El Caribe - EL SUDAMERICANO · Juan Bosch, El Pentagonismo, sustituto del imperialismo, Madrid,...

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CONOCER PARA DECIDIR EN APOYO A LA INVESTIGACIÓN ACADÉMICA El Caribe astro C Cristóbal olón a Fidel Juan Bosch C De frontera imperial Embajada de República Dominicana en México CONOCER PARA DECIDIR EN APOYO A LA INVESTIGACIÓN ACADÉMICA De Cristóbal Colón a Fidel Castro Juan Bosch De Cristóbal Colón a Fidel Castro HISTORIA CONOCER PARA DECIDIR EN APOYO A LA INVESTIGACIÓN ACADÉMICA Embajada de República Dominicana en México Éste es uno de los textos más notables escritos en la región, catalogada por Gabriel García Márquez como “obra monumen- tal”. Descubre los acontecimientos que han marcado el desarrollo del Caribe desde su descubrimiento hasta los primeros años de la Revolución Cubana. JUAN BOSCH es un referente de dignidad nacional para toda Amé- rica Latina. Como principal opositor a la dictadura de Rafael Tru- jillo Molina, logra en 1938 exiliarse en Puerto Rico y posterior- mente en la isla de Cuba donde funda el Partido Revolucionario Dominicano (PRD). Al colaborar con el Partido Revolucionario Cu- bano desempeña un destacado papel en la redacción de la Cons- titución de la Isla, promulgada en 1940. Al triunfo de la Revolución motorizó un reordenamiento político en el Caribe. Más tarde, de regreso a su país, se presen- tó como candidato a la presidencia de la República y se perfila como ganador de las elecciones de 1962. Su gobierno fue de- rrocado por un golpe de Estado y, a finales de 1966, se instaló en España, donde produjo sus obras más importantes. En 1970, con la intención de modernizar al Partido Re- volucionario Dominicano, regresa a Santo Domingo; diferen- cias entre él y los dirigentes de ese instituto político lo llevan a abandonar las filas y a fundar el Partido de la Liberación Do- minicana (PLD). Su conducta honesta, como gobernante y líder, lo convierten en un referente de dignidad nacional en quien aflora una conducta patriótica y cívica ejemplar de honestidad latinoamericana.

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  • CONOCERPARA DECIDIREN APOYO A LA INVESTIGACIN A C A D M I C A

    El Caribeastro

    C Cristbaloln aFidel

    Juan Bosch

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    frontera imperial

    Embajadade Repblica Dominicana

    en Mxico

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    historia

    CONOCERPARA DECIDIREN APOYO A LA INVESTIGACIN A C A D M I C A

    Embajadade Repblica Dominicana

    en Mxico

    ste es uno de los textos ms notables escritos en la regin, catalogada por Gabriel Garca Mrquez como obra monumen-tal. Descubre los acontecimientos que han marcado el desarrollo del Caribe desde su descubrimiento hasta los primeros aos de la Revolucin Cubana.

    Juan Bosch es un referente de dignidad nacional para toda Am-rica Latina. Como principal opositor a la dictadura de Rafael Tru-jillo Molina, logra en 1938 exiliarse en Puerto Rico y posterior-mente en la isla de Cuba donde funda el Partido Revolucionario Dominicano (prd). Al colaborar con el Partido Revolucionario Cu-bano desempea un destacado papel en la redaccin de la Cons-titucin de la Isla, promulgada en 1940.

    Al triunfo de la Revolucin motoriz un reordenamiento poltico en el Caribe. Ms tarde, de regreso a su pas, se presen-t como candidato a la presidencia de la Repblica y se perfila como ganador de las elecciones de 1962. Su gobierno fue de-rrocado por un golpe de Estado y, a finales de 1966, se instal en Espaa, donde produjo sus obras ms importantes.

    En 1970, con la intencin de modernizar al Partido Re-volucionario Dominicano, regresa a Santo Domingo; diferen-cias entre l y los dirigentes de ese instituto poltico lo llevan a abandonar las filas y a fundar el Partido de la Liberacin Do-minicana (pld). Su conducta honesta, como gobernante y lder, lo convierten en un referente de dignidad nacional en quien aflora una conducta patritica y cvica ejemplar de honestidad latinoamericana.

  • El Caribeastro

    C Cristbaloln aFidelCDe

    frontera imperial

  • CONOCERPARA DECIDIREN APOYO A LA INVESTIGACIN A C A D M I C A

    CONSEJOEDITORIAL

    MxicO 2009

    El Caribeastro

    C Cristbaloln aFidel

    Juan Bosch

    CDe

    frontera imperial

    Embajadade Repblica Dominicana

    en Mxico

  • La H. Cmara de diputados, LX LegisLatura,participa en la coedicin de esta obra alincorporarla a su serie ConoCer para deCiCir

    Coeditores de la presente edicin H. Cmara de diputados, LX LegisLatura embajada de La repbLiCa dominiCana en mXiCo migueL ngeL porra, librero-editor

    2009 FundaCin juan bosCH

    2009 Por caractersticas tipogrficas y de diseo editorial migueL ngeL porra, librero-editor

    Derechos reservados conforme a la ley ISBN 978-607-401-138-8

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    La FundaCin juan bosCH,privilegia esta edicin, con su beneplcito y autorizacinpara la publicacin de estaobra en mxico.Santo Domingo, 10 de junio de 2009

    Carmen QuidieLLo de bosCH presidenta

  • IntroduccinPablo A. Marez*

    Todo imperio, adems de sus propias fronteras geogrficas, como las tiene cualquier Estado-nacin, suele tener fronteras econmicas y po-lticas en los lugares ms remotos del planeta, donde se ve en la nece-sidad de trasladar sus tropas y en muchos casos dejarlas ah estable-cidas como bases militares, navales o areas con el objetivo de defender sus dominios, ante el eventual ataque de las naciones o im-perios enemigos; adems de esto, los imperios han establecido siste-mas de fortificaciones en sus fronteras, como lo fueron las murallas del Imperio romano, o las murallas del Imperio chino, sistema de defensa que en la actualidad son monumentos arqueolgicos, de atraccin tu-rstica, pues con los cambios internacionales que se han producido, particularmente con el desarrollo de una tecnologa sofisticada en el armamentismo, en plena poca nuclear, aquellas murallas han sido reemplazadas por los escudos antimisiles. Pero pocas regiones del mundo se han convertido, en el mismo periodo histrico y durante

    Los escudos antimisiles consisten en un sistema de defensa instaurado durante la adminis-tracin del presidente George W. Bush, en el 2000, diseado para interceptar en vuelo, y destruir los misiles enemigos, antes de que lleguen a su destino. La eficacia de dichos escudos todava no ha sido demostrada, aunque se han destinado miles de millones de dlares en estos proyectos armamentistas.

    *Socilogo, escritor y diplomtico dominicano. Profesor e investigador titular de la Facultad de Ciencias Polticas y Sociales, Universidad Nacional Autnoma de Mxico, unam, durante va-rias dcadas; tambin ha sido profesor, en la dcada de 970 de universidades en Per y Ecuador. Presidente-fundador de la Asociacin Mexicana de Estudios del Caribe, amec, en 993-994. Tiene una amplia obra escrita sobre el Caribe, regin de la cual es especialista. Su ltimo libro publicado es El Gran Caribe ante los cambios internacionales y la poltica exterior dominicana (Santo Domingo, Funglode, 2007). Ha sido embajador de la Repblica Dominicana en Mxico en dos ocasiones, 997-2000 y 2004-2009; actualmente es Embajador de su pas en Chile.

  • Pablo A. Marez

    varios siglos, en frontera de diversos imperios, tal fue el caso de la re-gin del Caribe. Durante mucho tiempo la humanidad y los propios polticos e intelectuales no haban tomado conciencia de este hecho histrico, sino muy recientemente.

    Por estas razones, despus de la publicacin del libro De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial, en 970, existe un antes y un despus en los estudios historiogrficos sobre la regin del Caribe, pues esta obra de Juan Bosch, que es clsica en su gnero, re-sulta un parteaguas en dichos estudios, por varias razones: por la pro-fundidad y amplitud con las que aborda el rea, por la novedosa tesis desarrollada y por la importancia que demuestra haber tenido esta zona, no slo en su dimensin geopoltica, sino tambin en la econ-mica, a lo largo de casi cinco siglos de historia, mismos que correspon-den a la poca moderna de la humanidad. En suma, ha sido despus de la publicacin de esta obra que el mundo incluyendo a los propios habitantes del Caribe y de Amrica Latina ha tomado conciencia del papel histrico de la zona como frontera imperial, sin lo cual es impo-sible comprender los procesos polticos, econmicos, sociales e inclu-so culturales de los pases del rea.

    Es en los ltimos cinco siglos a que hacemos referencia, que surge y se desarrolla el sistema econmico capitalista, hasta llegar a su etapa imperialista, como la denomin Lenin2 desde finales del siglo xix, el cual irrumpe, a partir de 898 en el Caribe como lo haban venido ha-ciendo los diferentes imperios europeos desde finales del siglo xv y principios del xvi; pero tambin porque en dicho periodo histrico se inicia en la regin el proceso de independencia en Amrica Latina con el triunfo de la Revolucin haitiana, el o. de enero de 804, mismo que un siglo despus sigue sin culminar, pues al menos pases jus-tamente del Caribe continan bajo dominio colonial de diferentes im-perios que se apoderaron de estos territorios; adems, fue precisamen-

    2 Lenin hace este planteamiento en su texto clsico, redactado en 96 y publicado en 97, El imperialismo, fase superior del capitalismo (Obras escogidas en tres tomos, Mosc, Editorial Progreso, 970, pp. 689-798); cincuenta y un aos despus, Juan Bosch demostrara que desde mediados del siglo xx esa etapa del capitalismo haba sido sustituida por el pentagonismo. Cf. Juan Bosch, El Pentagonismo, sustituto del imperialismo, Madrid, Guadiana de publicaciones, 968; dicha obra conoce diversas ediciones en diferentes pases, adems de haber sido traducida a varios idiomas.

  • Introduccin

    te en esos cinco siglos, a principios del siglo xx que triunfa un nuevo sistema econmico, poltico y social, el socialismo antagnico al capitalismo, en Rusia, que se convierte en la Unin de Repblicas Socialistas Soviticas, la URSS, y que por azares de la historia tambin desplazara sus fronteras hacia el Caribe, a raz del triunfo de la Revo-lucin cubana, o ms precisamente desde el momento en que sta se declara socialista, en 96. Se trata, en realidad, del ltimo imperio que se lanza hacia el Caribe, aunque fue uno de los de ms corta dura-cin en la zona, apenas de tres dcadas, independientemente de que sus objetivos polticos, econmicos y militares fueran diferentes al de los anteriores. De todas maneras, dicho acontecimiento histrico redi-mensiona la importancia geopoltica del Caribe para constituirla, nue-vamente, en una de las reas ms conflictivas y de mayor peligro bli-co en el hemisferio, al grado de que pudo haberse convertido en escenario de una guerra nuclear a raz de la denominada crisis de los misiles en Cuba de finales de 962. Por estas razones, desde que surge la Guerra Fra, en 947 la que se prolongara hasta 99 pocas regio-nes del mundo han sido vctimas de los ms brutales designios de poder imperial alguno, como el de Estados Unidos, que se lanz a do-minar dichos pases desde 898.

    Decamos que la publicacin de la obra De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial, ha constituido un parteaguas en la historiografa del Caribe por varias razones, adems de las ya seala-das. Porque reivindica, a partir de slidas argumentaciones, basadas en diversos documentos y acontecimientos producidos, muchos de ellos refrendados en tratados y acuerdos internacionales, el verdadero papel que dicha regin ha jugado histricamente en la edad moderna; con-trario al que le solan atribuir la mayora de los historiadores, incluyen-do a los propios latinoamericanistas, que ignoraban al Caribe en sus estudios, o en el mejor de los casos lo relegaban a una simple nota de pie de pgina, pues lo consideraban conformado por una serie de pe-queas islas y territorios continentales sin mayor importancia, una parte de los cuales lo han denominado despectivamente como rep-blicas bananeras; o en su defecto, los propios investigadores lo situa-ban en un segundo plano en sus estudios, porque entendan que una serie de estos pases continuaron y todava hoy da una parte de ellos

  • Pablo A. Marez

    lo sigue siendo sometidos a la dominacin colonial, bajo diferentes estatus polticos de varios imperios europeos Inglaterra, Francia y Holanda y de Estados Unidos; mientras que los pases independientes, en su gran mayora han sido sometidos a prolongadas dictaduras; sin preocuparse por conocer las verdaderas causas de ese desafortunado destino histrico, lo cual ha generado una visin sesgada de Amrica Latina. Por ello, la historiografa de nuestra Amrica, como se podr comprobar en la inmensa bibliografa existente, se ha centrado en los pases de Amrica del Sur, es decir, en los pases continentales del Cono Sur, y en los pases andinos. Incluso ha constituido una verda-dera batalla poder lograr que se agregara y el Caribe, cuando se haca referencia a Amrica Latina tanto en los programas de estudios latinoamericanos, que generalmente se centraban, y todava lo siguen haciendo, en la Amrica del Sur como en los diversos planteamientos y enfoques polticos, econmicos, culturales e incluso militares que se realizan sobre el rea, as como en las mismas instituciones internacio-nales que se ocupan de nuestro continente. Tal ha sido el caso, slo a modo de ilustracin, de la Comisin Econmica para Amrica Latina y el Caribe, cepal, que data de 948.

    Por otro lado, la produccin historiogrfica sobre el Caribe general-mente con independencia de la calidad de la misma se realizaba desde las diferentes potencias europeas con visiones, planteamientos e interpretaciones eurocentristas, pues en su generalidad respondan a los intereses de los distintos imperios que se haban disputado y repar-tido el dominio del Caribe.

    Al respecto, incluso podemos establecer tres importantes etapas bien diferenciadas que de alguna manera corresponden a los periodos de disputas entre los imperios, o ms precisamente al momento en que los mismos comenzaron a incursionar en el Caribe. Hay una primera etapa que se extiende desde el siglo xvi hasta la primera parte del siglo xviii, con una produccin, casi en su totalidad, hecha por los mismos colonizadores. Tales son los casos de la Historia general y natural de las Indias, de Gonzalo Fernndez de Oviedo; la Descripcin de las Indias Occidentales, de Antonio Herrera; y la Historia General de las In-dias, del Padre Las Casas. A estas obras agregaramos los textos que comenzaron a producirse cuando adems de Espaa, otros imperios

  • Introduccin

    comenzaron a disputarse las posesiones de la regin es decir, cuando otros imperios europeos trasladaron sus fronteras al Caribe inicindo-se tambin as la disputa por la produccin del conocimiento sobre el rea caribea, hecho que ocurrira desde mediados del siglo xvii. Las obras pioneras en esta disputa son Americaensche Zee-Rovers (traduci-da y conocida en espaol como Los piratas de Amrica), del holands Alexander Olivier Exquemeln, de 678, texto que recoge las aventuras de bucaneros y filibusteros en el mar de las Antillas durante dicho si-glo, de las cuales el mismo autor fue protagonista; en segundo lugar, se encuentran las obras de los franceses Jean-Baptiste Du Tertre, Histoire gnrale des Antilles Habites par les Franais, de 667; y la de Jean-Baptiste Labat, Noveau Voyage aux isles Franoises de l Amrique, publicada en Pars en 722, en seis tomos; y la del ingls, Dalby Tho-mas, An Historical Account of the Rise and Growth of West Indies Colo-nies, de 690.3

    La segunda etapa historiogrfica del Caribe se desarrolla alrede-dor de la mitad del siglo xviii, y principios del siglo xix, periodo del inicio de la decadencia del imperio espaol a la vez que de auge de la economa de plantacin azucarera en el rea, bajo el impulso de los emergentes imperios de Holanda, Francia e Inglaterra, que fueron quie-nes desarrollaron dicha economa e incorporaron a la regin una can-tidad masiva de africanos sometidos a la esclavitud. Razn por la cual se haba comenzado a construir un nuevo discurso historiogrfico que pona como eje de inters otras problemticas: la produccin azucare-ra y las luchas libradas por los esclavos africanos contra sus amos eu-ropeos, que se expresaban en resistencias que tenan diferentes mani-festaciones, como las sublevaciones y rebeliones o el cimarronaje. En esta segunda etapa historiogrfica podemos destacar las siguientes obras: Idea del valor de la Isla Espaola y utilidades que de ella pueda sacar su monarqua, de Antonio Snchez Valverde, publicada en Ma-drid, en 785; Description topographique et politique de la partie espag-nole de lisle Saint Domingue, de Moreau de Saint-Mry, publicada en Filadelfia, en 796; Saint-Domingue. tude et solution nouvelle de la

    3 Cf. Elsa Goveia, Estudios de la historiografa de las Antillas Inglesas hasta finales del siglo xix, La Habana, Cuba, Casa de las Amricas, 984; Manuel Crdenas Ruiz, Crnicas francesas de los indios del caribe, San Juan de Puerto Rico, Editorial Universidad de Puerto rico, 98.

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    question haitienne, de Lepelletier de Saint-Rmy, publicada en Pars en dos tomos, en 848; y por ltimo The history of the marrons, de R.C. Dallas, publicada en Londres, en 803. Esto no quiere decir, por supues-to, que los estudios e investigaciones sobre estas temticas concluyeran en el periodo sealado, pues las investigaciones han continuado, con importantes aportaciones al respecto.

    La tercera etapa de la historiografa del Caribe se inicia a mediados del siglo xix, y llega hasta la actualidad, principios del siglo xxi. En ella, el eje central, al menos en un primer momento, era la lucha anticolo-nialista y nacionalista, pues aunque el Caribe segua siendo frontera de diferentes imperios, era en ese momento cuando se estaba luchando por la construccin de las identidades nacionales y culturales por los procesos de independencia, con lo que comenzaba a surgir el Estado-nacin, tanto en la parte antillana, como en la continental, bien en el istmo centroamericano, bien en toda la regin que ocupan hoy da Ve-nezuela, Colombia y Mxico. De ah que estuvieran surgiendo los grandes prceres anticolonialistas e independentistas como Simn Bolvar, El Li-bertador; Miguel Hidalgo, Jos Mara Morelos y Pavn, Jos Mart, Benito Jurez, Eugenio Mara de Hostos, Emeterio Betances, Mximo Gmez, a quien The London News llam el Napolen de las guerrillas; Gregorio Lupern, el Benito Jurez dominicano, en tanto que lucharon, en la misma poca por causas similares; Marcus Garvey, el lder anticolonia-lista de Jamaica, y Anton de Kom, el incansable defensor de los opri-midos de Surinam. Ninguno de stos era historiador de oficio, como es bien conocido, pero sin embargo la mayora dej una amplia obra es-crita, en algunos casos como memorias, en otros como discursos, pro-clamas, cartas y documentos diversos; en otros, como estudios socio-lgicos y polticos, que cuando posteriormente fueron compilados, dieron lugar a la publicacin de varios tomos; como ejemplo de lo mencionado, destacamos la obra de Jos Mart, Eugenio Mara de Hos-tos y Gregorio Lupern, para citar slo a tres de ellos. No nos cabe duda de que en este primer momento de la tercera etapa, historiogrfi-camente el Caribe comenzaba a dar los primeros pasos para distanciar-se de la historiografa eurocentrista e iniciar un acercamiento a lo que sera la construccin de una historiografa del rea producida en la regin en funcin de los intereses propios del Caribe.

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    Pero esta tercera etapa es sumamente compleja en trminos polti-cos lo cual se expresa tambin en la historiografa pues en el Caribe es donde se inicia y culmina el primer proceso de independencia de toda la regin. Nos referimos a la de Hait, que se inicia en 79 y con-cluye el o. de enero de 804. Pero a nivel regional, ese proceso de in-dependencia, todava a principios del siglo xxi sigue inconcluso, pues cerca de una decena de pases siguen sometidos al colonialismo, bajo diferentes estatus polticos, como hemos sealado con anterioridad; pe-ro este tema lo retomaremos ms adelante. En realidad, el proceso inde-pendentista en su segunda etapa, sumamente tarda, fue congelado en 983 a raz de la ocupacin militar de Estados Unidos en Grenada; ocupacin que slo es explicable porque dicha isla, que apenas tiene 300 km2 de extensin, se situaba en la frontera imperial del Caribe, tema sobre el cual volveremos.

    En el primer momento de esta tercera etapa, hay tres hechos que ameritan ser destacados. Uno de ellos, de carcter poltico, o ms bien geopoltico es la irrupcin de un nuevo imperio, Estados Unidos, que desplaza sus fronteras hacia el Caribe, hecho que se puede plantear con una precisin cronomtrica, tanto del mes, como del ao. Se trata de la guerra hispano-cubana-norteamericana de 898, en que Espaa el imperio decadente de ese momento, de los cuatro presentes en esa frontera imperial pierde sus ltimas posesiones en la regin, y se re-tira del Caribe a travs del Tratado de Pars firmado en noviembre de 898. Por medio de ste, Cuba y Puerto Rico que eran las dos ltimas colonias espaolas en el Caribe pasan a ser posesin colonial de Es-tados Unidos; Puerto Rico lo seguir siendo hasta el da de hoy, bajo un estatus poltico muy especial, el de Estado Libre Asociado (ela); en tanto que Cuba no slo logr su independencia en 902 (aunque inde-pendencia mediatizada, como la llaman los historiadores cubanos, pues en realidad Cuba pasaba a ser una especie de protectorado de Estados Unidos), que habra correspondido a la independencia del dominio espaol, sino que un poco ms de medio siglo despus 56 aos para ser ms precisos logra independizarse tambin de Estados Unidos, pues eso, y no otra cosa fue lo que signific la Revolucin cubana de 959. No porque ese fuera el proyecto original cuando se inici la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista con el asalto al

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    Cuartel Moncada el 26 de julio de 953, sino porque la radicalizacin del proyecto de cambios realizados la llev a enfrentarse muy tem-pranamente con los intereses estadounidenses es decir, del imperia-lismo, que tena un dominio total de su economa en el pas, y las circunstancias polticas, econmicas, sociales e histricas as lo de-mandaron, para poder preservar su soberana nacional y hacer reali-dad su proyecto nacional martiano.

    De tal manera que, como podemos observar, en el Caribe se produ-ce la primera guerra de independencia de la regin contra uno de los viejos imperios Francia que haban llegado a dicha rea la de Hai-t, en 804, a la vez que la primera independencia del ltimo impe-rio Estados Unidos que se haba lanzado contra el Caribe la de Cuba, en 959. De ah la proclama cubana durante varias dcadas: Cuba, primer territorio libre de Amrica. Hecho que slo es explica-ble, como lo plantea Bosch en su obra, porque dichos pases forman parte de esa frontera imperial, que es el Caribe.

    El segundo hecho que amerita ser destacado en esta tercera etapa de la historiografa del Caribe, es que como resultado del proceso de colonizacin que se haba producido a partir de los diferentes modelos implementados por los imperios que se haban repartido lo que hoy da denominamos El Gran Caribe,4 el rea haba quedado desmembra-da hecho rigurosamente analizado por Bosch en el captulo IX, El siglo de la desmembracin (pp. 255-288)5 en distintas subregiones, separadas entre s por las fronteras simblicas del lenguaje, que en realidad han guardado tras de s significativas diferencias en el desa-rrollo de las identidades culturales y nacionales, y a la vez consolidan-do las identidades subregionales. De manera tal, que cuando persona-jes como Emeterio Betances y Eugenio Mara de Hostos hablan de las Antillas de su proyecto de Confederacin Antillana en realidad estn refirindose a las Antillas de colonizacin espaola Cuba, Repblica Dominicana y Puerto Rico; lo mismo podramos decir aunque dca-das despus de Franc Fanon, cuando deca nosotros los antillanos,

    4 Cf. Norman Girvan, Reinterpretar el Caribe, en Revista Mexicana del Caribe, ao iv, nm. 7, Chetumal, Quintana Roo, 999, pp. 7-34.

    5 Cf. pp. 255-288 de esta edicin. Las citas en las que slo figura el nmero de pgina corres-ponden a la presente edicin.

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    a lo que se refera era a las Antillas francesas; e igual sucedera con el antillano de cualquiera de las cuatro subregiones espaola, francesa, inglesa y holandesa del Caribe. Un caso excepcional lo encontramos en Guadalupe Victoria, el Presidente de Mxico de 824 a 829, que en una obra pionera, de 80 aunque la conocida es la de 825, Derrotero de las Islas Antillanas. De las costas de tierra firme, y de las del seno mexica-no, cuando se refiere a las Antillas, incorpora a las islas y territorios con-tinentales pertenecientes a distintas subregiones; quizs por el trasfondo geopoltico, y el objetivo que el autor se propona con dicha obra, en la que estudia los vientos y corrientes marinas, necesarios de conocer para hacer la navegacin de travesa desde los puertos de Europa a las costas de Amrica.

    Esta desmembracin poltica y tambin cultural, por supuesto de la regin tendra, posteriormente, su expresin en la historiografa, que no poda ser otra que la balcanizacin de la misma. La complejidad de dicho proceso ha sido tal, que ni siquiera una subregin con la misma lengua, como lo es la espaola, pudo mantener su unidad. A partir de cierto momento, el Istmo centroamericano pas a construir una iden-tidad subregional diferenciada de las Antillas hispanas que pas a ser otra subregin, y en consecuencia, a producir una historiografa cen-troamericana propia.

    El tercer hecho a ser destacado de esta etapa, es que mientras la historiografa de las subregiones de colonizaciones inglesa y francesa a excepcin de Hait han dado prioridad a la descolonizacin como objeto de estudio, en cambio, la historiografa de las Antillas espao-las, pero de manera muy particular la cubana, ha puesto mayor nfasis en aspectos de orden geopolticos, con un marcado acento antiimperia-lista, mucho antes del triunfo de la Revolucin de 959. El caso de la historiografa puertorriquea es todava ms complejo, pues se mueve entre la descolonizacin, la identidad nacional y el antiimperialismo, lo cual es explicable por el mismo proceso histrico que ha tenido la isla de Puerto Rico.

    En trminos subregionales, este antiimperialismo es el resultado, desde nuestro punto de vista, de que Cuba haya logrado su independen-cia en una coyuntura histrica muy especial, a diferencia del resto de Hispanoamrica; pues lo hace justo en el momento del ocaso del impe-

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    rio espaol y de la emergencia del imperio estadounidense; pero ade-ms se produce en el medio de una srdida lucha de este ltimo con el imperio britnico, que por el podero que segua teniendo en esa poca a diferencia del espaol se resista a ceder los intereses econ-micos y comerciales que tena en la Patria de Mart. Cuba, ms que ningn otro pas de la regin, por la coyuntura histrica en que le toc lograr su independencia, vivi en carne propia lo que significaba para un pas encontrarse situado en el centro de la frontera imperial. De ah el gran acierto de Jos Mart en la carta pstuma dirigida a su amigo mexicano Manuel Mercado del 8 de mayo de 895, un da antes de morir, al plantear lo siguiente: Ya estoy todos los das en peligro de dar mi vida por mi pas y por mi deber, puesto que lo entiendo y tengo nimo con que realizarlo de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza ms, sobre nuestras tierras de Amrica. Cuanto hice hasta hoy, y har, es para eso.

    Posicin visionaria que no lleg a tener Eugenio Mara de Hostos ni siquiera tres aos despus, en 898, cuando se produjo la ocupacin de Puerto Rico por Estados Unidos. Esa lucidez de Mart en el orden geopoltico influira qu duda cabe en la historiografa cubana, como podr comprobarse en buena parte de los estudios de los ms destaca-dos historiadores de principios o mediados de siglo xx: Ramiro Guerra Snchez, El camino de la independencia, 930; La expansin territorial de Estados Unidos, 935; Emilio Roig de Leuchsenring, Historia de la Enmienda Platt, 935; Emeterio S. Santovenia, Armonas y conflictos en torno a Cuba, 956; Jos Luciano Franco, La batalla por el dominio del Caribe y el Golfo de Mxico, 964, en tres tomos. Influencia martiana que no se limitara a los historiadores, sino tambin a los polticos, intelectuales y al pueblo cubano en general. No por otra razn el joven rebelde, Fidel Castro, con apenas 27 aos de edad en el discurso de autodefensa ante el juicio por el asalto al Cuartel Moncada, en octubre de 953, sealara que el autor intelectual del mismo era Jos Mart.

    Quizs la nica posicin comparable con tal agudeza visionaria de Mart, fue la de Carlos Luis Napolen Bonaparte, conocido como Na-polen III aunque, lgicamente, con intereses distintos, pues la suya era parte de la lucha inter-imperial, cuando en la segunda parte del

  • Introduccin 1

    siglo xix dise todo un proyecto para impedir que Estados Unidos se lanzara sobre Amrica Latina.6 Proyecto muy complejo, que al final fracas, pero que lleg a aplicar varias medidas, como la ocupacin de Mxico por Maximiliano en 864. El mismo antimperialismo que no es equivalente necesariamente de anticapitalismo, es bueno y necesa-rio aclararlo existente en la historiografa dominicana7 aunque mu-cho ms tenue que el cubano por diversas razones muy comprensibles, siendo una de ellas que la historiografa en dicho pas, como todas las ciencias sociales y humanas, fue brutalmente obstruida durante la dictadura de Trujillo durante 3 aos es producto tambin del hecho de que el pas se encuentre situado en la frontera imperial, y muy par-ticularmente de haber sido vctima de dos ocupaciones militares de Estados Unidos; la primera, que fue prolongada, de 96 a 924, y la segunda de 965 a 966; a lo que debemos de agregar las pretensiones anexionistas a dicha potencia del norte, a finales del siglo xix, hecho que est muy bien documentado en la obra de Emilio Rodrguez Demo-rizi, Proyecto de incorporacin de Santo Domingo a Norte Amrica. Apuntes y documentos, de 964; Informe de la Comisin de Investiga-cin de los E.U.A. en Santo Domingo en 1871, del mismo autor. Adems de las ocupaciones, intervenciones y agresiones sealadas del ltimo imperio, Repblica Dominicana tambin fue ocupada, an antes de lograr su independencia, por otros imperios, como el de Francia, me-diante el tratado de Basilea en 795.8

    6 En carta de Napolen a E.F. Forey, del 3 de julio de 862, sostiene que si Mxico conquis-ta su independencia y mantiene la integridad de su territorio; si un gobierno estable llega a constituirse con las armas de Francia, habremos puesto un dique a la expansin de Estados Uni-dos, habremos obtenido la independencia de nuestras colonias de las Antillas y las de la ingrata Espaa, habremos establecido nuestra bienhechora influencia en el centro de la Amrica y esta influencia irradiar tanto en el norte como en el sur, crear inmensas salidas a nuestro comercio y proporcionar las materias primas a nuestra industria, citado por Laura Muoz en Del Minis-terio de Negocios Extranjeros y Marina. La relacin de Mxico con el Caribe durando el segundo imperio, p. 25, en El Caribe: Regin, Frontera y Relaciones Internacionales, tomo i, Johanna Von Grafenstein Gareis y Laura Muoz Mat (Coords.), Mxico, Instituto Mora, 2000.

    7 Cf. Pablo A. Marez (985), Injerencias, agresiones e intervenciones norteamericanas en la Repblica Dominicana. Bibliografa bsica para su estudio, Santo Domingo, Editora Universitaria. Aunque el opsculo habra que actualizarlo, pues casi cumple un cuarto de siglo, y adems no slo incluye obras de autores dominicanos, de estos ltimos aparecen registradas veinticuatro ttulos, algunos de ellos como testimonios o estudios sociopolticos.

    8 Cf. Emilio Rodrguez Demorizi, La Era de Francia en Santo Domingo, contribucin a su estudio, Ciudad Trujillo, Editora del Caribe, 955.

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    Despus del triunfo de la Revolucin cubana, en 959, la cual tiene un gran impacto no slo poltico y geopoltico, sino en todos los rde-nes en la regin, se inicia un segundo y novedoso momento en la ter-cera etapa historiogrfica del Caribe. En sta, por primera vez comien-za a desarrollarse una visin regional como expresin de una identidad regional proceso verdaderamente complejo, que todava no culmina por consolidarse, en funcin de los intereses del rea, con una pers-pectiva anticolonialista y antiimperialista, producida por autores cari-beos. Se daban as los primeros pasos para superar dos caractersticas de las etapas y momentos anteriores. La visin fragmentaria que haba predominado en los estudios histricos del Caribe, a nivel de las su-bregiones, o de casos nacionales carentes de una perspectiva regional o internacional; y en segundo lugar, el que dichos estudios fueran rea-lizados por historiadores de los pases imperiales, que se haban dispu-tado o apoderado de los pases del Caribe, como ocurri en la primera etapa de la historiografa, algo que ya hemos desarrollado; planteamien-to que hacemos sin ninguna cerrazn, pues sabemos y reconocemos que hay valiosas obras de historiadores de los pases imperiales. El caso de Philip S. Foner, oriundo de Estados Unidos, es bastante ilustra-tivo al respecto: Historia de Cuba y sus relaciones con Estados Unidos, en dos tomos, de 973, y La guerra hispano-cubana-norteamericana y el surgimiento del imperialismo yanqui, tambin en dos tomos, de 978, ambos publicados por la Editorial de Ciencias Sociales de La Habana, son elocuentes. Lo mismo podramos decir de Charles David Kepner y Jay Henry Soothill, y el libro El imperio del banano. Las compaas bananeras contra la soberana de las naciones del Caribe, de la dcada de 930; y Los americanos en Santo Domingo. Estudios del imperialismo americano, de Melvin M. Knight, de la dcada de 930.

    Por supuesto, ya en la segunda etapa historiogrfica, a la que hici-mos referencia, se haban dado algunos valiosos antecedentes, tanto en estudios regionales, algunos de ellos pioneros como el del Presiden-te de Mxico, Guadalupe Victoria, del que ya hemos hecho mencin; o el libro ampliamente conocido, Biografa del Caribe, del colombiano Germn Arciniegas, publicado en la dcada de 940; o trabajos que abordaban temticas muy concretas pero cruciales, aunque referidos

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    slo a una parte del Caribe, las Antillas Mayores como el del domi-nicano J. Marino Inchustegui, La gran expedicin inglesa contra las Antillas Mayores, en dos tomos, 953.

    En este segundo momento de la tercera etapa de la historiografa caribea la obra pionera es la de Juan Bosch, De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial (970), que constituye, como he-mos sealado con anterioridad, un parteaguas en los estudios del Ca-ribe en la regin. Existe, sin embargo, por esas coincidencias de la vida, muchas veces inexplicables, y que no nos queda ms que atribuirlas a los azares de la historia, otra obra, con un ttulo muy parecido, publi-cada casi simultneamente a la de Bosch en 970. Nos referimos a From Columbus to Castro: The History of the Caribbean 1492-1969, de Eric Williams (9-98), el prestigioso historiador y poltico anticolonia-lista, quien fue Primer Ministro de Trinidad y Tobago (962-98). Aunque el ttulo es casi similar, el objeto de estudio y la tesis sostenida por Eric Williams son diferentes, como veremos ms adelante.9

    Primero vamos a realizar algunas aclaraciones y consideraciones sobre el ttulo de la obra del Presidente en la frontera imperial, como lo denomina el destacado documentalista dominicano Ren Fortunato, en su ltimo trabajo que acaba de realizar sobre Juan Bosch.0 Aunque pueda parecer intrascendente, debemos de aclarar que el ttulo que su autor le dio al libro lo cual nos consta, por haber estado muy cerca de l, primero cuando lo escriba en Benidorm, y despus cuando conclu-y los arreglos finales en Pars para que entrara en imprenta, a media-dos de 969 fue el de El Caribe, frontera imperial. Y lo hizo as porque con dicho ttulo se expresaba de una manera sencilla la tesis sostenida y desarrollada en la obra, como podr comprobar el lector. Pero la editorial Alfaguara de Espaa, que fue la que primero lo publi-c en 970, le sugiri modificar el ttulo, por el que todos la conocemos

    9 Para una consulta de un desarrollo ms amplio de esta periodizacin historiogrfica, puede consultarse mi trabajo: Historia y economa de plantacin en el Caribe. Su expresin literaria, ponencia presentada en el IV Congreso Interdisciplinario del Caribe, Freie Universitt, Berln, La-teinamerika-Institut, 9- de diciembre de 993, y publicada en la revista Amrica Negra, nm. 9, 995, Bogot, pp. -30.

    0 Nos referimos a Bosch. Presidente en la frontera imperial, largometraje documental, escri-to y dirigido por Ren Fortunato, que narra la historia del Gobierno Constitucional de Juan Bosch en 963. Documental en 35 milmetros, hecho en el marco del centenario del natalicio del pen-sador y poltico dominicano.

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    hoy da, De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial. De manera que el ttulo que originalmente le dio Juan Bosch, qued como subttulo de la obra. Y lo cierto es que fue un gran acierto de los editores, por varias razones.

    En primer lugar, con esa indiscutible visin de la mercadotecnia que tienen las editoriales para atrapar al pblico lector en este caso anteponindole los nombres propios de esos dos personajes histricos, Cristbal Coln y Fidel Castro, se lograba, sin lugar a duda que la obra llamara mucho ms la atencin; adems, queda perfectamente delimi-tado, en trminos del espacio-tiempo, lo que en metodologa se deno-mina el universo de investigacin.

    En segundo lugar, porque cuando se lee la obra, es a esa conclusin a la que llega cualquier lector, que el estudio abarca desde Cristbal Coln hasta Fidel Castro; pero adems de ello, es el mismo autor que lo seala en la segunda pgina del primer captulo, Una frontera de cinco siglos, cuando plantea lo siguiente a manera de sntesis de toda una explicacin que viene desarrollando de cmo hay que estudiar la historia del Caribe: Si no se estudia la historia del Caribe a partir de este criterio no ser fcil comprender por qu ese mar americano ha tenido y tiene tanta importancia en el juego de la poltica mundial; por qu en esa regin no ha habido paz durante siglos y por qu no va a haberla mientras no desaparezcan las condiciones que han provocado el desasosiego. En suma, si no vemos su historia como resultado de lo que ha sucedido en el Caribe desde los das de Coln hasta los de Fidel Castro, ni ser posible prever lo que va a suceder all en los aos por venir (p. 8). De tal manera que la Editorial Alfaguara lo nico que hizo fue retomar lo planteado por el mismo autor en uno de los cap-tulos del libro.

    El tercer acierto de la editorial, con toda seguridad que sin propo-nrselo, es que al anteponer los nombres de esos dos personajes hist-ricos que le dan ttulo a la obra, estaba sealando a quienes en realidad podemos considerar, de manera simblica, como especie de puntas, o cabezas visibles de dos enormes icebergs opuestos.

    De un lado, Cristbal Coln, representando a centenares de perso-neros, civiles y militares, de los distintos imperios que a lo largo de cinco siglos llegaran a someter a los pueblos del Caribe, cometiendo

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    tropelas de todo tipo. No tiene caso hacer un listado exhaustivo de los mismos al menos en este momento, pues nos llevara varias pginas, pero no podemos dejar de mencionar por lo menos a algunos de los ms connotados, aunque apenas constituyan una insignificante muestra algunos por su arrojo y valenta, otros por su carcter sanguinario, en tanto que representantes de los imperios, como son los conquistadores Hernn Corts, Francisco Pizarro, Vasco Nez de Balboa, y Pedrarias Dvila, conocidos por todos; el temerario Lope de Aguirre (50-56), quien sigue siendo smbolo del terror en Venezuela. Todava hoy en Venezuela se asusta a los nios dicindoles que ah viene el tirano Aguirre (p. 84); los piratas, corsarios, filibusteros y bucaneros e in-vasores, Exquemeln, autor del clebre Los piratas de Amrica, Francis Drake, John Hawking, William Penn y Robert Venables, mejor conoci-dos como Penn y Venables, estos ltimos enviados por Oliverio Cromwell (599-658); Henry Morgan, el pirata que destruy Panam en 67; Vctor Emmanuel Leclerc, el invasor de Hait, cuado de Napolen, y marido de Paulina Bonaparte (780-825); Maximiliano de Habsburgo, enviado por Napolen III a apoderarse de Mxico; Williams Walker (824-860), el funesto filibustero norteamericano que lleg a proclamarse presidente de Nicaragua; William Howard Taft (857-930), quien se proclam gobernador de Cuba en 907, y posteriormente fue elegido Presidente de Estados Unidos, cargo del que tom posesin en 909, y envi miles de marines a Nicaragua; el almirante Caperton, jefe de las fuerzas de ocupacin estadounidense en Hait, en 95; el Capitn H.S. Knapp, quien dio la proclama ofi-cial de la ocupacin militar estadounidense de 96, para sealar slo algunos de los ms connotados aventureros intervencionistas incluyendo por supuesto a ciertos jefes de Estado que se lanzaron o autorizaron el envo de tropas de ocupacin a diferentes pases del Caribe.

    Del otro lado est Fidel Castro, representante de la resistencia al poder imperial, que desde el mismo siglo xv y principios del xvi se enfrentaron a las tropas espaolas, as como a los enviados de los de-ms imperios que llegaron a arrebatarles sus tierras, abusar de sus mujeres y familiares, o a someterlos al dominio colonial o neocolonial. Tampoco vamos a hacer un listado minucioso de los mismos, por las

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    mismas razones antes sealadas, pero cabe mencionar al menos a algunos de ellos, como los indgenas de Quisqueya, Caonabo, y Enri-quillo; este ltimo quedara inmortalizado por la novela del mismo nombre, de Manuel de Jess Galvn (989), una obra clsica en su gnero, cuya primera edicin data de 879, y mereci un prlogo de Jos Mart, adems de haber sido traducida al menos al ingls y al francs; el tambin indgena, el clebre Jos Gabriel Tpac Amaru, bajo cuyo liderazgo se realiz la memorable rebelin que lleva su nom-bre, iniciada en 780 en el Virreinato de Per, y que muchos historia-dores consideran como la precursora del movimiento emancipador de Amrica Latina.

    Pero no nos alejemos del Caribe. En dicha regin se destacan, como adalides de la resistencia contra el poder imperial, Simn Bolvar, El Libertador; Jos Mart, el Apstol cubano; Eugenio Mara de Hostos, el prcer puertorriqueo; Mximo Gmez, el invencible general de ori-gen dominicano en la guerra de independencia cubana; Marcus Gar-vey, el prcer anticolonialista de Jamaica; Franc Fanon, el antillano terico del anticolonialismo, luchador y hroe de la liberacin nacio-nal de Argelia; Anton de Kom, el incansable luchador antiesclavista y anticolonialista del Caribe de dominacin holandesa; Toussaint Lo-uverture, el primero de los negros y una de las ms grandes figuras de la historia americana, como lo calificara Juan Bosch (p. 52); Gregorio Lupern, hroe de la guerra de Restauracin contra Espaa en 863-865, y precursor del antiimperialismo en Repblica Dominicana; Augusto Csar Sandino (895-934), el general de Hombres Libres, quien enfrent las tropas de ocupacin de Estados Unidos en Nicaragua, a finales de la dcada de 920; Charlemagne Pralte (886-99), lder de la resistencia popular armada, caco, en Hait, contra la ocupacin norteamericana de 95-934; Gregorio Urbano Gilbert (898-970), quien con apenas 7 aos combati las tropas estadounidenses en Re-pblica Dominicana, en 96, aos despus form parte del Estado Mayor de Augusto Csar Sandino en Nicaragua y dcadas ms tarde volvi a enfrentarse a las tropas de ocupacin en Repblica Dominica-

    Cf. Pablo A. Marez, Gregorio Lupern. Precursor del antiimperialismo en la Repblica Dominicana, en El Caribe Contemporneo, nm. 9, Mxico, Facultad de Ciencias Polticas y Sociales, unam, 985, pp. 99-2.

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    na en 965; y el coronel Francisco Caamao De (932-973), lder de la resistencia armada y popular contra la ocupacin militar de Es-tados Unidos de 965 en la Patria de Juan Pablo Duarte y de Bosch. Despus del triunfo de la Revolucin haitiana (79-804), ha sido la Revolucin cubana de 959, la que ha realizado el mayor desafo y con mayores xitos, por supuesto a los poderes hegemnicos en la frontera imperial del Caribe.

    Como figura simblica del poder imperial, Cristbal Coln (45-506), que falleci a los 55 aos de edad y que no era espaol, sino genovs nunca sali del Caribe en los diferentes viajes que realiz al llamado Nuevo Mundo, aunque detrs de l llegaron centenares de personeros representantes no slo de Espaa, sino de los diferentes imperios que se disputaron el Caribe, as como al resto del continente. Fidel Castro (926), en cambio, que es caribeo aunque de origen espaol no slo ha tenido una vida longeva, y ha recorrido toda Am-rica, y prcticamente todo el mundo, es decir, los cinco continentes del planeta, sino que como smbolo de la resistencia antiimperial, ha teni-do un enorme impacto en el Caribe, en toda Amrica Latina, y a nivel internacional, llegando incluso a impulsar con ayuda militar abierta y declarada la liberacin nacional de territorios tan lejanos como An-gola, en frica del Sur.2 El impacto del triunfo de Fidel Castro en 959, ha sido tal, que modific la correlacin de fuerzas polticas en la re-gin, dando lugar a que se iniciara una segunda etapa del proceso descolonizador en el Caribe, como veremos ms adelante; adems, el triunfo de Fidel Castro llev a los estrategas estadounidenses a tener que redisear su doctrina de seguridad hemisfrica particularmente en la propia frontera imperial, hecho sin precedente por ninguna en la historia contempornea del Caribe.

    Por ltimo, retomando lo que hemos venido sealando sobre el t-tulo de la obra, De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial, el nico desacierto de la editorial fue que al colocar los nom-bres de estas dos figuras histricas encabezando su ttulo, se ha dado lugar a que algunos lectores se acerquen a la misma esperando encon-trar un mayor abordaje sobre la trayectoria y vida de cada uno de ellos Coln y Castro, quizs a nivel biogrfico. Cosa que no encontrar el

    2 Cf. Gabriel Garca Marquez, Operacin Carlota, Lima, Mosca Azul Editores, 977.

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    lector, pues ese no era, en absoluto, el objetivo de Juan Bosch. De ha-berlo sido, y por lo tanto de haber sido de l la propuesta de dichos nombres para que aparecieran encabezando el ttulo con toda seguri-dad que hubiera penetrado en la vida y la psicologa de Coln, lo mis-mo que en la de Castro, como lo hizo magistralmente con Simn Bol-var, con Trujillo, y con otros personajes polticos que fueron estudiados por l. Quizs hay un segundo desacierto de la editorial al que habra que hacer referencia, y es la confusin que genera en algunos lectores tal vez, ms que nada, por un imperdonable descuido de stos y es que en no pocos casos la obra aparece citada slo por el subttulo, o por la primera parte del ttulo, dando lugar a que muchos crean que se trata de dos libros diferentes. El primero, De Cristbal Coln a Fidel Castro, el segundo, El Caribe, frontera imperial. Hecho que podr comprobarse, incluso en las referencias de la produccin bibliogrfica de Juan Bosch, que aparecen en internet.

    coincidencias de ttulos

    Volviendo nuevamente la similitud de los ttulos de las obras de Juan Bos-ch y de Eric Williams, la que no puede tener otra explicacin, desde nues-tro punto de vista, por lo que conocemos, que el azar de la historia, o como dira Bosch, haciendo referencia a otros hechos coincidentes: La historia tiene a veces caprichos propios de un dios joven y juguetn (p. 505). Pues se da el caso que mientras Juan Bosch se encontraba en Espaa, hacia donde se haba trasladado expresamente a escribir ese, entre otros libros al parecer Eric Williams haca lo mismo en Trinidad y Tobago. Al menos es all, en Port-of-Spain, donde firma la introduccin a su libro el 0 de octubre de 969, si bien es cierto que, como l mismo lo seala, desde haca 8 aos que lo haba iniciado, pero que por diversas circunstancias no lo haba podido concluir; en tanto que Bosch lo hace en Pars pues haba salido de Benidorm meses antes, en el mes de junio. Lo que no podemos saber es si, como en el caso de Alfaguara, la editorial que hizo la primera edicin de la obra de Williams, tambin le sugiri hacer algn cambio en el ttulo, o fue el mismo historiador y poltico trinitobaguense, quien le puso el ttulo, tal y como se conoce hoy da el libro.

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    De todas maneras, hay coincidencias y diferencias, que es necesario abordar. Adems de una cierta similitud en el ttulo, hay una concepcin sobre el Caribe como rea, muy prxima entre ambos autores. La de Bosch, sigue siendo la misma que manej en la dcada de 950, un con-cepto amplio, geopoltico, que incluye a todos los pases baados por el Mar Caribe; en cambio, la de Williams ha sido la que al parecer se mo-dific, pues en sus estudios anteriores haba sido muy restringida, de carcter etnocultural (una historia comn, economa de plantacin y poblacin esclava africana o de origen africano, como fuerza de traba-jo), lo cual le permite reducir la regin a las Antillas (pero aun dentro de stas, no todas las islas calificaran plenamente con tales rasgos), y la parte continental de las tres Guyanas y Belice. Es el mismo concep-to que maneja en su ya clsica obra, Capitalismo y esclavitud, de la dcada de 940. Concepto del Caribe West Indiesque tienen no po-cos intelectuales y polticos del Caribe anglfono, precisamente por la influencia intelectual que en dicha regin ha tenido Eric Williams. Sin embargo, en la obra que estamos comparando con la de Bosch, Willia-ms le da una mayor amplitud al Caribe como regin en relacin a trabajos anteriores suyos, como Capitalismo y esclavitud, de 944, pues adems de las Antillas tambin incluye al menos buena parte del territorio continental baado por el Mar Caribe, aceptando la pertenen-cia de Venezuela a la regin.

    El objeto de estudio de Bosch en su obra es el Caribe como fronte-ra de los imperios: Espaa, Inglaterra, Francia, Holanda y Estados Uni-dos, fundamentalmente. De ah la importancia que tienen los tratados en los que se negociaron los acuerdos entre los imperios, generalmen-te cediendo o adquiriendo territorios en la regin para establecer la paz en los conflictos blicos en que se haban involucrado en Europa, o en la misma regin del Caribe; tal importancia tienen dichos tratados para Bosch, que para su estudio establece etapas en la historia del Caribe a partir de la firma y vigencia de determinados tratados, como el de Utre-cht, de 72 y la Paz de Pars, de 763. En cambio, el objeto de estudio de Williams se mueve entre la economa de plantacin azucarera, la esclavitud y su abolicin, el anticolonialismo, a la vez que aspectos po-lticos desde los centros hegemnicos de poder, a los que en ningn momento califica como imperios. Sin embargo, Williams tambin recu-

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    rre, aunque con menor frecuencia, a una serie de tratados entre los pases europeos, que involucraron a los del Caribe.

    De todas maneras, independientemente de las coincidencias y di-ferencias que puedan existir entre ambos trabajos, en cuanto a su ob-jeto de estudio se refiere, lo cierto es que, de algn modo no obstante la visin integral que ambos autores manejan, con las diferencias ya sealadas, dichas obras reflejan la balcanizacin que sigue existiendo en el Caribe a partir de las fronteras simblicas del lenguaje como pro-ducto de los modelos de dominacin colonial aplicados. Entendemos, y as ya lo hemos planteado, que a nivel de los historiadores y estudio-sos en general del Caribe en esta ltima etapa de la historiografa del Caribe ha comenzado a ser superada la visin fragmentada que se tena antes y estas dos obras son un buen ejemplo de ello; sin embargo, en el conjunto de la poblacin del Caribe subsiste este desmembramiento o subregionalizacin. Y aunque parezca paradjico, las obras referidas de Juan Bosch y de Eric Williams son un buen ejemplo al respecto no en cuanto a la concepcin que manejan ambos autores, sino a la difu-sin que sus obras han tenido. Mientras la de Bosch fue escrita y publicada en espaol y constituye un clsico en el mundo de habla hispana, sin embargo no conoce todava traduccin al ingls ni al fran-cs; en cambio, la de Eric Williams fue escrita y publicada en ingls, y es lectura obligatoria en el mundo angloparlante, aunque ha sido tra-ducida al francs3 no lo ha sido al espaol. Esto ocurre hoy da, no obstante que ambas obras cumplen justamente en el 2009, 40 aos de haber sido escritas, y 39 de haber sido publicadas. El hecho llama ms la atencin, pues ocurre despus que la Asociacin de Estados del Cari-be, fundada en julio de 994, se ha propuesto lograr una mayor coope-racin e integracin del Caribe, creando incluso un nuevo concepto de la regin, El Gran Caribe,4 que es mucho ms amplio y abarcador, y muy prximo tambin a las conceptualizaciones que tanto Bosch como Williams, varios aos antes, emplearon. Un estudio comparativo am-plio y profundo entre ambas obras, as como entre ambas personalida-des polticos, escritores y muy cercanos a Cuba, particularmente a

    3 Cf. Eric Williams, De Christophe Coloma a Fidel Castro: L histoire des Caraibes 1492-1996, Presence Africaine, 975.

    4 Cf. Norman Girvan, op. cit.

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    Fidel Castro, con quienes mantuvieron amistad, es una investigacin que resultara muy provechosa, y que est pendiente de ser realizada.

    Juan Bosch, el historiador

    Bosch es ampliamente conocido, y reconocido como un brillante his-toriador, por su obra De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, fron-tera imperial, misma que se ha convertido en referente obligado para los estudiosos del Caribe y de Latinoamrica; un verdadero texto clsi-co. Lo cierto es que, parafraseando lo planteado por Peter Burke sobre Fernand Braudel, con dicha obra, an hubiera sido la nica escrita por Bosch, la misma le daba derecho a su autor para que se le considere un historiador de primer orden en el mundo.5 Pero es el caso que el referido texto de Bosch, si bien es cierto que es su obra cumbre en la disciplina historiogrfica, no es la primera escrita por el Dostoyevski dominicano, como le llamaba el ex presidente de Costa Rica, Rodrigo Carazo,6 ni tampoco la ltima. Antes de publicar el libro que nos ocupa en este prlogo, Bosch haba escrito al menos ocho libros de historia, incluyendo sus textos biogrficos; y con posterioridad, escri-bi y public otros cinco libros ms de historia, con temas tan dismi-les, a la vez que importantes y atractivos, como la Guerra de Restaura-cin (982) en Repblica Dominicana; una historia de la oligarqua (970), o una historia de los pueblos rabes (975).

    Es ms, el primer libro de ensayo publicado por Bosch, cuando apenas tena 26 aos de edad, fuera de sus cuentos, que los public como libro con 24 aos, fue un libro de historia, Indios. Apuntes his-tricos y leyendas, de 935; lo mismo podemos decir de su segundo libro de ensayo biogrfico que tambin es un verdadero texto de histo-ria, pues incluso llega a rebasar a la tradicional biografa como gnero de la historia. Nos referimos a Hostos, el sembrador, de 939. Si ade-ms de lo sealado tenemos en cuenta que en gran parte de la produc-cin bibliogrfica de Bosch en ocasiones se hace difcil encontrar la

    5 Cf. Peter Burke, La revolucin historiogrfica francesa. La escuela de los Annales: 1929-1989, Barcelona, Editorial Gedisa, 2006, p. 56.

    6 Cf. Rodrigo Carazo, Carazo. Tiempo y marcha, San Jos, uned, 989, pp. 95-96.

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    frontera entre la historia y otras disciplinas como la poltica, la socio-loga, la antropologa, e incluso la psicologa, debido a la formacin interdisciplinaria de este notable pensador dominicano podremos aproximarnos mejor al historiador con el que nos encontramos; quizs por estas mismas razones Bosch utiliz la historia alejado de la forma tradicional de la historiografa para conocer los hechos pasados como una herramienta que le permitiera explicar el presente a la vez que prever el futuro. Por tales motivos, no cometeramos ninguna exagera-cin si planteamos que Juan Bosch era un historiador innato si es que tal personaje existe en las ciencias sociales y humanas.

    Pero mucho ms importante an es el hecho de que nos encontra-mos ante un poltico singular y sin precedente pues dedic su vida entera al quehacer poltico, llegando incluso a fundar dos partidos polticos que an hoy da siguen siendo los ms importantes del pas al menos en la regin del Caribe, y posiblemente en toda Amrica La-tina, que produjo obras de historia en bsqueda de las herramientas que le permitieran el ejercicio del poder poltico; es decir, conocer las causas de los hechos contemporneos en los que se encontraba inmer-so y a los que se tena que saber no slo explicar, sino enfrentar para poder darle solucin. No otra cosa fue lo que hizo con su primer ensa-yo sobre la democracia, Problemas de la democracia en Nuestra Am-rica (957), pues recurri a la historia para desentraar las causas de los males que aquejaban a dicho sistema poltico en Amrica Latina; lo mismo hizo un par de aos antes con los regmenes dictatoriales en Pker de Espanto en el Caribe (955), o en Trujillo. Causas de una tira-na sin ejemplo (959), que no obstante ser estudios pertenecientes a las ciencias polticas como disciplina, tambin recurri a la historia para buscar las causas por las cuales surgan dichos sistemas dictato-riales. O cuando escribi Composicin social dominicana. Historia e interpretacin (968), hace esta investigacin histrica con el nico propsito de encontrar la explicacin, al menos las ms profundas a nivel interno de la sociedad dominicana del porqu haba fracasado su proyecto poltico de gobierno democrtico-representativo, y para ello lo que hace es rastrear la existencia o inexistencia de una burgue-sa nacional en el pas, clase social sin la cual sostiene Bosch no puede funcionar tal democracia representativa. Y a lo largo de ms de

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    400 pginas, no encuentra que en el pas se hubiera desarrollado dicha clase social, por lo menos hasta finales de la dcada de 960. S exis-tan burgueses, pero no se haba constituido una burguesa como clase social; es decir, con conciencia poltica.

    Nos hemos extendido un poco ms en este ltimo aspecto quizs de carcter terico-metodolgico, pero antes que nada en esta bsque-da de Bosch, sobre todo en esta ltima obra Composicin social domi-nicana, porque la misma fue escrita casi simultneamente apenas meses antes a De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial; ambos escritos en Benidorm, el primero concluido en 968, y el segundo en 969, aunque fue en Pars donde le dio los toques fi-nales, pues se haba trasladado a residir unos meses antes a la capital de Francia. No por otra razn es por lo que Bosch insiste en la bsque-da de una burguesa como clase social en el imperio espaol y tampo-co la encuentra sino muy tardamente, motivo por el cual plantear, de manera reiterada, como veremos ms adelante, que a Espaa le faltaba sustancia para ser un imperio (pp. 66, 77, 90, 359).

    Como podemos ver, slo cuando sabemos como ya lo hemos plan-teado que Bosch no era ningn improvisado en la historiografa, tan-to en la de Amrica como en la de Europa aunque no hubiera escrito ningn libro o ensayo en particular sobre la historia europea, pode-mos entender que escribiera una obra monumental con importantes aportaciones, de unas 800 pginas en apenas unos pocos meses, si bien es cierto que trabajaba diariamente, al menos cuando lo haca, como l mismo lo ha sealado, de cinco de la maana a ocho de la noche, eta-pa en la cual tuve el privilegio de compartir algunos das con este prestigiado pensador y humanista dominicano;7 tiempo en el que ade-ms sigui inmerso en las intensas actividades polticas de su partido y del pas; y por si fuera poco, se daba tiempo para impartir conferen-cias, realizar viajes por otros pases de Europa y hacer otras publica-ciones.

    7 Creo, adems haber sido, si no el primero, uno de los primeros en mi calidad de estudiante universitario en escribir una resea sobre dicha obra, cuando apenas sala a la luz pblica. Cf. Pablo A. Marez, Juan Bosch. De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial, Comuni-dades, revista del Instituto de Estudios Sindicales, Sociales y Cooperativos, nm. 4, mayo-agos-to, Madrid, 970, pp. 284-289.

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    Obra monumental que en realidad es una sntesis de la historia del Caribe y que para lograrlo, Bosch tuvo que renunciar en no pocas oca-siones, como l mismo lo seala de manera reiterada, a ampliar, pro-fundizar, o entrar en detalles de una serie de acontecimientos que, de haberlo hecho, hubiera resultado un texto de dos o tres tomos. Y Bosch no quera eso. Deseaba un texto con una extensin que fuera accesible al gran pblico para el que escriba como siempre se propuso y logr hacerlo. Por eso, y gracias al dominio que tena de la prosa, cada uno de los 26 captulos del libro contiene aproximadamente la misma ex-tensin, entre 28 y 32 pginas.

    Por ltimo, de la misma manera que Bosch escribi esa serie de li-bros de historia con el firme propsito de encontrar las causas o herra-mientas que le permitieran explicar y comprender hechos contempor-neos en los que se encontraba inmerso y a los que se tena que enfrentar y buscarle o al menos plantearle solucin, tambin escribi De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial, con el mismo objetivo: encontrar las races histricas, al menos las ms pro-fundas, que le permitieran explicar el porqu Estados Unidos el lti-mo de los imperios que lleg al Caribe, y tambin estableci all sus fronteras quizs con mucha ms razn y lgica que los imperios euro-peos, pues de alguna manera esa era su frontera natural haba ocupa-do militarmente a Repblica Dominicana en 965 para impedir bajo pretextos falaces, como suelen ser los de todos los imperios que en dicho pas se estableciera un gobierno elegido libremente por el pueblo; mismo que defendera con su vida por ser un proyecto democrtico de gobierno, contenido en una Constitucin que no tena nada que ver con el comunismo, y los gobernantes estadounidenses y sus estrategas tenan que saberlo muy bien; aunque era una Constitucin muy pro-gresista, eso sin ninguna duda, y a la que el pueblo dominicano tena derecho como nacin soberana e independiente, razn por la cual ex-presaba sus aspiraciones de modernidad y justicia social para las gran-des mayoras sociales, mismas que se lanzaron a defenderla con las armas en las manos desafiando al imperio ms poderoso del mundo.

    Fue para encontrar esa explicacin pues las que daba el gobierno de Estados Unidos no eran crebles ni por Bosch ni por ningn domi-nicano serio, honesto y nacionalista que Bosch se traslada a Espaa a

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    realizar dicha investigacin, la que en realidad constituye una reinter-pretacin que no una hermenutica cualquiera de la historia del Caribe, bajo la tesis de que dicha regin ha sido una frontera de los imperios. Hecho que le ha llevado las desgracias, violencias, turbulen-cias y desasosiego a los habitantes de dicha regin; y por supuesto, ha alterado o trastocado el curso mismo de su historia.

    Bosch no slo escriba libros de historia e hizo importantes aporta-ciones en los mismos, sino que incluso lleg a teorizar sobre la historia aunque nunca se propuso realizar una obra o ensayo terico de histo-ria en artculos breves, donde dej muy bien sentado el dominio que tena sobre dicha disciplina; explicando, por ejemplo, lo que era la historia, un hecho histrico, o un personaje histrico.8 Y tanto Crist-bal Coln como Fidel Castro, a la luz de los planteamientos de Bosch, son verdaderos personajes histricos. Para definir qu significan las palabras personaje histrico debe decirse que lo es todo aquel que pa-ra bien o para mal ha influido en el curso de la historia de su pueblo o de otros pueblos llevando a cabo hechos materiales, intelectuales, artsticos, militares, polticos, que de alguna manera son importantes en su pas o en aquel que fue escenario de su actuacin.9 Y toda la historia transcurrida en el Caribe, durante estos ltimos cinco siglos 447 aos, para ser ms precisos narrados magistralmente por Juan Bosch, que van desde Coln a Castro, estn cargados de decenas o centenares de hechos histricos. Entendidos estos ltimos, como aquellos que no se pierden en el olvido de las generaciones que han heredado su conocimiento.20

    Hay un libro de historia, un clsico tambin en su gnero, el de Fernand Braudel, El Mediterrneo y el mundo mediterrneo en la poca de Felipe II, de 949, que ameritara una comparacin con la obra de Bosch que estamos prologando, por el smil existente entre dichas obras tanto por la importancia que tuvo el Mediterrneo, como centro de la civilizacin europea a la vez que jugando una especie de frontera imperial aunque esa no es la tesis manejada por su autor, si bien narra los conflictos blicos que all se produjeron en el periodo histrico

    8 Cf. Juan Bosch, Temas histricos, tomo i, Santo Domingo, 99, Editorial Alfa y Omega.9 Cf. Ibidem, p. 0.20 Cf. Ibidem, p. 3.

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    estudiado por l, que es la poca de Felipe II; porque algunos de los acontecimientos que se produjeron en ese mundo del Mediterrneo, en cierta manera reapareceran en el Caribe, como es el caso de la pirate-ra; pero sobre todo lo ms importante, desde nuestro punto de vista, es la metodologa historiogrfica empleada por Braudel, y la escuela de los Annales a la que l perteneca, si bien no fue de los fundadores de la mis-ma pues como es conocido que sus fundadores fueron Lucien Febvre y Marc Bloch, s form parte, como una figura de primer orden de lo que se conoce como la segunda generacin de dicha escuela.

    No pretendemos hacer tal estudio comparativo de dichas obras en este momento, lo que s nos interesa sealar es que de las diferentes corrientes o escuelas de la historiografa de la primera parte del siglo xx, consideramos que la que mayor influencia tuvo en Bosch fue la escuela de los Annales; o por lo menos, como ocurri en otras discipli-nas en la que nuestro autor incursion, Bosch lleg por cuenta propia a emplear los mismos procedimientos y recursos metodolgicos de dicha escuela, como se podr comprobar en un anlisis historiogrfico de la obra De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, frontera impe-rial. Nos referimos a la incorporacin de la poltica, la sociologa, la antropologa, la economa, la psicologa, la geopoltica, la visin inter-nacionalista, y la misma geografa en los estudios histricos de Bosch, como un rasgo muy notable en cualquiera de sus textos de historia. Hecho que no tiene nada de extrao por la formacin interdisciplinaria que tena dicho autor y que siempre emple cuando desarroll su pen-samiento en cualquiera de sus obras. Y como es bien conocido, una de las caractersticas de la revolucin historiogrfica de la escuela de los Annales2 surgida en 929, a partir de la revista Annales d Historie conomique et Sociale, fue precisamente su apertura para incorporar diversas disciplinas como las antes sealadas a dicha ciencia, con-trario a lo que hasta ese momento haba hecho la historiografa tradi-cional, apegada a los textos documentales como fuentes para narrar los acontecimientos histricos es decir, los hechos ocurridos.

    La otra influencia que Juan Bosch recibi en esta disciplina, fue de la historiografa cubana, pas donde l vivi no menos de 8 aos, y

    2 Cf. Peter Burke, La revolucin historiogrfica francesa. La escuela de los Annales: 1929-1989, Editorial Gedisa, 2006.

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    que dentro de la regin del Caribe, fue, no slo muy desarrollada y de vanguardia, sino tambin la que mostr mayor inters y preocupacin en cuanto a objeto de estudio se refiere al aspecto geopoltico, y muy particularmente, al anticolonialismo y al antiimperialismo, como lo hemos planteado con anterioridad, como legado de la influencia pol-tica e intelectual de Jos Mart. El apstol cubano, como visionario de los acontecimientos polticos internacionales, no slo lleg a manifes-tar que haba vivido en el monstruo y le conozco las entraas, sino tambin lleg a sostener la necesidad de que se produjera la indepen-dencia de Cuba para impedir que Estados Unidos se lanzara sobre Amrica Latina.

    Hemos planteado ya cules fueron las motivaciones y objetivos por los que Juan Bosch escribi De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Cari-be, frontera imperial. Una vez hecho esto, el pensador poltico domini-cano no volvi a retomar el tema, ni siquiera en alguna de las diversas reediciones que de dicha obra se hicieron en el pas y en el extranjero, como suelen hacer otros autores en las reediciones de sus libros y el mismo Bosch lo hizo con alguno de ellos elaborando un nuevo prlo-go, donde tienen la oportunidad de hacer una serie de planteamientos, en ocasiones de mucha utilidad; por lo tanto, tampoco Bosch se inte-res en lo que pudo haber sido una actualizacin de la misma, a partir de los cambios internacionales que se haban producido despus de 969, cuando fue concluida la obra y entregada a la imprenta para su publicacin. Con el desarrollo y demostracin de su tesis de que el Caribe haba sido, y lo segua siendo una frontera de los imperios con lo cual se explicaba tambin las races ms profundas de la ocu-pacin militar de Estados Unidos a Repblica Dominicana en 965 Bosch, como poltico, y tambin como intelectual, se haba dado por satisfecho. Adems, haba hecho una importante aportacin a los estu-dios histricos y geopolticos de la regin.

    El impacto de la obra en toda la intelectualidad y clase poltica del rea del Caribe y de Amrica Latina fue enorme. A partir de ella no slo se tomara conciencia de lo que significaba vivir en una frontera imperial, con todas sus complejas y mltiples implicaciones que ello conlleva, sino que se abra una nueva etapa en los estudios del Caribe, como veremos ms adelante. A la vez que el ilustre pensador domini-

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    cano quien justamente en esos aos se haba convertido en una figura emblemtica de la poltica en la regin, quedaba consagrado y recono-cido como un historiador de talla universal.

    estructura de la oBra

    De Cristbal Coln a Fidel Castro. El Caribe, frontera imperial, consta de 26 captulos, cada uno de ellos narrado de una manera brillante, tanto por el dominio de la prosa de la que hace gala el autor, como por la capacidad de su lgica expositiva. En todos los captulos, y como prueba de ser un maestro del lenguaje, Bosch le imprime un ritmo pro-pio en la narrativa, que atrapa al lector desde el primer momento por la forma en que los mismos se inician, por el hecho de hacer referencia a determinados acontecimientos importantes y atractivos que anuncia que sern desarrollados en un prximo captulo, lo cual genera una especie de suspenso; y por la forma como suele cerrar dichos captulos, diramos que de una manera concluyente e impactante, como suelen finalizar los buenos cuentos. As, cada captulo termina con una espe-cie de interconexin con el inicio del mismo y en muchas ocasiones tambin con otra interconexin con la parte inicial del siguiente cap-tulo. Y es que para Bosch, ciertos episodios de la historia del Caribe pueden parecer a menudo la invencin de un novelista (p. 8).

    Pero esto que acabamos de exponer es apenas una parte de la di-mensin del mtodo expositivo, que va estrechamente unida a la cua-lidad pedaggica del autor, en lo cual fue un verdadero maestro. Esta sencillez y fluidez de su lenguaje no se rie en lo ms mnimo al con-trario, la enriquece con la rigurosidad lgica, el anlisis interpretativo y cientfico de la obra. Todo ello se logra gracias a la formacin inter-disciplinaria del autor, es decir, a la capacidad de recurrir a distintas disciplinas, como ya lo hemos manifestado, para analizar e interpretar un hecho histrico, sin quedar prisionero del documento como lo hace la escuela positivista, que considera que los hechos hablan por s mismo; ni tampoco con una libertad total del sujeto, como lo hace una corriente muy cuestionada de la hermenutica. En el anlisis historio-grfico que realiza Juan Bosch, ningn hecho habla por s mismo,

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    pues l lo cuestiona permanentemente, lo confronta con otros, busca la lgica de los mismos, y llega a sus propias conclusiones con una verdadera rigurosidad cientfica apegada a la dialctica; adems, Bos-ch induce al lector a tener que reflexionar, dudar y, sobre todo, a pen-sar. De no haber seguido este mtodo de trabajo, difcilmente Juan Bosch hubiera realizado las aportaciones hechas al conocimiento hu-mano, al conocimiento de la historia del Caribe, que es el tema que nos ocupa en el prlogo de esta obra.

    De los muchos temas abordados por Juan Bosch en su obra, hay una serie de ellos que el lector le debe de prestar una atencin muy especial, pues no slo permiten comprender mejor la tesis sostenida y demostra-da por el Dostoyevski dominicano de que el Caribe es una frontera imperial sino porque adems constituyen apasionantes lneas de estu-dio para los investigadores, as como para los lectores en general.

    los imperios

    La historia del Caribe no se encierra en s misma, y no puede hacerlo, porque es segn la misma tesis defendida por Bosch una frontera imperial. De tal manera que el autor desde un principio se ve en la necesidad de recurrir al estudio de los procesos histricos polticos, econmicos, militares, sociales, antropolgicos y culturales, incluyen-do los religiosos de cada uno de los imperios que se lanzaron en dife-rentes momentos, pero a lo largo de ms de cuatro siglos sobre la regin del Caribe para apoderarse de sus territorios, de sus recursos naturales. Fue necesario tener este dominio de la historia de esos imperios pues cada uno de ellos, ms all de las rivalidades que mantenan entre s te-nan sustancias diferentes; o peor an, podan estar actuando como imperios cuando sin embargo carecan de una verdadera y profunda sustancia que le diera la categora de imperio en las diferentes dimen-siones que requiere todo imperio, para ser considerado como tal: en lo poltico, en lo econmico, en la organizacin social y administrativa, y en lo militar. Tal era el caso del imperio espaol, que como imperio tena unas debilidades intrnsecas, al menos durante cerca de dos de los cua-tro siglos que actu en el escenario poltico internacional en tal calidad.

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    Debilidades que propiciaron el descuido de los territorios del Caribe al grado de que algunas de las islas, como Barbados, nunca llegaron a ser pisadas por los espaoles, o dejaron transcurrir dcadas sin hacerlo; o por lo menos no llegaron a tomar posesin de las mismas, y mucho me-nos a conquistarlas y colonizarlas; por ejemplo, Las pequeas islas de Barlovento no fueron ni siquiera tocadas por Espaa (p. 28); abriendo as la posibilidad para que siglo y medio despus de la llegada de Espa-a a la regin, otros imperios emergentes Inglaterra, Francia y Holanda, pues Estados Unidos sera el ltimo de todos pasaran a arrebatarle di-chos territorios, convirtindose de esta manera el Caribe en la frontera de tales imperios. Situacin que se produjo, adems, por el hecho de que Espaa se dedic a emprender, particularmente durante el reinado de Felipe II, una serie de guerras en Europa. Si el Caribe acab siendo a mediados del siglo xvii un bien realengo de varias potencias europeas y por tanto una tierra de conquista para ingleses, franceses y holande-ses, se debi a las guerras que Espaa hizo en Europa (p. 89).

    En la denominada falta de sustancia de Espaa como imperio, Bosch pone nfasis en la ausencia de una burguesa (p. 22, 24, 25, 98, 227, 323, 324, 330), misma que comenzara a aparecer en la era de los Bor-bones, al comenzar el siglo xviii (p. 39), de una organizacin social y militar; en sntesis, de un desarrollo capitalista, como lo alcanzaran los otros imperios, algunos de los cuales llegaron a experimentar, muy tempranamente revoluciones burguesas que dieron al traste con el sistema feudal, como lo fue el caso de Inglaterra desde el mismo siglo xvii y de Francia en el siglo xviii. Por eso Bosch llega a plantear desde las primeras pginas de la obra que a su llegada al Caribe, a finales del siglo xv, Espaa no era un imperio ni siquiera en el orden militar (p. 20). Dos siglos despus del arribo de Espaa al Caribe, es decir, en el siglo xviii, fue cuando Espaa comenz a ser imperio en el Caribe (p. 30), pero no en la totalidad del mismo, pues para esa fecha la regin ya haba sido desmembrada; sus territorios le haban sido arrebatados por otros imperios. Espaa haba tenido que cederlos, presionada a firmar en la mayora de los casos por las circunstancias polticas o militares en las que se encontraba envuelta una serie de tratados al amparo de los cuales dichos imperios emergentes legitimaban sus nue-vas posesiones, islas o territorios continentales.

  • Introduccin 3

    En un anlisis comparativo de estos imperios occidentales que se disputaron el Caribe, lo que de inmediato salta a la vista cuando se pe-netra en el estudio de los mismos, y de manera muy particular en el de Espaa es que este pas de la pennsula ibrica, logr convertirse en un imperio por azares de la historia, por circunstancias imprevistas, o peor an, por un error en los clculos cartogrficos del proyecto de un viaje a la India, navegando hacia occidente. Proyecto de viaje que ni siquiera fue realizado por un espaol, sino por un florentino italia-no: Cristbal Coln; es decir, dicho proyecto no era el producto del desarrollo del pensamiento espaol, y mucho menos se propona ni le haba pasado por la cabeza a ninguno de los que participaron en el primer viaje junto a Coln lograr lo que todos sabemos que ocurri, descubrir, conquistar y colonizar un inmenso continente, que era 80 veces mayor que Espaa, o 40 veces, si lo reducimos a Latinoamrica. Coln muri sin enterarse de lo que haba hecho, pues crey que haba llegado a la parte occidental de la India; de ah que todava hoy da al Caribe se le siga conociendo como West Indies, que es como lo deno-minan los habitantes del Caribe de colonizacin inglesa.

    En ese momento, finales del siglo xv, ni Espaa ni ninguno de los dems pases europeos se encontraba preparado para emprender una empresa de tal envergadura, y da la casualidad de que de todos ellos, Espaa, por su propio desarrollo histrico, despus de ocho siglos de dominacin rabe, era el que menos preparado se encontraba. El pro-ceso histrico de Espaa con miras al desarrollo del capitalismo, y por lo tanto de la superacin del feudalismo se haba visto trastocado. De ah la insistencia de Bosch de que a Espaa le faltaba sustancia como imperio, independientemente de que lograra avasallar e imponerse a los nativos habitantes de los territorios del Caribe, y ms tarde del resto del continente. Al respecto, debemos aclarar que la historia de los imperios es muy amplia y compleja y alguien podra pensar, con toda razn, que el imperio carolingio, el otomano, o el Imperio romano de occidente, lo mismo que el Imperio romano de oriente, es decir, el Imperio bizantino no requirieron de la sustancia que se le est exigien-do a Espaa, Holanda, Inglaterra o Francia; pero ocurre que aquellos corresponden a otras etapas del desarrollo histrico, que podramos denominar de carcter precapitalista, en tanto que la etapa en que Es-

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    paa emerge como imperio vendra a ser la del surgimiento y desarro-llo del capitalismo; y era en estas nuevas condiciones histricas en las que Espaa tena que competir, no en las del precapitalismo; tan es as, que fue precisamente el pas que logr el mayor desarrollo del capita-lismo, en su etapa superior, conocida como imperialismo, el que des-tronara a Espaa como imperio arrebatndole sus ltimas posesiones en la guerra de 898. No por otra razn desde la segunda parte del siglo xix los ms lcidos emperadores, como Napolen III, estaban preocu-pados con la emergencia del imperio estadounidense y queran poner-le un dique a su expansin, pues saban que no podan competir con el mismo, como en efecto ha ocurrido.

    En suma, es ineludible la necesidad que hay de estudiar los impe-rios: sus orgenes y desarrollo, las aportaciones que han realizado a la humanidad, as como el carcter constructivo y destructivo de los mis-mos. Pues ocurre que la regin del Caribe, sobre todo su parte insular, est conformada por pequeos territorios que siempre se han visto enfrentados tanto en el pasado como en los tiempos contempor-neos a la asimetra existente entre las grandes potencias y las peque-as naciones. Lo que queremos plantear es la necesidad y obligacin que tiene el caribeo de tener un mayor conocimiento de la historia universal, particularmente de los imperios por lo menos de los occi-dentales, que tanta influencia han tenido y siguen teniendo en la re-gin para poder comprender mejor la propia historia del Caribe.

    Fue precisamente esto lo que hizo Juan Bosch. Pero debemos de advertir que ese conocimiento de la historia de los imperios, el Dosto-yevski dominicano lo haba adquirido muchos aos antes de sentarse a escribir la obra que estamos prologando en estos momentos. Y no se trata de poner inters en conocer slo la historia del imperio que en su momento lleg a colonizar a la subregin a la que se pueda pertenecer, sino en la historia de todos ellos, pues independientemente de que cada uno tiene su propia trayectoria y aplic modelos de colonizacin dife-rentes, hay que partir de la premisa de que no existen imperios buenos e imperios malos. Todo imperio tiene sus propios intereses; aunque pueden tener y las tienen lgicas distintas en sus modelos de domi-nacin. De todas maneras, existen diferencias significativas entre ellos, y en la obra de Bosch ese es un tpico muy bien tratado por el autor.

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    El caso del imperio espaol, que surgi por un verdadero azar de la historia, no se repite por ejemplo en el ingls o en el francs. No obs-tante, el imperio espaol, con sus debilidades intrnsecas, como ya lo hemos planteado de manera reiterada, tuvo una larga vida de un poco ms de cuatro siglos a pesar de que haba entrado en declive desde haca ms de un siglo antes de derrumbarse en 898. Fue esa misma debilidad que dio lugar no slo a que el Caribe se convirtiera en una frontera imperial quizs la frontera ms dbil para la misma Espaa, pues no poda defenderla sino que el imperio se desmoron de una manera estrepitosa, al grado de que lleg a producir una verdadera crisis generacional, pues el pueblo espaol no lograba asimilar el des-plome que se haba producido; y no lo asimilaba, porque nunca la po-blacin espaola y quizs tampoco su intelectualidad y clase polti-ca lleg a comprender lo que significaba su imperio; es decir, las verdaderas bases econmicas, sociales, polticas y militares en las que descansaba; nunca lleg a entender lo que Juan Bosch plantea en su obra, que era un imperio que careca de sustancia, sobre todo de la que demandaba el desarrollo del capitalismo. No es el momento de realizar un anlisis comparativo profundo de los modelos de dominacin de cada uno de los cuatro primeros imperios que se establecieron en el Caribe, pero por lo menos queremos sealar los siguientes aspectos. El modelo espaol, a diferencia del ingls, cre las condiciones para que se desarrollara una democracia racial antes que una democracia polti-ca,22 reto este ltimo con el que todava sigue batallando la Amrica hispana; en el Caribe hispano, a diferencia del angloparlante y franc-fono, no surgieron lenguas criollas. Espaa estableci universidades muy tempranamente en sus colonias, por ejemplo, la de Santo Toms de Aquino, Santo Domingo, que data de 538, y en cambio las del Caribe anglfono se fundaran casi cuatro siglos despus, a mediados del siglo xx. Por ltimo, en el Caribe hispano y en el resto de Hispanoamrica se desarroll una importante arquitectura, que hoy en da sigue siendo un atractivo turstico, cosa que no ocurri en el resto del Caribe.

    Por supuesto que todos los imperios, por poderosos que sean, en algn momento de su historia se derrumban; al menos eso es lo que

    22 Cf. Juan Bosch, Problemas de la democracia en Nuestra Amrica texto escrito en enero de 957, pero publicado en 990, Poltica: teora y accin, ao , nm. 22, mayo, 990.

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    nos ensea la historia hasta el da de hoy. El estudio de Paul Kennedy Auge y cada de las grandes potencias (989), es bastante ilustrativo al respecto. Sin embargo, cuando comparamos el ritmo que tuvo el impe-rio espaol y los que han tenido Inglaterra y Francia, podemos observar que hay diferencias significativas, porque estos ltimos cuando surgie-ron como imperios tenan sustancia como tales.

    Si pasamos a considerar el ltimo imperio que se lanz a conquis-tar el Caribe, Estados Unidos, no obstante que sigue siendo la mayor potencia del mundo, tambin nos encontramos con una serie de singu-laridades. Este imperio, que es extremadamente joven en trmino de lo que suelen ser las largas vidas de los mismos apenas ha cumplido un poco ms de un siglo, si es que tomamos como punto de partida la guerra hispano-cubana-norteamericana de 898, puede dar la sensa-cin de que todava tiene una larga vida, no obstante la polmica sur-gida desde hace varias dcadas, sobre su entrada en decadencia.23 Lo cual puede ser cierto, pero los tiempos de los imperios, al menos en lo que a su ocaso se refiere, tiene ritmos distintos al que solemos aplicar a diversos procesos histricos.24 Sin embargo, cuando se estudia dete-nidamente la sustancia de este ltimo y poderoso imperio, que son innegables en lo econmico, en lo poltico y en lo militar, nos encon-tramos con las siguientes particularidades que desde cierta perspectiva podramos considerar como debilidades. Estados Unidos carece de una cultura, o ms rigurosamente de una civilizacin centenaria, y mucho menos milenaria, como la han tenido otros imperios. Fuera de la tec-nologa, es muy difcil encontrar cules son sus aportaciones culturales

    23 Desde mediados de la dcada de 970 comienza a surgir la duda sobre la supremaca de Estados Unidos, que aos antes, era indiscutible. De ah surge el debate entre crculos de acad-micos y polticos sobre la declinacin de dicha potencia, que ya en la dcada de 980 haba producido una amplia literatura sobre el tema. El texto de Paul Kennedy, de 987, se inscribe dentro de dicho debate, si bien es cierto que en su recorrido histrico sobre la cada de las gran-des potencias, apenas se refiere a Estados Unidos. El libro compilado por Rosa Cusminsky, Mito y Realidad de la declinacin de Estados Unidos (Mxico, unam, 992), recoge un amplio debate organizado en marzo de 99 por el Centro de Investigaciones sobre Estados Unidos de Amrica, que incluye, adems, una amplia bibliografa de las ms importantes aportaciones que al respec-to se haban realizado hasta ese momento.

    24 Pero este tipo de anlisis, como suele ocurrir en la poltica, es sumamente complejo y difcil de prever lo que puede ocurrir en el corto y mediano plazo, por las innumerables variables que es necesario tomar en cuenta. El derrumbe del imperio de la Unin Sovitica fue tan estre-pitoso, que los especialistas tuvieron que conformarse con analizar las causas del derrumbe, pues no tuvieron tiempo ni siquiera para establecer un verdadero debate previo al acontecimiento.

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    a la humanidad; sus grandes pensadores; sus grandes intelectuales y hombres de arte, por ejemplo, pintores y escultores.

    Claro, no podemos perder de vista que esto que estamos plantean-do como una debilidad, Estados Unidos ha logrado convertirlo en una de sus fortalezas, pues siendo un pas de inmigrantes, ocurre que al ser un poderoso imperio en lo econmico, lo militar y lo poltico, se ha constituido durante mucho tiempo en el polo de atraccin de los gran-des pensadores cientficos, intelectuales, escritores y artistas en gene-ral, as como de deportistas y atletas del mundo, que pasan a radicar all, y adquieren su ciudadana. Muchos de los innumerables premios Nobel y otros grandes cientficos y pensadores, lo mismo que medallis-tas de olimpiadas y de otros torneos de deportes con los que cuenta este imperio, si se indaga bien el origen de los mismos, se encontrar que no son oriundos de all, sino que son inmigrantes de primera o de segunda generacin; en ocasiones apenas llevan pocos aos de haber adquirido la ciudadana. Y lo que planteamos no es nada trivial, pues lo que queremos decir es que no son producto de su desarrollo hist-rico-social, sino ms bien prstamos de otras sociedades. Nada que ver con los grandes filsofos, historiadores, internacionalistas, pintores, escritores que han producido Inglaterra, Francia, y Alemania, por ejem-plo. Adems de ello, el estadounidense, como pueblo, no se caracteriza precisamente por ser un pueblo culto. Si no todo lo contrario. Este no es un tema que ha estado en el debate a que hemos hecho referencia sobre la declinacin de Estados Unidos. De todas maneras, se nos ocurre formular la siguiente interrogante: Qu ocurrir cuando Estados Unidos tenga que enfrentar una profunda y larga crisis financiera y econmica no me refiero a las recesiones cclicas del capitalismo que todos co-nocemos, en que deje de ser polo de atraccin para los cerebros que producen los pases europeos, asiticos, y los mismos pases latinoa-mericanos y caribeos? La respuesta no es nada sencilla, y no dispo-nemos del espacio ni tampoco del tiempo ni siquiera para hacer un breve esbozo de la misma.

    Otro fenmeno de la poblacin estadounidense que consideramos como una eventual debilidad del imperio fenmeno que tampoco ha formado parte del debate de la declinacin, es la proclividad de dicha poblacin, sobre todo de su juventud, al consumo de estupefacientes.

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    Estados Unidos es el mayor mercado consumidor de drogas en el mun-do, pero no ahora, en estas ltimas dcadas, sino que lo viene siendo desde hace mucho tiempo con diferentes tipos de drogas desde el opio, la herona y la marihuana hasta la cocana, pasando por otros tipos de estupefacientes que han comenzado a producirse qumicamente en los ltimos aos. Con la gravedad de que sus gobernantes y organismos existentes para combatirlos como la dea, carecen de un proyecto o po-ltica para lograr que su poblacin disminuya o erradique su adiccin, sino que todo el esfuerzo y los recursos los dedican a combatir en lo