El Arte Neoclásico

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TEMA 12: ARTE NEOCLÁSICO

1. Características generales del Neoclasicismo. El Neoclasicismo representa la segunda oleada recuperadora de la antigüedad greco-latina en la historia del arte, tras el Renacimiento. Una serie de circunstancias van a permitir este redescubrimiento:

− El hallazgo de las ruinas de Pompeya y Herculano, que habían sido

sepultadas por la erupción del Vesubio del año 79 d.C. − El surgimiento de una importante bibliografía arqueológica, destacando

las obras de WINCKELMANN.

− Las Academias creadas a lo largo del siglo XVIII, que no cesaron de ensalzar el academicismo y el respeto a las normas del arte clásico, frente a los excesos del Barroco.

− El cansancio y agotamiento de las formas decorativas del rococó, que

produce una especie de "crisis estética" y una consiguiente búsqueda de formas más serenas, que permitieran un descanso de la vista y el espíritu.

− La caída del Antiguo Régimen francés tras la revolución de 1789

supone el fin de un sistema político dominado por la nobleza. De forma paralela, el arte aristocrático, el estilo rococó, decaerá y será contestado por la nueva burguesía que se hará con el poder. Los revolucionarios ven en el Neoclasicismo la derrota de la nobleza y su forma de vida, pues se trata de un estilo muy distinto a su predecesor, el Barroco.

El epicentro del nuevo movimiento es Francia, pero sus consecuencias abarcarán todo el mapa europeo, afectando tanto a la arquitectura como a las otras artes figurativas (pintura y escultura). Su período de expansión coincide aproximadamente con la segunda mitad del siglo XVIII y los principios del siglo XIX. Uno de los instrumentos fundamentales de difusión de los principios del nuevo estilo van a ser las Academias. Estas instituciones estaban acogidas a la protección del Estado, y se encargaban de inculcar a los alumnos una correcta educación neoclásica. Por ello el sistema educativo se basaba en el cultivo del dibujo, en la copia de modelos de la estatuaria antigua, y en un nivel más avanzado los alumnos podían ejercitarse en la reproducción del cuerpo desnudo al natural. Quienes superaban correctamente esta última prueba eran considerados artistas, y la academia les expedía el diploma acreditativo. Por otra parte, los arquitectos se educaban proyectando edificios según los principios de los teóricos italianos romanos y renacentistas (Vitrubio, Palladio...). Las academias de Bellas Artes se extendieron por todas las grandes ciudades ilustradas. Las más prestigiosas fueron las de San Lucas, en Roma: la Académie Royale, en París; la Royal Academy, en Londres; y la Academia de San Fernando, en Madrid. Las academias convocaban anualmente concursos para estimular a los artistas jóvenes, exponiendo en público las obras ganadoras y premiando a los vencedores con diplomas, medallas y becas en el extranjero.

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2. Arquitectura: Juan de Villanueva. El madrileño Juan de Villanueva (1739-1811) es el prototipo del arquitecto neoclásico europeo. Se forma en la Academia de San Fernando, obtiene una beca para ampliar estudios en Roma, lo que le permite desplazarse a Pompeya y Herculano, y a los 26 años regresa a España, donde es nombrado arquitecto de El Escorial. En las cercanías del monasterio edifica la Casita de Arriba y la Casita de Abajo, para los hijos de Carlos III: dos villas de recreo de estilo palladiano en la sierra madrileña. Estos encargos le valieron el favor real, siendo ascendido a la dirección general de la Academia de San Fernando y honrado con el título de Maestro Mayor del Ayuntamiento de Madrid, en un período en que la arquitectura municipal era una de las principales preocupaciones del monarca Carlos III. Villanueva realiza entonces tres obras prodigiosas en la capital de España: el Palacio de las Ciencias (actual Museo del Prado, pág. 270); el Observatorio Astronómico, y el desaparecido Cementerio general del Norte, primer camposanto de la península que responde a los fines ilustrados de salubridad pública, ya que la política de higiene ciudadana del reformismo borbónico prohibía enterrar los cadáveres en las iglesias y prescribía situar los enterramientos colectivos en lugares extramuros de la población. Otras obras importantes de la arquitectura neoclásica en España son la famosa Puerta de Alcalá (SABATINI) (pág. 266), la remodelación de la basílica del Pilar en Zaragoza (VENTURA RODRÍGUEZ), la Fábrica de Tabacos de Sevilla, etc. 3. Escultura: Antonio Canova La escultura neoclásica es un intento de serenar las formas frente a la exaltación del Barroco. Al igual que en el Renacimiento, los modelos los va a suministrar la Antigüedad clásica, sobre todo Grecia, aunque esta escultura no estará tan llena de vida como la renacentista, pues todo lo que se pretendía es copiar los modelos clásicos. En realidad, en aquella escultura no interesaba sino la belleza puramente formal; el espíritu está ausente. Desde el punto de vista de los temas, hay novedades. Decae la temática religiosa, casi sustituida por la mitológica. Se acude con frecuencia al desnudo, pero evitando el erotismo. También abundan los retratos y sepulcros. El italiano Antonio Canova (1757-1822) es uno de los grandes escultores de la historia del arte y el mayor representante del movimiento neoclásico. Se le ha considerado el último gran artista italiano. Todos los grandes de la época le estimaron: papas, reyes, intelectuales... Pero él nunca abusó de su fama y fue siempre un hombre modesto. En sus primeras obras aún se aprecian restos del estilo barroco, como en el Sepulcro de Clemente XIII, para alcanzar una factura plenamente neoclásica en sus temas mitológicos: Teseo y el minotauro, Eros y Psique abrazados (pág. 280)... son ejemplos brillantes de su amor por la escultura antigua. Sus estatuas presentan una notable calidad sensorial, gracias a un lustroso acabado que luego patinaba con piedra pómez, desvaneciéndose así el tópico de frialdad con el que tradicionalmente se cataloga cualquier escultura neoclásica. Siguiendo el ejemplo de Bernini con Luis XIV, Canova acude en 1802 a París reclamado por Napoleón, donde retratará al emperador, a su madre y a su hermana Paulina Bonaparte, recostada semidesnuda sobre un diván y efigiada como Venus victoriosa, sosteniendo la manzana mitológica de Paris en una mano.

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En 1815 es invitado a Londres para dar su opinión sobre los mármoles del Partenón que Lord Elgin había trasladado al Museo Británico. El impacto de Grecia sobre Canova es tremendo, sobre todo la obra de Fidias, que le impresiona sobremanera. Bajo este efecto realiza Las Tres Gracias, otro de sus temas mitológicos más conocidos. El último de los grandes encargos extranjeros es una estatua sedente del primer presidente de los EEUU, George Washington, destruida por un incendio, aunque se conserva una copia en yeso. 4. Pintura: Jacques-Louis David La vuelta al clasicismo en la pintura ofrecía el inconveniente de que apenas eran conocidas obras de pintura de la antigüedad. Por ello el ideal del pintor neoclásico será el dibujo, el bello dibujo, inspirado en la escultura. A este arte se aplica luego un color convencional o se deja sin colorear, quedando la pintura reducida a una grisalla. Por otro lado, la luz no viene a ser sino una vaga claridad difusa. En suma, los pintores neoclásicos fueron extraordinarios dibujantes, practicando lo que se llama el dibujo de academia. Jacques-Louis David (1745-1825) representa al pintor político, comprometido con los ideales de la Revolución Francesa y con el Imperio Napoleónico, que no duda en poner su arte al servicio de la propaganda estatal. Para su pintura se inspira en los relieves clásicos, de los cuales toma la simetría y la ordenación de las figuras en filas paralelas. En la antigüedad David buscaba sobre todo el heroísmo. Una de sus obras cumbre es El Juramento de los Horacios (pág. 294), convertida en el manifiesto de la pintura neoclásica europea. En ella David se centra en el momento en que los Horacios reciben las espadas de su padre, comprometiéndose a defender el futuro de Roma hasta la muerte. El cuadro glorifica las virtudes de patriotismo y sacrificio, concentrándose en la expresión pasional de un instante dramático. Esta impresión trágica es la que cautivó a los espectadores. A la anterior obra de ambiente romano le sigue otra de inspiración griega: La muerte de Sócrates, donde el filósofo está a punto de beber la cicuta, rodeado de doce discípulos como Cristo en la Sagrada Cena. La injusticia de su condena por el simple hecho de dedicarse a la enseñanza guarda relación con los mártires políticos de la Revolución Francesa, a quienes también representa. Tal es el caso de Marat asesinado. Otro cuadro inspirado en la Antigüedad que levantó enorme entusiasmo es Las Sabinas. Cuando la revolución estalla, David es nombrado diputado y vota la condena a muerte de Luis XVI. Identificando el Antiguo Régimen con el Barroco, las clases medias y populares que hacen la revolución ven en el Neoclasicismo de David el espíritu de una nueva época. Pinta retratos como el de Madame Récamier, que posee la más fina elegancia, con su silueta recortada sobre un diván. Tras la caída de Robespierre, David estuvo encarcelado y, una vez recobrada la libertad, rindió culto a las glorias imperiales de Bonaparte con su célebre retrato ecuestre de Napoleón cruzando los Alpes y La coronación de Napoleón en Notre-Dame. Se comprometió de tal forma con el poder que a la caída de Napoleón tuvo que buscar el exilio en Bruselas, ciudad donde murió. El otro gran pintor neoclásico, para muchos superior a David, es Jean Auguste Ingres (1780-1867), un firme defensor del neoclasicismo frente a los impetuosos románticos, especialmente frente a Delacroix, a quien recriminaba el dar más importancia al color que al dibujo.

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5. Francisco de Goya El aragonés Francisco de Goya y Lucientes (1746-1828) es un pintor genial difícil de encasillar. Vivió a caballo entre los siglos XVIII y XIX, sirviendo a cuatro reyes: Carlos III, Carlos IV, José Bonaparte y Fernando VII. Cultivó el Neoclasicismo y el Romanticismo, y su amplia producción inspirará algunos de los movimientos pictóricos que van a desarrollarse durante el siglo XX. Dominó todas las técnicas: la pintura mural y de caballete, los cartones para tapices y el grabado; y abundó en todos los géneros: el retrato, el bodegón, el cuadro religioso e histórico y la escena costumbrista.

5.1. Biografía Goya nace en 1746 en Fuendetodos (Zaragoza). El estudio del Barroco italiano constituye su primer aprendizaje. Tras realizar un primer viaje a Italia, se casa con Josefa Bayeu, perteneciente a una acreditada familia de pintores aragoneses. Su cuñado Francisco Bayeu es un artista de éxito que reside en Madrid, y en 1775 reclama a Goya para que se traslade a la Corte. Rondando los treinta años, Goya es contratado por la Real Fábrica de Santa Bárbara para diseñar los cartones que sus artesanos convertirán en tapices. Durante unos diez años, el pintor se limita poco más que a pintar escenas costumbristas, base para los tapices que luego decorarán las salas de los palacios reales. Protegido por la Duquesa de Osuna, en 1785 se convierte en pintor del rey Carlos III, y en 1799 en pintor de cámara de su sucesor, Carlos IV. Esta gran proximidad a la familia real es lo que le abre la puerta de los salones aristocráticos de Madrid, y el pintor se convierte en el retratista de moda. En sus retratos su finura y su elegancia son notas peculiares. Hasta entonces su vida ha sido un recorrido de triunfos artísticos y sociales, vive con holgura, en una vivienda lujosa y con coche propio. Hacia 1790 una enfermedad le deja sordo, lo que tendrá un influjo decisivo en su pintura. Se inicia entonces una auténtica metamorfosis en la personalidad artística del pintor: la sordera le inclina al aislamiento y la introspección, comenzando a considerar el lado negativo de la sociedad que le rodea, con sus convencionalismos y sus hipocresías. A la crítica amarga se suma una imaginación casi febril, un mundo interior turbado, que plasma en los primeros Caprichos. Al mismo tiempo continúa cumpliendo con sus encargos de retratista. A partir de 1808 la Guerra de Independencia, con su secuela de horrores, va a suponer una experiencia dolorosa que intensifica su vena pesimista y crítica. Las escenas del Dos de Mayo y la serie de dibujos y grabados de los Desastres señalan cotas pocas veces alcanzadas en la expresión del dolor de un pueblo y la degradación de los sentimientos; el ser humano se convierte en una bestia dotada de instintos increíbles de crueldad. Tras la guerra, a pesar de que ha sido retratista de José I, Fernando VII le repone en su puesto de pintor de cámara, pero siendo Goya un liberal convencido, los excesos del absolutismo le inclinan aún más al aislamiento. Es la época de sus Pinturas Negras en los muros de su casa, la llamada Quinta del Sordo. Con el fin del Trienio Liberal en 1823 y el inicio de la represión absolutista, Goya decide abandonar España, para lo que solicita permiso real y se instala en Burdeos (Francia), donde muere en 1828.

5.2. Significación social de su pintura

La relación arte-sociedad se evidencia con trazos muy claros en el caso de Goya. En sus obras se trasluce un profundo amor al pueblo; las escenas

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populares, fiestas y trabajos, están plasmadas con simpatía, y los cuadros patrióticos dejan entrever una honda compasión por los sufrimientos colectivos. En contraposición, aunque de manera sutil, puede vislumbrarse en la serie de retratos reales y nobiliarios una posición crítica: los rostros abotargados de los monarcas, sus figuras panzudas, no pueden citarse como modelo de respeto. Se trataba en realidad de una crítica a lo que representan estos personajes, a una sociedad rígida y llena de convencionalismos, absurdos e injusticias. Sin duda, el pintor creía en la posibilidad de una sociedad mejor.

5.3. Evolución artística El arte de Goya es un arte de contrastes, en continua autorrevisión. En conjunto podríamos distinguir dos etapas artísticas, que se corresponden con dos fases de su biografía. En la primera, la de triunfos profesionales y visión optimista de la vida, predominan los colores rojos y grises, la factura acabada, el dibujo de trazo continuo y los temas amables; en la segunda, de sufrimiento y visión patética, la creciente presencia del negro, la factura de manchas, el dibujo roto, los temas dramáticos y de una fantasía sombría. En los cuadros patrióticos suscitados por la guerra se enriquece la paleta, se descubren nuevas posibilidades a las manchas y la composición se mueve de manera trágica con la utilización de escorzos dinámicos –las figuras se doblan y retuercen a un tiempo- mientras el lenguaje de las manos –puños crispados, dedos abiertos o cerrados con fuerza- intensifican la sensación de opresión. La ausencia de color, el negro, pasa de ser un elemento más en los cuadros patrióticos a protagonista de las Pinturas Negras. Es el imperio de la mancha, desaparecido ya el dibujo, y de las visiones oníricas. El pintor crea un mundo de monstruos horribles, en una especie de alucinación mental, renunciando a todo lo que antes ha demostrado dominar: el dibujo, la gama cromática, la composición dinámica, y reduce su mundo expresivo a símbolos, como en el Perro en el mar de arena, una pequeña cabeza canina perdida en un cuadro de enormes dimensiones.

5.4. La obra de Goya La ingente obra goyesca es más fácil de sintetizar por temas, sin perder de vista que algún género es característico de una época, por ejemplo los bocetos para tapices, mientras otros, los retratos, pueden encontrarse a lo largo de toda su vida.

a) Costumbristas Sobresalen entre ellos los cartones para tapices. En ellos encontramos reflejada la vida madrileña: ferias, romerías, peleas y juegos, con los tipos que componían el pueblo de la capital: toreros, tonadilleras, lavanderas... En las composiciones luce la gracia del rococó, y Goya toma sus elementos de luz y paisaje de los maestros barrocos españoles, especialmente Velázquez. En esta serie destaca La pradera de San Isidro, un pequeño cuadro en el que, demostrando su maestría en la composición, introduce centenares de figuras y docenas de grupos, a veces sugeridos con una simple mancha.

b) Retratos Es el género en el que Goya tuvo una actividad más constante. Destacan por su penetración psicológica, puesto que no se limita a captar rasgos físicos, sino que traspasa, como ya hiciera Rembrandt, la apariencia para escrutar los rasgos anímicos y mostrar su antipatía o simpatía por el personaje y los que representa socialmente. Son numerosos los retratos de la familia real: Carlos III, Carlos

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IV, Fernando VII; para el colectivo de La familia de Carlos IV (pág. 290) debió de inspirarse en Las Meninas. Entre los retratos masculinos es notable el de Jovellanos, aunque Goya sintió predilección por lo femenino, como se aprecia en el de la Condesa de Chinchón (pág. 292) y sobre todo las famosas Majas. Una veta del carácter de Goya puede vislumbrarse en sus retratos de niños, como los que aparecen en La Familia Osorio.

c) Pinturas religiosas No es Goya un pintor religioso; incluso su serie de frescos de San Antonio de la Florida se conciben como escenas populares y cortesanas. Sin embargo en alguna ocasión demostró que no carecía de fervor para estos temas, como en La última comunión de San José de Calasanz, impregnado de emoción mística.

d) Pinturas patrióticas Las dos más importantes son El dos de mayo (carga de los mamelucos en la Puerta del Sol) y Los fusilamientos del tres de mayo (pág. 293), auténticos prodigios de movimiento y dolor, de expresividad y misteriosos efectos de luces y sombras. El segundo es un verdadero símbolo de la crueldad y el horror que arrastra consigo cualquier guerra.

e) Pinturas negras La expresividad del negro fue descubierta por Goya en sus últimos cuadros costumbristas, en los que el apagamiento de tonos le servía para crear una atmósfera de crítica social. En El Coloso la mancha negra es la dueña de la composición, en la que han desaparecido ya la línea y la mayor parte de los colores. En la Quinta del Sordo, Goya plasma un mundo alucinante de brujas, machos cabríos, luchas y amenazas, un mundo poblado por el miedo y la superstición. En Dos viejos comiendo sopa hace un retrato de la vejez, y en Saturno devorando a sus hijos (pág. 292) no se limita a pintar un tema mitológico, sino que alcanza el cénit del horror.

f) Grabados y dibujos Como grabador Goya puede codearse con Durero, en el que se inspiró, y Rembrandt, los otros dos gigantes de la historia del grabado. Todas las posibilidades de expresión en los rostros o de la luz en las atmósferas se consiguen con las manchas negras y los rayados. En los Caprichos (pág. 292) encontramos un mundo compañero del de las pinturas negras; es una sátira sin piedad de los vicios y debilidades sociales: la concentración de poder, el abuso sobre los débiles, la ignorancia y la superstición. En los Desastres de la guerra Goya realiza un muestrario de sufrimientos y excesos provocados por el conflicto bélico, reprobando la crueldad de ambos bandos. En la Tauromaquia nos deja interesantes estudios de movimiento y de fuerza. En los Disparates, su última serie de grabados, hallamos una colección de pesadillas que reflejan lo absurdo de la existencia.

5.5. Trascendencia pictórica del arte de Goya Aunque Goya se inspira en la tradición de los grandes maestros, su pintura implica una verdadera ruptura, en el sentido de que abandona la costumbre de pintar lo que se ve para asumir la responsabilidad de crear un mundo propio, en el que la fantasía y la crítica juegan un papel más importante que la realidad visual. Goya rechaza del Neoclasicismo su academicismo y su consideración dibujística y estática, y saltando sobre él enlaza con los grandes maestros barrocos para postular una pintura en la que el dibujo pierde su imperio y se ensalza en cambio el color, la inspiración y el movimiento.

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Todos los movimientos pictóricos posteriores a Goya beben en su obra, por eso no es exagerado llamarle el primer pintor moderno. Los pintores realistas franceses siguieron su camino en la técnica y en las concepciones. Más clara es la deuda del Impresionismo; la técnica de manchas coincide, y Manet, pionero de la primera generación de impresionistas franceses, viene a España a estudiar la obra de Velázquez y Goya, a la que rinde homenaje en varios de sus cuadros. Ya en el siglo XX, el movimiento expresionista también volverá sus ojos hacia Goya. Y cuando los surrealistas se afanen en expresar el mundo de los sueños, siguiendo las conquistas del psicoanálisis, enlazarán con las posibilidades que El Bosco y Goya ya habían desvelado en sus pinturas.