el desenterrador de pruebas - semanario vista previa 7 de julio

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Zona Crónica VISTAPREVIA 8 Arequipa, 7 de julio de 2008 El desenterrador de pruebas * Esta es la historia del antropólogo forense Abdón Almonte. Él exhuma cuerpos para encontrar la verdadera causa de la muerte analizando los huesos. Se cuida más de los vivos que de los muertos. POR SHARON CASTRO OXA N o es un adivino, es simple- mente un amigo y confidente de vivos y muertos. Él devuel- ve al presente los muchos recuer- dos que cada hueso le confía. Abdón Almonte Mamani es un antropólogo forense del Instituto de Medicina Legal (Morgue). Trabaja hace 17 años desenterrando cadá- veres y resolviendo dudas de los deudos que buscan identificar a sus familiares o conocer la verdadera causa de muerte. Exhumar o desenterrar un cadá- ver para muchas culturas, podría significar sacrilegio. Para Almonte es simplemente curiosidad: la razón fundamental de su trabajo. Algunos deudos y amistades del difunto tienden a practicar ritos, ofrecen misas antes de la exhuma- ción, como para no molestar al alma. A Abdón le apasiona sobre mane- ra el deseo de revivir el pasado. “Vivos o muertos, siguen siendo per- sonas”, aclara. No les teme a los difuntos, pero los respeta. Sabe que las calaveras no lo atormentarán como se ve en las películas; sí las posibles enfermedades a contraer. “No hay espanto, ni asco; me siento a gusto. Eso sí, cuido mucho mi salud, procuro usar equipo des- cartable”, aclara. Tiene 37 años de edad y también es docente de Antropología en la UNSA. Muchas veces nadie sabe a cien- cia cierta la causa de la muerte. La curiosidad que los atormenta aún después de haberlo enterrado les susurra al oído, al igual que la espe- ranza de saber que no todo está consumado. Entonces deciden desenterrarlo y descubrir la verdadera causa del deceso. Basta que los familiares consigan una orden judicial para poder desenterrar a su difunto. Es ahí donde el proceso de exhuma- ción empieza. Lo realizan un grupo de profesionales donde el antropólo- go forense cumple una labor impor- tante en el análisis del sistema óseo. Antes de su primer contacto con el cadáver, Almonte visita a los deu- dos y amigos del fallecido. Cada uno aporta en la reconstrucción de la historia, pero finalmente quien tiene la última palabra es el cadáver. Silencioso, muestra todas sus frac- turas y mediante ellas dibuja eviden- cias. Los más de 206 huesos del ser humano son un rompecabezas que Almonte conoce de memoria y que siempre arma en su mesa de traba- jo. Basta con observarlos para defi- nir parte del diagnóstico. “Una mala curvatura de la colum- na vertebral me puede decir si la persona realmente tenía tuberculo- sis o no”, ejemplifica. Un cadáver fresco le revela hasta un 99 por ciento de una pericia acertada. Aunque confiesa que él no tiene preferencia por uno u otro cuerpo desenterrado. Se apasiona por su trabajo. No sólo observa los huesos, tam- bién presta mucha atención a las uñas, los cabellos, hasta parece acariciarlos con ternura, como si con deseo y dulzura pidiera a esas partes que quedan del cuerpo, ten- gan la voluntad de contárselo todo. Además de conocer la talla, sexo, edad y causa de muerte, también puede ver la belleza de la persona, para él, un esqueleto es la foto per- fecta. La ley general de salud explica que los cadáveres no pueden ser objeto de propiedad y siempre deben ser tratados con dignidad, respeto y consideración. Algo, que Abdón Almonte Mamani, asegura jamás olvidó. El antropólogo menciona que la costumbre, a muchos profesionales, los hace tratar a los seres humanos como objetos, pero: “Ni yo, ni mis compañeros perdemos el respeto por un cuerpo humano inerte, eso sí, nos llama mucho la atención investigar cuerpos con distintas patologías, como cabezas peque- ñas, u otros”. Algunos cadáveres cuentan la historia que todos conocen. Otros revelan la verdad en un diagnóstico de exhumación. La última letra en su hoja de diagnóstico puede salir de un hueso. A partir de allí, puede recién descansar en paz. Abdón encuentra en los huesos las evidencias que pueden revelar la causa de una muerte Felipe Cáceres, antropólogo de la UNSA y colega de Abdón Almonte Futuros especialistas en Antropología se preparan en la UNSA

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CCuullttuurraaZZoonnaa CCrróónniiccaa VISTAPREVIA 1177Arequipa, 7 de julio de 2008VISTAPREVIA8 Arequipa, 7 de julio de 2008

La Rockola: AAAA rrrr eeee qqqq uuuu iiii pppp aaaa ,,,, SSSS iiii llll llll aaaa rrrr aaaa nnnn dddd RRRR oooo llll llll :::: LLLL aaaa HHHH iiii ssss tttt oooo rrrr iiii aaaa

UUnn fflleecchhaazzoo aa llaa aannaarrqquuííaa:: LLaa lleeyyeennddaa ddee ““LLooss FFlleecchhaaddooss””

POR RRAAFFOO BBRRYYCCEE

Mientras que a mediados de los‘70s en Manchester y otras ciudadesflemáticas -cunas del punk- el des-empleo, la deserción escolar y lainconformidad empujaron a los jóve-nes ingleses a la creación de un ritmofrenético que despotricaba contratodo lo que representaba el sistema;en Arequipa, dos décadas después,un grupo de amigos apreciaba lacorrupción fujimorista, optando porhacerse músicos para expresar sumensaje bajo la influencia de lamisma filosofía anglosajona flechadaen la sangre: “no hay reglas” y “hazlotú mismo”.

AANNAARRCCAASS

No por nada al preguntarle a Jim“Pertusi” Torres, fundador y líder de“Los Flechados”, por sus bandas favo-ritas de inmediato responde que “SexPistols” y “The Clash” son sus preferi-das, amén de “The Ramones” por ellado gringo, así como “LosVioladores” y “Ataque 77” del espec-tro sudamericano, aunque éstas últi-mas de data más reciente que las pri-meras.

“Empecé tocando en el ‘92 en ungrupo llamado Conflicto Interno, quehacía hardcore punk. El proyecto duróun par de años, al final de los cualesconocí a Jhony Ayme que tocaba elbajo y al baterista Mario “Pocho”Cuadros, con ellos proyectamos crearuna banda de punk pero no tan radi-cal, con un estilo más rock and roll”,señala el guitarrista Torres.

Como trío “Los Flechados” empe-zaron haciendo covers de sus grupospreferidos por un par años aproxima-damente, hasta que reclutan a CarlosLoayza para que sea la primera guita-rra. En un par de ensayos -en los queel alcohol no faltó- la química fluyó ypara agosto de 1997 con un primerconcierto, nace oficialmente labanda.

“En esa fecha tocamos por prime-ra vez en un stand de un mercadilloen la Av. Andrés Avelino Cáceres cercadel actual puente (paso a desnivel).Hace poco pasé por ese lugar yencontré una peluquería ahí, fue nos-tálgico pero gracioso a la vez”, recuer-da entre risas Jim Torres.

En otra ocasión, ya más cuajados,

son invitados a tocar en una desapa-recida plaza de toros en Yanahuara yel local estaba que reventaba. Enescena ya habían tocado los grupos“VR5” y “X Dinero”, de una corrientemás pop, cuando de pronto son anun-ciados y la gente empezó con el“pogo” (empujones y saltos rabiososentre los asistentes), pero no precisa-mente por ellos.

“Al principió pensé ¡pucha, somosfamosos!, pero lo real era que se habí-an escapado un par de toros y todoscorrían como locos por sus vidas. Fueun loquerío, menos mal atraparon alos animales y siguió el show pero conmucha menos gente”, narra CarlosLoayza.

VVIIOOLLAACCIIÓÓNN YY AATTAAQQUUEE

A mediados del ’98 y por esascosas del destino se paseaba por laciudad “Pil Trafa” (cantante de “LosVioladores”) con su esposa peruanaen plan de turismo y se topan con JimTorres que es un acérrimo fanáticodel grupo gaucho. “Realmente fueimpactante estar frente a frente conél y al final terminamos haciéndonosamigos. Además aproveché para queme contacte con Ciro Pertusi de“Ataque 77” otro de mis grupos favori-tos”, recuerda emocionado el guita-rrista.

Con Pertusi empezaron a contac-tarse primero vía correo electrónico ycuando Jim tuvo la ocasión de estarunos meses del año pasado enBuenos Aires pudo reunirse con elcantante del legendario grupo argen-tino. “Conocer a Pil Trafa y al cantan-te de Ataque 77 para mi ha sido comoun sueño hecho realidad. Claro, lalocura sería tocar con ellos algún día.No pierdo la esperanza”. Quiérase ono, las tertulias e intercambio deideas entre los músicos influyeron enlos discos que luego grabarían “LosFlechados”.

“Los Flechados” a la fecha tienentres CDs en su discografía oficial y otroscompilados en discos tributos naciona-les y extranjeros, todos por cierto dentrola línea guitarrera y hasta cierto puntonostálgica del rockabylly cincuentero,pero eso se verá en detalle la próximasemana. (continuará…)

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POR SSHHAARROONN CCAASSTTRROO OOXXAA

No es un adivino, es simple-mente un amigo y confidentede vivos y muertos. Él devuel-

ve al presente los muchos recuer-dos que cada hueso le confía.

Abdón Almonte Mamani es unantropólogo forense del Instituto deMedicina Legal (Morgue). Trabajahace 17 años desenterrando cadá-veres y resolviendo dudas de losdeudos que buscan identificar a susfamiliares o conocer la verdaderacausa de muerte.

Exhumar o desenterrar un cadá-ver para muchas culturas, podríasignificar sacrilegio. Para Almontees simplemente curiosidad: la razónfundamental de su trabajo.

Algunos deudos y amistades deldifunto tienden a practicar ritos,ofrecen misas antes de la exhuma-

ción, como para no molestar alalma.

A Abdón le apasiona sobre mane-ra el deseo de revivir el pasado.“Vivos o muertos, siguen siendo per-sonas”, aclara. No les teme a losdifuntos, pero los respeta. Sabe quelas calaveras no lo atormentaráncomo se ve en las películas; sí lasposibles enfermedades a contraer.

“No hay espanto, ni asco; mesiento a gusto. Eso sí, cuido muchomi salud, procuro usar equipo des-cartable”, aclara.

Tiene 37 años de edad y tambiénes docente de Antropología en laUNSA.

Muchas veces nadie sabe a cien-cia cierta la causa de la muerte. Lacuriosidad que los atormenta aúndespués de haberlo enterrado lessusurra al oído, al igual que la espe-ranza de saber que no todo estáconsumado.

Entonces deciden desenterrarloy descubrir la verdadera causa deldeceso. Basta que los familiaresconsigan una orden judicial parapoder desenterrar a su difunto. Esahí donde el proceso de exhuma-ción empieza. Lo realizan un grupode profesionales donde el antropólo-go forense cumple una labor impor-tante en el análisis del sistemaóseo.

Antes de su primer contacto conel cadáver, Almonte visita a los deu-dos y amigos del fallecido. Cada unoaporta en la reconstrucción de lahistoria, pero finalmente quien tienela última palabra es el cadáver.Silencioso, muestra todas sus frac-turas y mediante ellas dibuja eviden-cias.

Los más de 206 huesos del serhumano son un rompecabezas queAlmonte conoce de memoria y quesiempre arma en su mesa de traba-

jo. Basta con observarlos para defi-nir parte del diagnóstico.

“Una mala curvatura de la colum-na vertebral me puede decir si lapersona realmente tenía tuberculo-sis o no”, ejemplifica.

Un cadáver fresco le revela hastaun 99 por ciento de una periciaacertada. Aunque confiesa que élno tiene preferencia por uno u otrocuerpo desenterrado. Se apasionapor su trabajo.

No sólo observa los huesos, tam-bién presta mucha atención a lasuñas, los cabellos, hasta pareceacariciarlos con ternura, como sicon deseo y dulzura pidiera a esaspartes que quedan del cuerpo, ten-gan la voluntad de contárselo todo.

Además de conocer la talla, sexo,edad y causa de muerte, tambiénpuede ver la belleza de la persona,para él, un esqueleto es la foto per-fecta.

La ley general de salud explicaque los cadáveres no pueden serobjeto de propiedad y siempredeben ser tratados con dignidad,respeto y consideración. Algo, queAbdón Almonte Mamani, asegurajamás olvidó.

El antropólogo menciona que lacostumbre, a muchos profesionales,los hace tratar a los seres humanoscomo objetos, pero: “Ni yo, ni miscompañeros perdemos el respetopor un cuerpo humano inerte, esosí, nos llama mucho la atencióninvestigar cuerpos con distintaspatologías, como cabezas peque-ñas, u otros”.

Algunos cadáveres cuentan lahistoria que todos conocen. Otrosrevelan la verdad en un diagnósticode exhumación. La última letra ensu hoja de diagnóstico puede salirde un hueso. A partir de allí, puederecién descansar en paz.

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