El concepto de virtud en MacIntyre: práctica, unidad de la vida humana y tradición
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El concepto de virtud en MacIntyre: práctica, unidad de la vida
humana y tradición
Jonathan Guzmán
Introducción
En este trabajo expongo la forma en que MacIntyre entiende el concepto de virtud, a partir
de los conceptos de práctica, unidad de la vida humana y de comunidad. En general, la
propuesta que MacIntyre desarrolla en su libro Tras la Virtud, es que sí es plausible una
ética basada en las virtudes para nuestro presente, no sólo como atisbo de solución al debate
ético contemporáneo, sino como algo práctico que nos diga cómo vivir nuestra vida. La
propuesta ética que MacIntyre elabora es novedosa y actual, ya que a pesar de ser
fuertemente crítica con la modernidad, no se queda en las consecuencias del fracaso
moderno, y apuesta por un regreso a la tradición moral pre-moderna, particularmente
aristotélica. Así, para MacIntyre es una ética basada en las virtudes la que nos salvaguarda
de la crisis contemporánea.
Este trabajo está dividido en dos capítulos y una conclusión. En el primer capítulo
expongo el contexto desde el cual MacIntyre plantea su línea de investigación hacia su
planteamiento fundamental: recuperar el concepto de virtud en la ética contemporánea. En
el segundo capítulo explico en qué consiste el concepto de virtud en MacIntyre a partir de
las nociones de práctica, unidad de la vida humana y tradición; posteriormente, en la
conclusión, argumento por qué la propuesta ética de MacIntyre resulta convincente respecto
a tres puntos: 1) las ideas de tradición y telos de la vida humana, 2) la crítica respecto al
individualismo ético, 3) una ética basada en el concepto de virtud.
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Capítulo 1La fragmentación teórico-práctica de la ética contemporánea
La modernidad se caracteriza por elevar los conceptos de sujeto y razón a las más altas
cúspides de la reflexión filosófica, desde Descartes hasta Hegel. Sin embargo, la filosofía
no está desligada de su situación histórica, y la Ilustración es el acontecimiento en que los
filósofos depositan la confianza en la razón; el hombre ha llegado a la mayoría de edad y se
da cuenta de su propia incapacidad pasada, para empezar a utilizar su razón (Kant). La
razón es la facultad privilegiada, la que nos dirá qué es la realidad y la que nos dictará la
moral. Precisamente, la razón es el instrumento para justificar las reglas morales, y todo el
esfuerzo intelectual de la ilustración consiste en proporcionar una justificación racional a la
moral. El fracaso de la modernidad, al menos en al aspecto ético, se ejemplifica con
Kierkegaard y Nietzsche, ambos críticos de la razón moderna y de su incapacidad de
proporcionar una base universal a la ética.
La tesis de MacIntyre, en lo referente al proyecto ilustrado de justificación de la
moral, consiste en que tal proyecto estaba destinado al fracaso desde su inicio. Los filósofos
ilustrados heredan un esquema ético incompleto, a saber, la idea de telos de la vida humana
pierde significación en los filósofos ilustrados. La secularización de la filosofía en la
modernidad, es una de las causas de que la filosofía ilustrada perdiera su sentido histórico y
se acometiera a la empresa de justificar la moral en la razón, perdiendo de vista el esquema
ético de la tradición aristotélica y medieval. El esquema ético aristotélico se configuraba en
tres nociones: i) el hombre tal como es (la naturaleza ineducada), ii) los preceptos morales,
y iii) la naturaleza humana como podría ser si realizara su fin (telos). De esta manera, los
preceptos morales eran guías para que los hombres fueran buenos ciudadanos; y las
virtudes eran cualidades que los hombres aprendían para llegar al bien, tanto individual
como común.
Así, los filósofos ilustrados llevan a cabo el proyecto de justificación racional de la
moral dejando de lado la idea de “la naturaleza humana como podría ser si realizara su
telos”, y sirviéndose sólo de la idea de naturaleza humana (ineducada) y de los preceptos
morales. De esta forma, Kant formulará la ética del deber por el deber, relegando de toda
ética basada en la felicidad por considerarla subjetiva, y perdiendo de vista la idea de telos
humano. Las consecuencias inmediatas del fracaso ilustrado de justificación de la moral, se
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hacen notar no sólo en las incompatibilidades de los mismos filósofos ilustrados, sino
posteriormente en la idea de elección radical de Kierkegaard y la crítica de Nietzsche a la
razón.
La crisis de la ética contemporánea, siguiendo a MacIntyre, es consecuencia de dos
sucesos históricos: i) el fracaso del proyecto ilustrado, ii) el fracaso de las filosofías
contemporáneas que pretendían justificar la moral, ya sea en el concepto de utilidad, ya sea
en una intuición de esencia, ya sea en el intento de renovar la razón práctica como base de
la ética. De este modo, el contexto a partir del que MacIntyre intenta renovar una ética de la
virtud, es consecuencia de los dos puntos anteriormente señalados, en el cual prevalece una
confusión tanto en el ámbito teórico como práctico de la ética. En palabras breves, la crisis
de la moral (lo práctico) estriba en el nuevo yo imperante, a saber, el yo emotivista que
reduce todas sus acciones morales a elecciones arbitrarias y subjetivas –herencia de
Kierkegaard y de Nietzsche.
La confusión de la ética, en lo estrictamente teórico, radica en un debate
interminable entre teorías opuestas, que parten de premisas no sólo incompatibles sino
inconmensurables, y por ende sus conclusiones no tienen un punto de acuerdo. Siguiendo a
MacIntyre, en los debates éticos se utilizan conceptos fuera de su contexto, es decir, del
cuerpo de teoría en que se gestaron; asimismo, las teorías éticas se utilizan desprendidas del
contexto histórico en que surgieron y se presupone su triunfo en lo que respecta al ámbito
ético. Es importante subrayar que MacIntyre está en contra del emotivismo, tanto en su
dimensión teórica como práctica. La tesis de MacIntyre consiste en que el estado presente
de la moral es un estado de fragmentación y de caos, que se observa tanto en lo teórico
como en la práctica cotidiana.
A partir del reconocimiento de la fragmentación, confusión y crisis de la ética
contemporánea, MacIntyre plantea como vía de solución una ética que se base en el
concepto de virtud, y recupere los conceptos de unidad narrativa de la vida humana y de
telos de la vida. La propuesta de MacIntyre es un regreso a la tradición aristotélica-
medieval, que se salva de las críticas a la modernidad, y nos plantea una vía alternativa al
emotivismo y al liberalismo.
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Capítulo 2La recuperación del concepto de virtud en MacIntyre
La propuesta ética de MacIntyre, como he señalado anteriormente, se basa en el concepto
de virtud, que la modernidad relegó a concepto secundario respecto al concepto de norma
moral. Así, se hace necesario, para comprender las tesis de MacIntyre, explicar en qué
consiste el concepto de virtud por el que apuesta, y en el cual basa su planteamiento teórico.
Para MacIntyre, el concepto de virtud, en su desarrollo lógico, tiene tres fases que deben
esclarecerse; a saber, el concepto de práctica, la noción de unidad de la vida humana y su
estructura narrativa, y finalmente el concepto de tradición. Estas tres fases están
íntimamente relacionadas, y sólo en su interconexión es como el concepto de virtud en
MacIntyre es inteligible.
La primera fase para comprender el concepto de virtud es la idea de práctica: las
virtudes se entienden, en una primera aproximación, como ciertas cualidades necesarias
para llevar a buen término los bienes de las prácticas. MacIntyre entiende por el concepto
de práctica algo muy específico, a saber:
“Por <<práctica>> entenderemos cualquier forma coherente y compleja de actividad
humana cooperativa, establecida socialmente, mediante la cual se realizan los bienes
inherentes a las mismas mientras se intenta lograr los modelos de excelencia que le
son apropiados a esa forma de actividad y la definen parcialmente, con el resultado
de que la capacidad humana de lograr la excelencia y los conceptos humanos de los
fines y bienes que conlleva se extienden sistemáticamente”. (A. MacIntyre, Tras la
virtud, 233)
De esta forma, el concepto de práctica en MacIntyre, tiene ciertas características
definitorias: i) bienes internos a las prácticas, ii) las prácticas forman parte de tradiciones,
es decir, están socialmente establecidas. En este sentido de práctica, las virtudes se
entienden como aquellas cualidades humanas adquiridas que tienen la finalidad de
perseguir los bienes internos a las prácticas, siguiendo las reglas que las mismas prácticas
establecen. Sin embargo, una caracterización de las virtudes solamente como cualidades
que se adquieren para lograr ciertos bienes y fines inherentes a las prácticas que los
individuos realizan cotidianamente, resulta insuficiente ya que pierde de vista la unidad
intrínseca de la vida humana.
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La segunda fase para comprender cabalmente el concepto de virtud en MacIntyre, es
“la unidad de la vida humana y su estructura narrativa”. En la tradición moral aristotélica,
el hombre tiene un fin que debe perseguir con el ejercicio de las virtudes, la eudaimonía. En
la modernidad, como someramente apunte en el capítulo 1, la noción de telos de la vida
humana pierde significación, y por ende la ética moderna no responde a una cuestión
fundamental: ¿de qué manera vivir mi vida de tal modo que valga la pena vivirla?
Asimismo, el liberalismo ético contemporáneo no le dice al individuo cómo vivir ni mucho
menos que fin perseguir, justificando el consumismo estético y la absorción del yo
emotivista en sí mismo. Ahora bien, para MacIntyre el individuo es una unidad histórica, es
decir, tiene una historia propia que se va configurando con la historia de los demás
individuos, y por tanto pertenece a una tradición moral. Antes de pasar a considerar la
concepción de tradición en MacIntyre, aclaremos que se entiende por unidad de la vida
humana y su estructura narrativa.
En palabras breves, el individuo es una unidad narrativa ya que todos sus actos y
conductas morales responden a una historia propia, que participa de las historias de otros
agentes morales. Así, el yo se entiende como un yo narrativo, que persigue ciertas
finalidades y se encuentra siempre en muchas circunstancias que lo hacen decidir que hacer
para buscar el bien; sin embargo, el yo narrativo, que tiene una historia dentro de otras
historias, se diferencia del yo emotivista en que éste último se desliga de la tradición y la
responsabilidad, mientras que el yo narrativo persigue un telos dentro de una tradición
histórico y moral que lo posibilita hacia el futuro, y por ende tiene que responder de los
actos que ha realizado. A partir de la interpretación del individuo como una unidad que
persigue un telos dentro de una tradición moral, es decir, que al perseguir su telos persigue
lo bueno en la vida del hombre y en la comunidad, el ejercicio de las virtudes empieza a
cobrar un sentido muy preciso:
“Por tanto, las virtudes han de entenderse como aquellas disposiciones que, no sólo
mantienen las prácticas y nos permiten alcanzar los bienes internos a las prácticas,
sino que nos sostendrán también en el tipo pertinente de búsqueda de lo bueno,
ayudándonos a vencer los riesgos, peligros, tentaciones y distracciones que
encontremos y procurándonos creciente autoconocimiento y creciente conocimiento
del bien”. (Ibíd. 270)
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Ahora paso a desarrollar qué se entiende por tradición y de qué forma se relaciona
con las nociones de práctica y unidad de la vida humana, para de esta manera lograr una
cabal comprensión del concepto de virtud en MacIntyre. Es necesario precisar qué sentido
tiene la idea de tradición en MacIntyre, pues resulta indispensable distinguir entre una
tradición viva y una tradición en ocaso. Lo que se pretende evidenciar en la distinción
entre tradición viva y tradición en ocaso es el carácter ideológico que se relaciona con la
noción de tradición en general.
En realidad, las tradiciones que desarrollan un colapso interno son aquellas que
tratan de conservar ciertas ideas sin cuestionarse acerca de lo que puede ser el bien para la
tradición, y en este sentido se les considera ideológicas. En cambio, para MacIntyre las
tradiciones morales que sustentan el ejercicio de las virtudes son aquellas que buscan el
bien y que permiten la indagación filosófica, es decir, las virtudes intelectuales, acerca de lo
bueno para el hombre y la tradición. Así, las tradiciones vivas se plantean constantemente
sobre lo bueno y el propósito común, evitando caer en cualquier tipo de uso ideológico.
Aclarado la idea de tradición, tenemos que los individuos forman parte de
tradiciones morales a partir de las que van configurando sus vidas, y la persecución de lo
bueno para uno mismo sólo es inteligible en un contexto de tradición moral. Las tradiciones
morales implican la idea de comunidad y de práctica, pues las comunidades así como las
prácticas son herederas de tradiciones morales; de este modo lo que un individuo,
considerado como una unidad narrativa, vaya realizando en su vida sólo es inteligible
dentro de un contexto de tradición moral, como la familia por ejemplo, y en relación con
los demás individuos que del mismo modo pertenecen a tradiciones vivas. El ejercicio de
las virtudes entonces tiene un fin muy determinado:
“Las virtudes encuentran su fin y propósito, no sólo en mantener las relaciones
necesarias para que se logre la multiplicidad de bienes internos a las prácticas, y no
sólo en sostener la forma de vida individual en donde el individuo puede buscar su
bien en tanto que bien de la vida entera, sino también en mantener aquellas
tradiciones que proporcionan, tanto a las prácticas como a las vidas individuales, su
contexto histórico necesario” (Ibíd., 274)
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Conclusiones
La propuesta ética de MacIntyre se fundamenta en el concepto de virtud, recuperando la
tradición aristotélica y en algunos aspectos la tradición clásica, concretamente en la idea de
estructura narrativa de la vida humana. Asimismo, en MacIntyre encontramos que el agente
moral es parte de una tradición histórica y que persigue un telos, es decir, el bien, mediante
el ejercicio de las virtudes. De esta manera, la ética de MacIntyre es un regreso a la
tradición moral pre-moderna para contrarrestar los efectos de la modernidad, apostando por
las virtudes y un yo narrativo.
Para finalizar este trabajo argumentaré, brevemente, por qué la postura ética que
MacIntyre nos ofrece en Tras la virtud, resulta satisfactoria respecto a los siguientes
puntos: 1) las ideas de tradición y de telos de la vida humana, 2) la crítica respecto al
individualismo ético, y 3) una ética basada en el concepto de virtud.
1. La ética que desarrolla MacIntyre tiene presente la tradición moral; resulta
complicado negar que los individuos pertenecemos a ciertas tradiciones heredadas a partir
de las cuales hacemos nuestras vidas. Las primeras lecciones morales que tenemos, cada
uno de nosotros, son en el núcleo de la familia, en la educación de los padres, en la escuela
primaria y en los juegos con los otros niños; no nos podemos desprender, como pretende el
yo liberal, de ciertas tradiciones que se heredan y que van configurando nuestras vidas. Por
otro lado, respecto a la idea de telos de la vida humana, resulta que el proyecto de vida que
cada uno de nosotros vamos haciendo sólo tiene sentido en una historia personal entera, que
compartimos con los demás, y que persigue un fin, a saber, el bien.
2. El individualismo ético pretende desvincularse de su tradición y por ende de la
responsabilidad de sus actos pasados, sumergiéndose en un solipsismo moral; el
individualismo ético justifica la indiferencia y el consumo estético, asimismo la pretendida
neutralidad moral del burócrata, cuestión que es preocupante. El yo no está desligado de
una tradición y del ejercicio de las virtudes para mantener sana las tradiciones y las
prácticas sociales.
3. La propuesta ética de MacIntyre hace posible concebir una ética que se base en la
virtud, lo que resulta esperanzador y positivo para una época de crisis.
Referencia: MacIntyre, Alasdair, Tras la virtud, Crítica, España, 2001.
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