El Buenos Aires de Enrique Horacio Puccia

download El Buenos Aires de Enrique Horacio Puccia

of 121

description

En Homenaje a Enrique Puccia

Transcript of El Buenos Aires de Enrique Horacio Puccia

  • El Buenos Aires de

    Enrique Horacio Puccia

    (1910-1995)

  • Junta Central de Estudios Histricos de la Ciudad de Buenos Aires(Federacin)

    Mesa DirectivaPresidente

    Vicepresidente 1

    Vicepresidente 2

    Secretaria General

    Tesorero

    Presidente

    Secretario

    Vocales

    Anbal Lomba

    Arnaldo I. Miranda

    Alberto Gach

    Leticia Maronese

    Ramn Pisos

    Luis Alposta

    Carlos Manuel Trueba

    Graciela Prez Villamil - Anbal Lomba - Mara Anglica Maidana - AlbertoGabriel Pieiro - Angel O. Prignano - Graciela Puccia - Edgardo Jos Rocca -

    Gregorio Traub

    Comisin de Homenaje a Enrique Horacio Puccia

    Comisin de Honor

    Instituciones

    Historiadores Porteos 1996 2004

    Academia Argentina de la Historia - Academia de Historia de la Ciudad deBuenos Aires - Academia Nacional del Tango - Academia Portea del

    Lunfardo - Asociacin de Ayuda a los Nios Escolares Teniente GeneralRosendo M. Fraga - Asociacin Cultural Barracas al Sur - Asociacin deMujeres de los Barrios del Sur - Asociacin Amigos del Caf Tortoni -Asociacin Fraternidad Artesana - Ateneo Cultural Barracas - Ateneo

    Popular de la Boca - Casa Cultural de Barracas - Circuito CulturalBarracas - Club Atltico Barracas Juniors - Club de Leones de Barracas -

    Club Social de Santa Luca - Colegio de Escribanos de la Ciudad deBuenos Aires - Comisin para la Preservacin del Patrimonio HistricoCultural de la Ciudad de Buenos Aires - Distritos Escolares N 4 y 5 -

    Instituto Nacional Browniano - Instituto Histrico de la Ciudad de BuenosAires - Junta Central de Estudios Histricos de la Ciudad de Buenos Aires

    - Mujeres 2001 - Museo Histrico de Buenos Aires Cornelio deSaavedra - Museo de Bellas Artes de la Boca - Peridico A los cuatrovientos - Peridico Buenos Aires Sur - Peridico Rumbos - Rotary

    Club de Barracas, la Boca - Rotary Club del Parque Pereyra - Repblica deBarracas - Sociedad Luz

    Juan Arias Divito - Liliana G. Barela - Len Benars - Sonia Berjman -Hebe Clementi - Antonio J. Costa - Juan Jos Cresto - Arnaldo CuniettiFerrando - Eduardo Mario Favier Dubois - Aquilino Gonzlez Podest -Enrique G. Herz - Rafael Longo - Enrique Mario Mayochi - Arnaldo I. A.

    Miranda - Jorge Ochoa de Eguileor - Jos Mara Pea - Diego A. delPino - Mara Rosa Pugliese - Carlos Rezznico - Edgardo J. Rocca - Len

    Tenembaum- Carlos M. Trueba - Alcira G. Zarranz

  • Compilacin:

    Correccin y revisin tcnica:

    Diseo Grfico:

    Diseo de Tapa:

    Alberto Gabriel Pieiro

    Anbal Lomba

    Mara Eugenia Lisio

    Luis Zorz

    Impreso en Argentina

    Este libro no puede reproducirse, total o parciamente, por ningn mtodo grfico,electrnico, mecnico u oralmente, incluyendo los sistemas fotocopia, registromagnetofnico o de alimentacin de datos, sin expreso consentimiento del autor.

    Copyright 2005 by Comisin para la Preservacin del Patrimonio HistricoCultural de la Ciudad de Buenos AiresTodos los derechos reservadosISBN NQueda hecho el depsito que marca la Ley 11.723

    987-1037-46-5

    La Buenos Aires de Enrique Horacio Puccia - 1a ed. - Buenos Aires:Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, 2005.

    237 p. ; 22x16 cm.

    ISBN 987-1037-46-5

    1. Patrimonio Histrico.CDD 363.69

    Fecha de catalogacin 14/12/2005

    Indice

    Prlogo , Secretario de Cultura........................ 9Prlogo , Presidente de la Comisinde Cultura y Comunicacin Social, LCABA.................................. 10Prlogo , Secretaria Gral.Comisin para la Preservacin del Patrimonio HistricoCultural de la Ciudad de Buenos Aires........................................... 11

    Comisin de Homenaje a Enrique HoracioPuccia............................................................................................... 14

    (Compilador: Luis Alposta)

    N 515 (23 de abril de 1972) - Juan Manuel Pintos..........................22N 536 (15 de mayo de 1972) - El lunfardo a principios deSiglo.................................................................................................. 26N 628 (1 de junio de 1974) - Cal, calito, galo y galito................. 30N 906 (2 de mayo de 1981) - Acerca del trmino mopio........... 32

    N 1.125 (2 de octubre de 1986) - Santiago Dallegri....................... 36N 1.162 (7 de mayo de 1988) - Francisco Reyes............................ 38N 1.195 (1 de abril de 1989) - Armando Ronchetti...................... 42N 1.205 (2 de diciembre de 1989) - Luis Melquades BernaldoDe Quirs........................................................................................ 46N 1338 de setiembre de 1994 - Ricardo M. Llanes........................ 50N 1.373 (30 de junio de 1995) - El arte del filete y un cultorde real jerarqua: Luisito Zorz......................................................... 54

    :

    Hebe Clementi: 60Juan Jos Cresto:

    ........ 66Edmundo del Barrio: .......... 78Jos Gobello: 88

    Dr. Gustavo LpezDip. Norberto La Porta

    Lic. Leticia Maronese

    Introduccin:

    Captulo I:

    Captulo 2

    Academia Portea del Lunfardo. ComunicacionesAcadmicas de Enrique Horacio Puccia, titular del SillnSantiago Dallegri.

    Semblanzas de Enrique Horacio Puccia

    Enrique Horacio Puccia........................................Evocacin de Puccia y los orgenes de la

    Junta Central..........................................................................Enrique H. Puccia en su Historia.......

    Puccia en la Academia del Lunfardo........................

    Captulo 3:

    ............................ 98

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Puccia (1910-1995)

    Personalidades de Villa Urquiza. Luis Alposta

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

  • El destino de la Ciudad de Buenos Aires (desde el siglo XVIhasta el XIX).

    Las plazas porteas del siglo XX.

    Puentes y ferrocarriles de Barracas.

    Un aoso y noble roble en el barrio de San Nicols. Origen ehistoria del Club del Progreso.

    La Cruz Roja Argentina. Actuacin en la Revolucin del 80.Sedes en la Ciudad de Buenos Aires.

    Liliana Barela

    Sonia Berjman

    Luis O. Cortese

    Luis Jos Vincente de Urquiza

    Alcira Zarranz.

    ........................................................... 112

    ............................ 120

    ...................... 126

    ........................................................ 226

    .......................232

    Las misteriosas ruinas bizantinas del Jardn Zoolgico deBuenos Aires.

    Enrique Puccia y el arte plebeyo del porteo.

    El barrio Cafferata en Parque Chacabuco.

    Buenos Aires y dos acontecimientos relevantes (1910-1913).

    El baado de Flores en el siglo XX.

    Lenidas Anastasi: de maestro de la Boca a creador de lasprimeras revistas jurdicas en Buenos Aires, en el primertercio del siglo XX.

    La poesa del tango y la ciudad.

    El Buenos Aires que vio y vivi Enrique Horacio Puccia.

    Todos los relojes: un reloj.

    El edificio de la Facultad de Derecho de la avenidaFigueroa Alcorta. Primeras sedes de la facultad.

    ....................................................... 138

    y ................. 144

    ........................................................................................154

    ........................................................................ 164

    .................... 172

    ........................................ 182

    ............................... 190

    ....................................................................... 200

    ................................... 212

    .............................................................................. 216

    DiegoA. del Pino

    NatalioEtchegaray, Roberto Martnez Alejandro Molinari

    MauroA.Fernndez

    Arnaldo I. Miranda

    ngel O. Prignano

    Mara Rosa Pugliese

    Jorge Quiroga

    Edgardo Jos Rocca

    Len Tenenbaum

    CarlosManuel Trueba.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

  • PROLOGO

    Dr. Gustavo Lpez, Secretario de Cultura

    Publicar un libro de homenaje al historiador Enrique Horacio Pucciaes recordarlo tal vez como l hubiera querido.

    Un hombre como l, comprometido con la historia de la ciudad,quien por eso dedic su vida a trabajar en incontables instituciones con undesapego material inusual con generosidad y calidad profesional y con laconviccin de trabajar para mejorar el presente que le tocara vivir.

    Para lograr esto eligi la historia para volver a encontrar hechos,lugares, personajes y memorias que mejoraran la comprensin.

    Eligi la historia y la divulg en todos los niveles ya que supo mejorque nadie que esta disciplina es la herramienta que facilita la formacin deciudadana comprometida y responsable.

    Fue promotor y hacedor de instituciones, concursos, proyectos deleyes que fomentaran el estudio y el conocimiento de la historia de la Ciudadde Buenos Aires. Esta publicacin que hoy auspicia la Secretara de Culturaes prueba de adhesin a su fecunda y noble tarea.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    9

    PROLOGO

    Miembro de la Academia Portea del Lunfardo (dondeocup el silln Santiago Dallegri), Acadmico de Nmero de la AcademiaNacional del Tango, Ciudadano Ilustre de la Ciudad (1990), periodista ehistoriador, Enrique Horacio Puccia (1910/1995) dedic su vida a indagar enla historia y las historias de Buenos Aires. Porteo de ley, se preocup pordesentraar los misterios que configuraron los rasgos identitarios de nuestraciudad. Su prestigio en este campo le permiti acceder a la Presidencia de laJunta Central de Estudios Histricos, cargo que ocupaba al momento de sufallecimiento.

    En reconocimiento a esa tarea, tuve el honor de realizar lasgestiones correspondientes en el ex Concejo Deliberante, para instituir el 14de noviembre, fecha de su nacimiento, como el Da del Historiador Porteo(Ordenanza Nro. 51.088).

    El legado de Enrique Horacio Puccia sigue presente en todosaquellos que, trabajando en las distintas Juntas Histricas, perseveran en latarea de investigar el pasado porteo. Prueba, adems,, del respeto que sufigura concita, es el esfuerzo realizado por las personalidades de la culturaque lo conocieron o leyeron sus trabajos, para publicar este libro en suhomenaje.

    Adentrarse en las pginas que siguen ser una manera dereencontrar a Enrique Horacio Puccia y, al mismo tiempo, recuperar algunode los infinitos matices que tiene la historia portea. No es poco mrito.

    Diputado Norberto La PortaPte. Comisin de Cultura y Comunicacin Social

    Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    10

  • PROLOGO

    Al cumplirse el dcimo aniversario de fallecimiento Enrique HoracioPuccia, la Junta Central de Estudios Histricos de la Ciudad de Buenos Airesdispuso la realizacin de varias actividades recordatorias. Este libro, quecuenta con el auspicio de la Comisin para la Preservacin del PatrimonioHistrico Cultural, forma parte de esos homenajes.

    Con rigor histrico y, al mismo tiempo, con profunda admiracinhacia la personalidad de Enrique Horacio Puccia, se ha conformado un textodonde confluyen desde sus Comunicaciones Acadmicas en la AcademiaPortea del Lunfardo, hasta semblanzas de su trayectoria, adems, como muybien sugiere el ttulo de uno de los captulos, recorrer su vida es evocar elBuenosAires que l vivi a lo largo de ocho dcadas (1910/1995).

    Este calidoscopio -con un hilo conductor definido- acerca tanto allector iniciado como al nefito, una variedad de visiones y opiniones parareconstruir el pasado mediato e inmediato de Buenos Aires. Son, muchasveces, las pequeas historias barriales las que permiten ubicar en su contextoexacto la gran historia de la ciudad.

    Tal como afirma Alberto Gabriel Pieiro, la obra de Puccia

    No fue un defectoponer de manifiesto en cada tema ese amor por Buenos Aires; fue, por elcontrario, un mrito que caracteriz toda su trayectoria.

    As, con toda porteidad a flor de piel, Enrique Horacio Puccia seproyect desde su Barracas natal a toda la ciudad para escribir sobre ellunfardo, el arte del filete, Francisco Reyes o Ricardo Llanes, por citar sloalgunos de los textos de su autora incluidos en el libro.

    ... no hasido la de un arquelogo ni la de un historiador engolado, sino la de unestudioso enamorado de la ciudad y de la lrica viva.

    Lic. Leticia Maronese 1

    Secretaria General de la1 Comisin para la Preservacin del Patrimonio HistricoCultural de la Ciudad de Buenos Aires.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    11

  • Introduccin

    Recordar a Enrique Horacio Puccia y rendir homenaje a su trabajo esla justificacin de este libro cuyo ttulo es una parfrasis deliberada de una desus obras ms queridas. La expresin de maestro, tan difundida, solorecupera su verdadero significado, el cabal contendido de idealismo y deconducta que la hicieron respetable y respetada, al aplicarse a personalidadescomo la de Puccia.

    Su obra no ha sido la de un arquelogo ni la de un historiadorengolado, sino la de un estudioso enamorado de la ciudad y de la lrica viva.Enrique Horacio Puccia (y esto es quiz su mayor virtud) lejos de ser unhistoriador convencional, se sinti convocado por otras inquietudes que lashabituales en esta profesin. Su motivacin principal no fue el simpleconocimiento de las cosas pasadas sino la nostalgia. Y es a partir de esanostalgia como Puccia construye el pasado de una ciudad que tal vez no hayaexistido, pero en la que todos quisiramos haber vivido.

    Escribi Puccia:

    (. En , 1986).

    Esta es la motivacin principal de un hombre que encontr en lahistoria de su ciudad la va por donde llegar a ese paraso perdido; pleno depoesa e historias. La historia menor, cotidiana, domstica -o como quiera malllamrsela-, en Enrique Horacio Puccia dejaba de ser indigesta disciplina deinventario para convertirse en el camino hacia el palpitante ayer de unaciudad. La suya ha sido siempre la postura de un iniciado que supo arrancarleal tiempo sus profundos secretos. Fue un historiador nato que ha sabidoreforzar su don de observacin de las costumbres y tradiciones porteasmediante el incesante estudio y la investigacin seria.

    Existen etapas cruciales en la vida, horas deamargo desencanto, en las cuales creemos muchas veces que el corazn va adesprenderse, a fuerza de sufrir. Como buscando reparo para esa angustia,para tanta tristeza, se conjuran entonces, en agridulce amalgama, ideas ysentimientos, que se agolpan en la mente y nos hacen retroceder a los tiemposde la infancia lejana, transcurrida sin sombras ni pesares... a ese sonrer deprimavera que fueron los aos de la adolescencia, o bien soar al conjuro delos relatos que nos legaron nuestros mayores, que siempre emocionan,porque marchan aferrados al recuerdo de los seres queridos. Horas deayer. Cuando la ciudad era canto... Definitiva Buenos Aires

    Puccia era, adems, un lector muy expresivo. Las numerosasconferencias que dio a lo largo de su vida suman, por su voz y entonacin, enuna cadencia de placentera nostalgia. De ello resulta (para quienes tuvimos elprivilegio de escucharlo) casi imposible leer su libros sin recordar aquellaentonacin.

    Puccia fue tambin un delicado hombre de familia. Refleja muy bienese espritu cuando escribe en la dedicatoria de uno de sus libros:

    (, 1976).

    A mi esposaAdelina, a quien solo pude brindar un mundo de sueos e ilusiones... Sueos eilusiones que siempre acept como la mejor de las riquezas El Buenos Airesde ngel G. Villoldo1860-1919

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    14

  • Pero adems de sus mritos intelectuales, Puccia tena otros ttulosms ntimos a nuestra consideracin y nuestro cario. Su sentido de laamistad, su trato amable y deleitoso, nos lo haca particularmente dilecto.Hombre de afectos profundos, cultiv la amistad (ese sentimiento universal)de la manera tan particular que los porteos le asignamos.

    Su presencia era un regalo en cualquier parte y su encuentro casualdeparaba siempre la ms grata sorpresa. Se le vea llegar con el rostrosonriente y de inmediato nos atrapaba con su conversacin, en la que sejuntaban la ancdota sabrosa, la referencia erudita y la evocacin admirablede personajes y hechos.

    Finalmente, es necesario resumir una biografa que destaque aquellosdatos de una actividad amplia y fecunda, no solo como historiador, sino comohombre de activa participacin en diferentes instituciones de la vida portea.

    Enrique Horacio Puccia nace en Barracas el 14 de noviembre de1910, en una casa de la calle Pinzn y Patricios. Su infancia y adolescenciatranscurren, no obstante, en la calle Vieytes, frente al Hospital Moyano. Losrelatos de su padre, acompaados por los recorridos que juntos realizan por laciudad, despiertan en l las inquietudes por la indagacin y conocimiento dela Ciudad de BuenosAires.

    Desde muy joven acta como directivo de instituciones deportivas ycolabora con diversos peridicos abordando temas relacionados con lahistoria y las tradiciones de la ciudad. A partir de 1936, y durante diez aos,organiza una serie de actos culturales para los que convoca a importantesfiguras nacionales y extranjeras del arte y la cultura. Incursiona tambin en elperiodismo como cronista teatral.

    Desde 1938 colabora en el peridico barrial donde publicaalrededor de mil ochocientas notas. Integra en este ao la comisin queprocede a la ereccin del monumental mstil que se levanta en la plazaColombia, obra del escultor Julio Csar Vergottini. Al mismo tiempo, en suquerido club Sportivo Barracas, desempea las funciones de Bibliotecario,Secretario de Cultura y Secretario General.

    En 1945 y 1946 organiza los primeros salones de pintura sobreMotivos de Barracas, convocando importantes figuras de la plsticaportea y, al ao siguiente, el Primer Saln Fotogrfico sobre el mismo tema.Desde 1947 a 1950 participa en numerosas actividades artsticas y culturalespresentadas en los teatros Coln, Nacional y Cervantes y en establecimientoseducacionales, como relator (ad honorem) de los espectculos organizadospor la Direccin de Institutos de Enseanza Superior y Artstica a cargo deLeopoldo Marechal.

    En 1960 crea, junto a otros vecinos, la Repblica de Barracas,institucin que agrupa a diversas organizaciones culturales y sociales delbarrio. Se desempea tambin como Secretario General en la AsociacinRosendo M. Fraga.

    En 1968 funda la Junta de Estudios Histricos de Barracas,

    Rumbos

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    15

    El mismo ao es miembro fundador de la Junta Central de EstudiosHistricos de la Ciudad de Buenos Aires, institucin que preside desde 1979hasta 1995.

    Es miembro de la Academia Argentina de la Historia, AcademiaPortea del Lunfardo, Instituto Browniano y la Academia Nacional delTango; socio honorario del Rotary Club de Barracas y del Club de Leones;presidente honorario de la Asociacin de Amigos del Instituto Histrico de laCiudad de Buenos Aires y miembro fundador de la Asociacin de Amigos delMuseo Histrico de BuenosAires Cornelio de Saavedra.

    Se le otorgan a lo largo de su vida numerosas distinciones yhomenajes: en 1966 recibe el premio Simposium por su aporte a la difusincultural argentina; en 1977 el Centro Cultural Argentino del Tango le otorgael Gardel de Oro por sus trabajos sobre tango; en 1978 recibe la OrdenBenito Quinquela Martn en mrito a su labor como historiador de BuenosAires; la Sociedad Fraternidad Artesana le concede el premio Fraternidad;en 1982 la Asociacin Amigos del Caf Tortoni le otorga el Pocillo de laAmistad. En 1990 es declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de BuenosAires.

    Publica ms de trescientas colaboraciones sobre motivos histricos,tradicionales, teatrales y literarios en los diarios Clarn, La Nacin, La Prensa,Noticias Grficas y en las revistas Clarn, El Hogar, Lincoln,Atelier, Confort,Corregidor Cultural, La Gaceta del Sud, Urbe y Todo es Historia. Durante tresaos participa en la audicin (Radio Nacional).

    Es autor de (Cuadernos de laCiudad de Buenos Aires n XXV, Municipalidad de Buenos Aires1964 y1977, segunda edicin);(dos ediciones); (Cuadernos de laCiudad de Buenos Aires n XLVI, Municipalidad, 1974);

    (1976);

    (Museo y Biblioteca de los Corrales Viejos, 1980); ;(1986) obra que dirige y en la que aparece su artculo

    ;(Cuadernos del guila 3, Fundacin Banco de Boston, 1989);

    (en Boletn del Instituto Histrico de laCiudad de Buenos Aires n 1, 1979); (Historia delTango, Tomo 6, Corregidor);(Cuadernos del guila 11, Fundacin Banco de Boston, 1990);

    (Corregidor, 1990);(Academia Portea del Lunfardo, 1993);(Academia Portea del Lunfardo, 2000); y

    (Asociacin Rosendo Fraga, 2005).Enrique Horacio Puccia fallece a los ochenta y cuatro aos el 26 de

    septiembre de 1995. Por iniciativa de la Junta Central de Estudios Histricos,

    Evocacin de Buenos AiresBarracas en la historia y en la tradicin

    Barracas: su historia y sus tradiciones, 1536-1936Breve Historia del Carnaval Porteo

    El Buenos Aires dengel G. Villoldo 1860-1919 Corrales Viejos... Sus hechos y sustradiciones. La revolucin del 80 y la batalla de la Meseta de los Corrales

    Historia de la calle LargaDefinitiva Buenos AiresHoras de ayer (Cuando la ciudad era canto...) Ayer y hoy de la avenida

    Santa Fe ElBuenos Aires de Esteban de Luca

    Juan de Dios FilibertoConstitucin, Presente y Pasado del barrio

    Intimidadesde Buenos Aires Nemesio Trejo, pionero del sainetecriollo Historia del carnavalporteo La cuadra de los locos

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    16

  • la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires instituye en 1996 el da 14 denoviembre, fecha de su nacimiento, como Da del Historiador Porteo.

    En estas pginas, el homenaje est en la evocacin de una BuenosAires y un tiempo que fueron suyos.

    Este libro es uno de los tantos homenajes realizados con objeto derecordarlo y recuperar, al menos por un momento, su entraable presencia.

    La Comisin de Homenaje a don Enrique Horacio Puccia, a diez aosde su fallecimiento, pone a consideracin del lector diversos trabajos en losque se rescata la personalidad y actividad de Puccia junto con otrosrelacionados con el pasado de Buenos Aires entre 1910 y 1995, es decir losaos en los que transcurri la vida del recordado maestro. Entre ellos susinditas comunicaciones a la Academia Portea del Lunfardo. Cabe destacarque a los autores de los captulos que conforman este volumen, los une elcomn anhelo de la evocacin y la necesidad ntima de recordar al amigo y almaestro que fue Don Enrique.

    Comisin de Homenaje a Enrique Horacio Puccia

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    17

  • El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    CAPTULO 1

    ACADEMIA PORTEADEL LUNFARDO

    ComunicacionesAcadmicas de Enrique

    Horacio Puccia, Miembrode Nmero, titular del

    Silln Santiago Dallegri

  • CAPTULO 1

    ACADEMIA PORTEA DEL LUNFARDO. Comunicaciones Acadmicasde Enrique Horacio Puccia, Miembro de Nmero, titular del Silln SantiagoDallegri.

    COMUNICACINACADMICAN 515 (23 de abril de 1972).

    Don Juan Manuel Pintos naci el 23 de febrero de 1888. Periodista dealma, como bien lo hacen constar Jos Gobello y Luis Soler Caas en suinvalorable Primera Antologa Lunfarda, desde pequeo se mezcl coninmigrantes para aprender sus lenguas y dialectos y, aunque hijo, nieto ybisnieto de argentinos, no tard en hacerse entender en portugus, y hasta engenovs. Con idntica facilidad asimil el lxico lunfardo de modo que,apenas arribado a la adolescencia, pudo emplearlo con gracia y soltura.

    Pintos public en P.B.T. y en Caras y Caretas muchos brochazossobre personajes y costumbres de la ciudad portea. Con certero enfoque delos temas que abordaba colabor tambin en los diarios La Montaa,ltima Hora y Crtica; escribi cerca de quince obras teatrales entrecomedias, dramas y sainetes que fueron representadas en escenarios cntricoscon significativo xito, y public, adems, tres libros: Versos, Cuentos yAs fue BuenosAires.

    Cuando emigr del barrio para radicarse en la vecina localidad deMartnez, intercambiamos especialmente algunas cartas, aunque solamosencontrarnos en reuniones organizadas por instituciones locales, hasta que seprodujo su deceso, el 5 de agosto de 1963.

    All por los aos 1950 1951 -no podra precisarlo exactamente- donJuan Manuel Pintos me facilit una poesa suya, que haba titulado, creo,Barracas de mi infancia, dedicada precisamente al barrio de sus amores.Oportunamente hice publicar esos versos en un peridico de la zona y losintercal tambin en algunas charlas mas sobre el viejo barrio.Considerando, pues, que no han alcanzado la transcendencia que se mereceny en el deseo de que los gusten todos, los hago llegar al seno de la Academiapara que, a travs de ella, puedan

    JUAN MANUEL PINTOS

    lograr esa difusin que hasta ahora notienen. Servirn, as, para aumentar el nmero de trabajos que de don JuanManuel Pintos indudablemente muchos poseen.

    Su difusin significar, a la vez, un justo homenaje de recuerdo paraquien fue un profesional probo, un hombre de vasta cultura, y un escritor yperiodista que quiso entraablemente el lxico lunfardo, que supo emplearcriteriosamente y con gracia sin par.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    22

  • Barracas de mi infancia, Santa Luca.Barrio de mis nostalgias. Grata visin.Calle Hornos... Industria. CalleAlegra...Cuntas cosas llegan al alma maen alas del recuerdo y de la emocin!

    Es 13 de diciembre. Fiesta en la Zona.Campana y ruido marca su despertar.Se oye el grito en la calle del que pregonamientras llegan al templo de la Patrona,Los fieles de diez barrios de la ciudad.

    Yllegan peregrinos, viejos y viejas,nacidos en la Italia meridional.Llevan argollas de oro en sus orejas,siguiendo las costumbres propias y aejasque les diera el lejano suelo natal.

    Yo te aoro, Barracas, vieja barriada,Comit de Balestra, Besio y Durn,en donde Ezeiza y Vzquez en gran payada,se trenzaron tres noches con noble afn.

    La barraca famosa. La calle Larga!La pinta compadrona del cuarteador;luce pauelo al cuello, faja de sarga,alpargatas bordadas que el mozo encarga,y en la oreja con gracia, lleva una flor.

    Al pie de la barranca llega una chata;cueros del saladero chorreando sal;el mozo el lazo criollo pronto desata,engancha, cincha y grita Nene!Yrematala hazaa all en Caseros, guapo y triunfal.

    Luego...baja la cuesta, y una milongalleva prendida al labio, como un cartel.Se ha asomado a la puerta su fiel chinonga,y sin nada en la calle que se interponga,le ha tirado amorosa con un clavel.

    Barracas era entonces, por los jardinesde la amplia Montes de Oca, grato vergel,que el aire perfumaba con sus jazmines,la magnolia, la rosa, menta y laurel.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    23

    La quinta de Daz Vlez, de Cambaceres,de Milberg y Lecube, qu les pas?Jardines de Villate y de Ronquieres,quintas con bellas flores, lindas mujeresy fuentes cantarinas con surtidor.

    Yo te aoro Barracas de la guitarra,romnticas serenatas de juventud.Fuiste del arte criollo, cuna bizarra,pues junto a la Quiroga y el vasco Olarra,surgi Simari y Franco en la Cavour.

    Rememoro el Barracas de la Cruz Verde,de Lestrade el tropero y su corraln,del tranva a caballos que all se pierdeen los tiempos de Orzali y la procesin.

    Yo te aoro Barracas de las guerrillas,de piedras y alambrazos en ruda accin.Entre aquellos boliches de las orillasBoquenses y los crudos, o cajetillas,que as nos apodaban por vejacin.

    Hoy me acerco al Barracas de mis desvelos,y al ver que de lo antiguo nada qued,se me nubla la vista en sus rascacielosy una pena solloza en el corazn.

    Barracas de mi infancia, Santa Luca!Barrio de mis nostalgias. Grata visin.Calle Hornos...Industria...CalleAlegra...Cuntas cosas le dicen al alma malas cosas del recuerdo y de la emocin!

    Juan Manuel Pintos

    Nota: La copia de este poema a que se refiere el Acadmico seor Puccia nolleva ttulo.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    24

  • COMUNICACINACADMICAN 536 (15 de mayo de 1972).

    Confieso que cuando leo o escucho comentarios en torno a laaversin que en la primera dcada del siglo, y aun despus, despertaba eltango en muchos hogares, y que lo mismo aconteca cuando se escuchabantrminos lunfardos, sonro un tanto, aunque a veces ello ocurra por dentro.

    Me permito sustentar mis propias convicciones al respecto yconsidero que, si bien mucho de verdad hubo en ello, bastante se haexagerado.

    Confo en que algn da pueda exponer mi tesis de que, una veztranscurridos los primeros aos desde su nacimiento, o por lo menos delconocimiento de su existencia como expresin musical ciudadana, el tangono fue tan escarnecido ni tampoco radiado del seno de muchas familias pordems honorables. En cuanto al lxico lunfardo, voy al tema que motiva estacomunicacin.

    La Mujer. lbum de las Familias. As se titul una revista quecomenz a aparecer semanalmente en nuestra ciudad all por 1899 y que tuvopor director a su propietario, don Eduardo Sojo.

    Como bien lo expresa Oscar R. Beltrn en su Historia delperiodismo argentino, habitualmente sus nmeros constaban de 26pginas, muy bien impresas, con tapa en colores, y abundantes fotografas,dibujos, reproducciones de telas famosas, caricaturas, cuentos, poesas,crnicas...En la edicin del 1 de febrero de 1901, denominadaextraordinaria, se especifica que fue dedicada a la colonia inglesa,conmemorando la sentida muerte de la augusta soberana del Reino Unido yEmperatriz de la India. El nmero siguiente, dedicado al compositorGiuseppe Verdi, contiene, entre otras, una poesa del director, un sonetoalusivo al famoso autor deAda y un poema titulado Rigoletto. Otro ejemplarque tengo ante m est destinado ntegramente a resear la trayectorialiteraria, militar y poltica del general Bartolom Mitre. En otros ejemplaresse observa

    El Lunfardo a principios de siglo

    una marcada propensin a cultivar la crnica teatral, en especial laactividad operstica, y a comentar las reuniones y las veladas que serealizaban en el aristocrtico Club del Progreso y en otros lugares de elevadonivel social.

    Lo expuesto evidencia claramente las inquietudes que animaban aldirector y a los redactores de aquel artstico semanario para convertir a LaMujer en un verdadero lbum de las Familias.

    Pues bien, hojeando varios de los nmeros publicados, se encuentrauno con la grata sorpresa de que en los mismos se intercalan fotografas ydibujos que reflejan escenas ciudadanas, con una galera de pintorescospersonajes. Y no solo eso, sino que tambin aparecen insertados muchos

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    26

  • dilogos en los que se emplea un lenguaje eminentemente popular, conabundancia de palabras del lunfardo. En la mayora de los casos estnilustrados por Demcrito y tengo entendido que era el seudnimo que estilabausar el director de la revista, don Eduardo Sojo, que tambin tena inquietudesde dibujante.

    Para el caso he elegido un dilogo callejero, al estilo de los quecreaban Fray Mocho, Julio Castellanos, ngel G. Villoldo, etc., y que suautor, que firma Chaguarazo, titul: Por hacerm'el mascarita!

    Ello demuestra que el lunfardo, al igual que el tango, no eranconsiderados tan inmorales en aquellos tiempos, si se tiene en cuenta que unarevista que haba elegido por nombre La Mujer. lbum de las Familias yque mostraba, en sus pginas, una inquietud digna de destacar, no tenareparos en publicar un material como el que acompaa a esta comunicacin yque, adems en ciertas, lneas deja entrever una marcada malicia.

    Confieso mi ignorancia con respecto al verdadero nombre deChanguarazo. Quiz nuestro dilecto colega Luis Soler Caas, de probadapaciencia y, en especial, de reconocida sapiencia para ilustrarnos sobremuchas cosas por nosotros desconocidas, pueda darnos el hilo que llegue a suidentidad.

    NOTA: El dilogo al que se refiere Enrique Horacio Puccia fue publicado enLa Mujer el 30 de enero de 1902 (N 53). El texto registra los siguientestrminos lunfardos y populares: cana, taura, manyar, farra, guayaba(despropsito), estrilo, otario, gil, paneta, chafe, espiantar, oafa, fulero,macana, jule (fulo), chocolata, rana, estrunge.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    27

  • COMUNICACINACADMICAN 628 (1 de junio de 1974)

    He ledo con mucha atencin, y sumo gusto por cierto -pues ello tuvola virtud de retrotraerme a los ay! lejanos pero nunca olvidados aos de lainfancia-, los conceptos vertidos por el Acadmico de Nmero y muyestimado amigo doctor Enrique Grande, en torno a cal, calito, galo, galito(ComunicacinAcadmica N 621).

    Adems de compartir cuanto expresa el doctor Grande, quierosignificar que, all por 1920, en mi barrio, Barracas, y en los de La Boca yParque Patricios, junto al de San Telmo, que eran en los que incursionaba conmi espritu aventurero precoz, cal, calito, galo, galito no solo los usbamospara designar un trozo o trocito de golosina cualquiera, sino que tambin losaplicbamos al tiempo transcurrido o a transcurrir.

    As, cuando queramos prolongar un partido callejero con la degoma, decamos: Jugamos un galito ms?. Si desebamos que otrocompaero no abandonase la rueda de amigos, expresbamos: Qudate otrogalito!. Si algn chico posea un juguete, una gomera o una revista(generalmente el Tit-Bits), la solicitbamos as: Me la prestas un galito?.

    Estas son observaciones que no revisten mayor importancia, peroque, no obstante, tienen la virtud de despertar un sinnmero de recuerdos.

    Cal, Calito, Galo y Galito

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    30

  • COMUNICACINACADMICAN 906 (2 de mayo de 1981)

    Considero que para quienes han visto transcurrir su infancia y suadolescencia -en mi caso hace ya varias dcadas- en los barrios sureos deBarracas, La Boca, Constitucin y San Telmo (y supongo que en otros barriosde la ciudad ocurrira lo mismo), la mencin del trmino mopio despertarde inmediato recuerdos, pese a haber cado en la actualidad totalmente endesuso.

    Lo empleaban los chicos en la calle, y muy raramente era posibleescucharlo en boca de los mayores. Para dar una explicacin de tal cosa espreciso retroceder a lejanas pocas, en mi caso, a partir de 1917, cuando losrecuerdos comenzaron a fijarse ms o menos ntidamente en mi mente.

    En ese entonces, muchos nios que an no haban alcanzado unadcada de vida, provenientes de hogares esencialmente humildes, se veanforzados a abandonar las aulas apenas cursados un par de grados, a fin decolaborar en la solucin de los problemas econmicos familiares, trabajandogeneralmente como peoncitos de almacn, de carnicera o de repartidores deleche. Por consiguiente, carentes de una educacin escolar siquiera primaria,que tampoco podan recibir de sus progenitores, puesto que muchos de elloshaban corrido idntica suerte, encontraban dificultoso pronunciarcorrectamente la palabra miope, que algunas veces haban escuchado; y esevicio de diccin, esa forma de emplear mal las palabras casi generaliz, almenos en ciertos sectores callejeros, el uso equivocado del vocablo.

    Tratar de explicar por qu lo relaciono con la palabra miope, porcuanto de ello nos contagiamos todos los chicos que entonces corretebamospor las calles.

    Siempre aplicbamos ese barbarismo, mopio, a quien sabamos, osuponamos que era corto de vista. En un partido de ftbol reprochbamos alque jugaba de arquero y no haba podido evitar un tanto: Sos mopio vos, queno la atajaste?.

    Acerca del trmino mopio

    En una de las diarias trenzadas que se entablaban, por aquello tancomn de te mojo la oreja o psame el palito, epilogadas con ir y venir detrompadas, opinbamos del que haba salido perdidoso en la puja: Es unmopio que lig todas las pias; y para no continuar citando ejemplos,agregar finalmente lo que le gritbamos a algn compaero que pasaba anuestro lado sin advertirnos: Che!, sos mopio vos que no viste?.

    Con el transcurso de los aos, esa forma de adulterar la palabra quesupongo era miope, cay en desuso. Por eso suena extraa a muchos porteos,aun aquellos que han doblado el codo del medio siglo. Pienso que de estarcomprendida en la lexicografa lunfarda, lejos de desaparecer, se habraarraigado en el lenguaje popular porteo.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    32

  • Esta es, al menos, la nica explicacin que encuentra quien,como yo, contina siendo un mopio en muchas cosas de la vida.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    33

  • COMUNICACINACADMICAN 1.125 (2 de octubre de 1986)

    El 16 de septiembre se cumplieron veinte aos de la desaparicinfsica de esa gran figura rioplatense que fue Santiago Dallegri, cuyo nombrelleva el silln de la Academia que me honro en ocupar. Dallegri perteneci anuestra Academia como miembro Correspondiente en Montevideo desde el24 de agosto de 1963 hasta el da de su muerte.

    De l se dijo que merece figurar junto a los exponentes mximos delcostumbrismo criollo, por el sabor, el gracejo y la fidelidad con que reprodujoen sus cuentos y en sus brochazos ciudadanos las caractersticas fsicas,psicolgicas, ambientales y de lenguaje de sus modestos hroes populares.Parte de su produccin, iniciada en 1907 en la revista P.B.T., continuadadurante mucho tiempo en sus pginas y en la revista semanaria, fuerecopilada parcialmente en dos volmenes: Cuentos de arrabal, en 1910, yEl alma del suburbio, en 1912.

    Santiago Dallegri, oriental como el impagable Last Reason y comoDiego Lucero -dos escritores en cuyas plumas el lunfardo cobr magnficaexpresividad- fue, adems, autor de teatro. El 2 de mayo de 1924 la CompaaBrusa estren en el Teatro Artigas, de Montevideo, la comedia en tres actostitulada, La moza que so despierta. Cre, asimismo, versos que lomostraron en una faz distinta a la de sus sabrosas acuarelas ciudadanas,muchas de ellas del bajo fondo.

    A los libros anteriormente citados debe agregarse el que Dallegridenomin Cuentos risueos, que fue editado en 1930.

    En este volumen su autor abandon en parte ese idioma popular ylunfardesco que saba utilizar con tanta propiedad y que lo haba convertidoen un maestro del gnero, consagrado en ambas orillas del Plata.

    Escribi cuentos dialogados -que fueron cabalmente juzgados porLuis Soler Caas- e hizo pinturas de arrabal, que no son meras

    Santiago Dallegri

    reproducciones fotogrficas; hay tambin una labor de creacin.El lenguaje en que se expiden sus hroes del suburbio -vigilantes,

    vendedores ambulantes, gente de los conventillos, compadres, malevitos...-no puede considerarse un lunfardo estricto, sino ese idioma popular en queconfluyen las voces de la orilla, de la crcel, de las afueras ciudadanas y de labaja clase media. Fue, adems, como Flix Lima, maestro difcil de superarpara reproducir el chapurreado de la jerga extranjera.

    Como homenaje a su memoria, al cumplirse veinte aos de sudesaparicin, en agradecimiento a los inolvidables momentos que nos hizovivir a travs de P.B.T., con sus relatos llenos de color, de sabor y de gracia -relatos que, en su mayora, conservo, aprisionados en los tomos de aquellatradicional revista para pibes de 6 a 80 aos- digo estas palabras derecordacin al gran escritor rioplatense.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    36

  • COMUNICACINACADMICAN 1.162 (7 de mayo de 1988)

    Existen personas a las cuales, por diversas circunstancias, hemostenido que tratar durante largos aos y, no obstante de ello, nunca hemosalcanzado a conocerlas debidamente, al menos en lo que hace a su ntimapersonalidad. En cambio, tenemos presentes a otras con las que a poco dealternar, de dialogar con ellas, se produjo un acercamiento clido, cordial, deverdadera amistad, como si hubiramos marchado armnicamente juntosdesde toda la vida.

    En esta ltima nmina revistaba, sin duda alguna, Francisco Reyes.Porque el querido amigo que acaba de partir definitivamente era poseedor deese ngel que tornaba vigente y cautivante su presencia en cualquierreunin. Pero tratndose de una personalidad ricamente dotada como la deReyes, no me refiero a ese ngel que muchas veces es una especie de barnizcon el que tratan de cubrirse ciertos humanos, para salir o centralizar loscomentarios en torno a lo que dicen o hacen. El de Reyes era un ngelautntico, real, que flua espontneo y sincero y que se reflejaba en sus ojosdesbordantes de bondad, que se mostraba como enmarcado en un rostro queirradiaba, si se me permite la expresin, un aire de santidad.

    No he de referirme, en esta triste oportunidad, a sus notables aptitudesartsticas, que las posea en grado sumo, y por suerte justamente valoradas, apesar de que an mucho poda esperarse de su talento creador. Es mi modestodeseo trazar una breve semblanza de ese extraordinario ser humano que tuvela suerte de conocer y tratar, si no con la continuidad que hubiera deseado, encambio s con el suficiente tiempo para poder aquilatar sus cabales virtudes yprofundizar en ellas. Mis encuentros con Reyes comenzaron haceaproximadamente dos dcadas en algunas reuniones que tuvieron porescenario el fraterno barrio de Parque de los Patricios.

    Primero en un viejo bar y caf de las calles Lavardn y Patagones,donde un pequeo ncleo de lricos soadores, encabezados por tres artistasplsticos, mi amigo Justiniano Garca, Francisco Lpez Boudn y JuanLurido, fundaron la Agrupacin de Arte Bohemia y organizaron allexposiciones, a las que pronto se sumaron Francisco Reyes, Teresio Fara,Enrique Gaimari, Tessarolo,

    Francisco Reyes

    Enrique Nani...Era un modesto caf del barrio Corrales Viejos, en el que recalaron

    ms de una vez Quinquela Martn, Enrique de Larraaga, Alfredo Guido ytantos otros famosos, en cuyas paredes oscurecidas por la ptina del tiempocolgaron tambin sus cuadros.Al cabo de los aos volvimos a encontrarnos enel legendario Boedo, cuna de artistas, literatos y poetas, que alguien bautizjustamente La Florida del Arrabal y del cual era Reyes un magnificoexponente. En una de esas oportunidades me correspondi hablar en lapresentacin de un libro que abordaba parte de la historia de ese barrio tantasveces cantado. Ello ocurri en una institucin bancaria, cuyo gerente de

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    38

  • entonces, otro ser privilegiado, sin descuidar su misin especifica, saba estarmuy cerca de las expresiones de las artes y de las letras, y propiciabaperidicamente esas expansiones del espritu.

    En esa ocasin, nuestro dilogo con Reyes fue ms simple, msesclarecedor. Pude terminar de conocerlo entonces en toda su grandezahumana; concepto que se arraig en m totalmente, en una velada de felizconvivencia, cuando el amigo que se nos fue ofrend la hermosa cabeza quehaba plasmado escultricamente de nuestro querido presidente, el maestroSebastin Piana. Finalmente, experiment una gran alegra cuando nuestrosecretario Gobello tuvo la felicsima idea de propiciar su ingreso a laAcademia. Desgraciadamente, poco tiempo pudimos gozar del privilegio decontarlo entre nosotros.

    Estas humildes lneas para el amigo que se fue las he escrito haceapenas unas horas y as como surgieron, poco menos que a borbotones, hequerido trasladarlas al papel.

    Dicen que lo que nace espontneamente del corazn tiene la virtud deser lo verdaderamente sincero. Por ello, sin mayores alardes literarios, quizscon poco o ninguna elegancia en estas frases pero con una inmensa sinceridaden la expresin, he querido rendir mi homenaje a Francisco Reyes,prescindiendo de hablar de sus mritos consagrados, para referirmeesencialmente al ser profundamente humano que tuve la suerte de conocer ytratar.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    39

  • COMUNICACINACADMICAN 1.195 (1 de abril de 1989)

    Ha fallecido en esta capital don Armando Ronchetti, artista plstico,poeta, msico, luthier, y un ser humano verdaderamente extraordinario.

    Fue un gran amigo de nuestra academia y precisamente el 10 dediciembre ltimo ofreci aqu, en nuestra casa, un recital de poesa de lascuales era autor, ante un pblico que lo aplaudi intensamente y que lo inst aproseguir declamando sus versos, cosa que hizo con voz clida y fresca, peroimpregnada de una sincera emocin. A m me correspondi, en esaoportunidad, hablar de su trayectoria artstica y exponer algunas de las facetasde su rica personalidad.

    Adentrarse en el lar de Armando Ronchetti era como hacerlo en unmundo encantador, nimbado de suave belleza en cuyo mbito el dueo de casase eriga, sin l quererlo, en un verdadero ngel bienhechor.

    Con sus juveniles 87 aos -haba cumplido 88 pocos das antes defallecer-, viva en un mundo de ilusiones, de fe, de esperanza, de unvivificante amor a su semejantes, y rodeado por un conjunto de hermosas ycautivantes obras de artes, de finas y novedosas figuras artesanales, a cuyo pieera posible observar pginas que encerraban medulosos poemas, con uncontenido de lrica ensoacin; todo surgido de su numen creador y elaboradocon sus manos sabias, que se entregaban, tibias y cordiales como la sonrisaque afloraba en sus labios, a quienes llegaban a ese rincn pleno desugerencias, semejante a un oasis que apareca de pronto entre lasmaterialidades que nos depara a diario la vida.

    No incurrimos en la ligereza de afirmar que Ronchetti fue el mscompleto marinista de estos ltimos aos, puesto que tal calificacin esprivativa de cada uno de los admiradores de las expresiones artsticas; pero spodemos asegurar que fue, en las ltimas dcadas, una de las ms altaspersonalidades del arte plstico en nuestro pas; y que adems irradiaba unaprofunda luz espiritual, exteriorizaba un optimismo sin lmites, mostraba unafirmeza absoluta en su voz y en su pulso, y hablaba con fruicin, casi con laalegra sana de un

    Armando Ronchetti

    adolescente, de sus sueos, de sus ilusiones y de sus ansiasde crear, de hacer...Mantena latente su amor por cuanto lo rodeaba y confiabaen la vida y en la bondad de sus semejantes, con un concepto tan profundo decunto significa la solidaridad humana -que l practic en todas sus formas-que lo convirtieron, lo reiteramos, en un ser verdaderamente excepcional.

    Su estudio era un verdadero templo de arte en el que los ojos golososde belleza de los que all llegbamos no se cansaban de admirar las obras quealbergaba, conmovidos por la plasticidad y la jerarqua de tantas figuras en ellienzo.

    La vida que infundi a sus chatas y barcazas surcando el ro sucio detrabajo, captadas a lo vivo, y el justo y maravilloso movimiento quemostraban las aguas al paso de aquellas, ya sea vistas bajo la luminosidad de

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    42

  • un sol radiante, o envueltas en un panorama entristecido de sombras y debrumas, sinceramente llegaban a lo ms recndito del corazn.

    PremioConcurso Flota Mercante del Estado 1960. Agreguemos a todos estos, elGran Premio de Honor Centro Naval en 1955.

    Si magnfica fue la obra pictrica deArmando Ronchetti, los poemasy sonetos que compuso en la tibieza acogedora de su estudio trasuntan lariqueza de sentimientos que anidaba en su corazn.

    Fue verdaderamente aleccionador y tonificante que en esta poca decriterio y sentido prctico, ms que de lirismo y espiritualidad, Ronchetti, consus 87 aos, viviera apartado de las materialidades de la vida y prefiriera, encambio, transmitir mensajes de amor, de esperanza, impregnados a veces deesa nostalgia agridulce, pero siempre cautivante, que traen los recuerdosaferrados a los corazones. Pero no se detuvieron all las inquietudes deRonchetti. Entre otras obras, artesanales que son verdaderamente relevantes,construy una guitarra de concierto que es un verdadero alarde deconocimientos y de tcnica. La contextura de su caja es perfecta, casiimposible de superar, y cuando Ronchetti pulsaba su cordaje (era msicotambin y gran intrprete de viejos tangos), las sonoridades del instrumentoalcanzaban su mxima vibracin. Los crticos y los entendidos que tuvieronoportunidad de verla, de escucharla, quedaron sorprendidos y admirados poresta nueva faceta de la personalidad de su creador.

    Pero no era solo la exposicin de esas figuras ribereas recortndoseen el paisaje bravo del ambiente, ni en el movimiento de las turbias aguas dellegendario Riachuelo, donde era dable observar el valor incalculable del artede Ronchetti. Era preciso ver sus callecitas y viviendas suburbanas, susnaturalezas muertas, y sus flores, con su gama de colores, convertidas enuna verdadera conjuncin de maestra, de belleza, de poesa, que daban lasensacin de exhalar su aroma y despertaban deseos de arrancarlas de la tela,para posarlas en un jarrn sobre un mueble o prenderlas en el corazn.

    Ronchetti no era proclive a participar de certmenes y exposiciones,al menos en la medida que todos hubisemos deseado. No obstante de ello,concurri a varios salones nacionales y, requerido por los organizadores, enotros municipales y provinciales. Sus obras figuran en famosas pinacotecasdel pas y del extranjero. Adems, conquist numerosas distinciones, entrelas cuales podemos destacar: Primer Premio Liga Naval Argentina 1948; 2Premio del Primer Saln de Marinas Centro Naval 1951; Mencin EspecialMedalla de Plata en el Segundo Saln de Marinistas 1953; Tercer PremioCentro Naval 1954; Primer Premio Concurso Semana del Mar en La Vueltade Rocha 1954; 2Premio Centro Naval 1955; Primer Premio Medalla de Oroy Diploma 5 Saln de Marinistas Centro Naval 1956; Primer

    En cuanto a su biografa,la misma aparece inserta en el Diccionario de Artistas Plsticos de laArgentina, de laA. Merlino; El Riachuelo, inspirador de artistas, de CarlosA.Foglia; Gran EnciclopediaArgentina, de DiegoAbad de Santilln; La pinturaargentina del siglo XX, de Cayetano Crdoba Iturburu; y Enciclopedia delArte enAmrica, de Vicente Gesualdo.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    43

    Cada vez que concurramos al hogar de Ronchetti -verdadero refugiode arte-, lo abandonbamos pesarosos de que las horas hubieran transcurridotan veloces. Es por ello que en esta ocasin, an dominado por la congoja desu partida sin retorno, he escrito estas lneas de homenaje a su memoria,surgidas espontneamente ante el mensaje de amor y de sincera modestia quesupo legarnos este ser excepcional, que hasta cumplir 88 aos supo mantenerintactas todas sus reservas espirituales. Hoy, un cuadro legado por Ronchetti ala Academia un par de meses antes de morir permitir que su recuerdo estcorporizado en el lienzo, as como estar siempre vigente en el corazn dequienes tuvimos el privilegio de ser sus amigos.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    44

  • COMUNICACINACADMICAN 1.205 (2 de diciembre de 1989)

    La Academia Portea del Lunfardo ha sufrido otro rudo golpe con lapartida irreparable de uno de sus miembros, el doctor Luis MelqudesBernaldo de Quirs.

    Me unan a l lazos mucho ms fuertes que el aprecio que puedesurgir a travs de una labor recproca e institucional, en la cual compartamoslricos anhelos. Nos ligaba un afecto nacido antiguo, a travs de otrosfamiliares, y que nunca palideci; incluso se acrecent ms al derivar ennosotros.

    Era proverbial su seoro espiritual, su sonrisa franca y perenne, sumano clida, tendida, siempre generosa. Su vida fue as toda, lmpida, sinmcula, virtudes que se trasuntaban en su accin hermosa y fecunda, en laserenidad de su espritu, en la sinceridad de sus convicciones y en la pureza desus sentimientos.

    Su carrera profesional estuvo jalonada por significativos hechos yfue merecedora de dignas distinciones. Basta decir que desempe lavicepresidencia del Consejo Directivo del Colegio de Escribanos de laProvincia de Buenos Aires en el perodo 1965-1966 y que fue ademsconsejero titular del mismo cuerpo, hasta 1970.

    Tales ttulos son suficientes para respaldar la trayectoria de unprofesional sapiente, consciente y honesto. Pero no fueron las funcionescitadas las nicas que ornaron la personalidad del amigo que se nos fue. Suactuacin como miembro de diversos Congresos Internacionales delNotariado fue adems notable. Integr, como delegado argentino, elcongreso celebrado en Munich, Alemania, en 1967, el realizado enMontevideo en 1969 y el deAtenas en 1971.Antes de lo enunciado y tambincon posterioridad a ello actu en los congresos de Montreal (Canad),Bruselas y, en 1973, BuenosAires.

    La nmina de meritorias distinciones que jalonaron su carreraprofesional y representativa, aun dejando de mencionar muchos de los cargosque desempe, es harto suficiente para afianzarlo en el consenso general.

    Luis Melquades Bernaldo De Quirs

    No obstante, por cuanto ello significa, no podemos dejar de destacarsu actuacin como delegado de nuestro pas y de la Universidad NotarialArgentina en los congresos sudamericanos realizados en San Pablo (Brasil) ymenos omitir su participacin en las convenciones americanas de Guatemalay de Guaruj (tambin en Brasil). Fue presidente de la delegacin argentinaque concurri a la Convencin Notarial de Pases del Cono Sur, celebrada elVia del Mar (Chile), en el transcurso de 1978. Retrocediendo un tanto en loexpuesto cabe consignar que en el Congreso Internacional del NotariadoLatino, realizado en 1967 en Munich (Alemania), actu tambin comodelegado de la Repblica de Honduras, atendiendo as un especial pedido delas autoridades notariales de ese pas.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    46

  • Bernaldo de Quirs fue, adems, profesor adscripto a la ctedra dehistoria de la Universidad Notarial Argentina, profesor de la Facultad deDerecho de la Universidad del Salvador, profesor de historia de la Ciudad deBuenos Aires en el Centro de Investigaciones Tursticas, profesor de historiaen ciclos para graduados. Adems, tuve la suerte y el honor de que meacompaara durante varios aos como vicepresidente segundo de la JuntaCentral de Estudios Histricos de la Ciudad de Buenos Aires, entidad de laque era ltimamente asesor.

    Largo sera detallar todos los cargos que asumi hasta llegar a sernombrado adscripto a la Escribana General de la Nacin, funcin en la que lesorprendi la muerte. Tambin fue escribano del Banco Hipotecario Nacionaly del Banco de la Provincia de Buenos Aires y miembro con asistenciasinternacionales en institutos de ahorro y prstamo para la vivienda. Presidi,hasta su lamentada desaparicin, la Junta de Estudios Histricos del barrio dela Recoleta.

    En todas esas actuaciones, adems de sus conocimientosprofesionales y de carcter histrico, sent ctedra de hombra de bien y deespritu admirable. Por otra parte, se senta tremendamente orgulloso depertenecer como miembro de nmero a la Academia Portea del Lunfardo yasista a las sesiones con la alegra y la satisfaccin de quien va a recibir unpremio. Si bien Bernaldo de Quirs ha partido fsicamente, su afectuosorecuerdo vivir para siempre en nuestros corazones y la presencia de suespritu, revestido de compresin y de bondad sin lmites, nos ir sealando elderrotero de la conducta que debemos seguir quienes fuimos sus compaerosy amigos en esta academia.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    47

  • COMUNICACINACADMICAN 1338 (septiembre de 1994)

    El 2 de agosto pasado -se cumplieron justamente 14 aos-, cerraba susojos a la vida un amigo querido, don Ricardo M. Llanes, que iniciaba as suviaje sin retorno.

    Su partida inexorable no solo sobrecogi los corazones de cuantosintegramos la Academia Portea del Lunfardo, de la que don Ricardo fuemiembro preclaro y a la que am entraablemente, con ese amor clido yemocionado que saba poner en todas sus intenciones en todos los quehaceresque emprenda, sino que entristeci a la ciudad toda, que vea marcharse a suveraz y ferviente narrador, al camarada que supo poner su sapiencia, susprincipios y su fe inclaudicable al servicio de los barrios y de su gente, con unafn esclarecedor que abarc todo el mbito ciudadano, sin ostentar otrasaspiraciones que no fueran las de difundir generosamente, sin medida alguna,los incalculables conocimientos y la invalorable experiencia de la que eraposeedor.

    Dej, al marcharse, el ms hermoso de los legados, constituido poruna conducta sin mcula, una vocacin esclarecedora y el ms enaltecedor delos ejemplos.

    Recordemos cunto hizo Llanes, cunto breg por el ms completoconocimiento de la historia ciudadana y de quienes la fueron construyendo,cunto trajin para rescatar del olvido nombres y acontecimientos, esfumadostras la cortina de sombras de los tiempos, cunto transit incansablemente,hasta ms all de lo que se lo permita su salud ya quebrantada.

    Adems de la Academia Portea del Lunfardo, ambos compartamoscargos en diversas instituciones, entre ellas la Junta de Estudios Histricos dellegendario barrio de San Telmo.

    A travs de los aos solamos reunirnos semanalmente, o a lo sumocada quince das, especialmente en esos atardeceres otoales que predisponenal dilogo y a las confidencias.

    Ricardo M. Llanes

    Dos eran los puntos de cita que ambos alternbamos: el tradicionalcaf Tortoni de la Avenida de Mayo, tan caro a sus afectos, y el antaoso yentonces humoso caf de Humberto 1 y Defensa, situado frente a la antiguaplazuela del Alto, a la que en el siglo pasado arribaban las bamboleantescarretas cargadas con frutos del pas. Ubicados en torno de una rstica mesadel viejo caf, flanqueados por el histrico templo de Nuestra Seora deBeln, y el lugar donde se erigiera la primera fbrica de armas de la Patria,dejbamos pasar el tiempo, rememorando acontecimientos, personajes,ancdotas. Cuando su salud flaqueaba, era yo quien lo visitaba en su lar de lacalle Charcas. Pero ms de una vez baj don Ricardo de su Palermo seorial ami Barracas querido para apurar juntos una copa, un pocillo de caf, en elantiqusimo bar La Banderita, enclavado en la esquina tradicional de la

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    50

  • antigua calle Larga, hoy avenida Montes de Oca, en su conjuncin con la deSurez -verdadera columna vertebral del barrio-, dispuestos siempre arefrescar nuestras mentes y nuestros corazones con un aflorar de aoranzas,en las que entraban en juego personajes de mis lares, que l tambin conoci ytrat.

    Llanes am a la ciudad, a sus barrios, con amor de nio, que es el mspuro de los amores. Se aferr a ellos como al regazo de su madre. Los quisodesesperadamente, les ofrend los mejores aos de su vida y les dio todo: sualma, su mente, su corazn...

    All estn, para corroborar cuanto expreso, sus innumerables notasrememorativas, que hemos ledo y saboreado con fruicin en los msimportantes rotativos ciudadanos. Sus once cuadernos -once piezasmaestras!-, editadas por la Direccin de Bibliotecas y PublicacionesMunicipales de la Ciudad de BuenosAires. Pero no fue la enunciada, siquieramedianamente, su mayor produccin autoral; obras y poemas, en prosa y enverso, entre ellas aquella titulada Sombras y guitarras, que obtuvo el primerPremio Municipal en el ao 1948.

    Citemos tambin su invalorable historia de la Avenida de Mayo, estaavenida que tanto juega en nuestros recuerdos de nios, y a la no menosimportante Historia de la calle Florida, dividida en tres tornos. Llanes,siempre feliz en sus pinceladas, certero en sus apreciaciones, inspirado en sustrovas, ciendo los laureles simblicos que le reportaron tantas pginasesclarecedoras, supo conducirnos de la mano por todos los rinconescaractersticos de la ciudad portea, hacindonos conocer infinidad degrandes y pequeos episodios, muchos de los cuales habran escapado anuestra percepcin, a nuestra sensibilidad... Hechos de importantegravitacin algunos, otros tal vez intrascendentes, que no alcanzan a serhistoria pero que suelen ser, a veces, los pilares donde la misma se asienta.

    Como un tierno y romntico enamorado, en el que no caban -cmoya lo expres- los aos, sino la frescura de su espritu, supo envolver en susbrazos a su amada -la ciudad portea-, hablndole, acaricindola, cantndole.

    La generosidad de nuestro querido ausente no tuvo lmites. Amigoincondicional de amigos, idealizaba a sus colegas y les haca sentir suadmiracin sincera; y correspondindole a l la mayor recepcin de elogios,no vacilaba en ofrendarlos a otros que aun siendo muy buenos narradores, noalcanzaban a poseer los quilates de quien as los ensalzaba.

    Muchos ignoraban que Llanes vio la luz en el barrio marinero deFiliberto y Quinquela, de Stagnaro, Lacmera y Bucich, en la entonces calleSarmiento, hoy Coronel Salvadores. Su extenso poema Recuerdos de miniez en la Boca, termina diciendo:Se fue La Boca del Riachuelo,donde mi primera piedra le abri un trizante sieteal farol esquinero;y en donde hice mi nica ascensin al cielocolgado de la cola que alzaba un barrilete.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    51

    Pienso, don Ricardo, que aquella lejana de su niez no fue la nica,sino su primera ascensin al cielo... La segunda y ltima fue la del 2 de agostode 1980. Sbado inmensamente triste para todos nosotros, que estbamosreunidos precisamente en nuestro viejo lar de la calle Lavalle!

    Reaccionemos ante el dolor que nos provoc, y siempre provocar,su partida; y al hacer honor a la sinceridad de sus convicciones, a la serenidadde su alma y a la pureza de sus sentimientos, notaremos que Llanes continaentre nosotros. Vive en los libros que leg a su Buenos Aires querida. Vive enel recuerdo emocionado de cuantos lo conocieron. Vive arraigado en loscorazones de quienes fuimos sus amigos. Vive en el aire, en la quietud y en elbullicio de los barrios, y perdurar su nombre, mientras los porteoscontinuemos rindiendo culto a la historia, a las tradiciones, y sigamos amandolos lugares donde transcurri nuestra existencia, pues ellos tienen sus racesen el corazn.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    52

  • COMUNICACINACADMICAN 1.373 (30 de junio de 1995)

    La palabra filete, indudablemente tiene origen en el italianofiletto, cuya acepcin es la de un vivo que se coloca como borde o adorno enlos cantos de cualquier pieza o comprende el relieve o el ornamento largo yestrecho que est sobre algo, formando cuerpo con ello. Un segundo origen loencontramos en el vocablo francs filet, castellanizado en filete, palabraque determina el arte de decorar.

    Si bien originado en Italia, al arribar a nuestras playas pronto seconvirti, por virtud creativa de sus cultores, en un arte que podradenominarse autnticamente porteo. La interminable caravana de rodados -carros, chatas y todo vehculo de traccin a sangre, fuera un simple carrito dereparto de leche, de pan o de empresa de mudanzas-, por modestos que semostrasen en su estructura, portaban en sus barandas de madera el dichojactancioso, caracterstico, zumbn, sentimental o descredo, enmarcado conun sinnmero de flores, pjaros y dragones, y a su vez espirales de detonantescolores, mostrando a veces rostros de personajes por haber trascendido alfervor popular. (Ah, Gardel... si se habrn inspirado en tu sonrisa cordial, entu funyi siempre gris y en tu lengue blanco con las iniciales bordadas tantopintores como fileteadores que fueron transportando lricamente tu imagen ytu entorno!)

    Ausentes de la ciudad los carros y las chatas en aras del progreso,contrariamente a lo que se supuso, el filete cobr ms notoriedad ytrascendencia, encauzndose por nuevos senderos de difusin. Fueron ya elcartel de vidriera artsticamente delineado con inspiradas espirales, loscostados de los transportes motorizados y las leyendas y los muros de lascalles, con una nueva gama de colores y de frases atractivas, los motivos queincrementaron el afianzamiento del filete. Centenares de personasrequirieron de los cultores de ese arte popular que ornasen con la presencia deuna pareja de tango y de una figura o escena ciudadana cualquiera un mueble,una vitrina, un velador, una pared, no solo procurando una mayor promocincomercial, sino tambin para deleite de los ojos.

    El arte del filete y un cultor de real jerarqua: Luisito Zorz

    De esa plyade de cultores del arte del filete, que lo hacen con muchasapiencia y poniendo en juego el caudal de sus sentimientos hay una figuraque desde ya hace largo aos viene erigindose en una personalidad creativa,rica en matices, sugestiones y sutilezas que la han hecho acreedora alreconocimiento cabal y explcito de los entendidos en la materia y el aplausoentusiasta de cuantos aman esas artes populares, llenas de particular ypintoresco encanto.

    Nos referimos a Luisito Zorz, un autntico personaje de la ciudadportea, a la que comenz a transitar y a conocer desde la ms temprana edad,y a la que le brinda hoy, en su plena madurez fsica, mental y espiritual, lomejor de s mismo, enriqueciendo las obras que asume con toda su capacidad

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    54

  • creadora y volcando en ellas los mejores sentimientos de su corazngeneroso.

    Luisito Zorz parece haber nacido predestinado para cultivar el artedel filete, pues lo fue asimilando desde que era casi un nio. Escuchatentamente los consejos de dos grandes maestros que ya se fueron, CarlosCarboni y Len Untroib, y puso a la vez, en su provechosa trayectoria, toda suintuicin, todo su caudal anmico y toda esa capacidad creativa con que nacidotado.

    La infinidad de muestras que ofreci en importantes salones ygaleras de arte, los comentarios periodsticos que recogi de sus obras,siempre laudatorios, los vlidos conceptos vertidos por innumerables figurasrepresentativas, como lo fueron Benito Quinquela Martn o Julin Centeya ylo son Jos Gobello y Alberto Mosquera Montaa, entre otros hombrescaracterizados, le otorgan a Luisito Zorz el certificado de solvencia artstica ymoral ganado en buena ley, a travs de sus inicios en humildes corralones yfbricas de carros, hasta arribar al ms alto grado de idoneidad y refinamientoen las artes populares ciudadanas.

    Bien por Luisito Zorz, que, como dijera nuestro Quinquela Martn,es un loco romntico que le dio vida y color a un arte que anda sobre ruedas,lo corrobor aquel vate de La Musa Mistonga, el siempre recordado JulinCenteya, cuando expres que Luis Zorz habla mi propio lenguaje de la vida yde la calle; es un artista del color y cultor de la amistad.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    55

  • Captulo 2

    Semblanzas de EnriqueHoracio Puccia

  • Captulo 2: Semblanzas de Enrique Horacio Puccia

    HEBE CLEMENTI

    Movida por el respeto que siempre me han merecido los escritos deHoracio Enrique Puccia, quisiera unirme a este homenaje que propicia gentemuy avezada en el pasado de nuestra ciudad y muy honesta y amplia en laeleccin de homenajeados. Repaso entonces los escritos de Puccia a mialcance, y tratar de discernir con mis escasos conocimientos y mi constanciaen los arrabales, lo que me parece ms distintivo de Puccia sobre el materialinabarcable que ha reunido en su indagacin, que me pareceinapreciablemente original.

    De hecho, el rea de Barracas-Constitucin permanece hasta hoycomo una suerte de espacio olvidado, o al menos ignorado, donde el avancede los medios de comunicacin modernos parece estar todava inseguro anteuna posible y fantasmal resurreccin de carromatos y caballos, a pesar deltrazado moderno de avenidas y edificios, adems de los rieles del sur, quemodificaron y comunicaron los amplsimos horizontes sureos.

    Si no fuera abusivo, podramos colgarle recordatorios y medallas a unbusto necesario en alguna plaza cercana a Plaza Constitucin, o unrecordatorio en donde figuren sus libros sobre Barracas, Constitucin y otrasprecisiones, simplemente como galardn a su tarea silenciosa y cuidadosa,documentada en diarios, prospectos, propagandas, mapas y diseos, en dondeconstan nombres de calles todava vigentes, otros desaparecidos y primeros,fotografas de viejos edificios en pie y otros que son pura memoria, y cantidadde aportes sobre la modesta convivencia de carros y carreros, caballos de tiroy burritos bautizados, dedicados a molienda en tahonas y panaderas -como ladel Burrito-, la numerosa caballada que a fines de siglo pasado circulaba porla zona y nutra de variados productos a fbricas del rea, en tanto animales ycarreros despabilaban sus vigilias o refrescaban sus gargantas en fondas ydespachos de bebidas, de las que deja constancia, con nombre y renombre.

    Y desde esos lejanos empedrados, va marcando el adelanto de otrasinstalaciones que se remiten a actividades ms ciudadanas, entre las quedestacan algunas formas -no pocas- hoy incorporadas al folklore ciudadano,por nombre y accionar. Talabarteras, maiceras,

    ENRIQUE HORACIO PUCCIA

    almacenes, fbricas defideos, ferreteras, pintureras, herreras, pompas fnebres, agencias delotera, fuegos de artificio, discos fonogrficos, mantecas y quesos, depsitosnotables como el Depsito General de La Martona, la fbrica Terrabusi Hnos.,postres y helados El Fundador, y tantos ms, cuyo solo enunciadodespliega el notable accionar ciudadano de la gran urbe que a la vuelta delsiglo festejar su primer centenario.

    La liga estrecha que se acrecienta a medida que corren las pginasentre estos aparentes enunciados, que cierra con un De todo, como en

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    60

  • botica,

    La escasez de caballos impide que funcione porahora el tranway de la calle Moreno y Potos. La empresa tiene contratadasalgunas partidas que an no le fueron entregadas, pero muy pronto estar enaptitud de abrirse al pblico hasta el Mercado Constitucin y Mataderos delSud.

    revela un territorio de indagacin incansable en diarios de poca,avisos, folletos, letreros y cuanto se encuentra tras una exhaustivaexploracin, al mismo tiempo que va abriendo un escenario poco conocido ymenos explorado que se conecta con un rea de enorme trabajo primario ydinmico -aunque al paso del equino o el vacuno del carretn- que delata unmercado primario de bienes transportados y productos manufacturados parala gran ciudad, ms all de plazas y callejones empedrados, de vaciaderos yplazas donde los juegos camperos subsisten y las magras comodidades a loscarreros, se dispensan todava en la aspereza del mbito campero del que sonoriundos.

    Creo que ese magma de trnsito hacia la modernidad ciudadana -queperdura largas dcadas y en trajinadas cargas que se traen o llevan desde lasvas frreas cuando Constitucin comienza a refluir su apertura hacia el Sur-,ocupa profusas extensiones donde descarga sus fardos y se detiene encafetines o comederos, mientras se atiende a caballos y caballeros, y algncantor ensaya alguna msica que est gestndose como tpica de la BuenosAires tanguera... Todo junto se rene en esos callejones empedrados sinapuro y, orillando barrancas para todo uso y abuso, que tardarn en encontrarrgimen y obedecer consignas sanitarias de la ciudad en crecimiento ymodernizacin. Es este trnsito lo que me cautiva en Puccia, ese fervor delaccionar trabajoso de jinetes y carromatos consignados a entregas ymanutenciones responsables que, siendo el eje de un accionar multitudinarioy annimo, solo el cantor le rendir noticias en msicas y letras que pasarnms tarde a nuestro reservorio criollo, a medias campero y mucho deciudadano.

    La inauguracin de la estacin Constitucin y el recorrido delFerrocarril Sud, ser un episodio en todo ese medio casi inexplorado y hastaah una suerte de desierto en la mira, a lo que seguir la implantacin delservicio tranviario con una noticia de El Nacional del 17 de abril de 1872 queofrece la estricta presencia:

    Ni el cine omite (qu podra haber de ms moderno en estamemoria?). Don Atilio Lipizzi, que haba montado la primera galeranacional a la altura de Cochabamba, en la calle San Jos, sobre un terreno de550 m, instal all mismo el taller y sala de revelacin, montaje y produccin.

    All mismo, Roberto Casaux film junto a Csar Ratti suextraordinario xito teatral El movimiento continuo, precisamente en esagalera de Lipizzi, y lo mismo ocurrir con Federacin o Muerte, queprotagonizaron Ignacio Corsini y Pepito Petray. La pelcula NoblezaGaucha, escrita y realizada por Humberto Cairo, estrenada en 1915,mostraba diversas escenas de la estacin del Ferrocarril Sud, de la PlazaConstitucin y sus contornos.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    61

    En Brasil 1328, en la dcada del 20, funcionaban las oficinas de laempresa Buenos Aires Film, que diriga Miguel Irigoyen; la CompaaCinematogrfica talo-Argentina, en Santiago del Estero 1319; y en Lima1261, los Estudios EFA filmaron notorios actores y actrices de nuestro cine...Dedica adems todo un captulo para numerar la cantidad de bibliotecas,centros, clubes, instituciones sociales y culturales, todas, o en su granmayora, a partir de la numeracin 1000, en calles paralelas: SociedadMeridional de S.M., Biblioteca Popular Hiplito Yrigoyen, Centro ReginLeonesa, Associazione Italiana Reduci della Guerra Europea, SociedadCosmopolita Lecheros Unidos, Sociedad Protectora de la Real AcademiaGallega, Crculo de Suboficiales de la Prefectura Nacional Martima,Asociacin Amigos Calle Lima, etc. La ms antigua de las institucionesuruguayas en nuestro pas, el Club Oriental, funcion en Luis Senz Pea1787. Adems, la Unin Trabajadores Cargas y Descargas de la RepblicaArgentina, los Pasteleros yAfines, la SociedadAmigos de la Ciencia, etc.

    En San Jos 1627 funcionaba la Editorial Claridad, cuyo enfoqueeditorial asumi claramente una posicin libertaria. Tambin se encuentra,entre tantas otras instituciones, el Museo de la Caricatura Severo Vaccaro.La lista puede concluir con dos novedades, el Canal 13 de televisin, en Lima1261, y el Ejrcito de Salvacin, en Caseros 1601, con que cierra un pocoteatralmente esta enumeracin categrica y elocuente.

    Remata este cuidadoso de variedad infinita de muestrasde una vida cultural vigorosa y libre, con el relato del atentado al PresidenteIrigoyen del ao 1929 en vsperas delAo Nuevo, en circunstancias en las quel mismo deca:

    Para el ao 1934 reserva la nota final, del 9 de noviembre, con el viajeinaugural del tramo sur de la lnea C de subterrneos, entre Plaza Constituciny Diagonal Norte, en tanto

    Un toque de literatura y misterio darn unas pginas anteriores, endonde se relatan los encuentros entre plsticos y hombres de letras que tenanlugar en la casa de Brandsen 1838, frente a la plaza Vrtiz en el barrio deBarracas, donde se encontraban Jorge Luis Borges, Xul Solar, MiguelVictorica, Luis Cordiviola, el poeta Pedro Miguel Obligado, y muchos ms degran prestigio en las artes argentinas, en donde Borges habra exhibido susaber en torno a cuestiones cabalsticas , rea que en sulibro El Aleph ambienta en una casa de la calle Garay, entre Tacuar yBernardo de Yrigoyen... que a su vez orienta en tiempos precisos, como 1923,1933, 1943.

    Dejamos all, en el misterio y las palabras y las voces esotricas de latraduccin del encanto difuso y frondoso que alojaron las calles empedradasde Barracas y los rieles ajenos de ferrovas inclumes.

    Una cronologa final, que abarca en su totalidad el captulo XIX,titulado El Barrio de Constitucin, que se inicia en 1857 con la actividad del

    vademcum

    viajbamos por la calle Brasil con rumbo al este y pocosmetros despus de trasponer la calle Bernardo de Irigoyen....

    continuaban los trabajos desde esta ltimaestacin a Retiro.

    y otros esoterismos

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    62

  • Mercado del Sur o del Alto, origen del barrio de Constitucin, con PrilidianoPueyrredn, que es el encargado de trazar la superficie que abarcara elmismo..., y que llega a 1934 cuando se procede a habilitar la lnea C desubterrneos entre Plaza Constitucin y Diagonal Norte, en tanto se terminanlos trabajos en la ltima estacin a Retiro.

    Creo que con esas cincuenta entradas -entre 1857 y 1934- Pucciatoma el pulso del crecimiento de la ciudad, del rea especfica que lopreocupa, Constitucin y el Sur de la ciudad y su conexin expansiva,ofreciendo una rica visin del crecimiento de la sociedad y de la culturaciudadana, avaladas por construcciones y comunicaciones nuevas quemarcan el pulso de la modernidad y la presencia vigorosa de la ciudadcapitana del pas de los argentinos. Es como tomar el pulso a la modernidad, laarmona, el crecimiento inteligente, la mejor esperanza, que es toda unaapuesta de argentino sensible.

    Una ltima instancia cabe, en relacin con Puccia y su fervor poticoy su forma escueta de expresar esa poesa del accionar ciudadano y la cienciaconcurrente al accionar de todos.

    Es por cierto un poeta, en la acepcin griega del vocablo, un creador.Debo confesar que lo amo por ese mismo fervor hacia la ciudad que lo alenten su largo trayecto.

    Sera ideal rematar este recordatorio con unas lneas poticas de suhaber de poeta, tomndole la palabra con la que desafi adoquines ydesperdicios barraqueos, para ensalzar labores, gustos por la vida y lasbuenas cosas, desafos a la tempestad y el aislamiento en una plasmacin quetraduce lo positivo y lo esforzado del trabajo humano, el concurso de bestias ybarracas humanizadas por quienes logran la dignidad y la convivencia con laque se construy esta historia nuestra.

    Es un rescate de vida y trayecto sin agravio a nadie, con unapalpitacin serena y avizora del futuro apetecido.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    63

  • JUAN JOS CRESTO

    El fenmeno del estudio de la historia de los barrios no estabademasiado estructurado en la dcada de los aos setenta del siglo XX y loshistoriadores no se ocupaban, en principio, de esos temas. Haba una historiagrande, de la poltica nacional y tambin municipal, la de la economa, de laarquitectura, de las relaciones exteriores y tantas otras cuya enumeracinexcedera largamente este breve trabajo. Aunque de Ganda y Rmulo Zabalahaban publicado en 1936, en dos gruesos tomos, la Historia de BuenosAires, que llegaba hasta el ao 1800, ella trataba de una historia institucional.Era, en resumen, de la historia grande, la de los documentos de la coloniaespaola, cuya fuente ms importante proceda de los Registros delExtinguido Cabildo, pero en la que se dejaban de lado los temas pequeos -si es que existe algo pequeo o algo grande en el acaecer humano- que notenan directa relacin con las instituciones. De igual manera qu podainteresar el pavimento de la ciudad? Se lo mencionaba como parte de laeconoma global, el presupuesto del ao, el acarreo de las piedras desdeMartn Garca, su conveniencia e importancia con carcter general,econmico, estadstico, pero de ninguna manera si como consecuencia de esaobra pblica all haba motivado la instalacin de un circo, por ejemplo, o deun caracterizado vecino.

    Era, entonces, la historia grande versus la historia chica, queestaba constituida por lo anecdtico, lo personalizado, lo enunciativo, lovecinal. Pero esa historia chica ni era chica ni menospreciable. Se dice queno hay medicina, sino mdicos; as tambin, no hay historia sinohistoriadores, que le dan una participacin personal a sus trabajos, teniendo encuenta que la historia es una disciplina humanista, que estudia el pasado delhombre en todos sus aspectos.

    dice Hegel dejando constancia de que, y por ello agregaba que

    En aquellos tiempos que parecen tan lejanos en el ayer de nuestrosrecuerdos haba unas seis juntas de estudios barriales. La

    EVOCACIN DE PUCCIA Y LOS ORGENES DE LA JUNTA CENTRAL

    Conocemos la ciencia, pero comprendemosla historia, , todos los actos humanosson susceptibles de interpretacin diferente nomorir la historia mientras haya un historiador que la interprete.

    1.- Perfil de su persona

    ms antigua era lade Flores, que quien esto escribe comenz a pregonar entonces su nombrecompleto, que deriva de la historia del siglo XIX: San Jos de Flores. Habanacido en 1938 y hacia 1968 la presida el general Arana, ya en pleno retiro,quien le dej la posta a uno de los pocos sobrevivientes de su fundacin, elprofesor Ral Silva Montaner. La inici en esos das -antes o despus-conjuntamente conmigo el doctor Eduardo Mario Favier Dubois. Pocodespus redact y gestion la aprobacin de sus Estatutos Pblicos, que anhoy estn vigentes. Tena ya, pues, personera jurdica.

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    66

  • Conjuntamente con la Junta de Flores, se convino reunirseperidicamente en una llamada, pomposamente, Junta Central con lasentidades que estudiaban otros barrios: la Boca, con Ismael Bucich Escobar;Barracas, con Enrique Horacio Puccia; Belgrano, con Alberto OctavioCrdoba; San Telmo, con Eduardo Lpez Serrot. En representacin de Floresactuaba el doctor Natalio Pisano, pero por razones familiares debi retirarse,por lo que la Junta me pidi que lo reemplazara. Y he aqu que la modestaJunta Central, con sus seis miembros comenz a reunirse en el Instituto deEstudios Histricos de la Ciudad de Buenos Aires, que diriga uno de susmiembros, el profesor Crdoba, y que en esos das se haba trasladado a suactual emplazamiento. Asista como delegado el profesor Enrique MarioMayochi, tambin pionero de los estudios histricos barriales.

    All, en esas minireuniones, en las que en muchas oportunidades nopodan asistir dos o tres miembros, las conversaciones se hacan casifamiliarmente entre tres personas y hasta entre dos, pero de cualquier modoeran charlas enriquecedoras. Se hablaba de historia. En esos das yo habapublicado una Historia econmica mundial de la dcada de los aos treinta,editada por Macchi, y por lo tanto las preocupaciones se cernan en otrostemas. Cuando publicamos un libro sobre Flores yo tom los antecedentes delPacto de 1859 que tenan un carcter nacional, no vecinal.

    Attulo puramente personal puedo decir que nos conocimos en 1974,cuando fui propuesto por varios colegas historiadores para ocupar un sitial enla Academia Argentina de la Historia, a la que l ya perteneca desde hacavarios aos. Con motivo de mi conferencia de incorporacin, leda en el salnde actos del Museo Mitre, con la presentacin del legendario profesor CarlosAstolfi, que vers sobre Bernardo de Irigoyen, estadista y diplomtico,tuvimos oportunidad de hablar largamente, lo que no es comn entre dospersonas sobre las que pesaban siempre abrumadoras tareas que impiden elgoce comn de la vida. Nuestras charlas siempre se basaron en temashistricos y, a veces, tambin en polticos y sociales, en los que tenamosmuchos puntos de plena coincidencia, en mi caso con marcada influenciaeconmica y en el suyo, sobre el panorama social. Sentamos verdadero ymutuo afecto dentro de una comunicacin que excedi el mero intercambiode ideas y, aunque veinte aos mayor que yo, siempre nos comprendimos. Surecuerdo me es sinceramente grato, su trato afectivo tambin.

    Pero hay otro aspecto que es necesario destacar. Su obra, no se limita sus escritos ya que adems fue un vigoroso propulsor de los estudioshistricos barriales, porque en aquella poca, en verdad, muchas de las Juntasde barrio no eran tales sino apenas la reunin de un par de memoriososvecinos. Haba y hay barrios muy antiguos que requieren una investigacinms profunda y que son propias de un pasado lejano, cual son aquellosnacidos a partir de la ciudad misma, en 1580, pero hay otros que fueronresultado de algn loteo a fines del siglo XIX o principios del XX, cuyopasado hasta aquellos aos poda ser narrado por los pioneros que ocuparonlos primeros terrenos y all construyeron sus casas o por los relatos de sus

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    67

    hijos all nacidos. Todos caban en el amplio y generoso concepto de Puccia.As, bajo su presidencia, la Junta Central cobr un formidable

    impulso. Comenz a reunirse en aquellos aos en una sala cedida a tal efectopor la Cooperativa El Hogar Obrero en la calle Moreno , prxima a EntreRos. Su propsito era ampliar la Junta e incorporar a todos los barrios,aquellos de antigua prosapia o estos de nueva procedencia y corta vida pero alos que sus vecinos lo consideraban, y los siguen viendo con sobradasrazones, sus patrias chicas. Puccia lo comprendi y acopi, referencias queson y sern motivo de una historia mayor y an no escrita del Buenos Airesvivencial. Vio, pues, claro y lejos.

    En la dcada del ochenta, en su nueva sede, se unieron a susmemorables sesiones otros historiadores de valor como Roberto C.Boracchia, Ochoa de Eguilior, Alberto Octavio Crdoba, el recordadogeneral Ales, el profesor Diego del Pino y otros tantos que le dieron a lassesiones contenido historiogrfico. All, la Junta Central, adquiri un perfilnuevo, ms numeroso y hasta un poco burocrtico, tan diferente a aquel otroprimitivo y pequeo, que tena puro contenido de temas histricos y en los quelos escasos contertulios intercambibamos improvisaciones sobre hechosdel pasado sin interferencias temticas.

    La accin de Puccia en la promocin de formacin de Juntas deestudios histricos barriales comenz a tener halageos resultados. No erafcil su tarea, pero tena en s la emanacin de un halo espiritual que irradiabaentusiasmo e impulsaba a su interlocutor a la accin.

    En 1981 logr realizar el Segundo Congreso de Historia de losBarrios Porteos, en el que particip en forma directa. Ya entonces lasprimitivas seis Juntas se haban incrementado a veintids -contando dos parala Boca, que sostena un pleito interno-, lo que significaba la mitad geogrficade Buenos Aires y el ochenta por ciento de su poblacin. Dichas institucioneseran: Almagro, Balvanera, Barracas, Barrios del Oeste, Belgrano, Boca delRiachuelo (Junta), Boca del Riachuelo (Seminario), Caballito, Del Carmen,La Floresta, Montserrat, Nuez-Saavedra, Nueva Pompeya, Palermo, Parquede los Patricios, Del Pilar, Retiro, San Jos de Flores, San Telmo, VillaDevoto, Villa Lugano y Villa Urquiza. La Comisin Directiva la presidaPuccia y eran sus dos vicepresidentes el Escribano Roberto C. Boracchia y elDr. Luis M. Bernardo de Quirs. El Secretario General y el Prosecretario eranCarlos Molina y Vedia y quien esto escribe. El Secretario de Actas era elarquitecto Luis J. Martn; el de Relaciones Pblicas, Ricardo Armano; y elTesorero y Protesorero Domingo Colusi y Orestes Vaggi, respectivamente.Figuraban con cargos especiales dos figuras consulares de la historiografa:como Asesor, el general Oreste Carlos Ales y como Coordinador General, eldoctor Eduardo Mario Favier Dubois. Han pasado solamente veinticuatroaos y todos, salvo dos, han fallecido. Otro tanto ha ocurrido con lospresidentes honorarios mencionados en este trabajo: Prof. Ral SilvaMontaner, Elisardo Lpez Serrot, Alberto Octavio Crdoba y el doctorNatalio J. Pisano, que fueron amigos de Puccia y tambin mos. Los recuerdo

    El Buenos Aires de Enrique Horacio Pucia (1910-1995)

    68

  • con nostalgia y no deja de ser grato y triste a la vez, el poder hacerlo.En la convocatoria para organizar el mencionado Segundo Congreso

    Barrial, que yo mismo redact y publiqu con previo acuerdo de Puccia y de laMesa Directiva, deca en un punto:

    En aquellos das, hacia principios de la dcada del ochenta, Puccia mepidi si poda fundar la Junta

    segn dijo casi textualmente. Elbarrio de San Nicols era un desafo, que tom y cumpl, con dificultades alprincipio, con placidez, despus. Por supuesto, el propio Puccia aceptintegrar la Junta. Y tambin Boracchia, la seora de Caldern, Favier Dubois,Natalio Pisano, Silva Montaner y tantos otros. ramos muchos ytrabajbamos con seriedad. Y he aqu que Puccia, que era un hombre ocupadoy requerido, asista a nuestras reuniones, opinaba, sonrea con esa ntimatristeza que siempre le conocimos y reflexionaba tambin sobre hechossiempre interesantes.

    Los fondos de la Junta Central eran escasos, los de la Junta de SanNicols, tambin. Esta estrechez de ingresos limit las publicaciones quemuchos tenamos y esa intensa y casi secreta lucha subterrnea en procura defondos, de sponsors y mecenas, de empresas comerciales dadivosas, deingresos de diversas fuentes, llev gran parte de nuestro tiempo; nos limit.Es en cierto modo injusta y discriminatoria la poltica cultural de lasautoridades de la ciudad, por la falta de apoyo econmico a tantas ydesinteresadas luchas de historiadores de limitados recursos econmicos quese esfuerzan para publicar el fruto de sus investigaciones y que podranenriquecer el patrimonio cultural autntico de la ciudad, cual es la narracinde su pasado y la consolidacin de su identidad.

    Enrique Puccia no tena una profesin liberal con la que podasubvenir su vida con su ejercicio; fue periodista y todos sus libros sonresultado de su esfuerzo personal fuera de sus horas de labor, esas mismashoras que la inmensa mayora de las personas dedican al merecido descanso.Este esforzado destino parece ser el Norte de todos los escritores de todaspartes. La obra se realiza entre la vigilia y el sueo amenazante como fruto deun esfuerzo creador siempre mal remunerado.YPuccia no fue una excepcin:

    La importancia de certmenes de estanaturaleza -iniciados en 196