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1 Gracia a Vosotros: Desatando la Verdad de Dios, Un Versículo a la Vez El deber del cristiano en un mundo hostil, 2ª Parte Escritura: 1 Pedro 4:7b-9 Código: 60-42 John MacArthur En nuestro estudio juntos de la Palabra de Dios, estamos estudiando el gran texto de 1 Pedro. Entonces, lo invito a que me acompañe en su Biblia a 1 Pedro, capítulo 4. Y de nuevo, estamos viendo los versículos 7 al 11 considerando el tema: El Deber Cristiano en un Mundo Hostil.” El pasado día del Señor comenzamos a ver este texto. Continuaremos esforzándonos por estudiar sus verdades el próximo día del Señor. Y por ello, nos encontramos a la mitad de esta porción maravillosa de las Escrituras. Antes de que examinemos el texto, permítame introducir el tema al referirnos a otro texto tomado del Evangelio de Lucas. Las palabras de Jesús, capítulo 14, versículo 26. “Si alguno viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser Mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de Mí, no puede ser Mi discípulo. Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a todo lo que posee, no puede ser Mi discípulo.” Sin entrar en profundidad en ese texto en particular y reservando una profundidad tal para otra ocasión, por lo menos podemos discernir a partir de ese texto, que nadie debe convertirse en un seguidor de Jesucristo sin calcular el costo. Y es aparente a partir de ese texto que la

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Gracia a Vosotros: Desatando la Verdad de Dios, Un Versículo a la Vez

El deber del cristiano en un mundo hostil, 2ª Parte

Escritura: 1 Pedro 4:7b-9

Código: 60-42

John MacArthur

En nuestro estudio juntos de la Palabra de Dios, estamos estudiando el gran texto de 1 Pedro.

Entonces, lo invito a que me acompañe en su Biblia a 1 Pedro, capítulo 4. Y de nuevo,

estamos viendo los versículos 7 al 11 considerando el tema: “El Deber Cristiano en un Mundo

Hostil.” El pasado día del Señor comenzamos a ver este texto. Continuaremos esforzándonos

por estudiar sus verdades el próximo día del Señor. Y por ello, nos encontramos a la mitad de

esta porción maravillosa de las Escrituras.

Antes de que examinemos el texto, permítame introducir el tema al referirnos a otro texto

tomado del Evangelio de Lucas. Las palabras de Jesús, capítulo 14, versículo 26. “Si alguno

viene a Mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y

aun también su propia vida, no puede ser Mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en

pos de Mí, no puede ser Mi discípulo.

Porque ¿quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los

gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla? No sea que después que haya puesto el

cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo:

Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar. ¿O qué rey, al marchar a la guerra contra

otro rey, no se sienta primero y considera si puede hacer frente con diez mil al que viene

contra él con veinte mil? Y si no puede, cuando el otro está todavía lejos, le envía una

embajada y le pide condiciones de paz. Así, pues, cualquiera de vosotros que no renuncia a

todo lo que posee, no puede ser Mi discípulo.”

Sin entrar en profundidad en ese texto en particular y reservando una profundidad tal para otra

ocasión, por lo menos podemos discernir a partir de ese texto, que nadie debe convertirse en

un seguidor de Jesucristo sin calcular el costo. Y es aparente a partir de ese texto que la

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implicación es que el costo es muy elevado. Ser un cristiano auténtico demanda una

disposición a pagar el precio.

Y cuando hablamos de ser un discípulo de Jesucristo, es con eso en mente. Necesitamos

alentar a la gente a calcular el costo, a medir el precio, a considerar qué es lo que Cristo pide

de nosotros. Es costoso seguir a Jesucristo. Recordamos en la parábola del tesoro en el

campo y la parábola de la perla de gran precio que, en cada caso, dice que el hombre vendió

todo lo que tenía para comprar el tesoro, la perla. En el caso del joven rico, Jesús le pidió que

tomara todo lo que tenía, lo vendiera, tomara su dinero, lo diera a los pobres y después, lo

siguiera a Él.

Jesús les dijo a algunas personas que querían ser discípulos que Él esperaba que dejaran

todo e inmediatamente lo siguieran a costa de cualquier otra cosa que hubieran tenido. Y no

quisieron y dijeron que tenían que hacer cosas como cuidar de su familia, sepultar a mi padre

y demás. Jesús también confrontó a aquellos que se convirtieron también en Sus discípulos

simplemente diciéndoles “dejen sus redes y síganme. Dejen su estilo de vida y los asuntos de

su vida a cambio de seguirme.” No vamos a hablar más del costo de la salvación, pero lo que

quiero recordarle es una verdad que fue expresada por lo menos en una ocasión por parte de

un hombre llamado Soren Kierkegaard, un filósofo, quien dijo esto: “le cuesta aún más a un

hombre ir al infierno.”

Proverbios 13:15 lo dice de esta manera: el camino de los trasgresores es duro. El camino del

discípulo podría ser costoso, pero el camino del discípulo no es difícil, porque Jesús dijo:

“tomad Mi yugo sobre vosotros y aprended de Mí, porque Mi yugo es fácil y ligera Mi carga.”

El precio real es pagado por el que no pagará el precio del discipulado. La dificultad pertenece

al camino del transgresor. Y todas las Escrituras y toda la experiencia humana, simplemente

registran la realidad de ese hecho. Rechazar la justicia, rechazar la salvación, rechazar el ser

un discípulo de Jesucristo es escoger el camino más duro. Una vida de culpabilidad

aplastante, una vida de preguntas a las que uno no encuentra respuesta, una vida de

decepción sin esperanza, una vida de problemas interminables e imposibles de resolver; y

después de todo eso, una eternidad en el infierno.

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Y entonces, debemos concluir y recordar, creo, de manera regular, que, aunque el costo del

discipulado es elevado y aunque demanda una disposición a entregar todo lo que somos por

seguir a Cristo, es pequeño cuando es comparado con el precio elevado de rehusarse a

convertirse en un seguidor de Cristo. Seguir a Jesucristo es costoso, pero fácil. Y esa es la

paradoja maravillosa del discipulado.

De hecho, en 1 Juan 5:3, Juan inclusive nos recuerda que Sus mandamientos no son

gravosos. Somos llamados a seguir a Cristo. Somos llamados a ser Sus discípulos. Somos

llamados, como tales, a obedecer Sus mandatos. Se nos da instrucción clara en la Biblia y

también se nos da un poder directo capacitador por parte del Espíritu Santo para cumplir con

esos mandamientos. Y el resultado es gozo. Y si estamos dispuestos a obedecer las doctrinas

fundamentales de la vida cristiana en el poder de una vida llena del Espíritu, entonces,

descubriremos que el yugo es fácil y la carga ligera. Y entonces, mientras que debemos

hablar del costo del discipulado, también debemos hablar de la facilidad del discipulado

debido a la gran gracia de Cristo dada en el Espíritu.

Vivimos en un mundo complejo. Nadie discutiría eso. No obstante, el cristianismo

contemporáneo parece estar inclinado en asumir que debido a que el mundo es complejo, las

soluciones a los problemas de los cristianos también son complejas. No obstante, ese no es el

caso. El yugo es fácil, la carga es ligera, un hombre, aunque fuera un necio, no necesita errar.

Los sabios y los prudentes no tienen el privilegio de tener acceso a esto. Los comunes y

corrientes, lo más bajo, los débiles, los infantes conocen las cosas de Dios. Los fundamentos

de la vida cristiana, creo yo, no son complejos, sino simples, directos. Y yo creo que lo que

Pedro comparte con nosotros en este texto nos lleva a los elementos simples, básicos,

fundamentales de vivir una vida cristiana. Es uno de esos grandes textos que resumen y que

dice tanto en tan pocas palabras.

Sígalas conforme leo. “Mas el fin de todas las cosas se acerca; sed, pues, sobrios, y velad en

oración. Y, ante todo, tened entre vosotros ferviente amor; porque el amor cubrirá multitud de

pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha

recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.

Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme

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al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen

la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.”

Y entonces, conforme abordamos este texto, y abordamos, por así decirlo, la facilidad del

discipulado, el yugo fácil y la carga ligera, hecha así por la provisión de Jesucristo en Su

Espíritu y mediante la revelación de Su verdad, llegamos a los elementos básicos para la vida

cristiana. Un resumen maravilloso.

Pero antes de que veamos de nuevo de manera específica ese resumen, permítame alentarlo

con otra especie de pensamiento a manera de introducción. Creo que una de las

características de la vida cristiana, una de las manifestaciones de la naturaleza nueva, una de

las cosas que es implantada en el corazón de un creyente es un anhelo por ser lo que Dios

quiere que usted sea. Encontramos eso expresado en Romanos, capítulo 7, conforme Pablo

ve al pecado como algo que él no quiere hacer o algo que él hace cuando él no debe hacerlo

o algo que él no hace cuando debería hacerlo.

En otras palabras, hay un sentido en el que Romanos 7, conforme Pablo relata su experiencia

espiritual, de manera clara entendemos el mensaje de que él quiere obedecer la ley de Dios,

la cual es santa, justa y buena. Y cuando él no lo hace, es esa carne interna que se aferra a

su naturaleza redimida y hace que él no haga las cosas que él quiere hacer y que haga las

cosas que él no quiere hacer.

Y lo que extraigo de eso, entre muchas otras cosas, es el hecho de que dentro del creyente

hay un deseo por lo que es correcto, un anhelo por lo que es correcto, un anhelo por lo que es

lo mejor. Podríamos resumirlo al decir que los creyentes, debido a la naturaleza nueva, odian

al pecado y aman la justicia. Ahora, eso se puede oscurecer debido a nuestra naturaleza

caída, pero eso es el impulso básico de la nueva creación. Queremos hacer lo que es lo

correcto.

Pero amados, eso no es los suficiente. Ese anhelo no es suficiente para poder hacer lo que

Dios quiere que hagamos. Asumir que lo es, es como el niño que, como usted sabe, decide

que quiere ser como alguien más. Quizás, él tiene sueños de que quiere ser un jugador de

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ligas mayores de béisbol y entonces, él tiene su pequeño bate y él está ahí en el patio de

atrás. Y él tiene un retrato de su héroe de béisbol. Y él trata de ponerse de pie exactamente

como el héroe se pone de pie y él trata de tomar el bate como ese héroe lo sostiene. Y él trata

de mover su pequeño bate como ese héroe lo mueve. O quizás, él tiene un tío que es un gran

doctor, un médico, que quizás curado a cientos de personas. Y este pequeño, está

enamorado con la capacidad de su tío. Y anhela ser algún día como su tío. Y entonces, él

tiene su propio pequeño estetoscopio, uno que su tío ya no usa, que se coloca en el cuello

conforme lo desfila por la casa y juega al doctor. O quizás, está ese pequeño niño que quiere

ser un gran músico. Y entonces, él hace ruidos interminablemente en un violín que usted

desea que, de alguna manera, pudiera ser destruido.

Y quiero decirle que ese anhelo no obtiene eso. El querer eso no es suficiente. De alguna

manera, ese pequeño niño tiene que comenzar con la capacidad; y después, esforzarse por

buscar una vida entera de preparación. Durante esa vida, él invierte su tiempo y energía

invirtiendo en un cimiento de hábitos, de respuestas, de fortalezas, de tiempo. Inclusive, una

memoria que producirá el desempeño de la grandeza que él quiere. Pero quererlo no es

suficiente. Puede nacer en el querer, pero no se cumple en el querer.

Todos sabemos que un momento exitoso en el bate, en un tiempo crucial en las series

mundiales que hace girar el juego y gana la serie, esa capacidad de desempeñarse en el

momento crucial en un tiempo de crisis cuando todo está dependiendo de un momento, no es

determinado por un deseo fuerte, sino por la profundidad de preparación. ¿No es eso verdad?

Poder desempeñarse en el momento de la crisis en la sala de urgencias, cuando la vida está

al borde de la muerte y depende de usted el mantener al paciente vivo, no sucede por

desearlo. Sucede debido a una profundidad de preparación que lo ha preparado a usted para

el momento de crisis. Poder estar de pie ante esa audiencia critica con un ojo para discernir

los errores no sucede por desear que sucediera, sino por la profundidad de la preparación. Sí,

una vida de preparación.

Y quiero decirles, amados, que hay muchos cristianos, quizás la mayoría de los cristianos,

que tienen la visión, por así decirlo, porque pueden ver la imagen de Cristo en la Palabra de

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Dios y tienen el deseo de excelencia espiritual, pero, escuche con atención, no tienen la

disciplina diaria que es demandada para producirlo. Y el deseo no les va a permitir enfrentar el

momento de crisis.

Esa es la razón por la que muchos cristianos bien intencionados se desmoronan en la crisis.

Conforme se acercan a la crisis, quieren encontrar un atajo. Ellos quieren encontrar un estudio

rápido de fortaleza espiritual conforme desciende el momento de crisis. No sucede así.

La única manera en la que el yugo es fácil, la única manera en la que la carga es ligera, la

única manera en la que usted está listo para la crisis es cuando usted ha sido preparado por

la disciplina espiritual de caminar en obediencia a los principios revelados de la vida cristiana.

Y no hay atajos. Y no hay arreglos rápidos. En las disciplinas espirituales diarias, se forma la

fortaleza y la valentía y el denuedo y la profundidad que nos hacen enfrentar el momento de

crisis como Dios quiere.

Los cristianos parecen estar muy, muy presionados por aprender que usted no puede vivir una

vida fuera de control. Y después, cuando el momento de crisis viene, controlarla

instantáneamente y vivir o reaccionar como Cristo reaccionaría. Usted no lo puede hacer si en

el resto de su vida usted no está viviendo como Cristo quiere que usted viva. Pero es

simplemente ese tipo de cristianismo superficial que alimenta la superficialidad en nuestra

época.

Dallas Willard, escribiendo en un libro titulado El Espíritu de las Disciplinas, dice, y cito: “los

episodios momentáneos no son el lugar en donde podemos, inclusive por la gracia de Dios,

redirigir nuestras tendencias que no son semejantes a Cristo, pero que están profundamente

arraigadas de acción y redirigirlas hacia la semejanza a Cristo repentina. Nuestros esfuerzos

por tomar el control en ese momento van a fracasar de manera tan uniforme y de manera tan

no gloriosa que el proyecto entero de seguir a Cristo parecerá ridículo al mundo que nos ve.”

Fin de la cita.

Él añade: “hace algunas décadas atrás, apareció una novela cristiana muy exitosa titulada En

Sus Pasos, la cual leímos recientemente. La trama nos cuenta de una cadena de

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acontecimientos trágicos que llevan al ministro de una Iglesia próspera a darse cuenta de

cuán diferente de Cristo su propia vida había llegado a ser. El ministro, entonces, guía a su

congregación en un voto a no hacer nada sin que primero ellos hagan la pregunta “¿qué haría

Jesús en este caso?””

Ahora, conforme el contenido del libro lo presenta claramente, el autor hizo este mismo voto

por hacer lo mismo con la intención de seguir a Jesús, de caminar precisamente en los pasos

de Jesús. Esto, claro, es una novela. Pero inclusive en la vida real dependeríamos que eso

produjera cambios significativos en la vida de cristianos apasionados que hicieron un voto, así

como sucede en ese libro.

Después, él escribe esto: “pero hay una falla en su manera de pensar. Hacernos la pregunta

¿qué haría Jesús? Cuando repentinamente frente a una situación importante, simplemente no

es una disciplina adecuada o preparación adecuada para capacitarlo a uno a vivir como Cristo

vivió. Sin duda alguna, haría algo de bien. Y ciertamente, es mejor que nada en absoluto.

Pero ese acto en sí mismo no es suficiente para que de manera valiente y con confianza

enfrentemos una crisis. Y fácilmente, nos podríamos encontrar a nosotros mismos llegando a

la desesperanza por la tensión de incapacidad en la que los colocaría.” Fin de la cita.

El secreto para estar listo para una crisis en la que el yugo sea fácil y la carga sea ligera es

aprender a cómo vivir la vida cristiana todo el tiempo, de tal manera que hemos desarrollado

los hábitos, los recursos, las respuestas, el tiempo, las fortalezas, la memoria, la fe, la valentía

espiritual para enfrentarlo. Ése es el punto. Comportarnos como Jesucristo es nuestra meta.

Pero poder hacer eso no es el resultado de desear. Es el resultado de disciplina diaria,

espiritual.

Jesús dijo en Lucas 6:40, “sólo después de que ha sido totalmente preparado, un hombre será

como su maestro.” El novelista León Tolstoi escribió en una ocasión: “la vida entera del

hombre es una contradicción continua de lo que él conoce que es su deber. En todo

departamento de la vida él actúa en oposición desafiante a los dictados de su conciencia y su

sentido común.” Fin de la cita. Ahora, ahí hay un comentario de la tragedia del hombre caído.

Él es incapaz inclusive de hacer lo que él es su condición caída piensa que es lo correcto. Es

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parte de la naturaleza caída humana ser débil. La única manera en la que un cristiano

inclusive en su vida regenerada puede superar ese impacto de la caída es por el cultivo de

hábitos piadosos.

Y entonces, amados, todo eso para decir esto: lo que Pedro presenta aquí nos da patrones

para la vida diaria. Resumiendo: ¿cómo debemos vivir como creyentes? Tres puntos en el

texto que quiero presentarles. La semana pasada vimos el punto número uno, el incentivo. El

incentivo está en el versículo 7: más el fin de todas las cosas se acerca. Cuando él dice fin,

telos, él no quiere decir el cese. No es una idea cronológica. Él no se refiere al término. Él

quiere decir la consumación, el alcanzar de la meta, el llegar al propósito, el alcanzar el

destino. El propósito de alcanzar el destino. Y creo que él tiene en mente el regreso de

Jesucristo. El incentivo para la vida santa es vivir en una expectativa constante del regreso

repentino de Cristo. Pasamos la noche del domingo pasado en eso únicamente.

Vayamos al segundo punto, del incentivo a las instrucciones. Las instrucciones. Los versículos

7b hasta la primera parte del versículo 11, nos dan las instrucciones para la vida piadosa.

Cómo conducir su vida diariamente de tal manera que usted cultive el tipo de hábitos que le

van a ayudar a que permanezca fuerte en la crisis. Cómo vivir el tipo de vida que, aunque el

costo del discipulado sea alto, haga que usted diga que el yugo es fácil y la carga es ligera,

que lo haga a usted decir que los mandamientos de Dios no son gravosos.

Y aquí están los patrones de vida que deben ser establecidos. Se le dividen en tres

categorías. Santidad personal, amor y servicio. Esas son las tres dimensiones en las que

debemos concentrar nuestra vida cristiana. La primera, santidad personal, tiene que ver con

nuestra relación con Dios y Su Palabra revelada. La segunda, amor, tiene que ver con nuestra

relación con otros. La tercera, servicio, de nuevo, expresa responsabilidad de cumplir el plan

de Dios para nosotros en términos de ministerio dentro del cuerpo de Cristo. Santidad, amor y

servicio.

Hablemos de la santidad. Observe el versículo 7. Sed pues, dice él, debido a que el fin de

todas las cosas se acerca, sed pues sobrios y velad en oración. Esto realmente resume la

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santidad. El ser sobrio y velar en oración significa que mi vida es tan pura y está tan correcta,

está tan bien que mi comunión con el Dios vivo, santo no es estorbada.

¿Qué hay acerca de esa afirmación ‘sed sobrios’? El término viene de una palabra que

significa salvar y una palabra que tiene que ver con la mente. Y supongo que podríamos

extrapolar a partir de ahí la idea básica que es de mantener su mente a salvo. Guarde su

mente. A salvo. Guárdela, protéjala, manténgala clara. Otra manera de expresarlo sería:

enfóquela en prioridades espirituales. Fíjela en cosas santas. Tomando la afirmación de Pablo

a los colosenses, poner la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. También podría

implicar aquí no ser arrastrado por la emoción, no ser arrastrado por la pasión. Eso podría ser

parte de esto.

Es la misma palabra usada en Marcos 5:15 en donde habla del endemoniado, usted

recordará, a quien Jesús libró de una legión de demonios y dice que él estaba vestido y en su

juicio cabal. Mismo término. Es usada en Romanos 12:3, no debemos tener un concepto más

alto del que debemos tener, sino pensar con cordura, pensar de manera sensata. Llevar

nuestra mente, por así decirlo, para que sea cautiva a la verdad divina. Y todo procede de la

mente. La Biblia dice: como es su pensamiento en su corazón, tal es él. Una mente sana, un

juicio sano refleja una orientación santa. El mundo influenciado por demonios pecaminoso,

engañoso, que busca satisfacerse a sí mismo, ese mundo en el que vivimos es un mundo fácil

en el que usted puede perder su manera de pensar espiritual, ¿no es cierto? Es un gran lugar

en donde usted puede perder su equilibrio mental y moral. Y entonces, Pedro dice: sean

saludables espiritualmente.

¿Qué quiere decir? Piense en Dios, piense en cosas espirituales, piense en cosas santas.

Piense en pensamientos de Dios. Me lleva de regreso a un versículo que aprendí cuando era

un niño pequeño, Josué 1:8: “nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que

meditarás en él de día y de noche para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él

está escrito, porque entonces harás prosperar tu camino y todo te saldrá bien.” Desde el

principio mismo, desde el comienzo, Dios dijo: debes pensar en Mi Palabra. En Filipenses,

como hemos estudiado a lo largo de esa epístola maravillosa que concluimos esta mañana,

recordamos bien, yo lo sé, capítulo 4, versículo 8: “por lo demás, hermanos, todo lo que es

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verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo que es amable, todo lo que es

de buen nombre, si hay virtud alguna, si hay algo digno de alabanza, en esto pensad.

Mantener su mente a salvo, mantenerla sana, aferrarse a ella, es vital para la santidad

cristiana. Colosenses 3:16 nos da otro principio para esto. Dice: la palabra de Cristo ¿qué?

More en abundancia en vosotros. Eso guarda la mente, protege la mente. Mantiene la mente

enfocada en cosas puras. Pablo escribiéndole a Tito nos recuerda que la gracia de Dios se ha

manifestado para traer salvación a todos los hombres. Y con ella, instruyéndonos a dejar la

impiedad y los deseos mundanos y vivir de manera sensata, justa y piadosamente en este

tiempo presente.

Usted debe llevar su mente cautiva a Cristo, a la Palabra de Dios, la gran característica del

juicio sano, la gran característica de una mente sensata espiritual es que ve las cosas en sus

proporciones apropiadas, en sus prioridades apropiadas, en sus respectivas apropiadas. Ve lo

que es importante. Ve lo que no es importante. No es arrasada por la emoción repentina. No

es arrasada por las tendencias cambiantes. No es un fanatismo desequilibrado. No es

indiferencia necia.

Y amados, las únicas personas que tienen este tipo de juicio sano, sensato, son aquellos cuya

mente, como dijo el escritor, se queda en Ti. Este es un cristiano equilibrado estable. Pedro no

termina nada más con eso. Observe de nuevo el versículo 7. Él dice: “sed pues, sobrios”. Y

después, añade: “y velad”. Y este es un sinónimo o muy cercano a un sinónimo. Básicamente,

significa mantener una mente clara. Una cabeza clara. Tomar en serio las cosas serias. Ser

vigilante, estar alerta. En Mateo 24:42 es traducido “estad alertas”. Mateo 26:40 y 41: “velad”.

Usted podría combinar estos dos términos al expresarlo de esta manera, el pensamiento

bueno, claro, piadoso, bíblico lleva a estar espiritualmente alerta, a estar espiritualmente

vigilante. Lleva a la capacidad de ver las cosas en la perspectiva eterna. En la perspectiva

Divina. Y establecer respuestas correctas. Esto es indispensable. Y es indispensable para un

elemento muy, muy esencial de la vida cristiana que es señalado en el versículo 7. Sea tan

amable de llegar al clímax del pensamiento. El ser sobrio y velar son para el propósito de la

oración. ¿Por qué? Porque la santidad fluye de la comunión directa con un Dios santo. Y

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cuando esa comunión es estorbada por una mente nublada, una mente desequilibrada,

aquello que es lo más importante de experiencia cristiana se pierde. Una mente confusa, una

mente centrada en sí mismo, una mente derribada de su equilibrio por las pasiones y

búsquedas mundanas, una mente que se ha convertido en víctima de la emoción o la pasión

fuera de control, una mente que es ignorante de la verdad de Dios, una mente que es

indiferente a los propósitos de Dios, es una mente que no puede conocer la totalidad de la

comunión santa en oración con Dios. Después de todo, usted lleva su mente a esa comunión,

¿no es cierto?

Y entonces, su relación con Dios en un sentido muy real, el cual es expresado en este tema

de la oración, es determinado por las actitudes que usted trae. Dichas actitudes son el

resultado de sus pensamientos. Y si usted va a orar de manera eficaz y si usted va a tener

comunión con Dios de manera profunda y espiritual, entonces, debe pensar bíblicamente y

también espiritualmente. Amados, esto es tan básico para nosotros. Tantos cristianos en la

actualidad, usted sabe esto tan bien como yo, están deslumbrados por las fantasías del

mundo. Son arrastrados y confundidos por todas sus ideas. Su manera de pensar está fuera

del control, son víctimas de las cortinas de humo interminables de Satanás y como resultado,

su comunión con Dios simplemente es torcida, está estorbada o está perdida. Y con ella, el

poder de la oración y una vida poderosa.

Pedro está muy preocupado por este tema de la oración, no sólo aquí, sino que usted

recuerda al capítulo 3, versículo 7, en donde él dijo: más vale que corrija su matrimonio para

que sus oraciones no sean estorbadas. Para Pedro, el tener comunión con Dios tenía una

importancia central.

Por cierto, el término oración es plural en el texto griego. Indica un patrón repetido de vida.

Pedro fue una buena ilustración de un hombre que experimentó menos que una vida

aceptable de oración. Si usted lee Marcos 14:37 al 40, usted leerá acerca de eso. Él tendía a

intercambiar el sueño por la oración, si usted recuerda. La oración está en el corazón de

nuestra vida, el corazón de nuestro poder. Y no me refiero a una oración formal. Me refiero a

esa comunión viva, interminable con Dios, la cual nace de pensar los pensamientos de Dios.

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¿Y sabe una cosa? Yo me doy cuenta, simplemente a manera de ilustración personal, me doy

cuenta de que cuando estoy involucrado profundamente en el estudio de la Palabra de Dios y

mi mente simplemente está escudriñando profundamente las verdades grandes de Dios en los

tiempos de estudio, que hay un flujo de comunión que es inexplicable, porque estoy tocando

la mente de Dios, aunque sea de manera muy ligera. Estoy tocando el corazón de Dios. E

inclusive, con una comunión sin expresiones habladas, hay un sentido de presencia

abrumadora. Eso únicamente viene en esos momentos cuando nuestras mentes están siendo

sobrias. Con juicios sanos y tratando la verdad divina de manera sobria, alerta.

Entonces, la comunión realmente fluye. Y le voy a decir, la gente me dice esto todo el tiempo

cuando voy a conferencia de pastores. Cada vez que alguien, bueno, quizás, unas cuantas

excepciones. No debería decir todo el tiempo. Pero rara vez no me enfrento con la ocasión

cuando me preguntan: “describe algo en tu vida de oración, algo acerca de tu experiencia de

oración.” A lo cual, inevitablemente, respondo: “los tiempos de más grande comunión con Dios

para mí son los tiempos cuando estoy pensando con mayor profundidad los pensamientos de

Dios. Y estoy ligado a Él. Y entonces, entre más tengo la mente de Cristo, más dulce es la

comunión. Cuanto más pienso en los pensamientos de Dios, mayor es la frecuencia en la que

estoy en Su comunión.”

Entonces, dice Pedro, la vida cristiana resumida es tan simple como esto: piensa los

pensamientos de Dios. ¿Qué significa eso? Eso significa diariamente en la Palabra de Dios.

Diariamente meditando, pensando, absorbiendo, extrayendo, aprendiendo pensar los

pensamientos de Dios. Como lo digo con frecuencia, debe pasar que usted esté tan lleno a tal

profundidad de las Escrituras que sus respuestas involuntarias son piadosas, porque usted

está controlado así.

Y después, viene la dulzura de la comunión. Después, viene la oración eficaz. Después, viene

el poder. Ése es el eslabón vertical en la vida cristiana. Y después, con el genio del Espíritu

Santo, llegamos al eslabón horizontal. La segunda área que le preocupa a Pedro en este

asunto de instrucción tiene que ver con el amor. Supongo que no se puede decir más acerca

del amor que no se haya dicho 1000 veces. Y no quiero repetirlo, pero quiero enfatizar lo que

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Pedro dice. Observe el versículo 8. “Y, ante todo, tened entre vosotros ferviente amor, porque

el amor cubrirá multitud de pecados. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.”

Aquí, Pedro pasa del aspecto vertical de vivir una vida santa delante de Dios al aspecto

horizontal, de vivir una vida amorosa ante los hombres. Y él está preocupado primordialmente

por las relaciones con otros cristianos. Usted pregunta si él acaso no está preocupado por el

evangelismo. Sí, pero recuerde usted las palabras de Jesús que dijo que, si nos amamos los

unos a otros, por estos sabrán todos los hombres que somos Sus ¿qué? Sus discípulos. Esa

es la sustancia de nuestro testimonio.

Entonces, Pedro nos vuelve a presentar este asunto del amar. Es una palabra esencial para

nosotros. Y note la importancia que le da. En el versículo 8, él dice: y, ante todo, primero en

importancia en términos de relaciones, es el amor. Después de que usted ha fortalecido su

relación con el Señor, mediante desarrollar tiempos intensos de estudiar la Palabra de Dios y

tener comunión con el Señor de tal manera que piensa con una mente bíblica y una actitud

espiritual y usted tiene una vida de oración que está fluyendo con Dios, eso lo preparara a

usted para cualquier crisis.

Y entonces, su primera preocupación debe ser volverse a aquellos que lo rodean a usted y

tener ferviente amor entre vosotros. Hay una riqueza tremenda en este término. Se oye muy

parecido a las palabras de Pablo en Colosenses 3:14: “y sobre todo esto, vestíos de amor que

es el vínculo perfecto.” Pablo en Filipenses 2 dice: “amen a todos por igual.” El verbo aquí, por

cierto, es un participio y modifica a los verbos del versículo 7. Es como si dijera que, si usted

es sobrio y vela y está teniendo una comunión dulce con Dios, entonces, conforme usted ve

hacia donde eso debe fluir, lo primero debe ser que usted tenga ferviente amor. Este es un

corolario a una mente y espíritu bíblicamente equilibrados.

Me encanta la palabra ferviente, ektenēs, porque es una palabra anatómica. Significa ser

estirado, estirarse. Es usado de un corredor que está corriendo conforme a su máxima

capacidad con los músculos, estirándose hasta el límite. Es usado en cierta literatura extra

bíblica de un caballo que está estirando los grandes músculos conforme corre a máxima

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velocidad. Significa estirarse de manera intensa, tan lejos como usted puede hasta el límite de

su capacidad.

Esta, por cierto, no es la primera vez que Pedro usa esto. Ahí atrás en el capítulo 1, recuerda

en el versículo 22, “debido a que en obediencia a la verdad habéis purificado vuestras almas

en un amor sincero a los hermanos,” en otras palabras, debido a que se han convertido en

cristianos y debido a que ser cristiano significa que aman a los hermanos, amaos

fervientemente los unos a los otros de corazón porque habéis renacido. Él dice, es como si

estuviera diciendo, ahora que eres cristiano y has nacido de nuevo, la reacción obvia es amar

a otros y al amarse unos a otros, no de manera complaciente, no marginalmente, no de

manera marginal o mínima, sino de manera intensa, estirándose al máximo, esta es una

verdad cristiana fundamental. Él no está llamando a un tipo de sentimentalismo el cual

algunos solían llamar el agape flojo. Él está hablando de un amor demandante, él está

hablando de un amor intenso, él está hablando de un amor sacrificial.

Usted pregunta cómo se estira, cómo se vuelve intenso. Y la respuesta es al cruzar las

barreras de la emoción humana, esto es decir amando lo que no son fáciles de amar, amar a

sus enemigos. Amar a aquellos que no lo han tratado a usted de manera amable. Amando

cuando no parece racional. Cuando no parece razonable. Amar al punto de sacrificarse y si le

cuesta algo a usted, le cuesta demasiado, y, quizás, le cuesta todo. El tipo de amor que

demanda todo su músculo espiritual. Estirar el amor a los que no son fáciles de amar, a pesar

del insulto, a pesar de la herida, a pesar de que sea rechazado, a pesar de que sea tratado

mal. A pesar de ser tratado con hostilidad. A pesar de ser evaluado mal, maltratado y

representado de manera equivocada. Eso es amor ferviente.

Ese es el tipo de amor que es, creo yo, definido de manera maravillosa en 1 Corintios capítulo

13. Todos conocemos ese gran texto, pero permítame recordárselo. “El amor es paciente, el

amor es amable, no es celoso, no se jacta, no es arrogante, no actúa de manera inapropiada.

No busca lo suyo propio. No es provocado, no considera algo que se le hizo mal, no se goza

de la injusticia, mas se goza de la verdad. Todo lo soporta, todo lo sufre, todo lo cree, todo lo

espera, todo lo soporta y nunca falla.” Puede recibir todo de cualquier persona en cualquier

momento, cree lo mejor, espera lo mejor, tolera lo peor.

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¿Y por qué debemos amarnos el uno al otro de esta manera? Le voy a decir por qué. Escuche

con mucha atención, versículo 8: porque el amor cubrirá multitud de pecados. Les voy a decir

amados, si como Iglesia llegamos al punto en el que no estamos molestándonos el uno al otro

debido a nuestros pecados, seremos despedazados. No somos perfectos. Y mientras que

estemos en esta carne caída, pecaremos. Y lo único que va a llegar hasta la parte de arriba

de eso y nos va a mantener juntos es el amor.

El amor siempre está escondiendo, kaluptō. El amor siempre está escondiendo una multitud

de pecados. Esa es su naturaleza. Dicho de manera simple, el amor perdona y perdona y

perdona y perdona. Y si no tenemos eso en la Iglesia, estamos en problemas serios.

Pedro, pensando que él había llegado al punto de madurez espiritual y pensando que él era

más magnánimo de cualquier otra persona que él podía imaginar, le dijo el Señor: “¿cuantas

veces perdonaré? ¿Siete?” Y sin duda alguna, se dio una palmada en la espalda por su

generosidad, porque el Talmud dice tres veces. Piense en lo lejos que él había llegado. Y el

Señor dijo: “Pedro, ¿qué tal setenta veces siete?”, porque el amor cubre de pecados. Y

amados, somos pecadores y tenemos que tener algo para cubrir eso, ¿verdad?

Por cierto, esa afirmación que Pedro tomó, la tomó de Proverbios 10:12. El odio causa

contienda, pero el amor cubrirá todo pecado. Tiempo presente aquí, indica aquello que es

constantemente verdadero. Es axiomático, es una verdad auto evidente. El amor siempre, por

su naturaleza misma, escondiendo una multitud de pecados, perdona, y perdona y perdona. Y

el gran, gran modelo de eso es Dios. ¿Por qué nos mostró misericordia? ¿Por qué perdonó

nuestros pecados? Efesios 2:4 y 5 dice: por Su gran amor con que nos amó. Es verdadero en

el caso de Dios. Es verdadero en el caso de nosotros.

Los comentaristas a lo largo de los años han luchado con esa afirmación “el amor cubrirá

multitud de pecados”. Y algunos han dicho que se está refiriendo a Dios y al amor de Dios

cubriendo nuestro pecado. Y otros han dicho que no, que se está refiriendo a nosotros, que

nosotros cubrimos nuestros pecados unos de otros porque nos amamos unos a otros.

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Y creo que la respuesta es muy fácil. Es un axioma, simplemente se refiere al amor, al agape

verdadero, al amor verdadero, deliberado, espiritual, sea de Dios al hombre o de cristiano a

cristiano, va a cubrir el pecado. Es axiomático. Es evidente en sí mismo y es la evidencia de

eso amar. Y la única manera en la que podemos ser salvos es porque Dios de tal manera amó

al mundo. Y sólo el amor podría cubrir nuestros pecados.

Y siendo pecadores, Pablo les dice a los romanos que Cristo murió por nosotros. ¿Por qué?

Porque nos amó. Es la única manera en la que nos amamos y es sólo conforme nos amamos

unos a otros que podemos cubrir los pecados. Amados, éste es el corazón de la Iglesia. Para

ser honesto con usted, si nos encargamos de esto, habremos cumplido la ley entera. ¿No es

eso verdad? La ley entera. Usted puede ver de nuevo el genio del Espíritu de Dios, como, en

una economía de palabras, Él dice tanto. ¿Quiere usted cubrir la dimensión entera de vivir

delante de Dios? Cultive una mente bíblica, una mente espiritual, esté en comunión con Cristo

y usted tendrá una vida poderosa.

¿Quiere usted saber cómo operar en la complejidad de la Iglesia? Simplemente, esté tan lleno

de un amor que usted está derramando en exceso que usted cubre el pecado. Eso no

excluye, por cierto, la disciplina de un miembro no arrepentido. Esto es tratado en otros textos.

Pero inclusive en la Iglesia creo que somos mucho más prontos a señalar el pecado de lo que

somos a cubrirlo. El odio producirá contienda. El egoísmo producirá contienda. El estar

centrados en nosotros mismos va a agitar la contienda. El amor esconderá el pecado. El amor

lo ocultará. El amor lo pasará por alto el silencio. ¡Y qué transformación traería eso a la

Iglesia! Es lo que se encuentra en la base misma de todas nuestras relaciones espirituales. Es

un mundo complejo, ¿no es cierto? Pero no hay soluciones complejas, sino simples. No

ejecutadas simplemente, dichas de manera simple, ejecutadas únicamente en el poder del

Espíritu.

Y Pedro da un paso más hacia adelante en el asunto del amor. En el versículo 9, él dice:

“hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones”. La palabra aquí significa amar a los

extraños. Él tiene que añadir esto porque tendemos a ser amorosos con nuestros amigos,

tendemos a cubrir rápidamente los pecados de nuestros amigos. Y él dice: por favor, ¿podrían

extenderle eso a los extraños? ¿Pueden ser afectuosos hacia los extraños?

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Aquí él tiene en mente, estoy seguro, un tipo de amor espiritual que cubre. Más que eso, él

también tiene en mente la apertura de nuestros corazones y nuestros hogares para aquellos

que tienen necesidad, porque el amor es intensamente práctico. Y si lo único que hubiera

fuera éste versículo 8, podríamos asumir que esto simplemente es algún tipo de sentimiento

emocional.

Y entonces, él lo lleva un nivel muy pragmático. Y cuando él usa el término “hospedaos”, él

simplemente está diciendo “amen a los extraños de una manera práctica”. La mayoría habría

asociado esta palabra con abrir el hogar. Toda persona que estudia el trasfondo del Nuevo

Testamento entiende que los cristianos que viajaban, ministros que viajaban y predicadores

que viajaban, no podían quedarse en las posadas de esos días, las cuales eran poco más que

casas de mala reputación. Los primeros cristianos, probablemente no pudieron haber existido

si no hubiera existido la hospitalidad que se ofreció por parte de la Iglesia.

Pero hay más que eso, ciertamente, eso es parte del ser hospedador. Abra su hogar, abrace a

alguien; y me encanta lo que dice en Hebreos, tengan cuidado por la manera en la que tratan

a un extraño. Podrían estar tratando a un ángel, recordando lo que sucedió ahí atrás en

Génesis, cuando Dios y un par de ángeles visitaron a Abraham y Sara. La hospitalidad se

mandó en Éxodo 22:21, Deuteronomio 14:28 y 29. Ciertamente, Jesús enfatizó dar un vaso de

agua fría al menor de los Suyos en Su nombre. Y ciertamente, en Lucas 14 usted tiene el

llamado de Cristo a salir a las carreteras y llamar a los pobres, y a los ciegos, y a los cojos, y

traerlos a su hogar y alimentarlos. Y Dios ciertamente honra a ese tipo de sacrificios.

Pero el espíritu entero de eso es mayor que tan sólo proveer una comida y abrir una puerta.

Es abrazar el hecho de que debemos amar a la gente que está afuera de nuestro círculo

normal y hacerlo sin murmuraciones, sin quejarnos. Lo que yo llamaría la mentalidad del

almanaque de Ricardo el pobre. El almanaque de Ricardo el pobre dice: “los pescados y las

visitas huelen en tres días”. Debe haber una hospitalidad generosa hacia aquellos que no

conocemos, una apertura de nuestro corazón hacia ellos.

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¿Cuál es entonces el deber de un cristiano en el mundo hostil? Es buscar la santidad con

Dios, buscar el amor con otros de tal manera que cubrimos sus pecados para que

satisfagamos sus necesidades, sean ellos amigos o extraños. El área final del deber, la

dejaremos para la próxima vez.

Inclinémonos juntos en oración. Padre, Te damos gracias de nuevo en esta noche por esta

gran palabra para nosotros. Y Señor, no queremos ser como el pequeño niño que quiere ser

alguien y asume que quizás, por desearlo, va a pasar. Que tengamos pensamientos más

maduros que ese, saber que comienza con el deseo y se cumple mediante el asunto de

buscar y cultivar diariamente los mandatos que Tú has presentado para nosotros.

Que sepamos que la única manera en la que estamos listos para la crisis, la única manera en

la que el yugo se vuelve fácil y la carga es ligera, la única manera en la que el costo elevado

del discipulado puede volverse gozoso es cuando estamos preparados para enfrentar la hora

inevitable de la prueba que prueba nuestra fe. Y entonces, ayúdanos Señor a buscar la

santidad, a buscar el amor, como hemos sido instruidos, para que verdaderamente, fielmente,

cumplamos ese llamado con el que nos has llamado. Y Te alabamos por la gracia del Espíritu

de Dios que nos capacita, en el nombre de Tu Hijo. Amén.

Disponible sobre el Internet en: www.gracia.org

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