El Califato de Córdoba

51
250 PTAS 3

description

historia medieval

Transcript of El Califato de Córdoba

Fotografa de pgina completa

250 PTAS3CuadernosHistoria 16Plan de la Obra1. La Segunda Repblica Espaola 2. La Palestina de Jess 3. El Califato de Crdoba * 4. El Siglo de Oro, 1 5. El Siglo de Oro, 2 6. Faraones y pirmides 7. La Castilla del Cid 8. La Revolucin Industrial 9. Felipe II 10. La medicina en la Antigedad 11. Los Reyes Catlicos 12. La mujer medieval 13. La Revolucin Francesa, 1 14. La Revolucin Francesa, 2 15. La Revolucin Francesa, 3 16. El Egipto de Ramss II 17. La invasin rabe de Espaa 18. Los Mayas 19. Carlos V 20. La guerra de la Independencia, 1 La guerra de la Independencia, 2 22. La Hispania romana 23. Vida cotidiana en la Edad Media 24. El Renacimiento 25. La Revolucin Rusa 26. Los fenicios 27. La Mezquita de Crdoba 28. La Reforma en Europa 29. Napolen Bonaparte, 1 30. Napolen Bonaparte, 2 31. Los iberos 32. Recaredo y su poca 33. Los campesinos del siglo XVI 34. La Inglaterra victoriana 35. El Neoltico 36. Los Aztecas 37. La Inglaterra isabelina 38. La II Guerra Mundial, 1 39. La II Guerra Mundial, 2 40. La II Guerra Mundial, 3 41. Tartessos 42. Los campesinos medievales 43. Enrique VID 44. La Espaa de Jos Bonaparte 45. Altamira 46. La Unin Europea 47. Los reinos de taifas 48. La Inquisicin en Espaa 49 Vida cotidiana en Roma, 1 50. Vida cotidiana en Roma, 2 51. La Espaa de Franco 52. Los Incas 53. Los comuneros 54. La Espaa de Isabel II 55. Ampurias 56. Los almorvides 57. Los viajes de Coln 58. El cristianismo en Roma 59. Los pronunciamientos 60. Carlomagno, 1 61. Carlomagno, 2 62. La Florencia de los Mdicis 63. La Primera Repblica Espaola 64. Los sacerdotes egipcios 65. Los almohades 66. La Mesta 67. La Espaa de Primo de Rivera 68. Pericles y su poca 69. El cisma de Avin 70. El Reino nazarita 71. La Espaa de Carlos III 72. El Egipto ptolemaico 73. Alfonso XIII y su poca 74. La flota de Indias 75. La Alhambra 76. La Rusia de Pedro el Grande 77. Mrida 78. Los Templarios 79. Velz- quez 80. La ruta de la seda 81. La Espaa de Alfonso X el Sabio 82. La Rusia de Catalina II 83. Los virreinatos americanos 84. La agricultura romana 85. La Generacin del 98 86. El fin del mundo comunista 87. El Camino de Santiago 88. Descubrimientos y descubridores 89. Los asirios 90. La Guerra Civil espaola 91. La Hansa 92. Ciencia musulmana en Espaa 93. Luis XIV y su poca 94. Mitos y ritos en Grecia 95. La Europa de 1848 96. La guerra de los Treinta Aos 97. Los moriscos 98. La Inglaterra de Cromwell 99. La expulsin de los judos 100. La revolucin informtica. Julio Valdenc Informacin e Historia. S.L. Historia 16 Rufino Gonzlez. 34 bis 28037 Madrid. Tel. 304 65 75ISBX: 84-7679-286-7' Fascculos)ISBN: 84-7679-287-5 'Obra completa'Depsito legal: M-31040-1995Distribucin en quioscos: SGELSuscripciones: Historia 16. Calle Rufino Gonzlez. 34 bis28037 Madrid. Tel. 304 65 75Fotocomposicin y fotomecnica: Amoretti S.F.. S.L. Impresin: Graficinco, S.A.Historia 16Encuadernacin: Mavicam Printed in Spain - Impreso en EspaaPrecio para Canarias. Ceuta y Melilla: 275 ptas.. sin IVA. incluidos gastos de transporte.

Indice518EVOLUCION POLITICALa sociedad819Al-Hakam II (961-976)Estructura social y religiosa1020Los amires (976-1009)Instituciones1214 La desintegracin del califato23Las campaas militaresCULTURA Y ARTE26(1009-1031)La creacin literaria15 El perodo de los hammudes27(1016-1023)El arte10 ECONOMIA, SOCIEDAD E30INSTITUCIONESCrdoba, capital del califato1831El auge del comercioBibliografaArqueta de Hisham II, ao 976 (Catedral de Gerona). Foto portada: Fachada del rnihrab de la mezquita de Crdoba

A mediados del siglo VIII un miembro de la familia Omeya, eliminada de la jefatura del Islam al producirse la revolucin Abbasida, pudo escapar a Occidente, estableciendo en Al-Andalus un emirato independiente del poder central musulmn, que se hallaba en Bagdad. El protagonista de dicha epopeya fue Abd al-Rahman I, fundador de la dinasta hispano-rabe de los Omeyas. Antes de que transcurrieran dos siglos, un descendiente suyo, Abd al-Rahman III, emir desde el ao 912, daba un nuevo paso al adoptar, el 929, el ttulo de califa y de prncipe de los creyentes. Con ello haba conseguido aadir a la autonoma poltica lograda por su antecesor la independencia religiosa.El califato de Crdoba fue, sin duda, la etapa ms brillante de la historia de Al- Andalus. Como ha seado certeramente el insigne arabista Emilio Garca Gmez, el califato cordobs fue un Estado poderoso y civilizado... sin rival en Occidente y slo comparable a Bizancio y Bagdad. En el orden interno, los Omeyas restablecieron su autoridad, apoyndose en un ejrcito vigoroso y una administracin eficiente. En cuanto a las relaciones exteriores, los Omeyas desarrollaron una poltica expansiva en el norte de Africa, pensando siempre en contrarrestar la influencia fatim, al tiempo que mantuvieron a raya a los cristianos del norte de la Pennsula. En el trasfondo de la poca califal encontramos una indiscutible prosperidad econmica, vigente hasta los aos finales del siglo X. En ese contexto florecieron las artes, particularmente en Crdoba, capital de Al-Andalus y una de las urbes ms pujantes de aquella poca. Paralelamente, conocieron un notable impulso las actividades literarias e intelectuales.Pero el califato de Crdoba tuvo una vida efmera, pues apenas dur un siglo. Es ms, las dos ltimas dcadas de su existencia fueron testigo de una anarqua sin igual. El final de la dinasta Omeya, acaecido el ao 1031, supuso la conversin de Al-Andalus en un conglomerado de pequeos Estados, los denominados reinos de taifas. Pero fue tambin la seal para el inicio de la gran ofensiva de los cristianos del norte contra los musulmanes de Hispania.Evolucin polticaJulio ValdenCatedrtico de Historia Medieval.Universidad de Valladolid.

Abd al-Rahman III accedi al emirato de Crdoba el ao 912, cuando contaba 21 de edad. Hijo de una esclava concubina, Muzna, al parecer de origen vascn, destacaban entre sus rasgos fsicos sus ojos azules y una cabellera rubia, tirando a rojiza. Su abuelo, Abd Allah, a quien sucedi como emir, le haba confiado desde joven asuntos de responsabilidad poltica, lo que le permiti adquirir experiencia de gobierno. Sin duda, la iba a necesitar para hacer frente al complicado panorama que ofreca Al-Andalus en el momento de su ocupacin del emirato, pues a la rebelin iniciadaSaln situado frenteal mihrab de la mezquita de Crdoba aos atrs por Ornar ibn Hafsun se aada la tendencia autonomista de las Marcas fronterizas. Por si fuera poco, arreciaban los peligros exteriores, los cristianos del norte de la Pennsula y, en el seno de la propia familia islmica, los fatimes del norte de Africa.El nuevo emir, no obstante, tena un programa de gobierno muy claro: el restablecimiento de la autoridad de los Omeyas en Al-Andalus. Para lograr ese objetivo, estaba dispuesto a emplear todos los medios necesarios, aceptando, sin castigo, a cuantos rebeldes se sometieran a su autoridad, pero siendo implacable con los recalcitrantes.Lo primero que se propuso Abd al- Rahman III fue sofocar la sublevacin de Ornar ibn Hafsun. Dicha revuelta, iniciada a finales del siglo IX, haba degenerado, prcticamente, en una guerra civil, pues detrs de ibn Hafsun se encontraban los mulades y, despus de su conversin al cristianismo, el ao 899, los mozrabes. Ibn Hafsun, por lo dems, tena propsitos secesionistas frente al poder central cordobs. Pero la rpida y enrgica ofensiva del nuevo emir tuvo sus frutos. La conquista de Algeciras y otras localidades vecinas por Abd al-Rahman III debilit considerablemente la posicin de Ornar ibn Hafsun. Aunque despus de la muerte del dirigente rebelde, ocurrida el ao 917, sus hijos continuaron la resistencia, no sin disputas entre ellos, el movimiento ya se encontraba en franco retroceso. El asalto final fue la ocupacin de Bobas- tro, centro neurlgico de los Hafsun desde que se iniciara la sublevacin, por las tropas cordobesas el ao 928.Paralelamente, Abd al-Rahman III haba recuperado el control sobre Sevilla, la cual, bajo la direccin de una familia local (los al-Hach-chach), se haba independizado de facto del poder cordobs a comienzos del siglo X. Ms grave era, no obstante, el problema que se planteaba en las Marcas, territorios fronterizos de Al-Andalus, con los reinos cristianos peninsulares. All los gobernadores haban aprovechado las disputas del emirato cordobs en la segunda mitad del siglo IX para reforzar su poder y actuar con plena autonoma respecto al poder central. Pues bien, despus de la cada de Bobastro, Abd al-Rahman III volc sus esfuerzos al control efectivo de las Marcas. Una campaa victoriosa por el Algarve, Beja y Badajoz concluy con la ocupacin de esta ltima ciudad el ao 929 y, en consecuencia, el sometimiento de la Marca inferior. A continuacin se dirigi el Omeya hacia la Marca media. Toledo ofreci tenaz resistencia, pero despus de un prolongado cerco, que dur dos aos, hubo de rendirse (932). Ms complicada era la situacin de la Marca superior pero, despus de diversas alternativas y de la correspondiente campaa militar, Abd al-Rahman III pudo restablecer el dominio de Zaragoza.Expansin y pacificacinLas relaciones entre Crdoba y los cristianos del norte peninsular se mantuvieron, en la primera mitad del sigloX, dentro de un relativo equilibrio, aunque acaso ms favorable al musulmn. El ao 920 las tropas cordobesas infligieron una severa derrota a la coalicin formada por los reyes de Len y Navarra en Valdejunquera. Cuatro aos ms tarde, los islamitas efectuaron una nueva incursin victoriosa por tierras cristianas (la denominada por las crnicas musulmanas campaa de Pamplona). Pero en tiempos de Ramiro II de Len, los cristianos vencieron sin paliativos a los cordobeses en la batalla de Simancas (939). Con todo, puede decirse que el avance cristiano apenas rebas la lnea del ro Duero. Por lo dems, las disputas internas acaecidas en el reino de Len, despus de la muerte de Ramiro II, permitieron al Omeya restablecer su influencia entre los cristianos.Gran inters tiene la poltica nortea- fricana de Abd al-Rahman III. El ao 909 se haban establecido en Tnez los fatimes, con base en la ciudad de Qay- rawan. Considerndose los nicos gobernantes legtimos de la comunidad islmica, los fatimes constituan un grave peligro para las aspiraciones de los Omeyas de Crdoba. Los fatimes, por otra parte, predicaban doctrinas igualitarias, de fcil acogida entre las masas populares, y enviaron agentes a todos los rincones del mundo islmico para intentar atraer a su causa a todos los descontentos. Ornar ibn Hafsun, entre otros, haba establecido contactos con los fatimes. De ah que Abd al- Rahman III procurara, por todos los medios, poner freno a las aspiraciones universalistas de los fatimes. Por eso potenci la marina de guerra, creada por sus antecesores en el emirato, y que desde su base de Almera iba a convertirse en un eficacsimo instrumento de vigilancia del Mediterrneo occidental.Simultneamente, desarroll sus dotes diplomticas, apoyando a grupos norteafricanos hostiles a los fatimes, como los berberes de la tribu Zanata. La accin de las armas, finalmente, se tradujo en xitos resonantes, como la conquista de Melilla (927) y de Ceuta (931). La soberana del Omeya, a raz de esas victorias, fue reconocida en el norte de Africa, prcticamente en todo el territorio situado al oeste de Argel. De momento, se haba alejado el peligro fatim. El panorama, no obstante, cambi en los ltimos aos del gobierno de Abd al-Rahman III. Des

pus de la campaa militar del general fatim Yawhar, desarrollada el ao 959, slo quedaban en poder del Omeya las plazas de Tnger y Ceuta.

Abd al-Rahman III recibe al embajador de un rey cristiano (grabado de la Historia de Espaa ilustrada, de Jos del Castillo, 1892)Abd al-Rahman III, al margen de pequeas matizaciones, haba salido airoso de las duras pruebas que haba tenido que pasar. Haba logrado la pacificacin interior de Al-Andalus, la sumisin de muchos disidentes y el control efectivo de las Marcas fronterizas. Al mismo tiempo, haba contenido el avance cristiano en la meseta norte y, sobre todo, haba extendido la influencia Omeya por la costa occidental del norte de Africa, contrarrestando, de esa manera, la peligrosa progresin de los fatimes. No es extrao, por tanto, que los cronistas magnificaran su figura. Recordemos lo que deca de l el historiador rabe Ibn al-Jatib:Pacific a los rebeldes, edific palacios, dio mpetu a la agricultura, inmortaliz antiguas hazaas y monumentos, infligi grandes daos a los infieles, hasta el punto de que no qued en Al-Andalus ni un solo enemigo o contendiente. Las gentes le obedecieron en masa y desearon vivir con l en paz.La culminacin de los xitos de Abd al-Rahman III fue su proclamacin como califa, hecho ocurrido el ao 929, es decir, despus de la conquista de Bobastro. Restablecida su autoridad, con el fin de la rebelin de los Hafsun, y recuperado plenamente el prestigio de la dinasta Omeya en Al-Andalus, Abd al-Rahman III crey llegado el momento de dar un nuevo paso, adoptando los ttulos de califa y de prncipe de los creyentes (Amir al-mu'minin), as como el de combatiente por la religin de Allah (al-Nasir lidin Allah).En una carta circular enviada a sus gobernadores, Abd al-Rahman III afirmaba que ... seguir por ms tiempo sin usar un ttulo que se nos debe, equivaldra a perder un derecho adquirido... En consecuencia, segua diciendo la carta, ...nos parece oportuno que, en adelante, seamos llamado Prncipe de los Creyentes, y que todos los escritos que emanen de nos o a nos se dirijan empleen el mismo ttulo. Los predicadores, por su parte, deberan utilizar, asimismo, ese ttulo en las oraciones.Ahora bien, qu interpretacin cabe

dar a este acto, punto de partida, ni ms ni menos, de la constitucin del califato de Crdoba? Pretenda reafirmar a los Omeyas frente a sus tradicionales enemigos, los Abbasidas de Bagdad, rompiendo los vnculos religiosos, nicos que an subsistan entre Al-Andalus y el califato de Oriente? Probablemente, tena ms un sentido de defensa frente a los fatimes, que no cejaban en sus propsitos de unificar al Islam bajo su mando, por lo que eran un peligro mucho mayor que el debilitado califato de Bagdad para las aspiraciones de Abd al-Rahman III. En cualquier caso, conviene no olvidar que en aquellas fechas la adopcin por el emir de Crdoba del ttulo califal quiz no pasaba de tener un valor simblico ante el resto de la comunidad islmica.El primer califa cordobs goz de un indiscutible poder absoluto, hasta el punto de que puede ser considerado un autcrata, que gobernaba con el auxilio de gentes de confianza y de expertos en cuestiones administrativas. Al mismo tiempo, se rode de una aristocracia palatina, a la que utilizaba fundamentalmente como elemento decorativo de la pompa y la ostentacin que brillaban en la corte. El califa procuraba situarse siempre en el trasfondo, apareciendo como un personaje complicado, lejano y misterioso (Levi Provenal). A veces se ha dicho de Abd al- Rahman III que imitaba en el ejercicio de sus funciones de gobierno a los basile bizantinos. De hecho, sabemos que el Omeya mantuvo relaciones con el emperador de Bizancio, as como con el emperador germnico Otn I.Abd al-Rahman III introdujo en su corte muchos esclavos de origen europeo. Son los eslavos (saqalibah), nombre equvoco, pues no alude nicamente a los originarios del este de Europa. Al parecer, lo que buscaba el califa era tener un grupo de adictos que hiciera de escudo protector. De todas formas, el Omeya procur neutralizar las interminables pugnas entre los diversos grupos tnicos de Al-Andalus (rabes contra berberes, enfrentamientos entre los propios rabes, problemas de los mulades, etctera).Al-Hakam II (961-976)Al morir Abd al-Rahman III le sucedi en el califato cordobs su hijo al-Hakam II. En realidad, haba sido nombrado sucesor cuando slo contaba ocho aos de edad, pero en el momento de ocupar el poder se acercaba a los cincuenta. De pelo rubio rojizo, como su padre, grandes ojos negros y nariz aguilea, al-Hakam II tuvo, al contrario que l, una salud muy frgil.Su gobierno fue de corta duracin, pero de gran fecundidad. Habitualmente se establece un contraste entre Abd al-Rahman III y su hijo, sealando en aqul sus dotes polticas y militares, frente a un al-Hakam II presentado ante todo como una persona interesada por las artes y las letras. Al-Hakam II fue, ciertamente, menos enrgico que su padre, pero no hay que olvidar que l recibi un reino pacificado, gracias a la acertada obra de su antecesor. De ah que al-Hakam II pudiera dedicarse a otras tareas, de signo intelectual o simplemente social.Es conocido su gran inters por los libros (se ha dicho que lleg a reunir nada menos que 400.000 volmenes, lo que sin duda es una exageracin). Foment la enseanza pblica, creando escuelas para gentes desvalidas, fund una escribana y cre un centro de caridad, para recoger a personas menesterosas. Por lo dems, el nuevo califa prosigui la obra de su padre, tanto en lo que se refiere al papel de los oficiales eslavos de palacio como en lo relativo al rebuscado protocolo de la corte. En lneas generales, puede decirse que el califato de al-Hakam II fue la poca ms brillante de toda la historia de Al-Andalus, pues en ella se dieron cita la fortaleza poltica y militar y el esplendor cultural y artstico.Ahora bien, si en el interior de Al- Andalus la paz fue la nota caracterstica de esos aos, no puede decirse lo mismo de la poltica exterior. Los ejrcitos cordobeses hubieron de combatir nuevamente en diversos frentes. El primero de ellos fueron las tierras meseteas. Ciertamente, las noticias que llegaban a Crdoba de la zona cristiana hablaban de desavenencias en el reino de Len. Era una ocasin propicia para atacar la lnea del Duero. En efecto, el verano del ao 963 al-Hakam II lanz sus tropas contra la coalicin que se haba constituidoBote de al-Mugira, realizado en marfil y metal, hacia 968 (Museo del Louvre, Pars)

entre Len, Castilla y Navarra. Despus de conquistar San Esteban de Gormaz y Atienza, esta ltima tomada por el general Galib, hombre de confianza del califa, se orden reconstruir la fortaleza de Gormaz. Los cristianos, ante tales sucesos, no tuvieron ms remedio que rendirse.La presencia Omeya en el norte de Africa se haba reducido considerablemente en los ltimos aos del gobierno de Abd al-Rahman III. Pero el establecimiento de los fatimes en Egipto el ao 969 y la conversin de ese territorio en el nuevo centro de su Imperio, supusieron su prdida de inters por el flanco occidental norteafricano. Al- Hakam II decidi aprovechar la ocasin para restablecer la hegemona cordobesa en aquel territorio. Utiliz para ello tanto la va diplomtica, aprovechando las pugnas entre los grupos tribales berberes, pero tambin las armas. El antes mencionado general Galib cruz el Estrecho, derrot al dirigente idris Hasan ibn Qannun, seor de Arcila, que intent detener su avance (974), y restaur el protectorado Omeya en Marruecos. Para asegurarse ese dominio, al- Hakam II orden constituir un ejrcito reclutado a base de tropas indgenas.El prestigio de los Omeyas era indiscutible. Quiz pueda servir de smbolo el brillante desfile militar efectuado en Crdoba, en septiembre del 974, por las tropas que acababan de vencer en el norte de Africa. Los prncipes cristianos se hallaban a merced de al- Hakam II. Precisamente ese mismo ao coincidieron en Crdoba, entre otros, emisarios del conde de Barcelona y del conde de Castilla. No obstante, el Omeya no poda confiarse. El ao 975 los cristianos pusieron cerco al castillo de Gormaz. Bast, no obstante, la llegada del general Galib con sus tropas para levantar el cerco de la fortaleza. La superioridad militar del Islam sobre los cristianos era, en aquellas fechas, indiscutible.Una ligera nube vino a enturbiar el luminoso panorama que se ofreca ante los Omeyas de Crdoba. Nos referimos a la reanudacin de los ataques normandos. El ao 966 un grupo dans, encaminado hacia tierras hispanas por decisin del duque de Normanda, Ricardo, y dirigido por un tal Gunde- redo, se present en las costas de Lisboa, pero la flota musulmana pudo alejar el peligro. Otra incursin vikinga tuvo lugar en los aos 971-972. A comienzos de ramadn de este ao hubo alarma por los movimientos de los machus (normandos), Dios los maldiga!, que haban aparecido en el mar septentrional con indudable propsito de encaminarse, segn su costumbre, a las costas occidentales de Al-Andalus, nos dice Ibn Hayyan en el Muqtabis. Inmediatamente el soberano orden al almirante salir para Almera y prepararse a navegar en direccin a Algarve. La flota musulmana lleg hasta la ciudad de Santarem. All se supo que los normandos haban desistido de avanzar contra los musulmanes, al or que stos iban a su encuentro y se aprestaban a atacarles por tierra y por mar, y haban retrocedido en rpida retirada, concluye Ibn Hayyan.Al-Hakam II tuvo plena confianza en algunos de sus ms directos colaboradores. Entre stos destacaban tres, el ya citado general Galib, el chambeln al-Mushafi y el visir Ibn Abi Amir. Este ltimo era, ni ms ni menos, el futuro Almanzor. En cualquier caso, la importancia alcanzada por estos personajes en la corte de al-Hakam II es reveladora de la relativa retirada del califa a un segundo plano en cuanto a los asuntos de gobierno. Sin duda en al-Hakam II, a diferencia de lo sucedido con su antecesor, pesaba ms el intelectual que el poltico.Al morir el califa al-Hakam II, la sucesin en el califato cordobs recay en su hijo Hisham II (976-1009), el cual slo contaba con once aos de edad. La guardia eslava de palacio, sospechando que poda iniciarse un perodo de inestabilidad, debido a la minora de edad del califa, intent elevar al trono a un hermano de al-Hakam II. Pero fracas en sus propsitos. El gran triunfador fue, en realidad, el visir Ibn Abi Amir, al cual se haba confiado, aos atrs, la tutela de Hisham, el heredero. Hisham II pudo asegurar el califato, si bien slo desde un punto de vista formal. El poder efectivo fue ejercido por su tutor, ante el cual Hisham pareca un simple cautivo. Hisham se encontraba recluido por su protector, nos dir Ibn al-Jatib.Los amires (976-1009)Ibn Abi Amir, por el contrario, afilaba sus armas para fortalecer su

poder. No dej de paralizar ni una mano de la que sospechase pudiera atentar contra l, ni de sacar un ojo que le observase con severa mirada, afirma, con indudable rotundidad, el mencionado Ibn al-Jatib. Esto explica que se denomine a este perodo de la historia del califato cordobs de los amires, pues el gobierno efectivo no lo ostentaron los califas sino Ibn Abi Amir, fundador de un rgimen autoritario basado en el ejrcito, una autntica dictadura militar.

Almanzor en la catedral deSantiago de Compostela (grabado de la Historiade Espaa ilustrada, de Jos del Castillo)Quin era Ibn Abi Amir? Perteneca a una familia rabe que, nos consta, posea tierras cerca de AJgeci- ras. Siendo joven fue enviado a Crdoba para estudiar jurisprudencia. Hombre despierto, a la vez que trabajador infatigable, comenz su carrera con un modesto puesto de copista en el palacio califal. Pero su enorme ambicin y su capacidad para la intriga le permitieron no slo desempear puestos de ms consistencia, sino, fundamentalmente, lograr el apoyo de la princesa Subh, madre del heredero. Esto explica que se convirtiera en el protector de Hisham, pero tambin que crecieran su prestigio y su riqueza.En menos de cinco aos Ibn Abi Amir se hizo con el control absoluto del poder en Al-Andalus. El primer paso consisti en eliminar la poderosa influencia que ejerca la guardia eslava de palacio, para lo cual busc el apoyo del chambeln, al-Mushafi. La participacin el ao 977 en una campaa militar en tierras de Galicia, de la que regres con abundante botn, le permiti adquirir popularidad en el ejrcito. Inmediatamente decidi actuar contra al-Mushafi, acudiendo, en esta ocasin, al apoyo de Galib. El chambeln fue destituido de su cargo y detenido el ao 978. Ibn Abi Amir pas a ocupar el puesto de chambeln (hachib). Ese mismo ao orden la construccin, en las afueras de Crdoba, de un nuevo palacio (Madinat al-Zahirah), destinado a sede de la administracin. Con ello trataba de separar claramente el

mbito en donde se encontraba el poder autntico, por una parte, y el palacio califal, residencia del jefe de la oracin, por otra. Hisham II estaba cada da ms arrinconado. No poda estar al tanto de ninguna administracin, ya fuesen asuntos grandes o pequeos, pues era un ser dbil, despreciable y preocupado solamente por sus pasatiempos y juegos con nios y nias, nos dice de l Ibn al-Jatib.Ibn Abi Amir, por el contrario, era cada da ms poderoso. Si los anteriores califas se haban apoyado en los eslavos, l, en cambio, se acerc a los berberes, grupo tnico que experiment un importante crecimiento en aquellos aos. Decidido a alcanzar el poder absoluto, Ibn Abi Amir no deseaba tener rivales, pero tampoco quera enemistades con grupos influyentes. Sospechaban los juristas, celosos intrpretes de la doctrina islmica? Para disipar cualquier duda sobre su fidelidad a la ortodoxia, el propio Ibn Abi Amir, segn se nos dice, orden, el ao 978, destruir muchos libros de la biblioteca de al-Hakam II.Slo haba en el horizonte un posible rival, el prestigioso general Galib, con una de cuyas hijas se haba casado precisamente Ibn Abi Amir. Pues bien, el hachib prepar una conjura contra l, valindose para ello de un militar berber adicto a su persona. La muerte de Galib en combate, el ao 981, despej definitivamente el camino del amir. Subh, la reina madre, que tan buenas relaciones haba tenido en el pasado con Ibn Abi Amir, intent frenar a ltima hora la imparable ascensin del que fuera su protegido, pero no lo consigui.Ibn Abi Amir haba conquistado el poder. Ese mismo ao, 981, recibi el sobrenombre de el victorioso por Allah (al-Mansur bi-llah). La castellaniza- cin del nombre rabe dio lugar, en las crnicas cristianas, a Almanzor. En la plegaria del viernes su nombre sera mencionado en segundo lugar, inmediatamente detrs del califa. Se iniciaba la dictadura amir, una etapa asimismo brillante de la historia de Al-Andalus. Almanzor, que en ningn momento pretendi suplantar al califa, estableci un gobierno frreo, apoyado en el ejrcito, y en particular en los berberes. Pero al mismo tiempo procur ganarse a los sectores populares, potenciando las obras pblicas y adoptando en ocasiones medidas demaggicas. Ciertamente actu con energa, lo que le ha valido la acusacin de crueldad. Puso asimismo gran empeo en demostrar su profunda piedad.Las campaas militaresEl gobierno amir, centrado en la persona del hachib, dependa, en ltima instancia, como dictadura militar que era, de los xitos del ejrcito. De ah que Almanzor desarrollara, durante las dos ltimas dcadas del siglo X, una serie interminable de campaas contra los ncleos cristianos del norte de la Pennsula. Del Mediterrneo al Atlntico, de Barcelona a Santiago de Compostela, la Espaa cristiana vivi aterrorizada durante aquellos aos. Almanzor, en las crnicas cristianas, aparece como el diablo en persona.Las campaas militares de Ibn Abi Amir se haban iniciado al poco tiempo del acceso al califato de Hisham II. Pero fue despus de su proclamacin como Al-Mansur bi-llah, cuando adquirieron mayor relieve. En el verano del ao 981, un ejrcito cordobs arras Zamora y derrot a los cristianos en la batalla de Rueda. Cuatro aos despus, el 985, Almanzor realiz un espectacular ataque a las tierras catalanas. La ciudad de Barcelona fue ocupada y saqueada por las tropas musulmanas, as como los monasterios de San Cugat del Valls y de San Pedro de las Puellas. El 987 el caudillo cordobs arras Coimbra. La campaa del 988 se dirigi contra el reino de Len. En ella fue conquistada la capital y destruidos los monasterios de Sahagn y de Eslonza. Una nueva razzia de Almanzor, el ao 989, concluy con la ocupacin de Osma, pero fracas en su intento de apoderarse de San Esteban de Gormaz, demostracin palpable de la firme resistencia que oponan a los musulmanes los condes castellanos.Tras unos aos de tregua, que el amir necesitaba para reorganizar su ejrcito, los ataques islamitas contra los cristianos se reanudaron el aoDetalle del Saln rico del palacio de Madinat al-Zahra

995, con un saldo positivo para el cordobs: saqueo de Carrin y conquista de Astorga. Dos aos ms tarde, el 997, Almanzor emprendi la que acaso fuera ms espectacular de sus campaas militares, la de Santiago de Compostela. El cronista cristiano Sampiro al narrar estos hechos recuerda cmo el amir haba atacado en anteriores razzias, tanto el reino franco (Catalua) como los reinos de Pamplona y Len, devastando a su paso ciudades y castillos y desolando numerosas regiones. Finalmente, destruy la ciudad de Galicia en la que se conserva el cuerpo del apstol Santiago. Iglesias, monasterios, palacios... todo fue incendiado. Slo fue respetada la propia tumba del apstol. Incluso las campanas de la iglesia fueron trasladadas a Crdoba por prisioneros cristianos. La humillacin infligida a los cristianos, atacados en su ms importante centro espiritual, haba sido impresionante.An realiz nuevas campaas el hachib cordobs. El 999 tuvo lugar, al parecer, la expedicin contra el reino de Pamplona, en la que la capital fue destruida. Un ao despus le tocaba el turno a las tierras castellanas, siendo devastadas las comarcas prximas a Burgos. La ltima razzia se produjo el ao 1002. En esa ocasin fue destruido el monasterio riojano de San Milln de la Cogolla. Pero al regresar de esa campaa, Almanzor, que se encontraba enfermo, muri en las proximidades de Medinaceli. Su desaparicin fue recibida en tierras cristianas como el fin de una pesadilla, de ah que las crnicas de dichos territorios afirmen, con indudable satisfaccin, que el caudillo amir fue sepultado en los infiernos. En realidad los aos de gobierno de Almanzor haban supuesto el aplastante predominio militar de Al-Anda- lus sobre los reinos cristianos.Abd al-Malik (1002-1008), hijo de Almanzor, designado chambeln por su padre el ao 991, pudo sucederle a su muerte en el uso de sus atribuciones, naturalmente despus de la previa aceptacin del califa Hisham II. En el corto perodo de tiempo que dur su gobierno, Abd al-Malik se mantuvo firme. Frente al peligro de la guardia eslava, fortaleci el papel de los berberes. Por su parte, Abd al-Malik no dio tregua a los cristianos, realizando nuevas incursiones victoriosas.Ciertamente Abd al-Malik no tena las excepcionales cualidades de su padre para el mando, si bien no le faltaron habilidad y decisin. Su principal xito consisti en prolongar el rgimen establecido por Almanzor, prcticamente sin fisuras, una vez desaparecido su fundador. El ao 1007 el califa le concedi el ttulo honorfico de el vencedor (al-Muzaffar). Pero al ao siguiente, 1008, Abd al-Malik muri.Un hermano de Abd al-Malik (1008- 1009), ms conocido por Sanchuelo (al parecer descenda, por parte de madre, del rey Sancho II de Navarra) pudo hacerse con el gobierno de Al- Andalus, pues Hisham II, el califa, con quien mantena estrechas relaciones, le nombr chambeln. Sanchuelo no slo era un incapaz, sino que llevaba una vida dedicada a los placeres. Por si fuera poco, tena delirios de grandeza, lo que le llev a aspirar al califato, pretendiendo que Hisham II le designara sucesor. En esas condiciones era imposible que se mantuviera el rgimen amir, necesitado de un hombre fuerte al frente. Pronto renacieron las disputas entre rabes, eslavos y berberes. En febrero del ao 1009, aprovechando la ausencia de Sanchuelo de Crdoba (haba partido para una ofensiva contra los cristianos del norte), estall en la capital del califato una revuelta, protagonizada por rabes y eslavos. Los amotinados apoyaban a un tal Muhammad, miembro de la familia Omeya, el cual oblig a Hisham II a abdicar, pasando a ser l mismo califa. Sanchuelo, al enterarse de esos acontecimientos, decidi regresar a Crdoba, pero fue muerto en el camino. El rgimen amir haba desaparecido.La desintegracin del califato (1009-1031)El perodo comprendido entre los aos 1009 y 1031, conocido entre los rabes como la gran fitnah, se caracteriza por su enorme confusin. Frente al orden conseguido por los dos primeros califas, consolidado despus por los amires, Al-Andalus fue testigo, en los aos citados, de un proceso acelerado de desintegracin poltica y social, cuya consecuencia ser el fin del califato, pero tambin el inicio de una gran ofensiva de los reinos cristianos del norte de la Pennsula contra la debilitada Espaa musulmana.Seguir la evolucin de la historia poltica de Al-Andalus en la poca de la gran fitnah es sumamente difcil, toda vez que el poder cambi numerosas veces de mano. El califato de Muhammad II (1009-1010), el hombre que haba terminado con el poder amir, y cuyo acceso al poder haba ido acompaado de grandes excesos (como la destruccin del palacio de al-Zahi- rah), fue muy breve. Su hostilidad a los berberes motiv que stos se sublevaran y, con el apoyo del conde castellano Sancho Garca, proclamaron califa a Sulayman, acaso ms conocido por su actividad como poeta (1009). Aquel fue el inicio de la intervencin de los prncipes cristianos en los asuntos internos de Al-Andalus. De momento los berberes, triunfadores, se lanzaron al pillaje. Pero el general eslavo Wadih, deseoso acaso de establecer un rgimen como el de Alman- zor, repuso en el trono a Muhammad II, con la ayuda en esta ocasin de tropas catalanas (1010). Sulayman huy, mientras crecan los desmanes. Wadih intent romper el crculo infernal en que se debata Al-Andalus acudiendo a la vieja legalidad: el califa Hisham II fue restablecido en el trono (1010-1013). Pero no haba que llamarse a engao. Ni Hisham II, dbil como siempre, ni su hombre fuerte, Wadih, pudieron poner freno a la anarqua. Los berberes entraron victoriosos en Crdoba en la primavera del ao 1013, elevando de nuevo al califato a Sulayman (1013-1016), quien se mostr como un autntico juguete en manos de aqullos. El rgimen de terror establecido por los berberes pese a todo no pudo impedir la creciente descomposicin de la Espaa musulmana.El perodo de los hammudes (1016-1023)Un intento de regeneracin, procedente del norte de Africa, se produjo el ao 1016, dando origen al denominado perodo de los hammudes (1016-1023). Ali ibn Hammud, gobernador de las plazas norteafricanas, y que reivindicaba un remoto origen en Al, el yerno de Mahoma, se apoder de Mlaga y al poco tiempo de Crdoba, poniendo fin al califato de Sulayman. Su aceptacin por los cordobeses se debi a que fue capaz, aunque slo fuera transitoriamente, de imponer la paz. El nuevo califa intent mantener el equilibrio entre las nuevas facciones. Pero las disensiones renacieron. Mientras en la zona oriental de Al-Andalus haba aparecido un Omeya, el presunto Abd al-Rahman IV, que reclamaba el califato, el propio Al era asesinado (1017). Su hermano al-Qasim ibn Hammud pudo sucederle en Crdoba, pero al cabo de tres aos fue expulsado por una nueva rebelin, encabezada por su sobrino Yahya, quien se proclam califa (1021). Al-Qasim, que segua denominndose califa, se hizo fuerte en Mlaga. Esta coetaneidad de dos califas, uno en Crdoba y otro en Mlaga, no anunciaba la poca de los reinos de taifas? Mientras tanto, Yahya, el califa cordobs, se mostraba impotente para restablecer el orden. El ao 1023 fue depuesto, precisamente por su to al-Qasim, que regres a Crdoba, aunque por poco tiempo, pues a los pocos meses fue l tambin expulsado del trono.Ante el catico panorama caba alguna salida razonable? Un grupo de notables cordobeses opt por la restauracin del califato Omeya, al proclamar a un miembro de dicha familia, Abd al-Rahman V (1023). Pero esta ltima etapa del califato Omeya pas sin pena ni gloria. Abd al-Rah- man V apenas dur unos das. Le sustituy Muhammad III (1023-1025), un personaje de psima catadura, que huy de Crdoba al saber que Yahya avanzaba con un ejrcito sobre la capital califal (1025). Yahya recuper el poder (1025-1027), aunque su base de accin fue el territorio malagueo. Con todo, los notables cordobeses, que an buscaban la unidad de Al-Andalus, eligieron, el ao 1027, otro califa de la familia Omeya, Hisham III (1027-1031). Su entrada en Crdoba se produjo dos aos ms tarde, en 1029.En realidad, el caos en Crdoba era absoluto. Finalmente, los notables de la ciudad decidieron abolir el califato, sustituyndolo por un consejo de gobierno (1031). El califato de Crdoba haba concluido.

Economa, sociedad e institucionesAl-Andalus se haba incorporado al sistema econmico caracterstico del mundo islmico. En l haba elementos que recordaban a las sociedades antiguas, como la existencia de esclavos, junto a otros que sintonizaban con la sociedad feudal, tal la condicin semiservil de buena parte del campesinado. Pero lo ms importante era, sin duda, el desarrollo de la produccin artesanal y del comercio. La agricultura, en general, tena en el mundo islmico un cierto carcter secundario. Por el contrario, las ciudades, base de la artesana y del comercio, constituan el elemento ms llamativo. Esto aconteci tambin en el Islam de Espaa. Frente a los reinos cristianos del Norte, de aspecto rural aplastante, Al-Andalus ofreca en tiempos del Califato de Crdoba la imagen de un mundo fuertemente urbanizado.La informacin que poseemos acerca de la economa de Al-Andalus es, no obstante, sumamente escasa. An ms difcil resulta deslindar la vida econmica de un perodo concreto de la historia de Al-Andalus, como lo fue la poca califal. De ah que nos limitemos a presentar los rasgos generales de la economa de Al-Andalus, aunque, eso s, procurando poner de relieve la especificidad de lo acontecido en ese terreno en tiempos califales.Cuando se habla de la agricultura de la Espaa musulmana se suele llamar la atencin sobre dos aspectos: la intensificacin del regado y la introduccin de nuevos cultivos. Los cultivos principales, no obstante, eran tradicionales y de tierras de secano: los cereales, el olivo y la vid. Los principales cultivos eran el trigo y la vid. El olivo se encontraba, en el siglo X, en plena expansin, como lo demuestra su irrupcin en la comarca denominada Al-Saraf (Aljarafe). Los viedos tambin tuvieron importancia, pese a la prohibicin cornica de beber vino. En cuanto a tcnicas de cultivo sabemos, a travs de obras como el Calendario deCrdoba del 961, que se utilizaba la yunta de bueyes y que se practicaba la rotacin bienal.La agricultura de Al-Andalus, sin embargo, experiment importantes transformaciones, debido al impulso de las tcnicas de regado (recordemos la noria) y, en general, al fomento de la arboricultura. Por eso se ha hablado, acaso con excesivo nfasis, de revolucin verde. De hecho, los musulmanes de Hispania estn indisolublemente ligados a cultivos como el arroz, los agrios, el algodn o el azafrn, pero tambin a diversos rboles frutales, a las plantas aromticas y medicinales y, asimismo, a la abundancia de huertas y vergeles.Por lo que se refiere a la ganadera, los musulmanes prestaron atencin a gran nmero de animales, desde el caballo hasta el buey, pasando por la mua y el asno. Incluso introdujeron en Al-Andalus el camello, en la poca Omeya. No obstante, el animal que conoci mayor progreso fue, al parecer, la oveja, lo que se ha puesto en relacin con los berberes y su prctica de la trashumancia. El cerdo, en cambio, retrocedi, tambin por motivos religiosos, si bien subsisti en las tierras montaosas. Tambin alcanz notable relieve en Al-Andalus la apicultura.Los musulmanes de Hispania dieron un gran impulso a la extraccin de recursos naturales. Este captulo era, ciertamente, amplsimo, pues abarcaba desde la sal (en sus variedades gema o marina), la madera o la piedra de construccin (particularmente de la sierra de Crdoba, que proporcion el material de Madinat al-Zahra), hasta los minerales. El hierro se explotaba, en la poca Omeya, en la zona norte de Sevilla y Crdoba, el plomo en la regin de Cabra, el cinabrio en Almadn, el cobre en las zonas de Toledo y de Huelva, etctera. Tambin se interesaron los musulmanes por el oro (se efectuaban lavados en diversos cursos fluviales) y por las piedras preciosas.Pero el centro de la vida econmica

Tropas musulmanas marchan hacia la guerra santa (miniatura del Magamat de al-Hariri, siglo XI)

de Al-Andalus eran las ciudades. Heredadas de la poca romano-visigoda o creadas ex nihilo (como Almera, Madrid o Calatayud), las ciudades eran centros de produccin artesanal y tambin ncleos de activo comercio. Los artesanos trabajan en talleres, agrupndose todos los que pertenecan a un mismo oficio en unas instituciones, dirigidas por un hombre bueno (el amin), que recordaban las corporaciones de oficios de la Europa cristiana. La produccin artesanal de Al-Andalus destac en numerosos campos. Uno de los ms importantes era el textil (recordemos los famosos brocados cordobeses, o los tejidos de lino de Zaragoza). No podemos olvidar el trabajo de las pieles y de los cueros, el trabajo del oro, la plata y las piedras preciosas, la fabricacin del papel (desde el siglo X, con Jtiva como ncleo fundamental), los vidrios o la cermica.El auge del comercioEl comercio fue muy activo, tanto en el interior de Al-Andalus como entre la Espaa musulmana y el exterior. La abundancia de moneda acuada (de oro, diar; o de plata, dirhem) fue un factor favorable al desarrollo de los intercambios. Estos se realizaban en el interior de las ciudades en los zocos, agrupndose los comercios de lujo en bazares. Por lo dems, las calzadas romanas ofrecan una esplndida infraestructura para las relaciones comerciales entre las diverseas tierras de Al-Andalus.La Espaa musulmana mantuvo relaciones mercantiles abundantes, tanto con los otros pases islmicos como con el mundo cristiano. El puerto principal por el que se efectuaba ese comercio internacional fue Pechina, aunque en el siglo X le suplant Almera. Al-Andalus importaba del norte de Africa oro sudans y esclavos, del Prximo Oriente especias y objetos de lujo, y de la Europa cristiana, pieles, metales, armas y esclavos. En contrapartida, Al-Andalus exportaba, bsicamente, aceite, tejidos y manufacturas en general.Dentro de este panorama general, los especialistas en historia econmica de la Espaa musulmana han puesto de relieve la existencia de un perodo de expansin centrado en torno al sigloX. Coincidiendo con la restauracin de la paz en Al-Andalus y la expansin militar de los Omeyas (particularmente por el norte de Africa), la Espaa musulmana vivi una poca de florecimiento econmico, especialmente significativo en el mbito del comercio. Jug, asimismo, un papel importante en este proceso el incremento, por parte del Estado cordobs, de la capacidad de recaudacin tributaria, a lo que tambin contribuyeron las aportaciones de los debilitados reinos cristianos del norte de la Pennsula. La hacienda cordobesa lleg a ingresar en los buenos tiempos califa- les ms de seis millones de dinares al ao. En este contexto se explica, como han puesto de relieve diversas investigaciones, que los precios fueran en el siglo X ms altos en Al-Andalus que en otros pases islmicos, si bien tambin eran ms elevados los salarios. La abundancia de oro y el sostenimiento de un alto nivel de consumo seran los principales factores de esa coyuntura.La dcima centuria, en consecuencia, fue testigo de una intensificacin tanto de la produccin artesanal como del comercio. Sntoma indiscutible de esta situacin fue el gran impulso experimentado por la fabricacin de navios. A las atarazanas de Sevilla se sumaron las de Tortosa y Alcacer do Sal. De ellas salan naves para el comercio, pero tambin los barcos de la flota de guerra estacionada en el puerto de Almera. Otros sntomas de expansin seran la intensificacin de los regados o el progreso de las actividades pesqueras, as como el auge que alcanz en dicha centuria la produccin de tejidos.Pero en los ltimos aos del siglo X se observan los primeros sntomas de crisis. Algunos autores han interpretado las campaas de Almanzor contra los cristianos como un intento de apoderarse, por parte del hachib cordobs, del oro acumulado en el norte de la Pennsula, sin duda para hacer frente al alarmante descenso del citado metal precioso. En cualquier caso, la crisis econmica, que se anunciaba, iba a ir acompaada de la crisis poltica que supuso la desaparicin del Califato.La sociedadLa poblacin de Al-Andalus estaba integrada por un sustrato romano-visigodo y una serie de capas superpuestas, formadas por los diversos grupos musulmanes que fueron llegando a la Pennsula Ibrica con posterioridad al ao 711. El elemento principal que diferenciaba a los pobladores de la Espaa musulmana era el religioso: una barrera rgida separaba a los adeptos del Islam de los practicantes de otras religiones. Es ms, estos ltimos eran, en cierto modo, considerados como ajenos a la propia sociedad. Ahora bien, dentro de la poblacin musulmana haba, asimismo, diferencias en funcin de otros criterios, ya fueran tnicos (rabes y berberes, por ejemplo), jurdicos (libres o esclavos) y econmicos (segn fuera el acceso a los medios de produccin y la participacin en la distribucin de la renta).Dentro de la poblacin musulmana cabe distinguir, a su vez, entre los que Levi-ProvenQal denominaba elementos algenos, es decir, procedentes de fuera de la Pennsula Ibrica (rabes, berberes, negros y esclavones), y los hispanos que se convirtieron al Islam (mulades). Los rabes, aunque escasos en nmero, fueron, sin duda, el grupo dominante. No slo eran los ms poderosos econmicamente, sino que, en general, controlaron los resortes del poder poltico. No obstante, reprodujeron en Al-Andalus sus viejas divisiones y luchas tribales. Los primeros colonizadores (baladiyyun) estaban en guardia frente a las nuevas oleadas de inmigrantes rabes (los sirios, o sha- miyyun). Asimismo, eran famosas las diferencias entre los rabes del norte (qayses) y los del sur (kalbes). Pero en la poca califal estos antagonismos remitieron considerablemente. Por otra parte, la pureza de sangre rabe se fue diluyendo a medida que aqullos tomaban como esposas o concubinas a mujeres del pas. Tambin el proceso creciente de arabizacin contribuy a diluir el purismo rabe originario. Muchos hispanos convertidos al Islam se hacan clientes de tribus rabes y adoptaban la genealoga de sus protectores. De esa manera se borraban las diferencias entre el arabismo original y el de adopcin, de ah que Ibn Jaldn afirmara, siglos ms tarde, que la ruina de los Omeyas se debi al debilitamiento, primero, y desaparicin, despus, del espritu de solidaridad entre los rabes de Al-Andalus.Los berberes constituan el grupo ms numeroso de los musulmanes que se asentaron en Hispania en las primeras dcadas del siglo VIII. Los berberes de Al-Andalus proceda, bsicamente, de tribus sedentarias del norte de Africa. Sin duda, hubo un permanente flujo migratorio desde el Magreb hasta la Pennsula Ibrica, pero slo en tiempos de Almanzor nos consta la llegada de nuevos e importantes contingentes de berberes a Al-Andalus. Tambin trajeron a Hispania los berberes sus conflictos intestinos, siendo en ellos particularmente fuerte el espritu tribal. Establecidos, preferentemente, en zonas montaosas, los berberes estaban descontentos con los rabes, pues stos haban obtenido la parte ms sustanciosa del botn, dejndoles a ellos las migajas. En diversas ocasiones participaron en movimientos sediciosos, adhirindose a doctrinas radicales como el shiismo. Pero a pesar de ello los berberes se arabizaron, tanto en la religin como en la lengua e, incluso, las costumbres.El tercer elemento algeno de los musulmanes de Al-Andalus lo formaban los negros y esclavones. Los negros del Sudn aparecieron en la Espaa musulmana en la poca califal. Fue tambin en esa poca cuando aparecieron en la escena cordobesa, de la mano de Abd al-Rahman III, los esclavones, eslavos o saqalibah. Se trataba de esclavos de origen europeo (aunque no slo del mundo eslavo propiamente dicho), a los que los califas queran utilizar como una guardia fiel. Su nmero debi ser muy elevado, consiguiendo muchos de ellos con el tiempo la manumisin y la riqueza.Estructura social y religiosaUno de los aspectos ms sorprendentes de la historia de la Espaa musulmana es la facilidad con que fue aceptada la religin islmica por amplias masas de la poblacin hispa- novisigoda. A estas gentes, que constituan la mayor parte de la poblacin de Al-Andalus, se las conoce con el nombre de mulades. En realidad se distinguan dos grupos: por una parte los muwalladun (mulades propiamente dichos, renegados para los cristianos), que eran los que nacan musulmn de padre rabe o berber y madre hispana; por otra, los musali- mah, denominacin aplicada a los que se haban convertido al Islam. Entre las causas explicativas de esa aceptacin masiva de la nueva religin por los hispanos hay que mencionar las ventajas sociales que significaba ser musulmn. En cualquier caso, los mulades se arabizaron profundamente, adoptando en muchos casos nombres rabes y terminando tambin con frecuencia por confundirse con stos. Pero, en sentido contrario, tambin protagonizaron a veces revueltas contra la aristocracia dirigente rabe, como sucedi con Ornar ibn Hafsun.Fuera del mbito islmico haba en Al-Andalus cristianos y judos. Los musulmanes fueron tolerantes con ellos, pues consideraban que practicaban religiones prximas a la suya (eran gentes del Libro, que haban recibido la revelacin divina). Unos y otros eran tributarios (dimnes), pues deban satisfacer la chizyah (impuesto de carcter personal) y el jarach (contribucin territorial). Pero a cambio, no slo estaban protegidos, sino que teman jurisdiccin autnoma en diversas cuestiones (jueces propios, etctera). Por lo que se refiere a los mozrabes su trayectoria fue muy atormentada (emigraciones a las tierras cristianas del norte; apoyo a la sublevacin de Ibn Hafsun, etctera). Pero no por ello dejaron de recibir la influencia de lo arbigo. Algunos mozrabes ocuparon puestos destacados en la corte islmica. En cualquier caso, la poca califal fue de suma tranquilidad para la comunidad mozrabe de Al- Andalus.En cuanto a los judos, se adaptaron pronto al mundo islmico. Al igual que los mozrabes mantenan su religin, pero, a la vez, fueron arabizados notablemente. Establecidos, preferentemente, en ncleos urbanos, en donde vivan en barrios separados (el de Crdoba estaba delimitado por la calle Mayor del Puente, el Alczar califal y el muro occidental de la madina), muchos judos desempearon importantes puestos, sobre todo de carcter econmico e intelectual. Un ejemplo ilustrativo nos lo proporciona Hasdai ben Shaprut, que fue consejero privado de Abd al-Rahman III, mdico de su corte e intermediario entre el califato de Crdoba y los reinos cristianos del norte de la Pennsula Ibrica.Ahora bien, al margen de esa presentacin de la sociedad de acuerdo con criterios religiosos y tnicos, cul fue la estructura social de Al-Andalus, si nos atenemos a criterios de tipo econmico? Las fuentes de la Espaa musulmana aluden, en ocasiones, a categoras sociales que rebasan los grupos de que hemos hablado hasta ahora. As, la jassa era la clase social ms elevada. Con ese nombre se designaba a la aristocracia, integrada por patricios rabes, orgullosos de su linaje. Formaban, por tanto, una especie de nobleza de sangre. Solan ser grandes propietarios territoriales y entre ellos se reclutaban habitualmente los altos funcionarios.En el otro extremo del abanico social se hallaba la masa popular de las ciudades o amma. A sta pertenecan bsicamente los artesanos y jornaleros, gentes que vivan en condiciones precarias y que fcilmente podan protagonizar revueltas. Por lo que respecta al campo, frente a los grandes propietarios hallamos colonos ligados a los dueos de la tierra por contratos de aparcera (se les denominaba sarik) y campesinos adscritos a la tierra apenas diferenciados de los siervos de poca visigoda (son los amir de los documentos).InstitucionesEn tiempos califales las principales innovaciones producidas en esta estructura social fueron, a juicio de los especialistas en el tema, la aparicin de una nobleza de servicio y la ampliacin de los sectores urbanos intermedios. La nobleza de servicio, integrada por colaboradores prximos al poder califal, fue sustituyendo paulatinamente a la nobleza de sangre. Asimismo, la prosperidad econmica del siglo X posibilit el desarrollo de una especie de clase media, a la que pertenecan mercaderes, profesionales y funcionarios de rango medio.Las instituciones polticas de Al- Andalus alcanzaron en la poca califal un elevado grado de desarrollo, aunque tambin de complejidad. En todo caso, apenas disponemos de fuentes para el estudio de la organizacin poltica de la Espaa musulmana. A loDetalle de la llamada Arqueta de Leyre, 1004-5 (Museo de Navarra, Pamplona)

-&J