el Cateador y sus catorce doncellas

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El mundo poético de la poesía de Alejandro Aracena Siares, es sin duda, el encuentro entre fábula, mito y realidad: Platón nos enseñó que “el poeta debe tejer fábulas, no razonamientos”. El Cateador del libro de Alejandro, transita libremente entre los cerros de Atacama en busca de sus 14 doncellas, que los dioses de la mitología han iluminado, haciéndolas cautivantes, mágicas, atrayentes, embrujadoras como el desierto mismo al medio día, que atrapa y retiene entre sus alas como el amor. Invito a los lectores a entrar, a abrir las puertas de este libro: “El cateador y sus 14 doncellas” y descubrir la riqueza de su mundo poético, y recoger la voz profunda del alma misma del amor, y hacer de las doncellas, nuestras aliadas amigas “cuando la lámpara del cielo” no cuaje su luz, y poder abrir con ellas una puerta gigante en la oscuridad, y juntos, por fin, llegar a los prados de la esperanza, porque la poesía y el canto es alimento de los soñadores y poetas.

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AGATA

Toma esta piedra Alejandra.

Besa sus manos heladas.

Brillen tus ojos y sus ojos

giren en danza de ágatas

con sus cinturas cruzadas.

Deja que corran las aguas

cual carruseles de piedras

como huevillos rosados.

Vayan moldeando sus cuerpos

con el orfebre del río

que con sus dedos de gotas

viaja al océano azul.

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AMATISTA

Violeta mensajera en el pico de cuarzo de la Paz.

Lirio en travesía cubriendo las arenas de quietud

y en el escenario inmenso de canchas geométricas

de desmontes fríos de átomos dispersos;

la luz, la vida. Oración del hombre

que vuelve a la superficie con su cruz de fuego al pecho entre destellos y esplendores

como el monje de las profundidades. Piedra episcopal

protege la misa diaria del minero quédate con nosotros en la hostia y el vino

en la sangre y el cuerpo cansado y danos la quietud eterna

en los llanos inertes o en las montañas frías.

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ATACAMITA

Constelación de estrellas verdes racimo de soles

descansando sobre la roca inerte reina mineral de Atacama

simple como mi gente que no obedece a título

grados ni castas y su honor traspasa continentes.

Te imagino una farola iluminando las pintadas

contemplando niveles aterrados donde antes su vida fue una verde llama

tan verde como la esmeralda como el sueño de ese minero loco

desafiante de tesoros y esperanzas. Les propongo a los amantes de las joyas

que esta doncella natural sea la reina

por indómita, pura y libre porque a ella no la encadenan

garfios de plata o garfios de oro a ella se le admira en las pasarelas

de los piques en lo stechos de los socavones

y al que quiera conocerla que la busque

entre la savia de las vetas en el subsuelo de Atacama.

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AZURITA

Se pregunta un poeta en la soledad de una mina sentado sobre una roca: ¿Cómo un trozo de cielo

una rosa de cristales frágiles se esconde en las cavernas?

Se pregunta un poeta en éxtasis

frente a ella en su escenario de belleza: ¿Podrá mi pluma humilde

cantarte como tú mereces? Azul Azurita del universo sobrepasaste mis versos

mi lira ha quedado pétrea y enmudecieron sus cuerdas.

Se contesta el poeta: ¡Señor! Que pequeño es mi tiempo

cuan valiosas tus gemas que fealdad la nuestra que extenso tu reino que corto mi espacio

para mostrar en silencio a todos los hombres que aún hay reservas

de paz y de belleza que se mantienen puras en el fondo de la tierra.

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CRISOCOLA

Sueño verde en la noche de cerros

suterránea mujer de encajes celestes incansable figura

en las cavernas ciegas evocas

un beso interrumpido un succionar de savia mineral

desde los labios mineros hasta tu boca de arcilla.

Tu voz acalla los deseos

tu sed te hace insaciable

el agua es tu alimento

lo saben los que gustan

el sabor de tus átomos. Enigma del desierto

lozano amanecer mujer de minero diosa alucinante

espejismo celeste en la noche profunda

de un ruco minero.

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CRISTAL DE ROCA

Escarcha de los helados sueños de la tierra gris de los guerreros.

Témpano de lechosa sílice navegando en las arenas del

desierto con tu pupila de espejos extraviados.

Agua detenida, en el vaso del tiempo espectro de diamantes

cabeza de cobra asomando entre los arenales.

Arco iris de paz y de esperanza serpentina de color y de fiesta

esmeralda de África. Diamante de Alemania.

Caminante transparente de la lejanía Grecia esqueleto de hielo

botado entre las piedras. Testigo de una noche de niebla.

Mano de minero cubierta de sales aferrándose entre las escaleras.

Cuerpo de alabastro tendido en la gran sábana blanca

alumbrando las negras noches de las minas los negros ojos del silencio

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EL CATEADOR

Antes que el sol derrame su saca sobre las latas de la cancha

me terceo el saco a la cintura y me ajusto la cuña y el combo

a mis espaldas. La poruña en una mano

en la otra la botella con el agua.

Es de madrugada un oleaje de camanchaca

cubre los cerros de la mina pero igual me pierdo

en las quebradas. Soy el cateador

el buscador de doncellas blancas o de celestes mantos de amarillas coronas de plateados soles o de verdes brazos

como cactus.

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GRANATE

Un día… llegó a Tierra Amarilla

un señor que viajaba por el mundo un rock-hunter

persiguiendo a un tímido animalito hecho de cobre.

Desde ese día se cerraron las chimeneas de granates

huyeron los rojos piropos y las coquetas grosularias. Corrieron las espesartinas

las uvarovitas verde esmeralda. Desde ese día se acabó el granate

se acabaron las subidas de los niños que jugaban a buscarte

se cerraron las quebradas aparecieron los tranques de relaves

y unos mojones blancos dicen ser los dueños

del cerro granate del cerro del fondo del parque.

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JASPE

Piedra ciega…córnea manchada de flamas. En el mapa mineral

Carrera Pinto en el grito de tu voz

se fue mi grito salimos juntos

en el canto de las aves desde la mina al mar

desde la sierra a la ciudad dorada. Cortaste el viento con tu filo silbaste entre las altas rocas corté mi infancia de cerros

cantando entre las largas calles. Hoy de nuevo te encuentro

dormido entre la sal y las sílice de las arenas blancas.

Hoy de nuevo te tomo entre mis manos te lavo entre la espuma de las aguas

te muestro al sol enmudecido caminamos juntos por la playa

te muestro la brisa permanente seguimos caminando.

Yo evoco tu grito en el espacio tu evocas conmigo:

al niño cristal al padre roca

a la madre tierra a ese hombre sencillo caminando

caminando siempre… tras el agua, tras el metal, tras el pan

en cualquier Sierra de Atacama.

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LAPISLÁZULI

Dios te bendiga mujer chilena mujer diaguita, mujer de Ovalle

por lucir en tu cuello, de nieve eterna cuencas de lapislázuli.

Dios te bendiga mujer humilde por llevar en tus dedos un trozo de mar y cielo

salpicado de pirita y nieve silícea. Piedra del bien

Nefertitis mujer y reina te puso en tus ojos bellos.

Piedra nacional desplegaste tu abanico azul

por todo el universo embajadora de átomos

dura…como la lucha de mi pueblo humilde…como los obreros de Neruda

alegre…como el canto de Violeta azulada y tierna…

como los niños de Gabriela.

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MALAQUITA

Verde como las uvas teñida del negro oscuro

de los piques. Redonda como pastillas

bañadas en blanco cristal de sílice.

En las tardes cuando la lámpara del cielo

se despedía de la mina salíamos a buscarte

entre el desmonte frío. Llenábamos tarros de bolitas

verde como las uvas y corríamos a jugar contigo;

a la achita y cuarta a los tres hoyitos

o a la troya Manto Barne

Remolino El Maray

un recuerdo alegre de cuando éramos niños.

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OBSIDIANA

Santiago de Compostela lleva en su cuello tus perlas

como una ofrenda de América. Cóndor de vidrio negro

has emprendido tu vuelo desde el cono de Vulcano

emplumado cráter de fuego. Mueve tus alas abiertas

entre la espuma del cielo abre tu carne transparente

orbitando en el silencio. Cóndor de vidrio negro

tú viste las batallas de los hombres extrayendo el pan dorado

en los trigales de hielo. Tú viste al colla pastorear

sobre tus vetas viste su frente sudar

sin una queja. Obsidiana…

Déjame profanar tu cuerpo de silencio negro

tu alma ciega. Obsidiana…

cuando orbites sobre mis mantos de hielo

recuérdame.

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OPALO

Dos corvos de plata y ópalo mis manos labraron

la india me dio sus gemas Chañarcillo un milagro.

Nunca mis dedos mezclaron empuñadura de plata y arco de iris helado

que alegría… hermano artesano

ver salir dos corvos de mis manos.

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TURMALINA

Maray…te cobija en su regazo. Un día…cualquiera del año

pude subir a tu más alta chimenea siguiendo la huella de tu sangre. Tu lecho…una gran sábana negra

vestido en la mañana en blanco manto donde dormías el sueño de las piedras

donde soñabas con la espina de los cactus. Salió el cristal:

volaron como murciélagos negros “chorlos” esparció su dolor la drávita parda

como un grito de doncellas desfloradas. Clavé mi pico minero en tus rojas rubelitas

la indigólita azul me suplicaba mientras huía de mi enloquecido acero

la violeta siberita de los mantos. Un día cualquiera del año

pude bajar con el sol desde tu lecho desde tu guarida de silencio

con tu cuerpo sollozando de dolor derramando sangre por tus venas negras

derramando pena por bajar conmigo por bajar conmigo…para siempre

paso a paso…lentamente.

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TURQUESA

Una princesa corre en la llanura entre el frescor de savia salvaje

enreda sus velos entre los tallos de las añañucas.

Un remolino de huevesillos verdes se levanta de las dunas

y se posa sobre dos cerrillos: “diablo chico” y “diablo grande” de Castilla.

Los cactus enmudecidos levantan sus manos inútiles porque el remolino celeste se llevó la princesa turca.

Cuentan los mineros como Pedro Alquinta

que allí están los montes pequeños y que con las lágrimas de la princesa

se formaron pupilas de cielo entre la roca dura

y cada año, cuando es primavera y se tiñen de colores las arenas

se ve correr en la extensa llanura del Desierto Florido

una hermosa doncella envuelta en velos transparentes

esparciendo con sus manos de niebla la semilla celeste

de la flor más bella del reino mineral…

la turquesa.

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El mundo poético de la poesía de Alejandro Aracena Siares, es sin duda, el encuentro entre fábula, mito y realidad: Platón nos enseñó que “el poeta debe tejer fábulas, no razonamientos”. El Cateador del libro de Alejandro, transita libremente entre los cerros de Atacama en busca de sus 14 doncellas, que los dioses de la mitología han iluminado, haciéndolas cautivantes, mágicas, atrayentes, embrujadoras como el desierto mismo al medio día, que atrapa y retiene entre sus alas como el amor. Estas 14 doncellas de colores claros, en sus estatuas de luz, van entregando sus mensajes en “un sueño verde en las noches de cerros”, donde un deseo interrumpido, un

succionar de savia mineral desde los labios mineros, acalla los deseos. Invito a los lectores a entrar, a abrir las puertas de este libro: “El cateador y sus 14 doncellas” y descubrir la riqueza de su mundo poético, y recoger la voz profunda del alma misma del amor, y hacer de las doncellas, nuestras aliadas amigas “cuando la lámpara del cielo” no cuaje su luz, y poder abrir con ellas una puerta gigante en la oscuridad, y juntos, por fin, llegar a los prados de la esperanza, porque la poesía y el canto es alimento de los soñadores y poetas.