El Entrenamiento de La Velocidad en El Balonmano

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El entrenamiento de la velocidad en el balonmano Resumen El trabajo que se presenta a continuación pretende desarrollar una orientación metodológica para el entrenamiento de la velocidad en el balonmano a partir del análisis de las exigencias energético-funcionales y lúdicas que plantea el propio juego. Palabras clave: Entrenamiento cognitivo. Velocidad. Balonmano. Carlos Lago Peñas* [email protected] Pilar López Graña** (España) 1. Introducción El tiempo es uno de los parámetros que en mayor medida condiciona el desarrollo de la acción de juego en los Juegos Deportivos Colectivos (JDC). El reglamento de cada especialidad regula este parámetro en una doble dimensión: estructura formal y funcional (Hernández Moreno, 1996). En el caso del balonmano, las modificaciones reglamentarias han provocado un aumento progresivo de la velocidad en el juego debido a la mayor intensidad con la que los jugadores realizan sus acciones motrices. Este incremento de la velocidad, que se refleja en el mayor número de ataques que se suceden en cada encuentro, no ha hecho disminuir sin embargo la eficacia de las acciones realizadas por los jugadores sino que, por el contrario, se constata como el éxito de los ataques va en aumento: hay más ataques y se producen más goles. En el contexto de los juegos deportivos colectivos (JDC), el éxito en el alto rendimiento depende, en buena medida, de la rapidez, de la velocidad de respuesta o de movimiento y de la facultad del deportista para gestionar las aceleraciones segmentarias o globales, aumentando la velocidad si fuese necesario, en la ejecución de sus acciones motrices (Martín Acero, 1993). En este sentido, el balonmano moderno se caracteriza por sus elevados niveles de implicación bioenergética y el creciente incremento de los denominados esfuerzos de alta intensidad. El aumento de la velocidad del juego es un dato constatable: en 1994, el número de ataques por partido era de 47,8; en 1995 alcanzaba 52,6; siendo la tendencia ascendente en los años posteriores (Suter, 1996). Desde el punto de vista deportivo, la velocidad representa la capacidad de un sujeto para realizar distintos comportamientos motores en un tiempo mínimo y con el máximo de eficacia. Para Harre (1987), la velocidad es la capacidad psicofísica que se manifiesta por completo en las acciones motrices cuando el cansancio no limita su máxima expresión. En cualquier caso, esta definición, que bien podría ser adoptada por aquellas categorías de deportes en que las acciones veloces se caracterizan por su carácter cíclico y las situaciones de juego se construyen individualmente, precisa ser matizada dentro de los deportes de equipo. En efecto, los deportes colectivos presentan dos conceptos fundamentales que los diferencian de los individuales: la interacción grupal y la incertidumbre del espacio. Tales características determinan que los diferentes episodios lúdicos que conforman cada unidad de competición sean cambiantes e irrepetibles, razón por la cual las adaptaciones técnico-coordinativas que los jugadores realizan durante la

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El entrenamiento de la velocidad en el balonmano

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El entrenamiento de la velocidad en el balonmano Resumen El trabajo que se presenta a continuación pretende desarrollar una orientación metodológica para el entrenamiento de la velocidad en el balonmano a partir del análisis de las exigencias energético-funcionales y lúdicas que plantea el propio juego. Palabras clave: Entrenamiento cognitivo. Velocidad. Balonmano.

Carlos Lago Peñas* [email protected] Pilar López Graña** (España)

1. Introducción

El tiempo es uno de los parámetros que en mayor medida condiciona el desarrollo de la acción de juego en los Juegos Deportivos Colectivos (JDC). El reglamento de cada especialidad regula este parámetro en una doble dimensión: estructura formal y funcional (Hernández Moreno, 1996).

En el caso del balonmano, las modificaciones reglamentarias han provocado un aumento progresivo de la velocidad en el juego debido a la mayor intensidad con la que los jugadores realizan sus acciones motrices. Este incremento de la velocidad, que se refleja en el mayor número de ataques que se suceden en cada encuentro, no ha hecho disminuir sin embargo la eficacia de las acciones realizadas por los jugadores sino que, por el contrario, se constata como el éxito de los ataques va en aumento: hay más ataques y se producen más goles.

En el contexto de los juegos deportivos colectivos (JDC), el éxito en el alto rendimiento depende, en buena medida, de la rapidez, de la velocidad de respuesta o de movimiento y de la facultad del deportista para gestionar las aceleraciones segmentarias o globales, aumentando la velocidad si fuese necesario, en la ejecución de sus acciones motrices (Martín Acero, 1993).

En este sentido, el balonmano moderno se caracteriza por sus elevados niveles de implicación bioenergética y el creciente incremento de los denominados esfuerzos de alta intensidad. El aumento de la velocidad del juego es un dato constatable: en 1994, el número de ataques por partido era de 47,8; en 1995 alcanzaba 52,6; siendo la tendencia ascendente en los años posteriores (Suter, 1996).

Desde el punto de vista deportivo, la velocidad representa la capacidad de un sujeto para realizar distintos comportamientos motores en un tiempo mínimo y con el máximo de eficacia. Para Harre (1987), la velocidad es la capacidad psicofísica que se manifiesta por completo en las acciones motrices cuando el cansancio no limita su máxima expresión.

En cualquier caso, esta definición, que bien podría ser adoptada por aquellas categorías de deportes en que las acciones veloces se caracterizan por su carácter cíclico y las situaciones de juego se construyen individualmente, precisa ser matizada dentro de los deportes de equipo. En efecto, los deportes colectivos presentan dos conceptos fundamentales que los diferencian de los individuales: la interacción grupal y la incertidumbre del espacio. Tales características determinan que los diferentes episodios lúdicos que conforman cada unidad de competición sean cambiantes e irrepetibles, razón por la cual las adaptaciones técnico-coordinativas que los jugadores realizan durante la

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ejecución de sus acciones motrices se manifiestan en el juego mediante respuestas espacio-temporales diversas e impredecibles: aceleraciones y desaceleraciones con o sin balón, cambios en la dirección de los movimientos, golpeos variados del balón,…

Así, mientras en los movimientos cíclicos el acento en el rendimiento se sitúa en el desarrollo de las capacidades condicionales, en los movimientos acíclicos -movimientos diferentes encadenados y desarrollados con la máxima rapidez- los aspectos determinantes se encuentran vinculados con las capacidades coordinativas y la toma de decisión, tal y como se pretende reflejar en las Figuras 1 y 2.

Figura 1 Factores relacionados con la velocidad en deportes cíclicos

FUENTE: García Manso, Ruiz Caballero y Ruiz Gutiérrez (1996).

Figura 2 Factores relacionados con la velocidad en deportes acíclicos

FUENTE: García Manso, Ruiz Caballero y Ruiz Gutiérrez (1996).

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La velocidad en los deportes de equipo precisa de múltiples factores de naturaleza diversa, íntimamente interrelacionados y de importancia variable según las necesidades concretas que se desprenden de cada situación de juego. La expresión externa de la velocidad se manifiesta a través de la actividad motriz intencional comprometida por los deportistas en la competición (no instintiva ni refleja), y en la que se encuentran implicados tanto aspectos bioenergéticos como informacionales (Martín Acero, 1993). Las necesidades condicionales de las acciones veloces en el balonmano precisan de elevados niveles de resistencia específica (resistencia a la velocidad) y de fuerza rápida (capacidades neuromusculares) asociados a los diferentes elementos de técnica individual desarrollados por los deportistas (coordinación). Ahora bien, en la selección de la conducta motriz deseada y en su adecuación espacio-temporal a los objetivos perseguidos por los jugadores intervienen con una influencia esencial los estímulos provenientes del entorno lúdico donde el deportista realiza su actividad competitiva.

La modificación constante de la organización de los acontecimientos y situaciones del juego, obliga al ejecutante a elaborar estrategias motrices singulares producto de la interpretación personal que realiza de los diferentes lances del encuentro. La acción de competición obliga al jugador a una continua percepción y anticipación compleja y diferencial del juego, a una toma de decisión original y adecuada a la situación que debe resolver y a una permanente solución motora que debe estar dotada de la precisión requerida en el momento oportuno (Seirul-lo, 1993a, 1993b, 1998b). De esta forma, las condiciones externas en las que el deportista desarrolla su participación suponen un aspecto determinante para la velocidad de los movimientos desarrollados por el jugador -ver Figura 3-. De esta forma, en los JDC es preciso sustituir el concepto de velocidad máxima por el de velocidad óptima (a veces máxima y a veces no) para poder resolver las variables demandas que reclaman los actos de competición. Así, siguiendo a Massafret (1998) consideramos que la velocidad constituye la capacidad que nos permite proponer respuestas motrices rápidas y correctas (óptimas) a los diferentes estímulos y distintas necesidades que se suceden en el desarrollo del juego.

Figura 3 Factores que determinan la velocidad de los movimientos del deportista

FUENTE: Martín Acero (1993).

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2. Estudio de los esfuerzos en el balonmano

Los esfuerzos en el balonmano se caracterizan por un predominio de los desplazamientos de baja intensidad ( marcha, carrera lenta y moderada ) frente a los de alta intensidad (carrera submáxima, “sprint” ). -ver Tabla1-. (Konzak y Schäke, 1996, en Bayer, 1987).

Tabla 1: Porcentaje de tiempo utilizado a determinadas velocidades

0-2 78 80 76 82 83 2-4 15 12 17 15 11,5 4-6 3,8 5 4,5 2,3 3,6 6-8 2 1,5 1,5 0,8 1,2 8- 0,9 0,9 0,97 0 0,1 VELC.n/s EXT.IZD. EXT.DCH. LAT.IZD. LAT. DCH. PIVOTE

FUENTE: García Cuesta (1992).

Desde un punto de vista bioenergético, el balonmano podría definirse como un juego que se desarrolla en dos partes de 30 minutos cada una, con 10 minutos de descanso entre cada parte, en donde los jugadores realizan una actividad motora, compleja y cambiante, en la que se alternan aleatoriamente períodos de trabajo y de pausa.

Los períodos de actividad no son uniformes, sino que tanto el tiempo como las intensidades son variables en función de las necesidades que demanda el juego. Asimismo, las pausas no son de un valor constante (Álvaro, 1989). -ver tabla 2 -.

Tabla 2 Tiempos de participación y pausa en los deportes de equipo

Tiempo de pausa Tiempo de participaciónBaloncesto 25" 29"Balonmano 15" 25" Fútbol 17" 23"Fútbol sala 14" 14" Voleibol 12" 8"

FUENTE: Hernández Moreno(1996)

En esta definición del balonmano podemos ver que existen:

• Acciones relevantes de alta intensidad y corta duración (4-6 segundos) que abarcan todos los comportamientos que tienen repercusión en el resultado, tales como lanzamientos, fintas, penetraciones, blocajes, desplazamientos defensivos, paradas del portero... • Conductas de soporte o conexión entre las acciones relevantes, de duración variable e intensidad media o media baja. Comprenden todos los momentos de pausa o de actividad ligera que se producen en los partidos (COE, 1992: 299).

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La introducción de reglas de juego que penalizan la falta de ambición en el ataque (juego pasivo), la prohibición de que los jugadores mantengan el balón en su poder más de 3 segundos..., inciden en el aumento de la velocidad en el juego. Se producen más ataques, se suceden con mayor frecuencia acciones determinantes en el juego, decrece el tiempo de recuperación entre cada acción importante. Los jugadores tienen que estar en condiciones de intervenir muchas veces en el juego, realizando acciones relevantes y sin que disminuya su eficacia.

Las exigencias fisiológicas máximas no suelen durar más de 4-5 segundos, justificándose la necesidad de trabajar la resistencia anaeróbica - aláctica. También son frecuentes las participaciones con un alto nivel de intensidad durante 15-20 segundos, que se repiten con pausas incompletas, por lo que se debe garantizar la capacidad del jugador de actuar con elevadas tasas de ácido láctico -ver tabla 3- (resistencia anaeróbica - láctica).

Tabla 3 Tiempos de juego (porcentual) en balonmano.

Tiempos 1"- 20" 21"- 40" 41"- 60" 61"- 90" 90" 39% 38.8% 14.4% 5.9% 1.9%

FUENTE: Dal Monte (1987).

Como la duración del partido alcanza los 60 minutos, las manifestaciones de los citados tipos de resistencia se fundamentan en la capacidad de soportar un trabajo constante durante ese tiempo, por ello se hace necesario trabajar la potencia aeróbica. En resumen, debemos desarrollar el sistema anaeróbico - aláctico, potencia y capacidad láctica y potencia aeróbica. (Seirul-lo, 1993a, 31-32).

A modo de síntesis, podemos indicar que el balonmano se caracteriza por el desarrollo de acciones de juego breves y de intensidad máxima intercaladas con otras más largas de intensidad submáxima y ligera. El juego exige del deportista una constante disposición. En cualquier momento de la competición los jugadores deben de estar dispuestos para realizar las más diversas actuaciones: desplazamientos a la máxima intensidad con o sin balón ejecutadas con pausas variables, carreras con ritmo submáximo, diferentes acciones técnicas...

3. La lógica interna del juego

Si bien la comprensión de las causas o mecanismos de tipo energético-funcional que posibilitan a los jugadores de balonmano la realización de sus movimientos y acciones a lo largo de un encuentro proporciona una orientación valiosa para el diseño del proceso de entrenamiento deportivo, el conocimiento de las condiciones lúdicas en las que dichos movimientos y acciones adquieren su significado estratégico resulta no menos importante. El entendimiento del contexto significativo en el que los deportistas desarrollan su participación permite a los preparadores modificar la organización de los acontecimientos y situaciones del entorno de juego, estimulando la construcción de situaciones pedagógicas de aprendizaje que favorezcan la optimización del rendimiento de los jugadores en el plano cognitivo, coordinativo y condicional (Seirul-lo, 1993a, 1993b, 1994, 1998b). En esta tarea, la atención debe centrarse en el análisis de la estructura y la lógica interna del deporte en el que se trabaje.

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El balonmano pertenece a un grupo de modalidades con características comunes, habitualmente denominadas Juegos Deportivos Colectivos (JDC). Sin descartar la importancia de los demás elementos estructurales que conforman la lógica interna del juego, son las relaciones de cooperación que se suceden entre los miembros del mismo equipo y las relaciones de oposición entre los dos equipos en confrontación las condiciones que definen el marco de referencia de cada uno de los episodios de juego que integran un encuentro ludodeportivo, razón por la cual estas especialidades han sido clasificadas como juegos de oposición (Hernández Moreno, 1994; Parlebas, 1988, 1996) -ver Figura 4-.

Figura 4 La acción motriz en el Balonmano

FUENTE: Lago (2000).

Esta relación de adversidad se manifiesta tanto en las acciones individuales (lucha entre el atacante y el defensor) como en las colectivas (lucha entre el ataque y la defensa). Así, podemos hablar de contracomunicación y oposición interindividual cuando nos referimos a las relaciones de antagonismo establecidas entre los participantes de equipos rivales, en el sentido de la superación individual para alcanzar el objetivo; y de contracomunicación y oposición del equipo cuando nos referimos de una forma más general a la integración de los conflictos individuales dentro de la organización colectiva del equipo (Moutinho, 1997). Las relaciones de contracomunicación y oposición interindividual se concretan en el juego a

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través de Episodios de Duelo (ED): situaciones de 1x1, conflictos diádicos, triádicos,... y las acciones de contracomunicación y oposición del equipo mediante Episodios de Conflicto Dual (ECD) -ver Figura 5-.

Figura 5 Las relaciones de oposición en los JDC

FUENTE: Martín Acero (1998)

En el juego, los episodios de duelo descansan sobre una misma organización interna. Se produce una situación de conflicto entre un equipo y otro por acercarse a la meta contraria para alcanzarla con el móvil y evitar que el contrario haga lo propio, resolviéndose las tareas lúdicas decisorias a través de confrontaciones duales entre un jugador y otro. La disputa tiene lugar en la ocupación de los espacios y la posesión del móvil desde un punto de vista colectivo e individual, precisándose de una cooperación entre compañeros y una oposición a los adversarios de modo previsto e imprevisto.

El episodio de conflicto se resolverá finalmente al reducir la relación espacio/tiempo de quien posee el móvil para que no se produzca continuidad comunicativa con un compañero o un espacio libre, obteniendo puntuación en la zona específica contraria en el caso de quien ataca con posesión del móvil o mediante su sustracción por parte de quien presta oposición o un compañero suyo (Martín Acero, 1993) -ver Figura 6-.

Figura 6 La organización interna de los episodios de conflicto en los JDC

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FUENTE: Martín Acero (1993)

En este sentido, dentro de la velocidad de juego es posible identificar FUENTE: Martín Acero (1993)

En este sentido, dentro de la velocidad de juego es posible identificar dos dimensiones diferentes (García Manso, Ruiz Caballero y Ruiz Gutiérrez, 1998; García Manso, Martín Acero, Navarro y Ruiz, 1998; Martín Acero, 1998; Martín Acero, Lago y Fernández, 1999;). Por un lado, una expresión individual (del jugador) referida a la velocidad máxima potencial que cada deportista posee sobre los gestos técnicos y los desplazamientos en la competición y que se hace visible en el juego en los episodios de duelo (ED) que se establecen entre el atacante y el defensor. Por otro, una velocidad colectiva (de juego) resultante, a su vez, de una velocidad colectiva de ataque, desarrollada por el jugador que tiene la posesión del balón en colaboración con sus compañeros de equipo que deben ayudarle ofreciéndole una continuidad comunicativa mediante un apoyo o un espacio libre, y una velocidad colectiva de defensa, propuesta por los jugadores del equipo que no tiene la posesión del móvil y defienden la evolución y aproximación espacial del balón o del jugador contrario. Esta categoría de velocidad se manifiesta en el juego a través de los episodios de conflicto dual (ECD) que enfrentan al ataque y la defensa de ambos equipos y será mayor o menor en función de las necesidades tácticas requeridas en cada momento competitivo (lógica interna de la competición).

La velocidad colectiva del equipo determina la velocidad de juego por encima de la velocidad de cualquiera de sus jugadores. Las acciones de competición casi nunca vienen definidas por la velocidad con la que se desplazan individualmente los jugadores, sino que normalmente está condicionada por la velocidad con la que se mueve el balón (García Manso, Ruiz Caballero y Ruiz Gutiérrez, 1998). No obstante, la única forma por la que el

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móvil se puede desplazar velozmente es teniendo un perfecto dominio técnico del mismo, ajustándose a las exigencias reglamentarias.

En este trabajo nos centraremos únicamente en el análisis de la expresión individual de la velocidad.

Siguiendo a Massafret (1998), en los deportes de equipo es posible definir diversos tipos de velocidad a nivel del deportista individual que pueden ser agrupados en dos grandes categorías. Existe una velocidad necesaria para el jugador antes de empezar actuar y otra comprometida en el momento y durante la ejecución del acto motor propuesto para resolver las demandas del episodio del juego. Dentro del primer grupo, se puede distinguir una velocidad de discriminación requerida para identificar y jerarquizar en el menor tiempo posible los estímulos propios y del entorno más significativos de la situación concreta, y una velocidad de toma de decisión precisada para desarrollar estrategias de decisión adaptadas una vez analizadas las condiciones de los estímulos. En el segundo grupo es posible diferenciar una velocidad inicial solicitada para ejecutar la respuesta motriz elaborada por el deportista como resultado de la interpretación personal que realiza de la situación, y, finalmente, una velocidad de desplazamiento acíclico o cíclico (dependiendo de las características del acto motor) que representa la capacidad para realizar un trayecto en el tiempo óptimo. Esta manifestación de la velocidad podrá ser elemental o global según el recorrido y el carácter segmentario o global de la acción propuesta.

De esta forma, en todas las tareas decisorias (finta, anticipación, lanzamientos,…) se encuentran implicados tanto aspectos bioenergéticos (fuerza rápida y/o resistencia) como informacionales (percepción/análisis, decisión, ejecución), de importancia variable según las necesidades concretas que se precisen para superar el conflicto. La velocidad de reacción compleja será en muchas tareas y conflictos sinónimo de percibir, evaluar y decidir; anticiparse y ejecutar requerirán de otras manifestaciones de la fuerza y coordinación específica, y según el grado de prestación de la tensión neuromuscular así estarán presentes manifestaciones elementales de la velocidad o integrales si algún concepto de resistencia es precisado (Martín Acero, 1993, 1996, 1998).

En cualquier caso, en el transcurso de un partido no existe la necesidad constante de realizar todas las acciones a la máxima velocidad. Cada jugador debe gestionar acertadamente la velocidad necesaria para ejecutar los roles y sub-roles de ataque y de defensa (con o sin balón) según las exigencias que reclame el juego. No obstante, el objetivo del entrenamiento debe ser generar el mayor número de recursos en el deportista que le permitan poseer una reserva de velocidad lo más amplia posible, susceptible de ser movilizada cuando se precise.

A modo de resumen, podemos concluir que el entrenamiento de la velocidad en el balonmano se debe realizar eficazmente reproduciendo, con oportunos métodos de entrenamiento, los requerimientos energéticos que la competición propone sin alterar los delicados equilibrios de naturaleza biológica y especialmente los relativos al componente neuromuscular. Ahora bien, si los JDC se caracterizan por la necesidad de resolver situaciones lúdicas cambiantes condicionadas por las relaciones con los compañeros, la oposición del adversario y la inestabilidad del medio, y todo ello de una forma integrada, no es lógico plantear situaciones de entrenamiento en las que únicamente se privilegie uno de los elementos que se manifiesta en el juego: el componente condicional. La lógica interna en la que se desarrolla el juego precisa de pre-requisitos bioenergéticos e informacionales, éstos últimos son primordiales, los primeros son necesarios pero no suficientes (Martín Acero, 1993, 1996, 1998). Desarrollar una metodología de entrenamiento en estas

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especialidades sin tener en cuenta los presupuestos anteriores puede conducir a proponer trabajos con escasa o ninguna transferencia positiva, cuando no negativa, con respecto a los requerimientos de la competición.

En este contexto, la intervención del entrenamiento físico debe centrarse en estimular preferencialmente el componente condicional de los deportistas adecuado en cada momento -no en vano, ése es el objetivo de la preparación física-, pero en esa tarea es preciso prestar atención a los procesos cognitivos que suceden en el interior del jugador, después de analizar las condiciones del entorno donde debe realizar su actividad competitiva. Desde esta perspectiva, a la hora de construir las situaciones de entrenamiento debemos tener en cuenta tres aspectos fundamentales (Seirul-lo, 1993a, 1993b, 1994, 1998b): en primer lugar, introducir la participación coordinativa que puede ser soporte de las tareas específicas de nuestro deporte (lanzamientos, saltos, fintas,…); en segundo lugar, gestionar el tiempo de trabajo óptimo en función de los objetivos perseguidos pues es lo que determina el gasto energético (pausa grande, pequeña, activa, pasiva, frecuencia, velocidad de realización,…); y, finalmente, incluir categorías y situaciones espaciales específicas del entorno lúdico de la especialidad. Todo ello con la finalidad de diseñar unas condiciones de práctica que permitan mejorar la interpretación y la autoconfiguración de los deportistas -razonamiento práctico en sentido fuerte (Arnold, 1991)- para ocasionar de esta forma la modificación de la conducta motriz externa.

Las capacidades condicionales vienen determinadas por los parámetros tradicionales de volumen, intensidad, densidad,… La estructura condicional será más específica cuando los intervalos de trabajo-recuperación se parezcan más a los reales del juego.

Las capacidades coordinativas se manifiestan a través de elementos de técnica individual, y su mejora se constata en la correcta adaptación del gesto técnico a las exigencias de la situación de juego en la que se encuentra inmerso el deportista. El componente coordinativo será más específico cuando se proponga en las tareas de entrenamiento la expresión motriz soporte de la técnica del balonmano. Incluso se puede aumentar la especificidad si empleamos la técnica concreta movilizando los mismos sustratos energéticos comprometidos en la competición, tanto en lo que respecta al tiempo de participación como en su intensidad.

Las capacidades cognitivas suponen el control de la información que circula por la tarea y como ésta es procesada y utilizada por el deportista. Se manifiesta habitualmente a través de tareas de toma de decisión, una vez analizadas las condiciones del entorno y relacionadas con la intencionalidad perseguida por el jugador. Su optimización se refleja en el progreso en la capacidad de observación, el incremento para procesar la información y el desarrollo de los modelos de anticipación. La estructura cognitiva será más general cuando las tareas de toma de decisión se destinen a construir inespecíficamente esta capacidad. Se fundamenta en el trabajo con toma de decisiones más sencillas que en las condiciones reales, mediante estímulos inespecíficos y también respuestas inespecíficas (de más fácil identificación y ejecución que las específicas). El componente cognitivo será más específico a medida que las tareas de toma de decisión estén basadas en elementos de táctica (individual y colectiva) propias del balonmano e incluso es posible aumentar la especificidad superando condiciones más complejas de las que se pueden dar en un partido.

4. El entrenamiento de la velocidad en el balonmano

La identificación por parte del entrenador de las diversas acciones de juego en las que se encuentra comprometida la velocidad supone una tarea de capital importancia para la

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organización del proceso de entrenamiento deportivo. La definición de las categorías particulares de velocidad que demanda el balonmano permite diseñar unas condiciones de entrenamiento que faciliten la aproximación de la cualidad inespecífica velocidad a las características concretas de la competición y que va a facultar a un jugador veloz aplicar toda esa velocidad a sus acciones técnicas específicas.

Así, siguiendo a Seirul-lo (1993a, 1993b, 1998b), consideramos que la velocidad en el balonmano se manifiesta a través de las siguientes categorías:

• Velocidad de puesta en acción o velocidad de salida, utilizada para iniciar la carrera desde parado con o sin balón. La distancia recorrida alcanza los 3-5 metros. En ese desplazamiento pueden realizarse distintas acciones técnicas: desmarcarse para recibir un pase, anticiparse para interceptar el balón,... • Velocidad de cambio de ritmo, manifestada cuando el jugador se está desplazando a cierta velocidad y, en un momento determinado, modifica bruscamente su intensidad llegando al máximo y manteniéndola el tiempo que se estime necesario. Durante esa realización global puede aparecer el balón en cualquiera de las dos fases del desplazamiento. El total de metros recorridos oscila entre 10 y 25. • Velocidad de ejecución, reclamada por el deportista cuando ejecuta una acción técnica o encadena una determinada secuencia de gestos específicos a la máxima velocidad en desplazamientos muy cortos: pases, fintas, lanzamientos... • Velocidad intermitente, necesaria para realizar acciones sucesivas a la máxima intensidad con paradas intermedias o grandes descensos de velocidad de desplazamiento. Esta secuencia debe considerarse como una única acción en la que se encadenan diversos gestos específicos diferenciados por paradas muy breves. La distancia recorrida va desde los 6 a los 15 metros, subdividida en fases de desplazamiento en una o varias direcciones y a velocidades máximas o submáximas.

Una vez definidas las categorías y la duración de los esfuerzos de velocidad en el juego, la segunda cuestión que debe precisarse es el tiempo de recuperación óptimo que cubrirse entre los esfuerzos. Para Cometti (1999), la recuperación entre los "sprints" debe estar comprendida entre 17 segundos y tres minutos:

• 17 segundos, porque este tiempo constituye según Di Prampero el tiempo necesario para la recuperación de la mitad de las reservas anaeróbicas alácticas. Es la parte más eficaz de la recuperación. • 3 minutos. La recuperación no debe exceder de tres minutos puesto que los capilares se volverían a cerrar, lo que haría perder al atleta el beneficio del calentamiento.

El tercer problema reside en la cuantificación del número ideal del número ideal de esfuerzos que deben realizarse en cada serie. En este punto Zatsiorski (en Cometti, 1999) propone como referencia la curva de Volkov. En esta curva se constata como al cabo de cuatro repeticiones la tasa de ácido láctico aumenta de manera significativa. Así, consecuentemente, deben interrumpirse los esfuerzos y proponer una descanso más largo de 7 a 10 minutos para permitir que la tasa de ácido láctico disminuya y de este modo puedan realizarse los esfuerzos en condiciones alácticas. Además, la recuperación nerviosa permitirá trabajar mejor en la serie siguiente.

La calidad de estas pausas debe ser activa introduciendo tareas que contengan elementos coordinativos y cognitivos con balón que permitan al deportista mantenerse en una óptima disposición condicional y cognitiva para la ejecución del resto del trabajo programado.

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En cualquier caso, la particular naturaleza de las habilidades motrices comprometidas en el balonmano, habilidades abiertas (Poulton, 1957), de regulación externa (Singer, 1980), predominantemente perceptivas (Knapp, 1963) y continuas (Singer, 1980) determina que el rendimiento deportivo sea en gran medida el producto del tratamiento de la información que realiza el jugador en cada episodio del juego. El sujeto eficiente es aquel que es capaz de alcanzar los objetivos de la tarea haciendo frente a la incertidumbre del entorno. En las actividades deportivas con fuerte carga informativa (deportes colectivos, de combate, de raqueta,…), el rendimiento puede medirse por la exactitud de la elección de los objetivos que se persiguen, por la adecuación de los programas de respuesta utilizada para alcanzar los objetivos fijados así como por la rapidez y la precisión de la ejecución. Para ser eficaz, el jugador debe ser capaz de producir rápidamente una respuesta exacta y ejecutarla con precisión a pesar de las condiciones de tratamiento de la información que aumentan la dificultad de la tarea (cantidad de información a tratar, presión temporal, precisión requerida en la ejecución,…) (Famose y Temprado, 1999).

Desde esta perspectiva, el objetivo del entrenamiento de la velocidad en el balonmano debe ser el generar el mayor número de recursos en el deportista que le permitan poseer una reserva de velocidad lo más amplia posible, pero sobre todo, conseguir que el practicante continúe siendo eficiente en el juego sea cual sea el nivel de las limitaciones fijada por la tarea que debe realizar.

¿Cómo lograr este objetivo? Acabamos de definir cuáles son las categorías específicas de velocidad en el balonmano y cómo debería ser la sesión en el entrenamiento de esta cualidad desde el punto de vista energético. Ahora bien, en la tarea de establecer relaciones significativas entre las soluciones del entrenamiento y las situaciones futuras de la competición, la atención del entrenador debe ponerse en el control de las condiciones en que se realiza la práctica. La finalidad de la preparación es proponer situaciones de entrenamiento que permitan a los deportistas aprender a encontrar modos de resolución eficaces para los diferentes argumentos del juego estableciendo así vínculos de causa-efecto entre las características de la tarea y el rendimiento de quien la realiza. En otras palabras, las situaciones propuestas en el entrenamiento deben tener la misma carga de significado para el deportista que las tareas específicas de la competición.

El concepto de tratamiento de la información ha sido operacionalizado por diversos modelos que comportan varios estadios de transformación, desde la entrada sensorial hasta la salida motora (Famose y Temprado, 1999). El proceso está constituido por un conjunto de operaciones de transformación de la información orientadas hacia el mismo objetivo. Los estadios se distribuyen en la vertiente perceptiva, cuya función principal es identificar la señal de respuesta; la vertiente de decisión en la que se efectúa la elección de la respuesta y la vertiente motriz en el curso de la cual se realizan las operaciones de programación y de traducción de las órdenes.

El entrenamiento de la velocidad en el balonmano debe realizarse modificando la organización de los acontecimientos y situaciones del entorno de juego mediante la manipulación de las variables que afectan a los estadios que se desarrollan en cada vertiente del tratamiento de la información. Así, las categorías fundamentales que debería incluir en su estructura una tarea de velocidad que pretenda potenciar los elementos cognitivo de los deportistas serían (Seirul-lo, 1993a, 1993b, 1994, 1998):

• Contribuir a la identificación y jerarquización por parte del deportista de los estímulos propios y del entorno más significativos para llevar a cabo los comportamientos motores perseguidos -atención selectiva-.

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• Desarrollar estrategias de decisión variadas (no sólo estímulo-respuesta) adaptadas a las demandas de la situación que se tiene que resolver una vez analizadas las condiciones de los estímulos propios y del entorno. • Implicar estrategias de programación y ejecución diversas en las que se encuentren presentes los gestos coordinativos específicos del deporte. • Afianzar todas las categorías de autoevaluación y autocontrol por parte del deportista a través de la evaluación de la tarea por su propia ejecución y su resultado con el objeto de optimizar la configuración interna del deportista.

Y todo ello con el fin de que el saber práctico adquirido durante la manipulación de la dificultad de las situaciones preparadas constituya un recurso en el que el sujeto pueda apoyarse para solucionar los problemas de la competición. En cualquier caso, la presencia de elementos coordinativos y cognitivos y categorías del entorno de juego no deben en ningún caso perturbar la consecución del objetivo condicional de la tarea. Una propuesta de los posibles indicadores a modificar en el tratamiento de la información por parte de los deportistas podría ser la siguiente (Espar, 1998, Famose y Temprado, 1999; Martín Acero, 1998; Martín Acero, Lago y Fernández, 1999; Seirul-lo, 1993a, 1993b, 1994, 1998b):

- Vertiente perceptiva:

1. Número de estímulos necesarios para identificar la situación. 2. Claridad de los estímulos (discriminación). 3. Duración de la presentación de los estímulos. 4. Incertidumbre sobre la localización y el carácter de los estímulos (visuales, auditivos, …). 5. Incertidumbre sobre el momento de aparición de los estímulos. 6. Incertidumbre sobre el objetivo de la tarea. 7. Tareas en estado de fatiga: acumulación de tareas, exceso de la información, cansancio fisiológico,…. 8. Introducción de elementos perturbadores. 9. Utilización diversificada de estímulos inespecíficos, semiespecíficos y específicos.

- Vertiente de la toma de decisión:

1. En situación de espera, alternativas de tareas propuestas según los estímulos. 2. En situación de iniciativa, claridad del objetivo a alcanzar. 3. Tareas con dos o más objetivos (amplitud de la situación): - técnico/táctico y condicional (velocidad y resistencia a la velocidad), - técnico/táctico y persecución (variaciones en las condiciones externas). 4. Número de objetivos a alcanzar para cada estímulo. 5. Número de respuestas posibles para alcanzar los subobjetivos 6. Incertidumbre sobre el objetivo de la tarea. 7. Tareas en estado de fatiga: acumulación de tareas, exceso de la información, cansancio fisiológico,…. 8. Disminuir el tiempo de reflexión desde la percepción (aparición del estímulo) a la ejecución (soluciones pertinentes a los sub-roles y acciones de éxito del jugador): - ampliando el campo visual, - disminuir la distancia con el adversario. 9. Carácter específico/inespecífico de las respuestas.

- Vertiente motriz:

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1. Carácter específico/inespecífico de las respuestas. 2. Proponer variaciones en la ejecución del movimiento: variaciones sectoriales, simetrización, amplitud, fuerza,… 3. Combinación de movimientos: mismo lado, ejecución cruzada,… 4. Variaciones en la ejecución temporal: adaptación a un ritmo, modificaciones parciales de ritmo, combinaciones de las anteriores. 5. Precisión espacial requerida. 6. Precisión temporal requerida 7. Tareas en estado de fatiga: acumulación de tareas, exceso de la información, cansancio fisiológico,…. 8. Duración del movimiento 9. Establecer contrastes y matices: estímulo débil-reacción fuerte, estímulo fuerte-reacción fuerte, estímulo débil-reacción débil, estímulo fuerte-reacción débil.

5. Conclusiones

El entrenamiento de las capacidades condicionales en el contexto de los juegos deportivos colectivos, y más en particular en el balonmano, precisa de nuevas estrategias metodológicas y medios de intervención que, conscientes de la necesidades específicas que se manifiestan en el juego-competición, permita estimular eficazmente e rendimiento de los deportistas.

Los sistemas de intervención actuales se basan en optimizar aisladamente cada uno de los componentes que integran la estructura del rendimiento de los deportistas: elementos coordinativos, condicionales y cognitivos, mediante la utilización de medios trasladados desde los deportes individuales y resueltos, en su adaptación a los deportes de equipo, mediante el mejor o peor entender de cada entrenador. No obstante, los deportes colectivos presentan dos conceptos fundamentales que los diferencian de los individuales: la interacción grupal y la incertidumbre espacial. Tales características determinan que los diferentes episodios lúdicos que conforman cada unidad de competición sean cambiantes e irrepetibles, razón por la cual las adaptaciones técnico-coordinativas que los jugadores realizan durante la ejecución de sus acciones motrices se manifiestan en el juego mediante respuestas espacio-temporales diversas e impredecibles que precisan de la interacción coordinada de todos los componentes anteriores.

Desde esta perspectiva, es preciso construir una forma de entrenamiento que, consciente de las complejas interrelaciones entre los elementos que configuran la organización interna del deportista, permita la estimulación diferenciada de cada una de ellos, pero siempre en relación con el nivel conseguido en todos los demás, optimizando así la estructura funcional del deportista en condiciones de aprendizaje que permitan establecer relaciones significativas entre las soluciones del entrenamiento y las situaciones futuras de competición.

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