EL CAMINO TOLTECA - … · Los nuevos videntes hacen inventarios precisos y después se ríen de...

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1 EL CAMINO TOLTECA GUIA PRÁCTICA DE LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN MATUS, CARLOS CASTANEDA Y OTROS VIDENTES TOLTECAS KEN EAGLE FEATHER PRIMERA EDICIÓN: MARZO 1998 IMPRESO EN ESPAÑA POR ARTES GRÁFICAS COFÁS S.A. I.S.B.N. 84-89897-02-6

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EL CAMINO TOLTECA

GUIA PRÁCTICA DE LAS ENSEÑANZAS DE DON JUAN MATUS, CARLOS CASTANEDA Y OTROS VIDENTES TOLTECAS

KEN EAGLE FEATHER PRIMERA EDICIÓN: MARZO 1998 IMPRESO EN ESPAÑA POR ARTES GRÁFICAS COFÁS S.A. I.S.B.N. 84-89897-02-6

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Dedicado A las montañas Blue Ridge

Incluso la escritura y el discurso, sean didácticos o poéticos, tienen como objetivo final guiar

al lector al conocimiento perceptivo del que partió el autor; si no tienen este objetivo son de mala calidad. Por esta razón, la contemplación y observación de todo lo real, en la medida que presenta algo nuevo al observador, es más instructivo que toda lectura y escucha al respecto.

ARTHUR SCHOPENHAUER

Sé un guerrero; acalla el dialogo interno; elabora tu inventario y después deshazte de él.

Los nuevos videntes hacen inventarios precisos y después se ríen de ellos. Sin el inventario, el punto de encaje se libera.

DON JUAN MATUS

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ÍNDICE CAPÍTULO 1. Salir de la tierra plana PARTE I. EL TOLTECA

CAPÍTULO 2. Lugares en el tiempo, lugares en la mente CAPÍTULO 3. Los toltecas tienen su camino CAPÍTULO 4. Un equipo tolteca PARTE II. EL VIDENTE

CAPÍTULO 5. La forma de las cosas por venir CAPÍTULO 6. Conciencia del yo que está más allá CAPÍTULO 7. Preparados, apunten, fuego interno PARTE III. RASTREO CAPÍTULO 8. Mantén el ritmo

CAPÍTULO 9. La caja de herramientas CAPÍTULO 10. Herramientas de poder

PARTE IV. ENSUEÑO CAPÍTULO 11. En el lado salvaje

CAPÍTULO 12. Rastrear el cuerpo de ensueño CAPÍTULO 13. Explorando el cuerpo de ensueño

PARTE V. INTENTO CAPÍTULO 14. Rastrear el intento

CAPÍTULO 15. Educar el intento CAPÍTULO 16. Sobre la pista

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CAPÍTULO 1 SALIR DE LA TIERRA PLANA Con la publicación de este libro acabo una de las tareas que me encomendó don Juan Ma-

tus, el vidente indio con el que muchos nos hemos familiarizado a través de los libros de Castaneda. En ellos, Castaneda nos presenta la filosofía y las prácticas de don Juan para desarrollar la percepción. Me encontré con don Juan por primera vez mientras caminaba por el paseo Speedway, una de las principa-les avenidas de Tucson. Iba a llegar tarde a mis clases en la universidad, por lo que simplemente le miré distraídamente y seguí adelante a toda prisa. Al llegar a clase, sentí que me recorría un flujo de energía y eso me indicó que aquel indio tan sereno con el que me había cruzado era don Juan. Volví a verle un par de días después, esta vez en un pequeño mercado en el extrarradio de la ciudad. Me acerqué a él y mantuvimos una breve conversación; me sentía demasiado intimidado como para permanecer mucho tiempo en su presencia.

A lo largo de los años siguientes, nuestros caminos se cruzaron muchas veces y en cada

ocasión me ofreció una lección sobre los misterios de la atención. Posteriormente, cuando me trasladé de Arizona a Florida, sus instrucciones continuaron a través de sueños y visiones.

El encuentro con don Juan marcó el final de un viaje y el principio de otro. Antes de cono-

cerle estaba totalmente inmerso en los libros de Castaneda. La práctica diaria y rigurosa de las técnicas descritas en sus libros era la única forma de asegurarme algún alivio para el dolor que me producía mi úlcera abierta. El equilibrio proporcionado por esta disciplina me permitió curarme de mi enfermedad. Más adelante, gracias a las instrucciones de don Juan y a la práctica continuada, emprendí otro aprendi-zaje dentro de su tradición de exploración de la conciencia. Posteriormente don Juan me encargó escribir dos libros que trabajaran el material de Castaneda.

En el curso de esta tarea, cambié algunos de los términos usados por Castaneda. Estos

cambios son plenamente compatibles con las enseñanzas de don Juan. Él mismo menciona que Julián, su profesor, cambió algunos de los términos para que le encajaran mejor. La única directriz es que los cambios tienen que ser verificados a través del ver (Fuego, 60)(*). Desde esta perspectiva, el cambio de términos nos permite contemplar sus conceptos desde distintos ángulos. Como dice Clarissa Estes en su libro Women Who Run With Wolves, los términos crean un territorio para el pensamiento y el sentimiento. Nos dan un lugar donde vivir, comenta. En otras palabras, los términos dan forma a lo percibido. El truco consiste en aprender a manejar este territorio para que las fronteras no se conviertan en barreras.

(*) Citas procedentes del trabajo de Carlos Castaneda, utilizadas con el texto según el siguiente código: Enseñanzas / Las enseñanzas de don Juan (FCE) Realidad aparte / Una realidad aparte (FCE) Viaje / Viaje a Ixtlán; Las lecciones de don Juan (FCE) Relatos / Relatos de poder (FCE) Segundo anillo / El segundo anillo de poder (Caja Ediciones) Don / El don del Águila (Gaia Ediciones) Fuego / El fuego interno (Gaia Ediciones) Conocimiento / El conocimiento silencioso (Gaia Ediciones) Ensueño / El Arte de ensoñar (Planeta) El número de las páginas de estas citas se refiere siempre a la edición inglesa de estas obras; no obstante sirven

como orientación para hallarlas en las ediciones en lengua castellana. (N. del E.) Por ejemplo, en lugar de utilizar el término «brujería» para describir el sistema que enseña

don Juan, yo lo llamo el Camino Tolteca. Por tanto, un practicante es un tolteca más que un brujo. Dos compatriotas de Castaneda que también han publicado relatos de sus interacciones con don Juan utili-zan el término «brujería», como Castaneda. Florinda Donner en Ser en el ensueño, y Taisha Abelar en Donde cruzan los brujos, se refieren a la brujería como un medio para expandir la percepción. La brujería es una práctica absolutamente abstracta y así, las connotaciones malignas que a menudo matizan el término son evitadas automáticamente. Nada que discutir sobre esto, pero el uso del término «tolteca»

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evita connotaciones erróneas y también reconoce una forma particular de desarrollar la percepción. Cuando se tiene una visión del mundo y técnicas diseñadas para tomar conciencia de ese mundo, hay influencias específicas que conforman la percepción. Este término también recoge las referencias que don Juan hace a sus antepasados toltecas.

Otro término que he cambiado es «acechar» por «rastrear». En este caso también he queri-

do retirar las connotactones negativas asociadas con el término «acechar». Además, aunque el término «rastrear» es aplicable a rastrear un objetivo o una presa, también describe un alineamiento de energías. El alineamiento preciso entre uno mismo y lo que uno busca produce una toma de conciencia y así se logra el objetivo. Ajustar el «rastreo» (tracking) de un aparato de vídeo, es sintonizar los cabezales hasta alinearlos con la cinta de cassette y así recibir la mejor imagen y el mejor sonido. De la misma manera, los humanos tenemos la habilidad de alinearnos con, o de rastrear, gran variedad de percepciones. Por ejemplo, piensa en cómo te sientes cuando entras en contacto con alguien que es importante para ti. En esos momentos sabes que estás conectado de alguna manera; has logrado un alineamiento con esa persona. La cualidad del alineamiento determina la cualidad de lo que percibimos.

El cambio del término «guerrero» por el de ranger es, con mucho, el que más controversia

ha suscitado. Las analogías con la guerra y su preparación son muy escasas en los libros de Castaneda. El término «guerrero» puede evocar imágenes de actividades hostiles y el cambio a «ranger» nos pro-porciona un tono menos militar. Además, he querido retirar las connotaciones de reglamentación, de tener que comportarse de una manera determinada. Por otra parte, también sentía la necesidad de ofre-cer un término que refleje el aprendizaje, la lucha y la devoción por la libertad que muestran los toltecas. Paradójicamente, este cambio también es un tributo a los rangers del ejército de los Estados Unidos y miembros de operaciones especiales de las fuerzas armadas. A lo largo de los años, mi vinculación con este tipo particular de guerreros me ha mostrado que están bien entrenados, son competentes, dedica-dos, confiados y serenos en relación a las realidades de la guerra. En resumen, cumplen invariablemente con las condiciones que menciona don Juan para «ir hacia el conocimiento o a la guerra» (Enseñanzas, 58). En el sentido tolteca, la palabra «ranger» indica un nivel básico de disciplina, y es esa integridad personal la que permite la evolución posterior.

Dentro del Camino Tolteca hay varios senderos, cada uno de ellos definido por un linaje par-

ticular. Es como si hubiera un mundo tolteca y ese mundo tuviera varios países con distintas culturas. De la misma forma que los humanos tenemos diferencias culturales y raciales pero compartimos rasgos comunes, los linajes toltecas también tienen diferencias y comparten rasgos comunes.

Aunque El camino tolteca está relacionado específicamente con el linaje de don Juan y Cas-

taneda, en ocasiones he tomado material de otras fuentes. Así disponemos de un contexto más amplio y vemos que los toltecas no residen en el vacío. Además, el hecho de que el trabajo tolteca pueda ser relacionado con el de quienes no son toltecas muestra que sus enseñanzas son aplicables a la humani-dad en general y, por tanto, no son exclusivas ni aberrantes.

Para realizar la tarea de escribir este libro, subrayé todos los de Castaneda y tomé gran

cantidad de notas que detallaban los efectos que me produjo la puesta en práctica de su material. Des-pués las comparé con la influencia personal de don Juan. Descubrí que Castaneda había logrado trasmi-tir el núcleo esencial de las enseñanzas de don Juan.

Con Las enseñanzas de Don Juan, Castaneda entró en la contracultura popular de finales

de los sesenta. Como estudiante de antropología de la Universidad de California en Los Ángeles, en primer lugar investigó el uso que hacía don Juan de las plantas psicotrópicas. También participó en otras prácticas toltecas, como la marcha de poder, borrar la historia personal y usar la muerte como consejera.

Posteriormente amplió sus investigaciones presentando un extenso relato de las enseñan-

zas de don Juan como «vidente», es decir, como aquél que ha madurado más allá de la necesidad de un sistema. Más que la adherencia dogmática a un sistema, al vidente le preocupa el manejo de la percep-ción. Usa un sistema concreto únicamente como una palanca que le permite alcanzar ese objetivo. La

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evolución del vidente está centrada en un modo de percepción que don Juan llama ver. Ver hace refe-rencia a un alineamiento de energías y nos proporciona una comprensión directa de una persona, de un suceso o de la conciencia misma, cortocircuitando las cualidades simbólicas e indirectas del intelecto racional.

No conocí la existencia de Castaneda hasta la publicación de Viaje a Ixtlán. Este tercer libro

de Castaneda, bajo el titulo de Sorcery: A Description of the World fue su tesis doctoral. Castaneda sigue siendo un autor controvertido, lo que en parte es debido al estilo novelado de sus libros. Muchos piensan que pertenecen al género de ficción. El contrapunto de esta opinión nos lo ofrecen Donner y Abelar que, por estar asociadas con don Juan y ser miembros del equipo de Castaneda, están en la posición de ofrecernos relatos de primera mano. Sus libros nos proporcionan pruebas claras de la legitimidad de Castaneda y por ende de la de don Juan.

Para opinar sobre los libros de Castaneda es importante tener en cuenta algunos hechos

básicos. En primer lugar, don Juan habló a Castaneda, no nos habló a nosotros. No conocemos las in-flexiones de su voz, las expresiones de su cara, sus gestos, o el contexto completo de su trabajo con Castaneda. Además, don Juan tomó en consideración la personalidad de Castaneda. Por ejemplo, se-gún don Juan, Castaneda tiene una afinidad con el antiguo ciclo de videntes que estaban interesados en los aspectos más antiguos de sus enseñanzas, relacionados con la brujería (Ensueño, ix, 39). De ahí que los libros de Castaneda tengan un sabor que satisface ciertos gustos y responde a ciertas pregun-tas, pero deja otros insatisfechos. Sin embargo, está muy claro que don Juan conocía el impacto de sus enseñanzas y asignó a Castaneda la tarea de escribir varios libros sobre ellas. Castaneda demostró estar a la altura de las circunstancias con sus continuas preguntas, su participación valiente y su sober-bia entrega.

Segundo, es inapropiado tomar una cosa de las que dice don Juan y sacarla de contexto

para probar concluyentemente un punto de vista particular. Por ejemplo, algunos dicen que don Juan es sexista. Esta opinión está basada en una conversación entre don Juan y Castaneda, en la que don Juan asocia el aspecto femenino de las plantas de datura a una mujer. Dice que la datura se cuela en el hom-bre y le produce antojos. (Enseñanzas, 74). Sin embargo, en otras referencias queda claro que don Juan tiene en alta estima a las mujeres y en general las considera mejores que sus compañeros masculinos (Fuego, 142).

Tercero, en su tesis doctoral, Castaneda indica claramente que su trabajo es antropología

emic. La metodología “emic” contempla el conocimiento desde la perspectiva de la participación, de ser miembro de la cultura que uno estudia. La metodología etic, por el contrario, es más tradicional, no-participativa y está basada en la presencia de un observador objetivo. Por tanto, el material de Castane-da está presentado más desde la participación que desde la observación. El resultado es que su manera de informar es muy diferente de las presentaciones académicas más conservadoras.

La base de este libro, por tanto, es la exploración de los libros de Castaneda y la verificación

de sus enseñanzas a través de mi experiencia personal. A lo largo de este proceso, he hecho mío este conocimiento y he creado una especie de autobiografía en la que presentar el conocimiento es presen-tarme a mi mismo. Esto nos lleva a otra consideración: la persona que se esfuerza por investigar un sis-tema corre el peligro de quedarse atrapada en él. Este estado impide el crecimiento, que era el objetivo original de esa persona. Por tanto, un punto central es no perderse en ningún sistema. Sólo mantenién-dote firme puedes exponer tus velas al viento de la videncia.

Mi intención en este libro no es presentar conclusiones definitivas sobre el Camino Tolteca.

Es un camino que se ha mantenido en funcionamiento durante miles de años, en los que hombres y mu-jeres han explorado los aspectos más intrincados de la condición humana y que ha dado como resultado un vasto campo de conocimiento, buena parte del cual no puede ser expresado en un libro. Tampoco considero que mi trabajo sustituya al de Castaneda. Sencillamente, los relatos de sus interacciones con don Juan son irremplazables.

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Mi intención ha sido destilar el trabajo de Castaneda al objeto de describir aspectos caracte-rísticos del camino tolteca que experimentan casi todos los que lo recorren. Al igual que el trabajo de Castaneda ha sido influido por su personalidad, esta destilación está basada en mi experiencia, intereses y objetivos. Uno de estos objetivos es proporcionar un contexto suficientemente claro como para que no te desorientes, o bien puedas recuperar rápidamente la orientación, si viajas más allá de los límites co-nocidos de tu realidad. En esencia, se trata de que mantengas tu percepción abierta a los misterios del ser y del mundo.

Los primeros vislumbres de este trabajo me llevaron a Tucson. Cuando me trasladé de Flo-

rida a Arizona, mi prioridad fundamental era encontrar a alguien que tuviera el nivel de don Juan. No imaginaba que me encontraría con él mismo, pero así fue. Él me ayudó a curarme de mi dolencia. Pare-cía tener la actitud de: «¿Tienes un problema de equilibrio? Bien, pues te voy a dar un ejemplo de equili-brio.»

Anciano, robusto, seguro de si mismo, don Juan parecía ser el ejemplo quintaesencial de

quien tiene la vida encajada. Hasta nuestro último encuentro a mí me pareció una persona severa. Aun-que siempre me intimidaba, nunca sentí desconfianza. Descubrí que era el tipo de persona a la que se podía acudir año tras año en busca de guía y conocimiento. Don Juan se entregó totalmente a la vida del vidente al entregarse completamente a la vida. Podía ser tan elevado como un profesor de filosofía o tener los pies tan en la tierra como un leñador. Se adaptaba a cualquier situación y enseñaba más a desarrollar las capacidades humanas innatas —lo que incluye una vida plena y completa—, que a hacer-se tolteca. En una ocasión, mientras enseñaba a un aprendiz a utilizar sus visiones, le oí decir: «Actúas como un adolescente en primavera, cuando la subida de la sangre le tiene desatado. No quiero que in-hibas ese sentimiento, pero entrénalo, disciplínalo, así podrás disfrutar de él aunque seas anciano.»

Don Juan me desequilibraba constantemente contrastando el mundo ordinario en el que

había crecido con el mundo no ordinario. Cuando recuperaba el equilibrio, él volvía a empujarme. Creó una oposición dinámica que acabó partiendo mi mundo en dos, dejando posteriormente de mi cuenta la recuperación de la totalidad. Por ejemplo, usaba el ensueño como un medio de comunicación. En el mundo ordinario no se piensa que los sueños tengan una finalidad clara, por no hablar de utilizarlos co-mo vehículo de una comunicación deliberada. Como vidente experimentado, don Juan entraba en mi ensueño y lo controlaba para sus propósitos, o durante mi ensueño yo le buscaba para que me ayudara a resolver algún problema. También estimuló mis percepciones en el estado de vigilia. En una ocasión, por ejemplo, vi que su cabeza se ponía de color carmesí brillante mientras el resto de su cuerpo perma-necía normal; aquello me recordó a una vela. En otras ocasiones, vi sus energías personales mezclarse y armonizarse delicadamente con el mundo. Su equilibrio con el mundo no sólo era algo fuera de lo ordi-nario, era realmente extraordinario.

A través de sofisticados métodos de percepción tales como ensoñar y ver, don Juan usó

métodos toltecas para dividir mi percepción. Contrastando estas percepciones con la realidad ordinaria, aprendí a equilibrar ambos mundos. Libre de tomar y escoger piezas de ambos, me di cuenta de que podía estar separado de ellos. Esta capacidad de salir de una realidad y quedarse a un lado es quizá el primer paso significativo en el camino del vidente. Por tanto, lo he llamado la primera maniobra esencial del vidente.

El Camino Tolteca es una antigua tradición que incorpora plenamente la videncia y en la

que hombres y mujeres han trabajado para construir una filosofía y una forma de vivir que les permite extraer lo mejor de la vida. Como filosofía, es un método de investigación y un sistema de conocimiento. Como forma de conocimiento, también es una forma de poder. El valor de un sistema es el de proporcio-nar un contexto, directrices que nos guían no sólo en medio de lo desconocido sino en la vida cotidiana. La gente tiende a separar sus pensamientos de su forma de actuar, de forma que lo que dicen, sienten y hacen suelen ser cosas diferentes. Los toltecas trabajan para integrar el pensamiento, las emociones y el comportamiento, lo que lleva a una completa integración de las energías personales: El Camino Tolteca es una forma de vivir.

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Para bien o para mal, un sistema determina lo que es percibido, comprendido y realizado. En su aspecto negativo, en lugar de ser usado como herramienta de aprendizaje, el sistema puede ser moldeado y puede acabar siendo percibido como la realidad última y definitiva. Entonces la persona se pierde en él. En el aspecto positivo, el sistema engendra una transformación personal en la que la expre-sión de la personalidad refleja la esencia que está detrás y más allá de ella. Entonces, el comportamiento emana de una conexión íntima con toda la creación, más que de las convenciones sociales propias de las realidades ordinarias o no ordinarias.

Los rasgos de un sistema proporcionan un mapa de la percepción. Los mapas nos orientan

hacia nuestro lugar, nos ofrecen una dirección en la que avanzar y facilitan nuestro movimiento en esa dirección. Por ejemplo, los rasgos principales del mapa tolteca son el cuerpo luminoso y el punto focal (que Castaneda llama «punto de encaje») El cuerpo luminoso rodea y penetra en el cuerpo físico. El cuerpo físico, cuando es visto, flota dentro de esta luminosidad con forma de bola o huevo. El aura o campo áurico emana del cuerpo luminoso. Comparándolo con una bombilla de incandescencia, el cuerpo físico sería el filamento, el cuerpo luminoso la energía dentro del cristal y el aura la luz emitida.

En su trabajo posterior, Castaneda se refiere al cuerpo luminoso como «cuerpo de energía».

Como el cuerpo físico también es energía (aunque de otra forma), esto nos pone ante un pequeño pro-blema semántico, pero creo que el nombre de «cuerpo de energía» es más gráfico y encaja mejor con el propósito general. Por tanto, aquí seguiremos usando ese término.

El cuerpo de energía es la porción más grande de nuestra naturaleza, una porción cuyo de-

sarrollo hemos descuidado. La energía que emana del cuerpo energético es el campo áurico. El cuerpo de energía tiene una conexión directa con el mundo y nos produce la sensación

de saber cuál es nuestro lugar natural en el universo. Pero en nuestro actual estado de evolución, inter-actuamos con el mundo a través de otro campo de energía que usa fundamentalmente símbolos —más que la comunicación directa— para estructurar la realidad. Desarrollamos este campo a través de nues-tros pensamientos y sentimientos de familiaridad con el mundo. De ahí que este campo genere un reflejo de la realidad. Las condiciones de la realidad que depositamos en él revierten en nosotros como un eco. Y aún existe un tercer campo de energía que existe más allá de la percepción humana.

Castaneda se refiere a estos campos como la «primera, segunda y tercera atenciones»

(Fuego, 46). Estas atenciones pueden ser percibidas como energía, lo que hace que el término energía» sea un paso práctico hacia las cualidades más abstractas que conlleva la palabra «atención».

El primer campo de energía es lo conocido, todo lo que está en nuestro mundo conocido. El segundo campo de energía es lo que no conocemos pero puede ser aprendido e incorpo-

rado en nuestro mundo conocido. Es lo desconocido que espera ser descubierto. El tercer campo de energía se extiende más allá de la percepción humana, es lo incognos-

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cible y está mucho más allá de nuestra comprensión. Otra forma alternativa de ver las tres atenciones expone que el primer campo es el mundo físico, el segundo campo es el mundo no-físico y el tercero es una energía totalmente abstracta o informe. Más adelante examinaremos ambas visiones y el efecto que cada una de ellas tiene en nuestra percepción.

Me referiré a los campos primero y segundo como «reflexivos primero y segundo», y al ter-

cer campo, como «espíritu». Empleo estos términos con la intención de que podamos tomar conciencia sobre nuestra manera de formar la realidad. La palabra «reflexivo» indica que el significado que damos a un término se refleja directamente hacia nosotros. Por ejemplo, cuando definimos la primera atención como el mundo conocido, nos mantenemos atentos a percibir cualquier cosa que verifique esta defini-ción. Como resultado, cualquier cosa que reconozcamos es automáticamente catalogada como parte de ese primer reflexivo. Utilizo el término «espíritu» con la intención de favorecer la toma de conciencia de que la energía existe más allá de la forma humana, más allá de la definición humana, más allá del cono-cimiento humano. El misterio que evoca el espíritu encaja con este objetivo. Pero dentro de este libro, he cambiado los términos usados en mi libro anterior por el de campos de energía. Con este cambio añadi-mos una nueva perspectiva al espíritu; además de una fuerza misteriosa, es la fuerza que liga y unifica todos los campos de energía.

Campos de energía Primer campo: energías físicas, pensamientos, sentimientos, personalidad, lo familiar Segundo campo: energías psíquicas y del ensueño, esencia personal, lo desconocido. Espíritu: La fuerza que liga y unifica la creación. Sobre o dentro del cuerpo de energía hay un ligero brillo que es un poco más brillante que

sus alrededores. Este brillo está producido por la intersección de las energías internas y externas al cuerpo de energía, y esta intersección también refleja de qué forma los campos de energía han sido estabilizados. La energía estabilizada enfoca la conciencia; de ahí, el nombre de punto focal.

Don Juan dice que la localización del punto focal sirve de referencia para todo lo que pen-

samos y decimos (Conocimiento silencioso, 109). Dándole la vuelta a esta frase podemos decir que todo lo que pensamos y decimos estabiliza el punto focal. Por tanto, uno de los objetivos de este libro es pro-porcionar comprensiones y técnicas para ayudarte a extender la conciencia a todo tu cuerpo de energía, y especialmente para que consigas alinear y realinear conscientemente tus campos de energía. En otras palabras, estás investigando cómo mover tu punto focal.

Don Juan dice que tolteca es aquél que es capaz de mover deliberadamente su punto focal.

Cuando tienes esta capacidad, «puedes hacer todo tipo de cosas —buenas y malas— a los demás». Por tanto, ser un tolteca es como tener cualquier otra vocación. Don Juan añade que un vidente tolteca no se limita a mover el punto focal. EI vidente, afirma, se preocupa de establecer relaciones adecuadas con los demás y con el mundo (Conocimiento silencioso, 102).

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El cuerpo de energía y el punto focal A medida que las energías externas al cuerpo energético lo atraviesan, se forma el punto

focal. El punto focal también indica el tipo de patrón energético que se forma en la intersección. Para explicar este punto, refirámonos de momento a estos campos de energía como lo co-

nocido, lo desconocido y lo incognoscible. Por ejemplo, la noción de que la Tierra es redonda y da vuel-tas alrededor del Sol era desconocida antiguamente. Una vez probada y aceptada, la visión del mundo como un planeta redondo que navega alrededor del Sol entró en el mundo conocido. La percepción evo-lucionó. De manera parecida, hay mucha gente que desconoce el cuerpo de energía. Investigar sus suti-lezas es explorar lo desconocido para incrementar el campo de lo conocido.

Cuando se explora las realidades no ordinarias, la gente suele quedarse corta y limita sus

investigaciones. Debido a la inmensidad de lo desconocido es fácil perderse en él o pensar que se ha encontrado el núcleo del conocimiento. Sin embargo, Don Juan recalca la necesidad de reconocer dónde estamos y con qué estamos tratando. De hecho, ésta es la distinción que separa lo que él llama el anti-guo ciclo de videntes del nuevo ciclo. Los toltecas con tendencias del antiguo ciclo usan lo desconocido para embrujar, mientras que a los del nuevo ciclo les preocupa la libertad (Fuego, 20). Los practicantes del antiguo ciclo entran en lo desconocido y se hacen indulgentes. Los adherentes al nuevo ciclo siguen explorando más allá de las barreras habituales. Al hacerlo, dan la espalda a los juegos de poder cotidia-nos y se centran en el desarrollo de la conciencia.

Encajar las piezas de una visión del mundo, sea ordinaria o no ordinaria, es un logro muy

importante, pero en sí mismo no es la libertad. La libertad está más allá de cualquier visión del mundo o de cualquier mundo. Su búsqueda es la única forma de combinar el propio corazón con el corazón de la creación. La sutileza de este punto es enorme.

Requiere una apertura continua, una conciencia constante de que, por mucho que sepamos,

nuestro conocimiento es insignificante frente a lo que nunca podremos saber. Ésta es la segunda manio-bra esencial del vidente.

En relación a la realidad ordinaria, los toltecas han salido de la tierra plana. De la misma

forma que las personas crecemos y dejamos las supersticiones atrás, los toltecas han dejado atrás el mundo ordinario. Y volver a salir de la realidad no ordinaria es la marca del vidente. Este paso de salir de un mundo no ordinario no es una tarea nada fácil porque los mundos no ordinarios tienden a ser conside-rablemente más amplios. Tienen más habitantes y terrenos más complejos, por tanto son más cautivado-res. Para aumentar sus escasas posibilidades de liberarse de cualquier realidad, los videntes del nuevo ciclo desarrollaron y refinaron la estrategia y táctica del rastreo, el ensueño y el intento (Fuego, 20).

El rastreo emana del primer campo. Es el arte y la habilidad de estabilizar y dirigir la percep-

ción es decir, trata de gestionar la energía y el conocimiento. Por tanto, nos lleva a emprender un camino sistemático y calculado de crecimiento personal. Los principios del rastreo gobiernan nuestro comporta-miento en el mundo de cada día, pero también son una forma de mantener las ganancias adquiridas en otros mundos. Por ejemplo, ensoñar consiste en una serie de actividades dentro del mundo de los sue-ños o en partes del cuerpo de energía que están fuera de la actividad humana ordinaria. Entrar en el ensueño a propósito y mantener estabilizada esa conciencia es rastrear, y orientarse hacia un mayor crecimiento personal también es rastrear.

Ensoñar, por su parte, no forma parte de las actividades del sueño habitual. Tiene que ver

con el segundo campo y por tanto es una forma de tratar con lo desconocido. Contactar con el cuerpo de sueño representa un cambio significativo hacia el segundo campo. En la literatura contemporánea, el uso del cuerpo de sueño es denominado «experiencia de salida del cuerpo». Al entrar en lo desconocido, el ensueño extiende los límites de lo conocido. Mientras que el rastreo ofrece continuidad, el ensueño ofre-ce una expansión multidimensional.

El rastreo también consolida los viajes dentro de lo desconocido y los trae a lo conocido. El

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ensueño puede desarrollar el rastreo, de la misma forma que el rastreo puede desarrollar el ensueño. Cuando intentamos descifrar cuál es cuál, llega un momento en el que se dejan atrás los términos y el método. Ya han servido a su propósito de indicar una dirección y ahora lo que uno quiere es hacer el camino.

El intento es energía enfocada o condensada. Contiene la esencia de la persona, el lugar o

la cosa. Existe más allá del deseo, es una certeza reposada. Es la energía del alineamiento, la energía requerida para mover el punto focal. Por tanto, es la energía que controla lo que percibimos. La maestría de los cambios energéticos y de los movimientos del punto focal determina lo que uno manifiesta, lo que trae a la conciencia.

Manifestar nuestra naturaleza esencial nos lleva a ser, un estado de equilibrio y armonía

con el mundo: Es una presencia centrada, una sensación innata de dirección, y sentimientos de plenitud y alegría.

Abarcando todo lo anterior está el Poder que yo defino como Voluntad Divina o el Espíritu

que gobierna nuestros pasos. El Poder suplanta toda forma de poder personal porque toda forma de poder personal procede de él. Todos queremos tener poder, todos queremos una sensación de relación, significado y control. Sin embargo, generalmente, este deseo es expresado como poder sobre o contra los demás y el entorno, más que como una profundización de la conciencia. Las plantas, los animales, la Tierra misma, todos emanan del Poder. Por tanto cada cosa tiene su propio poder. El poder personal aumenta con la conciencia.

Lo que separa a los videntes del ciclo antiguo de los del nuevo es su forma de utilizar el po-

der personal. Los videntes del antiguo ciclo orientaban sus deseos personales hacia la búsqueda de poderes. La persona que demostraba tener el máximo poder sobre algo era la mejor. Por eso se queda-ron encerrados dentro de sí mismos. Una de las pautas que introdujo el nuevo ciclo fue la ética. En lugar de acumular poder con el fin de exhibirlo, el nuevo ciclo mostraba una tendencia muy marcada a usar el poder personal para potenciar la percepción, para alcanzar la libertad. En estos términos, el poder per-sonal es el resultado de la coincidencia entre la persona y el Poder. Cuanto mejor y más profunda sea esa conexión, mayor es el poder personal.

Cuando conectas con el Poder, te subordinas a una conciencia más elevada, a un conoci-

miento superior. Esta es la tercera maniobra esencial del vidente. Si puedes poner en práctica las tres maniobras esenciales, estableces la orientación necesaria para que tu evolución sea constante. Estas maniobras son consideradas desde distintos ángulos a lo largo del libro.

El Camino Tolteca ofrece un medio para desarrollar una relación única con el mundo. Nues-

tra vida es algo entre nosotros y la Voluntad Divina; no está determinada por lo que la cultura u otra per-sona piense que deben ser nuestras relaciones. Este camino me ha mostrado que el espíritu está pre-sente en toda la gente, los lugares y las cosas. Todo el mundo está vivo y esto hace que el mundo tolte-ca sea un tema interesante sobre el que escribir. En este camino he encontrado seres de distintos oríge-nes que seguían distintos modelos, mundos de diferente forma y sustancia, y tesoros de distinto tono y textura. Es como salir de la tierra plana y entrar en otros mundos. Pero salimos de la tierra para compro-bar que, después de todo, nunca ha sido plana. Lo único plano era nuestra percepción.

Recorrer el Camino Tolteca da forma a algo que es, en esencia, informe. En él no hay pasos

estandarizados. El orden que presento en este libro sólo sirve para darle coherencia y para ayudarte a usar un sistema que Castaneda califica de «extremadamente sofisticado» (Don, 7). Como el sistema trata con lo abstracto, parte de sus contribuciones son abstractas. Como dice don Juan, para un tolteca lo abstracto es algo que no tiene ningún paralelismo. No puede ser concebido, pero puede ser manejado (Conocimiento silencioso, 58).

La dificultad de diseñar una herramienta (como este libro) es directamente proporcional a la

complejidad de su uso. Steve Aukstakalnis y David Blatner, en su libro sobre la realidad virtual, Silicon

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Mirage, hacen una comparación entre un martillo, una fotocopiadora con cincuenta teclas y un ordena-dor. Una de las preguntas que se plantean es cómo plantear la conexión entre las herramientas y los seres humanos que las usan. El martillo, al ser la herramienta más limitada, tiene un diseño simple. Co-mo es más compleja que el martillo, el uso de la fotocopiadora es más complicado, y el de los ordenado-res lo es aún más. Como mencionan los autores, su complejidad impide que algunas personas lleguen incluso a probarlos. Sin embargo, la tecnología de la realidad virtual hace que el usuario sea una parte más de la tecnología y no algo externo a ella. Así, aunque necesite ordenadores muy complicados, el método de uso de la realidad virtual es muy sencillo.

La meta de este libro es ayudarte a concebir y manejar la sofisticación tolteca, pero, como

pronto descubrirás, también está diseñado para introducirte al sistema mismo, para hacerte parte de la tecnología. Entonces el desafío reside en manejarla y hacerla trabajar para ti, aunque no la entiendas. Esto requiere una cosa: práctica. La práctica es lo que estimula el cuerpo de energía. Y este proceso es el que crea las condiciones adecuadas para el crecimiento.

Asimismo, aunque las premisas hayan sido probadas y exploradas por otros toltecas ade-

más de mí mismo, ten en cuenta que lo que funciona para uno puede no funcionar para otro. Por tanto, prueba las técnicas y examina las perspectivas que se te abren. Observa, evalúa y mide los resultados. No asumas que son verdad sin comprobarlas.

Nadie puede decirte lo que descubrirás cuando aprendas a hacer tu inventario de la percep-

ción, aparte de que lo más probable es que te lo pases muy bien. Para algunas personas los mundos no ordinarios son increíbles. Pueden ir esencialmente en contra de todo lo enseñado y aprendido. Sin em-bargo, debemos recordar que nuestra experiencia es producto de lo que se nos ha enseñado. Hace un siglo, cualquiera que hablara de ingeniería aeronáutica hubiera sido considerado un loco. Esos mismos prejuicios, antiguos o actuales, se elevan contra la ampliación de la zona de conocimientos que nos es confortable y del viaje a nuevas áreas de conciencia. Por muy poco habituales que puedan parecer las perspectivas y experiencias toltecas, siguen siendo una actividad humana.

Este libro es para aquéllos que desean acelerar su evolución perceptual. En esencia, El

Camino Tolteca trata sobre la práctica y la superación de un método que conduce a la libertad del viden-te. Puede que éste no sea tu camino natural, pero participar en él te ayudará a concretar más tu senda.

Y recuerda que, aunque los términos y conceptos de cualquier sistema contienen poder

porque proporcionan perspectiva y dirección, llega un momento en el que pierden su efectividad. La téc-nica y el método siempre deben permanecer subordinados a la relación personal con el Poder. Por tanto, cuando pierden el poder de mantenerte en el Espíritu, lo mejor es que los dejes disolverse y sigas con tu vida. Sin embargo, es preferible que las técnicas se disuelvan a causa de tu crecimiento personal que por tu falta de esfuerzo. El trabajo siempre es una responsabilidad individual. Y no se trata de darse cuenta de ello sólo con el entendimiento, sino con todo el ser.

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PARTE I – EL TOLTECA CAPÍTULO 2 LUGARES EN EL TIEMPO, LUGARES EN LA MENTE Como una gran parte del Camino Tolteca, su historia se parece a un rebaño de vacas. Sa-

bes que está allí, pero es una forma que está en movimiento. Quizá esto se deba a la transmisión oral y fragmentada de su pasado. Tal vez la única finalidad de la historia tolteca es que la gente pueda liberar-se en el presente y por eso casi todo vale. En cualquier caso, la continuidad que Castaneda comenzó con sus libros ofrece actualmente a todo el mundo una referencia estándar de uno de sus linajes.

Julián preparó a don Juan para la tarea de formar a Castaneda, lo que dio como resultado la

aparición de sus libros. Julián exigió a don Juan que leyera y estudiara porque algún día sería llamado a explicar quiénes eran los toltecas y cuáles eran sus caminos (Conocimiento silencioso, 206). Como pro-fesor, don Juan personifica un sistema evolutivo con miles de años de tradición destinado a romper los grilletes de la ignorancia.

Don Juan vivía su conocimiento. Como un científico de élite, aprendió a ser un observador

pasivo y objetivo, sabiendo que los matices de su personalidad influían en todo lo que percibía. Esta postura de observación imparcial señala un gran giro en la historia tolteca. Su inclusión en la caja de herramientas anunció un salto evolutivo, salto que don Juan denominó el nuevo ciclo.

Mientras realizaba su tarea, don Juan hizo múltiples comentarios a Castaneda de la historia

tolteca. Los libros de Castaneda, en particular El fuego interno y El conocimiento silencioso, contienen muchos de estos datos. Por ejemplo, don Juan dijo a Castaneda que una de las aportaciones fundamen-tales en la creación del nuevo ciclo fue el reconocimiento de que existe algo que está más allá de la per-cepción humana: lo incognoscible (Fuego, 48). Anteriormente, los toltecas creían que todos los elemen-tos del universo podían ser reducidos a lo conocido e incluidos en ello. No habían tenido en cuenta la posibilidad de tener que lidiar con algo más grande que su propia percepción. Como comprobaremos más adelante, esta arrogancia propició su caída.

La rama de la historia tolteca que presentamos aquí no es la que habitualmente se encuen-

tra en las enciclopedias. Don Juan define a los toltecas como gente de conocimiento (Fuego, 18). Sin embargo reconoce la conexión con, al menos, un eslabón de las culturas Tolteca, Maya, Azteca y otros pueblos centroamericanos. La diferencia estriba en que las prácticas no ordinarias de los toltecas les sitúan fuera de las corrientes de la cultura convencional, mientras que la mayoría de los libros de refe-rencia ofrecen versiones de la historia que reflejan las opiniones de la cultura convencional. Los toltecas suelen ser incluidos dentro de la cultura como vendedores en los mercados, por ejemplo, pero su visión general del mundo y su comportamiento les sitúa fuera de la mayoría de las iniciativas culturales.

Para evitar conjeturas y fantasías, don Juan siempre pide a sus estudiantes que verifiquen

sus palabras por sí mismos. También indica que la forma más conveniente de hacerlo es ver. Por ejem-plo, hace unos años estudié activamente la historia tolteca. Siguiendo los consejos de don Juan, para poder ver ciertos períodos utilicé los pensamientos y sentimientos que tenía sobre aquel tiempo como referencia inicial. Pero antes de ver, entré en el ensueño. Lo hice así porque había verificado su ense-ñanza de que ensoñar reduce la tensión producida al superar las fronteras de la percepción. Mientras ensoñaba, centré mis pensamientos en la destrucción del mundo tolteca: las guerras indias, la Inquisi-ción española y los cambios históricos resultantes. Estos cambios tomaron forma: eran parecidos a cu-bos de energía que estaban unos dentro de otros. Mis sentimientos sobre México, las luchas de don Juan y el nuevo ciclo añadieron sabor y textura a esos cubos. Sin embargo, todo esto sólo fue una pre-paración.

El trabajo real comenzó cuando empecé a ver. Mis pensamientos y sentimientos a menudo

cambiaron tomando formas inesperadas. Al principio esperaba ver toltecas dedicados a la magia ritual.

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Sin embargo lo que vi eran constelaciones de pensamientos. Era como si la energía de un libro de histo-ria rodara hacia mí y luego se rompiera como una ola, pasando por encima y a través de mí. Mis pensa-mientos preliminares me ayudaron a centrarme en un intento específico. Dirigiendo mi intento dentro de cada cubo, percibí imágenes mentales y gestalts de energía intuitiva que conformaban un recuerdo. Apa-recieron cubos dentro de cubos y cada uno de ellos se sumergía más en el tiempo. Los cubos permitían una visión telescópica de la historia y permanecían vagamente conectados entre sí. Entonces vi escenas reales de actividades en el mercado, de guerras y de toltecas deliberando entre ellos.

Los pensamientos y sentimientos sesgan cualquier percepción y el proceso de ver no es

una excepción. Es necesario afinar. Todos estamos familiarizados con ese sentimiento extraño o esa sensación de nervios que nos queda después de que alguien haya dicho algo que tal vez no nos parece correcto. De manera similar, los pensamientos y sentimientos influyen en la visión: pueden potenciar o constreñir lo percibido. Pero con práctica, disciplina y una actitud adecuada, ver nos proporciona una información cada vez más precisa y directa. Correctamente usada, la visión puede llevarnos más allá de los pensamientos que crearon la caja, esa caja desde la que miramos el mundo.

Como tengo una curiosidad natural por conocer mi linaje, me gusta usar el ensueño y la vi-

sión para explorarlo. El uso de la percepción no ordinaria para obtener y verificar conocimientos por parte del vidente no es muy diferente del uso que el científico hace de su laboratorio y de sus diarios. Desde esta perspectiva ofrezco los siguientes puntos de vista en relación a la historia tolteca. Por favor recor-dad que don Juan denomina antiguo y nuevo ciclos a los que yo llamo segundo y tercer ciclos. Cada ciclo tiene su propia energía. Don Juan afirma que los períodos históricos determinan qué y cómo perci-bimos los seres humanos. Se refiere a ello como la «modalidad del tiempo» (Conocimiento silencioso, 10). La modalidad del tiempo es un paquete de campos energéticos generados por las emanaciones del Águila que conforma nuestra percepción.

Primer ciclo El primer ciclo fue un periodo muy primitivo. El pensamiento no era muy sofisticado, no

había otra visión del mundo que la propia de los principios del mito. Sin embargo, surgieron los principios de una nueva relación con el mundo. De alguna forma hubo una separación en la conciencia de la que surgieron las relaciones sujeto-objeto; es decir, surgió un sentido individual de separación de los demás y del mundo manifestado. Se perdió la sensación de inocencia: los humanos ya no estaban instintiva-mente unidos al mundo. Julian Jaynes, en su libro The Origin of Consciousness in the Breakdown of the Bicameral Mind, explica este cambio en la conciencia.

A medida que la gente sentía su falta de unión con el mundo, nacieron los rituales. Los ritua-

les conectaban a la gente con sus visiones, visiones de dioses y espíritus que supuestamente existían más allá del mundo humano. Las primeras indicaciones de la existencia de otro orden fueron surgiendo a medida que los pensamientos y rituales se hicieron más detallados, organizados y compartidos.

Segundo ciclo La complejidad dio lugar al segundo ciclo. Los rituales se hicieron tan elaborados que pare-

cía que su objetivo era desarrollar la complejidad en lugar de explorar la percepción. A medida que los toltecas del segundo ciclo se fueron perdiendo en sus grandiosos esquemas, su sensación de invencibi-lidad acabó en tragedia. Esta sensación estaba cargada de competitividad y autoimportancia (Fuego, 166).

Una de las características más observables de este ciclo está normalmente asociada a la

brujería: el uso del poder personal para manipular personas y cosas. En los mercados, los brujos vendí-an pociones para hacer el amor, remedios curativos y daban consejos por medio de lecturas psíquicas. Pero detrás del escenario competían ferozmente por acumular poderes que acabaron enfrentándoles

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entre ellos. Además usaban los rituales más como fuentes del poder que como agentes destinados a enfocar la conciencia. Se evitó el equilibrio entre el brujo y la brujería. Se insistía en manipular los cuer-pos físicos para convertirlos en formas no humanas, se buscaba la gloria personal convocando a criatu-ras del más allá e influyendo en los demás.

Sin embargo, estos toltecas empujaron las barreras de la percepción y expandieron la con-

ciencia hasta dimensiones sin precedente. Quizá el mejor indicador de esta expansión es lo que don Juan llama los «desafiantes de la muerte» (Fuego, cap. 15). Los toltecas tenían la capacidad de sacar sus cuerpos físicos del mundo físico y situar la totalidad de su conciencia en otras dimensiones. Este hecho sigue formando parte de la tradición tolteca, es el acto que marca el final del aprendizaje de Cas-taneda: Después de lanzarse por un precipicio, su conciencia física se disipó y desapareció en el aire. El dice que su percepción se reestabilizó en otras dimensiones y días más tarde recuperó la conciencia física (Segundo anillo, 7).

Los toltecas del segundo ciclo estuvieron ligados a la sociedad. La gente no se lo pensaba

dos veces cuando contemplaba maravillas tales como que alguien saltara tan alto como la copa de los árboles o pudiera lanzar piedras de manera hercúlea (Enseñanzas, 75). En el aspecto positivo fue un tiempo de grandes aventuras y en el negativo la relación de los toltecas con la gente y con el mundo en general se deterioró. Don Juan dice que el segundo ciclo tiene 10.000 años y sus practicantes goberna-ron en México central entre 7.000 y 3.000 años atrás (Ensueño, 59).

Los toltecas, aunque inmersos en la cultura, estaban excesivamente atrapados en sus pro-

pios asuntos. Esta paradoja de ser parte de la sociedad y sin embargo olvidarse de todo excepto de sus propias maquinaciones redujo la conciencia y capacidad mental de los practicantes. Pensaban que veían el gran cuadro global, pero no lo conocían en absoluto. No tenían fuerza ni compresión real porque no podían ir más allá de sí mismos. Esto les hizo vulnerables a la destrucción durante las guerras indias.

Transición Los toltecas del segundo ciclo pensaban que los hechizos, conjuros y encantamientos les

podían proteger. Sin embargo no les proporcionaron ninguna protección frente a la invasión de los ejérci-tos extranjeros que avanzaron por sus tierras sin vacilar. Como los líderes toltecas tenían una alta opi-nión de sí mismos, y por tanto muy poca flexibilidad y adaptabilidad, fueron los más fáciles de localizar y quitar de en medio. Sin líderes, la sociedad tolteca quedó desorganizada y fue conquistada fácilmente. Demolido el mundo que habían conocido, los toltecas que sobrevivieron se encontraron en una prisión que ellos mismos se habían fabricado. Para sobrevivir, se ocultaron en la marginalidad. También se re-fugiaron en lo desconocido, la única libertad disponible.

El trauma de ser aplastados por una fuerza exterior que destruyó su mundo les obligó a

hacer una reevaluación total. Al examinar su tragedia, lucharon por ser totalmente objetivos. Esto atem-peró su deseo de erradicar despiadadamente su autoimportancia. Sistemáticamente cultivaron un nuevo orden, intentando tener en cuenta y eliminar los excesos del pasado. Por muy temerarios y descuidados que fueran antes de la destrucción, fueron capaces de poner en común sus recursos y adaptarse para enfrentar y superar a sus conquistadores. Aproximadamente en estos tiempos el camino tolteca se divi-dió en linajes que nunca debían mezclarse. La división fue necesaria para que si un linaje se destruía o no llegaba a florecer, los demás siguieran adelante con las enseñanzas.

En los tiempos de la Inquisición, durante la invasión española, los toltecas habían reducido

o eliminado muchas de sus prácticas anteriores y, sin embargo, seguían revisándose. Estaba empezan-do a germinar el tercer ciclo. Reconocieron que su desequilibrio procedía de una falta de armonía con su entorno —en particular con las personas— que habían sido consideradas como objetos de los que obte-ner una ganancia personal. Durante la ocupación española, el contingente de toltecas que quedaba vio que los extranjeros reflejaban su propio desequilibrio. Por tanto decidieron no hacer nada y observar con interés desapegado. A partir de estas observaciones se desarrolló aún más el conjunto de prácticas de-

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nominado rastreo. La sobriedad de propósito reemplazó a los excesos perversos (Fuego, 19). Esta lucha contra la opresión también llevó a una visión del mundo más objetiva. Vieron que

la percepción era el resultado del alineamiento entre las emanaciones internas y externas. El tercer ciclo —quizá como resultado de que una fuerza externa demoliera su mundo interno— consideró que el prin-cipal determinante de la percepción es la interacción entre las influencias internas y externas. Esta visión fue corroborada cuando vieron el cuerpo de energía. Observaron que los patrones de luz externos se combinaban con patrones de luz internos que eran idénticos a ellos y supusieron que era este alinea-miento el que producía la percepción.

Al mismo tiempo, comenzaron a reconocer que la percepción del movimiento sólo es una

creación, un invento de la mente. Don Juan se refiere a esto cuando dice a Castaneda que lo que los videntes del segundo ciclo consideraban como profundidad, fue reconsiderado por los del tercer ciclo como un realineamiento de energías dentro del cuerpo energético (Fuego, 110). Este descubrimiento hizo colapsar uno de los principales pilares que sostenían su mundo. La visión tridimensional dio lugar al reconocimiento de que la profundidad es una percepción, no una realidad. Además, se dieron cuenta de que la visión materialista del mundo sólo es un punto de vista, sólo uno de los infinitos alineamientos de energía.

Uno de los resultados de esta lucha por la objetividad fue divertirse más con el mundo, que

se convirtió en algo con lo que jugar. Las prácticas del rastreo, como el «desatino controlado», son ejemplos de este aspecto ligero: el tolteca lucha por gestionar su energía personal y suelta el mundo (Conocimiento silencioso, 102). El hecho de dejar al mundo en libertad favoreció todavía más la objetivi-dad.

Cuando miramos atrás hacia esta transición, resulta sorprendente que, aunque practicaran

las cumbres de la locura descontrolada, los toltecas del segundo ciclo llevaban consigo la chispa de bri-llantez que les permitió acceder a un nuevo ciclo. Lo doloroso es que fuera necesaria tanta destrucción para que comenzaran a actuar. Los toltecas modernos estamos en deuda con su valor por haberse en-frentado con los límites de la conciencia y también deberíamos sentirnos humildes ante el elevado coste de sus excesos. Pero aquella devastación dejó su huella. Se enfrentó la necesidad de tratar con integri-dad a todos los que no son parte del orden tolteca y se incorporó plenamente una rigurosa disciplina de rastreo (Fuego, 172).

Estas tumultuosas idas y venidas no son características exclusivas de los toltecas. Ha habi-

do otros ejemplos de sistemas que fracasaron, como el taoísmo espiritual, que cayó de lleno en la bruje-ría en la antigua China. Pero, como el Camino Tolteca, el taoísmo resurgió del fracaso fortalecido y más determinado.

También podemos relacionar estos fracasos con nuestro mundo contemporáneo. De la

misma forma que el segundo ciclo desapareció porque sus participantes ignoraron lo que tenían que enfrentar, ahora los invasores somos nosotros mismos porque estamos destruyendo nuestras vidas, nuestro planeta. Las armas que usamos contra nosotros mismos son la pereza, la avaricia y la apatía. En lo personal, también parece fácil perderse en las energías competitivas del segundo ciclo. A otro nivel más amplio, los antiguos toltecas se dejaron fascinar por las complejidades y nosotros nos dejamos en-volver por ellas. No nos damos cuenta de que hemos creado una Inquisición de proporciones monumen-tales al ir exprimiendo la vida de nuestro planeta. A nivel colectivo, esto puede llevarnos a un nuevo ciclo en el que aprenderemos a gobernarnos mejor o quizá nunca nos recuperemos. El resultado depende de nuestro comportamiento actual.

Tercer ciclo El tercer ciclo surgió de las tormentas provocadas por las guerras indias y la Inquisición. La

intensidad de la subyugación fue para las toltecas como un muelle que les ayudó a saltar a reinos más

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elevados y serenos. Mientras que el segundo ciclo quedó hipnotizado por sus propios descubrimientos, uno de los rasgos del tercer ciclo fue la comprensión (Fuego, 249). Parte de esta comprensión consistió en reconocer los límites del conocimiento.

Una de las fuerzas más estabilizadoras del tercer ciclo fue la facilitada por un desafiante de

la muerte llamado «el inquilino». Don Juan afirma que el inquilino ha vivido miles de años (Ensueño, 61). Mientras buscaba energía para seguir vivo y escapar de un mundo inorgánico, el inquilino se encontró con un líder tolteca llamado Sebastián y tomó energía de él. A cambio, el inquilino dio a Sebastián un regalo de poder, una técnica tolteca del segundo ciclo.

Según don Juan, los videntes del tercer ciclo se revelaron tan completamente contra las

aberraciones de sus predecesores que prohibieron todas sus prácticas. Sin embargo, gracias al inquilino, Sebastián las volvió a descubrir. Don Juan dice que desde que el inquilino conoció a Sebastián en 1723, parte de esas antiguas técnicas han sido transmitidas a un líder de grupo de cada generación, estable-ciendo así la continuidad de una línea tolteca específica (Fuego, cap. 15).

En cierto sentido, la diferencia entre el segundo y el tercer ciclo es como la diferencia entre

la guerra de Vietnam y la guerra del Golfo. En Vietnam se creía que un despliegue masivo de poder qui-taría de en medio la resistencia de un pequeño país del Tercer Mundo. El ingrediente que faltaba era una estrategia que diera cohesión: un propósito general, órdenes claramente definidas y un compromiso na-cional. La vaguedad impregnaba el aire; no había un propósito claro. Aprendiendo del pasado, los líderes de la guerra del Golfo insistieron en una preparación minuciosa y una misión bien definida. Por otra par-te, se hicieron esfuerzos sustanciales para aglutinar la voluntad de todas las fuerzas aliadas. El resultado fue un éxito militar completo. En resumen, esta situación refleja las condiciones del intento inflexible.

De manera similar, los toltecas aprendieron de su caída y crearon otra estrategia más via-

ble. Mientras que el segundo ciclo alineaba su comportamiento con la avaricia, la manipulación del poder y el engrandecimiento personal, el tercer ciclo alineó su comportamiento con otras cualidades más abs-tractas, como el equilibrio y la libertad. También se dieron cuenta de que fue la falta de carácter —y no las prácticas mismas— la que causó la destructiva acumulación de poder personal del segundo ciclo (Fuego, 109). El siguiente cuadro nos ofrece una lista de las diferencias clave entre ambos ciclos.

Segundo ciclo • Preocupación por los poderes no ordinarios • Relevancia de lo desconocido • Punto focal equiparable a percepción • Recalca la auto-importancia • Mórbidos deseos de poder • Incremento del poder personal para exhibirlo • Control y manipulación Tercer ciclo • Dedicación al desarrollo de la percepción • Relevancia de lo incognoscible • Punto focal refleja alineamiento de energías • Reducción de la auto-importancia • Refinamiento de objetivos • Uso del poder personal para aumentar el conocimiento • Cooperación con el orden natural Las innovaciones en el arte del rastreo aumentaron las posibilidades de que los toltecas no

se quedaran atrapados en las actividades del segundo ciclo, tales como la extraña práctica de convertir-

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se en un árbol (Fuego, 169). Más bien, se aplicó la disciplina a la búsqueda de logros superiores y más refinados.

Un baile similar a los movimientos que se ejecutan en las artes marciales refleja los avances

en el arte del rastreo. Es una danza de naturaleza similar a la que don Juan enseñó a Castaneda. Debía cultivarla a lo largo de su vida para que reflejara sus éxitos y fracasos (Viaje, 188), y debía realizarla en su totalidad cuando estuviera frente a la muerte.

Una vez tuve la oportunidad de observar y ver a un tolteca realizar una parte de su danza de

rastreo: Comenzó con la persona de pie y en posición relajada. Su brazo derecho estaba doblado hacia arriba a la altura del codo y su mano derecha quedaba alineada con el hombro derecho. Tenía los dedos juntos, la palma abierta y vuelta hacia fuera. El costado de su cuerpo simbolizaba la postura inicial, de una inalterable ecuanimidad. El brazo izquierdo colgaba suelto a lo largo del cuerpo y la mano izquierda, cerrada en forma de puño, representaba el poder de ensoñar. Entonces la mano derecha descendía y cruzaba por delante del pecho como si cortara algo con el borde de la mano. Este movimiento represen-taba que el arte del rastreo (lado derecho) debe presidir el ensueño (lado izquierdo). El baile estaba pen-sado para mostrar la necesidad de que la búsqueda de la libertad gobierne los poderes derivados del viaje a lo desconocido, el lado ensoñador. En el siguiente movimiento el puño izquierdo se levantaba hacia arriba, enganchaba la muñeca derecha y ambas manos se dirigían hacia arriba. Este movimiento significaba que el ensueño debe elevar el rastreo y debe ser usado para alcanzar la libertad. Después, las manos se quedaban en reposo mientras los brazos formaban una X sobre el corazón, indicando que ambas estaban unidas y debían ser usadas para propósitos del corazón.

Una de las influencias culminantes en el tercer ciclo fue el reconocimiento de que la fuerza

no reside en la acumulación de poderes sino en una comprensión clara y en un refinamiento de la perso-na que le permita lanzarse a lo desconocido, libre de la avaricia y el abuso. Uno aprende a abandonarse a un universo que está mucho más allá de la conciencia humana, pero que la incorpora completamente. Lo que se busca es vivir plenamente la esencia de la propia vida, un camino de continuo autodescubri-miento.

Antes que nada... La pérdida brutal de su cultura —el mundo tolteca— y de sus padres, llevaron a don Juan a

la convicción de que, antes que nada, somos seres humanos (Realidad aparte, 175). Sus enseñanzas, por tanto, están dirigidas a buscar el común denominador de lo que eso significa. En lugar de enseñar una forma roja, blanca, amarilla o negra de mirar el mundo, sus enseñanzas tratan sobre la percepción y los alineamientos de energía que la permiten.

Una de las ventajas claras de este planteamiento es que, aparte de las orientaciones perso-

nales a nivel filosófico o espiritual —tales como si uno considera que tiene alma o no—, la actitud de “en primer lugar somos seres humanos” asienta la experiencia en el aquí y ahora, en esta vida, en este mundo. Este planteamiento no niega a Dios ni la espiritualidad. Por el contrario, puede ser usado para potenciar la conciencia espiritual. La actitud de «en primer lugar somos seres humanos», en lugar de definir nuestras experiencias tomando como base nuestro trabajo, vocación o nacionalidad, ofrece un punto de referencia estable y concreto con el que todos podemos conectar. Esta conciencia permite la utilización de distintas orientaciones espirituales para aumentar la calidad de vida de todos.

La tradición tolteca declara que un aspecto de la condición humana es que tenemos cuer-

pos energéticos y que nuestra condición inicial es la de ser seres conscientes. Esto llevó a don Juan a pensar que nuestro lugar en el orden natural es simplemente el de aprender (Enseñanzas, 72). Esta actitud produce un examen permanente de uno mismo y de la propia relación con la sociedad, el mundo y el más allá. Esto activa en cada persona su más alto potencial porque crea armonía entre todas las esferas de actividad. También proporciona una orientación para tratar con lo desconocido. De otra mane-ra no hay un verdadero aprendizaje, sino sólo una constante repetición y ensalzamiento de lo que ya se

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saber Por ejemplo, cuando nos damos cuenta de que no estamos separados del mundo creamos un nuevo punto de referencia. En lugar de luchar por ser individuos, podemos encontrar nuestra individuali-dad permitiendo que la totalidad de la vida se exprese a través de nosotros.

El planteamiento de «en primer lugar somos seres humanos» es una predilección de los tol-

tecas, un sueño que comparten y del que emanan otros sueños. Posibilita el manejo de la inmensidad de la percepción infinita y proporciona una referencia desde la que explorar. Es una herramienta práctica. La lección de no perderse en sus sueños fue muy costosa para los toltecas y la disciplina derivada de ella es la que genera la evolución. Creo que gran parte de la consistencia de don Juan es fruto de esta orien-tación, «somos en primer lugar seres humanos». Esa consistencia le ayudó a mantener un delicado equi-librio sin esfuerzo.

El Camino Tolteca no es sino uno de los senderos que lleva a la eternidad. Como el budis-

mo Zen, el sufismo, el taoísmo y otros sistemas, seguirlo con seriedad requiere que hagas de él tu cami-no principal. Esto no significa que no puedas participar de otras filosofías, sino que debes atravesar sus pasadizos para conocerlo plenamente y después poder dejarlo atrás. Para recibir su impulso, debes utili-zarlo. Dentro de los laberintos toltecas, la actitud de «en primer lugar somos seres humanos» equilibra las prioridades. Nos aleja del dogma y nos lleva a la experiencia real. Nos permite entrar en contacto con nuevas fuentes de información en lugar de encerrarnos en el auto-reflejo o en la validación repetitiva de nuestros pensamientos. Un sistema puede hacer estas tareas, pero no puede, por sí mismo, llevarnos a la libertad total. El conocimiento obtenido siempre reflejaría los puntos de vista del sistema, una forma más elaborada de autorreflejo. Si un sistema tiende a quitar importancia a las capacidades psíquicas, por ejemplo, sus adherentes trabajarán en ello. A medida que el manejo de las habilidades psíquicas se atro-fie, el sistema puede muy bien decretar que todo funcionamiento psíquico es fraudulento. Uno de los rasgos más atractivos del Camino Tolteca es que requiere de sus practicantes que lleven las cosas más lejos, que amplíen y profundicen. El Camino Tolteca simplemente no está dentro del status quo.

Si alguien te ofreciera una vía mejor que la que recorres en la actualidad, ¿la reconocerías?

Seas un tolteca, un científico o un camionero, el desafío no consiste en escapar a un mundo de dogmas aparentemente seguros sino en buscar el conocimiento. Y parte de este proceso reside en comprender que el conocimiento a menudo encaja dentro de los parámetros del método utilizado para obtenerlo. Quizá sea esto lo que llevó a Sam Keen a afirmar en su libro Fire in the Belly que debemos liberarnos del pensamiento habitual y definirnos por nuestra propia experiencia.

Cuarto ciclo El cuarto ciclo surgió durante el torbellino de los años sesenta. Durante ese tiempo de amor

libre y utilización indiscriminada de drogas, Castaneda comenzó a publicar libros que detallaban una manera sofisticada de acumular conocimiento. Habló a los desencantados, proporcionándoles un contex-to para que pudieran encontrar sentido a sus experiencias no ordinarias. Sin embargo, los únicos libros que hablan de drogas o plantas de poder son los dos primeros y desde entonces ha ganado público. A través de sus libros, Castaneda ha vuelto a hilar la tradición, de la misma forma que los nuevos videntes la hilaron en el tercer ciclo.

Como sólo cubre una o dos generaciones y contiene la esencia del tercer ciclo, mencionar

que existe un cuarto ciclo es básicamente igual que reconocer que está ocurriendo un cambio significati-vo. Castaneda, al describir los rasgos centrales del sistema, ha proporcionado una referencia estable a cualquiera que desee usarla. Sus libros, sin embargo, no abarcan todas las instrucciones de don Juan, por lo que se pierde algo del sabor. Por otra parte, esto ha tenido el efecto de sintetizar la práctica toda-vía más.

La nueva estrategia de integrarse armoniosamente en la cultura ha devuelto al Camino Tol-

teca a la corriente principal del pensamiento metafísico; esto puede llevarle a mezclarse con otras filoso-fías esotéricas, lo que podría potenciar aún más las enseñanzas. Asimismo, en la actualidad el mundo

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tolteca es parte de un mundo altamente tecnificado y está sujeto a su influencia a medida que sigue adaptándose. Por tanto, el principio del cuarto ciclo ofrece un suelo fértil que puede producir casi cual-quier resultado.

Por ejemplo, en alguna parte dentro del tejido de la existencia hay una Iglesia de los segui-

dores de don Juan. Según parece, don Juan causó un impacto tan grande que se formó toda una religión a su alrededor. Para consternación suya, se le reverenció excesivamente. Hay una versión de la realidad en la que don Juan, sus compañeros y aprendices manipulan a Castaneda para hacerle aprender sus prácticas y después dedicarle a escribir libros. La situación admite muchas versiones diferentes. Otra versión describe a Castaneda como un aprendiz inocente y vacilante que relata sus experiencias con un grupo de gente muy peculiar. Esta versión considera que sus libros pertenecen al campo de la ficción y no son muy diferentes ni más importantes que otras novelas de fantasía. En otra versión, Castaneda es un antropólogo magistral que aprendió las principales enseñanzas tras años de instrucción y después las ofreció a cualquiera que estuviera interesado en el experimento.

Vemos que ambas versiones tienen algo de cierto y, desde la perspectiva del vidente, todas

son verdaderas. Cada una tiene su propio intento, su propia energía. Don Juan se refiere a esto cuando dice que «la comprensión pura es un corredor avanzado que sondea la inmensidad que está ahí fuera» (Conocimiento silencioso, 136). Se refiere a la convicción del vidente de que, en algún lugar del amplio universo, cualquier cuento narrado por cualquier narrador es real. La energía que nos liga al universo del narrador es saber que la forma de relacionarse con el mundo que tiene la persona es la fuerza que se-lecciona el mundo en que vive. Se trata tanto de vivir en un mundo en constante evolución como de cambiar continuamente de senda para ir a otros mundos ya existentes. Parte de la comprensión pura del narrador es entender cómo funciona la percepción y esto es, una vez más, una prioridad del tercer ciclo.

Don Juan dice que el énfasis que ponen los videntes modernos en lo abstracto incluye la

aplicación de sus prácticas a funciones sociales concretas. Y añade que esto significa «que nunca les atraparás siendo los videntes oficiales o los brujos residentes» (Ensueño, 2). En otras palabras, los tolte-cas no se limitan a ocupar un lugar específico dentro de la sociedad. Sin embargo, esto no significa que se retiren de ella. El rastreo se desarrolló para que los videntes pudieran ser parte de la sociedad pero en sus propios términos, términos que les permitieran continuar con su búsqueda de la libertad. De ahí que estructuren su vida intencionadamente de la mejor manera posible para alcanzar sus objetivos. Si los videntes se excluyeran automáticamente de la sociedad, no tendríamos los libros de Castaneda, Donner o Abelar. Sus publicaciones, la venta de su trabajo, sitúa sus actividades dentro de la corriente social. Por tanto, pienso que lo que don Juan quiere decir es que los videntes no se dejan atrapar en las normas culturales habituales. La creación de una burocracia tolteca sólo dificultaría el trabajo de evolu-cionar más allá de las formas, sean del tipo que sean.

Por sus propios relatos, sabemos que Castaneda pertenece a una clase especial de líderes

toltecas. Su cuerpo de energía tiene tres compartimentos, no cuatro como los de otros líderes entre los que se incluye don Juan. Don Juan considera que esta circunstancia indica cambio y revitalización (Don, cap. 12). Castaneda dice que cuando don Juan descubrió su condición, tuvo que establecer un nuevo equipo que fuera más compatible con su tipo de energía. El resultado es que los hombres y mujeres sobre los que leemos en El segundo anillo de poder y El don del Aguila fueron reemplazados por Abelar, Donner y Carol Tiggs, la contra-parte femenina de Castaneda (Ensueño, X).

Donner ha llevado la idea del cambio tan lejos como para afirmar que Castaneda representa

el fin de su linaje y que no habrá nuevos equipos. Quizá sea así o quizá sólo quiera evitar interferencias. O quizá Castaneda haya innovado tanto el sistema que suponga el final de un ciclo. Tal vez haya otras fuerzas implicadas. Por ejemplo, existe al menos un informe de que Castaneda y su gente han encontra-do un «nuevo nagual», un nuevo líder de equipo. Si es verdad, esa persona asumirá una posición en relación a Castaneda similar a la de éste con don Juan, situación que indicaría la continuidad del linaje. Las inconsistencias como ésta tienen cabida dentro de las instrucciones de don Juan. Por lo tanto, puede ser que Donner sólo esté borrando las huellas y la historia de su equipo. Asimismo, esto puede ser un reflejo de la triple e inestable energía de Castaneda; los esfuerzos de su equipo por encontrar estabilidad

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les mantienen en un desafío constante que a veces produce inconsistencias. Al mismo tiempo, hay otras pruebas de que el linaje de don Juan sobrevivirá y de que Cas-

taneda sólo está jugando su parte en la evolución del linaje. He oído que algunas gentes de México no mencionadas en los libros de Castaneda afirman ser pupilos de don Juan. También he mantenido co-rrespondencia con Norbert Classen, autor de Das Wissen der Tolteken (El conocimiento de los toltecas). Classen es líder de un grupo tolteca que se reúne en Europa. Todas estas personas están fuera del equipo de Castaneda y sin embargo continúan trabajando con las enseñanzas de don Juan. Esto me lleva a la conjetura de que don Juan puede haber establecido el cuarto ciclo en respuesta a la volátil naturaleza de Castaneda. Como las tumultuosas predilecciones de éste no aseguraban la supervivencia del sistema, quizá don Juan plantó semillas en otros grupos. Como la fruta del cactus, llena de semillas para que una pueda enraizarse, quizá don Juan enseñó a otras personas en diversos lugares para ase-gurarse de la supervivencia de las enseñanzas. También puede ocurrir que el río tolteca esté forjando nuevas salidas al mar.

Como los libros de Castaneda son una referencia común de este último ciclo, quizá su uni-

formidad actuará de manera similar a la consistencia que proporcionaron Sebastián y el inquilino al tercer ciclo. Pero la llegada del cuarto ciclo no significa que las prácticas del segundo hayan desaparecido para siempre, no es así. Cualquiera que siga este camino el tiempo suficiente tiene que tratar con ellas de alguna manera y en algún momento. Sin embargo, es el realineamiento de las energías del tercer ciclo el que ofrece una oportunidad de libertad. Utilizando una disciplina sin brechas, los practicantes del tercer ciclo no deben perder lo conseguido en él, pero también deben seguir enfrentando la complacencia y cuestionar esos mismos logros, al tiempo que conservan el sentido de aventura que la vida nos ofrece.

El uso de criaturas de otras dimensiones en sus trabajos de brujería, por ejemplo, es carac-

terístico del segundo ciclo. Don Juan y el tercer ciclo emergieron directamente de ese tipo de mundo. Por tanto, cuando afirma que estas prácticas son cuestionables, está respondiendo a la misión de su ciclo, que es controlar y redirigir esos objetivos. Con una perspectiva ampliada por el tiempo y la experiencia, quizá esas actividades puedan ser vistas con una mayor comprensión de sus efectos. Esta evolución permitirá que ciertas prácticas se dejen de lado y otras sean vistas bajo una nueva luz. Y esa nueva luz, esa diferencia de perspectiva, es lo que señala la emergencia del cuarto ciclo.

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CAPÍTULO 3 LOS TOLTECAS Este capítulo presenta algunos componentes importantes del Camino Tolteca que, aunque a

primera vista puede parecer una religión, no lo es. No exige adoración ni reverencia. Es, más bien, una filosofía, una forma de obtener conocimiento. También es una metafísica, lo que en sentido clásico hace referencia a una rama de la filosofía que trata de la naturaleza de la realidad. Para que pueda llevarnos a alguna parte no basta con discutir sobre él, debe ser aplicado y vivido.

Un rasgo del Camino Tolteca es que cada linaje que lo forma proporciona métodos, puntos

de vista y técnicas que funcionan conjuntamente para permitirnos percibir algo más que la realidad ordi-naria. Estos elementos son verificables. Todo lo que hay que hacer es practicar seria y persistentemente. Como resultado, adquiriremos automáticamente la conciencia de que nuestro mundo físico sólo es uno de los numerosos mundos que existen y que nuestra relación con esos mundos cambia y evoluciona constantemente. Sea cual sea la senda específica elegida, el Camino Tolteca es una herramienta. Aun-que nos ayude a percibir lo que se considera sagrado, en sí mismo no es sagrado.

El Camino Tolteca abarca distintas actitudes personales y planteamientos. Por tanto, favo-rece —no, exige— que cada uno cultive y controle su individualidad. Pero la lucha por no tener una iden-tidad rígida y fijada es lo que dio origen a las palabras de don Juan: «La guerra, para el guerrero, es la lucha total contra ese yo individual que ha quitado al hombre su poder» (Conocimiento silencioso, 170).

Por esta razón, vemos que don Juan enseña insistentemente a sus aprendices el valor de perder la autoimportancia. En el núcleo de la autoimportancia está la autorreflexión, es decir: nos refle-jamos continuamente a nosotros mismos en qué consiste el mundo. Por tanto, la tradición tolteca siem-pre empuja más allá de los límites de cualquier visión del mundo. Como enseña don Juan, lo importante no es adherirse a un sistema sino llegar a la totalidad de uno mismo, llegar a completar la propia natura-leza (Relatos, 240).

Cuando uno olvida que los sistemas y linajes son técnicas, entonces entra en el dogma y pierde las conquistas tan trabajosamente conseguidas. Para prevenir este problema, don Juan me pidió que reconociera que su comportamiento procedía de su participación en otra realidad. No quería que yo pensara que me ofrecía una realidad mayor y más grande, que por tanto sería la «verdadera» realidad. Quería que considerara la realidad ordinaria y la no ordinaria sobre una misma base, que equilibrara su relación mutua y me deslizara entre ambas con la esperanza de liberarme.

Gracias a las instrucciones de don Juan llegó un momento en el que me familiaricé con el mundo tolteca. Esto ocurrió cuando llegué a dominar un número suficiente de elementos de ese mundo. Así se generó una fuerza que organizó mi percepción siguiendo un marco no ordinario. Entonces tuve los medios de deslizarme entre dos realidades: la realidad ordinaria en la que había crecido y el mundo tol-teca. Deslizándome entre ellas, di mi primer paso hacia la libertad.

La conciencia acrecentada Expresado con sencillez, la conciencia acrecentada es la elevación de la percepción más

allá de lo ordinario. En el estado de conciencia acrecentada cambian las reglas sobre lo que es «normal» y el acceso a las realidades no ordinarias ocurre con más facilidad. Lo sobrenatural se convierte en natu-ral. La conciencia acrecentada tiene lugar cuando se equilibran los campos de energía primero y segun-do. Este equilibrio es la clave de los trabajos toltecas.

Florinda Donner se refiere a este estado como «soñar despierto». Este término encaja muy

bien porque la conciencia acrecentada trae a la realidad cualidades parecidas a las del ensueño. Los objetos inanimados poseen vitalidad. Los mensajes de las vallas publicitarias cambian mágica y abrup-

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tamente. Los cuadros que cuelgan de las paredes surgen a la vida y sus trazos se hacen móviles. Los árboles hacen gestos, a menudo mostrando cuál es el camino que debemos seguir y las rocas resplan-decen por la noche iluminando estrechos senderos. Esta descripción puede darnos la sensación de que la realidad está fuera de control en lugar de haberse expandido, pero en su aplicación práctica, la con-ciencia acrecentada refina nuestros sentidos físicos y hace que la intuición sea más precisa. También potencia las habilidades sociales y multiplica la sensación de aventura y diversión. Uno posee más vitali-dad.

Como es el caso con la mayoría de los estados de conciencia, la conciencia acrecentada

viene y va. La menor cosa puede provocarla pero también puede ser el resultado de un trabajo arduo y prolongado. Puedes entrar en ella durante cinco segundos, cinco horas o el resto de tu vida. Uno de los objetivos de los toltecas es alcanzarla y mantenerla.

Don Juan a menudo golpeaba a Castaneda entre los omóplatos para producir este cambio.

Gran parte de las enseñanzas de don Juan fueron impartidas mientras Castaneda estaba en este esta-do. Don Juan explicó más tarde que bastaba con su presencia para que Castaneda hiciera este cambio de conciencia. El golpe era un truco, una maniobra para desviar la atención de Castaneda (Conocimiento silencioso, 139), lo que permitía que el intento inflexible de don Juan —energía láser enfocada— produ-jera el cambio.

También se puede entrar en estados de conciencia acrecentada usando medios artificiales,

como ciertas tecnologías del sonido de las que es pionero el Instituto Monroe. El Instituto está situado cerca de Caber, Virginia, y fue fundado por Robert Monroe, autor del clásico Journeys Out of the Body y del más reciente Ultimate Journey. En esencia, el Instituto usa una tecnología del sonido para equilibrar la actividad eléctrica de los dos hemisferios cerebrales, que corresponden a ambos lados del cuerpo. Este equilibrio produce la conciencia acrecentada.

El Águila y sus emanaciones El Águila es la fuente de la creación (Fuego, 51). En términos contemporáneos, algunos di-

rían que es Dios. No es una entidad y sin embargo lo es. Es una fuerza o quizá un estado; está más allá de las limitaciones y por tanto más allá de las definiciones. En el mejor de los casos puede ser señalada o descrita brevemente. Las emanaciones de energía se extienden a partir de ella y abarcan toda la crea-ción. Estas emanaciones son portadoras de los impulsos y patrones de la vida, la materia y cualquier otra manifestación. Nuestros cuerpos de energía son parte de la emanación que define la conciencia humana. La energía contenida dentro de nuestro cuerpo energético da lugar a la autoconciencia.

Las emanaciones emiten órdenes en el mismo sentido en que las leyes naturales regulan

nuestro comportamiento. Por ejemplo, la gravedad, la inercia y otras leyes influyen en nuestro compor-tamiento. Como parte que somos de esta energía, podemos emitir nuestras propias órdenes. Por eso podemos construir aviones y usar unas leyes para desbancar a otras, como la de la gravedad. Don Juan dice que la conciencia humana tiene lugar dentro de un espectro de emanaciones muy estrecho (Fuego, 162). Por tanto sólo podemos emitir mandatos dentro de una banda muy limitada. El resto del Águila abarca aspectos de la creación que exceden con mucho la comprensión o la realización humana. De aquí surgen una serie de preguntas: ¿Mandamos realmente sobre las emanaciones o nuestras órdenes son parte de las del Águila, aunque tengamos la sensación de que son emitidas por nosotros? ¿Es real la sensación de que damos órdenes o es sólo un reflejo que crea en nosotros una ilusión de autodeter-minación? Aquí reside la esencia de la pregunta intemporal sobre si tenemos o no libre albedrío.

En términos de la búsqueda del conocimiento, la emanación de la conciencia humana es

como una pequeña pluma de águila. Lo que nos es familiar de la pluma es lo conocido. Lo que nos que-da por conocer de la pluma, su relación con otras plumas y la composición de las «plumas» en general, es lo desconocido. El resto de las emanaciones del Águila comprende lo incognoscible. Quizá podamos vislumbrarlo porque sentimos su influencia, pero como tiene propiedades diferentes y más numerosas

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que las de una pluma, no tenemos con qué compararlo. Carecemos de comprensión por nuestra propia naturaleza.

Don Juan dice que aunque el reconocimiento del Águila es universal entre los videntes, la

forma que cada persona tiene de relacionarse con las emanaciones es individual. «En otras palabras, no hay una versión fija de las emanaciones como la hay del Águila» (Fuego, 57). Esta interpretación abierta da lugar a las diversas tradiciones metafísicas. Cada tradición ofrece visiones basadas en las ideas de sus líderes y en las influencias culturales en general, o en lo que la población puede reconocer y aceptar. Dejando aparte las prácticas individuales, las grandes tradiciones comparten el reconocimiento de una única fuerza unificadora. Las principales religiones del mundo son monoteístas: Cristianos, judíos y mu-sulmanes tienen orientaciones diferentes, pero comparten la visión de que hay un creador todopoderoso.

En alguna ocasión he visto el Águila. Después de haber leído sobre ella en los libros de

Castaneda, sentí un fuerte deseo de hacerlo. Don Juan dice que los videntes del segundo ciclo la descri-bieron como «algo que parece un águila blanca y negra de tamaño infinito» (Fuego, 51). Las águilas desempeñaban un papel importante en su mitología, por lo que para ellos es práctico describir el origen de la creación con elementos de su visión del mundo. Aunque retratar una fuerza abstracta como una entidad reduce nuestra comprensión de ella, también nos ofrece una vía de relación.

Cuando la vi, sentí algo similar a cuando en meditación me sentía propulsado a una dimen-

sión de vastas proporciones. No era un paisaje tal como ordinariamente pensamos en ellos. Había un campo de luz indescriptible que daba la sensación de una luminosidad infinita. Percibí muchos colores: naranja, rosa, azul, violeta, albaricoque. Todos ellos eran parte de un único color. No había separación entre ellos, y sin embargo la había. En medio de mi campo de visión surgió una negrura que creció y se elevó hasta perderse de vista. Me recordó a la torre Sears de Chicago. Era como si estuviera de pie a unos metros de ella y me estirara hacia atrás poniéndome de puntillas para poder abarcarla completa-mente en mi campo de visión. Cada habitación era como un mundo diferente y el edificio se elevaba hasta el infinito.

Entonces entendí las palabras de don Juan: ver el Águila implica que una emanación se re-

conozca a si misma. Cuando la autoconciencia aumenta de esta manera, dice don Juan, el resultado es una «visión del Águila y de sus emanaciones». Pero no hay Águila ni emanaciones. Lo que hay ahí fuera es algo que ninguna criatura viva puede comprender» (Fuego, 53).

Seres inorgánicos y espíritus Don Juan dice que hay innumerables seres inorgánicos. La mayoría de ellos son inútiles pa-

ra los humanos y sólo unos pocos pueden ser utilizados. Esta utilización, dice don Juan, debe ser un «intercambio justo de energía» (Fuego, 109) y ocurre cuando la energía de ese ser y la del humano se alinean. Alineándose con la energía de un ser humano, los seres inorgánicos pueden materializarse en esta dimensión. Alineándose con la energía del ser inorgánico, los humanos pueden incrementar y enfo-car su energía con gran precisión.

Se considera que estas entidades no están vivas en el sentido de la vida de carne y hueso,

pero están vivas en el sentido de que poseen conciencia. Como ocurre con la conciencia humana, su hábitat natural está dentro de un espectro particular de las emanaciones del Águila. Pero ocupan distin-tas bandas y por tanto distintos mundos (Fuego, 161). Los distintos sistemas ofrecen descripciones dife-rentes de la cantidad de mundos que existen. La metafísica tradicional occidental a menudo describe cinco niveles o planos de la realidad: físico, etérico, astral, mental y causal. Cada nivel puede tener sub-niveles, como el alto y el bajo astral. El compañero de don Juan, don Genaro Flores, dice que en el otro mundo hay diez niveles (Realidad aparte, 123).

Según don Juan, uno de estos mundos es un mundo negro. Él creyó que éste era un dato

importante porque es un mundo por derecho propio, no un reflejo distorsionado de este mundo (Fuego,

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288). Uno de sus rasgos es la densidad extrema. Después de haberlo visitado durante un par de días don Juan pensó que había envejecido diez años. Yo lo experimenté por primera vez hace algunos años. Durante el ensueño, me sentí propulsado a otro mundo. Una vez allí, sentí que pesaba una tonelada, era como si la gravedad me empujara desde todas las direcciones. Entonces tomé conciencia de seis obje-tos que parecían lápices luminosos. Viéndolos a distancia, distinguí que algunos tenían dos o tres colo-res y otros sólo uno. Bailaban ligeramente mientras se acercaban a mí. Cuando estuvieron cerca supe que estaban vivos. Pero su luz era estable; no tenía el movimiento de energía que se ve dentro de los humanos. Cuando reconocí que estaban vivos, uno de ellos se alejó. Entonces mi conciencia regresó al cuerpo físico. Me sentí agotado. Sentí que había estado allí una media hora, pero el reloj indicaba que sólo habían pasado unos minutos.

Aprendí más sobre esos seres cuando Castaneda publicó su noveno libro, El arte del en-

sueño. En él, don Juan dice que son proyecciones de energía de los seres inorgánicos (Ensueño, 86). Don Juan enseñó a Castaneda que el ensoñar abre avenidas a otras dimensiones y mantiene que estas energías remotas envían exploradores a nuestro mundo. El ensueño es uno de los lugares donde se puede percibir la intersección de los mundos. El arte del ensueño ofrece una buena descripción y análisis del mundo de los seres inorgánicos.

Además de estas entidades de luz parecidas a lápices, me he encontrado con otros seres, o

espíritus si se prefiere. En una ocasión, me encontré de pie frente a un gran árbol centenario cuyo tronco se extendía varios metros antes de sacar las primeras ramas, que eran gruesas y largas. Entré delibera-damente en el estado de soñar despierto. Entonces vi aparecer una mujer que estaba superpuesta de-ntro del árbol. Salió del árbol y se quedó de pie frente a mí. Media un metro sesenta, parecía tener unos treinta y cinco años y vestía una túnica blanca y vaporosa. Tenía el pelo moreno y unos ojos azules e intemporales. Me dijo telepáticamente que era el espíritu del árbol. Como había tenido encuentros con otros espíritus de la naturaleza anteriormente no me amedrenté. Le pregunté por los elfos. Me dijo que ella mantenía una conexión amistosa con los elfos, pero no eran necesariamente formas de vida. Más bien, tenían vidas que reflejaban el espíritu de los elementos naturales.

Otro encuentro mucho más dramático con un ser inorgánico ocurrió una tarde mientras es-

taba sentado en el muestrario de una cristalería. Trabajaba para un ebanista y había ido allí a hacer un recado, a recoger un cristal. Mientras esperaba, noté una configuración de espejos anormal en la pared de enfrente. Había un gran espejo de bronce flanqueado por varios espejos normales de mercurio. Ab-sorbido por el efecto que creaban, miré dentro del espejo de bronce. Me reí de mí mismo pensando que don Juan y Castaneda habían extraído una entidad de otra dimensión de un espejo (Fuego, cap. 6). Me pregunté si podría hacer lo mismo.

Después de algunos minutos de mirar al espejo, vi salir de él una figura parecida a un hom-

bre. Era un poco más alto que la media y bastante fornido. Recuerdo que pensé que parecía un poco más alto que don Juan y un poco menos musculoso. No sé por qué pensé en don Juan, quizá porque asocié la historia que Castaneda cuenta del espejo con este suceso o quizá porque reconocí de pasada la energía de don Juan saliendo del espejo.

La criatura tenía grandes bultos en la cabeza y estaba ligeramente encorvada. Estos aspec-

tos de la imagen contrastaban agudamente con don Juan, que es un perfecto ejemplo de salud y vitali-dad. Sin embargo, en algunas ocasiones, había observado a don Juan presentarse en diversas formas. Una vez le encontré vestido de borracho y en otra ocasión iba vestido de mujer. Entonces, el pensamien-to de que aquel ser no era don Juan me estremeció y me di cuenta de que no tenía ni idea de cómo res-ponderle. Me sentí como Micky Mouse en la película Fantasía, en la que el aprendiz de brujo despliega involuntariamente un gran poder. Bastante atemorizado, miré hacia otro lado y simultáneamente me pu-se de pie para caminar y disipar la imagen. Pero seguía sintiendo su presencia. Salí de allí, me monté en el coche y me alejé. Hasta el día de hoy he seguido preguntándome si esa criatura seguirá dando vueltas y buscando a la persona que la convocó. En aquella ocasión me comporté de una manera muy irrespon-sable.

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Las plantas de poder Don Juan dice que los toltecas empezaron a recorrer el camino del conocimiento consu-

miendo plantas de poder (Fuego, 17). Las enseñanzas de don Juan y Una realidad aparte ofrecen rela-tos detallados de las experiencias de Castaneda con diversas plantas, entre las que se incluyen el peyo-te, el estramonio y diversos hongos. Don Juan descubrió que cada planta tiene su propio intento y por tanto produce cambios de conciencia específicos. Por ejemplo, según don Juan, los hongos ofrecen un tipo de conciencia serena y desapasionada, mientras que el estramonio es más volátil. El común deno-minador de las plantas de poder es que sus energías crean cambios perceptuales reflejados por movi-mientos del punto focal hasta lugares no ordinarios. Reducen las restricciones del primer campo y así proporcionan vislumbres del segundo campo.

Las plantas de poder proporcionan temporalmente una conciencia acrecentada. Su valor re-

side en que nos facilitan vislumbres de lo desconocido. Su coste es la distorsión de energía que produce un cambio de conciencia forzado. Para resaltar la seriedad de su uso, don Juan siempre hacía que Cas-taneda realizara rituales para enfocar la atención. Los mismos rituales también le hacían salir del marco de la realidad ordinaria. Don Juan insiste en que las plantas de poder son una herramienta educativa y no deben ser usadas como un entretenimiento.

Don Juan también aclara que no todo el mundo las necesita y que las dio a Castaneda por-

que iba muy lento en su aprendizaje (Relatos, 12). De hecho, don Juan dice que los videntes del tercer ciclo restan deliberadamente importancia a su uso por las distorsiones que producen (Fuego, 19). Esto no quiere decir que lo que uno experimenta cuando las usa es necesariamente confuso, sino que su uso va en detrimento del cuerpo energético. En algunas ocasiones he visto los cuerpos de energía de algu-nos toltecas que usaban plantas de poder regularmente. En lugar de existir una mezcla armoniosa entre los bordes de sus cuerpos energéticos y el entorno, los límites estaban contorsionados. Esta malforma-ción hace que los cuerpos energéticos tomen la forma de coliflores en lugar de ser vibrantes esferas de energía. Las combaduras de los cuerpos energéticos producen distorsiones en la percepción.

Usar plantas de poder es como hacer funcionar una bombilla de 60 watios de potencia con

una corriente de 75 watios. Aumenta la potencia pero se fuerza el filamento. En otras palabras, las plan-tas de poder fuerzan el cuerpo físico. Para optimizar su uso, su energía debe dirigirse a ciertos resulta-dos específicos. Don Juan estableció objetivos antes, durante y después de dárselas a Castaneda. Si usas plantas de poder, el truco está en continuar por las direcciones que has percibido al usarlas, pero bajo tu propio poder.

Creo que no reconocer su valor también es una equivocación. Por ejemplo, en una ocasión,

estando en el desierto de Arizona bajo la influencia de la marihuana, experimenté la humilde nobleza de ser «humano». Consumí una pequeña cantidad de marihuana en lo alto de un montículo del desierto, bajo el sol veraniego. A los pocos minutos tuve una visión en la que vi las luchas y victorias de la huma-nidad. Cuando dirigí la atención a mi cuerpo físico, sentí que el calor del sol se transformaba en otro tipo de energía. Ya no sentía la energía como calor, más bien era algo sobre lo que podía montarme o hacer surf. Al conectar con ello, mis sentidos se expandieron, tocando las colinas vednas que estaban bañadas de claridad. Vi mi lugar como bípedo caminando sobre la faz del planeta. En lugar de sentir la pesadez de la existencia, como a menudo se nos dice que hagamos, comprendí que todos llevamos la semilla de la grandeza dentro de nosotros. Sólo tenemos que aprender a hacer que esta energía florezca en lugar de pisarla.

En otra ocasión en la que ingerí peyote, reconocí que el mundo físico no es lo que parece.

Vi que los objetos físicos sólo son energía densificada. Esta experiencia me demostró la lección de don Juan de que el mundo está compuesto fundamentalmente de energía. Los objetos materiales simple-mente son un reflejo de esa energía. Estas dos experiencias inducidas por las drogas me llevaron más allá del mundo convencional hasta un mundo donde residen las visiones, la belleza y la armonía entre los humanos y la tierra.

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Pero la gente suele usar plantas de poder en lugar de la disciplina. Yo mismo lo he hecho en algunas ocasiones, pero, habiendo entendido sus limitaciones, ahora prefiero confiar en mis propias capacidades porque los resultados son más claros y patentes. Recuerdo un principio del tercer ciclo que propone que hay un cierto estilo de vida que lleva automáticamente a la conciencia acrecentada. La con-ciencia acrecentada generada por la senda tolteca es mucho más sustancial y duradera que la ofrecida por las plantas de poder. Para lograr el crecimiento a largo plazo, es esencial no dejar que un impulso temporal reemplace nuestro compromiso con la disciplina personal.

Presagios Los presagios usan un lenguaje especial, son un conjunto particular de acuerdos entre un

individuo y el mundo. De la misma forma que los símbolos crean alfabetos, palabras y frases, los signos y símbolos conocidos como presagios proporcionan información, dirección y guía. Los colores, el com-portamiento de personas y animales, las direcciones de la brújula y casi cualquier ocurrencia puede des-empeñar un papel en esta forma de comunicación. Como mínimo, los presagios nos hacen prestar aten-ción al mundo que nos rodea. También reducen el cansancio y el desgaste de la gente que se ve asalta-da por las dudas porque aún no ha aprendido a seguir su guía interna.

Los presagios son manifestaciones del espíritu, mensajes procedentes del abismo de la

creación. Una pieza fundamental de los presagios es el color. Por medio de un estudio sistemático, aprendí a distinguir los colores que me resultan beneficiosos de los negativos. Para empezar, tomé con-ciencia de los colores de la ropa que llevaba puesta y de cómo me iba sintiendo a medida que transcu-rría el día.

También observé los colores, permitiendo que su energía atravesara mis ojos y entrara en

mi cuerpo, tomando nota posteriormente de cómo me sentía. Me di cuenta de que, para mí, el verde indicaba lo positivo y el naranja lo negativo. En esencia, había llegado a un acuerdo con el espíritu por el cual estos colores tenían para mí un significado particular. Tenía símbolos para el «sí» y para el «no».

En la práctica, los presagios funcionan más o menos así: hace algunos años me presenté a

un trabajo en el que se trataba de fabricar tofu. Las paredes del espacio de trabajo eran de color naranja. Sabía que esto indicaba algo negativo, pero como necesitaba dinero, tomé el empleo. A las dos sema-nas los senos se me hincharon protestando violentamente por las grandes cantidades de sal que son necesarias para fabricar ese derivado de la soja. Dejé el trabajo. Al día siguiente de dejar el trabajo tenía que tomar un avión. Los cambios de presión me exacerbaron y me hicieron sentirme tan incómodo que necesité una consulta médica. La factura de la visita me costó más de lo que había ganado con aquel trabajo.

El mismo presagio puede significar cosas distintas para distintas personas. Un día, mientras

paseaba en coche con una amiga, un coche naranja se cruzó ante nosotros. Ambos nos dimos cuenta de que debíamos escuchar aquel aviso en lugar de sentirnos molestos por su imprudencia. Usando su intuición, mi amiga pensó que eso significaba que a su hijo le estaba pasando algo. Volvimos a casa antes del momento programado y descubrimos que había sufrido un repentino ataque de gripe.

Por otra parte, había estado considerando si debía continuar con mi doctorado en religión o

trasladarme a Virginia. Como las tres primeras letras de la matrícula de aquel coche eran «PHD» (que yo asociaba con seguir en la universidad), pensé en dejar los estudios. Un par de días después, de camino a clase, adelanté a una motocicleta verde con una pegatina del servicio de inspección de vehículos de Virginia. Ahora tenía dos presagios apuntando en la misma dirección. Al acabar ese semestre, dejé la universidad y me trasladé a Virginia. A lo largo de los años siguientes trabajé en la Asociación para la Investigación de la Iluminación y en el Instituto Monroe. En estas dos organizaciones pude conocer la aplicación directa de los planteamientos que había estado estudiando. Estas experiencias resultaron ser esenciales para mi desarrollo posterior.

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La interpretación correcta de los presagios se basa en la capacidad de dejar a un lado los propios pensamientos. Pensar continuamente en las propias necesidades, deseos, intereses, relaciones y cualquier otra cosa que alimente nuestro pensamiento, no hace sino conformar los presagios a nues-tras ideas. Por tanto, la intuición desempeña un papel crítico. El sentimiento sirve para dirigir la concien-cia, y por tanto las interpretaciones, hacia nuevas dimensiones.

Una noche, justo antes de trasladarme y dejar mi residencia en el Gran Cañón, decidí salir a

dar un paseo por el cañón. Quería decirle adiós. Unos cien metros más abajo, fui asaltado por un pájaro. Cuando me retiraba un poco, el pájaro me dejaba en paz y cuando pasaba una línea imaginaria, volvía a atacarme. Sabía por experiencia que cuando un pájaro defiende su nido se mantiene a la ofensiva hasta que el trasgresor se aleja. Este pájaro poseía un propósito muy claro porque acabó sus ataques en el mismo lugar al menos media docena de veces. Valorando el incidente, sentí que aquello era una señal de que no debía seguir adelante. Más tarde, reflexionando sobre el evento, vi que mi decisión tenía sen-tido ya que en ese momento estaba en un punto de mi aprendizaje en el que estaba abierto a influencias poco definidas. Por tanto, no era una buena idea aventurarme de noche y en solitario por el cañón. El presagio sirvió para alertarme. La clave está en comprender que se trata de una toma de decisiones no ordinaria que refleja la participación en un mundo no ordinario.

Con la práctica, el significado de los presagios llega a hacerse evidente. Un pájaro ruidoso

puede significar algo particular para ti. Sin embargo, otro elemento clave a la hora de aprender sobre presagios es mantenerse abierto. Usa tus sentimientos continuamente para prevenir una estandarización excesiva y no te apresures con las interpretaciones. Construye un amplio diccionario. Presta atención a los colores, comportamientos, direcciones. Si un pájaro vuela tranquilamente desde el sur, ¿qué ocurre después? Si estás a punto de entrar en un edificio y ves que los cuervos crean un revuelo, ¿cuáles son los efectos a corto y a largo plazo de haber entrado en ese edificio? Toma nota especial de los sucesos inesperados y después observa cuidadosamente. Intenta combinar los símbolos con los sucesos reales. No te mientas y no intentes hacer que algo arbitrario encaje en tu visión. No te llevaría a ninguna parte. Permanece abierto y relajado, y descubrirás un diálogo íntimo con el mundo.

La curación no ordinaria La curación es una práctica muy común en todo el mundo tolteca. Los comentarios que si-

guen no son consejos médicos ni reemplazan el tratamiento médico ortodoxo. Son, más bien, un recono-cimiento de que el bienestar físico depende de las dimensiones mental, emocional y espiritual.

Don Juan afirmaba que no hay enfermedades, sólo complacencia (Viaje, 291). En un senti-

do, la complacencia es un derroche de energía resultado de un desequilibrio en los campos de energía personales. Por ejemplo, cuando hay una gran distorsión en el primer campo, las energías del segundo campo no pueden alimentar al individuo. Los síntomas físicos o manifestaciones de la enfermedad refle-jan esa falta de cuidado.

A partir de esta premisa básica, don Juan siguió comentando cosas sobre la curación no or-

dinaria. Después de escuchar una historia sobre un curandero psíquico, don Juan dijo a Castaneda que el arte del curandero consistía en mover el punto focal del paciente (Conocimiento silencioso, 142). Es decir, el curandero dedica sus habilidades a realinear la energía del paciente. Don Juan también pensó que el poder de un curandero emanaba de ser un conducto del espíritu. Por tanto, es el espíritu, y no el curandero, el que realínea la energía. El exquisito equilibrio que uno encuentra cuando se libera en el espíritu es la marca del vidente; quizá esto explique por qué muchos videntes son sanadores.

Hace algunos años, durante un curso que dirigí en Massachussetts, una participante, a la

que llamaré Carol, se quejó de un dolor de cabeza. También comentó que le dolía la rodilla izquierda. Durante un descanso, dos mujeres que participaban en el seminario (a las que llamaré Betty y Marge) dijeron que practicaban la curación no ordinaria y con el permiso de Carol se pusieron a trabajar con ella. Me senté a cierta distancia y observé sus esfuerzos. Pronto comencé a ver.

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Betty se arrodilló frente a Carol (que estaba sentada) y colocó sus manos sobre la rodilla re-sentida. Marge, que estaba de pie detrás de Carol, colocó sus manos suavemente sobre su cabeza. Podía ver la energía que emanaba del cuerpo energético de Betty hacia la rodilla de Carol. Parecía que Betty reunía sus reservas y después las vertía sobre Carol. Marge, por otro lado, permanecía tranquila y en calma, parecía trabajar sin ningún esfuerzo. Desde aproximadamente un metro por encima de la ca-beza de Marge, un rayo de luz blanca descendió y entró en la parte alta de su cabeza. Después de unos cinco minutos, Betty y Marge se detuvieron. Betty parecía un poco fatigada y Marge estaba vibrante. Carol comentó que el dolor de su rodilla había cedido y el de cabeza había desaparecido completamen-te.

A lo largo de los años he descubierto que muchos médicos y la mayoría de los sanadores

alternativos comparten los puntos de vista de don Juan. Sin embargo, el campo de la salud es muy am-plio y hay una gran variedad de planteamientos y técnicas. Una de las profesoras de Taisha Abelar, Cla-ra, le dio una serie de «pases brujos» o movimientos físicos específicos destinados a restaurar o mante-ner la salud. Además, una de las socias de Donner, Delia, le dijo que es fácil curar en sueños cuando éstos tienen propósito.

El ensueño también ofrece la posibilidad de curar a grandes distancias del paciente. Edgar

Cayce, un psíquico americano del siglo XX, entraba en trance —que es un tipo de ensoñación— con sólo darle el nombre y la dirección de una persona (a menudo a partir de una referencia médica). Entonces localizaba físicamente a la persona y facilitaba un diagnóstico para su tratamiento y futura prevención. Las lecturas de Cayce se conservan en la Fundación Edgar Cayce en Virginia Beach, Virginia, y están a disposición del público. La fundación está hermanada con la Asociación para la Investigación de la Ilumi-nación.

La regla Entre los mandatos del Águila está la regla. La regla es el intento, la energía consolidante, el

sueño del Camino Tolteca. Cuando se utiliza como mapa, la regla tiene en cuenta todas las facetas del mundo tolteca: proporciona directrices respecto a la visión del mundo y las técnicas que se han de em-plear e incluso indica las personalidades que deben tener los practicantes. La creciente toma de con-ciencia por parte de los toltecas de la existencia de esta emanación explica la evolución de los ciclos. Emilito, otro de los mentores de Abelar, dice que la regla es vital porque le impide a uno hacerse «arbi-trario o caprichoso». En otras palabras, aprender a mover el punto focal proporciona automáticamente muchas opciones, por lo que es fácil perderse en la exploración de lo desconocido. Para impedirlo, los videntes modernos mantienen la firme resolución de permanecer en la pista que lleva a la libertad. La regla les proporciona un mapa para hacerlo.

De la misma forma que hay distintos mapas de las autopistas producidos por distintas com-

pañías, las tradiciones metafísicas ofrecen direcciones diferentes. Cada sistema tiene su propia regla, su propio estilo de relación con el cosmos. Cada regla proporciona la lógica —las bases del conocimiento— que conforman el mapa de esa tradición específica. Cada mapa señala qué buscar y cómo ir del punto A al punto B. En un sentido, saturarse de la energía de uno de los sistemas constriñe la conciencia, pero en otro sentido también ofrece libertad. Enfocar la atención en lo que uno considera esencial excluye otras percepciones, pero siguiendo un buen mapa uno consigue ir donde quiere.

La regla contiene abstracciones básicas; abstractas porque tratan con el espíritu indefinible.

Una de las abstracciones que encontramos en el Camino Tolteca es que el espíritu se da a conocer, como en el caso de los presagios. La regla misma se manifiesta a partir del espíritu. Otra abstracción es que podemos comunicar con el espíritu a través del diálogo interno no verbal y de los presagios. Asi-mismo, la regla nos ofrece una guía para entrar en contacto con el espíritu. En El conocimiento silencio-so, Castaneda presenta otros centros abstractos.

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Rastrear y ensoñar Parte de la regla es la división de la energía entre el rastreo y el ensueño. Donner se refiere

a ambas disciplinas como unidades casi indivisibles. Todos poseemos ambas, pero ponemos el acento en una o en la otra. Aunque puedan parecer imposibles de diferenciar, la forma que la persona tenga de usar o desplegar su energía muestra la diferencia. El rastreo tiende a la convergencia, canaliza el inten-to. El ensueño emplea un planteamiento más expansivo y disperso. Por tanto, la textura emocional y el enfoque de las habilidades de cada uno de ellos es diferente.

El siguiente cuadro (pág. 72) nos ofrece pistas en relación a esta división de las energías. El rastreo, por ser un logro del tercer ciclo, está orientado hacia el mundo-de-la-gente. Co-

mo trata con esta estrecha banda, utiliza pequeños cambios del punto focal y permite adaptarse e incor-porar el conocimiento a la vida diaria (Conocimiento silencioso, 265). Ofrece sobriedad y dirección. El ensueño, por su parte, nos ofrece la aventura de cambios mayores y a menudo desconcertantes y por tanto añade una inmensa estimulación a la exploración del cuerpo energético. El resultado es que el ensueño y el rastreo suplantan la necesidad de las plantas de poder.

ENSUEÑO • Indómito • Inquieto • Expansivo • Da saltos • Exagerado • Equilibrado con los mundos no ordinarios • Reactivo • Muy energetizante RASTREO • Reservado • Intencionado • Flexible • Práctico • Disciplinado • Equilibrado con el mundo ordinario • Reflexivo • Sustentador El rastreo suele estar relacionado con las actividades del primer campo y el ensueño con las

del segundo, pero esto no siempre sucede de manera exclusiva. Por ejemplo, soñar despiertos es el ensueño aplicado al cuerpo físico o a las tareas del primer campo. La idea, por tanto, es que debemos trabajar con ambos. El poder del ensueño es necesario para asegurarse movimientos dramáticos y signi-ficativos del punto focal, y el rastreo es necesario para dirigir esos cambios en direcciones productivas. Desde cierta perspectiva, rastrear es una forma de ensoñar en la que el ensueño intersecta con el mun-do humano. Desde otra perspectiva, el ensueño es una maniobra de rastreo que nos proporciona mayor orientación y una expansión general de la conciencia. Ambas tareas sirven para enfocar las energías y su armonización eleva la conciencia.

El vidente El vidente es el producto de la evolución del Camino Tolteca. El rasgo distintivo del vidente

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es que puede salir del mundo tolteca y seguir desarrollando la percepción. En cierto sentido, la diferencia entre un tolteca y un vidente es la diferencia entre el segundo y el tercer ciclos. Tanto el segundo como el tercer ciclos tuvieron videntes; por eso fueron capaces de entender el Águila y sus emanaciones. Pero los toltecas del segundo ciclo se quedaron dentro del sistema. Los videntes trabajan con el sistema el tiempo suficiente como para salir de él.

El hecho de estar encerrados en un sistema mantiene a la gente encerrada en sí misma, lo

que potencia el yo y reduce la conciencia. Don Juan dice que el saqueo de lo incognoscible por parte del segundo ciclo estaba gobernado por la avaricia y la autoimportancia, y produjo cambios muy marcados en sus cuerpos de energía. En lugar de mantener las energías de la forma humana, se convirtieron en algo diferente de la condición humana. Don Juan dice que aunque admira la inmensidad de sus plan-teamientos, detesta su morbidez (Ensueño, 14, 2).

El segundo ciclo logró realizar viajes notables a terrenos que están fuera de la percepción

humana ordinaria, pero también pensó que lo desconocido podía ser reducido a lo conocido. Para resol-ver esta situación, las innovaciones del tercer ciclo orientan al vidente hacia las cualidades puramente abstractas de lo incognoscible. Ver lo incognoscible como una fuerza abstracta lo sitúa en un reino total-mente misterioso. Esto ayuda a mantener la percepción abierta y flexible.

El impulso de la Tierra y los desafiantes de la muerte Don Juan aconsejó a Castaneda no confundir el mundo con lo que hace la gente (Realidad

aparte, 264). Para don Juan, el mundo está hecho de dimensiones dentro de dimensiones y ofrece opor-tunidades inimaginables. Cuando ayudó a Castaneda a percibirse como un cuervo, por ejemplo, le mos-tró que la conciencia humana sólo es una de las opciones que tenemos a nuestra disposición (Enseñan-zas, 188). También le enseñó que la manipulación variada y constante del punto focal aumenta la con-ciencia de otras formas de vida, incluyendo a la Tierra.

Don Juan indicó que, a medida que progresa, la relación del tolteca con la Tierra se va

haciendo más exquisita e íntima. Los toltecas conectan puntos de su conciencia personal con la Tierra. Este alineamiento les proporciona un poder adicional para entrar en otros universos. Don Juan mantiene que alineando el intento con otras emanaciones y conectando posteriormente con la energía vital de la Tierra, podemos impulsar nuestra conciencia a reinos que están más allá de la vida y la muerte tal como las conocemos. Pensemos que los videntes que llegan a este nivel, los desafiantes de la muerte, tiene el poder de morir cuando ellos quieren (Conocimiento silencioso, 228).

Don Juan cree que los videntes del tercer ciclo son los desafiantes de la muerte quintaesen-

ciales (Fuego, 295). Para él, buscan la verdadera libertad más que extraños y elaborados flirteos con lo desconocido. Buscan la liberación por medio del fuego interno.

El fuego interno El impecable control que don Juan ejercía sobre su punto focal le dio algunas opciones ex-

traordinarias. Por ejemplo, cuando se enfrentaba a un peligro inmediato podía mover su punto focal y, en un abrir y cerrar de ojos, situar su cuerpo físico en otro lugar. También podía elegir arder con el fuego interno (Conocimiento silencioso, 228). Cualquiera de estas acciones le alejaba del peligro.

Según don Juan, el fuego interno produce una conciencia total y por tanto una libertad total.

Tiene lugar cuando uno extiende deliberadamente su conciencia a todo el cuerpo energético. El rastreo y el ensueño nos permiten explorar y energetizar diferentes regiones del cuerpo energético. Cuando la estimulación es suficiente se puede extender la conciencia a todo el cuerpo energético. Don Juan dice que entonces el cuerpo físico se evapora del mundo y sin embargo la conciencia individual permanece (Fuego, 295, 291).

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Para proporcionar otra referencia, el fuego interno tiene lugar cuando el primer y el segundo campos de energía se unifican. Las limitaciones del primer campo ceden ante el segundo y dan lugar al cuerpo de energía total. Sin embargo la influencia del primer campo permite mantener la sensación de individualidad. Entonces la conciencia es propulsada al tercer campo y las cualidades abstractas de lo incognoscible se vuelven concretas. Don Juan pensaba que la única condición para lograr la libertad total era disponer de la energía suficiente (Fuego, 295) y enseñaba que el Camino Tolteca es el medio para manejar esa energía.

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CAPÍTULO 4 UN EQUIPO TOLTECA A lo largo de los años me he asociado con grupos toltecas diseminados por los Estados

Unidos, México, Canadá y Europa. Son grupos de hombres y mujeres en los que ciertos miembros de cada género se dedican al rastreo o al ensueño. Dentro de sus distintas edades, preferencias, gustos, estilos, habilidades y procedencias, todos ellos mantienen un vínculo común que es su incesante bús-queda de la libertad. Como grupo reflejan las personalidades que componen el «grupo de un nagual», tal como se delinea en los capítulos 9 y 10 del sexto libro de Castaneda, El don del Águila.

El perfil del grupo de un nagual o lo que yo llamo un equipo tolteca, es un aspecto de la re-

gla. Los toltecas usan la regla para estabilizarse y crecer, pero no se adhieren ciegamente a ella. Así, la regla permite diversas interpretaciones dentro de su ámbito general. Además, los equipos no tienen por qué parecerse entre sí. Hay mucho espacio para las variaciones siempre que se ponga en práctica el plan general. La directriz fundamental es que cada miembro pueda tratar con lo que se le presenta de-lante en lugar de adaptarse forzosamente a unas nociones preconcebidas. Asimismo, cada equipo debe encontrar su propio camino. Las presiones y requerimientos van cambiando según el tiempo y el lugar. Este capítulo, aunque guiado por la regla, está basado en mis observaciones de esta gente y en mis interacciones con ellos.

Los sexos Donner afirma que hombres y mujeres se relacionan con la racionalidad de manera diferen-

te. Estas diferencias, dice, hace que las mujeres sean más flexibles. Don Juan comenta que mientras los hombres poseen sobriedad y voluntad, las mujeres tienen talento (Fuego, 142), y añade que, gracias a su naturaleza, las mujeres tienen una ventaja clara sobre los hombres en la búsqueda del conocimiento en general (Relatos, 144).

Esta forma de pensar arroja por la ventana la mayoría de los modelos previos del siglo XX.

Pero también es interesante observar que la división del trabajo que propone es consistente con los ar-quetipos de las energías masculinas y femeninas. Se suele pensar que la energía masculina proporciona dirección e impulso y que la femenina es abierta, flexible y nutricia. También es importante señalar que en general se considera que hombres y mujeres tienen una combinación de ambos tipos de energía, masculina y femenina.

Donner amplía el pensamiento de don Juan sobre las mujeres afirmando que nuestra su-

pervivencia como especie depende de que demos a las mujeres tiempo para evolucionar. En lugar de alinearse con la procreación, ella siente que las mujeres deben alinearse con la evolución, y afirma que usando el útero (para ensoñar) se puede definir y expresar el ensueño de otro intento, es decir, otra rea-lidad. Uno de los efectos de esta nueva realidad sería que la totalidad de la especie podría ir en otra dirección, y a partir de ahí las mujeres darían a luz a una nueva especie. Esto no es el liderazgo tradicio-nal, sino un liderazgo radicalmente transformador.

En la historia reciente, no hay duda de que los puntos de vista masculinos han gobernado.

Tenemos muy pocos monumentos dedicados a mujeres y relativamente pocas mujeres entre nuestros representantes políticos. Por tanto, es evidente que nuestra sociedad se ha negado a reconocer la vali-dez de los puntos de vista femeninos y de su poder. Ahora, sin embargo, las mujeres están hartas y re-claman su libertad. Incluso proliferan las discusiones sobre las sociedades patriarcales frente a las ma-triarcales. Se suele oír que las sociedades patriarcales son artificiales, están dominadas por el poder y no respetan los derechos humanos. Por otro lado, se considera que las sociedades matriarcales son abarcantes, nutricias y protectoras de los más altos ideales.

Uno de los temas recurrentes es que las sociedades patriarcales (y por tanto, los hombres

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en general) no tienen la amplitud de visión propia de las mujeres. Se dice que los hombres tienen limita-ciones naturales. Esta visión a menudo queda implícita, sin necesidad de explicación, y por tanto res-ponde al impulso dominador, sólo que esta vez es expresado por las mujeres. Las mujeres que muestran esta actitud, desprecian arbitraria y sistemáticamente a los hombres y, al hacerlo, cometen el mismo agravio que desean corregir.

Por ejemplo, recuerdo una conversación íntima con algunos amigos en la que una mujer

hablaba con cariño de su afiliación a una hermandad femenina. Su participación en esa hermandad le daba fuerza y sustentaba su decisión de liberarse. Uno de los hombres dijo que él sentía lo mismo hacia los hombres: quería favorecer la evolución y el desarrollo del poder masculino. Y añadió que los hombres podían capitalizar el movimiento de liberación de las mujeres para liberarse mejor. La mujer le dijo que era una pena que no pudiera ver a la gente como gente, en lugar de verlos separados por sexos. Así, mientras era estupendo abrazar las virtudes de la hermandad femenina, una actividad masculina paralela era considerada como que los hombres son incorregibles.

Sin embargo, su comentario es muy significativo. Durante mucho tiempo los hombres fueron

considerados superiores, eran los que ganaban el pan. Ahora un número de gente cada vez mayor afir-ma que las mujeres son superiores, las salvadoras. Quizá el péndulo debe oscilar en la dirección opues-ta para generar más conciencia y equilibrio. O tal vez los seres humanos solamente queremos dominar. Sin embargo, también es posible que podamos ir más allá de las preocupaciones patriarcales y matriar-cales. Si encontramos un terreno común de igualdad, tal vez podamos avanzar hacia un terreno superior. Como dice don Juan, el hecho de que todos nos enfrentemos a la muerte nos hace iguales y no nos deja tiempo para nada que sea menos que la igualdad (Viaje, cap. 4). Utilizando este consejo como guía, quizá podamos elevarnos más allá de la llamada batalla de los sexos hacia los ritmos de la conciencia universal donde el drama de las energías masculinas y femeninas no es más que una obra de teatro.

Las cuatro direcciones La regla divide a los individuos en cuatro grupos o direcciones: norte, este, sur y oeste. Las

direcciones reflejan el equilibrio natural de orientarse en un camino concreto. Además, cada dirección encarna un intento particular. Dejando de lado los argumentos sobre la superioridad masculina o femeni-na, una visión definitivamente tolteca es que las mujeres llevan dentro de sí el intento de las direcciones. Por tanto, las mujeres están conectadas con el intento por su propia naturaleza, mientras que los hom-bres deben aprender a hacer esa conexión. Esta diferencia es la que llevó a don Juan a decir que las mujeres llevan ventaja en la búsqueda del conocimiento.

Las siguientes categorías reflejan formas de energía. La idea en este caso no es tanto defi-

nir los diversos tipos de comportamiento como dirigir la conciencia hacia otro marco de referencia. Norte. Esta dirección está relacionada con el conocimiento. La persona de esta dirección

busca y adquiere conocimientos muy específicos en su particular área de investigación. Es el intento del intelectual. Los habitantes del norte, aunque son vitales para casi cualquier tarea, suelen mostrarse dis-tantes, superiores y arrogantes. Descansando cómodamente dentro de sus dominios, acaban ignorando lo desconocido y pueden tener problemas porque rehuyen constantemente ampliar las fronteras de su conocimiento habitual.

Este. El optimismo y el humor surgen burbujeantes de este intento. La gente de esta orien-

tación suele tener una disposición amable y son perfectos como mensajeros y exploradores. Aunque un tanto inestables, exploran eficientemente el camino que tienen ante sí, asegurándose de que no nos encontraremos con algo que desearíamos evitar. La persona del este generalmente necesita ser dirigida desde fuera. Debe ser instigada, pero una vez en movimiento está más que preparada para realizar su tarea.

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Sur. Es una dirección muy nutricia y sosegada. El cuerpo energético de este tipo de perso-na produce automáticamente un brillo protector que le escuda del ver de los demás; es como si estuvie-ran sellados por un capullo protector. Resulta más difícil verlos y ver sus motivos que ver a la gente de otras direcciones. Esto les hace adecuados para el trabajo detrás del escenario. Por ejemplo, este tipo de persona disfruta más del control que supone conseguir que su aspirante se haga con un cargo oficial que de presentarse ella misma al cargo.

Oeste. Poder. Los que pertenecen a esta dirección tienden a la acción, a actuar en lugar de

hablar. Suelen tener un comportamiento agresivo. Su energía bruta les proporciona combustible para impulsar casi cualquier proyecto. Sin embargo, también tienden a ser volátiles, alborotadores y desdeño-sos. El poder natural que reside dentro de ellos desafía constantemente su equilibrio con las demás di-recciones.

El siguiente cuadro nos presenta las perspectivas masculinas y femeninas en relación a las

cuatro direcciones y nos ofrece una visión de las distintas orientaciones y funciones, además del rasgo positivo y negativo de cada dirección. Una vez más, este esquema debe servir para proporcionar pers-pectivas, no para confinar el comportamiento.

1. Dirección/Tipo. 2. Función general. 3. Rasgo positivo. 4. Rasgo negativo.

1. Norte 2. Conocimiento 3. Perspicacia 4. Orgullo 1. Oeste 1. Este 2. Poder 2. Paz 3. Impulso MUJERES 3.Optimismo 4. Volatilidad 4. Inestabilidad 1. Sur 2. Nutrición 3. Sosiego 4. Flacidez

1. Intelectual 2. Conocimiento especializado 3. Hace funcional el conocimiento 4. Demasiado distante 1. Hombre de acción 1. Correo 2. Actuar, no hablar HOMBRES 2.Mensajero/Explorador 3. Alto nivel de energía 3. De trato fácil 4. Arrogante 4. Necesita ser dirigido 1. Detrás del escenario 2. Organizador 3. Robusto 4. Manipulador

Estas categorías no son exclusivas, ya que otras descripciones de las direcciones encajarí-

an igualmente bien. Asimismo, otra de las reacciones típicas con las que me suelo encontrar es: «¡Pero

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yo soy todas esas cosas!» Correcto, todos tenemos cada dirección dentro de nosotros, incluyendo las perspectivas masculinas y femeninas.

Pero algunas personas son temperamentales, tímidas o agresivas. Otras tienen una marca-

da tendencia al trabajo intelectual, el arte y las artesanías, o los servicios humanos. Las direcciones sólo sirven para dar cuenta de los distintos temperamentos, no para limitarnos a ellos. Por ejemplo, la direc-ción sur no excluye la acción, de la misma forma que la persona tendente a la acción no está excluida de tener un conocimiento refinado. Tampoco significa que los hombres no puedan ser presumidos o las mujeres no puedan ser manipuladoras.

Las direcciones también nos ofrecen un modelo para que podamos aceptar los cambios en

los demás y comprender cómo las distintas personalidades nos influyen. Por ejemplo, la gente del norte puede utilizar argumentos elaborados y autoritarios como un subterfugio para encubrir el hecho de que no ven muy bien.

También conozco a toltecas del sur que, como resultado de sus tendencias nutricias, están

completamente seguros (y así lo imponen a los demás) de que ellos son los más listos. Parte de lo que ellos consideran nutricio es simplemente un intento de hacer que los demás se plieguen a sus deseos. En lugar de escandalizarnos por los excesos, a veces es más fácil tolerar estos comportamientos situan-do las tendencias individuales dentro de un contexto más amplio.

Por otra parte, podemos usar los elementos de cada dirección para medir nuestros puntos

fuertes y débiles. Si entendemos los diversos componentes de nuestras personalidades, tenemos más probabilidades de integrar y equilibrar nuestras energías, con lo que estaremos mejor equipados para cualquier trabajo.

Rastreadores y ensoñadores Hay muchas facetas dentro del rastreo y el ensueño. Podría decirse que ensoñar es con-

ciencia y rastrear es la disciplina necesaria para manejar esa conciencia. Ambos son necesarios. Al igual que con las direcciones, todos tenemos las dos tendencias, pero la gente suele inclinarse por una o la otra; es una cuestión de predilección o naturaleza inherente. Quienes prefieren rastrear —los rastreado-res— suelen funcionar mejor en los asuntos humanos ordinarios, mientras que quienes prefieren enso-ñar —los ensoñadores— encuentran su hogar natural en los mundos que están más allá de lo ordinario.

Los rastreadores suelen ser personas terrenales, asentadas en visiones prácticas de sí

mismos y del mundo. Son sociables y adaptables. Dirigen fácilmente su energía hacia el orden y la esta-bilidad. Después de todo, el rastreo es el arte de estabilizar la percepción. Los rastreadores ofrecen a su equipo equilibrio y apoyo porque se sienten bien funcionando en consenso. Pueden entrar en el orden social, usarlo y salir de él con un mínimo de dificultad porque cultivan ardientemente el conocimiento de las interacciones sociales. Sin embargo, a menudo les falta imaginación. Aunque su disciplina es funda-mental para un desarrollo continuado, su estabilidad les impide lanzarse a lo desconocido. Son capaces de enfrentar lo desconocido, pero les falta orientación y energía para entrar en sus regiones más distan-tes como hacen los ensoñadores.

Quizá, debido a su afinidad con otros mundos, los ensoñadores pueden tener dificultades

con la disciplina terrena. Su sentido del orden suele proceder de la relación con una autoridad externa, porque les da algo a lo que agarrarse. Por tanto, tienden a quedarse fijados. En su intento de interiorizar un orden, los ensoñadores suelen creer que el mundo realmente refleja sus pensamientos. A menudo se aferran a una o dos pruebas que les parecen evidentes y se pierden en esas líneas de pensamiento.

Entonces posiblemente ampliarán su ensoñación y pensarán que los demás comparten sus

sueños, y por tanto tienen los mismos valores y puntos de vista que ellos. Dada su intensa energía, tien-den a enredar a los demás en su telaraña de sueños. Sus fijaciones les impiden adaptarse y crecer de

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manera medida y dirigida. El resultado es que hacen falta la fuerza y la estabilidad proporcionada por una fuerza externa muy consistente para poder penetrar esa barrera. Como no siempre hacen conexio-nes sólidas entre su mundo interno y lo que ocurre fuera, los ensoñadores pueden ofrecer soluciones a su equipo en el caso de cambios abruptos y enérgicos.

El hecho de trabajar con estos rasgos aparentemente contradictorios suele producir tensio-

nes. Cuando los rastreadores hablan con los ensoñadores es muy posible que se pregunten si están hablando de lo mismo. Puede que se sientan muy frustrados ante los increíbles cambios de humor de los ensoñadores y su aparente falta de discernimiento. Los ensoñadores, a su vez, también pueden sentirse frustrados por las tendencias reflexivas y cautas de los rastreadores. Pero cuando ambas contrapartes trabajan unidas, comienzan a potenciarse mutuamente. Los ensoñadores proporcionan la energía bruta y los rastreadores la estabilidad. El simple hecho de sumergirse en la energía de los ensoñadores, su me-ra proximidad, proporciona grandes dividendos de energía al ensueño de cualquiera. La tediosa tarea de llevar adelante un negocio puede resultarle agotadora al ensoñador, le deja exhausto. Sin embargo, es una buena manera de aprender a rastrear.

A veces resulta difícil distinguir entre el ensueño y el rastreo. Sus expresiones a menudo se

entremezclan, porque no hay reglas claras que marquen las distinciones. Un niño con una tendencia natural al rastreo que haya sido criado por una ensoñadora dominante puede parecer ensoñador a pri-mera vista. Es normal que el niño simplemente adopte las formas de sus padres. Por otra parte, de vez en cuando, uno se encuentra con una persona que posee una mezcla a partes iguales de ambos com-ponentes. Sea cual sea la situación, lo mejor es aplicar todos nuestros recursos al rastreador o ensoña-dor que llevamos dentro.

Asimismo, es importante tomarse esta distinción con ligereza porque los términos, aunque

están destinados a orientarnos, pueden encubrir la esencia. En resumen, los rastreadores se afilan a sí mismos en nuevos dominios de conocimiento y poder mientras que los ensoñadores florecen cuando se sumergen en nuevos dominios de poder. Sin embargo, encerrar a alguien en una identidad impide su evolución individual, la de su equipo y la del camino que sigue. Por tanto, lo mejor es utilizar el modelo de equipo no para definir el camino de la autorrealización sino como una ayuda en ese camino.

Los líderes de grupo La personalidad de un grupo refleja los temperamentos de sus líderes. Como la dirección de

una empresa, el líder de un grupo influye en el comportamiento de todo su equipo. Basándose en sus preferencias personales, cada líder utiliza motivaciones diferentes. Por ejemplo, Abelar explica que debi-do al «agudo interés de Castaneda en la erudición académica, los miembros del equipo a su cuidado tuvieron que desarrollar una capacidad de pensamiento claro y abstracto que sólo se adquiere en las universidades modernas». Hay un líder de grupo masculino y otro femenino; Castaneda les llama los naguales. Don Juan dice que para ser un buen líder de grupo, uno tiene que amar la libertad por encima de todas las cosas (Fuego, 152). Esto requiere un desapego supremo para que uno no se distraiga en lo conocido o en lo desconocido y pierda de vista los misterios de lo incognoscible.

Según don Juan, lo que inicialmente hace que una persona sea líder de grupo es la configu-

ración de su cuerpo energético (Conocimiento silencioso, 13). Lo típico es que el líder de grupo tenga cuatro compartimentos, mientras que los demás sólo tienen dos. Esta configuración particular les da más energía y además les ofrece puntos de referencia naturales en las cuatro direcciones. Don Juan indicó que este equilibrio permite a los líderes reflejar mejor el espíritu (Ensueño, 10). Elaborando sobre esto, Castaneda afirma que a los líderes no les impulsan los deseos habituales, reciben «órdenes de alguna fuente que no puede ser explicada». Esta danza con lo abstracto es la que lleva a todo el equipo hacia la libertad.

Aunque todos los miembros del equipo desarrollan el rastreo y el ensueño, estas prácticas

son especialmente importantes para los líderes. Esto no quiere decir que los líderes sepan más sobre

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todos los temas, sino que deben ser expertos en diversas capacidades para que se produzca un equili-brio. Como dice don Juan, además de energía, tienen sobriedad, resistencia y estabilidad (Conocimiento silencioso, 13) y añade que ser líder de grupo tiene otras implicaciones aparte de tener más energía. Los líderes de grupo son educados para ser profesores y guías (Fuego, 11). Por ejemplo, Castaneda nos dice que Abelar fue formada en México por toltecas que estaban bajo la supervisión de don Juan.

Como observó Castaneda, los miembros del equipo de don Juan eran iguales y sin embargo

diferentes (Conocimiento silencioso, 200). El mismo don Juan señala que los líderes de equipo tienen cierta autoridad (Fuego, 132). Las dimensiones de su autoridad tienen que ver con el momento concreto, con lo que esté ocurriendo y con la forma que tenga el espíritu de mover a esa persona. Castaneda co-mentó en una ocasión que percibía a don Juan como el líder militar de una operación encubierta (Cono-cimiento silencioso, 95). Esta imagen nos ofrece una metáfora de la cohesión del equipo.

Investigando el comportamiento grupal, he hallado muchos paralelismos entre los equipos

toltecas y los equipos militares de operaciones especiales. Los comandos están sujetos a un entrena-miento riguroso, están completamente comprometidos con su misión y son capaces de mantenerse acti-vos durante mucho tiempo en condiciones de enorme tensión. En su libro Inside the LRRPS, Michael Lee Lanning se refiere a los cuerpos especiales del ejército en estos términos: «Con mucha frecuencia, los equipos eran un reflejo del líder. La personalidad del líder era reflejada por sus subordinados y aunque evidentemente cada miembro de los cuerpos especiales era un individuo, era sobre todo un miembro del equipo».

Don Juan dice que una de las misiones del líder es crear situaciones en las que se pueda

mover el punto de encaje. Dada la fuerte individualidad de los miembros, esto a menudo representa una tarea formidable. Casi todo el mundo entiende de manera diferente ciertas partes de la regla. Aunque esta fuerte individualidad conlleve discusiones, también es una gracia que salva al grupo ya que el indi-vidualismo impide que se rinda culto personal a los líderes. Como señala Arthur Deikman en su libro The Wrong Way Home, la falta de autonomía es el rasgo que define la existencia de un culto personal.

Gracias a la diversidad de experiencias y pensamientos que les proporcionan sus equipos,

los líderes pueden consolidarse, refinarse y poner en práctica la regla. Se podría decir que los líderes encarnan la regla; en la práctica, esto produce resultados interesantes. Por ejemplo, para poder integrar el tremendo logro que supone haber saltado de un risco, desmaterializarse, experimentar otras dimen-siones y recuperar la forma física, Castaneda tuvo que utilizar la regla como guía (Segundo anillo). La complacencia y el titubeo eran tabú y la aceptación de esa posibilidad debía estar presente. Además, posteriormente, Castaneda tuvo que dividir a los miembros de su primer equipo en parejas masculino-femenino, con lo que se creó un equilibrio rastreador-ensoñador (Don, cap. 4). Después de dividir su equipo, lo dispersó por todo México; para hacerlo utilizó la regla y siguió las directrices del espíritu.

Por su participación en la regla, el espíritu influye en los líderes para que creen espontá-

neamente las circunstancias que sitúen a los miembros de su equipo ante diferentes visiones del mundo, diferentes energías y diferentes paisajes de la percepción. Así es como la regla se imparte al equipo. Pero cuando los miembros se encuentran ante la tesitura de renunciar a ciertas partes de su identidad —sus pensamientos sobre ellos mismos y el mundo— pueden reaccionar con violencia. Por ejemplo, un grupo de antiguos aprendices de don Juan pelearon ferozmente con Castaneda porque no estaban de acuerdo con él sobre cómo seguir adelante y don Juan no estaba presente (Don, cap. 5). Cada uno creía tener razón respecto a cómo debían ocurrir las cosas. Anteriormente, un grupo de aprendices femeninas conocido como «las hermanitas» habían conspirado para matar a Castaneda en un esfuerzo erróneo por obligarle a actuar (Segundo Anillo, cap. 2).

Uno de los objetivos de los miembros de un equipo es estar centrados en sí mismos sin es-

tar autocentrados, perder la identidad individual sin perder la autoconciencia. La disciplina del ranger está diseñada para que cada miembro pueda enfrentar esta lucha monumental y transcender la indivi-dualidad ordinaria. Los toltecas suelen descubrir que un aspecto de su naturaleza es formar parte de un equipo. A partir de ahí, el servicio al equipo puede ser más importante que el servicio a uno mismo.

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Mientras que anteriormente el individualismo impedía el culto personal, ahora podría impedir que se di-eran pasos nuevos e importantes.

La disciplina del ranger nos aleja de la construcción de una identidad social como forma de

manejar la conciencia, de ahí que siempre se ponga el énfasis en la libertad. Y no todos la logran. Por ejemplo, don Juan dice que Julián sucumbió a la tentación de lo desconocido y perdió la conexión con la libertad total (Fuego, 152).

Tal vez el papel más importante del líder sea el de recalcar las cosas. Don Juan dice que

normalmente no creemos poder progresar por nosotros mismos y añade que la configuración energética del cuerpo del líder actúa como un canal que permite el flujo directo de la energía desde el espíritu (Co-nocimiento silencioso, 181). La consecuencia es que es el espíritu el que mueve la percepción, no la persona. El factor más importante para que se produzca este cambio es reducir la cantidad de autoreflejo e incrementar la cantidad de misterio. Esto libera la energía interna y permite nuevos alineamientos ener-géticos.

Liderazgo El liderazgo tolteca consiste en poner en práctica el cambio radical. Requiere un continuo

desarrollo de la energía emparejado con un continuo refinamiento del contexto, de los términos en los que se maneja esa energía. Para lograrlo son necesarios años de dedicación y trabajo de equipo. En cuanto a desafiar la realidad ordinaria, todos los toltecas son líderes. Dentro de un equipo, como el líder es el portador de la regla, propone a cada miembro un modelo operativo de la visión a través de su com-portamiento. El líder necesita una fortaleza extraordinaria para soportar las disparidades porque los miembros individuales normalmente intentan tirar del grupo en diversas direcciones. Como afirma Don-ner, los líderes reciben una formación extraordinaria durante su aprendizaje para poder llevar a cabo su tarea.

Sin embargo, los líderes también confían en las influencias energéticas de sus equipos,

aunque es casi imposible saber cómo una influencia afectará al líder. Aunque un miembro crea que está ejerciendo un tipo de influencia particular, puede tener un efecto inesperado sobre el líder. Por ejemplo, una mujer del oeste y un hombre de acción caminaban juntos por un barrio residencial de su ciudad. Al pasar junto a un árbol sintieron que sus energías cambiaban y sus puntos de encaje se movían. Ambos sintieron un pavor extremo. Se alejaron inmediatamente, reordenaron su energía y regresaron junto al árbol. Volvieron a experimentar el mismo cambio, el mismo terror, y concluyeron que la energía del árbol les producía ese efecto. Cumpliendo con su responsabilidad, contaron lo ocurrido a los demás miembros del equipo, incluyendo a su líder. Éste creyó que era una información valiosa y le intrigó el hecho de que los árboles pudieran ser utilizados para mover el punto focal.

Como parte de su aprendizaje, el líder se sintió obligado a verificar el informe. Localizó el

árbol en el ensueño y, aunque experimentó el cambio energético, no sintió ninguna reacción negativa. Con el tiempo, vio que aquellas dos personas tenían unos campos de energía rígidos y concluyó que su interpretación de que el árbol producía terror era inexacta. Descubrió que el terror procedía de su miedo a perder el control, en este caso de su resistencia a permitir que sus puntos focales se movieran libre-mente en lo desconocido.

Daré otro ejemplo de esta cuestión: un amigo me contó que solía experimentar un terror ex-

tremo cuando estaba solo en medio del bosque por la noche. Superó su miedo situando sus experiencias en el contexto de los movimientos del punto focal y examinando su miedo posteriormente. Actualmente se impone la tarea de pasar tiempo en el bosque y ya no sufre esa reacción negativa.

Así, aunque los miembros de ese equipo querían informar a todo el mundo de los peligros

que acechaban, el resultado fue otro. Casualmente, cuando ocurrió este incidente, esas personas utiliza-ban plantas de poder con regularidad y sus cuerpos energéticos eran de los que al verlos se parecen a

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coliflores. Quizá las distorsiones en sus campos energéticos amplificaron las distorsiones de su expe-riencia y de la interpretación subsiguiente.

Aceptando las diversas influencias del equipo, los líderes tratan de potenciar la claridad per-

sonal de los miembros y la claridad de la misión. Mencionando un tema que se repite en el libro de Wa-rren Bennis On Becoming a Leader, los líderes no permiten que otros conformen sus vidas; toman las influencias de los demás y se conforman a sí mismos. En su camino, el equipo puede hundirse en la autoimportancia y las luchas de poder propias del segundo ciclo o elevarse hacia la libertad del tercer ciclo.

En las situaciones ordinarias, los líderes son los que más tienen invertido en los grupos que

dirigen; invierten sus ideas sobre esto y aquello. La autoimportancia limita su actuación y les hace resis-tirse al cambio, especialmente cuando ya no se les percibe como agentes del poder. El liderazgo tolteca, por otro lado, requiere una adhesión despiadada a la disciplina del ranger. Esta disciplina permite el flujo del espíritu dentro de cada miembro y del equipo. Nadie está al cargo y no hay nada de lo que encargar-se. Todas las ideas son tomadas en consideración, inventariadas, y después —como sugiere don Juan— eliminadas para poder expandir aún más el conocimiento (Fuego, 83-85). La devoción inalterable a los potenciales más altos —a pesar de los deseos de los miembros individuales— va enfocando gradual-mente al equipo. Lo que está en juego es la completa transformación de las energías personales y gru-pales.

Los pasos necesarios para lograr esta transformación no están delineados, pero hay un mé-

todo, un método de Poder. Una vez más, el líder del equipo sigue el espíritu más que las deliberaciones racionales (Fuego, 172). La tremenda preparación que reciben los líderes durante su aprendizaje les sirve para abrir pasadizos en medio de su propio autoreflejo. Para que el equipo tenga una oportunidad de éxito, esta misma disciplina debe ser desarrollada por cada uno de sus miembros. A lo largo de este desarrollo, la percepción individual cambia de la racionalidad a la voluntad, un modo de percepción más abarcante.

Por medio de la voluntad, el individuo percibe directamente el orden natural más que el or-

den artificial y simbólico de la razón. Exploramos este cambio a la voluntad en los últimos capítulos del libro. De momento, es importante reconocer que para seguir el espíritu se necesita el intento inflexible de ir más allá de los pensamientos y sentimientos personales. La forma de responder de un líder surge de sus predilecciones. Don Juan indicó que algunos pueden elegir ser más activos que otros. Él prefería imponer su punto de vista porque no siempre tenía tiempo para que los demás cambiaran de opinión. Por ejemplo, convenció a una parte de su equipo de que no hicieran incursiones en el mundo inorgánico (Ensueño, 188). Como ejemplo del estilo de liderazgo de Castaneda, éste le dice a Donner —utilizando su homónimo, Florinda Grau— que le ayudará, pero no de la forma que ella espera. Él sólo le servirá de ejemplo.

En esencia, el liderazgo implica hacer que un equipo siga el espíritu en lugar de seguir al lí-

der. A tenor de la cantidad de agitación, esfuerzo y humor que Castaneda describe en su asociación con dos generaciones de equipos toltecas, es difícil adivinar cómo se desarrollará la guía de un líder.

Reunir un equipo Don Juan dijo a Castaneda que el número mínimo de miembros bajo la dirección de un líder

es 16: ocho mujeres, sin incluir la líder femenina, y ocho hombres, entre los que se incluye el líder mas-culino del grupo (Don, 181). Las mujeres son representantes de las cuatro direcciones desde las pers-pectivas del ensueño y del rastreo. Habitualmente, la líder del equipo femenino activa su fuego interno y se marcha con el equipo precedente. Entonces sirve de luz y guía a su equipo que se ha quedado en la Tierra, mientras el guía masculino se encarga de conducir al equipo hacia esa luz y de asegurar la su-pervivencia del linaje.

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Don Juan me informó de que un equipo de ocho mujeres y cuatro hombres —aparte de los líderes— también podría tener éxito. Dijo que el componente crítico eran las ocho mujeres. Como las mujeres son portadoras del intento, todos los elementos dentro del equipo tienen que estar cubiertos, esto asegura que las energías de los rastreadores y ensoñadores de cada dirección vayan creciendo con el equipo. Si sólo hay cuatro hombres, tienen que ser cuatro rastreadores, uno de cada dirección. Esto asegura que el propósito y la dirección serán estables.

Para seleccionar a los miembros de un equipo se hacen una serie de comprobaciones y

equilibrios. De la misma forma que una empresa intenta evitar problemas cuando selecciona a sus em-pleados, un equipo tolteca tampoco puede permitirse movimientos equivocados. Siguiendo el verdadero estilo tolteca, nunca es una cuestión de gustos o preferencias individuales. Las decisiones están basa-das en presagios, que son los semáforos del espíritu. Inicialmente, los presagios conducen a uno de los miembros del equipo hacia una persona. Dejándose guiar por el espíritu se toma una determinación so-bre si continuar o no la asociación con ese posible futuro miembro. Castaneda narra que don Juan con-sideró el primer encuentro de ambos como un presagio (Relatos, 229-230). Don Juan dice que fueron presentados por un hombre que «balbuceaba incoherencias». Posteriormente Castaneda tuvo que en-contrar un lugar de poder frente a la casa de don Juan para seguir adelante con su aprendizaje (Ense-ñanzas, 33).

Durante la selección de un miembro, uno de los principales presagios es lo que Donner de-

nomina «pasar el centinela». En su propio caso, cuando Castaneda le conducía a la residencia del equi-po de don Juan, apareció un joven que les saludó con la mano. Don Juan le dijo que era un centinela del otro mundo, e indicaba que Castaneda podía seguir su viaje con ella.

En mi caso, ocurrió mientras conducía por el desierto cerca de Tucson. Tenía la tarde libre y

no había otros vehículos por la carretera. Al dar la vuelta a una curva, vi a un hombre de pie en medio de la carretera, a unos doscientos metros de mí. Era alto, delgado y de complexión fuerte. Llevaba puestos unos pantalones marrones oscuros y botas, una camisa blanca y un sombrero marrón oscuro de vaquero con el borde plano. Portaba un revólver de cañón largo atado a la cintura y tenía un aspecto feroz pero no parecía malintencionado. Me dio la impresión de ser alguien que está fuera de la ley, pero no un fora-jido; quizá era un ex-sheriff que para ser fiel a sí mismo tenía que dejar de estar al servicio de la ley. Frené para no atropellarle. Al pasar a su lado, me miró directamente a los ojos. Pensé que quizá era un vaquero local o un actor de alguna película que estuvieran rodando por allí cerca. Casi inmediatamente después de pasar a su lado, miré hacia atrás. Había desaparecido. Frené un poco más y miré por los alrededores. No podía haber ido a ninguna parte con tanta rapidez. Su aparición y desaparición me deja-ron atónito. Un par de días después me encontré con don Juan en las afueras de Tucson.

Históricamente, los líderes de los equipos ya formados ayudaban a los líderes de la siguien-

te generación a reunir su equipo. Evidentemente don Juan proporcionó a Castaneda el núcleo de su equipo. Actualmente, sin embargo, como don Juan se las tuvo que arreglar con Castaneda y su triple cuerpo energético, los líderes de los equipos dependen más de sus propias iniciativas. Además, Carol Tiggs volvió de su salto con el equipo de don Juan, lo que anula de golpe el orden anterior. Norbert Clas-sen y otros toltecas piden una nueva interpretación de la regla. Quizá esto sea un signo de la llegada del cuarto ciclo.

En una ocasión pregunté a Donner qué es lo que unifica a un equipo y ella me respondió:

«Afecto». Le volví a preguntar si era el afecto humano y me dijo que era «el afecto mismo». A medida que se despliega el afecto, nos damos cuenta de que el equipo es una extensión de cada miembro y cada miembro es una extensión del equipo. Cada miembro debe alinear sus objetivos personales con el intento del equipo. El hecho de tener que subordinarse a menudo produce reacciones fuertes, pero tam-bién nos lleva al umbral de un nuevo dominio espiritual. Por tanto, aunque el ajuste pueda ser engorroso y agotador, también es edificante. Es importante recordar que no se trata de subordinar la voluntad per-sonal a la voluntad del líder del equipo. La voluntad personal sólo debería subordinarse al Poder, al Gran Espíritu, a la Voluntad Divina.

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La misión La misión de un equipo es alcanzar la libertad. Libertad es una noción muy abstracta que

significa cosas diferentes para personas diferentes. En términos toltecas, significa arder con el fuego interno, el acto supremo del desafiante de la muerte. Pero, como Julián, muchos pierden el rumbo. Des-de una perspectiva histórica, Julián nunca salió completamente de las prácticas del segundo ciclo. Re-cordemos que los videntes del tercer ciclo querían remediar los fallos del segundo ciclo: miopía, exceso de autoimportancia y tendencias dominadoras. Aunque los logros del segundo ciclo fueron notables, sus adherentes cayeron de cabeza en un pozo muy profundo.

Para realizar su misión, los toltecas deben liberarse de todos los condicionamientos ordina-

rios y con el fin de acelerar este proceso cada miembro proporciona cierta energía que los demás pue-den utilizar para generar el equilibrio. Por ejemplo, Vicente era el intelectual del equipo de don Juan, un experto en hierbas y plantas medicinales. Usó su conocimiento para favorecer el bienestar de su equipo y producir visiones (Realidad aparte, 47).

El trabajo del ranger es transformar sus campos de energía personales. Dentro de sus vidas

diarias, los rangers equilibran e integran en cierta medida las cuatro direcciones y las energías del en-sueño y el rastreo. Por ejemplo, una ranger que conozco usa la energía del norte para desarrollar sus conocimientos sobre la antigua Grecia, la energía del este para escribir cuentos, la del sur para cuidar de su casa y la del Oeste para explorar el ensueño. El diagrama de sus actividades según las cuatro direc-ciones sería así:

Estudios sobre Grecia

Entrar en lo Escribir/ desconocido RANGER Contar historias Vida hogareña El camino del intelectual es adquirir complejos conocimientos sobre la Grecia antigua, para

ello utiliza y amplifica la energía del norte. Contar historias, las historias de un mensajero, desarrolla la energía del este. Es necesaria una energía ligera para poder seguir el hilo de la historia misma. Del sur fluye la energía que le ayuda a tener su casa en orden: un lugar muy personal diseñado por ella misma que le proporciona paz y serenidad favoreciendo así el resto de sus actividades. También usa la podero-sa energía del oeste para energetizarse y desarrollar sus capacidades. Para mí, es un modelo de equili-brio.

Cada una de estas energías está interconectada y funciona en conjunto. Por ejemplo, el

equilibrio y la dirección que nos proporcionan las energías del norte, este y sur hace que las salvajes energías del oeste no se descontrolen. Así, vemos una vez más que las energías del rastreo y del en-sueño funcionan en conjunto. En este ejemplo, las energías del norte, este y sur ofrecen dirección y ar-monía: es decir, rastreo. Y en las rudas energías del oeste esta ranger encuentra una fuente constante de energía para desarrollar su ensueño.

El equipo amplifica aún más estas conexiones. Al tener que ajustarse a una serie de energí-

as bien definidas, se acelera significativamente la velocidad con la que uno encuentra su lugar en el mundo. Como las energías de los demás tiran de uno en distintos sentidos, se desarrolla una integridad notable en las energías personales. Además, el hecho de que haya personas con una forma de pensar parecida, pero con una individualidad definida, proporciona a todo el mundo un impulso sustancial.

En la práctica, los miembros del equipo hacen frecuentes incursiones en lo desconocido y

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relatan sus hallazgos a los demás para poder completar la misión. Por ejemplo, las informaciones sobre seres inorgánicos, plantas medicinales, el efecto de los árboles sobre la percepción, la aplicación del ensoñar en la vida diaria, o las visiones del Águila... todas ellas favorecen la evolución del grupo. La in-tegridad del ranger permite al individuo soportar las presiones que supone entrar y salir de las distintas dimensiones.

La integridad también contribuye mucho al grupo, pues el grupo en sí mismo es una entidad

que tiene su propia energía. La falta de integridad individual de cualquiera de sus miembros afecta nega-tivamente a todo el equipo. Por tanto, cada miembro debe ser en primer lugar fiel a sí mismo. Sólo des-pués puede soltar y participar en algo más expansivo, y sólo entonces el individuo puede ceder al grupo la cantidad óptima de energía. Los miembros deben conocerse a sí mismos, su lugar en el mundo y su lugar dentro del equipo. De otra forma, el miembro chupa energía del equipo para sus propios intereses personales. Después de llegar a un equilibrio viable, los líderes de equipo pueden fundir las energías individuales en una entidad colectiva.

El Camino Tolteca, tal como hoy está definido, permite comparar y contrastar formas de

energía, estilos de comportamiento y tipos de personalidad. En resumen, ofrece un contexto muy amplio. Por ejemplo, ver es una parte del contexto tolteca. Si notaras que alguien te mira fijamente y no tuvieras este contexto, podrías pensar que esa persona se te está insinuando. Sin embargo, cuando ves, puedes determinar si la persona sólo está mirando o si está viendo. En ese momento, usas otra parte del contex-to general para determinar tu acción siguiente. Si te guías por los parámetros ordinarios, podrías enfa-darte mucho y salir por piernas, pero desde la perspectiva tolteca, podrías usar esa ocasión para ver a otra persona en el acto de ver.

Parte de mi trabajo ha consistido en demostrar que el contexto es un modelo, una forma de

hacer las cosas. Esto no significa que sea algo arbitrario o esté limitado a unas cuantas situaciones. Conseguir el éxito exige un compromiso total y, como mínimo, requiere aprender a manejar las energías de un sistema para no ser engullido por él. Con suerte, este compromiso permite comprender que los linajes están destinados a ser una herramienta de liberación.

Para crear las condiciones del éxito, los practicantes del tercer ciclo crearon y refinaron un

tipo de aprendizaje específico dentro del Camino Tolteca, el del vidente. Al vidente le importa más la naturaleza de la percepción que su simple alteración. Esta orientación le lleva a salir del segundo campo de energía y entrar en el tercero, maniobra que don Juan asocia con el tercer ciclo (Don, 23).

El conocimiento de las complicaciones de los sistemas nos ayuda a lograr esta maniobra.

Así, mientras los toltecas estudian y ponen en práctica la regla para potenciar la percepción, los videntes examinan por dentro y por fuera la percepción misma. De la misma forma que los videntes de otras tradi-ciones tienen sus directrices, los videntes toltecas usan la regla como referencia para realizar su misión. Por tanto, la sección siguiente explora las influencias que conforman la percepción y examina los detalles del conocimiento del vidente tolteca.

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PARTE 3 – EL VIDENTE CAPÍTULO 5 LA FORMA DE LAS COSAS POR VENIR Una visión del mundo es una de las principales fuerzas que conforman la percepción. Al

participar en una visión del mundo, vamos alineando gradualmente nuestras energías con ese mundo. El resultado es que nosotros mismos nos condicionamos activamente respecto a lo que podemos y no po-demos percibir. Como todo lo demás, una visión del mundo tiene sus costes y sus beneficios. En el as-pecto positivo, al elaborar una visión del mundo tenemos un mundo que ver. El aspecto negativo es que tendemos a ampliar nuestras imágenes, hacemos de ellas la verdad última y por tanto dejamos otros mundos fuera del cuadro. Consecuentemente, dejamos de lado rápidamente las visiones nuevas u opuestas a la nuestra porque desafían lo que tenemos en tan alta estima.

Pero una visión del mundo no es la verdad; es una técnica. Nos ayuda a dar sentido a nues-

tras experiencias y nos permite interactuar mejor con el mundo. Una visión del mundo surge de unir una serie de elementos: como la naturaleza de la gravedad, las visiones de Dios y el hecho de que la Tierra da vueltas alrededor del sol. La visión del mundo guía nuestro camino. La energía que ponemos en ella dirige nuestros pensamientos, sentimientos y experiencias. Por tanto, encarna y consume gran cantidad de poder. Si es una visión sólida y bien construida, nuestras experiencias serán equiparables a ella. La visión nos proporciona un mundo que podemos utilizar. Sin embargo, también genera una enorme profe-cía autorrealizada que limita nuestra visión dentro de sus propias fronteras.

Su poder reside en el consenso, en los acuerdos sociales que aglomeran las energías per-

sonales. Estos acuerdos producen un contrato implícito a partir del cual determinamos dogmáticamente qué es real o no. Dada la complejidad de una visión del mundo completa, gran parte del consenso está por debajo del nivel del reconocimiento consciente. Entonces, llegamos a asumir que una realidad es real. Pero ninguna visión del mundo es omniabarcante, ninguna puede dar cuenta de la suma total de la creación; la existencia es simplemente demasiado vasta. Dado su poder de limitarla o expandirla, es importante saber cómo influyen las visiones del mundo en la percepción. Este capítulo se centra en unas pocas influencias que conforman nuestra percepción, determinando así lo que nos va a ocurrir.

Mundos ordinarios y no ordinarios Cualquier visión del mundo es coherente con un conjunto de suposiciones sobre la realidad.

Estas suposiciones son simples opiniones, puntos frente a nuestros ojos. Aunque cada uno tenemos una relación precisa con el mundo, compartimos algunas tendencias comunes. La cultura, el entorno geográ-fico y las conexiones resultantes del mero hecho de ser humanos funcionan en conjunto para que nues-tra percepción sea consistente. Esta consistencia nos da la capacidad de comunicar e interactuar efi-cazmente con los demás.

Hablando en general, una realidad ordinaria se centra en el mundo físico y una realidad no

ordinaria pone en juego otras dimensiones que a menudo son invisibles. Pero, construyas un mundo ordinario o extraordinario, el proceso de construcción es el mismo. Por ejemplo, durante los primeros estadios de mi aprendizaje, el mundo tolteca no me parecía consistente. Aún no estaba desarrollado el nuevo lenguaje que permitiría compartir puntos de vista entre don Juan y yo. A lo largo de los años traba-jé con técnicas de diversas disciplinas no ordinarias, incluyendo el Zen y el Taoísmo, pero en especial el Camino Tolteca. Este trabajo expandió lentamente mi visión del mundo y gradualmente comencé a des-arrollar la capacidad de comunicar con otros toltecas. De la misma forma, desde el nacimiento se nos enseñan las visiones y prácticas de la realidad ordinaria y al emplearlas nos hacemos miembros de ese mundo.

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Los mundos ordinarios abarcan estrechamente lo conocido, lo familiar. La expansión de la conciencia hacia lo desconocido ocurre lentamente. Cuando un experimentador realiza experimentos, su visión del mundo crea las fronteras del experimento al definir lo que puede y no puede ser estudiado. Las condiciones que imponemos —lo que permitimos que exista— determina lo que existirá. Esta posible distorsión se denomina el «sesgo del experimentador» o «efecto del experimentador»

Este sesgo no sólo afecta a lo que tiene lugar durante el experimento sino también a la eva-

luación que hacemos de él. Por ejemplo, una dificultad para estudiar los fenómenos psíquicos es que los experimentadores a menudo parten de suposiciones negativas. Muchos científicos simplemente no reco-nocen el funcionamiento psíquico y, peor aún, muchos no admiten que pueda existir. Para ellos, los tér-minos de su mundo indican que ese funcionamiento no existe y por tanto incorporan esa suposición en sus tests.

A veces esta desviación produce efectos aún más complicados. Por ejemplo, digamos que

un experimento consiste en examinar si una persona puede tener una experiencia de salida fuera del cuerpo. Durante el experimento, el sujeto viaja lejos de su cuerpo y percibe seis números escritos en un trozo de papel que está en otro edificio. Vuelve a su cuerpo e informa correctamente al experimentador de los números y de los rasgos del otro edificio. En tal caso, los críticos que afirmaban que las habilida-des psíquicas no existen, ahora podrían decir que este resultado no se debe al cuerpo de ensueño sino otro suceso psíquico diferente. Como puedes imaginar, esta forma de construir la realidad requiere mu-cho tiempo. El método científico se distingue porque prueba o falsea impecablemente los resultados de los demás. Su naturaleza rigurosa nos ofrece solidez, pero si nuestro objetivo es el fuego interno, confiar en el consenso social es demasiado tedioso y consume demasiado tiempo. Sin sacrificar la diligencia, los toltecas aceleran el ritmo de sus investigaciones.

Una de las formas de avanzar en este proceso es utilizar una visión no ordinaria del mundo.

Por ejemplo, el cuerpo de ensueño, diversas formas de ver y los elementales son componentes habitua-les y preestablecidos de los mundos no ordinarios. Si usa esta visión no ordinaria, la persona que tenga un recuerdo de su cuerpo de ensueño no lo rechazará como si hubiera sido un sueño aberrante. O si la persona ve inesperadamente un espíritu elemental, no dirá que es pura imaginación. En general, las visiones no ordinarias ofrecen menos limitaciones a la conciencia, con lo que uno necesita menos tiempo para validar una experiencia anormal.

Los mundos no ordinarios también ayudan a expandir los mundos ordinarios. Algunas capa-

cidades del ensueño, como la levitación o entrar en otras dimensiones, actúan como si fueran una espe-cie de exploradores que expanden los límites de la realidad. La energía del ensueño impacta en la reali-dad ordinaria y la va alineando gradualmente con las grandes opciones que encontramos en los mundos no ordinarios. Por ejemplo, las leyes a las que están sujetos los viajes interplanetarios en la actualidad van cambiando por sí solas a medida que aumenta nuestro grado de comprensión. Anteriormente los investigadores pensaron que los objetos físicos no podían sobrepasar la velocidad de la luz, pero poco a poco se van adaptando a la existencia de nuevas posibilidades. Así, los investigadores pueden comen-zar a pensar en la noción de hiperespacio, en el que las leyes físicas conocidas desaparecen. Esta nue-va forma de pensar alínea la energía de los investigadores con el desarrollo de nuevas tecnologías que permitan los viajes interdimensionales y, por tanto, los viajes interplanetarios ampliados.

Inventarios Don Juan denomina «inventario» a los elementos combinados de una visión del mundo. Di-

ce que un inventario nos hace invulnerables y que ésa es la razón por la que los hacemos en cualquier caso (Fuego, 85-86). Nos hace invulnerables porque actúa como una serie de filtros y espejos que de-terminan lo que entra en nuestra conciencia. Por ejemplo, cuando don Juan llevó seres inorgánicos a su casa, Castaneda no podía percibirlos. Eran parte de un inventario tolteca que Castaneda aún no había aprendido. Como su inventario no contenía ese elemento, no podía alinear voluntariamente su energía con ellos. Por tanto, no podía percibirlos y como resultado estaba protegido de su influencia. No es que

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los seres fueran maliciosos, pero como cuando se hace el inventario de cómo cruzar una calle repleta de tráfico, el trato con ellos debe aprenderse paso a paso.

Por tanto, sea cual sea el tipo de mundo en el que estamos participando, los inventarios

conforman lo que vemos. Un inventario ordinario contiene las leyes humanas y naturales: reglas del ca-mino —como la ley de la gravedad y los requerimientos del viaje interplanetario— que crean las liberta-des y restricciones de nuestro mundo. Un inventario no ordinario suele abarcar lo que se considera so-brenatural. Cuando las Hermanitas levitaron y volaron por su casa, se encontraron con un potencial del mundo no ordinario (Segundo anillo, cap. 3). Su inventario tolteca les ayudó a desarrollar ese aspecto del ensueño. Don Juan dice que los intelectuales orientados al norte tienen vastos conocimientos de algunos inventarios muy particulares (Conociíniento silencioso, 185).

Los inventarios y la cultura se reflejan mutuamente. Los inventarios de los nativos america-

nos, por ejemplo, dan mucha más cobertura a la realidad no ordinaria que los inventarios de la Europa occidental. Sin embargo, cada uno tiene su propio poder. El fanatismo es el resultado de negar el poder del otro. Habitualmente se considera que los nativos americanos fueron conquistados por los europeos, pero actualmente sus enseñanzas nos están llevando a un renacer espiritual, lo que no puede ser consi-derado un rasgo de una nación conquistada. Sin embargo fueron sometidos y expulsados de sus tierras porque no podían igualar el conocimiento y poder de los ejércitos invasores. Tanto los inventarios nativos americanos como los europeos tienen su propio poder. En la esencia del poder no hay una verdad blan-ca, roja, amarilla o negra. Sólo hay conocimiento.

Energía condicionada y natural Los mundos no ordinarios ofrecen más espacio que los ordinarios, pero ambos están condi-

cionados. Mantienen un status quo, un orden existente que se considera significativo. La realidad está bien definida y nuestra participación en ella es automática. Los condicionamientos de una realidad se proyectan sobre el mundo y son reflejados de manera inmediata, limitando por tanto a quienes participan de esa realidad a un inventario estandarizado. Y entonces ese inventario estandarizado produce un comportamiento estandarizado. Sin embargo, al señalar el camino hacia el espíritu, las visiones no ordi-narias del mundo nos ofrecen la ventaja de ayudarnos a cultivar nuestra energía natural. La energía na-tural abre nuestra percepción a su potencial y por tanto a una renovación continua.

El condicionamiento o la naturalidad no quedan definidos automáticamente por un compor-

tamiento dado sino por la relación que uno tiene con el mundo. Cuando nos enfrentamos con una deci-sión, si nuestra respuesta es automática y reactiva se considera condicionada. Un mismo comportamien-to es natural si surge de un alineamiento entre la persona y el espíritu, y condicionado si surge de un alineamiento entre la persona y el orden social. Por ejemplo, pensemos en una persona que ve muchas películas extranjeras. Si lo hace para que se le considere un intelectual, ése es un comportamiento con-dicionado porque está directamente relacionado con la percepción de los demás. Si a la persona le en-canta ver películas extranjeras para desarrollar su sentido de la cultura, por los conocimientos y la liber-tad que adquiere, entonces la persona ha conectado con su energía natural. Ese comportamiento no está atado a las normas sociales sino a sus motivos personales. Es natural lo que de hecho funciona para un individuo, no lo que debería funcionar.

Cuando desarrollamos un campo natural nos encontramos con nuestro verdadero yo. Según

el modelo del vidente tolteca, la mayor parte de nuestro verdadero ser está más allá de la realidad ordi-naria. Por tanto, para encontrar nuestra naturaleza total, tenemos que conectar con algo que está fuera de la forma personal. Al ver las energías de don Juan, descubrí que había desarrollado su naturaleza esencial liberándose plenamente en el espíritu. Rindiéndose a algo más allá de sus sentidos ordinarios y de sus ideas de sí mismo, llegó al núcleo de sí. Hasta ahora, es la única persona que yo haya visto cu-yas energías se mezclan armónicamente con el mundo en general. Paradójicamente, es totalmente un individuo y está totalmente fundido con el mundo. Por tanto ha desarrollado un campo natural.

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El siguiente cuadro muestra las distinciones entre energía natural y condicionada. Ten en cuenta que el calificativo «condicionada» es aplicable tanto a los mundos ordinarios como a los no ordi-narios, mientras que «natural» es aplicable a los mundos no ordinarios y al ser. Esto indica que los mun-dos ordinarios atan automáticamente la percepción. Existen únicamente por las condiciones que impo-nen a la realidad. Por otra parte, aunque los mundos no ordinarios pueden mantenerte ligado, también pueden ofrecer un puente hacia la energía natural. Es decir, si están bien elaborados, atemperan la per-cepción y permiten una gran expansión de la conciencia. Esta expansión lleva a ser, un estado común entre los videntes. Recuerda que el punto que tienen en común los videntes es que poseen tantos cono-cimientos que pueden dejar de lado cualquier visión del mundo y mantenerse en equilibrio. No pierden la cordura cuando se liberan de sus inventarios.

Condicionada - Ordinaria/no ordinaria

Lo que debería ser Fijada Juicio Condicionamiento social Habitual Dogmática Estática Realidad a través de una visión del mundo

Natural - No ordinaria/Ser

Lo que es Fluida Aceptación Autorrealización Innovadora Misteriosa En evolución Realidad a través de la experiencia

Aunque los mundos no ordinarios nos ofrecen más libertad, también pueden limitarnos de

manera casi diabólica. Esos mundos tienen el poder tanto de atrapar como de liberar. Pueden hacernos creer que lo hemos descubierto todo. Una ventaja clara de la visión no ordinaria es que comienza a ca-nalizar la percepción hacia los reinos del espíritu. Ésta es una capacidad no ordinaria que se puede aprender y que todos los sistemas no ordinarios imparten. Aprender a vivir en el espíritu nos da la opor-tunidad de encontrar la libertad total. En lugar de estructurar la vida alrededor de unos acuerdos sociales condicionados sobre los contenidos del mundo, uno se sitúa dentro de la energía natural que creó todos los mundos. A menos que nos abramos a algo mayor que nosotros mismos, nunca podremos experimen-tar nuestro ser total y nos quedaremos limitados por las condiciones de lo que creemos que es nuestro ser.

Otra ventaja clara del campo natural es que no sólo es flexible sino también fluido. En él po-

demos cambiar grácilmente de una visión del mundo a otra, de una realidad a otra. Campos de energía Como enseña don Juan, los videntes del tercer ciclo descubrieron que el alineamiento de

energías produce la percepción. Estos alineamientos ocurren a partir de las relaciones entre lo conocido, lo desconocido y lo incognoscible, o primer, segundo y tercer campo de energía. Estos campos se ex-tienden por toda la creación y son parte del inventario tolteca.

Para el primer y segundo campos tenemos cuerpos personales. El primer campo personal

contiene nuestro cuerpo físico, nuestros pensamientos y sentimientos y todas las energías que producen

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la conciencia individual ordinaria. Es lo que Carlos Castaneda llama el «tonal personal» (Relatos, cap. 5-6). El primer campo genera percepciones de la gente, los lugares y las cosas. En resumen, es la porción de nosotros mismos que nos es familiar: lo conocido. Un campo difuso produce percepciones difusas, haciéndonos dar vueltas en el aturdimiento; un campo coherente favorece la claridad mental y proporcio-na una mayor profundidad a nuestras experiencias.

El primer campo mantiene nuestro inventario y el inventario enfoca la percepción hacia sus

propios componentes. Las prácticas comerciales, los rituales nupciales y las creencias compartidas res-pecto a la vida después de la muerte son parte de un inventario. El Águila, los seres inorgánicos, los presagios y la regla son elementos de otro inventario. La combinación de ambos produce un tercer in-ventario.

La totalidad del cuerpo energético es el segundo campo de la persona. Contiene su esencia,

su plenitud. Contiene lo conocido y lo desconocido y roza con lo incognoscible. Está inmerso en la banda humana de las emanaciones del Águila, que aunque sólo son una banda de esas emanaciones, contiene infinitas posibilidades. Piensa en él como si fuera un círculo con un número infinito de puntos conecta-dos. El cuerpo de energía es esférico y por tanto contiene un número infinito de círculos. Esto significa que en él hay un número infinito de percepciones posibles. Hay una cantidad infinita de desconocido que espera ser conocido. Sin embargo, hay otras emanaciones llamadas el tercer campo que existen más allá del ámbito de la conciencia humana. Por tanto no crean cuerpos personales ni tienen forma alguna en relación a la humanidad.

El primer campo refleja lo que ponemos en él. Nuestros pensamientos y hábitos llevan

nuestra energía en ciertas direcciones; enfocan la percepción, pero también la distorsionan. El objetivo, entonces, es cultivarlo y atemperarlo para que exista el menor número de distorsiones posible. Para con-seguirlo, distingamos aún con más precisión entre campos condicionados y naturales.

Un campo condicionado está basado en el consenso, en ciertos acuerdos sobre la realidad.

Su existencia requiere imponer muchas condiciones inflexibles sobre la realidad. Existe como un conjun-to de reglas de las que emerge el «comportamiento aceptado». Por medio del condicionamiento social, el primer campo se vuelve tan estático que bloquea la percepción del segundo campo. Así, el primer campo se refleja a sí mismo continuamente, lo que no permite que entre en él mucha conciencia nueva. La rea-lidad se convierte en lo que creemos que es, en lugar de ser un misterio infinito. Un campo natural, por otra parte, ofrece apertura, flexibilidad y adaptabilidad. Mientras que un campo condicionado bloquea la percepción, un campo natural incorpora el segundo campo de manera inmediata.

Evidentemente, la realización de las tres maniobras esenciales del vidente es una cuestión

de refinar los campos primero y segundo para poder reconocer el tercero. Lo prioritario es el desarrollo de un campo natural. Al incorporar un incognoscible en nuestro inventario, nos preparamos para llevar la conciencia más allá de la condición humana. Este conocimiento también nos permite mantenernos abier-tos en todas las circunstancias. El siguiente diagrama representa los efectos de los campos natural y condicionado.

Comprobamos la existencia del segundo campo cuando experimentamos el cuerpo energé-

tico; podemos conocer algunas de sus partes constituyentes, pero no lo que es en realidad. Las interpre-taciones del segundo campo reducen inmediatamente nuestra conciencia de él, haciéndolo parte de nuestro inventario del primer campo. Una interpretación excesivamente rígida produce un campo condi-cionado. Una interpretación abierta y adaptable nos permite tomar conciencia de él y nos conduce al campo natural.

Los toltecas del segundo ciclo se perdieron en su versión de la realidad, que estaba muy

bien definida. Su mundo les permitía expandir su percepción pero sólo hasta ciertos límites. Tenían un campo condicionado muy elaborado, pero estaban poseídos por él. Los toltecas del tercer ciclo refinaron su visión del mundo de forma que dieron prioridad al alineamiento de las energías personales con un campo natural. En el mejor de los casos, los sistemas no ordinarios recondicionan el primer campo para

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que pueda evolucionar y pasar de condicionado a natural. Como el primer campo genera la autoconciencia, no queremos librarnos de él, sólo necesi-

tamos refinarlo. Una de las ventajas de hacer que un campo condicionado pase a ser un campo natural es que ganamos en conciencia. Además, como nos permite contactar con el segundo campo, nos ofrece más energía para poder usarla en nuestra vida diaria.

La disciplina del ranger del tercer ciclo entra en escena cuando realineamos el primer cam-

po para hacer de él un campo natural. En esencia, esta disciplina nos permite hacer nuestras tareas diarias al tiempo que permanecemos conscientes del espíritu. Vamos soltando las condiciones impues-tas sobre la realidad y desarrollamos una relación natural con el mundo. Esta apertura permite que nos influya una porción mayor del segundo campo. A medida que nos vamos centrando en nuestra esencia, vamos descubriendo más sobre nosotros mismos, por lo que necesitamos un mínimo de auto-reflejo. Dicho de otra forma, experimentamos lo que ya conocemos de una manera diferente. Don Juan dice que los líderes de equipos aplican esta lección cuando dejan de planear sus acciones. Dejan que el espíritu dicte completamente su comportamiento (Conocimiento silencioso, 172).

Donner lleva este punto aún más lejos cuando relata una conversación con una de sus men-

toras. En esa conversación, Zuleica, miembro del equipo de don Juan, dice a Donner que cuando un líder de equipo es capaz de fusionar su rostro autorreflejado con el rostro de la infinitud, «el líder está totalmente preparado para romper los límites de la realidad y desaparecer como si no estuviera hecho de materia sólida». En otras palabras, está preparado para encender el fuego interno.

Don Juan también dice que los líderes de grupo no deben tener ningún punto de defensa

(Fuego, 52). Por tanto, si tienen energía reactiva o condicionada, retiran automáticamente su conciencia de la infinitud, lo que les impide fundir su rostro autorreflejado con el rostro del infinito. La cuestión reside en cuánto puede una persona reducir su autorreflejo sin perder la autoconciencia. Cuanto mayor sea esta reducción, mayor es la parte de la conciencia que queda más allá del primer campo. En la práctica, llegado este punto, las energías de los líderes de grupo pueden guiar a todo el equipo a adentrarse más en lo desconocido.

Uniformidad y cohesión Don Juan dice que la uniformidad y la cohesión de nuestros cuerpos energéticos son la cla-

ve de la percepción (Ensueño, 40). La uniformidad concierne a la forma habitual del cuerpo energético. La cohesión está relacionada con el patrón de energía que está dentro del cuerpo energético y puede considerarse que es su vibración dominante.

En un sentido, si la uniformidad es la forma física normal de los humanos, la cohesión re-

presenta las influencias raciales y culturales. Nuestra estructura física es la base de lo que percibe nues-tra especie y también de nuestra manera de percibir. La situación de los ojos y las particiones horizonta-les y verticales de nuestros cerebros influyen en gran medida en nuestra forma de percibir el mundo físi-co. Las influencias culturales actúan como filtros y colocan nuestra percepción dentro del molde básico. Así, la cohesión pinta las imágenes del mundo.

La cohesión también está relacionada con los cambios de energía dentro del cuerpo ener-

gético que alteran la uniformidad. Los toltecas del segundo ciclo estiraron sus cuerpos energéticos siguiendo líneas rectas

(Ensueño, 13). Es decir, a medida que cambiaba su cohesión, la forma de sus cuerpos energéticos tam-bién cambiaba, permitiéndoles percibir nuevos mundos. Cuando alcanzaban una nueva uniformidad, se ponían de acuerdo sobre lo que habían percibido. Con este nuevo consenso, creyeron que conseguirían llegar a la verdadera realidad y por tanto cerraron su conciencia a otras posibilidades.

Como la cohesión es la forma que toma la energía dentro del cuerpo energético, tanto los

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campos naturales como los condicionados reflejan distintos tipos de cohesión. Por ejemplo, una visión del mundo consolida la energía, condicionando el campo. Un campo natural rueda más libremente y es menos rígido que un campo condicionado; la cohesión es más flexible y fluida y por tanto la percepción puede entender más y abarcar más mundos.

Caemos en la uniformidad en el momento del nacimiento. Cada generación tiene su propia

uniformidad que afecta a la cohesión. Don Juan dice que la forma del cuerpo energético cambia con el tiempo (Ensueño, 5). El resultado es que cada generación tiene su propio sesgo sobre la realidad. En otras palabras, tanto la uniformidad como la cohesión determinan cómo se enfoca la percepción, deter-minando así lo percibido.

Dar forma a la realidad Don Juan dice que para dar sentido a nuestro mundo debemos quedarnos dentro de sus lí-

mites (Relatos, 190). Los límites de cualquier mundo están regulados por el consenso social, o la base social como la denomina don Juan. Generalmente, un mundo ordinario se basa en la noción de que los objetos físicos son sólidos y están separados. La base del mundo tolteca es que los objetos son distintas formas de energía y que toda la energía tiene el mismo origen. Evidentemente, una premisa de las en-señanzas de don Juan es que todo el universo está hecho de una energía que después toma forma (En-sueño, 3).

Todas las energías de nuestros entornos geográficos y culturales, de nuestros asociados,

de nuestra educación y objetivos —por nombrar sólo unas pocas influencias— afectan a nuestra cohe-sión. Para entender cómo funciona esta formación de energía expongo a continuación una breve reseña de las influencias que crean y mantienen nuestros límites, y consecuentemente moldean nuestra percep-ción. Por tanto, cada una de ellas influye en la cohesión de nuestro cuerpo energético que sustenta tanto los mundos ordinarios como los no ordinarios. Cada una de ellas puede funcionar a nuestro favor o en nuestra contra. El conocimiento de las energías nos ayuda a manejarlas mejor. Recordemos que el in-tento es siempre la influencia predominante y, dada su importancia, le hemos dedicado una sección completa.

Señales selectivas. Las señales selectivas resaltan o quitan importancia a ciertas partes

del mundo. Don Juan dice que la percepción del cuerpo energético, el ensueño, y los seres inorgánicos son el resultado de la estabilización del punto focal en lugares específicos (Ensueño, 69). Los movimien-tos del punto focal tienen lugar cuando dirigimos nuestra atención a la existencia de algo y después re-forzamos esa experiencia por medio de ejercicios diseñados a aumentar y manejar la energía. Esa ener-gía añadida permite que el punto focal se mueva y se reestabilice.

En la realidad ordinaria, se nos enseña a mirar a los objetos materiales y a descartar las ex-

periencias con seres inorgánicos, por ejemplo, como producto de nuestra imaginación. Nuestra definición ordinaria de la vida establece que la vida está mantenida por la materia orgánica, pero don Juan enseña que es la conciencia la que determina la vida, sea orgánica o inorgánica (Ensueño, 45). Por tanto, lo que se nos enseña, la forma en que se nos señala selectivamente la realidad, determina la medida de nues-tras limitaciones.

Como don Juan educó a Castaneda, le señaló selectivamente qué buscar y qué evitar. Por

ejemplo, al recalcar las nociones de desapego y la pérdida de la importancia personal, le orientó hacia la liberación perceptual más que hacia los trucos de poder del segundo ciclo. Sus enseñanzas sobre la historia tolteca señalaban las diferencias entre el segundo y el tercer ciclo, y las consecuencias de seguir uno u otro. Además, sus instrucciones sobre los seres inorgánicos trajeron un concepto imaginativo a la realidad concreta.

Proyección. Una definición común de proyección es «atribuir nuestros propios rasgos y ac-

titudes a otros». En términos de los campos de energía, recuerda que la cohesión del cuerpo de energía

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estabiliza el punto focal. Un punto focal estable indica que un número suficiente de elementos de un mundo dado están consolidados.

Cuando don Juan dice que tenemos una posibilidad de renovar nuestro sistema de interpre-

tación se refiere a nuestra capacidad de desarrollar un campo condicionado no ordinario. El sistema nos permite proyectar y por tanto predecir nuestro entorno. El inconveniente, dice don Juan, es que seguimos percibiendo en términos del sistema, en lugar de percibir a través de nuestros sentidos (Ensueño, 97, 76). Más concretamente, actuamos según nuestros pensamientos y nuestros pensamientos están orga-nizados por un sistema, por una versión de la realidad. El autorreflejo constante liga la percepción al campo condicionado del sistema. Reconociendo que llevamos puestos estos anteojos, un sistema viable será aquél que, enseñándonos a usar todos nuestros sentidos, nos permita dar los pasos para hacer el cambio al espíritu.

Don Juan también nos proporciona una segunda opción, la de descartar todos los sistemas.

Esta opción amplía considerablemente el ámbito de la percepción, pero si no contamos con un sistema podemos perder el rumbo. Sin embargo, si usamos este método con mucho cuidado podemos acelerar nuestro desarrollo. En ambos casos, generar un campo natural requiere suspender todas las interpreta-ciones porque cualquier interpretación es condicionada: reduce el potencial a una forma.

Esta reducción es lo que llamamos proyección: la interpretación del mundo a partir de una

cohesión específica. Es decir, la proyección requiere que encajemos lo percibido en formas preestableci-das; este proceso establece ciertas condiciones en nuestros campos energéticos. Por ejemplo, nuestra forma de interpretar el comportamiento de los demás surge de la cohesión. Proyectamos la conciencia sobre otra persona y reducimos lo que percibimos a categorías que son significativas para nosotros. Cuando nos damos cuenta de esto, vemos que la realidad es una gigantesca profecía autorrealizada. La forma que tengamos de interpretar nuestras experiencias, por tanto, está determinada por nuestra forma de consolidar nuestros campos energéticos. Los inventarios producen una parte significativa de esta consolidación. Así, vemos el valor de cultivar nuestros inventarios para poder deshacernos de ellos, lo que, según Juan, libera nuestros campos de energía y por tanto libera el punto focal (Fuego, 256). Po-demos ampliar nuestro mundo gracias a los inventarios y después crear espacio para ampliarlo todavía más deshaciéndonos de ellos.

Cierre. Al deshacernos de nuestros inventarios, preparamos el escenario para expandir la

percepción. La contraparte de la expansión es el cierre, que está relacionado con la necesidad humana de precisar las cosas. Por ejemplo, al leer un párrafo al que le falta una palabra, la mayoría de la gente inserta automáticamente otra palabra que tenga sentido sin darse cuenta de que hay un espacio en blanco. Otro ejemplo es que, cuando habla de las explicaciones de los videntes, don Juan dice que nues-tra necesidad de explicarnos las cosas es demasiado grande como para confiar únicamente en las des-cripciones de lo que hemos visto (Ensueño, 8). Tenemos la necesidad inherente de contar con un con-texto. El contexto nos ofrece una perspectiva multi-nivel y de él emanan los significados sociales y per-sonales. Para poder enfocar, reducimos lo que percibimos y después expandimos la conclusión pensan-do que tiene una aplicación universal.

El cierre forja el camino que andamos, sin él no podríamos aprender. Sin embargo, debe-

mos mantener las opciones abiertas y los caminos despejados y sin cortapisas. Si no es así, el cierre creará una prisión para nuestra percepción en lugar de proporcionarnos la comprensión que nos permita seguir buscando la libertad.

Encarrilar. Encarrilar es desarrollar la cohesión siguiendo carriles o influencias específicas.

Tanto las predilecciones innatas como las influencias medio ambientales o las astrológicas, por nombrar algunas de ellas, conforman en cierta medida la cohesión. Por ejemplo, a medida que nuestros padres, profesores y compañeros nos inculcan una visión del mundo, vamos desarrollando una cohesión que la estabiliza. Hemos puesto nuestra percepción en esos carriles, hemos seguido esas influencias.

Las plantas de poder orientan temporalmente la percepción hacia los mundos no ordinarios,

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ofrecen vislumbres del segundo campo. Pero usando una visión del mundo no ordinaria para encarrilar y remodelar la cohesión, la persona puede aprender a manejar el segundo campo sin usar sustancias psi-cotrópicas.

Yendo un poco más lejos, como señala don Juan, el éxito de la cirugía psíquica se basa en

que el paciente se deje encarrilar por la coherencia del cirujano. Para lograrlo, el sanador debe despejar toda duda de la mente del paciente (Conocimiento silencioso, 142).

De la misma forma que poblaciones enteras pueden asumir una visión del mundo, también

pueden salir de una realidad y entrar en otra completamente nueva. Creo que esto es lo que el inquilino quería indicar cuando dijo a Castaneda que poblaciones enteras habían desaparecido practicando el ensueño (Ensueño, 232). Por ejemplo, la mitología popular a menudo describe que el continente perdido de la Atlántida era corrupto y que el mal uso que sus habitantes hicieron del poder les llevó a su comple-ta destrucción.

Pero, ¿y si sus habitantes no hubieran sido corruptos y la Atlántida no hubiera desaparecido

como consecuencia del mal uso del poder? ¿Y si hubieran sido una raza parecida a los videntes toltecas que decidieron entrar en otra dimensión? Si fue así, es muy posible que los que quedaron atrás sólo tuvieran una forma de comprender este hecho: resolvieron sus dudas siguiendo el dictado de su rudi-mentaria comprensión. La destrucción por un poder que ellos podían comprender les encajaba mejor que el paso voluntario a otra dimensión. En menos de un segundo, su interpretación creó la destrucción que después propagaron a los cuatro vientos.

Asimismo, es muy posible se diera otra situación que fuera una combinación de las dos an-

teriores. Quizá cuando los videntes vieron que se aproximaba la destrucción, pudieron reunir a una parte de la población. Uniendo sus energías, alcanzaron una masa crítica suficiente para entrar en otra dimen-sión.

Pero también... El consenso sobre la realidad. El campo condicionado se produce porque la percepción

sigue los carriles de los acuerdos sociales, una forma extraordinariamente poderosa de cierre que pro-duce un consenso sobre la «realidad». No hay nada terrible en el hecho de seguir carriles. Todos necesi-tamos encontrar sentido al mundo, a los demás y a nosotros mismos. Las dificultades surgen cuando este consenso interfiere con el crecimiento personal.

Uno de los efectos más insidiosos del consenso es «el pensamiento grupal». El pensamien-

to grupal es «un pensamiento tan dominado por el deseo de mantener la unanimidad en un grupo que el pensamiento critico queda suspendido o es inefectivo». Es una forma de presión ejercida por los compa-ñeros: los miembros del grupo se refuerzan mutuamente en sus pensamientos y acciones. El pensa-miento grupal, por tanto, crea una cohesión rígida.

Como la realidad es un efecto del pensamiento grupal, la complejidad de los acuerdos so-

ciales a este nivel impide casi automáticamente el pensamiento crítico. La escala del pensamiento grupal es demasiado amplia y consume demasiada energía como para que la mayoría de la gente pueda em-prender su reevaluación. Sin embargo, la capacidad de actuar independientemente de la presión de los compañeros señala un paso significativo hacia la libertad. Recuerda que el principio del pensamiento grupal son esos acuerdos menores que al principio nos vinculan y después nos atan.

Como dice don Juan, para poder evolucionar, en primer lugar tenemos que liberarnos de las

ligaduras del orden social. También añade que para que los humanos podamos sobrevivir, debemos cambiar la percepción desde la base social, desde el nivel del consenso común (Ensueño, 176, 3). Por ejemplo, don Juan afirma que, en lugar de percibir el mundo como una serie de objetos, debemos perci-birlo fundamentalmente como un conjunto de energías. Así, al no percibir el mundo como una serie de objetos materiales de los que beneficiamos, este cambio de percepción nos llevaría a una mayor armo-nía con él. Quizá por eso pensó que es un cambio crucial.

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Como somos nosotros mismos los que damos sentido al mundo permaneciendo dentro de sus límites, los toltecas usan el ensueño para salir de esos límites. Donner afirma que los toltecas se dedican «al objetivo abstracto de rehacerse fuera de los parámetros de definición y permisividad del or-den social». Sin embargo, los toltecas se ponen de acuerdo respecto a la visión general del mundo y a cómo rehacerse a sí mismos. Estos acuerdos pueden ser no ordinarios, pero en cualquier caso son acuerdos sociales. El truco consiste en utilizarlos como un impulso que nos permita llevar la percepción más allá de cualquier base social hacia reinos decididamente únicos y personales.

Asociación. Asociación es lo que nos viene a la mente cuando vemos, olemos, oímos, gus-

tamos o sentimos algo. La asociación nos introduce en unos carriles determinados. Así es como cons-truimos los estereotipos. Por medio de la asociación solemos aislar algunos componentes familiares de nuestro inventario. Por ejemplo, cuando tenemos una intuición que nos recuerda un viaje que hicimos a Paris, posiblemente nos quedamos pensando en cómo volver a Paris en lugar de pensar en desarrollar esa intuición. Los hábitos, sean cuales sean, producen cohesión. Si estás excesivamente acostumbrado a tus hábitos, estarás muy cerrado. Entonces tu percepción dará vueltas dentro de una misma caja: te dedicas a revalidar tu mundo en lugar de entrar en otros mundos.

La asociación también te ayuda a construir categorías como el ensueño y el rastreo. Por

ejemplo, un elemento del ensueño es viajar dentro de los sueños. Si tienes un sueño en el que vuelas, en lugar de limitarte a pensar que has tenido un sueño interesante puedes asociarlo con las prácticas del ensueño. Cuando el número de asociaciones es suficiente, aprendes a gobernar tus sueños. Otro ejem-plo: Si asocias una brisa fresca e inesperada con los espíritus elementales, eso te permite empezar a enfocar la atención en su mundo. Cuando has vivido un número suficiente de experiencias no ordinarias, puedes asociarte a voluntad con otra realidad completamente diferente.

La asociación no sólo ayuda a construir realidades, también está relacionada con los hábi-

tos personales. Por ejemplo, una persona toma una copa de una bebida alcohólica, se relaja un poco y tiene una comprensión interesante. Creo que la mayoría de la gente que haya tomado alcohol puede entender a lo que me refiero. William James, en The Varieties of Religious Experience, argumenta que la gente usa el alcohol porque a menudo proporciona vislumbres de otras realidades. Entonces, como esa persona desea profundizar en la comprensión, consume más alcohol. A través de una autoobservación cuidadosa, la persona se da cuenta de que, mientras que una copa le ayuda a entrar en un estado con-templativo, el uso repetido del alcohol oscurece su percepción. Entre las preguntas posibles que surgen ante esta situación están las siguientes: ¿Cuánto le cuesta a la persona asociar la bebida con ese estado de opacidad? Y cuando toma conciencia, ¿cuánto le cuesta cambiar su comportamiento?

Expectativas. Lo que esperas percibir dirige tu intento, que acaba produciendo el resultado

esperado. Si esperas encontrar un plano astral inferior habitado por entidades negativas y un plano astral superior habitado por entidades positivas, eso es lo que probablemente encontrarás cuando salgas fuera del cuerpo. Si esperas que la gente te pase por encima, estás generando energía para que ocurra exac-tamente eso. Si esperas crecer, crecerás. Cada uno ve el mundo que le ofrece su visión del mundo y que su propio comportamiento sostiene. Cada uno encuentra lo que busca, y lo que busca está basado en las opciones que se da a sí mismo.

Pruebas de lo contrario. En nuestros esfuerzos por mantener la cohesión, tendemos a ig-

norar las percepciones que no encajan con nuestros pensamientos respecto a las cosas. Por ejemplo, durante conversaciones sobre las relaciones hombre-mujer, las mujeres suelen decir que ellas son las únicas que deciden si un hombre y una mujer tendrán un encuentro sexual. Creen que los hombres se limitan a reaccionar a sus deseos. En general, es probable que esa afirmación contenga una verdad; la gente está muy influida por la energía sexual. Sin embargo, para negar que esa noción es universal, lo único necesario es comprobar que un hombre rechaza una cita o una insinuación sexual. Los hombres, a su vez, caen en la misma trampa cuando ignoran las pruebas evidentes de que las mujeres pueden ocu-par puestos de responsabilidad en el entorno empresarial. Sencillamente hay demasiadas mujeres ejecu-tivas y demasiadas empresas de éxito dirigidas por mujeres como para mantener ese prejuicio.

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En cuanto a las realidades no ordinarias, a menudo se nos dice que ignoremos los sueños porque son «simplemente algo que ocurre mientras dormimos». Se considera que la actividad del cuerpo de ensueño es pura imaginación y una visión que dirija nuestra vida es mera fantasía. Como dice don Juan, interpretamos las expresiones desconocidas del segundo campo en términos de lo que nos es familiar (Relatos, 190).

Cuando investigues las enseñanzas no ordinarias presta atención a las pruebas que las

contradigan. A veces, la presencia de contradicciones sugiere que existe una falacia en esas investiga-ciones. En otras ocasiones, pueden necesitarse nuevas investigaciones para entender lo que está ocu-rriendo. Por ejemplo, a Castaneda se le dice que ser consciente de estar en dos lugares a la vez es lo mismo que encontrarse con su doble (su contraparte del segundo campo) cara a cara. El resultado de este tipo de encuentro es la muerte. «Esa es la regla», dice don Juan; «Así es como el Poder ha dis-puesto las cosas» (Relatos, 52). Ahora, compara esta afirmación con el hecho de que don Juan fuera arrojado al río por Julián y mientras era arrastrado río abajo, pudo observar que su doble corría río abajo junto a él. Al final, don Juan sobrevive para poder contarlo (Conocimiento silencioso, 255).

Como mínimo, estos incidentes apuntan a una contradicción, son la prueba de que hay con-

tradicciones en las enseñanzas. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Significa esto que el trabajo de Casta-neda no es válido? ¿O está tergiversando las enseñanzas de don Juan sin darse cuenta? ¿O significa que don Juan usó la amenaza de muerte para hacer que Castaneda le dedicara toda su atención? Des-pués de todo, no es nada improbable que don Juan engañara a Castaneda para ayudarle a aprender. Por otro lado, si la afirmación es verdad en algún sentido, ¿qué quiere decir exactamente «cara a cara»? Tenemos pruebas de que el mero hecho de observar el propio doble no significa una muerte cierta. Pero hay otro pasaje en el que Castaneda se encuentra observando a su doble durmiente y dice: «Sé que sería mortal para mí despertarme.» Si es así, surge otra pregunta: ¿Es el hecho de tocar al doble lo que amenaza la propia vida? Si seguimos investigando, descubrimos que don Juan dice que es el «contacto físico directo» con la energía del segundo campo lo que produce la muerte (Relatos, 73, 185). Como el segundo campo es el terreno del doble, volvemos a la pregunta inicial después de hacer todo el círculo.

Evaluar las contradicciones, lo mismo que recorrer cualquier tramo de este camino, es algo

que depende de ti. Simplemente debes asegurarte de que el estándar de investigación que apliques sea riguroso. Descubras una falacia o acabes olvidándote de esos detalles, en cualquier caso saldrás benefi-ciado. Lo que es seguro es que si no te tomas el tiempo necesario para examinar cuidadosamente la situación, te quedarás dentro de un campo condicionado. Cuando no reconocemos las contradicciones, en el mejor de los casos nos quedamos en desequilibrio con nosotros mismos; no podemos desarrollar la conciencia negándola. En el peor de los casos, esa falta de atención nos produce una falsa sensación de invencibilidad, el mismo sentimiento que llevó a la caída del mundo tolteca. No debemos rechazar las pruebas arbitrariamente. Al mismo tiempo, el hecho de descubrir algo no significa que lo tengamos todo claro. No podemos confirmar nuestro conocimiento tomando una prueba de aquí o de allá, asociándola según nuestros intereses y generalizándola posteriormente.

Disonancia cognitiva. La disonancia cognitiva se define como «un incómodo estado psico-

lógico en el que el individuo experimenta dos creencias o cogniciones incompatibles». Como consecuen-cia de este estado, la persona tiene que disminuir la tensión, reducir la disonancia. En general, cuando nuestros campos energéticos no funcionan armónicamente nos sentimos incómodos. Como dice Tiggs, la gente habla de la separación y desequilibrio entre mente y cuerpo, «pero la dicotomía real está entre el cuerpo físico y el cuerpo energético». Ignorar el desequilibrio lleva a una disfunción mientras que pres-tarle atención lleva a la resolución del conflicto, especialmente cuando se trata de asuntos toltecas.

Para dar un ejemplo de disonancia cognitiva, en el libro de Castaneda El arte de ensoñar,

don Juan dice que los videntes del segundo ciclo llevaron sus puntos focales hasta lo incognoscible. Por definición, esto significa que situaron sus puntos focales fuera de sus cuerpos energéticos y ese movi-miento es el que los alteró, produciendo en ellos líneas rectas en lugar de la habitual uniformidad esféri-ca. En el mismo libro, don Juan afirma que los videntes del segundo ciclo sólo hicieron movimientos de-ntro de lo desconocido humano (Ensueño, 12, 80). Siguiendo sus propias definiciones, esto significa que

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eligieron quedarse dentro de su cuerpo energético y la banda humana de la Tierra, transformándose en diversas formas animales y vegetales.

Sentí un estremecimiento cuando tomé conciencia de esta aparente inconsistencia. Me pa-

reció una contradicción tan flagrante que creaba una disonancia; perdí temporalmente la sensación de la continuidad de las enseñanzas de don Juan. En el mismo libro, casi a modo de preparación, don Juan habla de perder los estribos. Dice que cuando perdemos el rumbo, la visión del mundo se unifica de nue-vo y vuelve a crear el mundo (Ensueño, 76). Por tanto, me dispuse a recorrer más detalladamente las regiones de mi cuerpo energético. Después de meses de rastrear y ensoñar el tema, llegué a un plan-teamiento que me proporcionaba una sensación más consistente. Una vez reconciliada la disparidad, esta lucha reforzó mi opción de adherirme al espíritu como medio de acercarme a lo incognoscible. No quería confiar demasiado en ninguna enseñanza, incluida la tolteca.

Al considerar qué método seguir, sentí que si seguía totalmente el espíritu en lugar de las

convenciones sociales, podía dejar que se fuera desarrollando dentro de mí en sus propios términos. Con el tiempo, esto haría emerger mi esencia a una posición frontal. Así, de la misma forma que voy superando ciertos períodos de mi vida, iría superando gradualmente todos los dominios de la experiencia humana a medida que el espíritu creciera dentro de mí. Sentí que ese era mi camino para experimentar el fuego interno. También comprendí mejor una enseñanza de don Elías, el benefactor de don Juan y profesor de Julián, que aconsejaba buscar el aspecto artístico de la vida, liberarse de todas y cada una de las convenciones perceptuales (Conocimiento silencioso, 285).

Aplicación. Usando como ejemplo el aprendizaje del cuerpo de ensueño, así es como fun-

cionan los elementos que hemos mencionado:

1. A través de la señalización selectiva, oyes hablar del cuerpo de ensueño. 2. Usando la proyección, imaginas lo que podría ser esa experiencia. También obtie-

nes una estructura que te permite encontrar sentido a las experiencias de ensueño. 3. Asociando tus experiencias con las historias que has oído, conectas con algo que

está fuera de tu mundo conocido. 4. Las expectativas respecto a los resultados enfocan tus energías. 5. Practicas regularmente los ejercicios de ampliación de la percepción y finalmente

entras en el carril y experimentas el cuerpo de ensueño. 6. Como esto interfiere con tu visión ordinaria del mundo, experimentas la disonancia

cognitiva. 7. El recuerdo de las lecciones sobre las pruebas contradictorias te ayuda a superar

este obstáculo. Entonces tratas de recuperar el equilibrio porque ya no puedes dar la espalda a la realidad del cuerpo de ensueño.

8. Cuanta más experiencia tienes, más te cierras. Es decir, adquieres una nueva sen-sación de estabilidad en el cuerpo de ensueño. Recuerda que no es el momento de descansar. No permitas que el cierre te desconecte.

Puedes aplicar estos elementos a diversas capacidades. Por ejemplo, aplícalos a otras ex-

periencias no ordinarias, como ver. Después, paso a paso, obsérvate construir otro inventario y confor-mar un nuevo mundo.

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CAPÍTULO 6 CONCIENCIA DEL YO QUE ESTÁ MÁS ALLÁ Don Juan dice que los humanos tenemos la capacidad de percibir muchos mundos. Nuestro

mundo ordinario, dice, «sólo es uno dentro de una serie de mundos consecutivos, dispuestos como las capas de una cebolla» (Ensueño, viii). Añade que los demás mundos existen independientemente de nuestra conciencia y que todo lo que hace falta para percibirlos es tener la suficiente energía. Los siste-mas metafísicos desarrollan esquemas para explorar estos mundos. Son mapas que nos proporcionan el contexto y las técnicas. Es fundamental contar con un contexto porque nos facilita los puntos de referen-cia del nuevo territorio. Cuando vislumbras un nuevo orden de conocimiento, el contexto te permite capi-talizarlo. Por ejemplo, una reacción muy común cuando alguien comienza a ver es que lo descarte pen-sando que es una anomalía del ojo físico. La reacción también puede ser más drástica. Una persona me dijo que cuando empezó a ver regularmente una luz anormal, se preguntó si se estaba volviendo loca. El hecho de poder situar sus experiencias dentro de un contexto que les daba validez, no sólo alivió su ansiedad sino que le dio una vía para desarrollar esas nuevas percepciones.

Un contexto viable debe contener instrucciones para salir de sus límites. Cuando los es-

quemas de exploración son demasiado concretos, demasiado condicionados, el sistema degenera en un dogma. Así como los mapas de las ciudades, estados y naciones cambian con el tiempo, también lo hacen los paisajes de la percepción. A medida que el mundo conocido se expande, los mapas metafísi-cos deben tener en cuenta esa nueva conciencia y evolucionar también. Por ejemplo, el significado de la antigua máxima «como arriba, así abajo» está actualmente plasmado en la noción de un universo holo-gráfico. A saber: cada parte de cualquier cosa contiene la estructura de todas las demás partes.

Las técnicas, a su vez, también son importantes porque estabilizan la conciencia real del

nuevo terreno. La técnica de mirar, por ejemplo, facilita el ver. Mientras que el contexto señala el camino, la técnica permite los alineamientos energéticos que producen los cambios. Cuando utilizamos un con-texto abierto, las técnicas tienen la ventaja adicional de llevarnos más allá de él. Es decir, las técnicas pueden producir una conciencia que esté más allá del sistema.

Uno de los principios toltecas nos indica que si cambiamos la fijación de nuestra conciencia,

nos daremos cuenta de que el mundo físico nunca ha sido realmente físico; es otra forma de energía. En cuanto a las técnicas, el ensueño y el rastreo nos proporcionan medios para comprobar este punto de vista. Pero tanto el contexto como la técnica son aspectos de un inventario. Para evitar que se conviertan en un dogma, don Juan sugiere que dediquemos el tiempo suficiente a hacer inventarios muy detallados y después nos riamos de ellos sabiendo que sólo son esquemas mentales (Fuego, 256). Esta libertad abre el camino hacia los dominios del vidente.

Campos de energía Una parte importante del esquema tolteca es la señalización selectiva de los campos prime-

ro, segundo y tercero. Cada campo es infinito. Además, están interconectados y en su origen —el Águi-la— son uno. (Recuerda que el Águila no existe realmente. Sin embargo, como puede ser vista, existe. Está en todas partes y en ninguna.) Sin embargo, los campos también están separados. Como cada campo de energía es producto de sus propias emanaciones, tiene sus propiedades características. Tam-bién podemos pensar que los campos son bandas de energía. Pasando de la primera banda a la segun-da, por ejemplo, entramos en mundos que están más allá de lo ordinario.

En los primeros estadios de desarrollo de este modelo, el primer campo suele ser descrito

como el mundo físico. El órgano que usamos para percibirlo es el cuerpo físico. El segundo campo se presenta como el mundo luminoso y energético, y dentro de ese dominio, el cuerpo energético es el ór-gano de percepción individual. Se cree que los cuerpos físico y energético abarcan toda la conciencia humana. El tercer campo es descartado temporalmente, y se considera irrelevante. Abordarlo demasiado

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pronto no hace sino interferir con el aprendizaje de los fundamentos. Más tarde, los términos cambian y el primer campo se convierte en lo conocido, lo familiar u

orden. El segundo campo se convierte en lo desconocido y el tercer campo se considera incognoscible, no tiene puntos de referencia dentro de la conciencia humana. Este cambio de términos altera rápida-mente las posibilidades. Redefinir el mundo físico como lo conocido abre las puertas a una nueva forma de percibirlo. En lugar de encerrar sus posibilidades bajo una corriente de pensamientos sobre el signifi-cado del término «físico», se convierte en la energía que nos es familiar. Así se hace más maleable y puede ser tratado como energía en lugar de como algo concreto. Esto abre el camino a la posibilidad de encender el fuego interno, de hacer ese salto de conciencia en el que el cuerpo físico desaparece total-mente de esta dimensión. Y, al introducir el tercer campo, sabemos hacia dónde dirigir nuestra concien-cia. A través de la maniobra de desafiar a la muerte, entramos en un campo de energía que está fuera de los campos primero y segundo. En resumen, transcendemos la condición humana.

El cuerpo de energía Habitualmente, la enorme energía que dedicamos al mundo conocido nos impide desarrollar

lo desconocido, pero el trato con lo desconocido es el núcleo de las prácticas toltecas. El desarrollo del cuerpo energético es el medio para entrar en lo desconocido, por tanto, entremos en él más a fondo.

Don Juan dice que tanto el cuerpo físico como el energético son energía, pero el cuerpo de

energía es puro. Él pone mucho énfasis en el cuerpo de energía y dice que es responsable de la con-ciencia en general (Ensueño, 1, 8). El lado derecho percibe el mundo conocido mientras que el lado iz-quierdo percibe lo desconocido. A medida que los videntes expanden el lado derecho hacia el izquierdo, lo desconocido se reduce y el mundo conocido se expande.

En el caso típico, controlamos un margen muy estrecho del lado derecho que indica la co-

hesión de la realidad ordinaria. Las capacidades no ordinarias comienzan a formarse cuando contacta-mos con el lado izquierdo. Don Juan relata a Castaneda que para obtener la «percepción total» del cuer-vo, tuvo que aprender a utilizar su lado izquierdo y aprender paso a paso a cambiar su cohesión hasta poder percibir el mundo como un cuervo (Ensueño, 217). Cuando nos ponemos de acuerdo con los de-más respecto a nuestras experiencias, desarrollamos una realidad no ordinaria y expandimos lo conoci-do.

El rastreo y el ensueño se combinan para generar cambios deliberados en la cohesión. El

rastreo es característico del lado derecho, es la técnica del primer campo; el ensueño es característico del lado izquierdo, es la técnica del segundo campo. Don Juan enseña que el segundo campo debe ser atemperado por el primero. Dicho de otra manera, afirma que para usar el segundo campo, debe preva-lecer el primero (Relatos, 253, 265). De otra forma nos perdemos dando vueltas en el segundo campo y perdemos la relación con el mundo conocido y su significado. Quizá éste sea el sino de alguna de la gente que está confinada en los hospitales psiquiátricos.

El cuerpo de energía contiene los campos de energía primero y segundo. El lado derecho

del cuerpo de energía se considera lo conocido y el izquierdo lo desconocido. Empujando las energías del lado derecho hacia el izquierdo, expandimos el mundo conocido. El fuego interno se activa cuando ampliamos el lado derecho a todo el cuerpo energético. Entonces ambos cuerpos actúan como uno, permitiéndonos llevar la conciencia hasta el tercer campo energético.

El punto focal La cohesión nos da una perspectiva desde la que percibir el mundo. Los cambios de cohe-

sión pueden ser medidos por los cambios que sufre el punto focal. El punto focal está formado por una coagulación de filamentos de energía (emanaciones) que se intersectan en el cuerpo energético (Ensue-

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ño, 7). Una cohesión integrada produce un punto focal estable o fijo. En otras palabras, a medida que se adquiere cohesión el punto focal se estabiliza en un lugar. Cuando tenemos un punto focal estable, per-cibimos un mundo estable. Un cambio de cohesión produce un cambio en el punto focal. Consecuente-mente, cambias tu mundo.

El rastreo contiene los procedimientos destinados a adquirir cohesión. El ensueño consiste

en una serie de prácticas que unifican la energía para hacer un cambio en la cohesión. Aplicando ambas técnicas, vemos que mantener un sueño es aprender a fijar el punto focal en una situación no ordinaria.

El contenido de cualquier percepción, dice don Juan, depende de la localización del punto

focal (Conocimiento silencioso, 165). Es decir, como la cohesión es un patrón de energía dentro del cuerpo energético, el punto focal indica la naturaleza de ese patrón. Tal como se ha dicho previamente, el tercer ciclo descubrió que el punto focal no genera la percepción, sino que la matiza. Usando el punto focal como referencia, los videntes pueden hacer cambios precisos en la cohesión porque disponen de un indicador que permite definirlos.

También existen otros indicadores de la cohesión. En Tite Holographic Universe, Michael

Talbot informa de los experimentos hechos por Valarie Hunt, terapeuta físico y profesor de kinesiología de la Universidad de California en Los Ángeles. Talbot dice que «Hunt ha descubierto que el electromió-grafo, un invento utilizado para medir la actividad eléctrica de los músculos, también puede detectar la presencia de electricidad en el campo energético humano». Hunt ha correlacionado ciertos comporta-mientos humanos con frecuencias específicas. Los psíquicos, por ejemplo, tienen campos energéticos que vibran de dos a cuatro veces más rápido que el ritmo normal de las frecuencias físicas corporales.

Otro indicador de los tipos de cohesión es el color del campo áurico. Cada color, como sa-

bes, tiene asociada una frecuencia. Si mueves el dedo con la suficiente rapidez verás que emana color. Hunt también comparó los patrones de las ondas eléctricas con las descripciones hechas por los lectores de auras. Varios lectores informaban de ver el mismo color en el campo energético de una persona y entonces Hunt pudo relacionar las frecuencias del electromiógrafo con colores específicos. Los experi-mentos de Hunt prueban que la gente puede aprender a percibir otra dimensión de frecuencias o campos energéticos. La visión de auras es un ejemplo.

Por tanto, el color de los campos áuricos, la medición de frecuencias físicas y la localización

del punto focal representan el estado de ser de una persona. Estos indicadores no son la esencia de la cohesión, sino que la reflejan, y por tanto pueden ser usados para medirla y diagnosticarla. Percibir el cuerpo energético es ir un paso más allá de estos indicadores.

Un exceso de fatiga, tensión o ansiedad puede hacer que el punto focal se mueva. Cuando

desciende el nivel de energía que mantiene la cohesión, puede ocurrir el cambio. El primer cambio del punto focal puede producir ansiedad, o incluso miedo, porque perder la definición de la realidad que hemos tenido toda la vida nos deja desconcertados. La ansiedad a menudo vuelve a aparecer cuando entramos en terrenos nuevos. Cuando Castaneda se enfrentó al mundo inorgánico por primera vez, ex-perimentó miedo y repulsión (Ensueño, 39). Posteriormente pudo tratar con ese mundo con toda tranqui-lidad y eficiencia. Esta primera reacción de ansiedad es la que con toda probabilidad ocurrió a la pareja mencionada en un capítulo anterior; ellos atribuyeron su terror al árbol más que a un movimiento signifi-cativo del punto focal.

¿Ves el efecto que tienen las distintas interpretaciones? Por un lado, las experiencias con

otras dimensiones provocan miedo. Por otro, un cambio del punto focal produce una disociación tempo-ral de los sucesos habituales. La falta de familiaridad nos produce ansiedad. Una de las interpretaciones nos sitúa ante un mundo hostil mientras que la otra examina los procesos de percepción.

El examen de los procesos nos proporciona un contexto más amplio que nos permite elevar

la percepción. Para hacerse tolteca uno tiene que sumergirse en la forma tolteca de hacer las cosas el tiempo suficiente como para que cambie su cohesión. Entonces es cuando se percibe el mundo tolteca.

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El vidente, por su parte, desea ampliar su comprensión todavía más. Por tanto estudia los sistemas, la cohesión, el punto focal y las fuerzas que conforman la percepción. Así adquiere la libertad de desarrollar cohesiones que proporcionen un contexto más amplio y abarcante que el de las cohesiones que ofrecen los sistemas.

En la realidad ordinaria no sólo tenemos fijado el punto focal, sino que además lo tenemos

inmovilizado. Por tanto, no percibimos otras opciones que las reflejadas por esa realidad. Vemos que la participación en una visión del mundo no ordinaria también moldea nuestra percepción y comportamiento según sus visiones y dictados. Como dice don Juan, en ambos casos vemos la realidad más a través de un sistema de realidad que a través de los sentidos (Ensueño, 76). Los videntes, por tanto, confían en su capacidad de cambiar el punto de encaje fluidamente. Entonces el sistema queda relegado a su lugar, el de ser un paso dentro de un sendero que es más significativo. Este planteamiento no sólo impide que nos quedemos atascados en una versión del mundo, sino que también libera otros modos de percepción.

Las piedras angulares de la percepción

Las piedras angulares de la percepción (adaptado de: Calssen, Das Wissen, 112) Las piedras angulares de la percepción son lo que don Juan llama los ocho puntos de la to-

talidad del propio ser. Dice que todos tenemos estos modos de percepción pero la forma de presentarlos varía (Relatos, 98).

Las piedras angulares de la percepción residen dentro del cuerpo energético. Cada una de

ellas es un modo de conciencia diferente. Por ejemplo, manejar la piedra angular de la razón y el intelec-to no es lo mismo que manejar la del ensueño. Nuestra forma de usar las piedras angulares determina si nos quedaremos en el mundo ordinario, desarrollaremos un mundo no ordinario o iremos más allá de ambos.

Don Juan dice que es evidente que el primer campo suprime la conciencia del segundo (Re-

latos, 132). Es decir, cada vez que algo del segundo campo sale a la superficie hacemos que ese suceso encaje en lo conocido. Lo racionalizamos y producimos un mundo autorreflexivo y condicionado. Como indica el diagrama anterior, las piedras angulares de la razón y el diálogo mantienen los mundos autorre-flexivos. La voluntad, por otro lado, conecta con otras formas de conciencia y nos permite una percep-ción directa.

Diálogo. Obsérvate reflexionar casi sobre cada cosa que ocurre a lo largo del día. Esto es

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así, eso es de esa forma y aquello debería ser de otra manera. Dialogamos continuamente con nosotros mismos sobre cómo es el mundo y cómo debería ser. Como agente de la razón, el diálogo nos ayuda a estabilizar la cohesión. La energía mental dirige las demás energías hacia sus senderos. Pero un exceso de actividad cohesiva calcifica la realidad. Como dice don Juan: «Los nuevos videntes dicen que cuando nos enseñaron a hablarnos a nosotros mismos, nos enseñaron a obnubilarnos para mantener el punto focal fijado en su lugar» (Fuego, 153).

Para aprovechar esta capacidad y comenzar a desarrollar una realidad no ordinaria, sim-

plemente tienes que hacerte con un inventario no ordinario. Para ir más allá de cualquier visión del mun-do, tienes que quedarte callado, dejar de hablarte. Como no reflexionas sobre tus ideas del mundo, no mantienes una visión. Entonces puedes entrar en contacto directo con las energías del mundo.

Razón. La razón toma el diálogo, lo sintetiza y produce una sensación de orden. Lo razona-

bles que somos mide el encaje de nuestra cohesión en el consenso social prevaleciente. Nuestro grado de éxito demuestra lo bien que nos hemos moldeado para encajar en ese orden social. Pero, de nuevo, lo que hacemos es una proyección porque intentamos conformar el mundo según los límites de nuestros pensamientos, una forma limitada de energía

Los videntes no están en contra de la razón. Don Juan sugirió a Castaneda que cultivara su

razón para evitar excesos (Ensueño, 8). Donner también aprendió que los toltecas necesitan una racio-nalidad bien desarrollada para saltar a lo desconocido. De hecho, los profesores usan la razón para orientar las energías de sus aprendices. Por ejemplo, la señalización selectiva de los misterios del mun-do y de las maravillas de mover el punto focal aleja la energía de la autorreflexión y la dirige hacia nue-vos propósitos. Por medio de la señalización selectiva, la razón también ayuda a forjar los pasajes hacia las demás piedras angulares. Por ejemplo, discutir racionalmente el valor del ensueño motiva a la gente a experimentarlo.

Todas estas maniobras preparan el primer campo, un punto muy importante en la formación

del ranger. Gracias a esta disciplina, llega un momento en el que el primer campo está suficientemente reforzado, lo que nos lleva a dejar que la cohesión cambie hacia otros patrones. Don Juan dice que du-rante el aprendizaje tolteca el simple peso de las opciones no ordinarias reduce la fijación del primer campo (Relatos, 177). La reducción de esta presión nos abre automáticamente al segundo campo y la voluntad sostiene esta nueva relación con el mundo.

Voluntad. La voluntad es la fuerza del alineamiento energético, un efecto de las emanacio-

nes del Águila. Como si fuera un cordón umbilical, la voluntad individual está directamente conectada con las emanaciones. Esta voluntad no tiene que ver con el hecho de ser voluntarioso porque se trata de una fuerza impersonal; sin embargo, es el foco del intento personal o espíritu interno. La voluntad, locali-zada en el punto medio del cuerpo, también representa el equilibrio.

Como indica el gráfico, la voluntad sostiene el ensueño, el sentimiento y el ver. El diálogo

conecta indirectamente con la voluntad a través de estas piedras angulares. Y aunque podamos hablar de ellas, deben ser activadas por sí mismas. Por tanto, podemos usarlas aunque nuestra comprensión de ellas sea limitada. A lo largo del libro se describen ejercicios para desarrollarlas de la misma forma que leer, escribir y debatir desarrollan la razón y el discurso.

La voluntad también conecta directamente la conciencia individual con el primer y segundo

campos. Date cuenta de que estos campos no están conectados con el diálogo porque, en esencia, son misteriosos. Cualquier cosa que se diga sobre ellos sólo son palabras. Pero, para seguir adelante con el programa, su existencia debe ser señalada. Debemos ser conscientes de que hay algo allí y de que po-demos tener tratos con ello.

El caso típico es que la voluntad permanezca dormida mientras confiamos en que la razón nos lleve por la vida. Activar la voluntad significa poder ejercer un control deliberado sobre nuestro cuer-po energético y sus alineamientos. En nuestro estado habitual, el diálogo y la razón son los únicos que mantienen los alineamientos. Por ejemplo, cuando pensamos en una realidad, la energía mental nos

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ayuda a participar en esa visión, pero sólo parcialmente. No es una experiencia plenamente encarnada porque las experiencias se nos suben a la cabeza (el cerebro es el asiento de la razón). La voluntad, por otra parte, nos permite participar plenamente en energías que la visión del mundo sólo describe: energí-as como las asociadas con el cuerpo de ensueño, los fenómenos psíquicos, la curación no ordinaria y otras dimensiones.

El uso de la voluntad hace pedazos la mayoría de las visiones del mundo. La visión tridi-

mensional del mundo da paso a otros formatos. Como dice don Juan: «Cuando percibimos el mundo con nuestra voluntad sabemos que no está tan “ahí fuera” ni es “tan real” como pensamos» (Realidad aparte, 181). El mundo interno y el externo se reflejan mutuamente y, en consecuencia, sólo existe lo que perci-bimos y nuestra forma de relacionarnos con ello. Dependiendo de nuestro patrón de cohesión, hay una miríada de formas de relación.

Sentir, ensoñar y ver son distintas formas de percibir la energía. Sentir es como tener una

luz que nos guía e ilumina nuestro camino; ensoñar nos permite explorar y estudiar nuevas formas de comportarnos en ésta o en otras dimensiones; y ver nos ofrece una amplia comprensión o conocimiento. Con una voluntad funcional, estos modos de conciencia están a nuestra disposición.

Sentir. El sentir es como el agua, moldea la percepción como un río que se abriera paso a

través de la tierra. Como no tiene forma determinada, puede asumir cualquier forma. La forma de sentir las cosas te ayuda a formar tu visión del mundo. A su vez, tu visión del mundo te ayuda a forjarte una manera de sentir las cosas.

Para comenzar a educar el sentimiento, no actúes únicamente siguiendo tus pensamientos.

Dentro de los límites de no dañar a los demás ni a ti mismo, actúa de acuerdo a lo que sientes. Sal regu-larmente a dar una vuelta y sigue el dictado de tu corazón con fe y sin miedo. No censures tu intuición.

Este ejercicio también libera el pensamiento. Al no seguir tus pensamientos, te resulta más

fácil explorarlos. Por otra parte, tampoco debes seguir siempre tus sentimientos. La gente tiende a dejar-se llevar por la vehemencia emocional. La certeza asociada a la intensidad emocional suele ser conside-rada una señal de verdad. Esto puede llevar a una persona a creer inocentemente que los demás saben más que él o ella. Lo más probable es que esta pasión esté relacionada con la santurronería o la com-placencia, lo que no significa que uno tenga razón.

El tipo de liderazgo habitual en nuestra cultura trata de inducir a la gente a seguir ciertos ca-

nales. Las personas con mucho carisma suelen ser consideradas grandes líderes, pero no siempre lle-van a otra persona o a toda una población hacia la libertad. Lo más probable es que usen algún tipo de encantamiento o artimaña para que la gente siga el camino que a ellos les Interesa.

Paradójicamente, la reducción de la excitación emocional desarrolla la intensidad o densi-

dad de energía. Mantener en suspenso las olas emotivas permite una evaluación más detallada de nues-tros sentimientos. Por otro lado, una precaución excesiva amortigua los sentimientos. Cuando te asalten los sentimientos, como suele suceder en el ensueño, no luches ni te preocupes por perder el control. Pero tampoco tienes que actuar necesariamente a partir de esos sentimientos. Experiméntalos. Aprende de ellos y después actúa.

Además, si no rastreas la comunicación emocional en una situación cualquiera te estás per-

diendo una parte significativa de lo que ocurre, y eso reduce tu capacidad de interpretar los eventos con precisión. Para funcionar mejor, deja de lado tus tendencias personales. Por ejemplo, si te alineas con la energía de otra persona y después te sientes enfadado, eso no significa que la otra persona también está enfadada. Debes mantener la percepción clara para evaluar con precisión si es así o no, de otra forma estarás en manos de la proyección.

En los capítulos siguientes se ofrecen varias técnicas destinadas a educar y manejar los

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sentimientos. Por ahora, para sentir las energías de los campos primero y segundo, haz los ejercicios siguientes:

1. Siente las sensaciones en la superficie de tu cuerpo físico 2. Siente las sensaciones y emociones dentro de tu cuerpo físico. 3. Siente las sensaciones de las energías sutiles desde la superficie de tu cuerpo has-

ta una distancia de medio metro. 4. Siente las sensaciones de la energía sutil dentro de tu cuerpo físico.

Ensoñar. El ensueño nos garantiza un acceso directo al segundo campo, que actualmente

es la mayor parte de nuestro cuerpo energético. Por tanto es un gran paso hacia el conocimiento. Duran-te el ensueño puedes usar el sentimiento activamente. De hecho, las emociones son la arcilla que forma el ensueño y el intento moldea esa arcilla.

Como modo de percepción, el ensueño no implica estrategias ni procesos. Simplemente es.

Sin embargo, la piedra angular del ensueño es diferente de la técnica del ensueño. El ensueño como técnica incorpora el rastreo, lo que nos permite contactar con el segundo campo y utilizarlo. Como esta técnica está basada en la piedra angular y es una parte fundamental del Camino Tolteca, le dedicamos toda una sección.

Ver. Ver es la piedra que corona las demás piedras angulares. Todas las filosofías metafísi-

cas que tienen valor nos enseñan a ver, que posteriormente nos lleva más allá de la filosofía. Recono-ciendo este poder, don Juan dice que aunque el tolteca tenga voluntad, puede no ser capaz de ver con precisión (Realidad aparte, 181). Es decir, la marca del tolteca es una voluntad funcional. El vidente va más allá de este nivel, hacia un sentido de la totalidad aún mayor.

Ver obvia las visiones del mundo. Para ver, debemos descartar lo que creemos que es ver-

dad, una y otra vez. Y para ello, debemos renunciar a nuestro sentido del yo. Este alineamiento requiere la toma de conciencia de que somos parte del mundo. Como dice don Juan, para ver debes convertirte en nada convirtiéndote en todo. Desapareces pero sigues estando allí (Realidad aparte, 186).

Con el ver, traspasas la superficie del mundo material y sintonizas con el movimiento de la

energía misma. Este proceso requiere mucha dedicación. Una de las aprendices de don Juan, la Gorda, comentaba que aunque todos vernos, elegimos no recordar (Segundo Anillo, 265). Pero, como dice don Juan, ver no es difícil. Lo difícil es romper el muro protector dentro de nuestras mentes que mantiene la percepción en su lugar (Ensueño, 9).

Ver no es imaginación y tampoco es visualización. Es obtener conocimiento sin usar pala-

bras y suele adoptar formas diferentes. Puede ser un sentimiento particular, un conocimiento directo y repentino, o un despliegue de luz. Puedes ver campos áuricos, patrones de energía como olas que se elevan desde el asfalto, una suave lluvia de luz, visiones, espíritus elementales o las emanaciones del Águila. Ver requiere un grado de alineamiento mayor que lo habitual. Por ejemplo, ver una mesa de café es el resultado de alinear el primer campo de energía de la mesa con el tuyo. Pero ver esa misma mesa requiere que también se alineen los segundos campos.

Todo el mundo ve de una manera única y eso hace que a veces este concepto sea más di-

fícil de entender. Una persona podría ver líneas ondulantes de energía, mientras que otra ve lo mismo como una luz azul. Comunicar con palabras lo que percibimos por canales no verbales crea confusión cuando intentamos verificar su validez. Sin embargo, en el ver hay algunos rasgos comunes. Por ejem-plo, cuando ves durante el día el mundo suele oscurecerse. Por el contrario, cuando ves por la noche el mundo suele parecer más claro. La primera vez que vi un aura, una clara tarde se volvió amenazadora-mente oscura. Aunque sabía de auras, no sabía que la luz cambiaba y probablemente hubiera sentido pánico si no hubiera comenzado a ver el violeta, azul y amarillo del aura de la persona. Entonces supe que estaba viendo y no quedándome ciego.

Ver requiere el uso de todo el cuerpo y por eso don Juan insiste en que hay que mantener el

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cuerpo físico en buena forma. Durante el ensueño el esfuerzo necesario para ver es menor. Como ya hemos elevado la

conciencia, tenemos más energía y sentimos menos tensión. A veces, ver durante el ensueño funciona así: después de cenar con una amiga, la vi esa misma noche durante el ensueño. Su cuerpo energético parecía un globo lleno de luz que giraba suavemente. El aura que la rodeaba cambiaba grácilmente y bailaba mientras se acercaba. Noté un profundo cambio en su energía cuando su intento cambió: Se enfocaba más cuando ella se movía físicamente y se relajaba cuando hablaba. Entonces, de repente, «supe» que estaba dedicada a su propia curación. Al despertar, experimenté un recuerdo doble. Recor-dé que estaba viendo mientras ensoñaba. También recordé haber visto exactamente lo mismo durante nuestra cita de la tarde. Algunas semanas después me dijo que había vivido una temporada de intensa preparación física. Poco después planeaba recorrer caminando toda la cordillera de los Apalaches. Du-rante la caminata planeaba trabajar en algunos traumas emocionales para poder curarse.

Para practicar el ver, comienza con el ejercicio que describo a continuación. Los primeros

cuatro pasos también son los preliminares de la técnica de mirar fijamente. Mirar desactiva los campos de energía condicionados. Entonces el intento de ver mueve el punto focal y prepara el camino para ver.

1. Desenfoca los ojos mientras miras al mundo físico. 2. Toma un objeto. Míralo pero sin enfocar la vista en él. Contémplalo. 3. Relájate. 4. Para alinear más tus energías con el objeto, siente tu energía salir del cuerpo físico

y acercarse al objeto. Entonces siente que la energía del objeto entra en tu concien-cia. Hazte uno con ese objeto.

5. Escucha con todo tu cuerpo. Relaja la tensión de los ojos. Mantenlos desenfocados y relajados. Déjalos «suaves».

6. Toma conciencia de cualquier cambio fuera de lo ordinario. Permanece atento —pero sin enfocar— a cualquier color, punto, imagen o patrón de energía. Si intentas distinguir estos fenómenos demasiado rápido, es probable que desaparezcan; son vislumbres del segundo campo. Con la práctica, podrás hacer que se mantengan y con la práctica continuada, irás más allá de ellos hacia otros ámbitos más profundos del ver.

Ver requiere una profunda relajación y una intensa concentración interna. Este equilibrio

puede ser la parte más difícil de aprender. Para desarrollarlo, practica fijando la mirada. Debes practicar a menudo. La práctica de fijar la mirada abre el camino a sentir, ensoñar y ver. Las indicaciones para desarrollar esta técnica están en el capítulo 10, que además te indica las precauciones que debes tomar cuando practicas solo y cuando miras con otros.

La transición de la racionalidad a la voluntad El cambio de la racionalidad a la voluntad es el resultado de aplicar una estrategia y de una

intensa práctica. La estrategia implica seguir minuciosamente la propia evolución para percibir este cam-bio.

La práctica se basa en ejercitar el rastreo, el ensueño y las piedras angulares. Estos traba-

jos sintonizan la percepción con las regiones señaladas por la estrategia. En este caso, el objetivo es desarrollar la totalidad del cuerpo energético.

Es importante no luchar con la racionalidad. Déjala estar. Deja que la energía fluya hacia

ella y a partir de ella. Una manera de ejercitar la racionalidad es desarrollarla al máximo para que pueda reconocer sus límites. Al tomar datos de la voluntad, la racionalidad va soltando su fijación porque se da cuenta de que no puede explicarlo todo.

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Recuerda que la racionalidad es un instrumento importante en el desarrollo de la cohesión. El desarrollo de una cohesión no ordinaria te hace ser lo suficientemente fluido como para aceptar la posibilidad de mover el punto focal. Cuando le das seguridad a la razón, ella suelta. Entonces te das cuenta de que la inmersión en el orden infinito del primer campo te ofrece una estructura mejor y más abarcante que la facilitada por la racionalidad exclusivamente. Entonces la racionalidad deja de ser do-minante y comienza a trabajar en conjunto con las demás piedras angulares.

A medida que continúas con la práctica, el segundo campo comienza a emerger. Poco a

poco, vas encontrando nuevas formas de hacer las antiguas tareas. Durante su visita al equipo de don Juan, en México, Donner trabajó en la preparación de un informe universitario. Mientras intentaba dar coherencia a su trabajo, surgió el segundo campo de manera mágica ante sus ojos: «emergió toda la estructura de mi informe, sobreimpresa en el borrador original como una doble exposición en un rollo de película fotográfica».

Cuando emerge el segundo campo es probable que tengan lugar otros sucesos poco habi-

tuales. Como dice don Juan, a menudo esta emergencia va acompañada de lapsus en el razonamiento y en la memoria, y de sacudidas que van desde tics nerviosos hasta grandes movimientos de energía (Re-latos, 133). Estos incidentes son fluctuaciones del punto focal producidos por el despertar de esa perso-na. Con el tiempo, el equilibrio que previamente proporcionaba la racionalidad, ahora se encuentra traba-jando con los campos primero y segundo. Cuando se realiza esta transición, acaba el período de apren-dizaje y el ejercicio de la voluntad pasa a ser la disciplina diaria.

Otros mundos, reencarnación y fuego interno Ampliar la conciencia de lo desconocido te lleva a mundos desconocidos. Según don Juan,

la estrategia del vidente incluye el ensueño. El ensueño, como utiliza directamente el cuerpo energético, integra el segundo campo y lo hace funcional. Don Juan añade que el cuerpo energético trata con la energía de tres formas. Una es percibir el mundo ordinario. Otra es percibir el flujo de energía, es decir ver. Y la tercera es impulsar la conciencia hacia otros reinos (Ensueño, 31). La voluntad gobierna estas capacidades.

Uno de los efectos del desarrollo de nuestra totalidad es que nos damos plena cuenta de

que cualquier cosa que percibamos depende de nuestra cohesión. Por ejemplo, tanto la visión de que el mundo está hecho de objetos materiales, como la visión metafísica habitual de que el mundo es una ilusión, son válidas en función de sus cohesiones respectivas.

Por tanto, cada visión está producida por una cohesión particular y hay un número infinito de

cohesiones posibles. Este sentido más amplio de la realidad nos permite manejarnos mejor en cualquier mundo.

Tomemos, por ejemplo, el mundo de la reencarnación. En la mayoría de las visiones no or-

dinarias del mundo la reencarnación es válida. Pero este tema no ha sido tratado directamente en el trabajo de Castaneda. Posiblemente la omisión se debe a que los toltecas luchan por realizar el trabajo de sus vidas en esta vida y no responsabilizan de sus problemas a los incidentes de vidas anteriores. Sin embargo, don Juan ofrece unas cuantas referencias indirectas que indican experiencias de este tipo. Por ejemplo, una de ellas tiene lugar cuando don Juan critica el interés de Castaneda en el punto focal. Hablando del mundo ordinario, le dice que «la fijación de nuestro punto de encaje es tan intensa que nos ha hecho olvidar de dónde venimos y cuál era nuestro propósito al venir aquí» (Ensueño, 197).

Lo que le falta a esta alusión es algún tipo de prueba existencial que la sostenga. Hace al-

gunos años, tuve una experiencia relacionada con esta misma línea de investigación. Poco después de entrar en mi sesión de ensueño de la tarde, me sentí impulsado hacia otra dimensión. Allí me encontré con una entidad que identifiqué como mi difunto padre. No fue un espejismo. Era exactamente igual que mi padre cuando estaba vivo. Cuando decidí conectar con él, mi cuerpo se relajó y supe que había to-

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mado la determinación correcta. Entonces viajamos juntos hacia otra entidad que vi como una gran esfe-ra, mucho mayor que ninguna otra cosa que me hubiera encontrado hasta entonces. Su entorno era una luz de color pastel que daba vueltas. Entonces mi padre entró en la esfera y desapareció como si fuera una célula de un organismo grande y complejo.

En una gestalt intuitiva, sentí que mi padre sólo era una de las experiencias de esa entidad

mayor. Según esto, la reencarnación es una forma de explicar las experiencias multidimensionales de las grandes entidades. Quizá cuando la energía que yo conocía como mi padre entró en nuestro mundo ordinario desde aquella extraordinaria dimensión, la sensación de su identidad mayor quedó velada. Mi padre nunca habló de experiencias antes o después de la muerte, al menos conmigo.

Don Juan también dice que el punto focal y «la luminosidad que le rodea son la señal de la

vida y la conciencia» (Ensueño, 8). Por tanto no podemos ver un campo áurico o cuerpo energético alre-dedor de un cadáver. Hace aproximadamente un año pude comprobarlo. Estaba sentado en el porche de una granja. Caía la tarde y los trabajadores de la granja estaban limpiando sus equipos después del tra-bajo del día. A unos treinta metros de mí, uno de ellos se desplomó de repente. Los demás corrieron a ayudarle mientras yo me quedaba en el sitio, incapaz de moverme. Sentí como si hubiera entrado en un suave estupor. Entonces vi los cuerpos de energía de los trabajadores superpuestos sobre sus cuerpos físicos. Como si estuviera viendo una repetición instantánea, también vi que el cuerpo energético del afectado comenzaba a disiparse mientras caía. Era como si algo en él hubiera estado atado demasiado fuerte y se soltara. Los pedazos de su cuerpo energético salieron girando de él y se evaporaron. Cuando llegó al suelo, ya no tenía luz a su alrededor. Como descubrí más tarde, había muerto en el momento.

¿Qué es lo que esto nos dice sobre la reencarnación? Si la luz de una persona se extingue

en el momento de la muerte, ¿qué es lo que continúa más allá? Quizá el cuerpo de energía sea el punto focal de otra entidad. Tal vez aquella gran entidad que conocí con mi padre situó su punto focal en distin-tos mundos y quizá su energía en este mundo era percibida como el cuerpo energético de mi padre. Así, cuando esa entidad cambia su punto focal a otra experiencia, el cambio es percibido en este mundo co-mo la disipación del cuerpo energético: el final de una vida y el comienzo de otra.

El fuego interno —que hace que una persona retenga su luminosidad— señala un punto en

el que cambian los escenarios de la vida y de la muerte ordinarias. Para realizarlo, don Juan dice que tienes que situar toda tu masa física en el cuerpo energético (Ensueño, 189). Es decir, si consigues unifi-car tus campos primero y segundo, retienes una conciencia completa. Una vez más, la puerta se abre a numerosas posibilidades y una de ellas es que la persona pueda volver a poner su cuerpo físico en el mundo. Creo que es lo que hizo don Juan cada vez que se reunió conmigo. Cuando me encontré con él por primera vez ya había acabado de instruir a Castaneda y hacía tiempo que había ardido con el fuego interno, alejándose de este mundo. Por algún capricho del destino volvió para enseñar a otros.

Dicho de otra manera, las enseñanzas de don Juan nos permiten consolidar nuestras ener-

gías. Al hacerlo, quizá reflejamos el hecho de que una entidad mayor estabiliza una cohesión particular. Quizá esta cohesión represente la experiencia que esa entidad tiene de nosotros. Cuando mueres, esa cohesión se deshace y acaba la experiencia de «ti». Pero digamos que ardes con el fuego interno. En tal caso, la entidad controla esa cohesión; por tanto tu conciencia no se pierde, simplemente deja de enfo-carse en el mundo físico. Pero cuando la cohesión se reforme, «tú» vuelves.

Si esto es verdad, el proceso refleja lo que hacemos dentro de nuestros cuerpos energéti-

cos. Por ejemplo, si consigues controlar tus sueños, puedes volver al mismo sueño una y otra vez. Has aprendido a controlar cohesiones específicas. Quizá éste sea el misterio del «soñador y lo soñado» del que habla don Juan en Relatos de Poder (cap. 2). Quizá todos seamos el sueño de un soñador que está soñando muchos sueños.

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CAPÍTULO 7 PREPARADOS, APUNTEN, FUEGO INTERNO En El fuego interno, don Juan dice a Castaneda que hay cuatro pasos en el camino del co-

nocimiento: aprendiz, ranger (guerrero), persona de conocimiento (tolteca) y vidente (Fuego, 36-37). En Una realidad aparte, don Juan dice que el ranger activa la voluntad y entonces se convierte en un tolteca (Realidad aparte, 185). Teniendo en cuenta el electo de los sistemas sobre la percepción, creo necesario considerar el paso de ranger a tolteca como un estadio diferenciado, al igual que lo es el paso de tolteca a persona de conocimiento. Esta división nos presenta el desarrollo del arte, lo que ocurre cuando el arte ha sido consolidado y dónde ir a partir de allí. Por tanto, este capítulo muestra un modelo para el desa-rrollo y la transformación radical dividido en cinco estadios. Dentro de este modelo, «maestría» no signi-fica ser el maestro de otra persona, posición que don Juan evita. Este término hace referencia a un mé-todo educativo estandarizado de aprendizaje de la maestría.

Estadios de la conciencia Haciendo eco a las instrucciones de don Juan, los estadios son orientación, aprendizaje,

destreza, domino del arte, maestría. Recuerda que cada estadio contiene a los demás holográficamente. En realidad, nunca de-

jamos el estadio uno porque siempre nos planteamos preguntas sobre la vida para poder orientarnos. Entonces, por medio del estadio dos o aprendizaje, el estadio uno de orientación se convierte en la base desde la que medir todos los demás. Además, como todos los estadios están dentro de nosotros, todos tenemos la capacidad de desarrollar el estadio cinco o maestría.

Cada cuadro representa un cambio importante en la cohesión. En conjunto representan la totalidad de la conciencia humana.

Fuera de los cuadros está lo incognoscible. Cada estadio tiene su propia cohesión, su propio orden, su propio significado. Cada uno de

ellos es una configuración de energía diferente, que es resultado de múltiples influencias. Estas estructu-ras energéticas actúan como filtros que afectan nuestras percepciones mentales, emocionales y físicas. Los filtros conforman nuestras experiencias y nuestras experiencias conforman nuestras vidas. Así, para percibir más, debemos trabajar en el desarrollo de nuevas cohesiones. A medida que lo hacemos, vemos que en cada estadio incorporamos conscientemente los estadios previos y después los transcendemos.

Maestría Dominio del Arte

Destreza Aprendizaje

Orientación

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El núcleo de este trabajo es la reducción y eliminación del autorreflejo. Mientras sigamos di-

ciéndonos a nosotros mismos cómo es el mundo, defendiendo nuestras posiciones y trabajando duro por convertirnos en parte de un grupo que comparte nuestros puntos de vista, estamos evitando activamente nuevas formaciones de energía. Por tanto, cada estadio representa niveles de autoimportancia y refleja en qué medida el espíritu fluye en nuestra vida. La autoimportancia es la medida del desequilibrio. El equilibrio se deriva de seguir el espíritu y por tanto encontrar nuestro camino natural. Cuanto más viajes con el espíritu, menos necesitarás reflejarte a ti mismo porque eres tú mismo.

Los primeros tres estadios están formados por campos de energía condicionada. Al avanzar

a través de esos estadios pasamos de un campo ordinario a otro no ordinario. Pero al alcanzar el cuarto estadio se desarrolla el campo natural. En el estadio cinco se alcanza la maestría de los campos energé-ticos.

Además, cada estadio refleja un equilibrio entre el rastreo y el ensueño. El ensueño expan-

de rápidamente la conciencia mientras que el rastreo pone a punto la atención y la capacidad de concen-tración. Cuando se integra una cantidad de energía suficiente de un estadio dado, ese estadio queda estabilizado. Entonces se puede pasar al siguiente.

Cuando se percibe el siguiente estadio, tiende a percibirse de acuerdo a la conciencia pre-

via. Un aprendiz podría ver a alguien comportándose como un «maldito idiota», por ejemplo, mientras que el tolteca podría ver el mismo comportamiento como el efecto de un exceso de energía condiciona-da. Ser consciente de que hay otros estadios y mantenerse abierto a ellos reduce las fijaciones. También debemos recordar que podemos expandimos infinitamente dentro de cada estadio. De la misma forma que los ingenieros aprenden cada vez más en sus especialidades, podemos extender nuestros conoci-mientos de cada estadio hasta la eternidad. Sin embargo, en este caso, se trata más bien de adentrarse en cada campo lo suficiente como para aprender de él, y de aprender lo suficiente como para dejarlo atrás.

Un modelo normalizado como éste puede ayudarte en tu desarrollo, pero nadie puede decir

lo que te encontrarás en tu camino o cómo percibirás el mundo en un estadio dado. Si el objetivo es con-vertirse en pura energía y arder con el fuego interno, ¿cómo se pueden predecir los pensamientos o sentimientos en cualquiera de los pasos del camino? En cada estadio, tienes que estar dispuesto a soltar todo lo que sabías anteriormente. Los cambios son radicales, lo que significa que no tenemos referen-cias reales de ellos; sólo tenemos ideas. Por tanto, recuerda que no debes engañarte pensando que has estabilizado un nuevo estadio cuando sólo has conseguido echarle una ojeada, aunque sea una ojeada muy prolongada.

Elementos dentro de los estadios

La maestría de la conciencia

1 2 3 4 5 Estadio Iniciado Aprendiz / ranger Tolteca Persona de cono-

cimiento Vidente

Nivel de investiga-ción

Orientación Básica/ avanzada Destreza Dominio del arte Maestría

Campo de trabajo Visión ordinaria del mundo

Visión no ordina-ria del mundo

Cuerpo de ener-gía

Fuego Interno Libertad total

Orden Yo(-) Yo(+) Natural Místico Medida temporal Aleatoria Vida/día Una hora Momento

Interpretación Bueno-malo Positivo-negativo Punto focal Mente Búsqueda Condiciones del

conocimiento Paciencia/ volun-

tad Tareas Trascendencia

Barrera Miedo Claridad Poder Ancianidad

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Dentro de cada estadio hay elementos consistentes, aunque las dinámicas de cada elemen-

to cambien. Por tanto, a medida que atravesamos cada estadio, comprobamos cómo evolucionan sus elementos. Estos estadios no reflejan únicamente nuestra adaptabilidad mental sino que indican cambios en todos los aspectos del comportamiento. El cuadro anterior expone lo que puedes esperar encontrar cuando atraviesas la senda tolteca.

Nivel de investigación. En el nivel de iniciado, dedicamos la mayor parte del tiempo a des-

cifrar qué está pasando. Incluso tenemos que tomar la decisión de si queremos seguir este camino o no. La investigación se repite en cada estadio, en el sentido de que en cada uno ellos debemos orientarnos y saber a qué nos dedicamos. En los estadios de aprendiz y ranger nos dedicamos a aprender. El ranger ya entiende mejor las cosas y su formación implica prácticas más avanzadas sobre el cuerpo energético y la utilización de sus recursos.

El tolteca practica su arte deliberadamente. Se practica en cada estadio, pero al llegar al de

tolteca tenemos la capacidad de usar las enseñanzas de la misma forma que las usan los abogados y médicos cuando hacen sus «prácticas». Hemos llegado a ser hábiles ensoñadores y rastreadores, y trabajamos para refinar estos conocimientos. La persona de conocimiento eleva su práctica a la catego-ría de un arte. Puede salir de las convenciones tradicionales e innovar. Una vez que somos videntes, elevamos nuestro conocimiento al nivel de la maestría.

Campo de trabajo. Mientras que el iniciado funciona principalmente dentro del sistema de

realidad ordinario, el aprendiz o ranger desarrolla marcos de trabajo no ordinarios. En su intento de salir de la energía condicionada, el tolteca usa su cuerpo energético y no encierra sus experiencias en un marco de referencia particular.

La persona de conocimiento se dedica a viajar mucho más allá de lo ordinario. Como quiere

volar deliberadamente más allá de la fuerza del Águila, adquiere más conciencia y control sobre su cuer-po energético. Esta conciencia le lleva a controlar el fuego interno. Entonces puede entrar y salir de las dimensiones, incluida la física, a voluntad. Mientras que un tolteca puede experimentar este cambio, la persona de conocimiento lo utiliza y el vidente lo gobierna. El vidente, haciéndose maestro de estos trán-sitos, entra en otro reino de vastas proporciones. Toda una vida de trabajo le ha llevado a la libertad completa.

Orden. El estadio de iniciado es relativamente lento y poco activo. Uno trata consigo mismo

dentro del orden social prevaleciente, está encerrado dentro de esos confines. Como se nos enseña a definirnos como parte de ese orden, perdemos automáticamente el impulso hacia la libertad. El aprendiz y el ranger conservan un sentido del yo que, como dice don Juan, no es egoísta (Fuego, 37). El trato con el yo se hace desde una posición evolutiva y liberadora.

El tolteca cultiva un campo natural, trata con el equilibrio de la naturaleza, que también in-

cluye lo que se ha considerado sobrenatural. La consecuencia es que se expande nuestra comprensión del orden natural. Después de haber desarrollado un campo natural, la persona de conocimiento toca el orden místico y los reinos de la creatividad pura. No tengo pistas de lo que pueda encontrarse el vidente. Por tanto, los elementos restantes de este estadio quedan abiertos, indicando el nivel de libertad perso-nal adquirido.

Medida temporal. La forma de medir la vida del iniciado es aleatoria. Como no tiene una

sensación clara de adónde va, su vida carece de sentido. Lucha por orientarse para que su vida adquiera significado. El aprendiz se mide a sí mismo según su propia forma de construirse la vida. Por ejemplo, al usar la muerte como vara de medida, el aprendiz se encuentra con las cosas que más le importan en la vida. Habiéndose trabajado el nivel anterior, el ranger usa su energía para aumentar su disciplina general y se centra en el día de hoy, aceptando cada suceso como un desafío.

El tolteca sigue trabajando la conciencia, pero ahora la referencia que utiliza es una hora

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(Conocimiento silencioso, 262), lo que refleja un aumento de la disciplina similar al que necesita el sol-dado ordinario para destacar y pasar a formar parte de las fuerzas de élite. La persona de conocimiento vive el momento; ha refinado su conciencia que ahora incluye un sentido innato del orden facilitado por el primer campo de energía. Ha aprendido a ser.

El efecto de esta progresión es aprender a mantener la mente en lo que uno hace. Dar mu-

cha importancia a las acciones pasadas o futuras disminuye la importancia de lo que está ocurriendo en este momento. Y el ranger «no puede permitirse eso de ninguna manera», dice don Juan (Relatos, 108). Cuando descubrimos a qué queremos dedicar nuestra vida, vamos centrando nuestra atención gradual y eficazmente mientras participamos de lo que tenemos a mano y dejamos que nuestro camino se des-arrolle naturalmente.

Interpretación. Basándose en las convenciones sociales, inicialmente la persona interpreta

el mundo como bueno o malo. El condicionamiento social es la fuerza que impulsa la realidad ordinaria y tiene una influencia especial sobre el iniciado. Pero, como Castaneda aprendió, sólo existe la energía. La percepción del mal, dice, procede de los efectos negativos acumulados por un punto focal rígidamente fijado (Ensueño, 238-239).

Con entrenamiento y experiencia, el aprendiz y el ranger aprenden a ver el mundo en pola-

ridad magnética, positiva y negativa, más que como algo bueno o malo. Dando un paso más, el tolteca interpreta el mundo según la localización del punto focal. Como persona de conocimiento, uno sale del modelo tolteca y ve sus experiencias como estados «mentales». No como estados de la mente racional, sino como condiciones metafísicas de la energía informe y creativa.

Búsqueda. Para empezar la búsqueda de su integridad, el iniciado lucha por alinearse con

las cualidades del camino de conocimiento que, como hemos visto, son: miedo, claridad, seguridad en uno mismo y respeto. El aprendiz, a medida que recorre un camino con corazón, adquiere paciencia. Ahora sabe a qué dedicar sus energías vitales. Este paso marca el comienzo del aprendizaje avanzado. El ranger, hace una verdadera apuesta por el poder y la conciencia y espera que surja la voluntad.

Una vez en contacto con la voluntad, el tolteca se ocupa de tareas específicas (Relatos,

277). El aprendizaje de ciertas tareas es un componente esencial de cada estadio. Las tareas toltecas están destinadas a ayudarnos a hacer nuestro camino hacia la libertad natural dentro de este arte. Tam-bién nos señalan la dirección para aprender a estar en equilibrio dentro de la referencia de una hora. Cuando se completan las tareas, se consigue un equilibrio tal que se entra en un nuevo estado. La per-sona de conocimiento, centra su búsqueda en volar hacia la libertad pura.

Barrera. Las barreras de la percepción son lo que don Juan llama los «enemigos naturales»

(Enseñanzas, 93). Son el miedo, la claridad, el poder y la edad avanzada. Actúan como indicadores y nos dirigen en la gestión de nuestra vida diaria. Las barreras no sólo muestran cómo una persona per-manece encerrada dentro de un nivel especifico, también nos proporcionan los medios de dirigir nuestra evolución personal hacia el estadio siguiente. Cada barrera, por tanto, debe ser examinada en relación a su estadio específico.

El iniciado En el estadio de iniciado te das cuenta de que tus pensamientos comienzan a cambiar. Ex-

ploras nuevas opciones, nuevas realidades. Hay tantos senderos viables esperándote que puedes sentir-te confuso respecto a cuál seguir. La experimentación está a la orden del día y el objetivo es encontrar el camino que resuene profundamente con nosotros. Una vez elegido, ése es el camino que debes reco-rrer.

Este también es un estadio en el que profesor y estudiante encuentran un terreno común.

Castaneda dice que conoció a don Juan un año antes de que comenzara su aprendizaje. Según él, du-

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rante ese tiempo llegaron a conocerse muy bien. El profesor evalúa el curso que debe seguir y el estu-diante aprende a confiar en su profesor. Uno de los aspectos más difíciles de este estadio es redefinir el sentido del yo. Soltar la identidad forjada a lo largo de toda una vida, aunque no sea muy buena, agota nuestros recursos.

Este estadio también constituye un test crucial para el trabajo en equipo. Para participar

plenamente como miembro de un equipo, tienes que renunciar a ti mismo sin perder tu integridad. De otra forma podrías pelearte arbitrariamente con otros miembros del equipo o chupar su energía como una sanguijuela. También podrías preferir seguir tus propios criterios, con lo que no llegarías nunca a perder la autoimportancia. De esa forma nunca llegarías a desarrollar plenamente otros estadios.

Si decides seguir el Camino Tolteca, tienes que empezar por estudiar los fundamentos del

ranger. Lo esencial de este estudio son las condiciones del camino de conocimiento. La claridad te da flexibilidad de pensamiento y acción. Tus prioridades están en orden. Por medio del miedo, vas atempe-rándote poco a poco y refinas tu capacidad de supervivencia. El respeto te impide dictar normas a los demás o que ellos te las dicten. La seguridad en ti mismo permite que aflore el espíritu. Con el tiempo, este aprendizaje te lleva a una vida deliberada y llena de propósito.

Barrera: Miedo. ¿Cómo puede el ranger usar el miedo como condición del camino de co-

nocimiento si es una barrera? Como dice don Juan, el miedo puede ser usado como acicate para apren-der (Fuego, 57). Durante los primeros tiempos de su aprendizaje tolteca, su miedo a perder la conexión con el espíritu hicieron de él una persona rígida (Ensueño, 250). Pero el miedo, dice, sólo pertenece a las emanaciones del Águila de la vida cotidiana (Fuego, 243).

El miedo surge en el encuentro con criaturas de otras dimensiones únicamente porque el

primer campo no ha soltado todas sus preocupaciones mundanas. Por tanto vuelve a aparecer el pro-blema de la autoimportancia. Olvídate de ti mismo, dice don Juan, y no temas nada (Ensueño, 190).

Llegar a este nivel de destreza lleva tiempo. En principio, la instrucción para manejar el mie-

do es muy simple. Cada vez que te encuentres en una situación donde lo único que te impide seguir adelante es el miedo, tu decisión está tomada. Vas a seguir adelante. Permítete estar muy atemorizado, pero cuestiona ese temor (Enseñanzas, 95). No quieras evitarlo ni controlarlo. Abandónate a él. Úsalo para estar alerta. Esto genera un impulso hacia la libertad. Y la libertad es al mismo tiempo contagiosa y aterradora, dice don Juan, pero no aterra a quienes han dedicado su vida a prepararse para ella (Fuego, 101, 268).

El aprendiz En el estadio de aprendiz, comienzas a hacer un mapa de los terrenos Toltecas. Hay mu-

chas posibilidades que activan la imaginación. Para poder avanzar, debes aprender los fundamentos del rastreo y el ensueño. La práctica del rastreo te permite alterar tus rutinas diarias, reducir deliberadamen-te tu autoimportancia, usar la muerte como consejera para que guíe cada uno de tus pasos y hacer mu-chos otros ejercicios.

En cuanto al ensueño, en primer lugar oyes historias de viajes en esta y otras dimensiones.

Oyes hablar de aventuras con seres inorgánicos y oyes que el propósito del ensueño es convertirte en una persona de conocimiento. Esto te orienta inmediatamente hacia los estadios tres y cuatro. En este momento, tienes pocas historias propias, pero estás abriéndote al segundo campo y con esta apertura llegan todo tipo de alegrías y pesares. Estás comenzando a desarrollar otra realidad y naturalmente de-seas aferrarte a la anterior. El cambio energético que esto supone, junto con la falta de fuerza para ma-nejar la nueva energía, te mantiene ocupado en la búsqueda de un equilibrio.

El medio más importante de que dispones para equilibrarte es el camino con corazón. Sa-

bes a qué quieres dedicar tu vida y cómo hacerlo. Volveremos a comentar el camino con corazón y otras

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prácticas de rastreo en los siguientes capítulos. Al final del aprendizaje, te das cuenta de que has trabajado con personas que aún no cono-

ces; una generación anterior de toltecas ha estado muy presente en tu formación. Al ser testigo de la impecabilidad de tu profesor, también te das cuenta de que, estés donde estés en tu camino, siempre eres un aprendiz. Siempre hay algo más que aprender.

El «ranger» Como aprendiz, has aprendido a ponerte en marcha. Ahora estás aprendiendo a establecer

un ritmo. Un elemento definitorio del ranger es que ha emprendido un camino con corazón. Los distintos aspectos de su vida forman un todo integrado. Ha aprendido los fundamentos de soltar y trabaja con lo abstracto, con el espíritu. Deja que sea el espíritu el que le guíe, más que sus deseos personales. Hasta este punto de su aprendizaje ha estado educando su sentimiento y las demás piedras angulares. Ahora está mejor equipado para viajar con el espíritu.

Una parte de la preparación es que ha estabilizado un campo condicionado no ordinario. En

efecto, la realidad no ordinaria se ha vuelto ordinaria. El ranger ha introducido un poco más de lo desco-nocido en su mundo conocido. Ya se ha dado cuenta de que la vida ofrece muchas posibilidades y la mejor forma de responder a ellas es trabajar en el presente. De otra manera, uno cobra demasiada ven-taja sobre sí mismo.

El intenso trabajo con el rastreo y el ensueño da acceso a la conciencia acrecentada. Pero,

en sí misma, esta conciencia no significa demasiado. Lo que produce resultados es la fortaleza obtenida con el aprendizaje. Por ejemplo, en un parte de noticias emitido durante la guerra del Golfo Pérsico, un conductor de tanque relató lo ocurrido la primera vez que su equipo entró en combate. Cuando comenza-ron a volar los morteros, todos perdieron la conciencia de sus acciones; pero también dijo que el apren-dizaje realizado tomó el mando de la situación y actuaron adecuadamente. Desde la perspectiva tolteca, la intensidad de la situación les resultó traumática, haciéndoles entrar en un estado de conciencia acre-centada. Y uno de los efectos de la conciencia acrecentada es que se pierde la pista de la situación. Estoy seguro de que con más experiencia en combate su pérdida temporal de conciencia se acabaría.

Al entrar en contacto con las energías del segundo campo, puedes experimentar esta pérdi-

da momentánea de conciencia. Entras en la conciencia acrecentada y después olvidas lo sucedido. Otra de las cosas que se aprenden es que si no eres íntegro simplemente se potencian tus puntos débiles. Incluso a los consumados videntes del equipo de don Juan les costó años reconocer que el cuerpo ener-gético de Castaneda tenía tres puntas. Así, lo que no es muy inteligente es pensar que una persona en formación pueda entrar en cualquier situación y resolverla perfectamente. Al final, la disciplina del ranger —a base de sobriedad y fuerza interna— acaba rectificando cualquier desequilibrio personal o del equi-po.

Según enseña don Juan, lo más importante para los rangers es llegar a la totalidad de su

ser (Relatos, 13), un estado que ya no parece tan lejano como antes. Como ranger, encarnas la discipli-na tolteca y has aprendido a tener paciencia. Sabes esperar y sabes a qué estás esperando: tu voluntad (Realidad aparte, 174). Mientras activas tu voluntad, sigues refinando tu esencia natural más que tus aspectos socialmente condicionados. Los elementos de tu camino con corazón te sustentan.

Don Juan dice que a medida que desarrollamos la voluntad, podemos sentir convulsiones

(Realidad aparte, 185). Si es así, ésta es una buena ocasión para ser prudente y detenerse. Debemos ser capaces de reconocer la diferencia entre las dolencias físicas y las reorganizaciones del segundo campo. Para ello, debemos percibir con precisión las diferencias entre las energías discordantes y las evolutivas. Por otra parte, éste sigue siendo un tiempo maravilloso porque el mundo renace fresco cada día. Por tanto, como sugiere don Juan, mientras esperas simplemente ríe y diviértete (Relatos, 282). Si te preocupan los síntomas, consulta con tu médico. Según mi experiencia personal, este camino pro-

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mueve la salud y los consejos médicos que he recibido cuando he consultado sobre algunas anomalías físicas, me lo han confirmado.

Barrera: Claridad. Después de una larga y dura batalla con el miedo, desarrollas la clari-

dad. En este momento ya entiendes bien la realidad no ordinaria e investigas todo con avidez. El mundo físico te muestra imágenes más claras y precisas. Tus pensamientos discurren con suavidad y orden. Todo esto evidencia tu progreso.

Entonces, ¿por qué la claridad es mala? Al principio, la claridad emerge de un grado de ma-

yor armonía, pero es precisamente este mismo hecho el que señala la existencia de una trampa en cada curva del camino. Podrías pensar que has conquistado cierto conocimiento cuando sólo has descubierto lo que lo encubre: No te has sumergido con la profundidad suficiente para reclamar ese nuevo terreno como propio. Cuando insistes en tus victorias, te cierras al misterio y dejas de aprender. Expandir la pro-pia comprensión no es lo mismo que dirigir el conocimiento, aunque ambos elementos pertenecen al mismo programa aprendizaje. Así, el nivel de la maestría señala el valor de ir fortaleciéndose a cada paso.

Don Juan dice que la claridad hace que nunca dudemos de nosotros mismos. Tenemos to-

do muy claro y por tanto actuamos cuando deberíamos esperar y esperamos cuando deberíamos actuar. Si mantenemos esta actitud el tiempo suficiente llegamos a echar a perder todo lo conseguido. Don Juan aconseja usar la claridad únicamente para ver (Enseñanzas, 96, 97). Debemos usar el conocimiento de que disponemos para los complicados objetivos del alineamiento de la energía. De otra forma, reivindicar nuestra claridad casi es un error. Debemos tomar nuestras decisiones con toda deliberación antes de dar el paso siguiente. Y, mientras que en la etapa anterior éramos impulsados por el miedo, la claridad nos proporciona la moderación necesaria para controlar ese impulso.

El tolteca El puente para pasar de la etapa de aprendizaje a la de destreza es la activación de la vo-

luntad. Don Juan dice que este momento mágico puede ocurrir en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia. Castaneda y otros aprendices saltaron desde un risco al abismo de la percepción pura; Don Juan, a su vez, masajeó las tetas de un puma (Realidad aparte, 262, 186); y don Genaro se las vio con el «aliado» en medio de un campo de cultivo (Viaje, 304). Por tanto, cada uno descubre su manera de hacerlo cuando le llega el momento. Parece que un rasgo que se repite en la mayoría de los casos es que se tiene una experiencia real del fuego interno. Volver o no de esa aventura no es algo que uno pueda decidir previamente. Don Juan dice que la voluntad determina si una persona volverá o no a ca-minar sobre la faz de la Tierra (Relatos, 277).

El uso de horas —en lugar de días y años— como referencia temporal significa que uno ha

estabilizado la conciencia acrecentada. También significa que las capacidades rastreadoras y ensoñado-ras se han refinado enormemente. El desarrollo de las tareas toltecas permite esta evolución y nos lanza desde el campo condicionado no ordinario al campo natural. Un problema bastante habitual es el de pensar que uno ya está establecido en un campo natural: puede hablar con los elementales y cambiar de dimensión a voluntad. Pero el hecho de pensar que estas habilidades indican un crecimiento que aún está por llegar, señala que uno todavía está encerrado en sí mismo y no fluye con el espíritu; la realidad se convierte en una gran proyección. Puedes haber despertado parcialmente el cuerpo energético, pero todavía hay objetivos mucho más importantes por conseguir.

Barrera: Poder. Habiendo saltado dentro del seno de la creación, tienes acceso a tu totali-

dad. Como dice Don Juan, ahora te encuentras con el poder (Relatos, 277) y añade que, debido a su seducción, esta es la barrera más difícil de superar. Después de haber trabajado con diversos campos condicionados, ahora puedes controlarlos. Controlas la cohesión del cuerpo energético y puedes deter-minar la localización del punto focal. Por tanto, puedes determinar lo que percibes. Es decir, puedes con-seguir con la voluntad cualquier cosa que quieras. Es como si la vida se hubiera convertido en un sueño

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lúcido que pudieras controlar. Afortunadamente, gracias al aprendizaje anterior has aprendido a ordenar tus deseos y necesidades.

Sin embargo, don Juan dice que si sucumbes a la tentación, nunca aprenderás verdadera-

mente a controlar tus recursos (Relatos, 97). Permanecerás aislado de tu verdadera naturaleza y vivirás sólo en el nivel de los deseos personales. Por tanto, por muy grande que sea este logro, don Juan acon-seja no usarlo bajo ninguna circunstancia. Ésta es una restricción difícil de observar porque el aprendiza-je te ha dado las capacidades y el deseo de examinar, medir y validar todo por ti mismo. Aplicar los fre-nos de repente requiere un inmenso esfuerzo, pero tus forcejeos con el miedo y la claridad te facilitan una buena base para orientar tus pasos a lo largo de este estadio.

Como el ensueño y el rastreo conllevan poderes automáticamente, requieren una astuta au-

tosupervisión. El rastreo te permite maniobrar, entrar y salir de la vida de la gente, sentir y vivir sus de-seos y motivos, tomar cosas de ellos y dejar en ellos lo que quieras. También puedes alinear la energía de los demás con la tuya y hacer que sigan tus deseos. El ensueño te da acceso a las áreas más remo-tas de tu ser, aumentando así tu poder personal y potenciando tus habilidades rastreadoras.

Algunos linajes metafísicos enseñan a sus pupilos a abstenerse de toda actividad relaciona-

da con las capacidades paranormales. Las prácticas avanzadas de ensueños suelen incluirse en esta lista. Sin embargo, los toltecas consideran que el ensueño es natural y por tanto lo desarrollan, pero si-guen ciertas directrices. Las directrices les proporcionan estrategias para desarrollar el ensueño y las tareas del ensueño enfocan sus energías personales.

Hace algunos años, salí a dar una vuelta una cálida noche de verano. Me detuve a descan-

sar en el área de recreo del complejo de apartamentos donde vivía. Me apoyé contra una pared de ladri-llos y repentinamente entré en una sensación de notable claridad. Los alrededores parecían estar vivos y tenían una textura extremadamente rica. Simplemente me relajé en ella. Pronto sentí que mis pies se elevaban del suelo. Al mirar hacia abajo pude ver que mis pies y piernas estaban levitando. Se elevaron como un metro del suelo y volvieron a caer. Pronto me di cuenta de que podía controlar estos movimien-tos. Entonces dirigí mis piernas arriba y abajo con la voluntad tres veces más. En cada ocasión sentí como si mis omóplatos hicieran de bisagra con la pared y una fuerza misteriosa me moviera como un muñeco de guiñol.

Te ocurrirán experiencias inesperadas e indeseadas con el poder, como si estuvieras parti-

cipando involuntariamente en la película Los diez mandamientos. Estas experiencias sirven como prepa-ración para aprender a manejarlo. El ejemplo previo es bastante sencillo ya que la levitación puede ser considerada una forma refinada de ensueño. Normalmente, una tarea especializada de ensueño me permite situar las experiencias de este tipo en el nivel de destreza. En realidad, la levitación se convierte en algo secundario respecto a la ampliación de nuestras ideas sobre las capacidades humanas.

Mantener bajo control las manifestaciones del poder requiere que ordenes y controles todas

tus capacidades. Pero esta restricción no es perversa; se trata de que tus logros no te afecten negativa-mente. Don Juan dice que si puedes mantenerte alineado, llega un momento en el que sabes cuándo y cómo usar el poder. Pero en primer lugar debes darte cuenta de que el poder no es tuyo y, si no tienes control sobre ti mismo, usarlo es el peor de los errores. Para entonces ya te has convertido en una per-sona de conocimiento (Enseñanzas, 98).

La persona de conocimiento Los niveles de aprendiz, ranger y tolteca son grados de participación y dominio dentro del

campo condicionado de una realidad no ordinaria. Siguiendo rigurosamente tu camino con corazón, has desarrollado el intento, lo que te permite soltar todavía más y producir un alineamiento completo entre tú y el mundo; ahora puedes mantener un campo natural. Una vez desconectado el autorreflejo, ya no po-nes condiciones a la realidad y por tanto entras en una danza íntima y completa con el espíritu.

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Don Juan dice que para poner en práctica las capacidades toltecas no es necesario ver. La

persona sólo necesita la voluntad. Pero es necesario ver para hacerse una persona de conocimiento. Obviamente, si puedes ver con destreza ya no tienes que vivir como un ranger ya que cuen-

tas con una guía suficiente. Si eres capaz de ver muy bien, puedes mantener la autoconciencia sin nece-sidad de aferrarte a una identidad. En ese punto, como dice don Juan, nada es más importante que cualquier otra cosa. El efecto es que la persona de conocimiento «no tiene honor, ni dignidad, ni familia, ni nombre, ni país, sólo una vida por vivir...» (Realidad aparte, 240, 20, 182, 107).

Otro punto de referencia interesante de este estado es que la persona de conocimiento no

puede causar daño a otra. Don Juan dice que si no puede prever un problema y sale dañada de una situación, la persona de conocimiento acepta este giro del destino sin recriminación (Relatos, 64). Esta postura puede reflejar los planteamientos de las tradiciones espirituales de no dañar a los demás, pero también indica que la persona ha perdido su interés por los demás porque se ha redefinido fundamen-talmente. La persona de conocimiento no abriga sentimientos de venganza porque ha reducido su auto-importancia a la nada.

Equilibrando adecuadamente las energías del rastreo y del ensueño, evolucionas más allá

de la destreza y entras en el dominio del arte. La paciencia que has desarrollado previamente ahora se expande y tienes acceso a una coordinación exquisita con el espíritu (Fuego, 37). Permaneces en el ahora, y no tienes expectativas más allá del momento. Esta falta de expectativas indica una flexibilidad inalterable debida a tu conexión con el espíritu. La flexibilidad fluye libremente y produce cambios repen-tinos en tu camino. Llegado este momento ya te has dado cuenta de que la vida tiene tantas dimensio-nes que residir en el momento es la manera más eficaz y práctica de proceder.

Éste es un comportamiento extremadamente complejo. Por ejemplo, cuando bailas, coordi-

nas una serie de actividades físicas, emocionales y mentales. Cuando eres, no sólo te coordinas con tu comportamiento inmediato sino que estás automáticamente alineado con tus futuras actividades de su-pervivencia.

Como las criaturas salvajes, afilas tus instintos hasta niveles insuperables.

Don Juan dice que convertirse en una persona de conocimiento es un estado temporal (En-

señanzas, 94). Creo que se refiere a que la persona de conocimiento se siente momentáneamente inun-dada de conocimiento y energía, lo que es un rasgo de las experiencias místicas. El conocimiento llega, pasa y se va. La conciencia acrecentada permanece. Para poder manejar este nivel de energía y permitir que obre su magia, tienes que estabilizar el campo natural. En estos términos, ser una persona de cono-cimiento es producto de la constancia, es un efecto de haber trabajado diligentemente durante muchos años. Si no cuentas con un campo natural, el conocimiento se traduce a los términos del campo condi-cionado. Midiendo las experiencias místicas que he tenido y sobre las que he leído y comparándolas con las anécdotas que relata don Juan, considero que convertirse en persona de conocimiento representa la experiencia mística quintaesencial o es algo de un orden aún más elevado.

Barrera: Ancianidad. La ancianidad es el momento en el que entramos naturalmente en las

abstracciones superiores y tenemos ideas más amplias sobre la vida y la muerte. Uno de los problemas es que, a nivel cultural, nunca hemos explorado adecuadamente esta etapa de la vida y por tanto no sabemos capitalizarla. Habitualmente consideramos que el mundo de la actividad humana es la totalidad, por eso don Juan consideraba que la gente mayor había agotado el mundo de la gente, pero no el mun-do mismo (Realidad aparte, 264).

La gente mayor suele tener la sensación de no haber realizado sus sueños, cuando, de

hecho, esta edad es muy propicia para ensoñar y aventurarse más allá de las preocupaciones sociales. Muchos de nuestros mayores han dedicado toda su vida a abrirse camino en medio del laberinto de las

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exigencias sociales. Por otra parte, a nivel social no contamos con un contexto como el tolteca en el que desarrollar la totalidad de la vida y, por tanto, no podemos cosechar los dividendos de llevar una vida natural.

Don Juan dice que siguiendo cuidadosamente la senda tolteca se descubre que la anciani-

dad es una etapa libre de miedos y de la impaciente claridad mental, y que la barrera del poder está con-trolada. Pero también es un tiempo en el que uno desea descansar (Enseñanzas, 98). El ímpetu se des-vanece y aparentemente se vuelve sobre sí mismo. También añade que si puedes resistir el cansancio y vives tu destino hasta el final, llega un momento en que la claridad, el poder y el conocimiento se combi-nan para hacer que todas tus luchas hayan merecido la pena.

El vidente Don Juan a menudo usa los términos «tolteca» y «vidente» de manera intercambiable. Aun-

que hayamos considerado que los toltecas del segundo ciclo eran muy indulgentes, él señala que estu-diaron las fuerzas que afectan la percepción y buscaron expandir su conocimiento. Por tanto, algunos de ellos también fueron videntes.

Vidente es quien se convierte en maestro de las cohesiones de su cuerpo energético y de-

muestra una coherencia extrema en el ver. Y ver, dice don Juan, es la realización final de la persona de conocimiento (Viaje, 233). El vidente es un conocedor de la percepción, una persona que mueve fácil-mente su punto focal dentro del cuerpo energético. Si ponemos demasiadas condiciones en la definición del vidente lo reducimos al nivel previo y, en realidad, este nivel está relacionado con la libertad más que con ninguna otra cosa.

Para ver, don Juan dice que se debe «parar el mundo» (Viaje, 233). Cuando paras el mun-

do, toda la actividad a tu alrededor parece quedarse congelada en el sitio, el mundo podría romperse ante tus ojos. Por ejemplo, en diversas ocasiones he visto partidos de la pequeña liga de béisbol conge-larse en la mitad mientras mi mundo físico temblaba y se desgarraba. Entonces el mundo ordinario de los objetos es sustituido por un mundo de gruesas fibras luminosas y tonalidades brillantes. Para parar el mundo, debes encontrar la grieta entre los mundos, un espacio entre pensamientos. Esta conciencia es producto de un cambio en la cohesión, que es la marca del ranger. El tolteca aprende a entrar y salir de la grieta. La persona de conocimiento la dirige con habilidad. El vidente la gobierna.

A partir de las instrucciones de don Juan, entiendo que cuando se alcanza el nivel de viden-

te, uno ha estado en muchos mundos completamente diferentes. Sin embargo, aunque uno trate con dimensiones más allá de la comprensión, el estilo de vida del vidente está marcado por su capacidad de experimentar los estados refinados de esas dimensiones. Por tanto, para dominar el arte de ver hace falta una habilidad insuperable en el alineamiento de los diversos campos de energía.

Gobernar el cuerpo energético con tanta habilidad requiere toda una vida de trabajo. Pero

en primer lugar debes traer el segundo campo a la vida, a la plena conciencia. Castaneda dice que su único propósito es despertar el cuerpo energético y añade que el cuerpo energético se usa para ensoñar, para navegar en el segundo campo. Es lo que nos empuja a la libertad. Un cuerpo energético despierto acaba llevando al fuego interno.

El fuego interno El fuego interno ocurre cuando combinas toda la energía de tu masa física con el cuerpo

energético (Ensueño, 189). La profesora de Abelar, Clara, dice que para realizar esta maniobra debes soltar todo tu inventario, incluyendo todas tus preocupaciones humanas. Sin embargo, don Juan afirma que después de que el mundo humano haya desaparecido, aún persiste una sensación de yo; menciona que esta paradoja es «el último bastión de la conciencia, con el que cuentan los nuevos videntes» (Fue-

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go, 291). Según la visión tolteca del mundo, el cuerpo físico y el mundo físico forman una cohesión

específica. Cambiar esta cohesión para percibir otros mundos requiere actos de voluntad. La diferencia entre el tolteca y la persona de conocimiento reside en su capacidad de manejar la voluntad. En un mo-mento, Castaneda observa a don Genaro saltar desde la cumbre de una montaña hasta otra situada a quince kilómetros de distancia. Don Juan dice que don Genaro es una persona de conocimiento, y por tanto «es perfectamente capaz de desplazarse a grandes distancias» (Relatos, 48).

Además, Castaneda, después de saltar del risco, tuvo que cambiar su cohesión antes de

llegar al suelo; tuvo que encajar un mundo completamente nuevo o morir. Recordemos que don Juan dice que el regreso de una persona después del salto perceptivo depende de la voluntad y no del pen-samiento racional. Si la persona vuelve y se convierte en persona de conocimiento, el grado de puesta en acción de su voluntad queda notablemente potenciado.

El resultado de esta potenciación es la capacidad de entrar y salir de las dimensiones. En

varias ocasiones he visto a don Juan emerger a esta dimensión desde otras. Le he visto extender su conciencia desde un brillante campo de luz y aparecer de repente junto a mí. A lo largo del tiempo, tuve la impresión de que se había desarrollado hasta convertirse en un vidente pleno. Pienso que al acabar su trabajo con Castaneda, siguió un impulso que le sacó del nivel de persona de conocimiento. Además, supongo que los videntes cambian de cohesión con tanta facilidad que entran y salen de las dimensiones como uno entraría y saldría normalmente de un supermercado.

Por tanto, el fuego interno es una cuestión de tener la voluntad de alcanzar la libertad. Mien-

tras activamos la voluntad, podemos ser caprichosos o flexibles. Los toltecas del segundo ciclo fueron caprichosos. Empujaron ardientemente su conciencia dentro de sus cuerpos energéticos hasta que aca-baron deformándolos. Los videntes del tercer ciclo corrigieron este planteamiento y trataron de cultivar la evolución natural de la conciencia humana. Aunque usaron prácticas del segundo ciclo para acelerar su proceso, su objetivo central fue el desarrollo de un campo natural, no el de un campo condicionado muy sofisticado.

Uno de sus méritos es haber instituido las prácticas de los desafiantes de la muerte que fue-

ron el preludio del arte de la mayoría de los videntes actuales, el fuego interno. Los antiguos aprendieron a introducir cambios en su cuerpo energético, pero se quedaron aislados dentro de la totalidad de la banda humana. Los videntes del tercer ciclo mantuvieron las prácticas pero reformaron su uso, preocu-pándose de hacer movimientos de energía completos dentro del tercer campo. Equipararon este movi-miento con la libertad. Así, el segundo ciclo se relacionó con el fuego interno como si fuera una cuestión de poder personal mientras que el tercero se relacionó con él como si tratara de conseguir un equilibrio mistificante.

¿Por qué intentar llegar al fuego interno? Don Juan dice que el misterio de nuestra totalidad

es revelado a la hora de la muerte y añade que los toltecas deciden vivir con esa maestría y conocimien-to (Relatos, 133). Y por eso viven para extender su conciencia hasta la tierra de la muerte, más allá de la condición humana.

Otro rasgo curioso es que —dentro del contexto general de la evolución de la conciencia—

estas capacidades están destinadas a ser manejadas pero no necesariamente comprendidas. De hecho, don Juan dice que hablar de estos asuntos sólo sirve para señalar una dirección,

no para comprenderlos (Relatos, 120). Afirma que los fracasos de Castaneda en el mundo tolteca a me-nudo eran debidos a su insistencia en comprender (Realidad aparte, 315). Lo importante es introducir en la propia vida tanta conciencia como se pueda. Por tanto, no te quedes a medio camino marcándote un objetivo restrictivo. Si tu objetivo es el de convertirte en vidente, entonces, dadas las complejidades, las barreras, el tiempo y la devoción necesarios para realizar el viaje, puedes imaginarte por qué don Juan dice que nuestra posibilidad de éxito es muy remota.

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Pero él, como muchos otros, lo consiguió. Y para permitir que nuestra posibilidad de éxito

fuera mayor, los videntes del tercer ciclo rediseñaron el rastreo. La esencia de su trabajo fue cultivar la fortaleza, la perseverancia y el refinamiento. La integridad resultante es lo que les llevó al éxito. Por tanto la sección siguiente está relacionada con los ejercicios de rastreo.

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PARTE III – EL RASTREO CAPÍTULO 8 MANTÉN EL RITMO Don Juan dice que el rastreo tiene un doble propósito: mover el punto focal constantemente

y con seguridad, y «grabar sus principios a tal profundidad que el inventario humano sea superado (Fue-go, 187). El resultado es que, por medio del rastreo, cultivas espontáneamente un campo natural, lo que quiere decir que te conviertes en una persona de conocimiento. Y, según Castaneda, ése es el destino de los conocimientos toltecas (Enseñanzas, 218).

Siempre dentro del marco de mover el punto focal y grabar sus principios, el rastreo utiliza

muchos planteamientos y habilidades específicos. Las distintas formas de rastreo finalmente dan paso a una conexión con la esencia de lo que se está rastreando.

Ésta es la maniobra quintaesencial: convertirse en el objetivo mismo. El rastreo, por tanto,

requiere una realización total, no una mera comprensión intelectual (Fuego, 195). Este requisito significa observar, seguir, vivir y convertirse en la energía del propio objetivo.

La plena realización de una de las habilidades rastreadoras incluye saber que esa técnica

funciona y tener la capacidad de hacerla funcionar. Como siempre podemos encontrar nuevas explica-ciones para todo, no es estrictamente necesario que sepamos por qué funciona. Más allá de las habili-dades individuales, alcanzar la plenitud del rastreo significa que has desarrollado la fortaleza personal para manejar los cambios del punto focal. También significa que tienes la fuerza de carácter suficiente como para soportar la constante presión de las fuerzas que quieren sacarte de tu camino.

En esencia, el rastreo impide la complacencia. Como se basa en la estabilidad, engendra

una relación personal única con el mundo. Por ejemplo, como permite mantener el equilibrio en medio del clamor de las ideas opuestas, proporciona una guía para trabajar con el mundo de la gente (Fuego, 172). El rastreo requiere un aprendizaje para ser efectivo, no basta con ser voluntarioso. Además, uno descubre que cuanto más entra en contacto con el mundo de la voluntad, tanto menos apoyo le ofrece el mundo de la racionalidad, por muy bien construido que esté. El resultado es que las directrices toltecas, su estrategia y disciplina, proporcionan una forma de dejar atrás la realidad ordinaria sin sacrificar la integridad personal.

Directrices para el rastreo En cada faceta de sus enseñanzas, don Juan tocó algunos temas comunes. Florinda Grau

los llama los preceptos del rastreo (Don, 281). He comprendido que son las directrices que nos permiten seguir en la pista a medida que atravesamos cada uno de los estadios que nos llevan a la maestría de la conciencia. Son los siguientes:

1. Hay una fuerza superior que guía toda la creación. Esta fuerza es el verdadero Po-

der o Espíritu. 2. La realidad es una interpretación de los acontecimientos. Nuestra forma de organi-

zar nuestra visión del mundo surge de un reflejo dentro de nosotros mismos. 3. En nuestra naturaleza hay más de lo que actualmente utilizamos e incluso de lo que

sospechamos. 4. Nuestro trabajo consiste en desarrollar estas capacidades de la conciencia. 5. Al mezclarnos con la fuente de la creación, y por tanto con la fuerza que nos impul-

sa, podemos desvelar los niveles más profundos de nuestra naturaleza. 6. El mundo es, en esencia, misterioso. Como parte del mundo, nosotros también so-

mos misteriosos. 7. Cualquier cosa que descubramos de nosotros mismos y del mundo sigue siendo un

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misterio; de otra forma lo único que hacemos es seguir reflejándonos a nosotros mismos.

Principios Don Juan y su equipo presentaron los principios del rastreo a Castaneda desde distintos

ángulos. En El conocimiento silencioso, don Juan dice que el primer principio del rastreo consiste en ser despiadado. En El don del Aguila, Grau dice que el primer principio es que los rangers eligen sus cam-pos de batalla (Don, 280). Aunque ambas afirmaciones pueden parecer diferentes, el fondo de la cues-tión es que tienes que ser despiadado para elegir las condiciones de tu campo de batalla. El campo de batalla puede ser tu trabajo, tu lugar de residencia, un estanque de agua silvestre o el punto donde tra-zas la línea que separa tu comportamiento del de los demás. Es cualquier cosa que tú elijas.

Entre otros principios están los de relajarse y abandonarse al propio destino, descartando

todo lo innecesario de nuestra vida. El principio definitivo, dice Grau a Castaneda, consiste en no poner-se al frente de las situaciones y está basado en el éxito de las demás maniobras. Así descansas fuera del círculo que presiona a los demás. Por ejemplo, mientras curaba la pierna de Grau, el curandero tolte-ca hacía que otra persona aplicara los remedios y le enseñara a entrar en el camino tolteca. El curandero permaneció detrás del escenario mientras dirigía la actividad y así pudo ver con precisión lo que estaba ocurriendo. Orquestó la curación y aprendizaje de Grau mientras ella pensaba que era el portero (Don, 288-293). Castaneda fue introducido a estos principios al comienzo de su aprendizaje y más tarde los presentó como técnicas específicas. Fueron los títulos de los capítulos de su tercer libro, Viaje a Ixtlán. Por ejemplo, descubrió que tener «a la muerte como consejera» le hacía ser despiadado. «Borrando su historia personal» aprendió a tapar sus pistas y «el digno oponente» le obligó a comprobar periódica-mente sus recursos.

En general, estos principios son reglas para guiarse a uno mismo. La forma de presentarlos

es secundaria, lo importante es la gestión real de nuestros recursos. También podríamos decir que el primer principio del rastreo es el desarrollo de un campo natural y un ejercicio añadido sería el de no esperar nada. Esto prohibiría o remodelaría automáticamente buena parte de nuestros comportamientos. En lugar de proyectar continuamente hacia el futuro, comenzaríamos a rastrear nuestra permanencia en el presente. También comenzaríamos a cultivar nuestra naturaleza esencial. En medio de todo este pro-ceso aprenderíamos a elegir nuestros propios campos de batalla.

También podríamos decir que la primera barrera de la percepción es la soledad. En nuestro

trato con ella, tendríamos que enfrentar el miedo y encontrar nuestra manera única y personal de estar en el mundo. Por tanto, creando otro conjunto de principios y prácticas podríamos alcanzar resultados similares.

Básicamente, los principios toltecas nos proporcionan una orientación para evitar sentirnos

sobrecargados en las situaciones; para poder relajarnos y no apegamos a nada; para alcanzar puntos de conciencia muy altos y dirigir nuestra propia vida. Pero antes de poder hacer todo esto, don Juan dice que el primer principio del rastreo es rastrearse a uno mismo (Conocimiento silencioso, 101). Sin el con-centrado esfuerzo que es necesario para rastrear y eliminar los propios puntos débiles, y reconocer y potenciar los puntos fuertes, se pierde de vista el principal propósito del rastreo: alcanzar la libertad.

Estrategia Para poner en práctica estos principios, los toltecas usan las lecciones aprendidas en la

transición al tercer ciclo. Don Juan menciona a los toltecas del tiempo de la conquista como los incues-tionables maestros del rastreo (Fuego, 29). Dejando atrás las prácticas del segundo ciclo, construyeron una «estrategia muy efectiva» que consta de seis elementos interrelacionados. Los primeros cinco ele-mentos son control, disciplina, paciencia, precisión y voluntad. El sexto elemento, que para don Juan es

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el más importante, está relacionado con el mundo externo. Es el pinche tirano, la persona que esgrime cierto grado de control sobre ti. Una vez más, como esta estrategia requiere un gasto energético signifi-cativo, la clave para dominarla es una reducción significativa de la autoimportancia.

Control o constancia. Este elemento permite la armoniosa contención de la energía carac-

terística de estar centrado en el presente. También permite que la energía fluya libremente en cualquier dirección que se desee. Esta dinámica suele medirse en términos de un control interno constante: La agitación es contraria a ella, la perseverancia y la independencia indican su presencia.

Disciplina o vigilancia. Este elemento consiste en una notable habilidad para evaluar y

analizar los puntos fuertes y débiles del entorno, de los demás y de uno mismo. Nos permite controlar la energía y cultiva nuestra fuerza. La disciplina del ranger es la capacidad de permanecer vigilante incluso bajo las condiciones de mayor tensión (Fuego, 39).

Paciencia o dominio de sí. Esta forma de contención nos permite soltar lo que no nos per-

tenece y reclamar únicamente lo que es nuestro (Fuego, 39). La persistencia tranquila indica nuestro compromiso con objetivos a largo plazo.

Precisión o equilibrio exquisito. La precisión requiere que te sintonices con los ritmos del

espíritu. De esta forma te equilibras automáticamente contigo mismo, con el entorno y con las dimensio-nes que están más allá de lo ordinario.

Voluntad o intento personal. El éxito en cualquier tarea es el resultado de la adecuada

acumulación y uso de la energía personal. La esencia del rastreo es ordenar y conformar la propia vida a las corrientes naturales del espíritu reduciendo cualquier gasto innecesario de energía; su resultado es la activación de la voluntad.

Pinche tirano o práctica rigurosa. Contar con un pinche tirano nos garantiza abundantes

ocasiones de practicar y aplicar las enseñanzas. Dada su importancia, este elemento se presenta con más detalle en la sección «Prácticas» de este capítulo.

Esta estrategia ofrece un programa de acción en el que destacan los puntos esenciales: ad-

quirir experiencia, asimilar los resultados y seguir practicando para poder afinar más.

Rasgos Presentando los puntos esenciales de otra forma diferente, don Juan dice que hay cuatro

estados de ánimo básicos, cuatro rasgos del rastreo: implacabilidad, astucia, dulzura y paciencia. Son niveles del intento, o corrientes individuales de energía, lo que significa que también son posiciones del punto focal (Conocimiento silencioso, 89, 186). Estos rasgos orientan nuestro comportamiento en las cuatro direcciones: implacabilidad para el oeste; astucia para el norte; dulzura para el este y paciencia para el sur. La combinación y el equilibrio de estos rasgos en su medida justa llevan al ranger al estado de ser.

Implacabilidad. El indicador de este rasgo es la determinación absoluta. Es valentía sin descuido, control sin arrogancia; es la premisa básica del Camino Tolteca. Don Juan dice que su princi-pal requisito es apartar la autoimportancia, restaurando así nuestra habilidad natural para percibir el co-nocimiento silencioso y directo del espíritu —un «conocimiento» inmediato sin que medie la deliberación ordinaria (Conocimiento silencioso, 169-170).

Don Juan añade que los antiguos videntes desvelaron la autoimportancia y descubrieron

que no era sino autoconmiseración disfrazada. Por tanto, para conseguir el éxito es fundamental mover la cohesión al punto de «no piedad», una localización del punto focal equivalente a la implacabilidad (Conocimiento silencioso, 153). Sin este rasgo estás completamente abierto para que los demás te pa-sen por encima. Con él, eres más objetivo, más capaz de gestionar tus recursos y también más capaz de

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rastrear el conocimiento. Uno de los objetivos inalterables de don Juan mientras enseñaba a Castaneda era conse-

guir que moviera su punto focal. En aquellos momentos Castaneda consideraba a don Juan una persona eminentemente racional. Éste le dijo que sólo aparentaba serlo y que su implacabilidad estaba disfraza-da de racionalidad. Gracias a esta apariencia, Castaneda obtuvo la seguridad intelectual suficiente para tomar el riesgo de hacer las cosas de otra manera. Lo más importante era conseguir que Castaneda alineara su energía con la de don Juan. Este alineamiento requería una consistencia sin par por parte de don Juan, por eso él dice que para el tolteca la implacabilidad no es crueldad sino sobriedad (Conoci-miento silencioso, 153, 174).

Astucia. La astucia requiere examinar la situación para conseguir lo que uno quiere sin ma-

nipular a los demás. Buscando la precisión, estudias los rasgos de la situación y las fuerzas que influyen en tu campo de batalla. Debes estar preparado y ser innovador. Tienes que saber hacia dónde te diriges y qué quieres conseguir. Además, la astucia incluye el uso del arte del engaño sin ser engañoso. Sin astucia, tienes que confiar en las valoraciones y conclusiones de los demás. Con ella, desarrollas tus recursos y adaptabilidad.

Dulzura. Para equilibrar la implacabilidad y la astucia, presentas una fachada amable. La

dulzura a menudo parece contradecir la implacabilidad, sin embargo esta dulzura no es condescenden-cia porque tus ojos siguen siendo fríos y calculadores. Paradójicamente, también eres bueno ya que, como dice don Juan, la sabiduría sin bondad es inútil (Fuego, 12). Este rasgo no significa que debas rezumar dulzura constantemente. De hecho, don Juan aconseja que es bueno sacar las uñas de vez en cuando (Realidad aparte, 185). La dulzura te permite cultivar un agudo sentido del humor. También te permite renunciar a tus ganancias o pérdidas y pasar a la situación siguiente. Sin dulzura puedes perder el equilibrio y obsesionarte con tus objetivos, tal vez acosando a otros para conseguirlos. Con ella ad-quieres la habilidad de reírte de ti mismo y del mundo.

Paciencia. La paciencia es control sin laxitud. Sólo tomas lo que necesitas y dejas el resto.

También nos da la capacidad de escuchar y esperar. El silencio nos garantiza el acceso a un conoci-miento más profundo, el conocimiento silencioso, y nos proporciona un equilibrio que mantiene en orden los demás rasgos. Como resultado, el espíritu se mueve calladamente dentro y fuera, creando suave-mente las circunstancias que el intento pone en movimiento. Sin paciencia, vuelve a surgir la autoimpor-tancia y nos aferramos a los deseos superficiales. Con ella encontramos la paz.

Prácticas En comparación con el ensueño, el rastreo se ocupa de pequeños cambios del punto focal.

Para el observador medio, sin embargo, un pequeño movimiento puede parecer una maravilla, pero para don Juan convertirse en un cuervo era un cambio pequeño. Antes de que pueda ocurrir cualquier cam-bio, el primer campo debe estar desestabilizado o suspendido. Para conseguirlo, debes romper la conti-nuidad normal de tu experiencia. Por tanto, para desencajar el punto focal son necesarios ejercicios pre-liminares, como alterar las rutinas, mirar fijamente y borrar la historia personal.

El siguiente paso es mover el punto focal. El intento es la fuerza que cambia tu cohesión y

tener claro tu objetivo reduce las posibles interferencias durante la transición. El intento también solidifica o estabiliza el cambio. Una visión del mundo no ordinaria, el aprendizaje de tareas y el camino con cora-zón te ayudan a estabilizar el punto focal en ubicaciones no ordinarias.

Uno de los principales objetivos del aprendizaje tolteca actual es desestabilizar el mundo

ordinario de la razón y estabilizar el mundo no ordinario de la voluntad. El objetivo es desestabilizar el mundo no ordinario para estabilizar un campo natural. Entonces es cuando se libera la voluntad.

Los procedimientos de rastreo limpian tu conexión con el espíritu y te permiten realizar esta

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transición. Por ejemplo, saber que el mundo es un lugar misterioso te impide tomar conclusiones prema-turas y, cuando defines algo, no haces de la definición un dogma, te reservas la opción de cambiar de opinión. Además, esta disciplina libera energía, lo que te permite evaluar tus acciones y sus resultados. Cuando rastreas el espíritu, consigues un éxito fuera de lo común en cualquier actividad. Como el espíri-tu lo penetra todo, tu conciencia está conectada con algo que está más allá del conocimiento inmediato. Es decir, el espíritu te guía mejor de lo que te puedes guiar a ti mismo. Estas son algunas de las prácti-cas que pueden ayudarte a tener éxito en el rastreo.

Desatino controlado. En El conocimiento silencioso, don Juan se refiere al desatino contro-

lado como una técnica de rastreo. En el mismo libro la equipara con el rastreo. Dada la flexibilidad de la terminología, dice, llamar a un rastreador un «creador de desatino controlado» es demasiado complicado y entonces propone a Castaneda que use el término que desee (Conocimiento silencioso, 102).

En El don del Águila, Castaneda cuenta que don Juan se refiere a los rastreadores como los

que practican la locura controlada y a los ensoñadores como los que practican el ensueño. Grau, en su instrucción, dice a Castaneda que el desatino controlado consiste en aplicar a todo los principios del rastreo (Don, 213, 293). Según ella, los resultados son que los rastreadores nunca tienen prisa y por tanto no se ponen nerviosos; no se toman las cosas demasiado en serio e improvisan libremente. En otras palabras, controlan su comportamiento aunque no entiendan nada.

Don Juan dice que únicamente quienes ven pueden controlar su locura. Los videntes traba-

jan tan duro como cualquiera, pero pueden elegir con más fluidez porque son más intuitivos respecto a los efectos de sus decisiones. Además, como ven, están muy presentes y saben que hay una fuerza indefinible que guía sus pasos. Consecuentemente, tratan «el mundo como un misterio interminable y lo que la gente hace como desatino controlado» (Realidad aparte, 186, 265). Dentro del dominio humano, los que ven pueden practicar la locura deliberadamente. Eligen una dirección y la siguen como si les importara más que ninguna otra cosa. El arte fundamental del desatino controlado es no estar apegado a nada al tiempo que se participa en todo (Conocimiento silencioso, 266).

Adaptabilidad. Don Juan dice que el ranger debe ser fluido y adaptable tanto en el mundo

de la racionalidad como en el de la voluntad. Con estos rasgos, el ranger mira al mundo desde diversos ángulos. Proceder de otra manera mantiene la energía estancada dentro de un campo condicionado.

Por ejemplo, gran parte del aprendizaje de Castaneda tuvo lugar al aire libre. Castaneda

siempre parecía sorprendido cuando don Juan le llevaba a las calles de una ciudad. Por otro lado, prácti-camente toda mi interacción con don Juan ocurrió dentro de los limites de la ciudad de Tucson, por lo que me enseñó a convertir la ciudad en un terreno de caza. En lugar de buscar aliados en los bosques montañosos, me enseñó a encontrarlos en las esquinas de las calles locales.

Los oficiales de policía, por ejemplo, son símbolos de poder. Hablar con los policías de

Nueva York y observarles me enseñó a estar más alerta en su intenso entorno. Según mi experiencia, los mejores oficiales siempre estaban relajados pero muy atentos a lo que les rodeaba. Los más madu-ros de entre ellos siempre tenían una sonrisa en la boca y se tomaban tiempo para ayudar a la gente antes de recuperar su postura vigilante. Los más jóvenes solían evitar la interacción con la gente y prefe-rían permanecer atentos a las calles. También aprendí que sin un propósito, la persona está sujeta a todos los depredadores que deambulan por las calles. El propósito nos mueve en el mundo, nos propor-ciona la fuerza que determina nuestras experiencias.

Por otra parte, en lugar de usar como presagios el ulular de un búho o el vuelo de un cuer-

vo, puedes usar las bocinas de los automóviles y los colores de la ropa. En lugar de mirar fijamente al humo, puedes mirar al vapor de las rejillas de ventilación en las aceras. También puedes practicar la mirada fija con las hojas de algún roble que haya en el vecindario. De hecho, sentarse a mirar un árbol rodeado por la luminiscencia de una farola desde las escaleras de casa es casi una imagen del cielo.

Parte del rastreo consiste en presentar una imagen coherente a quienes te rodean. Sin em-

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bargo, en entornos urbanos como Manhattan, puedes hacer muchas más cosas fuera de lo ordinario porque no suelen parecer extraordinarias. En ciudades así, parece que lo peculiar es habitual. Por ejem-plo, si te paras a mirar la sombra de un edificio la gente no se aglomerará a tu alrededor para curiosear como lo haría en una ciudad pequeña.

Mezclarse. Como tuvieron que tratar con los ejércitos invasores, los antiguos toltecas tuvie-

ron que aprender a mezclarse. Es una práctica que sigue vigente porque nos ofrece lecciones directas sobre la gestión de la energía. También aparta la atención de los demás de nuestros objetivos, lo que nos da más libertad. La práctica incluye aprender de otras energías, mezclarse con ellas y poder sus-pender su influencia. Don Juan dice que un componente del rastreo es el arte de disfrazarse (Conoci-miento silencioso, 85).

Por medio de los disfraces proyectamos deliberadamente una identidad. Mientras caminaba

por una calle abarrotada en el centro de Tucson, pasé junto a una mujer mayor que llevaba un vestido amarillento. Parecía desplazarse de lado a lado al caminar, como lo haría una abuela corpulenta. Resultó ser don Juan; Julián le había enseñado a disfrazarse de esa manera durante su aprendizaje. Otro caso es el de Josefina, una aprendiz de don Juan que era muy atractiva y aparentaba ser una mujer mayor. De esa manera nunca atraía el interés de los vecinos (Segundo anillo, 98).

Un disfraz, por mínimo que sea, puede conseguir resultados. Otro aprendiz de don Juan,

Benigno, llevó una cámara durante su visita a la ciudad de México y sacó 425 fotografías sin película, proyectando así la imagen de turista (Don, 104).

Una de mis experiencias también puede servir de ejemplo. Hace algunos años trabajé de

profesor de psicología en un instituto. Aunque estaba soltero, llevaba puesto un anillo de matrimonio porque mi supervisor me había dicho que algunas estudiantes se dedicaban a intercambiar favores sexuales por mejoras en las calificaciones. Pensé que al llevar el anillo las maniobras sexuales de mis alumnas se reducirían al mínimo. Hacia el final del semestre vi la oportunidad de utilizar esta situación para hacer una demostración en clase de una práctica muy común dentro de la psicología transpersonal. Por tanto tomé mi «centímetro cúbico de oportunidad» y di una lección sobre la suspensión de la inter-pretación o cómo no seguir los patrones culturales.

Pregunté a los alumnos quiénes creían que estaba casado; toda la clase levantó la mano.

Me quité el anillo, lo puse en el bolsillo y les dije que estaba soltero. Comentamos que los símbolos sus-citan ciertas percepciones; en este caso, basándose en un símbolo bien conocido, habían encerrado la percepción y definido mi status marital. Les dije que si no hubieran seguido los patrones culturales, no habrían interpretado nada sobre el anillo, aparte de que era un anillo. Sólo investigando más podrían haber descubierto mi status real. Todos murmuraron su acuerdo. Entonces les pregunté cuántos creían que era soltero y la mayoría levantaron la mano, aunque algunos se olieron algo raro. Volví a ponerme el anillo en el dedo mientras sonaba la campana y disfruté de sus expresiones desconcertadas mientras salían por la puerta.

La idea es provocar en los demás una impresión particular y dejar que hagan el trabajo de

asociarlo con lo que conocen. Para asegurarse del éxito, el profesor de don Juan insistía en que tenias que conocer tan bien las peculiaridades de tu disfraz que nadie supiera que estabas disfrazado (Conoci-miento silencioso, 85). Conociendo sus recovecos, te mezclas energéticamente con esa forma y así tu comportamiento se corresponde con el disfraz. Además, como cada disfraz representa un pequeño cam-bio del punto focal, comienzas a manipular tu cuerpo energético.

Recuerda también que uno de los procedimientos más transformadores que puedes utilizar

es el de mezclarte con el mundo hasta tal punto que te conviertas en un individuo y por tanto sepas cuál es tu lugar en él. El arte del rastreo te conduce a esa realización.

Cambio de forma. Una aplicación más rigurosa de la técnica de mezclarse es el cambio de

forma, en el que la cohesión cambia hasta tal punto que el cuerpo físico también cambia. Por ejemplo,

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mientras daba a Castaneda una lección sobre la implacabilidad, don Juan ajustó su energía a la de un viejo histérico. Don Juan era un hombre mayor pero tenía la fuerza y el vigor de un joven. A mí no me pareció viejo ni una sola vez, pero aparentó ser viejo y senil para desmontar la confianza que Castaneda había depositado en él. También dijo a Castaneda que lo había hecho para probar si podía adoptar esa forma (Conocimiento silencioso, 77, 156).

Don Juan añade que convertirse en un anciano supone un cambio muy sutil. Julián era ca-

paz de convertirse en una miríada de formas humanas; era un gran experto en esta práctica. Otro movi-miento más drástico, aunque sea considerado como un cambio menor, es el de convertirse en cuervo. Don Juan lo aprendió del inquilino y después pasó ese conocimiento a Castaneda (Enseñanzas, 188). Al principio, don Juan dio plantas de poder a Castaneda para facilitar estos cambios. Yo también me he dado cuenta de que el cuerpo de ensueño ofrece estas lecciones. En una ocasión, mientras volaba en mi cuerpo de ensueño, me convertí espontáneamente en un halcón. Perdí mis referentes humanos y disfru-té de un vuelo encantado. Años más tarde, durante el ensueño, me transformé en una serpiente de cas-cabel. En primer lugar vi que la serpiente se acercaba a mí en el sueño, abría la boca y sacaba los colmi-llos. Sentí terror, pero seguí observando a pesar de todo y vi aparecer una imagen en la garganta de la serpiente. Concentrándome en ella, descubrí que me estaba mirando a mí mismo. Aunque al principio me quedé sorprendido, me relajé y empecé a cambiar de forma espontáneamente. Permitiendo que se hiciera ese cambio, me encontré en un nido lleno de serpientes de cascabel. Me sorprendió no sentirme amenazado por ellas. Mi confusión se aclaró cuando me di cuenta de que yo era una de ellas. Como serpiente, sentí que estaba compuesto por una energía condensada y muy poderosa.

Dentro del ámbito general de la transformación, estas experiencias son intranscendentes

excepto porque dan una idea de las auténticas posibilidades humanas. Aprendí de don Juan que trayen-do del ensueño la conciencia del cambio de forma, podía realizar cambios en mi cuerpo físico. Aunque esto me parecía magnífico, él dijo que únicamente servia para liberar el cuerpo energético. Era una sim-ple práctica para acelerar el proceso del fuego interno.

Conociendo las fuerzas que conforman la percepción (tales como la asociación, encarrila-

miento y la disonancia cognitiva), y practicando el desatino controlado y con pinches tiranos, creas una base desde la que afrontar la práctica de mezclarse; ésta, a su vez, se convierte en un paso hacia el cambio de forma. El entendimiento puede ayudarte a realizar estos cambios pero su ejecución requiere un alineamiento de toda la energía corporal. Por tanto el principal ingrediente es un intento inflexible. La receta completa incluye aprender el inventario especifico de aquello en lo que te estás convirtiendo. En otras palabras, aprender los detalles y peculiaridades de esa forma concreta de percepción (Ensueño, 78).

Explorar. En tu faceta de explorador puedes lograr grandes cosas: dominar el reconoci-

miento básico, ser un experto de no dejar nada al azar, adquirir un conocimiento profundo... Algunos toltecas eligen hacer de la exploración su estilo de vida. Crecen en la soledad y en su capacidad de so-portar los rigores que supone ser la avanzadilla de su equipo.

Don Juan dice que los toltecas emplean exploradores regularmente para «sondear nuestros

límites perceptuales» (Conocimiento silencioso, 133). Él incluso adaptó la poesía a este uso. Cuando probé esta táctica, descubrí que se puede acceder a otra dimensión de conciencia empleando un verso como puente.

En una ocasión, durante un paseo vespertino, me encontré pensando en los problemas de

Somalia. Mi hermano acababa de volver de un viaje de trabajo a ese país y estaba dando vueltas a la conversación que acabábamos de mantener. Simplemente por pensar en Somalia entré en un ensueño despierto. El entorno físico comenzó a cambiar convirtiéndose en la sabana. Oí el fuerte rugido de un león cerca de mí. Mi asociación sutil, casi lánguida, con África encarriló mi energía hacia aquel entorno. En otras palabras, mis pensamientos hicieron de explorador y todo mi cuerpo energético les siguió. In-cluso comencé a sentir percepciones físicas, como si estuviera físicamente cerca del león. Cuando me di cuenta de que estaba siendo transportado a una tierra lejana mientras mi cuerpo físico seguía despierto

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sentí una sacudida que me devolvió a mi vecindario. No era un tipo de ensueño al que estuviera acos-tumbrado. Tomé nota mentalmente para ser más cuidadoso con mis pensamientos.

Entre las prácticas más elementales de la exploración se incluyen las de reducir los deseos

a un mínimo, viajar ligero, dispersar un mínimo de energía y mezclarse. El explorador también necesita implacabilidad para seguir adelante con vigor, control para soportar la expedición, disciplina para medir el viaje, astucia para aplicar todas sus evaluaciones y paciencia para seguir adelante con tranquilidad. El resultado es que se desarrolla la capacidad de entrar en nuevos terrenos y escrutarlos sin dejar rastro. Cuanto más conocimiento tenemos, más podemos empujar las barreras de la percepción. A menudo lo que conseguimos es salir de la tierra plana y darnos cuenta de que no hay ningún monstruo esperando para que seamos su aperitivo de mediodía.

Contar historias. Una de las formas de explorar es contar historias, un arte tradicional muy

respetado. Para algunos toltecas es una forma de vida, un camino hacia el espíritu y la libertad. Don Juan dice que las historias son el mejor medio para aprender el Camino Tolteca, quizá porque las mejo-res historias toman vida y activan varios modos de percepción simultáneamente (Conocimiento silencio-so, 143, 22). Los libros de Castaneda, por ejemplo, entran dentro de esta práctica y todos ellos son grandes éxitos de ventas.

Contar historias también es un puente hacia la comprensión pura. Parte de ésta consiste en

saber que la historia está ocurriendo realmente en algún lugar dentro del entramado del infinito. Cuando te rindes a una historia y la sigues como un explorador, la percepción te sigue. Cuanto más entra la per-cepción en estos carriles mágicos, tanto más la historia se convierte en realidad y tanto más la realidad se enriquece.

El pinche tirano. Los antiguos videntes se divirtieron dividiendo en categorías el compor-

tamiento tiránico. A la fuente primal de energía se le llamó el tirano, el único amo y señor del universo. Todas las demás autoridades fueron clasificadas de acuerdo a su grado de mezquindad. Don Juan dice que para manejar a los pinches tiranos sólo se necesitan los elementos básicos de la estrategia: control, disciplina y tolerancia. Añade que el otro elemento de la estrategia, la voluntad, sólo debe usarse en caso de necesidad desesperada porque implica «una maniobra suprema que no puede ser ejecutada en el estadio humano habitual» (Fuego, 30, 32).

Los pinches tiranos son tan críticos que don Juan aconseja a sus aprendices que los bus-

quen deliberadamente en caso de que no se crucen en su camino. Los pinches tiranos ideales son los que tienen autoridad sobre ti; cuanto más manipuladores sean, mejor. Entonces tienes que vértelas con puñaladas por la espalda, fanatismo sutil o menos sutil, odio ciego y explosiones de furia. Aprendes a lidiar con todo esto a la luz del rastreo. El hecho de tener que perder la autoimportancia al tiempo que mantienes tu integridad te hace ir más allá de tus límites. Lo único cierto dentro de este escenario es que perderás muchas batallas antes de llegar a entender. Entonces tu lucha será supremamente liberadora porque aprenderás a encontrar la libertad en medio de la opresión.

Para lograr el éxito, debes aprender a soltar tus deseos y expectativas, y después todo lo

demás. Reduce tu planificación personal y deja que fluya el espíritu. Comienza por deshacerte de todas tus respuestas condicionadas y lucha por no sentirte afectado por cada giro y curva de tu camino. Evita la confrontación a menos que quieras generar más energía en tu opresor. Si es así, debes estar dispues-to a recibir sus embates y si no es así, deja que las confrontaciones se diluyan. En medio de estas esca-ramuzas, te darás cuenta de que el camino con corazón te mantiene centrado. Te aliviará cuando estés nervioso y te permitirá reír cuando todo parezca perdido. Sin embargo, debes seguir rastreándote en todo momento. Evalúa tus puntos fuertes y débiles y tapa los agujeros por los que se escape la energía.

Debes recordar siempre en qué estás metido, saber que estás en relación con un pinche ti-

rano. Las escaramuzas con los pinches tiranos te dan mucha práctica en la regulación de tus recursos. Con el tiempo, te darás cuenta de que te ves menos pillado en los asuntos ordinarios del mundo y estás más dedicado a la libertad. Recuerda que estás frente a un gran obstáculo. El efecto general de lidiar

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con pinches tiranos es que tienes que elevar la conciencia continuamente para disminuir la irritación y así entras en un camino de liberación. De hecho, la noción de pinche tirano puede ser aplicada a todo lo irritante de la vida y cuanto más entres en la conciencia acrecentada, menos efecto tendrá sobre ti.

Con el tiempo, aprenderás que el control te impide reaccionar ciegamente y la disciplina te

permite evaluar lo que está ocurriendo aunque te sientas vapuleado. También aprenderás que la astucia te permite dar la vuelta gradualmente a la situación y la paciencia te abre el camino a una resolución deliberada. Y, sobre todo, aprendes que la estrategia y las prácticas toltecas impiden que tú te conviertas en un pinche tirano.

Voluntad. Don Juan dice que la coordinación de todos los componentes de la estrategia só-

lo puede ser conseguida por una persona que haya desarrollado la voluntad. Quizá un ejemplo claro de este principio es la vuelta de Castaneda a México para visitar a los demás aprendices. Después de ver-los por última vez, había saltado a un precipicio, un suceso que activó su voluntad. Cuando llegó, se alojó con las Hermanitas, un grupo de mujeres con una notable habilidad en el arte de ensoñar.

Siguiendo las instrucciones de don Juan, para espolear a Castaneda y permitirle entrar en

niveles de conciencia más profundos, estas mujeres intentaron asesinarle en varias ocasiones (Segundo anillo, 60). Sin embargo, don Juan no les había dicho nada del lado «terrible» de Castaneda. En medio de una de las batallas, Castaneda mantuvo el control y pudo ver los puntos débiles de los cuerpos ener-géticos de las Hermanitas. Dándoles patadas en esos puntos, las dejó inutilizadas para futuros conflictos. En otra de las batallas emergió la energía de Castaneda: su «doble» salió de su cuerpo y dio un fuerte golpe a doña Soledad, dejándola casi muerta. En ambos casos, la voluntad de Castaneda conectó con distintos niveles del segundo campo de energía, produciendo resultados no ordinarios que le salvaron de una muerte segura.

Rastrear el segundo campo de energía. La estabilidad, orientación y templanza consegui-

das gracias a la práctica del rastreo son necesarias para explorar el segundo campo y nos proporcionan una forma de integrar nuestros hallazgos. El rastreo está relacionado con el asentamiento de los movi-mientos del punto focal, pero el ensueño nos proporciona la gran mayoría de las opciones.

Hay muchas formas de abrirse al segundo campo. En general, uno de los requisitos es ir

más allá de los campos condicionados ordinarios. En los capítulos siguientes se proponen muchos ejer-cicios de rastreo y ensueño que pueden ayudarte. También hay ejercicios que combinan ambas prácti-cas activando energías de los campos primero y segundo. Por ejemplo, por medio del intento, Abelar aprendió a extender líneas de energía fuera de su cuerpo físico con las que formaba una red o capullo a su alrededor. Aprendió a entrar en contacto con el segundo campo y a activar su voluntad manteniendo en todo momento la conexión con su cuerpo físico.

También hay otras formas de combinar el rastreo y el ensueño. Hace algunos años visité mi

lugar predilecto en la costa noreste de los Estados Unidos. Don Juan dijo a Castaneda que un lugar pre-dilecto se utiliza para almacenar energía y también es el lugar donde tiene lugar la danza final del ranger en este mundo (Viaje, cap. 13).

Llegué de noche, caminé una corta distancia y me detuve. La oscuridad parecía impenetra-

ble. Los bordes del horizonte tenían un tono rojo-naranja, un color que estimula mi ensueño. Pero se estaba formando una tormenta y el resto del cielo estaba cubierto. No se distinguía la luz de las estrellas ni de la luna. Años antes había visitado el mismo lugar de noche y casi me caigo en una grieta; de haberme caído, hubiera resultado herido de gravedad y posiblemente habría muerto. Por tanto, me detu-ve e intenté orientarme. Entonces noté relámpagos de luz que surgían de las rocas y producían suficien-te luz como para guiar mis pasos.

Entré en el bosque, me senté frente a un árbol y comencé a practicar la mirada fija. Mientras

tanto, el área que me rodeaba se fue aclarando un poco, como suele ocurrir cuando se practica este ejercicio. Entonces tuve una visión en la que vi una figura humana inclinada sobre un objeto que me re-

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cordaba a una lápida incrustada en el suelo. La figura parecía estar escribiendo a máquina. Esta percep-ción hizo que cambiara de asociación y en lugar de asociar el objeto con una lápida lo asocié con un ordenador portátil. Pero seguí sin interpretar la situación, sin aplicarle un patrón. No quería interferir con esta historia-presagio.

Entonces la figura-sombra se retiró gradualmente fundiéndose en un árbol y el ordenador

portátil cobró vida propia. Tomé esto como una indicación de que me mezclara con el mundo y permitiera que el libro que estaba escribiendo cobrara vida por sí mismo. Sentí que el propósito del libro estaba más allá de mi intención personal. Mientras tenía esta comprensión, las nubes se abrieron parcialmente y apareció en el cielo la constelación de Orión, el guerrero celestial. Asumí que era un presagio de que mi interpretación de lo anterior era correcta.

Las capacidades rastreadoras también son necesarias para manejar la emergencia del se-

gundo campo en la vida diaria. Por ejemplo, durante una reunión de negocios, puedes ver el aura de otra persona aunque el control te impida expresarlo. Si quienes están negociando contigo no son conscientes de los campos áuricos, tu comportamiento puede parecer muy inestable.., y ese negocio se te va de las manos. Por otro lado, si eres muy bueno en la lectura de auras, puedes usarlas para discernir el estado de ánimo de los demás. Unida a la astucia, esta habilidad puede hacer de ti un negociador más hábil.

* * *

El gran propósito del rastreo es alinearse con un objetivo para llegar a convertirse en él. Pa-

ra conseguirlo, los principios del rastreo, las estrategias y las prácticas están diseñadas para producir cambios estables en el punto focal. Realizar un objetivo es el equivalente a estabilizar un movimiento. El punto más alto del rastreo es alinear plenamente la propia vida con el espíritu y una intensa manifesta-ción de este alineamiento es el fuego interno. Para llegar a tal grado de sintonía con el espíritu, debes contrastar cada aspecto de tu vida con ese propósito.

Don Juan aconseja que los movimientos del punto focal deben ser hechos pacíficamente,

en armonía con uno mismo y con el mundo (Fuego, 216). Debes darte tiempo de ponerte al día contigo mismo, de hacer la transición de la racionalidad a la voluntad, y de realizar tus tareas en tus propios tér-minos. El rastreo te ayuda a hacer estos cambios con suavidad. Así, en lugar de despotricar y desbarrar sobre esto y aquello, en lugar de sentirte impotente y temeroso, y en lugar de quedarte sentado espe-rando que alguien te salve, puedes usar el rastreo para ayudarte a forjar con firmeza y seguridad el ca-mino que tu corazón elija.

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CAPÍTULO 9 LA CAJA DE HERRAMIENTAS Don Juan dice que para soportar el estilo de vida tolteca se necesita fuerza interior. Tam-

bién añade que si se tiene la sobriedad suficiente, se elimina la necesidad de un profesor (Fuego, 182, 178). Se puede considerar que en este caso sobriedad quiere decir carácter o integridad. La integridad permite a una persona desarrollar un vínculo con el espíritu y posteriormente ese vínculo proporciona todo lo necesario para seguir adelante. El desarrollo de esta relación es la principal función del rastreo.

El rastreo imprime carácter a la persona gracias a dos maniobras principales. La primera

consiste en atemperar el primer campo energético; don Juan lo llama «limpiar el tonal». La segunda es la reducción del primer campo o «contracción del tonal». Don Juan dice que este aprendizaje genera sufi-ciente fortaleza como para manejar el segundo campo (Relatos, 174).

Atemperar el primer campo abre la puerta al segundo. Es decir, cuanto más puedas contra-

er el primer campo, más podrás entrar en el segundo. Pero para eso primero debes ser lo suficientemen-te fuerte como para no desaparecer. Sin un primer campo fuerte, tus experiencias del segundo campo no serán significativas y pueden llegar a ser peligrosas. Contraer el primer campo es como bajar el volumen de la radio para poder oír una conversación. El miedo, la vergüenza o la novedad de una experiencia pueden contraer el primer campo. Pero estos sucesos suelen ser aleatorios y los toltecas buscan el con-trol de esta maniobra. Por tanto, mientras aprendes a atemperar el primer campo, debes descifrar cómo contraerlo deliberadamente sin hacer que desaparezca del todo. Puedes medir tu primer campo (si po-nes en él poca o demasiada atención) a través del sentimiento.

A medida que aumenta la exposición al segundo campo aumenta también la confianza. Pe-

ro no debes sobreestimar tus nuevas capacidades: aunque desarrollen tu claridad y poder, no son libe-radoras de manera inmediata (Don, 188), fácilmente pueden conducirte a la complacencia. El encaje del primer campo mantiene controlada esta tendencia.

Don Juan dice que para llegar al cuerpo energético, necesitas energía. Añade que el Cami-

no Tolteca es un medio de reducir los gastos energéticos, así como de recargar con efectividad la ener-gía existente (Ensueño, 23, 32-33). El resultado es un campo de energía fuerte y fluido. Los siguientes ejercicios y perspectivas te ayudarán a fortalecer la conciencia, lo que incluye desestabilizar, mover y reestabilizar la cohesión. Por tanto, las herramientas de rastreo te permiten ir más allá de cualquier cam-po condicionado y establecer las condiciones para que pueda darse un campo natural. Por medio de estas herramientas, puedes empezar a reactivar el intento, el vínculo que te conecta con el espíritu. Tra-veling with Power ofrece más ejercicios de estas técnicas.

Accesibilidad. Mientras don Juan enseñaba a Castaneda a cazar comida, también le ense-

ñaba a cazar conocimiento. Durante sus excursiones por el desierto, le enseñó a tratar con los espíritus de los charcos, los presagios y la ensoñación, por nombrar sólo algunos de los temas de su agenda. El resultado es que Castaneda aprendió a tener acceso al poder. Este conocimiento le sirvió a su vez como un preliminar para acceder al espíritu.

Abrirse a lo desconocido puede darnos mucho miedo, pero también sentimos mucho miedo

cuando tenemos que cruzar una calle abarrotada de tráfico y nunca lo hemos hecho antes. Nos enfren-temos con lo desconocido o con una calle abarrotada, lo que estamos haciendo es aumentar nuestra conciencia y desarrollar nuestras habilidades. En resumen, estamos aprendiendo a manejar el conoci-miento y a desarrollar nuestro poder personal. Para entrar en el flujo del espíritu es necesario vivir con él. Viviendo con él, aprendemos a habitar en él. Por tanto, para tener acceso al espíritu, ábrele la puerta.

Actitud. Atemperar el primer campo produce un cambio muy marcado en la persona porque

transforma la manera que uno tiene de encajar en el mundo. Don Juan dice que este cambio es necesa-rio si se quiere tener una probabilidad de éxito (Relatos, 227). No es simplemente un cambio de estado de ánimo o de actitud, aunque la actitud correcta ayuda a realizarlo porque afecta a nuestro comporta-

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miento. Además, la actitud de que las decisiones no son ni grandes ni pequeñas allana los picos y valles de la vida diaria. Sólo hay decisiones que tomamos teniendo en cuenta que vamos a morir, dice don Juan, y esto hace que todas las decisiones tengan el mismo peso (Viaje, cap. 4).

Además, el hecho de mantener una actitud flexible te impide embrollarte en tus propios pro-

pósitos. Por ejemplo, si te dedicas a criticar a los demás constantemente no tienes tiempo de aprender nada nuevo. Evaluar una situación no es juzgarla. El ranger extrae claridad de la gente y de los sucesos para tomar decisiones cuidadosas, pero no pierde su energía en juzgar. Por otra parte, la actitud de diri-girnos hacia el éxito permaneciendo desapegados del resultado nos permite responder rápidamente a las circunstancias cambiantes. Si nos apegamos demasiado al resultado estaremos llenos de nudos.

Una reflexión memorable respecto a la actitud correcta es la que aparece en la película de

Steven Seagal, Hard to Kill. Seagal hace el papel de un oficial de policía versado en artes marciales y en las prácticas curativas orientales. Sufre un intento de asesinato por parte de un grupo de policías corrup-tos que le hace pasar siete años en coma. Mientras se recupera, planea castigarles con la ayuda de un amigo íntimo en el que confía. En respuesta a la preocupación de su amigo porque los otros son muchos más, Seagal replica que conseguirán triunfar porque «tienen una actitud superior, un estado mental su-perior».

Equilibrio. Uno de los efectos del aprendizaje tolteca es que se consigue un estado de cal-

ma y seguridad sin estar seguros de nada. Esta ecuanimidad emocional produce dividendos durante toda la vida y refleja una combinación equilibrada de cuerpo, mente y espíritu. El equilibrio también se traduce en permanecer «centrado»: permitir que fluyan nuevas energías a través de ti sin que te afecten excesivamente.

Si estuviéramos equilibrados como especie no estaríamos destruyendo la fuente de nuestra

propia subsistencia. No envenenaríamos deliberadamente el agua y no aporrearíamos el planeta con balas y bombas pensando que nuestras acciones para destruir a otros seres humanos no tienen ningún efecto sobre la Tierra. Pero repetidamente demostramos que estamos en desequilibrio con nosotros mismos y con el mundo. Por tanto, los toltecas parten de la premisa de que están en desequilibrio y tra-bajan para rectificarlo.

La muerte, nuestra consejera. ¿Quieres pensar que estás vivo o prefieres sentirlo? Nues-

tra muerte, dice don Juan, está con nosotros desde el momento en que nacemos (Conocimiento silen-cioso, 66). En otras palabras, como está presente, podemos hacer uso de ella. Tomar conciencia de nuestra muerte nos impulsa a vivir. Es un poder potente que nos ayuda a desarrollar la presencia mental y nos da brío para seguir nuestros sueños.

Usar la muerte como consejera es una llamada al despertar. Si no estás dispuesto a morir

por tus acciones, entonces tampoco estás dispuesto a vivir por ellas. Desde esta perspectiva, pase lo que pase, todos los momentos son iguales. Y las personas no son mejores o peores. Lo único importante es quiénes somos tal como fuimos creados. Conectar con nuestra propia esencia puede muy bien ser la parte más dura de la vida y utilizar la muerte para facilitarnos este objetivo es una gran ayuda. Para co-menzar a alinearnos con nuestra vida, debemos plantearnos las siguientes preguntas regularmente:

1. Si todo lo que tengo es este momento, ¿cómo quiero usarlo? 2. ¿Es esto lo mejor que puedo hacer? 3. ¿Merece la pena esta actividad en mi vida? 4. Si fuera a morirme ahora mismo, ¿me respetaría mi muerte?

El uso de la muerte como consejera nos ayuda a centrarnos en la vida cotidiana y dirige la

percepción hacia reinos no ordinarios. Encender el fuego interno, por ejemplo, es cambiar la cohesión a un patrón energético en el que el intento de la muerte ya no es un elemento activo. Según don Juan, este proceso transciende las reglas ordinarias sobre la vida y la muerte, y así la muerte puede ser evitada (Conocimiento silencioso, 66).

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Dieta. El alimento es energía. Una dieta pobre distorsiona nuestros campos energéticos y los hace difíciles de manejar. Castaneda afirma que las «neurosis son consecuencia de lo que nos po-nemos en la boca» y añade que el azúcar es uno de nuestros peores enemigos. También podemos ex-tender los criterios sobre la dieta a lo que leemos, a nuestras conversaciones y en general a los que de-jamos entrar en nuestra vida.

Nuestro cuerpo físico nos proporciona la percepción. Por tanto, alimentémoslo bien y pre-

guntémonos qué queremos conseguir con la dieta. ¿Es lo que estamos ingiriendo el combustible ade-cuado para conseguir nuestros objetivos?

Inaccesibilidad. Ser inaccesible significa que uno no se deja arrastrar por las fuerzas socia-

les y por tanto no las sigue innecesariamente. Es lo que Donner llama «estar fuera de las influencias sociales». Don Juan añade que esto significa no agotarse ni agotar a los demás. También dice que no significa ocultarse ni andarse con secretos (Viaje, 94). Se trata de permanecer centrado en uno mismo en lugar de perderse en la vida de los demás. Cuanto más inaccesible seas, más cambiará tu relación con el mundo de la gente.

A menudo damos nuestro poder personal a los elegantes, a los ricos o famosos. Siendo in-

accesible, puedes tratar con ese mundo de poder si es necesario, pero sin perderte en él. Si te dejas gobernar por el espíritu mantienes tu integridad.

Según lo anterior, una parte de la disciplina tolteca es aprender a estar solo. Don Juan hizo

que Castaneda alquilase una habitación cochambrosa y pintada de color verde en un motel hasta que el hecho de estar solo o con gente no afectara su estado de ánimo en absoluto. Castaneda dice que estuvo subiéndose por las paredes durante meses hasta que aprendió a estar a gusto en soledad. Además, Clara también exigió a Abelar romper temporalmente todo tipo de lazos físicos o emocionales con el mundo para adquirir la unidad interna. La opción más viable en este estadio es hacerse inaccesible al mundo humano y accesible al espíritu.

La inaccesibilidad te permite poner orden en tu vida, te lleva a ser una persona aterrizada y

práctica. Reduce el consumo de energía y da vida a nuestro mundo. Por ejemplo, durante una visita a una zona rural de Virginia estaba sentado con un amigo en un banco improvisado en la parte alta de una loma. Pendiente abajo de aquella colina había un jardín de flores, al otro lado del camino de tierra había un lago artificial en el que se podía nadar y a lo lejos se distinguía la cordillera de las Montañas Azules. Estuvimos hablando de temas toltecas y practicamos la mirada fija.

Extendiendo la vista hacia la llanura, él me comentó que si cortáramos unos cuantos árboles

conseguiríamos una buena vista sobre el río. Yo le dije que ése era un planteamiento equivocado. Ser inaccesible significa no cortar árboles para tener una vista mejor e implica el mismo tipo de razonamiento que don Juan utiliza con Castaneda cuando le dice que debe tocar el mundo con ligereza, sin doblegar su forma. No debes actuar como si no fueras a comer nunca más y atiborrarte con todo lo que tengas a mano, dice don Juan. Después añade: no debes dañar las plantas cuando preparas el terreno para hacer una hoguera en el campo. También comenta que el cazador «debe estar en perfecto equilibrio con todo lo demás». De otra forma la caza se convierte en una «tarea sin sentido». El secreto de la caza es hacer-te accesible o inaccesible en ciertos momentos concretos de tu camino (Viaje, 94-95, 77, 90).

La inaccesibilidad te permite entrar y salir de forma controlada de tus viajes toltecas. De esa

manera no te pierdes en tus descubrimientos ni permites que tu búsqueda se convierta en un ritual de autoimportancia. No sacrificas tu viaje únicamente para llegar a ser alguien o para poseer algo.

Risa. La risa tiene un efecto purificador. Don Juan dice que es necesaria para contrarrestar

los efectos nocivos del mundo tolteca (Relatos, 57). Sin humor uno se vuelve demasiado serio, demasia-do adusto, demasiado opresivo. Don Juan reía simplemente porque le gustaba hacerlo, incluso cuando estaba mortalmente serio (Viaje, 84). Sabía que la risa nos ayuda a no quedarnos encerrados en nues-tras propias ideas.

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Así, una de las claves de la disciplina del ranger es buscar la diversión en el mundo y diver-tirse verdaderamente con él. Si recordáis, don Juan aprendió a disfrutar del trato con los pinches tiranos (Fuego, 37). También enseñó que el ranger, mientras espera, debe reírse y disfrutar del mundo (Relatos, 282).

Escuchar. Escucha al mundo, escúchate a ti mismo. Escucha con los oídos, con el corazón

y con todo tu ser. Escuchar da acceso a una conciencia más allá del marco de referencia ordinario. Oír lo que hay allí depende de ti.

Amor. El amor del mundo tolteca tiene poco que ver con el amor romántico ordinario. El

amor inexorable, como lo llama don Juan, es un puro acto de amor que no busca nada a cambio. No es una inversión. No nos da ninguna garantía. Nada puede sacarnos de él. El amor puro es un elemento del campo de energía natural o incondicionado.

Tal vez este tema no se trata con frecuencia en los libros de Castaneda porque su impor-

tancia es demasiado grande. Don Juan dice a Castaneda que la única cosa que puede liberar a una per-sona es un amor inalterable. También le indica que el amor es la última lección. «Siempre se deja para el último momento», dice a Castaneda antes de que salte del risco, «para el momento de soledad total en el que un hombre se enfrenta a su soledad y a su muerte. Sólo entonces tiene sentido» (Relatos, 286).

Además, este tipo de afecto rarificado tiene poco que ver con la moralidad ordinaria. En lu-

gar de plegarse a las directrices sociales, mantiene el flujo energético y por tanto mantiene la percepción abierta. Al mismo tiempo proporciona una base uniforme desde la que interactuar con el mundo en gene-ral y con los habitantes de otras dimensiones. Nos permite expandimos y conectar con cualquier cosa. Gracias a él, siempre disponemos de un punto de referencia para relacionarnos con cualquiera que esté a nuestro alrededor, estemos donde estemos y pase lo que pase. Este tipo de afecto indica un equilibrio perfecto. Nunca se usa para seducir a los demás ni para hacer que sigan nuestros pasos.

Desapego. El desapego no supone una retirada o evitación del mundo; para don Juan esta

retirada no tiene sentido (Don, 142). Desapego tampoco quiere decir que no puedas ser afectado, influi-do o tocado por los demás. Es, más bien, una herramienta para investigar y evaluar con precisión las situaciones; de otra forma tendemos a proyectar nuestros contenidos.

También es una herramienta para manejar nuestras propias energías. Por ejemplo, entre las

reacciones más comunes a un pinche tirano está la de meter el rabo entre las piernas y retirarse apresu-radamente o engancharse en una lucha ciega para ver quién sale ganando. El desapego permite que el espíritu fluya entre tus fuerzas y las del otro. El resultado es que se produce una discontinuidad entre la conciencia y el comportamiento: el desapego nos da una pequeña pausa para deliberar. Por tanto, uno es menos reactivo; más capaz de controlarse y de controlar la situación.

Para desarrollar el desapego:

1. Lucha por dar lo mejor de ti sin prestar atención al resultado de cualquier actividad. 2. Si te sientes excesivamente implicado en algo, o demasiado reactivo, suelta. Res-

taura el equilibrio; no provoques una lucha interna. 3. No bloquees ni censures ninguna percepción. Al mismo tiempo, avanza siguiendo

tus intuiciones. No excluyas tus predilecciones del ámbito de tus intereses. Eso sólo haría que te apegaras a tu conocimiento actual, evitando así un crecimiento poste-rior.

4. Utiliza la muerte como consejera para tomar tus decisiones en lugar de utilizar tus procedimientos habituales.

No formar patrones. Esta es la principal técnica para ir más allá de un campo condiciona-

do, sea ordinario o extraordinario. Dedicamos una enorme cantidad de energía a moldear el mundo según nuestros pensa-

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mientos, creando así lo que entendemos que es la realidad. Esta práctica consiste en dedicarnos delibe-radamente a no establecer patrones, y una de las formas de conseguirlo es no interpretar nuestras per-cepciones. Don Juan llama a esto «no-hacer»: no hacer lo que uno sabe hacer (Viaje, cap. 15). Los psi-cólogos lo llaman «desautomatización», o suspender las respuestas normales y automáticas. Lo llames como lo llames, es algo que libera mucha energía y don Juan dice que es la clave del poder personal (Viaje, 217).

Interpretamos el mundo según lo que tenemos en nuestra cabeza. Cuando nuestros pen-samientos son cuestionados a menudo respondemos, «pero todos los libros dicen que es así». Poco a poco vamos reduciendo nuestro mundo hasta llegar a un punto de vista inflexible. Toda experiencia pos-terior dentro de esa misma visión del mundo no hace sino potenciar ese mundo en lugar de expandir la conciencia hacia parajes desconocidos. La práctica de no formar patrones desestabiliza los campos con-dicionados porque ya no alimentamos esa cohesión con energía adicional. La voluntad funcional es el resultado de no seguir los patrones del yo ordinario. Cuando llegamos al campo natural, hemos desarro-llado el ser y por tanto hemos salido completamente de los patrones. Para empezar:

1. Evita etiquetar. Cada vez que etiquetas algo, contraes seriamente la conciencia. Y cuando etiquetes, no te lo tomes demasiado en serio.

2. Suspende tus creencias. Don Juan sugiere que la única cosa que el ranger tiene que creer es que el mundo es misterioso (Relatos, cap. 4). También enseñó a la Gorda a no creer en nada, porque las creencias restringen la percepción (Segundo anillo, 46).

3. Mantén todas tus conclusiones, grandes o pequeñas, en suspenso. Incluso después de haber formado un patrón, puedes flexibilizarlo si no lo mantienes rígidamente en su lugar.

4. No tengas expectativas. 5. Usa el sentimiento. Cuando lo haces, desactivas automáticamente los patrones por-

que sales del ámbito de la racionalidad y entras en el segundo campo. Observación. Recuerda que el primer principio del rastreo es rastrearte a ti mismo. Y una

buena forma de hacerlo es seguir tu propia pista. Si no lo haces, funcionarás sin tener las claves de tu propio comportamiento, como la persona que da un puñetazo en la mesa y grita: «¡No estoy enfadado!» Para evitar tales errores, el requisito indispensable es la autoobservación.

Para ello debes reducir la autoimportancia, fortalecer el desapego, y, en general, permane-

cer ecuánime. Con el tiempo aprenderás a observarte en todas las circunstancias. Entonces podrás recti-ficar los desequilibrios sin que nadie te los señale. La auto-observación también te permite manejar la proyección. Cuando notas que estás criticando a alguien, por ejemplo, puedes examinar esas faltas. Aunque tu percepción de la otra persona pueda ser exacta, también refleja aspectos de tu cohesión. Además, la intensidad de tu reacción suele indicar en qué medida esa misma energía está arraigada en ti.

Para desarrollar la autoobservación, imagínate observándote desde un punto entre 30 cen-

tímetros y un metro por detrás de ti. Algunos prefieren situar este punto entre 30 y 60 centímetros encima de la cabeza. Hecho esto, se trata simplemente de mantener esa conciencia dividida. Para empezar, simplemente obsérvate. Debes reunir toda la información posible sobre tu comportamiento antes de cambiarlo

Asimismo, la capacidad de observar el entorno tan objetivamente como sea posible también

acelera el aprendizaje. En lugar de discutir con el mundo, observa lo que ocurre, acéptalo y actúa en consecuencia. En general, he descubierto que las mujeres son unas observadoras excelentes. Es muy educativo observar a las mujeres que están observando porque no suelen dar ninguna muestra de que lo están haciendo. La habilidad de hacer algo sin llamar la atención es, sencillamente, buen rastreo. Otra forma muy positiva de empezar esta práctica es prestar atención a los presagios porque nos ayudan a

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tomar conciencia de todo lo que tiene que ver con nosotros. Historia personal. Tus hábitos cotidianos, incluyendo tus pensamientos sobre ti mismo y lo

que dices a los demás sobre ti, establecen una continuidad específica. Estos hábitos no sólo sellan tu identidad en términos de lo que los demás esperan de ti sino que también mantienen al punto focal en su sitio. Ver nos permite comprobar que la «verdad» está basada en la continuidad. Es relativa a lo que conocemos. Para entrar en lo desconocido debemos abandonar esa continuidad; por tanto, bórrala. Don Juan dice que en un momento dado no necesitó su historia personal y la abandonó completamente (Via-je, 29).

Para borrar su historia personal, a Castaneda le aconsejaron que debía inventarse historias

y contarlas a la gente. Cuando puso objeciones, don Juan le dijo que las mentiras sólo son mentiras cuando se tiene una historia personal (Viaje, cap. 2) y recalcó que el propósito del ejercicio no era enga-ñar a nadie. De hecho, aconsejó a Castaneda que viviera una vida verdadera y deliberada (Enseñanzas, 119). Además, le aconsejó que utilizara a su muerte como consejera para evitar una movilidad excesiva (Relatos, 235). Para conseguir otro cambio más en su continuidad, Castaneda recibió el consejo de em-pezar desde cero y dejar atrás a todos sus amigos (Viaje, 33).

Cuando don Juan me dio el nombre de «Pluma Rota de Águila», consiguió un efecto similar.

Rompió la continuidad que reflejaba mi nombre anterior al mismo tiempo que establecía la base de una nueva continuidad, una nueva cohesión. El fundamento de esta acción fue la instauración de una rela-ción precisa y determinada con el mundo: Me dijo que el nombre significaba «servir con desapego» y me asignó la tarea de enseñar. Además, el apodo Ken es la segunda sílaba de la palabra «broken» [rota], lo que rompe con los patrones habituales de buscar apodos.

Lo extraño de mi nombre todavía me mantiene en una lucha por recuperar el equilibrio. Par-

te de esta lucha procede de mi resistencia a entrar en la espiritualidad nativa americana. Reflejando la popularidad de las enseñanzas nativas, mucha gente ha cambiado de nombre y adoptado nombres nati-vos. Muchos lo han hecho por respeto y afinidad con las tradiciones nativas, pero algunos parecen haberlo hecho sólo para llenarse los bolsillos de dinero. Por tanto me siento reacio incluso a aparentar que he usurpado la herencia cultural de otros. Pero mi deseo de seguir adelante en el camino ha sido mayor que todas las demás consideraciones. Poco a poco he ido viendo el aspecto práctico de la manio-bra de don Juan. Dispongo de un recordatorio constante para ir puliendo mi camino simplemente porque cada vez que oigo mi nombre siento una sacudida.

Borrar la historia personal es una técnica muy poderosa. Romper con el pasado te aparta de

las fuerzas sociales que mantienen tu energía parada. El principal efecto de esta práctica es que produce conmociones en tu cohesión. Cuando se usa en conjunto con otras técnicas, el punto focal acaba desen-cajándose. Entonces comienzas a formar otras cohesiones.

No estructurar la propia identidad es el paso previo a las artes de mezclarse y cambiar de

forma. Estas prácticas nos proporcionan nuevas lecciones sobre la relatividad de la identidad. Condicionamientos físicos. En general, para manejar el aumento de energía resultante de

seguir esta vía, necesitamos tener el cuerpo en buenas condiciones. Para hacer de la conciencia la pri-mera prioridad, Clara aconseja «evitar cualquier cosa que debilite tu cuerpo o tu mente». Don Juan aconseja caminar para facilitar el recuerdo de nuestros viajes por el segundo campo (Conocimiento si-lencioso, 154). También dice que el cuerpo físico debe estar preparado para la activación de la voluntad (Relatos, 86).

Don Juan añade que el secreto de la salud física está más en lo que no hacemos que en lo

que hacemos (Viaje, 195). No obstruyas el funcionamiento natural de tu cuerpo y entonces él cuidará de ti. Asimismo, parece que el hecho de permanecer en el estado de conciencia acrecentada produce au-tomáticamente un cuerpo fuerte. Castaneda señaló en una ocasión que una de las consecuencias de practicar el ensueño era que tenía un cuerpo más musculoso (Don, 58). Por otra parte, la fortaleza cor-

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poral ayuda a mantener la conciencia acrecentada. Por tanto, haz ejercicio regularmente pero sin exce-derte. Como bien y, si no estás seguro de tus límites, consulta con un médico.

Relajación. La relajación es indispensable para explorar la conciencia. Si no puedes sentir-

te flexible y en calma, contactar con el segundo campo, en el mejor de los casos, te resultará difícil. Otra cosa de la que te darás cuenta es que en el segundo campo no existe la tensión inherente al primero. Creo que la mayor parte de la tensión deriva de que nos aferramos a patrones de energía condicionados; no queremos cambiar, soltar, salir de nuestras áreas de confort. Por tanto, cuanta más energía del se-gundo campo tengamos, menos tensión sentiremos. Una manera de eliminar al menos parte de nuestras tensiones es el desarrollo constante del segundo campo.

La meditación nos ofrece una manera suave de tratar con el segundo campo. Por otra parte,

me he dado cuenta de que la gente disfruta de las cualidades relajantes de practicar la mirada fija. La mirada fija se utiliza deliberadamente para entrar en el segundo campo y puede ser considerada una forma de meditación (véase «Mirada fija» en el capítulo siguiente).

Ser experto en el manejo del segundo campo no significa escapar definitivamente del es-

trés. El tratamiento del estrés es otra cuestión: para aislar sus causas debes practicar el desapego y la autoobservación; después intenta permanecer impasible ante las circunstancias.

Responsabilidad. Un conocido mío, afín a la mentalidad tolteca, me dijo que su comporta-

miento torpe y poco impecable era beneficioso para quienes le rodeaban. Hacía que los demás tuvieran que esforzarse para tratar con él. Bien, quizá sea así, pero su actitud reflejaba una clara falta de respon-sabilidad personal.

Don Juan enseña que una vez que comenzamos a seguir este camino, ya no somos res-

ponsables de los demás (Realidad aparte, 47). Esto no significa que podamos pisotearles ni que no po-damos ayudarles. Más bien, esta afirmación proporciona una palanca para salir de los requisitos sociales que nos impiden crecer. Asumir la responsabilidad favorece el autocontrol y permite ser menos suscepti-ble al pensamiento grupal. También implica que no debemos ir por el mundo intentando iluminar a todos los que se cruzan en nuestro camino porque eso supondría intentar amoldar el mundo a nuestra imagen.

Reconocer la responsabilidad personal requiere un autoexamen honesto. También requiere

tomar las riendas de la propia vida y no ceder a la tentación de culpar a los demás por el propio compor-tamiento. Por ejemplo, aunque descubras que la clave de uno de tus comportamientos está en tu infan-cia, culpar a los demás es ir demasiado lejos. Si encuentras la causa de algo, corrígelo; no malgastes energía arrastrando a otros a tu propia escoria. Para don Juan, asumir la responsabilidad implicaba fun-damentalmente una cosa: ¿Estás dispuesto a morir por tus decisiones? (Viaje, 62).

Rituales. Los rituales son herramientas que usamos para concentrarnos. Tienen el efecto

de situarnos en un carril específico, efecto que se ve aumentado por la repetición. Por esta razón, don Juan piensa que los rituales pueden captar la atención mejor que cualquier otra técnica (Conocimiento silencioso, 284). Los rituales pueden ser beneficiosos para potenciar la concentración, pero también pueden limitar la percepción, haciendo que se quede dando vueltas dentro de ellos en lugar de elevarse libremente.

Cuando se usan apropiadamente, los rituales crean las condiciones que los transcienden.

Sus formas suelen ser necesarias para que la esencia que está detrás de la forma pueda ser comprendi-da. El ritual crea una forma gracias al contexto en el que se usa; ajusta el marco mental y resume el in-tento que está más allá de la forma. Por ejemplo, don Juan utilizó rituales cuando usó plantas de poder con Castaneda porque con ellos invocaba las condiciones de la búsqueda del conocimiento. Así, las plantas de poder pudieron impulsar la conciencia de Castaneda más allá de sus capacidades normales. Para don Juan, su papel del líder de equipo también incluía dirigir la conciencia hasta lo abstracto, más allá de la forma. Por tanto, también debemos aprender a concentrarnos sin usar rituales. En la práctica esto significa aprender a ensoñar sin practicar los ejercicios que se usan al principio del aprendizaje.

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Este proceso representa que se ha pasado a otro estadio de la enseñanza. Mientras funcionen los rituales, sean visualización, cantos o caminar de una forma determi-

nada, considéralos como tales. El trabajo real —el efecto real— está esperando justo delante de ti. Usa los rituales para activar la percepción, no para quitarla de en medio.

Rutinas. Los hábitos consolidan nuestros campos energéticos. Son las condiciones que fi-

jan el punto focal en un lugar y por tanto mantienen una realidad. Nuestro mundo existe porque el punto focal está en su posición habitual, gobernada por nuestros hábitos, en especial por nuestros pensamien-tos cotidianos.

Por tanto, para establecer nuevas cohesiones necesitamos nuevos hábitos. Ésta fue la lu-

cha del tercer ciclo (Fuego, 124). Para romper los hábitos que formaban la realidad de Castaneda, don Juan le llevó a realizar prolongadas caminatas por el desierto y le enseñó a cazar (Relatos, 235). Así reajustó la relación de Castaneda con el mundo. Don Juan también hizo que Castaneda realizara tareas repetitivas y sin sentido para enseñarle a actuar sin esperar recompensas.

En su libro The Psychology of Consciousness, Robert Ornstein denomina «deshabituación»

a este proceso de prohibir ciertos hábitos. La alteración de las rutinas crea un esponjamiento general en el cuerpo energético, lo que lleva a hacer más fluido el pensamiento y a romper las fijaciones.

Autoimportancia. Don Juan dice que la manera más efectiva de obtener energía es perder

la autoimportancia (Ensueño, 37). Sin embargo, nuestra educación y nuestro pasado suelen favorecerla; esto es un hecho por el que no debemos sentirnos culpables. Tendemos a creer que somos mejores que alguien porque sabemos algo o poseemos ciertas cosas. Y se nos dice que somos mejores o peores que los demás a partir de estas consideraciones materiales.

Al definirnos, creamos Fronteras muy marcadas alrededor de nosotros mismos y de nuestro

mundo. Así desarrollamos campos de energía altamente condicionados. Las capacidades no ordinarias pueden acentuar esta tendencia todavía más. Por ejemplo, los toltecas del segundo ciclo podían hacer maravillas pero seguían teniendo toneladas de autoimportancia. El inconveniente es que los campos condicionados hacen que derrochemos la mayor parte de nuestra energía en sustentar nuestro sentido del yo y del mundo. Sin embargo, cuando dejamos de reforzar nuestras posiciones necesitamos menos energía y este excedente energético libera automáticamente el punto focal (Conocimiento silencioso, 179).

Podemos dividir la autoimportancia en dos componentes principales: autoengrandecimiento

y autorreflejo. El autoengrandecimiento consiste en poner el acento en uno mismo, sea positiva o negati-vamente. Pensar que eres demasiado bueno, o no lo suficiente, que sabes más o que sabes menos, o que posees más o menos bienes, son las polaridades del autoengrandecimiento. La rectificación de esta tendencia supone no situarnos por encima de los demás ni darnos la espalda a nosotros mismos. Signifi-ca que las consideraciones sobre nuestra propia valía no entran en nuestro horizonte. Lo importante es no ser arrogantes ni dóciles. La humildad procede de depender sólo de uno mismo, pero sin estar auto-absorbido (Relatos, 16).

En otras palabras, se trata de no medir nuestras capacidades frente a las de los demás y de

no necesitar engrandecernos para motivarnos. De tener seguridad en nosotros mismos y de no tomarnos demasiado en serio. Este equilibrio también rectifica los sentimientos de inseguridad. Por ejemplo, la inseguridad puede llevar a una persona a quejarse del mundo o a retener fuertemente sus emociones dentro de sí. Ambas condiciones reflejan un desequilibrio y demuestran un autoengrandecimiento.

La polaridad opuesta de la autoimportancia es el autorreflejo. Este concepto puede ser

confuso porque está relacionado directamente con el hecho de tener una identidad y una visión del mun-do. La identidad con que nos define la sociedad no es quiénes somos, sino un aspecto de nuestra forma de encajar en ella. Como la cultura confía en la opinión consensuada sobre la realidad, a menudo equi-

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para su visión del mundo con la realidad. Y como tener una visión del mundo es el medio más importante de interactuar con él, nuestro mundo está basado en la autoimportancia. Un disfraz inteligente.

Este principio es aplicable a cualquier mundo. Cada vez que nos decimos a nosotros mis-

mos que somos así o que el mundo es de la otra manera, generamos autoimportancia. Cada vez que definimos el mundo, sólo nos reflejamos a nosotros mismos. Por tanto, estamos embrollados en una proyección de enormes proporciones y dedicamos ingentes cantidades de energía a mantener una ima-gen del mundo en lugar de averiguar cómo es realmente más allá de nuestra imaginación.

Don Juan dice que no perdemos totalmente la autoimportancia hasta que equilibramos

completamente los campos de energía primero y segundo (Ensueño, 161). Al hacerlo, nos convertimos en personas de conocimiento. En ese momento dejamos de reflejar el mundo porque somos el mundo. Entretanto, podemos ciertamente reducir la autoimportancia. Para empezar, puedes:

1. Reconocer tu autoimportancia. 2. Tomar la decisión de encararla. 3. Categorizar tu comportamiento en términos de autoengrandecimiento o autorreflejo,

y después eliminar ambos. Por ejemplo, pregúntate si estás siguiendo este camino para convertirte en tolteca o para perder autoimportancia y hacerte uno con tu mun-do. Seguir un camino para convertirse en algo o en alguien es autoengrandecimien-to y va en contra de la enseñanza de don Juan de que el ranger lucha contra la au-toimportancia.

4. Utiliza la muerte como consejera. Esta práctica era el «tique de don Juan hacia la impecabilidad» (Conocimiento silencioso, 215).

5. Practica el ver. Ver hace que se trasciendan los patrones de manera automática, in-cluyendo las ideas sobre uno mismo y el mundo.

Servicio. Otro medio para reducir la autoimportancia es el servicio. Don Juan dice que en

un sentido los que siguen el camino tolteca lo hacen para sí mismos, pero lo equilibra diciendo que algu-nos toltecas tienen objetivos prácticos que sirven a los demás toltecas y a la humanidad en general. Otros toltecas no tienen objetivos prácticos ni están autocontenidos. Don Juan dice que estos últimos nunca llegan a resolver la autoimportancia (Fuego, 28). Añade que el contacto con el espíritu abstracto borra la autoimportancia, con lo que el yo automáticamente se vuelve abstracto e impersonal (Conoci-miento silencioso, 51-52).

Estamos suponiendo que servicio no significa santurronería. Para don Juan la mojigatería, o

falsa piedad, era uno de los tres hábitos que se debían evitar, siendo los otros dos el fanatismo y la ob-sesión (Relatos, 58). Servicio tampoco implica ser obsequioso. El ranger se mantiene siempre afilado, no le preocupa lo que los demás puedan pensar de su comportamiento. Rindiendo un servicio con fidelidad tenemos la oportunidad de ir más allá de nuestros viejos hábitos porque el servicio nos saca de nuestro yo habitual. Pero el objetivo del servicio no es atrapar a los demás en nuestras redes.

El servicio puede tomar muchas formas distintas. En el lugar de trabajo, por ejemplo, para

superar los efectos de un jefe insoportable puedes entrar en la sensación de que estás haciendo un ser-vicio a la compañía. Olympia Dukakis, ganadora de un Oscar de la Academia, dijo que se daba cuenta de que el trabajo de actriz era para servir a la audiencia, no para manipularla. «Los espectadores deberí-an tener la experiencia que deseen», dijo.

«Todos son libres de ser lo que quieran y de ser quienes quieran ser durante la película» Viajar ligero. Viajar ligero significa eliminar lo innecesario y permanecer sintonizado con el

propio propósito. Cuanto más nos quitemos de encima las demandas energéticas externas, de tanta más energía dispondremos.

* * *

Don Juan dice que la clave del éxito tolteca es la acción, no la palabra (Realidad aparte,

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314). Gran parte de nuestra comprensión de hoy cambiará mañana cuando crezca nuestra conciencia. En consecuencia, es más productivo trabajar con la energía que trabajar únicamente con la razón; la energía es lo que amplía la conciencia. Cuando tengas dudas o quieras seguir adelante con tus éxitos, haz como el buen marinero que se queda sólo con las instrucciones básicas. No renuncies únicamente porque estás cansado. En una ocasión practiqué una técnica durante dos años para desarrollar cierto aspecto del ver. No obtuve ningún resultado hasta que, de repente, conseguí hacerlo.

Cada uno de estos ejercicios desarrolla los rasgos del ranger de alguna manera. Evidente-

mente, no resulta difícil ver que ser inaccesible y usar la muerte como consejera potencian la implacabili-dad; borrar la historia personal y observar favorecen la astucia; y el desapego y viajar ligero promueven la paciencia. En general, te darás cuenta de que el camino tolteca suele ser más tenue que los demás caminos de la vida. Siempre lleva a lugares desconocidos y exige una aguda vigilancia. Su ventaja es que la disciplina crea una vida más equilibrada y plena.

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CAPÍTULO 10 HERRAMIENTAS DE PODER Este capítulo continúa describiendo las técnicas de rastreo. Muchas de ellas son más avan-

zadas que las del capítulo anterior, ya que son más complejas y su manejo requiere más habilidad. Cuando las pones en práctica, comienzas a trabajar con la energía misma, ya no se trata únicamente de establecer las condiciones del trabajo. Como en el caso de todas las técnicas, es posible ajustar sus pasos para adaptarlas a las personas y potenciar sus resultados. Al mismo tiempo, ten cuidado de no tomar atajos para evitar esfuerzos. Antes de modificar un ejercicio, lo mejor suele ser familiarizarse con él y con los efectos que debe producir.

Conocimiento corporal. La vida no es sólo un ejercicio mental. Tenemos todo un cuerpo

físico a nuestra disposición. Sin embargo, normalmente se nos enseña a no considerar el cuerpo como un medio de percepción y a centrarnos en el intelecto. Tal vez ésta sea la causa de que nos perdamos en el primer campo y descuidemos el segundo.

Don Juan enseña que el segundo campo es comprendido o manejado con el cuerpo. De

hecho, él considera que las habilidades toltecas surgen del cuerpo mismo (Don, 167). La flexibilidad mental es beneficiosa pero, en comparación con las tareas toltecas el trecho que podemos avanzar con ella es más bien breve.

Podemos cubrir desde la mente todos los ángulos que queramos pero llega un momento en

el que tenemos que actuar. Cuanto más profundamente entremos en la conciencia, tanto más el cuerpo organiza y tra-

duce esa energía en significado. Entrar en contacto con el orden infinito o con la razón pura, acelera automáticamente la adquisición de conocimiento. Ésta es la causa de que don Juan pareciera tan razo-nable: por medio de su voluntad permanecía conectado con la razón pura.

Hacia el final de su tiempo con don Juan, Castaneda descubrió que podía «escuchar, ob-

servar, sentir y recordar con todas las células de su cuerpo». Esto es lo que produce el conocimiento silencioso, que es un resultado directo del contacto con el intento (Conocimiento silencioso, 124). El cuerpo es el que mide, evalúa y comunica este contacto.

Para comenzar a usar el conocimiento silencioso, no actúes a partir de tus pensamientos

porque restringen la percepción y el comportamiento a su propio molde. Utiliza el sentimiento en su lu-gar. Presta atención a tus instintos e intuición. Practica, y evalúa tus capacidades con frecuencia.

Danzas de energía. Mientras viajaba desde Tucson a Austin, Texas (viaje que dura todo un

día), decidí probar el ejercicio que don Juan llama «hacerse accesible al viento» (Viaje, 90). Es un baile que supuestamente te mantiene despierto toda la noche. Al atardecer, cuando las últimas luces del día oscilaban en el cielo, subí a lo alto de una pequeña colina, me orienté hacia el oeste, extendí los brazos con las palmas abiertas y comencé a correr en el sitio.

A los pocos segundos sentí que la energía me recorría las palmas de las manos. Mis brazos

se extendieron aún más y se fueron quedando tiesos, casi rígidos. Una ráfaga de viento me golpeó en la cara. Dejé de bailar, me subí al coche, y me fui. Permanecí alerta durante el resto de la noche sin tomar café ni estimulantes. Cuando llegué a Austin, aún tenía suficiente energía como para salir a cenar y so-cializar.

Este baile también funciona bien durante el día. Si necesitas estar especialmente alerta, ve-

te a un lugar donde puedas estar solo y practica esta danza con las manos abiertas al sol. Antes de bai-lar, pide al espíritu que te llene de energía para poder realizar la tarea que tienes por delante. Cuando lo he hecho, siempre me ha resultado beneficioso.

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Pases de energía. Los pases de energía son lo que Taisha Abelar llama pases brujos. Cla-ra los define como «movimientos de la mano diseñados para reunir energía para propósitos específicos». Clara enseñó a Abelar pases específicos para limpiar los senos, suavizar las arrugas faciales y abrir la brecha entre los mundos, por nombrar algunos de sus usos.

Clara también afirma que los antiguos toltecas, siguiendo un método formal, establecieron el

intento de cada pase. Por tanto es una cuestión de contactar con un intento ya existente y dejar que esa energía circule a través de ti. Por otro lado, los planteamientos más fluidos se apartan de los rituales y métodos preestablecidos, aunque hace falta una conexión muy precisa con el intento para tomar con-ciencia de los pases espontáneamente. Además, debes mantener un alto nivel de atención para aplicar correctamente los movimientos de las manos a los campos energéticos. En este caso la ventaja es que eres libre de innovar e inventar pases para lo que tengas ante ti en cada momento.

Los pases de energía dan acceso al segundo campo y traen su energía al primero. Masa-

jean la energía y desarrollan la adaptabilidad porque permiten que la energía fluya mejor. El empareja-miento de este flujo con un intento específico produce resultados. Los pases energéticos también están relacionados con el uso de movimientos de las manos para curar. Por ejemplo, don Juan dijo a Castane-da que gracias al intento su amiga enferma pudo expulsar una enfermedad de su cuerpo; añadió que su intento debía corresponderse con un movimiento específico de la mano y del brazo (Segundo anillo, 106).

Hace algún tiempo, una persona me hizo una demostración de un pase energético que usa-

ba para alisar su piel. Colocaba las manos con los dedos estirados en la parte alta de la cabeza y des-pués las deslizaba sobre la cara. Mientras lo hacia, vi su cuerpo energético separarse corno si estuviera arando surcos en él. En otro momento, vi que un participante en un seminario tenía un área gris y oscura en la parte anterior de su cuerpo energético. Le pedí que pasara su dedo por esa área, concentrándose en el objetivo de limpiar su energía. Mientras lo hacía la mancha se transformó, adquiriendo un color verde deslucido. Entonces vi que no bebía la suficiente cantidad de agua como para limpiar su sistema adecuadamente. Dijo que la evaluación era correcta y que ya lo sabia, pero no estaba haciendo nada al respecto.

Mirar fijamente. La mirada fija es una avenida hacia el cuerpo energético (Ensueño, 124).

Desestabiliza los campos energéticos y concentra la conciencia siguiendo las líneas del intento. Rompe los hábitos normales o las fijaciones que impiden percibir el mundo con naturalidad. Es una excelente herramienta de concentración y relajación.

Para practicar esta técnica, repasa en primer lugar los pasos de la sección «ver» del capítu-

lo 6. Si tienes dificultades, don Juan sugiere que mires a un objeto y después cruces los ojos suavemen-te hasta tener dos imágenes idénticas (Viaje, 72). Entonces dirige la percepción en medio de ellas. Esto te saca de los patrones normales que habitualmente usas para enfocar tu visión. Después de practicar este método resulta más fácil mirar sin cruzar los ojos. Al principio, esta práctica puede parecer un ejerci-cio óptico, pero, posteriormente, se amplia y uno acaba mirando con todo el cuerpo físico.

Una buena forma de empezar es mirar las sombras. Cuando mires una sombra deja que

cambie de forma y patrón. Después, manteniendo la mirada, intenta entrar en ella con la conciencia. Descubrirás que las sombras tienen una textura muy rica. También puedes jugar con la profundidad del campo. Envía la conciencia hacia la sombra o permite que se te acerque sin mover el cuerpo. Continúa mirando fijamente hasta que veas que la sombra emana luz. En ese momento has establecido la co-nexión con el segundo campo.

Puedes mirar prácticamente cualquier cosa. Don Juan hizo que las Hermanitas aprendieran

a mirar paso a paso. Pasaron de hojas a pequeñas plantas, árboles, rocas, y después a un segundo ciclo que incluía mirar la lluvia y la niebla (Segundo anillo, 285-287). He descubierto que mirar la lluvia y la niebla suele producir visiones. La Gorda dijo a Castaneda que un verdadero hito de los practicantes es permitir que su percepción siga cualquier cosa que se revele en la niebla.

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Además, mirando se aprende a separar las propiedades del primer campo de las del segun-do (Fuego, 92). Cuando se mira el fuego, se separa la propiedad calor perteneciente al primer campo de la propiedad llama, perteneciente al segundo. Cuando se mira el agua, se separa la propiedad humedad, perteneciente al primer campo, de la propiedad fluidez, perteneciente al segundo. Establecer esta distin-ción nos ayuda a conectar con el segundo campo.

Cuando mires el agua, desconecta de la humedad y conecta con la fluidez. Permite que esa

propiedad te afecte y mueva tu percepción. No es difícil; lo importante es mirar y después dejar que el cuerpo haga el trabajo, no es un proceso racional. La continuidad en la práctica, aunque pienses que no está funcionando, es lo que marca la diferencia.

Como la mirada puede alejarte rápidamente de tu mundo normal, es mejor practicar junto a

otra persona, especialmente en el caso de mirar el agua o intentar ir más allá de los propios límites. Para mucha gente, el agua aleja excesivamente la conciencia de su centro. Como conecta sólidamente con el segundo campo, puede resultar muy desconcertante.

Por tanto, mientras miras, haz que tu compañero esté detrás de ti mirando tus energías. Esa

persona debe tocarte ligeramente en el hombro al primer indicio de que estás perdiendo el equilibrio o la concentración. Tu compañero podría sentir que te estás deslizando demasiado lejos, podría verte su-cumbir a la segunda atención o intuir que necesitas recuperar el equilibrio. En ese momento podéis per-mutar las posiciones. A medida que confíes más en tu compañero te sentirás más libre de viajar en el segundo campo.

Si estás solo, puedes usar una postura especial (Realidad aparte, 244-245). En cuclillas, co-

loca el pie derecho bajo el muslo izquierdo. Mantén la pierna izquierda en esa posición, es decir: mantén la planta del pie fija en el suelo y la pierna doblada con la rodilla apuntando hacia arriba. En esta postura puedes dar un salto hacia arriba en cuanto sientas que estás perdiendo el norte. La sacudida repentina te reorientará hacia tu forma habitual de percibir. Además, poner las manos en forma de copa sobre el vientre, inmediatamente debajo del ombligo, te ayudará a impedir la pérdida de energía. Don Juan hizo que Castaneda realizara este ejercicio cuando la brecha de su voluntad se abrió excesivamente y dema-siado pronto (Viaje, 250). Las duchas frías u otros métodos de estimular el cuerpo físico también ayudan a centrar la atención en el mundo conocido.

Es mejor no mirar las nubes durante las tormentas. La Gorda dijo a Castaneda que esta

técnica había permitido a las Hermanitas enganchar sus segundos campos a las nubes, lo que les permi-tía viajar grandes distancias. Pero si se mira a las nubes de tormenta se establece un sendero por el que la tormenta también puede viajar hasta uno. La Gorda indicó que en una ocasión a Josefina casi le mata un rayo (Segundo anillo, 289).

También es recomendable estar seguro del propio intento porque mirar suspende la percep-

ción. Sea cual sea el intento con el que enganches, este ejercicio te transporta a su reino. Por ejemplo, en una ocasión don Juan aconsejó a Castaneda que dejara de mirar porque estaba siguiendo prácticas del segundo ciclo: estaba reduciendo su percepción a formas concretas. Castaneda estaba empezando a perderse en las energías del segundo ciclo en lugar de usar la mirada para catapultar su conciencia hacia lo abstracto (Ensueño, 124). En general, intentar ver mientras se mira impide que uno se pierda.

Impecabilidad. El tolteca, en lugar de dejarse medir con las medidas de otros, se mide a sí

mismo con la medida de la impecabilidad personal. Este concepto tiene muchas facetas y todas ellas están relacionadas con la gestión de la energía personal. Por ejemplo, don Juan dice que impecabilidad significa: «jugarse la vida por las propias decisiones y después hacer mucho más que lo óptimo para llevarlas a cabo» (Ensueño, 155). También dice que es actuar para beneficio del espíritu, sin buscar una ganancia personal. Entonces las soluciones a los problemas surgen únicamente de las revelaciones del espíritu. Don Juan dice que la impecabilidad llama a la solución. También dice que la «impecabilidad es simplemente el mejor uso posible del propio nivel de energía». Por encima de todo, el primer requisito de la impecabilidad es la ausencia de autorreflejo (Conocimiento silencioso, 99, 248), su principal ingredien-

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te es perder la autoimportancia. Castaneda fue impecable cuando le atacaron las Hermanitas. Quería irse, pero siguió los

designios del espíritu y se quedó. Cuando estos incidentes ocurrieron ya había activado su voluntad, su conexión directa con el espíritu. Siguiendo sus órdenes, evitó el impulso de salir corriendo hacia las coli-nas. Y obtuvo ventajas de aquel incidente porque le espoleó a alcanzar nuevas alturas, enseñó unas cuantas cosas a las Hermanitas y nos proporcionó a todos una historia memorable. Asimismo, otra per-sona en la misma situación habría encontrado la impecabilidad en irse.

Don Juan dice que borrar la historia personal, ensoñar, y las demás técnicas sólo son ayu-

das. La integridad de carácter es el pegamento que mantiene todo aglutinado en el mundo tolteca (Rela-tos, 235). Esta fuerza interna puede ser medida como una sensación de equilibrio emocional o ecuani-midad, casi de indiferencia. También es «una tendencia natural y profunda hacia el autoexamen y la comprensión» (Fuego, 178). Por tanto, no basta con convertirse en cuervo; es más importante saber cómo esa capacidad encaja en el esquema general.

Buena parte de este desarrollo del carácter consiste en liberarse de la complacencia.

Cualquier exceso —sea llorar de preocupación o autocompasión, quedarse demasiado tiempo en un lugar, o dejarse llevar por emociones, pensamientos o acciones— es complacencia. Al mismo tiempo don Juan avisó contra la negación de uno mismo, porque nos hace pensar que estamos haciendo gran-des cosas mientras sólo permanecemos fijados en nosotros mismos (Realidad aparte, 179). Por tanto, volvemos a encontrar la necesidad de un equilibrio. Para potenciar la impecabilidad y reducir la compla-cencia no debemos dejarnos llevar por nuestros desafíos ni evitarlos. La impecabilidad nos da una opor-tunidad de rastrear el espíritu y evolucionar hacia un campo natural.

Diálogo interno. Como hemos dicho, el diálogo sustenta nuestro mundo. La cohesión del

cuerpo energético se queda en los carriles que marcan nuestras definiciones del mundo y fija el punto focal en el lugar que indica ese mundo. En otras palabras, el diálogo dirige la energía y después forma los campos energéticos. Un pensamiento bien integrado, como una visión del mundo, aporta coherencia al primer campo. Entonces la visión del mundo circula dentro de nuestra cabeza, creando una cadena continua de información; a partir de ahí, reflejamos y describimos el mundo constantemente.

Cuando detenemos el diálogo interno, el mundo cambia. El cambio de una visión del mundo

ordinaria a otra no ordinaria es un logro significativo aunque parcial. Esto se debe a que el diálogo inter-no sustenta ambos mundos y el mundo no ordinario simplemente es más expansivo. Acallar y posterior-mente detener los pensamientos permite que entren en nuestra conciencia percepciones ajenas a ambos mundos. Entonces podemos entrar en otros nuevos, no sólo expandir nuestro conjunto previo de reflejos.

Don Juan dice que sólo se llega a ver cuando se detiene el diálogo interno, Y nos recuerda

que ver nos lleva al corazón de las cosas, más allá de cualquier descripción. Don Juan también señala que todos los ejercicios de rastreo facilitan la detención del diálogo interno y que detener ese flujo es la llave de los métodos toltecas (Relatos, 34, 233). Ensoñar también desempeña su papel. De hecho, don Juan dice que las dos herramientas principales para detener el diálogo interno son borrar la historia per-sonal y ensoñar. Ambas sacuden la cohesión de la realidad ordinaria, por lo que el intelecto hace una pausa en su funcionamiento normal.

Además, don Juan enseñó una forma específica de caminar para detener el diálogo interno.

Esta es la «justa forma de caminar» que él propuso, aunque ligeramente modificada (Viaje, 38).

1. Camina con las manos en una posición poco habitual que no atraiga la atención. La novedad aleja la energía del patrón ordinario de atención creado por tu forma habi-tual de andar. Pero si tienes las manos en una posición exagerada, tendrás que ba-tallar con otra gente que dirigirá su energía hacia ti preguntándose qué estás haciendo.

2. Dirige la mirada hacia el horizonte. Si estás en un entorno montañoso, mira de tres

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a doce metros por delante de ti, manteniendo esa misma distancia entre el lugar donde estás y el punto donde se enfoca tu mirada a medida que caminas.

3. Desenfoca los ojos, permitiendo que tu visión periférica absorba todo lo posible. 4. Escucha y huele tu entorno. Siente los alrededores. Estás intentando salir de la ca-

beza y entrar en el cuerpo. 5. Camina con un paso normal o más lento de lo normal. 6. Por cuestión de seguridad, camina en un entorno donde no tengas que vértelas con

el tráfico u otros obstáculos. Si esto no es posible, tendrás que pensar en navegar. Paradoja. Una paradoja es una afirmación contradictoria que puede contener una verdad.

Por ejemplo, la gente suele decir que durante una experiencia mística sienten que han experimentado toda la eternidad en menos de un segundo. O puede que experimenten un fértil desierto perceptivo.

Podemos usar la paradoja para trascender la forma y llegar a la esencia. Situando nuestra

percepción entre puntos de vista opuestos, cualquier conjunto de afirmaciones opuestas se convierte en una paradoja. Puedes ver la verdad de cada frase y encontrar el terreno intermedio que produce una verdad aún más expansiva. La paradoja te lleva a una apertura que, cuando está acompañada por el intento, engancha con el espíritu.

Para ilustrarlo, encuentra el terreno intermedio entre estos pares de opuestos dentro de las

enseñanzas toltecas: 1. El auto-examen y la comprensión son vitales. La comprensión es limitante y puede

retrasarte. 2. La reflexión es necesaria. La acción es lo que cuenta. 3. Cree en que el mundo es misterioso. No creas nada.

Cuando puedes moverte entre las formas, descubres que tus acciones pueden estar gober-

nadas más fácilmente por el espíritu. Tienes todas las opciones a tu disposición, pero dejas fluir el espíri-tu a través de ti para determinar qué es lo mejor en un momento dado.

Camino con corazón. Cada persona es un conglomerado de energías. Reflejando este

conglomerado, a menudo cambiamos de humor y de opinión de una manera que indica nuestra falta de dirección. Algunos parecen cambiar como el viento. Sin embargo, también solemos tender a ciertos comportamientos concretos, tenemos predilecciones. Podría gustarnos estudiar arte, contabilidad o me-cánica diésel. O podemos tender a la contemplación o a estar permanentemente activos. Sin embargo, frecuentemente nos vemos apartados de nuestras predilecciones, de nosotros mismos, de los demás y del mundo.

El camino con corazón nos ofrece una forma de reestructurar la vida para poder sacar a la

luz nuestras predilecciones más profundas, porque en ellas encontramos nuestros significados más pro-fundos. Tenemos afinidades innatas y cuando éstas se funden con el mundo emerge una relación directa y personalizada. Encontrando los sueños que quieres soñar desarrollas simultáneamente el primer y el segundo campos. Fortaleces la integridad del primer campo, lo que te impulsa hacia el segundo. Ade-más, cuando te alejas demasiado en el segundo campo y tus experiencias pierden significado, tus predi-lecciones te traen de vuelta, te ayudan a integrar esas experiencias y te hacen más fuerte para la si-guiente aventura.

Las predilecciones fuertes, claras y deliberadas también sirven a los toltecas como «escu-

dos». Según don Juan, los escudos amortiguan y filtran la conciencia (Realidad aparte, 260). Como es-tamos siendo bombardeados continuamente con una energía inmensa, los escudos amortiguan su efecto y filtran lo que no tiene significado. El lado negativo de los escudos es que sólo percibimos nuestro mun-do conocido, ya que es la energía significativa. Su lado positivo es que podemos permanecer centrados y no explotar cuando recibimos más datos de los que podemos manejar. Cuando redefinimos nuestros escudos, redefinimos nuestras percepciones y comportamiento.

Si pierdes tus escudos, te quedas abierto a influencias erráticas. Don Juan defendió que

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Castaneda se hiciera con todo un nuevo conjunto de escudos, porque los anteriores no le daban ningún apoyo en el mundo tolteca. Por ejemplo, mientras que previamente la cólera le había servido para que su energía no se disipase, ahora la disipaba. Castaneda tuvo que descubrir diversas actividades que le producían una profunda paz y alegría (Realidad aparte, 182). Tiró por la ventana los escudos ordinarios, como la búsqueda del dinero y la popularidad. La única condición era que los nuevos escudos tenían que surgir de las profundidades de su corazón y recibió el consejo de no elegir un camino basado en el mie-do o la ambición (Enseñanzas, 121). Cuando tuvo varios escudos colocados, literalmente se creó un nuevo camino.

Don Juan también dijo a Castaneda que no se dejara dominar por los escudos porque po-

drían echar al traste todos sus esfuerzos. Para demostrarle este punto, le propuso un desafío en relación a sus libros. ¿Podía mantener la impecabilidad sabiendo que sus libros le darían notoriedad? ¿Lograrían el brillo y el glamour de la fama apartarle de la conciencia rastreadora? ¿Podría permanecer inalterado en medio del torbellino que rodeaba a su camino, permaneciendo clara y tranquilamente enfocado en él? ¿Superaría su profesión en importancia a la búsqueda de la libertad?

Don Juan dice que esta confusión también ocurre en la realidad ordinaria cuando confundi-

mos nuestros pensamientos y acciones con el mundo real. «De hecho», comenta, «podría decir que para la humanidad, lo que la gente hace es mayor y más importante que el mundo mismo» (Realidad aparte, 264). Don Juan considera que los escudos son muy importantes, pero solo deben ser usados para po-tenciar la conciencia, para que los viajes hacia lo desconocido puedan ser realizados con mayor fuerza y resistencia. Según esto, los escudos son apoyos para la transformación. Centrarse en ellos en lugar de hacerlo en la transformación pervierte las energías.

Un escudo funcional es una predilección de poder. Contribuye a tu bienestar y te hace

avanzar en el sendero del Poder. El desarrollo de las propias predilecciones nos permite superar el ro-zamiento producido por los golpes de la vida diaria. Cada predilección es algo que te encanta hacer y que te proporciona desafíos importantes; cada una tiene su propio intento. Como las ramas individua-les que se combinan con el tronco del árbol, las predilecciones se combinan para formar otro intento: el camino con corazón.

Un camino con corazón nos da dirección y propósito. También nos ofrece una sensación de

poder que nos permite tratar con las preocupaciones. La gente suele sentirse desvalida y molesta ante las injusticias sociales, el sexismo, el fanatismo y otras formas de discriminación. Estas injusticias doble-gan nuestra conciencia y producen sensaciones de inadecuación o estallidos de furia. Disponer de un camino con corazón nos lleva más allá de nuestros intereses habituales pero no nos vuelve automática-mente indiferentes a los problemas sociales, aunque esto pueda ocurrir en algunos casos. La cuestión es que más allá del encaje en el orden social, encajamos en el orden natural. Tenemos nuestra propia vida y sólo la muerte puede quitárnosla.

Encontrar nuestro camino es una cuestión de expandir la conciencia y encontrar nuestro yo

natural. Podemos encontrar muchas ayudas para realizar esta tarea. Podemos alterar las rutinas para evitar la complacencia. Podemos salir de los patrones para desencajar el punto focal. Podemos usar la muerte como consejera para ajustar nuestra vida y aumentar la concentración. (En cualquier caso, ¿qué es lo que realmente nos importa?) Podemos utilizar la mirada fija para expandir la conciencia y también podemos decidir sin reservas que queremos encontrar nuestro camino. A continuación debemos actuar impecablemente a partir de esta decisión. De hecho, según Castaneda, lo más necesario para desarro-llar las capacidades toltecas es la decisión.

Encontrar un camino con corazón es un proceso gradual y sistemático. Como en todo lo

demás tenemos que invertir el tiempo y la energía necesaria para conseguir resultados. Lo que es segu-ro es que nuestra vida cambiará para mejor, aunque habitualmente de maneras inimaginables. Eviden-temente, un camino con corazón es una forma de comprometerse con el mundo y alimentarse del cami-no mismo. Una vez desarrollado el camino con corazón has encontrado la paciencia. Entonces es cuan-do eres un ranger en camino hacia la voluntad.

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Ranger. Una vez activado el vínculo con el espíritu, don Juan dice que ya no eres un aprendiz (Conocimiento silencioso, 62). Después de superar un duro entrenamiento, ahora eres discipli-nado y trabajador. Michael Lee Lanning caracteriza de esta manera a los rangers del ejército: son perse-verantes, tienen una extraordinaria atención al detalle y una profesionalidad absoluta. Confío en que don Juan atribuiría estos mismos atributos a los rangers toltecas. Como ranger, tus intereses se enfocan hacia otras dimensiones. En lugar de estudiar ejercicios básicos, examinas el ámbito de tu cuerpo ener-gético. Asimismo, como has aprendido a cambiar la cohesión de un mundo ordinario a otro no ordinario, ahora puedes utilizar esta experiencia. Don Juan dice que hay algunos pasos fundamentales para con-vertirse en ranger (Realidad aparte, 183-184). Estos son:

1. Desarrollar una marcada sensibilidad a la propia muerte, aumentando considera-

blemente el nivel de concentración. 2. Para evitar que esta conciencia se convierta en una obsesión, el ranger necesita es-

tar desapegado de las cosas. El desapego produce una relación abstracta con el mundo, casi es una indiferencia respecto a lo que ocurre. Aquí lo importante es no quedarse apartado de todo. El desapego en una relación, no un corte.

3. Capacitado por los pasos previos, el ranger asume completa responsabilidad de sus acciones. Evidentemente, el poder de sus decisiones es su única ventaja.

4. El ranger pone su vida estratégicamente en orden. En otras palabras, forja sus pre-dilecciones de poder creando un camino con corazón. Tal camino, dice Castaneda, «requiere un grado de abandono que puede ser terrorífico. Sólo entonces es posible alcanzar una metamorfosis notable». El aprendizaje del ranger es el que produce este grado de pasión y compromiso y permite manejarlos. En este punto es en el que don Juan dice que has aprendido a tener paciencia y sabes esperar.

Recapitulación. La recapitulación es un ejercicio para recordar, revisar, liberar y recargar la

energía. Te libera de suposiciones y prejuicios. Libera la energía retenida y restaura el equilibrio. Aparte de la pérdida de autoimportancia, es la herramienta más efectiva de los toltecas.

Clara dice que el punto culminante de uno de los artes toltecas es el «vuelo abstracto»: sal-

tar de un campo de energía a otro. Y añade que la recapitulación es la clave de este cambio. Además, don Juan dice que la recapitulación es necesaria para recargar la energía, lo que para él es la base de las maniobras toltecas (Ensueño, 148).

La idea es que todas nuestras experiencias están almacenadas en nuestros campos ener-

géticos y bloquean el libre flujo de energía como si fueran quistes producidos por los campos condicio-nados; esto es especialmente cierto en el caso de las experiencias traumáticas. También mantienen la conciencia centrada en su campo de percepción y por tanto impiden cambios de conciencia transforma-dores. Evidentemente, desde el primer día, todas nuestras experiencias moldean nuestra cohesión de alguna forma. Por tanto, al practicar este ejercicio liberamos la energía bloqueada y reducimos la fijación del campo condicionado, haciendo que el cuerpo energético sea más vibrante y capaz de nuevas opcio-nes.

Por ejemplo, durante una cena familiar, mi tío me preguntó si podía recordar un incidente de

la infancia. Un amigo de la familia contestó inmediatamente por mí diciendo que no, que entonces era demasiado joven como para recordarlo. Pensé que éste fue un caso terrible de señalización selectiva. Esta persona estaba diciendo que no somos capaces de recordar más allá de cierto punto. El incidente también activó en mí el recuerdo de una ocasión en que recapitulé mi nacimiento: era como si estuviera naciendo realmente; mientras salía del útero experimenté que la tensión se grababa en mi ser. Entretan-to sentí la vibración de una nueva conciencia. Comencé a sentir sensaciones físicas y a tener un vago sentido de un mundo ordenado. Entonces me sentí completamente consciente y al mismo tiempo com-pletamente ignorante. Esto parece corroborar la afirmación de don Juan de que cuando nacemos somos exclusivamente energía del segundo campo durante un breve lapso. La respiración de vida es lo que genera el primer campo (Relatos, 128).

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Don Juan dice que hay dos métodos de recapitular: el formal y el fluido (Ensueño, 150). El método formal implica hacer una lista de toda la gente con la que te has asociado en alguna ocasión. Puedes hacer listas de empleos, escuelas y relaciones. Comienza con los más cercanos y va hacia atrás o viceversa. Clara sugirió a Abelar que comenzara con las relaciones sexuales porque son las asociacio-nes más poderosas. Dijo que los hombres dejan su energía dentro de las mujeres, produciendo así un vínculo energético. Para que la mujer restaure su armonía natural, debe recapitular todos sus compañe-ros sexuales y reclamar su propio poder.

La confección de la lista es un paso importante dentro de la recapitulación, por tanto no te

dejes nada. Los pasos de cualquier técnica están subordinados a los resultados pero las técnicas mar-can una dirección y ofrecen un contexto. Cuando tengas la lista, comienza por el principio y continúa hasta el final. Mientras estás recapitulando, recuerda que puedes cambiar el orden espontáneamente. Puedes entrar en otro tiempo y espacio, eso no supone ningún problema. Lo importante es reexperimen-tar los sucesos con todo detalle. Llegado a ese punto, no pienses; deja que tu cuerpo trabaje con la energía.

En el método fluido, tomas la energía disponible, sientes qué es lo más importante en ese

momento y lo recapitulas. Mientras estaba mirando a un avión por la ventana, por ejemplo, vi un río em-barrado y serpenteante que me recordó a Vietnam. Aprovechando el momento, recapitulé mi estancia allí. Me quedé fascinado al comprobar lo vívidas que eran mis memorias y lo claramente que podía re-cordar. Todavía me sorprendió más descubrir que podía liberar la energía acumulada y asociada con la guerra. Si ves que después de la recapitulación te vuelven a la mente los mismos sucesos, como me ocurrió con las escenas de Vietnam, recapitúlalos de nuevo.

En mi caso, descubrí que el estilo fluido es una buena forma de hacer este ejercicio porque

me rebelaba ante la perspectiva de trabajar formalmente en otra cosa más, ya tenía mucho que hacer. Más tarde, elaboré una lista usando como guía mi historial laboral y descubrí que la ruta formal tiene otro sabor. También descubrí que siempre me sentía mejor después de recapitular, fuera cual fuera el méto-do utilizado. Además, gracias a la recapitulación mejoró mi práctica del ensueño.

Entonces dividí la recapitulación en dos fases. En la primera recapitulé a la gente que co-

nozco o he conocido. En la segunda continué trabajando e intenté eliminar mis necesidades, expectati-vas y deseos. Además, descubrí que la recapitulación funciona bien en la resolución de problemas. Sim-plemente aplico este ejercicio a un problema, trabajo en él mientras lo recapitulo y dejo que la solución se formule por sí misma. El libro de Abelar, Donde cruzan los brujos, y el de Castaneda, El arte de enso-ñar, proporcionan un extenso marco para la recapitulación. Basándome en su trabajo y en mi propia práctica, propongo este resumen operativo. Para entender bien la mecánica del ejercicio hay que leer todos los pasos en el orden propuesto.

Recordar. Recordar es la porción del ejercicio en que se usa la respiración. La respiración

es importante para conectar plenamente con la energía de la recapitulación.

1. Sitúa la barbilla cerca del hombro derecho. Ahora muévela suavemente hacia el hombro izquierdo, como haciendo un barrido. Después repite el movimiento en el otro sentido.

2. Mientras repites el paso 1, inspira por la nariz cuando mueves la barbilla de derecha a izquierda y espira por la boca mientras vas de izquierda a derecha.

3. Como calentamiento, realiza el primer movimiento de barrido (derecha a izquierda) al inspirar y pon la cabeza en una posición relajada, mirando hacia adelante, al espi-rar. A partir de este momento, realiza ambos movimientos como se indica en los pa-sos 1 y 2.

4. Ahora, cuando inspires, mantén la intención de absorber la energía del suceso, la persona o el sentimiento con el que estás trabajando. Siente la conexión con el su-jeto de tu estudio y después usa la respiración para llevar esa energía hacia dentro de tu cuerpo.

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Revisión. Este paso está relacionado con entrar plenamente en la energía de la recapitula-ción.

1. Cuando contactas con un recuerdo, trabaja en primer lugar con los elementos que rodean el suceso, después con la gente implicada y más tarde con tus sentimientos.

2. Deja que tu cuerpo haga el trabajo. Tu parte es realizar el ejercicio y, sobre todo, mantener la intención de que ocurra la recapitulación.

3. Sumérgete en tus recuerdos sin miramientos. Permítete revivir el suceso plenamen-te.

Liberación. En la liberación, dejas que se descargue la energía.

1. Es el momento de ceder energía. Deja que trabaje dentro de ti para poder entrar en todas las grietas que has olvidado.

2. Permite que se disipe a su propio ritmo. Esto facilita el realineamiento de tus cam-pos energéticos.

3. Adopta el hábito de revisar y liberar en cualquier momento y lugar. Incluso en medio de una reunión de negocios puedes tomar una o dos respiraciones y liberar la ener-gía que haya aflorado espontáneamente. También descubrirás que el intento pone en movimiento el proceso de recapitulación, realices o no los ejercicios respiratorios. Lo más importante es la intención de recapitular, no la manera específica de hacer-lo. Puedes sentir que la energía se mueve y libera en cualquier momento y lugar.

Recarga. Un efecto de este ejercicio es que aumenta la vitalidad.

1. No sólo tienes una nueva relación, una nueva sensación de orden en relación a la situación; también te sientes más ligero y renovado.

2. Tu cuerpo energético queda limpio y tienes a tu disposición la energía previamente bloqueada. Entonces puedes utilizarla para propósitos toltecas.

Además de los aspectos limpiadores y curativos de la técnica, don Juan dice que la recapi-

tulación mueve el punto focal a la posición en la que experimentaste la situación que estás revisando. Así adquieres una valiosa experiencia para poder producir cambios sutiles en la cohesión. También aña-de que recapitulando creas un facsímil de tu vida y afirma que cuando una persona está a punto de mo-rir, la fuerza disolvente del universo que se alimenta de la conciencia individual acepta el facsímil y per-mite que la conciencia individual siga adelante (Ensueño, 149). Es como si hubieras sido arrancado por el Águila de los ríos de la eternidad. Mientras lleva tu cuerpo energético por la vida en sus talones, eres consciente de la vida pero no de las fuerzas que te llevan. Por medio de la recapitulación, cuando el Á-guila está preparada para devorar tu energía de vida-conciencia, le proporcionas una comida sustitutoria y el Águila no nota tu partida.

En otras palabras, cuando el individuo está a las puertas de la muerte, la conciencia huma-

na está sujeta a una fuerza que aplasta su individualidad. La recapitulación nivela el cuerpo energético, haciéndolo fluido y no reactivo a esa fuerza. Como la fuerza no encuentra resistencia, no tiene nada so-bre lo que actuar. Por tanto la conciencia individual permanece intacta mientras atraviesa la fuerza. Lo mires como lo mires, la recapitulación es un preliminar del fuego interno.

Sexo. Castaneda dice que, en relación a la energía, para nosotros el acto sexual es el más

importante. En él nos deshacemos de nuestra energía y nunca volvemos a recuperarla, por eso la reca-pitulación es tan importante: a través de ella podemos recobrarla.

Don Juan piensa que practicar el sexo sin tener hijos es una pérdida de energía, pero añade

que tener hijos también es una carga para el cuerpo energético. Además, dice que la energía sexual es necesaria para sostener la presión derivada de extender la conciencia más allá de sus limites habituales (Fuego, 72, 150). Debido a la necesidad de regular todos nuestros recursos, Clara aboga claramente por el celibato. Además, don Juan continuó con la enseñanza de Elías según la cual la energía sexual go-bierna el ensueño. Elías enseñó que utilizamos la energía sexual para hacer el amor o para ensoñar.

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Para demostrarlo, don Juan señaló que el ensueño de Castaneda era errático debido a la falta de equili-brio de su energía sexual (Conocimiento silencioso, 55-56).

Por otro lado, don Juan dice que su profesor, un rastreador, era un libertino en materia

sexual dentro y fuera de la realidad ordinaria (Conocimiento silencioso, 56). Añade que las reglas respec-to a la energía sexual difieren según los rastreadores. Una vez más, aunque Julián era un maestro tolte-ca, según don Juan no podía ver lo suficientemente bien como para convertirse en una persona de co-nocimiento (Realidad aparte, 182). ¿Existe una conexión? ¿Es necesario el celibato para alcanzar el nivel de persona de conocimiento? Si es así, ¿qué pasa con las prácticas esotéricas tántricas cuyos ejercicios están diseñados para canalizar la energía sexual hacia una expansión de conciencia? ¿Cuáles son los límites de este planteamiento?

Estas son preguntas interesantes que requieren respuestas abiertas. De momento, creo que

las preguntas que tienen una respuesta clara se relacionan con la impecabilidad. Por ejemplo, hacer el amor sólo para llenar un vacío es un derroche incuestionable de energía y reduce la autoestima. La per-sona conectada con el segundo campo no necesita el sexo para sentirse viva porque la energía de ese campo le ofrece toda la viveza deseable. Asimismo, una persona no necesita conectar con otra para sentirse conectada con el mundo; ya está conectada. Y tampoco necesita a los demás para sentirse completa porque ya tiene un yo completo. Quizá, llegada a este punto, la persona puede tomar una deci-sión impecable respecto al sexo. Entonces la dirección que elija reflejará su camino con corazón.

Parar el mundo. Paras el mundo cuando suspendes los campos de energía condicionada.

Mirar fijamente, detener el diálogo interno y ensoñar, nos ayudan a conseguir este objetivo. Deteniendo el flujo habitual de atención puedes sintonizar con otros mundos. Para desarrollar un campo natural, en primer lugar necesitas detener tu mundo ordinario y después el no ordinario. De otra forma permaneces atrapado dentro de las condiciones que sustentan cada una de estas realidades. Para tener un punto de vista adicional a este respecto, revisa la sección «El vidente» del capítulo 7.

Confiar en el propio poder personal. Impecabilidad, dice don Juan, es confiar en el propio

poder personal. Define el poder personal como el impulso energético derivado de acceder al segundo campo (Relatos, 161). Castaneda dice que confía en que su cuerpo de energía navegue en el segundo campo y que este proceso es el que impulsa a la persona hacia la libertad.

A menos que uno esté conectado con el espíritu, todo el mundo comete errores cuando

aprende a navegar. Por tanto, para aprender a tener el grado de control y de abandono que está asocia-do a la libertad, don Juan dice que el aprendiz debe aprender a confiar en el líder del equipo (Ensueño, 10). Sólo entonces el aprendiz puede ser llevado a una asociación clara con el espíritu. Sin embargo, en todo momento la persona debe asumir la responsabilidad. Don Juan dice que sólo ocurren errores cuan-do los sentimientos personales interfieren en la conexión con el espíritu (Conocimiento silencioso, 34). Por esta razón, enseñó a la Gorda que el poder vendría a ella sólo después de que hubiera aceptado plenamente su destino (Segundo anillo, 94). Sólo así podemos encontrar nuestro lugar natural en el mundo.

Esperar. La paciencia atempera la voluntad y ofrece un tranquilo equilibrio con el mundo.

También es una fuerza que produce resultados. Para don Juan, esperar es una deliciosa manera de estar contenido mientras aguardas lo que te pertenece por derecho propio (Fuego, 39). Cuando llegas a adquirir paciencia, ya no buscas las ganancias materiales ordinarias. Estás demasiado implicado en ex-plorar otros mundos y refinar tu posición en éste.

Como ranger, esperas tu voluntad (Realidad aparte, 178). Don Juan da algunas directrices

para la espera: debes saber que estás esperando, saber a qué esperas y mientras tanto sólo debes de-sear aquello que esperas. Mientras esperas, ríe y disfruta; y cuando tu objetivo se manifieste, vé con él. Tú lo has convocado, es tuyo. Mientras aprendes a esperar desarrollas el dominio de las piedras angula-res de la percepción y, en general, expandes la conciencia. Como tolteca, esperas para poder completar tu tarea, una labor que según don Genaro requiere un «total dominio de sí» (Relatos, 280).

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El control de sí adquirido con el rastreo nos permite entrar en los lados más salvajes de la

senda tolteca. A veces el único sentido que encontramos después de emprender el camino es el que procede del viaje mismo. Así, necesitamos una base fuerte para soportar los rigores que sin duda ten-dremos que enfrentar. A medida que entremos con paso firme en el ensueño encontraremos abundante alegría y muchas aventuras.

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PARTE IV – ENSUEÑO CAPÍTULO 11 EN EL LADO SALVAJE Ensoñar puede ser tan agradable y suave corno un paseo en catamarán en medio de un la-

go acariciado por el viento o tan devastador como navegar a vela sin timón en medio de una tormenta marina. Ensoñar puede abrirte los ojos a lo que siempre ha estado ante ti y puede enviarte a los mundos subterráneos, donde se revelan antiguos recuerdos. Sus aplicaciones son virtualmente ilimitadas y su desarrollo ofrece toda una vida de desafíos.

Ensoñar es una parte significativa de las enseñanzas toltecas. Como método, el ensueño

contiene estadios diferenciados en el desarrollo de la conciencia. Don Juan se refiere a estos estadios corno las «puertas» del ensueño (Ensueño, 22); yo los llamo «niveles». Por ejemplo, el cuarto nivel es situar deliberadamente el cuerpo de ensueño en lugares determinados. Digamos que estás durmiendo en tu cama y te despiertas en tu cuerpo de ensueño que está en el porche. Esto significa que tu cohesión ha cambiado y ahora tu punto focal está en el punto llamado «porche». Corno ranger, desarrollas el cuerpo de ensueño para que tales cambios no sólo sean habituales sino controlables. Más adelante, esta práctica te lleva a cambios más radicales, como el de trasladar todo tu cuerpo energético a distintos luga-res, ejercicio conocido como «teleportación». A su vez, la teleportación te prepara para encender el fue-go interno.

El ensueño, según don Juan, es la puerta al segundo campo energético. Es una de las cla-

ves para explorar el mundo tolteca. En general, nos permite percibir más de lo que creemos posible (En-sueño, 28, 29, 49). Para los rastreadores, el ensueño representa una oportunidad de refinar y elevar sus capacidades. Para los ensoñadores es una oportunidad de acceder a entornos más naturales. Debido a sus numerosas aplicaciones, puede ser usado para potenciar la conciencia y obtener conocimiento. Evi-dentemente, tiene tantos usos y ofrece tantos caminos hacia lo desconocido que don Juan lo llama el aeroplano tolteca al conocimiento (Conocimiento silencioso, 53).

A causa de su poder, el ensueño debe ser abordado con cierta precaución. Don Juan dice

que ésta es una cuestión muy seria y sobria, y debe ser manejada con integridad y confianza, pero tam-bién con humor (Ensueño, 22). Por tanto, antes de entrar en el mundo del ensueño, asegúrate de tener tus prioridades en orden y de que tus propósitos sean sanos. Después permanece en una actitud ligera y confiada. Si este consejo te suena como que debes estar bien fortificado, estás en lo cierto. Pero la si-tuación no es desesperada ni azarosa, porque, como dice don Juan, la fuerza para contactar con el en-sueño surge del camino del ranger (Fuego, 178). Este planteamiento es el que convierte los sueños ordi-narios en ensueño.

Las aplicaciones del ensueño Don Juan define el ensueño como ejercitar la capacidad de cohesión (Ensueño, 70). Es de-

cir, el ensueño ejercita la capacidad de formar y mantener nuevos patrones en el cuerpo energético. Entonces se hace posible cambiar la cohesión y buscar todo tipo de nuevas opciones. Por ejemplo, el ensueño puede ser utilizado para desarrollar nuestras habilidades profesionales, para las exploraciones interdimensionales y también para divertirse enormemente. Incluso cuando las combinamos, todas las aplicaciones siguientes representan sólo una pequeña porción del pastel que es el potencial del ensue-ño.

Contemplación. Para quienes tienen inclinaciones hacia lo abstracto, el ensueño acelera el

aprendizaje de la filosofía o el estudio de nuestra forma de acumular conocimientos. Ya hemos llegado a la conclusión de que la situación del punto focal determina lo que pensamos y decimos. En otras pala-bras, el conocimiento racional está producido por una cohesión particular; para saber más, tenemos que

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cambiar las condiciones de nuestro cuerpo energético. El conocimiento ordinario, por tanto, es racional e intelectual mientras que el conocimiento tolteca es cohesional. Los toltecas examinan las percepciones que están detrás de cada fachada de la realidad de una manera verdaderamente metafísica, cambiando de cohesión.

Para quienes les guste el estudio del comportamiento humano, el ensueño muestra cómo

nuestra personalidad influye en la realidad. Hace algunos años un amigo experimentó una serie de aven-turas en su cuerpo de ensueño. Tumbado en la cama, rodeó su cuerpo físico con un campo de fuerza mental como si se hubiera encapsulado en un ataúd. Lo visualizó como una especie de protección frente a las influencias externas. Entonces creó una apertura en ese campo de fuerza por la que su cuerpo de ensueño salió del cuerpo físico, atravesó la barrera protectora y viajó a tierras desconocidas. Coheren-temente con su actitud, se encontró con entidades malvadas y hostiles que le implicaron en un combate mano a mano. Al volver a su cuerpo físico, abrió el campo de fuerza y entró en su cuerpo físico. Una de las criaturas hostiles le siguió e intentó entrar también en su cuerpo. Cuando cerró su escudo protector, la malvada mano de la entidad —que era parecida a la de una bruja— atravesó la apertura como si trata-ra de cogerle el corazón. Entonces mi amigo se enzarzó en un duelo de voluntades con la entidad para ver si podía cerrar la puerta completamente y triunfar. Evidentemente, mi amigo ganó la batalla.

En contraste con sus experiencias, las mías, con muy escasas excepciones, han sido muy

divertidas. Y los episodios menos divertidos fueron mucho más suaves en comparación con los suyos. Por tanto, ¿cuál es la diferencia? En aquel tiempo, mi amigo estaba preparando el ingreso a la facultad de medicina. Hacía poco tiempo que había dejado el ejército donde había servido en los boinas verdes, la élite de las fuerzas especiales. Llegó hasta ese nivel ofreciéndose voluntario en numerosas ocasiones para recibir más entrenamiento de combate. En resumen, deseaba esas experiencias y le gustaban. Ahora que estaba en la universidad ya no podía expresar ese aspecto de su personalidad, pero descu-brió que los viajes de su cuerpo de ensueño le proporcionaban una manera de seguir siendo un comba-tiente. Por otra parte, mis intereses nunca fueron demasiado lejos en ese sentido. Yo consideraba el cuerpo de ensueño como una oportunidad de explorar la naturaleza de la percepción más que de enfren-tarme con criaturas de otros mundos.

Contexto. El ensueño nos ofrece la oportunidad de enriquecer nuestra manera de mirar el

mundo. A partir del ensueño podemos generar gran variedad de nuevas elaboraciones con lo que el contexto de nuestra vida cambia continuamente; siempre estamos en contacto con una fuente de interés y actividad. Esta actividad puede ser tan simple como aplicar el ensueño a definir lo que supone ser un ensoñador.

Por ejemplo, algunos amigos míos estuvieron trabajando durante un verano como volunta-

rios en el centro de investigación de los delfines, en Florida. Cuando fui a visitarles, di un paseo guiado por las instalaciones. Mientras el grupo de turistas con el que iba estaba en una de las piscinas obser-vando a los delfines dar saltos mortales, yo fui a otra piscina más grande en la que sólo había un par de ellos. Previamente me había dado cuenta de que cuando se acercaban los humanos, los delfines salían a nadar por la superficie, rodaban sobre el costado y escudriñaban a los visitantes. Sin embargo, en ese momento mantuvieron la distancia. Me senté y elaboré mentalmente una pregunta. Quería saber por qué si son tan inteligentes como algunos afirman, seguían viéndose atrapados en las redes de los pescado-res. ¿Por qué no se comunicaban los problemas entre ellos y evitaban a los pescadores?

Entonces escuché una voz muy clara dentro de mi cabeza:

«Porque son ensoñadores». Supe inmediatamente lo que eso significaba. Evidentemente, si son ensoñadores, su fuerte no es la estrategia, comprender los problemas que les causan las redes. Tienen una relación con el mundo más expansiva y unificada. En el momento en que tomé conciencia de esto, los delfines salieron a la superficie y dieron un giro para mirarme. No estoy diciendo que crea que esta experiencia sea una prueba definitiva, lo que digo es que está archivada en espera de conseguir referencias más completas. Su contexto es provocativo.

Exploración extraterrestre. Desde el mes de junio de 1984, durante varios años canali-

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cé una energía que se identificaba a sí misma como extraterrestre (ET) y procedente de la constela-ción de las Pléyades. Asimismo, en numerosas ocasiones soñé con planetas físicos distantes y fui tes-tigo de tierras y culturas alienígenas. He relatado muchas de estas experiencias en Traveling with Po-wer. Es posible que hayan sido el preludio de mis encuentros con los ET.

Hace poco tiempo, por ejemplo, di un largo paseo por Manhattan con una amiga tolteca.

Como ella es una ensoñadora del este y tiene un ávido interés en los ET, hablamos sobre todo del en-sueño y de extraterrestres. Al volver a mi apartamento, subí encima de la cama para meditar. Sentía que me recorría la intensa energía de la conversación con mi amiga. En resumen, sentí energía alienígena junto a mí. Abrí los ojos y vi a cuatro entidades parecidas a extraterrestres rodeando la cama. Tenían las caras más angulosas que los pleyadianos a los que estaba acostumbrado. Los pleyadianos son pareci-dos a los ET delgados y de cara alargada que aparecen en la película Encuentros en la tercera fase. Éstos se parecían más a los que salen en la cubierta del libro Communion de Whitley Streiber.

Oí que me preguntaban mentalmente si quería salir del cuerpo. Les dije que sí. Se acerca-

ron al unísono y pusieron las manos debajo de mi cuerpo. Empezaron a tirar hacia arriba y mi cuerpo de ensueño empezó a elevarse. Cuando estaba casi completamente separado de mi cuerpo físico, me eché atrás. Como no conocía a estas criaturas, sucumbí repentinamente a mis dudas. Entonces mi visión de ellos se distorsionó y mi cuerpo de ensueño volvió.

Reflexionando sobre el incidente me di cuenta de que mis dudas no tenían ninguna base,

aparte de que no había tratado anteriormente con esta variedad de ET. Hablando posteriormente con mi amiga supe que ella solía tener encuentros frecuentes con ET parecidos a los que aparecieron en mi cama.

Exploración interdimensional. Esta variedad de ensueño está relacionada con la entrada

en otras dimensiones como el mundo inorgánico. En una ocasión, mientras ensoñaba, sentí que una fuerza muy intensa tiraba de mí. También sentí la presencia de alguien conocido. Como asociaba a esa persona con el segundo ciclo y las prácticas competitivas, me retiré de esa parte del sueño. Sin embar-go, continué sintiendo que una fuerza magnética muy intensa tiraba de mí. Aunque no me aparté de ella, tampoco me dejé ir con ella. Sentí que si lo hacía perdería mi alma. Entonces me di cuenta de que eso sólo era una interpretación. Mi cohesión estaba cambiando, podría perder mi sentido del mundo pero no mi alma. Entonces me sentí mejor, más capaz de evaluar la fuerza que me estaba atrapando. Entretanto sentía una repulsión instintiva por la extrañeza que esa fuerza me producía. También supe que estaba yendo a un mundo inorgánico, quizá el mismo que había resultado repulsivo a Castaneda.

Entonces me encontré en la playa. Diversas variedades de peces nadaban en el limite del

agua, entre la espuma. Considerando el gran tamaño de alguno de ellos, supe que eran exploradores del mundo inorgánico. En la realidad ordinaria los peces grandes no nadan en el agua superficial y espumo-sa. El hecho de que lo hicieran me indicó que eran exploradores. Don Juan dice que las fuerzas de otras dimensiones envían exploradores a la nuestra (Ensueño, 29). Podemos aislarlos del resto del sueño y seguirles de regreso a su mundo. Pero don Juan nos aconseja no hacerlo a menos que sepamos muy bien lo que hacemos.

Para muchos toltecas, el mundo inorgánico es un campo de pruebas. Suele resultar repe-

lente pero también es seductor. A Castaneda, por ejemplo, el mundo inorgánico le ofreció la oportunidad de aprender telequinesia, la capacidad de mover objetos físicos con la mente (Ensueño, 115). Todo lo que tenía que hacer era dar su lealtad a aquel mundo. Si lo hubiera hecho, se hubiera quedado ligado a él para toda su vida. Don Juan dice que este tipo de contratos deben ser evitados. Además, dice que los mimos recibidos en otro mundo pueden llevar a un exceso de complacencia en éste.

Don Juan también afirma que «todo el reino de los seres inorgánicos siempre está prepara-

do para enseñar». El problema es que enseña cosas que ya sabernos pero hemos olvidado hace mucho tiempo. Por no decir que sus instrucciones están dirigidas a nuestro yo inferior. Así, intentan seducirnos con sus poderes a cambio de cerrar el contrato que garantice nuestra lealtad. Don Juan dice que su valor

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para los videntes estriba en que son la prueba de que los otros mundos existen con independencia del nuestro. Como tal, «la existencia de seres inorgánicos es el asalto más claro a nuestra racionalidad» (Ensueño, 66, 67, 98). Cuando cruzamos a ese mundo se rompe el reflejo especular de nuestro mundo anterior. Simplemente estamos confundidos y más allá de nuestra realidad ordinaria. Consecuentemen-te, si puedes manejar ese mundo, tu cohesión ya no será fiel a nadie ni nada que no sea el espíritu.

Estamos separados del mundo inorgánico por energías que oscilan a distintas velocidades

(Ensueño, 47). Me he dado cuenta de que cuando me acerco a él, siento como si chocara con un muro de energía. Lo que pienso y siento rebota directamente y vuelve a mí. Cruzar esa barrera me produce una sacudida energética, ocurrencia muy común en diversas transiciones del ensueño. La sacudida energética comienza al entrar en las vibraciones superiores del ensueño y acaba cuando el ensueño se estabiliza.

La resistencia inicial al mundo inorgánico es positiva: prepara el escenario para que poda-

mos manejar su atracción seductora e impide que nos enmarañemos en él. Pero, en mi opinión, no tes-tear ese mundo es buscar un status quo demasiado soso; para mí, algo equivalente a la muerte.

Don Juan describe a los seres inorgánicos como opacos y parecidos a velas, mientras que

los seres orgánicos son más redondos y luminosos. Añade que viven mucho más que los seres orgáni-cos ya que son más tranquilos y su conciencia funciona en un nivel más profundo. También afirma que es posible comunicarse con ellos porque «poseen el ingrediente crucial para la interacción, conciencia» (Ensueño, 45).

Don Juan también dice que los seres inorgánicos se pueden ocultar en nuestros sueños de-

trás de la imagen de amigos y parientes (Ensueño, 178-179). ¿Cómo se puede aplicar esto a mi encuen-tro con mi difunto padre, o a la gente que se encuentra con parientes durante sus experiencias cercanas a la muerte (ECM)? ¿Era mi padre en realidad o un explorador inorgánico? ¿Cómo se explican las ECM en las que la gente se encuentra con parientes fallecidos que les dicen que su momento aún no ha lle-gado, que deben volver al mundo para completar alguna misión y que después podrán regresar a la gra-cia del más allá... se trata también de exploradores? ¿Y si estas experiencias fueran sencillamente un aprendizaje de lo que ya sabemos? ¿Y si la gente sabe inconscientemente que volverá de las ECM sin-tiéndose revitalizada y habiendo descubierto su camino con corazón? Si es así, como nuestra visión actual del mundo no prevé la existencia de mundos inorgánicos, ¿estamos reinterpretando este suceso en términos de algo más apetecible? Tal vez por eso inventamos parientes amorosos, una misión sagra-da y una vida en el más allá —todos ellos elementos que ya existen en nuestros inventarios.

Un dato fundamental para discernir en una situación de este tipo es que don Juan afirma

que cuando está presente una forma específica de explorador, uno se siente perturbado e incómodo (Ensueño, 178-179). Por tanto, éstas son algunas directrices basadas en las experiencias de los videntes toltecas para empezar a evaluar los mundos interdimensionales. Sin embargo, de ninguna manera debe-rían ser la última palabra.

Conectar con los mundos inorgánicos requiere un delicado equilibrio que se desarrolla au-

tomáticamente durante el aprendizaje tolteca. Por un lado, don Juan aconseja entrar en el mundo inor-gánico como si estuviéramos entrando en una zona en guerra. Es algo que entraña peligros y por tanto requiere nuestra alerta más total. Pero una vez que lo atraviesas completamente y entras en otro nivel, o cuando ya no lo consideras un recurso viable, sus dificultades desaparecen. Por otro lado, don Juan también piensa que el mundo inorgánico puede ser el único santuario para los ensoñadores que tienen que enfrentarse con un universo hostil (Ensueño, 110, 96).

Aplicaciones profesionales. En este caso se trata de las aplicaciones del ensueño a cues-

tiones prácticas y ordinarias. Por ejemplo, don Juan dio a Castaneda la tarea de ver sus libros mientras ensoñaba (Conocimiento silencioso, 14). Castaneda dice que en primer lugar traduce sus notas y des-pués se va a dormir durante el ensueño el contenido del libro se reajusta. Después se despierta y escribe lo que ha visto en sus sueños. El proceso funciona suficientemente bien como para que no tenga que

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reescribir el material. Otro ejemplo: un grupo de investigación que buscaba una vacuna para el SIDA probó un

método que muchos científicos estimaban inseguro en el que se utilizaba una forma viva pero debilitada del virus. Se descubrió que, aplicada a los primates, esta vacuna proporcionaba más protección que las anteriores. El científico de la Universidad de Harvard que dirigía la investigación dijo que la probó porque todo lo demás no había funcionado. Describió una parte de su método de investigación así: «Me quedo despierto durante la noche pensando y soñando sobre cada perspectiva posible».

Ver durante el ensueño. Es posible ver tanto en la conciencia de vigilia como durante el

ensueño. Como dijimos anteriormente, la ventaja de ver durante el ensueño es que se está en un estado de conciencia acrecentada, lo que reduce las tensiones del cuerpo físico y permite ver emanaciones más poderosas. Recuerda que ver es alinearse con la energía que se está viendo. Por tanto, fundirse con los puntos más alejados de lo desconocido sin contar con la ventaja de la conciencia acrecentada puede resultar peligroso.

Incluso en la conciencia acrecentada, el ensueño presenta un problema. Por ejemplo, los

videntes del segundo ciclo descubrieron que los que veían las emanaciones del Águila sin la protección del cuerpo de ensueño, morían. Por otra parte, los que las veían con sus cuerpos de ensueño ardían con el fuego interno. En cualquier caso, el conocimiento obtenido por el vidente se perdía. Estos problemas se solucionaron viendo en equipo, esto significa que varios toltecas soñaban juntos. Don Juan dice que no hay un procedimiento específico para hacerlo. Alguien asume la dirección y los demás se ven empu-jados a entrar dentro del mismo sueño. Mientras una persona ve, las otras permanecen alerta para dete-ner la visión si surge la necesidad (Conocimiento silencioso, 183).

Niveles de ensueño Desde el invierno de 1978 he experimentado cientos de aventuras en mi cuerpo de ensue-

ño. Ese periodo es significativo para mí porque es cuando tuve mi primera bilocación o conciencia simul-tánea de dos lugares físicos diferentes. A lo largo de los años, no había hecho mucho caso a lo que Cas-taneda decía sobre los seres inorgánicos. Sin embargo, después de que don Juan clasificara los niveles del ensueño en el libro de Castaneda El arte de ensoñar, me di cuenta de que había descuidado una parte significativa de mi formación.

Comparando los elementos del ensueño que había experimentado en los distintos niveles,

descubrí que los niveles reflejan cambios de cohesión muy pronunciados. Es decir, reflejan grados de manejo de la voluntad. Muchas de mis experiencias reflejaban el nivel tres de las capacidades del cuerpo de ensueño, pero vi que seria valioso volver al nivel uno y establecer un sistema operativo del ensueño. Pensé que ese sistema operativo sería como el de los ordenadores, que es la base que nos permite utilizar una gran variedad de programas. También pensé que aprendiendo a manejar los niveles del en-sueño desde la base, podría utilizarlo para una amplia serie de aplicaciones.

Don Juan dice que cada nivel abarca dos pasos: llegar al nivel y explorarlo. Por tanto hay

dos maniobras que se deben realizar: entrar en el nivel y moverse dentro de él. Dentro del segundo campo, aprender se convierte en nuestra segunda naturaleza. Es como si supiéramos qué hacer en todo momento. Por otra parte, cada nivel contiene ciertos obstáculos. Según don Juan, el componente crítico para aprender en todos los niveles es el intento. No hay pasos específicos aparte de «intentar» lo que uno quiere y uno «intenta» algo «simplemente intentándolo». Sin embargo, al mismo tiempo don Juan también dice que se requiere «imaginación, propósito y disciplina» (Ensueño, 142, 18, 23, 26). Sólo en-tonces el intento puede ser experimentado y controlado como una energía diferente de la razón.

Nivel uno: Soñar despierto. El nivel uno consiste en estabilizar la conciencia de ensueño.

Es decir, comienzas a desarrollar una cierta autonomía dentro de tus sueños. Este nivel incluye obser-varte mientras te quedas dormido y después despertar dentro del sueño. Al hecho de saber que estás

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soñando mientras sueñas se le suele llamar ensoñamiento «lúcido»: permaneces despierto dentro del sueño.

El intento de observarte mientras te quedas dormido te lleva a entrar en una negrura que

produce una sensación de pesadez pero al mismo tiempo es agradable, como si estuvieras acurrucado bajo un edredón de plumas en una fría noche de invierno. El hecho de permanecer en esa negrura indica que hemos alcanzado el umbral del primer nivel y hemos aprendido a observarnos mientras nos queda-mos dormidos. Más adelante, a medida que aprendemos a movernos dentro de nuestros sueños esta pesadez se vuelve más ligera. Para entrar en el nivel uno debemos salir de la negrura y entrar en el en-sueño. Cuando apliquemos el intento a esta tarea es probable que veamos imágenes flotando más allá de nuestro alcance, en el límite de la negrura. El objetivo es entrar completamente en el ensueño, dejan-do la negrura atrás. Descansar en la negrura significa que hemos reducido la atención al primer campo y entrar en el ensueño indica que hemos centrado la atención en el segundo. Cuando potenciamos el se-gundo campo comenzamos a identificamos con todo nuestro cuerpo energético en lugar de identificamos sólo con el cuerpo físico.

Don Juan recomienda como tarea práctica para atravesar el umbral la de mirarse las manos

en el sueño (Ensueño, 21). Esto nos saca de la negrura y nos lleva hacia el sueño con imágenes. Cuan-do podemos mantener un sueño sin cambios, hemos estabilizado el nivel uno. Es decir, podemos fluir con ese sueño todo el tiempo que queramos.

En este estadio, don Juan sugiere desarrollar el intento del ensoñador. En otras palabras,

usando la imaginación y el propósito, establecemos que somos soñadores en cada célula de nuestro cuerpo, llegando a sentir la energía del ensueño en todos los recesos de nuestro ser. Según don Juan, esto produce «el conocimiento corporal incuestionable de que eres un ensoñador» (Ensueño, 26). Y esto nos proporciona el intento inflexible de mantenernos conscientes a medida que entramos más profunda-mente en el ensueño.

Entre las técnicas utilizadas para favorecer este proceso se encuentran la del desapego y la

de no formar patrones. En una ocasión, mientras ensoñaba, me di cuenta de que había una gran boa constrictor deslizándose por el suelo. Poniendo en práctica ambas técnicas de rastreo, no reaccioné; sencillamente observé lo que pasaba. Tampoco reaccioné mientras trepaba por mi cuerpo, aceptando la escena sin apegarme a ella ni rechazarla. Entonces la serpiente se deslizó dentro de mi cabeza por la parte posterior del cráneo y salió por mi boca. En esos momentos resultaba difícil no formar patrones, pero lo intenté. En un segundo, la serpiente desapareció y una luz blanca comenzó a brillar dentro de mi cabeza. Desde ese momento pude dirigir el contenido de mis sueños.

A medida que practiques el ensueño, es probable que te pierdas en los detalles de tus sue-

ños, que te preguntes por qué no lo consigues después de haberlo intentado cientos de veces y también es probable que los numerosos semifracasos acaben poniéndote nervioso. Don Juan nos aconseja que la solución es muy simple: sigue insistiendo. Antes o después las barreras caerán y tendrás éxito (En-sueño, 36).

Nivel dos: Viaje interdimensional. En este nivel, ejercemos un mayor control dentro de los

sueños porque nuestra lucidez asume mayores proporciones. Don Juan dice que para entrar en este nivel, «o bien sueñas que te despiertas del sueño o utilizas el ensueño para saltar a otro sueño diferen-te» (Ensueño, 44). En lugar de intentar encontrarte las manos, en este caso aíslas un componente del sueño y te centras en él. Después, utilizando la concentración como palanca, cambias de sueño.

Por ejemplo, en uno de mis sueños estaba observando una carretera mientras permanecía

apoyado ociosamente sobre el costado de una casa. Era de noche. Estaba intentando detectar las luces de los coches antes de llegar a verlas. Entonces empecé a escuchar unos tonos oscilantes. Este cambio de enfoque de mi atención hizo que entrara dentro del sueño. Como uno de mis intereses son los ET, comencé espontáneamente a sentir energía ET. Entonces el sueño cambió y el coche que se acercaba por la carretera se convirtió en un platillo volante. Perdí la pista y me quedé desorientado. Tuve pánico

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porque no me sentía preparado para tratar con los ET. Me desperté con el corazón acelerado y sabiendo que la indecisión y el miedo tienen efectos perniciosos. Para la mayoría de la gente, una de las lecciones más difíciles de aprender es la de entrar en sus propios sueños sin perder el control.

Otro de los principales impedimentos es encapricharse con el contenido del sueño, anali-

zándolo excesivamente o usando inapropiadamente la gran libertad que se genera. Si continúas hacién-dolo durante mucho tiempo debes prepararte para tener un despertar muy rudo (Ensueño, 41). Por tanto, la mejor opción es seguir evolucionando dentro y más allá del segundo nivel.

Una vez traspasado el umbral, el sueño deja de ser un sueño ordinario. Una de las opciones

disponibles es el viaje interdimensional. Por la razón que sea, los Toltecas han aislado el mundo inorgá-nico como un medio para evaluar su temple y su vigor, y lo usan para viajar dentro y fuera de otras di-mensiones. El mundo inorgánico debe ser afrontado con fuerza y confianza, dice don Juan, porque el miedo tiene una influencia desfavorable sobre esa experiencia (Ensueño, 47). Como dentro de ese mun-do la energía vibra a una velocidad diferente, se forma una barrera natural. Para soportar la transición de esa barrera se requiere fuerza y propósito. Además, don Juan dice que los videntes del segundo ciclo prepararon a los seres inorgánicos para ser sus aliados y utilizaron sus favores al servicio de su autoim-portancia. Añade que por esta razón se está mejor sin ellos. Quedémonos con nuestros propósitos pragmáticos y nuestra búsqueda de la libertad (Segundo anillo, 151).

Tener un pinche tirano nos ayuda a tratar con la gran seducción del reino inorgánico. Evi-

dentemente, lo que destruyó el segundo ciclo fue la errónea suposición de que si podían manejar lo des-conocido, también podían manejar a la gente. Al ser destruidos, se dieron cuenta de que si podían mane-jar en primer lugar el mundo de la gente, entonces podrían enfrentar lo desconocido y lo incognoscible con impunidad (Fuego, 32).

Para quienes se sienten atraídos por el universo inorgánico, entrar en él es un gran logro.

Una vez allí, la tarea consiste en descubrir que ése es un mundo predecible y tiene sus propias reglas. Uno de los ejercicios del nivel dos es descubrir exploradores procedentes de ese mundo (Ensueño, 108). Don Juan sugiere que debemos localizarles dentro del sueño para establecer con ellos un víncu-lo a través del intento. En este caso, lo importante es establecer el vínculo y no la forma de hacerlo. El vínculo puede crearse porque tenemos un interés suficiente o porque somos maestros en el manejo del intento. Posteriormente, cuando seguimos a los exploradores de vuelta a su reino aprendemos a trasladarnos dentro de los sueños. Es decir, en lugar de movernos con el cuerpo físico usando brazos y piernas, aprendemos a viajar en la imaginación. Este conocimiento prepara las condiciones para flexibilizar la conciencia y hacer que el cuerpo energético cruce los límites de la percepción.

Nivel tres: El cuerpo de ensueño. Uno de los aspectos más interesantes del cuerpo de

ensueño es que es una facultad natural de la percepción humana. A lo largo de la historia, las experien-cias del cuerpo de ensueño han sido llamadas proyecciones astrales y experiencias fuera del cuerpo. Los practicantes más habilidosos afirman que todos usamos nuestro cuerpo de ensueño regularmente aunque no lo recordemos. Yo he encontrado pruebas que apoyan esta afirmación.

Una mañana al despertar me sentía tenso pensando en todas las cosas que tenía que hacer

ese día. Estaba acostumbrado a dejarme guiar por mis sentimientos en lugar de seguir un programa, por eso me sentía acorralado. Durante varias horas intenté relajarme mientras pasaba de una tarea a otra. A mediodía ya había recuperado mi sensación de libertad. Durante la meditación de la tarde me encontré en la negrura del nivel uno. Decidí jugar con ella para ver si podía atravesarla y entrar en el ensueño. Entonces sentí el impacto de las energías del cuerpo de ensueño. Para mí, esto suponía estar más energetizado de lo normal, sentir como si hubiera un bloque de energía condensada dentro de mí. Pensé que tenía que hacer un alto y tomar notas, quizá relacionar esta experiencia con los esfuerzos por rela-jarme que había hecho a lo largo de la mañana. Centré mi atención en la cocina que era donde tenía el cuaderno. Entonces me levanté para ir a escribir y me di cuenta de que acababa de volver de la cocina para poder levantarme e ir a la cocina. Sentí una sacudida y me di cuenta de que había olvidado momen-táneamente que estaba en el cuerpo de ensueño porque todavía no era parte de mi inventario cotidiano.

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Como no encajaba, lo había bloqueado. Don Juan dice que en el nivel tres comienzas a mezclar el ensueño con el mundo cotidiano.

En este estadio, dice, el cuerpo energético ya está preparado para actuar. La práctica del ensueño pro-duce un cuerpo energético más definido y despierto. A estas alturas, la práctica consiste en aumentar la capacidad de moverse con la imaginación (Ensueño, 142, 153-154) y el medio para conseguirlo es des-arrollar la autonomía del cuerpo de ensueño.

En este nivel uno de los principales obstáculos es perderse en los detalles del entorno (En-

sueño, 142). Don Juan dice que dentro de su recién hallada libertad, el cuerpo de ensueño se vincula con cada detalle disponible. Para contrarrestar esta tendencia, necesitas una fluidez ilimitada, más allá de las restricciones de la razón. Este abandono completo es necesario para liberarse de la forma, de lo conocido. El consejo de don Juan es: sé inmensamente curioso pero no te quedes paralizado.

Como en todas las labores toltecas, lo más importante es perder la propia importancia. Don

Juan dice que para liberar la energía del ensueño hay que desplegar la energía que uno posee. La disci-plina del ranger genera un proceso que tiene el efecto de renovar toda tu vida, liberando energía para el ensueño (Ensueño, 37). La manera de usar esa energía dependerá de tus propósitos y del tipo de mode-lo que uses para ensoñar.

Como el cuerpo de ensueño es una capacidad natural, no es necesario el modelo tolteca

para tomar conciencia de él. Sin embargo, este modelo es valioso porque delinea los pasos de su desa-rrollo. Otro beneficio adicional es que señala un camino más allá de las «simples» percepciones del cuerpo de ensueño. Por ejemplo, don Juan afirma que el verdadero propósito del cuerpo de ensueño es ver (Ensueño, 163). En otras palabras, se trata de capitalizar su ritmo vibratorio superior para alcanzar alineamientos energéticos más profundos y significativos. Al hacerlo, la conciencia se extiende a todo el cuerpo energético.

Nivel cuatro: El viaje del cuerpo de ensueño. Ahora estás plenamente preparado para

armonizar el primer campo energético con el segundo. El cuarto nivel consiste en viajar a lugares especí-ficos y definibles usando el cuerpo de ensueño. El resultado es que aprendes a determinar con gran destreza la cohesión de tu cuerpo energético (Ensueño, 69).

Don Juan dice que en el nivel cuatro tienes tres opciones: viajar a lugares de este mundo,

viajar a lugares de otros mundos y viajar dentro de los sueños de los demás. Por ejemplo, el inquilino empujó a Castaneda a un sueño que este confundió con un lugar físico real. El inquilino le dijo que esa experiencia servía para mostrarle los misterios del segundo campo (Ensueño, 200, 232). Para entrar en este nivel es necesario moverse intencionalmente en el segundo campo como normalmente lo haríamos en nuestras actividades cotidianas.

Castaneda no ha etiquetado ni definido en sus libros las prácticas de ensueño para los nive-

les cinco a siete. Sin embargo, en ellos hay referencias que indican una posible progresión consistente con las enseñanzas de don Juan. Basándome en mi comparativamente limitada experiencia os presento alguna pista de los niveles restantes.

Nivel cinco: El doble. A veces, el término «doble» es utilizado para indicar la totalidad del

cuerpo energético. En otras ocasiones se usa para indicar el cuerpo de ensueño. En este caso, llama-mos doble al cuerpo de ensueño cuando tiene tanta fuerza que puede ser percibido por los demás como si fuera una entidad completamente independiente del cuerpo físico. Don Juan afirma que el doble gene-ra la capacidad de estar en dos lugares al mismo tiempo. También dice que el doble es real, aunque no de carne y hueso y añade que es sólido, porque la solidez procede del recuerdo que describe un suceso. Incluso llega a sugerir que es su doble el que ha estado asociado con Castaneda (Relatos, 49-56).

Hace algunos meses, observé a mi doble durante un viaje en avión. Recordemos que estar

suspendido por encima del suelo es una táctica de rastreo usada para desvincular la conciencia de las

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influencias normales que tienden a sujetarla a la Tierra, dejando así volar libremente la percepción. (Grau dice que permanecer suspendido dentro de una canasta durante extensos períodos de tiempo es una de las técnicas que se emplea para reducir las influencias externas. Además, don Juan dice que permane-cer colgado de un arnés de cuero sirve para limpiar las enfermedades que no son físicas [Don, 290, 187].) Con los años, he aprendido a utilizar los viajes en avión para este mismo propósito. En aquella ocasión, todo parecía estar a la medida de mis necesidades. Las diez filas de asientos delante de mí estaban a mi disposición y los demás pasajeros apenas interferían. Aprovechando la oportunidad, practi-qué la mirada fija, primero con la cabina y después con las nubes. Me sentí en paz y entré en el ensueño durante un par de minutos. Después me desperté para tomar notas. Miré hacia mi izquierda y vi una versión luminosa de mí mismo sentada en la misma hilera pero en el otro lado del pasillo. La figura miró hacia adelante. Cuanto más enfocaba mi mirada, más se evaporaba.

Recordemos también que existen pruebas de que hay un peligro cuando uno se acerca a su

doble. Es muy posible que sea un peligro real, por tanto es necesario ir con cuidado. Considera, por ejemplo, que si el cuerpo físico no tiene la energía suficiente, no vibra a la misma velocidad que el doble, por lo que tocar al doble puede ser análogo a electrocutarse o a entrar en contacto con la antimateria. Puedes experimentar una sacudida de energía que el cuerpo físico no sea capaz de asimilar. Si esto ocurre, el encuentro con el doble puede ser mortal.

Nivel seis: Teleportación. Viajar con el cuerpo energético a lugares físicos precisos vincula

el primer campo con el segundo. Normalmente si envías tu cuerpo de ensueño a otro lugar, tu cuerpo físico permanece esta-

cionario. Con la teleportación, el cuerpo físico viaja junto con el cuerpo energético. Por ejemplo, mientras don Juan acorralaba a una nueva aprendiz que había de ser la líder femenina del equipo de la genera-ción siguiente, le conminó a que cruzara una línea que él había dibujado en el suelo. Para don Juan, el hecho de que ella cruzase esa línea significaba que entraba voluntariamente en su mundo. Posterior-mente ella dijo que cuando cruzó la línea, don Juan «dio un salto prodigioso y se deslizó por encima del tejado de la casa». Como si fuera un bumerán, él se fue de su lado, navegó por encima de la casa y volvió junto a ella (Don, 229).

La experiencia de levitación que mencioné anteriormente es un preliminar del grado de con-

trol que tenía don Juan. Las Hermanitas entendían de alguna manera estos temas porque podían levitar y volar por su casa (Segundo anillo, 244-247).

Nivel siete: El fuego interno. Hasta este momento hemos atemperado el primer y segundo

campos de manera que, de hecho, han llegado a actuar como uno solo. Entrelazándolos completamente a través del cuerpo energético llegamos a la conciencia pura, libre de forma y definición. Según don Juan, llegamos a una posición del punto focal que es muy específica y recibe el nombre de libertad total (Fuego, 294).

Ensoñar, dice don Juan, es perfeccionar el segundo campo (Ensueño, 42). El recorrido pro-

gresivo de los niveles nos permite rastrear este campo energético y confirma nuestra fortaleza de estilo y propósito; esto es especialmente aplicable al logro del nivel siete. Llegados a este punto de la progre-sión, la cuestión es alcanzar nuestra totalidad, ya no se trata de conseguir objetivos evolutivos.

En general, don Juan dice que ensoñar ejercita el cuerpo de ensueño haciéndolo «flexible y

coherente» y preparando el escenario para realizar actos «que están más allá de las posibilidades del cuerpo físico» (Ensueño, 31). Llegar al nivel uno es el equivalente de alcanzar el cuerpo energético. En los niveles uno, tres y cinco te dedicas a entrar más a fondo en el cuerpo energético, a entrar más pro-fundamente en lo desconocido. En los niveles dos, cuatro y seis aprendes a controlar y a mover la ener-gía con la que has contactado en el nivel anterior. En el nivel siete, dejas atrás este mundo y vuelas hacia lo incognoscible.

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CAPÍTULO 12 RASTREAR EL CUERPO DE ENSUEÑO Ensoñar es un gran paso hacia el poder personal (Ensueño, 21). Tiene un valor práctico en

lo cotidiano y a menudo tiene más aplicaciones que las actividades físicas. El cuerpo de ensueño repre-senta una intensificación de las energías ensoñadoras y marca un paso importante hacia la consolida-ción del primer y el segundo campos energéticos. Consecuentemente, los dos capítulos siguientes se centran fundamentalmente en el cuerpo de ensueño y dejan fuera otras perspectivas más generales del ensueño.

Definición y valor El cuerpo de ensueño tiene tres características principales. La primera es que la conciencia

se exterioriza más allá del cuerpo físico. En otras palabras, si estás centrado en tu cuerpo de ensueño que está frente a tu cuerpo físico dentro de la misma habitación, entonces percibes la habitación, inclu-yendo tu cuerpo físico, desde la perspectiva del cuerpo de ensueño. Segundo, esta conciencia exteriori-zada tiene una forma de algún tipo. Debido a nuestros hábitos perceptivos, suele tener la forma del cuer-po físico. Cuánto más tiempo permanezcas en el cuerpo de ensueño en una experiencia dada o cuanto más a menudo entres en él, tanto más probable es que la forma cambie. Por ejemplo, si tienes tenden-cias chamánicas, su forma puede ser la de uno de tus animales de poder. A menudo tiende a adoptar la forma de una esfera.

Don Juan dice que los videntes del tercer ciclo no están interesados en crear una forma pa-

ra el cuerpo de ensueño porque hacerlo tiene el sabor característico del segundo ciclo. Añade que el término cuerpo de ensueño se ha mantenido, pero ahora se define como una «oleada de energía» que viaja a cualquier lugar en correspondencia con los movimientos del punto focal (Fuego, 182). Es decir, es un cambio coherente de percepción que utiliza el segundo campo. Uno es consciente, pero de otra forma diferente. He tenido algunas experiencias en las que parece que otra energía diferente del cuerpo de ensueño sale de él y viaja de manera similar, pero no tiene forma. Es un punto de conciencia.

Sin embargo, basándome en la mayoría de mis experiencias y después de haber investiga-

do cientos de relatos, puedo afirmar que la forma suele acompañar a las experiencias del cuerpo de en-sueño. En el nivel de don Juan puede que esto cambie porque él y los de su clase hayan desarrollado predilecciones más abstractas. Pero de momento, para transmitir el hecho de que hay otros aspectos altamente reconocibles y estables de la percepción humana, he continuado incluyendo la forma en la definición del cuerpo de ensueño.

La tercera característica es que el cuerpo de ensueño tiene emociones, no es una experien-

cia adusta. Por ejemplo, en la visión remota, que es percibir lugares remotos por medio del poder de la mente, las experiencias pueden estar exentas de emociones. Las percepciones pueden ser muy precisas pero se evitan las emociones. Percibes la situación como si vieras una película dentro de tu cabeza. Por el contrario, las experiencias del cuerpo de ensueño a menudo son más vívidas que las del cuerpo físico.

Otra característica es que puedes duplicar los cinco sentidos físicos. La duplicidad de la vis-

ta y el oído suele ocurrir en primer lugar. Por otra parte, también es habitual despertar dentro del cuerpo de ensueño y no poder ver, o tener una visión muy restringida. Esta dificultad se disipa por sí misma. El principal obstáculo con el sentido del tacto es que las manos del cuerpo de ensueño atraviesan fácilmen-te los objetos materiales, por lo que debemos aprender a tocar las cosas delicadamente. En general, todos los sentidos parecen funcionar mejor en el cuerpo de ensueño que en el físico, lo que le ofrece una clara ventaja a las experiencias del cuerpo de ensueño respecto a las normales. Esto hace que sea más fácil aprender durante el ensueño.

Una controversia interesante se centra en si el cuerpo de ensueño existe siempre o si se

crea cada vez. Don Juan dice que los toltecas del segundo ciclo creaban un nuevo cuerpo cada vez que

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estabilizaban un sueño (Fuego, 177). Otra línea de pensamiento es que el doble existe continua e inde-pendientemente del cuerpo físico. Esta idea ha llevado a la existencia de muchas historias que hablan de la zona crepuscular, en la que la gente se encuentra con sus dobles. Sea estable o se cree cada vez, el denominador común es que la integridad y la intensidad de las energías ensoñadoras producen la con-ciencia del cuerpo de ensueño.

En sí mismo, el ensueño es un tipo de percepción que puede ser usado para bien o para

mal. Como dice don Juan, es un «pasadizo hacia la luz y la oscuridad del universo» (Ensueño, 221). Como el cuerpo de ensueño es una forma más intensa de ensoñar, su precariedad reside en que se presta a la acumulación de unos poderes que quizá valdría más evitar. Ésta es la razón por la que don Juan dice que el ensueño refleja el estado de ánimo propio del segundo ciclo (Fuego, 177). Sin embargo, con un contexto apropiado, el ensueño nos da fuerza para superar la seducción del poder y explorar la constitución de la conciencia. Por tanto, los procedimientos de rastreo deben ser la luz que guíe el en-sueño.

Evidentemente, cuando el rastreo y el ensueño se unen crean una plataforma consistente

para el crecimiento personal. Ensoñar hace que las técnicas de rastreo —mezclarse, por ejemplo— sean más fáciles. Como ensoñar supone cambios más grandes en la cohesión, la aplicación de ese conoci-miento al rastreo facilita los cambios menores. A su vez, la estabilidad generada por el rastreo potencia el ensueño. Este factor es importante porque el ensueño amplía nuestras opciones. Por ejemplo, enso-ñar nos ayuda a entrar en otras dimensiones y a comunicar con sus habitantes. El problema que supone esta ampliación del mundo es que resulta fácil perderse en las maravillas del ensueño y perder la co-nexión con el espíritu. Sin embargo, el rastreo permite mantenerse en contacto con la propia esencia. Para mí, la esencia es como una estrecha barra de energía condensada y vibrante. Es algo constante pero que se resiste a las definiciones. Esté en el mundo que esté, cuando estoy en contacto con ella siempre me siento centrado. Considero que es el espíritu puro dentro de mí, la emanación del Águila en lo que a mí respecta. Aunque el rastreo mantiene mi conciencia de ella, el ensueño me reveló su exis-tencia por primera vez.

Si permaneces centrado puedes ampliar tus opciones mientras te dedicas a tu objetivo prin-

cipal, que es desarrollar la totalidad de tu ser. Entonces tus experiencias se desarrollan espontánea y mágicamente porque emanan de tu conexión con el espíritu. De esta forma prevalece el primer campo, pero sin determinar lo que debe ser.

Un valor adicional del cuerpo de ensueño es que te incluye dentro de la experiencia. Como

en la realidad virtual, eres una parte integral del sueño. Esto te permite poner a prueba tus conocimientos y evaluar los resultados de una manera más completa y expeditiva. Por ejemplo, puedes poner a prueba la plasticidad del tiempo y del espacio. Mientras estás en el cuerpo de ensueño puedes viajar lenta, rápi-da o instantáneamente. También puedes cambiar tu relación con el paisaje del sueño, haciendo que el entorno se acelere o se ralentice. Una de mis experiencias más instructivas con el cuerpo de ensueño ocurrió una noche en Tucson. Mientras meditaba, me encontré suspendido abruptamente en el aire so-bre las calles del centro de la ciudad. Pronto me di cuenta de que moviendo mi energía podía alterar la velocidad del tráfico. En distintos momentos, los automóviles iban a toda prisa o a paso de caracol. Po-día acelerar o disminuir la velocidad del tráfico a voluntad. El cuerpo de ensueño nos permite explorar estas capacidades, pero la activación de la voluntad hace que podamos llevar estas mismas capacida-des al mundo físico cotidiano. Entonces nuestro mundo cotidiano se convierte en un sueño.

Progresión Don Juan dice que la capacidad de controlar los sueños «no es diferente del control que te-

nemos sobre cualquier situación de nuestra vida diaria» (Ensueño, 21). Como existen diferencias entre los intentos de control en el ensueño y la vigilia, creo que se refiere más bien a la estabilización de la cohesión y, por tanto, de lo percibido. Por ejemplo, en un ensueño lúcido puedes controlar el paisaje. Si quieres cambiar un árbol por una alfombrilla de goma, sólo tienes que intentarlo, O si quieres experimen-

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tar otro lugar, inténtalo y el sueño cambia. Sin embargo, cuando llegas al cuerpo de ensueño, los sueños se estabilizan. Si quieres via-

jar a otro lugar, no cambias simplemente de sueño, viajas del punto A al punto B. Cuando progresas a través de los niveles, comienzas a mezclar el primer y el segundo campos energéticos. Esta mezcla con-tinúa en cada nivel, haciendo que el paisaje del ensueño sea cada vez más objetivo. Por ejemplo, en el nivel cuatro, viajas a lugares específicos; el ensueño es concreto. Por otra parte, pienso que lo que don Juan quería decir es que el intento es nuestro medio de ejercer control en cualquier circunstancia. Nues-tra forma de influir en los estados de vigilia o ensueño es similar. El control «no es diferente». Lo que se vuelve radicalmente diferente es que acabamos yendo más allá del ensueño y el rastreo y entramos en un todo unificado. Ejercitando los distintos aspectos del cuerpo energético, acabamos haciéndolo nuestro en su totalidad.

Don Juan también dice que el control del ensoñador es como lanzar un aparejo de pesca

que va donde quiere. Pero el ensoñador puede mantener el aparejo en el lugar donde se anda original-mente (Fuego, 177); ésta es la forma de mantener el mismo sueño. Sin embargo, es obvio que se puede conseguir un control más preciso. Por ejemplo, Castaneda volvía repetidamente al mismo sueño, soñaba con un tigre «dientes de sable» que le enseñó una manera específica de respirar (Don, 58). El hecho de que podía volver una y otra vez a los sueños que describe en sus libros también indica que tenía un con-trol refinado. Además, el vuelo en forma de bumerang que don Juan realiza alrededor de su casa indica que se puede conseguir el control absoluto. Por tanto, podemos controlar dónde y cómo lanzamos nues-tros aparejos de pesca en cada nivel de ensueño. Al mismo tiempo, cuando se pasa al nivel siguiente por primera vez se vuelve a descubrir que el aparejo va donde quiere.

Podemos tomar conciencia del cuerpo de ensueño en cualquier momento y lugar. Un exce-

so de fatiga, de tensión, e incluso de alegría pueden producir el cambio. A menudo ocurre cuando esta-mos relajados. Una tarde estaba tumbado en el suelo del comedor de mi casa mirando al techo y en menos de un segundo fue como si el techo saltara sobre mí. Entonces me di cuenta de que me encon-traba en mi cuerpo de ensueño que estaba justo debajo del techo.

Un aspecto muy curioso del cuerpo de ensueño es que en realidad no salimos del cuerpo.

La sensación de «salir» procede de la influencia de las visiones ordinarias del mundo. Es decir, incluso si ampliamos nuestro mundo conocido para incluir el cuerpo de ensueño, nuestro inventario ordinario insis-te en que debemos «salir» del cuerpo físico antes de poder percibir desde otro cuerpo. Desde el punto de vista del inventario tolteca, lo que ocurre es un cambio de cohesión, el punto focal se mueve y perci-bimos el mundo desde el cuerpo de ensueño en lugar del cuerpo físico. Seguimos percibiendo desde dentro del cuerpo energético, pero desde otro lugar. Nuestro lado analítico y secuencial traduce este hecho como una salida del cuerpo. Sin embargo, lo que se ve es un movimiento de energía. Desde otra perspectiva, la percepción del movimiento es un juego mental. Y el terreno de juego mental es el dominio del que se ocupa la persona de conocimiento.

Preparación Es importante prepararse para ensoñar porque elimina algunos obstáculos y nos ayuda a

superar otros. Recuerda que buena parte de lo que ocurre durante el ensueño tiene lugar en el sitio, sin moverse. Por tanto, no te limites a una serie de procedimientos habituales; es mejor familiarizarse con una serie de perspectivas distintas. Además, cuando sabes por qué ensueñas, tus energías se dirigen hacia resultados específicos, minimizando así las influencias erráticas. Por tanto, desde los ejercicios del nivel uno, dedícate a afirmar que eres un ensoñador. Tratar de convencerse de que uno es un soñador y estar convencido de ello son facetas complementarias del intento ensoñador (Ensueño, 26).

Como el ensueño produce cambios naturales del punto focal, don Juan dice que no necesi-

tamos la ayuda de los demás. Lo que necesitamos es sobriedad y ésta procede de nuestra impecabilidad en la vida diaria (Fuego, 182-183). La impecabilidad nos lleva a un ensueño más fuerte y es, por tanto, el principal medio de preparación.

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Otras prácticas de rastreo también engendran sobriedad. Por ejemplo, la actitud adecuada y el equilibrio contrarrestan el «mal humor del ensueño», un resultado de entrar y salir de otros mundos. Es difícil permanecer centrado y alegre cuando tu mundo está girando sobre un gozne. Pero seguir un camino con corazón remedia esta situación y también proporciona dirección y estabilidad para ensoñar, así como los medios para aplicar los resultados del ensueño a la vida diaria. Además, el hecho de asumir la responsabilidad nos permite aceptar que podemos desarrollar el ensueño por nosotros mismos y obrar en consecuencia.

El ensueño mismo, a su vez, también te enseña a realizar los ajustes. Por ejemplo, la gente

me suele decir que una de las grandes dificultades es su resistencia de partida a entrar en el ensueño. Parece que siempre les hayan dicho que el coco les está esperando y que es mejor no hacer el viaje. Estando yo mismo en medio de este tipo de resistencias, soñé con un grupo de panteras negras. Sor-prendentemente, en cuanto las vi, sentí una gran afinidad con ellas. Reconocí su sutileza como una cua-lidad del rastreo y asocié su espíritu con la energía ensoñadora en general. Pensé que la pantera no puede ser considerada la reina de la selva, pero evidentemente es una princesa elegante y poderosa. Entonces, en una visión dentro del ensueño, vi a una pantera deambular hasta mí. Le rasqué las orejas y después se acurruco como un gatito dentro de mi corazón. Me sentí rejuvenecido y mi resistencia a al-canzar otro nivel del ensueño se disipó.

Durante cierto tiempo en que no hacía ningún progreso en el ensueño, descubrí durante una

meditación los siguientes ejercicios Nova, que pueden ser considerados una forma de ensueño. Se prac-tican así:

1. Extiende dos rayos de luz que salgan perpendicularmente de los lados de tu cuerpo

hacia fuera: un rayo sale del lado derecho y el otro del lado izquierdo. 2. Retrae estas energías a un lugar específico dentro de tu pecho. 3. Vuelve a extender desde tu cuerpo dos rayos de energía luminosa. Esta vez uno sa-

le de lo alto de la cabeza y otro de la planta de los pies. 4. Retrae estas energías al mismo lugar que en el paso 2. 5. Haz que la energía dentro de tu pecho tome forma de esfera (u otra forma que te

resulte natural) y después proyéctala lejos de tu cuerpo físico. Los ejercicios Nova me ayudaron a salir del punto muerto en el que me encontraba respecto

al ensueño, pero parte del problema seguía presente. Seguía teniendo un malestar permanente. Mien-tras permanecía en la negrura del nivel uno, me di cuenta intuitivamente de que tenía que abandonar cualquier noción previa respecto al ensueño. También me di cuenta de que tenía que entrar en él con una actitud que combinase la experimentación con el entretenimiento. Estas comprensiones me devol-vieron inmediatamente al sendero del ensueño.

Debemos estar preparados para las aventuras en otras dimensiones. Para ello, necesitamos

alcanzar un equilibrio. Por un lado, entrar en otras dimensiones es muy instructivo. Podemos aprender que los otros mundos no son sólo imaginaciones y existen independientemente de éste. Por otro lado, es fácil quedarse maravillado y desviarse del sendero. Por esta razón, don Juan instruyó a uno de sus estu-diantes, Benigno, para que no buscara «visiones extrañas de mundos fuera del suyo», porque encontra-ría su verdadera fuente de poder aprendiendo de su propio mundo (Segundo anillo, 207). Así, don Juan estableció para Benigno, que era rastreador, la referencia de «en primer lugar somos seres humanos». Las enseñanzas de don Juan están dirigidas a alcanzar la cumbre de la experiencia humana y ensoñar es parte de esa experiencia.

Transiciones Para mí, el aspecto más problemático del ensueño hasta la fecha ha sido la transición entre

estados de conciencia. Hace años, esta dificultad se expresó en mis ensueños como una serie de ata-ques de tiburones. Prácticamente cada vez que entraba en el ensueño era atacado por un tiburón. A

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medida que liberé más mis emociones, los ataques disminuyeron y acabaron desapareciendo. Entonces la dificultad se convirtió en soportar la inmensa oleada de energía que sentía al entrar en el ensueño o al cambiar de niveles dentro de él.

Esta oleada de energía también señala un momento en el que puede ocurrir casi cualquier

cosa. Durante las transiciones, estamos en una zona de alta energía y alto potencial. Es como si el punto focal estuviera en un estado de caída libre. Hasta que se reestabilice, estamos abiertos casi a cualquier influencia. Es decir, tanto la menor fluctuación de la mente como una enorme preocupación pueden defi-nir el contenido del ensueño. En el caso de los ataques de los tiburones, para empezar me encontré nadando en el mar, actividad de la que disfruto enormemente. Entonces, a lo lejos, a gran distancia, vi una aleta dorsal. En lugar de pensar que era un delfín, interpreté que era un tiburón. Entonces me subió la adrenalina y evidentemente el tiburón la sintió y se dirigió hacia mí. Esto produjo todavía más adrena-lina, a lo que el tiburón respondió vigorosamente. El sueño acabó con un ataque real. Después me di cuenta de que el tiburón representaba a mis emociones y que ellas venían a por mí, estuviese preparado o no.

Cuando comienza una transición, se siente un movimiento que puede ser cualquier cosa,

desde sensaciones de flotar hasta un viaje a toda velocidad. Cultiva esos sentimientos. Respira con sol-tura y permanece relajado. Deseas hacer la transición porque de otra forma no habrías entrado en el ensueño. Simplemente lo que tienes que hacer es prepararte un poco mejor de lo que lo hice yo. Mantén un propósito claro para poder enganchar un sueño. Si te sales de la pista, vuelve a intentarlo. Después abandónate. Dado lo insólito del ensueño, una tendencia muy común es detenerse y echarse atrás. Si lo haces, es probable que salgas del ensueño.

También me he dado cuenta de que, antes de entrar en mi cuerpo de ensueño, siento como

si tuviera energía condensada dentro de mi cuerpo, como si hubiera un cálido bloque de hielo dentro de mi pecho. Invariablemente, cuando siento esta condensación energética se produce el ensueño. Una amiga tolteca me ha comentado que cuando siente una línea de energía pulsante extendiéndose desde la parte anterior del área púbica hasta unos centímetros por encima del ombligo sabe con seguridad que va a ensoñar. Dice que aunque asocia esta energía con la energía sexual, la energía pulsante no es sexual.

Muchas veces no notarás la transición. Simplemente te encontrarás ensoñando. Si ocurre

así, no es que hayas hecho nada malo. Pero el hecho de poder manejar todos los estadios del ensueño, incluyendo las transiciones, puede ahorrarte algunos problemas. Por ejemplo, don Juan dijo a Castaneda que sus rápidas transiciones al inundo inorgánico eran peligrosas y añadió que, habitualmente, ir a ese mundo suponía una serie de transiciones lentas (Ensueño, 196). Estas transiciones lentas fortalecen nuestra resolución y nos permiten aprender el contorno del terreno.

Además, transferirse dentro y fuera del cuerpo de ensueño sirve como práctica para la tele-

portación, la transición en la que te llevas el cuerpo físico contigo. En cualquier caso, el hecho de apren-der a llevar contigo tu energía física puede suponer preocupaciones adicionales. Castaneda y las Her-manitas tenían problemas para reconstituir sus cuerpos físicos cuando volvían de sus aventuras en el segundo campo. Los aprendices masculinos conocidos como los Genaros tuvieron que echarles encima cubos de agua para solidificarlos. Néstor, uno de los Genaros, dijo que antes de que se restaurara su solidez, Castaneda y su gente salieron de la nada y parecían «trozos de niebla atrapados en una red» (Segundo anillo, 310).

Para aprender a regular la velocidad de tránsito necesitas práctica. Una persona me contó

que le gustaba entrar en su cuerpo de ensueño únicamente por la oleada de energía que sentía durante la transición y no le importaba mucho dónde acabara. En mi caso, esto me desorientaría mucho, por lo que prefiero tener la posibilidad de elegir por qué entro en el ensueño y qué quiero conseguir, incluso si el único propósito es ver qué pasa. La velocidad de transición adecuada puede ser medida a partir de la esencia, pero mantener la conciencia de esta sensación profunda e interna requiere experiencia.

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El propio compromiso con el ensueño también desempeña un papel vital. Cuando me di cuenta de que mi primer objetivo era comprometerme con el espíritu, encontré un equilibrio más profun-do que me permitió dedicarme al cuerpo de ensueño. Durante un tiempo, el objetivo de rastrear el espíri-tu parecía tan alejado de mis recursos que me sentía sin energía y hacía muy pocas excursiones de ensueño. Entonces me di cuenta de que el cuerpo de ensueño podía ser usado como un paso hacia el objetivo definitivo. Todo se simplificó cuando recordé que don Juan define el ensueño como una tarea que produce energía (Ensueño, 174). Para llegar a liberarse en el espíritu es necesaria la máxima ener-gía. Inmediatamente después de realizar esta conexión, me sentí suspendido a unos treinta centímetros por encima de mi cuerpo físico, aunque mirando hacia abajo desde el cuerpo de ensueño parecía que mi cuerpo físico estuviera a unos siete metros. Estuve flotando por la habitación y acabé el ejercicio con suavidad. La cuestión es que el cambio se produjo cuando encajé algunas piezas del intento del ensue-ño.

Además, antes de que un sueño se estabilice, se puede sentir que oscila, como si siguiera

un movimiento ondulante. También puede parecerte que estás girando. En este punto, no te centres en ningún elemento del ensueño, sino en el ensueño mismo. Cuando hay un cambio de cohesión, puede que tu percepción no se estabilice hasta que tengas pleno control sobre la transición. Hasta entonces, aprovecha los cambios naturales de tu ensueño y entra plenamente en los sueños. El hecho de com-prometernos con el ensueño no sólo produce las transiciones, sino que las suaviza.

Durante las transiciones es habitual sentir vibraciones que pueden tardar en estabilizarse.

Una mujer me dijo que cuando sintió las vibraciones, creyó que indicaban que estaba muy enferma. Cuando el médico le dijo que estaba perfectamente, y después de leer sobre las vibraciones asociadas con el ensueño, se relajó y dirigió su atención hacia los aspectos positivos de la práctica.

Por otra parte, el contenido del ensueño también puede sacarnos de nuestras casillas.

Durante un sueño me encontré en una habitación en la que había una serpiente dentro de un terra-rium. Tenía como un metro de largo, era marrón y tenía marcas de color marrón oscuro. Intenté com-probar si tenía la cabeza triangular, lo que hubiera indicado que era una víbora venenosa, pero como se movía constantemente no pude confirmarlo. De repente estaba fuera del contenedor. Intenté man-tener la calma. Entonces sentí vibraciones en mi cuerpo físico. Me di cuenta de que estaba ensoñando pero la intensidad de estar con una serpiente impedía que pudiera completar la transición. En un mo-mento dado, el cuerpo de la serpiente conectó la base de mi columna con el suelo. Sentí que una in-tensa oleada de energía subía por mi cuerpo. Comencé a vibrar de nuevo, pero me desperté pregun-tándome dónde estaba la serpiente. (La energía serpentina a menudo se relaciona con la fuerza kun-dalini. A su vez, la kundalini suele asociarse con los chakras o centros de energía no física localizados cerca de la espina dorsal. Para más información, remitirse al capítulo 3 de Traveling with Power, u otros libros que expliquen la energía kundalini y los chakras).

También te puede ocurrir que lo novedoso del ensueño constituya un obstáculo. El hecho

de tener que tratar con tiburones, serpientes, vibraciones y una miríada de otras percepciones puede asustarte y hacerte saltar de nuevo a tu cuerpo físico. Además, de la misma forma que la mujer asoció las vibraciones con la enfermedad, otros sucesos pueden suscitar ilusiones igualmente desagradables. Durante el ensueño puedes sentir que tu cuerpo está catatónico o rígido. Varias personas han descrito el horror que sintieron al darse cuenta de que no podían mover su cuerpo físico inmediatamente o po-co después de regresar del ensueño. Sin embargo, todo esto parece normal dentro del ámbito de nuestro estudio. El manejo del intento nos ayuda a superar estos obstáculos. Una mañana al despertar me di cuenta de que mi cuerpo estaba catatónico. Tenía la conciencia dividida y sentía que estaba en mi cuerpo de ensueño. Gracias a mis investigaciones previas, supe que debía permitir que mi cuerpo permaneciera inmóvil, así es que me relajé y disfruté de esa aguda sensación de separación entre ambos cuerpos. Tomándome tiempo, hice que mi atención, suave y lentamente, se centrara dentro del cuerpo físico. Siguiendo un orden preciso, moví los dedos de los pies y estiré los miembros.

Otra anomalía típica es oír todo tipo de sonidos: estridencias, golpes secos, desgarros, pe-

queños estallidos y quizá sonidos parecidos a la espuma del mar o al de un tren de mercancías. Todos

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estos sonidos ocurren de manera natural como resultado del acceso al segundo campo. Evidentemente, también puedes experimentarlos mientras estás despierto y alerta si contactas con el segundo campo; el ensueño pertenece al segundo campo y estos sonidos son parte del paquete. Una vez más, lo insólito de su presencia puede asustarte y devolverte al primer campo. Pero si tomas conciencia de que pueden suceder, evitarás este reflejo automático de volver.

Cuando trabajes con el ensueño, recuerda que estás tratando con la percepción, no con re-

glas fijas y determinadas. La mayoría de los límites y barreras están creados por ti. Por ejemplo, Casta-neda era incapaz de ver porque no podía ir más allá de sus propios pensamientos (Realidad aparte, 164). Yo tuve dificultades con el ensueño porque no me apropiaba de mis emociones. Cuando se consi-gue superar estas dificultades, la gente tiende a quedarse sorprendida de lo profundamente impresos que están nuestros pensamientos y emociones no reconocidos.

Ejercicios para practicar el ensueño El ensueño es una habilidad que se puede aprender. Como en el caso de estudiar un idioma

extranjero o un instrumento musical, dominar este arte requiere tiempo, energía y mucha práctica. Cas-taneda dice que el punto esencial para cultivar el ensueño es ejercitar las energías del ensueño. Don Juan compara el ensueño con un río que fluye hacia el océano del segundo campo. Dice que ejercitando sistemáticamente las energías del ensueño, caen las barreras y se puede entrar en el océano (Ensueño, 28-36).

La preparación mental y emocional adecuada y unos ejercicios específicos pueden producir

el ensueño, pero recuerda que el ensueño mismo es un tipo de energía diferente de los ejercicios. Por tanto tus experiencias pueden ser diferentes de cómo piensas que tendrían que ser. Castaneda dice que sus descubrimientos siempre ocurren de repente. Y, según don Juan, el esfuerzo continuado es el factor decisivo del éxito (Ensueño, 49, 36). Bajo la fuerza de la persistencia, la cohesión del cuerpo energético finalmente cambia, es como una tuerca oxidada que finalmente cede ante la continua presión de la llave.

Planteamientos generales. Generalmente, cuanto más profundamente entramos en el en-

sueño, conectamos con niveles de conciencia más profundos. Una de las dificultades es quedarnos cor-tos e interpretar lo que está ocurriendo según definiciones previas. Es decir, existe una tendencia a inter-pretar una experiencia del nivel dos por lo descubierto en el nivel uno. Si te apegas a un mundo recién descubierto, te estás alejando del mundo siguiente. Por ejemplo, yo descubrí que simplemente para en-trar en el nivel uno tenía que soltar lo que me había costado toda una vida entender.

El planteamiento general y constante es no formar patrones. Esto significa permanecer flui-

dos y no cargar la propia vida de vigilia o el ensueño con nuestras expectativas. Por ejemplo, durante un seminario sobre el ensueño, una participante preguntó por un extraño sentimiento de pesadez que le afectaba. Le dije que lo iba a mirar. El segundo día, antes de comenzar las lecciones, fui a otra habita-ción para estar en privado. Me senté en el suelo y sentí caer sobre mí la sensación de pesadez. Como la estaba buscando, no me resistí a ella. Dejé que se hiciera más densa y se moviera por mi cuerpo.

Entonces la pesadez desapareció de mi cuerpo y me encontré de pie en mi cuerpo de en-

sueño mirando hacia abajo, hacia mi cuerpo físico. Sentí una extraña necesidad de rodearme de luz. Cuando lo hice me sentí más relajado. Me pregunté si debería hacerlo cada vez que entraba en mi cuer-po de ensueño y oí un silencioso: «No, no te obsesiones. Con hacerlo al salir es suficiente.» Entonces volví a entrar en mi cuerpo físico y seguí con el seminario. Todo esto ocurrió en menos de cinco minutos. En ese momento, mi tendencia fue no rodearme de luz. Si hubiera luchado con mi propia tendencia, habría luchado con el cuerpo de ensueño mismo y no habría podido proporcionar ninguna directriz a la participante. Le mencioné específicamente que usara el desapego y «no formar patrones» como medios para fluir con la pesadez y poder descubrir adónde le llevaba.

La siguiente propuesta, por tanto, es un planteamiento general:

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1. Relájate. a) No presiones con tus energías físicas del primer campo. b) «Húndete» más profundamente en el segundo campo, en las percepciones no físicas. 2. Suspende el diálogo interno. a) Intenta no pensar, aunque encuentres algo nuevo o novedoso. b) Suelta las expectativas y requisitos. 3. No formes patrones. a) No juzgues nada, incluyéndote a ti mismo cuando juzgas algo. b) No te identifiques con nada. 4. Desarrolla distintos intentos del ensueño, por ejemplo: entrar en los sueños, maniobrar y

conseguir objetivos. a) Evoca el sentimiento de un lugar específico. b) Siente la sensación de moverte a velocidades diferentes y en direcciones diferentes. Desde este planteamiento, volvemos a descubrir que el rastreo desarrolla el ensueño. Evi-

dentemente, como el ensueño es muy vasto, el rastreo reduce las posibles aberraciones. Nos hace per-manecer centrados y decididos, y esto dirige las energías del ensueño hacia avenidas significativas.

Planteamientos específicos. Los ejercicios específicos estimulan distintas facetas del en-

sueño. Para llegar al cuerpo de ensueño debes ejercitar sus componentes, como las transiciones y ma-niobras. Entonces el intento general se compacta por sí mismo y te encuentras en tu cuerpo de ensueño. Has progresado más allá de los ejercicios preliminares hasta la plena realización de tu objetivo. En ese momento, el cuerpo de ensueño se convierte en un ejercicio para conseguir otro objetivo, el siguiente nivel del ensueño.

Los ejercicios preliminares estimulan el ensueño simulando aspectos del cuerpo de ensue-

ño. Aunque no estés centrado en tu cuerpo de ensueño, generas sentimientos y otras percepciones aso-ciadas con él. Por ejemplo, para mirar el mundo desde tu cuerpo de ensueño, realiza la práctica de abrir los ojos manteniendo los párpados cerrados. Al principio puede que percibas una negrura. Si es así, es una buena señal porque puedes hallarte en el umbral del nivel uno.

Otro planteamiento diferente usado por don Juan es utilizar la visualización para potenciar el

ensueño (Relatos, 20). Aplicando la visualización al cuerpo de ensueño, puedes favorecer la transición con este ejercicio llamado la Decisión dividida:

1. Túmbate en la cama. 2. Levántate con el cuerpo físico y aléjate lentamente de la cama. 3. Repite los pasos 1 y 2 varias veces. 4. Túmbate en la cama. Visualiza y siente que te levantas de la cama y te mueves por

los alrededores mientras tu cuerpo físico permanece tumbado. 5. Repite el paso 4 varias veces.

Para aprender a maniobrar, prueba el ejercicio llamado La salida:

1. Usando la imaginería visual, créate un cuerpo de ensueño. Siéntelo. 2. Imagina que flota suspendido por encima de tu cuerpo físico. 3. Imagina que viaja. Siente cómo se mueve.

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4. Elige un lugar y desplázate hasta él. Por otra parte, a Castaneda también le enseñaron que para entrar en el ensueño debía cen-

trarse en la punta del esternón (Don, 140). Antes de leer sobre esta posibilidad, yo había estado cen-trándome en el punto entre los ojos que muchos llaman «tercer ojo». Entonces descubrí que centrándo-me en el esternón, la imaginería visual surgía inmediatamente de la negrura. Era como intentar coger una bola engrasada que iba deslizándose y resbalándose. También tenía la sensación de estar en con-tacto con el cuerpo de ensueño desde el principio, en lugar de tener que construir la conciencia del cuer-po de ensueño como ocurría cuando hacia los ejercicios del tercer ojo. Castaneda aprendió que ésa es el área del cuerpo energético donde se condensa la energía del ensueño.

Castaneda recibió pistas adicionales mientras hablaba con un emisario del mundo inorgáni-

co; recibió el consejo de llevar un anillo de oro, un cinturón apretado o un collar (Ensueño, 94). Estos objetos sirven como agentes de la atención o recordatorios que facilitan las transiciones.

Con la experiencia se descubre que el núcleo del cuerpo de ensueño tiene una velocidad

natural. Recorras el universo centímetro a centímetro o seas catapultado a toda velocidad, esta energía permanece constante. Si te mantienes en contacto con ella y dejas que determine tu velocidad, conse-guirás resultados significativos. Su primer efecto es que potencia la frecuencia del ensueño. Evidente-mente, las experiencias del cuerpo de ensueño pueden ocurrir con más frecuencia cuando nuestro com-portamiento está regulado por la vibración natural de la energía esencial. Esta energía esencial también alimenta nuestra vida diaria, enseñándonos a gestionar nuestros recursos y conduciéndonos hacia una vida natural.

Sea cual sea el lugar donde nos centremos: el tercer ojo, el esternón u otros lugares del

cuerpo energético, el denominador común es que nos concentramos en el segundo campo. La ejercita-ción diligente y sistemática de la conciencia es la que produce resultados. Por esta razón, practicar téc-nicas concretas es secundario respecto a la práctica del ensueño mismo.

* * *

Cuando rastreamos el cuerpo de ensueño, conseguimos atravesar el puente que lo explica

y ejercita, y llegamos a su realidad. Una vez allí, podemos elevarnos por encima de las nubes, pasear en carro entre las estrellas y sumergirnos en la percepción pura. Juguemos con el tráfico, visitemos a una entidad de otra dimensión o descifremos el funcionamiento de la percepción, siempre podemos contar con que las normas de la percepción ordinaria, tales como la relación espacio-tiempo, perderán vigencia a medida que cambien las reglas de la realidad.

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CAPÍTULO 13 EXPLORANDO EL CUERPO DE ENSUEÑO En este capítulo vamos a explorar el cuerpo de ensueño. Nos centraremos no sólo en la

manifestación del cuerpo de ensueño sino en lo que ocurre durante la experiencia y en cómo finalizarla. Esta información de ninguna manera es la última palabra sobre el cuerpo de ensueño, sin embargo, nos familiariza con él y nos permite estar mejor equipados para manejarlo. Algunos aspectos de su estudio, como la forma, las transiciones y las aplicaciones ya han sido vistos en los capítulos anteriores.

Aspectos del ensueño Actitud. El ensueño no es una herramienta universal, pero, evidentemente, es una buena

herramienta. Cuando reconoces que hay nuevos mundos esperándote, pones más decisión en salir de tus hábitos. Dirigir la mirada hacia afuera te saca de la auto-complacencia y te conduce hacia el conoci-miento y el poder. También te permite cultivar el cuerpo de ensueño desde una sensación positiva, de expectación, lo que a su vez te permite hacer del cuerpo de ensueño una prioridad. Cuando haces del cuerpo de ensueño tu objetivo predominante y equilibras tu vida a su alrededor, pones más energía en esa dirección. Esto no significa que tengas que sacrificar tu vida diaria, sino que estás dispuesto a re-ajustarla para seguir otras opciones.

El ensueño es una aventura seria, pero cuanto más alegre estás, más surgen las energías

del ensueño y mejor pueden ser controladas. También nos ayuda pensar que el cuerpo de ensueño es algo natural, incluso ordinario. Esto nos impide creer el espejismo de que el cuerpo de ensueño sólo es para algunos maestros de lo oculto o para los que buscan estados muy refinados. Acceder al cuerpo de ensueño es como recibir el mejor regalo posible. Usado con sabiduría, hace que toda la vida se convier-ta en un regalo.

Respirar. A menos que seas un experto en técnicas respiratorias, deja simplemente que la

respiración se ajuste por sí misma. Tu cuerpo sabe equilibrarse cuando se lo permites. Cuando salgan a la superficie emociones como ansiedad, miedo o sorpresa, intenta respirar de manera tranquila y regu-lar.

Mientras estás en el cuerpo de ensueño no necesitas respirar. Puedes quedarte debajo del

agua, en medio de paredes, o en la profundidad del espacio sin preocuparte de respirar. De hecho, la primera vez que experimentes la capacidad de estar bajo el agua, recibirás una sorpresa deliciosa.

Compromiso. A medida que trabajes tus actitudes, también necesitarás sentirte cómodo

con el compromiso de desarrollar el cuerpo de ensueño. ¿Por qué quieres hacerlo? ¿Cuánto tiempo le dedicarás? ¿Qué miedos sientes al respecto? ¿Es un trabajo que tiene que ver con la cabeza o con el corazón? ¿Cómo quieres aplicarlo? Cuando detallas tus propósitos, descubres en qué medida el objeti-vo resuena contigo. Si tienes un deseo sincero, cultiva tu compromiso para que nada pueda sacarte del carril. De otra forma, continuarás distrayéndote aunque tengas las mejores intenciones. Además, la in-tensidad de un compromiso fuerte y completo con el ensueño suele proporcionar la fuerza suficiente como para producirlo sin técnicas de apoyo. De cualquier forma, no lo dejes a la suerte, trabájalo.

Comunicación. La mayor parte, si no toda la comunicación en el cuerpo de ensueño, es no

verbal. Es telepática, se entiende directamente de alguna forma. Cuando enseñaba a Castaneda a co-municarse con los seres inorgánicos, don Juan dijo que debía codificar un mensaje dentro del intento de la comunicación (Ensueño, 48). Un mensaje codificado supone enviar una energía Intensa, es como si estuvieras empeñado en decir a alguien que te dejara en paz y lo transmitieras únicamente a través de gestos.

Cuando la comunicación pasa a través de imágenes se necesita que la intuición las traduz-

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ca con claridad y precisión. Por ejemplo, si otra entidad envía un mensaje y no recibes todo el contenido de la información, puede que veas símbolos geométricos dando vueltas a tu alrededor. Mantén la calma y pregúntate qué significan. Detén tu diálogo interno, no interpretes los símbolos y deja que el significado se revele por sí mismo. Lo mismo es aplicable cuando te planteas preguntas tales como cuál es la mejor manera de seguir adelante en medio de un nuevo entorno.

La comunicación con otras entidades suele producir la sensación de que esa entidad estu-

viera dentro de la propia cabeza. Una persona me contó que la primera vez que experimentó este fenó-meno salió muy asustada del ensueño porque pensaba que la entidad estaba dentro de ella. Si una per-sona estuviera manteniendo una conversación telefónica por primera vez, podría interpretar su experien-cia de manera muy similar. Con el tiempo y la práctica, la comunicación dentro del ensueño ocurre de manera natural.

Concentración. La concentración siempre ayuda a conseguir un objetivo y el caso del

cuerpo de ensueño no es diferente. Para empezar debes determinar unos cuantos objetivos en relación al uso del cuerpo de ensueño. Después olvídalos para que las expectativas no te hagan tropezar. Debes entender que tienes objetivos pero no aferrarte a ellos con tanta determinación que te impidan dar pasos para lograrlos. Por ejemplo, si quieres ir al planeta Zanzabu, es muy posible que para empezar tengas que aprender a navegar por nuestro sistema solar. Ensoñar es un proceso y por tanto debes dejar que se desarrolle. Al mismo tiempo, el hecho de tener tus objetivos te ayuda a estar centrado y determinado, lo que produce fuerzas que alinean la percepción con el cuerpo de ensueño.

Concéntrate también en entrar en el mundo del ensueño porque ése es el entorno del cuer-

po de ensueño. Como en los ejercicios previos, debes concentrarte en el segundo campo de energía. Realizar los tránsitos a voluntad supone una tremenda presión, sin embargo debemos concentrarnos suavemente. No hay necesidad de desperdiciar energía.

Preocupaciones. La gente suele expresar preocupaciones respecto al ensueño que a me-

nudo proceden de problemas del mundo físico. Alguna gente se queda asustada cuando se da cuenta de que ha estado conduciendo durante una serie de kilómetros y no recuerda haberlo hecho. La «hipnosis de la autopista», una condición relacionada con el ensueño, es algo común pero no debe ser una excusa para permitirnos descuidos. Prestar atención a lo que hacemos debe estar a la orden del día, tanto en el mundo físico como en el ensueño.

Otras preocupaciones están relacionadas más directamente con el cuerpo de ensueño. Mu-

cha gente experimenta apnea (una irregularidad respiratoria), tics nerviosos y una agitación anormal. Es posible que la apnea sea producto del alejamiento del primer campo de energía, el físico, pero habría que investigar más sobre esta cuestión. Los tics y las sacudidas son comunes cuando se estimula el segundo campo. Son indicaciones de que la energía se está moviendo. Por otra parte, don Juan indicó que Castaneda temblaba de miedo cuando los seres inorgánicos proyectaban su energía. El remedio, dice, es medir cuidadosamente la propia respuesta y codificar un mensaje que contenga fuerza y aban-dono en lugar de miedo y morbidez (Ensueño, 47).

Otra preocupación muy común es el miedo a morir durante la experiencia. En una ocasión

soñé que mi difunto padre me decía que no temiera a la muerte y permitiera que sucediera. Cuando desperté, me di cuenta de que estaba bloqueando la actividad del cuerpo de ensueño para no experi-mentar la pequeña muerte que produce. En otras palabras, parte de uno muere porque su mundo ya no es el mismo.

Según mi experiencia, la mayoría de las preocupaciones tienen una base endeble. Son el

resultado de la falta de experiencia, de una formación inadecuada o de haber tenido un mal día; todo ello es muy habitual durante el aprendizaje del ensueño. Por ejemplo, don Juan dice que es normal quedar-se mudo cuando se va más allá del mundo conocido. Cuanto más cómodo te encuentres con lo desco-nocido, menos dificultades experimentarás con el discurso. También dice que hay una válvula de seguri-dad que nos hace salir del ensueño en caso de necesidad. En general, dice que la forma de manejarse

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es desarrollar un control mejor y más sobrio de las energías ensoñadoras (Ensueño, 72, 42). En otras palabras, debemos practicar.

Vida cotidiana. Las experiencias de la vida cotidiana suelen afectar al ensueño. A veces se

trata de experiencias tan simples como ver la televisión. Después de ver un especial sobre prisiones, soñé que estaba en prisión. Tumbado sobre la cama de la celda, sentí la sensación de futilidad que pro-duce estar privado de libertad. Sin embargo, pienso que fue ese mismo deseo de libertad el que activó las vibraciones asociadas con las transiciones del ensueño.

Cuando reconocemos la influencia de la vida cotidiana es fácil capitalizarla. Como el en-

sueño refleja nuestros pensamientos, debemos pensar en él. También podemos practicar ejercicios de ensueño a lo largo del día, con tanta frecuencia como podamos. De hecho, integrar los objetivos del en-sueño con la vida cotidiana es muy beneficioso. Podemos usar el ensueño para montar un negocio, es-cribir o tener ideas creativas.

Además, cuanto más equilibrada sea nuestra vida diaria, más ejercitaremos la conciencia en

general, lo que automáticamente alimenta el ensueño. Por otra parte y como estímulo, también podemos contemplar la vida cotidiana como un sueño. Si lo hacemos, debemos prestar atención a los elementos del entorno sin perdernos en ellos ni en nuestras actividades. Finalmente, hemos de tener en cuenta que cada acción añade o resta algo del ensueño y después actuar en consecuencia.

Dimensiones. Entrar en otras dimensiones, como el mundo inorgánico, es altamente edu-

cativo. Ser testigos de la existencia real de otros seres inteligentes y de su mundo rompe la mayoría de las fronteras habituales de la percepción. Pero si no tenemos puntos de referencia, objetivos, ni sensa-ción de movilidad dentro de un nuevo mundo pueden surgir dificultades. Aquí volvemos al camino con corazón. Para elevarnos por encima del obstáculo de no tener un propósito, debemos establecer uno; el primer paso es saber por qué nos adentramos en territorio desconocido.

También es muy positivo conocer a fondo distintos mapas de los terrenos del ensueño. Esto

nos impide quedarnos estancados en un punto de vista concreto. Por ejemplo, preocuparnos por el «ba-jo» astral es equivalente a preocuparnos en exceso por los problemas legales de nuestra actividad coti-diana. Cuando nos preocupamos en exceso tendemos a alterar nuestro equilibrio; por otra parte, las preocupaciones a menudo carecen de una base. El mundo del ensueño, por ejemplo, no tiene necesa-riamente una estructura jerarquizada. No tienes que abrirte camino en los reinos inferiores para acceder a los superiores, a menos que eso tenga un sentido para ti.

Además, la forma de experimentar las entidades de otras dimensiones suele estar relacio-

nada con la disposición personal. Una mujer me dijo que sentía que una fuerza tiraba de ella alejándola de su cuerpo físico y llevándola hacia su cuerpo de ensueño. Tal vez porque era soltera y vivía en un barrio problemático de la ciudad interpretó automáticamente que era una fuerza demoníaca y luchó in-tensamente contra ella. Más tarde, cuando volvió a experimentar la fuerza, se dejó ir con ella y tuvo una experiencia positiva. Entre ambos episodios, esa persona había reordenado su vida y había asumido más control sobre su forma de vivir.

Flujo. Castaneda dice que el camino tolteca es un flujo, un proceso. Lo mismo es aplicable

al ensueño. Aunque el ensueño no tiene reglas fijas, sí que tiene una energía que es portadora de la percepción. Pasar de un nivel a otro es una cuestión de manejar el flujo y de sumergirse cada vez más en la intensidad del ensueño. Para conseguirlo hace falta desapego y flexibilidad. Hace poco, mientras entraba en el ensueño, sentí que comenzaba a girar sin control y lo permití, dejé que ocurriera. La ener-gía giratoria cambió espontáneamente y ganó en consistencia: comencé a percibirme como la hoja de una sierra circular zumbando en medio de un camino de montaña. Una vez más me dejé ir y permití que ocurriera. Entonces esa hoja se convirtió en mi cuerpo de ensueño. En una percepción simultánea a la anterior, tomé conciencia de mi cuerpo de ensueño. Pude avanzar a través de los primeros estadios del ensueño siguiendo la pista de esa energía; mientras tanto otra parte de mí hizo una transición inmediata a esa conciencia.

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Sueños de vuelo. En mi opinión los sueños de vuelos son experiencias del cuerpo de ensueño. Pero la persona no ha hecho una conexión completa con él y por eso la experiencia se que-da en el nivel del sueño normal. Por ejemplo, en una ocasión soñé que estaba volando en un avión mi-litar de combate. Me estaba divirtiendo dando vueltas entre las nubes. Entonces un gran bombardero se puso debajo de mi avión produciendo turbulencias. Pronto me di cuenta de que no eran turbulen-cias, sino las vibraciones asociadas con una transición. Esta comprensión me permitió completar el tránsito al cuerpo de ensueño y continuar volando en medio de las nubes.

Frecuencia del ensueño. Desde mi primera bilocación a finales de los años setenta, he dis-

frutado muchas experiencias del cuerpo de ensueño. La mayoría han estado relacionadas con tener acceso al cuerpo de ensueño, aprender a moverme en él y volver. Otra serie de experiencias tuvieron más que ver con la diversión, eran experiencias como la de volar entre las nubes. El resto fueron viajes a otros planetas, a otras dimensiones y estados mentales curiosos.

A veces he vivido tres experiencias al día durante semanas enteras. Otras veces, he dejado

de tener experiencias durante meses. Creo que parte de la irregularidad está relacionada con el hecho de que el cuerpo físico necesita tiempo para coger el ritmo. Necesita integrar las energías nuevas y rela-cionarse con ellas de una manera que promueva su bienestar. Otro aspecto de la naturaleza errática del ensueño procede de la falta de un intento inflexible. Y, una vez más, este aspecto se remedia cuando se tiene un camino estable y con corazón, cuando se sabe por qué se practica el ensueño y se integran los objetivos del ensueño con la vida cotidiana. Cuando más frecuentemente disfruto del ensueño es cuando mi vida está más equilibrada, centrada y tranquila.

Objetivos. Marcarse objetivos de ensueño suscita la motivación, centra las energías, pro-

porciona equilibrio, añade significado a la vida y, por tanto, activa el intento. He descubierto que lo mejor es tener varios objetivos. Entre los objetivos posibles están las actividades recreativas para permanecer liviano y abierto, el estudio de las transiciones, la resolución de problemas y los trabajos artísticos o lite-rarios. Cuando tienes toda una serie de objetivos no dejas lugar a la pereza ni limitas las aplicaciones del ensueño. Entre tanto, debes saber que estás esperando y también a qué esperas. Después, asegúrate de hacer que tu camino hasta llegar allí sea divertido.

Una forma de desarrollar el intento es dividir el ensueño en dos partes. La primera tiene que

ver con viajar a lugares específicos y la segunda con conseguir objetivos a largo plazo. Así aprendes a estar centrado y a controlar tus fuerzas. Para conseguir un objetivo, don Juan aconseja retener una ima-gen de él cuando desconectamos el diálogo interno (Relatos, 20). Así es como se movilizan las energías del alineamiento. Otra forma de conectar con el objetivo es usar la asociación. Por ejemplo, si quieres viajar a la luna reflexiona sobre el aterrizaje lunar del Apolo.

Precisar los propios objetivos es como aprender a disparar con arco y flecha. Acertar en el

centro de la diana puede llevar mucho tiempo. Una de las ventajas claras de realizar una tarea es que uno se especializa en los elementos individuales de esa tarea (o al menos los aprende). Por ejemplo, para escribir, además de ser un experto ensoñador debes conocer el ámbito general del tema que estás tratando. Entonces aprendes a mantener tu conciencia centrada en el tema, a organizarlo y a estar lo suficientemente fluido como para integrar nuevos conocimientos. En otras palabras, no puedes dejarte tambalear por las sorpresas que entraña el proceso de escribir.

Además, aunque es agradable tratar con las complejidades de un arte como el de la escritu-

ra, percibir el objetivo directamente es rastrear con astucia. Por ejemplo, ensoñar el borrador final de tu escrito significa que has integrado al arte de la escritura aunque nunca lo hayas estudiado formalmente. Rastrear es conocer los elementos de la escritura y cómo aplicarlos; hacer que todos sus elementos encajen en el ensueño es el mejor de los rastreos.

Para tener una perspectiva más amplia sobre este tema y otros relacionados, léase la sec-

ción «Tarea» del capítulo 15.

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Intento. El cuerpo de ensueño es un intento dentro del intento de la totalidad de nuestro ser. Únicamente necesita ser actualizado. El aspecto negativo de la situación es que mientras permanezca dormido estamos perdiendo una parte importante de nosotros y el positivo es que los procedimientos para despertar el cuerpo de ensueño son los mismos que se usan para despertar la voluntad. Por tanto, el desarrollo del cuerpo de ensueño es un gran paso hacia el desarrollo de la voluntad.

Transferir la conciencia desde el cuerpo físico al cuerpo de ensueño y en el otro sentido nos

enseña a manejar el intento. Debemos activar el intento para realizar las transiciones y mantenerlo firme para conservar la conciencia del cuerpo de ensueño. El principal ingrediente de este proceso es conse-guir la energía suficiente para realizar la transición. El aumento de energía que se produce nos da una clave sobre el intento mismo.

El intento se percibe directamente. Una vez que le pillas el truco puedes hablar de su exis-

tencia, pero hablar de él no lo hace funcionar. Cuando trabajes con los ejercicios de ensueño, presta atención a la fuerza que mueve y estabiliza tu conciencia. Esa fuerza es el intento. Cuanto más lo ejerci-tes, más aprenderás a manejarlo.

Diarios. Un ejercicio habitual cuando se practica el ensueño es llevar un diario. No hay nin-

guna duda de que ésta es una actividad que produce resultados: Centra la energía en el objetivo y nos permite distinguir patrones dentro del ensueño. Pero también tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde estamos dirigiendo nuestra energía con esta actividad? Ocuparnos de los sueños normales puede facili-tarnos alguna comprensión interesante, pero también puede mantenernos en niveles muy elementales. Puede que nos lo pasemos tan bien registrando nuestras excursiones nocturnas que nos olvidemos de seguir adelante con el programa. Si esto te retiene y deseas seguir adelante con tu viaje, registra sola-mente las comprensiones o aventuras nuevas.

El diario también puede distraernos de otros propósitos. Don Juan se reía de Castaneda

cuando descubrió que llevaba un diario del ensueño. Estás intentando perder la autoimportancia, dice don Juan, y mantienes un diario elaborado y muy personal llamado Mis sueños (Ensueño, 37). Una for-ma alternativa de llevar un diario es almacenar las notas en el cuerpo en lugar de tomarlas de la manera habitual. En otras palabras, llevar un diario como un no-hacer. Éste es el camino sugerido por don Gena-ro cuando aconsejó a Castaneda que tomara notas con el dedo (Don, 26).

Maniobrar con el intento. Una vez que estamos en el cuerpo de ensueño, conectamos con

el intento de viajar. Como en el caso de cualquier intento, la forma de intentar es intentando. En otras palabras, tienes que hacerlo. Aprender a maniobrar dentro del ensueño es como aprender a caminar. Es algo instintivo. Lo intentas, te caes, lo vuelves a intentar, te vuelves a caer, y así hasta que lo consigues. Como sabes que quieres viajar, formula ese propósito.

Quizá la parte más difícil sea la de abrirnos a las fuerzas que escapan a nuestro control

porque estamos en otro mundo cuyas reglas no conocemos. Pero tampoco conocíamos las reglas cuan-do comenzamos a caminar y nos arriesgamos a salir de los brazos de nuestra madre.

Situaciones negativas. Una vez abierto el acceso al cuerpo de ensueño, casi todas las ex-

periencias que he vivido han sido positivas. (Los ataques de los tiburones tuvieron lugar durante la tran-sición a él.) La peor experiencia que haya tenido en el cuerpo de ensueño me ocurrió cuando exploraba un país extranjero y fui empujado hacia un río contra mi voluntad. Como conclusión, simplemente acabé con aquel episodio. Sin embargo, de vez en cuando, escucho relatos horrorosos. Tras un escrutinio deta-llado, la mayoría de ellos pueden atribuirse a la precariedad del estado mental de la persona que los vive. Es decir, son el resultado de la proyección de desequilibrios mentales o emocionales.

Recordemos que los cambios del punto focal pueden aterrorizarnos. Pero una vez que nos

adaptamos a ellos, comenzamos a mirar hacia adelante para ver qué nos está esperando. De hecho, esta actitud nos eleva por encima de la mayoría de los obstáculos e impide que nos quedemos empan-tanados en los mundos donde existen entidades negativas. Incluso si nos encontramos con una entidad

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que consideramos negativa, hemos de detenernos y preguntarnos qué está pasando y cómo debemos reaccionar. No hay que renunciar al control porque hayamos oído o leído que estamos a merced de esas fuerzas.

Para mí, el aspecto más negativo del ensueño es que puede ser usado para generar prácti-

cas del segundo ciclo. Es decir, puede ser usado para dominar energías que más tarde pueden ser utili-zadas contra otras personas. De la misma forma que hay médicos, abogados y políticos con mala repu-tación —todos ellos aparentemente dedicados al servicio público— también puede haber toltecas que merezcan una mala reputación. Sin embargo, hay algunas directrices que nos ayudan a evitar proble-mas. Como los vientos de la luz y de la oscuridad están siempre soplando, los niveles del ensueño son los que señalan el camino que nos mantiene en la pista de la libertad, fuera de la escoria de la codicia ensoñadora.

Posición del cuerpo físico. El punto principal es aplicar el no-hacer a nuestros hábitos cor-

porales. Para ejercitar el no-hacer, uno de los Genaros, Pablito, caminaba hacia atrás. Más tarde se construyó un arnés con espejos retrovisores para poder caminar ininterrumpidamente durante largos períodos de tiempo. La Gorda dijo que, según don Juan, la mejor posición para las mujeres es sentarse con las piernas cruzadas y dejar que el cuerpo se incline hacia adelante mientras la atención se centra en el ensueño (Don, 141, 142). Castaneda también logró el éxito con esta postura.

Yo tiendo a tumbarme sobre la espalda. Cuanto más tiempo me quede de espaldas sin ro-

dar hacia un costado, más progresa mi ensueño. Sin embargo, también he tenido experiencias tumbado de lado, sentado en una silla y en algunas ocasiones también de pie. La postura puede ayudar, pero lo más importante es atrapar el intento del ensueño.

Cuando te vas quedando dormido lo que debes hacer es relajarte y simultáneamente afe-

rrarte al intento del ensueño. Intenta resolver previamente cualquier disputa o desavenencia para que no te distraigan ni consuman tu energía. Practicar un par de técnicas antes de dormir también centra las energías.

Proyección. Lo que hayas experimentado durante el día afecta tu cuerpo energético en al-

guna medida. Si te aferras a actitudes o energías porque quieres favorecerlas o incluso porque te disgus-tan, implantas esa energía a un nivel de profundidad mayor que otras experiencias que no te afectan tanto. Esas energías se trasladan al ensueño. Por tanto tus experiencias pueden reflejar tus sesgos, miedos, alegrías, o cualquier otra cosa que se haya enraizado en tu psiquismo. Cuanto más practiques el no-hacer, tanto más alejas la proyección. Recuerda que la recapitulación también limpia la percepción.

Protección. Una manera tradicional de proteger el cuerpo de ensueño es rodearlo de luz

blanca. Además de la luz, la gente suele usar una afirmación que tenga que ver con la protección. Du-rante mis viajes, sólo me he visto obligado a invocar esa luz en un par de ocasiones, e incluso cuando lo he hecho se debía más a una sensación de incertidumbre que de miedo. Como he mencionado en la anécdota previa, sumergirnos en la luz, como mínimo, nos relaja. Esto, por sí mismo, ya es una razón suficiente para utilizarla.

No creo que el hecho de conectar con la luz envuelva a la persona en un halo protector, si-

no que realinea su percepción alejándola del problema. Cuando la gente usa la luz blanca en el ensueño, tiende a sentirse muy motivada. Después de todo, los problemas pueden estar de camino. Desligarse de ellos no significa que uno esté salvado, podría significar que la energía se ha enfocado en otra dirección. La luz blanca suele estar asociada a una sensación de «todo está bien» y suele reenfocar la conciencia hacia entornos deseables. Por tanto, cuando se usa antes de entrar en el cuerpo de ensueño, la luz blanca suscita energía positiva de manera inmediata.

En general, yo considero que estar protegido es mantener algún grado de control sobre lo

que nos pasa. Como nuestra vida cotidiana influye en nuestro ensueño, si tenemos una vida intensa, decidida y plena, el ensueño sigue el mismo camino.

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Volver. Otro miedo frecuente es el de no poder volver del cuerpo de ensueño. De hecho, es muy probable que vuelvas antes de lo que deseas porque tengas que vaciar la vejiga. Asimismo, la mí-nima incomodidad del cuerpo físico suele atraer la conciencia hacia él. Además, aunque podamos estar alejados durante mucho tiempo, el simple hecho de pensar en el cuerpo físico y sentirnos conectados nos realínea con él. Básicamente, centrar el intento en el cuerpo físico restaura nuestra conciencia de él.

Al mismo tiempo, puede haber ocasiones en las que sintamos que no podemos volver. To-

das las veces que me ha pasado o que he oído que les ha ocurrido a otros, ha sido porque había que esperar un poco más para que se revelase una lección. Si crees que estás atrapado, relájate y pregúnta-te por qué. Si interpretas que es una situación negativa, generas automáticamente una energía que ten-derá a realizar tu profecía, pero si te concedes más espacio podrás maniobrar mejor.

Cuando vuelvas, hazte el propósito de que la vuelta sea suave y tranquila. Si vuelves de re-

pente, no te harás daño, pero puedes sentirte desencajado durante unos días. Recuerda que debes vol-ver con todas las energías alineadas y en armonía. Si vuelves con suavidad es probable que al despertar te sientas fresco y vigoroso. Pero algunas veces te sentirás como si hubieras estado peleando toda la noche y volvieras muy cansado. Si es así, lo más probable es que te hayas enfrentado con una situación nueva, hayas trabajado duro y estés sintiendo los efectos de la situación. En este sentido, despertar del ensueño no es muy diferente de despertar aletargado y dolorido el día después de una larga caminata.

El cordón de plata. Se han oído muchas historias sobre un cordón de plata que conecta el

cuerpo de ensueño con el cuerpo físico. Este cordón suele ser visto cuando la persona está en su cuerpo de ensueño. Las leyendas afirman que si se corta ese cordón, la persona muere. En su libro Out-of-Body Experiences: A Handbook, Janet Lee Miteheli, Ph. D., declara que las referencias al cordón de plata han ido disminuyendo a lo largo de los años. Añade que el cordón posiblemente es sólo un símbolo que pro-porciona una sensación de seguridad.

Esta posibilidad tiene sentido. Quizá el cordón hace la misma función que en el caso de los

astronautas, que permanecían atados a las cápsulas espaciales durante sus paseos por el espacio. A medida que han ido aumentando sus conocimientos y experiencia, la necesidad de una línea de seguri-dad ha sido eliminada. Ahora los astronautas llevan instalados sistemas de propulsión. De manera simi-lar, a medida que aumenta la experiencia de nuestra raza con el ensueño es posible que la necesidad del cordón esté siendo eliminada.

Sonidos. Durante la transición al cuerpo de ensueño puedes oír sonidos muy variados:

Olas del mar, campanas y trenes de mercancías parecen hacer su aparición antes o después. A medida que progresamos en la transición, los sonidos se disipan.

También puedes oír un tono o timbre constante. Se suele considerar que estos sonidos son

producto de una lesión auditiva, pero también pueden ser percepciones auditivas de otras energías o dimensiones. Yo siempre he oído un sonido constante. Su frecuencia suele variar, cambiando de un tono alto a otro más bajo o viceversa. Me he sometido a chequeos médicos y todos los resultados indican que tengo una audición por encima de la media. Últimamente, he aprendido a utilizar estos sonidos para en-trar en el ensueño. Cuando enfoco toda mi atención en los tonos, entro en el ensueño. He identificado una forma directa, simple y rápida de entrar en él.

Estabilización del intento. Antes de que se pueda trabajar con él, el ensueño suele ser

errático. Los sueños pueden ondular o dar vueltas. También puede ocurrir que no te sientas plenamente conectado con el sueño, que la conexión se establezca sólo a medias. Para corregir este tipo de co-nexiones ondulantes, debes superar el obstáculo de la incertidumbre. Por tanto, reúne tus fuerzas y con-céntrate en el ensueño. Debes saber lo que quieres conseguir y pensar que puedes conseguirlo. Por tanto, para estabilizar el ensueño, elabora tus propósitos y después practica y adquiere experiencia. Es-tabilizamos el ensueño de la misma forma que estabilizamos nuestro mundo cotidiano.

Despertar. El ensueño se presta a una gran variedad de estados de ánimo; la mayoría de

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ellos los experimentamos al salir. A veces saldrás de la cama energetizado y listo para el nuevo día. Otras veces querrás reflexionar sobre los sueños y permitir que hiervan a fuego lento y hagan su camino en tu interior. En el primer caso, el desafío está en no dejarte llevar por ese estado de ánimo. En el se-gundo, en programar tus actividades para evitar la frustración que supone no tener tiempo para reflexio-nar.

Además, el tiempo entre la vigilia y el sueño y entre el sueño y la vigilia es propicio para el

ensueño. En esta zona intemporal, puedes consolidar un ensueño anterior o utilizar el ensueño para distribuirte el día. Además, si usas el tiempo de ensueño constructivamente siempre te despertarás a un mundo lleno de aventuras, desafíos, conocimiento y expectación.

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PARTE V – INTENTO CAPÍTULO 14 RASTREAR AL INTENTO Para comprender el camino tolteca es importante darse cuenta de que no procede de un

mundo de ideas sino del mundo del intento. No trata con un mundo preformulado y regido por la razón sino que refleja un mundo basado en la voluntad. Sus prácticas conducen al dominio del conocimiento silencioso, que don Juan define simultáneamente como intento, espíritu, o lo abstracto..., las descripcio-nes siempre parecen inadecuadas (Conocimiento silencioso, 167).

Don Juan piensa que, en el curso de la evolución humana, nuestros antepasados se con-

centraron excesivamente en tratar de conocer el intento objetivamente, como si pudiera ser estudiado como algo aparte de la conciencia humana. Cuanto más intentaban estudiarlo de esa forma, más les eludía. Por favor, recordad que seguimos tanteando alrededor de los límites del intento para llegar a comprenderlo mejor.

Definir lo indefinible En el núcleo del intento está el poder silencioso; en realidad, el Poder mismo. No tiene mo-

vimiento ni forma y sin embargo produce movimiento y forma. Es una Fuerza inconmensurable e indes-criptible y también es la fuerza que causa la percepción en nosotros. Don Juan define el intento como pura energía y afirma que: «es el rasgo universal compartido por todo lo que es» (Conocimiento silencio-so, 16, 121, 244). Clara añade que está más allá del pensamiento y del sentimiento, pero puede ser utili-zado. El intento no tiene que ver con las intenciones, dice ella, sino con el uso del intento mismo. Por tanto, el intento puede ser incoloro, inodoro e insípido, pero manejarlo es todo un arte.

Aunque todo está conectado con el intento y por medio del intento, cada cosa tiene su pro-

pio intento. Por ejemplo, hay uno que conocemos como el intento «humano» y contiene otros dentro de él. Hay un intento del género, de la raza, de la cultura y de cada individuo. Además, cada persona está conectada con el puro intento del espíritu. Por tanto, el trabajo que debemos realizar no es crear esa conexión, sino recordarla. En términos del aprendizaje tolteca, el trabajo del aprendiz es recuperar la conciencia de ese vínculo. El trabajo del ranger es pulirlo, el del tolteca, manejarlo y el trabajo del hom-bre de conocimiento es dirigirlo.

En general, don Juan se refiere a la voluntad como la fuerza responsable de mantener los

alineamientos de energía en su lugar, mientras que el intento produce cambios en el alineamiento (Fue-go, 218). Bajo esta perspectiva, el intento implica guiar intencionalmente la voluntad; en otras palabras, modelar la energía deliberadamente. Sin embargo don Juan también relaciona el intento con ambas co-sas, con los cambios de alineamiento y con mantenerlos estacionarios (Ensueño, 161). Podemos consi-derar que la voluntad representa la fuerza cruda de las emanaciones del Águila. Estas emanaciones están interconectadas con toda la existencia. En un capítulo anterior, en relación a la narración tolteca, descubrimos que todo lo que existe ya está dentro de las emanaciones. Por tanto, el intento es la aplica-ción deliberada de la voluntad para manifestar lo que uno quiere.

En una ocasión, don Juan dice que a través de la impecabilidad, los toltecas convierten la

fuerza de la voluntad en la fuerza del intento (Fuego, 295). Así adquieren conciencia individual de las emanaciones, lo que les lleva a controlar el intento. Ampliando su conciencia al máximo, logran un nota-ble alineamiento de energía que enciende todas las emanaciones dentro de sus cuerpos energéticos. Este proceso da como resultado una toma de conciencia total de la condición humana, hecho que se corresponde con la libertad total.

La capacidad de realizar cambios reales en el alineamiento es la marca del aprendizaje tol-

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teca. Y como los cambios requieren el manejo directo de la energía, hablar sobre ello no tiene demasia-da importancia. Don Juan dice que las contradicciones del mundo tolteca se encuentran en los términos y no en las prácticas concretas (Conocimiento silencioso, 179). En el aprendizaje del conocimiento silen-cioso, el único asunto importante es aprender sobre el intento y su manejo, práctica que transciende la forma. Como es una energía universal, el hecho de definir el intento nos saca de él automáticamente. Pero definirlo también sirve para señalar que hay algo más allá de los sentidos habituales. Según don Juan, la remota posibilidad de alcanzar la libertad reside en esa conciencia.

Intento inflexible Don Juan dice que cualquier cosa puede causar un cambio en el punto focal: el hambre, el

miedo, el amor, la ambición, la guerra, incluso el misticismo. Sin embargo, el método preferido por los toltecas es el intento inflexible (Conocimiento silencioso, 240-241). Él compara el intento inflexible con tener un único propósito, con tener un objetivo extremadamente bien definido con el que no interfieran otros deseos distractores. Añade que también es la fuerza producida por la estabilización del punto focal en una posición no ordinaria. De ahí que el intento inflexible cambie el punto focal a nuevas posiciones que a su vez siguen generando un intento inflexible.

Para practicar el intento inflexible, dice don Juan, la implacabilidad debe estar disfrazada.

No queremos que nuestro filo cortante quede a la vista, por eso el rastreo es esencial. Pero no disfraza-mos nuestra implacabilidad por bondad, continúa don Juan, sino porque es parte del aprendizaje del ranger. El ranger debe ser mágico e implacable, debe tener sus bordes bien afilados y debe permanecer alerta para no dar la nota (Conocimiento silencioso, 126).

Para que el aprendiz comience a despertar el intento necesita un «propósito fiero» (Cono-

cimiento silencioso, 62). Inicialmente los líderes de los equipos suelen suministrar energía a sus apren-dices, pero después les separan de la fuente externa y les enseñan a gestionar sus recursos personales. Para ayudar a los aprendices a generar su propia energía, los líderes usan estrategias que pueden ir desde los pinches tiranos hasta el aprendizaje de tareas. En el capítulo siguiente continuaremos hablan-do de los métodos de enseñanza.

Despertar el intento Don Juan dice que el intento de la persona normal está prácticamente muerto. Como se dan

cuenta de que parten de un intento no funcional, los toltecas comienzan su despertar realizando una única acción «deliberada, precisa y mantenida». La repetición de ese acto durante el tiempo suficiente produce un intento inflexible (Fuego, 179).

El acceso al intento tiene lugar en la conciencia acrecentada (Conocimiento silencioso, 104)

y la maestría del rastreo y del ensueño conducen a esa conciencia acrecentada. Una buena forma de comenzar es practicar una serie de ejercicios diferentes y después permitir que el intento nos conduzca en la dirección adecuada. Además, Castaneda nos aconseja movernos hacia el intento sin entenderlo, lo que nos da tiempo para explorarlo. Debemos dedicarnos a aprender las sutilezas del intento sin perder tiempo. Pero no debemos precipitarnos y pensar que ya lo sabemos todo porque eso nos llevará a tener que dedicar aún más tiempo a poner las cosas al derecho. Como dice don Juan, debemos dominar las enseñanzas antes de intentar descifrar qué es cada cosa (Conocimiento silencioso, 106). Recordemos también que estamos entrando cada vez más profundamente en la conciencia. Lo que comprendemos en un momento dado suele desvanecerse cuando tomamos la siguiente curva del camino.

Asimismo debemos permanecer alerta a las señales de lo que quiere desplegarse. Cuanto

más lejos viajemos, más sentiremos que algo se cierne, que algo está esperando a revelarse plenamen-te a la conciencia. Esto es lo desconocido que espera ser conocido. Para no malinterpretar ni interferir de ninguna forma con el conocimiento que nos espera, debemos interesarnos en lo que el intento realmente

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es, más que en lo que nos gustaría que fuera. Esta directriz es aplicable a cada intento, especialmente a la forma más pura de intento, el espíritu. Cuanto más reduzcamos la autoimportancia, más percibiremos; y tanto más llevaremos el espíritu a nuestra vida.

Manifestación Aferrándonos a un intento, lo sacamos a la luz. A esto se le suele llamar «manifestar» o lle-

var algo —una idea, un objetivo, un objeto— a la conciencia. Desde la perspectiva tolteca, la manifesta-ción consiste en alinear nuestra energía con la energía del objetivo. Este alineamiento produce la per-cepción del objetivo. El intento es la clave de todas las fases del alineamiento de energía.

La manifestación es un proceso que va de momento a momento. En cada momento equili-

bramos lo conocido y lo desconocido. Habitualmente, esta relación es tan endeble que sólo percibimos nuevos potenciales si encajan con nuestro mundo conocido. Por eso solemos reducir automáticamente nuestro potencial y por eso también necesitamos un intento inflexible que saque el punto focal de su zona de comodidad. Es decir, únicamente con un propósito así podemos salir deliberadamente de nues-tros pensamientos y comportamientos habituales que mantienen el punto focal fijado en su lugar y llegar a percepciones nuevas y transformadoras.

Gracias al intento inflexible, nuestros mandatos se unifican con los del Águila. Don Juan di-

ce que los toltecas del segundo ciclo emitieron mandatos cuando hablaban de su forma de hacer las cosas, creando una energía que reflejaba sus pensamientos; por tanto, potenciaron su autorreflejo. En lugar de utilizar el diálogo superficial y los conjuros, los toltecas del tercer ciclo aprendieron a emitir man-datos utilizando el intento mismo (Fuego, 293-294). Deseando sin desear y haciendo sin hacer, se afe-rraron directamente al intento (Ensueño, 23-25). Como resultado de su silencio interno, sus mandatos fueron libres de combinarse con los del Águila. Cuando esta combinación tiene lugar, uno ha manifesta-do su objetivo.

Don Juan también afirma que el intento está disponible para todo el mundo, pero sus man-

datos sólo pertenecen a quienes lo exploran (Conocimiento silencioso, 105). En consecuencia, los si-guientes puntos de vista se te ofrecen para ayudarte a explorar y rastrear aspectos del intento. Son apli-cables a la manifestación de cualquier cosa, pero la tendencia fundamental es la de manifestar conexio-nes más profundas con el espíritu. Para tener éxito hay que dar al espíritu un control completo sobre la propia vida sin perder el autocontrol.

Hay una serie de indicadores que nos señalan si estamos en la pista adecuada. Podemos

sentir que algo encaja en su sitio o podemos tener la sensación de que la energía se coagula. Al princi-pio, la búsqueda puede parecer vaga. Puedes sentir que no entiendes nada de todo de esto, pero con cada giro del camino cultivas un poco más la fuerza de tus actitudes y propósitos.

Aspectos de la manifestación Todos estamos sujetos a muchas influencias que gobiernan qué y cómo manifestamos. És-

tas son algunas de ellas: Decisiones: Don Juan dice que cuando la gente toma decisiones, lo único que hace es

consentir ante un poder mucho más grande. Por tanto, las decisiones son cuestión de permitir que el primer campo de energía se ajuste a lo que ya está ocurriendo en el segundo (Relatos, 243). En otros términos, a medida que la atención se filtra y deviene consciente, realizamos una elección que hace eco a un mandato del Águila. Renunciar a la ilusión de que tomamos decisiones personales requiere muchos esfuerzos. Pero cuando se ha dedicado el tiempo suficiente a explorar el mundo del espíritu, uno se da cuenta de que el control personal no es gran cosa y descubre que todos los progresos realizados sólo reflejan en qué medida nos hemos fundido con las directivas del espíritu. Esta puede ser la razón por la

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que don Juan considera que el espíritu es el jugador real y él mismo sólo es su agente (Ensueño, 200-205). En este mismo sentido los líderes de grupo se consideran intermediarios con el espíritu (Conoci-miento silencioso, 178).

Aprender a entregarse al espíritu no es algo que se pueda hacer de cualquier manera. Don

Juan nos ofrece algunas directrices. Uno de sus consejos es tomar las decisiones con tanto cuidado que no puedan sorprendernos sus resultados (Relatos, 155).

Otra es que, aplicando la responsabilidad personal, el ranger toma decisiones que no permi-

ten lamentos y que siempre son óptimas a nivel estratégico (Realidad aparte, 184). Esta forma de tomar decisiones es la que produce el control característico del ranger, control que permite rastrear el espíritu.

Don Juan también dice que nuestro cuerpo sabe cuándo hemos tomado la decisión ade-

cuada. Si tomamos una decisión equivocada nos sentiremos tensos o inquietos. Cuando tomamos la decisión adecuada el cuerpo se relaja y está preparado para tomar la decisión siguiente (Relatos, 214). Debemos recordar separarnos de los pensamientos y sentimientos personales. Los errores sólo ocurren cuando las consideraciones personales interfieren en nuestro vínculo directo con el intento.

A menos que el cuerpo nos diga que nos hemos equivocado, debemos asumir nuestras de-

cisiones. Éstas son producto de haber acumulado más poder personal y, por tanto, una conexión más sólida con el intento. Si nos echamos atrás y nos desviamos de nuestra decisión, reducimos nuestro poder y prolongamos el tiempo necesario para producir la manifestación completa.

Las decisiones liberan energía. Si quieres cambiar la cohesión y realizar un nuevo alinea-

miento, tienes que aplicar una presión constante y sostenida. Cuando puedes mantener una presión fuerte y bien dirigida, has creado un intento inflexible. A medida que aprendes a asentir ante el espíritu y apartas los deseos personales de la toma de decisiones, la manifestación ocurre como resultado de ese aumento de conciencia. En el nivel del ranger, esto significa ir construyendo la vida de día en día y para ello debemos confiar en nuestro poder personal.

Deseos y expectativas. Refiriéndose a las interacciones entre los videntes y la gente nor-

mal, don Juan dice que los videntes no desean nada aunque pueden conseguir todo lo que quieren. Apli-cando el ver a cualquier cosa, los videntes pueden rastrear y obtener fácilmente lo que desean. Pero, aceptan su destino, permiten que sea el espíritu el que desvele su camino. Su deseo, por tanto, es estar en contacto con su naturaleza esencial y para ello el espíritu debe gobernar porque los deseos ordinarios bloquean su flujo. Don Juan dice que el deseo personal produce infelicidad y si ajustamos nuestra vida de manera que no tengamos deseos, la cosa más pequeña puede ser un regalo enorme. (Realidad Apar-te, 186, 173). Añade que el logro más alto de un ranger es no desear nada (Relatos, 242)

Incluso una mirada fortuita nos confirma que los deseos guían nuestra vida. Queremos esto,

demandamos aquello y así mantenemos una lucha constante por satisfacer nuestros deseos evanescen-tes. Sin embargo, don Juan también aplica la fuerza del deseo a la instrucción tolteca. Por ejemplo, le comenta a Castaneda que el simple deseo de borrar la historia personal puede ser suficiente para con-seguirlo (Viaje, 29). Además, el hecho de encontrar los deseos impresos en nuestro camino con corazón es lo que nos sitúa en el estadio de ranger. Pero una vez allí las directrices cambian, porque el ranger no quiere ni espera nada. El deseo de conocimiento no está incluido en esta lista porque don Juan conside-ra que el aprendizaje es algo natural en los humanos y aprender es el propósito de la vida.

Como comentamos en el capítulo 5, las expectativas actúan de manera similar, porque ca-

nalizan la conciencia según sus propios senderos: Si esperas encontrar algo, es probable que lo encuen-tres. Esto producirá: un tipo de resultado, pero evitará otro: Cuando tienes expectativas, reduces la posi-bilidad de encontrar algo nuevo, algo que no encaje dentro de tu mundo conocido: Las expectativas sue-len interferir con el orden natural. Cuando quieres que ocurra algo, reduces tus probabilidades de alinear-te con otro resultado más amplio y posiblemente más satisfactorio. Por tanto bloqueas el campo de energía natural y la conexión con el espíritu. El desafío reside en equilibrar los pros y los contras del

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deseo y de las expectativas de manera que se produzcan resultados efectivos. Emociones. Nuestra postura emocional es una de las principales influencias en lo que res-

pecta a la relación con los demás y a nuestra manera de experimentar el mundo. Si tienes miedo de hacer algo, es probable que evites hacerlo o que lo hagas tímidamente. Por otro lado, el miedo mismo puede producir las mismas condiciones que temes. Si temes a los cocodrilos, tu misma energía atraerá a estos depredadores porque suelen estar atentos al miedo y cuando lo sienten, lo rastrean.

Al mismo tiempo, cuando no reconoces tus emociones negativas, permites que se acentúen

y pongan en peligro tu salud física, emocional y mental. La preocupación, por ejemplo, es un gran des-perdicio de energía. Cuando uno está en manos de la preocupación, suele luchar constantemente con las energías estabilizadoras como el control, la paciencia y la precisión, y llega a desgarrarlas. De esta forma nos hacemos accesibles y perdemos el equilibrio y el ingenio.

En su aspecto positivo, las emociones nos permiten rastrear las cualidades, sensaciones y

otras energías de nuestros objetivos. Cuando conocemos nuestros sentimientos por dentro y por fuera podemos usarlos como puente hacia el intento inflexible, adaptarlos a nuestro objetivo y refinarlos de manera que no sean contradictorios (Conocimiento silencioso, 244).

Concentración. Como un globo lleno de agua situado sobre el océano, somos uno con el

mundo y sin embargo estamos separados de él. Nuestra forma de dirigir la energía determina la direc-ción de nuestro viaje y el contenido de nuestra experiencia. La manifestación, por tanto, es básicamente una cuestión de concentrar y dirigir la energía. Sin embargo, lo habitual es que no seamos conscientes de muchas de las influencias que afectan a nuestra concentración. Todos tenemos hábitos y actitudes de cuyo efecto no somos plenamente conscientes o no somos conscientes en absoluto. Para remediarlo, lo esencial es la autoobservación. Toma conciencia a lo largo del día de todo lo que atrae tu atención y hacia dónde diriges tu energía. Recordando que la forma de gestionar tu energía determina lo que expe-rimentas, pregúntate si lo que estás haciendo es realmente lo que quieres hacer.

Además, el hecho de tener un propósito centra la energía en unas direcciones concretas.

Cuanto más intenso sea el propósito, mayor será el movimiento de energía. Por tanto, céntrate en la energía de tu propósito desde dentro del cuerpo. Siéntela, guíala y vívela. El punto más importante es ganar en conciencia. Cuando puedes percibir el mundo sin la barrera artificial de la autoimportancia y al mismo tiempo mantienes la integridad de tus energías personales, manifiestas un campo natural. El glo-bo de agua deja de existir, por así decirlo, pero la energía del globo retiene su propia integridad, por lo que permanece la sensación de individualidad.

Lugares geográficos. Actualmente está muy en boga la idea de que existen vórtices y lu-

gares donde supuestamente abunda el poder. Don Juan nos enseña a encontrar estas áreas beneficio-sas para que podamos disponer de un lugar de descanso cuando hacemos excursiones en la naturaleza, técnica que puede adaptarse fácilmente al entorno urbano.

Don Juan amplía la noción de que los lugares afectan al punto focal y lo extiende a regiones

enteras. Por ejemplo, según él, el desierto de Sonora tira del punto focal hacia abajo, hacia el lugar de la bestia. Esta región del cuerpo energético es la más apropiada para adoptar formas animales y para las prácticas de brujería habitualmente asociadas con el segundo ciclo (Fuego, 146). Me pregunto, por tanto, si desplazar el punto focal hacia arriba produciría un cambio de forma hacia algún tipo de conciencia extraterrestre que haya evolucionado más allá de la forma humana. En cualquier caso debemos conside-rar que, aunque los cambios de forma pueden ser estimulantes, si no los usamos para favorecer nuestro crecimiento pueden atraparnos en lugar de liberar nuestro espíritu.

Durante el tiempo que he vivido en el sur de Arizona, he podido valorar cómo ese entorno

duro y escarpado puede afectar al aspecto y los ademanes de una persona, de la misma forma que vivir en las montañas o en la playa añade un sabor peculiar a la percepción. En este caso, la cuestión es prestar atención al efecto del entorno sobre nosotros, después podemos fluir con esa energía para pro-

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ducir distintos efectos en nuestra vida. Como en el caso de los cambios de forma, la principal dificultad que presentan los lugares

de poder es que es más fácil perderse en las prácticas del segundo ciclo que usar esas experiencias como referencia para construir otros mundos. El mundo de don Juan, por ejemplo, era fluido y muy ma-leable. Él interactuaba con el mundo como si en lugar de ser un mundo de objetos sólidos estuviera mol-deado por interacciones entre campos de energía (Fuego, 49). Como el mundo deja de ser rígido y sóli-do, este cambio de aspecto abre la puerta a la manifestación de lo improbable, si no de lo imposible.

Imaginación y visualización. Uno de los instructores de Donner, Esperanza, dice que liber-

tad significa tener la capacidad de manifestar lo imposible, de producir algo que no tiene un referente en la vida de cada día ni está basado en ella. Según Esperanza, para conseguirlo hace falta imaginación. Don Juan, a su vez, cultivó la imaginación de Castaneda aconsejándole que pensara en todo lo que po-día conseguir con el ensueño (Viaje, 127).

La visualización combinada con la imaginación desempeña un papel muy importante: Por

ejemplo, uno de los principales ejercicios de ensueño es encontrarse las manos dentro del sueño. Como preparación, don Juan aconseja visualizar las manos antes de caer dormido. Además, el inquilino advirtió a Castaneda que poblaciones enteras habían desaparecido en otras dimensiones por haber visualizado repetidamente el mismo escenario (Ensueño, 232) Por tanto, la imaginación abre la puerta y la visualiza-ción nos permite entrar a través de ella.

El uso continuado de estas herramientas acaba potenciando el sentido de la vista. Don Juan

explica que nuestros ojos han sido educados para ver en el primer campo de energía, por lo que sólo percibimos el mundo físico. Para percibir auras, elementales y otras manifestaciones del segundo cam-po, los ojos tienen que reaprender. Una manera de acelerar, este aprendizaje es convencerte de que los otros mundos existen. (Relatos, 172-173). No es difícil llegar a esta convicción cuando se practica sufi-cientemente la mirada fija, el ensueño y el ver. La imaginación y la visualización están relacionadas con estas prácticas.

Don Juan también dice que el brillo de los ojos refleja el intento (Conocimiento silencioso,

146). Muestres afecto a un ser querido, mantengas el ojo en la pelota durante el juego de golf o valores un posible negocio, en cada caso el ojo brilla de una manera que indica el intento. Además, él dice que los, ojos no sólo reflejan el intento sino que lo activan. Cuando cambias la manera de enfocar, tus ojos se aferran a otro intento y lo dinamizan. Si practicas este principio centrándote en diferentes intentos, no es difícil ver cómo funciona. Por ejemplo, piensa y visualiza que sales a cenar. Después revisa los senti-mientos que surgen o reflexiona sobre la posibilidad de visitar a un amigo. Siente cómo se enfoca tu atención y la sensación que se produce en tus ojos. El intento está interconectado con todas estas per-cepciones.

Interpretaciones. Nuestra forma de interpretar una situación a menudo influye en su resul-

tado final. Si ves que un elemental está subiéndose a un árbol y lo interpretas corno un juego de som-bras, por ejemplo, mantienes tu percepción dentro del inventario ordinario. Si los elementales no son parte de tu inventario, llegar a percibirlos con precisión es un logro enorme. Por muy amplio que sea nuestro inventario, no puede contabilizar todo lo que hay en el universo. Las expectativas y por tanto las interpretaciones surgen del inventario. Ésta es la razón por la que los toltecas crean inventarios detalla-dos y después se deshacen de ellos. Al hacerlo, se conceden la libertad de ampliar sus posibilidades.

Cinestesia. En muchas culturas se da un fuerte énfasis a la percepción visual. Se nos dice

que imaginemos esto y visualicemos aquello. Las meditaciones son llamadas ejercicios de «imaginación dirigida». Éste es un planteamiento correcto siempre que tengamos en cuenta también el resto del cuer-po.

Para algunas personas, su punto fuerte es la percepción cinestésica; es decir, confían sobre

todo en las percepciones procedentes de sus músculos, tendones y articulaciones. La gente que tiene

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esta tendencia se orienta en la realidad por medio de su grado de tensión corporal. Por ejemplo, una sensación de incomodidad en el lado derecho del cuerpo puede significar que uno está en desequilibrio en su vida cotidiana. Según el esquema tolteca, el lado derecho del cuerpo se relaciona con el mundo físico y el lado izquierdo con el mundo del ensueño. Si te preguntas internamente qué significa esa inco-modidad recibirás una respuesta que puede ser intuitiva, visual, otra percepción cinestésica, o una com-binación de ellas.

Además, para poder medir si nuestras decisiones son acertadas o equivocadas debemos

mantenernos en contacto con la totalidad del cuerpo. Por otra parte, cambiando nuestra postura corporal podemos cambiar de estado de ánimo y manifestar ante una misma situación soluciones diferentes. En las artes de mezclarse y cambiar de forma, cambiamos nuestros rasgos corporales y, por tanto, debemos estar muy atentos a lo que ocurre en nuestros cuerpos. Por otra parte, la visualización puede ayudarnos a iniciar estos cambios. La cuestión no está en ver si es mejor la visualización o la cinestesia, sino en desarrollar ambas.

Soltar. Para abrirnos y permitir que un intento haga su trabajo tenemos que soltar. Dejar ir

los deseos, expectativas e inventarios. De otra forma nos aferraremos a las condiciones que estimemos más apropiadas, quedándonos confinados dentro de un campo condicionado de energía y apartándonos por tanto del flujo del espíritu. Don Juan dice que para dejar fluir el espíritu, no debemos preocuparnos del resultado de nuestro trabajo (Relatos, 283). Esta actitud no implica ser descuidado o inconsciente, sino que una vez hechos nuestros cálculos y decidido el curso que se debe seguir, soltamos y nos aban-donamos a nuestro camino (Viaje, 150).

El arte de soltar está entretejido con todos los aspectos de la vida del ranger. Como el resul-

tado de los cambios de cohesión suele ser la ansiedad, debemos soltar y cabalgar la energía de la an-siedad para llegar a tranquilizarnos. En otras palabras, debemos deslizarnos sobre la ola de la ansiedad —sin alejarla ni aferrarnos a ella— y adquirir más conciencia de los detalles que rodean a ese estado. Entre tanto, permitamos que ocurra el cambio y se reconstruya otra cohesión. A medida que lo consiga-mos, la ansiedad se irá disipando.

Esperanza dice que las mujeres son mejores ensoñadoras que los hombres simplemente

porque tienen más capacidad de soltar. Además, doña Soledad dice que uno de los aprendices de don Juan, Eligio, no tuvo que saltar de un precipicio para concluir su aprendizaje. Como don Genaro, dejó este mundo mientras estaba de pie sobre un campo de tierra. Doña Soledad dice que Eligio era uno de los mejores porque sabía soltar y su salto fue el resultado de soltar este mundo completamente (Segun-do anillo, 46).

Pensamientos. «Los pensamientos son como exploradores», dice Clara. «Hacen que el

cuerpo siga cierto camino». Si piensas que lo que te toca en esta vida es casarte, tener hijos y envejecer cómodamente junto a tu esposa, adelante con ello. Esto puede ser parte de un camino con corazón, pero los toltecas se dan a sí mismos otras opciones. Algunas de ellas son rastrear, ensoñar y entrar en otros mundos. Cambiando sus pensamientos cambian su mundo. Como aspectos de la energía, los pensa-mientos son tan reales como todo lo demás. Su poder les permite dirigir la energía hacia sus propios canales. En cualquier caso, aunque los pensamientos dan dirección y forma a la energía, no son la cues-tión principal. Pueden llevarte hasta el umbral del intento pero en sí mismos no son el intento. Don Juan dice que hacen falta años para entender que «lenguaje y conocimiento pueden existir independientemen-te». Añade que una de las principales dificultades para conectar con el espíritu, procede de negarnos a aceptar que podemos saber algo sin palabras ni pensamientos (Conocimiento silencioso, 57).

Escoger el momento oportuno. Escoges el momento oportuno cuando tomas conciencia

de las fuerzas que te rodean y te sintonizas con ellas; cuando permites que tu mundo se desarrolle e intentas no interponerte; cuando tienes paciencia para hacer las cosas bien; vas a por la plena manifes-tación y no te dejas alterar por tu deseo de conseguirla.

Cuando ves que un patrón comienza a tomar forma —sea en una relación, en el trabajo, o

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en el primer cuarto de hora de un partido de fútbol— la barrera natural de la claridad comienza a ejercer su fuerza para fijarlo, dándonos una falsa sensación de poder cuyo mensaje es que el mundo puede ser predicho y controlado con facilidad. Si dejamos de aplicar el no-hacer, fijamos ese orden incipiente de-masiado pronto, nos vemos privados de la plenitud del orden natural. Como suele ser muy difícil mante-nerse desapegado, don Juan asignó la elección del momento oportuno al campo de la persona de cono-cimiento.

La disciplina de la espera nos proporciona una clave importante para manejar la claridad.

Habiendo aprendido a esperar, te has hecho paciente. Sueltas y permites que el espíritu fluya. Puedes permitirlo porque sabes hacia dónde estás encaminado y lo que quieres de la vida. Te has flexibilizado porque estás atento a los presagios y otras manifestaciones del intento. Permaneciendo equilibrado e impecable favoreces la energía del campo natural.

La espera también es una fuerza que alinea todos nuestros esfuerzos de manifestación. A

medida que nuestros pensamientos, sentimientos y ejercicios van encajando en su lugar, nos acercamos a nuestro objetivo.

Voluntad. Don Juan dice que con paciencia y voluntad podemos construir cualquier cosa.

(Realidad aparte, 177). Pero en primer lugar tenernos que activar la voluntad y todo lo que necesitamos para activarla, según don Juan, es la impecabilidad.

Para generar impecabilidad, el camino tolteca pone en práctica la disciplina del ranger y pa-

ra convertirse en rangers, los aprendices se concentran en sus tareas de aprendizaje. Comprometiéndo-se con ellas, van profundizando más en su naturaleza esencial que está gobernada por el intento. Así, los aprendices se alinean cada vez más con el intento y cuando alcanzan el alineamiento suficiente dis-ponen de una voluntad funcional.

Tener una voluntad personal significa que hemos adquirido la capacidad de intentar. Pero

para llegar a ese punto, antes tenemos que aprender a intentar. Una vez más, esta posibilidad la facilitan las tareas del aprendizaje. Parte de esta disciplina es esperar a la propia voluntad. La espera misma crea las circunstancias, el momento oportuno y el conocimiento necesario para llevar la voluntad a la vida. Una vez activada la voluntad, nos embarcamos en una nueva tarea: la tarea tolteca, que nos enseña a manejar la voluntad. Los rastreadores forjan con voluntad nuevos caminos de vida; los ensoñadores crean con voluntad nuevos sueños de vida.

También descubrimos que a medida que nos volvemos más abstractos, nuestra individuali-

dad se desvanece, es decir, nuestros deseos disminuyen a medida que nos difuminamos en lo abstracto. El cultivo de un campo natural acaba situándonos completamente dentro de lo abstracto. En ese momen-to ya no reflejamos porque somos aquello en lo que antes nos reflejábamos. Desaparecemos pero per-manecemos (Realidad aparte, 186).

Los videntes toltecas afirman que todos hemos sido creados por el espíritu. Por tanto, mani-

festar nuestra naturaleza esencial es manifestar el espíritu de la creación —un verdadero acto de Po-der—. Como consecuencia, todos tenemos la capacidad de vivir nuestra vida con plenitud. Bajo esta perspectiva, nuestra tarea última es la de aprender a contactar con los niveles más profundos de nuestro ser, lo que hace que surja nuestra peculiaridad y que la individualidad quede obsoleta. Este delicado equilibrio es el resultado de habernos educado en las sutilezas del intento.

CAPÍTULO 15 EDUCAR El INTENTO «Todas las pruebas a las que te he sometido», dijo don Juan a Castaneda, «cada una de

las cosas que te he mostrado era sólo una estratagema para convencerte de que hay más en nosotros de lo que se percibe a primera vista». Y añadió que todos los que recorren el camino tolteca piensan que están aprendiendo maniobras toltecas o brujería. Pero, de hecho, según él mantenía, están aprendiendo que hay un poder oculto dentro de todos los humanos y que ese poder puede ser alcanzado (Conoci-miento silencioso, 10-11).

El aprendizaje implica un cambio de comportamiento. Los métodos toltecas estructuran el

comportamiento para conseguir el objetivo de descubrir qué es lo natural dentro de la condición humana. No es suficiente acumular nuevos pensamientos; debemos ser capaces de actuar, de hacer. Nuestro comportamiento puede cambiar si participamos en su estructuración, haciendo así más probable que consigamos nuestros objetivos. Como en el caso de cualquier modelo educativo, las enseñanzas tolte-cas tienden a mostrar lo que sus proponentes consideran importante. Por tanto, para comprender mejor el sistema tolteca de educación y dar así más libertad, este capítulo proporciona una visión general del programa de estudios tolteca.

El sistema El Camino Tolteca es un sistema basado en la energía. El universo está compuesto de

energía y cada mundo de ese universo tiene sus propios campos energéticos. El éxito en el manejo de estos campos depende de la cantidad de energía, o poder personal que tenga una persona. Por ejemplo, don Juan dice que su benefactor, Elías, y su profesor, Julián, eran hombres notables, pero ninguno de ellos adquirió el status de persona de conocimiento (Relatos, 239). Elías quedó atrapado en el mundo inorgánico y Julián, además de perderse en las libertades del segundo campo, tuvo que vérselas con la tuberculosis (Ensueño, 105; Conocimiento silencioso, 112-1:13). Consecuentemente, ambos tuvieron que dedicar una enorme cantidad de energía a enderezar sus caminos, lo que les restó energía para explorar su totalidad. Quizá estas limitaciones fueron la causa de que don Juan dijera que aunque ambos llegaron a divisar la plenitud de su naturaleza, el misterio completo tuvo que esperar hasta su muerte para revelarse (Relatos, 21, 9-240). Desde cierta perspectiva; ambos hombres ampliaron enormemente sus visiones del mundo, pero se mantuvieron dentro de un campo condicionado no ordinario.

Don Juan dice que en los tiempos antiguos los profesores movieron los puntos focales de

sus aprendices practicando oscuros hechizos, rituales y subyugación. Para experimentar algo más de su totalidad, los estudiantes tenían que confiar, en el temperamento de sus profesores. Don Juan añade que los profesores actuales insisten en que los alumnos deben percibir la energía por sí mismos. Por tanto, es un logro personal y no una bendición que se recibe de un profesor. (Ensueño, 205). Uno de los intentos fundamentales de la instrucción tolteca moderna es asegurarse de que los aprendices aprenden a limpiar sus vínculos con el espíritu por sí mismos.

El profesor Don Juan dice que el primer paso del profesor es introducir al estudiante al hecho de que el

mundo sólo es una idea. A partir de ahí, el aprendiz se instruye en que cualquier realidad sólo es un bar-niz de energía que ninguna visión del mundo describe adecuadamente. Después, cuando construye el mundo tolteca, el estudiante aprende a moverse entre la realidad ordinaria y la no ordinaria. En este caso se trata de impartir suficientes conocimientos del inventario tolteca como para que el aprendiz pueda discernir que existen otros mundos, pero sin darle un exceso de información que le llevaría a perderse en ellos (Relatos, 231:240). Por tanto, la construcción de un mundo tolteca es una práctica para salir de cualquier realidad condicionada al mundo de la percepción pura y abstracta. Llegada a este punto, la persona tiene suficiente integridad personal como para tirar las reglas por la ventana. Como dice don Juan, se trata de vivir la vida.

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Aunque se imparten las mismas lecciones a cada aprendiz; el orden de las lecciones varía según el estudiante (Relatos, 239). Las lecciones también varían según la personalidad y estilo del pro-fesor. Por ejemplo, don Juan no considera eficiente esperar a que sus pupilos entiendan o decidan si quieren seguir adelante o no. Prefiere darles un empujón y ponerles en situaciones en las que tengan que poner en práctica sus enseñanzas. Por otro lado, dice que Julián, aunque era muy severo, nunca hizo nada de manera directa para alterar el curso de los acontecimientos. Pensó que nada era gratuito, por lo que era preferible que cada uno se ayudara a sí mismo. Don Juan también dice que Julián ayudó libremente a todo el mundo para que pudieran ayudarse a sí mismos (Don, 184-185) y, de hecho, aun-que Julián perdió el barco de la libertad siguió siendo impecable y permitió que don Juan fuera él mismo (Ensueño, 206).

Con la excepción de los que tienen el don de la impecabilidad, el profesor es necesario para

inculcar en el estudiante el poder personal (Conocimiento silencioso, 10, 11). El profesor presta su ener-gía para que el estudiante la pruebe de primera mano (Ensueño, 25). Entre tanto, se centra en formar al estudiante. Uno de los rasgos del camino tolteca que más me gustan es que los estudiantes siempre son preparados para la libertad. El profesor educa plenamente al estudiante y después le deja que se defien-da por sí mismo. Así, el método tolteca hace eco a las enseñanzas toltecas. Por ejemplo, asumir la res-ponsabilidad personal es algo que se enseña, se espera y se requiere. El profesor enseña a aprender para que los estudiantes puedan reivindicar su propio conocimiento y puedan evolucionar más allá de las enseñanzas.

Los mejores profesores cortan sus lecciones —incluyendo las que describen el mundo— a

medida para que encajen en las mentalidades de sus estudiantes. Don Juan hizo que sus enseñanzas fueran relevantes para Castaneda, y Castaneda dice que hizo lo mismo por nosotros (Ensueño, ix). Por ejemplo, mientras enseñaba a cazar a Castaneda, don Juan le recordaba constantemente que estaba sujeto a fuerzas más allá de su control (Viaje, 115). También le enseñó extrañas prácticas de brujería, como la de coser los ojos de las lagartijas (Realidad aparte, 124). En ambos casos, don Juan intrigó tan-to a Castaneda que no tuvo ningún problema para captar su atención. Cuando Castaneda se rebeló, don Juan hizo pequeñas maravillas, como la de permanecer sin moverse durante horas. Entonces Castaneda tuvo que reconocer las habilidades de don Juan y decidir si quería seguir adelante con el aprendizaje o no (Viaje, 81-82).

Haciendo que su instrucción fuera funcional, don Juan y Castaneda demostraron que no es-

taban apegados a sus enseñanzas y sin embargo fueron impecables en dar lo mejor de sí para educar a otros. Si se cometen errores, como la lectura imprecisa que hizo el equipo de don Juan del número de compartimentos en el cuerpo energético de Castaneda, son atribuidos a la educación personal de cada uno. Preocuparse por los errores haría accesibles a los toltecas y sería contrario a sus propias enseñan-zas. A lo largo de todo el proceso, don Juan añade que los profesores no deben presionar en exceso porque eso sólo produce obsesión y morbidez (Relatos, 22).

Como líderes de grupo, tanto don Juan como Castaneda tuvieron un impacto más allá de la

siguiente generación tolteca. El estilo de don Juan también queda reflejado en su forma de tratar con su equipo y se evidencia, por ejemplo, en su intento de disuadirles de entrar en el mundo inorgánico. Y pa-rece que Castaneda está siguiendo su propia estrategia. Donner dice que no les da directrices para la vida cotidiana sino que les guía a través del ensueño. Sería muy interesante que Castaneda asumiera la tarea de pasar directamente las enseñanzas a la generación siguiente.

Don Juan dice que la presencia de un líder de grupo proporciona la fuerza suficiente como

para cambiar el punto focal de otra persona (Ensueño, 144). Añade que uno de los roles del líder de equipo es romper el espejo personal del autorreflejo, un efecto natural del movimiento del punto focal. Cuando tiene lugar este cambio la gente suele ponerse nerviosa, incluso volverse hostil, porque el mun-do conocido pasa a un segundo plano. Aunque quizá no sea muy eficaz, la hostilidad le permite a la gen-te seguir su propia pista. En el caso óptimo, este tipo de escudo es sustituido por las predilecciones de poder que permiten que el punto focal se mueva libremente.

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El aprendiz Los profesores no buscan aprendices y la gente no puede inscribirse a voluntad para apren-

der con un profesor (Relatos, 229). De hecho, se suele evitar a los voluntarios porque tienen sus propios propósitos, dice don Juan, y no están dispuestos a perder su sentido del yo. Si el mundo tolteca les plan-tea demandas contrarias a sus propósitos, se niegan a seguir adelante (Conocimiento silencioso, 62). Como puedes imaginar, esta negativa puede empantanar a todo un equipo en la inacción en el mejor de los casos o en la acción destructiva en el peor.

Por tanto, la decisión de si una persona entra o no en el camino tolteca depende totalmente

del espíritu. El tolteca capaz de enseñar debe seguir los presagios respecto a si la persona está en la lista o no.

Los libros de Castaneda, Donner y Abelar sugieren que con el tiempo se organiza un nuevo

equipo para que la generación anterior pueda salir y arder con el fuego interno. Sin embargo, esto no significa que se trate de un club exclusivo. Don Juan dice que si una persona practica seriamente las técnicas de borrar la historia personal, perder la autoimportancia, usar la muerte como consejera y asu-mir responsabilidad, acabará adquiriendo suficiente poder personal para encontrar un profesor. Por tan-to, encontrar un profesor no es tanto una cuestión de solicitarlo sino de almacenar la energía suficiente. Según don Juan, esto es parte de la regla (Relatos, 235-238).

En mi caso, descubrí que practicando las técnicas de rastreo, conseguí aliviar las molestias

de una úlcera sangrante. Cuando eliminé la medicación, vi el valor del mundo tolteca y me comprometí con él. Un año después estaba viviendo en Tucson, donde me encontré con don Juan. De manera simi-lar, don Juan relata que se dio cuenta de que merecía la pena vivir su vida y por tanto cambió para ga-narse su propio respeto (Viaje, 80).

El tema de ser atraído o repelido por el mundo tolteca surge frecuentemente: Florinda Grau

estuvo a merced de un curandero hasta que aceptó el estilo de vida tolteca. Por otra parte, mientras cu-raba a don Juan de una herida de bala, Julián lo atrajo a su mundo. Algunos reconocen inmediatamente que ése es su mundo una vez que el espíritu les ayuda a traspasar el umbral. Por ejemplo una de las Hermanitas, Rosa, entró en el mundo tolteca sin coerción.

Pero don Juan nos advierte que es difícil comenzar el camino de la pura abstracción por uno

mismo. Añade que poca gente escucha, aun son menos los que actúan, e incluso menos los que apren-den de sus acciones (Relatos, 221-227). Por tanto, los profesores cultivan los campos de energía de sus estudiantes, les ofrecen una dirección y les proporcionan el contexto de su búsqueda.

Cuando se trata con un poder tan inmenso, la independencia es un rasgo que se adquiere

con duros esfuerzos. Al principio del aprendizaje no se aceptan fácilmente las innovaciones. Hasta que uno no se entera de qué es lo que está innovando, las especulaciones añaden confusión y alargan el período de aprendizaje. Don Juan dijo a Castaneda que debía guiarse por reglas claras y determinadas, y a Clara y Abelar que el intento de los pases energéticos ya había sido establecido. Pero, como dice Grau, hace falta una renovación constante. De otra manera, la oportunidad de convertirse en persona de conocimiento es prácticamente nula. La permanencia dentro de un marco nos mantiene sujetos a un campo condicionado. Para desarrollar el campo natural, debemos aprender a fluir libre y fácilmente con el espíritu, acción que requiere estar tan disciplinados que podamos salir de la forma sin perder la direc-ción. La ventaja de seguir un camino metafísico es que vamos acumulando la disciplina que nos permite innovar.

Enseñanzas del lado izquierdo y del lado derecho Don Juan dice que los aprendices masculinos requieren dos profesores principales. Don

Juan fue el profesor de Castaneda y don Genaro su benefactor. Los Genaros –Pablito, Néstor y Benigno-

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tuvieron a don Genaro como profesor y a don Juan como benefactor (Relatos, 249). Según don Juan, el profesor imparte la estructura del sistema y cultiva la impecabilidad en el aprendiz. El papel del benefac-tor es familiarizar al aprendiz con el segundo campo y está relacionado con el ensueño.

Castaneda dice que, según recalcó don Juan, la forma que tenga un aprendiz de relacionar-

se con el mundo tolteca está gobernada por la personalidad del benefactor. A Pablito le motivaba el mie-do que le producía el autoritarismo de don Juan, mientras que Castaneda era gobernado por el afecto, porque don Genaro era dulce y afectuoso. El emparejamiento entre estudiante y profesor depende de la personalidad del estudiante. Don Juan dice que Castaneda necesitaba un profesor fuerte y un benefactor suave, mientras que Pablito necesitaba lo opuesto (Relatos, 264).

Don Juan presenta sus enseñanzas comparando la percepción con una burbuja y dice que

nos reflejamos continuamente a nosotros mismos las condiciones existentes dentro de la burbuja. El trabajo del profesor es limpiar y barrer el interior de la burbuja, minimizando así el autorreflejo y generan-do integridad. El benefactor rompe la burbuja desde fuera, abriendo el camino a percibir algo más allá de los reflejos (Relatos, 248).

Este doble énfasis puede no ser evidente en el caso de las mujeres. Mientras que los hom-

bres deben aprender a conectarse con el mundo, las mujeres tienen conexiones naturales y preestable-cidas con él. Por tanto, el método puede variar siguiendo la pauta de las variaciones naturales. Lo que permanece constante son las instrucciones respecto a los procedimientos del lado derecho e izquierdo del cuerpo energético, el rastreo y el ensueño respectivamente. Esta instrucción también puede ser con-siderada un tutelaje para aprender a manejar lo conocido y lo desconocido.

Don Juan considera que las mujeres son rastreadoras y ensoñadoras de manera natural,

dependiendo de sus predilecciones. Su socia, Florinda Grau, piensa que los hombres pueden practicar tanto el rastreo como el ensueño pero sin sobresalir en ninguno de ellos hasta los niveles alcanzables por una mujer (Don, 290). Por eso las mujeres son las componentes esenciales de un equipo. Cuatro rastreadoras, una de cada dirección, y cuatro ensoñadoras, igualmente de cada dirección, pueden abas-tecer al equipo del intento rastreador y ensoñador que necesita.

El equipo puede percibir cualquier cosa dentro del dominio humano cuando tiene una dota-

ción completa de rastreadores y ensoñadores. Como un electrón que saltara a la órbita de otro núcleo debido a un exceso de excitación, cuando experimentamos la plenitud del estado humano, el punto focal salta fuera de este dominio. Por tanto, usamos el rastreo para atemperar el primer campo y el ensueño para atemperar el segundo.

Otra forma de verlo es pensar que la instrucción del lado derecho concierne a la vida coti-

diana y su objetivo es limpiar el propio vínculo con el intento. En algunos casos el proceso está disfraza-do. En el caso de Castaneda, por ejemplo, se utilizó la artimaña de la caza y la brujería. La instrucción del lado izquierdo ocurre a través del intento mismo y sin que medie la palabra hablada (Conocimiento silencioso, 12). En otras palabras, don Juan y don Genaro aplicaron presión al cuerpo energético de Castaneda, encarrilándolo hacia nuevas cohesiones.

Su aprendizaje del lado derecho ocurrió mientras estaba en la conciencia normal y la ins-

trucción del lado izquierdo tuvo lugar en un estado de conciencia acrecentada. Como Castaneda es un líder de equipo, también rastreó en su lado izquierdo. Los líderes de grupo deben aprender los principios del rastreo cuando sus puntos focales están profundamente inmersos en el lado izquierdo de sus cuer-pos energéticos y mucho más allá de sus inventarios humanos, dice don Juan. Como son líderes, deben ser capaces de actuar sin reflexión previa (Fuego, 9, 172).

Este procedimiento también es aplicable al aprendizaje individual. Por ejemplo, mucho antes

de que fuera publicado el libro de Castaneda El arte del ensueño, yo estaba practicando una forma es-pontánea y fluida de recapitulación. No recuerdo haberla comentado con don Juan ni con ninguna otra persona y sólo recuerdo haber leído en los libros previos de Castaneda sobre el método formal. Sabía

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que estaba obteniendo resultados; pero me sentía un poco culpable porque creía qué era demasiado vago por no practicar el método formal de elaborar listas. Me sentí aliviado cuando leí sobre el método fluido. Me di cuenta de que había estado practicando una técnica estándar de rastreo y no recordaba haber recibido ninguna instrucción al respecto.

Como las enseñanzas del lado izquierdo tienen lugar en un estado de conciencia acrecen-

tada, el aprendiz sólo recuerda una pequeña porción de ellas, si es que recuerda algo. Pero cada lección queda almacenada en el cuerpo energético y está marcada por una situación específica del punto focal (Ensueño, 145). El objetivo por tanto, es elevar la percepción hacia un estado de conciencia acrecentada permanente. Durante este viaje, se recuperan las piezas perdidas de la instrucción. Parte del método consiste en dejar que tras recibir la formación, la persona la descifre con la única ayuda de su poder personal. Sus profesores se han ido y el neófito tolteca debe emplearlo todo para volver a mover el punto de encaje a los numerosos lugares en los que ocurrieron las lecciones. Castaneda, por ejemplo, olvidó la mayor parte de lo que experimentó en estado de conciencia acrecentada. Sin embargo recuperó esas enseñanzas por medio de sus tareas. Creo que El fuego interno y El conocimiento silencioso reflejan con gran precisión esa capacidad de recordar las instrucciones de don Juan para el lado izquierdo.

Además, la principal tarea del post-aprendizaje es volver a acumular todas las enseñanzas y

al hacerlo alcanzar la totalidad del ser (Fuego, 129). Este proceso suele recibir el nombre de «recordar». Se recuerda con el cuerpo, no con el intelecto. El rastreo y el ensueño permiten que el punto focal se mueva y estabilice en una serie de lugares en los que puede ocurrir el recuerdo.

Poco después de una sesión de recapitulación entré en el Ensueño. Unos minutos más tar-

de, recordé una lección de una mujer, que era miembro del equipo de don Juan. Ella habló extensamen-te sobre el papel de las mujeres en los círculos toltecas. Rebatí algunas de sus afirmaciones diciendo que tal vez la importancia que don Juan daba a las mujeres podía ser debido al chauvinismo de Casta-neda, quizá don Juan tuvo que recalcar excesivamente la cuestión para que Castaneda la registrase. Añadí que aunque estaba de acuerdo en que las mujeres tenían ventaja en la mayoría de las cuestiones toltecas, yo también conocía hombres que tenían un gran nivel. Entonces le dije que excluir automática-mente a los hombres de todos los grandes logros es sexista. Me escuchó y después siguió hablando de la superioridad de las mujeres en todos los terrenos. Cuando llegué hasta el punto de escuchar sin más, ella dejó de hablar.

Entonces vi una cosa curiosísima.- No le importaba un comino lo que decía; sólo quería libe-

rar mis pensamientos y que no me aferrara a ningún punto de vista. En ese momento me sentí muy cer-ca de ella, como si fuéramos amigos íntimos. De repente recordé que ella, más que ninguna otra perso-na del equipo de don Juan, me había permitido sentirme como si fuéramos iguales. También recordé que daba frecuentes discursos sobre casi cualquier tema. El elemento constante en todos ellos era que no le importaba si tenía razón o no. Sus discursos filosóficos eran un fertilizante para la percepción: llevaba las ideas al límite, especialmente si iban en contra del pensamiento de la otra persona. Sólo le importaba la libertad, no el contenido.

La división Dividir a una persona en dos es parte de las enseñazas de ambos lados y es una prioridad

en la agenda. El énfasis en esta práctica, por tanto, está en dividir las energías de ambos lados. Emilito dijo a Abelar que la división se hace para que la energía pueda fluir libremente entre los campos energé-ticos; añadió que la recapitulación y los pases energéticos sirven para crear la división y quitó valor a los rituales y ejercicios respiratorios para conseguir este fin.

Don Juan dice que la división es peligrosa porque requiere romper la unidad del propio

mundo, cosa que debe hacerse sin dañar el propio ser. Además, si la persona recién dividida no puede mantener su integridad energética, es probable que se desintegre (Relatos, 19 1-193). Aquí vemos los beneficios de tener un profesor: tenemos a alguien que nos guíe en medio de estas complicaciones.

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Uno de los efectos de la división es que la persona ya no está limitada por la cronología. Don Juan dice que un ranger puede percibir dos lugares simultáneamente (Relatos, 53). Dicho de otra manera, el ranger percibe a través de la razón y del conocimiento silencioso al mismo tiempo (Conoci-miento silencioso, 259). Es como si pudiéramos estar aquí y ahora y simultáneamente allí y ahora. Esta percepción dividida nos ayuda a tener más conciencia. Evaluando el entorno por medio de dos avenidas de conciencia diferentes acabamos acumulando más datos y cosechando más conocimiento.

También hay otras fuerzas que generan la división. Por ejemplo, rastrear y ensoñar reflejan

energías diferentes. El rastreo, el empleo del desatino controlado para pretender que estamos plenamen-te implicados en nuestras actividades —estar en el mundo pero sin ser del mundo— refleja esta concien-cia dividida. En el ensueño, la división de la conciencia permite aceptar plenamente la existencia del doble. Una vez efectuada esta división, don Juan podía permanecer en su yo ordinario o en su doble durante días enteros. También tenía la opción de estar en ambos simultáneamente, pero descubrió que ese estado hacía que su percepción fuera demasiado vaga para tener un valor práctico (Conocimiento silencioso, 165).

Otros procedimientos reflejan también la división bilateral. Por ejemplo, el ejercicio de mirar,

practicado en la naturaleza, tiene dos grupos de propiedades. En el caso del agua, tenemos las propie-dades de humedad y fluidez correspondientes a los campos primero y segundo, respectivamente (ver «Mirar» en el capítulo 10). Esta división también pone de relieve el segundo campo de la naturaleza, haciéndonos más sensibles a su existencia. Por otra parte, la autoobservación también divide la con-ciencia entre la observación de uno mismo y lo que está ocurriendo. Asimismo, en un momento dado, don Juan puso a Castaneda ante una elección: seguir el mundo ordinario de la razón en el que los de-más mundos no existen, o seguir el mundo tolteca donde éstos están presentes (Ensueño, 74). A partir de ahí don Juan puso de relieve la separación entre razón y voluntad.

Como un amigo mío dijo en una ocasión: «Hay dos tipos de personas: las que separan todo

en dos y las que no». El punto clave es recordar que esto es un método, no una serie de reglas fijas. Además de ser un método que genera resultados, tiene su propio estilo.

El aprendizaje de la maestría El objetivo principal del método tolteca es producir cambios fundamentales en la forma que

tiene la persona de percibir el mundo. Don Juan dice que conseguirlo es más una cuestión de tener en cuenta a qué se da importancia que de cambiar realmente. En otras palabras, podemos estabilizar una nueva cohesión pero la anterior sigue estando presente y en reposo dentro de nuestro cuerpo energéti-co. Cuando activamos una cohesión, dejamos de estar centrados en la anterior (Relatos, 236). Por ejemplo, don Juan dice a Castaneda que se concentre en las «maravillas del ver» en lugar de centrarse en sus miedos (Realidad aparte, 39).

Un rasgo que indica la utilidad de este método es que sus resultados con constantes. Don

Juan afirma que aunque los pasos pueden variar, los resultados de alinear energía con los nuevos mun-dos siempre son los mismos. Es decir, la persona percibe mundos nuevos (Fuego, 213).

En cierto sentido, el aprendizaje tolteca es una forma de recordar nuestra totalidad. Mientras

enseñaba a Castaneda a comunicarse con las plantas, don Juan le dice “¿Cómo puede la plantita decir-me ahora lo que he sabido toda mi vida?” (Viaje, 44). Cuando están hablando de la comunicación con seres inorgánicos, don Juan dice “lo que el emisario hizo fue simplemente repetir lo que ya sabes. Todo lo que necesitabas era una sacudida para poder reclamar como propio lo que ya conoces”. (Ensueño, 65, 227). Por tanto, el método tolteca está pensado para que llegues a ponerte en tus propias manos.

A lo largo del camino, la persona va aprendiendo la maestría. Don Juan decidió dar a Cas-

taneda un ejemplo de las prácticas del segundo ciclo cuando hizo que sacara del espejo un ser inorgáni-co. Mientras lo hacía, comentó: “algún día sabrás cómo funciona la técnica; entenderás lo que hay detrás

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de todo esto”. Y, cuando comenta los viajes toltecas, don Juan declara: “cuando resuelvas este acertijo estarás preparado para el viaje definitivo”. Además, reorganizar las enseñanzas, descifrar todo lo ocurri-do y hacerlo por sí mismos (Fuego, 94, 105, 213). En cada caso, la responsabilidad de aprender reside en el estudiante.

Terminología Dentro de la enseñanza tolteca hay otros rasgos que surgen regularmente a la superficie.

Uno de ellos es el uso de la terminología. Por ejemplo, en una ocasión Castaneda equiparó “brujos” con “guerreros”, mientras que en otros casos los términos indicaban distintos niveles de conciencia. Mientras recordaba sus enseñanzas del lado izquierdo, por poner un ejemplo, Castaneda se dio cuenta de que no le estaban enseñando brujería; estaba aprendiendo sobre la conciencia, el rastreo y el intento; y no esta-ba tratando con brujos sino con videntes (Conocimiento silencioso; 12,10).

Aunque este tipo de inconsistencias pueden plantear problemas en algunos casos —

particularmente a nivel académico— el impacto de los términos disminuye a medida que se aprende a manejar el conocimiento silencioso. Desde esta perspectiva, la inestabilidad de la terminología a menudo produce efectos positivos. Evidentemente, los cambios de términos ayudan a preparar el camino hada el conocimiento silencioso.

En el caso de las enseñanzas del lado derecho, las cuatro barreras de la percepción son re-

señadas de una manera normal y fácil de reconocer: Son el miedo, la claridad, el poder y la vejez. En la instrucción del lado izquierdo, el significado cambia y se relaciona con el manejo del intento. EI miedo, por ejemplo, significa que el cuerpo de energía está estancado y encostrado. Experimentamos una au-sencia de impulso. Esta incapacidad de conectar con el intento y por tanto mover la percepción se tradu-ce en la conciencia ordinaria como miedo. A su vez, la claridad es el resultado de limpiar el intento, el poder es el resultado de manipularlo y la vejez es el de aprender a moverlo siguiendo los diseños más refinados y delicados del espíritu (Conocimiento silencioso, 247).

Hay otro ejemplo que está relacionado con el primero, segundo y tercer campos. En el capí-

tulo 6 mencioné que cambiar la definición del primer campo haciendo que en lugar de indicar la energía física indique el mundo conocido, nos abre la puerta al fuego interno. Veamos cómo este cambio sigue teniendo un impacto en el aprendizaje.

Aunque cada campo de energía es independiente e infinito, desde otra perspectiva todos

están entrelazados entre sí y se unen como una sola fuerza. Por tanto, el hecho de definir algo como físico o no físico depende más de la perspectiva empleada que de la realidad. Las implicaciones no se detienen ahí. Como todos los campos energéticos son uno, la división entre ellos refleja el método utili-zado para tomar conciencia de los distintos tipos de energía. Además, como lo incognoscible está dentro de lo conocido, todo el mundo conocido es, por tanto, inherentemente incognoscible. Por tanto, nunca llegamos a conocer realmente nada. Sólo conocemos los reflejos de nuestro mundo conocido.

La belleza de este punto de vista es por lo menos triple. En primer lugar, como sabemos

que nuestro mundo es el resultado del autorreflejo, ponemos más energía en perder la autoimportancia. Segundo, resulta más fácil reírnos de nuestros inventarios y deshacernos de ellos. Tercero, reconocien-do que realmente no sabemos, mantenemos la conciencia abierta. En todos los casos, hemos puesto en entredicho una fuerza natural de la percepción humana que intenta encerrar la conciencia. El resultado es que siempre estamos en la posición de aprender y en un mundo muy abierto.

Tareas Hasta que el estudiante pueda limpiar el vínculo con el intento, el líder del equipo le propor-

ciona un propósito, es decir un intento inflexible. Don Juan dice que ésta suele ser la parte más difícil del

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aprendizaje porque el estudiante deber rendir su identidad personal al profesor (Conocimiento silencioso, 62). Yo sé que por mí mismo nunca hubiera iniciado las tareas que me asignó don Juan. Parecía que todas eran excesivamente forzadas o hacían que no me «sintiera yo mismo». Sin embargo, a lo largo de los años he comprobado que todas ellas eran revitalizantes, desafiantes, inspiradas y me han aportado el dividendo de nuevos conocimientos. Además, cada una de ellas me ha ayudado a avanzar un poco más en el camino. La habilidad de don Juan para combinar las tareas que asigna con las predilecciones encubiertas de sus estudiantes y con el mundo en general es uno de sus logros más notables.

Cada tarea es más difícil que la anterior y todas dirigen la energía hacia el intento. Por

ejemplo, durante su fase de orientación, Castaneda tuvo que encontrar su lugar benéfico frente a la casa de don Juan antes de que diera comienzo el aprendizaje. Don Juan consideró el acierto de Castaneda como un presagio que también indicaba el tipo de instrucción que Castaneda necesitaba (Relatos, 238). Otra de las tareas de Castaneda fue escribir libros sobre su aprendizaje (Conocimiento silencioso, 14). Además, la tarea de recordar es universal y requiere toda una vida de esfuerzos (Ensueño, 17).

Don Genaro dijo a Castaneda y a los Genaros que si volvían después de saltar al precipicio,

cada uno de ellos debía centrar todas sus energías en completar su tarea. Una vez completada, cada uno de ellos recibiría la «promesa de poder», que sería un regalo único (Relatos, 279).

Castaneda dice que después de saltar rebotó diecisiete veces entre los campos primero y

segundo. Cuando estaba completamente sintonizado con el primer campo, tuvo «visiones de orden». Cuando estaba centrado en el segundo campo dijo que «percibió que su cuerpo se desintegraba» y, aunque permanecía consciente, sus pensamientos y sentimientos no estaban unificados como suelen estarlo normalmente (Segundo anillo, 7). Posteriormente se despertó en su oficina de Los Ángeles. Refi-riéndose a su percepción dividida, añade: «Fuera lo que fuera lo que se despertó en aquella oficina, no podía ser el “yo” lineal que conocía anteriormente.» Según él, su capacidad de romper la continuidad indica que es un líder de grupo.

Don Juan dice que los líderes de equipo tienen encomendada la tarea adicional de encen-

der todo su cuerpo energético. Una vez que lo hacen, el resto del equipo les sigue hacia el fuego interno y «todos se van en un instante» (Fuego, 185). AI final de El don del Águila, Castaneda describe cómo el equipo de don Juan se convierte en pura energía y abandona esta dimensión. Sin embargo, en El Arte del ensueño, don Juan dice que aunque la mayoría de su equipo se fue con él, Florinda Grau se quedó atrás para dirigir a Castaneda y el resto de los aprendices (Ensueño, 60). Así, una vez más, vemos que la regla número uno es que no hay reglas fijas. Y la mayoría de lo que don Juan dice, lo dice con la in-tención de causar un impacto en el momento, no con la intención de esculpir un dogma en granito.

Sea cual sea el estado de conciencia de una persona, todas las tareas estimulan y equili-

bran de alguna manera los campos primero y segundo: El primer campo es reforzado por la razón y el segundo por la acción hasta que llegan a sustentarse mutuamente. En ese punto, su armonía mueve la percepción al estado de conciencia acrecentada y hay una nueva tarea que los combina más profunda-mente. Don Juan dice que la persona de conocimiento ha unido ambos lados: el rastreo y el ensueño, los campos primero y segundo, la razón y el conocimiento silencioso (Relatos, 160-161, 88). Mi conclusión es que esta capacidad no sólo permitió a don Juan encender el fuego interno, sino también volver para enseñar a otros.

Trucos Don Juan dice que, debido a la resistencia de los seres humanos al aprendizaje, el espíritu

estableció los trucos como parte esencial del camino tolteca (Conocimiento silencioso, 26). Aunque son muchos los llamados a la vocación espiritual, parece que son pocos los que mantienen el filo de energía necesario para abrirse a terrenos nuevos. Solemos quedarnos cómodamente asentados en nuestro co-nocimiento y nos negamos a renunciar a él para acceder a otros estadios más radicales de la maestría.

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En la práctica real, los trucos consisten en que los profesores suelen quitar importancia a los temas importantes para evitar obsesiones. Por ejemplo; don Juan dice que restauró el espíritu guerrero de Castaneda usando el truco de enseñarle a cazar (Viaje, 257). De vez en cuando, colgaba a escondi-das alguna pieza de ropa en un árbol y hacía que Castaneda la mirara para cambiar su marco de refe-rencia (Segundo anillo, 293). En una ocasión, Castaneda percibió la prenda corno si tuviera vida propia, pero, para desesperación de don Juan, acabó reconociendo lo que era y restauró la realidad ordinaria en lugar de seguir ese cambio inicial que le llevaría a otro mundo. Por otra parte don Juan hizo que Casta-neda gritara en sus sueños no porque fuera una técnica necesaria para entrar en un ensueño, sino por-que lo utilizó para divertirse un poco con el inquilino (Ensueño, 234-235).

No todos los trucos son tan sutiles; Por ejemplo, un rasgo común del aprendizaje es que an-

tes o después el aprendiz se retira. Don Juan considera esta reacción como algo normal, incluso una señal de equilibrio. Castaneda se retiró pensando que había sucumbido ante el miedo (Enseñanzas, 214). Más tarde se dio cuenta de que la ardua naturaleza del camino planteaba un serio desafío a su «idea del mundo» (Realidad aparte, 1-6): Para superar este patrón energético, don Juan engañó a Cas-taneda orientándole hacia un duelo con el «digno adversario», una variante del pinche tirano (Relatos, 241).

El primer digno adversario de Castaneda fue la Catalina. Don Juan convenció a Castaneda

de que ella intentaba acabar con él. Aunque sus ataques eran muy reales, ella era una asociada de don Juan que empleó la maniobra para conseguir que Castaneda se quedara en el camino tolteca. Como Castaneda tuvo que reunir toda su energía para manejar la intensa energía de la Catalina, la argucia funcionó. Don Juan dice que usó a la Catalina porque Castaneda confiaba en las mujeres y tenía que desmontar esa confianza para poder acceder a otros mundos más allá de sus hábitos establecidos (Re-latos, 241-242).

Más tarde, las Hermanitas llevaron la bandera del digno adversario y dieron un impulso a

Castaneda que le hizo avanzar en su camino. Parece ser que Castaneda tendía a tener a mujeres como dignas oponentes porque las ignoraba. Por ejemplo, se olvidó de que las Hermanitas también eran aprendices de don Juan durante todo su aprendizaje. Entrar en la guarida de un grupo de mujeres bien entrenadas debe de haber dado a Castaneda el susto de su vida: una manera muy real de captar su atención. En cualquier caso, ésa es la razón real por la que se usan los trucos.

Los toltecas no son los únicos que utilizan trucos. En Teachings from the American Earth,

un libro sobre los nativos americanos, Barbara Tedlock escribe sobre los «payasos sagrados». Los pa-yasos sagrados, o contrarios, actúan en contra de los valores culturales establecidos. Pueden correr desnudos por el campo o reírse en medio de un ritual sagrado. Son tolerados, incluso apoyados, porque mantienen la percepción abierta y por tanto reducen el pensamiento grupal.

En el camino tolteca, los trucos sólo se usan cuando es necesario. Castaneda ofrece varios

ejemplos de casos en los que fueron necesarios. Por otra parte, Elías no los utilizó con don Juan y la contraparte de Julián, Talía, entró libremente en el mundo tolteca. Las Hermanitas tampoco tuvieron que ser engañadas (Fuego, 151; Conocimiento silencioso, 43; Segundo anillo, 58). Don Juan dice que el efecto general de esta estrategia es que los estudiantes aprenden a actuar por el acto en sí, sin esperar recompensas de ningún tipo (Relatos, 233). Este planteamiento prepara el escenario para tener un «ro-mance con el conocimiento».

Plantas de poder Las plantas de poder son usadas con fines educativos y para rectificar desequilibrios menta-

les, más que para viajar mentalmente, recrearse o escaparse. Ellas me ayudaron a tener vislumbres de la conciencia acrecentada. Pero si no hubiera sido por las instrucciones de don Juan, nunca habría aprendido a alcanzar esa conciencia sin usarlas. Aunque ahora las considero muy valiosas para catapul-tar la conciencia más allá de la realidad ordinaria, también reconozco sus limitaciones inherentes. En

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primer lugar, como dice don Juan, su desventaja es que pueden causar «mucho daño al cuerpo» (Rela-tos, 238).

Don Juan administró al menos tres tipos de plantas a Castaneda: hongos, peyote y estra-

monio. Cada una de ellas conlleva una forma de poder diferente; por tanto, cada una encarna un intento diferente. El hongo o «humito», según don Juan, no tiene par y se utiliza para ver. Sin embargo, también añade que puede cegar de miedo porque fuerza la percepción más allá de todo límite.

El peyote, o «mescalito», actúa como protector y profesor. Su energía proporciona leccio-

nes, en especial sobre qué es el ser humano (Enseñanzas, 102, 174). Cuando don Juan comenzó a usar el peyote, redujo sus prácticas de poder. El nieto de don Juan, Lucio, dice que don Juan era un gran tolteca, quizá el mejor, hasta que «comenzó con el peyote y se convirtió en un don nadie» (Realidad aparte, 88). Quizá fue la influencia del peyote la que empujó a don Juan a avanzar en el camino de per-der la importancia.

Don Juan relegó el estramonio o «hierba del diablo», a las prácticas de poder del segundo

ciclo. Dice que bajo su influencia podía lanzar fácilmente enormes piedras y saltar más alto que los árbo-les. Sin embargo, piensa que el estramonio debilita el cuerpo y la mente más que las demás plantas; distorsiona a la gente y no fortifica sus corazones. También ciega de ambición y hace pensar que su camino hacia el poder es el único. Don Juan considera que seguir este camino es un desafío supremo para la persona de conocimiento (Enseñanzas, 75, 62, 183, 182, 63).

No puede dejar de recalcarse el efecto de las plantas de poder sobre el comportamiento.

Conocí a una pareja que se tornaba sus estudios toltecas muy en serio. Les llamaré Alice y David. Am-bos utilizaban ampliamente la marihuana y tenían una planta de estramonio en el jardín detrás de su casa que afirmaban no consumir.

En una ocasión David y yo tuvimos una fuerte discusión sobre la utilización de plantas de

poder. En un momento dado de la conversación se puso de pie y gritó: «¡Alice y yo estamos de acuerdo en esto, por lo que tenemos más poder que tú!». En otra ocasión propuse un experimento para ver los efectos de la marihuana en el cuerpo energético. Después de haber dado su acuerdo, Alice se retractó y se retiró .Me dijo que ambos se habían dado cuenta de que mi autoimportancia era la causante del expe-rimento. Después de valorar la autoimportancia que yo ponía en aquella situación, seguí viendo que, ellos respondían en términos de juegos de poder personales. Pensar de esa manera es, según don Juan, un efecto secundario del estramonio.

Además, algunos meses después, mientras hablaba durante la cena con David, asocié el

estramonio con el segundo ciclo. Él respondió que no tenía ni rastro del segundo ciclo en su cuerpo. Siguiendo mis cálculos, lo interpreté como que estaba ciego a su propio comportamiento, efecto que don Juan también atribuye al estramonio. También me di cuenta de que ésta era una afirmación muy curiosa porque él se consideraba un tolteca muy sólido. Como tal debería considerarse sujeto a las influencias de todo el linaje, incluyendo el segundo ciclo. Entonces, cuando mencioné el estramonio de su jardín, David replicó con falsa afectación que la cultivaban «por su belleza». Interpreté esto como que estaba defendiendo la planta, de la misma forma que lo había hecho Castaneda (Enseñanzas, 74).

El punto de enlace de toda esta historia es que vi tentáculos de energía que partían de su

planta de estramonio y entraban en el apartamento. Todo el lugar estaba lleno de la energía del estra-monio. Los vi corno filamentos gruesos, parecidos a raíces. Era como si el interior de su apartamento fuera una planta muy sana y tenía tantas raíces que estaba preparada para que le cambiaran de tiesto. Sin llegar a ingerir la planta, estaban consumidos por ella aunque no lo reconocían. Para mí éste fue un vívido ejemplo de cómo el entorno conforma el comportamiento y de por qué los toltecas modernos des-aconsejan el uso de plantas de poder.

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Trayectoria Don Juan dice que el núcleo de las enseñanzas toltecas es aprender a usar la conciencia

como un aspecto del entorno. Como la conciencia está por todas partes, puede ser usada como un me-dio por el que viaja la percepción. También afirma que hay tres pasos para hacerlo (Ensueño, 185-186). En primer lugar, la persona aprende a liberar la energía existente. Este paso se logra con la impecabili-dad y la impecabilidad se aprende siguiendo el sendero. Segundo, esta energía recién adquirida se usa para desarrollar el ensueño y por tanto el cuerpo energético. Tercero, este conocimiento se usa para situar toda nuestra masa física dentro del cuerpo energético, completando así la entrada en otros mun-dos. Estos pasos reflejan el reajuste de la propia vida, el proceso de soltar el mundo conocido y explorar lo desconocido y la plena integración posterior de nuestros descubrimientos.

Así, la trayectoria refleja el aprendizaje del rastreo, el ensueño y el intento. En el caso ópti-

mo, cada estadio guía la conciencia hacia el espíritu. Cuanto más conectado esté uno con el espíritu, más conectado estará con su misterio y poder internos.

* * *

Aunque se insiste mucho en cultivar las propias habilidades, lo que pueda ocurrir al recorrer

el camino tolteca es, en realidad, imprevisible. Don Juan aprendió a arder con el fuego interno y luego regresó. Sin embargo, uno de sus aprendices, Eligio, se fue con el equipo de don Juan y tal vez no re-grese más (Segundo anillo, 210-212). Como las apuestas son tan altas, no debe sorprendernos que al-gunos se echen atrás después de haber hecho parte del camino. Para otros, el camino tolteca es como una fantasía en la vida real y creen que van a poder montarse en ella con facilidad. Pero la realidad que supone un cambio tan radical y fundamental no es fácil de valorar. No debe sorprendernos que haya muchos voluntarios que busquen una vía rápida a la iluminación.

No creo que el camino tolteca sea para todos, pero sí que el método tolteca tiene cierta vali-

dez universal. Puede cristalizar nuestras predilecciones, iluminar más nuestro camino y ayudarnos a generar una relación íntima con la vida. Las estructuras toltecas son sólidas y sin embargo ceden. Son consistentes y sin embargo están en un continuo cambio. Este camino puede ser experimentado como una suave corriente o como un río rugiente, pero en cualquier caso su flujo nos lleva a los misterios y aventuras de la conciencia humana.

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CAPÍTULO 16 SOBRE LA PISTA Ya que las enseñanzas de don Juan tratan de cómo llegar a ser una persona de conoci-

miento, este capítulo pone el énfasis en el desarrollo del campo natural. El desarrollo de este campo es la condición óptima de la conciencia humana. Uno de sus principales efectos es que se experimenta el estado de ser. Llegar allí requiere que salgamos de los campos condicionados, sean ordinarios o no ordinarios. Una vez estabilizado el campo natural, hemos logrado convertirnos en persona de conoci-miento.

Creo que esta asociación es la razón por la que don Juan considera que el ranger moderno

es un ranger del tercer campo de energía (Don, 23). Orientarnos hacia el tercer campo nos permite saltar por encima de los obstáculos de cualquier campo condicionado. Es decir, estamos más preocupados por conseguir la libertad abstracta que por acumular poderes y nuestros intereses se centran más en el de-sarrollo de la percepción que en cultivar una visión del mundo. El resultado es que buscamos activamen-te alinear nuestras energías con el espíritu. Esto subordina nuestra voluntad a la voluntad de la fuerza creativa y, sin embargo, simultáneamente nos otorga una individualidad total. Vivimos dentro de nuestro intento personal que es nuestra conexión personal con la creación.

Ser Aunque la palabra ser pueda tener connotaciones que sugieran pasividad, de hecho la prác-

tica de ser es muy dinámica. Cuando llegas a ser, tu vida se manifiesta momento a momento. No das nada por hecho y

experimentas todo profundamente. Estás en lo que tienes a mano, que es tu viaje y tu vida. También reconoces que cualquier forma de conciencia es una obra de arte. Cualquier otro comportamiento priva-ría a la conciencia humana y a las demás formas de conciencia de su valor existencial.

Cuando eres, te mantienes dentro de un tranquilo flujo de conciencia. En lugar de forzar tu

camino de vida, tus esfuerzos se centran en mantener constante el campo natural. Todo lo demás se desarrolla armónicamente, siguiendo tu yo natural.

También tomas conciencia de que estás inmerso dentro de la creación infinita. Todo lo que

necesitas para comenzar a despertar a este hecho es quedarte en el sitio y hacer un círculo completo. El círculo es un número infinito de puntos conectados. A medida que giras, debes darte cuenta de que en cada momento hay un número infinito de opciones. Como estamos gobernados por una visión del mun-do, nuestras opciones se reducen automática y drásticamente, y acabamos sintiendo que hemos agota-do nuestras vidas. Cuando eres, te das cuenta de que no puedes agotar nada y vives un momento de poder tras otro.

Los siguientes elementos suelen estar asociados a ser. Puedes experimentar:

Una atención inmediata al aquí y ahora. Una sensación de novedad en todas tus actividades, por muy repetitivas que sean. Paz. Tu percepción se centra más en el entorno y menos en ti mismo. Una sensación de justicia o perfección respecto a todas las cosas. Pocos o ningún pensamiento. Tocas, o al menos estás cerca de tu naturaleza esencial. Una conexión fuerte y clara con tu mundo. La realidad es un reflejo tuyo. Un sentido innato del propósito.

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Completo abandono o rendición. Desapego. Energías equilibradas. Amor incondicional. Alegría y/o dicha. Paciencia. La sensación de residir en un presente sin tiempo que se extiende hacia la eterni-

dad.

Además, a medida que nuestra mente se desarrolla, vamos tomando conciencia de múl-tiples niveles de percepción que funcionan simultáneamente. Por tanto, en cierto sentido, aprendemos más cuanto más podemos aplicar nuestros conocimientos. Y cuanta más experiencia tengamos en la aplicación, más podremos innovar y ser originales. Cuanto más innovemos, más podremos ser. Ser, en sí mismo, incorpora simultáneamente el aprendizaje, la aplicación y la innovación.

Desarrollar el arte de ser

Ser es rastrear hábilmente el flujo del espíritu. Una de las dificultades más habituales que conlleva es que cuando se reconoce este flujo, se comienza a pensar sobre él. ¿Cómo ocurre? ¿Qué ha de hacerse para llegar allí? Después de todo, la reflexión constante en un hábito muy arraigado, pe-ro el mismo exceso de reflexión es lo que aparta la conciencia del flujo. El trabajo, por tanto, es perma-necer en el flujo; esto activa la voluntad. Por tanto, el rastreo comienza cuando intentamos mantener-nos en el flujo.

Cuando somos, estamos en un no-hacer continuo. Como no creamos patrones de compor-tamiento, no nos tropezamos con nosotros mismos y así mantenemos más fácilmente el campo natural que actúa como conducto del espíritu. El no-hacer también es un efecto natural del alineamiento con el espíritu. Es decir, a medida que nos abandonamos al espíritu, entramos en un no hacer natural ya que nuestro comportamiento está gobernado por él. Para seguir el espíritu, debemos dejar de lado todos los prejuicios y patrones.

Evidentemente, cuando rastreamos el espíritu practicamos automáticamente casi todos los

ejercicios básicos del rastreo: Interrumpimos las rutinas porque el espíritu es fluido, perdemos la importancia personal

porque el mundo ya no nos refleja y borramos la historia personal porque somos parte de todo, energías abstractas que han retenido la conciencia de sí mismas sin retener identidades específicas.

Los videntes usan los ejercicios de rastreo para tomar conciencia de sus posibilidades y ge-

nerar la conexión inicial con el espíritu. En realidad, los ejercicios estimulan una conciencia que ya existe previamente. Pero una vez allí, el juego cambia completamente y ya no es necesario el sistema. Sólo se necesita la impecabilidad.

Don Juan también da otras directrices para el rastreo del espíritu. Por ejemplo, aconseja no

esperar nada, lo que permite que toda nuestra vida encaje grácilmente en su lugar (Relatos, 155). Soltar los deseos y expectativas elimina los efectos vinculantes de la visión del mundo porque no forzamos que nuestro mundo se desarrolle según esa visión. Permanecemos abiertos y podemos tomar conciencia de otras energías. Así seguimos la pista de nuestro intento personal.

Además, según dice don Juan, la persona de conocimiento no piensa (Realidad aparte,

114). No está sugiriendo que esa persona sea tonta; más bien, lo que don Juan propone es una forma de pensar alternativa. Se trata de «pensar con claridad no pensando» (Conocimiento silencioso, 143). Así tomamos conciencia de un orden más expansivo y por tanto tenemos a nuestra disposición más opcio-nes de las que tendríamos si utilizáramos únicamente la razón. Fluimos con el orden natural más que con un orden de creación humana.

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Para las mujeres, la búsqueda de su ser supone fundir sus ciclos naturales con los ritmos del cielo y de la tierra, permitiendo que se desarrolle un alineamiento sobrenatural. El resultado es que las mujeres se convierten en todo convirtiéndose en nada; la misma prescripción que don Juan da para el ver. Los hombres deben expresar su punto fuerte, su impulso visceral, y después expandir este proce-so a la totalidad del cuerpo. Para conseguirlo, lo más inteligente es tomar lecciones de las mujeres tolte-cas sobre la sintonía de la conciencia con el orden natural.

A medida que rastreas el espíritu, hay momentos en los que las nuevas percepciones te so-

brepasan. Te sientes presionado porque no se presentan en un orden funcional que te permita procesar-las. Para poder ordenarlas, don Juan dice que tienes que rastrearte de manera implacable y astuta. Uno de los métodos aconsejados es utilizar la muerte como consejera, que es una forma de darse sacudidas para activar la propia energía. Utilizando la palanca de la propia muerte, se abandona la complacencia y se recupera la concentración. Uno retoma el tamaño real de su vida, soltando tensiones y recuperando la compostura. Don Juan también dice que es posible darse sacudidas con la belleza, como con el impacto que produce un poema (Conocimiento silencioso, 128-129, 131). Y no olvidemos la forma más segura de aprender a manejar las propias energías, el pinche tirano. El pinche tirano nos ayuda a rastrear lo abs-tracto porque nos hace trabajar duro para sintonizarnos con el flujo del espíritu en lugar de fluir con las fuerzas externas. En otras palabras, el pinche tirano nos ayuda a dejar de lado las energías condiciona-das que los humanos solemos exhibir y a conectar con la fuerza creativa.

Ser y devenir Ser es meditar veinticuatro horas al día, siete días a la semana. El comportamiento estructu-

rado deja de existir. Los campos de energía primero y segundo funcionan suavemente y en armonía mutua. Por tanto, ser es el estado óptimo. Además, uno no está pasivamente a la expectativa y dejando que le pasen las cosas, sino que tiene su propio impulso. Y ese impulso es el principal ingrediente de ser: el proceso de devenir. Es decir, cuando eres, estás deviniendo constantemente tu naturaleza esen-cial.

Una clave que da acceso al devenir es usar la potencia del propio impulso. De la misma

forma que una nave espacial depende de su potencia para establecer su altitud de vuelo y trayectoria, debemos confiar en un ajuste muy sensible e intuitivo para mantener nuestra energía alineada con el espíritu. Para hacerlo con precisión, debemos prestar atención a lo que nos dice el cuerpo. El rastreo y el ensueño salen de la mente y entran en el cuerpo. En este momento debemos refinar todavía más estas capacidades y dirigirlas a producir más intensidad o profundidad de conciencia. Por tanto, utilizamos la totalidad de nuestro cuerpo para centrar la energía y dejamos de pensar en ella. El resultado es que percibimos únicamente con la voluntad.

Ser incorpora todo lo que existe, tal y como existe: conecta con la plenitud del mundo crea-

do. Devenir es recorrer y atravesar las condiciones que nos acercan al camino del conocimiento, atrave-sar las predilecciones, el camino con corazón y los estadios de la maestría de la conciencia. El manejo de esta combinación de ser y devenir es esencial para gestionar la energía. Cuando aplicamos los ele-mentos de la estrategia tolteca, descubrimos que el control nos permite sentir un flujo continuo de ener-gía. Por medio de la disciplina hacemos los ajustes necesarios para mantener ese flujo. La paciencia nos permite no dejarnos arrastrar por él. El pinche tirano nos ayuda a entrar más profundamente en él y a recuperarlo cuando lo perdemos. La precisión nos permite seguirlo astutamente y la voluntad hace que nos quedemos maravillados ante él.

Ser y devenir son el resultado de un rastreo singular del propio yo. Como forma de discipli-

na, el rastreo nos proporciona las herramientas para manejar con éxito las energías. El ensueño, a su vez, aporta la amplitud, la energía cruda, las necesarias incursiones en la conciencia que hacen posible dar saltos de conciencia transformadores. El estado de ser ocurre cuando las energías del ensueño y el rastreo se funden y crean una conciencia acrecentada trascendente. En otras palabras, los campos pri-mero y segundo han sido refinados y ahora funcionan en conjunto, como una unidad. Entonces, por me-

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dio del devenir nos enfrentamos a una renovación constante. Poseemos una consistencia mágica frente a un mundo en perpetuo cambio. Devenir es una fuerza, como la savia que sube por el árbol. La combi-nación de esta fuerza con la fuerza del tiempo produce el ser.

El tiempo y la elección del momento A medida que recorremos los estadios de la maestría de la conciencia, vamos experimen-

tando el tiempo de manera diferente. Como cuestión de disciplina básica comenzamos a relacionarnos cada vez más con el día que tenemos por delante, después condensamos el tiempo y pasamos a vivir cada hora y más adelante vivimos el momento. Aparte de esta evolución, también comenzamos a ver el tiempo desde una perspectiva diametralmente opuesta.

Habitualmente vemos el tiempo retroceder. Es decir, percibimos sus efectos después de

que ha pasado y posteriormente juntamos las piezas. Es decir, damos sentido al mundo estudiando los efectos de nuestro comportamiento a posteriori y más tarde delineamos una visión del mundo basada en nuestra forma de entender esos efectos.

Hay otra forma de experimentar el tiempo: encararlo o acercarnos a él. Cuando nos acer-

camos al tiempo, permanecemos en medio de él mientras se despliega. Es como si lo viéramos venir hacia nosotros. Nos apartamos de las relaciones mentales y conceptuales con el tiempo y nos sumergi-mos en él. Esta maniobra es una manera de entrar en el aquí y ahora. Cada momento es nuevo y con-tiene una vida que no está teñida por ninguna expectativa. No construimos un mundo basado en los efectos previos sino en el potencial creativo.

Florinda Grau dice que sólo los rastreadores realizan este cambio (Don, 296). Esto se debe

a la forma que tienen los rastreadores y ensoñadores de usar el mundo que les rodea. Los rastreadores se centran en sus objetivos. Sintonizan cuidadosamente su energía para producir un alineamiento con la energía de su objetivo. Los ensoñadores, por su parte, crean sueños que incorporan sus objetivos. Como dice don Juan, los ensoñadores moldean el mundo que les rodea para que sus necesidades encajen con precisión (Ensueño, 33). He observado que ambos planteamientos llevan a ser.

Acercarse al tiempo es un ingrediente del devenir, de la misma forma que el devenir es un

ingrediente de ser. En sí mismo, ser es percibir un universo en desarrollo y tomar conciencia de nuestra relación con él. Uno está atento al momento creativo y la disciplina le guía a la realización del máximo potencial de ese momento. Esto nos permite entrar en mundos que están más allá de la razón y también altera radicalmente nuestra forma de actuar. Por ejemplo, Castaneda dice que don Juan era un líder de grupo que hacía todo lo importante siguiendo su impulso del momento (Ensueño, 221). En las ocasiones que estuve con él, yo también pude comprobar que lo hacía todo siguiendo el impulso del momento. Era enormemente efectivo porque era muy diestro en el rastreo del espíritu. Había aprendido a ser.

A lo largo de los años, he entrado espontáneamente en estados similares a ser, a veces du-

rante días enteros. En una ocasión, me sentí obligado a tomar notas sobre este estado y escribí que mi vida estaba en piloto automático. Los procedimientos de los que solía estar pendiente, como evaluar situaciones o tomar decisiones, ocurrían por sí mismos. Mis procesos de pensamiento habituales habían cesado, no intentaba descifrar nada. Al mismo tiempo tenía un conocimiento interno, una sensación intui-tiva que me guiaba en cualquier situación y transcendía mi necesidad de deliberar. Mi atención estaba en el presente y todas mis acciones surgían de esa conciencia. Observaba que la energía del tiempo fluía hacia mí, en lugar de verla después de que hubiera pasado. Simplemente reconocí todos estos proce-sos, solté todo apego a ellos y después tomé conciencia de los resultados, a los que me rendí inmedia-tamente. Intentaba permanecer atento y consciente, y entonces mis pensamientos y acciones ocurrían como si fuera un actor representando mi papel. La diferencia entre estas experiencias y ser plenamente reside en que yo únicamente obtuve vislumbres de lo que algún día puede llegar a realizarse completa-mente.

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Para acercarse al tiempo hay que hacerlo en el momento adecuado. Recuerda que el reco-nocimiento del momento oportuno es un atributo de la persona de conocimiento. Pero como todos los estados están dentro de nosotros, podemos comenzar a orientarnos hacia esa dirección ahora mismo. Por ejemplo, el momento oportuno se encuentra en algún lugar entre la vagancia y la prisa. Si no eres vago ni vas siempre con prisa, tienes más oportunidades de sentirte equilibrado con el mundo y es más probable que sintonices con el momento adecuado. Como cada uno de nosotros tenemos nuestro propio ritmo, cada uno tiene un sentido innato del momento oportuno. Si nos hacemos excesivamente accesi-bles a las demandas de la sociedad y seguimos sus rutinas temporales, perdemos la sensación de ser nosotros mismos. Por otra parte, si no reconocemos nuestro lugar dentro de la sociedad, también per-demos nuestro sentido de la oportunidad porque no tenemos estímulo suficiente. En otras palabras, al no enfrentar las fuerzas sociales, abandonamos la agotadora disciplina que se requiere para ir más allá de nuestro yo ordinario. Y esto es algo necesario para hacer frente a lo desconocido. Así, el momento opor-tuno se encuentra entre el primer campo de energía y el segundo. La armonización de ambos campos crea un sentido de la oportunidad, de la misma forma que armonizar los pistones del motor de un auto-móvil produce el ritmo adecuado.

Otra de las habilidades que permiten refinar el sentido de la oportunidad es la relajación. Pa-

ra poder rastrearte necesitas relajarte y dejar de decirte continuamente quién eres. Tienes que sentir tu cuerpo, sus necesidades y sus direcciones. Rastrearte es vivir quien eres sin saber quién eres. Para ello, debes sentir el camino que te lleva a tu esencia; cuando llegas allí te encuentras en medio del tiempo, en el ahora. Si estás muy tenso, no hay forma de que puedas discernir de manera tan sofisticada.

Los videntes suelen considerar que el tiempo es paradójico. Por ejemplo, se considera que

las emanaciones del Águila son constantes, eternas e inmutables y sin embargo siempre están en esta-do de flujo. No hay nada previsto pero todo ocurre constantemente. La consecuencia es que nuestra forma de combinar nuestra energía con las emanaciones determina la naturaleza de nuestro sentido de la oportunidad.

La forma humana y la ausencia de forma La forma humana es una tensión, un aspecto de la cohesión que canaliza la percepción se-

gún unas avenidas específicas. Es uno de los principales rasgos de la proyección, por eso don Juan dice que mientras tengamos forma humana lo que percibimos refleja esta forma de manera automática. Nues-tra forma, por tanto, es la fuerza que gobierna qué y cómo percibimos. Por ejemplo, suele parecer que los seres inorgánicos tienen aspecto humano hasta que la forma humana se disipa. La Gorda dijo que veía a los seres inorgánicos como monstruos hasta que perdió su forma; a partir de ese momento los sintió como una presencia amigable (Segundo anillo, 153, 152). Después de perder la forma, estos seres suelen ser experimentados como abstracciones de luz. Don Juan dice que la naturaleza esencial de los seres inorgánicos es que son campos energéticos informes (Conocimiento silencioso, 75).

No hay ninguna duda de que la forma conlleva un poder. La medicina, por ejemplo, ha evo-

lucionado hasta adquirir una forma muy compleja que produce resultados. De manera similar, la forma de la ciencia física ha permitido a los seres humanos caminar sobre la luna. Incluso teniendo en cuenta estos poderosos resultados, los toltecas consideran que perder la forma humana es esencial para el crecimiento. Según don Juan, es la única forma de unificar los campos primero y segundo, y unificarlos es la avenida hacia ser. El comportamiento desapegado —estar en el mundo pero sin ser del mundo— es un resultado de perder la forma humana (Segundo anillo, 284, 55).

La abstracción pura contiene todas las posibilidades y por tanto contiene todas las formas,

sin embargo no está restringido por ellas. Como la forma humana filtra constantemente muchas de esas posibilidades, relega la percepción a su propio orden. Así, siempre percibimos en términos humanos, atendiendo a cualidades humanas. Incluso reducimos a Dios a una imagen humana. En resumen, la forma mantiene un campo energético altamente condicionado. Sin embargo, una vez perdido el espejo, somos más libres para actuar de maneras no ordinarias ya que el comportamiento ordinario no tiene por

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qué seguir siendo significativo en nuestra vida. Por tanto, somos mucho más libres para investigar posibi-lidades no ordinarias.

Por ejemplo, don Juan dice que cuando has perdido la forma puedes mirar fijamente los ra-yos de una tormenta sin preocuparte de que te puedan alcanzar. En otra escala más expansiva, has dado un paso firme para perder tu idea de ti mismo, condición necesaria para perder la importancia per-sonal. Como dice la Gorda, el cambio real es imposible hasta que la forma se disipa (Segundo anillo, 289, 157).

Como todo desarrollo dentro del camino tolteca, perder la forma depende de la impecabili-

dad. La impecabilidad hace que dejemos de apoyarnos en la forma humana (Segundo anillo, 274). El rastreo nos abre el camino. Uno de los consejos que nos da la Gorda es no forzar las cosas, y otro es que no nos aferremos a nada (Don, 34, 40). Por otra parte, las Hermanitas y los Genaros recibieron ta-reas específicas en su aprendizaje que les ayudaron a perder sus formas respectivas (Segundo anillo, 256).

Perder la forma humana es parte del programa de estudios tolteca pero no equivale a entrar

en el paraíso. La Gorda, por ejemplo, tuvo que luchar con intensas alteraciones emocionales (Don, 129). Asimismo, en el proceso de perder la forma sintió que había tenido un ataque al corazón y se sintió débil durante muchos días (Segundo anillo, 256). Perder la forma también puede abrirnos a influencias erráti-cas, aunque sean benignas. Podemos dejarnos encarrilar por la energía de los demás y seguir sus de-seos con demasiada facilidad. El remedio consiste en seguir siendo impecable; no hay atajos. Debemos abrirnos para descubrir quiénes somos. Antes o después nos asentaremos en un nuevo orden, una nue-va manera de tratar con el mundo y debemos aprender estas lecciones sobre el terreno.

Parte de la dificultad de perder la forma humana reside en el hecho de que la ausencia de

forma implica que el punto focal se mueve con más facilidad que antes. Esto significa que ya no pode-mos basar nuestra vida en un futuro predecible porque ya no tenemos referencias concretas sobre cómo será el futuro. Por un lado, esto nos ayuda a estar en el aquí y ahora, y por otro lado puede reducir nues-tra concentración. Para tratar con este estado debemos tener una tarea que nos mantenga en el camino.

Parte de las bendiciones de perder la forma es que el hecho de tener un punto focal móvil

significa que podemos ver mejor. Es decir, podemos alinearnos con otras energías con menos dificultad. Desde esta perspec-

tiva, la pérdida de la forma humana nos proporciona la práctica necesaria para enfrentar cambios radica-les, como los que ocurren cuando perdemos completamente el sentido de nuestra vida. Como dice don Juan, ver nos desapega de «absolutamente todo» lo que conocemos previamente (Realidad aparte, 186).

El molde humano La Gorda, mientras relata a Castaneda una lección de don Juan, dice que cada cosa tiene

su molde especifico (Segundo anillo, 153). El molde humano es como una plantilla que reúne las emana-ciones en un patrón especifico: el patrón que conocemos como «humano» (Fuego, 261). Para ilustrar más este punto, la forma humana puede ser equiparada a la cohesión, que es un patrón energético. El molde humano, entonces, pude equipararse con la uniformidad, con el contenedor general. Por ejemplo, los seres humanos de todo el globo comparten una uniformidad. Estemos donde estemos, identificar a los seres humanos es una tarea fácil porque tenemos una forma o molde normalizado. Las cohesiones varían debido a factores raciales, culturales u otros; son las variaciones dentro de la forma general. Pero estas variaciones son consistentes con la humanidad, con la forma humana.

Uno de los pasos para conseguir la informidad y romper los confines de la percepción ordi-

naria es ver el molde. Esta acción rompe la fijación del punto focal. Don Juan dice que el molde puede ser visto de dos maneras diferentes: como un ser humano o como luz. Verlo como luz refleja que el mo-

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vimiento del punto de encaje ha sido más profundo, un movimiento hacia la esencia (Fuego, 256, 266). Don Juan también dice que, históricamente, la visión casual del molde ha sido interpretada

como un encuentro con Dios. Por ejemplo, cuando Castaneda vio el molde, experimentó un campo de luz que irradiaba abundancia beatífica. Dijo que sabía más allá de toda duda que se había encontrado con Dios y que Dios le amaba. Viendo con más profundidad en el interior de esa luz, se encontró con un hombre brillante que exudaba amor, comprensión y verdad. Después de que se pusiera de rodillas para adorar a aquel hombre, don Juan acabó con aquella visita y después tomó el pelo a Castaneda diciéndo-le que ahora podía pasar por un líder espiritual que había visto a Dios. Señalando que había una proyec-ción, don Juan dijo a Castaneda que si hubiera sido mujer, es muy probable que hubiera visto el molde como una mujer (Fuego, 259-265).

La proyección es una percepción que procede de los niveles superficiales del cuerpo ener-

gético más que del núcleo. La reactividad que suele estar asociada a la proyección no tiene lugar cuando estamos centrados y tenemos una base sólida; a partir de ahí, el desapego es algo que ocurre por sí mismo. Además, el campo natural resuena naturalmente con las energías de nuestra esencia. La perso-na de conocimiento es la que ha construido un puente hacia la esencia, mientras que el vidente reside en ella.

Siguiendo con las consideraciones de don Juan, interpretamos nuestras experiencias con el

molde como un encuentro con Dios porque el molde mantiene todos los rasgos humanos. Al encontrar-nos con la totalidad de nosotros mismos, expandimos nuestra experiencia tremendamente y le llamamos Dios. Don Juan cree que las experiencias relatadas por los místicos a lo largo de la historia están distor-sionadas, marcadas por el error de creer que se han encontrado con un creador omnisciente. Los viden-tes, por su parte, pueden ver el molde cuando lo desean. Por tanto van más allá de la ilusión inicial de poder que genera el encuentro con él, reducen las distorsiones resultantes y examinan más plenamente la experiencia. Asimismo, Castaneda nos relata que cuanto más veía el molde, menos afectado se sen-tía. Como resultado de sus repetidas visitas, los videntes han descubierto que el molde es un grupo de emanaciones dentro del cuerpo energético. Es una porción de emanaciones del Águila que pueden ser vistas sin preocupación y sin la intensa preparación que es indispensable para ver lo que está más allá de las emanaciones humanas, como el Águila misma (Fuego, 264, 257).

Quizá «Dios» y «Águila» son distintas palabras que intentan describir el mismo origen crea-

tivo singular. Si es así, Dios, como el Águila y sus emanaciones, está en todas partes y en ninguna, y ciertamente no puede ser confinado a los registros de la percepción humana.

El fundamentalismo metafísico La realidad es un conglomerado de pensamientos que forman un mundo completo y reco-

nocible. Uno de los temas que se repiten en este libro es que este principio no sólo tiene valor utilitario sino que también limita el ámbito de la percepción. Necesitamos una visión del mundo para relacionar-nos con él, al menos hasta que nos convertimos en personas de conocimiento. Sin embargo, es muy frecuente que una realidad bloquee nuestro crecimiento ulterior porque define el espíritu y limita así nuestras opciones.

Como cualquier sistema metafísico, el camino tolteca tiene estas limitaciones. Seguir este

camino es como ser el sabio de una novela fantástica. Uno puede estar en el mundo real, incluso con hadas, cambios de forma y vuelos de ensueño, y sin embargo ese mundo mantiene la propia percepción rígidamente en su sitio. Ésta es la trampa del mundo tolteca. Y ésta es la razón por la que don Juan mos-tró a Castaneda una porción suficiente de la visión tolteca como para demostrar que existen otras reali-dades pero no tanta como para que se empantanara en otra descripción del mundo (Relatos, 240). Este planteamiento resalta la importancia de la libertad.

Según la opinión de don Juan, los toltecas del segundo ciclo se perdieron en su visión del

mundo. No pudieron escapar de sus propios cuadros. Sus puntos focales permanecieron confinados

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dentro de ciertas fronteras. Cuando no hay un margen suficiente para que se mueva el punto focal, don Juan dice que la persona se vuelve histérica o inflexible (Ensueño, 75). Así nace el fundamentalismo: todos deben seguir el camino prescrito o sufrir la ira de aquéllos que lo siguen y conocen la verdad «re-al».

Cuando aplicamos esta dinámica a las tendencias filosóficas contemporáneas, es fácil verla

en funcionamiento. A medida que cada vez más gente comparte los puntos de vista y costumbres «nue-va era» o «nueva conciencia», cada vez se calcifican más y se hacen más dogmáticos. Sólo puedes ser espiritual si tienes tal punto de vista y tal actitud. Y como este panorama es mucho más expansivo que la realidad ordinaria previa, resulta más fácil perderse en él. Al establecernos en esta nueva realidad, ve-mos que los fallos del segundo ciclo reaparecen cuando el pensamiento grupal se adueña de una situa-ción.

Por ejemplo, la gente interesada en la metafísica suele decir cosas como eso «tenía que

suceder» o «tus problemas actuales son el resultado de las dificultades de tu vida anterior». Aunque estas perspectivas puedan contener cierta verdad, elaborar con ellas una relación causa-efecto definitiva es buscarse problemas. Los posibles puntos de verdad que contienen estas frases conforman la percep-ción siguiendo categorías preestablecidas y preparan el escenario al fundamentalismo.

Cualquier sistema metafísico que sea viable: sea chamanismo, yoga, cristianismo o hin-

duismo, implica un trabajo con el espíritu. Los videntes de estas disciplinas enseñan que los designios del espíritu son incomprensibles. La ventaja de utilizar un sistema es que nos proporciona una dirección. Nos impulsa, es un paso intermedio hacia el espíritu. Pero debido a las características naturales de la conciencia humana (como asociación, alineamiento, cierre y pensamiento grupal), la gente puede con-fundir las energías amplias y expansivas de la nueva realidad con un contacto directo con el espíritu. Aunque trabajemos con un sistema que incorpora el espíritu, puede que no estemos trabajando directa-mente con el espíritu.

La cohesión de la realidad ordinaria permite los vuelos espaciales y la cohesión de la reali-

dad no ordinaria permite el vuelo del cuerpo de ensueño. Cada cohesión conlleva un poder inmenso. Cuando contactas con las corrientes metafísicas, puedes, por ejemplo, desarrollar capacidades psíqui-cas, recordar vidas pasadas y conversar con los espíritus elementales. Según las enseñanzas toltecas, estos potenciales extraordinarios están dentro de los límites humanos de los campos primero y segundo, pero en sí mismos no liberan la percepción en el espíritu, más allá de la forma. Por mucho poder que conlleve la forma, hay aún más poder más allá de la forma. Es el poder de despertar a la totalidad de la creación y a nuestro lugar dentro de ella.

Ética Cuando entramos en tratos con lo abstracto, tomamos conciencia de que gran parte de las

cosas son inexplicables; todo es abstracto y poner la propia vida dentro de un tipo de forma nos aparta de lo abstracto. Sin embargo, para llegar a lo abstracto, solemos reflexionar sobre lo que experimenta-mos generando así algún tipo de forma. Esta reflexión es, hasta cierto punto, necesaria. A medida que progresamos por los distintos estadios de la Maestría de la Conciencia, vamos reflexionando sobre di-versas cosas. En el estadio de orientación, por ejemplo, desciframos qué camino tomar. En el estadio de aprendizaje reflexionamos sobre dónde y cómo encajamos en el esquema de la vida a medida que refi-namos nuestro camino con corazón. Sin embargo, en cada estadio intentamos reflexionar cada vez me-nos. Perdemos la autoimportancia, alteramos las rutinas y usamos la muerte como consejera. A medida que ganamos en conciencia, la realización de estos ejercicios puede hacer que reflexionemos más, pero también entendemos que la reflexión acaba interponiéndose en nuestro camino. Cuando llegamos a ser una persona de conocimiento ya no reflexionamos; somos.

A medida que vamos avanzando por los diversos estadios, la actitud de «en primer lugar

somos seres humanos» nos ayuda a mantener las cosas en perspectiva. Esta actitud no niega la influen-

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cia superior del espíritu sobre los seres humanos, sino que nos da un punto de partida que nos servirá de referencia para evaluar nuestro crecimiento.

En cada estadio de la Maestría, lo abstracto se hace más pronunciado, por lo que es más

fácil que nos perdamos en abstracciones. Entonces podríamos dedicarnos a racionalizar cualquier tipo de comportamiento sin fijarnos en sus efectos concretos. Si pensamos en ello el tiempo suficiente, po-demos llegar a la conclusión de que dañar a otra persona es simplemente otra expresión del espíritu. Cuando aplicas el no-hacer a las normas éticas, abres la puerta a este tipo de pensamientos. Pero la fluidez de pensamiento no es equiparable a la fluidez de la cohesión, la fluidez de todo el cuerpo energé-tico. Para llegar a este nivel de aptitud, se requiere acción, no sólo pensamiento. Los videntes del tercer ciclo reconocieron que la actitud de «todo vale» interfiere con el impulso de profundizar cada vez más en la conciencia. Las directrices éticas nos llevan más allá de la energía del pensamiento, hacia la totalidad del cuerpo energético. Mantener la referencia de «en primer lugar somos seres humanos» aterriza lo abstracto y nos conecta con nuestra vida.

Esta actitud también nos ayuda a encontrar la humildad del ranger que es consciente de su

pequeño lugar dentro de la creación. Es decir, los rangers ni bajan los ojos ante los demás ni permiten que los demás los bajen ante ellos. Fundamentalmente, su humildad deriva más de su impecabilidad que de sus conocimientos (Relatos, 27, 16). Actuar de esta manera nos permite encontrar un nuevo equilibrio con el mundo porque, por pequeño que sea nuestro papel, seguimos siendo parte de la creación; por eso no nos cuesta disfrutar de nuestras aventuras. Sin embargo, el disfrute a veces nos lleva al error. Los toltecas del segundo ciclo, por ejemplo, disfrutaban mucho, pero aplicaron sus conocimientos errónea-mente. Parte de la reforma introducida por el tercer ciclo consiste en introducir la ética.

Un mago negro, según don Juan, es cualquiera que voluntaria o involuntariamente intenta

limitar nuestra percepción. Los toltecas del segundo ciclo usaron su conciencia y poder para influir inde-bidamente en la gente. Sabían encarrilar, o fijar, la conciencia de sus victimas (Fuego, 15-16). Así podían doblegar a los demás y hacer que se plegasen a sus deseos. A otra escala, Castaneda dice que la exis-tencia del mal es un resultado de que la mente se ve sobrepasada por las estructuras entrelazadas de una visión del mundo. La complejidad de una realidad mantiene el punto focal rígidamente fijado en su lugar (Ensueño, 239). Los desequilibrios creados al encerrar la percepción en una banda muy estrecha, distorsionan nuestra conexión con el espíritu y producen la dicotomía bueno-malo.

Don Juan dice que mucha gente entra en la categoría de los magos negros porque están

enganchados con cierto camino y trabajan para impedir que los demás se aparten de él (Relatos, 28-29). El rasgo determinante de las prácticas del lado oscuro es que obstaculizan la libertad. Los fundamenta-listas, por ejemplo, se oponen inconscientemente a la libertad: Trabajan activamente para restringir la percepción a la forma que ellos aceptan. Para remediarlo, los videntes del tercer ciclo intentaron desarro-llar las predilecciones esenciales de la persona que le permitan alinearse mejor con el espíritu informe. Cuando se desarrollan las propias predilecciones de poder, uno se siente realizado. Como uno está sa-tisfecho, es más fácil dar a los demás lo suyo, lo que hace que el camino hacia el ser sea más vivificante.

Lo que diferencia a los videntes de los fundamentalistas, según don Juan, es que los prime-

ros salen de la mezquindad y entran en un estilo de vida gobernado por la belleza y la moralidad (Cono-cimiento silencioso, 102). Su estilo de vida no requiere un comportamiento dulzón y permisivo. El viden-te, más que buscar la competición, busca vivir su vida con gracia, y la gracia surge de su relación con el mundo. Si en primer lugar eres un ser humano, puedes observar a los demás seres humanos con respe-to. El respeto elimina la explotación. Si en primer lugar eres un ser humano, puedes explorar con respeto todos los planteamientos espirituales sobre Dios, el espíritu, o lo abstracto. Después puedes permitir respetuosamente que la fuerza creativa fluya a través de ti. Este flujo te lleva más allá de la forma, hacia la libertad.

* * * Como dice don Juan, el camino tolteca es para los que buscan perder la autoimportancia.

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Como ocurre con casi todas las actividades y caminos, si quieres destacar en él, tienes que dedicarle tu vida. El desarrollo del intelecto es parte del camino pero Castaneda nos aconseja avanzar hacia el inten-to sin tratar de entenderlo.

De esta forma aprendemos que las entradas y salidas de los sistemas y visiones del mundo

son construcciones mentales. También nos damos cuenta de que siempre hay más, siempre hay un misterio que no puede ser alcanzado por la comprensión. Así, todas las visiones del mundo tienen limita-ciones inherentes y siempre hay revelaciones que dejan obsoleta cualquier visión del mundo. El intelecto puede llevarnos lejos, pero tiene límites. Para alcanzar la libertad total debemos desarrollar la totalidad del cuerpo energético y para ello la acción es esencial.

Cuando perdemos la auto-importancia, tenemos la oportunidad de salir de la estructura, de

ir más allá del autorreflejo y de participar plenamente del intento. El viaje hacia el espíritu consiste en dejar atrás el autoengrandecimiento y el autorreflejo. El poder de los toltecas consiste en poner este viaje a nuestra disposición.

Evidentemente, los toltecas no tienen derechos exclusivos sobre el espíritu. Hay muchos

otros caminos que pueden ayudarnos a realizar este viaje. El denominador común de todos ellos es que tienen una forma: mezclan teoría, método y práctica. Los mejores de estos sistemas tienen muy claro que la óptima utilización que se puede hacer de ellos es usarlos como impulsores para llevar la concien-cia más allá de la forma, hacia el espíritu informe y abstracto.

Cuando estamos menos limitados por nuestra visión del mundo, somos mas libres para vivir

la aventura de nuestra vida. Puede que los rigores del camino no produzcan riquezas ni bienes materia-les, pero, como dice Castaneda, hay quienes simplemente «viven para probar que somos sublimes». Don Juan añade que la vida es un gesto, un gesto que requiere actos de verdadero abandono, generosi-dad y humor. Con estos gestos, la persona reúne lo mejor de sí y lo ofrece silenciosamente al espíritu (Conocimiento silencioso, 262).

Parece que cuanto más relacionadas con el espíritu están las actividades cotidianas, más

capaces somos de controlar nuestra vida. Sin embargo, a menudo deseamos imponer las condiciones de nuestro éxito sobre el espíritu en lugar que de dejar que él nos siga educando. Nos centramos en nues-tros deseos respecto a las cosas, en lugar de entregarnos al espíritu para que nos enseñe a ser. Perma-necemos atados a apegos económicos o al status social. No es que debamos evitar el dinero o los logros sociales, pero si estas cosas han de formar parte de nuestra vida, es mejor que sean producto de nues-tra vinculación con el espíritu y no de seguir el camino de la acumulación económica. De esta forma el espíritu se convierte en la base que sustenta todos los aspectos de nuestra vida.

Si nuestro camino refleja nuestra naturaleza original otorgada por Dios, si es un camino con

corazón, no importa dónde estemos, quiénes seamos, cuánto sepamos o cuánto tengamos. Somos parte del artístico tejido de la creación. Esto, en sí mismo, hace que nuestro viaje merezca la pena.

Sea cual sea tu camino hacia el espíritu, te deseo lo mejor.