El cuaderno del Ángel

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“Cuaderno del ángel” de Lucía Estrada Luis Arturo Restrepo “La sombra de mi alma es el cuerpo. El cuerpo es la sombra mi alma” Clarice Lispector. Cuando el poema se presenta con toda su claridad, y este es su caso, no se trata de interpretar sino de dialogar. El poema no es un duro objeto para golpear en la razón del lector, ni tampoco un acertijo con intenciones confusas; se trata más bien de un alivio, de un puente que el poeta tiende entre su realidad y la del mundo. En medio estamos nosotros, invitados sin más a recorrerlo una vez nos asomamos impertinentes sobre sus palabras. Ahí está el dilema: volver los pasos hacia el poeta o hacia la realidad del mundo que nos ha sido dada, sin embargo, algo es claro ahora: la mirada con la que retornamos se impondrá sobre lo “otro” que somos, y la vida, ese pequeño instante que nos alberga, nunca más será la misma. Lucía Estrada lo sabe, como lectora atenta del poema y de un mundo que ha aprendido a habitar con la palabra, por eso advierte a todo aquel que tiene su libro en las manos: “cuando se publica un libro, va en él un fragmento de nuestra búsqueda, un pedazo frágil de nuestro deseo, la posibilidad de que tu mirada pueda ampliarse en otros ojos, en la escritura silenciosa de otro tiempo que también es el tuyo.” El plural en el que escribe nos convoca a nosotros y la incluye también a ella. Una vez en el libro, somos parte indivisible del fragmento, una fracción de tiempo en las palabras que pronunciamos pero que se eternizan en lo que de ahora en adelante se hace el mirar. *** Cuaderno del ángel, el nuevo libro de Lucía Estrada, sorprende al lector desde tres dimensiones que se hacen una sola en la poesía: veinticuatro poemas, un ensayo sobre Rilke y cuatro dibujos y una

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Un ensayo crítico de este reciente libro de Lucía Estrada.

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“Cuaderno del ángel” de Lucía Estrada

Luis Arturo Restrepo

“La sombra de mi alma es el cuerpo. El cuerpo es la sombra mi alma”

Clarice Lispector.

Cuando el poema se presenta con toda su claridad, y este es su caso, no se trata de interpretar sino de

dialogar. El poema no es un duro objeto para golpear en la razón del lector, ni tampoco un acertijo

con intenciones confusas; se trata más bien de un alivio, de un puente que el poeta tiende entre su

realidad y la del mundo. En medio estamos nosotros, invitados sin más a recorrerlo una vez nos

asomamos impertinentes sobre sus palabras. Ahí está el dilema: volver los pasos hacia el poeta o

hacia la realidad del mundo que nos ha sido dada, sin embargo, algo es claro ahora: la mirada con la

que retornamos se impondrá sobre lo “otro” que somos, y la vida, ese pequeño instante que nos

alberga, nunca más será la misma. Lucía Estrada lo sabe, como lectora atenta del poema y de un

mundo que ha aprendido a habitar con la palabra, por eso advierte a todo aquel que tiene su libro en

las manos: “cuando se publica un libro, va en él un fragmento de nuestra búsqueda, un pedazo frágil

de nuestro deseo, la posibilidad de que tu mirada pueda ampliarse en otros ojos, en la escritura

silenciosa de otro tiempo que también es el tuyo.” El plural en el que escribe nos convoca a nosotros

y la incluye también a ella. Una vez en el libro, somos parte indivisible del fragmento, una fracción

de tiempo en las palabras que pronunciamos pero que se eternizan en lo que de ahora en adelante se

hace el mirar.

***

Cuaderno del ángel, el nuevo libro de Lucía Estrada, sorprende al lector desde tres dimensiones que

se hacen una sola en la poesía: veinticuatro poemas, un ensayo sobre Rilke y cuatro dibujos y una

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pintura de David Robledo. El conjunto de poemas viene a continuar el diálogo que Lucía ha iniciado

con ella misma y con nosotros, sus lectores, y que hoy se manifiesta en este, su sexto libro. El

ensayo presentado al final es un guiño de complicidad, un agradecimiento y un homenaje a lo que

las palabras de Rilke representaron y siguen representando para Lucía en lo que ella ha llamado “el

misterio de la palabra como fundamento de un destino que no sabemos a dónde conduce, pero que

se revela como sentido último de lo que somos”. Por último, o en medio, o primero, según llegue el

libro a las manos del lector, están los dibujos de David Robledo dándole continuidad a esa

búsqueda, a ese amor por las preguntas mismas, como decía Rilke, y que se materializan en un

amasijo de líneas que traslucen las formas, así como el poema trasluce en él mismo el misterio.

***

Siento en este libro el eco plausible de un llamado a gritos que nos hace Rilke como condición

necesaria para entrar en el poema y encarnar su escritura: “Dejar entrar una realidad que desborda la

formación de la mirada.” Se trata entonces de desaprender el mirar, saltar por una ventana

desconocida, de una casa desconocida, impuesta ingenuamente sobre un mundo que creemos

conocer. El desaprender la mirada implica la huida de todos los esquemas, de todas las

representaciones que han hecho nido en nuestra cabeza y que sólo han llevado a la servidumbre de

las formas como única posibilidad del vivir. En los poemas de Lucía Estrada y en los dibujos de

David Robledo entendemos que la realidad inmediata no cabe más, que aquellos objetos que

creíamos cercanos, sólo nos alejan más de la esencia que inquiere la poesía. Por eso en ellos el

cuerpo se fragmenta para llegar a la totalidad: la lengua, la boca, las manos, el corazón, los ojos y el

rostro, van quedando página tras página atados a una permanente vigilia en donde lo carnal

trasciende sus límites y le permiten al cuerpo estar de pie frente a lo incierto hecho sombra, con la

tranquilidad de que “delante de ti nada perderá su claridad”, como bien lo advierte Lucía Estrada en

uno de sus poemas. Las manos están ligadas al tacto como reconocimiento; la boca a su silencio y la

lengua a repetir las palabras gastadas por la herrumbre; los ojos, el rostro y el corazón son el deseo,

la persistencia ante la vida y la muerte para que “tomen cuerpo en nosotros y nos obliguen a mirarlas

de frente, sintiéndolas en cada uno de nuestros miembros como sustancias indivisibles en cuyo

centro se descifra la existencia.” (Lucía Estrada).

***

En este punto recuerdo una pequeña-inmensa frase con la que la poeta rusa Marina Tsvietáieva

enfrenta la limitada mirada del realismo soviético: “en vez de una CONCEPCIÓN DEL MUNDO

tengo una SENSACIÓN DEL MUNDO.” Y he aquí la posición del poeta frente a su entorno y lo

(i)limitado de su entender. No hay en él un comprender, ni siquiera intenta buscar una justificación

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al mundo. Lo único que le queda es acercarse, asomarse a él con un vago presentimiento para

soportar este “inmenso sufrimiento tan parecido a la dicha”, como decía Héctor Rojas Herazo.

En Cuaderno del ángel la “sensación del mundo” de la que habla Tsvietáieva se enmarca en un

claroscuro en el que la palabra, sustancia íntima de la poesía, nombra todo aquello que nos circunda

para revelar la esencia verdadera de las cosas. El juego propuesto por Lucía Estrada entre la luz y la

oscuridad se inicia en el poema III, en donde dice:

Todo era posible bajo esa luz del invierno

en la que señalaste un jardín cerrado,

un estanque vacío esperando por mis ojos.

Era preciso mirarlo con atención

antes de que se diluyera en la sombra.

Estábamos inmersos en el paisaje, y las voces

del jardín venían desde adentro,

y las formas encontraban en sí

su correspondencia.

Algo dijiste del vacío, y a lo lejos,

la fuente brilló en su penumbra.

Esto es lo que soñamos:

hundirnos en la transparencia

y en el movimiento de la luz. Ella recorre paciente

lo que para nosotros ha perdido su misterio.

Aquí están todas las cosas recién descubiertas,

y el mundo, cada vez más pleno de sí mismo,

cada vez más verdadero.

La penumbra ilumina mientras la luz, en su movimiento incesante, crea la transparencia, así para

Lucía, “lo invisible, es decir, lo que no se nos ha revelado todavía, pero cuya latencia acecha en

nosotros mismos”, es lo que nos acerca al desciframiento del mundo.

***

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Los fuertes contrastes, sin embargo, prevalecen en Cuaderno del ángel como condición inexorable

de lo que somos y de lo que nos rodea: la oscuridad y la luz, el alma y la sombra, la vida y la muerte,

se conjugan entre la dualidad del mirar y el misterio, o más bien, en la realidad del poeta que es la de

mirar el misterio. Aquel que tras cada página se advierte en el libro:

Pero hay un arriba y un abajo, decimos,

y somos parte del secreto.

Lo que nos mantiene es no saberlo con certeza,

intuir que somos las columnas y el corazón único

de ambos reinos.

He ahí la incertidumbre, la misma que nos permite mantenernos atentos, de pie frente a la precaria

realidad, para advertir con Lucía Estrada que “Una piedra encontrada en el camino puede ser / la

imagen de la eternidad”, y que como tal, somos parte de un secreto que nos sobrepasa, que tan sólo

nos queda la intuición ante la incapacidad del comprender y que, ante las escasas respuestas

conseguidas en el poco tiempo que duramos, nos enfrentamos a su vez a la medida de nuestros

cuerpos asfixiados en un laberinto de espejos.

Al final, el llamado que nos hace Lucía desde su Cuaderno del ángel es el mismo para todos: la vida

es una ofrenda y no hay mayor retribución con ella que el ofrendarla: sólo la palabra, y en ella la

escritura como sombra de lo que somos, nos permite “permanecer y estar atentos a cada señal de la

poesía.”

***

Medellín, febrero de 2012

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I

BAJO LA LENGUA

el silencio gotea su herrumbre.

Amarga y oscura,

la hierba de su verdad prevalece.

Todo fue dicho desde antes,

y en el exilio de la boca,

mi voz repite su condena.

III EL AIRE SE ABRIÓ LENTAMENTE con el sonido

de las campanas, y en los cuartos,

cada cosa ocupó su lugar y su nombre.

Todo era posible bajo esa luz de invierno

en la que señalaste un jardín cerrado,

un estanque vacío esperando por mis ojos.

Era preciso mirarlo con atención

antes de que se diluyera en la sombra.

Estábamos inmersos en el paisaje, y las voces

del jardín venían desde adentro,

y las formas encontraban entre sí

su correspondencia.

Page 6: El cuaderno del Ángel

Algo dijiste del vacío, y a lo lejos,

la fuente brilló en su penumbra.

Esto es lo que soñamos:

hundirnos en la transparencia

y en el movimiento de la luz. Ella recorre paciente

lo que para nosotros ha perdido su misterio.

Aquí están todas las cosas recién descubiertas,

y el mundo, cada vez más pleno de sí mismo,

cada vez más verdadero.

Puedo escuchar el rumor de las puertas que se abren

para conducirnos a otro silencio, y cómo cavamos en él

aunque las cuerdas de la voz se hayan debilitado.

El estanque se cubrirá de agua. Puedo presentirla.

Es oscura y asciende hasta tus ojos

llenándote de extrañeza.

Pero delante de ti, nada perderá su claridad.

Deja que tu corazón entable cercanía con la muerte,

que allí también encontrarás presencias luminosas.

Será entonces como si nunca

te hubieras apartado del camino: “El resistir lo es todo”. 1

1 Rainer Maria Rilke

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XXI

CUÁNTO SILENCIO cabe en las manos de un hombre

cuando las palabras huyen confundidas

como guerreros vencidos antes de la batalla.

Acaso el corazón comprenda estas cosas

y abra “en la hora más silenciosa de su noche” 2

un lugar para la muerte.

Blanco es el instante que nos representa.

Manchas oscuras que suben hasta los labios

para decir no,

para invocar por última vez el nombre de una verdad

que ya no nos pertenece.

2 Rainer Maria Rilke

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Lucía Estrada (Medellín – Colombia, 1980)

Ha publicado los libros de poesía Fuegos Nocturnos (Medellín, 1997); Noche Líquida (Colección

del Ministerio de Cultura, San José de Costa Rica, 2000), Maiastra (Ed. El Tambor Arlequín.

Medellín, 2004), Las Hijas del Espino (1º Edición: Cobalto Ediciones. Medellín, 2006// 2º Edición:

Hombre Nuevo Editores, 2008), El Ojo de Circe (Antología - Colección Un libro por centavos de la

Universidad Externado de Colombia, 2006) y El Círculo de la Memoria (Selección de poemas –

Lustra Editores -Lima, 2008; 2º Edición: Festival Internacional de Poesía, San José de Costa Rica,

2009). Con su libro Las Hijas del Espino obtuvo el Premio de Poesía Ciudad de Medellín (2005);

La Noche en el Espejo (Fundación Gilberto Alzate Avendaño – Bogotá, 2010) y Cuaderno del

Ángel (Sílaba Editores – Medellín, 2012). Textos suyos han aparecido también en varias antologías

y publicaciones del país y del exterior. Durante cinco años fue parte de la organización del Festival

Internacional de Poesía de Medellín. Con su libro Cuaderno del Ángel obtuvo la Beca de Creación

en Poesía, otorgada por el Municipio de Medellín en 2008, y en 2009 fue nominada por la UNESCO

al Premio Internacional de Poesía “Ponts de Strugas” de Macedonia. Ese mismo año obtuvo el

Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá con su libro La Noche en el Espejo. Actualmente

hace parte del comité editorial de la revista literaria Alhucema, Granada-España y del Comité de

Coordinación Cultural de la Corporación Otraparte.