El Dios de Lo Ordinario

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El Dios de lo ordinario Marlon J. Domínguez Con la imposición de la ceniza iniciamos un nuevo tiempo dentro del año litúrgico. Durante estos cuarenta días (Cuaresma) que anteceden a la Semana Santa se nos insiste en la necesidad de “enderezar nuestros caminos” para celebrar, con un corazón puro, la más grande de las fiestas: La Resurrección de Jesucristo. Dios mismo pone en nuestras manos tres poderosas armas para combatir bien “el combate de la fe”: El ayuno, la oración y la limosna… Usémoslas a discreción. En el Evangelio que se proclama en la misa de este domingo (Marcos 9, 2-10) se nos narra la escena de la Transfiguración de Jesús. Acerquémonos al relato y descubramos en él las Palabras de Vida Eterna que Dios nos dirige hoy. Jesús acaba de hacer un anuncio que dejará fríos a los suyos: “El Hijo del Hombre debe sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, morir en una cruz…” La fe de los discípulos tambalea y Pedro, que antes le había confesado como el ungido de Dios, se gana ahora una fuerte reprimenda por querer apartarlo de ese camino… Pero no todo termina allí, Jesús será mucho más enfático al precisar a continuación que para ser su discípulo hay condiciones: renunciarse a sí mismo, cargar cada día con la propia cruz y caminar detrás de él. El panorama es gris: lejos de aquella idea del Mesías triunfalista que cambia el orden político y libera de la opresión romana o de aquella otra idea del mesías carismático que efectúa curaciones extraordinarias y lanza por doquier discursos conmovedores, se presenta ante los ojos de los discípulos la imagen de un Mesías que no piensa como los hombres, un Mesías que nos traerá una paz muchísimo más grande que la ausencia de guerras y un bienestar mucho mayor que la ausencia de dolencias físicas, un Mesías que abrirá para el ser humano las puertas del cielo y que para ello abrazará la cruz y ofrecerá su dolor como prueba de que “ nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos”. Ante la Pasión los discípulos titubean, dudan, se escandalizan, lo mismo que cada uno de nosotros frente al dolor propio o de los seres queridos. Jesús entonces “toma consigo a Pedro, Santiago y Juan”, columnas de la Iglesia, y se transfigura delante de ellos dejándoles ver por un instante su gloria. El Señor les muestra en un monte su rostro transfigurado a ellos que, poco tiempo después, tendrán que ver en otro monte aquél mismo rostro desfigurado por los golpes. San León Magno dice que “el principal fin de la transfiguración era

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El Dios que conozco no está por encima de nuestra cotidianidad. Es el Dios de lo ordinario.

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El Dios de lo ordinarioMarlon J. DomnguezCon la imposicin de la ceniza iniciamos un nuevo tiempo dentro del ao litrgico. Durante estos cuarenta das (Cuaresma) que anteceden a la Semana Santa se nos insiste en la necesidad de enderezar nuestros caminos para celebrar, con un corazn puro, la ms grande de las fiestas: La Resurreccin de Jesucristo. Dios mismo pone en nuestras manos tres poderosas armas para combatir bien el combate de la fe: El ayuno, la oracin y la limosna Usmoslas a discrecin.En el Evangelio que se proclama en la misa de este domingo (Marcos 9, 2-10) se nos narra la escena de la Transfiguracin de Jess. Acerqumonos al relato y descubramos en l las Palabras de Vida Eterna que Dios nos dirige hoy.Jess acaba de hacer un anuncio que dejar fros a los suyos: El Hijo del Hombre debe sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, morir en una cruz La fe de los discpulos tambalea y Pedro, que antes le haba confesado como el ungido de Dios, se gana ahora una fuerte reprimenda por querer apartarlo de ese camino Pero no todo termina all, Jess ser mucho ms enftico al precisar a continuacin que para ser su discpulo hay condiciones: renunciarse a s mismo, cargar cada da con la propia cruz y caminar detrs de l.El panorama es gris: lejos de aquella idea del Mesas triunfalista que cambia el orden poltico y libera de la opresin romana o de aquella otra idea del mesas carismtico que efecta curaciones extraordinarias y lanza por doquier discursos conmovedores, se presenta ante los ojos de los discpulos la imagen de un Mesas que no piensa como los hombres, un Mesas que nos traer una paz muchsimo ms grande que la ausencia de guerras y un bienestar mucho mayor que la ausencia de dolencias fsicas, un Mesas que abrir para el ser humano las puertas del cielo y que para ello abrazar la cruz y ofrecer su dolor como prueba de que nadie tiene amor ms grande que quien da la vida por sus amigos.Ante la Pasin los discpulos titubean, dudan, se escandalizan, lo mismo que cada uno de nosotros frente al dolor propio o de los seres queridos. Jess entonces toma consigo a Pedro, Santiago y Juan, columnas de la Iglesia, y se transfigura delante de ellos dejndoles ver por un instante su gloria. El Seor les muestra en un monte su rostro transfigurado a ellos que, poco tiempo despus, tendrn que ver en otro monte aqul mismo rostro desfigurado por los golpes. San Len Magno dice que el principal fin de la transfiguracin era desterrar del alma de los discpulos el escndalo de la cruz. Nunca olvidaran los Apstoles esta gota de miel que Jess les daba en medio de su amargura. Siempre hace as Jess con los suyos: en medio de los mayores padecimientos da el consuelo necesario para seguir adelante.En este domingo se nos invita a tener presente, en medio de nuestros sufrimientos y de las dificultades de la vida, que no estamos solos, que no puede estar lejos de nosotros quien tanto nos ama, quien por nosotros y con nosotros ha padecido, que somos importantes para Dios, que nuestros dolores no le son indiferentes y que su presencia amorosa siempre est a nuestro lado, aunque nosotros no siempre hayamos estado al lado suyo. Eso es lo verdaderamente importante: estar siempre con Jess, en cualquier parte, y verle detrs de las circunstancias en que nos hallamos. Si estamos con l, es igual que nos encontremos en medio de los mayores consuelos del mundo, o en la cama de un hospital entre dolores indecibles. Lo que importa es slo eso: verle y vivir siempre con l.Luego de la voz del Padre salida de la nube ste es mi Hijo amado Pedro, Santiago y Juan no ven a nadie ms sino slo a Jess. Ya no estaban Elas y Moiss a su lado. Slo ven al Seor, al Jess de siempre, que en ocasiones pasa hambre, que se cansa, que se esfuerza para ser comprendido A Jess, sin especiales manifestaciones gloriosas. A este Jess debemos encontrar nosotros en nuestra vida ordinaria, en medio del trabajo, en la calle, en quienes nos rodean, en el pobre, en la oracin, cuando perdona, en los sacramentos Hemos de aprender a descubrir al Seor detrs de lo ordinario, de lo corriente, huyendo de la tentacin de desear lo extraordinario.Es muy fcil creer en un Mesas que hace milagros, que cura a los enfermos, que multiplica los panes y que se transfigura Es muy fcil creer en Dios cuando todo va de maravilla en nuestra vida, cuando hay dinero, trabajo y bienestar asegurado, pero creer que quien cuelga de la cruz, desfigurado por los golpes, es el Hijo de Dios y quien ha de salvar al mundo Ese si es un acto de fe! Feliz domingo.