El Cirujano

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El cirujano —Ha evolucionado usted extraordinariamente bien — dijo Robert Sandy al sentarse detrás del escritorio —. Su mejoría ha sido formidable. No creo que sea necesario que vuelva a verme. El paciente terminó de vestirse. —¿Puedo hablar con usted un momento más, por favor? —le preguntó al cirujano. —Desde luego que sí —dijo Robert Sandy—. Siéntese. El hombre tomó asiento enfrente del cirujano y se inclinó hacia delante, apoyando las manos, con las palmas hacia abajo, sobre el escritorio. —Supongo que se sigue negando a aceptar honorarios... —dijo. —Jamás los he aceptado y no pienso cambiar mis costumbres a estas alturas de mi vida —respondió amablemente Robert Sandy—. Trabajo exclusivamente para el Servicio Nacional de Salud y cobro un sueldo muy adecuado. Robert Sandy era licenciado en Medicina, doctor en Cirugía y miembro del Real Colegio de Cirujanos. Llevaba dieciocho años trabajando en el hospital Radcliffe Infirmary de Oxford, tenía cincuenta y dos años, estaba casado y tenía tres hijos mayores. A diferencia de muchos de sus compañeros médicos, no anhelaba la fama y la riqueza. En el fondo era un hombre sencillo que se dedicaba enteramente a su profesión. Hacía siete semanas que su paciente, un estudiante de la universidad, había sido ingresado en urgencias después de un grave accidente en la carretera de Banbury, no muy lejos del hospital. Tenía heridas considerables en la zona del abdomen y había perdido el conocimiento. Cuando llegó la llamada de

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El cirujanoHa evolucionado usted extraordinariamente bien dijo Robert Sandy al sentarse detrs del escritorio. Su mejora ha sido formidable. No creo que sea necesario que vuelva a verme.El paciente termin de vestirse.Puedo hablar con usted un momento ms, por favor? le pregunt al cirujano.Desde luego que s dijo Robert Sandy. Sintese.El hombre tom asiento enfrente del cirujano y se inclin hacia delante, apoyando las manos, con las palmas hacia abajo, sobre el escritorio.Supongo que se sigue negando a aceptar honorarios... dijo.Jams los he aceptado y no pienso cambiar mis costumbres a estas alturas de mi vida respondi amablemente Robert Sandy. Trabajo exclusivamente para el Servicio Nacional de Salud y cobro un sueldo muy adecuado.Robert Sandy era licenciado en Medicina, doctor en Ciruga y miembro del Real Colegio de Cirujanos. Llevaba dieciocho aos trabajando en el hospital Radcliffe Infirmary de Oxford, tena cincuenta y dos aos, estaba casado y tena tres hijos mayores. A diferencia de muchos de sus compaeros mdicos, no anhelaba la fama y la riqueza. En el fondo era un hombre sencillo que se dedicaba enteramente a su profesin.Haca siete semanas que su paciente, un estudiante de la universidad, haba sido ingresado en urgencias despus de un grave accidente en la carretera de Banbury, no muy lejos del hospital. Tena heridas considerables en la zona del abdomen y haba perdido el conocimiento. Cuando lleg la llamada de urgencias preguntando por un cirujano de emergencia, Robert Sandy se encontraba en su oficina tomndose una taza de t tras una maana bastante atareada que haba incluido una vescula biliar, una prstata y una colostoma total. Sin embargo, las circunstancias determinaron que en ese momento no hubiera otro cirujano disponible. Tras tomar un ltimo sorbito de t, se traslad inmediatamente al quirfano y se lav de nuevo las manos.Despus de tres horas y media en la mesa de operaciones, el paciente segua vivo y Robert Sandy haba hecho todo lo posible para salvarle la vida. Al da siguiente, el cirujano se qued sorprendido al observar que el paciente pareca sobrevivir. Adems, estaba consciente y hablaba coherentemente. En ese momento, un da despus de la operacin, Robert Sandy se dio cuenta por fin de que la persona a la que haba tenido en sus manos era alguien importante. Tres caballeros distinguidos de la Embajada de Arabia Saud, entre ellos el mismsimo embajador, llegaron al hospital y lo primero que pretendieron hacer fue llamar a todo tipo de cirujanos famosos del hospital Harley Street para supervisar el caso. El paciente, rodeado de botellas a ambos lados de la cama y conectado a ellas mediante un gran nmero de tubos que le salan de varias partes del cuerpo, neg con la cabeza y dijo algo en rabe al embajador.Dice que quiere que le trate slo usted comunic el embajador a Robert Sandy.No hay inconveniente si ustedes desean consultar a otro especialista contest Robert Sandy.No si l no quiere dijo el embajador. Dice que usted le ha salvado la vida y que confa plenamente en usted. Nosotros respetamos sus deseos.Despus el embajador revel a Robert Sandy que el paciente no era otro que un prncipe de sangre real. En otras palabras, que era uno de los muchos hijos del actual rey de Arabia Saud.Pocos das despus, cuando el prncipe ya estaba fuera de peligro, la Embajada intent una vez ms convencerle para que cambiase de opinin. Pretenda que se trasladase a un hospital mucho ms lujoso que trataba exclusivamente a pacientes privados, pero el prncipe se mantuvo firme.Me quedar aqu dijo, con el cirujano que me ha salvado la vida.A Robert Sandy le conmova la confianza que el paciente depositaba en l y durante las largas semanas de recuperacin hizo lo posible para que esa confianza no fuera vana.Y ahora, en la consulta, el prncipe le segua insistiendo.Me gustara que usted me permitiese recompensarle por todo lo que ha hecho por m, seor Sandy.El joven llevaba tres aos estudiando en Oxford y saba perfectamente que en Inglaterra uno se dirige a un cirujano llamndole seor y no doctor.Por favor, seor Sandy, permtame pagarle.Lo siento mucho contest Robert Sandy negando con la cabeza, pero debo insistir en que no puedo aceptar ninguna recompensa. Es una regla personal por mi parte y no voy a hacer ninguna excepcin.Venga, por favor, me ha salvado la vida insisti el prncipe golpeando el escritorio con las palmas de las manos.He hecho exactamente lo que cualquier otro cirujano competente habra hecho en mi lugar dijo Robert Sandy.De acuerdo, seor Sandy asinti el prncipe retirando las manos de la mesa para unirlas en su regazo, pero supongo que aunque no acepte los honorarios, no hay inconveniente en que mi padre le ofrezca un pequeo regalo para demostrar su agradecimiento.Robert Sandy se encogi de hombros. Muchos pacientes agradecidos le haban dado una caja de whisky o una docena de botellas de vino y l haba aceptado estos regalos con gratitud. Nunca contaba con ellos, pero siempre los reciba con mucho gusto. Era una manera agradable de dar las gracias.El prncipe sac del bolsillo de su chaqueta una pequea bolsa de terciopelo negro y la dej frente al cirujano encima del escritorio.Mi padre dijo me pidi que le dijera que se siente muy en deuda con usted por todo lo que ha hecho por m. Y me dijo que, independientemente de si aceptaba los honorarios o no, no me fuese de aqu sin que usted recibiera este pequeo regalo.Robert Sandy mir con desconfianza la bolsita negra sin hacer ademn alguno de abrirla.Mi padre aadi el prncipe me encarg adems que le comunicara que a sus ojos mi vida no tiene precio y que no hay objeto en el mundo que pueda recompensarle adecuadamente por haberla salvado. Esto no es ms que..., cmo puedo llamarlo..., un pequeo obsequio por su prximo cumpleaos. Eso, un regalo de cumpleaos.Su padre no debera darme nada dijo Robert Sandy.Por favor, bralo dijo el prncipe.El cirujano levant la bolsa de manera muy cautelosa y desat el fino hilo de seda que la mantena cerrada. Cuando le dio la vuelta, estall un rayo de luz brillante mientras un pequeo objeto blanco como la nieve caa sobre la lisa superficie de madera del escritorio. Era una piedra del tamao de una almendra o tal vez un poco mayor, de aproximadamente dos centmetros de largo y en forma de pera, con una punta muy aguda en uno de los extremos. Sus mltiples facetas brillaban y centelleaban en un destello maravilloso.Dios mo exclam Robert Sandy mirndolo sin tocarlo. Qu es esto?Es un diamante respondi el prncipe. Blanco y puro. No es excepcionalmente grande, pero tiene un color muy bueno.No puedo aceptar un regalo as dijo Robert Sandy. No estara bien. Debe de ser muy valioso.Debo decirle algo, seor Sandy dijo el prncipe sonriendo. Nadie rechaza un regalo del rey. Sera un insulto impensable. Jams se ha hecho.Robert Sandy mir al prncipe.Vaya, vaya replic el cirujano, me lo est haciendo difcil, verdad?No es difcil en absoluto insisti el prncipe. Acptelo sin ms.Por qu no lo dan al hospital?Ya hemos hecho una donacin al hospital dijo el prncipe. Acptelo, por favor, no slo por mi padre, tambin por m.Es usted muy amable agradeci Robert Sandy. De acuerdo, pues. Pero la verdad es que me siento muy avergonzado.Levant el diamante y lo apoy sobre la palma de su otra mano.Jams hemos tenido un diamante en mi familia continu el cirujano. Dios mo, es verdaderamente hermoso, no cree? Por favor, comunquele mi ms profundo agradecimiento a su majestad y dgale que siempre cuidar de este tesoro.En realidad, no tiene por qu quedrselo dijo el prncipe. Mi padre no se sentira ofendido de ninguna manera si usted quisiera venderlo. Nunca se sabe, tal vez algn da necesite un dinero extra.A decir verdad, no creo que lo venda dijo Robert Sandy. Es demasiado precioso. Tal vez lo convierta en un colgante para mi esposa.Qu buena idea dijo el prncipe al levantarse de la silla. Y por favor, recuerde lo que le he dicho antes. Usted y su mujer estn invitados a visitar mi pas cuando quieran. Mi padre se sentira muy feliz de recibirlos a los dos.Es muy amable de su parte dijo Robert Sandy. No lo voy a olvidar.Cuando el prncipe sali de la consulta, Robert Sandy tom de nuevo el diamante en su mano y lo examin con fascinacin. Su belleza era deslumbrante y sobrecogedora. Mientras lo mova de un lado a otro en la palma de su mano, las facetas reflejaban una por una la luz que entraba por la ventana y brillaban en azules, rosas y dorados. Mir el reloj. Eran las tres y diez. Se le ocurri una idea. Descolg el telfono y pregunt a su secretaria si quedaba algo urgente que hacer durante el resto de la tarde. Si no, le adelant, pensaba salir temprano.Nada que no pueda esperar hasta el lunes le respondi la secretaria intuyendo que por una vez ese hombre tan trabajador tena una razn especial para marcharse antes.Tengo un par de cosas personales que me gustara hacer hoy.Entonces, vyase tranquilo, seor Sandy dijo ella. Intente descansar un poco. Le ver el lunes.En el aparcamiento del hospital, Robert Sandy quit el candado de su bicicleta, mont en ella y sali a la carretera de Woodstock. Segua utilizando la bicicleta para ir al trabajo todos los das, siempre que el tiempo lo permitiese. De esa manera, l se mantena en forma y su mujer poda utilizar el coche. No tena nada de extrao. La mitad de la poblacin de Oxford iba en bicicleta. Se meti por la carretera de Woodstock en direccin a la calle The High. El nico joyero bueno de la ciudad se llamaba H. F. Gold y tena su tienda en The High, en la acera de la derecha. Encima del escaparate haba un cartel con su nombre y la mayora de la gente saba que la H significaba Harry. Harry Gold llevaba mucho tiempo en esa tienda, pero Robert slo haba entrado una vez, haca aos, para comprarle una pulsera a su hija como regalo de confirmacin.Dej la bicicleta en la acera y entr. Haba una mujer detrs del mostrador que le pregunt en qu poda servirle.Est el seor Gold? pregunt Robert Sandy.S, seor.Me gustara verle por un asunto privado. Sern slo unos minutos, si fuera tan amable. Mi nombre es Sandy.Un momento, por favor dijo la mujer, y desapareci por una puerta en la parte trasera. A los treinta segundos volvi. Pase por aqu, por favor.Robert Sandy sigui sus instrucciones y entr en una oficina grande y desordenada. Vio a un hombre mayor de baja estatura sentado detrs de un escritorio grande. Tena una perilla canosa y llevaba gafas de acero. Al acercarse Robert, el hombre se levant de su silla.Seor Gold, mi nombre es Robert Sandy. Soy cirujano en el hospital Radcliffe. Me preguntaba si usted podra ayudarme.Har lo que pueda, seor Sandy. Sintese, por favor.Bueno, es una historia extraa coment Robert Sandy. Ver, hace poco tiempo oper a un prncipe saud. Est en el tercer curso de la facultad y tuvo un accidente grave con el coche. Y ahora me acaba de regalar, o mejor dicho, su padre me acaba de regalar un diamante precioso.Dios mo dijo el seor Gold. Qu emocionante!Al principio me he negado a aceptarlo, pero debo reconocer que prcticamente me ha obligado a quedrmelo.Y le gustara que yo le echara una ojeada?S, seor. Ver, no tengo ni la menor idea de si puede valer quinientas libras o cinco mil y creo que es razonable que sepa el valor al menos aproximadamente.Desde luego que s dijo el seor Gold. Ser un placer ayudarle. Los mdicos del Radcliffe me han ayudado mucho a m a lo largo de los aos.Robert Sandy sac la bolsita negra del bolsillo y la dej sobre el escritorio. Harry Gold la abri y se ech el diamante en la mano. Al caer la piedra sobre la palma de su mano, hubo un instante en el que el seor mayor pareci quedarse totalmente rgido. Su cuerpo entero se qued inmvil mientras miraba el objeto brillante y reluciente que tena delante. Luego se levant muy despacio. Se acerc a la ventana y mir la piedra a la luz del da. Le dio vueltas entre sus dedos. No pronunci ni una palabra. La expresin de su cara no cambi. Con el diamante an entre los dedos, volvi al escritorio y sac de uno de los cajones una nica hoja de papel blanco. La dobl una vez y meti el diamante en el pliegue. Despus se acerc de nuevo a la ventana y mir el diamante apoyado en la hoja durante un minuto entero.Estoy mirando el color dijo por fin. Es lo primero que se hace. Siempre se hace contra un fondo de papel blanco y es preferible que la luz sea de norte.Esta luz es de norte?S que lo es. Esta piedra tiene un color precioso, seor Sandy. El mejor color D que he visto nunca. En la profesin, la mejor calidad del color blanco se denomina D. En algunos lugares lo llaman Ro, especialmente en Escandinavia. Un aficionado lo llamara blanco azulado.A m no me parece azulado en absoluto dijo Robert Sandy.El blanco ms puro siempre contiene una pizca de azul dijo Harry Gold. Por esa razn metan antes un poco de pigmento azul en el agua de lavar, as la ropa sala ms blanca.Es verdad.Harry Gold volvi al escritorio y sac una gruesa lupa de otro cajn.Esta lupa es de diez aumentos explic. Me permite ver si la piedra tiene imperfecciones.Una vez ms se acerc a la ventana y se puso a examinar con detenimiento el diamante, con la hoja y el diamante en una mano y la lupa de diez aumentos en la otra. El examen dur aproximadamente cuatro minutos. Robert Sandy se qued observando al joyero en silencio.Por lo que yo puedo ver dijo Harry Gold, esta piedra no tiene ningn defecto. Es realmente una piedra extraordinaria. La calidad es excelente y el tallado es perfecto, aunque no muy moderno.Cuntas facetas puede tener un diamante as ms o menos? pregunt Robert Sandy.Cincuenta y ocho.Quiere decir que lo sabe con exactitud?Eso es.Dios mo. Entonces, cunto puede valer aproximadamente?Un diamante como ste dijo Harry Gold pasndolo de la hoja de papel a su mano, una piedra de color D de este tamao y esta transparencia se vendera en el mercado por una cifra que oscila entre los veinticinco y los treinta mil dlares por quilate. En una tienda, costara el doble. Hasta sesenta mil dlares por quilate en el mercado al por menor.Cielo Santo! exclam Robert Sandy ponindose de pie de un salto. Las palabras del joyero parecan haberle levantado de la silla de golpe. La noticia le dej aturdido.Y ahora nos queda pesarlo para ver cuntos quilates tiene exactamente dijo Harry Gold acercndose a una balda en la que haba un pequeo aparato metlico. Esto no es ms que una balanza electrnica.Abri una puerta de cristal y meti el diamante dentro. Movi unos cuantos mandos y botones y ley el resultado en una pequea pantalla.Son quince quilates con veintisiete dijo, as que, por si le interesa, la piedra vale aproximadamente medio milln de dlares en el mercado y ms de un milln de dlares si lo comprara en una tienda.Me est poniendo nervioso dijo Robert Sandy con una risa nerviosa.Si fuera mo dijo Harry Gold, tambin me pondra nervioso. Sintese, seor Sandy, por si se desmaya.Robert Sandy se sent.Harry Gold tard en tomar de nuevo su asiento al otro lado del gran escritorio.sta es una ocasin muy especial, seor Sandy dijo el joyero. Pocas veces tengo el placer de darle a alguien una sorpresa tan inesperada y maravillosa. Creo que estoy disfrutndola ms que usted.Estoy demasiado sorprendido como para disfrutarla realmente dijo Robert Sandy. Permtame un minuto o dos para recuperarme.Por otro lado, de un rey saud no se puede esperar menos dijo Harry Gold. Le salv usted la vida al prncipe?Supongo que s.Ah, bueno, eso lo explica todo.Harry Gold coloc el diamante de nuevo encima de la hoja de papel que estaba sobre el escritorio y se qued mirndolo con los ojos de un hombre que aprecia lo que ve.Me imagino que esta piedra procede del tesoro del antiguo rey Ibn Sad de Arabia. Si realmente es as, esta piedra es totalmente desconocida entre los profesionales, por lo que su atractivo aumenta an ms. Lo va a vender?Dios mo, todava no s lo que voy a hacer con l dijo Robert Sandy. Estoy tan sorprendido y confuso...Me permite un consejo?S, por favor.Si al final decide venderlo, llvelo a una subasta. Una piedra desconocida como sta llamara mucho la atencin y seguramente los ricos compradores particulares intentaran pujar contra los comerciantes. Si adems usted fuera capaz de revelar el origen del diamante, contndoles que proviene de la familia real saud, el precio batira todos los rcords.Ha sido usted muy amable conmigo dijo Robert Sandy. Si decido venderlo, volver aqu para pedirle consejo. Pero dgame una cosa, es verdad que un diamante vale el doble en una tienda comparado con el precio del mercado?No debera decrselo dijo Harry Gold, pero me temo que s.Es decir, si se compra un diamante, digamos en Bond Street o en cualquier joyera, en realidad se est pagando el doble de su valor verdadero?Pues s, ms o menos. Ms de una joven dama se ha llevado una sorpresa desagradable en el momento de intentar vender las joyas que algn caballero le haba regalado.As que los diamantes no son los mejores amigos de una chica?Bueno, siguen siendo muy buenos amigos aclar Harry Gold, como usted acaba de descubrir. Pero en general no suelen ser una buena inversin para un aficionado.De nuevo en la calle, Robert Sandy se mont en su bicicleta y se dirigi a casa. Se senta totalmente mareado. Tena la sensacin de haberse bebido una botella de buen vino l solo. All estaba, el viejo y formal Robert Sandy, conocido por su serenidad y sensatez, conduciendo su bicicleta por las calles de Oxford con ms de medio milln de dlares en el bolsillo de su vieja chaqueta detweed.Era una locura. Pero era la realidad.Lleg a su casa en Acacia Road a las cuatro y media y dej la bicicleta en el garaje al lado del coche. De repente se dio cuenta de que estaba corriendo por el estrecho camino de hormign que llevaba a la puerta principal.Vale ya! se dijo a s mismo en voz alta, parando en seco. Debera tranquilizarme. Quiero que Betty disfrute de la noticia. Debera decrselo poco a poco.Pero en realidad se estaba muriendo por contrselo a su preciosa mujer y observar su cara mientras le contaba toda la historia de aquella tarde. La encontr en la cocina metiendo unos tarros de mermelada casera en una cesta.Robert! grit su mujer con alegra al verle. Qu bien que llegues tan pronto!Robert Sandy la bes.S que es pronto, no es cierto?No te habrs olvidado de que vamos a pasar el fin de semana a casa de los Renshaw, verdad? Tenemos que salir dentro de nada.La verdad es que s se me haba olvidado dijo l, o tal vez no. Puede ser que haya venido tan pronto por eso.He pensado en llevarle unos tarros de mermelada a Margaret.Muy bien asinti Robert, muy bien. Llvasela. Es una idea estupenda llevarle mermelada a Margaret.Haba algo en su forma de hablar que le hizo a Betty darse la vuelta y mirar a su marido.Robert le pregunt, qu ha ocurrido? Te pasa algo?Prepranos algo para beber dijo l. Tengo noticias.Ay, cario, no son malas noticias, verdad?No, no, es ms bien algo gracioso. Creo que te va a gustar.Te han ascendido a cirujano jefe!Qu va, es algo ms gracioso que eso dijo l. Venga, srvenos algo fuerte y sintate. Te lo contar todo.Es un poco pronto para beber dijo ella, pero sac la bandeja de cubitos de hielo del congelador y prepar el whisky y el sifn. Mientras lo haca, le miraba de vez en cuando con nerviosismo. No recuerdo haberte visto as nunca. Ests muy excitado por algo, pero intentas estar totalmente tranquilo. Tienes la cara muy roja. Seguro que son buenas noticias?Creo que s respondi l, pero voy a dejar que lo decidas t.Robert Sandy se sent a la mesa de la cocina y la mir mientras ella le pona el vaso de whisky delante.Ya est dijo ella, vamos, cuntamelo.Ponte algo para beber t tambin aadi l.Dios mo, qu es esto? exclam ella, pero se ech un poco de ginebra en otro vaso y abri de nuevo el congelador para sacar ms hielo.chate ms insisti l. Ponte una buena copa.Ahora s que empiezo a preocuparme dijo ella, pero obedeci, luego aadi hielo, llen el vaso con tnica y se sent a su lado. Empieza ya. Sultalo de una vez.Robert empez a contar su historia. Empez con el prncipe en la consulta, sigui con todo tipo de detalles y habl durante al menos diez minutos antes de llegar a la parte del diamante.Debe de ser un pedazo de piedra dijo ella, si te pones tan rojo y se te cambia la cara.Robert meti la mano en el bolsillo, sac la bolsita negra y la dej sobre la mesa.Aqu est, qu te parece?Ella desat la cuerda de seda y se ech la piedra en la mano.Dios mo grit, es absolutamente asombroso.S que lo es, verdad?Es maravilloso.Todava no te he contado todo sigui Robert, y mientras ella se cambiaba el diamante de una mano a otra, le cont los detalles de su visita a Harry Gold en The High. Al llegar a la parte del valor de la piedra, se interrumpi.Cunto crees que ha dicho l que vala?Supongo que un montn dijo ella. Debe de ser muchsimo. No hay ms que mirarlo.Pues venga, adivina: cunto?Diez mil libras? pregunt ella. En realidad, no tengo ni la menor idea.Intntalo de nuevo.Cmo? Es ms?Pues s, bastante ms.Veinte mil libras!Te gustara que valiera tanto?Pues claro que me gustara, cario. Realmente vale veinte mil libras?S contest l, tanto y mucho ms.No exageres. Dime lo que te ha dicho el seor Gold.Primero tmate otro trago de ginebra.Ella bebi, apoy el vaso de nuevo sobre la mesa y le mir expectante.Este diamante vale al menos medio milln de dlares y probablemente ms de un milln.Ests de broma!Sus palabras sonaban como si le faltara el aire.Este tipo de tallado se conoce como pera dijo Robert. La punta de este lado est tan afilada como la de una aguja.Estoy totalmente aturdida dijo ella intentando controlar su respiracin.No habas pensado que podra valer medio milln, verdad?Jams en mi vida he tenido que calcular esas cantidades contest ella.Se levant y se acerc a l para darle un fuerte abrazo y un beso.Desde luego que eres el hombre ms fantstico y maravilloso del mundo entero!Me qued completamente alucinado dijo l, y todava lo estoy.Ay, Robert! exclam ella con los ojos brillantes como dos estrellas. Te das cuenta de qu significa esto? Podremos sacar a Diana y a su esposo de aquel horrible apartamento y comprarles una casa.Dios mo, tienes razn!Y a John le podremos comprar un apartamento bonito y darle ms dinero mientras siga en la facultad. Y Ben... Ben ya no tendr que ir al trabajo en moto durante el invierno. Le podramos comprar algo mejor. Y... y... y...Y qu? pregunt l sonriendo.Y t y yo podremos hacer un viaje maravilloso por fin a donde nos d la gana! A Egipto o a Turqua. Podras ir a Baalbek y a todos esos lugares que siempre has querido conocer durante tantos aos.Se qued de nuevo sin aliento al pensar en todos esos pequeos placeres que aparecan en sus sueos.Y podrs por fin empezar tambin tu coleccin de piezas antiguas bonitas!Desde que iba a la facultad de Medicina, la gran pasin de Robert Sandy era la historia de los pases del Mediterrneo: Italia, Grecia, Turqua, Siria y Egipto. Poco a poco se convirti en un pequeo experto en el Mundo Antiguo y sus diferentes culturas. Lea y estudiaba mucho sobre el tema y cuando dispona del tiempo suficiente visitaba el Museo Britnico y el Ashmolean. Pero la educacin de tres hijos y el salario limitado de su trabajo no le permitan satisfacer esa pasin de la manera que le hubiera gustado. Sobre todo tena ganas de visitar aquellas famosas zonas remotas de Asia Menor y la ciudad enterrada de Babilonia, en Irak. Tambin le encantara visitar el arco de Ctesifonte y la esfinge de Menfis y miles de otras cosas y lugares, pero hasta ahora nunca haba dispuesto ni del tiempo ni del dinero suficientes para ello. No obstante, la alargada mesa de centro del saln estaba llena de pequeos objetos y fragmentos que haba tenido la oportunidad de adquirir baratos aqu y all a lo largo de su vida. Haba entre ellos un misteriosoushabtide alabastro plido en forma de momia que provena del Alto Egipto y del que saba que era predinstico de aproximadamente el 7000 a. C. Haba una fuente de bronce de Lidia con un grabado que representaba un caballo y un collar de plata entrelazada del Bizancio temprano. Y haba tambin una parte de una mscara de madera policromada de un sarcfago egipcio, una fuente de barro romana, un pequeo disco negro etrusco y unas cincuenta piezas ms, todas frgiles e interesantes. Ninguna tena un valor especial, pero Robert Sandy las apreciaba mucho.No sera maravilloso? pregunt su mujer. Adnde quieres ir primero?Turqua respondi l rpidamente.Escucha dijo ella sealando el diamante, que brillaba sobre la mesa de la cocina, creo que sera mejor guardar este tesoro en un lugar seguro antes de que se pierda.Hoy es viernes dijo l. Cundo volvemos de casa de los Renshaw?El domingo por la noche.Y qu podemos hacer con esta piedra millonaria mientras tanto? La llevo en el bolsillo?No dijo ella, eso sera una estupidez. No se puede andar por ah con un milln de libras en el bolsillo durante todo el fin de semana. Debera quedarse en la caja fuerte del banco. Deberamos ir ahora mismo.Estamos a viernes y a esta hora los bancos ya estn cerrados. No abren hasta el lunes.Es cierto. Pues entonces tenemos que esconderlo en la casa.No habr nadie en la casa hasta que volvamos dijo l. No creo que sea buena idea.Ser mejor que llevarlo en tu bolsillo o en mi bolso.No lo voy a dejar en casa. En una casa vaca siempre podran entrar a robar.Venga ya, cario dijo ella, seguro que podemos encontrar un lugar seguro donde nadie lo encontrara.En la tetera dijo l.O dentro del azucarero dijo ella.O dentro de una de mis pipas en la vitrina dijo l, cubierto de tabaco.O en el fondo de la maceta de la azalea dijo ella.Eh, Betty, eso no est mal. Es la mejor idea de todas hasta ahora.Siguieron sentados a la mesa de la cocina, con la brillante piedra entre los dos, seriamente preocupados por qu hacer con ella durante los siguientes dos das.Sigo pensando dijo l que lo mejor sera llevrnosla.Yo no, Robert. Meteras tu mano en el bolsillo cada cinco minutos para asegurarte de que sigue all. No estaras tranquilo ni un segundo.Supongo que tienes razn. De acuerdo, entonces, vamos a enterrarla en la maceta de la azalea en el saln. Nadie buscara all.Tampoco es un escondite cien por cien seguro dijo ella. Alguien podra chocarse contra la maceta, la tierra se saldra y,voil,el diamante estara brillando en el suelo.La probabilidad de que pase algo as es de una entre un millar. Ya slo que alguien entre aqu para robar sera de una entre un millar.Eso s que no contest ella, todos los das entran en las casas para robar. Sera difcil calcular las probabilidades. Pero mira, cario, no voy a permitir que este asunto se convierta en algo incmodo para ti, ni quiero que te preocupes.Estoy de acuerdo dijo l.Durante unos instantes bebieron sus copas en silencio.Ya lo tengo! grit ella saltando de la silla. Se me ocurre el escondite perfecto.Dnde?Aqu dentro grit indicando uno de los huecos vacos de la bandeja de cubitos de hielo. La metemos aqu, lo rellenamos con agua y metemos la bandeja en el congelador. Dentro de un par de horas estar escondido dentro de un slido bloque de hielo y aunque mirases, jams veras nada.Robert Sandy observ la bandeja de hielo.Estupendo! dijo. Genial. Hagmoslo ya.Quieres hacerlo?Claro que s. Es una idea maravillosa.Ella agarr el diamante y lo meti en uno de los pequeos compartimentos vacos. Se acerc al grifo y llen la bandeja con agua. Abri la puerta del congelador y meti la bandeja.Es la bandeja de arriba a la izquierda dijo ella. Que no se nos olvide. Y est en el ltimo cubito a la derecha.Bandeja superior izquierda repiti l. Vale. Ya me siento mejor, ahora que est en un lugar seguro.Termina tu copa, cario dijo ella. Hemos de irnos. Ya te he preparado la maleta. Vamos a intentar no volver a pensar ms en nuestro milln de libras hasta que volvamos.Se lo decimos a la gente? pregunt l. A los Renshaw, por ejemplo, o a los dems que estn all?Yo no lo hara dijo ella. Es una historia tan increble que seguramente se enterara todo el mundo. Y dentro de nada saldra hasta en el peridico.Supongo que al rey saud no le hara gracia dijo l.Ni a m. Mejor no decir nada de nada.De acuerdo. No queremos ninguna publicidad.Te podrs comprar un coche nuevo dijo ella riendo.Y lo har. Y otro para ti, cario. Qu marca prefieres?Me lo voy a pensar respondi ella.Poco tiempo despus, la pareja se march en coche para pasar el fin de semana en la casa de los Renshaw. No quedaba lejos, al lado de Witney, a unos treinta minutos de viaje. Charlie Renshaw era mdico especialista en el mismo hospital y las dos familias se conocan desde haca muchos aos.El fin de semana pas de manera agradable y sin ningn acontecimiento especial. El domingo por la tarde, Robert y Betty Sandy regresaron y llegaron a la casa de Acacia Road alrededor de las siete. Robert sac las dos maletas del coche y juntos caminaron por el sendero. l abri la puerta con la llave y dej pasar a su esposa.Voy a preparar huevos revueltos dijo ella y beicon frito. Te tomas una copa primero?Por qu no?Robert cerr la puerta y estaba a punto de subir las maletas al primer piso cuando escuch un grito agudo procedente del saln.Ay, no! grit ella. No, no, no!Robert dej caer las maletas y corri hacia ella. Estaba de pie en la puerta del saln apretndose las manos contra las mejillas y ya se vean unas lgrimas resbalar por su cara.El estado del saln era terriblemente desolador. Las cortinas estaban cerradas y parecan ser lo nico que quedaba intacto en todo el saln. Todo lo dems estaba hecho aicos. Cada una de las bonitas piezas antiguas de Robert Sandy haba sido estrellada contra la pared y los trozos estaban repartidos por toda la habitacin. Una vitrina de cristal estaba tirada en el suelo. Los cuatro cajones estaban fuera de la cmoda y el contenido, los lbumes de fotos, las cajas de los juegos de Scrabble y Monopoly, el tablero de ajedrez y sus figuras, y todo lo dems haba cado al suelo. Cada uno de los libros de la librera que cubra enteramente la pared de enfrente haba sido sacado y estaban ahora abiertos y mutilados por todo el saln. Los cristales de los marcos de las cuatro acuarelas estaban rotos y el cuadro de sus tres hijos pintado cuando eran pequeos tena el lienzo rasgado muchas veces con un cuchillo. Tambin el sof y los sillones estaban rasgados y el relleno se sala. Absolutamente todo lo que haba en el saln, con la excepcin de las cortinas y la alfombra, estaba destrozado.Ay, Robert dijo ella, creo que no aguanto esto.l no dijo nada. Se senta mareado.Qudate aqu dijo l, voy a ver arriba.Subi la escalera corriendo, tomando los escalones de dos en dos, y entr primero en el dormitorio. La escena era igual. Todos los cajones estaban en el suelo y haba camisas, blusas y ropa interior por todas partes. Las sbanas estaban en el suelo y el colchn de la cama doble haba sido sacado y rasgado con un cuchillo. Los armarios estaban abiertos y todos los vestidos y trajes, todos los pantalones, chaquetas y faldas estaban fuera de las perchas. Prefiri no entrar en los otros dormitorios. Baj la escalera corriendo para abrazar a su mujer. Juntos se abrieron camino a travs del caos del saln para llegar a la cocina. All se pararon.El desorden en la cocina era indescriptible. Cada uno de los tarros y frascos haba sido vaciado y luego destrozado. En todas partes haba trozos de cristal de botellas y vasos, y restos de comida. Todas las mermeladas y conservas que Betty haba preparado en casa haban sido tiradas del estante y estaban ahora repartidas por el suelo. La misma suerte haba corrido la comida de la despensa, la mayonesa, las salsas, el vinagre, el aceite de oliva, el aceite vegetal y todo lo dems. En la pared de enfrente haba otros dos estantes sobre los que haban estado unos veinte bonitos tarros de cristal con tapas de cristal talladas llenos de arroz, harina, azcar, salvado, avena y cosas as. Ahora estaban todos hechos aicos en el suelo con los contenidos mezclados por todas partes. La puerta del frigorfico estaba abierta y todas las cosas que haban estado dentro, los restos de comida, la leche, los huevos, la mantequilla, el yogur, los tomates, la lechuga, todo haba sido arrojado sobre las bonitas baldosas del suelo de la cocina. Los cajones interiores del frigorfico se haban unido al montn de alimentos en el suelo y haban sido pisoteados. Las bandejas de plstico de los cubitos de hielo estaban all tambin, cada una partida en dos. Incluso las rejas de plstico que separaban los compartimentos del frigorfico estaban en el suelo, dobladas y rotas. Todas las botellas de alcohol estaban vacas sobre la mesa, el whisky, la ginebra, el vodka, el jerez, el vermut, igual que media docena de latas de cerveza. Las botellas y las latas parecan los nicos objetos en toda la casa que no haba sido destrozados. En el suelo haba una capa gruesa de una masa indefinible y asquerosa. Era como si una pandilla de nios gamberros hubiera entrado con las instrucciones de romper todo y causar el mayor caos posible y lo hubiera cumplido perfectamente.Robert y Betty Sandy se quedaron al borde de todo aquello, mudos de espanto. Fue Robert el que recobr el habla primero.Supongo que nuestro querido diamante estar en algn lugar debajo de todo esto.Me importa un carajo nuestro diamante dijo Betty. Matara a quien ha hecho esto.Yo tambin dijo Robert. Voy a llamar a la polica.Volvi al saln y descolg el telfono. Funcionaba, milagrosamente.El primer coche de polica slo tard unos minutos en llegar. Durante la siguiente media hora llegaron tambin un inspector, dos hombres vestidos de paisano, un experto en huellas dactilares y un fotgrafo.El inspector era bajo y fuerte y llevaba un bigote negro.No han sido profesionales le dijo a Robert Sandy despus de dar una primera vuelta por toda la casa. Ni siquiera han sido aficionados, esto es la obra de destruccin de unos gamberros de la calle, gentuza. Suelen andar en grupos de tres. Dan vueltas por ah buscando una casa vaca, y cuando la encuentran, entran y lo primero que hacen es lanzarse a por la bebida. Tenan mucho alcohol en casa?Lo normal respondi Robert. Whisky, ginebra, vodka, jerez y algo de cerveza.Se lo habrn tomado todo dijo el inspector. Los chicos as slo piensan en dos cosas: emborracharse y destruir. Ponen todas las bebidas sobre una mesa, se sientan alrededor y beben hasta ponerse ciegos. Despus empieza la fiesta.Quiere decir que en realidad su objetivo no era robar? pregunt Robert.Me extraara que faltara algo aclar el inspector. Si hubieran sido ladrones, se habran llevado por lo menos el televisor. Pero no, lo han destrozado.Pero para qu?Pregnteselo a sus padres sugiri el inspector. Son basura, todos ellos, slo basura. Hoy en da, la gente ya no sabe cmo educar a sus hijos.Despus, Robert habl al inspector del diamante. Le dio todos los detalles desde el principio hasta el final, porque se dio cuenta de que para la polica podra tratarse de la parte ms interesante de toda la historia.Medio milln de libras! grit el inspector. Dios mo!Posiblemente el doble aadi Robert.Pues es lo primero que hay que buscar propuso el inspector.Personalmente no estoy dispuesto a ponerme a cuatro patas y remover esa porquera dijo Robert. No ahora.No se preocupe, nosotros lo haremos. Lo encontraremos. Fue una buena idea esconderlo all.Fue idea de mi esposa. Pero, seor inspector, aunque no sea muy probable, si lo hubieran encontrado...Imposible interrumpi el inspector. Cmo habran podido?Tal vez lo vieran en el suelo despus de que el hielo se derritiera dijo Robert. Estoy de acuerdo con que no es muy probable. Pero, si lo hubieran visto, se lo habran llevado?Probablemente dijo el inspector. Nadie se resiste a un diamante. Tiene algo como magntico. Supongo que s, si uno de ellos lo hubiera visto en el suelo, se lo habra metido en el bolsillo. Pero no se preocupe, doctor, lo vamos a encontrar.En realidad, no estoy preocupado por l dijo Robert. Ahora mismo la que me preocupa es mi esposa y tambin la casa. Ella ha estado muchos aos intentando convertir esta casa en un hogar.Esccheme, seor dijo el inspector, lo que debera hacer esta noche es llevar a su mujer a un hotel y descansar los dos. Vuelvan maana y empezaremos a ponerlo todo en orden. Habr alguien aqu todo el tiempo cuidando de la casa.Maana temprano tengo una operacin en el hospital dijo Robert, pero supongo que mi esposa vendr.Bien dijo el inspector, s que es muy desagradable e inquietante encontrarse la casa en este estado. Es un golpe muy fuerte. Lo he visto ya muchas veces. Es muy duro.Robert y Betty Sandy pasaron la noche en el hotel Oxfords Randolph, y a las ocho de la maana Robert entr en el quirfano del hospital para realizar la primera de varias operaciones que le esperaban esa maana.Poco despus del medioda, Robert haba terminado la ltima operacin del da, un tumor de prstata claramente maligno en un hombre mayor. Se quit los guantes de goma y la mascarilla, y pas a la pequea habitacin de descanso para los cirujanos, al lado del quirfano, para tomar un caf. Pero antes de tomrselo, llam por telfono a su mujer.Cmo ests, cario? la salud.Ay, Robert, es tan terrible dijo ella. No s por dnde empezar.Has llamado al seguro?S, deben de estar a punto de llegar para hacer la lista.Bien dijo l. La polica ha encontrado el diamante?No contest ella. Han removido toda la porquera de la cocina y juran que no hay nada.Entonces, dnde puede estar? Crees que los vndalos lo encontraron?Supongo que s dijo ella. Cuando rompieron las bandejas de hielo, se caeran todos los cubitos. Se caen si las flexionas un poquito. Estn diseadas as.Pero aun as habr sido difcil verlo dentro del hielo.Lo veran cuando el hielo se deshiciese. Esa gentuza se pas horas en nuestra casa. Hubo tiempo suficiente para que el hielo se derritiera.Supongo que tienes razn.Con el brillo que tena se vera a un kilmetro.Dios mo! suspir Robert.Aunque no lo recuperemos, supongo que no lo vamos a echar mucho de menos, cario dijo ella. Slo lo tuvimos durante unas pocas horas.Tienes razn. La polica tiene alguna pista acerca de quines eran los gamberros?Ni una. Han encontrado un montn de huellas dactilares, pero parece ser que no son de ningn delincuente conocido.Claro que no, no si eran unos gamberros callejeros.Eso dice el inspector.Mira, cario, acabo de terminar aqu. Me voy a tomar un caf y despus ir a echarte una mano.Gracias, Robert dijo ella. Te necesito. Te necesito mucho.Dame slo cinco minutos para descansar los pies aadi l, estoy agotado.En el quirfano nmero dos, a apenas diez metros, otro cirujano experimentado, un hombre llamado Brian Goff, tambin estaba terminando la faena de la maana. Estaba con su ltimo paciente, un joven que tena un trozo de hueso atascado en el intestino delgado. Al cirujano le asista un joven mdico de carcter alegre llamado William Haddock. Entre los dos haban abierto el abdomen del paciente, Goff haba sacado una parte del intestino delgado y ahora buscaba tocndolo con los dedos. Era un trabajo rutinario y tenan una entretenida conversacin en el quirfano.Ya le he contado lo del hombre que tena un montn de peces vivos dentro de su vejiga? pregunt William Haddock.Creo que no respondi Goff.Cuando estudiaba en Barts dijo William Haddock, tenamos un catedrtico de Urologa muy desagradable. Un da, el imbcil de l iba a mostrarnos cmo se examina una vejiga utilizando el cistoscopio. El paciente era un hombre mayor que se sospechaba tena piedras en la vejiga. Bueno, daba la casualidad de que en una de las salas de espera del hospital haba un acuario lleno de esos diminutos peces, peces nen los llaman, por sus colores brillantes, y uno de los estudiantes absorbi unos veinte ejemplares con una jeringa y consigui inyectarlos dentro de la vejiga del paciente durante un reconocimiento previo, antes de subir a la sala de la cistoscopia.Qu asco! dijo la enfermera del quirfano. Ms le vale no seguir, seor Haddock.Brian Goff sonri detrs de su mascarilla y anim a su asistente.Qu pas luego? pregunt.Mientras hablaba tena aproximadamente un metro del intestino delgado del paciente sacado sobre la verde sbana esterilizada y segua buscando el hueso con sus dedos.Cuando el catedrtico meti el cistoscopio en la vejiga y acerc el ojo dijo William Haddock, empez a dar saltos y a gritar. Qu ha pasado?, pregunt el estudiante culpable, qu es lo que ha visto?. Hay peces!, grit el catedrtico, cientos de pequeos peces, y estn nadando!.Se lo est inventando dijo la enfermera. No es verdad.Se lo juro dijo el mdico asistente. Yo mismo acerqu el ojo al cistoscopio y vi los peces. Y realmente estaban nadando.Qu se puede esperar de un hombre llamado Haddock, sino una historia de peces coment Goff, y aadi: Ya lo tengo. Esto es lo que hace sufrir al pobre chaval. Quiere tocarlo usted?William Haddock puso sus dedos en la parte indicada del gris intestino del paciente y apret.S, aqu est.Y si mira bien dijo Goff con voz de profesor, puede ver que la punta del hueso ya ha perforado la mucosa y que ya hay una inflamacin.Brian Goff sujetaba la parte del intestino en cuestin con su mano izquierda. La enfermera le alcanz el escalpelo y l realiz una mnima incisin. Luego la enfermera le alcanz las pinzas y Goff las introdujo en la porquera del interior del intestino para localizar y finalmente sacar el objeto ofensivo. Lo sujet firmemente con las pinzas y lo dej caer en la pequea palangana de acero inoxidable que sostena la enfermera. Estaba cubierto por una capa de porquera de color marrn claro.Ya est dijo Goff. Termnelo usted, William. Llevan quince minutos esperndome en una reunin en la planta baja.Vyase tranquilo dijo William Haddock. Yo lo voy a cerrar.El experimentado cirujano sali corriendo del quirfano y el asistente se dispuso a coser los cortes, primero el del intestino y despus el del abdomen. Slo tard unos pocos minutos.Ya he terminado dijo al anestesista.El hombre asinti con la cabeza y quit la mascarilla de la cara del paciente.Gracias, enfermera dijo William Haddock. Nos vemos maana.Al apartarse de la mesa de operaciones, agarr la palangana de acero inoxidable en la que estaba todava el objeto cubierto de porquera marrn.Apuesto diez contra uno a que es de pollo dijo llevndolo al grifo para limpiarlo. Dios mo, qu es esto? grit de repente. Enfermera, venga a verlo!Es una pieza de bisutera supuso la enfermera tras mirarlo. Probablemente es parte de un collar. Cmo ha podido tragarse algo as?Si no hubiera sido por la punta tan aguda, le habra pasado dijo William Haddock. Ser un bonito regalo para mi novia.No puede hacer eso explic la enfermera. Es del paciente. Pero espere un segundo. Ensemelo otra vez.Sac la piedra de la mano de William Haddock, que tena el guante todava puesto, y se acerc a la poderosa luz de la lmpara de la mesa de operaciones. El paciente ya se encontraba en la camilla camino de la sala de recuperacin contigua, acompaado por el anestesista.Venga aqu, seor Haddock llam la enfermera con una matiz de excitacin en la voz.William Haddock se acerc a ella bajo la fuerte luz de la lmpara.Es sorprendente exclam ella. Mire cmo brilla y resplandece. No puede ser un trozo de vidrio.Tal vez sea cuarzo sugiri William Haddock, o topacio, una de esas piedras semipreciosas.Quiere saber lo que creo yo? pregunt la enfermera. Yo creo que esto es un diamante.No sea tonta dijo William Haddock.Una enfermera joven lleg para recoger el carrito de los instrumentos y un enfermero la ayud a limpiar todo. Ninguno de los dos se fij en el joven asistente y la enfermera. La enfermera tena unos veintiocho aos y cuando se quit la mascarilla se desvel una mujer muy atractiva.Es muy fcil saberlo dijo William Haddock. Vamos a ver si corta vidrio.Juntos se acercaron a la ventana de deslustrado vidrio del quirfano. La enfermera sujetaba la piedra entre el ndice y el pulgar, apret la punta afilada contra el vidrio y movi la mano hacia abajo. Se escuch un agudo ruido de rozamiento al introducirse la punta en el cristal y cortar una lnea profunda en la ventana, de unos cinco centmetros de largo.Dios mo! grit William Haddock. Realmente es un diamante.Si lo es insisti la enfermera con firmeza, le pertenece al paciente.Puede que s dijo William Haddock, pero de momento tena muchas ganas de quitrselo de encima. Espere un segundo. Dnde estn sus datos?Corri hasta la mesilla auxiliar, busc la carpeta en la que ponaJOHN DIGGSy la abri. Dentro encontr una radiografa de los intestinos y el parte correspondiente del radilogo. John Diggs pona en el informe, diecisiete aos de edad, residente en 123, carretera de Mayfield, Oxford. Sufre de una pronunciada obstruccin indeterminada en la parte superior del intestino delgado. El paciente no recuerda haberse tragado nada extrao, pero dijo que cen pollo frito el domingo. El objeto es muy puntiagudo y ha perforado la mucosa del intestino. Podra tratarse de un hueso.Cmo pudo tragarse eso sin darse cuenta? pregunt William Haddock.Parece increble dijo la enfermera.Despus de haber cortado el vidrio ya no hay duda de que se trata de un diamante. Est de acuerdo?Totalmente afirm la enfermera.Y, adems, de un buen tamao. Me pregunto si es de buena calidad. Cunto puede valer?Mejor enviarlo al laboratorio enseguida.Al infierno con el laboratorio dijo Haddock. Vamos a divertirnos un poco y averiguarlo solos.Pero cmo?Lo llevaremos a Gold, la joyera en The High. Ellos sabrn. La piedra debe de valer una fortuna. No la vamos a robar, pero vamos a averiguar cunto vale. Quiere jugar?Conoce a alguien de la joyera?No, pero no importa. Tiene coche?Mi Mini est en el aparcamiento.Bien. Cmbiese. La ver fuera. As aprovechamos la hora de la comida. Yo llevo la piedra.Veinte minutos ms tarde, a la una menos cuarto, el pequeo Mini se detuvo frente a la joyera de H. F. Gold sobre la doble lnea amarilla.No importa dijo William Haddock, no vamos a tardar mucho.Entr en la tienda acompaado por la enfermera.Dentro haba dos clientes, un hombre joven y una chica. Los atenda una empleada, estaban mirando una bandeja de anillos. En cuanto entraron William Haddock y la enfermera, la empleada puls un botn debajo del mostrador, y Harry Gold apareci por la puerta de atrs.S? dijo el seor Gold. En qu puedo servirles?Le importara decirnos el valor de esta pieza? dijo William Haddock colocando el diamante sobre una alfombrilla de tela verde en el mostrador.Harry Gold se qued de piedra. Mir el diamante en silencio. Luego levant la vista para mirar a la pareja. Pens rpidamente. Tranquilo, se dijo a s mismo, no hagas ninguna tontera. Acta de forma natural.Bueno, bueno consigui decir con la mayor indiferencia posible, me parece que tenemos aqu un buen diamante, verdaderamente bueno. Le importara esperarme un momento mientras lo peso y examino con detalle en mi oficina? Despus les dir el valor exacto. Sintense, por favor.Harry Gold se dio la vuelta y entr en la oficina, llevndose el diamante. Se fue de inmediato hasta la balanza electrnica para pesarlo: quince quilates con veintisiete exactamente el mismo peso que la piedra del seor Robert Sandy!. Haba estado convencido de que se trataba de la misma en el momento en el que la vio. Quin no reconocera un diamante de este tipo? Ahora el peso lo haba confirmado. Su instinto le deca que llamara a la polica de inmediato, pero Harry Gold era un hombre cauteloso que prefera no cometer errores. Podra ser que el doctor ya hubiera vendido el diamante. Tal vez lo hubiera regalado a sus hijos. Quin sera capaz de decirlo?Abri rpidamente la gua telefnica de Oxford. El nmero del hospital Radcliffe Infirmary era 249891. Marc. Pregunt por el seor Robert Sandy. Habl con la secretaria. Le dijo que tena que hablar urgentemente con el seor Sandy.Un momento, por favor le dijo la secretaria.Ella llam a recepcin y le dijeron que el seor Sandy se haba marchado haca media hora. Pas la informacin al seor Gold.Cul es su nmero de casa?Se trata de un asunto de un paciente?No! grit Harry Gold. Tiene que ver con un robo! Por Dios, mujer, deme su nmero, rpido!Pero quin habla, por favor?Harry Gold! Soy el joyero de The High. Se lo ruego, no me haga perder ms tiempo.La secretaria le facilit el nmero de telfono.Harry Gold volvi a marcar.Seor Sandy?Al aparato.Soy Harry Gold, el joyero. Seor Sandy, por casualidad ha perdido su diamante?Pues s, efectivamente.Dos personas lo acaban de traer a mi tienda susurr Harry Gold muy excitado, un hombre y una mujer, jvenes. Me han preguntado cunto vala. Me estn esperando en la tienda.Est seguro de que es mi piedra?Totalmente seguro. La he pesado.Que no se vayan, seor Gold! grit Robert Sandy. Hable con ellos! Entretngalos! Haga lo que sea! Llamar a la polica!Robert Sandy llam a la comisara. En cuestin de segundos le explic todo al inspector detective encargado del caso.Vyase a la joyera rpido y podr detenerlos a los dos! le dijo. Yo tambin voy! Vamos, cario! le grit a su mujer despus de colgar el telfono. Sube al coche. Me parece que han encontrado nuestro diamante. Los ladrones estn en la tienda de Harry Gold en este momento. Estn intentando venderlo.Cuando nueve minutos ms tarde Robert y Betty Sandy llegaron a la tienda de Harry Gold, ya haba dos coches de polica aparcados frente a la joyera.Vamos, cario dijo Robert, entremos y veamos qu est pasando.Haba mucha actividad dentro de la tienda cuando los dos entraron. Dos policas y dos detectives de paisano, uno de ellos el inspector, estaban cercando a William Haddock, que estaba furioso, y a la enfermera del quirfano, que estaba ms furiosa an. Tanto el joven cirujano como la enfermera estaban esposados.Dnde lo han encontrado? pregunt el inspector.Qutenme estas malditas esposas ya! grit la enfermera. Cmo se atreven!Dgannos de nuevo dnde lo han encontrado insisti el inspector con irona.Dentro de los intestinos de un paciente! grit William Haddock. Ya se lo he dicho dos veces!No me cuente milongas! replic el inspector.Dios mo, William! grit Robert Sandy al entrar. Enfermera Wyman! Qu diablos estn haciendo aqu?Son los dos que han trado el diamante dijo el inspector. Han intentado venderlo. Los conoce, seor Sandy?William Haddock no tard mucho en explicar a Robert Sandy, e incluso al inspector, dnde y cmo haba encontrado exactamente el diamante.Quteles las esposas, inspector, por Dios pidi Robert Sandy, estn diciendo la verdad. El verdadero culpable, o al menos uno de ellos, est ahora mismo en el hospital saliendo de la anestesia. No es cierto, William?Eso es afirm William Haddock. Se llama John Diggs. Ya le habrn bajado a la habitacin.Harry Gold se acerc a Robert Sandy.Aqu tiene su diamante, seor Sandy.Escchenme dijo la enfermera, que segua muy enfadada, alguien me podra decir cmo diablos el paciente lleg a tragarse un diamante de este tamao sin darse ni cuenta?Creo que s dijo Robert Sandy. Primero se permiti el lujo de meter hielo en su copa. Luego se emborrach hasta ponerse ciego y al final se trag uno de los cubitos que no se haba deshecho del todo.Sigo sin entenderlo dijo la enfermera.Luego se lo voy a contar todo dijo Robert Sandy. Pero, ahora, por qu no nos vamos todos al pub de la esquina para tomarnos un trago!