El Desarrollo del Capitalismo Mexicano

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EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO MEXICANO

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En este libro Gabriel Robledo Esparza, aplica los conceptos teoricos vertidos por Marx en el primero tomo del Capital

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EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO MEXICANO

EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO MEXICANO

Gabriel Robledo Esparza

CENTRO DE ESTUDIOS DEL SOCIALISMO CIENTÍFICO

MARXISTA

Primera edición, 1975Segunda edición, 2007

D. R. © Gabriel Robledo Esparza, Centro de Estudios del Socialismo CientíficoD. R. © Sísifo Ediciones, de esta ediciónD. R. © De la fotografía de la portada: 6218.CND. SINAFO Fototeca Nacional del INAH

ISBN: 978-607-00-0854-2

Impreso en México, 2007

ÍNDICE

Introducción a la primera edición 9

Presentación a la segunda edición, 2007 11

Capítulo I. Naturaleza del régimen económico existente en México 17

Capítulo II. Producción de plusvalía en México 37

Capítulo III. Producción de plusvalía absoluta 43

Capítulo IV. La producción de plusvalía relativa 81

Capítulo V. Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero 135

Capítulo VI. Plusvalía absoluta y relativa (producción de plusvalías) 167

Capítulo VII. Cambio de magnitudes del precio del trabajo y de la plusvalía 175

Capítulo VIII. Reproducción simple 187

Capítulo IX. Conversión de la plusvalía en capital 191

Capítulo X. Algunos datos sobre la evolución de los salarios en nuestro país 201

Capítulo XI. Algunos métodos especiales empleados por la burguesía mexicana

para acelerar la acumulación 207

Capítulo XII. La ley general de la acumulación capitalista 219

Capítulo XIII. Los dos sectores fundamentales del régimen capitalista de

producción 245

Capítulo XIV. El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en

México 255

Capítulo XV. Conclusiones sobre la ley general de la acumulación capitalista 283

Capítulo XVI. Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación

capitalista en México 287

Capítulo XVII. La acumulación originaria en México 313

Capítulo XVIII. Tendencia histórica de la acumulación en México 357

Apéndice 1. Cuadros estadísticos 361

Apéndice 2. La teoría marxista del valor 375

Apéndice 3. El revisionismo, el oportunismo y el dogmatismo en México 385

Apéndice 4. El desarrollo del capitalismo agrario 397

INTRODUCCIÓN A LA PRIMERA EDICIÓN

En esta obra se pretende determinar la naturaleza del régimen económico exis-tente en nuestro país, su origen histórico y las perspectivas de su desarrollo. En esta tarea hemos aplicado rigurosamente las tesis contenidas en El Capital de Carlos Marx; por ello, nuestro trabajo constituye también un intento de reivin-Z~Q?ÍÖ¢?ÖZ®QÙÍ~«?ÖcQ®«ö¦~Q?Ö¦?Íæ~ÐÙ?Ö{®çÖäâ¢s?Í~é?Z?Ö?¢Ö¦Ćæ~¦®Ö¸®ÍÖÙ®Z®ÖÙ~¸®ÖZcÖÍcä~Ð~®«~ÐÙ?ÐÖ䮢ä~c«Z®Ö?ÖÐâÐÖlâc«ÙcÐÖ®Í~s~«?¢cнÖ"®¦®Öc¢Ö¢cQÙ®ÍÖQ®¦¸Í®G?ÍĆÖa lo largo de este libro, los principios científicos de la economía marxista tienen plena validez en la actualidad, a más de 100 años de la publicación de la obra cumbre de Marx.

Por otro lado, pretendemos que nuestro estudio sea una contribución al movimiento revolucionario mexicano, que en este período se enfrenta a la tarea de trazar una estrategia y una táctica científicas para la realización de la revo-lución proletaria.

Este trabajo está dirigido especialmente a la intelectualidad potencial-¦c«ÙcÖ Íc䮢âQ~®«?Í~?Ö ¸Í~Ð~®«cÍ?Ö ?QÙâ?¢¦c«ÙcÖ ZcÖ â«?Ö ¦â¢Ù~ÙâZÖ ZcÖ Q®ÍÍ~c«ÙcÐÖ~Zc®¢ös~Q?ÐÖ? c«?ÐÖ?Ö¢?ÖÙc®Íû?ÖÍc䮢âQ~®«?Í~?ÖçÖ?Ö¢?ÖQ¢?ÐcÖ®GÍcÍ?Ö¦cæ~Q?«?WÖc«Ö¢?Öcual, estamos seguros, se desarrollará hasta alturas insospechadas una capaci-dad teórica que nunca han tenido nuestras clases dominantes.

Queremos dejar constancia aquí de que ha sido en los brillantes trabajos históricos de don Andrés Molina Enríquez en donde hemos encontrado el hilo conductor que nos llevó a desentrañar las distintas fases del desarrollo del capi-talismo mexicano.

Monterrey, N. L., agosto de 1971

Introducción a la primera edición • 9

PRESENTACIÓN DE LA SEGUNDA EDICIÓN, 2007

Hace 32 años se publicó la primera edición de El desarrollo del capitalismo mexi-cano. A lo largo de los 20 años siguientes se hicieron varias reimpresiones, sin la autorización expresa del autor pero con su consentimiento tácito, las cuales siempre fueron fieles al original. Estas reimpresiones tuvieron una gran difu-sión, sobre todo en las escuelas de economía de las universidades públicas y en algunos grupos de militantes de izquierda.

Lo característico de esta obra es su estrecho ceñimiento al método, a la estructura y a los postulados teóricos de El Capital, la obra fundamental de Car-los Marx.

Por primera y única vez se realizó en nuestro país un análisis integral de la gestación, nacimiento y desarrollo del capitalismo mexicano mediante el em-pleo, como instrumento cognoscitivo, de todos los conceptos teóricos utilizados por Marx en El Capital: teoría del valor, producción de mercancías, producción de plusvalía absoluta, producción de plusvalía relativa, acumulación de capital, acumulación originaria, etcétera. Se encontró, de esta manera, el camino inte-lectual para establecer una periodificación racional de la historia de México, desde la conquista hasta nuestros días, conocer la estructura económica del país y su evolución a través del tiempo y descubrir la dialéctica de la lucha de clases que ha sido el motor de la historia de México.

El objetivo último de este trabajo, se decía en la introducción, era el de contribuir a trazar una estrategia y una táctica para el desenvolvimiento de la lu-cha revolucionaria del proletariado mexicano, la cual, necesariamente, debería desembocar en la conquista del poder por esta clase social.

De acuerdo con los clásicos de la teoría revolucionaria, la determinación, con base en los principios de la economía marxista, de la naturaleza del régimen económico existente en un país es un requisito previo necesario para llevar a cabo la revolución proletaria, movimiento este que comprende la elaboración de la teoría revolucionaria específica para ese país en particular, la formación de un partido revolucionario y su fusión con la clase de los trabajadores y la lucha de esta unidad política por la conquista del poder y el establecimiento del socialismo.

Presentación de la segunda edición • 11

12 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Clásico es el ejemplo del Partido Socialdemócrata Ruso que, en la persona de su dirigente, Lenin, realiza la tarea de esclarecer la naturaleza del régimen económico ruso en la notable obra El desarrollo del capitalismo en Rusia como antecedente necesario de toda la labor revolucionaria posterior que culminó con la revolución de octubre.

Para la década de los setenta del siglo pasado, algunos militantes de gru-pos marxistas llegamos, en México, a la conclusión de que la Unión Soviética y los países de Europa oriental habían empezado a dejar de ser países socialistas desde los años sesenta de esa misma centuria, que en ellos se había instaurado un régimen de degeneración del socialismo y de regresión hacia el capitalismo, que la clase dominante en esos países era una pequeña burguesía surgida de la misma clase obrera, la cual se apropió de los medios e instrumentos de produc-ción bajo la forma de la propiedad por grupos y la autogestión, que los trabaja-dores se convirtieron de nuevo en esclavos asalariados sujetos ahora a la explo-tación por parte de esa pequeña burguesía y que, por último, como resultado de todo esto, se había generado una profunda revisión de las nociones básicas de la teoría revolucionaria, entre ellas, principalmente, las contenidas en la teoría económica de Marx expuesta en El Capital.

La potente lucha del proletariado internacional realizada inmediatamen-te antes y durante la segunda guerra mundial, que trajo como resultado el forta-lecimiento del socialismo en la Unión Soviética y el surgimiento de un grupo de países socialistas en Europa oriental, provocó también la rebelión de los países coloniales en contra del imperialismo. Dos casos típicos de ese movimiento fue-ron la revolución china y la revolución cubana. El contenido de estas dos insu-rrecciones fue, en la primera de ellas, el levantamiento de la pequeña burguesía agraria dirigida por un Partido Comunista en contra de la burguesía nativa y los imperialistas y en la segunda, la revuelta de la pequeña burguesía urbana, tam-bién contra la burguesía nativa y el imperialismo, dirigida por “un puñado de locos sueltos”. La forma que adoptaron ambas revoluciones (si es que podemos denominar así a la caricaturesca rebelión de Castro Ruz) fue la de un comunis-mo de guerra, el cual pronto se transformó en un régimen pequeño burgués.

Mao y Castro denunciaron al “revisionismo soviético” y le enfrentaron sus modelos teóricos de lo que debería ser la revolución socialista: para los chinos, la guerra de masas (campesinos y pequeños burgueses del campo dirigidos por un incipiente proletariado), del campo hacia la ciudad, y para los cubanos, la insurrección armada de un puñado de “locos sueltos” que por sorpresa le arre-batan el poder a la burguesía.

Al “revisionismo soviético” se oponían ahora el “revisionismo chino” y el “revisionismo cubano”, los cuales negaban el núcleo de la teoría revolucionaria: el papel del proletariado como la clase que debe realizar la revolución socialis-ta y la necesidad del partido y de una prolongada labor teórica, organizativa y política entre los trabajadores con el fin de lograr la unión de clase y partido y emprender así el camino de la revolución socialista.

Posteriormente, en la década de los ochenta del siglo pasado, se formó en la República de Albania una nueva corriente revisionista que encabezó En-ver Hoxha, máximo dirigente del partido comunista y del gobierno de ese país; desde su lugar de origen, esa teoría se esparció por varios países, en los que se crearon pequeños grupos que se denominaron a sí mismos “partidos comunistas marxistas-leninistas”, los cuales existen todavía en la actualidad sin que hayan superado la naturaleza revisionista de sus posiciones.

Cuando la intelectualidad pequeño burguesa radical mexicana, sobresal-tada por el descarado y cínico oportunismo del régimen ruso, abandona el barco del revisionismo soviético y, por tanto, se separa del Partido Comunista Mexi-cano que era el representante oficial de aquél en nuestro país, cae entonces en brazos del revisionismo chino o del revisionismo cubano o, lo que es peor, de ambos al mismo tiempo.

El revisionismo en general consiste esencialmente en la revisión de los principios fundamentales del marxismo leninismo: los referentes al materialis-mo histórico, a la teoría económica marxista (las tesis de El Capital), a la filoso-fía marxista (el materialismo dialéctico), a la gnoseología marxista (la lógica de Hegel puesta sobre los pies), a la lucha de clases, a la revolución proletaria, a la construcción del socialismo, etcétera, y la sustitución de los mismos por varian-tes burguesas, en el mejor de los casos apenas sí bañadas con una tenue mano de barniz marxista.

En nuestro país, la intelectualidad pequeño burguesa “de izquierda” tomó al pie de la letra la ideología y las reivindicaciones de un sector de la burgue-sía y las presentó como las que correspondían al proletariado nacional; de esta manera, el obligado análisis de la economía mexicana que realizaba para funda-mentar su actividad “revolucionaria” (la que, por otra parte, se alejaba cada vez más de su destinatario natural, el proletariado mexicano, el cual se mantenía aherrojado a la burguesía en general y más sometido a ella con el transcurso del tiempo) no era otra cosa sino una visión del régimen económico mexicano bajo la óptica de la teoría económica burguesa más radical.

Con esta perspectiva burguesa, sus propuestas de acción tenían como punto focal el apoyo a un sector de la burguesía en sus diferencias con otro sec-tor burgués; su bandera política era el oportunismo.

En estas condiciones en que se encontraba el movimiento revoluciona-rio en la década de los setenta del siglo pasado era absolutamente necesario, para el venturoso avance del mismo, desplegar un proceso de reivindicación del marxismo-leninismo, tanto en el aspecto de la teoría marxista en general como en el campo de la economía marxista, principalmente en lo que a las tesis de El Capital se refiere.

Un grupo de militantes iniciamos esa ingente labor, que en esa etapa dio como frutos un primer acercamiento a los problemas de la revolución socialista internacional (la intelección del revisionismo en sus diversas formas de manifes-tarse) y la desmitificación del régimen económico mexicano mediante un rigu-roso examen del mismo con la guía segura de El Capital de Marx.

Presentación de la segunda edición • 13

14 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Esa segunda producción fue precisamente nuestro trabajo El desarrollo del capitalismo mexicano.

La nueva edición que hoy presentamos se publica cuando el movimiento revolucionario internacional ha sido derrotado por completo, la clase obrera internacional se encuentra totalmente sometida a la dominación ideológica y política de la burguesía internacional y la ideología marxista-leninista (la teoría de Marx, Engels, Lenin y Stalin) ha sido desterrada del campo del proletariado internacional y desplazada hacia los anaqueles más recónditos de las más olvi-dadas bibliotecas.

Al mismo tiempo, el capitalismo internacional ha dado un paso adelante en su movimiento ascensional y, por tanto, ha producido en una forma más alta los elementos de su negación, esto es, aquellos que constituirán el contenido del socialismo en la próxima fase de su existencia, el cual tendrá así el carácter de so-cialismo tanto por la forma como por el contenido, al contrario del socialismo de la etapa anterior, que lo era sólo por la forma, ya que conservaba un contenido capitalista.

Hoy, como hace 32 años, el poner al movimiento revolucionario a la altura de las exigencias que ante él lo coloca la historia implica de nuevo una enor-me labor teórica para reivindicar (podríamos decir: exhumar) los principios del marxismo revolucionario y desarrollarlos consecuentemente de acuerdo con las circunstancias del capitalismo moderno; así mismo, es necesario preservarlos de la acción que el revisionismo, que se encuentra en un estado de animación sus-pendida dentro de la intelectualidad pequeño burguesa de izquierda, intentará sin falta para desvirtuarlos una vez más.

Los militantes de izquierda que nos agrupamos en torno al Centro de Estu-dios del Socialismo Científico hemos contribuido a esa empresa mediante la rea-lización de un amplio estudio acerca de la vigencia del marxismo-leninismo, de la naturaleza del capitalismo moderno, del carácter del socialismo soviético, de las causas de su derrumbe y de las perspectivas de la revolución socialista interna-cional. Nuestras tesis han sido expuestas en varias publicaciones que han salido a la luz y en otras que están a punto de hacerlo, todas con el sello del CESC.

Es en este contexto en el que se lanza la segunda edición de El desarrollo del capitalismo mexicano. Como en aquellos lejanos tiempos de su primera edi-ción, el propósito de este trabajo es contribuir a la reivindicación del marxismo-leninismo en este campo específico de la determinación de la naturaleza del ca-pitalismo mexicano como el prerrequisito indispensable para la estructuración de una teoría revolucionaria y de una táctica y una estrategia que conduzcan a la construcción del partido de vanguardia de los trabajadores mexicanos, a la amalgama del partido y la clase y al desarrollo de la lucha revolucionaria del proletariado que debe llevar a la conquista del poder y a la instauración del so-cialismo.

Reiteramos nuestro llamado a la intelectualidad pequeño burguesa ra-dical de México, de ella principalmente a los pocos y pequeños grupos que aún sostienen la bandera del marxismo-leninismo, aunque bajo la forma de alguna

de sus revisiones, para que se sumen a esta tarea impostergable de impulsar la reivindicación del marxismo-leninismo en todos sus aspectos, lo que requiere la realización de una enorme labor teórica que pueda colocar a la teoría de Marx, Engels, Lenin y Stalin a la altura de la exigencias del nuevo período de la revo-lución.

Esta segunda edición es, en lo fundamental, idéntica a la primera; única-mente hemos añadido datos estadísticos para 1975 y hecho algunas correccio-nes de errores aritméticos en las cifras y de faltas de ortografía y sintaxis que se habían deslizado en la anterior edición.

El cuidado de la edición estuvo a cargo de SÍSIFO EDICIONES, una nueva pro-puesta editorial, con la cual se inicia su BIBLIOTECA MARXISTA, en la que aparecerán en breve otros títulos nuestros y reimpresiones de los clásicos del marxismo.

GREMonterrey, Nuevo León

Septiembre de 2007

Presentación de la segunda edición • 15

Naturaleza del régimen económico existente en México • 17

CAPÍTULO INATURALEZA DEL RÉGIMEN ECONÓMICO

EXISTENTE EN MÉXICO

En el régimen económico capitalista la sociedad está dividida en dos clases fun-damentales: la burguesía, integrada por una insignificante minoría propietaria de todos los medios e instrumentos de producción y de vida (tierras, minas, fá-bricas, bancos, bienes de consumo, etcétera), y el proletariado, del cual forman parte quienes, constituyendo la gran mayoría de la población, sólo poseen en propiedad su fuerza de trabajo (conjunto de las condiciones físicas y mentales que se dan en la personalidad viviente de un hombre y que éste pone en acción al producir valores de uso de cualquier clase). La riqueza de la burguesía (todos los medios e instrumentos de producción y de vida existentes en la sociedad, que son materializaciones de la fuerza de trabajo de los obreros) se mantiene e incre-menta a través del consumo de la mercancía fuerza de trabajo, la cual venden los proletarios a los burgueses y por medio de la enajenación de los productos que resultan de dicho consumo productivo.

Esta forma en que existe y se desarrolla la riqueza social, es decir, bajo la pro-piedad de la burguesía, a través de la compra y uso de la mercancía fuerza de traba-jo y por medio de la venta de los productos obtenidos, la determina como capital.

El régimen económico que existe actualmente en nuestro país es el capi-talismo. Su origen se remonta a la década de los sesenta del siglo XIX y su plena consolidación se produce en los últimos años de dicha centuria y en los primeros del siglo XX. Para probar estas afirmaciones aduciremos una extensa serie de da-tos estadísticos; debemos advertir que ellos son fragmentarios, contradictorios algunas veces y siempre incompletos; no sólo los que se refieren a épocas tan re-motas como las de la Reforma, por ejemplo, sino aún aquellos que corresponden a los días que corren; sin embargo, organizándolos y sistematizándolos lo mejor posible, trataremos de dar, no una medida exacta de los fenómenos económicos, sino tan sólo una visión de sus tendencias generales.

Examinaremos en primer lugar la concentración capitalista de la riqueza social en manos de la burguesía agraria y su relación con el trabajo asalariado.

El proceso de concentración capitalista de la tierra bajo la propiedad de una minoría de la población agrícola, que se basa íntegramente en el despojo violento de los campesinos independientes, se inicia en México aproximadamen-te en la década de los cuarenta del siglo XIX; en el período inmediato anterior,

el elemento fundamental de la sociedad lo formaban los pequeños productores agrícolas independientes (campesinos); ellos habían iniciado su desarrollo desde los últimos años de la Colonia y recibieron un poderoso impulso después de la guerra de Independencia. Conforme el capitalismo avanza creándose su propia base, van desapareciendo aquellos campesinos independientes, concentrándose sus tierras en manos de los terratenientes y rancheros y transformándose en una masa creciente de proletarios agrícolas; para el período comprendido entre 1895-1910 este proceso ya está terminado en lo fundamental. Los datos existen-tes acerca de la población y la propiedad agrícola así lo confirman.

Cuadro 1

Población agrícola clasificada por su posición en el trabajo. Años de 1895 a 1910

Agricultores Peones Hacendados

1895 284,965 2’595,162

1900 578,026 2’549,659

1910 410,345 3’123,975 830

Fuente: Estadísticas Sociales del Porfiriato, Secretaría de Economía, Dirección General de Estadís-tica, p. 40.

Otra fuente, que se basa en el Censo de 1910, llega a los resultados siguientes:

Cuadro 2

Población agrícola en 1910

Sector no propietario Sector propietario

Medieros y pequeños arrendatarios

Peones acasilladosPeones libres y

aparcerosTotal

312,314

1’425,155

1’705,000

3’442,469

HacendadosRancheros

Pequeños propietariosTotal

8,883 34,957109,378153,218

Fuente: Proceso ocupacional (Un análisis del proceso en México), Comisión de Planeación Industrial de la Cámara Nacional de la Industria de la Transformación, edición de la CNIT, México, D. F., 1956, pp. 17-18.

Tannenbaum, en “La Revolución Agraria en México”, basándose en el Censo de 1910 y en José Covarrubias, formula el cuadro siguiente:

18 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Naturaleza del régimen económico existente en México • 19

Cuadro 3

Población rural de México por grupos (1910)

Grupos Núms. %

Total 3’767,340 100

Hacendados 836 0.02

Dueños de propiedades de tamaño medio (ranchos) 116,855 3.10

Administradores, pequeños propietarios y arrendatarios 278,474 7.39

Pequeñas industrias rurales y oficios nativos 104,260 2.76

Peones del campo 3’130,402 83.09

Población semirural 116,513 3.19

Fuente: Frank Tannenbaum, “La Revolución Agraria en México”, prólogo de Marte R. Gómez, en Proble-mas Agrícolas e Industriales de México, vol. IV, núm. 2, abril-junio de 1952.

Cualquiera que sea la fuente que tomemos en consideración, es evidente que para 1910 ya se había realizado por completo la división de la población agrícola en bur-guesía agraria (compuesta por los hacendados y los rancheros) y proletariado rural.

De acuerdo con el cuadro 3, que es el más completo, los proletarios ru-rales (peones del campo) alcanzaban en 1910 la cantidad de 3’130,402, o sea, el 83.09% del total de la población rural (3’767,340 según estos mismos datos), en tanto que los dueños de la tierra, principal medio de producción que funciona-ba como capital, representaban apenas el 3.12% del total (hacendados 0.02 y rancheros 3.10); aquí encontramos ya perfectamente definidas en el campo las clases fundamentales de la sociedad capitalista: los hacendados y rancheros, dueños de la mayor parte de las tierras cultivables, y los proletarios, desposeí-dos de sus tierras; entre estos extremos existían los administradores, pequeños propietarios y arrendatarios, los que en gran parte eran verdaderos proletarios y semiproletarios y en menor medida capitalistas agrarios que explotaban tam-bién trabajo asalariado, aunque en una escala más modesta.

La concentración de la tierra en unas pocas personas se ilustra en los cua-dros estadísticos que a continuación aparecen:

Cuadro 4

Haciendas y ranchos existentes en las entidades federativas. Años de 1877 a 1910

Año 1877 1900 1910

Haciendas 5,932 5,869 8,431

Ranchos 14,705 32,557 48,633

Fuente: Estadísticas Sociales del Porfiriato, Secretaría de Economía, Dirección General de Estadística, p. 41.

El aumento cuantitativo de las haciendas y ranchos se realizó exclusivamente a costa de las tierras de las comunidades de indios y de los campesinos indepen-dientes.

Cuadro 5

Superficie de las haciendas de algunas entidades federativas. Hectáreas, año de 1910

Hectáreas Núm. Superficie

Suma 2,947 16’609,174

Menos de 100 470 16,517

De 101 a 1,000 683 350,865

De 1,001 a 5,000 1,119 2’727,063

De 5,001 a 10,000 314 2’275,166

De 10,001 a 20,000 204 2’877,620

De 20,001 a 30,000 52 l’270,950

De 30,001 a 40,000 35 1’218,355

De 40,001 a 50,000 17 773,351

De 50,001 a 60,000 9 493,310

De 60,001 a 70,000 12 787,058

De 70,001 a 80,000 6 450,296

De 80,001 a 90,000 8 695,608

De 90,001 a 100,000 6 582,943

De 100,001 a 200,000 10 1’387,420

De 200,001 a 300,000 1 280,500

De 400,000 a 500,000 1 418,193

Fuente: John R. Southerland, El Directorio Oficial de las minas y haciendas de México. Descripción general de las propiedades mineras y de las haciendas y ranchos de aquellos Estados y Territorios donde se han podido obtener datos fidedignos de la República Mexicana, México, 1910, pp. 186-256 (cuadro transcrito en Estadísticas Sociales del Porfiriato, Secretaría de Economía, Dirección General de Estadística, p. 64).

De acuerdo con estos datos, las haciendas con una superficie superior a 5,000 hectáreas representaban el 22.9% del total de haciendas incluidas en el Directorio y concentraban el 81.34% de la superficie total de las mismas.

En tanto que las haciendas con una superficie de 5,000 hectáreas o me-nos, que representaban el 77.09% del número total de haciendas, tan sólo suma-ban una superficie igual al 18.63% del total.

20 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Naturaleza del régimen económico existente en México • 21

Según Silva Herzog1 se puede tener idea de la extensión de las haciendas mexicanas por los datos tomados por González Roa del Registro Público de la Pro-piedad, los que aquél consigna en su libro El Aspecto Agrario de la Revolución Mexi-cana, y que aquí se presentan en el cuadro siguiente:

Cuadro 6

Extensión de las haciendas mexicanas durante el Porfiriato

Estado Nombre de la FincaExtensión

en Has.

Chihuahua

La Santísima 118,878

Lagunita de Dosal 158,123

San José Babícora 63,201

Bachimba 50,000

Coahuila

Los Jardines 49,861

Sta. Teresa 60,899

San Gregorio 69,346

Sta. Margarita 81,185

San Blas 395,767

México La Gavia 132,620

Michoacán San Antonio de las Huertas 58,487

Sonora Cocospera 51,528

Tamaulipas El Sacramento 41,825

ZacatecasMalpaso 63,786

San José del Maguey 69,086

George Mc Cutchen Mc Bride, en su brillante ensayo “Los Sistemas de Propiedad rural en México”,2 nos proporciona los siguientes datos estadísticos sobre la pro-piedad territorial en la época del Porfiriato (tablas 15, 16, 19, 20 y 24):

1 Silva Herzog, Jesús, Breve Historia de la Revolución Mexicana, t. I, “Los Antecedentes y la etapa maderista”, 4a. ed., FCE, 1965, p. 21.2 Mc Cutchen Mc Bride, George, “Los Sistemas de Propiedad rural en México”, tablas 15, 16, 19, 20 y 24, en Problemas Agrícolas e Industriales de México, núm. 3, vol. III, México, 1951, pp. 85-90.

Tabla 15

Distribución de las propiedades en el Estado de México en 1910

Fincas Núm.

Total 64

De 50,001 o más Hectáreas 2

De 25,001 a 50,000

De 10,001 a 25,000 8

De 5,001 a 10,000 7

De 1,001 a 5,000 47

El Estado de México …tiene una superficie de 2’390,900 hectáreas y una población rural de 831,347 habitantes, que representan un 84% de la población total del Es-tado. Las propiedades de tierra se distribuyen según se indica en la tabla 15. De estas propiedades, las mayores tienen una superficie de 98,248 hectáreas; las que siguen en tamaño suman 64,192 hectáreas. El número total de fincas de más de mil hectáreas es de 64 y el área total que cubren es de 457,272 hectáreas. De acuerdo con el censo, hay 396 haciendas; de aquí se deduce que la mayoría debe tener menos de 1,000 hectáreas. En este Estado hay, además, 460 ranchos; esta cifra eleva el número total de propietarios rurales a 856. Según estos datos, parece que hay como 165,413 cabezas de familia que no poseen tierras. Debe advertirse, sin embargo, que hay 620 pueblos en el Estado cuya población es de 672,804 habitantes; esta cantidad representa unas 135 mil cabezas de familia, algunos de estos pueblos aún conservan tierras comunales. Si deducimos una tercera parte del número de los que no poseen tierras, para tomar en cuenta a los propietarios comunales (lo cual parece ser un cálculo liberal) tendríamos toda-vía más de 100 mil familias que carecen por completo de tierra, contra 856 propie-tarios que tienen en sus manos toda la tierra poseída por dueños individuales.

Tabla 16

Grandes Haciendas en el Estado de Michoacán en 1910

Fincas Núm.

Total 102

De 100,001 o más Hectáreas 2

De 50,001 a 100,000 10

22 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Naturaleza del régimen económico existente en México • 23

Tabla 16 (Continuación)

Grandes Haciendas en el Estado de Michoacán en 1910

Fincas Núm.

Total 102

De 25,001 a 50,000 5

De 10,001 a 25,000 12

De 5,001 a 10,000 24

De 1,001 a 5,000 49

Michoacán. La población rural que se da es como de 828,947; esto representa el 83.6% del número total de habitantes del Estado, incluye según los cálculos, 165,789 cabezas de familia. De este número hay 4,138 rancheros y 380 hacen-dados que hacen un total de 4,518 propietarios rurales y dejan más de 160 mil cabezas de familia sin ninguna tierra. Si deducimos, en este caso, una tercera parte del número para tener en cuenta cualquier incertidumbre en el número de cabezas de familia que pudieran disfrutar el uso de bienes comunales entre las 239 poblaciones, quedarían todavía más de 100 mil que no disfrutan ninguna parte de la tierra del Estado. En contraste con esta numerosa clase de familias sin tierra, hay las haciendas grandes que se indican en la tabla 16. La superficie total de esas 102 propiedades asciende a 1 635,253 hectáreas y da un promedio de 16,032 hectáreas para cada una. Las más grandes contienen 147,739 y cien mil hectáreas respectivamente.

Tabla 19

Distribución de las grandes Haciendas en el Estado de Oaxaca en 1910

Fincas Núm.

Total 88

De 100,001 o más Hectáreas

De 50,001 a 100,000 2

De 25,001 a 50,000 6

De 10,001 a 25,000 10

De 5,001 a 10,000 12

De 1,001 a 5,000 58

Oaxaca. El Censo de 1910 da 117 haciendas; Southworth da 120. La distribución de la tierra se consigna en la tabla 19. La Superficie ocupada por esas 88 propiedades más extensas se da como igual a 769,048 hectáreas; una de ellas contiene 77,500 hectáreas, y otra 50,908. En el Censo aparecen 382 ranchos; se tiene así un total de 499 propiedades individua-les. Por otro lado, la población rural suma 901,442 personas (86.7% del total), con 180,288 cabezas de familia. Por consiguiente, de éstos últimos había 179,789 sin ninguna propiedad individual...

Tabla 20

Grandes propiedades en el Estado de Veracruz en 1910

Fincas Núm.

T o t a 1 510

De 100,001 o más Hectáreas

De 50,001 a 100,000 7

De 25,001 a 50,000 6

De 10,001 a 25,000 52

De 5,001 a 10,000 71

De 1,001 a 5,000 257

El mismo Mc Cutchen Mc Bride consigna en la tabla núm. 24 de su obra citada, datos muy importantes referentes a la concentración de la propiedad rural. En seguida insertamos un resumen de dicha tabla:

Tabla 24

Población rural y tenencia de la tierra en 1910

Población total 15’160,369

Población rural 11’672,359

Porcentaje del total 76.99

Cabezas de Familia 2’334,472

Propietarios 56,446

Porcentaje de cabezas de familia que poseen

Alguna propiedad individual 3.1

24 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Naturaleza del régimen económico existente en México • 25

Tabla 24 (Continuación)

Población rural y tenencia de la tierra en 1910*

Porcentaje de cabezas de familia que no poseenninguna propiedad individual

96.9

Todos estos datos demuestran palmariamente el alto grado de concentración de la tierra que existía en 1910.

Concentrada la propiedad de la tierra en unas pocas personas y conver-tida la gran masa de población en proletarios, sólo era posible una de dos si-tuaciones: o se paralizaba la producción agrícola, descendiendo hasta niveles bajísimos, o se empleaba la fuerza de trabajo de esa masa de desposeídos para producir, bajo el sistema de trabajo asalariado, en las tierras monopolizadas; el mismo planteamiento del problema pone de relieve lo absurdo de esta disyunti-va; pero así es como se imaginan las cosas el común denominador de los histo-riadores burgueses y sus lacayos los historiadores pseudorevolucionarios; para ellos, el hacendado y el ranchero acumulaban tierras y expulsaban de ellas a los campesinos por el puro placer de hacerlo y no con la finalidad de valorizarlas a través del consumo de la mercancía fuerza de trabajo. Las estadísticas demues-tran irrefutablemente que no sólo no se paralizó ni descendió la producción agrícola, sino que, por el contrario, aumentó constantemente desde 1877 hasta 1910. En el primero de estos años la producción agrícola fue de $287’739,416, y en 1907-1908 llegó a $389’990,129 (las dos cifras a precios de 1900).3

Este incremento hubiera sido imposible sin el funcionamiento de las ha-ciendas y los ranchos como empresas capitalistas, pues como vimos en los cua-dros anteriores, los agricultores independientes (pequeños propietarios) habían quedado reducidos a una ínfima minoría y, en consecuencia, no podían haber satisfecho las necesidades de un mercado tan colosal. Lo esencial de la fase que abarca del 1840 a 1877 no es en sí el aumento de la producción, que pudo no haberlo, sino el despojo de los medios de producción y de vida al campesino independiente (o pequeño agricultor en general) y su conversión en capital. Una vez logrado esto en lo fundamental, aún a costa de reducir temporalmente la producción, la propia dialéctica del capitalismo agrícola instaurado determina su aumento incesante. Recordemos que el antecedente necesario de la produc-ción capitalista es la proliferación de una multitud de pequeños productores agrícolas que hacen crecer el mercado (en México encontramos este fenómeno desde los últimos años de la Colonia); al ser despojados estos pequeños produc-tores de sus medios de producción y de vida, la producción se concentra en su mayor parte en manos de los capitalistas agrícolas; de esta suerte, la contracción de la producción sólo sería, en este caso, el resultado necesario de un cambio

3 Véase “Apéndice Estadístico”, que aparece al final de este trabajo, cuadro 1.

cualitativo que sienta las bases para un posterior aumento cuantitativo ya bajo la forma capitalista.

La propia nueva forma establecida lleva en sí el motor de la propulsión constante de la producción; el pequeño productor de mercancías producía una parte para el mercado y otra para su propio consumo; al ser despojado de los medios de trabajo y de vida por los terratenientes, los bienes que antes producía y consumía él mismo debe ahora obtenerlos del mercado, al que de esta manera hace crecer, provocando así el aumento de la producción agrícola.

Se ha demostrado, con base en las estadísticas más autorizadas, que a partir de 1860 se inicia el proceso de despojo de los campesinos, de su transfor-mación en proletarios agrícolas y del nacimiento de empresarios agrícolas que valorizan su capital a través de la compra de la fuerza de trabajo a los antiguos campesinos; conforme este movimiento avanza, la forma capitalista de produc-ción se expande por toda la sociedad mexicana, hasta llegar al año de 1910, cuan-do la producción agrícola se realiza ya en su totalidad bajo este sistema. Durante las dos últimas décadas del siglo XIX y la primera del siglo XX inició su desarrollo en el país una industria manufacturera incipiente; ésta no ha sido analizada aquí para demostrar el desenvolvimiento del capitalismo en sus fases iniciales porque lo típico de ellas es el capitalismo agrícola; la instauración del capitalismo en el campo es la condición indispensable para el nacimiento de una industria capita-lista (mano de obra, mercado para manufacturas, etcétera).

Examinaremos ahora los datos sobre la industria para determinar la con-centración de la propiedad de los medios e instrumentos de producción en ma-nos de la burguesía y el desarrollo del proletariado. No interesa por el momento analizar el proceso por el cual la gran industria se levanta sobre las ruinas del artesanado urbano, sino estudiar la concentración de la propiedad en la indus-tria y el desarrollo del proletariado una vez que el capitalismo industrial ya se mueve sobre sus propios pies, es decir, cuando ha borrado hasta el último vestigio del régimen artesanal.

Para ello utilizaremos como base los datos que a partir de 1930 recogen los Censos Industriales periódicos que realiza el Gobierno de México, convirtien-do los conceptos en ellos utilizados a los conceptos de la economía marxista.

En 1930, el capital total empleado en la producción industrial (suma del capital constante total y del capital variable) alcanzó un monto de 1,389.10 mi-llones de pesos. En 1960 fue igual a 10,723.94 millones de pesos a precios cons-tantes base 1930 = 100. En 1975, fue de 18,226.77 millones de pesos también en términos reales.

Estas cifras son el resultado de la conversión de los conceptos de los Cen-sos Industriales respectivos a los conceptos marxistas correspondientes y están tomados del cuadro 3 contenido en el “Apéndice Estadístico” que aparece al final de este trabajo; en las notas que acompañan a ese cuadro se explica deta-lladamente cómo se hizo la conversión mencionada. Las fuentes de los datos básicos para 1930 y 1960 son: Resumen General del IV Censo Industrial de los Estados Unidos Mexicanos, 1944, y Resumen General del VII Censo Industrial de

26 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Naturaleza del régimen económico existente en México • 27

1961; dichos datos aparecen desglosados en el cuadro mencionado del “Apéndi-ce Estadístico”, en el cual se han concentrado las características principales de la industria nacional, por quinquenios, desde 1930 hasta 1975.

El aumento fabuloso de la riqueza social bajo la forma de capital industrial, salta a la vista; en términos relativos, aumentó entre 1930 y 1975 en un 1,312 por ciento.

La concentración de la propiedad sobre el capital industrial se ilustra perfec-tamente con los cuadros que a continuación se insertan, los que fueron formulados de acuerdo con los datos contenidos en los Censos Industriales de 1961 y 1966:

Cuadro 7

Principales características de las industrias por grupos de personal ocupado 1960

Grupo de personal ocupado

Núm. de establecimientos

censadosPersonal ocupado

Capital invertido (miles de pesos)

Valor de la producción

(miles de pesos)

Totales 101,212 971.609 49’607,709 53’308,502

Sin pers. remunerado

43,432 69,998 466,337 537,168

Con pers. remunerado

57,780 901,621 49’141,372 52’770,884

De 1 a 5 personas 45,711 117,983 1’301,553 2’480,175

De 6 a 25 6,973 89,111 3’301,212 3’983,638

De 26 a 100 3,527 179,695 9’383,868 10’530,998

De 101 a 500 1,337 280,895 17’619,096 18’119,548

De 501 y más 232 233,937 17’535,643 17’656,525

Fuente: Resumen General del VII Censo Industrial, 1961, p. 213.4

Cuadro 8

Principales características de las industrias por grupos de personal ocupado 1965

Grupo de personal ocupado

Núm. de establecimientos

censadosPersonal ocupado

Capital invertido (miles de pesos)

Valor de la producción

(miles de pesos)

Totales 136,066 1’409.894 95’664.020 121’560,717

Sin pers. remunerado

69,616 105.386 458,016 1’282,372

4 En este cuadro fue agregado el concepto “con personal remunerado”, que no aparece en el cuadro original del Resumen...

Cuadro 8 (Continuación)

Principales características de las industrias por grupos de personal ocupado 1965

Con personal remunerado

66,450 1’304.508 95’206,004 120’278,343

De 1 a 5 personas

44,705 122.392 1’283,751 3’445,809

De 6 a 25 13,934 166.345 6’145,581 9’254,542

De 26 a 100 5,429 269,786 6’323,046 21’363,777

De 101 a 500 2,059 422,427 36’862,814 46’143,592

De 501 y más 323 329.566 34’530.812 41’070,623

Fuente: Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística, VIII Censo Industrial 1966, Resumen General, México, D. F., 1967, cuadro 6.5

Si con base en los datos para 1960 colocamos en un mismo grupo a los estableci-mientos sin personal remunerado y aquellos que ocupan de uno a cinco asalaria-dos (límite este que hemos considerado como aquél hasta el cual el dueño de los medios e instrumentos de producción participa todavía en la empresa en gran parte como obrero) y lo comparamos con otro formado por todos los estableci-mientos con personal remunerado, exceptuando los que ocupan de uno a cinco personas (límite inferior, arriba del cual el dueño del negocio empieza a especiali-zarse en las labores de empresario), encontramos lo siguiente: los establecimien-tos sin personal remunerado y los que ocupan de uno a cinco asalariados son el 88% del total de establecimientos censados; el capital invertido de los mismos en relación con el total de capital invertido por todos los establecimientos es sólo el 3.5% y el valor de la producción representa, respecto de la producción total, el 5.6%; los establecimientos con personal remunerado, exceptuando aquellos que ocupan de uno a cinco personas, son sólo el 11.92% del total de los censados, en tanto que su capital invertido y su producción representan el 96.43% y el 94.33% del capital invertido total y de la producción total respectivamente.

En 1965, el 84.01% de los establecimientos censados tenía un capital in-vertido igual al 18.2% del total y su producción era solamente el 3.88% de toda la producción industrial; muy por el contrario, el 15.98% de los establecimientos tenía invertido el 98.17% de todo el capital y su producción cubría el 96.11% de la producción bruta total de ese año.

En 1960, 12,069 personas, de un total de 101,212 empresarios (haciendo una equiparación arbitraria entre el número de establecimientos y el de empre-sarios), poseían en propiedad, en promedio, el 94.33% del capital industrial; en

5 Los conceptos del cuadro original (núm. 6 del Resumen de 1966) fueron convertidos a los del Resumen de 1961 por ser éstos los más apropiados para el desarrollo de nuestra argumentación.

28 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Naturaleza del régimen económico existente en México • 29

1965, 21,745 personas, de un total de 136,066, concentraban bajo su propiedad el 98.1%, de la riqueza social que funciona en la esfera industrial.

Los datos aducidos demuestran que la mayor parte de los medios e instru-mentos que se emplean en la producción industrial (96.3% en promedio para los cinco años comprendidos entre 1960-1965), funciona como capital, es decir, está concentrada en grandes unidades (véase la agrupación por personal ocupado en los cuadros anteriores) que se mantienen e incrementan a través del intercambio con el trabajo asalariado, o sea, por medio de la absorción de fuerza de trabajo de las personas que no tienen propiedad alguna. En ese 96.3% de medios e ins-trumentos de producción industrial existe un completo divorcio entre la propie-dad y el trabajo, lo que es la esencia misma del régimen capitalista.

Del resto de establecimientos, una parte (los que no emplean trabajo asa-lariado), constituyen los receptáculos y fuente directa de la población sobrante, y la otra (que emplean de uno a cinco personas), son pequeñas empresas tribu-tarias del gran capital, cuyos dueños también realizan labores productivas junto con sus obreros y que al igual que ellos se encuentran con un pie en el pantano del pau-perismo; en síntesis, la producción que se basa total o parcialmente en el trabajo del propietario es realmente insignificante en el México capitalista de nuestros días.

Haciendo una división más tajante y colocando por un lado a los esta-blecimientos que no emplean personas remuneradas y por otro a los que sí lo hacen, vemos que en 1960 el 42.9% del total de establecimientos censados, los cuales no empleaban trabajo asalariado, poseían el 0.94% del capital invertido y participaban con 1% en la producción total; en 1965, esas cifras eran el 51.16%, el 0.47% y el 1%. La forma capitalista fundamental, o sea la producción por medio del trabajo asalariado, es la que predomina absolutamente en la sociedad mexicana moderna; la producción en establecimientos que no emplean trabajo asalariado es realmente insignificante.

Por último, comparando dentro del grupo de los establecimientos con personal remunerado aquellos que tienen de una a 25 personas ocupadas con los que emplean de 26 a 501 y más, se observa, según los datos del Censo de 1961, que los primeros representan el 91.18% del total de establecimientos con personal remunerado, el personal que ocupan, el 22.96% del total ocupado en los mismos establecimientos, su capital, el 9.36% del total, y su producción, el 12.24%. Por otro lado, los que tienen de 26 a 501 y más personas ocupadas son el 8.81%, el personal que emplean, el 77.03%, el capital invertido, el 90.63% y la producción el 88.75% del total de los establecimientos que utilizan trabajo asalariado. Esto nos revela que en México la producción se mueve por completo dentro de los cauces del capitalismo, y no sólo eso, sino que ha llegado a una etapa superior en donde se realiza en su mayor parte (88% de la producción de los establecimientos que emplean trabajo asalariado en 1960 y el 90%, en 1965) en grandes empresas que utilizan cantidades masivas de capital y trabajo.

En la misma medida en que la riqueza social que se emplea en la indus-tria se ha concentrado en unas pocas manos y funciona y se incrementa como capital, ha crecido la magnitud absoluta de los obreros industriales. En el año de

1930 estaban ocupados 257,180 obreros en la industria; para 1965 esa cantidad había ascendido a 1’016,169. Aquí hemos hecho abstracción de la circunstancia de que la magnitud de los obreros ocupados no corresponde, en forma alguna, con la cantidad de obreros industriales existentes en la sociedad mexicana en un momento determinado; es decir, no tomamos en cuenta las fluctuaciones que tan pronto atraen como repelen obreros (en el año de 1945 estaban ocupados en la industria 467,408 obreros, en 1955 ¡1’762,858!, y en 1960 ¡801,769!)6 y los sacan de o los lanzan a las filas del ejército industrial de reserva.

La producción agrícola de 1930 a nuestros días presenta las mismas caracterís-ticas fundamentales que la industria en ese mismo lapso de tiempo.

En seguida veremos cómo han crecido y se han desarrollado hasta nues-tros días el capital y el proletariado totales de la sociedad mexicana. Dejaremos de lado las transformaciones que bajo la forma capitalista sufre el régimen mis-mo de producción, y por lo tanto, consideraremos como capitalistas lo mismo al terrateniente de la década de los sesenta del siglo pasado, a su sucesor el terra-teniente industrial y a los modernos empresarios industriales, así como capital a la riqueza social monopolizada que se conserva e incrementa a través de la absorción de fuerza de trabajo, ya esté constituida por las grandes haciendas y la incipiente industria de la segunda mitad del siglo XIX o por el moderno aparato industrial de nuestros días.

En la forma capitalista de producción, los medios de producción y de vida propiedad del capitalista, que son puestos en movimiento por la fuerza de tra-bajo, son capital; el resultado de este proceso es la producción de capital que se incorpora al preexistente para iniciar un nuevo ciclo productivo que tiene el mismo resultado. Por lo tanto, el capital total de una sociedad está formado por la riqueza social que funciona en el proceso productivo y por el producto de ese proceso. Para medir el ritmo de crecimiento y desarrollo del capital total de una sociedad, sirve perfectamente la cantidad del mismo que se produce cada año.

El valor de la producción industrial, agrícola, ganadera y forestal en Méxi-co, a precios corrientes, ha sido el siguiente en los años que se especifica:

1877 - 78 $ 264’631,358

1900 $ 604’376,266

1907 - 08 $ 1,011’242,986

1930 $ 1,364’618,396

1940 $ 4,068’502,774

1950 $30,269’674,632

30 • El desarrollo del capitalismo mexicano

6 Apéndice Estadístico, cuadro núm. 1.

Naturaleza del régimen económico existente en México • 31

Reducidos a precios de 1900, esos valores son los siguientes:

1877-78 $ 389’163,762

1900 $ 604’376,266

1907-08 $ 755’147,884

1950 $2,594’433,556

Fuente: Apéndice Estadístico de este mismo trabajo, cuadro núm. 1.7

Debemos aclarar que ninguna de las dos cuantificaciones es exacta (véase nota a pie de página), pero, sin embargo, ambas sirven para ilustrar el hecho central de nuestra argumentación: la producción de capital ha aumentado fabulosamente desde los días de la acumulación primitiva (despojo de los campesinos por los terratenientes) realizada a partir de la mitad del siglo XIX.

Las cifras del ingreso nacional calculadas por el Banco de México dan tam-bién una visión clara del incremento de la producción capitalista.7 En las notas explicativas del cuadro 3 del Apéndice Estadístico se da la fuente de cada una de las cifras que aquí consignamos y se expone el proceso empleado para convertirlas a pesos de 1900. Ahí también se explica el procedimiento por medio del cual se formuló el índice de precios al mayoreo de la Ciudad de México para el período 1877-1965, que fue la base de esa conversión. Es evidente que los cálculos hechos de acuerdo con el índice sólo pueden dar como resultado una muy lejana aproximación a la realidad debido a que es absolutamente imposible establecer, aunque sea con una mediana exactitud, la verdadera evolución de los precios durante un período tan largo, pues los ín-dices parciales son en buena parte inconmensurables entre sí a causa de las distintas circunstancias económicas que existían en los diversos períodos en que fueron formulados, de los diversos criterios y procedimientos técnicos empleados para elaborarlos, etcétera; en resumen, reflejando la concate-nación de los índices la tendencia secular al alza de los precios, no puede, sin embargo, mostrar los términos reales de intercambio entre las diversas ramas de la producción, ni los de éstas con el exte-rior, etcétera, que serían algunos de los elementos necesarios para fijar un poco más acertadamente el nivel de precios a través de una larga etapa. Cualquier índice de esta naturaleza peca por una sobre valoración de los precios, la que se traduce necesariamente en una subvaloración de los conceptos que con él se miden (capital, producción, etcétera); pese a todos estos inconvenientes, hemos queri-do deflactar con el índice formulado por nosotros las cifras de capital y producción, aún a costa de hacerlas descender muy por debajo de su valor real en relación con el año base de 1900, para salir al paso de la objeción típica del marxista vulgaris y del “economista de izquierda”, según la cual, las ci-fras abultadas por los aumentos de los precios ocultan un verdadero estancamiento, o cuando menos un ritmo muy lento de la acumulación de capital. No entraremos a discutir aquí la peregrina tesis de que el proletariado debe estar interesado en la rápida y voluminosa acumulación de capital (las cosas se presentan como si la burguesía, al no acumular lo suficiente, vulnerase los intereses de la clase obrera); sólo queremos demostrar un hecho escueto: a pesar de la evidente reducción muy por debajo de su valor real, las cifras deflactadas reflejan la fabulosa acumulación de capital que ha ha-bido en nuestro país desde 1877 hasta nuestros días. Agregaremos aquí que el capital se ve sometido, en su desarrollo, a una constante depreciación a causa del incesante incremento de la productividad del trabajo que permite producir, con el mismo valor una masa cada vez mayor de medios de produc-ción. Por último, mientras más progresa el régimen capitalista, mayor es la parte del capital social que funciona en la misma forma que las fuerzas naturales, es decir, sin transmitir valor al producto, con lo que el valor nominal del capital en un período determinado deja de ser conmensurable con su volumen material, que crece gigantescamente. Desde este punto de vista, incluso la valoración a precios corrientes peca de subvaloración, porque no refleja en forma alguna la masa total del capital existente en un período determinado.

Según esos datos, el ingreso nacional en México, de 1940 a 1965, a precios corrientes, es como sigue:

1940 $ 6,400’000,000

1945 $ 18,600’000,000

1950 $ 37,500’000,000

1955 $ 74,760’000,000

1960 $ 120,100’000,000

1965 $ 219,600’000,000

Deflactados a precios de 1900:

1950 $ 3,216’000,000

1955 $ 4,091’000,000

1960 $ 5,429’000,000

1965 $ 9,052’000,000

Fuente: Apéndice Estadístico de este mismo trabajo, cuadro núm. 1.8

La medida del capital total —el existente y el que se le agrega cada año— es aún más difícil de obtener; sólo hemos logrado establecerlo, de una manera aproxi-mada, para los años de 1950 y 1960.

En 1950, el valor del capital fijo, de las existencias de materias primas, productos en proceso de elaboración y terminados, etcétera, o sea, aquellos elementos que no se contabilizan en la producción anual, ascendía, según cál-culos transcritos por Alonso Aguilar en su obra “México, riqueza y miseria”, a $92,516’100,000;9 agregando a esta cantidad el monto del ingreso nacional de ese año, establecido por el Banco de México en $37,500’000,000, obtenemos un total de $130,061’000,000 que es el capital total aproximado, a precios corrien-tes, para 1950.

Deflactando esa cantidad con el índice de precios al mayoreo de la Ciu-dad de México para 1877-1965, formulado por nosotros, la cifra se reduce a 11,147’480,565 de pesos de 1900.

Para 1960, un cálculo semejante, basado ahora en una cifra que emplea Alonso Aguilar, sin citar la fuente, para cuantificar el capital productivo que no se contabiliza en el año en curso, y que hace ascender a $205,426’000,00010, arro-

8 Ibídem.9 Aguilar M., Alonso, El proceso de acumulación de capital, cuadro 2, en Alonso Aguilar M. y Fernando Carmona, México: riqueza y miseria, Editorial Nuestro Tiempo, México, 1967, p. 18. La fuente de los datos citados por Alonso M, Aguilar es: CEPAL, El desequilibrio externo en el desarrollo latinoamericano. El caso de México, vol. 1, pp. 136 y ss.10 Aguilar M., Alonso, op. cit., pp. 19-20.

32 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Naturaleza del régimen económico existente en México • 33

ja un capital total, a precios corrientes, de $325,526’000,000, el cual se reduce, a precios de 1900, a la cantidad de $14,713’904,093.

Insuficientemente exactos como son los datos referentes al ingreso nacio-nal y los cálculos sobre el capital total existente en México, demuestran sin embar-go, de manera irrefutable, el aumento fabuloso de la riqueza social que funciona como capital, concentrada en manos de la burguesía.

La concentración de la propiedad de la riqueza social (del capital total) para el período que abarca de 1877 a 1910, la consideramos suficientemente ilustrada por los datos que acerca de la propiedad territorial hemos expuesto en el lugar respectivo; en esa época el proletariado crece rápidamente, lo cual se observa con claridad en el incremento de los jornaleros agrícolas entre los años de 1895 y 1910:

1895 2’595,162

1900 2’549,659

1910 3’123,975

Fuente: Cuadro 1 de este trabajo, p. 7.

No hemos tenido a mano los datos completos sobre la magnitud y el crecimien-to del proletariado en las industrias, pero los pocos recabados nos demuestran que desde esta época la mayor parte de la producción total se realiza ya por los cauces del capitalismo.

Los autores de El Porfiriato. Vida Económica, consideran que en 1895 había en el país 552,800 obreros industriales y que en 1910 el número ascendió a 606,000 (véase cuadro 21 en el capítulo V).

En 1960, la riqueza social (el capital social), que calculábamos en $325,526’000,000 a precios corrientes, estaba “repartida” entre las siguientes personas:

Cuadro 9

Población económicamente activa por posición en la ocupación

1960 % 1970 %

Población34’923,192

48’225,238

Población económicamente activa11’332,016

100 12’955,057 100

Personas ocupadas 11’149,378

Cuadro 9 (Continuación)

Población económicamente activa por posición en la ocupación

Trabajadores asalariados7’268.325

64.14 8’054,822 62.17

Jornaleros 1’945,709

17.17 2’659,056 20.52

Obreros3’833,753

33.83

Empleados1’488,863

13.14 5’395,766 41.64

Patrones87,759

0.77 797,452 0.61

Trabajadores por su cuenta3’854,911

33.52 2’441,056 18.84

Ejidatarios1’203,926

10.62 815,806 6.29

Agricultores1’523,853

13.45

Otros1’127,132

9.45

Ayudan a familiares sin retribución121,021

1.07 846,167 6.5

Personas desocupadas182,638

Fuente para 1960: Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística, VIII Censo General de Población, 1960, 8 de junio de 1960, Resumen General, México, D. F., 1962, cuadro núm. 27, p. 434.

De la propiedad sobre el capital total están excluidos, por definición, los trabaja-dores asalariados (64.14% en 1960 y 62.17% en 1970 del total de población eco-nómicamente activa) y las personas que ayudan sin retribución (1.07% y 6.5%); a las personas que trabajan por su cuenta (33.52% y 18.84%), suponiendo que participen en la propiedad del total de la riqueza social en la misma proporción en que poseen capital industrial, les pertenecerá tan solo el 0.95% del capital total calculado para 1960; los patrones, que son el 0.77% de la población econó-micamente activa, monopolizan ese año el 99.05% de la riqueza social.

Resumiendo: en 1960, según el Censo General de Población de ese año, el 65.21% de la población económicamente activa no tiene propiedad, el 33.52% participa del 0.95% de la riqueza social, y el 0.77% del 99.05% de la misma.

Los trabajadores asalariados son un número mucho más grande que el captado por el Censo; bajo el rubro “Personas que trabajan por su cuenta” hay un

34 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Naturaleza del régimen económico existente en México • 35

porcentaje bastante alto de verdaderos proletarios que teniendo propiedad sobre minúsculos e insuficientes medios de producción (pequeña parcela y pequeño taller artesano) tan pronto adoptan o abandonan este estado de productores independientes, según las alternaciones del mercado de trabajo; es decir, que esos grupos de personas que trabajan por su cuenta son receptáculos y fuentes de población obrera sobrante; pero no sólo eso, sino que en su interior se de-sarrolla una tajante división entre pequeña burguesía agraria e industrial y un proletariado que sirve a esa pequeña burguesía (caso típico, lo que sucede con los ejidatarios); por lo tanto, ya sea en potencia, como fuerza de trabajo en reser-va para las necesidades de la gran industria, o de hecho, como fuerza de trabajo explotada por los pequeños productores más ricos destacados de su propio seno, los grupos de personas “que trabajan por su cuenta” están formados en su ma-yor parte por verdaderos proletarios; conservadoramente, supondremos que del 33.52% que en 1960 representan respecto del total, el 30% son proletarios “en reserva” o activos y el 3.52% forman la pequeña burguesía agraria o industrial y los diversos tipos de trabajadores independientes (profesionistas, etcétera). Con-forme a estas consideraciones, el número de trabajadores asalariados, bajo sus diversas formas, se eleva, en 1960, a un 94.14% del total, en tanto que los propie-tarios burgueses y los verdaderos trabajadores independientes alcanzan apenas un 4.29% del total de la población económicamente activa.

No pueden ser más elocuentes los datos que hemos presentado; ellos de-muestran palmariamente, para 1960, la absoluta concentración de la propiedad de la riqueza social en unas cuantas personas (el 0.77% de la población eco-nómicamente activa posee el 99.05% del capital total de la sociedad); su fun-cionamiento como capital, pues no pueden conservarse ni incrementarse tales concentraciones de medios e instrumentos de producción con el propio trabajo de sus poseedores, viéndose éstos obligados a utilizar para ello grandes cantida-des de trabajo asalariado; la existencia de la absoluta mayoría de la población (94.14%), como personas privadas de medios de producción y que por tanto son vendedores reales o potenciales de su fuerza de trabajo. El régimen capitalista lo encontramos establecido definitivamente en México, en sus rasgos más puros, en los días que corren, moviéndose sobre sus propias bases, desde principios del siglo actual y conquistando esas mismas bases por medio de la acumulación originaria (concentración primitiva de la riqueza social en manos de los capita-listas y despojo de los productores directos —agricultores o artesanos—) desde mediados del siglo XIX.

Producción de plusvalía en México • 37

CAPÍTULO IIPRODUCCIÓN DE PLUSVALÍA EN MÉXICO

A) Consideraciones teóricas1

La producción capitalista anual, además de reponer los elementos de valor que se invirtieron en el proceso productivo, crea un nuevo valor, un plusvalor. El problema que ahora se presenta es determinar de dónde surge ese plusvalor que viene a engrosar la riqueza de los capitalistas.

Las mercancías que se producen en la sociedad capitalista tienen una do-ble naturaleza: son valores de uso y valores; como valores de uso son objetos útiles que satisfacen una necesidad humana, y en su carácter de valores son materializaciones de una determinada cantidad de trabajo humano invertido en su producción, trabajo que se mide por el gasto de cerebro, músculos, nervios, etcétera, del obrero.

La producción capitalista anual está formada totalmente por mercancías; su valor puede descomponerse en dos partes: una, que es el valor transmitido al producto por los medios e instrumentos de producción (valor preexistente, por tanto), y otra, que es un nuevo valor que se añade al producto durante el proceso productivo. El nuevo valor sólo puede proceder de aquél de los elementos del proceso productivo que posea la particularidad de que su consumo produzca valor. Únicamente la fuerza de trabajo, que es una mercancía que existe junto con las otras en el mercado, es la que puede, actuando sobre los medios e instru-mentos de producción, conservar el valor de los mismos y crear un nuevo valor, una parte del cual reproduce su propio valor y otra es valor excedente; esto es así porque el consumo de tal mercancía constituye también un proceso de materia-lización de trabajo en objetos útiles. Esto significa que todas las mercancías que se producen en la sociedad capitalista son producto del trabajo de los obreros. Los medios e instrumentos de producción podrían permanecer en manos de la burguesía hasta la consumación de los siglos sin que de ellos brotase la más mí-nima cantidad de valor, a no ser por la “fortuna” de encontrarse en el mercado con esa milagrosa mercancía: la fuerza de trabajo.

1 Resumen, extractos y citas de los capítulos V, VI y VII de la Sección Tercera “La producción de plusvalía absoluta” del t. I de El Capital, de Carlos Marx, edición citada.

Es evidente que el derecho de propiedad de la burguesía sobre los me-dios e instrumentos de producción no crea valores de uso ni valor; el trabajo de alta dirección del proceso productivo, que recae en cierta medida (decreciente conforme avanza el régimen capitalista) sobre la burguesía misma, se equipara al trabajo asalariado, considerándose al capitalista como su propio obrero; el trabajo físico de la burguesía, que está excluido por definición del proceso pro-ductivo capitalista, no podría (esta clase representó en nuestro país, en 1960, apenas el 0.77% de la población económicamente activa) poner en movimiento un solo átomo de los medios e instrumentos de producción modernos, que sólo funcionan a base de cantidades masivas de trabajo socializado; los medios e instrumentos de producción no crean nada por sí mismos, pues sólo pueden producir mercancías cuando entran en contacto con el trabajo vivo, y en la for-mación del valor del producto únicamente participan transfiriéndole una parte de su propio valor (ya existente, en consecuencia). Es por eso que sólo la fuerza de trabajo puede ser fuente de valor y por tanto de plusvalía.

Para que los capitalistas encuentren en el mercado a la fuerza de trabajo como una mercancía, es necesario que se den dos condiciones: que el trabaja-dor sea libre propietario de su capacidad de trabajo, de su persona2 y que “no pudiendo vender mercancías en que su trabajo se materialice se vea obligado a vender como una mercancía su propia fuerza de trabajo identificada con su corporeidad viva”.3

La existencia de estas dos condiciones presupone, por un lado la abolición de la servidumbre y de los gremios y, por el otro, un largo proceso en el cual los productores directos son despojados de sus medios de producción y de vida y obligados a comparecer al mercado llevándose a sí mismos como mercancía.

Para que el consumo de la fuerza de trabajo por los capitalistas produzca plusvalía es necesario que se de una serie de condiciones:

en primer lugar, se debe poner en contacto la fuerza de trabajo con los medios a) e instrumentos de producción para que se produzcan bienes de uso destinados al mercado, esto es, mercancías; dicho de otro modo, debe realizarse, bajo la dirección del capitalista, un proceso de trabajo y de creación de valor;en segundo lugar, el proceso de creación de valor (producción de mercancías) b) debe prolongarse más allá del punto en el cual la fuerza de trabajo se reduce a reproducir su propio valor, debe ser un proceso de valorización.

Esto quiere decir que no sólo es necesario, para la creación de plusvalía, que el capitalista encuentre en el mercado la mercancía fuerza de trabajo y la consu-ma produciendo bienes de uso y valor, sino que, además, el valor de esa mercan-cía (valor de los medios de vida necesarios para su subsistencia y reproducción) debe ser menor que el valor que crea durante su funcionamiento, o, dicho de otro modo, que la cantidad de trabajo invertido en la producción de sus medios de vida sea menor que el total de trabajo desplegado por el obrero durante la jornada.

2 Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, t. I, FCE, México, 1964, p. 121.3 Ibíd., p. 122.

38 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía en México • 39

Como agente consciente de este proceso de valorización, el dueño de ri-queza social se convierte en capitalista, cuya actividad tiene como motivo pro-pulsor la apropiación de riqueza abstracta y no de valores de uso para llenar sus necesidades; de tal suerte, el móvil del capitalista es la obtención de ganancia, y no sólo la ganancia aislada, sino el apetito insaciable de ganar.4

El proceso de valorización, o sea, el consumo de la fuerza de trabajo más allá del límite dentro del cual sólo se reproduce su valor, es el proceso por el que se crea plusvalía absoluta; éste es el mecanismo formal sobre el que se asienta en su totalidad la producción capitalista; la producción de plusvalía absoluta es la forma específica de producción de plusvalía en las primeras etapas del capi-tal. En su desarrollo, el régimen capitalista debe conquistar ése su mecanismo fundamental partiendo de una identidad más o menos exacta entre el valor de la fuerza de trabajo y su producto de valor, reduce por medios violentos el valor de la fuerza de trabajo a lo estrictamente necesario para la subsistencia y reproduc-ción del obrero y divide su jornada de trabajo en tiempo de trabajo necesario (en el cual trabaja para reproducir el equivalente de sus medios de vida) y tiempo de trabajo excedente (durante el cual trabaja para producir una plusvalía que se apropia el capitalista). Este prerrequisito necesario del régimen capitalista, al igual que la creación de los obreros libres, está escrito en los anales de la historia de México con trazos indelebles de la violencia más despiadada. Como en todo lo que toma en sus manos, el capital realiza esa tarea a conciencia: reduce el precio de la fuerza de trabajo muy por debajo de su valor mínimo y aumenta la jornada de trabajo mucho más allá de sus límites naturales.

Líneas antes hemos hecho una distinción entre el capital constante y el capital variable: ahondaremos un poco más en este interesante tema. La diferen-cia existente entre ambas especies de capital se deriva del papel que desempeñan los diversos elementos materiales que intervienen en la producción capitalista en la formación del valor del producto. Éstos se reducen a dos categorías funda-mentales: medios e instrumentos de producción y fuerza de trabajo. Al poner a ésta en contacto con aquéllos en el proceso de producción, el valor de los medios e instrumentos de producción se conserva transfiriéndose al producto, en el que reaparece bajo una forma útil distinta de su forma original; al mismo tiempo, se crea un nuevo valor al transformar los medios e instrumentos de producción en un nuevo objeto útil; es el ejercicio de la fuerza de trabajo lo que genera este doble resultado, el cual obedece a la doble naturaleza del trabajo: como trabajo concreto, conserva el valor de los medios e instrumentos de producción al darles otra forma útil distinta de la que tenía originalmente; como trabajo abstracto, añade nuevo valor en ese mismo proceso.

Esta distinción es importantísima porque de la confusión entre los dos aspectos del trabajo surge la teoría burguesa del papel de los medios e instru-mentos de producción en la creación del valor del producto; como claramente se desprende del análisis hasta aquí hecho, los medios e instrumentos no crean

4 Ibíd., p. 109.

nada por sí mismos; es la fuerza de trabajo la que, en su ejercicio, conserva y transfiere el valor de aquéllos al producto (un valor preexistente) y a la vez crea más valor.5

Como sabemos, en el régimen capitalista el proceso de producción no es sólo un proceso de creación de valor, sino que al mismo tiempo es un proceso de valorización; de esta manera, la fuerza de trabajo, además de conservar el valor de los medios e instrumentos de producción y crear más valor para reponer el suyo propio, crea un valor excedente, una plusvalía.

Atendiendo a la distinta función de los elementos materiales en el proceso de producción capitalista, Marx llama a los medios e instrumentos de produc-ción, cuyo valor se limita a reaparecer en el producto, capital constante o parte constante del capital; la fuerza de trabajo, que crea su propio valor y un valor excedente, es llamada la parte variable del capital o capital variable.

El grado de explotación de la fuerza de trabajo por el capital se determina por la relación entre la masa de plusvalía producida durante un período deter-minado de tiempo y la parte variable del capital empleado en dicha producción; llamando C a la cuota de plusvalía, p a la masa de plusvalía y v al capital variable, la fórmula de la cuota de plusvalía es:

C = p/v

B) El proceso de valorización del capital en México

La creación de obreros libres a partir de los productores directos propietarios de sus condiciones de trabajo y de vida es un proceso que en nuestro país se inicia en la segunda mitad del siglo XIX, y que culmina, en lo fundamental, con el propio siglo.

Desde entonces, en nuestro país existe en cantidades cada vez más gran-des esa “milagrosa” mercancía cuyo consumo es la base de la existencia de la sociedad moderna.

El valor del capital productivo industrial (que comprende el de los me-dios e instrumentos de producción utilizados en la producción industrial, es decir, del capital constante que está formado por los activos fijos netos: terrenos, construcciones, instalaciones, maquinaria, equipo, mobiliario, vehículos, etcé-tera, menos su depreciación, por las existencias de materias primas en cuanto son una condición indispensable para la continuidad del proceso productivo, las materias primas consumidas, los gastos de energía eléctrica, combustibles y lubricantes consumidos, la depreciación de los activos fijos, todos aquellos gas-tos que en general no se cargan a la cuenta de las utilidades y lo que se paga por maquila y el de la fuerza de trabajo empleada, esto es, del capital variable) fue

5 E1 valor de las mercancías se determina por la cantidad de trabajo socialmente necesario invertido en su producción. Véase Apéndice Teórico en donde se estudia la teoría marxista del valor.

40 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía en México • 41

en nuestro país, en 1930, de $1,389’131,298 a precios corrientes; la producción industrial de ese mismo año fue de $911’360,000; restando de este último va-lor aquel que se transmite del capital productivo al producto ($547’962,120 que comprenden: depreciación de capital fijo, materias primas consumidas y gastos de energía eléctrica, combustibles y lubricantes consumidos cuyo valor existía previamente al proceso productivo y que se limita a reaparecer en el producto y sueldos y salarios, que es un valor que se crea en el proceso productivo y que repone el de la fuerza de trabajo) resulta un valor excedente de $363’397,880 que es el remanente sobre el adelanto de capital; al principio del año los capitalistas industriales mexicanos invirtieron un valor capital de 1,389’131,298 y al finali-zar el mismo habían obtenido un incremento de valor de $363’397,880, es decir, que su capital inicial se valorizó en un 26% en el transcurso del año.

La finalidad del capital, su valorización incesante, se cumple cabalmente, y en una proporción gigantesca, en el régimen económico imperante en México.

En 1935, el capital productivo industrial, a precios de 1930, fue de 3,038.49 millones de pesos y la plusvalía producida llegó a 866.46 millones de pesos por lo que aquél se valorizó en un 28.51%; en 1940 los valores respec-tivos, en millones de pesos también a precios constantes base 1930=100, fue-ron: $4’152.42, $494.23 y 11.9%; en 1945: $3,933.29, $883.15 y 22.45%; en 1955: $13,739.47, $533.57 y 3.88%; en 1960: $10,723.94, $1,193.16 y 11.12%; en 1965: $14,858.65, $3,630.09 y 24.43%; en 1970: $14,558.31, $6,225.77 y 42.76%; y en 1975: $18,226.77, $7,325.34 y 40.19 por ciento.6

En el proceso productivo del año de 1975 se invirtió en la industria un capital constante (medios e instrumentos de producción cuyo valor se limita a reaparecer en el producto y que forma parte del capital constante total) igual a 13,292.82 millones de pesos a precios constantes base 1930=100, un capital variable (mercancía fuerza de trabajo) de 4,004.00 millones de pesos, o sea, en total, 17,296.82 millones de pesos; el valor de la producción de todo el año fue de 24,622.17 millones de pesos. Aquí se observa claramente cómo el consumo de la mercancía fuerza de trabajo dio como resultado la conservación de un valor pre-existente (capital constante) y la creación de un nuevo valor, una parte del cual repone el valor de aquélla (capital variable) y la otra es un valor excedente o plus-valía (materializada en un plus-producto) igual a 7,325.34 millones de pesos.7 Como el producto de valor de la fuerza de trabajo (11,329.34 millones de pesos) es superior a su valor (4,004.00 millones de pesos), es posible entonces que se haya obtenido una plusvalía; es decir, porque el uso de la mercancía fuerza de trabajo produce más valor del que ella cuesta, o, lo que es lo mismo, más productos de los necesarios para su subsistencia.

En el caso de la producción industrial de México en el año de 1975, si su valor a precios constantes base 1930=100 sólo hubiera sido de 17,296.82 millo-

6 Apéndice Estadístico, cuadro 3. Véase nota núm. 1 del capítulo I. Los datos base para 1965 fueron tomados del Resumen General del VIII Censo Industrial, 1966.7 Ibídem.

nes de pesos, se habría conservado el valor del capital constante y repuesto el del capital variable a través del consumo de la mercancía fuerza de trabajo, pero no se habría creado plusvalía. Como el valor de la fuerza de trabajo (4,004.00 millones de pesos) es inferior a su producto de valor (11,329.34 millones de pe-sos) es entonces posible que se haya obtenido una plusvalía (7,325.34 millones de pesos).

La plusvalía calculada por nosotros para el año de 1930 fue de 363.41 millones de pesos y el capital variable, registrado por el Censo Industrial corres-pondiente, de 176.93 millones de pesos; la fórmula deducida en la parte teórica queda así:

Cuota de plusvalía para 1930 = 363.41/176.93 = 105.39%

En 1975, la plusvalía ascendió a 7,325.34 millones de pesos constantes base 1930 = 100 y el capital variable fue igual a 4,004.08 millones de pesos; de acuerdo con esto:

Cuota de plusvalía para 1975 = 7,325.34/ 4,004.08 = 82.94%.

42 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía absoluta • 43

CAPÍTULO IIIPRODUCCIÓN DE PLUSVALÍA ABSOLUTA

A) Consideraciones teóricas1

La empresa capitalista encuentra en el mercado a desposeídos, pero no a obre-ros. Los productores directos, privados súbitamente de sus medios de produc-ción y de vida, aún conservan fuertemente arraigado su espíritu de independen-cia, por lo que se niegan sistemáticamente a sujetarse a la disciplina del trabajo asalariado. Los campesinos despojados de sus tierras y los artesanos arruinados sólo se avienen a trabajar para el capitalista de acuerdo con las condiciones im-perantes en el período anterior, es decir, bajo una jornada y un salario que dejan un irrisorio margen de trabajo excedente para el empresario.

Para convertir a los productores directos en obreros, el capital tiene, en primer lugar, que someter al régimen del trabajo asalariado a esos proletarios que él mismo ha creado, ha de obligarlos a sangre y fuego a vender su fuerza de trabajo y supeditarse a la dirección del empresario; después, para poder obtener plusvalía, que es el alimento del cual se nutre, necesita aumentar la jornada de trabajo y reducir radicalmente el salario de los trabajadores, logrando por estas dos vías complementarias alargar el proceso productivo más allá del límite en el cual el obrero sólo reproduce el valor de su fuerza de trabajo y reducir este valor a los límites inferiores que le traza el régimen capitalista;2 debe dividir la jornada del obrero en dos partes. La plusvalía producida a través de la extensión de la jornada de trabajo y de la reducción del salario se denomina plusvalía absoluta.

1 Resumen, extractos y citas del capítulo VIII de la Sección Tercera “La producción de plusvalía abso-luta” del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.2 Esto significa que la cantidad de bienes que se apropia el obrero es acortada al estricto límite de la subsistencia física y la reproducción e incluso a niveles muy inferiores al mismo, lo que contrasta con el ingreso más que decoroso del artesano y del campesino de la época inmediata anterior, el que cubría, además de sus necesidades físicas más apremiantes, aquellas que se derivaban de una vida más plena en todos los sentidos. La acción del capitalismo establece un nuevo y reducido nivel de las necesidades de los trabajadores y con ello un nuevo valor social de la fuerza de trabajo determinado por el volumen de los bienes necesarios para la subsistencia física y la reproducción del obrero. Al contrario de las formas de producción de plusvalía relativa, las cuales se basan en la disminución del valor de la fuerza de trabajo por efecto del incremento de la productividad del trabajo sin alterarse

El apetito insaciable de ganancia, que veíamos era el móvil del capitalista, reviste ahora una forma más concreta y se transforma en hambre insaciable de trabajo excedente.

El producto más peculiar de las primeras etapas del capitalismo es la tendencia de los empresarios a ampliar desmedidamente la jornada de trabajo, reducir radicalmente el salario, e incorporar a las mujeres y los niños al trabajo asalariado con la finalidad de establecer una primitiva división entre tiempo de trabajo necesario y tiempo de trabajo excedente.

La extensión de la jornada de trabajo mucho más allá de sus límites na-turales (físicos), el descenso del salario que reduce los medios de vida de los obreros muy por debajo del mínimo necesario para subsistir y la incorporación de las mujeres y los niños al trabajo asalariado producen necesariamente “el empobrecimiento de la fuerza humana de trabajo, despojada de sus condiciones normales de desarrollo y de ejercicio físico y moral... la extenuación y la muerte prematura de la misma fuerza de trabajo.3

En esta forma, la marcha elemental del proceso capitalista de producción, presidida por el instinto absoluto de la clase burguesa, por la codicia insaciable de trabajo excedente, lleva al agotamiento de la cantera viva de donde se nutre el capital, la fuerza de trabajo; el desgaste acelerado de sucesivas generaciones de obreros, que amenaza con agotar para siempre a la clase obrera, fuente de la riqueza capitalista, no causa la menor preocupación a la burguesía.

Estas circunstancias en que se desarrolla la infancia del capital imponen a la clase obrera la necesidad de luchar en contra de los capitalistas para lograr la reducción de la jornada de trabajo, el aumento del salario y la reglamentación (y en algunos casos la abolición) del trabajo femenil e infantil y la de asociarse para obtener mejores resultados en esa lucha.

El Estado burgués se ve obligado, por una parte a causa de la presión de la clase obrera y por otra debido al interés de todos los capitalistas (del cual es celoso guardián aún en contra de ellos mismos) de mantener con vida a la fuente de sus ganancias, a imponer un freno a las primitivas depredaciones del capital. Ésta es la causa, todas las proporciones guardadas, de la expedición de las Fac-tory Acts en Inglaterra y de la Ley del Trabajo en México.

...Estas leyes fabriles vienen a poner un freno a la avidez del capital, a su codicia de explotar sin medida la fuerza de trabajo, limitando coactivamente la jornada de trabajo por imperio del Estado, por imperio de un Estado gobernado por ca-pitalistas y terratenientes. Prescindiendo del movimiento obrero, cada día más fuerte y amenazador, esta traba impuesta al trabajo fabril fue dictada por la mis-ma necesidad que trajo el guano a las tierras inglesas. La misma codicia ciega

las necesidades de los obreros ni la masa de bienes que se apropian, la reducción del salario como forma de producción de plusvalía absoluta específica de las primeras etapas del capitalismo, se traduce en una baja del valor de la fuerza de trabajo originada por una disminución de la masa de productos correspondientes al obrero y, por tanto, en una reducción radical de sus necesidades.3 Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, t. I, FCE, México, 1964, p. 208.

44 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía absoluta • 45

que en un caso agotó la sustancia de la tierra, atentó en el otro contra las raíces de la nación. De ello son síntomas tan elocuentes las epidemias periódicas...4

Lo verdaderamente característico de este proceso, lo que revela en toda su mag-nitud la esencia del régimen capitalista, lo que hace brillar en todo su esplendor la codicia como móvil único de los capitalistas, es el hecho de que les tenga que ser impuesto por la fuerza lo que es la condición inexcusable de su existencia como clase explotadora: la conservación de la fuerza de trabajo, que es cantera de trabajo vivo y, por tanto, de plusvalía.

Describiremos ahora cómo realizaron los capitalistas mexicanos la tarea de reducir a los proletarios a la disciplina del trabajo asalariado y establecer la división de la jornada de trabajo en sus dos partes fundamentales para la creación de plusvalía. Este proceso se desarrolló en dos fases que aparecen cla-ramente delimitadas en nuestra historia y que tradicionalmente se denominan, una, la primera, “República Restaurada”, que abarca de 1867 a 1876 y que aquí consideramos como el remate de toda una época que se inicia aproximadamente en la década de los cuarenta, y otra, la segunda, “El Porfiriato”, comprendida entre los años de 1877 y 1910.

B) La producción de plusvalía absoluta en la República Restaurada (1867-1876)

Inmediatamente después de la Revolución de Independencia se consuma el pro-ceso —iniciado desde los últimos años de la Colonia— de disolución del régimen feudal. Libres de la servidumbre y de la coacción gremial, los pequeños produc-tores de mercancías agrícolas e industriales se desarrollan impetuosamente; a su lado aparece, como un producto necesario, una legión de pequeños comer-ciantes que les sirven de intermediarios. El gran incremento de la producción de mercancías provoca: 1) un enorme crecimiento del raquítico mercado preexis-tente; 2) el establecimiento entre los productores del principio vital capitalista de la valorización de la riqueza como móvil fundamental de la producción; 3) la conversión de las relaciones existentes entre el maestro artesano y sus oficiales y entre el campesino y sus familiares y ayudantes en relaciones de explotación capitalista, por las cuales el empleo de la fuerza de trabajo tiene como finalidad obtener una plusvalía que incremente constantemente la riqueza de los propie-tarios, y 4) una primitiva diferenciación de los pequeños productores en peque-ña burguesía y proletariado.

En esta época la producción conserva un carácter rudimentario, reducido y local; es, en esencia, una pequeña y primitiva producción capitalista de mer-cancías. El maestro artesano sólo ha aumentado en dos o tres personas el núme-ro de sus operarios, aunque, en contrapartida, ha centuplicado su explotación: los ha transformado en obreros asalariados productores de plusvalía. El produc-tor agrícola también ha ampliado su explotación en las mismas proporciones.

4 Ibíd., p. 184.

De la pequeña burguesía y de los pequeños comerciantes se van desta-cando, por un proceso natural, grandes empresarios que establecen enormes explotaciones capitalistas industriales y agrícolas —enormes en comparación con el pequeño taller artesano y la reducida parcela familiar característicos de la pequeña producción capitalista de mercancías—, basadas en la cooperación simple, en donde se emplean cantidades masivas de asalariados; se amplía gi-gantescamente el antiguo taller artesano y se concentran grandes extensiones de tierra por medio de los arriendos.

En la fase en que se inicia el establecimiento en firme de las primeras empresas capitalistas agrícolas e industriales, que pasan por las formas de la cooperación simple y la manufactura, la pequeña producción capitalista de mer-cancías, que aún conserva su cuño artesanal, sigue existiendo e incrementándo-se porque, por un lado subsiste el impulso anterior que tiende a generalizar la producción de mercancías en una sociedad en donde el común denominador era la producción para el autoconsumo, roturando así nuevos campos para el capital y, porque, por el otro, la cooperación simple y la manufactura aceleran ese impulso al incrementar la división social del trabajo, pues las empresas ca-pitalistas requieren bienes tanto de la industria artesanal como de la agricultura campesina y de la industria doméstico-rural (instrumentos de producción, ma-terias primas, bienes semiterminados, el acabado de otros, etcétera). La pequeña producción capitalista de mercancías y la producción basada en la cooperación y la manufactura se dan un mutuo impulso por el cual se engendran una a la otra.

Las formas de riqueza heredadas del feudalismo, atraídas por el progreso económico, se orientan hacia el régimen que se está gestando: los terratenien-tes se convierten en arrendadores de tierras y en prestamistas de dinero, tanto para los pequeños productores y pequeños comerciantes agrícolas como para los primeros empresarios capitalistas y medianos comerciantes agrícolas; los grandes comerciantes se convierten en habilitadores de los pequeños producto-res, pequeños comerciantes, empresarios capitalistas y medianos comerciantes que producen y venden artículos industriales.

En la década de los cuarenta del siglo XIX se crearon en nuestro país las primeras empresas agrícolas e industriales como resultado necesario del desen-volvimiento de la pequeña producción capitalista de mercancías; para el período de la República Restaurada, dichas empresas se han convertido en la base fun-damental del sistema económico y someten entonces a su dominio a la pequeña producción de mercancías a la cual imprimen un desarrollo conforme a sus necesidades. Las empresas de esta época tienen su complemento necesario en una vasta red de artesanado urbano, en una industria doméstico-rural y en una producción agrícola campesina. Esta situación contradictoria, característica de las primeras fases de la producción capitalista, cuando ésta se asienta aún en el artesanado y el trabajo manual, determina necesariamente que, naciendo y desarrollándose en este caldo de cultivo todas las tendencias inherentes al ré-gimen capitalista, no puedan, sin embargo, desplegarse en toda su extensión y profundidad.

46 • El desarrollo del capitalismo mexicano

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Los primeros empresarios capitalistas se encuentran con los obstáculos consabidos: la inconstancia de los obreros, quienes por el menor motivo aban-donan sus labores y se resisten a la disciplina del trabajo asalariado, altos sala-rios y jornadas de trabajo reducidas; la tendencia intrínseca del capital se pone en acción inmediatamente y emprende una Santa Cruzada para lograr la sumi-sión a sus designios de la masa de desposeídos que abarrotan el mercado y de esta manera obligar a los obreros que laboran bajo sus órdenes a la obediencia irrestricta de sus dictados y a trabajar un tiempo excedente sobre el necesario para reponer el valor de su fuerza de trabajo.

Modestos como tenían que ser necesariamente estos primeros intentos —debido a la subsistencia de la pequeña producción artesanal y campesina y al carácter manual del trabajo en la manufactura—, dieron realmente frutos grandiosos: en el campo restituyeron la esclavitud por deudas y la violencia físi-ca más despiadada y en la ciudad, a la vez que en ciertos aspectos destruían la base de vida de grandes capas de artesanos, instituían la esclavitud franca de los obreros que laboraban en las manufacturas.

El antiguo campesino libre, despojado súbita y violentamente de sus tie-rras por los grandes hacendados y los empresarios capitalistas, no se avenía a convertirse en trabajador asalariado, es decir, no aceptaba volver a la finca bajo la condición de esclavo moderno; para obligarlo a ello, los terratenientes tuvieron que exhumar la “esclavitud por deudas” (adelanto en metálico a los jor-naleros para poder asegurar la mano de obra), sistema que había sido utilizado con éxito por sus antecesores, los terratenientes del siglo XVII, para constituir el régimen feudal. Durante la época de la República Restaurada, la versión moder-na de este mecanismo no pudo funcionar en toda su extensión porque los terra-tenientes aún no se convertían en verdaderos empresarios capitalistas y por eso sólo requerían mano de obra para las labores tradicionales de conservación de la “finca señorial” y no para la producción de plusvalía con la finalidad de valorizar su capital. En el período anterior al despojo de los campesinos, abolida ya en lo fundamental la servidumbre, el pequeño productor agrícola, que se desarrollaba impetuosamente por la vía de la pequeña producción capitalista de mercancías había quedado en las tierras del hacendado con la categoría de arrendatario, co-lono, etcétera, o de peón que poseía un pedazo de tierra para complementar su subsistencia; quedaban reminiscencias de la vieja relación feudal (dependencia feudal, etcétera), pero ya muy atenuadas y vulneradas constantemente por el desenvolvimiento de la economía campesina. Consumado el despojo el terrate-niente obtiene ingresos por los arriendos de tierras a los empresarios capitalistas agrícolas con los que lo unen relaciones eminentemente mercantiles, y ya no cuenta con la fuente de mano de obra que habían sido sus anteriores arrenda-tarios, colonos y peones, por lo que se ve obligado a emplear el sistema de las deudas y la violencia física para llevar jornaleros a su finca.

El espíritu de independencia, que había germinado entre los campesinos en la fase anterior al despojo, y un nuevo desarrollo de la pequeña agricultura complementaria de la gran agricultura capitalista ponían un obstáculo insupe-

rable al propósito de los terratenientes de obtener mano de obra lo cual los obligaba a aumentar la violencia física y a perfeccionar el mecanismo de la “es-clavitud por deudas” para atraer definitivamente a los jornaleros.

El historiador burgués ve en el sistema de las deudas una restauración del feudalismo, cuando, en realidad, es el resultado de la definitiva abolición de las relaciones feudales en el campo.

En el período de la República Restaurada, los salarios de los peones em-pezaron un vertiginoso descenso y su jornada de trabajo comenzó a extenderse desmesuradamente.

Lo que mejor define esta época de transición, y lo que refleja claramente la debilidad del régimen naciente, es la existencia del bandolerismo como un fenómeno ampliamente difundido en la época de la República Restaurada; la disolución de las “huestes feudales” y el despojo de los campesinos lanzan al arroyo masas gigantescas de personas que pierden la base de su existencia y que no pueden ser sometidas de inmediato a las exigencias del nuevo régimen; el vagabundaje se convierte, por un proceso natural, en bandolerismo; en la mis-ma medida en que éste es erradicado por medio de leyes draconianas y de la enérgica acción de la Acordada, el obrero rural es reducido a la disciplina del capitalismo agrícola.

La clase trabajadora tenía, en la época que nos ocupa, una doble natura-leza: una buena parte de ella estaba formada por artesanos y la otra por obreros industriales.

Los artesanos, cuyo incremento estaba determinado por el propio desa-rrollo de las empresas capitalistas industriales, se vieron sometidos a un proceso de ruina masiva a causa de la competencia entre ellos y de la sujeción en que se encontraban respecto de los empresarios y comerciantes capitalista y de las formas de riqueza heredadas del régimen feudal, que ahora servían al régimen capitalista naciente.

Los artesanos arruinados sufrieron en carne propia los primeros intentos violentos de los capitalistas de someterlos al régimen férreo del trabajo asalariado.

Los obreros industriales, por su parte, se vieron presa de inmediato de los apetitos de los capitalistas: se inició el proceso de extensión de la jornada, reducción del salario e instauración del más oprobioso despotismo en los centros de trabajo.

En nuestro país no se expidieron, como sí sucedió en Inglaterra, leyes encaminadas a hacer obligatorio el trabajo asalariado y a extender la jornada de trabajo y reducir el salario, pero al dejar las relaciones obrero patronales dentro de los marcos del derecho civil se proporcionó el mecanismo a través del cual, por medio de la voluntad de las partes, se podrían sancionar la obligación de trabajar para rescatar una deuda, aquella extensión y tal reducción.

De hecho, el Estado nunca permaneció al margen de este proceso: san-cionó por la vía civil y penal el hambre de trabajo excedente de los capitalistas y empleó la violencia extra-legal para obligar a los artesanos arruinados a trabajar para el capital.

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Los trabajadores se encontraban en el centro de acción de dos fuerzas opuestas: de una parte, el régimen capitalista naciente hacía todos los esfuer-zos posibles para lograr la sumisión del artesanado, que se iba arruinando, al régimen del trabajo asalariado; de la otra, el artesano se resistía a ello y tendía a volver a la situación de privilegio y relativa comodidad de antes de su ruina, lo cual, obviamente, era imposible. La ideología y el movimiento de los trabajado-res no pueden, en esta época, pues, sino llevar la impronta de esas dos fuerzas en conflicto: por un lado, reivindicará la reducción de la jornada de trabajo, el aumento del salario y la reglamentación del trabajo en general, entrando así en disputa directa con los capitalistas; por el otro, tratará de restaurar el régimen de gremios bajo nuevas formas.

Los autores de la Historia Moderna de México, obra que fue dirigida en su ejecución por Daniel Cossío Villegas, relatan en el tomo referente a la vida social en la República Restaurada, con tintes muy vivos, la situación del obrero y sus relaciones con el artesano durante el período que nos ocupa:

Un grupo social reciente —el obrero— provoca constantemente bajas en dos grupos tradicionales: el de la servidumbre doméstica y el del artesanado, pues el naciente capitalismo industrial crea un sensible contingente de operarios asalariados. Después de la independencia las fábricas y los grandes talleres se multiplican, aún cuando en ocasiones se trata de una simple prolongación de los obrajes coloniales. Al restablecerse la República hay un sensible número de fábricas de azúcar y aguardiente, de molinos de harina y aceite, de fábricas de jabón, vidrio y cigarros y sobre todo, de grandes telares. La industria nacional de cuño capitalista ...pone al borde de la bancarrota a importantes porciones del tradicional artesanado. ...Muchos artesanos tienen que cerrar sus talleres e irse a trabajar como obreros asalariados a las fábricas, donde las condiciones de trabajo no están generalmente “a la altura de su dignidad” de aquí que los exartesanos sueñen con la vuelta al sistema gremial y contagien con sus anhelos al operario común y corriente. A la vez que se desarrolla lentamente la industria fabril y la manufactura de tipo capitalista, decaen las viejas artesanías; la competencia de la nueva indus-tria, la proclividad de los aristócratas a las manufacturas extranjeras, la abun-dancia de los artesanos, las cargas fiscales y la política libre cambista, son fac-tores que explican aquella decadencia... todo esto explica el descontento de los artesanos aún no metidos a obreros, descontento más notorio debido al espíritu de solidaridad que reina en el grupo, dispuesto a defenderse. Surgen así el mu-tualismo, el cooperativismo, la alianza con los jornaleros, la adopción de algunas teorías socialistas de matiz anárquico y el odio contra el capitalismo. Y si en un principio las actividades defensivas del artesanado son vistas con simpatía por el régimen liberal, a la larga se vuelven sospechosos. Los trabajadores mineros, los obreros fabriles, los artesanos, los baratilleros y la tropa, son los principales componentes del proletariado urbano. Los descontentos. El descontento de algunos grupos de trabajadores de las minas no tiene punto de comparación con la manifiesta hostilidad hacia el ca-pitalismo, por parte de obreros y artesanos industriales. En la época colonial

quedaba en manos del operario todo el producto de su trabajo y los artesanos, reunidos en gremios y tutelados por la Corona, no temían los asaltos de la mi-seria y el hambre. Los regímenes del México independiente dejaron de proteger a los artesanos y arremetieron contra los gremios, obligando a muchos de ellos a cerrar sus industrias domésticas e ingresar como asalariados a fábricas y ta-lleres, que eran propiedad de unos señores que no poseían el oficio de que se aprovechaban y que en su mayoría eran extranjeros. Los agravios de que se quejaba el artesanado convertido en obrero no se re-ducían a los dos señalados; las prácticas abusivas de los patrones daban mucho más que decir, así los salarios mezquinos, las largas jornadas, la obligación de laborar los domingos y otros días de fiesta, el despotismo de los amos y capata-ces, y diversas maneras de malos tratos. La clase obrera —se dijo— está condenada a ser siempre explotada por los poderosos, que se enriquecen con el fruto de su trabajo, y a ser tratada con des-precio y tiranía como si fuesen bestias de carga, recargándoles los quehaceres y privándolos de sus horas de descanso. A la penuria hay que agregar las agotadoras jornadas de trabajo: muchos propietarios de fábricas quisieron hacer creer a los obreros que el día se compo-nía de catorce horas en el invierno y de quince en el verano. Por supuesto que los operarios nunca llegaron a creerlo pero tenían que ceñirse a la voluntad de los amos, pues de lo contrario, los salarios bajaban. Evans, en su visita a la fábrica “Hércules” de Querétaro, se asombró de que los obreros empezaran sus labores a las seis de la mañana y las suspendieran a las nueve y media de la noche con dos breves intervalos, uno de media hora para desayunar y otro de una hora para comer. Los obreros sintiéndose ofendidos, señalan como culpables al gobierno y a las empresas, y contra ellas dirigirán sus dardos.5

Precisamente la etapa que vive el capitalismo bajo la República Restaurada es aquella en que empieza a desarrollarse poderosamente su apetito insaciable de plusvalía; como hemos visto, la codicia de los empresarios choca con la oposi-ción de los artesanos arruinados (o, en general, de los pequeños productores arruinados), que se niegan a acatar los dictados del capital (extensión de la jor-nada de trabajo y disminución del salario); el capital, para poder desarrollarse progresivamente (es decir, para cumplir con el postulado de incremento cons-tante que le impone su codicia irrefrenable de trabajo excedente), debe nece-sariamente apropiarse de todo el tiempo de trabajo del obrero y lograr que la supeditación de éste a sus designios sea “voluntaria”. Pero en esta época, aunque las condiciones económicas del artesanado han empeorado sensiblemente y lo mantienen al borde de la ruina, no son sin embargo aún tan angustiosas y no se ha perdido todavía el espíritu de independencia característico del pequeño productor ni la base económica que lo genera; además, el Estado, que tuvo que proteger y promover el desarrollo del artesanado, se ve en un apuro (jurídico y político) cuando tiene que reprimirlo; en estas circunstancias, la lucha em-

5 Cossío Villegas, Daniel, “La República Restaurada, La Vida Social”, Historia Moderna de México, pp. 414-428.

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prendida por el obrero-artesano tiene por objeto inmediato poner un freno a la tendencia del capital a extender la jornada de trabajo, pues el capitalismo ya ha avanzado y avanza; y como finalidad última, el movimiento pretende hallar la solución al problema en la vuelta al sistema de los gremios. En esta época aún se pueden dar los artesanos el lujo de rebelarse abiertamente contra las exigencias del capital. Y como las condiciones económicas no están aún tan agudizadas que impongan la única salida posible al problema, el Estado puede mantenerse todavía aparentemente como arbitro de los dos intereses en pugna: liberalismo por un lado y Banco de ayuda a los artesanos por el otro. La base real de este fenómeno está en la naturaleza de la manufactura, que es la forma predominante de producción capitalista durante la República Restaurada; ella descansa todavía en el trabajo manual y en una extensa red de artesanado urbano y rural. En esta época, pues, la lucha de los obreros tiene por objeto conservar su naturaleza de artesanos inde-pendientes (en la medida en que no la han perdido) y volver a ella cuando han sido arruinados. Pero el capitalismo, en su avance inexorable, lleva a la ruina a la gran mayoría del artesanado y termina así con la situación en la cual el obrero tenía un pie en el taller y otro en la fábrica, lanzándolo hacia ésta definitivamente.

La agudización del deterioro de las condiciones de vida del obrero, su sometimiento violento al régimen capitalista de producción, etcétera, provienen del tránsito que se inicia en el Porfiriato de la manufactura a la gran industria; es en esta época cuando más violentas formas toma la oposición del obrero a las depredaciones del capital; pero es también cuando ha perdido la base material que lo protegía contra los abusos de aquél y cuando, por lo mismo, el Estado considera que debe dejar de rendirle honores a algo que ya no existe en la rea-lidad. El carácter sanguinario y feroz del capital se manifiesta en esta época (Porfiriato) en todo su esplendor; ya sin traba alguna, el hambre insaciable de trabajo excedente del capital echa mano de todos los instrumentos necesarios para, a sangre y fuego, lograr el sojuzgamiento definitivo del proletariado. Para nadie es un secreto que tal fue, en realidad, una de las labores fundamentales del Porfirismo. El burgués de nuestros días, en un hipócrita acto de contrición, recorre asombrado toda la gama de depredaciones cometidas por el capital en contra del trabajo en la época del Porfirismo y respira aliviado al compararlas con las formas civilizadas de explotación que él practica; no puede reconocer que esa disciplina y esa sumisión actuales de sus obreros sólo existen ahora porque fueron logradas a través de aquella sanguinaria violencia.

La reacción de los obreros en contra de las depredaciones del capital en la época que estudiamos —la República Restaurada— está determinada total-mente por la doble naturaleza de los trabajadores y es impotente para detener la acción del capital. Dos corrientes surgen dentro del movimiento obrero: una ra-dical, que propugna las huelgas, el cooperativismo y la revolución social y otra, reformista y ligada íntimamente con los artesanos, que proponía el mutualismo y el unionismo; esta última fue la que triunfó y la que impuso su sello especial a la lucha de los trabajadores de aquel período histórico; no podía ser de otra manera, por las causas que ya hemos citado anteriormente.

La agitación de los obreros-artesanos empieza desde tempranas épocas, recibiendo el movimiento de los trabajadores, en su seno, las distintas corrientes que se debatían en la arena internacional.

En 1861, el griego Plotino C. Rhodakanty edita la Cartilla Socialista, de corte fourierista, y organiza en México el centro de estudios socialistas. Más tarde llega a México el libro Historia de las Asociaciones Obreras, de Fernando Garrido, el que de inmediato se convierte en el libro de cabecera del movimiento obrero mexicano del siglo XIX.

Los autores del tomo ya citado de la Historia Moderna de México expresan así los puntos cardinales del movimiento de los trabajadores durante la Repú-blica Restaurada:

...Los artesanos asalariados de México recibieron con beneplácito lo mismo al griego Rhodakanty que al libro de Garrido y combinaron sus enseñanzas con las viejas prácticas gremiales y aún con algunas doctrinas del liberalismo vigente. En esta labor fueron sus eficaces colaboradores los artesanos libres, que coinci-dían con los obreros en el odio contra el capitalismo, porque su situación no era mejor que la de éstos, los artesanos que aún conservaban sus pequeños talleres tenían poco trabajo y se les pagaba mal.

La situación del proletariado independiente era insoportable.

...Se quejan de poca demanda para sus industrias, de las cargas fiscales, de la competencia de las fábricas y grandes talleres y de otras cosas más. Sólo los artesanos jornaleros sábense agraviados por los capitalistas, por el régimen liberal; víctimas de situaciones parecidas, en ningún momento recha-zan la alianza de los asalariados. Juntos procuran la vuelta al régimen gremial, y se inspiran en las doctrinas socialistas en boga para organizar lo mismo la defensa que el ataque. Obreros y artesanos de la capital, estrechamente unidos, conscientes de que forman una clase aparte, se disponen a luchar en pro de sus intereses. Las doctrinas de Fourier, Louis Blanc, Proudhon, Robert Owen, Saint Simón, Garrido y otros socialistas, sirvieron a algunos obreros para crear su propia doc-trina, en la que destacan los puntos siguientes: mutualismo y unionismo; coo-perativismo; aumento de salario y reducción de horas de trabajo; amenaza de revolución social; proteccionismo arancelario, etcétera. El desarrollo de algunos de estos puntos favorecía por igual a jornaleros y artesanos, pero otros sólo ser-vían aisladamente los intereses de uno u otro de los aliados. Hay que distinguir también, entre los entusiastas de los ideales socialistas, los moderados —en su mayoría artesanos libres— y los radicales. La moderación de los primeros, con-sistía en llevar adelante el programa sin provocar fricciones obrero patronales ni de otra índole, el radicalismo de los segundos se limitaba a combatir el mutua-lismo en nombre del cooperativismo, a justificar el uso de la huelga por diversas razones y atacar sin ton ni son la conducta de los pudientes...6

Este “movimiento obrero” es el resultado necesario de las circunstancias econó-micas que vivía el país; el capital se había desarrollado hasta el punto de pro-

6 Cossío Villegas, Daniel, op. cit., pp. 426-427.

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vocar la ruina de los artesanos, aumentando así el número potencial de obreros asalariados, pero no había llegado aún a someter a esos artesanos al régimen típica-mente capitalista; o sea, que predominaba en esta época el artesanado como tal.

En julio de 1871 ve la luz pública el primer periódico obrero, El Socialista editado por los discípulos del griego Rhodakanty, Juan de Mata Rivera y Fran-cisco de P. González.

Después de la aparición de este periódico, la prensa toma un gran auge. En una breve reseña enumeramos los más importantes periódicos obreros y sus tendencias principales:

En Oaxaca: El artesano Oaxaqueño. En México: La Comuna (que apareció a me-diados del 74), El Obrero Internacional, La Huelga, La Abeja, Los Desheredados y El Hijo del Trabajo. La doctrina de El Socialista era la moderación; propugnaba por un sistema de asociación mutualista, instrucción de obreros y artesanos, contratos colectivos de trabajo y creación de sociedades cooperativas. La Comuna se dirige en tono enérgico al capital; aunque no aconseja las vías de hecho clama constantemente contra los poderosos. El Obrero Internacional estaba en contra del mutualismo y se pronunció a favor de la cooperativa y las huelgas.

Se estableció una acalorada polémica entre los moderados y los radicales. Para la prensa radical sólo las cooperativas y las huelgas salvarían al proletariado mexicano. La Comuna y El Obrero Internacional aconsejaban recurrir a la insu-rrección armada contra los tiranos.

Los autores que hemos citado anteriormente sintetizan de la siguiente manera la lucha entre esas dos corrientes y su resultado:

Los obreros, para satisfacción de la prensa conservadora y radical, se hi-cieron sordos en la mayoría de los casos a la propaganda favorable a las huelgas: artesanos y asalariados de todo el país escucharon con atención las enseñanzas de El Socialista; pero pocas veces se dejaron influir por la prensa radical. El ideal mutualista prendió rápidamente; pocos adeptos, en cambio, lograron las doctri-nas que predicaban el cooperativismo, el odio contra el capital y la huelga. Quizá la mentalidad pequeño burguesa de los artesanos, como dice Chávez Orozco, sea la culpable del fracaso del ala izquierda de aquel socialismo mexicano.

Para el mutualismo había antecedentes alentadores: los gremios colonia-les, primero, y más tarde, en 1843, la Junta de Fomento de Artesanos, creada para defenderse de la invasión de manufacturas extranjeras, mejorar y aumentar la producción artesanal mexicana, instruir en ciencias profanas y religión a sus miembros y sostener institutos de beneficencia.

En torno a la Junta central se agruparon varias Juntas menores de la capital de los Estados; unas y otras fomentaron las llamadas Juntas Patrióticas, cuyo obje-to era combatir las manufacturas extranjeras...7

Desaparecidas las Juntas Patrióticas a poco de fundadas, se crean sociedades mutualistas.7 Ibíd., pp. 434-435.

Después de la aparición de El Socialista cunde una fiebre entre los artesa-nos por unirse en asociaciones mutualistas. La culminación de este proceso es la creación, en 1872, de El Gran Círculo de Obreros Mexicanos.

El movimiento obrero se desarrolla definitivamente por la vía del mutua-lismo y se aleja de las tendencias radicales.

Para 1874, el Gran Círculo tenía más de 12,000 afiliados. Sus fines eran mejorar por todos los medios legales la situación de la clase obrera y protegerla contra los abusos de los capitalistas; relacionar entre sí a toda la familia traba-jadora del país, proteger la industria y las artes, instruir al obrero en sus dere-chos y obligaciones y establecer sucursales en todos los centros industriales de la República. Obtuvieron el apoyo del presidente Lerdo de Tejada y, a su vez, lo apoyaron a él activamente.

El Gran Círculo formuló el “Reglamento General para regir el orden del trabajo en las fábricas unidas del Valle de México”, cuyas disposiciones funda-mentales eran: luchar por el establecimiento de la jornada de trabajo de sol a sol; la obligación de los obreros de cada fábrica de poner sus establecimientos de enseñanza en los distintos ramos; y una especie de cláusula de admisión.

En 1874, el Gran Círculo participa en la elección del ayuntamiento de la Ciudad de México y logra colocar en él a dos artesanos.

El Gran Círculo se da a la tarea de reunir en un solo organismo a todos los obreros del país, convocando para ello a un Congreso Nacional Obrero que da principio el 5 de marzo de 1876. El Congreso concluye con la constitución de la Gran Confederación de las Asociaciones de Trabajadores de los Estados Unidos Mexicanos.

La “edificante” obra del capitalismo naciente se ve coronada por dos ma-les necesarios que lo acompañarán hasta los días que corren: la prostitución y la Beneficencia Pública; esta última, en todas sus ramas, se encuentra ya altamente desarrollada para la época de la República Restaurada, lo que indica, sin lugar a dudas, el grado de progreso alcanzado por el capitalismo en esos tiempos; la riqueza capitalista se basa en y genera la miseria de capas cada vez más amplias de la población.

La peculiaridad de esta época (República Restaurada) radica en la natu-raleza misma de la forma de producción predominante, la manufactura. Su base técnica es el trabajo manual y no abarca en toda su extensión la producción social, sino que, por el contrario, mantiene e incrementa el artesanado urbano, la agricul-tura campesina y la industria doméstico-rural. De esta suerte, no existe la base ne-cesaria para someter definitivamente al trabajador a las necesidades del capital.

C) La producción de plusvalía absoluta en el Porfiriato (1877-1910)

Hemos visto cómo los primeros tímidos y modestos esfuerzos desplegados por el capital para lograr la sujeción de los proletarios a las necesidades del régimen capitalista durante la República Restaurada producen un verdadero cataclismo

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en la sociedad mexicana: reviven la esclavitud por deudas de los peones y la vio-lencia privada de los hacendados sobre los obreros agrícolas; lanzan a la ruina a miles de artesanos urbanos y los empujan bajo las ruedas trituradoras de la manufactura capitalista, en donde se ven sometidos al despotismo de los em-presarios que los obligan a trabajar más allá de cualquier barrera moral o física que se pueda concebir; van rematando el proceso de despojo masivo de los pro-ductores directos, el cual alcanza su auge en ese período y vuelve de cabeza las viejas condiciones de vida que aseguraban una existencia decorosa a la masa del pueblo, obligada ahora a vagar y morirse de hambre o venderse como esclavos modernos a los capitalistas.

Hemos comprobado cómo el capital no puede vivir ni desarrollarse sino a costa de anular todas las condiciones de vida de los trabajadores. Hemos consta-tado que el único móvil del capitalista, al cometer esas depredaciones contra la gran masa del pueblo, es su codicia insaciable de plusvalía.

Pues bien, los resultados de estos modestos y tímidos primeros pasos del capital, monstruosos como son, palidecen frente a sus realizaciones en el perío-do que estudiamos en este punto, el Porfiriato. A estas alturas, el despojo de los productores directos ha sido consumado en lo fundamental: la base económica del artesanado y de los productores directos en general va siendo destruida im-placablemente por la gran industria maquinizada; el Estado se convierte, desem-bozadamente, en un instrumento incondicional de los apropiadores de plusvalía; y la codicia de los capitalistas, centuplicada, se ve libre de cualquier traba ante-rior. Se inaugura así una etapa orgiástica del desarrollo del capital.

Siendo en esencia los mecanismos empleados en el Porfiriato para obligar a la clase obrera a la producción de plusvalía absoluta los mismos que se utili-zaron en la época de la República Restaurada, sólo señalaremos aquí los rasgos específicos que adquieren en el período que estudiamos en este punto.

La situación de los peones agrícolas empeoró definitivamente. La escla-vitud por deudas, cuya naturaleza ya analizamos en el punto anterior referente a la República Restaurada, se convirtió en la forma general para asegurar mano de obra a los hacendados; la violencia para obligarlos a trabajar en las hacien-das tomó caracteres masivos; el Estado actuó abiertamente para auxiliar a los capitalistas terratenientes en esta labor. Algún gobernador (el de Tamaulipas), al contrario de otros que con una mano expedían decretos prohibiendo el endeu-damiento de los peones y su persecución cuando no las pagaban y con la otra mandaban a las tropas para auxiliar a los hacendados, pedía abiertamente que se elevara a precepto legal la esclavitud por deudas. Los peones de las haciendas eran víctimas de los bajos salarios, de los anticipos y también de castigos corpo-rales que les infligían los latifundistas y sus administradores y capataces. Pretex-tando que los peones eran indolentes e inmorales, los golpeaban y encarcelaban con gran frecuencia. En Oaxaca, Tabasco, Campeche, Yucatán y Chiapas se re-gistraron los más de estos abusos.

Las tropas federales estaban siempre, incondicionalmente, a disposición de los hacendados.

Por los ochenta el administrador de la hacienda de Ulapa (Tetepango, Hgo.) in-tentó meter en bartolinas de seis metros cuadrados a las familias de los peones castigados, pero como éstos se negaron a cambiar sus jacales por las nuevas po-cilgas, el administrador pidió auxilio al ejército federal. Acto seguido una partida de soldados amenazó de muerte a los renuentes y destruyó 236 jacales habitados por 700 gentes. También las haciendas Tlaxcaltecas se hicieron célebres por sus abusos: en una de ellas se azotaba a los peones y luego se les untaba jugo de pen-ca de maguey en las heridas; en otra, bajo pena de multa, cárcel y golpes se les obligaba a rezar el rosario y oír diariamente misa. Y el código penal tlaxcalteca parecía estar hecho para satisfacer los instintos sádicos de los terratenientes.8

En Chiapas se dieron casos de sirvientes endeudados que recibían más de 200 azotes porque solicitaban su “desacomodo”. En Pachucalco, los peones traba-jaban en lugares insalubres, las deudas eran hereditarias y se acostumbraban grilletes, cepos y cadenas. Como siempre, para explicar esta situación se apelaba a la pereza proverbial de los peones.

Pero los ejemplos típicos de la violencia sanguinaria ejercida por los capi-talistas y el Estado en contra de los peones agrícolas para obligarlos a trabajar en las haciendas, son los de Yucatán y Valle Nacional. En el primer caso, los ha-cendados capitalistas, después de someter a la más oprobiosa esclavitud a los indios mayas, destruyendo de paso su organización tribal primitiva, y ávidos de fuerza de trabajo para producir las cantidades fabulosas de henequén que reclamaba a gritos el mercado mundial, del cual tenían el monopolio, celebraron un tratado con sus compadres, los hacendados de Sinaloa, que por aquella época perse-guían con lujo de violencia a los indios mayos y yaquis para despojarlos de sus tierras y acrecentar así sus latifundios, por el cual éstos se obligaban a enviarles los indios que iban quedando “libres” de sus tierras al mercado de esclavos de Yucatán; se inicia así una verdadera caza de hombres en todo el noroeste del país. Esta edificante “división” del trabajo, por la cual unos capitalistas obtenían tierras y otros esclavos a costa del aniquilamiento de pueblos antiquísimos, es uno de los galardones más altos del capitalismo de la época Porfirista; el so-metimiento de las tribus yaquis y el tráfico de los esclavos desde Sinaloa hasta Yucatán estaban a cargo del ejército federal.

Ni que decir se tiene que la violencia ejercida dentro de las haciendas yu-catecas contra los peones estaba a la par con la utilizada para cazar a los indios yaquis en el otro extremo del país.

El Valle Nacional fue el otro caso relevante de violencia masiva sobre la población para convertirla en trabajadores asalariados. Las autoridades federa-les y algunas estatales, con el pretexto de combatir la criminalidad, sobre todo la de poca monta, organizaron un sistema de trabajo forzado en beneficio de los hacendados de Valle Nacional. El sistema se extendió hasta convertirse en una forma de enganche, aparentemente libre, por la que las personas eran contrata-das para ir a prestar sus servicios a las haciendas del Valle Nacional, en donde

8 Cossío Villegas, Daniel, “El Porfirismo. La Vida Social”, Historia Moderna de México, p. 224.

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se les obligaba a trabajar bajo condiciones despóticas y se les retenía por tiempo indefinido; vale decir que eran convertidos en esclavos.

Por último, el sistema fue el remedio para terminar con el vagabundaje que se había heredado de la República Restaurada y que todavía era muy impor-tante en esos años.

México Bárbaro, de John Kenneth Turner (cuya identidad ha sido muy controvertida), es el documento más revelador de la situación existente en Yuca-tán y en el Valle Nacional durante el Porfiriato.9

9 Según Kenneth Turner, en Yucatán había verdadera esclavitud porque se podían vender o comprar personas para las explotaciones henequeneras. La forma para llegar a la esclavitud era a través del sistema de deudas. Una vez endeudado el peón, se consideraba propiedad del acreedor y éste podía transmitirlo por un precio determinado. La esclavitud existente en Yucatán era el peonaje, que exis-tía en todo el resto de la República, llevado a su máxima expresión. Describe un cuadro alarmante de la situación de los esclavos en Yucatán: eran sometidos a despiadados castigos corporales y se encontraban en peores condiciones que los esclavos negros de las plantaciones del sur de los Es-tados Unidos. Más adelante narra Turner la tragedia del pueblo Yaqui, que fue despojado a sangre y fuego de sus tierras para adjudicárselas a los favoritos del régimen porfirista. Cuando los indios yaquis eran capturados vivos, se les mandaba a Yucatán como esclavos. Relata la odisea de los yaquis cuando eran conducidos a Yucatán, los malos tratos que sufrían los golpes, etcétera, que los reducían a la calidad de simples bestias. En el capitulo IV de su libro describe la situación existente en las plantaciones de tabaco de Valle Nacional, que era más aterradora aún que en Yucatán. Esclavismo. Los esclavos aquí no son indios, sino mestizos; la esclavitud en Valle Nacional, lo mismo que en Yucatán, no es otra cosa sino peonaje o trabajo por deudas llevado al extremo, aunque en apariencia toma un aspecto ligeramente distinto, el de trabajo por contrato. Mediante el contrato el hacendado obligaba al peón a trasladarse al Valle Nacional y una vez dentro, ya era de su plena propiedad. “Los hacendados no llaman esclavos a sus esclavos. Les llaman trabajadores contratados. Yo sí los llamo esclavos porque desde el momento en que entran a Valle Nacional se convierten en propiedad priva-da del hacendado y no existe ley ni gobierno que los proteja. En primer lugar, el hacendado compra el esclavo por una suma determinada. Lo hace trabajar a su voluntad, lo alimenta o lo hace pasar hambre a su antojo; lo tiene vigilado por guardias armados día y noche, lo azota, no le da dinero, lo mata y el trabajador no tiene ningún recurso al cual acudir. Llámese esto como se quiera, yo lo llamo esclavitud, porque no conozco otra palabra que se adapte mejor a tales condiciones.” Explica cuáles eran las dos vías principales para proveer de esclavos al Valle Nacional: a) el contrato a través de una agencia de empleos, y b) el envío de los reos a compurgar ahí, mediante el trabajo, su condena. Relata diversos rasgos de estos sistemas. Había mujeres y niños entre los “enganchados”. Los escla-vos del Valle Nacional mueren más pronto (en unos seis o siete meses) que los de Yucatán. El esclavista de Valle Nacional ha descubierto que es más barato comprar un esclavo de $45.00, hacerlo morir de fatiga y de hambre en siete meses y gastar otros $45.00 en uno nuevo, que dar al primer esclavo mejor alimentación, no hacerle trabajar tanto y prolongar así su vida y su tiempo de trabajo por un período más largo. Pinta así la situación general de los peones del campo y de la ciudad: “La esclavi-tud por deudas y por ‘contrato’ es el sistema que prevalece en todo el sur de México. Probablemente 750,000 personas pueden clasificarse con exactitud como ‘propiedad mueble’ de los hacendados. En los distritos rurales del resto de México existe el sistema del peonaje que se distingue de la esclavitud principalmente en el grado, y es similar en muchos aspectos al régimen de servidumbre de la Edad Media. Según ese sistema, el trabajador está obligado a prestar sus servicios al hacendado, aceptar lo que quiera pagarle y aún recibir los golpes que éste quiera darle. La deuda, real o imaginaria, es el nexo que ata al peón con su amo. Las deudas son transmitidas de padres a hijos a través de gene-raciones... probablemente cinco millones de personas o sea 1/3 de la población, viven actualmente en estado de peonaje sin redención”. Los trabajadores libres tenían una existencia precaria. Kenneth Tumer, John, México Bárbaro, en Problemas Agrícolas e Industriales de México, vol. VII, núm. 2, abril-mayo-junio de 1955, pp. 46, 47, 50, 61, passim.

Hemos hecho una distinción entre la República Restaurada y el Porfiriato en lo que respecta a la producción de plusvalía absoluta. En lo que se refiere a la producción agrícola, tenemos lo siguiente: en la primera fase (República Restaurada), el cambio en la naturaleza del comercio empieza a realizarse en las haciendas al calor de la mercantilización de la producción campesina; el terra-teniente no se convierte directamente en cultivador capitalista sino que arrienda gran parte de sus tierras (reservando una parte, que cultiva con trabajo asalaria-do, para cubrir sus necesidades) y refacciona, etcétera, a los pequeños agriculto-res; el peón, que desde la Revolución de Independencia era a la vez jornalero y campesino libre y que ha sido despojado de sus tierras a partir de 1860, se resiste a seguir trabajando en las haciendas de quienes lo han lanzado al pauperismo. Frente a esta situación, los terratenientes, para obligar al peón a trabajar bajo las antiguas condiciones de producción (puesto que el terrateniente aún no se con-vierte en capitalista agrícola), exhuman el sistema de la “esclavitud por deudas”; éste empieza a desarrollarse ampliamente durante todo el período de la Repú-blica Restaurada, adoptando una forma hasta cierto punto “suave” de coacción. En el Porfiriato, sin embargo, la propia agricultura terrateniente se torna capi-talista, con lo que la relación entre el hacendado y el peón adquiere un carácter nuevo, es decir, se convierte en una relación entre capitalista y obrero; bajo estas circunstancias, los medios empleados para someter a los peones a las nuevas condiciones de producción cobran su verdadera inhumana y salvaje fisonomía, que durante la República Restaurada apenas si habían dejado entrever. De nuevo se rebelan los peones y otra vez el terrateniente emplea el expediente legal de la deuda para volverlos al trabajo. Sobre estas relaciones fundamentales se levanta todo el aparato de violencia extraeconómica que emplea el capitalista agrícola para obligar al peón a integrarse al sistema de extracción de plusvalía absoluta: el hacendado ejerce violencia privada para sujetar a los peones a la disciplina del trabajo, castigar a los que se han fugado sin pagar sus deudas, perseguirlos hasta aprehenderlos, etcétera; de hecho, tiene una guardia armada a su servicio; el poder público ejerce también violencia sobre el peón, en auxilio de la justicia privada. La ciencia del derecho se pone a las órdenes de los hacendados para fundamentar jurídicamente cómo el peón que recibe adelantos y luego no paga con su trabajo comete fraude y cae por tanto dentro de la esfera de acción del derecho penal. Si bien con algunas excepciones, la legislación en sí no estableció expresamente la facultad de perseguir penalmente al peón deudor, la ausencia de normas que reglamentaran el peonaje dejaba al arbitrio de cada juez en lo particular (en los casos que excepcionalmente se sometieran al conocimiento judicial) el determinar si había fraude o no. Sea de la cuestión estrictamente jurídica lo que se quiera, lo cierto es que, de hecho, todo el aparato estatal, con sus medios de coacción, se convirtió en un instrumento de los hacendados para someter a los peones al régimen de producción capitalista. La violencia emplea-da, realmente inconcebible y que hizo estremecerse de terror al mundo entero (John Kenneth Turner se encargó de difundir el conocimiento de la misma), es el antecedente lógico e histórico del actual régimen de explotación existente en

58 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía absoluta • 59

México. En los últimos años del Porfiriato, una vez que se hubo realizado en lo fundamental la sumisión de los peones a los dictados del capital y cuando ésta empezaba a ser “voluntaria”, se inicia un movimiento dentro de los mismos ha-cendados (los adelantos ya empezaban a serles gravosos) para “abolir el peonaje”, o sea, para establecer la “libertad” de trabajo, según la cual las personas se con-trataban como obreros por su libérrima voluntad; una voluntad que, desde luego, se habían encargado de forjar, a golpe de látigo, los mismos hacendados.

Los obreros fabriles fueron quienes resintieron los más duros efectos de esta acometida del capital para convertirlos definitivamente en creadores de plusvalía absoluta.

La tendencia intrínseca del capital a ampliar desmedidamente la jornada de trabajo cobra aquí su expresión más acabada, pues la maquinaria (que em-pieza a introducirse en las manufacturas en esta época) es una base firme para dar rienda suelta a los apetitos de los capitalistas.

Los bajos salarios, las jornadas agotadoras, la falta de descanso domini-cal, los abusos de las tiendas de raya y los accidentes de trabajo son otros tantos frutos del sistema fabril en sus años de infancia y otras tantas formas de mani-festarse el hambre insaciable de trabajo excedente de los capitalistas, la cual re-cibe, en el Porfiriato, un impulso gigantesco que lleva al capital a vivir su época de oro, su época orgiástica.

El salario industrial era bajo y mostró, en términos reales, una tendencia hacia el descenso que se hizo más acentuada en los últimos años del Porfiriato; estaba sujeto a una multitud de descuentos. Su pago se hacía generalmente en vales que sólo aceptaban algunos centros de vicio y las tiendas de raya; éstas eran, muchas veces, un negocio adicional del fabricante. El Estado, con sus tesis liberales acerca de la determinación del salario por el libre juego de las leyes económicas, se amoldó perfectamente a las necesidades de los capitalistas. Se argumentaba que el Estado solamente podía intervenir para favorecer la instala-ción de fábricas que trajeran consigo trabajo abundante y bien remunerado; no podía intervenir para fijar los salarios.

La jornada de trabajo se extendió hasta convertir toda la vida del obrero en tiempo de trabajo para el capital; hasta qué extremo había llegado esta situación se desprende claramente de las reivindicaciones fundamentales de los obreros: los trabajadores de la fábrica “La Fama” de Tlalpan, por ejemplo, pedían que la jornada de trabajo se redujera a ¡doce horas! y que se suprimiese el trabajo noc-turno. En general, la jornada mínima de trabajo para el obrero industrial fue, durante el Porfiriato, de 16 a 18 horas diarias; no había descanso dominical. Los capitalistas y sus lacayos, embriagados con tanta riqueza, hacían gala de un ci-nismo insultante. Según Telésforo García, los obreros pasaban mejor las noches en las fábricas que en sus chozas malsanas y el trabajo nocturno alejaba a los trabajadores de los vicios; agregaba que nadie podía obligar a los fabricantes a disminuir la jornada ni impedir que los obreros hicieran voluntariamente horas extras de trabajo; de lo contrario se violaría la libertad individual y se “caería en el terrible socialismo”.

Con la maquinización de la producción aumentaron en una proporción gigantesca los accidentes de trabajo; el capitalista, ya sea valiéndose de triqui-ñuelas jurídicas o situándose abiertamente fuera de la ley, echó sobre los hom-bros de la clase obrera los costos de dichos accidentes, negándose a indemnizar a quienes los hubieran sufrido; así, el aumento en la plusvalía que lograba el em-presario con el empleo de maquinaria no se reducía a causa de los gastos de “re-paración” de los obreros; la codicia del fabricante lo llevaba a agotar la cantera de trabajo vivo, sin hacer nada por su reposición, labrando así su propia ruina.

El trabajo infantil tomó definitivamente carta de naturaleza durante el Porfiriato; el rapto de niños y el esclavismo paterno, repugnantes fenómenos inseparables de las primeras épocas del capital, tuvieron en México un auge pa-voroso; en 1880, en Atlixco, se quejaban de que allí trabajaban ¡niños menores de cinco años!

Con la introducción de la maquinaria, que elimina en ciertas labores la necesidad de la fuerza física del obrero, el trabajo femenil aumenta en una pro-porción muy elevada durante el Porfiriato. Las ramas de la producción en las que irrumpe este nuevo ejército industrial son, principalmente, la industria ta-baquera y la de costura. Las cigarreras trabajaban jornadas diarias de catorce a quince horas en locales antihigiénicos y sin ventilación; la tarea diaria era de 2,600 cigarrillos; después fue aumentada a 3,000 y finalmente quedó en 2,185. En 1887 hay una crisis en la industria a causa de la competencia y los patrones, para resarcirse de las pérdidas, deciden aumentar la tarea a 2,700 cigarrillos. Se consideraba, conservadoramente, que se necesitaban cerca de 20 horas para fabricar tal cantidad. Las cigarreras se veían amenazadas por la competencia de los presos de Belén que trabajaban por salarios más bajos y un peligro nuevo surgió con los proyectos de instalación de una máquina que elaboraba 150 mil cigarros diarios; su salario estaba sujeto a multas por los pretextos más fútiles. Las costureras se encontraban en condiciones peores: en síntesis, tenían jorna-das más grandes y sueldos más bajos que las cigarreras.

La reacción violenta de la clase obrera contra la ampliación desmedida de la jornada de trabajo, la reducción del salario y todas las depredaciones del capi-tal contra los trabajadores se desarrolla impetuosamente durante el Porfiriato. Traspuesta la etapa en que el movimiento obrero estuvo dominado y dirigido por los artesanos, la lucha contra el capital toma un carácter netamente prole-tario. Se desata en la clase obrera una verdadera pasión por las huelgas; en esta época los obreros ganan la calle con una facilidad asombrosa y tienen frecuen-tes refriegas con la policía; casi no había huelga que no se acompañase con su respectiva manifestación; y esto sucedía pese a que aquéllas estaban prohibidas terminantemente por la ley. Los códigos penales del Distrito Federal y de los Es-tados establecían penas (arresto y multa por lo general) para los huelguistas; el que las huelgas hayan prosperado a pesar de esa legislación represiva demuestra claramente el carácter altamente violento de la explotación capitalista y el grado en que ésta había exasperado a la clase obrera.

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Producción de plusvalía absoluta • 61

Los años en que se registraron más huelgas durante las últimas décadas del siglo pasado fueron el 81, 84, 89, 90, 91 y 95. En el siglo XX, a partir de 1905 el número de huelgas empieza a ascender hasta alcanzar un punto máximo en 1907, después del cual desciende lentamente has-ta el final del período. En 1907 hubo 52 huelgas importantes en el país.De aproximadamente 250 huelgas habidas durante el Porfiriato, casi la mitad de ellas tuvieron lugar en el Distrito Federal, principalmente en las industrias textil, cigarrera, panadera y de transportes; el resto se verificaron, en orden des-cendente según la cantidad, en Veracruz, Puebla, Nuevo León, Tamaulipas, San Luis Potosí y Oaxaca. Cerca de la mitad de todas las huelgas acaecidas durante el Porfiriato se de-bieron a la disminución del salario y a las infructuosas peticiones para subirlo; en menor grado, a que no se pagaba a los trabajadores o se hacía con vales, o moneda de níquel. Los malos tratos, que en algunos casos llegaban a los golpes, figuraban en segundo término entre las causas de estos conflictos; después vie-nen el aumento de la jornada de trabajo, el despido de operarios, la oposición a nuevos administradores y reglamentos, la lucha contra el trabajo dominical y nocturno, la limitación de las entradas y salidas a las fábricas y el sistema de multas y de castigos empleado en ellas. La oposición a los privilegios concedidos a los trabajadores extranjeros (cerca de una docena tuvieron esta causa), o la oposición de las asociaciones obreras al ingreso de trabajadores ajenos a ellas, o la pretensión de que éstos les pagarán las cuotas obligatoriamente, hicieron que las huelgas aumentaran en los últimos años. Algunas se debieron a la decisión de los patrones de emplear maquinaria moderna. El mayor número de huelgas habido durante el Porfiriato fue en las siguientes industrias: textil, 75; ferrocarriles, 60; cigarrera, 35, y minería, tranvías y pana-derías con 12 cada una aproximadamente.10

En la cúspide de este glorioso movimiento obrero se encuentran los dos grandes enfrentamientos directos entre el proletariado mexicano que nacía a la vida y el ejército de los capitalistas, las huelgas de Cananea y Río Blanco.

La violencia, que habíamos visto empleada para someter al peón a las nuevas formas de producción, la hallamos aquí elevada a la enésima potencia para hacer lo mismo con los obreros fabriles. Encontramos dos fenómenos con-comitantes; por un lado, el movimiento obrero en constante ascenso, que llega en un momento determinado al motín como primera forma grosera de lucha política; por el otro, la represión violenta, desproporcionada, que tiene por ob-jeto escarmentar a la clase obrera. Como lo hemos señalado, esa violencia san-guinaria es el antecedente necesario del actual sometimiento de la clase obrera a la burguesía en el poder.

Hasta 1910 sigue la secuela de huelgas que llevan más o menos el mismo tipo que las anteriormente reseñadas; la fuerza pública fue empleada, a todo lo largo del período, para aprehender a los huelguistas, vigilar las fábricas, etcétera.

10 Para una documentada información acerca de las principales huelgas registradas durante el Porfi-riato, véase Cossío Villegas, Daniel, “El Porfirismo, La Vida Social”, pp. 307-310.

La necesidad de asociarse para defender sus intereses frente a los capi-talistas (aumento de salarios, reducción de la jornada, etcétera) se reveló de inmediato a los obreros mexicanos; así, conforme aumentaba la violencia de las imposiciones del capital, en la misma medida los obreros se organizaban en sin-dicatos, tipo de asociación característica de un movimiento obrero desarrollado.

En la novena década del siglo aparecen los primeros sindicatos: Círculo de obreros de Jalapa; cinco años después, en Nuevo Laredo, la Sociedad de Fe-rrocarrileros Mexicanos; en 1898, en Monterrey, la Hermandad de Ferrocarrileros y en 1898, en Puebla, la Unión de Mecánicos; estos sindicatos fueron los más poderosos, pero el movimiento de asociación fructificó también en una multitud de pequeños sindicatos, transitorios o permanentes, lo que revela con claridad que el capitalismo mexicano había entrado ya, o estaba a punto de entrar, en su mayoría de edad.

Lo característico del Porfiriato en esta materia es el hecho de que, una vez sometido en lo fundamental el productor directo al nuevo régimen de produc-ción, se inicia la lucha cuyas formas corresponden típicamente al capitalismo: la huelga, las demostraciones, e incluso gérmenes de insurrección (motines). No quiere esto decir que las formas primitivas anteriormente estudiadas ya no existiesen, por el contrario, seguían vivas y desarrollándose, pero perdiendo te-rreno frente al progreso acelerado de las que se situaban ya en el centro de las modernas relaciones de clase.

En la época que estudiamos, el espíritu juvenil de lucha de los obreros se desborda en una actividad verdaderamente febril; la más mínima reivindicación sirve de punto de partida para organizar una huelga, después una demostración, y más tarde un zipizape con la policía o el ejército.

El proceso que señala Marx, según el cual la explotación rapaz de la fuer-za de trabajo por el capital provoca la reacción violenta de la clase obrera y hace necesario que el propio Estado de los capitalistas les imponga a éstos una legis-lación que garantice la supervivencia de la cantera viva de fuerza de trabajo que es el proletariado, lo encontramos también en nuestro país. Son, en realidad, dos procesos: uno, la reacción de la propia clase obrera (huelgas, demostracio-nes, etcétera) y otro, la tímida, mezquina y siempre condicionada intervención del Estado para ir sometiendo el capital a la ley, sobre todo en los aspectos más obvios y repugnantes de la explotación. Estos dos movimientos surgen y se desa-rrollan durante el Porfiriato, culminando, el primero con las huelgas de Cananea y Río Blanco (verdaderos motines) y el segundo con las tímidas reformas que iniciaron algunos gobernadores de los Estados en materia laboral.

D) Efectos del proceso de producción de plusvalía absoluta sobre la sociedad en general

La producción capitalista, al remover desde sus cimientos las bases en que se asentaba la existencia de la gran masa de la población, privándola de sus medios

62 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía absoluta • 63

tradicionales de subsistencia y sometiéndola a la exacción inmoderada de su fuerza de trabajo, a tal grado que ocasiona su extenuación y muerte prematura, subvierte por completo todas las condiciones de vida, salud y habitación de la sociedad entera. Hasta antes de la aparición del capitalismo, la sociedad mexi-cana se había desarrollado por unos cauces dentro de los cuales el aumento de la población estaba determinado únicamente por las necesidades de reposición de las personas que morían anualmente; sobre este nivel había normalmente un ligero incremento que era fácilmente asimilable; las enfermedades encontraban un dique infranqueable en la abundante alimentación, el trabajo saludable y la jornada mesurada de la gran masa del pueblo, que son características de una so-ciedad en donde la producción de plusvalía no ha sentado aún sus reales y en la que, por lo tanto, se produce para el consumo; cierto es que había epidemias es-pantosas que diezmaban a la población, pero, una vez terminadas, las condicio-nes de salud volvían a la normalidad; las necesidades de habitaciones se cubrían holgadamente con las existentes y con el ligero incremento que de ellas había anualmente; no existía ni podía existir el hacinamiento de grandes cantidades de personas en pequeños e insalubres locales. Cualquiera que sea el juicio que las relaciones sociales existentes en aquellas lejanas épocas nos merezcan, es incon-trastable que las condiciones materiales de vida (alimento, habitación, trabajo, etcétera) estaban aseguradas, y en un grado muy alto, para la gran masa de la población. Los actos con que el capitalismo anuncia su llegada al mundo son, en todos los países “civilizados”, el despojo de sus tierras a millones de campesinos y el arrasamiento de las aldeas en que ellos han vivido tradicionalmente; de esta suerte, lanza al arroyo a millones de personas que pierden sus medios de produc-ción y de vida (y pierden por tanto el trabajo, el alimento y la salud) y que tienen que hacinarse en las pocas aldeas que quedan en pie, las que se sobrepueblan inmediatamente, o emigrar hacia las ciudades, a donde, en oleadas intermiten-tes, cada una más numerosa que la anterior, llegan para formar e incrementar una sobrepoblación que abarrota las pocas habitaciones disponibles. En nuestro país, este primer paso del capital crea, necesariamente, las condiciones para que las enfermedades prosperen vertiginosamente: al perder sus medios de trabajo y de vida, la mayoría de los campesinos, subalimentados o sin alimentar, son presa fácil aún de las enfermedades más leves, las cuales los llevan en la mayoría de los casos a la tumba; como fuente incesante de población sobrante, el campo provee de materia prima para que las enfermedades prosperen, se propaguen y se eter-nicen entre toda la población; y las relativamente pocas habitaciones existentes en las aldeas que quedan en pie y en las ciudades que reciben a las masas de campesinos desposeídos, se convierten en locales llenos de hombres hacinados y de suciedad y en focos perpetuos de las enfermedades más peligrosas.

El segundo paso del capital consiste en someter a los obreros a las ne-cesidades que se derivan del instinto insaciable de los capitalistas de obtener plusvalía, para lo cual extiende la jornada de trabajo más allá de los límites na-turales y reduce el salario muy por debajo del valor mínimo de la fuerza de tra-bajo, provocando así su extenuación y muerte prematura; los obreros, en tales

circunstancias, con el desgaste acelerado de su fuerza de trabajo ven disminuir rápidamente las defensas de sus organismos y se convierten en fácil presa de todas las enfermedades y en propagadores de las mismas. Al acabar el capita-lismo con las antiguas condiciones de vida de la sociedad, termina también con los anteriores motivos propulsores de la reproducción de la población, los que estaban determinados por la necesidad de ir cubriendo los huecos que dejaban los decesos, e instaura nuevos incentivos que elevan en proporción geométrica la tasa de su incremento. Así, el aumento de la población, originado también por el capitalismo, viene a reforzar todos los fenómenos estudiados, proporcionán-doles un nuevo impulso.

Con su descarado cinismo, el capital pretende hacernos creer que su labor histórica consiste en incrementar la producción de riqueza para “elevar el nivel de vida de la población” y acabar así con la miseria, el hambre, la insalubridad y las enfermedades que él “ha heredado de un régimen anterior”, cuando ¡todos estos males, y otros peores, no son sino el resultado necesario de su propio mo-vimiento, y su desarrollo los reproduce en escala ampliada! Lo verdaderamente trágico de todo esto es que los teóricos pseudorevolucionarios le tomen la pala-bra a la burguesía al pie de la letra y la increpen, no porque ha creado y sigue creando la miseria y la insalubridad de las masas, sino porque no produce la suficiente riqueza para acabar con esos males heredados del feudalismo.

El desarrollo del capital, al reproducir sus condiciones de existencia, re-produce en una escala cada vez más elevada aquello que él mismo ha creado; por lo que la acumulación de capital (la industrialización, como gustan decir nues-tros inefables teóricos pseudorevolucionarios), no puede ser sino acumulación de miseria, de tormentos y degradación para la clase obrera.

La población de la República Mexicana aumentó de la siguiente manera en el período comprendido entre 1877 y 1910:

Año PoblaciónIncremento respecto al período anterior

1877 9’666,396

1880 10’107,295

1890 11’727,430 6%

1900 13’607,260 16%

1910 15’160,368 11%

Fuente: Estadísticas Económicas del Porfiriato. Fuerza de Trabajo y Actividad económica por Sectores, Seminario de Historia Moderna de México, El Colegio de México, p. 25.

De 1877 a 1910, es decir, en un período de 33 años, la población se incrementó en un 58%; dividiendo en períodos de diez años el lapso de tiempo comprendido entre 1880 y 1910, tenemos que en la primera década (1880-1890) el incremento de la población fue de un 6%; en la segunda (1890-1900), de 16%, y en la tercera

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Producción de plusvalía absoluta • 65

(1900-1910), de 11%. En estas cifras se manifiestan claramente los fenómenos económicos que determinaban en aquella época el crecimiento de la población. El 58% de incremento en los 33 años del Porfiriato señala la existencia de una “explosión demográfica” como en ninguna otra época de la historia de México se había producido. El análisis por períodos nos revela otros fenómenos que ya he-mos estudiado: el súbito aumento en el incremento de la población, de un 6% en la primera década al 16% en la segunda, significa que, habiendo sido destruida, para 1880, con la antigua sociedad, la base de la anterior tasa de reproducción, no empezaban a regir aún en toda su extensión, en el período de 1880-1890, las leyes de la reproducción derivadas del régimen capitalista; es sólo hasta la déca-da que se inicia en 1890 cuando los nuevos motivos propulsores de la reproduc-ción empiezan a actuar con toda su potencia produciendo ese salto en la tasa de crecimiento de la población. El descenso a un 11% en la década siguiente (1900-1910) se explica porque, como hemos visto, el régimen capitalista produce un incremento gigantesco, desconocido en cualquier otra época de nuestra historia, de la insalubridad, la morbilidad y la mortalidad, que se refleja en la tasa de crecimiento de la población como un descenso radical; esos “frutos” del régimen capitalista se habían empezado a presentar con carácter masivo incluso desde antes de los ochenta, pero sólo cobran sus verdaderas y terribles dimensiones cuando el propio incremento de la población los potencia hasta el infinito; la medida del aumento verdaderamente monstruoso de las enfermedades y de la mortalidad, originado única y exclusivamente por el desarrollo del capitalismo, nos la da el hecho de que haya podido descender radicalmente un incremento tan fabuloso de la población.

La emigración del campo a las ciudades y la concentración en éstas de grandes núcleos de población que ha sido despojada de sus medios de produc-ción, se aprecia en el siguiente cuadro:

Cuadro 10

Habitantes existentes en diversas poblaciones del país. Años de 1877 a 1910

Población 1877 1900 1910

Coahuila

San Pedro de Las Colonias 4,021 35,559 45,884

Torreón 200 23,190 43,382

Durango

Gómez Palacio 7,680 42,486

Guanajuato

Allende 49,703 46,933 44,640

Cuadro 10 (Continuación)

Habitantes existentes en diversas poblaciones del país. Años de 1877 a 1910

Población 1877 1900 1910

Dolores Hidalgo 45,842 44,704 44,063

León 57,722

Qro 3,374 12,469 30,889

Sinaloa

El Fuerte 9.470 45,530 50,490

Mazatlán 17,395 38,298 43,385

Sonora

Guaymas 3,362 9,758 31,679

Veracruz

Orizaba 2,696 32,894 37,679

Veracruz 16,720 32,263 53,115

Zacatecas

Fresnillo 28,600 22,468 27,496

Fuente: Estadísticas Sociales del Porfiriato. 1877-1910, Secretaría de Economía, Dirección General de Estadística, cuadro núm. 4.

Cuadro 11

Población y crecimiento de la Ciudad de México. 1900-1910

AñoPoblación en

millares

% de incremento

anual medio

Proporción de habitantes por

c/1,000 que hay en la República

1900 344.7 25

1910 471.1 3.7 31

Fuente: Durán Ochoa, Julio, Población, en Estructura Económica y Social de México, FCE, 1955, cua-dro 86, p. 211.

Los datos relativos a los nacimientos, la natalidad, las defunciones y la morta-lidad durante el período considerado, son inexactos y están muy por debajo de la realidad; sin embargo, dan una idea aproximada de la tendencia general del fenómeno:

66 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía absoluta • 67

Cuadro 12

Nacimientos, natalidad, defunciones y mortalidad en México. 1895-1910

Años NacimientosPor períodos de 5 años desde 1896

NatalidadTotal promedio

1895 383,747 30.4

1896 406,985 31.7

1897 375,376 28.8

1898 489,933 37.1

1899 505,202 37.7

1900 495,542 2’273,038 454,607 36.4

1901 470,060

(aumento absoluto en todo el período: 119,099)

34.2

1902 468,131 33.7

1903 469,449 33.4

1904 494,519 34.8

1905 489,978 2’392,137 478.427 34.1

1906 467,340

(aumento absoluto en todo el período: 60,290)

32.2

1907 481,825 32.8

1908 508,574 34.3

1909 509,805 34.0

1910 484,883 2’452,427 490,485 32.0

Años DefuncionesPor períodos de 5 años desde 1896

MortalidadTotal promedio

1895 391,177 31.0

1896 404,654 31.6

1897 455,009 35.0

1898 452,328 34.2

1899 507,890 37.9

1900 457,327 2’227,208 455,440 33.6

Cuadro 12 (Continuación)

Nacimientos, natalidad, defunciones y mortalidad en México. 1895-1910

Años DefuncionesPor períodos de 5 años desde 1896

MortalidadTotal Promedio

1901 444,900

(aumento absoluto en todo el periodo: 22,110)

32.3

1902 478,926 34.4

1903 457,751 32.6

1904 445,453 31.4

1905 472,288 2’299,318 459,863 32.9

1906 479,966

(aumento absoluto en todo el período: 126,757)

33.1

1907 484,544 33.0

1908 472,508 31.8

1909 483,926 32.3

1910 505,131 2’426,075 485,212 33.3

Fuente: Ibíd., cuadro núm. 57, pp. 134-135.

En la década de 1890 a 1900 hubo, como vemos, un gran incremento en la po-blación provocado por el libre desarrollo de los nuevos motivos propulsores de la reproducción originados por el capitalismo y por la tasa relativamente baja de defunciones derivada del hecho de que no funcionaban aún en toda su ex-tensión las leyes capitalistas que determinan necesariamente el aumento de la morbilidad y la mortalidad; pero para el último quinquenio de esa misma dé-cada se deja ya sentir la influencia poderosa de esta última tendencia (aumento de la mortalidad), potenciada en gran parte por el mismo incremento anterior de la población; en efecto, en los cinco años comprendidos entre 1896 y 1900, los na-cimientos suman la cantidad de 2’273,038 personas y las defunciones 2’277,208; o sea que en todo ese período existe un exceso de 4,270 de las defunciones sobre los nacimientos. En el siguiente quinquenio (1901-1905), los nacimientos tienen otro gran incremento determinado por el potente desarrollo del capitalismo: aumentan en 119,099 en términos absolutos. Las defunciones aumentan en el mismo período en 22,110; el menor incremento de las defunciones significa que, desarrollándose ambas tendencias paralelamente en forma ascendente, la pri-mera (aumento de la natalidad) predomina aún sobre la segunda (aumento de la mortalidad). En el quinquenio posterior (1906-1910) es cuando actúan conjun-tamente sobre la población, con toda su fuerza, todas las tendencias inherentes al régimen capitalista: el desgaste acelerado de la fuerza de trabajo, las condicio-nes de hambre, insalubridad y morbilidad, y el propio incremento desmesurado

68 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía absoluta • 69

anterior de la natalidad, productos necesarios del desarrollo del capitalismo, determinan un descenso de la fertilidad de los trabajadores que se traduce en un incremento más reducido de la natalidad que en el período anterior (60,290); esto revela que la tendencia capitalista al crecimiento ilimitado de la población choca con una barrera que él mismo levanta; la reducción de la fertilidad natu-ral de la especie humana; las mismas causas enumeradas y el anterior aumento desorbitado de la población, generan, por otro lado, un gigantesco incremento de la mortalidad (126,757 defunciones más en el período de 1906-1910 que en el pre-cedente). La acción concentrada de estas fuerzas determina un descenso radical en el ritmo de incremento de la población durante el decenio de 1900-1910.

La naturaleza del capitalismo se manifiesta con toda evidencia en sus efectos sobre la población: primero potencia desmesuradamente su crecimiento; después, como consecuencia directa de las propias leyes del capitalismo, lo hace descender bruscamente, amenazando con detenerlo; bajo el régimen capitalista, todo aumento de la población va acompañado siempre de un incremento de la insalubridad, las enfermedades y la muerte.

Con anterioridad a 1895 la mortalidad había alcanzado, en el Estado de Coahuila, la cifra de 33 personas por millar al año, en Morelos, 55, y en el Dis-trito Federal, 40.

La tasa de mortalidad aumentó en todo el país, entre 1895 y 1910, de 31.0 a 33.3 defunciones por millar al año; en tanto que la tasa de natalidad se elevó de 30.4 a 32.0 en el mismo lapso de tiempo; se observa un ascenso de la mortalidad paralelo al desarrollo del capitalismo; no cabe duda de que existe una relación directa entre aquéllas y la producción de plusvalía absoluta.

Junto con su incremento aparecen causas nuevas de la mortalidad, desco-nocidas hasta entonces; los autores de “El Porfirismo. Vida Social”, resumen de la siguiente manera la enorme sorpresa que causó en la sociedad Porfirista ese cambio en las causas de la mortalidad. “Los coeficientes más bajos se registra-ron en las entidades colocadas en ambas costas y en el norte del país. A pesar de que gozaban fama de insalubres, los distritos que colindaban con el mar tenían en 1895, salvo tres o cuatro excepciones, un coeficiente de mortalidad inferior al de su Estado respectivo hecho que sorprendió vivamente a la opinión pública, ya que todos atribuían por entonces una alta mortalidad a las regiones costeñas.”11

Como se ve, el capitalismo rompe con el concepto “natural” de insalubri-dad y establece nuevas causas de muerte e índices de mortalidad superiores a los “naturales”.

Orvañanos y “El Imparcial” señalaban a las aglomeraciones humanas en los centros de población (producto del capitalismo) como una de las causas principales del aumento de la mortalidad.

Otros testimonios de la época revelan hasta qué punto la mortalidad ha-bía hecho estragos entre la población mexicana:

11 Cossío Villegas, Daniel, “El Porfirismo, Vida Social”, p. 43.

En el dictamen presentado al Segundo Congreso Médico Mexicano, se decía: “...se manifestaba la disminución de la mortalidad en Europa, gracias al progreso de las obras sanitarias; en la Ciudad de México, por el contrario, había aumentado tanto en los últimos seis años que era comparable a la de Argel: una defunción al año por cada 19 habitantes”.12

Juvenal (Enrique Chávarri), se expresaba así del fenómeno de la alta mor-talidad existente en México: “Tomando el término medio de los datos, puede decirse que la mortalidad hoy en México es de 40 al millar por año, cosa terrible, porque ni en las mayores epidemias se ha visto igual. París y Londres tienen una mortalidad anual de seis a ocho por millar; Roma, abrazada por la Malaria no llega generalmente a doce; México, la hermosa ciudad, la del clima paradisíaco, tiene una mortalidad mayor que aquellas ciudades del Asia, de continuo visita-das por el cólera, siempre víctimas de las más desoladoras epidemias”.13

Es evidente que en la época de la Colonia y durante las primeras fases del capitalismo predominaban en México las causas “naturales” de la morbilidad y de la mortalidad; sólo hasta que el régimen capitalista toma carta de naturaleza en nuestro país, las causas “naturales” ceden terreno a las “artificiales”, se supe-ditan a éstas y reciben un nuevo impulso que agrava sus efectos.

La mortalidad infantil es el mejor barómetro del desarrollo del capitalis-mo en sus primeras etapas; en cuanto más ascienda aquélla, más desarrollado estará éste.14

Cuadro 13

Defunciones y mortalidad infantil en México (1895-1910)

AñosDefunciones de menores de

1 añoCoeficiente (por 1,000

nacidos vivos)

1899 157,852 321.5

1896 125,766 309.0

1897 141,417 376.7

1898 140,584 286,9

1899 157,852 321.5

1900 142,137 286.8

1901 125,244 266.4

1902 155,395 331.9

12 Ibíd., p. 49.13 Ibíd., p. 48.14 En “El Porfirismo, Vida Social”, se relata de la siguiente manera el efecto que causó sobre la socie-dad de aquel tiempo el pavoroso aumento de la mortalidad infantil. “A pesar de su clima benigno, México tenía coeficientes de mortalidad infantil mucho más elevados que los de países europeos de

70 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía absoluta • 71

Cuadro 13 (Continuación)

Defunciones y mortalidad infantil en México (1895-1910)

AñosDefunciones de menores de

1 añoCoeficiente(por 1,000

nacidos vivos)

1903 145,569 310.1

1904 131,960 266.8

1905 140,557 286.9

1906 148,829 318.5

1907 149,673 310.6

1908 146,511 288.1

1909 150,060 294.3

1910 156,650 323.1

Fuente: Durán Ochoa, julio, Población, cuadro núm. 51, p. 120.

extremosa temperatura. Y las bondades de la naturaleza, según la prensa periódica, no bastaban para contrarrestar nuestras bárbaras costumbres populares. ¿De qué sirve un clima primaveral, si la ignorancia impide su benéfica acción? Los padres mexicanos de las clases bajas cometían dia-riamente verdaderos infanticidios por la manera estúpida como alimentaban a sus hijos y por el abandono en que los tenían. En la raíz de ese abandono estaba la “abrumadora” mayoría de uniones ilegitimas: 65 por ciento en el Distrito Federal y 43 en el resto de la República”. “En 1893 el coefi-ciente nacional de mortalidad infantil fue de 439, bajó a 305 en 1895, pero volvió a subir a 335 en 1900. En esta última fecha los coeficientes de algunas entidades alcanzaron cifras escandalosas: 775 en Aguascalientes, 679 en Querétaro, 572 en Guanajuato y México, y 412 en Puebla. En cambio, en los estados de clima insalubre como Tabasco, Campeche y Chiapas fueron relativamente bajos; los mayores coeficientes se daban, pues, en los estados del centro y los menores en el Norte y Sur...” “En comparación con la mayoría de los Estados, la mortalidad infantil en la ciudad de México no resulta muy elevada; pero comparándola con los países europeos la cifra capitalina (323) supera hasta la de San Petersburgo, que era por entonces de 256. Y la desproporción se acentúa ante el coeficiente de Londres que sólo llegaba al 14”. “En el congreso católico de Tulancingo en 1904 se abordó el pro-blema de la mortalidad infantil… la ‘enorme’ mortalidad era un mal que las clases acomodadas se habían acostumbrado a ver toda la vida, y por esto no los hiere ni llama la atención. Es, sin embargo, mal gravísimo para la nación, para la agricultura y para nuestros intereses. Basta observar que es la causa principal de que nos falten trabajadores; lo que todos lamentamos.” “Se reconoció también en ese congreso que las enfermedades de los aparatos digestivo y respiratorio (indigestiones, diarreas, catarro y bronquitis) eran las más mortíferas, claro indicio de que la alimentación y el abrigo eran muy deficientes. Seguían luego las enfermedades transmisibles como la escarlatina, las viruelas, etc., síntoma de que eran ineficaces las medidas tomadas hasta entonces para evitar su propagación. Con mucha frecuencia las chozas de los peones estaban en ‘pésimas condiciones higiénicas’; demasiado pequeñas, mal construidas y llenas de basura, daban también albergue a los animales domésticos, especialmente los cerdos; y las aguas de deshecho y las deyecciones humanas facilitaban, al acumu-larse en las cercanías el desarrollo de las enfermedades transmisibles que atacan preferentemente a los niños”. Cossío Villegas, Daniel, “El Porfirismo, Vida Social”, pp. 48-49.

Al apreciar los datos del cuadro anterior, debemos tomar en cuenta que no se hace ahí la comparación con la mortalidad infantil existente en los años anterio-res a 1895, hasta llegar, retrocediendo, a 1860; desgraciadamente esos datos no existen, pero la medida en que de 1895 en adelante hubo un verdadero salto gi-gantesco en la tasa de mortalidad infantil, nos lo demuestra, sin lugar a dudas, el estupor que causa entre la gente de aquella época este hecho insólito, revelando palmariamente que nunca antes se había visto algo igual; además, una evidencia de la gravedad del fenómeno lo es el que diversos organismos hayan empezando a preocuparse por resolver ese problema.

El promedio de vida, reflejo condensado de todos los fenómenos aquí des-critos, tendió a bajar durante el Porfiriato. Descendió, en toda la República, de 31 años en 1895 a 30.5 en 1910. Aquí vale la misma argumentación hecha en el caso de la mortalidad infantil: para 1895 ya el promedio de vida ha debido des-cender, a partir de 1860, desde un nivel que debe haber fluctuado entre los 40 y 50 años de vida.

Las enfermedades encuentran un campo libre para desarrollarse en la situación de miseria, hambre e insalubridad a que ha lanzado el capitalismo a la mayoría de la población; durante el Porfiriato hay una tendencia bien defi-nida hacia el aumento de la morbilidad; aquí también la comparación debería ser hecha no sólo considerando dicha época en sí misma, sino remitiéndose a la morbilidad de épocas anteriores, para así poder calibrar exactamente el gran au-mento de las enfermedades que trajo consigo el capitalismo; desgraciadamente esos datos no existen.

México daba albergue en aquellos años a una multitud de enfermedades mortíferas: “el amplio grupo de las enfermedades infecciosas, contagiosas y viru-lentas, ocupa sin duda el primer lugar con un buen margen de ventaja. En orden decreciente vienen luego las afecciones de los aparatos respiratorio y digestivo, las ‘constitucionales dominantes’ y las del sistema nervioso. Los coeficientes en 1895 fueron de 76 para el primer grupo, de 16 para el tercero, de once para el cuarto y de nueve para el quinto. En 1900 aumentaron estos coeficientes...” “En el Distrito Federal la diarrea y la enteritis causaron el 10% de las defunciones en 1878, casi el 25 en 1885 y el 21 en 1903...” “La tuberculosis causó 10,857 defun-ciones en 1896, y 12,945 en 1903… el coeficiente nacional es de nueve para la primera y de doce para la segunda. En el D. F. aumentó de cuatro a 33 y en Baja California de 23 a 31.”15

Un indicador infalible del desarrollo capitalista es el aumento del alcoho-lismo. Durante el Porfiriato se observa un gran incremento de éste; en la Ciudad de México había, en 1864, 51 cantinas y en 1885, 817; el uso de bebidas embria-gantes se hizo costumbre general.

Con el avance del capitalismo aumenta la población de las ciudades y con ello el número de personas que viven hacinadas en locales cada vez más peque-ños. El 50% de las habitaciones registradas por el Censo de 1910 caían bajo la

15 Ibíd., pp. 54-55.

72 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía absoluta • 73

categoría de chozas que generalmente constaban de una pieza que servía de re-cámara, comedor, cocina y cuadra; hacia 1883, una tercera parte de la población capitalina habitaba en cuartuchos de este tipo. La escasez de viviendas era cons-tante y aumentaba día a día; los alquileres eran elevados y tendían al aumen-to; en 1906, las rentas de vecindad habían subido de $30.00 a $70.00. Según el Censo de 1900, algunas vecindades alojaban de 600 a 800 personas, y, de 92,405 familias censadas, 13,199 no tenían hogar determinado. Los barrios obreros de las grandes ciudades se convirtieron en viveros de enfermedades contagiosas. Por último, el “embellecimiento” de las ciudades va arrinconando a los obreros en tugurios cada vez peores y más hacinados.16

Otros males no menos graves que trae consigo el capitalismo en esta etapa, son: la promiscuidad, que se deriva directamente del hacinamiento de grandes cantidades de personas en pequeños locales; la falta de agua en todas las ciudades importantes; la adulteración de los alimentos; y la inmundicia metropolitana.

De 1880 a 1910, en la primera fase del desarrollo capitalista sobre la base de la gran industria, es decir, aquélla en la cual las leyes inherentes a la produc-ción de plusvalía absoluta como forma específica del régimen capitalista tienen toda su vigencia, se desarrolla una tendencia al empeoramiento progresivo de la salud y en general de las condiciones de vida de la clase obrera (trabajadores de la ciudad y del campo). La forma violenta en que el capital disocia al productor directo de sus medios de producción y de vida, ocasionando así la miseria, el hambre, la insalubridad, el empleo de niños y mujeres en el trabajo, la extensión inmoderada de la jornada de trabajo (de 16 a 18 hrs.), los bajos salarios, etcétera, que refuerzan aquellos efectos de la disociación primitiva, traen como conse-cuencia un aumento de la mortalidad en general y de la infantil en particular, un descenso del promedio de vida y un incremento de la morbilidad y del alcoholis-mo (sin tomar aquí en cuenta las enfermedades profesionales).

Es absolutamente evidente que, de 1880 en adelante, la morbilidad y la mortalidad empiezan a aumentar vertiginosamente, con la característica de que a las causas “naturales” preexistentes se han agregado las que provienen del “creciente industrialismo”. Pero no sólo hay un aumento cuantitativo, sino un verdadero cambio cualitativo: ahora son las causas “artificiales” las que determi-nan el aumento de la morbilidad y de la mortalidad, dando a las causas naturales un impulso del que carecían por sí mismas.

El Estado, ante el peligro de que las enfermedades cundan a las viviendas de la burguesía y ante la posibilidad de que la mortalidad y las enfermedades hagan descender la “mano de obra” disponible hasta niveles incompatibles con las necesidades del capital, pone en marcha una serie de programas para luchar contra las causas más superficiales de las enfermedades, haciéndolo siempre de la manera mezquina y condicionada a que nos tiene acostumbrados.

El capital, como hemos visto, debe crearse sus propias bases mediante el establecimiento de las condiciones necesarias para la producción de plusvalía

15 Ibídem.

absoluta. De esta manera, completando la obra de su antecesor lógico-histórico, el capital comercial, que lo provee de proletarios agrícolas y urbanos, somete a éstos a su control por medio de la compra-venta de su fuerza de trabajo y de la división de su jornada de trabajo en tiempo de trabajo necesario y tiempo de trabajo excedente. El despojo de los productores directos es el antecedente necesario del régimen propiamente capitalista; éste, en su desarrollo, lo reproduce y am-plía. El capital no puede crecer y desarrollarse sino socavando y anulando las condiciones de trabajo y de vida de los productores directos y sometiéndolos a la violencia más atroz: en primer lugar, al dividir la jornada de trabajo en dos partes, lo obliga a destinar una de ellas, que podría emplear en su propio prove-cho (ya sea para producir más satisfactores para sí mismo o para descansar del trabajo productivo), a producir para otro; la fuerza de trabajo del obrero aparece así socavada y anulada porque ya no está destinada en su totalidad a servir a su poseedor, sino a producir ganancias para el capitalista; en segundo lugar, para que el proletario recién despojado de sus medios e instrumentos de producción y de vida se avenga a vender su fuerza de trabajo y a que su jornada se divida en dos partes para poder producir plusvalía, es necesario obligarlo a ello por medio de la violencia más brutal y despiadada; en tercer lugar, para dividir la jornada en dos secciones es necesario alargarla y reducir su precio hasta el valor míni-mo; pero como el hambre de trabajo excedente es insaciable y no tiene por tanto un límite en sí misma, el capitalista tiende a alargar la jornada más allá de los límites naturales y a reducir el salario mucho más abajo de su valor mínimo; así, el capital genera la extenuación y muerte prematura de la fuerza de trabajo. Es evidente que el capital, para poder crear esas bases suyas, debe atentar perma-nentemente contra los productores directos, ya sea en sus condiciones de traba-jo y de vida, en su salud, en su existencia toda, conduciéndolos a una situación cada vez más angustiosa “de miseria, tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo, de ignorancia y degradación moral”. Es única y exclusivamente el capitalismo, en su desarrollo, el que produce esos resultados desastrosos para la clase obrera. La condición fundamental para que todo esto sea posible es el pri-mitivo divorcio entre el productor directo y los medios de producción y de vida, es decir, el despojo de los productores directos, tarea que realiza el propio capi-tal en su fase previa de desarrollo; al destruir las anteriores condiciones de vida de la sociedad, el antecesor directo del capital, el capital comercial, derrumba también los antiguos motivos de la reproducción y las garantías de trabajo y de vida que aseguraban la salud de los productores directos; la población aumenta desmesuradamente y las enfermedades y la mortalidad se incrementan gigantes-camente, dándose un mutuo impulso ascendente; el hambre, las enfermedades, la insalubridad, la mortalidad, resultados necesarios del despojo de los produc-tores directos, son incrementados por la extenuación de la fuerza de trabajo, efecto del proceso por el cual el capital se crea sus bases específicas (desarrollo de las formas de producción de plusvalía absoluta: extensión inmoderada de la jornada de trabajo y reducción del salario). El divorcio inicial es reproducido por el movimiento posterior del capital (y no sólo reproducido, sino ampliado,

74 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía absoluta • 75

pues la plusvalía que produce el obrero se convierte, en manos del capitalista, en capital, es decir, en medios e instrumentos de producción y de vida separados del productor directo), con lo cual se generan, indefectiblemente, en una propor-ción mucho mayor, los mismos resultados que hemos señalado.

El capital nace, crece y se desarrolla única y exclusivamente a expensas de la clase obrera, a costa de socavar, esclavizar y tiranizar la vida del productor directo.

La explotación capitalista marca el inicio de toda una época de la historia universal; parte de una situación de la sociedad en la que, sean cuales fueren las relaciones existentes entre los hombres, éstas aseguraban, cuando menos, una existencia saludable y sin sobresaltos para los productores directos; el régimen capitalista supera en una medida monstruosa cualquier forma de explotación existente antes de él: crea directamente la ruina en masa de la población y la reproduce, con su desarrollo, en un volumen creciente.

Las interpretaciones corrientes de la historia de nuestro país en la época en que se establecen las bases para la producción de plusvalía absoluta, adoptan dos formas fundamentales.

Para la burguesía industrial proveniente del desarrollo de los campesinos, de los maestros artesanos y de los pequeños comerciantes, para sus herederos directos —la burguesía que en la actualidad posee la industria ligera—, para la pequeña burguesía actual y para el lacayo de todos ellos, es decir, el teórico pseu-dorevolucionario, toda la miseria, el hambre, la insalubridad, el despotismo, la violencia que se ejerce en el período de 1860 a 1910 sobre la masa del pueblo mexicano provienen de la existencia (persistencia) de un régimen feudal y semi-feudal que tiene su base en los terratenientes y de la intervención del capital ex-tranjero que, convirtiendo al país en colonia o semicolonia (según el gusto), de-tiene el desarrollo de la economía nacional. Creemos haber demostrado prolija y acuciosamente que todos los males existentes en la sociedad mexicana durante la época considerada derivan directa y exclusivamente del nacimiento y desarro-llo del régimen capitalista de producción. Más adelante veremos detenidamente cómo el régimen feudal entra en plena descomposición en los últimos años del siglo XVIII, es sistemáticamente debilitado a lo largo de la primera mitad del XIX, para ser destruido por completo en el mismo acto con que se inicia el régimen capitalista: el despojo de las tierras de los campesinos con la Reforma Juarista; los pocos residuos que de aquí en adelante hayan quedado del régimen feudal no pueden ser por sí mismos causa de la miseria del pueblo mexicano, sino, a lo sumo, por el impulso que les da el propio régimen capitalista de producción; en realidad, el capitalismo se levanta sobre las ruinas de un estadio social que ha dejado muy atrás la servidumbre feudal y la opresión de los gremios y que se basa en la existencia de una multitud de pequeños productores independientes de mercancías, un verdadero reino de la propiedad basada en el propio trabajo; no hay más que leer a los autores que escriben en el país en los años posteriores a la Revolución de Independencia para darse cuenta cabal de lo que allí existía: por un lado, unos tienen una fe irrestricta en el progreso de México a base de

la explotación de las riquezas naturales y con fundamento en el pequeño pro-ductor y, por el otro, otros expresan la queja dolorosa de la falta de “capital” y “mano de obra” para explotar esas riquezas; para unos el desarrollo de lo que ya existía —pequeña producción de mercancías— era el futuro luminoso del país; para otros, eso que existía cerraba el paso a la verdadera riqueza, el capital. En la parte correspondiente veremos también cómo, después de concentrar en sus manos los medios e instrumentos de producción y crear un mercado interior de mano de obra, materias primas y manufacturas (todo lo primitivo que se quie-ra) la burguesía nacional (vale decir, el capital nacional) permite la entrada del capital extranjero para, con base en él, potenciar su propio desarrollo; la miseria del pueblo mexicano en la época que estudiamos tiene su causa principal en el desenvolvimiento del capital nacional, el que recibe, en esta tarea explotadora, un empuje poderosísimo del capital extranjero.

¿Cuál es entonces la causa de esa distorsión histórica y cuáles los intere-ses que tras de ella se esconden?

Los capitalistas provenientes de los antiguos arrendatarios, de los maes-tros artesanos y de los pequeños comerciantes cumplieron la tarea histórica de desbrozar el camino a los capitalistas que tuvieron su origen en los grandes terratenientes y comerciantes formados durante el período de 1850 a 1880; una vez que éstos hubieron cobrado suficiente fuerza, se convirtieron en productores agrícolas e industriales, desplazando de sus posiciones a la burguesía agraria e industrial del período anterior, obligándola a extenderse por todo el territorio y a roturar nuevos campos para el capital; cada posición ganada por la burgue-sía proveniente de los pequeños productores y comerciantes era de inmediato ocupada por el gran capital; así avanzó éste, precedido por aquélla, hacia las grandes manufacturas y después hacia la gran industria maquinizada, llamando en su apoyo al capital extranjero que irrumpió masivamente en nuestro país; los grandes capitalistas de origen terrateniente organizaron el Estado y la economía mexicana conforme a sus intereses; estructuraron la explotación capitalista de las materias primas y alimenticias que demandaba el mercado mundial, para así poder obtener divisas con que adquirir las grandes cantidades de materias primas industriales y maquinaria que requerían la agricultura y la industria ca-pitalistas de nuestro país; el análisis del comercio exterior de la época del Porfi-riato nos revela que al mismo tiempo que aumentaba la exportación de materias primas se incrementaba la importación de “bienes de capital” (materias primas industriales, maquinaria, etcétera), en tanto que la importación de bienes de consumo se estancaba o sólo aumentaba muy lentamente; el mercado interno de manufacturas estaba muy protegido por la moneda de plata depreciada y los altos aranceles. Es obvio que en tales circunstancias un sector de la burguesía (el que había nacido de la pequeña producción y venta de las mercancías) sufriera un quebranto constante de sus intereses a causa del desarrollo avasallador del gran capital; el monopolio de tierras y de mano de obra de parte de los terrate-nientes y grandes capitalistas era una traba que obstaculizaba el desarrollo de los rancheros (burguesía agraria); de ahí la reivindicación del fraccionamien-

76 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Producción de plusvalía absoluta • 77

to de los latifundios; el desarrollo impetuoso de la industria pesada (siderúrgi-ca, etcétera) y de las grandes industrias tradicionales de consumo (textiles, por ejemplo), la elevada concentración de capital industrial apoyada en gran parte por el capital extranjero y el crecimiento de la gran agricultura de exportación concentraban los recursos del capital en esas ramas y reducían por tal causa las posibilidades de existencia y expansión de los industriales que medraban prefe-rentemente en las ramas de producción de bienes de consumo popular; tal era la justificación de su lucha en contra de los grandes terratenientes e industriales y del capital extranjero. Pero dejemos claramente establecido que ambas fraccio-nes de los capitalistas eran miembros de una sola clase explotadora que se regía por el principio supremo de la obtención de cantidades crecientes de plusvalía, por el hambre insaciable de trabajo excedente; toda la actividad violenta del capital para crear las condiciones necesarias para la producción de plusvalía absoluta, que hemos narrado en páginas anteriores, fue realizada conjuntamente por las dos fracciones de la clase capitalista, en un caso masivamente, en el otro con la agravante de irla aplicando prolijamente a los casos particulares, haciendo resaltar así el carácter repulsivo e inhumano del régimen capitalista en cada caso concreto; el sector burgués nacido del seno de los pequeños productores y comerciantes desbrozó el camino a las depredaciones masivas del gran capital y luego las remató concienzudamente; ambos marcharon de la mano cuando se trató de expulsar a los campesinos de sus tierras, de someter a los proletarios a la disciplina del trabajo asalariado, de extender inmoderadamente la jornada de trabajo y de reducir el salario; ambos crearon, movidos por su codicia irrefrena-ble, la miseria espantosa del pueblo mexicano durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera década del XX, que es el período que estudiamos; no es necesario destacar aquí detenidamente cómo la codicia de los pequeños y medianos capi-talistas revistió forzosamente, ante el acoso del gran capital, formas mucho más repulsivas y degradantes. La reyerta entre esos dos grupos de explotadores obe-decía, simple y llanamente, a las controversias surgidas al hacer la repartición del botín capitalista, es decir, al determinar la proporción que a cada cual le corres-pondía en la expoliación de la clase obrera, en la absorción de trabajo excedente.

Lo que aquí nos interesa sustancialmente es la forma ideológica que ad-quiere esa contradicción; los pequeños y medianos capitalistas necesitaban una envoltura ideológica que encubriera convenientemente sus apetitos y que les asegurara el apoyo de la gran masa de la población; de esta suerte, como sus adversarios descendían directamente de los grandes hacendados de la época del feudalismo, estaban íntimamente unidos con el capital extranjero y proporcio-naban materias primas al imperialismo los acusaron de feudales y colonialistas y remitieron las causas de la miseria en que se debatía el pueblo mexicano a la existencia de ese régimen anterior y a la intromisión del capital extranjero, cir-cunstancias estas que no permitían el sano desarrollo de la industria nacional, la cual estaba destinada a proporcionar alimentos y otros bienes de consumo ne-cesarios y ocupación a los mexicanos; es evidente que el capital funciona como tal, ya sea que produzca bienes de producción o bienes de consumo, y que la

“ocupación” de los obreros no es otra cosa que su conversión en máquinas para producir plusvalía y su sometimiento a la esclavitud asalariada; el alimentar a los esclavos y convertir en tales a los que sólo lo son en potencia es una necesi-dad del capital; pero los capitalistas que reconocían su origen en los pequeños productores y pequeños comerciantes necesitaban borrar y difuminar la esen-cia de la explotación capitalista negando su pasado “tormentoso” y achacándoselo de lleno a los “señores feudales”; de esta manera, el régimen capitalista, en las personas de los pequeños y medianos agricultores e industriales capitalistas se exoneraba a sí mismo de toda culpa y se planteaba, como tarea histórica, remediar todos esos males producidos por los “bárbaros feudales”; es decir, que extendía su justificación histórica hasta la consumación de los siglos, puesto que la miseria ori-ginaria, remitida ladinamente por decreto al feudalismo e imperialismo, se repro-duce y centuplica con el propio desarrollo del capitalismo; por lo que siempre habrá un motivo para la existencia del capital: remediar la miseria que él mismo crea.

Todo esto tiene un parecido asombroso con las argumentaciones que son hoy en día moneda corriente y que emplean, la burguesía para justificar y legi-timar su existencia y los “revolucionarios” su lacayunez y oportunismo acrisola-dos; pero así se planteaban las cosas en aquellas lejanas épocas; testigos irrefuta-bles de que esta contradicción existía y de que era el cáncer interno que corroía la prosperidad porfiriana son los escritores de la oposición, no de la oposición maderista, que sólo representaba una fracción de los propios terratenientes y grandes industriales, sino aquélla personificada por gentes como Wistano Luis Orozco y Andrés Molina Enríquez, sobre todo este último, en cuyas obras brillan páginas como aquéllas en donde habla del “carácter abortivo de la industria na-cional”; dejemos constancia de que la perspicacia histórica de Molina Enríquez, que rayaba en lo genial, está muy por encima de la mediocre pedantería profe-soral de nuestros “marxistas” al uso.17

17 En seguida transcribimos un pequeño extracto de los conceptos de Molina Enríquez sobre esta materia: Cuarta consecuencia de nuestra construcción social: el carácter abortivo de la industria en nuestro país. La industria mexicana aparentemente se encuentra en progreso. El progreso existe en lo que se refiere a las industrias que producen artículos de comercio exterior. Las que producen bienes de consumo interno se han quedado detenidas y muchas se han acabado. Límite al desarrollo de las industrias internas, capacidad compradora de “nuestra masa social”. Análisis de la “capacidad de consumo” de los diversos grupos sociales: Extranjeros y criollos. Éstos, aunque son los dueños de las fábricas, sólo consumen productos extranjeros. Por eso, el desarrollo de las industrias nacionales estará subordinado a la capacidad de consumo de mestizos e indios. Mestizos. Capacidad de consu-mo reducida. Muchas necesidades y pocos medios para satisfacerlas. Obreros superiores. Capacidad de consumo reducida también a causa de la competencia de obreros extranjeros. Casos. Mestizos propietarios individuales y rancheros. Escasa capacidad de consumo. Indígenas. Capacidad de consu-mo casi nula. El gran principio fundamental de nuestra industria. “...Siendo tan escasos cuanto lo son, las capacidades de consumo de los mestizos y de los indígenas supuesto que, como ya hemos dicho, la producción nacional de consumo interior sólo tiene por consumidores a los indígenas y a los mestizos, es claro que esa producción no podrá alcanzar un gran desarrollo. Por más que medi-tamos, no acertamos con el medio eficaz de grabar en la opinión pública algunas verdades que no nos explicamos cómo han podido escapar hasta ahora al conocimiento, a la experiencia, o a la pene-tración de nuestros estadistas, y son, la de que sólo excepcionalmente una industria cualquiera, podrá

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Producción de plusvalía absoluta • 79

Debemos guardar en mente estas contradicciones interburguesas y su envoltura ideológica para cuando analicemos el estado actual del capitalismo mexicano, pues en ella se encuentran, en germen, las modernas contradicciones y su ideología.

comenzar de un modo firme y normal, por ser industria de exportación, pues por regla general, todas necesitan contar para ser viables, antes que con el consumo exterior con el de los mercados interiores; la de que lo que hace falta en nuestro país a la industria en general, es consumo interior; y la de que lo que hace precaria y frágil la existencia de nuestra actual industria, es que piensa antes en el consumo de los mercados extranjeros, que en el consumo de los propios. Bueno que los metales preciosos, que el henequén, que el tabaco, que el guayule, que las frutas, etcétera, busquen desde luego el consumo exterior; pero siempre nos ha parecido absurdo que antes de pensar en si podemos o no producir el trigo necesario para nuestro consumo interior, pensemos como piensa la Sociedad Agrícola Mexica-na, en que seamos un país exportador de trigo. Con decir que ante la difícil situación de nuestras fábricas de hilados y tejidos de algodón, somos un país exportador de esa fibra, y con decir que antes de que coma frijol el elemento indígena que representa un 35% de nuestra población total, somos un país exportador de ese grano, según lo comprueban las estadísticas de la Secretaria de Hacienda, está dicho todo. Las consecuencias de haber desconocido, olvidado o despreciado las verdades que poco antes formulamos, han sido de gran trascendencia para la nación; de esas consecuencias las principales han sido, la vejez prematura de muchas de las industrias nuevas y la anticipada aparición en nuestro país del problema del trabajo.” “Vuelta al punto del carácter abortivo de nuestra industria. Es indudable que muchas industrias apenas nacidas, han llegado ya a condiciones de crisis mortal...” “La crisis industrial crónica y progresiva. Ahora bien, la limitación de los mercados interiores, nece-sariamente desfavorable para la expansión general de las industrias de consumo interior, presenta condiciones de crisis aguda, crónica y progresiva, y ello se debe a la circunstancia de que, lejos de retirarse la línea de esa limitación ensanchando la capacidad de los mercados interiores, se acerca cada vez más, estrechando esa capacidad progresivamente. En efecto, la capacidad de consumo de los principales grupos consumidores mestizos e indígenas, se reduce día por día. La sistemática importación del maíz americano, como dijimos en otro lugar, ha venido reduciendo considerable-mente los productos normales de la producción agrícola nacional de maíz, y todos los grupos agri-cultores han venido resintiendo considerables perjuicios; esa misma importación ha impedido es cierto, las alzas agudas de los precios normales del maíz, pero a virtud de los perjuicios causados a la agricultura nacional, ha elevado el nivel medio normal del valor de este grano, supuesto que ha evitado las reducciones naturales de la producción, ha sostenido, por lo mismo, la demanda, y ha impedido los descensos de valor consiguiente, a los años buenos, toda vez que hay que sacar de éstos ahora, los provechos que antes se sacaban de los precios altos; la propia importación, produciendo el alza del valor medio normal del precio del maíz, ha encarecido la subsistencia de todos los grupos sociales, puesto que el valor de la subsistencia, como todos los valores de la República, dependen principalmente del valor del maíz: y por último, la repetida importación, ha producido el efecto de desarrollar la población inferior, sin relación con las condiciones generales que permiten la vida en nuestro país lo cual ha producido un exceso de población indigente que no aumenta con su trabajo y sí disminuye con sus necesidades, la capacidad de consumo de los grupos principalmente consu-midores. Y como estos males, van siendo progresivamente mayores, va disminuyendo progresiva-mente la capacidad consumidora de los mercados interiores para las industrias de consumo interior, y por lo mismo, van aumentando progresivamente las dificultades de esas industrias, hasta el punto de amenazarlas de muerte, porque en cuanto el capital invertido en esas industrias, no alcance utili-dades convenientes, huirá de ellas, a menos de que todas las empresas del mismo género se unan en trusts monopolizadores, como algunos lo han intentado ya, y como todos procurarán, con tanto mayor razón, cuanto que merced a los extranjeros y a los criollos nuevos, el monopolio es entre no-sotros una de las formas principales de creación de industrias. Es inútil decir que la consolidación de nuestras raquíticas industrias en trusts monopolizadores, elevando artificialmente los precios,

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empeorará considerablemente las condiciones de nuestras clases bajas, si es que éstas pueden ser peores de lo que ya son.” “La anticipada aparición del problema del trabajo en nuestro país, ha sido hasta para nuestros sociólogos más acreditados, una verdadera sorpresa. Nada hay, sin embargo, que con los antecedentes que hemos sentado en los presentes estudios, sea más fácilmente explica-ble. Hemos dicho, así mismo, que los salarios obreros, son permanentes por serlo el trabajo que los produce, siendo el carácter de permanentes lo que constituye fundamentalmente la superioridad de los salarios obreros, sobre los jornales agrícolas, ya que son permanentes y no periódicas las funcio-nes de la vida humana; hemos dicho, igualmente, que las condiciones de la gran propiedad dentro de la zona fundamental de los cereales, las de ésta como productora de la población, las de los gru-pos de población en que se reclutan los jornaleros, y las producidas por esos grupos por la importa-ción de maíz americano, determinan la expulsión de los jornaleros; y hemos dicho por último, que las condiciones de situación de las zonas que podríamos llamar fabriles, en relación con la funda-mental de los cereales, las de dependencia consumidora de aquéllas con respecto a ésta, y las del favorecimiento especial que se ha concedido a las empresas industriales, determinan una elevación del jornal o salario en dichas zonas fabriles, sobre el de la zona fundamental, la cual determina a su vez, una atracción constante de la población de esa misma zona, sobre todo en el grupo de los jorna-leros. Natural es, pues, que la población trabajadora de los campos, haya huido de ellos con rumbo a los establecimientos industriales; pero como a virtud de este movimiento, el número de los obreros en dichos establecimientos ha aumentado considerablemente, y de los expresados establecimientos, unos han podido desarrollar sus trabajos en igual proporción, y otros han tenido que detenerse en su desarrollo, ha resultado, que la oferta de brazos en los propios establecimientos, ha venido exce-diendo progresivamente a la demanda de los industriales, y éstos han podido ir haciendo un rebaja-miento correlativo de los salarios rebajamiento que por otra parte, viene correspondiendo a las cre-cientes dificultades de desarrollo de sus empresas, proviniendo estas dificultades de la menguante capacidad de consumo de los mercados interiores. En tales circunstancias, ha tenido que suceder, como ha sucedido en realidad, primero, que el movimiento de atracción que los establecimientos industriales determinaban, se haya suspendido ya, tomando las unidades que antes lo seguían, el camino del Norte; segundo, que en dichos establecimientos se haya hecho, y se está haciendo con más vigor cada día, en la forma de exigentes reglamentos, la misma selección depresiva que el Sr. Lic. Raygosa encontró en los campos, y tercero, que esa selección, dejando sin trabajo a la población obrera excedente y muy numerosa haya obligado a ésta a emigrar de establecimiento a estableci-miento de mina a mina, de fábrica a fábrica, contribuyendo poderosamente a que las unidades de esa población se organizaran y determinaran las recientes huelgas, cuya extensión y organización sorprendieron a todo el mundo...”, Molina Enríquez, Andrés, Los grandes problemas nacionales, en Problemas Agrícolas e Industriales de México, Suplemento al vol. V, núm. 1, enero-marzo, 1953, pp. 127-132.

Para la gran burguesía de la época que estudiamos y la gran burguesía actual, aquello era un régimen capitalista y los efectos perniciosos sobre la masa del pueblo y sobre los demás capitalistas eran absolutamente necesarios y justi-ficados; sólo lamentan que haya llegado esa oportunista “burguesía revoluciona-ria” a desbaratar su hermoso artificio económico, pues si no hubiera sido así, la industria mexicana de seguro figuraría ahora entre las primeras del mundo.

La producción de plusvalía relativa • 81

CAPÍTULO IVLA PRODUCCIÓN DE PLUSVALÍA RELATIVA

1. Generalidades teóricas1

La producción de plusvalía relativa se logra, dentro de los límites de una jornada fija, reduciendo el tiempo de trabajo necesario y con ello el valor de la fuerza de trabajo a través del aumento de la fuerza productiva del trabajo.

La codicia de trabajo obrero excedente impulsa al capitalista a someter formalmente al productor directo por medio de la compra de su fuerza de traba-jo y la división de la jornada en tiempo de trabajo necesario y tiempo de trabajo excedente; el objetivo conciente del capitalista no es, ni mucho menos, perfec-cionar los métodos de producción, sino obtener la mayor cantidad de plusvalía bajo las condiciones técnicas imperantes en la producción; de esta manera, su codicia se manifiesta primeramente en la extensión de la jornada de trabajo como forma de producir plusvalía absoluta. Pero el hecho mismo de realizar las condiciones esenciales para la producción de plusvalía absoluta (concentración de los obreros en un mismo local bajo la dirección del capitalista, etcétera) in-troduce cambios substanciales en la organización y disciplina del trabajo que se traducen en el aumento de su productividad; el apetito insaciable de ganancia induce al capitalista, a la par que a aumentar la jornada de trabajo, a perfeccio-nar y dividir el trabajo dentro del taller y a introducir máquinas para aumentar la productividad; al mismo resultado conduce la competencia entre los propios capitalistas. Este aumento de la productividad del trabajo, que es inherente a la esencia misma del capitalismo, se manifiesta para el empresario individual como la disminución del tiempo de trabajo necesario de sus obreros; por medio del aumento de la productividad del trabajo se reduce el tiempo de trabajo du-rante el cual el obrero debe reponer el equivalente del valor de su fuerza de tra-bajo y se aumenta en la misma proporción el trabajo excedente que se apropia el capitalista; el valor de la fuerza de trabajo sigue manteniéndose en el mismo nivel, por lo que la reducción del tiempo necesario proviene de la diferencia en-tre el valor individual de la mercancía producida bajo las nuevas condiciones y el

1 Resumen, extractos y citas del capítulo X, Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

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valor social de la misma. Supongamos que la jornada de trabajo de un obrero es de doce horas y se divide en seis de trabajo necesario y seis de trabajo excedente, que su producto de valor es de $40.00, de los cuales 20 representan el valor de la fuerza de trabajo y 20 la plusvalía que se apropia el capitalista y que las mercan-cías en que se materializa dicho valor son 40 unidades; supongamos, además, que todas esas magnitudes son las que privan con un carácter general en la rama de producción correspondiente; un incremento en la productividad del trabajo, sea cual fuere su causa, que aumentase a 60 las unidades de la mercancía que se produjeran, continuando todas las condiciones iguales, arrojaría un produc-to de valor de $60.00; ahora, en cuatro horas el obrero reproduciría el valor de su fuerza de trabajo, $20.00, el trabajo excedente aumentaría a ocho horas y la plusvalía a $40.00; esta diferencia entre el valor individual y social del producto a causa del aumento de la productividad del trabajo en una empresa individual, que se traduce para ella en la reducción del tiempo de trabajo necesario y el aumento del trabajo excedente, desaparece en cuanto la innovación técnica se generaliza en toda la rama de la producción correspondiente, y hace volver el tiempo de trabajo necesario a su nivel anterior; al final del proceso, el valor que se produce en la rama industrial del ejemplo es el mismo que anteriormente y sólo ha aumentado la masa de mercancías en que se materializa; es obvio que a todo lo largo de este movimiento el valor de la fuerza de trabajo no ha cambiado en absoluto. El proceso de incremento de la capacidad productiva del trabajo, que ya vimos se desencadena inmediatamente que el capital se apropia formal-mente del trabajo y que es impulsado por la propia naturaleza del capitalismo que se rige por el apetito irrefrenable de ganancia, se desplaza, sobre una base técnica conquistada (cooperación simple, manufactura o gran industria maqui-nizada), a través de todas las ramas de la producción, hasta generalizarse en todo el ámbito económico; de esta manera, aumenta también la productividad en las ramas que producen los bienes de consumo necesario, principalmente los de consumo de la clase obrera, provocándose así un descenso del valor de la fuerza de trabajo y una reducción del tiempo de trabajo necesario de toda la clase obrera; aumentan en consecuencia, la magnitud total de trabajo exceden-te y la cuota general de plusvalía. La plusvalía que surge de la disminución del valor de la fuerza de trabajo y de la reducción de la parte de la jornada en que el obrero reproduce ese valor se llama plusvalía relativa. Se denomina así porque deriva de un cambio relativo en las partes de la jornada de trabajo; al contrario de la plusvalía absoluta, que surge del aumento absoluto de aquélla.

En el ejemplo aducido anteriormente, si un aumento de la productividad en las ramas industriales que producen alimentos para los obreros permitiera producir los medios de vida de cada trabajador en cuatro horas en lugar de seis, entonces el valor de la fuerza de trabajo descendería a $13.60 y la plusvalía se elevaría a $26.40; el tiempo de trabajo excedente aumentaría de seis a ocho ho-ras y la masa de productos que se apropia el capitalista de 20 a 26.4.

Es evidente que en el régimen capitalista el desarrollo de la fuerza produc-tiva del trabajo, que se traduce en un descenso del valor de la fuerza de trabajo

La producción de plusvalía relativa • 83

y en la reducción del tiempo de trabajo necesario, no está encaminada a acortar la jornada del obrero, sino a aumentar la parte de la misma en que produce tra-bajo excedente para el capitalista; más adelante veremos cómo el aumento de la productividad del trabajo se convierte en la más potente palanca para alargar inmoderadamente la jornada de trabajo del obrero.

La producción de plusvalía absoluta, al supeditar formalmente al obrero, no cambia para nada el régimen mismo de producción; por el contrario para producir plusvalía relativa el capital tiene que transformar radicalmente las re-laciones técnicas y sociales del trabajo y, por tanto el régimen mismo de produc-ción, con el propósito de aumentar la capacidad productiva del trabajo.

El autor de El Capital, Carlos Marx, explica de la siguiente manera la na-turaleza de la plusvalía relativa:

...Así, pues, mientras que hasta aquí, al estudiar la producción de la plusvalía, partimos siempre de un régimen de producción dado, ahora que se trata de obtener plusvalía convirtiendo el trabajo necesario en trabajo excedente, no basta, ni mucho menos, que el capital se adueñe del proceso del trabajo en su forma histórica tradicional, tal y como la encuentra, limitándose a prolongar su duración. Para conseguir esto, tiene que transformar las condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo, y, por tanto, el mismo régimen de producción hasta aumentar la capacidad productiva del trabajo, haciendo bajar de este modo el valor de la fuerza de trabajo y disminuyendo así la parte de la jornada de trabajo necesaria para la reproducción de ese valor. La plusvalía producida mediante la prolongación de la jornada de trabajo es la que yo llamo plusvalía absoluta; por el contrario, a la que se logra reduciendo el tiempo de trabajo necesario, con el consiguiente cambio en cuanto a la proporción de magnitudes entre ambas partes de la jornada de trabajo, la designo con el nombre de plusvalía relativa.2

Hemos establecido que la producción de plusvalía absoluta acarrea consigo, ne-cesariamente, el aumento de la productividad del trabajo y con ello la produc-ción de plusvalía relativa; en las fases iniciales del capitalismo, la primera de las formas de producir plusvalía es la predominante, en tanto que la segunda se desarrolla sólo en un segundo término; no es sino hasta que una barrera in-franqueable, ya sea moral, natural o legal se opone a la tendencia del capital a extender más la jornada de trabajo, e incluso le impone una reducción, cuando el aumento de productividad del trabajo a través del perfeccionamiento técnico de la producción es para el capitalista una necesidad inaplazable; bajo estas circunstancias, el capital convierte la producción de plusvalía relativa en su pro-pósito fundamental, hasta que logra transformar por completo el régimen de producción e instaurar en todas sus ramas la gran industria maquinizada.

El perfeccionamiento de los métodos de producción, y por tanto el au-mento de la capacidad productiva del trabajo, se imponen al capitalista por dos vías que tienen un mismo fondo común: a) a través de su apetito irrefrenable

2 Marx, Carlos, El Capital, t. I, pp. 252-253.

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de plusvalía, y b) por medio de la concurrencia. Si bien el perfeccionamiento tiene su origen en el capitalista individual, esos dos factores que hemos citado anteriormente lo extienden necesariamente a toda una rama y finalmente a la totalidad de la industria, provocando así la disminución del valor de la fuerza de trabajo y el aumento de la cuota de plusvalía.

En conclusión: el hambre insaciable de trabajo excedente, característica esencial del capitalismo, es la causa directa del aumento de la capacidad pro-ductiva del trabajo, la que al extenderse a las industrias que producen medios de vida para la clase obrera origina el descenso del valor de la fuerza de trabajo y el incremento de la producción de plusvalía relativa, con lo cual aumenta la cuota general de plusvalía.

Las formas históricas de producción de plusvalía relativa son: la coopera-ción simple, la manufactura y la gran industria maquinizada.

La producción de plusvalía relativa en México se inicia como una conse-cuencia obligada de la producción de plusvalía absoluta; por lo tanto, sus orígenes los encontramos aproximadamente en el año de 1860, cuando comenzaron a de-sarrollarse sistemáticamente las empresas capitalistas (agrícolas e industriales).

2. Métodos de producción de plusvalía relativa

Cooperación

1) Consideraciones teóricas generales3

La producción capitalista se inicia con el empleo simultáneo, por un capital in-dividual, de un número relativamente grande de obreros para trabajar al mismo tiempo, en un mismo lugar, en la fabricación de una misma mercancía y bajo el mando del mismo capitalista. En sus principios, la producción capitalista sólo se distingue del taller artesanal por el mayor número de obreros empleados. Los obreros del taller capitalista son los mismos antiguos artesanos, quienes siguen usando sus primitivos métodos e instrumentos de producción y continúan reali-zando individualmente todas las fases de la producción.

Las consecuencias inmediatas del establecimiento de talleres en donde se emplean cantidades relativamente grandes de obreros bajo el mando de un mismo capitalista, son las siguientes:

Se compensan las diferencias individuales, poniendo en acción, desde el primer 1. momento, trabajo social medio.Se revolucionan las condiciones objetivas del proceso de trabajo, aunque el 2. régimen mismo de trabajo no varíe, al utilizarse colectivamente los edificios, almacenes, recipientes, instrumentos, aparatos, es decir, una gran parte de los

3 Resumen, extractos y citas del capítulo XI de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

La producción de plusvalía relativa • 85

medios de producción, explotándose más intensivamente su valor de uso y haciéndose economías de escala.Se establece la cooperación entre los obreros, que consiste en la forma de 3. trabajo de muchos obreros coordinados y reunidos con arreglo a un plan en el mismo proceso de producción o en procesos de producción distintos, pero enlazados.

La cooperación no sólo potencia la fuerza productiva individual, sino que crea una nueva fuerza productiva, una fuerza de masa; exalta los trabajos individua-les por el simple contacto social; permite lanzar grandes cantidades de trabajo en el momento decisivo al campo de producción, extender el radio de acción del trabajo y reducir en el espacio la zona de producción en proporción a la escala de ésta.

La jornada de trabajo combinada, resultado de la cooperación, produce más valores de uso de los que produciría la suma de otras tantas jornadas indivi-duales, disminuyendo, por tanto, el tiempo de trabajo necesario para conseguir una finalidad útil.

“...en resumen la fuerza productiva específica de la jornada de trabajo combinada es la fuerza productiva social del trabajo o la fuerza productiva del trabajo social. Esta fuerza productiva brota de la misma cooperación. Al coordi-narse de un modo sistemático con otros, el obrero se sobrepone a sus limitacio-nes individuales y desarrolla su capacidad de creación.”4

Con la cooperación, o sea el trabajo de muchos obreros reunidos bajo un capital, el mando de éste sobre aquéllos se convierte en una necesidad indispensa-ble del propio proceso del trabajo, en una condición material de la producción.

La dirección del capital sobre el trabajo colectivo, que brota necesariamen-te de la cooperación de muchos obreros, tiene dos aspectos claramente distintos: es una dirección que deriva del carácter social o colectivo del trabajo y que es indispensable donde quiera que trabajan muchas personas juntas bajo un mis-mo plan; esta dirección se convierte en una función del capital tan pronto como el trabajo sometido a él reviste carácter cooperativo; es también una dirección que deriva del carácter capitalista del proceso del trabajo; esta función del capital consiste en vigilar cuidadosamente que se realice la producción de plusvalía sin que se malgasten o derrochen ninguno de los elementos de la producción.

De esta manera, la dirección y organización del trabajo se convierten, bajo la forma cooperativa, en un atributo del capital.

“...Desde un punto de vista ideal, la coordinación de sus trabajos se les presenta a los obreros como plan; prácticamente, como la autoridad del capita-lista, como el poder de una voluntad ajena que somete su actividad a los fines perseguidos por aquélla...”5

Por su forma, la dirección del capital es una dirección despótica; en ma-nos del capitalista van quedando la alta dirección y vigilancia que comprenden las funciones de dirigir y vigilar el proceso de valorización del capital.

4 Marx, Carlos, op. cit., p. 265.5 Ibíd., p. 267.

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La cooperación simple, como forma de producción de plusvalía relativa, es, por un lado, una forma elemental y espontánea de incrementar la produc-tividad del trabajo por medio de la socialización y organización del mismo y, por el otro, la primera forma de supeditación real del obrero al capitalista, en la que aquél pierde la dirección y vigilancia sobre el proceso del trabajo, las que se transforman en atributo del capital, y éste adquiere para sí todas las ventajas que se derivan del trabajo colectivo. Encontramos aquí, al igual que cuando es-tudiamos la producción de plusvalía absoluta, el carácter depredador del capital, que no sabe desarrollarse sino a costa de los obreros; en efecto, por medio de la cooperación simple, el capital adquiere para sí, sustrayéndoselos a los obreros (al obrero individual o colectivo), la dirección y vigilancia del proceso de trabajo y todas las ventajas (aumento de la productividad, etcétera), que se derivan del trabajo colectivo.

Dice Marx que la cooperación simple “...(no) constituye ninguna forma fija característica de una época especial en la historia del régimen capitalista de producción. A lo sumo, se presenta con este carácter sobre poco más o menos, en los orígenes de la manufactura, cuando ésta no se ha remontado todavía so-bre el artesanado, y en aquella especie de agricultura en gran escala que corres-ponde al período manufacturero y que sólo se distingue sustancialmente de la agricultura campesina por la masa de jornaleros simultáneamente empleados y por el volumen de los medios de producción concentrados…”6

Lo trascendental de la cooperación simple, como forma de tránsito a la manufactura, consiste, además de lo ya expuesto, en lo siguiente: a) empieza a someter al productor directo a la disciplina del trabajo colectivo (socializa las condiciones exteriores de la producción como premisa necesaria para la socia-lización de la producción misma), la cual es una condición esencial de la ma-nufactura y de la fábrica; b) comienza a acostumbrar al productor directo, al obrero, a reconocer en el capitalista a la autoridad necesaria que debe planear, dirigir y vigilar el proceso de producción; lo cual también es un requisito indis-pensable para la existencia de la manufactura y de la fábrica; c) el productor directo principia a reconocer en el capitalista la facultad de disponer de la fuerza de trabajo del obrero para valorizar el capital invertido; esto es también un pre-rrequisito para la existencia de la manufactura y de la fábrica; d) se empiezan a crear verdaderos empresarios, es decir, personas que se desentienden del trabajo manual y que se especializan en las labores de alta dirección y vigilancia y que asumen también el carácter de comerciantes. Este tipo de capitalistas son una “condición material” de la producción en la manufactura y en la fábrica. Ade-más, cuando por diversas razones son desplazados de las ramas en que operan, llevan ese “espíritu de empresa” hasta los rincones más lejanos del país; e) es, además, el antecedente necesario (lógico-histórico) de la manufactura, que es

6 Ibíd., pp. 270-271.

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una forma compleja de la cooperación. La cooperación simple se remonta por sí misma a la manufactura.

2) La cooperación simple en México

El gran desarrollo alcanzado por la pequeña producción de mercancías en la época posterior a la Guerra de Independencia desemboca necesariamente en la constitución de las primeras empresas capitalistas, en las que se implanta la cooperación simple. Por lo tanto, la cooperación simple, como forma de produc-ción de plusvalía relativa, surge esporádicamente en nuestro país desde los años cuarenta y se consolida definitivamente en los sesenta del siglo XIX.

Las estadísticas referentes a esta etapa histórica son muy escasas; sin em-bargo, hemos podido encontrar datos que nos demuestran, sin lugar a dudas, que dentro de la multitud de pequeños productores artesanales, y precisamente con base en ellos, van surgiendo las primeras empresas capitalistas que esta-blecen la cooperación simple; junto a ellas, y aparentemente como un cuerpo extraño, existen las fábricas de hilados y tejidos, que se habían establecido desde la tercera década del siglo XIX.

Ilustraremos el nacimiento de la cooperación simple en nuestro país a través del estudio monográfico de un Estado en particular porque así era la for-ma en que se hacían los estudios estadísticos en aquella época; para el efecto, analizaremos el Estado de Querétaro según los datos proporcionados por Juan Ma. Balbontin en su Estadística del Estado de Querétaro para los años de 1854-55, tomando sus características económicas como tipo general existente en toda la República.7

La población del Estado de Querétaro era en esos años de 147,119 personas, de las cuales 2,136 eran Europeos, 70,373 formaban la población mixta de europeos e indígenas, y 74,376 la población indígena. La industria principal de Querétaro era la de hilados y tejidos; la fábrica más grande se denominaba “Hércules” y estaba situada a una legua de la Capital del Estado; era “la primera en su género y una de las más antiguas de cuantas se hayan diseminadas en el territorio de la República”; su maquinaria “numerosa y exquisita” estaba movida por agua proveniente del río Querétaro y por 300 mu-las; tenía 9,200 husos en actividad, 450 telares de poder y 270 telares de mano; consumía 16,120 quintales de algodón anualmente y producía 1’360,000 libras de hilaza y 170,000 piezas de manta; ocupaba 2,500 operarios cuyas rayas y sueldos importaban anualmente $460,000.00. En la misma fábrica se instaló un molino de harina, compuesto por 8 piedras y movido por agua, que funcionaba sólo de noche, cuando no lo hacía la maquinaria de hilados y tejidos.

(La industria textil de aquella época, formada por fábricas como la aquí descri-ta, sólo abarcaba una mínima parte de la producción textil del país; ésta, en su mayor volumen, era cubierta por los pequeños talleres capitalistas organizados

7 Estadística del Estado de Querétaro, formada por el ciudadano Juan María Balbontin, en los años de 1854 y 1855, México, 1867, Imprenta Vicente G. Torres.

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bajo el principio de la cooperación y por los pequeños productores artesanales. Algunas de dichas fábricas eran el resultado excepcional, meramente secunda-rio, del desarrollo de la pequeña producción, remontándose su origen muchas veces hasta los últimos años del siglo XVIII, o se trataba de los mismos “obrajes” que se establecieron durante los primeros tiempos de la Colonia, pero bajo una nueva forma; se encontraban en un estado de estancamiento y no influían sobre la pequeña producción textil —con la que coexistían— siguiendo ésta su propio proceso de desarrollo. Otras de estas fábricas tuvieron su origen en la fiebre de fundar industrias que se desató inmediatamente después de la Independencia entre los poseedores de grandes cantidades de dinero; su ruina, junto con la del Banco de Avío de Alamán, fue la mejor prueba de que era necesario un lar-go proceso, que pasaba por el desarrollo hasta sus últimas consecuencias de la pequeña producción de mercancías, para que se estableciera en el país la gran industria maquinizada. Mueve a lástima la proverbial estulticia de los historia-dores burgueses y de sus lacayos los teóricos pseudorevolucionarios, quienes se lamentan de que el país haya “desperdiciado” esa oportunidad histórica de cons-truir su industria moderna con base en las fábricas textiles y de otros productos que existían en la época que estudiamos. La burguesía de nuestros días, a través de sus teóricos, se devana los sesos para explicarse el por qué no fue posible em-pezar desde entonces a saborear las mieles del progreso económico, cuando ya incluso se había iniciado la “industrialización” del país; atribuye esa frustración histórica a los detalles más triviales y absurdos. Por su parte, el “teórico” pseudo-revolucionario, campeón del “desarrollo económico” o de la “industrialización”, encuentra que todo falló en aquella época para lograr el “despegue económico” debido a que la burguesía, al igual que hoy, era timorata, débil, sin iniciativa, más dada a atesorar que a invertir audazmente. ¡He aquí la profundidad y la perspicacia de nuestros “teóricos marxistas” en plena acción!)

La fábrica “Hércules”— como todas las fábricas textiles del período— era una mezcla peculiar de manufactura (tenía funcionando 270 telares de mano) y de industria maquinizada (450 telares de poder), que no representaba, ni mucho menos, el tipo preponderante de empresa existente en los años cincuenta del siglo pasado. Lo que primero llama la atención en los datos estadísticos que estudiamos es la gran cantidad de “establecimientos industriales” existentes y la profunda división del trabajo dentro de la sociedad; según la clasificación del autor había en Querétaro, para satisfacer la demanda de 147,119 habitantes, nueve molinos, 223 fábricas, 674 telares, 375 talleres (establecimientos de artes y oficios), 201 hornos y 81 colmenas, es decir, un total de 1,554 establecimientos. Incluye la cla-sificación anterior —según advertencia del autor— “todas las industrias”, ya sea que produzcan por encargo o por su cuenta y riesgo, para el mercado; se excluye, por tanto, la producción para el propio consumo de las comunidades de indios y de las familias campesinas. Predomina, dentro de los establecimientos considerados por el autor, induda-blemente, la pequeña producción artesanal (674 telares y 375 talleres); las carac-terísticas de la misma son, sin embargo, radicalmente distintas de las de la exis-

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tente durante la época de la Colonia; los gremios ya habían sido abolidos desde los últimos años del siglo XVIII, por lo que pudo haber un incremento muy grande en la cantidad de los pequeños productores de mercancías y en el tamaño de las empresas, lo que llevó necesariamente a crear las primeras empresas capitalistas sobre la base de la cooperación simple; es evidente que dentro de los 674 telares y los 375 talleres captados por las estadísticas, existe un elevado número que sobrepasa ya el nivel de simple taller artesano y que empieza a desenvolverse por la vía capitalista (pequeña producción capitalista de mercancías); la división del trabajo alcanzada sobre la base de la pequeña producción de mercancías, y que era ahondada por la introducción de la cooperación simple, es muy reveladora: los telares existentes en Querétaro (674) producían los artefactos siguientes: 132 hacían rebozos; 216, sarapes; 61, mantas, 16, cambayas y géneros listados; 24, piezas de paño ordinario; 4, ceñidores; 201, trazadas, 2, alemaniscos; 12, cintas; 2, sayal; una que hacia sabanilla y 3, cobertores; además había otros géneros que se fabricaban en estos mismos telares solamente cuando se mandaban hacer, como alfombras, ballenas, colchas, flecos de todas clases, mangas, manteles, pañetes, toallas, servilletas, tapices, etcétera, que no se hacían por cuenta de los fabrican-tes por falta de consumo; los talleres (que sumaban 375), se descomponían en los siguientes grupos: 33 alambiques, 56 alfarerías, 2 armerías, l amoladuría, 4 ban-cas de herrador, 43 barberías, 1 batihojería, 1 bordaduría, 2 broncerías, 1 bante-ría, 89 carpinterías, 3 carrocerías, 44 curtidurías, 2 cordonerías, 4 chocolaterías, 1 doraduría, 10 dulcerías, 1 encordaduría, 6 encuadernaciones, 26 fábricas de sombreros, 2 fábricas de instrumentos de música, 1 fundición, 15 fruterías, 70 herrerías, 3 hornerías, 10 hojalaterías, 2 imprentas, 19 jabonerías, 380 lavaderos públicos, 2 latonerías, 30 platerías, 4 relojerías, 2 talleres de figuras de cera, 2 de colchones, 6 de esculturas, 1 de estuco, 4 de flores artificiales, 2 de jaulas, 1 de modistas, 1 de muebles finos, 2 de peinetería, 4 de pintura, 65 de sastrería, 2 de retratistas, 246 zapaterías, 18 tenerías, 2 tintorerías, 2 tonelerías, 3 tornerías, 8 talabarterías, 6 tortillerías públicas y 31 velerías. Estos talleres evolucionaban necesariamente hacia su conversión en talleres capitalistas; sin embargo, este proceso fue más claro o radical en aquellas indus-trias que el autor engloba bajo el rubro de “fábricas” y que en gran parte (53 del total de 223) eran, sin discusión, primitivas empresas capitalistas basadas en la cooperación simple: 22 de vino mezcal, 3 de cerveza, 2 de lienzos hilados, 13 de almidón, 2 de estampados y 11 de chinguirito; el resto de las 232 “fábricas” eran de fideos, adobes, ladrillos, canastas, salitre, cordones, hilillos y fósforos y ceri-llos, de las cuales hace el autor la aclaración siguiente, “aunque a decir verdad muy pocas de ellas merecen este nombre (fábrica) porque las más son muy en pequeño y de pobres, que apenas sacan su mantenimiento de los que hacen...”; también de este grupo iban surgiendo, por un proceso natural, las industrias capitalistas primitivas. La molienda de granos la encontramos aquí convertida ya en una actividad capitalista organizada bajo la cooperación simple (9 molinos). Los 201 hornos que registra el estudio en que nos basamos son empresas ca-pitalistas típicas: 71 hornos de cal, 56 de loza ordinaria, 46 de cocer pan, 24 de ladrillos y 4 de fundición de campanas y otros objetos de arte. El número total de empleados y operarios que se ocupaban en los estableci-mientos industriales de Querétaro era de 3,033 (sin comprender la fábrica “Hér-

cules” ni una de tabaco; el valor de las rayas semanarias en el año, ascendía a $184,303.00 y el valor total de la producción a $1’121,011.00.

Los datos analizados nos muestran un proceso claramente delineado: incremen-to de los pequeños productores de mercancías, que van creando una gran di-visión social del trabajo al convertir actividades anteriormente circunscritas a la economía campesina autoconsuntiva en ramas independientes que producen para el mercado; la producción artesanal recibe con esto un gran impulso que la obliga a su vez a crecer y diversificarse; en ambos sectores, aunque con más rapidez en el primero, la producción individual se transforma en producción capitalista organizada bajo la forma de cooperación simple; ésta evoluciona a su vez hacia la manufactura. Esta línea de desarrollo fue la que siguió la industria nacional a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, hasta rematar, en los prime-ros años del siglo XX, en la gran industria maquinizada.

En seguida transcribimos un extracto de la obra de Longinos Banda Es-tadística de Jalisco, formada con vista de los mejores datos oficiales y noticias ministradas por sujetos idóneos en los años de 1854 a 1863;8 en ella se encuentra la confirmación plena de las deducciones obtenidas en el análisis que acabamos de hacer del libro de Juan María Balbontin:

La industria del país ha mejorado mucho, no sólo en el Estado, sino en toda la República, en el presente siglo. Hace 30 años no se conocían en el Estado, las máquinas de hilados y tejidos, mucho menos las de papel; y actualmente existen varias de las más perfectas en algunos cantones. Para dar a conocer aunque sea en una pequeña parte la industria del país, hablaremos de los ramos siguientes: Manufactura, Explotaciones de minas, Artes y oficios. El primero de estos ramos se refiere especialmente a las máquinas, cuyo estado, si no es de los más bri-llantes, es al menos satisfactorio habiendo dado productos cuantiosos que han cubierto parte del capital obligado, o al menos se ha sacado un rédito regular, según estamos informados. Las fábricas de hilados y tejidos que existen en el es-tado, son 5: Prosperidad Jaliciense, Experiencia, Escoba, Bella Vista y Jauja, y las de Papel: Batán y Tapalpa. El establecimiento de las primeras no pasa de 25 años, lo mismo, el de las segundas, habiendo sin embargo, dado cuantiosos productos la mayor parte de ellas, en que se advierten notables mejoras. Sobre las artes y oficios tenemos aún menores datos, sin que por esto deje de ser notorio que el adelanto que en varios años se ha tenido en el Estado, ha sido muy considerable. Sin embargo, actualmente toda la industria ha venido en decadencia, a pesar de la difusión de las luces que bajo los diversos esfuerzos del gobierno, se ha hecho en las clases sociales. En todas las principales poblaciones hay bastante número de artesanos, cuyas obras pueden rivalizar con las que nos vienen del extranjero. Las principales clases de establecimientos que conocemos en nuestro país son las que siguen: De barberos y sangradores, De curtidores, De hilados y tejidos de algodón, lana y seda, De impresores, De peluqueros, De tintoreros, Hay además

8 Estadística de Jalisco, formada con vistas, a los mejores datos oficiales y noticias ministradas por su-jetos idóneos, en los años de 1854 a 1863, por Longinos Banda; Guadalajara, Tipografía de L. Banda, calle de la Maestranza núm. 4, 1873.

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en el Estado, fábricas de ácidos, De almidón, De aguardiente, De cerveza, De chocolate, De cola, De colores, De dulces y repostería, De fideos, De fortepia-nos, De jarcias, De loza corriente y ordinaria, De órganos y otros instrumentos musicales, De paraguas, De sombreros finos y corrientes, Se tienen igualmente talleres de armeros, de batehojeros, de carpintería, de carrocería, de bordaduría, de cohetería, de ebanistas, de encuadernadores, de escultores, vaciadores, etcé-tera, de fundidores, latoneros, de fusteros, de grabadores, de hojalateros, de he-rradores, de herreros, de litógrafos, de modistos, de pasamaneros, de pasteleros, de relojeros, de reboceros, de ropa de munición, de sastres, de talabarteros, de toneleros y de zapateros. Entre las artes más adelantadas, notamos con satisfac-ción la carpintería, carrocería, ebanistería, encuadernación, herrería, pintura, talabartería, tipografía y zapatería. De un ramo de industria que tiene bastante importancia, no hemos hablado aún y es la fabricación del vino mezcal. Hace muchos años que sólo Tequila poseía ese ramo industrial; pero posteriormente se ha generalizado en muchas poblaciones del Estado. Según los datos que han venido a nuestras manos, el producto anual de las fábricas del Estado, puede regularse en 55,081 barriles de vino, de los cuales se habían ministrado al comer-cio de extracción 18,300 barriles, o sea una tercera parte. Resumen de Establecimientos principales que encierra la capital del Estado en el año de 1856: 4 armeros, 28 barberos, 11 boticas, 16 baños y lavaderos, 1 ba-tehojería, 10 casas de empeño, 1 cobrería, 4 carrocerías, 3 coheterías, 3 doradu-rías, 17 de encierros de bestias, 6 de escultura, 5 de encuadernación, 4 fábricas de sillas de tule, 3 de fideo, 1 de cerveza, 3 de velas y cebo, 2 de velas de cera, 14 de sombreros, 10 figones, 1 fonda, 3 hospederías y hoteles, 5 establecimientos de herrador, 21 herrerías, 15 hojalaterías, 4 imprentas, 1 establecimiento de latone-ría y fundición, 9 mesones, 1 molino de aceite, 2 neverías, 2 panaderías, 1 paste-lería, 1 palenque de gallos, 4 tintorerías, 12 platerías, 4 relojerías, 71 rebocerías de seda y algodón, 32 sastrerías, 11 tenerías, 2 establecimientos de modistas, 16 talabarterías, 2 establecimientos de tejido de lana y algodón.

En la obra de José F. Velasco, Noticias Estadísticas del Estado de Sonora, acom-pañadas de ligeras reflexiones,9 se contienen importantes datos sobre el tema que tratamos, los cuales transcribiremos en seguida:

Hermosillo, según el padrón último del año de 1840, tiene 11,655 almas, a las que agregadas dos mil yaquis que se calculó podría haber, hacen el total de 13,655 almas. En tres años que han transcurrido debe haber aumentado la población a catorce mil, calculando según los apuntes que hemos tenido a la vista, de los nacidos, casados y muertos. La industria fabril no es desconocida tampoco en Hermosillo, comparada con los años anteriores a la Independencia. Entonces todo venía de la metrópoli, aún aquellas cosas que teníamos en nuestro país a la vista. Se fabrican sombre-ros ordinarios hace ya algunos años, y a la fecha se empieza a hacer finos a imi-tación de los que vienen de afuera: lo mismo sucede con los hules que sirven de forro para dichos sombreros. Se hacen botones ordinarios de hueso, y se trabaja o se labra el carey para escarmendadores y peinetitas para el pelo de las mujeres.

9 Velasco, José F., Noticias Estadísticas del Estado de Sonora, acompañadas de ligeras reflexiones, México, Imprenta de I. Cumplido, calle de las Rebeldes núm. 2, 1850.

Se fabrica también el calzado de todas clases que antes venía de México, la jar-cia corriente de ixtle y jáquimas. Hay así mismo algunas curtidurías, aunque en pequeño, de pieles, de que construyen botas, botines, sillas, etcétera. La cera cruda que viene del extranjero en marquetas se elabora con mucha perfección lo mismo que la que antes venía de México. Hay algunos talleres de carpintería y herrería, en ambas artes se va adelan-tando rápidamente, a merced de la instrucción y luces que derraman los artistas extranjeros que se han establecido en el país. Hemos visto ya buenos roperos como los que se hacen en Estados Unidos, y por este orden otras piezas que 20 o 30 años atrás se haría imposible fuesen susceptibles de fabricarse en Sonora (pp. 60-63).

De las Noticias para formar la historia y la estadística del obispado de Michoacán, presentados a la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en 1860 por un socio de número, el señor Dr. D. José Guadalupe Romero10, extractamos los si-guientes datos:

Obispado de Michoacán. Existen en el obispado dos fábricas de hilados de algo-dón, y una de los de lana: las primeras en Salamanca y Salvatierra, la segunda en Celaya; una fábrica de porcelana en Salamanca y gran número de telares de rebozos, pañetes, jorongos en San Miguel Allende, Guarachita, Acámbaro y Dolores… Subsisten todavía muchas de las artes que introdujo entre los indios el venerable Sr. D. Vasco de Quiroga. En algunos puntos de la sierra se han construido máquinas para aserrar madera y fábricas de vidrio. En Pátzcuaro se trabajan con primor la madera fina y sobre todo las bellísimas pinturas adorna-das con plumas de colibrí que parecen unos verdaderos mosaicos. Las pastas de guayaba, membrillo, perón, piña, chirimoya y calabaza, llamados comúnmente guayabetes, membrilletes, etcétera, proporcionan la subsistencia a gran número de familias de Morelia, Zamora, Sinapécuaro y Salvatierra. La cría de ganados y la trajinería con mulas y carros, producen enormes sumas a los especuladores. El comercio de estas ramas se ha calculado en más de un millón de pesos... p. 7. Estado o Departamento de Guanajuato. Desde mediados del siglo pasado el comercio de Guanajuato y sus pueblos fue aumentando con asombrosa rapidez hasta el de 1810, en que abundaban tanto los efectos como el numerario, y éste se conseguía con el módico rédito de 4 cada año. Durante la guerra de 1810 quedó casi destruido. Después de la Independencia comenzó a reponer sus pér-didas hasta el de 1848 en que tuvo un aumento extraordinario por la bonanza de algunas minas que hicieron duplicar los productos de las rentas publicas, en esta época se pusieron en circulación grandes capitales, volvió a florecer la industria, progresó la agricultura y se aumentó sensiblemente la población: con las guerras de estos últimos 10 años se han paralizado los giros… pp. 89-90. Departamento o Distrito de San Miguel Allende. La industria principal de los vecinos consiste en la agricultura, en las fábricas de zarape, colchas y jorongos, en las alfarerías y en el comercio al menudeo, p. 204.

10 Noticias para formar la historia y la estadística del obispado de Michoacán, presentados a la Socie-dad Mexicana de Geografía y Estadística en 1860, por su socio de número, el Sr. Dr. D. José Guada-lupe Romero, Canónigo Doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Michoacán.

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Dolores Hidalgo. La mayor parte de sus habitantes se mantienen de la agricul-tura; el resto del comercio al menudeo, las artes, los tejidos ordinarios de lana, el cultivo de la uva, la alfarería, fábricas de ladrillo y curtidurías, pp. 206-207.

Los datos que hemos examinado acusan un gran crecimiento del número de empresas (fábricas, como se les llamaba), una extensión de la cooperación sim-ple a una gran cantidad de ramas de la producción, etcétera, es decir, una ge-neralización de la forma de producción basada en la cooperación simple que se transforma rápidamente en manufactura.

Los años de cuarenta al sesenta del siglo pasado, corresponden en nuestro país a la condicionada “época especial” que llama Marx, en la cual se gestan los orígenes de la manufactura y ésta no se remonta todavía sobre el artesanado y en la que, por tanto, priva la cooperación simple como forma capitalista específica. Del sesenta en adelante, la cooperación simple es sólo una forma instantánea de transición que inmediatamente después de surgir da paso a la manufactura. La época de nacimiento y predominio de la manufactura abarca todo el período de la República Restaurada principalmente; después, en el Porfiriato, a la vez que se continúa y se corona ese proceso, empieza el desarrollo de la gran industria, como veremos posteriormente.

En la historia de nuestro país podemos establecer claramente las fases que aquí llevamos estudiadas. La proliferación de los pequeños productores comprende de 1750 a 1820-1830; el desarrollo de los nuevos comerciantes, de la cooperación simple y la manufactura, de 1840 en adelante. Paralelamente a este desarrollo, hasta el punto que llevamos estudiado, el gran capital comercial pre-existente sólo ha sufrido una transformación: ha ampliado su esfera de acción para convertirse en intermediario de los nuevos comerciantes, a los que obliga a recular y convertirse en empresarios capitalistas; además, compra directamente a quienes producen por cuenta propia.

Manufactura

1) Consideraciones teóricas generales11

La manufactura —segundo método de producción de plusvalía relativa— es la cooperación basada en la división del trabajo dentro del taller capitalista: es la for-ma compleja de la cooperación.

La manufactura, como método de producción de plusvalía relativa, es una forma establecida con la finalidad de aumentar la productividad del trabajo; esto se logra por medio de la división del trabajo, creando la especialización del trabajador en una operación parcial, es decir, convirtiéndolo en un virtuoso de una actividad parcial, lo que hace aumentar necesariamente su productividad.

Con la especialización en una sola operación parcial, el obrero emplea menos tiempo que el oficial, quien tiene que realizar una serie de operaciones

11 Resumen, extractos y citas del capítulo XII de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

parciales distintas; la división del trabajo en la manufactura permite producir más en menos tiempo, aumentando así la productividad.

La productividad se incrementa porque se llenan los poros que dejaba el oficial entre una y otra operación parcial: se intensifica el trabajo del obrero; además, disminuye el empleo improductivo de la fuerza de trabajo.

Pero el aumento de la productividad del trabajo no sólo proviene en la manufactura del virtuosismo del obrero, sino también, y en gran parte, del per-feccionamiento y diversificación de los instrumentos de trabajo que la división del trabajo en el taller trae consigo.

El rendimiento del trabajo no depende sólo del virtuosismo del obrero, sino que depende también de la perfección de las herramientas con que trabaja... tan pronto como las diversas operaciones de un proceso de trabajo se desglo-san y cada operación parcial adquiere una forma específica y exclusiva puesta en manos de un operario especializado, van desplazándose en mayor o menor medida las herramientas empleadas para diversos fines... La diferenciación de los instrumentos de la misma clase adquiere formas fijas especiales para cada aplicación concreta y su especialización, que hace que estos instrumentos es-peciales sólo adquieran plena eficacia y den todo su rendimiento puestos en manos de operarios parciales especializados, son dos rasgos característicos de la manufactura... El período manufacturero simplifica, perfecciona y multiplica los instrumentos de trabajo, adaptándolos a las funciones especiales y exclusivas de los operarios parciales. Con esto, la manufactura crea una de las condiciones materiales para el empleo de maquinaria, que no es más que una combinación de instrumentos simples.12

En el período manufacturero va desarrollándose el empleo de máquinas para realizar algunos procesos primarios simples (molinos de papel, etcétera), pero la maquinaria específica de esta época es el propio obrero colectivo producto de la combinación de muchos obreros parciales.

Al desglosar la manufactura los trabajos simples que están al alcance de todo individuo de la unidad en que se encontraban en el artesanado, crea junto a los obreros especializados una clase de obreros, los peones, sin especialización alguna (clase de obreros que no tenía cabida en el régimen artesanal) en los cua-les los gastos de educación desaparecen; a la vez, disminuyen los gastos de edu-cación del obrero parcial especializado respecto al artesano; en estos dos casos (obreros especializados y peones), desciende el valor de la fuerza de trabajo.

...La depreciación relativa de la fuerza de trabajo como consecuencia de la desaparición o disminución de los gastos de aprendizaje, implica una valorización más alta del capital, pues todo lo que contribuye a reducir el tiempo necesario para la reproducción de la fuerza de trabajo, contribuye también a dilatar el radio de acción de la plusvalía.13

12 Marx, Carlos, op. cit., p. 276.13 Ibíd., p. 285.

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La división del trabajo en la manufactura no remonta la base técnica del trabajo manual (oficio manual); esta estrecha base técnica excluye un análisis verdaderamente científico del proceso de producción.

Los orígenes históricos de la manufactura son dobles. “De una parte brota de la combinación de diversos oficios independientes que mantienen su inde-pendencia y aislamiento hasta el instante en que se convierten en otras tantas operaciones parciales y entrelazadas del proceso de producción de una misma mercancía. De otra parte la manufactura surge de la cooperación de artesanos afines, atomizando su oficio individual en las diversas operaciones que lo inte-gran y aislando éstas y haciéndose independiente hasta el instante en que cada una de ellas se convierte en función exclusiva y específica de un obrero.”14

La manufactura sólo surge ahí en donde el proceso de crecimiento de la producción mercantil, producto de la disolución del régimen feudal, ha desarro-llado hasta un alto nivel la división social del trabajo; a su vez, la manufactura impulsa poderosamente la división del trabajo dentro de la sociedad.

La división social del trabajo, potenciada por la división del trabajo en la manufactura, guarda sin embargo importantes diferencias con ésta. El pro-ductor privado que se desplaza dentro de una de las ramas de la producción produce mercancías, en tanto que el obrero parcial, dentro de la manufactura, no produce mercancías, lo que se convierte en mercancía es el producto común de todos ellos. La división del trabajo en la manufactura se basa en la concentra-ción de los medios de producción en manos del capital; en ella, la ley férrea de la proporcionalidad adscribe determinadas masas de obreros a determinadas fun-ciones; la división social del trabajo descansa en el fraccionamiento de los medios de producción entre los muchos productores independientes de mercancías y en la distribución de los productores de mercancías y de sus medios de producción entre las diversas ramas sociales del trabajo reinan en caótico juego el azar y la arbitrariedad.

El carácter capitalista de la manufactura determina necesariamente la transformación progresiva de los medios de vida y de los medios e instrumentos de producción de la sociedad en capital; la individualidad física del obrero se convierte en una forma de existencia del capital; de esta suerte, el mecanismo social de producción, integrado por muchos obreros parciales, es propiedad del capitalista; la fuerza productiva de este mecanismo adquiere el carácter de fuer-za productiva del capital. La manufactura no sólo somete al obrero al mandato del capital, sino que al convertirlo en virtuoso de una operación parcial secciona al individuo aplastando todas sus restantes facultades y lo transforma en un aparato automático adscrito a un trabajo parcial. En la cooperación simple el obrero se vendía al capital porque no tenía medios e instrumentos en los cuales realizar su trabajo; en la manufactura, además, se vende porque ya no puede reali-zar su trabajo por sí mismo, sino sólo en unión de otros obreros parciales, como parte accesoria del taller capitalista; el sometimiento real del obrero al capital da así su primer paso en firme. El capital se desarrolla, como vemos, primero despojando al productor de sus medios e instrumentos de producción; después, 14 Ibíd., pp. 273-274.

sometiéndolo formalmente a su mando y dirección; y más tarde, convirtiéndolo en un mecanismo accesorio de todo el aparato de producción, quitándole la base a toda posibilidad de desarrollar individualmente su fuerza de trabajo.

Como el capital es el que representa la unidad de todos los trabajos par-ciales a su mando, reúne ahora, como un atributo suyo, todas las facultades que antes pertenecían al obrero individual; las potencias espirituales del proceso de producción se disocian del obrero y se incorporan al capital.

...Lo que los obreros parciales pierden se concentra, enfrentándose con ellos, en el capital. Es el resultado de la división manufacturera del trabajo al erigir frente a ellos, como propiedad ajena y poder dominador, las potencias espirituales del proceso material de producción. Este proceso de disociación comienza con la cooperación simple, donde el capitalista representa frente a los obreros indivi-duales la unidad y voluntad del cuerpo social del trabajo. El proceso sigue avan-zando en la manufactura, que mutila al obrero, al convertirlo en obrero parcial. Y se remata en la gran industria, donde la ciencia es separada del trabajo como potencia independiente de producción y aherrojada al servicio del capital.15

Con la manufactura, al desarrollarse la potencia del trabajo social, y con ella la del capital, se empobrece el obrero en sus fuerzas productivas individuales.

La división del trabajo en la manufactura determina una degeneración física y espiritual de los individuos que crea la base y da el impulso para que se forme una patología industrial.

La manufactura es, por un lado, la forma de producción que crea, por primera vez en la historia (después de la comunidad primitiva) una determinada organización del trabajo social, desarrollando con ello, al mismo tiempo, la nue-va fuerza productiva social del trabajo (recordemos que desde la disolución de la comunidad primitiva, la producción social había estado dividida en unidades familiares independientes); representa, por tanto, un progreso gigantesco en la formación de la sociedad; por otro lado, la manufactura no es sino una forma establecida por los capitalistas para crear plusvalía relativa e incrementar así las ganancias del capital a costa de los obreros. La manufactura, entonces, de-sarrolla el carácter social del trabajo humano en beneficio del capital, no de los obreros, crea nuevos motivos e instrumentos para reforzar el mando del capital sobre el trabajo y, a la par que es un avance progresivo necesario en el desarrollo de la sociedad, es un medio de explotación civilizada y refinada.

La manufactura encuentra una traba insuperable a sus tendencias intrín-secas en el carácter manual del trabajo, que es su base fundamental.

La manufactura no abarca toda la producción social; mantiene e incre-menta el artesanado urbano y la industria doméstico-rural; pero a la vez, crea las premisas necesarias (empleo y producción de máquinas) para superar las trabas que se oponen al imperio definitivo del capital.

15 Ibíd., p. 294.

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La manufactura es el antecedente necesario de la gran industria maquini-zada. Habíamos dicho que la cooperación simple era el primer paso para revolu-cionar el régimen de producción con que se encuentra el capitalismo al empezar a desarrollarse. Otro paso, más decisivo y profundo, es la manufactura o coope-ración compleja (basada en la división del trabajo), pues disuelve la base misma del régimen anterior, o sea, el artesanado. ¿Y cuál era la base de existencia del propio artesanado?

En primer lugar, el maestro artesano y los oficiales son virtuosos en todos y cada uno de los pasos necesarios para producir el objeto de su arte o en las dis-tintas facetas de su oficio; en segundo lugar, y por las mismas razones, el mando del capital no puede penetrar al proceso mismo de producción (la dirección y vigilancia del proceso productivo es uno de los atributos más preciados del capi-tal), que queda como reducto del maestro artesano; a lo sumo, el capital comer-cial (cualquiera que sea el origen que tenga) se puede acercar a la producción en su calidad de “editor”. Para que el capital se adueñe del mismo proceso de producción es necesario que antes haya sometido formalmente al artesano, colo-cándolo bajo el mando del capital en la forma de la cooperación simple; después, debe convertir a cada artesano en un virtuoso de una operación parcial, ya sea desglosando las operaciones de un proceso homogéneo o, por el contrario, inte-grando operaciones hasta entonces independientes. En ambos casos convierte al operario en un especialista, ya sea porque en lugar de realizar todo el proceso para fabricar un objeto se especializa en una sola función del mismo, o porque en lugar de realizar una serie multifacética de actividades correspondientes a su oficio se especializa en una sola de ellas. Pierde así la base de su independencia y se convierte en un órgano del capital que reúne ahora todas las facultades que anteriormente pertenecían a cada uno de los productores y que han sido parce-ladas en una multitud de obreros parciales; lo que pierde el obrero lo gana el ca-pital. Es así como el capitalismo, por medio de la manufactura, socava las bases del artesanado. La manufactura se convierte en un mecanismo de producción cuyos órganos son hombres.

Precisamente este carácter necesario (es decir, como etapa necesaria del desarrollo) de la manufactura, que disuelve el artesanado para crear, de los pro-pios artesanos, obreros y para lo cual no hay otra forma de hacerlo que intro-duciendo al taller la división del trabajo, es el que dan de lado los historiadores burgueses, que sueñan por lo menos con un imperio azteca erizado de troneras fabriles y que al analizar esta etapa del desarrollo económico se lamentan, en el caso de México, de que no se haya establecido desde entonces la gran industria y de que la base de la producción hubiera seguido siendo manual. El carácter revolucionario de la manufactura radica simple y sencillamente en que crea las premisas necesarias para la gran industria a la vez que disuelve el artesanado que era la base fundamental sobre la que descansaba el antiguo régimen. La disciplina del trabajo social o colectivo, la supeditación del obrero a la dirección y vigilancia del capital, la división del trabajo en el taller, el desglose de las ope-raciones parciales y su sometimiento al régimen de cooperación, la pérdida de

independencia del productor, su transformación en obrero, etcétera, todo eso es producto necesario del régimen de la manufactura y, a la vez, constituye las precondiciones indispensables de la gran industria.

El error fundamental de todos los economistas burgueses y “revoluciona-rios” que en México han sido, radica en que creen fervorosamente que la pro-ducción maquinizada se podía haber establecido en México desde 1830 por lo menos (con Alamán), cualesquiera que fuesen las condiciones existentes en el régimen de producción y sólo porque en Europa (sobre todo en Inglaterra) ya hacía mucho tiempo que las fábricas eran el “pan de cada día”. La grotesca es-tulticia de estos pedantes profesores, que no oculta, sino que, por el contrario, acentúa el brillo codicioso de sus pupilas (aura sacra fames), salta a la vista; bás-tenos decir que para ellos la historia se reduce a la narración del establecimiento de la industria maquinizada (es decir, del método más perfeccionado de que se vale el capitalismo para crear riqueza con base en la explotación del trabajo asa-lariado) y a la descripción de las condiciones generales exteriores, meramente aparentes, que ella trae consigo; de tal suerte, todo lo que ha sucedido anterior-mente no es historia, sino una desviación de la razón humana. Nos detendremos sólo en un argumento, uno, pero esencial. La industria maquinizada se basa, evidentemente, en el trabajo de los obreros, es decir, personas que han perdido la propiedad sobre las condiciones para realizar su trabajo, entre otras, el propio virtuosismo de maestros artesanos; y ¿qué, sino la manufactura que parcela al artesano convirtiéndolo en virtuoso de una operación parcial, puede ser lo que realice la tarea de iniciar ese despojo?

Otro de los rasgos revolucionarios de la manufactura lo encontramos cla-ramente expuesto por Marx cuando dice que el período manufacturero simpli-fica, perfecciona y multiplica los instrumentos del trabajo, adaptándolos a las funciones especiales y exclusivas de los operarios parciales. El desglosamiento del proceso de trabajo en una multitud de operaciones parciales y el perfeccio-namiento y diversificación de los instrumentos individuales amoldados a cada uno de esos operarios son las precondiciones materiales para el empleo de ma-quinaria, por las siguientes razones:

como la maquinaria no es más que una combinación de instrumentos simples, a) su perfeccionamiento y diversificación y el análisis de un proceso determi-nado dan la base para la creación de la máquina correspondiente, primero, proporcionando los miembros que la integran y, segundo, destacando una relación racional y lógica entre las distintas operaciones parciales que permite articularlas en una unidad superior como lo es la máquina. Es obvio que la maquinaria no podía surgir de la producción artesanal sin pasar antes por la manufactura. El artesano trabaja, como es sabido, a base de un reducidísimo número de instrumentos que se perfeccionan muy lentamente y que de hecho no se diversifican. Por otro lado, el proceso de trabajo es poco diferenciado y las operaciones parciales obedecen más a consideraciones individuales (oca-sionales, caprichosas, hereditarias, etcétera) que a una concatenación lógica que permita su articulación racional;

98 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La producción de plusvalía relativa • 99

como la maquinaria no es sino una combinación de instrumentos simples, b) los operarios de la manufactura son los que tienen la educación (capacidad técnica) necesaria para manejarla, pues son ellos los que han empleado y se han familiarizado con los elementos integrantes de la misma (los instrumentos simples) y quienes conocen al detalle las distintas fases del proceso que ahora se integran en el aparato mecánico. De ahí entonces que previamente a la gran industria (que se basa como es sabido, en la producción maquinizada), debe haber un período manufacturero donde se creen sus premisas materia-les (operarios, análisis del proceso y perfeccionamiento y diversificación de instrumentos); en nuestro país, nada ilustra mejor esta ley de la producción capitalista que el gran fracaso del Banco de Avío de Alamán y, en general, de todos los intentos habidos en esa época (1830-1850) para establecer una gran industria maquinizada sin que antes se hubieran desahogado las etapas previas del desarrollo. Este intento de “industrialización”, tan caro a los historiadores burgueses y a los “revolucionarios” (oportunistas) de nuestro país, nos muestra palmariamente la naturaleza exacta del gran capital heredado del régimen anterior, que no puede por sí mismo revolucionar el régimen de producción, y a la vez nos ilustra acerca de cómo se realizará en el Porfiriato la fusión de ese gran capital con el nuevo régimen de producción, ya instaurado por los industriales surgidos de los productores directos, es decir, importando fábricas y desplazando a la manufactura que ya había creado las condiciones materiales para que eso fuera posible.

2) La manufactura en México

La cooperación simple, forma a través de la cual el capitalista logra obtener más plusvalía de los obreros, evoluciona por sí misma hacia la manufactura.

Ya hemos visto que en México la época en la cual se podría considerar que la cooperación simple era una forma predominante, específica del régimen capitalista, abarcó de los años cuarenta a los sesenta del siglo pasado; de ahí en adelante todos los establecimientos que en el período anterior se organizaron bajo la forma de la cooperación simple se transformaron en manufacturas y los nuevos que venían a la vida pasaban por una fase transitoria de desarrollo bajo aquella forma, para rápidamente devenir también en manufacturas. La división del trabajo en el taller, principio fundamental de la manufactura, se refleja cla-ramente en nuestro país en el poderoso impulso que recibe la división social del trabajo, como veremos posteriormente en el análisis de algunos estudios mono-gráficos sobre los distintos Estados de la República.

Conforme más se desarrolla en nuestro país la forma manufacturera de producción (división del trabajo dentro del taller para obtener más plusvalía de los obreros), más crecen los establecimientos industriales, más se perfecciona la división del trabajo (en el taller y en la sociedad), más se incrementa la produc-tividad del trabajo y se redobla la explotación de los obreros.

Dos fenómenos simultáneos se dan en el período manufacturero: por un lado, el desarrollo de esa forma específica de producción de plusvalía relati-va, que para la década de los ochenta ha alcanzado su plena madurez (gran tamaño de los establecimientos, profunda división del trabajo, manufacturas que producen máquinas simples, etcétera) e inicia su transformación en gran industria maquinizada con la introducción lenta pero sistemática de máquinas en las manufacturas; por el otro, el incremento de la producción artesanal del tipo anterior a la cooperación simple (taller individual: maestro y oficiales) que es indispensable para la manufactura (la provee de ciertos instrumentos de pro-ducción, de productos semielaborados, etcétera); con la implantación definitiva en gran escala de la gran industria maquinizada, que comienza en firme en la década de los noventa del siglo pasado, se acaba definitivamente con este tipo de producción; durante todo el período manufacturero, el taller artesano, a la vez que complemento necesario de la manufactura, es fuente inagotable de la misma, va roturando nuevos campos para ella. Los historiadores burgueses consideran como un error histórico o como un defecto del régimen económico el que, junto con los grandes talleres capitalistas del período manufacturero, que lindan ya con la industria maquinizada, existan y se desarrollen ampliamente las “artesanías”, o sea, la producción artesanal; pero ¿cómo va a hacerse comprender las relacio-nes existentes entre ambas formas de producción a quienes han agotado toda su inteligencia en aprender, para poder recitar de memoria, los dos o tres lugares comunes sobre historia económica que con sólo cambios de forma son los mis-mos que se han venido explotando desde tiempos inmemoriales?

Los datos referentes a la producción durante el período manufacturero son muy escasos; sólo tuvimos oportunidad de encontrar algunos muy fragmen-tarios para la última fase del mismo (1877-1890).

El monto de la producción agropecuaria para exportación fue, en 1877-1878, de $10’489,501 (pesos de 1900); en 1890, había ascendido a $22’897,949 (pesos de 1900).16

La producción industrial fue en 1877-1878 de $75’058,116 a precios de 1900, en tanto que en 1892-1893 (año más cercano a 1900 para el que hay datos) alcanzó la cifra de $90’528,109, medida con el nivel de precios de 1900.17 Pese a la evidente limitación de los datos, podemos deducir que durante todo el período manufacturero de nuestro país hubo un gran incremento de la producción en general.

En seguida estudiaremos una serie de monografías recopiladas por Alfon-so Luis Velasco en su obra “Geografía y Estadística de la República Mexicana”18, en las que aparecen datos completísimos sobre la producción industrial de va-

16 Estadísticas Económicas del Porfiriato, Fuerza de Trabajo y actividad económica por sectores, Semi-nario de Historia Moderna de México, El Colegio de México, p. 61.17 Ibíd., p. 105.18 Velasco, Alfonso Luis, “Geografía y Estadística del Estado de México”, Geografía y Estadística de la República Mexicana, t. I, México, Oficina Tipográfica de la Secretaría de Fomento, calle de San Andrés núm. 15 (s/f).

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rios Estados de la República en los años cercanos a los noventa del siglo pasado, fecha que nosotros consideramos como el punto de transición entre la manu-factura y la industria maquinizada; estos datos nos demostrarán claramente el estado de la organización manufacturera de la producción en su fase más alta.

Aunque la fecha de publicación de cada monografia es distinta, los datos están referidos siempre al año de 1890.

Transcribiremos en seguida los extractos y resúmenes que hemos hecho de la obra de Velasco, aclarando que aunque nosotros sólo insertamos el resu-men de cada Estado, el autor citado consigna en su obra los datos de todos y cada uno de los Departamentos, Partidos y Municipalidades en que se dividía la República Mexicana en aquella época, anotando cuidadosamente las clases y el número de industrias que en cada lugar existían, el volumen y valor de la producción de cada rama industrial, etcétera; quien consulte esta obra de la que hacemos mérito podrá comprobar que la forma de producción manufacturera había penetrado ya a las más remotas aldeas del país. Nuestra intención inicial ha-bía sido la de incluir en los extractos de los Estados principales las noticias de cada uno de los Partidos y Municipios, sobre todo para salir al paso de los prejui-cios de la historia burguesa, que hace suyos el historiador pseudorevolucionario, acerca del origen y desarrollo del capitalismo mexicano. Razones de espacio nos han impedido realizar nuestro propósito, pero remitimos al lector interesado al estudio de esa gran obra de Estadística que es la de Alfonso Luis Velasco.

Tomo III. Geografía y Estadística del Estado de Veracruz-Llave. México... 1890 Industria (Resumen de todo el Estado)

Hay en el Estado: 127 alfarerías, 5 arrierías, 25 aserraderos de madera, 3 aserra-deros de mármoles, 47 bancos de herrador, 5 carnicerías, 396 carpinterías, 12 carrocerías, 32 cervecerías, 27 cobrerías, 38 coheterías, 53 cortes de maderas, 85 curtidurías, 10 chocolaterías, 4 descascaradores de arroz, 25 descascaradores de café, 17 despepitadores de algodón, 2 doradurías, 35 dulcerías, 330 fábricas de aguardiente, 49 de azúcar, 8 de cerillos, 45 de cigarros, 8 de escobas, 3 de estam-pados, 3 de fideos, 5 de fósforos, 2 de hielo, 8 de hilados y tejidos de algodón,

Ibíd., ...del Estado de Veracruz-Llave... t. III, México... 1890.Ibíd., ...del Estado de Guanajuato... t. V... 1890.Ibíd., ...del Estado de Michoacán de Ocampo... t. VI...Ibíd., ...del Estado de Morelos... t. VII...Ibíd., ...del Estado de Oaxaca de Juárez... t. IX... 1891.Ibíd., ...del Estado de Tamaulipas... t. XII, México... 1892.Ibíd., ...del Estado de Tlaxcala... t. XI, México... 1892.Ibíd., ...del Estado de Durango... t. XIII... 1893.Ibíd., ...del Estado de Sonora... t. XIV.Ibíd., ...del Estado de Aguascalientes... México... 1895.Ibíd., ...del Estado de Coahuila de Zaragoza... t. XIX.Ibíd., ...del Estado de Chiapas... t. XX... México... 1898.Ibíd., ...del Estado de Querétaro Arteaga... t. VIII... 1891.Ibíd., ...del Estado de Nuevo León... t. IV... 1890.

2 de hilados y tejidos de lana, 90 de jabón, 100 de ladrillo y teja, 1 de laminar cobre, 950 de panela, 1 de papel, 4 de sellos de madera y goma, 118 de tabacos, 2 de sarapes, 1 fontanería, 10 fotografías, 3 fundiciones, 40 fruterías, 148 herre-rías, 74 hojalaterías, 28 hornos de cal, 7 laboratorios dentales, 60 licorerías, 1 litografía, 2 molinos de aceite, 6 de maíz, 7 de trigo, 4 mueblerías, 379 panade-rías, 175 pulquerías, 108 platerías, 15 relojerías, 214 sastrerías, 20 sombrererías, 80 talabarterías, 9 talleres de encuadernación, 5 de escultura, 12 de floristas, 7 de fundición, 3 de marmolistas, 3 de mecánica, 22 de modistas, 15 de pintura, 2 tintorerías, 19 tipografías, 1 tonelería; 4 tornos, 119 velerías y 332 zapaterías. El número total de establecimientos industriales asciende a 4,655 que representan un capital de $4’362,832 (pp. 196-197).

Tomo V. Geografía y Estadística del Estado de Guanajuato. 1890. Industria (Resumen de todo el Estado)

Los habitantes se dedican de preferencia a la minería en los partidos de Gua-najuato, La Luz, Victoria y San Felipe, y también lo hace, aún cuando de un modo secundario en los de León, San Luis de la Paz, Iturbide, Santa Cruz y Chu-macero… La principal ocupación de los habitantes de los valles del bajío: Santia-go, San Miguel y en los planíos y campiñas de Cortázar, Acámbaro, Salvatierra. San Felipe y Dolores, es la agricultura y después la horticultura y ganadería. Son centros industriales de importancia: León de los Aldamas Guanajuato, Celaya, Salamanca, Salvatierra, San Felipe, San Miguel de Allende y Dolores Hidalgo. En el Estado hay 349 fábricas de tejidos de lana en las que se manufacturan anualmente 87,000 cortes de paños de casimires, 42,000 varas de alfombras, 121,700 frazadas y 9,300 cortes de barraganes. Estas fábricas tiene 1,026 telares, emplean 2,239 personas y consumen 812,000 kgs. de lana cada año. Cuenta el Estado con 853 fábricas de tejidos de algodón en las que se hacen anualmen-te 201,528 piezas de manta en Salvatierra, Soria y Santa Cruz; 46,600 piezas de cambayas en Salvatierra, Salamanca, Abasolo y San Luis de la Paz; 549,000 rebozos, de ellos 450,000 sólo en León; y 100 mil kgs. de hilaza en Salvatierra, León y Santa Cruz. En estas fábricas se ocupan 2,414 personas; hay en ellas 2,005 telares y 5,602 husos y consumen 1,100,000 kgs. de algodón al año. En el Estado, hay además: 72 molinos movidos por agua y vapor, en los que se elabo-ran anualmente cerca de 14 millones de kilos de harina de trigo, 9 mil de aceite y 101,700 de piloncillo de caña; 90 talabarterías en las que se fabrican 41,700 piezas, 191 tenerías en las que se curten 126,300 pieles, 407 alfarerías, en las que se manufacturan 62 mil docenas de loza fina y corriente, 64 fábricas de pólvora en las que se hacen 506,000 kgs., 68 fábricas de aguardiente que producen 5,600 barriles y 30 fábricas de fideos en las que se elaboran 70,000 kgs. al año.. El ca-pital estimativo de los diversos ramos industriales que he mencionado, asciende a $1’285,626.00… Además, se fabrica vino mezcal en San Felipe, San Luis de la Paz, Victoria, Iturbide y San Diego de la Unión, calculándose la producción anual de mezcal en 419,000 lts. al año.. Hay en el Estado 10 fundiciones, 396 fra-guas, 89 platerías, 13 relojerías, 10 latonerías, 68 hojalaterías, 6 doradurías, 11 carrocerías, 309 carpinterías, 22 talleres de escultura y pintura, 44 sombrererías, 165 sastrerías, 340 zapaterías, 132 jabonerías, 124 velerías, 110 panaderías, 10

102 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La producción de plusvalía relativa • 103

fábricas de cerillos, 15 de vino mezcal, 7 de barajas y más de 100 de cigarros…, pp. 253-255.

Tomo XI. Geografía y Estadística, del Estado de Oaxaca de Juárez. 1891. Industria. Distrito del Centro. Ciudad principal: Oaxaca

Oaxaca es un importante centro industrial en el que están muy adelantadas las artes mecánicas. Los habitantes del Distrito se dedican a la agricultura, el co-mercio, la ganadería, la horticultura, la fabricación de quesos y mantequillas, la cría de gusanos de seda, colmenas que producen miel y cera, aves de corral, a la arriería, etcétera. En Oaxaca hay 20 talleres en los que se fabrican ceras y rebo-zos de algodón y sarapes de lana, 1 galonería, 2 fundiciones, 4 fábricas de vidrio, 14 de loza corriente, 3 de fósforo y cerillos, 8 de puros y cigarros, 14 de velas de cebo, 6 de velas de cera, 7 de aguardiente, 6 de cerveza, 10 de pulque, 3 de alba-yalde, 3 de aceite de cacahuate, 16 de pan, 6 de dulces, y 5 de pólvora, 8 talleres de pintura, 2 de escultura, 1 de batehojería, 1 de tejidos de palma, 1 trapiche, 4 imprentas, 2 fotografías, 2 relojerías, 2 gabinetes dentales, 15 coheterías, 8 bancos de herrador, 12 herrerías, 13 platerías, 11 hojalaterías, 32 carpinterías, 5 carrocerías, 6 sombrererías de pelo fino, 12 de pelo corriente, 14 peluquerías, 12 sastrerías, 15 curtidurías, 19 zapaterías, 10 talabarterías, 4 encuadernacio-nes. Hay además una fábrica de vidrio corriente en Trinidad de las Huertas, 15 de loza corriente en Azompa, 8 de loza corriente en San Bartolo Coyotepec, 1 de jabón, 1 de velas y una carpintería en Tlalixtac; 2 de velas de cera en Santa Cruz Amilpas, 8 de pan en el Marquesado, 30 hornos de cal en San Antonio de la Cal, 6 de ladrillo, 6 de teja, 4 fábricas de adobe y 2 de ladrillo en Xochimilco, 22 hornos de cal en Santa María de Tule y 28 en San Agustín de los Justos; 7 de ladrillo en Santa Cruz Amilpas y 8 calerías y 8 curtidurías en Jalatlaco.

Resumen de todo el Estado

La gran mayoría de los habitantes del Estado se dedican a la agricultura, de pre-ferencia al cultivo del maíz, considerándose la producción agrícola como la gran riqueza de Oaxaca. La ganadería es también una ocupación importante de los habitantes de los campos y la minería comienza a tomar notable incremento. La cosecha de la grana o cochinilla ha decaído mucho. Hoy se ha sustituido ésta con el cultivo del café, el tabaco y el algodón. La cría de abejas es bastante atendida y va adquiriendo alguna importancia la del gusano de seda. Entre las industrias principales de Oaxaca se deben citar las siguientes: la extracción de la fibra del maguey, llamada pita de Oaxaca que se utiliza en varias artes, sobre todo en la zapatería; la fabricación de mezcal de maguey, aguardien-te de caña, azúcar, panela en gran cantidad, harinas, loza fina y corriente, siendo notable, por el barniz que se emplea para su decorado; pulque, machetes, mue-bles de bejuco en la ciudad de Oaxaca, etcétera. Hay además 3 fábricas de hilados y tejidos de algodón, telares de tejidos de lana y de algodón, en los que se fabrican sarapes, jergas, creas, ceñidores, rebozos, mantas, etcétera, curtidurías, herre-rías, máquinas de despepitar algodón; talleres de tejidos de ixtle en los que se hacen reatas, costales, besalillos, etcétera; de tejidos de carrizo y palma; fábricas de vela y cera, de chocolate, de puros y cigarros, y de dulce.

La fabricación de tela de algodón llamada manta es de gran importancia. La floricultura, la arboricultura y la horticultura comienza a desarrollarse conve-nientemente en los Distritos del centro, Villa Álvarez y Ocotlán. El corte de made-ra ocupa a muchos habitantes de la Serranía y del Istmo de Tehuantepec. La pesca es poco importante así como la caza. La explotación de la sal común y de beneficio se hace sobre todo en las costas de los Distritos de Juchitán y Tehuantepec. El comercio se está desarrollando bastante y las artes mecánicas progresan llamando la atención entre éstas la imprenta, que está muy adelantada. Existen en el Estado: 29 fábricas de aguardiente de caña, 233 de azúcar, 368 trapi-ches de panela, 400 molinos de harina, 476 fábricas de mezcal, 5 tenerías, 200 fábri-cas de loza corriente; 17 de tabaco, 266 de jabón, 3 de hilados y tejidos de algodón.

Tomo I. Geografía y Estadística del Estado de México.Industria (Resumen de todo el Estado)

La principal industria de los habitantes es la agricultura; los cultivos más exten-sos en el Estado: el del maíz que constituye principal alimento de la población indígena; el del trigo que provee el grano a la capital de la República y a Toluca, el de la cebada y el de la caña de azúcar en los Distritos de la tierra caliente. Los habitantes se dedican en grande escala al corte de maderas, a la fabricación de ladrillo, cal, carbón, quesos, mantequillas, vinos de zarzamora y membrillo, toci-nería fina, vidrios, hilados y tejidos de algodón y lana, rebozos, sarapes, harina, azúcar, aguardiente, piloncillo, etcétera, a la cría de ganados y aves de corral, a la horticultura, a la curtiduría, a la alfarería, al comercio, a la arriería, al corte de tepetates, a la fabricación de pulque y tlachique, aceite de oliva, cigarros, puros, etcétera; a la minería en los Distritos de Sultepec, Temascatepec y Valle de Bra-vo. Cuéntanse en el Estado: 28 fábricas de aguardiente de caña, una máquina de aserrar maderas, 4 fábricas de cerveza, 2 fábricas de gas, 8 de hilados y tejidos de algodón y lana, 1 de jabón, 6 de hornos de ladrillo, 1 fábrica de mezcal, 27 de piloncillo, 2 de vidrio, 4 molinos de aceite, 38 molinos de trigo y una fundición de fierro, pp. 159-160.

Tomo II. Geografía y Estadística del Estado de Sinaloa.Industria (De todo el Estado)

La minería es la principal industria de los habitantes de Sinaloa, siendo los Dis-tritos minero más importantes Cosala, Concordia, Rosario, Culiacán, Sinaloa, Varirauato y San Ignacio. Después de la minería deben citarse el comercio, luego la agricultura, siendo los distritos agrícolas más ricos, El Fuerte, Rosario, Mazat-lán y Culiacán… También es importante la ganadería, la pesca sobre todo en el Distrito de Mazatlán, en Altatá y Chametia; la caza, la marinería, el corte de palo de tinte, y maderas preciosas y de construcción; la fabricación de mantas, azúcar, aguardiente de caña, panocha, aguardiente mezcal y las tenerías. En Mazatlán hay fábricas de hilados y tejidos, gas, sombreros, fósforos, hielo, zapatos, puros y cigarros, panochas, pan, etcétera, un molino de harinas, una fundición, tene-rías, peluquerías, hojalaterías, sastrerías, carpinterías, 4 imprentas, relojerías, platerías, joyerías, encuadernaciones, carrocerías y talabarterías. En Culiacán

104 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La producción de plusvalía relativa • 105

existen 2 fábricas importantes: “La Aurora”, de azúcar y aguardiente de caña y la de “El Coloso”, de mantas y estampados. Hay en el Estado, 860 establecimientos industriales…, p. 127.

Tomo IV. Geografía y Estadística del Estado de Nuevo León. 1890.Monterrey

En la ciudad existe la fábrica de casimires y cobertores de “La Fronteriza”; y hay además fábricas de hielo, cerveza, masas para sopa, cerillos, almidón, cajas de fierro laminado, chocolate, dulces, cigarros, azúcar, curtidos, aceites, etcétera, tenerías, aserradurías de madera, carrocerías, molinos de harina, sombrererías, varias imprentas, fotografías, encuadernaciones, hornos de ladrillo, etcétera... La fábrica de “La Fronteriza”, de tejidos de lana, como casimires y cobertores, está situada a poca distancia de la estación de Monterrey, en la línea del camino de fierro nacional mexicano, está movida por un vapor cuya fuerza es de 25 ca-ballos, produce anualmente unos 10 mil kg. de tejido de lana y consume el doble de esta materia, la cual procede del Estado de Coahuila y Tamaulipas. Emplea 35 operarios… Monterrey es una gran plaza mercantil, cuyo movimiento comercial pasa de 3 millones de pesos al año, surte a casi todas las poblaciones del Estado y algunas de Coahuila, Tamaulipas y San Luis Potosí de abarrotes, ropa, ferretería, droguería, quincallería, armas, productos de la agricultura, etcétera. Se provee directamente de Estados Unidos y de México.

Industria (Resumen de todo el Estado)

Los habitantes se dedican a la agricultura, con especialidad al cultivo del maíz y de la caña de azúcar, a la arboricultura, a la ganadería, a la minería en pequeña escala, a la fabricación de piloncillo, sombreros, almidón, azúcar, vino mezcal, hilados y tejidos de algodón y de lana, cerveza, cigarros, cerillos, chocolate, ma-sas para sopas, harinas, jarcia, ixtle, etcétera; a la cericultura en Monterrey, don-de hay establecida una sociedad cericícola; a la tenería, al comercio, a la arriería y a varias artes mecánicas, p. 206.

Tomo VI. Geografía y Estadística del Estado de Michoacán de Ocampo.Industria (Resumen de todo el Estado)

Los habitantes se dedican a la agricultura, con especialidad al cultivo del maíz, el trigo, la caña de azúcar y el café; a la arboricultura; al corte de maderas, a la horticultura, a la pesca en los ríos y en los lagos, a la caza, a la ganadería, a la cría de abejas y gusanos de seda, a la arriería, a la tenería, etcétera... Se fabrican en Michoacán mantas, rebozos de algodón y de seda, hilados y tejidos de lana, sarapes, sombreros de palma, zapatos, encajes y bordados en Morelia y Zamo-ra; azúcar, piloncillo, aguardiente de caña y mezcal; harina, dulces exquisitos de Morelia, quesos muy estimados en los Distritos de Zamora y Apatzingán, cerillos, cigarros, puros, cerveza, conservas alimenticias, jícaras, baúles y otros objetos, mosaicos de plumas de colibríes, jabón, aceite de linaza, loza corriente, añil, etcétera... La minería se halla poco explotada, aún cuando es uno de los

Estados mineros más ricos de la República. En los Distritos de Zitácuaro, Mo-relia, Ario, Tacámbaro, Huetamo y Cocolmán, es donde las minas tienen alguna explotación; contándose buenas haciendas de beneficio en Angangueo y Tlalpu-jahua. Comienza a desarrollarse hoy día el cultivo de la morera para la cría del gusano de seda, así como el de la vid, el olivo y el lino… Hay en Michoacán 95 molinos de trigo en los que se fabrican anualmente más de 16 millones de kg. de harina, 4 millones de granillo y 4’300,000 de salvado; 61 fábricas de aguardiente que producen 19,000 barriles de holanda y 21,000 de refino al año; y 43 trapiches de caña en los que se elaboran anualmente, por término medio 4’533,225 kg. de azúcar, 6’754,514 de piloncillo y 592,350 de sobrón, pp. 205-206.

Tomo VII. Geografía y Estadística del Estado de Morelos.Industria (Resumen de todo el Estado)

Los habitantes se dedican de preferencia al cultivo de la caña de azúcar, el arroz y el maíz, así como a la horticultura, el comercio y la fabricación de azúcar, panocha, miel y aguardiente… Además, se ocupan en la fabricación de mezcal, siendo el mejor el que se elabora en el Distrito de Jonacatepec; al cultivo del café, el frijol, la haba, el trigo, etcétera, al corte de maderas, a la caza, a la pesca, a la cría de ganados, a la fabricación de cerveza, harina de trigo, chocolate, aceite de ajonjolí, higuerilla, puros y cigarros, fideos, ladrillos, tejas, carbón, velas de cera y cebo, almidón, licores finos y corrientes, etcétera; a la cría de abejas, a la alfarería, sobresaliendo la loza de San Antón y Tlayacapan; a la tenería, a la fa-bricación de dulces en las haciendas azucareras (calabaza en tacha, melado y ba-tidillos), a la de vino de naranja en Yautepec y vino de membrillo en Cuernavaca, a la de bozalillo y cabestros de cerda en Tepoxtlán, a la platería y la pirotecnia en Tlayacapan, a la de cordeles de ixtle en Tlalnepantla y a la de tejidos de algodón en Tepoxtlán. Hay en el Estado 35 fábricas de aguardiente que elaboran 52,258 barriles al año; 10 máquinas limpiadoras de arroz; 30 haciendas en las que se fabrica azúcar y 4 trapiches en los que se elabora panocha… Últimamente ha comenzado a tomar incremento la industria minera, sobre todo en el mineral de Huautla. Puede calcularse el valor de la producción de la azúcar, el aguardiente, la panocha y el mezcal en $3’713,000.00 al año y el de los demás productos de la in-dustria en un millón de pesos anuales, entendiéndose que no se incluye en estos valores el de la producción agrícola, ni los frutos y maderas, pp. 219-220.

Tomo VIII. Geografía y Estadística del Estado de Querétaro. 1891.Distrito del Centro o de Querétaro. Ciudad de Querétaro

Tres son las más importantes fábricas que hay en los alrededores de la ciudad: Hércules es la primera de la República por la magnificencia del edificio, La Purí-sima y San Antonio, las 3 de hilados y tejidos de algodón. En Hércules hay además fábricas de gas e Hidrógeno, fundición de hierro y bronce y varios talleres… Además se fabrican en Querétaro: aguardiente, cerveza, chocolate, fideos, ja-bón, velas de cera y cebo, pabilo, cerillos, puros y cigarros, albayalde, sombreros corrientes, rebozos, objetos de talabartería, exquisitos dulces, siendo muy afa-mados los camotes cubiertos, aceites, ladrillos, harina de trigo, etcétera... Hay en

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La producción de plusvalía relativa • 107

Querétaro: 9 fábricas de aguardiente, 3 de cerveza, 2 de chocolate, 2 de cerillos, 20 de dulces exquisitos, 46 de rebozos, 6 de fideos, 1 de albayalde, 13 de jabón, 4 de velas de cera, 7 de velas de cebo, 3 de tabacos labrados, 3 de sombreros corrientes, 1 de fustes y 3 molinos de aceite. Además cuenta la ciudad con 286 establecimientos industriales… En la hacienda Batán hay una fábrica de papel corriente, llamada “La Queretana”, pp. 97-98. En la ciudad hay 46 telares en los que se fabrican rebozos y cambayas… Entre los indígenas se hacen tejidos de algodón y de lana, para confeccionar sus trajes conforme a sus antiguas costumbres... En el Estado hay un gran número de mo-linos en los que se fabrica harina de trigo... También se dedican los habitantes a la talabartería, la platería, la hojalatería, la zapatería, la relojería, la carrocería, la sastrería y otras artes mecánicas.

Tomo X. Geografía y Estadística del Estado de Guerrero. México. 1892.Industria (Resumen de todo el Estado)

Los habitantes se dedican sobre todo a la agricultura, con especialidad al culti-vo de maíz y de la caña de azúcar, a la minería, con especialidad en los Distritos de Taxco Hgo. Y Mina; a la ganadería, a la pesca en pequeña escala, al cultivo de los árboles frutales, con especialidad al de las naranjas, piñas y limones en el Distrito de Tabares; al cultivo de las legumbres de hortaliza en las de Álvarez y Guerrero; al del algodón y arroz en los de la costa chica y grande; a la explota-ción de las salinas en los Tabares y Galeana; al corte de maderas, al comercio, a la fabricación de azúcar, piloncillo, panocha y aguardiente de caña, vino mezcal, cordelería, quesos exquisitos en Zumpango del Río y Teloloapan, machetes en la costa, esteras, sombreros de palma, hilados y tejidos de algodón (mantas, servi-lletas, hilazas, rebozos, toallas, etcétera) en Atoyac, Omotepec, etcétera; hilados y tejidos de lana, sarapes, a la cría de abejas para la extracción de cera blanca, a la arriería, a la escarmena del algodón, la tenería, y a varias artes mecánicas.. Hay máquinas de despepitar algodón en Atoyac, Tecpan, San Luis, San Jeróni-mo, Juárez, etcétera; En Atoyac de Álvarez existe la fábrica de hilados y tejidos de algodón “La Perseverancia” en la que se fabrican hilazas y mantas… El valor de la producción Industrial del Estado puede estimarse en $3’000,000 al año, pp. 211-212.

Tomo XI. Geografía y Estadística del Estado de Tlaxcala. México. 1892

Distrito de Morelos. En Tlaxco hay dos fábricas de aguardiente de caña, en las que se elaboran 600 barriles al año. Distrito de Juárez. Hay 44 fábricas de loza corriente y un molino de harina de trigo en Huamantla. Distrito de Zaragoza. En Tepeyanco existe un molino de harina de trigo; en Panzacola existe una fundición de hierro y bronce en las que hay 2 hornos y se consumen de 160 a 180 mil kilo-gramos de fierro al año de la ferrería de Apulco (Estado de Hidalgo). Se constru-yen motores de todas clases, arados, instrumentos para la agricultura, rodillos, rastras, desgranadoras, cultivadoras, cortadoras de paja y forrajes, molinos de xolote, aventadoras, maquinarias para la fabricación de azúcar, calderas, mo-linos de aceite y de maíz, prensas de copiar, tubos de fierro y bronce, retortas,

barandales, columnas, etcétera. Esta fundición fue fundada en 1832 y su valor es de $40,000.00... Cerca de Panzacola hay dos fábricas de hilados y tejidos de algodón “La Josefina” y “La Tlaxcalteca”, movidas por las aguas del Atoyac, las cuales valen $150,000.00 y $180,000.00 respectivamente, tienen 3,800 y 4,500 husos, 120 y 140 telares, producen 40,000 y 120,000 piezas de manta, 170,000 y 127 mil kg de hilaza y consumen 138 mil y 230 mil kg de algodón de los Estados de Veracruz y Oaxaca… En la municipalidad de Xicoténcatl existe la fábrica de “El Vapor”, a poca distancia al occidente de Panzacola, en la cual se fabrican alemaniscos, toallas y colchas de algodón, y además 40 mil piezas de manta y 175,000 kg de hilaza. Tiene 3,000 husos y 80 telares y consumen 82,000 kg de algodón veracruzano anualmente. Su valor es de $100,000... Existe, además en el Distrito, la fábrica de estampados de “La Alsacia”, en la que se manufacturan 150,000 piezas al año. El costo de la fábrica es de $100,000. Distrito de Hidalgo. En Apetatitlán hay una fundición de fierro y bronce, en la que se fabrican los mismos objetos que en la de Panzacola y una fábrica de vidrio en Chiautempan... En Tlaxcala hay 4 fábricas de loza corriente, 9 de Xaltocan y La Ascensión y 5 en San Sebastián Atlapa... En Chiautempan existe el molino de harinas de trigo de “La Providencia”, en Villa del Progreso, el de “El Batán” y en Tlaxcala el de “La Defensa”... En Tlaxcala hay dos fábricas de aguardiente de caña en las que se elaboran 1,000 barriles al año; 6 en Apetatitlán o Villa del Progreso, en las que se manufacturan 3,768 barriles y en Chiautempan 1, en la que se fabrican 750 barriles de aguardiente… Distrito de Cuauhtémoc. En la municipalidad de Santa Cruz Tlaxcala existen los molinos de trigo de Apatlahuayac y San Bernabé; en la municipalidad de Barrón Escandón, los de Apizaco, la Estación y San Die-go. En ellos se muelen, por término medio al año 10,000 hectolitros de trigo… En Barrón-Escandón existe la fábrica de vidrio de Apizaco, en la que se fabrican vidrios planos y toda clase de objetos de vidrio en hueco y cerca de Santa Cruz Tlaxcala la fábrica de papel de San Carlos… En la municipalidad de Santa Cruz Tlaxcala se encuentran la fábrica de hilados y tejidos de algodón de San Manuel movida por agua y vapor y la de la Trinidad, movida por las aguas del río Tequixquiatl. En ellas hay 2,605 y 5 mil husos, 85 y 180 telares de poder, se consumen 550 mil y 920 mil kg de algodón al año, y producen 135,000 y 75,000 kg de hilaza y 21,000 y 90 mil piezas de manta respectivamente. San Manuel vale $150,000 y la Tri-nidad $200,000 siendo las mantas que produce esta última fábrica, tan buenas como las inglesas y americanas… Además de lo ya enumerado hay en el Estado 14 fábricas de aguardiente y 13 molinos de trigo; además de todas estas indus-trias se ejercen en el Estado varias artes mecánicas, como herrería, carpintería, carrocería, zapatería, etcétera.

Tomo XII. Geografía y Estadística del Estado de Tamaulipas. México. 1892.Industria (Resumen de todo el Estado)

En el Estado hay 538 establecimientos industriales, de ellos 17 tenerías, 6 jabo-nerías, 1 fábrica de hielo en Laredo y otra en Tampico, 5 fábricas de cerveza en este último puerto, una fábrica de velas en Matamoros, dos fábricas de azúcar de caña en la municipalidad de Hidalgo, 60 de piloncillo, 38 de mezcal, 33 estableci-mientos para tallar Ixtle, 11 sastrerías, 6 carrocerías, 6 hojalaterías, 1 cobrería en Ciudad Victoria, 24 carpinterías, 26 herrerías, 4 talabarterías, 30 panaderías, 5

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La producción de plusvalía relativa • 109

platerías, 21 zapaterías, 5 sombrererías, 2 fotografías, 92 barberías, 2 coheterías, 19 tipografías, 1 fábrica de puros y una de ladrillos en Nuevo Laredo y 3 fábricas de cigarros en Tampico.

Tomo XIII. Geografía y Estadística del Estado de Durango. 1893

Existen en el Estado de Durango 8 fábricas de hilados y tejidos y 2 ferrerías.

Tomo XIV. Geografía y Estadística del Estado de Sonora. 31 de diciembre de 1890

Hay en Sonora 54 molinos de harina de trigo y 37 haciendas de beneficio.

Tomo XV. Geografía y Estadística del Estado de Aguascalientes. México. 1895

En el Estado de Aguascalientes hay 3 carrocerías, 1 dulcería, 2 fábricas de aguar-diente, dos fábricas de cerillos, una de vidrio, 3 de hilados y tejidos de algodón, 4 de jabón, 3 de tabacos, 4 molinos de trigo, 16 panaderías, 2 sombrererías, 4 zapaterías, 8 fábricas de rebozos, 3 imprentas y una fábrica de carnes frías.

Tomo XX. Geografía y Estadística del Estado de Chiapas. México. 1898

Existen 13 alfarerías, 165 carpinterías, 6 curtidurías, 32 fábricas de jabón, 2 fo-tografías, 99 herrerías, 23 platerías, 1 relojería, 74 sastrerías, 6 sombrererías, 25 talabarterías, 20 tintorerías, 84 zapaterías.

Tomo XIX. Geografía y Estadística del Estado de Coahuila de Zaragoza.

Existen en Coahuila 12 despepitadoras de algodón, 9 fábricas de hilados y tejidos de algodón, 1 de jabón, 1 molino de aceite, 14 molinos de trigo.

En el cuadro núm. 2 que se inserta en el Apéndice Estadístico se resumen todos los datos contenidos en los extractos anteriores.

Claramente se desprende del análisis de los datos aportados que el ré-gimen imperante en nuestro país durante los años de 1860 a 1890 fue el de la manufactura (división del trabajo dentro del taller capitalista); la gigantesca división social del trabajo (100 clases industriales principales consideradas en el cuadro), el gran número de manufacturas con su complemento necesario de talleres artesanales (éstos también en constante aumento), la gran extensión y profundidad de la producción a base de empresas capitalistas donde se introdu-cía la división del trabajo (en la más remota aldea existía una pequeña fábrica de tal o cual producto), todo esto nos revela sin lugar a dudas que en nuestro país la manufactura fue el producto necesario del desarrollo de la pequeña producción artesanal posterior a la disolución del régimen feudal y el antecedente lógico-histórico (y por tanto necesario) de la gran industria maquinizada.

La base manual de la manufactura determina que en esta época no ad-quiera el movimiento obrero su verdadera fisonomía, sino que se encuentre do-

minado por las teorías y movimientos que tienen como centro al artesano; de la misma manera, esa base manual excluye la aplicación sistemática de las máqui-nas a la producción; ésta sigue descansando preferentemente en la explotación intensiva del trabajo manual (trabajo especializado de los obreros).

Al llegar a esta etapa se ha dado en nuestro país un paso adelante en el régimen capitalista de producción; el apetito de ganancia ha llevado a los capi-talistas a iniciar, mediante la división del trabajo dentro del taller, con lo cual se logra aumentar la productividad del mismo y consecuentemente la reducción de la parte de la jornada en que el obrero debe reproducir el valor de sus medios de vida, la transformación radical del régimen de producción heredado del feuda-lismo; pero al mismo tiempo que se establece la organización social (colectiva) del trabajo, aumentando así su productividad, se despoja al obrero de las con-diciones en que se basaban su independencia y su individualidad, pues con la división del trabajo lo convierte en un virtuoso de una operación parcial a costa de anular todas sus restantes facultades; de esta manera, el obrero parcial es sólo un instrumento en un mecanismo que, bajo el mando del capital, reúne ahora toda la gama de facultades que anteriormente pertenecían al obrero individual; lo que pierde el obrero individual lo gana el capital, a quien pertenece el trabajo del obrero colectivo. Este despojo del trabajador, producto necesario del desa-rrollo de los métodos de producción de plusvalía relativa, presta nuevos ímpetus a la tendencia intrínseca del capital a extender inmoderadamente la jornada de trabajo, hacer descender el salario y establecer un régimen descaradamente des-pótico dentro del taller; sin embargo, la misma base manual de la manufactura determina el que los obreros puedan aún ofrecer cierta resistencia a los dicta-dos del capital, negándose a someterse al mismo; de aquí que a lo largo de esta época (1860-1890), con mayor o menor intensidad tenga que operar la violencia física sobre los trabajadores, aunque no sea sino hasta cuando se introduce la gran industria maquinizada (de 1890 en adelante) cuando esa violencia puede lograr sus apetecidos frutos y, cuando, perdida totalmente la base de existencia independiente del productor directo, puede operar desplegando la crueldad más espantosa.

Aquí observamos cómo un método de producción de plusvalía relativa sirve de base para la potenciación de los métodos de producción de plusvalía absoluta; y también cómo una forma de explotación de la clase obrera (la manu-factura que despoja al obrero individual del mando sobre su trabajo y de la mul-tifacética gama de sus facultades, concentrando todo esto en el capital), genera necesariamente otra forma de explotación, cuyos puntos cardinales son la exten-sión inmoderada de la jornada de trabajo, la reducción del salario, el despotismo fabril y las enfermedades industriales, que se traducen todos en la extenuación y la muerte prematura de la fuerza de trabajo. En ambas formas de explotación, que se suponen y se engendran mutuamente, encontramos plasmada la natura-leza depredadora del capital, el que sólo puede desarrollarse a costa de la clase obrera: en el primer caso, despojando al obrero del mando sobre su trabajo y de la amplia gama de sus facultades productivas, lo que provoca una degeneración

110 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La producción de plusvalía relativa • 111

progresiva de las facultades físicas e intelectuales de los trabajadores; en el se-gundo, atentando directamente contra su salud y su propia existencia. Sólo de paso recordaremos que la manufactura viene a sumar sus perniciosos efectos so-bre la masa de la población a los que había generado el despojo primitivo de los medios e instrumentos de producción y de vida de los productores directos (agrí-colas e industriales); la miseria, el hambre, las enfermedades, la insalubridad, el hacinamiento de personas en pequeñísimos locales, etcétera cobran un nuevo y poderoso impulso con el establecimiento y desarrollo de las manufacturas.

En la manufactura, el proceso de despojo y sometimiento formales del productor directo es rematado con el inicio del despojo y sometimiento reales del obrero, porque en ella la dirección y vigilancia del trabajo y las facultades productivas del obrero individual pasan a formar parte del patrimonio del ca-pital; de esta manera, la actividad depredatoria meramente formal del capital viene a ser complementada y elevada a la enésima potencia por el impulso que le da el despojo real del obrero, que es la actividad depredatoria real del capital.

De 1890 en adelante, las manufacturas mexicanas, en un cambio aparen-temente intempestivo pero que es en realidad el resultado necesario de su propio desarrollo, se transforman en grandes industrias maquinizadas, en fábricas en toda la extensión de la palabra.

Maquinaria y gran industria

1) Consideraciones teóricas generales19

El instinto de extraer a los obreros cantidades cada vez mayores de plusvalía obliga a los capitalistas a la introducción de máquinas en sus talleres con el propósito de incrementar así la productividad del trabajo, reducir el tiempo de trabajo necesario para que el obrero reproduzca el valor de su fuerza de trabajo y aumentar el tiempo de trabajo excedente; el empleo de maquinaria en el taller capitalista es un forma de producir plusvalía relativa. En la manufactura, la codicia del capitalista lo llevó a revolucionar la fuerza de trabajo organizando el trabajo colectivo de los obreros; en la industria maquinizada, ese mismo móvil lo obliga a transformar radicalmente el instrumento de trabajo.

En todo sistema de maquinaria encontramos: a) un mecanismo de movi-miento; b) un mecanismo de transmisión, y c) la máquina herramienta; en esta última descansa lo que se llama Revolución Industrial.

La máquina-herramienta es un mecanismo al que están engranadas una serie de herramientas que son, en principio, las mismas que en la manufactura empleaba el obrero manual y que realizan las mismas operaciones que éste ejecutaba.

“La máquina de que arranca la Revolución Industrial sustituye al obrero que maneja una sola herramienta por un mecanismo que opera con una masa de

19 Resumen, extractos y citas del capítulo XIII de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

herramientas iguales o parecidas a la vez y movidas por una sola fuerza motriz cualquiera que sea la forma de ésta. En esto consiste la máquina, con la que nos encontramos aquí como un elemento simple de la producción maquinizada.”20

Las herramientas se convierten así de instrumentos del organismo huma-no en instrumentos de un aparato mecánico.

Es evidente que al emancipar a los instrumentos de producción de las trabas que les impone su carácter manual aumenta en proporciones gigantescas la productividad del trabajo; una máquina pone en movimiento a una masa de herramientas de una sola vez, en tanto que el obrero sólo puede manejar unas pocas, cuando no una sola; la máquina produce, por tanto, una cantidad infini-tamente mayor de mercancías de la que en el mismo lapso de tiempo produciría el más diestro de los obreros manuales.

El obrero se ve reducido a la función de alimentar, cuidar y corregir el tra-bajo de la máquina, o servir, en las etapas primitivas del capitalismo, de fuerza motriz de la misma.

Como más adelante veremos, con la máquina se da remate al proceso de despojo del productor directo al sacarlo de su último reducto: su pericia manual y su instrumento, e incorporarlos a un mecanismo; el trabajo del obrero pierde todo contenido, se convierte en trabajo abstracto en tanto que la máquina ad-quiere para sí y para el capital todas las potencias de la transformación multifa-cética de la naturaleza.

El desarrollo de la aplicación de máquinas-herramientas para la produc-ción obliga a revolucionar los sistemas de obtención de fuerza motriz desde la etapa, dentro de la manufactura, en que el hombre mismo era la fuerza mo-triz, pasando por los animales, las fuerzas naturales, la máquina de vapor y la electricidad, hasta llegar a las plantas de energía atómica. El aumento de las herramientas de que se compone cada máquina y el incremento del número de estas que funcionan en cada taller, impone como una necesidad imprescindible el revolucionar constantemente los sistemas motrices. A su vez, la gigantesca potencia de los nuevos mecanismos de movimiento es una palanca poderosísi-ma para aumentar la velocidad, y por tanto la productividad, de las máquinas-herramientas.

“...Ahora, una sola máquina motriz puede accionar a muchas máquinas de trabajo al mismo tiempo, y al multiplicarse las máquinas de trabajo acciona-das al mismo tiempo, crece la máquina motriz y se desarrolla el mecanismo de transmisión, convirtiéndose en un aparato voluminoso”.21

La maquinaria en el taller capitalista puede funcionar organizada como la cooperación de muchas máquinas semejantes o como todo un sistema de ma-quinaria. En el primer caso se trata de una gran cantidad de máquinas semejan-tes que producen la misma mercancía; las ventajas que veíamos se derivaban de la cooperación simple de los obreros, y que elevan la productividad del trabajo,

20 Marx, Carlos, op. cit., p. 306.21 Ibídem.

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La producción de plusvalía relativa • 113

también se dan en esta cooperación de máquinas herramientas (economías a escala, etcétera); pero ésta no es, ni mucho menos, la forma de organización de la producción maquinizada que le conviene al capital.

En el segundo caso, el objeto de trabajo recorre un proceso de operacio-nes articuladas entre sí, realizadas por diversas máquinas enlazadas unas con otras.

“...Aquí volvemos a encontrarnos con aquella cooperación basada en la división del trabajo, característica de la manufactura, pero ahora como combi-nación de diferentes máquinas parciales…”22

Las máquinas son dispuestas y organizadas en determinadas condiciones y movidas simultáneamente por un autómata central, de tal manera que el pro-ceso de producción no se interrumpa en el tránsito de una máquina a otra; en esta forma se aumenta prodigiosamente la productividad del trabajo.

El sistema de maquinaria tal y como aquí lo hemos descrito es la base fundamental del régimen capitalista en su etapa superior; la producción a escala y en serie sólo son posibles bajo esta forma de organización de la producción capitalista.

El sistema de maquinaria no es otra cosa que la fábrica moderna, o sea, la forma superior de la producción maquinizada y, en consecuencia, de la pro-ducción capitalista.

“Como sistema orgánico de máquinas de trabajo, movidas por medio de un mecanismo de transmisión impulsado por un autómata central, la industria maquinizada adquiere aquí su fisonomía más perfecta. La máquina simple es sustituida por un monstruo mecánico cuyo cuerpo llena toda la fábrica y cuya fuerza dinámica, que antes ocultaba la marcha rítmica, pausada y casi solemne de sus miembros gigantescos, se desborda ahora en el torbellino febril, loco, de sus innumerables órganos de trabajo”23

La utilización de máquinas empieza en la propia manufactura. Al genera-lizarse la producción a base de máquinas se desarrolla también su fabricación, que es realizada primeramente por manufacturas especializadas en esta función o por artesanos independientes. Pero la industria de producción de maquinaria con base en las propias manufacturas o en el artesanado independiente pronto fue insuficiente para llenar los requerimientos de la gran industria maquinizada; hubo necesidad de que ésta se apoderase de su medio de producción caracterís-tico, la máquina, y que produjese máquinas por medio de máquinas.

Cuando los instrumentos de producción se convierten en maquinaria ad-quieren un carácter objetivo independiente de la fuerza humana; la naturaleza social del trabajo, que en la cooperación simple y en la manufactura es simple-mente subjetiva, en la industria maquinizada es una necesidad técnica del pro-ceso del trabajo; el desplazamiento del obrero individual por el obrero colectivo,

22 Ibíd., p. 309.23 Ibíd., pp. 311-312.

que en las primeras aparece como puramente casual, con la industria maquini-zada se convierte en un proceso necesario.

En términos generales, el desarrollo histórico de las máquinas puede ser esbozado de la siguiente manera: durante la fase superior de la manufactura empiezan a inventarse y a emplearse máquinas que son fabricadas también por manufacturas y artesanos independientes. El empleo de máquinas se generaliza dando paso al régimen de la industria maquinizada. En ésta su primera etapa no transforma aún la máquina de movimiento, sino sólo la máquina-herramienta. El propio incremento del empleo de máquinas en los lugares de trabajo obliga a la transformación del sistema de fuerza motriz hasta desembocar en la aplica-ción de la máquina de vapor; el empleo de esta poderosa fuente de fuerza motriz hace posible que la industria maquinizada pase a la etapa de las fábricas, o sea, a la implantación del sistema de maquinaria movido por un autómata central. Posteriormente, ya generalizado el sistema de maquinaria, se hace imprescindi-ble que la gran industria remonte su base técnica manufacturera construyendo máquinas para fabricar máquinas.

Con la maquinaria, al ser incorporadas al proceso de producción las enor-mes fuerzas de la naturaleza, las fuerzas naturales propiamente dichas y la fuer-za natural del trabajo social (que brota de la cooperación y de la división del trabajo), de las cuales se apropia gratuitamente el capital, y al desarrollarse la facultad de hacer funcionar gratis (es decir, con una cantidad decreciente de trabajo vivo), en gran escala, como una fuerza natural, el producto del trabajo pretérito materializado, se refuerza extraordinariamente la productividad del trabajo. Pero si bien la maquinaria trae consigo todo eso, su aplicación capita-lista condiciona el que ello se logre a costa de una intensificación redoblada de la explotación del trabajo, como veremos posteriormente.

La productividad de la máquina se determina por la diferencia entre el trabajo que cuesta producirla y el trabajo que suple (trabajo necesario más tra-bajo excedente de los obreros que desplaza); es decir que es productiva cuando el trabajo que suple sea mayor que el que cuesta su producción. La aplicación de la máquina está condicionada precisamente a que sea productiva. El límite a su aplicación, en relación con el abaratamiento de las mercancías, está deter-minado por la diferencia entre el trabajo que cuesta su propia producción y el trabajo que suple. Para el capitalista ese límite es más estrecho. Se determina por la diferencia entre el valor de la máquina y el valor de la fuerza de trabajo que suple (tiempo de trabajo necesario); más concretamente, por la diferencia entre el precio de la máquina y el precio de la fuerza de trabajo. Es decir, que el capitalista sólo suplirá a los obreros con maquinaria cuando el precio de ésta sea menor que el precio de la fuerza de trabajo de aquéllos. La naturaleza depreda-dora del capital sobre la clase obrera se manifiesta claramente en el proceso de introducción de maquinaria. El capitalista prefiere estrujar hasta la última gota de fuerza de trabajo antes que suplirla por la maquinaria, aunque, partiendo de la diferencia entre el valor de la misma y del trabajo ahorrado, le sea costeable hacerlo; pero como hemos visto, el capitalista no rige su actividad por el móvil de

114 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La producción de plusvalía relativa • 115

la ganancia simple y sencillamente, sino por el hambre insaciable de ganancias. Entonces, para que sustituya el trabajo manual con la maquinaria es necesario que el precio de la fuerza de trabajo suba en una gran proporción, o que baje el de la maquinaria. Este mismo fenómeno se observa en las fases posteriores del capitalismo, cuando se trata de la aplicación de máquinas más perfeccionadas al proceso productivo.

Antes de pasar al estudio del establecimiento de la gran industria ma-quinizada en nuestro país, debemos recordar que la introducción de máquinas, como método para producir plusvalía relativa, presenta las siguientes caracte-rísticas esenciales:

el móvil único de todo el proceso es la irrefrenable codicia de los capitalistas;• la maquinaria incrementa gigantescamente la productividad del trabajo al inde-• pendizar el instrumento de producción de la pericia del obrero manual y poder así aplicar en gran escala a la producción maquinizada las fuerzas de la naturaleza y las ciencias naturales; el mismo resultado obtiene al socializar definitivamente la producción y destruir la base de la existencia del obrero individual, quien es sustituido por el obrero colectivo;la maquinización de la producción sobre bases capitalistas es, en esencia, un • proceso que se realiza atentando constantemente contra el productor directo, socavando y anulando sus condiciones de trabajo y de vida;nacida con este estigma, la industria maquinizada no puede sino conservarlo • durante toda su existencia y reproducirlo ampliadamente;la máquina consuma el despojo del obrero individual al incorporar su instru-• mento a un mecanismo independiente;de esta manera, el capital, dueño de la máquina, adquiere los instrumentos y • las facultades que anteriormente estaban unidos al obrero;el trabajo del obrero pierde todo su contenido, se convierte en trabajo abstracto;• se realiza definitivamente la supeditación real del obrero al capital pues todas • las condiciones de trabajo y de vida, antes pertenecientes a aquél, ahora son propiedad de éste (antes individuales, ahora socializados) y, por tanto, el obrero no puede vivir sino vendiendo su fuerza de trabajo al capitalista, quien lo utiliza como un mero apéndice de la máquina;con la socialización del trabajo, el obrero pierde la base para su desarrollo indi-• vidual independiente; al adquirir el capital las ventajas de dicha socialización, el obrero individual depende absolutamente, para poder trabajar y vivir, de aquél;como el móvil único del capital es la obtención de cantidades ilimitadas de • plusvalía, la maquinización de la producción sólo puede desarrollarse bajo esta base (capitalista) de acuerdo con la necesidad de incrementarse constan-temente y, por tanto, manteniendo y ampliando la separación entre el obrero y las condiciones de trabajo y de vida.

2) La gran industria maquinizada en México

En la última fase del período manufacturero, es decir, en la década de 1880-1890, aparecen en el panorama industrial mexicano las primeras máquinas den-

tro de las manufacturas y son establecidas algunas verdaderas fábricas movidas por máquinas de vapor y energía eléctrica. En la fase anterior sólo la industria textil había llegado a convertirse en una verdadera industria fabril y desde su aparición inmediatamente después de la independencia, hasta el año de 1880 había evolucionado de tal manera que ya se había generalizado en ella el uso de las máquinas de vapor; pero como ya lo dijimos a propósito de la manufactura, la industria textil no fue el núcleo de la Revolución Industrial Mexicana.

El verdadero punto de arranque de la gran industria maquinizada en nuestro país es la década comprendida entre 1890 y 1900. Para estos años el período manufacturero había estructurado ya un amplio mercado interno que creció y se profundizó con el gigantesco incremento de los ferrocarriles; el capi-tal nacional había aumentado considerablemente en las propias manufacturas, en el gran comercio y en la agricultura capitalista; en síntesis, la etapa de la ma-nufactura había ya creado las condiciones para y la necesidad del tránsito hacia la gran industria maquinizada.

El período fabril es inaugurado en nuestro país con la conversión de los grandes comerciantes y los terratenientes en empresarios industriales y con la irrupción del capital extranjero que viene a complementar al nacional y a la vez a servirle de punto de apoyo para su desenvolvimiento.

Las fábricas modernas, relativamente modernas, desde luego, mecaniza-das según los adelantos de la época, fueron apareciendo en las más diversas ra-mas de la producción. Primero se posesionaron de las ramas que producían bie-nes de consumo: tejidos de algodón, lana, lino y yute, peletería y calzado, azúcar y piloncillo, pastas y conservas alimenticias, destilerías y plantas vitivinícolas, cervecerías, cigarrillos y puros, papeles, imprenta, etcétera, y sólo después, entre 1900 y 1910, se establecieron las grandes instalaciones industriales en las ramas de la industria pesada: química, cemento y siderurgia, principalmente.

Entre 1889 y 1911 hicieron su aparición las grandes sociedades anónimas con capital extranjero.

Con el impetuoso desarrollo de la industria maquinizada en la última dé-cada del siglo anterior y en la primera del presente se barre definitivamente con la antigua producción artesanal, que ahora empieza a renacer bajo una nueva forma, ya sea como trabajo capitalista a domicilio o como talleres auxiliares que rápidamente mecanizan sus funciones principales.

La industria textil, ya existente con anterioridad amplió en este período sus establecimientos y se diversificó al aparecer las fábricas de hilados y tejidos de lino, yute, seda y de punto y bonetería. Entre 1899 y 1911 aumentó en una forma considerable la cantidad media de maquinaria por fábrica: el número de telares se dobló y el de husos creció más del 80%, subiendo la producción media en un 50%. La industria textil moderna desplazó en estos años a los talleres urba-nos, sobre todo en la producción de mantas; el punto culminante del desarrollo de esta industria fue entre los años de 1906-1907. Durante el lapso comprendido entre 1877-1878 y 1888-1889, la industria textil, sobre una base semimanufac-turera y semifabril, explotó exhaustivamente la mano de obra, pues aumentó la

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producción sin incrementar la capacidad instalada; la modernización se produjo en los once años siguientes con el establecimiento de nuevas fábricas organiza-das como sociedades anónimas.

Las fábricas de zapatos surgieron en el país a principios del siglo actual, los pequeños talleres artesanales de huaraches y sandalias, muy extendidos en el medio rural, sufrieron así su golpe de muerte.

En el último decenio del siglo pasado, la industria sombrerera empezó a modernizarse con el establecimiento de grandes fábricas muy mecanizadas en México y Monterrey.

Desde 1890 empezaron a extenderse las plantaciones de caña y se introdu-jo la maquinaria en los ingenios; el punto de partida de las innovaciones técnicas en esta industria fue la generalización de los motores de vapor, acelerándose así la sustitución de los molinos de madera por los de hierro; la transformación de esta industria se hizo ya fuese modernizando las antiguas haciendas azucareras o fundando nuevas; se atrajeron capitales extranjeros y los mexicanos empeza-ron a fluir hacia esa rama industrial. La nueva técnica de producción se impuso al empezar este siglo; los pequeños trapiches, característicos de la época ante-rior, ampliamente diseminados por todo el territorio nacional y que producían piloncillos y azúcar poco refinados para el consumo local, fueron definitivamen-te desplazados.

Durante el período manufacturero fue característica la existencia de una multitud de pequeños molinos de trigo; al iniciarse la década de 1890 se estable-cieron los primeros grandes molinos modernos.

En los primeros años del Porfiriato (en plena fase manufacturera), existía una multitud de pequeñas fábricas de pastas alimenticias y de galletas (véase las estadísticas que hemos citado en el punto referente al desarrollo de las manu-facturas en México); de 1890 en adelante, algunas de ellas crecen y adquieren maquinaria moderna, convirtiéndose así en industrias maquinizadas, en tanto que las demás tienden a desaparecer, desplazadas por aquéllas.

Las plantas de conservas animales y vegetales aparecieron por primera vez en el país tomando de inmediato un gran impulso; sólo una de ellas, es-tablecida en la Ciudad de México, tenía proyección nacional (una parte de su capital era francés). Las empacadoras de carne tuvieron un desarrollo parecido: se establecieron plantas en Toluca y otras ciudades, pero la primera empacadora moderna en gran escala fue la National Packing Co. establecida en Chihuahua.

Las fábricas de alcoholes crecieron junto con los ingenios, introducien-do los perfeccionamientos técnicos más modernos; las pequeñas destilerías que existían junto a los pequeños trapiches y que vendían su producto en el medio rural, tuvieron que desaparecer ante la competencia de aquéllas.

A lo largo del período manufacturero nacen y se desarrollan las empresas productoras de cerveza, que en esta época son principalmente establecimientos pequeños; sólo destacan dos plantas de alguna importancia, organizadas confor-me a los principios de la manufactura (división del trabajo y trabajo manual), una, la de San Diego, fundada en 1860 en el Distrito Federal y otra, la que existía

en Toluca en 1865. Las fábricas modernas surgen a partir de los años noventa; la primera en Monterrey, en 1890, con capacidad diaria para 10,000 barriles y 5,000 botellas; en 1894 la de 0rizaba que produce 14,000 barriles diarios; la de Toluca se modernizó y aparecieron las de Chihuahua y Sonora (1896), Guadala-jara (1897) y Sinaloa y Yucatán (1900).

La industria tabacalera de los primeros años del Porfiriato estaba dise-minada por todo el territorio nacional; difícilmente había una población de me-diana importancia que no contara con una manufactura de puros y cigarrillos. Desde 1890 surgieron fábricas modernas muy mecanizadas que sustituyeron por máquinas el proceso manual de elaboración de cigarrillos; las pequeñas em-presas manufactureras fueron arruinadas y la industria tabacalera se concentró grandemente.

La industria papelera es una de las más antiguas del país, pues se inició desde el año de 1840; para 1878 había siete fábricas, cuatro en el Valle de Méxi-co, dos cerca de Guadalajara y una en Orizaba; en 1866 habían surgido tres establecimientos más en el Valle de México, uno en Tlaxcala y uno en Querétaro; la producción de estos establecimientos —típicos de la etapa manufacturera—, era manual y en una escala relativamente pequeña; las materias primas eran los desperdicios de los tejidos de las fábricas de algodón, papeles viejos, etcétera; los procedimientos manuales se empleaban tanto para desmenuzar la materia prima y preparar la pasta como en el acabado de papeles. La gran industria ma-quinizada papelera nace en 1892 con la fundación de la fábrica “San Rafael”, la que está totalmente mecanizada y aprovecha como materia prima las coníferas para elaborar pulpa de papel. La industria siderúrgica fue el remate de esta pri-mera fase de existencia de la gran industria maquinizada en nuestro país; desde principios del siglo XIX se habían establecido en México algunas ferrerías; más tarde se introdujo la Forja Catalana y después los hornos de cúpula. Las empre-sas que utilizaban estos sistemas trabajaban en pequeña escala, empleando leña como combustible. Paralelamente con el aumento de la demanda interior de hierro surgieron las primeras grandes fundiciones modernas. En Tepeyepualco, Puebla, la compañía Altos Hornos de México construyó un horno de fundición con capacidad de 200 toneladas. La Compañía Fundidora de Fierro y Acero de Monterrey, que inició sus trabajos en 1903, fue el “más alto galardón” de todo este período industrial, pues se estableció de acuerdo con los más modernos sistemas de producción; el capital inicial de esta empresa fue de dos millones de dólares; integró varias fases de la producción: desde la extracción del carbón y metal hasta la fabricación de estructuras de acero.

Desde 1894 funcionaba en Monterrey toda una fábrica de clavos, tachue-las, grapas, alfileres y otros artículos de alambre, el que se adquiría en Estados Unidos. Después del establecimiento de la Siderúrgica, la fábrica creó un nuevo departamento para producir el alambre que necesitaba. La producción de máqui-nas, aunque de una manera muy incipiente, empieza a desarrollarse desde 1890.

La maquinización de la producción provocó una transformación radical en las fuentes de fuerza motriz. Durante el período manufacturero la mayor

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La producción de plusvalía relativa • 119

parte de las empresas textiles y casi todos los ingenios azucareros se valían de ruedas hidráulicas para aprovechar las corrientes de los ríos; sólo algunas fábri-cas creadas en las ciudades se movían mediante pequeños motores de vapor con calderas que quemaban leña o carbón fósil. La aparición de la gran industria maquinizada, por un lado incrementó el uso de máquinas de vapor, y por otro determinó que se empezara a emplear la energía eléctrica para mover las gigan-tescas fábricas que se instalaban.24

A continuación insertamos un extracto de la interesantísima monografía de Ernesto Galarza, La Industria Eléctrica en México,25 para ilustrar al lector acerca del desarrollo de la producción de energía eléctrica como fuerza motriz en México:

La electricidad en las minas de México

Apenas un año después de que en algunas minas norteamericanas había sido montada la primera planta generadora empleada en el tratamiento de minerales, fue introducida la electricidad en la minería mexicana: 1889. En Batopilas, 2 turbinas hidroeléctricas de 15 HP, 2 generadores de vapor acoplados a los mo-linos de trituración. 1892. Mina Santa Ana del Distrito 14 de San Luis Potosí, electricidad generada por vapor en obras de desagüe. 1897. El Boleo, Santa Ro-salía. Planta de vapor para surtir energía a varias propiedades adyacentes, utili-zándose la corriente en el bombeo, la ventilación, el arrastre, el alumbrado y la molienda. 1897. Real del Monte, de Pachuca, energía eléctrica para el bombeo de tiros más profundos y para molienda. Se generaban más de 1,200 HP. En 1907, en Real del Monte, se usaba exclusivamente la electricidad como fuerza motriz; en las fundiciones de metales, la energía eléctrica se empleó por primera vez en la planta Guggenheim Corporation en Aguascalientes, en el año de 1893. Bastaron 20 años, a partir de la fecha, en que se electrificó la mina de Batopilas, para que la electricidad se extendiera por toda la industria minera mexicana. El efecto más profundo de la electricidad sobre la minería fue la aplicación para el bombeo, ya que los tiros inundados habían sido uno de los mayores pro-blemas de esta industria. La solución de este problema había seguido este proceso histórico: a) se ex-traía el agua por medio de malacates tirados por mulas; b) después se empezó a experimentar, desde 1824, con bombas de vapor cuyo uso se generalizó de 1870 en adelante, c) por medio de la electricidad.

La electricidad en la industria textil

La primera planta generadora para dar servicio a una fábrica de hilados fue construida por la firma Hysser y Portillo de Guanajuato. Durante los 10 años siguientes, otros establecimientos textiles siguieron el ejemplo, y hacia 1889 ha-bía fábricas en Durango, Puebla, Guanajuato, Aguascalientes, Veracruz, México

24 Todos los datos citados en este punto (b) referentes al proceso de maquinización: durante el Porfi-riato, han sido tomados de la Historia Moderna de México de Daniel Cossío Villegas, del tomo dedica-do a la “Vida Económica en el Porfiriato”, del capítulo correspondiente a la Industria.25 Galarza, Ernesto, La Industria Eléctrica en México, FCE, 1941.

y Coahuila, que empleaban ya la electricidad. Generalmente se empleaba para el alumbrado; se lograba así una gran economía. En 1895, don Ernesto Pugibet adquirió la fábrica de San Ildefonso y, conjuntamente algunos saltos de agua, utilizándolos en la generación de 2,000 HP, que consumía San Ildefonso, más un excedente que se vendía a fábricas y poblaciones cercanas. Dos años más tarde, o sea en 1897, la poderosa Compañía Industrial de Orizaba tomaba la caída de Rincón Grande, repartiendo la energía entre sus 4 fábricas, situadas en Río Blanco, San Lorenzo, Cerritos y Cocolapan. Las 3 turbinas de Rincón Grande tenían en 1903 una capacidad total de 1,500 HP reforzada por unidades de vapor de 1,000 a l,400 HP. En la fábrica de Cocolapan, el exceso de corriente se empleaba para mover algunas fábricas y para abastecer a un pequeño número de consumidores a domicilio. Hacia 1911, la Compañía Industrial de Orizaba contaba con 100,000 husos y 4,000 telares movidos por electricidad en sus 4 fábricas, en las que se empleaban más de 6,000 obreros; la capacidad generadora de sus plantas hidroeléctricas había sido aumentada a 8,000 HP; el conjunto de equipo eléctrico representaba un valor de más de un millón y medio de pesos. En el año de 1896, en la región de Puebla —otro importante centro textil—, la fábrica de San Antonio Abad trabajaba con electricidad generada a vapor. En 1899 quedó terminada en Atlixco una gran fábrica moderna “alumbrada to-talmente con electricidad y equipada con la maquinaria más fina y moderna”. Paulatinamente otras fábricas de la región poblana iban adoptando el nuevo sistema, al grado de que en 1911 las plantas hidroeléctricas que las abastecían sumaban una potencia total de 5,000 HP. Si bien, al igual que en el caso de la minería, al lado de la electricidad seguían empleándose bestias de tiro y el vapor, puede decirse que en el ocaso de la época porfirista aquélla se había convertido en importante factor de la producción en las grandes fábricas de hilados.

La electricidad en diversas industrias

Industria papelera. La fábrica de papel en San Rafael, fundada en 1840 por Wi-lliam S. Bonfield, y ubicada cerca de la Ciudad de México, fue dotada de gene-radores eléctricos en 1892. La compañía aumentó constantemente su equipo generador, el que en 1908 producía cerca de 7,000 HP, cuyo valor ascendía, en 1912 a $2’143,000 sobre una inversión total en la empresa de $15’275,000. A pe-sar del constante crecimiento de su propia planta, San Rafael siguió comprando energía a la Puebla Light and Power Company de la Ciudad de México. Mientras tanto, las pequeñas negociaciones competidoras de San Rafael instalaban de igual modo modernas plantas generadoras y motores. Santa Gertrudis, la primera fábrica de yute que se instaló en México en 1892, en 1894, por medio de un conmutador, quedaba conectada a una estación hidro-eléctrica de 5,000 HP que se había construido en Río Blanco. Lentamente la electricidad iba insinuando sus mágicos hilillos en la industria nacional. Hacia el año de 1899 la fábrica de sombreros de Carcano en la ciudad de Puebla trabajaba con un generador de vapor de 40 HP; y en el mismo año se adaptaba la electricidad a los molinos de harina en México y Toluca. En Hermo-sillo, D. Ramón Corral la empleaba para alumbrar sus almacenes, fabricar hielo y mover las pesadas piezas del molino El Hermosillense. En 1904 la Compañía

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Nacional Mexicana de dinamita y explosivos instaló grandes motores alimenta-dos con energía comprada a una planta comercial. En 1906 se electrificaba una refinería de azúcar en Oaxaca, siendo la primera entre las de su género que lo hacía; la importante planta empacadora de carnes de Uruapan tenía una planta propia de 600 HP y en Orizaba la Cervecería Moctezuma utilizaba en la prepara-ción de su famosa bebida los polivalentes kilowatts. Por el año 1900 existían por lo menos 15 plantas hidráulicas que generaban electricidad, representando una capacidad de más de 8,000 HP y que abastecían industrias tan diversas como la mi-nería, las fábricas de hilados y tejidos, los molinos de harina, y las fábricas de hielo, cerveza, derivados de la carne, zapatos, artículos de vidrio, yute, acero y muebles. El período entre 1890 y 1910 se caracterizó por el firme aumento de la demanda de energía proveniente en gran parte de fábricas y talleres que no estaban en aptitud de producir económicamente su propia energía, o que sólo podían hacerlo en escala limitada.

Las primeras sociedades comerciales de energía eléctrica

Con toda probabilidad, durante el período comprendido entre 1867 y 1911 se organizaron en México más de 100 compañías de luz y fuerza motriz de cierta importancia. Entre las principales se encontraban: Compañía Hidroeléctrica e Irrigadora de Chapala, fundada en 1910, con 14 millones de capital; la Guanajua-to Power Company, en 1896 con $3’000,000, la Michoacán Power Company, en 1904 con 1 millón de pesos; la Compañía de Tranvías y Fuerza de Guadalajara, en 1907, 3 millones; la Compañía Anónima de Alumbrado de Puebla, en 1877, $100,000, etcétera. Merece recalcarse la participación que tuvo el capital mexicano en la naciente industria. Mientras estas empresas pudieron establecerse a base de un capital relativamente pequeño, defendidas de la competencia por factores económicos y geográficos, el capitalismo nacional, si bien anémico, pudo aspirar a posesionar-se de la industria eléctrica. En ello hubo algo de orgullo y no poca de imprevisión que significó la pérdida de considerables capitales, y al fin, la consignación del capital mexicano a la última categoría. Con todo, como sucede con frecuencia cuando el capital explora por primera vez tierra incógnita, los fracasos parti-culares y aislados cumplieron en conjunto la obra social de deslindar las zonas que ya estaban aptas para la explotación, preparando el éxito que las poderosas empresas habían de alcanzar más tarde. Durante la década de 1900 a 1910 se produjo la liquidación de las compañías cuya situación no era muy firme, la reorganización y concentración de las que se habían apoderado de los mercados más productivos, la desaparición del capital mexicano como factor importante, y la determinación de las características prin-cipales, tanto geográficas como económicas, que la industria habría de adquirir en lo sucesivo. En este período se constituyeron más grandes empresas, poseídas y administradas por extranjeros, al amparo de los factores que concurrían a pro-ducir el tipo monopolista de las empresas del servicio público. Las más prósperas compañías reconcentraron sus actividades en los centros densamente poblados. La minería y sus industrias auxiliares se convierten en el principal sostén del negocio eléctrico, sujetándolo desde un principio, en forma indirecta, a la

incertidumbre debida a las fluctuaciones del precio de los metales en el mercado mundial. La electrificación rural quedó estancada desde los comienzos tanto por la inercia de los hacendados, que preferían continuar explotando al peón, como por la falta de demanda efectiva entre los pequeños agricultores. La electrifica-ción avanzó rápidamente en las fábricas en donde el motor de baja potencia se adaptaba fácilmente a la producción mecánica, pero no pudo abrirse paso en los pueblos donde seguían los oficios y gremios en todo su apogeo. Después de una rápida y bonancible expansión en las industrias que producían para el mercado nacional, como la del calzado y la de tejido, explicable por la baratura relativa de la electricidad, la industria eléctrica alcanzó los límites contentivos de una expansión cada vez mayor o sea el bajo poder adquisitivo del país. El ocaso porfirista fue momento indicado para la aparición de las empresas de luz y fuerza eléctrica de grandes capitales.

Capital mexicano

El capital mexicano jugó un importante papel en los albores de la industria eléctrica. De 1890 a 1906, prácticamente todas las pequeñas empresas que se formaron para servir a las poblaciones del interior y a las capitales de los Esta-dos, eran propiedad de mexicanos. Como ejemplos pueden citarse los de Toluca, Zacatecas, San Pedro de las Colonias, Colima, Oaxaca, Guanajuato y Tampico. La Compañía Hidroeléctrica Queretana, controlada enteramente por industria-les y comerciantes de la localidad, era por esta razón motivo de orgullo entre los queretanos, hasta que en 1922 pasó a manos extranjeras. En el Distrito Federal se desplegó el capital mexicano en la constitución de las primeras compañías eléctricas, perdurando como factor de su administración hasta 1905. El lapso de 1910 a 1930 señala la postergación del capital mexicano, incapaz de resistir el empuje de las compañías inglesas y americanas. A medida que avanzaban éstas, aquél buscaba refugio en las regiones alejadas del teatro de operaciones de los grandes consorcios, hasta que dichas regiones, madurando su progreso econó-mico, a su vez, atraían las miras de las Compañías más potentes. El capital mexi-cano no desapareció del todo, aunque proporcionalmente iba disminuyendo en relación a las inversiones totales de la industria. Estaba llamado a desempeñar la patriótica, aunque mal remunerada labor, de servir a las poblaciones aisladas, a las regiones agrícolas con pocas o ningunas obras de irrigación y a una que otra ciudad importante en que, por alguna razón, las compañías extranjeras no habían sentado sus reales. Así es como todavía en 1926 había ciudades como Culiacán, Tepic, Lagos y Hermosillo con plantas de propiedad mexicana. Como consecuencia del advenimiento del capital norteamericano, las empre-sas nacionales tuvieron que ir cediendo terreno, hasta quedar en una posición de marcada inferioridad, pues el enlace de los grandes sistemas les arrebataba aún los mercados menos apetecibles. Ante esta presión, se retiraron a los pueblos de secundaria categoría, a los cuales servían con plantas pequeñas y equipo defi-ciente. Muy pocas de estas instalaciones tenían una capacidad superior a 600 HP, siendo la mayoría de motores diesel de 100 kw o menos.

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La producción de plusvalía relativa • 123

La electricidad y la mineríaEn buena parte se puede atribuir a la baratura relativa de la fuerza eléctrica la prosperidad de la minería entre 1895 y 1905. Los gastos de operación de las minas descendieron marcadamente, lo que hizo elevarse las utilidades. Con la electricidad, la mecanización se extendió rápidamente, sustituyendo el motor a la mano de obra y a la fuerza animal. Disminuyó el número de trabajadores y fue desplazado el gambusino o buscón. La electrificación produjo importantes cambios en la industria textil, acele-rando el desarrollo que había venido demostrando desde 1834. La abundancia de fuerza hidráulica, los impuestos a la producción textil extranjera y el bajo costo de la mano de obra, mantuvieron a la industria en expansión constante. La electrificación acentuó la centralización de la industria textil. La electrificación coincidió también con el surgimiento de las poderosas sociedades anónimas, que poco a poco arrollaron a las fábricas pequeñas y anticuadas, muchas de las cuales, por falta de capital, seguían trabajando con las antiguas ruedas hidráuli-cas. Como resultado de la sobreproducción que inundó el mercado textil en la úl-tima década del siglo pasado, muchas fábricas se clausuraron, las que no habían podido instalar plantas hidroeléctricas o comprar fuerza motriz a otras fuentes. Cómo el empuje de las sociedades anónimas frente a la debilidad de las prime-ras negociaciones se debió, en buena parte, a la utilización de fuerza eléctrica, quedó manifestado en el desarrollo de la importante Compañía Industrial de Orizaba, de capital francés. En 1889, algunos comerciantes en telas se consti-tuyeron en sociedad anónima para obtener el control de varias fábricas, cuyos precios al por mayor mermaban las ganancias de los grandes almacenes urba-nos. Éste fue el origen de la Compañía Industrial, establecida con un capital de $2’550,000 y dueña de una concesión perpetua sobre el Río Blanco, constructora de las grandes fábricas de Orizaba, dotadas enteramente de fuerza motriz eléctrica. Las economías en gastos de operación que, gracias a la fuerza motriz barata, obtuvieron las fábricas modernas, fue tal, que muchas de las negociaciones in-dependientes se vieron en la imposibilidad de continuar. Las más importantes pasaron a manos de sociedades anónimas. Monopolización de la industria textil. El poder de los monopolios ha permitido obtener altas barreras arancelarias para los textiles extranjeros. Altas ganancias. Los cambios introducidos en la industria textil, a los que la electricidad contribuyó en alto grado, dieron por lo menos como resultado el completo control del mercado nacional por la producción del país. Al mismo tiempo que se producía la sustitución de las telas extranjeras por las de origen nacional, la concentración del capital provocaba la eliminación de la empresa pequeña y del artesano, comprimiendo la primera y convirtiendo al segundo en jornalero de las grandes fábricas. La supervivencia del artesanado mexicano fue característica de la economía nacional hasta los comienzos del auge de la electricidad como factor de la producción textil. La desaparición de los tejedores manuales en las grandes ciudades, entre 1750 y 1823, se aceleró después de 1865 y particularmente después de 1895. La industria casera de Nuevo León, renombrada durante dos siglos por sus finas telas de algodón, lana y seda desapareció entre 1850 y 1875, destruida, según se dijo, “por el espíritu del siglo”. Las industrias hogareñas y los obrajes coloniales iban desapareciendo rápidamente hacia 1896.

En los primeros días de la fabricación en gran escala, es decir, entre 1840 y 1875, los empresarios de las fábricas de algodón tuvieron que recurrir a la fuerza para reclutar mano de obra. La electricidad estimuló también la mecanización a un grado no conocido antes de 1895. Se introdujo la producción acelerada.

La electricidad y las nuevas industrias

La introducción de la electricidad coincidió con importantes cambios en las indus-trias manufactureras de papel, zapatos y cigarros, si es que no fue la causa de ellos.La manufactura de papel estaba a cargo de un pequeño número de fábricas, la mayor parte de las cuales empleaba fuerza hidráulica directa. En 1881 trabaja-ban 12 de estas fábricas, que se sostenían sobre un mercado raquítico gracias a la protección arancelaria, entre 1890 y 1900 la introducción de la fuerza hidro-eléctrica sacudió la industria del papel, dando tales ventajas a las grandes plan-tas, que las demás quedaron clausuradas. En 1922, 2 fábricas pudieron abaste-cer prácticamente toda la demanda. La fabricación de zapatos llegó a ser, de igual modo, una industria en gran escala durante el período que coincidió aproximadamente con la introducción de la electricidad. En 1902, Carlos B. Zetina estableció la primera fábrica mo-derna de zapatos en México, Excelsior y en 1906 Joseph H. Weiter introdujo en la industria los sistemas de la United Shoe Company. Ambos negocios crecieron rápidamente, aumentaron su capital y su producción. El trabajo de mano y los pequeños talleres sobrevivieron en gran número en todo el país, particularmente en León, donde la hechura del calzado a mano había florecido. Estos talleres empleaban de 1 a 15 operarios y producían de 200 a 2,000 pares al día. Sin embargo, en general, disminuyeron perceptiblemente. El número de zapateros se calculaba en más de 46,000 en el censo de 1895. En 1930 había 302 fábricas y 2,875 talleres empleándose 13,270 personas. Los ta-lleres pequeños producían, con una cantidad insignificante de fuerza mecánica, 4’468,000 pares de calzado, en su mayor parte calzado barato o huarache, en tan-to que las grandes fábricas producían 19’354,000 pares de zapatos de mediana y alta calidad. El cultivo y la manufactura del tabaco, al igual que la fabricación de zapatos y los tejidos, habían sido tradicionalmente una industria en pequeña escala, de la que vivían miles de familias esparcidas en toda la República. El monopolio de la venta del tabaco puesto en vigor por la Corona hacia fines del régimen colonial, había disminuido con el establecimiento de la independencia y para mediados del siglo XIX prácticamente había desaparecido. Esto permitió el renacimiento de la industria local y en 1895 apenas había una población en la que no hubiera una pequeña fábrica. Alrededor de 1900 se inició el dominio de las grandes fábricas de cigarros en la industria, descollando la famosa El Buen Tono, fundada por Ernesto Pugibet en 1895, Trabajaban bajo patentes exclusivas y empleando para ciertas operaciones aparatos movidos por electricidad.

La electricidad y la industrialización

La electricidad dio un decidido estímulo a la industrialización nacional, sueño de los mexicanos desde la época de Esteban de Antuñano. La política arancelaria

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La producción de plusvalía relativa • 125

proteccionista observada por Díaz con todo tesón y continuada por los gobiernos revolucionarios, protegía el mercado local, en tanto que los progresos técnicos fabriles y la baratura de la fuerza eléctrica cambiaban grandemente el sistema de producción. En la medida en que eran abatidas las barreras de una economía semifeudal, los productos de las fábricas iban desplazando al artesanado, creán-dose un tipo de producción capitalista industrial que abarcaba cada vez más sectores de la economía nacional. Las industrias que alrededor de 1900 se iban sometiendo a este proceso de in-dustrialización eran las de los muebles, puros y cigarros, telas de lana y algodón, productos químicos, dulces, chicle, papel, calzado, jabón, la fundición de hierro, la minería, la destilería, los cerillos, sombreros, molinos de trigo y aserraderos. Las cervecerías se modernizaban poco a poco entre 1890 y 1900; en 1904 México estaba dando grandes pasos en la fabricación de artículos para su consumo inte-rior de zapatos, artículos de algodón y dinamita. En este proceso jugó un importante papel la electricidad. Casi todas las in-dustrias que abastecían los grandes centros de población, empleaban la electri-cidad en cantidades variables: desde las minas que consumían millones de KWH mensuales, hasta el pequeño molino de maíz que requería corriente por valor de unos cuantos pesos al mes.

Hasta aquí el extracto.Hemos hecho esta larga transcripción porque los datos y los razonamien-

tos expuestos por el autor dan un panorama completísimo a la vez que del de-sarrollo de la fuerza motriz —energía eléctrica—, del proceso de maquinización de la producción en todo el amplio espectro de sus aspectos fundamentales; la exposición del autor no deja, desde luego, de estar salpicada de todos los prejui-cios históricos al uso (feudalismo, colonialismo, etcétera), pero por el momento no podemos entrar al análisis de ellos.

La década de 1880-1890, última fase de la manufactura y primera de la gran industria maquinizada, presenta aspectos interesantes que conviene anali-zar. Para estos años había llegado a su remate el proceso de creación de manu-facturas que dio como fruto una multitud de pequeñas “fábricas” (manufacturas) diseminadas por todo el territorio nacional y que habían penetrado hasta la más remota aldea de regular importancia; un grupo relativamente pequeño de manu-facturas gigantescas, concentradas en las grandes ciudades y que empezaban a usar máquinas en la producción; y una creciente cantidad de pequeñas fábricas mecanizadas. La existencia de una diseminación tan amplia de las manufactu-ras por todo el país revela que, habiéndose separado la producción industrial de la agrícola al convertirse en ramas de producción independientes las actividades que anteriormente estaban circunscritas a la familia campesina autosuficiente, sin embargo esa separación no lograba aún realizarse plenamente porque ni las grandes manufacturas ni las primeras fábricas maquinizadas podían integrar un verdadero mercado nacional y, además, era aún necesaria para la manufactura la existencia de una industria rural, de la que debería estar cerca, que la prove-yera de ciertas materias primas semielaboradas. Por otro lado, también se había creado un vasto artesanado urbano complementario de la manufactura.

Los grandes comerciantes y los terratenientes, que acrecentaron sus ri-quezas en la construcción de ferrocarriles, en el gran comercio interior y ex-terior, en el arriendo de tierras, en la banca, en las grandes plantaciones que proveían de materias primas al mercado mundial, en el contrabando, etcétera, en 1890 volcaron todas sus riquezas en la producción industrial, dando así el verdadero impulso definitivo a la gran industria maquinizada, la cual continuó con el desarrollo espectacular que había sido bruscamente interrumpido por la Revolución de 1910.

La gran industria maquinizada, impulsada por los grandes comerciantes y terratenientes, arruina definitivamente a los artesanos individuales, convirtiéndolos masivamente en proletarios; al extender su radio de acción mediante la estructura de un mercado nacional, arruina a la multitud de pequeñas manufacturas de los pueblos y a las que coexisten con las grandes manufacturas en los principales cen-tros urbanos; obliga a éstas a transformarse en verdaderas fábricas maquinizadas; y, por último, hace quebrar a la mayoría de las pequeñas fábricas maquinizadas que se habían logrado establecer en el período anterior. De esta manera, se da una gran concentración de la producción en unas cuantas grandes empresas maquinizadas y el desplazamiento del resto de los productores, que en unos casos (artesanos y parte de los empresarios manufactureros más modestos) van a engrosar las filas del prole-tariado y en otros (empresarios manufactureros relativamente acomodados) sirven de avanzada del capitalismo hacia otras ramas de la producción, ya sea establecien-do nuevas manufacturas ahí donde la producción venía siendo artesanal o peque-ñas fábricas maquinizadas que van desbrozando el camino para el gran capital.

Este proceso que hemos delineado se observa claramente en los datos contenidos en la obra de Galarza, de la cual hemos transcrito un amplio extracto en páginas anteriores.

La verdadera causa finalis de la Revolución de 1910 debemos buscarla precisamente en esta acometida del gran capital (grandes comerciantes, ban-queros y terratenientes), iniciada en 1890, contra la multitud de pequeños em-presarios manufactureros y fabriles y contra los arrendatarios agrícolas y los rancheros: todas las supercherías históricas (que se ha encargado de difundir la propia burguesía y de sancionar los “teóricos marxistas” del país) acerca del régimen feudal y del colonialismo como causas fundamentales de la revolución iniciada por Madero, caen por su propio peso cuando el análisis del Porfiriato se enfoca desde un punto de vista científico y no de acuerdo con los prejuicios teóricos de una “ciencia marxista” que no es otra cosa que el lacayo preferido de la ciencia burguesa.

La concentración de la producción es evidente en algunas ramas de la economía; en la industria tabacalera, las fábricas disminuyeron de 766 en 1900, a 491 en 1906 y a 351 en 1911 (o sea, a menos de la mitad de las que existieron diez años antes); en la industria alcoholera, en 1900 había 2,060 fábricas, en 1911 se redujeron a 1,545; el capital se concentró en un número de empresas cada vez menor: cinco empresas eran dueñas, en 1911, de catorce de las 145 fábricas textiles de algodón del país, las que controlaban cerca de un tercio del

126 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La producción de plusvalía relativa • 127

total de la capacidad instalada; en 1911, 26 ingenios azucareros representaban el 22% del total y el 61% de la producción nacional de azúcar; una empresa tabaca-lera, dueña de tres fábricas, dominaba más de la mitad de toda la producción de cigarrillos de todo el país.

Para 1910, el capital había conquistado en México las condiciones funda-mentales de su existencia y de ellas la producción maquinizada, que se convirtió en la forma esencial de producción, a la vez que se destruían desde sus raíces los viejos oficios manuales y las manufacturas; de ahí en adelante, el capitalis-mo mexicano se mueve ya sobre sus propias bases, reproduciendo y ampliando todas las contradicciones y tendencias que le son inherentes; en síntesis, desde 1910 el único régimen económico existente en México es el capitalismo, ya es-tructurado desde entonces en torno a su principio fundamental: la producción maquinizada. En las fases precedentes, el capitalismo, primero se había apro-piado las condiciones exteriores de la producción, dejando subsistente el trabajo manual, herencia del régimen anterior (1860 a 1890), y, después (1890-1910) creó todo un sistema de industria maquinizada a la vez que destruía la producción manual; en el período posterior, el capitalismo centra toda su actividad en el perfeccionamiento y ensanchamiento de las bases conquistadas (es decir, el de-sarrollo del régimen de producción sobre sistemas de maquinaria cada vez más modernos).

La Revolución de 1910 llevó al poder a la clase industrial de origen manu-facturero, la que sometió a su dominio a los grandes industriales provenientes de los terratenientes, los banqueros y los grandes comerciantes. De ahí en adelante, ambas fracciones de la burguesía, con alternaciones en el poder que no viene al caso relatar aquí, se han dedicado de lleno a la tarea de establecer fábricas a todo lo largo y lo ancho de nuestro país. Este fenómeno lo ilustraremos con datos es-tadísticos referentes al período de 1930-1965 y siguiendo los lineamientos que a continuación expresamos: 1) se estudiarán los datos referentes a las inversiones en maquinaria, herramienta y equipo; 2) puesto que lo que se investiga no es sólo la maquinización de la producción, sino su fase más alta, o sea el estable-cimiento de sistemas de maquinaria, es decir, fábricas, estudiaremos los datos referentes al desarrollo del sistema de fuerza motriz, pues es evidente que cuan-to más desarrollado se encuentre, más complejo será el sistema de maquinaria al que proporcione el movimiento; 3) por las mismas razones, analizaremos los datos referentes al desarrollo de los terrenos, construcciones, etcétera, porque al igual que en el caso anterior, conforme el sistema de maquinaria es más comple-jo más desarrollado debe estar el local que lo contiene, y 4) por último, estudia-remos la relación existente entre el establecimiento de sistemas de maquinaria y la concentración de la producción.

Inversión en maquinaria

Los datos existentes abarcan desde 1930; esto quiere decir que analizaremos el proceso cuando el capitalismo hace ya mucho tiempo que se desarrolla sobre sus propias bases, después de destruir en lo fundamental la producción manual.

Cuadro 14

Inversiones en maquinaria, herramienta y equipo. Pesos. 1930-1975

AñoEstablecimientos

censadosObreros

Inversiones en maquinaria, herramienta y equipo

Precios corrientes

Precios de 1930

1930 48,573 257,180 352’907,045 352’907,045

1935 7,619 284,373 610’335,972 703’881,870

1940 13,150 341,137 1,143’174,006 881’534,540

1945 31,195 467,408 1,330’225,314 549’248,653

1955 75,770 1’762,858 12,926’690,000 3,061’093,087

1960 102,578 801,769 14,683’848,000 1,833’716,048

1965 136,066 1’016,169 26,215’680,000 2,983’088,494

1970 119,212 1’181,793 10,571’559,000 974’632,322

1975 1’226,962 15,562’565,000 786’715,246

Fuente: Apéndice Estadístico, cuadro 3.

Es absolutamente claro cómo, en el lapso de 30 años (entre 1930 y 1965), el pro-ceso fundamental de la fase superior de la forma de producción capitalista, es decir, la maquinización de la producción, ha dado pasos de verdadero gigante. En términos porcentuales, la inversión en maquinaria aumentó, en este lapso de tiempo, en un ¡745 por ciento!

Pasamos a investigar hasta qué punto la maquinaria instalada ha venido a formar parte de un verdadero sistema de maquinaria, es decir, de fábricas, estudiando cómo han ido evolucionando las inversiones en energía eléctrica, combustibles y lubricantes y en terrenos, edificios y construcciones fijas.

128 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La producción de plusvalía relativa • 129

Inversiones de energía eléctrica, combustibles y lubricantes consumidos

Cuadro 15

Gastos de energía eléctrica, combustibles y lubricantes consumidos. Pesos. 1930-1975

Año

Gastos de energía eléctrica, combustibles y lubricantes consumidos

Precios corrientesPrecios de

1930

1930 35’747,135 35’747,135

1935 94’562,142 109’043,186

1940 119’045,956 91’799,776

1945 233’394,564 96’368,373

1955 2,068’770,000 312’701,411

1960 1,982’230,000 247’540,492

1965 2,664’721,000 303’219,239

1970 4,107’256,000 372’324,093

1975 9,305’678,000 470’418,518

Fuente: Apéndice Estadístico, cuadro 3.

Entre 1930 y 1975 ha habido un incremento del 1,215%, a precios constantes, en los gastos de energía eléctrica, combustibles y lubricantes; esto es altamente revelador del hecho de que la producción capitalista en México se mueve única y exclusivamente sobre la base de la gran industria maquinizada, pues sólo la exis-tencia de grandes sistemas de maquinaria explica el aumento gigantesco habido en la fuerza motriz y otros elementos empleados en la producción.

Inversiones en terrenos, edificios y construcciones fijas

Año

Inversiones en terrenos, etcétera

Precios corrientesPrecios de

1930

1930 323’744,586 323’744,586

1935 726’239,166 837’453,878

1940 1,423’795,230 1,097’929,696

1945 1,653’277,026 682’636,370

AñoInversiones en terrenos, etcétera

Precios corrientes Precios de 1930

1960 5,383’298,000 672’265,194

1975 4,573’000,000 231’173,256

Fuente: Apéndice Estadístico, cuadro 3.

El aumento observado, 107% entre 1930 y 1960, aunque no tan elevado como el de la maquinaria, energía eléctrica, etcétera, nos indica claramente que el proce-so de maquinización se mueve ya desde 1930 sobre la base del establecimiento y desarrollo de sistemas de maquinaria, pues éstos requieren, para albergar sus miembros voluminosos, de grandes edificios, terrenos, etcétera.

Lo que da la verdadera medida de la existencia, como forma fundamental de producción, de verdaderos sistemas de maquinaria (fábricas) es la concen-tración de la producción en unos cuantos establecimientos gigantescos, lo cual ilustraremos en los puntos siguientes. Analizaremos las características de las industrias agrupadas conforme a diversos criterios

I. Principales características por grupo de capital invertido. 1960

Millares de pesos corrientes

Grupo de capital invertido

Núm. de establecimientos

Valor de la producción

Cobrado por maquila

a b c

Totales 101,212 53’308,052 1’560,516

Hasta $25,001 77,020 1’645,320 243,310

De $25,001 a$500,000

17,544 3’645,847 192,282

De $500,001 a$5’000,000

4,438 10’585,722 398,284

De $5’000,001 a $20’000,000

1,130 11’600,375 412,829

De $20’000,001 a $100’000,000

419 16’603,635 246,250

De 100’000,001 y más 53 9’227,153 67,361

130 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La producción de plusvalía relativa • 131

Capital invertido Personal ocupado

Suma Fijo Circulante Suma Empleados Obreros Otros

d=e+f e f g=h+i+j h i j

49’607,709 24’976,584 24’631,125 971,609 215,517 636,550 119,762

514,956 319,632 195,324 155,040 20,159 34,996 99,885

1’969,535 1’143,246 826,289 134,239 26,004 90,847 17,388

7’562,526 3’855,563 3’706,963 226,499 53,267 170,446 1,786

11’251,328 5’310,450 5’940,878 197,342 49,495 147,190 657

16’699,515 7’763,567 8’935,948 188,830 45,159 143,628 43

11’609,841 6’584,126 5’025,723 69,659 21,433 48,223 3

Sueldos y salarios Materias primas y auxiliares y envases y empaques

consumidos

Energía eléctrica

consumida, millones de

KWH

Combus-tibles y

lubricantes consumidos

Suma Sueldos SalariosPrestaciones

socialesk=l+m l m

8’768,020 3’428.014 4’840,006 957,778 29’385,387 4’964,697 1’258,302

203,420 73,289 129,131 17,510 720,558 110,147 53,753

715,762 216,636 499,126 65,369 1’972,439 144,163 101,679

2’038,290 854,927 1’183,363 172,521 5’946,892 521,421 222,510

2’017,516 904,349 1’113,167 208,951 6’822,258 839,217 224,802

2’234,256 887,510 1’346,746 325,117 9’269,278 1’919,802 363,952

1’059,776 491,303 568,473 168,310 4’653,962 1’429,947 291,606

Fuente: Resumen General del VII Censo Industrial 1961, cuadro 5, p. 212.

Tomaremos primero como base (una base muy conservadora), la cantidad de $5’000,000 como el mínimo necesario para establecer una verdadera factoría, es decir, un sistema de maquinaria; después haremos lo mismo con la cantidad de $20’000,000, considerándola como mínimo para establecer un gran sistema de maquinaria.

Ia. Capital Invertido y Producción

Según los datos del cuadro anterior, 1,602 establecimientos tienen un capital 1. invertido de $5’000,000 en adelante; ellos representan el 1.58% del total de

101,212 establecimientos industriales censados en 1960; produjeron en ese año un valor de $37,431’163,000, que es el 70.2% de la producción total cuyo valor alcanzó la cantidad de $53,808’620,000, el capital invertido por los 1,602 establecimientos fue de $39,560’692,000, o sea, el 79.74% del total de $49,607’709,000 invertidos por los establecimientos censados. En promedio, cada establecimiento de los 1,602 produjo un valor de $23’365,270, con un capital invertido de $24’649,560. Como se comprende, la evidencia que de estos datos se deriva es que para 1960 la producción en México se encuentra por completo dentro de la fase superior de la forma capitalista de producción: la industria maquinizada, cuya forma general y fundamentales la fábrica o sistema de maquinaria.Tomando como base las empresas que tienen un capital invertido de $20’000,000 2. o más, tenemos que 472 establecimientos, de un total de 101,212 censados, pro-ducen un valor de $25,830’788,000, de un total, de $53,308’052,000. El capital invertido es de $28,309’356,000 de un total de $49,607’709,000. Lo que significa que el 48.45% de la producción industrial y el 57.06% del capital invertido en ella proviene de y está destinado a grandes sistemas de maquinaria.

La conclusión que se deriva del empleo de los dos criterios anteriores es la si-guiente: en México, para 1960, la producción industrial se realizaba ya, prác-ticamente en su totalidad, en fábricas [de los establecimientos con un capital menor de $5’000,000, una buena parte eran pequeños sistemas de maquinaria (pequeñas fábricas), otro estaba formado por pequeños y medianos talleres que trabajaban a base de máquinas, pero sin llegar a constituir sistemas de maqui-naria, y por último, siendo un gran número de unidades, los talleres artesanales representaban una parte pequeñísima del valor de la producción y del capital invertido]; pero no sólo eso, sino que, para la misma fecha, poco más de la mitad de la producción se realizaba ya en grandes y modernos sistemas de maquinaria (grandes fábricas).

Ib. Grupos de capital invertido e inversiones de materias primas y auxiliares y envases y empaques consumidos, energía eléctrica, combustibles y lubricantes con-sumidos

Base $5’000,000. 1,602 establecimientos consumen $20,745’498,000 en materias 1. primas, auxiliares, envases y empaques, de un total de ¡$29,385’387,000!; esto es el 70.59% del total y un promedio de $12’949,748 por establecimiento. Sólo la industria fabril (sistema de maquinaria), es capaz de “devorar” tal cantidad de materias primas. De un total de 4,964’697,000 de KWH los 1,602 estableci-mientos consumen 4,188’966,000, cifra esta última que representa el 84.37% de la primera y que da un promedio de 2’614,835 KWH por establecimiento. Únicamente la industria fabril puede emplear la energía eléctrica en estas cantidades realmente fabulosas por establecimiento.Base $20’000,000. 472 establecimientos consumen $13,923’250,000 en ma-2. terias primas que son igual a un 47.38% del total y que dan un promedio

132 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La producción de plusvalía relativa • 133

de $29’498,411 por establecimiento. Consumen también 3,349’749,000 KWH, iguales al 67.47% del total y que en promedio da ¡7’096,923 KWH por esta-blecimiento! Tales cantidades de materias primas y de energía eléctrica por establecimiento sólo pueden ser consumidas por sistemas de maquinaria verdaderamente ciclópeos.

II. Principales características por grupo de personal ocupado. 1960

Cuadro 16

Grupo de personal ocupado

Valor de la producción

Capital invertido

Núm. de esta-

blecimientos censados

Materias primas y

auxiliares, etcétera

Energía eléctrica, etcétera,

consumidos

Totales 53’308,052 49’607,709 101,212 29’385,387 4’964,697

Sin personal remunerado

537,168 466,337 43,432 281,820 58,380

De l a 5 personas

2’480,175 1’301,553 45,711 1’175,652 120,223

De 6 a 25 3’983,633 3’301,212 6,973 2’332,939 181,954

De 26 a 100 10’530,998 9’383,868 3,527 6’580,712 608,855

De 101 a 500 18’119,548 17’619,096 1,337 10’061,408 1’573,587

De 501 y más 17’656,525 17’535,643 232 8’952,856 2’421,698

Fuente: Resumen General del VII Censo Industrial, 1961, p. 203.

Al igual que en el caso anterior, consideraremos que el mínimo necesario para establecer un sistema de maquinaria son 26 obreros y que para un gran sistema de maquinaria son necesarios como mínimo 100 obreros. Es evidente que la pro-ducción fabril tiene su punto de apoyo en el trabajo masivo; los grandes sistemas de maquinaria requieren sin duda una cantidad mucho mayor de obreros que las viejas manufacturas.

IIa. Grupos de personal ocupado, número de establecimientos, valor de la producción y capital invertido

Base: 26 obreros. 5,069 establecimientos producen un valor de $46,307’071,000 1. y tienen un capital invertido de 44,538 millones de pesos; estas cifras repre-sentan el 5, 86 y 89% de los totales respectivos; el valor medio de la produc-ción y el capital medio invertido por establecimiento son, respectivamente, $9’086,000 y $8’789,000.

Base: 100 obreros. 1,506 establecimientos produjeron en 1960, $35,776’073,000, 2. con un capital invertido de $35,154’739,000; los por cientos en relación con los totales respectivos son 1, 67 y 70. El valor de la producción y el capital invertido por establecimiento son, respectivamente, $22’801,000 y $22’406,000.

Las conclusiones que de aquí se obtienen —similares a las extraídas de los datos del parágrafo I— son las siguientes: en 1960, el 86% de la producción total y el 89% del capital total invertido, que correspondían al 5% del total de estableci-mientos, provenía de y se destinaba a verdaderos sistemas de maquinaria, es de-cir, que cerca del 87% de la producción era fabril y se realizaba en establecimien-tos que, en promedio, producían cada uno por valor de $9’086,000 y empleaban capital por $8’739,000. De ésos 86 y 89% el 67 y 70% correspondían al 1% de establecimientos, que eran grandes sistemas de maquinaria que empleaban 100 obreros o más, es decir, cerca del 68% (promedio) de la producción industrial se realizaba en esos gigantescos y complejos sistemas de maquinaria que, como término medio, producían cada uno un valor de $22’801,000 y tenían invertido un capital de $22’406,000.

Un 19% de la producción y capital invertidos totales correspondían a me-dianos sistemas de maquinaria que empleaban de 26 a 100 obreros y que eran, en 1960, el 4% de los establecimientos censados.

Los 14 y 11% restantes de la producción y del capital invertido totales co-rrespondientes al 85% del total de establecimientos pertenecían, en una medida muy pequeña, a los numerosos talleres artesanales (43,432 establecimientos sin personal remunerado y la mayoría de los que emplean de una a cinco personas); en otra parte, también mínima, a pequeños y medianos talleres maquinizados (una parte de los establecimientos que emplean de una a cinco personas y otra de los que emplean de seis a 35); formando el grueso de éste 12.5% (promedio) encontramos a los pequeños sistemas de maquinaria o pequeñas fábricas (ma-yor parte de los establecimientos que ocupan de seis a 25 personas).

De acuerdo con los datos contenidos en les parágrafos I y II, para 1960 más del 99% de la producción industrial se realiza por medio de máquinas; de ese 99%, el 68% de la producción corresponde a grandes y complejos sistemas de maquinaria (grandes fábricas), el 19 a medianos sistemas de maquinaria (fábri-cas medianas) y el 18 restante se reparte, en orden decreciente, entre pequeños sistemas de maquinaria (pequeñas fábricas) y pequeños y medianos talleres ma-quinizados; mucho menos del 1% corresponde a la producción artesanal.

134 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 135

CAPÍTULO VCONSECUENCIAS INMEDIATAS DE LA INDUSTRIA

MECANIZADA PARA EL OBRERO

A. En relación con los métodos de producción de plusvalía absoluta. Da una base definitiva para el desarrollo hasta sus últimas consecuencias de esos

métodos. Consuma con ello la supeditación formal del obrero al capital

I. Con la aplicación de la maquinaria a la producción, el capital se apropia de las fuerzas de trabajo excedentes, del trabajo de la mujer y del niño

1) Cuestiones teóricas fundamentales1

“La maquinaria, al hacer inútil la fuerza del músculo, permite emplear obreros sin fuerza muscular o sin desarrollo físico completo, que posean, en cambio, una gran flexibilidad en sus miembros. El trabajo de la mujer y del niño fue, por tan-to, el primer grito de la aplicación capitalista de la maquinaria...”2

La máquina, instrumento que es creado para eliminar trabajo y obreros, se convierte en el medio más eficaz para multiplicar el número de asalariados al colocar también a las mujeres y los hijos de los obreros bajo la dependencia del capital. El trabajo asalariado al servicio del capital invade el tiempo destinado a los juegos infantiles y el puesto del trabajo libre dentro del hogar; convierte a toda la clase obrera en fuerza de trabajo disponible para el capital.

La incorporación de las mujeres y los niños a la producción capitalista es una forma de producción de plusvalía absoluta en dos sentidos:

se somete a la explotación del capital a grupos de personas hasta entonces • sustraídos a la misma los convierte en obreros asalariados; esto trae como consecuencia necesaria la división de su jornada (anteriormente empleada en el trabajo doméstico o en los juegos infantiles) en tiempo de trabajo necesario y tiempo de trabajo excedente, parte esta última se produce plusvalía absoluta para los capitalistas;el tiempo de trabajo necesario para la manutención de la familia obrera se divide • entre todos los miembros de la misma, se reduce por este medio el tiempo de

1 Resumen, extractos y citas del parágrafo 3, a) del capítulo XIII de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del tomo I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.2 Marx, Carlos, op. cit., p. 323.

136 • El desarrollo del capitalismo mexicano

trabajo necesario individual y en consecuencia aumenta el tiempo de trabajo excedente individual y, por tanto, el de la familia proletaria.

Aunque esta forma de producir plusvalía se base en la reducción del tiempo de trabajo necesario, no debe confundirse con la producción de plusvalía relativa, porque esta última se cifra en la reducción del tiempo de trabajo necesario y del valor de la fuerza de trabajo a través del aumento de la productividad del trabajo. Para comprender mejor la cuestión que nos ocupa, supongamos que toda la clase obrera forma una enorme fuerza de trabajo y su tiempo de trabajo una gigantesca jornada de trabajo; al incorporarse las mujeres y los niños a la producción es como si, manteniéndose invariable el tiempo de trabajo necesario para toda la clase obrera, se alargase la jornada total de trabajo en la medida en que participa el trabajo femenil e infantil.

La tendencia a someter al dominio del capital a toda la familia obrera, forma de producción de plusvalía absoluta y producto necesario del hambre de trabajo excedente de los capitalistas, nace y se desarrolla en la misma época manufacturera; pero es sólo hasta que la industria maquinizada, forma superior de producción de plusvalía relativa, “...permite emplear obreros sin fuerza mus-cular o sin ningún desarrollo físico completo...”, cuando aquélla cobra toda su intensidad; no es necesario entrar aquí a demostrar prolijamente de qué manera la máquina da el punto de apoyo decisivo a la violencia más espantosa (prove-niente de los empresarios y de los propios esposos y padres) para incorporar a las mujeres y los niños al aparato de explotación capitalista. En resumen, el empleo de maquinaria origina un aumento del número de obreros a causa de la utilización del trabajo de mujeres y niños, con lo que el capital logra absorber toda la fuerza de trabajo de la clase obrera; además, produce el descenso del salario a consecuencia de la división del mismo entre todos los miembros de la familia obrera y de la tendencia natural del capital a reducir el salario por de-bajo del valor de la fuerza de trabajo, la cual adquiere una nueva base de apoyo en la consumación de la supeditación del obrero al capital que trae consigo la máquina.

Con la maquinaria se da un cambio de la base formal sobre la que se es-tablece el régimen capitalista. Antes se enfrentaban el patrón y el obrero como personas libres. Ahora el capital compra seres carentes en todo o en parte de personalidad. Antes, el obrero vendía su propia fuerza de trabajo, disponiendo de ella como individuo formalmente libre. Ahora vende a su mujer y a sus hijos. Se convierte en esclavista.

El empleo del trabajo de mujeres y niños origina una enorme mortalidad de niños obreros en edad temprana y la degeneración física y depauperación moral e intelectual de los niños, de los jóvenes y de las mujeres; las madres que trabajan abandonan a sus hijos, descuidando así la reproducción normal de la cantera de trabajo vivo de donde se nutre el capital. Todo esto refuerza aque-llas circunstancias que, cuando estudiamos la producción de plusvalía absoluta, veíamos que ocasionaban la extenuación y la muerte prematura de la fuerza de trabajo.

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 137

La concurrencia del trabajo femenil e infantil rompe la resistencia que el obrero varón adulto oponía, dentro de la manufactura, al despotismo del capi-tal.3

2) El trabajo de la mujer y del niño en México

En este punto (A) se estudian los efectos de la introducción de la maquinaria sobre los métodos de producción de plusvalía absoluta; por eso, los datos que ilustran este proceso han sido expuestos y analizados en la parte en que se es-tudia la producción de plusvalía absoluta en general, sin relacionar aún con los métodos de producción de plusvalía relativa.

Solamente agregaremos unos cuantos datos para complementar los ya analizados.

3 Uno de los efectos fundamentales de la maquinización de la producción es la disolución de la fa-milia obrera, proceso que se realiza incorporando a las mujeres y a los hijos de los trabajadores a la producción capitalista. Con ello se convierten a todos los miembros de la clase obrera en fuerza de trabajo a disposición del capital, a la vez que se divide el salario del obrero adulto entre todos los integrantes de su familia para incrementar de esta manera la cantidad de trabajo excedente que los empresarios extraen a la familia obrera sin elevar el salario de la misma. Sobre esta base, el capital, de acuerdo con las alternativas de su desarrollo, tan pronto atrae o repele a las mujeres y los niños, quienes pasan así a engrosar el ejército industrial de reserva. Históricamente, el capital aparece en escena disolviendo la familia obrera por medio de la incor-poración de las mujeres y los niños a la esclavitud asalariada; posteriormente, a causa del aumento constante de la productividad del trabajo (desarrollo preponderante de las formas de producción de plusvalía relativa), que reduce el número de obreros en activo y de la presión que ejercen los obre-ros varones adultos, las mujeres y los niños son desplazados de la producción y llevados al hogar y a la escuela; después, en las fases superiores del régimen capitalista (en las llamadas “sociedades industriales”), donde el descenso de la plusvalía que se apropia cada unidad de capital (descenso de la cuota de ganancia), producto del anterior desenvolvimiento de las formas de producción de plusvalía relativa, obliga al desarrollo de las formas de producción de plusvalía absoluta, entre ellas la extensión de la jornada total de la clase obrera (incorporación de las fuerzas de trabajo exceden-tes) y a la absorción de obreros sobre una base técnica determinada, todo ello con el fin de obtener una masa mayor de plusvalía sin modificar la proporción entre el capital constante y el variable, las mujeres y los niños son atraídos de nuevo a la órbita de la producción. Estas dos tendencias contradictorias del capital respecto del trabajo femenino e infantil dan lugar al nacimiento de dos formas ideológicas burguesas características: a) la teoría de la necesidad de la “conservación de la familia” frente a las acometidas de la “civilización”, y b) la teoría de la “libe-ración” de los individuos de los asfixiantes lazos familiares (sobre todo de la potestad del esposo y padre), que no les permiten desarrollarse libremente. Estas dos formas ideológicas contradictorias se desarrollan simultáneamente, aunque en determinadas etapas pueda predominar una sobre la otra, según las exigencias del capital lo impongan.

138 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Cuadro 17

Población económicamente activa. 1895-1900 y 1910

Mujeres ocupadas por rama de actividad

1895 1900 1910

1) Agricultura, silvicultura, caza y pesca 10,653

27,280 62,418

2) Industria183,293

210,556 199,287

3) Servicios315,696

338,974 352,055

TOTAL509,642

575,810 613,760

Fuente: Estadísticas Económicas del Porfiriato, Fuerza de trabajo y actividad económica por sectores, Seminario de Historia Moderna de México, El Colegio de México, pp. 45-58.

Incompletos como son, muestran sin embargo, un sensible aumento en el número de mujeres empleadas por el capital en el lapso comprendido entre 1895 y 1910.

Para 1960, cuando la reacción de la sociedad en contra del proceso ele-mental de desarrollo del capital que agotaba la fuente de trabajo vivo había ya desplazado en una gran medida a las mujeres y los niños de la órbita de la fá-brica con su disciplina cuartelaria hacia la degradante esclavización del hogar y de la estupidizante escuela burguesa, aún existían en nuestro país 1’107,408 obreras, 46,231 jornaleras del campo y 479,601 empleadas de cualquier catego-ría,4 lo que significa que ese número ha debido ir descendiendo (relativamente, desde luego) desde un punto superior alcanzado antes de 1940, fecha en que, aunque tímida y condicionadamente, empezaron a aplicarse en alguna medida las leyes laborales.

En el censo de población de 1960 aparecen registrados 78,196 niños de ambos sexos con edades comprendidas entre ocho y once años en la categoría de “personas ocupadas”. Dejemos que sea el propio recopilador censal el que nos explique este hecho:

...si bien es cierto que conforme a las leyes del país los menores de doce años no pueden trabajar, en la realidad mexicana muchos menores comprendidos entre los ocho y doce años desempeñan trabajo remunerado. Por tal razón se captó en la boleta censal el dato correspondientes a los menores comprendidos en esas edades. Consecuentemente, para la clasificación de la población económicamen-te activa se comprenden las personas con edades de ocho años en adelante, pero separando las de edades comprendidas hasta los once años, de las edades de once años y más.5

4 Fuente: VIII Censo General de Población 1960, Resumen General, cuadro 27, p. 434.5 Fuente: Ibíd., pp. XLV -XLVI.

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 139

Para estas alturas (1960), la educación elemental —la estupidizante educación burguesa— se ha desarrollado hasta el punto máximo que lo puede hacer en la sociedad capitalista, “rescatando” a los niños del despotismo de la fábrica para remitirlos a esos antros repugnantes que son las escuelas; y, sin embargo, toda-vía una cantidad respetable de niños —la que capta el censo está, desde luego, muy debajo de la realidad— trabaja en los establecimientos capitalistas; esto nos da una idea de las gigantescas masas de trabajo infantil que el capital ha debido de explotar en los años anteriores a 1940.

El salario real, en el período comprendido entre 1897 y 1910, dentro de fluctuaciones algo erráticas, presenta una tendencia secular a un ligero descen-so: el salario (diario) mínimo general en pesos de 1900, fue en 1897 de $0.32524 y en 1910 de $0.28777; el salario (diario) mínimo en la agricultura en pesos de 1900 fue, en los mismos años, de $0.3184 y $0.2568 y el de la industria de $0.3218 y $0.3282 respectivamente.

AñosSalario(diario)

Mínimo general en pesos de 1900

Salario (diario) mínimo en la agricultura en pesos de 1900

Salario (diario) mínimo en la industria en

pesos de 1900

1877 0.3218

1885 0.29065 0.2677 0.3364

1886 0.31620 0.2890 0.4122

1887 0.32032 0.2894 0.4300

1888 0.30083 0.2816 0.3591

1889 0.32773 0.3033 0.4001

1890 0.32092 0.2968 0.3725

1891 0.28807 0.2699 0.2965

1892 0.28032 0.2627 0.9550

1893 0.33165 0.3239 0.3340

1894 0.34360 0.3288 0.3696

1895 0.34774 0.3309 0.3606

1896 0.34098 0.3272 0.3371

1897 0.36641 0.3507 0.4263

1898 0.39031 0.3736 0.5026

1899 0.37407 0.3519 0.4912

140 • El desarrollo del capitalismo mexicano

AñosSalario(diario)

Mínimo general en pesos de 1900

Salario (diario) mínimo en la agricultura en pesos de 1900

Salario (diario) mínimo en la industria en

pesos de 1900

1900 0.33973 0.3164 0.4021

1901 0.34623 0.3347 0.3764

1902 0.33687 0.3246 0,3625

1903 0.38768 0.3526 0.4270

1904 0.37335 0.3575 0.4176

1905 0.34944 0.3163 0.3343

1906 0.33708 0.3218 0.3326

1907 0.34235 0.3240 0.3512

1908 0.33137 0.3076 0.3475

1909 0.31953 0.2868 0.3485

1910 0.28777 0.2568 0.3282

1911 0.30311 0.2676 0.3614

Fuente: Estadísticas Económicas del Porfiriato, Fuerza de trabajo y actividad económica por sectores, Seminario de Historia de México, El Colegio de México, pp. 147-149.

Dividiendo por el año de 1898 en dos períodos el cuadro estadístico anterior, encontramos una vertiente ascendente del salario que va de 1877 a 1898; de aquí en adelante se inicia un marcado descenso que, en 1910, pone el salario míni-mo general real por debajo del de 1885. El descenso radical del salario coincide exactamente con la actualización de los efectos del establecimiento de la gran industria maquinizada —proceso este que se inicia en 1890— aumento del censo obrero a causa de la inclusión masiva de mujeres y niños en la producción (véase páginas anteriores), descenso del tiempo de trabajo necesario al aumentar la productividad del trabajo con la maquinización, etcétera.

II. La maquinaria condiciona la prolongación de la jornada de trabajo

1) Cuestiones teóricas6

Siendo la maquinaria el instrumento más poderoso para reducir el tiempo de trabajo empleado en la producción de una mercancía (para potenciar la produc-

6 Resumen, extractos y citas del parágrafo 3, b) del capítulo XIII de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del t. I de El Capital de Carlos Marx, edición citada.

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 141

tividad del trabajo), en manos del capital sirve como el instrumento formidable para alargar la jornada de trabajo, que vence todas las barreras naturales. Las causas de este fenómeno son las siguientes: a) con la maquinaria, el instrumento de trabajo cobra independencia frente al obrero, y se convierte en un mecanismo en movimiento perpetuo; de esta suerte, el trabajador no puede oponer resis-tencia a la tendencia natural del capital a extender la jornada de trabajo; en la manufactura, al dejar de trabajar, el obrero paralizaba también el instrumento manual respectivo y el proceso de producción sólo podía ser reanudado con otro obrero especializado y su instrumento de trabajo; en la industria maquinizada, la máquina sigue en movimiento aunque el trabajador se separe de su puesto; en este caso, el capital sólo debe encontrar otra persona, sin especialización alguna, que vigile, etcétera, la marcha del mecanismo que se mueve por sí sólo; el capital obtiene así una condición más, decisiva en este caso, para someter al trabajador a su despotismo; b) la concurrencia del trabajo de las mujeres y de los niños, que el empleo de maquinaria generaliza, obliga al obrero varón a someterse a las exigencias del capital, bajo pena de ser desplazado por aquellas fuerzas de trabajo excedente; c) la febril competencia entre los empresarios para aumentar la productividad del trabajo, y en esta forma la plusvalía, motiva el constante perfeccionamiento de la maquinaria, lo que ocasiona el desgaste moral de las maquinas en uso, y obliga al capitalista a exprimirles a éstas el mayor valor de uso posible en el menor tiempo; esto se logra, obviamente, alargando la jornada de trabajo; se da así un nuevo motivo para el desarrollo de esta tendencia natural del capital; d) en el período de transición en que la maquinaria constituye una especie de monopolio, el capitalista procura aprovechar al máximo las ganancias extraordinarias que esta ocasión transitoria le brinda, extendiendo la jornada de trabajo; e) como el empleo de maquinaria supone la reducción proporcional del número de obreros y como la plusvalía brota sólo del capital variable, una vez que la maquinaria se ha generalizado en una rama de la producción y cuando, por tanto, se ha restaurado la igualdad relativa entre el valor individual y social del producto y la ganancia ha descendido por debajo de su nivel normal anterior a causa de que ha disminuido el número de obreros explotados, el capitalista se resarce aumentando la jornada de trabajo; f) la población obrera sobrante, crea-da por el empleo capitalista de la maquinaria, al engrosar el censo de sus servi-dores con sectores de la clase obrera que antes le eran inaccesibles y dejar en la calle a los obreros desplazados por las máquinas, con su concurrencia obliga a los obreros ocupados a someterse a la ley impuesta por el capital.

La sobrepoblación obrera, que el propio capital produce por medio de la maquinaria, es el arma más poderosa para someter al trabajador a la ley del capital pues derriba las barreras naturales que se oponían al alargamiento de la jornada de trabajo y convierte toda la vida del obrero y de su familia en tiempo disponible para la explotación del capital.

142 • El desarrollo del capitalismo mexicano

2) La maquinaria y la jornada de trabajo en México

En la amplia cronología de los movimientos huelguísticos desarrollados duran-te el Porfiriato, que aparece en las pp. 307-310 del tomo El Porfirismo. La Vida Social, de la Historia Moderna de México de Daniel Cossío Villegas, encontramos el ejemplo más patente de la codicia desmesurada de los capitalistas mexicanos: en la fábrica de hilados “El Mayorazgo”, de Puebla, los empresarios pretendie-ron alargar la jornada de sus obreros hasta la medianoche; éstos lograron que en el verano se mantuviera en los límites tradicionales: ¡de cuatro de la mañana a nueve de la noche! y que en invierno se redujera para comprender desde las seis de la mañana hasta las nueve de la noche; además, se consiguió ¡media hora para el almuerzo y la comida! Y esto sucedía en las fases propiamente primitivas de la maquinización de la producción, es decir, en la década de los ochenta del siglo pasado, diez años antes de que la gran industria maquinizada empezara su desarrollo impetuoso.

En esa misma cronología, al enumerarse las causas de las huelgas ocu-rridas durante el Porfiriato, van apareciendo, en las diferentes ramas de la pro-ducción y en las distintas épocas de este período, las noticias de las largas y agotadoras jornadas de trabajo a que eran sometidos los obreros mexicanos; se destaca nítidamente la tendencia del capital a alargar desmesuradamente la jor-nada de trabajo y, como contrapartida, la lucha embrionaria de la clase obrera que pugna principalmente porque el tiempo de trabajo no se extienda más allá de los límites hasta ahí existentes, pero no, ni mucho menos, por reducir estos mismos límites.

III. Los efectos de la maquinización de la producción sobre las formas de producción de plusvalía absoluta en relación con las condiciones

de vida de la clase obrera

Ya vimos cómo los métodos de producción de plusvalía absoluta llevan necesa-riamente a la extensión inmoderada de la jornada de trabajo y a la apropiación del trabajo de la mujer y del niño; sin embargo, esta tendencia intrínseca del régimen capitalista sólo cobra su expresión más acabada con la maquinización de la producción, pues ésta sienta las bases para el empleo masivo de obreros sin fuerza muscular y el alargamiento de la jornada de trabajo al “...hacer inútil la fuerza del músculo...” y desterrar el trabajo manual. Aquí nos encontramos con un ejemplo palpable de la relación dialéctica existente entre los métodos de producción de plusvalía absoluta y relativa. Bajo el régimen de la manufactura, el capital da un paso adelante en la producción de plusvalía absoluta: alarga la jornada más allá de los límites heredados de la época de la pequeña producción de mercancías y hace un tímido intento de apropiarse, bajo su base técnica espe-cífica, del trabajo de las mujeres y de los niños; debido a la naturaleza misma de la manufactura (base técnica en el trabajo manual), el capital no puede aún en esta fase apropiarse de todo el tiempo de trabajo del obrero ni de toda la fuerza de trabajo de la clase obrera. El hambre insaciable de trabajo excedente choca

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 143

con la base técnica reducida de la manufactura que no le permite extenderse a costa del aumento de la jornada de trabajo (porque el capital no logra aún eman-ciparse de las trabas personales que le impone el trabajo manual), originando así la necesidad de aumentar el trabajo excedente por medio de la reducción del tiempo de trabajo necesario, lo cual, en las circunstancias existentes, única-mente puede lograrse revolucionando por completo el régimen de producción mediante el paso al empleo generalizado de máquinas-herramientas. El empleo de maquinaria para la producción trae consigo importantes consecuencias: en primer lugar, consuma el divorcio entre el obrero y sus condiciones de trabajo, convirtiéndolas en propiedad del capital; en segundo lugar, emancipa al capital de las trabas personales que le imponía el trabajo manual; en tercer lugar, reduce el trabajo, en términos generales, a trabajo simple que no requiere preparación especial y es independiente de la fuerza física de la persona; en cuarto lugar, la maquinaria forma un cuerpo objetivo, independiente de los obreros, y convier-te a éstos en simples apéndices suyos. Todas estas condiciones, que surgen de la actividad conciente del capitalista para reducir la parte de la jornada que el obrero trabaja para sí, se convierten en potentes palancas para la producción de plusvalía absoluta. En efecto, la concurrencia del trabajo de las mujeres y los niños y la pérdida de la base del trabajo manual atan a los obreros a la fábrica con cadenas indestructibles, se hace posible entonces su supeditación a las exi-gencias del capital, en este caso a la prolongación desmedida de la jornada de trabajo, que habiendo empezado a desarrollarse tímidamente bajo el régimen manufacturero, alcanza, con la implantación de la gran industria maquinizada, su apoteosis.

La máquina, medio específico de producción de plusvalía relativa, al ac-tuar también como palanca para el desarrollo de la producción de plusvalía ab-soluta es el instrumento más adecuado para convertir definitivamente toda la vida del obrero en tiempo disponible para el capital y a toda la clase obrera (mu-jeres y niños inclusive) en fuerza de trabajo al servicio del capital. En este senti-do, la máquina consuma los procesos iniciados en la época manufacturera.

La supeditación real del obrero al capital, que se realiza con la incorpora-ción del instrumento manual a la máquina, priva a aquél de la base para su de-sarrollo individual independiente y lo convierte en un apéndice del mecanismo, da pie a su vez para la potenciación inconmensurable de todos los medios que conducen a la supeditación formal del obrero (medios que son a la vez formas de producción de plusvalía absoluta); se transforma toda la vida del obrero en tiempo de trabajo para el capital y se incorpora a toda la clase obrera a la pro-ducción, inclusive a las mujeres y los niños; estos últimos, junto con los miles de artesanos independientes y obreros manufactureros que la máquina lanza al arroyo, forman una población obrera sobrante que actúa como poderoso grille-te para mantener a los obreros ocupados aherrojados al capital y sometidos a sus necesidades e intereses y a toda la clase obrera en general (ocupados y des-ocupados) anexados a él de por vida. Privados los obreros de la base para una existencia independiente del capital y presionados mutuamente los sectores de

144 • El desarrollo del capitalismo mexicano

trabajadores ocupados y desocupados, no tienen aquéllos más remedio que so-meterse definitivamente al capital, el que hace valer su preeminencia desatando la más cruel de las violencias para rematar su obra más preciada: la esclaviza-ción del proletariado. Se consuma así el proceso, iniciado desde la cooperación simple, de supeditación formal del trabajador directo al capital la que después se reproduce automáticamente por el propio desarrollo de éste.

Ya tuvimos oportunidad de examinar en qué forma, en la fase última del Porfiriato, a la par con la mecanización masiva de la producción se desató una ola de violencia sin precedentes que tuvo como finalidad precisamente dar el golpe de gracia al productor directo para convertirlo irremisiblemente en obrero asalariado, anexado de por vida al capital (véase el capítulo referente a la pro-ducción de plusvalía absoluta).

La extensión de la jornada de trabajo más allá de los límites naturales, la anulación de las condiciones de reproducción de la clase obrera al lanzar a la fábrica a las mujeres y a los niños y el engrosamiento de las capas de personas sin base alguna de vida cuya primera oleada había sido producida por el despojo primitivo de campesinos y artesanos, todo esto provocado por la introducción de la maquinaria, refuerza y potencia las tendencias naturales del capital, que en las fases anteriores llevaban a la extenuación y la muerte prematura de la clase obrera y a una situación general entre la población trabajadora de hambre, falta de vivienda, enfermedades y muerte. La maquinaria, al ser empleada como medio de producción de plusvalía relativa, da la base para que se centupliquen las conse-cuencias desastrosas de la producción de plusvalía absoluta sobre la clase obrera.

Para observar las consecuencias que sobre la clase obrera y la población en general tuvo la introducción de maquinaria al potenciar las formas de pro-ducción de plusvalía absoluta, remitimos al lector al capítulo de este mismo trabajo en el que se estudia la última fase del período Porfirista.

Aquí cabe, en contra de los teóricos pseudorevolucionarios de nuestro país, la misma observación hecha a propósito de la producción de plusvalía ab-soluta: la maquinaria, además de los efectos depredatorios que por sí misma tiene sobre la clase obrera y que analizaremos en el capítulo siguiente, mul-tiplica, al reforzar las formas de plusvalía absoluta, la aterradora miseria en que se debate la clase obrera. No es el bajo desarrollo del capitalismo, sino su perfeccionamiento, no la falta de “industrialización”, sino precisamente el desa-rrollo de ésta, no la persistencia de un régimen económico anterior, sino el pleno desenvolvimiento de la economía moderna lo que ocasionó la terrible situación de los trabajadores en las últimas fases del Porfirismo.

No se sabe de qué asombrarse más respecto de las elucubraciones de nuestros sesudos teóricos “marxistas”, si de su absurda pretensión de que el feudalismo seguía existiendo durante el Porfiriato, cuando la destrucción de ese régimen económico-político había concluido en la década de los sesenta del siglo pasado, o de la teoría de que en esa misma época (últimas fases del Porfiriato) no existía aún la verdadera industria maquinizada, cuando ésta se alzaba ya sobre las ruinas, no sólo de la industria artesanal, sino de la propia

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 145

manufactura, forma ésta ya típicamente capitalista de producción. Para tales “revolucionarios” el movimiento de 1910 fue una revolución democrático-bur-guesa (antifeudal y antiimperialista) cuando, como lo dejamos establecido en páginas anteriores, la esencia de esa lucha fueron, simple y llanamente, las alta-mente agudizadas contradicciones interburguesas. Trasladadas al presente, esas tesis toman dos formas fundamentales que se complementan recíprocamente: la teoría de la existencia de reminiscencias feudales y la idea de la opresión imperialista sobre la “industria nacional” que, o no ha acabado de nacer, o lleva una vía deformada de desarrollo; en esta forma, las condiciones miserables de vida existentes actualmente en nuestro país, o son una herencia no superada del régimen anterior, reminiscencias del mismo, o producto de la penetración impe-rialista, o ambas cosas a la vez que el capitalismo no puede resolver por su bajo y deformado desarrollo; se propone entonces una fase de transición en la que el capitalismo, dirigido por los obreros, los campesinos y algunos sectores de la burguesía independice la industria nacional y dé rienda suelta a sus posibilida-des progresivas de desarrollo, elevando en la medida de lo posible las condicio-nes de vida del pueblo mexicano para acabar con su atraso tradicional; cuando ese régimen capitalista haya agotado sus posibilidades progresistas y ya no pue-da brindarle nada al proletariado, éste, dirigido por sus ansias de mejoramiento, pasará a organizar la sociedad bajo la forma socialista. El punto básico de esta vulgarización extrema del marxismo es la consideración de que el régimen feu-dal representa un tipo de organización que, a causa del bajo desarrollo de las fuerzas productivas, crea la miseria de la sociedad; el capitalismo es un régimen que, explotador en esencia, puede sin embargo mejorar en parte las condiciones de vida del proletariado (o se le puede obligar a ello) pero no llega a emanciparlo definitivamente; luego, hay que desarrollarlo hasta el punto en que ya no pueda darle nada al proletariado y se haga necesario sustituirlo por el socialismo. La refutación de todas estas concepciones burguesas, mal disfrazadas de socialis-tas, es el análisis científico del desarrollo del capitalismo mexicano, el cual nos demuestra que aquí, como en cualquier otra parte del mundo, cada paso que da ese régimen social vulnera necesariamente la existencia del obrero en mil y una formas distintas, a cuál más depredadora.

IV. Reacción de la clase obrera y de la sociedad frente a las depredaciones del capital

La extenuación y la muerte prematura de los obreros fabriles, las condiciones miserables y degradantes de vida a que son sometidos, el hambre y las enferme-dades que se extienden a todo la población, el despotismo ilimitado del capital, etcétera, provocan necesariamente la rebelión de los trabajadores y una reacción de la sociedad para atenuar en parte estos excesos de los capitalistas y preservar así la cantera de trabajo vivo que su codicia amenaza con extinguir.

En 1931 se dictó por el gobierno burgués mexicano una ley laboral des-tinada a corregir los excesos más patentes y atentatorios que cometía el capital contra su fuente de plusvalía; la aplicación de esas leyes, sobre todo en lo que se

146 • El desarrollo del capitalismo mexicano

refiere a la jornada de trabajo, fijada su extensión máxima en ocho horas, y a la reglamentación del trabajo de las mujeres y de los niños, mezquina y condicio-nada como todo lo que hace el capital en relación con el obrero, logró imponer, en un lento proceso, un dique a esas tendencias avasalladoras del régimen bur-gués y empezó a reducir en cierta medida los efectos más repugnantes y visibles de la explotación capitalista.

La dialéctica del desarrollo del régimen capitalista determina que todo lo que haga el capital, incluso un aumento sustancial en las condiciones de vida de la clase obrera, se traduzca definitivamente en una vulneración más profunda de esas mismas condiciones. Así, los resultados principales para la clase obrera de la aplicación de las mezquinas leyes laborales son las siguientes:

por una parte, al reducir la jornada de trabajo al límite de las ocho horas (aunque • con un sin fin de excepciones legales que de hecho convierten esas ocho horas en diez o más), al volver a la mujer al hogar y al niño a la escuela, etcétera, el capital hizo descender en gran medida la mortalidad de la clase obrera, con lo que se obtuvo un aumento sustancial de la población; pero en el régimen capitalista todo aumento de la población al echar al mundo más personas que carecen de todas las condiciones de vida, trabajo y salud multiplica en propor-ción geométrica las causas de miseria, enfermedades y muerte. El Estado, frente a este hecho, acelera la aplicación de las leyes laborales a la vez que inicia una política de salud pública, con lo que hace aumentar de nuevo la población, ini-ciándose el mismo círculo en una escala cada vez más alta. Nada más repugnante que este movimiento del capital, que para mantener e incrementar el número de sus servidores (clase obrera) deba hacerlo a costa de derrochar cantidades gigantescas de vidas humanas. Por eso veremos, al ilustrar la ley general de la producción capitalista en nuestro país, cómo la fabulosa inversión del gobierno mexicano en salud pública se traduce necesariamente en un aumento absoluto del censo de hambrientos, enfermos y muertos que a su vez requiere otro au-mento de la inversión en salud pública, y así indefinidamentela intensificación del trabajo, que somete al obrero a nuevas torturas a la vez • que multiplica las antiguas.

B. La maquinaria determina la intensificación del trabajo, la cual es una forma de producción de plusvalía relativa

1) Cuestiones teóricas7

Habíamos visto cómo el Estado, obligado por la rebeldía de la clase obrera, impone un límite legal a la tendencia del capital a alargar la jornada de trabajo. Así mismo, veíamos cómo este límite legal, impuesto desde fuera, impulsa al capital hacia la producción de plusvalía relativa (es decir, plusvalía producida

7 Resumen, extractos y citas del parágrafo 3, c) del capítulo XIII de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del t. I de El Capital de Carlos Marx, edición citada.

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 147

por la reducción del tiempo de trabajo necesario) con lo que acelera los progre-sos del sistema de maquinaria. También nos encontrábamos con que esta forma de producir plusvalía relativa estaba gravada por una contradicción inmanente: sólo se podía alcanzar este resultado a costa de reducir el número de obreros que trabajaban bajo un capital determinado, es decir, reducir lo que es fuente de plusvalía, la fuerza de trabajo. En estas condiciones, el capitalista, motivado por su irrefrenable codicia de ganancias, para compensar la disminución del número proporcional de obreros explotados y la reducción legal de la jornada de trabajo no puede hacer otra cosa que intensificar el trabajo como medio para aumentar el trabajo excedente.

La intensificación del trabajo produce plusvalía relativa porque permite condensar en un lapso de tiempo determinado una mayor cantidad de trabajo, lo que se traduce en un aumento en la productividad del mismo por unidad de tiempo y en una reducción del tiempo de trabajo necesario y, a la larga, del valor de la fuerza de trabajo.

La intensificación del trabajo descansa en el principio de que, dentro de ciertos límites, la capacidad del rendimiento del trabajo está en razón inversa al tiempo durante el cual actúa y que por eso lo que se pierde en duración del trabajo se gana en intensidad. La intensificación del trabajo se logra aumentan-do la velocidad de las máquinas y el radio de acción de la maquinaria que ha de vigilar el mismo obrero.

Con la introducción de la maquinaria aumenta, por impulso natural, la velocidad y por tanto la intensidad del trabajo. Pero este aumento queda de he-cho nulificado por el carácter predominantemente extensivo del trabajo. Sólo cuando se impone coactivamente al capital la reducción de la jornada, es que obra plenamente esa tendencia suya a aumentar la intensidad del trabajo.

Las bases para el aumento de la intensidad del trabajo son: l) la reducción de la jornada de trabajo, que crea las condiciones subjetivas, o sea, la capacidad del obrero para desplegar más fuerza de trabajo dentro de un tiempo dado, y el motivo directo, determinado por su hambre insaciable de trabajo excedente, para que el capitalista compense la reducción de la plusvalía, y 2) la producción maquinizada, que es la condición objetiva, pues con su constante perfecciona-miento brinda la posibilidad de aumentar la velocidad de las máquinas y el radio de acción de las mismas que ha de vigilar el obrero.

La máquina, además de ser un instrumento poderoso para alargar la jornada de trabajo, se convierte en un medio sistemáticamente aplicado para absorber más trabajo del obrero dentro del mismo tiempo; permite aumentar la explotación del obrero, incrementando, por la intensificación del trabajo, la cantidad de plusvalía (trabajo no retribuido) que le arranca el capital.

La intensificación produce un desgaste geométricamente acelerado de la fuerza de trabajo que es imposible de reponer aunque se pague un alto salario; esto es así porque los procesos orgánicos del ser humano sólo tienen una cierta capacidad para regenerar las fuerzas físicas del individuo, la que se ve necesa-

148 • El desarrollo del capitalismo mexicano

riamente sobrepasada con mucho por el desgaste provocado por el trabajo más intenso.

En un punto determinado de su desarrollo, la intensificación del trabajo provoca también la extenuación y muerte prematura de la fuerza de trabajo; los efectos depredadores del capital sobre el trabajo no se extinguen con la re-ducción legal de la jornada, sino sólo conquistan una nueva base para un nuevo impulso ascendente; la miseria, el hambre, las enfermedades y la muerte pre-matura, productos peculiares del régimen capitalista de producción, reconocen su origen tanto en la extensión inmoderada de la jornada de trabajo como en la reducción de la misma.

Por último, la intensificación del trabajo, que es uno de los pilares de las llamadas “sociedades de consumo”, da lugar a una descomposición y degenera-ción de los órganos y procesos orgánicos de los trabajadores, los que son puestos a funcionar mucho más allá de sus límites naturales y para fines distintos de los de su destino natural.

Nos encontramos aquí con la manifestación explícita de la esencia del régimen capitalista de producción que convierte todos los progresos de la ma-quinaria en otros tantos medios para obtener una mayor absorción de la fuerza de trabajo.

Con la intensificación del trabajo se da un paso más en la supeditación real del obrero al capital, pues se adecuan todos sus movimientos a los de la máquina, reafirmando su condición de apéndice de la misma.

2) La intensificación del trabajo en México

En nuestro país, como lo hemos visto a lo largo de este trabajo, el capitalismo ha seguido los mismos pasos fundamentales que en todas las demás partes del mundo. A la implantación de la jornada legal de trabajo de ocho horas (con las salvedades ya anotadas) siguió necesariamente un aumento en la intensidad del trabajo. Para ilustrar este fenómeno tal como se desarrolló en México hemos to-mado como objeto de estudio la rama industrial de los textiles, en donde ese pro-ceso es más nítido, basándonos íntegramente en la monografía de Javier Barajas Manzano Aspectos de la Industria Textil del Algodón en México editada en 1959.8

La cantidad de obreros ocupados en la industria textil del algodón desciende rápidamente desde 1946, año que el autor señala como punto de arranque del proceso de modernización de esa rama de la producción; el valor y volumen de la producción presentan un ritmo sostenido de aumento desde 1943 en adelante; la productividad por hora-hombre en la industria textil del algodón se incrementa desde un 87.7 en 1940 hasta un 186.2 en 1955.

8 Barajas Manzano, Javier, Aspectos de la Industria Textil del Algodón en México, Instituto Mexicano de Investigaciones Económicas, México, D. F., 1959.

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 149

Cuadro 19

Algunas características de la Industria Textil del Algodón

AñosObreros

ocupados

Valor de la producción

miles de pesos

Índice de volumen de la producción. 1939 = 100

Índice de productividad por hora-hombre. 1939=100

Industria de transformación

Hilados y tejidos de algodón

1940 96.92 87.7

1941 94.34 85.3

1942 94.70 78.5

1943 50,815 431,834 148.0 96.38 85.4

1944 52,457 491,934 151.1 101.51 86.8

1945 54,000 544,755 163.8 107.84 91.7

1946 55,811 643,878 164.9 107.57 86.2

1947 52,139 618,799 146.5 102.75 91.8

1948 50,824 692,783 157.5 110.71 98.1

1949 48,291 717,409 162.7 102.16 112.5

1950 48,489 881,845 186.0 111.43 124.4

1951 46,532 985,824 205.6 116.17 151.8

1952 44,632 958,160 200.0 114.93 146.9

1953 44,161 880,863 181.8 114.42 160.6

1954 39,556 1’038,756 205.7 123.94 175.7

1955 41,225 1’267,174 237.4 135.01 186.2

1956 32,640

1957 32,847

Fuente: Barajas Manzano, Javier, op. cit., cuadros núms. 2, 7 y 12, pp. 30-32-38.

Los datos anteriores nos permiten suponer que de 1946 en adelante, año este en que ya se aplican más o menos sistemáticamente las leyes laborales y en el que empieza a descender el número de obreros ocupados a la vez que asciende la producción (salvo en el caso de 1947), debe haberse dado, a la par que una mo-dernización de la maquinaria, un aumento radical en la intensidad del trabajo.

150 • El desarrollo del capitalismo mexicano

El estudio de los años de fabricación de los mecanismos empleados en las fábri-cas de hilados y tejidos de algodón y del número de los mismos atendidos por cada obrero en el año de 1957 nos confirmarán definitivamente ese supuesto:

Año de fabricación

Núm. de cardas que cuida un obrero.

Promedio Nacl.

Obrero por estirador

ídem

Husos de veloz por

obrero ídem

Husos de trócil

ídem

Husos de canillera

ídem

Telares por

obrero ídem

Hasta 1900 8.33 1.05 146.68 298.86 3.57

De 1901 a 1905 9.50 0.89 167.41 265.55 3.99

De 1906 a 1910 10.24 1.16 169.99 342.14 0.081 4.28

De 1911 a 1915 9.76 1.02 268.11 368.63 1.656 4.71

De 1916 a 1920 11.11 0.67 173.34 585.78 7.58

De 1921 a 1925 13.71 0.86 106.38 526.25 1.844 5.29

De 1926 a 1930 12.33 0.96 146.13 455.94 0.750 5.26

De 1931 a 1935 12.16 0.93 176.24 392.93 0.392 8.40

De1936 a 1940 10.47 0.66 228.09 486.66 11.63

De 1941 a 1945 0.75 145.60 706.50 0.676 12.73

De 1946 a 1950 18.16 0.50 271.11 1,089.00 0.566 10.25

De 1951 a 1955 11.32 0.50 230.03 726.81 0.894 11.58

De 1956 a 1957 23.67 0.77 171.77 1,050.25 0.726 12.23

Fuente: Barajas Manzano, Javier, op. cit., cuadros núms. 20, 23, 26, 29, 35 y 44, pp. 57, 63, 68, 74 y 84.

Conforme más modernos son los mecanismos, mayor es el número de ellos que tiene que atender cada obrero; ésta es una tendencia que se desarrolla en la in-dustria textil a la par que el mismo proceso de extensión de la jornada de trabajo (de 1900 hasta 1940); pero la intensidad del trabajo sólo adquiere su propia fiso-nomía cuando, en el período de 1946-1950, empiezan a aplicarse de una manera sistemática las leyes laborales y se reduce por tanto la jornada de trabajo; así, en ese período observamos un salto en el ritmo ascendente de la intensificación del trabajo en casi todos los renglones comprendidos en el cuadro anterior, el que obedece a que en esos años tuvieron que introducirse mecanismos más per-feccionados para compensar los descensos en las ganancias provocados por la reducción de la jornada.

Debemos aclarar que, como es sabido, la industria textil, quizá la más protegida en el país, es la que ha tenido un proceso más lento de modernización

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 151

que la mayoría de las restantes ramas industriales. En consecuencia, en éstas la intensificación del trabajo ha debido ser, necesariamente, mucho más decisiva y radical.

Las consecuencias de la intensificación del trabajo en toda la industria mexicana —proceso que se inicia aproximadamente en la década de los cua-renta— sobre la salud y la vida de la clase obrera las describiremos cuando más adelante ilustremos la ley general de la producción capitalista en su desarrollo en nuestro país; bástenos por ahora decir que es a partir de esta época cuando cobra gran importancia, determinada por este mismo fenómeno, la actividad estatal masiva (a través de Institutos de Seguridad Social, etcétera) para intentar cuando menos paliar el gran auge de las enfermedades y la mortalidad dentro de la clase obrera.

C. Consecuencias de la industria mecanizada para el obrero derivadas de su carácter de forma de producción de plusvalía relativa.

Se consuma la supeditación real del obrero al capital

I. La fábrica y el obrero9

La fábrica es la forma acabada del sistema de maquinaria; en ella se consuman el proceso de despojo de las condiciones de trabajo del obrero individual, que se polarizan en el extremo del capital, y la supeditación real de aquél a éste.

La herramienta y el virtuosismo en su manejo pasan del obrero a la má-quina y a través de ella al capital. Con la máquina, la capacidad de rendimiento de la herramienta se emancipa de las trabas personales que supone la fuerza humana de trabajo. Este despojo definitivo del obrero individual se traduce en la supeditación definitiva al capital, frente al que queda inerme y a su entera disposición.

Esta supeditación es determinada por la tendencia existente en la fábrica a la nivelación de los distintos trabajos encomendados a los auxiliares de las má-quinas y por la división del trabajo en el seno de la fábrica, que tiene el carácter de distribución de obreros entre las máquinas especializadas; lo que, puesto que los movimientos globales de la fábrica no parten del obrero sino de la máquina, se traduce en la posibilidad de cambiar el personal constantemente sin que se interrumpa el proceso de trabajo; el capital emplea esta posibilidad como un arma para mantener al obrero aherrojado a la fábrica y al despotismo de los empresarios bajo la amenaza de ser sustituido por otro trabajador.

Por otro lado, la supeditación real del obrero se consuma en la fábrica por-que ahí se desarrolla la especialización de los trabajadores como servidores vita-

9 Resumen, extractos y citas del parágrafo 4 del capítulo XIII de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del t. I de El Capital de Carlos Marx, edición citada. Desarrollos del autor sobre las formas extremas que adoptan la explotación y la ley de la depauperación creciente dentro de la fábrica capitalista.

152 • El desarrollo del capitalismo mexicano

licios de una máquina especial, convirtiéndolos así desde la infancia en apéndices íntimamente unidos a aquélla, en otro instrumento más de la misma. Se consu-ma así la supeditación impotente del obrero a la unidad que forma la fábrica.

Aquí debemos distinguir claramente entre la maquinaria en sí y su empleo capitalista. Al emancipar al obrero del trabajo manual, la maquinaria crea la po-sibilidad de que se emancipe también de la división del trabajo, convirtiéndose en un hombre total cuya función consista en manejar mecanismos de la más variada índole. El empleo capitalista de la misma determina, sin embargo, que la movilidad que adquiere el obrero se emplee para desplazarlo constantemente de la fábrica y para adscribirlo de por vida a una máquina parcial especializada, haciendo renacer la antigua especialización del trabajador pero ahora con resul-tados más perniciosos para el obrero.

Del despojo y supeditación definitivos se derivan las relaciones, dentro de la fábrica, entre el obrero y las condiciones del trabajo. En la fábrica el obrero sirve a la máquina, debe seguir sus movimientos; existe por encima de él un me-canismo muerto al que se le incorpora como apéndice vivo. En resumen, en la fábrica cobra su expresión más concentrada el hecho común a toda producción capitalista: lejos de ser el obrero quien maneja a las condiciones de trabajo, son estas las que lo manejan a él; y esto es así porque esas condiciones pertenecen al capital y éste las emplea de acuerdo con su interés fundamental: el incremento constante de la plusvalía absorbida a los obreros.

En la fábrica, con el empleo de maquinaria se priva al trabajo de todo contenido. El artesano y el campesino independientes —y más aún, desde luego, el salvaje de la comunidad primitiva— mantenían en una relación armónica sus fuerzas físicas y espirituales con el trabajo y a través de éste con la naturaleza; esa primitiva unidad del obrero con sus condiciones de trabajo le permitía de-sarrollarse saludablemente tanto física como mentalmente, ya que el trabajo manual, que ponía en juego todos los músculos de su cuerpo, le garantizaba lo primero, y la relación directa entre sus potencias psíquicas y el proceso de tra-bajo a través de la autodirección del mismo, le aseguraban la segunda; como en la época en que predominaba ese tipo de productores la producción tenía como finalidad única el consumo y no la obtención de plusvalía, la jornada de trabajo estaba contenida dentro de límites naturales muy estrechos y el ritmo de trabajo era lento y pausado; ni qué decir se tiene del virtuosismo del obrero (del artesa-no y del campesino), que les proporcionaba a éstos un placer muy especial. El capitalismo empieza a romper esta primitiva unidad a partir de la cooperación simple y la consuma, con la máquina, en la fábrica. Al hacerse inútil el esfuerzo físico, el desarrollo del organismo entra en un proceso de degeneración que se caracteriza por la distensión de todos los músculos y la atrofia de los órganos fundamentales, cuyo funcionamiento normal estaba anteriormente ligado ínti-mamente con el trabajo manual y mental, los que eran a su vez una unidad; el capitalismo no puede restaurar, por su propia esencia, esa primitiva fortaleza física y de hecho todos los intentos que realiza para lograrlo desembocan preci-samente en lo contrario, en una mayor degeneración y atrofia del organismo hu-

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 153

mano; la proliferación de la gimnasia y los deportes, que es una reacción instin-tiva frente al alarmante descenso de las facultades físicas del hombre, conduce necesariamente a lo contrario de lo que se propone: las bruscas sacudidas a que se somete la resistencia del cuerpo humano, al hacerlo pasar intempestivamente de la pasividad al movimiento febril, arruinan la estructura física del organismo en mayor medida que la propia inactividad; además, el desgaste que significa la realización de los ejercicios físicos viene a sumar sus efectos a los de la completa extenuación física y mental a que somete el trabajo maquinizado al obrero (por medio de la extensión inmoderada de la jornada o por la intensificación del tra-bajo). Con los progresos de la maquinaria se desplaza cada vez más el trabajo físico de la producción, reproduciéndose así en escala superior las causas de la degeneración y atrofia del organismo humano. Bajo estas circunstancias apare-cen nuevas enfermedades que se derivan directamente de la inactividad física. De hecho se ha desarrollado una nueva patología que corresponde específica-mente a la sociedad industrial.

Encontramos aquí cómo del núcleo mismo del régimen capitalista, de la fábrica, brotan como su producto más peculiar y se multiplican conforme avan-zan los progresos de la maquinaria, la degeneración y la atrofia del organismo humano y las enfermedades, que no por más civilizadas son menos espantosas y de efectos menos devastadores para la clase obrera y la población en general. Se agregan así estos nuevos atentados del capital contra el trabajo a los que surgen directamente de la fase superior de la producción de plusvalía absoluta.

En la gran industria se consuma el divorcio entre las potencias espiri-tuales del proceso de producción y el trabajo físico con la transformación de aquéllos en resortes del capital sobre el trabajo. La unidad que existía entre el trabajo manual y mental en los pequeños productores independientes es rota definitivamente por el capital en la época de la industria maquinizada, por lo que se condena a la mayoría de los obreros a realizar exclusivamente trabajo físico, anulando así sus facultades intelectuales y originando la degeneración fí-sica de su cerebro y sistema nervioso; las enfermedades psíquicas, en su variada gama, tienen como origen precisamente esa anulación y atrofia de las faculta-des intelectuales del obrero y la degeneración de su cerebro y sistema nervioso, potenciados sus efectos por la tensión a que somete el capitalismo a todos los individuos, a quienes obliga a desviar la actividad mental hacia la elucubración de los apetitos más insanos a la vez que bloquea en cierta medida su realización, multiplicando con esto la fuerza de los mismos y, obviamente, su presión des-tructora sobre la mente.10

10 Agreguemos a esto el hecho de que la misma forma individual de existencia del ser humano dentro del régimen capitalista determina que subsista y se desarrolle en gran medida la forma individual de pensamiento, lo que se traduce en un mayor desgaste y degeneración del cerebro y sistema nervioso de las personas. En efecto, el hombre moderno aún tiene que proveer a la satisfacción de sus necesi-dades elementales (trabajo, techo, alimentación, sexo, etcétera) y a las de otro género, por sí mismo, con lo que, obviamente, pone a trabajar su cerebro más allá del máximo normal de capacidad para buscar los medios de lograr aquella satisfacción.

Las personas que realizan el trabajo mental, a quienes el desarrollo avasa-llador del capitalismo convierte cada vez en mayor medida en obreros, también reciben en carne propia los efectos del régimen fabril: el excesivo funcionamien-to del cerebro en una actividad parcial acarrea necesariamente el agotamiento del mismo y crea el campo para una serie de enfermedades típicas que forman toda una rama de la Patología de la Sociedad Industrial; además, el embota-miento de toda la gama de facultades mentales cuando el obrero intelectual se especializa en una sola función lleva al desarrollo ilimitado del cretinismo, la estupidez, la superstición y la “imaginación” más vulgares dentro de esta capa de trabajadores. En ambos grupos de trabajadores las enfermedades psíquicas reobran, por medio de un mecanismo descrito minuciosamente por Freud, so-bre todo el resto del organismo, generando por cuenta propia una multitud de enfermedades físicas. De la anulación del trabajo mental, de su exaltación y de su extrema división brotan también nuevas formas de opresión sobre la clase obrera que se traducen, como hemos visto, en enfermedades físicas del cerebro y del sistema nervioso, enfermedades psíquicas y enfermedades físicas del resto del organismo derivadas de estas últimas.

Con la gran industria se desarrolla un régimen fabril basado en una dis-ciplina cuartelaria por el cual el capitalista reglamenta el proceso de trabajo y, en consecuencia, la actividad de los obreros; el empresario establece un regla-mento penal privado interno que corona el odioso despotismo del capital sobre el obrero.

La misma esencia del régimen capitalista de producción impone la nece-sidad de la mayor economía de los medios sociales de producción; por eso los mecanismos y la fábrica en su totalidad son diseñados y construidos específica-mente para su finalidad productiva, economizando al máximo los dispositivos de seguridad, ya no digamos de bienestar, para los trabajadores.

...Aquí, sólo aludiremos ligeramente a las condiciones materiales bajo las cuales se ejecuta el trabajo en las fábricas. Todos los sentidos se sienten perturbados por la elevación artificial de la temperatura, por la atmósfera cargada por des-perdicios de material, por el ruido ensordecedor, etcétera. Y no hablemos del peligro que supone tener que trabajar y circular entre la maquinaria apretujada, que produce sus partes industriales de batalla con la periodicidad de las esta-ciones. La tendencia a economizar los medios sociales de producción, tenden-cia que bajo el sistema fabril madura como planta de estufa, se convierte, en manos del capital, en un saqueo sistemático contra las condiciones de vida del obrero durante el trabajo, en un robo organizado de espacio, de luz, de aire y de medios personales de protección contra los procesos de producción malsanos e insalubres, no hablemos de los aparatos e instalaciones para comodidad del obrero…11

Los accidentes de trabajo y las “enfermedades industriales” —distintas éstas de las que señalábamos en párrafos anteriores—, son el fruto más representati-

11 Marx, Carlos, op. cit., pp. 252-253.

154 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 155

vo de las peores manifestaciones de la codicia capitalista, las cuales denuncian por sí mismas de qué manera el capital sólo sabe desarrollarse aniquilando las condiciones de vida y de trabajo del obrero. La maquinización de la producción determina necesariamente la degeneración y atrofia del organismo de los traba-jadores; la intensificación del trabajo, fruto imprescindible del empleo capitalis-ta de las máquinas, remata aquel proceso de descomposición al organizar todas las funciones del organismo de los obreros como accesorias y complementarias de las funciones de los mecanismos; todos los órganos del ser humano, todos sus procesos fundamentales, son cambiados de su destino natural humano hacia la función de apéndices de las máquinas; de esta suerte, bajo la caricaturesca apa-riencia exterior de un ser humano, el organismo de los trabajadores se encuen-tra en un estado en que todos sus órganos y procesos fisiológicos fundamentales han perdido las funciones naturales para las que fueron creados a través de cientos de miles de años de labor paciente de la naturaleza y están por tanto en franca descomposición; las funciones de los órganos y procesos fundamentales del organismo humano han sido transformados por el capital, a través de la maquinización de la producción y de la intensificación del trabajo, de funcio-nes naturales del ser humano en medios para obtener cantidades crecientes de plusvalía, de ganancia, provocando con esa conversión la degeneración y atrofia progresivas e irreversibles (dentro del régimen capitalista) de los mismos en re-lación con su destino natural y su desgaste acelerado por el ritmo impetuoso del funcionamiento que les impone el capital en su nuevo carácter. La intensifica-ción del trabajo termina a conciencia el proceso de conversión del obrero en un apéndice de la máquina, es decir, consuma definitivamente la supeditación real de éste al capital y da el impulso decisivo a la degeneración, atrofia y descompo-sición del organismo de los trabajadores.

En las llamadas “sociedades de consumo” se utiliza la exaltación de los instintos y de los sentidos de los obreros como forma de mantenerlos aherroja-dos a la fábrica y de adaptarlos definitivamente al funcionamiento de las má-quinas y como medios para aumentar el consumo a través de su halago con una cantidad creciente de bienes cada vez más sofisticados; de esta manera, los instintos y los sentidos se convierten, de medios humanos para relacionarse con la naturaleza, en fines en sí mismos que se desarrollan desmesuradamente con independencia de su función natural, sometiendo a una sobretensión a los órga-nos en que radican y contribuyendo desde este otro frente al desgaste acelerado y a la degeneración progresiva del organismo de los obreros.

Es evidente que los órganos y procesos fundamentales de los trabajado-res, al ser desviados de sus funciones naturales, pierden necesariamente la re-sistencia y las defensas frente a los fenómenos exteriores adquiridas en cientos de miles de años de interacción con la naturaleza; nuevas y más peligrosas en-fermedades hacen presa del organismo humano. Por otro lado, esa misma situa-ción determina que una misma cantidad de trabajo produzca un desgaste cada vez mayor de la fuerza de trabajo.

156 • El desarrollo del capitalismo mexicano

El sistema fabril hace a la sociedad entera lo mismo que al obrero en el interior de la fábrica; los desechos de sus procesos productivos envenenan el ambiente en que se desenvuelven las personas en los grandes centros indus-triales; la contaminación del agua y del aire, la destrucción de las áreas verdes, etcétera, vulneran peligrosamente la salud de los habitantes de las ciudades. Si agregamos a esto la gran cantidad de vehículos para el transporte individual —producto del desarrollo ilimitado del espíritu individualista de los consumidores originado por el propio capitalismo— que circulan en la mayoría de los centros habitados de los países industriales llenando el ambiente de los desechos de la combustión, de ruidos, etcétera, y que son una amenaza directa a la vida de los peatones, tendremos el cuadro completo. El obrero, que sale exhausto y abatido de la fábrica, tiene que pasar después por la rueda trituradora del sistema fabril en sus manifestaciones exteriores. Esta nueva fuente de tormentos y enfermeda-des para el obrero se viene a sumar a la ya larga lista de depredaciones del capital sobre el trabajador que hemos venido enumerando a lo largo de este trabajo.

En un capítulo posterior ilustraremos con abundancia de datos todos es-tos fenómenos que se han descrito en su manifestación en el régimen capitalista mexicano.

II. Lucha entre el obrero y la máquina

a) Desplazamiento de obreros por la máquina12

La industria maquinizada, al irse apoderando de las distintas ramas de la pro-ducción con su arma favorita, el abaratamiento de las mercancías, que logra por medio del aumento de la productividad del trabajo, ocasiona la ruina de los viejos oficios manuales y las manufacturas, con lo cual desplaza a los artesanos y a los obreros manufactureros; estos trabajadores se convierten en población sobrante, inútil por el momento para los fines de la explotación del capital y si-gue dos caminos: cae a las ramas en que aún privan la industria manual y la ma-nufacturera, abarrotándolas, o inunda las ramas industriales más accesibles, ha-ciendo descender el salario; esta población sobrante, creada por la introducción de la maquinaria, produce la miseria crónica de las capas obreras que compiten con ella o, si el proceso de desplazamiento es demasiado rápido, el desplome agudo de las condiciones de vida de los mismos.

Dentro de las mismas ramas en que se implanta la maquinaria, los cons-tantes progresos de ésta determinan, al aumentar la productividad del trabajo, que sean necesarios menos obreros para producir la misma cantidad de mercan-cías, por lo que, desde luego, los trabajadores sobrantes son puestos en la calle.

La máquina es también empleada tendenciosamente por el capital para acabar de someter al obrero; muchos de los progresos de la maquinaria tienen su origen en la contestación altanera de un empresario a una huelga obrera con

12 Resumen, extractos y citas del parágrafo 5 del capítulo XIII de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del t. I de El Capital de Carlos Marx, edición citada.

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 157

un mecanismo más perfeccionado que hace innecesario el trabajo de los huel-guistas, los cuales son lanzados al arroyo.

Al reemplazar a los obreros con máquinas no se libera una parte propor-cional del capital que dé ocupación de nuevo a los obreros desplazados. Es una teoría falsa. Por el contrario, provoca desocupación de obreros en otras ramas en donde no se aplica. En todo caso, estos obreros desplazados sólo pueden ser ocupados por un nuevo capital o por un capital distinto del que los desplazó.

b) Aumento de la demanda de obreros a causa del empleo de maquinaria

Paralelamente al proceso de desplazamiento de obreros por la maquinaria nos encontramos con un aumento de la demanda de obreros a causa de la aplicación de maquinaria. El empleo de maquinaria trae como consecuencia necesaria la producción masiva lo que hace crecer la demanda de materias primas y con ella la de obreros para esas ramas. Cuando la maquinización sólo comprende las fa-ses previas o intermedias de un proceso y el acabado se realiza en manufacturas o talleres artesanales, al proporcionar más productos semiacabados obliga al aumento de la demanda de mano de obra en la manufactura. La maquinización impulsa la división social del trabajo, lo que incrementa los requerimientos de obreros. De la misma manera, el aumento de la producción de lujo, de la pro-ducción para el comercio internacional y la aparición de nuevas ramas de pro-ducción, todo esto consecuencia necesaria de la maquinización, ocasionan una mayor demanda de obreros. Aunque la maquinaria desplaza forzosamente a un cierto número de obreros en las ramas de trabajo en que se implanta, provoca, sin embargo, una demanda mayor de mano de obra en otras ramas de trabajo.

c) Repulsión y atracción de obreros por el desarrollo de la maquinización

El empleo de la máquina origina el desplazamiento de obreros y su emigración a ramas inferiores de la producción.

La introducción de maquinaria, al aumentar la producción (posibilidad de producir masivamente gracias a la máquina) incrementa la demanda de ma-terias primas, de productos intermedios, de artículos de lujo, de servicios, et-cétera; da lugar al aumento de su producción y ocasiona en consecuencia un aumento en la cantidad de obreros demandados.

La introducción de maquinaria, al aumentar la producción de las mer-cancías y acuciar a la extensión de los mercados (además del abarrotamiento de capital que trae consigo la alta tasa de ganancia) genera un aumento del número de fábricas en la rama considerada o el crecimiento de las ya existentes, creando una demanda creciente de obreros, superior incluso a la cantidad de obreros desplazados de las manufacturas.

Sobre la base de la producción maquinizada, la tendencia del capital a introducir mejoras a las máquinas o máquinas nuevas más productivas, que hace crecer más al capital constante en relación con el capital variable, da lugar al desplazamiento de obreros.

158 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Una vez que determinado progreso técnico se generaliza, se da una ex-tensión puramente cuantitativa de la industria que acrecienta la demanda de obreros.

Al establecerse sobre su propia base (producción de máquinas por me-dio de máquinas) la industria maquinizada adquiere una capacidad elástica de expansión ilimitada; con ese proceso de expansión aumenta en grandes propor-ciones la demanda de obreros; pero si la industria no encuentra un límite en sí misma, lo tiene, y muy concreto, en los mercados y en las fuentes de materias primas; llega un momento en que las cantidades fabulosas de mercancías satu-ran los mercados existentes o la producción de materias primas es insuficiente para cubrir el consumo de las industrias en crecimiento; viene la crisis y los obreros son lanzados de nuevo de las fábricas.

“...De este modo, los obreros se ven constantemente repelidos y atraídos de nuevo a la fábrica, lanzados dentro y fuera de ella, con una serie constante de cambios en cuanto al sexo, edad y pericia de los obreros adquiridos...”13

La supeditación definitiva del obrero al capital y el desarrollo de éste con-forme a sus propias necesidades de ganancia ilimitada, se manifiestan palmaria-mente en el hecho de que la industria maquinizada atrae o repele a los trabaja-dores, proporcionándoles o quitándoles las bases de trabajo y de vida (una vida muy precaria, desde luego, como ya hemos visto) conforme a las alternativas de su desenvolvimiento, que a la vez se determinan exclusivamente por el ham-bre insaciable de los empresarios de trabajo excedente y la concurrencia entre ellos. Al examinar la fábrica dijimos que allí no era el obrero el que manejaba los instrumentos sino que era manejado por ellos; este hecho adquiere perfiles verdaderamente desastroso para los trabajadores con el desarrollo de la gran industria maquinizada: el desplazamiento y atracción de obreros por las fábri-cas, que demuestra irrefutablemente que son las exigencias del capital las que determinan la suerte de los obreros, cuyas necesidades están supeditadas, en todo y por todo, a las prepotentes de aquél y que, por lo tanto, los trabajadores son manejados por el capital como uno más de sus mecanismos con la finalidad exclusiva de obtener cantidades ilimitadas de ganancias.

Toda la demagogia del gobierno mexicano referente a la “misión histó-rica” del capitalismo, según la cual este régimen tiene por objeto satisfacer las necesidades de los trabajadores, se da de puñetazos con este hecho esencial y escueto: los obreros son atraídos o repelidos por las fábricas de acuerdo con las necesidades del capital de obtener ganancias cada vez mayores; ahora bien, como la política de nuestro país es “industrializar”, o sea establecer más fábri-cas y perfeccionar las existentes, no es difícil entonces adivinar cuál es y seguirá siendo la suerte de la clase obrera en México. La atracción y repulsión de obre-ros por la fábrica, característica esencial e inseparable del régimen capitalista de producción, con la cual confirma palmariamente que el obrero, en este régimen económico, no es sino un servidor de la máquina (del capital, de la burguesía) y

13 Ibíd., p. 378.

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 159

que son las necesidades de estos las que determinan la suerte de aquél, no sólo envilece y degrada al obrero al someter incondicionalmente su voluntad y su vida al capital, no sólo crea la inseguridad constante en el trabajador acerca de la continuación de su existencia, puesto que ésta depende de las necesidades y por tanto de la voluntad del capital, sino que también, con los cambios súbitos de la ocupación a la desocupación y con las constantes fluctuaciones del salario que las oscilaciones del ciclo industrial traen consigo, se somete a la salud física y mental del obrero a las torturas más espantosas, lanzándolo alternativamente de la inactividad absoluta y del hambre y de las enfermedades ocasionadas por la falta de alimentos, vestido y techo que trae consigo el no trabajar para el capital, a la actividad exhaustiva que lleva al déficit constante de la fuerza de trabajo y que también produce hambre y enfermedades para el trabajador, cuando trabaja para el capital. Los obreros, cuando están ocupados, viven sujetos también a los cambios imprevisibles en el salario determinados por los ciclos industriales y, en consecuencia, por las necesidades del capital. De esta manera se agrega un eslabón más a la larga cadena de depredaciones del capital sobre el trabajo.

La burguesía, con ese cinismo suyo tan característico, aprovecha las pro-pias consecuencias desastrosas de la maquinización respecto al obrero para jus-tificar la necesidad de la maquinización y la bondad de la misma para los traba-jadores. Como sabemos, la maquinización, como medio que es de aumentar la productividad del trabajo se traduce, necesariamente, en la sociedad capitalista, en donde los progresos de la producción no sirven al obrero sino a los empresa-rios, en un medio para reducir el número de obreros en funciones y desplazarlos de la fábrica; pero también el desarrollo extensivo de la industria sobre una base técnica determinada y la aparición de nuevas ramas de producción originan una mayor demanda de obreros y con ello un aumento en los trabajadores ocupados; la industria maquinizada, de una parte lanza a los obreros, al desocuparlos, de una forma de explotación a otra; igualmente, al ocupar más obreros, los sustrae de una forma de explotación para someterlos a otra más refinada. Pues bien, frente al aumento constante de los desocupados, que el capital viene arrastrando desde épocas anteriores a la industria maquinizada y que ésta, por su propia na-turaleza, potencia hasta el infinito, la burguesía aduce la necesidad de aumentar las fábricas, de “industrializar” para así absorber la población sobrante; se basa, indudablemente, en el hecho real de que el desarrollo extensivo del capital sobre una base técnica determinada permite ocupar más obreros; pero ese desarrollo extensivo es sólo un momento en una sociedad que tiene como principio vital la revolución constante de los medios e instrumentos de producción; las nue-vas fábricas, como sistemas de maquinaria que son, sólo pueden desarrollarse perfeccionándose constantemente y, por tanto, lanzando obreros a la calle. La población sobrante creada por el capital a través del despojo primitivo de los campesinos y por la ruina de los artesanos y los obreros manufactureros, es in-crementada por la industria maquinizada en su propio desarrollo, a la vez que recibe también un impulso decidido de parte del crecimiento natural de la po-blación; este aumento sostenido de la población sobrante constituye un constan-

160 • El desarrollo del capitalismo mexicano

te tormento para la burguesía, que ve en ella una gigantesca cantera de trabajo vivo sin explotar; extiende entonces el sistema fabril, y absorbe cierta cantidad de obreros, pero a costa de reforzar con ello todas las causas del crecimiento de la población sobrante; el ciclo se reinicia con un número mayor de obreros sin trabajo que ejercen una agradable tortura sobre la burguesía, la que se propone rescatarlos de esa situación, con los resultados que ya nos son conocidos. El fenómeno es presentado, entonces, como si sólo existiese el desarrollo extensivo del capital que absorbe obreros y como si la población sobrante no tuviese nada que ver con el capital, ni con su vástago preferido, la industria maquinizada y fuese un factor natural con el que habría que contar como algo dado; la burgue-sía tendría como “misión histórica” dar empleo a una población que debido a factores naturales se encuentra en constante crecimiento acelerado y lo debería hacer estableciendo industrias; ya hemos visto cómo establecer industrias es no sólo crear más población sobrante sino, también, fundamentalmente, producir directamente, a través del trabajo fabril, la miseria, el hambre, las enfermeda-des, la degradación, la opresión, la explotación y la muerte de los trabajadores.

La brutal simplicidad con que la burguesía distorsiona la realidad para jus-tificar su actividad explotadora, salta a la vista; esto no es obstáculo, sin embargo, para que los sesudos teóricos “marxistas” tomen los argumentos de aquélla al pie de la letra y los hagan suyos dándoles una ligera barnizada de terminología marxista, y luego los proclamen como la última Thule de la ciencia económica.

En síntesis, toda esa cháchara burguesa, coreada incondicionalmente por los oportunistas, los revisionistas y neoblanquistas de toda laya se basa en dos petitio principii elementales indemostrables; que la población sobrante no es un producto necesario del propio desarrollo capitalista ni, por tanto, de la gran in-dustria maquinizada y que el trabajo fabril es fuente de bienestar para el obrero. De esta suerte, vemos que en nuestro país el “revolucionario marxista” exige al régimen burgués... ¡la creación de fábricas, “la industrialización”, la acumula-ción de capital!14

14 Las impugnaciones que en este terreno hacen al capital los teóricos “marxistas” de nuestro país se centran en el argumento de que, debido a su bajo desarrollo (por su dependencia del capital extran-jero, por la persistencia de reminiscencias feudales, etcétera) el régimen capitalista es incapaz de “industrializar” al país para absorber esa cantidad creciente de mano de obra desocupada; ocultan entonces deliberadamente que una población obrera sobrante en constante aumento es el resultado ineluctable del desarrollo ascendente del régimen burgués, es decir, de la “industrialización”. En esta forma se convierten en los portavoces teóricos de la fracción burguesa (productora de medios de consumo) que propugna preferentemente por el desarrollo extensivo del sistema capitalista, el cual es restringido en cierta manera por el otro grupo burgués (productor de medios de producción). La reivindicación inmediata que pretenden hacer valer en nombre del proletariado es la exigencia al régimen burgués de que industrialice y el objetivo superior de esta fase histórica, que presentan como misión histórica de la clase obrera, consiste en la instauración de un régimen de “democracia nacional” en el que los industriales “nacionalistas” sean obligados a llevar hasta sus últimas conse-cuencias las posibilidades de desarrollo del régimen burgués (industrialización), con el fin de crear así las premisas para el socialismo.

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 161

Cuando la población sobrante crece de tal manera que su sostenimiento representa una pesada carga económica que disminuye las ganancias del capital, entonces la burguesía abandona su primitiva “misión histórica” y la substituye por esta otra: reducir el crecimiento natural de la población con la finalidad de que “los recursos escasos” puedan concentrarse en la “elevación de la calidad de la vida” de una población menor. La causa última de esta nueva política radica en la necesidad imperiosa de la burguesía de contener el descenso de la tasa de ganancia, para lo cual es imprescindible la disminución de los crecientes gastos que realiza una población sobrante improductiva en constante aumento; el ex-pediente más apropiado para lograr esto es la reducción de la tasa de crecimien-to natural de la población, lo cual hará disminuir la población sobrante y con ella los enormes gastos que genera.

Como se ve, el capital somete el crecimiento natural de la población a las exigencias de sus apremiantes necesidades económicas, presididas todas por su instinto fundamental: la codicia insaciable de ganancias. De esta suerte, el capital, de una manera inconsciente primero, y deliberadamente después, incre-menta desmesuradamente el crecimiento natural de la población para, poste-riormente, reducir bruscamente ese crecimiento hasta su mínimo nivel.

Es evidente que si se logra la reducción drástica de la población de un país, no por ello van a dejar de actuar en él las leyes del régimen capitalista; muy por el contrario, éstas ejercen sus perniciosos efectos de una manera aún más violenta sobre esta población reducida. Desde luego que también sigue en obra, y en una medida superior, la ley por la cual el régimen capitalista genera una po-blación sobrante en constante aumento, con independencia del crecimiento na-tural de la población; prueba de ello son las sociedades llamadas “industriales”, como los Estados Unidos, en donde coexisten una mínima tasa de crecimiento de la población y una numerosa población sobrante.

Los cuadros estadísticos que a continuación insertamos son suficiente-mente ilustrativos del proceso de desplazamiento, aumento de demanda y, atrac-ción y repulsión de obreros originado por el desarrollo de la gran industria ma-quinizada en México.

Cuadro 21

Atracción y repulsión de obreros en la industria. 1895-1910

Núm. de obreros, millares del total 1895

Núm. de obreros, millares total 1910

Total de manufacturas 552.8 100.00 606.0 100.00

A).- Ramas en que disminuyó el personal (textil, tabaco, química, cuero y platería,

joyería y relojería)111.1 20.1 81.9 13.5

162 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Cuadro 21 (Continuación)

Atracción y repulsión de obreros en la industria. 1895-1910

Núm. de obreros, millares del total 1895

Núm. de obreros, millares total 1910

B).- Ramas en que aumentó el personal (maderas, artes mecánicas y productos

metálicos, artes gráficas, obreros fabriles y fabricación de vehículos)

146.5 26.5 197.9 32.5

C).-Ramas en que aumentó poco el personal (vestido y calzado, alimentos y bebidas, materiales para construcción,

alfarería, loza y vidrio)

295.2 53.4 326.2 54.0

Fuente: Cossío Villegas, Daniel, “El Porfiriato, La Vida Económica”, Historia Moderna de México, cuadro núm. IX, p. 403.

Dejemos al historiador burgués (Historia Moderna de México) que exponga las relaciones entre la maquinización de la producción y la ocupación de la clase obrera en los años comprendidos entre 1895 y 1910:

Las ramas del grupo A sufrieron en conjunto procesos de modernización que les permitieron aumentar el volumen de su producto y, al propio tiempo, prescindir de una parte de su personal. Entre ellas destaca de una manera es-pecial la industria textil, en cuyas diversas ramas el total de operarios se redujo en un 26% entre 1895 y 1910. De unos 60,000 a casi 44,000. Esto se debió a que la producción fue concentrándose en las fábricas modernas, cuyo número de obreros crecía de 19,000 en 1895 a 32,000 en 1910 en la industria textil del algodón, mientras desaparecía una gran cantidad de pequeñas plantas y unidades producto-ras familiares y artesanales, arrojando un saldo neto de personal desocupado. Un fenómeno semejante se registró en el labrado de tabacos cuya mecanización hizo disminuir el personal ocupado en un 37% entre 1895 y 1910. En la prepa-ración de productos químicos quedó sin empleo entre esos dos años el 32% del personal, al crearse nuevas fábricas más productivas de cerillos y fósforos, jabo-nes y otros artículos de amplio consumo general que se habían elaborado antes en infinidad de pequeños establecimientos con técnica rudimentaria. También se redujo el número de obreros en la fabricación de artículos de cuero (en 17%) y en la platería, joyería y relojería (en 15 por ciento).

En cambio, en las ramas del grupo B hubo fuertes aumentos en el total de personas ocupadas. Por lo general se trataba de industrias que surgieron y se expandieron desde niveles muy bajos de actividad al surgir una demanda nueva y más amplia. Sobresalen las artes mecánicas y la fabricación de productos me-tálicos, renglón en que el total de operarios subió de 35,000 a 56,000, o sea cerca del 60% entre 1895 y 1910; bajo este rubro quedaban comprendidos los mecá-nicos, cuyo total se cuadruplicó en esos quince años: subió de 5,700 a 23,000, por virtud de la creciente demanda de sus servicios en múltiples actividades

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 163

productivas al paso que éstas adquirían instalaciones y máquinas modernas y asimilaban las nuevas técnicas.

Las ramas del grupo C tuvieron aumentos de personal de poca impor-tancia comparativa. Se trata, sobre todo, de las industrias fundamentales de los bienes de consumo (que absorbían en conjunto más de la mitad de la fuerza de trabajo empleada en las manufacturas), en las que, por lo general, los cambios técnicos fueron de alcance limitado y la mano de obra subió lentamente de nú-mero. Surgieron en estas industrias algunos establecimientos modernos y más capaces, como los molinos de trigo y las cervecerías, pero siguieron predomi-nando las plantas pequeñas, incluso artesanales.

En síntesis, en las ramas de los grupos B y C hubo un aumento de 82,000 empleos entre 1895 y 1910, mientras en el grupo A desaparecieron 30,000 con lo cual la ocupación en el sector manufacturero de la economía alcanzó un incre-mento de 52,000 empleos a lo largo de esos quince años.15

En los cuadros estadísticos que aparecen a continuación es posible obser-var las fluctuaciones (atracción y repulsión) de los obreros ocupados en algunas ramas industriales:

Cuadro 22

Atracción y repulsión de obreros en algunas ramas industriales. 1895-1911

Núm. de operarios textiles (1897-98 a 1910-11)

1897-1898 21,960 1904-1905 29,464

1898-99 19,406 1905-06 31,016

1899-00 27,677 1906-07 33,132

1900-01 27,767 1907-08 35,866

1901-02 50,132 1908-09 32,209

1902-03 26,149 1909-10 31,953

1903-04 27,706 1910-11 32,147

Núm. total de operarios en la industria minera (1898-1907).

1898 89,072 1903 86,815

1899 106,536 1904 81,361

1900 95,523 1905

1901 98,196 1906 72,023

1902 85,335 1907 97,288

Núm. de personas ocupadas en el beneficio de minerales (1895-1907).

15 Cossío Villegas, Daniel, “El Porfiriato, La Vida Económica”, Historia Moderna de México, pp. 403 y ss.

164 • El desarrollo del capitalismo mexicano

1895 5,878 1902 23,098

1897 22,139 1903 21,081

1898 24,811 1904 21,491

1899 29,192 1906 23,388

1900 24,890 1907 27,330

1901 33,639

Fuente: Estadísticas Económicas del Porfiriato, Fuerza de Trabajo y actividad económica por sectores, Seminario de Historia Moderna de México, El Colegio de México, pp. 108, 128-131 y 134.

Los cambios drásticos en los salarios en el período de 1895 a 1910 pueden obser-varse en el cuadro núm. 18 de este mismo trabajo.

De 1930 a 1965, la cantidad total de obreros ocupados en la industria re-gistró las siguientes fluctuaciones:

1930 257,180

1935 284,373

1940 341,137

1945 467,408

1950

1955 1’762,858

1960 801,769

1965 1’016,169

1970 1’181,793

1975 1’226,962

Fuente: Apéndice Estadístico, cuadro 3.

El catastrófico desplome de la cantidad de obreros ocupados ocurrido en el quin-quenio 1955-1960 (de 1’762,858 obreros a 801,769), nos revela sin embozo algu-no la verdadera esencia del régimen que existe en nuestro país; nos da la medida exacta de lo menos que es capaz de hacer el capital (lanzar 961,089 personas a la calle en cinco años) para incrementar sus ganancias; y todavía hay “marxistas” que proponen como panacea para los males del proletariado la industrialización y la acumulación de capital.

A continuación formulamos un cuadro de las fluctuaciones en el personal ocupado (que refleja directamente las de los obreros ocupados) en algunas ra-mas representativas de la industria nacional, para el período 1930-1965.

Consecuencias inmediatas de la industria mecanizada para el obrero • 165

Cuadro 23

Fluctuaciones del personal ocupado en algunas ramas industriales. 1930-1965

Años

Personal ocupado en industria de

CervezaHilados y tejidos de algodón

Construcción y ensamble de automóviles

Hilados y tejidos de

fibras artificiales

Cemento hidráulico

Cons-trucción y repara-ción de maqui-naria

Cerillos y fósforos

1930 3,306 39,990 1,409 17,525 1,822

1935 2,629 42,975 3,597 1,196 1,492 1,993

1940 4,271 44,106 1,328 4,953 1,735 1,255 2,007

1945 5,471 54,783 444 5,368 2,713 3,866 2,710

1950 9,217 54,993 13,701 9,290 5,348 8,950 3,318

1955 14,956 113,624 15,350 46,969 10,538 26,573 5,641

1960 9,227 67,231 8,061 10,459 5,784 12,731 2,566

1965 10,155 49,301 13,838 10,007 6,264 35,543 1,961

Fuentes: Resumen del IV Censo Industrial de los Estados Unidos Mexicanos, 1945. Resumen General del V Censo Industrial. 1956. Resumen General del VII. Censo Industrial. 1961. Resumen General del VIII Censo Industrial. 1966.

Claramente se observa en los cuadros anteriores el movimiento de atracción y repulsión a que somete al obrero la gran industria maquinizada.

D. La gran industria revoluciona la manufactura, los oficios manuales y el trabajo doméstico16

La gran industria reobra sobre la manufactura y la industria doméstica, revolu-cionándolas. Obliga a la aplicación creciente de la máquina en la manufactura y convierte a la industria doméstica, bajo la forma de trabajo a domicilio, en apéndice de la fábrica o de la manufactura. Además, la gran industria lleva a la manufactura y al trabajo a domicilio las formas de explotación propias de ella, que aquí adquieren caracteres verdaderamente agudizados.

La transición de esta moderna manufactura y del moderno trabajo a do-micilio a la fábrica se realiza por dos vías: a través de un proceso natural y por un aceleramiento artificial ocasionado por la aplicación de las leyes fabriles a la manufactura.

16 Resumen, extractos y citas del parágrafo 8 del capítulo XIII de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del tomo I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

166 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Todo este proceso aquí descrito, que se inicia dentro del Porfiriato, culmi-na en nuestro país en los años comprendidos entre el término de la revolución y el año de 1940.

E. Legislación fabril17

Las leyes fabriles son la reacción de la sociedad contra la marcha elemental del proceso de producción. En realidad, las concesiones arrancadas a las clases do-minantes en materia de legislación del trabajo son muy miserables (véanse las dos leyes federales del trabajo promulgadas en nuestro país desde 1930 hasta la fecha); además, las concesiones consagradas en la ley son llevadas a la práctica por las clases gobernantes con mediocridad, repugnancia y mala fe y son im-puestas coactivamente al capitalista individual (revísese la historia de la aplica-ción de las leyes laborales en nuestro país).

La legislación fabril es aceleradora del proceso de concentración del ca-pital y de hegemonía del régimen fabril. Convierte todas sus conquistas en otros tantos motivos y medios para estrujar más fuerza de trabajo a la clase obrera y en otras tantas formas de opresión y esclavizamiento de los trabajadores. Fo-menta las contradicciones del régimen capitalista y, al mismo tiempo, los ele-mentos creadores de una sociedad nueva y los factores revolucionarios de la sociedad antigua.

F. La gran industria y la agricultura18

Al aplicarse la gran industria maquinizada a la agricultura acaba con el último reducto de la sociedad antigua, “el campesino”, sustituyéndolo por el obrero asa-lariado. El proceso de la maquinización de la agricultura se inicia en nuestro país en la última década del siglo pasado.

En la agricultura, igual que en la industria, todos los progresos del capital se logran devastando y agotando la fuerza de trabajo; además, toda intensifica-ción de la fuerza productiva en la agricultura va acompañada por un agotamien-to de la fertilidad de la tierra.

“Por tanto, la producción capitalista sólo sabe desarrollar la técnica y la combinación del proceso social de producción socavando al mismo tiempo las dos fuentes originales de toda riqueza: la tierra y el hombre.”19

En uno de los Apéndices que aparecen al final de este libro hacemos un análisis del desarrollo del capitalismo en la agricultura mexicana.

17 Resumen, extractos y citas del parágrafo 9 del capítulo XIII de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del tomo I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.18 Resumen, extractos y citas del parágrafo 10 del capítulo XIII de la Sección Cuarta La producción de plusvalía relativa del tomo I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.19 Ibíd., pp. 453-454.

Plusvalía absoluta y relativa (producción de plusvalías) • 167

CAPÍTULO VIPLUSVALÍA ABSOLUTA Y RELATIVA

(PRODUCCIÓN DE PLUSVALÍAS)1

La producción de plusvalía es la única finalidad de la sociedad capitalista

I. El trabajo productivo, dentro de la sociedad burguesa, es sólo aquel que produce plusvalía para el capitalista

El proceso productivo es la actividad que realiza el hombre sobre la naturaleza, por medio de los instrumentos, para producir los bienes necesarios para su vida; el trabajo productivo es el contenido de esta actividad. Este concepto, si bien en abstracto es correcto, debe ser modificado para definir el trabajo productivo en el régimen capitalista.

En primer lugar, cuando el proceso de trabajo es puramente individual (artesanos y campesinos independientes) se concentran en un solo obrero todas las funciones que más tarde se disocian:

este obrero se vigila a sí mismo en su actividad productiva; en el régimen a) capitalista es vigilado en ella;el obrero actúa sobre la naturaleza poniendo en acción sus músculos bajo la b) dirección de su cerebro: en el proceso individual de trabajo se aúnan el trabajo mental y el trabajo manual. En el capitalismo estos dos factores se divorcian como antagónicos y hostiles. Estos elementos que se separan del obrero indivi-dual se polarizan en el otro extremo, convirtiéndose en atributos del capital.

El trabajador individual pierde la vigilancia y dirección sobre su trabajo, res-tringiéndose así el concepto de obrero productivo individual. Esto significa que para el capital ya no es obrero productivo aquel que conserva la unidad de su trabajo con la vigilancia y dirección del mismo sino quien las ha perdido trasla-dándoselos a él.

En segundo lugar, en el capitalismo el producto deja de ser individual para convertirse en un producto social, del obrero colectivo.

1 Resumen, extractos y citas del capítulo XIV de la Sección Quinta La producción de la plusvalía absoluta y relativa del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

168 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Con el carácter cooperativo del trabajo —cuyas ventajas se apropia el ca-pital— se amplía el concepto de trabajo productivo y del obrero que produce; en el capitalismo ya no es necesario, para realizar un trabajo productivo, tener una intervención manual directa en el trabajo; basta con ser órgano del obrero colectivo, ejecutar cualquiera de sus funciones desdobladas; el obrero que pro-duce es un obrero colectivo. Esto significa que para el capital únicamente es productivo el obrero colectivo y el trabajador individual lo es sólo en la medida en que forma parte de aquél.

El obrero individual pierde así, en el capitalismo, la base para su desa-rrollo independiente y sólo puede trabajar, ser productivo, como apéndice de un obrero colectivo, que ahora reúne todos los atributos del trabajador individual; pero como el obrero colectivo es una creación del capital, entonces el obrero individual sólo puede desarrollarse como servidor incondicional de éste.

Como hemos visto, conforme a la primitiva unidad todas las funciones productivas se concentran en un solo obrero; posteriormente se disocian: la di-rección del trabajo, su planeación y la vigilancia del mismo pasan del obrero al capital. El trabajo mismo se convierte de individual en social y las características que se derivan de su naturaleza cooperativa (aumento de la productividad del trabajo, necesidad de su reglamentación y organización, etcétera) no pertenecen al obrero colectivo, sino al capital, que es el que reúne a los obreros individuales. Aquí encontramos diáfanamente expresada la dialéctica de la producción capi-talista que va expropiando al trabajador directo de todas las condiciones nece-sarias para la producción y concentrándolas en el otro extremo, hasta llegar al punto en que aquéllas pertenecen por completo al capitalista y el obrero es sólo fuerza de trabajo abstracta. Este proceso consta de varias etapas que ya hemos analizado al estudiar las formas de producción de plusvalía relativa: la coopera-ción simple, que hace perder al obrero la dirección y vigilancia sobre su trabajo y que da al capital estas facultades, además de la de organizar y reglamentar el trabajo colectivo; la manufactura (división del trabajo en el taller capitalista), que divide el proceso productivo entre el obrero colectivo y hace por tanto per-der al obrero individual su unión con todo el proceso de trabajo al convertirlo en virtuoso de una operación parcial; la unidad es restaurada entre el obrero colectivo y el proceso productivo, confiriendo al capital la facultad de organizar y reglamentar los trabajos individuales parciales y, por ello, el propio proceso productivo; la fábrica (gran industria maquinizada), en donde el instrumento de trabajo se independiza de las trabas del trabajo manual al convertirse en parte integrante de una máquina; así, el obrero pierde su último reducto y el capital gana, con la máquina, el mando absoluto sobre el trabajo. Hay que agregar, por último, que con la invención de máquinas que realizan trabajo intelectual (compu-tadoras, etcétera) el capitalismo da el último paso en la expropiación del obrero.

Así, al final del movimiento se ha dado la disociación absoluta entre el obrero individual y las condiciones de trabajo; el capital ha adquirido el ins-trumento de trabajo, la dirección, vigilancia, reglamentación y organización del proceso productivo y las potencias físicas y espirituales (ciencia, técnica.

Plusvalía absoluta y relativa (producción de plusvalías) • 169

etcétera) del mismo, en tanto que el obrero ha quedado convertido simple y sencillamente en fuerza de trabajo en abstracto. El obrero colectivo también se convierte en fuerza de trabajo colectivo en abstracto.

La relación primitiva entre el obrero y la producción, en la cual los ins-trumentos y las capacidades del trabajador son empleados como medios para obtener los bienes necesarios para vivir, se convierte en el capitalismo en algo radicalmente distinto: los instrumentos y los elementos espirituales de la pro-ducción emplean a los obreros como medios para incrementarse a sí mismos.

La esencia de la explotación capitalista radica aquí precisamente en que todos los elementos que forman el capital (propiedad de la burguesía) no son otra cosa sino fuerza de trabajo, física y mental, de la clase obrera, materiali-zada, reunida bajo la propiedad de la burguesía gracias al hambre insaciable de ganancias que es su razón de existir y que emplea de una manera opresiva al trabajo vivo de la clase obrera. La reivindicación de la propiedad sobre los medios e instrumentos de producción y de vida no se deriva, ni mucho menos, de un principio, sino de un hecho: la clase obrera ha engendrado al capital y sus agentes y esa creación sólo vive y se desarrolla a base de socavar, oprimir, reprimir, anular, desperdiciar, etcétera, las facultades naturales (físicas y men-tales) de los trabajadores, a quienes convierte en apéndices de las máquinas. Es sabido cómo el capitalismo anula por completo en la clase obrera la capacidad absoluta de la especie humana, la capacidad de transformar conscientemente la naturaleza. La esencia del ser humano —que se manifiesta como una necesidad natural— se anula por completo en la clase obrera, lo que la obliga a rebelarse contra tal orden de cosas. Esto quiere decir que si bien la sociedad considerada como un todo cumple con esa exigencia de la naturaleza humana, lo hace a cos-ta de condenar a sus miembros a la devastación de sus facultades naturales; en efecto, la burguesía transforma la naturaleza empleando como instrumentos a las máquinas y a los obreros con el fin de obtener lo necesario para su vida (esta clase, debemos recordarlo, vive no sólo de bienes de consumo de lujo sino del incremento constante de los medios e instrumentos de producción de su propie-dad), en tanto que la clase obrera sólo es considerada en este proceso como ob-jeto, como instrumento. Necesariamente, esa situación obliga a la clase obrera, con la férrea necesidad de las leyes naturales (pues la represión de su facultad absoluta la obliga a ello), a tomar el lugar de la burguesía para reivindicar esa facultad natural reprimida, pero sobre una base superior a aquélla del obrero individual con sus fraccionados instrumentos de producción; esto implica, des-de luego, la transformación del obrero en propietario colectivo, la abolición de la división social del trabajo, la conversión de todos los obreros manuales en trabajadores intelectuales y de todos los trabajadores intelectuales en obreros manuales, lo que significa que todos los trabajadores serán a la vez manuales e intelectuales, superar la supeditación del trabajador a la máquina, la fábrica y la rama de producción haciéndolo un hombre total apto para realizar las diversas funciones que no sean más que otras tantas manifestaciones de su actividad que se turnan y relevan.

170 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Desde dos puntos reivindica, pues, el proletariado la propiedad sobre los medios e instrumentos de producción:

Como todos los elementos del capital son producto de la fuerza de trabajo de a) la clase obrera, deben por tanto pertenecer a ésta.Como la clase obrera crea al capital y a la burguesía y éstos sólo viven y se de-b) sarrollan a costa de anular las facultades naturales de los trabajadores, aquélla (la clase obrera) se ve ante la imperiosa necesidad de reivindicar la propiedad de su propio producto para restaurar sus facultades naturales.

Por otro lado, el concepto de trabajo productivo se restringe. La producción ca-pitalista no es ya mera producción de mercancías sino que es, sustancialmente, producción de plusvalía. El obrero no produce para sí mismo sino para el capi-tal. Por eso, ahora no basta con que produzca en términos generales, sino que ha de producir concretamente plusvalía. Dentro del capitalismo, sólo es productivo el obrero que produce plusvalía para el capitalista o que trabaja para hacer ren-table el capital.

...Por tanto, el concepto de trabajo productivo no entraña simplemente una re-lación entre la actividad y el efecto útil de ésta, entre el obrero y el producto de su trabajo, sino que lleva además implícita una relación específicamente social e históricamente dada de producción, que convierte al obrero en instrumento directo de valorización del capital. Por eso el ser obrero productivo no es propia-mente una dicha, sino una desgracia…2

II. La producción de plusvalía absoluta y relativa. Sus relaciones

a) Plusvalía absoluta. Métodos para producirla

La producción de plusvalía absoluta se consigue alargando la jornada de trabajo más allá del punto en que el obrero se limita a reproducir el valor de sus medios de vida, es decir, dividiendo la jornada de trabajo del obrero en dos partes, una en la que trabaja para sí (tiempo de trabajo necesario) y otra en la que trabaja para el capitalista (tiempo de trabajo excedente). El hambre insaciable de los empresarios de trabajo excedente hace desembocar los métodos de producción de plusvalía absoluta en la conversión de toda la vida del obrero y toda la fuerza de trabajo de la sociedad en tiempo y fuerza de trabajo a disposición del capital; éste logra así la supeditación formal del trabajo. La producción de plusvalía absoluta es la base general del sistema capitalista y el punto de arranque para la producción de plusvalía relativa.

El antecesor lógico-histórico, el progenitor del capital industrial, es el ca-pital comercial; éste crea las bases necesarias para la producción de plusvalía absoluta al despojar violentamente a los campesinos de sus tierras y arruinar a

2 Marx, Carlos, op. cit., p. 426.

Plusvalía absoluta y relativa (producción de plusvalías) • 171

los artesanos urbanos, formando así un enorme mercado potencial de fuerza de trabajo; esta primera acometida del capital en contra de los productores direc-tos, al destruir sus primitivas condiciones de trabajo y de vida, produce necesa-riamente entre ellos el hambre, las enfermedades y la muerte a la vez que desata nuevos motivos propulsores de la reproducción que potencian el crecimiento natural de la población. Partiendo de este punto, el capital tiene enseguida que someter a los proletarios a la disciplina del trabajo asalariado obligándolos, a sangre y fuego, a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas; una nueva ola de violencia viene a coronar este proceso doloroso por el que se doblega al antiguo productor independiente. Pero para poder obtener plusvalía del uso de la fuerza de trabajo es necesario que éste se prolongue más allá del tiempo necesario para que el obrero reproduzca el valor de sus medios de vida; partiendo de los límites, heredados de la época feudal, en que se movían la jornada de trabajo y el salario, se impone al capitalista la necesidad de extender aquélla desmesuradamente y hacer descender a éste por debajo del valor de la fuerza de trabajo; otra vez más la violencia tiene que venir a remachar esta obra del capital; el obrero, como se ve, es moldeado como tal a base de la violencia física más despiadada. Esta ex-plotación inmoderada de los obreros, con que pisa la escena el capital, produce necesariamente la extenuación y la muerte prematura de la fuerza de trabajo, depredaciones éstas del capital sobre los obreros que vienen a sumarse a las ya consignadas líneas arriba, multiplicando sus efectos. El hambre insaciable de los capitalistas de trabajo excedente determina que se vayan incorporando a la explotación las mujeres y los niños y todas aquellas capas de productores inde-pendientes que van siendo arruinados por el capital comercial y por el propio capital industrial, desarrollando el sometimiento formal extensivo de toda la fuerza de trabajo de la sociedad; de esta manera, se destruye la fuente de repro-ducción de la clase obrera, el hogar, al lanzar a las mujeres y los niños al traba-jo, contribuyendo así al agotamiento y aniquilación de la fuerza de trabajo. El crecimiento desmesurado de la población, que motiva el propio capital cuando derriba las antiguas bases de la reproducción humana, al lanzar oleadas cada vez mayores de personas desprovistas de medios de trabajo y de vida refuerza los efectos opresivos y destructivos del capital sobre el trabajo, llevando incluso a un descenso relativo de la población.

La legislación laboral pone un freno a estos excesos del capital, pero sólo para reproducirlos en un nivel más alto, en distinta forma; hace imprescindible para el capitalista la introducción de maquinaria, la que además de consumar la supeditación real del obrero al capital tiene efectos devastadores específicos, físicos y morales, sobre la clase obrera; obliga al capitalista a incrementar la intensificación del trabajo que, dentro de una jornada reducida, produce los mismos efectos sobre el trabajador que el trabajo extensivo; determina que el capital imponga nuevas formas de trabajo extensivo sobre la jornada de trabajo reducida (formas de trabajo extraordinario, etcétera) y, por último, cuando es aplicada con suficiente profundidad, al reducir la mortalidad, etcétera, provo-

172 • El desarrollo del capitalismo mexicano

ca un aumento en la población que tiene los efectos consabidos sobre la clase obrera.

b) Plusvalía relativa. Métodos para producirla. Sus efectos sobre la clase obrera

La producción de la plusvalía relativa se logra, sobre la base de una jornada de trabajo de extensión fija, mediante la reducción del tiempo de trabajo necesario del obrero a través del descenso del valor de la fuerza de trabajo provocado por el aumento de la productividad del trabajo y el incremento, en la misma medida, del tiempo de trabajo excedente que absorbe el capital.

A través de los métodos de producción de plusvalía relativa, que son otras tantas formas de aumentar la productividad social del trabajo y con ella la masa de plusvalía que se apropia el capitalista, se realiza la supeditación real del obre-ro, y se consuma de tal forma el despojo iniciado por el capital comercial; to-das las condiciones de trabajo y de vida de los trabajadores se polarizan en el capital y el obrero queda reducido a la calidad de simple fuerza de trabajo. La cooperación simple quita al obrero individual la dirección y la vigilancia sobre su trabajo, las que pasan al capital y éste, además, con el carácter cooperativo (social) del trabajo, que él organiza y reglamenta, adquiere para sí las ventajas del mismo (aumento de la productividad que se traduce en mayor cantidad de plusvalía). La manufactura priva al obrero individual de la rica gama de sus fa-cultades físicas y mentales al reducirlo a la realización de una actividad parcial con un instrumento parcial y las traslada al obrero colectivo que, como hemos visto, es propiedad del capital. La industria maquinizada despoja al obrero in-dividual de su último reducto, el instrumento de trabajo, el cual incorpora, y con él a las potencias físicas del trabajo, a un mecanismo, a la máquina, que es propiedad del capitalista; se consuma así el despojo del productor directo y su supeditación real a las necesidades e intereses del capital, quedando convertido en un mero apéndice suyo.

Siendo la ganancia el único móvil de la producción capitalista y no pu-diendo ser de otra manera bajo el régimen de propiedad privada de los medios e instrumentos de producción, todos los progresos en la productividad del trabajo se traducen necesariamente en progresos en el despojo del productor directo, de tal suerte que mientras más gana el capital, más pierde el obrero individual y más inerme se encuentra frente a aquél.

La forma superior de producción de plusvalía relativa, la industria maqui-nizada, tiene, además de lo ya indicado, efectos desastrosos sobre la salud y la vida de los trabajadores: 1) multiplica todos los métodos de producción de plus-valía absoluta y con ello eleva a la enésima potencia los resultados devastadores que su desarrollo tiene para la clase obrera; 2) reprime o anula todas las faculta-des naturales del hombre (físicas y mentales), lo que determina una descomposi-ción y degeneración progresivas del organismo humano y crea la base para el de-sarrollo de nuevas y más peligrosas enfermedades, tanto físicas como psíquicas,

Plusvalía absoluta y relativa (producción de plusvalías) • 173

que se suman a las provocadas por las formas de producción de plusvalía abso-luta; 3) la codicia del capital, que se manifiesta en la tendencia a economizar al máximo los medios sociales de producción, niega al obrero los dispositivos de seguridad para protegerse de los mecanismos y procesos productivos peligrosos y malsanos, por lo que se producen por esta causa los accidentes y las enferme-dades profesionales de los trabajadores, las que se agregan a las que provienen de las otras fuentes enumeradas; 4) atrae y repele obreros a la fábrica y aumenta y reduce los salarios alternativamente, sometiendo a los trabajadores a las tor-turas que se derivan de esos cambios intempestivos de situación, que a su vez se reflejan en su ya precaria salud; por último, 5) produce una población obrera sobrante que se suma a la proveniente del despojo primitivo de los productores directos y que, además de servir de grillete a la población obrera ocupada, a la que sujeta con cadenas indestructibles al capital, incrementa gigantescamente la miseria, el hambre, las enfermedades y la muerte de la población obrera al au-mentar el número de personas privadas de medios de trabajo y de vida.

c) Plusvalía absoluta y plusvalía relativa

El desarrollo de las dos formas de producción de plusvalía, que se suponen y se engendran mutuamente y que son empleadas por el capitalista para la obten-ción de cantidades cada vez más voluminosas de trabajo excedente, desemboca necesariamente en la creación de las bases fundamentales de un régimen espe-cíficamente capitalista de producción. La producción de plusvalía absoluta es el medio por el cual se logra la supeditación formal del trabajo al capital y sienta las premisas para su apropiación real. La producción de plusvalía relativa es el medio empleado para su supeditación real, la que, a la vez, reobra convirtiéndo-se en palanca poderosa para el sometimiento formal del obrero.

Una vez que el régimen capitalista se mueve sobre sus propios pies, las dos formas de producción de plusvalía no se agotan, sino al contrario, encuentran la base más firme para su desarrollo ascendente; el capital las emplea, alternativa o simultáneamente, como medios para incrementar la plusvalía y el fondo de acu-mulación de capital que de aquí brota; luego, al funcionar el capital acumulado, pone en obra necesariamente las dos formas estudiadas para producir plusvalía y más capital.

De donde se desprende que en su proceso de nacimiento y durante su de-sarrollo ascendente sobre sus bases específicas, el capital sólo puede vivir a costa de despojar de sus medios e instrumentos de producción al productor directo, de someterlo formal y realmente a su poder, de oprimirlo, tiranizarlo y esclavizarlo a través de la violencia física y moral más espantosa, de socavar sus condiciones de trabajo, reprimir y aniquilar sus facultades naturales (físicas y mentales), de provocar la descomposición y degeneración progresivas de su organismo y la conversión de sus órganos fundamentales de medios para realizar sus funciones naturales en instrumentos para arrancarle más plusvalía, trastocando así todos

174 • El desarrollo del capitalismo mexicano

los procesos fundamentales de su organismo, de envilecerlo y degradarlo al anu-lar su voluntad de postrarlo en una situación interminable de miseria, hambre, enfermedades y muerte y, en suma. de anular completamente su naturaleza hu-mana.

En nuestro país, a través del desarrollo de las formas de producción de plusvalía absoluta y relativa, para 1910 han quedado puestas las bases funda-mentales de un régimen específicamente capitalista. De la década de los treinta a los cuarenta del siglo XX en adelante, este régimen se desenvuelve ya sobre sus propios pies, mediante el empleo de las dos formas de producción de plusvalía para aumentar el volumen de la fuerza de trabajo excedente (plusvalía, ganan-cia) absorbida a los obreros mexicanos.

III. Base social y natural de la plusvalía.

No existe una productividad “natural” del trabajo; ella es eminentemente un resultado histórico-social. Para que haya plusvalía es necesario que el obrero tenga tiempo disponible sobrante para trabajar gratuitamente al servicio de otro (es decir, tiempo excedente después haber cubierto sus necesidades). Para esto es necesario, a su vez, que su trabajo haya alcanzado cierto grado de rendimiento. Esta productividad del trabajo, que le permite al obrero tener tiempo disponible para trabajar gratuitamente al servicio de otro, no es un don de la naturaleza, ni mucho menos. Es el resultado de un proceso histórico que abarca miles de siglos.

“...Hasta que el hombre no se sobrepone a su primitivo estado animal, hasta que, por tanto, su trabajo no se socializa en cierto grado, no se dan las con-diciones en que el trabajo sobrante de unos, puede convertirse en base de vida de otros... el régimen del capital brota en un terreno económico que es fruto de un largo proceso de evolución. La productividad real del trabajo de que arranca este régimen como de su base, no es precisamente un don de la naturaleza, sino producto de una historia que llena miles de siglos.”3

Existen algunas condiciones naturales que influyen en la productividad del trabajo; condiciones naturales del hombre (como la raza) y la naturaleza cir-cundante (fecundidad del suelo, riqueza pesquera, saltos de agua, ríos navega-bles, madera, metales, carbón, etcétera). El capital se apropia, sin que le cueste nada, las fuerzas productivas sociales históricamente desarrolladas y las fuerzas productivas que brinda la naturaleza.

3 Ibíd., p. 428.

Cambio de magnitudes del precio del trabajo y de la plusvalía • 175

CAPÍTULO VIICAMBIO DE MAGNITUDES DEL PRECIO DEL TRABAJO

Y DE LA PLUSVALÍA

I. Consideraciones teóricas generales1

Hasta aquí hemos analizado los métodos fundamentales de producción de plus-valía y sus efectos sobre la clase obrera; en este capítulo se investigarán las leyes que rigen las relaciones mutuas entre la plusvalía y el precio de la fuerza de tra-bajo en función del desarrollo de aquellos métodos.

El valor de la fuerza de trabajo se determina por el valor de los medios de vida consuetudinariamente necesarios para el sustento del obrero medio; la masa de esos medios debe ser considerada, dentro de una época y una sociedad determinadas, como un factor dado y, por tanto, como una magnitud constante; lo que cambia es el valor de esta masa de medios de vida (o sea, la cantidad de trabajo socialmente necesaria para producirlos). El precio de la fuerza de traba-jo es el valor que el capitalista paga al obrero, el cual puede ser menor, igual o mayor que el valor real de la fuerza de trabajo.

El objeto de la investigación, como hemos dicho, son las relaciones entre el precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía y no entre ésta y el valor de la fuerza de trabajo; esto es así porque el precio expresa el verdadero valor que el capitalista paga por la fuerza de trabajo, que puede ser superior o inferior al valor real de la misma y por eso expresa la verdadera relación que existe entre el trabajo necesario y el trabajo excedente.

Partiremos de los supuestos de que las mercancías se venden por su valor y de que el precio de la fuerza de trabajo, aunque a veces exceda de su valor, nunca es inferior a él.

Intervienen en la determinación de las magnitudes relativas del precio de la fuerza de trabajo y de la plusvalía aquellos elementos que integran los méto-dos fundamentales de producción de plusvalía:

La duración de la jornada de trabajo o magnitud extensiva del trabajo.a) La intensidad normal del trabajo o magnitud intensiva de éste, o sea, la in-b) versión de una determinada cantidad de trabajo en un determinado espacio de tiempo.

1 Resumen, extractos y citas del capítulo XV de la Sección Quinta, La producción de plusvalía absoluta y relativa del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

176 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La fuerza productiva del trabajo, puesto que según el grado de desarrollo de c) las condiciones de la producción la misma cantidad de trabajo puede arrojar en el mismo espacio de tiempo una cantidad mayor o menor de productos.

De las múltiples combinaciones de estos factores se derivan las leyes que rigen las relaciones entre el precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía; pasamos en seguida a analizar las combinaciones principales que determinan las leyes fun-damentales:

1. Magnitud de la jornada de trabajo e intensidad de éste, constantes (dadas); fuerza productiva del trabajo, variable

En este caso, el valor de la fuerza de trabajo y la plusvalía se determinan por las siguientes leyes:

A) Una jornada de trabajo de magnitud dada se traduce siempre en el mis-mo producto de valor, por mucho que varíe la productividad del trabajo y con ella la masa de productos y por tanto el precio de cada mercancía.

B) El valor de la fuerza de trabajo y la plusvalía cambian en sentido inver-so el uno de la otra. Los cambios operados en la fuerza productiva del trabajo, su aumento o disminución, influyen en sentido inverso sobre el valor de la fuerza de trabajo y en sentido directo sobre la plusvalía.Las consecuencias de esta ley (B) son las siguientes:

No puede operarse ningún cambio en la magnitud absoluta, tanto del valor de 1. la fuerza de trabajo como de la plusvalía, sin que al mismo tiempo cambien sus magnitudes relativas o proporcionales. Es imposible que ambas aumenten o disminuyan al mismo tiempo.El valor de la fuerza de trabajo no puede disminuir ni por tanto aumentar la 2. plusvalía sin que aumente la fuerza productiva del trabajo.El aumento o la disminución proporcional de la plusvalía al operarse un de-3. terminado cambio en la fuerza productiva del trabajo es tanto mayor cuanto menor fuese originalmente la parte de la jornada que se traduce en plusvalía y, viceversa, tanto mayor cuanto menor fuese esta parte de la jornada.

C) El aumento o disminución de la plusvalía es siempre consecuencia, jamás causa del correspondiente descenso o aumento del valor de la fuerza de trabajo.

Según esta ley, el cambio de la magnitud de la plusvalía corresponde a un desplazamiento de valor de la fuerza de trabajo determinado por el cambio de su fuerza productiva.

Sin embargo, puede haber fluctuaciones intermedias debidas a ciertas circunstancias:

Si el precio de la fuerza de trabajo no desciende en igual medida que el valor de a) la misma, entonces la magnitud de la plusvalía sólo aumentará hasta el límite del precio y no al del valor. El grado de descenso del valor de la fuerza de trabajo y, por tanto, del aumento de la magnitud de la plusvalía estarán determinados

Cambio de magnitudes del precio del trabajo y de la plusvalía • 177

por la gravitación relativa que ejerzan, de una parte, la presión del capital, y de otra, la resistencia de los obreros. Aquí entra en consideración otro aspecto importantísimo del problema: la acción que realiza la rama que produce me-dios de consumo para por razones obvias y dentro de ciertos límites estrechos, evitar que el precio de la fuerza de trabajo no descienda hasta el nuevo nivel del valor de la fuerza de trabajo.Al aumentar la productividad del trabajo sin cambiar la relación entre el precio b) de la fuerza de trabajo y la plusvalía aumenta la cantidad de medios de vida y productos que se apropian el obrero y el capitalista; el precio de la fuerza de trabajo puede descender y, sin embargo, estar aumentando la masa de medios de vida que recibe el obrero. Las llamadas “sociedades de consumo” se basan, en parte, precisamente en un aumento constante de la productividad del trabajo y el correlativo descenso constante y acelerado del valor de la fuerza de trabajo combinados, ya sea con una lenta reducción del precio de la fuerza de trabajo, con un precio estable de la misma, o con un lento aumento; de esta manera, a la vez que los productos en que la plusvalía se materializa aumentan, se incre-menta el consumo, con lo que se provee de esta forma al desarrollo armónico de las dos ramas fundamentales de la producción capitalista; es decir, la que produce medios de producción y la que produce medios de consumo.

Como corolario de esta ley, tenemos que: 1) Al aumentar la productividad del trabajo desciende el valor de la fuerza de trabajo; si ante la imposibilidad de ha-cer descender los salarios se tiene que mantener el precio anterior de la fuerza de trabajo, el capital, para igualar valor y precio de ésta, debe necesariamente conservar los precios de los productos en el mismo nivel anterior al aumento de la productividad. De esta manera, manteniéndose nominalmente iguales los pre-cios y los salarios, se realiza el cambio de magnitudes entre el valor de la fuerza de trabajo y la plusvalía. 2) Si las circunstancias (la costumbre, la ley, etcétera) imponen un aumento periódico del precio de la fuerza de trabajo, entonces los capitalistas deben aumentar en la misma proporción los precios de sus produc-tos para lograr aprovecharse de todas las ventajas del incremento de la produc-tividad, que de otra manera irían a parar a manos de los obreros.

2. Jornada de trabajo, constante; fuerza productiva del trabajo, constante; intensidad del trabajo, variable

Al aumentar la intensidad del trabajo —como es el caso común en la sociedad capitalista una vez que se pone un límite a la jornada de trabajo— se incremen-ta la cantidad de valor y de productos en que éste se materializa. El valor de la fuerza de trabajo sigue siendo el mismo que antes, pero ahora el obrero emplea una parte menor de la jornada en reponerlo; de esta manera, aumenta la plusva-lía del capitalista sin necesidad de extender la jornada o elevar la productividad del trabajo. Bajo estas circunstancias, el precio de la fuerza de trabajo puede ir ascendiendo conforme aumente la intensidad del trabajo al tiempo que la plus-valía también crece. Puede darse el caso de que ese aumento de precio quede por

178 • El desarrollo del capitalismo mexicano

debajo del valor de la fuerza de trabajo e incluso que disminuya constantemente con relación a ella cuando la intensificación sea tal que la elevación del salario no alcance a compensar el desgaste acelerado de ésta.

El incremento de la intensidad del trabajo tiene como presupuestos nece-sarios la reducción de la jornada de trabajo y la maquinización de la producción; a cada progreso de esta última se impone un nuevo ajuste en la intensidad del trabajo que llene los poros que quedaban bajo las anteriores condiciones técnicas.

La “sociedad de consumo” ha logrado llevar hasta sus últimas consecuen-cias la paradoja (así se presenta para el economista burgués) según la cual el descenso constantemente acelerado del valor de la fuerza de trabajo (del valor de los medios de consumo del obrero) a causa del aumento gigantesco de la pro-ductividad del trabajo se traduce necesariamente en el ascenso constante de los precios de los bienes de consumo del obrero. Mientras menos trabajo cuesta a los obreros producir los bienes necesarios para su vida, más trabajo tienen que entregar a la burguesía para obtenerlos. Este intercambio no equivalente entre la clase de los trabajadores y la burguesía se convierte en una palanca poderosa de las “sociedades de consumo”. Manteniendo constantemente la burguesía los precios de los bienes de consumo muy por arriba de su valor y exaltando con-venientemente las “necesidades individuales” de los obreros, obliga a éstos a rendir más trabajo sobrante (ya sea por medio de la extensión de la jornada bajo las formas de trabajo extraordinario o a través de la intensificación del trabajo) para poder adquirir estos bienes artificialmente caros. En el precio del producto va implícito el mecanismo para que el consumo masivo sea a la vez extracción masiva de fuerza de trabajo (plusvalía) de la clase obrera.

Es evidente que otra base indispensable de las “sociedades de consumo” es la intensificación del trabajo, que permite aumentar el precio de la fuerza de trabajo a la vez que el monto de la plusvalía se eleva.

3. Fuerza productiva e intensidad del trabajo constantes; jornada de trabajo variable

Reducción de la jornada de trabajoa)

En este caso no cambia el valor de la fuerza de trabajo. Lo único que sucede es que disminuye la magnitud absoluta de la plusvalía y con ella su magnitud relativa con respecto al valor de la fuerza de trabajo, que permanece inalterable. El valor que se produce durante la jornada de trabajo, disminuye. El capitalista sólo puede contrarrestar los efectos de la reducción de la jornada haciendo des-cender el precio de la fuerza de trabajo por debajo de su valor.

b) Prolongación de la jornada de trabajo

La cantidad de valor que se produce durante la jornada de trabajo, aumenta; la magnitud de la plusvalía se incrementa absoluta y relativamente. En estas cir-cunstancias, el precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía pueden subir simul-

Cambio de magnitudes del precio del trabajo y de la plusvalía • 179

táneamente. Más allá de un límite determinado, al aumentar aceleradamente el desgaste de la fuerza de trabajo por efecto de su desmesurado uso extensivo, el precio de la misma, por mucho que aumente, no puede cubrir el desgaste geométri-co de aquélla; llega un punto en el cual el precio de la fuerza de trabajo y su grado de explotación dejan de ser magnitudes conmensurables entre sí.

La extensión de la jornada de trabajo por medio del trabajo extraordina-rio, etcétera, es otro de los sólidos pilares de las “sociedades de consumo”.2

2 No es materia de este trabajo el estudio de las “sociedades de consumo”, sin embargo esbozaremos aquí algunos aspectos fundamentales de las mismas que se relacionan íntimamente con los puntos tratados en este capítulo. En la fase superior del capitalismo, el sector II de la economía (el que pro-duce medios de consumo) conquista un lugar a la misma altura del sector I (el que produce medios de producción); consigue de esta manera derivar recursos hacia sus industrias y aumentar sustan-cialmente la producción de mercancías, con lo que incrementa gigantescamente la masa de plusvalía que debe refluir mediante la venta. Un primer canal de desagüe de esta plétora de plusvalía se abre con un aumento general del salario; así, aunque una parte de la plusvalía se convierte en fondo de consumo de los obreros del sector II (porque anteriormente, debido a que el salario había sido redu-cido por debajo del valor de la fuerza de trabajo, el fondo de consumo mencionado se había convertido en plusvalía), otra se realiza como tal plusvalía a través del aumento del consumo de los obreros del sector I; este medio de realizar la plusvalía del sector II se encuentra con obstáculos muy precisos que limitan decisivamente su campo de acción: 1) el aumento del salario no puede ir más allá del punto en el cual la cuota de plusvalía que extraen los capitalistas del sector II a sus obreros descienda muy por debajo de la cuota media de plusvalía vigente en ese momento determinado, y 2) como la realización de la plusvalía del sector II es directamente una reducción de la plusvalía que absorben los capitalis-tas del sector I a sus obreros, estos últimos empresarios pugnan por evitar cualquier clase de aumento del salario. Como se ve, el aumento general del salario —que cuando se realiza sólo puede ser en una mínima proporción— únicamente absorbe una pequeña parte de la gran masa de plusvalía sin realizar que se acumula en manos de los capitalistas del sector II. Otra posible vía de realización de la plusvalía del sector II, se encuentra en el aumento de la planta industrial del país determinado, lo que, se supone, creará más empleos y ensanchará en la misma medida el mercado interior; pero, como ya lo veremos más detenidamente en el parte referente a la Ley general de la acumulación capitalista, la acumulación de capital produce necesariamente un descenso relativo de la demanda de obreros que, bajo ciertas circunstancias, se convierte incluso en un descenso absoluto; entonces, este otro camino sólo permite la realización de una mínima parte de la plusvalía acumulada por el sector II. La masa creciente de plusvalía del sector II no puede realizarse sino en una pequeñísima parte a través de un aumento general del salario y del aumento extensivo del régimen capitalista; pero para que éste siga desarrollándose ascendentemente es necesario que esa plusvalía se realice en su totalidad. He aquí las condiciones del problema. La solución consiste en hallar un mecanismo que sea independiente de cualquier aumento del salario y de la extensión del régimen de producción capitalista por el cual el consumo masivo de la clase obrera sirva de vehículo para la realización de la plusvalía del sector II. Y ese mecanismo existe. Su punto de arranque se encuentra en la exaltación de las necesidades individuales de los obreros y en la creación de nuevas necesidades cada vez más sofisticadas; esto obliga a los trabajadores a trabajar tiempo extraordinario y a intensificar el trabajo; el tiempo de trabajo extraordinario se divide aquí también en tiempo de trabajo necesario y tiempo de trabajo excedente, al igual que en la jornada normal, y el trabajo extra realizado gracias a la in-tensificación se divide a su vez en trabajo necesario y trabajo excedente; el sobre-salario que así se obtiene (que no es, evidentemente, un simple aumento en el salario normal), sirve de vehículo para la realización de la plusvalía del sector II en la misma forma que lo hace el simple aumento general del salario ya estudiado, pero sin chocar con los obstáculos que éste encuentra en su desarrollo; en efecto, el sobre-salario que el sector II paga a sus obreros es la base para que los capitalistas de este sector obtengan una tasa de plusvalía mucho mayor que la convertida en salario; el sobre-salario de

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4. Variaciones simultáneas en punto a la duración, fuerza productiva e intensidad del trabajo

Se pueden dar una gran cantidad de combinaciones. Sólo se estudiarán dos que son fundamentales:

Disminuye la fuerza productiva del trabajo, prolongándose simultáneamente la a) jornada

Se parte del supuesto de que disminuye la productividad del trabajo en aquellas ramas cuyos productos determinan el valor de la fuerza de trabajo. Al disminuir la fuerza productiva del trabajo aumenta el valor de la fuerza de trabajo; si la jor-nada de trabajo se prolonga sólo hasta el punto en que se compensa el aumento del valor de la fuerza de trabajo, entonces la magnitud absoluta de plusvalía con-tinuará inalterable, pero proporcionalmente se habrá reducido en relación con aquélla; si se extiende más allá de ese punto, hasta lograr que la plusvalía recobre su magnitud proporcional con el valor de la fuerza de trabajo, la magnitud abso-luta de aquélla habrá aumentado.

b) Aumentan la intensidad y la fuerza productiva del trabajo, disminuyendo si-multáneamente la jornada

El aumento de la intensidad y de la fuerza productiva del trabajo obran en el mismo sentido, acrecentando la masa de productos elaborados en un período de tiempo; disminuye, por tanto, la parte de la jornada en la que el obrero tiene que trabajar para producir sus medios de subsistencia.

En todas estas relaciones entre el precio de la fuerza de trabajo y la plus-valía encontramos como común denominador lo siguiente: el aumento o dis-minución del precio de la fuerza de trabajo están determinados absolutamente

los obreros del sector I sirve para realizar la plusvalía del sector II y además, es la base de un gran aumento de la masa de la plusvalía que se apropian los capitalistas de aquel sector; de esta manera, a través del consumo masivo de la clase obrera se realiza toda la plusvalía del sector II, a la vez que se produce por ese mismo mecanismo una masa extra de plusvalía en ambos sectores de la economía. Queda así resuelto el problema que tanto atormenta a los oportunistas modernos: ¿cómo pueden realizarse la explotación del obrero y el desarrollo del capital a través de un aumento acelerado e in-cesante del nivel de vida de los trabajadores? En la fase superior del régimen capitalista el consumo masivo de los obreros, en crecimiento constante, es la palanca fundamental para la producción de plusvalía y la acumulación de capital. Ni qué decir tenemos que en esta forma se da el último paso para la integración definitiva de las ramas fundamentales de la producción, pues el sector I encuen-tra en la realización de la plusvalía de II (es decir, en el desarrollo del consumo) una fuente directa de cantidades crecientes de plusvalía. Como detenidamente se verá en un trabajo que preparamos sobre las “sociedades de consumo”, el consumo masivo y la producción masiva de plusvalía que le es inherente constituyen uno de los frenos más poderosos a la tendencia decreciente de la cuota de ganancia; de esta manera, al reducir radicalmente la sobreproducción de capital y de bienes de consumo se atenúan los efectos de la contradicción existente dentro del régimen capitalista entre la producción y la valorización, que llevaba a la sociedad burguesa a las crisis más catastróficas. (Véase El Capital, t. III, Sección Tercera, capítulo XV, pp. 213-263.)

Cambio de magnitudes del precio del trabajo y de la plusvalía • 181

por las necesidades imperiosas del capital; las fluctuaciones de aquél por las alternaciones del desarrollo de éste. Esto ratifica plenamente lo que hemos veni-do sosteniendo en este trabajo: las necesidades de los obreros sólo existen como medio para satisfacer las necesidades prepotentes del capital.

Derivadas de este principio fundamental extraemos las siguientes leyes que determinan las relaciones entre el precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía:

Todo aumento en la productividad del trabajo sirve de acicate para la reducción 1. del salario del obrero hasta el nuevo valor de la fuerza de trabajo. Esto significa que la productividad del trabajo se desarrolla, en el régimen capitalista, con la finalidad de aumentar las ganancias de los empresarios y no para elevar el nivel de vida de los trabajadores.Con los aumentos en la productividad del trabajo es posible, dentro de ciertos 2. límites, que el precio de la fuerza de trabajo suba sin que llegue al punto en el que anularía todo incremento de los productos que se apropia el capitalista, permanezca estable o descienda sin llegar al límite en el cual se iguala de nuevo con el valor de la fuerza de trabajo. En estas circunstancias aumentará necesariamente la cantidad de medios de vida y de productos que se apro-pian el obrero y el capitalista. Aún en este caso, que es aparentemente el más favorable para el obrero, el incremento de los bienes de vida que consume el obrero sirve para propiciar el desarrollo de la industria ligera y así el desenvol-vimiento armónico de todo el sistema de explotación capitalista; la cantidad mayor de bienes que se apropia el capitalista servirá en parte para funcionar como un capital adicional o para ampliar el existente, con lo que la potencia que explota al obrero crecerá de todas maneras; por otro lado, la burguesía no da nada de una manera graciosa: a cada incremento en el consumo indi-vidual corresponde un aumento exorbitante de la intensificación y extensión del trabajo y, por tanto, de la plusvalía (el incremento del consumo tiene como objetivo confesado cebar al obrero para que produzca más plusvalía); la exaltación hasta el infinito de las necesidades individuales sirve de acicate poderoso para incrementar el consumo y éste es el vehículo más eficaz para intensificar y extender el trabajo.La intensificación del trabajo presiona para el descenso del precio de la fuerza 3. de trabajo hasta el nivel en que se iguale con el nuevo límite del tiempo de trabajo necesario a que se ha reducido el valor de aquélla. Al igual que en el caso anterior (aumento de la productividad) se demuestra palmariamente que los progresos en la intensidad del trabajo no sirven al obrero sino al capital (no sólo no sirven al obrero, sino que son empleados para abrumarlo con más trabajo).La intensificación del trabajo crea la posibilidad de que, dentro de una jor-4. nada fija e incluso reducida, aumente el salario a la vez que se incrementa la plusvalía; los bienes de que se apropian el obrero y el capitalista aumentan necesariamente bajo estas condiciones. Hay un punto después del cual, debido a la intensificación del trabajo, la fuerza de trabajo entra en una pendiente de desgaste geométricamente acelerado que determina que el precio de la

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misma deje de tener relación con su valor; por más que, dentro de la jornada fija e incluso reducida, aumente el precio de la fuerza de trabajo, no alcan-zará nunca a reponer el desgaste inmoderado de ésta. Al igual que en el caso anterior (2), la aparentemente mejor situación para el obrero es y se trueca constantemente en lo contrario.La extensión de la jornada también crea la posibilidad de que aumente el 5. salario a la par que se incrementa la plusvalía; las condiciones y las conse-cuencias de ese aumento son las mismas en este caso que en la intensificación del trabajo.Cuando, por cualquier circunstancia, se reduce la plusvalía de los capitalistas, 6. éstos no vacilan un instante en resarcirse rebajando el salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo, aumentando la jornada por sobre sus límites anteriores si las circunstancias lo permiten, o ambas cosas a la vez. De esta manera, se acelera el desgaste de la fuerza de trabajo y se alcanzan los mismos resultados que anotábamos en el punto 2.

Como vemos, los distintos cambios en las relaciones entre las magnitudes del precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía desembocan, con la férrea necesidad de las leyes naturales, en el mantenimiento del salario en un nivel constantemen-te bajo que sólo oscila dentro de límites muy estrechos y siempre de acuerdo con las necesidades del capital. Las fuerzas que determinan la tendencia al descenso constante del precio de la fuerza de trabajo son tan potentes que sólo pueden ser ligeramente superados por las que provocan la tendencia al alza, por lo que los aumentos son siempre miserables y mezquinos. Por otro lado, los aumentos del precio de la fuerza de trabajo, cualquiera que sea su magnitud, se truecan ineluctablemente en su contrario, con lo que se refuerza definitivamente la ten-dencia secular al descenso.

II. Algunos aspectos históricos de las relaciones entre la magnitud del precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía

en el régimen capitalista mexicano

A) La Revolución de 1910 y su remate con el régimen Cardenista

El movimiento revolucionario de 1910, que remató con el período de gobierno de Lázaro Cárdenas, fue un gigantesco cataclismo social que tuvo como objetivo fundamental incrementar la productividad de la agricultura y de la industria

3 Ciertamente que el primer período histórico de incremento de la productividad del trabajo en las ramas que producen medios de consumo obrero (agricultura e industria ligera) es el comprendido entre 1860, fecha en que empieza la revolución capitalista en la agricultura, y 1900, año en que comienza a declinar la producción de bienes de consumo a causa del desorbitado desarrollo de la producción de bienes de producción. Sin embargo, no consideramos aquí este período debido a que en este punto sólo nos referimos a los procesos para aumentar la productividad del trabajo y hacer descender el valor de la fuerza de trabajo como instrumentos que se emplean en el régimen capita-lista ya existente y no como medios para constituir este mismo régimen.

Cambio de magnitudes del precio del trabajo y de la plusvalía • 183

ligera de un régimen capitalista preexistente, para así aumentar el tiempo de trabajo excedente y la plusvalía que ya extraía al proletariado mexicano.3

Para ello se realizaron todos los cambios estructurales necesarios, los que tuvieron como centro de gravitación la conquista del poder por la fracción de los explotadores que había estado excluida del mismo, es decir, los capitalistas agrí-colas provenientes del desarrollo de los arrendatarios y campesinos libres y los capitalistas industriales que tenían su origen en los artesanos y los comerciantes surgidos de su seno; hasta ahí, durante la dictadura Porfirista, habían goberna-do los grandes capitalistas agrarios descendientes de los terratenientes feudales y los grandes capitalistas industriales que provenían de los grandes terratenien-tes capitalistas, de los grandes comerciantes y de los banqueros; la revolución de 1910 fue una vulgar reyerta entre explotadores para disputarse el gran botín: la clase obrera mexicana y las grandes cantidades de plusvalía que potencialmente representaba.

Esta verdadera revolución en la producción agrícola incrementó en pro-porciones gigantescas la productividad en este sector de la economía capitalista. Paralelamente se registró un regular aumento en los salarios que, a la vez que permitió el desarrollo de la industria productora de bienes de consumo, aunque redujo la plusvalía de todos los capitalistas, no sobrepasó el aumento que había habido en la masa de productos que se apropiaba la burguesía; es evidente, en-tonces, que el capital seguía creciendo aún en estas condiciones.

B) El período de producción masiva de plusvalía sobre la base del incremento de la productividad del trabajo agrícola

conquistado en la etapa anterior. (1941-1958)4

Al concluir el período de Cárdenas se cierra esa gran etapa de cambios radicales que sentaron las bases para un subsecuente incremento ascendente de la pro-ductividad agrícola por muchos años. De 1941 a 1958 la burguesía mexicana se dedicó a producir plusvalía y acumularla sobre la base conquistada en el período anterior. Este desarrollo se concentró, por un proceso económico-natural, en la rama que produce medios de producción que, para resarcirse del descenso de la cantidad de plusvalía extraída al proletariado en la fase previa, empleó el expediente de hacer descender los salarios y aumentar los precios de los bienes de consumo. Es claro que en esta forma se dio un golpe bajo a un sector de la burguesía, al productor de bienes de consumo, llevándolo al borde de la ruina, a la vez que se desarrollaba desorbitadamente la industria productora de bienes de producción.

4 En realidad el primer período de producción masiva de plusvalía fue el comprendido entre 1890 y 1910, época en que se introduce en gran escala la industria maquinizada en nuestro país y cuando se desarrolla gigantescamente la rama que produce medios de producción. No la consideramos aquí detalladamente por las mismas razones expuestas en la nota precedente.

Esta reducción del salario real se vio fortalecida, como veremos más tar-de, por la acción del capital para aumentar su fondo de acumulación reduciendo el fondo de consumo de los obreros; estas dos fuerzas concentradas hicieron descender durante ese período el precio de la fuerza de trabajo muy por debajo de su valor.

Aquí encontramos, explícitamente desarrollada en nuestro país, la natu-raleza prepotente del capital que aumenta o disminuye el salario conforme a las necesidades que brotan de su hambre insaciable de trabajo excedente; también se manifiesta en este proceso la naturaleza depredadora del capital, que no va-cila un momento en acelerar el desgaste de la cantera de donde obtiene trabajo vivo con tal de resarcirse de un descenso relativo en la cantidad de plusvalía extraída al proletariado.

Esta fase del desarrollo capitalista de nuestro país se caracteriza muy es-pecialmente por un crecimiento desmesurado de la riqueza en un polo y por un aumento pavoroso de la miseria en el otro.

C) Etapa de nuevo incremento de la productividad agrícola y nuevo descenso del valor de la fuerza de trabajo. (1958-1964)

Durante el régimen de gobierno de Adolfo López Mateos se hizo, aunque en una escala mucho menor, lo mismo que en los primeros años del régimen nacido de la revolución mexicana. Se dio un nuevo y decisivo impulso a la Reforma Agraria, se organizaron en gran escala la Seguridad y la Asistencia Públicas. Hubo en consecuencia un aumento de la productividad del trabajo agrícola e industrial que, junto con los otros factores, ocasionó un nuevo descenso del va-lor de la fuerza de trabajo. Todo esto se complementó con un relativo aumento del salario. Los efectos sobre la plusvalía fueron los mismos, guardadas todas las proporciones, que en el primer período de existencia de los gobiernos na-cidos de la revolución; también, claro está, se dio gran impulso a la industria productora de bienes de consumo, principalmente los necesarios para el susten-to obrero. Aunque en menor medida que en el período anterior, los precios de los bienes de consumo necesario aumentaron con la finalidad de ir trasladando fondos para acumular de las ramas que en la fase previa habían acumulado desmesuradamente. Los efectos de esta situación, que aparentemente es la más benéfica para los obreros, son bastante explícitos: de 1955 a l960, habiéndose mantenido el valor de la producción industrial en un nivel casi igual (10,629.80 millones de pesos a precios constantes base 1930 = 100 y 8,509.32, respectiva-mente), el personal ocupado descendió de 2’171,599 a 1’174,365; es decir, que el valor producido por persona ocupada fue de $4,894.91 y $7,245.89 en los años considerados. Esto pone de manifiesto el grado gigantesco de intensificación del trabajo y por tanto de desgaste de la fuerza humana de trabajo en activo que trajo consigo la política “revolucionaria” de la fracción burguesa que llegó al poder con López Mateos (la productora de bienes de consumo). Lo expuesto nos demuestra también a qué conduce la política de “redistribución del ingreso”, tan

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cara a los economistas burgueses de “izquierda” y a sus lacayos incondicionales, los teóricos “marxistas”.

D) Segundo período de producción masiva de plusvalía. (1964-1970)

Reducido el valor de la fuerza de trabajo en la época lópezmateista a través del incremento de la productividad agrícola y de la de las industrias productoras de artículos de consumo obrero y por medio de la aplicación en gran escala de la Seguridad Social y de la Salubridad y la Asistencia Públicas se abre, con el gobierno de Díaz Ordaz, un nuevo período de producción masiva de plusvalía. La característica especial de esta etapa consistió en que, a diferencia de la com-prendida entre 1941 y 1958, los precios de los artículos de consumo esencial fueron mantenidos estables por medio de una política de rígido control estatal. En estas condiciones, los salarios pudieron mantenerse fijos e incluso descender sin llegar a alcanzar el nuevo nivel del valor de la fuerza de trabajo, a la vez que el aumento de la plusvalía beneficiaba tanto a la industria productora de medios de producción como a la que produce medios de consumo no necesarios; debe-mos puntualizar que, bajo determinadas circunstancias, los cambios de mag-nitudes entre el precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía se realizan a través del mecanismo de los precios de las mercancías; así, partiendo de un salario nominalmente en crecimiento y de un nivel de los precios de los bienes de con-sumo necesario relativamente estable, el aumento de plusvalía para las ramas que producen medios de producción y medios de consumo no necesarios sólo puede realizarse aumentando los precios de sus productos para así atraer a su órbita la diferencia entre el valor relativamente fijo de la fuerza de trabajo y su precio en constante aumento; entonces, aunque el salario nominal aumente pro-gresivamente, el salario real se mantiene en un mismo nivel e incluso desciende. El resultado necesario de la serie de condiciones existentes bajo el régimen de Díaz Ordaz fue la ruina de la agricultura y de la industria productora de bienes de consumo necesarios.

E) Tercer período de incremento de la productividad en la agricultura y en la industria ligera. (1970-1976)

Una vez agotadas las posibilidades de producción creciente de plusvalía sobre la base del nivel de la productividad del trabajo conquistado bajo el régimen de López Mateos, en el período que se inicia el año de 1970 se hace imperioso darle otro impulso que la eleve de nuevo a la altura necesaria para preparar otra fase de acumulación masiva; para ello se requiere trasladar previamente fondos des-de las ramas que acumularon en el período anterior hacia la agricultura y la in-dustria ligera; uno de los mecanismos que existe dentro del régimen capitalista para lograrlo es el aumento de los precios de los bienes de primera necesidad.

Ya hemos anotado cómo los cambios en la magnitud entre el precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía se realizan a través del mecanismo de los precios de las mercancías; el salario del obrero se convierte así en un verdadero campo de

batalla entre las diversas fracciones burguesas en pugna; cada una de ellas, a su debido tiempo, para resarcirse de lo que la otra le ha quitado, entra sin es-crúpulo alguno a saco en el fondo de consumo de la clase obrera. Durante los períodos en que se impone la necesidad de elevar la productividad en las ramas que producen medios de consumo para la clase obrera, en mayor o menor medi-da se hace imprescindible un aumento de los precios de los bienes de consumo necesario para trasladar fondos desde las otras ramas. Cuando la producción masiva de plusvalía toma carta de naturaleza, entonces, ante un aumento previo de los salarios, la burguesía tiene necesariamente que aumentar los precios de los bienes de consumo necesario para trasladar fondos desde las ramas previa-mente beneficiadas.

Todos los ajustes entre las diversas ramas de la producción capitalista se realizan necesariamente a través del mecanismo de los precios y éste, ya lo hemos visto, repercute a fin de cuentas sobre el fondo de consumo del obrero. Ante estas potentes fuerzas “naturales” que determinan el precio de la fuerza de trabajo, el nivel de vida de la clase obrera sólo puede subir, en caso de hacerlo, dentro de límites muy estrechos y siempre en atención a las necesidades del capital.

El movimiento de los precios de las mercancías (incluso de la fuerza de trabajo) no revela, sino que por el contrario oscurece la esencia del fenómeno; esto da lugar a interesantes situaciones: como las distintas fracciones de la bur-guesía tienen derecho a entrar a saco en el fondo de consumo del obrero, enton-ces cada una de ellas debe defenderlo para sí de las demás: cada una a su turno se eleva a la calidad de protectora de la clase obrera; el economista burgués de “izquierda” se ve en un verdadero apuro para justificar, en su conciencia, el he-cho de que la “industrialización”, que tiene por objeto abaratar las mercancías y elevar el nivel de vida de la clase obrera, sólo pueda realizarse por medio del encarecimiento incesante de los artículos de primera necesidad y a costa de re-ducir constantemente el fondo de consumo del obrero; por último, el que llega al clímax de su desconcierto teórico es el economista “revolucionario”, quien ya no acierta a comprender nada.

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Reproducción simple • 187

CAPÍTULO VIIIREPRODUCCIÓN SIMPLE1

La producción es también un proceso de reproducción; la sociedad debe crear, a la vez que los medios de consumo, los medios de producción necesarios para repetir el proceso.

La reproducción es capitalista cuando tiene por objeto reproducir el capi-tal como valor que se valoriza.

La reproducción capitalista simple es aquélla en la cual el capitalista gas-ta toda la plusvalía en su consumo.

Analizaremos ahora lo que sucede con la esencia de la explotación capita-lista al repetirse el proceso de producción, es decir, durante la reproducción.

Tomaremos la reproducción simple como límite del estudio.En primer lugar, nos encontramos con que la simple repetición del proce-

so de producción capitalista (reproducción sin acumulación, reproducción sim-ple), trae consigo que el obrero produzca el fondo del cual el capitalista le paga su salario, o sea, que el salario es el propio trabajo materializado del obrero, que se apropia el capitalista. Esto no significa otra cosa sino que el capital no sólo se ha apropiado las condiciones de trabajo del obrero, sino que con ellas ha hecho suyos los medios de vida correspondientes; suponiendo que el proceso se inicia, por un lado con medios de producción y de vida que el capitalista ha adquiri-do con su propio trabajo y por el otro el obrero, al repetirse el movimiento la fuerza de trabajo del trabajador deberá ser suficiente no sólo para producir una plusvalía sino para reproducir los medios de vida (capital variable) que desapa-recen en el consumo individual del obrero; por tanto, al reproducirse el proceso de producción capitalista el obrero crea el fondo del cual el capitalista le pro-porciona los medios de vida necesarios para su sostenimiento y reproducción, es decir, que crea sus propios medios de vida como medios de explotación. La forma salario sólo sirve para encubrir esta relación existente entre el capitalista y el obrero. La explotación se expresa claramente en esa relación en la cual el trabajo acumulado (producto de la clase obrera) somete la propia existencia física de los trabajadores a sus necesidades prepotentes; esta situación obliga ne-

1 Resumen, extractos y citas del capítulo XXI de la Sección Séptima El proceso de acumulación del capital del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

cesariamente a los obreros a reivindicar la propiedad sobre sus medios de vida para romper esa relación de subordinación que determina la inseguridad de su propia existencia física. El capital no sólo emplea su propiedad sobre los medios de vida de la clase obrera para separar, cuando así le conviene, al obrero de sus medios de vida al negarle trabajo, sino que le sirve también para mantener una sobrepoblación relativa adecuada a sus ciclos de desarrollo, proporcionando a la clase obrera medios de vida a través de la Beneficencia Pública y Privada. En resumen, la existencia física del obrero está sujeta a las necesidades del capital y, de hecho, proviene precisamente de él.

En segundo lugar, la simple repetición del proceso de producción a una misma escala transforma a todo capital en plusvalía capitalizada.

Prescindiendo de la acumulación, es decir, suponiendo que toda la plus-valía es consumida por el capitalista, todo capital, después de cierto tiempo, se convierte en capital acumulado o en plusvalía capitalizada o en valor apropiado sin retribución. [La plusvalía es trabajo no retribuido; ya hemos visto cómo el capitalista sólo paga el valor de los medios de vida del obrero, el cual es reprodu-cido en una parte de la jornada (tiempo de trabajo necesario) mientras que la otra parte (tiempo de trabajo excedente) se la apropia el capitalista sin retribución].

Aquí encontramos también claramente expresada la esencia de las rela-ciones de explotación en la sociedad capitalista; la totalidad del capital, aún suponiendo que inicialmente provenga del propio trabajo del capitalista, se con-vierte, más tarde o más temprano, en trabajo no retribuido (plusvalía) acumula-do que oprime al trabajo vivo; esto significa que el capital, en su totalidad, no es sino trabajo no retribuido de la clase obrera.

En tercer lugar, la repetición del proceso productivo sobre una misma escala (reproducción simple) reproduce el divorcio entre el producto del tra-bajo y el trabajo mismo, entre las condiciones objetivas del trabajo y la fuerza subjetiva del trabajo. Esto sucede así porque el producto es ajeno al trabajador y pertenece al capitalista, quien desde luego lo emplea como medio de valoriza-ción; la solución histórica es: reivindicación de la propiedad del producto para el trabajador.

La repetición del proceso transforma la riqueza material en capital, en medio de explotación del trabajo (reversión del producto a capital constante y variable para empezar de nuevo el proceso productivo); el obrero sale del proce-so igual que como entró en él.

Como el obrero es despojado de su propio trabajo, los productos del mis-mo le son ajenos, se transforman constantemente en capital, ya sea bajo la for-ma de medios de producción o de medios de vida. El propio obrero produce constantemente la riqueza objetiva como capital, como una potencia extraña a él, que le domina y le explota y el capitalista produce, no menos constantemente, la fuerza de trabajo como fuente subjetiva de riqueza.

El proceso capitalista de producción, en síntesis, produce y reproduce el mismo régimen del capital: de una parte al capitalista y de otra al obrero asala-riado.

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Reproducción simple • 189

En cuarto lugar, el consumo individual del obrero, en la reproducción simple, es producción y reproducción del medio de producción indispensable para el capitalista: del propio obrero. El consumo individual de la clase obrera vuelve a convertir el capital abonado a cambio de la fuerza de trabajo en nueva fuerza de trabajo.

El consumo individual del obrero, que para él es consumo improductivo, se convierte, con la reproducción simple, en consumo productivo para el capital.

El capital considera (y así es en realidad) a los obreros como un atributo suyo (como su propiedad).

La explotación salta aquí a la vista; la fuerza de trabajo, al venderse al capitalista, deja de pertenecer al obrero; por tanto, el producto pertenece al ca-pitalista y es capital por su forma y su destino. Este trabajo materializado como capital oprime al trabajo vivo. Solución: reivindicación de la propiedad de la fuerza de trabajo y del producto para el obrero.

CAPÍTULO IXCONVERSIÓN DE LA PLUSVALÍA EN CAPITAL

I. Proceso capitalista de producción sobre una escala ampliada

Trueque de las leyes de propiedad de la producción de mercancías en leyes de apropiación capitalista1

Hasta aquí se estudió el proceso de producción de plusvalía, en seguida analiza-remos el movimiento por el cual la plusvalía se convierte en nuevo capital que se utiliza para ampliar la producción, es decir, estudiaremos la acumulación de capital. Sustancialmente, los métodos de acumular son los mismos que aquéllos empleados en la producción de plusvalía; pero el nuevo destino de ésta, o sea no el disfrute por el capitalista sino la acumulación, su transformación en nuevo capital, da al proceso nuevas características inéditas que, a la vez que refuerzan y perfeccionan aquellos métodos que producen las naturales consecuencias per-niciosas para la clase obrera, crean nuevas formas para aumentar la masa de plusvalía que son igualmente perjudiciales para los trabajadores. La necesidad intrínseca del capital de obtener cantidades cada vez mayores de trabajo exce-dente de la clase obrera se traduce en el imperativo de ampliar constantemente la producción, de acumular cantidades crecientes de capital, lo que sólo se logra mediante el aumento de la masa de plusvalía que se obtiene al poner en tensión los métodos tradicionales y forjando nuevas formas que se basan en ellos, de lo que resulta la centuplicación de la opresión, esclavización y explotación de la clase obrera. Al convertirse la acumulación en objetivo consciente del capitalista se perfeccionan y se emplean en toda su intensidad los métodos de obtener plus-valía y con ello se redobla la explotación del obrero.

Analizábamos en el capítulo anterior el proceso de reproducción simple; considerábamos el caso del capitalista que en el proceso de producción se limi-taba a reponer los medios de trabajo (instrumentos, materias primas, etcétera) y la fuerza de trabajo utilizados, mientras que la plusvalía obtenida la gastaba en forma improductiva.

1 Resumen, extractos y citas del parágrafo 1 del capítulo XXII de la Sección Séptima El proceso de acumulación del capital del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

Conversión de la plusvalía en capital • 191

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Veíamos que aún en ese caso, y después de cierto tiempo, el capital origi-nario que había utilizado desaparecía y lo único que quedaba era plusvalía capita-lizada, es decir, trabajo no retribuido que revertía a capital. Ahora examinaremos el caso en que el capitalista convierte en capital una parte de la plusvalía obtenida. Esta plusvalía se capitaliza al invertirse en las dos formas materiales que asume el capital en el proceso de producción: medios de trabajo y medios de vida. Para ello, una parte del trabajo excedente anual, que rebase la cantidad necesaria para reponer el capital desembolsado, deberá invertirse en producir los medios de producción y de vida adicionales. Para hacer que estos elementos entren en funciones se necesita contar con nueva afluencia de trabajo; es forzoso incorpo-rar a la producción fuerzas de trabajo adicionales.

Aquí se supone que el capital originario que se reproduce es producto del trabajo del capitalista, como así se desprende de las leyes de la circulación de mercancías.

Aquella transformación que hace el capitalista de la plusvalía obtenida en un nuevo capital o en una nueva parte de un capital ya existente, cambia de pla-no la situación. Ahora, la parte de la plusvalía que se ha incorporado al capital es trabajo ajeno no retribuido; de aquí en adelante, la apropiación de trabajo actual no retribuido descansa en trabajo pretérito sin retribuir.

Las leyes del intercambio de mercancías se truecan en su contrario. Se-gún estas leyes, los productores intercambian mercancías producto de su propio trabajo; en el régimen capitalista, el empresario cambia trabajo ajeno pretérito no retribuido por fuerza de trabajo del obrero. La relación de cambio entre el obrero y el capitalista se convierte en una mera apariencia adecuada al proceso de circulación, en una forma ajena al contenido; la forma es la compraventa de la fuerza de trabajo; el contenido, el intercambio constante que hace el capitalis-ta de trabajo ajeno pretérito no retribuido por fuerza de trabajo que le producirá un nuevo superávit, una nueva cantidad de trabajo no retribuido.

La propiedad, que según las leyes del intercambio de mercancías se deri-vaba del propio trabajo, en el régimen capitalista se convierte en el derecho del capitalista de apropiarse trabajo ajeno no retribuido y en la imposibilidad del obrero de hacer suyo el producto de su trabajo.

El régimen capitalista de producción no se instaura por medio de la viola-ción de las leyes de la producción de mercancías, sino a través de su aplicación:

se basa en la compraventa de la fuerza de trabajo, acto que se rige absoluta-a) mente por las leyes del intercambio de mercancías (intercambio de equiva-lentes);pero, a su vez, fuera de esta órbita de intercambio, en el proceso de producción, b) la fuerza de trabajo crea más valor del que cuesta su mantenimiento;la apropiación de lo producido se lleva a cabo conforme a las leyes de la produc-c) ción de mercancías, puesto que el capitalista, al comprar la fuerza de trabajo del obrero, tiene derecho a apropiarse de todo lo que ella produzca.

Mientras en cada acto de cambio se guardan las leyes del cambio de mercancías, el régimen de apropiación puede experimentar una transformación radical sin

tocar para nada los títulos de propiedad inherentes a la producción de mercancías.En resumen, la producción capitalista se lleva a cabo sin que se violen las

leyes fundamentales de la producción de mercancías y del régimen de propiedad a él inherente.

En la reproducción ampliada es en donde con más fuerza resalta nítida-mente la esencia de la explotación capitalista. Aquí no cabe duda alguna de que el capital es el propio trabajo pretérito no retribuido de la clase obrera ni de que el trabajo vivo no retribuido que con él se apropia el capitalista se convierte tam-bién en capital (riqueza que sólo existe para apropiarse trabajo no retribuido) por medio de la acumulación; es evidente, por lo tanto, que el capitalista oprime y explota a la clase obrera con su propio producto y que lo emplea para obtener más trabajo no retribuido que se convierte, por la acumulación, en más capital para oprimir y explotar. La reivindicación es simple: la clase obrera debe hacer suyo su propio producto.

Por otro lado, el hecho de que formalmente el régimen capitalista de pro-ducción se rija por las leyes de producción de mercancías da pie a que se mis-tifique su esencia, desarrollándose una ideología acerca de las relaciones entre el capitalista y el obrero que se desprende directamente de aquella forma (apa-riencia) y que tiende a justificar la explotación de la clase obrera por el capital esgrimiendo el argumento de que las relaciones entre estas clases se rigen por las leyes eternas de la producción de mercancías. Se oculta deliberadamente la esencia del régimen capitalista, según la cual el capitalista compra al obrero, con trabajo pretérito no retribuido, fuerza de trabajo que produce más trabajo no retribuido para el capitalista.

II. División de la plusvalía en capital y renta. Métodos empleados por el capital para aumentar el fondo de acumulación con independencia

de la división de la plusvalía en capital y renta2

En el capítulo anterior se partía del supuesto de que toda la plusvalía era gastada por el capitalista en su consumo, es decir, como renta; en el punto I de este ca-pítulo se considera que el empresario invierte toda la plusvalía como capital; en realidad, no sucede exclusivamente ni una ni la otra cosa sino las dos al mismo tiempo: la plusvalía que obtiene el capitalista se invierte en renta y capital. La proporción en que la masa de plusvalía se reparte entre renta y fondo de acu-mulación está determinada por una gran variedad de circunstancias pero, en lo fundamental, obedece al grado mismo de desarrollo del régimen capitalista; en las etapas primitivas, el capitalista individual se convierte en el más decidido defensor y practicante de la abstinencia como método para aumentar el fondo de acumulación que se agregue a un raquítico capital en funciones; posterior-

2 Resumen, extractos y citas de los parágrafos 3 y 4 del capítulo XXII de la Sección Séptima El proceso de acumulación del capital del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

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mente, con el incremento fabuloso de la riqueza que trae consigo la acumula-ción de capital, surge en el pecho del empresario un conflicto demoníaco entre el instinto de acumular riqueza y el instinto de gastarla; en las etapas superiores del régimen capitalista el derroche se impone como una necesidad profesional del empresario, ya que la ostentación de riqueza se convierte en un medio de crédito.

Partiendo de una proporción dada entre la plusvalía que se gasta como renta y la que se capitaliza, todo lo que haga aumentar la masa de plusvalía contribuirá a hacer crecer el volumen absoluto de la acumulación, aún perma-neciendo inalterable la proporción en que se divide con el consumo.

Los métodos para aumentar la masa de plusvalía que se extrae a la clase obrera (formas de producción de plusvalía absoluta y relativa) se convierten así en métodos para aumentar el volumen absoluto de acumulación, con lo que re-ciben un nuevo impulso en su desarrollo que tiene los resultados consiguientes para la suerte de los trabajadores. Es por eso que en la fase superior del régimen capitalista, cuando se establece como un principio conciente y como un impera-tivo ineludible para el empresario incrementar constantemente el fondo de acu-mulación (capitalizar) se refuerza e intensifica necesariamente la explotación del obrero asalariado.

1. Métodos para aumentar la masa de plusvalía bajo el imperativo de la acumulación creciente de capital3

A) Las formas de producción de plusvalía absoluta como métodos de aumentar el fondo de acumulación

Grado de explotación de la fuerza de trabajo

Bajo los supuestos establecidos, el aumento de la acumulación se logra a través a) de la reducción del salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo. De esta manera, se convierte el fondo necesario de consumo del obrero en un fondo de acumulación de capital. La tendencia innata del capital a reducir el salario del obrero encuentra en la acumulación un nuevo punto de apoyo.

En nuestro país, además de las fluctuaciones cíclicas debidas a otras causas, los salarios se han visto reducidos muy por debajo del valor de la fuerza de trabajo (un valor relativo para cada época histórica, desde luego) en dos grandes perío-dos históricos: de 1941 hasta 1958, época en la cual se inician y perfeccionan las políticas encaminadas a acumular capital en escala masiva y en el período que se inicia en el año de 1971.3 Resumen, extractos y citas del parágrafo 4 del capítulo XXII de la Sección Séptima El proceso de acumulación del capital del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

En la primera etapa, la acumulación de capital tiene como finalidad fun-damental (sin perjuicio de que también se desarrollen, aunque en menor me-dida, las ramas restantes) crear una gran industria productora de medios de producción de factura moderna; para ello, a través de los altos precios de los bienes de consumo se establece lo que la burguesía llama muy eufemísticamente el “ahorro forzado”, que no es otra cosa sino el descenso violento del salario real muy por debajo del valor de la fuerza de trabajo y por el cual una parte del fondo de consumo del obrero pasa, por medio de la relación desfavorable de precios para la industria ligera y la agricultura, a engrosar el fondo de acumulación de los grandes capitalistas.

En la segunda etapa señalada, que se inicia en 1971, la acumulación de capital está encaminada fundamentalmente (sin descuidar, claro es, los restan-tes renglones de la industria), hacia la industria alimenticia y la agricultura; para lograrlo se mantiene un precio estable de los bienes de producción fundamenta-les y se aumentan radicalmente los precios de los bienes de primera necesidad, con lo cual se reduce el salario real de los obreros y una parte de su fondo de consumo se convierte en fondo de acumulación.

Lo característico de estos movimientos es que revelan abiertamente la esencia del capital como potencia enemiga del trabajo: el desarrollo anárquico del capital determina que la necesidad de una fuerte acumulación vaya pasan-do alternativamente de una rama de producción a otra; por la esencia misma del régimen capitalista ese aumento sólo puede ser realizado potenciando las formas de explotación de la clase obrera, y de ellas, principalmente, la forma de producción de plusvalía absoluta que consiste en reducir el salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo. El régimen que supuestamente existe en be-neficio de los obreros no vacila un momento para reducir violentamente y por largo tiempo un nivel de vida existente con anterioridad con el fin de realizar los ajustes necesarios en su proceso de desarrollo y perfeccionar el aparato de exacción de trabajo excedente de la clase obrera. Se comprueba aquí de nuevo que las necesidades de los obreros sólo existen en función de las necesidades prepotentes del capital.

Además de las fluctuaciones del salario real debidas a las necesidades cí-clicas de la acumulación y que llevan al descenso del mismo por debajo del valor de la fuerza de trabajo de todos los obreros considerados individualmente, existe un descenso secular que se traduce también en un déficit respecto del valor de la fuerza de trabajo de la sociedad como un todo y que en este caso sirve para aumentar el fondo normal cotidiano de acumulación (véase datos estadísticos sobre salarios en el capítulo siguiente).

Lo que estas estadísticas indican es que, junto a un reducido sector de la clase obrera cuyos salarios suben de acuerdo con su preparación técnica muy por arriba del necesario para subsistir, existen cientos de miles de trabajadores cuyos salarios descienden desde el mínimo hasta cantidades cercanas a $0.00; obviamente, se reduce así el fondo de consumo de la totalidad de la clase obrera, aún que los salarios reales de un sector relativamente pequeño de la misma pue-

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dan subir constantemente; por su parte, con esto crece el fondo de acumulación de los capitalistas.b) Los imperativos de la acumulación acelerada dan nuevo impulso a la tenden-cia del capital a ampliar la jornada de trabajo, pues, por este medio, al aumentar la plusvalía aumenta el fondo de acumulación.

B) Las formas de producción de plusvalía relativa como métodos de aumentar el fondo de acumulación

Al aumentar la fuerza productiva del trabajo, aumenta el fondo de acumulación en las formas siguientes:

Aumenta la cantidad de los medios de vida producidos por un valor determi-1. nado con lo que:se reduce el valor de la fuerza de trabajo y aumenta en consecuencia la masa a) de plusvalía y con ella el fondo de acumulación y,el abaratamiento de los medios de vida permite al capitalista reducir su fondo b) de consumo y aumentar el de acumulación con el sólo expediente de cambiar la proporción en que se divide la misma masa de plusvalía entre consumo y acumulación, dedicando más a esta última, sin que descienda la cantidad de medios de vida que obtiene por el valor reducido de su fondo de consumo, la que puede incluso aumentar.

En el primer caso (a), el capitalista tiene necesariamente que reducir el precio de la fuerza de trabajo hasta su nuevo valor; de aquí brota una serie de nuevos motivos que presionan para el descenso del salario nominal.

En el segundo caso (b), manteniéndose en pie el precio de la fuerza de tra-bajo al aumentar por lo mismo la cantidad de los medios de vida que el obrero obtiene por él, el capitalista, que reduce el monto nominal de su renta sin que descienda la cantidad de medios de disfrute que con ella obtiene e incluso ha-biendo un aumento de los mismos logra incrementar el fondo de acumulación. Este fenómeno es la base del desarrollo de las industrias de bienes de consumo, tanto necesario como no necesario.

En México este proceso se ha dado en dos épocas históricamente deter-minadas:

La época Cardenista fue la última fase de todo un período en el que se desplazaron fondos de acumulación desde las ramas de la gran industria y de la gran agricultura de exportación hacia la agricultura para el mercado interno y la industria ligera (lo que no quiere decir que en aquellas ya no se acumulara, sino que disminuyó el ritmo desorbitado al que lo venía haciendo desde el Por-firiato) a la vez que se mantenían e incluso se elevaban los salarios nominales. La acumulación en la agricultura y la industria ligera aumentó la productividad del trabajo en esas ramas y redujo el valor de la fuerza de trabajo; pero esta situación no beneficiaba directamente a la industria productora de medios de producción, que con el alza de salarios veía descender peligrosamente el ritmo

de incremento de su fondo de acumulación y que para sostenerlo en este nivel reducido había tenido que “apretarse el cinturón” y dejar de derrochar un poco; la reacción no se hizo esperar y, a través del alza de precios ( “ahorro forzado”) se desplazaron hacia los grandes tiburones los fondos de acumulación de las ramas de la industria ligera obtenidos con el aumento de su productividad y con el des-censo correlativo del valor de la fuerza de trabajo; evidentemente, se paralizó así (se redujo el ritmo anterior del incremento de la acumulación) el desarrollo de la agricultura y de la industria de bienes de consumo, a la vez que se reducía el salario por debajo del nuevo valor alcanzado por la fuerza de trabajo. De esta manera, el peso de la acumulación se desplaza ahora hacia las ramas de la gran industria en donde se dará un proceso de aumento de la productividad que, para traducirse en un nuevo descenso del valor de la fuerza de trabajo y, en consecuencia, en un nuevo aumento de la plusvalía y del fondo de acumulación general de la sociedad, debe transmitirse a la agricultura y a la industria ligera.

El segundo período en el que se observa el mismo proceso es el del sexe-nio de gobierno de Adolfo López Mateos, en el que se transfieren de nuevo fondos de acumulación desde la gran industria hacia la agricultura e industria ligera, se socializa la medicina, se eleva el salario nominal y se establecen controles de precios; de esta manera, cobra un nuevo impulso la productividad en esas ramas que hace bajar el valor de la fuerza de trabajo; al igual que en el caso anterior, los fondos de acumulación aquí obtenidos deben trasladarse hacia la industria pe-sada. Durante la administración de Díaz Ordaz, para lograr este efecto y además seguir impulsando el desarrollo de la industria de consumo de bienes no nece-sarios, se impuso la necesidad de mantener fijos los precios de los artículos de consumo necesario a la vez que se aumentaban los de los bienes de producción; se agotaron así las posibilidades de desarrollo de las industrias que producen los artículos de subsistencia sin permitirles que acumularan en gran escala; por eso, en el período que se inició en 1970 tuvieron que aumentar su fondo de acumu-lación a través del procedimiento clásico de elevar los precios de los artículos de primera necesidad y de encarecer indirectamente los bienes de consumo no necesario. Se abre otro período en que la acumulación se desplaza de nuevo hacia las ramas que producen bienes de consumo necesario y detienen por el momento el anterior desarrollo desorbitado de las otras, pero así preparan con-cienzudamente uno posterior al incrementar necesariamente la productividad, hacer descender de nueva cuenta el valor de la fuerza de trabajo y obtener un fondo de acumulación que se debe trasladar hacia ellas.

Como vemos, y haciendo abstracción de los movimientos de atracción y repulsión de obreros por la industria, incluso cuando aumenta relativamente el nivel de vida de los trabajadores, ese incremento obedece a las necesidades del capital de desarrollar una de sus ramas productivas, es decir, transferir capital de una rama a otra y, por tanto, de perfeccionar el régimen de opresión capita-lista; además, después de ese aumento, para trasladar el fondo de acumulación de una rama hacia la otra se impone necesariamente una nueva disminución en el nivel de vida de los trabajadores. La suerte de la clase obrera está determinada

Conversión de la plusvalía en capital • 197

198 • El desarrollo del capitalismo mexicano

por completo por los movimientos autónomos y anárquicos del capital, los que a su vez tienen origen en su hambre insaciable de trabajo excedente.

2) Aumenta la cantidad de los medios de producción producidos por un valor determinado.

Al aumentar la productividad, el mismo capital constante se traduce en más medios de producción. Por consiguiente, si el valor del capital adicional perma-nece inalterable, e incluso si disminuye, la acumulación se acelera. No sólo se amplía la escala de reproducción en cuanto a la materia que la forma, sino que la producción de la plusvalía crece más rápidamente que el valor del nuevo capital desembolsado.

Estos efectos estudiados de la productividad se refieren a los nuevos ca-pitales que se lanzan a la circulación; pero también los encontramos en los ca-pitales originales que asimilan los progresos en la productividad del trabajo. De esta manera, aumenta la plusvalía de los viejos capitales y, por tanto, el fondo de acumulación.

Con el aumento de la masa de los medios de producción dentro de los límites de un valor determinado, una cantidad menor de trabajo vivo pone en funcionamiento cantidades cada vez mayores de trabajo pretérito; esta facultad del trabajo, que se multiplica con la acumulación, se la apropia el capitalista en forma gratuita y la considera como un atributo del capital.

Al crecer el volumen del capital crece la diferencia entre el capital emplea-do y el capital consumido, es decir, es cada vez menor el valor que transmiten los medios de producción a los productos, en relación con su volumen creciente.

En la proporción en que estos medios de trabajo sirven de creadores de productos sin añadir a éstos valor, es decir, en la proporción en que se aplican íntegramente pero consumiéndose sólo en parte, prestan, como ya queda dicho, el mismo servicio gratuito que las fuerzas naturales, el agua, el aire, el vapor, la electricidad, etcétera. Este servicio gratuito del trabajo pretérito, cuando el trabajo vivo se adueña de él y lo anima, se acumula conforme crece la escala de acumulación.4

Todos estos métodos de aumentar el fondo de acumulación a través del incre-mento de la productividad en las ramas de la industria de medios de producción constituyen a la vez formas de opresión de la clase obrera, tanto porque acen-túan el proceso de supeditación de ésta al capital con los resultados ya indicados anteriormente, como porque inducen al capitalista a intensificar el trabajo, alar-gar la jornada y reducir el salario; por otro lado, aquí también los movimientos de ajuste para atraer o desplazar el fondo de acumulación según las necesidades del régimen capitalista en su conjunto recaen directamente sobre la clase obre-ra, ya sea porque se reduce su salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo o porque se le lanza a la calle.

4 Marx, Carlos, op. cit., p. 513.

Conversión de la plusvalía en capital • 199

En nuestro país ha habido dos etapas históricas especiales, la comprendi-da entre 1941 y 1958 y la correspondiente al sexenio de gobierno de Díaz Ordaz, en las que se ha desarrollado en grandes proporciones la productividad en las ramas que producen medios de producción.

Debemos recordar que todos los métodos analizados, consustanciales al desarrollo del capital, tienen por objeto aumentar la cantidad de trabajo no retri-buido que se extrae a la clase obrera para ser destinada a la acumulación, es decir, a la conversión de ese trabajo no retribuido en nuevo capital (riqueza que tiene como finalidad apropiarse trabajo no retribuido) que es a su vez una poderosa palanca para la acumulación; estos métodos no son sino otras tantas formas de explotación de la fuerza da trabajo, la que crea con su propio producto, constan-temente y en proporción geométricamente creciente, la potencia que la explota y oprime. La acumulación de capital no es, por tanto, sino el ensanchamiento inconmensurable del régimen de explotación capitalista y el sometimiento de la clase obrera a una esclavitud cada vez más asfixiante, garantizada con cadenas que oprimen más a cada momento que pasa. Se comprende ahora la infinita estulticia de los oportunistas, que increpan al régimen capitalista existente en nuestro país porque no acumula capital en la proporción que ellos consideran adecuada para el “mejoramiento de las condiciones de vida de la población”.

CAPÍTULO XALGUNOS DATOS SOBRE LA EVOLUCIÓN DE LOS SALARIOS

EN NUESTRO PAÍS

En los capítulos anteriores referentes a la producción de plusvalía y a la acu-mulación de capital hemos hablado de las leyes generales que rigen la determi-nación del salario y también hemos hecho mención a algunos aspectos de los movimientos del precio de la fuerza de trabajo en el régimen capitalista mexica-no. Ahora sólo acopiaremos algunos datos que demuestran irrefutablemente la tendencia inherente al régimen capitalista, al encarecimiento constante de los bienes de consumo obrero y al mantenimiento del salario en niveles persisten-temente bajos. De los mismos datos que presentamos se infiere que el salario obrero sólo aumenta dentro de límites muy estrechos, sin que llegue nunca a amenazar la existencia del régimen capitalista; como en la parte teórica dejamos ya establecido, todo aumento en el salario se traduce al mismo tiempo en el per-feccionamiento del régimen del capital y en la vulneración más decisiva de las condiciones de trabajo y de vida de la clase obrera.

No analizaremos aquí, por no ser materia de este trabajo, las relaciones entre las dos ramas fundamentales de la producción que se establecen a través de los cambios entre los precios de los bienes de producción, los precios de los bie-nes de consumo y el salario. El aspecto teórico de estos movimientos con algunas referencias al caso concreto de México ya ha sido analizado suficientemente en páginas anteriores. Un análisis detallado de los mismos sólo puede ser objeto de un estudio especial que va mucho más allá de los límites de este trabajo.

El movimiento de los precios de los bienes de consumo y de los bienes de producción de 1930 a 1970, es el siguiente:

Cuadro 24

Índice de precios de mayoreo en la Ciudad de México. 1939-1970. Base: 1939 = 100

Años Índice GeneralSubíndice artículos de

consumoSubíndice artículos

de producción

1939 100.0 100.0 100.0

1940 100.5 99.0 105.6

Algunos datos sobre la evolución de los salarios en nuestro país • 201

Cuadro 24 (Continuación)

Índice de precios de mayoreo en la Ciudad de México. 1939-1970. Base: 1939 = 100

Años Índice GeneralSubíndice artículos de

consumoSubíndice artículos

de producción

1941 106.8 104.9 112.7

1942 118.1 116.1 124.9

1943 141.6 143.4 139.4

1944 181.5 190.6 161.7

1945 199.6 214.4 166.1

1946 233.7 254.5 186.0

1947 238.5 258.0 194.2

1948 253.2 273.8 206.3

1949 268.1 286.3 227.5

1950 297.8 311.6 268.8

1951 358.1 377.6 319.2

1952 395.6 424.5 332.2

1953 397.4 420.9 345.7

1954 433.6 449.5 401.4

1955 500.4 519.6 460.2

1956 530.9 557.7 472.9

1957 563.7 593.7 499.0

1958 589.5 622.2 518.3

1959 596.3 616.7 555.6

1960 632.2 647.0 605.9

1961 637.8 654.6 607.1

1962 647.1 663.3 618.1

1963 656.7 669.4 636.4

1964 680.2 697.1 649.7

1965 706.8 732.6 654.9

1966 713.6 738.6 663.1

202 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Cuadro 24 (Continuación)

Índice de precios de mayoreo en la Ciudad de México. 1939-1970. Base: 1939 = 100

Años Índice GeneralSubíndice artículos de

consumoSubíndice artículos

de producción

1967 713.9 734.8 674.1

1968 726.3 749.6 680.7

1969 735.0 766.5 669.1

1970 769.0 812.1 675.0

1971 790.4 830.7 702.2

1972 823.5 871.2 718.9

1973 991.3 1,050.9 855.1

1974 1,247.5 1,335.7 1,049.6

Fuentes: Para 1939-1955: Alarcón Robledo Sabás, Reflexiones para una política general de precios, México, D. F., 1957 (Tesis Profesional), cuadro núm. 12. (Fuente de Alarcón Robledo: Dirección General de Estudios Económicos, Departamento de Barómetros Económicos.) Para 1956-1961: Secretaría de Industria y Comercio, Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos 60-61. Para 1962-1970: Revista de Estadística, diversos números. Para 1970-1974; Anuario Estadístico de los E. U. M. 1972-1974, Secretaría de Programación y Presupuesto, cuadro 13.8.

Es evidente el encarecimiento constante de los bienes de consumo.Pero lo que da la verdadera medida del encarecimiento de la vida obrera es

el índice de precios de los bienes de consumo de los trabajadores.

Cuadro 25

Índice del costo de la vida obrera en la Ciudad de México. Base: 1939 = 100

Años General Años General Años General

1939 100.0 1951 401.4 1963 755.1

1940 100.7 1952 459.2 1964 771.8

1941 104.4 1953 451.2 1965 799.8

1942 121.0 1954 473.1 1966 834.1

1943 158.5 1955 548.7 1967 859.2

1944 199.1 1956 573.3 1968 870.8

1945 213.5 1957 608.9 1969 897.6

1946 266.7 1958 687.7 1970 951.0

Algunos datos sobre la evolución de los salarios en nuestro país • 203

Cuadro 25 (Continuación)

Índice del costo de la vida obrera en la Ciudad de México. Base: 1939 = 100

Años General Años General Años General

1947 300.3 1959 659.5 1971 981.5

1948 318.8 1960 729.7 1972 1,044.2

1949 335.9 1961 742.0 1973 1,217.6

1950 356.2 1962 750.4 1974 1,596.0

Fuentes: Para 1939-1955: Alarcón Robledo, Sabás, op. cit., cuadro núm. 15. (Fuente de Alarcón Ro-bledo: Dirección General de Estudios Económicos, Departamento de Barómetros Económicos, Secretaria de la Economía). Para 1956-1967: Anuario Estadístico 60-61. Para 1958-1970: Revista de Estadística, diversos números. Para 1970-1974: Anuario Estadístico de los E. U. M., 1972-1974. Secretaría de Programación y Presupuesto, cuadro 13.10.

Los salarios nominales han tenido la siguiente evolución en el período compren-dido entre 1939 y 1963:

Cuadro 26

Salarios mínimos de la ciudad y del campo. 1938-1963

Año Ciudad Campo Varios Promedio Relativo

1938-39 1.46 1.31 1.68 1.48 100

1940-41 1.52 1.30 2.12 1.64 110

1942-43 1.52 1.30 1.84 1.57 106

1944-45 1.90 1.65 2.47 2.00 135

1950-51 3.35 2.66 4.05 3.35 226

1952-53 5.35 4.55 5.21 5.03 339

1954-55 6.66 5.68 6.36 6.23 420

1958-59 8.19 6.86 9.30 8.11 547

1960-61 9.41 8.17 11.19 9.59 647

1962-63 12.49 10.94 12.40 11.94 806

Fuente: Anuario Estadístico (1943-1945, 1953 y 1960-1961).

Relacionando el índice de salarios con el del costo de la vida obrera obtendre-mos el salario real de la clase obrera mexicana:

204 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Cuadro 27

Salario real de la clase obrera mexicana. 1938-1963

Año Salario real

1938-39 100

1940-41 105

1942-43 71

1944-45 63

1950-51 56

1952-53 75

1954-55 76

1958-59 78

1960-61 87

1962-63 106

Fuente: Cuadro formulado por nosotros con base en los dos anteriores.

Cuadro 28

Salarios en Industrias de Transformación. Números Índices. Base: 1939

Año Salario medio Monto de salariosGrado de

ocupaciónSalario real

1939 100.00 100.00 100.00 100.00

1940 103.09 106.60 103.50 102.70

1941 107.50 115.30 106.90 102.00

1942 115.20 130.30 113.40 95.10

1943 143.70 153.50 115.30 90.90

1944 164.20 180.70 118.70 82.20

Fuente: Secretaría de la Economía Nacional, Oficina de Barómetros Económicos, El desarrollo de la economía Nacional bajo la influencia de la guerra. 1939-1945, p. 65.

Según otra fuente, los salarios reales han tenido la siguiente evolución:

Algunos datos sobre la evolución de los salarios en nuestro país • 205

Cuadro 29

Índices de salarios medios reales de algunas ramas industriales (1940-1954) ( 1939=100)

Años Índice GeneralIndustria de Transform.

TextilesHilados y

Tejidos

1940 103.2 103.2 102.2 99.9

1941 100.9 103.0 104.3 113.8

1942 92.5 95.2 94.3 96.4

1943 84.0 91.4 83.2 84.0

1944 77.6 83.2 74.7 75.0

1943 84.3 87.6 78.4 77.8

1946 79.0 85.5 75.8 74.2

1947 78.8 82,1 71.6 68.8

1948 81.1 82.7 70.0 66.8

1949 96,1 90.0 78.2 75.6

1950 83.8 88,8 76.8 74.1

1951 87.8 85.7 73.9 71.5

1952 78.4 79.6 63.7 63.7

1953 81.3 85.1 70.8 67.8

1954 84.3 89.1 73.6 61.9

Fuente: Barajas Manzano, Javier, Aspectos de la Industria Textil del Algodón en México, Instituto de Investigaciones Económicas, México, D. F., 1959, cuadro núm. 6, p. 31. (Fuente de Barajas Man-zano, Los salarios en la economía mexicana. Resumen, cuadros Anexos núms. 5, 6 y 7, obra inédita —hasta el momento de consultarla Barajas— del Lic. Sergio Luis Cano Luebbert.)

El deterioro del salario de la clase obrera y la mezquindad de sus aumentos, cuando los hay, saltan a la vista y no requieren mayor comentario.

206 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Algunos métodos especiales empleados por la burguesía mexicana • 207

CAPÍTULO XIALGUNOS MÉTODOS ESPECIALES EMPLEADOS POR LA

BURGUESÍA MEXICANA PARA ACELERAR LA ACUMULACIÓN

I. Promoción Estatal de la Industrialización

El Estado burgués mexicano, desde 1930 hasta nuestros días, no sólo ha crea-do las condiciones generales para el desarrollo del régimen capitalista sino que también ha participado directa y activamente en el proceso de acumulación de capital.

Algunas de las llamadas industrias básicas (petróleo, electricidad, etcétera) a) han sido constituidas como empresas capitalistas propiedad del gobierno; es evidente que su funcionamiento se basa en la explotación del trabajo asalariado, con todas las implicaciones que este hecho trae consigo para la suerte de los obreros de esos establecimientos y que ya hemos estudiado en los capítulos anteriores; la explotación de los trabajadores no cambia un ápice, ya sea que se realice por el capital público o por el privado. La plusvalía extraída por estas empresas a sus obreros, en parte, vía impuestos, sirve para financiar los gastos del Gobierno Federal, es decir, las inversiones en obras de infraestructura y en servicios públicos que permitan el acelerado desarrollo del capital privado y, por tanto, el aumento del trabajo excedente —materia prima de la acumula-ción de capital— que aquél extrae a la clase obrera nacional; en otra parte, la plusvalía es empleada para aumentar la inversión (acumulación) en las propias empresas públicas, con lo cual crece, en estos sectores, la potencia enemiga del trabajo, el capital. Pero la influencia decisiva de estas industrias sobre la acumulación nacional se deriva de la naturaleza de los bienes y servicios que lanzan al mercado. El petróleo y la electricidad, por ejemplo, son elementos indispensables para que la industria privada se desarrolle ascendentemente y aumente en consecuencia la masa de trabajo excedente y con ella la acumu-lación de capital; su grado de desarrollo y de concentración no permitieron al capital privado apropiarse de esas ramas industriales, por lo que el gobierno, con los recursos obtenidos a través de la exacción de los trabajadores y de las clases medias realizada a través del aparato impositivo, se hizo cargo de las mismas; así, sin costarle un centavo y por tanto sin distraer recursos de su tarea de “industrializar”, la “iniciativa privada” pudo contar con un potente acelerador de su desarrollo en las industrias básicas propiedad del gobierno.

Como vemos, las empresas básicas establecidas por el Estado mexicano des-cansan directamente en la explotación del trabajo asalariado y son la condición indispensable para el perfeccionamiento y la intensificación de la explotación de toda la clase obrera mexicana, a la vez que constituyen un factor esencial en el proceso de acumulación acelerada de capital; por su parte, la acumulación de capital centuplica necesariamente la fuerza de los elementos que deterioran las condiciones de vida de la clase obrera. Otro tipo de empresas propiedad del gobierno, que no tienen el carácter de industrias básicas, generan los mismos efectos estudiados sobre la acumulación pues completan la planta industrial nacional y perfeccionan así el aparato de producción de plusvalía, cuya masa se incrementa y con ello la acumulación.En otros casos, el Estado crea grandes empresas industriales con participa-b) ción del capital privado; además de los efectos que ya conocemos del capital público sobre la acumulación, ésta aumenta por la incorporación de grandes masas de capital privado excedente, que de otra manera hubiera permanecido inactivo, potenciándose los métodos de producción de plusvalía y a la par la explotación de la clase obrera.A través de sus empresas financieras (que, desde luego, le producen ganan-c) cias) el Estado proporciona directamente capital a los empresarios privados para que amplíen sus instalaciones o establezcan nuevas fábricas, con lo que aumenta la acumulación y se refuerzan los mecanismos que deterioran las condiciones de vida de los trabajadores.

No sólo estas actividades del Estado están encaminadas a acelerar la acumula-ción del capital; todo el aparato estatal burgués mexicano funciona con el único propósito de acumular cantidades cada vez más grandes de capital.

II. Las inversiones de capital extranjero

Durante el Porfiriato, mediante mecanismos que estudiaremos detalladamente en el capítulo correspondiente a la “acumulación originaria”, la acumulación de capital nacional fue acelerada por las inversiones de capital extranjero; la burguesía mexicana de aquella época abrió de par en par las puertas del país al capital extranjero y con base en éste desarrolló el capital nacional. En los últi-mos años del Porfiriato, incrementado el capital nacional (el ahorro interno) al calor de las inversiones extranjeras y mediante el empleo de esos recursos que se habían generado con su apoyo, se empezaron a cerrar al capital extranjero las puertas de la economía nacional cuando se nacionalizaron los ferrocarriles por medio de la consolidación de las empresas extranjeras en una sola, propiedad del Gobierno Federal. Posteriormente, durante el régimen de Lázaro Cárdenas, esas puertas fueron cerradas más radicalmente al ser nacionalizada la industria petrolera. El mecanismo empleado por la burguesía mexicana es simple: cuando lo exigen sus necesidades de acelerar la acumulación de capital nacional y de

208 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Algunos métodos especiales empleados por la burguesía mexicana • 209

modernización de las instalaciones del mismo, permite la entrada del capital extranjero; con los grandes recursos que obtiene del desarrollo impetuoso que alcanza el capital nacional en estas circunstancias, nacionaliza o mexicaniza las empresas extranjeras, y desplaza en consecuencia al capital extranjero de sus antiguos dominios.

Después del gobierno de Lázaro Cárdenas, desalojado en parte el capital extranjero de la explotación de los recursos naturales, la burguesía mexicana se vio ante la imperiosa necesidad de imprimir un alto ritmo de desarrollo y moder-nización a su industria transformativa; llamó de nueva cuenta al capital extran-jero y puso en funcionamiento el mecanismo que ya conocemos. En el período comprendido entre 1940 y 1958 va fluyendo progresivamente capital extranjero al país hasta que, durante el gobierno de Miguel Alemán, penetra en cantidades masivas; en el período de gobierno de López Mateos, y empleando los recursos generados en toda la fase anterior gracias al capital extranjero, se expulsa a éste de las ramas en que había sentado sus reales; con Díaz Ordaz se vuelve a abrir la puerta al capital extranjero, para ser cerrada una vez más —relativamente, des-de luego— por el gobierno del presidente Luis Echeverría. Al final de cada gran período que comprende las dos fases contrarias y complementarias, el capital nacional se ha incrementado fabulosamente y ha modernizado una buena parte de sus instalaciones.

Los efectos de las inversiones extranjeras sobre la acumulación de capital en México los estudiaremos analizando los argumentos y los datos expuestos por José Luis Ceceña en su obra El capitalismo monopolista y la economía mexi-cana1 ya que ésta es la investigación más completa que se ha hecho acerca del capital extranjero en la economía mexicana.

Estableceremos, antes de entrar en materia, dos premisas que son dos hechos históricos indubitables: a) el desarrollo independiente de la economía nacional desde la revolución de independencia hasta nuestros días: el merca-do interno ha estado siempre controlado en lo fundamental por los capitalistas mexicanos; b) la independencia política del país, conquistada definitivamente con la derrota de los invasores franceses.

Ceceña analiza, en primer lugar, de las 2,000 empresas más importantes de México (aquéllas con ingresos anuales mayores de cinco millones de pesos), las “400 mayores” para determinar el grado en que participa en ellas el capital extranjero.

Con ese fin agrupa las empresas bajo los siguientes rubros:Empresas de control extranjero, “...o sea las que pudimos precisar que tienen 1. ese carácter, sea porque constituyen filiales de las empresas extranjeras o porque están manejadas por capitalistas no mexicanos.

1 Ceceña Gámez, José Luis, El capitalismo monopolista y la economía mexicana, México, 1963. La más reciente obra de este autor, “México en la órbita imperial”, no es sino una variación sobre el mismo tema que no aporta nada nuevo sobre esta materia.

“Empresas de fuerte participación extranjera, que corresponden a aquellas en 2. que el capital extranjero controla más del 25% del capital.“Empresas propiedad del gobierno mexicano.3. “Empresas propiedad de mexicanos o de extranjeros residentes definitivos en 4. México, sin ligas de propiedad con intereses del exterior.”2

Empieza Ceceña con el estudio de las “100 mayores” empresas:

Cuadro 48

Posición del capital extranjero y nacional en las “100 mayores” empresas3

ConceptoNúm. de Empresas

Ingresos (millones de

pesos)%

% Gran Total

1.- Total 100 28,080 100 49.7

2.- Control extranjero 39 9,340 33 17.9

3.- Fuerte participación extranjera 17 4,798 17 8.0

4.- Suma 2+3 56 14,138 50 25.0

5.- Gobierno Federal 24 10,153 36 18.0

6.- Sector privado independiente 20 3,789 14 7.0

7.- Suma capital nacional (5+6) 44 13,942 50 25.0

Las empresas que son de total control exterior (aunque esto no significa, ob-viamente, que todo el capital es propiedad de empresas extranjeras, sino que pueden participar capitalistas mexicanos y de hecho así sucede) son aquéllas ne-cesarias para que la planta industrial del país constituya un todo orgánico y, por tanto, para que funcione mejor la máquina nacional de extracción de plusvalía en su labor de crear el “ahorro” que haga posible “mexicanizar” esas industrias. Prueba: Teléfonos de México (entre otras muchas empresas). En consecuencia, este tipo de inversiones extranjeras son un acelerador de la acumulación de ca-pital nacional y por este medio crean los recursos para ser desplazadas poste-riormente por él.

De las 17 grandes empresas con “fuerte participación de capital extran-jero” dice Ceceña que son “importantes”, con lo que acepta también que son necesarias para el desarrollo económico del país. Se abre, pues, una alternativa: o estas grandes empresas son establecidas sólo con capital mexicano o con par-ticipación del capital extranjero. En el primer caso es absolutamente imposible que el capital autóctono, por si solo, haya podido establecer una empresa como la Mexicana de Aviación, pongamos por caso. Y es imposible por una serie de

2 Ibíd., p. 107.3 Ibídem.

210 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Algunos métodos especiales empleados por la burguesía mexicana • 211

razones que fácilmente se comprenden: la falta de “ahorros” internos suficien-tes; la estructura de los monopolios internacionales de transporte aéreo; las im-posiciones de las compañías que fabrican aviones, etcétera; es decir, una serie de circunstancias que hacen necesario dar participación al capital extranjero en esta rama. ¿Cuál es el resultado para la economía capitalista mexicana en su conjunto del establecimiento de industrias de “fuerte participación extran-jera”? En primer lugar, incorporar a la economía nacional bienes y servicios necesarios para su desarrollo ascendente (Fábricas Automex, Compañía Mexi-cana de Aviación, Tubos de Acero de México, Celanesse Mexicana, etcétera) con lo que se acelera la producción de plusvalía por el capital nacional y con ello la acumulación del mismo. En segundo lugar, el establecimiento de empresas de “fuerte participación extranjera” como las que menciona Ceceña permite que una multitud de pequeños capitales mexicanos excedentes, que de otra manera permanecerían ociosos, se inviertan en grandes plantas industriales modernas que cada uno de ellos por sí mismo, e incluso unidos, no hubieran podido poner en funcionamiento; así, se acelera la acumulación y la concentración del capital nacional y aumenta en la misma medida la plusvalía que éste se apropia; tales circunstancias permiten al capital mexicano explotar filones de mano de obra hasta entonces no aprovechados y acumular las ganancias que así obtiene para, a su debido tiempo, “mexicanizar” las instalaciones extranjeras o para invertir en la ampliación del sistema industrial. Por último, las ramas industriales en donde se establecen las empresas de fuerte participación extranjera se modernizan.

En seguida pasa Ceceña al análisis del conjunto de las “400 mayores em-

presas”:

Cuadro 49

Posición del capital extranjero y nacional en las “400 mayores” empresas4

ConceptoNúm. de Empresas

Ingresos (millones de pesos)

% “400 mayores”

% 2000 empresas

1.- Total 400 43,782 100.0 77.49

2.- Control extranjero

160 15,762 36.0 28.00

3.- Fuerte participación

extranjera 73 8,342 19.0 14.00

4.- Suma 2+3 233 24,106 55.0 42.00

5.- Gobierno 39 10,956 25.0 19.00

4 Ibíd., p. 110.

Cuadro 49 (Continuación)

Posición del capital extranjero y nacional en las “400 mayores” empresas

ConceptoNúm. de Empresas

Ingresos (millones de pesos)

% “400 mayores”

% 2000 empresas

6.- Sector privado

independiente128 8,730 20.0 16.00

7.- Suma capital

nacional (5+6)167 20,028 45.0 35.00

Precisamente el hecho de que dentro de las “400 mayores” aumente el número de las que están directamente controladas por el capital extranjero revela su papel como acelerador de la acumulación de capital nacional. Es evidente que esas actividades forman parte esencial del todo orgánico que es la economía nacional, lo que Ceceña reconoce cuando dice que “ocupan un lugar estratégico y definitivo en la economía mexicana”; por lo tanto, no es posible eliminarlas sin llevar a la bancarrota y retrotraer a etapas primitivas de desarrollo a este fabuloso negocio que es la “economía nacional”. Por eso, si son necesarias y el monto del capital nacional es reducido, es obvio que mientras más necesidades de este tipo tengan que llenarse para el perfeccionamiento de la planta industrial mexicana más capital extranjero de tales características tiene que requerirse, sin que por ello decrezca un ápice la situación del capital nacional y si, por el con-trario, se fortalezca gracias a la mayor efectividad de la planta industrial en su conjunto. Por lo tanto, el hecho de que en las “400 mayores” encontremos una alta proporción de empresas directamente controladas por el capital extranjero refleja que con el desarrollo del capital nacional ha aumentado su necesidad de nuevos bienes y servicios que aún no puede producir; la falta de tales mercancías amenaza con ser un freno al desarrollo del capital nacional, de ahí que se dé luz verde al capital extranjero para que lo complemente. Bajo los supuestos y cir-cunstancias que aquí consideramos —organización económica capitalista y por tanto espíritu de lucro como motor del desarrollo económico, independencia económica, desarrollo industrial autóctono que se remonta en sus fases primiti-vas hasta 1860, etcétera— en México, salvo cualquier error de cálculo o falta de previsión de la burguesía en el poder, todo aumento de capital extranjero del tipo estudiado por Ceceña no responde sino a las necesidades del desarrollo progresi-vo del capital nacional. Ni qué decir se tiene que, por otro lado, la misma forma de organización capitalista (no semicolonial, colonial o neocolonial), impone al capital extranjero una serie de condiciones muy concretas, sin necesidad de que se consagren en una norma legal, de tal suerte que si la empresa que se establece no llena una verdadera necesidad dentro de la organización económica nacio-nal ineluctablemente va al fracaso. Desde luego, si este proceso “natural” no se

212 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Algunos métodos especiales empleados por la burguesía mexicana • 213

cumple, nuestra burguesía lo suple con sus múltiples ojos y oídos que le indican en dónde se materializa de hecho una amenaza para sus intereses. Agreguemos otro razonamiento más: en este orden de ideas, cada aumento del capital extran-jero que encaje dentro de la organización económica burguesa de México traerá necesariamente un aumento del capital nacional (tómese en cuenta que aquí alu-dimos a las empresas de propiedad absoluta del capital extranjero), es decir, que esa inversión lleva en sí misma su negación al crear los “ahorros” que permitirán que la burguesía nacional “mexicanice” las empresas extranjeras. Por último, si no hubiese inversiones extranjeras ¿cómo iba a poder la burguesía mexicana obtener tan fácilmente las instalaciones industriales más modernas?; nuestros capitalistas han perfeccionado hasta el virtuosismo sus métodos de negociación con el imperialismo: primero, por medio de concesiones graciosas, a través de doblar ignominiosamente la cerviz, etcétera, interesan al capital extranjero para que venga al país e instale fábricas modernas prometiéndole miles de garantías y privilegios; después, con la mayor mala fe del mundo y en nombre de un sucio nacionalismo, hostigan constantemente al capital extranjero para que se amolde a sus exigencias so pena de confiscarle los bienes que ha establecido en México. No cabe duda de que en la burguesía mexicana ha encontrado el imperialismo alguien que está a su misma “altura moral” o quizá incluso por debajo de ella.

Continúa Ceceña:

Siguiendo nuestro procedimiento de incorporar a este sector el grupo de empresas con “fuerte participación extranjera” (renglón número 3 de nuestra tabla), tenemos el siguiente resultado: 233 empresas, con ingresos de 24,106 millones de pesos, que representaron el 55% del grupo de las 400 mayores y el 42% del gran total de las 2,000 grandes empresas, se encuentra dentro de la esfera de influencia directa del capital extranjero5

Valen aquí los mismos argumentos que expresamos al analizar esta misma ca-tegoría dentro del grupo de las “100 mayores”; sólo habría que agregar que esta forma típica y más directa que la anterior de incrementar el capital nacional, al visualizarla dentro del grupo de las “400 mayores”, nos muestra la gran cantidad de capital mexicano que se pone en movimiento gracias a su asociación con el extranjero y nos ilustra también sobre la fabulosa cantidad de capital que es acumulado por los capitalistas nacionales a través de la incorporación de fuerza de trabajo —fuente de toda riqueza— hasta aquí inactiva.

Aquí haremos una digresión sobre un tópico bastante manoseado por los artesanos de la economía que son los economistas de izquierda y los “marxistas”; según esto, uno de los efectos más graves de las inversiones extranjeras es que descapitalizan al país. Ya vimos cómo cualquier tipo de inversión extranjera se convierte en nuestro país, directa o indirectamente, en un potente acelerador de la acumulación de capital nacional; en estas circunstancias, nunca podría tener el capital extranjero ese carácter que se le atribuye. Por otro lado, las ganancias

5 Ibíd., p. 110.

que obtiene el capital extranjero provienen de la explotación del trabajo asala-riado de los mexicanos y no de la exacción de los capitales nacionales, por lo que por esta vía tampoco encontraremos jamás esa famosa descapitalización.

Entonces, ¿a qué se llama descapitalización?: a las corrientes de dinero que fluyen al exterior por concepto de regalías, intereses, etcétera, causados por el capital extranjero. Pero bien mirado, esta riqueza que sale al exterior no es sino la plusvalía obtenida por las inversiones extranjeras de la explotación de los obreros mexicanos y no, ni mucho menos, ningún capital mexicano potencial o real. Lo que sucede es que las ganancias del capital extranjero deben pagarse en una forma distinta de capital de aquella que las inversiones extranjeras crean directa o indirectamente, es decir, se deben pagar en dinero extranjero; pero esto no tiene nada que ver con la masa de capital nacional que se produce al calor de las inversiones extranjeras, la que crece al mismo tiempo que las rega-lías que éstas perciben. El argumento de la descapitalización descansa pues en esta absurda acusación al capital extranjero: que no produce su plusvalía bajo la forma directa de medios internacionales de cambio. Por eso, como al pagarse el servicio del capital extranjero disminuye el capital nacional en una de sus formas, es decir, en su forma de dinero internacional, aunque el equivalente de lo que sale se quede en el país bajo la forma de bienes y servicios incorporados a la economía nacional y aunque el mismo capital nacional, impulsado por la inversión extranjera, aumenta gigantescamente y en mucho mayor proporción que aquella disminución en otra de sus formas (como medios e instrumentos de producción, etcétera) se dice que el país se “descapitaliza”. Inclusive en el caso de que el capital extranjero desarrollase una industria absolutamente superflua (es decir, que no potenciara en ninguna forma el desarrollo del capital nacional), las ganancias y regalías que generase no constituirían ningún capital nacional “robado” al país, sino, simple y sencillamente, plusvalía extraída al proletariado mexicano. Para determinar si el país se “descapitaliza” o no, no debe comparar-se el monto del capital extranjero invertido en el país con los pagos hechos al exterior por regalías, intereses, etcétera, pues este criterio sólo nos permite saber cuánto ha aumentado o disminuido una forma específica de capital, los medios internacionales de pago, por efecto de la acción contradictoria de la inversión extranjera y del pago de su servicio; se trata, evidentemente, de un problema de balanza de pagos. Pero esto no revela en forma alguna el crecimiento o dis-minución de la forma del capital nacional sobre la que incide necesariamente la inversión extranjera. La “descapitalización” del país sólo podría tener lugar cuando la salida al exterior de regalías, intereses, etcétera, fuese al mismo tiem-po una reducción igual del capital nacional total o, dicho de otro modo, cuando las regalías e intereses fuesen la forma transfigurada de un capital nacional que dejase de existir; hecho que atentamente emplazamos a todos los economistas de “izquierda” a demostrar.

Es sabido que todo régimen capitalista tiene un desarrollo desigual por el que primero crece desmesuradamente el sector que produce medios de produc-ción, llevando a la ruina al sector que produce medios de consumo. El capital

214 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Algunos métodos especiales empleados por la burguesía mexicana • 215

extranjero, obrando en estas condiciones, sirve de potente acelerador del desa-rrollo del primer sector, con lo que se hace más rápida y decisiva la bancarrota del segundo. Pero es claro que el capital extranjero ha incidido sobre una estruc-tura interna preestablecida, activando un proceso preexistente de concentración del capital en un sector a costa de otro; es decir, que ha contribuido a la exacción de una parte de la economía nacional por la otra. Esto, desde luego, no tiene el carácter de un proceso “descapitalizador”, como se trata de hacerlo aparecer, porque sólo ha habido una transferencia de capital de uno a otro sector de la propia economía mexicana y no la salida de capital nacional hacia el extranjero. Dejemos establecido que el capital foráneo influye sobre la estructura interna de la economía mexicana de la manera ya estudiada, es decir, incrementando el volumen del capital nacional, sólo que únicamente en uno de los sectores de la misma; esto, obviamente, no gusta nada a los capitalistas del otro sector, quienes gritan airados contra el capital extranjero y la “descapitalización” que genera. Cierto es que el mayor barullo proviene de los lacayos de este sector burgués: del economista de “izquierda” y del marxista vulgaris.

El incremento constante del capital extranjero, a la vez que potencia el desarrollo del capital nacional en su conjunto, va disminuyendo las reservas monetarias del país; se acerca así al punto en que la reducción constante de esta especie de capital nacional empieza a entorpecer el desarrollo de todo el sistema y amenaza con llevarlo a la ruina; esto, desde luego, no se revela así para los grandes industriales que producen medios de producción, para los banqueros y para los grandes comerciantes quienes, embriagados con ese aumento fabuloso de la riqueza producido por el capital extranjero, claman por más inversiones de este tipo e incluso ven en ellas el remedio para el déficit crónico de la balanza de pagos; la escasez de recursos monetarios es solucionada restringiendo el crédito a los industriales que producen medios de consumo, a los agricultores y a los pequeños productores en general. Son estos capitalistas los que, vulnerados en sus intereses fundamentales con la restricción de recursos crediticios, enarbolan las consignas “revolucionarias”: “disminución del capital extranjero” y “equili-brio de la balanza de pagos” y se ponen en pie de lucha contra la otra fracción burguesa en nombre de los “intereses nacionales del pueblo mexicano”. Como vemos, esto no es sino un pleito sucio entre burgueses al que es arrastrada la clase obrera mexicana, como peón de brega.

La acción política del sector burgués perjudicado por el creciente endeu-damiento exterior impone a la otra fracción capitalista una disminución radical de las inversiones extranjeras, la nacionalización o mexicanización de las ramas industriales que éstas han desarrollado suficientemente y el establecimiento de mecanismos que le garanticen a la primera la participación en los beneficios que trae consigo el capital extranjero.

De lo expuesto se desprende que aún el capital que es propiedad plena del extranjero no descapitaliza al país, sino que, por el contrario, acelera la acumu-lación del capital nacional. El otro tipo de empresas, las de “fuerte participación de capital extranjero”, tienen un doble efecto capitalizador en la economía mexi-

cana; por un lado, el que se deriva del simple efecto de potenciar la capacidad productiva del sistema como un todo; y por el otro, la capitalización que se ge-nera a través del capital nacional que de otra manera —ya sea porque se requie-ren grandes capitales, o técnicas modernísimas, o ambas cosas a la vez— no se habría podido poner en movimiento ni poner en movimiento a su fuente natural, la fuerza de trabajo de la clase obrera mexicana.

Ceceña pasa al estudio de algunas ramas específicas de la industria para determinar el grado de penetración en ellas del capital extranjero; tomaremos como ejemplo típico la industria automotriz (fabricación de vehículos de motor en general: automóviles, camiones, etcétera).

La industria de la fabricación de automóviles en nuestro país está com-prendida bajo el rubro de empresas con “fuerte participación de capital extran-jero”. Siete empresas con valor de 1,410 millones de pesos son de control directo de capital extranjero; dos, con valor de 480 millones de pesos, son de fuerte participación estatal y seis con 293 millones, de propiedad de capitalistas mexi-canos y del gobierno.

En primer lugar, la fabricación de automóviles es una industria cuyo fun-cionamiento supone una planta industrial que sólo en los países altamente de-sarrollados puede existir; en segundo lugar, para el desarrollo de una economía atrasada como era la mexicana —y cuando por lo mismo no podía producir-los— los vehículos de motor constituyen una necesidad vital y son, a la vez, un acelerador del desenvolvimiento económico. Es lógico entonces que para cubrir esa necesidad se tuvieran que importar los automóviles desde los países altamente desarrollados. Al llegar la economía a un grado x de su desarrollo, habiéndose registrado un avance en la técnica y en la capacidad de la industria, se crea la posibilidad de que ciertas fases de la fabricación de vehículos puedan realizarse en el país. Dos vías existen para que esa posibilidad se materialice: a) la inver-sión directa extranjera o, b) la inversión mixta con capital nacional; cualquiera que sea el camino que se siga, el efecto primario del establecimiento de una planta de ensamblado, pongamos por ejemplo, es un impulso inmediato a la industrialización del país y a la elevación de la técnica; en efecto, muchas partes de los vehículos cuya fabricación está ya dentro de las posibilidades de la indus-tria nacional son encargadas a empresarios mexicanos; los obreros mexicanos adquieren la técnica moderna, cuando menos en las fases en las que participan, etcétera. La tendencia natural del capital extranjero, que busca mano de obra barata y bajos precios en las partes secundarias de los vehículos, consiste en estos casos en ir incrementando las fases de producción que se realizan en el país huésped, encargando cada vez más partes a los industriales mexicanos. Si la inversión para el ensamblado es de absoluto control extranjero, contribuirá a la capitalización del país por la vía que señalábamos del aumento de la producti-vidad de todo el sistema; y si es de participación de capital extranjero y nacional, contribuirá también, vía el aumento de la plusvalía que se obtiene al incorporar a capas del proletariado mexicano hasta entonces no explotadas aún por los empresarios mexicanos.

216 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Algunos métodos especiales empleados por la burguesía mexicana • 217

Supongamos, como quiere Ceceña, que las inversiones extranjeras en la producción de automóviles no contribuyen a la industrialización del país; pero si partimos del supuesto de que los automóviles (vehículos de motor en gene-ral), son necesarios para el desarrollo de la economía mexicana y que nuestra capacidad industrial no alcanza todavía para producirlos aquí, debemos aceptar que cualquier otra ventaja que se pudiera obtener de esa inversión extranjera no es sino una ganancia extra, la cual, si se logra, es benéfica para la economía capi-talista, y si no se logra, no afecta el propósito fundamental del establecimiento de la planta industrial determinada, es decir, proporcionar al país los productos que no pudiendo fabricar aún por su baja capacidad industrial, son sin embargo indispensables para elevar esa capacidad. Pero ni siquiera esta ganancia extra es-tamos dispuestos a dejarle a Ceceña. Descartemos por el momento la existencia de la tendencia natural que explicábamos líneas arriba; nos queda la actividad del Estado, que con toda la gama de instrumentos jurídicos, políticos y económicos que le da su situación independiente (y, desde luego, con la maravillosa capaci-dad de chantaje, adquirida a través de cerca de un siglo de tratar con el impe-rialismo) puede promover activamente la integración de partes nacionales —en un volumen creciente— en la producción de automóviles por plantas de capital extranjero que se instalen en el país. El Estado mexicano tiene el control abso-luto sobre las inversiones extranjeras a través del control de las importaciones y exportaciones. La política que ha seguido consiste en permitir la instalación de industrias automovilísticas con la obligación de ir integrando gradualmente partes mexicanas; se establecen en los convenios respectivos porcentajes de inte-gración y plazos determinados para realizarla, hasta llegar a un máximo que en algunos casos se fija en el 100%. Y ésa es la política que efectivamente se aplica en todos los casos de plantas de fabricación de automóviles que se establecen en el país.

Para determinar cómo opera la inversión extranjera en México y sus con-secuencias para la economía nacional, Ceceña analiza el caso de la minería y la metalurgia. Como siempre, lo que expone como ejemplo para la ilustración de sus tesis se convierte en auténtico boomerang. En la minería y metalurgia nos da el ejemplo de la Cananea, filial de la Anaconda, para ilustrar lo pernicioso de las inversiones extranjeras cuando las empresas que se instalan son subsidiarias o filiales de matrices radicadas en Estados Unidos principalmente. Debemos re-conocer que en nuestro país no existía, al momento de establecerse la Cananea, la posibilidad ni técnica ni económica de que capitalistas mexicanos explotaran con métodos modernos la extracción de cobre y ni mucho menos de que instala-ran plantas de refinación. Por eso, para la economía nacional en su conjunto era indiferente que el cobre se explotara o no por una compañía extranjera, ya que los productos refinados sólo podían obtenerlos precisamente en el extranjero; quizá lo único que habría podido constituir un factor en contra de la inversión extranjera era el hecho de que el renglón de explotación lo formaban materias primas no renovables; de ahí en más, en nada significaba un obstáculo para el desarrollo del capitalismo mexicano la explotación por el capital extranjero de

lo que el capital nacional no podía aún controlar. Por otro lado, las ventajas que se derivan de esa inversión extranjera son bastantes y superan con mucho la des-ventaja anotada acerca de la explotación de bienes no renovables; 1) el impacto de la inversión sobre el mercado interior; 2) la importación de grandes activos fijos que son necesarios para la explotación del cobre con técnicas modernas da al país la posibilidad de tener a la mano lo necesario para cuando el capital nacional sea capaz de, por sí solo, o asociándose con el extranjero, tomar en sus manos la explotación del cobre y no sólo eso, sino que de esa manera el mono-polio extranjero se encuentra con las manos atadas frente a la posibilidad de medidas radicales que podrían afectar sus intereses, por lo que debe llevar una política que le permita conservar las grandes inversiones hechas en sus plantas filiales en México; la nacionalización y la mexicanización de empresas extran-jeras son ejemplos palpables del proceso de creación de capital nacional con base en el capital extranjero. En el caso que nos ocupa, cuando las necesidades de productos elaborados de cobre se hicieron más intensas y cuando los capitales nacionales fueron suficientes para acometer la empresa se obligó a la Cananea a que destinara una parte de la producción de cobre para alimentar una planta de refinación de capital mexicano; después, motu proprio, la Cananea hizo inver-siones en la misma empresa de refinación y en otras empresas subsidiarias junto con el capital mexicano para producir en el país artículos de cobre que antes se importaban. Es claro que el capital nacional aún es insuficiente para tomar en sus manos la extracción del cobre; pero la industria que se está creando de refi-nación y de productos subsidiarios del cobre (o que se estaba creando en la épo-ca en que Ceceña escribió su libro) no hubiera sido posible establecerla si antes no hubiera estado a la mano la materia prima que el capital nacional no podía ni puede aún extraer; además, esa misma industria que ya se desarrolla permi-tirá crear los ahorros necesarios para nacionalizar o mexicanizar la industria de extracción del cobre. ¿En dónde queda entonces el supuesto carácter pernicioso para el capital nacional de este tipo de inversiones extranjeras?6

En resumen: el capital extranjero es un potente acelerador de la acumula-ción nacional: crea, directa e indirectamente, los recursos que luego se utiliza-rán para desplazarlo de las ramas en donde funciona y sustituirlo por capital nacional; ha permitido que la planta industrial propiedad del capital nacional se modernice, aumentando así su efectividad y con ella el grado de explotación de la clase obrera mexicana. El capital nacional se ha desarrollado con base en el capital extranjero.

6 El 27 de agosto de 1971, el Gobierno Federal e inversionistas mexicanos adquirieron el control de la Compañía Minera de Cananea, con lo que la participación del capital mexicano en la producción nacional alcanzó el 98.7 por ciento.

218 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La ley general de la acumulación capitalista • 219

CAPÍTULO XIILA LEY GENERAL DE LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA1

I. Influencia que el incremento del capital ejerce sobre la suerte de la clase obrera. Acumulación y composición de capital

En los capítulos anteriores hemos estudiado cómo el capital, una vez que con-vierte en su objetivo fundamental la acumulación creciente, refuerza necesaria-mente las formas clásicas de producción de plusvalía, dándoles un nuevo impul-so, con los resultados consiguientes para la clase de los trabajadores; al poner al máximo de tensión los métodos de producir plusvalía aumenta la masa de la misma y con ella el fondo de acumulación.

En el presente capítulo se analizará cuál es la suerte de la clase obrera una vez que esa nueva masa de plusvalía se convierte en nuevos medios de produc-ción y de vida que se invierten para ampliar la producción; es evidente que la acumulación sirve de punto de apoyo para otro incremento en el desarrollo de los métodos de producir plusvalía, con lo que la desastrosa situación de la clase obrera que se deriva directamente de aquellos métodos tiene necesariamente que empeorar bajo estas nuevas circunstancias; pero junto a todas las depre-daciones que el capital comete en contra del trabajo a través de las formas de producción de plusvalía encontramos otras que se derivan específicamente de la acumulación; tales son las que se estudiarán en las páginas siguientes.

Para investigar cuál es la suerte de la clase obrera bajo la acumulación es necesario saber qué efectos produce ésta sobre la composición de capital.

La composición del capital se determina por la relación que existe entre sus elementos fundamentales, es decir, entre los medios de producción y la fuer-za de trabajo; esa relación puede considerarse desde el punto de vista del valor de ambos componentes del capital, de los elementos materiales que lo integran, o de una mezcla de los dos criterios anteriores. En el primer caso nos encon-tramos con la composición de valor del capital, que es la relación entre capital constante (valor de los medios e instrumentos de trabajo) y el capital variable

1 Resumen, extractos y citas del capítulo XXIII de la Sección Séptima El proceso de acumulación del capital del t. I de El Capital de Carlos Marx, edición citada. Algunas consideraciones acerca del fun-cionamiento moderno de las leyes del crecimiento de la población.

220 • El desarrollo del capitalismo mexicano

(valor de la fuerza de trabajo); el segundo caso corresponde a la composición técnica del capital, que es la relación material entre los medios e instrumentos de trabajo y la fuerza de trabajo necesaria para poner aquéllos en movimiento. Hay entre los dos conceptos una relación de mutua interdependencia que se expresa dando a la composición de valor, en cuanto se halla determinada por la compo-sición técnica y refleja los cambios operados en ésta, el nombre de composición orgánica. Conforme aumenta la productividad del trabajo, cada obrero opera con un volumen mayor de medios de producción, lo que significa un cambio en la composición técnica del capital; si el valor de los medios de producción y del trabajo no cambian, a cada aumento de la productividad corresponde un cambio en la composición de valor del capital, que se expresa en un aumento del capital constante y en un descenso del capital variable; esta nueva composición de valor, en cuanto refleja los cambios en la composición técnica, es la composi-ción orgánica del capital.

Para determinar los efectos de la acumulación sobre la clase obrera se examinará en primer lugar el proceso de acumulación cuando no hay cambio en la composición orgánica del capital; en segundo término, analizaremos lo que sucede cuando, por medio del incremento de la productividad, se produce un cambio en la misma.

A. Influencia de la acumulación, sin que cambie la composición del capital, sobre la suerte de la clase obrera

1. Aumenta la demanda de fuerza de trabajo. Aumenta el número de obreros explota-dos

Suponiendo que la composición orgánica del capital se mantenga constante, la plusvalía obtenida por el capital originario, al capitalizarse, tiene que des-doblarse en medios de producción y fuerza de trabajo necesaria para poner en marcha estos medios. Por lo tanto, al engrosar el capital, tienen por fuerza que aumentar el número de obreros explotados y la cantidad de trabajo no retribuido que se apropia, y con ésta, el fondo de acumulación para una nueva ampliación del volumen del capital.

La acumulación sin cambio en la composición orgánica corresponde a un proceso de desarrollo extensivo del capital que se realiza sobre una base técnica determinada y que se presenta cuando se apodera de las ramas de producción que no estaban sujetas a él o cuando se abren nuevos mercados, etcétera.

La acumulación sin cambios significa la extensión del régimen capitalista de producción y, desde luego, de sus nefastos efectos sobre la población obrera.

La ley general de la acumulación capitalista • 221

2. Como consecuencia del aumento de la demanda de trabajo, se origina un alza de salarios

El incremento de la acumulación y, por tanto, el aumento de la demanda de obreros en una determinada rama industrial, trae como consecuencia un alza del salario.

3. Relación entre el aumento de la demanda de obreros y el alza de salarios por un lado y la esencia de la explotación capitalista por el otro

Estas dos circunstancias (aumento de la demanda de obreros y alza de los sala-rios), son aparentemente las más favorables para el obrero. Pero esto es absoluta-mente falso, por lo siguiente: 1) el dar ocupación a un obrero significa, en el ré-gimen capitalista, someterlos a las torturas de la producción maquinizada, que se traducen, como ya vimos, en la extenuación y muerte prematura de los trabaja-dores y en la degeneración de sus cuerpos y de sus mentes, es decir, en su depaupe-ración creciente; 2) no por recibir un aumento en el salario el obrero deja de ser asalariado y no deja tampoco de incrementar, con el trabajo que no le retribuye el capitalista, aquella potencia extraña que le domina, el capital; si al aumentar el salario se mantienen fijos la intensidad y la extensión del trabajo, no por ello mejora la situación del obrero, pues el proceso de depauperación absoluta del mismo tiene su origen en la anulación de sus facultades físicas y mentales por el empleo capitalista de la máquina; una mejor alimentación del trabajador sólo reduciría la velocidad de ese proceso, pero nunca podría detenerlo; recordemos, además, que todo aumento verdadero del salario tiene como finalidad específica sobrealimentar al obrero (cebarlo) y acondicionarlo en general para que pueda trabajar más y producir más plusvalía, es decir, que tal aumento del salario es la base de un incremento constante en la intensidad y en la extensión del trabajo, de tal manera que el desgaste de la fuerza de trabajo se vuelve inconmensurable con cualquier aumento en la retribución de la misma, acelerándose así, por esta vía, el proceso de degeneración progresiva del organismo de los trabajadores; por último, la extensión del régimen capitalista, que es el presupuesto necesario de tal aumento del salario, incrementa gigantescamente la masa de plusvalía que se apropian los capitalistas y que servirá, por medio de su acumulación, para engrosar el capital en funciones y con ello potenciar la explotación de la clase obrera; esa nueva masa de plusvalía capitalizada, además de reforzar las causas ya estudiadas que vulneran las condiciones de vida de los trabajadores, tiene, al hacer cambiar la composición orgánica del capital, efectos específicos sobre las mismas, los que se estudiarán más adelante.

De todo lo anterior se desprende que con el aumento de la demanda de trabajo y el alza de salarios que trae consigo la extensión del régimen capitalista sobre una base técnica determinada la esencia de la explotación capitalista conti-núa existiendo y desarrollándose, reforzada por la acumulación de capital.

222 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La reproducción en escala ampliada (acumulación) reproduce el régimen del capital en una escala superior: aumenta el volumen del capital y el número de los obreros, por lo que se somete a una cantidad mayor de personas a las torturas del trabajo maquinizado y, en suma, reproduce en una forma más as-fixiante el esclavizamiento del obrero.

El salario es el precio que el capitalista paga por la fuerza de trabajo; su monto se determina por el valor de los medios necesarios para la subsistencia del obrero; en su funcionamiento, esa fuerza de trabajo produce más valor que el representado por el salario; el capitalista se apropia este excedente que es, como vemos, trabajo no retribuido.

Para poder vivir, el obrero desprovisto de medios de vida debe vender su fuerza de trabajo al capitalista a cambio de un salario; en este proceso va implí-cito que el trabajador, sea alto o bajo su salario, proporcione necesariamente al capitalista trabajo no retribuido; de la esencia misma del salario se desprende que éste no puede ser otra cosa que el pago del valor de la fuerza de trabajo y no del total del trabajo producido por el obrero asalariado. El salario supone siem-pre, por naturaleza, la entrega por el obrero de una cierta cantidad de trabajo no retribuido. Es decir, que por muy favorables que pudieran ser para el obrero las condiciones en que vende su fuerza de trabajo éstas llevan siempre consigo la necesidad de volver a venderla constantemente y la reproducción constantemen-te ampliada de la riqueza como capital.

El salario, por mucho que aumente, no puede pasar de ciertos límites, a partir de los cuales supondría una amenaza para el sistema; los mecanismos fundamentales de éste actúan siempre en el sentido de mantener el precio de la fuerza de trabajo a tono con las necesidades de acumulación del capital, es decir, de sus necesidades de trabajo no retribuido.

4. Influencia del alza de salarios sobre la acumulación

Con el alza de salarios se presentan dos posibilidades: una, que el precio de la fuerza de trabajo siga subiendo porque su aumento no estorbe la acumulación, caso perfectamente posible y otra, que el alza de precio de la fuerza de trabajo traiga como consecuencia un embotamiento del aguijón de la ganancia y por tanto disminuya la acumulación; esta disminución provoca la baja del salario, puesto que disminuye la demanda de obreros. En este caso, el embotamiento del aguijón de la ganancia y la disminución de la acumulación constituyen la reacción necesaria a un exceso de acumulación, que es corregido automáticamente por el mismo sistema.

Como se ve, el alza o la baja de los salarios no dependen del aumento o disminución de la población obrera, como lo explica el dogma burgués, sino del aumento o disminución de la acumulación de capital. El límite infranqueable al alza de salarios y, por tanto, a la acumulación, es la proporción existente entre el trabajo pagado y el trabajo no retribuido de la misma población obrera; la acumu-

La ley general de la acumulación capitalista • 223

lación creciente hace aumentar los salarios mediante la reducción constante del trabajo no retribuido que la clase obrera proporciona al capital; cuando el exceso de acumulación lleva a los salarios al punto en que hacen descender el trabajo no retribuido muy por debajo del nivel normal de explotación, se produce necesaria-mente la reacción que reduce la acumulación, la demanda de obreros y, con ello, los salarios. Este mecanismo automático mantiene intangibles los fundamentos del régimen capitalista, pues impide que el salario aumente hasta el punto en que dejaría de existir el trabajo no retribuido.

Aquí, en lo que se refiere a la acumulación, encontramos que el carácter opresivo del capital sobre el trabajo, que anotábamos anteriormente como ras-go esencial del régimen capitalista, resalta en el hecho de que la existencia del obrero está sujeta por completo a las necesidades del capital y que son éstas las que determinan el aumento o disminución del salario y, por tanto, los cambios imprevistos en la salud y la vida del obrero; en síntesis, el obrero es un servidor del capital.

El proceso es muy simple: partiendo de un nivel determinado de explo-tación de la clase obrera empieza a desarrollarse una acumulación creciente; son necesarios más obreros para poner en funcionamiento el capital adicional; el aumento de la demanda trae consigo, necesariamente, un alza del salario; lle-ga un punto en que se reduce peligrosamente el trabajo excedente que la clase obrera proporciona a la clase capitalista y se impone un descenso en la acumu-lación que hace bajar la demanda de obreros y con ella el salario. Se restaura así el antiguo nivel de explotación sobre la nueva base de un capital incrementado y nuevos obreros ocupados para poner en funcionamiento el capital adicional. El carácter anárquico del desarrollo del capitalismo, que tiene efectos devastadores sobre la clase obrera, se observa claramente en el fenómeno estudiado: la clase capitalista acumula desmesuradamente en su afán de crear los instrumentos para apropiarse de cantidades cada vez mayores de trabajo sin retribuir; pero en esta carrera se encuentra con el freno que representa el grado de explotación de la fuerza de trabajo, que para ella es un limite absoluto; el exceso de acumulación se refleja en el descenso de ese nivel de explotación a causa del alza del salario se impone así a la clase burguesa la necesidad de reducir la acumulación para poder conservar o restaurar el grado anterior de explotación. Por otro lado, el descenso del trabajo excedente que trae consigo el alza de salarios produce auto-máticamente el descenso de la acumulación al escasear la materia prima de ésta.

La ley de la acumulación capitalista, que se pretende mistificar convirtiéndola en una ley natural, no expresa, por tanto, más que una cosa: que su naturaleza ex-cluye toda reducción del grado de explotación del trabajo o toda alza del precio de este que pueda hacer peligrar seriamente la reproducción constante del régi-men capitalista y la reproducción del capital sobre una escala cada vez más alta. Y forzosamente tiene que ser así, en un régimen de producción en que el obrero existe para las necesidades de explotación de los valores ya creados, en vez de existir la riqueza material para las necesidades del desarrollo del obrero...2

2 Marx, Carlos, op. cit., p. 524.

224 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Lo que interesa señalar es que la clase obrera está sujeta por completo a estos movimientos anárquicos del desarrollo del capital. Los economistas burgueses presentan el fenómeno como si todo dependiera del aumento o descenso de la población obrera, es decir, de la oferta y demanda de la mano de obra; de esta manera, echan sobre la clase obrera, además del fardo del trabajo no retribuido que debe proporcionar al capital, la culpa de sus fluctuaciones anárquicas. La base sobre la que vive el obrero, su salario, se encuentra, en estas circunstancias, sujeto a las variaciones cíclicas del capital; el obrero no sólo no tiene segura su existencia sino que, además, cuando ha alcanzado una subsistencia precaria al lograr vender su fuerza de trabajo, la satisfacción de sus necesidades depende por completo de las fluctuaciones del salario ocasionadas por el movimiento anárquico de acumulación de capital.

En resumen, los resultados de la acumulación sin cambios en la compo-sición orgánica del capital (aumento de la demanda de obreros y alza de sala-rios) constituyen directamente una vulneración de las condiciones de vida de la clase obrera y preparan a fondo el terreno para el desarrollo de las formas de explotación que se derivan de la acumulación de capital con cambios en su composición; a su vez, la acumulación con cambios en la composición del capi-tal determina necesariamente, al hacer descender la cuota de ganancia, que la extensión posterior del régimen capitalista se realice sin alterar la composición orgánica del capital, poniendo en obra, con una potencia centuplicada, otras formas de explotación más refinadas. (Véase en el punto C de este mismo capí-tulo y en el capítulo XVI lo que se refiere a las relaciones entre ambas formas de acumulación).

B) Influencia de la acumulación con una disminución relativa del capital variable conforme progresan la acumulación y la concentración del capital,

sobre la suerte de la clase obrera

1. Disminución relativa del capital variable conforme progresan la acumulación y la concentración de capital

En el punto anterior estudiamos los efectos de la acumulación sin cambios en la composición del capital sobre la suerte de la clase obrera; pero una vez que el régimen capitalista llega al punto de su desarrollo en donde empieza a mover-se por sí mismo, el incremento constante de la productividad del trabajo, que cambia incesantemente la composición orgánica del capital, se convierte en la palanca más poderosa de la acumulación.3 Lo que sucede a la clase obrera bajo estas nuevas circunstancias es lo que investigaremos en este apartado.

3 Porque significa un aumento de la masa de plusvalía y, en consecuencia, del fondo de acumulación; recordemos que el hambre de trabajo excedente de los capitalistas es insaciable y, por tanto, cada nuevo nivel conquistado en la masa de plusvalía extraída a la clase obrera es una nueva frontera a su codicia inagotable.

La ley general de la acumulación capitalista • 225

El nivel social de la productividad del trabajo se refleja en el volumen rela-tivo de medios de producción que el obrero convierte en producto durante cierto tiempo y con la misma tensión de la fuerza de trabajo. La masa de medios de pro-ducción con que un obrero opera crece al crecer la productividad de su trabajo.

Este cambio en la composición técnica del capital se revela en su compo-sición de valor: el capital constante aumenta a costa del variable.

La disminución del capital variable con respecto al capital constante sólo indica aproximadamente los cambios que se operan en la composición de sus elementos materiales. Al crecer la productividad del trabajo crece el volumen de los medios de producción absorbidos por el trabajo y disminuye el valor de los mismos comparado con su volumen. Es decir, que el valor de los medios de pro-ducción aumenta en términos absolutos, pero no aumenta en proporción a su volumen. Por tanto, el aumento de la diferencia entre el capital constante y el variable es mucho más pequeño que el aumento de la diferencia entre la masa de los medios de producción en que se invierte el capital constante y la masa de la fuerza de trabajo a que se destina el capital variable.

Es evidente que aunque con el proceso de acumulación disminuya la mag-nitud relativa del capital variable, esto no excluye de manera alguna su aumento absoluto; lo que ahora sucede es que para lograr que aumente absolutamente el capital variable, sobre la base de un incremento en la productividad del trabajo, es necesario engrosar en una proporción mucho mayor el capital constante, y en consecuencia, el capital total.

...Supongamos que un capital se descomponga inicialmente en un 50 por 100 de capital constante y un 50 por 100 de capital variable, y más tarde en un 80 y un 20 por 100 respectivamente. Si durante este tiempo el capital primitivo, que cifraremos en 6,000 libras esterlinas, crece hasta 18,000, la parte de capital variable crecerá también, como es lógico, en 1/5. De 3,000 libras esterlinas, habrá pasado a 3,600. Pero allí donde antes habría bastado un incremento de capital del 20 por 100 para potenciar en un 20 por 100 la demanda de trabajo, ahora hace falta, para conseguir el mismo resultado, triplicar el capital inicial.4

El incremento constante de la productividad del trabajo presupone la coopera-ción en gran escala como su base; ésta sólo puede ser establecida, dentro de la sociedad que produce mercancías, por el capitalista individual que concentra en sus manos los medios e instrumentos de producción y de vida necesarios para hacer trabajar bajo su mando a una masa de obreros; a su vez, esta concentra-ción sólo puede tener su origen en un proceso de acumulación originaria, dis-tinta y anterior a la acumulación específicamente capitalista. De la acumulación originaria parten una serie de métodos de potenciación de la fuerza productiva que son a la vez métodos de producción redoblada de plusvalía, elemento consti-tutivo de la acumulación. Al acumularse esas cantidades crecientes de plusvalía convirtiéndose en capital, forman la base para ampliar la escala de la produc-

4 Marx, Carlos, op. cit., p. 527.

226 • El desarrollo del capitalismo mexicano

ción y perfeccionar los métodos de reforzamiento de la fuerza productiva del trabajo y de producción acelerada de más plusvalía. El régimen específicamente capitalista de producción, o sea aquel que se basa en la revolución constante de la fuerza productiva, si bien presupone una cierta acumulación primitiva de capi-tal a su vez incrementa en proporciones gigantescas la acumulación de capital.

Esto significa que en el régimen específicamente capitalista de producción los cambios en la productividad del trabajo tienen como finalidad aumentar la plusvalía extraída a los obreros e incrementar con esto el fondo de acumulación de capital; a su vez, la acumulación de capital (inversión) tiene como propósito expreso aumentar la productividad del trabajo para obtener más plusvalía y un fondo de acumulación más grande, y así sucesivamente.

“...Por tanto, con la acumulación de capital se desarrolla el régimen espe-cíficamente capitalista de producción y el régimen específicamente capitalista de producción impulsa la acumulación de capital...”5

El resultado del mutuo impulso que se imprimen el desarrollo del régi-men específicamente capitalista y la acumulación es el cambio constante en la composición técnica del capital, por el cual el capital variable va disminuyendo a medida que aumenta el capital constante.

Comparada con la acumulación sin cambio en la composición de capi-tal, la acumulación que se basa en el constante perfeccionamiento de la fuerza productiva social y que se traduce en el aumento del capital constante a costa del variable da un impulso centuplicado al régimen capitalista de producción que au-menta en las mismas proporciones la explotación sobre la clase obrera; el capi-tal, cuya razón de ser radica en la apropiación creciente de fuerza de trabajo sin retribuir (es decir, en la explotación de la clase obrera), crece en una proporción geométrica con el impulso que le da el aumento de la productividad del trabajo y, a su vez, provoca el incremento acelerado de la misma; los medios de opresión sobre el trabajo vivo crecen desmesuradamente.

Lo que interesa señalar aquí suficientemente es el resultado principal de la acumulación cuando hay cambios en la composición del capital: mientras el capital constante aumenta continuamente, el capital variable disminuye en la mis-ma proporción. Este resultado es completamente distinto del de la acumulación sin cambio en la composición del capital, en donde, veíamos, el capital variable crece junto con y en la misma proporción que el capital constante.

Es posible separar dos épocas históricas bien definidas en relación con las dos formas de acumulación o reproducción ampliada; es evidente que en las primeras etapas del capitalismo su desarrollo tenía una base puramente extensi-va y, aún cuando cambiaba o revolucionaba el régimen mismo de producción, esas transformaciones no podían llegar a adquirir proporciones muy grandes; sólo cuando el capitalismo ha establecido la producción maquinizada en todas las ramas industriales y se apropia definitivamente de la ciencia, la revolución del régi-men de producción toma el carácter de un proceso constante, interrumpido tan sólo

5 Ibíd., p. 528.

La ley general de la acumulación capitalista • 227

por períodos breves de desarrollo puramente extensivo, en donde vuelven a regir las leyes de la acumulación sin cambio en la composición orgánica del capital

En nuestro país esas dos etapas históricas pueden ser separadas muy cla-ramente. En el período comprendido entre 1880 y 1930-1940 (primera fase de la maquinización de la producción), los cambios tecnológicos, la revolución del ré-gimen de producción, son muy lentos. De 1940 en adelante —el mismo desarro-llo de la tecnología en el país nos lo explica— el régimen capitalista de México se mueve sobre la base de la revolución continua de la fuerza productiva del trabajo social y, en consecuencia, del aumento incesante del capital constante a costa de la reducción del capital variable.

Los capitales individuales son una concentración de riqueza social, de medios e instrumentos de producción y de vida.

La acumulación creciente lleva al aumento de la concentración de la ri-queza social en manos de los capitalistas y, por consiguiente, al ensanchamiento de la base para la producción en gran escala y los métodos específicamente ca-pitalistas de producción.

La concentración creciente de capital, a la vez que determina un aumento en la riqueza social, provoca la formación de nuevos capitales que se desgajan de los antiguos, ya sea por la división de las fortunas entre las familias capitalistas o por otras causas distintas.

De esta manera, la acumulación concentra los medios de producción a la vez que actúa como resorte para la repulsión de los capitales individuales entre sí.

La acumulación, al impulsar la concentración de los medios de produc-ción y aumentar el número de los capitales individuales, crea las premisas para la centralización (atracción de los capitales entre sí), que es una forma superior del régimen capitalista en la cual se potencian hasta el infinito la capacidad productiva del trabajo social, la acumulación de capital y, en consecuencia, la explotación de la clase obrera.

La centralización tiene notables diferencias con la concentración de capital.La concentración es el crecimiento de los capitales a través de la trans-

formación de la plusvalía que obtienen en nuevo capital; la centralización es la agrupación de los capitales ya existentes en una unidad mayor.

Las palancas más poderosas de la centralización son la concurrencia y el cré-dito, que se desarrollan a la par que la producción y la acumulación capitalista.

La centralización es una forma de potenciar la productividad social del trabajo (y, por tanto, de aumentar el capital constante a costa del variable) relati-vamente independiente del incremento positivo de la magnitud del capital social; la concentración, que no es sino otra forma de llamar a la acumulación, requiere de nuevo capital para desarrollarse; la centralización, por el contrario, se realiza con sólo cambiar la distribución del capital existente.

Por medio de la centralización, que es el resultado necesario de la acumu-lación, y ésta, a su vez, del incremento de la productividad del trabajo, se sociali-zan en gran escala los medios de producción y se aplica, en gran escala también, la ciencia a la producción; este gigantesco nuevo incremento de la productividad

228 • El desarrollo del capitalismo mexicano

del trabajo que la centralización logra sin aumentar el capital en funciones, es, a su tiempo, una palanca poderosa para otro aumento fabuloso de la acumula-ción, la que desemboca necesariamente en una nueva centralización, que es el punto de partida de un nuevo ciclo del proceso. El resultado de todo esto es la transformación acelerada de la composición del capital a una velocidad infinita-mente superior a la que le imprimía la simple acumulación.

La centralización complementa la obra de la acumulación permitiendo a los capitalistas industriales extender la escala de sus operaciones; empresas como la construcción de ferrocarriles, que no hubieran sido posibles por la sim-ple concentración del capital, son un juego de niños gracias a la centralización.

Al crecer los establecimientos industriales se sientan por doquier las ba-ses para una organización más amplia del trabajo colectivo de muchos, para un desarrollo mayor de sus impulsos materiales; es decir, para la transformación cada vez más acentuada de toda una serie de procesos de producción explotados aisladamente y de un modo consuetudinario en procesos de producción combi-nados social y científicamente organizados.

Es evidente que los capitales fusionados por la centralización se reprodu-cen e incrementan más de prisa que cuando cada uno tenía existencia indepen-diente.

La acumulación realiza su objetivo de incrementar la productividad del trabajo introduciendo en la producción, a través de los capitales nuevos, los inventos y los descubrimientos modernos; de esta manera, junto a un aumento absoluto en la demanda de obreros se registra un descenso relativo de la misma, ya que ahora un capital determinado necesita menos obreros que antes para ponerse en funciones, es decir, porque el nuevo capital tiene una composición or-gánica distinta, en la cual ha aumentado, respecto del capital antiguo, el capital constante y disminuido el variable.

Los viejos capitales, al reproducirse, se renuevan introduciendo también los modernos inventos y descubrimientos y cambiando por tanto su composi-ción orgánica. Este cambio en su composición se traduce necesariamente en la repulsión de una cierta cantidad de los obreros que antes ocupaban, o sea, que se produce un descenso absoluto en la demanda de obreros.

Así, pues, de una parte, los nuevos capitales formados en el transcurso de la acumulación, atraen a un número cada vez menor de obreros, en proporción a su magnitud. De otra parte, los capitales antiguos periódicamente reproducidos con una nueva composición, van repeliendo a un número cada vez mayor de los obreros a que antes daban trabajo.6

Esta obra de la acumulación es completada y acelerada por la centralización; el incremento gigantesco de la productividad que ésta trae consigo, al cambiar la composición del capital existente, repele obreros en cantidades masivas a la vez que sienta las premisas para que la acumulación posterior se realice con base

6 Ibíd., p. 532.

La ley general de la acumulación capitalista • 229

en una composición orgánica del capital infinitamente más alta (crecimiento gigantesco del capital constante), con lo que se reduce grandemente la demanda de obreros del nuevo capital.

El resultado necesario de este proceso es que el descenso absoluto de la demanda de obreros es crecientemente mayor que su aumento absoluto; se for-ma así una sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva.

Para absorber una determinada parte de los obreros que deja libres el an-tiguo capital renovado se requeriría una cantidad varias veces mayor de nuevo capital por obrero que bajo el tipo de composición anterior; pero el nuevo capital, como vehículo que es para introducir los inventos y perfeccionamientos más mo-dernos, remonta necesariamente, hasta un punto muy alto, la tasa de composición alcanzada por el capital renovado, con lo que desciende, en la misma proporción, su demanda de obreros. Los obreros repelidos por el antiguo capital renovado sólo pueden ser absorbidos aumentando la acumulación en una escala gigantesca y preparando así una nueva y decisiva repulsión de obreros, no sólo de los antiguos capitales renovados, sino de los que están en su primera fase de renovación.

Este saldo constante de obreros desocupados, producto necesario, como lo hemos visto a lo largo de este apartado, del régimen capitalista de producción, es un “agradable” aguijón para los capitalistas; éstos sustituyen formalmente el móvil de la ganancia como el motor de su actividad con la humanitaria tarea de proporcionar empleo a los millones de desocupados existentes en el país; para lograrlo tienen que acumular, es decir, poner en funciones nuevos capitales, que incidentalmente producen ganancias, pero que fundamentalmente dan empleo a determinado número de personas; la acumulación es, como hemos visto, la palanca decisiva para la centralización y ambas son la base para el incremento geométrico de la productividad del trabajo, lo que a su vez se traduce en un cambio de composición orgánica de todo el capital en funciones que provoca una repulsión creciente de obreros mucho mayor que su demanda; este nuevo saldo de obreros desocupados se convierte en una nueva fuente de “torturas” para el capitalista que lo inducen de nuevo a acumular, “subordinando” su derecho de obtener altas ganancias al propósito social de crear nuevos empleos; como se ve, el capital produce con una mano lo que con la otra se propone remediar. La producción capitalista lleva necesariamente a la creación de una sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva crecientes; por tanto, nunca faltarán al capitalista motivos para demostrar su “humanitarismo”.

Se explica perfectamente que el capitalista crea a “pie juntillas” en las patrañas acerca de su “misión histórica”; la misma dialéctica del proceso capita-lista se encarga de brindarle los elementos necesarios para que aparezca como si efectivamente la obtención de ganancia pasara a segundo término frente al im-perativo “humanitario” de emplear a los desocupados. Pero lo que sí sobrepasa todos los límites de estulticia son las posiciones de nuestros “marxistas” autóc-tonos: para ellos, el régimen capitalista es execrable sólo porque es incapaz de dar empleo a la masa creciente de población incrementada por su crecimiento natural y los capitalistas son despreciables porque prefieren derrochar su dinero

230 • El desarrollo del capitalismo mexicano

a invertirlo en la creación de nuevos empleos para tanta gente miserable; se en-cubre así, en primer lugar, que ser obrero ocupado no es, en la sociedad capita-lista, ninguna fortuna, sino la forma fundamental en que el capital explota a los trabajadores (véase el capítulo sobre producción de plusvalía absoluta y relativa) y, en segundo término, que la sobrepoblación obrera es un producto necesario e insuprimible del propio desarrollo del capitalismo.7

En los capítulos anteriores vimos cómo el hambre insaciable de los ca-pitalistas de trabajo obrero excedente llevó al desarrollo de las formas de pro-ducción de plusvalía, las cuales son otros tantos métodos de explotación de los trabajadores; por su propio impulso, la producción de plusvalía se convierte en acumulación de capital; ésta provoca necesariamente un reforzamiento en los métodos de producción de plusvalía —ya que es la fuente de que se nutre— y, en consecuencia, una explotación redoblada de la clase obrera; la acumulación se transforma por sí misma en centralización de capitales, la que a su vez es palanca para la creación de masas gigantescas de plusvalía, lo que supone un desarrollo más alto de los métodos para su producción y, por tanto, una explo-tación más despiadada de la clase obrera; las grandes masas de plusvalía que provienen de la centralización constituyen la base para una acumulación mayor y ésta lo es para una centralización más grande. De donde se desprende que con el desarrollo ascendente del capitalismo y la producción masiva de plusvalía, en la misma medida empeora la situación de la clase obrera.

La acumulación y centralización no sólo producen un reforzamiento y au-mento centuplicado de las depredaciones del capital sobre el trabajo derivadas directamente de los métodos de producción de plusvalía, sino que también son fuente de una forma específica de explotación que viene a coronar toda la obra anterior del capital: hacen cambiar en forma sostenida la composición del ca-pital por el aumento persistente del capital constante y el descenso en la misma proporción, del capital variable provocando así un descenso absoluto constante

7 Véase en El Capital, t. III, Sección Tercera, capítulo XV, pp. 245-248 (edición de Fondo de Cultura Económica) lo que dice Marx acerca del conflicto existente en el régimen capitalista entre la ex-pansión de la producción y la valorización. De esta contradicción brota la necesidad inmanente del capital de acumularse en una escala cada vez más gigantesca. Todos los métodos empleados por el capital para aumentar la producción de plusvalía a través de la reducción del tiempo de trabajo necesario para el obrero se truecan, por efecto de la acumulación, en factores que determinan un constante descenso de la cuota de ganancia (relación entre la masa de plusvalía y el capital total (suma del capital constante y del capital variable), debido al descenso del capital variable respecto al capital constante; o sea, que en el desarrollo del régimen capitalista va descendiendo para cada unidad de capital la cuota de valor que se apropia en el proceso productivo. De esta manera, incluso para mantener la misma masa de valor que se apropia el capitalista, ya no se diga para aumentarla, éste debe acumular cada vez en mayores proporciones. A su vez, esta acumulación determina un nuevo descenso en la cuota de ganancia que posteriormente deviene en la necesidad imprescindible de una nueva y más grande acumulación. De donde se deriva que, incluso sólo para mantenerse como tal, el capitalista debe acumular en proporciones geométricamente crecientes; es decir, incre-mentar inconmensurablemente la potencia enemiga del trabajo. ¡Y precisamente los oportunistas inscriben en sus banderas, a nombre de los obreros: acumulación de capital!

La ley general de la acumulación capitalista • 231

de la demanda de trabajo y formando una creciente sobrepoblación obrera o ejérci-to industrial de reserva. Más adelante examinaremos detenidamente las caracte-rísticas esenciales de esta forma de explotación capitalista.

En resumen, la acumulación de capital lleva necesariamente a la cen-tralización. En esta forma superior del régimen capitalista se centuplican, con relación a las etapas anteriores, la capacidad productiva del trabajo social, el volumen del capital y la explotación de la clase obrera, al mismo tiempo que desciende absolutamente, en una proporción creciente, la demanda de trabajo. Todos los elementos del régimen capitalista reciben, con la centralización, un impulso poderosísimo, desconocido en las fases anteriores de su desarrollo: la acumulación crece en una escala geométrica; la composición técnica del capital se transforma a pasos agigantados y así aumenta en gran proporción el capital constante y se reduce en la misma medida el capital variable; estos resultados de la centralización, a su vez, son palancas para una centralización mayor, etcétera. Lo que nos interesa señalar, en relación con la suerte de la clase obrera, es que a cada paso adelante que dan la acumulación y la centralización del capital se avanza un gran terreno en el descenso absoluto de la demanda de trabajo al dismi-nuir el capital variable en relación con el aumento del capital constante.

2. Producción progresiva de una superpoblación relativa o ejército industrial de reserva

El resultado de la acumulación con cambios en la composición técnica del capi-tal —que desemboca, como hemos visto, en la centralización— es la producción progresiva de una sobrepoblación relativa o ejército industrial de reserva.

La acumulación del capital hace aumentar incesantemente el capital cons-tante a costa del capital variable; estos cambios en la composición orgánica del capital, determinados por el régimen específicamente capitalista de producción y por el desarrollo a él inherente de la fuerza productiva del trabajo, avanzan con una rapidez incomparablemente mayor que la acumulación o crecimiento de la riqueza social; de esta manera, el acelerado descenso absoluto de la demanda de obreros, que se deriva del descenso absoluto del capital variable dentro del capital en funciones, no alcanza a ser cubierto por el constantemente decreciente aumento absoluto de la demanda de trabajadores que proviene del rápido des-censo relativo del capital variable en los nuevos capitales; dicho de otro modo, el descenso absoluto de la demanda de obreros, que es determinado por los cam-bios en la composición del capital, avanza a una velocidad mucho mayor que el aumento absoluto de la misma cuya causa es la acumulación de capital (inver-sión de nuevo capital); las mismas causas que determinan que el descenso ab-soluto se desarrolle aceleradamente (los cambios en la composición de capital), son las que determinan que el aumento absoluto se realice en una proporción constantemente decreciente.

232 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Este descenso absoluto de capital variable progresivamente mayor que su aumento absoluto se revela como un aumento absoluto de la población obrera más rápido que el crecimiento absoluto del capital variable.8

“...la acumulación capitalista produce constantemente, en proporción a su intensidad y a su extensión una población obrera excesiva para las necesida-des medias de explotación del capital, es decir, una población obrera remanente o sobrante.”9

La dinámica de la acumulación del capital global le imprime su sello a la formación de la población sobrante; de esta manera, en algunas órbitas de pro-ducción cambia la composición del capital sin que crezca su magnitud absoluta, por efecto de la simple centralización, con lo que descienden absolutamente el capital variable y la demanda de obreros; en otras, el aumento absoluto de capi-tal va unido a una disminución absoluta del capital variable o de la fuerza de tra-bajo absorbida por él; en otras más, el capital crece sobre su base técnica actual, asimilándose fuerza obrera sobrante en proporción a su crecimiento, o bien se opera en él un cambio orgánico que hace que el capital variable se reduzca.

De donde se deduce que, con la acumulación, el crecimiento del capital variable y de la cifra de obreros en activo va unido en todas las esferas de pro-ducción a violentas fluctuaciones y a la formación transitoria de una población sobrante.

En consecuencia, el régimen capitalista no sólo produce un exceso relati-vo de población obrera, además lo hace a través de violentas fluctuaciones por las que las diversas órbitas de la producción atraen y repelen constantemente a los obreros, de quienes el ejército industrial de reserva es, en este movimiento, el punto de partida y de retorno. El obrero está sujeto en absoluto a estos movimien-tos incontrolables del capital.

Con la magnitud del capital aumenta la escala en que la mayor atracción de obreros va unida a una mayor repulsión de los mismos.

La ley de población específica del régimen capitalista, que el economista burgués pretende a toda costa ocultar, es, según se desprende de todo lo ante-rior, la siguiente: con la acumulación de capital, la población obrera produce en progresión creciente los medios para su propio exceso relativo. Nada tiene que ver con esta ley el crecimiento natural de la población, que a lo sumo vendrá a mo-dificar en cierto grado sus efectos, pero nunca a determinarla. La ley capitalista de población encuentra su causa finalis en la esencia misma de este régimen de producción.

8 Desde luego que todos estos fenómenos estudiados se revelan como una tendencia, que en ocasio-nes es contrarrestada por una serie de circunstancias, principalmente por una acumulación masiva de capital, y que en otras actúa libremente, lanzando masivamente obreros al arroyo. Cuando estu-diemos el caso de México veremos cómo de 1930 a 1965 la acumulación de capital es paralela a un aumento absoluto de la demanda de obreros en la industria (aunque éste sea a la vez un descenso re-lativo con respecto al capital constante); pero en 1960 este descenso relativo se trueca en un descenso absoluto de la demanda de obreros (1’762,858 obreros ocupados en 1955 y 801,769 en 1960).9 Marx, Carlos, op. cit., p. 533.

La ley general de la acumulación capitalista • 233

La sobrepoblación obrera, que es la consecuencia necesaria de la acumu-lación capitalista, se convierte a la vez en palanca de la acumulación de capital, más aún, en una de las condiciones de vida del régimen capitalista.

Como propiedad del capital, la sobrepoblación forma un ejército de reser-va disponible para sus necesidades variables.

Con la acumulación crece la fuerza súbita de expansión del capital, lo que requiere de masas de hombres disponibles para ser lanzados al punto decisivo sin que la escala de producción de las órbitas restantes sufra disminución; esto sólo es posible si hay una sobrepoblación industrial de la que pueda echar mano el capital.

Los ciclos periódicos dentro de los cuales se mueve el régimen capitalista sólo pueden desarrollarse contando con un ejército industrial de reserva; a su vez, las alternativas del ciclo son una palanca poderosa para reclutar la sobrepo-blación obrera.

Este curso de la industria (por el que se crea violentamente una sobrepo-blación obrera) hubiera sido inconcebible en las etapas primitivas del capitalis-mo; ahí la composición del capital sólo se transformaba lentamente y en con-secuencia su acumulación hacía crecer, en general, la demanda de trabajo; sólo lentamente derribaba las fronteras naturales de la población obrera explotable. Posteriormente, su desarrollo cambia radicalmente: se realiza a través de súbitas e intermitentes expansiones que preparan contracciones no menos profundas; a su vez, éstas provocan expansiones más amplias. En estas circunstancias, el cur-so del desarrollo de la industria requería material humano disponible, que sólo podía lograr, independientemente del crecimiento absoluto de la población, por medio de un simple proceso consistente en dejar “disponibles” a una parte de los obreros con ayuda de métodos que disminuyen la cifra de obreros que trabajan en proporción con la nueva producción incrementada. La producción capitalista necesita un ejército industrial de reserva libre de la traba que representa el cre-cimiento natural de la población.

En los razonamientos anteriores partíamos del supuesto de que con el aumento o disminución del capital variable aumentaba o disminuía en la misma proporción el número de obreros empleados; sin embargo, el capital desarrolla una serie de métodos por los cuales con un capital variable determinado se pone en funcionamiento una cantidad cada vez menor de obreros y al mismo tiempo se obtiene una masa cada vez mayor de trabajo excedente; esto trae como con-secuencia que se refuercen los efectos del descenso del capital variable que trae consigo la acumulación, haciendo que descienda más rápidamente que éste el nú-mero de obreros empleados por el capital. Desde luego que la forma fundamental para lograr lo anterior es estrujando al mismo número de obreros una cantidad mayor de trabajo que la normal; aquí encontramos de qué manera la forma de explotación con que remata el régimen capitalista de producción reobra a su vez sobre todas las demás formas de explotación haciéndolas más opresivas: la tendencia al descenso del capital variable, consecuencia necesaria de la acu-mulación de capital, provoca el reforzamiento de los métodos de producción de

234 • El desarrollo del capitalismo mexicano

plusvalía, con las consecuencias desastrosas que de ello se derivan para la suerte de la clase obrera. El exceso de trabajo de los ocupados hace engrosar más rápida-mente el número de los parados, cuyo aumento (sobrepoblación relativa) ejerce presión a su vez sobre los obreros ocupados, a los que obliga a trabajar más y a someterse definitivamente a las imposiciones del capital.

Hasta aquí, partíamos del supuesto de que el aumento o la disminución del capi-tal variable correspondía exactamente al aumento o a la disminución del número de obreros ocupados. Sin embargo, aunque el número de obreros sujetos a su mando permanezca estacionario e incluso disminuya, el capital variable aumenta cuando el obrero individual rinde más trabajo y, por tanto, aunque el precio del trabajo se man-tenga inmóvil y aún descienda, su salario crece más lentamente que aumenta la masa de trabajo. El incremento del capital variable es, en estos casos, indicio de más trabajo, pero no de mayor número de obreros en activo. Todo capitalista se halla absolutamente interesado en estrujar una determinada cantidad de trabajo a un número más reducido de obreros, aunque pudiera obtenerla con la misma baratura, e incluso más barata, de un número mayor. En el segundo caso, la inversión de capital constante crece en proporción a la masa del trabajo puesto en movimiento; en el primer caso, crece mucho más lentamente. Cuanto mayor es la escala de la producción, más decisivo se hace este móvil. Su empuje crece con la acumulación del capital. Hemos visto que el desarrollo del régimen capitalista de producción y de la fuerza productiva del trabajo —causa y efecto a la par de la acumulación— per-mite al capitalista poner en juego, con el mismo desembolso de capital variable, mayor cantidad de trabajo, mediante una mayor explotación, extensiva o inten-siva, de las fuerzas de trabajo individuales. Y hemos visto, asimismo, que con el mismo capital, compra más fuerza de trabajo, tendiendo progresivamente a sustituir los obreros hábiles por otros menos hábiles, los hombres por mujeres, los obreros adultos por jóvenes o por niños. Por tanto, de una parte, conforme progresa la acumulación, a mayor capital variable se pone en juego más trabajo, sin necesidad de adquirir más obreros; de otra parte, el mismo volumen de capital variable hace que la misma fuerza de trabajo despliegue mayor trabajo y, finalmente, moviliza una cantidad mayor de fuerzas de trabajo inferiores, eliminando las más perfectas.10

Por último, en lo que se refiere a la relación de los salarios y la acumulación con cambios en la composición del capital, aquéllos se determinan por las ex-pansiones y las contracciones del ejército industrial de reserva, las que son con-dicionadas por las alternativas periódicas del ciclo industrial; lo que vale tanto como decir que la vida del obrero está sujeta por completo a las necesidades del desarrollo del capital.

Los salarios no se determinan, como generalmente se dice, por las oscila-ciones de la cifra absoluta de la población obrera, sino por la proporción osci-lante en que la clase obrera se divide en ejército en activo y ejército de reserva,

10 Ibíd., pp. 537-538.

La ley general de la acumulación capitalista • 235

por el crecimiento y descenso del volumen relativo de la superpoblación, por el grado en que ésta es absorbida o nuevamente desmovilizada.

El dogma económico burgués considera que el alza de salarios crea a los obreros necesarios para la expansión del capital.

¡Hermoso método de desarrollo éste para la producción capitalista avanzada! Antes de que el alza de salarios pudiese producir un crecimiento positivo de la población realmente capaz para trabajar, habría expirado con creces el plazo dentro del cual ha de desarrollarse la campaña industrial, el plazo dentro del cual hay que dar y ganar o perder la batalla.11

O sea, que el capitalismo necesita métodos más rápidos y eficaces para reclutar la fuerza de trabajo en sus fases de acumulación acelerada que el simple creci-miento natural de la población.

Aquella ficción económica que hemos mencionado confunde las leyes que regulan el movimiento general de los salarios o la relación entre la clase obrera (es decir, la fuerza de trabajo total) y el capital global de la sociedad, con las leyes que distribuyen la población entre las diferentes órbitas de la producción.

Los límites dentro de los cuales los salarios pueden subir con las fluctua-ciones del salario industrial, son muy estrechos; durante las fases de estanca-miento y prosperidad media la superpoblación ejerce una presión hacia la baja de los salarios, mientras que en las épocas de superproducción y paroxismo pone un freno a la tendencia al alza; el propio mecanismo que determina que suban los salarios provoca necesariamente su descenso: la acumulación, por un lado aumenta la demanda absoluta de obreros, y en consecuencia eleva los salarios, pero por el otro, al potenciar la transformación de la composición orgánica del capital, incrementa el descenso absoluto del capital variable y de la demanda de obreros, aumentando su oferta, lo que hace bajar el salario a su nivel normal.

El capital actúa sobre ambos frentes a la vez. Cuando su acumulación hace que aumente, en un frente, la demanda de trabajo, aumenta también, en el otro fren-te, la oferta de obreros, al dejarlos “disponibles”, al mismo tiempo que la presión ejercida por los obreros parados, sobre los que trabajan obliga a éstos a rendir más trabajo, haciendo, por tanto, hasta cierto punto, que la oferta de trabajo sea independiente de la oferta de obreros. El juego de la ley de la oferta y la demanda de trabajo, erigida sobre esta base, viene a poner remate al despotismo del capital…12

La acumulación capitalista tiende a producir, una sobrepoblación obrera rela-tiva o ejército industrial de reserva que se convierte a su vez en una potente pa-lanca de la acumulación capitalista (y se convierte, por ejemplo en nuestro país, en un motivo esencial del capitalista para acumular, pues éste se propone muy seriamente como meta acabar con la sobrepoblación ¡a través de la acumulación de capital!). La forma de producir esa sobrepoblación, independientemente del

11 Ibíd., p. 540.12 Ibíd., p. 542.

236 • El desarrollo del capitalismo mexicano

crecimiento natural de la población, es a base de la mecánica que se desprende de la esencia misma del régimen capitalista: reducción constante de la demanda de obreros que sobrepasa con mucho el aumento de la misma por efecto del au-mento del capital total.

Una vez creada esa sobrepoblación, el mismo régimen capitalista se en-carga de mantenerla e incrementarla conforme a sus necesidades. Partiendo de una población obrera determinada, el alza o baja de los salarios obedece a las os-cilaciones del ciclo industrial que hacen cambiar la proporción entre los obreros en activo y el ejercito industrial de reserva; en una fase de prosperidad —acumu-lación acelerada— al aumentar el activo de obreros se reduce el ejército de reserva, provocando el alza de salarios; pero la misma causa de la elevación de los salarios es el instrumento que genera cambios en la composición del capital que aceleran la tendencia a la reducción del capital variable, por lo que, a la larga, aumenta el número de obreros “disponibles”, sobrepasando incluso el nivel de que partió y desciende el precio de la fuerza de trabajo. Agreguemos a esto que los salarios altos inducen a los capitalistas a acelerar el perfeccionamiento de los métodos de producción, violentando así el ya de suyo rápido proceso de disminución del capital variable, etcétera. Como vemos, los cambios en los salarios son el resul-tado de los cambios en la proporción entre los obreros activos y los parados, que obedecen a su vez a las fluctuaciones del ciclo industrial; pero el propio mecanis-mo del régimen capitalista, por dos vías distintas, se encarga de volver las cosas a su nivel normal: primeramente, el alza de salarios, cuando obedece a un aumen-to desmedido de la acumulación (fase ascendente del ciclo), al reducir el trabajo excedente que se apropian los capitalistas los obliga a reducir la acumulación y en consecuencia la demanda de trabajo, lo que hace descender los salarios; en segundo lugar, la misma acumulación provoca cambios en la composición del capital, etcétera. De esta suerte, al final del ciclo completo los salarios y la sobre-población han recobrado su nivel normal, que puede ser inferior, igual o superior que el anterior. Los salarios actúan también como medio que pone en alerta a los capitalistas; en cuanto suben desproporcionadamente, les señalan que es la hora de disminuir la acumulación o de incrementar la introducción de perfec-cionamientos técnicos, etcétera para mantener el régimen capitalista dentro de los límites que marca el grado de explotación de la fuerza de trabajo considerado como “normal” y que es el límite absoluto para el capitalista.

La esencia del régimen capitalista de producción llega a las siguientes consecuencias:

Forma una sobrepoblación obrera relativa en constante aumento.a) Esa sobrepoblación vive en condiciones miserables y es el requisito indispen-b) sable para mantener el salario de los obreros ocupados en un nivel constan-temente bajo y a ellos esclavizados por completo al capital. Es, también, condición de existencia del régimen capitalista, que en sus súbi-c) tas expansiones y contracciones que le son consustanciales necesita obreros “disponibles” al momento.

La ley general de la acumulación capitalista • 237

Al analizar la reproducción simple desentrañábamos la estancia de la explota-ción capitalista; ahora nos encontramos con los efectos necesarios del desarro-llo de esa esencia cuando el capital se reproduce en escala ampliada, es decir, bajo la acumulación capitalista. Allá veíamos que el capital, cuando asimilaba todas las condiciones materiales y espirituales de los trabajadores, los reducía a meros apéndices de las máquinas, socavando sus facultades naturales; aquí, la acumulación creciente crea una legión de hombres que sólo son el espectro de sí mismos, que no son siquiera apéndices de las máquinas y que están condena-dos de por vida a no ejercer ninguna facultad natural. Allá, el trabajo vivo servía para incrementar el trabajo pretérito no retribuido que a su vez actuaba como instrumento potenciado del capital para apropiarse de más trabajo sin retribuir; aquí el trabajo vivo inactivo es la condición indispensable para obtener del tra-bajo vivo en activo cantidades crecientes de trabajo sin retribución (plusvalía). Allá, el trabajo vivo creaba el monstruo inanimado que lo oprimía, aquí, se crea también a sí mismo como medio directo de opresión. El obrero en activo está condenado de por vida a servir a una máquina parcial, pero poniendo en acción su facultad abstracta de trabajar; el obrero parado está condenado a no ejercer ninguna de sus facultades, incluso la abstracta de trabajar, convirtiéndose así en la negación evidente por si misma, directa y absoluta de la naturaleza humana. Como vemos, en sus fases superiores el capitalismo lleva sus contradicciones esenciales a mostrar abiertamente sus aspectos más repugnantes; además, es evi-dente que en cada paso de su desarrollo el régimen del capital perfecciona los mecanismos que permiten perpetuar la esclavitud del asalariado.

Marx explica en el tomo III de El Capital cómo la sobrepoblación es en el régimen capitalista sólo una sobrepoblación relativamente a las necesidades de explotación del capital. Si la tendencia del régimen capitalista al desarrollo ili-mitado de las fuerzas productivas fuese despojada de su misma base (propiedad privada, etcétera), y en consecuencia de las trabas que la mantienen sujeta, si el tiempo y la intensidad del trabajo individuales fuesen reducidas a límites racio-nales y, si, por último, se diera libre curso a las facultades naturales de todos los seres humanos, sería absolutamente imposible la existencia de una sobrepobla-ción desocupada.

Hemos analizado el proceso de creación de una sobrepoblación relativa como fenómeno que se presenta necesariamente con la acumulación capitalista atendiendo a la esencia misma del régimen del capital, pero existen, sin embargo, una serie de circunstancias que vienen a reforzar y acelerar la tendencia observa-da: l) En las formas de organización de la sociedad anteriores al capitalismo, las cuales tenían como finalidad la satisfacción de las necesidades de sus miembros, el incremento natural de la población estaba circunscrito a la necesidad de llenar los huecos que iban dejando los decesos para mantener el organismo social en su mismo nivel (una reproducción simple). Y todos los mecanismos económi-cos, etcétera actuaban en ese sentido. Desde luego que había un exceso relativo sobre el nivel de cada año, por ejemplo, pero era tan pequeño que fácilmente lo asimilaba el lento crecimiento natural de la sociedad. Al llegar el capitalismo

238 • El desarrollo del capitalismo mexicano

las cosas cambian radicalmente; este régimen destruye las antiguas bases de la reproducción humana e instaura nuevos motivos de la misma; la reproducción ilimitada de la fuerza de trabajo se convierte en una necesidad vital para el obrero. El mecanismo esencial del régimen capitalista funciona de tal modo que, par-tiendo de una población obrera determinada, hace disminuir constantemente a los trabajadores ocupados y crea e incrementa un ejército industrial de reserva; el crecimiento natural de la población obrera, que el capitalismo potencia hasta el infinito, al hacer aumentar el censo obrero incrementa proporcionalmente la su-perpoblación relativa y hace descender, relativamente, la población ocupada; con esto se refuerzan, por decirlo así, los mecanismos que mantienen a la clase obrera sometida al capital con grilletes cada vez más opresivos. 2) En determina-da fase del régimen capitalista se hace evidente a los capitalistas la necesidad de contar con un fondo de obreros en reserva; se dan entonces a la tarea edificante de promover, con medidas estatales, el incremento de la población mediante el fomento de la natalidad y la reducción de la mortalidad infantil ya no es sólo el interés individual del obrero, sino las medidas tutelares de los capitalistas (pri-vadamente o a través de su estado) las que cuidan por una vasta reproducción de la clase obrera; es evidente que, en esta forma, al aumentar la población obrera se incrementa la superpoblación relativa y desciende relativamente la parte de los obreros en activo. 3) El propio régimen capitalista, al llegar a un punto de-terminado de su desarrollo en el que se eleva considerablemente la producción de bienes de consumo establece, a través de la exaltación del interés individual de los trabajadores, la necesidad de reducir la natalidad con el fin de ampliar el consumo individual a costa de la disminución de la familia. 4) Mucho antes de que esta última tendencia empiece a actuar decisivamente, el desmesurado crecimiento “natural” de la población, efecto directo e inevitable del régimen capi-talista de producción, origina un aumento relativamente más grande del ejército industrial de reserva; como en realidad los parados tienen que ser mantenidos con vida, ya sea por la beneficencia pública o privada, llega un momento en que los gastos que se hacen en su sostenimiento se convierten en un fardo demasiado pesado que reduce peligrosamente las ganancias del capital; es entonces cuan-do surge y se consolida, como una política estatal, el control de la natalidad. Lo verdaderamente repugnantes es que, primero, el capital centuplica el crecimiento natural de la población para nutrir sus depósitos de mano de obra sobrante hasta un nivel que le garantice, por su simple reposición, un ejército de reserva prácti-camente inagotable y, luego, reduce violentamente el crecimiento de la población a ese nivel de simple reposición a través del control de la natalidad. El obrero es sometido a los dictados del capital no sólo en su producción, sino también en su reproducción; el crecimiento de la población se rige, en el régimen capitalista, exclusivamente por las necesidades de explotación del capital. En nuestro país es fácil distinguir esa dialéctica entre el régimen capitalista, la superpoblación rela-tiva y el crecimiento “natural” de la población. En sus primeras etapas, es el pro-pio “instinto” de los obreros (instinto formado y desarrollado por el capitalismo, naturalmente) el que espontáneamente provee a esa fuente adicional del ejército

La ley general de la acumulación capitalista • 239

industrial de reserva a través del incremento violento del crecimiento “natural” de la población; después, de 1930 en adelante, esta tendencia se ve reforzada por la intervención estatal (Salubridad Pública, Seguro Social, Protección a la Infancia, etcétera) y, en la actualidad, ya empiezan a desarrollarse los primeros programas para promover el control de la natalidad.13

13 Antes de la década de los sesenta la política demográfica del Gobierno Federal tenía como objetivo fundamental dar un impulso poderoso al crecimiento natural de la población. El sector I de la eco-nomía mexicana, ante la explosión demográfica de la década de los sesenta, planteaba la necesidad ineludible del control de la natalidad como medio para conjurar las amenazas —económicas y políti-cas— que de parte de una población creciente se cernían sobre el desarrollo de ese grupo económico. Evidentemente, una población en constante aumento significaba para ellos un pesado gravamen sobre sus ganancias, en vista de que, dado el “modelo de desarrollo” seguido por ese sector, cualquier exceso de población representa gastos improductivos cada vez más cuantiosos (en salud, asistencia pública, etcétera). Esta tesis se ha mantenido aproximadamente en los mismos términos hasta la actualidad. Se le tacha, por el otro grupo burgués, de neocolonialista. Se puede agregar que esta concepción del problema demográfico está íntimamente ligada con el modelo “desarrollista” que en lo económico y lo político corresponde a este sector. En síntesis, se quiere poner un freno al creci-miento demográfico a través de un control de la natalidad impuesto desde el poder público a la masa del pueblo, manteniendo además la misma estructura económica “desarrollista”. El sector II combatió la postura del sector I, delineando a su vez una política demográfica que ha pasado por dos fases: 1) Repudio absoluto a la política del control de la natalidad propugnada por el sector I; en oposición, se defiende la libertad absoluta de procreación, considerando el creci-miento demográfico, como un reto y un incentivo para el desarrollo económico; se pone el acento en la necesidad de hacer profundas reformas económicas y sociales al régimen capitalista, las que permitan redistribuir la riqueza e incrementar la producción de alimentos y bienes de consumo popular para de esta manera llenar las necesidades de una población creciente; en suma, se opone al modelo “desarrollista” el modelo de “desarrollo compartido”, los cuales, a fin de cuentas no son sino dos variantes del régimen capitalista que se alternan periódicamente. Como trasfondo de las tesis expuestas se encuentran los intereses económicos del sector II: la necesidad de un mercado creciente para sus productos y de una creciente oferta de mano de obra para sus industrias, en su entusiasmo juvenil cuando acaba de conquistar el poder tras un largo predominio de I, el segundo sector de la economía considera que no hay ninguna barrera que se oponga a su tarea histórica de satisfacer las necesidades de una población en constante aumento. De ahí que Echeverría, al principio de su mandato, haya declarado enfáticamente que en México no habría ningún tipo de control natal, que el país no contemplaba la necesidad de reducir la tasa de crecimiento demográfico y que la solución a los problemas demográficos se encontraba en el desarrollo económico y la distribución “justa” de la riqueza. 2) Muy pronto, aún para este sector empezaron a ser gravosos (por la reducción de sus ganancias y por las limitaciones impuestas a las inversiones productivas) los enormes gastos impro-ductivos que representaba el creciente exceso (exceso para las necesidades del capital) de población. Se vieron entonces en la necesidad de diseñar una política que, siendo congruente con los principios fundamentales de este sector, atacara de raíz el problema demográfico. Se implementó una política de población que se basa en los siguientes puntos fundamentales:a) La política demográfica se propone reducir la tasa de natalidad;b) no se impone autoritariamente a la población un control de la natalidad;c) se trata de crear conciencia entre la población de una paternidad responsable, conforme a la cual las parejas decidan libremente el tamaño de su familia, pero teniendo en cuenta los requerimientos del desarrollo económico del país;d) el Estado pondrá a disposición de las parejas toda la información y la ayuda necesarias para que conozcan y apliquen los métodos de planificación de la familia cuando hayan decidido hacerlo;

240 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Comprendiendo esta ley del desarrollo capitalista es fácil entender la pro-funda sabiduría de los teóricos “marxistas”, quienes consideran el crecimiento de la población como independiente de las relaciones económicas correspon-dientes; según esto, existe una tendencia natural secular al incremento geométri-co de la población que impone la necesidad de aumentar la producción indus-trial hasta ponerla a tono con aquél (con el incremento de la población): el de-bate capitalismo-socialismo se reduce entonces a dirimir qué sistema potencia más poderosamente las fuerzas productivas hasta el punto de alcanzar la tasa de incremento de la población. Desde luego, en el plano internacional se ha llevado la palma el régimen capitalista. Por otro lado, reduciéndonos al ámbito de nues-tro país, encontramos lo siguiente: los oportunistas parten del punto de vista falso arriba analizado; de esta manera, la burguesía, con una mano aumenta la superpoblación relativa y, por tanto, la miseria de toda la clase obrera y la explota-ción de los trabajadores en activo, mientras los oportunistas la descargan de esta culpa al achacarla a la tendencia natural de la población y, con la otra, pone en tensión toda su capacidad productiva —que no es sino capacidad de explotación de la clase obrera— con el fin de incrementar la industrialización como medio para satisfacer las necesidades de esa población siempre creciente; el oportunista toma al pie de la letra esta declaración de la burguesía y su oposición a esta clase social tiene tan sólo un carácter eminentemente moral; le reprocha que sea tan egoísta que sólo piense en su propio beneficio y no en aliviar los males de esa muchedumbre hambrienta que nos da el subdesarrollo; la burguesía, por su par-te, se encarga de demostrarle palmariamente a cada momento que ese reproche no es sino una acusación gratuita porque ella invierte y seguirá invirtiendo en cantidades crecientes para crear nuevos empleos y generar más riqueza para ser repartida.14

e) la política de población no es sustitutiva de las demás políticas tendientes a “elevar el nivel de vida de la población y el nivel de empleo”, “redistribuir la riqueza”, etcétera sino complementaria de las mismas;f) se trata de “elevar el nivel y la calidad de la vida” de la población;g) integración plena de la mujer a la actividad económica y al proceso educativo.

Los voceros del gobierno expresan sin embozos que la causa última de la nueva política demográfi-ca se encuentra en la necesidad de “administrar” mejor los recursos para el desarrollo del segundo sector del regimen capitalista mexicano, es decir, para acelerar y hacer más armónico el desenvol-vimiento del sistema económico que se basa íntegramente en la explotación del trabajo asalariado; vale decir que la nueva política demográfica del gobierno mexicano se traducirá en un enorme incre-mento de la explotación de la clase obrera mexicana.14 Las modernas “sociedades de consumo” aportan la prueba práctica de la falsedad del dogma bur-gués acerca de la relación que existe entre la miseria de la clase obrera y el crecimiento “natural” de la población (explosión demográfica). En los países altamente desarrollados ha cobrado fuerza en los últimos años una tendencia al descenso de la tasa de natalidad, lo que se traduce en una reduc-ción de la tasa de crecimiento de la población; ese descenso se debe a un control planificado de la natalidad que tiene un sólido punto de apoyo en la acelerada reducción de la fertilidad humana que reconoce su origen en la degeneración y descomposición del organismo humano provocados por el desarrollo capitalista. Pues bien, tales sociedades no sólo no han podido acabar con la miseria de

La ley general de la acumulación capitalista • 241

La creación de una sobrepoblación obrera creciente, producto necesario del incremento fabuloso de la productividad del trabajo, de la acumulación de cantidades cada vez mayores de capital y del crecimiento astronómico de la riqueza social, es decir, del desarrollo del régimen capitalista, es el último es-labón que cierra constrictivamente las cadenas del capital sobre el trabajo. La sobrepoblación obrera se convierte, de producto necesario de la acumulación, en una condición suya porque le es indispensable para sus ciclos alternativos de desenvolvimiento, y en una palanca de la misma pues ejerce una presión incesante sobre el capital para que se aumenten los empleos, es decir, para que se acumule; de esta manera, la sobrepoblación refuerza inconmensurablemente las formas de producción de plusvalía y centuplica con ello la explotación de los obreros en activo que se deriva directamente de estas formas que ya hemos tenido oportu-nidad de analizar en los capítulos anteriores. El ejército industrial de reserva remacha la supeditación formal del obrero al capital, pues con la concurrencia de los obreros parados mantiene a los obreros en activo férreamente adscritos a los dictados del capital. La existencia de una sobrepoblación obrera en constan-te aumento que se suma a la sobrepoblación que ineluctablemente produce el capital por otras vías y en otras épocas y que va pasando, como herencia, a sus fases posteriores de desarrollo, genera necesariamente la miseria, el hambre, las enfermedades y la muerte prematura de los trabajadores, se refuerza así la pro-ducción de estos males que son inherentes al capitalismo en todas sus manifes-taciones de existencia. Por último, la sobrepoblación obrera es la expresión más radical, rotunda y evidente por sí misma de la naturaleza inhumana del régimen capitalista; en efecto, éste condena a una parte de sus obreros a permanecer sin realizar ninguna clase de actividad, sin poner en obra, en forma alguna, sus facultades naturales, destruyendo así, en ellas, y con ellas, en toda la sociedad, hasta el más leve rastro de la naturaleza humana.

3. Fuentes y receptáculos de la población obrera sobrante

El problema que en este punto toca dilucidar es el referente a la forma en que esa población obrera sobrante se reparte entre las diversas órbitas que actúan como receptáculos o almacenes y fuentes de la misma.

En primer término, la población sobrante que surge directamente del au-mento del capital constante y de la disminución del capital variable flota constan-temente atraída y repelida por la producción; una segunda fuente de población sobrante, que también flota de la misma manera que la anterior, la constituyen

amplias capas de la población ni con la sobrepoblación relativa; sino que las han incrementado in-conmensurablemente; y, lo que es más significativo, allí los capitalistas claman angustiosamente por un incremento de la población para engrosar el ejército industrial de reserva. ¡Ésa es la verdadera moral del capital!

242 • El desarrollo del capitalismo mexicano

los obreros que son despedidos de la fábrica al llegar a la edad viril y los que son consumidos prematuramente por la fábrica; la fuente de reposición de estos obre-ros desplazados es el incremento de la procreación de esta fracción de la clase obrera, que su misma situación de vida se encarga de promover por medio de los matrimonios prematuros y la prima que la explotación de los niños obre-ros brinda a la procreación; una tercera fuente de población sobrante, que flota atraída o repelida por la industria, es la proveniente del proletariado rural, lo que claramente refleja el exceso relativo de la población agrícola. Existe una sobre-población latente, es decir, que no flota, sino que se encuentra reprimida o disfra-zada y que sólo ciertos acontecimientos la hacen salir a la luz para ir a engrosar la sobrepoblación flotante: ésta es la sobrepoblación obrera rural. Aquellas masas de obreros que no son absorbidas por la población flotante (y que provienen de las fuentes aquí enumeradas), o que se ven repelidas retardándose el proceso complementario de atracción, pasan a engrosar la superpoblación intermitente, que estando en activo, tiene una base de trabajo muy irregular en órbitas como el trabajo a domicilio; esta fracción del proletariado se encuentra con un pie en el pauperismo y su situación de vida determina también que su procreación se incremente en proporción inversa al monto de su salario (es decir, que crezca desmesuradamente), proveyendo así de otra fuente adicional a la superpoblación obrera.

...Pero, esta categoría constituye al mismo tiempo un elemento de la clase obre-ra, que se reproduce a sí misma y se eterniza, entrando en una proporción rela-tivamente mayor que los demás elementos en el crecimiento total de aquélla. De hecho, no sólo la masa de los nacimientos y defunciones, sino también la magnitud numérica de la familia se halla en razón inversa a la cuantía del salario, es decir, de la masa de medios de vida de que disponen las diversas categorías de obreros. Esta ley de la sociedad capitalista sonaría a disparatado entre el salvaje e incluso entre los habitantes civilizados de las colonias. Es una ley que recuerda la reproduc-ción en masa de especies animales individualmente débiles y perseguidas. 15

Por último, los obreros que no son absorbidos por ninguna de estas órbitas enu-meradas pasan a formar parte del grupo de personas que han perdido toda base de vida y que se encuentran en el pauperismo. El pauperismo es un complemen-to necesario del ejército industrial de reserva y crece con él.

...El pauperismo es el asilo de inválidos del ejército obrero en activo y el peso muerto del ejército industrial de reserva. Su existencia va implícita en la existencia de la superpoblación relativa, su necesidad en su necesidad, y con ella constituye una de las condiciones de vida de la producción capitalista y del desarrollo de la riqueza. Figura entre los fraux frais de la producción capitalista, aunque el capital se las arregle en gran parte para sacudirlos de sus hombros y echarlos sobre las espaldas de la clase obrera y de la pequeña clase media.16

15 Marx, Carlos, op. cit., p. 545.16 Ibíd., p. 548.

La ley general de la acumulación capitalista • 243

Es evidente que la superpoblación obrera relativa y el fardo del pauperismo son el resultado necesario e inevitable del desarrollo del régimen capitalista, ya que éste produce sólo los medios de vida que requieren sus necesidades de explota-ción (de acumulación de capital) y no los que llenen las necesidades absolutas de la población obrera. Pero además de resultado y condición del desarrollo ca-pitalista, el pauperismo se convierte en un motivo propulsor de la acumulación de capital; “la misión histórica” del capital consiste en terminar con ese estado secular de miseria que, heredado de pasados regímenes, sólo puede desaparecer por medio del incremento de la “industrialización”, o lo que no es sino lo mismo, de la acumulación de capital; como sabemos, la acumulación de capital produce, necesaria e ineluctablemente, una mayor superpoblación y una masa más grande de pobres; entonces, nunca faltarán al capital motivos más que suficientes para justificar la necesidad de su incremento incesante y para poner en obra su “tra-dicional” filantropía y humanitarismo. Así, la burguesía gusta de lagrimear de vez en cuando, presentándonos un lastimoso cuadro de la desesperante miseria en que se encuentran millones de nuestros conciudadanos, e incluso se declara en parte culpable de tal situación por no invertir más capital en la “industrializa-ción” del país; promete enmendarse y “sacrificar” una parte de sus legítimas ga-nancias reduciendo su tren de vida lujosa y empeña su palabra de que invertirá más capital para ir en auxilio de esa pobre gente necesitada. ¡Y en tales patrañas creen a pie juntillas nuestros marxistas vulgaris!

C) Relaciones entre la acumulación sin cambios en la composición orgánica del capital y la acumulación con cambios en la misma

La acumulación sin cambios en la composición orgánica del capital ni en la extensión e intensidad del trabajo —que se basa en la extensión de las formas de producción de plusvalía absoluta y relativa sobre un nivel determinado de desarrollo de las mismas— es, como ya vimos, una vulneración directa de las condiciones de vida de la clase obrera, pues en última instancia conserva y ex-tiende la esencia de la explotación capitalista, es decir, mantiene en pie el proceso de depauperación progresiva de los trabajadores. Este tipo de acumulación incre-menta sustancialmente la masa de plusvalía que se apropian los capitalistas, la cual, al acumularse, provoca cambios en la composición orgánica del capital que hacen descender el capital variable en relación con el capital constante. La acumulación con cambios en la composición orgánica del capital —que se basa en el desarrollo preponderante de las formas de producción de plusvalía relativa— ocasiona un descenso relativo del número de obreros proporcional al descenso del capital variable y obliga al capitalista a obtener más trabajo exce-dente del mismo número de obreros (a través de la intensificación y extensión del trabajo y de la incorporación de fuerzas inferiores de trabajo, mujeres y ni-ños) con lo que el descenso de la demanda de obreros avanza más rápidamente que el descenso del capital variable. Evidentemente, la explotación de la clase obrera se potencia inconmensurablemente con la acumulación con cambios en

244 • El desarrollo del capitalismo mexicano

la composición orgánica del capital. Este otro tipo de acumulación origina en última instancia, con el descenso de obreros que le es inherente, una disminu-ción de la cantidad de plusvalía que se apropia cada unidad de capital (descenso de la cuota de ganancia) por lo que hace obligatorio el desarrollo de la acumu-lación sin cambios en la composición del capital para contener aquel descenso e incluso invertir el proceso y elevar la tasa de ganancia. Pero esta otra forma de acumulación se desarrolla ahora en condiciones totalmente distintas a aquéllas bajo las cuales lo hizo por primera vez; además del crecimiento extensivo sobre la misma base técnica, se establecen ahora formas de producción que se basan en el empleo preponderante de mano de obra, se implantan algunas formas de intensificación del trabajo que requieren de una jornada menor y de un mayor salario y se desarrollan formas de producción de plusvalía relativa mediante el simple perfeccionamiento de los métodos empleados, sin invertir en nueva ma-quinaria; todo esto redunda en un aumento de la masa de plusvalía y por tanto de la cuota de ganancia, sin que haya cambio en la composición orgánica del capital (es decir, cambio hacia arriba, aunque puede haber, y de hecho hay, como de suyo se comprende, un cambio hacia abajo, un descenso en la composición orgánica en virtud de un aumento mayor del capital variable con respecto al capital constante).

Las dos formas de acumulación estudiadas se suponen y se engendran mutuamente y el movimiento entre ellas da como resultado, al final de cada uno de sus ciclos, un deterioro más radical de las condiciones de vida de la clase obrera y una acumulación de capital cada vez más voluminosa.

Los dos sectores fundamentales del régimen capitalista de producción • 245

CAPÍTULO XIIILOS DOS SECTORES FUNDAMENTALES DEL RÉGIMEN

CAPITALISTA DE PRODUCCIÓN

A) La productividad del trabajo, las formas de producción de plusvalía absoluta, la intensificación del trabajo y la acumulación de capital en

relación con los sectores fundamentales de la economía mexicana

Los aumentos en la productividad del trabajo que determinan el descenso del valor de la fuerza de trabajo, las formas de producción de plusvalía absoluta, la intensificación del trabajo y la acumulación de capital se desarrollan a través de un proceso contradictorio.

Todo régimen capitalista de producción se compone de dos sectores fun-damentales: el sector I, que está integrado primordialmente por las grandes in-dustrias que producen medios de producción y medios de consumo de lujo, por la gran agricultura capitalista que produce materias primas principalmente para la exportación, por el gran comercio interno y externo y por las altas finanzas; el sector II, que está integrado básicamente por las ramas industriales que pro-ducen medios de consumo que no son de lujo, por aquellas que están formadas por industrias medianas que producen medios de producción, por la agricultura capitalista que produce alimentos y materias primas, por el mediano comercio interior y por algunos grupos bancarios modestos.

La esencia del régimen capitalista determina que, dejado a su propio im-pulso, el capitalismo se desarrolle unilateralmente y crezca desorbitadamente el sector I. La productividad del trabajo y la acumulación progresan ilimitada-mente en este sector, mientras que II permanece estacionario e incluso reduce su desarrollo.

La transferencia de productividad y de fondos de acumulación desde el sector I al II, que es en donde se traduce en un descenso del valor de la fuerza de trabajo, debe realizarse imponiéndose este proceso coactivamente a los ca-pitalistas de I. El Estado capitalista es el que dirige este movimiento con lo cual garantiza el desarrollo progresivo de todo el sistema.

Suponiendo un punto de partida en el cual los precios y salarios perma-nezcan estables y la jornada de trabajo y la intensidad del mismo sean cons-tantes, al aumentar la productividad y la acumulación en I el valor de la fuerza de trabajo se mantiene fijo y al mismo nivel que su precio. Si la cantidad de

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productos de I que requiere el mercado ha de ser la misma que anteriormente al aumento de la productividad, entonces deberá descender el número de obreros ocupados, y aunque su tiempo de trabajo siga dividiéndose en la misma primi-tiva proporción, para los capitalistas habrá descendido la cantidad de trabajo necesario (número de obreros) en tanto que habrá aumentado la plusvalía por-que los precios de sus productos siguen siendo los mismos que antes. En estas cir-cunstancias, aunque ni el valor ni el precio de la fuerza de trabajo de los obreros de I desciendan, aumentará la plusvalía a costa de reducir el número de obreros ocupados. Se trata de una plusvalía extraordinaria porque se obtiene al vender las mercancías a un precio superior a su valor individual.

En el caso de que la demanda de productos de I crezca conforme se in-crementa la productividad del trabajo, entonces es posible, si se vende al precio anterior, es decir, por encima de su valor actual, aumentar la plusvalía en mayor medida que en el caso precedente.

En ambos casos, el cambio de magnitudes en I se realiza encareciendo relativamente sus productos. El aumento de plusvalía en I se logra a través de un intercambio desfavorable (cambio de menos trabajo más productivo de I por más trabajo menos productivo de II) y manteniendo estable la plusvalía en II, lo que es una pérdida para el capital de esta rama que ve descender relativamente su cuota de ganancia. Hasta aquí el fenómeno ha sido considerado en su aspecto “químicamente puro”; pero la tendencia al encarecimiento relativo de los pro-ductos de I se desarrolla más allá de los límites del simple ajuste provocado por el aumento de la productividad en ese sector; los precios de los productos de I suben de tal manera que llegan a ser una verdadera exacción de la plusvalía del sector II; éste, para resarcirse de la pérdida y cuando menos mantenerse en el mismo nivel anterior, repercute sobre el salario de los obreros con un aumento de los precios de los artículos de consumo.

El fondo de consumo de la clase obrera se convierte en el botín de la bur-guesía, elevándose, a causa de un incremento en la productividad, el precio de los bienes de consumo y con ello el valor de la fuerza de trabajo. La presión grandí-sima de la sección I sobre II determina que además del aumento de la plusvalía por efectos del aumento de la productividad en I, este sector entre a saco en la plusvalía de II y en el fondo de consumo de los obreros, llevando a la ruina a II y haciendo descender el salario por debajo del valor de la fuerza de trabajo.

El sector II “conquista el poder” y encamina su acción en contra de la sección I. Para recobrar el mismo nivel de explotación anterior pugna por el con-gelamiento de los precios de los productos de I, por la transferencia de fondos desde este sector y por el aumento de los precios de los medios de consumo. De esta manera, una parte del fondo de consumo de la clase obrera y otra del fondo de acumulación del sector I se convierten en fondo de acumulación del capital del sector II. El aumento de la plusvalía que de aquí resulta le permite ampliar la acumulación y con ello la productividad del trabajo. Si la demanda de bienes de consumo permanece estacionaria, entonces el aumento de la productividad se traduce en un descenso del número de obreros ocupados en II; el valor de

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la fuerza de trabajo desciende; la plusvalía aumenta por que los precios de las mercancías se mantienen por encima de su valor (es decir, se cambia trabajo más productivo por trabajo menos productivo; menos valor por más valor). Si la de-manda de los bienes de II crece junto con la productividad, entonces, suponiendo unos precios determinados de los bienes de consumo obrero y un precio fijo de la fuerza de trabajo, al descender el valor de la fuerza de trabajo aumentará la plusvalía en mayor medida que en el caso anterior. El descenso del valor de la fuerza de trabajo y el aumento de la plusvalía que se obtiene en ambos casos manteniendo estables los precios y salarios, son el punto de apoyo para un nuevo incremento del precio de los bienes de consumo obrero.

Como vemos, el descenso del valor de la fuerza de trabajo es, hasta cierto punto, independiente del abaratamiento de las mercancías; por el contrario, los mecanismos a través de los cuales se realiza el cambio de magnitudes entre el precio de la fuerza de trabajo y la plusvalía traen consigo necesariamente un encarecimiento constante de los artículos de primera necesidad.

El salario de los obreros es conservado, por la acción concentrada de esas fuerzas, dentro de límites muy estrechos. Cuando verdaderamente registra un aumento real sólo es así en interés al desarrollo extensivo del sector II y con él al de todo el sistema de explotación capitalista.

Durante la fase de predominio del sector I el aumento de la productividad y de la acumulación dentro del mismo (que es fundamentalmente acumulación con cambios en la composición orgánica), impulsa, por simple inercia, un desa-rrollo adicional de las formas de obtener plusvalía basadas en la extensión de la jornada de trabajo, en la reducción del salario, en la incorporación de fuerzas in-feriores de trabajo y en el incremento de la intensificación del trabajo. La gigan-tesca acumulación de capital que se da en el sector I determina necesariamente que surja dentro del mismo una tendencia al descenso de la cuota de ganancia, lo que obliga a los empresarios a reforzar decisivamente las formas de produc-ción de plusvalía absoluta y la intensificación del trabajo para detener aquella tendencia y mantener y posteriormente remontar el anterior nivel de la cuota de ganancia. El salario, por mucho que pueda aumentar para los obreros del sector I, se ve necesariamente sobrepasado por el altísimo grado de explotación de la fuerza de trabajo que es inherente al desarrollo de este sector de la economía. Consecuencia ineluctable del desarrollo del sector I es, también, como de suyo se comprende, el aumento inconmensurable de la sobrepoblación obrera o, dicho de otro modo, el aumento de la desocupación y sub-ocupación.

El predominio del sector I se basa, como ya lo hemos visto, en el estanca-miento del sector II. En éste, en virtud de que le son menoscabados los recursos para su desarrollo, sobreviene necesariamente una reducción del volumen del capital y de la producción, lo que ocasiona un descenso de la plusvalía que se apropian los capitalistas del sector. Para resarcirse de sus pérdidas, estos empre-sarios despiden una buena cantidad de obreros, ponen en tensión los métodos de producción de plusvalía absoluta y de intensificación del trabajo con el fin de elevar el grado de explotación de los obreros que continúan ocupados y elevan el

248 • El desarrollo del capitalismo mexicano

precio de los bienes de consumo necesario para, por esta vía, convertir una parte del fondo de consumo de la clase obrera en fondo de acumulación de capital. Cada paso en el desarrollo ascendente de I produce necesariamente un descen-so de la cuota de ganancia, del cual se resarcen los empresarios de este sector acentuando la explotación de sus obreros y restringiendo más decisivamente el desarrollo del sector II, con los resultados consabidos para la suerte de sus obreros. Este movimiento resulta ineluctablemente en la ruina catastrófica de II. El desarrollo del sector I, en su última fase, descansa más sobre la potenciación de las forman de producción de plusvalía absoluta, intensificación del trabajo, y exacción de la plusvalía y del capital del sector II que en las innovaciones téc-nicas en el propio sector I; en todo caso, ellas son hechas importando carísimas tecnologías extranjeras, lo que redunda en perjuicio del segundo sector de la economía.

Al conquistar II el poder, en primer lugar hace funcionar una serie de medidas que tienen por objeto derivar recursos hacia sí, ya sea directa o indi-rectamente, desde I. Se frena así el desarrollo de este sector y se obliga a los ca-pitalistas del mismo a poner en tensión los métodos de producción de plusvalía relativa con su secuela inevitable de extensión e intensificación del trabajo y a despedir una gran cantidad de obreros. Después, los capitalistas de II presionan para lograr un aumento del precio de los bienes de consumo, obteniendo por esta vía recursos para acumular que proceden del fondo de consumo de la clase obrera. En el interés del sector II se encuentra un posterior aumento mayor del salario que de los precios de los bienes de consumo para, de este modo, incre-mentar el consumo y con ello el crecimiento del sector económico que nos ocupa a costa del sector I.

Con los recursos obtenidos, el sector II promueve fundamentalmente un desarrollo con base en una acumulación sin cambios hacia arriba en la compo-sición orgánica del capital; para ello propugna por a) un crecimiento extensivo sobre la base técnica existente con el propósito de engrosar la masa de plusvalía que se apropia sin alterar la composición orgánica del capital se eleva en con-secuencia la cuota de ganancia; b) establecimiento de formas de producción que se basan en el empleo preponderante de mano de obra, con lo que se logra un descenso en la composición orgánica del capital y un aumento en la masa de plusvalía y en la cuota de ganancia; c) implantación de algunas formas de intensificación del trabajo que, aunque requieren una reducción de la jornada y un aumento del salario, redundan en un descenso de la composición orgánica, un mayor aumento de la plusvalía que del salario y un incremento de la cuo-ta de ganancia (la intensificación del trabajo se impone como una necesidad imprescindible después de un período de innovación técnica (introducción de maquinaria más moderna) para lograr así el máximo aprovechamiento de la misma; esto supone, desde luego, un acrecentamiento de la plusvalía sin que haya aumento de la composición orgánica del capital y propicia su descenso al hacer crecer el capital variable mientras el capital constante se mantiene fijo), y d) desarrollo de formas de producción de plusvalía relativa mediante el simple

Los dos sectores fundamentales del régimen capitalista de producción • 249

perfeccionamiento de los métodos empleados, sin invertir en nueva maquinaria; este último punto es la base de la política del sector II, implementada bajo el go-bierno de Echeverría, de impulso a la investigación científica y tecnológica con las finalidades de racionalizar y sustituir importaciones de tecnología y desarro-llar una tecnología adecuada a las necesidades de las industrias de dicho sector. El resultado de todo esto es un aumento de la productividad y la acumulación en II. Los capitalistas de este sector no sólo están interesados en la producción de plusvalía, sino también en la realización de la misma; de ahí que el aumento del consumo de sus productos sea una de sus reivindicaciones fundamentales. Todas las formas enumeradas líneas arriba, que son empleadas por el sector II para au-mentar la masa de plusvalía y la cuota de ganancia, son a la vez medios para in-crementar el consumo de los bienes que producen y en los que está materializada la plusvalía; pero, al mismo tiempo, son otras tantas formas de vulnerar los inte-reses inmediatos del sector I. Es evidente que esta acción del sector II repercute negativamente sobre el sector I, pues todas las medidas económicas tomadas por aquél se traducen en el aumento de los costos de producción de este último y, como consecuencia, en una reducción de sus ganancias. I reacciona airada y vio-lentamente tratando de congelar las medidas antes de que se pongan en práctica o de revocarlas cuando ya se haya iniciado su realización; como fieras heridas, los capitalistas del sector I agresivamente ponen en movimiento toda su capa-cidad de “grupo de presión” para lograr estos objetivos. Si la fuerza del sector II es suficientemente grande, entonces las medidas serán llevadas adelante aún en contra de la voluntad de I. Pero éste tiene todavía una tabla de salvación antes de ser completamente derrotado: intenta revertir todos los efectos de las medidas hacia su punto de partida, el propio sector II (que a su vez los traslada a la clase obrera) a través del alza de los precios de sus productos. Este último sector, si para estas alturas aún tiene poder bastante, pondrá entonces en marcha una serie de mecanismos de mercado y otros instrumentos de política económica para obli-gar a la reducción los precios de sus mercancías, despejando así la vía para el desarrollo de sus reivindicaciones económicas. El desarrollo del sector II —y su eventual triunfo— vulnera las condiciones de vida de la clase obrera, ya sea con el descenso del salario real que va implícito en el alza del precio de los bienes de consumo o con el aumento del salario que consiste en cebar a los trabajadores para extraerles una mayor cantidad de plusvalía y con la incorporación de más personas a la explotación fabril. Con los recursos obtenidos, los empresarios del sector II acumulan grandes cantidades de capital que emplean para aumentar la productividad de sus industrias introduciendo maquinaria más desarrollada; de la mano con esto viene necesariamente una repulsión masiva de obreros y una elevación del grado de explotación de la fuerza de trabajo con base en las formas de producción de plusvalía absoluta y en ciertas formas de la intensificación del trabajo que tiene por objeto contener la tendencia al descenso de la cuota de ganancia en este sector. El desarrollo del sector II prepara a fondo el posterior predominio y desarrollo del sector I. Y viceversa.

250 • El desarrollo del capitalismo mexicano

El movimiento entre los dos sectores fundamentales de la economía ca-pitalista desemboca ineluctablemente en una mayor acumulación de capital y en una depauperación más profunda del proletariado.

En nuestro país, el predominio de uno u otro sector capitalista está per-fectamente determinado históricamente. El sector II de la economía prevaleció (conquistando el poder violentamente) a todo lo largo de la llamada “Revolución Mexicana”; este período remata con el gobierno de Lázaro Cárdenas; otra fase de dominación del sector II fue la comprendida en los seis años de gobierno de Adolfo López Mateos; y el último período de este tipo fue el de Luis Echeverría. El sector I de la economía mexicana predominó durante la época del Porfiriato, en el período comprendido entre los gobiernos de Lázaro Cárdenas y López Ma-teos, en la etapa de gobierno de Díaz Ordaz y en el sexenio de López Portillo.

Cada sector de la burguesía, para hacer valer sus intereses especiales, ne-cesita “conquistar” el poder para así someter al sector contrario; conforme una y otra fracción van reconociéndose como partes complementarias de un todo, cuya existencia y desarrollo es necesaria por igual, entonces esos cambios van perdiendo su violencia hasta derivar en las típicas democracias occidentales, en donde ambos grupos burgueses se alternan en el poder por medio del sufragio universal.

El Estado burgués debe crear las condiciones generales de existencia de las dos ramas de la producción, pero el mismo carácter contradictorio de ese proceso de vida impone al Estado la necesidad de atender primero a los reque-rimientos del sector I, cuyo crecimiento es más dinámico y en el que se concen-tra la mayor parte del capital social y por tanto de poder económico y político; para crear las condiciones generales del desarrollo del sector II, el Estado bur-gués debe imponer coactivamente a los capitalistas del sector I la obligación de transferir recursos hacia aquél; ésta es la esencia de las políticas de “redistri-bución de riqueza”, tan caras a una fracción de los economistas burgueses y a los marxistas vulgaris. En efecto, derivar recursos de I hacia II para aumentar la producción de alimentos (agrícolas, marinos, etcétera) con el objeto de reducir el valor de la fuerza de trabajo y acrecentar la plusvalía de los capitalistas a la vez que se hace posible explotar más obreros puesto que se producen los medios necesarios para alimentarlos, es presentado por aquellos economistas como un acto revolucionario porque está encaminado “a dar de comer al pueblo” y —di-cen— contrasta abiertamente con la política “reaccionaria” de los capitalistas del sector I, a los que no les interesa que el pueblo coma. La promoción estatal de la producción de bienes de consumo distintos de los de primera necesidad, que se traduce en un aumento de mercado de los productos de I (bienes de pro-ducción) y en un crecimiento acelerado del sector II que se basa necesariamente en una constante intensificación del trabajo, todo lo cual resulta en el perfeccio-namiento del sistema capitalista y en la centuplicación de la explotación de la clase obrera, adquiere a los ojos de los economistas mencionados el carácter de una actividad “revolucionaria” que tiene como finalidad “elevar el nivel de vida de la clase obrera” (ya hemos visto cómo la intensificación del trabajo, fruto de

Los dos sectores fundamentales del régimen capitalista de producción • 251

la gran industria maquinizada y base imprescindible de desarrollo del sector II, produce un desgaste acelerado de la fuerza de trabajo de los obreros tal que es inconmensurable con cualquier clase de retribución, por alta que ésta pueda ser; además, la mera existencia de una infinita variedad de bienes de consumo es el punto de apoyo para que la burguesía aumente la intensidad y la extensión del trabajo, incluso con la cooperación del obrero; el consumo masivo es la base de la apropiación masiva de trabajo excedente; todo esto es así porque el capitalista no reduce, sino, al contrario, aumenta constantemente el precio de los bienes de consumo y, entonces, para poder obtenerlos, el obrero debe trabajar más) en contraposición con el “reaccionario” sector I que “produce por producir”. La imposición estatal de un aumento del salario tiene una finalidad específica: trasladar recursos, a través del salario, del sector I al II, lo que se traduce en la ampliación del consumo de los productos de II (en este caso, cuando consiste en aumentar realmente la alimentación de los obreros, tiene la intención abierta de “cebar” a los trabajadores para que produzcan más plusvalía y redunda, a fin de cuentas, como lo veremos más adelante, en la degeneración progresiva acelerada del organismo de los trabajadores a causa de la completa descomposición de los procesos metabólicos del individuo; el propósito de incrementar el consumo de productos no alimenticios ya lo hemos expuesto líneas arriba); el aumento de salarios es presentado como una reivindicación “revolucionaria” del sector II en contra de la política “reaccionaria” de los grandes capitalistas de I de mantener-los congelados.

Como se ve, las necesidades del sector II de la economía capitalista “coin-ciden”, según la misma dialéctica que brota de su desarrollo contradictorio, con las necesidades de la clase obrera, es decir, con las necesidades de los trabajado-res considerados como la parte propiedad de los capitalistas destinada a crear plusvalía.

En realidad, las políticas de “redistribución de riqueza” tienen como fina-lidad adecuar entre sí las dos ramas fundamentales de la producción capitalista y se traducen necesariamente, directa e indirectamente, en un aumento gigantes-co de la explotación de la clase obrera, en el deterioro acelerado de las condicio-nes de vida de los trabajadores y en una degeneración progresiva y acelerada de sus organismos.

Este carácter contradictorio del desarrollo del régimen capitalista da a los economistas burgueses una interesante doble naturaleza: son estúpidos e “inteli-gentes” al mismo tiempo; la división de la producción capitalista en dos sectores fundamentales determina que los teóricos de este régimen se dividan a su vez en dos grupos: aquellos que estudian y propugnan el desarrollo del sector I y los que analizan y promueven el progreso del sector II; por lo tanto, los economistas del primer grupo se consideran a sí mismos como los únicos poseedores de la ciencia económica y a los del grupo contrario como unos ignorantes arribistas; el segundo grupo se concibe como el portador de la verdadera ciencia económi-ca que no sólo atiende al desarrollo sino a la justa distribución de la riqueza; ve a sus contradictores como unos “ignorantes reaccionarios” mientras que él se

252 • El desarrollo del capitalismo mexicano

considera como un Júpiter de la revolución. Estas relaciones contradictorias en-tre los dos grupos en pugna desembocan en una verdad unificadora: los econo-mistas burgueses son, en el campo de la economía burguesa, ignorantes y “sabios”1 a la vez. Ni qué decir se tiene que para estos lacayos preferidos de la burguesía la verdadera ciencia económica, la economía marxista, es terra ignota.

Los oportunistas, por su parte, se han convertido en aliados incondicio-nales (abierta o veladamente) de los capitalistas del sector II de la economía; han trasladado las reivindicaciones de éstos a un lenguaje pretendidamente marxista y las han lanzado a la circulación como las reivindicaciones de la clase obrera. En el caso de México no se tiene más que echar una ojeada al planteamiento de los grupos “revolucionarios”, desde el PCM hasta los maoístas, pasando por los castristas y marcusianos, pro-albaneses, etcétera para darse cuenta de esa trans-cripción de las reivindicaciones burguesas, que aquí es casi literal.

B) La promoción estatal de la acumulación y de las inversiones extranjeras en relación con los sectores fundamentales de la economía mexicana

La promoción estatal de la acumulación y de las inversiones extranjeras concen-tra sus efectos benéficos en el sector I de la economía, en tanto que los capitalis-tas del sector II se ven altamente perjudicados por el desarrollo desorbitado del otro grupo de capitalistas, que ha sido auspiciado por el Estado y los capitales extranjeros.

El segundo sector de los capitalistas despliega entonces una acción polí-tica para detener aquel desarrollo unilateral del grupo de los grandes tiburones.

1 Hemos entrecomillado “inteligentes” y “sabios”; con ello queremos indicar que no se necesita des-plegar un gran esfuerzo mental, si es que se necesita alguno, para darle forma “teórica” a los in-tereses y apetitos de la burguesía. La moderna “ciencia” económica burguesa no es más que una degeneración de la peor especie de la llamada economía vulgar; ésta, a su vez, era una degeneración de la verdadera ciencia económica de la burguesía, de la economía clásica. Estos herederos de la economía vulgar han llegado a extremos tan vergonzantes que sus “teorías” son la confesión franca y abierta de la burguesía de su imposibilidad para tener un conocimiento científico de la realidad económica y expresan la resignación de esta clase a abandonar sus grandes pretensiones teóricas para dedicarse mejor a un pragmatismo de “hombre de negocios” cuyo objetivo es la solución de los problemas de los empresarios y no, ni mucho menos, la investigación de las leyes fundamentales del sistema económico. Por otro lado, también se ha tratado de hacer pasar como “ciencia” económica a la expresión “teórica” de los intereses y apetitos del sector II de la economía, que se resumen todos en la “teoría” de la “redistribución de la riqueza”, cuyo objetivo es mantener al proletariado en condicio-nes óptimas de explotación y derivar recursos hacia las industrias de dicho sector. Ambos grupos de “intelectuales” postulan los intereses y prejuicios de sus amos como verdades científicas y vaticinan la ruina y el caos económico del país si no se signen las prescripciones que de aquellas verdades se derivan. Pero la dialéctica del régimen capitalista, que no sabe reconocer los esfuerzos intelectuales de estos señores, exige, para el desarrollo ascendente de ese sistema, que un sector predomine sobre otro, aplastando y destruyendo en la práctica sus “principios científicos”, para imponer los suyos, por la vía de la violencia. Y viceversa.

Los dos sectores fundamentales del régimen capitalista de producción • 253

Sus reivindicaciones se derivan de la posición que ocupan en la estructura del régimen capitalista mexicano; pugnan por lo que ellos llaman “verdadera in-dustrialización”, es decir, por la transferencia de recursos hacia el sector que produce medios de consumo (véanse las posiciones de la Cámara Nacional de la Industria de Transformación, sostenidas por este organismo por más de 20 años, desde 1940 hasta la mitad de la década de los sesenta y que hoy han salido de nuevo a relucir); luchan contra el monopolio y la concentración de los recursos en el sector I de la economía, y piden agua para su molino, es decir, crédito bara-to y abundante para impulsar la “industrialización”; se levantan airados contra el capital extranjero y exigen que sea reducido a “límites normales” para que no presione sobre la balanza de pagos y no restrinja, por tanto, los recursos para la “industrialización”; quieren que las inversiones extranjeras sean rígidamente reglamentadas para que también sirvan a los propósitos de industrialización del país (es decir que también derramen sus mieles entre los capitalistas que producen bienes de consumo); se convierten en adalides de un “moderado” au-mento en el salario de los obreros con el propósito de, por esta vía, y al elevar los precios de sus artículos, transferir recursos desde el sector I al sector II, o para aumentar el consumo de sus productos; exigen al Estado que establezca meca-nismos para que la “mediana y pequeña” industria también reciba la ayuda y el apoyo del capital público por último, reivindican del Estado burgués mexicano una política de “redistribución de riqueza” que traslade recursos del sector I al II; de aquí las consignas “revolucionarias”: “industrialización”, “reglamentación del capital extranjero”, “equilibrio de la balanza de pagos”, “redistribución de la riqueza”, etcétera.

Las relaciones entre los dos sectores de la economía mexicana (los cuales se suponen y se engendran mutuamente), determinan que el poder pase de una a otra fracción de la burguesía para que cada una saque sus intereses adelante en contra de la otra y para que así provean ambas, en un movimiento contradic-torio, al desarrollo armónico y ascendente del régimen capitalista de producción que existe en nuestro país. Por largos períodos domina la burguesía del sector I (en unión con todos sus aliados) y se desarrolla esa rama de la economía mexi-cana, crece el capital extranjero, se endeuda el país, se paraliza o se incrementa a un ritmo muy lento la “industrialización” (es decir, en este caso, el desarrollo de la industria de bienes de consumo) y se “concentra el ingreso” en unas pocas personas. Se hace necesario entonces que los capitalistas del sector II conquisten el poder, o cuando menos una participación efectiva en el ejercicio del mismo, para imponer a sus compadres del sector I la disminución de las inversiones extranjeras, el equilibrio de la balanza de pagos, la “industrialización”, la “redis-tribución” de la riqueza. Una vez agotado todo el ciclo, se reinicia con la vuelta al poder de los capitalistas del sector I, y así sucesivamente; como se ve, todo se reduce a pleitos sucios entre burgueses.

El marxista vulgaris ve en una fracción de la burguesía a reaccionarios pro-imperialistas y en la otra a demócratas nacionalistas y plantea la necesidad de que el proletariado apoye a la segunda para llevar al país a un régimen de

“democracia nacional” en donde se desarrolle libremente el capitalismo inde-pendiente con base en los burgueses del sector II y bajo la dirección de la clase obrera y los campesinos. No es necesario ponderar la profunda estulticia de estos razonamientos.

Cuando el oportunista mexicano (que puede ser revisionista, pro-cubano, pro-marcusiano, etcétera) abandona el anterior punto de vista, lo hace sólo for-malmente, pues se manifiesta en contra de toda la burguesía mexicana, pero esgrimiendo las mismas consignas de la fracción de los capitalistas del sector II. Así vemos como los oportunistas de nuestro país consideran que la misión histórica del proletariado mexicano es la “liberación del país de la dependencia económica del extranjero”, “el arreglo de la balanza de pagos”, “la industrializa-ción” y la instauración de la “justicia social”.

254 • El desarrollo del capitalismo mexicano

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 255

CAPÍTULO XIVEL DESARROLLO DE LA LEY GENERAL DE LA

ACUMULACIÓN CAPITALISTA EN MÉXICO

En este capítulo examinaremos los datos estadísticos referentes al desarrollo industrial de México en el período comprendido entre 1930 y 1965, con el fin de ilustrar el desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en nuestro país.

Parecería inútil repetirlo, pero la fuerza y penetración entre las masas del prejuicio teórico burgués sancionado por el marxista vulgaris así lo exige: el estudio de los datos que a continuación se consignan confirma palmariamente que en nuestro país rige en toda su extensión —como no podría menos de ser así pues se trata de una ley de vigencia general— la ley de la acumulación ca-pitalista descubierta por Marx; esto quiere decir, simple y sencillamente, que la situación de miseria, explotación y esclavizamiento en que se encuentra la clase obrera mexicana se debe única y exclusivamente a la creciente acumulación de cantidades gigantescas de capital, producto del desarrollo ascendente del capita-lismo en nuestro país y a la vez palanca de ese mismo desarrollo y no, como se pretende, a la falta de acumulación de capital o al supuesto ritmo lento al que ésta se desenvuelve.

Los datos estadísticos que sirven de base al análisis que haremos a conti-nuación están tomados en su integridad de los resúmenes de los censos indus-triales de 1945, 1956, 1961, 1966, 1971 y 1976; los conceptos ahí contenidos los hemos convertido a los conceptos marxistas que se definen en el lugar oportuno de este trabajo y que se han empleado a lo largo de él. Llamamos capital total a la suma del capital constante total y del capital variable, es decir, a los medios e instrumentos de producción y a los medios de vida que se emplean en la pro-ducción industrial anual; el capital constante es la parte del capital total que no crea valor, esto es, los medios e instrumentos de producción, los cuales sólo transmiten una parte de su valor al producto; lo hemos dividido en dos clases: aquel que queda después de descontar la parte que se transmite al producto y la porción que reaparece en éste; la primera comprende los siguientes concep-tos de los Censos Industriales: inversiones en edificios, terrenos, construcciones, maquinaria, implementos, vehículos, semovientes, muebles, útiles, etcétera y la existencia de combustibles, lubricantes, materias primas, productos acabados y en proceso de elaboración menos la depreciación del capital fijo (éste compren-

256 • El desarrollo del capitalismo mexicano

de los elementos del capital constante que transmiten periódicamente su valor al producto: edificios, terrenos, máquinas, semovientes, muebles, vehículos); el capital constante que reaparece en el producto está formado por los siguientes conceptos de los Censos Industriales: materias primas, energía eléctrica, com-bustibles y lubricantes consumidos, depreciación de capital fijo, gastos diversos, otros gastos y lo que se paga por maquila. El capital variable es aquél cuyo valor se incrementa en el proceso productivo, es decir el que se invierte en fuerza de trabajo; en los Censos está comprendido bajo el rubro de “sueldos y salarios”. El valor total de la producción comprende los conceptos de los censos industriales de “valor de la producción” y “cobrado por maquila”. La plusvalía, o sea la masa de trabajo obrero excedente que se apropia la burguesía mexicana, es el resultado de restar al valor total de la producción la suma del valor del capital constante que reaparece en el producto y del capital variable.

En el cuadro 3 del Apéndice Estadístico aparecen en primer lugar los da-tos transcritos de los Resúmenes Censales; después se encuentran las conversio-nes a los conceptos marxistas empleados en este trabajo; luego están calculados los aumentos absolutos y porcentuales de éstos; por último, se establecen una serie de relaciones entre aquellos conceptos junto con sus expresiones absolutas y relativas. En páginas posteriores hemos insertado una serie de gráficas que estimamos servirán para ilustrar con más fuerza los puntos fundamentales de nuestra argumentación.

Antes de continuar debemos aclarar que en el rubro de capital variable comprendemos tanto los sueldos y salarios de los obreros y de los empleados como los de los directores (lo que se llama “salario del empresario”); conside-ramos conveniente hacerlo así porque el capitalista, en cuanto que es su propio obrero que realiza trabajo de alta dirección, también crea plusvalía y su salario y su actividad se rigen igual por las leyes generales que determinan el salario y la demanda de los obreros; en consecuencia, en lugar de tomar como base de los cálculos hechos el número de obreros, hemos incluido a todo el personal ocupa-do en la industria, partiendo del supuesto de que los “directores” son también trabajadores asalariados. Quien tenga reparos respecto a esta forma de conside-rar el capital variable y la fuerza de trabajo, puede hacer los cálculos respectivos sobre la base de la cantidad de obreros ocupados y encontrará que las diferencias cuantitativas entre los resultados que obtenga y los que alcanzamos nosotros son insignificantes y, por lo tanto, despreciables y que las tendencias que rigen el de-sarrollo del personal ocupado son las mismas que las que rigen el de los obreros ocupados; de esta manera, las consecuencias que extraemos de los análisis valen en toda su extensión para los obreros industriales.

1. Acumulación

La materia prima de la acumulación es la plusvalía: en 1930 se extrajo al prole-tariado mexicano trabajo excedente por un valor de 363.41 millones de pesos;

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 257

en 1935, por 866.46 millones de pesos a precios constantes con base 1930 = 100; en 1940, por 494.23 millones de pesos a precios constantes, etcétera, hasta llegar al año de 1975, en el cual se extrajo plusvalía a los trabajadores mexicanos por un valor de 7,325.34 millones de pesos a precios de 1930, es decir, que hubo un incremento, en términos reales, entre 1930 y 1975, de 1,915% en la producción anual de plusvalía en la industria nacional.

La plusvalía se acumula y se convierte en un nuevo capital que se agrega al ya existente para ampliar la producción capitalista, la cual, como ya hemos visto, es un proceso de exacción de plusvalía a los trabajadores; en 1930, el va-lor de la plusvalía previamente capitalizada, es decir, el capital total que puso en funcionamiento ese año la burguesía industrial mexicana fue de 1,389.10 millones de pesos; en 1935, el trabajo obrero excedente acumulado en manos de la burguesía ascendió a 3,038.49 millones de pesos a precios constantes base 1930=100; en 1975 fue de 18,226.77 millones de pesos a precios constantes, lo que representa un incremento en términos reales, entre 1930 y 1975, de 1,212% en el volumen del capital industrial propiedad de la burguesía mexicana.

En la parte teórica correspondiente vimos que en cuanto la acumulación se convierte en objetivo fundamental del régimen capitalista, la producción de plusvalía recibe un impulso hasta ahí desconocido; esto es precisamente lo que sucede en nuestro país a partir de 1945: en este año el capital total que la burgue-sía industrial hace funcionar como capital productivo es de 3,933.29 millones de pesos a precios constantes con base 1930=100; para 1955, el valor de ese capital se ha elevado hasta 13,739.57 millones de pesos en términos reales, esto es, se ha incrementado en un 249%; cinco años después, en 1960, el censo de ese año registra un volumen de plusvalía producida del orden de 1,193.16 millones de pesos, mayor en un 123% que el del año censal de 1955 (533.57 millones de pe-sos); en 1965, la cantidad de plusvalía producida es de 3,630.09 millones de pesos, 204% mayor, a precios constantes, que la de 1960, año censal anterior.

En la parte teórica habíamos encontrado que con la acumulación erigida en objetivo fundamental del régimen capitalista y el incremento consecuente de la producción de plusvalía se reforzaban los efectos devastadores de los métodos tradicionales de producción de trabajo excedente (métodos de producción de plusvalía absoluta y relativa) sobre la clase obrera; aquí vemos esta tesis plena-mente confirmada con el gran aumento de la cantidad de plusvalía que se extrae anualmente a cada persona ocupada registrado en el período en que se inicia la acumulación masiva de capital en nuestro país: en 1955, la cantidad de plusvalía anual obtenida de cada obrero ocupado es de $254.91; en 1965 ha ascendido hasta $1,016.00 anuales en términos reales y en 1975 a $4,289.04, lo que signifi-ca un incremento de 1,582% entre los años extremos de 1955 y 1975; este incre-mento sólo pudo haberse logrado, puesto que la plusvalía no es sino fuerza de trabajo excedente de los obreros, haciendo más intensiva su explotación a través del reforzamiento de los métodos clásicos de producción de plusvalía.

La masa de medios e instrumentos de producción que maneja el obrero, crece con la acumulación; como en el régimen capitalista el incremento de la

258 • El desarrollo del capitalismo mexicano

productividad del trabajo tiene como único objetivo aumentar las ganancias del empresario y éstas se forman exclusivamente por el trabajo excedente que extrae al obrero, entonces las conquistas de la técnica se emplean para abrumarlo de trabajo obligándolo a atender una cantidad cada vez mayor de mecanismos que se mueven a velocidades crecientemente vertiginosas; es difícil establecer el vo-lumen de los medios de producción que maneja cada obrero mexicano, pero se puede lograr una lejana aproximación considerando el valor de esos medios por trabajador ocupado:1 en 1930 el capital constante total (medios e instrumentos de producción) que manejaba cada persona ocupada en el país era de $3,870.00 y para 1975 de $8,327.47 en términos reales con base en 1930 = 100, lo que re-presenta un incremento de 115%; ya en otro lugar de este mismo estudio hemos analizado el proceso de intensificación del trabajo y sus efectos sobre la clase obrera.

Gráfica núm. 1Plusvalía producida en cada año censal. Millones de pesos constantes. Base: 1930=100

1 El valor del capital constante sólo expresa remotamente la masa de medios de producción que pone en movimiento cada obrero, puesto que con cada aumento de la productividad del trabajo es mayor la cantidad de estos medios en que se materializa una misma cantidad de valor.

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Plusvalía producida en cada año censal

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El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 259

Gráfica núm. 2

Producción quinquenal de plusvalía. 1935 - 1975. Millones de pesos constantes. Base: 1930=100

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Plusvalía producida por quinquenio Plusvalía media anual por quinquenio Plusvalía media anual por quinquenio por persona ocupada

1971-751931-35 1936-40 1941-45 1946-50 1951-55 1961-65 1966-701956-60

En la gráfica núm. 1, que representa la plusvalía producida en cada año censal durante el período 1930-1975, la línea muestra, con su ascenso intempestivo y prolongado que la acerca a la vertical, de qué manera a partir de 1955 la pro-ducción de plusvalía se incrementó en proporciones gigantescas, impulsada por la vigencia definitiva en el régimen capitalista mexicano del principio de acu-mular sin descanso; también aquí observamos cómo la acumulación, a su vez, se convierte en una palanca más para incrementar la plusvalía. De 1935 a 1955 la producción de plusvalía disminuye en su ritmo como lo refleja claramente el descenso de la línea; para el período de 1960 a 1975 la línea asciende casi verti-calmente como resultado de un nuevo incremento en la producción de plusvalía. Estas fluctuaciones de las cantidades de plusvalía producida por período son el reflejo de las contradicciones estructurales del sistema: la plusvalía producida se acumula desmedidamente en las ramas que producen medios de producción, en la industria pesada, estableciendo fábricas con exceso de capacidad, etcétera lo que ocasiona que se retrasen las ramas productoras de bienes de consumo y de bienes alimenticios, encareciendo así el valor de la fuerza de trabajo y reduciendo el consumo de bienes finales; la disminución de la plusvalía que en tales circuns-tancias se genera afecta principalmente a las ramas agrícolas y de bienes de con-sumo, obligándolas a desarrollar una acción política (Cárdenas, López Mateos y Echeverría) para frenar la acumulación unilateral y llevar también agua a su molino; esto quiere decir que para que la acumulación de capital se convierta en fuente de más plusvalía es necesario que se reduzca a escala nacional el tiempo de trabajo necesario de la clase obrera y se ensanche el mercado de los bienes fina-les de consumo; la gran burguesía no realiza por sí misma estas tareas, más bien

260 • El desarrollo del capitalismo mexicano

se opone sistemáticamente a ello, de tal suerte que si la “providencia” no trajera a la liza al “poder compensatorio” de la burguesía de la industria ligera y de la agricultura y a la pequeña burguesía (es decir a los tiburones menores) el sistema, conducido exclusivamente por la codicia de los grandes tiburones, se iría a pique irremediablemente; de qué manera este movimiento inherente al régimen capita-lista —régimen que sólo puede desarrollarse a través de convulsiones devastado-ras cuya violencia asimila por completo la clase obrera— y que únicamente tiene como finalidad adecuar entre sí las diferentes partes del sistema capitalista de ex-plotación, sirve para engañar a los ya de suyo no muy listos teóricos “marxistas” de nuestro país, a quienes hace ver en un sector de la burguesía a “reaccionarios” y en el otro a “revolucionarios” (enemigos unos y posibles aliados otros de la clase obrera) ya tuvimos ocasión de verlo en capítulos anteriores. Para que a un período de acumulación acelerada pueda seguir otro de creación de cantidades masivas de plusvalía para una nueva acumulación es necesario que se detenga aquélla y se sienten las bases para la reducción del valor de la fuerza de trabajo y el incremento del consumo de los bienes finales; así, después del período de acumulación acelerada de la última fase del Porfiriato fue necesaria una serie de cambios en la estructura económica del país (lo que se llama Revolución Mexicana) para reducir el tiempo de trabajo necesario de los obreros y aumentar el consumo, preparando así la producción de cantidades masivas de plusvalía para capitalizar; de 1945 en adelante los efectos de esta medida se traducen en el crecimiento acelerado de la plusvalía y de la acumulación de la misma, pero para 1955 se han agotado las posibilidades de desarrollo de la industria ligera y la agricultura, lo cual origina un descenso de la plusvalía y de la acumulación; esta última, aunque desciende en términos absolutos para la economía, sin embargo aumenta y se concentra en las ramas de la gran industria, por lo que se acentúa más la ruina de la industria ligera y de la agricultura. En 1960 se inician de nuevo las políticas gubernamentales tendientes a propiciar el desarrollo de la industria ligera y de la agricultura y a detener el incremento desorbitado de la gran industria; en ese año empiezan a crecer la plusvalía y la acumulación y se inicia de nuevo el ciclo que ya conocemos. Esta dialéctica del propio proceso capitalista de produc-ción es la que ha llevado a los oportunistas mexicanos a dividir a los gobiernos del país, según que representen a una u otra fracción de la burguesía, y en con-secuencia a uno u otro lado del movimiento, en revolucionarios y contrarrevolu-cionarios, etcétera; así, como tales oportunistas no son sino representantes de la industria ligera y de la pequeña burguesía en general (véanse los programas del PCM y de la multitud de grupos pseudorevolucionarios), cuando la euforia de la acumulación llega al paroxismo son los encargados de iniciar el combate contra los “reaccionarios” y sus representantes gubernamentales; el cambio tiene que venir necesariamente y entonces su papel se reduce a vigilar que el nuevo gobier-no “revolucionario” (revolucionario porque aumenta la producción de alimentos con el objeto de reducir el tiempo de trabajo necesario de los obreros para así extraerles más plusvalía y acumular cantidades cada vez más grandes de capital, revolucionario porque aumenta relativamente el poder de compra de los obreros

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 261

para que así sean también responsables de la buena marcha del sistema que los oprime, los explota y los degrada, revolucionario porque forma de entre el pro-letariado agrícola una pequeña burguesía agraria que es el factor más podero-so para el hundimiento definitivo de aquél, revolucionario porque proporciona mezquinamente salud a los obreros para que no entorpezcan con sus enferme-dades el proceso productivo; revolucionario porque organiza la beneficencia en escala masiva y mantiene así con vida a la superpoblación relativa que necesita el capital para sus movimientos cíclicos; revolucionario porque propicia el de-sarrollo de los explotadores que producen bienes de consumo y alimentos, re-volucionario, en suma, porque detiene, contra la voluntad de los reaccionarios, el proceso desbocado de acumulación que podría llevar a la crisis definitiva del sistema, a la aniquilación del régimen de cuyos beneficios gozan tanto los grandes como los medianos y pequeños tiburones), vigilar al nuevo gobierno “revolucio-nario”, decíamos, para que no abandone su postura de lucha por las reivindi-caciones populares; es posible, y de hecho así sucede con el PCM, que estando formalmente siempre en contra del régimen burgués sea cual fuere la fracción en el gobierno, sin embargo se siga siendo oportunista porque se mantienen como reivindicaciones “revolucionarias”, es decir, proletarias, las mismas que propug-nan la burguesía de la industria ligera y la pequeña burguesía y las tratan de sacar adelante aún en contra de las propias clases interesadas; de tal suerte, los oportunistas de esta laya encuentran una base para su desarrollo en las fases de acumulación sin freno y crecen durante ellas como plantas en estufa, formando la avanzada del movimiento burgués que vela por el equilibrio del sistema de explo-tación capitalista, es decir, que son la vanguardia de la clase de los capitalistas; en las épocas en que se cumplen por el gobierno los “postulados revolucionarios”, estos oportunistas pierden su base de acción y se diluyen entre los liberales bur-gueses por la sencilla razón de que sus reivindicaciones están siendo realizadas; crece la acumulación y lentamente aquéllos vuelven a sacar la cabeza hasta que provocan el cambio (pruebas: ferrocarrileros en 1957 y pequeña burguesía en 1968 que determinaron, unos la política de Adolfo López Mateos, y otros la que Echeverría realizó en su período de gobierno).

La plusvalía se convierte, por medio de la acumulación, en nuevo capital para ampliar la producción de plusvalía. En 1930, el capital total de la industria, o sea los medios e instrumentos de producción y de vida empleados para absor-ber trabajo obrero excedente, sumaba la cantidad de 1,389.10 millones de pesos; para 1975 ascendió a 18,226.77 millones de pesos constantes base 1930 = 100. El capital acumulado (trabajo no retribuido que invierte el capitalista para obte-ner más trabajo sin retribuir) durante los 45 años del período fue de ¡16,837.67 millones de pesos! Este fabuloso volumen de capital acumulado determinó que para 1975 el capital industrial total (o sea los medios de producción y de vida propiedad de la burguesía industrial) hubiera aumentado respecto del existente en 1930 en un ¡1,212%!, o, lo que es lo mismo, en doce veces.

En la gráfica 3 se puede apreciar objetivamente el proceso de acumula-ción.

262 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Gráfica núm. 3

La representación en la gráfica de los cambios absolutos en el volumen del capi-tal total nos revela que el ritmo de acumulación fue en aumento durante el perío-do comprendido entre los años de 1930 y 1945; en esta época apenas empezaba a organizarse el régimen capitalista mexicano en torno al supremo objetivo de acumular: hasta ahí, el proceso capitalista de producción se había desarrollado dentro de cauces que le imprimían un movimiento pausado; el objetivo de pro-ducir plusvalía aún no se transformaba en la apremiante necesidad de acumular; pero es precisamente en estos años cuando, a través de la creación de los instru-mentos jurídicos y políticos idóneos y de la reducción a escala nacional del tiem-po de trabajo necesario de los obreros por medio del aumento de la producción y de la productividad agrícola (Reforma Agraria), se prepararon las condiciones para la creación de cantidades gigantescas de plusvalía y para la acumulación en gran escala. En 1955 es cuando empiezan a surtir sus efectos los mecanismos echados a andar en el período anterior; las líneas que se elevan casi verticalmente, nos muestra que a partir de ese año la acumulación y el capital total ascienden verti-ginosamente hasta 1955, de aquí a 1960 el ritmo y el volumen de la acumulación descienden, para volver a tomar auge de este último año en adelante y recupe-rar en este período, casi en su totalidad, sus características anteriores, como lo demuestran la extensión y la pendiente del último tramo de las líneas que se examinan. Estas fluctuaciones de la acumulación de capital obedecen, como veíamos en páginas anteriores, a los movimientos internos de la estructura del capital nacional para adecuar entre sí sus diferentes ramas; en estas condiciones,

Acumulación y capital total. Millones de pesos constantes. Base: 1930 = 100

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Capital constante total (Acumulación) Capital total (capital constante total + capital variable)

1971-751931-35 1936-40 1941-45 1946-50 1951-55 1961-65 1966-701956-60

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 263

todo descenso de la acumulación de capital significa que se preparan las premisas para una acumulación en más alta escala.

De todo lo expuesto en este punto se deduce que a partir de 1955 la simple producción de plusvalía se convierte, a escala nacional y como propósito con-ciente de todo el régimen capitalista mexicano, en acumulación creciente de capital; de esta manera, los métodos de producir plusvalía y sus efectos destruc-tores sobre la clase obrera son reforzados poderosamente. El capital total, esto es, el trabajo excedente de la clase obrera que se apropia sin retribución la bur-guesía, materializado en los medios e instrumentos de producción y de vida, y que tiene como finalidad apropiarse de nuevas y mayores cantidades de trabajo excedente, alcanza en nuestro país, con la acumulación vertiginosa, volúmenes verdaderamente astronómicos; la acumulación, en suma, desarrolla extensiva e intensivamente el régimen de explotación capitalista, y con él a la potencia que oprime, esclaviza y degrada a los trabajadores mexicanos.

2. Cambios en la composición del capital con la acumulación

La acumulación es el vehículo para la introducción de los inventos y descu-brimientos más modernos a la producción y la palanca decisiva para la cen-tralización de capitales; por estas dos vías, y a través de la presión que ejerce para la renovación, sobre bases técnicas modernas, de los viejos capitales, la acumulación es el motor de los cambios progresivos en la productividad del trabajo que transforman constantemente la composición orgánica del capital; la masa de medios de producción, es decir, el capital constante que cada obrero pone en funcionamiento, crece conforme la acumulación avanza o, lo que no es sino lo mismo, la cantidad de obreros necesarios para poner en funcionamiento un volumen determinado de capital constante decrece en proporción directa al aumento de la productividad del trabajo; este cambio incesante en la composi-ción orgánica del capital se refleja en sus elementos de valor como la tendencia al aumento progresivo de la proporción en que el capital constante entra en el capital total o en el descenso constante del capital variable dentro del mismo; este descenso relativo del capital variable tiende, como veremos posteriormente, a convertirse en un descenso absoluto.2

La productividad del trabajo se incrementó desde $2,910.27 producidos por persona ocupada en 1930, hasta $14,416.47 a precios de 1930 en 1975; esto significa un aumento en los 45 años igual al 395%.

La relación capital constante total sobre personal ocupado del capital mexicano se elevó, desde el punto en que, en 1930, una persona ocupada em-pleaba un capital constante por valor de $3,870.85, hasta alcanzar una propor-

2 Aquí también debemos aclarar que el aumento de valor del capital total es muy inferior al incremento de la masa de medios de producción y de vida en que se materializa.

264 • El desarrollo del capitalismo mexicano

ción, en 1975, en la que 8,327.47 millones de pesos a precios constantes base 1930 = 100 fueron invertidos en capital constante por cada persona ocupada; en términos relativos, la composición orgánica del capital se incrementó en un 115% desde 1930.

Gráfica núm. 4

Productividad del trabajo en el sector industrial. 1930=1975. Pesos constantes. Base: 1930 = 100

16,000

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Productividad del trabajo en el sector industrial

19751930 1935 1940 1945 1955 1965 19701960

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 265

Gráfica núm. 5

Gráfica núm. 6

Composición orgánica del capital industrial nacional. 1930=1975. Pesos constantes. Base: 1930 = 100

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Composición orgánica del capital industrial

19751930 1935 1940 1945 1955 1965 19701960

Relaciones entre capital constante total, capital variable, plusvalía y producción total y personalocupado en la industria. 1930-1975

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Años

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19751930 1935 1940 1945 1955 1965 19701960

266 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Gráfica núm. 7

Gráfica núm. 8

Cuota de plusvalía. 1930-1975. Precios constantes. Base 1930 = 100

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19751930 1935 1940 1945 1955 1965 19701960

Cuota de ganancia (plusvalía sobre capital total). 1930-1975

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Cuota de ganancia (plusvalía sobre capital total)

19751930 1935 1940 1945 1955 1965 19701960

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 267

En las gráficas anteriores se puede apreciar el desarrollo de la productividad del trabajo y de los cambios en la composición del capital; el intempestivo aumento de la acumulación en 1955 (cuya causa ya hemos analizado anteriormente), que inauguraba la época en que ella se convierte en el móvil último de todo el siste-ma económico, arrastró tras de sí a la productividad del trabajo y a la composi-ción del capital, que ascienden desde este año de una manera vertiginosa.

El capital constante total de la industria tuvo un valor, en 1930, de $1,212,191,483; en 1975 había alcanzado ya la suma de 14,222.66 millones de pesos a precios constantes; el aumento absoluto en los 45 años fue de 13,010.47 mi-llones de pesos, lo que es igual a un incremento de 1,073% del capital constante inicial (un crecimiento de diez veces desde 1930).

Si consideramos la suma del capital constante y del variable como igual a 100, el capital constante ha tenido la siguiente evolución: de 1930 a 1940 aumen-tó del 87 al 89%, de ahí descendió hasta el 87% en 1955, se mantuvo en 87% en 1960 y bajó al 78% en 1975.

El capital variable fue igual a $176’939,815 en 1930 y a $4,004,088,000 a precios constantes en 1975; el aumento absoluto fue de $3,827,145,185 y el rela-tivo de 2,162% (creció 21 veces en el período).

Su proporción en la suma del capital total descendió del 13 al 11% en el período de 1930 a 1940, de 1940 a 1955 se elevó del 11 al 13%, en 1960 se man-tuvo en 13% y para 1975 alcanzó el 16%.

La composición orgánica del capital (relación entre capital constante y capital variable) se desarrolló de la siguiente manera: de 1930 a 1940 pasó de 6.85 a 8.22, de 1940 a 1955 descendió a 6.96, en 1960 fue de 7.91 y en 1975 bajó hasta 4.55.

En la parte teórica vimos que es inherente al régimen capitalista de pro-ducción la tendencia al descenso relativo del capital variable y que incluso, bajo ciertas circunstancias, ese descenso relativo se convierte en absoluto. Esa misma tendencia genera necesariamente una serie de fuerzas opuestas que la contrarres-tan dentro de ciertos límites; salvados esos obstáculos, aquélla vuelve a imperar en toda su extensión, hasta que de nuevo crea los factores que le imponen otro freno, etcétera. Los métodos de desarrollo de la fuerza productiva del trabajo que se basan en el aumento del capital constante y el descenso relativo del capi-tal variable, que el capital emplea para aumentar la plusvalía que extrae a la cla-se obrera, desembocan necesariamente, tras un lapso más o menos largo, en una reducción de la cantidad de plusvalía que se apropia cada unidad de capital, pues aquéllos descansan en la eliminación de obreros, quienes son la única fuente de trabajo excedente; se impone entonces la necesidad de reforzar tales métodos y de acumular más capital para elevar de nuevo la tasa de ganancia, lo que a fin de cuentas se traduce en otro descenso relativo de la plusvalía; en este punto la burguesía se ve obligada, sobre la base de la composición orgánica conquistada, a desarrollar los métodos de producción de plusvalía que no se traducen en un descenso del capital variable, sino que por el contrario determinan su aumento, como ciertas formas de intensificación del trabajo, la extensión de la jornada,

268 • El desarrollo del capitalismo mexicano

el trabajo extraordinario y, en las modernas “sociedades industriales”, un nuevo desarrollo del trabajo femenil e infantil; es decir, que se impone al capital la ley de que la plusvalía no brota de su parte constante sino de su parte variable; por estos medios, con una cantidad fija de obreros e incluso con un descenso radi-cal de los mismos se incrementa el capital variable, se reduce de este modo la composición orgánica del capital por debajo de su nivel anterior y se obtiene a la vez una masa creciente de plusvalía; es evidente que esto sólo puede lograrse al someter a la clase obrera a una sobreexplotación que deviene en un aumento más rápido de la plusvalía que cualquier aumento del salario y, lógicamente, en un desgaste de la fuerza de trabajo inconmensurable con cualquier tipo de re-tribución de la misma, por alta que ésta pudiera ser. Sin embargo, estas formas de contener la elevación de la composición orgánica del capital y de aumentar la tasa de ganancia tienen límites muy estrechos y su propio desarrollo determina el surgimiento de otras formas más decisivas: una gran extensión de la produc-ción capitalista sobre la misma base técnica existente; empleo preponderante de mano de obra en los procesos productivos; intensificación del trabajo en una jornada menor, con un mayor salario y una cuota de plusvalía mucho mayor que el aumento de éste; producción de plusvalía relativa por medio del perfeccio-namiento de los métodos empleados, sin invertir en nueva maquinaria; y desa-rrollo decisivo del consumo. Todo esto se resuelve en un aumento de la cuota y masa de plusvalía y de la cuota de ganancia y en un descenso de la composición orgánica del capital en virtud de un aumento mayor del capital variable con res-pecto al capital constante. Estas formas más radicales de contener el aumento de la composición orgánica del capital y el descenso de la cuota de ganancia son formas típicas de explotación de la clase obrera, las cuales, como ya hemos visto anteriormente, provocan una depauperación aún más profunda de los trabaja-dores. Agotada esta forma de obtener plusvalía, toca su turno de nuevo a aquella que hace aumentar el capital constante a costa del variable con un descenso más radical del número de obreros ocupados; se prepara así la otra fase del ciclo que lleva a la explotación de los obreros en activo a un punto superior.

La composición orgánica del capital industrial mexicano pasó de 6.85 a 8.22 en el período comprendido entre 1930 y 1935; el capital total (capital cons-tante más capital variable) se incrementó (se acumuló), en términos reales, en 118%, creciendo más rápidamente el capital constante (123%) que el capital variable (86%); la cantidad de obreros ocupados se mantuvo prácticamente en el mismo nivel pues sólo registró un irrisorio incremento de 1.5%, lo que significa que hubo un descenso relativo de obreros ocupados del 54% aproximadamente; la producción aumentó, en el período considerado, en un 140% y la plusvalía en 138%; la cuota de plusvalía se elevó de 105% en 1930 al 162% en 1935 y la cuota de ganancia del 26 al 29%; el aumento del capital variable (86%, como ya vimos), el cual se tradujo en una mayor cantidad de medios de vida para los obreros en activo, sólo tuvo la finalidad de cebarlos para lograr un aumento en su capaci-dad de producir plusvalía, lo que se refleja claramente en el gran incremento del monto de la plusvalía extraída al proletariado industrial mexicano en 1935

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 269

con respecto a 1930 (138%) y más palmariamente en la cantidad de plusvalía producida por persona ocupada que, en términos reales, creció en un 134%; en este lapso de tiempo el aumento de la plusvalía se obtuvo del incremento de la tasa de explotación de cada obrero por la vía de la intensificación del trabajo, la extensión de la jornada, el trabajo extraordinario, etcétera.

En el mismo año de 1935 se manifiestan las dos tendencias contradicto-rias del régimen capitalista de producción: la acumulación con aumento en la composición orgánica del capital que tiende a reducir relativa y absolutamente el número de obreros en activo y a hacer disminuir la tasa de ganancia y las fuer-zas contrarias que ella misma engendra, las cuales se cifran todas en la superex-plotación del proletariado mexicano y que llevan al incremento de la producción de plusvalía, de la cuota de plusvalía y de la tasa de ganancia.

Para 1935 había llegado a su punto culminante un período de acumu-lación que, como ya vimos en párrafos anteriores, se basaba en la explotación desmedida del proletariado industrial (amén de los trabajadores agrícolas); la capacidad de la clase obrera mexicana para producir plusvalía aumentó sustan-cialmente con base en el empeoramiento de sus condiciones de trabajo y de vida y en la intensificación y extensión del trabajo; al mismo tiempo, la gran acumu-lación habida en el período se centró en la gran industria productora de bienes de producción principalmente, mientras quedaban muy a la zaga la pequeña y la mediana industria y la producción de bienes de consumo necesarios; son estas condiciones y las que existían en el resto de la economía mexicana las que hi-cieron necesarias las políticas económicas del gobierno de Lázaro Cárdenas, las cuales tenían por objeto reconstituir la fuerza de trabajo del proletariado nacio-nal (industrial y agrícola) para que pudieran seguir proporcionando cantidades crecientes de plusvalía y apoyar al sector II de la economía capitalista mexicana (pequeña y mediana producción agrícola e industrial y producción de bienes de consumo necesarios) para lograr su desarrollo venturoso.

En el período 1935-1940 la composición orgánica del capital industrial nacional pasó de 8.22 a 8.47; el capital industrial nacional creció (se acumuló) en términos reales en un 36%, siendo ligeramente mayor el aumento del capital constante que el del variable; el personal ocupado creció en un 22%; el volumen de producción aumentó apenas en un 10% y el de plusvalía disminuyó en un 43% y la cuota de plusvalía lo hizo en un 92%; la cuota de ganancia, por su parte, descendió en un 58% al pasar de 29 a 11.9%. Como en lo anterior se observa, la acumulación creció a un ritmo mucho menor en el período 35-40 que como lo había hecho du-rante 30-35 y aunque la cantidad de obreros ocupados dio un verdadero salto, la producción y el volumen de plusvalía se desplomaron catastróficamente.

1940 fue el último año de gobierno de Lázaro Cárdenas; a estas alturas todas las políticas por él desplegadas habían rendido sus frutos y se transforma-ban rápidamente en su contrario: aunque por un lado la acumulación crecía a un ritmo mucho menor que anteriormente, teniendo ahora como núcleo a las peque-ñas y medianas industrias y al Estado, por otro se derrumbaba la producción de plusvalía que es la razón de existencia del régimen de producción capitalista.

270 • El desarrollo del capitalismo mexicano

En 1945, la composición orgánica del capital industrial mexicano fue de 6.96, habiendo descendido desde 8.47, que fue el nivel alcanzado en 1940; el capital total se redujo en un 5% en términos reales, por lo que hubo una desacu-mulación en la industria nacional; el personal ocupado tuvo un aumento verda-deramente asombroso del 47% y el volumen de la producción y de la plusvalía un repunte del 32 y el 78% respectivamente. El monto y la cuota de plusvalía aumentaron significativamente en el período en virtud de que por un lado des-cendió el salario real (capital variable por persona ocupada) en un 42%, incre-mentándose así la tasa de explotación del proletariado nacional, y por otro se extendió la explotación a capas hasta ahí a ella sustraídas y que formaban parte del ejército industrial de reserva (47% de incremento del personal ocupado entre 1940 y 1945).

La desacumulación real de capital fue el resultado necesario de la des-bocada acumulación habida en la gran industria durante el sexenio de Ávila Camacho; para paliar y revertir los efectos de esta desacumulación sobre la plus-valía, la burguesía del sector I reduce el salario, aumenta la tasa de explotación e incrementa la masa de productores de plusvalía a su servicio.

En el año de 1955 la composición orgánica aumentó a 8.28, es decir, au-mentó un 19% con respecto a 1945; en el período 1945-1955 el capital se acumu-ló en un 249% en términos reales (el capital variable creció 261% y el constante 245%); el personal ocupado se incrementó en un 278%, la producción en un 233% y la plusvalía se redujo drásticamente en un 39%; la dramática caída de la plusvalía expresa palmariamente el agotamiento a que la acumulación desen-frenada que se registró en el sector I de la economía durante los períodos de go-bierno de Miguel Alemán y Ruiz Cortines había llevado a la fuente de plusvalía, el proletariado nacional.

En el período 1955-1960 la composición orgánica descendió de 8.28 a 7.91; el capital total tuvo una desacumulación en términos reales del 22%, el personal ocupado descendió catastróficamente en un 45%, la producción dis-minuyó en un 20% en tanto que la masa de plusvalía se elevó en un 123%; el capital variable por persona ocupada descendió en un 60%, la cuota de plusvalía disminuyó de -32% a -88%, la producción por persona ocupada en un 48% y la cuota de ganancia pasó del 3.88 al 11.12%. El incremento registrado en la masa y la cuota de plusvalía sólo se explica por la sobreexplotación a que fue sometido el proletariado nacional en este período de crisis. En este período encontramos manifestadas dos tendencias en conflicto: por un lado, el exceso de acumulación del período anterior (centrada en la gran industria) se había trocado ya en una gran desacumulación real y desocupación de obreros que no podían ser conte-nidas pues apenas se iniciaban los cambios necesarios para impulsar la acumu-lación en la industria ligera y un aumento de la ocupación (políticas de López Mateos) y, por otro, ya se manifestaban los primeros resultados de tales políti-cas, como el incremento del salario (del capital variable por persona ocupada) y el mejoramiento de las condiciones de trabajo y de vida de los obreros, lo que permitió un sustancial incremento de la plusvalía a ellos extraída.

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 271

De 1960 a 1965 la composición orgánica del capital crece ligeramente y llega a 7.96; el capital se acumula en un 38%, el personal ocupado aumenta en un 20%, la masa de plusvalía lo hace en 204% y la cuota de plusvalía llega al 94%; el mayor incremento de la masa y cuota de plusvalía se obtiene por medio de la sobreexplotación del trabajo asalariado, como claramente se desprende del hecho de que la plusvalía producida por persona ocupada haya aumentado de $1,016.00 en 1960 a $2,574.72 en 1965. Es en este año cuando empiezan a producirse los efectos de la política del gobierno de Díaz Ordaz que tiene como eje central la acumulación desmedida en la gran industria y la intensificación y extensión de la explotación de los trabajadores mexicanos.

Para 1970, la composición orgánica desciende para situarse en el nivel de 5.78; el capital invertido desciende, en términos reales, en un 2%, el personal ocupado aumenta en 12%, la masa y la cuota de plusvalía crecen en un 71% y en un 56% y la producción en 37%. Este año es el último del gobierno de Díaz Or-daz y aquél en el cual ya han dado de sí todo lo que tenían las políticas de apoyo al sector I de la economía nacional y, por lo tanto, empiezan a manifestarse los signos de su negación, entre ellos, principalmente, el gran incremento de la masa de plusvalía y de su cuota frente a una desacumulación del 2% y un reducido aumento del personal ocupado, lo que significa que el sustancial incremento de la producción tuvo su fuente en la superexplotación de los trabajadores y no fue utilizado para la inversión, sino para el disfrute suntuario de los capitalistas.

Para el año de 1975, el capital total de la industria se acumuló, en relación con 1970, en 25%, el personal ocupado se incrementó en 8%, la masa de plusva-lía 17% y la cuota de plusvalía descendió 44%; en este año se encuentra en plena fase descendente la política económica del gobierno de Luis Echeverría, lo cual se hace evidente en la modesta tasa de acumulación y la cuota de plusvalía nega-tiva; esta última significa que, habiéndose registrado un incremento sustancial del capital variable (59%), la cantidad de plusvalía producida no aumentó en la misma medida, sino en una proporción inferior.

La verdadera medida del enorme desarrollo del régimen capitalista mexica-no en los 45 años que van desde 1930 a 1975 nos la dan los siguientes indicadores: en este período se acumuló en la industria capital por un valor de 18,226.77 millo-nes de pesos a precios constantes, es decir, que hubo un incremento en la potencia enemiga del trabajo de 1,112%, la masa de plusvalía producida cada año creció en 1,915% y la tasa de explotación de los trabajadores, medida por la cantidad de plus-valía producida por cada persona ocupada, se incrementó en un 269 por ciento.

La tendencia al descenso relativo del capital variable y las fuerzas contra-rias que ella misma crea (cuya existencia es evidente en el régimen capitalista mexicano), actúan concentradamente sobre la suerte de la clase obrera: la pri-mera hace descender el número de obreros en activo mientras que las segundas además abruman de trabajo a los obreros ocupados.3

3 Véase en El Capital, t. III, Sección Tercera, pp. 232-263, FCE, los capítulos XIV y XV que se refieren a las causas que contrarrestan la ley de la tendencia decreciente de la cuota de ganancia y al desarrollo de las contradicciones de esa ley, respectivamente.

272 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Hemos dicho que bajo ciertas circunstancias el capital variable tiende a descender no sólo relativamente sino también de una manera absoluta: en 1955, el capital variable tuvo un monto de 1,657.88 millones de pesos a precios cons-tantes con base 1930 = 100; en 1960 descendió absolutamente en 302.77 millo-nes de pesos, y quedó reducido a 1,355.11 millones de pesos.

En el desarrollo de los principios teóricos que sirven de base a esta parte de nuestro trabajo, llegamos a la conclusión de que el número relativo de obre-ros ocupados por el capital descendía más rápidamente que el descenso relativo del capital variable; también, encontramos que a causa de los vertiginosos cam-bios en la composición técnica del capital provocados por el aumento de la pro-ductividad del trabajo, el movimiento de atracción y repulsión de obreros por la industria dejaba un saldo de desocupados constantemente en aumento; o sea, que el descenso relativo de la demanda de obreros se transforma en un descenso absoluto de la misma que es constantemente mayor que el aumento absoluto de la demanda de trabajadores; se forma así una superpoblación obrera o ejército industrial de reserva (véase capítulo anterior).

En 1930 el número de personas ocupadas en la industria fue de 313,153; en 1975 llegó a 1,707,419; el aumento absoluto con respecto a 1930 fue de 1’394,266 y el relativo de 445%; el crecimiento quinquenal se realizó a un ritmo de 18.7% Si comparamos estas cifras con las que correspondan al incremento del capital constante en el mismo período (1,073%), veremos que frente al fabuloso creci-miento de éste, el lento aumento de la demanda de obreros es, en realidad, un descenso relativo acelerado del mismo. Si también comparamos la evolución de la demanda de trabajadores con la del crecimiento del capital variable encon-traremos que la primera tiene un descenso relativo mucho más rápido (apenas si un 445% de incremento en el período) que el del segundo (2,163% en el mis-mo lapso de tiempo). De 1930 a 1945 hay un crecimiento lento y sin bruscos altibajos; de 1945 en adelante, cuando el afán de acumular pone en revolución constante al régimen capitalista de producción, la atracción y repulsión de tra-bajadores a la industria, que se realiza de acuerdo con sus necesidades prepo-tentes de acumular, adquiere un carácter catastrófico que tan pronto absorbe cantidades masivas de obreros, como inmisericordemente los lanza al arroyo; en 1955 la industria llama a sus filas a 2’171,509 personas: en 1960 lanza a la calle a 997,232, de las cuales al quinquenio siguiente apenas logra absorber 235,527. Aquí observamos claramente cómo el descenso relativo y absoluto de personas ocupadas echa sobre los pocos obreros que van quedando en activo el peso de la creciente acumulación del capital, redoblando, como ya dejamos establecido en puntos anteriores, el grado de su explotación (aumento de plusvalía producida por obrero, del capital constante operado por obrero y, en consecuencia, la in-tensificación desmedida del trabajo).

La acumulación provoca, a la vez que un aumento de la demanda de obreros, un descenso de la parte del ejército obrero en reserva; de esta mane-ra aumenta necesariamente el salario; con el boom de acumulación iniciado en 1945 ascienden paralelamente la demanda de obreros (de 574,617 en ese año a

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 273

2’171,599 en 1955) y el salario industrial, cuyo crecimiento se refleja en el au-mento del capital variable, a precios constantes, de 479.73 millones de pesos a $1,657.88, y del capital variable por persona ocupada de $834.86 a $763.43 en los mismos años extremos; la propia acumulación desbocada crea los meca-nismos que detienen el aumento de los salarios mucho antes de que lleguen a un punto en el que aunque remotamente podrían significar un peligro para la estabilidad del sistema: en primer lugar, determina que descienda la cantidad de trabajo excedente absorbida a los obreros en funciones de 883.15 millones de pesos en términos reales en 1945 a $533.57 en 1955 y la masa de plusvalía creada por persona ocupada, de $1,536.13 a $254.91, también en pesos constantes, con lo que se impone la necesidad de detener la acumulación la demanda de obreros se reduce sustancialmente y la carrera ascendente del salario se detiene por otro lado, la acumulación es la palanca más poderosa para el incremento de la pro-ductividad (ésta aumenta entre 1955 y 1960 de $4,894.91 por persona ocupada a $7,245.89) con lo que se da la posibilidad de desocupar a una buena porción de obreros (997,332 entre 1955-1960) que van a engrosar el ejército industrial de reserva y, por tanto, a presionar con su concurrencia para la baja del salario; así, vemos que en el período 1955-1960 el capital variable no sólo no aumentó, sino que descendió hasta 1,355.11 millones de pesos, es decir, un 18% en términos reales, a la vez que la cantidad de personas ocupadas bajó desde 2’171,599 hasta l’174,367; un nivel de producción 16% menor que en 1955 fue alcanzado en 1960 con un 26% menos de personas ocupadas; el descenso absoluto de la demanda de obreros adquiere aquí caracteres verdaderamente dramáticos al privar de un plumazo de sus medios de vida a cerca de un millón de obreros. En el período comprendido entre 1960-1965 aumenta el capital variable hasta llegar a 1,865.55 millones de pesos a precios constantes, es decir, en un 37% respecto de 1960 y los obreros ocupados sólo crecen en un 20%, para alcanzar la cifra de 1’409,894, sensiblemente inferior a la del año de 1955; en este mismo lapso de tiempo la can-tidad media de plusvalía producida por persona ocupada asciende a $2,574.72 y la productividad a $10,176.61 anuales a precios constantes, la masa de plusvalía creada en el año es igual a 3,630.09 millones de pesos, lo que representa un incremento del 204% respecto al nivel de 1960; entre 1965 y 1970 el capital in-dustrial se acumula en un 2%, el capital variable crece 34%, la producción 37% y la plusvalía arrancada al proletariado 71% en tanto que el personal ocupado sólo aumentó 12%; en el período 1970-1975, la acumulación se elevó en un 25%, el capital variable en 59%, la producción en 24%, la plusvalía en 17% y el per-sonal ocupado en 8%; esto demuestra palmariamente que la oferta de trabajo es independiente, hasta cierto punto, de la oferta de obreros, o lo que no es sino lo mismo, que conforme aumenta la acumulación y se transforma la composición técnica y orgánica del capital, más trabajo se extrae a una misma cantidad de obreros; de esta manera, el ejército industrial de reserva actúa como palanca para mantener los sálanos de los obreros en activo en un nivel relativo constantemente bajo y para extraer de ellos cantidades cada vez mayores de trabajo excedente. La ley de la oferta y la demanda, tan cara al economista burgués, funciona aquí

274 • El desarrollo del capitalismo mexicano

en toda su extensión: el exceso constante de oferta de obreros da como resultado que la demanda creciente de trabajo por parte del capital se cubra extrayendo más trabajo excedente a la misma cantidad de obreros en activo.

De lo expuesto deducimos que en la industria mexicana la acumulación y la rápida transformación de la composición del capital produjeron un descenso relativo y absoluto de la demanda de obreros y crearon de esta manera una so-brepoblación obrera o ejército industrial de reserva al tiempo que elevaron a la enésima potencia la explotación de los obreros en activo.

El desarrollo del régimen capitalista mexicano se basa, ineluctablemente en el constante descenso absoluto del número de personas ocupadas por el capital, es decir, en la formación y engrosamiento de una superpoblación obrera relativa.

En los datos aportados anteriormente encontramos demostrado plena-mente que el desarrollo del capitalismo gira única y exclusivamente en torno a la codicia de los empresarios para obtener cantidades crecientes de plusvalía y acumularla en volúmenes cada vez mayores; por tanto, el proporcionar medios de vida a los trabajadores sólo puede ser realizado en atención a las necesidades de trabajo excedente del capital.

Debemos recordar que la naturaleza opresiva y explotadora del capital no se manifiesta únicamente en el hecho de que reduce absolutamente los medios de vida de la clase obrera y lanza trabajadores al arroyo, sino que, al ser este fenómeno la coronación del desarrollo del sistema capitalista, aquélla tiene su núcleo fundamental en la relación del obrero asalariado con el capital dentro de la fábrica, es decir, como persona ocupada y no sólo como elemento de la superpoblación relativa; esto, que es obvio, es necesario remarcarlo porque el oportunista vulgar, engañado por la demagogia burguesa, centra su atención en la disputa acerca de si el capitalismo es capaz o no de resolver la desocupación de la clase obrera y deja sin atención la denuncia de las demás formas de explo-tación de los trabajadores y, lo que es más, da por supuesto que la ocupación es una verdadera bendición para los obreros.

Para ilustrar las conclusiones a que hemos llegado en el presente capítulo, y además de todos los datos que se han aportado en el mismo y otros anteriores, insertamos a continuación una serie de cuadros estadísticos del desarrollo de la industria textil, donde se observan los mismos fenómenos y tendencias que descubrimos en el análisis de la industria en general.

Cuadro 38

Algunas características de la Industria Textil del algodón. 1940-1955

A.- Obreros ocupados en la industria textil del algodón

1943 50,815 1951 46,532

1944 52,457 1952 44,632

1945 54,000 1953 44,161

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 275

Cuadro 38 (Continuación)

Algunas características de la Industria Textil del algodón. 1940-1955

A.- Obreros ocupados en la industria textil del algodón

1946 55,811 1954 39,556

1947 52,139 1955 41,225

1948 50,824 1956 32,640

1949 48,291 1957 32,847

1950 48,489

B.- Ingresos anuales por persona en la rama de hilados y tejidos de algodón (pesos)

1952 4,651.16

1953 4,505.21

1954 5,434.65

1953 6,467.78

1956 7,774.44

1957 8,167.16

C.- Índice de salario medio real de algunas industrias (1940-1954) (1939 = 100)

Años Índice GeneralIndustria de

Transf.Textiles

Hilados y tejidos de algodón

1940 103.2 103.2 102.2 99.9

1941 100.9 103.0 104.3 113.8

1942 92.5 95.2 94.5 96.4

1943 84.0 91.4 83.2 84.0

1944 77.6 83.2 74.7 75.0

1945 84.3 87.6 78.4 77.8

1946 79.0 85.5 75.8 74.2

1947 78.8 82.1 71.6 68.8

1948 81.1 82.7 70.0 66.8

1949 96.1 90.0 78.2 75.6

276 • El desarrollo del capitalismo mexicano

C.- Índice de salario medio real de algunas industrias (1940-1954) (1939 = 100)(Continuación)

Años Índice GeneralIndustria de

Transf.Textiles

Hilados y tejidos de algodón

1950 83.3 88.8 76.8 74.1

1951 87.8 85.7 73.9 71.5

1952 78.4 79.6 65.7 63.7

1953 81.3 85.5 70.8 67.8

1954 84.3 89.1 73.6 61.9

D.- Valor e índice del volumen de la producción de la industria textil de algodón. 1943-1955

Año ValorÍndice de Volumen

1939 = 100

1943 431,834 148.0

1944 491,934 151.1

1945 544,755 163.8

1946 643,878 164.9

1947 618,799 146.5

1948 692,783 157.5

1949 717,409 162.7

1950 881,845 186.0

1951 985,824 205.6

1952 958,160 200.6

1953 880,863 181.8

1954 1’038,756 205.7

1955 1’267,174 237.4

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 277

E.- Índice de productividad por hora-hombre en la industria de transformación y en las ramas textiles. 1940-1955

AñosÍndice General de

Transf.

Índice General

textil

Hilados y tejidos de algodón

Hilados y tejidos de lana

Hilados y tejidos de seda y artisela

1940 96.2 87.4 87.7 98.3 63.9

1941 94.3 85.4 85.3 85.2 58.1

1942 94.7 94.2 78.5 78.5 98.1

1943 96.38 100.6 85.4 98.9 79.3

1944 101.51 102.8 86.8 110.4 90.1

1945 107.84 108.8 91.7 118.2 111.4

1946 107.57 104.5 86.2 98.2 112.9

1947 102.75 107.9 91.8 88.3 103.9

1948 110.71 115.9 98.1 100.7 142.4

1949 102.16 128.1 112.5 97.7 153.4

1950 111.43 143.1 124.4 106.3 158.6

1951 116.17 165.4 151.8 105.8 135.2

1952 114.93 168.2 146.9 106.4 173.1

1953 114.42 186.5 160.6 126.3 257.3

1954 123.94 211.5 175.7 114.0 283.3

1955 135.01 202.0 186.2 101.9 157.5

Fuente: Barajas Manzano, Javier, op. cit., cuadros 2, 5, 6, 7 y 12, pp. 30, 31, 32 y 38.

En estos datos estadísticos destacan también las mismas tendencias (descenso relativo y absoluto de obreros con la acumulación de capital, etcétera) que en-contramos en el análisis de toda la industria.

La superexplotación de una cantidad determinada de obreros e incluso de un número cada vez menor de ellos para obtener cantidades crecientes de plusvalía, choca a fin de cuentas con barreras bien delimitadas; hay un punto en el cual la plusvalía deja de crecer y aún empieza a reducirse, por lo que es menor su magnitud por unidad de capital. Ante esta circunstancia, la burguesía debe acudir a la fuente natural de la plusvalía, al obrero y aumentar por diversos mecanismos la ocupación, para así lograr un incremento de aquélla. Es por eso que en determinadas épocas históricas se plantea como una necesidad impos-tergable el aumento radical de la ocupación y se desarrollan a fondo las políticas

278 • El desarrollo del capitalismo mexicano

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El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 279

gubernamentales para lograrlo. El resultado de esta fase de incremento de !a demanda de obreros es, como se comprende, un gran aumento en la masa de plusvalía extraída al proletariado y un impulso más grande a la vulneración de sus condiciones de vida que brota del trabajo capitalista. La enorme cantidad de plusvalía que bajo estas condiciones se extrae a la clase obrera sirve para impul-sar la acumulación de capital y reforzar con ello la tendencia al descenso de la cantidad de obreros ocupados. A un período de atracción de obreros sucederá necesariamente una fase de repulsión masiva de trabajadores, con un aumento constante de la acumulación de capital.

3. La población obrera sobrante en México

No haremos en este punto un prolijo análisis de los movimientos de la población obrera en nuestro país; tan sólo señalaremos, con base en los datos proporcio-nados por la burguesía en los Resúmenes de los Censos Generales de Población, las grandes órbitas en que se halla repartida.

En 1960 la población total del país era de 34’923,129 personas, de las cuales 11’332,016 integraban la población económicamente activa y 14’591,113 la inactiva. Del total de personas económicamente activas 11’149,378 eran per-sonas ocupadas y 182,688 formaban el grupo de los desocupados.4 Estos últimos integran, evidentemente, la sobrepoblación obrera flotante, que atraída y repeli-da constantemente, sirve de base a las fluctuaciones cotidianas del capital

Esta insignificante población sobrante, si bien llena las necesidades de las pequeñas fluctuaciones diarias del capital, no podría cubrir los requerimientos de los grandes procesos cíclicos del mismo, en los cuales tan pronto absorbe cantidades masivas de obreros como repele también cantidades gigantescas de trabajadores. Tal es el caso que se dio en el período de 1945 a 1955, cuando la

4 “En términos generales, la población económicamente activa se define como la parte de la población que proporciona la mano de obra para la producción de bienes y servicios de índole económica, excluyéndose: a los empleados, las personas que trabajan por cuenta propia, los trabajadores familiares no remunerados y los asalariados, así como los desocupados que declaran tener un oficio o profesión; este sector de la población comprende a todas las personas de uno u otro sexo, que a la fecha del censo tenga las siguientes características: 1) Ejercen o ejercieron una ocupación remunerada en dinero o en especie. 2) Ejercen o ejercieron una ocupación remunerada o no en la producción de bienes y servicios con valor comercial en una empresa explotada por un miembro de la familia. 3) Tienen un empleo, o sea una ocupación remunerada asegurada, que no ejercen el día del censo por una circunstancia transitoria (enfermedad o accidente, conflicto de trabajo, vacaciones u otra clase de permiso, por causa de desperfecto en las máquinas, etcétera). 4) Buscan trabajo por estar disponibles en virtud de contrato de trabajo terminado o suspendido temporalmente, o por haber perdido la categoría de empleado o trabajador, o porque nunca han trabajado. 5) No buscan trabajo, aunque no tengan empleo, por haber logrado un empleo que tendrá su inicio en fecha posterior al período que se toma de referencia. En general las personas comprendidas en los grupos 1, 2 y 3 constituyen la categoría, de los desocupados o desempleados.” VII Censo General de Población, 1960. Resumen General, pp. XLV-XLVL.

280 • El desarrollo del capitalismo mexicano

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p. 4

34.

El desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 281

demanda de trabajadores subió, sólo en la industria, de 574,617 a 2’171,599, es decir, se registró un aumento absoluto de 1’596,982 personas y relativo del 278%; los 82,138 trabajadores que en 1960 integraban la sobrepoblación obrera flotan-te de todas las ramas económicas apenas si habrían cubierto una décima parte de las necesidades de la industria; igualmente, cuando de 1955 a 1960 desciende la demanda de obreros en la industria pues son despedidas 997,232 personas, los canales de desagüe utilizados por los 182,638 miembros de la sobrepoblación flotante hubieran sido insuficientes para absorber aquella masa de personas lan-zadas súbitamente de las fábricas; es entonces evidente que debe haber otras fuentes y receptáculos de esas masas de población obrera sobrante que el capital atrae y repele dentro de las fases de sus grandes procesos cíclicos; y esas fuentes y receptáculos existen. En el cuadro que abajo transcribimos, tomado del Resumen General del VIII Censo de Población, se clasifica a la población económicamente activa de acuerdo con su posición en la ocupación; las clases fundamentales que registra son: los obreros, los jornaleros del campo, los patrones y las personas que trabajan por su cuenta. Este último grupo está formado en su mayor parte por quienes, sin ser trabajadores asalariados ni patrones, vegetan miserable-mente ya sea cultivando con métodos e instrumentos primitivos un minúsculo pedazo de tierra del que no obtienen, con una agotadora inversión de trabajo, ni siquiera lo necesario para vivir, o recolectando frutos o plantas silvestres y ta-llando fibras (ixtleros, etcétera), o trabajando, en las mismas condiciones, en un pequeño taller artesanal de su propiedad, o realizando trabajo a domicilio, o en el pequeño comercio ambulante, etcétera, esperando, casi siempre inútilmente, que el capital los llame a formar filas en el ejército industrial en activo. Dentro de este grupo de personas que trabajan por su cuenta se encuentra la que hemos llamado superpoblación latente, o sea, la sobrepoblación rural; está formada por los ejidatarios y agricultores que trabajan por su cuenta y que suman la cantidad de 1’727,779; dentro de esta clasificación incluiremos también a la sobrepobla-ción que se refugia en la órbita doméstica y que en el cuadro anterior aparece dentro del grupo de población inactiva bajo el rubro de “quehaceres domésti-cos” y suma 9’623,630 personas, con lo que el total de la superpoblación obrera latente se eleva, en 1960, hasta la cantidad de 11’351,409 (incluimos aquí a las mujeres que realizan quehaceres domésticos porque son obreros en potencia, que no siendo necesarios por el momento para el capital, se desplazan hacia la órbita del agotador y degradante trabajo doméstico como una subocupación en la cual vegetan basta en tanto no sean llamados al ejército industrial en activo). La sobrepoblación intermitente está formada por las personas que trabajan por su cuenta clasificadas por el resumen censal en la categoría de “otros”; son todos aquellos que realizan trabajo industrial en sus talleres artesanos, que trabajan por encargo en su domicilio, que se dedican al comercio ambulante en escala minúscula, etcétera y que tienen su principal asiento en las ciudades; en 1960 la sobrepoblación intermitente estaba formada por 1’127,132 personas. Sumando todos los diversos conceptos que integraban la población obrera sobrante en nuestro país en 1960 tenemos que ésta ascendió a la cantidad de ¡12’661,179

282 • El desarrollo del capitalismo mexicano

personas dentro de una población total de 34’923,129! ¡35% de la población total del país era población sobrante para las necesidades del capital!5

Fácilmente se comprende qué proporción tan grande debe haber tenido el pauperismo dentro de esta masa de sobrepoblación obrera sobrante. Por otro lado, no necesitamos demostrar aquí que, a la fecha, o sea a más de diez años después de que se realizó el Censo que nos ha servido de base, la sobrepobla-ción obrera relativa y su complemento necesario, el pauperismo, han crecido inmensamente, dejando atrás todas las “conquistas” logradas anteriormente por el régimen capitalista mexicano en este campo.

La labor del Estado burgués en esta materia tiene como finalidad única y exclusiva mantener con vida y a disposición del capital a la creciente masa de sobrepoblación obrera relativa o ejército industrial de reserva.

5 En 1940, sumando los conceptos del Censo de ese año “personas con ocupaciones antisociales, sin ocupación, oficio o profesión, con ocupaciones improductivas y cuya ocupación se ignora” (7’492,408) y “trabajos domésticos” (6’484,058), obtenemos un total de sobrepoblación relativa igual a ¡13’976,466!

Conclusiones sobre la ley general de la acumulación capitalista • 283

CAPÍTULO XVCONCLUSIONES SOBRE LA LEY GENERAL DE LA

ACUMULACIÓN CAPITALISTA

No sólo los ideólogos de la burguesía, sino también los revisionistas y oportu-nistas de todas las épocas, han pretendido demostrar que las leyes del desarrollo del régimen capitalista, descubiertas por Carlos Marx, han dejado de tener vi-gencia totalmente, o en algunos de sus aspectos; por otro lado, existen personas que sosteniendo ser continuadores de Marx, han vulgarizado de tal manera los postulados fundamentales de su doctrina económica que han llegado a diluir por completo el verdadero significado de la explotación capitalista, ya que iden-tifican su esencia con aspectos meramente accesorios y accidentales de la mis-ma. De tal manera, quienes así tergiversan el marxismo y ocultan sus principios fundamentales, caen necesariamente en el terreno del oportunismo, es decir, de la colaboración política con la burguesía.

Esto es, cabalmente, lo que ha sucedido con los teóricos “marxistas” de México; para interpretar la realidad económica de nuestro país han partido, sin crítica alguna, de los prejuicios teóricos que la propia burguesía, a través de una de sus fracciones, había hecho circular previamente; después, completaron el análisis “depurando”, a través de su confrontación con las vulgarizaciones de los principios económicos del marxismo realizadas por los teóricos del revisionis-mo moderno, esos prejuicios heredados; por último, y sólo cuando se veían muy apremiados, acudían a éste u otro pasaje aislado de El Capital para darle fuerza a las tesis que trataban de demostrar; la altura intelectual de estos marxistas la podemos medir con exactitud si tomamos en cuenta que el Papa de su secta económica es: ¡José Luis Ceceña!

Hoy, a más de 100 años de que fue publicado por primera vez El Capital, las leyes del desarrollo capitalista descubiertas por Marx siguen teniendo el mis-mo valor que en aquellas lejanas épocas; en nuestro país encontramos, como a lo largo de este trabajo se ha venido demostrando, un régimen económico que coincide de la a a la z con el que Marx analiza en su obra fundamental; pero no sólo esto, sino que, sin lugar a dudas, en todos los países capitalistas del mundo rigen en toda su extensión esas leyes a las que nos referimos.

Cuando, en El Capital, termina Marx el análisis de la acumulación del ca-pital, hace una síntesis armónica de toda la multifacética gama de los aspectos fundamentales de la explotación capitalista; como esta formulación corresponde

exactamente a las manifestaciones de la explotación capitalista en nuestro país, la transcribimos íntegramente como resumen de todo lo que a ese propósito hemos dicho a lo largo de esta obra:

Ley general de la acumulación capitalista

Cuanto mayores son la riqueza social, el capital en funciones, el volumen y la intensidad de su crecimiento y mayores también, por tanto, la magnitud absoluta del proletariado y la capacidad productiva de su trabajo, tanto mayor es el ejército industrial de reserva. La fuerza de trabajo disponible se desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital. La magnitud relativa del ejército in-dustrial de reserva crece, por consiguiente, a medida que crecen las potencias de la riqueza. Y cuanto mayor es este ejército de reserva en proporción al ejército obrero en activo, más se extiende la masa de la superpoblación consolidada, cuya miseria se haya en razón inversa a los tormentos de su trabajo. Y finalmente, cuanto más crece la miseria dentro de la clase obrera y el ejército industrial de reserva, más crece también el pauperismo oficial. Tal es la ley general, absoluta, de la acumulación capitalista. Una ley que, como todas las demás, se ve modifi-cada en su aplicación por una serie de circunstancias que no interesa analizar aquí. Imagínese la estulticia de los sabios económicos que aconsejan a los obreros adaptar su número a las necesidades de explotación del capital. El mecanismo de la producción y la acumulación capitalista se encarga ya de realizar constante-mente esta adaptación. La primera palabra de ella es la creación de una super-población relativa o ejército industrial de reserva, la última palabra, la miseria de capas cada vez más extensas del ejército obrero en activo y el peso muerto del pauperismo. La ley según la cual, gracias a los progresos hechos por la productividad del trabajo social, puede ponerse en movimiento una masa cada vez mayor de me-dios de producción con un desgaste cada vez menor de fuerza humana es una ley que, dentro del régimen capitalista, en que los obreros no emplean los instru-mentos de trabajo, sino que son éstos los que emplean a los obreros, se trueca en esta otra: la de que cuanto mayor es la fuerza productiva y mayor, por tanto, la presión ejercida por el obrero sobre los instrumentos que maneja, más precaria es su condición de vida: la venta de la propia fuerza para incrementar la riqueza de otro o alimentar el incremento del capital. Es decir, que el rápido desarrollo de los medios de producción y de la productividad del trabajo, así como de la población productiva, se trueca, capitalistamente en lo contrario: en que la población obrera crece siempre más rápidamente que la necesidad de la explotación del capital. Veíamos en la sección cuarta al estudiar la producción de la plusvalía relativa, que dentro del sistema capitalista todos los métodos encaminados a intensificar la fuerza productiva social del trabajo se realizan a expensas del obrero indivi-dual: todos los medios enderezados al desarrollo de la producción se truecan en medios de la explotación y esclavizamiento del productor, mutilan al obrero con-virtiéndolo en un hombre fragmentario, lo rebajan a la categoría de apéndice de la máquina, destruyen con la tortura de su trabajo el contenido de éste, le enaje-

284 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Conclusiones sobre la ley general de la acumulación capitalista • 285

nan las potencias espirituales el proceso del trabajo en la medida en que a éste se incorpora la ciencia como potencia independiente; corrompen las condiciones en las cuales trabajan; lo someten, durante la ejecución de su trabajo al despo-tismo más odioso y más mezquino; convierte todas las horas de su vida en horas de trabajo; lanzan a sus mujeres y sus hijos bajo la rueda trituradora del capital; pero, todos los métodos de producción de plusvalía son al mismo tiempo, méto-dos de acumulación y todos los progresos de la acumulación se convierten, a su vez, en medios de desarrollo de aquellos métodos. De donde se sigue que, a me-dida que se acumula el capital, tiene necesariamente que empeorar la situación del obrero, cualquiera que sea su retribución, ya sea ésta alta o baja. Finalmente, la ley que mantiene siempre la superpoblación relativa o ejército industrial de re-serva en equilibrio con el volumen y la intensidad de la acumulación mantiene al obrero encadenado al capital con grilletes más firmes que las cuñas de Vulcano con que Prometeo fue clavado a la roca. Esta ley determina una acumulación de miseria equivalente a la acumulación de capital. Por eso, lo que en un polo es acumulación de riqueza; en el polo contrario, es decir, en la clase que crea su propio producto como capital, acumulación de miseria, de tormentos de trabajo, de esclavitud, de despotismo y de ignorancia y degradación moral.1

Es evidente que todas estas características de la explotación capitalista existen, y más agudizadas, en las actuales “sociedades de consumo”; no es éste el lugar para demostrarlo detenidamente y sólo aludiremos aquí a la posibilidad teórica de que eso sea así de acuerdo con las tesis de Marx. En el párrafo anteriormente transcrito se dice claramente que con la acumulación de capital debe necesaria-mente empeorar la situación del obrero cualquiera que sea su retribución, sea ésta alta o baja; y, precisamente, los que pretenden que ya no tienen vigencia en la actualidad las leyes descubiertas por Marx, hacen descansar sus argumenta-ciones fundamentalmente en el hecho de que el nivel de vida de los obreros de las “sociedades de consumo” ha aumentado en forma gigantesca, o sea, en lo que el propio autor de El Capital descartaba como característica esencial del empeora-miento o mejoramiento de la situación del obrero.

Por otro lado, ¿es acaso que la miseria física, el hambre, etcétera, han sido erradicados de los países altamente industrializados? La estadística de po-bres en los Estados Unidos, que es el país más desarrollado del mundo, nos demuestra que esto no ha sucedido ni sucederá jamás en el régimen capitalista de producción.

1 Marx, Carlos, op. cit., t. I, pp. 546-547.

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 287

CAPÍTULO XVIILUSTRACIÓN DEL DESARROLLO DE LA LEY GENERAL DE

LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA EN MÉXICO

Al estudiar el proceso de producción de plusvalía absoluta en México dimos una visión general acerca de los desastrosos efectos del desarrollo capitalista en sus primeras etapas sobre las condicionas de vida de la clase obrera mexicana; en realidad, ellos son también el resultado de las fases del desenvolvimiento de los métodos de producción de plusvalía relativa, por lo que, cuando concluimos su estudio, remitimos al lector al capítulo anterior respectivo para que se impusie-ra de las devastaciones cometidas por el capital en contra de los trabajadores a través de los progresos en la productividad del trabajo.

En este capítulo estudiaremos los efectos del desarrollo del régimen ca-pitalista sobre las condiciones de vida de la clase obrera y de la población en general cuando aquél se mueve ya sobre sus propios pies; dicho de otro modo, analizaremos los efectos de la acumulación de capital sobre la clase de los traba-jadores. Para ello tomaremos en consideración el período que se inicia en 1930 y que se extiende hasta nuestros días.

Es evidente que la acumulación de capital, como forma de ampliar el ré-gimen de producción capitalista, tiene que reforzar necesariamente los métodos de producción de plusvalía; con ello, redobla la explotación de la clase obrera y multiplica las causas del deterioro constante de las condiciones de vida de los trabajadores. La acumulación de capital, como vemos, viene a reforzar y ampliar las consecuencias necesarias, contrarias al obrero, de la simple producción de plusvalía.

1. Acumulación de riqueza

A lo largo de este trabajo hemos tenido oportunidad de demostrar, en diferentes ocasiones y por distintos medios, la fabulosa y creciente acumulación de riqueza —trabajo obrero excedente— que detenta desde mediados del siglo pasado la burguesía mexicana. Aquí sólo queremos hacer constar que, conforme a lo que se desprende del cuadro 1 del Apéndice Estadístico, de 1930 en adelante la acu-mulación de capital, o sea el crecimiento de la riqueza de la burguesía, toma un ritmo verdaderamente asombroso; este embriagador crecimiento de la riqueza

288 • El desarrollo del capitalismo mexicano

se basa única y exclusivamente, como lo veremos en seguida, en la miseria cró-nica de la gran masa del pueblo mexicano.

2. Acumulación de miseria

a) La población

El crecimiento de la población en nuestro país entre 1877 y 1960 se observa en el siguiente cuadro:

Cuadro 33

Crecimiento de la población en México. 1877-1960

Año TotalCambios

Absolutos Relativos

1877 9’666,396

1880 10’107,295 440,899 4.5%

1890 11’727,430 1’620,135 6%

1900 13’607,260 1’879,830 16%

1910 15’160,368 1’553,108 11%

1921 14’334,780 825,588 -5%

1930 16’552,722 2’217,942 15%

1940 19’653,552 3’100,830 18%

1950 25’791,017 6’137,465 31%

1960 34’625,903 8’834,886 34%

1970 48’225,238 13’599,335 39%

Fuente: Para los datos de 1877 a 1910: Estadísticas económicas del Porfiriato. Fuerza de Trabajo y Acti-vidad económica por sectores, Seminario de Historia de México. El Colegio de México, p. 25. Para las cifras de población de 1930 a 1970: VIII Censo de Población, 1960. Resumen General, cuadro 1, p. 1. Para 1921: Benítez Zenteno, Raúl, Análisis Demográfico de México, Biblioteca de Ensayos Sociológicos, UNAM, cuadro 1, p. 20 y Anuario Estadístico, 1972-74, cuadros 2.14 y 2.26.

Ya vimos cómo durante el período de 1880 a 1910, en el cual llegan a su punto culminante las tendencias contradictorias del capital respecto a la población, el incremento gigantesco de la natalidad se ve constantemente contrarrestado por un aumento no menos asombroso de la mortalidad; el capital somete a la población a un estrujamiento agotador entre sus dos tendencias en conflicto y crea así una serie de generaciones que se suceden rápidamente una a la otra y cuyos miembros

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 289

pierden progresivamente sus facultades y su resistencia física, es decir, provoca la degeneración física de la especie humana (lo que se traduce, evidentemente, en un descenso de la fertilidad humana). Esto se refleja, aunque necesariamente en una forma incompleta, en los cambios bruscos del ritmo de incremento de la población en el período mencionado: primero hay un aumento rápido, del 6 al 16%, y luego un intempestivo descenso hasta el 11%. Vimos en la parte corres-pondiente de este trabajo cómo en esta etapa el capital imprime, necesariamente, un impulso creciente e igual a esas sus dos tendencias contradictorias determi-nando que éstas a su vez se engendren e impulsen mutuamente.

El Estado de los capitalistas interviene para detener este movimiento ele-mental del régimen capitalista que amenaza seriamente con agotar la cantera de trabajo vivo, la fuente de trabajo excedente, de plusvalía. De esta manera, pro-mueve la Salubridad y la Asistencia Públicas, la Seguridad Social y un mediocre Programa Habitacional mediante la implantanción de estas políticas obtiene un descenso en la tasa de mortalidad y logra un aumento en la natalidad que se tra-ducen en un incremento del crecimiento natural de la población. Desde 1930, los gobiernos “revolucionarios” de México, es decir, los encargados, entre otras co-sas, de proporcionar mano de obra sana y abundante a la burguesía, empezaron a dar los primeros pasos para detener el proceso de degeneración de la población obrera; el resultado inmediato de esta política fue, naturalmente, un gran incre-mento en el ritmo de crecimiento de la población (del 15% entre 1921 y 1930, hasta el 39% en el período 1960-1970) que resultó en un aumento absoluto, entre 1930 y 1970, de ¡31’672,516 personas!

Esta nueva población viene al mundo separada de las condiciones de vida y de trabajo y no puede ser absorbida en forma alguna ahí donde como en el régimen capitalista, se produce necesariamente una sobrepoblación relativa in-dependiente del crecimiento natural de la población.

En el siguiente cuadro se puede ver claramente cómo la demanda de obre-ros se mantiene estacionaria e incluso desciende a través de grandes períodos:

Cuadro 34

Demanda de obreros agrícolas e industriales. 1930-1960

AñosTotal obreros

agrícolasCambio absoluto

Total obreros industriales

Cambio absoluto

1930 2’891,044 257,180

1940 101,058 341,137

1950 1’459,651 809,257

1960 1’954,709 -945,335 801,769 +544,589

Saldo: -400,746

290 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Fuentes: Número de obreros agrícolas: Censos Agropecuarios de 1930, 1940 y 1960. Número de obre-ros industriales Apéndice Estadístico, cuadro núm. 3.

Es decir, que en los sectores fundamentales de la economía, la industria y la agri-cultura, hubo durante los 30 años del período en estudio un descenso de 400,746 personas en la demanda de obreros, en tanto que la población aumentaba, en ese mismo lapso, en ¡18’073,181!

La nueva población es, desde el momento en que ve la luz, sobrepoblación relativa que presiona para un nuevo desarrollo, sobre una base más alta, de la miseria, las enfermedades y la muerte, lo que induce una nueva y más amplia in-tervención del Estado que a su vez se resuelve en otro aumento de la población que trae consigo los resultados consabidos.

El aumento desmesurado de la población que el propio régimen capita-lista produce necesariamente al proveer al mantenimiento del proletariado en condiciones explotables da lugar, ineluctablemente, a un aumento de la miseria de la clase de los trabajadores y de la población en general.

Cuando el desarrollo capitalista llega a un nivel determinado, a la bur-guesía le interesa reducir sustancialmente el crecimiento de la población; sobre esta población reducida se cierne toda la aplastante maquinaria del régimen capitalista, que determina una intensificación en el trabajo y en el consumo que eleva a la enésima potencia la explotación de los trabajadores; esto trae consigo una depauperación absoluta y relativa geométricamente acelerada de la clase obrera.

b) La habitación

La sobrepoblación relativa origina, necesariamente, un déficit constante de ha-bitaciones para los trabajadores y en el hacinamiento de cantidades masivas de personas en cuartuchos miserables e insalubres; estas concentraciones de trabajadores en espacios reducidos y sin ninguna clase de servicios son la fuente permanente de las enfermedades más espantosas que adquieren así el carácter de padecimientos endémicos.

Los cuadros que aparecen a continuación, tomados íntegramente del Re-sumen General del VIII Censo de Población, revelan la pavorosa concentración y hacinamiento de masas de trabajadores mexicanos en las miserables viviendas existentes en el país.

Cuadro 35

Tenencia de viviendas urbanas y rurales y su distribución, por número de cuartos y ocupantes. 1960 y 1970

Entidad Federa-

tiva

Total de viviendas

Viviendas ocupadas por Total de

ocupantes

Viviendas con 1 cuartoViviendas con 2

cuartos

Propietario Inquilino Número Ocupantes Número Ocupantes

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 291

1960E. U. M.

6’409,096 3’468,481 2’940,615 34’923,129 3’568,692 17’881,655 1’562,931 8’805,934

Urbana 3’123,598 1’182,183 1’941,415 17’705,118 1’391,624 7’512,015 819,049 4’519,195

Rural 3’285,498 2’286,298 999,200 17’218,011 2’177,005 10’369,640 743,882 4’286,739

1970 E. U. M. 8’286,369 5’471,412 2’814,957 48’225,238 3’326,520 17’992,273 2’395,916 14’163,860

Viviendas con 3 cuartos

Viviendas con 4 cuartos

Viviendas con 5 cuartos

Viviendas con 6 cuartos

7 cuartos y más

Número Ocupantes Número Ocupantes Número Ocupantes Número Ocupantes Número Ocupantes

590,634 3’535,478 298,720 1’806,840 143,647 885,889 81,717 523,560 162,818 1’483,773

390,553 2’272,083 227,353 1’338,699 118,228 715,967 68,557 433,958 108,234 913,201

200,081 1’263,395 71,367 468,141 25,419 169,922 13,160 89,002 54,584 570,572

1’144,121 7’030,128 657,459 4’056,824 312,065 1’957,767 174,896 1’123,420 275,392 1’900,966

Cuadro 36

Viviendas urbanas y rurales según el número de cuartos y ocupantes. 1960

Entidad Federati-va núm. de cuar-

tos

Total de viviendas

Total de ocupantes

Viviendas con

1 ocu-pante

2 ocu-pantes

3 ocu-pantes

4 ocu-pantes

5 ocu-pantes

6 ocu-pantes

E. U. M. 6’409,096 34’923,129 344,078 777,058 871,620 881,465 862,647 759,747

Urbana 3’123,598 17’705,118 186,911 385,711 427,267 423,637 403,395 361,968

Con 1 cuarto

1’391,624 7’512,015 130,140 211,993 212,735 205,684 164,211 155,214

2 819,049 4’519,195 30,486 91,140 106,102 109,553 116,169 99,502

3 390,553 2’272,083 13,363 39,025 49,297 48,833 53,775 46,936

4 227,353 1’338,699 6,524 22,144 28,666 29,308 31,576 26,879

5 118,228 715,967 2,781 9,847 14,402 14,863 17,414 14,839

6 68,557 433,958 1,413 4,998 7,715 7,748 9,480 9,169

7 y más 108,234 913,201 2,204 5,764 8,350 7,648 10,770 9,429

292 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Rural 3’285,498 17’218,011 157,167 391,347 444,353 459,828 459,252 397,779

Con 1 cuarto

2’177,005 10’369,640 129,697 296,363 326,989 334,077 309,384 261,696

Cuadro 36 (Continuación)

Viviendas urbanas y rurales según el número de cuartos y ocupantes. 1960

Entidad Federati-va núm. de cuar-

tos

Total de viviendas

Total de ocupantes

Viviendas con

1 ocu-pante

2 ocu-pantes

3 ocu-pantes

4 ocu-pantes

5 ocu-pantes

6 ocu-pantes

3 200,081 1’263,395 4,740 16,179 20,981 19,149 24,916 24,234

4 71,367 468,141 1,824 5,992 7,159 6,889 8,320 7,540

5 25,419 169,922 658 2,111 2,691 2,164 3,560 2,635

6 13,160 89,602 331 1,158 1,389 1,089 1,551 1,552

7 y más 54,584 570,572 1,199 2,452 2,949 2,061 4,099 2,058

Fuentes de los dos cuadros: VIII Censo General de Población. 1960. Resumen General, cuadros 34 y 35, pp. 601 y 605 y IX Censo General de Población, 1970, Resumen general Abreviado, 1972, EUM, Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística.

17’881,655 personas, o sea el 48% de la población total de 1960, habitaban en 3’568,692 viviendas de un solo cuarto.

En el siguiente cuadro, formulado por nosotros con base en los del Censo de Población arriba transcritos, se establece el grado de hacinamiento o concen-tración de ese 48% de la población en las viviendas de un solo cuarto:

Cuadro 37

Grado de hacinamiento de la Población. 1960

Vivienda con 1 ocupante 2 ocupantes 3 ocupantes 4 ocupantes 5 ocupantes

Total de viviendas 259,837 508,356 539,724 539,761 473,595

Total de ocupantes 259,837 1’016,712 1’119,172 2’159,044 2’367,975

6 ocupantes 7 ocupantes 8 ocupantes 9 ocupantes 10 o más

416,910 281,027 217,732 133,059 165,498

2’501,460 1’967,189 1’741,856 1’197,531 3’551,179

Es evidente que la densidad de uno a cuatro ocupantes por vivienda de un cuarto

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 293

es ya un hacinamiento verdaderamente pavoroso; pero esto es en realidad un mal menor frente a la concentración, en las viviendas de un solo cuarto, de cinco o más personas: 13’327,217 habitantes del país, es decir, el 38% de la población total, se hacinaban, en grupos de cinco o más, en miserables y estrechos cuartu-chos insalubres. Por último, de esos 13’327,217 personas, 3’551,179 habitaban hacinadas en grupos de diez y más; esto no requiere, obviamente, comentario alguno.

Las condiciones en que viven los obreros mexicanos densamente concen-trados en sus viviendas miserables, se observan perfectamente en los cuadros que a continuación aparecen, los que han sido tomados íntegros de los Resúme-nes Generales de los Censos de Población:

Cuadro 38

Características de la vivienda. 1939

Población total: 18’778,081

Con Agua Potable y albañales

Con Agua Potable únicamente

Con albañales únicamente

Sin Agua Potable ni albañales

Edificios Moradores Edificios Moradores Edificios Moradores Edificios Moradores

264,123 2’547,694 1’184,422 6’056,019 24,093 136,250 2’411,944 11’104,554

Fuente: Anuario Estadístico de Salubridad y Asistencia. 1943, Secretaría de Salubridad y Asistencia, 1946, pp. 14, 15, 17 y 19.

Cuadro 39

Características de la vivienda. 1960 y 1970

Año

Servicio de agua

Entubada dentro de la vivienda

Entubada fuera de la vivienda pero dentro del

edificio

Sin servicio de agua dentro de la vivienda o

edificio

Viviendas Ocupantes Viviendas Ocupantes Viviendas Ocupantes

1960 1’505,003 8’080,524 564,978 2’948,338 4’339,115 23’894,267

1970 3’210,795 18’756,104 881,067 4’980,234 3’230,202 18’734,011

Drenaje o albañal

Tienen No tienen

Viviendas Ocupante Viviendas Ocupantes

294 • El desarrollo del capitalismo mexicano

1’851,479 9’956,280 4’557,626 24’966,849

3’440,466 19’872,716 4’845,903 28’352,522

Cuarto de baño con agua corriente

Tienen No tienen

Viviendas Ocupantes Viviendas Ocupantes

1’336,466 7’155,458 5’072,636 27’767,671

2’637,052 15’205,732

Fuentes: VIII Censo General de Población. 1960. Resumen General, cuadro 36, p. 627 y IX Censo Gene-ral de Población, 1970, Resumen general Abreviado, 1972, EUM, Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística.

De una población total del país, en 1939, de 18’778,081 personas, 11’104,554, el 59%, habitaba en 2’411,944 viviendas, de un total de 3’884,582, que no tenían ni agua potable ni albañal. En 1960, de una población total de 34’928,129 personas, 24’966,849 habitaban en viviendas que no tenían drenaje o albañal y 23’894,267 en viviendas sin servicio de agua.

De 1939 a 1960 la cantidad de personas que habitaban en viviendas sin agua ni albañal se había más que duplicado (de 11’104,554 a 23’894,267).

De suyo se comprende en qué proporciones deben brotar constantemen-te de estas condiciones de vida espantosamente insalubres y miserables de la población mexicana las epidemias y endemias más terribles y devastadoras. No hablemos ya, porque es evidente, de la degradación moral a que se ven someti-dos los trabajadores en esas concentraciones promiscuas que se producen en sus estrechas viviendas.

El sector II de la burguesía pugna por la realización de un amplio progra-ma habitacional; el objetivo del mismo es el proporcionar mejores condiciones de vida a los trabajadores para que de esta manera adquieran una mayor capa-cidad de trabajo, es decir, de producción de plusvalía. En las sociedades de con-sumo, la propia estructura económica hace imprescindible que algunos grupos de trabajadores (aristocracia obrera) adquieran viviendas dotadas con ciertos elementos de lujo y confort; pero, como ya hemos visto, el consumo masivo, además de que supone y provoca una creciente intensificación y extensión del trabajo, tiene por sí mismo efectos desastrosos sobre la salud de los trabajado-res, en las cuales acelera el proceso de depauperación absoluta y relativa a que se ven originalmente sometidos por el régimen capitalista de producción.

c) La alimentación

La sobrepoblación relativa no es otra cosa que un exceso de personas en relación con los medios de vida que produce el capital para sus necesidades de desarro-llo; éste no puede, por su propia naturaleza, producir más medios de vida que

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 295

aquéllos indispensables para sus necesidades de explotación; de esta manera, el régimen capitalista trae consigo necesariamente, con la sobrepoblación, la falta de alimentación y la subalimentación crónica de la gran mayoría de la pobla-ción; en síntesis, genera, ineluctablemente, el hambre.

En el cuadro siguiente, que hemos compuesto con datos de los Resúme-nes Censales de los años correspondientes, se aprecia objetivamente el fenóme-no mencionado:

Cuadro 40

Características de alimentación y calzado de la población

Año Población totalPoblación de un año o más

Personas que por costumbre comen pan de trigo

sí no

1940 19’653,600 19’6S3,500 8’857,900 10’795,600

1950 25’791,000 24’976,600 13’592,700 11’383,900

1960 34’923,129 33’779,000 23’160,216 10’618,762

Toman 1 o más de estos alimentos: carne, pescado, leche y huevos Usan

zapatosUsan huaraches o

sandaliasAndan descalzos

sí no

5’233,244

13’567,000 6’640,700 4’768,800

25’633,520 8’145,422 21’083,595 7’912,170 4’828,177

Fuente: Revista de Estadística, marzo, Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística, México, 1969, cuadro 2.1.

Para 1960, 10’618,762 mexicanos no comían pan de trigo, 8’145,422 no tomaban carne, pescado, leche ni huevos y 4’828,177 andaban descalzos. ¡Y esto sucedía a un siglo de que fue puesto a funcionar este régimen que presuntamente sólo existe, cuando menos, para procurar alimentos a la población!

La desnutrición que de esta subalimentación se deriva es francamente alarmante. Los lacayos de la burguesía —los economistas y los médicos “nutrió-logos”— encuentran aquí un campo inconmensurable para lagrimear y poner en ejercicio su espíritu “filantrópico”; desde luego, tal estado de cosas —desnutri-ción— es presentado como un reto a la potencialidad creadora del capital, ya que éste, poniendo en tensión todas sus fuerzas, debe terminar para siempre con aquél.

Cuadro 41

Distribución, según el estado de nutrición, de niños de 12 años, en la República Mexicana

Estado de nutrición

De 1 a 5 años De 6 a 12 años

Población rural Población urbana Población ruralPoblación ur-

bana

% % % %

Sobrepeso 1.40 2.67 5.44 14.25

Peso normal 22.40 39.18 41.53 44.60

Desnut. 1er. grado 48.80 42.38 38.78 32.55

Desnut. 2do. grado 25.00 15.05 12.10 8.25

Desnut. 3er. grado 0.40 0.72 2.15 0.35

Cuadro 42

Distribución absoluta de preescolares mexicanos, de acuerdo con su estado de nutrición. 1964

Estado de nutrición Población rural Población urbana Total

Sobrepeso 40,483 90,263 130,751

Peso normal 647,718 1’324,618 1’972,336

Desnut. 1er. grado 1’411,101 1’432,807 2’843,908

Desnut. 2do. grado 722,900 508,818 1’231,718

Desnut. 3er. grado 69,398 24,342 93,740

Cuadro 43

Análisis del cuadro llamado: Distribución de 2 grupos de niños de acuerdo con su estado nutricional

Población obrera D. F. Población rural indigente

Muy bien nutridos 18% 2%

Normales 42% 12%

Con datos carenciales 32% 50%

Mal nutridos 7% 30%

Desnutridos 1% 6%

Fuente de los tres últimos cuadros: Ramos Galván, Rafael, “La desnutrición del preescolar en rela-ción con los programas de Salud Pública de México”, Revista de Salud Pública.

296 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 297

Según estos datos, en 1964, de un total de 6’272,453 preescolares, 4’169,376, el 66%, se encontraban en estado de desnutrición. Otros cálculos indican que más de la mitad de la población adulta estaba en las mismas condiciones. Aquí debemos recordar que el concepto de “desnutrición” empleado por los médicos burgue-ses está por completo determinado por el espíritu de mezquindad y cicatería característico del capital; así, se considera como punto límite entre nutrición y desnutrición no aquél en el cual el hombre alcanza la energía suficiente para desplegar toda su libre actividad creadora, sino sólo el punto en el cual el obrero adquiere la fuerza necesaria para servir eficientemente de apéndice de la máquina, o, en general, de fuente de fuerza de trabajo para el capital.

No resistimos la tentación de transcribir en seguida un típico pronun-ciamiento burgués sobre esta materia; a través del lagrimeo imprescindible se descubre fácilmente la madre del cordero: es necesario acabar con la desnutri-ción para elevar la productividad del trabajo y, lo que no se dice pero se desprende como consecuencia necesaria dentro del régimen burgués, aumentar las ganan-cias de los capitalistas.

Según el último censo de la población en México, más de ocho millones de ha-bitantes declararon no comer carne, pescado, leche ni huevo. Por otra parte, de acuerdo con las investigaciones realizadas por el Instituto Nacional de la Nu-trición, más de la mitad de nuestra población sufre de desnutrición aguda o crónica, y considerando que la mala nutrición es un fenómeno tisular con gra-ves repercusiones biológicas y sociales, podemos justificadamente calificar de alarmantes las consecuencias que esta situación puede tener en el desarrollo del país, en el bienestar de la familia mexicana y en el futuro de la especie a través de la influencia que la falta de nutrientes ejerce en los genes. Además de las manifestaciones micocutáneas específicas y de las alteraciones físicas y mentales que ocasiona, la desnutrición es responsable de una sensible disminución de las defensas biológicas del sujeto, y al actuar conjuntamente con otros factores culturales negativos coloca al individuo en condiciones poco favorables de resistencia ante la agresión constante del medio. Las alarmantes cifras de mortalidad prevalentes son una de las expresiones de la magnitud del hambre que sufre nuestro pueblo. En el grupo infantil de uno a cuatro años de edad, que es el período de la vida más vulnerable a la desnu-trición, la mortalidad es verdaderamente asombrosa. Cerca de 200 preescolares mueren cada día en el país, o sea, ocho niños por hora, en los que con mayor fre-cuencia la diarrea, la neumonía, el sarampión o la tos ferina son agravados por el estado de desnutrición de los pequeños. Y es que nuestro medio, sobre todo en el rural, la recuperación del niño gravemente desnutrido es difícil, si no imposible, a causa de los escasos recursos médicos y bajo nivel educativo y económico de la familia campesina. Además, nuestra población se ve diezmada diariamente por 23 defunciones a causa de anemia, avitaminosis u otro estado de carencia, y por 26 defunciones diarias por tuberculosis, padecimiento íntimamente relacionado con el estado nutricional; a tal grado, que podemos afirmar que aproximadamente cada hora mueren en México un habitante por desnutrición primaria y otro por tubercu-losis.

298 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Por otra parte, un elevado número de defunciones son certificadas como “debi-lidad congénita”, que indudablemente se refiere a desnutrición neonatorum lo que vendría a revelar un índice considerablemente mayor de mala nutrición. Lo mismo podría decirse acerca de la frecuencia de las defunciones por prematu-ridad. En este renglón debe señalarse que 5,534 niños fallecen anualmente por esta razón en el primer año de vida, y en los que indiscutiblemente la desnutri-ción materna es un factor de primer orden. La cifra de defunciones por prema-turidad junto con otros índices de desnutrición como deficiencias de peso y talla y mortalidad entre los lactantes, revelan, también, la magnitud del problema nutricional en la mujer mexicana. A causa de la mala alimentación de las madres: Así, aparte de las manifes-taciones micocutáneas, comúnmente existentes en gran proporción en nuestra población infantil, una alteración dramáticamente generalizada es la marcada deficiencia de desarrollo físico y mental de nuestros niños. En general, el desarrollo óseo de los niños, sobre todo del medio rural, está seriamente alterado, y la detención del crecimiento puede observarse desde la etapa prenatal. El retraso comienza a hacerse ostensible a partir de los diez me-ses de edad y es máximo alrededor de los cuatro años. En relación al peso las deficiencias son igualmente graves. Muchos informes revelan que, en el medio rural, aproximadamente el 90% de los niños de edad preescolar tiene más del 15% de déficit respecto a su peso normal. A las deficiencias de crecimiento hay que agregar las del desarrollo mental. Cuando la mala nutrición actúa intensamente en los primeros años de vida, el deterioro en la esfera nerviosa y mental, se hace evidente, desde los primeros días. La depresión, la irritabilidad, el llanto y la hostilidad son características nerviosas comunes del niño desnutrido. En los adultos, la mala nutrición pro-longada ocasiona los mismos síntomas de irritabilidad y de depresión, a los que se agregan las parestesias y el temblor que los conduce a una crítica situación de inadaptación social. Algunos investigadores han encontrado cierto paralelismo entre el peso cor-poral y las facultades intelectuales de los niños; y muchos escolares con retraso físico son también retrasados en el campo de la pedagogía, cuyas calificaciones son pronunciadamente inferiores a las de los niños bien nutridos. La desnutri-ción, aunada a factores sociales y ambientales negativos condiciona, indudable-mente, desde los primeros años un desarrollo irreversiblemente defectuoso de la inteligencia que nos lleva a contemplar un panorama sombrío para la nación si no se adoptan urgentes medidas de solución. Además, si la desnutrición es una resultante del equilibrio social y cultural, sus consecuencias seguramente no se limitan a la edad infantil, sino que alcan-zan también las esferas familiar y comunal. No podríamos hablar exclusivamen-te de niños o individuos mal nutridos, sino de familias y pueblos desnutridos. Es verdad que en el adulto la mala nutrición es menos aparente y dramática que en el niño, pero no por eso deja de ser menos trágica y significativa por sus consecuencias directas en el rendimiento y productividad de la nación. La capa-cidad biológica de adaptación del adulto “mal nutrido” le permite llevar una vida limitadamente activa, que en condiciones de stress o de agresividad del medio, lo coloca con relativa facilidad en un estado patológico que, por lo general, recla-ma oportuna y adecuada asistencia médica y social. En este sentido, no parece

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 299

exagerado afirmar que una gran parte de nuestra población, aproximadamente un 40% de la del ciclo anual permanece ociosa y, por tanto, improductiva. Cabe señalar que a los factores de orden social y a los inherentes a la estructura econó-mica del país se agrega el factor coadyuvante de la desnutrición crónica. El escaso incremento de la producción nacional en los últimos años, en desproporción con el aumento de la población podría ilustrar en parte el pobre rendimiento actual de la población económicamente activa de México.1

Independientemente de que el régimen capitalista no puede acabar con la des-nutrición nacida del hambre (véanse las estadísticas de pobres de los Estados Unidos de Norteamérica), lo monstruoso y degradante de este sistema consiste en que el capital ceba a los trabajadores, de la misma manera que engorda al ga-nado o a las aves, para hacer más rentable su explotación. Sucede entonces que a mayor alimentación se extrae más fuerza de trabajo del obrero; su organismo es sometido a un vertiginoso ritmo de funcionamiento que lo agota y lo deja inser-vible en menos tiempo que anteriormente la propia desnutrición, a la vez que se provoca directamente un desequilibrio constantemente en aumento de su metabo-lismo y, en consecuencia, una degeneración creciente de la especie humana. Por otro lado, el hecho de “cebar” al trabajador para que realice más efectivamente sus actividades de hombre parcial, determina el que ese tipo de “nutrición” sea a su vez una nutrición parcial que se traduce por fuerza en una desnutrición cró-nica en relación con las necesidades del hombre total. La ciencia burguesa que sobre esta base se levanta tiene como objetivo cínicamente declarado encontrar los medios más baratos y eficientes de proporcionar a los obreros esa nutrición parcial que los “ceba” para el capital.

En este caso, también el sector II de la burguesía inscribe en sus bande-ras la reivindicación de una mejor alimentación para los trabajadores; como lo hemos visto líneas arriba, el objetivo confesado de esta política es “cebar” a los trabajadores para que produzcan más plusvalía. Igualmente, en las sociedades de consumo, una alimentación sofisticada de algunos sectores de los trabaja-dores es condición indispensable para el desarrollo ascendente de la economía capitalista y, además de que supone y genera una acelerada intensificación y ex-tensión del trabajo, es una causa directa de la depauperación absoluta y relativa de la clase obrera, de la descomposición de todas los procesos orgánicos de los individuos en la sociedad capitalista.

d) La salud

La causa fundamental de las enfermedades, habíamos visto, radica en que el capital, cuando divorcia al productor directo de sus medios de producción y de vida, lo separa al mismo tiempo de sus medios de salud; en su proceso de desarrollo, el capitalismo reproduce y amplía aquel divorcio, con lo que necesaria-mente da lugar al empeoramiento constante de la salud de los obreros y con ello a la degeneración física y mental de toda la población.

1 Balam, Dr. Gilberto, M.S.P, Importancia de los problemas nutricionales, Salud Pública Mexicana.

El despojo primitivo de los productores directos, la sobrepoblación rela-tiva que éste trae consigo, el aumento de la población por la potenciación de los motivos propulsores de la reproducción humana originada por el propio capita-lismo, las formas de producción de plusvalía absoluta, los métodos de produc-ción de plusvalía relativa y la acumulación de capital con la sobrepoblación rela-tiva que le es inherente, todos estos elementos esenciales del régimen capitalista, de diferentes formas y desde distintos puntos, determinan un desgaste acelerado del nervio vital de la sociedad, de la fuerza de trabajo de los obreros, un descenso constante de la resistencia del organismo de los trabajadores frente a los agentes del exterior, una descomposición creciente del equilibrio de todos sus procesos orgánicos y una degeneración crónica de sus órganos fundamentales; esto, obvia-mente, da por resultado una gran incidencia de las enfermedades y de la muerte.

La sociedad en general y el Estado de los capitalistas en particular estable-cen, ante la amenaza del aniquilamiento definitivo de la fuente de trabajo vivo, una serie de medidas y políticas tendientes a mantener con vida a los trabajado-res e incrementar su productividad (Seguridad Social, Salubridad y Asistencia Pública, Programas de Viviendas, de Alimentación Popular, etcétera).

El primer resultado de esto es que la población aumenta al descender la mortalidad y ascender la tasa de natalidad; en esta forma, puesto que esta nueva población viene al mundo separada de sus medios de salud, se refuerzan podero-samente las causas que producen las enfermedades y la muerte, lo que hace im-prescindible un nuevo y mayúsculo impulso a la Medicina, a la Seguridad Social, a la Salubridad y la Asistencia Públicas, etcétera.

El segundo resultado es que con ese precario y parcial estado de salud obtenido es posible extraer a los trabajadores, incesantemente, cantidades cre-cientemente mayores de su fuerza de trabajo por medio de la conversión de sus organismos en verdaderas máquinas que transforman, a velocidades vertigino-sas, los más y mejores alimentos que reciben y los medios que los mantienen artificialmente con vida en mayores cantidades de trabajo. Ese ritmo acelerado y antinatural a que son sometidos sus procesos fundamentales deviene obliga-damente en un desgaste más rápido, en un desquiciamiento mayor y en una degeneración crónica de la estructura orgánica, los órganos y las funciones del ser humano; esto se traduce, por fuerza, en un nuevo impulso a las enfermedades. Para poder mantener cuando menos ese precario y parcial estado de salud se hace necesario un mayor desarrollo de las medidas y políticas privadas y guber-namentales que ya hemos mencionado.

El tercer resultado es que aumenta la productividad del trabajo, crece la masa de plusvalía y con ellas la acumulación del capital; el nuevo capital inverti-do viene a reforzar todos aquellos procesos que desembocan, como hemos visto, en el empeoramiento absoluto de la salud de los obreros. De aquí que se imponga un nuevo impulso a las medidas tendientes a mantener artificialmente la salud de los trabajadores.

El cuarto resultado es que todos aquellos medios utilizados para pro-porcionar ese estado de salud precaria y parcial a los obreros, se transforman,

300 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 301

ineluctablemente, en otras tantas formas para deteriorarla más decisivamente. Todos los medicamentos son sustancias ajenas al organismo humano; por eso, en menor o mayor medida, vienen a alterar la composición química del mismo, y por tanto a acelerar el desequilibrio ya de por sí agudo de los procesos fisioló-gicos esenciales y la degeneración de los órganos fundamentales; se convierten así, paradójicamente, en la fuente de nuevas y más peligrosas enfermedades que para ser mantenidas dentro de ciertos límites requieren de nuevos medicamen-tos más potentes y por tanto más perjudiciales al organismo, los cuales a su vez generan nuevas enfermedades. El ser humano se ve reducido, bajo estas condi-ciones, a un estado permanente de enfermedad.

La salud de los trabajadores y de la sociedad en general sólo puede ser obtenida verdadera y definitivamente cuando aquéllos recuperen su primitiva unidad con los medios de producción y de vida a través de la propiedad social, colectiva, sobre los mismos; mientras tanto, es decir, en tanto siga existiendo el régimen capitalista de producción, todo intento de llevar la salud a los seres humanos desembocará ineluctablemente en la degeneración creciente de sus cuerpos y sus mentes porque la causa fundamental de las enfermedades seguirá existiendo y desarrollándose progresivamente en la base misma de la organiza-ción económica.

En seguida pasamos a transcribir una serie de cuadros estadísticos, toma-dos de las publicaciones oficiales de la Secretaría de Salubridad y Asistencia Pú-blicas, en las que se pone en evidencia la desastrosa situación a que ha conducido el capital a la salud de la población mexicana.

Cuadro 44

Presupuestos de Salubridad Pública. Años de 1893 a 1943

Años Presupuesto (pesos) Años Presupuesto (pesos)

1893 100,341 1903 350,055

1894 103,790 1904 384,437

1895 120,026 1905 535,522

1896 131,628 1906 309,059

1897 140,126 1907 616,374

1898 144,441 1908 623,708

1899 162,812 1909 583,022

1900 165,586 1910 562,899

1901 245,843 1911 591,477

1902 245,843 1912 561,213

Cuadro 44 (Continuación)

Presupuestos de Salubridad Pública. Años de 1893 a 1943

Años Presupuesto (pesos) Años Presupuesto (pesos)

1913 741,154 1929 6’106,238

1914 718,060 1930 8’882,576

1915 No hubo presupuesto 1931 8’561,935

1916 No hubo presupuesto 1932 6’444,703

1917 No hubo presupuesto 1933 6’532,487

1918 1’898,396 1934 7’499,945

1919 1’987,491 1935 10’480,000

1920 2’116,981 1936 12’940,000

1921 2’564,972 1937 14’870,000

1922 3’692,782 1938 13’900,000

1923 3’705,214 1939 16’500,000

1924 2’796,847 1940 16’500,000

1925 3’466,759 1941 19’000,000

1926 5’107,589 1942 24’000,000

1927 8’403,547 1943 27’000,000

1928 7’505,278

Cuadro 45

Presupuestos de Asistencia Pública. Años de 1900 a 1943

Años Presupuesto (pesos) Años Presupuesto (pesos)

1900 71,364 1935 8’504,955

1905 876,241 1938 17’775,000

1910 1’396,331 1939 18’650,000

1915 1’555,475 1940 20’000,000

1921 2’978,472 1941 21’000,000

1924 2’058,750 1942 25’000,000

1930 7’548,144 1943 28’000,000

302 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 303

Cuadro 46

Recursos físicos, humanos y económicos aplicados a los servicios de Salud Pública

Niveles relativos a servicios de Salud Pública

Conceptos 1930 1952 1958 1963 1972* 1973* 1974*

Centros curativos y asistenciales

496 2,051 2,259 4,138 5,442 5,220 5,469

Núm. de camas 7,214 40,394 58,226 84,686 63,791 72,704 76,413

Profesionales de la medicina

4,317 14,221 18,233 26,453

Presupuestos federales ejercidos (miles de

pesos)16,431 164,670 440,899 679,521

Fuentes: Actividades de la Secretaría de Salubridad y Asistencia. Sexenio 1958-1964.”Salubridad Pública”, número especial, noviembre-diciembre 1964, cuadro F.

* Fuentes: Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1975-1976, México, 1979. Secretaría de Programación y Presupuesto, Coordinación General del Sistema Nacional de Información, p. 204.

Cuadro 47

Dependencias Pedrales de Salud y Asistencia Públicas. 1900-1943

Años Dependencias*

1900 43

1910 61

1920 74

1930 145

1940 1,058

1943 1,394

Fuente: Secretaría de Salubridad y Asistencia, op. cit., cuadros 68, 69 y 71, pp. 233-235.* Las “Dependencias” comprenden: Oficinas de Profilaxis, Dispensarios antituberculosos, antivené-

reos, anti-leprosos, Hospitales para enfermos venéreos. Centros de Higiene Infantil, de Higiene Escolar, Unidades Sanitarias, Hospitales, Manicomios, Consultorios, Casas de Cuna, Jardines de Niños, Internados Infantiles, etcétera.

A. Campaña antivenérea

Cuadro 48

Niveles de atención en las Dependencias de Salud y Asistencia Públicos. 1937-1943

ConceptosEnfermos tratados:

1937 1938 1939 1940 1942 1943

Por sífilis 30,295 32,436 31,561 34,878 44,162 50,602

Por blenorragia 31,496 33,975 33,467 35,641 38,051 40,065

Por chancro 4,222 4,621 4,537 7,098 5,519 5,554

Casos hospitalizados

7,932 7,743 7,538 8,377 16,230 23,146

B. Campaña contra la tuberculosis

Conceptos 1937 1938 1939 1940 1942 1943

Personas atendidas 40,029 57,057 60,851 58,726 87,309 99,996

Fuente: Ibíd., cuadros 76 y 77, pp. 240-241.

Cuadro 49

Labores de los Centros de Salud en el Distrito Federal, dependientes de la Secretaría de Salubridad y Asistencia

Total de consultasCirugía menor y

curacionesInyecciones

Prescripciones medicinales despachadas

1965 750,333 15,678 101,694 320,262

1966 1’013,316 18,038 101,389 361,618

1967 1’036,387 18,970 110,623 342,824

1968 1’219,441 21,117 127,089 341,894

Fuente: Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística, Revista de Estadística, marzo, México, 1969, cuadro 3.1, p. 335.

304 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 305

Cuadro 50

Labores de los Consultorios de Asistencia Médica de Consulta Externa en el Distrito Federal, dependientes de la Secretaría de Salubridad y Asistencia

Total de

Consultas

Operacio-nes Qui-rúrgicas

Curacio-nes

InyeccionesAnálisis de laboratorio

Tratamientos odontológicos

Prescripciones medicinales despachadas

1965 768,560 3,472 40,715 66,706 402,493 46,626 495,540

1966 956,444 9,612 47,368 94,531 543,288 55,744 592,498

1967 1’037,749 7,686 56,265 95,761 536,840 48,738 631,785

1968 1’065,346 4,246 54,454 96,384 489,616 54,122 630,128

Fuente: Ibíd., cuadro 3.3, p. 336.

Los datos anteriores nos revelan dos cosas fundamentales: 1) el ridículo Presupuesto y la miserable cantidad de Dependencias y Servicios que el Estado burgués mexicano destina para la salud y la asistencia públicas en relación con lo que, bajo otro régimen social que excluyese la explotación de la clase obrera, sería necesario para erradicar definitivamente la insalubridad, las enfermedades y las muertes a causa de éstas; 2) los gigantescos recursos que en escala ascenden-te “invierte” el Estado mexicano en salud y asistencia si consideramos la for-ma mezquina y condicionada en que éste atiende siempre a las necesidades de “mantenimiento” de los “apéndices” de las máquinas. Esto último es así porque conforme más se desarrolla el capitalismo, con más fuerza actúan los elementos que determinan la insalubridad y las enfermedades y, por tanto, para sostener a los obreros en un mismo nivel precario de salud es necesario “invertir” cada vez más en salubridad y asistencia públicas; además, como hemos visto, cada incremento de estos servicios públicos determina, a su vez, un nuevo y mayor impulso a las enfermedades y la muerte de los obreros, por lo que se impone necesariamente otro gran aumento de los recursos que el Estado destina a esta rama de su actividad, etcétera.

A continuación transcribimos algunos datos que nos demuestran los mi-serables resultados que se han obtenido con la política de salud pública seguida en nuestro país, pese a los grandes recursos (relativamente cuantiosos, como ya quedó explicado) que para desarrollarla se han invertido. En muchos casos no han descendido, sino por el contrario aumentado en gran proporción, la mor-bilidad y la mortalidad absolutas; en otros casos su disminución ha sido tan ridículamente pequeña que no corresponde al monto de los recursos invertidos en esos renglones específicos; han aparecido nuevas y más peligrosas enferme-dades que vienen a sumarse a las tradicionales. De esta suerte, el proletariado mexicano está condenado a vivir siempre en un estado de enfermedad sin solu-ción de continuidad.

Cuadro 51

Morbilidad por enfermedades transmisibles registradas en la República Mexicana en el período 1959-1963

Coeficiente por 100,000

Enfermedad 1959 1960 1961

casos coefs. casos coefs. casos coefs.

Brucelosis 1,579 4.9 1,356 3.90 1,901 5.24

Difteria 679 2.1 767 2.20 892 2.50

Disentería A 28,712 88.5 37,859 100.0 36,949 101.97

Disentería B 5,069 16.0 6,131 17.60 5,485 16.15

Escarlatina 445 1.4 487 1.40 515 1.42

Influenza 51,960 129.2 39,631 114.13 60,004 166.21

Lepra 111 0.36 115 0.33 114 0.31

Meningitis 31 0.1 34 0.1 34 0.009

Neumonía 8,580 27.0 8,782 25.99 7,627 21.12

Paludismo 1,416 4.5 2,709 7.8 9,053 24.98

Paratifoidea 2,676 8.4 2,492 7.1 3,149 8.69

Poliomielitis 1,877 5.9 1,125 3.2 740 2.04

Rabia 30 0.10 49 0.12 33 0.09

Sarampión 38,019 119.7 47,367 136.4 44,464 122.70

Sífilis 22,397 110.8 23,817 88.5 19,617 54.14

Tifo Epidémico 242 0.8 106 0.30 89 0.24

Tifo Murino 128 0.4 87 0.25 94 0.26

Tifoidea 7,047 22.2 6,173 17.70 6,223 17.17

Tos ferina 39,168 123.4 24,116 69.40 46,080 127.20

Tuberculosis 11,114 1.2 12,158 35.00 13,500 37.26

Tétanos 933 2.8 1,096 3.07 1,119 3.09

306 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 307

1962 1963 Incremento%casos coefs. casos coefs.

1,334 3.47 1,121 2.91 -29

712 1.85 488 1.27 -31

32,764 85.19 35,791 93.00 24

5,219 13.57 4,151 10.79 18

777 2.09 628 1.63 40

71,540 192.44 79,721 207.35 53

219 0.58 294 0.76 164

29 0.07 24 0.06 -22

8,143 21.90 7,701 20.02 -10

13,781 35.83 11,276 29.32 696

2,462 6.40 2,487 7.40 6

483 1.26 484 1.26 -74

54 0.14 39 0.10 30

53,185 138.21 53,864 140.05 41

18,219 47.37 20,000 52.17 -10

3 0.007 39 0.10 -83

84 0.22 70 0.18 -45

6,138 15.96 5,984 15.55 -15

30,363 78.94 42,884 111.50 9

15,733 40.19 17,501 45.50 57

1,049 2.73 1,054 2.74 12

Fuente: Actividades de la Secretaría de Salubridad y Asistencia, Sexenio 1958-1964, etcétera, Dirección de epidemiología y Campañas Sanitarias, Departamento de Epidemiología, cuadro 1.

Aumentaron en una gran porción los casos de disentería A, escarlatina, influen-za, lepra, paludismo, sarampión, tuberculosis (enfermedad típica del hambre, aumentó de 11,114 casos en 1959 a 17,501 en 1963). Se mantuvieron en un mismo nivel o aumentaron, o descendieron en una cantidad mínima los casos de disentería B, meningitis, neumonía, paratifoidea, rabia, sífilis, tifoidea, tos fe-rina y tétanos. Descendieron un poco más sensiblemente los casos de brucelosis, difteria y tifo murino. Por último, sólo descendió radicalmente el número de casos

en la poliomielitis y el tifo epidémico. Por lo demás, es obvio que las cantidades absolutas de casos en todas las enfermedades principales son verdaderamente pavorosas.

Cuadro 52

Morbilidad y mortalidad por tuberculosis pulmonar y todas formas. República Mexicana 1953-1962

Defunciones

Año PoblaciónT. B.

PulmonarTasa+

T. B. Todas Formas

Tasa+Núm. de

casosTasa+

1953 28’432,943 7,437 26.1 8,608 30.2 7,331 25.8

1954 29’317,506 6,856 23.7 8,052 27.5 8,431 28.4

1955 30’497,114 6,732 22.1 7,808 25.6 8,504 27.9

1956 31’083,632 7,230 23.2 8,434 27.1 9,485 30.5

1957 32’020,743 8,160 25.5 9,494 29.6 10,223 31.9

1958 32’855,758 8,099 24.6 9,399 28.6 10,801 32.9

1959 33’740,321 7,973 23.6 9,169 27.2 11,144 33.0

1960 34’625,938 8,145 23.5 9,356 27.0 12,158 35.1

1961 36’091,006 8,147 22.6 9,369 26.0 13,501 37.4

1962 37’233,227 8,426 22.6 9,941 26.7 15,739 42.3

Fuente: Ibíd., cuadro 4, p. 1001.

En el cuadro anterior se aprecian dos fenómenos interesantísimos: a) un au-mento constante de la morbilidad por tuberculosis (de 25.8 en 1953 a ¡42.3! en 1962), lo que revela que las causas capitalistas que generan la tuberculosis no sólo no se debilitan, sino que se han desarrollado ascendentemente y b) un pequeño descenso de la tasa de mortalidad provocada por la tuberculosis, lo que expresa claramente el hecho de que el régimen capitalista no puede atacar las causas reales de las enfermedades (sino que, por el contrario, las refuerza constante-mente) y sólo se limita a paliar sus efectos más visibles y siempre con resultados francamente ridículos, por muchos que sean los recursos que el Estado burgués dedique a la salud pública. Nada mejor que los datos contenidos en el cuadro analizado para demostrar que en la sociedad capitalista los trabajadores son mantenidos artificialmente con vida y en un estado perpetuo de enfermedad.

308 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 309

Cuadro 53

Mortalidad en los Estados Unidos Mexicanos, por causas. Años de 1940 y 1960

Lista detallada internacional*

DefuncionesIncremento o

decremento absolutos y relativos

Por 100,000 habitantes

1940 1960 absolutos relativos 1940 1960

B1 9,420 8,243 -1,117 -12% 47.5 23.6

B2 1,779 1,282 -497 -27% 9.0 3.7

B3 3,771 678 -3,093 -84% 19.0 1.9

B4 5,367 2,672 -2,740 -51% 27.0 7.5

B5 0 0 0 0 0 0

B6 10,951 4,876 -6,075 -55% 55.3 13.9

B7 484 118 -366 -75% 2.4 0.3

B8 1,070 438 -632 -59% 5.4 1.2

B9 8,336 4,741 -3,595 -43% 42.1 13.6

B10 125 45 -80 -64% 0.6 0.1

B11 0 0 0 0 0 0

B12 91 217 +126 +138% 0.5 0.6

B13 1,341 0 -1,341 -100% 6.8 0

B14 17,928 6,096 -11,832 -67% 90.5 17.4

B15 1,131 140 -991 -87% 5.7 0.4

B16 23,917 287 -23,630 -98% 120.7 0.8

B17 8,531 8,162 -369 -4% 43.0 23.3

B18 4,553 12,516 +7,963 +174% 23.0 35.8

B19 887 965 +78 +8% 34.5 2.8

B20 819 2,787 +1,968 +240% 4.2 8.0

B21 2,817 3,282 +463 +16% 14.2 9.4

B22 2,995 6,999 +4,004 +133% 15.1 20.00

B23 1,567 1,635 +68 +4% 7.9 4.7

B24 235 601 +366 +155% 1.2 1.7

Cuadro 53 (Continuación)

Mortalidad en los Estados Unidos Mexicanos, por causas. Años de 1940 y 1960

Lista detallada internacional*

DefuncionesIncremento o

decremento absolutos y relativos

Por 100,000 habitantes

1940 1960 absolutos relativos 1940 1960

B25 1,680 1,478 -202 -12% 8.5 4.2

B26 596 5,031 +4,435 +742% 3.0 15.4

B27 8,389 15,892 +7,503 +89% 42.3 45.5

B28 0 1,251 +1,251 3.6

B29 67 751 +684 +1,029% 0.3 2.1

B30 4,937 7,395 +2,458 +49% 24.9 21.2

B31 60,022 49,329 -10,693 -17% 302.9 141.0

B32 13,127 10,562 -2,563 -19% 66.2 30.2

B33 818 1,731 +913 +111% 4.2 4.9

B34 647 657 +10 +1% 3.8 1.9

B35 1,293 2,030 +737 +56% 6.5 5.8

B36 96,485 60,098 -36,387 -37% 486.9 171.8

B37 4,860 7,678 +2,818 +57% 24.5 22.0

B38 4,810 3,042 +1,768 -36% 24.3 8.7

B39 53 206 +153 +288% 0.3 0.6

B40 4,692 3,102 -1,590 -33% 23.7 8.7

B41 667 3,611 +2,884 +426% 3.4 10.3

B42 1,109 5,124 +4,015 +362% 5.6 14.7

B43 593 17,058 +16,465 +2,776% 3.0 48.8

B44 18,096 24,899 +6,803 +37% 91.3 71.3

B45 46,257 48,943 +2,686 +5% 233.4 140.1

B46 58,073 41,724 -16,331 -28% 293.1 119.5

BE47 280 1,067 +787 +281% 1.4 3.1

BE48 9,873 13,420 +3,547 +35% 49.8 38.4

310 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Ilustración del desarrollo de la ley general de la acumulación capitalista en México • 311

Cuadro 53 (Continuación)

Mortalidad en los Estados Unidos Mexicanos, por causas. Años de 1940 y 1960

Lista detallada internacional*

DefuncionesIncremento o

decremento absolutos y relativos

Por 100,000 habitantes

1940 1960 absolutos relativos 1940 1960

BE49 207 668 +461 +222% 1.0 1.9

BE50 13,160 11,157 -2,003 -15% 66.4 31.9

B1-BE50 458,906 402,545 2,316.0 1,152.7

Fuente: Cifras de defunciones de la Dirección General de Estadística, Tasas calculadas por la Dirección General de Salud Pública en Estados y Territorios.

* Nomenclatura Internacional:B: 1, tuberculosis del aparato respiratorio; 2, tuberculosis otras formas; 3, sífilis y sus secuelas; 4,

fiebre tifoidea; 5, cólera; 6, disentería; 7, escarlatina y angina estreptocócica; 8, difteria; 9, tos ferina; 10, infección meningocócica; 11, peste; 12, poliomielitis aguda; 13, viruela; 14, sarampión; 15, tifo; 16, paludismo; 17, todas las demás enfermedades infecciosas y parasitarias; 18, tumores malignos, incluyendo las neoplasmias de los tejidos linfáticos y hematopoyéticos; 19, tumores benignos y tumores de naturaleza no especificada; 20, diabetes mellitus; 21, anemias; 22, menin-gitis no meningocócica; 24, fiebre reumática; 25, enfermedad reumática crónica del corazón; 26, enfermedad arterioesclerótica y degenerativa del corazón; 27, otras enfermedades del corazón; 28, hipertensión sin enfermedad del corazón; 29, hipertensión sin mención de enfermedad car-diaca; 30, gripe o influenza; 31, neumonía; 32, bronquitis; 33, úlcera del estómago y del duodeno; 34, apendicitis; 35, obstrucción intestinal y hernia; 36, gastritis, duodenitis, enteritis y colitis, salvo la diarrea del recién nacido; 37, cirrosis hepática; 38, nefritis y nefrosis; 39, hiperplasia de la próstata; 40, parto y complicaciones del embarazo, del parto y del estado puerperal; 41, malformaciones congénitas; 42, lesiones debidas al parto, asfixia y atelectasía postnatales; 43, infecciones del recién nacido; 44, otras enfermedades particulares no calificadas de la primera infancia e inmaturidad; 45, senilidad sin mención de psicosis y las causas mal definidas y des-conocidas; 46, las demás enfermedades; BE: 47, accidentes de vehículos de motor; 48, los demás accidentes; 49, suicidio y lesión infligida a sí mismo; 50, homicidio y traumatismo procedente de operaciones de guerra.

Fuente: Granullo R., Ricardo, Cambios registrados en las causas de mortalidad en la República Mexi-cana, “Salubridad Pública”, 1964, Anexo A, p. 466.

Las conclusiones que se extraen del análisis del cuadro anterior son las mismas que se derivaron del estudio de los cuadros que le preceden; la persistencia du-rante el período de un alto nivel absoluto de mortalidad en un amplio grupo de enfermedades, el incremento constante del nivel absoluto en otro grupo nume-roso de enfermedades, la aparición y desarrollo de nuevas causas de mortalidad, el ridículo descenso de la mortalidad en las ramas en que lo hubo, con la excep-ción de unos cuantos casos en que éste fue realmente radical, etcétera.

El sector II promueve una política de mayores “inversiones” en salud pú-blica; la finalidad de la misma es, desde luego, mantener a los trabajadores en óptimas condiciones para producir cantidades siempre crecientes de plusvalía;

los resultados de tal política ya los hemos analizado líneas arriba. En las so-ciedades de consumo la salud se convierte también en un objeto de consumo; de esta suerte, a través de la manipulación de todos los procesos orgánicos del individuo, se refuerza la tendencia a mantener a los trabajadores en un estado perpetuo de enfermedad.

312 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La acumulación originaria en México • 313

CAPÍTULO XVIILA ACUMULACIÓN ORIGINARIA EN MÉXICO1

En el proceso hasta aquí estudiado se ha partido del supuesto de la existencia previa del capital, es decir, de grandes masas de medios de producción y de fuerza de trabajo en manos de los productores de mercancías. Pero es evidente que debe haber habido una acumulación originaria por la cual se creó el capital originario o primitivo del cual parte todo el movimiento analizado. Esta acumu-lación originaria no es el resultado sino el punto de partida del régimen capita-lista de producción. Ni el dinero, ni las mercancías, ni los medios de producción y de consumo son de por sí capital; es necesario que concurran una serie de condiciones para que adquieran esta categoría. Han de enfrentarse y entrar en contacto dos clases muy diversas de poseedores de mercancías: los propietarios de dinero, medios de producción y artículos de consumo, deseosos de valorizar la suma de valor de su propiedad mediante la compra de fuerza ajena de trabajo, y obreros libres en dos sentidos: que no figuren directamente entre los medios e instrumentos de producción (esclavos, siervos) y que no posean medios e instru-mentos de producción en los cuales materializar su trabajo.

Esta polarización del mercado es la condición necesaria para la existencia del régimen capitalista; para establecerla, los productores directos son despoja-dos de sus medios e instrumentos de producción y lanzados al mercado de tra-bajo; de esta manera, se convierten en capital los medios sociales de producción y de vida y los productores se transforman en obreros asalariados. El proceso de polarización mencionado no es otra cosa sino el divorcio entre el productor di-recto y la propiedad sobre las condiciones de la realización de su trabajo, lo que es el presupuesto esencial del régimen capitalista; una vez que éste se desarrolla por sí mismo, reproduce y amplía esa separación.

La acumulación originaria es, entonces, el proceso por el cual se produce el divorcio entre el obrero y la propiedad sobre las condiciones de realización de su trabajo; es el proceso histórico de disociación entre el productor y los medios de producción, el cual, como veremos, fue todo lo que se quiera, menos idílico.

1 Todos los desarrollos teóricos de este capítulo son un Resumen, extractos o citas del capítulo XXIV de la Sección Séptima del t. I de El Capital, Carlos Marx, edición citada.

314 • El desarrollo del capitalismo mexicano

1. Proceso de disociación entre el productor y los medios de producción

a) Liberación de la servidumbre y de la coacción gremial

La dominación española en México tuvo dos objetivos fundamentales: estable-cer un sistema de exacción de los naturales del país a través de los tributos, sin alterar la forma preexistente de organización tribal, y explotar las grandes riquezas existentes en metales preciosos, de los que tan ávido estaba el naciente capitalis-mo europeo. Las encomiendas —o sea el encargo hecho a un español para que recogiera en nombre de la Corona el tributo de los vencidos, quedándose con una parte del mismo— y el trabajo esclavo de los indios para la explotación de las minas, fueron los primeros frutos de la colonización española en América. El proceso vertiginoso de colonización exigía grandes cantidades de víveres y otros artículos que no podían ser enviados por la Metrópoli; necesariamente empeza-ron a desarrollarse en el país una agricultura y una ganadería mercantiles para satisfacer la creciente demanda. Estas actividades se explotaron primeramente por pequeños agricultores y ganaderos españoles beneficiados por mercedes rea-les de tierras, los que formaron pueblos enclavados entre los pueblos de indios encomendados y entre los minerales. Las riquezas obtenidas en las encomiendas y en la minería fueron atraídas por ese movimiento comercial que tomaba un gran auge; se estableció así la agricultura mercantil en gran escala: una parte de los encomenderos y de los mineros se convirtieron en grandes hacendados.

Para la formación y desarrollo de las grandes haciendas era necesario ob-tener tierras y mano de obra en abundancia; pero las primeras estaban en gran parte en manos de comunidades, ya fuera de indios o españoles, y precisamente de esas tierras sacaban su sustento los dueños de las mismas, por lo que no nece-sitaban trabajar para otros. Era necesario, entonces, despojar a aquellas comu-nidades de sus tierras y crear así una masa de proletarios indígenas, mestizos y hasta españoles que se avinieran a trabajar para los terratenientes.

Esta tercera forma de colonización, es decir, la formación de grandes ha-ciendas mercantiles, estaba en abierta contradicción con aquellas que la habían engendrado, esto es, con la encomienda y la explotación minera; a la encomien-da la privaba de su base misma de sustentación que era la comunidad india que cultivaba sus propias tierras y dedicaba un excedente de los productos a la Corona; a las minas les quitaba la mano de obra que provenía precisamente de las encomiendas.

Estas circunstancias determinaron que la constitución de la gran hacien-da fuera en México muy lenta y que su desarrollo estuviese siempre en franca oposición con la Corona, a la que sólo interesaban los tributos y los metales pre-ciosos que obtenía de sus colonias.

En las primeras fases de su existencia, la hacienda agrícola y ganadera, para poder llenar sus necesidades de mano de obra, tuvo que someterse al siste-ma de los repartimientos, ya existentes con anterioridad, que había sido estable-cido por un acuerdo entre los encomenderos y los mineros; según este sistema,

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los indios encomendados estaban obligados a prestar sus servicios, mediante el pago de un salario y sólo por un número exactamente determinado de días al año, en las minas y heredades cercanas de los españoles.2

Conforme se desarrollaba el sistema de las haciendas, en la misma me-dida avanzaba el proceso de disolución de las comunidades indígenas, mestizas y españolas y más aumentaba la mano de obra disponible, a la que el hacenda-do atraía a sus tierras mediante el expediente del “adelanto en metálico” que la reducía a la “servidumbre por deudas” y que desembocaba directamente en la adscripción a la tierra o enfeudamiento de los indios, mestizos y españoles; el hacendado les concedía en usufructo, arrendamiento o cualquier otra forma de posesión, a cambio de una gran gama de obligaciones que tenían como común denominador el garantizarle mano de obra al terrateniente, las tierras de que previamente los había despojado. De esta manera, la tierra, aunque monopoli-zada la propiedad de grandes extensiones por unas pocas personas, se fracciona en una multitud de pequeñas explotaciones.

Entre los “siervos” recién establecidos se da una gradación que obedece en lo fundamental a su origen étnico: el “peón” o sirviente, que se encuentra en la parte más baja de la escala, es por lo general de procedencia indígena; en el polo opuesto, el campesino un poco más libre, es generalmente de origen espa-ñol; entre estos dos extremos, los mestizos ocupan los lugares intermedios.

Una vez que la colonización española cubrió en lo fundamental el terri-torio del país, y cuando, por tanto, se normalizó y estabilizó la explotación de las encomiendas y las minas, al descender también hasta su nivel normal la demanda de productos agrícolas y con ella la actividad mercantil, la hacienda se vuelve sobre sí misma para convertirse en una unidad autoconsuntiva, de carác-ter típicamente feudal. Perdido su carácter mercantil o llevado a segundo plano por su naturaleza meramente complementaria de las dos formas principales de colonización, la hacienda detiene su hasta ahí impetuoso desarrollo. Esto suce-dió después de la primera mitad del siglo XVII, cuando ya la colonización había llegado hasta las lejanas tierras del norte.

2 En los primeros tiempos de la colonización se desarrolló una lucha enconada entre los encomen-deros y los mineros, en la que ambos se disputaban el derecho de propiedad sobre los indios. Por un lado, los encomenderos convirtieron a los indios en sus esclavos, alegando un derecho de propiedad sobre los mismos derivado de la encomienda. Por el otro, los mineros pugnaban por hacer lo mismo, tratando de “rescatar” a los indios de la potestad de los encomenderos para llevarlos a trabajar a las minas. El resultado de esta contienda fue, necesariamente, el desbarajuste del sistema de explota-ción colonial, con el consecuente descenso de las ganancias que percibía la metrópoli a través de los tributos y los quintos. La Corona tuvo que intervenir para limitar la potestad de los encomenderos a la mera recaudación de los tributos de los pueblos de indios y para regular el “repartimiento” de los indígenas para el trabajo en las minas, quitándole a éste su carácter esclavista. Cierto que el interce-sor ante los reyes españoles para lograr este perfeccionamiento del régimen de explotación colonial fue fray Bartolomé de las Casas. La forma de explotación basada en la esclavitud de los indios evolu-cionó así hacia un sistema más sutil, en el cual se conservaban las formas antiguas de organización de los indios garantizando de esta manera el tributo para la Corona, a la vez que se proveía de mano de obra a las minas y a las haciendas de los españoles. Ese sistema fue el de los “repartimientos”.

316 • El desarrollo del capitalismo mexicano

El acoso constante de las haciendas a las comunidades indígenas, mesti-zas y españolas cesa en lo fundamental y se detiene su proceso de disolución (sin dejar de haber, desde luego, enfrentamientos esporádicos, etcétera). Se instau-ra un régimen de estabilidad entre los tres grupos explotadores principales y, obviamente, la animadversión de los terratenientes en contra de la Corona y las medidas represivas de ésta en contra de aquéllos disminuyen hasta diluirse totalmente.

El descenso de la producción mercantil de las haciendas determina que la metrópoli asuma el control del pequeño mercado interior y exterior del país, con lo que agrega así una rama más a su sistema de explotación.

Este proceso de colonización que hemos descrito creó también unas cuantas ciudades más o menos importantes, que eran el asiento temporal de los encomenderos, los mineros y los hacendados; en ellas se desarrolló, por fuerza, una industria que producía los artículos industriales, cuya demanda, partiendo de la nada, crecía vertiginosamente.

La primera forma que adopta la producción industrial en Nueva España, tras un efímero florecimiento del artesanado, es la de los obrajes. Las exigencias desorbitadas de una demanda en aumento progresivo a causa del crecimiento de la colonización, determinaron, al igual que en el caso de la agricultura, que la producción industrial autóctona se fincara sobre la base de la producción en gran escala; es evidente que esto no se habría logrado nunca con la sola produc-ción individual de unos cuantos artesanos independientes; se impuso entonces la necesidad de establecer grandes talleres, en los que trabajaban manualmente, en cada uno de ellos, cientos de esclavos negros o indios. No había, ciertamente, otra forma de llenar esa demanda gigantesca de artículos industriales en los primeros años de la Colonia.

Al empezar a estabilizarse todo el sistema, esa demanda exorbitante tien-de a reducirse constantemente; en la misma medida de este descenso los obrajes disminuyen y se desarrollan los talleres artesanales hasta llegar a constituir todo un sistema gremial. Salvo unos cuantos obrajes de este tipo que sobrevivieron hasta después de la revolución de Independencia, para la segunda mitad del siglo XVIII prácticamente ya habían desaparecido y la producción industrial provenía de los gremios que agrupaban a los artesanos individuales independientes.

Hay que ver cómo lagrimean, a propósito de la desaparición de los obra-jes, nuestros archiconocidos historiadores burgueses; para ellos el obraje era una forma capitalista de producción que lamentablemente fue desperdiciada por tales o cuales circunstancias, pues pudo haber sido la base de un temprano desa-rrollo capitalista de nuestro país; el lacayo de la burguesía no puede evitar que brille la codicia en sus ojos: “Si hubiésemos empezado desde entonces”, parece decir. Para él, en este sentido, la historia es un mero estorbo, una concatenación de hechos que han detenido el florecimiento y desarrollo de la “civilización bur-guesa”, de la “industrialización”, en nuestro país. No es la narración de lo que ha sido, sino de lo que, según sus apetitos, debería haber sido; sus sueños dorados, es decir, la historia que les gustaría escribir, tienen como sujeto principal un

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Imperio Azteca erizado de troneras fabriles. Para ellos, en México, antes de la aparición del capitalismo no ha habido historia, sino una lamentable desviación de la razón humana.

Es obvio que los obrajes no podían haber sido, por ningún concepto, una “forma capitalista de producción”; primero, porque la producción capitalista se basa en la compraventa de la mercancía fuerza de trabajo y el obraje funciona-ba exclusivamente con trabajo esclavo; segundo, porque la “forma capitalista” con la que tiene parecido, es decir, la cooperación simple, es el resultado de la reunión en un taller de varios artesanos individuales herederos de un virtuosismo de muchas generaciones, en tanto que el obraje es la reunión de esclavos, lo que excluye de plano que sean artesanos; en suma, los obrajes no son una “forma capitalista” nacida, como flor en el desierto, en los mismos inicios del régimen colonial, sino un producto específico de la forma esclavista que adoptó la explo-tación española en sus primeros años y de las exigencias de grandes cantidades de productos industriales; su parecido no es con ninguna institución burguesa, sino simple y sencillamente con los grandes talleres de la Roma esclavista.

A la vez que se constituían las grandes haciendas feudales y se integraba el sistema gremial en las ciudades, nacieron los grandes comerciantes que atendían al comercio ultramarino y al reducido comercio interior.

Para la segunda mitad del siglo XVII el régimen feudal quedó, a través del proceso descrito, definitivamente establecido en nuestro país.

A partir del punto medio del siglo XVIII los campesinos “siervos” de las haciendas feudales mexicanas empezaron a desarrollarse como pequeños pro-ductores de mercancías; iniciaron una disputa con los hacendados en torno a las prestaciones que estaban obligados a darles. Lentamente se fue rompiendo el cerco que los terratenientes tenían sobre el campesino y éste conquistó entonces una relativa libertad que se traducía en la reducción de las prestaciones y su con-versión en rentas monetarias, lo que a su vez significaba más tiempo libre para producir mercancías. Durante este lapso previo a la Revolución de Independen-cia, el mercado agrícola crece rápidamente y obliga también al crecimiento de la producción de mercancías industriales en las ciudades, es decir, al desarrollo de los artesanos. El crecimiento de la producción de mercancías a fines del siglo XVIII y principios del XIX produjo necesariamente la liberación de los siervos y la abolición de los gremios, con lo que la producción de mercancías adquirió un nuevo ímpetu. Hasta este momento, dentro de la masa de campesinos produc-tores de mercancías se observan pocas diferencias económicas. Los hacendados intentaron infructuosamente, a través del sistema de la “esclavitud por deudas”, detener ese movimiento de liberación que avanzaba incontenible; pero la disolu-ción del régimen feudal ya no podía ser evitada y aquéllos tuvieron que admitir ese hecho, no sin antes, claro está, hacer intentos desesperados por volver las cosas a su estado anterior.

Testigos excepcionales nos dan en seguida un cuadro de la Nueva España en lo que respecta a las materias tratadas en este punto:

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Humboldt, en su obra Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, explica cómo el peso fundamental de la explotación española radicaba todavía, en pleno siglo XIX, en el tributo que hemos mencionado: “Los indios están exen-tos de todo impuesto indirecto no pagan alcabala, y la ley les concede plena libertad en la venta de sus frutos; pero están sujetos a un impuesto personal, verdadera capitación, que pagan los varones desde la edad de diez años a la de 50 y que ha venido disminuyendo de 200 años a esta parte...”

El mismo autor indica que la producción agrícola aumentó en una gran proporción durante la segunda mitad del siglo XVIII:

Consuela el ver que de 50 años a esta parte, los afanes del hombre se dirigen en México más hacia los productos de la tierra que al beneficio de las minas. El im-puesto territorial que con el nombre de diezmo percibe el clero señala los progre-sos de la industria agrícola. En las seis diócesis de la Nueva España, los diezmos ascendieron a 13’357.157 pesos fuertes desde 1771 hasta 1779, y a 18’353,821 desde 1779 hasta 1789. El cultivo del terreno, a pesar de las trabas que lo entor-pecen, ha hecho en estos últimos años progresos tanto más considerables cuanto que muchas familias que se habían enriquecido, sea con el comercio de Veracruz y Acapulco, sea con el beneficio de minas, han empleado capitales inmensos en compras de tierras. Leyendo el excelente Informe sobre la Ley Agraria que en 1795 presentó al Consejo de Castilla don Melchor Gaspar de Jovellanos, se reconoce que a pesar de la diferencia de clima y otras circunstancias locales, la agricultura mexicana está llena de trabas por las mismas causas políticas que entorpecen los progre-sos de las industrias de la península. El suelo de la Nueva España así como el de la vieja, en gran parte se halla en poder de algunas familias poderosas que han absorbido lentamente las propiedades particulares. Tanto en América como en Europa hay grandes distritos que están condenados a servir de pasto para el ganado y a una perpetua esterilidad. En cuanto al clero y a su influencia en la sociedad, las circunstancias no son las mismas en ambos continentes: en Amé-rica es menos numeroso que en la península, y allá los frailes misioneros han contribuido mucho a extender los progresos de la agricultura entre los indios. La introducción de los mayorazgos, el entorpecimiento y la pobreza de los indios son más contrarios a los progresos de la industria, en aquel país, que las manos muertas del clero.

Esto prueba que entre los campesinos “siervos” se estaba desarrollando la pe-queña producción de mercancías y que por tal motivo tenían graves problemas con los hacendados.

Humboldt explica en los párrafos que en seguida transcribimos cómo el monopolio del comercio por la metrópoli y la supeditación de toda la economía colonial a la producción de metales preciosos eran un freno al desarrollo de la industria autóctona, es decir, que representaban un gran obstáculo para el inci-piente desarrollo de la producción de mercancías de los campesinos-siervos y de los artesanos de las ciudades; el mercado nacional estaba siendo conquistado desde entonces por ellos y ya sentían como algo insoportable el monopolio es-pañol:

La acumulación originaria en México • 319

El pueblo mexicano puede sin duda proporcionarse, por medio del comercio exterior, todas las cosas que no le da el territorio que habita, pero en medio de su gran riqueza de oro y plata, sufre necesidades siempre que hay alguna interrup-ción en su intercambio con la metrópoli o con otras partes de Europa. Hay veces que se encuentran acumulados en México 25 o 30 millones de pesos, al mismo tiempo que las fábricas y la explotación de las minas experimentan trastornos por la falta de acero, de hierro y de mercurio. En los casos de estancamiento del comercio exterior, se despierta por un momento la industria mexicana, y entonces empieza a fabricar acero y a hacer uso de los minerales de hierro y del mercurio que encierran las montañas de América; y entonces es cuando la na-ción, ilustrada acerca de sus propios intereses, conoce que la verdadera riqueza consiste en la abundancia de los objetos de consumo, esto es, en la de las cosas, y no en la acumulación del signo que las representa. Durante la penúltima guerra entre España e Inglaterra se ensayó el laborío de las minas de hierro de Tecalitlán, cerca de Colima, y de los de mercurio de San Juan de la Chica; pero la paz de Amiens puso fin a tales empresas: apenas se restablecieron las comunicaciones marítimas, se volvió a preferir el comprar en los mercados de Europa el hierro, el acero y el mercurio. En el estado actual de México los metales preciosos forman casi exclusivamente la industria de las colonias... El cuadro que hemos presentado de la situación actual de las minas del Nue-vo mundo y las de México en particular, debe hacer temer que la suma de los signos representativos aumente con gran rapidez a medida que los pueblos de América salgan del profundo letargo en que han estado tan largo tiempo. Sería apartarnos del objeto de esta obra el discutir si los intereses de las sociedades padecerían o no por esta acumulación de numerario: basta observar aquí que el peligro es menor de lo que parece a primera vista, porque la cantidad de géneros y mercancías que circulan en el comercio, y que deben ser representadas por algo, crece al mismo tiempo que la cantidad del signo representativo. Cualquiera que sea la opinión que se adopte acerca de los efectos futuros de la acumulación de éstos, no podrán negarse si se consideran los pueblos de la Nueva España bajo el aspecto de sus relaciones comerciales con Europa, que en el estado actual de las cosas influye poderosamente la abundancia de los metales en la prosperidad nacional. Esta abundancia es la que permite a América pagar con plata los obje-tos de la industria extranjera y participar de los goces de las naciones más civi-lizadas del antiguo continente. A pesar de esta utilidad efectiva, hagamos votos para que los mexicanos, conociendo sus verdaderos intereses, tengan presente que los únicos capitales cuyo valor crece con e1 tiempo son los productos de la agricultura, y que las riquezas nominales son ilusorias cuando un pueblo no posee las materias primas que sirven para el mantenimiento del hombre o que proporcionan actividad a su industria. Los monarcas de España, al tomar el título de Reyes de las Indias, han considerado estas provincias lejanas más bien como partes integrantes de su monarquía y como provincias dependientes de la Corona de Castilla, que como colonias, en el sentido que desde el siglo XVI han dado a esta palabra los pueblos comerciales de Europa. Pronto se conoció que estas vastas regiones no podían gobernarse como los islotes esparcidos en el Mar de las Antillas. Estas circuns-tancias obligaron a la corte de Madrid a adoptar un sistema menos prohibitivo y a tolerar lo que se vio en la imposibilidad de impedir por la fuerza. De ahí ha

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resultado una legislación más equitativa que la que gobierna la mayor parte de las demás colonias del nuevo continente... No puede negarse que de 20 años a esta parte, las colonias españolas han sido gobernadas según principios más equitativos de cuando en cuando han levanta-do algunos hombres virtuosos su voz para ilustrar al gobierno acerca de sus ver-daderos intereses y hacer sentir que sería más útil a la metrópoli hacer florecer la industria manufacturera de las colonias que permitir el despilfarro de los tesoros del Perú y de México en la adquisición de mercancías extranjeras. Hubieran sido escuchados estos consejos si el ministerio no hubiese sacrificado demasiadas veces los intereses de los pueblos de un gran continente a los de algunas ciuda-des marítimas de España; pues no son los industriales de la península, hombres laboriosos y poco intrigantes los que han impedido los progresos de las manu-facturas en las colonias; más bien son los negociantes monopolistas, cuyo influjo político se haya protegido por una gran riqueza y sostenido por el conocimiento íntimo que tienen de las intrigas y necesidades momentáneas de la corte.3

Aunque indirectamente, las observaciones de Humboldt nos permiten enterar-nos de qué era lo que se ventilaba en la Nueva España en aquella época: los pequeños productores de mercancías amenazaban con derruir el régimen feudal-colonial existente, para conquistarse así su mercado interior.

En seguida insertamos un extracto hecho por nosotros de un folleto edi-tado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público que contiene algunas no-ticias estadísticas de la Nueva España de principios del siglo XIX. En estos datos se revelan palmariamente todos los puntos que hemos expuesto anteriormente: el desarrollo de la pequeña producción de mercancías, la lucha entre el campesino siervo y el hacendado, el crecimiento del mercado interior a fines del siglo XVIII y principios del XIX, etcétera.

El consulado de Veracruz, con apoyo en Real Orden de 21 de junio de 1802 solicitó a las intendencias de la Nueva España datos e informes geográficos, demográficos, administrativos y económicos, con el propósito de aumentar su conocimiento de las condiciones sociales y económicas del país, a fin de estudiar las medidas que deberían aplicarse tanto para resolver algunos problemas admi-nistrativos, como para impulsar el desarrollo de la agricultura, de la industria y del comercio... Apuntes estadísticos de la Intendencia de Veracruz. Manifestadas las causas principales que a mi corta inteligencia han influido en la decadencia de la agricultura, pesca y despoblación, lo haré de otras que también han tenido mucha parte. Es, pues, la de los grandes propietarios de tierras en nuestras inmediacio-nes; la hacienda de Santa Fe propia del Marqués de Salinas, y que vulgarmente llaman del mayorazgo de Higuera, tiene una extensión inmensa, se haya casi despoblada de lo que es ganado mayor propio de la misma hacienda, cuyo mayor beneficio saca de los arrendamientos que le pagan los colonos a quienes pone la ley a su antojo, y lo ha hecho en términos muy perjudiciales a los mismos

3 Humboldt, Alejandro de, Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, Resumen Integral realizado por Florentino M. Torner, pp. 75-77, 193-199 y 228-235.

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colonos, y a toda la causa pública; un rancho de ganado, o de siembra que en el año de 1768 por ejemplo, ganaba de arrendamiento cuatro pesos anuales, llevan hoy por él 20 y 5 pesos, y esto sería lo menos, lo que no es tolerable son las con-diciones duras y desproporcionadas, con que por la necesidad obligan a entrar a los colonos, de que la licencia que les da sólo contiene la que más 5 años, en la que se les impone varias condiciones que por quebrantamiento de cualquiera de ellas son lanzados, y por último la más injusta de todas es que al vencimiento del plazo todas las casas, oficinas, obrajes, árboles frutales y demás beneficios han de quedar al del propietario no pudiendo sacar el colono más que lo moviente que le pertenece; no es menos dura o impropia la condición de que todo colono que tenga un atajo de yeguas ha de dar al propietario un potro todos los años, y estar pronto con su persona y los demás sirvientes suyos para ayudar al dueño de la hacienda a dar recogida el día que se le antoje. Dije arriba que el año de 1768 se hallaban los llanos de Buena Vista y rancho de la Virgen muy poblados de ganado vacuno manso, y que el de 77 estaban también al corriente los obrajes de ladrillo del Tejar, Jumapa del Palmar de Cabe-zas y Novillero y Tejería del Carnaval; la disminución del ganado, ha dimanado únicamente de las inconsideraciones del propietario que obligó a don Remigio Fernández poseedor del rancho de la Virgen, el Palmar de Cabezas y don Juan Mendoza por los años de 1788 al de 90 a que dejasen libres los ranchos y obrajes que poseían, a lo que no tuvieron arbitrio de resistir porque el intento de cinco años antes con motivo de renovar la escritura de arrendamiento la hicieron a todos otorgarlas de nuevo poniéndoles en ella la dura condición de que al ven-cimiento, si el propietario le convenía quedarse con la casa, oficina y obraje, podría hacerlo, y en efecto fueron lanzados los colonos referidos dejando las posesiones a beneficio del Marqués de Salinas que en honor, galeras, casas y otros utensilios, que se hallaban solamente en el rancho de La Virgen, Jamapa del Palmar, Cabezas y Hornos de los dos Tejares de dentro y fuera, no bajaba su valor de 70,000.00 los cuales se perdieron absolutamente porque los obrajes fue-ron abandonados, se cayeron las fincas, y este público perdió la comodidad de tener estos materiales más a la mano, y los muchos individuos que se ocupaban en su laborío y conducción, se despatriaron de estas inmediaciones. “Veracruz 18 de agosto de 1814”.

Intendencia de VeracruzCinco villas; 35 pueblos, 202 ranchos, 72,753 habitantes

Subdelegación de Xalapa [...] El ramo de agricultura produce maíz, frijol, chile y azúcar con bastante abundancia pues sólo en el corto distrito de 4 leguas se cuentan 11 trapiches. Artes mecánicas sólo se conocen 4 tenerías, 20 zapaterías y 6 carpinterías. La población de esta villa se regula de 4,500 a 5,000 vecinos espa-ñoles. “La indiada de esta Subdelegación sólo los tributarios (que desde quince años hasta 70 deben pagar tributo) asciende a 4,484 y por un cálculo prudencial debe haber igual número de jóvenes exentos de tributo, y del sexo femenino 6,000 almas...” 22 de febrero de 1804. Subdelegación de Antigua. Existen en Antigua 4 haciendas, 92 ranchos de ganados y 110 de labores. La población está dividida de la siguiente manera: indios, 411; españoles, 120; de otras castas 3,500. Mayo 25 de 1803 y enero 5 de 1807.

Tlalixcoyan No tiene fábricas ni obraje. Su ocupación es la agricultura en el ramo de algodones. Tiene 5 haciendas de ganado mayor; 1,500 habitantes; tiene como 60 ranchos regulares y chicos de crías de ganado mayor; tiene 12 ranchos de siembras de algodón, grandes con 60 fanegas de tierra cultivada y de medianos y chicos una infinidad de ellos. 19 de abril de 1803 y 15 de diciembre de 1806.

Córdoba Hay en Córdoba 16 pueblos; 23 haciendas de fabricar azúcar, 2 de labor, 11 de ganado mayor, 2 de menor, 28 rancherías y 35,480 habitantes. Orizaba. En la villa es muy crecido el número de los comerciantes y labradores, por lo que son incalculables los productos de ambas ramas; pero debe tenerse en con-sideración que un razonable número de hombres y mujeres viven empleados en las fábricas de puros y cigarros. Además de éstas hay 3 molinos de panmoler, 3 sombrererías, como 30 telares de hacer mantas, 3 curtidurías de hacer baquetas, 6 gamuzerías y 9 ladrillerías y tejerías. Junio 28 de 1803.

Tlacotalpan Existen algunas haciendas de ganado mayor y algunos ranchos cor-tos; no hay obrajes y una sola fábrica de cal y ladrillo subsiste. Mayo de 1803.

Noticias estadísticas de la Intendencia de Puebla

Existen en la Intendencia 5 ciudades, 1 villa, 607 pueblos, 133 parroquias, 425 haciendas, 886 ranchos, 7 estancias de ganado y 508,028 almas. Hay 14 molinos que trabajan y benefician con los dos ríos llamados Atoyac y San Francisco. Comercio: 45 tiendas de géneros de castilla, 39 mestizos, 102 de pulpería, 39 panaderías, 286 vinaterías, 4 tiendas de mercería, 136 cajones y 12 alacenas de quincallería, 36 tocinerías, 8 curtidurías y 3 almacenes. La mayor parte de estos habitantes vive de su industria y trabajo corporal dedicados los más al hilado de algodón en que apenas logran su muy escasa subsistencia, de modo que componiendo una mitad de la población el estado eclesiástico, los empleados en tribunales y oficinas, los ricos y hacendados, los mercaderes y artesanos de crédito, puede asegurarse que el resto de gente no alcanza otro arbitrio ni recurso honesto que el del torno y el algodón. Hay también 28 tiendas de almacenes que llaman de ropa de la tierra en que recibiendo y comprando por menor las mantas, paños, y demás telas a que redu-cen a aquellos hilados por medio de 1,200 tejedores que hay en la ciudad entre maestros y oficiales, se venden luego por mayor para su expendio en otras partes del reino, principalmente en los pueblos de tierra dentro. Este comercio, y el que antiguamente hubo de la remisión de sombreros y loza para el Perú, daban a la Puebla otro semblante del que hoy tiene en razón de su industria y comercio; pero el de los sombreros y loza se cortó enteramente desde el año de 1710, y el de la ropa de la tierra se ha debilitado de modo que no se oyen más que lamentos de sus traficantes, contentándose los más de ellos con venderlas al liado a plazos largos, o permutándolas por partidas de mulas y caballos que llegan a estos eji-dos por los meses de Noviembre y Diciembre. Antiguamente como se ha insinuado, era uno de los ramos pingues de indus-tria para esta ciudad la fábrica de su loza, estimada en todo el reino, y aunque en el día no deja de conservar algún aprecio, apenas han quedado 16 casas de este comercio de más de 40 que había en el año de 1793.

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A más de los telares de algodón y sus hilados (que son como se ha dicho el principal ramo de industria con que subsiste la mayor parte de este vecindario) hay dos fábricas de paños y telas de lana con los nombres de jergas, frazadas, etcétera, bastantemente adelantados en razón de sus tejidos por la aplicación y esmero de los dueños que las poseen y gobiernan. Hay dos fábricas de vidrio en que se construyen vasos de varias formas aun-que débiles y de poca consistencia, que se expenden en todo el reino...Tiene igualmente esta ciudad una fábrica de salitre que se trabaja por cuenta del rey... “También hay estanco de tintes y colores subalterno del de México; y asiento de nieve y gallos, que se remata por cuenta de la real hacienda...

Partido de Cholula. Agricultura. La industria de la mayor parte de la gente de razón, y aún de algunos pocos indios, consiste en los tejidos de algodón de que hay bastantes telares, y en que trafican y comercian varios individuos, compran-do ahí las mantas por vía de comisión para surtir los almacenes de esta ciudad donde se consumen algunas, dando salida a los restantes para los pueblos de tierra adentro...

Pueblos de Huejotzingo. Hay una ciudad, 36 pueblos de indios, 45 haciendas y 30 ranchos, donde habitan 22,608 personas. El cuerpo de vecinos principales lo componen algunos comerciantes con tiendas de pulperías en los diversos pueblos de la jurisdicción; y los labradores dueños o arrendatarios de las haciendas de labor, cuyo ejercicio es el principal, y casi único recurso para el sostenimiento de este partido, pues los indios que es la mayor parte de la población, se mantienen con ella y de los jornales que ganan en las haciendas, y el resto de gentes pobres de otras castas subsisten del hilado y tejido de algodón; comprando esto algunos vecinos de la cabecera por cuenta de los almaceneros de ropa de la tierra residentes en Puebla, abonándoles esto a los compradores, por vía de comisión, un real en cada manta. El número de estas fábricas en el año de 1802 ascendió a 1,400 piezas de que se remitieron a México cerca de la mitad, 400 poco más o menos que salieron para los pueblos de Cuernavaca, Apam, Tenango, Atlixco y San Carlos, y el resto que vino a esta ciudad de Puebla según va indicado...

Pueblos de Tochimilco. Están formados por 9 pueblos, 4 haciendas, 7 ranchos y 6,348 almas.Los indios se ocupan de jornaleros en las fincas, y la gente de razón que no ejerce ningún oficio subsiste con el hilado de algodón y con el ejercicio de arrieros.

Pueblos de Izúcar. Son 40 pueblos, 14 haciendas y 27 ranchos poblados por 23,344 almas. Los indios por lo común subsisten con las siembras del azafrancillo, cacahua-te, comino y anís que son de su peculiar industria, vendiéndolo a los vecinos de razón que los expenden en México, Puebla, y otros parajes donde tienen consu-mo. La gente de razón en la cabecera, a excepción de algunos pocos artesanos, subsisten en el ejercicio de arrieros, y otros, que son los más, en las 4 curtidurías ahí establecidas en que se benefician los cueros de las reses que consume el mis-mo partido, y pueden calcularse de 1,200 a 1,400 en el año, los cuales se remiten a Puebla para su expendio.

Provincia de Guadalajara

Enumera las diversas ramas de industria dando los datos siguientes: total, valor, introducciones, valor, extracciones, valor. Estas ramas son: lana, sal, pescado ro-balo, pescado lisa, pescado mero, pescado camarón, aguardiente de uva, aguar-diente de caña, queso, cebo, jabón, carey, carne, cueros al pelo, perla, fustes de silla, frenos, loza, salitres, jarcia, costales, aceitunas, café, curtidos, gamuzas de venado, vaquetas, saleas, cueros de chivo, de puerco, cordobanes, zapatos, sillas de montar, etcétera. Industria. Hace 35 años que no se conocían en la Nueva Galicia las manu-facturas de las que usan los pobres y era preciso proveerse de Querétaro, San Miguel el Grande, México y Puebla a donde llevaban las primeras materias como sucede hoy con las sobrantes; pero de resultas de una fábrica que se estableció en esta capital y hace algunos años que no existe, y la grande escasez de géneros de Europa en la última guerra, que ocasionó una exorbitante subida de precios, y puso en necesidad de surtirse de ellos de algún modo, se encuentran en todos los pueblos numerosos fabricantes de lienzos de algodón de todas clases y anchos, cocos imitando los de china, cambayas, jerguetillas, colchas, rebozos ordinarios, y otros géneros, de suerte que no sólo hay para el consumo interior, sino que sobran algunos y se extraen para otras provincias en donde los prefieren a los de Puebla por su mejor hilado y tejido con la particularidad de que el ingenuo suple del modo posible la falta de conocimientos de los instrumentos y máqui-nas más propios para estos artefactos sirviéndose de malísimos tornos, peores telares, raros moldes para estampados y obligados a despepitar los capullos con los dedos; lo mismo sucede con el sayal, mangas o conchos, jerga, frazadas o manta, sarapes, sombreros y pañetes de lana, siendo éstos otros tantos ramos de industria que ocupando mucha gente proporcionan con ventajas la provisión de estos vasallos; no hay un obraje o fábrica formal en toda la provincia, y por su falta vienen aún de México, Querétaro y de otros pueblos todos los paños y ba-yetas ordinarias que se consumen. En cada jurisdicción se conoce una industria particular pues además de la siembra y cría que es común a todas, en unas le son privativas las manufacturas de lana, en otras el beneficio de sales y yesca, en otras caza de venados para aprovechar las pieles, en otras la cría y engorda del ganado de cerda; en otras la fábrica de jabón; en otras la fabrica de loza... y si el consulado determinase una suscripción entre sus individuos y otras personas pudientes para establecer una fábrica de géneros de lana y algodón, haciendo venir de Europa los telares y máquinas propias para abreviar los trabajos, al mismo tiempo que éstos salen más vistosos y consistentes, sin duda alguna que sobre producir cuando menos un rédito correspondiente al capital impuesto, ocuparían muchos brazos y por consiguiente disminuiría el ocio y los males que de él resultan. Guadalajara, 6 de septiembre de 1804.4

En el desarrollo de la Revolución de Independencia es en donde más claramente observamos la lucha de clases que se ventilaba en el período que estudiamos.

4 Secretaria de Hacienda y Crédito Público, Dirección de Estudios Financieros, Relaciones Estadísticas de Nueva España de principios del siglo XIX, Archivo Histórico de Hacienda, Colección de documentos publicados bajo la dirección de Jesús Silva Herzog, vol. III, México, 1944, pp. 1 y 8-111.

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La acumulación originaria en México • 325

El golpe de estado de los propios españoles en contra del virrey Iturrigaray desencadenó el proceso revolucionario. Aquel movimiento tenía como finalidad lograr la independencia de los españoles de aquí respecto de los de Ultramar, puesto que estos últimos empezaban ya, a causa de sus problemas en Europa, a gravitar pesadamente sobre aquéllos. Este primer paso hizo posible que des-pués, los criollos, so pretexto de preservar estos reinos para Fernando Séptimo y lograr la autonomía respecto de España, se lanzaran a la lucha en contra de los españoles de México, para zanjar con ellos sus diferencias ancestrales; en efecto, aquéllos se consideraban como los legítimos dueños de la Nueva España y veían a España y a los españoles como usurpadores de un poder que no les pertenecía, como unos verdaderos parásitos que se alimentaban a costa de dejar exangüe al país. Los españoles mantenían todos los puestos clave de la administración y el comercio, en tanto que los criollos eran los poseedores de las grandes fincas rústicas; los primeros estaban así en una posición francamente delicada pues su número tendía constantemente a disminuir por su conversión en criollos; la con-tradicción entre criollos y españoles sólo pudo madurar y ser la fuente de una revolución hasta que los primeros estructuraron un régimen económico propio (latifundismo) que era el dominante en el país y que reducía la dominación espa-ñola al carácter de un aparato obsoleto que debía desaparecer. Los criollos o ha-cendados feudales conspiraron, socavaron el ejército que en sus cuadros dirigen-tes estaba en gran parte integrado por personas de su clase, concitaron el odio de los indios, la gente más fácil de “alzar”, en contra de los españoles, odio que tenía una base real en la persistencia del tributo bajo la forma de capitación personal y en mil razones complementarias. Hidalgo fue el representante de los criollos o hacendados feudales durante esta primera fase de la revolución. Lentamente, casi a desgano, los pequeños agricultores (los campesinos-siervos productores de mercancías), representados por Morelos, Galeana, Guerrero, etcétera, se van incorporando a la lucha; sus objetivos se aclaran conforme ésta progresa y pron-to tienen en la mira a los propios criollos, de los que reclaman la liberación de la servidumbre y la propiedad de la tierra. Hidalgo y sus compañeros, o sea los líderes militares de los criollos, son abandonados por éstos, que al comprender el punto al que ha llegado la lucha y la amenaza que se cierne sobre ellos, se alían con sus antiguos enemigos, los españoles, para presentar un frente unido a los campesinos que son quienes ahora han pasado a la vanguardia del movimiento. Éste, ahora, no sólo tiene como contenido la independencia respecto de España, sino además la liberación de la servidumbre y el fraccionamiento de los latifun-dios, o sea, la disolución del régimen feudal por la vía revolucionaria.

La fase verdaderamente crucial, definitiva, de la lucha revolucionaria de los campesinos-siervos es la comprendida en el período en que la rebelión es encabezada por Morelos, el gran estratega campesino. Derrotados los campe-sinos siervos porque no podía ser de otra manera frente al poder unido de los españoles y los terratenientes feudales criollos, su lucha adquiere el carácter de una guerra irregular, fraccionados sus ejércitos hasta el infinito, caminando así, inexorablemente, hacia el desastre final. Esta derrota de los pequeños produc-

tores de mercancías agrícolas significa, única y exclusivamente, que obtenida su liberación como resultado fundamental de la lucha, sin embargo no iban a lograr fraccionar los latifundios de los terratenientes, como pretendían. No quie-re esto decir que su desarrollo se fuera a paralizar, sino que, al contrario, con la liberación iba a tomar un gran impulso no conocido anteriormente; pero esto no sería como ellos hubieran querido, mediante la eliminación de los terratenientes y la apropiación de sus tierras, sino, en el caso de campesinos ya propietarios de antaño, viéndose liberados de todas las tareas y obligaciones respecto al señor feu-dal, con lo que podía cultivar libremente sus tierras, y en el caso de los campesinos sin tierras, pasando a depender de aquéllos como colonos o arrendatarios, pero ya no como siervos.

Debilitados y sometidos al orden los campesinos, los hacendados feudales se disponen a ajustar ahora sí cuentas con los españoles, sus antiguos enemigos. Llaman en su apoyo a los vencidos ejércitos insurgentes, que en la persona de Guerrero van a ratificar su derrota dando el espaldarazo a los vencedores a cam-bio de la simple promesa de que sus ya menguadas reivindicaciones serían reali-zadas por el nuevo Gobierno se consuma así la independencia con la ascensión al poder, sin alianzas con nadie, de los hacendados feudales criollos representados por Agustín de Iturbide.

Como era de esperarse, el gobierno de Iturbide no cumplió ninguna de las promesas hechas a los ejércitos insurgentes; por tal motivo, éstos se vieron en la necesidad de imponer a los terratenientes la República, en la que, si bien la Presidencia recayó en Guadalupe Victoria, un representante de los hacendados, muchos de los restantes puestos importantes fueron adjudicados a los insur-gentes. Este equilibrio inestable alcanzado por la lucha de clases fue roto por los terratenientes, quienes empezaron a regatear sus conquistas a los pequeños productores de mercancías agrícolas, por lo que éstos decidieron tomar en sus manos el poder; impusieron en la Presidencia, por un golpe de Estado, a Guerre-ro, quien había sido derrotado en las elecciones legales. Guerrero llevó hasta sus últimas consecuencias las reivindicaciones de los pequeños productores agrícolas (lo que quedaba de sus primitivas reivindicaciones una vez que habían sido re-ducidas a su mínima expresión por la derrota sufrida durante la Revolución de Independencia); obligó al reconocimiento definitivo de la abolición de la servi-dumbre y del campesino libre como persona igual, frente al Estado, que el terra-teniente. La restauración del dominio de los hacendados a través del gobierno de Bustamante se fincó ya sobre la base del reconocimiento de ese estatus del campesino. Con eso se desarrolló libremente en una escala superior la producción de mercancías agrícolas.

Al final de la Revolución de Independencia empieza en nuestro país un vertiginoso proceso de disolución del régimen feudal. La liberación de los cam-pesinos-siervos y la abolición de los gremios, resultados principales de la lucha, dan un nuevo y poderoso impulso a la producción de mercancías.

Al disolverse la sociedad feudal surgieron a la superficie los elementos para la estructura económica de la sociedad capitalista mexicana: los productores

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directos liberados de la servidumbre y de la coacción gremial y los dueños de una gran parte de las tierras y del dinero, los terratenientes, que habían perdido su relación personal con el campesino y que debieron también convertirse en productores de mercancías, es decir, se vieron obligados a comercializar la tierra mediante su arriendo a los productores directos que carecían de ella.

b) Despojo de los medios de producción y de las garantías de vida que las viejas instituciones feudales aseguraban al productor

La fase anterior del proceso sólo creaba productores libres, propietarios de sus medios e instrumentos de producción (o, en el caso de algunos tipos de campe-sinos, arrendatarios o colonos libres); las tierras no podían por tanto convertirse en capital ni los productores libres en obreros; para lograr esto era necesario ex-propiar a los productores libres de sus medios e instrumentos de producción. Sirve de base a este proceso (que es el núcleo de la acumulación originaria), la expro-piación que priva de su tierra al productor rural, al campesino.

El motor de esa expropiación es el hambre insaciable de tierras que se des-pierta en el terrateniente al verse súbitamente privado de su fuente de riqueza, es decir, de la servidumbre de los campesinos; entonces se ve espoleado, al disol-verse el régimen feudal, a acaparar la mayor cantidad posible de tierra para así arrendarla y obtener de esta manera un ingreso.

Cómo fue expropiada de la tierra la población rural en México.

Al término de la Revolución de Independencia la servidumbre desapareció de hecho; durante los años siguientes cristalizó una situación que se caracterizaba porque la gran mayoría de la población se componía de campesinos libres, due-ños de la tierra que trabajaban; en las grandes haciendas de los terratenientes los siervos fueron sustituidos por verdaderos colonos y arrendatarios libres; los jor-naleros agrícolas (peones), en su mayor parte eran campesinos que aprovecha-ban su tiempo libre para trabajar con los grandes terratenientes por un salario y, en gran parte eran “peones acasillados”, es decir, asalariados que a su vez eran labradores, pues se les daba casa y tierra dentro de las grandes haciendas para complementar su salario. Las comunidades indias y mestizas con su propiedad comunal que garantizaba la subsistencia de sus miembros, formaban uno de los pilares más sólidos de los campesinos en esta época. Estas condiciones verdade-ramente idílicas se tradujeron en un gran desarrollo de la pequeña producción de mercancías agrícolas.

Al desenvolverse ésta se constituyó una clase de pequeños comerciantes que de ahí en adelante se convirtieron en los principales arrendatarios de las únicas tierras disponibles, o sea, las de los hacendados; se formó un nuevo tipo de arrendatario que empleaba cada vez más trabajo asalariado; nació así el ca-pitalista agrícola.

Unidos por un interés común: el hambre insaciable de tierras para explo-tarlas mercantilmente, el terrateniente y su engendro, el colono o arrendatario

capitalista (en esta época casi todavía en germen), arremetieron en contra de los campesinos libres, de las comunidades indígenas, de las comunidades de mestizos y de las corporaciones religiosas, para despojarlos de sus tierras.

El proceso de expropiación se inicia, al comenzar la segunda mitad del si-glo pasado, lanzando fuera de las fincas de los terratenientes a la numerosa cau-da de sirvientes que ya no era costeable mantener bajo las nuevas condiciones; se les privó de sus tierras de labranza que desde tiempos inmemoriales les habían sido adjudicadas para complementar su subsistencia y las convirtieron en objeto de comercio, en tierras para arriendos; igualmente, los antiguos colonos, arren-datarios, aparceros, terrasgueros, etcétera, que habían transformado, a raíz de la abolición de la servidumbre, sus títulos feudales de posesión de la tierra en títulos que reconocían un derecho precario de posesión derivado de la propiedad privada del terrateniente sobre la misma, fueron echados de las grandes hacien-das para hacer lugar al nuevo tipo de arrendatario que ya hemos mencionado. El mercado de trabajo se vio enriquecido por las oleadas de masas de campesinos despojados de sus medios de producción, mientras que éstos se convirtieron en capital en manos de los nuevos arrendatarios. Esta primera fase del proceso se inicia, como ya dejamos dicho, al doblar el siglo XX su punto medio

Después de la restauración de Bustamante, la Iglesia, el principal señor feudal, pretende volver las cosas al estado que guardaban durante la Colonia; se entabla una lucha, llena de altibajos, entre los hacendados y los campesinos libres por un lado, y el clero por el otro, en el que unos, los primeros, pretenden conservar el nuevo orden conquistado, y los otros quieren restaurar el régimen feudal que ya ha quedado definitivamente disuelto. Todo el período que abarca desde la presidencia de Bustamante hasta la revolución de Ayutla se caracteriza precisamente por esa lucha que alternativamente lleva a unos y otros al poder y que produce las más curiosas alianzas y conflictos entre las clases beligerantes.

Al calor de los progresos de la producción de mercancías se desarrolla una clase de nuevos comerciantes que necesitan tierras para explotarlas como capitalistas, esto es, empleando trabajo asalariado, los terratenientes, que han sido obligados a reconocer la libertad del campesino al que han permitido seguir gozando, aunque ahora bajo otros títulos de las tierras que se les concedieron desde tiempos inmemoriales, son acosados por esta pequeña burguesía agraria, formada por comerciantes ávidos de tierras, para que desaloje de sus haciendas a toda esa cauda de sirvientes, aparceros, medieros, colonos, arrendatarios, etcé-tera, que ha heredado del régimen feudal y los sustituya por modernos colonos y arrendatarios capitalistas, es decir, para que mercantilicen sus propiedades. La expresión política de este fenómeno es la revolución agraria con la finalidad de obligar a los terratenientes a convertirse en “hijos de 1os tiempos”. No se trata, como vemos, de un campesino en abstracto, sino precisamente de este pequeño burgués, germen del capitalista, y al que veremos más tarde transformarse ple-namente en un pequeño capitalista; su móvil no es otro, desde esta temprana época, que el hambre insaciable de ganancias.

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El segundo paso fundamental en el despojo de los productores directos agrícolas, de los campesinos, es la Reforma, iniciada con las Leyes de Desamor-tización del 25 de junio de 1856; la pequeña burguesía agraria y los terratenien-tes (a quienes ya había aquélla convertido al torturador principio, alma de la sociedad capitalista, del aura sacra fames) en íntima alianza, se lanzaron sobre las tierras de la Iglesia y de las Corporaciones Civiles (Municipios, Pueblos de Indios y de Mestizos). El carácter precavido y tibio de los terratenientes, que aún profesaban un temeroso respeto a la Iglesia, determinó que el proceso de desamortización de los bienes de ésta fuera muy lento y lleno de concesiones. Hubo de tomar entonces el poder la propia pequeña burguesía para así darle el golpe de-finitivo a la Iglesia a través de la nacionalización de sus bienes y el impulso decisivo al despojo de las tierras de los pueblos de indios y mestizos. Cierto es que quien tuvo el honroso papel histórico de guiar a esta clase en esta fase de su desarrollo fue Benito Juárez.

Las grandes haciendas de la Iglesia, principal propietario feudal, pasaron, por este expediente, directamente a manos de los ricos comerciantes y de los mis-mos terratenientes laicos; de esta manera se derribó el último bastión del antiguo régimen y se incorporaron esas riquezas a la producción capitalista agrícola na-ciente; los campesinos que se encontraban asentados en esas fincas conforme a sus títulos feudales fueron, desde luego, lanzados de ellas sin contemplaciones.

La Reforma también tuvo efecto sobre la propiedad comunal de los indios y de las corporaciones civiles como los ayuntamientos y los pueblos de indios y mestizos. Si los frutos de la nacionalización de los bienes del clero habían ido a caer exclusivamente en manos de los grandes terratenientes y de los nuevos grandes comerciantes, los resultados de la destrucción de las corporaciones civi-les beneficiaron al terrateniente y a la pequeña burguesía por igual. Ambos entra-ron a saco, con todo lujo de violencia, sobre las tierras de los campesinos libres, de las comunidades de indios y de las congregaciones de mestizos o rancherías y arrojaron de ellas a sus ocupantes ancestrales.

La última fase de la expropiación de los productores agrícolas se realiza cuando ya el régimen capitalista mexicano se encuentra en un punto muy avan-zado de su desarrollo. Con el pretexto de incorporar a la producción las tierras baldías (Ley de Terrenos Baldíos del 20 de junio de 1894), los terratenientes organizaron, en la última década del siglo XIX, una nueva batida en contra de la pequeña propiedad agrícola independiente y de las comunidades de indios y mestizos; sus ocupantes fueron lanzados al mercado de trabajo y las tierras pasaron a aumentar las posesiones de los antiguos latifundistas o a crear nuevos latifundios; la pequeña burguesía agraria había evolucionado, para estas alturas, a la categoría de burguesía rural; pero al mismo tiempo el hacendado se ha-bía convertido también en capitalista agrícola. Por esta circunstancia, no sólo el verdadero campesino independiente y los condueños indios y mestizos sufrieron la agresión del terrateniente, sino que su mismo engendro preferido, el antiguo arrendatario y pequeño burgués transformado en capitalista fue objeto de la codi-cia del tiburón mayor, quien lo llevó a la ruina total. Aquí precisamente, en esa

contradicción entre explotadores, radica el motor fundamental de la Revolución de 1910.

Marx, al finalizar el estudio del proceso de despojo de los campesinos in-gleses por sus terratenientes, hace un resumen del mismo que cae como anillo al dedo en el caso de México.

La depredación de los bienes de la Iglesia, la enajenación fraudulenta de las tie-rras del dominio público, el saqueo de los terrenos comunales, la metamorfosis, llevada a cabo por la usurpación y el terrorismo más inhumanos, de la propiedad feudal y del patrimonio del clan en la moderna propiedad privada: he ahí otros tantos métodos idílicos de la acumulación originaria. Con estos métodos se abrió paso la agricultura capitalista. Se incorporó el capital a la tierra y se crearon los contingentes de proletarios libres y privados de medios de vida que necesitaba la industria de las ciudades.5

2. Génesis del capitalista agrícola en México

Una primera forma del capitalista agrícola surge en México de los colonos y arrendatarios provenientes de los pequeños productores de mercancías agrí-colas y de los pequeños comerciantes que aparecieron en grandes cantidades con el desarrollo de la producción de mercancías posterior a la Revolución de Independencia; estos nuevos colonos y arrendatarios desplazaron al viejo tropel de campesinos que usufructuaban desde tiempos ancestrales tierras del señor, ya fuera como medieros, aparceros, terrazgueros, colonos o arrendatarios, y evo-lucionaron hasta convertirse en verdaderos empresarios capitalistas agrícolas. La segunda forma del capitalista agrícola surge de los propios terratenientes. Una vez que éstos se enriquecieron como intermediarios (arrendadores de tierras, etcétera) de los capitalistas de la primera forma, volcaron todo su poder eco-nómico en la explotación por su propia cuenta, es decir como empresarios ca-pitalistas, de sus grandes extensiones de tierra. Este tránsito empieza a darse en México alrededor de la década de los ochenta del siglo XIX. Es obvio que el desarrollo venturoso de esta segunda forma supone, necesariamente, el debilita-miento agudo de la primera.

Ya señalamos que la contradicción entre estos dos tipos de capitalistas agrícolas es una de las causas principales de la Revolución de 1910.

3. Cómo repercute la revolución agrícola sobre la industria. Formación del mercado interior para el capitalismo

Con la expropiación y desahucio de la población campesina, afluyen a la indus-tria de las ciudades masas crecientes de proletarios desligados por completo del

5 Marx, Carlos, El Capital, t. I, p. 624.

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La acumulación originaria en México • 331

régimen feudal.Este elemento de la acumulación originaria pone a disposición del capital

los elementos necesarios para su funcionamiento.En primer lugar, quedan disponibles para el capital industrial grandes

cantidades de obreros que venden su fuerza de trabajo en el mercado.También quedan disponibles para el capital industrial los antiguos medios

de vida de los campesinos, quienes ahora tienen que comprar al capitalista el valor de los mismos por medio de la venta de su fuerza de trabajo. Tales medios de subsistencia pasan a formar parte del capital variable.

Por último, quedan disponibles para el capital industrial las materias pri-mas agrícolas que antes eran suministradas por los campesinos a la industria arte-sanal de producción local. Éstas se convierten en elementos del capital constante.

La expropiación y el desahucio de una parte de la población rural no sólo dejan a los obreros, sus medios de vida y sus materiales de trabajo disponibles para que el capital industrial los utilice, sino que además crea el mercado interior. En efecto, las materias primas y los medios de vida se convierten en mercancías vendidas por los grandes arrendatarios capitalistas a los capitalistas manufac-tureros; éstos, a su vez, venden los artículos manufacturados en los mercados rurales. A la par con la expropiación de los antiguos labradores independientes y su divorcio de los medios de producción, avanza la destrucción de las industrias rurales secundarias, el proceso de diferenciación de la industria y la agricultura. Pero sólo la gran industria maquinizada puede completar este proceso.

4. Génesis del capitalista industrial mexicano

Un primer tipo de capitalista industrial es el que proviene directamente de los artesanos independientes que se desarrollaron en grandes cantidades con poste-rioridad a la Revolución de Independencia y de los comerciantes de ellos surgi-dos. Su evolución pasa por aquellas fases que estudiamos al analizar los métodos de producción de plusvalía relativa en México (cooperación simple, manufactu-ra e industria maquinizada); para la década de los ochenta del siglo XIX este tipo de capitalistas ya habían desahogado las etapas previas y avanzaban a grandes pasos en el proceso de maquinización de la producción; los antiguos maestros artesanos y los pequeños comerciantes de ellos nacidos se habían convertido en capitalistas industriales.

Otro tipo de capitalistas industriales tiene su origen en los propios terra-tenientes super enriquecidos con el arriendo de tierras, los préstamos refaccio-narios, etcétera, en los grandes comerciantes heredados del régimen feudal y los nuevos que se habían formado gracias al gigantesco e impetuoso desarrollo de la producción mercantil en nuestro país, y en los grandes banqueros, que hasta ahí sólo se habían dedicado a actividades mercantiles en las que se habían en-riquecido; al llegar los años ochenta del siglo XIX, todos estos especímenes vuel-can sus fabulosas riquezas a la producción industrial y establecen de un golpe

una poderosa industria maquinizada relativamente moderna. De absoluta necesi-dad era que los capitalistas y las industrias del primer tipo fueran desplazados y arruinados por los grandes tiburones de la aristocracia capitalista y su grandioso complejo de industrias modernas.

Esta contradicción que señalamos fue otra de las fuentes fundamentales de la Revolución de 1910. Conforme avancemos en nuestra exposición, más cla-ro se verá cómo ese movimiento social cataclísmico no era, en el fondo, sino una lucha entre dos tipos de vulgares explotadores capitalistas.

5. Otras formas de la acumulación originaria en México

a) El capital comercial y usurario heredado del régimen feudal

Esta fuente de la acumulación originaria de capital dinero tiene una gran impor-tancia en el proceso de nacimiento del régimen capitalista; el capital comercial proveniente del disuelto régimen feudal se incrementa durante todo el período de desarrollo de los pequeños productores de mercancías y en las primeras fases del desarrollo propiamente capitalista; obligado por los cambios en la naturale-za del régimen económico, el capital comercial de origen feudal se transforma en capital industrial. Este tránsito se da en nuestro país a partir de 1880.

b) La deuda pública

Otro poderoso instrumento de la acumulación originaria es la deuda pública. En nuestro país actuó como tal de una manera indirecta; en lo fundamental, el tesoro público estuvo enajenado a extranjeros desde que el arreglo de la deuda de Londres (en 1886) dio acceso al país a los mercados financieros europeos. De esta manera, el Estado creó con el capital extranjero una infraestructura necesarísi-ma para el desarrollo del capital nacional a la vez que éste no distraía sus recursos de su propósito fundamental. El complemento necesario de la deuda pública fue el sistema impositivo que, descansando sobre los gravámenes a los artículos de consumo necesario, constituyó un elemento más, a través de los altos precios que generaban necesariamente, en la expropiación de los pequeños productores inde-pendientes (campesinos, artesanos, etcétera). Los ingresos del Gobierno Federal por concepto de impuestos indirectos en 1867 y en 1908 fueron de $11’873,683 y $82’288,506 respectivamente; el nivel general de precios subió de 68.7 en 1877 a 163.5 en 1911;6 estos datos revelan hasta qué punto debería haber avanzado ya la expropiación de los pequeños productores independientes.

c) El sistema proteccionista

La industria mexicana estuvo, a todo lo largo de sus primeros períodos de exis-tencia, es decir hasta 1910, suficientemente protegida. El mercado nacional

6 Estadísticas económicas del Porfiriato, op. cit., pp. 172 y 179.

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pertenecía íntegramente a los capitalistas industriales autóctonos. Antes de la Reforma Monetaria de 1905 la misma depreciación constante de la plata en los mercados mundiales brindaba una protección extra a la producción nacio-nal. Una cuidadosa política específicamente proteccionista siguió el gobierno de México durante toda la segunda mitad del siglo XIX y las primeras décadas del xx, la que se aplicó siempre, a juicio de algunos, incluso excesivamente. Es na-tural que el monopolio interior para los capitalistas nacionales haya encarecido en gran proporción los artículos manufacturados, acelerándose así el proceso de expropiación de los productores directos.

d) El capital extranjero

Una de las fuentes fundamentales de la acumulación originaria fue la inversión de capital extranjero en el país durante el período de 1884 a 1911.

Las inversiones extranjeras en nuestro país han sido uno de los pilares fundamentales en que se sustentan las teorías oportunistas acerca del desarro-llo de la economía mexicana; estos prejuicios teóricos son los mismos que se emplean por esas mismas personas para caracterizar la naturaleza de las in-versiones del capital extranjero en los días que corren. El punto medular de su argumentación descansa en la consideración del capital extranjero como un freno al desarrollo del capitalismo mexicano; se asegura, además, que aquél ha creado una dependencia colonial o neocolonial de nuestro país respecto a los Estados Unidos; como corolario de estas premisas se concluye que la miseria que atenaza al pueblo mexicano proviene de la falta de desarrollo del capital na-cional ocasionada por la intromisión del imperialismo. Estas mistificaciones del desarrollo económico de nuestro país, que no son otra cosa que meros prejui-cios burgueses de origen muy preciso (fracción burguesa que produce bienes de consumo), han sido tomadas como verdades irrefutables por los lacayos preferi-dos de la burguesía mexicana, por los “teóricos” marxistas, y reeditadas por su cuenta como una interpretación marxista-leninista de la realidad nacional. Este antiimperialismo burgués a que nos referimos se ha convertido en uno de los prejuicios económicos y políticos más profundamente enraizado en la conciencia del proletariado mexicano; eso nos obliga a tratar aquí con detenimiento los antecedentes históricos de este problema.

Hasta antes de iniciarse el período Porfirista, el desarrollo del capitalismo mexicano se había realizado exclusivamente con recursos internos. La reforma había dado como frutos fundamentales el desarrollo de una industria manufac-turera autóctona en constante ascenso, el establecimiento de una agricultura capitalista basada en los arrendatarios, colonos y rancheros de nuevo tipo, el auge del comercio interior y el enriquecimiento de los terratenientes que se ha-bían convertido en “comerciantes de tierras” y en proveedores de crédito para los capitalistas agrícolas; pronto los grandes comerciantes y los terratenientes formaron capitales excedentes que pugnaban por valorizarse, por invertirse ren-tablemente.

334 • El desarrollo del capitalismo mexicano

El régimen capitalista mexicano se había desenvuelto dentro del sistema de circulación del dinero heredado del régimen feudal; el incremento de la circu-lación de mercancías y del dinero que el capitalismo había traído necesariamen-te consigo exigía un moderno sistema de crédito que permitiera acelerar hasta el máximo aquella circulación y en consecuencia el proceso todo de producción de plusvalía.

El sistema de crédito se hace imprescindible en el régimen capitalista, por las siguientes razones:

Disminuye los gastos de circulación1. . Uno de los gastos principales de circu-lación es el dinero mismo, en cuanto valor de por sí. Se economiza de tres modos: a) haciendo que desaparezca en gran parte de las transacciones; b) acelerando la circulación de los medios circulantes; por una parte la aceleración a que nos referimos tiene carácter técnico, es decir, perma-neciendo idéntico el volumen y la cantidad de los actos de circulación de mercancías que sirven de vehículo al consumo, con una masa menor de dinero o de signos monetarios se realiza el mismo servicio; esto se halla relacionado con la técnica del sistema bancario; por otro lado, el crédito acelera la velocidad de las metamorfosis de las mercancías y, por tanto, la velocidad de la circulación del dinero, y c) sustituyendo el dinero-oro (o plata) por el papel-moneda. Los gastos de circulación disminuyen también por la aceleración por medio del crédito de las distintas fases de la circulación o metamorfosis de las mercancías (compra y venta) y también de la metamorfosis del capital; se acelera así el proceso de producción general, a la vez que se reduce el fondo de reserva mediante la disminución del circulante y la restricción de la parte del capital que ha de existir siempre en forma de dinero.Concentra una multitud de pequeños capitales-dinero que permanecían ociosos2. , para emplearlos en la órbita de la circulación. De esta manera, una mayor parte del capital puede emplearse directamente en la producción, es decir, en la exacción de plusvalía a la clase obrera, con lo que aumenta el volumen de trabajo excedente.Permite la creación de sociedades anónimas,3. lo cual se traduce en una exten-sión en proporciones enormes de la escala de producción y de las empresas, inasequibles a los capitalistas individuales.

En síntesis, el sistema de crédito tiene como finalidad acelerar la circulación de mercancías, dinero y capital para acelerar así la producción de plusvalía.

Los instrumentos fundamentales del sistema de crédito son el papel-di-nero, la letra de cambio, el pagaré, las acciones, las obligaciones, etcétera; los comerciantes en dinero, los banqueros, son los agentes principales de dicho sis-tema.

Como hemos dicho, el capitalismo mexicano había llegado a un punto en el que se hacía cada vez más necesario un eficaz sistema de crédito que sustitu-yera al anticuado aparato circulatorio existente y que hiciera posible aumentar la cantidad de plusvalía que se extraía al proletariado nacional; era imperioso que una parte del capital social se dedicara a esos menesteres por medio de ins-

La acumulación originaria en México • 335

tituciones creadas exprofeso, es decir, de bancos. Los capitales de los grandes comerciantes y los terratenientes, siendo como eran voluminosos en relación con el tamaño normal de los capitales industriales, no eran suficientes, sin em-bargo para los requerimientos de la circulación dentro de la economía mexica-na. La alternativa lógica era el llamado al capital extranjero para que viniera en apoyo del capital nacional; en estas circunstancias, el capital extranjero que se invirtió en el establecimiento de bancos redundó directamente en el perfecciona-miento del régimen capitalista mexicano; suponiendo que no se hubiera invertido capital nacional en los bancos establecidos por extranjeros, estas instituciones cumplieron con todas las exigencias del régimen capitalista mexicano en desa-rrollo: a) sirvieron de polo de atracción a multitud de pequeños capitales-dinero ociosos que así se incorporaban para acelerar el proceso de circulación; b) intro-dujeron el uso del papel-dinero, contribuyendo a la economía en los medios de circulación; c) instauraron instrumentos y técnicas que sirvieron para acelerar la circulación de las mercancías, del dinero y del capital; d) liberaron al capital industrial y agrícola del pesado fardo de financiar la circulación de sus mer-cancías e hicieron posible que aumentara el volumen de capital nacional que se dedicaba a las actividades directamente productivas; e) dieron un gran impulso al capital comercial mexicano; de esta suerte aceleraron también enormemente el proceso de producción de plusvalía e incrementaron gigantescamente la canti-dad de ella que se apropiaban los capitalistas mexicanos; es evidente que de este mismo incremento de plusvalía se pagaron los servicios del capital extranjero. Sin embargo, sólo por excepción se crearon bancos exclusivamente con capi-tal extranjero; buena parte del capital excedente de los grandes comerciantes y terratenientes mexicanos se invirtió en el sistema bancario junto con aquél; así, el capital nacional se valorizó directamente en las operaciones bancarias a la vez que se transformó cualitativamente pues adquirió la experiencia técnica necesaria para desarrollarse después por cuenta propia; en esta época nacen los primeros banqueros autóctonos, cuyos descendientes aún practican, en nuestros días, este noble oficio. Como vemos, el capital nacional se desarrolla con base en el capital extranjero; en primer lugar, éste crea un aparato circulatorio moderno que se traduce en el aumento de la productividad del capital industrial y agrícola mexicano y en el desarrollo y perfeccionamiento del capital comercial autócto-no; en segundo lugar, transforma cualitativamente una parte del capital nacional convirtiéndolo en capital bancario y, por último, hace aumentar el volumen del capital nacional total. Es obvio que el capital extranjero, al potenciar el desarrollo del capital nacional, haya incrementado en la misma proporción la explotación de la clase obrera mexicana.

El sistema bancario que se creó en la época del Porfiriato fue uno de los instrumentos más poderosos para la acumulación originaria de capital. Los pri-meros bancos no sólo operaban con el dinero que formaba su propio capital y con el de los escasos depositantes iniciales, sino que creaban dinero de la nada a través de la emisión de billetes por un valor superior a su capital total.

336 • El desarrollo del capitalismo mexicano

En 1864 se estableció en la capital de la República el Banco de Londres y México; empezó a trabajar con un capital de $1’500,000 que fue cubierto en sus dos tercios por el London Bank of Mexico y en los 500,000 pesos restantes por capital nacional. No tenían límite legal para emitir billetes; se impuso a sí mismo como límite para ello el monto del capital pagado.

La síntesis histórica de este Banco es la siguiente:

Después de sucesivos aumentos de capital a diez y quince millones, el consulado Británico en México estimaba que una cuarta parte era de ingleses y el resto de mexicanos, franceses y norteamericanos. Cuando en 1887 elevó su capital a diez millones, más de dos fueron suscritos por el grupo francés interesado en el comercio y la industria de algodón, que adquirió dos lugares en el consejo de ad-ministración. Más tarde, en 1902, después de una nueva ampliación de capital, de los doce miembros del consejo, cinco eran directores de las mayores casas mercantiles francesas. En diciembre de 1886 el London había liberado comple-tamente sus acciones del Banco de Londres y México por valor de L 288,072. Al final del Porfiriato, de 21 y medio millones de pesos de capital, diez estaban en manos de tenedores franceses, o sea el 46.59%; participaban en el resto capitales norteamericanos en cantidades que no puede precisarse. En 1910 el consejo se componía de seis mexicanos tres franceses y tres españoles.7

En años posteriores, la legislatura local del Estado de Chihuahua hizo una serie de concesiones para el establecimiento de Bancos, uno de ellos de emisión, a un ciudadano norteamericano y a Luis Terrazas.

Por un convenio entre Francisco Landeros, Secretario de Hacienda de México y Eduardo Noetzlin del Banco Anglo Egipcio, se acuerda establecer el Banco Nacional, que abre sus puertas en 1881. Según los términos del contrato, el Banco podía emitir billetes en la proporción de tres millones por cada millón de depósito en efectivo o de capital; sus billetes y los del Monte de Piedad serían los únicos que se aceptarían como dinero en las oficinas públicas; se reservaba a los ca-pitalistas mexicanos un 28% en el capital social; éste ascendía a ocho millones de pesos. Predominaba el capital francés. En 1882 se establece el Banco Mercantil, Agrícola e Hipotecario; autoestableció la misma norma que el Banco Nacional para emitir billetes; no se reservó ningún privilegio; su capital era de tres millones de pesos.

El Banco Nacional y el Mercantil Agrícola e Hipotecario se fusionaron el 6 de abril de 1884, integrando el Banco Nacional Mexicano. Este nuevo es-tablecimiento se convirtió en el banquero del gobierno, obligándose a abrirle a la Tesorería de la Nación una cuenta corriente, a la vez que, en contrapartida, se le concedía el monopolio de emisión de billetes; además, el Banco Nacional Mexicano se convertía en el encargado del manejo de los fondos para el servicio de la deuda interior y exterior, etcétera.

7 D’O1wer, Luis Nicolau, Las inversiones extranjeras, Historia Moderna de México, “El Porfiriato, La Vida Económica”, Daniel Cossío Villegas del Colegio Nacional, Editorial Herrera, México/Buenos Aires, p. 1057.

La acumulación originaria en México • 337

Posteriormente se autorizó a los bancos ya existentes a ser bancos de emisión, debido a las demandas del público. Entre 1889 y 1897 se fundaron cinco bancos más de emisión. Entre 1893 y 1906 abren sus puertas nuevos Bancos en los Esta-dos, 20 en total, con un capital aproximado de 18 millones de pesos. Bancos Hipotecarios. En 1882 se fundó el Internacional Hipotecario. Concedía préstamos a largo plazo. Emitía bonos. En 1900: Banco Agrícola e Hipotecario en la Ciudad de México; capital dos millones de pesos. En 1910: Hipotecaria y Agrícola del Pacífico, en Mazatlán, dos millones de pesos. Bancos Refaccionarios. En 1897 se fundó el Central Mexicano con un capi-tal de un millón de pesos. En 1902 el Comercial Refaccionario de Chihuahua, 200,000 pesos. En 1906 el Mexicano de Comercio e Industria con diez millones de pesos de capital. En 1907 el Refaccionario de la Laguna, seis millones de pe-sos. En 1908 el Español Refaccionario con dos millones de pesos.8

Las inversiones extranjeras en el sistema bancario fueron las siguientes:

Cuadro 54

Inversión extranjera en Bancos hasta 1911

Pesos %

Francesas 99’994,000 60

Norteamericanas 34’328,300 21

Inglesas 17’557,900 11

Alemanas 12’000,000 7

Holandesas 2’000,000 1

165’880,200 100

Fuente: D’Olwer, Luis Nicolau, op. cit., cuadro XVIII, p. 1063.

Este primitivo sistema bancario fue el antecedente necesario del actual; cons-tituyó, en primer lugar, un gran instrumento de la acumulación originaria: en segundo lugar, creó y desarrolló las funciones del dinero indispensables para la circulación capitalista. No podía, como pretende neciamente el historiador burgués y su lacayo el “teórico” marxista, convertirse en un sistema que tuviera como propósito específico la “industrialización” (banca de inversión, etcétera), pero sin él no hubiera sido posible el futuro desarrollo en ese sentido.

El complemento necesario del sistema bancario son las sociedades anóni-mas; éstas aparecen y se desarrollan en nuestro país al parejo que aquél.

La manufactura, forma de producción industrial que se desarrolla en el país de 1860 a 1890 aproximadamente, impulsa el crecimiento del mercado in-8 Todos los datos referentes al sistema bancario existente durante el Porfiriato, fueron tomados de dos fuentes, a las que remitimos al lector para una información más amplia sobre la materia: 1) Rosenzweig, Femando, Moneda y Bancos, Historia Moderna de México, “El Porfiriato, La Vida Económica”, etcétera, y 2) la obra ya citada de Luis Nicolau D’Olwer.

338 • El desarrollo del capitalismo mexicano

terior hasta un alto nivel, a la vez que crea las premisas para la industria maqui-nizada; este progreso atrae desde luego la atención de los grandes comerciantes y hacendados, quienes deslumbrados también por la riqueza de los países indus-triales de la época, deciden invertir sus capitales excedentes en la producción industrial. Su objetivo inmediato, para poder competir con amplia ventaja con los viejos manufactureros, fue la instalación de grandes fábricas modernas. Los bienes de capital relativamente modernos (maquinaria, etcétera) sólo podían ser obtenidos en los países industrializados; pero para comparecer en el mercado mundial como compradores sin que sufrieran merma las reservas metálicas del país y por tanto el desarrollo capitalista mismo, nuestros empresarios deberían penetrar antes en él como vendedores; dicho de otro modo, para poder adquirir maquinaria con la cual establecer fábricas modernas era necesario tener divisas para comprarla en los países industriales. El mercado mundial estaba ávido de materias primas y de bienes alimenticios; el país debía producirlos para cambiar-los por “bienes de capital”. Una buena parte de los terratenientes se convirtieron, de meros intermediarios que eran, en productores capitalistas que producían para el mercado mundial; por este camino, a la vez que obtenían divisas para la futura “industrialización” del país, incrementaban los capitales que servirían para esa industrialización. Es obvio que este proceso no tiene nada de coloniza-dor, como pretende hacerlo pasar el marxista vulgaris; el movimiento partía del interior del país y con una finalidad específica: obtener en los centros industriales los bienes de capital necesarios para la maquinización de la producción indus-trial mexicana; su objetivo era llevar a una fase superior el régimen capitalista mexicano ya existente; la organización económica del país no se adecuaba a las necesidades del imperialismo sino que, por el contrario, se aprovechaba de ellas para satisfacer sus propias necesidades. El mercado interno, principalmente el de manufacturas, creció al mismo ritmo que se desarrollaba la exportación de materias primas y alimentos, ¡curiosa colonización esta que rompe con el princi-pio esencial de todo proceso colonizador: la ruina de la producción manufacturera nacional a causa de la introducción de las manufacturas extranjeras!

Al principio del Porfiriato, del total de importaciones, los bienes de consu-mo representaban el 75% y los bienes de producción el 25%; al final del período la estructura de las importaciones nacionales había cambiado radicalmente al reducirse la de los bienes de consumo al 43% y aumentar la de los bienes de pro-ducción al 57%. ¡Es ésta, en realidad, una colonización sui géneris!

La importación de los bienes de inversión o de capital requeridos para montar el aparato físico de la producción (gran industria maquinizada) aumen-ta en gran proporción durante el período Porfirista. También aumentó la im-portación de las materias primas elaboradas que requería el desarrollo de la industria transformativa, de la minería y de los transportes.

Las importaciones de bienes de producción duraderos o bienes de capital au-mentaron de 17 millones en 1888-1889, a 64 en 1911. Estos bienes se dedicaban a la instalación de nuevas plantas y a la reposición de equipos ya existentes. Una parte de su importación integraba las nuevas colocaciones de capital extranjero en el país

La acumulación originaria en México • 339

y, por lo tanto, no necesitaba ser pagado con exportaciones. Los bienes de capital se componían principalmente de máquinas y aparatos de aplicación muy variada.9

La importación de materias primas (bienes de producción no duraderos), se triplicó entre 1888 y 1911 ya que pasaron de 19 a 58 millones de pesos. Las materias primas no elaboradas aumentaron de seis, a doce millones de pesos en el mismo lapso de tiempo y las elaboradas lo hicieron de trece a 40 millones. El aumento relativamente pequeño de las materias primas no elaboradas se debió precisamente a que, gracias al potente desarrollo del capitalismo mexicano, en los últimos años del Porfiriato se logró una expansión marcada en la producción de las mismas, lo cual atenuó la dependencia del país de los suministros exteriores. Ejemplo típico de este fenómeno fue el del algodón.

Las materias primas importadas se destinaban en un 60% a las activida-des manufactureras. En general, disminuyó durante el período la importación de materias primas no elaboradas para la industria y aumentó mucho la de ela-boradas. Los combustibles y los lubricantes tuvieron mayor importancia dentro del total de materias primas importadas. En lo que respecta a la importación de bienes de consumo, en 1888-1889 empezó el proceso de sustitución de importa-ciones de artículos elaborados (como los textiles) al progresar la industria ligera del país. Los bienes de consumo no duraderos, de los cuales los principales eran los elaborados, disminuyeron del 70% de la importación total en 1877-1878, a sólo el 31% en 1910-1911; los duraderos mejoraron del 5 a más del 12% entre esos dos años. La disminución de las importaciones de bienes de consumo no duraderos elaborados y su sustitución por la producción interna reflejan el gran progreso alcanzado por la industria ligera del país.

Analizaremos más detalladamente las importaciones de bienes de consu-mo durante el período del Porfiriato:

Bienes de consumo no duraderos, de primera necesidad no elaborados. a) Durante el Porfiriato se importaron principalmente artículos de primera necesidad no elaborados. El ritmo medio de incremento fue de 8.9%. No sólo se importaba en los casos de fallas accidentales de la producción interna, sino por sistema, como resultado de una tendencia de la economía nacional a especializarse en la producción de artículos manufacturados y a obtener los productos alimen-ticios agrícolas del mercado internacional. Las importaciones de maíz, trigo y demás semillas, granos y cereales no especificados confirman la tendencia de México a convertirse en importador de artículos de primera necesidad. Esto

9 “En cuanto a la composición de las importaciones de bienes de capital, según los usos que las esta-dísticas de la época permite establecer, la categoría de mayor importancia fue siempre la de máqui-nas y aparatos de aplicación muy variada, y que la nomenclatura usada no permite puntualizar. Esa importación creció en más de 170% entre 1888-1889 y 1910-1911. El mayor aumento proporcional se dio entre 1888-1889 y 1898-1899, y fue de 73% frente al 56% en la siguiente etapa. En esos diez años se estableció un buen número de fábricas modernas en las principales ramas industriales y de grandes plantas mineras y metalúrgicas. En los diez siguientes se fundaron nuevas fábricas, particu-larmente de bienes de producción, pero las industrias ligeras ya establecidas dieron el tono de reno-vación y reposición de equipos.” Rosenzweig, Fernando, El Comercio Exterior, Historia Moderna de México, “El Porfiriato, Vida Económica”, etcétera, p. 617.

340 • El desarrollo del capitalismo mexicano

es precisamente lo que sucede con un país no colonial en la primera fase de su desarrollo capitalista. Por el contrario, la exportación de productos alimen-ticios es una de las características esenciales de las colonias. El desarrollo del capitalismo agrícola e industrial mexicano comienza con la producción de los bienes de amplio consumo; sus productores son los arrendatarios, colonos y rancheros capitalistas y los manufactureros; al ampliarse el mercado interno y crecer la industria manufacturera se hace necesario aumentar la producción de materias primas y de otros bienes de producción a la vez que se impone la necesidad de maquinizar la producción; por otro lado, se requiere también la producción de materias primas para exportar y financiar así las importaciones de maquinaria. Todas estas tareas que exige el desarrollo del régimen capitalista mexicano son realizadas por los grandes comerciantes y terratenientes; los hacendados lanzan a sus colonos y arrendatarios de sus tierras y despojan a los rancheros independientes y a las comunidades de indios y de mestizos con la finalidad de convertirse en productores capitalistas de materias primas para el mercado mundial; la producción de granos, etcétera, es llevada a la ruina y con ella sus productores; se importan granos para llenar las necesidades más esenciales de la economía; lógico es que los precios de estos artículos suban estratosféricamente y que se reduzca en la misma medida el salario real de los trabajadores; por otro lado, los capitalistas manufactureros son arruina-dos por la competencia de la gran industria maquinizada establecida por los grandes comerciantes y terratenientes y por la concentración del capital en las ramas que producen medios de producción; desde este otro frente se elevan los precios de los bienes de consumo lo que redunda en un mayor descenso de los salarios reales de los obreros. Es evidente que lo que aquí existe es una disputa entre dos grupos de explotadores en la que uno de ellos arrastra tras de sí a la clase obrera e identifica sus mezquinos intereses con las imperio-sas necesidades de ésta; puesto que los capitalistas productores de bienes de consumo popular han sido arruinados por los grandes tiburones y con ello ha descendido la producción de alimentos, que por esta razón encarecen, entonces los intereses de esos capitalistas y los de los obreros son los mismos; así reza, aún en nuestros días, no sólo el dogma de la fracción burguesa que produce medios de consumo, sino también el prejuicio del marxista vulgaris.Bienes de consumo no duraderos de primera necesidad elaboradosb) : Estas impor-taciones nutrían una pequeña fracción de la importación total (1% al principio del Porfiriato y 1.59% en 1910-1911); servían para subsanar las deficiencias de la producción nacional (por ejemplo de harina de trigo y grasas animales).Bienes de consumo no duraderos que no son de primera necesidad, elaboradosc) . Descendieron las importaciones de esta clase de bienes porque fueron susti-tuidos por la producción interna. La sustitución de importaciones de bienes no duraderos elaborados afectó a las manufacturas textiles, ciertos productos alimenticios, bebidas, tabacos y otros, en los cuales adquiría una importancia creciente la producción interna.

La acumulación originaria en México • 341

Textiles: la importación de telas bajó en más de un 30% entre 1888-1889 y 1910-1911; la de telas de algodón descendió en ese período en un 85 por ciento.

Bebidas: la importación de cerveza y sidra descendió, entre 1888-1889 y 1910-1911, en 2/3; fue el renglón de mayor sustitución.

Tabacos labrados: la importación se redujo también en dos tercios durante el mismo período.

Cigarrillos: casi se redujo a cero la importación, pues la nueva industria tabacalera nacional dominó todo el mercado.

No cabe la menor duda acerca de la naturaleza del comercio exterior mexicano: en lo que se refiere a las importaciones durante la época del Porfiria-to, fue el vehículo para impulsar el desarrollo del capitalismo nacional preexistente hacia una etapa superior.

La política fiscal del gobierno en esta época estuvo encaminada directa-mente a cumplir con ese propósito: a) favoreció con exenciones de impuestos la importación de bienes de capital, de ciertas materias primas y de los artículos alimenticios (de primera necesidad); b) colocó en la zona de altos aranceles a los bienes cuya importación podía sustituirse como los de consumo elaborados y algunos intermedios y los de consumo duraderos.

La depreciación del peso, actuando como arancel, hizo posible la sustitu-ción de algunas importaciones.

La totalidad de la estructura de las importaciones durante el período del Por-firiato nos demuestra claramente que la economía mexicana no era ni podía ser un régimen colonial por tres razones fundamentales: en primer lugar, la importación de bienes de capital; en segundo, la importación de bienes alimenticios. El primer hecho significa que la maquinización de la producción estaba entrando en el país en su primera fase; el segundo, que por dedicarse a la manufactura de ciertos bienes de consumo elaborados (a su “industrialización”) la economía mexicana había dejado en segundo término la producción de alimentos para el consumo interno. En tercer lugar, se dedicó a la sustitución de importaciones de bienes de consumo elaborados (industria ligera). Como vemos, todos estos fenómenos expresan con claridad la na-turaleza exacta del régimen existente en México en la época del Porfiriato: régimen capitalista no colonial, sino típico, al estilo del de Europa Occidental.

Las exportaciones de bienes primarios pasaron, entre 1877-1878 y 1910-1911, de 40 millones de pesos a casi 288, es decir, se sextuplico; la tasa acumula-tiva fue por tanto del 6.1%. No sólo aumentó el valor de las exportaciones, sino que éstas se diversificaron rompiendo así la dependencia de un solo producto.

La exportación de oro en 1877 fue del 65% del total y en 1910 había descendido al 50%. La exportación de mercancías, por el contrario, aumentó; las principales mer-cancías exportadas fueron el henequén, el cobre, el plomo, el café y el petróleo.10

10 La totalidad de los datos referentes al Comercio Exterior han sido tomados de la monografía de Fernando Rosenzweig, Moneda y Bancos, contenida en, Historia Moderna de México, “El Porfiriato, La Vida Económica”, Daniel Cossío Villegas del Colegio Nacional, Editorial Hermes, México-Buenos Aires, 1965.

342 • El desarrollo del capitalismo mexicano

El crecimiento y la diversificación de las exportaciones de bienes primarios estaban íntimamente ligados con la necesidad de importar bienes de producción.

En su tarea de desarrollar la producción para el mercado mundial, el ca-pital nacional también llamó en su apoyo al capital extranjero. Las inversiones extranjeras en minería y plantaciones vinieron a aliviar en parte la carga que pesaba sobre los capitalistas nacionales y así pudieron éstos dedicar más re-cursos a la producción interna de materias primas y a la industria, con lo que, obviamente, se perfeccionaba el aparato de explotación capitalista y aumentaba grandemente la plusvalía que se extraía al proletariado mexicano; de esta mane-ra se obtenían por dos conceptos divisas para los capitalistas mexicanos: por me-dio de las inversiones de capital extranjero y a través de la venta en el exterior de los productos minerales y agrícolas producidos por los capitalistas extranjeros.

En el período comprendido entre 1880 y 1911 el total de inversiones ex-tranjeras en minería fue como sigue:

Cuadro 55

Cálculo aproximado de las inversiones extranjeras en minería (valor 1911)

Pesos %

Estados Unidos (dólares) 249’500,000 499’000,000 61.7

Francia (francos) 448’878,900 179’552,000 21.8

Gran Bretaña (libras) 11’688,714 11’688,140 14.1

Otros (dólares) 10’830,000 21’760,000 2.4

817’199,140 100.0

Fuente: D’Olwer, Luis Nicolau, op. cit., cuadro XXXVIII, p. 1105.

Según la estadística de 1909 de la Secretaría de Fomento, los capitales invertidos en las empresas mineras se clasificaban así:

Cuadro 56

Inversiones nacionales y extranjeras en minería. 1909

Mexicanas 115’304,250 pesos

Norteamericanas 17’257,800 pesos

Británicas 677,400 libras

Francesas 1’200,000 francos

Fuente: Ibíd., p. 1101.

Desde luego que estos últimos datos son sumamente defectuosos, pero nos de-muestran claramente que el capital nacional tenía una fuerte participación en la minería junto con el capital extranjero.

La acumulación originaria en México • 343

La inversión extranjera en la agricultura fue, hasta 1911, como sigue:

Cuadro 57

Cálculo aproximado de las inversiones extranjeras en Bienes Raíces (explotaciones agrícolas, pecuarias, forestales) (valor 1911)

Pesos %

Estados Unidos (dólares) 40’710,000 81’420,000 42.0

Gran Bretaña (libras) 9’099,000 90’990,000 46.4

Francia (francos) 40’000,000 16’000,000 8.2

Alemania (marcos) 12’000,000 6’000,000 3.1

194’410,000 100.0

Fuente: Ibíd., cuadro XL.

La estructura fundamental del comercio exterior, que persiste hasta nuestros días, se estableció, como vemos, en la época del Porfiriato. Su mecanismo es simple en esencia: financiar con las exportaciones las importaciones de bienes de capital principalmente. Para ello hubo necesidad de diversificar las exporta-ciones e incrementarlas sustancialmente y se rompió así la dependencia de un sólo producto y se pusieron las bases para hacer menos importantes las fluctua-ciones cíclicas de la economía mundial en la economía nacional. El cambio en la naturaleza de las importaciones es el reflejo de las necesidades de bienes de producción del capitalismo naciente. El perfeccionamiento de este mecanismo ha sido la tarea del régimen capitalista mexicano. Es obvio que no había otra forma para que los capitalistas nacionales abreviaran las etapas del desarrollo industrial, pues de otro modo, atenidos al propio proceso interno, habría pasado mucho tiempo antes de que aquí se produjesen los medios de producción que re-clamaba la industrialización del país. La diversificación de las exportaciones y la estructura de las importaciones en aquella lejana época demuestran claramente que México había conjurado la posibilidad de convertirse en colonia; aprovecha-ba el mercado internacional y las necesidades de materias primas de los países industriales para obtener de ellos los bienes de producción que requería su de-sarrollo capitalista preexistente. La prueba palpable de que no era una colonia en aquella época lo es el que su propia industria no hubiese sido destruida por las manufacturas extranjeras; un desarrollo propio que se remonta hasta los años finales del coloniaje garantizaba la imposibilidad de que eso sucediera. Lejos de ser una traba para el desarrollo del capitalismo mexicano, esa forma era su base más firme. Este mecanismo del comercio exterior es, a lo largo de la historia del capitalismo mexicano, una fuente constante de disputas interburguesas más o menos graves que han distraído la atención de los pseudorevolucionarios y que les ha dado una materia prima inapreciable para fundamentar sus tesis oportu-nistas. El problema fundamental es el que surge entre los capitalistas provenien-

344 • El desarrollo del capitalismo mexicano

tes de los grandes comerciantes y terratenientes y aquellos que descienden de los artesanos, arrendatarios, colonos y rancheros y de los pequeños comerciantes. Los grandes capitalistas terratenientes industriales, cuyo desarrollo vertiginoso dependía del incremento de las exportaciones, pugnaba por su crecimiento ili-mitado; por el otro lado, los capitalistas netamente industriales y los capitalistas agrícolas no terratenientes veían lesionados sus intereses con ese desarrollo (a causa de la concentración de la producción en manos de las grandes industrias maquinizadas y de las grandes haciendas capitalistas y el consecuente monopo-lio de esos capitalistas sobre el mercado interno) y presionaban para reducirlo a límites más modestos y, en último caso, derivar las ventajas de ese mecanismo para sí; de esta manera, el primer sector capitalista aparece al exterior, a los ojos del grupo contrario y de los oportunistas, como una organización económica colo-nial; ya hemos visto por qué esto no era cierto en aquella época: la estrecha re-lación entre las exportaciones y el crecimiento industrial del sector de los gran-des capitalistas hacía imposible que esto sucediera. Los capitalistas netamente industriales (es decir, de origen no terrateniente y no gran comerciante), por el contrario, puesto que eran enemigos del otro grupo, aparecen a los ojos de los historiadores oportunistas como nacionalistas, antiimperialistas, promotores de un capitalismo autóctono. Como en todos los fenómenos económicos, es la lucha de clases la que sitúa las cosas en su justo término: el desarrollo capitalista autóc-tono por la vía terratenientes industriales que se fincaba en el intercambio con el exterior de materias primas por bienes de producción, aplasta y ahoga el desa-rrollo capitalista autóctono de los capitalistas netamente industriales al negarles el acceso a todos los beneficios de aquel mecanismo y hacerlos víctimas de todos los males que de él se derivan; lógicamente, su respuesta es la rebelión armada. Con la Revolución Mexicana sube al poder el grupo de los capitalistas industria-les, el que a través de instrumentos estatales logra someter a su dominio aquel mecanismo y lo hace funcionar en su provecho. Convertidos ya todos los explo-tadores en una sola clase social cuando se borran las diferencias provenientes de su distinto origen, de 1930 en adelante se abre una nueva división interna de la burguesía entre la fracción que produce medios de producción y la que produce medios de consumo. Como hemos visto, el sector “nacionalista” actúa como “oposición radical” frente al sector “pro-imperialista” y lo obliga a reducirse a límites racionales; para nadie es un secreto que la forma de producción capitalista existente en el Porfiriato, que se desarrollaba por la vía terratenientes-industriales, había llegado a su declinación en los últimos años de aquel régimen y que la causa última de esa decadencia era la ruina a que había sometido a la burguesía industrial y el consiguiente estrechamiento del mercado interno. La revolución vino a salvar a los terratenientes-industriales de la ruina total. La burguesía industrial, triunfadora en el conflicto, estableció de inmediato los instrumentos estatales para proteger y desarrollar sus intereses: Reforma Agraria, control de importaciones, sistema de bancos nacionales, empresas estatales, promoción estatal de la industria, etcétera.

Al dedicarse una parte de los terratenientes mexicanos a la producción de bienes primarios para el mercado internacional y al permitir que el capital ex-

La acumulación originaria en México • 345

tranjero invirtiera también en esa rama, se hizo posible obtener divisas no sólo para comprar máquinas para la industria, sino también para adquirir bienes de producción relativamente modernos para la agricultura y la minería; en esta forma se logró aumentar grandemente el valor de las exportaciones y financiar importaciones de capital más voluminosas.

Este mecanismo del comercio exterior que hemos descrito requería para poder funcionar en toda su integridad, de un sistema de transporte que per-mitiera desplazar rápidamente los productos de exportación hacia los lugares de su destino. Se impuso entonces la necesidad de estructurar un gran complejo ferrocarrilero. Partiendo de las condiciones preexistentes y de los planes de los grandes capitalistas mexicanos, los ferrocarriles no podían ser sino la base ne-cesaria para el funcionamiento del mecanismo de intercambio con el exterior de materias primas por bienes de capital; de esta suerte, y considerando sólo este aspecto del fenómeno, el sistema ferrocarrilero vino a dar el más grandioso impulso jamás conocido al régimen capitalista mexicano, o, lo que es lo mismo, al desarrollo del capital nacional. Como un efecto secundario del establecimiento de la red ferrocarrilera se amplió inconmensurablemente el mercado interno y se aceleró la circulación interna de mercancías, la velocidad de la rotación de los capi-tales creció sustancialmente y se ensanchó su base de acción con ello se incrementó gigantescamente la masa de plusvalía que se arrancaba al proletariado mexicano.

Como se comprende, en este caso fue casi exclusivamente el capital ex-tranjero el que se puso en obra para desarrollar la red ferroviaria de nuestro país; las importaciones de los bienes de capital necesarios fueron financiados con las divisas proporcionadas por la propia inversión extranjera en ferrocarriles.

En el siguiente cuadro se aprecian el monto y la distribución por países de las inversiones extranjeras en ferrocarriles mexicanos hasta 1911.

Cuadro 58

Inversión extranjera en ferrocarriles por países. Dólares

País Inversión %

Estados Unidos 267’341,731 47.3

Gran Bretaña 200’698,000 35.5

Francia 58’120,000 10.3

Holanda 11’537,000 2.1

Alemania 9’360,000 1.6

Suiza 3’891,000 0.5

Indeterminados 14’325,000 2.7

565’272,731 100.0

Fuente: D’Olwer, Luis Nicolau, op. cit., cuadro XXXI, p. 1085.

346 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Las inversiones extranjeras en ferrocarriles durante el Porfiriato pasan por tres fases claramente diferenciadas:

En la primera, que abarca desde la introducción del ferrocarril al país hasta finales del siglo XIX, hay un claro predominio del capital inglés, ya que incluso muchas de las compañías concesionarias norteamericanas financiaban sus inversiones en el mercado británico de capitales. En esta época el gobierno mexicano auspició decididamente las inversiones extranjeras en ferrocarriles a través de significativas exenciones de impuestos, sustanciosas subvenciones por kilómetro construido, etcétera. En la segunda etapa, que comprende desde los años finales del siglo XIX hasta el primer quinquenio del siglo XX, predominaron definitivamente los capitales norteamericanos. El Estado mexicano redujo ra-dicalmente sus liberalidades anteriores y aprovechó las controversias entre las dos empresas norteamericanas principales para sacar el mejor partido de las mismas y ajustó la construcción de los ferrocarriles a las necesidades de los capita-listas mexicanos. En el tercer período, situado en los últimos años del Porfiriato, se consolidan las principales vías ferroviarias en una sola empresa propiedad del gobierno mexicano (Ferrocarriles Nacionales de México) al nacionalizarse así una gran parte de las inversiones en ferrocarril y convertirse el resto en inversión indirecta de los norteamericanos.

El proceso que siguen las inversiones extranjeras en ferrocarriles nos per-mite analizar perfectamente la dialéctica general de las inversiones extranjeras en el país. Los capitalistas mexicanos abrieron las puertas al capital extranjero cuando se impuso la necesidad, para el venturoso desarrollo del régimen capita-lista mexicano, de construir un gran sistema ferroviario; el gobierno de nuestro país no vaciló un instante en hacer una serie de concesiones graciosas con el fin de atraer al capital extranjero. Una vez que debido a esas inversiones aumentó considerablemente el propio capital nacional, entonces se procedió a comprar a los extranjeros sus empresas. Este mecanismo, que es bastante claro en lo referente a los ferrocarriles, petróleo y electricidad, es el que ha empleado el capital nacional, desde la década de los ochenta del siglo XIX hasta nuestros días, en todas las ramas de la producción. El capital nacional crece y se desarrolla con base en el capital extranjero. Las alternativas del ciclo del desarrollo económico de México, conforme a las cuales primero se abren exageradamente las puertas al capital extranjero y luego se le cierran poco caballerosamente, y que han dado pie a serias disputas entre la burguesía mexicana y la burguesía imperialista, parten única y exclusivamente de las necesidades de ese propio desarrollo y no de las exigencias del imperialismo; esto demuestra palmariamente la independen-cia económica del capitalismo mexicano.

El mismo carácter y las mismas consecuencias que las inversiones en fe-rrocarriles tienen las inversiones extranjeras en los diversos servicios públicos (telégrafos, teléfonos, agua, luz y fuerza). Su monto y distribución en los distin-tos países era para 1911 la siguiente:

La acumulación originaria en México • 347

Cuadro 59

Inversiones en empresas de servicios públicos (teléfonos, telégrafos, agua, luz y fuerza). 1911

Dólares Pesos %

Gran Bretaña-Canadá 105’779,000 211’558,000 89

Estados Unidos (1902) 5’988,000 13’473,000 6

Francia 25’100,000 10’040,000 4

Holanda 1’320,000 2’640,000 1

237’711,000 100

Fuente: D’Olwer, Luis Nicolau, op. cit., cuadro XXXIII, p. 1089.

Ya sea por su mexicanización (compra de las empresas extranjeras por el capital na-cional que funciona como capital privado) o por su nacionalización (compra por el capital público), esas ramas de los servicios han ido quedando en manos del capital nacional, siendo desplazado de las mismas el capital extranjero una vez que cum-plió con las funciones que le habían asignado los capitalistas mexicanos. Las empre-sas extranjeras de teléfonos fueron compradas por capitalistas privados mexicanos y consolidadas en una sola empresa de capital nacional; las empresas eléctricas fueron nacionalizadas, fundiéndolas en una sola: Comisión Federal de Electricidad.

Los grandes comerciantes y terratenientes se avocaron a su tarea funda-mental: construir una gran industria maquinizada. En este sector también llama-ron en su auxilio al capital extranjero; esto les permitió establecer de una sola vez gigantescas fábricas equipadas con la maquinaria más moderna. De esta manera se aceleró el proceso de llevar el régimen capitalista mexicano hacia su fase superior de desarrollo, a la vez que se incrementaba gigantescamente el capital de los nuevos industriales autóctonos y se arruinaba definitivamente a los viejos manufactureros y al artesanado urbano.

Las inversiones extranjeras en la industria fueron las siguientes hasta 1911:

Cuadro 60

Cálculo aproximado de las inversiones extranjeras en la industria

Pesos %

Francia (francos) 218’137,500 71’932,368 55.2

Alemania 26’960,000 20.5

Estados Unidos (dólares) 10’600,000 21’200,000 16.4

Gran Bretaña (libras) 200,000

(dólares) 4’477,700 10’855,800 8.2

Total 130’948,800 100.0

Fuente: Ibíd., cuadro XLIII.

348 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Esta cantidad es sensiblemente menor que el capital extranjero invertido en fe-rrocarriles o en minería e inferior al invertido en Bancos o servicios públicos o bienes raíces, lo que significa, evidentemente, como se demostrará más adelan-te, que el capital nacional dominaba señeramente en el sector más dinámico de la economía mexicana del Porfiriato, en la gran industria maquinizada.

En el cuadro que insertamos a continuación, aparece el monto del capital de las sociedades manufactureras inscritas en el Registro Público de la Propie-dad desde 1886 hasta 1910 y la proporción de capital extranjero en ese total.

Cuadro 61

Capital nacional y capital extranjero en las sociedades manufactureras. 1886-1910

Años

Capital de las so-ciedades manufac-tureras inscritas en el Registro Público

Capital mexicano en el total de

capitales registrados

Capital extranjero en el total de

capitales registrados

% del capital mexicano en el

total de los capi-tales registrados

1886 1’521,377 1’521,377 100.0

1887 112,529 112,529 100.0

1888 231,847 231,847 100.0

1889 1’616,723 1’616,723 100.0

1890 2’028,236 2’028,236 100.0

1891 760,460 760,460 100.0

1892 1’463,677 1’463,677 100.0

1893 2’453,535 1’526,098 927,437 62.0

1894 1’424,834 1’424,834 100.0

1895 1’776,769 1’776,769 100.0

1896 10’403,963 2’496,951 7’907,012 24.0

1897 1’335,626 788,019 547,607 59.9

1898 4’343,475 1’481,124 2’862,351 34.1

1899 5’327,198 5’327,198 100.0

1900 6’729,768 5’195,380 1’534,388 77.2

1901 6’650,941 6’650,941 100.0

1902 10’500,424 10’500,424 100.0

1903 2’366,445 2’366,445 100.0

La acumulación originaria en México • 349

Cuadro 61 (Continuación)

Capital nacional y capital extranjero en las sociedades manufactureras. 1886-1910

Años

Capital de las so-ciedades manufac-tureras inscritas en el Registro Público

Capital mexicano en el total de capi-tales registrados

Capital extranjero en el total de ca-

pitales registrados

Porciento del ca-pital mexicano en el total de los ca-

pitales registrados

1904 6’024,174 1’861,469 4’162,705 30.9

1905 2’615,013 2’439,807 175,206 93.3

1906 4’660,454 4’460,052 200,402 95.7

1907 12’298,290 10’195,282 2’103,008 82.9

1908 8’435,364 4’951,558 3’483,806 58.7

1909 19’714,999 8’162,009 11’552,990 41.4

1910 6’565,307 6’210,780 354,527 94.6

Total 121’361,448 85’549,889 35’811,559

Fuente: D’Olwer, Luis Nicolau, op. cit., cuadro XXV.

El capital total de las sociedades manufactureras inscritas en el Registro Público en el período comprendido entre 1886 y 1911 ascendió a $121’361,448; de éstos, $85’549,889, o sea el 70% del total, correspondían a la inversión de capital na-cional y $35’811,559, es decir el 30%, al capital extranjero. Claro es que la cuan-tificación sólo nos revela el carácter decisivamente preponderante del capital nacional sobre el extranjero, pero no nos permite observar el mecanismo interno de las relaciones entre ambos factores; ya hemos tenido oportunidad de conocer este mecanismo a propósito de las inversiones extranjeras en ferrocarriles y ac-túa en la misma forma en el campo de la industria.

Entre 1886 y 1898 el capital nacional se mantiene en un mismo nivel anual; de ese último año en adelante, conforme aumenta la inversión extranjera se incrementa también la inversión nacional.

El capital extranjero fue en nuestro país, como queda demostrado con todo lo anteriormente expuesto, una de las fuentes principales de la acumulación originaria. Fue la base para que el capital nacional aumentara fabulosamente. Constituyó el punto de apoyo para el rápido establecimiento de una gran indus-tria maquinizada relativamente moderna. Sirvió para el perfeccionamiento del régimen capitalista mexicano y, por tanto, para centuplicar la explotación de la clase obrera del país y aumentar en una gran escala la cantidad de plusvalía que se absorbía del proletariado mexicano.

Este tipo de desarrollo del capital nacional con base en el capital extranjero fue promovido y dirigido por los grandes comerciantes, banqueros y terratenien-tes; sus primeros resultados fueron la ruina masiva de los pequeños capitalistas

350 • El desarrollo del capitalismo mexicano

agrícolas, de los campesinos independientes, del artesanado urbano, de los viejos manufactureros y de los pequeños fabricantes que poseían reducidas empresas me-canizadas y el empeoramiento radical de las condiciones de vida del proletariado urba-no y rural. La producción a base de máquinas permitió que los grandes capitalistas monopolizaran el mercado interno y consumaran el despojo de los productores in-dependientes, a la vez que iniciaban el de los capitalistas medianos y pequeños. De aquí precisamente surge el difundido prejuicio acerca del aniquilamiento de la in-dustria nacional por el capital extranjero; éste, se dice, convirtió al país en una colo-nia, apuntaló el régimen feudal (un régimen que había dejado de existir desde 1860) y frenó el desarrollo del capitalismo nacional. Lo cierto es, como hemos visto, que el capital extranjero sirvió de base para la aparición de un nuevo tipo de capitalistas industriales, provenientes de los grandes comerciantes, banqueros y terratenientes, que desplazaron a los antiguos. El otro resultado fue el alto nivel del endeudamien-to con el exterior; la balanza de pagos sufría presiones muy grandes a causa de las crecientes remisiones de utilidades, regalías, etcétera. Los grandes comerciantes y terratenientes, embriagados de riqueza, solucionaban el problema mediante el ex-pediente de llamar más capital extranjero, con lo que se reforzaba el proceso de des-pojo de los productores independientes y de los medianos y pequeños capitalistas y a través de la reducción del fondo de consumo de los obreros por la elevación de los precios de los artículos de primera necesidad; de ahí la consigna “revolucionaria”, que aún tiene vigencia en nuestros días: ¡arreglo de la balanza de pagos!

Otro fruto del desarrollo capitalista mexicano en la época del Porfirismo fue el crecimiento desmesurado del sector económico que produce medios de producción y el estancamiento del que produce medios de consumo, principal-mente de primera necesidad (recordemos las importaciones de trigo, etcétera). La producción de alimentos y bebidas para el consumo interno se había manteni-do dentro de un mismo nivel desde 1897 hasta 1907 (en el primer año se produjo un valor, a precios de 1900, de $141’889,392 y en el segundo, de $148’533,735) e incluso había habido bruscos descensos en algunos años intermedios, como se aprecia en el cuadro que aparece a continuación:

Cuadro 62

Producción Agrícola. Alimentos y bebidas para consumo interno. Pesos de 1900

Años Monto % del total de la producción agrícola

1877 168’169,412

1892 91’975,850 68.44

1893 109’789,509 70.71

1894 122’400,618 71.79

1895 115’474,901 69.80

1896 114’959,208 68.42

La acumulación originaria en México • 351

Cuadro 62 (Continuación)

Producción Agrícola. Alimentos y bebidas para consumo interno. Pesos de 1900

Años Monto % del total de la producción agrícola

1897 141’889,392 72.06

1898 140’948,307 72.58

1899 146’639,583 71.97

1900 138’836,395 71.00

1901 148’132,012 70.19

1902 145’726,266 68.97

1903 145’049,469 67.42

1904 135’598,121 64.84

1905 142’327,784 64.77

1906 150’724,362 65.97

1907 148’533,735 62.52

Fuente: Estadísticas Económicas del Porfiriato, op. cit., p. 63.

Por el contrario, la producción de materias primas agrícolas para el consumo interno aumentó, de $26’462,466 en 1897 hasta, $50’979,892 en 1910 (pesos de 1900), habiendo mantenido un ritmo creciente de incremento, como se ve en el cuadro que sigue:

Cuadro 63

Producción de materias primas para el consumo interno. Pesos de 1900

Años Monto % del total de la producción agrícola

1877 19’643,254

1892 19’206,130 14.29

1893 20’818,024 13.41

1894 22’238,677 13.04

1895 25’981,550 15.70

1896 25’626,386 15.25

1897 25’462,466 12.93

1898 25’129,000 13.97

352 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Cuadro 63 (continuación)

Producción de materias primas para el consumo interno. Pesos de 1900

Años Monto % del total de la producción agrícola

1899 25’408,825 12.47

1900 27’320,242 13.98

1901 28’276,450 13.40

1902 32’402,807 15.33

1903 32’265,604 15.00

1904 36’117,543 17.27

1905 37’046,627 16.86

1906 35’543,084 15.56

1907 41’745,419 17.57

1908 44’723,916

1909 49’313,965

1910 50’979,892

Fuente: Ibíd.

La producción de hierro aumentó, entre 1907 y 1911, de 2,027 toneladas a 52,332; la de combustibles, en el mismo período, de $18’690.041 a $54’104,064 (pesos de 1900); la producción de carbón aumentó dentro del mismo lapso de tiempo, de 896,222 toneladas, a 1’352,056.

Cuadro 64

Producción de fierro, carbón y combustibles 1907-1911

AñosProducción de fierro

(Ton.)Producción de carbón (Ton.)

Producción de combustibles quantum $ de

1900-01

1907-08 23,319 945,449 18’690,041

1908-09 36,106 1’083,159 24’380,152

1909-30 51,677 1’302,056 24’381,170

1910-11 59,332 1’352,056 54’104,064

Fuente: Ibíd., p. 142.

La acumulación originaria en México • 353

Este desarrollo desorbitado de la producción de bienes de producción socavaba la propia base de la gran industria maquinizada, es decir, el consumo; el sector de los grandes capitalistas no resentía los efectos de este fenómeno porque se resarcía con los recursos que dejaba la ruina de los artesanos y de los medianos y pequeños capitalistas y por los que liberaba el deterioro constante de las con-diciones de vida del proletariado.

El desarrollo capitalista promovido por los grandes comerciantes, ban-queros y terratenientes con su base de apoyo en el capital extranjero, creció des-mesuradamente; de esta manera, hubo un aumento gigantesco de la inversión extranjera y por tanto del endeudamiento externo que se pagaba con los recur-sos que liberaba la ruina de los sectores mencionados en el párrafo anterior; se incrementó desproporcionadamente la producción de materias primas para el mercado externo, con el consecuente déficit en el mercado interior; descendió la producción de alimentos necesarios para mantener con vida a la fuente de plus-valía, al proletariado, y en consecuencia se agotó esa fuente; creció grandemente la producción de bienes de capital y en mucho mayor medida los establecimientos que los fabricaban, en tanto que se reducía la producción de bienes de consumo, por lo que había sobreproducción o exceso de capacidad instalada en aquéllos.

Es decir, que al desarrollarse progresivamente, los grandes capitalistas so-cavaban las bases para su futuro desenvolvimiento; sin embargo, este fenómeno aparecía oculto para ellos, y se traducía, por el contrario, en un crecimiento gigan-tesco de sus ganancias y de su capital; pero en el extremo opuesto, en el campo de los capitalistas agrícolas, de los campesinos independientes, del artesanado urbano, de los medianos y pequeños capitalistas industriales y del proletariado, aquel progreso se trocaba necesariamente en el despojo y la ruina de todos ellos. Este desarrollo contradictorio condicionó el que la fracción capitalista que fue privada de las mieles de la explotación se pusiera en pie de lucha para reivin-dicar su posición en el régimen capitalista y arrastrase tras de sí al proletariado urbano y rural; de este modo, al proveer a sus propias exigencias obligaba a la fracción contraria a restaurar las bases para su futuro desarrollo venturoso. En primer lugar, aquélla le impuso a ésta la mexicanización o nacionalización en gran escala del capital extranjero; la dialéctica del desarrollo del capital nacio-nal en nuestro país exige que primero se abran las puertas al capital extranjero, que con base en éste se incremente aquél y, por último, que el capital nacional adquiera para sí las empresas establecidas por el capital foráneo; este proceso era desarrollado ya por los grandes capitalistas (recordemos la formación de la Empresa Ferrocarriles Nacionales de México), pero a un ritmo demasiado lento; la otra fracción capitalista no podía soportar esa parsimoniosa lentitud y les impuso a los grandes capitalistas la nacionalización y mexicanización en gran escala. En segundo lugar, realizó una “Reforma Agraria” que permitió au-mentar la producción de alimentos y materias primas agrícolas, con lo que se pudo revitalizar la fuerza de trabajo de los obreros, que se encontraba en franca decadencia, ampliar el censo de obreros explotados y cubrir los requerimientos de materias primas del desarrollo industrial. En tercer lugar, aumentó la pro-

354 • El desarrollo del capitalismo mexicano

ducción de bienes de consumo tradicionales y se inició la de nuevos productos, con lo que se amplió decisivamente el mercado de los bienes de producción. El carácter cataclísmico del movimiento por el cual se obligó a los grandes capita-listas a perfeccionar el régimen capitalista en su propio provecho y en el de la otra fracción burguesa responde por completo al anterior desarrollo desorbitado de aquéllos y a la ruina catastrófica en que ese desarrollo había sumido a ésta. La Revolución Mexicana fue un movimiento encaminado a adecuar entre sí los elementos ya existentes de un régimen capitalista en constante progreso.

Esta dialéctica reseñada es la que ha operado en el capitalismo mexicano desde la época del Porfiriato y se deriva necesariamente de la forma principal del desarrollo del régimen económico de nuestro país: incremento del capital nacional con base en el capital extranjero y apertura y cierre de la puerta de entrada de éste al país. Después de la Revolución de 1910, integradas las dos fracciones capitalistas, las contradicciones entre ellas han tomado un carácter menos vio-lento; sin embargo, aún es necesario, por medio de un cambio pacífico, que cada una de ellas conquiste a su turno el poder para que imponga sus intereses a la otra y contribuya así, a través de este movimiento entre los dos polos, al desarro-llo progresivo del capitalismo mexicano en general.

Es por eso que en nuestros días el teórico oportunista puede encontrar en nuestro país una burguesía “pro-imperialista” y “reaccionaria” y otra “naciona-lista” y “revolucionaria”, aliada potencial de la clase obrera en la tarea de liberar al país de la “dominación del capital extranjero”; la estulticia crónica de estos teóricos no les permite ver la relación interna entre ambos sectores de la burgue-sía, por la cual se suponen y se engendran mutuamente como partes estructurales de un solo régimen de explotación capitalista. Agreguemos a todo esto que el sec-tor “nacionalista” de la burguesía no repudia en absoluto las inversiones extran-jeras; sólo pide se le haga justicia y que éstas, además de no ser tan voluminosas que lleguen a paralizar su desarrollo, se canalicen también hacia ella.

Una visión de conjunto de las inversiones extranjeras en el país durante el Porfiriato nos da el siguiente resultado:

Cuadro 65

Monto general aproximado de las inversiones extranjeras en México por países y por ramas (en pesos de 1911)

PaísRama

Estados Unidos Gran Bretaña Francia

Deuda Pública 59’322,540 82’760,000 328’132,000

Bancos 34’328,300 17’557,000 99’994,000

Ferrocarriles 534’683,462 401’396,000 116’240,000

Servicios Públicos 13’473,000 211’558,000 10’040,000

Minas y metalurgia 499’000,000 116’887,140 179’552,000

La acumulación originaria en México • 355

Cuadro 65 (Continuación)

Monto general aproximado de las inversiones extranjeras en México por países y por ramas (en pesos de 1911)

PaísRama

Estados Unidos Gran Bretaña Francia

Bienes raíces 81’420,000 90’990,000 16’000,000

Industria 21’200,000 10’855,800 71’932,368

Comercio 8’960,000 280,000 80’000,000

Petróleo 40’000,000 57’200,000 6’800,000

Totales 1,292’387,302 989’484,840 908’690,368

PaísRama

Alemania Holanda OtrosSuma por

ramas

Deuda Pública 2’000,000 25’799,450 498’013,990

Bancos 12’000,000 2’000,000 165’880,200

Ferrocarriles 18’720,000 23’074,000 36’432,000 1,130’545,462

Servicios Públicos 2’640,000 237’711,000

Minas y metalurgia 21’760,000 817’199,140

Bienes raíces 6’000,000 194’410,000

Industria 26’960,000 130’948,168

Comercio 32’390,000 122’130,000

Petróleo 104’000,000

Totales 65’680,000 53’513,450 91’082,000 3,400’837,960

Fuente: D’Olwer, Luis Nicolau, op. cit., cuadro LXV.

El predominio del capital francés en la banca y en la industria y su fusión con el régimen Porfirista obstaculizaba la penetración del capital norteamericano en estos campos. Ésta es la causa última de la primera fase de la Revolución de 1910; Francisco I. Madero, el héroe burgués, fue el vocero del capital norteamericano y de la fracción terrateniente-industrial aliada suya. La revolución maderista trajo a primer plano, tras de sí, la verdadera gran contradicción que dormitaba en el seno de la “paz” porfiriana.

Tendencia histórica de la acumulación capitalista en México • 357

CAPÍTULO XVIIITENDENCIA HISTÓRICA DE LA ACUMULACIÓN CAPITALISTA

EN MÉXICO

Hemos asistido, a lo largo de este trabajo, a la gestación, nacimiento y primeras etapas de vida del capitalismo mexicano.

A partir de un estado social que tiene su fundamento en el pequeño pro-ductor independiente, propietario de sus medios e instrumentos de producción, del reino de la pequeña propiedad privada “que es el corolario de la pequeña industria, agrícola o manufacturera, y ésta constituye el semillero de la produc-ción social, la escuela en la cual se elaboran la habilidad manual, la destreza ingeniosa y la libre individualidad del trabajador...”,1 se inicia la acumulación originaria de capital, la cual se basa por completo en el despojo violento de la propiedad de los productores directos, quienes forman la gran masa del pueblo, y su concentración en manos de los capitalistas.

La sociedad mexicana se divide entonces en dos clases sociales: la de los propietarios privados que no trabajan y la de los trabajadores que han sido expro-piados. La relación entre los medios e instrumentos de producción, ahora con-centrados en unos pocos propietarios, y el productor directo se establece a través del trabajo asalariado. Los productores directos se ven obligados, para poder subsistir, a vender su fuerza de trabajo a quienes detentan la propiedad de los medios e instrumentos de producción; los elementos materiales de la produc-ción se han convertido en capital, sus propietarios en capitalistas y los producto-res directos en trabajadores asalariados, en obreros.

A partir de este punto, los capitalistas mexicanos, movidos única y exclu-sivamente por su apetito insaciable de ganancia, ponen en funcionamiento una serie de métodos para obtener, de sus obreros, cantidades crecientes de trabajo excedente, de plusvalía. Dan curso a dos formas fundamentales de obtener plus-valor: los procedimientos utilizados para producir plusvalía absoluta y los que se emplean en la producción de plusvalía relativa.

Los primeros tienen como propósito fundamental extender la parte de la jor-nada en la cual se produce valor excedente para el capitalista y son, principalmente, la extensión de la jornada, la reducción del salario y la incorporación de las mujeres

1 Marx, Carlos, El Capital, Crítica de la Economía Política, Libro primero, “El desarrollo de la producción capitalista” en Carlos Marx/Federico Engels, Obras Escogidas, t. I, Editorial Ciencias del Hombre, Buenos Aires, 1973, Argentina, p. 741.

358 • El desarrollo del capitalismo mexicano

y los niños al trabajo asalariado; el resultado de la aplicación de estas prácticas es el desfalco creciente y acelerado de la fuerza de trabajo, que se ve sometida a un proce-so de desgaste excesivo; los trabajadores son conducidos a una situación de hambre, falta de vivienda, enfermedades y muerte prematura y a la disolución de la familia obrera. En la parte correspondiente de este trabajo ilustramos suficientemente, con datos irrefutables, la terrible situación de miseria a la que los capitalistas mexicanos de la segunda mitad del siglo XIX sometieron a los trabajadores nacionales.

Los segundos se dirigen a la reducción del valor de la fuerza de trabajo, expediente por medio del cual se obtiene la disminución del tiempo de trabajo necesario, en el que el obrero reproduce el valor de sus medios de vida, y al alar-gamiento del tiempo de trabajo excedente, dentro de una jornada de trabajo fija. Para alcanzar esta finalidad, los capitalistas concentran los medios e instrumen-tos de producción en grandes unidades, dividen el trabajo, organizan el trabajo colectivo de muchos y maquinizan los procesos productivos. La cooperación simple, la manufactura y la gran industria maquinizada constituyen las fases de esta evolución. Los productores directos son desposeídos de sus capacidades productivas individuales, las que se acumulan en el polo opuesto, en el capital. El mando sobre su trabajo, la dirección inteligente del proceso productivo, sus ins-trumentos individuales de producción, el virtuosismo en sus múltiples funciones productivas, etcétera, se incorporan al capital, ya sea directamente, como elemen-tos personales del mismo, o indirectamente, como atributos de las máquinas.

El resultado inmediato de la implantación de las formas de producción de plusvalía relativa es la privación de todo contenido al trabajo del obrero; la fuerza de trabajo pierde sus facultades productivas y con ellas la base de exis-tencia y desarrollo de sus órganos corpóreos, de su estructura y procesos orgá-nicos, de su fisiología toda, los que entran así en una pendiente de degeneración y descomposición que significa un tramo más en la anulación de la naturaleza humana que se inicia con la disolución de la comunidad primitiva. También, da origen a una tendencia irrefrenable hacia la intensificación del trabajo, la cual tiene como consecuencia ineluctable la inversión de las funciones de todos los órganos y de los procesos orgánicos, que pasan a convertirse en apéndices de los instrumentos (de la máquina) y son puestos a funcionar más allá de cual-quier límite natural; el proceso de descomposición y degeneración de los cuer-pos y las mentes de los trabajadores obtiene un nuevo y poderoso impulso. Todo este movimiento permanece oculto, encubierto por la apariencia del fenómeno.

En la primera década del siglo XIX, al quedar plenamente constituidos los dos modos de producción de plusvalía, el capitalismo mexicano completa su período de formación.

Desde este momento, el propósito general del capitalismo autóctono es la producción masiva de plusvalía y su acumulación para ser empleada como un capital adicional.

La acumulación de capital reobra sobre las formas de producir plusvalía, potenciándolas; refuerza por tanto las consecuencias perniciosas que ellas tie-nen para la clase obrera.

Tendencia histórica de la acumulación capitalista en México • 359

La acumulación de capital se puede realizar en dos formas: una, sin cam-bios en la composición del capital, y otra, con cambios en su composición orgá-nica, es decir, en la que desciende el capital variable (aquel que se invierte en el pago de la fuerza de trabajo) en relación con el capital constante (el que se in-vierte en medios e instrumentos de producción). Esta última forma tiene como resultado un descenso relativo y absoluto de la demanda de obreros.

El régimen económico mexicano se mueve en períodos cíclicos en los cuales transita de la reproducción simple (es decir, sin acumulación) a la repro-ducción ampliada (acumulación) sin cambios en la composición del capital, de ésta a la acumulación con cambios en la composición del capital y de aquí a la desacumulación franca.

El resultado último de este paso del régimen capitalista mexicano de una a otra forma de acumulación y a la desacumulación es la sujeción de los traba-jadores a un movimiento incontrolable de atracción y repulsión que los somete a un estrujamiento que se traduce en el agravamiento del ya de por sí desastroso estado de sus condiciones de vida y la formación de una sobrepoblación obrera que se incrementa constantemente y hace crecer la miseria, el hambre y las en-fermedades en el seno de la clase de los trabajadores.

Esta dinámica de la acumulación capitalista va dejando capas de pobla-ción que se sedimentan en la base de la estructura social y forman un depósito cada vez más grande de seres que están por completo fuera de la organización económica capitalista, no tienen en ella función alguna y se debaten en la mise-ria más espantosa. Esta creciente población infrahumana se suma a los grupos sociales que los anteriores regímenes de la propiedad privada han ido dejando en nuestro país, como los indígenas, que también están por completo fuera del circuito económico capitalista y viven en condiciones de extrema pobreza.

El régimen capitalista mexicano, desde principios del siglo XIX hasta nuestros días, se caracteriza por producir una gigantesca acumulación de capital que tiene como presupuesto y resultado una monstruosa acumulación de miseria de los tra-bajadores que consiste en la extenuación de la fuerza de trabajo, su desgaste excesi-vo, el hambre, las enfermedades y la muerte prematura, por un lado, y por el otro, la degeneración y descomposición de sus cuerpos y de sus mentes, la anulación de todas sus facultades naturales humanas, la pérdida total de su naturaleza humana.

El régimen feudal que existió en nuestro país engendró en su seno a la pequeña producción de mercancías; el desenvolvimiento de ésta, al llegar a un punto determinado, chocó con las relaciones de producción existentes y las des-truyó, sustituyéndolas por otras relaciones de producción acordes con las nue-vas fuerzas productivas.

Del mismo modo, la pequeña producción de mercancías sustentada en la propiedad personal del productor directo de los medios e instrumentos de producción forjó en su interior los elementos de su propia negación. Las fuerzas productivas se elevaron a la categoría de fuerzas capitalistas de producción y primero colisionaron con las relaciones de producción existentes, que tenían como su centro al pequeño productor de mercancías propietario personal de sus

360 • El desarrollo del capitalismo mexicano

medios e instrumentos de producción, y después las destruyeron y sustituyeron por nuevas relaciones de producción que reconocían como el fundamento últi-mo de la sociedad al propietario privado de los medios e instrumentos de produc-ción que no trabaja él mismo, sino que los hace funcionar con el trabajo ajeno.

En el régimen capitalista mexicano, la acumulación de capital lleva nece-sariamente a una concentración cada vez mayor de los medios e instrumentos de producción y a la formación de un obrero colectivo que, mediante la coope-ración, la división del trabajo y la maquinización utiliza en la producción de bienes aquellos elementos aglutinados.

Pero estas fuerzas productivas, conducidas a su estadio más alto, se en-frentan necesariamente a las relaciones de producción capitalistas, que son ya un freno para su adelanto progresivo. En efecto, la concentración de la produc-ción tiene un impedimento para su plena realización como una única unidad productiva en su fragmentación bajo la propiedad de los propietarios privados y la conformación de un obrero colectivo se detiene ante la pulverización de la clase obrera en atención a su adscripción a las diferentes parcelas de los medios e instrumentos de producción pertenecientes a los distintos capitalistas, a los intereses individuales encontrados de sus miembros y a la absoluta desposesión de las características de su naturaleza humana a que los somete el capital.

Con la necesidad de las leyes naturales, las fuerzas productivas que el pro-pio capitalismo mexicano ha creado han de romper las relaciones de producción capitalistas e implantar unas relaciones de producción acordes con ellas.

La historia coloca ante el proletariado mexicano esta grandiosa tarea: dar cima a la concentración de los medios e instrumentos de producción, para lo cual debe expropiar a los expropiadores y convertir la propiedad privada capita-lista en propiedad colectiva; dar forma definitiva al obrero colectivo mediante la formación de la naturaleza colectiva de los trabajadores individuales, la regene-ración de su fuerza de trabajo y la restitución plena de su naturaleza humana.

En pocas palabras: el proletariado mexicano debe asumir su tarea históri-ca de establecer el socialismo en nuestro país.

...El monopolio del capital se convierte en una traba para el modo de producción que creció y prosperó con él y bajo sus principios. La socialización del trabajo y la centralización de sus resortes materiales llegan a un punto en que ya no pueden seguir encerrados dentro de la envoltura capitalista. Los expropiadores son expropiados a su vez. La apropiación capitalista, concorde con el modo de producción capitalista, es la primera negación de esa propiedad privada que representa sólo el corolario del trabajo independiente e individual. Pero la producción capitalista engendra por sí misma su propia negación, con la fatalidad que preside las metamorfosis de la naturaleza. Es la negación de la negación. Restablece, no la propiedad privada del trabajador, sino su propiedad basada en las adquisiciones de la era capitalista, en la cooperación y posesión común de todos los medios de producción, incluida la tierra.2

2 Ibíd., p. 743.

Apéndice Estadístico • 367

Índice de precios al mayoreo de la Ciudad de México(1877-1965. Base 1900=100)

Años Índice Años Índice Años Índice Años Índice Años Índice Años Índice

1877 68.7 1897 102.8 1909 143.6 1934 235.27 1946 852.60 1958 2,084.65

1886 77.9 1898 88.5 1910 165.7 1935 239.59 1947 830.60 1959 2,107.79

1887 68.8 1899 85.5 1911 163.5 1936 261.17 1948 891.80 1960 2,212.37

1888 81.0 1900 100.0 1925 284.92 1937 321.61 1949 974.12 1961 2,233.29

1889 87.5 1901 122.8 1926 280.60 1938 338.88 1950 1,166.73 1962 2,273.51

1890 85.3 1902 120.8 1927 267.65 1939 343.20 1951 1,432.00 1963 2,286.38

1891 84.8 1903 125.7 1928 267.65 1940 358.30 1952 1,499.90 1964 2,382.92

1892 97.7 1904 106.8 1929 269.81 1941 366.94 1953 1,470.88 1965 2,427.98

1893 105.7 1905 121.3 1930 276.28 1942 401.47 1954 1,609.00 1970 3,047.78

1894 93.2 1906 135.9 1931 241.75 1943 472.70 1955 1,827.82 1975 5,465.29

1895 93.1 1907 133.9 1932 215.84 1944 630.27 1956 1,913.10

1896 102.2 1908 131.9 1933 228.80 1945 669.13 1957 1,995.10

La parte del Índice de precios anterior correspondiente al período de 1877 a 1911 está tomada ínte-gramente del Índice General de Precios al Mayoreo en la Ciudad de México, 1877, 1886, 1911 y 1939. Base: 1900 = 100, Estadísticas Económicas del Porfiriato, op. cit., p. 172.

De 1939 en adelante, sirviendo ese año como punto de enlace, se emplearon los siguientes índices de precios:

Índice de precios al mayoreo en la Ciudad de México(210 artículos. Base: 1939 = 100)

Año 1947 1948 1949 1950

Índice General 242.3 260.0 284.8 311.2

Artículos de consumo 264.0 270.5 281.6 302.9

Artículos de producción 209.1 244.0 289.8 323.8

Fuente: Banco de México, S. A., Vigésima Novena Asamblea Ordinaria de Accionistas. México, D. F., 1951, cuadro 44, p. 151.

Índice de precios al mayoreo en la Ciudad de México(210 artículos. Base: 1954 = 100)

Año 1950 1951 1952 1953 1954 1955 1956 1957

Índice General 72.5 89.9 93.2 91.4 100.0 113.6 118.9 124.0

Artículos de consumo 73.4 91.3 96.1 93.5 100.0 114.2 120.8 126.6

Artículos de producción 71.2 87.9 89.1 88.7 100.0 112.1 116.0 120.5

368 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Índice de precios al mayoreo en la Ciudad de México (Continuación)(210 artículos. Base: 1954 = 100)

Año 1958 1959 1960 1961 1962 1963 1964 1965

Índice General 129.5 131.0 137.5 138.8 141.3 142.1 148.1 150.9

Artículos de consumo 133.7 134.7 139.8 141.1 145.6 145.2 151.9 155.4

Artículos de producción 123.8 126.0 134.3 135.6 135.4 137.8 143.0 144.6

Fuente: Banco de México, S.A., Informe Anual, 1965, Cuadragésima Cuarta Asamblea General de Accionistas, México, D. F., 1966, cuadro 6, p. 95.

Ya hemos explicado (nota 6 del capítulo I de este trabajo) las razones que nos movieron a tratar de deflactar, tomando como año base 1900, las cifras que ex-presan en precios corrientes el monto de la riqueza social (capital); en ese mismo lugar expresamos los límites dentro de los cuales tal deflación tiene validez. Aquí sólo abundaremos sobre un argumento fundamental: en la sociedad capitalista, con el rápido desarrollo de la fuerza productiva del trabajo se da un proceso ace-lerado de depreciación de capital; es decir, que cada vez es mayor el volumen de medios e instrumentos de producción que se producen con un determinado valor; así, el mismo valor en 1900 y en 1965 se traduce necesariamente en can-tidades muy distintas de capital considerado éste en su carácter material. Por lo tanto, aún igualando sobre una misma base de valor el capital de aquellos años extremos, la masa de medios e instrumentos de producción que corresponden a una determinada unidad de valor es mucho mayor en el último año que en el primero. Desde este punto de vista, las cifras deflactadas están necesariamente muy por abajo de su valor real.

7. El desarrollo económico de México y su capacidad para absorber capital del exterior, por Raúl Ortiz Mena, Víctor L. Urquidi, Albert Waterston y Jonas H. Harolz, Nacional Financiera, S. A., FCE, 1953, cuadro 1, p. 4.8. No se obtuvieron los índices de precios para 1940 y 1945, por eso no aparecen deflactadas las cifras correspondientes a esos años.9. El desarrollo económico de México y su capacidad para absorber capital del exterior, op. cit., cuadro 1, p. 4.10. Banco de México, S. A., Informe Anual, 1960, Trigésima Novena Asamblea General Ordinaria de Accionistas, México, D. F., 1961, cuadro 1, p. 13.11. Ibídem.12. Aguilar, M. Alonso, El proceso de acumulación de capital, cuadro 2, en Alonso Aguilar M. y Fer-nando Carmona, México: riqueza y miseria, Editorial Nuestro Tiempo, México, 1967, p. 18. La fuente de los datos citados por Alonso M. Aguilar es: CEPAL, El desequilibrio externo en el desarrollo latino-americano. El caso de México, vol. I, pp. 136 y ss.13. El capital total I ha sido obtenido sumando el monto del Ingreso Nacional a costo de factores calculado por los economistas de NAFINSA al valor del capital tangible reproducible según Alonso M. Aguilar.14.- El capital total II se obtuvo sumando el Ingreso Nacional calculado por el Banco de México al valor del capital tangible reproducible según Alonso M. Aguilar.

Apéndice Estadístico • 369

Cuadro 3

Datos estadísticos sobre todas las industrias. 1930-1975(Precios corrientes) millones de pesos

AñoConcepto

1930(1) 1935(2) 1940(3) 1945(4) 1950(5)

Núm. de establecimientos censados

48,573 7,619 13,510 31,195

Promedio de horas traba-jadas anualmente en los

establecimientos1,310 2,616 3,238 2,752

Personal ocupado 313,153 318,041 389,965 574,617 809,257

Directores 36,822 8,215 15,932 39,596

Empleados 19,151 25,453 32,896 67,613

Obreros 257,180 284,373 341,137 467,408

Valor de las inversiones 956.13 1,469.76 3,286.18 4,382.21

Terrenos, etcétera 323.74 726.23 1,423.79 1,653.27

Maquinaria, etcétera 352.90 610.33 1,143.17 1,330.22

Vehículos, semovientes, muebles y útiles

58.87 124.84 181.82

Existencia de combusti-bles y lubricantes

6.02 9.69 20.33

Existencia de materias primas

185.58 129.46 262.31 675.65

Existencia de productos acabados y en proceso de

elaboración93.90 138.84 322.35 520.89

Capacidad total de má-quinas y equipos motrices

(caballos)1’108,588 1’409,507 1’664,878 1’511,180

Materias primas consu-midas

314.20 723.46 1,733.67 3,999.49 10,679.53

Del país 244.45 468.63 1,470.25 3,435.93

Del extranjero 69.75 104.24 263.41 563.55

Del país y del extranjero 150.88

Sueldos y salarios pagados 176.93 285.75 568.36 1,161.87 3,550.82

A directores 9.46 18.80 32.20 139.34

A empleados 33.24 56.10 99.96 190.16

A obreros 134.23 210.84 436.25 832.36

Gastos de energía eléctri-ca, combustibles y lubri-

cantes consumidos35.74 94.56 119.04 233.39

Otros gastos 636.45

370 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Cuadro 3 (Continuación)

Datos estadísticos sobre todas las industrias. 1930-1975(Precios corrientes) millones de pesos

AñoConcepto

1930(1) 1935(2) 1940(3) 1945(4) 1950(5)

Valor de la producción 896.74 1,862.56 2,893.47 7,505.90 22,677.59

Cobrado por maquila, reparaciones, etcétera

14.61 36.38 139.21 204.14

Gastos diversos

Pagado por maquila

Depreciación (2.35% del valor de la producción)*

21.07 43.77 70.33 176.38 532.59

Cuadro 3 (Continuación)

AñoConcepto

1955(6) 1960(7) 1965(8) 1970(20) 1975(21)

Núm. de establecimientos censados

75,700 102,578 136,066 119,963 119,212

Promedio de horas trabajadas anualmente en

los establecimientos

(días trabajados)

3’504,127

Personal ocupado 2’171,599 1’174,365 1’409,894 1’581,247 1’707,919

Directores 144,293 142,320

Empleados 408,741 252,128 230,287 283,169 338,637

Obreros 1’762,858 801,769 1’016,169 1’181,793 1’226,962

Valor de las inversiones 28,702.26* 34,344.65* 39,246.42* 23,159.95

Terrenos, etcétera 5,383.29 4,573.00

Maquinaria, etcétera 12,926.69 14,683.84 26,215.68 10’571,559 15,562.56

Vehículos, semovientes, muebles y útiles

3,900.62 3,023.61

Existencia de combustibles y lubricantes

174.64 870.40

Existencia de materias primas

12,805.80 4,631.45 13,030.74 6’357,592 4,394.58

Existencia de productos acabados y en proceso de

elaboración 5,570.51 22,519.08 9,776.58

Capacidad total de máquinas y equipos motrices (caballos)

4’528,461

Materias primas consumidas

33,361.97 33,176.60 56,417.59 90,413.75 208,889.80

Apéndice Estadístico • 371

Cuadro 3 (Continuación)

AñoConcepto

1955(6) 1960(7) 1965(8) 1970(20) 1975(21)

Del país

Del extranjero

Del país y del extranjero 32,992.79

Sueldos y salarios pagados 10,968.26 10,851.36 16,394.72 27,739.11 79,206.08

A directores

A empleados 3,960.34 3,996.47 6,594.34 10,730.88 22,438.77

A obreros 7,007.91 6,854.89 9,800.38 17,008.23 38,535.95

Gastos de energía eléctrica, combustibles y lubricantes consumidos

2,068.77 1,982.23** 2,664.72** 4,107.25 9,305.67

Otros gastos 10,305.87 10,368.17 28,842.61

Valor de la producción 69,291.85 66,613.10 121,560.71 212,404.44 473,148.22

Cobrado por maquila, reparaciones, etcétera

1,032.80 1,607.11 4,530.57 5,481.70 13,920.13

Gastos diversos 8,237.10 14,377.20 18,722.31

Pagado por maquila 223.89 721.91 1,478.73 2,687.03 5,886.30

Depreciación (2.35% del valor de la producción)*

1,628.35 1,565.40 2,856.67 5,537.64 10,030.21

* Es el promedio de los dos únicos años en que los Censos contienen este concepto, 1970 y 1975** Los valores aquí consignados difieren de los que aparecen en los Censos respectivos porque a par-

tir del de 1956 se incluyó en el valor de las inversiones el rubro de materias primas consumidas, que antes aparecían separadas y nosotros lo hemos sustraído para hacer congruentes las cifras de todos los Censos. En 1970 el recopilador censal volvió a la costumbre abandonada en 1955 de presentar el valor de las inversiones separado del de las materias primas consumidas.

*** No incluye energía eléctrica.

Conversión de los datos censales a los conceptos de la economía marxista. Millones de pe-sos. Precios constantes. Base: 1930 = 100*

AñoConcepto

1930 1935 1940 1945 1955 1960 1965 1970 1975

(a) Capital constante que no se

transmite al producto (9)

841.15 1,715.22 2,231.23 1,521.49 3,643.42 3,397.78 4,140.79 1,032.64 929.84

(b) Capital constante que reapa-rece en el producto

(10)

371.02 993.76 1,482.91 1,820.57 8,438.27 5,971.04 8,852.30 11,011.11 13,292.82

372 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Conversión de los datos censales a los conceptos de la economía marxista. Millones de pesos. Precios constantes. Base: 1930 = 100*

AñoConcepto

1930 1935 1940 1945 1955 1960 1965 1970 1975

(c) Capital constante total (a+b)

(11)

1,212.17 2,708.98 3,714.15 3,342.07 12,081.69 9,368.82 12,993.09 12,043.75 14,222.66

(d) Capital variable

(12)176.93 329.50 438.27 479.73 1,657.88 1,355.11 1,865.55 2,514.55 4,004.00

(e) Capital total (c+d)

(13)1,389.10 3,038.49 4,152.42 3,933.29 13,739.57 10,723.94 14,858.65 14,558.31 18,226.77

(f) Valor total de la produc-ción (14)

911.36 2,189.73 2,408.49 3,183.46 10,629.80 8,509.32 14,347.95 19,751.44 24,622.17

(g) Plusva-lía f-(b+d)

(15)363.41 866.46 494.23 883.15 533.5 1,193.16 3,630.09 6,225.77 7,325.34

(h) Depre-ciación

(16) 21.07 50.47 54.23 72.82 246.13 195.48 325.06 501.98 507.04

* Se utilizó el Índice de precios al mayoreo de la Ciudad de México. 1877-1975. Base 1900 = 100, formulado por nosotros y que aparece en este mismo Apéndice Estadístico.

Plusvalía total producida por quinquenios. Millones de pesos constantes. Base: 1930 = 100

Quinquenio1931-1935

1936-1940

1941-1945

1946-1950

1951-1955

1956-1960

1961-1965

1966-1970

1971-1975

Plusvalía total (17)

2,879.26 741.70 169.79 4,728.35 4,728.35 - 2,356.04 6,571.64 2,595.34 4,768.03

Plusvalía me-dia anual por quinquenio

(18)

575.85 148.34 33.95 945.67 945.67 -471.20 1,314.32 519.06 953.60

Apéndice Estadístico • 373

Plusvalía total producida por quinquenios. Millones de pesos constantes. Base: 1930 = 100 (Continuación)

Quinquenio1931-1935

1936-1940

1941-1945

1946-1950

1951-1955

1956-1960

1961-1965

1966-1970

1971-1975

Cantidad me-dia anual por quinquenio de plusvalía producida

por persona ocupada (19).

Pesos.

9,053.10 1,901.96 295.68 2,177.35 2,177.35 -2,006.22 4,661.08 1,641.32 2,791.71

Plusvalía total produ-cida durante

el período 1930-1975

24,826.42

1, 2, 3 y 4.-Secretaría de Economía, Dirección General de Estadística, Cuarto Censo Industrial de los Estados Unidos Mexicanos. 1945. Resumen General, México, 1953.6.- Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística, Censo Industrial 1956 (In-formación Censal 1954) Resumen General, tomo I, México, 1959.7.- Resumen General del VII Censo Industrial. 1961.8.- Secretaría de Industria y Comercio, Dirección General de Estadística, VIII Censo Industrial 1966 Resumen General, México, D. F., 1967.9.- El capital constante es la parte del capital total que no crea valor, esto es, los medios e instrumen-tos de producción, los cuales sólo transmiten una parte de su valor al producto. Se ha dividido en dos clases: aquel que queda de descontar la parte que se transmite al producto, y la porción que reaparece en éste. El capital constante que no se transmite al producto comprende los siguientes rubros de los censos: Activos fijos brutos y la existencia de combustibles, lubricantes, materias primas, menos la depreciación del capital fijo (éste comprende los elementos del capital constante que transmiten pe-riódicamente su valor al producto: edificios, terrenos, máquinas, semovientes, muebles, vehículos).10.- El capital constante que reaparece en el producto está formado por los siguientes conceptos de los Censos Industriales: materias primas, energía eléctrica, combustibles y lubricantes consumidos, depreciación de capital fijo, gastos diversos, otros gastos y lo que se paga por maquila. 11- Capital constante total: valor de los medios e instrumentos de producción empleados en el pro-ceso productivo. Suma de a+b.12.- Capital variable: aquél cuyo valor se incrementa en el proceso productivo es decir el que se in-vierte en fuerza de trabajo; en los censos está comprendido bajo el rubro de “sueldos y salarios”.13.- Capital total: es la suma del capital constante total y del capital variable.14.- Valor total de la producción. Comprende: “Valor de la producción” más “Cobrado por maquila”.15.- La plusvalía, o sea la masa de trabajo obrero excedente que se apropia la burguesía, es el resul-tado de restar al valor total de la producción la suma del valor del capital constante que reaparece en el producto y el del capital variable.16.- La depreciación es calculada tomando como base el promedio de los dos únicos años en que los Censos contienen este concepto, 1970 y 1975.17.- La plusvalía producida por quinquenio se obtiene restando a la suma del capital total existente y de la plusvalía producida en el 5o. año, la suma del capital total existente y de la plusvalía producida en el 5o. año del quinquenio anterior.18.- La cantidad media anual de plusvalía producida por quinquenio se obtuvo dividiendo la plusva-lía total del quinquenio entre el número de años del período considerado.

19.- La cantidad media anual por quinquenio de plusvalía producida por persona ocupada se obtuvo dividiendo las cantidades del concepto anterior entre el número de personas ocupadas en el 5o. año del quinquenio.20.- Resumen General del IX Censo Industrial, 1971 (datos de 1970), México, 1973.21.- Resumen General del X Censo Industrial, 1976 (datos de 1975), México, 1979.

La teoría marxista del valor • 375

APÉNDICE 2LA TEORÍA MARXISTA DEL VALOR

Conclusiones sobre la Primera Sección de El Capital

En este Apéndice hacemos un resumen de la teoría del valor expuesta por Marx en el Libro I del Tomo I de El Capital. Nuestro objetivo principal es poner de relieve algunos puntos fundamentales de la teoría del valor que se relacionan directamente con el proceso de nacimiento del régimen capitalista, es decir, con el proceso histórico de transformación del dinero en capital. Hacer resaltar di-chos puntos y concatenaciones constituye una urgente necesidad para la cabal comprensión del origen y desarrollo del capitalismo en nuestro país; sobre todo cuando la totalidad de nuestros “teóricos marxistas” sólo saben repetir, respecto del génesis del capitalismo mexicano, los mismos tópicos que mal han aprendi-do de sus maestros, los “intelectuales” burgueses de izquierda. En efecto, para el liberal burgués el capitalismo podría haberse instaurado en México cuando menos desde los últimos años de la Colonia, lo cual no sucedió por una de dos razones, o por ambas a la vez: la ignorancia, la necedad, la timidez, la “falta de espíritu de empresa” en suma de los dueños del dinero y la intromisión extranje-ra que constituyó siempre una traba para el nacimiento primero y para el desa-rrollo después del capitalismo mexicano. Estos prejuicios teóricos de la burgue-sía son aceptados sin discusión por los “ideólogos marxistas” de nuestro país, quienes los transcriben casi literalmente a sus “caracterizaciones” del régimen económico mexicano. Reivindicar la teoría marxista en estos aspectos esenciales constituye una necesidad inaplazable que permitirá conocer científicamente el origen y desarrollo del capitalismo en México. La principal conclusión que se extrae del resumen es la de que el capitalismo, conforme a la teoría del valor, tiene su origen necesario en todo un proceso que se inicia con la proliferación de la pequeña producción de mercancías agrícolas e industriales, lo que provoca la disolución del régimen feudal y sienta las premisas del sistema capitalista. Y tal es, como se ha visto a lo largo de este libro, lo que ha sucedido en México.

376 • El desarrollo del capitalismo mexicano

I. Tres procesos históricos distintos, pero indisolublemente ligados entre sí, son el antecedente necesario del régimen capitalista de producción:

Constante individualización de la producción hasta rematar en la sociedad de a) pequeños productores de mercancías.Despojo a los productores directos del medio general de producción, la tie-b) rra. Sobre esta base, explotación de los productores directos a través de la propiedad directa sobre ellos o la absorción de trabajo concreto y productos útiles; la explotación tenía como finalidad satisfacer las necesidades de los explotadores.Desarrollo de la circulación de mercancías a base del constante fraccionamiento c) de la sociedad que llega a su máximo punto con la aparición de una multitud de pequeños productores; la circulación de mercancías recibe por primera vez un impulso poderoso que le permite desplegar todas sus posibilidades.

II. En la circulación simple de mercancías se dan una serie de circunstancias que, al desenvolverse posteriormente, deben imprimir a las fuerzas productivas un enor-me desarrollo, terminar el proceso de despojo de los productores directos y hacer que la explotación de una parte de la sociedad por la otra cobre las formas más re-pulsivas y degradantes que jamás se hayan conocido; en suma, deben elevar hasta su máxima expresión la explotación del hombre por el hombre, a la vez que proveen los elementos para la abolición de la misma.

Esas circunstancias son las siguientes:

La mercancía es una sustantivación de valor

En el régimen de producción simple de mercancías, la fuerza de trabajo inverti-da en su producción se materializa en la mercancía, cobra vida propia y se aleja del productor.

Por otro lado, la renovación de la fuerza de trabajo del productor depen-de, en primer lugar, de objetos que vienen del exterior, de otros productores y, en segundo lugar, del alejamiento de su propia fuerza de trabajo.

Disociación entre el productor y su fuerza de trabajo

Aquí encontramos una primitiva disociación entre el productor y su fuerza de trabajo; ésta cobra vida en los productos y se aleja constantemente de aquél mientras que los objetos necesarios para reconstituirla son obtenidos de fuera a través del cambio. La fuerza de trabajo sale de la órbita del productor materiali-zada en un objeto; éste es cambiado por otro que también es materialización de la fuerza de trabajo de un productor distinto y que servirá para reconstituir la fuerza de trabajo del primero; no ha habido más que un intercambio de la fuer-

La teoría marxista del valor • 377

za de trabajo de uno por la de otro y una reconstitución de la fuerza de trabajo de uno con la de otro productor; pero para realizar tal cosa la fuerza de trabajo de ambos ha debido materializarse en un producto y enajenarse de su propietario pasando a ser propiedad del otro, y la renovación de su fuerza de trabajo ha tenido que pasar a depender de un producto ajeno. Lo característico de esta primitiva disociación es que ella está limitada estrictamente por el hecho de que la enajenación del producto sólo se hace con el propósito de obtener el producto ajeno para satisfacer las necesidades propias, es decir, que la fuerza de trabajo enajenada de su productor se agota en el consumo y pasa a formar parte de la fuerza de trabajo (como reconstituyente) del consumidor.

El carácter y los límites de esta primitiva disociación los comprendere-mos mejor si nos remitimos a las formas de producción autoconsuntiva. En ellas la fuerza de trabajo de los individuos se materializa también en los productos, ya sean estos medios de producción o medios de consumo; pero la propiedad de los mismos sigue estando en manos de los productores quienes la ejercen en forma colectiva y, por tanto, la regeneración de su fuerza de trabajo está bajo su propio control por medio de la distribución también colectiva del producto. La fuerza de trabajo ha tenido que materializarse en el objeto con la finalidad de intercambiarlo por el producto de otro productor independiente.

El dinero y la sustantivación del valor

Con la aparición del dinero —producto necesario de la circulación de mercan-cías— la fuerza humana de trabajo de los productores puede plasmarse en un objeto material y mantenerse en ese estado —es decir, como materialización absoluta de valor— indefinidamente; puede acumularse en esa forma fluida de trabajo abstracto. Se da un paso más en la disociación entre el productor y su fuerza de trabajo, la cual ahora puede acumularse en ese estado peculiar, salién-dose, por así decirlo, de la materialidad corpórea de su poseedor y encarnando en el dinero. En el caso anterior veíamos que la fuerza de trabajo en su forma abstracta salía del cuerpo de su poseedor y se materializaba en un objeto útil; de ahí, por medio del cambio, emigraba hacia otro productor, quien la consumía. En la situación que nos ocupa, la fuerza de trabajo pasa, bajo su forma abstrac-ta, del poseedor al objeto útil, de éste al dinero y ahí se detiene el proceso sin ser consumida; se mantiene en su forma abstracta general. Se atesora.

La fuerza de trabajo se enajena del productor y se acumula en manos del poseedor del dinero; su fuerza de trabajo se convierte en propiedad de otro, por lo que pierde el control sobre ella y lo transmite a quien se la ha apropiado. La fuerza de trabajo del productor se convierte en un poder ajeno que pende sobre él como una amenaza y se le opone como una fuerza hostil.

El atesoramiento para asegurarse la satisfacción posterior de las nece-sidades evoluciona necesariamente hacia la pasión de atesorar por atesorar; poseer oro, es decir, trabajo humano acumulado bajo su forma abstracta, es

378 • El desarrollo del capitalismo mexicano

expresión de riqueza y poder; con el progreso de la producción simple de mer-cancías aumenta la cantidad de dinero, esto es, de fuerza de trabajo en su forma abstracta, acumulada; el dinero se concentra en tesoros más o menos grandes en los poros de la sociedad; se despierta en los poseedores de dinero el hambre de riqueza en su forma abstracta. Se divorcia así la acumulación de dinero de su papel de medio para satisfacer las necesidades del productor y se convierte en una necesidad en sí misma.

Los comerciantes surgen como producto necesario de la existencia de una sociedad de productores independientes, en la que hacen el papel de interme-diarios entre éstos. Son el vehículo principal para la acumulación de grandes tesoros y el motor de su actividad es el hambre de riqueza abstracta. El incre-mento del dinero de los comerciantes proviene de la apropiación de una parte de los productos sobre los que versa el cambio (comprar barato —por menos de su valor— y vender caro —por su valor completo—). El hambre de riqueza abstracta de los comerciantes y, por tanto, la acumulación de dinero se mueven, en la fase inferior del feudalismo, cuyo basamento económico son las unidades autoconsuntivas que únicamente cambian los productos excedentes, dentro de límites muy estrechos; encuentra una barrera infranqueable en la organización de la producción que se orienta completamente al consumo, al valor de uso. Los grandes comerciantes de esa época se dedican preferentemente al comercio ex-terior; el mercado interno es demasiado pequeño.

La pequeña producción de mercancías

En la fase superior del feudalismo, una vez que los siervos han conquistado una división tal de su tiempo de trabajo que les deja una porción del mismo libre para emplearlo en su propio provecho, se origina una multitud de pequeños produc-tores de mercancías; el mercado crece rápidamente y las leyes que señalábamos como características de la producción simple de mercancías y que encontraban un obstáculo insalvable en el carácter autoconsuntivo de la producción, cobran su plena vigencia, reciben un impulso poderosísimo; con la producción crecien-te de mercancías se intensifica también el uso del dinero.

Con el empleo generalizado del dinero se van orientando cada vez más las necesidades de los productores hacia el cambio, de tal suerte que si anterior-mente sólo llevaban al mercado los excedentes de su producción, en esta fase llevan ya todos sus productos y dependen del mercado para obtener los satisfac-tores de sus necesidades. Nos encontramos aquí con que la fuerza humana de trabajo en su forma abstracta se erige en un poder independiente de su primitivo poseedor; el monopolizador del dinero —el comerciante— obtiene así un poder formal absoluto sobre el pequeño productor de mercancías; este poder formal es un acicate para que surja en el comerciante el apetito de riqueza en su forma abstracta y, por tanto, para que actúe en el sentido de expoliar más productos al productor directo, por medio de la compra de los productos muy por debajo de

La teoría marxista del valor • 379

su valor y de su venta muy por arriba del mismo. Esta presión del comerciante sobre el productor directo tiene un triple efecto revolucionario sobre las fuerzas productivas de la sociedad:

Obliga a aumentar la producción —y en consecuencia la capacidad produc-a) tiva— del pequeño productor de mercancías para compensar la tendencia avasalladora. Pone en tensión la fuerza productiva del productor directo y convierte así su anterior quietud y estancamiento en una constante movilidad y avance progresivo. (Ésta es la condición material necesaria para que en esta fase el dinero o fuerza humana de trabajo cristalizada en el dinero adquiera también una velocidad vertiginosa. Movimiento automático e incesante del dinero.)Al orientar hacia el cambio toda la producción, hace crecer en el productor b) directo la necesidad de apropiarse de trabajo abstracto materializado.Da un vuelco a la lucha de los siervos contra los terratenientes, pues la trans-c) forma de reformista en revolucionaria: su meta es ahora la abolición de la servidumbre y no sólo la reducción de las prestaciones.

Se crean más necesidades en los productores. Se amplía el radio de acción de la producción de mercancías y se ponen en contacto a una multitud de productores a través del dinero; éste actúa corrosivamente al disolver las formas consuntivas y crea un mercado que crece rápidamente; se amplía y aumenta el movimiento por el cual se acumulan cantidades cada vez más grandes de fuerza de trabajo en su estado fluido; de la misma manera que la antítesis interna de la mercancía se desdoblaba en mercancía y dinero y los productores de mercancías en pro-ductores y comerciantes, el hambre de riqueza abstracta lo hace en hambre de riqueza abstracta y hambre insaciable de fuerza humana de trabajo en su forma abstracta esta última es el móvil de los comerciantes.

No quiere esto decir que en las formas de explotación en que ésta no se realiza a través de la producción e intercambio de mercancías no hubiera acu-mulación de fuerza de trabajo; toda la riqueza disfrutada por el señor feudal era, de hecho, acumulación de fuerza de trabajo; pero ésta existía bajo la forma con-creta determinada que correspondía a la necesidad del señor; no se encontraba en su estado de licuefacción como tal fuerza de trabajo; es decir, no se encontra-ba bajo la forma dinero.

En esta segunda fase del feudalismo, los comerciantes sufren un cambio radical en su naturaleza; como habíamos dicho, en la primera etapa del feuda-lismo el comerciante —elemento que brota necesariamente de la producción y circulación de mercancías— se movía acuciado por su necesidad imperiosa de trabajo abstracto; pero esta hambre encontraba un límite en la forma de pro-ducción organizada preponderantemente para el autoconsumo; el crecimiento que tiene el mercado a causa de la proliferación de los pequeños productores de mercancías da un vuelco radical a esta pasión del comerciante: la convierte en un hambre insaciable de fuerza de trabajo en su forma abstracta que es alimen-

380 • El desarrollo del capitalismo mexicano

tada por la constante expansión del mercado, a la vez que el aura sacra fames insaciable reobra sobre el mercado, que crece entonces en una gran medida.

Todos estos elementos revolucionarios que se gestan en la segunda etapa del feudalismo generan un cambio radical en la forma estática de producción hasta ahí existente; ponen en tensión todas las fuerzas productivas de la socie-dad, a las que lanzan a un movimiento constante; liberan todas las pasiones (egoísmo, etcétera, que se concentran todas en la violencia). La naturaleza de perpetuum mobile (movimiento progresivo automático) que adquiere la socie-dad, es obvia: la proliferación de pequeños productores trae consigo la amplia-ción del mercado, el incremento del uso del dinero, la acumulación del mismo y la aparición de un hambre insaciable de fuerza de trabajo en su forma abstracta; a su vez, todos estos resultados se convierten en causa de la ampliación de la producción de mercancías, con lo que se inicia de nuevo el proceso en una escala superior. Con la acumulación creciente del dinero en manos de los comerciantes aumenta su poder formal sobre los productores directos. La sociedad entera se convierte en un inmenso laboratorio para producir fuerza de trabajo en su forma abstracta; potencia la necesidad de dinero: en unos para satisfacer sus necesidades, en otros por el dinero mismo; éste se convierte definitivamente en la única palanca del desarrollo social. Crece la cantidad de dinero acumulado. La fuerza humana de los productores se disocia de ellos y se acumula en el otro polo, bajo la propiedad de los comerciantes, en donde se convierte en medio de exacción de más fuerza de trabajo en abstracto de los productores materializada en los productos y, por tanto, en medio de opresión y explotación.

En esta fase se elevan hasta el infinito el espíritu de lucro y el interés in-dividual de los productores de mercancías, entre quienes se establece un bellum omnia omnes que se traduce en el despojo de unos por otros que lleva a la con-centración de la riqueza (tierra y dinero) en manos de unos pocos y a la forma-ción de masas crecientes de proletarios.

La burguesía comercial

Los comerciantes que brotan directamente de los campesinos siervos y de los artesanos evolucionan hasta convertirse en una burguesía comercial que se apo-dera del comercio exterior e interior del país.

Esta burguesía comercial desplaza de sus funciones a los pequeños co-merciantes de la ciudad y del campo, a los que obliga a recular de nuevo hacia la producción; a su vez, encabeza la lucha contra la servidumbre y los gremios, que derriba los bastiones del régimen feudal y obliga a la aristocracia a comer-cializar sus tierras (renta en dinero) y al capital comercial y usurario formados durante el régimen feudal a poner en movimiento sus reservas de oro (dinero). Además, al licenciar a toda la cauda de sirvientes, etcétera, que ya no puede mantener, la aristocracia terrateniente lanza al mercado grandes masas de pro-letarios. Los pequeños comerciantes del campo se convierten en arrendatarios

La teoría marxista del valor • 381

y se alían con los terratenientes para expulsar de las tierras a los campesinos a quienes sustituye por pequeños productores incondicionales suyos, a los que proporcionan créditos, etcétera. Se crean grandes masas de proletarios. El te-rrateniente actúa como arrendador del medio principal de producción, la tierra. Los terratenientes, iniciados ya en ese principio de la sociedad moderna del aura sacra fames, asumen todas las funciones de los arrendatarios y se convierten en intermediarios de la burguesía comercial, refaccionadores de los pequeños productores, etcétera, y desplazan a aquéllos de este campo, a quienes hacen dar un paso más para fundirse con la producción; los obligan a convertirse en arrendatarios capitalistas.

El proceso hasta aquí estudiado, que es obra del incremento de la produc-ción y circulación de mercancías ocasionado por la proliferación de pequeños productores de mercancías, se rige, en esencia, por la fórmula M-D-M, es decir, por las leyes de la circulación simple de mercancías; la producción está orien-tada fundamentalmente hacia la satisfacción de las necesidades de los produc-tores. Si bien es cierto que crece y se amplía en los productores la necesidad del dinero, también lo es que ello sucede así gracias al número creciente de necesidades que debe satisfacer a través del mercado. (El comerciante explota las necesidades de los productores y crea nuevas necesidades.) Dentro de este sistema de producción y circulación de mercancías ha nacido, sin embargo, una forma de circulación secundaria, que brota de aquella (M-D-M) y la complemen-ta, la cual crea las premisas para convertirse en la forma principal y reducir a ésta (M-D-M) al carácter de forma secundaria; tal es la fórmula D-M-D’, típica del capital comercial que surge en la segunda etapa del feudalismo; bajo esta nueva fórmula, que se personifica en el comerciante, el único móvil de la producción y circulación de mercancías es la producción y acumulación de fuerza humana de trabajo en su forma abstracta, es el hambre insaciable de trabajo abstracto en su forma material (insaciable porque es prohijada por el crecimiento constante del mercado, etcétera), el hambre de dinero. El móvil del comerciante es comprar para vender (comprar barato para vender caro) y se expresa en la fórmula D-M-D’. (Lo que en el polo del productor directo es apetito de dinero para satisfacer sus necesidades crecientes, en el polo del comerciante es hambre abstracta de dine-ro, aunque para calmarla se sacrifiquen las demás necesidades.)

La producción y circulación simple de mercancías, que tiene su base en la proliferación de una multitud de pequeños productores, crea las premisas de una forma superior de explotación. La fuerza humana de trabajo de los produc-tores se divorcia de ellos y se convierte en trabajo abstracto materializado en posesión de los comerciantes (no productores) el que a su turno es empleado como medio para absorber más fuerza de trabajo del productor directo; la carac-terística esencial de esta forma de explotación es que en ella el trabajo abstracto se lo apropia el comerciante ya materializado en el producto que es propiedad del productor, quien lo enajena sólo mediante un acto de cambio; además, el productor sigue unido, como el caracol a su concha, con sus instrumentos de pro-ducción. El hambre insaciable de trabajo abstracto obliga al comerciante a ob-

382 • El desarrollo del capitalismo mexicano

tener más dinero del cambio, para lo cual, por diversos mecanismos, tiene que hacer producir más a los productores; esto ocasiona que la producción sufra una verdadera conmoción que la convierte en una máquina en perpetuo movimiento que produce, para los comerciantes, trabajo abstracto materializado en dinero y que somete a los productores a un régimen de tensión continua de su fuerza productiva (vale decir, de su fuerza de trabajo); el despojo del productor directo, columna vertebral de toda la historia posterior a la comunidad primitiva, avanza un paso más: el esclavismo y el feudalismo fueron dos etapas en el despojo de la tierra, medio general de producción; la época que se inaugura —fase superior del feudalismo e inferior del capitalismo— se caracteriza por el despojo de la fuerza humana de trabajo del productor directo en su forma abstracta, materia-lizada en los productos de su propiedad, que enajena y se acumula bajo su forma dinero, es decir, su forma material, en manos de los comerciantes; esta fuerza de trabajo, acumulada y sustraída al dominio de sus productores, se erige en un poder absoluto que los oprime y los pone en tensión.

La producción capitalista de mercancías

Por una serie de procesos que esta misma forma superior de producción sim-ple de mercancías crea y potencia, una gran masa de la población se ve privada de sus medios e instrumentos de producción y de vida, se proletariza; por otro lado, los comerciantes se ven obligados a tomar en sus manos la organización del proceso productivo mismo y el pequeño productor a emplear tres o cuatro trabajadores. Así, el comerciante y el pequeño productor se convierten en indus-triales y el proceso de producción simple de mercancías en proceso de produc-ción capitalista de mercancías.

El dinero, resultado último de todo el proceso esbozado, sirve, en manos del comerciante y del pequeño productor, para comprar la fuerza de trabajo de los proletarios y los instrumentos y las primeras materias con los que éstos de-ben producir. Se convierten en capitalistas industriales. El proceso de despojo llega a su fase culminante: el explotador se apropia ahora de la fuente misma del trabajo abstracto, de la fuerza de trabajo en su estado vivo, aún no materializa-da en productos. Esta fuerza de trabajo es puesta a funcionar bajo la dirección del capitalista para crear trabajo abstracto en la forma de mercancías que luego cambia por dinero. Es obvio que bajo esta nueva forma de explotación la fórmu-la D-M-D’ cobra su existencia más perfecta.

El hambre insaciable de trabajo abstracto se traduce en una constante acumulación de fuerza de trabajo en forma de dinero; ésta se transforma en medios de producción y de vida que funcionan luego como medios de obtener fuerza de trabajo y, por tanto, trabajo abstracto, o sea, valor. Esta nueva forma lleva necesariamente al completo despojo de los productores directos al conver-tir todos los elementos materiales y espirituales de producción —y en general toda la riqueza social— en capital, es decir, en valores que son empleados para

La teoría marxista del valor • 383

crear más valor: o dicho de otro modo, trabajo abstracto materializado —ya sea en dinero o en mercancías— que sirve para extraer a la fuerza de trabajo de los productores la mayor cantidad posible de trabajo abstracto, de valor.

Las consecuencias fundamentales del establecimiento de esta forma de explotación —además de las ya enunciadas— son las siguientes:

La explotación de los productores directos se realiza, en lo fundamental, a a) través de esa forma de explotación superior, es decir, por medio de la producción y circulación de mercancías.La socialización de la producción encuentra un vehículo adecuado —después b) de la fragmentación extrema en una multitud de pequeños productores de mercancías— pues la acumulación de grandes cantidades de trabajo abstracto lleva implícita la posibilidad de la concentración de medios e instrumentos de producción, etcétera.Se crea el instrumento para realizar el despojo definitivo de los productores c) directos.

De lo expuesto se deduce que para Marx la esencia de la teoría del valor no está constituida por los lugares comunes tan manoseados por todos los revisionistas, esto es, por las tesis de que el cambio de las mercancías se rige por su valor, de que éste se determina por el tiempo de trabajo necesario empleado en su pro-ducción, de que el trabajo que forma la sustancia del valor se materializa en las mercancías, etcétera. Siendo ellas parte integrante de esta doctrina no son, sin embargo, la esencia de la misma.

Conforme a la teoría marxista del valor forjada por Marx en la primera sección de El Capital, en esencia, la producción y circulación de mercancías, que tienen su fundamento en la existencia de productores privados independientes, son al mismo tiempo una sustantivación, transmigración y acumulación de va-lor (fuerza abstracta de trabajo) en un objeto material.

Esta determinación esencial del valor es el punto de partida para el trabajo posterior de Marx, en el primer tomo de El Capital, que lo lleva a la identificación de la esencia negativa del régimen capitalista; aunadas estas tesis a las que Marx ha de-finido en otras de sus obras económico-filosóficas, tenemos ya una caracterización completa de lo que es la esencia negativa del régimen de producción capitalista.

La producción capitalista y la anulación de la naturaleza humana de los produc-tores directos

La producción de mercancías es característica esencial de los regímenes en los que existe la propiedad privada y el desenvolvimiento histórico de esta última constituye el proceso de anulación de la esencia natural humana.

La deshumanización del hombre se produce a través del proceso de sus-tantivación, transmigración y acumulación de trabajo humano abstracto.

384 • El desarrollo del capitalismo mexicano

La producción de mercancías alcanza su forma superior en el régimen de producción capitalista; en él el valor se convierte en el sujeto de un proceso en el cual, bajo el cambio constante de las formas de mercancía y dinero, se valoriza a sí mismo; se transforma en una sustancia progresiva con movimiento propio; el motor interno de este movimiento es la valorización constante del valor, tenden-cia que toma cuerpo en el hambre insaciable de ganancia de los capitalistas.

El valor como sustancia progresiva con movimientos propios regidos por la necesidad de valorización incesante es la base fundamental del régimen de producción capitalista y determina completamente su naturaleza; dicha sustan-cia somete a su dominio a la totalidad del aparato productivo y de los productores (obreros) y crece ineluctablemente a costa de la expoliación de los trabajadores.

El régimen de producción capitalista es la última fase de existencia de la propiedad privada y, por tanto, aquella en la que llega a su expresión más radical la exterminación en el proletariado de la naturaleza esencial del hombre.

En el régimen de producción capitalista, el valor materializado en el ca-pital es fuerza abstracta de los trabajadores que se ha obtenido a través de un proceso de anulación profunda y creciente de los elementos constitutivos de su esencia natural; a su vez, esta acumulación de trabajo abstracto sólo existe como medio para extraer a los obreros mayores cantidades de trabajo abstracto a tra-vés de una intensificación del proceso señalado. Por otro lado, el capital, fuerza abstracta de trabajo extraída a los obreros y que se acumula en el polo opuesto, no es sino los mismos elementos de la esencia natural humana por ahora ajenos a los trabajadores y causantes directos de su deshumanización.

Capítulo IV Cómo se convierte el dinero en capital

1. La fórmula general del capital

Resumen:

Marx estudia la fórmula genérica del capital d-m-d’, tal como se presenta en 1. la órbita de la circulación. El producto necesario del desarrollo de la circulación de mercancías es el 2. dinero con todas las funciones que ya se han estudiado. El dinero se convierte en capital.3. La fórmula del dinero como tal, o sea de la circulación simple de mercancías 4. es m-d-m. La fórmula del capital, es decir, de la producción capitalista de mercancías, 5. es d-m-d. Comprar para vender; para vender más caro.

La teoría marxista del valor • 385

Análisis de la fórmula del capital

6. Las dos fórmulas tienen en común que se desdoblan en dos fases contrapues-tas: M-D (compra) y D-M (venta).7. Las diferencias entre ambas fórmulas se derivan del orden inverso en que se realizan esas fases:

En la circulación simple de mercancías el proceso empieza con la venta y a) acaba con la compra de una mercancía. En la circulación en función de capital, empieza con una compra y termina b) con la venta de una mercancía. En el primer caso, el punto de arranque y la meta final del movimiento es la c) mercancía. En el segundo, es el dinero.d) En el primer caso, el dinero sirve de mediador del proceso.e) En el segundo, la mercancía.f) En el primer caso, el dinero se convierte en un valor de uso; se gasta, por tanto.g) En el segundo, el dinero se transforma en mercancía, la cual es vendida a su h) vez, convirtiéndose de nuevo en dinero que refluye a su poseedor originario. En el primer caso el dinero se aleja constantemente de su poseedor.i) En el segundo refluye constantemente a él.j)

8. En síntesis, la finalidad última de la circulación conforme a la fórmula M-D-M es el consumo, el valor de uso; por el contrario, en la fórmula D-M-D el motivo propulsor es el valor de cambio.9. En la fórmula M-D-M, los dos polos son cuantitativamente iguales y cualitati-vamente distintos; tiene como finalidad la satisfacción de las distintas necesida-des de los productores.10. En la fórmula D-M-D, los polos son cualitativamente iguales, pero cuantitati-vamente distintos; en realidad, la fórmula del capital es D-M-D’ (D + incremento de D). La finalidad última es el incremento de D. Ese incremento es la plusvalía.11. Esto origina que la circulación de dinero en forma de capital sea incesante. “La circulación simple de mercancías —el proceso de vender para comprar— sirve de medio para la consecución de un fin último situado fuera de la circula-ción la asimilación de valores de uso, la satisfacción de necesidades. En cambio, la circulación del dinero como capital lleva en sí misma su fin, pues la valori-zación del valor sólo se da dentro de este proceso constantemente renovado. El movimiento del capital es, por tanto, incesante.” p. 108.

El capitalista como agente consciente del proceso de valorización del valor

12. Como agente consciente de este proceso, el poseedor de dinero se convierte en capitalista.13. El motivo propulsor de las operaciones del capitalista es la apropiación de riqueza abstracta. Nunca el valor de uso.

386 • El desarrollo del capitalismo mexicano

14. No sólo la ganancia aislada, sino el apetito insaciable de ganar.El valor, sujeto de un proceso en el cual, bajo el cambio constante de las formas de mercancía y dinero, se valoriza a sí mismo.15. En la circulación simple de mercancías el valor de una mercancía tomaba cuerpo en el dinero, se trasladaba a otra mercancía y desaparecía con su consu-mo. El valor servía de medio para realizar el intercambio de mercancías, y una vez realizado, desaparecía con el consumo de éstas.16. En la circulación D-M-D’, el valor funciona como sujeto que se mantiene e incrementa a través del proceso, y del cual, el dinero y la mercancía no son sino formas de manifestarse, pasando constantemente de una a la otra, sin perderse en esos tránsitos y convirtiéndose por tanto en sujeto automático. De esta suerte: el capital es dinero y el capital es mercancías.17. El valor se erige en el sujeto de un proceso en el que, bajo el cambio cons-tante de formas de dinero y mercancía, su magnitud varía automáticamente, desprendiéndose como plusvalía de sí mismo como valor originario, o lo que tanto vale, valorizándose a sí mismo.18. El valor asume en la fórmula D-M-D’ el carácter de una sustancia progresiva con movimientos propios, de la que la mercancía y el dinero no son más que simples formas.

Cuando estudiamos la circulación simple de mercancías pusimos de relieve cómo en ella se creaban las premisas de una forma superior, de la forma capita-lista de la producción y circulación de mercancías; en el resumen que hicimos de esa primera sección de El Capital analizamos exhaustivamente el proceso por el cual la circulación simple de mercancías se convertía, a través del desarrollo de sus propias leyes (mediante la proliferación de los pequeños productores de mercancías) en producción y circulación capitalistas de mercancías; nos remiti-mos a las consideraciones que ahí hicimos sobre el tema.

La fórmula genérica del capital es D-M-D’; en el análisis de ésta se encontró lo siguiente: la finalidad del proceso es la creación de riqueza abstracta; el móvil del agente consciente del mismo, o sea, del capitalista, es la apropiación de ri-queza abstracta, de valor, de trabajo abstracto (hambre insaciable). Y el valor se convierte en el sujeto automático del proceso, de quien el dinero y la mercancía no son sino formas transitorias de manifestarse.

La fórmula D-M-D’ es la expresión del movimiento formal del capital; hasta aquí no interesa para nada la fuente de donde se obtiene el valor y el incremen-to del mismo; la apariencia misma del fenómeno da la impresión de que brota de la órbita de circulación de mercancías. Históricamente, el capital empieza a funcionar precisamente en esa forma, como capital comercial y usurario; no modifica en lo sustancial el propio régimen de producción (multitud de peque-ños productores), sino que, por el contrario, lo desarrolla hasta sus últimas con-secuencias. Lo esencial de esta nueva fórmula que adquiere la circulación del dinero es que instaura en la sociedad, como motor propulsor de la producción, la creación de valor. Junto con este principio fundamental que establece, crea

La teoría marxista del valor • 387

lo que eufemísticamente se llama el espíritu de empresa, es decir, el afán de los dueños del dinero de apropiarse de cantidades crecientes de riqueza abstrac-ta, de trabajo abstracto. Este hecho de por sí marca la aparición de una nueva época; el hambre insaciable de riqueza abstracta, de valor, lleva necesariamente a los capitalistas a revolucionar todo el régimen de producción existente. La creación de valor como móvil fundamental de los capitalistas contiene dentro de sí misma la palanca autopropulsora de un desarrollo progresivo y ascendente, pone en tensión ininterrumpida a las fuerzas productivas, pues transforma su quietud tradicional en un movimiento perpetuo; el cambio incesante es la ley de oro del capital. Más adelante veremos de qué manera este movimiento formal del capital desata las más viles pasiones entre los poseedores del dinero para de-rribar las barreras que se oponen a su necesidad de apropiarse las condiciones que sirven de base para asegurar la creación ininterrumpida y creciente de valor (despojo de los medios de trabajo y de vida de los pequeños productores). El de-sarrollo del capital consiste precisamente en irse creando una base que le permi-ta dar rienda suelta a su ley intrínseca la apropiación de cantidades crecientes de trabajo abstracto, de valor; el remate de este proceso es la creación de una clase obrera, de una masa de trabajadores asalariados despojados de sus medios de producción y de vida, lo que permite al capital apropiarse de la fuente misma del valor, de la fuerza viva de trabajo. Marx analiza el régimen capitalista en su forma “químicamente pura” (por decirlo así), por lo tanto, estudia la circulación del dinero bajo la forma de capital suponiendo que ya se ha realizado el proceso que le permite a éste desarrollarse sobre su propia base, es decir, por medio del intercambio con el trabajo asalariado.

En el examen de la fórmula D-M-D’ Marx llega, en el punto que comenta-mos, a establecer que el propósito de la circulación capitalista del dinero es ex-clusivamente la creación de valor y el incremento constante del mismo. Propone entonces investigar de dónde surge ese incremento, esa plusvalía que resulta al retornar el dinero de la circulación en D-M-D’.

El revisionismo, el oportunismo y el dogmatismo en México • 389

APÉNDICE 3EL REVISIONISMO, EL OPORTUNISMO Y EL DOGMATISMO

EN MÉXICO

Es ya un hecho irrefutable la existencia de una gran variedad de corrientes sur-gidas del seno del movimiento comunista internacional que se apartan cada vez más de los principios fundamentales del marxismo-leninismo; el revisionismo y el dogmatismo, principales desviaciones de la teoría revolucionaria, que se acercan peligrosamente al campo de la contra revolución, se han configurado definitivamente en los últimos años,y han adquirido un gran impulso que los ha llevado a extenderse a todos los países del mundo. Estas “novísimas” doctrinas adoptan en cada nación formas específicas de acuerdo con las condiciones con-cretas en que se desarrollan y encuentran un campo fértil para su florecimiento en lo que los propios capitalistas y la pequeña burguesía hacen circular como ideologías “progresistas” e incluso “revolucionarias” y que no son sino la en-voltura demagógica de los intereses de una fracción de la burguesía —a fin de cuentas los de toda la clase en su conjunto— y de los apetitos de los pequeños burgueses.

Tales corrientes han sentado definitivamente sus reales en nuestro país. Aquí encontraron una situación que facilitó enormemente su rápido desenvolvi-miento, pues en México no ha existido nunca un verdadero movimiento comu-nista. Los marxistas autóctonos,* desde su aparición, hicieron suyos los postu-lados de una de las fracciones burguesas y hasta hoy día continúan, con simples cambios de forma, enarbolando esas mismas tesis. Esto quiere decir que no han realizado jamás una labor teórica encaminada a analizar científicamente las condiciones económicas del país, y al contrario, han tomado al pie de la letra las mismas ideas que una parte de la burguesía sustenta acerca del origen, desarro-llo y naturaleza del régimen existente, convirtiéndose así en colaboradores de la misma. Sobre esta base han ido adaptando, tanto los verdaderos principios revolucionarios cuando éstos tienen vigencia internacional —desvirtuándolos, desde luego—, como las desviaciones mencionadas, en los períodos en que éstas predominan sobre aquéllos.

Los verdaderos Partidos Revolucionarios del mundo, ante la acometida de las corrientes desviacionistas, reaccionaron reivindicando y enriqueciendo * Entre éstos consideramos tanto a los tradicionales partidos “marxistas” (PCM, PPS, etcétera), como a los grupos castristas, marcusianos y aún maoístas.

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creadoramente las ideas fundamentales del marxismo-leninismo. En los días que corren, la teoría revolucionaria va recobrando sus antiguas posiciones en el seno de la clase obrera internacional y no hay duda alguna de que volverá a dominar señeramente en ese campo. La tarea de los comunistas de cada país consiste en aplicar la doctrina así rescatada a las condiciones concretas en las que actúan.

En México, para establecer la vía correcta hacia el socialismo, los revolu-cionarios deben en primer lugar hacer lo que nunca antes fue intentado siquiera: un estudio científico —marxista-leninista— de la naturaleza económico-política del régimen existente que rompa para siempre con los prejuicios teóricos que la burguesía ha logrado hasta ahora introducir en el campo de los “marxistas” y que han sido aceptados por éstos como verdades absolutas. A partir de este pun-to es necesario trazar la táctica y estrategia de la revolución socialista en nuestro país, las que deben concretarse en un programa de acción para el proletariado que se base en las tesis que en esta materia sustenta la corriente revolucionaria del movimiento comunista internacional. Contando con estos elementos, ha de formarse un Partido Revolucionario que dirija a la clase obrera mexicana hacia la conquista del poder.

La determinación de la naturaleza del régimen económico existente en Méxi-co, de su origen, desarrollo y perspectivas fue el objetivo fundamental del cuerpo principal de este trabajo; en este Apéndice estudiaremos las formas ideológicas que de este régimen brotan y el mecanismo por el cuál tales formas se convierten en los principios de los marxistas autóctonos y determinan su política oportunista.

El doble origen histórico de los capitalistas mexicanos y su división actual en dos fracciones en atención a la existencia de dos sectores fundamentales en el régimen capitalista mexicano (sector que produce medios de producción y sector que produce medios de consumo), han dado lugar a la formación de dos grupos burgueses con intereses antagónicos que se traducen en cuerpos de princi-pios económicos y políticos opuestos. Ya hemos tenido oportunidad de ver cómo el desarrollo desorbitado de uno de los sectores y el predominio de una fracción burguesa provocan necesariamente la rebelión del otro grupo burgués y lo obli-gan a “conquistar el poder” para imponer así las condiciones indispensables para el desarrollo venturoso del sector respectivo. Dejamos establecido que este movimiento entre los dos sectores de la producción y la lucha política entre los dos grupos burgueses tiene como resultado fundamental la adecuación entre sí de todos los elementos del régimen capitalista de producción, el perfeccionamiento del régimen económico que explota, oprime y degrada a la clase obrera mexicana.

En el régimen capitalista mexicano se ha consolidado definitivamente una clase pequeño burguesa, la cual realiza una producción complementaria (material y espiritual) de la gran producción capitalista y comparece al teatro de la lucha de clases con su propia ideología y sus propias reivindicaciones.

Sobre esta base surgen las concepciones económicas y políticas y la acti-vidad práctica de las clases mencionadas:

El revisionismo, el oportunismo y el dogmatismo en México • 391

A. Los capitalistas del sector I, que está integrado por las ramas que pro-ducen medios de producción, por las ramas que producen bienes de consumo de lujo, por la gran agricultura capitalista que produce materias primas principal-mente para la exportación, por el gran comercio interno y externo y por las altas finanzas desarrollan, en términos generales, la siguiente política:

Acumulan capital masiva y aceleradamente.1. Abren de par en par las puertas al capital extranjero con el fin de potenciar 2. el desarrollo del capital nacional, y así llevan el endeudamiento externo hasta el punto en que amenaza seriamente con agotar las reservas monetarias del país.Concentran la mayor parte de los recursos crediticios en sus industrias.3. Emplean el mecanismo de intercambio en el mercado internacional de materias 4. primas por bienes de capital para obtener los medios de producción modernos indispensables para el desarrollo de sus industrias.Utilizan todo el aparato estatal (régimen impositivo, empresas estatales, etcé-5. tera) para sacar adelante los cuatro puntos anteriores.

El resultado necesario de esta política de concentración de recursos de capital en el sector I es la ruina catastrófica del sector II, la cual se traduce en:

Déficit en la producción de alimentos y otros medios de vida necesarios para a) mantener en funciones a la clase obrera mexicana.Aumento constante de los precios de los artículos de primera necesidad y b) descenso del salario real.Reducción general del consumo de bienes finales de amplio consumo popular.c) Reducción de la producción de estos mismos bienes a causa del descenso de d) su consumo y de la restricción de recursos.

La justificación del desarrollo desorbitado del sector I se hace radicar en la nece-sidad de “capitalizar” al país aún a costa de obligar a la gran masa de la pobla-ción a apretarse el cinturón, a causa de lo que se llama “ahorro forzado”, para crear así la base de una posterior producción masiva de bienes de consumo para el pueblo. Desde el punto de vista burgués, esta justificación es irreprochable; solamente que la propia naturaleza del régimen capitalista, que se basa en el apetito insaciable de ganancia de los empresarios, convierte el desarrollo desor-bitado del sector I, que se había concebido como un expediente transitorio, en una situación sin solución de continuidad, de la que los capitalistas de esa esfera productiva sólo pueden ser sacados por la violencia de la lucha de clases.

B. Los capitalistas del sector II, que está integrado por las ramas que pro-ducen medios de consumo que no son de lujo, por la agricultura capitalista que produce alimentos, por el mediano comercio interior y por algunos grupos ban-carios modestos, desarrollan, por oposición al sector I, que es el lado positivo del fenómeno, la siguiente política:

Derivan recursos para acumular del sector 1. I al II por medio de un aumento de los precios en este último combinado con una alza general del salario y a través del aumento de los impuestos a la producción y al consumo de los bienes del sector I, el producto del cual es transferido por el Estado hacia el sector II.

392 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Ponen un freno al endeudamiento externo mediante la radical reducción de 2. las inversiones extranjeras e incluso a través de la nacionalización o mexica-nización de industrias.Canalizan hacia sus industrias los recursos extranjeros.3. Dirigen los recursos del sistema crediticio hacia el desarrollo del sector 4. II.Propugnan por tener acceso a los mecanismos del comercio exterior para tratar 5. de invadir el mercado mundial con sus malas mercancías.Utilizan todo el aparato estatal para sacar adelante los cinco puntos anteriores.6.

Las consecuencias necesarias de esta política —que sólo puede ser realizada si la fracción burguesa correspondiente “conquista” el poder e impone coactivamen-te sus intereses a la otra— son:

La disminución radical del desarrollo del sector a) I de la economía. El aumento de los recursos para acumular en el sector b) II y, en consecuencia, un incremento de la producción en el mismo. Un aumento en el consumo de los bienes producidos por el sector c) II.La adecuación de las dos formas fundamentales de la economía mexicana y d) con ello el perfeccionamiento del régimen capitalista de producción que existe en nuestro país.

La burguesía justifica la necesidad del desarrollo del sector II a través del some-timiento dictatorial del sector I aduciendo que la finalidad última de la produc-ción capitalista es el consumo, es decir, la elevación del nivel de vida de las ma-sas; con lo que se identifican de inmediato los intereses de la fracción burguesa del sector II con los del proletariado, considerado éste como la propiedad de los capitalistas que produce valor.

Ya tuvimos oportunidad de constatar, en la parte fundamental de este tra-bajo, cómo el desarrollo del sector II de la economía mexicana constituye direc-tamente una vulneración de las condiciones de vida de los obreros y, además, en qué forma es la base de apoyo para una vulneración más profunda y definitiva de las mismas.

C. La pequeña burguesía, por un lado integrada por los pequeños pro-ductores capitalistas de mercancías agrícolas e industriales y los pequeños co-merciantes y por el otro por los técnicos altamente calificados, los artistas, los escritores, los intelectuales... y los estudiantes sostiene las siguientes reivindica-ciones:

El sector integrado por los pequeños productores capitalistas de mercancías 1. agrícolas e industriales y los pequeños comerciantes:Derivación de recursos desde los sectores a) I y II hacia este sector complemen-tario que es la pequeña producción capitalista de mercancías, por medio de precios de garantía y de la concesión de créditos baratos y oportunos. Las reivindicaciones de la pequeña burguesía agraria se engloban en lo que se ha dado en llamar “Reforma Agraria” y que no es otra cosa sino la política estatal encaminada a desarrollar y proteger la pequeña producción capitalista de mercancías agrícolas complementaria del capitalismo agrícola de los dos

El revisionismo, el oportunismo y el dogmatismo en México • 393

sectores fundamentales. Las reivindicaciones de la pequeña burguesía indus-trial y comercial se centran en la exigencia de una política estatal (a través de Bancos de Fomento, etcétera) que permita su desarrollo ascendente como sectores complementarios de la producción capitalista y del comercio de los sectores I y II.Además, enarbola, en alianza con el sector b) II, y en contra del sector I, todas las reivindicaciones que aquél presenta a éste.

2. El sector integrado por los técnicos altamente calificados, los artistas, los escritores, los intelectuales... y los estudiantes:

Al igual que los artesanos, son pequeños productores de mercancías poseedores a) de sus medios de producción (su “inteligencia”, su imaginación, su “sensibi-lidad”, su mediocridad y su inefable estulticia crónica); por tanto, propugnan por su organización en gremios al igual que en la edad media (universidades, colegios, etcétera) y por la independencia respecto de los sectores I y II de la economía mexicana. Piden la derivación de recursos de los sectores b) I y II hacia este sector comple-mentario.Se alían con la otra fracción de la pequeña burguesía y con el sector c) II para presentar un frente común a la burguesía del sector I.

La dialéctica de la lucha de clases que de aquí brota no ofrece mayores dificul-tades para su comprensión:

La lucha fundamental se establece entre los dos sectores esenciales de la 1. economía mexicana; el desarrollo desproporcionado de uno de ellos provoca necesariamente la reacción del contrario. El movimiento entre los dos extre-mos de la contradicción constituye la condición indispensable del desarrollo ascendente del régimen capitalista mexicanoHasta antes de 1968 las capas medias y el proletariado fueron arrastrados a la 2. lucha como peones de brega de los grupos burgueses en disputa.De 1968 en adelante, la pequeña burguesía urbana, encabezada por la segunda 3. fracción analizada en puntos anteriores, comparece en el teatro de la lucha con reivindicaciones propias independientes que pretende hacer valer frente a los dos sectores burgueses; éstos, unidos en un solo frente, reducen a la impotencia el movimiento político de las clases medias.En 1971, habiendo conquistado el poder el sector 4. II, éste incorpora a sus rei-vindicaciones en contra del sector I las provenientes de la pequeña burguesía, con ello integra definitivamente a esta clase social al aparato de explotación capitalista.El proletariado ha permanecido, a lo largo de este proceso, dominado por com-5. pleto por los grupos burgueses en pugna, los que se disputan violentamente el control sobre el mismo.Pese a todos sus esfuerzos, la pequeña burguesía no ha logrado convertir a la 6. clase obrera en aliada suya.

394 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Los capitalistas del sector II, auxiliados por la pequeña burguesía, estructuran, con todos los elementos anteriores, una ideología especial que les sirva como bandera de lucha:

Definen a los capitalistas del sector1. I como reaccionarios y proimperialistas.Los argumentos que esgrimen para calificarlos de reaccionarios son, funda-a) mentalmente, los siguientes: los capitalistas de I sólo se interesan en obtener las mayores ganancias posibles y en esa loca carrera acumulan cantidades gigantescas de capital que emplean en el desarrollo desorbitado de empresas que no sirven a la “industrialización” del país (desarrollo del sector II) y que incluso le restan recursos a la misma, condenando a la parálisis su crecimiento; por lo general los capitalistas de I no invierten en las actividades industriales, sino en negocios de “viuda”, por lo que mantienen virtualmente amortizados grandes capitales; el desarrollo del sector I crea una burocracia que en gran parte vive a costa de la especulación más descarada y sobre todo, no atiende a las necesidades de crédito del sector II; el progreso del sector I paraliza e incluso lleva a la ruina a la producción de bienes de consumo, principalmente de alimentos, por lo cual origina el hambre crónica entre la población; el pre-dominio del sector I trae como consecuencia necesaria el empeoramiento de las condiciones de vida de la clase obrera y de la masa del pueblo en general: reducción del salario, alza de precios, déficit de bienes de consumo obrero, desocupación, miseria, despotismo y violencia ilimitados, etcétera; en síntesis: el sector I se desarrolla para proporcionar cantidades crecientes de ganancias a sus capitalistas a costa de la miseria del pueblo.El sector b) I es considerado como una prolongación de la economía imperialista por las siguientes razones: el intercambio de materias primas nacionales por medios de producción extranjeros, única forma que tiene el capital nacional de desarrollarse ascendentemente, es visto como una estructura colonial o semicolonial del régimen económico mexicano, al que convierte en una de-pendencia del imperialismo y frena su crecimiento (su “industrialización”); las inversiones de capital extranjero, que sirven principalmente para desarrollar el sector I, son consideradas como una enajenación de la economía mexicana al imperialismo y como un obstáculo infranqueable para el desarrollo del “capitalismo nacional” (sector II de la economía). La estructura semicolonial de la economía mexicana y su dependencia del capital extranjero, productos necesarios del desarrollo del sector I, al paralizar el desarrollo del sector II atentan contra el progreso del pueblo mexicano, al que condenan a un estado de miseria crónica.

La imagen que el sector II se forma del sector I ha sufrido grandes transfor-maciones en los últimos años; todavía durante la segunda mitad de la pasada década era corriente definir al sector I como la parte de la economía nacional que conservaba una naturaleza feudal y colonial; esta concepción simplista ha evolucionado hasta llegar a los modernos conceptos de “capitalismo dependien-te” y “neocolonialismo”. Pero bajo estas nuevas denominaciones se encuentran los mismos viejos conceptos y los antiguos prejuicios.

El revisionismo, el oportunismo y el dogmatismo en México • 395

2. Se llaman a sí mismos revolucionarios y nacionalistas.Se consideran revolucionarios porque sus objetivos —obstaculizados por el a) sector I— son producir alimentos y otros bienes de consumo para el pueblo, dar ocupación a los miles de mexicanos sin trabajo, elevar el salario real para incrementar el consumo, aumentar la productividad de los bienes de consumo para abatir sus precios, etcétera. En suma, su misión histórica es construir el paraíso terrenal para el pueblo mexicano.Se dicen nacionalistas porque pretenden que cese el apoyo del capital extran-b) jero al sector I y que se nacionalicen y mexicanicen las empresas establecidas por aquél; se quiere de esta manera propiciar el desarrollo independiente del sector II para que cumpla con sus objetivos históricos. Claro es que no repu-dian totalmente al capital extranjero; sólo exigen que se reduzca la inversión de este tipo y que se canalice para sus propias industrias.

Las posiciones que frente a estas concepciones del sector II adoptan las diferentes corrientes que en México se declaran marxistas-leninistas son las siguientes:

I. Los representantes del revisionismo soviético: han hecho suyas la ideología y las reivindicaciones del sector II de la economía capitalista mexicana (véanse los programas del PCM, vgr.) y las de toda la pequeña burguesía; plantean, entonces, la necesidad de una fase democrática de desarrollo donde se realicen los postulados de ese sector y se libere a la economía mexicana del imperialismo, como requisitos previos para la instauración del socialismo. La forma de lucha propuesta es: la lu-cha política de masas; el objetivo: la revolución democrática de liberación nacional para instaurar un régimen de democracia nacional formado por una amplia alianza de clases (burguesía del sector II, pequeña burguesía y proletariado).II. Los grupos castristas: al igual que los anteriores, han adoptado la ideología y las reivindicaciones del sector II y de la pequeña burguesía (poniendo el acento en las de esta última) y plantean la necesidad de la liberación nacional para lograr el pleno desarrollo económico del país; difieren de aquéllos, sin embargo, en la forma que proponen para lograrlo: la lucha guerrillera de unos cuantos locos sueltos que desemboque en la instauración de la dictadura de la pequeña burguesía.III. Los grupos maoístas: de la misma manera que los dos anteriores, han tomado íntegra la ideología y las reivindicaciones del sector II y de la pequeña burguesía; para lograr sus objetivos proponen una guerra popular (campesina) de liberación nacional.IV. Los grupos marcusianos: también hacen suyos la ideología y las reivindicacio-nes del sector II y de la pequeña burguesía (de ésta poniendo el acento en los de su segunda fracción; véase páginas anteriores); proponen una revolución desarrollada por los estudiantes y los intelectuales pequeños burgueses.

El común denominador de todas las corrientes pretendidamente marxistas-le-ninistas que existen en México es la adopción incondicional, como base teórica de su actividad práctica, de la ideología y las reivindicaciones del sector II de la economía mexicana y de la pequeña burguesía y su presentación como la ideo-logía y las reivindicaciones del proletariado mexicano.

396 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Aquí radica precisamente el carácter oportunista de los planteamientos y de la actividad de los grupos supuestamente revolucionarios:

En el caso de los representantes del revisionismo soviético, al organizar al a) proletariado (cuando logran hacerlo) en torno a las reivindicaciones del sector II y de la pequeña burguesía (democracia y liberación nacional) lo sustraen del conocimiento de sus verdaderos intereses de clase y del desarrollo de una lucha verdaderamente revolucionaria. Para que el proletariado pueda cumplir con su papel histórico es necesario que cobre plena conciencia de las diversas formas que adopta la explotación capitalista: las derivadas de las formas de producción de plusvalía absoluta y relativa, de la acumulación de capital, del desarrollo de los dos sectores fundamentales de la producción, de las relaciones entre estos dos sectores, de la actividad del Estado capitalista, etcétera; plena conciencia que sólo puede lograr a través de una propaganda y agitación cotidianas sobre esos puntos enumerados. Pero nuestros revisionistas autóctonos organizan al proletariado y hacen propaganda y agitación en torno a las reivindicaciones que esgrime un sector (o sectores) del régimen capitalista mexicano en contra del otro para desarrollarse como tal sector (o sectores) capitalistas; de esta manera, la clase obrera adquiere conciencia de los problemas y necesidades del sector II de la economía capitalista y llega así a considerarlos como sus pro-pios problemas y necesidades y concibe el desarrollo capitalista de este sector como acorde con sus propios intereses; esto excluye por definición la denuncia ante la clase obrera de las verdaderas formas de la explotación capitalista y, por el contrario, supone necesariamente el ocultamiento de las mismas tras los intereses capitalistas de los dos sectores en conflicto. Es evidente que con esta actividad los “revolucionarios” dotan al proletariado mexicano de una conciencia burguesa exclusivamente.

De todo esto se deriva que los “revolucionarios” de este tipo tienen necesaria-mente que hacer aparecer al capitalismo del sector II (y con él al del régimen capitalista como un todo) como benéfico para el proletariado y su desarrollo como la tarea histórica del mismo.b) Los grupos castristas son refractarios, por definición, a cualquier clase de

trabajo revolucionario en el seno de la clase obrera; al centrar su actividad en la organización de la lucha guerrillera dejan libre el campo para que la ideo-logía burguesa y los “principios” oportunistas se afiancen definitivamente en la conciencia del proletariado.

c) Los marcusianos desarrollan una intensa labor dirigida a introducir dentro del movimiento obrero la ideología y las reivindicaciones de la pequeña bur-guesía; es evidente que de esa manera se excluye, por definición, la tarea de dar conciencia y organizar al proletariado para que desarrolle su lucha revo-lucionaria. La propaganda y agitación que realizan dentro de la clase obrera tiene como objetivo fundamental la denuncia del régimen burgués en sus re-laciones con la pequeña burguesía y excluye necesariamente la denuncia de la verdadera esencia de la explotación capitalista, es decir, la explotación del

El revisionismo, el oportunismo y el dogmatismo en México • 397

proletariado; el vehículo que los marcusianos pretenden emplear para llevar sus doctrinas a la clase obrera es el movimiento estudiantil.

d) Los maoístas, al fracasar en su objetivo de trasplantar mecánicamente las tesis del Partido Comunista Chino a la realidad nacional, son absorbidos ne-cesariamente por cualquiera de los dos grupos anteriores.

CONCLUSIÓN

En México se ha dado, en los últimos tiempos, el más claro ejemplo de lucha económica y política del sector II de la economía capitalista en contra del sec-tor I y una nítida ilustración del papel de la pequeña burguesía en la sociedad moderna. Ha puesto en evidencia definitivamente —para los que quieren ver, desde luego— cuál es la verdadera naturaleza de las luchas interburguesas y del movimiento de la pequeña burguesía y cuál el fondo económico que tras ellas apunta.

Haremos una breve síntesis de los acontecimientos esbozando primero sus antecedentes históricos.

Durante e1 régimen de Gustavo Díaz Ordaz se había desarrollado desor-bitadamente el sector I de la economía mexicana. Por su parte, el sector II de la economía, a causa del desarrollo desorbitado del otro sector, resbalaba por una pendiente que la conducía aceleradamente hacia la ruina.

Todo el desarrollo político anterior había llevado a la sumisión absoluta de la burguesía del sector II y del proletariado a la dominación de los grandes burgueses. Una paz ominosa se enseñoreó del país.

Bajo aquella aparente quietud se estaban desarrollando fuerzas políticas que nunca antes jamás habían pisado el terreno de lucha y con los que ninguna de las dos fracciones burguesas contaba. La moderna pequeña burguesía, enca-bezada por los intelectuales, los artistas y los estudiantes maduraba sus reivindi-caciones económicas y políticas al calor del “progreso económico”.

Y la “revolución” estalló. La pequeña burguesía urbana se puso en pie de lucha en contra del régimen burgués. En las primeras fases de este movimiento los capitalistas del sector II estuvieron a su lado y apoyaron moral y económi-camente a los “sublevados”, como lo habían hecho en múltiples ocasiones an-teriores para presionar sobre los capitalistas de I, pues ignoraban la naturaleza de este nuevo movimiento y esperaban que desembocara como antaño en una transacción entre los dos sectores burgueses fundamentales. Conforme la lucha se “radicalizaba” (no en el sentido de convertirse en una lucha proletaria por el socialismo, lo cual no podía suceder bajo ningún concepto, sino en atención a que englobaba masivamente a toda la pequeña burguesía y saltaba los mar-cos que protegían la estabilidad del régimen burgués), los liberales burgueses (pertenecientes al sector II) iban cerrando filas con sus compadres los tiburones capitalistas. La pequeña burguesía quedó así abandonada a su suerte. Su “rebe-

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lión” fue sofocada violentamente por el ejército de la burguesía, el cual masacró a miles de personas en la “noche triste” del 2 de octubre de 1968.

Cierto es que las reivindicaciones de la pequeña burguesía mexicana no iban más allá de la solicitud de un lugar decente en el festín de la explotación capitalista y que sus formas de lucha estaban impregnadas por completo de la mediocridad y la impotencia que son características de esta clase social; cierto que el desarrollo venturoso de la pequeña burguesía es una condición indispen-sable para el perfeccionamiento del régimen burgués; cierto es que la pequeña burguesía mexicana estaba realizando una mala copia al carbón de la “revolu-ción de las flores” que en ese mismo año se había escenificado en París, Francia; cierto es que tal “revolución”, enfrentada a su pretensión de ser la nueva forma de la revolución social, aparecía como una burda y risible mascarada. Cierto todo esto. Pero la burguesía mexicana (y en particular la fracción del sector I de la economía) no podía ver en ese movimiento que por primera vez aparecía ante sus ojos sino la amenaza de la destrucción total del régimen burgués.

Bien mirado, la burguesía mexicana habría podido evitar ese choque frontal con su hermana menor tan sólo concediéndole las migajas que pedía; pero ya hemos visto cómo el desarrollo desorbitado del sector I conduce nece-sariamente hacia la más rabiosa reacción política, de tal manera que los capita-listas del mismo llegan a considerar incluso las demandas del sector II como un peligroso atentado a la existencia del régimen capitalista, como la realización del socialismo; con mayor razón, de primer intento, debió ver en el movimiento de la pequeña burguesía la avanzada de la revolución proletaria. Los capitalistas del sector II se contagiaron también del terror pánico que se había apoderado de sus compañeros del sector I.

La burguesía en el poder, unidos sus sectores fundamentales (I y II), con-testó a cada movilización de la pequeña burguesía con la represión violenta, la cual a su vez generaba una nueva movilización más radical de aquella clase, hasta desembocar este proceso en la matanza de Tlatelolco que sofocó definiti-vamente la rebelión pequeño burguesa.

Reducida a la impotencia y rumiando una rabia sorda, la pequeña bur-guesía se reconcentró en sí misma y buscó la forma de continuar adelante con su lucha. Por un proceso natural, su movimiento desembocó en el guerrillerismo y el terrorismo que desde entonces tomaron carta de naturaleza en nuestro país.

Los grandes capitalistas, ensoberbecidos por su triunfo, desataron la más terrible “cacería de brujas” que recuerde la historia del país y acentuaron la agre-sión política y económica que ya ejercían sobre toda la población.

Los capitalistas del sector II, vueltas las cosas a su cauce, empezaron a entender la verdadera naturaleza de las reivindicaciones pequeño burguesas, la íntima relación que existe entre ellas y las suyas y, lo que es más importante, el gran peligro que representaba para la estabilidad del régimen burgués la pro-liferación del guerrillerismo y el terrorismo, producto necesario de la extrema reacción política.

El revisionismo, el oportunismo y el dogmatismo en México • 399

Al propio tiempo, en algunos sectores gobernantes se abría camino la idea de la necesidad de un cambio que garantizara el desarrollo ascendente del capi-talismo mexicano.

Como se ve, al terminar el sexenio de Díaz Ordaz estaba ya todo listo para una transformación radical (dentro de los marcos burgueses) de los lineamien-tos políticos y económicos del desarrollo nacional.

El bajo desarrollo de la democracia burguesa mexicana, que no ha llegado aún al perfeccionamiento que significa contar con dos partidos que represen-ten a las dos fracciones burguesas fundamentales de todo régimen capitalista, da a nuestros hombres públicos una interesante doble naturaleza por la que son “reaccionarios” o “progresistas” según la fracción burguesa que detente el poder. De ahí entonces que, Luis Echeverría, ejecutor de la política represiva de Díaz Ordaz, se haya convertido, al asumir la Presidencia, en el promotor del cambio radical que requería el régimen capitalista mexicano para continuar su camino ascendente como régimen de explotación. Es decir, que Luis Echeverría se con-virtió en el líder del sector II de la burguesía y de la pequeña burguesía.

El primer paso en el camino de la transformación fueron las medidas económicas dictadas por el Gobierno Federal inmediatamente al empezar sus funciones el actual Presidente. A través de esas medidas se puso un freno al de-sarrollo desorbitado del sector I y se derivaron recursos desde éste hacia el sector II. Como ya lo hemos indicado suficientemente, el desarrollo capitalista, cual-quiera que sea el sector que se encuentre en el poder, vulnera necesariamente las condiciones de vida de la clase obrera. En este caso que nos ocupa, la nueva política económica del Gobierno se tradujo directamente en un gran aumento de los precios de los bienes de consumo necesario que hizo descender catastrófica-mente el salario real de la clase obrera mexicana.

Las protestas de los grandes capitalistas no se hicieron esperar, pero a esto contestó el Gobierno mexicano con un más amplio impulso de parte del Estado a las actividades del sector II.

El segundo paso que dio el Gobierno Federal fue la búsqueda de la recon-ciliación con la pequeña burguesía, para lo cual empezó a liberar a los presos del 68, a dar “libertad de crítica” a la intelectualidad pequeño burguesa y a alentar la autonomía de las universidades, a la vez que destinaba para éstas grandes re-cursos del presupuesto federal. La finalidad de esta política era, obviamente, in-corporar a la pequeña burguesía, con igualdad de derechos frente a la burguesía, al régimen de explotación capitalista y quitarle su base social a las actividades subversivas (guerrillerismo y tupamarismo) que ya empezaban a desarrollarse en nuestro país.

La gran burguesía, mientras tanto, preparaba sus armas para defender sus intereses vulnerados. El punto en torno al cual tuvo el primer choque abierto con el nuevo gobierno fue el relativo a la política a seguir con la pequeña burgue-sía. El gobernador del Estado de Nuevo León se convirtió en el abanderado de los capitalistas del sector I y la Universidad de Nuevo León el campo de batalla donde se iban a dirimir estas cuestiones. Triunfó decisivamente el sector II.

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No bien se había librado esta batalla cuando surgió a luz, con los acon-tecimientos del “Jueves de Corpus”, que dentro del propio Gobierno Federal había un grupo de funcionarios que representaban los intereses del sector I y que estaban haciendo esfuerzos desesperados por detener la nueva política que desarrollaba Luis Echeverría. También en este caso el punto en disputa, tras el cual se escondían una serie de problemas económicos, políticos y sociales fue el referente a la política a seguir con la pequeña burguesía, principalmente con el movimiento estudiantil. Los funcionarios que trataban de socavar la política de Luis Echeverría eran personas que habían servido al régimen anterior y que es-taban íntimamente ligados con los grandes capitalistas del sector I (a la vez ellos mismos eran, en su vida privada, grandes capitalistas).

Una lucha sorda se ha seguido desarrollando entre los dos sectores de la burguesía mexicana. Los más diversos aspectos y campos de la vida económica, política y social de la nación han sido el tema y el escenario de la pugna entre los dos grupos. En el seno mismo de la clase obrera mexicana ha surgido una guerra entre los dos sectores burgueses por el control de los trabajadores; los peones de brega de Echeverría en este delicado asunto son Vallejo, Campa y Galván.

El guerrillerismo y el tupamarismo no pudieron ser anulados por la políti-ca de “apertura democrática” del sector II porque las raíces de estos movimientos son muy profundas y no pueden ser arrancadas de cuajo, sino a través de un largo y complicado proceso. Pero tanto el sector I como el II aprovecharon la necesaria proliferación de los “locos sueltos” como arma de cada uno en contra del otro. El sector II hacía ver al sector I la necesidad de las reformas que pro-ponía, advirtiendo que los movimientos “subversivos”, equivocados y todo, eran el producto necesario de una organización injusta de la sociedad, en la cual los ricos eran cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. Por su parte, el sector I acusaba al sector II de llevar al país al socialismo y de entregar la nación a los guerrilleros a causa de las reformas económicas y políticas que se estaban realizando. El Gobierno Mexicano fue acusado insistentemente de tener una ac-titud sospechosamente conciliadora con los guerrilleros autóctonos. Si los gue-rrilleros no hubieran existido, valía la pena que la propia burguesía los hubiera inventado. Y, desde luego, ha habido quienes, muy insidiosamente, han dicho a los cuatro vientos que los guerrilleros sí son una invención. Como quiera que sea, es evidente que los neoblanquistas (no otra cosa son los tupamaros locales) se han convertido en verdaderos contrarevolucionarios que le hacen el juego a los dos sectores de la burguesía mexicana y maniatan la lucha de la clase obrera.

APÉNDICE 4EL DESARROLLO DEL CAPITALISMO AGRARIO

En el cuerpo principal de este trabajo hemos estudiado el proceso por el cual se estableció el capitalismo en el campo mexicano; en este pequeño apéndice esbo-zaremos con muy grandes rasgos la posterior revolución del capitalismo agrario y su relación con la llamada “Reforma Agraria”.

En las postrimerías del Porfiriato el capitalismo agrario había quedado plenamente estructurado en nuestro país: una gran parte de la producción agrí-cola se realizaba en grandes haciendas capitalistas a base de trabajo asalariado y mediante el empleo de maquinaria más o menos moderna; otra buena parte, en medianas propiedades con maquinaria y obreros; la gran masa de los pobla-dores del campo eran, o proletarios previamente despojados de sus tierras que trabajaban para los hacendados y los rancheros, o pequeños productores libres, o integrantes de comunidades mestizas o indias autosuficientes en proceso de disolución.

El desarrollo de la gran agricultura capitalista llevó a la ruina a los me-dianos productores (e incluso puso en grave peligro su propiedad) y acentuó la miseria de los asalariados, campesinos independientes y comunidades indíge-nas. Ante estas circunstancias, los perjudicados desarrollaron un movimiento político (Revolución Mexicana) cuyos principales resultados consistieron en la reducción del poderío económico y político de los latifundistas —lo que implicó, obviamente, la reducción del tamaño de sus propiedades y la reorientación de su producción de acuerdo con los intereses de los grupos que conquistaron el poder—, la creación o reivindicación, ya sea bajo la forma de dotación de ejidos, de la compra de tierras, o de la restitución de las mismas, de una pequeña pro-piedad complemento del salario para los trabajadores del campo, la protección legal a la pequeña y mediana propiedad capitalista y la restitución a las comuni-dades de las tierras y aguas de que habían sido despojados. Éste fue el contenido primitivo de la llamada Reforma Agraria, bandera fundamental de la revolución de 1910; como vemos, dicha reforma no viene a ser sino la adecuación entre sí de los elementos fundamentales del capitalismo agrario, vale decir, el perfecciona-miento del aparato de explotación del proletariado agrícola.

Como resultado de la Reforma Agraria, de entre la masa de ejidatarios y campesinos independientes se fue destacando, por un proceso económico na-

El desarrollo del capitalismo agrario • 401

tural, una clase de pequeños productores capitalistas que eran el complemento necesario de los medianos y grandes productores capitalistas agrícolas; la clase dominante (una fracción determinada del sector II de la burguesía) incorporó a sus postulados ideológicos la protección e impulso a esa pequeña producción complemento suyo. Se establece entonces, como el propósito fundamental de la Reforma Agraria, la creación de una clase de pequeños productores agrícolas capitalistas que deberían ser apoyados por el Estado con crédito, tecnología, obras de irrigación, etcétera.

Para quebrar definitivamente el poder de los antiguos latifundistas porfi-rianos y lograr orientar la producción agrícola capitalista en torno a los intere-ses de la fracción burguesa ahora dominante, ésta, a través del aparato estatal, organizó a una buena parte de los campesinos dotados de tierras para trabajar, ya fuera individualmente, con crédito, asesoría, maquinaria, etcétera propor-cionados por el Estado (desarrollando de esta manera a la pequeña burguesía agraria que surgía espontáneamente de entre los ejidatarios), o colectivamente en grandes unidades productivas (ejidos colectivos) formadas por la fusión de sus parcelas individuales, las cuales eran verdaderas empresas capitalistas ma-nejadas por el Estado y los ejidatarios verdaderos obreros asalariados sometidos a la explotación capitalista por parte del Estado.

La producción ejidal así organizada fue un poderoso instrumento del Es-tado capitalista para:

Romper definitivamente, con el empleo como peones de brega a los campesinos 1. sin tierra, la resistencia de los terratenientes porfiristas en aquellos lugares en donde ésta era más obstinada;Incrementar la producción de materias primas agrícolas para la industria 2. nacional, propiciando así su desarrollo acelerado y con ello el crecimiento de la masa de trabajo excedente extraído a los obreros del país y su acumulación bajo la forma de cantidades de capital en constante aumento, que a su vez servían para extraer más trabajo sin retribuir del proletariado mexicano;Aumentar la producción de alimentos básicos para el consumo popular con 3. los propósitos de: a) lograr reducir el valor de la fuerza de trabajo y de esta manera elevar la cuota de plusvalía de que se apropiaban los capitalistas mexicanos, dando lugar así al crecimiento de la masa de plusvalía para capi-talizar; b) proporcionar más y mejores alimentos a los obreros mexicanos, a quienes se cebaba como a los animales con el fin de que produjeran mayores cantidades de plusvalía para los capitalistas nacionales, y c) proveer de ali-mentos a las masas de obreros que eran incorporadas al proceso productivo, permitiendo así el crecimiento acelerado de la industria nacional y con ello, como se comprende, el incremento de la masa de plusvalía que ésta extraía al proletariado nacional;Orientar la producción de las restantes unidades (grandes y medianas pro-4. piedades provenientes de los latifundios porfiristas y medianas y pequeñas propiedades independientes) hacia los objetivos de la fracción burguesa en el poder, elevándolos hacia un grado superior de su desarrollo.

402 • El desarrollo del capitalismo mexicano

Como se ve, la acción estatal en materia agraria tuvo como única finalidad per-feccionar y ampliar el régimen capitalista de producción existente en nuestro país. En efecto, en primer lugar, las formas de organización de la producción agrícola promovidas directamente por el Estado son formas típicamente capita-listas: la pequeña producción capitalista en las parcelas ejidales, bajo la tutela estatal, y la empresa capitalista agrícola estatal (ejido colectivo); en ambos casos existen la explotación del trabajo asalariado, la apropiación sin retribución de trabajo obrero excedente (plusvalía) por los particulares o por el Estado y la acumulación de capital. En segundo lugar, la política agraria del Estado mexi-cano obligó al perfeccionamiento de la producción capitalista en las restantes unidades productivas agrícolasy elevó por tanto la cantidad de plusvalía extraída al proletariado que allí laboraba. En tercer lugar, por la naturaleza de los bienes producidos y por el destino de los mismos, la producción agrícola ejidal (bajo sus dos formas) dio un potente impulso a todas las ramas de la economía capi-talista, con lo cual incrementó enormemente la masa de plusvalía producida y acumulada por la burguesía mexicana; vale decir que así se potenció gigantesca-mente la explotación de la clase obrera nacional.

Este punto superior de la llamada “Reforma Agraria” fue alcanzado du-rante el período de gobierno de Lázaro Cárdenas. Posteriormente, el propio de-sarrollo del sector II de la economía mexicana crea las condiciones necesarias para el desarrollo del sector I; viene con ello un resurgimiento de los grandes ca-pitalistas agrícolas, industriales, comerciales y financieros y una reorientación de la producción en torno a sus intereses que reducen o paralizan el desarrollo del sector II. En materia agraria se produce una reconstitución del latifundio que tie-ne como base el despojo de las tierras a los medianos y pequeños productores y a los ejidatarios y la concentración en esas grandes propiedades de los recursos crediticios y tecnológicos; se reduce, paraliza o cambia de destino, para servir a los grandes propietarios agrícolas, la acción que ejerce el Estado a través de la organización ejidal y por otros medios. Pero a su vez, el resurgimiento del sector I crea ineluctablemente las condiciones para un nuevo desarrollo impetuoso del sector II de la economía mexicana; de esta suerte, tras una “paralización” de la “Reforma Agraria” tendrá que venir necesariamente un desarrollo más o menos rápido y profundo de la misma, y viceversa.

Claramente se desprende del análisis aquí hecho que las dos partes estruc-turales de la agricultura capitalista mexicana (la gran agricultura por un lado y la mediana y pequeña agricultura y la agricultura ejidal por el otro) son comple-mentarias entre sí y se suponen y se engendran mutuamente y que el resultado de ese mutuo engendramiento es el perfeccionamiento del capitalismo agrario mexicano y en general del régimen capitalista de producción que existe en nues-tro país: o lo que es lo mismo, su resultado es la centuplicación de la explotación de la clase obrera mexicana.

La acumulación originaria en méxico • 403

El desarrollo del capitalismo mexicano de Gabriel Robledo Esparza, del Centro de Estudios del Socialismo Científico, (CESC) en coedición con Sísifo Ediciones para su Biblioteca Marxista, se terminó de imprimir el 28 de enero de 2009, en los talleres de SM, Servicios Gráficos. La composición tipo-gráfica fue realizada por Carlos Pineda en tipos New Aster de 12:14, 10:12, 9:11, 8:10; y la revisión de pruebas por el au-tor y Georgina Chargoy, todos con la coordinación de Miguel Ángel Sánchez Jiménez. La edición consta de 1,000 ejempla-res más sobrantes de reposición y fue realizada en Cultural de 90 grs.

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