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El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz. La historia de vida del joven Meyer Cuellar desde una perspectiva de memoria y territorio. David Roberto Escobar Baracaldo Universidad Nacional de Colombia Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de trabajo social Bogotá, Colombia 2020

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El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz.

La historia de vida del joven Meyer Cuellar desde una perspectiva de memoria y territorio.

David Roberto Escobar Baracaldo

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de trabajo social

Bogotá, Colombia

2020

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El arte y las transformaciones culturales para la construcción de

paz.

La historia de vida del joven Meyer Cuellar desde una perspectiva de memoria y territorio.

David Roberto Escobar Baracaldo

Tesis o trabajo de investigación presentada(o) como requisito parcial para optar al título

de:

Especialista en Acción sin Daño y Construcción de Paz

Directora:

Profesora Leonor Perilla Lozano

Línea de Investigación:

Análisis de Caso

Universidad Nacional de Colombia

Facultad de Ciencias Humanas, Departamento de Trabajo Social

Bogotá, Colombia

2020

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A Meyer, a todas, todos y todes aquellas

personas que hicieron de este trabajo algo más que

una pretensión personal, que me enseñaron y con los

que disfruté compartir y espero seguir aprendiendo.

La función del arte en la sociedad es edificar,

reconstruirnos cuando estamos en peligro de

derrumbe.

Sigmund Freud

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Agradecimientos

De corazón, razón y espíritu, le agradezco a Meyer por abrirme su vida tan sincera y

auténticamente, por sacar tiempo aun estando cansado de camellar o hacer cualquier otra

cosa diferente. A John por dejarme involucrar en sus expedientes y abrirme las puertas de

su casa para dialogar acerca de la vida y de este proyecto. A la profesora Leonor por

leerme con cautela, sugerirme palabras e irradiarme la sensibilidad suficiente para

continuar. A Lucho y Arturo por ayudarme haciendo infantería urbana. A Susana por

permitirme estar en el Bronx y ver en sus ruinas la pasión del arte. A Carlos por brindarme

su amistad sin ningún pedido a cambio en la posproducción del documental. A Johan por

darme consejos audiovisuales. A Bogotá por permitirme habitarla, olerla, analizarla,

transitarla, contemplarla. A mis padres, hermanas, amigos, que me decían: “Hágale que

se puede, está una chimba lo que está haciendo, ánimo”. Y a mi esposa, porque me apoya

incondicionalmente desde que me metí en esta locura de querer transformar el mundo.

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Resumen y Abstract IX

Resumen

Las historias de vida son voces, a la hora de establecer análisis experienciales de

personas que transforman constantemente su relación con el mundo, gracias a la

potenciación que le dan a su existencia y sus capacidades para transformarse y hacer la

diferencia en medio de territorios marginados y excluidos. En el antiguo sector del centro

de Bogotá llamado El Bronx y sus alrededores, vivió Meyer Cuellar; un joven que desde el

recorrido territorial y de memoria, le da sentido al arte y las transformaciones culturales

para la construcción de paz.

Palabras clave: Cultura, transformaciones culturales, construcción de paz, arte,

memoria, territorio.

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X El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

Abstract

Life stories are voices, when establishing experiential analyzes of people who constantly

transform their relationship with the world, thanks to the empowerment they give to their

existence and their abilities to transform and make a difference in the middle of

marginalized territories and excluded. In the old sector of downtown Bogotá called The

Bronx and its surroundings, lived Meyer Cuellar; a young man who, from the territorial and

memory route, gives meaning to art and cultural transformations for the construction of

peace

Keywords: Culture, cultural transformations, peace building, art, memory, territory.

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Contenido XI

Contenido

Pág.

Resumen ........................................................................................................................ IX

Introducción .................................................................................................................... 1

1. Contextualización territorial………………………………………………………... ......... 1.1 El Bogotazo y el Barrio Santa Inés..................................................................... 1.2 El Cartucho ...................................................................................................... 5 1.3 El Bronx ........................................................................................................... 5 1.4 Mi acercamiento al territorio ............................................................................. 5

2. Aproximaciones conceptuales .................................................................................. 2.1 Cultura, transformaciones culturales y el arte .................................................... 2.2 Enfoque de construcción de paz y la cultura de la No Violencia ........................ 2.3 La importancia de la memoria y el territorio ....................................................... 2.3 El arte como generador de paz ..........................................................................

3. La historia de Meyer ............................................................................................... 13

Bibliografía .................................................................................................................... 34

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Introducción

Entre el viernes 27 de mayo y el sábado 28 de mayo de 2016, alrededor de unos dos mil

quinientos uniformados colombianos -policías y militares-, ingresaron a la fuerza y

desalojaron a todas las personas que vivían y/o transitaban dentro de un sector

denominado como El Bronx, en la localidad de los Mártires, ubicada en el centro de la

ciudad de Bogotá. Este operativo fue llevado a cabo bajo la segunda alcaldía de Enrique

Peñalosa (2016- 2019), quién sostuvo desde su candidatura un lema bastante ambicioso

en términos de desarrollo: “Bogotá mejor para todos”, sin embargo, esa “mejoría

totalizante” tuvo unas consecuencias bastante desafortunadas en afán por el

embellecimiento urbano y en la memoria de los miles que habitaban el sector. Para llegar

a este punto de la historia será relevante echar un vistazo a la memoria para entender el

estudio de caso que en este trabajo se va a analizar.

Inicié este proyecto a partir del acercamiento que tuve con el fotógrafo independiente y

gestor cultural John Bernal, quien ha generado un sin número de procesos comunitarios

dirigidos al reconocimiento del territorio y a la construcción de tejido social durante veinte

años en la localidad de Mártires, desde un enfoque antropológico para la construcción

social. Estos procesos van desde “caminar la localidad de los Mártires en las noches” para

el reconocimiento de territorio hasta los círculos audiovisuales para jóvenes del Bronx,

Plaza de España y las Cruces. John es actualmente el fundador de ARCUPA, la Otra

Mirada, una fundación que tiene como misión realizar un reconocimiento a través de

procesos artísticos con los jóvenes y la población del sector, estableciendo tejido social y

la finalidad de hacer un buen uso del tiempo libre, a su vez generando pertinencia hacia y

dentro del territorio para potenciar habilidades artísticas en la población objetivo.

Arcupa se convirtió en una herramienta de intervención y transformación social en niños,

niñas y jóvenes de la ciudad de Bogotá, realizando procesos artísticos y educativos con la

comunidad para la construcción de sentido y pertenencia de la ciudad, valorando el

patrimonio material e inmaterial, en especial se ocupa del reconocimiento del sector del

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2 Introducción

centro de Bogotá, donde se encuentra los más importantes patrimonios arquitectónicos, y

escenarios de foco social relacionados con el consumo y venta de estupefacientes1. Varios

de los trabajos producidos por los niños y niñas de esta organización fueron premiados

como: Suburbio Capital, 2014 (realizada con los niños del Bronx), y El Espíritu del Túnel,

2014 (con los niños de Plaza España. En medio de este entramado territorial, satanizado,

empobrecido, turbulento, cargado de violencias y de hostilidades diarias, aparece Meyer

Cuellar, un joven de 20 años de edad que vivió en el sector del Bronx desde los seis años

de edad hasta que fue desalojado en el marco del gigantesco operativo dirigido por el

alcalde Enrique Peñalosa. Este sector con fama nacional, fue el epicentro experiencial más

importante de la vida de Meyer, que (en sus palabras) a pesar de estar sujeto a tantas

negatividades y espejos, le ha permitido conocer otra versión de su vida. Por ende, en

esta investigación pretende rescatar la memoria que vivió Meyer en su niñez y la incidencia

que tiene en su existencia actualmente como artista formado a pulso que trata de

transformar culturalmente -desde acciones de paz- el futuro de muchos que como él viven

a la sombra de la violencia. Indagar sobre esas “otras realidades” de las que se tiene una

percepción muy corta y a distancia desde la academia y en las que existe una marcada

frontera desde el imaginario social, merecen ser investigadas para escucharlas,

analizarlas, entenderlas y transmitirlas a la comunidad en general para abrir el horizonte

de la transformación cultural, la memoria y la construcción de paz.

Desde los conocimientos adquiridos en la Especialización en Acción sin Daño y

Construcción de Paz, considero que este tipo de trabajos son de vital importancia y

pertinencia para el contexto actual en términos de reivindicar las posibilidades prácticas

del arte para una transformación social desde el sujeto y la subjetividad en contextos de

marginalidad y exclusión social. Esto posibilitará la apertura de nuevos campos de acción

desde el diálogo inter y transdisciplinar, aportando relatos de las múltiples historias urbanas

que muestran la diversidad oculta en los territorios deteriorados y “olvidados” de la ciudad

de Bogotá, sobre todo los que han estado marcados por la hostilidad y las tensiones

cotidianas sufridas por el abandono social, pero que permiten generar reflexiones

dialógicas potentes y sensibles a la hora de escudriñar debajo de ese caparazón

robustecido por la indiferencia.

1 Consultado en: https://fundacionarcupa.wordpress.com/que-hace-arcupa/

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Introducción 3

Creo que es momento de acoger tales historias y hacerlas visibles para transformarnos,

para interiorizar y resignificar el papel de la memoria, para recorrer con “los otros” aquellos

territorios ajenos a nuestra cotidianidad. Es hora de situar a la complejidad de la violencia

vivida en este país desde un marco paradójico, coyuntural, pragmático, útil, que genere un

profundo interés en analizar tales escenarios donde existen aquellas “otras miradas de la

realidad”, en donde están inmersos una multiplicidad de conflictos, una cantidad de

historias olvidadas o no recordadas, unos pasos que fueron y son testigos de la

reproducción cultural etérea para la mayoría de habitantes, y cómo a través del arte y la

transformación cultural se ha abierto hacia la construcción de paz.

El objetivo general del presente trabajo es vislumbrar y analizar los factores identitarios,

los valores, los proyectos, las costumbres y prácticas artísticas presentes en un habitante

del extinto sector del Bronx, desde las perspectivas de memoria y territorio, además de las

reflexiones acerca de la importancia las prácticas artísticas en las transformaciones de la

cultura para generar acciones de paz. Como objetivos específicos están: Hacer una

aproximación al territorio, desde relatos históricos- vivenciales. En segundo lugar, dar a

conocer las aproximaciones conceptuales de: cultura, transformaciones culturales, arte,

memoria y territorio. En tercer lugar, facilitar la historia de vida de Meyer Cuellar fruto del

trabajo de campo. Además de los objetivos, se realizó un micro- documental que da cuenta

del acercamiento, el diálogo y la reflexión frente al relato que fundamenta esta

investigación como producto tangible.

La realidad social no es un laboratorio, es un “organismo” vivo que se construye, que

evoluciona y que cambia. Teniendo en cuenta las características del objeto de la

investigación, se desarrolló una metodología desde el paradigma cualitativo- etnográfico,

un acercamiento experiencial dialogante que implicó que la información arrojada fuera vista

desde un enfoque humanístico- interpretativo. Este enfoque permitió una proximidad fiel a

los datos de la subjetividad estudiada y también a su posterior análisis y explicación a partir

de un ejercicio de constante de triangulación de las categorías. Las fases

(progresivamente) fueron: observación, acercamiento, generación de confianza y diálogo,

profundización, análisis y reflexión, y por último un producto final (micro- documental).

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4 Introducción

A través del análisis de caso, se utilizó el método de la historia de vida, teniendo como

base las técnicas de recolección: observación, reflexividad, entrevistas semi- estructuradas

y a profundidad. La etnografía rápida permitió “… la recopilación de datos y métodos, pero

en tiempo limitado y con fines claramente definidos”. (Paramo. 2011. pp. 144) De igual

manera esta estrategia “reconoce de manera explícita la necesidad de la participación”

(Páramo. 2011. pág. 144) conjunta y activa entre los sujetos.

El primer momento fue dedicado plenamente al acercamiento y observación de la

población objetivo y sobre todo a la generación de confianza y diálogo con el protagonista

de la historia, quién además de haber estado muy de cerca a lo largo del proceso vivencial

del investigador, mostró interés desde que se estaba engendrando la idea en acceder a

brindar información sobre su vida en este sector urbano deprimido y tener mantener a tope

su disposición. Se mantuvieron como principios básicos de la Acción sin Daño y la

construcción de paz: la libertad, la dignidad, la autonomía, la inclusividad, la apropiación

compartida, la confidencialidad, el aprendizaje y reconocimiento mutuo y la perspectiva a

largo plazo. En el segundo momento surgieron los análisis de las categorías arrojadas por

parte de las entrevistas a profundidad y semi- estructuradas realizadas. Para el tercer

momento, se realizó la triangulación de las categorías en las reflexiones acerca de la

importancia las prácticas artísticas para la generación de acciones de paz.

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1. Contextualización territorial

1.1 El Bogotazo y el Barrio Santa Inés

Hubo un antes y un después de El Bogotazo2, ya que esta tragedia no solo marcó un hito

en la vida política nacional, también es el punto de partida de nuevos conceptos

urbanísticos para Bogotá: la destrucción del centro de la ciudad a manos de la enardecida

turba, acabaron con numerosas construcciones antiguas y se dio inicio a una nueva era,

como afirma Alfredo Iriarte: “…la de la jungla de concreto; la de las ingentes moles de

propiedad aérea, horizontal, sin contacto alguno con el suelo”3.

Un lugar como el barrio Santa Inés inicia siendo el protagonista. Ubicado entre las calles

sexta y doce y las carreras décima y quince (actual avenida caracas), contaba con una

gran riqueza arquitectónica colonial y de prestigio social. Allí vivieron hasta principios del

siglo XX familias de renombre económico y político que fueron trasladándose

paulatinamente hacia el norte de la ciudad (Teusaquillo, Chapinero, Usaquén) con el pasar

del tiempo; además de ser el primer barrio de la ciudad donde se construyeron edificios de

apartamentos y tener el mercado más importante después de que la Plaza Mayor (actual

Plaza de Bolívar) dejara de serlo. Fue la zona de llegada de campesinos, comerciantes,

2 Desde 1945 y en medio de éste proceso de densificación y cambio, Bogotá, se preparaba para celebrar la IX Conferencia Panamericana; empieza entonces una labor precipitada de embellecimiento de la ciudad, que consistía en una serie de obras de mejoramiento, que para algunos autores, provocaron un fenómeno de especulación, que afectó no sólo los precios del suelo y de los materiales de construcción sino los productos básicos de la canasta familiar y por lo tanto las condiciones de vida de los bogotanos. Estos procesos de “embellecimiento” no lograban solucionar el problema urbano más profundo que constituía el principal obstáculo para una intervención urbana de fondo: los problemas de propiedad múltiple en el centro. El 9 de abril, día en el que fue asesinado el jefe único del Partido Liberal, doctor Jorge Eliécer Gaitán, la ciudad estaba engalanada y en general el ambiente era festivo. Revista Uniandes: Impacto de “El Bogotazo” en las actividades residenciales y los servicios de alto rango en el centro histórico de Bogotá Estudio de caso). 3 Consultado en: https://issuu.com/dearq/docs/dearq05/160. Pág. 160.

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6 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

viajeros y migrantes de diferentes partes del país; sin embargo, el desbordamiento de la

violencia del Bogotazo generó daños sociales irreparables para el barrio, llegando a verse

deteriorado no sólo arquitectónica sino también socialmente. Se dio un incremento de

delincuentes, habitantes de calle y trabajadoras sexuales, incluso en 1957 se ordenó por

el alcalde de la época, Fernando Mazuera, que uno de sus símbolos históricos demolido:

la iglesia de Santa Inés, no sólo con el argumento de ampliar la carrera décima sino

precisamente por el grave detrimento en alza que se notaba en el ambiente.

1.2 El Cartucho

La oleada de violencia en Colombia se profundiza y por ende los desplazamientos

forzados, que entre los años 1960 y 1980 provocará la migración de miles de personas

huyendo voluntariamente de sus sitios de origen o fueron víctimas del desplazamiento

forzado, a causa de los problemas relacionados con: actores armados, desatención

estatal, amenazas, secuestros o falta de desarrollo rural, y quienes llegarán al terminal

informal de transportes de Bogotá ubicado sobre la avenida caracas con calle 10. Ésta

última se llamará: la Calle del Cartucho, gracias a que en los antiguos jardines de las casas

que allí existían se daban las flores de cartucho, sin embargo, esa elegancia y porvenir se

vino a pique luego del deterioro posterior, convirtiéndose en un sitio recuperación de los

materiales de construcción o botellas.

La amplia llegada a la capital de pobladores de diversas regiones del país será recibida en

este territorio complejo sumergido en el peligro, la habitabilidad de calle, la prostitución, el

crimen organizado, los asesinatos, la mendicidad, el tráfico de drogas, el sicariato, incluso

el origen del oficio de reciclador informal4. Por consiguiente, toda la gente que va llegando

a la zona se convertirá en caldo de cultivo para las bandas de crimen organizado, quienes

se aprovecharán de las condiciones de vulnerabilidad con las que llegan y se volverán un

elemento fácil de manipular en pro de los intereses de los traficantes de droga -jíbaros-.

4 Los recicladores como población económicamente activa existen hace más de 60 años, básicamente surgieron de la

migración forzada, como consecuencia de la extrema situación de violencia que se vive en las zonas rurales. También el origen del reciclaje se puede atribuir a la situación de alto desempleo en las zonas urbanas, que obliga a las personas pobres pero responsables a generar opciones de supervivencia. Ante esta situación un día un gran número de habitantes humildes decidió buscar entre las basuras, los residuos y los desechos una digna alternativa para vivir (En: https://www.academia.edu/37252477/Historia_del_Reciclaje_y_los_Recicladores_en_Colombia).

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Capítulo 1 7

Para los años 90´s, esta zona de Bogotá ya se había convertido en un “horno caliente”, en

una “olla” (como lo llaman coloquialmente), un territorio en el cual confluían personas que

no encontrarán nada diferente a desechos humanos, malos olores, plagas, desperdicios

materiales, muertos, inseguridad, delincuencia común, tráfico de armas y elementos

robados, expendios ilegales de sustancias psicoactivas, hoteles y bares clandestinos para

fiesta y consumo, adictos a las drogas (pegante, bazuco, marihuana, cocaína, licor

artesanal y adulterado, cigarrillo), habitantes de calle transitorios y centenares de personas

que allí residían en condiciones de precariedad y vulnerabilidad, sobre todo niños y niñas,

mujeres y adultos mayores.

Tras la llegada a la primera alcaldía de Enrique Peñalosa (1998), se comenzó a dar

prioridad a la “recuperación” y “apropiación del espacio” en el centro de la ciudad, con

especial foco en El Cartucho. La intervención fue más que caótica ya que se abordó desde

la mirada desarrollista urbana que contempla los intereses comerciales y estéticos por

encima de las problemáticas esenciales de la población que allí vivía o transitaba

temporalmente. Efectivamente el operativo desembocó en pérdidas humanas, destrucción

de construcciones arquitectónicas patrimoniales, desalojo forzoso y descentralización de

los focos de pobreza, miseria, tráfico de drogas y armas.

1.3 El Bronx

En este panorama hostil y desolador, emerge El Bronx -o La Ele-, un sector compuesto por

sólo 5 cuadras, cargado de mitos e historias que parecían sacados de un cuento de terror.

Se ubicaba entre las carreras 15 y 15A y las calles 9 y 10, en diagonal a la plaza de los

mártires donde se encuentra la iglesia del Voto Nacional -Basílica del Sagrado Corazón de

Jesús- y justo detrás del Batallón de Reclutamiento del Ejército (antigua escuela de

Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, inaugurada en el año 1916). Como se

ha mencionado con anterioridad, toda esta zona siempre ha gozado de una ubicación

privilegiada en Bogotá, por ende su reconocimiento en el manejo de altos volúmenes

comerciales y residenciales, al tiempo de recibir gran parte del desalojo de El Cartucho.

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8 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

El Bronx era un territorio de altísimo deterioro urbano y social, utilizado inicialmente para

el alquiler de habitaciones, apartamentos e inquilinatos de personas que no poseían una

suficiente capacidad económica, hasta mutar en el centro de expendio de drogas más

importante del país. La zona “independiente” fue controlada por “ollas” o “ganchos”

(organizaciones de venta de sustancias psicoactivas bastante poderosas), que estaban

distribuidas a lo largo del espacio pero que mantenían fronteras invisibles muy marcadas.

Entre las más importantes, se encontraban: Mosco, Escalera, Homero, Millonarios y

Manguera. Estas “ollas” mantenían el festín de miles de consumidores que llegaban al

Bronx a cualquier hora del día, sin descanso. Cada una controlaba varias taquillas o

“bahareques”, los cuales vendían desde bazuco, marihuana, cocaína, éxtasis, licor, hasta

pipas para el consumo. En el Bronx nadie dormía, los sitios siempre estaban llenos.

También se rumoraba que algunas de estas organizaciones tenían en sus filas comandos

de grupos paramilitares que migraron hacia el sector luego de la firma del acuerdo de

Santafé de Ralito en 2002, ya que muchos de los “sayayines” (comandos armados ilegales

al servicio de los jefes de las ollas, que adoptaron este apodo gracias a la serie japonesa

“Dragon Ball Z”, como los guerreros heroicos que velan por la seguridad del mundo) tenían

dominio de armas de grueso calibre, además de practicar torturas y ejecuciones

extrajudiciales con gran destreza. Los “sayas” eran el ejército de los “ganchos”. En ellos

recaía la seguridad, vigilancia, control y dominio del Bronx y sus cuadras aledañas, de tal

manera que se aseguraría siempre la rentabilidad del negocio.

1.4 Mi acercamiento al territorio

Desde que estudiaba en antiguo Colegio Agustiniano San Nicolás (ubicado en la Cra. 4

con calle 12), veía con inquietud aquellos territorios del centro de la ciudad que se veían

sumergidos en la escasez, me parecían sumamente complejos, cargados de historias y a

la vez de una decadencia mística. Algunas veces hicimos excursiones por dentro de los

pasajes más turbios del centro de Bogotá y fue cuando conocí el interior de El Cartucho.

Me sorprendieron las dinámicas que allí se encontraban, hicimos análisis en clase con el

profesor de Sociales, quién se encargaba de generar en nuestros pensamientos un análisis

crítico más allá de las estéticas, prejuicios o percepciones que nos brindaban tales

acercamientos fugaces. Leía crónicas, reportajes, cuentos, ensayos y libros que

alimentaron ese gusto por explorar más allá de la superficialidad del mundo.

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Capítulo 1 9

Posteriormente - y gracias a esa afición- decidí ingresar a estudiar el pregrado de

sociología y desde el inicio mantuve el interés por todos aquellos escenarios de la ciudad

ocultos, invisibles, proclives al abandono estatal y al desdén social. Tuve como ejemplo las

investigaciones realizadas por Orlando Fals Borda y Alfredo Molano, las cuales me

impulsaron hacia una sociología de campo (en caliente) que explorara otras maneras de

ver y relacionarse con el entorno, y los estudios culturales pragmáticos desde el epicentro

de las sociedades marginadas, que transgredían los parámetros convencionales de las

teorías clásicas o desarrollistas. Luego de salir de la universidad y siguiendo este camino,

me topé con Son Callejero, una banda de salseros que interpretaban sus canciones en

diferentes tarimas del centro de Bogotá y que eran impulsados en su momento por la

Secretaría de Integración Social como un proceso exitoso de habitantes de calle que a

través de la música resignificaban su sentido de vida, como su creador Dairo Cabrera lo

menciona hoy en día acerca de la orquesta: “Terquedad vestida de SALSA, perfumada de

INDEPENDENCIA y peinada con AUTO-GESTIÓN; proyecto integrado por 4 niños

mayores de 60 años de edad, que fueron glorias salseras del país y por consecuencia del

abuso de SPA han caído en condiciones de habitabilidad en calle. Actualmente es una

iniciativa respaldada por la tenacidad de unas pocas buenas personas (músicos cómplices,

artistas locos, y profesionales necios.) gente del común que no es nada común”5.

Mi gusto por la música me hizo seguir de cerca la orquesta y sus procesos musicales,

empecé a entender que, gracias al arte se podían generar transformaciones culturales con

gran contundencia. Detrás de Son Callejero caminaban varias personas que al igual que

yo tenían una disposición por colaborar desde sus oficios en lo que necesitaran para que

sus proyectos se hicieran realidad, luchando en contravía de la burocracia estatal de las

instituciones gubernamentales para adquirir permisos, contratos o “algo de plata” para vivir.

Entre reuniones en diferentes lugares comunes, comenzamos a juntarnos unos con otros,

a pensar qué hacer por todas estas personas que mantenían en sectores deprimidos pero

con grandes historias de vida. Entre unas seis personas nos inventamos una campaña que

se llamó: No Somos Invisibles, autofinanciada, informal pero comprometida, que buscaba

adentrarse en las dinámicas de la población que caía en las drogas y generar productos

conjuntos que reinventaran el imaginario social que se mantiene comúnmente desde la

5 Consultado en: https://soncallejero.blogspot.com/p/somos.html

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El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

sociedad: el desprecio. Fue una etapa muy corta pero muy enriquecedora para todas y

todos. Surgieron amistades entrañables, cada uno seguía su labor convencional sin perder

de vista estos procesos barriales de las localidades de Mártires y Santafé. Precisamente

una de mis amigas antropólogas venía realizando un trabajo importante acerca de la

historia de El Cartucho y me abrí a la inquietud de comenzar a reconocer y a conocer a

profundidad las dinámicas que allí se encontraban, sin embargo y para la época, sólo

quedaba el recuerdo en la memoria oral de los que habitaron o transitaron ese territorio.

Sin duda, muchas de esas historias confluían en otro espacio que para la época ya tenía

la suficiente fama de ser el “otro” cartucho: El Bronx. Recuerdo mucho la frase que

sobresalía en la fachada de una de las casas esquineras que hacían de entrada en la calle

10 con carrera 15: “Cristo te ama”, me impactó. Cada una de las entradas siempre estaba

resguardada, era como un bunker público al que se podía tener acceso siempre y cuando

se fuera a consumir cualquier cosa. Las primeras barreras eran cientos de habitantes de

calle, muchos de ellos parecían en un mundo paralelo llevados por el bazuco y el licor

“chiviado”. Había cierta uniformidad en esa estética, todos sucios, trajinados, despojados

de su dignidad. La demás barreras eran invisibles pero notorias, cada cliente era llevado

por habitantes de calle hacia el gancho de su preferencia, y se marcaba una fidelidad casi

contractual. Dentro pululaba el ruido de las discotecas, máquinas “tragamonedas” y el uso

y abuso de las sustancias psicoactivas. La población rotaba entre jóvenes (barristas la

mayoría), estudiantes de colegio, habitantes de calle y “sayayines”, quienes permanecían

temporalmente, hasta población adulta, adulta mayor, niñas y niños que vivían en alguno

de los edificios del Bronx.

Después de darle paso a la curiosidad latente acerca de lo que sucedía en el Bronx,

comencé a enterarme de los procesos culturales y artísticos inmersos en el sector. Uno de

los que me llamó especialmente la atención, fue el proceso que llevaba la Fundación sin

ánimo de lucro Arcupa (Arte, cultura y patrimonio) dirigida por John Bernal, “que refleja el

propósito de realizar los sueños de diferentes jóvenes que habitan la ciudad de Bogotá

quienes han sido marginados e invisibilizados. Uno de los énfasis de la fundación era el

de reconocimiento territorial, en el cual se organizaban caminatas que fomentaban

conversaciones sobre la estigmatización, la segregación social, la marginalización, la

gentrificación, la planeación urbana y el desplazamiento de los habitantes del centro de la

ciudad. En una de las caminatas dirigidas por John, conocí a Meyer Cuellar, un joven que

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Capítulo 1 11

vivió desde la temprana edad en el Bronx hasta su desalojo en 2016. Era calmado,

introspectivo, callado. Su labor era la de contextualizar al público y “estar en la juega” por

si sucedía algún evento que requiriera urgencia. Desde la primera charla que sostuvimos,

me parecían místicas sus conversaciones, a veces hacían silencios prolongados, otras

tantas, disparaban una ráfaga de palabras que mezclaban sentimientos y experiencias

poco frecuentes en los diálogos comunes. Poco a poco y con el tiempo, Meyer me permitió

acercarme a sus mundos interiores, a sus motivaciones, a sus recuerdos de infancia, a sus

relaciones familiares y sociales, a su vida.

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2. Aproximaciones conceptuales

2.1 Cultura, transformaciones culturales y el arte

El desarrollo de la humanidad ha estado especialmente marcado por hechos y

acontecimientos que le han permitido a la cultura transformarse, ya que la cultura se va

construyendo con los aprendizajes colectivos que se tornan verdades en cuanto son

convenientes para que el grupo sobreviva (Martínez, 2015. pág. 17). El individuo, su

comunicación con el otro y su entorno, han sido el móvil de la construcción social, lo que

le ha permitido darle sentido y producción de sentido a tal interacción desde el intercambio

de prácticas significativas concretas situadas en contextos determinados en la cultura. Es

una relación constructiva entre el individuo y su socialización, es el elemento primordial

que hace a los seres humanos diferentes de los demás seres vivos.

La cultura se entiende como una representación, una simbolización que queda impregnada

históricamente y se dinamiza. En otras palabras, la cultura es una manera de interpretar,

de narrar, de explicar la realidad que nos rodea y penetra todas las esferas privadas y

públicas humanas, abriéndose o cerrándose, según el paso que marquen la historia y la

socialización. También, contiene, congrega e interpreta los valores de una sociedad de

modo que el conjunto social reconoce y aprecia lo que tiene valor en la misma. La gente

descubre precisamente a través de la cultura el sentido y la intención de la vida individual

y social, pues proporciona una fuerte orientación de las escalas valorativas sociales. “La

cultura ejerce un impacto sobre las dinámicas sociales, económicas y a grandes rasgos

ambientales, promoviendo patrones o comportamientos adquiridos a partir de la educación

o conocimientos, es así como la cultura desempeña un papel frente a la construcción de

paz (…), siendo un canal o herramienta para generar transformaciones en torno a la

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14 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

violencia y fortaleciendo la memoria histórica de los territorios y países, a través de

espacios como los museos, entre otros”6.

Un sistema cultural abierto combate al cerrado- dominante todo el tiempo, ya que éste

paradigma inventa nuevas formas de estancamiento para las sociedades emergentes,

sobrevalora y coloca adeptos al avance tecnológico, desconoce los procesos emergentes

de los individuos y su interacción comprometida con su propio desarrollo consciente;

mientras que la cultura abierta formula herramientas para dinamizar escenarios, supone

retos en pro de horizontalidades o democratizaciones que amplíen la mirada hacia la

alternatividad, fomenta discusiones epistemológicas interdisciplinarias y participa de forma

comprometida en su desarrollo desde adentro.

El arte desde su trabajo incisivo, transgresor y potenciador de creatividad, ejerce un papel

imprescindible como un gran móvil que atraviesa la cultura, desde el ojo que la percibe,

que la interpreta y le da trascendencia, que la significan y le dan sentido, a través de la

traducción de las realidades complejas y distintas. Salir en la búsqueda de fugas que

permitan el desarrollo humano es el detonante creativo que permite que el arte sea aquel

contenedor que siembra en los individuos búsquedas incesantes de calcar momentos,

hechos, fenómenos, sucesos y de inmortalizar realidades. Esa ruptura convencional

agudiza la sensibilidad y se convierte en la salida hacia la exploración de otros mundos.

El arte rompe fronteras y permite que los individuos caminen por ese sendero subjetivo,

emancipado, pretencioso, para ejercitar su interpretación y percepciones; es el sello que

mantiene un espíritu impulsor de visiones de acción proyectadas hacia la posteridad, como

creador y potenciador de transformaciones culturales.

Los artistas que mantienen prácticas cercanas a transformación positiva de la sociedad,

inmortalizan hechos, discursos y memorias, son creadores rigurosos, cadenciosos,

meticulosos, profundos, metódicos, conciben un universo abierto, centrífugo, cautivador,

6 En: https://www.comunicacionsostenible.co/site/como-influye-la-cultura-en-la-construccion-de-paz/

Page 27: El arte y las transformaciones culturales para la ...

15

que ha sido hasta el momento explorado muy bien desde algunos círculos culturales desde

la cultura de base, sin embargo, aún en la sociedad existe una ausencia de espacios y

tendencias que propulsen este tipo de manifestaciones artísticas. Teniendo en cuenta que

una manifestación artística no tiene un valor absoluto, sino que cambia de significado

según el contexto histórico en que se realiza, algunos artistas se han reconciliado con la

sociedad desde una concepción democrática del arte, al menos desde el punto de vista

que debiera estar al alcance de todos.

Así pues, el poder de la transformación cultural desde la construcción artística genera una

la posibilidad de “encuentro”, siendo ya una disrupción del pensamiento común porque se

da sentido con el otro, sus significaciones y la capacidad de reflejo que resignifica el

sentimiento común. La necesidad natural de compartir con la otredad, resituar la palabra,

darle importancia al intercambio comunicativo, posibilitar nuevas miradas para gestar retos

compartidos, promover la cultura desde las manifestaciones comunes, le da nuevas formas

al individuo -a su identidad- y a su colectividad. Este cambio transforma, penetra en el

pensamiento y la cotidianidad, se evidencia en la nueva sociedad.

2.2 Enfoque de construcción de paz

Ni la paz es sólo la ausencia de guerra, ni el conflicto debe ser eludido por ser en sí mismo

agresivo. La paz es un proceso constante, que persiste en la construcción de dinámicas

sociales donde se disminuya la violencia y se eleven los indicadores de igualdad, justicia

y dignidad. Para Galtung por ejemplo, la paz debe ser positiva, pues hace referencia a la

reducción de las violencias: directa, estructural y cultural.

Desde una visión amplia, la cultura de paz se entiende como: un conjunto de valores,

actitudes, tradiciones, comportamientos y estilos de vida basados en: a) el respeto a la

vida, el fin de la violencia, la promoción y la práctica de la no violencia por medio de la

educación, el diálogo y la cooperación; el respeto pleno y la promoción de todos los

derechos humanos y las libertades fundamentales; el compromiso con el arreglo pacífico

de los conflictos; el respeto y el fomento de la igualdad de derechos y oportunidades de

mujeres y hombres; el respeto y el fomento del derecho de todas las personas a la libertad

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16 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

de expresión, opinión e información; la adhesión a los principios de libertad, justicia,

democracia, tolerancia, solidaridad, cooperación, pluralismo, diversidad cultural, diálogo y

entendimiento a todos los niveles de la sociedad y entre las naciones (Unesco, 1999). Por

tanto, la cultura de paz se extiende pacíficamente hacia la inclusión social, las identidades,

los comportamientos, los valores, los estilos de vida, que promuevan el bienestar individual

y colectivo, la seguridad y la igualdad, sin acudir a los patrones convencionales de

violencia.

Es importante ubicar al enfoque de construcción de paz como la base de la transformación

social desde una intención de cambio bajo la gestión o la resolución pronta de conflictos,

que incida en las causas violentas estructurales y culturales que se mantengan en un

contexto para superarlas positivamente y de forma duradera.

Para Lederach, la transformación debe comprender el conflicto como un fenómeno natural

e implica la resignificación de la vida con perspectiva “desde abajo” y con un compromiso

más amplio sobre los elementos relacionales y territoriales que permitan ir más allá de la

solución de las violencias directas, ya que “la relación interpersonal, el sentido de

comunidad, la comunicación, la articulación, la identidad” (Lederach, 2001) son el puente

de las negociaciones, el diálogo y las salidas al conflicto.

Así pues, la construcción de paz confronta los patrones culturales tradicionales que se

aferran a la idea destructiva de la reproducción de violencias, para trasladarlos hacia la

generación de espacios de unidad, de confianza, de creatividad, de imaginación, de

comunicación, de liderazgo, de pertenencia y de identidad. (Lederach, 2001), por más que

hayan sido históricamente marginados, prejuiciados o excluidos.

Las violencias son el eje central de las culturas hegemónicas dominantes, empero, el

desmonte de su legitimidad (bajo paradigmas clásicos que reconocen y aprueban el uso

de la violencia –ejemplos: guerras en nombre de la voluntad de la mayoría, desalojos

territoriales en nombre de un mejor uso del espacio público, las llamadas “limpiezas

sociales” en nombre de la corrección comportamental-), es fundamental en el aporte de la

construcción de paz, ya que se afinca en la humanización y en la solución creativa a los

Page 29: El arte y las transformaciones culturales para la ...

17

conflictos, y las reflexiones sobre sus destrucciones han permitido que desde el sentir

colectivo se provoque la posibilidad de vivir sin ellas.

Recordando las palabras de Martin Luther King: “La violencia para conseguir justicia es

tanto impráctica como inmoral. Es impráctica porque es una espiral descendente que

termina con la destrucción para todos. Es inmoral porque busca humillar al adversario

antes que ganar su comprensión; busca aniquilar, antes que convertir. La violencia es

inmoral porque está movida por el odio antes que por el amor. Destruye la comunidad y

hace que la hermandad sea imposible. Deja a la sociedad en un monólogo, antes que en

un diálogo. La violencia termina derrotándose a sí misma. Crea amargura en los que

sobreviven y brutalidad en los destructores”7.

Ahora bien, concebir que la humanidad tiene el desafío de construir una nueva cultura, con

valores, inquietudes, métodos y acciones significantes, que le permitan interconectarse en

medio del caos o la desolación. Adquirir nuevas dinámicas, percepciones y propósitos que

abran paso hacia un futuro diferente.

2.3 La importancia de la memoria y el territorio

Hacer historia no siempre es lo mismo que hacer memoria, y para hacer memoria se debe

volver al territorio. La memoria es dinámica, está en todos y cada uno, en todos los lugares

de la ciudad, se encuentra en la calle, y las calles son las “venas abiertas” de la ciudad. La

memoria propone lecturas múltiples mientras que la historia tiende a la verdad única. La

memoria tiene una potencia que la historia nunca alcanza8.

La memoria está en las huellas, los indicios, las pistas, en la visiones de respeto, en las

estéticas corporales, en los síntomas de silencios, en la sobrevivencia, en el deseo de

olvidar, en los despojos; es recordar una serie de situaciones y realidades sin una total

fidelidad, ya que los seres humanos tenemos algo llamado: memoria colectiva, por ende,

sería abrumador recordarlo absolutamente todo. Una de las características de la memoria

7 Consultado en: http://www.todociencia.com.ar/la-violencia-es-inmoral/ 8 Consultado en: http://www.gistain.net/todorov-entrevista-daniel-gascon/

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18 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

es la temporalidad y la espacialidad -se construyen socialmente- que dan sentido e

interpretación hacia el pasado (algunos sentidos se imponen sobre otros, legitimándolos

como verdad). Es traer el pasado al presente, siendo cambiante –por estímulos- y

subjetiva.

Para Todorov, los individuos y la sociedad tienen “momentos críticos” que requieren ser

revisados en su pasado para entenderlos, entonces la memoria narra, comunica con el

pasado, lo coloca allí donde fue, y puede lograr transformaciones positivas. Siguiendo este

autor, existen dos tipos de memorias, por un lado está la literal, que va hacia el pasado

para contar los hechos “tal cual” sucedieron, haciéndola sumamente visceral. Por otro lado,

está la ejemplar, que va hacia el pasado y trabaja minuciosamente sobre los hechos, los

analiza, diagnostica y reflexiona. Con el primero, se somete al pasado por el presente,

haciendo del acontecimiento pasado como indispensable y por tanto no trasmisible hacia

otras experiencias; el pasado no conduce a nada más allá de sí mismo. Por el contrario, la

memoria ejemplar, además de permitir superar el dolor causado por el recuerdo, aprende

de él, permite la acción en el presente pensando en el futuro; se hace generalizante (Jelin,

2005).

Para E. Jelin, transmitir el pasado es transformador y fundamenta las bases de un proceso

de identificación intergeneracional -las historias recordadas y las vividas-, dando la

posibilidad de la reinterpretación y de los propios sentidos. Para la autora, existen dos rutas

para la memoria: 1) teórico– metodológica: conceptualizar la memoria desde distintas

disciplinas y 2) la memoria como categoría social, en la cual se trabaja a partir de una serie

de discursos para su uso, abuso o ausencia en horizontes políticos y sociales.

La memoria y la identidad establecen una relación esencial en tanto cualquier identidad

individual o grupal está ligada a un sentido de pertenencia espacial- temporal; es decir que

recordar el pasado es lo que sostiene la identidad. Son dos elementos con los que

pensamos, no sobre los que pensamos.

La memoria es una herramienta primordial para construir paz ya que reconstruye el tejido

social quebrado por las violencias y reubica narrativas para darles lugar a los individuos

que las han sufrido. Lederach menciona que el pasado está vivo y se empeña en

reaparecer en el umbral del cambio social encaminado hacia la construcción de paz,

porque para emprender este proceso siempre debemos saber dónde, en qué lugar y

Page 31: El arte y las transformaciones culturales para la ...

19

tiempo, estamos situados. De esta manera, el pasado vive y se propaga en cada individuo,

pero es necesario relatarlo, recordarlo, y cotejarlo con los hechos, de tal forma que sea

posible darle sentido al presente y proyectar el futuro.

La historia de vida reconoce la conexión de las experiencias propias con las ajenas, se

vale de las experiencias para interpretar las temporalidades en la memoria, es la visión de

su propia historia que destaca ciertos acontecimientos y los eleva al nivel de un

reconocimiento enaltecido. Estos acontecimientos configuran y dan forma a la identidad

colectiva (Lederach, 2008). En esta línea, también se pueden destacar algunos elementos

que aporta Carlos Beristain para comprender los aportes que la memoria hace para la

construcción de paz: respeto y reconocimiento mutuo de las personas, colaboración con

base en objetivos, búsqueda de espacios comunes, ruptura de barreras físicas o

psicológicas de forma recíproca, procesos de restablecimiento de confianza.

La memoria y el territorio se acompañan constantemente en la identidad de Meyer,

pareciera que transitaran en cada gesto, paso, elemento simbólico, proyección que tiene

de su vida, su identidad y formas de transformación mantienen permeadas por ambas

categorías, sin negar ninguna. Meyer, ese niño del Bronx, quien mantenía una familiaridad

tan cercana a un espacio- temporalidad violenta y excluida, forjaba su destino con una

visión cargada de sobrevivencia y cambios estructurales que le permitieron convertirse en

un ejemplo como agente cultural y constructor de paz.

2.4 El arte como generador de paz

El arte está en medio de la transformación cultural, ya que sin importar que los individuos

habiten o transiten territorios marginados o excluidos, sus capacidades individuales y

colectivas se convierten en virtudes para asumir la vida cuando están involucrados en

escenarios de creatividad, ésta última “(…) se mueve más allá de lo existente hacia algo

nuevo e inesperado, surgiendo a partir de y hablando a lo cotidiano. Ese es, de hecho, el

papel del artista y la razón por la cual la imaginación y el arte están en los márgenes de la

sociedad (Lederach. 2008. Pág. 60).

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20 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

El periodista e investigador social Germán Rey afirma que: “el arte fortalece el arraigo, la

identidad, la convivencia, y los lazos de unión de las comunidades que han sido rotos por

el desplazamiento forzado y las otras estrategias de la guerra”9. Vemos entonces que el

arte ha sido un bastión importante en ese camino de reconciliación, de ilusión y eje de

sostenimiento identitario. Se han logrado tener procesos exitosos de construcción de paz

gracias a la sumatoria de esfuerzos de “parches” o colectivos barriales, ONG´s, alcaldías

locales, centros de memoria, agencias de cooperación, que han generado

transformaciones en muchas personas en medio de territorios que históricamente han sido

sometidos por la violencia, fortaleciendo las bases del capital social, el compromiso, el

respeto y la resignificación territorial; de manera participativa y consiente han mejorado las

condiciones de vida de muchos a través de procesos musicales, audiovisuales, pintura,

dibujo, danza, entre otros.

Cada uno de estos espacios abiertos al cambio social se han establecido como una opción

idónea para ayudar de forma eficiente y firme en la recuperación de múltiples realidades

violentas, con el fin de trascender en los conflictos cotidianos de manera diferente: artística,

pacífica, dinámica, unida, educativa y novedosa. Como afirma J. Lederach: “debemos

vernos realmente como quienes somos, artistas que damos a luz y mantenemos vivos algo

que no ha existido hasta ese momento”.

El arte penetra las entrañas de los individuos, los motiva al cambio, les brinda otras

maneras de adaptación que les permite avanzar hacia nuevos senderos potentes,

dialógicos, contestatarios, reflexivos, sensibles. Esas semillas, como el proceso artístico

en sí mismo, palparon la imaginación moral. Creer en la sanación es creer en el acto

creativo (Lederach, 2003, p.244). Tal y como lo menciona la antropóloga Bertha Quintero:

“la transformación que puede hacer el arte no es a corto sino a largo plazo, pero es una

transformación profunda”.

9 En: https://www.semana.com/nacion/articulo/el-arte-y-la-cultura-como-agentes-de-transformacion-y-reconciliacion-en-colombia/529466

Page 33: El arte y las transformaciones culturales para la ...

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3. La historia de Meyer

Como se ha venido mencionando a lo largo de este trabajo, la identidad cultural, la visión

de un mundo transformado, por parte de agentes artísticos que contribuyan a la cultura

de paz, que alcancen a cimentar principios como: el respeto a la vida, la dignidad, la

libertad, el amor, la confianza, la resiliencia, la unidad, no es nada fácil, y menos si estos

individuos han estado acostumbrados a múltiples realidades cercanas a las violencias

directas, estructurales y culturales. Construir un escenario diferente requiere de bastantes

motivaciones y compromisos, por eso, la vida de Meyer Esnéider Cuellar Martínez nos

ofrece “una luz entre tanta adversidad”10.

Nunca conoció a su padre, después de tener algo de conciencia (a la edad de 9 años) se

enteró que era policía, pero eso “le da igual”; aunque sabe quién es su madre natural

(Magda Cuellar) y “de vez en cuando la llama o se ve con ella”, no tienen un alto nivel de

cercanía, aunque le ayudaba de vez en cuando económicamente con el sostenimiento del

apartamento. A la que realmente le dice “mamá” es a Doña Amparo Cuellar (su abuela),

que desde que nació se hizo cargo de su crianza. Doña Amparo es una persona bastante

introspectiva, de carácter fuerte, no le gusta intimar, recia, seca. Recuerda a Meyer: “como

su nieto consentido, un niño cansón (alegre), llorón –porque a veces llegaba al

apartamento “cascado”, que le habían pegado no sabía dónde por “estar chimbeando” por

ahí-, también que era muy juicioso y metido en el arte, precisamente porque siempre

rayaba las paredes de la casa por estar dibujando”. Meyer vivió desde los 6 años en

arriendo en un apartamento del edificio más alto (Edificio Quinto Piso) del El Bronx, al lado

10 El único dato que Meyer mencionó sobre su nacimiento es que nació en el año 2000.

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22 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

de otro edificio que le decían “La Palomera” (incendiado y de vez en cuando habitado por

consumidores). Desde esa cercanía territorial, comenzó a entender los lazos de afecto más

cercanos, lo que sería “su familia”, porque “se la parchaba” con sus primos, con unos

amigos, todos vivían debajo o al lado.

Aparte de Doña Amparo, en el apartamento también vivió un tiempo con su tía y con su

abuelo (el novio de la abuela). Entre los tres “llevaban plata para pagar el arriendo y para

comer”, se la rebuscaban como fuera, aunque a veces no era de la forma más “santa”.

Doña Amparo rentaba una habitación del apartamento a diferentes personas, llegaban de

“trabajar” y se subían a consumir al cuarto, luego se salían a jugar parqués con ella y a

tomar tinto durante largas jornadas todos los días. Ella les vendía a veces la droga.

El sobrino consentido de la tía (Meyer me pidió omitir su nombre) efectivamente fue él. La

tía siempre estuvo pendiente de lo que necesitara, le daba plata para que saliera a jugar

maquinitas con los primos y a “joder en la calle”. También le daba consejos, le decía: “ojo

por ahí, no se vaya a estar metiendo donde no debe”. La tía era una de las ladronas más

importantes del sector, y luego se ganó un gran prestigio por “hacer vueltas grandes” en

diferentes zonas de Bogotá. Al cabo de un tiempo fue detenida in fraganti y apresada en

la cárcel el Buen Pastor hasta la actualidad. Meyer siempre le ha tenido mucho aprecio,

aunque recuerda con algo de incomodidad cuando le tocaba vestirse con “la percha” o la

“mejor pinta” para ir a visitarla los domingos, porque la abuela lo hacía levantar desde muy

temprano para arreglarse y acompañarla a la cárcel. Era el día de ponerse elegante y eso

duraba mucho.

El abuelo trabajaba en un sector que se denomina como: La Playa -de repuestos-, sobre

la calle sexta debajo de la carrera décima. Allí pasaba su día pintando rines, reparando

espejos, vendiendo artículos automotrices. Cuando terminaba su jornada laboral iba al

apartamento a consumir con Doña Amparo, allí pasaba su tiempo libre, era una persona

amorosa, estuvo muy pendiente de la manutención de Meyer, le gustaba darle para “el

pan”. El abuelo murió traumáticamente, ya que luego de encontrarse con un dolor intenso

en el estómago e ir a pedir ayuda al hospital más cercano, fue dejado en urgencias hasta

que falleció sin haber sido atendido durante más de tres días. Su cuerpo fue hallado al

frente del hospital y recogido como NN. Al cabo de un período salió en la prensa del barrio.

Page 35: El arte y las transformaciones culturales para la ...

23

Meyer recuerda su cumpleaños que fue el celebrado en una casa del barrio Santafé a los

8 años con gran parte de la familia. Estaba su mamá Magda y, le regalaron unos buenos

zapatos. Esa fue la excepción, ya que nunca ha sido “muy familiar”, si mucho ir a comer

pollo por la séptima fue algo que hizo no más de diez veces en toda su vida con su familia.

Una de las épocas felices era la navidad, a todos en La Ele se les notaba con otra cara,

como de buen ánimo, a todos se les olvidaba la tristeza, hasta los habitantes de calle

permanecían como más despiertos, había mucha alegría, todos juntándose para hacer

grandes comidas en ollas comunales o matar un cerdo que correteaban junto con Balalo y

los otros primos, días antes de nochebuena. Meyer siempre habla del valor de la comida,

se nota satisfecho cuando recuerda que podía comer aunque fuera un pan, o poder

almorzar “combinado” (comida típica muy económica de El Bronx, compuesta por una

porción de arroz, huevos, pasta, lenteja, fríjol o plátano), o ir a “gorriarle” comida a los

policías “buenagente” del CAI. Me dice que siempre se la pasaba con ganas de comer y

aún le sucede.

Meyer recuerda que los momentos más difíciles eran “las batidas” de la policía, cuando

entraban sorpresivamente al Bronx y de manera violenta saqueaban las tiendas

(bahareques), subían gente a los camiones a la fuerza, requisaban y golpeaban a todo el

que se atravesara, y las personas que vivían adentro de La Ele también eran increpadas

de la peor forma. Meyer recuerda que en una “batida” llegaron a tocar la puerta de su

apartamento, cuando abrió se fijó en un policía que le tenía una pistola colocada en la

frente, él no entendía que había hecho, era un niño y no sabía porque una persona tan

“grande” le estaba apuntando. Ese día inspeccionaron su apartamento, y fue un operativo

que tiene en su cabeza por la cantidad de disparos que se escucharon a lo largo de muchas

horas. En otra “batida”, una afluencia de habitantes de calle le pasó por encima para no

dejarse coger de la policía, y le partieron la clavícula. Las “batidas” daban miedo.

Señala que en El Bronx se podían identificar 4 estratos sociales, siendo el más bajo el de

los habitantes de calle “más dejados”, los más marginados, sucios y adictos, éstos

dormían entre las calles en “cambuches” o en su propia carreta con sus perros. Luego se

encontraban los individuos que vivían en una pieza con cocina pero en un espacio reducido

y baño compartido, también consumidores de SPA. Le seguían los que vivían en espacios

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24 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

más generosos, ya que tenían dos habitaciones, cocina y baño. La generalidad era que

entre varias familias se rentaran estos espacios por ser más grandes, “aunque fuera

amontonados”. El estrato más alto era -sin duda-, el de los habitantes de los apartamentos

de tres o cuatro habitaciones, que tenían baño privado, servicio de TV y equipo de sonido.

En uno de estos vivía Meyer. Se distinguía que el espacio habitacional era único que hacía

la diferencia socio- económica en este territorio, sin embargo cabe remarcar que a pesar

de ciertas características, absolutamente todos se encontraban en medio de una estética

exterior bastante sucia, e interior a veces peor, en condiciones de pobreza e incluso miseria

(muebles viejos y deteriorados, equipos electrónicos reparados, camas y colchones sobre

el piso, espejos trizados, olores nauseabundos, plagas, etc.).

Meyer tenía cuarto propio, “pequeñito” pero justo. Esa era su cueva, su refugio. Apenas

entraba en ella parecía que dejara atrás cualquier infortunio. Tenía una cama, un TV

pequeño, un espejo y una ventana que daba hacia la calle, hacia adentro de El Bronx. A

cada elemento le dio la mejor utilidad: en la cama descansaba y “echaba cabeza”, incluso

fue su amiga en las largas jornadas de migraña que tenía cuando era niño -enfermedad

que fue mermando y que su abuela le endilga a un golpe que sufrió en la cabeza cuando

era bebé-. El TV lo hizo aficionarse a la serie Los Simpsons, y por ende, al cómic. Pasó de

ver “muñequitos” a rayarlos en todas las paredes. Inclusive, desde que tiene memoria veía

a su tío –Didier Ávila, alias Didier Man- dibujando cómics y pintando en la calle. Cuando

Didier notó que tenía sensibilidad hacia el dibujo le comenzó a dar tips para mejorar su

trazo, le ayudó a entender el comic; al cabo del tiempo Meyer había superado a “su

maestro”. Ese hobby lo utilizaba para “matar el tiempo” desde los 9 años. Comenzó a

retratar historias que se daban en El Bronx, “luego de ver lo que pasaba, lo plasmaba en

hojas”, dice Meyer.

Podía quedarse bastante tiempo contemplando el panorama cotidiano a través de la

ventana con una vista privilegiada, era su fuente de inspiración, el “VIP”. Con el tiempo,

surgió el superhéroe de la ciudad de La Ele: Meyernan, “la voz del pueblo”. Meyerman no

tenía súper poderes, sólo le gustaba “relatar la realidad de lo que pasaba ahí”, fuera de lo

que decía la gente ajena de El Bronx, a la imagen que se tenía habitualmente. Los comics

tenían como ejes temáticos: la fiesta, las familias que vivían allí, los operativos policiales,

los juegos de azar, el abuso de las drogas, las plagas, los “sayayines”, la arquitectura del

Page 37: El arte y las transformaciones culturales para la ...

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espacio, la salvación, la esperanza. El espejo de la habitación de Meyer permanecía

encima de un caballete viejo, a un lado de la ventana, así que cuando se veía era como

ver el reflejo de una obra de arte, así se sentía a veces. Se acuerda de los conciertos de

Hip Hop dentro de La Ele, cómo se subía con sus primo/as y amigo/as (John Bairon –

JonhBa-, Jossy -Juan Diablo, Winny, Naomi y Julieth) al cuarto y se quedaban viendo con

detalle las presentaciones de los artistas, analizaban sus letras, repetían, cantaban,

molestaban, pasaban un buen rato. Luego de eso, cuando se quedaba sólo, se ubicaba al

frente del espejo, se ponía los audífonos y se ponía a cantar, a improvisar, soñaba que

estaba en un escenario lleno de gente, que lo aplaudían, quería ser un cantante

reconocido.

En la actualidad, el hip hop le gusta, pero el género que más le despierta emociones y en

el que está incursionando es el reggaetón. Ya ha grabado varias canciones de su autoría

y ha hecho los videos que próximamente saldrán en diferentes aplicaciones musicales. Le

gusta escribir acerca del amor y dedica gran parte de su tiempo libre a componer canciones

y melodías. Algún día espera llegar lejos con la música urbana. Reflexiona frente a esto

de la siguiente manera: “toca arriesgarse para alcanzar los sueños, a veces no son iguales

a los que pensaba, pero se puede tener la satisfacción de que por lo menos se hizo el

intento, no importa donde haya nacido o las condiciones sociales en las que haya crecido”.

Estudió en el Liceo Nacional Agustín Nieto Caballero, que se ubica exactamente frente a

la Plaza España (Cra. 19 #11-17); le decían “mi primera puñalada” pues estudiaban todas

las niñas y niños del sector. Antes de ingresar al colegio a los 7 años estudió en la

Fundación Rompiendo Cadenas, ubicada en la localidad del Santafé. La recuerda como

un espacio donde era feliz pues compartía con otros niños de su edad y podía desayunar

y almorzar generosamente. Tanto la fundación como el liceo eran lugares que le gustaban,

porque: “todo era muy ordenado, muy bien cuidadito, el ambiente era bien limpiecito, yo

creo que por eso es que hoy en día me gusta mucho ser ordenado, tener todo bien bacano”,

son sus palabras.

El paso por el Liceo fue fundamental para Meyer, tenía una “banda de menores” muy

juiciosos, un parche de amigos con los que salía a jugar diferentes deportes, escondidas

o a correr, por la Plaza España, el Voto Nacional o al frente del Instituto de Medicina Legal

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26 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

en el Parque Tercer Milenio. Era un combo de amigos entrañables que fueron creciendo

juntos, olvidándose de lo difícil de sus vidas haciendo cosas que los entretenían. Meyer

era un niño de novias, le gustaba salir con niñas a bailar reggaetón o salsa. Precisamente

junto con ellos comenzó a involucrarse con lo que realizaba John Bernal en la Plaza

España, los procesos artísticos del círculo audiovisual, como Meyer recuerda: “Me di

cuenta por medio de unos amigos que allí en la iglesia del Voto Nacional ofrecían talleres

para niños. Entonces yo empecé a asistir a las clases. Poco a poco, fui aprendiendo más

con mis amigos del barrio, que también constantemente iban allí para distraerse de tanta

locura que había en ese sector, alejándonos de tanto mal y vicios”.

“Este soy yo, a la izquierda en la foto, manejando a los pelados de mi parche, durante uno de los

días que grabamos El Bicho en el Bronx en el 2013”. Fuente: Rodaje del cortometraje El Bicho.

Talleres de Audiovisuales Fundación Arcupa.

John estuvo siempre animándolo para que explotara su lado creativo, como bien afirma

Meyer: “John nos dictaba clases de artes plásticas, cosas así como: malabarismo, teatro,

jugábamos con las pelotas, dos palitos y un rollito que da vueltas (diabolo), dibujos, y lo

que tenía que ver con plastilina, y talleres en grupo. Yo iba como para distraerme y salir

de esa monotonía. Aprendí a manejar temas del circo, aprendí a fortalecer más mi

habilidad en el dibujo. Gracias a eso, muchos de nosotros no fuimos esclavos. Me refiero

a la esclavitud como monotonía del sitio, ya que por ir a los talleres del Voto Nacional, no

fuimos esclavos condenados a siempre hacer lo mismo y estar involucrados en lo mismo,

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27

sino abriendo el espacio de la mente a otras cosas”. Además John lo motivaba con el

dibujo, con los cómics.

Cómic de Meyer. Un recorrido al Bronx con la Fundación Arcupa. 2018.

Meyer era el más talentoso en ese oficio artístico –la profesora de primaria que más lo

quería era la de dibujo precisamente, lo tenía como el mejor de la clase, era su monitor y

le enseñaba o hacía el trabajo al resto del salón- también lo designaba en cargos

relevantes en producciones audiovisuales que ejecutaban, veía en Meyer un niño juicioso,

abierto a aprender, líder, sociable, y sobre todo, un gran artista. Con la Fundación Arcupa

ganaron festivales de cortometrajes, hicieron exposiciones fotográficas al aire libre,

escribieron guiones, fantasearon cinematográficamente.

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28 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

La música lo estuvo siguiendo a cada paso, nunca se le despegó, Meyer cantaba música

urbana, se fue puliendo; frente a las características artísticas de sus demás amigos, él

sobresalía, “todo lo cogía rápido”. Actualmente descarga pistas de canciones de internet

en su celular IPhone y se va fluyendo la composición. Para él, el arte “le ha producido una

extracción de los problemas, una salida de la monotonía, una manera de olvidarse de todo.

Por ejemplo, cuando dibujaba de chiquito que me hacía olvidar lo del dinero, porque no

había para arriendo, y yo veía a mi abuela todo lo que sufría por eso, siempre estaba

sumando y eso me aburría, por eso me inventé a Meyerman, el superhéroe urbano que le

daba solución a los problemas de la gente que como yo, vivía es esas condiciones. Con el

cine me olvidaba también de las necesidades, me gustaba aprender y distraerme en algo

distinto y ahorita, con la música mi sello musical es El Lobo –Lobby-, lo asocio con los

lobos, por eso todo lo que le ha pasado, todo lo que no he tenido que “guerrear” sólo, eso

me gusta, mostrar ese animal que se enfrenta valientemente y se levanta ante las

calamidades, le pelea a los problemas como la falta de dinero, el dolor o a los vicios

callejeros. El último sencillo que saqué que fue algo de amor, algo bien sentimental, un

cambio necesario”.

Luego de escuchar a Meyer durante muchas horas, durante muchos días -compartiendo,

dialogando, caminando- cada uno de los sitios que deambulaba, donde se sentaba a

pensar, jugaba con sus amigos, iba a comer; donde soñaba, lloraba, bailaba, reía,

“chanceaba”, peleaba; donde se sentía solo, se angustiaba; donde tenía hambre; donde

comenzó a dibujar, a aprender danzas, a hacer cine, a componer canciones, pude

descubrir un universo de intenciones y posibilidades que gritaban “aquí estoy”, “quiero

ser…”, “pude cambiar”. Esto me generaba encrucijadas, a veces nostalgias,

estremecimientos, frustraciones, llantos, pero también me irradiaba una energía llena de

bondad, de resiliencia, de confianza, de tenacidad, que traspasaba los momentos más

complejos y difíciles. Siempre lo respete, lo traté con la dignidad más elevada, fui sincero,

lo abrigué como mi “hermanito menor”. Esa cercanía, aparte de la sensibilidad que me ha

caracterizado con este tipo de problemáticas sociales, me hizo reflexionar bastante, a

desaprender sobre múltiples paradigmas que pensaba no tener y a aprender de él.

Aprendimos juntos.

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La especialización de acción sin daño promueve principios que llegan a tener sentido en

la medida que se practican “en caliente”, cuando se enfrentan en realidades habitadas por

sujetos que no se quedan en el oficio asistencialista temporal, que revictimizan o se

resienten, sino que se transforman a través de un diálogo enriquecedor, paciente,

responsable, amoroso, significante, contundente, en el que caben absolutamente todas las

miradas y formas de ver y percibir el mundo, la experiencia vivida y la ajena. El tiempo

tiene valor cuando dejamos de ver el reloj, cuando nos aferramos a lo cotidiano sea cual

fuere su origen, cuando trasciende el espíritu que nos une a la humanidad “del otro” y nos

transformamos conjuntamente, cuando nos impulsamos con entusiasmo a la naturalidad

variopinta que nos brinda la existencia, o como decía Gastón Bachelard: cuando

alcanzamos el “estado abstracto”, aquella que nos permite hallar el alma en trance para

provocar cambios estructurales ligados a la curiosidad y a la pasión.

Hay unas palabras que se encuentran en un libro de Mario Mendoza llamado: La locura de

nuestro tiempo, que me recuerdan todo el tiempo a Meyer, a su familia, a sus amigos

cercanos, a sus conocidos, y lo que metafóricamente comprendo y ratifico como la

construcción de paz “desde abajo”, aquella que emerge con otros lenguajes, aquella que

nos permite resignificar los territorios y las memorias, aquella que nos sitúa desde el poder

de las transformaciones sociales y culturales, aquella que incide en actores que se han

situado desde lógicas diversas, poco convencionales, críticas, violentas, invisibilizadas,

esas palabras son las siguientes: “la vida es como un juego de póker, es casi idéntica. Yo

recibo las cartas y puedo cambiar si acaso una o dos de ellas. Influyen el lugar en el que

crecí, el medio, la educación, los amigos, los amores, las lecturas, el deporte, el buen cine,

todo ello o la ausencia de ello modifica mi cerebro, mis ideas, mis afectos. El ambiente en

el que me desarrollé influye en esa información. Y el resto es saber cómo jugar con las

cartas que me dieron, cómo apostar y cómo aguantar también la presión de los otros

jugadores. No gana quien tiene las mejores cartas, sino quien sabe jugar muy bien con las

cartas que le dieron. Hay personas que recibieron excelentes genes y un ambiente

propicio, y que son embargo, a lo largo de su vida, tomaron pésimas decisiones, jugaron

mal. Su final será proporcional a sus apuestas. Y lo contrario, hay gente que nace y crece

con todo en su contra, y no obstante persevera y elige bien cuando el camino presenta

encrucijadas. Y muchas veces termina mejor que los primeros”. (Mendoza, 2010. p. 20.).

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4. Conclusiones

Para este análisis de caso, se mostró que la profunda humanidad, la sensibilidad artística

y la trasformación cultural expresada por Meyer Cuellar claramente se ha visto influenciada

en su acercamiento a las prácticas artísticas que ha desempeñado desde que era un niño.

Trayendo las palabras de J.F. Lyotard: “la función del arte es (…) hacer que la gente sueñe,

cumplir con sus anhelos, transformar el mundo, cambiar la vida y ofrecer un escenario

sobre el cual el deseo pueda actuar su fantasmal teatro”. Además, se ha comprendido que

la generación de transformaciones culturales profundas surgen gracias a la creatividad, la

imaginación de una vida con calidad, de las buenas disposiciones actitudinales, el

fortalecimiento del diálogo, el consenso, la cooperación y la participación colectiva, la

condición de resolver conflictos de manera No violenta, el compromiso con los principios

éticos fundamentales (dignidad, autonomía y libertad), la reconciliación con el pasado

(memoria) y las “otras” formas de recorrer y habitar los territorios, incluso aunque estén

bajo el imaginario de la marginación, el desprecio, la exclusión y el maltrato social.

Se hizo un breve estudio de memoria, tomando en cuenta una lectura previa del contexto

problemático alrededor de Meyer y luego se indagó en el mismo espacio, lo cual también

permitió ir contrastando con los hechos y las personas cercanas a él. Meyer es hoy en día

un joven de 20 años que ha ejercido su papel como ciudadano de manera activa, positiva

y propositiva, se ha destacado por su proximidad en los procesos colectivos locales,

enalteciendo el espíritu del arte -con los cómics, el cine o la música-, y la construcción de

paz como líder que a partir de sus experiencias y compartirlas con los demás, genera

escenarios amplios de solidaridad, paz, reinvención, reflexividad, reinterpretación, catarsis,

y donde la palabra y la acción empática y voluntaria son protagonistas.

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El arte y las transformaciones culturales van generando efectos en las personas que sirven

para identificar elementos complejos en contextos vulnerables, situaciones particulares

que establezcan criterios de análisis profundos para reconstruir memorias y acciones de

construcción de paz ocultas para los ojos de la mayoría, saltando la barrera de lo

meramente estético y posicionando a los involucrados como los ejes de la práctica del

cambio.

El arte cimienta los caminos para abrir el proceso de transformación cultural pues es un

medio de expresión de desahogo, de denuncia, de resistencia, de rebeldía, de liberación,

de expulsión de tantas emociones de frustración, tristeza, dolor, amargura y sufrimiento;

es una herramienta que conduce los eventos más traumáticos vividos en el pasado, los

imagina diferentes, los repiensa creativamente y los reconcilia con el individuo y la

sociedad, permitiéndole nuevas proyecciones sobre la realidad y reflejando nuevas

respuestas salidas de las acostumbradas para no repetir o no recaer en la misma lógica

del daño o el error.

El arte establece los caminos que tienen gran importancia en el proceso de construcción

de la paz, es una dimensión capaz de sintetizar las experiencias, opiniones y sentires sin

necesidad de llegar a un reduccionismo presuntuoso; es el lugar que a veces los

ciudadanos no encuentran como el más pertinente pero si el más cómodo para expresar

sus realidades particulares, desde la unión de estas individualidades se crea una identidad

colectiva que tiende a rescatar las palabras y la memoria de los que históricamente han

sido víctimas de la violencia. El arte transforma porque permite enaltecer, representar,

significar, plasmar las alegrías, ausencias, deseos, frustraciones y sueños de la vida.

Este tipo de investigaciones a profundidad le permiten al “investigador” conocer como

sujeto responsable de generar lazos de sensibilidad, identidad cultural, aprendizaje,

comprensión de la diferencia, respeto, confianza y empatía a través del diálogo abierto y

genuino, además de poder acercarse a realidades que clarifiquen sus percepciones y

fortalezca sus habilidades en contextos de conflictos y violencias permanentes.

Igualmente, y como lo menciona C. Beristain: “de generar un espacio de reconocimiento

plural de tristeza, que responda a la conciencia ética y no a la norma institucionalizada,

que sepa leer el contexto, que cree sentido en todas las partes y que piense en

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32 El arte y las transformaciones culturales para la construcción de paz

perspectiva”, son otras características que el investigador adquiere gracias a los vínculos

que ha desarrollado.

El arte es también un reconstructor de la memoria ejemplar, pues rescata al pueblo de la

repetición de los ciclos de violencia y tiene la capacidad de transformar la realidad, de

solidarse, de trascender el daño, superando sin olvidar y actuando de manera dispuesta

con personas que desde el arte transforman el conflicto y posibilitan una paz estable,

conjunta y duradera.

La ilusión esperanzadora de construir paz en un país desalentado por la violencia, reside

en la posibilidad de participar colectivamente en acciones que busquen alternativas de

desarrollo ante el conflicto. El tema de la paz está en todas y todos, en las propuestas que

emergen de los territorios, en las disposiciones individuales, en los compromisos conjuntos

por querer generar un cambio. Es importante entrever las alternativas de construcción de

paz en todas sus expresiones ya que involucran realmente a cada individuo en el proceso.

Retomo las palabras con las que Meyer finalizó la última entrevista: “una de mis fortalezas

es el sentido que le doy al amor, recordando el pasado “pesado” que tuve para cambiarlo

del todo, siendo arriesgado pero siempre con el lado positivo, de alguna manera me he

arriesgado a hacer las cosas y siempre me salen bien o cuando me salen mal siempre hay

alguien que me tiende la mano, pero por más que me sintiera derrotado siempre hubo algo

que hizo permanecer “parado”. Me imagino en un futuro teniendo tranquilidad, salud y

siendo un cantante exitoso, con una casa propia, con un buen hogar, con mi esposa y mis

hijos, enseñándoles mis logros y a ganarse las cosas como debe ser, de manera honrada,

sin vicios, sin miseria. Me gustaría vivir en medio de la naturaleza, con animales. Me

gustaría ser recordado por todo lo que he hecho, pienso en mis hermanitos menores y

quisiera que ellos tomaran mi ejemplo, que se vuelvan artistas, que hagan cosas que les

apasionen –al menor le estoy enseñando a dibujar y dibuja mejor que yo- que no sean el

producto de las drogas o la delincuencia, que sean juiciosos, y que por más cosas

complicadas que pasen en la vida siempre tengan cerca el amor”.

Concluye diciendo: “Yo soy risas, siempre le he ofrecido eso a la gente cuando está

conmigo, porque frente a tantas cosas, la verdad si me gusta reír arto”, y sí, me reí, nos

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reímos bastante, fuimos felices de haber participado esta investigación que nunca tuvo

orillas extremas, nos lanzamos a caminar sin grandes pretensiones, nos conocimos y

reconocimos, fuimos autónomos, directos, reflexivos, “nos hicimos bien”. A propósito de

esta afirmación final, el sociólogo Guillermo Solarte afirma: “El concepto de desarrollo

mucho antes que una metáfora dirigida a indicar los cambios y metas a las cuales debe

llegar una comunidad a partir de unos ideales ajenos a ella misma, es entendido como un

amplio marco de trabajo colectivo que se construye en la acción ciudadana y que hace

referencia a las decisiones tomadas con el propósito de mejorar el bienestar de los

ciudadanos. Concepción de bienestar, que por cierto, puede variar según sea el ámbito

cultural y el territorio al que se haga referencia”. (Solarte, 2015. p. 70). En medio de la

construcción de paz hay: bienestar, cultura, arte, libertad, compromisos que asumir y

responsabilidades por seguir.

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