privilegio quecorrespondi a otros. Como resultahabitual en este tipo de ceremonias, ungrupo de sacerdotes levantaba laplataforma en que iba colocada la diosay, a intervalos estudiados, se detenamientras la gente salmodiaba y rezaba ala Madre y Seora. Los restantes

  • sacerdotes, los aspirantes a serlo y losestudiantes de la Per-anj, presididostodos por Ptahmose, seguamos a ladivinidad.

    Madre nuestra, socrrenos!Seora nuestra, apidate de nosotros!clamaba una multitud en la que pudever el miedo y la desesperacin tanpresentes como la devocin.

    Intercede ante tu hijo Horus!Vuelve tus ojos a nosotros! chillabanimpulsados por el espectro del hambre.

    Abrindonos paso con dificultad,cruzamos las miserables y polvorientascalles, procurando no caer desvanecidospor el aliento a ajo y cebolla de los que

  • se acercaban a la imagen. En ellos latala esperanza de que, tocndola,conseguiran una curacin largamenteanhelada o un favor especial como el deconcebir y dar a luz hijos sanos.Cuando, finalmente, llegamos al lugardonde deba concluir la ceremonia,Ptahmose pronunci una predicacindirigida al pueblo. En trminosgenerales, se trat de una largaexposicin de los posibles pecados quepodan haber provocado la clera de losdioses, raz real e indiscutible delcomportamiento irregular del Hep-Uraquel ao. Acaso no haban olvidadoser generosos con el templo? Acaso no

  • descuidaban muchas veces sus deberesespirituales? Acaso no caan en lamentira, en la codicia de la mujer delprjimo, en el robo? Cmo podanextraarse de su situacin presente? Congestos firmes y palabras cortantes, elsacerdote jefe vapule a aquella masadurante un buen rato. Finalmente, sinembargo, dej expresada la certeza deque an se poda alimentar la esperanzaen aquellos momentos:

    Hijos de la Madre y Seora!Vuestros actos del da de hoy handemostrado una vez ms que la amiscomo Soberana de vuestras vidas, queen ella habis depositado vuestra

  • confianza ms absoluta, que en ellatenis una fe, fuerte y segura, que no serdefraudada. Seguid creyendo en vuestraMadre, porque una madre nuncadesampara a sus hijos y no osdesamparar a vosotros. Aqu en latierra y luego cuando partis al ka, ellaes y ser vuestra mejor valedora. Yahora invoqumosla...

    Cuando concluy la ceremonia,aquella gente sencilla se retir a suscasas, aunque algunos de los msdesdichados nos siguieron de regreso altemplo con la intencin de adquiriralgunos recipientes con el fluidosanador de la Madre. No haban sido

  • curados al tocar la imagen, peroesperaban que ahora, bebiendo el aguacon que se lavaba sta, obtendran lasatisfaccin de sus anhelos.Seguramente, aquella noche la gente delpueblo durmi mejor confiada en que lasespigas se colmaran y los ganadospariran ms, en que las mujeres notendran un mal parto y en que los nioscreceran robustos y bien alimentados.Acaso no lo haba dado a entender asPtahmose, el sacerdote de la Madre ySeora? Ahora slo quedaba esperar,con tranquilidad, los resultados de ladevota procesin.

  • 7Pero la diosa no escuch a sus devotoshijos. Atribu aquello a la conducta deTjenur, el sacerdote blasfemo, perocuando se lo coment a Nufer, guardsilencio y no quiso expresar su opininal respecto. Haba contemplado losrostros de la gente y aunque, a mi edad,no poda llegar a entender del todo lamagnitud de su preocupacin, noconsegua borrar de mi corazn elrecuerdo de la angustia que losembargaba mientras cruzbamos lascalles de la aldea por donde habamos

  • llevado en procesin la veneradaimagen. Cmo era posible que nuestraMadre y Seora no los escuchara?Acaso el pecado de un majadero comoTjenur poda recaer sobre tantosinfelices, sobre sus familias y ganados?Finalmente, decid comentar aquello conAmenmose.

    Nebi, hijo me dijo conpreocupacin, la actuacin de losdioses no siempre es comprensible paralos hombres. Quiz Tjenur sea elculpable de esto, pero quin puedeafirmarlo con seguridad? De en mediode esa multitud que tanta compasin teinspir, cuntos llevarn una vida que

  • sea autnticamente buena? Cuntos seacordarn de la diosa slo cuando seavecinan problemas?

    Pero... intent argumentar.No, no, Nebi. No estoy diciendo

    que sa sea la causa. Slo pretendo queentiendas que nadie puede saber lo quelos dioses van a hacer o por qu lohacen y... y, por otra parte, deboaconsejarte que no hables de esto connadie.

    No pude evitar un gesto deextraeza. Qu quera darme a entenderAmenmose?

    No me entiendas mal. Lo quedeseo es que nadie te confunda con una

  • persona descreda e impa. Guarda en tucorazn estas cosas sin compartirlas connadie. La Madre acabar mostrndotetodo.

    Con aquella frase dio por terminadala conversacin. Se levant ydesapareci de mi presencia. Radescenda a bordo de Meseket y su luzrojiza produca curiosos juegos decolores en los muros rectos delsilencioso templo. Por primera vez hastaentonces me percat de su enormesolidez, de su carcter macizo y ptreo.En lugar de albergar a una poderosadivinidad, daban la impresin deconstituir una fortaleza destinada a

  • frustrar vigorosos asaltos.Unos das despus de la

    conversacin con Amenmose pude verde cerca las primeras consecuencias dela escasez. Unos recaudadores deimpuestos de la Per-a'a pidieronalbergue en el templo y Nufer mecomunic que se me haba designadopara ser una de las personas encargadasde servir la mesa mientras cenaban conPtahmose. No pude or la conversacinen su totalidad debido al continuomovimiento de jarras, ollas y platos enel que me vi enredado, pero, aun as,logr captar la sustancia de lo quehablaron. El ao haba sido malo y en

  • algunos lugares de la tierra de Jemetpareca inevitable que hiciera suaparicin el hambre. Lo ms sensato,quiz, slo quiz, aadieron conprudencia los recaudadores, hubierasido aplazar el pago de impuestos oincluso perdonarlos por este ao. Elseor de Shemeu y Tamejeu no hubierasufrido en su nivel de vida regio y sehabra contribuido a calmar un pas queen algunas regiones se encontraba alborde de la desesperacin. Sin embargo,lo cierto es que nuestro seor seguanecesitando imperiosamente bienes parallevar a cabo sus campaas contra losaamu, para alimentar y pagar al ejrcito

  • y para sostener a toda la caterva defuncionarios que le parecan necesarios,incluyndolos a ellos. Por tanto, losimpuestos tendran que ser cobrados,costase lo que costase. Ptahmoseescuch aquellas explicaciones ensilencio sin dejar que su rostro revelaselo que senta en su corazn. El templotena derecho a cobrar ciertascantidades de algunos de los campesinoscercanos y, seguramente, no deseabapillarse los dedos con una observacin adestiempo. Terminada la cena, noentretuvo la sobremesa, sino quedespidi a los recaudadores, arguyendoque el largo viaje los habra agotado y

  • que lo que necesitaban realmente eradescansar sus huesos.

    A la maana siguiente, cuandosalamos de aderezar la estatua de ladiosa, pude ver como los dosrecaudadores y los soldados, tres ocuatro, que los acompaabanabandonaban el templo para dirigirse alas aldeas cercanas. Durante el resto delda no volv a acordarme de nada de loacontecido en las ltimas horas. Larutina del servicio estaba calculada detal manera que todo se ejecutaracorrectamente y sin dejar mucho tiempolibre, de modo que no resultaba fcilperderse en pensamientos ociosos. Pero

  • cuando Ra estaba en lo ms alto delcielo, pudimos or unas voces quegritaban pidiendo auxilio al otro lado delos muros del templo. Algunos de lossacerdotes se precipitaron en direccina los chillidos para ver de qu setrataba, e inmediatamente uno de elloscorri en busca de Ptahmose. Cuandounos instantes despus ste regres conla orden de que se franqueara la entradaa los que as lo rogaban, pude ver que setrataba de los recaudadores deimpuestos y de sus acompaantes.Venan maltrechos y sucios. Uno deellos haba perdido su peluca y al otrole faltaba una de las sandalias. En

  • cuanto a los soldados, mirabanrecelosos a un lado y otro como si setemieran un ataque por sorpresa similaral que, presuntamente, acababan depadecer.

    Cuando Ptahmose apareci en elpatio, los dos recaudadores se echaron asus pies gimoteando y haciendoaspavientos, quejndose einterrumpindose entre s.

    Ah, mi seor, mi seor... nos hanapedreado, nos han arrojado estircol,por qu, mi seor, por qu?

    Slo cumplamos rdenes denuestro seor. Slo pedamos loestipulado, ni un grano de trigo ms.

  • Yo he perdido mi peluca en lahuida. La compr en Tebas a unmercader adinerado. Era excepcional,sin igual, qu les haba hecho mi pelucaa esos malditos?

    Yo voy descalzo... es digno de unrepresentante del seor de la tierra deJemet ir descalzo?

    No pudieron quejarse mucho ms.Ptahmose los hizo callar y orden queles dieran agua para lavarse y algunaropa en lo que volvan a adecentar laque llevaban puesta.

    Sin mucha dificultad, pude enterarmede lo que haba sucedido. Losrecaudadores haban intentado,

  • conforme a las rdenes recibidas,cobrar lo que los campesinos deban ala Per-a'a, pero su sola aparicin en unade las aldeas bast para provocar unareaccin que cada vez result msdesfavorable. Intentaron llegar a razonescon el alcalde, y ste en verdad seencontraba dispuesto a colaborar conellos, pero, de repente, una mujer delpueblo comenz a increparlos congroseras y voces estentreas. Alparecer, su hijito recin nacido habamuerto unos das antes porque a ella sele haba secado la leche a causa delhambre. El terrible dolor de la prdiday, seguramente, la necesidad de

  • responsabilizar a alguien de ella lallevaron a descargar su ira sobre losfuncionarios. Pese a todo, posiblementeel engorro se hubiera solucionado conunos cuantos bastonazos propinados a lainfeliz, de no ser porque su cleracomenz a contagiarse a otroscampesinos all presentes y pronto casitodo el pueblo estaba vociferando encontra de los recaudadores y delalcalde. Cuando quisieron darse cuenta,empezaron a llover las boigas deganado y las piedras, y en medio de esaapresurada huida extraviaron losforasteros la peluca, la sandalia, y suertetuvieron de no perder algn miembro o

  • incluso la vida.Se trataba de un episodio

    lamentable, pero pens que aquello notena por qu afectarnos a nosotros. Yohaba contemplado la devocin delpueblo cuando sacamos en procesin ala Madre y Seora y me parecainconcebible que ahora pudieranvolverse en contra nuestra simplementeporque haban tenido un incidente congente a las rdenes de la Per-a'a. Perome equivocaba. Apenas Ra habacomenzado su viaje en Meseket, cuandopudimos escuchar el estruendo causadopor una turba que se iba acercando altemplo. Por el rostro de inquietud de

  • algunos sacerdotes pude colegir que setrataba de algo muy preocupante, aunquea decir verdad no acertaba acomprender del todo el porqu.

    No pas mucho tiempo antes de quePtahmose hiciera acto de presencia.Acuda ataviado de manera especial,como en el da de la procesin, con unapiel de leopardo sobre los hombros y uncollar de oro macizo en torno a subroncneo cuello. Aunque intentabaaparentar su calma habitual, pude verque en sus ojos bordeados por pinturanegra se dibujaba una clera malreprimida. Con un gesto, orden queabrieran las pesadas puertas del templo

  • y se dispuso a salir al encuentro de laencolerizada multitud.

    Una vez fuera, se produjo un silenciosepulcral. Alto, enjuto, de miradapenetrante, no poda sino impresionar aaquellos campesinos incultos. Ya eracasi noche cerrada, por otro lado, y laluz de las teas encendidas por loslugareos y por algunos sacerdotescontribua a dar mayor solemnidad alencuentro. Por un momento pens que sedispersaran todos y que a eso sereducira todo el episodio. Es posibleque as hubiera acontecido, de no serpor algo que alter el desarrollo de lascircunstancias. Ptahmose no esper a

  • que la muchedumbre expresara susdeseos. Directamente, de manera seca ytajante, declar lo que podan esperar del.

    Esta accin se asemeja demasiadoa un motn. S por qu estis aqu, perono pensis que voy a entregaros a esoshombres. En primer lugar, porque slocumplan con su deber al rogaros quecontribuyerais al esfuerzo desostenimiento de la Per-a'a, quemantiene el mundo en orden frente alcaos. En segundo lugar, porque la diosa,vuestra Madre y Seora, les haconcedido asilo y ese asilo essacrosanto. Volved a vuestras casas

  • ahora y...Tenemos hambre! Queremos dar

    de comer a nuestros hijos! gritaronvarias voces desesperadasinterrumpiendo a Ptahmose.

    El sacerdote fingi que no las habaodo e intent continuar su perorata.

    Maana, cuando Ra suba a loscielos en Mandet, recibir a unarepresentacin vuestra, al alcalde y ados ms, y discutiremos todo esto...

    Perro ladrn, t eres tan culpablecomo ellos. Te escondes tras las faldasde la diosa para chuparnos tambin lasangre se oy de repente.

    Esta vez Ptahmose s call. Se

  • trataba de un insulto grave contra l,contra el templo y contra la diosa. Porun momento, me tem lo peor. Serancapaces de atacarle? Osaran violar losagrado de su persona? Realmente eraaquella la gente que apenas unos dasantes haba buscado la proteccin de ladiosa con lgrimas y plegarias?

    Ptahmose haba vuelto el rostrohacia el lugar de donde procediera lavoz. Su gesto duro, su nariz aquilina, superfil cincelado me hicieron pensar porun momento en Horus, el dios en formade halcn. La comparacin no era tandescabellada como poda parecer aprimera vista. Tambin l era un hijo de

  • la Madre, y daba la impresin desentirse profundamente ofendido por loque acababa de escuchar. Camin dospasos en la direccin de donde habansurgido los insultos y, de manerainesperada, levant en alto el bastn quellevaba en la mano.

    Mirad, hijos necios ydesobedientes, fijad vuestros ojos y noolvidis dijo mientras paseaba suvista por la multitud.

    Y entonces sucedi lo inesperado. Ala vista de todos, el cayado de Ptahmosecambi de color y de forma. Lo queantes resultaba opaco pas a serbrillante, lo que careca de tonalidad

  • comenz a manifestar color, lo que eraun pedazo de madera se transform enun palpitante reptil. El sacerdote habaconvertido su vara en una serpiente!

  • 8Ni los ms recalcitrantes revoltosos sehubieran atrevido a resistirse frente a lamanifestacin de poder espiritualrealizada por Ptahmose. Convertir untrozo de madera inanimada en un servivo era algo que slo poda realizaruna persona respaldada por la propiadivinidad. Tal era el caso precisamentedel hombre al que haban ultrajadopronunciando palabras injuriosas osimplemente permitiendo de manerapasiva que las mismas fueran proferidas.Pero el prodigio fue suficiente para que

  • mudaran de opinin. Como golpeadospor una fuerza invisible y superior,comenzaron a caer de rodillas y agimotear, a gritar y a lanzar polvo sobresus cabezas. Poco poda dudarse de quesus corazones rebosaban temor por lasconsecuencias de su blasfema accin.

    El sacerdote no quiso seguir mstiempo con ellos. Quiz le repugnabaaquel espectculo que, en el fondo, slopona de manifiesto lo mudable de lacondicin humana. Lo cierto, sinembargo, es que no permiti que ningunaemocin aflorara en su rostro. Mientraslos vea arrastrarse a sus pies, se limita pronunciar en voz alta y clara las

  • palabras que resuman la voluntad de laMadre y Seora:

    Vuestra Madre ha hablado estanoche. Dentro de dos das pronunciarsu juicio en esta misma explanada.Cuidad de no atraeros su ira.

    A la vez que Ptahmose entraba denuevo en el templo, algunos sacerdotescomenzaron a decir a la gente que semarchara a sus casas. En algn caso,incluso se atrevieron a propinar unempujn a algn componente de la turba,quiz resentidos por el miedoexperimentado tan slo haca unosinstantes. Sin embargo, nadie se atrevia quejarse de aquellas manifestaciones

  • de brusquedad.Yo mismo me encontraba anonadado

    por lo que haba visto y no acertaba aregresar al interior del templo. No esque no lo deseara. Era simplemente quealgo superior a m pareca habermeclavado los pies al suelo. Fue entoncescuando un sacerdote se me acerc y,sacudindome, me devolvi a larealidad. Se trataba de Hekanefer, elayudante directo de Ptahmose. Le habavisto en infinidad de ocasiones, pero norecordaba que alguna vez me hubieradirigido la palabra y muchos menos quese hubiera dignado tocarme.

    El sacerdote Ptahmose desea

  • hablar contigo. Renete con linmediatamente en la salita que haydetrs de la cmara del tesoro.

    Sin poder articular palabra, y comosi terminara de despertar de un sueo,me encamin con paso trmulo al lugarque se me haba sealado. La habitacinestaba llena de una espesa oscuridadslo cortada por el resplandor quesurga de la plida y dbil llamita de unaovalada lmpara de aceite. Ptahmose seencontraba sentado con los codosapoyados en la mesa y ocultando surostro entre las manos. Daba laimpresin de estar muy cansado.Hubirase dicho que toda la fuerza haba

  • abandonado su corazn y que ahoraapenas perviva el ms mnimo hlito ensu ser. No me atrev a anunciar millegada. Permanec callado unosinstantes hasta que el sacerdote levantla cabeza y se percat de mi presencia.

    Ah, Nebi, ya ests aqu. Sintate,hijo, sintate.

    Me seal un minsculo taburete quereposaba enfrente de la mesa y tomasiento con el mayor recogimiento delque fui capaz.

    Nebi, haca tiempo que deseabahablar a solas contigo. Ya han pasadoaos desde que Amenmose comenz acontarme maravillas sobre ti y tu

  • inteligencia. De hecho, l fue quien meconvenci para que te sacramos delgrupo de los estudiantes de tu edad y teproporcionramos la educacin de unfuturo sacerdote. Un buen hombreAmenmose... Al parecer escribes muybien y aprendes con facilidad aexpresarte en otras lenguas... Esto estpero que muy bien. Nufer me hainformado asimismo de que eres unjoven voluntarioso y obediente, muydevoto de la Madre. Es eso verdad?

    Asent con la cabeza sin despegarlos labios. Ciertamente, toda mi vidagiraba en torno a Isis, nuestra Madre ySeora.

  • Bien, hijo, bien. Esta ltima raznes la que me ha llevado a llamarte enestos momentos. Pasado maana tendrlugar el juicio de Isis sobre cuyo ritualte supongo enterado.

    Volv a inclinar la cabeza en sealde afirmacin. Nunca haba tenidoocasin de verlo, pero Nufer me habainformado sobre el mismo en un par deocasiones. Por privilegio especial de laPer-a'a, existan pleitos que no eranconocidos por los tribunales ordinariosde justicia, sino que estaban sometidos ala jurisdiccin de los dioses. En sutotalidad, se ocupaba de casos queenfrentaban al templo con gente ajena al

  • mismo. Por regla general, se trataba decampesinos que se negaban a reconocerlos lmites de los campos despus de lacrecida o que protestaban por lassubidas de impuestos anuales. Cuandose produca semejante colisin deintereses, el dios en nuestro caso ladiosa, tras escuchar a ambas partes,decida quin tena razn. Los litigantesperdedores se vean entonces obligadosa aceptar las pretensiones de los quehaban ganado. Por supuesto, a nadie sele ocurra discutir el orculo de ladivinidad y mucho menos sugerir laposibilidad de una apelacin.

    Nebi, lo que voy a decirte es muy

  • importante.Extrem an ms mi atencin al

    escuchar aquellas palabras y el tonosolemne en que haban sidopronunciadas.

    Deseo que t seas uno de losporteadores de la Madre y Seora.

    Me sent en ese instante comoalcanzado por algo superior. Abr un parde veces la boca para expresar missentimientos, pero no logr emitir ningnsonido articulado.

    Es cierto que an no eres unsacerdote, pero lo sers muy pronto yuna persona de tu talento debe irsefamiliarizando ya con este tipo de

  • ceremonias.Me arroj a sus pies conmovido por

    el privilegio que se me otorgaba. Quinera yo para que se me permitierasemejante dicha? Si mi familia hubieratenido la sangre de Per-a'a o, al menos,hubiera pertenecido a una estirpe desacerdotes, todo hubiera estadojustificado, hubiera resultado lgico ynatural... Pero as slo poda sentir elabrumador peso de lo inmerecido.

    Est bien, est bien dijoPtahmose, la diosa se sientecomplacida con tu humildad. Maana norealizars tarea alguna, sino que tepreparars durante todo el da para tu

  • misin. Esta noche no dormirs en tucuarto. Debers retirarte a otroaposento, y nada ms sentir que la luz deRa penetra por la ventana, saltars dellecho y recitars salmodias a Isis.Ayunars durante todo el da y por latarde sers purificado. Uno de lossacerdotes te acompaar.

    Al terminar de hablar, Ptahmose tirde un cordn que haba en la pared yesper unos instantes. De repenteescuch la voz de un sacerdote a misespaldas.

    Mi seor, heme aqu.Tjenur, acompaa al joven Nebi a

    la sala destinada a la preparacin de las

  • purificaciones orden Ptahmose sinmolestarse en mirar al recin llegado.

    Ven conmigo me dijo elsacerdote.

    Tras realizar una inclinacin decabeza, sal de la habitacin y comenca seguirlo por los corredores. Mientrascaminaba en medio de la penumbra mepreguntaba cmo aquel hombre, pese ala accin blasfema que, tiempo atrs,haba cometido contra la Madre ySeora, poda an continuar al serviciodel templo. Record los comentarios o ms bien la ausencia de los mismosde Nufer y Amenmose y procurcentrarme ms bien en lo que me

  • esperaba en las prximas horas.Finalmente llegamos al aposento yTjenur se despidi de m.

    Procura descansar. Tu cometidoes muy importante...

    Percib en estas ltimas palabras unclaro deje de irona que me hiriprofundamente. Mientras me mirabaantes de despedirse, en su rostro sedibuj una mueca burlona. Aunqueentonces no acert a comprender aquelgesto, no pude evitar sufrir una ciertadesazn y cuando finalmentedesapareci de mi vista, no pude dejarde experimentar una sensacin de alivio.

    La habitacin a la que me haba

  • conducido era un cuarto desnudo queslo albergaba una silla, una mesita bajay un pequeo lecho directamenteapoyado en el suelo. Antes de tumbarmeen el mismo, me postr para dirigir misoraciones a la diosa. Le manifest todala gratitud que senta por su eleccin einsist en que le sera fiel hasta la muerteahora que me haba sealado de tangenerosa manera. Tard en conciliar elsueo debido a la excitacin de lasltimas horas, pero, finalmente, misprpados se volvieron pesados y ca enun sopor profundo y tranquilo.

    Me despert momentos antes de queRa comenzara a subir en Mandet.

  • Inmediatamente salt del lecho y mepostr en el suelo para recitar himnos ala diosa. Ignoro el tiempo que permanecen esta postura, pero s s que el dolorde mis articulaciones, que en losprimeros momentos me pareciinsoportable, fue desapareciendo poco apoco. Al cabo de un rato, me sentembargado por un curioso sentimientode no importarme ya lo que pudierasuceder en la habitacin y de hallarme apunto de entrar en otra realidad. Raestaba bien alto en el cielo cuandoTjenur entr en mi aposento y me dijoque me levantara del suelo si no queraquedarme anquilosado. Molesto por sus

  • palabras, decid no prestarle de ahora enadelante excesiva atencin.

    Durante el resto del da guard unayuno riguroso, slo paliado en algunaocasin por libaciones de agua del Hep-Ur. Finalmente, cuando Ra comenz adescender en Meseket, fui sometido a unbao y a un conjunto de ceremoniaspurificativas. El paso de los aos ha idoconvirtiendo en borrosos los detalles deaquella jornada, y en mi corazn seentremezcla el orden de los mismos.Fui fumigado con incienso antes odespus del bao? El agua era clara o,por el contrario, llevaba algunasustancia disuelta en la misma?

  • He intentado en vano aclarar misrecuerdos al respecto, pero no haresultado posible.

    Ahora s que, en realidad, todo esocarece de importancia. Lo esencial iba aser lo que sucedera al da siguientedurante el juicio de la diosa, y en esecaso mi recuerdo resulta como la visinde Jemet cuando el aire es limpio y Rase yergue alto en el cielo.

  • 9Era an temprano cuando los cerrojosque bloqueaban las puertas del templofueron retirados para dejarnos paso. Adiferencia de otros das pero igualque el anterior mis manos no habanservido aquella maana para lavar,incensar y vestir la imagen de la diosa.Sin embargo, por primera vez en miexistencia, sobre mi hombro derechodescansaba una cuarta parte de su peso.Caminaba vestido de lino limpio comosmbolo de pureza, y, a semejanza demis otros tres compaeros, haba sido

  • baado, ungido y perfumado. Mesorprendi que uno de ellos fueraTjenur. Los otros eran Merira y Raner,dos sacerdotes generalmente dedicadosa las tareas litrgicas del santuario.Cargando con el peso de la estatua,franqueamos el umbral del recintosagrado y nos encaminamos, siguiendoel ritmo que marcaban los tambores,hacia la explanada, lisa y sosegada, quese extenda enfrente del templo.

    Detrs de nosotros, seguido por lossacerdotes msicos, caminaba Ptahmoseataviado de la misma manera que habacomparecido ante el pueblo dos nochesatrs. Un sacerdote se esforzaba por

  • mantenerse a su paso y evitar que elardor de Ra cayera sobre su piel,quemndola. Frente a nosotros se podandistinguir dos grupos de personas. Enuno de ellos esta Hekanefer,acompaado de un par de sacerdotes. Asu derecha, trmulos y amedrentados,apenas separados de ellos, seencontraban tres campesinos entre losque pude distinguir al alcalde. Detrs destos, aunque guardando una distanciaprudencial, se encontraban reunidosvarias docenas de aldeanos cuyoscuchicheos se cortaron en seco al veraparecer la imagen de la diosa.

    Lenta y solemnemente, nos

  • acercamos a los dos grupos. A una sealdada nos detuvimos y cuatro sacerdotesde la comitiva colocaron sobre topes laimagen, permitiendo as que nosotrospudiramos salir de debajo de la mismay descansramos. La manera en que ibaa realizarse el procedimiento convertaen indispensable tal medida, como luegoquedara de manifiesto.

    Apenas nos habamos separado unpaso de la plataforma sobre la que eratransportada la diosa, cuando Hekaneferdibuj con los dedos una sea dirigida auno de los sacerdotes que loacompaaban. ste sac un papiroenrollado de una bolsita que colgaba de

  • su hombro y se lo tendi. Al ver aquello,el alcalde tambin realiz un gesto a unode los campesinos que iban con l.Aunque apenas transcurrieron unosinstantes, pude captar de manerainmediata la diferencia entre ambasacciones. Hekanefer era un hombreinstruido, con capacidad y costumbre demando. Cuando haba pedido el papiro,lo haba hecho con aplomo, en laseguridad de que su orden seracumplida puntual y rpidamente. Elsacerdote que haba respondido a suorden se haba comportado de la mismamanera. Centenares de veces a lasemana sacaba y meta manuscritos de

  • su bolsa y actu con la mismafamiliaridad que aquel que, cuando llegael momento de comer, se lleva la mano ala boca. El alcalde, ciertamente, quisoimitar aquella seguridad y casi loconsigui, pero el patn que loacompaaba sin duda, uno de los msespabilados de entre todos loshabitantes de la aldea sac con sumatorpeza de su bolsa el papiro y se loacerc como si temiera que el contactocon sus toscos dedos de campesino fueraa quebrarlo igual que si de una cscarade huevo se tratase.

    Ptahmose se haba situado yaenfrente de las dos partes y alzando las

  • manos, dirigi una plegaria a la Madre ySeora. Le rog no slo que lesdispensara su direccin, sino tambinque se manifestara aquella maana paraejecutar lo justo y lo razonable. Una vezconcluida la oracin, se dirigi alalcalde:

    Tjenuna, la Madre y Seora teescucha.

    El interpelado le entreg sumemorial. Una vez Ptahmose lo tuvo ensus manos, lo desenroll, le ech unvistazo por encima y se lo entreg a unsacerdote que lo flanqueaba para que loleyera. Estaba redactado en un estilopobre y rampln. Seguramente, aquella

  • gente haba podido reunir malamentealgunas de sus posesiones y, tras darms de una vuelta, encontrar a algnescriba de nfima clase que se lo pusierapor escrito. Poda ser incluso que el quelo haba trazado hubiera estimado que lacantidad abonada no le obligaba aesmerarse mucho. Fuera como fuese,sent vergenza ajena al escuchar lalectura de aquel documento. En elmismo, los campesinos venan aquejarse de que los sacerdotes deltemplo haban aprovechado el carcterirregular de la subida del Hep-Ur paraquitarles parte de sus tierras. Asimismose lamentaban de los tributos que tenan

  • que abonar en este ao a la diosa ysuplicaban su perdn o,subsidiariamente, un aplazamiento delos mismos.

    Cuando el sacerdote concluyaquella penosa muestra de redaccin,volvi a enrollarla y se la devolvi aPtahmose, quien, a su vez, se la tendi alalcalde. A continuacin, el sacerdotejefe se volvi hacia el grupo de losrepresentantes del templo.

    Hekanefer, la Madre y Seora teescucha.

    El ritual se cumpli con la mismameticulosidad que antes pero, una vezms, desde que se pronunciaron las

  • primeras palabras, pude percibir elabismo que mediaba entre las dospartes. El memorial sacerdotal estabaescrito en un estilo fino, terso y elegante.De manera clara y slida sealaba porqu los campesinos no podan reclamarlas tierras y adems citaba precedentesjurisprudenciales concretos a la hora deoponerse a una remisin o siquiera a unaplazamiento de sus impuestos. De creerlo que tan brillantemente se expona enaquel escrito, ni la ley humana ni lasdecisiones de aos anteriores podan enningn caso apoyar las pretensiones delos habitantes del villorrio. Sinembargo, al final, en un prrafo preado

  • de conmovedora humildad, losrepresentantes del templo se sometan entodo al arbitrio de la diosa, conscientesde que su mayor sabidura conduciratodo el procedimiento hacia un resultadoque mostrara el imperio de Ma'at sobrela tierra de Jemet.

    Cuando las dos partes hubieronconcluido sus alegaciones, Ptahmosevolvi a dirigirse al grupo encabezadopor Tjenuna, el alcalde.

    Podis examinar a los portadoresde la imagen.

    Los tres campesinos se acercaron anosotros y comenzaron a palpar nuestrospies, brazos, piernas y manos como si

  • furamos ganado del que se expone enlos mercados. Uno incluso fue losuficientemente descarado como paramirarme el cuello y los hombros enbusca de cualquiera sabe qu. Asimismoprocuraron asegurarse de que habamosdescansado lo suficiente tras dejar detransportar la imagen de Isis.Seguramente, hubieran deseadoencontrar algo que nos descalificara,porque en su cara se reflej el pesarcuando Tjenuna indic a Ptahmose queno tena nada que objetar contranosotros.

    Cuando el sacerdote jefe formul elofrecimiento de examinarnos a

  • Hekanefer, ste lo rechaz.Aceptamos el examen de nuestros

    contrarios, mi seor. Si ellos no tienenobjecin que plantear en relacin con lasalud y capacidad de los mismos,tampoco la tenemos nosotros.

    Ptahmose asinti con la cabeza,dando por terminada aquella parte delproceso, y mientras levantaba la vista alcielo, alz las manos y or de nuevo a ladiosa.

    Madre y Seora, a ti clamamos, ati suplicamos. T has escuchado aambas partes y conoces la verdad o lamentira que anida en sus corazones. Enesta maana haz que la justicia fluya y

  • que el derecho se imponga. Mustrate ya ti nos someteremos como hijosobedientes. Oh, manifistate y nadie seopondr a tus dictados, y si alguno osahacerlo, que para siempre se veaprivado de los pasteles de Osiris, quenunca descanse su ka, que su cadversea devorado por los chacales y losbuitres del desierto...

    Hubiera sido difcil pronunciarimprecaciones ms terribles que sas. Siaquella pobre gente ni siquiera podaesperar la bienaventuranza cuando fueraa l ka, cmo podra soportar una vidatan dura y llena de privaciones como lasuya?

  • Madre y Seora, te escuchamos.Cuando concluy la plegaria, se

    volvi a nosotros, que volvimos asituarnos debajo de la imagen y de ungolpe la alzamos de nuevo.

    Madre y Seora gritPtahmose, presa en esos momentos de laemocin, es la razn de loscampesinos?

    Clav mi vista en el grupo de tresencabezado por Tjenuna. Pero nosucedi nada. Ra sigui inmvil en elcielo y el silencio se convirti eninsoportable. De nuevo la voz dePtahmose volvi a rasgar el aire.

    Oh, Madre y Seora! A ti te

  • invocamos, es la razn de loscampesinos?

    El grupo de labriegos que estabanunos pasos detrs de Tjenuna comenz amoverse presa de la intranquilidad. Nose atrevan a despegar los labios, peroen sus rostros poda verse la inquietud.Si la diosa no se pona de su parte,cmo podran alimentar a sus familias?Cuntos tendran que vender susanimales y aperos para sobrevivir eseao? Cuntos no se veran obligados aentregar a sus hijos a algn mercader deesclavos para no morir de inanicin?

    Por tercera vez Ptahmose pregunt ala diosa, pero el resultado fue el mismo.

  • Contempl entonces cmo una mujer delgrupo de campesinos caa de bruces ycomenzaba a sollozar quedamente, sinaspavientos ni alharacas, como unperrillo al que han apaleado pero que noosa enfrentarse con su amo cruel.

    El sacerdote jefe elev de nuevo suvoz, pero esta vez la pregunta fuedistinta.

    Oh, Madre y Seora! A ti teinvocamos, es la razn de tu sagradotemplo?

    Nada sucedi. Not que los ojos deHekanefer fueron incapaces de reprimirun gesto de asombro. Yo mismo me sentintrigado por el cariz que acababa de

  • tomar el procedimiento. Acasotampoco nosotros estbamos asistidospor Ma'at en nuestra pretensin?

    Ptahmose no pareci inmutarse y conel rostro dirigido al cielo volvi arepetir su invocacin, pero el resultadofue el mismo. La inquietud haba hechopresa de los dos sacerdotesacompaantes de Hekanefer, que semiraban encolerizados. En cuanto a ste,a duras penas consegua ocultar su ira yuna de las venas de la sien habacomenzado a hinchrsele como si fuera aestallar de un momento a otro. No estabaseguro de lo que poda significar el quela diosa no diera la razn al templo,

  • pero supuse que obligara a algunasolucin de compromiso que, quiz, nodistara mucho de las pretensiones delos campesinos. stos tambin eranconscientes de esa posibilidad, porqueen sus rostros comenz a pintarse elregocijo que haba comenzado a llenarsus corazones, e incluso la mujer queslo haca unos instantes se habadesplomado permaneca abrazada a otracon una sonrisa en los labios. Ptahmoseabri su boca de nuevo con la intencinde pronunciar por ltima vez la decisivapregunta. No lleg a terminar deformularla. De manera repentina, inclusoinesperada, sent sobre mi hombro

  • derecho un peso insoportable, como siel cielo se hubiera desplomado sobre ly, antes de que pudiera reaccionar, mevi de rodillas sujetando con dificultad laplataforma sobre la que estaba colocadala imagen de la diosa. Algunos de lossacerdotes que nos acompaabancorrieron a nuestro lado para evitar quela estatua volcara y cayera al suelo,mientras otros sujetaban las ondas,librndonos as de ser aplastados.

    Una vez en pie, pude ver a Tjenurtendido en el suelo. Era sacudido porconvulsiones y mascullaba frasesininteligibles en una lengua que yo nohaba escuchado jams. Llegu a la

  • conclusin de que era presa de unxtasis producido por la divinidad.

    La Madre y Seora ha hablado dijo en voz alta Ptahmose. Sudivinidad se ha hecho pesada,provocando la cada de los sacerdotes ydejando de manifiesto cul de las dospartes acta de acuerdo con Ma'at. Eltemplo tiene razn en sus pretensiones.El templo es dueo legtimo de lastierras en litigio. El templo debe recibirel tributo debido en la cantidadestablecida.

    Algunos de los sacerdotes presentescomenzaron a gritar y a alzar los brazosal cielo dando gracias a la Madre y

  • Seora por su clemencia. Quiz habatardado en manifestarse para poner aprueba su fe, pero no haba dejado deactuar y ahora todos deberan sometersea su inapelable orculo.

    Volv a mirar a Tjenur, que seguaagitndose en el suelo como si un podersuperior lo dominara. Despus dirig mivista hacia los campesinos. Sus caras noexpresaban ya nada. Daba la sensacinde que el corazn les haba sidoextrado del cuerpo, de que, al contrariodel bastn de Ptahmose convertido enserpiente, ellos haban pasado atransformarse en objetos inanimados ycarentes de vida.

  • Nebi, Merira, Raner... era lavoz de Nufer, Tjenur est ahora bajola diosa. Sern otros los encargados dedevolver la imagen al santuario. Idahora a descansar.

    Contempl en el rostro de mis doscompaeros una sonrisa. Eran pocomayores que yo y tambin para ellosllevar la imagen haba representado unhonor inmerecido. Dos sacerdotesestaban levantando del suelo a Tjenur ycasi a rastras comenzaron a llevarlohacia el templo. En cuanto a Ptahmose,estaba hablando con Hekanefer yTjenuna, el alcalde, algo que no pudeentender, aunque s suponer por la

  • expresin de los rostros. Al franquear elumbral dirig por ltima vez mis ojoshacia los campesinos. Inmviles, con lasmandbulas apretadas y las manosocultas, no traslucan ningn sentimientoo emocin. Ya ni siquiera lloraban o secontorsionaban. A lo lejos, ms de unolos hubiera tomado por troncos que,vctimas de un incendio, haban sidoabandonados en el pramo.

  • 10

    El paso de los aos me ha enseado endiversas ocasiones que la alegra de lospobres acaba siempre resultandoefmera. La maana en que escuch eljuicio de la diosa no ha significado enmi vida sino un ejemplo ms, pero fue elprimero y tuvo un especial significadopor los acontecimientos que sedesarrollaron en las horas siguientes.

    Aunque mi misin como porteadorde la imagen ya se haba cumplido,estaba obligado a realizar purificacionesy a mantenerme separado de mis

  • compaeros hasta que concluyera elperodo relacionado con las mismas.Retirado en el aposento que me habandestinado provisionalmente, ya llevabarezando un buen rato y me dispona atumbarme en mi lecho y descansar. Unallama rojinegra, nacida de una lamparitade aceite, iluminaba apenas lahabitacin. Iba a soplarla cuando reparen el firmamento estrellado que se veaa travs de la ventana. La bvedaceleste pareca ms oscura que nunca ylas estrellas brillantes que colgaban dela misma la tachonaban con unosdestellos que parecan formados por elblanco metal de hedj. Me encontraba

  • absorto en su contemplacin cuando unavoz ronca y pastosa me sobresalt.

    Brilla mucho Mesjetiu estanoche, jovencito?

    Me volv y el espectculo que seofreci a mis ojos bast pararevolverme el estmago. Era Tjenur.Haba entrado en mi habitacintambalendose con una jarra en la manoderecha y una bolsa en la izquierda, dela que se deshizo inmediatamentedejndola caer en el suelo.

    O acaso observas la estrellaSopdu, jovencito?

    Sent como el asco y la clera seapoderaban de m. Aquel blasfemo

  • haba sido perdonado de su conductainapropiada contra la diosa, se le habaconcedido el inmenso honor deconvertirse en uno de sus porteadores,hoy haba sido tocado por la divinidad...y ahora era incapaz de guardar el msmnimo decoro. Estaba borrachoperdido, algo grave en cualquiersacerdote en todo instante, peroterriblemente sacrlego en esosmomentos de purificacin posterior aljuicio de la Madre.

    Cmo te atreves...?Schhh, schhh, jovencito me dijo

    levantando el dedo ndice de su manoderecha e intentando conservar el

  • equilibrio. Cuando se aproxim unospasos ms a m, pude sentir su ftidoaliento. Hubo una poca en que yotambin fui como t...

    Hice ademn de salir de lahabitacin, pero no lo consegu. De unsalto, inesperado en alguien tan ebrio, seinterpuso en mi camino y con unempelln me lanz al suelo.

    Necesito hablar con alguien y tehe elegido a ti. Su rostro se endureci. Y te juro por la diosa a la que tantoamas y respetas que si intentas escaparte matar con mis propias manos.

    Comprend que no tena alternativa.Lo mejor sera esperar a que se

  • desplomara y entonces emprender lahuida. A juzgar por su estado no podamantenerse mucho sobre sus pies. Bajomi atenta mirada, se apoy en uno de losmuros y llev los labios a la jarra. Sedespach un trago largo y despuschasque la lengua satisfecho.

    Apuesto mi ojo derecho a quetodava te preguntas por qu la diosatard tanto en responder esta maana...

    Una sonrisita de hiena habaaparecido en los labios de Tjenurdejando al descubierto una dentaduraamarillenta y desigual. Por un momentola curiosidad se superpuso a mirepugnancia, pero no permit que ningn

  • gesto lo dejara de manifiesto.S, claro que te lo preguntas... Yo

    tambin me lo pregunt cuando asist auna ceremonia como sa hace yaalgunos... algunos aos... Pues bien,jovencito, voy a revelrtelo... s, te lovoy a decir para que lo sepas. La diosano contest antes porque yo no quise!

    Por un momento pens que habaenloquecido. Quiz Isis lo haba heridopor su irreverencia y ahora comenzaba amanifestar las primeras seales de uncorazn que ya no poda controlar.

    Ah, claro! T no sabes cmofunciona el tinglado del juicio de ladiosa Tjenur sofoc una risotada y

  • continu con su relato: Los necios delos campesinos, bueno, todos los necios,incluido t, creen que la diosa dejasentir su peso en favor de la parte quetiene razn...

    Volvi a acercar los labios a lajarra, pero esta vez el trago fue mscorto. Tjenur no pudo evitar su disgustoal comprobar que no quedaba ya cervezaen el recipiente.

    Pues bien, de eso nada.Simplemente, uno de los sacerdotes,nunca ms de uno!, suelta el pesomuerto de esa maldita imagen y los otrosse desploman a causa del mismo.Naturalmente, tiene que ser uno de los

  • que estn situados en la parte de atrs,as los desgraciados y piojososcampesinos no pueden ver de formadirecta cmo les quitamos las tierras...

    No poda ser verdad lo que estabaoyendo. Aquel hombre tena que estarmintiendo, deba de estar inventandotodo lo que sala por sus labios.

    Sabes? Yo tambin perteneca auna familia de campesinos. Claro que deeso hace mucho tiempo. Me eduqucomo t en un templo parecido a ste.Un ao, el Hep-Ur, uno de nuestrospadres, se neg a darnos una buenacosecha y la gente, gente como l