El Clinamen Oyarzun y Molina

21
0pWKH[LV;9,,,S2-2 $UWtFXORV 62%5((/&/,1$0(1 PABLO OYARZÚN ROBLES – EDUARDO MOLINA CANTÓ 1. INTRODUCCIÓN La teoría del FOLQDPHQ es, seguramente, la pieza más inquietante de la filoso- fía epicúrea. Es también, en cierto sentido, su lugar decisivo. En efecto, toda exé- gesis del pensamiento epicúreo tiene que resolver la cuestión de si las diversas doctrinas que lo integran forman una unidad consistente o no, y ofrecer un escla- recimiento de los vínculos que enlazan la física y la ética epicúreas, el atomismo y el hedonismo. Ahora bien, en este punto el concepto de FOLQDPHQ juega un pa- pel capital. Si se echa un rápido vistazo al cuerpo de interpretaciones y referencias que la tradición ha acumulado sobre los textos epicúreos, se puede observar que preci- samente en torno a este vínculo se forma un nudo problemático. En general, asis- timos a una apreciación claramente segmentada de la doctrina epicúrea, que se reparte asimétricamente entre la doctrina física y la ética: la atención a ambas es asimétrica, puesto que la última ocupa un lugar de indiscutible eminencia. Esto no debe extrañar, dada la finalidad moral asignada por Epicuro a la filosofía. Pe- ro la evidencia de esta finalidad no resuelve la cuestión de la unidad de su pensa- miento, que también es afirmada enfáticamente en las fuentes (el continuo ejerci- cio en la ciencia de la naturaleza garantiza la serenidad del ánimo, afirma Epicu- ro, (S+GW, 37). La imputación de eclecticismo de la que frecuentemente se ha hecho objeto al pensamiento epicúreo tendría que dar cuenta de la inanidad de esta pretensión. 1 Pero también la suposición de que existe una conexión interna entre ambos domi- nios de la reflexión epicúrea tiene que ser demostrada. Precisamente esta disyun- tiva alcanza su punta más aguda cuando dirigimos la atención a la teoría del FOL QDPHQ, que – al menos en una de sus intenciones presumibles, según veremos – pareciera destinada a servir de articulación de ese vínculo. Pero no se trata sólo de esto. También la coherencia interna de la concepción física del epicureísmo está en juego en dicha teoría. Los pocos documentos fun- damentales para la teoría del FOLQDPHQ – de Filodemo, Plutarco, Cicerón, Dióge- nes de Enoanda y, sobre todo, de Lucrecio, que ya tendremos ocasión de revisar – establecen que el universo no está gobernado por una necesidad fatal, sino que El presente trabajo es uno de los productos del Proyecto de Investigación FONDECYT N° 1040530, dirigido por el Prof. P. Oyarzún. 1 Sobre este debate y sobre las interpretaciones antiguas y modernas respecto del papel de la doctrina del en la aparente incoherencia del sistema epicúreo, cf. la parte II del artículo de Mayotte Bollack (1976).

description

Introducción y analizis de el Clinamen

Transcript of El Clinamen Oyarzun y Molina

  • 0pWKH[LV;9,,,S

    2-2 $UWtFXORV

    62%5((/&/,1$0(1PABLO OYARZN ROBLES EDUARDO MOLINA CANT

    1. INTRODUCCIN

    La teora del FOLQDPHQes, seguramente, la pieza ms inquietante de la filoso-fa epicrea. Es tambin, en cierto sentido, su lugar decisivo. En efecto, toda ex-gesis del pensamiento epicreo tiene que resolver la cuestin de si las diversas doctrinas que lo integran forman una unidad consistente o no, y ofrecer un escla-recimiento de los vnculos que enlazan la fsica y la tica epicreas, el atomismo y el hedonismo. Ahora bien, en este punto el concepto de FOLQDPHQ juega un pa-pel capital.

    Si se echa un rpido vistazo al cuerpo de interpretaciones y referencias que la tradicin ha acumulado sobre los textos epicreos, se puede observar que preci-samente en torno a este vnculo se forma un nudo problemtico. En general, asis-timos a una apreciacin claramente segmentada de la doctrina epicrea, que se reparte asimtricamente entre la doctrina fsica y la tica: la atencin a ambas es asimtrica, puesto que la ltima ocupa un lugar de indiscutible eminencia. Esto no debe extraar, dada la finalidad moral asignada por Epicuro a la filosofa. Pe-ro la evidencia de esta finalidad no resuelve la cuestin de la unidad de su pensa-miento, que tambin es afirmada enfticamente en las fuentes (el continuo ejerci-cio en la ciencia de la naturaleza garantiza la serenidad del nimo, afirma Epicu-ro, (S+GW, 37).

    La imputacin de eclecticismo de la que frecuentemente se ha hecho objeto al pensamiento epicreo tendra que dar cuenta de la inanidad de esta pretensin.1Pero tambin la suposicin de que existe una conexin interna entre ambos domi-nios de la reflexin epicrea tiene que ser demostrada. Precisamente esta disyun-tiva alcanza su punta ms aguda cuando dirigimos la atencin a la teora del FOLQDPHQ, que al menos en una de sus intenciones presumibles, segn veremos pareciera destinada a servir de articulacin de ese vnculo.

    Pero no se trata slo de esto. Tambin la coherencia interna de la concepcin fsica del epicuresmo est en juego en dicha teora. Los pocos documentos fun-damentales para la teora del FOLQDPHQ de Filodemo, Plutarco, Cicern, Dige-nes de Enoanda y, sobre todo, de Lucrecio, que ya tendremos ocasin de revisar establecen que el universo no est gobernado por una necesidad fatal, sino que

    El presente trabajo es uno de los productos del Proyecto de Investigacin FONDECYT N 1040530, dirigido por el Prof. P. Oyarzn.

    1 Sobre este debate y sobre las interpretaciones antiguas y modernas respecto del papel de la doctrina del FOLQDPHQ en la aparente incoherencia del sistema epicreo, cf. la parte II del artculo de Mayotte Bollack (1976).

  • 3DEOR2\DU]XQ5REOHV(GXDUGR0ROLQD&DQWy

    2

    admite la ocurrencia de hechos que no se derivan ineluctablemente de los anterio-res. Esta tesis sirve a dos propsitos:

    a) ofrece un suplemento explicativo que permite dar cuenta de la gnesis de las cosas (los cuerpos compuestos) en el contexto del atomismo;

    b) permite fundamentar cosmolgicamente la realidad de la libertad, haciendo concebibles, desde la perspectiva del atomismo, esa misma libertad y, con ella, la contextura tica de la existencia.

    La importancia de la tesis es tan obvia, como insistentes han sido las crticas y reservas planteadas a su propsito. En general, se podran resumir los reparos di-ciendo que la doctrina del FOLQDPHQ no sera sino un recurso desesperado para sustraerse a las consecuencias aporticas del dogma atomista y su versin estric-tamente mecanicista, el cual hara imposible la explicacin del surgimiento de la realidad fsica sin apelar a una causa ajena a los principios del sistema y, para re-mate, aleatoria, es decir, irracional; esto ltimo daara irreparablemente el desig-nio iluminista de la doctrina, al reintroducir en el mundo desencantado, y en su mismo fundamento, el factor de lo anmalo, de lo desconocido.

    Atendiendo a este reparo, se ha argido que la teora no podra deberse a la lucubracin magistral de Epicuro. As, muy cercana a nosotros, la fina y profunda reflexin de Jos Echeverra que dedic parte importante de sus afanes al estu-dio del pensamiento epicreo rebati decididamente la atribucin de esta idea al maestro. Supuso que, en todo caso, podra tratarse de un bosquejo explicativo a propsito de la generacin de las cosas en el escenario de la lluvia atmica, pe-ro que jams Epicuro habra pensado cimentar con ello el hecho de la libertad, menos aun si para ese fin era preciso infringir el diseo racional de la fsica.2 Es-tas consideraciones son, desde luego, atendibles, pero creemos que la cuestin no se restringe a estos trminos. Entendemos que se puede demostrar que el vnculo entre FOLQDPHQ y libertad no estriba en que ese sea un concepto que est simple-mente al servicio de una justificacin cosmolgica de la libertad o, peor aun, en que sea una proyeccin ilcita o indemostrable de postulados ticos al substrato de la realidad. Entendemos, tambin, que el factor de contingencia que introduce el FOLQDPHQ no tiene que ser concebido forzosamente como infraccin de un es-quema de racionalidad debidamente asentado, sino que tambin puede represen-tar una ampliacin de la teora de la causalidad como intentaremos mostrar a-qu.

    Lo que a la vez resulta notorio es que la tesis del FOLQDPHQ constituye una de las propuestas filosficas ms sorprendentes, fascinantes y enigmticas, precisa-mente porque representa un aspecto enteramente excepcional en el marco de un pensamiento que, por lo dems, quiere mantenerse fiel en todo momento a los re-

    2 Cf. Echeverra (1997) p. 107.

  • 6REUHHOclinamen

    3

    querimientos de la sobria razn y que toma su orientacin esencial de las eviden-cias sensibles. La pregunta fundamental recae primeramente, entonces, sobre la intencin y eventualmente la necesidad que dicta la aparente incorporacin, en un sistema dotado de alta coherencia, de un ingrediente de azar originario; en segundo trmino, es preciso determinar qu clase de evidencia sustenta dicha in-corporacin; por ltimo, hay que determinar hasta qu punto este ingrediente no quebranta el marco de explicacin racional de los eventos y qu significacin tie-ne l para el carcter mismo de tal racionalidad. Al emprender esta averiguacin, asumimos que la tesis de la SDUpQNOLVLVse remonta a la enseanza de Epicuro, y que no es un agregado ulterior pergeado por algn discpulo de la escuela.3

    De una recta interpretacin de su sentido y de su alcance depende, en buena parte, la posibilidad de avalar la consistencia de todo el sistema. En lo que sigue, intentaremos una tal interpretacin, articulada en tres momentos: una revisin de la concepcin epicrea del movimiento atmico; un anlisis de la significacin que cabe atribuirle a la tesis del FOLQDPHQen el contexto de esa concepcin; y, por ltimo, la determinacin de la importancia eventual de dicha tesis en vista del nexo entre fsica y tica.

    2. EL MOVIMIENTO DE LOS TOMOS

    El quinto axioma de la cosmologa epicrea, segn la exposicin de la &DUWDD +HUyGRWR estipula que los tomos se mueven continuamente durante la eternidad (NLQRXCQWDLYWHVXQHFZa DL-D>WRPRL[] WRQDLMZQD(S+GW, 43). El paso textual en que se encuentra este enunciado es importante por dos razones: una es, naturalmente, la doctrina que expresa; la otra es la conjetura que hacen al-gunos comentaristas (Ettore Bignone, en particular) acerca de una laguna textual: en el pasaje perdido Epicuro se habra referido a la declinacin en el movimiento atmico.4 Sin perjuicio de que se conceda o no esta conjetura, es evidente que to-do debate sobre dicha declinacin tiene que emprenderse en el marco de la teo-ra epicrea del movimiento atmico, aun si se admite como suele hacerse

    3 Es imposible remediar el carcter conjetural de esta asuncin, debido a la inexistencia de fuen-tes directas que pudieran acreditarla. En el conjunto de la literatura antigua, descontados el clebre fragmento de Digenes de Enoanda que citamos ms adelante y la crtica a la tesis de la GHFOLQDWLRque formula Cicern ('HIDWR, X, 22-23), slo Ps. Plutarco, 884c y Estobeo, (FORJDH, I 19, 1, 5 atri-buyen el trmino SDUHYJNOLVLaal propio Epicuro.

    4 La suposicin de una laguna es de Usener (1887), que la situaba despus de WRQDLMZQD; Big-none (1920), remitindola a la continuacin NDLDL-PHQ, imagin que se era el sitio en que Epicuro postulaba la declinacin (Bailey [1926] sigui a Bignone en este punto); ms tarde, Bignone (1940) prefiri creer que la &DUWDhaba sido redactada por el maestro antes de haber introducido esa tesis (cf. Conche [1987] p. 130.) Esta ltima conjetura, fortalecida por las indagaciones posteriores de David Sedley (1976) en torno a los fragmentos conservados del 3HULIXYVHZade Epicuro, nos pare-ce la ms acertada.

  • 3DEOR2\DU]XQ5REOHV(GXDUGR0ROLQD&DQWy

    4

    que aquella tiene concomitancias ticas esenciales. Una revisin de esta teora es requisito indispensable para el tratamiento del FOLQDPHQ.

    El movimiento de los tomos da cuenta del movimiento de los cuerpos y de su propia gnesis , y se sigue, al mismo tiempo, de la dualidad fundamental del todo: los tomos como elementos compactos e impenetrables y el vaco.5 El vaco no ofrece asidero al tomo para que este repose, imponindole, as, la fata-lidad de un movimiento incesante ((S+GW44). El vaco es la absoluta falta de resistencia,6 y el tomo, en razn de su peso, se mueve por obra de una necesidad ineluctable: la imagen que da Epicuro para tal movimiento, siguiendo en ello la herencia de los viejos atomistas, es la de la cada. Este movimiento es entendido por Epicuro en la continuacin del SDVVXV citado ya como apartamiento recproco (HLM PDNUDQ DMS MDMOOKYOZQ GLLVWDYPHQDL), al que denomina tambin rebote (DMSRSDOPRYa), ya como pulsacin u oscilacin (SDOPRYa) en el mismo sitio, cuando los tomos se encuentran atrapados en un entrelazamiento (SHULSORNKY) o envueltos por tomos que se entrelazan ((S+GW43). Estos lti-mos dos eventos de la movilidad atmica suponen explcitamente el contacto o choque (VXYJNURXVLaSOKJKY) de los corpsculos; el primero tambin lo implica. Si se considera que la ocurrencia de estos dos tipos de movimiento es imprescin-dible para la gestacin de los cuerpos compuestos que llegan a nuestros sentidos, es evidente que el choque, como causa comn de ambos, debe ser postulado junto a la cada para dar cuenta de la multiplicidad de los entes que pueblan la naturaleza manifiesta. Se plantea, pues, la cuestin de si el mero movimiento de cada y, ms precisamente, la causa a la que esta se debe puede ser el respon-sable de los encuentros atmicos y, as, de la generacin de las cosas del mundo.

    Para abordar esta cuestin y despejar los trminos que estn contenidos en ella, hay tres observaciones principales que hacer aqu.

    La primera de ellas: como se puede observar, en lo que concierne al movi-miento entendido como desplazamiento, como cambio de lugar (IRUDY), el SHVR(EDYURa) es, entre las propiedades del tomo, la causa positiva esencial, en conni-vencia, desde luego, con el vaco. La tradicin de los comentarios considera, de hecho, que su inclusin entre tales propiedades es una novedad radical de Epicu-ro con respecto a Demcrito, aunque esto, ciertamente, puede prestarse a una ex-tensa discusin, poco auxiliada por las escasas noticias fiables con que se cuenta para juzgar acerca de aspectos fundamentales de la doctrina democrtea.7 Como

    5 Tal es el segundo axioma cosmolgico: el todo es ((S+GW., 39). 6 Cf. (S+GW, 61, donde se arguye la igual velocidad de los tomos una observacin funda-

    mental en que nos detendremos ms tarde debido a que en el vaco nada les ofrece resistencia: PKTHQRaDMQWLNRYSWRQWRa.

    7 Segn Aecio, Demcrito mencion dos , tamao y figura, pero Epicuro aadi una tercera a estas, el peso (I, 3, 18: DK 68 A 47), y, ms enfticamente, Demcri-to dice que los cuerpos primarios no tienen peso (I, 12, 6: DK 68 A 47). El sentido en que se in-terpreta este aserto consiste en suponer que Demcrito negaba que los tomos tuvieran un peso abso-luto es decir, por s mismos, antes de constituir los cuerpos, y que habra atribuido al peso, junto a

  • 6REUHHOclinamen

    5

    quiera que ello sea, cabe decir que cada una de las tres propiedades fundamenta-les del tomo garantiza lo que podramos denominar la continuidad ontolgica entre lo no manifiesto y lo manifiesto, entre el orden imperceptible de los juegos atmicos y el orden de los cuerpos sensibles: el substrato del mundo fsico es, l mismo, tambin fsico.8 Pero la utilidad terica de cada una de esas propiedades es distinta. El tamao atmico explica que los compuestos corpreos tengan mag-nitud, y que esta magnitud, alcanzado un cierto umbral, permita percibir los cuer-pos en sus distintos tamaos. La forma atmica, en cuanto diversa, permite expli-car la diversidad de los entes naturales que son manifiestos a la sensacin. La a-tribucin de peso al tomo, a su vez, se debe, seguramente, a dos razones: una, a la suposicin de que un cuerpo ingrvido no podra moverse: esto equivale a esti-pular que el movimiento atmico es de ndole inercial; la otra suposicin es que, de ser ingrvidos los tomos, la pesantez de los cuerpos que se componen de e-

    otras caractersticas, una entidad meramente opinativa. Se torna plausible esta interpretacin cuando se considera la injerencia de la informacin sensorial, siempre problemtica para Demcrito: la im-putacin de un peso absoluto a los tomos sera una extrapolacin indebida de lo que la sensacin nos ensea acerca de los cuerpos macroscpicos hacia el nivel microscpico de la IXYVLaLa razn de fondo de esta eventual discrepancia tocara, pues, a la conviccin epicrea de la suficiencia de la sensacin para la sustentacin del conocimiento de la naturaleza, en tanto que Demcrito mantena un desprecio de estilo parmendeo por la experiencia sensible. Sin embargo, Aristteles ('HJHQHWFRUU,A8, 326 a 9) y Teofrasto (GHVHQV61: DK 68 A 135) ofrecen un testimonio contrario, relacio-nando el peso con la magnitud de los tomos, y Simplicio refiere que los partidarios de Demcrito y Epicuro posteriormente dicen que los tomos tienen peso (GHFDHOR712, 27: DK 68 A 61). Ahora bien, al margen del parecer que Demcrito haya tenido acerca del peso atmico, parece claro que no le asign ninguna significacin para el movimiento natural de los tomos. Esto precisamente fue una innovacin aportada por Epicuro.

    8 Ciertamente, lo que llamamos aqu continuidad ontolgica slo da cuenta de uno de los dos principios fundamentales del epicureismo considerado como teora. El otro principio es la disconti-nuidad epistemolgica, que forma el ncleo del canon epicreo. De acuerdo a este principio, no dis-ponemos de una nica forma de acceso y de un mismo instrumental para los dos niveles de lo real, el manifiesto y el no manifiesto. Al primero est abierta la sensacin, que es, a la vez, el principio en virtud del cual se disciernen esos dos niveles; el segundo es objeto de conjetura por medio de la opi-nin. Esta distincin es de primera importancia para la comprensin de la doctrina en su conjunto y, en particular, para despejar las graves aporas a que puede conducir una interpretacin imprudente de la doctrina del FOLQDPHQ(cf. Bollack [1976] p. 190 s.) La estrategia que queda fundada de esta suerte y a fin de garantizar, precisamente, el principio de la continuidad ontolgica puede ser descrita abreviadamente como sigue: punto de partida del conocimiento es, siempre, la sensacin. Sobre su base es posible construir hiptesis acerca de lo que en ella misma no es manifiesto. Si esto ltimo pertenece a la clase de lo que no es inmediatamente manifiesto (LH lo que no est dado en la sensacin actual), pero que constitutivamente puede serlo, la hiptesis tendr que esperar su confir-macin sobre la base de nueva evidencia sensible: es el caso de lo que Epicuro llama WRSURVPHYQRQ(lo que espera confirmacin por la sensacin). Si, en cambio, corresponde a la clase de lo que es no manifiesto (ya lo sea por naturaleza, como el vaco, o porque la capacidad sensible es insuficiente para registrarlo, como los tomos, o bien por la situacin natural del observador, tal como ocurre con los astros), la hiptesis requerir ser solventada probando que no es inconsistente con los fenmenos dados en la experiencia sensible. En todos estos casos la estrategia en cuestin es la VKPHLYZVLa, la inferencia por los signos, cuya estructura es la de un razonamiento por analoga.

  • 3DEOR2\DU]XQ5REOHV(GXDUGR0ROLQD&DQWy

    6

    llos no sera explicable, a menos que se considerase segn se cree era el parecer de Demcrito que esta no es una propiedad objetiva.

    La segunda observacin: las diferencias de peso entre los tomos (que es ne-cesario suponer, para poder dar cuenta de la diversidad de pesantez de los cuer-pos naturales) no implica como ya observbamos ninguna diferencia de velo-cidad en sus movimientos respectivos. Esta es tambin una correccin decisiva de la doctrina de Leucipo y Demcrito, los que se haban limitado, segn parece, a postular las colisiones atmicas,9 y se la suele considerar como una brillante muestra de la perspicacia de Epicuro:

    Los tomos tienen necesariamente una velocidad igual (LMVRWDFHLCa) cuando son llevados a travs del vaco, no habiendo nada que les ofrezca resistencia. ((S+GW, 61.)

    En cuanto a la velocidad, la informacin que suministra el eptome de Epicu-ro es particularmente elptica: el desplazamiento del tomo es tan rpido como el pensamiento (D^PDQRKYPDWL) ((S+GW., 61). Se trata de una comparacin ba-sada en la idea de que el pensamiento es, en su esencia, sensible, pero que, a dife-rencia de la sensacin, es ms sutil. En virtud de su sutileza, sera capaz de mo-verse casi instantneamente de un punto (de un pensamiento) a otro. En este ca-so, obviamente, no se habla de un desplazamiento espacial del pensamiento, sino del TXDQWXP temporal implicado en la operacin pensante. En este sentido, el pensamiento ofrecera una medida adecuada para dar cuenta del TXDQWXPtempo-ral de la velocidad con la cual se desplaza efectivamente el tomo en el vaco. De ser as, lo que cabra retener sera el carcter cuasi instantneo del movimiento atmico. Esto querra decir que no es posible medir (calcular y determinar) el tiempo en el cual se mueve un tomo a velocidad constante a travs del vaco, sino que esta misma velocidad es la medida que determina las unidades tempora-les mnimas (los susodichos TXDQWD), que son en s mismas indivisibles, tambin para el propio pensamiento. Entonces, recprocamente, la velocidad del tomo es la medida adecuada para la velocidad del pensamiento. De hecho, una y otra son la misma (D^PD) velocidad.

    9 En efecto, segn lo que refiere Digenes Laercio, Leucipo y Demcrito haban afirmado que la causa de la generacin de los mundos y de todas las cosas es el torbellino (GLYQK), en el que los to-mos se hallan en constante movimiento y entran en contacto unos con otros (9LWDHIX, 31 y 45). En la &DUWDD3LWRFOHVEpicuro objeta este dogma: Pues no basta que haya una conglomeracin de to-mos ni un torbellino en el vaco, en el cual, segn se opina, pueda surgir un mundo por necesidad, y acrecer hasta colisionar con otro, tal como dice uno de los llamados fsicos [Demcrito]. Pues esto est en discrepancia con los fenmenos ((S3\WK., 90). Esto supone que para los padres del atomis-mo la generacin de las cosas no lleg a ser un problema, en la medida que asumieron que cada y colisin son movimientos co-originarios de los tomos y que, en consecuencia, el torbellino es sem-piterno.

  • 6REUHHOclinamen

    7

    Como se puede ver, la doctrina del movimiento atmico es esencial para en-tender la relacin entre sensacin y pensamiento. Los tomos son entes que se mueven a la velocidad del pensamiento y, por tanto, slo son captables por este. Su movimiento tiene que hacerse ms lento para ser aprehendido por los senti-dos. Se hace ms lento en cuanto que, no ya como movimiento simple del tomo, sino como movimiento complejo de los conglomerados atmicos, en los cuales sus elementos colisionan entre s, pluralizando y consolidando tensiones y direc-ciones, pueden traspasar el umbral entre lo no manifiesto y lo manifiesto. En este caso, es percibido como el movimiento nico y continuo de un cuerpo nico y continuo (WRXH-QRaNDLVXQHFRXa, (S+GW, 50), lo que no puede ser atribuido a los tomos que lo componen, porque, para ser as, todos ellos tendran que mo-verse al unsono en una misma direccin, y entonces, o bien el compuesto no po-dra ser percibido (por moverse a la velocidad del pensamiento), o bien el mo-vimiento atmico simple tendra que lentificarse, lo que es imposible.

    Parece seguirse de aqu una diferencia fundamental entre el movimiento len-to de los cuerpos y el movimiento velocsimo de los tomos. Mientras el prime-ro se presenta como continuo, en referencia a la continuidad de los mismos cuerpos, el segundo tendra un carcter discontinuo, lo que ciertamente no sig-nifica un movimiento que ora es, ora no es (el movimiento es una caracterstica esencial de lo que es, y, en cuanto tal, es un ente), pero s tiene que ver con las colisiones atmicas, que producen el efecto de rebote (DMSRSDOPRYa).

    Tercera observacin: de acuerdo a lo establecido en las dos observaciones precedentes, el peso de los tomos los hace moverse inercialmente a idntica ve-locidad en el vaco. Como ya hemos dicho, este movimiento es descrito por Epi-curo, siguiendo a Demcrito, como cada es decir, como movimiento vertical descendente. Qu quiere decir esto? Obviamente, en un universo infinito, no tie-ne sentido hablar, en trminos absolutos, ni de arriba ni de abajo, ni de centro, pero es posible hacerlo con relacin a un punto referencial.10 Asumida esta limi-tacin, la idea de cada se sigue de la atribucin de peso al tomo y de la corres-pondiente analoga con los cuerpos sensibles. Pero, ms all de la analoga, la i-dea de la cada habla de una cierta unidireccionalidad del movimiento atmico, al modo de las gotas de lluvia (la imagen es de Lucrecio, II, 222), que, en condicio-nes ideales, se derraman en estricto paralelismo. Esta unidireccionalidad se segui-ra de la ndole separada de los tomos (que son como infinitas islas rodeadas de vaco infinito). No habiendo, en el espacio infinito, contacto entre los tomos, tampoco existe razn alguna para que, mantenindose las mismas condiciones, pueda producirse contacto alguno. El movimiento vertical paralelo es una conse-cuencia de los axiomas segundo y tercero del canon epicreo (cf. (S+GW., 39-42), habida cuenta de la propiedad fundamental del peso.

    10 Adems, en el infinito (WRXDMSHLYURX) dice Epicuro no se debe predicar lo alto y lo bajo

    como lo ms alto y lo ms bajo. ((S+GW., 60.) Cf. tambin el comentario de Conche (1987) p. 154 s.

  • 3DEOR2\DU]XQ5REOHV(GXDUGR0ROLQD&DQWy

    8

    3. EL &/,1$0(1 El resultado de lo expuesto configura lo que podramos llamar el dato basal

    de la estructura mvil del universo en clave atomstica. La dificultad con este dato es que no admite el entrecruzamiento de los corpsculos que se desplazan por el vaco. El movimiento de los tomos es rectilneo. En un escenario de este tipo debe reconocerse no puede producirse ningn cuerpo sensible: se trata de un universo de partculas tan inquietas como estriles. Cul es, entonces, la causa que genera los cuerpos, es decir, cul es la causa productiva de lo real? Epicuro, como Leucipo y Demcrito, seala que los cuerpos se forman en virtud de un entrelazamiento de tomos a partir de choques o colisiones entre ellos y del estorbo que all se ofrecen unos a otros. Los fundadores del atomismo haban credo satisfacer la condicin para tal ocurrencia por medio de la mera postula-cin de la misma, concluyendo que la forma general del movimiento atmico era la del torbellino.

    La rectificacin que inflige Epicuro a este postulado revela que, como tal, es insostenible. Esa correccin tiene el sentido negativo que venimos de indicar la invariabilidad del movimiento rectilneo de los tomos a idntica velocidad a tra-vs del vaco , pero, desde el punto de vista del esclarecimiento de los trminos del problema, aporta tambin la comprensin positiva de que el choque, entendi-do como causalidad extrnseca del movimiento atmico, tiene que deberse a una causa inherente al tomo mismo. Hasta ahora hemos discernido como nica causa intrnseca el peso, que da lugar al movimiento inercial rectilneo, y he-mos reconocido, a la vez, la necesidad de postular un segundo tipo de causa, el choque, que permite explicar la generacin de los compuestos. Y si bien el movi-miento atmico provocado por el choque sigue estando determinado por la pe-santez de los corpsculos, esta sin embargo es incapaz de ocasionar por s sola las colisiones.11 A qu se deben estas, entonces?

    La respuesta a esta pregunta modifica esencialmente lo que llambamos el da-to basal del universo atomstico, abriendo el paso de lo precsmico a lo csmico. Para dar satisfaccin a la necesidad de explicar la gnesis de los compuestos que integran la realidad sensible que nos es inmediata tiene que introducirse otra cau-sa, una tercera, y precisamente una causa intrnseca, diferente a la que define la ndole inercial del movimiento de los tomos, es decir, a su mera mecnica: una causa intrnseca espontnea por lo tanto. A su vez, la introduccin de este tipo de causalidad tiene que ser consistente con las evidencias de nuestra experiencia inmediata de los cuerpos sensibles. Es aqu donde interviene la tesis del FOLQDPHQ de la SDUHYJNOLVLa de la mnima desviacin en el trayecto del tomo.

    11 En la continuacin del pasaje sobre el movimiento corpuscular que comentamos en el comien-

    zo de la seccin anterior, Epicuro sostiene que la solidez (VWHUHRYWKa) que les pertenece [a los to-mos] produce, en el choque, el rebote (WRQDMSRSDOPRQ) en la medida que el entrelazamiento permi-te el retorno [a la posicin anterior] (WKQDMSRNDWDYVWDVLQ) despus del choque. ((S+GW., 44.)

  • 6REUHHOclinamen

    9

    Como se sabe, no ha llegado hasta nosotros ningn texto de Epicuro que ex-ponga esta tesis, y tampoco se encuentra la palabra SDUHYJNOLVaen los escasos textos que se conservan y que pueden ser fehacientemente atribuidos a su factu-ra.12 Con todo, hay testimonios que remontan la doctrina a la enseanza directa del maestro. Entre ellos se cuenta, especialmente, el de Digenes de Enoanda:13

    Si alguno recurre a la teora de Demcrito y afirma que no hay ningn movi-miento libre (HMOHXTHYUDQNHLYQKVLQ) en los tomos a causa de sus choques rec-procos, de donde parece que todas las cosas se mueven con movimiento forzoso (NDW[K]QDQNDVPHYQZaSDYQWDNHLQHLVTDL), le diremos: no sabes t, quienquie-ra que seas, que los tomos tienen tambin un movimiento libre, que Demcrito no ha descubierto, pero que Epicuro ha trado a luz, y que consiste en una decli-nacin (SDUHQNOLWLNKYQ) como lo muestra a partir de los fenmenos? (Fr. 32, II 3 Chilton.)14

    La atribucin a los tomos de un movimiento libre, llamado declinacin (o inclinacin en la cada), satisface, precisamente, la identificacin de lo que ca-racterizbamos como una causa intrnseca espontnea. A lo que nosotros llama-mos espontneo Digenes lo tilda, derechamente, de libre, sugiriendo con e-llo lo que en ltima instancia est aqu en juego. Y tambin la idea de la libertad ocupa el lugar central en la explicacin detallada que da Lucrecio del FOLQDPHQ Pero conviene no dejarse llevar apresuradamente por el uso de los trminos. El sentido en que se habla de un movimiento libre de los tomos no tiene que ser igualado sin ms al sentido en que nos arrogamos libertad en la determinacin de nuestras propias opciones y nuestros actos. Ms aun, la discriminacin de estos dos sentidos parece ser una condicin indispensable para caracterizar, a partir de esta, la relacin que subsiste entre ambos y que constituye el ncleo de la tesis en juego. Primera tarea es, pues, despejar el sentido en que se habla aqu de un li-bre movimiento del tomo.

    El texto deja en claro que el nudo del debate es la oposicin a la doctrina de la necesidad. La &DUWDD0HQHFHR(133-134) remite esta doctrina, en general, a los indagadores de la naturaleza (RL-IXVLNRLY). Es probable que en esta alusin la primera lnea la ocupen Leucipo y Demcrito, pero no se puede desconocer la

    12 Se ha llegado a aventurar que la tesis podra haber sido abordada en un tratado perdido cuyo

    ttulo registra Digenes Laercio en el catlogo selecto de las obras del maestro: 6REUHHOiQJXORHQHOiWRPR(3HULWKaHMQWZCDMWRYPZJZQLYDa,9LWDHX, 28), pero el punto es, adems de meramente con-jetural, improbable.

    13 A este testimonio se puede agregar el de Cicern en 'HILQLEXV (I, 6, 19) y 'HIDWR(X, 22-23),

    quien critica directamente a Epicuro por haber admitido que algo (es decir, el cambio de movimiento del tomo) ocurre sin causa.

    14 Diano compara este pasaje con un fragmento del SHULIXYVHZa de Epicuro (P. 1056, 7, XI, 2),

    mostrando su concordancia y sosteniendo la necesidad de presuponer la doctrina del FOLQDPHQ en esa obra perdida en su mayor parte. Cf. Diano (1974) p. 337 ss.

  • 3DEOR2\DU]XQ5REOHV(GXDUGR0ROLQD&DQWy

    10

    importancia que cabe asignarle al debate con los estoicos y su frrea afirmacin del determinismo.15 En todo caso, la tesis del FOLQDPHQ presenta, junto al valor fundamental que el epicureismo concede a la sensacin, la diferencia ms fla-grante entre su fisiologa y la de los padres del atomismo. El rasgo fundamental de la enseanza de estos ltimos es la afirmacin de la necesidad irrestricta en la naturaleza. Leemos en Digenes Laercio que Demcrito opinaba que

    todos los entes nacen por necesidad (SDYQWDWHNDW MDMQDYJNKQJLYQHVTDL)siendo el torbellino, al que llama necesidad, la causa de la generacin de todos los entes (WKaGLYQKaDLMWLYDaRX>VKaWKaJHQHYVHZaSDYQWZQK`Q DMQDYJNKQOHYJHL) (9LWDH, IX, 45).

    La teora del FOLQDPHQ supone, obviamente, una limitacin a esta afirmacin. Y es importante subrayar que se trata de una limitacin, y no de una negacin. In-ters irrenunciable de Epicuro es defender la tesis de que nada de lo que es care-ce de causa o razn, y que las causas son, en cuanto a su poder eficiente, especfi-cas, de suerte que no es vlido sostener que todo surge de todo: tal es el conte-nido del primer axioma de su cosmologa (cf. (S+GW., 38-39), y la tenacidad con que se lo sostiene est vinculada esencialmente a los beneficios teraputicos de la doctrina. La SDUHYJNOLVLa, que visiblemente marca una cierta indetermina-cin en el origen, no puede implicar, pues, que todo surge de todo, pero s res-tringe la eficacia de la DMQDYJNK.

    Cul es el propsito que satisface esta restriccin? En este punto es decisivo observar que en la filosofa antigua se comparte mayoritariamente la idea de que la visin de un mundo sometido a la necesidad universal acarrea el fatalismo: to-do evento, incluidos los actos debidos a la voluntad, estara as predeterminado. La afirmacin de la necesidad irrestricta acarrea la afirmacin del destino (HL-PDUPHYQK), y viceversa.16 El inters epicreo en limitar la necesidad obedeca, por lo tanto, al deseo de garantizar la posibilidad de la iniciativa de la voluntad, es decir, la libertad (HMOHXTHULYD) Es la palabra que emplea Digenes de Enoanda y es, en verdad, la clave de la doctrina. Esto trae consigo la idea fundamental, no de una excepcin bruta al primado de la causalidad y, con ella, una infraccin a la concepcin racional de los acontecimientos de la naturaleza y la experiencia, sino, ms bien, la idea de que no es posible dar cuenta de dichos sucesos y hacer-les justicia apelando nicamente a la causalidad de la necesidad inflexible: es preciso acudir tambin a la causalidad de la libertad. Esta admisin responde a dos premisas esenciales: a) una es la intencin de concebir una indeterminacin relativa de los eventos, como estructura general de la experiencia, en atencin a la multiplicidad abierta que la constituye y a la incidencia que en esta tiene la

    15 Cf., por ejemplo, 6HQWHQFLD9DWLFDQD 40.

    16 Se puede observar en el pasaje ya aludido de la &DUWDD0HQHFHR(134) que Epicuro conside-

    ra, para los efectos prcticos, que los dos trminos DMQDYJNKy HL-PDUPHYQKson sinnimos.

  • 6REUHHOclinamen

    11

    iniciativa de la voluntad; b) la otra es el propsito teraputico de la doctrina, que sera nulo en un contexto de absoluta necesidad tanto en el orden epistemolgi-co de la verdad como en el orden tico del logro de la ataraxia , en el cual todos nuestros actos estaran frreamente prescritos; como dice Digenes de Enoanda, si se cree en el destino, toda admonicin y todo reproche seran suprimidos (fr. 32 Chilton).

    Este planteamiento es confirmado sustancialmente por Lucrecio:

    En fin, si siempre todos los movimientos estuvieran conectados, y el movi-miento nuevo naciera de uno ms antiguo segn un orden determinado, y por su declinacin los primeros principios no dieran inicio a un movimiento que rom-piera las leyes del destino (QHFGHFOLQDQGRIDFLXQWSULPRUGLDPRWXVSULQFLSLXPTXRGGDPTXRGIDWLIRHGHUDUXPSDW), de modo que no siguiera causa a causa des-de el infinito, de dnde emerge esta libre voluntad concedida sobre la tierra a los seres animados (OLEHUDSHU WHUUDVXQGHKDHFDQLPDQWLEXV H[VWDW), de dnde viene, digo yo, esta voluntad arrancada a los destinos (IDWLVDYROVDYROXQWDV), por la que cada uno de nosotros va adonde lo conduce el placer (SHUTXDPSURJHGLPXUTXRGXFLWTXHPTXHYROXSWDV), y por la que tambin cambiamos la direccin (GHFOLQDPXV) de nuestros movimientos, no en un tiempo determinado (FHUWR) ni en un lugar determinado del espacio, sino precisamente adonde la mente nos ha llevado? Pues, sin duda alguna, es la voluntad de cada individuo (VXDFXLTXHYROXQWDV) la que da inicio a semejantes actos, y ella es la fuente desde la cual se di-funde el movimiento por nuestros miembros. (Lucr., II, 251-262.)

    El argumento que formula Lucrecio no slo deja en claro que la doctrina del FOLQDPHQ tiene su sentido en vista de la cuestin de la causalidad libre,17 sino que tambin ofrece la base de su no invalidacin: ensea que la necesidad irrestricta no es consistente con los fenmenos, en la medida que estos muestran con evi-dencia que efectivamente hay eventos que no se siguen por necesidad de eventos anteriores.18 Los fenmenos ensean que hay la libertad,19 y la tesis nos permite entender que, si no se le hace lugar a esta, es imposible, incluso, concebir cmo puede haber, en general, un mundo, puesto que su existencia se debe primordial-mente a las colisiones atmicas, las cuales slo son posibles a partir de la decli-nacin. Sobre esto, que a nuestro juicio es el alcance ms amplio de la tesis, ten-dremos que volver ms adelante.

    Por ahora, lo que debe consignarse es que, de acuerdo al pasaje de Lucrecio, el contexto fenomnico en que se evidencia el hiato de la cadena necesaria de las causas el remontarse de causa en causa al infinito, como se dice all (II, 255) , es el contexto de la vida de lo animado, y, por lo tanto, no slo de la vida huma-

    17 Cf. Purinton (1999) p. 265.

    18 Cf. Bollack (1976) p. 195 s.

    19 Cf. Purinton (1999) p. 268 ss.

  • 3DEOR2\DU]XQ5REOHV(GXDUGR0ROLQD&DQWy

    12

    na (cf. el ejemplo lucreciano de los caballos de carrera, en II, 263-271), aunque s, podra decirse, eminentemente de la vida humana, considerando los objetivos teraputicos de la doctrina. Esta observacin adquiere probablemente una re-levancia especial si se piensa en el rechazo epicreo a la concepcin teleolgica, puesto que es precisamente el orden de lo biolgico el que presenta las mejores pruebas en favor de la teleologa. La intencin fundamental del epicuresmo de concebir la vida animal como una libre y originaria iniciacin causal lo ha lleva-do probablemente a resistir todo encuadre que pudiese volver a inscribirla en un sistema de causas determinadas, aun si en este caso se tratase de causas finales. La vida es, si se quiere decirlo as, la evidencia de la contingencia en un mundo ordenado causalmente, pero que no suprime ese orden, sino que ms bien lo enri-quece, inducindonos a admitir otro tipo de causalidad distinta a la de la determi-nacin irrestricta.20

    Corresponde ahora que examinemos en qu consiste este otro tipo de causali-dad. Retornemos al tema de la gnesis de las cosas, examinando el comienzo del texto de Lucrecio sobre el FOLQDPHQ:

    cuando los cuerpos [los tomos] son llevados hacia abajo en lnea recta a tra-vs del vaco, en virtud de sus propios pesos, aquellos, en un tiempo bastante in-determinado (LQFHUWRWHPSRUHIHUPH) y en lugares indeterminados (LQFHUWLVTXHORFLV), se desvan un poco de su curso (VSDWLRGHSHOOHUHSDXOXP), justo lo suficiente para que se pueda decir que el movimiento ha cambiado (WDQWXPTXRGPRPHQPXWDWXPGLFHUHSRVVLV). Porque si ellos no tuvieran la costumbre de declinar, to-dos, como gotas de lluvia, caeran de arriba abajo a travs de la profundidad del vaco; ninguna colisin habra podido llegar a darse, ningn golpe habra podido producirse para los primeros principios: de modo que la naturaleza jams habra creado nada. (Lucr., II, 217-224.)

    En los trminos que presenta Lucrecio, las causas primordiales del movimien-to corpuscular son, pues, el peso y la declinacin, la cual, a su vez, es causa de las colisiones21 y, por medio de ellas, potencia creadora de los entes. Toda la ar-gumentacin aducida en la continuacin (II, 225-250) est destinada, precisa-mente, a defender esta tesis, en una forma que al menos parece haber sido tomada directamente del legado de Epicuro:

    20 Cf. Bollack (1976) p. 174-176.

    21 en las simientes tambin es necesario reconocer igualmente que hay otra causa del movi-

    miento adems de los choques y los pesos (Lucr., II, 284-286). Sin duda, el pasaje invita a enten-der que el FOLQDPHQes una WHUFHUDcausa del movimiento atmico, con lo cual concuerda la referen-cia de Cicern (itaque tertius quidam motus oritur extra pondus et plagam, cum declinat atomus in-tervallo minimo [], 'HIDWR, X, 22). La continuacin del poema de Lucrecio parece justificar la interpretacin que proponemos.

  • 6REUHHOclinamen

    13

    Pero el vaco no puede, en ninguna parte y en ningn tiempo, resistir a nin-guna cosa, sino que ms bien, tal como pide su naturaleza, contina cediendo lu-gar; por lo cual todos [los tomos] deben ser llevados por el tranquilo vaco con igual velocidad aunque sus pesos no sean iguales. Los ms pesados, entonces, no podrn caer nunca desde arriba sobre los ms livianos, ni por s mismos engen-drar los golpes que hagan cambiar los movimientos, por los cuales la naturaleza produce las cosas. (Lucr., II, 235-242.)

    Notoriamente, el comienzo citado nos sita en la escena primordial de la g-nesis: la declinacin atmica ocasiona los choques y, por su intermedio, la crea-cin de los cuerpos. Cules son los caracteres de la declinacin? En primer tr-mino, se distingue por una indeterminacin, una incertidumbre radical: su ocu-rrencia se da en un tiempo incierto, en un lugar incierto, es decir, no determinable D SULRUL, en virtud de una serie causal previa. Pero esta ocurrencia, aunque excep-cional, no viene a producirse simplemente D SRVWHULRUL, una vez inaugurada la se-cuencia necesaria de las causas (es decir, del movimiento). El FOLQDPHQ no puede concebirse simplemente como un suceso ulterior que viniese a modificar un esta-do anterior del universo, gobernado por la necesidad, introduciendo en l la no-necesidad, la contingencia. En efecto, si el FOLQDPHQ ha de ser responsable de los choques atmicos y, con ellos, de la generacin universal de los entes, es preciso concebirlo operando desde siempre en el universo y como una modulacin inse-parable de este siempre. El FOLQDPHQ no puede ser, pues, una causa segunda del movimiento de los tomos, como lo es la colisin, sino primaria, como el peso.

    En segundo trmino, se dice tambin que esta desviacin es mnima. Aten-damos nuevamente a Lucrecio: los tomos, en su cada, se desvan justo lo sufi-ciente para que se pueda decir que el movimiento ha cambiado (II, 220). Y ms adelante:

    por lo tanto, una y otra vez es preciso que los cuerpos [los tomos] se incli-nen un poco (SDXOXP LQFOLQDUH); pero apenas lo menos posible (QHFSOXVTXDPPLQLPXP), no sea cosa que parezca que imaginamos movimientos oblicuos, y la realidad lo refute. Pues esto lo vemos claro y manifiesto, que los cuerpos pesados no pueden, por s mismos, tomar una direccin oblicua cuando se precipitan des-de lo alto, hasta donde podemos discernir. Pero que no se desven absolutamente nada de la recta direccin de su curso, quin hay que pudiera discriminarlo? (Lucr., II, 243-250.)

    El pasaje es decisivo en dos sentidos. Primeramente, porque refiere el movi-miento en que consiste el FOLQDPHQ a la causa natural del peso atmico, que de-termina la direccin rectilnea (vertical) del tomo en el vaco. Luego, porque niega expresamente que el FOLQDPHQ pueda ser entendido como un movimiento o-blicuo, es decir, angular, y resulta hasta cierto punto sorprendente que una larga tradicin de comentarios hayan tendido a concebir la desviacin precisamente en

  • 3DEOR2\DU]XQ5REOHV(GXDUGR0ROLQD&DQWy

    14

    estos trminos. Ambas razones reafirman la conviccin de que hay una necesidad a la obra, indeleble, en la trayectoria atmica. Pero qu clase de movimiento sea es algo que, aparentemente, slo puede despejarse entendiendo qu tiene en men-te Lucrecio cuando sostiene que su magnitud es la menor posible.

    Por lo pronto, ha de sealarse que el mnimo de desviacin es el lmite a partir del cual es posible pensar una declinacin, es decir, una modificacin del movimiento rectilneo del tomo, sin que ella tenga que ser manifiesta a la sensa-cin ni pueda serlo, y de tal modo que no sea posible concebir una desviacin menor. No se trata, pues, de una desviacin infinitamente pequea, que pudiere hipotticamente concebirse como diferencia entre la menor desviacin y la au-sencia de desviacin (la desviacin cero). Esto es congruente con la idea de que el concepto de FOLQDPHQ no es una nocin matemtica, sino fsica. Sin em-bargo, ello no obsta para que exista una medida de este mnimo posible, una medida que debe ser, precisamente, fsica. La explicacin que ofrece Englert pa-rece convincente, sobre todo porque se esfuerza en guardar la mayor consistencia con la informacin disponible en las fuentes.22 Resumidamente, Englert afirma que el mnimo en cuestin es la unidad mnima de extensin, equivalente no al ta-mao de un tomo, sino al de una de sus partes. A este respecto, se recordar que la &DUWDD+HUyGRWR sienta la doctrina de que los tomos estn compuestos de partes mnimas (WD HMODYFLVWD, (S+GW., 59), que no pueden existir separada-mente, sino slo en el tomo, lo cual reitera Lucrecio al hablar de las PLQLPDHSDUWHV (I, 610 y II, 485). De acuerdo a esto, un tomo en FOLQDPHQ cambia su marcha exactamente en esa unidad mnima y en una mnima unidad de tiempo:

    Cuando la desviacin tiene lugar, el tomo, por una unidad mnima de tiem-po, deja de viajar en la direccin por la que va. En lugar de ello, se desplaza late-ralmente una unidad mnima. En este punto, aparentemente, retoma su movimien-to en la direccin a que previamente apuntaba en una senda paralela pero ligera-mente diferente.23

    Prevalece, pues, aqu tambin, lo que podramos llamar la lgica minimalista del epicuresmo. Esta lgica define, para todo lo que cabe denominar ente, el lmite a partir del cual este es pensable o bien sensible, y, en ltima instancia, el lmite mismo como posibilidad de pensar. (Es lo que vimos a propsito de la ve-locidad del tomo como velocidad del pensamiento.)

    El rgimen del universo epicreo no es, pues, simple, sino complejo: coexis-ten y coinciden en l la necesidad y la contingencia. Decimos que coexisten, pues tampoco cabra pensar el FOLQDPHQ como una suerte de nica incidencia del azar para explicar el surgimiento de los cuerpos, cual si un nico tomo, en un co-mienzo absoluto, se hubiese desviado provocando, por efecto de infinitas caram-

    22 Cf. Englert (1987) p. 22 ss.

    23 Cf. Englert (1987) , p. 23.

  • 6REUHHOclinamen

    15

    bolas, esa gestacin. Este s sera, indiscutiblemente, un expediente gratuito, un GLDEROXVH[PDFKLQD, que no limitara la necesidad, sino que slo le ofrecera un pretexto inicial. Por otra parte, no se trata de que en el principio haya sucedido este acontecimiento anmalo, pues sera ese un tiempo determinado; por lo de-ms, la expresin en el principio no puede tener un sentido temporal en un uni-verso eterno. El tiempo incierto y el lugar incierto, en razn de su misma in-determinacin, y en el contexto de un universo eterno, valen entonces virtual-mente para todo tiempo y para todo lugar, pero seguramente no en el sentido de que en todo tiempo y en todo lugar ocurra de hecho la declinacin (lo que entra-ara, para el tomo, la necesidad ineluctable de desviarse de la vertical, contra-riando, precisamente, la ndole contingente de tal suceso), sino que en todotiem-po y en todo lugar puede ocurrir tal desviacin.

    En consecuencia, puede afirmarse que el FOLQDPHQ instaura, en el origen y a partir del origen, el reino de la posibilidad en coexistencia y coincidencia con el reino de la necesidad. Pero, a este propsito, debe insistirse con fuerza en que el FOLQDPHQ no suprime la necesidad, ni es tampoco, en esencia, incompatible con ella. En otras palabras, un FOLQDPHQ, entendido como FDXVDSULQFHSVde un movi-miento, instaura una serie causal que est ligada internamente por la necesidad, y que slo puede ser interrumpida por otro FOLQDPHQ, pero slo para inaugurar a su vez una nueva serie. El FOLQDPHQ cumple, as, lo que podramos llamar una fun-cin de pivote en el acaecer del universo, de manera que la pluralidad de desvia-ciones se muestra como la multiplicidad de articulaciones de las series causa-les necesarias.

    Esto tiene, obviamente, una gran importancia en el plano tico: una decisin de actuar24 encierra analticamente la decisin de llevar a cabo la accin decidi-da, as como tambin la referencia a las consecuencias de dicha accin, referen-cia que puede ser diversa. Implica, por lo tanto, la responsabilidad, la rendicin de cuentas. Donde impera la necesidad omnmoda, no cabe pedir cuentas es lo que advierte Digenes de Enoanda ; slo es posible hacerlo donde est compro-metida una libre iniciativa. Se sigue de aqu que Epicuro no opone la necesidad fsica y la necesidad tica. Llevado, ms bien, por la conviccin de que efectiva-mente experimentamos esta ltima es decir, el fenmeno de la libertad , re-quiere presuponer algo de ella (la espontaneidad, la posibilidad) como carcter de lo que es; pero esto no trae consigo una suerte de eticizacin del universo, si-no una ampliacin del sentido mismo de lo fsico.25

    Lo que nosotros experimentamos y nombramos como voluntad libre, enton-ces, es aquella misma causalidad que est en el fundamento del llegar-a-ser de los

    24 Y precisamente es posible concebir el FOLQDPHQ como una decisin; no, ciertamente, en el sen-

    tido de la intencionalidad y la representacin de fines por parte de un sujeto, pero s en el sentido de la iniciativa y del conato, como sugieren los ejemplos de Lucrecio.

    25 Cf. Rodis-Lewis (1975) p. 301. Suponer en el nivel atmico las caractersticas esenciales del

    ser vivo es el origen del concepto de mnada, el que difcilmente puede rastrearse en Epicuro.

  • 3DEOR2\DU]XQ5REOHV(GXDUGR0ROLQD&DQWy

    16

    entes en su diversidad, aunque se trata de distintos niveles epistemolgicos. Es la misma productividad (la creatividad) de la naturaleza la que es pensada con la nocin del FOLQDPHQ, en tanto que la necesidad tiene una ndole reproducti-va conservadora, pues conserva el movimiento iniciado a partir de un FOLQDPHQ.Podramos decir, pues, que el FOLQDPHQ funciona como una suerte de causalidad potica o productiva de lo real, y que, en cuanto posibilidad y origen de la po-sibilidad, determina a lo real mismo como contingente.26

    4. BOSQUEJO CONCEPTUAL DE LA DOCTRINA

    Tratemos ahora de esbozar resumidamente la articulacin conceptual de la te-sis del FOLQDPHQ atendiendo a los desarrollos previos. Para ese fin, conviene que retornemos a los antecedentes del atomismo de los que arranca el pensamiento epicreo, de suerte que podamos reconocer el sentido terico esencial que posee la discrepancia expresada por dicha tesis y la innovacin que ella trae consigo.

    A partir de su inspiracin parmendea, el viejo atomismo haba intentado dar cuenta precisamente de aquello que para Parmnides subsista como hecho apo-rtico: el devenir. El estaticismo parmendeo, fundado en la separacin absoluta de ser y no ser, no daba lugar al devenir, cuya explicacin supona, inevitable-mente, dar crdito a una cierta forma de no ser. Leucipo y Demcrito entendieron que con la introduccin de dos realidades originarias, los tomos, que gozan de ser pleno y permanente, y el vaco, que es un cierto no ser, estaban en condicio-nes de dar cuenta del devenir. El precio que debieron pagar dicho ahora esto desde la perspectiva crtica del epicuresmo fue la aceptacin de un estaticismo de segundo nivel: la realidad del movimiento que garantizaba su concepcin que-d comprimida en la horma de la necesidad irrestricta.

    Para Epicuro, sin embargo, esta consecuencia resultaba intolerable, ante todo porque no poda ser compatibilizada con la evidencia de la pluralidad inagotable de la naturaleza que ensea la experiencia sensorial y porque exclua (bajo la im-plicacin de la HL-PDUPHYQK a partir de la DMQDYJNK) la posibilidad de prestar con-sistencia a la configuracin tica de la vida, al aplastar bajo el aparato frreo de la causalidad mecnica todo germen de libertad. En su comprensin que a este propsito tiene que ser estimada radicalmente original en el contexto de la filoso-fa griega , ambas cosas, la pluralidad y la libertad, son los rasgos que definen al devenir en cuanto devenir, es decir, los dos rasgos que exigen la elaboracin de un concepto irreducible del devenir.

    26 A propsito de la indeterminacin introducida por el FOLQDPHQ, Conche recuerda acertada-

    mente la QDWXUDFUHDWUL[ de Lucrecio (I, 629; II, 1116; V, 1362), que jams se ve absolutamente en-cerrada en sus propias creaciones y que permanece libre incluso respecto a todo lo que ha producido (cf. Conche [1996] p. 58; [1987] p. 84).

  • 6REUHHOclinamen

    17

    El concepto de FOLQDPHQ ofrece entonces, de un golpe, la brillante solucin para las dos aporas fundamentales del viejo atomismo: la gnesis de pluralidad de las cosas y la realidad de la libertad.27

    Bajo la nocin de FOLQDPHQ el epicuresmo concibe el devenir, la movilidad de todo lo que es, en trminos de puro acontecer, contingente en su fundamento pero necesario en su desarrollo inmanente. Lo muestra su ndice esencial que Lucrecio formula con toda nitidez, como hemos visto , la indeterminacin:

    cuando los tomos son llevados hacia abajo en lnea recta a travs del vaco, en virtud de sus propios pesos, aquellos, en un tiempo bastante indeterminado y en lugares indeterminados se desvan mnimamente de su curso. (Lucr., II, 217-219.)

    Precisamente, el acontecimiento (HYHQWXP) caracterizado por el FOLQDPHQ no es datable ni localizable en el sentido de que no es un mero suceso inserto en u-na cadena de sucesos, que slo contribuye a su conexin interna, sino que a partir de l es recin posible una datacin y una localizacin determinadas. Ex-presado cosmolgicamente: el acontecimiento es la inauguracin de una nueva serie (causal y necesaria). De esta misma manera lo dice Lucrecio, poniendo n-fasis en la ruptura que supone el FOLQDPHQ: la declinacin da inicio a un movi-miento que rompe las leyes del destino, impidiendo la sucesin infinita de las causas (cf. II, 253-255).

    Con el FOLQDPHQ, entendido como concepto de este acontecer, se produce un cambio decisivo en la perspectiva ontolgica bajo la cual se considera el devenir. La misma idea de indeterminacin28 suministra la clave para la comprensin del estatuto ontolgico del FOLQDPHQ. Este no slo no es un suceso inscrito en una se-rie dada, sino que tampoco es un hecho. Esto est en directa relacin con el

    27 La exgesis que ofrecemos intenta atenerse a lo que estimamos es la determinacin propia del

    pensamiento epicreo, sin perjuicio del hecho de que en ella convergen elementos de diversa proce-dencia y, en particular, aquellos que estn implicados en la poderosa crtica que Aristteles dirigi contra las tesis de los viejos atomistas. Walter C. Englert (1987) arguye de manera muy convincente que la doctrina de la SDUHYJNOLVLa debe ser comprendida precisamente como una toma de posicin frente a la crtica hecha por Aristteles, y que Epicuro acoge positivamente los argumentos de esa crtica y de la misma concepcin aristotlica del movimiento de los cuerpos en general y del movi-miento de los cuerpos vivientes en particular, con la distincin entre movimientos naturales y forza-dos. As, por un lado, se tendra que reconocer la recepcin por parte de Epicuro, de la idea aristot-lica del movimiento accidental de los cuerpos y, por otro, la de la accin voluntaria (WRH-NRXYVLRQ). Cf. Englert (1987) caps. II y VI. Cf. tambin Diano (1974) p. 210 ss., que pone en relacin la decli-nacin sin causa con la doctrina aristotlica del accidente.

    28 Sobre el indeterminismo en Epicuro, cf. Atanassivitch (p. 68): Epicuro ha introducido el in-

    determinismo en todos los dominios de la filosofa, en fsica y en moral, as como en lgica. Sin embargo, es claro que no se trata de un indeterminismo simple, porque el movimiento espontneo de los tomos encuentra un lmite en las leyes de sus combinaciones, como aclara Atanassivitch (p. 69 s.), retomando la clsica interpretacin de Guyau.

  • 3DEOR2\DU]XQ5REOHV(GXDUGR0ROLQD&DQWy

    18

    sentido que el FOLQDPHQ tiene para la generacin de las cosas de la naturaleza. Tal como fue dicho, no se trata de postular la desviacin de un tomo en el origen del universo para dar lugar, en virtud de infinitos choques, a la multiplicidad de los encuentros corpusculares. Esta suposicin, aparte de ser radicalmente proble-mtica, reinstalara la fatalidad que la misma nocin de FOLQDPHQ quiere conjurar. Tampoco se trata de la ocurrencia insidiosa del FOLQDPHQ en todo tiempo y en todo lugar, por la razn opuesta: la nocin no est destinada a abolir la necesi-dad y representar un universo gobernado por un azar tan inextricable como los IRHGHUDIDWL El FOLQDPHQ no determina ni el origen del universo ni la regla de su acaecer en trminos efectivos: no concierne, pues, a la efectividad de lo real. En virtud de su indeterminacin esencial el FOLQDPHQ es indeterminado en s mismo y no meramente en relacin a nuestras limitaciones cognoscitivas , el PRGXVontolgico del FOLQDPHQ es el de la posibilidad: precisamente la posibi-lidad del devenir-mundo. En este sentido, la pregunta a la que responde esta no-cin podra formularse en los siguientes trminos: cmo es posible que devenga, que llegue a ser un mundo?

    En cuanto al devenir-mundo, el FOLQDPHQ tiene, pues, dos expresiones. En el orden fsico se expresa como azar, como contingencia. Esta idea responde a la comprensin epicrea del mundo como imperfecto.29 El devenir-mundo est con-dicionado por un movimiento azaroso, cuyo carcter no estriba, ciertamente, en la ruptura actual de la causalidad, sino en la posibilidad vigente en todo momento de tal ruptura. (Que debamos asumir tal posibilidad da prueba, preci-samente, de la imperfeccin de la naturaleza.) sta, a su vez, no implica la inter-polacin de un principio de incertidumbre en la realidad, sino la concepcin del movimiento propio de la naturaleza, de la QDWXUDFUHDWUL[, que procede por ensa-yos y tentativas en la gestacin de sus criaturas, carente de todo plan teleolgi-co.30

    Tal es, segn la expresin de Diano, la

    ley de la cosmogona, la ley de todo devenir, y tambin por tanto del devenir humano: el orden nace del desorden; la necesidad racional, del acaso, y esto pre-cisamente es el progreso.31

    29 Citemos el testimonio de Lucrecio: Pues aun si ignorara yo cules son los elementos primor-

    diales de las cosas, me atrevera, no obstante, a afirmar a partir del funcionamiento mismo del cielo y a confirmar por muchas otras cosas, que la naturaleza del mundo de ningn modo ha sido creada por gracia divina para nosotros: tantos son los defectos de que est provisto (Lucr., II, 177-181, cf. tam-bin V, 195-199).

    30 Esta es la concepcin del azar en el epicuresmo. Conche menciona, al respecto, tres sentidos

    en que el azar se presenta en esta doctrina: 1) el azar como ausencia de fin, 2) el azar como ausencia de conexin preestablecida entre los tomos, y 3) el azar como contingencia espacio-temporal. Cf. Conche (1996) p. 56-59; vase tambin (1987) p. 86 s.

    31 Cf. Diano (1974) p. 233.

  • 6REUHHOclinamen

    19

    Hay, pues, tambin una segunda expresin ejemplar del FOLQDPHQ. En efecto, en el mundo hay un tipo de materia que tiene una relacin originaria con el acon-tecer y la posibilidad: es la materia viva, y, ms precisamente, la vida animal, que tiene en s el principio de la inauguracin de nuevas series causales a partir del afecto de su propia presencia.32 En este sentido, puede decirse que la vida no a-caece meramente como un hecho cualquiera, sino que, a partir de s misma, acon-tece de una manera especial, esto es, autodeterminada. Esa relacin originaria se llama libertad.33

    La diferencia que ella tiene con el puro azar estriba en que, en el ser vivo, la propia presencia est inscrita en l mismo, como noticia de algo que, en tal medi-da, se constituye en la finalidad (inmanente) de esta clase de ser; tal es la relacin peculiar de la PHQV y la YROXQWDV en el hombre. Recordemos el importante pasaje de Lucrecio: cambiamos la direccin (GHFOLQDPXV) [...] precisamente adonde la mente nos ha llevado (XELLSVDWXOLWPHQV) (II, 259-260). En efecto, hay un acto de la mente, de la HMSLEROKWKa GLDQRLYDa, que discrimina los simulacros por los que ella misma se ve afectada en la sensacin. El acto de la voluntad depende, pues, en cierto modo, del acto de la mente. Sin embargo, este acto de la mente es tambin espontneo, pues de otro modo se introducira nuevamente la necesidad fatal en todo el proceso. Se trata de un crculo vicioso?

    Para resolver esto es preciso recordar los versos inmediatamente anteriores de Lucrecio: la voluntad, [...] por la que cada uno de nosotros va adonde lo condu-ce el placer (SHUTXDPSURJHGLPXUTXRGXFLWTXHPTXHYROXSWDV) (II, 257-258). El placer es, en el complejo sensacin-afeccin, la pasin en virtud de la cual a-firmamos nuestra propia presencia en relacin a las presencias externas, y a partir de la cual estamos en condiciones de determinar dicha presencia. As, el acto de la voluntad est guiado por el propio placer de cada uno, no menos que por la mente que es capaz de discriminar entre los placeres que se presentan. En efecto, es doctrina principal de la &DUWDD0HQHFHR (129-130) que el placer es connatu-ral al hombre, pero que no todo placer debe ser elegido. Y es en este punto donde la mente hace operar sus propios criterios sobre las ventajas y los daos que pue-den conllevar los diferentes placeres. La voluntad, por su parte, persigue natural-mente el placer y huye del dolor. Pero si estos actos son naturales y necesarios,

    32 Cf. el extenso anlisis de la psicologa epicrea realizado por Diano (1974) p. 129-280, esp.

    253-280. 33

    La tesis que planteamos parece estar en consonancia con lo que, segn Epicuro, mantiene el sabio:

  • 3DEOR2\DU]XQ5REOHV(GXDUGR0ROLQD&DQWy

    20

    cundo es libre la voluntad? Dicho de otro modo, cundo declina? Slo cuando hay una mente o nimo que la gua, la que, por tanto, declina eminente-mente.

    La voluntad presupone el pensamiento, entonces. Pero el pensamiento, si de-clina, si rompe la necesidad, si no est meramente determinado por los conoci-mientos anteriores, ha de ser a su vez el pensamiento de lo posible. Slo as pue-de guiar a la voluntad y hacer de esta una voluntad libre. El pensamiento declina, piensa, por decirlo as, la variante posible ms o menos adecuada a sus criterios, y entonces declina tambin la voluntad y con ella el resto del cuerpo (cf. Lucr. II, 261-271). He aqu lo que podramos llamar la eticidad esencial del ser humano y la manifestacin del devenir-mundo en cuanto mundo propiamente humano. Es esta eticidad que requiere de un trabajo continuo de pensamiento y de prctica para que la libertad sea conquistada plenamente por el sabio la que est en el fundamento de la condicin humana: del temor a la muerte y de la vana opinin, pero a la vez de la posibilidad para una asuncin placentera de la totalidad de la vida.34

    Declinacin del pensamiento (y de la voluntad) y declinacin del tomo se-ran, pues, las dos expresiones, en niveles epistemolgicos distintos, de una mis-ma realidad ontolgica. Por eso la doctrina del FOLQDPHQ no nos parece destinada simplemente a mostrar que hay algo as como una voluntad libre (eso lo muestra la experiencia), demostracin que luego tendra que ser ensamblada con la fsica. La doctrina apunta ante todo podemos decir en conclusin a explicar la gne-sis de la posibilidad en el mundo, desde los tomos hasta los seres animados, re-conociendo a la vez la diferencia entre el libre movimiento de las partculas at-micas, nivel que no nos es manifiesto, y la libre determinacin de los seres vivos, que podemos experimentar en nosotros mismos.35

    8QLYHUVLGDGGH&KLOH3RQWLILFLD8QLYHUVLGDG&DWyOLFDGH&KLOH8QLYHUVLGDG&DWyOLFDGH9DOSDUDtVR

    6DQWLDJRGH&KLOH

    3RQWLILFLD8QLYHUVLGDG&DWyOLFDGH&KLOH6DQWLDJRGH&KLOH

    34 Hemos discutido ms extensamente este asunto en Oyarzun (1999) y Molina Cant (1998).

    35 Agradecemos las valiosas sugerencias del consultor annimo que revis este artculo.

  • 6REUHHOclinamen

    21

    REFERENCIAS

    Atanassivitch, X., /DWRPLVPHGeSLFXUH, Paris, sin fecha. Bailey, C. (1926), (SLFXUXV7KHH[WDQWUHPDLQV, Oxford. Bailey, C. (1947), 7LWL/XFUHWL&DUL'HUHUXPQDWXUDOLEULVH[; edited with

    prolegomena, critical apparatus, translation and commentary, Oxford. Bignone, E. (1920), (SLFXUR. 2SHUHIUDPPHQWLWHVWLPRQLDQ]HVXOODVXDYLWD, Ba-

    ri. Bignone, E. (1940), La dottrina epicurea del clinamen, $WHQHH5RPD 8: 159-

    198 Bollack, M. (1976), 0RPHQPXWDWXP. La dviation et le plaisir, Lucrce II, 184-

    293; avec un appendice de Jean et Mayotte Bollack et Heinz Wismann: His-toire dun problme, &DKLHUVGHSKLORORJLH 1 (eWXGHVVXUOpSLFXULVPHDQWLTXH): 163-201.

    Conche, M. (1996), /XFUqFHHWOH[SpULHQFH, 4a ed., Treffort. Conche, M. (1987), eSLFXUH. /HWWUHVHWPD[LPHV; texte tabli et traduit avec une

    introduction et des notes, Paris. Diano, C. (1974), 6FULWWLHSLFXUHL, Firenze. Echeverra, J. (1997), $SUHQGHUDILORVRIDUSUHJXQWDQGR&RQ3ODWyQ(SLFXUR

    'HVFDUWHV, Barcelona. Englert, W. G. (1987), (SLFXUXVRQWKHVZHUYHDQGYROXQWDU\DFWLRQ, Atlanta Molina Cant, E. (1998), Sobre el temor a la muerte en Epicuro y Lucrecio,

    5HYLVWDGH)LORVRItD LI-LII (Santiago de Chile): 111-129 Oyarzun, P. (1999), Hora de la filosofa, hora de la felicidad. El motivo de la

    temporalidad en la &DUWDD0HQHFHR, 5HYLVWDGH)LORVRItDLIII-LIV (Santiago de Chile): 77-104

    Purinton, J. (1999). Epicurus on free volition and the atomic swerve, 3KURQHVLV$-RXUQDOIRU$QFLHQW3KLORVRSK\ XLIV (4): 253-299.

    Rodis-Lewis, G. (1975), eSLFXUHHWVRQpFROH, Paris. Sedley, D. (1976). Epicurus and the mathematicians of Cyzicus, &URQDFKH(U

    FRODQHVL 6: 23-54 Usener, H. (1887). (SLFXUHD, Stuttgart 1966 (reimpr.). Usener, H. (1977). *ORVVDULXP(SLFXUHXP, Roma.