El efecto Simeone · analizar la figura de Diego Simeone, exfutbolista y actual entrenador del...

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El efecto Simeone

La motivación comoestrategia

Primera edición en esta colección: abrilde 2013© Diego Pablo Simeone, 2013 © del prólogo: Luis Aragonés © fotografías del interior: cortesía de lafamilia Simeone© de la presente edición: PlataformaEditorial, 2013 © de la presente edición: Big RightsS.L., 2013Editor: Santi García BustamantePlataforma Editorialc/ Muntaner, 269, entlo. 1.ª – 08021BarcelonaTel.: (+34) 93 494 79 99 – Fax: (+34)93 419 23 14www.plataformaeditorial.com

[email protected]ía de cubierta: Ángel Gutiérrez Luque

Depósito Legal: B. 10.140-2013

ISBN Digital: 978-84-15880-25-7

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de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamopúblicos. Si necesita fotocopiar oreproducir algún fragmento de esta obra, diríjase aleditor o a CEDRO (www.cedro.org).

A Giovanni, Gianluca y Giuliano por lashoras que les he restado para poderrealizar mi trabajo. Y a todas aquellaspersonas que de alguna manera hantransitado conmigo por el caminohermoso del fútbol, mi pasión.

«Estaré loco pero aún vivo delcorazón.»

Diego Simeone

Contenido

Cubierta Portadilla Créditos Dedicatoria Cita Presentación Prólogo 1. En esto creo 2. El corazón como guía 3. Gestionando equiposhumanos

4. La vida y el fútbol 5. Diego Pablo Simeone. El«Cholo» 6. Palabra de Simeone Agradecimientos La opinión del lector Otros títulos de la colección

¿Dónde está el límite?

Presentación

Por qué y cómo se ha elaborado este libro

En nuestra continua búsqueda de temasauténticos y con sentido para lacolección Plataforma Actual, hacetiempo en la editorial decidimosanalizar la figura de Diego Simeone,exfutbolista y actual entrenador delAtlético de Madrid.

Nos llamaron la atención su discurso,la estrategia que aplica y los resultadosque ha conseguido como entrenador entiempo récord. La convicción, seguridad

y aplomo que presidían todas susintervenciones, y la sincera admiraciónque mostraban los jugadores de suequipo por la manera de motivarles yhacer que se sintieran mejores en todoslos sentidos.

Vivimos tiempos complejos en losque valores como la confianza o laautoestima parecen arrinconados en lasúltimas páginas de nuestro diccionario,y por eso toparnos con el caso deSimeone nos hizo pensar en reunir sudecálogo en un libro, que iría dirigido aun amplio grupo de lectores, fueran o noaficionados al fútbol.

Porque el método Simeone esaplicable a cualquier ámbito de la vida.

El periodista Santi García Bustamante

mantuvo varias sesiones de trabajo conDiego Simeone en su domicilio, y apartir de ellas se ha elaborado estelibro, que está redactado en primerapersona porque la personalidad del«Cholo» no puede expresarse de otramanera.

En primera persona sus valoresadquieren una fuerza extraordinaria yuna dimensión real. Confianza,sinceridad, sentimiento, entusiasmo,pasión, esfuerzo, equilibrio, respeto,trabajo, optimismo.

En la gestión de equipos humanosnunca hay una situación adversa que seaimposible revertir. Prefiere acometerlos retos en momentos complicados

porque es ahí donde se siente máscómodo y mejor florecen sus teorías y elmanejo de los grupos.

Después de tantas horas de diálogo yde exposiciones relajadas sobre sumétodo, Simeone invita a pensar que sino se hubiera dedicado al mundo delfútbol también habría sido un líder encualquier otro ámbito profesional.

Prólogo

Estaba tranquilamente en casa una tardecuando sonó el teléfono. «¿Cómo le va,Luis? Le habla Natalia Simeone. Resultaque una editorial está haciendo un librosobre mi hermano, y nos han pedido queles sugiramos alguna persona que hayasido importante en la carrera deportivade Diego para escribir el prólogo. Y mihermano inmediatamente ha pensado enusted.»

Le dije que sí al instante, porsupuesto, aunque para alguien como yoesto de escribir un prólogo era algonuevo que de entrada me produjo muchorespeto, un cosquilleo parecido al que

sientes cuando vas a tirar un penalti. ¿Ysi la echo fuera?

Pero la verdad es que hablar de unapersona como el «Cholo» Simeone esmuy agradecido. Y además estoyencantado de hacerlo.

Como pueden imaginar, durante milarga carrera deportiva, primero comofutbolista y más tarde como entrenador,he conocido a muchos jugadores, cadauno de ellos con distintos orígenes,formas de ser y de entender el deporte yla vida. De algunos he tenido que hacercasi de padre, con otros de amigo, contodos de «padre espiritual», por decirlode alguna manera. La gestión de equiposhumanos no es una disciplina fácil,especialmente cuando son personas

jóvenes, deportistas de éxito y muchasveces aún inmaduros. Se mezclanpersonalidades distintas que a vecestienen objetivos distintos pese a llevartodos la misma camiseta.

Por eso es tarea fundamental delentrenador lograr que el grupo estéunido y trabaje en la misma dirección ycon los mismos objetivos. Será la únicafórmula que ayude a ganar partidos y aque el equipo merezca el respeto depúblico, prensa y rivales. Es el primerpeldaño que hay que subir para poderaspirar a conseguir títulos.

He tenido una larga vinculación con elAtlético de Madrid, primero comojugador y después como entrenador en

varias etapas, pero curiosamente nuncallegué a entrenar a Diego Simeone en elequipo rojiblanco. Lo hice en el Sevillaen la temporada 92-93.

Me resulta muy fácil hablar deSimeone. En primer lugar desde elagradecimiento por haber sido siempreuna persona franca y sincera de mente,corazón y espíritu. Son los valores quemás aprecio en una persona, porquequien los tiene como estrategia de vidalos aplica a todos los ámbitos de suactividad. Y al fútbol también, claro.

En segundo lugar, desde elreconocimiento a todos sus logrosprimero como jugador y ahora comoentrenador, porque, pese a ser muyjoven, cada semana muestra maneras de

técnico grande, basta echar un vistazo asus logros y, sobre todo, a lo que dicende él los jugadores a los que dirige.

Ha devuelto al Atlético de Madrid asu lugar en el mundo. El equipo vuelve aser competitivo y ha recuperado lamentalidad ganadora.

Otro aspecto destacable sería suquehacer como futbolista, con laprofesionalidad como bandera desde elprimer día y una vehemencia en elcompromiso que aún recuerdo, y quemuchas veces he puesto de ejemplo enotros equipos. Le he escuchado yavarias veces una frase que creo que ledefine perfectamente: «Estaré loco peroaún vivo del corazón».

Como entrenador suyo, he dereconocer que su forma de ser leconvertía en mi mejor aliado en elcésped; era como si yo estuvierajugando y pudiera desde el terreno dejuego dirigir la estrategia del equipo.Tenía un sexto sentido para saber quédecir a los compañeros en cadamomento, cómo animarles cuando lonecesitaban y de qué manera mantener laactitud adecuada en cada situación.

Corazón, franqueza, pasión,compromiso. Son adjetivos que cobransu sentido más auténtico cuando serefieren al «Cholo». La manera deganarte su confianza y de que teacompañara hasta el fin del mundo era

ser franco con él, ir con la verdadsiempre por delante, aunque a vecesdoliera. Nunca soportó que le mintieran.

Integridad, trabajo y compromiso porencima de todo.

Conociendo cuáles son sus valores esfácil entender su personalidad comoentrenador. Son los que aplica en suvida, que en gran parte es el fútbol. Eslo que ha hecho que se le quiera y se lerespete.

Luis AragonésSeleccionador español de fútbol entre 2004 y 2008, campeón de la

Eurocopa de 2008 disputada en Austria y Suiza.

1. En esto creo

«Cuando la vida nos poneretos el ser humano siempreresponde, porque en lasdificultades somosmejores.»

El liderazgo

El liderazgo dentro de un grupo no seelige. Tú no decides que quieres ser ellíder de un equipo. Es el propio equipoel que te sigue por tener tú una serie de

características que te diferencian delresto. Ese es mi caso. Yo no trato debuscar ese liderazgo dentro de un grupo.Sé que lo tengo. No se puede entrenar,es natural, se da, y no hay que pensarlomás.

Admito que en ocasiones no es fácilencontrar la razón por la que losmiembros de un grupo te eligen para sersu líder. Pero normalmente las personaselegidas para asumir ese cometido sondiferentes al resto. Caminan distinto,miran distinto, transmiten cosas cuandohablan. Todo eso y otro tipo de detalleshacen que al final esa persona seaobservada con admiración por parte delos jugadores.

En la conducción de un grupo intento

hablar poco. Siempre prefiero que seanlos hechos los que vayan marcando mitrayectoria y mi personalidad. Al final,es el tiempo el que va determinandotanto las acciones del director del grupocomo de sus componentes.

No tiene sentido perder mucho tiempoen palabrería que no conduce a nada.Eso son cuentos y el jugador lo perciberápidamente. Nunca me han gustado lastípicas frases que buscan agradar aloído.

El jugador lo que quiere es algoconcreto, que le hables de algo que leinteresa, que seas capaz de llegar a él,de entrar en su mente para provocarleuna reacción y una identificación que es

tan necesaria para el buenfuncionamiento del grupo.

Desde chico ya mostré una grancapacidad para asumirresponsabilidades. Siempre era capitánde los equipos en los que jugaba. Puedeque estuviera predestinado para ejerceruna labor de conducción de grupos, depersona con soluciones para gestionarpersonas y convencerlas de labenevolencia de mis ideas.

La verdad es que mi cabeza empezó apensar como un entrenador desde muyjoven. Con 25 o 26 años ya analizabalos partidos como si yo fuera elentrenador de mi equipo. Pensaba cómoreaccionaría si tuviera que decidir elonce que iniciara el partido, cómo le

jugaría al equipo rival, los marcajes olos cambios que se podían hacer duranteel transcurso de los encuentros. Ya enesa época sabía que cuando acabara micarrera como futbolista seguiría ligado aeste mundillo desde los banquillos.

Según veía que se acercaba mi finalen los terrenos de juego yo iba hablandoya a mis compañeros como unentrenador. Y lo que es más importante:ellos admitían ese rol mío dentro delgrupo. Me seguían. Yo sentía que meescuchaban y que llegaba a ellos.

Por ello, a los 31 años comencé ahacer el curso de entrenador y recuerdoque en el tramo final de mi época defutbolista convocaba reuniones con mis

compañeros en el vestuario paraexplicarles mis conceptos.

Por supuesto, intentaba noinmiscuirme en el trabajo delentrenador. No les hablaba de tácticas.Pretendía concienciar a mis compañerosantes de los partidos, motivarles yexpresarles lo más grande queestábamos viviendo en ese momento.También les comentaba cómo había queresolver los asuntos que se nosplanteaban dentro del grupo y quepodían afectar al buen funcionamientodel equipo.

«Desde chico ya mostré una grancapacidad para asumir

responsabilidades. Siempre era capitánde los equipos en los que jugaba. Puedeque estuviera predestinado para ejerceruna labor de conducción de grupos, depersona con soluciones para gestionar

personas y convencerlas de labenevolencia de mis ideas.»

Yo asumía esa responsabilidad y ese

estar expuesto ante mis compañeros.Ellos me elegían para esa faceta. Yo nolo buscaba.

Antes hablaba de mi precocidad en elliderazgo de grupos con la capitaníadesde chiquito. Luego continuó porque alos 24 años era el capitán de laselección argentina. En el equipo

nacional aprendí mucho de compañerosque marcaban el camino a los demás yque se erigían en los conductores delgrupo.

Jugadores como Óscar Ruggeri oDiego Armando Maradona me hantransmitido perfectamente muchassensaciones y me han enseñado cómo seafronta un problema o cómo se encauzauna situación en principio complicada.

Cuando yo era jugador vivíexperiencias en las que pensaba que elcapitán, cuando había algún problema,hablaba, pero lo hacía con bajaintensidad, sin contundencia. En esosmomentos lo que se precisa son charlasprofundas que ayuden a desatascar elproblema en el que se haya podido ver

afectado el grupo.No necesita buenas palabras ni

quedarse en la superficie porqueentonces el problema vuelve a salir encualquier momento. Hay que afrontarlode cara.

A mí no me importa que el hecho deexponerme yo más que el resto por esalabor de liderazgo dentro del grupo megenere críticas. Soy de los que prefierendar la cara, atacar los problemas y nocallarme y pasar inadvertido. Inclusovoy más allá. Me muevo mejor en unentorno con problemas que en otro quese caracterice por la tranquilidad.

En la vida hay que dar la cara. Uno nopuede esconderse. Hay que tomar

decisiones y no pensar si lo que tú hacesle va a parecer bien al resto. Has deactuar en consonancia con lo que te pideel cuerpo. No huir de los problemas.Cuando uno se encuentra en unasituación enquistada, la única forma deresolverla es plantándole cara y noescondiéndose.

En este sentido es muy importante lalabor de seducción del grupo. Hay quecautivarlo con tus palabras, con tushechos, para llevarlo donde tú quieres,donde crees que es conveniente situarlo.De esta manera empiezas a poner laprimera piedra para conseguirposteriormente el éxito. El grupo tieneque estar contigo, tiene que creerte. Siduda de ti o desconfía, las piedras

empiezan a aparecer en el camino.No quiero decir que los jugadores

deban seguirme en todo lo que hago. Enabsoluto. Soy partidario de dar muchalibertad para trabajar. Así se consigueque todos los miembros del grupo sepotencien y que todos nos respetemosmás.

Uno debe ser como lo siente, natural,espontáneo, porque es la mejor manerade llegar al equipo. Esto es muyimportante. Los jugadores no debenpercibir que quien se dirige a ellosactúa de forma impostada o ficticia.Deben ver que te expresas siendo túmismo, sin dobleces, sin preparar deantemano las situaciones.

Es fundamental que los miembros delgrupo vean que tengo seguridad en mímismo. Si yo dudo, ellos no deben darsecuenta. El secreto de esa fidelidad estáen transmitir al destinatario que lo quele estás diciendo es lo mejor tanto paraél como para el grupo, que también sebeneficia de ello.

«El grupo tiene que estar contigo, tieneque creerte. Si duda de ti o desconfía, las

piedras empiezan a aparecer en elcamino.»

Una de mis características es que soy

muy intuitivo. Me adelanto a problemasque pueden aparecer. Veo venir losacontecimientos. Y luego también hayveces que cuando todos piensan que voya explotar actúo de forma tranquila,aunque es cierto que en algunosmomentos soy muy impulsivo y arrasocon todo lo que se me pone por delante.

La fe y la convicción

Ya he contado que es fundamental que elentrenador transmita al grupo seguridaden lo que dice. El jugador nunca debepercibir dudas en aquello que se lecuenta. Si es así, el trabajo es mucho

más complicado luego en el terreno dejuego.

Un ejemplo de ello es lo que meocurrió cuando estaba al frente deEstudiantes, el segundo equipo al quedirigía tras mi experiencia en Racing.Cuando únicamente quedaban dos fechaspara terminar el campeonato, Boca eraprimero con cuatro puntos de ventajasobre nosotros. La verdad es que eramuy complicado que pudiéramosconseguir el título y desbancar a Bocaporque apenas había margen paralograrlo.

Eso es lo que pensaba todo el mundo.Nadie creía que podíamos ser nosotroslos campeones, pero yo ya había vividouna experiencia similar cuando jugaba

en la Lazio. Es la tendencia que presidemi vida: siempre he tenido que remontarante situaciones adversas.

Cuando quedaba una jornadaestábamos a tres puntos. Seguía siendomuy difícil hacernos con el primerpuesto. La única posibilidad para forzarun partido de desempate pasaba porvencer nosotros y que Boca perdiera.

«Es la tendencia que preside mi vida:siempre he tenido que remontar ante

situaciones adversas.»

Los días previos al desenlace de laconfrontación empecé a hacer mi labor

de motivación tanto entre los jugadorescomo entre nuestros aficionados. Eramuy importante que fuéramos una piña,que estuviéramos todos unidos paraintentar por lo menos ponérselo difícil aBoca.

En la rueda de prensa anterior anuestro encuentro ya avisé a nuestroshinchas: «El que no crea que podemosjugar la final que no venga a la cancha».

El mensaje a los aficionados ya estabalanzado. Ahora faltaba la otra parte: losjugadores. El vestuario era conscientede lo que suponía para Estudiantes estetítulo. Apenas hacía falta motivación,pero el hecho de que no dependiéramosde nosotros y el tener que estarpendientes de lo que hiciera Boca podía

quitar algo de esperanza y de motivacióna los míos.

Me dirigí al grupo y les expliqué lasituación en la que estábamos. Les hicever que al comienzo del campeonatohabrían firmado llegar a la últimajornada en las condiciones en las queestábamos.

Al final la fortuna nos sonrió. Bocafue derrotado y nosotros ganamos a laheroica con un gol en el minuto 42 delsegundo tiempo. De esta maneraconseguimos forzar el partido dedesempate para dilucidar quién seríacampeón. La primera parte de la gestaya estaba hecha. Ahora quedaba poner laguinda al pastel.

El estadio de Vélez acogió el 13 dediciembre de 2006 la final entre Boca yEstudiantes. Había llegado el momentodefinitivo.

«En la rueda de prensa anterior anuestro encuentro ya avisé a nuestroshinchas: “El que no crea que podemos

jugar la final que no venga a la cancha”.»

El partido lo afrontábamos con

problemas en nuestra defensa. Bocatenía arriba gente muy rápida, comoRodrigo Palacio, y nosotros en defensaéramos un poco lentos.

Entonces empecé a fraguar mi trabajode convicción. Mi objetivo era Alayes,un central muy bueno pero tal vez unpoco lento para medirse a Palacio, queera muy rápido. Me senté con Alayes yle intenté convencer de que aunque iba atener una misión muy complicada, era losuficientemente listo como paraimponerse en una pugna con Palacio.

Al principio, Alayes no se mostró muyentusiasmado con la idea de estemarcaje. Lógico. Sabía lo que se levenía encima. «¿Yo marcar a Palacio,con lo rápido que es?» Yo eraconsciente de que las palabras deljugador eran coherentes. Aun así lerespondí: «Flaco, te vas a anticipar, ya

lo verás, tú no lo dejes girarse».Yo no sabía dónde meterme porque en

mi interior sabía que Alayes tenía razón.Palacio era mucho más rápido que él yle iba a ser muy complicado hacerle unbuen marcaje. Pero yo no tenía otraopción. Él tenía que ser su marcador, notenía otra alternativa. Incluso fallándomeen el duelo tenía que seguir adelante coneste planteamiento.

La experiencia resultó positiva.Alayes la rompió, hizo un partidoexcepcional, derrotamos a Boca por dosgoles a uno y Estudiantes, mi equipo,salió campeón después de 23 años sinconseguir títulos nacionales.

Aquel día tuve que convencer a unmiembro del grupo de algo de lo que ni

siquiera yo estaba seguro.Afortunadamente salió bien. A pesar deque su duda era absolutamente real ytotalmente lógica.

Esto demuestra que si el directortécnico logra penetrar en la mente deljugador, puede mejorar de forma muyimportante su rendimiento. Por supuesto,el futbolista tiene que percibir que suentrenador está completamente segurode lo que le pide.

Siempre busco potenciar las virtudesdel jugador, encontrar su mejor versióny disimular sus defectos. Hay técnicosque entrenan los defectos de losfutbolistas e insisten en ellos. A mí estono me gusta porque creo que les pone

más en evidencia.El jugador debe jugar a lo que sabe

jugar y de esta forma se creerá que esmejor de lo que es. Con estepensamiento saldrá fortalecido y enconsecuencia también se beneficiará elgrupo. El equipo irá para arriba cuandosus miembros estén fuertes,mentalizados, conscientes de suimportancia dentro de la dinámica de laplantilla.

«Aquel día tuve que convencer a unmiembro del grupo de algo de lo que ni

siquiera yo estaba seguro.Afortunadamente salió bien. A pesar de

que su duda era absolutamente real y

totalmente lógica.»

El futuro del club son los jugadores.

Parece muy simple pero en muchasocasiones no se aplica. Mi inversión,más que terminar ganando campeonatos,que es lo que todos buscamos, son losjugadores. Si logro sacar lo mejor deellos, sé que el equipo prosperará.

Mi trabajo va encaminado a potenciara los jugadores y en su crecimiento estála mejor expresión de mi tarea, y no enlo que digan los periódicos o las radios.

También acepto que en ocasiones miconvencimiento en el desarrollo dedeterminadas situaciones puede no dar

el resultado deseado.Un ejemplo de esto ocurrió en la

jugada de la Europa League con elRubin Kazan en el Calderón (febrero de2013). Pensé que el árbitro pitaría elfinal del partido tras sacar el córner. Poreso le dije a nuestro arquero Asenjo quesubiera a rematar, aunque nos quedara elpartido de vuelta. Perdíamos uno a ceroy quería viajar con un empate.

Si analizamos la jugada a posteriori,la decisión fue errónea. Fue pasional. Lonormal es que el partido hubieraterminado en el momento en que serechaza el córner o con Juanfranhaciendo falta al delantero que seescapaba en dirección a la portería.

«Mi trabajo va encaminado a potenciar alos jugadores y en su crecimiento está lamejor expresión de mi tarea, y no en loque digan los periódicos o las radios.»

No fue así y nos marcaron el segundogol con la portería vacía. Se dio el 3% oel 5% de posibilidades que había de quela jugada acabara así, pero no podemosolvidar que el fútbol es un juego. En estaocasión, arriesgué y perdí.

En ese momento pensé: «Si empato auno voy a tener más posibilidades depasar la eliminatoria y si me hacen porcasualidad el 0-2 tendré que hacer másgoles en su campo». ¿Y qué hice?

Apurar esa posibilidad de empatar. Nopodía dejar de tener esa opción. Nuncafui así. No me lo hubiera perdonado.

La mentalización

La labor del entrenador antes de cadapartido es trasladar al grupo laimportancia del encuentro que se va adisputar. Hay algunos que a prioriparecen sencillos porque enfrente estáun rival peor clasificado en esemomento.

En este tipo de partidos el trabajo dementalización ha de ser más intenso paraevitar que el jugador se relaje. En el

momento en que haya tres o cuatrojugadores que no están metidos en elpartido el grupo lo nota, y el resultadose puede ver afectado.

A diferencia de lo que la gente cree,en partidos contra equipos grandes o enfinales también hace falta motivar de unamanera especial al futbolista. El grupoes consciente de que afronta un eventoextraordinario pero también debe recibirmensajes que mejoren su disposición ysu rendimiento.

Cuando llego a una final, misjugadores ya saben cuál va a ser mifrase de cabecera. Las finales no sejuegan, se ganan. No importa cómo vas ajugar ni contra quién porque el rival nolo eliges tú. Lo que se recuerda luego

con el paso de los años es quién ganó ynadie retiene en su cabeza si el juego fuelindo o no. En los libros sólo quedarámarcado para la posteridad el nombredel campeón.

«A diferencia de lo que la gente cree, enpartidos contra equipos grandes o en

finales también hace falta motivar de unamanera especial al futbolista.»

También hay que concienciar al grupo

de que no es inferior al contrincante. Elejemplo más reciente lo tuvimos en elAtlético de Madrid en la final de la

Supercopa europea que jugamos contrael Chelsea (agosto de 2012). Antes delencuentro todo el mundo daba comofavorito al equipo inglés.

Mi labor con los jugadores eraconvencerles de que siempre iban atener una posibilidad de ganar elpartido, y que el otro equipo no erainfalible, también se podía equivocar.Es esto lo que hay que aprovechar.Aunque haya sólo una posibilidad entrecien, hay que agarrarse a ella.

«Cuando llego a una final, mis jugadoresya saben cuál va a ser mi frase de

cabecera. Las finales no se juegan, seganan.»

El favorito puede tener un día malo en

todo el año y puede ser precisamente eldía que juega contigo. Y al revés, yopuedo ser inferior futbolísticamente a mioponente pero ese día me puede salir elmejor partido de la temporada.

Y esa posibilidad la vas a tener siestás seguro y convencido de ello y si laejecutas en tu mejor versión. Ahí tepuedes llevar el encuentro.

La mentalización del grupo antes deuna final no varía mucho respecto a unpartido de menor trascendencia. Durantela semana sigo la misma rutina. Exceptoque según se va acercando el día del

partido procuro hablar lo menos posiblecon el grupo. ¿Por qué lo hago?

Es parte de mi estrategia dejar aljugador tranquilo el día antes de losgrandes encuentros. A esas alturas de lasemana y con la cercanía del partido, elfutbolista ya no escucha nada.

Lo que tú le digas o los vídeos que lepongas ya no los asimila. Ya no recibela información que tú deseas. Su cabezaestá para otras cosas. Te mira y teescucha pero él quiere otra cosa.

Piensa en que quiere jugar ya, encómo va a festejar un gol si marca, enque está ante la oportunidad de su vida,en abrazar a la familia… El ruido que túle ofreces no le entra en la cabeza. Estácerrado a lo que le viene de fuera.

El cambio importante que síintroduzco antes de los grandes partidoses la charla nocturna en la previa delencuentro. Es cuando trato a losjugadores como si fueran mis hijos. Elmejor momento para hablar a los niñoses por la noche, cuando se van a acostar.Llegan a la cama tranquilos, relajados,te cuentan lo que han hecho durante eldía y todo lo que han ido almacenandoen su cerebro.

Con los jugadores actúo de formaparecida. El momento idóneo paradirigirme a ellos es a partir de las oncede la noche. El cuerpo técnico y yocomenzamos aproximadamente a esahora a visitar a los distintos miembros

del grupo en sus habitaciones parahablar con ellos.

Durante unas dos horas charlamos conlos jugadores de forma individual y lestransmitimos lo que queremos de ellos.Son palabras que inciden no sólo en elaspecto profesional, sino también en elpersonal. Es cuando están másreceptivos y cuando asimilan de formanatural todo lo que escuchan.

Así lo hicimos en el partido contra elChelsea. Empezamos con Courtois:«Flaco, esto es lo que queremos de ti».La charla la personalizamos para cadacomponente de la plantilla, le decimoslo que esperamos de él y le trasladamosaspectos más directos para que se sientaimportante y sea consciente de la

trascendencia del evento. Hablamos delos sentimientos que nos despierta.Primero como hombre y luego comofutbolista.

Es un momento de entrega mutua. Elcuerpo técnico habla y el jugador teescucha. El futbolista es como uncorazón abierto al que tú le suministrasunas sensaciones que hacen que estédeseando que empiece el partido cuantoantes.

Tras las charlas individuales, el grupoduerme y lo que ha escuchado conatención minutos antes se le quedagrabado para manifestarse en elmomento de la verdad.

Por supuesto que cada jugador

necesita un trato diferente. No todos soniguales y las charlas deben serespecíficas para cada uno. Lo mismopasa con el tiempo que dedicas. Conalgunos serán suficientes diez minutos ycon otros necesitarás el doble. Es labordel entrenador saber el tiempo queprecisa cada uno.

«Con los jugadores actúo de formaparecida. El momento idóneo para

dirigirme a ellos es a partir de las oncede la noche. El cuerpo técnico y yo

comenzamos aproximadamente a esahora a visitar a los distintos miembros

del grupo en sus habitaciones parahablar con ellos.»

A pesar de que no estudié psicología,

me considero intuitivo y práctico y sé loque debo dar y pedir a cada miembrodel grupo para llegar a él con mispalabras.

La sinceridad

El grupo tiene que percibir que elentrenador va de frente. El jugadoragradece que te dirijas a él consinceridad, sin dobleces, porque de estamanera es más consciente de las cosasque le dices.

En la vida y, por supuesto, en el

fútbol, no hay que dejar pasar lostiempos. Los problemas hay queafrontarlos cuando aparecen porque sino lo haces se convierten en una bola denieve que va creciendo con el paso delos días.

Es un error extendido dejar pasardeterminadas situaciones conflictivascon la confianza de que el tiempo losolucione, y permita continuar como sinada hubiera pasado. Si actúas así, teequivocas, pierdes. Los problemasnunca se resuelven solos.

Si presencias algún mal gesto o unamala actitud por parte de algún miembrode la plantilla puedes pensar: «Lo voy adejar pasar porque las cosas serecuperarán solas». Entonces pierdes,

eso nunca pasa.El técnico debe afrontar los

problemas y atacarlos. Hablar con eljugador y explicarle el motivo por elque no va a jugar o la razón por la que elentrenador considera que una decisiónes correcta y otra no.

Todo esto lo aprendí de unaexperiencia con un jugador deEstudiantes al que ya he mencionadoanteriormente, Alayes.

Jugaba de central y en un partido loexpulsaron. Cuando cumplió la sanciónvolvió a jugar. Después lo echaron otravez y al cumplir la suspensión fue titularde nuevo, y el jugador que le sustituía loestaba haciendo muy bien. Y semanas

más tarde Alayes fue expulsado portercera vez y su sustituto volvió acumplir de forma espectacular.

Entonces, tomé una decisión, que es loque debe hacer una persona que gestionagrupos humanos. No debía volver a sertitular y sí lo sería el jugador que estabaocupando su posición durante lassanciones. Le respeté la titularidad endos ocasiones, pero cuando se produjola tercera tomé la decisión. Una semanaantes del partido ya sabía que actuaríaasí.

«El técnico debe afrontar los problemasy atacarlos. Hablar con el jugador y

explicarle el motivo por el que no va a

jugar o la razón por la que el entrenadorconsidera que una decisión es correcta y

otra no.»

Mi error fue que no hablé con Alayes

y fui dejando pasar los días y losentrenamientos previos a la jornada deldomingo sin explicarle que habíadecidido dar la titularidad a otrocompañero. Posiblemente él pensabaque si yo había respetado su presenciaen el once inicial las dos vecesanteriores, también lo haría en estaocasión.

Llega el día del partido y le digo alque entonces era mi ayudante, NelsonVivas, que fuéramos a hablar con Alayes

para explicarle su ausencia en el equipo.Me dirijo a él y le comento: «Mira,

flaco, no vas a poder entrar en el equipoy quiero que sepas…». No me dejócontinuar. Me dijo: «Mira, Cholo, nosconocemos y ahora no es el momentopara esta charla. Tenía que haber sidocuatro días atrás. Yo ya lo intuí y lo queme digas ahora no tiene sentido».

Tras estas palabras le estreché lamano, le di las gracias y le dije: «Es lamejor lección que me han dado desdeque soy entrenador».

Ahora tengo con él una relaciónextraordinaria. Siempre fue un jugadormuy competitivo y lo único que hizo fuedecirme la palabra justa en el momentoadecuado. Yo acepté mi error y aprendí

cómo actuar en el futuro cuando sepresentaran situaciones similares.

La lección es que no hay que dejarpasar el tiempo. Y que las cosas no sesolucionan solas. Además, el jugadoragradece que le expliques tus razones yque le hagas partícipe de tus decisiones.Me intenté aislar del enfrentamientocuando en realidad lo que tenía quehacer era hablar con el jugador yexplicarle la situación.

Alayes me dio una lección. Aprendíque es mejor ponerse rojo una vez quetener cara de tonto un montón de veces.

La formación

La formación que ha recibido unentrenador puede marcar su trayectoria.A veces existe el debate sobre quiénestá preparado para ser mejorentrenador: un exfutbolista o unapersona que no ha jugado, pero que hahecho los posibles cursillos y haestudiado para ello.

En principio, es lógico pensar que eljugador que ha dejado un registro, siestá avalado por una experiencia y poruna buena trayectoria, tiene másposibilidades que otro que sólo haestudiado para ser entrenador. Posee unavivencia que el que estudia no la va atener como jugador. De todas formas,

esto no quiere decir que vaya a sermejor.

El exfutbolista tiene ventajas, pero noparte con ventaja. Si trabaja mal lo vana echar y nadie va a tener en cuenta supasado, ni qué ha sido, ni lo que harepresentado.

En mi caso, si a mí a los cuatropartidos me hubiese ido mal, ya noestaría en el banquillo del Atlético.Daría igual el peso que yo tengo comojugador en la historia del club. Losresultados se impondrían.

Tienes a favor las sensaciones dehaber estado en el campo, algo que no sepuede lograr en una sala con un profesordelante. Aunque eso, quiero recalcarlo,no quiere decir que el jugador vaya a ser

mejor entrenador que el que se preparópara serlo.

«Al final, lo que termina atrayendo haciati al futbolista es la capacidad que tengaspara llegar a él con tus palabras. Debes

poner en marcha tu poder de convicción.Si no tienes capacidad, el

convencimiento ya da igual.»

El jugador que se convierte en

entrenador sabe de qué está hablando.Te pones en el lugar del futbolista parasaber lo que quiere porque tú loconoces, ya que también has estado enese lado del fútbol. Sabes lo que el

jugador necesita, lo que te pide, y no setrata sólo de una explicación práctica.

Yo aporto, además del argumento, lavivencia, y eso el oído del jugador lorecibe mucho más fácil. Seguramente elno futbolista tiene mayor capacidad deintelecto. Aunque no creo que esto o unabuena oratoria sea más seductor que loque te sale de dentro, lo que es natural.

Al final, lo que termina atrayendohacia ti al futbolista es la capacidad quetengas para llegar a él con tus palabras.Debes poner en marcha tu poder deconvicción. Si no tienes capacidad, elconvencimiento ya da igual.

Con trabajo la suerte teayuda

No estoy de acuerdo cuando oigo hablara la gente de que hay cosas que seconsiguen por haber tenido suerte. Nocreo mucho en la fortuna. Creo más en eltrabajo, en el convencimiento, en latozudez, en la capacidad. Con todo eso,es más fácil que la suerte te ayude másque a otras personas.

Por ejemplo, todos sabemos que losárbitros se equivocan. No hay nadie quesalte a la cancha pensando que el juez vaa acertar en todas sus decisiones. Esimposible.

Pero también sabemos que si juegas

de mitad de cancha para arriba es másfácil que se equivoquen a tu favor. Sijuegas para atrás, es menos factible queel error que cometan favorezca a tuequipo. Pero esto no es una cuestión desuerte. Hay que trabajarlo.

Lo que quiero decir es que si atacodurante 80 minutos y juego en el área delrival, el fallo del árbitro será para mí,pero eso no es suerte, porque parabeneficiarte de ella tienes que atacar yestar convencido, y ser tozudo en eltrabajo.

Suelo ser bastante comprensivo con lalabor de los árbitros. Todos cometemoserrores, somos humanos. Es muy difícilpitar. A veces nos cuesta a nosotrosdistinguir las infracciones en televisión

con la imagen a cámara lenta y ellostienen que decidirse en centésimas desegundo.

Todavía me parece más complicadoel trabajo de los jueces de línea. Tienenque estar pendientes de cuándo sale elbalón y de si el atacante está másadelantado que los defensores. Muchasveces son centímetros y ni siquieraparando la imagen en una pantallanosotros somos capaces de descifrar siestá o no en posición de fuera de juego.

Habría que buscar la manera deayudarlos porque determinan máspartidos ellos que los árbitros. Es muydifícil estar pendiente de la pelota, delpase, del jugador…

Una de las innovaciones que me haparecido positiva ha sido la instauracióndel juez de gol, que se sitúa detrás delas porterías. No se limita sólo a ver siel balón traspasa o no la línea de gol.Además, ayuda al árbitro en algunasjugadas dentro del área. Esto hace que elfútbol esté mejor preparado y que puedaganar el que mejor hace las cosas.

Recuerdo que en un partido contra elValencia ganábamos por uno a cero ydesde el banquillo vi una mano de Tiagoy el línea también la observó. Encambio, el juez de gol fue el que acertóporque la mano no era de nuestrojugador, sino de Soldado. Gracias a eso,no nos pitaron penalti y la consiguiente

expulsión en una jugada que podía habercambiado el resultado del partido deforma injusta.

Al grupo también intento inculcarleque tengan el máximo respeto por lalabor arbitral. Lo que ocurre es que, enocasiones, cuando se está en la cancha atope de revoluciones, no es fácilcontenerse ante decisiones queconsideras que no se ajustan a larealidad.

En el Atlético, uno de mis ayudantes,Germán Burgos, hace de árbitro en lospartidillos que disputamos en losentrenamientos. Los primeros días losjugadores protestaban porque no estabande acuerdo con las decisiones quetomaba. Una falta que no es, un penalti,

una mano…

«Cuanto más trabajes, cuanta máspreparación y argumentos poseas, la

suerte aparecerá de manera másfrecuente.»

Lo que hacemos en estos casos es

parar la práctica. Nos detenemos y lesdecimos a los jugadores que los árbitrosno tienen la culpa. Les invitamos a quese olviden de ellos y les animamos a queintenten jugar mejor, para que losposibles errores arbitrales quedendifuminados por el trabajo del grupo.

Pienso que los árbitros nos quitanporque son humanos y se equivocan. Loque pasa es que esos errores suelenrepartirse entre todos durante unatemporada. Por eso no tiene sentidoperder el tiempo en algo que tú nopuedes manejar y que lo único que va ahacer es quitarte fuerzas para otrosobjetivos más necesarios.

Cuanto más trabajes, cuanta máspreparación y argumentos poseas, lasuerte aparecerá de manera másfrecuente.

Mis normas básicas

Yo me rijo por una serie de normascomo el respeto, la seguridad, laconvicción o el orden. Sin este último,por ejemplo, no se puede trabajar en losentrenamientos ni convivir en loshoteles.

En las concentraciones quiero que losjugadores almuercen en lo que nosotrosllamamos mesas imperiales. Su diseñopermite que todos los jugadores queestán en la convocatoria se sienten enuna sola mesa, teniendo a suscompañeros cerca, mirándose a la cara.Esto es lo importante.

En otros equipos comen en mesas decuatro o de cinco. Se juntan según susgustos, nacionalidades, afinidades, y

nunca comparten ese momento con elresto del grupo.

Yo quiero que los problemas seafronten con naturalidad y noevitándolos, porque luego ya se sabeque es peor. En las concentracionescomen todos juntos y todos serelacionan. Todos se miran a la cara.Ese es el mensaje.

Por eso quiero que todos coman en lamisma mesa, sin poder evitar la miradade los compañeros. Queremos al equipojunto, compacto, y si eso puedecontribuir a crear grupo, mejor.

Soy menos partidario de lo quealgunos denominan comidas dehermanamiento. Son aquellas que secelebran cuando la situación del equipo

es mala y lo que se busca con ellas esaunar esfuerzos y elevar la moral de losjugadores. Esas comidas de camaraderíaen restaurantes no me convencen.

Creo que todo lo que sea natural esmás productivo que las cosas que sehacen forzadas. Cuando uno hace lascosas obligado siempre salen peor. Conesto pasa lo mismo. Prefiero que no sehagan.

«Yo quiero que los problemas seafronten con naturalidad y no

evitándolos, porque luego ya se sabe quees peor. En las concentraciones comen

todos juntos y todos se relacionan. Todosse miran a la cara. Ese es el mensaje.»

En los entrenamientos también es

fundamental el orden. Me gusta quetodos intervengan. Desde el cuerpotécnico hasta los utilleros. Cuanta másparticipación haya más involucradosestán todos. Soy de los que defiendenque se juega como se entrena. Y unentrenamiento es la mejor versión paraque un entrenador compruebe quiénquiere jugar y quién no.

El técnico lo percibe enseguida. Loscuerpos hablan. Los miras y tetransmiten si están rebeldes, si estánsufriendo, si están tristes, si son pasivos,si no les importa el entrenamiento. Nopuedes dejar de lado la actitud.

«Soy de los que defienden que se juegacomo se entrena. Y un entrenamiento esla mejor versión para que un entrenador

compruebe quién quiere jugar y quiénno.»

El entrenador necesita gente que

interprete el entrenamiento, y no genteque pase por el entrenamiento. Laintensidad o la pasividad que tengas eslo que te permitirá jugar de una u otramanera.

En contra de lo que hacen algunosentrenadores, yo soy bastante abierto ynormalmente dejo entrar a los medios de

comunicación a los entrenamientos. Aveces hago excepciones. Los díasprevios a los partidos sí que me gustahacer alguno a puerta cerrada paramejorar algunas cosas o ensayarjugadas. Salvo estos días concretos, soymuy transparente con el trabajo delgrupo.

Creo que el periodista tiene que saberlo que hace el equipo. Así, luego tendráuna mejor base para analizar y enjuiciarnuestros partidos. No me parececorrecto que un periodista haga unacrónica o emita una opinión cuandodesconoce el trabajo que ha llevado acabo el equipo durante la semana. Porello, ofrecemos toda la pretemporadaabierta para que se sepa lo que

buscamos. Así es más fácil que ellosexpliquen lo que vieron.

2. El corazón como guía

«Lo mejor de mí lo sacás cuandolas cosas van mal.»

La pasión

Vivo el fútbol y la vida de maneraintensa. Tengo una motivaciónespectacular cuando debo hacer unacosa. Me vuelvo loco. Me empieza acorrer algo por las venas y me enciendo.Si alguien me dice que no puedo romperuna pared con la cabeza se equivoca.

Basta con que me lance el desafío paraque me ponga a trabajar en ello.

Me focalizo en los objetivos que meplantean. Y me dedico a ello lasveinticuatro horas del día. Para mí,desde ese momento no hay más asuntos.Me entra un grado de apasionamientoque me empiezo a agarrar los pelos delbrazo y me entrego a muerte con mitarea.

Y lo que los demás me digan opiensen me da igual. Lo único quecuenta es mi pasión y mi convencimientoen lo que hago.

El entonces presidente de Racing,Fernando Marín, fue el primero que vioen mí a un futuro entrenador y el que medespertó el deseo de convertirme algún

día en director técnico de un equipo.Llegó a ofrecerme hasta en tres

ocasiones hacerme cargo del banquillode Racing. Su oferta consistía en quedespués de acabar mi carrera comofutbolista fuera el entrenador del equipo.A la tercera vez que me lo ofreció mesubí al avión, sin consultar con nadie, nicon mi familia, y ya estaba entusiasmadocon la idea.

Marín era el típico seductor y fue unvisionario en bastantes temas. Luchódurante mucho tiempo para que yoaceptara su ofrecimiento hasta que alfinal lo consiguió. En mi terceracampaña en Racing como jugador y ensu tercera tentativa fue contundente: «No

me puedes decir que no a estaoportunidad. El club te necesita parasacarlo de esta situación».

Para mí es muy importante el cuerpotécnico que me acompaña. Somos comouna familia. Procuro que siempreseamos los mismos, aunque a veces pordiversas circunstancias familiares oprofesionales no sea posible.

Cuando me llegó la oferta de Racingyo ya tenía en la cabeza con quién queríacontar para trabajar en mi nueva etapa.Quería a Nelson Vivas, que me dijo quesí, aunque luego en mi regreso alAtlético de Madrid no ha podidoseguirme y ha ocupado su puesto el«Mono» Burgos. También se lo pedí al«Profe» Ortega y lo aceptó. Un hombre

trascendental en mi carrera. Lo mejorque me ha pasado como entrenador estenerle a mi lado.

«Y lo que los demás me digan o piensenme da igual. Lo único que cuenta es mipasión y mi convencimiento en lo que

hago.»

Al principio todo el mundo me decía

que estaba loco por aceptar elofrecimiento del banquillo de Racing. Elequipo estaba en una situación muycomprometida y con grandesposibilidades de descender de

categoría. El pensamiento generalizadoera que no lograría salvar al club y queademás marcaría de forma negativa mifuturo como entrenador. En definitiva,que la arruinaría.

Lo que ocurría era que yo queríamucho a Racing. Y también pasaba algocontra lo que nadie puede luchar. Habíaaparecido mi pasión. En mi cabeza ya noexistían más cosas que el equipo y laidea de sacarle del descenso comofuera. Aunque los demás me tildaran deloco yo ya sabía que conmigo Racing noiba a descender. Estaba totalmenteconvencido.

Todo ello se produjo de formavertiginosa porque yo jugué un partidoun viernes y dos días más tarde ya era el

entrenador de Racing. Esta situacióntuvo la ventaja de que yo conocíaperfectamente a mis compañeros porhaber jugado con ellos. Sabía cómofuncionaban, sus defectos, sus virtudes.

Esto que para muchos puede ser uninconveniente considero que fuepositivo. Se puede pensar que el hechode que hayan compartido vestuariocontigo tan recientemente puedeafectarte de forma negativa, al poder seralgunos amigos o, al contrario,compañeros con los que tu relación nofue tan buena.

En cambio, en el trayecto tan rápidode jugador a entrenador sabía que no ibaa tener problemas para adaptarme al

nuevo puesto, y que me comportaría conellos como siempre, pero ahora desde elotro lado. Jugaría quien se lo merecieray no atendería a otros condicionantes.

Sólo hay una cosa de la que mearrepiento y que no he dicho nunca.Todavía le estoy dando vueltas en lacabeza. Me pesa enormemente el nohaber tenido un partido de despedida enmi Racing. Es una cuenta pendiente. Conel tiempo supongo que todo llegará.

«Todo ello se produjo de formavertiginosa porque yo jugué un partidoun viernes y dos días más tarde ya era el

entrenador de Racing. Esta situacióntuvo la ventaja de que yo conocía

perfectamente a mis compañeros porhaber jugado con ellos. Sabía cómo

funcionaban, sus defectos, sus virtudes.»

La conversión de futbolista a

entrenador fue tan rápida que ni siquieratuve tiempo de explicarme a mí, comofutbolista, que tenía que sentarme en elbanquillo de forma tan precipitada. Perola ocasión estaba ahí, probablemente ibaa ser muy difícil que se diera de nuevo.Además, el hecho de que Racingestuviera en esa situación tanproblemática me atraía todavía muchomás.

Para que el salto no fuera tanconvulso, pedí que de forma paralela

otro hombre del club preparara los tressiguientes partidos para que yo pudieraorganizarme y reunir a mi grupo detrabajo.

Esta era la idea en principio. Sinembargo, la situación deportiva secomplicó y tras el primer partido de lostres previstos que dirigió el directordeportivo, Marín me rogó que mehiciera cargo del equipo antes de lo quehabíamos pactado.

«Sólo hay una cosa de la que mearrepiento y que no he dicho nunca.Todavía le estoy dando vueltas en lacabeza. Me pesa enormemente el no

haber tenido un partido de despedida en

mi Racing. Es una cuenta pendiente. Conel tiempo supongo que todo llegará.»

Acepté y lo hice a lo grande. Debía

preparar el primer envite, que era conIndependiente, el clásico de Avellaneda(febrero de 2006). Un partido que es lalocura, que paraliza cualquier tipo deactividad que haya en la ciudad.

Comencé con intensidad lamentalización de los muchachos y nosfuimos a un hotel en la montaña. Queríaque los jugadores estuvieran aislados yque sólo pensaran en el partido. Laprimera experiencia conmigo en elbanquillo no fue buena.

Agüero hizo un encuentro espectaculary tuvo una actuación estelar. Nos ganóIndependiente por dos goles a cero y, loque es casi peor, nuestro propio públicoreaccionó de forma airada. Fuetremendo. No podíamos salir de lacancha porque los adoquines volabanpor todas partes.

Es evidente que mi debut comoentrenador no fue el que yo habíasoñado. Primera derrota y contra unrival con el que nunca se puede perder.Y por si esto fuera poco, elcomportamiento de la afición, que nospedía más y que nos impedía llegar alvestuario.

En cualquier caso, esto no me hizo

bajar los brazos. Yo seguía confiando enmí mismo y en el equipo. Llegó elsegundo partido y las cosas nomejoraron. Fuimos derrotados porOlimpo, que estaba en una situaciónsimilar a la nuestra.

Tres a cero en un encuentro en el quehasta Capria, nuestro jugador que nuncafallaba un penalti, malogró una penamáxima. Pero las cosas todavía podíanempeorar. En el tercer partido, nuevaderrota con Boca por tres a cero connuestro campo clausurado.

El comienzo de mi experiencia en losbanquillos había sido aterrador. Elbalance de la primera semana al frentede Racing no podía ser más negativo.Ocho goles en contra y ninguno a favor.

Estos números no me amedrentaron. Yoseguía fuerte en mi convicción. Nopensaba dejarlo.

Por fin en el cuarto partido conmigoen el banquillo conseguimos sumar unpunto. Fue en un encuentro contraRosario Central, que también peleabapor evitar el descenso. Por fin se veía unápice de reacción. De todas formas, lasalvación seguía estando muy lejos.

El deambular del equipo no mejoraba.El siguiente partido lo empatamos.Después jugamos contra Instituto deCórdoba, último en la clasificación, yperdimos uno a cero. Nos salió unencuentro penoso en un ambientedesangelado, con la cancha casi vacía

de aficionados por la lluvia que caía yel viento tan intenso que impedía dardos pases seguidos con éxito.

La situación era bastante peor quecuando llegué. El equipo no mejoraba ycada vez quedaban menos jornadas paraenderezar nuestra posición en laclasificación. Era el caos absoluto. Sóloquedaban diez jornadas para salvar alequipo del descenso.

En el ambiente sobrevolaba la idea deque yo dimitiría. Pero yo quería seguiradelante porque pensaba que podíasalvar al equipo. Sabía que tarde otemprano el grupo remontaría y eludiríael descenso. El problema era que cadavez estaba más solo en la defensa de esatesis.

Quedaban dos meses de campeonato yera consciente de que tenía que dar unpuñetazo en la mesa para cambiar latendencia que llevábamos. Hablo con lafamilia y le digo: «Me van a llamarloco, les diré al club y a los jugadoresque nos vamos a quedar concentrados,aislados de todo, hasta que salgamos deldescenso. Si son dos meses, pues losdos meses». Una cosa tengo siempreclara: si me meto, me meto hasta dondeme meto.

La familia me apoya y me dice quetire hacia delante. Hablo con losmuchachos y les comento: «No hayfamilia. No hay nada. Sólo existe Racingy hay que sacar al equipo de esta

situación». Los jugadores se mirabanentre ellos como si no dieran crédito alo que estaban escuchando.

Para ellos fue una sorpresa. No se loesperaban. Pensaban que les reunía paradecirles que lo dejaba, que abandonabael banquillo. Algunos jugadoresreaccionaron bien y otros no tanto, peroeso era lógico, ya contaba con ello.

Recuerdo que empatamos el primerpartido con San Lorenzo, pero elsegundo lo perdimos y comenzó elmalestar. Las mujeres de los futbolistasme llamaban para que acabara con laconcentración y para que pudieran ver asus parejas.

Cuando quedaban cinco partidos paraterminar el campeonato empezamos a

relajar algo la concentración. Luchabapor salvar la situación deportiva perotambién de forma paralela caminaba lacoyuntura institucional del club, quevivía inmerso en un proceso de cambiode dueños.

«En ocasiones hay que dejar de lado loque te digan los demás. Si prestas mucha

atención a las opiniones de los que terodean puedes volverte loco. Hay que

escuchar todos los puntos de vista peroluego tú debes hacer una criba y decidir

lo que realmente puede resultarinteresante para tu trabajo.»

Un día los nuevos propietarios sereúnen conmigo y me dicen: «Mira,Cholo, tú te portaste muy bien con elclub. Entregaste tu corazón en momentosdifíciles, pero hemos hecho un estudiode mercado y queremos que el próximoentrenador sea Merlo». La opción eramuy buena, el «Mostaza» Merlo, era lahistoria de Racing.

Los nuevos dueños me ofrecieron quecontinuase en el club pero comoojeador. Mi respuesta fue contundente:«Yo soy el entrenador y asumí este retocuando era jugador jugándome todo mifuturo. Les dije a los jugadores que hastala última fecha no me saca nadie delcargo. Si me quieren echar, me echan,

pero yo no me voy porque yo con estosjugadores lo saco».

Al final, de los cinco partidos quequedaban ganamos cuatro. Empezamos apromover chicos y los aficionados noquerían que nos fuéramos. Dejamos alclub en un lugar extraordinario.

A los cinco días me llamó JulioAlegre, uno de los mejores dirigentesque tuve, para hacerme cargo deEstudiantes. Me decían que erademasiado joven para manejar laplantilla que había. Se repetía la mismasituación. El tiempo me volvió a dar larazón: fuimos campeones.

En ocasiones hay que dejar de lado loque te digan los demás. Si prestas muchaatención a las opiniones de los que te

rodean puedes volverte loco. Hay queescuchar todos los puntos de vista peroluego tú debes hacer una criba y decidirlo que realmente puede resultarinteresante para tu trabajo.

En la vida he tenido que tomar muchasdecisiones que han podido derivarposteriormente en complicaciones oproblemas. No puedo ir analizandotodas las decisiones que tomo nitampoco si a los demás les va a parecerbien o mal lo que hago. Siempre hay queir en busca de lo que uno cree, ser claroy tener argumentos suficientes en los queapoyar esas decisiones.

He sido así desde chico. Posiblementehe sido toda mi vida muy tozudo, muy

cerrado en mis convicciones, aunquetambién es cierto que con una cabezamuy abierta. Si me propongo algo, estoysiempre muy cerca de lograrlo…, por nodecir que lo consigo seguro.

Los sentimientos

Me ocurre una cosa muy curiosa comoentrenador que no me pasaba cuando erajugador. En mi etapa de futbolista, simarcaba un gol era explosivo. Locelebraba con una intensidad plena. Encambio, como entrenador, cuando seproducen circunstancias similares o,incluso, en victorias que han supuesto

títulos, me quedo paralizado. Siento ungran vacío.

Me pasó después de ganar la EuropaLeague (mayo de 2012) o la Supercopaeuropea (agosto de 2012) con elAtlético. La locura se apoderó de todoel mundo. Lo normal. Jugadores yaficionados lo festejaban con una alegríaespectacular mientras yo caminaba yobservaba la celebración prácticamentesin inmutarme.

La sensación que tengo en ese instantees que se me está escapando un momentoextraordinario, y que para que vuelva arepetirse tal vez pasará mucho tiempo.En lugar de celebrar el éxito pienso másen lo complicado que será que vuelva aconseguirse y en el esfuerzo tan

extraordinario que habrá que hacer denuevo.

Cuando termina el partido y en elmarcador electrónico del estadioaparece la palabra «campeón», elentrenador ya no participa. A partir deese instante, los únicos protagonistasson los jugadores.

«La sensación que tengo en ese instantees que se me está escapando un momentoextraordinario, y que para que vuelva arepetirse tal vez pasará mucho tiempo.

En lugar de celebrar el éxito pienso másen lo complicado que será que vuelva a

conseguirse y en el esfuerzo tanextraordinario que habrá que hacer de

nuevo.»

Repaso momentos culminantes de mi

carrera como entrenador y en todos meveo digiriendo el triunfo con unafrialdad total. Por ejemplo, en la final deEstudiantes contra Boca, en elcampeonato con River faltando unafecha, en el enfrentamiento del Atléticode Madrid contra el Chelsea…

Tal vez en este partido haya unaexcepción. Sí celebré alborozado eltercer gol porque pensé que entonces elencuentro ya se ponía claramente anuestro favor.

La muestra más reciente estuvo en elpartido de vuelta de las semifinales de

la Copa del Rey que jugamos contra elSevilla (febrero de 2013) en su cancha.Habíamos ganado dos a uno en la ida. Alos pocos minutos de comenzar elpartido metimos dos goles queprácticamente sentenciaban elenfrentamiento. Eran importantísimospara clasificarnos para la final. A pesarde ello, no festejé ninguno de los goles.

«Sin embargo, cuando fuimos a Neptunoa celebrar los títulos con los hinchas delAtlético sí que lo festejé. La diferenciaera que el que estaba en la fuente con

todo el grupo era el hombre, no elentrenador.»

Probablemente me gustaría formar

parte de esa celebración explosiva, perono me sale. Luego, cuando vuelvo en elautobús con el grupo y recuerdo lasimágenes, me da bronca la situación.Compruebas que se está terminando ungran trabajo. Y sabes que para volver allegar a esa meta vas a necesitarnuevamente un esfuerzo enorme y eresconsciente de que lograr los objetivoscuesta mucho.

Como jugador, estos momentos defelicidad se viven de otra manera. Es laocasión para abrazarte con loscompañeros. Es la explosión de lalucha. El entrenador, mientras tanto, está

en el otro lado, está fuera. La cancha esde los jugadores.

Sin embargo, cuando fuimos aNeptuno a celebrar los títulos con loshinchas del Atlético sí que lo festejé. Ladiferencia era que el que estaba en lafuente con todo el grupo era el hombre,no el entrenador.

«Buenas noches. Estamos muy felicesaquí compartiendo este momento contodos ustedes. Escuchen bien. Quierocontarles por qué ganaron estos chicosel partido de ayer. Porque jugaron con elcorazón de todos ustedes, y en cadamilímetro, centímetro y metro del campojugaron con el corazón del hincha delAtlético de Madrid» (parte del discursode Simeone en la fuente de Neptuno tras

ganar al Chelsea la final de laSupercopa de Europa de 2012).

Los valores

Los valores dentro del grupo sonfundamentales. Sin ellos no somos nada.Te hacen ser más fuerte y másconsistente. Los que yo tengo me losinculcó mi familia. También fue muyimportante la escuela de Vélez a la queiba cuando era chiquito.

Estoy muy unido a mi familia. Lo queme pasa es que normalmente, al igualque mi padre, no exteriorizo missentimientos. Y lo lamento, sobre todo,

en el caso de mi madre. Soy pocomamitis. Pero la adoro.

El día de la madre y después de ganarpor siete goles a cero a Gimnasia yEsgrima cuando entrenaba a Estudiantes,la dedicatoria en la rueda de prensa fuepara ella: «Gracias por tanto y perdónpor tan poco».

Los valores que te transmiten desdeniño es lo que te marca después en lavida, más allá de lo que puedas sercomo futbolista. Cuanto mayor sea elmuchacho más difícil es cambiarlo oencauzarlo por la senda debida. Porello, cuando son muy chicos hay queeducarlos ya moralmente. Incluso porencima de la enseñanza futbolística queles transmitas como entrenador. Los

valores ante la vida que tú les muestresson más importantes que las leccionesprácticas sobre fútbol.

Dirijo un grupo como si fuera mifamilia. Desde el sentimiento, todosforman parte de mi equipo, desde elpresidente hasta el utillero. Lo másdifícil es hacerles sentir a todos que sonuna parte importante dentro del grupo. Yque todos adopten el mismopensamiento. Es una tarea complicada,pero si se logra es más fácil que llegueel éxito.

«Estoy muy unido a mi familia. Lo queme pasa es que normalmente, al igual

que mi padre, no exteriorizo mis

sentimientos. Y lo lamento, sobre todo,en el caso de mi madre. Soy poco

mamitis. Pero la adoro.»

Los triunfos que estamos consiguiendo

con el Atlético se producen no sóloporque el entrenador dé con la teclanecesaria, sino también porque el grupose encolumnó[*] en un mismo objetivo.

En el club todos hablan de ir partido apartido. Nadie se escapa de esa máximaque yo transmití cuando llegué. Noquiero que se establezcan retos a largoplazo. El objetivo siempre es elsiguiente encuentro.

No se puede pensar en losenfrentamientos del mes siguiente o en

las finales de otros torneos. Hay que irpoco a poco. Es la única manera de queal final lleguen los títulos y los éxitos.

Ahora esa máxima de que vayamospartido a partido la defienden todos.Desde el presidente hasta el utillero,pasando por el resto de dirigentes yjugadores. Todo el grupo la sigue confidelidad. Todos piensan igual. Cuandoesto se logra las cosas también puedensalir mal, por supuesto, pero al menoshemos colocado los cimientos para queterminen bien.

Se trata de un éxito grupal, porque yopuedo proponer algo, pero si no hayaceptación por parte del equipo, no valepara nada. Esto es lo que entraña mayordificultad. El seguimiento del grupo a

tus ideas.Esa línea de fidelidad a la causa

pende de un hilo muy fino. Puedecambiar de un día para otro.

Cuando yo era jugador en el Atléticoganamos muchas cosas. Nunca se meolvidará el doblete. La Liga y la Copadel Rey del 96. Pero creo que pudimosllegar más lejos con el equipo queteníamos.

Fue una época de gloria para el club.Pero cuando parecía que había lossuficientes mimbres para continuar en lomás alto de los campeonatos, la cuerdase rompió. Y todos sabemos losmotivos.

Esta situación se ha repetido antes de

llegar yo al banquillo rojiblanco aprincipios de 2012. Se perdió una finalde Copa del Rey contra el Sevilla y todose rompió otra vez. Hay que tener en lacabeza que nadie es más importante quenadie, y que cuando alguien lo cree estámás cerca del fracaso que del triunfo.Por eso, vuelvo a lo mismo. Todostenemos que ir por el mismo camino.

El corazón rojiblanco

Al Atlético de Madrid lo llevo dentro.Me costó mucho abandonarlo cuando erajugador. De todas formas, yo sabía quelas cosas se acaban y que algún día tenía

que llegar mi despedida como futbolistadel club. Pero también era consciente deque si la etapa como jugador seacababa, pronto comenzaría otra: la desentarme en el banquillo del Calderón.

Nunca me gustó que me dieran uncargo por lo que fui. Quería llegar alAtlético por méritos propios y noporque me recordaran o meagradecieran lo que había sido comofutbolista. A pesar de ello, admito quemi trayectoria en el club fue un aval paraque posteriormente me contrataran comotécnico.

En Europa los entrenadores empiezancon chicos jovencitos, primero de 9años, luego de 12…, y yo ya tenía en lacabeza que quería ser entrenador.

«Como yo presagiaba, mi llegadacoincidió con un momento negativo parala entidad. Asumí esa mala situación, y si

he de ser sincero he de decir que megusta llegar cuando las circunstancias

son difíciles.»

Estaba claro que a mí no me iban a

dar la dirección del club con rapidez.Sabía que volvería al club pero antestenía que trabajar en otros lados paraque la entidad se fijara en mí y meofreciera el cargo. Desearían un técnicocon experiencia, y eso fue lo que hice.Que yo entrenaría al Atlético de Madrid

lo tenía claro, la única duda era sabercuándo.

De lo que también estaba convencidoera de que mi retorno al club coincidiríacon un momento de dificultad o con unasituación comprometida para el equipo.Si el grupo transitaba por los torneoscon estabilidad no pensarían en mí. Esla ley del fútbol.

Debía irme fuera a entrenar para queluego el Atlético de Madrid meofreciera la posibilidad de sentarme ensu banquillo. Además, los dirigentes delclub seguro que valorarían mitrayectoria como jugador en el club. Yla hinchada tampoco me iba a olvidar.Con estos condicionantes y con el ruidoque generara en los equipos donde

estuviera, el club me ofrecería encualquier momento la posibilidad devolver.

«Intento no pasar mucho tiempo sinverlos. Ellos vienen mucho, yo me escapo

a Argentina de vez en cuando y lo queprocuro es dar más calidad al momento

que estoy con ellos y no fijarme en lacantidad de minutos que compartimos.»

Mi trayectoria como jugador en la

entidad suponía una tarjeta depresentación que hacía que jugara conventaja respecto a otros candidatos. Laimagen que yo había dejado me abriría

las puertas de par en par. Cuando llegóel Cholo entrenador todos tenían en sumente al Cholo jugador. Luego, comoapoyo a esto, estaba mi trabajo en losbanquillos de otros equipos.

Como yo presagiaba, mi llegadacoincidió con un momento negativo parala entidad. Asumí esa mala situación, ysi he de ser sincero he de decir que megusta llegar cuando las circunstanciasson difíciles.

Si hubiera habido una situación peor,con más ganas hubiera afrontado estedesafío. Por ello, cuando me llamaronno lo dudé un segundo. Analicé laplantilla, vi que era un equipo conbuenos jugadores y que se podía hacerun gran trabajo.

Cuando contactó el Atlético conmigoyo todavía tenía contrato con Racing.Hubo elecciones, no vi futuro y decidírenunciar. Era diciembre de 2011.Había llegado el momento que siempredeseé desde que dejé el club rojiblancocomo jugador.

Lo más duro fue la charla que tuve conmi hijo pequeño, de 10 años. Le contéque me habían llamado del Atlético deMadrid y que querían que fuera suentrenador. Debía abandonar Argentinay volver a España.

Me dice: «¿En serio? ¿Y vas a jugarcontra Messi y contra Ronaldo?». «¿Tegustaría que vaya?», le pregunto. Y élme dice: «Claro, además podremos ir a

ver algún partido, ¿verdad?». Derepente hubo un silencio. Oigo su voz ysu afirmación me destroza: «Oye, perosi ganas no vas a volver más…». Ahí memató, no supe qué decirle.

Este es uno de los inconvenientes quetiene el trabajo de entrenador. Vas de unsitio para otro y no estás asentado enninguna parte. Todo ello lo paga lafamilia, que no puede seguirte siempre.Los míos están allá y los echo de menos,sobre todo a los hijos.

Intento no pasar mucho tiempo sinverlos. Ellos vienen mucho, yo meescapo a Argentina de vez en cuando ylo que procuro es dar más calidad almomento que estoy con ellos y nofijarme en la cantidad de minutos que

compartimos.

* Encolumnarse: palabra de origen argentinoque emplea con asiduidad Simeone y quesignifica encuadrarse, distribuirse conforme aun esquema de organización determinado paraparticipar en una actividad. (Nota del editor.)

3. Gestionando

equipos humanos

«El esfuerzo no se negocia.»

El compromiso del grupo

Si un equipo quiere triunfar, tiene queestar comprometido con la causa.Cuando el grupo camina de la mano eléxito llega con mayor facilidad. No hayque dar motivos para que se abra algunafisura porque entonces el equipo seresquebraja.

Lo que busco en un grupo es uncompromiso en el que todosparticipemos. Si el trabajo colectivoestá encaminado al bien del conjunto,las situaciones problemáticas sesolucionan con mayor facilidad. Todosjuntos podemos hacer grandes cosas,pero si hay grupitos dentro del grupo elcastillo se cae.

Si el jugador está vivo y yo estoyvivo, vamos por el mismo camino. Si eljugador está vivo y yo tonto, entonces yano vamos por el mismo camino. Por lotanto, o los dos vivos o los dos tontos.

«Los miembros del grupo que se quedan

en el banquillo o en la grada son tanimportantes como los que salen a la

cancha. Los campeonatos no se ganansólo con once jugadores. Los gana el

equipo al completo. Si no está fuerte ycohesionado no se consigue la victoria.»

Los componentes del grupo deben

respetarse y deben entender laspeculiaridades de cada uno. Un equipolo componen habitualmente más deveinte jugadores. Cada uno, de unamanera de ser y distinto en susreacciones ante hechos parecidos.

El entrenador debe intervenir cuandoobserva que un jugador se sale de lalínea que él marca. Si esto ocurre, debe

hablar con ese miembro del grupo parahacerle ver que ese no es el camino yque debe volver a la senda por la quetransita el resto.

Labor del técnico es trasladar a losmiembros del grupo que todos sonimportantes para conseguir el objetivoanhelado. Los partidos comienzan ajugarlos once y luego puedenincorporarse otros tres más. Quedanalrededor de diez jugadores que noparticipan y que siempre estarán másdescontentos que los que cuentan parajugar el partido.

Los miembros del grupo que sequedan en el banquillo o en la grada sontan importantes como los que salen a lacancha. Los campeonatos no se ganan

sólo con once jugadores. Los gana elequipo al completo. Si no está fuerte ycohesionado no se consigue la victoria.

Esta fortaleza de la que hablo dentrodel grupo no significa que todos suscomponentes estén contentos. Tambiénhay que aceptar que no todos tienen queser amigos entre sí, aunque sí debencaminar juntos, independientemente dela relación personal más o menosestrecha que puedan tener.

Cuando el equipo está fuerte y todossus miembros piensan en la mismadirección y en el mismo objetivo, elgrupo se encuentra mucho más fácil y lasvictorias están bastante más cerca.

Es lógico que el jugador que no entra

habitualmente en el equipo esté molesto.Voy más allá. A mí no me gustaría queestén contentos los que no juegan.

En cualquier caso, la actitud de estosjugadores debe ser positiva. Los quetienen mala cara porque el entrenador nocuenta con ellos han de trabajar parahacerle cambiar de opinión al técnico.Para empezar, lo que han de valorar noson los partidos que disputan, sino losminutos que juegan.

En el contrato que firman losfutbolistas no consta que les paguen porpartido jugado. Les pagan porpertenecer al club, jueguen o no. Y elequipo vive de los minutos que puedaaportar cada componente del grupo.

Cada jugador debe responder a esos

minutos que le dé el entrenador. En lamedida en que esos momentos en los queesté en el terreno de juego sean mejores,más tiempo estará en los siguientespartidos.

A la hora de confeccionar el equipotitular busco siempre lo que me pide elequipo. No todos los partidos soniguales. En la cabeza tengo la idea deque el grupo fortalezca una identidad dejuego en la que se piense como equipo.

Todos los individuos deben pensarque nadie es más importante que elgrupo. Ni siquiera el crack del equipopuede pensar eso. El número unotambién necesita del equipo paradesarrollar su juego y para seguir siendo

el mejor.

«Es lógico que el jugador que no entrahabitualmente en el equipo esté molesto.

Voy más allá. A mí no me gustaría queestén contentos los que no juegan.»

Por ello insisto en que todos los

jugadores son importantes. Latemporada es larga y al final todos van atener minutos, unos más que otros, perotan importante es el que juega la mayoríade ellos como el que saleesporádicamente. El equipo se nutre detodos ellos.

En el Atlético tenemos a jugadores

como Pulido o Cisma que no disfrutande los minutos que se merecen, pero alverlos entrenar se siente una satisfaccióninterna tremenda. Saben que lo tienendifícil para jugar. Están «Cata» Díaz,Miranda, Godín, Filipe…, pero siguenpreparándose al máximo. Estoyconvencido de que la próximatemporada lo harán bien en el equipo enel que estén.

Nosotros trabajamos con todos losjugadores de la plantilla por igual, sindistinciones. No prestamos más atencióna los habituales, ni tampoco dedicamosun trato especial a los que juegan menos.A estos lo que sí les transmitimos es quetambién les necesitamos y les damos

toda la fuerza para que seancompetitivos.

«Todos los individuos deben pensar quenadie es más importante que el grupo. Ni

siquiera el crack del equipo puedepensar eso. El número uno también

necesita del equipo para desarrollar sujuego y para seguir siendo el mejor.»

Me enojo cuando oigo que hay que

estar más cerca de los futbolistas que nojuegan. No estoy de acuerdo con estateoría. Les convertimos en víctimas y nolo son. Hay que comportarse con totalnormalidad con cualquier miembro de la

plantilla, juegue o no.El jugador es inteligente, no es tonto,

y recela si estás muy encima de él. A míno me gustaría que mi entrenador mededicara más tiempo si no jugara. Yo lediría: «Quiero que me trates como untipo normal y que cuando me quierasutilizar lo hagas».

El técnico tiene que mantener entensión y motivados a los jugadores nohabituales. Debe trasladarles que suparticipación, aunque sea menor que lade otros compañeros, es tan importantecomo la de ellos. Los campeonatos losgana el grupo al completo, no algunasindividualidades.

Otro de los aspectos que tiene quemanejar el técnico es el convencer a los

que gozan de pocos partidos de que sequeden en el club y que no prefieran irsea otro equipo que posiblemente lesofrezca un mayor protagonismo y máscontinuidad en los partidos.

Esta tentación es lógica. El jugador sequiere sentir más trascendente, quierejugar y no conformarse con disputarunos pocos minutos de vez en cuando.

«Me enojo cuando oigo que hay que estarmás cerca de los futbolistas que no

juegan. No estoy de acuerdo con estateoría. Les convertimos en víctimas y no

lo son. Hay que comportarse con totalnormalidad con cualquier miembro de la

plantilla, juegue o no.»

Para estos casos siempre obro de la

misma forma. Les digo a estosfutbolistas que para ganar títulos tienenque estar en un equipo grande, y que sioptan por marcharse a equipos deinferior nivel, jugarán más partidos perotambién les costará más obtenercampeonatos.

A este respecto, me dirijo al jugador yle pregunto: «¿Cuál sería tu mejortemporada, aquella en la que jugastetodos los partidos y tu equipo quedó malclasificado, o aquella en la que de 38jornadas jugaste 20, hiciste ocho goles yel equipo salió campeón?». Nunca falla,el jugador siempre responde esta última

opción.En cualquier caso, por mucho trabajo

de convencimiento que haga elentrenador, si el jugador no pone de suparte, la situación no se solventa tanfácilmente. Yo inculco a los jugadoresque para estar en un gran equipo debentener cabeza de un gran equipo.

Lo que quiero decir con esto es quelos futbolistas tienen que estarpreparados para competir con intensidadcon otros compañeros que son tanbuenos o mejores que ellos. Alguno nolo aguanta y prefiere irse a otro equipode menor categoría en el que resulta máscómodo competir porque suscompañeros son peores que él.

Lo fácil es esto y lo difícil es

competir al máximo con gente que te lopone complicado para que tú puedasestar cada domingo en el once inicial.Esa competencia es lo que hace que elgrupo mejore y que lleguen losresultados.

La otra opción es muy respetable,pero el jugador que prefiere acomodarsey estar en un equipo pequeño en el quetenga más peso mirará las finales portelevisión.

Si yo entreno a un equipo grande yquiero ganar algo, he de tener buenosjugadores y aceptar que habrá futbolistasde una gran calidad que deseen tener unamayor participación en el equipo.

Otro de los argumentos que empleo

para retener a aquellos jugadores queprefieren emigrar a otros equipos esexponerles que, si bien jugarían másminutos, también es cierto que en unclub grande ganan más dinero y tienenmás prestigio. Además, están en unescaparate ideal para ser reconocidos yvalorados.

«Esa competencia es lo que hace que elgrupo mejore y que lleguen los

resultados.»

En el grupo me gusta que haya

jugadores que puntúan con un seis o con

un siete, que no son siempre titulares,que entran y salen del equipo. Sonjugadores que cumplen y que realizan untrabajo para el equipo tan importantecomo los que son indiscutibles. Estos sebenefician enormemente de la labor deellos.

Si quieres salir campeón necesitaseste tipo de jugadores más de lo quepuedes creer. Lo que hacen es potenciara los titulares y advertirles de que sitienen algún bajón en su juego estánellos para arrebatarles la titularidad.

Al final es el grupo el que sebeneficia de esta competencia, porquecada jugador trabaja al máximo, lo datodo, sabe que si falla hay otrocompañero dispuesto a hacerse con su

puesto durante todo el tiempo posible.Este tipo de competencia lo viví muy

de cerca de jugador cuando llegué a laLazio. La plantilla era espectacular.Estaban Boksic, Inzaghi, Ravanelli,Nedved, Almeyda, Verón, Nesta,Mihajlovic…

Daba igual quién jugara porque lacalidad de aquel grupo era espectacular.Todos éramos conscientes de que si erastitular también había otro compañeroapretando para ocupar tu lugar. Comodije antes, el beneficiado fue el grupo, yasí conseguimos el segundo título deLiga en la historia del club, una Copa,una Supercopa italiana y otra europea enla temporada 1999-2000, con Sven-

Göran Eriksson como entrenador.La competencia hizo mejor al grupo y

llegaron los títulos. Yo como entrenadorquiero jugar para ganar y quierojugadores que piensen en ganar. Nodeseo futbolistas que prefieren estar enequipos menores para tener másprotagonismo.

Los que están conmigo deben sabercompetir y saber que el puesto no estágarantizado. Hay que ganárselo día adía, y quien se duerme pierde su sitio.

Entiendo que a cierta edad el jugadorprefiera irse a equipos menores parajugar más. Lo comprendo cuandonecesitas emerger, cuando eres joven,pero no con 25 o 26 años, porque a esaedad lo que debes pretender es estar en

un gran equipo para ganar títulos, y paraeso tienes que saber competir.

«La competencia hizo mejor al grupo yllegaron los títulos. Yo como entrenador

quiero jugar para ganar y quierojugadores que piensen en ganar. No deseo

futbolistas que prefieren estar enequipos menores para tener más

protagonismo.»

Intento generar esa competencia desde

los detalles más simples. Con juegoscomo ver quién llega antes a la ducha,quién elige la mesa más rápido. Conestos pequeños detalles el jugador se va

haciendo más competitivo y estassituaciones anecdóticas las trasladaluego a la cancha.

Este tipo de motivación y deconvencimiento para que los jugadoresno se vayan de los equipos punteros valetambién para equipos menores porquesiempre habrá clubes peores. Es lo queme pasó cuando entrené al Catania.

También tuve futbolistas que queríanjugar más y que si se hubieran ido aequipos peores se habrían equivocado.Siempre es preferible estar en un equiposuperior aunque disputes menospartidos.

En Catania viví el fútbol desde otraperspectiva. El inicio fue difícil ynecesitaba que el recambio del titular

tuviera una calidad similar y que no sefuera. Si en su lugar venía otro jugadorpeor, estábamos más cerca dedescender. Los objetivos son distintosen función de la calidad de los equipos,pero el mensaje es el mismo: lacompetencia entre los jugadores esfundamental.

La gestión del grupo

Un ejemplo de buena gestión de unaplantilla lo tenemos en el exentrenadordel Barcelona Pep Guardiola. Fue capazde armar un grupo e inculcó a suscomponentes la necesidad de ganar y,

sobre todo, de seguir ganando, que es lomás difícil.

A partir de ahí, fue capaz de construiruna identidad en el juego que hizo que suequipo fuera, posiblemente, el mejor queveremos en nuestra vida.

Es evidente que el talento y también elpresupuesto del club han permitido queel éxito se mantenga más tiempo. Si laentidad dispone de menos dinero es máscomplicado mantener ese grupo. Losjugadores desean irse a otros lugares enbusca de mejores contratos y de nuevasaventuras futbolísticas.

«Pep Guardiola (…) fue capaz deconstruir una identidad en el juego que

hizo que su equipo fuera, posiblemente, elmejor que veremos en nuestra vida.»

Pero el mérito de Guardiola ha sido

que el éxito no llegó a confundir algrupo. El triunfo a veces te coloca máscerca de poder equivocarte. Del fracasoes mucho más fácil salir. Juntas alequipo para eludir un mal momento yhaces piña entre todos los miembros. Elproblema es no equivocarse en el éxito.

Esa continuidad de los buenosmomentos depende, en gran medida, delclub. La entidad es la encargada deintentar mejorar la plantilla con laadquisición de buenos jugadores. De esa

forma, el grupo crece futbolísticamente yfomenta la competencia entre susmiembros, algo que va a favor delequipo.

«Pero el mérito de Guardiola ha sidoque el éxito no llegó a confundir al

grupo. El triunfo a veces te coloca máscerca de poder equivocarte. Del fracaso

es mucho más fácil salir. Juntas alequipo para eludir un mal momento y

haces piña entre todos los miembros. Elproblema es no equivocarse en el éxito.»

El club es el responsable de promover

la competencia interna de la plantilla.

Esto no depende del entrenador. Laentidad debe fichar buenos jugadorespara que exista más competencia entrelos miembros del grupo.

Los jugadores crecenfutbolísticamente cuando observan quehay un compañero que lo está haciendobien en su mismo puesto. Y si no lohacen, ellos mismos son los que optanpor irse. El que no está preparado paracompetir debe irse a otro equipo. Y enla mayoría de los casos lo hacevoluntariamente.

La plantilla de esta temporada (2012-2013) en el Atlético es más competitivaque la de la anterior. Posiblemente la dela campaña pasada tuviera más calidad,sobre todo porque teníamos a Diego

Ribas. Pero hoy somos máscompetitivos porque los jugadoresmejoraron. Vinieron futbolistas que hanhecho crecer al grupo, como RaúlGarcía, «Cebolla» Rodríguez o DiegoCosta.

«Y conocían mi pensamiento: el que nocompite se va solo.»

En la pretemporada ya veía que este

equipo no tenía techo. Era imposibledetener un entrenamiento por las ganas yla motivación que derrochaban losjugadores. Sabían que debían competir

para jugar y que tenían que demostrar alentrenador su calidad por encima de lade otro compañero. Y conocían mipensamiento: el que no compite se vasolo.

Las dos caras de la competencia lasviví como jugador en el Atlético y en elInter de Milán. En el primer caso lospartidos nos los repartíamosprácticamente entre 12 o 13compañeros. Sin embargo, cuandollegué al equipo italiano observé que, sino me empleaba al máximo, no podríaser titular. Entonces pensé que si queríapermanecer en un equipo grande teníaque estar preparado para competir yhacer así más grande al club.

Posteriormente en la Lazio me pasó lo

mismo. Había una plantilla espectacular.Daba igual quién jugara, porque todoseran muy buenos.

En estos casos en los que la calidaddel equipo es tan grande, el entrenadordebe transmitir a los jugadores que loimportante no son los partidos quedisputen, sino los minutos. Al final es elpropio grupo el que potencia laindividualidad.

En el Atlético he tenido jugadores queprotestan porque no juegan, que sonrebeldes, que discuten y que te hacen verlos motivos de su malestar. Por ejemplo,me preguntan lo que tienen que hacerpara mejorar o qué es lo que quiero quetenga un jugador que trabaja en su zona

de la cancha.Estos tipos son buenísimos. Son los

que yo quiero tener en mi grupo. Tedespiertan una inquietud de la que elequipo sale beneficiado. No tengoproblemas en discutir con los jugadores.Eso sí, luego el que habla es el campo.Yo ni pongo ni quito. La cancha es laque decide.

En Estudiantes los triunfos losconseguimos con muchachos jóvenesque empujaban desde fuera a lostitulares. Los preparábamos para queestuvieran dispuestos para jugar cuandoel equipo los necesitara.

Un ejemplo de ese año fue el «Chino»Benítez, un chico zurdo con un talentoextraordinario. Apenas jugaba y se

quería ir, pero yo no quería traspasarlo.Hablé con él y le convencí de que seentrenara pensando en que podía serimportante para el equipo.

«Estos tipos son buenísimos. Son los queyo quiero tener en mi grupo. Te

despiertan una inquietud de la que elequipo sale beneficiado. No tengo

problemas en discutir con los jugadores.Eso sí, luego el que habla es el campo. Yo

ni pongo ni quito. La cancha es la quedecide.»

A falta de ocho fechas para la

conclusión del campeonato fue un

jugador determinante para el título.Enlazó actuaciones sensacionales en eltramo final del torneo, frente a losprimeros partidos en los que casi noparticipó.

Tengo claro que no tengo compromisocon nadie. Sólo lo tengo con ganar. Poreso intento convencer a todo el grupo deque en algún momento de la temporadase pueden sentir importantes.

Mantenerse en el equipo titular nodepende del entrenador. Si un futbolistajuega doce partidos muy bien no tieneasegurado el puesto, porqueprobablemente también hay otrocompañero que está empujando paraocupar su puesto. Y si le cambio algunavez es para despertarle y que no se

acomode.

«Tengo claro que no tengo compromisocon nadie. Sólo lo tengo con ganar. Por

eso intento convencer a todo el grupo deque en algún momento de la temporada

se pueden sentir importantes.»

El futbolista no debe pensar que si lepongo en el equipo titular le quiero másque si no lo incluyo.

Esta temporada un jugador delAtlético de Madrid estaba enojadoporque no jugaba lo que él considerabaque debía hacerlo. Antes de un partido,le llamé y le dije que iba a jugar. Eraconsciente de que había estado enfadado

por no jugar. Sólo le advertí: «Para míhoy no eres más importante porque vas ajugar. Siempre lo fuiste».

Quería hacerle notar que él se creíamás importante por el hecho de jugar,pero que en mi opinión tenía el mismovalor que antes. La única diferencia esque en esta ocasión decidí que jugara.

Los futbolistas estudian a losentrenadores del mismo modo quenosotros hacemos con ellos. Si observanque no eres consecuente con lo que leshas ido transmitiendo con anterioridad,no te perdonan. Debes ser sincero conellos. Si no lo eres, aunque la relaciónhaya sido excepcional, dejan de creer enti. Por eso, hay que tratar de equivocarselo menos posible en la relación.

Cuando era jugador siempre penséque lo determinante en mi trayectoria noera el entrenador, sino yo. Puede que altécnico le guste más otro compañero quemaneja bien las dos piernas o que sedesmarca mejor. Entonces, lo que yotengo que hacer es intentar mejorar paradarle lo mejor de mí mismo.

«Esta temporada un jugador del Atléticode Madrid estaba enojado porque no

jugaba lo que él consideraba que debíahacerlo. Antes de un partido, le llamé y

le dije que iba a jugar. Era consciente deque había estado enfadado por no jugar.Sólo le advertí: “Para mí hoy no eresmás importante porque vas a jugar.

Siempre lo fuiste”.»

El futbolista debe sentirse más

importante que los entrenadores porqueestos cambian con más frecuencia deequipo.

En mi segunda etapa como jugador enel Atlético de Madrid, con 33 años, tuveun técnico que no contaba conmigo. Sinembargo, con mis compañeros siemprefui el mismo. Los futbolistas debensaber que en función de cómo secomporten ante las decisiones delentrenador, su liderazgo en el grupo seirá incrementando. El líder puede que nojuegue, pero eso no es óbice para que nosiga ostentando el liderazgo dentro del

grupo.Si actúa de otra manera se equivoca,

porque sus compañeros no tienen laculpa. Además, puede quebrantar elgrupo. Y eso sí que es imperdonable. Elgrupo es sagrado. No se toca.

El vestuario

El vestuario necesita que su entrenadortenga equilibrio. El técnico no puedesucumbir al éxtasis cuando gana yllenarse de amargura cuando pierde. Elgrupo debe recibir una imagen desensatez y de que su guía reacciona deforma coherente ante las diversas

situaciones que se le presentan.El equilibrio te hace mantener una

línea. Al grupo hay que trasladarle lasensación de que ni son los mejorescuando ganan diez partidos seguidos, nison los peores cuando están variassemanas sin sumar puntos.

Mi reciente renovación con elAtlético por cuatro años es un éxito delclub porque supone seguir construyendolo que venimos trabajando desde quellegué, y además nos genera elequilibrio a partir del que lasinstituciones crecen. Lo más difícil esmantener el equilibrio en el éxito.

Por mi parte, el grupo nunca recibirácríticas si hay entrega y compromiso conel club. Si observo que los jugadores se

identifican con lo que trabajamos, yo losdefenderé hasta el final.

Cuando entrenaba a Estudiantesjugamos un partido contra NuevaChicago. Íbamos ganando 2-0 yestábamos más cerca de nuestro quintogol que de que nos marcaran ellos. Sinembargo, lo hicieron, y al final lopasamos muy mal porque estuvieron apunto de empatar en varias jugadas.Entré al vestuario como si hubiéramosperdido.

Mi reacción no fue una consecuenciadel resultado porque habíamos ganado.Era fruto de lo que el equipo me habíaofrecido. Cerré la puerta del vestuario yeché de allí a toda la gente que no debía

estar presente en esa charla.Tuve una conversación muy dura con

el grupo sobre lo que sentía en esemomento. Un partido que debíamoshaber ganado con claridad y que al finalse nos complicó por una actitud delgrupo que no me había gustado.

Mi queja viene cuando veo que algúnjugador no da todo lo que tiene que dar yse guarda algo. Les fui diciendo lo queme salía en ese momento. Todo fueespontáneo.

Conociéndome, es mejor que lo quelos jugadores reciban sea así. Natural,que vayan oyendo lo que me empieza afluir en mi cabeza. Sin cortapisas. Si losmensajes están preparados o estudiados,el entendimiento y la comprensión de los

jugadores es bastante menor.No me importa cómo reciban la

información en ese momento. Lo quequiero es que reciban lo que siento. Queles llegue a su mente para que lapróxima vez pongan más de su parte conel fin de no caer en los mismos errores.

Otro caso parecido aunque con peoresconsecuencias me ocurrió cuandoentrenaba a River. Íbamos los primerosen la Liga y estábamos haciendo unaCopa Libertadores muy buena. En estacompetición nos tocó medirnos en unaeliminatoria contra San Lorenzo deAlmagro.

En el partido de ida jugado en sucancha perdimos por dos goles a uno.

Llega el encuentro de vuelta en elMonumental y nos ponemos 2-0. Lascosas iban muy bien. Además, el árbitroexpulsó a dos jugadores de San Lorenzo.Estábamos 2-0 y jugando 11 contra 9. Alfinal, nos empataron a dos goles.Caímos eliminados. Nunca se nos debióescapar este partido.

«El hecho de haber estado en el otro ladode la trinchera me ayuda. Sé lo que pasa

por la cabeza de un jugador tras unaderrota. Conozco los tiempos que debomanejar para dirigirme a un grupo. Lo

que hay que hacer es encontrar elmomento justo para ello.»

No supimos leer lo que necesitábamos

en ese momento, cuando en una situaciónprivilegiada ganábamos por dos goles yteníamos dos jugadores más en la canchaque nuestro adversario.

Llegué al vestuario y no dije nada.Nos fuimos concentrados y al díasiguiente reuní a los jugadores parahablar con ellos. Les expresé lo que yosentía en esos momentos. Para mí lopeor era que yo dirigía a ese grupo. Erasu entrenador y el principal responsablede esa situación. Así se lo dije.

Una vez eliminados de la Libertadoresles comenté que lo único que nosquedaba era ser campeones de Liga.

Quedaban cinco fechas. Lo logramos.Después de la eliminación ante San

Lorenzo el vestuario estaba hundido. Poreso, no consideré oportuno expresar missentimientos en ese momento. Preferíesperar a que pasaran unas horas paratener la charla correspondiente.

Hay veces en que no es fácil saber sies positivo hablar con los jugadoresdespués de algo que ha pasado en lacancha. Yo tengo mis indicadores alrespecto. El cuerpo te lo pide, la mentete lo dice, el sentimiento te empuja…Sin embargo, hay otros momentos en quelas sensaciones te reclaman silencio yesperar.

El hecho de haber estado en el otrolado de la trinchera me ayuda. Sé lo que

pasa por la cabeza de un jugador trasuna derrota. Conozco los tiempos quedebo manejar para dirigirme a un grupo.Lo que hay que hacer es encontrar elmomento justo para ello.

El equipo

Hay tres puestos clave: el arquero, loscentrales y los mediocampistas. Losdelanteros también lo son, pero, desdemi punto de vista, en menor medida.

Yo quiero un portero que trabaje parano recibir goles y no para gustarse a símismo. No me gustan los guardametasque vuelan adornándose para detener los

balones y que buscan el lucimientopersonal cuando no es necesario. Lonormal, a la larga, es que este tipo dearqueros cometa errores. Anteponen suactuación a la del equipo. Se olvidan delgrupo. Ese no es el camino.

De los centrales, el espejo en el quehay que mirarse es Franco Baresi. Hoytodos quieren salir con la pelota jugadadesde atrás y no todos pueden hacerlo.Hay equipos que no tienen una salidalimpia de balón y ponen en evidenciamás sus defectos que sus virtudes.Además, a Baresi también le he vistotirarla fuera cuando un delantero ledificultaba la jugada.

En la jerarquía también está el saber yel entender el juego. Hay momentos en

los que no es conveniente arriesgar. Loque puedes ganar con una jugadacomprometida es inferior a lasconsecuencias que puede acarrear unerror en esa zona de la cancha.

En cuanto a los centrocampistas, elejemplo es el jugador del BarcelonaSergio Busquets. Es un gran medio. Ungenio. Juega el partido que necesita elequipo, pero, al mismo tiempo, elequipo le hace un gran jugador, con esacapacidad que tiene para no gustarse.

No destaco como un puesto tantrascendental el de delantero porque estáen un sitio en el que lo que hace suponeun menor riesgo para el equipo. Aunquees evidente que el conjunto que tiene un

goleador de categoría tiene muchoterreno ganado para conseguir triunfos.

Defiendo a los futbolistas que jueganal fútbol, no a los que juegan a la pelota.Es distinto. A la pelota juegan losamigos cuando se juntan para pasar elrato y echar una pachanga. El aficionadojuega a la pelota, no al fútbol.

«En cuanto a los centrocampistas, elejemplo es el jugador del Barcelona

Sergio Busquets. Es un gran medio. Ungenio. Juega el partido que necesita el

equipo, pero, al mismo tiempo, el equipole hace un gran jugador, con esa

capacidad que tiene para no gustarse.»

Todos hemos conocido gente que

jugaba muy bien, que gambeteaban,[*]habría un millón, pero que pudieranjugar al fútbol seguro que había pocos.Esa es la diferencia entre un profesionaly un aficionado.

El hincha lo que quiere ver es algolindo. Observar en la cancha unagambeta, algo que le llene el ojo, que leentusiasme la vista. Sin embargo, elaficionado más inteligente es aquel queno se obsesiona con que su equipojuegue bien, sino que quiere ganar.Aunque si juegas bien será más fácilobtener la victoria, eso es evidente.

Ganar conduce a ganar

El fútbol es un estado de ánimo. Si estásbien anímicamente porque has ganado,empiezas mejor el siguiente partido. Poreso siempre digo que ganar conduce aganar. Le damos mucha importancia alpartido que jugamos, no sólo por elencuentro en sí, sino también porquetiene mucha influencia en el partidosiguiente.

Las victorias, aunque sean en partidosintrascendentes, inyectan moral yconfianza al grupo para los siguientesencuentros que puedan ser másimportantes. Como jugador, tienes que

interpretar que no hay otro partido másque el que estás jugando, que elencuentro se acaba ahí. Esos son losfutbolistas que mejor juegan. Hay quedarlo todo en cualquier encuentro. Nohay partidos clase A y clase B. Todosson importantes.

También tengo una opinión particularsobre el control de los partidos. Porejemplo, yo puedo manejar el encuentroy no tener la pelota. En el encuentro quecomentaba antes, el Rubin controló elpartido, no tuvo el balón y ganó 2-0.

Yo creo que un partido de fútbol lomanejas en función de cómo te plantasen el campo, de cómo estásmentalmente, de cuántos jugadorestienes que pueden tomar la iniciativa, de

la confianza del equipo. Todo esoinfluye para que el dueño de la situaciónsea tu equipo.

Con ese fin, hay que intentar transmitira los jugadores la forma en que concibesel partido. Ahí el entrenador tiene unalabor muy importante. Yo soy muycabezota y no me detengo hasta quecompruebo que el futbolista ha captadolo que quiero de él.

Le pido que intente escuchar porquelo mejor que le puede pasar a unapersona es ser abierta y escuchar.Después puede quedarse con lo que élestime que es lo importante. Lo que nodebe hacer es cerrarse a una idea o auna opinión y no admitir otras

posibilidades distintas a las que élcontempla.

Nadie tiene la receta mágica paraganar. Hay muchos caminos paraconseguir la victoria. Y todos sonlícitos. Se puede vencer jugando mal,teniendo la pelota ocho minutos o siendodefensivo. El triunfo puede venir pormuchos lados. Lo que hay que hacer esacertar en cada momento con loadecuado.

La idiosincrasia del clubEl entrenador que llega a un club debeinteresarse por la historia de la entidad.Debe respetar lo que ha sido

tradicionalmente y a partir de esas señasde identidad construir su proyecto. Nopuede ir en contra de la historia, ni desus raíces. Las características que hanforjado su trayectoria son sagradas.

En el Atlético de Madrid yo tenía laventaja de haber sido jugador y de saberlo que le gusta a la gente. Lo dije elprimer día. Yo quiero llevar al Atléticoal lugar y a la forma de jugar que hatenido en su historia.

Eso significaba una cosa evidente.Quería un equipo contragolpeador,aguerrido en defensa, competitivo y quefuera muy complicado ganarle. Queríaque la gente se sintiera identificada conla historia del Atlético.

Esas máximas las tracé ya el día en el

que me incorporé al club. Mi objetivoera lograr que el hincha que fuera a lacancha dijera: esto es el Atlético deMadrid. Somos felices si logramos quela gente que va al campo se veareflejada en los jugadores. Que haya unacomunión perfecta entre el aficionado yel futbolista.

Otra cosa importante. El Atléticosiempre ha tenido cracks y los hinchasquieren que siga siendo así. Comoentrenador he tenido a varios, Verón esun ejemplo. El de ahora está claro quees Falcao. Es el ídolo de la aficiónrojiblanca y tiene una identificaciónplena con él.

«Somos felices si logramos que la genteque va al campo se vea reflejada en los

jugadores. Que haya una comuniónperfecta entre el aficionado y el

futbolista.»

Algunos entrenadores piensan que hay

que tener mucho cuidado con este tipode jugadores. Saben que su ascendenciasobre el grupo es total y en ocasionestemen una mala influencia sobre lamarcha del equipo.

Desde mi experiencia, puedo decirque el crack es el que menos problemastrae porque sabe manejar todo. El que escrack es crack para todo. Siempreofrece soluciones y nunca causa

problemas.Los cracks saben elegir y son

inteligentes. Saben leer los partidos másrápido que los demás. Quieren ganar ynecesitan ganar para seguir siendo losmejores. Son conscientes de quenecesitan del grupo y guían a suscompañeros. Se trata de unaalimentación mutua y en la medida enque esa interrelación sea positiva elgrupo se beneficiará de ella.

Lo que sí hay que diferenciar es alcrack del presunto crack. Estos sí sonmás difíciles. Son jugadores que piensanque son mejores de lo que son. Creenque aportan más al grupo de lo que enrealidad lo hacen. El técnico debe

trabajar mucho con ellos paraenseñarles el camino adecuado.

Ese camino lo marca el cuerpotécnico. Se encarga de marcar latrayectoria por la que debe transitar elgrupo. El trabajo no es sólo del cuerpotécnico. Los jugadores son los quegestionan el recorrido de esa sendatrazada por el entrenador.

«Desde mi experiencia, puedo decir queel crack es el que menos problemas trae

porque sabe manejar todo. El que escrack es crack para todo. Siempre ofrece

soluciones y nunca causa problemas.»

El grupo ha de ser consciente de loque debe seguir y cómo hacerlo. Y elque se sale del camino ya sabe lo que lepuede pasar.

Lo que pretende un entrenador es queel grupo junte todas sus fuerzas. Que losaficionados, los dirigentes, losjugadores y el cuerpo técnico vayan dela mano y unidos. Si esas cuatro patasestán firmes, el club está fuerte. Es algosimple pero que no siempre es fácilconseguir.

La intervención desde elbanquillo

El momento más importante para unentrenador transcurre entre el minuto 10y 20 del segundo tiempo. Es el periododeterminante para él y en el quetransmite al equipo hacia dónde quiereir. Puede variar en algunos encuentros,pero en general este tramo del partido esel que lanza el mensaje a los jugadoresde lo que debe ser el partido.

No me influye si desde la grada mepiden un cambio u otro. Me guío por loque considero que necesita el equipo.Introduzco las variaciones que meparecen más convenientes en cadamomento. Igual que no me afecta lo quedigan desde la grada, tampoco me sirvede referencia lo que me pueda decir un

periodista.Debo analizar lo que necesita el

equipo en ese momento y no hacer casode lo que puedan decir los demás. Lomás importante es el equipo. Está porencima de todo.

A veces se puede pensar que es másconveniente que entre un jugador queotro al terreno de juego. Quien mejor losabe esto es el entrenador, que analiza atodos los miembros del grupo a diarioen los entrenamientos. Si al final sudecisión no coincide con la de lamayoría es por algo. No hay duda.

«Prefiero el atrevimiento y la valentía.La desidia y la pasividad no tienen un

hueco en mi proyecto.»

Desde el banquillo sientes inquietud

cuando compruebas que no se estánaplicando las premisas que has marcadoal plantear el partido. No me molestaque el equipo juegue mal, lo que medesagrada es ver apatía, observar a unjugador relajado. Sin entrega. Que duda.Que tiene miedo. No lo soporto,reconozco que me puede.

La intensidad y las ganas sonfundamentales en el fútbol actual. Notengo problemas en apoyar a mi equiposi pierde por jugar mal, pero si es porno entregarse al máximo, no lo tolero.

Prefiero el atrevimiento y la valentía.La desidia y la pasividad no tienen unhueco en mi proyecto.

Y el miedo también es bueno. Sehuele y te hace estar pendiente de lassituaciones que puedan generar unpeligro. La confianza desmedida te hacerelajarte en exceso.

«Esto es un juego, no gana el que mejorjuega, sino el que está más seguro de lo

que hace. Si tienes muchos más jugadoresseguros de lo que tienen que hacer, vas

a ganar más partidos que si tienes muchos futbolistas que jueguen bien.»

El miedo hace que no te confíes, queestés alerta ante lo que pueda pasar. Espositivo porque si estás más preparadoo más armado reaccionas más rápidocuando llega algún problema en lacancha.

Esto es un juego, no gana el que mejorjuega, sino el que está más seguro de loque hace. Si tienes muchos másjugadores seguros de lo que tienen quehacer, vas a ganar más partidos que sitienes muchos futbolistas que jueguenbien.

Una de mis frases de cabecera es queel esfuerzo no se negocia. Yo querríaque todos mis equipos hicieran partidosespectaculares cada semana, pero eso no

puede ser. Ahora, las ganas y elemplearse al máximo sí se puedenexigir.

Por supuesto, hay que tener en cuentaque si además de jugar bien le imprimesal partido corazón e intensidad, elproducto que sale es infinitamentemejor.

Hay una frase de Vivas que siempretengo en la cabeza: «Hasta en eldiccionario el esfuerzo va antes que eléxito».

Cuando llegué al Atlético estabanDiego Ribas y Arda Turan, dos cracks.Pero en ambos casos yo pensaba que surendimiento era menor de lo que podíandar al equipo. Lo mismo me pasaba conuno de los delanteros: Adrián. Eran muy

buenos, de lo mejorcito que teníamos enla plantilla, pero yo percibía que noestaban al cien por cien.

No podía jugar con los tres por estemotivo. Primero tenía que atender a lasnecesidades del equipo, a lo que elconjunto me pedía. Es muy negativo parael grupo que en un equipo de oncejugadores haya tres que no den todo loque pueden.

En mi primer partido contra el Málaga(enero de 2012) no jugué ni con Turan nicon Adrián, sino con Salvio y conJuanfran. Lo que yo quería en mipresentación era que ellos imprimierancarácter.

Todos me decían que estaba loco por

dejar en el banquillo a Adrián y a Turan.Pretendía en mi debut mandar unmensaje de lo que es mi manejo en lagestión de un grupo. Y algo también muyimportante: con el nombre sólo no sejuega.

«Hay una frase de Vivas que siempre tengo en la cabeza:

“Hasta en el diccionario el esfuerzo va antes que el éxito”.»

Hablé con Arda y le dije que le

consideraba un jugador extraordinario,pero que debía mejorar algunas cosas.Me respondió: «Le voy a dar el

corazón». Y me quito el sombreroporque hasta hoy ha cumplido supalabra.

A Diego Ribas le dije que no podíahacerlo todo. Diego tenía unas ganasenormes y se multiplicaba intentandosolucionarlo todo. Le intenté convencerde que sería más determinante haciendouna función concreta y no queriendohacer una labor que debería hacer todoel equipo. Le expliqué que si lo hacía,tanto él como el equipo jugarían mejor.

Con su mejor rendimiento y elesfuerzo de Adrián potenciamos elequipo. A partir de ahí nació el grupoque fuimos construyendo. Un equipo conmucho talento, más del que tenemos esta

temporada. El de esta campaña es másde pelea y de trabajo.

Diego nos dio ese salto de calidad yla posibilidad de darle un equipo de másjuego. Cuantos más centrocampistasposees, más tienes la pelota, y cuantosmejores laterales juegan, mássuperioridad numérica generas.

Desde que llegamos buscamospotenciar al mejor futbolista quetenemos: Falcao. El equipo iba a jugarpara ganar. Con la ausencia de egoísmofuimos construyendo un equipotrabajador y solidario. Y ahí terminóapareciendo el talento. La unión de todoeso hace que cada vez juguemos mejor.

A partir de esa solidaridad, con unabuena preparación física y con 12 o 13

jugadores logramos la temporada pasadala Europa League y corrimos un riesgoen la participación en la Liga, peroqueríamos ser campeones y loconseguimos.

Para mí el cuerpo técnico es misegunda familia. Intento mantener alládonde voy el grueso del grupo. Hayveces que no es posible por motivosfamiliares o profesionales, pero procuroque las personas que me acompañen seidentifiquen de igual modo con losvalores del grupo.

Yo fui de los primeros en trabajar conun responsable de prensa propio. Éltrabaja en colaboración con las personasencargadas de la comunicación dentro

del club. José Luis Pasqués es lapersona que se encarga de estos asuntos.Está conmigo desde el principio, aligual que el «Profe» Ortega. Vamosjuntos desde mis comienzos comoentrenador en 2006. Me han seguido allídonde yo he ido. Anteponiéndolo a todo.

«El cuerpo técnico es algoimportantísimo para el buenfuncionamiento del grupo. La

participación diaria y la estabilidademocional son cruciales para

desarrollar el trabajo, para crear unambiente en el que poder plasmar todaslas cosas que quieres dentro del grupo.»

Luego ha habido colaboradores que

han ido entrando y saliendo. Porejemplo, Nelson Vivas no vino aEuropa y se incorporó Burgos.

El cuerpo técnico es algoimportantísimo para el buenfuncionamiento del grupo. Laparticipación diaria y la estabilidademocional son cruciales paradesarrollar el trabajo, para crear unambiente en el que poder plasmar todaslas cosas que quieres dentro del grupo.

Yo valoro mucho más que su labor. Esalgo que va más allá. Es una integraciónal sentimiento. El contacto del día a día.El no aislarnos de lo que pensamos de la

vida. Es la pasión, la obsesión, labúsqueda…

«Todos juntos somos puro sentimiento.En la vida y en el fútbol, la fidelidad esmuy importante. Nos potencia a todos.

Gente que sin hablar y sólo mirándola yasabe lo que tiene que hacer. Esa

comunicación instantánea te haceahorrar tiempo, y eso en el fútbol es

sensacional.»

Coincidimos en nuestra inquietud por

buscar lo mejor para el grupo. No nosgusta quedarnos quietos. Cualquierpropuesta nos revela la incertidumbre.

Nos gustan los desafíos. Nos encantaque haya algo que despertemos en laplantilla.

No siempre se trata de cuestionesfutbolísticas. En ocasiones, son ideaspara transmitirles una forma de vivir ouna fuerza para afrontar loscompromisos que se avecinan.

Todos juntos somos puro sentimiento.En la vida y en el fútbol, la fidelidad esmuy importante. Nos potencia a todos.Gente que sin hablar y sólo mirándola yasabe lo que tiene que hacer. Esacomunicación instantánea te haceahorrar tiempo, y eso en el fútbol essensacional.

Los rebeldes dentro delgrupo

Me gustan los jugadores rebeldes. Eslabor del entrenador intentar sacar elmáximo partido de ellos. No todos losmiembros del grupo pueden ser tratadosde la misma manera. Hay que conocer lapersonalidad de cada uno y saber lo quele puedes decir, cuándo se lo tienes quedecir y cómo se lo debes decir.

«El equipo es lo primero y no debe versedescompensado por las aspiraciones

individuales de cada uno, porque eso vaen detrimento del rendimiento y de los

resultados.»

Cuando entrené a San Lorenzo en

2009 tenía un jugador muy bueno, uncrack, «Papu» Gómez. Era un futbolistaque jugaba en la banda pero que preferíaactuar de delantero. Estaba convencidode que destacaba mucho más comoúltimo hombre del ataque que entrandopor los extremos. Este futbolista veníade jugar en otro equipo argentino,Arsenal, y lo hacía como segundodelantero.

Yo en cambio prefería que trabajasemás como exterior o como volante.«Papu» jugaba muy bien como delantero

pero yo estaba seguro de que sería másútil al equipo si jugaba en el extremo.

Su problema era que quería gustarsey, por tanto, deseaba estar cerca del gol,de la gloria. Era egoísta. Esto a mí nome gusta. Yo quiero jugadores a los queles guste que gane el equipo y que noantepongan su actuación personal a ladel grupo. El equipo es lo primero y nodebe verse descompensado por lasaspiraciones individuales de cada uno,porque eso va en detrimento delrendimiento y de los resultados.

Me costó mucho convencerle. Era muyrebelde y se empecinaba en defender loque él pensaba que era lo más positivopara su rendimiento. Algo parecido mepasó con Buonanotte, pero este fue

bastante más receptivo con misexplicaciones que «Papu».

Yo le preguntaba si en el contrato quetenía firmado con el club ponía enalguna parte dónde tenía que jugar y queno podía bajar hasta el lateral de lacancha.

Mi labor pedagógica fue exhaustiva.Un día le dije: «Mira, Papu, tú vas a ir ajugar a Europa y la única posibilidadque tienes de triunfar es jugar deextremo y no de delantero centro, porquecon tus características no te van a sacarpartido en esa posición».

«Pero mi gran satisfacción llegó tiempo

más tarde. Un día me llamó por teléfonodesde Europa y me dijo: “Tengo que

darte las gracias porque todo lo que meestá pasando es, en gran parte, por lo que

tú me transmitiste cuando nosconocimos”.»

No le veía muy convencido después

de la charla. Yo la rematé y le aseguré:«Te lo digo yo, que ya he jugado enEuropa».

Su rebeldía seguía intacta. Yo no eracapaz de convencerle y él seguía firmeen sus convicciones. Nuestra relaciónfue un poco turbulenta, discutimos, nospeleamos, nos enojamos.

Pero mi gran satisfacción llegó tiempo

más tarde. Un día me llamó por teléfonodesde Europa y me dijo: «Tengo quedarte las gracias porque todo lo que meestá pasando es, en gran parte, por loque tú me transmitiste cuando nosconocimos».

Estas palabras me llenaron, fue lo másreconfortante, lo más lindo. Cuando unentrenador ve que algo que se trabajócon ahínco se mejora, se siente feliz. Enocasiones, la labor de convencimientodebe ser más intensa en función de lapersona.

Dentro del grupo, como es lógico, haymiembros que son más abiertos a tusconsejos que otros. El trabajo deltécnico es saber cómo manejar a cadauno, cómo hacerles llegar las diferentes

observaciones sobre su trabajo.

Un caso práctico: DiegoCosta

El caso de Diego Costa es muy peculiar.La temporada 2011-2012 estuvo cedidoen el Rayo Vallecano. En el Atlético deaquel momento le iba a costar entrar enel equipo, y lo mejor para las dos partesera que se fogueara en otro conjunto.Pero para entonces Diego ya habíadejado una huella impresionante en elgrupo.

Cuando volvíamos de jugar algúnpartido y la radio del bus anunciaba un

gol de Diego con el Rayo, toda laplantilla lo celebraba como sihubiéramos marcado nosotros. Me llamóla atención porque no era una situaciónhabitual en el fútbol. Era extraño que ungrupo tan amplio festejara de esa maneralos tantos de un antiguo compañero.

El problema que teníamos para quevolviera Diego Costa al Atlético era quelas tres plazas de extracomunitarios lasteníamos cubiertas con Miranda, Salvioy Falcao. Al inicio de la temporada2012-2013 hablé con él y le dije queSalvio partía con ventaja para quedarse,pero que el cuerpo técnico iba a tratarley a entrenarle como si se fuera a quedaren la plantilla.

«Cuando volvíamos de jugar algúnpartido y la radio del bus anunciaba un

gol de Diego con el Rayo, toda laplantilla lo celebraba como si

hubiéramos marcado nosotros. Me llamóla atención (…). Era extraño que un

grupo tan amplio festejara de esa maneralos tantos de un antiguo compañero.»

Mi forma de motivarle fue explicarle

que a cualquiera de los tresextracomunitarios con que contábamosle podía ocurrir algún percance, y que éldebería estar mentalizado como si fueraa jugar cada domingo, porque no hay unapastillita que te ponga en forma en dos

minutos si eres necesario.Cuando le vi entrenar con el grupo me

quería morir. ¡Qué bárbaro! ¡La rompía!¡Era imparable! Lo que ahora ve todo elmundo cuando juega él ya lo hacía en losentrenamientos.

Al final Salvio abandonó el club y sele abrieron las puertas a Diego, aunqueél todavía dudaba sobre la posibilidadde quedarse, porque no tenía claro si ibaa terminar jugando. Le dije que sepreparara bien porque un futbolista desus características siempre iba a jugarconmigo. Le aseguré que si aprovechabalos minutos que le fuera dando acabaríapor hacerse un hueco en el equipotitular.

«Cuando le vi entrenar con el grupo mequería morir. ¡Qué bárbaro! ¡La rompía!¡Era imparable! Lo que ahora ve todo elmundo cuando juega él ya lo hacía en los

entrenamientos.»

Diego Costa transmite una fortaleza

que contagia al grupo de una formadesmedida. Su forma de caminar en elcampo es la manera de decir que está atope.

Es un futbolista que está creciendo yque todavía es joven. Es la primera vezque está en un equipo competitivo. Estitular y se lo ha ganado a pulso. Es elreflejo de la historia del carácter del

Atlético de Madrid.

«Diego Costa transmite una fortaleza quecontagia al grupo de una forma

desmedida. Su forma de caminar en elcampo es la manera de decir que está a

tope.»

Se entrega al máximo pero debe

aprender a dosificar su fuerza. Tiene quecontrolarse en ocasiones porque unfutbolista es bueno si potencia susvirtudes y esconde sus defectos. Hayquien dice que juega al límite.Curiosamente eso también lo decían demí.

Mejora día a día. Con la edad irápuliendo sus errores. Da gusto ver cómodescifra los ataques, las diagonales quehace o su verticalidad hacia la porteríacontraria.

El carácter de Diego supone unproblema para los contrincantes. Esnormal que los rivales sufran ante unjugador de sus características, pero cadauno debe buscar las armas que potencianal individuo y al equipo.

Con él jugamos un 4-4-2, mientrasotros equipos lo hacen con tresdelanteros o sólo con uno. Hace fácil unsistema con el que no es fácil jugar.Transmite una agresividad en ladelantera que hace que el equipo parta

con ventaja por el desgaste que suponepara el rival la presencia de este tipo dejugador. Su intensidad contagia al restodel grupo; hace pensar a sus compañerosque si él corre con ese entusiasmo, cómono lo van a hacer ellos.

«Hay quien dice que juega al límite.Curiosamente eso también lo decían de

mí.»

Sirve para motivar nuestro juego.

Refleja una identidad caracterizada porla intensidad y la agresividad que es lamarca registrada de la historia del

Atlético de Madrid, junto con el fútbolal contragolpe.

* Gambetear: significa regatear en Argentina yotros países de la zona. (Nota del editor.)

4. La vida y el fútbol

«Me gustaría que mis hijos fuerantipos decentes, educados, buenagente, queridos por sus amigos.»

Mis referentes

Cuando era jugador siempre observabacon detenimiento y con mucha atenciónlos métodos de mis entrenadores. Mefijaba en cómo manejaban al grupo ycómo nos trataban individualmente.

Los técnicos que he tenido en la

selección argentina me han marcadoprofundamente. De cada uno de ellos hesacado conclusiones y me han servidocomo un aprendizaje envidiable.

Un claro ejemplo de esto es AlfioBasile. Era un gran motivador del grupo.Se dirigía a nosotros con una claridadtremenda y el grupo creía en él. Aúnrecuerdo sus charlas de la CopaAmérica, en la que salimos campeones.Buena parte del título la debemos a loque pasaba en el vestuario y a lacomunicación de Basile con el grupo.

Su sola presencia ya impactaba, nosllenaba, tenía todo, una voz muy fuerte,la forma de caminar, la seguridad quemostraba en las charlas. Todo eso loaprendí de él.

Daniel Pasarella era mi ídolo. El grancapitán que uno recuerda desde chiquito.Admiraba su andar, su prestancia, sujerarquía, su porte en la cancha.Después como entrenador era un tipoque sólo con la mirada te transmitíacosas. No hacía falta que hablara. Esoestá al alcance de muy pocos.

«Es un entrenador extraordinario. Sabeextraer lo mejor de cada jugador.

Cuando uno ha estado en un equipo conBielsa sale hecho otro jugador.»

Marcelo Bielsa fue el entrenador queme despertó el sentimiento por los

entrenamientos. Para él la sesión diariano era un mero trámite para pasar lajornada. Era algo más, marcaba lo quepodía ocurrir en los partidos. Intentabaaprovechar cada parte del trabajo diariopara mejorar al futbolista.

«El saber competir lo aprendí conCarlos Salvador Bilardo. Es uno de los

técnicos que más me han marcadofutbolísticamente. Además, me enseñó loque es querer a la selección argentina.»

Es un entrenador extraordinario. Sabe

extraer lo mejor de cada jugador.Cuando uno ha estado en un equipo con

Bielsa sale hecho otro jugador.Hay quien dice que presiona mucho a

los futbolistas, pero yo siempre soypositivo. De todos los entrenadores quehe tenido siempre me he quedado con laparte que me aportaba algo y no con ellado negativo, porque todos tenemos unaversión que no es tan buena.

El saber competir lo aprendí conCarlos Salvador Bilardo. Es uno de lostécnicos que más me han marcadofutbolísticamente. Además, me enseñó loque es querer a la selección argentina.

También aprendí con él a situarme enel campo. Estuve bajo sus órdenescuando tenía 18 años y, desde mirebeldía, no entendía, por ejemplo, queun mediocampista podía jugar en varias

posiciones. Yo veía el fútbol de formamás encorsetada, con pocas variacionesdentro de una misma línea de juego.

«Todos ellos me enseñaron que laspersonas deben comportarse igual en suvida privada que en el terreno de juego.»

Bilardo fue el entrenador que me

inculcó cómo interpretar el fútbol, elsaber leer un partido, ver otras cosas yestar siempre atento a lo que ocurre enla cancha.

Todos ellos me enseñaron que laspersonas deben comportarse igual en su

vida privada que en el terreno de juego.Es mentira eso de que uno es distinto ensu casa que cuando está en unentrenamiento. Yo soy como soy ytransmito lo mismo dentro que fuera dela cancha. Cuando estoy con mi familiano me comporto de forma distinta quecuando estoy con los jugadores.

Es evidente que no trato a mis hijoscomo futbolistas, sino como a mis hijos,pero sí es cierto que procuro educarlesde la misma manera. Con principios queyo creo que son fundamentales en lavida y en el fútbol. El respeto, elcompromiso, la seguridad…

La sociedad y el fútbol

Vivimos en un mundo que nos transmiteagresividad. La sociedad essimplemente una receptora de ello.Actúa en función de los mensajes querecibe. Ese comportamiento en tensiónlo observamos en todos los lugarespúblicos y en la vida diaria. Y como eslógico, el fútbol no es ajeno a ello.

«Es evidente que no trato a mis hijoscomo futbolistas, sino como a mis hijos(…). Con principios que yo creo que sonfundamentales en la vida y en el fútbol.»

A veces discutimos por cualquierpequeño incidente con el auto. En elfútbol, con más gente, se ve mucho más.Es un tema social. La situación queatraviesa el fútbol argentino nos haceser más agresivos. El respeto que hay enEspaña genera más tranquilidad paracrecer mejor y jugar mejor.

En Argentina el jugador tiene unaaceleración especial por lo que vive enel escenario, por lo que le transmite lagrada y por el sentimiento tan exageradoque a veces trasladan los hinchas.

Recuerdo un día cuando estaba enRacing que íbamos a jugar contraIndependiente. La locura total enAvellaneda. En el camino que nos

llevaba al estadio vimos que una de lasavenidas estaba llena a cada lado deautos de los aficionados que habíanoptado por aparcarlos y bajarse deellos.

En cada lateral había tres filas deautos estacionados, lo que hizo que nosquedáramos bloqueados sin poder pasar.Estábamos flanqueados por nuestragente. Nuestros hinchas nos queríanhacer partícipes de su emoción ante elpartido, pero ello hizo que la presiónque sentía el grupo se incrementaramucho.

Los aficionados empezaron azarandear el bus en un intento deanimarnos para ganar ese partido contraIndependiente.

La tensión emocional de losaficionados impactó de formaespectacular en el corazón de los queviajábamos hacia el estadio.

Entonces miré al «Profe» Ortega y ledije con la piel de gallina: «Explíquemecómo se hace ahora para dar dos pasesseguidos. Es imposible».

La pasión de la gente era tal que nosdaban a entender claramente que habíaque ganar el clásico como fuera.

En España los partidos se viven deforma más tranquila. No se puedecomparar con Argentina, tanto en elambiente en los alrededores del estadiocomo en el comportamiento dentro de lacancha.

Incluso, en el propio juego, hay máspaciencia. Si en Argentina juegas paraatrás, te gritan si el balón llega alportero. Hay cinco paros cardiacos.Tienen miedo de que les hagan un gol,no piensan que están construyendo unajugada y que a partir de ahí el equipopuede volver a empezar a elaborar unataque.

El futbolista tiene miedo de perder lapelota y se olvida de querer jugar. Poreso se juega peor en Argentina. Hay queinterpretar nuestra sociedad paraanalizar el juego que se desarrolla en unpartido. Estoy convencido de que es másdifícil en Argentina. Hay una presión yuna adrenalina continua que te hace

perder la estabilidad emocional parajugar tranquilo.

Nuestra existencia futbolística tienerazón de ser por la hinchada. Puede sermás o menos apasionada, pero nosdebemos a ella. Es muy importante.

Primero debe entender una cosa: quesus jugadores son los mejores del mundoporque son los nuestros. Del minuto unoal noventa son los mejores y deben estarcon ellos hasta el final del partido. Losaficionados tienen que pensar que losjugadores son los únicos que puedenhacer ganar a su equipo. Para ello,mejor estar con ellos a muerte.

Es contraproducente ser crítico ygenerar inestabilidad en el jugadorporque es el único que puede lograr la

victoria, y esta se pone en peligro si sele traslada una falta de confianza, declaridad o de seguridad. Cuando acabael partido, el aficionado ya tieneposibilidad de enojarse y derecriminarles a los jugadores lo queconsidere oportuno, pero nunca antes.

Los únicos que pueden llevar a loshinchas al lugar que quieren son losjugadores. Estos, a su vez, necesitan elapoyo de la gente para ser mejores. Yademás, el club precisa tener cada vezmás energía positiva en la gente para sermejor. Entre todos se van alimentandopara que el objetivo final de la victoriaesté más cerca.

Esa presión de la grada la nota más el

futbolista que el entrenador. Este está enel banquillo. El jugador tiene másfrentes abiertos. Es el encargado detener la mente descargada y estarcentrado sólo en lo que acontece en lacancha. No debe alterarle elcomportamiento crítico de la grada.Entonces se descontrola y lo paga elgrupo.

Mensaje en tiempos decrisis

La situación económica es muycomplicada en todas partes. Los queestamos metidos en el mundo del fútbol

también somos conscientes de losproblemas que padece la gente. Nosllegan las dificultades económicas queatraviesan personas que antes vivían conmás tranquilidad.

No vivimos en una nube. Muchos denosotros mantenemos la amistad conpersonas que no se dedican al deporte yque nos muestran lo que está pasando.Es un error pensar que sólo nosrelacionamos con entrenadores,futbolistas o dirigentes. Incluso dentrodel propio fútbol, hay jugadores quetienen problemas para cobrar.

En primer lugar, lo que aconsejo estener paciencia. He vivido otrosmomentos muy malos y sé que hay queacostumbrarse a tener paciencia. Hay

que valorar lo que uno tiene, las cosasque posee o el trabajo, si tiene la suertede estar ocupado.

Recuerdo que después de ganar elcampeonato con Estudiantes ante Boca,la gente se quedó en la cancha paracelebrarlo. Me pasaron el micrófonopara que le dijera algo a la afición ytuve que hablar ante 40.000 hinchas.

Les hice ver que Argentina es un paíssufrido y con gente trabajadora, muchomás preparado para resolver problemasque para vivir en la tranquilidad. «Nosabemos vivir en la tranquilidad, nosmetemos en situaciones nuevas pararevertirlas», les dije.

«Muchos de nosotros mantenemos laamistad con personas que no se dedican

al deporte y que nos muestran lo que estápasando. Es un error pensar que sólo nos

relacionamos con entrenadores,futbolistas o dirigentes. Incluso dentro

del propio fútbol, hay jugadores quetienen problemas para cobrar.»

Y continué mi intervención en la

cancha ante esos aficionados felices porel título. Y les comenté que eso quehabía pasado esa tarde con Estudianteses en gran medida lo que uno debe tenercomo filosofía para la vida. El creer quese puede, el no bajar los brazos, elinsistir, el estar convencido de lo que tú

puedes hacer sin pensar en el final.En esta ocasión, el final fue bueno,

pero lo importante fue la búsqueda. Elquerer pelear por algo. Entonces lonormal es que las cosas vayan más bienque mal. Si te dejas llevar, que las cosasfluyan con naturalidad, entonces te vasdejando y será al revés. Las cosas iránmás mal que bien.

Lo que hice aquel día fue invitar a lagente a pensar que en la vida se puedemejorar, porque sí se puede. Nosotros lodemostramos. Hicimos algo que eraprácticamente imposible.

Para llegar a lograr ese campeonatohubo una tozudez, un convencimiento,una energía que fue incrementada y quefue tan fuerte que hizo que se creara ese

ambiente para conseguir el objetivo.Esto te da una felicidad enorme.

«Lo que hice aquel día fue invitar a lagente a pensar que en la vida se puede

mejorar, porque sí se puede. Nosotros lodemostramos. Hicimos algo que era

prácticamente imposible.»

5. Diego Pablo Simeone.

El «Cholo»

«En la vida, la capacidad es tanimportante como la fidelidad.»

Nací el 28 de abril de 1970 en BuenosAires. Lo de «Cholo» me lo puso unentrenador que tenía en el equipo deinfantiles de Vélez, Óscar Nessi. Habíaun futbolista en Boca que se apellidabaSimeone (Carmelo), al que llamaban«Cholo». Un día en el entrenamiento mellamó así y me quedé con ello para

siempre.Los técnicos te marcan desde chiquito.

Tan importantes son los que tuve en mimadurez como los que me enseñaron ajugar al fútbol cuando era un niño. Unode ellos fue Salvador Calvanese, que tetransmitía una fuerza y un deseo porganar impresionantes.

«A los 15 años tuve mi primerentrenamiento con el equipo de primera

de Vélez. Ahora esto es más fácil verloallá porque los chicos enseguida se

vienen a Europa a jugar, pero en aquellaépoca no era habitual.»

Con 14 años recuerdo que tuve comotécnico a Victorio Spineto, una leyendacomo futbolista de Rosario de los añossesenta. Me entrenó cuando él tenía unos70 años. Fue un visionario. Un día,después de hacer una gran jugada en unentrenamiento, se acercó a mí y me dijoque en tres años jugaría en la primeradivisión. Acertó. Con 18 años reciéncumplidos debuté en la máximacategoría.

A los 15 años tuve mi primerentrenamiento con el equipo de primerade Vélez. Ahora esto es más fácil verloallá porque los chicos enseguida sevienen a Europa a jugar, pero en aquellaépoca no era habitual.

El entrenador que me hizo debutar fueDaniel Wellington. Fue el 13 deseptiembre de 1987 contra Gimnasia yEsgrima de La Plata. Fuimos derrotadospor dos goles a uno.

En el segundo partido de ligaperdíamos por dos goles a cero contraDeportivo Español. En el descanso medijo que calentara porque iba a salir.Estaba tan concentrado que salté a lacancha mucho antes que miscompañeros. No sabía qué hacer yo soloen el campo. El resto del equipo salióunos cinco minutos más tarde, pero a míme pareció un mundo. Me quería morir.

Fue un día para enmarcar. Se me dababien jugar entre líneas y aproveché un

pase en profundidad para quedarme solodelante del arquero. Le gambeteé para laizquierda y la pegué con la zurda apuerta vacía. La pelota tardóaproximadamente ochocientos minutosen entrar en la portería. Parecía quenunca lo iba a hacer.

Tras dos temporadas en Vélez memarché al fútbol italiano para jugar enPisa. Allí estuve tres temporadas. Mimarcha a Europa fue un quiebre para mifamilia. En aquella época (1989) losjugadores argentinos no emigraban conla facilidad con que lo hacenactualmente.

Para mí Italia era el paraíso. Cuandoestaba en Vélez, los domingos eransensacionales. Me levantaba por la

mañana para desayunar con loscompañeros y volvía rápidamente a lahabitación para ver jugar a Maradonacon el Nápoles. Luego almorzaba,jugaba el partido con Vélez y por lanoche veía otro partido en casa tomandouna cerveza y una pizza. Qué buenoseran estos domingos.

«La pelota tardó aproximadamenteochocientos minutos en entrar en laportería. Parecía que nunca lo iba a

hacer.»

Estaba nervioso y recuerdo que en el

avión que me trasladaba a Italia estuvememorizando las palabras en italianoque me habían escrito en un papel y queiba a decir a mi llegada. Les daba lasgracias por ficharme y les decía queestaba muy contento.

Lo más gracioso fue mi imagencuando llegué al aeropuerto italiano.Salí de Argentina con un frío tremendo yen invierno, mientras que en Europa eraverano y hacía un calor insoportable. Enlas fotos de aquel día se me ve con unabrigo espectacular. Esto refleja lainocencia que tenía todavía. Laexperiencia en Pisa me sirvió paramadurar y para afrontar la realidad queme vendría posteriormente.

En 1992 fiché por el Sevilla, donde

estuve dos temporadas. Fue un pasoadelante en mi carrera. Coincidí conMaradona y con Bilardo, el entrenadorque me empezó a potenciar comofutbolista.

Entre 1994 y 1997 vestí los coloresdel Atlético de Madrid. Fue una etapainolvidable. Por el cariño de lahinchada y por los títulos, con laconsecución del doblete.

Después se sucedieron el Inter deMilán (1997-1999), la Lazio (1999-2003), mi vuelta al Atlético (2003-2005) y mi retirada en Racing (2005-2006).

«Mi marcha a Europa fue un quiebrepara mi familia. En aquella época (1989)los jugadores argentinos no emigraban

con la facilidad con que lo hacenactualmente.»

En la Lazio sufrí la única lesión de

gravedad de toda mi carrera. Fue sietemeses antes de que se disputara elMundial de Corea y Japón. Me rompí elligamento cruzado y el cartílago. Desdela operación a finales de octubre hastamayo, mi vida fue un reto continuo porllegar en condiciones a ese campeonato.Como es habitual en mí, me encabezonéy lo conseguí. Sin vacaciones. Con

mucho sacrificio y sin ver apenas a mifamilia.

En la escalera por la que bajaba en micasa para salir a la calle pegué unacartulina en la que puse los 180 días quequedaban para poder estar a punto.También coloqué otra en el vestuariodel gimnasio donde hacía larecuperación. Cada jornada que pasabaponía un palito en el díacorrespondiente.

Al final, jugué el Mundial conMarcelo Bielsa en el banquillo. Disputélos dos últimos partidos. Una vez másdemostré que si las cosas las haces conconvicción, estás cerca de lograr elobjetivo. Es cierto que también influyenotros factores, pero ese convencimiento

no debe arrugarse ante ellos. Hay quetirar hacia delante y no hacia atrás, esaes la diferencia entre unas personas yotras.

Antes de fichar para retirarme enRacing tuve ofertas para seguir jugandoen países exóticos a las que no atendí.Mi deseo fue siempre abandonar micarrera en Racing, mi equipo desde lainfancia. Si en lugar de terminar enRacing lo hubiera hecho en otro paísmenos futbolístico, me habría apartadode lo que siempre sentí como jugador.El estar expuesto a las críticas y a loshalagos y vivir un partido como algomuy especial.

Prefería no aislarme en un país con

escasa tradición futbolística, a pesar deque me ofreciera mucho dinero, y optépor jugar mis últimos años en Racing sinalejarme del sentimiento que tuve.

Con 18 años también jugué mi primerpartido con la selección argentina. Meretiré del equipo nacional en 2002.Estuve 14 años. Disputé 106 encuentrosy marqué 11 goles. Tengo en mi corazónlas dos Copas América, una CopaConfederaciones y la medalla de platade los Juegos Olímpicos de Atlanta.También la disputa de los mundiales deEstados Unidos, Francia y Corea-Japón.

«Hay que tirar hacia delante y no haciaatrás, esa es la diferencia entre unas

personas y otras.»

Ahora no echo de menos esa época

como jugador. Yo ya competí y al fútbolya le di todo desde ese puesto. No meguardé nada, le entregué mi vida, mipasión, mi compromiso y mi esfuerzo.

En la actualidad vivo el fútbol desdeotra posición que también me apasiona.Me excita el hecho de tener queconvencer a un grupo y de generar cosasimportantes. Mi sueño es dejar unamarca, no con los títulos que puedaconseguir, sino con lo que transmita alos jugadores y a la institución.

He entrenado a Racing (2006),

Estudiantes (2006-2007), River Plate(2008), San Lorenzo de Almagro (2009-2010), Catania (2011), otra vez Racing(2011) y ahora Atlético de Madrid.Muchos equipos en un corto periodo detiempo.

«Ahora no echo de menos esa época comojugador. Yo ya competí y al fútbol ya ledi todo desde ese puesto. No me guardénada, le entregué mi vida, mi pasión, mi

compromiso y mi esfuerzo.»

En el Atlético tenemos por delante

otros cuatro años en los que seguro quetendremos momentos de dificultad, pero

estoy convencido de que lossuperaremos si caminamos todos juntos.

Quiero un Atlético competitivo en elque la única aspiración sea mejorar lohecho el año anterior con objetivosclaros y concretos.

Ojalá con el tiempo nos podamospermitir competir económicamente conotros clubes. Necesitamos ganar paraacercarnos a los mejores en elpresupuesto. Para eso hay que entrar enla Champions League e ir avanzandopartido a partido.

En esta nueva etapa el principaltrabajo está en que nadie nos saque decómo queremos crecer deportivamente.Los hinchas tienen unos objetivos. Y,sobre todo, los periodistas exigen otros

que no se pueden cumplir, pero con suopinión generan polémica porqueintentan convencer a la gente de cosasirrisorias. No se puede salir campeón entodos los torneos.

Los medios me criticaron por el papelque hizo el equipo en la Europa Leagueesta temporada porque consideraron quetiré esta competición. No es cierto.Fuimos competitivos. Si no hubiéramosalternado con tantos jugadores en estetorneo no habríamos llegado tan lejos enla Liga y en la Copa. Es muy fácilcriticar desde una columna. Estasopiniones son las que no nos tienen queafectar.

«Si queremos subir cuatro escalones degolpe, nos caemos.»

El club tiene ahora la responsabilidad

de hacer crecer al equipo. También laplantilla, pero si la institución ficha abuenos jugadores nos hará ser máscompetitivos. Podremos exigir más a losjugadores y vendrán las victorias. Algofundamental es que todos los miembrosdel club debemos ir escalón por escalóny sin miedo. Si queremos subir cuatroescalones de golpe, nos caemos.

6. Palabra de Simeone

«Para conducir un grupo lo más importante es hablar poco.»

***

«El liderazgo no se elige, lo eligen los compañeros.»

***

«Me siento mejor con problemas

que cuando las cosas están tranquilas.»

«Las decisiones no se eligen, se toman.»

***

«Hay que saber encontrar las virtudes

del jugador y disimular sus defectos.»

***

«Bielsa es extraordinario

para potenciar a los jugadores.»

***

«Bilardo me enseñó lo que es querer a la selección argentina.»

***

«Es mejor ponerse rojo una vez

que tener cara de tonto un montón deveces.»

«Nadie es más importante que el equipo.»

***

«Soy todo motivación, sentimiento yentusiasmo,

me despierta una cosa y me pierdo.»

***

«Nunca lo dije pero me arrepiento de nohaber tenido un partido de despedida en

Racing.»

***

«Soy muy tozudo, pero también tengo una cabeza muy

abierta.»

***

«Nunca me quise ir del Atlético cuando

era jugador, pero sabía que tenía quehacerlo.»

«Sabía que iba a volver al Atlético como entrenador, estaba

convencido.»

***

«El crack del equipo es el que menos problemas genera.»

***

«En la vida, la capacidad es tanimportante

como la fidelidad.»

***

«Los partidos no los ganan los quemejor juegan,

sino los que están más seguros de lo quehacen.»

***

«El esfuerzo no se negocia.»

«Se juega como se entrena.»

***

«Ganar conduce a ganar.»

***

«Busquets es un genio, sabe jugar para el equipo.»

***

«Jugar a la pelota no

es lo mismo que jugar al fútbol.»

***

«El futbolista necesita

que el entrenador tenga equilibrio.»

«Cuando gano una final siento un vacío, me quedo paralizado.»

***

«Guardiola armó un equipo que

posiblemente será el mejor que veamos en la

historia.»

***

«El éxito te puede confundir y acercarte al error.»

***

«El grupo debe ser homogéneo y

compacto y estar por encima de las

individualidades.»

***

«Diego Costa refleja lo que es elcarácter histórico

del jugador del Atlético de Madrid.»

«Me rebelo cuando un jugador tiene mucho más para dar y se lo

guarda.»

***

«No echo de menos ser futbolista. Ya competí.»

***

«Hay que ir escalón a escalón.

Si queremos subir cuatro escalonesseguidos

nos caeremos.»

***

«Mi sueño es dejar una marca

no con los títulos que pueda conseguir, sino con lo que transmita a los jugadores

y a la institución.»

«Cuando la vida nos pone retos el ser humano siempre responde,

porque en la dificultad somos mejores.»

***

«No sé contar muchos cuentos, siempre prefiero hablar de realidades.»

***

«La felicidad consiste en vivir el

presente de la mejor manera. Pensar en el futuro

no conviene demasiado; si lo hacés, a menudo se te escapa lo que tenés

delante.»

***

«En este deporte hay que tener miedo, el miedo te da coraje y te hace estar

alerta.»

«En mi casa recibí una educaciónesmerada.

Tengo la suerte de aprender de todo loque veo

para ir mejorando yo mismo.»

***

«Exigir es más difícil en el éxito que cuando las cosas van mal.»

***

«La mejor manera de preparar

el futuro es mejorar el presente.»

***

«Lo mejor de mí lo sacás

cuando las cosas van mal.»

***

«Cuanto más me anima la gente más responsabilidad siento que tengo.»

«Soy poco hablador, y antes de los

partidos me encierro en mí mismo. Con los

únicos que hablo antes de los partidos es conmis hijos. Hablo con los tres antes de

cada partido.»***

«El equipo mejora con la entrada

de dos o tres jugadores nuevos cadaaño,

por la motivación y el aire fresco queaportan.»

***

«El trabajo te termina devolviendo el

esfuerzo.»

***

«La clave para mejorar es dar espacio ala gente,

darles confianza y no fiscalizarles.»

***

Agradecimientos

Queremos dar las gracias por su ayudapara que este libro haya sido posible aNatalia Simeone, José Luis Pasqués,Miguel Arjona, Lara de Miguel y todo elClub Atlético de Madrid, ÁngelGutiérrez Luque, Santi GarcíaBustamante, Luis Aragonés, KikoNarváez y Javier Gómez Matallanas.

Los editores

Su opinión es importante.En futuras ediciones, estaremos

encantadosde recoger sus comentarios sobre este

libro.

Por favor, háganoslos llegar a través denuestra web:

www.plataformaeditorial.com

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Para el autor, broker de éxito y

ultrafondista que ha participado en las pruebas más

duras del mundo, el límite está donde cada uno quiera

ponérselo.