El Brujo en Sociedad Año 1839

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VA»A AVBBVDBB A VBCUTAK oojr OUTBSCA Mvcttai

JUEGOS DE .MANOS9 T 0TKA8 VABIAS SCEaTEC CimiOSAS T DITBBTtBAB;

i^xi, cn<i(ro («minaos;

POR D. J. IMIEG.

MADRID: 1839.

Imprenta de loi Hijos de Doña CatAÜHa Piñuela, c«ll< del Amor ie Dio$, ndm, 7.

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£tt natura h^minum novitatij ávida. PtW.

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PROLOGO.

-L^ ad¡c ignora en el día que todos los supuestos encantadores, májicos, taumaturgos, brujas, ó como gusten llamarse, no son mas que estafado­res j charlatanes, ó bien gentes alegres que gus­tan divertirse sorprendiendo ó divirliendo á los demás; y que todos sus pretendidos milagros y artes estriban en medios naturales, en la destre-u de manos, la mecánica , la física, la química 7 en las matemáticas. Pero en verdad que no to­dos saben el como se operan los diversos efectos ó suertes con que aquellos pretendidos májicos suelen asombrar á la multitud, y i veces hasta á las personan mas instruidas.

Mas sin hablar de antiguas creencias sobre el arte de la verdadera májia, exenta de lodo engaño de imaginación, en una palabra, de la Nigromancia , y de si ha habido májicos y bro-}«Me otra calaña que los Cagliosíro, Pinetíi y Itt madre Celestina; podrá preguntarse natural-•nente si en el dia es posible semejante arte, y »i hay brujas y májicos legítimos y verdaderos'} "*• lean los que gustan de semejantes discusio­nes las Tolominosas obras que varios autores

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graves, antigaos y modernos, han escrito sobre esta curiosa materia. Yo tengo demasiado buena opinión del juicio de mis lectores para querer proponerles seriamente semejante cuestión > y por mi parte no hallo reparo en confesar que tengo miedo á los jugadores falsos, á los petar­distas , i los escamoleadores de profesión, á los caballeros de industria, i los charlatanes en ge­neral, y hasta á las brújulas jóvenes con ojos negros (no á las viejas con ojos encarnados y le­gañosos) ; porque todas estas gentes han enga­ñado mas de una veza los incautos hijos de Adán. Empero en cnanto á los verdaderos májicos y brujas con todos tus milagros, conjuros y en­cantamientos , ya no los temo, y me burlo de ellos con tanta serenidad como Horacio cuando dice:

Somnia, terrores mágicos, nüracula , sagas, Nocturnos lémures, portentaque Thessala rides?

Sin embargo, se ha adelantado tanto en el arte de la májia blanca, cuyos recursos estriban enteramente en los medios que suministra la aplicación de las ciencias matemáticas y físíA, con destreza de manos y de lengua , que nadie, por mas que haya visto, y por mas instruido que se crea, puede asegurar hallarse al abrigo de los engaños é ilusiones que de aquellos manantiales te deríTan.

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Lea quien lo dudare en el Inleresanle libro ingles de Decremps sobre la májia blanca descu­bierta lo que le sucedió á M. Hill, es decir, a' Uno de los sa'bios mas instruidos que ha liabido en májia blanca ó natural y en física, cuando el taumaturgo holandés Van Esíín, digno com­petidor suyo, se propuso hacer titubear su incre­dulidad y fortaleza de línimo. El lector juicioso preferirá sin duda leer este episodio curioso en el original ingles, ó bien en la obra francesa ti-tolada: Amusemens des sdences, pa'gina 86o, don­de algunos puntos se bailan iluslrados con figu­ras, que no en el librito español sobre mójía blanca incompleto y mal ordenado.

Los ecperímentos sorprendcnlrs de la Fan­tasmagoría, cuyos elcmenios conocian probable­mente los sacerdotes egipcios, pero cuya per­fección es debida i los físicos modernos, son susceptibles de producir tanta ilusión en los a'ni-mos y sentidos, que se puede sorprender y en­gañar aun en la actualidad i Ifis personas mas instruidas. No quiero hablar aqm de los e^ec-tácnlos fantasmagóricos que nuestro veterano prestigiador Mantilla y otros varios solian ofre­cer al pdblico en esta Corte, sino del modo ar­tístico , ingenioso é imponente con que el céle­bre fantasmagórico y aereonauta francés Roiert-son pracücó esus sorprendentes ilusiones en su gabinete de física recreativa de París en el año J« •797» «egun las describe prolijamente en sus

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y i

interesantes memorias (() que contienen ademas lina infinidad de noticias y anécdotas curiosas sobre la mecánica, la óptica y la aereostática.

Dejando ahora a' un lado la májia negra con toda su caterva de supersticiones, no nos ocu­paremos ya sino de aquella jnájia blanca ínoccn-r te , enemiga de la stiperstrcion y la ignorancia, que no está sujeta mas que al criterio del buen gusto y al beiieplácíto de una sociedad ilustrada. La clase de brujerías que este arte enseña son las únicas que reconocemos, y casi las únicas de que se Talen en el dia ciertas gentes mas ins­truidas ó mas astutas y menos cscrapulosas que otras, ya sea para sonsacar pesetas lícita ó iiíci~ lamente, ya para divertirse divirtiendo a' los demás.

Este arte, sognn se ha dicho, es precisa-mente lo que se llama en general májia blanca ó natural. También se nombra á reces, aunque impropiamente , Física recreativa y aun Física ocuiiat modo de hablar que está puesto en moda hace mucho tiempo, i pesar de que la mayor parte de las pretendidas esperiencias de Física e$-perimental jr recreativa que vemos practicar á los churlatanes nada tienen que ver con U física propiamente dicha. Pero ya que esta ciencia

( I ) Mémoires recréatífi scientifiqnes et anecdo-tiques de Koberlson: Parit i833.

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úill y agradable ha sido desgraciadamente pros-litnida sobre los teatros y en las casas de los me­ros escamoteadores, donde se ven ¿ reces espe-riencias de física y de química, no para instruir­se , sino coD,m'otÍT08 mercenarios ó para dis­traerse tínicamente ; y puesto que es tal en nues­tros tiempos el imperio de la moda, que la raíon misma en boca de los sabios y elocuentes Bocón, Nollet, Pictet, Biot, Arago, nada puede contra esta poderosa divinidad, sería ridículo oponerse á este torrente , siendo menos malo sacar de él el partido posible y di venirse también.

Al escribir sobre la májia blanca he tenido muy presente que aunque haya servido en todos tiempos á los charlatanes y petardistas, no solo para divertir sino también muchas veces para engañar, puesto que el hombre suele abusar de todo, ese uso criminal necesariamente será tan­to menos frecuente cuanto mas generalitado so baile el conocimiento de los diversos medios empleados en las trampas y fullerías. Asi es que el estudio de la máJia natural sirve eficaemente para desterrar los errores, y presenta ademas un manantial inagotable de diversiones honestas j agradables en la sociedad.

Por lo cual la afición á este arte divertido j asomlR^so to ha hecho tan general, que en va-*ÍM naciones cultas se considera casi como un ramo de adorno propio para gradar en el mun-«lOf i la par do la müsica, del dibujo, del baile,

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de I« esgrima, ^c. ( i) . Nacía, en efecto, et mac i propósito para caatirar la atención j dÍTerlir una tertulia numerosa, que un aficionado hábil jugador de manos, qne ademas de la destreza necesaria posea serenidad j tal«|^o para variar agradablemente las suertes conoddas, inventan' do otras nuevas.

Cuando se consideran los prestigios de nn diestro jugador de manos, como le fueron en mí tiempo Pinetti, Préjean, Oiiaier, Lecomte; cuan, do se ven-por primera vez sus juegos de cubile­tes ó de naipes, todo parece milagroso, pare­ciendo imposible á la primera impresión poner­se «no en estado de ejecutar semejantes prodi-jios. Pero teniendo luego proporción para anali­zar de mas cerca estas habilidades, es fácil con« vencerse de qne no deben causar ma^or admira­ron que la ligereza y el acierto de los dedos de un buen tocador de piano cuando divagan por las teclas. Sin embargo, ambas artes, por mas que difieren en sus categorías, dependen de nn ejercicio mecánico sostenido, y pueden adqui­rirse eu la juventud por principios y por una constante aplicación.

Considerada priacípalmente bajo el punto de vista de an entretenimiento agradable y diverti­do en sociedad, be creído dar gusto i los aficio-

(i) Víase la preciosa obrita francesa, traducida del ingles, intitulada: Htimul tUtjeunti gttu.

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nados i la mdjia blanca ofrcciéncloles en la pre­sente obrita algnnos fragmentos de un arte taa ameno , de que me he ocupado bastante en mí joTentud, y sobre el cual poseo muchos mate-ríales. Los franceses , ^oa ingleses, y principal-mente los alemanes, han hecho en ét singulares progresos y poseen obras estensas sobre casi to­dos sus ramos, i pesar de que acaso no se haya descrito la décima parte de las suertes y apara­tos ingeniosos de mero recreo que se inventaron y se inventan continuamente ; empresa que po-dría formar en el dia, no un simple manual, sino hasta una verdadera enciclopedia ma'jica.

Los dos linicos libros en castellano de que ten^o noticia, y qne tratan de juegos de roanos y májia blanca, son los siguientes.

I •* El tomito cuya ultima edición se publica en i8aa en Barcelona bajo el I/lulo de Engañosa ojos vistos, 4fc. por P. Minguet é ¡rol. Todos los ancionados instruidos é im parciales que conos-can esta obrita convendrán en qtie esta' muy in­completa y atrasada , y qne muchas de las suer­tes que refiere («ia ningún ¿rden) se bailan mal esplicadfit.

^' La májia blanca descubierta, ó sea arte adioinaíoría: Valencia, i833 , un lomilo con dos «minas. El aator 6 editor^ traductor, compiU-nor 6 lo que sea de este úlümo libro, ha querido »bra»ar an campo mas Jato que el de tp modes-o predecesor, introduciendo, aunque con poco

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\ tÍDO, la varita adivinatoria (i) CÚD cantidad do recreacioneg aritméticas , físicas y químicas, an­tiguas y modernas , ensartadas sin orden ni mé­todo.

No es mi intención el emprender la crítica compleU de esta obra, muy distante de hallarse al nivel de la fecha que ostenta en su portada. Los aficionados instruidos que hayan tenido pro­porción de dar una ojeada siquiera superficial por los libros orijinales que habráu servido al traductor para ensamblar su compilación indijes-ta , se convencerán desde luego de lo poco que esto debia entender de achaque de juegos de manos , ni de muchos esperimentos que se can-tentó con copiar ó traducir literalmentej al pa­so que convendrán en que el arreglar una obra mas úietódica, mas interesante y mas al alcance de los lectores, no debe ser un trabajo berciileo para quisa tenga algo de práctica é inteligencia

j . ( I ) Dado qnelmn después de leído dicho artículo

sobre la varita aáUvinaloria, el lector qne no haya te­nido proporción de conitultar otroS libro* gobre el particular, pueda tener nna idea clara de la forma y del manejo de esta celebrada varita que,'según la chistosa observación de los redactores franceses de la mafia blanca, suele á veces obrar con mayor efica­cia en los tesoros de nuestros boIsHIos que no en los del globo terrestre.

Qai tou/Uirs ¡nutile li d^eouvrir leí teurces, Sert au moins ijuelque fois á fain owvrir les bouries.

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en la materia. Sin embargo tle lo inútil que sue-'« ser el criticar lo que ya tío es susceptible de enmienda, confieso que no puedo resistir al pru­rito de hacer algunas pocas observaciones , que tal vez no carezcan de interés para los aficiona­do» que poseen el librito de que se trata.

Al leer el prefacio debo suponer en primer lugar que el tradnelor y compilador de la msíjia

' blanca no habrá oído hablar de mas prestigiado­res que de loa Señores Pinetti y Van Estin , que i la verdad eran de una gerarquía muy diferente; ó que habrá tenido sus motivos para callar los nombres no menos conocidos y célebres de un Comus, Perrín, Préjean, Olioier, LécomU, ^c. cuyo dltimo brilla todavía en París como juga­dor de manos, mímico y ventriloco.

Preguntaré también, i qué vienen los miste-i^osy la charlatanería en un libro que se intitula: "djia blanca descubierta? «So ven ep esta obra «dice enfáticamente, máquinas de nueva inven-»cioB j jaegoa admirables, por medios del todo -descoAocidos; se dá la espUcacion de todos, »menos dé ono, sobre el cual el autor guarda »el secreto p«ra no disminnir su valor; pero su-* phca al lector que no dude que está apoyado •sobre hechos reales, sm ser martviUosot, y "que le mire como nn problema de física y de »<natema'licas, cuya solución se lisongea haber «encontrado, y propone solo con la mira de in-Meresar la pnriosidad y ejercitar los ingenios."

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Escasado me parece en el día adr'ertír que todo se bace por medios naturales j sin ayuda de Belzebú; pero á muchos podrá parecer du­doso el que el señor traductor, por mas que di­ga , hubiese encontrado proprío Marte la solución natural de lo que en el prólogo llama problema de física y de matemáticas, y al fin del libro, pá­gina a85, juegos de manos, si no estaviese paten­te á todo el mundo en la columna sigoiente de la misma pagina de la obra , que recopila y tra­duce tan mal, j de la cual adopta hasta el epí­grafe.

Esta obra, lejos de ser nn manuscrito, es un tomo grueso en cuarto mayor acompañado de otro tomo de láminas, y se intitula: Amusemens des Sciences, París i 92 , que forma parte de la Enciclopedia metódica, pero que se vende apar­te en Francia y demás paises estr^ngeros , y no deja de ser bastante conodda en Madrid. Este es hasta el día el tratado mas estenso é intere­sante que existe en francés sobre lo mas carioso qne en aquella ¿ppca ofrecían las ciencias físicas y matemáticas en materia de dÍTersion, y sus autores están muy distantes de querer ocultar las fuentes en que bebieron para hacer un traba­jo tan estenko, tales como Oumam, Gujrot, De-crtmps, 4^c. Mas en cnanto á descubrimientos modernoa en la Física, y principalmente en la Química, está aquella.obra liataralmente mny atrasada, y no es la qoe debe consultarse sobr*

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Xllt estos ramos, sino libros mas recientes, y prio-clpalmeote las recreaciones químicas, traducidas del ingles.

Si el lector quiere uo libro francés moderno y mas universal, que contiene lo mas interesan­te de la obra voluminosa que he citado antes, sin ser tan costoso ni con mucho, con numero­sas adiciones en los ramos de física , mecánica y química, que se proporcione el manuel du sorcier ou magie blanche dé»oilée , que ha tenido varias ediciones, y consta de uu solo tomo con cuatro láminas muy bien aprovechadas y todas las figu­ras del librito español de la májia blanca, ade­mas de una disertacioa estensa sobre todas las partes del arle májico.

Convengo con todos los profesores de jue­gos de manos que la mayor parte de las mani­pulaciones de destreza, y principalmente las re­lativas i cartas y al juego de cubiletes, solo se pueden aprender bien viéndolas ejecutar por olro) j por consiguiente parece bastante indtil el maltipUcar las descripciones pesadas y figuras costosas qae se reSeren i semejantes suertes. Pero no se debe decir lo miismo de otras muchas que cualquier aficionado inteligente puede apren­der por los libros. De este niimero son, entre otros juegos, los ingeniosos de naipes que se eje-catan barajando de cierta manera artificial y vaiforme, y cuya prácdca puede adquirirse en poco tiempo. A.hor« bien, en varios parajes del

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übrito de májia blanca se citan recreaciones fun­dadas en el barajar artificial, pero como en nin-guaa parte del libro se enseña el método de eje­cutar una maniobra tan fácil, resulta un edificio en el aire, é inútil cuanto sobre la materia se dice.

Generalmente para poder ejecutar suertes de naipes buenas y sorprendentes, lo primero que baj que saber practicar es el salto (que los franceses llaman la coupe). Esta manipulación, á la verdad , no se aprende bien por los libros; pero es constante que sin ella todas las demás suertes de naipes ofrecen generalmente pocos recursos para dÍTcrllk- las tertulias, en ua siglo tan ilustrado como el nuestro, en'que se aumen­ta cada dia la afición á esta clase de diversiones.

En la presQoíte obrita no be querido mezclar á los juegos de manos, que ser¿n su principal objeto, recreaciones de física ni de química; y según creo el lector jaicioso no desaprobarte los motivos de mi conducta.

La mayor parte de los aficionados carecen por lo regular de medios para proporcionarse los aparatos, i veces bastante costosos, que se requieren. Es bien sabido que en este pais cual­quier aparatito de mecánica ó de física que se manda construir sale mas caro que en los países estrangeros por la falta de maquinistas que se dediquen a' la confección de esta clase de maqai-nillas. En las principales capitales estrangeras

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se encuentran hechos la mayor parle de los apa­ratos para juegos de manos y otros ramos de má-jia natural. En la ciudad industriosa de Nuren-lierg principalmente liay una fábrica y depósito casi universal (i) de toda clase de arUrfactos, juegos para niños y jóvenes, muebles de lujo, con todo lo relativo á májia blanca y física esperimental.

Difícilmente >e encontrará un entretenimien­to tan agradable y útil para los jóveaes, como las recreaciones matemáticas, físicas y químicas, especialmente cuando ellos mismos, á imitación de muchos profesores célebres, tienen bastante tndostria y paciencia para construirse las maqui-niliai necesarias. Si yo estuviera en' el caso de escribir im tratado de los muchos que poseen la mayor parte de las otras naciones cultas, en que *e reuniese lo selecto de las recreaciones mate­máticas, físicas y químicas, inventadas principal­mente por los alemanes (2); lo primero que acon­sejaría á los jóvenes que tuvieran gusto y dispo. aicion para aprovecharse de semejantes libros, sena el dedicarse algún tiempo al trabajo del cartón y de la madera. Un poco de habilidad

(«) Magasind ' industr ie deBestelmaier á Nuren-g; con un catálogo impreso, que contiene mas de

»»oo figuras grabadas.

,,). ^^«'"e la» obras de los profesores Ifiegltb, '"We, ScifcrheM, Bohnenherger, &c.

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xrt en las artes tan útiles del tornero j del carpin­tero es muchas vece» saficieate para llegar i construir con economía la mayor parte de los aparatos sencillos de májia natural. Ha j algunos que ademas necesitan el auxilio del cerrajero, del hojalatero y del vidriero.

En el librito español sobre mdjia blanca se bailan descritas entre otras muchas recreacionet magnéticas que su compilador tradujo de la obra enciclopédica citada anteriormente, cuyos auto< res habian á su vez copiado á Gujrot, Oíanam y Decremps, pero con adiciones interesantes. Cier­tamente son cariosas esas recreaciones magnéti­cas , y suelen sorprender no poco i las personas que ignoran las propiedades del imán. La mayor parte pueden ejecutarse en cartón, i escepcion de las agujas y varillas de acero. Pero aunque el aficionado que no conoce el trabajo de los metales se raiga para dichas piezas del cerraje­ro , ¿ quién les comunicará la virtud magnética sino posee algunos principios de Física, respec­to i la construcción de los imanes artificiales?

En cuanto á las recreaciones químicas, es un asunto mas delicado de lo que parece, y oo se deberían admitir en los tratados de májia blanca tino etperimentos cuya práctica esté exenta de peligros; puesto que no pasa año ña que algu­nos jóvenes inespertos en la práctica de las ope­raciones químicas se lastimen, sea manejando sustancias venenosas, sea intentando repetir

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Ciertos esperimentos que los mismos químicos no hacen siao con las debidas precauciones, que so­lamente enseña la práctica. ¿Cuántos jóyenes se han estropeado con la plata fulminante , con el fósforo, con el potasio? Concluyo, pues, que el editor de la májia blanca ha hecho mal de citar en Su librito, que no supone conocimientos de quími' •a, los peligrosos esperimentos de las pág. i3a, i35, 15o y i53; asi como varias suertes, ó ranas ó inexactas, que nunca salen bien, y que el com­pilador jamas habrá ensayado ni siquiera visto.

Con todo, por mas imperfectos que sean los dos libritos españoles que acabo de mencionar, he preferido, para ahorrar gastos á los aficiona­dos que ya los poseen, escribir esta obrita mia como suplemento de aquellas, ya describiendo lai suertes mas curiosas que allí no se encncn-traít, ya esplicando y aclarando las que están os­curas é ininteligibles, lodo con relación á ope­raciones qae no exijen aparatos costosos. Y si, consuluado en lo posible las fuentes orijinales, ne adotitido en el presente compendio algunas recreaciones que se hallan también en la mas reciente de las dos obriUs impresas en castella­no , ba sido principalmente i favor de los aficio­nados que no la poseen, aun cuando acaso 1* **'• antigua tengan. De este modo me parece q«e los tres libros podrán hacerse simultánea-"«enle interesantes, formando un repertorio ba»-Unte completo, aunque no difuso.

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Entre las suertes nueras que me son propias (fr hallan especialmente el juego de cubiletes en cuanto i su arreglo total, j la mayor parte d« los juegos de naipes con destreza. £l lector ha­llará ademas muchas suertes que, sin ser nueras, aun nó estaban descritas en ningana de las obras que conozco. Tales son particularmente rarios artiQulos entre las recreaciones mecánicas, quí­micas y de vanedades.

Ya me parece oír murmurar á dos ó tres afi­cionados á juegos ¿é naaoos, de los que suelen considerarse como corifeos de brujería blanca en las tertoKas: «Pero, amiguito, V. nos ra ápertnr-»bar, 6 acaso destruir nuestras diversiones, dañ­ado al pdblico estos secretos que nos proporcio-»Dan ea las tertulias el privilegio áe pasar por núumatargos, ó á lo menos por nnos hombres aqoe Mben algo mas que loi. «tros, y bien ve V. xque ésaauy cruel el desengañar....."

Ta.lo conozco, caballero mio^ pero tampo­co pnedé y . desconocer la injusticia de semejan­tes quejas, ni el derecho de cualquiera persona imparcial á responder i Y. y á sus compañeros: «Vayan en bera mala los cgoistas." L» májla na­tural de los modernos «s un arte agradable ó de adorno, como la mdsica y el dibujo ,>. y como tal necesita tiempo, estudio y paciencia para ad­quirir su posesión hasta el punto de agradar en una sociedad ¡lustrada. Es verdad que con dine­ro se pueden comprar libros, máquinas y otros

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auxilios para alucinar por algún tiempo á la gen­te poco instruida, haciendo muchas veces pasar por físico al mero jugador de manos y al titirite- • ro. Pero no se compra'la destreza que exijen las suertes mas curiosas, ut el manejo de las mií-quinas, ni el ingenio que se necesita para variar ó inventar nuevos medios de sorprender á los in­teligentes, j para hacerlo de una manera que no llegue i fastidiar. Todo esto necesita sacriñcíos muy diferentes de los que puede suministrar el bolsillo; y el que sobresalga en fuerza de su ta­lento ó aplicación no será menos agradable A la sociedad, por hacer una cosa que otro puede tam­bién aprender ; asi como no dejará de dar gusto un profesor ó aficionado á la música, porque sea este un arte que cualquiera puede aprender. Pre­cisamente se verifica en casi todos los paises es-trangerot, que donde hay muphos hábiles juga­dores de manos, alli es también donde hay un ndmero mas considerable d« -aficionados imita­dores suyos para divertir i sus amigos.

Pero ya es mucho pr¿logo este para un libro tan pequeño, y as* concluyo, añadiendo Única­mente que en el caso de que no me haya sido dado esplicar algunas suertes con la prolijidad que necesitan algnnos lectores, siempre me ha­llarán dispuesto á demostrarles las cosas del mo­do mas palpable, y que de ningún modo me por­r e é con ellos como el gracioso autor de la Cro-talogia, ó arte de tocar las castañuelas.

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Para presentar con algún método las direr-sas suertes qae me propongo esplicar, las divi­diré en cinco secciones ó clases, á saber:

I. Suertes matemáticas.

II. Suertes de naipes. •

III. Suertes mecánicas. .

IV. Suertes químicas. y . Variedades.

{ de aritmética, de geometría.

{ sin destreta, con destreiu.

{ sin ilusión, con ilusión.

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I.

MATEMÁTICA

RECREACIONES ARITMÉTICAS.

adivinar el número que una persona haya

I. Hay muchos métodos de ejec clase de acliy¡Bacion, que se reduce gen te á mandar practicar sobre un número ciertas operaciones aritméticas, cujo ii 'sultado, siendo manifiesto, da Á conoce mero primitivamente pensado. Me limi i lai pocas reglas siguientes :

Primer método.

3. Dígase i la persona que ha pee numero, «jne triplique este, y en 8egui( •«da por ]a mitad, siendo el producto p j? *'.» 1"* *ñada la unidad antes de ef <»«'i»ion, acordándose de esta circnnsta segacda k mandarás triplicar nueramen

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2 tad, y pregnnlartfg catfntat veces el divisor 9 se halla contenido en el resaltado. El ndmero pen­sado sera' el doble de este cociente, si la prime­ra división por 2 pudo ejecutarse sin fracción; pero si dicha división no pudo hacerse exacta­mente , se añadirá la unidad.

Ejemplo.

Que la persona haya pensado el número 5. Su triple siendo i5 , que no se puede dividir exactamente por 2 , se manda añadir i al pro­ducto , y entonces la mitad será 8. Multiplican­do este cociente nuevamente por 3 , resultarán a41 qoo contiene dos veces el divisor 9. El nú­mero pensado será pues 4 ti>as i , es decir 5.

Segundo método.

3 . Manda restar i del número pensado, du­plicando en seguida el resto; que se quite otra vee I de este doble , añadúndo á lo que queda el número pensado ; en fia, preguntarás cuál es el número que resalta de esta adición, añadirás 3 , y el tercio de esta suma será el número pen­sado.

Ejemplo.

Suponiendo que la persona haya pensado el número 5 , y que de este haya restado i , qne-dara'n 4 > cuyo doble 8 , disminuido de la anidad, y el resto ^ , aumentado con el número pensado 5 , dará la suma l a ; á la cual añadiendo 3 , re­sulta esta nueva tama i 5 , cuyo tercio 5 e»«l n i iuero pensado.

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Eíte método puede rariarse de muchos mo­do»,, pues en lugar de duplicar el número pen­sado después de haberle disminuido de la uni­dad , se pudiera triplicar aquel: en este caso, después de haber restado otra veB la unidad del triple, y sumado con el número pensado , sena menester añadir 4- La cuarta parte de la suma que resulta de dichas operaciones sería entonces el número pensado.

Obseri;acion.

Cualquier persona un poco versada en mata-máticas podrá imaginar una infinidad ie reglas ó métodos para ejecutar semejantes adivinacio­nes. Puede sorprender mas aun, proponiendo á otra persona sencilla el ejecutar con su número pentodo todas las operaciones aritméticas que guste; y con tal que te manifieste el último resultado de Sus cálculos, podrás hallar fácilmente su nú­mero pensado, mediante una simple ecua<^B algebraica, que muchas Teces se puede e jem-tar de memoria. Me acuerdo haber visto en una escuela de Suiza, dirijida según ci método dei célebre y filantrópico Pesíalozzi, i jóvenes tan diestros en el cálculo, que resolvían de memo­ria cas! todas las ecuaciones del primer gi'ado que se les proponían.

•adivinar dos á mas números que alguno Itabrá pensado.

.4- No siendomayores que g dichos números, •e podrán hallar fácilmente del modo siguienta:

Habiendo mandado añadir i al doblo del

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primer número peniado , harás multiplicar el todo por 5 , j sumar con el producto el según* do nÚHaero. Si hay otro tercero.se operará del mismo modo, mandando duplicar la suma ante­rior, añadir la unidad, multiplicar por 5 , y añadir el cuarto número , S^c.

Hecho esto, pregunta eua'I es la suma que proviene de la adición del último número pen­sado*, y de esta suma resta 5 , ti no hay mas que dos números, 55 si hay tres, 555 si habia cuatro, S^c. El resto estará compuesto de unas cifras. Cuya primera i la izquierda será el pri­mer número pensado, la segunda el segundo número, ^c.

Ejemplo.

Que la persona haya pensado, por ejemplo, estos tres números, 3 , 4< ^- Añadiendo i al doble 6 del primer número , se tendrán 7 , que se multiplicarán por 5 , que dará 35 ; añadiendo igste producto 4 (segundo número pensado), reffilUn 3g , que se duplicará logrando 78 , aña­diendo I , y multiplicando la suma 79 por 5, lo que dará el producto 3g5. Añadiendo, en 6n, 6 (,lercer número pensado) se tendrá 4^1 , del cual restando 5 5 , quedará 346. Las cifras 3 , 4i 6 de este número indicarán por orden los tres números pensados.

Olro método diferente para adivinar dos números ¿fue alguno habrá pensado.

5. Déjense pensar á una persona dos núme­ros que difieran tolo de una anidad , y que nin-> guDo pase de 10. Multipliqúense dichos números

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5

el uno por el . t ro , del producto mandaras ret-tar el mas pequero de los dos números , y mul­tiplicar la diferencia por el mismo numero inte­rior. En fia, preguntarás cuál es la "I"™» ";'í" por la derecha (la de las «".'d^.^">/«' " " ^ 7 producto, y entonces podrás indicar los dos nú­meros pensados, mediante 1. tabla siguiente.

i l a | 3 | 4 l 5 | 6 | 7 | 8 Siendo las «iffai de laj unid

»<TÍ el número pequeílo. . . • | 8 | 7 | 4 ¡5 |6 | 3 | a

Ejemplo-

Supongo que alguno haya pensado los dos número» 8 y q; su producto será 72. R«t»ndo de este el número pequeño 8 , quedaran 64. Mul­tiplicando este resto por el número inferior 8, resuluráa 5 i 3 . Conociendo ahora de este pro­ducto simplemente la cifra 7. de las unidades, »e hallará en la referida Ubla debajo del 2 el nu­mero 8. Este representa el número pensado mas pequeño , y por consiguiente el otro será 8 mas I , es decir 9 .

Adimnar un número que otra persona habrá hallad» por el cálculo , sin hacerle ninguna pregunta.

6. Se deja escoier secreUmente un número cualquiera, y se manda someter á las operacio­nes siguientes: _ , . ,

Primero se multiplica por 4 1 añadiendo 12 »1 producto, y dividiendo la suma por 2 •, en se-goida se restan 6 , multiplicando el resto por 3 ,

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6 y lilliioainente se diride el producto por el DU-inero primiúvo escojido secretamenle. El co­ciente será siempre 6 , y esle resultado puede sorprender á las personas no versadas en el ca'lcu-l o ; pero por lo mismo no conviene repetir la operación dos Teces en segaida ( i ) .

Queriendo , sin embargo , repetir la recrea­ción anterior, se podria variar procediendo del modo siguiente:

Déjese escojer secretamente p«r una perso­na un Diímero cualquiera, con el cual ejecutara' las operaciones aritméticas que le vayas indi­cando. Mientras tanto escojcra's también un nú­mero arbitrario, y ejecutarás secretamente s o ­bre este las mismas operaciones que habrás pres­crito a' la dicha persona; de modo que resulte igual producto de ambas operaciones.

Sea, por ejemplo, el número escojido ge-ceetioaeale por la dicha persona lo. Mandándo­le multiplicar este núnaero por 4 > resultarán 4o; dividiendo en seguida por 2 , tendra's 20 ; mul­tiplicando este cociente de nuevo por 16, resul­tan 320; duplicando esle, y dividiendo el pro­ducto 640 por el número primitivamente esco­jido , la persona obtendrá el cociente 64.

Repetirás, pues, estas mismas operaciones, con el número que escojerás arbitrariamente y

(I) ' Los inteligentes en matemáticas comprenderán fácilmente la razón de esta operación; pues llamando X el número desconocido primitivo, tendremoi *ieia-

r»r« — ^ ' i = 6 .

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en secreto por tu lado. Sea v. g. este número J . Mullmlicado por 4 será 2 0 , cuya milad to , multiplicada por 16, dará 160, y nuevamente duplicada Sao. Dividiendo, en fin , este produc­to por el número primitivo 5 , tendrás el mismo cociente 6í que la otra persona.

Pero si quisieras indicar á esta su numero primitivo, sería menester mandarle añadir al último cociente obtenido el número primitiTO, indicándole la suma total; y restando de e.- ta el cociente conocido 6 4 , podrás nombrarle su nu­mero escojido.

Si una persona tiene en una mano un número par de monedas, y en la otra un número impar, adivi­

nar en qué mano se halla el número par.

7. Manda i la persona multiplicar el núme­ro de la mano derecha por un número par cual­quiera , T. g. por a , y el número de la mano ixquierda por algún número impar , v. g. 3; que baga en seguida la suma de ambos productos, y declare simplemente si la suma obtenida es par ó impar. Siendo esta suma impar, el número par de monedas se hallará en la mano derecha, y el impar en la izquierda ; pero si dicha suma fuese par, el resultado sería al contrario.

Ejemplos.

Que haya, por ejemplo, en la man»dere­cha 8 piezas, y 7 en la iiquierda. Multiplicando 8 por a se tendrá 16, y el producto de 7 por 3 será a i . La suma de arilbos productos es 37, nú­mero impar.

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8 Sí, al contrario, hubiese 9 piezas en la ma­

no derecba y 8 en la izquierdn ; multiplícancio q por 2 se tendría 18, y multiplicando 8 por 3 resultaría 24 » ^ *'" ' produelo , sumado con 18, daría 4^ número par.

La raion de este procedimiento consiste en las propiedades de los productos y sumas de los números pares é impares, por cuya virtud do» números pares dan un producto par; dos impa­res un impar ; y un número par por un impar también un producto impar; siendo también par la suma de dos números pares, é impar la de im número par é impar.

Adloinar el número de monedas que una persona habrá escondido en su mano, sin hacerle ninguna

pregunta.

8. Ma'ndense tomar ocultamente por una persona tres monedas en .una mano y seis en la otra , prometiéndole el descubrir en cual de las dos manos habrá escondido las seis piezas. Dirás i la persona de ejecutar secretamente el edículo siguiente:

i.° Duplicar el número de monedas que se baila en la mano derecha.

2.° Triplicar el número de la mano izquierda. 3.° Sumar este triple con aquel doble. 4-° Dividir esta suma total en dos parles

iguales. 5.° Restar 11 de una de las mitades. 6.° Duplicar el resto. 7.° Añadir el número 3 , S¡c. ifc.

Ahoralbien , se debe'observar : I .* Que pira ejecutar esta suerte, solo las

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cinco primeras partes del calculo son necesarias, pues las dos últimas se han aSadido lin'icamenle para alucinar á las personas que quisieran adivi­nar el procedimiento.

1.' Que la cuarta y quinta parte de la ope­ración no se pueden ejecutar direcUmente sm fracción, sino en tanto que las tres pieías »e ha­llan en la mano derecha y las seis en la izquier­da. Por consiguiente, si la persona que hace el cálculo no halla ni dificultad ni objeción, se le podrá decir desde luego en qué mano se encuen­tran las 3 y las 6 , sin hacerle la mas mínima pregunU. , , u ,

Pero si hubiese 6 pieías en la derecha y 3 en la izquierda, la suma que se le manda partir igualmente en el cuarto artículo del cálculo, se­ría 2 1 , y entonces el calculador observa común-mente que la suma no se puede dividir sin frac­ción en dos parles iguale»; y en este caso po­drás contesurle con indiferencia aparente: «que «importa poco el que divida con fracción ó sin "fracción." ,

3.* Si el calculador, sin decir nada, hubiera dividido 21 en dos partes iguales, á saber, 10' / . . el quinto artículo de la operación te sacaría lue­go del apuro ; pues al prescribirle el resUr 11 de la miUd obtenida (lO'/.), la persona te obser­vará que la sustracción es imposible; y enton­ces contestarías con indifarencia •. <• que lo mií-«mo es sustraer lo ü 11"; T continuarás el res­to de la operación, que i la verdad será inútil para el adivino, pero que sirve para estraviar las ideas del calculador respecto á las sospechas que pudiera concebir.

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19

Adivinar la cifra que alguna persona hal/rá supri~ mido de la suma de dos números.

g. No se debe proponer para esta recrcacloa lino números divisibles por g , tales, v. g . , co­mo 36, 6 3 , 8 t , i i ' j , 136, i()2, 361, 360, 3 i 5 , 43a.

Dírrfs, pues, á una persona que escoja dos de estos niimeros, j después de haberlos suma­do , él que quite ó borre secrelamente de la su­ma la cifra que guste. Hecho esto, la suplicara's te diga la suma de las cifras restantes, sumadas como simples unidades, j la cifra que será ne­cesario añadir para qijie aquella suma componga 9 ó 18 , será la cifra suprimida.

Ejemplo.

Supongo que la persona escoja los ndmeros 162 y 261 , cuja suma da 4^3; j que borre la cifra del medio 3. Las otras dos cifras , sumadas como unidades, darán por resollado 7 , y lo que falta i este número basta 9 , siendo a, esta cifra es precisamente la suprimida ó borrada.

DEL JUEGO DE LOS DADOS.

10. Muchas personas juegan á los dados, pe­ro muy pocas conocen las combinaciones que ofrece este juego ; combinaciones que sería sin embargo esencial el conocer, para no esponer­se á aceptar apuestas desventajosas, como suce­de a' menudo á las personas que ignoran que has-

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11 l« los juegos de azar esla'n somelidos hasta cier­to punto al cálculo.

lis evidente que un solo dado no pnede pro­ducir mas que 6 números ó suertes; pero con dos dados puede baber 36 combinaciones, que se reducen propiamente a' solos 21 números di-lerenles. La misma suerte tan sencilla de pares y nones, á que se suele jugar lan á menudo, tie­ne Sus probabilidades de ganancia ó perdida, cnya teoría se puede ver en las obras que Tarios •natema'licos han escrito sobre el particular.

Al considerar atentamente la disposición s¡-•nétrica de los seis números en un dado , se ob­servará desde luego que la suma de los puntos de dos caras opuestas es siempre igual a 7 , y por consiguiente con dos dados dicha suma será '4- t)e aqui resulta que al echar un par de da­dos sobre la mesa , será siempre fácil por la sim­ple inspección de las caras superiores, adivinar los ntimeros ocultos de las caras inferiores en contacto con la mesa.

Es sabido que algunos jugadores de mala fé suelen á veces aprovecharse de sa destreza en el arte del escamoteo, para sustituir á los dados comunes otros falsos , que en su caida señalan siempre un número determinado, mediante ana pequeña porción de plomo que encierran.

*^ípl>ien se hallan descritas en varias obras de ma'jia blanca ciertas maquinillas ó aparatos mecánicos mas ó menos ingeniosos , destinados a determinar, y «uo ¿ prevcer las soertes que se pueden echar con uno , do», ó mayor número (>e4dados.

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u

Suerte de destreza con dos dados.

I I . Algunos jugadores de manos manifíeS' tan á veces la suerte siguiente, fundada en un pequeño engaño que nada tiene de perjudicial.

Presentan entre el dedo pulgar y el índice dos dados muy pequeños juntados en la disposi­ción que manifiesta la Fig. i •

Alzando en seguida la mano enseñan (en apariencia) al espectador lascaras opuestas de los dados, que manifiestan á la sazón los mismos números dispuestos como se ve en la Fig. 2.

Por mas sencilla que parezca dicha suerte, no se puede conseguir sin alguna trampa, puer­to que es imposible disponer dos dados comu­nes de modo que señalen 11 puntos sobre dos caras opuestas. Empero semejante disposición puede lograrse fa'cilmente sobre dos caras adya­centes ó contiguas, y en este caso el juglar no hace otra cosa sino volver los dados de un cuar­to de revolución cada vec que levanta ó que vuelve á bajar la mano; manejo que M debe ejecutar con ligereza, sin que el espectador pueda sospechar el engaño.

Habiendo echado en la mesa dos dados, adivinar mediante el cálculo, los puntos sin que se vean.

I a. Dirás á la persona que tiró los dados, que añada cinco puntos al doble del numero que ha producido el uno de los dados ; multi­plicando en seguida la suma por ese mismo «li­mero 5. A este produelo le mandarás añadir el nttmero de puntos que produjo el otro dado.

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II Preguniaris por la suma total y restarás de esta *5, es decir, el cuadrado del número 5. Oblen-«ra's por resto dos cifras, de las cuales la de de­cenas iodicara' los puntos del primer dado, y la "e las unidades los puntos del segundo dado.

Ejemplo.

Sean a y 6 los puntos producidos por los "08 dados. El doble del primer número sera' 4i *' cual mandara's añndir 5 , de que resulla g. ^sta suma, muhiplicada por 5 , dará' el produc­to 45» al cual íc deberáo añadir 6 puntos del «egundo dado. Resulta la suma 5i , de la cual se restarán 265 queda en fin el número 26 , í u -y«» dos cifras 2 y 6 espresan los puntos de lo» dados.

JUEGO ARITMÉTICO DE LA SORTIJA.

'^» Esta recreación no es propiamente mas •l«e la aplicación de uno de los métodos para

«•vinar varios números pensados , y se puede practicar en una tertulia cuyo número de per­sonas no pa,e de 9.

A ?"'P***'s '">a sortija , que deberrf escojer '«no de los asistentes , poniéndola en el dedo de wiia mano cualquiera. Hecho esto secretamente, e trata de adivinar qué persona tiene el anillo,

1 que mano, eo qué dedo, y en qué juntura ó

^ Para ejecutar esta suerte se señalaran por uinaros U primera persona, la seganda, la "••cera , 5"c. Se valuartf también por i la mano

3

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«4 derecha j por 2 la icquicrda. Se señalarán los dedos , I el pulgar, a el índice , 4^0.; y última-mente se llamaran i la primera juntara ó estre­mo del dedo, 3 la segunda juntura, j 3 la ter­cera. £1 problema está pues reducido á adivinar cuatro números que ninguno pase de 9 ; lo que ge ejecutará como en el siguiente

Ejemplo.

Supongamos que la quinta persona haja es-cojido la sortija , habiéndola puesto en la prime­ra juntura del cuarto dedo de su mano izquierda. Los números que se trata de adivinar serán pues 5, á, 4, I.

Para este efecto mandarás duplicar el primer número 5 {persona); tendrás 10 , del cual harás restar 1 ; mandarás en seguida multiplicar el resto <j por 5 , lo que producirá 4^- A este pro­ducto dejarás añadir el segundo número 2 {mano), que dará la suma 4? ; a la cual se añadirá aun 5, y se tendrá Sa, que será necesario mandar du­plicar. Este doble será i o 4 , del cual se deberá •nstraer I; el resto io3 se mandará multiplicar por 5 , que dará por resultado 5 i 5 .

A este nuevo producto mandarás añadir el tercer número 4 {dedo), lo que dará Siig; aña­diendo ademas á esta suma 5 , tendrás 524 , que será menester duplicar, restando i del doble i o 4 8 ; el resto será 10471 que se maltiplicará aun por 5 , de lo que insultará 5235.

A. este último producto dejarás añadir el coarto número i {juntura), de que resultará 5236; 7 juntando por último 5 , la sum» será 5241> cujas cifras indican por orden los.cualro

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15 f Biíineros desconocidos; es decir, la persona, la

mano , el dedo y la juntura. Este calculo parecerá un poco fastidioso a'

muchas personas. Se podría aun proponer y re­solver el problema del modo siguiente:

Tres ó mas personas han escojido cada cual en una haruja una carta (cuyo numero de puntos no dehe pasar </e g ) , adivinar los puntos de la carta que

cada una tomó.

Dígase á la primera persona que añada i al doble del número de puntos de su carta, muh¡~ pilcando en seguida la suma por 5 , y añadiendo •I producto los puntos de la carta de la segunda persona. Después le dirás que duplique esta su­ma, juntando una unidad, multiplicando el to ­tal por 5 , y añadiendo al producto los puntos do la carta que tomó la tercera persona. Restan­do de este producto el número 55, si hay tros personas, d 5 5 5 si hay cuatro, el restante indi­cará por sus cifras los puntos de las cartas elegi­das por cada persona, y según el mismo orden.

También se puede bacer esta misma suerte con 4 personas y 4 joj»»-

Problema curioso relativo al número 4.3.

' i Se pregunta cómo se paede dividir 45 en cuatro partes, de modo que añadiendo i la primera parte el número a, ó restando a de la segunda parte, ó multiplicando la tercera parte f"*'* a, ó dividiendo la cuarta por a ; la suma de * •«'cion, la resta de la saslraccion,,el produc-

*<* de la multiplicación, y el cociente de la di-

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15 visión , sean iguales ó dun por retultado on . mismo Diimero.

Solución.

Las caatro partes que gozan de dicha pro­piedad, son 8, 12, 5 y 20. En efecto

L» i.* parte «s 8 , auadicndo a , resalta la suma lo . La,a.* — «s l a , restando a , queda lo . La 3.* — es 5 , muhipücanJo por a , resulta rt>. La 4 . ' — es a o , dividiendo por a, da el cocient* lo.

Touí 45.

Otro ptoblema curioso y sendllo de aritmética.

15. Se pregunta: ¿deque modoso puede escribir 34 con cuatro cifras iguales?

Solución; 33 V J

Suerte divertida del reloj, para adivinar la hora á que una persona tiene ánimo de levantarse ó de

acostarse.

i 6 . Dígase en nna tertulia i una joven que existe un secreto infalible para conocer la hora á que acostumbra á levanlarse por la mañana; escitada su Curiosidad, querrá' luego cerciorarse de la posibilidad del hecbo. No ba)' brujería mas inocente y mas fácil.

Sacarás tu reloj, y añadirás secretamente á la hora qu^ señala el numero la. Hecha la adi­ción , dir^s á la señorita que cuente esta misma suma , empezando por la hora á que proyecta levantarse, pero retrogradando, es decir, con-

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17 tando lodas las horos de la mucslra al revés; y partiendo desde la hora projectada secretamen­te , deberá' empezar no por el numero i , sino por la hora señalada á la sazón en la muestra.

Por ejemplo. Supongamos que la manilla del reloj señale las 4 , y que la joven se pro­ponga levantarse a' las 8. Sumaras secretamenle 12 con ^¡ y tendra's ití. Entonces dira's a la seño­rita tjue cuente atra's hasta i 6 , empezando por 4 (l'ora actual), y partiendo desde la hora á que deseara' levanlarse. El ultimo ntímero caerá e n ­tonces cabalmente sobre 8.

Oía un poco de ríflexion se ve cuan sencilla es esta recreación; que la joven indica ella mis­ma la llora a que intenta levantarse, y que Ja •dicíon que se efectúa no tiene otro fin sino el de disfrazar ia operación.

decreto infalilile para conocer la edad de las mujeres y udtvirtar cuánto dinero tiene una persona en su

//(jilslit'u,

' 7 - Se presentan sucesivamente i la Señora Cuya edad se quiere investigar las iiete cartas ó tablas numéricas que so hallan figuradas al fin

la presente recreación, prepunlandola cada vea SI hallo indicado en algunas de dichas carias el numero que espresa su edad. A cada respues­ta afirmativa se pone apartt; la carta (¡ue con­tiene Su edad; y después do haber iiispecciona-"O las siete cartas, se juntan todas aquellas que *e hablan separado, y que contenían la edad de a perfona. Se saca de cada una de estas la pri­

mera cifra de arriba, cuya fuma dará cabalnien-*e I» edad que te buscaba.

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18

Ejemplo primero.

Supongamos que la edad de dicha Señora «ea de ^S añoi. Este ndmero se hallara en la primera labia, en la tercera, la cuarta y la ses-U. Es atí que

la i.'empieía por i la 3.* por '4 la 4'^ por f> la 6.* por 3a

•aya mtok- 45 da la edad conaabida.

Ejemplo segundo.

Supongamos que la edad inTcttigada sea de "JO anos. Se hallara' este número en la» tablas segunda, tercera y séptima.

La I.a empieza per a Ja 3.» por 4 la 7.* por 64

Sama total: 70 aSoi.

Se re que Taliéndose de esta misma combi­nación, se puede fa'cilmente adivinar, sea la edad de uoa persona, el dinero que lleva, la hora á qne tiene a'nimo de levantarse, 6 bien cualquier otro ndmero pensado , con tal que no pase de 127.

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19

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50

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SI

Sustracción divertida é histórica.

18. En la obrita de Minguet sobre juegos de nanos se pone entre las suertes de naipes un Juego de sustracción numérica muy antiguo y bastante conocido , que se puede repetir sea con 3o cartas, sea con 3o monedas de dos clase», sea en fin con un niimero equivalente de peones del juego de damas , ó de soldados de plomo, y que comunmente se presenta bajo forma de un Cuento análogo al siguiente:

Quince esclavos blancos y i 5 negros (ó bien Igual número de cristianos y judíos, ó si se quie­re mejor como en el librito citado , otros tantos Caballos blancos y negros) se hallaban en una embarcación durante una tempestad. El capitán, para alijerar el barco, manda arrojar al mar la Mitad de dichos hombres ó caballos, y para aparentar que consulta la decisión del aiar, dis­pone todos los 3o hombres en un círculo, de mo-j *. •aerificar siempre el noveno basta diezmar * njitad. Conforme á esta determinación, los dis­

pone de tal modo, que todos los negros tengan *l"e arrojarse al mar, mientras lo» blancos se queden « l^o , .

t.n aIgmiQg libro» esta recreación aritmética '^ Píf*^"'» do un modo meaos fúnebre.

freíala personas reunida» en tertulia quieren •lar «n paseo sobre el agua en una barquilla, pero el barquero no puede llevar mas que 15. *•' amo de la casa de campo, con el 6a aparen-

de sortearlas para determinar las i5 personas q«>« debersCn quedarse, las manda colocar i toda» en Gírenlo, y contándolas una después de otra se-

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5» para siempre la novena. De este modo consigue, sin mortiñcar á nadie , quedarse con las i5 per­sonas cuya sociedad prefiere á la de las demás que se alejan.

Dispone, paes, al principio del circulo 4 de las personas que deben marchar; en seguida 5 de las que deben quedar, y asi alternativamente, conforme a' las cifras que indican las vocales del •erso siguiente, que debe sabei; de memoria el que quiera repetir esta recreación.

Populeam virgam maler Regina ferehat. 4 5 a t 3 i \% a S i a a i

Otro modo análogo de presentar esiarecrtacion.

19. Se trata de repartir na regalo de 12 ra­milletes entre 13 Señoras, mortificando á una de estas, pero de modo que en apariencia la de< cisión tea debida al azar.

Se disponen en círculo las i i Señoras, y ae reparten los la ramilletes contándolas desde t hasta 9 , y haciendo salir del círculo la novena persona, i qui«n se daed el ramillete.-Siguien­do asi del' mismo modo, se hallará que la undé­cima , cantando desde la primera por la cual se empezó, qnedará la última, y por consiguiente no tendrá ramillete.

Si no hubiera mas que la Señoras, i las cua­les se quisieran repartir 11 ramilletes, seria me­nester empezar por aquella que precede á la que se quiere escluir ó mortificar.

Este mismo juego puede tener otras rarias aplicaciones divertidas en sociedad : y. g. rl ejemplo de una persona caritativa que se propo-

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Sí ne dar limosna sf i3 pobres, y no posee sino la cuartos. Disponiendo, pues, las cosas como se acaba de esplicar respecto á las Señoras, aque-J'a persona da un cuarto ¿ cada pobre, escepto a uao que se supone capaz de trabajar.

Recreación de la cruz aritmética.

o A o , B

o o o

o o o o 0 o o o 0 o 0 o o o 0 o 0 o

vo. Diversión muy sencilla que te proponen « »eceg ios niños en las escuelas. Coloqúense i3 «nonedas, v. g. i3 cuartos, en forma de crux, como se ye en la figura primera.

I^ propiedad aritmética de esta cruz consis­te en que se puede sumar 9 de tres modos dife­rentes, i saber: según la dirección de la línea vertical, y también según esta misma -vertical, ••guiendo la línea transversal que cruza prime­ramente brfcia izquierda y en seguida hacia de­recha. Dispuestas asi las i3 monedas, se pro­pone el suprimir dos de estas, de manera que la Ciz conserve siempre la misma propiedad arit­mética.

Esto se consigue quitando las dos piezas A y ° « que forman los estremos de la linca trans-^eraal, y sabiendo esta de un punto con «u» dos pi«Mt restantes, como se ve en la figura segunda.

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n problema de la estratagema de las monjas en un

convento,

21 . ¿De qué modo se pueden disponer en los ocbo comparlíoiientos esteriores de un cuadrado subdlvídido en nueve cuadraos , unas moDcdag, de manera que la suma de cada fíla ó banda sea siempre nueve, y que sin embargo su número absoluto pueda variar desde 20 hasta 32 ?

En las recreaciones matemáticas de M. Oza-nam se halla este problema propuesto de un rao-do bastante curioso, que dio motivo á que le llamasen ardid ó estratagema de las monjas.

Cuenta dicho autor que hay cierto convento de forma cuadrada, compuesto de nueve celdas, de las cuales la del medio ó centro estsí habitada por nna priora ciega, y las otras por sus monji-tas. La buena priora, con el fin de cerciorarse de que tus religiosas no fallan i sus deberes, v¡« sita cada noche las celdas dispuestas en las cua­tro alas del convento.

En su primera visita baila tres monjas en ca­da celda , ó sumando nueve por cada banda ó ala del convento; y bailándose satisfecha, se va a' acostar.

El día siguiente cuatro monjas huyen del claustro. La priora en su próxima visita cuenta «as pupilas, y hallando como antes nueye por cada fachada, la buena mujer duerme satisfecha de su conducta.

La tercera noche las caatro fugitivas vuelven al convento acompañadas de cuatro hombres; pero la superiora, al ejecutar su ronda, cuenta siempre 9 perionat por a la , y nada (ospecba.

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95 Sin embargo, la noclic siguiente oíros cua­

tro hombres se introducen cu el convento, y la priora, hallando como siempre 9 personas en ca­da fachada, no sospecha que haya salido ó en­trado alma viviente en el claustro.

Se pregunta: ¿de qué modo es posible espil­lar semejante paradoja?

Solución. La solución de este problema, figurada con

monedas ó número^ sobre papel ó cartulina, se compre'nderá fácilmente por la inspección de las Cuatro tablas siguientes:

(>) (>)

3 3 3 4 | X I 4

3 3 I I

3 3 1 3 •4 1 ^

(3) (4)

a 5 a I 1 I

• — - • 5 5 7 7

a 5 a I 7 • 1

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i6 £1 primer cuadro representa la disposición

primitiva de las monedas en los compartimieD-tos del cuadrado. £1 segundo la de las mismas piezas después de haber suprimido cuatro. La tabla tercera ¡odica el modo de disponer las mo­nedas, después de haber introducido en el cua­drado cuatro nuevas, juntamente con (as ante­riores. £n fin , la cuarta disposición representa la de las mismas piezas, después de uu aumen­to de otras cuatro nuevas. Es evidente que hay siempre nueve en cada fila esterior, y sin em­bargo en el primer caso el número absoluto era 24) en el segundo caso ÍQ, en el tercero 28 , y en el cuarto 82.

El nuevo editor de las recreaciones matemáti­cas añade la observación siguiente sobre este problema. Según parece, M. Ozanam al referir 8u cuentecito de las monjas, no habrá reparado en que podiaq haber llevado el engaño mas ade­lante , puesto que pudieran haber hecho entrar en el convento otros cuatro hombres, sin que la priora lo hubiera notado , haciendo en segui­da salir todos los hombres juntamente con seis monjas, de modo que no quedasen de estas sino 18 en vez de 34 que eran primitivamente. Los dos cuadros siguientes harán comprender al lec­tor la posibilidad.

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97

(5) (fi)

0 9 0 5 o 4 • —

9 9 o 0

o 9 o 4 o 5

Es casi escnsado el esplicar de donde pro-veoia la ¡lusioA de la buena priora. Se concibe fácílniente que el engaño coosistc en que los niímeros de las celdas angulares del cuadrado se cuentan dos veces, puesto que dichas celdas per­tenecen á dos bandas, alas, ó fachadas. Asi cuanto mas se carguen las celdas angulares, va­ciando I«s del medio de cada banda, tanto mas C'ecidas sera'n aquellas cuentas duplicadas; y de aqm proviene que la suma parece siempre la misma aunque disminuya. Sucede lo contr*rio a| paso que se cargan Jas celdas del medio de las alas, vaciando las celdas angulares: de modo qne en este caso es menester añadir algunas uni­dades para poder contar nueve en cada banda.

Otro modo de presentar el problema anterior.

aa- A un alcalde regalaron por aguinaldo los uberneros de su barrio 32 botellas de \iuo generoso, que el alcalde mandó disponer en su bodega por su criado, según el orden cuadrado "'gttíeate, haciéndole notar que había nueve bo-"•"•8 en cada fila.

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98

I 7 I

7 7

i 7 I

El mancebo, no pudlendo resistir á la tenta' clon, se bebió una docena de botellas en tres yisita's, es decir, cuatro de cada vez. En las di-Tersas visitas que el alcalde j tu criado hicieron a' la cueva , este üilimo hizo observar á su amo que babia siempre nuevo botellas por cada lado. Se pregunta de qué modo el mancebo consiguió engañar i su amo ?

La solución del problema te manifiesta en los tres cuadros siguientes (i):

I,* disposición con a8 botellas.

a.^ disposición con a4 botellas.

3.* disposición con 30 botellas.

5 a

3 3 3

3 3 3

( I ) En el librlto de la m4jia blanca deseuticHa se « la este incbleíaa bajo el titiüu de *l criad» infitl.

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59

SUERTE DK U S TRES PREÍ^ÜXS.

23. Esta injeníosa recreación consiste en de­jar escojcT secretamente por tres personas dife­rentes, tres joyas li objetos cualesquiera puestos sobre una mesa, prometiéndoles el adivinar, me­diante algunos cálculos, cuál de los tres objetos nabrá elegido cada persona. Esta diversión se puede ejecutar con varias modificaciones, pero comunmente se hace del modo siguiente:

I.* Supongamos que las tres prendas sean un réluj, Boa caja y un estuche, que llamarás ea tdcabeza primera , segunda y tercera joya.

a.° Distínganse igualmente las personas por I , 2 y 3 , y tomando a4 cartas, darás una á la primera persona, dos á la segunda y tres á la ter­cera , dejando las cartas sobrantes sobre la mesa.

3.° Después que cada persona baya escojido nna de las tres prendas, sin conocimiento tuyo; "partándote un poco , vuelto de espaldas , man­darás que la persona que escojió el reloj tome nn numero de cartas igual al que tiene en las «nanos: U que eVijló la caja tome dos veces el niimero que tiene ya j y la que posee el estuche ''**J* *n«tro Teces mas que las suyas.

4- Volviéndote ahora cerca de la mesa , da­rás un vistazo para cerciorarte rápidamente del numero de cartas que quedaren sobre la mesa, Cuyo niimero puede ser, según las circunstancias,

1, a, 3, 5 , 6 , 7. Entonces harás uso de las palabras siguientes,

y ae Sus ndmeros respectivos, para determinar > poseedor de cada objeto.

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30

Parfer César jadis devtnt si grand Prince. í 5. 3 5 6 7

5 / Obsérvese que la primera sílaba de cada palabra sctíala la primera persona á quien se dio una carta, y que la segunda persona que recibió dos cartas se halla espresa por la segunda silaba.

6.* Adviértase también que las tres prime­ras Tócales a, e , i , que entran en dichas pala­bras , indican la primera, segunda y tercera

7." Nótese en fin qa« los niímeros i , 2 , 3 , 5 , 6 y 7 , que están debajo de las dichas pala­bras, designan la palabra que conviene consul­tar , según el niimero de las cartas que habrán quedado en la mesa; es decir, que si queda una carta se debe tomar la palabra Parfer; pero si quedan tres, se debe hacer uto de la palabra jadis , y asi de las demás.

Guando, mediante el número de cartas so^ brantes, se sabe de qué palabra se debe usar, será fácil determinar el objeto que cada cual elijió, atribuyendo i la primera persona la joya espresada por la voóal de la primera sílaba; á la segunda persona el objeto representado por la vocal de ¡a segunda sílaba; y á la tercera perso­na la joya restante.

Primer ejemplo.

Supongamos que después de haber mandado tomar cartas á las tres personas, conforme se ha esplicado, quedaron dos sobre la mesa. En este caso me valgo de la palabra César, correspon-

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31 diente al número 2. Como en esta palabra la primera sílaba (que señala la primera persona) contiene la vocal e, la cual indica, según va es-plicado, la segunda prenda, concluyo que la primera persona, que recibió una sola carta, tendrá la caja. Observando en seguida que la 'Vocal a, que denota la primera joya, se halla en la segunda sílaba, concluyo <{ue el reloj, ó la primera prenda, se halla en manos de la se­gunda persona , que recibid dos cartas al princi­pio del juego.

Por la misma razón, si quedasen cinco car­tas, la palabra devi'nt, correspondiente al nume­ro 5 , me baria ver que la primera perfona debo tener la segunda joya, espresada por la letr.i e; y que la segunda debería poseer el tercer obje­to, representado por la letra i.

En algunos libros de recreaciones matemaí-licas se describe esta suerte, haciendo para ella uso del verso latino siguiente:

Suhe certa animal semita vita qules. 1 a 3 5 6 7

^ En estas palabras el orden de las sílabas se-*•*'« también el de las personas, mientras que las vocales a, e, i, indican los tres objetos esco-Jidos. Par^ que el lector comprenda mejor el «nodo de ejecutar esta ingeniosa recreación, va­mos i aplicar las palabras latinas á otro ejemplo.

Segundo ejemplo.

Supongamos que las tres prendas actuales sean ana sortija, una coja y un collar. Tómense

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32 como antes 3^ cartas ó monedas, de las cuales se daráa una á la primera persona, dos á la se­gunda y tres i la tercera, colocando las otras sobre la mesa.

Hecho esto, y habiéndote apartado un poco, dejarás escojer á cada una de las tres personas el objeto que guste, mandando en seguida que la persona que escojió la sortija tome de las car­tas sobrantes tantas como tenia ya; que la que eliiió la caja tome un número de cartas doble del suyo; y que el poseedor del collar coja un número cuadruplo del suyo. Volviendo después á presentarte, y TÍsto el número de cartas que qHedao sobre M ate»», que pueden ser, según va dicbo arriba, i> a, 3 , 5, 6 6 7, (pero nunca 4) prucararás aplicar la palabra latina conve­niente á la resolución del problema.

Si ha quedado una sola carta, harás oso de la palabra Sahe, cuyas dos sílabas, con sus Tó­cales a y c, te indicaraCn que la primera persona debe tener la sortija, la segunda la caja , y por consiguiente la tercera el collar.

Si hubieran <}uedado seis cartas, me valdría de la palabra vita, cuyas sílabas y vocales me enseñan que la primera persona tomó el collar, la segunda la sortija, y la tercera la Caja.

Nueva modificación de la misma recreación, tnediante una caja con tret figuras-.

a4- Entre los juegos de niños alemanes con que la ciudad de Nuremberg surte á la mayor parte de Europa, y aun de América, hallo la presente modificación de la recreación anterior.

La Fíg. 3 representa tres tabiitas cuadradas

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33 de madera, forradas de papel, en que se pinta­ron tres objetos diferentes, v. g. un pájaro, una flor y una casa, señalados respectivamente con los niimeros i , a y 4- Estas tabulas pueden co­locarse todas tres en una caja, Fig. 4» de for­ma rectangular, tres veces mas larga que ancha, y provista de su tapa de corredera. Los compar­timientos ó divisiones de la caja deben estar se­ñalados con los número» i , a y 3 , y correspon­den i las tres personas de la recreación anterior, mientras que á los naipes de aquella se sustitu­yen aquí i8 monedas ó ñchas de jugar.

Esto supuesto, se entrega á una persona de la sociedad dicha caja con sus tres tablitas, permi­tiéndola el dar á estas una disposición arbitraria, la cual puede variar de seis modos diferentes. En seguida (desde lejos, ó vuelto de espaldas) se manda colocar en cada división de la caja tantas monedas como vale el producto del mí­s e r o señalado en el compartimiento por el mi-Mero inscrito en la tablita que contiene. Por eiemplo, si el pájaro está en el primer compar­timiento, digo: i por 1 es uno, y meto en este «na sola moneda. Si esta misma división encer-"'*'* '• casa, colocaría en él cuatro monedas, porque 4 X i = 4: y asi de los d emas casos.

Hecha esta repartición, se manda cerrar la caja, dejando en la mesa las monedas sobrantes, qne podrán ser i , a, 3, 5, 6 ó 7. A la sazón me acerco á la mesa para cerciorarme del numero de monedas que quedan en ella , y combinado *»te numero con el orden de las vocales del •er»o latino, anteriormente citado, Sa/t>e certa «mmcB^c., consigo adivinar la disposición de ws tres Ublitas en la caja, aplicando el método

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34 csplícado anteriormente j y acorda'udome que él pájaro está representado por la letra a, la ñor por e, y la casa por i.

Ejemplo.

Supongo que há qnedado en la mesa una so­la moneda. £a ese caso la palabra salve me ha­ce ver por sus Tócales « y e , que la primera di­visión de la caja debe contener el pájaro, la se­gunda la flor, y por consiguiente la tercera la casa.

En las palabras anima y semita se bailan las tres vocales; pero es evidente que dos son su­ficientes para conocer la tercera.

QUODLIBET MAJICO.

25. Se Ai comnnmente este nombre i una especie de recreación matemática, que consiste en adivinar números, palabras, naipes, ú otros objetos escritos ó figurados, según ciertas re­glas , en una tabla, librito , 6 en cartas sueltas, que se presentan al espectador para que piense secretamente uno de los números ó palabras que contiene.

Para esplicar del modo mas sencillo el prin­cipio en que se funda la recreación de que se trata, supongo Y. g> 36 números dispuestos en seis columnas verticales , como se ve en la pri­mera tabla siguiente, señalada con la letra A.

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A I

2

3 4

7 8 9 lO

i3

•4 i5

'9

21

a5 3i I

2

3 4

7 8 9 lO

i3

•4 i5

'9

21

26

27

32

I

2

3 4

7 8 9 lO

i3

•4 i5

'9

21

26

27 33

I

2

3 4

7 8 9 lO i6 aa

23

24

28

3o

34 5 II '7

aa 23

24

28

3o 35

6 12 i8

aa 23

24

28

3o 36

B 3i

a5 32

26

33 37

34 28

35

=»9

3G 3i

a5 32

26

33 37

34 28

35

=»9 3o '9 20 21 33 33 24 i3 «4 i5 16 »7 18

7 1

8 2

9 3

10

4 II

5 la 7

1

8 2

9 3

10

4 II

5 6

Ahora bien, si reparto estos mismos mimc-•^i eo otra tabla análoga, señalada coa B, de

odo que las cifras contenidas en la primera * 'ttmn« de la ubla A, ocupen respectiTamen-le el tíltimo renglón ó fila borizonlal; que los

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36 números de la (egnnda columoa de la tabla pri­mera formen el penúltimo renglón horizontal de la segunda; qae la tercera columna de la primera tabla se disponga según el mismo ór-den en el renglón antepenúltimo de la tabla B, y asi de todos los demás números; es evidente que según esta disposición, cada columna de la tabla B no contendrá sino un solo número de la columna correspondiente en la tabla A, y por consiguiente que se podrá acertar cualquier nú­mero de la primera tabla, conociendo su c o ­lumna en ambas tablas.

Para construir según este principio una re­creación aritmética, pego las dos tablas en am­bas caras de una cartulina, diferencia'ndolas mediante alguna señal, ó por un color diferen­te. Presento la tabla A á una persona para que piense secretamente un número^ indicándome simplemente la columna vertical en que se ha­lla , y me acuerdo del número ó rango de dicha columna. £ a seguida vuelvo el cartón, y pre­sento á la persona la cara B, suplicándola el que busque de nuevo su número, indicándote asi­mismo la columna en que está, y en este caso podrás decirle sa número, contando en dicha columna de abajo arriba hasta el número igual al que espresa el rango de la colamna señalada en la tabla A.

Ejemplo.

Supongo que la persona baya escojido en la primera tabla la cifra ^ que ocupa la segunda columna. En este caso me acuerdo simplemen­te del número a que espreaa el rango de la c o ­lumna. Presentando en seguida la tabla B á la

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37 persona para que busque de nuevo su cifra, se bailará esta en la columna tercera, y por con­siguiente conocerás al instante que la cifra pen­sada deberá ser la scgundu contando al revés de abajo arriba, puesto que el segundo renglón ho-riionial contendrá todos los números de la c o ­lumna rertical de A.

Los números de la primera tabla se pueden disponer en un orden cualquiera ó arbitrario. También se pueden sustituir, sí se quiere, nom­bres propios de historia , de mitología, de geo­grafía , ó de bistoria natural, sea escritos, sea dibujados, y en este último caso la recreación M mas divertida y menos fácil de analizar.

A veces se suelen también separar las diver­sas columnas verticales en otras tantas páginas ^ cartas diferentes. ^ Elscribo V. g. en diez cartas enteramente blancas cien nombres propios masculinos y fe­meninos de los mas usuales, diez, nombres en cada Garla. En seguida escribo en el revés de las «nismag cartas los cien nombres idénticos, re­partidos según el método que acabo de csplicar, cuidando de señalar el orden de las cartas, sea nedianie cifras ó letras, y diferenciando tam-n'en ambas caras, v. g. mediante colores dife­rentes de papel ó de letra.

dispuestas asi las ico palabras, se enseña i alguna persona la primera cara de dichos nai­pes, proponiéndola el buscar en ellos su nom-ore propio, é indicándote simpicment* en qné earu se halla. Hecho lo cual, te acordarás del ^ümero á rango del naipe, volverás la baraja y

piicavág i la persona que busque de nuevo en que carta se encuentra su nombre, y asi que te

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38 iadique la carta, conocerás la palabra pensada, contando de abajo bacía arriba basta un número igual al de ia carta en que se elljiú la prime­ra vez.

Supongo, para dar otro ejemplo, que el nombre interesado que escojió el espectador la primera vez se halle en la séptima carta, y que después de baber vuelto la baraja encuentre el mismo nombre en el revés de otra carta que se te señale. Conocerás desde luego que la consa­bida palabra sera' la séptima de abajo arriba en la carta que te señale.

Los alemanes, tan apasionados a' todo lo que huele al género maravilloso, j por consiguien­te a májia blanca, han variado de mochas ma­neras ia recreación presente: y tratándose de unos juegos tan fa'cíles de ejecutar, creo no dis­gustar á mis lectores añadieodo todavía un par de estas modificaciones.

I. Recreación con nombres geográficos.

36. Escnbanse los nombres de i44 ciuda­des por columnas verticales en diez papeles, do­ce en cada uno, formando con estos un peque­ño librilo, cujas páginas estén señaladas, sea mediante números, ó sea medíante las doce pri­meras letras del alfabeto que representen aquellos.

Construyase en seguida en vez de la segun­da tabla, sea una simple tablita ó cartón, sea una cajita chata en forma rectangular, en jo lar­go sea i lo menos doble del ancho, según se ve en Fa 6gura siguiente:

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39

~

— 1

~ ~

1 1.

— — • 1 1

— — — —

— —

— —

bi 1 1

ca

O m O O 50

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40 dividida asimismo en i44- comparUmientos rec­tangulares , en que se inscriben los mismos nombres geográficos del librito, disponiéndolos según el método anteriormente esplicado. Las verticales que dividen las columnas, en lugcír de simples líneas, deben ser listones ó cintas es trechas de cartulina que permiten pegar sobre cada columna una banda ó cinta de papel fuer­te , en forma de tapadera, en cuya cara supe­rior se señalan las mismas doce subdivisiones horizontales que separan los nombres escritos; á menos que se quiera mejor tomar el trabajo de pegar sobre cada nombre una papeleta ó tapa particular. En fin se coustruje también un pe­queño anteojo majico fingido, de madera ó car­tón , en cuyos estremos se pegan dos cristales coa papel negro debajo, solo para la a'^ariencia.

Para ejecutar la recreación se entrega a' una persona el librito con los 14.4 nombres, dojrfn-dola pensar secretamente uno de ellos, é indi­cándote simplemente la pagina en que se halla. Después la mandarás buscar en la tabla ó cajita cl mismo nombre , y repararás en qué columna vertical se halla , y volviendo á cojer la tablita Upada, fingirás bascar al través de las tapas, i favor del anteojo ma'gico, la palabra interesada, lo cual sera' fácil, contando desde abajo hacia arriba las divisiones de la columna hasta un nu­mero igual al de la página del librito en que le clijió.

II. Estrella adiidnatoria.

2^. En esta modificación de la recreación matemitíca qne nos ocupa, los números se ha­llan dlspnestos en forma de estrella decagonal,

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41 ^'n que las diez puntas ó ram.iles se señalan me­diante las letras del alfabeto.

Sobre on círculo de madera ó de cartulina de u n a s Rf>í<a n i i l r r n ^ n * Aa r l í r ^ m p t m ftfí nOSBL e n 1 seis pulgadas de diámetro, se pega en ambas caras papal blanco en que se dibuja la ' ' g . 5. En el centro se traza un pequeño circulo •le una pulgada de diámetro, y al rededor de este, basta la circunferencia del círculo grande, ••oa estrella de diez puntas troncadas, según se Ve en la dicha fígura.

Cara superior. En la wrcanferencia del círcu­lo pequeño, al principio de los ramales, se tra­zan en ves de cifras las diez primeras letras del alfabeto ; y en el interior de este círculo se es­cribo: Aqui se piensa un número. En el interior de ios diez ramales se reparten los cien núme­ros naturales desde I hasta loo. . Cara opuesta ó inferior (Fig. 6 ) . En la cara jnferior del círculo, en el interior de los rama-***, se disponen los mismos cien niimeros natu-ralesipero gj, mj ¿rden diferente, según el principio en que estriba esta clase de recreación; y en la circunferencia del círculo pequeño se colocan con tinta ó forma diferente los diez pri­meros números naturales. En el centro, en fin,

" e»te círcnlo se escribe. Aqui se acierta el nú­mero. . I^'spuesta asi la doble estrella, <|U€ se puede

^\^R *l"' '' adornar con colores y figuras gero-8 |acas, te deja escojer por alguna persona un

uiBero arbitrario en la cara superior, notando •{•^^lemenle cnál es la letra que esti á la base

I mmal en que se elijió. En seguida se vuelfe Mrton para presentar i la persona la cara in-

crior, diciéndola que kusqne de nuevo su nú-

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42 mero , é indicando linicamenle el ramal en que se halla. Contando entonces desde la punta na'-cia el centro/hasta el numero que ocupa en el alfabeto la letra que habrás notado en la cara superior, conocerás el número pensado.

Ejemplo.

Supongo que el espectador haya elegido en la primera cara el niítncro ^5, cuyo ramal lleva en su base la letra D, que es la cuarta del alfa­beto. Después de vuelto el cartón, el especta­dor bailara' su idéntico número en el octavo ra­mal , y por consiguiente conocera's al punto que deberá ser el cuarto número, contando desde la punta.

CUADRADOS M A JICOS.

38. Se da el nombre de cuadrado májico á nn cuadrado subdividido en otros varios cuadra-ditos 6 compartimientos, en que se inscriben los números de ona progresión comunmente arit­mética , de tal modo, que los números de una illa cualquiera, sea horizontal, ó vertical, 6 diagonal, den siempre la miama tama. Se lla­man májicos estos cuadrados, porque los anti­guos solian atribuirles virtudes ocultas, hacien­do aso de ellos en sus talismanes.

Se dividen los cuadrados májicos en pares c impares. Los primeros son aquellos cuya raiz es nn número par, como a, 4, í», 8, ^ c ; los otros son los que tienen ona raiz impar, y por consi-gaiflote cuyo número de compartimientos es también impar, tales como los cuadrados de 3,

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43 ^' 7> 9' 'S' . Procuraré dar una idea sucbla de ambas clases.

Cuadrados mújicos impares.

Enlre las varias reglas para formar estos cua­drados, indicaré únicamente la siguiente, como 'a mas fácil de retener, aplicándola á un cua­drado májico de nueve compartiiñientos, forma­do por la progresión natural de los nueve pri­meros números x, a, 3, 4» 5» 6 , 7, 8, 9.

Escribo estos números según su ¿rden natu-i"»! en tre« Blas ó renglones, formando un rom-1» , v. g. del modo siguiente:

I

4 2 7 5 - 3

8 6

Tratando en seguida un cuadrado al rededor «e los claco números del medio, de modo i es-<= >Jir los cuatro números de las esquinas del rombo, resuliarála disposición siguiente:

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44

ó biea distinguiendo con líneas loi nuere com' pariímíentoi.

4

8

5

2

6

Últimamente, se colocaríín cada uno de los cuatro niimeros escluidos, i , 3 , 7, 9 , en los compartimientos vacíos mas distantes respecti-Tamente, y tendremos el cuadrado májico si­guiente :

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4

3

9

5

I

2

7

6

'Jue gozará de la propiedad anunciada, a' saber: que cada fila sea horizontal, sea vertical, sea diagonal, dará una misma suma, que en este Caso será i5.

Como la progresión de los g números que nos sirTÍeron de ejemplo son susceptibles de Ocho disposiciones diferentes, pueden dar orí-gen i otros tantos cuadrados majicos diferente», < "ya suma sera' siempre i5 . Por ejemplo, de las dos disposiciones primitivas siguientes:

4 5 7

fi 8

8 4 9 5 I

G 2

9 • 3

lo"s ,i^"°'"«*"ltádo, siguiendo las mismas reglas, ' ° * ' ' « cuadrados siguientes:

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46

1

2 9 4 8 3 4

7 5 3 I 5 9

6 I 8 6 7 ^

y asi de los demás de esta clase.

Cuadrados májicos pares.

Me limitaré aquí i Indicar el método de dis­poner en cuadrado ma'jico los i6 primeros nú­meros naturales , colocándolos primeramente como sigue:

I 2 3 4 5 - 6 7 8

9 l O 11 1 2

i 3 «4 i5 i6

Se coDserrarifn en el mismo ¿rden los cua­tro nümeros del medio. En seguida se traspon' drf(n diagonal j respectiramentc los cuatro nd' meros de las esquinas, es decir, el i6 en lugac del I , y vice versa; y 4 en Tei de 13, y vict versa.

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47

i6

6 7 l O 1 1

EQ fin, se cambiarán también respecliva-raente los ocho Diimcros c|ue faltaa en el con^ torno, á saber: los 3 y 2 , los i4 y j 5 . Jos 5 y 9» y ios 8 y í2 . De aquí resultará el cuadrado *'* jico siguiente;

i 6 3 3 i3

12 9 6 7

i3

12

5 l O

i5

1 1 8

i

l O

i5 >4 I

que dacá por suma en todas las filas el núme­ro 34.

tste caadrado se pudiera también raríar de uchos modos, según la disposición primitiva

*»* los i6 números en progresión arilmélica, que nos han sen-ido de ejemplo. , ^ Con una baraja de naipes se puede también mitar hasta cierto punto una especie de cuadra-o máiico, según lo veremos cuando sé trate de

e»ia clase de suertes.

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48

RECREACIONES DE GEOMETRÍA.

Fiirmar un cuadrado con cinco trapecios, a, h, c, ti, e, (F¡g. '])jr cinco triángulos iguales,/, g, h,

i,k ( i ) .

aq. Cortando estas diei piezas en cartulina, y juntándolas como se Te en la Fig. 7, se r e -

"snelve niecaaicamcnte este bonito problema de geometría, que es susceptible de muchas rno-diíicacioDCS. Citaré alguna de las mas curiosas.

3 .* Como cada uno de dichos trapecios, jun­tándose coD un triángulo rectángulo, forma uu pequeño cuadrado, tal como el de la Fig. B, se puede también proponer el problema del mo­do siguiente: €un cinco cuadrados iguales, como Fig. 8 , componer uu cuadrado único:'

Habiendo, pues, cortado con papel ó cartu­lina delgada los cinco cuadrados, se superpon­drán exactamente ; y después de haber dividido en dos partes iguales un lado del cuadrado su­perior, y tirado del punto de división en uno de los ángulos opuestos la recta be , se puede de nn solo corte de tijeras, según esta línea, cortar todos los cinco cuadrados, de modo i lograr los cinco trapecios y otros tantos triángulos rec­tángulos, que se juntarán como lo indica la Figura 5.

( I ) En la obrita española de ilinguet se dice algo de este prohlema y del siguiente: pero es de un modo tan inconi|)leto y superficial, que de ninguna manera puede satisfacer á un lector curioso.

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49 '•* La Fig. i) manifiesta olro ensamblaje

•te dichas diez piezas de cartón para formar un cuadrado; y la Fig. lo indica el modo de cons­truir con las mismas un solo tria'ngulo rccla'n-gulo. Ninguna, sin eaabargo , de estas disposi­ciones ofrece una regularidad tan sencilla y tan simétrica como la de la Fig. 7 , que es casi im­posible olvidar jamas.

4-" Considerando esta figura como el resul­tado de cinco cuadrados pequeños é iguales, se-"ífiante al de la Fig. 8, é imajinando que en Cada uno se haga olro cerle según la línea pun­tuada ad , se obtendra'n diez triángulos recla'n-gulos y cinco paralelogramos oblicuángulos ó Romboidales, y el problema de formar con d i ­chas piezas un cuadrado Uuico , como se vé en * Fig. 1 1 , ó un solo tria'ngulo rectángulo, será

*>6o mas dificultoso. ,. •' Si se quiere aumentar mas todavía esta nificultad de juxta-poslcion, conviniendo la re ­creación en un verdadero /uego de paciencia ; se «'vidiran cada uno de los cinco rombos ante-pores en otros dos triángulos rectángulos , como *o indican en la misma Fig. 8 las líneas puntua-

.*> y en este último caso se lograrán veinte •"lángulos rectángulos iguales, con los cuales so

puede formar olro cuadrado simétrico diferente de los anteriores, Fig. 12, pudicndo ademas ba-ccf palpables varias proposiciones de ceo -metría.

"• De este género es particularmente el fa­moso teorema de Piiágorus, conocido de lodos 08 principiantes en geometría , cuya demostra­

ción se puede hacer palpable á los menos inte-'gentes, mediante una simple transposición de

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50 las piezas de cartón que componen la Flg. 7, colocándolas según se vé en la Figura i3 . Ima-gioando en efeíto los cinco trapecios y los cin­co triángulos dispuestos en cuadrado sobre la hi­potenusa de un triángulo rectangular abe , se puede, por la transposición de las mismas pie­zas , formar sobre los dos lados del ángulo rec­to los dos cuadrados A , B , iguales en super­ficie al cuadiado G, construido sobre la hi­po tun usa.

IlluJtip/icacion geométrica del oro.

3o. Descríbase sobre un pedazo de cartuli­na el paralelogramo rectangular, Fig. i4 , en que el lado A B contenga diez parles iguales, y el lado A G tres de las mismas. Tirando paralelas por todos los puntos de división, el rectángulo se hallará dividido en treinta cuadritos iguales. De A en D se traza la diagonal, y se corta según esta el paralclograruo en dos tria'ogulos rectan­gulares iguales. En fin, se bacen pasar otros dos cortes según las rectas E F y G H, y se logra­rán asi dos trapecios y dos triángulos rectángulos pequeños y respectivamente iguales.

Juntando ahora estas cuatro piezas del modo que lo indican las B'ig. i5 y 16, se podrán con­tar 20 cuadraditos en la una y 13 en la otra, lo que formará un total de 32 cuadraditos, en lu­gar de lo» 3o de la Fig. 4-

SÍ en cadft uno de estos pequeños cuadi-ados se pinta una moneda de oro, juntándolas cuatro piezas de cartón como en la Fig. i4« se conta­rán 3o monedas; pero juntándolas como en las Fig. i5 y 16, se podrán contar 3 2 , y parecerá

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51 que ha habido una autnenUcion de dos mone­das, por cuja razón se llama á veces esta re­creación ^roi/íma'de los avaros.

Por mas débil y sencillo que pareica este problema a' los ojos de un geómetra, encierra, sin embargo, una sdlxra ingeniosa contra los en­gaños de los pretendidos alquimistas que bus­can inútilmente la piedra filosofal, ó la aumen­tación del oro , engañándose á sí mismos y á otros incautos con ilusiones, trampas y para­dojas.

Construcción ingeniosa en cartón, para reunir Jos cuadrados en otro equivalente por transposición

mecánica.

3 i . . Sean los dos cuadrados propuestos A B C D y B E F G ( F i g . 17).

Jiíntense de modo que sus lados A B, B E se hallen en ana mi«ma línea A E. Tómese sobre la recta A B la parle A H igual á B E , y tírense las líneas H G y H C.

Imajínese ahora que el triángulo rectángulo G E H se mueva alrededor del punto G como cjf> y viniendo á lomar la situación G V I. Del mismo modo se concibe que el triángulo H A C se mueva alrededor del punto C, colocándose en { O C, y se tendrá un nuevo cuadrado H G C I, 'gual en superficie á la suma de los do» pro­puestos.

Esta ingeniosa demostración del famoso teo-«•ema de Piidgoras, qno se puede ejecutar fá­cilmente en cartulina, es debido al antiguo geó­metra alemán iíurm.

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Construir un paralelugramo ohHi.uáiíguh , que se pueda transformar en dos iríáiiguíus, ó en un

hexágono , é iuscriliir eslot en un círculo.

32. Sea el círculo propuesto A )H C D E F (Fig. i8). Habiendo trazado sobre una cartulina la recia indefinida A B (Fig. i g ) , tírese de su estreoio A la línea A C igual al radio del círcu­lo dado, c inclÍDadu sobre A B, de modo a'for­mar un a'ngulo C A B de 120 grados. Tírese la paralela indeíinida C D , llevando tres veces la longitud del radio de A en B, y de C en D; por los puntos de división tírense las paralelas E F, G H y D B, que dividira'n el paralelogramo A B C D en seis triángulos iguales. Cortando.es-tos y juntándolos se puede formar con ellos, sea dos triángulos equilaterales connoBFD (Fig. i8) , sea nn hexágono regular A B C D E F.

A favor de esta recreación geométrica , se puede demostrar por una simple transposición de partes:

I .* Que la (operíicie de nn tria'ngulo equila­teral es la mitad de la de un bexa'gono, siendo ambos inscritos eo el mismo círculo.

2.° Que se puede conocer la superficie de nn hexágono regular, multiplicando la mitad de su perímetro por la perpendicular bajada del cen­tro del círculo circunscrito sobreAinode sus lados.

Prollema curioso de un cuerpo regular capaz de llenar tres agujeros diferentes^

33. Presentada una tablita, Fig. 20, con.treí agujeros de formas diferente» , á saber, el pri-

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íuero A. redondo, el segundo B rectangular, y el tercero C elíptico; se pide un cuerpo gcomélrico regular de una forma lal, que iutrodiicido sucesl-•amente en los tres agujeros de latablíta, los lle­ne exactamente ?

Solución.

Se podrá satisfacer á la triple condición del problema, mediante un cilindro D , cuyo diárae-tr« sea el del agujero A , y su longitud la del agujero B. Para que llene tamliien el agujero elíptico ú ovalado C , se le debe introducir en una situación ohlícua, condición que exige que la tablita sea bastante gruesa.

Otro problema análogo mas tlificil de resoh'tr. 34. Se quiere conocer la forma de otro cuer­

po, que sea susceptible de llenar los tres aguje­ros de la tablita, Fig, 2 i : el primero redondo, el segundo triangular, y el tercero cuadrado?

Solución, Para construir el sólido que satisfaga á esta

triple condición, se hace un cilindro, Fig. 32, lan alto como grueso, y del mismo diámetro que el agujero circular de la tablita; y des­pués de haber trazado en una de sus bases un diámetro a o , se cortan oblicuamente por dos planos a b , a c , ambos lados del cilindro basta la circunferencia de su base opuesta. El cuerpo que resulta (i) y que las Figuras 23 y 24 repre-

(i) Este cuerpo es niixt¡lineo,y se jiuede conside­rar como una especie de prisma triangular con Lases curra».

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í>4 sentan por dos lados, llenará las tres condicio­nes del problema.

Hacer con papel una caja redonda en forma de una rosa con doce hojas,

35. Se venden cajas de tabaco redondas, cu­ya tapa consiste en una especie de rosa de doce hojas, de tafilete ó pergamino. La caja enterase puede hacer de papel del modo siguiente. (Fig. 25).

Con un ra'dio ab igual al que se quiere dar al fondo de la Cija, se describe el círculo bcde, y con un radio doble, del mismo centro a, el círculo f g h i. Con el mismo ra'dio primitivo ab se divide la circunferencia f g h i en doce partea iguales k, 1, m, n, o, p, q, fifc, y délos mismos puntos de división como centros se tra­zan los doce semi círculos k z m, x y 1, « ''c. En seguida se recorlean con las tijeras los con­tornos de los 12 triángulos esfcricos, formados por la intersección de los semi-círculos, tales como I ' A m , m B n , n C o , «STc. hasta la cir­cunferencia en que se apoyan , de modo i des­echar todo el papel esterior que contiene los arcos trazados con punlitos; resultando, en fin, T2 hojas ó festones alrededor de la circunfe­rencia mayor f g h i.

Hecho esto , se dobla el papel segnn lo in­dican los 13 diámetros grandes pasando por la punta de cada hoja, v. g., según las rectas E a F, A a D , 4'<¡.; se apoyan las puntas de los dedos izquierdos en el interior del círculo pequeño b c d e , que debe formar el fondo de la caja, al paso que con los dedos de la derecha se l e -

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b5

vantael papel verti.alfflente lodo alrc^^f^^ J dlcbo circulo, aoblando cada lioja por la mUart.

S¡ en esta disposición se aprieta y t^ej-ce i -jeramente alrededor de un eje vertical el con junto de dichas liojas , se doblarán y replega­rán esus por sí mismas según los pliegues tra-lados de antemano; y apoyando el dedo pulgar en el centro a, para rebajar y d.nj.r c.rcular-ménte las hojas torcidas, el todo lomara la tor-ma de una rosa aplastada, cuyas doce hojas se cerrarán toda» en el centro, presentando la

' V s e quiere queesla rosa forme b^apa de una caja del diámetro del círculo pequeño b c d e, se cortará el fondo según los seis diámetros tra­í d o s , pegando los doce triángulos resultantes en el costado de la caja.

TAEIOg JUECOS GEOMKTRICOS DB PiClENCIi. QUE SE PÜEnER EJECUTAR CD« CARTULINA.

La estrella geométrica.

36. En una cajlta chata y rectangular (í"Í6- ^7). que puede tener unas cuatro pulgadas y media de lareo sobre cuatro pulgadas de an­cho , están colocados *6 triángulos de cartu­lina , mitad blancos, mitad negros; lodos igua­les , á escepclonde los cuatro» de las esquinas qtie son mas pequeSos y rectangulares. Según «a colocación, estos triángulos forman una es ­pecie de estrella simétrica. Sacando diphas pie-aw fuera de la cajiu, el arte consiste en volver i juntarlas como antes.

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5G

Juego de escuadras y ganchos.

37. Este juego consiste en cuatro escuadras y cuatro ganchos en forma de Z, respectivamen­te ig'iales, de cartulina, y colocados en una ca-jita chata y cuadrada, (Fig. 28). Sacando y mez­clando estas ocho piezas, el arte consiste en jun­tarlas de nuevo, de modo que formen un cua­drado que llene la caja.

Juego de ¿as doce escuadras.

38. Se cortan de cartulina doce escuadras de dos tamaños diferentes, á saber: cuatro mayo­res y ocho menores respectivamente iguales, co­locadas de modo á formar un cuadrado perfecto como lo representa la Fig. 29. Separando di­chas doce escuadras , la dificultad esta' como en los dos juegos anteriores, en volrer á jun­tarlas en forma de cuadrado.

Juego de mosaico.

39. Este ingenioso juego, Fig. 3o, consiste en una cajita chata y cuadrada de seis á siete pulgadas de lado , en que se hallan colocados por lo menos 6^ cuadradilos pequeños de cartu­lina, ó mejor de tablitas delgadas. Cada uno de dichos cuadradilos está pintado de blanco y ne ­gro separados por la diagonal, de manera que cada color ocnpa la mitad triangular de uo cuadradito.

Según el modo de colocar y combinar estos 64 elemeutos ó cuadradilos, se pueden

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57

producir una Infinlclnd de dibujos simétricos tuas ó menos agradables; y así el juego de mosaico no solo divierte á los jóvenes, sino que puede ofrecer ulilidad verdadera á los arquitectos, marmolistas, ebanistas, bordadores, P'^V*'/'/ otros artistas, suministrándoles la facilidad de imitar-y de imaginar una multitud de dibujos si­métrico» susceptibles de tener aplicaciones en sus'arle» respectivos. En las casas de los gran­des, los suelos embutidos con maderas finas o con mármoles.'muchos tapices y alfombras otre-cen en sus dibujos aplicaciones ingemosas de este fecundo principio. Las mismas combinacio­nes se pueden observar también en varias tien­da» y cocinas modernas, respecto á los dibiijos regulares producidos mediante las pequeñas bal­dosas de loza que «aman vulgarmente azulejos, pintados por lo común de aiul y blanco en dia­gonal, como lo» elementos de nuestro juego tnosaico. mosaico.

En Francia y Alemania se venden estos jue­gos de diversos tamaños, con 6 4 , ó eon ic)0, y aun con 144 pieías, que pueden producir milla-fes de dibujos. Es verdaderament» asombrosa la multitud de combinaciones de que son suscep­tible» esto» cuadradilos bicolorados, por poco que sean numerosos. Varios matemáticos au-ligttos se ocuparon de este curtoío problema, y dos frailes franceses, lo* padres Tmchet J Douai principalmente indagaron este asunto con nna paciencia v sagacidad que admira, escri­biendo sobre el particular libros enteros. Mu-e\lo8 lectores curioso» verán tal vez con gusto en qué priocipios estriban las conabinacione» pinto­resca» de que «e trata.

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Es CTÍdente, en primer lugar, qne segansu colocación, uno solo de dichos cuadraditos ó ele­mentos puede formar cuatro dibujos diferentes A, B, C , D , (Fig. 3 i ) ; l o 8 cuales, sin em­bargo , se reducen propiamente á dos , puesto que entre el primero y el segundo, así como entre el tercero y el cuarto , no hay otra dife­rencia sino la trabsposlcon del triangulo oscu­ro en lugar del claro.

Si se combinan ahora dos de dichos cuadradi­tos , resullara'n 6^ colocaciones ó dibujos dife­rentes. Pues en la combinación de dos cua­draditos , el uno puede tomar cuatro situaciones diferentes , en cada una de las cuales el otro puede cambiar i 6 veces , de lo que resul­tarán 64 dibujos ó combinaciones binarias, l'e-ro de estas 64 permutaciones, la mitad no siendo propiamente mas que la repetición de la otra mitad con otros colores , aquellas se pueden reducir á 82.

Combinando en seguida 3 , 4 » 5 , ífc. de dichos cuadraditos elementales, se hallaría que tres pueden formar 128 dibujos, que cuatro da­rían 266 , 4r<k

La mayor parte de estos dibujos elementa­les son tan srncillos quenada ofrecrn de agra­dable á ia vista, basta que se combinan en numero mayor. Nueve 6 diei y seis de estqs •Icmentos son suficientes para formar los dibu­jos menudos mas sencillos, de los cuales se ven algunos en h s Fíg. 3o, 32, 33, 34, 35, 36, y 37.

Con un juego de 64 elementos un xificioni-do á esta clase de diversión puede, según se ha visto, formar millares de dibujos variados,

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50 simétricos y no simétricos, de los cuales las »' 'g-4o,4i , 4 2 , 4 3 , 4 4 , 4 5 , 46, 47 y 4«»

otrecen solo algunas poca^ muestras.

Juego del Solitario. 4o. El Solitario, titulado así porque se juega

por una sola persona, es un juego de paciencia, bastante conocido y antiguo, cuya primera idea se atribuye á ciertas tribus de salvajes de Amé­rica , que según refieren los viageros, solían ejercitarse- en esta clase de juego , mediante Sus lanzas simétricamente fijadas en tierra.

Consiste el Sulitario en una tabla delgada Cuadrada .d octogonal, con muchos agujeros dispuestos simétricamente; sea en forntíi de cruz o de octógono, en los cuales, menos en uno, «e colocan unas puntas, boliches, ó clavijitas «e madera ó hueso.

Estas punUs se pasan alternaliyamente las unas Sobre las otras, á agujeros vacíos inmedia-'o», poco mas ó menos como se hace en el jue-6" d<! damas polaco , sacando cada vei la» puntas sobre las cuales se saltó. El arte consiste «« continuar dicho manejo hasta que no quede en la ubU sino una sola punta. Esto resultado "O se consigne Un fácilmente como se creé á primera vista, pues por lo resular sobran varia» puntas. ' r r o

. ^'g- 49 representa un Solitario con 33 agujeros, de los cuales uno solo se halla vacío »i principio del juego. El de la Fig. 5o tiene

7 afujeros, y los hay de mayor número , pa-••* ejercitar la paciencia de' lo» aficionados.

Kn algunos libros que tratan de esta cía-

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GO »e de juegos, se hallan varios métodos para j u ­gar el Solitario hasta el úllirao boliche, sena-lando para el efecto cada agujero con su nú­mero correspondiente. Pero cualquiera aficio-nadn enterado del principio en que se funda el juego, puede lograr el mismo resultado, sin li­bro , á fuerza de ejercicio y de paciencia.

La estrella mújica.

41 • Trázcse sobre una mesa ó un cartón la figura geomclrica regular, Fig. 5i, .que se con­seguirá fácilmente empezando su dibujo por las caatro lincas rectangulares A 6 , G D , £ F, G n (.).

En las ocho puntas de esta especie de es­trella, se trazan pequeños círculos, y se propo­ne á una persona el colocar sucesivamente ea siete de estos otras taiUas monedas, v. g. cuar­tos d ochavos , con la condición siguiente: es decir, que al poner cada cuarto, se halle vacío el uno de los estremos de las rectas que concur» ren á la punta donde se coloca dicha moneda.

Por mas sencilla que parezca dicha condi­ción , su pra'ctica no deja de presentar alguna díGcultad al que ignora el principio de culoea-iun , pues casi siempre le sobrarán dos ó .tres monedas, que no será posible colocar á la pun-

(I ) Mediante un poco de ejercicio , se puede tra-7,ar á pulso y con movimiento continuo esta espe­cie de estrella octogonal, qu« tiene alguna analogía con el triángulo doblé enlazado, Fig. 5a, que eh mu­chas partes de Alemania y Suiza siive de nniestra en las cervezerías y tabernas.

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Gl ta de clertós líneas, por hallarse ya ocupado el otro estremo. Puesto el primer cuarto en una "_e las puntas de la estrella , es menester seguir Cierta marcha uniforme para colocar los demás-

l-.a estrella octogonal está formada propia-meate por una línea continua , que se puede l^aíar sin interrupción, empelando desde la punta, y pasando sucesivamente en los punios ^> ^ > 4 , 5 , 6 , 7 , 8 , para volver al mismo punto.

Estos puntos I, 2, 3, 4, ^-c. son pues los sitios en que se deben colocar sucesivamente Jos cuartos, siguiendo el orden de los números-pero para ocultar al espectador el principio aej juego, no se debe señalar dichos ntimeros

n la figura. Al ejecutar la suerte conforme á en tA "' '' *,* '*' * •''"ge la mano ligeramente

iodos sentidos, bajo preteslo de enseñar las neas y puntos donde aun no hay nada.

N0Tu4.

que L^^^°I P"'^ ^^ '°* ^'"^^°' ^^ padmáa, que s describir, con muchos de los se Tp 7*" " entre las recreaciones mecdnitas, térra " *° Alemania, Francia é Ingla-geomct '* "° *'*' °' muchos juegos relativos i CsculturT'k-"""'""*""''''' '^'•'"j" y pintura, «navorn ', '^'"'.•.".'""V"'' Seografía, Sfc. U ños V ' dichos juegos ofrecen á los ni-

y jóvenes diversión é instrucción á un mís-"•o tiempo.

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II.

DE NAIPES.

^a. JljntrQ las recreaciones ó pasatiem­pos de sociedad , las suertes de naipes formau uaa clase tan fccuoda como agradable, princi­palmente cuando el que las ejecuta, une á mu-clia destreza cierta facilidad para variar sus ope­raciones , apodcra'ndose con maña de la aten­ción de los espectadores, y divlrtiéndolos me­diante aquella gciigonxa técnica, tan familiar á los jugadores de manos de profesión , ó como gustan apellidarse en el dia, á los profesores de májia blanca , ó de fisír.a recreativa.

Hay suertes de naipes de destreza, otras de combinación, algunas mecánicas , que se rjccu-tan mediante ciertos aparatoso maquinillas, y otras en fin, que necesitan compañero ó compadre.

Bajo el título de suertes mecánicas »e pue­den comprender todas aquellas suertes de cartas, que se practican mediante ciertos aparatos, en parte muy ingeniosos y complicados , y en los que la mecánica , el imán, la óptica y la e lec-tiícidad bacen á veces su papel.

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63 oe Ten frecuentemente en los gabinetes y

atros de los aficionados y profesores de md-J'a blanca, vasos, pedestales, cofres, y otros aparatos ma'jicos, de los cuales salen , al pa-ccer espontáneamente, las cartas que varios spectadores han escoiido y vuelto á meter en

la baraja. Otras veces un pequeño autómata , v. g. una

paloma ariificial, á una señal del mdjico, saca con el pico las cartas de la baraja. O bien estas aparecen en un espejo encantado, y aun bailan al compás de la música.

Otras suertes análogas, y muy antiguas, son aquellas de la caria quemada , que se encuentra ,e*pues sana y salva (á escepcion de un peda-' ** ^ue guardó el espectador), en un huevo, en

1 "** "aranja, ó en una vela. O bien aquella de carta elejida, rasgada y quemada, qpe en

^guida se clava en la pared de la sala, me-'ante un tiro de pistola cargada con un clavo.

La» primeras de dichas recreaciones, con a» muchas análogas , suelen ejecutarse co -umente por medios mecánicos interiores mas oienos ingeniosos. La cuida graduada de

tr h *'**"'*'*d <le arena fina por una canal os-• *• *' muy á propósito para producir seme-J ntes efectos. En cuanto á las ultimas suertes 4 c acabo de indicar, se practican comunoien-

con la ayuda de un compañero ó compadre " "ií" *** alguna pieza inmediata. . f <'oas las Suertes que cs.igen aparatos me-

do"'?***' *'**. '*''" PO"" *" coste al alcance de lo-• los a6cionados á csU clase de diversiones; y «no por otra parle su descripcioa neCMÍtaria

gara» i veces bastante complicadas, me absten-

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64 (Iré de hablar de ellas, d escepcion de unos po­cos ejemplos que se verán enire las recreacio­nes mecdulcas.'

Las suertes de destreta son casi siempre la» mas agradables y sorprendentes, con lal que se ejecuten con la debida limpieza. Tienen ade­mas la •ventaja de poderse repetir en cualquier parage y con cualquier baraja que se encuen­tre, sin preparación alguna. Pero como las manipulaciones que suponen, necesitan tiempo y aplicación para adquirirse con la debida ligere­za , la mayor parle de los aficionados á esta clase de juegos , suelen contentarse con aque­llas suertes que te ejecutan mediante combina­ciones numéricas ó meca'nicas, á veces muy ingeniosas, y que pocas veces exigen destreza de manos.

SUERTES DE COMBIHACIOS

y sin destreza.

Entre el fa'rrago de juegos de naipes que contienen las dos obritas que se citan en el pró­logo, el lector bailará muchas suertes pertene­cientes i esta categoría; y asi me contentaré con añadir aquí solo algunas menos conocidas, ó esplicadas con poca prolijidad.

Las veinte cartas. Suerte de combinación para adivinar varias

carias pensadas,

^3. Esta • • una de las mas ingeniosas suer­tes de combinación. Se colocan veinte car­tas , dos i dos sobre la mesa , de modo que resulten diez paquetes ó pares de cartas. Se di'

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64 * vanas personas el que piensen ó elijan se*

••e ámenle cada cual un paquete cíe dos cartas-" seguida se recojen todos los paquetes, c o ­

ceándolos unos sobre los otros por orden, y * ponen segunda ver sobre la mesa según la ^6'* de las cuatro palabras siguientes, com­

puestas cada cual de cinco letras.

M U T U S I 3 3 4 5

D E D I T 6 : 8 9 10

N o M E N 11 12 i3 •4 i5 C E C I S. i6 •7 iB >9 2 0 .

(O

Estas palabras gozan d« la propiedad de l e -^^f cada cual dos letras semejantes , y también Uia misma letra se halla común entre dos pa-'*oras cualesquiera.

A Gn de que el lector comprenda mejor la Colocación siguiente de las cartas ,• se ha seña-'*ao cada letra con su número correspondiente.

El primer paquete ó par de cartas se coloca ^1 los niímeros i y i3 , representados por las "08 M, M; el segundo par se mete en los nd-n>eros a y 4 , figurados por las do» U, V; el ercer paquete en los n limeros 3 y lo , es decir,

. n el sitio de las dos T, T; y así en seguida, según

(O Cecis en vei d* Ccteis.

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66 el orden de las letras semejantes, hasta concluir con todas las yeiote cartas.

Dispuestos así todos los naipes en cuatro fi­las ó renglones, se pregunta á cada persona en qué fila horizontal se haljan sus dos carias pen­sadas , y sea que estas se encuentren en una sola fila, ó en dos renglones diferentes, se acer­tarán fa'cilmente, puesto que ocuparán sienapre el lugar de las dos letras semejantes.

Supongamos, por ejemplo, que las dos cartas se hallen amhas en la segunda fila: se reconocerá al instante que serán las colocadas en los números 6 y 8.. Si alguna otra persona dice que sus naipes se encuentran en las -filas segunda y cuarta, se contestará que deben ser los correspondientes á los números 9 y 19. Y asi de todas las demás cartas pensadas.

Observación. Las cuatro palabras siguientes gozan de la misma propiedad que las citadas an­teriormente , y pueden servir para ejecutar la misma recreación.

M I S A I T \ T L O H E M O H U E S U L .

Suertes que se pueden ejecutar con una baraja de ^o cartaSj arregladas por cierto arden artificial,

44'. Disponiendo todas fas cartas de una ha-raja según cierto orden fácil de retenei' en la memoria , se pueden conocer con la mayor prontitud todas las carias que se manden escojer

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67 á 'os espectadores mas escrupulosos, antes da volver á ponerlas en la baraja. Cada jugador de manos tiene su método ó sUtema para disponer así las cartas, y cualquier aficionado puede ha­cer lo mismo.

Durante mi morada en Francia , y trata'ndo-se de una baraja de piíjuet de 32 cartas france­sas, solía disponerlas para ejecutar varías suer­tes , según las ocho palabra* de la frase síguien-le, fa'cil de recordar :

Huit rois valent neuf dames dix sept <u.

Pero queriendo repetir dichas suertes con una baraja de ^o naipes españoles , las arreglo comunmente según el orden siguiente.

/ í í , 2 , 3 , 4 > 5 , 6 , 7 , sota, caballo, ref\ acordándome ademas del arreglo subalterno si-guíenle, respecto á los cuatro palos: oros, copas, espadas^ hastot

Conforme á este mílodo, y empezando por c> as ele oros , la disposición de todas las l^o cartas sería como sigue.

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68

I. A< ds oro). 3. do5 de copas. 3. tres de cspadai. ^. cuatro de baíto». 5. cinco de oros. 6. seis de copas. 7. siete de espadas. 8. sota de bastos. 9. caballo de oros.

10, rey de copas. II. as de espadas, la. dos de bastos. i3. tres de oros. 14. cuatro de copas. iS. cinco de espadas. 16. seis de bastos. 17. siete de oros. 18. sota de copas. 19. caballo de espada!. 3o. rey de bastos.

3 1 . as de copas. 3 3 . dos de espadas. 3 3 . tres de bastos.

34. cuatro de oroa. 35 . cinco de copas. 26 . seis de espadas.

37 . siete de bastos. 3 8 . sota de oros. 39 . cabal lo de copas. 3o. rey de espadas. 3 i . as de bastos. 33. dos de oros. 33. tres de copas.

34. cuatro de espadas. 35. cinco de bastas. 36. seis de oros. 37. siete de copas. 38. sota de espadas.

39. caballo de biatos. 40. rey de oros.

Este orden de colocación padece sin embar­go dot anomalías ó irregularidades , que se de­ben tener presentes. La primera consiste en que al prínclpio y al Rn de dicha serie se e n c u e n ­tra aS de oros y rey de oroa, de modo que s i ­guen dos carias de oros. La srgunda irregulari­dad se encuentra en que el rej^ de tastos prece­de al as de copas ^ en vez del as de oros, c o m o debía ser ( i ) .

Dispuesta así la baraja , se la puede mandar

(1) Arreglando del mismo modo un juego comple­to de 48 cartas, se repite cuatro veces, ps decir, dcs-|)ucs de cada rey, la segunda de dichas anomalías.

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69 corlar cuantas veces se quiera, sin que se alte­re el orden de colocación de las cartas; pero Siendo este orden artiíicial tan fa'cil de notar á primera vista, no sería prudente dejar el juego en manos de los espectadores con el fin de exa­minarle. El arreglo anteriormente citado, relati-• o i la barajl francesa, no presenta este incon­veniente , puesto que no se advierte tan fa'cil-nientc el orden de su colocación artificial.

De cualquier modo que se haya arreglado la baraja, con tal que se sepa de memoria, se­rá siempre fa'cil de conocer la carta que alguna persona habrá escojido, cuidando de separar con los dedos el juego en el punto mismo don­de se sacó aquella. En seguida se introducá el dedo chico de la mano itquierda y se hace el sa/ío, de modo que la carta que precede ¿ la que se elijió pase á la parte inferior de la ba­raja. Los aficionados que no sepan practicar el snlto, cortarán simplemente la baraja, coTocan— do debajo del juego el manojo de naipes que preccdia á la carta escojida. Echando á la sa­zón nna mirada rápida sobre la carta última ó inferior, se conocerá la carta tirada, que será la siguiente en el orden artificial. Se nombrará pues y se volverá á pedir, para colocarla sobre el juego, y repetir la suerte cuantas veces se quiera.

Con la misma baraja se puede también eje­cutar la suerte siguiente:

Adivinar el número de carias que algurta persona habrá sacado de la baraja.

• 45. Después de haber repetido varias veces la suerte anterior, se suele coraunmenie termi­nar con esta>

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70 Se presenta la baraja abierta i algnna per­

sona, dejándola tomar un paquete ó manojo de seis, ocho ó diez cartas mas ó menos, prome­tiéndole el adivinar su número aun antes de ha­cer la Cuenta. Se cuida de cortar ó de hacer el sallo en el paraje mismo donde se sacó el ma­nojo de cartas, mirando con disidiulo la parte inferior del juego, para conocer la caria ante­rior al paquete tirado. En seguida se hace pa­sar la caria superior a' la parle inferior del jue­go , echándola también un vistazo. Conociendo por este medio las do» cartas entre las que es­ta' comprendido el manojo que se sacó , serrf fá­cil COD un poco de reflexión calcular el núme­ro de naipes interceptados, y aun nombrarlos su-cesivamente si se quiere.

Comunmente al hacer esta suerte se des­barata el orden de las cartas, de modo que BO sería posible repetirla, á menos de lener pre-fenida otra baraja arreglada del mismo modo, que sería menester sustituir con lijereza á la anterior.

Carta larga ó ancha.

46. Una carta mas larga ó mas ancha que las demás de la baraja , suele ser de mucha uti­lidad en una iiiíinídad de suertes de naipes. In­dicaré aquí algunas aplicaciones.

Se hace tirar con lijereza i una persona la carta larga que se conoce de antemano, permi­tiéndole en seguida el barajar el juego. Hecho eso, se propone á la persona ó el nombrarle ia-mediatamente su carta, ó el reconocer sea por el tacto , sea por el olfato, si se baila ó uo en l« baraja ; ó en fin se puede proponer el esconder

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71 el juego en los bolsillos de alguno de los espec­tadores, buscando la caria al Ucto. Todo lo cual será fácil de ejecutar , puesto que la dicha cari» es un poquito mas larga que todas las demás de la baraja.

47- Se puede también hacer tomar forzosa-mente dicha carta larga á varias personas, con tal que no se hallen vecinas. Deüpues de bien barajado el juego, se saca la carta larga acom­pañada de otras tantas como hay personas que la cojieron. Se enseñan todas estas cartas á los espectadores, preguntándoles si cada uno re­conoce su carta; todos dirán que sí, puesto que cada cual vé la misma carta larga. Eotonces se vuelven i meter en la baraja, y cortando es­ta por el mismo paraje de la carta larga, se la enseña debajo del juego d una de las personas, preguntando si es su carta: á lo que contesta­rá que sí. A la sazón se da á la baraja un gol-pecilo con los dedos, se enseña la misma car­ta á otra de las personas consabidas , la cual dará la misma respuesta ; y así con lodos los demás espectadores que tomaron la carta larga,

qne creerán todos que la misma caria se cam-¡a debajo de los dedos del jugador que hace

1» recreación , sin sospechar que todos hayan tirado una carta idéntica.

También se puede dejar escojer una carta arbitraria no forzada , la cual se coloca en se­guida debajo de la carta larga, y barajando con Uo poco de precaurion para no desunirla de *a compañera , sertf fácil de encontrarla, para repetir con ella, sea la recreación anterior, tea cualquiera otra.

I

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Baraja de naipes particular, cortada en bisel, (i)

48. Cortando una baraja de modo qnc todas las cartas sean un poco ma* estrechas por arriba, Y. g. de una línea, que por abajo, semejante jue­go puede servir para ejecutar varias suertes de naipes sorprendentes , sin necesidad de des­treza.

Cuando todas las cartas de una baraja se^^ mejante se hallan colocadas en el mismo sen­tido de su corte, pareceián iguales á los ojos de los espectadores ; pero volriendo en sentido contrario una, dos, tres, á mayor numero de car­tas, de modo que su estremo' mas ancho corres­ponda á la parle mas estrecha del juego, aque­llas cartas causara'n desigualdad en la baraja, j se harán sensibles al laclo como cualquiera carta mas ancha que las demás, y por consiguiente se­rá fácil el encontrarlas por el simple tacto.

Recreaciones. 49- Se presóla , por ejemplo , semejante

baraja á una primera persona, para escojer una carta, observando con cuidado si vuelve la car-la en sus manos. Si hace ademan de meterla en la baraja en la misma posición que la sacó, se vuelve el juego de modo que no se advierta, para qoe la carta se halle en 'Mentido rontra-rio. Pero si «1 espectador vuelve su carta en las manos, no se deberá volver la ba-

(1) En la maquina del encuadernador se curia »ID« baraja semejante con la mayor limpieza.

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73 raja. Colocada la caria, se manda barajar. En seguida se deja tirar dos cartas, y aun una tercera a' otras personas diferentes, obseryan-do las mismas precauciones que antes. Ullima-ttiente se coje la baraja con la mano izquier­da , por el eslremo mas ancho, y se sacan su­cesivamente con los dedos de la derecha todas las cartas tiradas por tres ó mas personas dife­rentes.

5o. Se puede también, á favor de semejan­te baraja , separar de un solo golpe todas las fi­guras, por ejemplo, de las demás cartas, sin embargo de haberse barajado.

Para conseguir esta suerte, no se trata mas que de haber dispuesto de antemano las figuras; de manera que el estremo mas «ncho se halle vuelto hacia el lado mas estrecho de las demás cartas. Se enseña el juego, se deja barajar, y apretando los dos cabos con ambas manos, se separa_ en sentido contrario y de una vet todas las figuras de las otras cartas.

Preparando del mismo modo una baraja francesa, se puede asimismo separar de golpe todas las cartas encarnadas de las negras.

Se pueden hacer otras varias suertes con la tal baraja ; pero no se deben repetir las mismas, para que los espectadores no lleguen á sospe­char que todo el misterio consiste en volver los naipes.

Suerte fácil de comhinacion numérica.

5 i . Se dejan escojer arbitrariamente por al­guna perssqa , en una baraja de ^o cartas , tres de estas, advirtiéndola que una figura vale diec

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^^ puntos , el as uno , y las demás cartas lo que señalen sus puntos. Hecha la elecdon de sus tres cartas, dirás i la persona que las coloque al revés y separadamente en la mesa, añadien­do sobre cada naipe tantas cartas como le fal­tan puntos hasta i5 j es decir , que si la prime­ra carta v. g. fuese un as , seria necesario aña­dirle 14 cartas, si la segunda fuera una figura, necesitaría 5 cartas , y si la tercera fuese un 6, se le añadiría q cartas. En esta suposición se gastarían pues 31 cartas para formar los tres paquetes, y por consiguiente deberían sobrar al espectador 9 cartas que le volverás á pedir. Contando estas meutalmente, y añadiendo b á su número , la suma i^ te hará conocer la de los juntos de tes tres naipes elegidos que se ba­ilan debajo de los tres paquetes.

Suerte de combinación de los tres paquetes para adivinar una carta pensada.

Sa. Esta suerte es tan conocida como fácil, y podrá parecer nn poco fastidiosa á muchas personas ; pero los jugadores de manos y los aGcionados á este ar te , tienen á veces motivos para querer interpolar las suertes de combina­ción i. las de destreza, que no siempre salen como se desearla.

Para ejecutar esta suerte es menester que el ndmero de las cartas sea divisible por 3 , j siendo ademas impar se bace con mas facilidad todavía.

Suponiendo pnes qne la primera condición á le menos se halle complida, dirás A una per-

el pensar una carta. Tomando en seguida

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75 la baraja por el revés , se colocarán las cartas por orden, pinturas arriba, en la mesa, for­mando tres paquetes, de modo que la primera carta del juego sea también la primera del pri­mer paquete ; la segunda caria la primera del segundo paquete; la tercera la primera del tercer paquete, y asi de los demás naipes basta 1 último. La persona que pensó una carta de­

be mirar atentamente dicha distribución, y Cuando se concluya la preguntarás: en qué pa­quete se halla su carta ? Se recojera'a los paque­tes , metiéndolos el uno sobre el otro, y obser­vando el colocar siempre el que contiene la Carla prnsada en medio de los oíros dos.

Hecho esto, se voKera'n á colocar segunda Vez las cartas en tres montones sobre la mesa, del mismo moJo que se acaba de hacer , pre­guntando nuevamente á la persona en qué mon­tón se halla su carta. Conocido csle, se pondrá Como antes entre los otros dos, y se reparti-•"áu por tercera vez las cartas , formando tres paquetes nuevos , y se preguntará por tercera Vez en qué paquete se halla la carta. A la sa-*on se recojeráo por tefcera y última vez los paquetes, colocando siempre el de la carta pen­sada entre los otros dos. Se volverá la baraja al re-Ves y se contarán sucesivamente sobre la mesa 'as cartas, de modo que se vean, hasta llegar al número que sea la mitad del de las cartas; T. 8- la duodécima si habia 24 ; J esta duodécima Será en este caso la carta pensada.

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Ohservadenes.

Si el número de los naipes fuese al mismo tiempo impar y divisible por 3, como i5 , a i , 2T, <^c., la suerte resultarla mas fa'cil aun ; pues en este caso la carta pensada se hallaría siempre en medio del paquete que ocupará la tercera vez , de modo que será fácil de conocerla sin contar las otras cartas: puesto que al repartir por tercera ver los montones, no será difícil el acor­darse las tres cartas que ocupan el medio de ellos.

Comunmente se ejecuta esta recreación con 21 cartas y asi está esplicada en la obrita de Minguet. Pero cualquier lector que se halle en­terado de lo que precede , comprenderá des­de luego que aquella suerte np es sino un ca­so particular de la que se acaba de describir.

16 tartas, kalldndose ditpueslas en dos columnas, adivinar la que algún espectador habrá pensado.

53. Se colocan las i6 cartas en dos colum­nas ó filas Terticalcs é ¡guales, como se ve en la primera de las fíguras siguientes:

• 6 c B D E B F H B I o o 0 o o o 0 o o o * o o o 0 o » o o o o o o o 4- 0 o o o o o o o o o o o o o o o o o o • 0 o o o e 0 o o o o 0 o o o o o o o o

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77 y se suplica á una persona el pensar secretamen­te alguna de ellas, indicando línicamenle la co ­lumna vcrlical en que se halla. Supongamos que este en la fila A., donde se señaló por una esire-"ita. Se quítara'n todas las cartas que componen esta coluilina, sin alterar su orden, y se las dispondrá' en dos fi|ps nuevas, C y D , a' derecha e iíquierda de la columna B ; pero al colocarlas Se observara' que la primera carta de la columna "• sea también la primera de la columna C ; ia segunda de la fila A sea la primera de la fila T); la tercera carta de la fila A sea la segunda de la Columna C, y asi en seguida.

Hecha esta segunda distribución , se pregun­tará nuevamente en qué columna C ó D se ha­lla la carta pensada. Supongamos que.sea en la ^- Se quitará esta columna lo mismo que la D, colocando esta última fila detras de la primera, y sin alterar el orden de las cartas se formarán dos nuevas columnas, como se puede ver en E y F , volviendo i preguntar en qué fila vertical

c halla la carta pensada. Supongamos que sea ^n E. Se quitará como antes esta fila, j también 'a otra F , y se formarán dos nuevas columnas á derecha é izquierda de B. Esta vez la carta pen-'^na deberá hallarse la primera por arriba de "na de las dos columnas H ó I. Preguntando, pues, por la columna en que se halla por tiltima *««, se la reconocerá luego, y se podrá man-dar barajar todas las cartas antes de nombrarla.

Habiendo enseñado tres cartas di/urentes á tres perso­nas, adivinar qué carta hahrá pensado cada cual.

54. Es menester en primer lugar conocer ** '•es cartas presentadas, que se señalara'n en

7

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7S la memoria respectÍTamenle por las letras A, Ti, C, dejando sia embargo á cada persona en par­ticular la libertad de escojer la carta que guste.

Hecha esta elección, que admite seis varia­ciones, darás á la primera persona el número 12 ; á la segunda persona el nümercf 24i y ^ 1 tercera el de 36. Dira's en Sguida á la primera persona de sumar la mitad del número de la per­sona que tomó la carta A con el tercio del nú­mero de aquella que escojió la carta B , y la cuarta parle del número de la persona que el i -jió la carta G, y pregunlarás por la suma que resulte de esta adición.

Es asi que esta suma será ano de los seis nú­meros , formando la última columna de la tabla siguiente, el cual indica (en línea horizontal) que si dicha sama, por ejemplo, es aS , la pri­mera persona habrá tomado la carta B , la se­gunda la carta A , y la tercera la carta C-

Si dicha suma fuese 29 , en este caso la pri­mera persona habría elegido la carta G, la se­gunda la carta B , y la tercera la carta A ; y asi de los dcmat casos.

Primera pe nona.

l a

A A B C B C

Sagand*. Tercera.

>4 36 Sumas.

B C 33

C B a4 A C a5 A B an

C A 2 8

B A 3 9

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70

Obseri vaciones. '• Al empezar esto juego «e puede, en lu­

gar de simples números, dar á cada cual de i*s tres personas un número equivalente de mone­das, fichas, ó de cartas indiferentes.

_ a." Para ocultar mejor la llave de esta inge­niosa combinación «e puede esconder la tabla anterior en un pequeño anteojo , hecho al ín-lenio, con el cual se mirará sucesivamente á las tres personas interesadas , so pretcsto de-adivi­nar sus pensamientos.

Suerte de transfurmticion muy fácil.

55. Con una baraja francesa se pueden eje­cutar, mediante ciertas preparaciones, ó sean trampas, varias transformaciones ó cambios, á veces bastante sorprendentes, aunque no exijen ninguna destreza. Los naipes españoles son ge* neralmente menos á propósito para semejantes engaños. Sin embargo, la suerte siguiente no dejará de causar ilusión y asombro con ambas filases de cartas.

Se corta transvcrsalmente por la mitad ¿ól Cuerpo un rey de copas, desechando la parte 'nferíor, y colocando la mitad superior sobre la PaMe análoga de un rey de espadas entero, de

< teanera que la mitad del cuerpo de arriba sea oel rey de copas, mientras que la mitad inferior pertenezca realmente al rey de espadas. Para disfrazar el engaño se coloca esta figura heie-''og<^ea debajo de la bar.nja en la palma de la "»ano izquierda , y se cubre coa el dedo pulgar "« la misma la cortadura del naipe.

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80 Si en esta disposición se enseña al especta­

dor U parle inferior del juego, creerá Ter al re j de copas; y si después de haber vunllo la mano coa la baraja ha'cia abajo se le manda sa­car dicba figura iuferioc por los pies, para co­locarla en la mesa, sacará realmente el rey de espadas, y se sorprenderá bastante, principal­mente A el jugador tiene cuidado de hacer des-aparecef con disimulp el pedazo de naipe posti­ta que figuraba la mitad superior del rey de copas.

Recreación.

A.ates de empezar la suerte preparo la parte inferior de la baraja como va dicho, metiendo la mitad superior, del rey de copas sobre la par­te semejante del rey de espadas. Pero para cau­sar mayor ilusión , coloco antes de esta figura heterogénea alguna otra bien aparente, v. g. la sota de oros. En seguida cubro la misma caria he­terogénea con otra entera diferente, v, g. el as de copas.

Dispuesta asi la baraja, pregunto al especta­dor, enseñándole la parte inferior del juego: ¿a/té caria es esta? Conlesurá: as de copas. \ o l -viendo eutonces 1« mano izquierda con las car­tas hacia abajo, digo; voy d poner esta carta en la mesa. Saco efectivamente con la matio dare-cha U Ultima carta, y la vuelvo para manifestar i U concurrencia que pongo en la mesa el as de copas. Hecha esta primera operación , con el Ga de inspirar alguna coo6anza, enseño al espec­tador la Carta ínierior siguiente, que es precisa­mente la figura heterogénea, cuidando de cu­brir coa el pulgar la cortadura de la cabeza , y

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pregunto como antes: ¿y qué figura es esta? Res­ponderá: re;- de copas. A la sazón levanto un po­co por los pies la ultima carta, es decir, el rey de espadas , enseñando al espectador la carta sí-' guíente, y Sigo preguntando; ,i y esta figura riiát «.''Contestara'; sota de oros. Entonces digo: Está "len, aflora coja p^. mismo esta última carta para ponerla al revés en la mesa, como acá fio de fiáeef con la anterior. Al decír^esttí, VUCITO Utnit io Con la baraja, presentándola al espectador>,-y dejándole sacar por los pies la lihima carta,. es decir, el rey de espadas disfrazado, escamoleda-do al punto con la mano izquierda el pndaro dé' naipe postizo. Últimamente, meto la baraja des­cubierta en la mesa , diciendo: aquí está lu-sota *< oros, y mire V. su carta. El espectador no'S*' hallaríí poco sorprendido cuando vea que el r«y° «e copas se habrá cambiado en rey de espa*: d a s ( , ) ;

Observación, i

56. Un aficionado inteligente puede itragi-•"ar otras varias suertes fundadas en trampas atirf-°6as, Recorteando v. g, un oro de un seis ó sie-0 de oros, y pega'ndole con un poco de jabón

^"^'tta de la copa de un caballo de copas, en-•cno esta carta á los espectadores i ciértadis-'ancla, y al ponerla al reres sobre la mesa, ha-§0 resbalar y escamoteo el círculo de oro posti­go» inaudando en seguida al espectador levantar * carta, que bailará con sotpresa cambiada en

«aballo de copas.

U; E«ta misma luerte se pued« tambieu reptlir o n do» »ota«. I ^

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83 Recorleando al coulrario dos copas de un

cuatro de este palo, J pegándolas con jabón so­bre los dos oros contiguos de un cuatro de oros, esta carta compuesta parecerá de lejos ó un cua­tro de «ros ó un cuatro de copas, según el mo­do de enseñarla i los espectadores ; j por consi-goieote les puedo hacer creer que transformo la cjirta varias veces, aunque no hago mas que TOI-Terla en la mano cada ves que la pongo al revés en I4 mesa. Últimamente, para concluir el chas-eo, . S4CO y escamoteo las dos copas sobrepues­tas, y mandando alzar la carta por un especta­dor, se manifiesta que e* efectiramenle un cua­tro, de oros.

Xeniendo esta oavta de doble apariencia pre­parada como antes, puedo también bacer tomar á doi personas las dos cartas efectivas que re-pne^enta aquella, y después de haberlas recojido en la baraja, coloco la carta preparada debajo del juego, v enseñándola sucesivamente á los dos interesados, les persuado que se transforma al terna tívamenle d« una en otra, hasta concluir la burla como se espli«6 antes.

Suertes de naipes que se pueden ejecutar mediante una ó dos cajitas ron doble fiada.

57. 'Aunque lo» límites á que he resuelto ce* nirme en esta obrita no me permiten describir suertes de naipes propiamente mecánicas, es decir, que se operen mediante ciertos aparatos mas ó menps complicados; la caja de que se trata en este artículo , y que se ve representada en la Fig. 5 3 , es tan sencilla y tan cómoda pa­ra ejecutar muchas suertes, que no he querido omitir su descripción y uso.

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83 Este aparalito, que se baila entre las mauos

de todo» los escamoteadores, se reduce á una caja rectangular A, de madera ó cartón, de cua­tro pulgadas de largo, media pulgada de altura y cas! tres pulgadas de ancho, cuya tapa B dc-"Cri tener las mismas dimensiones y forma, y hallarse unida á la anterior mediante una tira de badana que hace veces de bisagras, ha capaci­dad interior ó hueco en ambas pietas, debe ser suficiente para que pueda contener una baraja de

naipes de las mayores. Se corta también ua rectángulo de cartón grueso, ó tablita delgada de madera, C, que pueda llenar con alguna flojedad el hueco de la caja ó de su tapa , y líl-timamente se pinta de negro todo el interior, lo mismo que la tablita. Esta, colocada en la tapa, hace las veces de un doble fondo móvil ó posli' 201 que se cae en la parte inferior al cerrar la caja , cuyo golpe debe confundirse con el ruido que causa la caída tie la tablita.

En vista de estaiconstruccion, se puede ha­cer aparecer y desaparecer una carta, ó bien transformarla en otra. Si coloco una carta en la caja inferior, y que la parte superior, ó sea tapa. Contenga la tablita , al cerrar velotmente la caja y Caerse el doble fondo, desaparecerá el naipe.

Ocultando al contrario-una carta en la tapa, detras de la tablita, esta, al caerse, manifestar '^ el naipe oculto.

Colocando en fin una carta en la capacidad 'nferior del aparato, y otra en la superior, de-^'»» de la tablita, la caida de esta , al cerrar la c«ja, hará desaparecer el primer naipe, deseu-briendo el otro : de manera que en apariencia 80 habrá transformado la carta.

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84 Todo esto es tan sencillo y fácil, que parece

casi escasado espücar los varios usos que se pue­den hacer de semejante apáralo. Pero para que sea aplicable á mayor número de recreacionei se deben tener dos cajas ¡guales. En ese caso se podrá, en apariencia, hacer pasar ana carta in­visiblemente de una caja á otra, ejecutando por ese medio varias recreaciones, sea con naipes comunes, sea con preguntas y respuestas escri­tas sobre carias blancas. Todo lo cual es tan sen­cillo para cualquier aficionado un poco inteli­gente , que me parece inüiil entrar en mas por­menores sobre el particular.

SCEKTES DE DESTREZA.

Principios que sirven de fundamento á esta clase, de juegos.

58. Todas las suertes de destreza que se pueden hacer con naipes, se fundan en ciertas manipalaciones ó maniohras, que algunos juga­dores de manos saben ejecutar con tal acierto y üjerexa, que llegan i alucinará los espectadores mas perspicaces. Sería pues imprudente el jugar á los naipes con semejantes májtcos, que no pocas veces en los garitos piiblicos y privados han lieclio un uso criminal da su destreca, con pierjaicio de jugadores incautos 6 neófitos.

Dichos principios 6 manipalaciones de nai­pes se paeden redacir principalmente i las st-gvieoleí práctica*, á saber:

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1 .• El Salió. 3.» Las mezclas falsas. 3.» Cambiar la carta. 4.° Quitar una ó varias cartas. 5." Forzar la carta.

El modo de ejecutar estas diversas manipu-nciones, se halla descrito en varios libros fran­ceses , ingleses y alemanes , que tratan de jue­gos de manos; pero sabiendo por csperiencía Cuan díficíl es aprender dicho arte solo por lot libros, sin embargo de las figuras que suelen acompañar las descripciones , me limitaré aqoi i indicar breve y simplemente las manipulacio­nes de que se trata, Ü! fín de que el lector inte-Kgenle pueda comprender sus aplicaciones en la descripción de algunas suertes sorprendentes de destreza que seguirán ; ofreciendo á los^aficiona* dos á esta clase de juegos que tengan ánimo y cachaza para adquirir su practica, el enseñarles )os principios que buscarían en valde en los libros.

En cuanto á los que no poseen la destma necesaria para aprender semejantes juegos, de ­berán pasar esta sección de suertes de naipes, contenta'ndose con aquellas cuya ejecución no exige habilidad alguna.

I." El Salto.

5q. Ija práctica del salto es, por decirlo asi, el alma ó la base de todas las suertes de destre-'* que te pueden hacer con naipes, y ann de muchas suertes de combinación. Con efecto, un

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86 jugador hábil, mediante esta manipulacioo, puede corlar la baraja , cambiar las cartas, y trasladarlas en cualquiera parte del juego, sin que el espectador llegue i sospechar la trampa. CoUTÍene pues ejercitarse mucho en la práctica del salto , antes de aventurarse a' ejecutar de­lante de otros las suertes de destreza con naipes.

Hacer el sallo es lo mismo que cortar la bara~ ja, ( [ ) de modo que la parte superior del juego •vaya abajo , y vice-versa; nada hay mas sencillo. Toda la dificultad consiste en ejecutar dicha ma­nipulación con tanta rapidez, que no pueda ad­vertirla ninguno de los espectadores colocados delante y á Ta izquierda del jugador. Para este efecto, se tiene la baraja en la mano izquierda, separándola con la punta del dedo chico en el paraje donde se quiere cortar , y cubriendo las cartas con el hueco de la mano derecha. Pero en cuanto á los pormenores de esta maniobra, cuya descripción siempre imperfecta necesitarla pala­bras y figuras sin embargo de efectuarse en me­nos de un segundo; el verla ejecutar despacio por otro , vale mas para el aficionado deseoso de aprenderla, que lodos los libros y láminas que pueda consultar , ules como el Manuel du Sor~ ciery Amusemens des Sciences.

£1 que quiera adquirir facilidad y destreza para ejecutar toda clase de suertes de naipes, debe ejercitarse mucho en practicar el salto en todas las posiciones de la baraja, y con muchas ó pocas cartas.

( I ) Por esta razón dicen los franceses: sauter la coupe.

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87 Se puede también hacer el sallo con una sola

mano; pero por mas diestro que sea el jugador, no es posible ejecutarlo de este modo sin ruido y sm que ios espectadores lo reparen : y por con­siguiente es iniiiii el cansarse en «prender una maniobra tan difícil.

a." Cambiar ¡a carta.

6o. Se puede cambiar ó transformar una car­ta , sea mediante el salto, sea cabriándola con otra, sea haciéndola desaparecer del juego. Pero el modo mas propio y mas sorprendente de efec­tuar dicha transformación , es mediante una ma­nipulación de destreza particular, que los fran­ceses llaman^/«r/a corte, ( I ) y que en las ca­sas de juego y en manos de jugadores de mala fé no pocas reces ha servido á practicar engaños Criminales.

Para cambiar la carta, se la coje entre loi dedos índice y medio de la mano derecha, te­niendo la baraja en la izquierda. La carta supe­rior que se trata de sustituir con sutileza ala an­terior , se adelanta un poco sobre el juego hacia la derecha ; esta pasa á la mano derecha, mien­tras que la otra se mete por debajo de la baraja. £1 modo de ejecutar esta manipulación con ia

(11 El autor de la májia blanca descubierta tradu­ce libremente /¡ler la carte por enfilar la carta. Sin duda no sabrá que diferencia nay en francés entre _/?-t'r y enfiler; pero no debería baber olvidado el verso macarrónico de su original: ertfiiabo omiiit ssuadrones et regimientos.

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88 debida limpieza y Tclocidad, no exige menos ejercicio y agilidad que la práctica del ealto.

Método fácil de cambiar una carta.

6 i . En mnclias suertes se trata de cambiar la carta inferior de la baraja , después do haber enseñado esta á los espectadores. Esto se ejecu­ta comunmente mediante el salto, que se prac­tica al bajar la baraja delante del espectador. Pero hay otro método muy sencillo de cambiar la carta ¡DÍerior que no exige destreza, y que pue­de tener aplieaciooes útiles en varias suertes de naipes.

Se cojela baraja por las orillas cortas entre los dedos pulgar y medio de la mano izquierda, en una posición vertical y a la altura de la ca­beza , presentando la carta inferior a' la vista del espectador. Se moja un poco la punta del dedo medio de la mano derecha, y al bajar el juego se adelanta un poco hacia la derecha la carta In­ferior.

Hallándose i la sazón la baraja en una posi­ción horizontal y cerca de la mesa , se agarra el juego con la derecha., mientras que se saca coa los dedos de la izquierda la carta de debajo, U cual parece ser la última que el espectador habia visto, pero que en la realidad será la penúltima. De este modo la carta puesta al revés sobre la mesa, será diferente de la que el espectador ha­bia visto debajo del juego, y te Imaginará qne ha sido transformada.

Hay otros varios procedimientos mas ó me-Doi fóciles para cambiar una carta en otra.

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8d 3.* Mezclas falsas.

oa- Hay variasmezc/aí/i/ías, y cada jugador tle manos suele practicar las suyas: pero el fia de estas manipulaciones es siempre hacer creer «f ios espectadores que se baraja el juego , mien­tras que eu la realidad se procura conservar el <irden de las cartas , ó á lo menos de algunas de estas. Me limitaré aqui ¡i indicar las tres mezclas falsas principales, que tienen mas aplicación en las suertes de naipes.

I.* Mezcla. Tratándose de cortar siraple-Q>ente la baraja, persuadiendo i los espectado­res que se barajan efectivamente las cartas; se to­tea la baraja con la mano izquierda, cojiendo coa la derecha la mitad superior de las cartas y me­tiendo estas sucesivamente por abajo, mediante <os tres últimos dedos de la misma mano que se teueven al efecto con agilidad, para hacer res-l>alar las cartas sin desarreglarlas, imitando ea apariencia una mezcla verdadera.

2.* Mezcla. Queriendo aparentar como que •e baraja efectivamente el juego entero, sin per­der de vista la carta de arriba; se mezclan en efecto todas las demás cartas mediante una ma­nipulación anaiogaá la anterior, metiendo car-Us en todas partes , escepto que las dos ó tres primcr<>«de arriba vuelven á colocarse siempre por encima del juego.

> Algunas veces también se quiere conservar en 8u sitio la liltima carta de abajo, y en ese caso se ejecuta la mezcla como queda esplicado, trastornando si se quiere toda la parte superior de la baraja, con la diferencia de dejar siempre la líliima carta por debajo del juego.

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90 3.* Mezcla. Practicando esta mezcla falsa

Cí)n limpieza, ge bace creerá cualquiera especta­dor no iniciado, que todas las cartas de la bara­ja se trastornan , mientras que en la realidad su orden DO se altera de ninguna manera.

Consiste este método en cojer con la mano derecha un paquete de cartas de arriba, hacién­dolas pasar entre las demás, y sacándolas coa agilidad por el lado opuesto , mientras que se dá vueltas á toda la baraja.

Para aprender esta mezcla falsa, la mas in ­geniosa de todas, es menester verla practicar por otro jugador, ejercitándose por algún tiem po en su imitación.

4>" Escamotear, ó quitar la carta.

63 . Para muchas suertes es menester quitar' ó hacer desaparecer de la baraja una ó varias car-tas, sin que los espectadores lleguen á sospechar­lo, y esta manipulación se practica de dos modos.

1." Si Se trata de quitar de encima de la ba­raja, que supongo en la mano izquierda del j u ­gador, varias cartas, ae separan estas con el de* do chico como para preparar el salto, adelantán­dolas un poco con el dedo pulgar; se cubren con el hueco de la mano derecha , y pinchando sus esquinas diagonalmente eutrc el dedo chico y la parte opuesta de la palma de la mano, se vuelve d separar sin afectación la derecha con las cartas ocultas por debajo de la izquierda, que tiene la baraja. Generalmente suele «ánsar menos sos­pecha , si para efectaar esta separación sé puede mantener quieta la mano derecha, movieodo solo la izquierda con el juego.

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91 2- ' Trauíndose de quitar del juego solo la

carta superior, se puede proceder como ante­riormente. Pero en ese caso existe otro método nías espedí ti vo ó mas veloz para escamotear di­cha carta, y para ejecutar la suerte con mas acierto, e» favorable que toda la baraja sea un poquito curva ó cóncava hacia arriba. Teniendo pues esta horizontalmente en la mano izquierda, Con la carta superior adelantada, se pasa la de­recha paralela y riípidamente por encima del juego, rozando esto apenas, y llevando al paso como volando la carta superior que se pincha entre los dedos índice y meñique.

El modo de restituir , ó de volver a colocar la carta, ó las cartas, sobre el juego, sea que este se halle en la mesa, sea que se tenga en la 0*ano izquierda, necesita cierto tino y ejercicio, ^ fin de que los espectadoret no lleguen á sos-pfchar la trampa.

5.» Forzar la caria.

64. Muchas suertes de las mas sorprenden-'*» exijgpn que el espectador escoja una carta «elerminada que se conoce de antemano, y eso *• lo que se llama tomar una caria forzada. Co-*»(inniente se consigue esto mirando, durante **8 mételas falsas, la carta superior ó inferior de '3 baraja, practicando el salto para hacer pa-'•'' dicha carta en medio del juego , y presen-Wndola en esta siluaciotí abierta á manera de •oaoico al espectador, que loma por lo rcgu-**c la carta que se le presenta, á menos de tener algún motivo de recelo. Pero en el caso 1*»e U persona *e niegue á lomar la caria que ** 'e ofrece , Ibcogieodo maliciosamente olra,

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. 93 se debe tener preparada algana otra saerte , y en seguida se presenta la baraja á otra persona menos recelosa ó mas sencilla.

Hay aun otro método mas segaro para pre­cisar al espectador á elegir una carta forzada, y este método falla raras reces. Consiste en mirar la carta inferior de la baraja , y presentar esta abierta á una persona, meneando con los últi­mos dedos dinha carta de abajo sin que se re­pare, de modo á empujarla, por decirlo así, hacia los dedos mismos del.espectador.

Observación. Me parece casi escusado el mencionar aquí otro arbitrio, el mas tosco de todos, para forzar un naipe, que consiste en presentar á la persona una baraja compuesta de una sola clase de cartas idénticas. Este medio es infalible, pero su práctica exige que se sepa sustituir con sutilwa una baraja á otra.

APLICACIÓN

de los principios anteriores á varias suertes de destreza que se ejecutan con naipes.

65. Cualquier aficionado i juegos de manos, que mediante un ejercicio de algunas semanas ó meses, según su aptitud natural, haya adquiri­do cierta destreza en la práctica de las manipu­laciones ó principios anteriormente esplicados, debe hallarse en estado de ejecutar no solo to­das las Suertes de naipes conocidas , sino que debe poseer los medios de variar las suertes an­tiguas inventando otras nuevas.

A la verdad no tengo tan mala opinión de mis lectores para suponer que , cediendo al

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91 alicienle de la codicia, puedan algunos de ellos abrigar el proyecto de querer valerse de la des­treza de sus dedos para corregir los reveses de

tortuna en los juegos de sociedad, verificando en alguQ modo ios pensamientos áe\ jugador de ^fg/iard, cuando ol poeta para celebrar el Iriun 10 momcnta'neo de su protagonista, le hace es­clamar : que ¿ajo sus hábiles manos el cobre se vuelve oro. — Pero aun limitando la lijereza de uedos á un uso inocente, cual suele ser el de los juegos de manos, el profesor j el aficiona­do , diestros é inteligentes, siempre poseen en sus manos un manantial inagotable de diversión y recreo en las tertulias , y este es el único fin que me he propuesto en la presente obrila.

El lector que haya Icido las varias obras que tratan de mdjla blanca., y principalmente de juegos de manos , en francés , ingle» y alemán, tales como Guyoí, Funk, JV^iegieb, Eckarts hausen, "'eremps,j el Manuel da Surcier, que por la ma­yor parle está sacado del tomo de la enciclope-"'a ^\.\.\x\3,díO Amusemens des Sciences., asi como en esta última obra se pusieron á contribución Oía-^nm ^ Guyot y Decremps ; el lector , digo, que "aya estudiado dichas obras, con otras varias 'elaiívas al mismo asunto, se podra' convencer ue que la mayor parte de las suertes de naipes que siguen son nuevas, ó bien son modificacio-'ics de otras suertes antiguas poco conocidas, q^c he procurado variar á mí modo : asi como cualquier aficionado inteligente y diestro puede •nventar y modificar otras suertes nuevas mas <í •""enos sorprendentes.

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9\

LUÍ cuatro ases indi<>isibles.

66. La suerte de separar los cuatro ases, ó bien los cuatro reyes , y de volver á rcunirlos invisiblemente, es bastante antigua y se suele ejecutar de varios modos. Pracüc.i'ndola con la cuádruple modificación que voy á esplicar , he conseguido casi siempre divertir hasta las per­sonas que conocían la teoría de esta recreación.

1.° Después de haber entresacado de una baraja los cuatro ases , entrego los de oros y de copáis v. g. á una persona de la sociedad, y los de espadas y de bastos á oira. Presento la baraja sobre la roano izquierda en situación hori¿on-tal, mandando á la primera persona el colocar sus desases sucesivamente uno debajo y el otro por encima, de modo que lodo el mundo lo vea. Retirando en seguida la baraja , pinturas t>or «bajo , la corlo por la mitad , y presentándola i la segunda persona, pero sin soltarla de mis manos, la digo que coloque susdos ases jun­tos en medio , también pinturas abajo. Vuelvo i cubrir estas cartas con la porción del juego que tenia en la derecha, observando el separar con el dedo chico de la izquierda los dos últi­mos ases. En esta disposición levanto las manos y enseño la baraja i ambas personas interesa­das, dicieudo á la primera: «Para manifestar ú V. que no he hecho ningún camino, hé aquí sus dos carias por arrita y ahajo."

Al decir esto, enseño sucesivamente dichas cartas, conservando siempre el dedo chico do la mano izquierda entre los dos ases del medio, y ea el acto de manifestar la parte inferior del

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9S juego encorvado al efecto , y de volver á ba­jar ambas manos, hago el sallo con ligereza, oe modo a' cortar la baraja en el punto de sepa­ración que señalaba el dedo chico, es decir, en -f'e los dos ases. Dando a' la sazoo un capirote sobre el revés de la baraja , digo: « Quiero ahora fjue los dos ases que e'staíari por arriba y ahajo cambien de lugar con los que habia en medio del juego''''-, y al mismo tiempo manifiesto que el cambio se ha verificado.

2." Con el protesto de repetir la suerte, vuelvo a' repartir los cuatro ases á los mismos espectadores, empezando como antes a'colocar las dos cartas de la primera persona por encima y debajo del juego. Hecho esto, separóla bara­ja en dos partes, introduciendo secretamente en medio el dedo chico de la izquierda, y al presentarla a' la segunda persona, practico el sal­to y la digo que coloque en medio sus dos ases, (|ue cubro con el paquete superior de la mano de­recha, y dando otro capirote, anuncio y mani­fiesto que esta vez los cuatro ases se han reunido <2n medio del juego, no quedando ninguno n¡ por ''Dcima ni por debajo.

•3.° Durante la sorpresa de la concurrencia, *aco, sin que lo adviertan , de la baraja las tres carias superiores (63) , oculla'ndolas debajo de '» Diaoo derecha , mientras que los cuatro ases luedan sobre la mesa. Dirijiéndome ahora á uno oe los espectadores, digo : «Para repetir la mis-"ío suerte con alguna variación, quiero que V. mis-""> coloque esos cuatro ases todos juntos sobre la 'piruja' (siempre pinturas abajo, por supuesto). »^ara este efecto presento i dicha persona el juc-6" do la mano izquierda, y de«pucs de coloca-

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96 dos los cuatro ases, meló sutilmente por en ­cima de estos y sia que se repare, las tres car­tas arbitrarias ocultas en la palma de mi ma­no derecha. Inmediatamente saco con esta mis­ma mano, y pongo en la mesa las cuatro car­tas saperiores , y puesta la baraja al lado, digo: a De estos cuatro ases pongo uno casi abajo, cu­briéndole con algunas cartas , meto el segundo en medio del juego y también algunas cartas por en~ cima: un poco mas arriba coloco el tercero cubrién­dole con otro paquete, y el cuarto as le pongo casi arriba, cubierto tolo con unas pocas cartas. Observen Vms. que no engaño. —

Al paso de ejecutar todo lo dicho, y al co-jer esta ultima carta (que será efeclivamente un as)-, la enseño un instante i los espectadores, á ñn de que crean mas fácilmente que las tres cartas anteriores eran de la misma figura, y después de colocada sobre la baraja, y cubierta con las dos ó tres cartas superiores, quedando el juego en la mesa, digo; «Ahora (]ue los cuatro ases están bien separados en diversas partes de la baraja, quiero sin embargo reunirías invisiblemente en el paraje donde V. guste mandar: en medio del jue­go , por abajo, ó por arriba."— Si la persona á quien me dirijo desea que sea por encima de la baraja, puedo contestar al punto: nAhi están

' juntitos, sin tocar yo las cartas: mire V."— El espectador hallará efectivamente con no

poca sorpresa suya los cuatro ases juntos por encima de la baraja. Pero si quisiese que los ases se reúnan en la parte inferior de la baraja, tomaré ésta con la mano izquierda, y separan­do con prontitud las cuatro cartas saperiores, las haré pasar por abajo mediante el salto.

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97 Si en fin el espcctaclor desea que se veri­

fique la reunión en medio de la baraja , ejecu­taré el salto por la mitad , y en este caso pue-flo aún presentar el juego i la persona para de­jarla cortar en el paraje mismo donde el dedo menique mantiene la separación.

4-° En fin, para concluir la suerte de un modo nuero y sorprendente, tomo la baraja en la mano izquierda, y quilo c<in lijercía los Cuatro ases de encima ocultándolos debajo de la mano derecha, presento la baraja con la iz­quierda, y digo : «// su arbitrio, desea V- que los cuatro ases se junten otra vez por encima del juego, debajo, 6 en medio, ó bien que desaparezcan entera­mente de ¡a biirajaT^—

Fa'cil sería cumplir cualquiera de las tres pri­meras condiciones, volviendo a'colocar las car­tas escamoteadas sobre el juego, y practicando el salto si fuere menester; pero comunmente el espectador curioso de ver cumplida la nueva •uerte que se le ofrece, desea que las cartas des­aparezcan , y como esta condición está ya veri­ficada , puedo decir, sin tocar la baraja con la derecha: «.Aqui tiene V. todo el juego paro re-j'strarle."—

Apenas se habrá cerciorado de la verdad, «cabo el chasco del modo siguiente: «Señores, "¡go , «^adunde se habrán marchado nuestros fu-8'tioos asesl Si habrán ido á esconderse en los bohi-"OS de alguna persona de la sociedadl A ver.''— Al decir eso, me dirijo d algún hombre de apa-•""encia sencilla y dispuesto á propósito para la burla, y sigo diciendo.- «Este Señor me infunde alguna sospecha , y tal vez me habrá escamoteado mis cartas."— AF mismo tiempo le meto diestra-

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98 mente tni mano con las caatro cartas en el pe-cVio, y saco estas sucesÍTamcnle, con no poca diversión de la sociedad.

Hacer encontrar una carta desconocida al número determinado por el espectador.

67. Suerte antigua y sencilla, que se puede repetir siempre que el espectador se baya nega» do i elcjir una caria forzada.

Dejarás escojer una caria arbitraría, y mien­tras la mira el espectador, cortaras la baraja y le convidarás á meter su carta sobre el paquete inferior, que cubrirás luego con el montón su­perior , no olvidándole de introducir la punta del dedo meñique de la mano izquierda entre las dos mitades del juego, para practicar el salto y trasladar la carta escojida por encima de la baraja.

En esta disposición puedes practicar las mez^ cías que quieras, con tal que no pierdas de vis­ta la carta superior, y al dn la liara's pasar otra vez en medio de la baraja, que mantendrás cons­tantemente separada mediante el dedo chico. Pregunta entonces d la persona interesada, d qué número desea que se halle su carta, contando desde arriba hasta doce. Supongo que escoja el niliiero 7. En ese caso sacarás sucesivamente las üeís cartas de arriba, manifestando que son otras, y cuando llegues á la séptima, harás un movi-tniento como para acercar las cartas al especta­dor, y al mismo tiempo practicarás con suma rapidez el salto, para trasladar la carta interesa­da arriba, diciendo: «F. desea, pues, que sea esta: á ver sí hemos acertado."— Al mismo tiem-

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99 po adelantarás un poco la caria con el dedo pul­gar (le la rnaiio izquierda , deja'ndoia cojer al espectador.

La carta vuelta.

oo- Dejarás escojer como antes á una per­sona una carta cualquiera , y después que la conozca le presentara's la baraja cortada en dos parles, le dira's que meta su naipe por encima "cl paquete inferior de la mano izquierda, la Cubrirás con el paquete de la derecha, cooser-vando la separación mediante el dedo chico, y practicarás el salto i fin de trasladar la carta por encima del juego. Barajarás un ratiio sin perder de vista la carta interesada, y al lin la quitarás <íon lijereza, ocultándola debajo de tu manode-¡"echa, al mismo tiempo que presentarás con la 'íquierda el juego al espectador para que baraje 8 Su turno.

Hecho eso, volverás á cojer la baraja, pero de iQodo que la palma de tu mano izquierda to-*lQe el revés de las cartas , y en esta disposiciou •primarás arabas manos, para volver á meter con P'sinaulo la carta quitada por debajo de la bara-J*t de manera que las pinturas se hallen en con-J^cto mutuo, ó lo que viene á ser lo mismo, que 'a carta interesada se halle puesta al revés de las demás.

En esta disposición harás el salto por la mi­tad de la baraja, colocarás ésta en la mesa J Qiris: tlgnoro cual es su carta de V.^ puesto que no •a he visto. Con iodo, quiero que de repente se "^ueloa en medio de la baraja, dándose á c»""-f*-'.— A.1 deeir esto, darás sobre el revés del jnego uo capirote, y esiendiendo las carias en

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100 forma deabanlco, manifestarías al espectador que su carta es efectivameote la única cuya pintura mira bácia arriba.

Enviar invisiblemente á las manos de una persona la carta que otra habia elejido.

6g. Para ejecutar esta suerte , que no deja de sorprender cuando se hace con limpieza , pré­senlo la baraja á una persona para que escoja una carta arbitraria, la cual, después de conoci­da, ge deja colocar de nuevo en medio de la ba­raja cortada en dos parles, como en las suertes anteriores. Habiendo practicado el salto para trasladarla carta interesada por encima del jue­g o , y barajado un ratito, cojo esta carta entre los dedos índice y medio de la mano derecha , y cnseña'ndola un instante a' la persona , la pre-gutito : «¿Sería esta ial vez su carta de F.?" y mientras conteste que si, se retira la carta cam-bisíndola rápidamente (60) con otra que se co­loca en la mesa, diciendo : «pues aqiti está, y para que no se marche pongo mi varita májica en­cima."—

Hecho eso, saco de debajo del juego la car­ta interesada para colocarla por encima , y des­pués de haberla hecho pasar, i favor del salto, en medio de la baraja, presento esta a' alguna otra persona, distante de la primera y de apa­riencia sencilla, á propósito, en una palabra, pa­ra aceptar sin reparo una carta forzada. Habien­do, pues, conseguido hacer escojer sf esta según- ' da persona el naipe que tomó arbitrariamente la primera, se coje la carta substituida en la mesa, y se dice a la segunda persona; 'Ahora quiero

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101 que esta carta que escojió la primera persona, pase invisiblemente alas manos de V."—Dando al pun­to un capirote sobre el revés de la carta, se ma­nifiesta que efeclivamente está cambiada, y que la anterior se halla en manos de la segunda pcCí-T—;\ sona. Esta suerte es susceptible de varias mjjr»^ J»,'"'$\ ficaciones que dejo á la imajinacion del lect¿ft \¡'.'} V j

• * í ív? -*! Las tres cartas engañosas. V* '> i i

70. Dijese escojer al espectador una carlaít'^ arbitraria , que se vuelve i recibir luego en me-, dio de la baraja, haciéndola en seguida pasar por encima, mediante el salto, opmo en las re­creaciones que preceden. Después de barajado tin ralito, coloco la carta interesada por debajo del juego, cubriéndola con otra indiferenle, de "lanera que aquella sea la penúltima. '

Dispuesta así la baraja, la presento con la Wano iiquierda en situación verlicíl al especta-• or , de modo que éste pueda ver la carta infe-'ior, y al mismo tiempo le digo: «Es/a carta 9^e voy á poner sobre la mesa no dele ser de V."— En

diciendo esto , volverás a' bajar la mano con 'a baraja en su posición horifonlal, mientras que 'ion el índice bnmedeciáo adelantarrfs un poqui­to la carta inferior para poder sacar Con los de-•l'JS de la izquierda la carta interesada que sigue, 'a cual colocarás al revés en la mesa. Esta pe­queña maniobra para cambiar una carta sin usar •J" destreza, se ha descrito prolijamente en los principios anteriores (61).

Hecho esto, hara's pasar algunos naipes in­diferentes á la parle inferior de la baraja , le-•vaniarás de Buevo ésta para enseñar al especia-

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10) dor la carta inferior j decirle: «Tampoco será de V. esta carta que voy á poner junto á la otra"; j bajando la mano colocará* efectivamente la Carta inferior en la mesa al lado de la primera.

Barajando otro ratito , manifestarás por ter­cera vex la parte inferior del juego, diciendo á la persona.- «Esta carta que voy á meter con ¡as otras dos , tampoco debe ser de f^."— Y la co-locara's asimismo en la mesa junto á las dos an­teriores , pero de modo que la primera de estas tres cartas (es decir la del espectador) se baile puesta ea medio de las otras dos.

Dispuestas así las cosas dira's: «Según se v¿ de estar tres carfas que acabo de poner en ¡a mesa ninguna es la deV.; pero sin embargo, quiero que tea la que V, mismo desee"— Abora bien , si el espectador determina (como sucede las mas Te­ces) que sea la carta del medio, \e puedo decir que la mire inmediatamente sin tocarla yo. Fero si aquel quiere que su carta sea una de las otras dos, T. g. la de mi derecba, en este caso coloco las otras dos sobre la baraja que conservo en la mano izquierda, de modo que la carta interesa­da se baile la primera por encima del juego. Al punto practico el salto, para trasladarla en me­dio de la baraja, que mantengo separada con el dedo cbico; y cojiendo la carta aislada sobre la taeta con la mano derecba, digo: «V. desea que su carta sea esta que coloco la primera sobre el jue­go. A ver d he acertado."— Al decir eso, y ade­lantar la baraja, bago el salto, y presento al es­pectador <a carta.

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lOJ

•adivinar una carta pensada.

_7J' Hay muchas suertes en que se pretende adivinar una ó varías cartas que el espectador ha pensado, y entre los juegos de combinación he citado algunas recreaciones de esta clase, cuya ejecución no exije habilidad de manos. Usando de destreza, se pueden ejecutar suertes mas va­riadas y mas sorprendentes con carias pensadas, que cada aficionado intelijente puede imajinar j awdificar i su arbitrio.

La suerte de mandar pensar una carta forza­da en una baraja que se esiíende en forma de abanico y en una situación vertical delante de ios ojos del espectador, esta' muy conocida en 'odas parles, y así me ceñiré aquí i describir '>lra suerte de este género, mas susceptible de •Variación, que se halla también en varios libros, y que no deja de causar bastante sorpresa siendo 'ejecutada con limpieza y mucho guirigay.

'•* Se manda i una persona el pensar una ^*ria arbitraria, y al mismo tiempo se reparte la "*raja (pinturas abajo) sobre la mesa, en tre« "Jootones ó paquetes casi ¡guales, ó mejor que ^' del medio sea un poquito mas grueso que los ''o» laterales.

Hecha esta repartición, se pregunta á la pcr-""" en cuál de los tres paquetes desea que se ^•'Cttentre su carta pensada? Muy frecuentemente *' espectador suele elejir el montón del medio, * **> ese caso se le preguntará el nombre de su **"'• para manifestarla. Así que se conozca , se "cojen los dos paquetes eslremos, juntándolos

*•> la mano izquierda y dejando el del medio ea

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104 la mesa. Se mira con prontitud si la carta nom­brada se baila en el taonton de la mano (que es lo roas probable), j en ese caso se la traslada, mediante el salto, por encima del paquete , di­ciendo: «Dejo solo en la mesa el paquete que debe contener su carta de V.; pero para aumentar la di'

Jicultad de la suerte^ quiero que la carta se halle al número que J^. determine, desde uno hasta siete."— Asi que el espectador señale el número, se co­loca el paquete de la mesa sobre los otros reuni­dos en la mano'izquierda, manteniendo el dedo chico sobre la carta interesada; j en esta dispo­sición se sacara'n j contarán sucesiramente sobre la mesa las cartas superiores (poco mas ó menos como en la recreación) (67), 7 llegando al numero pedido se practicará el salto, al mismo tiempo que se adelanten las manos btfcia la per­sona para presentarle su carta por encima del juego.

9.° Si al rcjlslrar los dos paquetes estremos no se observa en estos la carta pensada, lo que índica qne se halla efectivamente en el paquete del medio , se vuelven i colocar las cartas en la mesa, se coje en su lugar el paquete del medio, buscando la carta pensada, que se pasa cou li-jereza por encima j y «e dicet «En este paquete puede haber unos diez ó doce naipes, j" para aumen­tar la dificultad de la suerte, quiero que su carta se halle en el número que V. mismo determine, desde uno hasta siete.^^ — Al decir eso, se pasa de nue­vo la carta htfcia la parte inferior del paquete, cubierta por abajo con unos pocos naipes, man­teniendo la separación con el dedo cbico; y asi qoe el espectador baya fijado el numero, se practica el salto, adelantando las manos para

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105 presentarle su carta por encima del montón.

^ o. Sucede á veces al priacipiar la recrea­ción, que el espectador desea que su carta se encuentre, no en el paquete del medio, sino en uno de los laterales, supongamos en el que se halla á la derecha del jugador. En este caso pue­ble suceder como antes, que la carta se halle electivamente en el montón elegido , y enton­ces se procederá como se acaba de esplicar en el niim, a. Pero si al cojer y rejistrar los dos paquetes de la izquierda, se repara en ellos la earia interesada, se la hace pasar por encima, y Se opera como en el niím. i , es decir, colocan­do el paquete elegido por encima de los otro» ^os en la mano izquierda, y practicando el sal­lo cuando llegue el numero de la carta delermi-**ad* por el cbpectador.

*><»* dos cartas que cambian mutuamente de lugar.

Ji- Esta es una de las mejores suertes de *>a»pes, que el lector no hallará descrita en nin­guna obra, Y que siendo ejecutada con limpieza, Duncadejade sorprender por mas que se repita.

Dejo escojcr sucesivamente dos cartas arbi-J 11" **' ''•*** personas diferentes, y después de haberlas vuelto á recibir en medio del juego» practicado el salto para trasladarlas por encima, y barajado artísticamente, sin perderlas de vis-«1 las coloco líUimamente por debajo de la ba-""•J*; cojo esta con la mano ¡iquierda en ana «Jtuacion vertical por las orillas superior é íníe-lor, de modo á poder enseñar al primer espec­

tador la parte inferior del juego, y le pregunto: '•¡'Por casualidad seria esta su carta de Vi'"—Con-

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lOG testará que sí. Mojando á la gazon la punta del dedo medio ds la mano derecha, adelanto un po­quito dicha carta al bajar la baraja delante del espectador, sacando con la mano izquierda la carta siguiente (que será la penúltima que esco-jió la segunda persona, según el procedimiento esplicado en el núm. 6 i ) . Al sacar esta carta para colocarla en la mesa, contesto a' la prime­ra persona : «Está bien, voy ú meter su carta de f. aquí sobre ¡a mesa, y mi varita májica encima."

Dicho y hecho, practico inmediatamente el salto con la baraja , con el fin de pasar la carta inferior en medio, no descuidándome de intro­ducir la punta del dedo chico, y dirigiéndome á la segunda persona, le pregunto el nombre de su carta, añadiendo •• « Su caria de P^. debe es­tar en la baraja , pero en cualquier parte donde se halle la mando bajar invisiblemente en la mesa mien­tras que la carta de la otra persona , que está aquí, deberá subir en el lugar de este naipe indiferente que se ve en la parte inferior del juego."— Al decir eso , y bajar la baraja, practico el salto con gran ligereza, de modo á trasladar otra vez por abajo la carta de la primera persona, que se mantenía en medio del juego; y en seguida se manifesta-ri á la sociedad que las dos cartas ban cambia­do mutuamente de logar.

Esta misma recreación se puede variar tam­bién , de modo á bacer subir en apariencia por encima de la baraja la carta que se pretende baber colocado en la mesa. Semejante modifi­cación debe ser fácil para cualquier aficionado inteligente, sin necesidad de mas pormenores. ItUelUgenti pauca sufficiunt, rudi nunquam satis.

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La suerte fallada.

73. En esla suerte se finge nna torpeza apá­renle , cviyo resuUado inesperado jusúfica sía embargo la habilidad del jugador.

Dejo escojer á dos personas diferentes dos Carlas arbitrarias, que Tiielvo a' recojer sucesí-•vamente en medio de la baroja, siguiendo la marcha de las recreaciones anteriores. Efectua­do en seguida el salto, y barajado en apariencia, las dos cartas interesadas deheraín hallarse por encima del juego. Sigo barajando sin perder es­tas de vista, y al cojerlas con los dedos de la mano derecha, dejo escapar y caer sobre la me­sa, ó al suelo , como por inadverlencia, la ma­yor parle do los oíros naipes.

A.1 recojer las cartas digo como avergoniado: " Hé aqui una pequeña desgracia, cosa que puede suceder á cualquier jugador; pero como no seria fá~ '^'l ahora el volver á encontrar nuestras dos cartas, _ tas Jos personas interesadas tendrán la bondad de escojer otras nuevas pura repetir la fnisma suerte."

^ Habiendo reunido en la mano izquierda los ''aipes caldos, vuelvo á colocar por encima de a baraja, y según el mismo orden, las dos car-' 'oteresadas, que debo haber conservado en la

mano derecha, y mediante el salto, la» hago pa-*?"" *" medio del juego. Si en esta disposición, y "n haber alterado «u orden anterior, se hace omar forzosa y sucesivamente estas do» carta» «( ** «aisma» personas , empezando por la prime-•"" > e» evidente que cada una cojera la car** V^ *QUí!, f„¿ jg jjj compañero.

Habiendo pues conseguido c»la especie do

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108 trueque, digo : <• Esía vez la suerte no salió mal; pero por una rara casualidad la primera persona es-cojió la carta que en la suerte anterior habia toma­do el compañero, y více v«ria."—PregunUodo á la sazoD á cada persona el nombre de la caria que tenia cuando la suerte falló, manifiesto á la concurrencia el trueque que resultó la segunda vez, lo que no dejará de causar bastante admi­ración.

Por de contado no sería conveniente repetir esta suerte ; pero en el caso que no salga bien, como suele a' reces suceder con las cartas forza­das , se puede ejecutar alguna otra rccreacioD, tal, por ejemplo, como la siguiente.

La$ dos cartas pegadas d los dedos.

"j^. Dejo escojer como antes do* cartas ar­bitrarias por dos espectadores diferentes, y des­pués que las hayan mirado, vuelvo a' recibir en medio de la baraja la primera de aquellas; prac­tico el salto para trasladarla por encima, j des­pués de habtr barajado un poco, para hacer creer al espectador que se perdió de vista su carta , la dejo en Gn por debajo del juego.

En seguida me dirijo al espectador que lomó la segunda carta, y cortando Ja baraja con la mayor lijcrcza, se la presento separada para reci­bir su carta en medio, es decir, sobre el paque­te inferisr de la mano izquierda; y como la Cira carta se halla i la gasón en la parte inferior del paquete superior de la derecha, es claro que al juntar los dos paquetes y practicar el sal­to , las dos cartas elegidas ocuparán la parte su ' periur é inferior del juego.

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109 En esta disposición, mojo un poco las pun­

tas do lo» dedos pulgar y medio de la derecha, y apretando en seguida con esos mismos dedos la baraja por ambos lados , y tirándola con cier-a mana sobre la mesa, caerán todas las cartas,

a escepcion de las dos interesadas, que quedara'n pegadas en los dedos. ,

^limitar de anfemano cuál de fres paquetes de cartas deberá elejir el espectador ( i ) .

75. Formaras en la mesa tres montones ó paquetes, compuesto cada cual de diez cartas; pero te compondrás de manera, que al repartir­las el espectador no llegue á sospechar que ca­da montón contiene igual niimero. Hecha e»U distribución, pondrás aparte los naipes sobran-w«, y propondrás á una persona el tocar con el rtedo, 6 con la varita mrfjica, uno de los tres pa­quetes, ananciando de antemano que deberá contener diez naipes. Asi que el espectador ba-Va elejido un paquete, se lo entregará» para qne he cerciore de la verdad , y mientras que se en­tretendrá en contar las cartas, cojeras uno de •os dos paouetes que quedan en la mesa, y qui­tando de él con mucho disimulo una ó dos car­as de arriba,, que esconderás en tu mano dere-

^na .presentarás el paquete á otra persona, d ¡ -^ «endo: « Hágame V. el favor de cerciorarse de '¡te cada montón contiene un número diferente."—

bro ^'^* suerte se halla descrita en algunos li-tánd'l^*¡j°i*°'° * °" *'°' paquetes de najpe». Ejecu-*nr« . ""'^" 1"« •» he modificado, causará raa» *°T»re.a »,n ser maa difícil.

9

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l i o Luego tomarás también con la mano derecha el tercer paquete de la mesa, colocando diestra­mente por encima la carta oculta en la mano de­recha, y lo presentarás á otra tercera persona, para que cuente también las cartas, manifestan­do i toda la concurrencia que su número difiere de los otros dos.

Esta suerte exige serenidad y lijereza, y no sería prudente el repetirla.

Hacer que tres cartas arbitrarias, puestas sobre la mesa , sean precisamente las elejidas anteriormente

por tres espectadores.

^6. Mando escojer iuccsiTamcnte por tre» personas diferentes otras tantas cartas arbitrarias qae vuelvo Á recibir en medio de la baraja, se-eun se acostumbra en esta clase de recreaciones. Hecho el salto, para pasarlas por encima, y barajado falsa y aparentemente, quito al fin, sin que so repare, ¡as tres cartas de encima del juego, ocultándolas debajo de la palma derecha.

Presento entonces con la mano izquierda el juego i algún otro espectador, para dejarle bara­jar, suplicándole en seguida el escojer y colocar «n la mesa tres cartas arbitrarías , pero sin mi« rarlas. Mando á otra persona colocar por encima de la baraja estas tres cartas indiferentes, siem­pre por el revés y sin mirarlas ; y al cojcr de nncvo la baraja, vuelvo á meter por encima con lijereza y disimulo las tres carias escondidas en la mano derecha.

Dirijíéndome á la saz.onálas personas que escojieron al principio las tres cartas, puedo d e ' cir: a Sería cosa curiosa que estas tres carias esco'

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111 ¡idas sin mirarlas, fuesen precisamente las tres ele-jidas primitimnienie.'"

l'Uimamonte, las mando nombrar y inanifes-'ará la sociedad por alquil especiador.

Esta misma suerte la puede ccnsoguir y mo-oificar de otros varios modos el jugador que posee con perfoccioa el manejo de las cartas.

Suerte asombrosa de transformación.

77- En el número 47 se ha indicado de qné arbitrio tan particular se puede hacer uso , para persuadir á una sociedad que se transrorma la Carta de una persona en la de otra. Dicha suerte no exige otra habilidad sino el saber presentar cou serenidad y desembarazo una carta forzada * 'dentica a' varios espectadores. Pero combinan­do esta destreza con la de cambiar efectivamen­te un naipe en otro, según d método que se es-Plicó en el número 6o , se consigue hacer una *'»erte contplicada mucho m»s sorprendente,

• lúe »uelo ejecutar del modo siguiente. Advierto que para repetirla con lucimiento, debe haber "n auditorio algo numeroso, y personas bástanle separadas'iinas de otrag para evitar toda comunica-*!**" ^"^ cHa». También se debe tener presente

elejir «enipre para hacer tomar cartas forzadas as personas mas sencillas y no familiares con el

*^anejo de naipe* , presentando la primera y úl-"ma carta en la suerte presente i los espectado-'cs que ge supongan mas astutos é Instruidos en ««•clase de juegos.

En la suerte de transformación de que »e Ira-1 «e dejan escojer cartas á cuatro personas di-•"cnieg : i saber, dos arbitrarias y dos forzadas.

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112 que se cambian dos veces realmente, y doi ve­ces en aparieocia.

Después de haber dejado clejir á la primera persona una carta arbitraria , vuelvo sí recojer esta en la baraja, haciéndola pasar por encima a' favor del salto. En seguida me dirijo á otra segumla persona , algo distante de la primera, y )e presento forzosamente la misma carta , recij-iirndola luego comeantes; y repito la misma suerte con otra tercera persona. En fin, mando ^lejir una carta diferente y arbitraria á otro cuar-t't espectador, que puede hallarse junto á cual­quiera de loa anteriores, y después de haber tam­bién recojido esta lilüma carta, la bago pasar durante la mezcla sobre el juego, debajo de la anterior, metiendo ademas un naipe indiferente entre los dos intereaadoa. En la disposición ac­tual, la carta superior de la baraja aera, pues, la forzada que tomaron idénticamente los tres prí-mero» espectadores: en seguida habrá una carta indiferente que nadie conoce; y la tercera será la que tomó arbitrariamente la cuarta persona.

Esto supuesto, empieso sacando del medio de la baraja una carta cualquiera, qae enseño á la primera persona entre el dedo índice y me­dio , dicíéndole: <íEsta seguramente no puede ser su carta de V,"— Al decir eso, arrimo la mano izquierda con la baraja á la derecha, y durante el movimiento que hago para colocar la carta en la mesa, la cambio sutilmente mediante el procedimiento esplicado (6o) con la que está encima del juego, es decir, con la carta forza­da que se bailará entonces en la mesa.

nAsu gusto de y., sigo diciendo, en que carta quiere ahora que se transforme esta que nadie

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113 comee? Quiere V. que sea la déla primera, déla segunda, ó déla tercera personaT' Hecha la elec­ción por el espectador, cojo la carta de la mesa con la mano derecha , finjiendo el camhiarla efectivamente como antes: y al volver á colo­carla en la mesa, la doy un capirote, diciendo: «Ahora, si no me he equivocado, deberá ser la car­ia del Señor" ; y la enseño efectivamente á la persona interesada , pero de modo af no ser vis-* de ninguno de los otros dos espectadores que tomaron la misma.

Al colocarla de nuevo en la mesa, puedo proponer otra vez de cambiar la carta en la de otra persona, con tal que no sea la cuarta j y la misma suerte se puede repetir por tercera vez.

En fin, transformo la carta forzada realmen­te en la que ocupaba á la sazón la parte superior _e la baraja, es decir, en la que elijió arbilra-

namente la cuarta persona, y dirijiéndome en­tonces i ésta, digo: «Si V. desea que este naipe *e cambie en ti de V.^ la puedo complacer fácilmen­te; puei aug ^g tengo otra cosa que hacer sino dar un capirote", y al ejecutarlo la enseño su carta, •n»nifestándola esta última vez i toda la con­currencia.

El triunfo -de las transformaciones.

1^' He dado eie título A una suerte de des­treza , con la cual suelo comunmente concluir **ta clase de juegos, y que consiete en dejar es-^ J * ' nn par de cartas i varios espectadores,

™™|indolat sucesivamente unas en otras. Se empieza dejando lomar dos cartas arhi-

••anas i, cuatro ó cinco personas, ó á mayor

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«14 número s i se quiere, clasIGc^ndoIas por orden. Cuando cada espectador conozca sus cartas, les presento la baraja abierta para que las coloquen íucesívamente en medio unas sobre las otras, siguiendo el mismo orden. Después de recoji-dos lodos los naipes-, cubro el juego y pract i­co el salto, para trasladarlos por encima, y en fín, los cubro aun con uu naipe indiferente saca­do de abajo.

Dispuesta de este modo la baraja, me dir i ­j o sucesivamente a' los espectadores interesados, pero en orden inverso: es decir, empezando por la última persona que metió sus cartas eu el juego , j acabando por la primera.

Teniendo, pues, la baraja con la mano iz­quierda , enseño un instante la caria superior, y <lígo i vPor supuesto, esta no será su caria de f^."— Al volver i colocar esta por encima, la mantengo separada mediante el dedo chico de la ráano izquierda, cojo la baraja por sus orí-lias cortas con los dedos pulgar j medio de la derecha, preparada, en una pt^labra, como para dar el salto con una sola carta. En esta disposi-c'ort leranto la baraja, torciéndola un poco ha­cia atrás j desviando la mano izquierda lo bas­tante para que el espectador que metió los ú l ­timos naipes, pueda-ver la carta inferior, y lueí;o le digo; «.Esta tampoco será de V.^'— Al bajar las manos bago el sallo con la carta superior, y digo: «Quiero ahora que estas dos car­tas se cambien en las de y . Cuáles sonl— "

Asi que el espectador baya nombrado sus cartas, se las enseño del mismo modo que las anteriores: es decir, en primer lugar la supe­rior que se vuelve inmediatamente á su sitio, 7

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115 en seguida la Inferior, alzando el juego , tuaul-festando un momeulo la carta inferior, y ha­ciendo al punto el salto con la carta superior. A la sazón la baraja estará preparada para re­petir la misma suerte con la persona siguiente, es decir, la que entregó las penúltimas cartas.

Dirijiéndome, pues, á esta, le digo al mis­mo tiempo de dar un capirote encima del jue-^o: «.Quiero ahora que las dos cartas de la per­sona anterior se transformen en las de V., y asi no nay mas que nombrarlas."— Asi que el especta­dor nombre sus cartas, Se las manifiesto ; a sa-'ier, primeramente la de arriba teniendo la ba­raja borizontalmente, y en seguida la de alAjo, «liando el juego verlicalmenlc y dando el sallo «1 bajar para pasar la carta superior por abajo; 7 ^ ¡a sazoo la baraja estará compuesta para "•epeür la suerte respecto á la persona siguiente.

A cada transformación doy un capirote so-"•"e el juego, repitiendo la maniobra anterior cada Tes que me dirijo á otro espectador, y degpne, de haber manifestado sus dos cartas al w'timo, es decir, al que babi'a elejido los pr¡-'^cros naipes, transformo en fin estos en dos '^rta» indiferentes, que le enseño también, pa­ra conclidr la recreación.

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116

SUERTES DE RAIPES,

mediante ciertas meulüs artijlciáles ( i ) .

7p, Ademas ríe las suertes de naipes que se ejecutan mediante destreza, combinaciones, barajas preparadas, maquinillas, compadres, ^ c . bay todavía otra clase muy ingeniosa de recrea­ciones de esta especie, que se Ten practicar á veces por profesores y aficionados, y que estriban en un método artificial y uniforme de mezclar una baraja preparada al efecto. No se trata aqui de ninguna mezcla falsa ó apártete, sino de una verdadera permutacioa ó combinación de las cartas según reglas fí— jas y UDÍformei; para cuyo efecto «e le» drf una disposición determinada para producir mu­chas, suertes ingeniosas i la par que sorpren» dcntes, sea mediante los mismos naipes, sea mediante números, 6 letras, 9^c.

Ea muchos libros que tratan por estenso do esta clase de juegos, el lector curioso hallaraE tablas numéricas que manifiestan la teoría sen­cilla de dichas permutaciones de naipes , y me­diante estas tablas cualquier aficionado inteli­gente puede imajinar otras nutvas suertes de esta clase. Aqui me ceñiré dando al lector solo una lijera idea de dichas mezclas ó permutacio­nes , para qdi pueda ejercitarse en su pra'ctica

( I ) En la obrita española titulada: májia blanca descubierta, se describen varias recreaciones de esta ríase, pero sin esplicar la mezcla artificial en qae estriba n.

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1 1 7 y comprender los principios en que estriban las recreaciones que se ejecutan por su medio.

Supongamos v. g. que se tomen diei cartas enteramente blancas, y que se escriba en cada cual una de las cifras naturales siguientes:

1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, o.

Coloqúense estas cartas unas sobre otras en el mismo orden, el número i por arriba y el o por abajo. Tómese ahora esta pequeña baraja, ó sea paquete de naipes, con la mano izquierda como para mezclarlos; cójense con la derecha las dos primeras cartas superiores i y 2, sin alterar su orden ; sobre estas se colocarán las dos siguientes 3 y 4 , y debajo de estas cuatro car­cas se meterán las tres que siguen, i saber: 5, . y 7 j y asi en seguida, de modo á colocar

siempre y alternativamente dos naipes sobre la baraja y tres por debajo hasta acabar con ellos. De resultas de esta primera mezcla el orden pri­mitivo de las cartas será el siguiente:

^' 9i 3, 4, I, a, 5, 6, 7, o.

Hallándose el juego en esta disposición, sí se mezcla segunda Te» según el mismo método, se verá que las cartas tomarán el orden si­guiente:

6, 7, 3, 4, 8, g, I, a, 5, o;

resultando que á cada mezcla nueva este orden variará, baste que al cabo de cierto número de 'tételas semejantes se restablezca el orden prími-

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118 livo y natural i, a, 3 , 4i 5, «Ifc.; propiedad may notable de esta clase de permutacioa, y que en nuestro ejemplo se verificara' á la mezcla séptima.

Aplicando esta teoría á mayor número de cartas , y basta á una baraja entera de 3a ó 4** naipes, se logran laslablas de permutaciones que sirven en las diversas recreaciones de que se tra­ta , cuyos pormenores sp pueden ver en muchos libros de májia blanca, franceses, ingleses y ale-manes.

8o. La aplicación mas curiosa y mas sorpren­dente d primera vista que hizo de esta teoría en Otro tiempo Mr. Comus, célebre jugador de ma­nos francés, fué la de ganar inmediatamente en casi todos los juegos de naipes, y particularmen­te en el de Piquet, que se le prnpouia en las tertu­lias de los diversos países en que lució sus ha­bilidades. Aquel famoso juglar estaba siempre provisto de algunas barajas preparadas al efecto, qae solía mezclar según el método espücado an­teriormente j y mediante una carta un poco mas larga que las demás, determinaba á su adversario acortar la baraja siempre eu un paraje determi­nado. Me acuerdo haber .visto repetirla misma habilidad al jugador de manos Préjean, y á otros Tariog.

Para adquirir la facilidad de practicar con ligereza esta clase do mezcla artificial , se nece­sita i la verdad algún ejercicio : pero esta mani­pulación es sin embargo mucho mas fácil de aprender queia mayor parte de las demás que sirven de base i las^ucrtes de destreza. Me c e ­ñiré aquí á citar algunas pocas aplicaciones de k» principios anteriores i dos ó tres recreaciones sencillas.

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119

Colocación artificial de las figuras y ases de una baraja, después de haber barajado.

81. Se entresacan de un juego de naipes as figuras y « e s , que para causar mayor sorpre se pueden haber arreglado de antemano en me­dio de las otras Carlas. Si no, se habrán colocaüo secretamente djcbas i6 cartas en el orden si­guiente:

I. Reydee.p»d«. 9- »oU a« b«to.. a. chillo de oros. lo. as de espadas. 3. sota de copas. n . as de oros. 4. as de bastos. i2- sota de espidas. 5. rey de bastos. l3. cafcaUo de espadas. 6. caballo de copas. í4- rey de oros 7. .ota de oros. '5. caballo de baslo.. »• as de copas. »&• r*y de copas.

Preparada asila pequeña baraja, se mani­fiestan á la sociedad las i6 cartas que la compo­nen, se me^clarán artificial y uniformemente se­gún el método anteriormente esplicado, y dis-pouiéndolas en seguida , pintura arriba , en cua­tro filas horizontales del modc siguiente, se hará observar que en cada fila, sea horisontal, sea vertical, sea diagonal, habrá siempre cuaUo cartas diferentes en figura y palo».

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O/rd recreación análoga con i6 carta, diferentes.

_ o2. Para dar otro ejemplo análogo al anie-nor, pero cuyo resultado necesita dos mezcla» escójanse de una baraja solo las 6 , n, 8 y Q dé todos palos. Dispónganse estas i6 carUs en el orden siguiente:

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m

1. Seis de bastoa. 9-a. siete de espadas. l o . 3. n\ievc de copas. I I .

4- ocho de espadas. 1 2 .

5. seis de copas. i 3 . 6. siete de oros. • 4-7. siete de bastos. 15. 8. seis de espadas. iG.

siete Je copas, seis de oros, oclio de oros, nuete de bastos, nueve de oros. ocho de bastos, ocbo de copas. nueve de espadas.

Coligadas de este modo unas sobre otras las Cartas, se manifiestan i los espectadores, pero sin descomponer su orden ; enseguida se mcz-clau dos veces según el arte, y se colocan en cua­tro Glas horizontales, pintura arriba, sobre la mesa, en cuyo caso ofreceráa la disposicioa si-guíenle:

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133

OÍ 00 v j 1 ^ c a-n n e . e-o fí » n

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§- g- a g-1 s O* s 2 o •o o. » O S B> M M <• • •

Esta colocación goza de la propiedad nota­ble de dar siempre la misma suma de 3o pun­tos, en cualquiera dirección que se tomen las filas, sean liorizontales, verticales ó bien diago­nales. Se re que esta disposición tiene analogía

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1?3 08 cuadros má/icos de que hemos hablado

'*s recreaciones arltméllcas (28).

' ¡J^'^'x^ton de las dos recreaciones anteriores. . .' Queriendo reunir en una sola recrea-on las dos suertes anleriores.de modo á sor­

prender lo poco á todos lo» espectadores que ^gnoren el principio de esta clase de combina-

>on, no hay mas que unir los dos paquetes de naipes, formando con ellos una baraja única

e áa carta», que se colocarán secretamente en «1 orden siguiente:

I . As de oros, a. «ota de espada». 3. «ota de oros. 4- 3» de espadas.

•5- "bailo de bastos. "• r*J de copa». '• "«•'O de oro». '*• «ydebaalo», 9- caballo de copa».

nueve de ba»tos. *'f »e <Je espada». »ei» ¿f copa». "r de espada». "bal lo de oro». »•:• de espada». «lite de copa». Para ejecutar la doble reóreaclon de que se

'"*'«, se mézclala baraja una sola \ezjuxíá le-Sesariig^ y se dispondrán sobre la mesa las 16 Pj'>naera8 cartas, según se esplicó anteriormente, j "•"festando.rf los especudorea el cuadro simc-

•co de la primera recreación. En seguida se continuará colocando sobre la

>o. * t . *a. í3. "4. «5. 16.

. «T- noeve de oros. 18. sota de copas. 19. as de bastos.

, ao- ocho de basto». a i . nueve de copa». iaa. oclio de esptda». a¿. •a de copa*. (s4- •ota de basto». aS. seú de basto». a6. aiete de oro». aj. ticte de baitoi. ai. . caballo de espajai. 39. . rey de oro*. 3o. seit de oros. 3 i . ooho de copa». 3a. naeve de espada*-

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I H mesa las demás i 6 cartas, según sn orden, pa­ra formar la especie de cuadro májico que cons-tíluje la segunda recreación.

Observación, El lector que no baya bien comprendido la

teoría de permutaciones en que se fuivlan estas suertes, deseará saber tal vez por qué método te puede determinar fa'cil y prontamente el or­den de colocación de los naipes, para producir mediante sus mezclas arliñcialcs otras suertes nuevas? Las personas curiosas se satisfarán, l e ' yendo detenidamente los pormenores relativos á la recreación si|¡uiente:

Recreación con letras para aplicat á pregimlas y respuestas.

84. Eo 1 ' recreación siguiente, qae puede tener muchas aplicaciones divertidas, espiicaré con alguna estenáion el método general de de­terminar el óoden primitivo, según el cual se de* ben escribir I M Urtras y números sobre las car­tas antes de mezclarlas. Me limitaré aqui i apli-^ caír este método Á dos preguntas sencillas coO •ui respuestas respectivas, compuestas cada un* de 25 letras.

Preparacío.i.

Supongo las dos preguntas j respuestas s i ' gatentes, compuestas ambas de a5 letras.

I . ' Pregunta. . . . Me quieres, hermosa? Respuesta. . . . Machísimo.

a.* Pregunta Me amas, dueño mió ? Respuesta.. . . Eternamente.

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G 1 2 ^

esl«s p S n ^ 'inscribir l«s leiras que fbr.nan * ' arte on. ? ^ '•«''P"estas en aS cartas, con

• oa viene .' í • d'spueslas en el orden que ' " ; y dneáir""'? P'-egunta con su respues-

o - s e n ' ¿ , l r í Í i r V ; ^ . " - ' ^ ^ - - o t «•¡''a V el . 5 por abajo k n o s t a T ''^^' «'-niezcíarán una vez JZn , ^"^pos.con se se transcribirán en elías ' T>' ^ f" ' ^S ida y Po-- orden, Jas aS t t ' , , ' " § " ' ^ '"P°"°^ g ' ta con 8« re spue l • f' ^ P''''"^'-^ ?••«-i^ ndmero .o „ „ " " . ' • ' " ' t " ' ^ " ' '" •!"« '^ " ' -ía primera pr^ln^^""' '^"^ ''» ""¡'"a 'elra A de í"e las demás ' "" P°1"''o ma' «"cba

^ e n o \ t : r a T 7 o > J e ? ; P ' r ' ° " ' ^ ^"'''«"«í» ciarán estas por se^nn^ ' """'as, se mez-"•anscríblran en eT"° / " ' ' ^ ^o "«g'-ída se «"'enor las ^5 le '^."'^'"'^^'•'"•' oP"eslo al ^°» 3u respuesta t * ' i ' ««"gunda pregunta [arta n ú i 4 ' C l í " ' " ' ^ " ""^^"'^ ' ' í - 'a

'•'^gWseguQl^^^^'^ *=f'^V y seruelven rf ar-

l*''^^ oeRun^ef ! . " ' * P'^" '^ ' "« «'««='-" dos orden pnnnt.vo de las letras será el

Page 146: El Brujo en Sociedad Año 1839

H 6 siguiente, y se le» podra Iranscrlbir sobre papel para formar la tabla que se ve á continuacioD.

Orden primlioo de las cartas, antes de mezclar.

Número* de

as cartaf.

Letras <le la 1."

Letras de la 3.» Número*

de as cartaf. pregunta

7 respuesta. pregunta

y rtspuesta.

I E E 2 R R 3 S U 4 5

H M

T A

6 O S 7 8

S R

N E

9 10 carta ancha

E . A?

U A

11 M M 12 U A i 3 I 1 •4 i5

' £ carta larga. C

O? M

i6 II E '7 i8 •9 ao

I Q u s

N E Pi T

3 1 I M 3 2 M K a3 M O a4 E

O M E.

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157

Efecto.

^^ cgun lo espücado anteriormente, se ve que cart "*^^ ^'^ haber escrito estas letras sobre las

«•as en el mismo orden indicado, después de « primera meicla , las letras de la primera co -utnna formarán la primera de las presuntas an-tnorescon su respuesta correspondiente, y que

se podran separar una de la otra corlando la ba-• aja por la carta ancha. Mezclando en seguida segunda yer, las letras de la segunda colamna fiaran la segunda pregunta con su respuesta, que se podrán asimismo separar cortaudo el juego por la carta larga. •• °

Recreación.

c a h í r ^ " ^ * <íe haber elejido en una tertulia un raía n " ^ " ° * seHora, se le» manifestará la ba­que c o n U e n í 1 ^ '^«¡• '" ' '« ' '^ ' , •""" <!"« 'as letra, presentan • *^ '"''''' " " P*'"'*' *"P<''''<"' «J» con los d j ' ^ S " " sentido. Se procurará ocultar en los á 1 * '"* *^^'''" "^^ '^'"•' ' 1"^ ^^ liallan «•o á loí"^" inferiores de los naipes, enseñan-critas -^''P®*^*"«^o«'es dnicamentc las letras ins-

n ' o s ángulos superiores. ^ lasdo^^""^^ *^ ^^^"^ ''"* '^^'^^J^' y s« anuncia Palabra * ' " ' " " "^^ interesadas que mediante las consio " ^ j ^ pueden producir aquellas letras, se ellas M i**^"^""" " ^*y alguna simpatía entre foi-mar 1 '"^So la baraja, so pretesio de ^ Corta «combinaciones necesarias al efecto, mera n ^^^ *^"'"'' ^ ° ^ ' ' " P*""' ««parar la p i i -

pregunia de su respuesta j y abriendo el

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138 primer paquete de naipes se hará ver d la dama que el caballero la dirije esta pregunta:

Me quieres, hermosa ?

Se engeñars( la segunda parte del juego al ca­ballero, manifcsta'ndole que la seFiora le res­ponde :

Muchísimo.

En seguida se Tolrerin i colocar uno sobre otro los dos paquetes de cartas sin desarreglar­las, j se procin-ará persuadir i los dos interesa­dos que las mismas letras combinándose de otra manera hara'n conocer á la señora si el caballe­ro Corresponde á sus sentimientos. Volviendo á la sazón la baraja, de modo que no se advierta, ae mezclarán las cartas segunda vez, se cortará

Eor la carta larga, y se hará ver al caballero que i dama le pregunta á su vez:

Me amas, dueño mió?

Presentando en fin la segunda parte del jue­go á dicha señora^ se le mauifcst^á la contesta­ción del caballero:

Eternamente.

Nota. El lector curioso hallará muchas re -creaciones de este género en el libro francés, ci­tado en el prólogo, Manuel du Sorcier.

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III. @iír lambías

MECÁNICAS.

85. 1 jn el número iuSnito de juegos que se pueden llamar mecánicos, cuya ejecución casi siempre exije mas ó menos destreza, hay mu­chísimos que se fundan en alguna ilusión , en -ffiñoó trampa;^ tale» son, particularmente, to­dos los juegos de manos, sea con el an'x.Uío de ciertos aparatos, sea con la simple destreza de los dedos. Las mismas suertes de naipes de que he tratado en una sección particular, pertene­cen propiamente ai esta categoría de los Juegos mecánicos, que dividiré en dos arlíoiios, * saber:

I. Suertes mecánicas sin ilusión.

•II. Suertes con i/usion.

I . SUERTES SIN ILUSIÓN.

A esta cjase se refieren princípal"»^^'® muchos de los juegos que se llaman de pacien-lia, de los cuales el lector hallará Tario» descn-

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130 los con mas ó menos pormenores en la obríta de Mi'nguet. La mayor parle de dichos juegos, lo mismo que los juegos geomótricos descrilos en los números 29, 36, 37. 38, 39, se pueden eje­cutar con papel , cartulina , ó tabulas de made­ra. Empezaré por los mas sencillos.

Enlazar un par de cerezas en un naipe, de modo que su separación parezca difícil,

86. EntVe los juegos de manos de la obrita de Minguet se halla descrita una suerte de pa­ciencia semejante á la presente.

Córtense en un naipe ó papel fuerte, F igu­ra 54 í l*s tíos rendijas paralelas a b, c d, y por encima de estas una abertu.-a transversal, estre­cha y ovalada, e.

Hecho esto, aga'rrese la parte f ó lengüeta, comprendida entre las dos rctfHijas paralelas, encorvándola y nlraytfndola hacia delaiue, has­ta que to4o el naipe forme un medio circulo en sentido contrario de la lengüeta f; pásese enton' ees esta tiUlma doblada por la rendija ovalada transversal e, hasta que se pueda atravesar por aquella, y detras del naipe, una de las cerezas dobles ó gemelas A 15. I'.n seguida se vuelve á retirar por la rendija transversal c la tira ó len­güeta f, se compone y arregla la carta como es­taba primitivamente, y a' la sazón las cerezas se hallarán enlazadas, como se ve en lá Fig. 55.

Para desenganchar de nuevo las cerezas, sin romper ni el pedículo ni la carta, es menester re­petir al revés la misma operación que sirvió pa­ra enganchar aquellas.

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Otro mo'Ju de presentar la misma suerte.

87. Aialta de cerezas, se puede ejecutar el mismo juego con un pedacilo de naipe cortado, como lo representa la Fig. 5 ; ; cortando por lo demás el naipe principal, Fig. 5 6 , como antes. Después de enlazada la pieza que aqui hace fun­ción de las cerezas, siguiendo el método espli-cado anteriormente, el juego se presentara' c o ­mo «e ve en la Fig. 58.

Otro juego análogo que se ejecuta con tres pedatof de naipe.

88. La primera de dichas piezas, Fig. 5g, es , como la.del juego anterior, un rectángulo prolongado, también con dos rajas paralelas, pe­ro sin hendidura transversal. I^a segunda pieza, Fig. 60, 'consis te asimisnio en un rccta'Dgulo, pero mas pequeño que el anterior , en cuyo me­dio se habrá cortado un agujero cuadrado del diámetro de la lengüeta ó tira K del naipe ante­rior. La tercera pieza del juego tiene la forma de una escuadra doble y j)rolongada, Fig. 61-

Para enlazar ahora en un solo sistema dichas tres piezas de naipe, se dobla por la parte m e ­dia K la lengüeta ó tira de la pieza rectangular mavor , se la pasa por el agujero cuadrado del rectángulo menor , basta tanto que se pueda p* ' sar por el lazo que resulta, la pieza larga y ^^' trecha, Fig. 6 1 . Últimamente, se vuelve ¿r^^'' rar la lengüeta del agujero , enderezando y ^^' reglando lodo el conjunto de las tres pie»»»» 4'"^ á la sazón ofrecerán la disposición que »•= •*'* *° la Fig. Ga.

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135 Se imajina fácilmente ele qué manera, si*

guiendo una marcha retrógrada , «e puede con­seguir el desenlazar de iiue\o las Ivés piezas de naipe.

Otro juego de paciencia mas dijicil.

89. Uno de los juegos de paciencia mas cu­riosos que se pueden hacer con un naipe, es el que representa la Fig. 63.

A , es un naipej b b una tira ó lengüeta es­trecha, cortada en una orilla, y según lodo el ancho de la misma carta, esccpto por sus dos cstremos donde adhiere al cuerpo dul naipe al modo de una asa; c c, es otra tirita estrecha de carta con los dos cabos e'nsanchados y cuadra-dos c e , y que se ha representado aparte en la Fig. 65. Se observa ademas en la Fig. tí3 un pe-dacito de tubo' de vidrio, por el cual pasa la ti­rita c c , y que se halla retenido mediante los cabos cuadrados e e. En vez de un tubilo de vi­drio ge puede también hacer uso. de un frag­mento de tubo de una pipa de fumar, ó de una paja de trigo ó cebada.

El aparatito, hallándose en la disposición que representa la Fig. 63, se trata de desengan­char ó separar el tuhíto d , sin rompec ninguna parte del juogo. A primera vista esto puede pa­recer algo dlBcilf pero con un poco de reflexión 86 comprende que el quitar el tubilo no debe ofrecer mas diíicultad qoe el haberle.metido. Veamos, pues, en primer lugar de qué modo se mete.

Después de haber cortado de un naipe la ti­rita representada en la Fig. 6 5 , se encorva y do-

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133 bla en A el naipe principal de la figura 6 3 , de manera que la lengüeta delgada b b , también doblada , pueda pasar por el tubo, cuya opera­ción se ve representada en la F!g. 64- En esta disposición se hace pasar por el lazo que forma el cabo de dicha lengüeta en o, la otra piera Suelta, Fig. 65, con los estremos cuadrados, bas­ta la mitad de la parte delgada a , en cuyo pun­to se debe doblar esta, introduciéndola en el tubito por medio del lazo adherente al naipe principal. Volviendo entonces a' abrir y endere­zar este como estaba al principio, el juego ofre­cerá' la disposición representada en la Fig. 63 .

Para volver á separar el lubilo no hay mas que doblar de nuevo el naipe como en la Figu­ra 64 , pasando la tirita también doble en el lazo hacia abajo, hasta que se pueda desenganchar del lazo uno de los cabos cuadrados que termi­nan la pieza, Fig. 65 , y en seguida se sacará el tubito.

Toda8 estas operaciones deben ejecutarse con cachaza y limpieza, cuidando al doblar el naipe principal, el evitar en lo posible los pliegues y arrugas que pudieran manifestar a' los especta­dores el secreto ó m«do de ejecutar la suerte.

(Jtrg juego Je paciencia análogo que se ejecuta solo con puja.

go. La ejecución de este juego, que se ase­meja bastante al anterior, presenta sin embargo mayor dificultad, por estar hecho de un in«lc-rial mas frágil y difícil de Manejar. Mojando la paja se hace menos quebradiza.

Se compone este juego de tres picias, todas

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134 de paja, á laber: una paja Iai-ga y gorda, A C (Fig. 66); otra pequeña y delgada , cortada co­mo en la Fig. 6 7 , y un tubUo corto, pero de mayor diámetro, Fig. 68.

Se toma una paja gorda de trigo ó centeno de unas seis pulgadas de largo , A B C (Fig. 6(j y 69); se la raja con un cortaplumas, según to­da su longitud, hasta la distancia de una pulga­da de cada cstrenio. Junto á dicha raja se hace otra igual y paralela , á fin de poder levantar la tirita ó lengüeta C H (Fig. 6y) , al encorvar la paja como en la figura. En esta disposición , se dobla la lengüeta en forma de lazo, y se hace pasar por un fragmento ó tubito corto, también de paja I , sacando aquel lazo K por la parte opuesta hasta que se le pue4a enganchar la pie-ea suelta de paja delgada de la Fig. 67 , des­pués de doblada por la parte media, del mo­do que se ve en la Fig, 69. Hecho esto, se pasa otra vez el lazo K con la pieza enganchada L por el tubito I bnícia arriba , se vuelve á endere­zar la paja principal con su lengüeta H C, para lo cual se tiene cuidado de mojarla un poco.

A la sacón la lengüeta C H., puesta como an-tes en contacto con su pajaarecta, de que forma parte, el aparaiito ofrecerá' la disposición re­presentada en la Fig. 66, y se podrá apostar con cualquiera persona que ignore el manejo que acabo de describir, que será imposible , sin ras­gar alguna pieza, el quitar el tubito I, el cual se conseguirá ünicaraente hacer rp.sbalar de un ettremo al otro de la paja principal.

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El lazo mrij'kff, ó de Salomón.

g i . Los cinco juegos siguientes se ejecutan^ mejor con ubl iUs delgadas de madera que coa cartulina.

Mediante el curioso aparatito que represen­ta la F!g. 70 , uno de los juegos mas ingeniosos que ge baya inventado, se puede hacer cambiar de sitio un anillo de tal tnodo, que parece haber pasado al través de nu agujero de un dia'metro inferior at suyo.

Tómese una tablita delgada rectangular A B de unas dos pulgadas de ancho y stls de largo. En el medio de su longitud, y cerca de la orilla, se hace un agujero ovalado C D, del tamaño de un pequeño guisante, y hacia los dos estrenaos otros dos agujeros bastante pequeños para no ad­mitir sino «n cordón ó trencilla de seda. Este cordón , que puede tener una longitud triple dc la tablita, se dobla por la mitad ,• pasando su parte media duplicada O por el agujero C D , y sus dos cabos \ , B, por la dicha parte media, de modo que forme un lazo, como se ve en la fi­gura. En ambas partes, R, L, del cordón, se en­sartan dos anillos ó sortijas, H, I, y últimamen­te , se pasan los dos cabos del cordón por \oi dos agujeros pequeño* de la tablita, donde sc sujetan con dos nudos. A, B,° debajo dc la tabla-

Dispuesto asi el aparato, el arte consiste en reunir los dos anillos en un solo lazo, sin de^ •atar ni cortar nada, cosa que parecerá itnpoMblc •1 que ignore el método , que es como ííg"*"

Supongo que se trate de pasar el anillo I eo el cordel K. Sujetando la Uhlita con la mauo

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136 izquierda, se desenreda un poco con lo derecha el lazo O , tirándole hacia adelante ; se sube al­gún tanto el anillo I , pasándolo por el lazo de su lado ; hecho esto, se agarra el doble cordón E F en C D , sacefodolo lirfcia arriba fuera del agujero, hasta tanto que aparezcan dos lazos; por estos se atraviesa el anillo, y se vuelTe á re­tirar el doble lazo por el mismo agujero hacía abajo. Atrayendo entonces un poco hacia ade­lante el lazo simple O , la inspección hará ver que, siguiendo siempre la longitud del cordel, se deberá pasar por tercera vez el anillo por el lazo hacia la mano derecha, para acabar de re­unir los dos en una misma parte del cordel.

Repitiendo esta triple operación en sentido inverso, es decir, de derecha hacia la izquierda, se consigue volver el anillo 1 á su lugar pri­mitivo.

EL ANILLO MÁJICO.

gi. Un anillo de metal puede enlazarse de varios modos en unos cordeles, de manera que su dislocación 6 su separación parezca imposible á cualquiera persona no iniciada en el secreto.

Primer método. «

Una tablita delgada de madera, Fig. 71 , de unas cuatro pulgadas en cuadrado, se taladra con un agujero en cada uno de sus cuatro áugulos. En seguida se toman dos bramantes ó cordones de seda de igual longitud; se atraviesa uno dé sus cabos por uno de Tos dos agujeros b, pasan­do por el anillo a, y después por el agujero dia-

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137 gonalipente opuesto b, fijando los dos cabos de­bajo de la plancbita, mediante dos nudos gor­dos. Se procede del mismo modo con el otro cordel, pasándole primero de abajo ha'cía arriba por uno de los agujeros c , después por el anillo 3 > y últimamente de arriba abajo por el otro agujero opuesto c , sujetando asimismo ambos cabos debajo de la tablita con dos nudos de ma­yor dirfmetro que el agujero. Dichos cuatro agu­jeros deben tener bastante holgura para permi­tir el paso de tres cordones semejantes.

Diüpuesto asi el aparatito, que tendrá Ja apa­riencia de un platillo de balanza, se puede en uno cualquiera de los cuatro cordones ensartar un anillo del modo siguiente: Se coje uno de los cuatro cordones, se le dobla en su mitad, y se pasa por el anillo, que se tiene suelto con la mano izquierda. Se sigue pasando el mismo cor­del doble de arriba abajo por el agujero i que conduce el cabo mas inmediato del dicho cor­dón, se atraviesa el nudo debajo de la tablita por el lazo que forma el cordón duplicado, y se Tuelre á retirar este del agujero. Hecho esto, se observará que el anillo d estará enlazado en el cordel de un modo muy particular.

Para desenganchar este anillo, se procede como antes, pero de un modo inverso. Se coje la parte del cordón que envuelve el anillo d eo foroM de lazo, se desarrolla este, pasándole du­plicado y paralelamente sobre el cordel descen­diente al través del agujero inmediato, se atra­viesa este cordel duplicado con el nudo que s^ halla debajo de la tablita, retirando aquel b^cia arriba, por cuya operación el anillo estará libre y suelto como antes.

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Segundo método mas complicado.

63. Para construir este aparatíto se hace uso de una tablíta cuadrada, cotno la aoierjor, con la diferencia de que se deberi taladrar con ocho agujeros dispuestos como se ve en la Fig. 72, á saber: cuatro en los a'nguloí, y cuatro hacia la parte central de la tablita.

Al través de los agujeros csleriores (que de­ben ser bastante anchos para el paso de (res cor­deles) se hacen pasar otros tantos cordones con nudos gordos por debajo de la labia, Fig. ^3, á fín de que no se puedan sacar ha'cia arriba (1). Por los cuatro agujeros del medio se pasa un cordón tres veces mas largo que los csteriores, de tal manera, que resulte un lazo sobre la ta­bla, en el cual se engancha un anillo de metal I, del modo que se ve representado en la Figu­ra ^3. En seguida se cejen los dos cabos del me­dio, DDÍdos con los cuatro que se dirijen á los ¡(ngulos de la tablila, y se juntan y atan fuerte-mente por arriba.

Hará sacar ahora dicho anillo del lazo central íin desatar ningún cordel, se procederá como sigue.

Se cojeílestretno del laío K F H , sacándole un poco, y se le pasa en primer lugar de arriba abajo por el agujero D debajo del cordón que atraviesa este, se pasa por él hacia arriba el nudo que esta debajo de la tablita, y se vuelve i reti­rar el lazo. En este caso se verá que el cordel del

(I) ES mas cómodo tnstituir á loi nudos gordos cuatro bolitas de madera 6 de corcho.

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139 agujero D se hallará también enganchado en el lazo del medio.

Se sigue cojiendo el mismo remate del laio anterior K. F, se pasa como antes de arriba abajo por el agujero siguiente B, debajo del cordel, pasando igualmente el nudo debajo de la tablita al través del lazo; y al retirar este se bailarán en­ganchados en él los dos primeros cordeles.

Se vuelve a' pasar en tercer lugar el mismo lazo K por el agujero A, repitiendo la misma maniobra que antes, para enlazar el tercer cordel.

Últimamente, se pasa el mismo lazo por el cuarto agujero C, procediendo como con los tres anteriores ; y á la íazon se hallarán todos los cuatro cordeles enganchados en el lazo central.

En esta disposición se coje el remate supe­rior O de todos los seis cordones unidos , y se f>a$a, según la inspección lo enseñará, por el szo común. De resultas de esta última opera­

ción el anillo, que parcela enganchado de un mo­do tan indisoluble, se hallará libre sobre la tabla.

Por el mismo procedimiento, practicado al revés, se consigue volver d enlazar el anillo como antes , sin desatar ningún cordel.

Para eso se empieza a' colocar el anillo por encima del lazo R F G , se atraviesa por este mis­mo toda la reunión de los seis cordeles atados O, y en seguida se suelta un cordón después de otro fuera del lazo, pasando este sucesivamente por todos los cuatro agujeros esteriores correspon­dientes; observando simplemente que en ese caso el lazo debe atravesarse sobre el cordón res­pectivo, y que el nudo deberá pasar c«á« TCI otras de abajo bdcia arriba.

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Enlazar dos tabliias agujereadas con una cinta, de tal manera que parece imposible su separación.

94- Háganse dos tablitas delgadas de forma ovalada A, B (Fig. ^4) '^^ * '' cuatro pulga­das de largo sobre pulgada y media de ancíio. A cada estremo debe haber un agujero redondo E, F, G, H, de tres lincas sí lo menos. Tómese en seguida una cinta ó irencllla estrecba , que tenga por lo menos ocho veces la longitud de una tablita, y júntense sus dos cabos mediante una costura, de modo que forme una cinta con­tinua ó sin fin.

Para enlazar ahora las dos tablitas mediante esta cinta, se empieza pasando por el agujero E de la primera un e.itremo de la cinta doble ; se saca y dirijo esta hacia F, abriéndola y refleján­dola aira» sobre la parte opuesta é inferior do la tabla, sacando y colocando encima del lazo for­mado la parte libre de la cinta doble, que se pasa en seguida por el agujero F, basta que la tablita se baile enganchada del modo que se TC en la parte derecha de la Fig. 74-

Para conseguir lo mismo con la otra tablita pe la coje, se introduce el estremo suelto de la doble cinta primero por el agujero G, y después por la otra abertura H, y entonces el aparato se hallará en la disposición que representa la Fig. 74.

Cójese ahora al cabo libre C de la doble cinta, vuélvase atrás sobre la parte G B, atrave­sando de arriba abajo por el agujero G; hágase ca seguida pasar toda la tablita A al través del lazo formado por el estremo de lacinU, volvieu-

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141 do á retirarla del agujero G. Si al ejecutar di­chas operaciones se cuidó de no torcer la cinta, ambas tablas deberán bailarse enlazadas simétri-cainenle según se ve en la Fig. 75.

Si se quiere separarlas de nuevo, es menes­ter repetir las mismas manipulaciones en senti­do contrario. Se coje uno de los lazos transversa­les, V. g. H, cerca del agujero inmediato, se le hace resbalar debajo de la cinta doble, y pasar por el otro agujero F, y en seguida se pasa al travcs del lazo toda la ublita I). Bctirando a' la sazón la cinta por los agujeros, se desengancha­rá la primera tablita, y muy pronto se hallar^ también libre la otra.

Juego con Ja tuhlila en forma de corazón y la bolita {Fig. 76.)

95. Para ejecutar este juego de paciencia, Se necesita una tablita delgada cortada en forma de corazón, taladrada con seis agujeros dispues­tos como se ve en la figura; y un cordón de seda bastante largo, que se dobla, ensartando en él una bolita lí oliva de madera y anudándole en seguida a^modo de un collar. La longitud del cordón debe ser proporcionado á las dimensio­nes del corazón: si este tuviera dos pulgadas j Btcdia de alto, el cordón, después de doblado, deberla tener nueve á diez pulgadas.

Para enlazar dicho cordón ca la tablita, que Supongo en una posición horizontal, se pasa el < abo doble opuesto á la bolita primeramente de arriba abajo por el agujero 6, después ca a »ol-yiendo por arriba, en seguida por los agujeroS' • , 5, 4 y «, sucesivamenlej después se pas'a otra

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14S vez por a y por 6 por delante ; v úlliaiamcnic. se atraviesa la bolita por el lazo. Entouccs se Tuelve á retirar este por el agujero 6 y por 2, y arreglando los cordones, se liallara'n enlazados seguD lo representa la figura.

Para volver a desenganchar el cordón con so bolita, colóqticse la lablita en una posición

.vertical, como eu la figura. Aflójese el cordón tirando la bolita atrás hacia el agujero 6; aílú-jense también las otrasvatnificaciones del cordel, y tírese el lazo 2 tanto como posible por delan­te. Entonces se pasa este lazo por el agujero 2, al revés del corazón, luego por 6 hacia delante, atravesando el boliche por el lazo; en fia, se re­tira este por el mismo agujero, y poco a' poco se-guíra'o la bolita y todo el cordón.

Cruz <i estrella mecánica.

96. Uno de los problemas mecánicos mas aniigtios y roas ingeniosos de la clase de los jue­gos de paciencia, consiste en armar una especie de cruzó estrella de seis puntas ó ramales (b'ig. 77) mediante seis palitroque* ó paralelepípedos cor­tados al efecto artítticamenle. En la'obriía de Mingiíct se describe j figura también este juego de paciencia, pero de un modo demasiado in­completo para poderle ejecutar, puesto que ni siquiera se dá la figura después de armado el aparato. Procuraré aquí ser un poco mas pro-Jijo.

Debo observar en primer lugar, que en el númoro de los juegos de paciencia que en Fran­ela, Alt Q'BB' é Inglaterra se venden para uso de los'uiuos y jóvenes, ^e encuentran.varios sis-

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143 temas Je aquellas cruces de que se traía aqui; pero prefiero las dos siguientes por la simetría de sus partes iniegrantes, que facilita hasta cier­to punto la descripción de su ensamblaje.

La primera clase d«; dichas cruces esta re­presentada en las figuras 77, 78, 79, y se com­pone de seis palitos ó palitroques de madera du­ra, de igual longitud y dia'metro, en forma de paralelepípedos rectangulares, cuya longitud de­be ser por lo menos seis veces mayor que su dia'metro. (i) Dichas piezas deben estar corta­das con exactitud según se re representado en las figuras A, B, C, D, E, F, de manera que en las corladuras menores n, n, n, n, ifc. quepa justo el diámetro de un palito, y en las cajas ma­yores o, o, o, o, el diámetro de dos palitroques. Las despiezas ü y E son exaciamente semejan­tes, mientras que todas las demás son de formas diferentes en lo tocante á sus coriadiiras.

Para ensamblar estas seis piezas, tómense las dos primeras A, B^ y jiiotense vertical y parale­lamente, como se ve de perfil en la figura 78; de manera que quede en medio un agujero en for­ma de escuadra o a. En esta disposición se da al aparato un cuarto de circunferencia de vuelta en un eje vertical (para espresarme en términos geométricos); y separando por uu momento los cabos superiores de los dos palitos, se pasa por la abertura o, y en dirección perpendicular, el palitroque C, de modo que la parte cdbica o llene el hueco a de la figura 78, no quedando

(') En nuestras figuras se dibujaron demasiado rto» para ahorrar en lu posible el espacio.

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14'+ ^ vacío sino el agujero cuadrarlo o; j á la sazón las tres piezas ofrecerán de perfil la disposición re­presentada en la figura 79. En seguida se colo­can paralelamente las dos piezas iguales D y E, en las dos cortaduras o, o, de la figura ^g, y en­tonces deberá quedar un agujero cuadrado que llenará exactaineiue el líltirao palitroque F; y en fin no faltará mas que bajar el palito A de nivel con su compañero B, para que el aparato se pa­rezca al de la figura 77.

Es evidente que para desarmar este sistema DO habrá mas que ejecutar en orden inverso todas las operaciones que se acaban de des­cribir.

Otra clase de cruz mas sencilla.

07. El sistema mas sencillo de estas cruces es aquel cuyas piezas se ven representadas de perfil en la figura 80. El primer palito A está en­tero y único; el segundo B debe ser tres veces repetido, y el tercero E dos veces, en la corta­dura n deberá caber el diámetro de un palito, y en la caja a dos ¡guales. Por lo demás se ve que estas dos piezas B y E son enteramente seme­jantes á las dos que tienen la misma letra en el sistema anterior.

El modo de armar esta cruz es muy fácil. Se juntan primeramente dos palitos de la forma B, como se ve en la figura 81, atravesando otro se­mejante por el agujero rectangular h (Fig. 82); en seguida se colocan las dos piezas iguales de la forma Een las dos cortaduras o, o, y última­mente se llena el agujero cuadrado que debe quedar con el palito entero A. Después de ar-

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145 mada esta cruz se parecerá' perfectamente á U del sistema anterior.

Observntion. También se encuentran i TCCCS entre los

juegos de paciencia de esta clase, cruces mas complicadas, en que cada punta ó ramal de la cruz prÍBcipal contiene otra cruz semejante mas pequeña. Es evidente que en este caso hay que desarmar y armar siete cruces, mediante unos procedimientos enteramente semejantes, que no difieren de los descritos anteriormente sino por la mayor dosis de paciencia que exigen.

Paradoja mecánica, ó imposibilidad física aparente.

98. En el centro de una labüta un poco grues» de tres d cuatro pulgadas en cuadro (Fi­gura 83 ) hágase un agujero cuadrado que alra-•viese la tabla perpendicularmenle. Córtense en seguida de una madera poco dura y bastante po­rosa , tal como tilo ó nogal, dos palitroques Iguales de la forma que representa la Fig. 84-» de unas dimensiones tales, que uno de su» es -trcmos mas gruesos A <i C, pueda pasar justito por pl agujero de la tabla anterior, y que las dos partes delgada* áel medio reunidas B y D, llenen también la misma abertura.

Hecho esto, se pasa primeramente al travís de la tabla uno de los dos palitos, Fjg? 84; pero para introducir el otro, operación que á muchos lectores parecerá imposible, es menester aplas­tar ó espachurrar el cabo ó la parte mas gruesa. Eso 86 consigue mojando algún tiempo el cabo A de que se trau, y apretándole en seguida fuer-

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146 (emente en an tornillo de cerrajero, hasta redu­cirle al misino diiíinetro que su parte mas delga­da B. Ea esta disposición se introduce el pali­troque por el agujero de la tabla, paralelamen­te i su compañero, y se vuelve i mojar el cabo aplastado. Por la acción de la humedad la made­ra se hmcha, recobrando sus dimensiones pri­mitivas, el aparato ofrecérsC la disposición qne indica la Flg. 85, y entonces ja no será posible sacar los dos palitroques de la tabla sin rotara, á menot de valerse del mismo arbitrio qne sirvió para introducir aquellos.

El aparato relativo á este carioso problema de mecánica se halla en algunos gabinetes de fí­sica esperímental, con el fin de demostrarlos efectos de la humedad sobre las maderas.

II . SUERTES UECÁKICAS CON ILUSIÓN.

Ea el numero casi infinito de las suertes me­cánicas con ilusión , ó sea engaños ó trampas mas ó menos injeniosas, qae se comprenden comun­mente bajo el título de juegos de manos, el que debe ocupar incontestablemente el principal rango es el juego de cubiletes que coloco i la ca­beza de esta sección de suertes mecánicas.

JUEGO DE CUBILETES.

gg. EF úego de los cubiletes, tan antiguo como divertido, se halla descrito con mas ó me­nos estension en la mayor parte de los libros franceses, alemanes é ingleses que tratan de md-jia blanca, ó juegos de manos, y la obrita española de Minguet contiene también algunos pormcno-

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147 i'fs, a la verdatl muy escasos, sobre el particu­lar. En casi todos aquellos libros, que por lo re­gular no hicieron sÍQo copiarse unos á otros, el juego de cubiletes está descrito del modo uni­forme Y sencillo con que solian practicarle anti­guamente los juglares; mas en el dia cada cual lo amplifica y varía á su modo. En lo que voy á esponer he procurado presentar este juego de un modo nuevo, menos trivial y mas variado, combinando y variando las diversas suertes que mas me agradaron de los jugadores franceses, alemanes é italianos que he tenido ccasioa de observaren mi juventud, l'or lo demás, aquí, mas que en ningún otro ramo de juegos de roa­nos , conviene repetir lo que ya iie dicho en otra parte respecto á las suertes de destreía, á saber: que es harto difícil el aprender esta clase dtí nianipulacioaes tíaicameote por los libros, y que el verlas practicar varias veces por un pro­fesor ó afícionado hábil, vale mas que todas las descripciones y la'minas ( i ) .

Para proceder con la posible claridad en la descripción de un juego, en que las palabras J las acciones tantas veces se hallan en oposición, describiré: i.» ¡os aparatos ncr.esarioí; a.'* los fnitcipios, manipulaciones , 6 suertes elementales; 3.* su aplicación al juego completo : distinguiendo,

( I ) LOS lectores que comparen mi juego de cob'-letes con la» cortas desía'ipoiones que de él liaUai*n 6" lo» libros estrangeros sobre juegos de maoo»»'" l i e se refieren únicameute alginias suertes scnc"' 'S ^"1 jas bolitas de corcho, convendr.'ín en qoe el mo-<lo «igaiente y Taríado de presentar dicho juego, f» «•ntcrameiue nuevo v no está sacado de ningún libro^

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148 como en muchas de las suertes anteriores, lo qnc se dice de lo que se ejecuta con letra diferente.

I. Aparatos que se necesitan pura el juego de cubiletes.

loo. Los aparatos necesarios á este juego son poco numerosos y de fácil construcción, puesto que la mayor parte de esta clase de suer­tes estriba principalmenle en la destreza de los dedos.

i.° La bolsa (i).—La bolsa de los jagadores de manos es una especie de talego mas ancho que alto con yarias subdivisiones ó comparti­mientos, que se ata por delante á las caderas al modo de un delantal, y que sirve de almacén para las bolitas, pelotas, ü otros objetos que se necesitan para el juego de cubiletes. Los juga­dores de manos de profesión que practican sus ejercicios en sitios públicos hacen comunmente uso de esta bolsa; pero tratiindose solo de di­vertir con los dichos juegos i una tertulia en una sala, lo mas cómodo es el preparar p'ara el intento una mesita rectangular, un poco alta, y

. cubierta por los tres lados que miran i los e s ­pectadores con una bayeta 6 tapie verde que llegue casi hasta el suelo. Por el lado del pres-

" tígíador (donde jama's debe haber espectadores) el tapiz no debe pasar la orilla 6 borde de la mesa, y por este mismo lado, como un través

»

(í) (iibeciere en francés, de donde se deriva lours de gibteiere, suertes ó juegos de manos en que se hace uso de dicha bolsa.

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149 de mano mas abajo del tablero de la mesa, se fija ó se cuelga una tablila horizontal, un poco mas corU que la mesa, y de tres ó cuatro pulga­das de ancho. En esta tablita, que hace las fuo, clones de la bolsa de los juglares de profesión se colocan por so orden las bolitas, bolas, pe­lotas y otros objetos necesarios al juego ; y de este modo es mas fa'cil el hallar prontamente con las manos cada uno de dichos objetos , al paso que se necesita en el curso del juego. Lla­mare , pues, á esta tablila postila mi almacén.

2.° La varita májir.a ó de virtudes, que los franceses y alemanes llaman Imton de Jacob, es un palito delgado cilindrico de un pie á lo me­nos , comunmente de ébano con cabos de mar­fil. Muchas veces el jugador coje la varita de las virtudes con una mano, solo para disimular me­jor los objetos que esta oculta; saca de elU en apariencia las bolitas, y golpea el fondo de los cubiletes.

Ademas de esta varita májica sencilla, loí jugadores de manos se sirven á veces, para eje­cutar ciertas suertes, de otras varitas huecas á propósito para ocultar, ya sea una carta ó billete, 6 sea una varilla de acero tocada al ¡man.

3.° Los tres culiiletes de hoja de lata de la forma representada en la Fig. 86. La parte A , que lla­maré la panza, debe ser cónica, la orilla ó borde B B, cilindrica, y la parte superior ó fondo C, hueca ó cóncava, de modo que quepan «o este hueco tres de las bolitas mas chicas de corcho que sirven al juego. La altura total de los cubi­letes suele ser comunmente de tres pulgadas y 'nedia ó poco mas, eí dia'melro menor C , de pulgada y media, el diámetro mayor de la bo-

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150 ca BB, tres pulgadas. La altura del borde u orilla B puede ser de media pulgada ( i ) , y su fin es el de estorbar el que se peguen los cubiletes, cuan­do se tiran ó se encajan unos por encima de otros, como se ve de perfil en las Fig. 8j y 88, ConserTando entre su.-, fondos un espacio ó hue­co suficiente para alojar algunas bolitas menores.

4-° I>as bullías, bolas y pelotas áehen ser Ac diversos tamaños y materiales, y bastante nu­merosas para el juego moderno. Para poder eje­cutar todas las suertes variadas que me propon­go describir , FC necesitan:

A. Media docena de bolitas chicas de cor­cho del tamaño de nna avellana 6 pequeña guin­da. Todas las demás que siguen son de mayor taitiano, y se hacen de piel ó badana de diver­sos colores rellenas de estopa, como ias pelotas de jugar de los niños.

B. Cuatro bolitas de piel amarilla , como de ante, del grandor de una nuei ó de un peque­ño albaricoque.

C. Cuatro bolitas del mismo color , pero de tamaño doble de las anteriores, v. g. como un gmeso albaricoqne.

D. Tres holas'igualcs á las anteriores , pero de color encarnado.

E; Tres pelotas mayores, como del tamaño de una naranja regular, ó mas bien de un volu­men tal, que una sola llene casi en totalidad un cubilete ; pero de modo que , apretada un poco contra el fondo, y puesto el cubilete en la mesa,

(I) I.OS cubiletes en la <il>r!la <\e Minguet e.sláu mal dibujados, pues su hurdi: ú urilln debe s<r niuciio mas bajo.

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IM

quede entre esta y la bola pegada en el fondo un espado suficiente, para que al colocar el hílete con fuerza sobre la mesa, el golpe na^ caer la pelota. El color de estas pneJe ^^r en­carnado ó color de naranja, ó de ambos colores, con tal que se distingan bien de nocl.e sobre v tapir, verde, lo que no sucede con los colores oscuros. ,1 • ,

También pueden sustliuirse i estas ultimas pelotas tres naranjas, con tal que se escojan de un tamaio «onreniente para producir el electo indicado anteriormente. i u •

5.° Unos quince i veinte cubiletes de hoja delata que vayan disminuyendo de tamaño desde la parte cónica de un cubilete romun basta el diámetro de wna pulgada. Esta serie de cubilete» deben ser sencillo», y sin orilla» ó borde», de modo que puedan«éncajarse todos y por orden lo» unos dentro de lo» otros, y todo este con­junto, cabierto con un gorrlto de tela oscura, para dlsfraíar su brillo, debe caher fácilmente debajo de un cubilete común del juego.

6.° Unos veinte ó mas platillos pequeño» cbatos, 6 muy poco cóncavos, de hoja de lata sencilla, del tamaño de un duro, de modo que, puestos unos encima de otros, se pueda escon­der fifcilmente el todo en el hueco de la mano.

n.° Unas quince ó veinte vara» de cintas de íeda de todo» colores de la clase que llam»» galón. Todas estas cintas se deben envolver su­cesiva y estrechamente las unas sobre la» «""as «n forma de espiral, de modo que resulte unro-llito del diámetro de un duro, que se pueda es­conder en la mano , é introducir con disimulo en la boca.

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159 8.° Aparato del pico de cigüeña ó long-poud!iig.

Muchos jugadores de manos estraogrros suelen termÍDar sus juegos de cubüetes con la suerte que en Alemania llaman el pico de cigüeña {StoTclischnabel) y en Inglaterra long-poudlng. Es­te chasco consiste en tragar (en apariencia por su­puesto) un aparatitoó instrumento particular de estaño ú hoja de lata, que se compone de una se­rie de anillos ó tubitos cilindricos, cuvo diámetro va disminuyendo sucesivamente desde el de un duro hasta el de un real de plata. Estas piezas están articuladas ó encajadas uñasen otras, poco mas ó menos como los tubos de los anteojos co­munes de larga vista, pero de un modo tan flojo, que por su solo peso los anillos puedan desarro­llarse , formando en este caso una pirámide ó cono de casi un pie de longitud (Fig. 8p).

Este aparato, recojido y encajonado como en la Flg. go, íe mete con disimulo en la boca, su-jeta'ndolc con los dientes por el mayor anillo; abriendo entonces l»boca é inclinando la cabe­za , el instrumento se desenvuelve y sale de la boca en forma de pico , que se vuelve á hacer entrar con la mano. Esta maniobra se puede re­petir alternativamente dos ó tres veces , y al fin se esconde el instrumento cncojido en la mano, y se hace un gesto y visajes como qaien traga un objeto que causa dolor.

Gomo este aparatlto desarrollado tiene algU' na semejanza con la serle de pequeños cubiletes del número (5.°) puestos en pila ó pira'mide, cs-pllcarc al fin del juego de cubiletes el modo con

3 \ié yo suelo introducir la suerte que acabo de escribir.

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153 II. Principios, ó espUcacion de las principales manipulaciones ó suer(es de destreza , que sirven de

base al juego de cuhiletet.

l o i . Enire las manipulaciones de destreía que procuraré describir en adelante lo mejor que me sea posible, habrá tal vez algunas que un lec­tor nuevo en esta clase de diversiones llegara a comprender con dificultad: puesto que sucede a' menudo que tal operación ó manejo, fa'cil de concebir cuando se ve ejecutar, es difícil de des­cribir. Sin embargo, es indispensable para la inteligencia del juego de que se trata , el com­prender é imitar perfectamente las manipula­ciones ó suertes siguientes, en que estriba, por decirlo asi, casi todo el juego.

102. Suerte de tirar un cubilete al traoés de otro,—Comunmente se suela empezar el juego manifestando á la sociedad que no hay nada en el interior de los cubiletes, y en seguida se ha­cen (en apariencia) pasar varias veces los unos por los otros.

Este efecto, que esmera ilusión, se consigue del modo siguiente. Se coje con los^dedos pulgar e índice de la mano izquierda un cubilete por su orilla, boca arriba, y tomando en seguida con la derecha de la misma manera un segundo cubile­te , se tira este verticalmepte de arriba abajo en la boca del primero, soltando este y cojiendo aquel por la misma orilla. Con un poco de ejer­cicio se logra fácilmente el ejecutar esta manio­bra, de modo á hacer ilusión i los espectadores, persuadiéndoles que el cubilete que cae sobre la mesa ha pasado al través del que se te nia en la mano izquierda.

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154 io3 . Escamotear la bolila.—La principal ha­

bilidad del jugador de cubiletes, y en que se cifra casi todo lo sorprendente que pretende tener á los ojos de las personas no iniciadas en él, con­siste en tiacer aparecer y desaparecer entre sus de­dos una pequeña bolita de corcho, con tal destreza y rapidec, que el espectador mas perspicaz no pueda ver como se hace. La bolita se esconde en el hueco de la isano derecha, on el ángulo de bifurcación de los dedos medio y anular, y a' veces también entre este y el índice , y toda la habilidad se reduce a' sacar la bolita de dicho si­tio con la punta de los dedos pulgar ó índice, doblados ai efecto; y vice versa, volver á es­conderla en el mismo paraje. Durante esta ma­niobra, la mano ejecuta un movimiento, ya de rotación, ya de translación, según la suerte que se trata de ejecutar; pero la facilidad de hacer aparecer y desaparecer la bolita con la mayor lijereza, no se adquiere sino a' fuerza de un ejercicio diario y prolongado; para lo cual es fa­vorable que los dedos estén un poco húmedos.

La multiplicación de figuras ó dibujos no proporcionaria al lector gran facilidad para aprender i imitar dicha habilidad fundamental, aunque para ello fuesen suGcientes las malas fi-

Í¡aras de la obrita de Minguet. Pero repito, que o mismo que para las suertes de naipes con des­

treza, es casi indispensable el ver ejecutar por un profesor dichas operaciones, para conseguir, el imitarlas.

Muchas veces el jugador presenta a' los es­pectadores la bolila entre los dedos pulgar é ín ­dice de la mano derecha, dice y aparenta efec­tivamente meterla en el hueco de la man'o i t -

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1S5 qulcrda j pero casi siempre la esconde en su ma­no derecha en el mismo acto de cerrar la otra, de modo á hacer creer al espectador mas pers­picaz que la bohta se halla eíeclivamentc en la mano izquierda, Eslo es lo que en término téc­nico Se llama escamotear la bolila,

Hecho este escamoteo , se coje comunmente Con la derecha el cubilete por la panza, se co­loca su boca sobre la mano izquierda, y abrien­do esta, se aparenta arrastrar con la orilla ó borde del cubilete la bolita iavisible (que regu­larmente DO contiene) sobre la mesa, con el fin de cubrirla: haciendo creer al espectador que está debajo, mientras que se halla realmente oculta en la mano derecha. Esto es lo que se pu­diera llamar cubrir en falso.

104. Meter secretamente la bolita debajo del cubilete; es también una manipulación que se practica á cada instante en el curso de este jue­go , y que no deja de necesitar algún ejercicio, por mafi sencilla que parezca.

Para eso se coje el cubilete por la panza, muy ceíca de la orilla, se levanta un poco , y al colocarle de nuevo en la mesa moviéndole un poco oblicuamente hacia la derecha, se tir» dentro por debajo de la orilla la bolita escondi­da entre los dos últimos dedos. La caida de la bola y el golpe del cubilete en la mesa deben Confundirse en uno, ó cer simultáneos. E^ litil *pren der esta suerte coa ambas manos.

I o5. Meter la bolita entre dos cubiletes.—I* •"erte de tirar una bolita entre dos CUIMIOW* '^''entras que se encaja el uno sobre el^otro, da asnera que aquella caiga en la pequeña conca­vidad que termina el fondo del cubilete inferior,

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156 no es tan fácil como se cree i primera vi'sta: pues Sucede i veces que el pequeño proyeclil se cae entre las paredes ó panzas de los cubiletes. Se consigue el ejecutar dicha suerte , como to­das las demás, mediante un ejercicio continuo: para lo cual se debe tener escondida una bolita en el sitio acostumbrado de la mano derecha, en seguida se cojo con esta misma un cubilete por la panza , ) al encajarle con cierta veloci­dad por encima del otro colocado en la mesa, se debe arrojar con los dos últimos dedos la bo­lita oculta de abajo hacia arriba en la boca del cubilete móvil, de modo que el proyectil caiga , precisamente sobre el fondo cóncavo del cubi­lete fijo. El buen éxito de esta suerte depende del golpe de vista y del movimiento convenien­te qne se imprime al vaso móvil.

106. Hacer desaparecer una bolita que sr. ha­lla entre dos cubiletes.—Supongo los tres cubile­tes encajados unos sobre los otros, como se vé en la Fig. 8 8 , y una bolita metida sobre el fon­do del cubilete inferior, como en la suerte an­terior. Se puede bacer desaparecer la bolita en el acto mismo de jugar con dichos vasos , des-encajaíndolos j encaja'ndolos alternativamente cuantas veces se quiera, y sin que los especta­dores mas perspicaces lleguen i sospechar la presencia del pequeño proyectil.

El manejo de los cubiletes para lograr este resultado, es mas fsícíl de aprender después de visto, qae no á describir. Supongo el aparato dispuesto como se vé en la Fíg. ^. Levanto pri­meramente con la mano derecha el cubilete su­perior , é inmediatamente después cojo con U izquierda los dos cubiletes de abajo, asiendo la

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157 orilla del inferior C; coloco el primero A en la mesa, y asi que la mano derecha eslé libre, agarro con elle la panza del .cubilete medio B, y le encajo eoa rapidez por encima del de la mesa, arrastrando ó vertiendo durante este mo­vimiento la bolita sobre el fondo del primer va-**» para lo eaal se inclina UB poco el cubilete de la izquierda, inmediatamente después de ha­ber encajado con la derecha el segundo cubile­te con la bolita debajo, se encaja también por encima de ambo* el tercero C de la man» iz­quierda, y.á la saaon la disposición del aparato Mrá ojra Tes como en la 6gura citada, y se po­drá repetir la misma maniobra cuantas veces se quiera. Se pueden aun levantar á veces á la al­tura de la cabeza los dos cubiletes inferiores se­parados , presenundo la boca hacia los especta­dores , con tal que ae incline un poco el de la derecha^ á fin de que la boliu que contiene no se resbale fuera 4*1 vaso ( y en «egnida se bajara' ea«ajtfo4*]«:O0tt i<apldez y acierto por encima del cubilete de la mesa, cubriendo entin^mbos c«n el de la izquierda.

Gomo la boliu, durante este manejo, vuel­ve siempre i caer invisiblemente sobre el fondo cóncavo del cubilete de la mesa, el emecudor Alucinado creerá qu& s« ba eacamot^ado «iquel proyectil mediante algún «(tiflpift-^til, y se sor-^**ñderá bastante cuando Jilvde cuhriiCi'tmh'M ^^Metta superiores se le baga de nuevo irisible **«* el vaso inferior. ., ,. >.,,j ^¡^ «fident» queae puede «j^utar li pí»"»* ^••<*eoodm¿ irea bolitas d« lA,nMSip»^*?«' ?»'oo»da» en el fondo «iincavo.^pJtiwbU»^ " -r '*nor... . •,.. . '..;, -• <

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158 Muchas veces también la suene subsecuente

exiie que al fin la bolita caiga iuvlsiblcmente en la mesa, debajo del cubilete que antes fué el mediano de la pila, y en ese caso los tres vasos se hallara'n separados en la mesa.

107. Pasemos ya a' las manipulaciones ó suertes de destreía que se ejecutan con las bo ­las de piel , empezando por las menores.

No pasando estas del tamaño de un albari— coque pequeño, se pueden repetir con ellas casi todas las suertes que se ejecutaron con las b o ­litas de corcho. Pero como no se pueden escon­der aquellas tan disimuladamente entre los d e ­dos, se suelen escamotear simplemente en el interior de la mano , doblando al efecto los dos liltimos dedos para retenerlas y ocultarlas a' la vista de los espectadores. Por lo demás, se pne-di: conseguir , mediante un ejercicio moderado, el hacer aparecer y desaparecer las bolitas de piel casi con tanta ilusión como las de corcho, con tal que su tamaño no sea demasiado volu­minoso.

Las suertes mas difíciles y mas sorprenden-t':s que se ejecutan con las bolitas de piel , exi -j.3n que se sepan escamotear en el mismo acto de arrojarlas al aire, y esta habilidad para e je­cutarse con acierto necesita mas ejercicio que la mayor parte de las anteriores. Toda la des-treta relativa á este punto , se puede reducir á las tres suertes que procuraré dcccribir en los tres artículos siguientes.

108. Hacer dcsupnrecer una bula pnesta sohri; el fondo de un cubilete, en el acéo de tirarla en altó pura cubrirla.—Supongo una de aquellas bo­litas de piel, colocada sobic el fondo cóncavo

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t59 tle un cubilete. Cojo éste con la mano derecha por la pama , y le levanto con bastante rapidez para que la bola vuele verticalmente al aire i l;i altura de medio pie i lo tnas, y antes q"e Vuelva a' caer en la mesa finjo cubrirla con el Cubilete recibiéndola en la mano, para lo cual, y cuando el proyectil en su caida toca casi á la mesa , adelanto los dos últimos dedos de la ma­no debajo del cubilete para cojer la bola al vue­lo y ocultarla en la mano, haciendo creer al es­pectador que está efectivamente debajo del cu­bilete después que este se sentó sobre la mesa.

log. Introducir del/ajo del cubilete, una bola oculta en la mano, en el art» de arrojar otra igual que se halló encinta del fondo.—Esta suerte es mu­cho mas fácil que la anterior, y se debe apren­der á ejecutarla con ambas manos.

Supongo una bola colocada sobre el fondo de un cubilete, y otra igual escondida en la ma­no. Alzo el cubilete para tirar la bola en alto, como en la suerte anterior; pero en vei de es­camotearla, la cubro efectivamente con el vaso, introduciendo al mismo tiempo la bola escondi­da en la mano , de modo que ambas se bailen debajo del cubilete.

l i o . Cambiar una bola en otra , en el neto de tirar al alto la primera. — Esta suerte es la que presenta mas dificultad, siendo la reunión simul­tánea de las dos anteriores , y asi se la debe «'jer-cilar mocho antes de arriesgarse á manifeslarl-'» en publico. Se practica comunmente con dos clases de bolas de piel, del mismo volúiiien, pero de colores diferentes: v. g. con la» araan-ll»s y encarnadas del tamaño d<3 un «Ibarico-que niavor.

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160 SnpoBgo, paes> una bola amarilla pnesta so­

bre el fondo de un cabilete, y otra bola de co^ lor encarnado oculta en la mano. Se trata de ar­rojar la primera al alio para cubrirla, sustitu­yéndole diestra é íarisiblemente la otra, de modo que se encuentre debajo del cubilete una bola encarnada en lagar de la amarilla.

Para efectuar esta sustitución, levanto el cu­bilete , tirando al alio la bola amarilla, y antea que vuelva i caer sobre la mesa debajo del cu­bilete, la cojo al vuelo con los dos úUímos de ­dos , al mismo tiempo que introduzco en su lu­gar debajo del vaso la bola encarnada que tenia en la mano. De este modo el espectador no se sorprenderá poco cuando vea, al descubrir el cubilete, que la bola ha cambiado de color.

I I I . Procedimiento para introducir las pelotas grandes debajo de los cubiletes, —lai bolas majo-res que llenan casi todo el Lueco de los Cubile­tes, no siendo susceptibles por de contado de ocultarse en la mano, no se pueden escamotear al modo de las bolas pequeñas. Sin embargo, se consigue, á favor de un poco de ejercicio , el introducir aquellas pelotas debajo de los cubile­tes con bastante disimulo, sin que los espectado­res colocados en frente lleguen i percibirlo, nc estando iniciados en los misterios del juego.

Según lo observado anteriormente, Tas tre.' pelotas de que tratamos deben casi llenar la pan­za de los cubiletes , de modo que, apretadas 3 pegadas contra el fondo, quede aun entre 1. mesa y la bola su6cicnte intervalo para permitii la caida de esta, mediante el sacudimiento que •e imprime al taso.

Teniendo, pues, la pelota con la mano ic-

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161 quierda un poco mas abajo del tablero de la mesa, y agarrando el cubilete con la derecha,

. ^ "^ce describir con rapidez y cerca del naismo Ijorde de la mesa, un arco cuya concayi-oatJ mira al espectador ; y durante este movi­miento se introduce la pelota con suma ligereía en la boca del cubilete, pegándola coutra el londo, y cuidando de sentar vi Taso con suavi­dad en la mesa. En esta disposición se puede evantar el cubilete para persuadir a los espec­

tadores que no hay nada dentro, y bajándole en seguida con fueria sobre la mesa, la pelota caerá:, y su aparición inesperada sorprenderá muctio á la concurreDcia.

112. Suertes de proyección <,ue se hacen con las ^^mas pelotas.-Corchándole un poco en el arte de proyectar «5 tirar en alto tres bolas, se­gún lo manifestaron los juglares indios, y mu­chos bailannes de maroma, se poseerá un re­ías b o u á T , ^ * ' •""• *' J"'»" •** «"»•!'«»«» « 0" Teces L a S " ' / ^"•" «'»»'^»««y desríar i veces la atención de los espectadores.

ranjas no es mas d ficil de aprender que con

e..' , . * '''=* *"' •' "e empieza tirando una de ^«as al aire, un poco hacia la izquierda, y an-^» que esta mano reciba la bola , arroja en cam-j^o ía suya hacia la derecha, y asi alternatÍTa-^ nte, de modo que al cruzarse oblicuamente •iré* *'P**''°' S^ede siempre UD proyectil en el

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Iflí

111. Aplicación Se lot principios ó tuertes anteriores aJ juego completo,

113. Coloco los tres cubiletes y la varita de virtudes sobre la mesa; dispongo todas las boli­tas, bolas j demás agregados por su orden en la tablita lateral, las bolas mas pequeñas hacia la derecha y las mayores por la izquierda, de modo que puetian encontrarse fdcilmente oonforme se Decesilen en el curso del juego. Pongo ademas tres bolitas de corcho en la faltriquera derecha de mi vestido, y estoy listo para empezar mil operaciones maíjicas.

P B I H E S A PARTE.

Juego con las bolitas de corcho. 114. Cada jugador tiene por costumbre el

empezar su juego con algún cuento chistoso, maravilloso, ó fantástico, tocante á la historia j propiedades de sus cubiletes y de su varita mi-jica. Manifiesta en «eguída el interior de dichos vasos, para que los espectadores puedan cercio­rarse de que no encierran ningún misterio ni preparación , y en fin entra en materia poco mas ó menos del modo siguiente ( i ) .

( I ) Advierto que en todo lo que sigue, el texto e»-príKa comuomente lo que se bahlu, mientras que las manipulaciones están descritas con letra cursiva en paréntesis , á menos que el lector pueda fácilmente comprender las operaciones indicadas. Llamaré siem­pre primer cubiitte el de la i/.quierda, segundo el del medio, y ultimo el de la derecha.

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163

Señores: « Todas las personas que lian visto alguna vrz

jugar á los cubiletes, saben que para osla diver­sión se necesitan bolitas y Lolas de varios tama­ños. I.ajnayor parte de los juglares ordinarios y Me antaño suelen sacar diclias bolitas de una es ­pecie de bolsa bastante indecente, que atan por delante á manera de delantal. Pero en nuestros tiempos ilustrados y roma'nlicos, semejante pro­cedimiento sería una falta grave contra el buen gusto ; y así he preferido adoptar en mi juego el método mas elegaule de mi ilustre macMro el sabio Marramasulipatan , primer májico del e m ­perador de Monoroolapa. Este mélodo HUCTO, elegante y sorprendente, consiste en sacar todos los objetos que necesito de esla varita niájica, que por acá se suele llamar de virtudes, y en Francia y Alemania varita Je Jucoh. Esla prodigiosa va-nta permite al jugador el manifestar á su ilus­trado auditorio sus mangas v sus manos ( í V A o las mangas y enseno las ntano's). Pero para comu­nicar a esta varita su asombrosa virtud, es nece-Mno echar sobre ella unos polvos no menos pro-uijiosos, que los franceses llaman de Per/twpim-P'ii, y que en nuestra península se conocen ba -JO el nombre de polvos de la madre Celestina. To-1^'' P"** ' " ° * dosis de estos polvos invisibles WTomo suLre la iahllta lateral una lolita de corcho, ?"« escondo entre los dedos , haciendo ademan de '^'lar pnluo en el estremo de la varita que tengo en

izquierda)^ que ecbo en mi varita , y ahora de-t ^ j ^ * * " * " y^ ^c ' " propiedad de snminís'J'arní'' "••os los objetos que necesito para divertir á 1»

"cíedad."

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16.^ «Saco, pues, una primera bolita , {colorando

la varita en ¡a fneío, lu agarrn por un cabo , y saco del otro la hulitn escondida) la pongo en tnl mano izquierda , y la cubro con este primer cubilete {la cubro efectivamente con cachaza). Nada puede ser mas fácil. Pero esta maniobra tan sencilla de­be ejecutarse con algo mas de lijereza , asi como la Toy a' repetir. Tomo, pues, otra vez esta boli­ta para volver á cubrirla (levanto el cubilete con la izquierda , cojo la bolita y escamoteándola esta yez, la punga en apariencia en la mano izquierda

para cubrirla en falso como en el niim. io3); saco otra de mi varita {rfpilo la operación anterior), y la pongo debajo de este segundo ciibilele. En fin, saco otra tercera, que cubro también con es­to último vaso. {La cubro efectioamente cumo la primera vez). Ahora que tenemos tres bolitas una debajo de cada cubilete, se trata de sacarlas cou lijereza."

.iLa mavor parle de las personas que me es­cuchan ejecutarían esta operación levantándolos cubiletes uno después de otro, para sacar las bo­litas {levanto el iiltimo cubilete y enseño la bolita con la mano derecha); pero ese método sería nna torpeza , pues se trata de sacar los boliches ín -vísíbli'monle al través de los cubiletes."

a Vuelvo, pues, a' cubrir esta bolita {la esca­moteo cubriéndola en falso), y las voy á sacar-una después de otra por el fondo de los vasos , siu levantarlos, valiéndome para eso de la virtud de mí varita incoioparable. Saco la primera (doj- un piilpecito con la varita en el fondo del cubilete, y saco en apariencia de ese la bolita escondida en la mano), y la pongo en mí mano izquierda , ha­ciendo observar á toda la sociedad que ya no

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16S hay nada debajo del cubilete (levanto este con la derecha, jr vuelvo d sentarle en la mesa); mando i esta bolita que se marche i ConstanlÍDOpla, ca­pital de lá Turquía." (apoj-o el estremo de la vari­ta sobre la mano izquierda cerrada , abriéndola en seguida para manifestar que está vacia)-

«Pasando at tegnndo teubílele , saco igual­mente por arriba la bolita que contiene, y me­tiéndola en esta itiano; la etiTÍo á París." (Repi­to la maniobra anterior).

«En fin, hago lo mismo con la liltima que esta' debajo de este cubilete; la saco fuera a' gol­pe de Táríia, y me la meto en esta mano (esca­moteándola para guardarla en la derecfia). Obser-Ten Vms. qué ya no queda nada absolutamente debajo de los tres vasos {levanto estos sucesiva­mente, empezando por el última á la derecha en el cual introduzco la bolita según el métodu del ni/mero ' o4 ) ; y que psta liltima sé T¿ i marchará Lon­dres." (^ i /« la mano izquierda, enseñando tam^ lien la tltrtí ) .

«Ahora que nuestras tres bolitas se hallan en parajes tan distantes y tan diversos, ¿cómo ha­remos para ToUerlas d cojer, á fin de continuar el juego? Pero ya han vuelto, ó mas bien todo el viaje ha sido mera ilusión j encaño; pueí mientras que las personas mas perspicaces con-•Ideraron k nuestras boHlas.vIajando hrfcia Cons-^Jltinopla, Paris y Liendres, yo me las metísu-l'ltdente en mis bolsillos, y las voy'á manifes-

*•' {BusCQ con la tpanp 'derecha en rrdfaltri-V'"^ las tres bolitas, eschridiendo una entre los de-

"* "rndar y medio, otra entre este y el índice, y en-Y^ahdo la tercera que meto so^r* el fondo del cu~ '"'^t<= medio).

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16a «Seüores, por mas, que. busco no «ncjuexitra

mas que una, y no puedo ímajinar donde se ha-Lra'n escondido lag oj^r^V'dosj,pero mi y?r¡ta mar jica Bo» va á sacar del apuro. Cou ellia qortp esta bolita en dos parte» y, tendremos otrfi {liagp. aJe-man de dividirla en dos. pfirl^St /¡ofifndo aparecer su-tUmatte unu de las bolifas ocullas). Es^t de -aquí pa­rece un poco mas gorda que la otra, de manera que se puede partir pira vez, j tendremos Ires. {Repito la suerte anterior con una de las bolitas visi­bles, manrfestütídu lluego Ja.((rceratjue estaba oculta, y las reparto todas tres stfbrf los cubiUtes). Ahora que teiiemos otra .vez; nuestros tres descxtores, se puede continuar,el..juego."

.«Observen Vms. coa cuidado lo que hago, y UOID que d'goj pue*<]Me. en este juego t^do es trampa y engaño,—Voy ,tf, pubrir estas bolitas una después de otra. Cojo el primer ci^bílele y cubro su bolita de este modo (/u cubro tirándola en alioi pero sin escamotearía). Hago lo. mismo coa ]a segunda. La tercera oh esta l^.mcto por el fondo {del cubilete sip necesidad.de levantar­le." (í/cj^do este el ca¿iÍ£tf (¡ue ya condene, una bo­lita ,-no. Aago nws quf esc^t>iotear la que está puesta encimti, •^uolaienáp l^.mano y dando u/t'foJpecito en el Jando del cubH/;te\ en segi^ida ¡fvanío ^ste, é inlro-duzco también Id bolita escamoteada),

«Ya ha llegado, y la vuelvo i cubrir. Aho­ra que teaemos una bolíLa debajo de cada cubi­lete , tonto otra v e i l a del primero .(/eca/i/o este con la mafia iíquUrda parQoajer la bolitíf con. la de­recha) ; la eovio por el naismo camino al ultimo cubilete {la escamoteo cqmo la anterior., introdu­ciéndola en seguida^ debajo del cubilete al untarle) J leTantando ede babrá dos. Cojo igualmeote e*-

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167 U bolita del vaso del medio, la mando juiílarfe con sus dos compañeras debajo del líllimo cubi­lete, y tendremos todas tres reunidas en este, y nada debajo de los otros dos." {Al tevuutur y sentar el ültímo cubilete para manifestar las tres lo-lllas que dejo descubiertas, introduzco la que tengo Oculta en la mano al plantar el cubilete en medio de la mesa, y coloco los otros á lo» dos lados).

a Ahora, Señores , tomo estas tres bolitas J las meto todas juntas debajo de «ste cubilete del medio. (Las meto e/eciivamtntet pero alzando muy poco el cubilete, d fin de que los espectadores no puedan ver que encierra ya otro boliüie). Retiro una de las tres para cubrirla con este primer cu­bilete. {Retiro con efecto una de las cuatro bolitas, lepantandti muy poco el cubilete, la escamoteo f ^¡a cubro en falso). Saco otra bolita de las dos'que qnedan debajo del vaso del medio, para este qué está á mí derecha, y la cubro también. ( Cubro efectivamente Ja bolita que tenia en la mano derecha., después de luiber finjido sacarla del cubiltii). Re ­solta , pues, qué debe baber lina bola debajo da oada cubilete; y en cuanto á mis manos, cuando las enseño nunca hay nada dentro." (Las enseño).

<< Ahora se trata de volver á reunir las tres bolitas en este cubilete del medio, pero sin l e -•vantarle. Cualquiera persona no iniciada en es­tas operaciones májicas aliaría naturalmente es-toa dos cubiletes para sacar las bolitas que en-cierran. (fjevanio efectivamente con la mano iztpiier' *" « último en que acabo de meter la bolita). Por" ®'*'ejante procedimiento sería una torpeza enle-

"inento agena de las reglas del jnego; pues que •f «eben «acar las bolitas « n levantar lo» vasos. ' "elvo, pues, d cubrir esta bola (esta vet st cu~

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16S hre en falso, guardándola en la mano derecha), J empezando por el primer cubilete, liago salir su bolita con mi rarita, para conducirla invisible­mente al del medio {paseo la punta de la varita del primer cubilete al segwulo); j ahora se puede ver que ya no hay nada debajo del primer cubi­lete" ; {lo levanto un instante).

«Ropito la misma «peracioD con la bolita que encierra este último cubilete, sacándola invisi­blemente con mi varita, y pueden Vms. cercio­rarse de que ya se marchó. {Paseo como antes el cuba de la varita dsl ultimo cubilete hacia el del medie, parándome en medio camino jr alzando un momento el cubilete vacio).

«Muchas personas hay tan cortas de 'vista, que DO verán la bolita en la punta de mi varita; pe­ro si alguno quieiv acercarse, yo se la puedo bacer visible. Aquí la tiene Y. {Saco la bolita oculta con la mayor lijereza de la punta de la va­rita, para manifestarla un instante, jr luego la vuel­vo á meter, escamoteándola) ( i ) . La vuelvo á me­ter donde estaba, la conduzco invisiblemente i este cubilete con sus dos compañeras, y al le­vantar este se pueden ver reunida* las tres bo­las , y nada en los otros vasos." {Después de ha­ber locado el cubilete del medio cowla varita, suelto ésta, alzando con la mano izquierda el cubilete pa-^ ra manifestar y dejar descubiertas las tres bolitas; luego cojo con la derecha el último cubilete, y en­cajándole velozmente por encima del anterior, ar­rojo la bolita oculta entre ambos, según el método

(I ) Aquí se puede, si se quiere, peg»r í la per­sona que se acerque, el chasco eiplicado al fin del juego ae cubiletes uúm. lAO.

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t69 ttpUcado ( i o 5 ) , cubriendo el fin los dos cubiletes ton el primero).

«Observen V M Í . bien que no hay nada en ñus nranos^ ni tampoco en los cubileies. {Saco y_ encajo varias veces los cubiletes los unos por en­cima de los otros, como se esplicó en el núm. io6, cuidando no se vea durante este juego la bolita ocul­ta entre los dos vasos inferiores). Ahora quiero ha­cer entrar ¡nTÍsiblemente estas tres bolitas entre los Cubiletes. Para eso tomóla primera, la man­do atravesar dos cubiletes y pararse sobre el fondo del tihimo: y efectivamente aquí está." (Al aproximar la mano derecha con la primera bo­lita al fondo del cubilete superior, la hago desapa­recer sutilmente ( I ) : en seguida levanto con lama-no izquierda el cubilete superior , y con la derecha el del medio, y al voher d encajar este con rapi­dez tiro la bolita oculta entre los dos cubiletes (i o5). Cojo igualmente esta segunda bolita, la paso al trav«s de los cubiletes hasta el tiliimo, y aquí tenemos las dos: (Repito la suerte anterior). En fin, tomo la tercera, la mando juntarse con sus dos compañeras, y aquí están efectivamente las tres reunidas sobre el último vaso, y nada hay ni en mis manos ni tampoco en los cubiletes." {Después de haber escamoteado la itllima bolita co-*no las anteriores, y levantado los dos cubiletes *>'periores, quito las tres bolitas reunidas con la '"ano izquierda para ponerlas ea la mesa ; en se-iuida vuelvo d encajar los cubiletes, introduciendo

, (') También se puede, si se quiere, escamotear la "'"«, anarenlando meterla en la mano '*1"''^1j^^

*" •'guida abrir e»ta como quien echa polvo —"•"•= ""í loa cubilete».

encima

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como antes la bolita oculta entre los dos inferió^ res, y después de haber jugado un rato con estos vasot para persuadir á los espectadores que no con­tienen nada, los dejo dispuestos en pila habiendo hecho caer la bolita debajo del cubilete inferior).

«Acabo de demostrar de qué modo se puede hacer penetrar las bolitas invisiblemente por el fondo dü los dos cubiletes superiores. Ahora TOJ a repetir la suerte de un modo mas sorprenden­te todavía , haciendo pasar los mismos boliches al través del cubilete inferior. Levanto, pues, los dos de arriba, coloco esta primera bolita sobre el fondo del cubilete inferior , que cubro con los otros dos, y en esta disposición parece im­posible el que se vaya. Con todo, no tengo mas que dar un golpecito con mi varita sobre la me­sa , para que penetre el cubilete inferior j 8« caiga en la mesa. Aquí esta', y la vuelvoá cu­brir." (üado el golpecito en la mesa, derribo la pila entera de los cubiletes, pero de manera que no se separen, y los vuelvo á enderezar, dejando la bolita descubierta. Ahora cojo la pila de cubiletes con la mano itqmerda, y con la derecha saco y co­loco el de arriba en la mesa ; en seguida cubro ¡a bolita con el cubilete siguiente que ocupaba el medio, bajándote con bastante rapidez, para arrastrar con -sigo en la mesa el boliche que estaba entre los dos, del modo que estd indicado ( i o 6 ) ; v coloco el úl­timo cubilete de la mano izquierda también en la mesa , formando otra vet fila).

«Cojo la segunda de.las dos bolitas que que­dan en la mesa, la pongo también sobre el cubi­lete del medio, que cubro con los otros dos, y al dar el golpecito se juntara coa la anterior, según se vé." [Repito la manipulación anterior, der-

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171 ribando Inpíta de cubiletes;, para manifestarlas dos bufítas reunidas debajo del último, y añadiendo la tercera al desencajarlos).

«En fin, tomo csia Mllima bolita, la meto asi­mismo sobre esie cubilete del medio, cubro es­te con los otros dos , y pegando el golpccilo en la mesa, ge babra'n vuelto Á reunir las tres cout" pañeras, según se vé ." {Derribada por tercera vez la pila de cubiletes, y repetida la maniobra anterior, dejo iiltimaménte las lies bolitas descubiertas, Jos vasos dispuestos en/tlu , y la bolita oculta debajo del del medio).

«He aqui otra suerte mas dificil que las an­teriores para reunir las tres bolitas. Tomo la primera, la paso con presteza al través de este Cubilete del medio {la oculto en la mano derecha); y voleando este veremos que ha llegado. La •vuelvo i cubrir con el mismo vaso , cubriendo «lespue» éste con otro ; {al encajar el segundo cu-Itilete encima del primero, introduzco el boliche oculto entre los dos, según el procedimiento espH-cadó (ro5). Cojo la segunda bolita y la paso asi­mismo al iraves de este cubilete, raanMnAo\c Pairarse entre ambos fondos, y al levantar este, aeremos que ha llegado también. [Repito lamis->na suerte para introducir la bolita oculta entre los dos cubiletes superiores). Lo» vuelvo i< «ncájar J nos encima de oíros, y p.isando la tercera bo-"ta por el fondo del cubilete superior, tcndre-•' og una debajo de cada vaso, como se puede ^'er." (^/;o ^0„ cachaza los cubiletes uno después "J^ olrn, para manifestar que hay una bolita debajo ""i bada uno ^ y los vuelo» á colocar en In misnttt disposición).

"Observen Vms. ahora este modo curioso de

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17Í reuair las tres bolitas. (La suerte complicada de fue se trata aqm, no es propiamente sino una apli­cación dos veces repelida del procedimiento ( io6); piro no es fácil el comprenderla bien por una simple descripción. Levanto primeramente los dos cubiletes superiores con ambas manos, la derecha en el pri­mero ; jr encajándolos con rapidez y destreza sobre el inferior, de modo <fue el del medio venga á ser el primero, se baja la bolita superior rtuniéndola con la del medio ; repitiendo en seguida la misma mani­pulación con el cubilete inferior en la mano izifuier" da , y en la derecha lus dos superiores juntos, Si bajan las dos bolitas en la mesa con la tercera).

«UhimameDle, coloco ettas bolitas todas tres juntas encima del mismo cubilete , cubriéodole con los otros dos ; y por mas difícil que parezca el sacarlas de su sitio, las haré desaparecer y aparecer de nuevo cuando y cuantas veces quie­ra. Afaora mismo saco las tres bolitas invisible­mente con la mano, para meterlos en mi alma­cén ; y alzando los cubiletes no babrá nada ab­solutamente." (Aparento sacar las bolas por el fon­do del cubilete superior, llegando luego la mano de­iras de la mesa. En seguida repito varias veces ti juego de encajar y sacar lus cubiletes (106), para hacer invisibles las bolitas ; y cuando las (fuiern ha­ca" aparecer de nuetfo, leoanto los dos vasos supe­riores despacito para manifestar aquellas á los es­pectadores. Al desvanecer ¡as bolitas por última vez, las arrojo inoislblemente en la mesa debajo de un cubilete dispuesto en fila entre los otros dos).

«Aqui tenemos otra vez las tres bolitas en la mesa reunidas debajo de un solo cubilete, y las TOj i repartir por encima; (pongo una bolita so­bre cada cubilete).

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17J «Observen Vms . bien que no son mas que tres

nna sobre cada vaso. ( Tumn la del medio entre lus Milus , y me aprovecho de esta ocasión para introdu­cir también con ella en la boca ¡a bolita oculta en la niaiio derecha, enseñando ademas las dos laterales W amias manos. En seguida vuelvo á colocar con cachaza las bolitas sobre sus vasos respectivos , ha^ jando la cabeza sobre el del medio para soltarla de los labios, y guardando la cuarta escondida en la boca.) U n a , dos , t r e s . " {Esta suerte se puede ha­cer de pantomima si se quiere. i.° Tomo la bolita del cubilete medio, y escamoteándola Jinjo meterla í « la boca, enseñando en su lugar entre los ¿tibios la que tema oculta en la boca; 2 " cojo ¡11 bolita del cubilete de la izquierda, y aparentando meterla en ¡a mano izquierda la escamotea también entre los dedos ^edio é Índice; en fin, 3 . " tomo la bolita del cubilete derecho en la mano respectiva, pero de modo que se ^ea. Hecho este triple escamoteo, cierro la mano de­recha, finjo tragar la bolita de los Mdos ocultándola en la boca, y soplando sobre la muOeca derecha; ha­go también ademan de tirar la bolUa supuesta de la izquierda hacia la derecha, y últimamente abro esta para manifestar y arrojar en la mesa las tres bolitas reunidas. Durante el asombro de los espectadores, tJuelvola cabeza, ó Uno ú la nariz, para sacar con tlisimulo la bolita de la boca, ocultándola de nuet'O 'fila mano derecha.) ( i )

fT,,'. ^* '" suerte intermedia se puede omitir si I '•••'e, ó se ¡)uetle repetir \m\»f veces.

13

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SEGUNDA l'ABTE.

Jueg(t con bolas mayores.

115. «Después de esta pequeña digresión de golosina, que repito mas gustoso con alraeudras Je garapiña, vucWo a' colocar las tres bolitas, como antes, encima de sus cubiletes respcciÍTos, cubriéndolas en seguida según el método usado varias veces." {Las cubru efeclivamciiie con sus cudiUics, después de haberlas tirado en alto.)

oObserven Vms. , ÍJtñores, que esta vei no engaño: que hay efectivamente una bolita deba­jo de cada cubilete, y nada en mis manos." [Le­vanto los cubiletes sucesivamente, j ' al sentar el ul­timo por la derecha, introduzco en él la bolita oculta en mi mano, y enfm enseno también ambas munus )

«Voy á repetir una de las suertes anlcriorej con alguna variación. Tumo la primera de mis bolitas, la paso al través del ultimo cubücte, y ni levantar este tendremos dos. {Cojo secrrla-inente con la mano derecha una de las bolas mas pegúenos de piel, y al levantar y sentar el primer vaso, la introduzco debajo, mientras quito con la izquierda la bolita de corcho que contenía, tinjo pasar esta al través del último cubilete escamoteán­dola, y la introduzco efertivamcrile al levantar y seniardir.hu cubilete.) Cojo asimismo la segunda bolita, la mando juntarse con sus dos compañe­ras dcb.ijo del ultimo cubilote, y tomando en mi almacén de brujerías un poco de polvos de la madre Celestina para cebar encima, le levanto y hallaremos las tres juntas ." (ticpiío la suerte an-tenor, cojiendo con la derecha en la tublilla otra bola

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«75 'Jf piel semejante á lu prlniírn, metirndohi (Ir/xij.i 'Msegundo cubilete als<;r,ir m bulita d'-. rurcho, y dfüpucs de hahrr finjidu ptisar esta al ullinw vaso y tomnr li>s po.'iot, tomo rf/:clican¡rrile la Ifnan t>"la de pi'cl^ para aruidirlu á las dos anteriores, en fl neto de d.sruMr lii<¡ tres Imillas de. corclio y vol­ver d sentar el ciil/ilrlr.)

«Sonoros, mo parece (¡nc ya hemos j u g a d o basUu tc con estas tres boli las do corc l io ; v asi las voy á reco je r en mi a lmacci i , y ver si nú va­rita majica me qu ie re p roporc ionar otr^is Lolas a lgo m a y o r e s para e jecutar m rms diferentes v mas cur iosas . Toco , pues , con la punta de mi r a -rita los tres cubi le tes , y ai levantar los es p r o b a ­b le fjue ha l l a remos a lguna cosa nueva . .A([(ii liay e fec t ivamcnle tres bolas de co lor y t a m a ñ o «Igo d i f e ren tes . " (llcrho lo que dlrn, derribo su-<:esn>timente los tres r.ubilites y ¡os vurh'o d ntileie-'•"f al punto por encima de sus bolas respci tivtis, "Mientras ipie oculto en mi mano derecha otra cuarta ^"lita semejante.)

«Observen Vins . que no hay en la real idad •^"s q u e una bola debajo de cada cub i le te , y si " ' g u n a persona m e qu ie re pres tar por un m i n u t o * i s o m b r e r o , le ha r é ver de qué m o d o se p u e d e n mul t ip l i ca r estas bolas al infinito. U n a , dos , t res , aquí hay ot ra , aquí o t r a , S^c." ( Después de haher puesto en lo mesa el sombrero, boca arriba, ( i ) le-'"anto suresionmente los cubiletes, sacando cada »"•-•^o" la mano derecha la bola que contiene parafmjie

(O Tauíbi en puedo guard.ir el sombrero en Is "»»no izquierda, siendo 'suficiente la mano deircl'v r'<ia esta sueitc.

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17 (i lirarla en fl snmbrero , mt'en/ras que con la misma xe vurJíte á reemplazarla, introduciendo en el cu­bilete otra bola riucy'n. Después de haber repetido este juego un rtito, digo: ) «Ahora qu ie ro regalar .1 la persona que tuvo la bondad do confiarme su sombrero, todas estas bolas que acabo de noe-ter dentro. Podía haber hecho el mismo mi la­gro con onzas de oro, y entonces eslaria V . tan r ico c o m o ahora . {Entrego efectivamente el som­brero á su dueño , (íuardando siempre oculta en mi mano la iillima bolitu).

«Vov a re|)etir una de las suertes anteriores muy sencilla con estas mismas bolitas, y en se­guida las despediré para llamar otras nuevas. Las vuelvo á cubrir con sus cubiletes respectiv^os. ( L a s cubro eféctioamente todas tres de un modo cualquiera; pero al llegar al último cubilete añado también la bolilaoculta en mi mano derecha.) T o m o , pues, la primera de estas bolitasj (ul cujerta le sus­tituyo otra amurilla mayor que busco en la tablitaj; la paso al trares del lílliino cubi lete , y al levan­tar este t e n d r e m o s dos. ( Al voher á sentar el cu­bilete añado la tercera bola amarilla mayor.) Cojo asimismo la segunda, la mando juntarse con sus dos compañeras, y buscando unos pocos polvos de la madre Celestina para echar encima, {con este pretesto tomo otra bola amarilla mayor para introducirla en seguida debajo del iiltimo cubilete,) tendremos todas las tres reunidas debajo c!e este vaso . (Al sentar este al lado de sus tres bolitas., in­troduzco la mayor que teni<i oculta).

«Puede ser que algunas personas demasiado perspicaces hayan visto llegar estas tres bola» algo mayores que las anteriores; pero dudo que su vista haya alcanzado hasta ver llegar estas

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177 o t ras fie color d i f e r e n t e . " {Durante fsta frase, es­condo (ios Lolas enairitatlas en ariifias tnanos: le­vanto primeramente ron la derecha el último cubile­te para manifestar su hola amarilla, y a/ sentarle til lado introduzco la encamada. En seguida hago lo mismo con la mano izquierda respecto al primer cu­bilete , y mientras tanto busco con la derecha la lcr~ cera bola encarnada y la meto también en el cubile' te del medio. Hecha esta triple sustitución., derribo lastres cubiletes, imlviendo á enderezarlos al punto, pero sin cubrir las seis bolas que á la sazón se halla­rán en la mesa).

«Como no se necesi tan tantas bolas para las suer tes s iguientes , recojo estas tres cncan iadas j que en el caso que hagan falta las volveré á l l a ­m a r . " (Recojo en la tablita las tres bolas encarna­das, dejando en la mesa las tres amarillas, con otra igual oculta en la mano derecha).

«Ahora que no hay nada debajo de los cubile­tes , observen V m s . este m o d o curioso de cubr i r las t res b o l a s . " (üespues de haber alzado un instan­te los cubiletes, cojo el primero cerca de su borde con la mano derecha , y una bola con la izquierda. lla­go ademan de colocar esta bofa en la mesa, esca­moteándola j " fnjlendo cubrirla , al mismo tiempo que introduzco la bola oculta en la derecha; es de­cir, que finjo cubrir la bola de la izquierda y cu­bro realmente la de la mano derecha. En seguida ejecuto la misma suerte con el segundo cubilete y I" segunda bola visible : finjiendo esta irez cubrir la de la derecha que hago desaparecer, é introduciendo en el cubilete la bola oculta en la izquierda. En fin, re­pito la misma trampa con la tercera bola y *" *"'**' correspondiente).

«Mucha* pe r sonas al observar esl« m e d o e l -

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178 t ; . m j d e ciil)i"ir lus b o l a s , sospecViaráii tal ver alj^un e n g a ñ ) , iiiiajinando (¡110 las he cscamotea-lio de jando 1"S cubi letes vacíos . P e r o se efiui-voc.trian en el caso presen to , pues cada c u b i l e ­te t iene su bola , como es fa'cil tnanifos tar lo ." (Levanto los cuLürti'S , dcjnudo las hítlas descubier­tas , y guardando en la tublila la bula uruUa en la imino derecha).

«Hé aqui o t ro noetodo mas curioso lo^Iavi'a V mas so rp rcudeu t e d e cubr i r estas t res bolas , (|uc coloco de nuevo sojire sus cubi le tes . Abr i r bien los o j o s , que cuanto mas se mira menos se vé . U n a , dos y t r e s . " [Colore/dos las tres cubiletes en fda cerca de la orilla de la mesa, con sus bolas crtciina, repito las suertes esplicadas en lus niime-ríiS 108 y 109. C'o/o fl primer cubilete, tiro su bo­ta en alio y la escamoteo en la mano derecha : en srcuida haf;o en apariencia lo mismo con el cubile­te- del medio , pero cubro su bola efectivamente é in­troduzco ademas lu que tengo oculta; en fin repilo con el idlimo cubilete la misma maniobra que con el primero , escamoteando su hola al tiraría. Inme­diatamente después vuelvo d levantar el cubilete del medio , echando al mismo tiempo dentro la bola hur­tado al íiltimo, de modo á reunir todas tres en el I ubitele medio ; y al derribar lus dos cubiletes late­rales , los espectadores se surpcnderán de verlos tta-rlvs. lista suerte se puede repetir varias veces , pues-tti i¡ue Causa siempre bastante admiración, con tul iiue se ejecute con limpieza).

«Señores : esta suerte por mas que la repi ta , m e sor[)rKnde á m í p r o p i o , y a' fé mia q u e n o i,é c o m o la hago . Ahora la voy a' r epe t i r po r tíl-tima vez con a lguna va r i ac ión . " {Esta vez cubro rfcttlvamcule las tres bolas, añatUendo ademas las

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179 tres encarnadas. Vara ID dial aciifío una rlt estas en inda mano ; cuhro primeramente la bula ama­rilla del cultilele de la derecha^ introduciendo st-multántamente la bola oculta encarnada ; en segui­da lia^o lo mismo en el cubilete de la izquierda, l'US-cando al paso la tercera hola encarnada pura aña­dirla en el acto (le. cubrir la bola del cuhiUte medio. Ultimiimente, derribo los tres cubiletes). «Esta voí nuestras holas se multiplicaron, y icncnjos olra vez sus compañeras."

«Ouilaremos ahora las bolas amarillas, de­jando en la mesa las encarnadas, para ejecutar con ellas una de las suertes mas dificiles. Vuel­vo á colocar estas bolas sobre sus cubiletes cor­respondientes y las cubro como antes. Una, dos y tres." (Esto suerte consiste en cambiar las bolas, sustituyendo á las encarnadas las amarillas anterio­res., conforme al método que se esplicó en el níimc-ro l i o ) . Vara lo cual tomo dos de estas en la ma­no izquierda escondida detras de la mesa, ocultando ¡a tercera en mi derecha. Empiezo tirando al alto la bola del primer cubilete , esr.amuteúndola y sus­tituyéndole la de mi mano derecha. En seguida ba­jo esta mano para cambiar la bola antigua con otra nueva de la mano Izquierda., y repito la misma suer­te con el segundo cubilete. En fin, ejecuto lo mismo con el iiltimo).

alia suerte es algo mas dificultosa que las aa* teriores , y asi necesita mas cachaza para no equivocarla. Ahora puedo apostar con el ¡o'S perspicaz, á que no es capar de adivinar s' '^* bolas están 6 no debajo de los cnbiletes. •—La persona que fuese bastante airevldi para apos­tar conmigo, perdería en coalquierá giiposicion, puesto que las bolas ya no son la< mismas, y

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180 ci tnbiaroD d e c o l o r . " (L^oanío los rul/i/fles pora manifestar el cantina, vuelvo á colocar las bulas encima, y preparo las pelotas rñfijores).

«Observen V m s . que uo hay nada, ni en mi» roanos, n! debajo de los cubiletes. V o y a' r e p e ­tir una de las suertes anlenores mas curiosas, con alguna modificación. Empiezo con csic c u ­bilete del medio. Cubro la bola que sos l i cne , y en seguida hagj lo mismo cou la bola del pr i ­mero. {Al tirar en alto la Lola del segundo rulii-Irte , la escamoteo , y la introduzco luego en el pri­mero con la suya propia al repetir ron este la mismi maniobra. En srguida cojo secretamente con la ma­no izcjuierda una pelota grande?).

«Cualquiera persona creerá que las dos b o ­las csta'n debajo de sus cubiletes respectivos ; pc -T~t como en este juego lodo es trampa, se equi­vocaría, pues en este segundo cubilete no hay nada y el primero encierra ambas boIa.s." [Al decir esto, alzo un momento el segundo cuhilvtey para manifcstai que no contiene nada ; j al levan­tar el primero y acercarle con rapidez á la orilla de la mesa, introduzco con lije.reza la pelota grande íjue tengo preparada en la mano izquierda, apretán­dola lo bastante para cjue no se caiga ( i 11).

«I<a primera de estas bolas ya no hace falta, y asi la rcco)o en mi a lmnccn, y pongo la otra .vjbre el cubilete del medio ." {Al rer.ojer una de las dos bolas, la oculto en la mano derecha y bus-' co otra pelota grande cpn la izquierda) •

«Atención, Señores, que voy ¿ repetir la íijertc antírior.coD lafidos bolas que nos quedan. Cubro la del m e d i o , y después la otra. Esta »er no hay nada e n el liltimo cubilete y las dos bo -^as .e«tau reunidas ca el del medio." {Al tirar la

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bula ile.l culiUetc nieJio^ la culro efeitií'untíiile, iinu' lUfrido la que. tenia oculta en la derecha; / al tirar la fiel u/limo cubilete, la escamoteo , para meterla en el acto de alzar dicho cubilete. En fin, al lrí>an-t(ir el cubilete del medio introduzco la segunda pe­lota).

«¿Qué haremos ahora con eslas dos úliímas bo­las? Tengo ganas de tragarme una de ellas, pa­ra ver si son mas sabrosas fjiie las cbiqíiilas.— Aquí está otra •vez." {La escamoteo al finjir de tra­barla , soplo sobre el ultimo cubilete, j - al levantar­le un instante para manifestar que volvió delta jo, añado la bola oculta).

«Tomo la otra , me 1a meto en la mano h-quierda para pasarla también al cubilete , y l e ­vantando este tendremos dos. (La escamoteo in­troduciéndola luego al levantar el cubilete). «En fin, aquí encuentro olra a' la punta de mi nar i i , y la mando juntarse con sus dos compañeras." {Finjo sacar una bola de la nariz y tirarla en el cubilete, y al descubrirlas tres balas introduzco la Última pelota).

«Me parece, Señores, que ya hemos jugado bastante con eslas bolas, y asi las voy a' despe­dir y recojer para llamar otras nuevas con mi varita niá¡íca. Adviertan Vms. anles que no hay nada debajo de los cubiletes ni tampoco en mis manos." (Después de alzados sucesivamente los cubiletes, los vuelvo d sentar con bastante

fuerza para hacer caer las tres pelotas pegadas en su fondo).

« No bago otra cosa sino tocar los cubiletes Con mi varita , y levanta'adolos tendremos nnas bolas grandes como naranja». A la verdad yo mistuQ DO las he visto venir," {Después de des-

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IS» cubrir las pelotas, coloco estas sobre sus cubile­tes respectivos).

"E\ juego con esta clase de bolas no es lan fíi'cil coiuo con Jas bolitas anteriores, puesto que no se pueden esconder ni entre los dedos ni de-h.'ijo de las uñas, y asi me limitaré é repetir con ellas algunas pocas suertes de engaño." ( LOÍ aficionados que se hayan ejercitado en los jue­gos de proyección, con el fin de distraer la aten­ción del auditorio , pueden aqui jugar un rato con las tres pelotas, según se indicó (i i2j j sino se continuará el juego como sigue).

«Voy a' lírar eslas hoTas en alto para recibir­las en los cubiletes y cubrirlas. Una, dos, t res ." (Las tiro efectivamente una después de otra, recibiéndolas en la boca de los cubiletes, vuel­tos hacia arriba, jr al volver d enderezar estas, sostengo las bolas con los últimos dedos, finjo tirarlas en mi almacén, j coloco los i'asos con cachaza en la mesa cerca de la orilla. Esta ma­niobra se practica sucesivamente con los tres cubiletes, obseivando que los dos estremos ó la­terales deben quedar vados, mientras que el del medio conservará su pelota pegada contra el fondo).

«Ahora que acabo de recojer Jas trej pelotas en mí almacén, lo» cubiletes estarrfn perfecta­mente yacios. Observen Vms. que no hay nada debajo, ni en el uno ni en el otro " {Al decir esto, alzo un poquito sucesivamente y con cachaza los tres cubiletes, metiendo el dedo anular por debajo, como para sostener las bo­las con torpeza fingida ).

«Alli veo alguno que otro que te ríe de mi torpeza, imaginando, sin duda, que Jaf bolas es-

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IR3 li'n debajo de los ciil)ilelesj y lal vez apostaría a favor de su opinión, l 'cro advierto que perdería siempre su apuesta conmigo; pues en el caso presente de sospechas, le haría ver que no hay nada debajo de los cubiletes." {Levanto los dos cubiletes estremos d la altura de mi cabeza, chocándolos y manifestando que estdn vacíos; en seguida los vuelvo d sentar reciamente en la tnesa. Levanto del mismo modo el cubilete iz­quierdo juntamente con el del medio, cuidando esta iiez de no inclinar su boca hdcia los espec­tadores, para que no puedan ver el interior del segundo vaso que está cargado. En fin, los sien­to también ambos en la mesa con bastante fuer­za para hacer caer la pelota del secundo).

«Al contrario, si Vms. creen que los cubile­tes esta'ii vaci'os , los tocaría con mi varita , pro­nunciando algunas palabras ba'rbaras , que nadie comprende, ni yo tampoco ( i ) : y al punto ten­dríamos las bolas debajo de nuestros cubiletes." {.41 decir esto , levanto con cachaza el cubile­te del medio , para manifestar su pelota,y an­tes que ocurra á los espectadores la idea de que­rer rejistrar los otros dos , vuelvo pronto á cu­brir la bola , arrimando el cubilete d la orilla de la mesa para hacerla caer en mi almacén, y fingiendo hacer lo mismo con los cubiletes la­terales, sin embargo de estar vacíos).—

oTodo esto, Señores, lo confieso, no es mas que para engañara' Vms., y asi, alerta! Acabo de vaciar mis tres cubiletes, y en prueba de esto

(') y. g. Jopter makter cheletemecster actu'O lucsil ¡rimurÍH!

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184 ]os bago pasar los unos al través de los otros con la mayor facHidad, como al prÍDcipio del j u e ­go." (Repito la primera suerte 102).

«Ahora voy á enseñar a' las personas curio­sas una suerte <jue cualquier aficionado, aunque sea ciego, manco, sordo y mudo, podrá imitar al instante. So acaba de ver que no hay nada en los cubiletes. Coloco sobre el del medio una de estas bolas gordas que, lejos de ser invisibles, se pueden ver sin anteojos á media legua, y supli­co d Jas personas curio.sas se sirvan mirar con atención este método nuevo de hacer pasearla bola desde el cubilete á mi almacén. A la ver­dad irá un poco mas pronto que asi ." (Derribo con un dedo la pelota del cubilete, empujándo­la hdcia la orilla de la mesa hasta caer en la mano izquierda, y luego vuelvo á colocarla en­cima. En seguida busco secretamente con la mano izquierda otra pelota igual, cojo el cubi­lete con la derecha y tiro su bola en alto para cubrirla. La cubro efectivamente con rapidez hdcia la orilla de la mesa, Jinjiendo arrastrar y tirar la bola en mi almacén al bajar un poco el vaso; pero nio aprovecho de este movimiento para apretar con los últimos dedos de la mano izquierda la pelota contra el fondo del cubilete; enseñando inmediatamente la pelota libre de es­ta mano , para hacer creer al espectador que es la misma que acabo de cubrir y recibir en la iz­quierda) .

«Todo esto es fácil, y cualquiera de Vm». ha­ría otro tanto. Pero la gran dificultad de esta suer­te consísle en hacer volver esta misma bola de­bajo de su cubilete , sin que nadie de la concur­rencia llegue rf percibirlo.—Este caballero de mi

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185 derecba siempre está mirando mis dedos en veí de escuchar mi guirigay. Aquella señora tam­bién esta' aceclia'ndonie para ver de qué maoera la bola entrará en el cubilete. Varaos, ya veo Que di? este modo no hacemos nada, y que será preciso para conseguir mi intento valerme de las virtudes májicas de mi varita, ó de los polvos simpa'ticos do la madre Celestina. Esta vez apues­to á que nadie babrá visto entrar la bola (si yo mismo ñola vi pasar!), y sin embargo no bay duda que habrá llegado." (Al princifíio de esta frase alzo varias veces el cubilete con la muño derecha , acercando la izquierda con la pelota corno para introducirla torpemente. En segui­da suelto la bola, finjiendo tomar polvos para echar en la mesa, y flanío el cubilete encima del mismo sitio con bastante fuerza para cjue se caií^a lu pelota que contenía. En fin, levanto el cubilete cerca de la orilla de la mesa,jr me aprovecho de la sorpresa del auditorio al ver la pelota, para meter sutilmente debajo del vaso el conjunto de cubiletes encajados y cubiertos con su gorriio negro (lOO. 5 ° ) , y por encima del cubilete /irincipal encajo los otros dos).

«Mis polvos, Sííiores, han sido mas fecundos esla vez que por lo regular: pues nos han mul ­tiplicado basta los mismos cubiletes. Aquí hay u n o , dos, t res , cuatro, c inco, seis, otro, 5fc. Vaya, vaya! es para no acabar." [Saco primera­mente los tres cubiletes principales, dándoles cada i>ez un golpeólo con la varita. En segui­da desencajo sucesivamente todos los demás cu­biletes hasta el último y mas pequeño. E'^ firi, los vuelvo á encajar ó poner en pila, pero de un modo torpe é inverso , metiendo los peque-

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ños por encima de los grandes , de manera que abulten mas que antes y lleguen á formar una ó varias pirdmidcs).

n.\ la verdad, yo no sé como he hecho para meter aquí dentro esla caterva de cubiletes. Se­ria una suerte bastante curiosa pero algo pesada, el tragarme purto de estos cubiletes de un boca­do , después de haberlos recojklo en mi almacén de brujerías." (Los recojo en afecto, d acepción de unos pocos , y bajando la cabeza me meto disimuladamente en la boca el aparatito ó ins-íivineiito que llaman pico de ciffieña ó loitg-pouiiiiig {lOo. 8.°J, X después de haberle heclio salir y entrar dos o tres teces fuera y dentro de la boca, finjo tragarle, volviendo d escon­derle en mi mano, jr al recojerle en mi alma­cén , tomo en su lugar una bolita de corcho que escondo en la mano derecha).

oEs bocado algo crudo, pesatlo é indigesto. Señores, y de este modo se tragan las morcillas en el pais de Cucaña."

«Para concluir nuestro juego de trampas con alguna suerte sorprendente y palpable, escoje-ra'n Vms. alguno de estos cubiletes, para hacer encontrar en él alguna bolita ú olra friolera ( i) . Pues aquí la tenemos. Esta bolita , Señores, por mas que se parezca á las otras que hemos visto antes, tiene virtudes medicinales y homeopiiti-ca» ocultas. Puede curar radical y simpática­mente una infinidad de enfermedades, y espe­

dí) Lo» afícionados que no poseen el aparatito an­terior, pueden mandar escojer uno de los miirhos cu-l>ile(es que en este caso se dejaijn «n la mesa.

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187 cialmente los achaques de itnajlnacíon. Una per­sona V. g. afligida por los dolores de muelas, no tcndria mas que Iragrfrsela de esle modo." [Ha­biendo finj ido sacar la bolita oculta en la mano derecha del cubilete elejido, y buscado secre­tamente con la izquierda el paquete de platillos ó discos mencionados anterior>nente ( loo. 6-*), hago ademan de meter la bolita en la izquierda {escamoteándola) , j ' de tragarla , al paso que introduzco en la boca los platillos de hoja de la­ta, que saco en seguida uno por uno y alternando con ambas manos. Al sacar de la boca el último de estos, meto con la izquierda el rollito de cintas (lOo. 7 . ' ) , que saco en seguida con la misma cachaza, desairollándolas sucesivamen­te para echarlas en la mesa. Enjin, concluyo el juego diciendo]:

«lié aqui, Señores, todo lo que me quedaba de mis liipas!"

Chasco divertido para adornar á alguna persona con bigotes, pudieitdu servir de intermedio ^n el juego

de cubiletes.

116. Conviene lencr preparada debajo de la mesa de jugar una cajila con un poco de ho­l l ín , ó bien de mocos de espabiladeras, de mo­do á poder ennegrecer con disimulo y cuando convenga la punta de los dedos pulgar é índice de la niauo derecha.

Esto supuesto, escondo entre los últimos de­dos de mi derecha una bolita de corcho, man­do acercar á la mesa al espectador a quien ten­go intención de burlar, y que se supone una per-' sona de poco enlendimicnlo, y le digo: «SI V.

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188 »aic promete mantenerse quieto, sin llevar tas smaaos á la cara antes qnc sea tiempo, le voy na' enviar á V. invisiblemente desde aquí d sns «narices esta bolita, sin que lo advierta." {yípa-rciil" meter la bolita en la mano izquierda, esca-tnoteándiila; finjo en seguida tirarla al rostro de ¡a persona interesada).

«Ja, ja! aqui esla' i la visia de todos, es-«ceplo de V. que ni siquiera puede percibirla. sPero no quiero dejar á V. marchar á su casa «con semejante berruga , y asi se la \oyá qui-»lar sin ningún dolor." (A la sazón j-a debo ha­ber ennegrecido secretamente la punta de mis dedos colocándome de modo que no lo repare: me acerco pues d la persona, finjo sacarle de las narices la bolita oculta para manifestarla d la concurrencia, y en el mismo acto imprimo en sus labios superiores un par de bigolazos).— «Aqui tenemos otra vei »la bolita , y ya puede V. volverse si gusta á su »silio."—

La persona burlada raras veces sospccbara' el chasco, á menos que algún compañero caritati­vo se empiece a reir , ó se lo diga.

Adición al juego de cubiletes.

117. Ademas de las suertes de cubiletes que acabo de describir, suelen á veces verse ejecu­tar por algunos jugadores de manos ciertos jue> gos que llaman estraordinarlos ó majisírales, y que suponen alguna preparación, compañero y aparatos particulares.

Teniendo a' su disposición un pequeño lea-tro con escotillón, ó á lo menos un tablado bas­tante elevado para que el punto da vista de los

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189 e.^pecladores no pase del tablero de la mesa del jugador, se practican en él tres trampillas re­d-indas bieo disfrazadas y susceptibles de abrir-so por debajo. Mediante la tal disposiciou un ronipadre escondido debajo de la mesa puede i^ili'oducir algunos objetos vivos, que no sena |>oslble maiiifcstar de otro modo. Añadiendo á Calo unos cubiletes gigantescos de cartón ó de mimbres, se pueden ejecutar suertes estraordí-iiarias, que por lo regular suelen ser mas raras y sorprendentes que ingeniosas y difíciles. Por Semejante arbitrio consiguió el jugador de ma­cos Soíu-mayor en los años de ib2y ó i83o , eu Sus funciones públicas de la calle de la Sartén, escamotear debajo de un cubilete al malicioso cnanito D. Francisco , bien conocido en esta Corte.

Dicha suerte, a' la verdad, parecerá' poca Cosa, si se compara con las que l'réjean ejecutó en Paris en los años de 1800 .-i 1802. En una ocasión vi a' este hábil jugador de manos y equi­librista, delante de una numerosa reunión, es­camotear debajo de sendos cubiletes a' un Gra­nadero armado do la guardia de lionaparte, con Su mujer, y un gran huevo de papel de donde salió un chiquillo llorando. Al liu de otra fun­ción prometió el socarrón , como l'ineili, el es-Comotearse á sí propio. Subió efectivamente en Su mesa, el payaso le cubrió con su cubilete, y en un santi-amen desapareció sin dejar rastro ni sobre la mesa ni por debijo.

Semejante tablón con escotillón debajo de la mesa de jugar , puede á veces seriir al juglar para ejecutar otras muchas suertes y chascos, t-'on el auxilio de un compañero oculto.

14

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100 En mi juventud me causó mucha sorpresa la

suerte siguiente que ejecutó en una de sus fun­ciones un famoso jugador de manos alemán, que fue ó TVamhach ó el judío Filadclfia. l'idió pres­tados á la concurrencia hasta cinco sortijas dife-rfiilcs, mandándolas echar en una caja coloca­da sobre la mesa , al través de la cual Labra'n íXn duda encontrado su Cimirio hasta las manos del compadre oculto. El ostamolcador sentado detras de su mesa y sacudiendo la caja liizo so­nar en apariencia las sortijas, á favor de un medio análogo al que se esplica en el nú­mero i2y ; y un instante después cesando el ruido, declaró que los anillos liahian desapa­recido, pero que dentro de un ralo volverian. En el ínterin divirtió a sus o>entes con la suer­te tan antigua como trivial del correo iiwióible, y después que el muñeco de vuelta de sus viajes se hahia últimamente agazapado en las faltrique­ras de nno de los espectadores, el juglar liu-jiendo haberle consultado respecto á la morada actual do las sortijas, declaró que estas se ha­blan alojado todas cinco en el dedo meñique do su pie derecho. Mandó al punto á un criado sa­carle zapato y media , y con asombro universal se hallaron efectivamente las cinco sortijas en el csprcsado dedo.

Por mas que me sorprendió esta sucrle, me pcuerdo que su impresión se borró pronto por otro hecho que me pareció mas maravilloso to­davía. El juglar j)idió prestado otro anillo de oro de forma lisa y ancha , y después de haberle puesto en la mesa y pronunciado ciertas pala­bras misteriosas, drclaró que sus conjuros ha ­bían dolado la sortija de ia propiedad tuiL>grosa

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101 de acomodarse de repcnle á todos los dedos, por ni3s gruesos que fuesen. En prueba de su aser­ción se uielió el anillo sucesivámenle en varios <ledos de su mano, y por último metió dentro dus dedos, y aun tres á la vez, sin que se nota­se solueiou (le conlinuidad en el oro. Hcciios es­tos cspciiinentos , el prciligiador devolvió á su dueño la sortija bajo su torüía y dimcnsioo pri­mitivas. Solo algunos años después be sabido que aquel auillo milagroso, que el juglar había sus­tituido sutiluienteal verdadero, estaba hecho de caulcliouc ó goma elástica fuertemente dorada.

Filadelfta y JVamíac/i., en lo tocante a' sere­nidad y desvergüenza, tenian bastante analogía con el genio del famo.so juglar boémio Pilfeicr, que se cita tan a menudo en el tomo enciclopé­dico titulado: Atnusemens des Sciences. Pero JJÍUT guno de dichos clmrlalanes, ni tampoco el >iv» l'inetli , pudieron competir con el pretendido conde de Cag/iostro , cuya serenidad era cápai de asombrar a' los hombres mas indiferentes i ,al ver a' aquel famoso taumaturgo derramar lágri­mas delante de un retrato de J. C , asegurando con la mayor confianza haber tratado familiar­mente d aquel hombre escelente!

o T K A S V A R I A S S U I. II T E S M E C A N I C E S C O N I L L ' S I O N .

Jiirgus (le manos con vtuncdas.

Los jugadores de manos suelen ejecutar mu­chas suertes con monedas, ya sea por couibiíia--cione» aritméticas , ya con destreía, ó bien me­díanle ciertos íiparatos mecánicos mas ó menos

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192 íngcaiosos. Parle de dichas suertes se bailan ya descritas en algunos libros de majia blanca j por lo que me ceñiré solo á ciiar algunas de las mas seacillas que necesitan poco apáralo.

Escamoiear una moneda.

i i 8 . Muchos juegos de manos suponen el que se sepa hacer aparecer y desaparecer sutil­mente entre los dedos una moneda, y esta fa­cilidad se adquiere por el ejercicio lo mismo que las demás suertes de destreza.

Se escamotea una moneda pequeña, poco mas ó menos como se pi actica cun las bolitas del juego de cubiletes; pero este método no es aplicable á las monedas de mucho diámelru. To­das , desde el diámetro de una peseta hasta el de un duro, se pueden escamotear con bastante ilu-»¡OB, yaliéndose del procedimiento siguienle.

Pongo la pieza horizontalmcnte en equilibrio sobre la punta del dedo medio de la mano de­recha, que es favorable haber humedecido uu poco con la lengua; y en esta dispoiiciou aprie­to la moneda en el hueco de la mano encojida, procurando retenerla asi sin que aparezca. Al mismo tiempo que ejecuto este escamoteo, fin­jo meter la moneda en la mano izquierda cer­rándola inmediatamente, y abriendo la otra en cuanto sea dable sin esponerse á que caiga la pieza oculta. En esta disposición puedo fingir tragarla ó hacerla volar por los aires.

Para hacerla aparecer de nuevo, sacándola y. g. de la nariz, no tengo mas que cojer esta entre los dedos pulgar y medio , abriendo un poco la mano para dejar caer la pieza en la me-

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103 sa. Pero si se traía de manifesUrla tie nuevo oii-trc los tlodos, se necesita ejecutar con la mano tm tnovimiento giratorio particular, durante el cual so coje la moneda, primero entre los dedos anular y pulgar, y luego entre este y el índice.

Jugadores de manos hay tan diostros, que al apretar una moneda en la palma de la mano de un espectador, por mas pronto que la cierre este, saben saca'rsela sin que lo note , a' favor de un poco de cera pegada en el dedo pulgar del jugador.

119. Un arbitrio ineca'nico particular, que necesita poca destreza, y de que se valen i ve­ces los jugadores de manos para escamotear una moneda, ó una sortija, consiste eu atar dicha moneda al cabo de un biio de seda negra, es­condido en la manga del brazo izquierdo, cuyo otro estremo se envuelve en uu barrilete con muelle de reloj , oculto y fijado en el misnio brazo.

Sacando la moneda fuera de la manga con la mano derecha, se la enseüa a' los espectado­res : en seguida se mete en la palma de la mano izquierda, cerra'ndola y volviéndola bi'cia abajo, al mismo tiempo que se suelta la pieza. Esl* hallándose arrastrada por el muelle tendido, des­aparecerá' dentro de la manga, de modo que se puedan manifestar ambas tnanos al audilorio.

Cambiar una moneda con otra.

120. Esta suerte, asi como la anterior, se puede ejecutar mediante unas cajas particulares con doble fondo; pero aquí no se trata en pri­mer lugar sino de deslTMa.

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19i Para cambiar salilmente una monpda del

tamaño de una peseta, cuarto ó dos cuartos, Icn-po oculta lina pieza en el interior de mi mano derecha, en la base del dedo anular, poco mag ó menos del mismo mo()o que se ocullan las bo­litas en el juego de cubiletes. En set^uida temo la moneda que se trata de transformar entre los dedos índice y pulgar , y mientras que la llevo con este en el interior de la mano por arril)a, procuro hacer resbalar la pieza oculta por deba­jo de Ja otra en sentido contrario, de manera que se la pueda cojer y manifestar entre los de­dos índice y medio.

ral . Se puede también transformar una mo­neda en otra, valiéndose del muelle de reloj es­condido en la manga, que acabo de mencionar en lo que precede. Para curo efecto se pone secretamente eo la palma de la mano izquierda «na pequeña moneda , tal como un real de pla­ta. Se cubre esta pieza con otra diferente de ma­yor diámetro . v. g. un cuarto que se debe ha­ber atado al hilo del muelle, y que se manifies­ta á los espectadores. Al cerrar la mano en cier­ta posic'on y soltar el cuarto, este desapareceríf, y quodarrf trf la mano el real de plata.

Hoy otros Tartos arbitrios de sutileza para cambiar una moneda en otra; pero me sería bastante difícil describir de un modo inteligible tolas l is manipulaciones de que »e puede ha­cer uso, y que cada preslijiador modifica i su modo.

ftécreacion,

laa. Para ejecutar alguna suerte divertida mediante la manipulación descrita aateriormen-

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19S t e , con el fin do cambiar una moneda , ocul­to alguna pieza de grandor mediano, v. g. una peseta, en la mano derecha. Pido a una perso­na un cuarto , que cojo entre los dedos pulgar c índice , y retirando un poco la mano para susti­tuir sutilmente al cuanto la peseta , upaiulo del procedimiento anterior (120), mando al espec­tador abrir su mano para meterle dentro con di­simulo la peseta , y cerrándola inmediatamente.

Entonces puedo proponer el quitarle su mo­neda invisiblemente, finjiendo sacarla de su mu­ñeca, y enseñando diestramente la peseta entre mis dedos. Al abrir sii mano, el espectador se sorprenderá' de bailar un cuarto en lugar de la peseta que creia tener.

Otros procedimlcnios jmra camUar una moneda con otra.

123. Los jugadores de manos se sirven de otros varios métodos para cambiar una moneda en otra: ya sea usando de destreja, ó bien de ciertos procedimientos mcca'uicos mas ó menos Ingeniosos. Tías suertes de destreza siempre go­zan de la ventaja do poderse repetir sin prepara­ción en cualquier tiempo y paraje. Hay jugado­res tan hábiles, que saben cambiar con la ma­yor sutileza una pieza de moneda que tienen en su mano derecba, ron otra de la izquierda; va­liéndose para eso de una manipulación ana'loga á la que sirve para transformar los naipes (6o).

Otros efectúan este cambio de un modo no menos liábil, presentando las dos monedas l i -bremeate sobre las palmas de las manos, tirán­dolas y cruza'ndolas de una mano á la otra , y cerrando inmediatamente estas.

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190 124- Existe un método ingenioso para eje­

cutar esta tnisnoa suerte con la mayor ilusión, sin hacer uso de destreza. Se sueldan una contra la otra dos monedas diferentes, pero de un mis­mo diámetro, v. g. un cuarto con «na peseta moderna, limando para este efecto las dos caras que deben hallarse en contacto. Es evidente que semejante pieza heterojénea parecerá de plata ó de cobre, según la cara que se presente al es­pectador; para lo cual es suficiente darla vuelta en la mano.

Habiendo, pues, preparado dos de estas pie­zas compuestas, enseño una en cada mano, de modo que la cara de plata se halle por arriba en una mano y la cara de cobre en la otra, Al cer­rar con prontitud las manos, ejecuto un peque­ño movimlenlo, durante el cual vuelvo ambas piezas, y al abrir de nuevo las manos, el espec­tador creerá que las monedas han cambiado res­pectivamente de mano.

I>a cuenta equÍDOcada, suerte con monedas.

125. Este juego, que pide poca destreza, es fácil, y se ejecuta comunmente con fichas redon­das de jugar, ó con monedas delgadas (i) del tamaño de una peseta, de que se necesiten trein­ta á lo menos.

Esconderás cuatro de dícbas monedas en el hueco de tu mano derecha, y mandarás á una persona contar sobre la mesa en un monboa

( I ) En Francia y Alemania se faliriran unas mo­nedas de latón ó similor, muy á propósito para esta clase de juegos, que se Wamnn jettons.

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Ií)7 Teinle de las mismas, guardándote las i)iczas que sobran. Asi que el espectador acabe de con­tar , auadira's disimuladamente al montón las cuatro monedas ocultas en tu mano, en el acto de arrastrar el conjunto hacia la orilla de la me­sa, y suplicando á la persona el recibir las mo­nedas en su mano, que la maudara's cerrar al punto.

Ahora anunciarás que vas á aumentar el nú­mero de las monedas envia'ndola ¡nvisíblemento Una, dos, tres ó cuatro piezas, .-í su eleccioa, sin abrir la mano. Supongo que la persona de­termine que haya un aumento de tres piezas. Ea este caso lo dirás te vuelva una pieza, y juntan­do esta con otras dos que tomara's de las sobran­tes, finfira's envíar/e Jas tres, escamotea'ndolas; y en seguida le mandaras contar otra yei el mon­tón de monedas, que se hallarán á la sazón en niímero de veinte y tres.

Sí el espectador desease solo un aumento de una pieza, le pedirías tres, y harías ademan de enviarle una de estas. Pero si quisiese un au­mento de Cuatro monedas, íinjirias simplemen­te enviarle estas, sin pedir ninguna, j contar en seguida el todo.

Si la clase y conformación de las monedas te permiten esconder en tu mano medía docena en lugar de cuatro, se puede variar la suerte, proponiendo i los espectadores un aumento has­ta seis piezas.

Suerte con dos monedas y dos pañuelos-

146. Esta suerte se halla descrita en casi to­dos los libros antiguos j modernos que tratan de

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198 juegos de manos, siendo una de las mas fáciles Y de las mas divertidas que se pueden repetir en cualquiera sociedad. Sin embargo, he creído po­derla presentar con mayor prolijidad, de modo a' producir mas ilusión de lo que se vé en la ohrila española de májia lilanra.

Tratándose de ejecutar dicha suerte en una tertulia, llevo siempre conmigo un pañuelo pro­parado, que oculta en una de sus puntas una pésela, ó cuarto de igual tamaño. Al sacar este pañuelo de la faltriquera , le cojo por dos pun­tas contiguas, la preparada en la mano derecha, y sacudiéndole para manifestar su interior á los espectadores, pido prestado otro pañuelo, ua peso duro y una peseta.

Tomo esta Ultima moneda entre los dedos pulgar é índice de la derecha, sin soltar de los últimos dedos la esquina con el cuart« cosido. En esta disposición meto la peseta en medio del pañuelo, doblando simultáneamente la esquina preparada : y al volver el pañuelo de modo que la mano izquierda se baile por arriba y la dere­cha debajo, escamoteo la peseta en el hueco de esta nltima, enseñando i los espectadores la pe­seta falsa (es decir el cuarto cosido) al través del pafíuelo; y para convencerles mejor de la presencia de la moneda, la hago palpar i algu­na persona, envolviéndola en seguida entera­mente en el pañuelo, que la entrego.

Tomando ahora entre los primeros dedos de la mano derecha el duro, le cubro con el se­gundo pañuelo, metiéndole efectivamente en el medio, y debajo de él la peseta que tenia ocul­ta hasta ahora en mi mano derecha, cuidando de evitar todo ruido para que el espectador no Ue-

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199 Sne a' sospechar la rcuulon do ambas p inas . Heunulas estas y cojulas con los p! imeros dedos de la mano izquierda al través del pañuelo, des­cubro este, para xnanifeslar á los espectadores <-*' peso duro, pero de ningún modo la peseta que "culta. En seeuida vuelvo d cubrir ambas mone­das Con el pañuelo , que arrollo en derredor pa­ra entregarle como el anteriora' otra persona.

Ilpcbo esto, enseño mis manos y digo: «Aho-'"•a, Señores, que las despiezas están separa-»das, envuelta cada una en su pañuelo particular, »quiero que se reúnan, y que la peseta que tiene »el caballero vaya a' juntarse invisiblemente con »el peso duro del señor."—Al decir eso, tomo el pañuelo con la finjida peseta, de macos de la pri­mera persona , le abro y sacudo para maniíestar <jue no contiene nada , y mando a' la segunda PTsona abrir el suyo, para cerciorarse de que las dos monedas se bailan efectivamente juntas.

SI los espectadores quisiesen ver repetir la suerte, de modo que el primer pañuelo fuese también prestado por alguno de la concurrencia, 80 procederia como eslrf esplicado en la citada Corita de máj'i'a blanca.

So esliende sobre la mesa el primer pañuelo pí'cstado, dejando caer una punta por el lado **!'! jugador, y mientras que se entretiene la Concurrencia con algún cuento ó razonamiento, ' "prepara la punta del pañuelo que cuelga, en-•^olviendo pronta y disimuladamente un cuarto, y asegurándole con un alfiler un poco encorvado para q a e n o caiga; en seguida se ejecuta l^Buer-*e como se describió antes, cuidando de sacar "ecretamente el cuarto del pañuelo antes de reg-'itun-Ic á su dueño.

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900 Sia embargo debo advertir, que no es may

seguro este modo de repetir la dicha suerte, pues que puede suceder la desgracia de caerse el cuar­to fuera del p<-)uuelo al sacudir este para con­cluir el juego.

Suerte de sacar una moneda al través de un pañuelo ó de una media.

127. Hay un método sencillo y antiguo, pe­ro que en ciertos casos puede causar ilusión pa­ra hacer creer á los espectadores que una pieza de moneda cnruelta en un pañuelo ha pasado al través de este sin agujero ni lesión alguna.

Para ejecutar esta suerte no se necesita otra cosa que una aguja i alambre de acero puntia­gudo por un lado y encorvado en forma de cir­culo, (Fig. 91) , cuyo diifmetro será igual al do la moneda que deberá representar.

Supongo T. g. que dicho alambre circular sea del tamaño de medio duro; le oculto en la pal­ma de mi mano derecha, y pido prestado i la sociedad un pañuelo con una pieza de medio du­ro. IVleto la moneda en medio del pañuelo, sus­tituyéndole con sutileza el alambre circular, y escamoteo la pieza CQ el hueco de mi mano, po­co mas ó menos como se practicó en la suerte anterior con la peseta y el peso duro. A la ver­dad , en el caso presente no se puede entregar i otra persona el pañuelo, ni tampoco se puede dejar palpar la moneda fínjida al través de su en­voltorio. Debo contentarme con enseñar a' los espectadores desde lejos el bulto que íbnna en el pañuelo el aaillo, que ellos imajinara'a ser la moneda.

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901 En esta disposlcíoD mando á una persona que

agarre toda la parte del pañuelo que está co l ­gando a' manera de talego, no guardando en miS manos sino la parte media ó el fondo de esta es­pecie de talego que encierra el simulacro de la moneda; y torciendo un poco la punta del alam-' ' r e , le saco con disimulo al través del pañuelo, escondiéndole en la mano izquierda, al paso que manifiesto el medio duro oculto en la derecha, que los espectadores imajinaráu haber pasado al Iraves del tejido.

ÍSo conviene para esta suerte que el pañuelo sea finoj pues cuanto mas tosco sea el tejido, menos se vera' el agujero que dtjó el alambre: por cuya razón se repite mejor dicha suerte con Una media de hilo ordinario. '\

^ransformac'tun df. un peso duro en un panecillo, ó en una piedra.

128. Para ejecutar esta suerte de deslre/.a, ^ necesita la mesa con la tablita lateral que sir-"''e para colocar las bolas del juego de cubile-'cg (100). A falta de esta comodidad, se arrima *nia silla al lado izquierdo de la mesa, cubricn-uo el respaldo con un pañuelo, á fin de ocultar * los ojosde los canosos los objetos que se de ­ben tener i la mano. Esto* son: un panecillo re-^ n d o de una libra ó de media libra, y una gran piedra ó canto capaz de llenar el hueco de un Sombrero i-egular.

Pido prestado á la sociedad un sombrero, nn pfiso duro y un pañuelo. Estlendo este en la me-** doblado en cuatro, y en medio de él coloco ^1 peso duro , cubriendo el todo con el som­brero.

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309 Dirífipndonie cu seguida á uno de los espec­

tadores mas inmedialos á la mesa, le digo: «Es-ale duro que ge halla debajo del sombrero debe «desaparecer por la virtud combinada del alieu-)>to, V (le mi varita májica. Tendrá V., pues, la ))l)ondad de soplar Ires veces sobre la copa de oeste sombrero, y al levantarle es probable que » va no híibra' mas moneda qtie sobre mi mano." {yll decir esto, tengo preparado el panecillo en la mono izquierda, arrimada á la orilla de la mesa ; y al levantar el sombrero con ta dere­cha , finjo sorpresa, introduzco con li/ereza el pan en el sombrero, al paso que cojo el duro con la derecha).—

«Pues, Señores, salió mal la «uerte, y sé »muy bien el por qué. Es que el soplo del señor »no ha sido bastante fuerte para atravesar el »sombrero y llegar hasta el pañuelo. Pero voy »á repetirla suerte con alguna variación, m e -»tiendo la pieza en la mano izquierda , y ayu-"dando el aliento con mí varita, el duro pasaría »invisiblemente al través del sombrero. Sople »V. ahora tres veces bien recio sobre mi ma-» no."—{Durante este razonamiento, finjo me­ter el duro en la mano izquierda, escamoteán­dolo como se esplicó en el número 118 , / to­cando con la punta de la varita la muñeca izquierda puesta sobre el sombrero, abro la mano asi que la persona haya soplado encima Y descubro el sombrero). «Ahora apuesto á que »el duro ha entrado en el sombrero. Efectiva-» mente, aquí le tenemos con aumento de peso y Bvoldtnen."—{Después de descubierto el som­brero , para manifestar el pan, me aprovecho de la sorpresa del auditorio para introducir

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203 del mismo modo la piedra. Dirljiéndome en seguida d la persona que me prestó el dinero, le presento el pan con la mano iztjuierda , y le digo): «A buen seguro esla pieza pesa mas «que la que V. me presló. Pero sino le acornó-»da á V. nos compondremos. Saco de aqui el »peso duro para volverle á V. , y me quedare »con el pin para cenar. Quiero hacer mas: pa-"garé á V. el interés de su dinero, rcgala'ndolc "uu hermoso trozo de queso lojíiiiuo <Je Fiandes «de lo mas compacto y esquisito que produce el xpais." {^l presentar el panecillo, aparento sacar de él la moneda de plata oculta en mi mano derecha, entregándola d su dueño ; y últimamente levanto el sombrero para descu­la ir el canco.)

Descripción de una caja Sencilla, muy cómoda fiara escamotear una moneda, ó sortija,

l aq . En varias suertes se Irala de hacer des­aparecer sutilmente un anillo, ó una moneda, lo que puede ejecutarse de varios modos. Los Jugadores de manos tienen para este efecto va­rias cajas, sea de madera, sea de hoja de lata, que en otros países se hallan lipcbas en las tien­das de los torneros , y en los almacenes de j u ­guetes para niños. Aquí roe ceñiré a' la descrip-<íion de una de las cajas de escamotear ma* Sencillas y uias usadas, que puede ser útil en barios juegos de manos, y que cualquier tornero puede ejecutar en hoj , nogal , fresno ó aliso.

La figura t)2 representa por fuera tod» '* •raja , que puede tener tres pulgadas y media de «Uo, y dos pulgadas de diámetro. Se compone

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204 de las tres piezas G, D , E , que se ven separa^ das en la figura 93 . El pie D , debe tener supe­riormente á lo menos inedia pulgada de rosca, en la que se abre una rendija capaz de dar paso á una peseta ó á una pequeña sortija. Por enci­ma de esta pieza se enrosca la pieza cilindrica en forma de tubo C, y sobre este la tapa E con su remate ó bolicbe B. La bóveda de esta tapa e n ­cierra un mecanismo sencillo, que se puede construir de varios modos. Consiste generalmen­te en un uiueile destinado á empujar el bolicbe B ba'uia arriba, de manera que cuando se apoya en Cute el dedo, sacudiendo al mismo tiempo lateralmente la tapa, se suelta un anillo de m e ­tal , permitiéndole el imitar el ruido de una moneda que estuviera encerrada en la caja. No tocando el botón B, el muelle retiene el anillo oculto, estorbando su movimiento horizontal.

Recreación.

Aunque la caja anterior pueda tener aplica­ción en muchos juegos de manos, me conten­taré aquí con un ejemplo sencillo , para demos­trar su uso.

13o. Pido a' una persona de la sociedad una sortija delgada, capaz de atravesar fácilmente la hendidura secreta del pie de la caja; y mien­tras tanto desenrosco la tapa, y simultáneamente también el tubo ó la pieza media C, hasta des­cubrir la rendija que cubro con los últimos d e ­dos de la mano izquierda. En esta disposición presento la caja abierta al espectador para que eche dentro su anillo, que recibo luego en mí mano al través de la rendija , y al tapar la caja

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<03 vnelro d enroscar como antes la pieza interme­dia C. Cojiendo entODces la caja con la mano derecha, y apoyando el íudice en el boliche, sacudo el aparato horizontalmente, para hacer sonar lo que el espectador cree ser la sortija que tengo oculta en mi izquierda.

Coloco la caja en la mesa, y llevando la solrtija aparte ó idebajo de la misma mesa, la introduzco con la mayor celeridad en el aparato ó sitio donde quiero que se encuentre: por ejemplo, en sigan estuche que se abre con s e ­creto , ó bien en la mas pequeña de las siete li ocho cajas metidas las unas dentro de las otras, y que se pueden cerrar todas á la |vez ; aparato que se halla en los gabinetes de todos los juga­dores de manos.

Pongo esta caja sobre la mesa , y la otra en­cima , después de haber hecho sonar de nueTO lo que se pretende ser la sortija, y tocííndola Con mi varita, declaro que la sortija va a' salir invisiblemente para entrar en la caja nueva. Mo­viendo i la sazón la caja superior sin tocar al botón, el espectador no oyendo ja ruido nin­guno, creerá que el anillo babri desaparecido, 7 entregándole al punto la segunda caja para Cerciorarse de que el anillo se halla efectiva-niente dentro, se sorprenderá al ver que en tan corto tiempo baja podido atravesar tantas cajas para alojarse en la ditima.

Oóservaciones.

I.' Si se puede sustituir á la sortija presuda otra semejante que se tenga prevenida, asando para esu sustitución de la misma manipulación

(5

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106 que Be espllcó relatÍTamente al cambio de dos monedas ( i3o ) , le puede hacer U suerte mas sorprendente.

Al recibir el anillo de manos del espectador le sustituyo el mío , y pongo este en manos de otra persona distante, para guardarle basta bus­car la caja eu que deberá echarle. Me aprove­cho de este intervalo para introducir la sortija ¡oteresada en la caja oculta debajo de la mesa, y cuando vuelvo con ambas cajas para recibir la sortija falsa, repilo la suerte como se esplicó anteriormente.

2.* Teuieudo i su disposicioq un compañe­ro oculto, con una mesa «rrimada a l a pared, cuyo cajón comunique mediante un agujero , y una trampilla con un gabinete inmediato ( l ) , se puede variar la suerte de un modo mas agra­dable.

Se entrega la sortija verdadera á favor del cajón en manos del compadre, y este la cuelga mediante una cinta al cuello de una tórtola en­cerrada en una caja particular colocada encima de la trampilla de la mesa ; y en seguida se ma-lilfiesla la dicha caja coa el pájaro á la concur~ I encía.

Caja en forma de vaso, para hacer desaparecer y aparecer aüernaíioamenté una moneda.

i 3 i . Mediante la caja anterior se puede es­camotear una moneda ó una sortija, con el fin

(I) Mas arielaote se verá la dejcrípcion de la di­cha mesa, que sirve para ejecutar-mucho* juegos de manos soqueodentes.

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dehacfirla pasar en cnalquíer olro parajp. f,, " j a presente, al contrario, no puede servir si no para hacer desaparecer y aparecer allernativa-mente una moneda de un tamaño determinado.

Usta caja que se tornea comunmente de boi y. de un tamaño tal que pueda alojar en su inte­rior una peseta, estrf construida según cl mismo pnnc,p.o que las caj.tas que sirven para esca-tinlTjlT ""?•'*i57), ó la caja de iLaco des­tinada a la suerte de la escritura quemada (Js). J a figura 94 presenta su forma esterior y ¡a íigura 95 la construcción interior, que es di U mayor sencillez. ^ » «e la

En el pie, lo mismo que en la tapa, se ob-«erva un hueco cilindrico del diámetro de una pe-seta o un poco mas, y de un grueso ó profundidad tnple ó cuádruple, de modo á poder encaja, e.. cada uno de dichos huecos un pequeSo disco de cuero grueso de color encarnado C D , bastante ¿íTnA T',*^"^ '^ fflf tenga por sí ¡olo en el Íe halle e l ''V ^""'«^ ''"^ ^''^'^^'<^'á cuando se halle empujado por una corta varilla B que

se^b . "° ^ r • ^ ^"'^ ^íi'Posícion análoga se observa en el p.e ó cuerpo de la caja , atra­vesado asimismo por una varilla G H , fiíá en el « . .mo pie susceptible de empujarse 'h t ia . Í -r„„»' 1 ** """í *• «"ficiente apretar la caja contraía mes. Un muelle espiral de alambre envuelto en ambas varillas, empuja estas on dí-Silí'va*"*'"''''"'' ••«««'•leciendo su posición

Esto supuesto, es.evidente que si en el nueco que ,« halla en el pie del aparato se colo-c» por encima del disco de cuero una pésela,

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JOS cubriendo on «egulda la caja con an tapa, una Hiera presión del dedo «obre el boliche A , será fuficienle para determinar la caída del disco de cuero «obre la peseta, ocultándola de manera que al abrir la caja el espectador se persuada que la moneda ba desaparecido. Cerrando de nuevo la caja, y empujando el pie hacia arriba, el disco de cuero caído volverá á subir y á e n ­cajarse en el hueco de la tapa, donde se queda­rá suspendido como antes , mientras que la mo­neda se hará de nuevo visible en el hueco del

Fácil es de imajínar la clase de diversiones que podrá proporcionar semejante aparalíto, pu-díendo por su medio hacer desaparecer y apa­recer cuantas vece» se quiera una moneda que tenaa el diámetro conveniente, sin que los e s ­pectadores lleguen á sospechar fácilmente el principio sencillo y tan usado en que eslnba la peracion.

Caja de monedas.

i 3 2 . Los jugadores suelen ejecuUr varias suertes con monedas que necesiun, ademas de U destreza de los dedos, ciertos aparatos parti­culares. Aquí me limiUré i describir la mas sencilla, y al mismo tiempo la mas boniu de las suertes que se intitula comunmente: juego con la caja de monedas , ó caja de tantos; porque en Francia y Alemania se ejecutan c o ­munmente con aquella clase de monedas de latón ó similor, que sirven para conUrlos pun­tos en varios juegos, como lu fichas, y que los franceses llamao jeions.

La suerte que me propongo detcríbir aquí

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309 con alguna prolijidad, por mas antigua que sea, «iempre es una de las mas ¡ujeDÍüsas y sorpren-denies que se han ínTentado. El aparatito que necesita es fócll de proporcionarse, y esta re­presentado en la figura g6.

La principal píera A de este juego consiste en un pequerío cilindro ó columna hueca, for­mada por la reunión de unas siete á nuere mo­nedas , ya sean pesetas 6 piezas de dos cuar­tos ( I ) , agujereadas y soldadas unas sobre las otras, a' escepcion de la última que debe quedar entera, de manera que forme un cilindro hueco capaz de ocultar en su interior un pequeño ría-do de hueso B. Este cilindro hueco, colocado en la mesa de modo que la pieza entera se bailo por arriba, representará i los ojos de los espec-i tadores una columna de monedas; pero d fin de qae la ilusión sea aun mas perfecta, es mejor no soldar las piezas, sino ensartar las unas so­bre las otras, mediante nn clavito <S alambre de latón que se remacha por ambos lados, de modo á permitir á las piezas un poco de moT¡miento cuando se hacen resbalar unas sobre las otras.

Se necesita ademas una pequeña cajiía cilin­drica de hoja de lata delgada con su tapa C, pa­ra serrir de estuche i la columnita anterior. í* altura de esta cajita tendrá el doble de la colum­na que debe encerrar, y su diámetro será nn poquito mayor que el de las monedas, de mane­ra que el.cilindro pueda entrar fácilmente, 7 5 " * permanezca suspendido dentro, apretando lljo-

(«) He conocido aficionados i juegos de manos ri­cos y curiosos que construyeron e«t« «paralit» coa pesos duro» , y tu» cubiletes de plata.

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!10 ramente con los dedos la» paredes del estucho.

Se nccesitaa también dos dados iguales B, bastante pequeños para que quepa IUDO de ello» en el interior de la columna , y unas diez ó do­ce piezas de monedas sueltas D , de la misma cla^ se que las que compouen la dicha nolumnita. £ a ñn, se tendrá á la mano un cubilete seme^ jante á los que sirven al juego que lleva este nombre.

Antes de empezar la suerte de que se trata, se deben tener arregladas las diversas parles del aparato en el orden siguiente: En el fondo de la cajita se colocan tres monedas sueltas, de las mismas que forman la columníta hueca. Por en­cima de estas se mete 1« dicba columna ó cilio'^ dro de monedas finjlileg, y en el hueco 6 agu­jero de este se esconde uno de los dados míeo^ tras que se oculta el otro entre los líltlmos dedos de la mano derecha. En Cm, se acaba de llenar el estuche con las ^ ú 8 monedas sueltas que de> faen quedar. Oispue&to así el aparato, suelo eje» cutar la suerte del modo siguiente.

Recreación,

Coloco la cajita abierta boca abajo en la me­sa, sin descomponer nada en el ¿rden de s« contenido, j al mismo, tiempo la arrastro de mo­do que aparezcan sucesivamente todas las-mo­nedas sueltas que se hallaban abajo..- En< seguida manifiestoUiiU>ien.eldado, paralo cual levanta nn momento la cajita, apretando sus paredes para que la colamnita se quede.dentro, procu­rando evitar el que los espectadores no lleguen á sospechar que pueda quedar alguna otra cosa

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en el Interior del estuche, que dejo puesto boca abajo junto al dado ( I ) .

Ai ejecutar esta maniobra digo: «Señores: «He aqui una cajita con algunas monedas de un vmetal mas precioso que el oro , y un dado que »me regaló en una ocasión el sabio Klemepa-»siopodo!ski, primer miijico del emperador de »la China, para scrrirme i divertir las tertulias ueuropeas. Eüte dado nada tiene de particular, »y le colocaré sobre el niimero que Vms. qnie-aran. Raras veces , Señores, los profesores de »mij¡a blanca dicen de antemano lo que ran i nhacer; pues sucede comunmente en este arle, • que cuando dicen: voy i hacer tal ó tal cosa, «ya esta' verificado el milagro. Pero en la suei^ «te presente tengo costumbre de anunciar ante »todo lo que voy rf ejecutar. Digo, pues, qoe «mediante la virtud de mi varita, obligaré este «dadoáque caiga Invisiblemente al través déla «mesa en este cubilete qne estrf vacío. Pero para >no manifestar tan abiertamente los medios de »qne me valgo en esta operación misteriosa, voy »á cubrir el dado con esta cajita , de modo que «parece imposible tacarle de allí sin que se » vea."— {Cubro efectivamente el dado con el es­tuche , apretando sus costados de modo d levan­tar simuUdneamente la colamnita hueca que encierra, en cuyo hueco se alojará el dado).

«Sin embargo, no tengo mas que dar tn» «^olpecltos con mí varita sobre el esUicbe p"**

(I) Si la mesa (5 SU tapete no estuviese bien "V,,"' metería en ella uú pesrt duro, ó ún'llBro déIg»do y *ñen horizontal, par» colocar énciná^t dado y «' ••" tacite con su contenido.

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xhaccr caer el dado en el enhílete."— (yll tocar el fondo del estuche con la varita, ^ue debe ha­llarse en la mano izquierda, agarro el cubilete por su boca con la derecha, y llevándole debajo de la mesa , dejo caer dentro el dado oculto en mi mano, tirándole en seguida encitna de la mesa).

< Abora bien, para hacer mas sorprendente »el iue^o, voy á enviar dentro de la caja en Tes «del dado todas estaa monedas que se bailan en »la mesa."— (Las recojo puestas en pila entre los tres primeros dedos de la mano derecha , y

finjiendo echarlas en la mano izquierda, que cierro al punto, las dejo caer con ruido en el hueco de la propia mano derecha, jr para disi­mular mejor la carga^ tomo en la misma la va­rita. En seguida coloco tamaño izquierda enci­ma del estuche, jr tocando aquella con el palito la abro, y onles que los espectadores lleguen d sospechar que las monedas se hallan en la mano derecha, levatito la cajita para manifestar d to­dos la columna de dinero, ctn las tres piezaje sueltas por encima, que saco sucesivamente di­ciendo) : « Aquí tenemos nuestro tesoro, y para »que no se tn« pueda tachar de avaricia, yoj i «repartir algunos de estos doblones. Este prtme-»ro sertf para mi casero, e l segundo para el pa-snadero, j el tercero para la larandera. Pero abasta ja de gastos. Vuelvo a arreglar las demás «monedad, Ua icabro de nuevo con sn«atoche,: »llevo el cubilete debajo de la mesa, y tocando, «simplemente.la cajita con Ta punta de mi talis-»naan i todo •!, dinero caertf al través de la mesa »en el cubilete, ,como se puede ver y oír."—. {Ejecuto al paso todo lo dicho^ advirtiendo ello»

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SI3 mar la varita en la mano izquierda, al cojer con la derecha el cubilete por la boca para llevarle debajo de la mesa, y dejar caer dentro sucesiva­mente las monedas ocultas, <jue se vacian luego en la mesa).

«Falta ahora volver este dado i su sitio pri-«milivo , en lugar de los doblones , para lo cual ale meto en mi mano izquierda, haciéndolo pa­usar de esta á la cajita , y levantando esta, ten-sdremos otra ver el dado señalando al mismo «tanto que al principio del juego, y nada queda »en la cajita." {Durante esta frase, cojo el dado con la mano derecha, escamotedndole aljinjir de meterle en la izquierda; y asi que abro esta mano, alzo con la derecha el estuche, apretan­do sus paredes, y acercándole con lijereza á la orilla de la mesa, dejo caer disimuladamente en la mano izquierda la columnita hueca. En fin, coloco la cajita con descuidojr en situación echa­da en la mesa, de manera que los espectadores puedan ver que está vacia).

Observación.

Respecto i las dimensiones del aparatito qne sirve i la recreación anterior, observaré: que si 8e quiere gastar en su constroccion pesetas nue­vas, se necesitarán i lo menos diez y siete; á sa-ber, d!e« sueltas y si««e para agujerear y for­mar el cilindro hueco. Enceste caso, el estocbe d« bofaí de lata d«lgada , ó faien de chapa de la­tón-; «íebeNÍ Muer á i o m é v ^ pulgsrda J media d* aitora, fiara qne qvepan dentro 1** diee y ^wo^lleas <son \o» dos dado* de tre» l«ne*» de diámetro;

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i i 4 Queriendo construir el aparalito con piezas

de dos cuartos, se necesitan 31; á saber, doce libres y nueve para la columna. Los dados ten-dra'n unas cinco líneas de costado, y la cajita dos pulgadas y tres líneas de altura.

JUEGOS DE MANOS, VARJOS.

Juego de transformación análogo al anterior, con un dado y una naranja ó manzana.

133. La snerte presente no es menos bonítft que la anterior, y estriba en el mismo principio. Goza ademas de la ventaja de que cada aficiona-do puede por sí solo ejecutar en cartón todo e l aparato necesario, que e* inoy sencillo.

Construyanse con cartulina un poco fuerte dos cubos ó dados buecos é iguales A, (Fig. 97). de un tamaño capas de poder ocultar en su inte­rior una pequeña naranja, para cuyo efecto e* suficiente qne tengan dos pulgadas de lado. La única diferencia que debe haber entre estos do* dados, consiste en que el uno estará cerrado enteramente, y el otro abierto por un lado. Am­bos cubos se forran con papel blanco, en coyos lados se pintarán de negro los puntos de un dado coman.

Se necesita ademas va cilindro bueoo 6 cam­pana de cartón , 6 si' se quiere da bojft de lata delgada B , un poco knas alu qne él dado, j da un diámetro un poi^Mio «uiyor qoa U -díogqnal de ana de las caras del cubo, de manera qn» c«* locada por encima de este, baste el apretar un poco las paredes de la campana, para poder le-

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915 ventar con ella el dado que enclerrat Un ciliu-dro de tres pulgadas de diáuieiro y tres y inedia de alto , llenará dichas condiciones eu el caso actual. Por lo demás se cubrirá' con un papel Cualquiera, eu que se señalará una línea vertical correspondiente a' uoa de las aristas ó esqninas del cubo que debe encerrar.

Recreación. Se prepara el aparato, metiendo debajo de

la campana el dado abierto, de modo que la abertura toque la mesa, y que uno de los cua^ Iro ángulos laterales corresponda a' la señal e s -terior. Se coloca también en la mesa el dado en­tero con una naranja capaz de entrar en el dado oculto, teniendo escondida debajo de la me<a otra naranja semejante.

Declaro que voy i hacer pa^ar invisiblemen­te la naranja al travé» de la mesa, y para este efecto la cubro, con la campana, cuidando de apretar sas paredes por la señal que correspon­de i una esquina del dado que oculta. Cubierta así la naranja, cojo secretamente la otra seme­jante debajo de la mesa con una mano, mien­tras que toco con la varita en la otra la parte superior de la campana, y ea seguida enseño la naranja que pretendo haber sacado al través de la mesa. En cambio de esta tomo el dado cerrja-do que está cp la mesa i anunciando que voy <i enviarle debajp de la campana en ve i de U "f-íanja, para lo, cjial llevo aquel debajo de'» ""^ <a (donde ,)e dej^ acuito) , y Vetantaado iome-dUtameníte 1^ cs^mpaoBi pero tín comptinir tu5 paredes, manifíeslo en lugar de la naranja el dado, que vuelvo i cubrir al punto.

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S16

Declarando d la sazón qne roy i restituSr de nuBVo i su sitio la naranja, cojo el dado debaio de la mesa con la mano izquierda, mientras q¿e toco la campana con la Yarita en la derecha y echo el dado encima de la mesa. Por líltimo tomo la naranja, la llevo debajo de la mesa con la pretensión de hacerla entrar en la campana-pero la dejo efectivamente debajo de la mesa, y levantando inmediatamente la campana , cuyas paredes se aprietan con el ña de alear simul­táneamente el dado oculto, manifiesto qne la naranja ha vuelto i sa sitio primitivo.

Obsavaciones.

!•* Es bneno quitar inmediatamente el apa­rato para evitar preguntas y rejístro» indiscretos, i no ser qne el jugador tenga bastante destreta para escamotear en la orilla de la mesa el dado oculto, poco mas 6 menos como se suele prac­ticar con el cilindro hueco de la caja de mone­das , cuyo juego tiene , como se v e , la mayor analoji'a con el qne acabo de describir.

3.' Ho siendo cosa fócil el escamotear na objeto tan voluminoso como nna naranja , se la suele ocultar debajo de la mesa, lo mismo que el dado. Pero queriendo repetir la suerte con mayor ilusión, me sirvo i veces dé una caja tor-neiada ántfioga i la que se describe en el articu­lo (137), por Cuyo medio se puede hacer apare­cer y de'sapéi'eeer tilia naranja ó nn hudvo con la mayor ilusión; y en éste cato bago pasar (en ppáriencia) la nariaiija por arriba ed Id campana.

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«17

Transformación de una haraja en un arúmalito, é en dulces, Sfc-

i34- ^ ' 3 suerte se funda también en el prin­cipio que sirve de base al juego que se practica Con la caja de monedds, y es tal ver tan anti­gua como aquel. En la mavor parte de las obras que tratan de juegos de manos, esta' descrita, pero con poca claridad.

Supongamos que se prepare una baraja de ^S ó mas naipes en forma de caja, cortando y va­ciando sucesivamente todas las cartas d e modo A uo dejar subsistir mas que sus orillas en forma de marco, como se ve en ia Fig. 98. En segui­da se pegan unas sobre otras estas cartas vacia-das, y una carta entera por encima, pinturas adentro, resultando asi una especie de caja, que por fuera tendrá la apariencia de una baraja ver­dadera, T en cayo bueco se podrán esconder Varios objetos pequeños, tales como grillos, es­carabajos, semillas, dulces, S^c. (1). Comunmen* te JO me sirvo para esta suerte de anises ó gra­jeas un poco gordas, y para retener dichos ob-Jtitos en el hueco de la baraja, se cierra ésta con UQ naipe entero que se pega en las orillas con un poco de cera blanda.

( I ) En varios librot antiguo» «obre Juegos di mM-*"*», ge propone encerrar en dicha baraja hneca on Pajaro 6 un ratón. Pero ¡qué grueso neceiitan'a l«ner •emejante baraja para ocultar el pájaro ma5 pequeño! y en cuanto al ratón... que el lector baga la prueba, "evando en sociedad el animalito encerrado en »u cár­cel de papel.

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t l 8 Se necesita ademas nna cajíta rectangular Je

cartulina, sin tapa, de la misma ^orma y tama­ño que la baraja, ó mas bien cm poquita mayor en todas sus dimensiones, para poder encerrar €0 ella la finjida baraja.

Recreación.

Después de bober ejecutado varías suertes de naipes, hago escojer á una persona de buena vo­luntad la misma carta que sirve de tapa inferiora' labaroja íinjida, y mientras la está mirando, pro­curo cambiar la baraja común con la baraja fín-jida que encierra los dulces, recojo la carta ele-jida y la escamoteo. Manifiesto en seguida i los espectadores que la carta inferior es la misma que se acaba de sacar, y en esta disposición c o ­loco la baraja en la mesa.

Declaro que voy á escamotear la baraja en­tera, transformdndolaea algún otro objeto; pa-ra lo cual la cubro con la cajita de cartón. Sa­cando en seguida la carta inferior , qne estaba simplemente pegada con cera, bago resbalar )a cajita coa su contenido sobre la mesa, y apre­tando un poco sus costados la levanto juntamen­te con la baraja finjida. Esta desaparecerá, de­jando en su lugar sobre la mesa los dulces que contenía.

Se puede también, si se quiere, proponer á los espectadores el cambiar la baraja á su gusto, sea en un ratón, sea en araña, lagarto, culebra, ó bien en dulces. La mayor parle de los con-cnrreates, principalmente las mujeres, i buen seguro clejirán los dulces.

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Suerte con el mijo ó alpiste»

t35. íiB suerte del mijo, una de las mas bo­nitas del repertorio de la májia blanca, cuyo dai-co defecto es el de durar muy poco, se halla descrita de varios modos en los libros que tratan de juegos de manos. Sin embargo, si no me equi­voco, creo que en ninguna parte se describe del modo que voy á presentarla.

Los aparatos que supone, consisten en tres Vasijas de hoja de lata, que se hallan representa­das en las figuras A., B y E (f'ig. 99). La pri-mera A es una campana de cuatro pulgadas de altura, cuyo diámetro medio m n este! determi­nado por el de h vasija B. Esta es una especie de cubo ó vasilo cilindrico de una pulgada y nueve líneas de ancho y de alto, compuesta de dos piezas C, D , que se encajan la una dentro de la otra, y cuya interior D remata por arriba en un reborde cortante de media linea. El diá­metro medio de la campana A debe ser tal, que Colocada por encima del doble cubito B, se eo-gaachc el reborde del cubito interior en las p«-fedesde la campana, de manera que al levantar esta, se alce al mismo tiempo el v«s¡to interior dejando elestcrior en la mesa.

La tercera vasija E es una cajita cilindrica que puede tener la misma altura que el cubo an­terior, siendo un poco mas estrecha, con una ta­pa de media pulgada de alto. La cajita se com­pone de tres poetas F, Q, H. La parte ink» «••or F se llena enteramente con mijo; Go* "n* **pecie de tapa interior ó intermedia de media Pulgada de alto, hueca por debajo, y Hetaodo

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5S0 SDpenormente nn pequeño reborde vertical de una línea lo mas, en cnjo hueco (e pega coa goma ó cola fuerte una capa muy delgada de mi­jo. Esta tapa interior se encaja en el rebajo de la caja F, y por encima de aquella la tapa ver­dadera ó esierior H. Eslas dos piezas deben ser bástanle flojas y flexibles, para que apretando la tapa esterior H, se levante con ella la interior G; pero que esta permanezca en su sitio cuando se quita la primera H sin pincharla. Ademas de las piezas descritas, se necesita un cubilete común, semejante a' los que sirven al juego de este nombre.

Recreación.

Se presenta primeramente la cajita E, se des­tapa , comprimiendo la lapa para llevar al mis­mo tiempo la interior, y se enseña á los e s ­pectadores el mijo, diciendo y haciendo lo si­guiente.

«Aquí baj una caja llena de mijo, j para «manifestar que no tiene nada de (injido, como Bsuele suceder con frecuencia en manos de cier-»tos jugadores que se valen de trampas y enga-»ños ( i ) , echo toda la semilla en este cubilo »dondc no hay nada, de modo que la cajita qae-»de enteramente vacía, y la vuelvo a' tapar co-»mo antes, cubriéndola ademas con este cubile-

(I ) Segiin el método antiguo de hacer esta suerte, el cubito ei sencillo y lleva en «u base una capa del­gada de mijo pegado con cola: de modo que confor­me «e dá vuelta á éste vaso, parece racío ó lleno i la* ojos. ppco perspicaces.

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131 >ite. Cubro también el cobito lleno de mijo con »esta campana que lampococontiene nada, co-wnjo se ve. ^Iiora quiero que tod* la semilla que »ostá debajo de la campana salga ¡nvislblemen-»ld por la virtud de mi varita majica, y que «vuelva á ocupar su sitio primiUvo en la caji­s ta ." — (AI sentar la campana, la aprieto un poco en la mesa, para que sus paredes pinchen y agarren el reborde superior.delvaso <¡ue con­tiene la semilla. En seguida Jinjo con la varita Sacar de la campana el mijo para trasladarle iil cubilete},

«Abora, Señores, levanto la campana, ma^ » nifestando d Yms. que el cubilo está vacio; al-»zando asimismo el cubilete, se puede ver que »Ia semilla ha vuelto á la caja."—{Al levantar ia Campana, se desencaja ocultamente el vasi-to interior con el mijo, (¡aeddndose suspendido en su bóveda} x al cojer la cajita para desta­parla , se levanta solo la tapita superior, dejan­do la interior sobre la caja para manifestar la Capa delgada del mijo finjido^ de^ manera que los espectadores imajinen que la cajita estd ejectiyamenle llena.

Obseroaclones.

I.* Conviene llevar inmediatamente todo el aparato, para evitar registros y preguntas indis-'^•'etas. En lugar de mijo se puede también ha­cer uso de grajea ó anises.

a.* Con esta ultima clase de dulces he varia-"*o i veces la suerte del modo siguiente, que ' * bastante curioso, pero que eiije que el aparato se •oniírnya bajo unas dimensiones algo mayores

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que las indicadas. E«ta modificación tiene analc gia con la campanilla de madera, de que se hace también aso para dicha suerte, segao se ye en la obrita de MingueC.

La campana y el doble cubito son como los anteriores, pero ea lugar de la cajita compue»-la E , no se necesita siuo una cajita sencilla lle­na de anises. Preparo el cubilete común, ajus-tando en su interior á poca distancia de su bó-veda un fondo doble ó postiso, consistiendo en un círculo de cartulina un poco cóncavo y del mismo color que los dulces. Este círculo debe tnaoteoerse boriiontalníienle por el-siraple ro­zamiento , y debe apretarse sola lo suficiente para poder sostener el peso de una porción de abíses equivalente d la que coatiene la cajita; de modo que al seotaf el cabU«t«»<a(go reciamente en la mesa, el sacudimiento haga caer el fondo postizo con los dulces que sOistSuta, hallándose ocnltado el primero por los dhittio».

Empiezo la suerte como antes, enseñando los anises que vierto de su caja en el cubito do­ble y cabriesdo este con la campana. En seguida alzo con suavidad y preeaucion el cubilete pre­parado , manifestando que no hay nada debajo; y al sentarle con bastante fuerza para determi­nar la caída de los anises en la bayeta de la me­sa, declaro qne voy d trasladar invisiblemente los dulces del cubito en el cubilete, lo cual será fácil de cumplir.

En esta modificación de la suerte, los dulces derramados en la mesa no pueden volver invisi­blemente á sn cfljíta; y al recojerel montón ten­go cuidado de cubrirle con el hueco de la mano para meterle simaltáneamente con el fondo pos'

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9SS lízo oculto, en el cubilete 6 talegnito en que se 6uele guardar.

3.* Se paede también proponer á la «ocie-dad el hacer pasar invisiblenienle el mijo ó la grajea a' las faltriqueras ó al sombrero de algún espectador, y este milagro no es mas difícil que el de introducir noa carta en un' huevo natural. Ambas suertes se ejecutan mediante una varita májica particular construida al efecto, y que se sustituye a' la Virita común.

La varita para el mijo debe ser an tubo de madera ó de hoja de lata pintada de negro, coa una especie de émbolo ó válvula susceptible de abrirse disimuladamente por el estremo opuesto. Esta varita llena de mijo se tiene preparada de­bajo de la mesa para cambiarla con la otra cuan­do se trate de ejecutar la dicba suerte. Mando á la sazón d la persona designada tener su som­brero boca arriba á cierta altura; toco primera­mente con la varita la campana que oculta la do­ble vasija con el mijo; en seguida señalo con la misma la abertura del sombrero, y al pronunciar en alta voz algunas palabrotas ba'rbaras (para di­simular cualquier ruido cstraño) dejo correr I« semilla en el sombrero. Hecho lo cual, alio la campana, cojo el vasito vacío finjiendo verterle en el sombrero, cuyo contenido manifiesto en seguida á la sociedad.

Caja para otra suerte que se hace con dulces ó grajea.

i36. Esta suerte es bien conocida en Francia, y «e ejecuta con una caja torneada de boj , cuya construcción tisne alguna analogía con la cam-

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?!4 paoilJa de madera, que sirve comunmente para repetir la suerte del mijo.

La figura too manitiesla el esterior dal apa­rato, y la figura lo i su construcción iuterior. En ambas piezas del vaso, es decir, en Ja tapa y en el cuerpo, se nota un doble fondo cóncavo, con na agujero central, que se puede abrir ó cer­rar mediante un palito ó varilla A B, C D. En la tapa este palito lleva en su eslremo inferior un pequeño disco, ajustado de manera á cerrar el agujero B que establece la eomunicacion entre ambas capacidades, cuando se baila empujado nalnralmeute bacía abajo por un pequeño mue­lle de alambre espiral. El eslremo superior y vi­sible del mismo palito remata en un boliche ó bolón A.. En cuanto i la varilla C D , que atra­viesa el cuerpo ó pie de la caja , su eslremo su* perior se ensancha también en forma de disco adecuado para tapar el agujero C, cuando el muelle del pie obra de arriba hacia abajo, al pa­so que el cabo inferior debe prolongarse hasta estar de nivel coa la base del pie del aparato.

Efecto.

Habiendo llenado la capacidad ó hueco supe­rior de la tapa con anises, ó mejor con grajea fina, de un color uniforme, y con la misma cla­se de dulces, pero de un color diferente la capa­cidad inferior del pie, de modo que el hueco in­terior y visible de la caja quede vacío j será fá­cil e) bacer caer secretamente en el interior de la caja cualquiera de las dos clases de grajea, se­gún que se levante un poco ya sea el boion A, sea el estremo inferior de la varilla del pie; apo-

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SÍ5 yanio para este último efecto el dedo en el pun­to D, y volcando un instante toda la caja en sen­tido contrario.

Recreación.

Se ahre la caja para manifestar al especta­dor que no contiene nada en su interior, y so anuncia «jne puede llenarse invísiblennente y á voluntad con dos clases de dulces, sea de un co­lor n'níco , sea de dos colores mezclados. Cuan­do el espectador haya determinado el color que quiera, se arrima la mano al hoton alzándole un poco, y presentando al mismo tiempo el apa­rato al cspeclador para que sople encima.

Si se pide de los dulces que encierra el píe de la raja, en ese caso se introduce un poco el cabo D del paliio de aquel, Telcando al mismo tiempo lodo el aparato, «o pretesto de dejar so­plar sobre la base-

En fia, para lograr grajea de ambos colores inezclados, se ejecu'an alternativamente las dos maniobras que se acaban de indicar. En los tres casos, el interior del vaso se llenara con cierta Cantidad de grajea , que se manifestará a' la Concurrencia abriendo el aparato.

Ca/a con fa bola encantada.

137. La caja de los huevos, en qne se htee •Ucesiva y aparentemente epsrecer hobroí de •Vario» colores, se ha bdcbo tan trivial, que se 'a ve repetir y aun espllcar por los jogado-'cs de manos ambulantes en las platas piíblí-ca» dé Ida principales capitiilies estranjeras. La construcción de la co/a de bolas, na e*li»rgo

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3 i 6 de estribar en los mUmos prÍDCÍpios, es algo menos trivial, y no deja de agradar, aunque dure poco.

Dicha caja se ve por fuera en la figura 102, y se compone de tres piezas (sin contar la bola suelta D ) , encajadas las unas por encima de las otras. El p i e C , figura i o 3 , está vaciado por la parte superior, lo suficiente para recibir en su concavidad la mitad de la bola D , y en este caso tendrá la apariencia de la figura io3 *; Por encima de este pie con su bola , se encaja la pieza B, que no es otra cosa sino un bemisfe-rio hueco en forma de solideo, pintado de negro como la bola D, de modo á dar al pie la misma apariencia que en la figura i o 3 * , aunque no contenga bola ninguna. La parte superior de la caja A. es una tapa hueca por debajo , de forma ovalada, i la cual se da muchas veces la forma de una pina. El eslerior de la caja cutera, lo mismo que la caja de los huevos tan vulgar, se halla gubdividido por.anillos finjiendo junturas, para mejor disimular las dos juntacas verdaderas A y B , (Fig. 102).

•Recreación,

Conocida ya la construcción anterior, se abre la caja por la juntura inferior B, se tira la bola que contenía en la mesa , manifestando al mismo tiempo que. l|i tapa esta hueca por debajo, y no pontiene-otr^ cQsa. Se la vuelve á tapar, y se promete hacer eatf-ar la bola invisiblemente en su sitio primifii^.

Para conse^uirlo-vse.coje ep\A eotre los de-dua 4e la mano d^re^bf, se fioje IntroducirU

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S27 por el remate de la piíía , escamoteándola , y al punto se abre la caja por su juntura superior A, maiiirestaiido el hemlsfurio hueco como en la fi­gura io3 *; lo que liara' creer á ios espectadores que la bola ha entrado efectÍTamente en la caja.

En seguida se vuelve á tapar esta, y se pre­tende sacar de nuero la bola invisiblemente. Se finjo efoctivamente sacarla del remate de la caja, produciendo la que se tenía oculta en la mano derecha, y abrieudo inmediatamente la caja por la juntura iuferior U, se hace ver que está vacía.

Observaciones.

I.' Si después de ejecutada la suerte se con­sigue escamotear diestramente la gieía hemis­férica B, se puede dejar rejistrar la caja, cau­sando de este modo mucha mayor sorpresa.

2 . ' Este aparatilo se construye comunmen-^ te bartante pequeño, como de unas tres pulga- das de altura, de modo que la bola no tenga mayor tamaño que las bolitas de corcho que sirven al juego de cubiletes. Pero también se ejecutan de estas cajas con las mismas dimensio-^es que suele tener la caja de los huevos, con u^lfis del tamaño de un albaricoque pequeño, haciéndose de esta manera la «uerte visible i >aayor distancia, y tal debe ser el aparato para 'a suerte siguiente.

Las dos cajas con bolas.

>38. £1 mismo aparato qne acabo de des­cribir, pero duplicado y con mayores diménsio-n««, sirve para ejecutar k suerte siguiente: Ténr

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5ÍS ginse, pues, dos cajas igualeg, semejantes en cuanto á su construcción á la anterior, con sus bolas respectivas del tamaño de un albaricoque pequeño.

Manifiesto en primer lugar que ambas cajas contienen sus bolas, TolTÍéiidolas á tapar y co-loca'ndolas en la mesa a' cierta distancia, á mano derecha é izquierda. Repilo primeramente la suerte anterior con la caja de la izquierda , de­jando últimamente la bola fuera, que quito de la vista de los espectadores.

En seguida abro la caja de la derecha, sa­cando su bola que pongo en la mesa , ó que es ­condo en mi mano derecha , y cerrando de nnevo la caja. Después declaro que voy á hacer pasar inrisibleménte la bola de la caja izquierda en la derecha , fiojiendo ejecutarlo con la varita ma'jica si la bola es muy gruesa para escamo­tearla. Pero si se ha podido ocultarla prealable-mente con bastante disimulo en la mano dere ­cha , la produzco aparentando el sacarla de lá parte superior de la caja izquierda, y volviendo á escamotearla para introducirla aparentemente en la caja derecha , que abro inmediatamente por la'jnntora superior para manifestar á la con­currencia la bola aparente figurada por la parte convexa del hemisferio hueco. •• .

Volviendo en seguida i tapar la dicha caja, me parece escusado el indicar ál lector intelijen-te de qué modo podra' en apariencia restituir en su sitio primitivo la bola de la caja derecha en la caja de la izquierda. Se puede aun modifi­car el juego de otros varios modos t finjiendo, por ejemplo, tragar una bola para soplaría ínví* ñblemeBte eo la caja ^ e ei propio espectadot

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559 podrá elcjlr, haciendo uso de otra tercer caja semejante con bolas de varios colores, ^ c .

Transformación de un huevo en pájaro.

iSg. Esta suerte necesita una caja ovalada particular, muy semejante i las anteriores, pero de la forma y tamaño de un huevo de ganso, de unas cuatro pulgadas de largo, vaciado por den­tro lo Suficiente para poder ocultar durante i7n Cuarto de hora á lo menos un pajarillo vivo, tal como un jilguero, pardillo, ó gorrión joven.

La caja (figura io4) se compone como las anteriores, de tres piezas, cuyo perfil se vé en la figura jo5 , I-a parte inferior A representa Ja mitad de un huevo hiicco, cuyas paredes se adel­gazan al torno en cnanto lu permite la madera; lo mismo debe entenderse de la mitad superior é interior B , que se encaja encima de la ante­rior, y que debe ademas presentaresteriorraente la aparrencia de medio huevo común y blanco, cuya mitad inferior estuviese metido en la caja. La pieza C, en fin, también hueca y encajada ¿ manera de tapa por encima de B , figura la parte superior y eslerior de la caja. Con el fin de disfrazar mejor la doble juntura m m, n n, >e subdtvide toda la superficie esteríor de la ca']ii por anillos; y para proporcionar un poco de respiración al pájaro, se puede taladrar en la punta inferior de este huevo un pequeño agoje-' o D .

Recreación,

Despaéi de haber «noerrado ma pájaro eja 1« «aja, doblándole ó orntándole la c«»b> enseño i

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2 30 los espectadores un hoevo pequeño, natural, de gallina, del mismo tamaño que el figurado en el interior de la caja, anunciando que le voy á encerrar en la caja para transformarle luego en un pajarillo vivo. Con este pretesto procuro sus­traer el huevo verdadero de la vista de los es ­pectadores, manifestando en su lugar el 6njido, metido en apariencia en la caja destapada. Ta­pando esta en seguida y volviéndola, echo enci­ma polvos de la madre Celestina , acompañados de algunas palabrotas bárbaras. En fin , abro la caja por la juntura correspondiente al pájaro, que pongo eu la mesa ó que dejo volar.

Hacer una tortilla en un sombrero.

14o. La suerte de bacer en apariencia una tortilla en el sombrero de una persona de la so­ciedad, es un juego bastante trivial, cuya des­cripción se baila en muclios libros de juegos de manos. Pero en la mavor parte de dichas ins­trucciones se hace aso de un sombrero prepara­do al intento, 6 bien de im simulacro de borní-l io. Procediendo del modo que voy i indicar, no se necesita sombrero preparado: el especta­dor ve romper los huevos dentro , y usando de un poco de destreza se le restituye sn sombrero sin mancha.

El aparato que se necesita es de la mayor sencillez, Fig. io6 . Consiste en dos vasijas ó platillos cilindricos muy bajos A , B , de hoja de lata, casi iguales, de tres pulgadas y media de diámetro y una pulgada de altura. El segundo B de estos platillas debe ser un poquito mas an­cho que el primero, temiendo T. g. dos L'neu

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231 mas de dia'metro, de modo á poder servir de lapa al otro, cuando se encaja por encima, como «e ve de perfil en C.

Preparo una pequeña tortilla con un solo huevo, y un poco de harina, cuidando que sea del mismo dia'metro que la vasí¡a mayor B, que esté un poco tiesa y seca, habiéndola quitado de aolemaoo la grasa supérflua entre varios pa­peles; para lo cual es bueno ^ue tenga á lo me­nos un dia de antigüedad. Esta tortilla se coloca sobre el fondo esterior del platillo menor A puesto al rCve», y en esta disposición tengo pre­parado el aparato debajo de mi mesa, cuando Quiero ejecutar la suerte.

Pongo en la mesa el otro platillo B con dos ««evos, el uno entero y natural, el otro vacío. Pido prestado á la sociedad un sombrero redon-no vacio, con un pañuelo; manifiesto desde luego el interior del sombrero, y arrima'ndole en seguida i la orilla de la mesa, le vuelvo boca abajo, como para sacudirle el polvo, mientras que introduzco diestramente con la mano dere­cha el platillo A con la tortilla encima. Colo­cando luego el sombrero boca arriba en la mesa, le Cubro en parlé con el pañuelo, y arreglo el interior, de manera que la tortilla se halle deba­jo del plato ( I ) .

En seguida enseño el huevo natural, le rom» po, y revuelvo en el platillo con mi varita, y apartando un poco el pañuelo, echo clara y y*'

(I) Si se quiere se •puede meter debajo nn papel í"* se habrá introducido en el iombrero de «ntema-*>. á yiíta de los espectadores, y .baio cualquier pre--t e s t o . • . . , , , .

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S39 ina dentro del sombrero, ó mas bien en el pla­tillo que contiene, cuidando de no derramar nada. Si se qniere se puede añadir también el otro buevo, cuidando de romperle dentro del mismo sombrero, á ñu de que los espectadores no lleguen á sospechar que estaba vacío.

Hecbo esto, vuelvo á tapar el sombrero para impedir cualquiera mirada indiscreta, le paseo un ralilo sobre la luz con pretesto de freir los huevos, y limpiando en seguida el platillo que quedó en la mesa , le meto dentro del sombrero para encajarle sin ruido por encima del otro que contiene el huero. En fin, vuelvo con líjcreía platos y sombrero, levanto este, y manifiesto á la concurrencia la tortilla puesta sobre el revés del platillo interior, cuidando de no soltar de la mano el aparato para evitar todo rejistro.

Sobre la suerte de daoor una carta en la pared, disparando un pistoletazo.

i4i> Escasado sería el repetir la descripción de esta suerte, cuyos pormenores se hallan en casi todos los libros qne tratan de juegos de ma­nos. Lo linico qne creo útil' añadir respecto i una suerte tan conocida, es lo tocante i la pis­tola , cuya congtraccíon, según se indica en la obríta española de mdjia blanca, y en los libros

•orijinales de los cuales estaí tomado cnanto con­tiene aquella, es.antigua, complicada, y está generalmente mal esplicada.

Hace machos años que los jugadores de ma­nos estrangeros ejecntan la snerte de que se tra­ta , usando para el efecto de nna pistola coman de arzón, mediante cierta preparación moy («o-

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S } 3

cilla. Se manda soldar y lomear un pequeño tubo ó cilindro hueco de lalon delgado, cerrado por un eslremo , de una pulgada ó pulgada y media de longitud, y de un diámetro tal, que pueda entrar y salir fácilmente, y por solo su peso , del canon de la pistola.

Cargada de anteniaao esta con pólvora y un poco de papel, introduzco secretamente el ci­lindro de latón en el canon , la abertura por ar­riba ; y en seguida cargo á la vista de los espec­tadores con pólvora, clavo y papel, la cual carga será recibida por el tubo de latón , de manera que en el acto de agarrar la pistola por la boca para presentarla al espectador, dicho tubo con su carga resbalará en el hueco de mi mano , y me será fácil entregarlo por algún conducto oculto al compañero del gabinete secreto, cuan* do necesite el clavo señalado.

Observaciones sobre la suerte de recibir un pistoletazo con bala sin ser herido.

i 43 . Muchos jugadores de manos antiguos y modernos han pretendido ostentar su invulne-rabilidad á favor de esta suerte, que se puede ejecutar por varios arbitrios; pero de lodos mo­dos siempre aconsejaré ,i los aficionados que Quieran arriesgarse d ella, se coloquen á una distancia razonable del tiro.

I.* El método que se indica en el mencio-*>«do libríto sobre mdjia blanca, no es tan se­guro como podria ¡majinarse, y es menester

isar de muchos ensayos respecto i la cantidad y Colocación de la pólvora, para lograr el quo 'a bala caiga sin peligro á poca dbtancia de la Pwiola. r o ir; •

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334 2.* Dir< lo mismo cuando se qniera para

este esperimento hacer uso de balas blandas, compuestas con ciertas amalgamas de plomo j mercurio, que el tiro reduce comuumente i polvo á poca distancia de su salida del canon. Sucede á reces que los pequeños fragmentos de amalgama obran y hieren como la mostacilla de plomo de los cazadores.

3.* Hay otra clase de balas compuestas ó (injidas para ejecutar dicho esperimento, y cu­yo uso es algo mas seguro. Estas balas no son otra cosa sino bolas pequeñas y huecas de vidrio que los esmaltadores y constructores de instru­mentos de física en cristal saben soplar muy del­gadas y de todos tamaños. Siendo del grueso de una bala de escopeta común con un pequeño agujero, se consigue azogar dichas bolitas por dentro, mediante cierta amalgama líquida, com" puesta de mercurio, plomo, estaño y bismuto, de modo que presenten la apariencia de las ba­las comunes recientemente fundidas, según se puede observar en cierta clase de perlas falsas, fabricadas del mismo modo en Alemania.

Para ejecutar la suerte con la mayor ilusión posible, no se trata, pues, sino de sustituir á la bala verdadera, que el espectador habrá' exami­nado, otra hueca de la clase de las que arabo de ' mencionar, y al introducirla en el canon sobre la carga de pólvora, ge la machaca y reduce d polvo con la misma baqueta, añadiendo por en­cima un poco de papel. Fdcil es de concebir que semejante carga no debe causar daño a cierta distancia del tiro.

4.* El método mas seguro y al mismo tiem­po el mas fácil para ejecutar la suerte de que se

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435 traía, consiste en hacer uso de una pistola dis­puesta como la que se esplicó en la suerte ante­rior j es decir, introduciendo disimuladamente después de la carga con pólvora, un corto tubi-to de latón algo flojo , en cuyo interior se carga 'a bala con papel, y escamoteando, por decirlo ^si, la bala en el acto de presentar la pistola al espectador. Al disparar el tiro sera' cosa fácil el producir de nuevo una bala entre los dedos, con ademan de haberla cojido al vuelo, seguu lo be visto practicar á varios cbarlatanes.

Suerte de la escritura quemada y restalledda con su ceiiiia.

143. La suerte del billete escrilo secreta­mente por varias personas, que se quema, y que Se vuelve i encontrar sano y salvo, sea en una < aja, sea en ana naranja, una vela, S^c, es bas­tante conocida. Sin embargo, por poco que se ejecute con limpieza no deja de causar sorpre-Sa. En la mayor parte de los libros que tratan de JMiegos de manos, se describe esta suerte coa bastante difusión; repitiéndola aun con una caja de tabaco común, prestada por uno de los espec­tadores. Pero be observado casi siempre que al tomar dicha caja con el fin de hacerle un fondo ooble ó postizo, se escita la sospeclia de los e s ­pectadores, dirijiéndola sobre una caja en que de otro modo no hubieran probablemente pensa­do. Repitiendo la suerte del modo que yoy i Jíescribirla , se puede declarar de antemano que '* operación sera' ejecutada basta cierto punto por noa persona de la sociedad, sin que el juga-"op llegue á tocar siquiera el papel escrilo por Varias personas de la concurrencia.

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136 Preparo una caja de tabaco común, de pasta

negra , del mismo modo como la caja para nai­pes de la Fig. 5 3 , corlando un fondo circular del propio material, tamaño y apariencia que el suelo mismo de la caja; cuidando de que este fondo doble ó postizo esté bastante flojo, para que pueda caer dentro de la caja por solo su peso.

En seguida corto dos papeletas blancas, cua­dradas é iguales, de dos pulgadas de lado á lo mas; dublo la una sucesivameule en dos y en cuatro , de manera á reducirla á la cuarta parte de Su tamaño primitivo, y en esta disposición la oculto en la caja preparada, entre el fondo mó­vil ó postizo y el interior de la tapa, que coloco en seguida debajo de la caja abierta en la mesa, pero fuera del alcance de los curiosos.

Preparo ademas un pequeño cucurucho de papel, provisto de un alambre en forma de man­g o , para poder quemar el papel cómodamente.

Dispuestas asilas cosas, presento d varias personas el papelito cuadrado no doblado, con pluma y tinta , convidándolas á escribir cada cual una palabra en la misma cara. Durante este tiempo me alejo, y asi que la escritura esta se­ca, mando lo siguiente á una persona de la so­ciedad : pard lo cual se prefiere comunmente es-cojer alguna niña poco recelosa y dócil que no conozca ia suerte. «Dóblese exactamente en dos »el billete , la escritura por dentro, después en ucuatro, alisándole bien con la uña."—

Concluida la operación, presento á la misma niña la caja, cuya abertura se puede manifestar ¿ la concurrencia, le mando echar dentro el bi­llete doblado, é ÍDmedialamente cieno la caja

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2 3 ' conr imlo, para evitar no se oiga la calda del suelo móvil, el cual ocultara el Lülele escrito descubriendo el otro f.lso. Coloco la caja un rato en la mesa, enseño mis manos y digo: «He "prometido no tocar al papelito escrito, y asi «parece imposible el escamotearle."—

En seguida presento á la niña el ciicuruclio ae papel, que cojera por el alambre con uua ma-íjo mientras que con la otra la mando sacar el Oiüete de la caja que vuelvo á abrir. Mando ina-UT este dentro del cucurucho, acercarle á la luz y quemarle poco á poco, recojiendo las cenizas en un platito.

En el ínterin que la nina ejecuta dichas ope­raciones , cierro la caja y me la llevo con ludl-jerencia aparente , para colocarla en el caion de ia mesa que establece una comunicación con el compañero ó compadre escondido en un ijabiue-'e inmediato; el cual sacara al pum^ ef billete escrito para esconderle en el paraje convenido de antemano, y. g „na calabaza, una naranja o manzana , una vela , un huevo, una caja con

r ed„n - " r r ' . " ' ' ' Y ' " ' • ' ' " ' ' '•ecojo las cenizas, 'educ.endola.^¿ polvo, con el fin de proporcío-oar al companero el tkn.po que necesite para in-^oducT el billete en el objeto conveni.Io; y ha-

'«udo traído este, echo por encima las ¿eni-«, pronuncio algunas palabrotas barbaras y al-

j^s«^anies tocante á la operación misteriosa de í-esi u ? ' ^ ' ' " " ' ' ^ '"'"''fieí'to, en fin, el billete 8a 1 , '^'''<' ^" apariencia de sus cenizas, eotrc-S ndole á los espectadores para que cada cual i ucila reconocer su letra.

1"

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Ohservacionas.

i.» El tamaño del dicbo papelilo debe ser adecuado al escondrijo que se le destina: pero sii;mnre conviene que sea pequeño, á fiu de evi­tar no le suceda alguna desgracia pasando por muchas manos.

2.* Cuaudo tengo ocasión de repetir esta suerte, me sirvo de una papeleta muy reducida de una pulgada en cuadrado , que suelo intro­ducir al lio del juego en una pésela ó en uua pieza de dos cuartos, preparada al efecto. I'ara lo cual vacio al torno dos monedas semejantes, para hacer con ellas una especie de cajita chata y delgada, capaz de alojar en su interior la pa­peleta doblada en cuatro. Por fuera dicha cajita metálica se parece á una moneda común , y t e ­niéndola preparada y abierta debajo de mi nie­ga, me es fácil introducir en ella el biUele , sin necesidad de valerme del compañero.

Coloco, pues, la moneda asi preparada en la mesa en medio de otras dos comunes, y pre­gunto á un espectador sencillo en cuál de las tres pieías quiere que se halle el billete? Los adi-p-los en el arte saben que por lo regular se suele escojer entre tres objetos el del medio. Pero su­poniendo que se designe una de la» piezas cslre-n tas , no me será diGcil sustituir i esta la mouc-¿a. preparada en el acto mismo de entreg<irla en mano» del espectador. Y en el caso que el aficionado qne hace la suerte no posea la destre­za necesaria para semejante sustitución, le acon­sejare se sirva del arbitrio usado en semejantes lances por los pseudo-májtcos, es decir, de valer-

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239 se de alguna caja mecánica de transformación

3.* Hay otros yarios métodos de Paliní^ene-í i aaparcu te , ó de regeneración finjida de una escritura quemada, sea mediante d procedimien­to del cuadro mn'jieo citado en el numero 201, Sea a' favor de alguna otra ilu.'.ion óptica con es­pejo cóncavo, sea mediante la cartera májica de 'jiie se valió el taumaturgo Van Esliii en sus asombrosas tribulaciones majicas respecto a' su emulo M. Hill, según se puede leer en la má-jiii blanca descubierta. Dicha cartera, que en el dia suele construirse como la que se describe en la obra citada , pa'gina 260 , esta' formada por un lado de un papel oscuro cujo revés se untó con una mezcla de negro de humo y manteca , en Contacto con un popel blanco. Todo cuanto el espectador escribe con un lápiz algo duro en un papel apoyado sobre dicha cartera , se imprime en el papel oculto: de manera que en el ínte­rin que se manda quemar la escritura orijinal, el jugador entrega la cartera con la copia al compadro escondido mediante la mesa de comu­nicación (157). Esto dnrá en seg.iida la respues­ta i la pregunta, ó bien reproducirá del modo convenido el papel ron el fhc sirnile, que so pretende ser la escritura orijinal resucitada.

Este método de Palingenesia aparente es bas­tante antiguo, pero no siempre sale como se de ­searía ; por la razón que muchos espectadores 'e conocen sospechando de e l , y que otro* no aprietan la punta del lápiz lo suficiente para que 'og caracteres se señalen al través del papel doble.

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Suerlt de corlar la cinta ó el hilo.

i44- ^ siierle de mandar cortar una cinta, ó un cordón , por un espectador, y de restable­cerlos á su estado priniiúvo, es un juego muy antiguo que el lector hallará descrito con todas sus niodlficacioncs cu los varios libros que tra­tan de majia blanca, y principalmente en los Amusernens des Sciences, página 656. Laobrita española de Minguei enseña también uno de los mrkodos mas Injeniosos de ejecutar la dicha suer­te, que á la verdad necesita generalmente poca destreza.

Yo me ceñiré á describir, solo por via de su­plemento , el modo de cortar un simple hilo en muchos fragmentos, que en apariencia se ruel-Tcn á juntar sin aparato, y sin otro auxilio que la destreza de los dedos.

Preparo un hilo de un pie de largo, ó algo mas; le envuelvo al rededor de la punta del de­do índice en formado anillo, que saco en se ­guida doblándole de nuevo en forma de 8, y en Tin, en otro anillo mas chico, de modo á redu­cirle a' una especie de ovillilo ó madejita del ta­maño de un guisante aplastado , que se puede esconder fácilmente entre los dedos pulgar é índice de la mano izquierda. Para encontrar mas fácilmente los cabos, cuando se trate de des­envolver este hito, es ventajoso hacerle un nu­do en cada estremo.

Preparado y oculto de este modo el primer h i lo , tomo otro igual, ó de una pulgada mas largo, que enseño á los espectadores, teniéndole por sus dos caboi entre los dedos pulgar é indi-

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641 co de ambas manos; y en esta posición convido

una persona do la sociedad a corlar el liilo por la mitad justa. Asi que eslc partido, junto

V^\? '^"'^ '^"'^ *"" '^ " " ' " " derecha ron el que se halla entre los dedos de la irquierda ; cojien-«o al mismo tiempo el ovillito de hilo doblado que se halla escondido en este sitio, para hacer pasar el todo entre los mismos dedos de la mano aerecha: y en seguida junto con los dedos iz­quierdos los dos pedazos de hilo paralelamente uuo sobre el ot ro , Tolvicndo á cojer sus cabos reunidos.

En esta disposición vuelvo d presentar al e s ­pectador el hilo doble reducido á su mitad y digo; «Ahora que tenemos dos hilos en lugar »rfe uno, corle F. otra vez por la mitad y 'tendremos cuatro."-Asi que esté cortado, re -P>to la maniobra anterior, juntando los cstremos «e la mano izquierda con los análogos de la de­recha , y haciéndolos pasar de nuevo con la ma-dej.ta entre los dedos de la mano izquierda. Con os dedos derechos vuelvo á unir paralelamenlo os cuatro h.los cortos, y asiendoíus caboTde-

rechos los mando cortar por tercera vez, siem­pre por la mitad.

Habiendo conseguido ocho pedacitos, repi-ia misma manipulación de juntar los cabos en

a mano opuesta , con la diferencia de dejar la wadejita en la mano izquierda ; y del mismo «odo sigo cortando el hilo, hasta que se halle ^«ducido ¿ unos pedacitos ó fragmentos de m e -

'* Pu'gada, ó menos, de longitud. En este cs-ao envuelvo con estos pedacitos de hilo la ma-

^ J ' t a , de modo á ocultarla, y pongo el lodo ' la mesa, enseñando ambas maao* i la *o-

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<4* cictlad. «Observen Vms., Señores, que no ten^ xgo nada entre mis dedos, y que nuestro hilo xestd cortado de tal manera que iiineun sastre j>ni costurera sería capaz de ¡untar los yeda-y>citos."—

Dicho esto, vuelvo á cojer el niontonciio de lillos entre los pritneros dedos de la mano iz-(jiiierda, y al manosearle y torcerle con la d e ­recha , procuro separar dlsimuladaincnle lo que esta' entero de lo cortado: es decir, que escon­do los hililos entre los dedos Izquierdos, al paso que desenruelvo poco i poco el hilo entero agar­rando sus cabos entre ambas manos.

Asi que los espectadores hayan visto el hilo restablecido , le envuelvo en forma de anillo al rededor de la punta del dedo índice iiquierdo, de modo a' envolver y cubrir simultáneamente todos ios fragmentos del hilo corlado. Al mismo tiempo digo lo que bago. «Envuelvo este hilo ^sobre el dedo en forma de sortija ó de ma-•ndejita, y de paso pueden Vms. rcjistrar mis tímanos."—Enseño efectivamente ambas manos, estendiendo los dedos de la izquierda, el revés vuelto hacia la sociedad.

A la sazón saco la madcjita de hilo del dedo índice, teniéndola entre este dedo y el pulgar por la parte donde contiene ocultos los hilitos, y digo: ttOOserven Vms. que en esta operación el jihilo no ha perdido nada de su fuerza, r que la itmadejita está bien eníerita."—Al decir esto, y tirar y torcer la madejita , vuelvo á doblar y esconder esta entre los dedos izquierdos , sacan­do y manifestando- én su lug«rlo» pedacitos de hiloi ' •' . •• ''t"

«Ola i segfm parece «i hilo estaba mal coin-

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S43 "puesto , ó habrá perdido su consislcncin \ pro-"curare soldarle mejor con ayuda de alfiunas ^'palabritas (que nadie comprende, n¡yo tamvo-*co). í'urisli laraonli currenli abracadabra. r de "Wfi pnco de aceite de corazón que llevo siempre "(^onmif^o. Ahi na , y espero que de este modo ^el hilo no se romperá mas."—

Durante »sto razonamlenlo mojo la punía o<-'l (ledo índice derecho en la boca , so prcteslo de humedecer y soldar los hiülos , llevo y es­condo estos en la boca , y sustituyo de nuevo en su lugar el hilo entero, que desenredo y mani­fiesto como antes Ullimamente , le tiro en la mesa , y enseño de nuevo mis manos a los es­pectadores. _ Por mas sonoilla que parezca esta suerte,

Siendo ejecnlada con esmero y limpieza, suele Causar mas ilusión y sorpresa que otros muchos juegos complicados y de aparato.

Suerte divertida de ¡a costura encantada.

1^5. En una tertulia de Señoras esta suerte es muy a propósito para cansar un ralito de d i ­versión y de asombro. El jugador l ime en la niano izquierda un retal ó pedazo de lienzo, rne-hra una aguja con un cabo de hilo , rn cuyo es-••emo se hace un nudo. En seguida el niniico se

pone á coser, pasando la oguja con rl hilo m"-cnag veces al través del lienzo, manifertando al •espectador que a' pesar del nudo ningún punto »8arra.

Para ejecutar esta aparente maravilla, se lo-""> nn kilo de un pie ó poco mas So. lonjitud, lúe se envuelve una sola vez al rededor de )a

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punta del dedo medio de la mano derecha, co -Jocaudo por encima un dedal, con el fin de ocul­tar y retener esta parte del hilo. Esta prepara­ción debe haberse hecho antes de empozar el juego , ocultando su disposición al espectador, mientras íjue se eiicbra olro hilo igual a la parte visible dtl primero. Un eslremo del segundo hi­lo debe ocultarse entre los lillimos dedos de la mano derecha, dejando colgar libremenle el olro estremo del mismo, que debe ser un poquito mas corto que la parte visible del hilo pegado por debajo del dedal, de manera que los dos hi­los visibles parezcan ser los dos cabos de una misma hebra.

En esta disposición el jugador empieza á co­ser con lijereza puntos, y el espectador verá con sor presa pasar la aguja con su hilo al través del lienzo, sin que agarre un solo punto.

Siendo todo este juego una mera ilusión, no conviene prolongarle mucho tiempo, no sea que el espectador llegue á descubrir el engaño.

/ípuesta dioertida sobre cierto modo de enehrar una aguja.

1^6. Puedes apostar con la costurera mas hábil de vencerla en el arte de encbrar una agu­ja con muchas hebras de hilo ó seda en el tiempo mas breve posible, j para conseguirlo seguira's el método siguiente, cuya esplicacion procuraré aclarar mediante algunas figuras.

Tomara's una aguja fuerte con ojal largo, y un hilo de una 6 dos varas de longitud (según Ja capacidad del ojal), que enebrarás como se suele practicar comunmente (Fíg. 107), de modoqufl

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94S el cabo mas corto del hilo pase de unas cuatro pulgadas de longitud.

Hacia el eslremo A de esto cabo pasara's la aguja por el misrao grueso del bilo, que Harás •"esbalar atrás, hasta que resulte un pequeño lazo, y en fin, un nudo muy fino B (Fig- i o8 ) que J"nte ambas hebras. En esta disposición cojera's el hilo cerca del ojal en C ó en D (la esperiencia *" hará ver cu.'il de los dos puntos debera's agar-••ar para que el nudo no resbale), y tirarás el hi-lo hasta que el nudo B pase por el ojal , y conti-"Uara's este movimiento , siguiendo siempre la •nisma dirección , hasta que el nudo con las he ­bras sucesivas que acompañan no puedan va pa­sar, y en este caso el hilo formará un rollo ó oía-"cjita compuesta de muchas hebras como en la Fig. 109.

En fin, corlarás con la» tijeras la parte ínfe-••'Or de esta madcjita, pora mejor disimular el procedimiento, y presentarás al espectador la «güja con sus hilos en la disposición qne repre­senta la Fig. 110.

Si alguna mujer consiguiese el enebrar un número de hilos igual al tuyo , ten por seguro que , siguiendo el método común, no lo sabrá' ejecutaren tan breve tiempo. Y si quieres apu-•"arla mas, podrás lograr el acabar la suerte de-•'ajo de la mesa, ó con los ojos vendados.

^"fHe fácil de equilibrio con una moneda sobre lo punta de un dedo.

' í ? . Colocarás un naipe bien plano horiion-wlmeute sohre la punta del dedo «d ice de la n>a-"o «quierda , y encima de la carU un cuarto ó

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2 46 xina peseta, tle modo qne su centro corresponda exactamente á la punta del dedo. Levantando á la sazón la mano derecha a' la altura de la carta, y pegando con el índice en su orilla un capirote rápido, de manera á empujarla en dirección per­fectamente horizontal, la carta saldrá de debajo de la moneda, quedando esta en equilibrio sobre la punta del dedo.

Este esperimento exije poco ejercicio para que salga bien , y demuestra basta cierto punto que la comunicación del movimiento es sucesiva y no instantánea.

Suerte sencilla del cordón erwur.lto al rcdedur del deilo.

148. La suerte de hacerse atar los dos dedos pulgares , y de soltarse á pesar de todos los n u ­dos, es bastante trivial, y se halla descrita en ca­si todos los libros de juegos de manos. La suerte tiguiente , igualmente sencilla y fácil, es algo menos conocida, y presenta una especie de e n ­gaño análogo al de la costura encantada.

EnTolvera's un bramante dos ó tres veces al rededor del dedo de la mano iiquierda , como se Te en la figura 111 , de modo que nn cabo a, cuelgue entre el pulgar y el índice. Con el otro estremo harás entre los mismos dedos un peque­ño lazo b , mirando por arriba, dejando colgar hacia abaio C lo que queda de este último cabo. En esta disposición cojeras el cabo primero a, que debe tener seis á ocho pulgadas por lo me­nos, y persuadirás á un espectador que lo vas á pasar por el lazo b con la mayor lijereza, y para causar maror sorpresa puedes hacer el lazo muy pequeño.

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5',7 í^ara liacer creer que ejeciiU-s efpcl!v.imtnie

una suerte tan dificü. pasarás el cabo a circular-Wenle y con rapidez al rededor de la punta di 1 dedo pulgar, de modo que el cordel venga entre el índice y el pulgar. Do este modo entrará en <"' lazo, y parecerá haberle atravesado efcctiva-TOente, según se ofreció, sin embargo de te ruca mera ilusioo.

Puente con tres cuchillos.

i^T). Para hacer este juego, representado en la figura 112 , se colocan tres vasos ó tnzas en triángulo, á la distancia de la lonjitud de un cu­chillo, poco mas ó menos. ,Se toman tres de es­tos de ií:;ual forma y tamaño, y se arreglan sobro 'os vasos do modo á apo»ar los mangos resperli-vamente sobre las orillas de los vasos, y enlazan­do las hojas como lo manifiesta la figura, t n cs-'a disposición los cuchillos se Bosiendr.i'n m u ­tuamente formando una especie de puente.

Observaciones.

I." Iios fum.idores alemanes suelen á veces 'niitar esta misma suerte, disponiendo tres de sus l'ipas holandesas de arcilla en forma de puente ó *le trípode.

a.* Se ve también que esta disposición de los '^"chillos tiene analogía con el método usado de ^"lazar las tres bayonetas, cuando los militares 'Colocan sus fusiles en forma de pabellón.

•* Este problema puede á veces tener apli­caciones útiles en mecánica y en arquitectura, •^or ejemplo, para construir en poco tiempo im

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948 puente líjero sobre un arroyo, mediante cuatro tablas que no alcanzan de una orilla d la otra, valiéndose del mclodo injenioso que el lector curioso leerá' con gusto en la obra francesa titu­lada Amusemens des Sciences, pa'g. 828 , y de que la figura 113 puede dar una idea.

4 . ' En arquitectura este problema ha servido alguna vez para aprovechar en la construcción del techo de un edificio cuadrado, unas vigas demasiado corlas para alcanzar de una tapia á la otra opuesta , da'ndoles la disposición que mani­fiesta la figura 114-

Levantar una hoiella ó frasco con una simple paja-

i5o . Puedes apostar i levantar una botella con una paja, ejecutándolo del tnodo siguiente:

Tomarás una paja fuerte, sana y no muy que­bradiza , y encorvarás un estremo á ángulo agu­d o , como lo manifiesta la figura i i 5 . Introdu­ciendo la paja en esta disposición en el frasco, de modo que el estremo corto del ángulo se apoye contra las paredes interiores hacia la par­te inclinada, podrás levantar la botella, agarran­do la paja por el cabo esterior, lo cual se hará con tanta mas facilidad , cuanto la punta del án­gulo esté mas cerca del estremo esterior de la paja.

Suertes de tragar en apariencia un cuchillo; de comer algodón, estopa, cabos de vela, ^c.

151. Es sabido qne los jogadorcs de manos, valiéndose nnas veces de su destreza, otras de nuestra credulidad, finjen muchas veces el c o '

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949 mer y tragar lodo lo qne se les antoja; bolas, pelotas, huevos, monedas, piedras, estopa, velas encendidas, fuego, S¡c. Me parece casi es-cusado advertir que estos pretendidos májicos no dijieren todo lo que finjen tragar.

Me acuerdo haber visto con el mayor asom­bro a' uno de dichos juglares comer un montón enorme de algodón, ó a'lo menos que parecía tal ; enseñando al fin de su rara comida una pe­queña porción del material que le sobraba, y que era efectivamente algodón. Pero todo lo que babia comido era clara de huevo, preparada Con goma de un modo que conocen los pastele­ros y los confiteros, y que a' cierta distancia tie­ne apariencia de algodón. Otros jugadores, al comer algodón ó estopas, sabco esconder las pequeñas porciones mascadas en sus maeos coa la mayor sutileza, y al fia suelen vomitar humo, chispas, y llamas, haciendo de su boca un volcan.

Tampoco es raro ver a los prestigiadores Comer en sus funciones cabos de vela encendi­dos ; pero en este caso los cabos sustituidos i los Verdaderos esta'n hechos de manzanas, de nabos, ó de azúcar, con un pedacito de almendra sus­ceptible de quemar nn rato a' favor de su aceite natural.

Una suerte mas difícil parece la de tragar un '^"chillo 6 navaja. Wo quiero hablar aqui de la famosa suerte de tragar la espada, según la ma­nifestaron tantas veces y en tantas partes los Juglares indios, y también varios europeo»; 'uertc espantosa en que no cabe ilusión. No se 'rata aqui sino del modo ilusorio con que algu-"08 jugadores de manos saben finjir el tragar un «bjeto tan temible y tan voluminoso como un

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250 cuchillo. Empero dicho instmmento no es en ]IÍ realidad mas peligroso que la lesna, que suelen á tecois introducirse en ia frente, y que , seme­jante al puñal de los cómicos, entra en totalidad en su mango, ó que las nabajas que sirven para cortarse en apariencia dedos y narices y atrave­sarse la mano.

El simulacro de cuchillo, que para hacer di-jcha suerte se sustituye diestramente al verdade­ro , consiste en dos pedazos de madera cor­tada y pintada á imitación del mango , y de la punta de un cuchillo (figura i iG). Estas dus piezas unidas mudiante uu alambre elástico en espiral, y colocadas de cierto modo en am­bas muñecas puestas una sobre la otra , figura desde lejos un largo cuchillo, que el jugador aparenta introducir en su boca, pero que real­mente esconde y escamotea. El espectador sen­cillo, no pudiendo concebir la potibílídad de esconder en la boca un objeto Um largo, se per­suade á que lo tragó efectivamente. Los gestos y visages de dolor que aparenta el juglar com­pletan la ilusión.

Ejemplos de glotones verdaderos. Si la mayor parle de los jugadores de manos,

galtiaibanquis, y otros charlatanes, que vemos Á veces comer en público las cosas mas raras y contrarias, ejecutan dichas suertes solo en apa­riencia, y mediante alguna ilusión ó mdscara ( i ) ;

( I ) Tal , V. g-, corao el espectáculo tan singnl.Tr que el público disfrutó entre las diversiones del Tívo-li de Paris, había unos cuarenta auos, tle un gigante glotón á imitación del Garganlua de Rabelaii.

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951 os constante que en diversas épocas j naciones se presentaron varios celebres glotones dolados de una organización particular , que tragaban efectivamente en público, y después de las^o-niidas mas asquerosas, las cosas mas estranas, «iu perjudicar su salud durante cierto tiempo, aunque la mayor parle de dichos glotones hayan tenido una muerte prematura mas ó menos fu­nesta. Como esta materia tiene alguna relación con la anterior, citaré aquí algunos ejemplos liislóiicos notables de esta clase.

Tal fué entre otros el famoso glotón alemán Kahleic Wittemberg, que murió en 1754, para quien era una baí^att'la el desayunarse con qui­nientas ciruelas, con sus huesos, y un tostoncillo con sus pelos y señales, sin que esto ie impidie­se el comer á medio dia un carnero entero. Las ratas, orugas , arañas, ^ c , eran para el los bo­cados mas esquisiios; pero lo mas gracioso rs que después de la comida se tragaba, en vex de postres, los platos, vasos y botellas, después de haberlos roto con gran ruido, sin herirse ni en la boca ni en su cncrjica dentadura. Su terrible apetito le obligó á veces á comer las cosas roas estranas. Un dia se comió una escribanía de plo­mo, con tinta, polvos y plumas. En otra ocasión devoró en una taberna una g:iita: el pobre mú­sico, dueño del instrunienlo, huyó asustado, te­meroso de que fuese su última hora, y Kalile le persiguió por algún tiempo para divertir i 'o« espectadores. Era tal la fuerza de sus quijadas, que quebraba los guijarros con los dientes , l e ­vantaba con ellos un yunque, y arrancó los cla­vos de la rueda de un carro.

Pero el príncipe de lodos los glotones, ale-

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255 man igualmente, fué sin duda el famoso Kohl-niker de Passau, de cuya madre se sospechó ha­berse comido á sus propios hijos. En un momen­to de furor de hambre, este hombre eslraordi-nario empezó desde su niñez á comerse piedras^ sin estas no podía verse satisfecho, y después de una buena comida bebió como una azumbre de aguardiente. En ciertos momentos de escasez comió desde tres hasta ocho libras de piedras, sin hacer asco de los pedazos de metal que se le •venian d la mano. Su haber , como soldado im­perial , fué constantomeolc igual al de ocho liombres regulares. En un ataque recibió un ba­lazo en el abdomen, pero por fortuna su estó­mago estaba lleno de piedras, y la bala recha­zó sin causarle mas que una herida poco peligro­sa. Las comidas mas abundantes no podían sa­ciar su hambre devoradora sino por espacio de hora y media: comía piedras en las iglesias, por la noche, y aun en el acto de su coufesion. La víspera de su muerte, acaecida en llefeld de una apoplegía , se alegraba al entrar en la ciudad viendo tan bellas piedras. Al abrir el cada'ver no se halló en su estómago sino libra y media de piedras, algunos botones de metal , y varios pedazos de hebillas. El doctor Vogel ha es ­crito una elegante disertación sobre este famoso glotón.

Pero cua'ntas mas cosas se encontraron en el estómago y parte del exófago de un famoso ga­leote francés llamado Bazile, que murió en el hospital de Brest ? El proceso verbal, formado por los cirujanos al abrir su enorme estómago, se asemeja á un inventario, y el pobre diablo es­clamaba con razón abunos instantes antes de su

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553 muerte: «J'ai mille (fiable de dioses dans le aventre (]td font tout uiun mal!" En efecto» se le hallaron parte de aros de cubas, trece pedazos de madera , cucharas de madera y de metal, he­billas de eslaño, una pipa, un cuchillo, cristal, suela, uu tubo de hoja Ac lata, ^''c., S¡c.

Otro ejemplo mas moderno era el gloloo francés Tarare, muerto en el hospital de Vcr-sailles, y sobre el que M. Pcrcy, hábil cirujano, había leido en i8o2 una interesante disertacioa eu el instituto nacional de Paris. Este hombre, aunque pequeño y de una constitución débil, se habia acostumbrado poco ÍÍ poco, escitado por los mas violentos deseos, á devorar las piedras, grandes trozos de carne podrida, perros, gatos j culebras vivos. Se sospechó habia devoradn igualmente un niño de diez y seis meses, por lo que fué perseguido judicialmente.

PAPEL PROTEO,

susceptil'le de doblarse en una multitud de figutas.

152. El juego, ó mas bien los juegos que se hacen con este ¡njenloso papel , son muy anti­guos y bien conocidos de los jugadores de manos estranjeros. El pobre y chistoso Préjean , tan hábil eu los juegos de manos, como en los de equilibrios y do proyección, que mas tarde nos hicieron conocer con mayor variedad los jugla­res ¡odios, divirtió muy a' menudo sus concur­rencias en Paris con los juegos del papel proteo-, eu los años do 1800; y mas recientemente el público de Londres no se habrá' olvidado de un joven ciego que durante algunos años «e hizo admirar en las calles de aquella metrópoli por

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554 In singular destreza con que sabia manejar dicho papel.

En la obrita española de Minguet, y mejor aun en los libros franceses ( i ) , el k-ctor hallará deserilo el método de doblar un pliego de papel de oaarquilla ma)or, del modo conveniente para prestarse á la linllacion de todas las formas de ciuc se trata. Pero en ninguno de dichos libros be visto descrito t:l modo de ejecutar las figuras in­dicadas.

Observaré en primer lugar, que el modo de doblar dicho papel no es tan fácil como se des­cribe ; pues los aficionados que lo intcnla'ran romperán mas de un pliego de papel cstraogero antea de conseguirlo. Pero aun suponiendo que lo hayan logrado, nadie es capaz de imitar las formas mencionadas, á menos de haberlas visto ejecutar mas de uua vei por algún jugador de manos. A la verdad, no emprenderé aqui el d i ­bujar prolijameule todas las figuras que este Proteo de papel es susceptible de tomar en ma­nos de un jugador hábil, lo que necesitaría mas de «na lámina ; pero procuraré á lo menos r e ­cordar con algún método las principales modifi-caciones á ios aficionados que las hayan >i$lo ejecutar.

Observaré en primer lugar, qne el papel de­bidamente doblado representa en su estado na­tural un rectángulo, cuya longitud varía según se estienden mas ó menos lo» pliegues ó doble­ces, Fig. 119, A y B.

2.° Que después de haber alzado ó desdobla-

(t) Por ejemplo , en el tomo enciclopédico jimu. sement des Scitncet, y en el lUanurl da Soreier.

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255 do uno de sus pliej^ucs grandes y prlmilivos, el perfil del papel entero cucojido figurará una es­pecie di escuadra itnpelíecta, Fig. C; y que r e ­pitiendo la misma moíiificacion en el estremo opuesto, rtsultara la foinia D.

3.° Desdoblando en seguida otro pliegue primitivo en cada estremo, ó volviendo a' reba­jar uno de los anteriores, el pape] se convertirá Sucesivamente en las Figuras E, F , G, H é 1.

4-° Ahora Lien , á cada una de estas ocho modificaciones de perfil, que por sí solo podrían dar origen á un alfabeto telegráfico, corresponde cierto número de figuras, á las cuales la imaji-iiacion presta alguna semejanza con los objetos que se refieren en el catálogo siguiente.

A. B. En su disposición natural A y U , el pa­pel doblado puede presentar las figuras siguien­tes , de las cuales se dibujaron algunas de las mas sencillas, por ser mas inteligibles.

I .* Las tapias de una casa, A. 2.» La escalera recta para subir dios cuar­

tos superiores , A. 3 . ' Una escalera de caracol (se tuerce en

cspiíal). 4-* Un abanico cerrado, K, 5.* Un abanico abierto, L. 6.* Una escarapela militar, M. ^.* Vnu puerta de casa cerrada, N. 8." La tapa de un ^ran pastel ovalado, O. g.o Una barquilla para pasearse sobre el

agua. (Para conseguir esta figura, se agarra la par­

te anterior por los estremo» m n en una posición horizontal, «acudiendo el papel de arriba abajo basta que resulte cóncavo por encima).

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258 10. Un aventador para soplar el fuego, V, 11. Un cuchillo para corlar turrón, 12. Un manguito para calentar las manos

en el invierno. 13. Un embudo. 14. Ona golilla antigua. C. Desdoblando uno de los pliegues priiniíi-

vos, para dar al papel la disposición de la figu­ra G, se pueden imitar, hasta cLerlu punto, los objetos siguientes, á saber:

15. Una navaja de afeitar. iG. Una escuadra de albañil. \n. El aldabón de una puerta. 18. Una puerta medio abierta. l y . Una cdta de limpiar cebada. ao. Un rascador (¡ue sirve en Francia para

limpiar las chimeneas. a 1. Una copa para beber rosolijr vinos ge­

nerosos. 32. Una papalina de mujer de antaño.

33. Las botas de un caballero, 24» Una sombrilla para Señora, ó bien una

seta. D. La modiricacion del perGl D , puede dar

oríien d las formas siguientes: 25 . Una capilla , sin santo. a6. Un puente. 37. Un bac , especie de barco para pasar

los rios (/ue carecen de puente. 28. Un gran pastel ovalado-.ya hemos vis­

to su tapa. 29. Una cazuela. 00. Una bacía de barbero. 31 . Una carretilla para devanar hilo ó

seda.

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857 E. líallanJose el papel disprteslo como lo

índica la letra que señala este artículo, se pue­den Conseguir las semblanzas siguientes:

3?.. Un banco áe jardín, para cuando el tiempo está hermoso.

o3. Una torre redonda. 34. Una paletilla de albañil. 35. Una silla antigua. 3Í>. Un canapé. Sn. Un vaso antiguo 6 urna funeral. Zo. Los vuelos de mi abuelo. F. El perfil de la figura F puede revestir

las formas que siguen, á saber: 3g. Un banco de jardín cubierto , para

cuando llueve. 4<>. Una pequeña tienda de zapatero. 4i- Un hornillo químico. ^ G. Dando al papel la disposición que seiiaia

esta letra G , te puede formar con él ^3. Un sombrero español antiguo. ^3. Una linterna ó farol de papel vacío. 4i. Desp ues de encendida la Tela, se abrCí

y tendremos un farol completo. /¡.S. Un bacín de enfermo para obrar. II. Volviendo á dar al papel la disposición

fie la figura H , se puede presentar 4^. Una cuadra ó establo para vacas jr ca­

ballos. 4l. Un candelera. 4o. El pujaoante de un albeitar para cor~

tar el casco d los caballos. !• En fin, en la disposición que se observa

en la figura I, el papel-proteo podrá dar la spa-nencia de las cosas siguientes, i saber i

49' Un cepillo de carpintero^

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Go. f,a letra K. 5 i . Un reloj de arena ó ampoUita. Sa. Una mesa cuadrada. 5 3 . Una inesn redonila. 54- O/ra ovalada, para cuando hay muchos

convidados. 55. Un salero; para conseguirlo no hay mas

qi'O volcar la mesa redonda. 56. Una silla de montar d caballo. 67 . Una gran chorrera para la cami­

sa, Sfc. ¿fe.

EL SOMfcttEUO-PftOTEO.

l 5 3 . El juego del sombrero prateo ^ que se t e pracilcar mucJias. Teces por los charlatanes en las plazas públicas de las capllales esiranje-ras, tiene alguua analogía con el ju tgo anterior, sin embargo de .ser macho mas limitado , y de ser bastante Insignlficanle sin el guirigay con que se suele acompañar.

El aparato que exije no puede ser mas sen­cillo : pues se reduce á cortar la copa á un som­brero viejo con alas anchas, del cual no se con­serva sino un círculo con agujero central, figu­ra M 8 , que pueda encajarse en la cabeza hasta las orejas.

Se puede empcíar la recreación diciendo: «Señores , pocas personas habrá tan ecduónai-ucas que , hallando este pedazo de sombrero mlejo en la calle, se lomasen t i trabajo de le-»Yantarle del suelo. El mismo trapero tal vez no «se dignaría de cargar con él en sa cesta bendi-»la. Pero yo que acostumbro aprovechar todo «cuanto ciicaenlro, por mas despreciable que

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2S9 »parc7,ca, y habiendo casiialmccte perjiílo mi «gorro , me ocurrió la idea de reemplazarle con «este fraf<merilo de sombrero, que en seguida «roe fué de la mayor ulllidad en mis dilatadüs «viajes."

«Habiendo llegado a' París, después de t a -«ber perdido lodo cuanto dinero poseía, me TI «precisado rf ejercer el oficio de mozo de cordel» »y con mi sombrero y un poco de bariua tomé al «puntóla apariencia de aquella robusta, úiil y «honrada f>ente de carga del barrio de la halle »aux ¿les" ( I ) .

«En otra ocasión me vi precisado, de resul-»tas de un voto Indiscreto, a' emprender el pc-«regrinaje de Santiago de Compostela. Adorné «mi capote con algunas conchas y me vestí de «peregrino, del modo que Vms. me ven."

«I'asando por Frankofurto, ciudad famosa «de Alemania, donde hay un arrabal entero da ¿judíos, empaquetados unos encima de los otros «como las sardinas en un barril , tuve la curíosi-»dad de asistir á la sinagoga , y para no disgus-»tar a' aquellos devotos israelitas, me vestí áe «Rabino, y les dije en hebreo (2): Parapira paramaranda zarapandola farapuchi\ , lo que «quiere decir: Hermanos mías, no comamos j> tocino, (/ue es pecado]"

«Al volver á España , los ladrones (tan esca-»so8 en este bendito país como las pulgas, Ip' «chinches j piojos), me robaron todo cuanto te-

(i) Al pa»o que «e habla, su trauftforma el som­brero y se viste los diversos trajes indicados.

[t) Cualquier frase bárbara y retumbante.

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i 00 »nia , no dejándome ma» que los calzones, nna ncapa raida, mí guítarrilla y este pedazo de som-«brero, que me arreglé con tres picos. Con es-»los pocos trastos me puse a' viajar de estadian-» íe , cantando seguidillas y la p í a á los que rio ueotendion nada de música, hablando lalin á los »que no lo comprendían, llamando á las viejas wjóvenes y á las foas hermosas. De este modo »lo pasé bastante bien, logré vestirme un poco «mas decente, y llegando i la famosa universi-»dad Cuctirlpapaya, me vestí de cura, unas ve-»ces coa sombrero de barquillo , otras con ho~ vnete, y me puse d disputar con los doctores ea «dialecto alemán, persuadiéndoles que era si-sriaco y caldeo."

«Siguiendo mi viaje en los países calientes, «tuve siempre cuidado de cambiar mi sombrerf» »á propósito para abrigarme del sol , mndándo-»le en una gorra montera con visera; pues es «tan flexible y tan complaciente que se presta á «todas las formas."

«Durante los pocos años que fui militar, me «fué también de mucha utilidad este sombrero-nproteo, cuando no tenia otro. Estando de ser-Mvicio, le arreglé de modo á figurar una espe-«cíe de chacó, j cuando habla descanso, le «transforme en gorra de cuartel."

«Sería para nunca acabar sí quisiese referir »á Vm». todos los servicios que me hiio este «sombrero universal, remedando las modas de «todas las naciones que tuve proporción de vlsí-»tar. En la Rusia, la Suecla, la Dinamarca y la j>Laponía, vi machos trajes nuevos, sombreros, «monteras, gorras y cucuruchos de formas rouy • raras y variadas, que logré imitar casi todos

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9(31 «con m! somhrero-proteo; j lítüitónilome á do* »ejemplos curiosos, voy á ofrecer á Vons. una «especie de gorro que usan muchos rusos, y «otro que habia observado en Dinamarca.

«En fin, Señores, voy d manifestar á vms. »un gorro universal que se gasta basta en los «antípodas, un gorro i propósito para los mari-«dos de todos los paises, uo gorro muy cómo-«do, nJiiy caliente, que siempre será de moda, «y con el cual me pondré i dormir esta n o -»che."—

(Sr coiichtye con eJ gorro de r.uernos). Ciñéndome á las doce modificaciones ante­

riores, desde la mas sencilla hasta la mas com­plicada, se ve que se trata de imitar sucesiva­mente la apariencia tosca de las formas siguien­tes , A saber :

1." El sombrero ancho del mozo de car^a de Parts.

2." El adorno de cabeza de un peregrino. 3.» El gorro y barba de un Rabino. 4-° El sombrero de tres picos de un estu­

diante. 5.* Un sombrero de cura ó de alguacil. 6.* El bonete de un doctor de Teología. 'j.' Una montera común con v'sera. 8 . ' Un pequeño chacó de militar. g.* Una gorra de cuartel. 10 y I I . Monteras rusa, sueca ó dinamar­

quesa de formas raras, 12. Un gorro bicornudo. Estas diversas suertes , lo mismo qw la* fi~

guras que se practican-con el papel-Proteo, son de aqncMas que es indispensable baber *isto practicar por otro jugador, para lograr imitar-

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S6> las. Las figuras dibujadas tampoco serían de mu­cho uso para ilustrar al lector sobre el particu­lar, puesto que estas solo representan los resul­tados, y de ningún modo su generación ó modo de conseguirlos.

Cajila adií/inatoria con números.

154. Entre los infinitos aparatos que com­ponen los arsenales, muscos ó gabinetes de los jugadores de manos, ó sea profesores de májia blanca, se bailan comunmente varias cajas con números ó letras, cuyo arreglo, dispuesto secre­tamente por los espectadores, se trata de adivi­nar sin abrir aquellas. Esta clase de adivinación se puede conseguir por. varios arbitrios; ya sea mediante el magnetismo, la electricidad, ó la óptica, ó bien por simples medios mecánicos. La construcción de esta líllima clase de cajas cari números, puede ser muy variada , y las hay á veces muy ingeniosas. Aquí roe ceñiré á la des­cripción del mas sencillo de dichos aparatos, que cualquier ebanista puede ejecutar, y que se ha­lla en mant)» de casi lodos los jugadores de ma­nos eslranjeros.

Ija'caja no contiene sino tres números, sus­ceptibles por consiguiente de seis disposiciones ó permutaciones diferentes, que el jugador pre­tende descubrir por el olfato, pero que acierta realmente mediante el tacto. Dicha caja (Figu­ra 119) que se bace comunmente de nogal del­gado, suele tener unas seis pulgadas de largo so­bre dos de ancho y tres líneas de hueco inte­rior. La tapa debe ser dc corredera, y la tabla que forma el fondo muy delgada y flexible.

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i(;3 El ¡iifcí'or está dividido, en tres* comparli-

iriienlos Igunlos de forma tmpezoidal, median­te tres listone!tos en forma de liia'npulos rec­tángulos muy c6lrccho% y las tres tablitas de ma­dera, en que se lDscnl)eii los números 2, 3 y 4» deben llenar exactamente log dichos liuecos. Se suele dar a' dichas tablitas una forma trapezoi­dal, a' fin (le que el espectador.aJ ponerlas en sus comparjtifulentos no las pueda Tolver en; mal sentido; ( ÜCS queriendo eoCiíj^r una sol.4 'tablita al revés, tío le set-ía potible Cerrar la tapa, y el jugador, not^ri* al punió la equivocación.

Supotís» ahora q»e'las itres tablitas llenen exaotamenteiol biieco de los tres comparlinjienT tos de la caja' oorradacon su lapa corrediza, y que el fondo sea bástanle delgado y flexible para cederá la presión de los dedo&. Halla'ndose el apáralo en ]a.situación dft:l«ügtira , saco la pri­mera tabltta-'.y la •adelgazo,un >poco par la parte anterior é ¡nferior A. llagoilaniísma operación con la tercera tabiita B, con ladifercncia de adel" p;azarla por la «parte opuesta ó posterior é infe­rior B ; V en cuanto á la del medio, que lleta la cifra 3 , le dejo su grueso uniforme sin quitarle nada. Resulta de esta alteraéion de grueso de las dos tablitas estremas, que después de haberlas encerrado todas tres en sus comparlimientos res­pectivos, y cerrada Ja caja, la tabla del fondo cederrf á la presión de los dedos, ó se hundirse Un poco hacíala parte anterior A, correspon­diente al primer número; que en el estreo>o opuesto el mismo fondo cederá bácia la parte posterior B de la tabiita ; y que en la parte m e ­dia de la caja el fondo resistirá uniformemente sia hundirse en ningún sentido. Por consigulen-

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«64 to, será siempre fácil i'e «lescubrir al simple tac­to de los í'edos, y sin abrir la caja, en cual de los tres compartimientos se hallará colocada ca­da lablita con su cifra correspondiente.

Recreación.

Se entrega la cojita á una persona , después de haberle esplicado el modo de cambiar las ta­bulas para formar algún ndmero. Efectuado se­cretamente el cambio y cerrada la caja, la vol­verás á tomar, la acercarás i tu narií, aparen­tando el descubrir la disposición de la« tablltas por medio del olfato, pero en efecto procurarás tantear disimuladamente con los dedos el fondo flexible, para descubrir y nombrar la disposi­ción de las cifras qué se trata de adivinar.

Esta recreación se puede repetir varias veces sin recelo, y en el caso de que algún especta­dor malicioso deje fuera y oculte alguna de las tres tabulas, no será difícil el descubrir su falta por el simple tacto; puesto que en este caso la tabla del fondo cederá simultáneamente por to­dos lados.

Observación.

Los dos aparatos mecánicos qne si£<ucn son un poco mas complicados que los anteriormente descritos, y pueden servir en muchos juegos de manos, sea para escamotear con la mayor ilu­sión y propiedad algún objeto, sea para cambiar este ea «Igun otro.

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Í65

Caja lie transformación para c imhiar un ohjeto en otro diferente.

155. Este aparato, de construcción tan sen­cilla como ingeniosa, debe ser de una dinien-siotí tal, que pueda servir para transformar un pañuelo, un par de guantes, f¡c. , en un pajaro una rana, una manzana , lí otro objeto análogo' Se construye comunmente de madera, y se com* pone de las tres piezas representadas en las figu" ras I20, 121, 122 y l a J .

Hágase con tableta una caja en forma de pa­ralelepípedo (figura i2o), larga de un p ie , an­cha de medio p ie , y alta de tres pulgadaü, cer­rada por todas partes, á escepcion de la parte anterior y media B , que corresponde a' un ter­cio de la longitud del aparato. La segunda pifza, íigura 121 , es una especie de jaula ó armazón de tablita delgada , de una dimensión t a l , que metida en la caja anterior, llene las dos terce­ras partes de su longitud, y pueda resbalar coa facilidad y en dirección horizontal de un estremo al otro. Lí parle anterior de esta jaula debe per­manecer abierta , de manera que introducida en la caja principal, ambos compartimientos D y E puedan sucesivamente corresponder á la división media B de la caja (igura 120. El movimiento necesario para producir este efecto se ejecuta mediante un botón C, fijo en la parle posterior de la pieza, figura 121., y que se hace resbalar Con la mano en una rendija horizontal A B, cala­da en la pared trasera de la caja principal ó e x ­terior, según se pu^de ver en la figura 123, que represenu dicha paftc posterior. La figura 132,

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S6C. en fin, representa una cajlta con sus vlsagras y cerradura , de dimensión tal , que pueda llenar indisilotamentc los dos compartimientos D y E (figura 1 2 I ) , ó bien el hueco B (figura 120). Do estas cajius se necesitan dos perfectamente se­mejantes, para llenar ambos compartimientos de la jaula interior (figura i 2 i ) '

Adviértase también que en la caja principal, fig. 120, los dos compartimientos estremos A y C, aunque ceiTados con tabliías, deben imitar en apariencia el compartimiento ó hueco del me­dio B, cuando este contiene la cajita, fig. i s a ; es decir, que se debe haber f.njido en aquellas tabiitas la fachada anterior de dicha cajjta con 8u agujeró de cerradura: de modo que los tres coia-nartiinientos guarden la mayor simetría.

Recreación.

Supongo que me propongo de támbiar el pa­ñuelo de una persona de la sociedad eu un pá­jaro vivo.

Encierro i este secretsmeiite en la cajita, fi­gura 122, que corresponde al compartimiento de la derecha A (figura 120); y puesta la llave-cita eo la cerradura de la cajita vacia dtl me­dio B, coloco el aparato en la mesa.

Saco esta última cajita de su hueco y la pre­sento al especudor para que encierre en «lia su pañuelo, quedándose con la llave, y en segui­da vuelvo á colocai- dicba'eirjiía en su sitio an­terior. Al ejecutar esta maniobra, y mientras que oculto todavía con lá mano derecha In parte me­dia B del aparato, arrimo con disimulo la mano iiquicrda á la pared posterior ó respaldo del

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267 mismo, para hacer resbalar el botón de A en B, á fin de trasladar secretamente la cajlta A con el pajaro al sitio de la caja B (que contiene el pa­ñuelo), mientras que esta última se habrá resba­lado en el hueco C.

En esta disposición presento el aparato al espectador, mandándole sacar la cajita del me­dio (que él creerá ser la misma que antes), y al abrirla con su llave no se sorprenderá poco cuando encuentre un pajaro en Tez de su pa­ñuelo.

Para concluir la suerte , se vuelve a' cerrar la cajita con el pajaro, se coloca en sn hueco, y después de haber movido el boten de la parte trasera en dirección contraria, á iin de hacer resbalar de nuevo la caja B en el hueco A, re­emplazándola con la que se hallaba en C , vuel­vo á presentar al espectador el aparato para qoe saque de nuevo la cajita coa su pañuelo.

Oiservadan.

En el día este ínjenioso aparato se ha perfec­cionado de tal manera , que toda la transforma­ción se opera á favor de un mecanismo interior, que la llave misma pone en acción.

Lo mismo sucede en la injeniosa cajita de moderna construcción,' que sirve para escamo­tear ó hacer desaparecer una sortija. El especla-dor mismo coloca dentro su anillo y cierra 1* Caja, por cuyo movimiento un pequeño cilindro horizontal da «na vuelta de go grados sobré su eje, y hace desaparecer la sortija.

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Cija inirniosa para hacer desaparecer y aparecer aUcrnJwameute una haraju, moneda, u otro objeto.

15r, Este aparato es de construcción moder­na y dé los mas inieniosos que se han inventado á favor de los pseudo-májlcos blancos^ es decir, <1c aquellos aGcIot.ados que á falla de destreza ÜL-eUal se valen casi conllnuamenle de aparatos me­cánicos para escamotear. La caja que procurare ¿escribir puede tener muchas aphcae.oncs en el arte de los juegos de manos, siendo a propos.lo pa ra tce r^desaparece r con la major .lus.on y L p i e t a una baraja entera de naipes o cualquier oiTo objeto análogo. También se puede si se auiere, construir el aparato bajo mayores dimen­siones de manera d poder servir para escamo-l a r objetos mas voluminosos que los indicados.

I a figura 124 representa el cstcrior de la ca­ía principal, con su tapa de corredera, que se i b r e en el sentido que indica la Hecha, j que puede tener unas cuatro pulgadas de largo sobre tres de «ricbo, y quince lineas de alio.

Oullando la tapa , y sacando eo parte el ca-ion por su botón ó tirador C , el interior se p re ­sentará como se ve en la figura i a 5 , cuja Cons­trucción hasta ahora nada ofrece de particular.

Pero sacando enteramente fuera el dicho ca­jón D E F , y tirando los dos costados opuestos i ienore* en dirección contraria, se separara o .Icscorapondrá aquel en do» cajoncUos L G 1, M H R ( Pig- »: tí y 127) . . 1 f '^«^^*'''" " ' " " ' ' dentro del otro, y que encojidos parecen no for­mar mas que uno, pues que las J""'»'^^^ f / •«" lian cubiertas por los listones laterales G U, 1 fc^-

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9G9 Dos puntas ó clavitos qno se hallan en la base O del cajoa esterior ¡mpiíleu la separación lotal de los dos cajones.

F/ectu.

Conocida ya esta construcción , supongo que se junten de nuevo los dos cajoncitos, de modo a' l'ormar en apariencia un cajón único , que se Tuelva á hacer entrar este totalmente en el cajón principal, como se ve en la figura i 2 5 , cubrien­do en fin este ultimo con su lajia de corredera, que debe ser algo delgada y flexible. En este caso el aparato volverá á presentarse como en la figura i24-

Ahora bien , si agarrando la cija por los cos­tados D , E , con una mano, tiro con la otra el botón C, saldrá el segundo cajón como en la fi­gura 125, y se le podrá sacar casi enteramente sin que se descomponga. Empero si halla'ndose de nuevo dispuesto como en la figura la^» apo­yo el dedo pulgar de la mano derecha en el paraje A de la lapa, y saco con la otra mano el botón C ; en este caso el cajón interior se des­compondrá en sus dos partes integrantes, como se ve en la figura I Í 6 ; saldrá el cajón M, mien­tra» que el cajoncito L, con todo lo que contie­n e , se quedará atrás dentro del cajón principal. ED fío, volviendo rf entrar el cajón M, se junta­rá de nuevo en solo uno con su compañero L.

Recreación.

Se coje el aparato por los lados, se «o» e ' ci jon por el tirador, y se presenta á alguna persona para que coloque dentro algún objeto

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coiiTcnienle, T. g. una baraja, un peso duro, 4'C' EQ seguida se vuelve á entrar el cajón, se agar­ra la caja por arriba y abajo, apretando un poco la lapa en el paraje A, y se saca de nuevo el ca­jón interior por el botón , manifestando al e s ­pectador que su objeto ha desaparecido. Vol­viendo últimamente á cojer la caja principal l a ­teralmente como al principio, y sacando de nue­vo el cajón interior, se hace ver á la persona interesada que su objeto ha vuelto a' aparecer, y se le restituye.

Cuando el aparato está bien hecho , se p u e ­de repetir la suerte cuantas veces se quiera, d e ­jando aun sacar el cajón por el mismo especta­dor , con tal que no se suelte de la mano , agar­rando el cajón principal ó esterior , según con­venga, para producir el efecto deseado.

Descripción de la mesa con trampilla para varío» juegos de manos.

15^. La ejecución do muchas suertes sor-prendenles necesita el auxilio de un compañero ó compadre^ oculto en un gabinete inmediato, desde donde pueda ver y oir todo lo que pasa en la sala de las recreaciones. Debe haber ade-0ias un medio de comunicación entre los dos compañeros, por el cual se consigue hacer pasar ciertos objetos de un aposento al otro, como se ha visto, V. g., al describir la suerte de la escri­tura quemada. Dicho medio de comunicación se logra practicando uno abertura en la pared que •cpara los dos cuartos, y adaptando en ella una mesa particular con cajón y trampilla por el la ­do de la concurrencia.

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Esta mesase ella con frecuencia en los libros que tr.ilar» de juegos de manos, y también en la obrita española sobre niajia blanca, pero sin des­cribir la disposición que debe tener ; y asi oie parece útil dar una idea de aquella, srgun se ve en la (ij;iira 128.

E t' indica la pared interuiedia entre los dos aposentos; A el agujero de corauíilcacion, que dube ser bastante grande para pasar cónioda-iiiente la mano v el brazo. A K G H representa el perfil de la mesa aplicada contra la pared , ) ' A B su cajón abierto en A, frente al agujero.

En el centro del tablero de la mesa hay otro agujero rectangular de unas cinco pulgadas de largo y cuatro de ancho lo mas, el cual se pue­de cerrar mediante una trampilla C D, movible ha'cia abajo y ajustada en el tablero con tal arle, que estando cerrada no se repare con la vista. Ésto se consigue fácilmente pintando el tablero á semejanza del de un juego de damas ó con algún dibujo análogo á propósito para disfrazar las junturas. Toda la mesa puede tener unos dos pies y medio de largo y de a l to , sobre pie y medio de ancho.

Mediante esta disposición, y halla'ndose cer­rada la trampilla, se puede hacer pasar cualquier objeto poco voluminoso desde el cajón á manos del compañero, y vice versa recibir lo que este ponga en aquel.

Se debe tener ademas como agregado, una cajita ó cofrecito pesado I K , un poco inayor que el agujero de la mesa, provisto superiormen­te con su tapa, é inferiormeule ó en su base con tma especie de trampilla bien ajustada, suscepti­ble do cerrarse por solo su peso, de manera que

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279 colocado el cofrecito encima del agujero de la mesa, el compañero pueda ¡niroducir en él se­cretamente y sin ruido los objetos convenidos.

Este cofrecito sirve principalmente para ha­cer la saerte de la tórtola que trae la sortija per­dida , para la suerte del pañuelo rasgado y res­tablecido , para la escritura quemada, para la suerte del reloj machacado en el almirez ( muy mal espücada en el librito de ma'jia blanca), y puede tener otras muchas aplicaciones sorpren­dentes.

Descripción de la mesa mecánica con punías y pa­lancas, destinada para hacer uhrar varios autómatas

con otros apara/os.

i 58 . Esta clase de mesa mecánica, lo mismo que la mesa magnética , forma uno de los prin­cipales muebles que deben adornar el gabinete ó museo de un majico blanco. Es un aparato bastante conocido, y se cita con frecuencia en to­dos los libros de májia natural que tratan del pe-qucno^autómala que llaman el Turco ó el gran Sultán. Mas como en ninguno de dichos libros conocidos por acá, se describe los pormenores del mecanismo sencillo de dicha mesa, la cual en manos de un prestigiador inteligente puede servir á muchos usos, he creído útil el dar una idea de su construcción, á favor de los aficio­nados que tengan ápimo de mandarla ejecutar.

La figura 129 representa el perfil de dicha mesa con el piecanismo interior y su pedestal. Se ^cbe tener presente en primer lugar, que la mesa piecánica de puntas y palancas ( lo mis­mo que la mesa magnética), suele ser de dos

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-tTe'poTía" r '' ^^-^ . ' - / obrar inr^.^L las re-

' «•cír, un comn ~ " P" ' T 'J*^"'*' • •'" '<"-. "*

- • - g o , ys„sefecu>l g c S Í e ; ; ; ^ ' ; : ^ ' '^"-T a l t Í L " ^ ^ ' í "^^" ^' c a s o a ' : , S r " lal es k mesa que representa nuestra R

-arlos aparatos, pertene'3 nt/sV r " ^ ' " """"•' ca, una ó dos palancas suelen s l r . T " " " " " ' "

Se practican núes „ „ " , ! ^ ' ^ «"ficentes. ÍR-a. distancia, dr.^nñr: r f l í d - " ' ' ' ' ' ? ^ '

llenan c^n tre 0 ^ ^ " ' ' ' ! , ' ^ ° ^ P°^ «'•"l'-f T'-«n poco dilatado r ' •''"''"^'"' '''= ^°h también

¿ tapar dichos acuíero, ÍI L ,, ' " P*"*" "«•«"«•» la superficie supSo" 1 ^ 7 ^ " ' ' " , ,''' ""^^' ''<'"

m'ento Jas palanca» J„ „,• "^P'an con moví-cuyo b r a z o ^ ^ s c d ¡ r r '^''f'^'''' ^"^^ «ne^ataladradosderarl i p a i n ' ' ' * ? ' " ''^ '» respondiente al palito D K . , • ' " • P'^^í"' ' "' P'« que no «e puede rer «.' «f r'f /"""* °'"* "gura. * *" • ' P«rfil de nue»lra

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9"í Al eslrenao de cada brazo mayor de la pn-

l»nca se fija un cordel ó cuerda de tripa, que atraviega los tres pies, el pedestal de la mesa , y el tablado que la sostiene, pasando sobre garru­chas R , Q, y dirijiéndose en seguida horizon-talmente por debajo del tablado ba'cia el aposen­to inmediato donde esli oculto el compañero en­cargado de (¡irijir las maquinas. Debajo y al pa­sar de la pared, bay otr;:s tres garruchas S , o mejor una sola bastante larga, para dirijir do nuevo verlicalmente las tres cuerdas, cuyos es Iremos se fijan mediante tres clavos ó palitos en una tabla vertical T S , en que se notan las se­ñales convenientes para recordar al compañero las diversas funciones que las cuerdas deberáa ejercer.

Los brazos menores de las palancas deben ser mas pesados que los mayores, ó mas bien es­tos deben bailarse empujados por un muelle de abajo hacia arriba, á fin de que los palitos ó pun­tas C, D , E vuelvan constantemente á tapar con rapidez sus agujeros, asi que se aflojen las cuer­das respectiva». El juego de las palancas debe ser suficiente para permitir á los dichos palitos el sobresalir de la superficie del tablero una pul­gada ó pulgada y media d lo menos.

Los agujeros mismos pueden disfrazarse de varios tnod«s, sea con embutidos, sea con pintu­ra. E* las mesas mecánicas baratas, construidas en Nuremberg, el tablero de pino está pinta­do de verde con unos dibujos simétricos de flo­re» X X , en cuyo centro oscuro se encajan los tres palitos m<Svi1es , que es muy dificil de dis­tinguir aunque se miren de cerca. Dichas mesjig tienen por lo regalar cuatro de estas puntas ó

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Í75 palitroques, con sus palüucas correspondientes a Jos cuatro pies, aunque la cuarta palanca sirve úiiicamenle para un aparato, que consiste en una fuente con agua de cuatro colores.

OÍ se trata de hacer la mesa porta'tll é inde­pendiente de un compañero, se colocan en el pedestal otras tres palancas, en cuyos brazos me­nores se fijan los cordeles de los pies N, P, ^^c., mientras que los brazos mayores se dirijen'hácij la rendija 6 abertura horizontal Ü O , de manera que el mismo jugador pueda con sus pies pisarlos al modo que los pedales de un piano ; ó bien em-pujarlos hacia arriba con la punta del pie, sien­do las palancas de la primera especie.

Los principales aparatos mecánicos, destina­dos a' obrar sobre la mesa de puntas y palancas, »on los siguientes:

1.° El Turco 6 gran Sultán, pequeño autó­mata sobre un pedesul, que contesU con la ca­beza sí ano, y toca una campanilla con el mar­tillo que tiene en la mano. Con esta figura sola, puesta en la mesa en el punto que conviene, se pueden ejecutar muchas suertes sorprendentes con naipes, dados, números, preguntas, ^'c.

2. Una tienda de géneros ultramarinos, d cuya ventanilla se asoma un mancebo, busca en­tre una docena de géneros el que los espectado­res piden, abre las puertas y presenta aquel en una cajita.

3.° Un cq/>i? con dos fantasmas ó duendes, dos ó tres veces mas altos que su caja. Esta se abre espontáneamente y los duendes bailan al compás de una música májica.

4* Una ti«ndade paños, en que el mancebo presenta las muestras de paño del color que «e pide.

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lie 5.' l ' n boticario ú drof¡uero sentado con una

cesU delante, en que se hallau también los g é ­neros que el espectador escojo.

6." Una caja ó pedestal con tres naipes ocul­tos , que salen y bailan al sonido de la mú­sica .

n.* Un jugador de bolos, que tira la bola para derribar los bolos, y vuelve á recibir aque­lla en las manos.

8 . ' VnA fuente con surtidor, cuya agua to­ma succsiyamente cuatro colores diferentes. Este aparato necesita que la mesa meca'níca tenga cuatro palancas.

Q.* Un tintero mdjico, ó escribanía mecá­nica, cuya tinta muda de color, ó desaparece, según se manda.

10. La misma mesa se presta á otras mucbas suertes sorprendentes y divertidas. Fs a' propó­sito para hacer saltar una cabeza de metal ó un peso duro, en un vaso de cristal preparado al'efec-t o ; ó bien para hacer subir y bajar alternativa­mente en ana campana llena de agua las figuri­tas de esmalte, conocidas en Física con el nom­bre de ludiones ó diablillos de Descartes ( i ) .

( I ) Todoí «"stoi aparatos ron mesa corrpsjinndien-te »e hallan en el almacén de juegos é iiidustri» de Beitelmaier en Nnr^mberg.

En algunos gabinetes he visto niegas de esta rla^e tan ingeniosamente construidas, que al concluir la funciiin, el jugador, para persuadir á la concurrencia que todos los moyimientos son efectos de un mecanis­mo intrínseco, ofrece el sacar la mesa de sn pedestal. F.n este caso lai tres cuerdas que mu«ven las palan­ca! pasan por un solo p i e , debajo del cual hay una

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977

Espejo májiío de corrpspnndendti misteriosa^ ó sea método nuevo para hacer adivinar por una persona

distante los números, naipes , colores , monedas y metales que se escojen secretamente.

iSg. Este método ingenioso de correspon­dencia entre dos compañeros separados, pero de modo que se puedan oír, para adivinar nií-nieros, cartas, t'^c, mediante un Icngnaje miste­rioso Y anfibolójico, puede por sí solo formar una recreación de sociedad , mucho mas divertida y sorprendente que la antigua y pesada correspon­dencia medíante los golpes, que se cita al fin de la obn'ta de /J/í/í,fi'"e/sobre juegos de manos, y también en la májia blanca descubierta. Pero el método de correspondencia de que se trata aquí, sirve principalmente en Alemania entre los afi­cionados á la mrfjia blanca para las recreaciones que se suelea ejecutar con Ja sirena sobre la me­sa magnética, con las cabezas parlantes, con el Turco sobre la mesa mecánica, con el bailarín de maroma de M. Enslin, y con otrds varios au­tómatas.

En las dos tablas que siguen he procurado traducir al español dicho método de correspon­dencia secreta, aplica'ndole rf quince preguutas diferentes, que se refieren á niímeros, naipes, co­lores, metales y monedas.

especie de cucliillo moviljle liorizontalmente «obre un «Me. Antes de quitar la mesa, el taumaturgo empujan-

, <ío este rurhillo ron el pie, corta las cuerdas y tapa el agujero del pede»t»I.

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2*; 8 TABr.A I. • M « ^

1 1 I 1 <

Col. 1 Din. I\ Ebas. . . 1 I 1 < jcnalb 1 otrauc

Detsa. . . 1 a oríjen Q. sed 1

Ardop. . 3 luza laer 1 Emagid.. 4 edrev R. sed i Euq.. . . 5 ojor alesep 1 Arld cm. 6 ollirama orud. dem. 1

Areisiuq. '

8Írg 1 orud

1 ' Np. t 1

Somav. . 8 Ates 0 ^ 1 Agio. . . 9 ollabac 1> T 1

1 Arolia. . .o yer 5 n 1 1 Oreiuq. . I I O cf 25 1 1 Erbmon. l a apoc n * 1 1 Roñei. . i 3 olsab ^ A

1 Ereiuq. . i4 adapse 30 K j Alo o 1

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TARLA TI, ó LF.AVE DEL COMPAÑERO. Í 'O

Sabe. . . I blanco Cuarto

Usted. . a negro 2 cuartos

Podrá . . 3 azul real

Dígame. 4 verde 2 reales

Que 5 rojo peseta

Me dirrf. 6 amarillo • / , duro

Quisiera. 7 gris duro

Vamos. . s sota oro

Oiga. . . 9 caballo plata

Ahora. . 10 rey cobre

Quiero.. I I oro hierro

Nombre. 12 copa plomo

Señor. . i3 basto estaño

Quiere.. i 4 espada platina

Ola ! . . . • '

1 1

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580 La tabla i , ' e» tina especie de liare para ol

que bace la recreación, indicándole en la i . ' columna los diversos naodos de preguntar al cotnpaüero oculto, con el fin de hacerle cono­cer los diversos niímeros, naipes y otros objetos que contienen las demás columnas de la tabla; observando que los nombres de los objetos indi­cados se bailan eícrilos al revés, a fin de liacer la llave itiinteligible para los espectadores no iniciados en el misterio.

La segunda tabla, ó llave del compañero oculto, contiene las mismas palabras iniciales para preguntar con las mismas columnas y ar­tículos , con la diferencia de estar escritos estos de un modo inteligible para cualquiera , puesto que lo» espectadores no deben ver esta segunda tabla.

Obsérvese abora que las quince palabras es ­critas al revés, que forman la primera columna, son otras tantas voces de señal ó convenio, con las cuales se debe empezar la pregunta, para in­dicar al compadre los ndmcrog y diversos obje­tos contenidos en las otras columnas.

Supongo, por ejemplo, que consultando Ja primera tabla pregunto al compañero ocnlto en nn gabinete inmediato: «Quisiera saber cuál es »el numero de monedas que bay en la mesa, su «valor , y el color del bolsillo en que están me-»tlda«?"— El compañero , oyendo que mi p r e ­gunta empieza por la palabra i^uisiera, consulta igualmente su tabla , y ve que á la dicba palabra corresponde el número 7 , el color gris, y un peso duro. La especie de recreación de que se trata determinará la respuesta en todos los casos particulares.

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Paraesplicar A^ ^ • i ^^^ al coaipaíiero lo. •^"'' '^''^° f P'^'^íe indicar

J"^ 3l compadre dos preeiiiita. ' « f •• una para siguificar el valor, V o r , ' f ' ' " ^1 palo Supongo v. g. que qui^/o hlo ' í ' " ' * "ocer el as de oros. Le diré onZ''']^ <^«-'¡^<.¿. V , amiguúo, cual es la e f r u ' I . ' ^ ^ r - ' llero? ; y después de un ratito d g o de i ' " ' ' " ' "Quiero ^inc V, ¡„di.,ue no solo el valor T'?"" "Cana, s.no ta.nbieü su palo "— A I ^ ^ compañero ya conocerá la carta de aue ZT."^

Supondré por segundo efemnl^ ^ '^ ' ? ' " • hacer adivinar'^al c o L s p o n / a u Í l ' t o ' ^ e T ' ' - ' T co/'aí. l'uedoempe^arJa preguntad • / ^ " '^^ " f f ^ - . S - Fulano de ía fqué c ' "".^"^ " ^ ^ •do la S e ñ o r a ? " - y pasado ^ C f! 1' ''^, "'=°J!-do añadir: .. y V c ^ 4 y . la carta , : ' ' ? ' ' ' ' P"«-»Dar la ." - '* *^^"* " Puede adivi-

Si se trata únicamente de adivin:,. . y. g. los punios que se p u e d e n , . ! '»"'neros, dos, o bien las cifras 6 l í " ' ' ' ' " • ^ » <los da^ «««•'eda. ,juc alguno L b r j Ó .""" ' ' ^ " ' • » " « ^« vé p o r ' n u e s t ' a s u b a s ? " " " ' " * « ' " ' ' ' l' ^sta el numero J Pn , ^ "" ' " .P"^''« ««"*•« 6"ula O/a! que correan T " ? "' ' " " " ' « « P^e-' ' - l a a 1-ace^coní E : i r " ' ' ' / * ' ^ ' ' " ' -cualquiera de las reereacTones r ^ " ' ' ' " '^"^ " « trata, no se ka heZTaTa ' " " ' ' " ' ^ ^í^^

;iaí:;sfí'¿¿;:;c-de^^i, p - la ^A:r:::s:tx^¿:¿^

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V, g. en un pequeño espejo. Para lo cual escri­bo la labia en un papel que pego enmedio del espejo , y por encima de la luna de este coloco en el mismo marco otro cristal transparente. En el espacto, al rededor de la tabla escrita, se pue­de si se quiere repartir los signos del Zodiaco, ú oíros geroglíficos propios al guirigay de los m;í-j icos , á fin de dar al aparato una apariencia mas misteriosa é imponente ; y bajo este disfraz se le puede efectivamente dar el nombre de espejo mdjico de correspondencia secreta.

El bailarín mecánico de maroma de M. Enslin.

160. No me detendré i hablar aquí de lo» prin­cipales fli/ícíma/os ó androides antiguos y moder­nos, cuya descripción estéril c imperfecta, y no pocas veces fabulosa, se halla en tantos libros: ta­les como la célebre estatua de Memnon; el famo­so autómata de Alberto el grande ; la paloma de Arquitas, con la mosca y el a'guila volantes de Regiomontanus (que pertenecen probablemente á la categoría de las exageraciones); las cabezas parlantes de R. Bacon y del abad Micat; el hom­bre de palo de Toledo ; el admirable tocador de flauta y palo mecánico del ingenioso Vaucanson; el jugador de ajedrez de Kempelen, que tuvo el honor de ganar á los principales soberanos de Europa ; los bonitos autómatas de Üroz, á saber: la tocadora de piano, el escribiente que copia con la mayor exactitud cualquier papel que le presentan, coje liota y sacude la pluma como ha­ría nna persona, y la pequeña dibujante que co­pia los dibujos que se la ponen delante, levanta la cabeza para soplar el polvo del lápiz y echa

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niara vi oso^Je m i •^ ' " ' ' T^^" deFgab;„ete tos „h.l • ™?1""'«* y tle los encantamlen

m o s a « , „ , , , . / . / 6 / e , cuja íu.ísiblüdad ha s í t el argumento de tantas controversias ni AI ^ ,«:"chas máquina, parlantes, cantante ? ' tientes y d a t a n t e s : harto co'munes en el d ia" '"

Sin embargo creo no disgustar i lo , I ° cunosos, dándoles una idea de una espe ' ; T autómata mucho mas sencillo y de una efec'c! mas fácl que todos aquellos, V que en este n ^ aun no esta tan conocido y trivial c o Z ^ * partes. Quiero hablar d e A S i r . L w c r i ' maroma de M. Enslin, que ha v S a d o T 1 pnucipales ciudades de Europa, IZÍ^I ^T cincuenta aHosj y que slendí e e c u t a l T t Í ! tnano natural ( O ^ l , Jeja de cau,ar c ima ¡ ^ •on y aun admiración, por ma, sencillo o ,V

su mecanismo. «¡uciiio que sea El pequeño autómata de estp «»¿,w_

publico Madrideño ha le„?do o c a s L T ' ' í " " " ' rantc muchos aHos en e l m l ? ^^ ^"^ ' ' " -' - j i c o de nuestro anciano 2 ? ' i ' ' " " " ' ' ' " » ^ -ca y fantasmagórico e p a S r í ¿ ' " " ; f ""''J'^ '*'*"-que una imitación ^r*^ ^ « « í / / / a , no es mas

Consiste este rfiaura t í ^ i n

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4«4 ra contesta ¿ las preguntas que se la «lirijen con movimientos afirmativos y negativos de la cabe­za, saluda á la concurrencia, levanta y esiiende las piernas y muslos. En seguida baja de la cuer­da , pero sin soltar las manos, se bambolea al rededor, ejecutando una iufinidad de posiciones y equilibrios, sin que el espectador pueda adivi­nar fácilmente el mecanismo con el ájente e s -temo que dirije la figura.

El mecanismo de este autómata volatín es ca el fondo sumamente sencillo, y consiste simple­mente en una vara ó caña cilindrica de hierro, oculta en un tubo que forma la parle aparente de la maroma. En esta vara de hierro esla'n fijas las manos y brazos del autómata; de modo que la rotación de la vara que se ejecuta mediante un manubrio ó cigüeña A., adaptado á uno de los es-tremos de la cuerda fuera del teatro, determina el movlmieulo de los brazos y de todas las demás partes del cuerpo.

Ademas de este movimiento jeneral de rela­ción , los movimientos particulares de la cabeza y de las piernas se producen mediante cuatro ó cinco cuerdas de tripa que atraviesan la canal de la vara de hierro, dirljiéndose al mismo paraje oculto donde se halla el manubrio con el com^ pañero que le mueve. Los espectadores están muy ajenos de sospechar un mecanismo tan sen­cillo, pues que no perciben movimiento alguno en la maroma, que está adornada de trecho en trecho con guirnaldas de flore» y luces.

Se aumenta mucho mas la ilusión que cansa este autómata, dotándole de la facultad de ha­blar, á favor de alguno de lo i diversos artificios que sunúaUtra la Aciistica, y que he espUcado

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« « I folíalo íüulada: noticias curiosas .J^^ ,

En,f^ a'-'ificioen qne. se" funda el baUarin de ^nsltn está tan conocido en el día, que rara! •ecei se n»an¡fie(«a ^a eij lo*.w«iros. Pero en va rías capitales estíinreras gétieoí rf vecí« r,--, Cion de ver Ciro bailarín de maroma muí^P*""" moderno ir^5:V¿Co¿s,*¿;cí<« « ^ S ; ^ ^ -da cuyos efectos merecen mayor admiración ,1„ embargo de ser de t .m.5o mas reducido. É s " es el bailann del célebr. maquinista ale^a^ Aft.e/z<f/,. autor del metrónomo musical, ¡ n s ^ r memo abtócTajtó de íddos los p«,íe,ores de m J -^•ca, deí Irompí^a meoánico.'^el panham"n"l con y de oirás máijuínás íngetóosas. ™!""

Consisíé áicho íutóiíiatá'(th tma "GífT,^ Ai,

cuerda flma eá M6VÍmiei,td éóntinmi ' ¿ « X ''J''?°.'¿.tó|'M"íXBrf^,y las p o s l c i o b r t 4 . w ! ! nada, jr, 4.^<^fic¡Ia,,4be se^ueden í » . a «

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'p SOí iorJBij t >b V zoJebuq-Tiii» sb í cb

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IV.

QUÍMICAS.

. i6.iv .XXabla re^eUp én uaprvDclpto no ci­tar ninguna recreación química en el presenté compeadio, puesto que loa aficionados á esta qlase de leifperii ^nllós encontrj r«t|i pon que sa-ij^ffcer su.curiosidad en y arios libros modernos, p blífr ^ ' en c;)stelIano sobre ,djcbo ramo de xni jia bl Pca,*; 7 pardcularinente en las nuevas r^cf^ciones tjjiUinicas de Accuin j ¿e otros au­tores, que se tradujeron del ingles y del fran­ge** .^n.l4obrIui francesa, citada éti el prólogo bajo el titulo de Manuel du Sorcier, como tam­bién en el Manuel de Chimie amasante , el lec­tor bailará asimismo una Colección escojida de recreaciones químicas. Pero no puedo menos de recordar á los jóvenes que carezcan de práctica en las operaciones químicas, la observación be-cba en el prólogo respecto á esta clase de diver­siones i t( saber, el asar de la mayor prudencia cuando^ trate de repetir esperimentos peligro­sos , tales ptincipaj^entKjptmdrtas combustiones y detonaciones qtI¿~<ffté<céiF'en el día una infini­dad de eodipaéstos.

Ea cnanto á IQI etperim«ntos que se hacen

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S87 con Jos diversos líquidos colorantes, y princi­palmente con los que se llaman Tulgarmenle tintas simpáticas, nada ti«ien de peligroso, y asi me contentaré aqui con citar algunas pocas recreaciones áe esta clase, qne no me acíiérdo haber visto descritósen los citados libros, bajo el mismo punto de vista , i fih de no dejar entera­mente en blanco la clase de las suertes químicas.

Espariencias dii>ertldas que se pueden hacer con la tintura de violetas, y otras tinturas azules vejetales.

162. En tiempo de primavera, cuando la tintura 6 el jarabe de 'violetas está recieotemeo-te preparado , y tiene un color hermoso, puede servir para repetir Varias esp^riencias químicas iMstantc curiosas.' Se sabe que esta tintura ^ asi Como otros 'muchos colores'««ules vejetales, cambia de repent* su color propio en uto encar­nado hermoso, por el contacto de una sustancia ^cida, y en verde, por lo que se llama' an rfloaii. Sobre esta propiedad, tan útil en los ensayos químicos, se fundan las doi recreaciones si­guientes.

I. Recreación.

Escribir con la tintura de violetas en tres colores Siferentes soire un mismo papel.

i 6 3 . Se divide la hoja de papel que se des-^ ''na al esperimento en tres listas ó bandas bori-"OBklkleB, que ^e señalan ée tnodo á poderlas re- ^'ooootrpin qa» Iq noten Jos espectadín-e»: " '

El papel correspondiente i la Widieni de dí-cWs bandas^sseidga en «u é»udómi*tir,i*y'ói>ien

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S88 se oKtja litnplomeate coa agua pura, para igua'' W su »upler&cie coa las deaias. áobre la segua-4a lUU se paaa un pincel coa uo ácido débil, tal cooia vinagre « cumo de límoo, ó ácido sul-fiiriett'á nítrico, diluidos estos dltinios coa mu-pba agua, basta el punto de no' alterar el papel.

.. La líltioia bauda del papel se unta del mismo mod^ con una solución alcalina, T. §• coa amo­niaco líquido, ó con subcarbonato de sosa di­suelto eu agua. Después de esta doble prepara­ción , y seca la boja de papel, no se debe baber alterado seusibleuientc su blancura. ,; Jf4r-A kncer el esperíoi&nto, seaioja una plu-taa nueva en tintura die violetas^ .y se propone á |4)^,espectadores «scrlbir con el mismo líquido y (•!• 6l misiBO papel, eaieea col«re»di£ereatea: i iaber.) violado , encarnado y verde, l o cual se conseguirá fácilmente acordáadQse.iqae parte del papel se balLi 'inipt^Q«d« cop el ácídaó tbne^ ádcali« y trazando la escritura ea el garaje «(ku^eiveote. •

r; i l l , Reereacvin.

Teñir una flor blanca can íirs dolores diferentes, meJtmnte su inmersión en un solo liquido.

164- Se prepara «a ramillete coo dos flores blancas artificiales de papel, dejando uoa de es­tas eo'«u estado aatural,, untaado la otra cbo un áoidd ddbil,:3( oaojaado todas las bojas con un álcali,. X» '^ . i coad aúoniaco líquido. Debftocs de seco «llravtillete asi ^ep«r«do y :;p«reoeffá eiíteiliatetiteUadtco. i i l , • i i:-1£uin«rjiéndol¿ i la aaron «.(tretencia J e 1«»

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t 8 9 espectadores en ona rasija alta y e«frecba, laf como una probeta, llena de tintura de TÍoIela», una de las dos flores se teñirá' de color di* viole­ta , la otra de encaruado, j todas las hojas de Terde.

En lugar del jarabe de violetas, que en mu­chas parles suele ser difícil de proporcionar, se puede, para repetir los esperinie»tos anteriores, hacer uso de otras rarias'tinturas aiules vejeta-fes, saca-das.de flores mas comunes todo tí? ve­rano. Tales son, y. g., las espuelas de caballero (delphinittm), la escohlfla {Centaurea cyarius), las achicorias silvestres {cichoríum ¡nt^hns). y las hoja* de cierta variedad Se lombarda. Todois estos vejetales^an por su infusión en apua hir-*íct>do, j .su éipresiOn, un li'^uído azul muy al-teirable por' pi acción de los «fcidos y de los £fl-ealis.'y pi>t consígnfetitis rf prop^üito para reem­plazar la tintura dc violetas;

Recreación tmdloga con las hojas de lomlarJa.

>í)5., En algunas partes de Alemania y Snlz» ffnslan mnpho de comer ensaladas de repollo r 'ombarda e^rodos, cajas hojas se coítan 6 se pi­can al efecto tan menudas como fldeos. Cóh la en­salada de lombarda de Cofor violado, que es f« áias aprecrada, he visto i veces repetir la puerto <5 diversión siguiente, que no es otra cosa que un *sperímento de química sencillo.

Se meten primeramente Tas hojas picadas de ®*la variedad de repollo en agua caliente qn» tenga alguna sustancia alcalina, r. g. banilía ó

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290 lejía de cenizas filtrada, basta que hayan tobado uu color verde. £ii segwda se lavan con agua pura, y se sirven eii la mesa. Los convidados ignorantes en química se sorprenderán mucho cuando vean que al adereíar la tal ensalada con sal, aceite y vinagre, su color verde se cambia en encarnado hermoso.

üestruir y restablecer ullernatioamenie el color encarnado de una cinta.

i66 . Tomarás una cinta de seda ó galón en­carnado , ó color de rosa, y la mojarás ,coa agui fuerie diluida en agua. Al instante la cinta per-, derá su color y se .pondrá amarilla. Lavándola en seguida con agua y arcilla ,,tf! neutralizará la acción del ácido^ ,y el color encarnado volverá á restablecerse como auies. Cualquiera^u&ianc(4 alcalina producirá el mismoefecto- Xos jugadwi res de manos en Parisy otras vücías ciudadesXCT piten á veces e&te esperim^nto «n lijs plazas ptí^ blicas, para ensalzar laS'virtudes de sus jabones ó piedras de quitar mancbas, y qua por lo regu­lar no son otra cosa que una variedad de arcilla esméclica gris, que se vende en casi todos los países para quitar las manchas de grasa.

Empieza el charlatán por destruir el color, encarnado de la cinta ,; diciendo: « A. buen se-»guro que si alguna de las Señoras que están »mirando este esperíraento tuvierif iscmejenfe umancba en su vestido ó pañuelo -de seda, de obuena gana daría un^ peseta i un químico 6 «quita-manchas porque se la quitara. Pues yo les "daré á Vms. por un cuarto una p.iedca que po-»see la admirable virtud'de restablecer los co-»Iore<, como Vms, lo veráa ipmcdialameate."

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S91

Recreaciones que se pueden hacer con los trtgredientes que forman la tiiita cumun.

167. Se sabe que los dos ingredientes esen­ciales que componen la lípta de escribir, son el •vitriolo de hierro ó caparrosa (proto sulfato de hierro), y la tintura ó infusiop de nuez de aga­llas , pues la goma arábiga que se añade sirve principalmente para mantener en suspensión el precipitado negro que se forma por la mezcla de dichas dos sustancias.

Lo8á9Ídqs destruyen el color de la tinta co­mún , dlsolriéndo el precipitado negro ; de mo­do que para formar una tinta indeleble por loa «ícidos , sería necesario añadir alguna otra ma­teria colorante, tal como añil, negro de humo, ó típta de China. Guando se sospecha haber sido borrada la escritura por semejantes medios, se la puede macha« veces restablecer pasando sobre el papel nna solución alcalina. Eo estas propie­dades se fundan los csperimentos de diversión siguientes.

I. Recreación.

Producir tinta negra con la mezcla de dos líquidos diúfanos y descoloridos, y restablecer la transpa­

rencia de aquella. 168. Añadiendo i una disolución de sulfato

de hierro transparente y descolorida como agua, Un poco de infusión de nuez de agallas, diluida también con mucha agua , de modo á no tener casi color alguno, resultará al punto un líquido negros ó morado, mas 6 menos oscuro, «eguP I« conceDlradon de los ¡n|¡red¡entes.

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992 Añadiendo á la saroo algunas gola» de a'ci-

do sulfúrico ó nítrico (agua fnerle), se restable­cerá inmediatamente Ta transparencia de la mez­cla. De aquí la propiedad que tienen los a'cidus y sales a'cidas de destruir las manchas de tinta en U ropa y el papel.

II. Jler.reacinn,

Escribir con un liquida descolorido sohre un papel llanca, de modo que resulten caracteres negros.^ '

ion. Mojarás un papel con disoTucion de sulfato df, hierro inuy diluido en agHa , y des-i)ues de seco escribirás con la decocción ó íníbr^ síon de «ucz de aiaalTas. O bi^n ímpre^aar^ü el

Eapel prirallivanSenié con es^e lU^ippi liquidó asíanle diluido en agua para ser casí descolori­

do^ y después de' S(epq el papel, escrlbiríts en ¿I con el sulfato de Hierro. En ambos casos la c«-. entura se qara visiblj;.

III. Recreación. Tjisetuir en menos de un cuarto de hará á escribir

en cuatro ó seis idiomas á un gato dócil, 170. Escribirás de antemano en el papel coa

la solución de sulfato de hierro los renglones en los ídíoinas que quisieres, y después de seca la escritura será invisible. Cojeras entonces el gato que deberá ejecutar la suerte , le empaparás un^ 3e su* paW an((^íóres con infusión de agallas diluida con mucha agiiá, pasándola sobre la e s ­critura iuvislbfc, y al punto esta, ajparecerá de color negruzco.

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S<)3 . *f POflnS repeU'r la tnisma suerte con tintas

simpáticas de colores diferentes; piro la mayor parte de estas cncieripín ingredientes Tenenbsos que pudieran perjudicar al animalito , cuando después del esperimento se fetne la patita La nuez de agalla, aunque áspera y astrÍDgente, nada tiene de renetioso. °

IV. Re creación^

Componer üñ 'poí^c^ gris'nue firme tinta vtrduáérd - , flít 9;ae e,7e eplié en agua pur0.

. '7 ; - Este_pot^o' ho es; oh-, cosa oue una'

Sena .% ¿^''•"•-¿"IS M"^"' ""» «'A

te;S^;;i|S!S^^^ Slon seco í ¿uardado i l n £ q ¿ ; f o c ^ P ± ^ puede ser dti) en I6s;v;ajes; pues ¿asta ec lrun^ Ü7jf «n»S"'P""* para forwr al Instao-\e, ünU negra de escribir.

y . Recreación,

escribir con agua^pura sobre papelihnco, de mo.Ía <ípfo<i'unr caracteres vifüíles.

que de'froír/ ' ' ' ' '^- * " ' «"C tfi ',?,o se tratan,,, K l ; "npregoír „p papel líen seco y

operación que no dejará ningún mtro sensible

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S04 Pero asi que se escriba en el papel asi preparado con una pluma moiada en agua pura, resullacáa caracteres visibles mas ó menos negriucos.

V I . Recreación,

Chascos divertidos que se pueden hacer con la misma composición anterior.

1^3. Frotando secretamente con el polvillo anterior algún pañuelo ó servilleta, se puede pegar un buen cbasco i una persona que ignoré dicha preparación , mandándola quitarse el su­dor, ó lavarse la cara y las manos. En todos es­tos .caaos, el pajño, la cara ,ó las manos se pón-árin negras por'lá tinta, que se ^niendrará. Pero el modo mas gi;ac¡oso, ^ si se Quiere mas pesa­do , de pegar dicbo cbasco i tina .persona dócil, és v] siguJente., " , Se prepara, aparte una solución muy diluida

de proto sulfato.de bierro , con.que se llena en paf te una qoFaina. Se reducé por otra parte la nuez de agalla st polvo fino, .y se frota ó im­pregna con esiejána toalla bien seca, ó á lo me­nos parte de ella, de modo que no se note.

Cuando se trate de divertir á la concurren­cia á costa de uno . de sus individuos, 'se busca algún prelesto para mandar lavar i este la cara ó las manos. En este caso se le presenta prime­ramente la cpfalpa con el líquido salino que coni-tiene, y despaes de bien lavadas las manos se le presenta la toalla por el lado preparado para en­jugarse. Se pomprende fócílmente cuan bonitas S0 pondrán en ^sle caso las manos y el paño.

Para qmtar la tint^ ¿ ^ l e tílllnxo es sufi-

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995 cíente lavarle con agua y ácido liídroclóríco (mn-ria'tíco), quitando últimamente«1 a'cido con agua pura.

, póserDaciofit i

174" Los. dos líquidos que nos han servido d las recreaciones anteriores pueden también recibir aplicaciones lítiles. NvO.solo se bace con ellos ex íempore ÚDla buena de escribir, aña­diendo uu poco de gonoa ar,ííbiga, sino que pue­den servir también i los ebanistas y torneros para teñir las maderas d« un negro tan hermoso como ébano. . . . • : , ' r

Para este eÍEeoto,se da' primeramente i h niadera (que.no debe trner nada de grasicnto) una mano con agim fuerte débil para flbrir Jos poros; después (}c seca, se /dan-dos <} tres ma­nos con la decocción xle ,nu^|!'d« i^gallas, dejan­do fincar,cada vf^x; y iil(lman^«ml«^Ee untara'upa sola . •«! con la solución <de sulfAtod^ hierro- '•

En.lugar de esta sal muchos artistas sueW gastar para esterefccfo qn acetato de hierro, que preparan disQjtiendo 'linjaduras -díi hierro en. V¡T

/•agre. • , , ^ , -,,, ,

Tinta simpáiica xonti^a <¡ei $xtbacetatl> de plomQ ^<áfiitlohidrosutf{iri(o^ ' . • . ,

^75. Comprendo bajo este título ub» e»P«r cié de tinta simpxítica fi^mosa, oottooicla mXtf'^^r tigua^oente con los nómbresele Hut^ ¿ ag"^'^^' lica,{atrameojtMmtnagfcum), li^iaa^^nirahleda iaíde Siitu.mo.éM§(iÁo de a.wf<«í,\kiO.: porq«>* se llamó antiguaaneiuejo^ ó A;iú<»r de Saturna d «u^cfiXato de plDm9, é-íü^it4«-4*^»*''f^i ^' '

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90« rids compuestos snsceplibles de suministrar rfcí— do hidrosnlWrico 6 hidrójeno snlfnrado.

Los diversos esperimentos Lastsnte curiosos que se pueden hacer con la composición de que se trata, necesitan tres preparaciones ó líqui­dos particulares, que señalaré con los niíme-ros 1, 2 y 3 : y qne se suelen conseguir del mo­do mas espedito j económico, medíante los pro-cedimienl«s antiguos, que son como sigue.

Numero i . • En nna redoma ó matraz colo­cado en el baño de arena, se hace dijerir á un e s W sua^e lliargirío molido (ó:iido de plomó Tidrioso) con -vinagre destilado j después que es­te baya disnelto lodo lo posible , «e deja enfriar el Hqoido, sé filtra 6 se decanta'; 'j s» grie^da el Kqnido chfdleti t i i frasqnito tapado. ' Los aficitmádos qne no gusten bacer esM pre-r

5iar»cion, poiedén'riBcmplízínrIa mediante una «o-ocion de fmbecétrto de plomo (sal de Satnmo

del comercio), que se disolverá en agua destila­da, y que se flltrartf y rlarificaH tgualnaenle.

Ndm. 2. t s l e segundo ríeiclíVeí é« tm h'qni-¿«0 dltffirao y dmeolorido, lo inistóo que«l ante­rior, y su preparación es algo fastidiosa y des­agradable; pero como el buen éxito de los espe-ritiacBtos depende prilicipalmcnté de la -eficacia de este produelo, es -ventajoso el prepararle en dosis algo mayor, usando por lo demás de las precaocioneg necesarias siempre que bay que manejar ingredientes venenosos.

En Bna redoma 6 matra* de vidrio de nna capacidad soficíente, te mete una mezcla de oro-prmente (sulfuro de areéníco amarillo ó' mejor anaranjado) en polvo, con el doble de su peso de cal viva también molida, ó a' lómenos macliaeai

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597 Ja. Se añade poca a poco y rerolviendo coa precaución agua, ea cantidad bastante abundan­te, para que después de apagada Ja cal y pasado el caior, queden alguuac'pulgadas de líquido por encima del poso.

£1 día siguiente «e decanta con precaución el fluido claro ^ e «obrenada; se limpia el ma­traz , cuidandOí de tirar la materia venenosa que contiene en algún paraje donde no pueda per­judicar (.1^, y se repite la misma operación con nueva dosis de orppimente y cal vira, emplean­do en vez de agua pura el líquido que produjo la primera operación. Después de otra noche de dijestion, se decanta coaao antes el liquido cla­ro, y se le encierra en un frasco bien tapado.

Este líquido ce puede con^íd^erir como una especie dejalmaceu de bidrójen^ sulfurado ó (fci-do bldrosulfúrico, como se dej^ conocer por BU mal olor á hueros podridos, y se d«be conser­var en un paraje fresco si no se quiebre que pier­da pronto su virtud.

Ndíxi. 3. Esta úUima preparación es una es-; pecie de tinta negruzca, que se prepara queman­do á la luz de una vela un tapón de corcbo, ras? pando y moliendo con agua y un poco de goma el carbón lijero y esponjoso que resulta, y lilti-; mámente pasando «I liquido por ud lienzo ó ta-f miz tupido, hos caracteres quff W trazan con es­te líquido negruzco, iniitan basta eierto punta los de ui a tinta común muj pa'lida, y se borrífO

(r) Este residuo puede servir par» dístruir lo» chinches, untando con él los parajes que hospedan ' ítot iusectos tau incóinudos.

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)9R fácilmente. No tiene aso síntf en una sola ele lai recreaciones que sigueo, pero es urna de las üiat curiosas.

I< RticreMiOn,

176. Echando en una copa que contenga al­go del primer líquido algunas ^otas del seguo.* do , se enjendrará al punto un color pardo mas 6 menos oscuro, según la concentración de las sustancias; j por consiguiente se puede usar de dicbos dos líquidos como de'ótrá cualquiera tin­ta simpática. Los caracteres escritos con el pri­mer líquido quedarán inyisíbles después de se­cos, pero aparecerán inmediatamente de color pardo oscuro así que se pase sobre el papel un pincel mojado édtt el segando re-acÜTO.

Este miimo efecto se puede á la rerdad con­seguir con la solución del sulfato de hierro j la tintara de agallasí. del artículo anterior, j tam­bién con ottas'arañas tintas llamadas simpáticas. Pero usando para dicho esperimento las prepa­raciones del artículo presente, no es precisa­mente necesario, que el segundo líquido toque el papel en que se trazaron los caracteres con el primero parb' hacerlos visibles; pues es sufi­ciente que Se esponga el papel preparado al gas hidrójeno sulfurado que se desprende natural­mente del segundo líquido; y como este fenó­meno puede efectuarse á cierta distancia é in ­visiblemente, el esperimento se hace mas sor­prendente. Sobre esta propiedad estriban las re­creaciones siguientes.

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999

II. Recreación.

Í77. Se escribe secretamente fton el Ifqntdo núm. I, en un pa^el blanco, y despnes de seco se coloca e»t<í entrtlas primeras hojas de un libro grueso. En seguida se moja un poco una de las ul­timas hojas con el líquido niím. a, ó bien se co­loca en este ipaV-aje una hoja suelta de papel im­pregnada con el mismo reactivo, j se cierra ei libro durante algunos minutos. El gas hidrosulfú-rico penetrando al través de las hojas del libro, comunicará a' los caracteres invisibles del aceta-* tode plomo un color pardo, haciendo visible to­do lo que se había escrito en el papel.

El lioico inconveniente que suele acompatíar ¿este esperimento, consiste en el mal olor qkie comunmente difunde el líltimo reactivo, al paso que se volatíKía, jr asi para dar rf los espectado­res alguna rasen plausible de este ingrato fená-mcDO, cuando he tenido ocasión de repetir la dicha recreación, solia yo sustituir á la hoja suel­ta de papel blanco impregnada con la composi­ción fétida , alguna estampa de diablo ó de ni-groma'ntico, atribuyendo en seguida el mal olor a'las emanaciones del espíritu maligno. Las do^ modificaciones signíeates del mtirmo esperlnién-to , eiecuiííódosé en va$os cerrados, no páde* cea el mismo incotiveniente.

III. Reereaci'oh'.

I j 8 . Se .eícríben varias pr^üritas cpn tínií cótnun 'sobre igual número dépapéle» l)lancos, y debajo de cada pregunta su respuesta cx>n el lí*

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300 quido invisible del número i. 3^ dejan escojer á varios espectadores entre dichos papeles las preguntas que gusten, y para contestar á ellas se meterán en un grande bote ó bocal cilindrico, de vidrio bien lacado con corcho y trapos, en cu)o fondo se habrán vertido dp antemano algunas go­tas del reacúvo número 3. Siendo este algo re­ciente y enérjico, los caracteres de la sal de Sa­turno se manifestaráa poco i poco coa color par­do en menos de un minuto, de modo que sacan­do con prontitud los papeles del bote, cada per­sona podrá leer debajo de su pregunta la res­puesta correspondiente.

fin París 'he visto muchas veces i cnarlatanes en plazas públicas valerse de este esperlmento, para.bacer aparecer números .4^ lotería en unos papeles blancos , qué Un personas sencillas y su­persticiosas les compraban con cierto afán, atri­buyendo sin iain virtudes singulares á una ope­ración que no«oinpreudían.

IV. Recreación. 179. , ED mis funciones parilcalares de májia

blanca he modificado á veces esta misma recrea­ción del modqgiguiente. En lugar de un bote cí> Itndrico, mando jbacer una caja de planos de vi­drio en form^dj: paralelepípedo del ancho y lar­go de mis papeles, v. ^, de ocho pulgadas sobre seis y de una pulgada de grueso, cerrada superiormente con un corcho rectangular bien ajustado. Elsta caja transparente se halla suspen­dida por unos cordeles, ó sostenida sobre algún pedestal de ^cma majica^ y debe pontencr en su fond« «Igimas gb^s recientes del reactive nú­mero a..

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301 Tengo ademas Tario? papeles de miisica del

mismo tamaño que la c-ija cristalina, en cuvas pautas están trazadas con notas invisibles y m e ­diante cl iiquido numero i , otras tantas peque-iias lócalas; j en otros papeles semejantes con­servo las misinas tocatas escritas con tinta y no­tas visibles, llevandcj cada papel alguna señal que uie baga reconocer la tocata invisible ana'-

Esto supuesto, dejo escojer por los especta­dores en la serie de papeles musicaleü legibles la tocata que gusten, para que algún aficionado filariuónico la toque en el piano, violin ó flauta, üusco en la serie de papeles musicales, prepara­dos con la tinta simpática, aquel que contiene la misma tocata escrita invisiblemente, y le e n ­cierro dentro de la caja de cristal. Al paso que se tocara' en el inslrumeuto que ba^a la pieza ele-j ¡da , se verá escribirse sucesivamente y como por operación majica , la misma tocata en las pautas del papel encorrailo en la raja.

Casi siempre se bailará en una teriiilia nume­rosa algunas personas bastante sencillas, para que se les pueda persuadir que lo.s sonidos del instrumento ban pasado en la c.-.ja para pin­tarse en v.l papel.

V. Recreación.

180. Si durante el sueño se puede conseguir pintar á alguna per.ioua la nariz ó la frente con •'1 primero de nuestros líquidos, que para este

efecto se mantiene tibio, y que después de des­pierta se le hace oler en un vaso abierto el reac­tivo niíiii. 2 , se sorprenderá'!! todos los a.sísten-

91

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30i les al Ter aparecer esponiáneamenle en el ros­tro de la tal persona señales negras, cuyo orijen será un mlsterl» liasla para la persona inlere-sada.

VI . Recreaciun,

i 8 i . El espcrlnaenlo que sigue suele sor­prender mas (jue los anteriores, y necesita el concurso de los tres li(|uldos, cuya preparación se enseñó al principio.

Escribe una carta en español con el primero de dichos líquidos, y después de secos e invisi­bles ios caracteres, escribe eulre sus renglones, la misma carta en otro idioma ; v. g. en irances; liaciendo uso para esto de una pluma uueva que mojarás en el líquido núm. S ; cuya letra des­pués de seca Imitará hasta cierto punto la tinta común algo descolorida. Empapando á la saioa una espoujlla CD el reactivo núm. 2, y pasándo­la por encima de la dicha carta, se borrará la se­gunda escritura y aparecerá en su lugar la pr i ­mera ; es decir, que la caria francesa se cambia­rá en carta española.

Por el mismo procedimiento se pueáe , con los dos primeros líquidos, preparar una serie de preguntas que se cambiaran mediante la aplica­ción del tercer reactivo en sus respuestas cor­respondientes.

Este esperimento no ofrece solo un objeto de mera dirersion , sino que puede también recibir aplicaciones útiles, cuando se trate de escribir cartas secretas á un amigo. Una carta Llanca, es-crila con alguna tinta simpática invisible , escita generalmenle las mismas sospechas que una car­ta de cifras , j cntctfices los que iutcrceptan una

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b s r " ' ' ' ° "«"'«''•'•'" ^ ' - -'''^'•o» ele los .a c ¡tu r """""'•'^"^ ^''' hacer visible 1 l'l entura secreta Eo este caso siempre es «efor escnb.r con i,„ta coman una carta ¡ndíferente - . an . l o entre los renglones de esta el verdaJ: : o SLCeto con alguoa Unta símpali-ca, cuya na

tu.aleza conozca el corresponsal. Em'peri el e s ' por.rnen.o ,,ue se acaba de descnb¡r^T „ , " . proposuo todav/a para sun-inístrarHos un S o d" correspondencia sécela á la vez cómoH poco conocido. cómodo y

VII. fíerran-iiiit.

^ o n e l % i ^ e r 1 „ " : ' " " i " " ' ' " ' primeramente

g""clo, y pul,„,en,ando últimamente con cera.

yiU. Renracion.

^ ^ ó ^ p r e c l o ^ o t ' ' ' " ' " ' ' ' ' ' "" '"• '• - "« — f''l«i(ieac¡ .n ^ ••''.'^"""cer al instante cierta

^'c.::sLr=.rS':!::'/d''''^'""^'^^'-en los DaUoc -I I verdad, es mas común

>-os i' aCñre^a ::;'' ''''"^" '----»que^°ol v' " " t ' ° " ' ' ' ^ ' ' ' " «=' ^«''"'- "•T-'-o de ««as am. ' " " ; «^"'c••cac^o^es sin conciencia, ^ZdZ '.'"' ' ' • " ' ^'^ •"" bolsillo que de la tro dp l l " . ' P'"?J""'' ' suelen á veces echar den-i« cornac u * '''««^gi"» ó sal d« Saturno, que

' *'°°'° "« " l ' e , »n verdadero veneno. Echan-

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504 d o , pues, en aaa copa de semejante y'iao sospe­choso algunas gotas de nuestro reactivo niiin. 2, se formará al punto un precipitado de color ne-gruico , que indicará la presencia de alguna sal plomiza.

Tinta simpática, poco conocida , para cambiar una etcrilura visible en otra que estaba oculta.

184. Ef> el núm. 181 del artículo anterior se acaba de indicar un procedlmieulo para trans­formar una carta francesa en otra española , ó bien una pregunta en su respuesta, •- '"c. El mé­todo siguiente puede servir al mismo efecto , y es debido á los químicos modernos.

Se escribe la primera carta con una solución de la sal que los químicos llaman hidrocianato de potasa {prusiato de potasa), cuya solución, diluida con bastante agua destilada, no deja ras­tro sobre el papel después de seca. Eu seguida se escribe la segunda carta entre los renglones de la primera con tinta común un poco débil ó pálida, y cuando esta esté seca, se la frota con una esponjita empapada en una disolución de ni­trato de 'hierro ácido. Este último reactivo des­truirá los caracteres de la tinta común, haciendo aparecer en su lugar la escritura trazada primi­tivamente con el hidrocianato de potasa con un color azul hermoso.

Recreaciones que se pueden hacer con el sulfato de hierro j otros varios reactivos.

Entre una iafínidad de preparaciones quími-cai, i propósito para los esperimeulos que en el

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lenguage técnico de la nnajia blanca se suelen llamar colores mdjicos y tintas simpiíticas, pre­fiero para muchas recreaciones Ae esta clase la solución M protosulfato de hierro, que vulgar­mente se llama vitriolo marcial, vitriolo de hierro, ó caparrosa , por la razón que es una sal barata, fácil de proporcionarse, j que nada tie­ne de venenoso.

Para las recreaciones siguientes se necesitan ademas un poco de las tres sales que los quími­cos llaman hidrocianato de potasa ó prusiato de potasa, nitrato de barita, 6 bien , hidroclorato {muriato) de barita, y cromato de sosa ó de po­tasa. La solución del sulfato de hierro debe ser reciente, filtrada y diluida con agua hasta el punto de ser casi descolorida, y en este caso se llena con ella un frasco.

Uepartiendo de este liquido en cuatro copas, se pueden producir cuatro colores diferentes por la adición de algunas gotas de los cuatro reacti­vos siguientes: La infusión de nuez de agallas darrf un color negro ó morado oscuro , el nitrato de barita volverá' el liquido de la copa blanco como leche , el hidrocianato de potasa teñirá' aquel de un hermoso azul, y el óromato de sosa lorniara' un liquido Golor de canela. Sobre estos espcrimentos estriba la recreación siguiente, que he visto practicar por algunos charlatanes en las plazas publicas de Paris.

Recreacíott.

> 85. Se preparan cinco copas c<5nic»s de la forma de las que sirven para beber licores ó yi-noi generosos. En el fond» de la prinaer» se

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J06 echan algunas gotas ele tintura de agallas, se moja el interior de la segunda con un poco de solución de nitrato ó muríalo de barita, en la tercera se meten algunas gotas de hidrocianato de potasa , y en la cuarta «Igunas gotas de solu­ción de cromato de sosa: la quinta copa se deja limpia. Dc'pues de haLer volcado y sacudido los cuatro vasilos, de modo que los espectadores no repsren que hayan tenido alguna preparación, se colocan todos cinco en la mesa con el frasco de sulfato de hierro.

Se ofrece a' la concurrencia ecliar del mismo frasco cinco clases d« licores en otros tantos va­sos vacíos, y al ejecutarlo los espectadores ve-ra'n con sorpresa llenarse la primera copa con nn líquido negro, la segunda con un licor blan­co lechoso, la tercera con un rosoli azul , la cuarta con otro color de cerveza ó de canela, y que en el quinto vasilo el líquido conservará su color primitivo, parecido al agua pura.

Se pudiera producir mayor variedad de colo­ras , preparando de antemano las copas con otros reactivos diferentes, y sustituyendo al sulfato de hierro u^ras sales , tales T. g. como las solu­ciones del sulfato de cobre , del acetato de plo­mo , del nitrato de mercurio, se podría variar »1 infinito esta clase de esperlnjentos, cuya teo­ría se debe buscar en los libros de química.

Se comprende fácilmente de qué modo al­gunos charlatanes , que suelen prartirar estos csperimontos para diversión del piíblico, pueden bacrr canÉbiar los Colores de varios líquidos con­tenidos en media docena de copas puestas en la mesa, revolviéndolos simplemente con un tubo de cristal que liencn en la mano en ve¿ de vari-

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307 In ma'jíoa. En este caso el lublio mismo coniie-ne los diversos reactivos á propósilo para cam-üi«r los colores de dichos líquidos. Semejante tubo, un poco capilar, puede contener por am­óos cabos cuatro reactivos diferentes: a' saber dos líquidos en el interior y dos secos al esterior. El prestigiador mismo puede ademas tener ocul­to entre los dedos de ambas manos otras dos sustancias, que dejara' caer sutilmente en los lí­quidos al revolverlos.

Puede parecer algo mas dificil el espllcar por qué artificio otros profesores de m.i'jia blan­ca han podido cambiar los colores de los líqui­dos coBienidos en alguno* vagos altos, cilindri­cos, puestos ."u medio de sus mesas sin tocar ni los vasos ni su contenido. Semejante operación supone necesariamente unos tubos de comunica­ción en forma de sifones vueltos, que desde el fondo de cada vaso debían dirijirse debajo de la mesa en algún gabinete inmediato , donde nn companero oculto, rf una señal convenida po ­día verter los reactivos necesaritfs al efecto en dichos sifones , para conducirlos, a' favor de las leyes de la hidrosta'lica, en sus vasos respecti­vos. (Véase Amusemens des Sciences, pa'g. 38o).

Recreación que se puede hacer con ¡a tintura de rosas.

186. Se sabe que el color encarnado de la» «•osas es muy alterable y fujitivo, susceptible de cambiar por la acción de cualquier sustancia íícida ó alcalina. Asi es que el vapor del azufre quemado, ó el ácido sulfuroso, destruye al ius-lanie el color de las rosas, lo m¡«m« que el co-

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sos lor encarnado del v i n o , de la» moras, y de otras f ru tas; y la« mujeres se valen muchas veces de este arbitr io para sacar las manchas de frutas en­carnadas de la ropa blanca.

Las saslnncias alcalinas, al contrar io , cam­bian en verde el color encarnado de las rosas y de otros muchos vejetales. Sumergiendo en el amoniaco una rosa encarnada, se Inj¡ra una rosa de color verde , y los fumadores alemanes se d i ­vierten á veces en producir esta misma al tera­ción dir i j iendo por algún tiempo el humo ca'us-tico de RUS pipas sobre una rosa.

El alcohol ó espíritu de vino tiene la propie­dad de disolver el color encarnado algo resinoso de las rosas. Para lograr esla tinltir.T. es suficien­te dejar macerar las hojas de rosa durante algu­nas horas en espíritu de v ino. Despurs que las bojas hayan perdido su co lor , se las saca, se esprimen y se filtra el l íquido transparente y amari l lento que proviene de esta infusión. Esla tintura conserva un olor agradable de rosas, y se puede guardar un corto tiempo sin alteración, para repetir con ella la recreación siguiente.

Se reparte un poco de esta t intura en dos co-pítas. En la primera se echan algunas gotas de fícido nítr ico flojo (agua fuerte) , y en la segun­da un poco de amoniaco líquido , ó de polución de suhacclato de plomo. A l punto el pr imer l í -quiílo tomará un hermoso color encarnado , v el otro un color verde ; y como aquel conservará su olor do rosa , se puede hacer pasar el vasito d manos del espectador para oler el contenido, persuadiéndole que es rosoli dp rosa lejí t imo lo que se acaba de hacer.

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3oe

Composición imitando al hielo natural.

r-J^?\ ^ " ''^""^ gabinetes de física y de ci. r.OMdadcs se enseñan tubos ó frasqul.os de c H r tai llenos do una sustancia blanca cristalina r yo aspecto imita perfectamente el acua coní'^l"' <la por e l / r io . Semejante al bielo nftural " • u" rompos.con se derrite por el simnjp calnr ^^ las manos, volviendo á cuajarse al aire d " - ' ' »erno5 pues en tiempo de verano se m . m ' " " comunmente líquida y dia'fana como el 1'^"*' pura. " n "gua

Esta composición no es otra P«O. vola'tll de trementina (vu la rmen .e ' ' " ' ' ' " " ' rectificada con la tercera p S e í " : L^ '" " ' ' ' "OS de esperma de ballena, sustancia .^a \ 7 " 2 y cristalina que se halj; b'.ulda ? / r ^ a b e " ' Je la especie de ballena llamada eor^ ^ ^ ^ f ^« materia que llera un nombre „; ' '^/ ' ' '<"^-. K ta es, eumo se sabe, un eombustlblp p l T " ' ' " ' ' ^ Ja, hermosas bt, ías deí mi.mo «ñpirT ' " ^'•"•' echar en el agua ras ñor n T I •' ' ' " ' ''' ^^^^

opaco. H e c b a ' l a ; . ; ' : i / " : ; r n " " " - - P " - ' « ; « - e n t e , sea „n . u í , r de ' c r I s t aTbV ' ' " . " ' ' ' ' " ' ' • -^errado, sea vr^ frasonítoí " '"<'" '• '• '"" ' '" ' ' fectamenie tapado ^ ""^'^ ^ ^''"^^^^ P " "

^ S : iruitoTí-'r''--''" -P^^.de imitar hasta cLrTo p V n Í í ''"''''''^'' '^"^ ^"-J- ó se liquida por a E í?"'^. ' ' ' ' 7 í^ ""ano. ó nnr „l 1 s'wp'e aplicación de la

' ""' ' '** ««'«>• « coDsígce mezclando

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3tO con los maleriales indicados un poco do miz de rubia, ó de palo de sándalo rojo en polvos.

Mediante esta composición , se ha querido imitar algunas veces el milagro de la sangre de San Genaro , tan conocido en iSápoles.

Observación sobre las prrteiitUdtis figuras sensitivus chinescas.

188. En varias tiendas de curiosidades cs-tranjeras se venden, bajo el nombre áe Jigams serisitivas, unos figurines recorlcados y pintados, que , colocados sobre la palma de la mano . se tuercen y se contornean del mismo nmdo que lo baria una hoja de papel sobre un cuerpo calien­te. Los mercaderes que venden estas pretendidas figuras sensitivas procuran persviadlr á los com­pradores sencillos que sus movimientos lieiien cierta relación ó siropalía con el temperamento Y las disposiciones amorosas de las personas que hacen el espcrimeuto sobre su mano.

Es ciertamente admirable el ver con qué perlinacidad se conservan ciertas preocupacio­nes , cuando al parecer se fundan en algún he­cho maravilloso, sin embargo do lo mueho que te ha dicho y escrito con el Gn de ilustrar al pueblo y desarraigar semejantes errores. En sa­bido que hasta el dia de hoy se encuentran |)cr-sonas de varias clases que en París , Londres, Madrid, y otras muchas capitales, vao a' consul­tar secretamente ciertos adivinos de ambos sexos, astutos á veces como riostradamus y Cafliosíro, ó como Mr. Moreau en París, durante el impe­rio , ó como la famosa bruja de l a n d r e s , que «e ella en el íutereíante episodio de la obra cucí-

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3f 1 clopédica titulada: Amusemens des Sciences, pa'g. 656 , con el fin de buscar ora'culos merce­narios, mediante los naipes, las heces del café, el plomo fundido, ciertas labias cbalisticas , ó algunos esperimeotos físicos y químicos que no entienden ( i ) .

Pero volviendo a las preleiulida5^íjív/-oí scn-sifií'as, en cuya virtud simpática creen aun m u ­chas personas , principalmente del sexo femeni­no , repetiré aqui con otros varios autores de ma'-)ia natural , que su material no es otra cosa que una viruta blanca y delgada de cierto •cuerno que so recorlea y pinta arbitrariamente. Ali'unos charlatanes adivinos suelen a veces dar á esta hoja la figura de un niño ó muñeco , por cuvo medio pretenden indng.ir si una mujer ha parido ó no , según que la figurita puesta sobre la mano de la interesada se mueve ó .«e mantiene quieta. Para que se verifique este último efecto, el cbar-lalan sustituye sutilmente al figurin de cuerno otro semejante de tafetán,

Fn esto consiste todo el secreto de las /"ÍT"-ras sensitivas ó simpdticas, tal como se halla esplicado hace cerca de sesenta años en varios libros de majia blanca , y entre otros en la pa'gl-w» 658 del interesante tomo enciclopédico tan-las veces citado.

(I) Por cjVmjiIo, el mbn ríe FraiiUin , en que el ra-'"r (le la in.iiio li.icc licrvir e\ espíiitu de vino, .v I» 'int.i simpática del sufiaoctato de plomo por el g.i* '"" droíiilfúi-iVr, con la matlificacion esplicada anterior­mente (178).

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V. VARIEDADES

•VARIAS SUERTES BURLESCAS,

cuya ilusión depende de algún disfraz.

JLios juegos siguientes, á escepcion del prime­ro que tiene algo de lúgubre, son á propósito para divertir una tertulia en tiempo de carnaval, y se fundan en algún disfraz ingenioso.

Decapitación ilusoria.

189. Ilusión mecánica y fúnebre bastante antigua, capaz de infundir gravedad y aun ter­ror en los espíritus mas atolondrados , con tal que se ejecute con tcdo el aparato que exije la circunstancia.

En UD gabinete colgado de negro se coloca una mesa formada al interno con dos tablas uni­das longitudinalmente, en cuyo medio, á poca distancia uno del otro, se bailan dos agujeros l e -dondos, ó mejor un poco ovalados, de una capa­cidad suficiente para que un bombre pueda pa­sar el pescuezo sin incomodarse. En cada tabla se corla la mitad del agujero, cuya* orillas >«

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313 rcdooílean para que no lastimen las carnes, j se retienen después de juntadas mediante dos cor­chetes de hierro. Se practica la misma operación con una ortera grande de madera que se sierra en dos igualmente según un plano vertical. Se vacia en el fondo uua abertura Igual a' la de la mesa, volviendo en seguida rf juntar con corche­tes ambas mitades de la ortera.

Preparadas asi las dichas piezas, se escojen dos hombres de igual estatura, se desnudan sus cuellos, y se disponen de manera a' representar el uno UQ eada'ver degollado y el otro su cabeza. Para este efecto se manda al primero de dichos hombres tenderse á lo largo sobre la mesa, pa­sando su cabeza al través del agujero ovalado, de modo que el cuerpo solo sea visible j y para au­mentar la ilusión , se adapta al pescuezo un pe­dazo de madera de forma semilunar, pintado de encarnado , fígurando un tronco sangriento con venas y carnes vivas.

Se manda también al compañero sentarse de ­bajo de la misma mesa, en un banquillo de una altura conveniente , para que al pasar su cabeza al través de la segunda abertura redunda, aque­lla sea visible á los espectadores. En seguida se le rodea el pescuezo con la ortera, en que se co­locan también algnnos trapos sangrientos para figurar la sangre cuajada. Sie comprende que pa->'a pasar cómodamente las dos cabezas por d i ­chos agujeros, se separan un poco las dos tablas fíue componen la mesa, volviéndolas en seguida ^ juntar. En fin, se cubre toda la superficie de la mesa con bayeta negra , de modo á no dejar Visible sino el cuerpo y la ortera con su cabe­ra , dejando colgar el pano l i rededor de la mesa

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314 liasta el sucio para ocultar el misteñoso disfraz.

í>c aumenta mas todavía la ilusión colocan­do eix la misma mesa una cazuela con «stopa, es­píritu de vino y sal molida, cuya composición enoendida comunica, como se sabe, un culor l í ­vido de cadáver, no solo á la cabeza del pialo, sino también á los rostros de todos los asis­tentes.

Este espectáculo imponente, para producir to­do su efecto , debe li.ieerse de nocbe , y sin otra luz que la de la mencionada composición, cono­cida con el nombie de antorcha infernal ó de muerte.

Especláculo del enano.

ig5- Esta bonita y sorprendente diversión consiste en un disfraz ingenioso particular, y necesita dos actores que en apariencia se identi-fican en uno solo. Las manos del uno sirven efec­tivamente al otro de tales, mientras que los bra­zos de este forman sus piernas. Un vestido <> dis­fraz hecho á propósito une el cuerpo del enano a' sus piernas y a' los brazos postizos que le pres­ta ei compañero. Este se halla «culto detras de ima cortina oscura recorteada , y una mesa colo­cada delante de esta, y en la que el enanilo hace sus habilidades, completa la ilusión. El hueco de lina puerta abierta es muy á propósito para co­locar en él esta escena burlesca, y las dos figu­ras del oúmero i 3 i harán comprender al lector todo el misterio, mejor de lo que pudiera hacer­lo la descripción mas prolija.

£ n la primera de ettas figuras el enanito bai­la en la mesa al compás de algún instrumento de iniísica, tal como la guitarra ó un pito, que toca

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31S cou la ayuda de los dedos del compañero ocul­to. Aunque torpe ca apariencia, baila y brinca con la mayor íijereza sobre huevos y vasos de cristal, hace el ejercicio con varias armas, sus­pende en apariencia todo su cuerpo á un palo ó un cordel que agarra con los dientes.

La otra figura representa el enano en dispo­sición de ejecutar suertes de cubiletes, lo cual hace con la mayor ilusión y propiedad, con tal que se le mire a' una distancia razonable. Para es­te efecto se coloca encima de la mesa principal otra mesita heciía a' propósito, con tres trampi­llas redondas artísticamente disfrazadas, corres­pondíanles á los tres Cubiletes, y susceptibles de abrirse por abajo. La bayeta verde que cubre y rodea la mesita posliza oculta lodo el misterio. En este caso las piernas falsas del enano, 6 mas bien sus brazos, se despojan con disimulo de sus bolas, volviendo a' desempeñar sus funciones na­turales debajo de la mcsiia. Els decir, que abren y cierran a' propósito las trampillas, para intro­ducir, sacar ó cambiar las bolitas debajo de los cubiletes que el compañero oculto maneja, con­formándose en lodo a' las órdenes del enano, •]ue suele divertir á la concurrencia con su gui-'•'gay.

Esta misma disposición de cosas se presta a 'a ejecución de nlgunas suertes de naipes y otros ^'ariosjuegos de manos y de física. En fin, el enano, despojándose en parte de su disfraz, puc-"C subir sobre la mesa, salir del agujero de ia Cortina, y presentarse i los espectadores bajo su forma y altura verdaderas, que parecerá' g'gf*" tosca respecto i su tamaño aparente anterior, í'or esta razón se ha llamado Umbien á rece»

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3ir, enano gigante á esta ingeniosa diversión, que es susceptible de otras vanas modificaciones ( i ) .

El hombre al revés, que camina y baila sobre sus manos.

i g i . Trasportémonos por un rato á aquella región imajinaria, en que según lo afirma el gracioso autor del viape al país de tos organis­tas , los habilaates audau cabeza abajo y patas arriba. Aqui bailaran los lectores el método de caminar en dicha posición sin cansarse y sin ha­ber aprendido el arte difícil del volatinero.

Esta diversión no es propiamente mas que un disfrai de carnaval, que me acuerdo haber o b ­servado en algunos bailes de máscaras de Paris, hace unos cuarenta años, pero que es mucho mas antiguo. Su efecto , cuando sale bien , cau­sa bastante sorpresa é ilusión en los espectadores que ignoran el misterio.

La parte esencial de este disfraz consiste en

( I ) Un joven apreciable de esta Corte, gran aficio­nado á juegos de manos, tu»- el j)iimerü que trajo de Paris tjsta d¡versií)n liare algunos anos. Se rcjtitió en varias casas p.irticularus, y en el año de i838 un cliar-latan manifestó dicha escena piiblic amenté en un tea­tro de la calle de Santiago, scgini se puede leer en el diario del 17 de abril. Kl ])úl)lico Madrideño aun no ne hainá olvidado de Jos retumbantes carteles «n que se anunciaba la nunca vista función del prodigioso eiiuno gi¡¡ante.

Desde poniente á Ir-vanlc hasta el frió setentrion^ la fama el mérito cante de tan insigne función.

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j "-^"'^'ija entre t us muslo'! =.o„ • i i ademas mo,l: . i • . • asegurándola

•y la vor parccfra sa/ir de Ja ni; • . postiza. misma cabtza

ün seguida el ador se viste todo .1 'OS pantalones se meten y se atan n . •'•^''*''-

!a e.boza verdadera, qaeLnvicTe 'b i r ' " " ' ' ' ^ jer entre Jos hombres; armadas a n X V ' J " ^ " -con hotas que se llenan en parte c o n - °°^ el fin de alirgar un poco ei a^Ji I r ) ! , - . ' •="" i.a camisa con mangas' largas se v i ! t i ' ' • «as Jo mismo cp.e la d.aqucta fl' r"". cuello con Ja cot'bata; de a ancrl y T " " ' ^ parecerán ser manos. '"•-' '<'" P ' "

Kn esta disposición se puede cam;.,,- „ i • Y' " jando de vez en c u L d o l a í . ^ ; / . ' ' ' • ' ' das aJ sueJo, como para descansa 'I fi ' ' " «ar ma;^or ilusión. También es b u e ' *" "'"' c-n los calzones algún agt.je o r i ' ' " ' " ' * ' ' " f - - d o , p a r a v e r ' , p a , V r ; ; ' : ^ ' ; • : : ' • r« ' ' ^ •^ - q - e . , e e U i i r a . n o ; i e j ; d / • « : ; E ;

^ ? ' ^ ^ d e l o s m a s t n £ : s ' , ; , r V ' " T ' '^''' ' '" ' *'8'o pasado. '""*"='J"«"'lores de manos de2

•' " f u t i o n 'vL - ^ • " : ' "'"^''«- antes de empezar « '«•Ue s i " ; i r ? ' . ^ " ' " " ' P " ' - - - - '^on sem-

P'd.endo pernnso a los espeet.dore, p.-,ra

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318 niaodarsc afeitar, y disculpándose de scmojanle descuido. Salió cfeclivamcnlc ua barbero de en­tre los bastidores v preparó sus pertrechos, mien­tras que el juglar italiano se sentó en una silla con la toalla al pescuezo. Fastidiado este de tan­to esperar, dijo en fin, impaciente: "Hombre! »yo soy muy vivo y no tonteo lauta cachaza; »aqui llenes mi cubeta para aloilarla a' tu gus-»lo ."—W decir esto, el socarrón coje su cabeza (posliía) por los pelos, y arraueuudola del pes-cueio , la coloca en la mesa dolante del bai bero alóir.lo, y se levaula paseándose en el lealro con cuello sangrieulo , como S. üiouisio de anlaiio, ó como 1). Mauricio de ogaiiu en la comedia de la estrella de oro.

Chasco 1.' — En otra función salió Pinelti de los bastidores de su teatro con capote y bolas de viaje , cojeando y queja'ndose de los dolores que estas le causaban. Se sentó y pidió permiso n la concurrencia para quitarse las bolus anlcs de empezar a' trabajar Se acercó efeetivamcntc im criado para sacar las botas al jui^lar, tiió aquel con todas sus fuerzas, y al fin le arrancó la pierna junianiente con la bota , cayéndose airas lleno de espanto. Pinetti empezó a chillar y brincar en l.is tablas sobre un pie, y enseñan­do la rodilla sangrlerila....

Se comprende fácilmente que para prepa­rar dicho chasco, el socarrón del juj^lar lial)ia doblado enteramente contra el muslo una pier­na, ncullándola en los calzones, y pegadose á la rodilla una pierna posliza.

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319

VARIAS Al'UESiA.s DIVERTIDAS.

Apuesta I. KyJ. Habiendo colocado una moneda deba­

jo de lili sombrero, a|)05larás con una persona do t/iiitiir dicliií ¡lU-zu sin locar al sombrero.

Vira cuinpür la apuesta , tendrás escondida en la mano otra inoiiiíla semejante , que apa­réntala» sacar del soujbieio sin tocarlo, tirándo­la sobre la luesa. Jja persona (jue nrepló la apues­ta, ileseaiido cerciorarse de si e(e<tiíaincnte no se baJIa ^a debajo del sombrcio, levanlaia este, y en i-l mismo mouienlo cojeras proiUo la ()¡eza tjiic estaba debajo; declarando no liaber contra­venido a las condiciones do la apuesta, puesto íjue el espectador íuc el que locó el souibrero, }' no tu.

A/iuesla 11.

i y ( . Knsenara's tres bi/cocbos, los comí la'."!, } en seguida propondrás a la coiiipañia de bacer-los encontrar todos juntos debajo del sombrero de un espectador cualquiera.

üi nadie acierU'i la posibilidad del problema, Cojeras el sombrero de la persona que se te in­dique , y te le pondrás sobre tu cabeza , asegii-••ando que de este modo los tres bizcociios debcu ''aliarse deb.ijo.

Ajiwslii 111.

'ÍJ^' Coli)(|iiense sobre una mesa lies mo­nedas, que llamaré numero i , 2 v 3; } propón­gase á los espocladore» de ¡¡uitur la pieza del medio iia tocada.

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320 SI nadie acierta el modo de ejecularlo, coje­

ras la moneda míraero 3 , y la colocarás al lado del número i. De esle modo habrás (jullado la pieza del medio slu tocarla.

JÍpuesta IV.

i')f). Teniendo en cada mano una moneda, TÍ otro objeto cualquiera, con los brazos eslen-didos por cada lado , se propone de reunir los (ios objetos en una sola mano, sin acercar los brazos.

Para cumplir esta apuesta , se arrima la ma­no con una moneda, v. g. la derecha, á una mesa, en que se deposita la pieza. D.indo en se­guida inedia vuelta con el cuerpo, cojeras sobre la mesa con la mano izquierda la moneda que la izquierda había depositado en ella.

Apuesta V , en que siempre se gana.

197. Una persona A pide á otra IJ un reloj, ima sortija, d otra joya cualquiera ; supongamos aquí un reloj. En ese caso A saca otra prenda de un Talor inferior, por ejemplo, un peso duro, y dice. «Señor B , yo apuesto esta moneda cou-»tra su prenda, que V. no podrá decir tres ve-»ees en seguida ¡int re/yy!" Fulano A coje pues el reloj, y enseñándolo á H , le pregunta «qué c(cs eso?" El último contestará mi reloj.

lín seguida A presenta á U algún oiro obje­to, V. g. una pluma, una navaja, .^'c. repitien­do la misma pregunta que antes. Ahora bien, ti li nombra este objeto por lo que e s , pierde des­de luego la apuesta ; pero ú no se descuida, J'

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contesta «mirehjl" entonces A le dirá: «pues, «amigo B, bien veo que he perdiilo: puesto que »si y . repite otra vez mi relo¡\ V. ganará nece-«'sar.ameute. Pero s! pierdo, ,q„c me dais V. "cn c a m b i o ! " - S i B vuelve á conlestar mi ,eloj\ entonces A , fiado en esta promess , coje el re-«oj, dejando su contrario con el peso duro.

Sobre escrituras j correspondencias secretas.

198. Muclias personas que usan de llaves y alfabetos secretos para corresponder con sus ami­bos, creen que sus secretos serían ¡mpenctr.,-iJles, o a lo menos sumamente difíciles de adi­vinar, en el caso de bailarse interceptadas sus cartas mis.er.osas. Es constante, sin embargo, que no es menester sino una inteligencia medía-

a, ayudada de un poco de paciencia, para hallar en un i.empo mas ó menos largo las llaves de emejantos correspondencias, y p„r consiguien­

te para penetrar el sentido oculto de los efcrllo. en que se usan aquellos: con tal q„e el escrito «.stenoso tenga alguna e s , ens iou , \ . t L , ' versas etras del alfabeto se hallcnV" p ? : ^ ! : ; ^ Po. J a s m.smas senas en todo el curso del es-

i\nr. '•'' '"^"' <Je descifrar semejantes eorrespon-Jenc,a3 i ,„^ certas reglas constantes, con apli-cac.on a los pnnc.pales idiomas de Europa, y

«"bnr el alfabeto fin,.do que sirvió de llave a l-s "s corresponsales. Lo mas frfcil y lo primero

co V \ " * conocer en ese caso, son las cin-íílal, ^^ *' ' ' " " *" ^^^^can mediante los mono-

"»s ; y eu seguida se procura adivinar succsi-

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3 Í Í Tamenle las consonantes, cuyo conocimiento ¿e-riv.i de consideraciones particulares al idioma de que se trata.

Í»JOS libros antiguos y modernos de majia blanca, y de -curiosidades arlÍMlcas, csta'n llenos de llaves y alfabetos misteriosos para servir de correspondencia secreta con algún amigo; ya sra por medio de cifras ó de notas do mií'-ica, ó bien con goroglíficos arbitrarios, ron timas simpáti­cas, ó mediante otros métodos particulares a' ve­ces muy ingeniosos.

I f)9. Uno de estos líllimos me ba parecido bastante curioso para que merezca citarse aqui.

Conforme a' este método, los dos correspon­sales confian su secreto a' una baraja romnn, cu­yos naipes se colocan según cierto orden conve­nido entre ellos. En esta disposición se escribe el secreto (que no puede ser largo) en todo el contorno de la orilla de la baraja, cuyas cartas se suponen bien iguales y apretadas en lo posi-l)le. Desbaratando y barajando en seguida el jue­go , las orillas de los naipes no ofrecera'n ¿ la vista sino puntos negros, de qnn sería imposible sacar algún sentido; puesto míe la vida humana r o alcanzaría a formar con los naipes todas las combinaciones posibles. Pero el corresponsal, ;il recibir la baraja, arreglará las cartas scgim el mismo orden que tenian cuando se escrib'ó en su orilla, y reproducirá los caracteres primiti­vos que le manifestarán el secreto del amigo.

200. Uno de los métodos prácticos mejores y mas ingeniosos para escribir secretamente con ci­

fras, se debe al célebre Jesuila alemán Kircher (se pronuncia hirjer) qne fué, como se sabe, uno de lo» prÍDicros sa'bios dü su siglo. Esto sistem»

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3i3 (le correspondencia secreta que merece se espli­que con alguna prolijiJad , consiste en una llave de cifras tan ingeniosa, que aunque fuese ir-'er-ceptada semejante correspondencia , jamas sena posible descubrir el secreto que oi-ulta ; por la razón que una tnístna leira no siempre se espre­sa por la misma cifra.

Todo el artificio de este método estriba en la tabla que se halla al fin de la obra , que deben poseer ambos corresponsales; juntamente con la palabra arbitraria de convención que sirve de lla­ve, Y sin la cual la tabla seria inútil. Esplicaré, en primer lugar, el modo de cgpresar con cifras nigun secreto, mediante la dicha tabla y su lla­ve ; y en seguida el modo de disfrazar estas mis­mas cifras en un libro ó en una carta iodifercule.

Ejemplo,

Supongo que la llave convenida con mi ami­go sea la palabra Napoleón, y que quiero escri­birle : ven pronto.

La primera letra del secreto siendo v y la pri­mera de la llave n, busco en el alfabeto á mano izquierda la Iclra ?•, y sigo con el dedo en el mismo renglón horizontal hacia la derecha , has-la debajo de la letra n ; en cuyo sitio, donde so cruzan la línea horizontal con la columna verti­cal, hallo la cifra 8 que escribo aparte.

La segunda letra del secreto es e, y la segun­da de la llave n: por consiguiente busco como •ntes en el alfabeto izquierdo la letra e, y «ig** el renglón borizontal hasta la columna que lleva por arriba en el alfabeto de la llave la letra a: en el punto de intersección encuentro la cifra 5,

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324 que escribo en seguida de la anterior separa'ndo-la mediante un punto.

Jgiftercera letra del secreto siendo n, y la cor­respondiente de la llave p, sigo como antes des­de la n del airabeto izquierdo en la misma línea horizontal hasta debajo de la letra p en el alfa­beto de la llave, y hallo la cifra 2 que pongo á coiilimiacion de las dos anteriores, siempre con un punto intermedio.

Sigo el mismo procedimiento con todas las demás letras, asi del secreto como de la llave, y cuando las letras de c.'ta úllima se acaben, vuelvo a empezar por la primera basta que todas la» letras del secreto se hallen rsprrsadas por su» número» correspondientes, que en el ejemplo actual formarán la serie siguiente: 8. 5. 2 : 3 . 2 . 18 . I- f». I.

Las palabras se pueden dislint^uir, si se quie­re, medíanle dos puntos en vez de uno solo.

Se ve por este corlo ejemplo que en este sis­tema de escritura el método para descifrar las correspondencias ocultas no puede ser de ningún uso ; puesto que las cifras 2 y •, aunque dos ve­ces repetidas, espresan en ambos casos letras muy diferentes.

Veamos ahora de qué modo el correspon­sal debern sacar el secreto contenido en estas cifra». ,

Buscaré en el alfabeto horizontal In primera letra de la llave , e» decir n , y bajando en cst* columna vertical hasta el numero 8, primera ci" fra de la caita, seguiré el renglón boriionla 1 ha­cia la mano izquierda, y faillaré en fin, en el al­fabeto del secreto la letra v, que sera' la prime­ra del secreto.

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3 a.')

En seguida lomaiv la segunda Intra a deJ al­fabeto de la l lave, bajaré en la diclia columna hasta la segunda cifra 5 de la correspondencia, y bailaré frente de esta por la izquierda la letra e, que sera' la segunda del secreto.

Procediendo del mismo modo con la tercera letra de la llave/», y la tercera cifra 2 de la car­ta, veré íjue esta representa la letra n: y asi de todas las demás hasta concluir coa todos los nú­meros déla carta misteriosa.

Una carta enteramente compuesta de cifras, aunque sea indescifrable, siempre escita alguna sospecha, y por consiguiente esta espuesla a' ser interceptada y quemada. Pero se pueden disfra­zar las cifras mediante un libro ó una carta indi-íeroDte, de modo á desvanecer toda sospecha.

Supongo, pues, que envió á mi correspon­sal algiin libro ó una carta cualquiera , en cujo testo quiero ocultar la serie anterior de cifras. Cuento desde el principio del primer renglón de Ja carta ocho letras, y señalo debajo de la octa­va letra un pequefio punto. Desde este primer punto cuento otras cinco letras haciendo otro punto debajo de la quinta letra. Después coloco el tercer punto dos letras mas lejos, y sigo con­forme al misrao método señalando (odas las c i ­fras de la frase secreta mediante las letras de la carta indiferente, y mi amigo, al recibir dicha carta, tendrá' que contar del mismo modo las le­tras puntuadas para llegar á conocer las ci(r»s y cotejarlas en seguida con la llave y su tabla.

Se puede ocultar mas todavía este modo se­creto de señalar cifras en una carta. Se puede pintar los pontos con una tinta simpática , v. g. con jugo de limoo, y de este modo #1 ohñety»-

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396 dor mas perspicaz no dcsciibrirs! nada , a' menos de calentar el papel.

Supongo ahora que, movido por alguna sos­pecha , seojejaule caria se haya iulerceptado, que un químico la sujete á los diversos reacti­vos conocidos, y que caliente en fin el papel. En este caso no descubrirá' otra cosa sino algunos pnntitos puestos debajo de ciertas letras, cuya significación lesera imposible adivinar, i'eio su­poniendo aun que llegue á conocer y sac.ir las ci­fras que ocultan los puntos, y que conozca por los libros la tabla y el método de Kircher, na­da adelantará por eso, mientras ignore la pala­bra llave convenida entre los dos amigos.

Este curioso método de corresponder por ci­fras, es á la verdad un poco pesado , y .se larda­ría bastante para escribir cartas enteras por se­mejante procedimiento. Pero por otra parle el ingenioso método de buscar los niiinrros me­diante dos clases de alfabetos, tiene al{;o de di-Tcrtido para muchas personas, que por lo regu­lar no usan de esta clase de correspondencia se> creta sino para espresar frases corlas y en oca-gioD de importancia.

Cuadro mújtco.

201. Bajo este nombre se describe en v.irias obras de májia blanca, y también en el übriio español que lleva este título, página ifio, un es-perimento bastante antiguo , cuyos efectos sor­prendentes pertenecen propiamente al dominio de la óptica.

Consiste dicho csperimcnto en un cuadro blanco como alabastro, quu puede basta cierto

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337 punto realizar en sus efectos aparentes los c u e n ­tos antiguos de espejos encantados ( i ) , miscep-tibies de ofrecer á la vi51a oráculos , retratos v escenas de la vida humana , fenómenos que se pueden también producir mediante otras d iver­sas ilusiones de óptica. Los espectadores ven efectivamente en dicho cuadro aparecer poco a' poco una escritura , un retrnto , un naipe , una fantasma li otro objeto f.inl.i'slíco , que se desva­n e c e n , sin saber c o m o , del mismo modo que aparecieron.

Este efecto se produce mediante dos cristales planos masticados paralelamente el uno contra el otro en un marco de madera , de modo a' d e ­jar entre si un espacio muv estrccbo de una ó dos lineas. Este intervalo se llena con una c o m ­posición de cera blanca y manteca de cerdo , y en seguida se cierra perfectamente todo el c o n ­torno d é l o s cri.slales. Drtras del cuadro, en la parte opuesta a' los espectadores, hay otro pla­no de vidrio , colocado tnmbirn paralelamente rf la distancia de algunas lineas de los anteriores, cuyo intervalo esta destinado á recibir las diver­sas estampas 6 escrituras que se quiere h.)ccr apa­recer sucesivamente en el cuadro májico. Para este efecto se co loca delante del cuadro un p e ­queño brasero lí hnrnilla, en cuyas ascuas se «"cha incienso con el pretesto de conjurar al e« -P'rilu, a'ngel, dioblo ó duende , que se cita ; p e -fo realmente para calentar poco a poco el opa—

f') Por ejemplo, en el cuento de W. Seo», titu­lado el tipejo de la tia Margarita; en el cuento del j)oc-•a francen Cazotte, «arado de la historia de Espaüa-' «aquel ó la ktrmoia judia, &c.

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328 rato. Al paso que los cristales se calientan, so funde la composición contenida en su capaci­dad, esta se liace iranspareuie, y los espectado­res ven al través la estampa, pintura ó letrero f¡ue se habla colocado detrás. Alejando en se­guida el brasero, se enfria el aparato, la compo­sición grasicnta se cuaja, se vuelve opaca, y el objeto fjue se había visto al través desaparece de nuevo.

Este esperimenlo curioso ora bien conocido de los taumaturgos antiguos, y no cabe duda que sirvió á veces para verificar el fenómeno de sus pretendidos espejos mdjicos, que en el dia se pueden presentar njcdiante otras varias ilusiones catóptricas (i) . Si recuerdo aquí esta esperien-cia , ha sido principalmente para hacer tobre ella las dos observaciones prácticas siguientes.

Observaciones.

1.* Debo advertir a' los lectores que tengan la voluntad de proporcionarse el dicho aparato, que su ejecución no es tan fácil como se des­cribe en los libros, y que comunmente se rom­pen mas de un plano de vidrio antes de conse­guirlo. I'ara mantener los cristales á la distancia de una ó dos lioeag, se pueden interponer entre ellos unas reglitas delgadas de cartulina ó cor­cho ; pues cuanto mas pequeño sea el intervalo entre los cristales, tanto menos tiempo tardara la coniposicion grasicnta en derretirse. Por otra parte, no están fácil en él día hallar cristales bien

( I ) En las curiosa!! memorias del taumaturgo Rw bertson hallará el lector vnrios ejemplos.

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3Í9 planos á propósito para semejante aparato. Las orillas se pueden masticar con tiritas de lienzo empapadas en clara de huevo y cal apagada re­ducida á polvo fino; según lo practican ios quí­micos con sus aparatos destilatorios. Antes de echar la composición derretida por /a abertura que se habrá' reservado en la orilla superior , es ventajoso calentar iodo el aparato ; pero con to­do se rompen a' veces los cristales al enfriarse.

2.* Los profesores de majia blanca alema­nes (/) han perfeccionado este curioso esperi-mcnto, dando al aparato una forma mas impo­nente; y acompañando sus efectos de varios fe­nómenos meca'nicos, eléctricos y químicos, con el fin de hacerle servir a' una especie particular de fantasmagoría, que puede hacer sus funcio­nes de dia como de noche.

202. Una de las modificaciones mas nota­bles bajo este punto de vista, es la siguiente. Se pinta sobre el plano de cristal anterior con co­lor negro al óleo un sepulcro con cipreces, y en la parte opuesta i los espectadores se dibuja so­bre un fondo negro un espectro envuelto en su sa'bana blanca. Al paso que por la impresión del calor se funde la composición grasicnta, desapa­rece el sepulcro con sus ."írboles, porque «e con­funde con el color negro de la parle posterior del aparato; y aparece en su lugar el espectro, que parece haber salido de su tumba. Al en ­friarse el aparato , se verifican fenómenos con-

( 0 Por pjemj)lo M. CiJl/r de Nuremberg, inventor Oí'l espejo eíértrico y de otros muchos aparatos cu-• i'nos (le Física recreativa, qne proporciona 4 los afi-t'oiiados todo lo relativo d este ramo.

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330 trarios: la fantasma se desvanece, y volTerán d aparecer el sepulcro con sus eipreccs.

El Taumatropio. 2o3. Este juego pertenece propiamente a'

las recreaciones de óptica, lo mismo que el an­terior ; pero siendo ile uua ejecución tan fácil para cualquiera aficioüado que sepa algo de di­bujo , lie creído dar guslo á muchoileclüros con su descripción, siu ouibargo de ser de uua ca-tcgoi ú diferente do loi dtmas que contiene Cite cumpeiidio.

Para construir el Taumaíropio , se corta UQ círculo de cartulina blanca y delgada, y se pe -ean á los estremos de su diámetro dos cabos de bramante, con el fin de imprimir al circulo, me­diante la torsión del cordón, un movimiento rá­pido de rotación al rededor de su diámetro co ­mo eje J-Igura jSa). . , , . i

Se pinta en cada superficie del circulo un objeto diferente , de tal naturaleza , que coloca­dos el uno sobre el otro pueden dar orí/en a oiro tercero: por ejemplo, un pajaro por un lado y una jaula por el otro , observando e¡ co/ocar el pájaro en una gltuacion inversa respecto a' la jau­la. Comunicando entonces al círculo un movi­miento de rotación nipido, á favor de la torsión de los dos cordeles, se verán simultáneamente los dos objetos confundidos: es decir, en el ca­so actual el pajaro dentro de la jaula.

Preparando por el mismo método otros círcu­los semejantes, y pintando por un lado un ca ­ballo y por ^' otro un ginete (este último al r e -ves), se vera' durante elmovimlenio del círculo el einele montado. Se representará un juglar ¡n-

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331 (lio jugando con sus bolas, dibujando dos ó tres de estas por un lado del círculo, y el jugador por el otro.

Se podra'n ímajinar otros miicbos asuntos cu­riosos, V. g. un tiesto cou su flor, una vela con su llaina, un cuadro y su marco, una muger con un niño, una mesa con su comida, una cama y un hombre ecba<lo , dos muchachos ó dos ani­males riuondo , c 'c. rf

Los aficionados que quieran construir este aparaiito, deben tener presente que la coloca­ción conveniente de! pequeño objeto respecto al grande, no se logra de repente, y necesita siempre algunos ensayos pra'clicos.

KEI.ACIilN UE VABIAS IIAEtLIDADES DE JUGLARES 1' DE A M M A l . f i .

ao f. Por mas natural que sea al hombre el deseo de querer esplicar los hechos que a' prime­ra vista le sorprenden, sucede no pocas veces, respecto a los fenómenos del arte, como también a los de la naturaleza, que todos los conocimien-. tos ndijuiridos en las ciencias naturales no son sylicientes para esplicar de un modo satisfacto­rio ciertos hechos que á los ojos de muchos hom­bres pueden aun pasar por milagrosos.

Cu.indo Se presentaron por primera vei en Jas capitales de Europa los juglares indios, con *'is sorprendentes juegos acroba'ticos de equili-"•"io, de proyección, de tragar espadas, 4''c>; ci ^" 'go volvió a' gritar: milagro', y la última suer­te particularmente no dejó de embarazar por al-Sun tiempo aun á los físicos y fisiólogos m»s In­te lijen tes.

Los juglares chinos c indios principalmente

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332 nos ofrecen á veces habilidades casi inesplicablcs basta el dia de hoy. Hace pocos años que los pe-liiulicos ingleses y franceses hablaron con el ma­yor asombro del estupendo esperiinento de un juglar indio ó brama en Madras, que poseía un arbitrio secreto para sostenerse á cierta altura al aire libre, apoyada simplemente una mano so­bre una caña. La posición estraordinaria de aquel homI)re se halla figurada en el semanario pinto­resco francés V eu otras varias obras, pero el medio de que se vale aun no está esplicado. (Véa­se también en el Manuel du Sorcier, pa'g. 255).

En la India, lo mismo que en Europa, se ven a' menudo ciertos hombres que se someten v o ­luntariamente á las pruebas mas dolorosas, mo­vidos, sea por devoción supersticiosa, sea por el atractivo del ínteres (^auri sacra James) y aun «Igunas veces por el solo gustojde disfrutar de la sorpresa y asombro de sus semejantes. Mu­chas personas se acordarán de haber visto á al­gunos escamoleadores y otros saltimbanquis me­terse agujas y clavos, no solamente en la nariz, sino también en las partes carnosas de las pier­nas entre la canilla y el peroneo ^ aunque creo que esta dllima esperiencia, por mas que digaa los libros ( i ) , no puede hacerse sin un dolor bas­tante fuerte.

También se ha visto muchas veces á los char­latanes aprovecharse de ciertas enfermedades ó defectos corporales, para ejecutar suertes peli­grosas en la apariencia, y capaces de imponer a' las personas mas perspicaces; por ejemplo, á al-

(i) Véase el tomo enciclopídici) titulado: Amuse-mrns def Sciencvs, [ing. 5otj.

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333 gunos escamoteaJores que cooseryaban «na fís­tula lacrimal, i fin de ¿loder introducirse agujas romas por los ojos, haciéndolas salir por la na­riz con grande asombro de los espectadores; del mismo modo que no es muy raro el encontrar algunas personas, y especíalmeníe militares in-va'Iidos, que de resultas de Ja rotura del tímpano tienen la facultad de hacer salir el humo del ta­baco, y aun otros fluidos que ponen en la boca, por las orejas, á favor del conducto llamado trom­pa de Eustaquio.

Pero la mas curiosa de todas las observacio­nes de este género de que me acuerdo, es la del hecho siguiente, de que he leido una relación au­téntica en Alemania.

Se presentó allí en varias ciudades un hom­bre que manifestó entre otras habilidades la de bacer salir de su boca, y según que quisiesen los espectadores, tm chorro continuo ae agua de Cualquier color que se pidiese, sin que fuese po­sible advertir la menor superchería. Aquel índí' TÍdno creo que fué acusado de majia, y para jus-tilicarse se vio obligado a' descqorir su secreto, que era bastante estraorjioario. De resaltas de uiTaccidente desgraciado, le había quedado de­bajo de la lengua una fístula que atravesaba to­das las partes blandas de aquel paraje; y véase de qué modo ímajinó sacar partido de estái la-^f*. Hizo pasar por la fístula un tubito de plata, 'erminado debajo de la lengua en forma df e s ­pita, Cuyo eslreitao opuesto salía por debajo, de la barba donde estaba tapado por el corbatín, adap-tíadose i otros cuatro tubos tap|i¿os: también por jo» vestidos; estos tubos iban ^ parar áíbajo de *os sobacos y entre l is piera¿á , ¿onde cémuní-

93

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33i caban cada ano con una vejiga llena de agua de iliferente color, pudiendo de este modo el hom­bre hacerla salir de la boca, segnu comprimía con los brato» ó con los pies uno d otro de estos cuatro reservatoríos.

Muchos jugadores de manos, funa'mbulos, volatineros y otros saltimbanquis antiguos y mo­dernos, suelen rf veces manifestar en sus funcio­nes unas suertes de equilibrio masó menos sin­gulares é imp oneotes que asombran ai vulgo, pero que en la realidad e\ijen menos destreza que muchos juegos de manos. Es couslaule que im examen reflexivo de las varias circunbtancias accesorias que acompañan frecuentemente aque­llos juegos de equilibrio, unido al conocimiento de las propiedades del centro de gravedad, ha­rían desaparecer casi todo lo maravilloso que pre­sentan, J los reducirían muchas yecesá unas lía-bliidades bastante ordinarias.

Es notable el que los indios y chinos hayan sobrepujado también en este género i casi todo lo que han hecho los juglares europeos ; aunque por otra parte se debe confesar qne muchos de estos ültimot han sabiilo imitar i aquellos con una perfección admirable. El publico Madrideño no se habrá olvidado aun de las habilidades to­cante i equilibrio, proyección y música, que en el año de 1821 manifestó en esta Corte el joven pseado indio Cossul, de casta mulata, que pro­bablemente nunca vio las costas de Malabar.

Los equilibrios mas asombrosos de que me acuerdo haber leído la descripción acompañada de figuras en un antiguo libro alemán que con­servo, son deWdos i unos famosos juglares chi­nos , que srgan creo nunca se dejaron ver en

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335 Europa. El mas faibíl de aquéllos equílibtiütas agarraba un fuerte bamljií vertical de siete a' ocho varas de alto, apoyado contra el suelo por uno de sus eslremos. Un muchacho le saltó sobre las espaldas y trepó como un gato hasta lo alto del bambii, donde se mantuvo en eqtiih'hrio sobro OA pie, mientras que el primero levantó la cañ-i y se la puso en la cintura. Luego que büjó el ni­ñ o , volvió á subir y se mantuvo arriba «entaJo con las piernas cruzadas al modo de los orienta­les , procurando mantener el equilibrio con la aj'uda de los brazos; y entonces el juglar se pu­so el bambií sobre el turbante aodaudu a gran­des pasos.

Aunque apenas veamos en nuestros di.is rje-cutar semejantes habilidades, no debemos ne­garnos á dar crédito á los historiadores de este género, asi c o n o no se les niega a los que nos ban trasmitido la relación de las habilidades, por ejemplo, que el emperador Gulba bizo adquirir á sus elefantes, que aprendieron, según 5ueto-D¡o, i escribir y bailar sobre la maroma; lo cual parecerá sin duda á muchos lectores algo mas estraordinario que todos los jueguecillos de la mayor parte de nuestros modernos animalitos que coa frecuencia se intitulan de sabios , tales, V. g . , los caballos , borricos , perros , monos y aun conejos y cerdos sabios, que en diversas apocas tuvieron el honor de lucir sus habilita-dea en París, Londres, Madrid y otras capitales.

Muchas personas suelen tratar de fabulosas o exajeradas todas las relaciones antiguas res­pecto i instinto y destrezas animalescas, por p< -*o qne parezcan'estraordinarias; pero me parece que nuestra incredulidad en este punto indicarla

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538 noca prudencia, porque nos esponciría á que •lueslros descendientes mirasen también como fíbulas las habilidades que en nuestros tiempos varios artistas, escamoleadores y otros secretis­tas consiguieron , á fuerza de paciencia , hacer adquirir á ciertos animales, mas ó menos inteli­gentes , y de que algunos merecen en efecto to­da nuestra admiración.

Tales son, v- g-, ^^^ equilibrios sobre la ma­roma , con otros muchos ejercicios gimnásticos de una cuadrilla de monos sabios , mucho mas diestros que los elefantes rom<-inos, que se han -visto en tiempos mas modernos, y sobre todo mas verídicos. Los periódicos alemanes refieren con la mayor prolijidad los asombrosos ejerci­cios y la admirable táctica de una compañía nu­merosa de monos y perros, que recorren actual­mente las principales ciudades de Alemania, fi­gurando en sus teatros el simulacro perfecto de un combate, asalto y toma de una fortaleza, con artillería, armas blancas y de fuego, portándo­se en toda la escaramuza mucho mejor que la compama de monos que en nuestro teatro de Madrid desempeñan u papel en la comeúia nue­va de la Redoma Encantada.

También son dignas de admiración las habi­lidades , i la verdad mucho mas modestas, de ciertos pájaros, v. g. de una reunión de canarios y de jilgueros, que se manifestaron en varios tiempos y paises , haciendo todo el ejercicio mi­litar , con otras cosas bastante rstraordinarias, según se vio U^mbíen en Madrid pocos años ha­ce. Admira la paciencia de que son capaces algu­nos artistas para instruirá unos auimalilos tj>« de­licados , y cuya organización parece á primera

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337 visia tan poco adecuada á semejaotes ejercicios.

Entre los medios injeniosos de educación gimnástica respecto i las aves, no quiero com­prender aquí el baile de una manada de pat'os que vi en Paris hace cerca de cuarenu años , y que divirtió infinitamente al publico de los ¿ou-levards, pero que no podría menos de escitar la indignación de las personas sensibles, sabiendo que si los pobres animales brincaban al compás de la miisica, era porque el suelo de su jaula era una chapa de hierro que se calentaba gradualmente.

Tratándose de paciencia artística, respectó i unos animales casi microscópicos, no dejaron tampoco de admirar los cañones y birlochos de marhl, tirados por pulgas con cocheros y laca­yos Umbien pulgarescos, que se manifestaron en muchas partes, y que en el año de 1821 el profesor de física Mr. Robertson trajo también á esu Corte, y no hace muchos años que un artis­ta español presentó también áS , M. algunas pul­ga» (muertas) elegantemente vestidas en traie nulitar y pastoril. *

Se deja conocer que semejantes fenómenos artísticos atestiguan menos el instinto animal ^"e la paciencia estraordioaria del artista, in-JlOsiria que se practica particularmente en Augs-ourgo y TVuremberg , donde se fabrican las ca-

enitas de oro sumamente finas, adecuadasálos ^^^•los del espresado insecto saltador ( i j .

n>ííL *^' ?''""'do a'in perfectamente liaber vi»fo en «a de r!;fí^ ' "°* *"""•" «'«""""« sacar de una caj;. «ro Z ^ I ? """ ".""gante pulga con su cadenila de

» - c e ; r t u r . T p n - , L T ' " " ""*"' " '"'»" " ' ^ "

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35» •Oué distancia entre estos alumnos microscó­

picos y lo» gigantesco» y temibles discípulos del famoso domador de ñeras ^an-Amburgl cuyo secreto para amansarla», si se perdiese, u l Tes nunca seria creido de nuestra posteridad.

En este ramo singular de habilidades los in­dios ban tenido también la anterioridad sobre los europeos; pues hace muchísimo tiempo que estos se sorprendieron al ver que los juglares in­dios manoseaban impunemente las culebras mas ppllcrosa», después de haberlas domesticado. Todos lo» viajeros «aben que este c» un fenóme­no muy común en diversas partes drl Asia, del África y América, donde los charlatónes hacen Í)ailar al son de una música bárbara, y ejecutar otra» varias habilidades á las serpientes, después de haberles arrancado los diente» venenoso», cuando son de una especie peligrosa. Se «abe también que mucho» habitantes de la América septentrional crian en su» casa», en vez de gato», colebra» de cascabel y «ira», que «uelun á la entrada del invierno, y que vuelven espontánea­mente á la primavera. F.nire las diferentes habi­lidades que CagUoslro babia aprendido de los in­dio» era una la de domesticar las serpiente», pue»' vimos que uno de estos reptiles representó un papel curioso en la» charlatanerías misterio­sa» de este famoso taumaturgo.

Pero lo que á muchos lectores podrá parecer mas estraordinario todavía, tocante á habilidades animalescas, que cuanto acabo de referir, sin embargo de ser relativo á un género de cuadrú­pedo» dolados del mayor instinto, es la sagaci­dad asombrosa de un famoso perro de York, que defendía públicamente variascucsllone» filosóficas

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339 en idiomas francés, ingle* y latín, respondiendo con mucha oportunidad i todas las preguntas que le hacian los espectadores, y aun resolvía los problemas algebraicos de primero y segundo gra­do. Cuya relación y espUcacion se pueden leer en la obra curiosa , tantas veces citada bajo el título de Amusemens des Sciences, psfg. ¿Sp.

Creo no poder terminar mejor un líbrito tai-vico lleno de trampas , juguetes y brujerías ino­centes , que con un curntecito como el siguien­te , esperando que no disgustará á la mayor par­te de ios lectores taumalófílos.

La bota encantada, cuento de brujería-

ao5. El criado de un Capitán alemán, aloja­do en un pueblo de la Transílvania, refirió un dia i su amo con un semblante en que se veía la espresion del mayor espanto , que al untar con cierta grasa, hallada en el fogón de la cocina, una de sus botas, esta se le habia escapado de las ma­nos con un poder irresistible, volando por la-chimenea, y que indudablemente aquella grasa debía de ser algún unto de bruja !— El oficial furioso y poco dispuesto á tragar semejante cuento, amenazó al criado, y sacó la espada pa­ra castigarle , i menos que lograse convencerle por sus propios ojos de la verdad del hecho, ha­ciendo el esperlmento sobre la otra bota con lo poco qne quedaba del malhadado ungüento. Convenido el criado , Corrió presuroso delante, y asi que el capitán entró en la cocina, oyó es-clamar i aquel: «Señor ! Señor! ya DO puedo •retener la bola por mas tiempo!"— y tas, esta se T0I4 por la chimenea arriba i í« rula del ofi-

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340 cial, el cual, yerlo de asombro en un pñncipio, al punto recobró el ueo de su enérjica lengua, y maadó i un batalloQ entero de diablos perseguir al des ertor.

Esplic ación.

El Capitán alemán era una de aquellas cabe­zas -vivas y fogosas que suelen castigar á latiga­zos los menores descuidos de sus cnados. Al querer untar la primera de las botas de su amo, tuvo el infeliz la desgracia de dejarla quemar por un lado , y al contar su descuido á un astuto compañero de cocina, este le aconsejó el hacer engullir al amo el embuste del ungüento de bru­ja. A fin de persuadir al incrédulo capitán por sus propios sentidos, el amigo del criado imajinó atar la bota sana á un cordel, que pasó luego por la cbímenea hasta el tejndo , en cuyo puesto se mantuvo acechando el momento en que el criado se puso á gritar y tirar de la bola , pues e«ta era la señal convenida entre ambos para ha­cerla volar por la chimpni^a.

Ahora bien, si no se hubiera llegado d saber esta esplicacion por la confesión del mismo com' partero, las viejas tendrían en su repertorio pnes ' tendrían uñ cuento de brujería mas pa­ra entretener i sns nietos!

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Í N D I C E .

I. SUERTES MATEMÁTICAS.

Recreaciones aritméticas.

piginas. Adirinar el niíraero qne nna persona ba­

ya pensado (dos métodos) I Adivinar dos ó mas niimeroi que alguno

habrá pensado 3 Olro método diferente 4 Adivinar nn niimero qoe otra persona ba-

brá hallado por el ctficulo sin hacerle ninguna pregunta. 5

S¡ una persona tiene en una mano un nu­mero par de monedas, j en la otra un niímero impar, adivinar en qué mano se baila el numero par 7

Adivinar el nifmero de monedas qne nna persona habrá escondido en su mano, •in hacerle ninguna pregunta °

Adivinar la cifra que alguna persona ha­brá suprimido de la suma de dos nifme-ros •<>

^el juego de los dados. . , . , : . • ' , '^

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345 Suerte de destreza con dos dados. . . . 12 Habiendo echado en la mesa dos dados,

adivinar mediante el cilculo los puntos sin que se vean ¡J,

Juego aritmético de la sortija i3 Problema curioso relativo al número 45. i5 Otro problema curioso de aritmética. . . id. Suerte divertida del reloj, para adivinar

la hora á que una persona tiene a'uimo de levantarse ó de acostarse 16

Secreto infalible para conocer la edad de las mujeres^ j adivinar cuánto dinero tiene una persona en tu bolsillo. . . . 17

Sustracción divertida é faistóríca 21 Otro modo análogo de presentar esta di­

versión 22 Recreación de la crus aritmética 33 Problema de la estratagema de las moa-

jas en nn convento 24 Otro modo de presentar el problema an­

terior 27 Suerte de las tres prendas 29 ISueva modíGcacion del mismo problema. 32 Quodlibet ma'jico, con varias modifica­

ciones 34 Cuadrados májicos 4^

Page 363: El Brujo en Sociedad Año 1839

343

Recreaciones de geometría.

Formar un cuadrado con cinco trapecios • cinco tria'ngulos, ó bien con cinco cuadrados iguales formar un cuadrado tínico 4^

Multiplicación gcomclrica del oro. . . . 5o Construcción ingeniosa para reunir dos

cuadrados en otro equivalente por trans­posición mecánica 5 i

Transformar un paralelogramo en dos trián­gulos , ó en un hcxa'gono 5*

Problema curioso de un cuerpo regular capaz de llenar tres agujeros diferen­tes H.

Otro problema análogo mas difícil. . . . 53 Construir con papel una caja redonda en

forma de una rosa con doce hojas. . . . 54

fíanos juegos georriclricos de paciencia, JM se pueden ejecutar en cartulina.

La estrella geométrica. . . . 55 Juego de escuadras y ganchos 56 Juego de las doce escuadras ^"' Juego del mosaico • ^^• Juego del soliurio ^9 La eitrella inájica , » t » fio

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344

II. SUERTES DE NAIPES.

Suertes de combinaciones y sin destreza,

I as reínte cartas 64 Suertes que se Lacen con una baraja arre­

glada artíGcíalmente 66 Adivinar el numero de cartas que alguna

persona habrá elejido 69 Carla larga 6 ancha 70 Baraja particnlar cortada en bisel 72 Suerte f^cil de combinación numérica. . 78 Suerte de combinación con tres paquetes,

para adivinar una caria pensada. . . . 7^ Adivinar entre 16 cartas dispuestas en dos

columnas, laque un espectador habrá pensado 76

Habiendo «nseñado tres cartas diferentes á tres personas, adivinar la que habrá pensado cada cual 77

Suerte de transformación muy fácil. . . . 79 Suertes que se pueden ejecutar mediante

las cajitas con doble fondo 82

Suertes de destreta.

Principios que sirven de fundamento á e s ­ta clase de juegos. 84

Page 365: El Brujo en Sociedad Año 1839

34^

El Sallo 85 Cambiar la carta 87 Las mezclas falsas 8q Quitar ó escamotear la carta go Forzarla carta gi Aplicacioa i varias suertes de destreza. . . 9a Los cuatro ases indivisibles g^ Hacer encontrar una carta al numero d e ­

terminado por el espectador g8 La carta vuelta.'. gg Enviar invisiblemADle i las manos de ana

persona la carta elejida por otro espec^ tador 100

Las tres carias engañosas 101 Adivinar una carta pensada >o3 Las dos cartas que cambian mutuamente

de lugar io5 La suerte fallada 107 Las dos cartas pegadas a' los dedos. . . . 108 Adivinar de antemano cua'l de tres paque-

tes de cartas deberá elejir el espectador. 109 Hacer que t r^ cartas arbitrarias puestas so'

bre la mesa sean precisamente las ele-jidas por tres espectadores. i i o

Suerte asombrosa de transformación. . . m El triunfo de las transformaciones. . . . . " 3

Page 366: El Brujo en Sociedad Año 1839

346

Suertes de naipes mediante ciertas mezclas artificiales.

Principios en qwe se fundan dichas suer­tes I 1 fi

Colocación artificial de las figuras y asos de una baraja n r)

Otra recreación análoga con i6 cartas di­ferentes 120

Modificación de las dos suertes anteriores. 12J Recreación con letras, con aplicación i

pregooUs y'tespoestas 134

m . SUERTES MECÁNICAS.

Suertes sin ilusión.

Enlazar un par de cerezas en un naipe, de modo que su separación parezca difícil. i3o

Otro joego análogo que se ejecuta con tres pedatos de naipe. . . « i3i

Otro juego d^ paciencia mas difícil. . . . ]32 Otro i negó análogo con paja i33 El lazo májico, 6 de Salomón i35 El anillo mrfjico • ' 136 Otro método mas complicado i38 Enlazar dos tablitas agujereadas con una

cinta, de modo que su separación parece imposible tío

Page 367: El Brujo en Sociedad Año 1839

S47 Juego con la tablíta en forma de corazón y

la bolita i/|i Cruz ó estrella mecioica 1^2 Paradoja mecánica, ó imposibilidad física

aparente '4^

Suertes mecánicas con üusíon. V

Juego de cubiletes 146 Aparatos necesarios i4S Principios ó suertes elementales iSj Aplicación al juego completo 162 Chasco dtrertido, para adornar i alguno

con bigotes 187 Adición al juego de cubiletes iSS Juegos de manos con monedas ip ' Escamotear una moneda 19' Cambiar una moneda con otra 193 Otros rarios métoiios rpS La cuenta equivocada iy6 Suerte con dos monedas y dos pañuelos. 197 Suerte de sacar una moneda al trares de

un pañuelo 300 Transformación de un peso duro eo pao, ¿

en piedra aoi Descripción de ana ca]» sencilla para eS'

camotear una moneda ó un anillo. . . ao3 Caja para hacer desaparecer y aparecer al-

(ernatirameote una moneda ao6 Caja de monedas aoti

Page 368: El Brujo en Sociedad Año 1839

348 Jaego de transformación análogo con un

dado j una naranja. . . . . . 2 i 4 Transformación de nna baraja en un ani-

malito, <5 en dulces 21^ Suerte con el mijo ó alpislc. a i q Caja para la suerte con grajea 22Í Caja con la bola encantada 226 Las dos cajas con bolas 227 Transformación de un huevo en un pájaro. 32(7 Hacer una tortilla en un sombrero. . . . aJo Sobre la suerte de clarar una carta en la

pared disparando un pistoletazo. . . . 232 Obserraciones sóbrela suerte de recibir un

pistoletazo con bala sin ser herido. . . ¿33 Suerte de la escritura quemada j restable­

cida con su ceniza 235 Suerte de cortar la cinta ó el hilo. . . . 240 Suerte divertida de la costura encantada. . lí^Z

SApnesta sobre cierto modo de eoebrar nna aguja a44

Suerte titA\ de equilibrio con nna moneda sobre la pnnta de un dedo. « 24^

Siurtc sencilla del cordón enrnelto al re­dedor del dedo 2/)^

Puente con tres cuchillos, y varias aplica­ciones 347

Levantar un firáico con ana simple paja. . 248 Suertes de tragar en apariencia un cuchi­

llo, de comer algodón, estopa, cabos de vela, ífc id.

Page 369: El Brujo en Sociedad Año 1839

349 Glotones célebres. : . • .'.';< . aSo Papel-Proteo, suseeptibl* de doblan¿.>«« « :

una malttind de ¿^ras. . . . . .>'•. \i. a53 El Sombrero^Proleo. . . . . . , . : •. J "i a58 Gijita adivinatoria con- oiimeros. ^a6a Caja de tránsformacioa para cambiaF'Ob

objeto eo otro. . . < j » k . . * ;f;'í». a65 Caja ingeotoM para h'&áw ¿eaapaveoer j MM' '

aparecer élteraatiramvpt»'ana barajai^- •, . liamaeda, ^ c . < > . •. , .- u i; .368

Descripción de la mesa con trampUia para varíosjuegos de n/anosl-'j 270

Descripción de la mesa meeáníoa con pun­tas y palancas 172

Espejo'útfilc<i'4ecbrri>fÉ{K>iil4énc¡a secreta. ' '77 El bailarín mecánico á&ií^ JSnslin. . . . 38a

. . IV, SUERTES ¡Q]t^ICA5.: ,;;

Esperiendaá divertidafiqae tepuedáiha­cer coa la tintura de. TÍoletas ^ j otras tinturas auil«s TejeliJes. i J.^ . . . . ^j

Destruir y restablecer ttoMatÍMOMiUfl el color eaoMiaado de WM,«tot#. . , . , . ^^

&eet«acÍQnes.que.se pi etlen hacer con los ingredientes que Corm>4 la tinta con l B ^gt

Tinta simpaítica antigua del subacq^^ de pl ópiQ y «1 ¿cid(i\'h¡drosulí4nicQ • con 8 recreaciones •'•,«- ;tq6

JiBta simpática poco conocida para camr

Page 370: El Brujo en Sociedad Año 1839

350 biar un» escrlluca visiUle.ep otra quQf!»r,,;. taba oculta. • • •,.* •' >.. • <• •. • r. .•:;'!':-> o4

Recreaciones que se.pvwden bacer cnsí,^, .. snlfato de hierro,.y.olros Yar¡os.reactiri,„or .

• ("VOS. , . • : • ' • » ; . » , - • • • * • . «i « , , . i l d t -

BecreaeioQ que se pue4e bacer CQP la t¡a->,; tura denosas, . , , , , , . . . . , , . , . :3o7

Composición jflAÍtan<U>-:el hielo natural. . ,i: 3^9 Observación sobne l«is prolcndidas uca»., .„ ,

aensidvas - . . , ..'!,3io

. . . V. VARffiBADES. v^, i i: .

. . i . - ; i i 'r. j , . .

'arfas suerl^,burlescas.,,,CiíyaJlMíVf%.,dfiJ)VÍ^. de ^ algtin^sfrai. ••. ,. ,^.;¡,,

Decapitación'ilusoria.', f.^'. ;'. •.'.'. 312 Especta'culo del enano".'. 3 i4 El hombre al.re«éf,j([ae;9aaiiiia:y&kilftjsar>¡ 11

bre s(M<manos.iJ'J«ÍY.'jJ< ¿ ..i.;;^ >.! ^ :>•< :3i6 El hombre sin cabeza .j'sínpierDAjivc. 4:;»i)!,3i7 V'irías bpuegtas diVértidtísi \ . *i- •¡^•\> . ;i'::3'i9. Sobre escrituras y««ri^pondeneU8'*a.uoi. cretas. . '-'•'. \''l-'} '.'•']'';•'; .:..!'.'• jof'V'jBaí: CuadroiMájicOi . " . ! . ' ' j " . ' ' . . . « '.'n*¡lt>i;3»6 El Tauíüklropio. - 1 'l .' . . . . '. i . ü"! 33d Relación de vartáitik'biRéáaes de 3 uglttKM

y animales. . . . . . . . . . . . . . . . '331 La bota encantada^ cuento. . . . . . . ' . 339

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ALFABETO D E LA LLAVE-

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