El control de la natalidad en Grecia

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EL CONTROL DE LA NATALIDAD EN GRECIA * Liliana Sardi Esther Rosenbaum Universidad Nacional de Cuyo La importancia de! control de la natalidad en el mundo griego se puede rastrear, con dificultades, a través de diversas fuentes directas o indirectas. Se tienen en cuenta para ello los estudios arqueológicos realizados sobre las sínfisis pubianas femeninas que atestiguan un promedio de cinco partos por mujer adulta (Corvisieret Suder 2000:56), dato aproximado al que registra la colección hipocrática; también aportan datos sobre el tema los tratados filosóficos y algunas obras literarias. Esta preocupación surgió en Grecia fundamentalmente porque las dificultades económicas obligaban a restringir los nacimientos. Hay que recordar las características del suelo griego que al ser montañoso y poco fértil producía escasas cosechas, a lo que debe agregarse la gran densidad de población de las TTÓAeis, agravada con la adquisición creciente de esclavos. Por ello había que mantener un número tal de nacimientos que aseguraran la continuidad de la estirpe de una familia y una cantidad constante de habitantes en la ciudad. Sin embargo las normas dirigidas a establecer un control de nacimientos no eran claras y daban lugar a controversias: por ejemplo, en el juramento hipocrático leemos: oú5é yuvaiKi rrcaaóv cpSópiov

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EL C O N T R O L DE LA N A TA LID A D EN G R E C IA *

Liliana Sardi Esther Rosenbaum

Universidad Nacional de Cuyo

La importancia de! control de la natalidad en el mundo griego se puede rastrear, con dificultades, a través de diversas fuentes directas o indirectas. Se tienen en cuenta para ello los estudios arqueológicos realizados sobre las sínfisis pubianas femeninas que atestiguan un promedio de cinco partos por mujer adulta (Corvisieret Suder 2000:56), dato aproximado al que registra la colección hipocrática; también aportan datos sobre el tema los tratados filosóficos y algunas obras literarias.

Esta preocupación surgió en Grecia fundamentalmente porque las dificultades económicas obligaban a restringir los nacimientos. Hay que recordar las características del suelo griego que al ser montañoso y poco fértil producía escasas cosechas, a lo que debe agregarse la gran densidad de población de las TTÓAeis, agravada con la adquisición creciente de esclavos. Por ello había que mantener un número tal de nacimientos que aseguraran la continuidad de la estirpe de una familia y una cantidad constante de habitantes en la ciudad.

Sin embargo las normas dirigidas a establecer un control de nacimientos no eran claras y daban lugar a controversias: por ejemplo, en el juramento hipocrático leemos: oú5é yuvaiKi rrcaaóv cpSópiov

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Qoüctoj (no daré a ninguna mujer un pesario abortivo). A pesar de esto los médicos hipocráticos admitían el aborto terapéutico. De todas maneras la mayoría de las ciudades griegas lo aceptaba y sólo se conoce una prohibición en Tebas y otra en Mileto. A partir de la sofística fue una cuestión debatida frecuentemente en Atenas. Los pitagóricos parecen disentir del resto y niegan la licitud del aborto en cualquier momento de la gestación. Ello se debe a su concepto de justicia como una exigencia de pureza y santidad acorde con su elevado ideal de vida (Lara Navas 1990 : 81-82).

La mayoría de los filósofos no sólo lo admitían, sino que incluso lo recomendaban en algunos casos. En las obras de Platón y Aristóteles, referidas a la búsqueda de la excelencia en la población, por ejemplo, se conservan las ideas instaladas en la sociedad acerca de la eugenesia. En República 459 e Platón aconseja:

En vista de lo que había sido convenido, es necesario que los mejores hombres se unan sexualmente a las mejores mujeres la mayor parte de las veces; y lo contrario, los más malos con las más malas; y hay que criar a los hijos de los primeros, no a los de los segundos, si el rebaño ha de ser sobresaliente. Y siempre que sucedan estas cosas, permanecerán ocultas excepto a los gobernantes mismos si, a su vez, la manada de los guardianes ha de estar, lo más posible, libre de disensiones.

Todos estos cuidados a que se refiere el filósofo contribuían, sin duda, a conservar la pureza de la raza de los guerreros, inspirado en una concepción de los hilotas espartanos y de la Atenas arcaica pre­democrática.

Platón está de acuerdo con las costumbres e ideas vigentes en la mayoría de las ciudades griegas. En ellas el control de la natalidad se producía por diferentes medios que formaban parte de lo que hoy llamamos “derecho consuetudinario" y estos medios eran aborto, anticoncepción y exposición.

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Aristóteles no se separa de esta línea y va más lejos aún. En Política, IV, 1335 b recomienda:

-La exposición, en el caso de que algún niño nazca defectuoso y aun el aborto en el caso de que los padres hayan excedido el término establecido de edad, en esa situación se deberá practicar el aborto antes de que se produzcan en el embrión la sensación y la vida.

-La iniciación de la vida conyugal para las mujeres hacia los dieciocho años y los hombres hacia los treinta y siete.

-La prohibición de que el varón engendre hijos pasados los cincuenta años.

La problemática del control de ¡a natalidad es , entonces, una constante en la sociedad griega. De la anticoncepción y el aborto no se tienen muchos testimonios, pues (al contrario de lo que sucedía con la exposición), estas prácticas se reducían ai ámbito de lo privado. Al parecer, tampoco había una diferenciación clara entre ambos, ya que no existían medios seguros para constatar el embarazo hasta los primeros movimientos del feto. Por lo tanto, ios pesarios llamados abortivos podían provocar un periodo menstrual que se había retrasado o un verdadero aborto. La ley al respecto tampoco era clara, y tampoco era unánime la opinión de los historiadores1 cuando se expiden sobre el tema. Sin embargo, se sabe que el marido o los familiares directos de la mujer que había provocado la interrupción del embarazo, podían acusarla públicamente si esa acción los había afectado en sus intereses hereditarios. Sólo entonces el asunto tomaba estado público y podía juzgarse. En Grecia queda un testimonio fragmentario de este tipo de acción, cuyo texto, sin embargo, no expresa el motivo de la causa judicial. El título admite la denominación técnica de una ypcupr] ápPAcó creoog (una acción pública por aborto), pero es posterior al texto mismo. Se trata de un fragmento de un discurso atribuido a Lisias conocido como kot’ AvTiyévou<; apPAdiaeoig. El hecho de que el aborto fuese una práctica habitual en la sociedad laica, no suprime por completo una inquietud moral y religiosa que afloraba en ocasiones. Esto explica que el derecho haya dado lugar a una acción pública especial.

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En cambio, lo que se refleja con mayor frecuencia, incluso en mitos y obras literarias, es la exposición, ya que al parecer, era una práctica común que pertenecía al ámbito de lo público. No se sabe si consistía en una renuncia a la paternidad mediante un ofrecimiento anónimo de adopción, o a un infanticidio apenas disfrazado (Daremberg et Saglio s.f.: s.v. Expositio ).

Divinidades como Zeus, Hefesto, Dioniso son ejemplos de una larga lista que, de niños, fueron expuestos y luego adoptados. Asimismo lo son Telefo, Amfión y Edipo. Entre los trágicos Eurípides toma el mito de lón en una tragedia del mismo nombre en la que recrea la historia de este personaje haciéndolo, en este caso, hijo de Apolo y de Creusa.

Se trata de una historia que centra la atención en el caso de un niño expuesto. Creusa , su madre, ha sido forzada por Apolo y como todas las jóvenes griegas solteras a las que no les está permitido engendrar, quiere eliminar a toda costa la prueba de su vergüenza : TTixpcov yápuiv üppiv vv. 505-506 ( ofensa de nupcias amargas) y disimula con una perseverancia indomable su embarazo: áyvús 5s TTaipi v.14 (sin saberlo el padre). Como toda niña-madre (Daremberg et Saglio s.f.: s.v. Expositio) esconde los dolores que la agobian. Nóaov Kpu(paíav iívík’ soleves AáBpa v.944 (cuando te lamentabas, a escondidas, de una enfermedad secreta) y da a luz sola y clandestinamente: Móvr] kot’ ótvTpov oüttep é^eúxOnv yápoi^ v.949 (Sola en la caverna, en el lugar que fui unida en amores). Luego lo expone sin más compañía que la desgracia (ai aupcpopaí) y la ocultación ( tó AavGáveiv), pues la autoridad paterna era tan fuerte, que el temor de ser expulsada de la casa la obliga a tomar la decisión desesperada de exponer a su hijo. Ante una costumbre tan cruel, Eurípides una vez más demuestra ser un hombre de su tiempo y hace que su personaje manifieste su profunda pena y su vergüenza por haber obedecido a la autoridad paterna en contra de sus sentimientos maternales; aquí centra el sentido trágico de la historia. Ella ama a su hijo y así lo expresa cuando confía al viejo criado que el niño le había extendido sus brazos: E¡ Traíóá y' eíóss xe Pa ¿KTeívovTá poi v. 961 (Si hubieras visto al niño extendiéndome los brazos).

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El patetismo se va acentuando a medida que Creusa va haciendo una descripción minuciosa, como de ritual, de la exposición del niño, buscando un efecto de progresión y de gradación.

El pequeño es abandonado en la misma gruta donde la protagonista tuvo su relación con Apolo: aupí^eis, & náv, toTcji aoíaiv év ávrpoig, iva TSKOüaá Tig uapGévog, J) peAéa, ppéipog <t>oí(3co w.501-505 ( tocas la flauta, oh Pan, en tus antros, donde una virgen parió, oh desdichada, un niño para Febo). Esta es una referencia a los lugares donde se solía exponer a los niños para que alguien que pasara se los pudiese llevar (otros lugares eran los templos, los hipódromos y en general todo lugar concurrido). Creusa tiene el cuidado de envolver a su hijo entre pañales cuya tela ha bordado: iKcijiaa' 6 Traís ttot' oua’ ücpaa’ ücpqv’ éyió v.1417 (Ved el bordado que yo hice siendo niña), y toma alguno de sus peplos con los que improvisa algunos pañales para fajarlo: npeís, év ópcpvn arrapYavoóCTavTes ttcttAoi v. 955 (haciendo pañales, en la noche, con los peplos). También se preocupa de no depositar al niño en el suelo, sino que lo coloca “en el bien trazado círculo de una cuna”: KoíAqs év cxvTÍTTr)Yog eÜTpóxv kúkAcp v. 19.

Acompaña al niño con diversos objetos: bandas para rodear su cuna: opeo uaAaiáv ávTÍTrriY' év aT£|jpaaiv v.1338 (veo una antigua cuna entre bandos) y una corona de olivo sobre su cabeza: iTÉcpavog ¿Aaías ápcpÉGqKá aoi tote v . 1433 (entonces te coloqué una corona de olivo). Ambas ofrendas fueron siempre un símbolo de la inviolabilidad. También le ata un ceñidor, dos serpientes de oro macizo, regalo de Atenea, que son encargadas de velar por su existencia y que es al mismo tiempo el símbolo de la familia: Apókovtes, ápxaíóv ti, Tráyxpuaoí y' évi. v. 1427 (Son dos serpientes, una antigua joya toda de oro). Según parece la elección de estas dos serpientes por parte de Eurípides se debe a la intención de explicar el origen y la forma de un amuleto de moda en su época. De todas maneras estos elementos sirven al autor como medio de reconocimiento para poder comprobar la identidad del personaje.

Es sabido que el reconocimiento entre familiares, la importancia de la fortuna, la recreación de los mitos figuran entre los temas más

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conocidos de Eurípides. Algunos de sus personajes característicos, como los niños expósitos, las madrastras perversas , las heroínas que afrontan la muerte voluntariamente, aparecerán después en la Comedia Nueva y la novela helenística.

Estos temas y personajes se combinan en Eurípides de manera tal que van a dar lugar a un nuevo concepto de tragedia. Ya no se trata de una voluntad individual frente al orden universal sino del individuo “que tiene frente a sí un juego caprichoso, unas vicisitudes muy diversas e imprevisibles. Pero su actitud no es la actitud heroica, en el verdadero sentido de la palabra, de la perseverancia inquebrantable, que aquí resultaría absurda” (Lesky 1973 : 218).

Como hombre de su época, que vivió en unos años que se caracterizaron por una profunda evolución de teorías políticas, sociales y religiosas, tomó temas que le permitían plantear su preocupación acerca de la religión arcaica y la ética tradicional.

Las características de la obra de Eurípides que acabamos de señalar se patentizan en el lón. Sus personajes lón y Creusa están frente a una realidad caprichosa, en este caso, la voluntad de Apolo ante la que se defienden. La ética tradicional de la exposición, así como la religión arcaica quedan malparados porque se hace hincapié en el sufrimiento humano que provocan. En efecto, Creusa es una madre que ha debido cumplir con una norma que la ha desgarrado y dirige por eso repetidas acusaciones contra el dios que la ha sumido en la desgracia (Lesky 1973 :216); lón es un joven impulsivo, franco, que también ha sufrido esta separación y hace reproches al dios. Apolo es sometido a una dura crítica, ya no es el dios de la armonía, sino un violador de doncellas, mentiroso, que además se siente culpable.

Si bien el objetivo de la obra es patriótico porque Eurípides ensalza permanentemente a Atenas, el autor ha incluido en ella , aunque con carácter novelesco, el tema de la exposición. Esta costumbre que indudablemente era antigua y acatada en general como necesaria para mantener el statu quo de la ttóAis, a partir de las concepciones antropocéntricas de filósofos, científicos y sofistas es

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evidentemente cuestionada, resaltándose el dolor y la conmiseración que provoca. Asimismo ei planteo ético de los filósofos pitagóricos completa el cuadro de discusiones que se producen en esta época.

El drama suscitado por la tensión entre necesidad y compasión, entre miseria y dignidad humana, no se ha resuelto en el transcurso de ios siglos. De ahí que la polémica antigua siga vigente.

NOTAS* Un resumen de este trabajo fue presentado como ponencia en el IV Congresso Nacional de Estudos Clássicos, 5 e 10 agosto de 2001, Ouro Preto, Brasil.

1 DAREMBERG ET SAGLIO citan a los historiadores Meier, Hoelscher, Westermann, Mayer (s.v. Ambtoseos graphé.)

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