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47 2 El arte de la caza con aves: un acercamiento a la literatura cetrera en la Edad Media española NOELIA E. DE LA TORRE CANTALAPIEDRA Universidad de Valladolid 1. INTRODUCCIÓN 1.1. El arte de la cetrería E l Diccionario de la lengua española 1 define la cetrería como «1. Arte de criar, domesticar, enseñar y curar a los hal- cones y demás aves que sirven para la caza de volatería. 2. Caza menor que se hace con halcones, azores y otras aves». Esta alianza entre hombre y animal constituye una simbiosis donde ambas especies se ven beneficiadas y, desde el 10 de noviembre de 2010, ha sido reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial. A pesar de este reconocimiento, el origen de la práctica ce- trera, tanto geográfico como cronológico, sigue siendo hoy ampliamente debatido y discutido entre los expertos en la materia 2 . Son numerosos los intentos que pretenden arrojar luz a esta oscuridad, sin embargo, pocos fundamentados en 1 Oficialmente DLE desde la 23.ª edición y DRAE hasta la 22.ª edición, actualmente abierto a consulta en red desde http://dle.rae.es/ 2 Nunca se ha escrito una historia completa sobre la cetrería y ningún trabajo ha intentado tratar con los numerosos estudios japoneses, chinos, árabes y persas sobre la materia. (Epstein 1943: 497).

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2El arte de la caza con aves: un acercamiento a la literatura cetrera en la Edad Media española

Noelia e. de la Torre CaNTalapiedra

Universidad de Valladolid

1. INTRODUCCIÓN

1.1. El arte de la cetrería

El Diccionario de la lengua española1 define la cetrería como «1. Arte de criar, domesticar, enseñar y curar a los hal-

cones y demás aves que sirven para la caza de volatería. 2. Caza menor que se hace con halcones, azores y otras aves». Esta alianza entre hombre y animal constituye una simbiosis donde ambas especies se ven beneficiadas y, desde el 10 de noviembre de 2010, ha sido reconocida por la UNESCO como Patrimonio Cultural Inmaterial.

A pesar de este reconocimiento, el origen de la práctica ce-trera, tanto geográfico como cronológico, sigue siendo hoy ampliamente debatido y discutido entre los expertos en la materia2. Son numerosos los intentos que pretenden arrojar luz a esta oscuridad, sin embargo, pocos fundamentados en

1 Oficialmente DLE desde la 23.ª edición y DRAE hasta la 22.ª edición, actualmente abierto a consulta en red desde http://dle.rae.es/2 Nunca se ha escrito una historia completa sobre la cetrería y ningún trabajo ha intentado tratar con los numerosos estudios japoneses, chinos, árabes y persas sobre la materia. (Epstein 1943: 497).

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evidencias reales o datos fidedignos. Muchos estudios desde el siglo XIX han tratado de delimitar estos orígenes median-te el análisis de bajorrelieves, frescos o escritos, situando el comienzo de esta práctica hace entre 4000 y 5000 años en las estepas de Asia Central (Soma, 2012: 170), desde donde se ex-tendería al resto del mundo tanto por Oriente como por Oc-cidente. Desde allí habría llegado a China antes del 2000 a.C. (Soma, 2013: 4) y a Egipto durante la XVIII dinastía (1580-1350 a. C) (Sarton, 1931: I, 58), pasando por Japón, India y Persia, así como por otros países asiáticos entre los siglos VIII y VI a. C. A partir del siglo V d.C. las tribus germánicas introdujeron esta práctica en la Europa occidental (Fradejas Rueda, 2004: 23) cuando traspasaron las fronteras del Imperio Romano de Occidente y se asentaron al sur de los ríos Danubio y Rin, con-tagiando esta tradición a las regiones que fueron ocupando.

En la Península Ibérica fueron los visigodos (a principios del siglo V d. C.) los que inculcaron esta práctica con azores y ga-vilanes sin caperuza en la modalidad de bajo vuelo hasta que la invasión musulmana (711-1492) hizo llegar a los halcones e introdujo el uso de la caperuza (Rodríguez Cachón, 2012: 12). Gracias a ello, los árabes perfeccionaron esta arte y favorecie-ron el uso de halcones sobre los azores, algo que tendrá su impacto en la literatura, pues solo una obra estará dedicada a los azores, la escrita por Fadrique de Zúñiga y Sotomayor.

Durante la Edad Media la práctica de cazar con aves rapaces comenzó como medio de subsistencia de las clases más hu-mildes pero fue pronto asimilada en exclusiva por la nobleza, que vio en ella una forma de destacar su rango social y de convertir esta disciplina en una actividad exclusiva, emble-mática y prestigiosa para el monarca y su corte. Durante la caza se aplacaban las preocupaciones y los pesares o se trata-ban asuntos de estado, además de que el calendario cortesano y la residencia del monarca venían muchas veces impuestos por la temporada de caza (Labrador Arroyo, 2009: 222-223). Cabe destacar que incluso la elección del ave de caza tenía su

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propia jerarquía. El Libro de San Albans3, de 1486 y origen in-glés, establece por ejemplo una jerarquía de rapaces y rangos sociales entre las que destacan:

An Eagle for an Emperor El Águila para el EmperadorA Gerfalcon for a King El Halcón gerifalte para el ReyA Falcon Gentill for a Prince El Halcón Neblí para el PríncipeA Falcon of the Loch4 for a Duke El «Cernícalo» para el DuqueA Peregrine for an Earl El Halcón Peregrino para el CondeA Saker for a Knight El Halcón Sacre para el CaballeroA Merylon for a Lady El Esmerejón para la DamaA Sparehawk for a Priest El Gavilán para el Sacerdote

Muestra del estatus que otorgaba esta práctica y del aprecio que se le tenía a las aves de presa era el precio de las mismas. Encontramos, por ejemplo, que Pero López de Ayala comenta que el valor de un halcón era de alrededor de cincuenta fran-cos de oro (193,86 gr.) o que la llamada Carta de Sevilla (1252) expone que el importe de un azor mudado garcero era de 30 maravedíes, el equivalente al precio de diez vacas (Delgado Montoto, 2006: 6). Tal es la importancia de la cetrería que en la Edad Media resulta casi imposible marcar algún hecho his-tórico en el que no se mencione, de algún modo, a las aves de cetrería, por eso no nos resulta extraño que el que el precio por la independencia de Castilla que pusiera el Conde Fernán González fuera un azor5.

1.2. La literatura cetrera

La literatura cetrera está englobada en un género literario más amplio: la literatura cinegética. Este género se define se-gún Fradejas Rueda (1998: 7) como :

3 Una copia de 1881 realizada por William Blades sobre la obra de Dame Julianna Berners (fechada aproximadamente en 1388) puede consultarse en la red: https://archive.org/details/cu319240310311844 Esta especie no parece tener nombre en español ni en inglés moderno, pero podría tratarse de un error de copia de Falcon of the Rock, una subespecie del cernícalo co-mún proveniente de África cuya denominación científica es Falco rupicolus yque posee nombre actual inglés de Rock kestrel. 5 Episodio de la Venta del Caballo y del Azor (1999: X, vv. 575- 581).

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Aquel escrito didáctico referido a la caza y a sus auxiliares, compuesto en latín o lengua vernácula destinado [...] a un lector que la practica y redactado por un especialista en la materia bajo las más variadas formas literarias: Tratados en prosa (Libro de la caza de Juan Manuel, Libro de la mon-tería del rey Alfonso), poema (Libro de cetrería de Luis de Zapata), diálogo (Diálogos de la montería de Luís Barahona de Soto), epístola (Epistola Aquile, Symachi et Theodotionis ad Ptolomeum) o sátira (Libro de cetrería de Evangelista), por limitarme a ejemplos hispánicos.

Dentro de la literatura cinegética se incluye la literatura ce-trera, enfocada únicamente a la materia de la caza con aves ra-paces. Este subgénero netamente medieval tiene sus inicios en el siglo X, alcanzando su máximo esplendor en la baja Edad Media, entre los siglos XIII y XV, para comenzar su declive a lo largo del siglo XVI y desaparecer finalmente en el XVII, quedando relegada a los libros de agricultura.

Podemos dividir la literatura cetrera en dos grandes perio-dos marcados por la publicación del De arte venandi cum avibus de Federico II de Hobestaufen en 1245. En la primera etapa, que abarcaría desde el siglo X al XIII, los libros de cetrería se caracterizaban por ser tratados breves escritos en latín que contenían casi en exclusiva una colección de recetas para la veterinaria aviaria sin ofrecer apenas conocimientos ornitoló-gicos o técnicas halconeras. Algunas de las obras de este pe-riodo alcanzaron una amplia y notable difusión, evidenciada por el elevado número de testimonios conservados y por las numerosas traducciones en lengua vernácula conocidas6.

La segunda época comprendería desde el siglo XIII, tras la publicación del De venandi cum avibus, hasta finales del XVI e inicios del XVII y supone el nacimiento de la literatura ce-trera en las distintas lenguas vernáculas, bien por medio de

6 Del Dancus Rex, por ejemplo, una obra redactada en la Sicilia normanda del siglo XII, se han censado dieciséis manuscritos latinos y fue traducida al castellano, cata-lán, francés, inglés, italiano, portugués y sueco.

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la traducción de los tratados latinos del periodo anterior o bien por medio de obras originales que supusieron un nuevo modelo de tratado cetrero. Este nuevo patrón introducido por los autores presenta por lo general un mismo esquema de contenido:

1. Informaciones ornitológicas con descripción de las aves, lugares de origen y distribución, métodos de vuelo, ali-mentación, épocas de celo, cría y muda.

2. La información cinegética, aspecto más complejo y nove-doso, describe el proceso de educación de las aves de rapi-ña desde su adquisición hasta su adiestramiento. Incluye también la descripción, a veces tremendamente minuciosa, del equipo necesario para los halcones o guarnimientos, las herramientas o herramental que todo cetrero debe poseer e, incluso, instrucciones precisas para fabricarlos.

3. El régimen higiénico en el que se incluyen recomenda-ciones alimenticias, cuidados sanitarios y precauciones en el periodo de muda del ave, su etapa más delicada.

4. Información veterinaria. Es el aspecto más complejo y de mayor tradición del libro de cetrería. Está presente en mayor o menor media en todos los tratados de halcone-ría, a excepción del que marca la frontera entre las dos etapas, el De arte venandi cum avibus, que solo contempla los tres primeros apartados.

5. En ocasiones, además de estos cuatro puntos, se puede incluir un elemento variable de información miscelánea que no siempre está presente en todos los tratados. En él se puede dar información sobre los mejores cazaderos como ocurre con don Juan Manuel y su Libro de la caza o dedicarlos a las «animalías que caçan por sos dientes» en el Libro de los animales que cazan.

Esta última obra, aunque es traducción del árabe, es la pri-mera en usar este esquema del contenido, por lo que podemos

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suponer que, al menos en lo que respecta a la producción ver-nácula hispana, este modelo es de origen árabe y no europeo.

Es importante destacar que una característica intrínseca de esta literatura es la práctica ausencia de originalidad. La gran mayoría depende casi por entero de sus precedentes, algo ló-gico, por otra parte, ya que la materia médica y la descripción de aves no son un campo dado a la innovación. Para buscar la originalidad en este género debemos centrar nuestra aten-ción en la forma en la que se han adaptado las fuentes, en las innovaciones formales y las historias que sus autores hayan introducido. En este punto la literatura cetrera castellana aña-de varios elementos novedosos: por una parte la posibilidad de incluir el apartado de miscelánea, del que hemos hablado previamente, y por otra la incorporación de aspectos sociales y numerosas anécdotas, entre las que se incluyen abundan-tes datos autobiográficos de los autores para aligerar la carga doctrinal de los textos.

Las obras españolas de cetrería apenas llegan a una veinte-na de textos entre los siglos XIII y XVIII conservados en un número de manuscritos bastante elevado7. Sin embargo, y a pesar de este gran número de códices, ninguno de ellos pre-senta una producción iluminada reseñable, como sucede en Francia e Italia, ya que las ilustraciones que se encuentran son diagramas básicos de utensilios y plumas. Aunque es posible que la respuesta a esta parca decoración resida en el eminente enfoque práctico de todas las obras producidas, parece que debió de existir algún códice riquísimo, el Libro de las cacerías del rey Pedro I, que contenía más de doscientas miniaturas y se encontraba en la Biblioteca de la Cartuja de Sevilla. Desa-fortunadamente, este libro fue vendido hacia 1845 a un inglés sin que conste ninguna noticia suya desde entonces (Fradejas Rueda, 1998: 11).

7 Del Libro de la caza de las aves de Pero López de Ayala (1386) se han censado hasta hoy treinta y un manuscritos, y del Libro de acetrería y montería de Juan Vallés (1556) hay localizados diez manuscritos.

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2. LA LITERATURA CETRERA MEDIEVAL EN ESPAÑA

2.1. Siglo XIII

En el mundo hispánico el género cetrero se inició en el siglo XIII con la traducción al castellano del Kitãb al-yawãrih y la serie de recetarios latinos de Dancus rex, Guillelmus falconarius, Gerardus falconarius y Libro de los azores, originarios, en su ma-yoría, de la Sicilia normanda del siglo XII.

Aunque la literatura cetrera comparte una serie de carac-terísticas comunes a toda Europa, la primera versión al cas-tellano no se hace a partir de un texto latino, sino árabe, lo cual supone una divergencia en los comienzos y la absoluta independencia en cuanto a los orígenes de la literatura cetrera española, aunque los demás textos de este primer siglo sí sean traducciones del latín.

2.1.1. Libro de los animales que cazan

Esta obra nos ha llegado conservada en dos manuscritos, uno del siglo XIII (Madrid, Biblioteca Nacional de España, 270) y otro del primer tercio del siglo XIV (ms.V.ii.19 de la Biblio-teca del Real Monasterio de El Escorial), sin embargo, ambos testimonios están incompletos, faltando siempre el principio, que hubiera sido fundamental para poder identificar quién hizo la traducción. De estos dos documentos conservados, el de la BNE es el más antiguo y sin duda el más hermoso, pues se trata de un manuscrito en pergamino escrito en letra gótica libraria y adornado con capitales decoradas.

Erróneamente conocido como Libro de Moamín, es la versión castellana, al parecer ordenada por Alfonso X cuando aún era príncipe, del Kitãb al-yawãrih (también conocido como Kitab al-Mutawakkil) de Muhammad ibn ‘Abdallãh ibn ̔Umar al-Bayzãr, cetrero y astrónomo árabe del siglo IX del que pocos datos han llegado hasta nuestros días y cuya identidad es hoy altamente discutida. Lo que sí sabemos es que el Libro de los

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animales que cazan es la traducción del Kitab al-mutawakkil, el li-bro compuesto por Muhammad ibn ‘Abdallãh ibn ̔Umar al-Bayzãr para el califa al-Mutawakkili (quien gobernó a media-dos del siglo IX). Desafortunadamente, no se conserva ninguna copia completa del tratado árabe original, tan solo extractos y resúmenes en tres copias de una compilación cinegética del si-glo XIII titulada Kitab al-Mansuri8. La ausencia de un ejemplar unitario desató un debate sobre las fuentes utilizadas por el ce-trero árabe para la composición de la obra. ya que en un princi-pio se creyó que era la traducción del Liber Moaminus, aunque, como se demostró más tarde, ambos libros únicamente beben de fuentes comunes. Akasov y Georges creen que el texto cas-tellano reproduce una versión todavía más larga y original que lo que el Moamin y el Kitab al-Mansur (Akasov y Georges, 2005: 30), dando lugar al primer tratado cinegético castellano del que se tienen noticias y testimonios conservados.

Es una obra extensa dividida en cinco libros, aunque solo los tres primeros exponen informaciones ornitológicas y cetreras. En el primero se nos ofrece una clasificación de las aves, sus tiempos de celo y el amansamiento y afeitamiento de las aves, así como un índice de enfermedades y sus señales que conecta este capítulo con los dos siguientes. El segundo capítulo lo dedicará a las enfermedades internas y sus curas, y el tercero a las enfermedades externas.

Los dos últimos libros suponen una ruptura absoluta con los anteriores, pues deja de lado el tema cetrero para introducirse en el mundo de los perros y demás cuadrúpedos ocupando el cuarto tratado con su descripción, elección y entrenamiento, y dedicando el último a sus enfermedades.

La importancia histórica de esta obra es ingente. Desde el punto de vista meramente español es el punto de partida para varias obras de caza, bien directamente de alguno de los tes-

8 Dos copias en la Biblioteca Nacional de Túnez –mss. 13464 y 15072– y otra en la Landesbibliothek Gotha en Alemania, ms. 2092.

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timonios que debieron de existir, bien a través de otras obras, su influencia se dejó sentir entre los autores cinegéticos es-pañoles hasta el siglo XVII. Como libro de cetrería ejerció su influencia sobre el Tratado de cetrería (s. XIV), el Libro de las aves que cazan de Juan de Sahagún (s. XV) y el Libro de acetrería y montería de Juan Vallés (s. XVI). Como libro de caza con perros fue la base de los capítulos que ciniatría del Libro de la montería (ss. XIII-XIV), y a través de él llegó al mencionado Juan Vallés (s. XVI) y a las obras de Pedro de Pedraza Gaitán y de Fernan-do de Hojeda (s. XVII).

2.1.2. Dancus Rex, Guillelmus falconarius y Tratado de las enfermedades de las aves de caza

El Dancus Rex es sin duda la obra más difundida de la Edad Media Europea, no solo se conservan dieciséis manuscritos en su versión latina, si no que ha llegado a través de traducciones al italiano, francés, inglés, portugués, español, sueco y cata-lán, esta última de reciente descubrimiento, pues a lo largo del último siglo se desconocía su paradero.

Muy poco se sabe de los orígenes de esta obra, aunque la opinión más extendida hoy en día es que se trata de una obra redactada en la Sicilia normanda de mediados del siglo XII (Fradejas Rueda, 1998: 16). Se trata de una colección de trein-ta y dos recetas, aunque la versión castellana solo conserva veintiocho, precedidas de un interesante prólogo en el que se expone la génesis de la obra con una ambientación orien-tal, haciendo que posea el elemento más curioso de todas las obras de este primer periodo de la literatura cetrera.

El Guillelmus falconarius es considerado por muchos como un complemento a la obra anterior, ya que usualmente suelen aparecer juntas. La obra de este maestro falconero, al servicio de Rogerio II de Sicilia (1095-1154), nos ha llegado en versio-nes francesa, castellana, catalana e italiana además de su texto latino. La versión castellana más amplia cuenta solamente con veintitrés capítulos, omitiéndose los siete primeros de la ver-sión latina, mientras que la catalana es una traducción íntegra.

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Lo más interesante de esta obra no son los veintinueve ca-pítulos primeros que recogen recetas, sino los nueve restantes en los que se presenta una curiosa naturaleza de los halcones y unas notas sobre su amansamiento y entrenamiento, que hace que se separe de la tónica habitual de los tratados de esta época en los que solamente se daban recetas para cuidar del halcón enfermo.

El Tratado de las enfermedades de las aves de caza es una re-copilación de cuarenta y ocho remedios para las aves de caza precedidas de un prólogo, el primer capítulo, en el que se exponen rápidamente el origen y causa de las en-fermedades. Fue considerada durante algún tiempo como la versión castellana del Gerardus Falconarius, sin embargo este tratado es únicamente la fuente principal del texto en casi veintisiete capítulos (capítulos 23 al 49), otros diez ca-pítulos (2-11 y 13) tienen como antecedente latino común el De phisica avium de Valerius y el resto (14-21) no tienen un antecedente claro.

2.1.3. Libro de los azores

De esta obra se conservan tres testimonios independientes, aunque tan solo uno de ellos parece ser la versión completa puesto que los otros dos solo presentan los primeros quince capítulos.

Esta obra está dividida en cuarenta y un capítulos que tratan recetas para varias enfermedades de las aves de caza y el ré-gimen higiénico de las mismas aunque dedica algún capítulo a aspectos cinegéticos. Hasta ahora se creía que el origen de esta obra era árabe, pero Baudouin van den Adeele (1996: 63 n28) ha demostrado que la fuente inmediata de veinticuatro de los cuarenta y un capítulos de Libro de los azores es el Liber medicaminum avium.

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2.1.4. Epistola Aquile, Symachi et Theodotionis ad Ptolomeum

A estos viejos tratados en castellano debemos añadir una cu-riosa obra que solo se conserva en su versión catalana y que, tras el prólogo nos ofrece siete rúbricas en las que se dan algu-nas notas sobre la crianza del gavilán niego y una colección de recetas para los males de las aves de caza. La única aportación al género cetrero radica en la originalidad de su composición, pues el prólogo se presenta bajo la forma de una epístola re-mitida por tres sabios –Aquila, Simacus y Theodotio– al rey Tolomeo de Egipto.

2.1.5. Tratado de cetrería

Esta obra no aporta nada nuevo a la historia de los libros de cetrería en castellano. Se trata de una recopilación antológica y arbitraria de capítulos del Libro de los animales que cazan, Dan-cus Rex, Guillelmus Falconarius, Gerardus Falconarius y Libro de los azores cuyo máximo interés reside en que ofrece pruebas para postular otro manuscrito que debió de contener los mismos textos que el manuscrito V.II.19 de El Escorial del Dancus Rex.

2.2. Siglo XIV

El siglo XIV es el de mayor esplendor para los libros de ce-trería. La gran obra de Federico II de Hobenstaufen, De arte venandi cum avibus, supuso la llegada de un nuevo tipo de tra-tado en el que lo fundamental no será la cura del halcón en-fermo, aunque seguirá siendo un elemento importante, sino que se abrirá paso a un equilibrio entre los aspectos teóricos (anatomía, farmacología, veterinaria) y los aspectos prácticos (elección de aves, amansamiento, afeitamiento, introducción a la caza y especialización en determinadas presas).

En Castilla, además de asimilar este nuevo modelo de obra, se introduce otra novedad: la anécdota. Mediante la introduc-ción de hechos acaecidos a los autores como cazadores y ce-

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treros, datos autobiográficos y demás estampas de la sociedad en la que vivieron aligeran la pesadez de la doctrina venatoria y farmacológica sentando el modelo que predominará en los siglos finales de la Edad Media y durante todo el Renacimiento.

2.2.1. Libro de la caza de don Juan Manuel

El Libro de la caza de Juan Manuel se ha tenido durante mu-cho tiempo o como el primer y fundamental libro de nuestra bibliografía. Es la primera obra de cetrería castellana de autor conocido, y, aunque no puede considerarse totalmente origi-nal porque su modelo subyacente es el De arte venandi cum avibus de Federico II, es el primer libro dedicado a la práctica de la caza, la elección y el entrenamiento de las aves rapaces escrito en castellano, además de aportar como novedad al gé-nero la inserción de anécdotas para aligerar la carga doctrinal.

Desafortunadamente esta obra se ha conservado incompleta y con numerosos errores de copia en un único manuscrito. Comienza dando informaciones ornitológicas, siguiendo el esquema característico de esta época, luego información ci-negética y del régimen higiénico, y aportando información veterinaria. El quinto asunto del Libro de la caza es el geográ-fico, siendo el más novedoso de toda la obra, donde describe las mejores riberas para practicar la cetrería, salpicándolo de anécdotas y señalando las diversas raleas existentes. Esto nos permite dibujar la distribución de las especies cinegéticas en el primer cuarto del siglo XIV.

En el prólogo anuncia una sexta parte no cetrera, que está perdida. De haberse conservado todo el material anunciado, habría sido el primer libro español en aunar ambas técnicas cinegéticas: la cetrería y la montería, que solo se conseguiría dos siglos más tarde de la pluma de Juan Vallés.

2.2.2. Libro de la caza de las aves de Pero López de Ayala

Durante los primeros quince meses que el canciller Pero López de Ayala estuvo preso en el castillo de Óvidos entre

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1385 y 1386 compuso el más famoso y difundido libro español de cetrería. Esta obra nos ha llegado en treinta y un manus-critos copiados entre los siglos XV y XIX, aunque no conoció imprenta hasta 1869.

El libro de la caza de las aves está constituido por tres partes fundamentales, la primera nos habla de manera pormenori-zada de las diversas aves de rapiña, la segunda sección está formado por un único capítulo, el más extenso de todos, y lo dedica a la enseñanza y entrenamiento de las aves de caza; por último, la tercera sección es la médico-farmacéutica.

Al final hay tres capítulos que son una auténtica novedad y que se harán tópicos en la producción cetrera posterior. En uno nos habla de los movimientos migratorios de las aves y a qué se deben, lo que podría llevarnos a pensar en un pio-nero estudio ornitológico español. En otro capítulo expone el material y las drogas y simples necesarios para tratar a las aves de caza. Esta última parte no es original del canciller, si no que traduce el Libro de falcoaria de Pero Merino, falco-nero de Fernando de Portugal, lo que valió que durante al-gún tiempo esta obra fuera acusada de plagio. Sin embargo, como ya hemos visto, el concepto de traducción era bastante libre en la Edad Media y el tema cetrero carece de bastante originalidad, por lo que estas acusaciones no están demasia-do fundamentadas.

El libro de la caza de las aves tuvo mucha repercusión poste-rior, no solo derivaría en una vorágine de traducciones9, si no que fue fuente de inspiración de la literatura y la prác-tica cetrera incluso hasta la actualidad. La influencia del canciller se deja ver en Juan de Sahagún, que, trastocando ligeramente el orden de las palabras, se limitó a copiar la obra de López de Ayala. Paz y Melia (1877) ven en el tratado posterior de Evangelista una crítica directa a la obra de Sa-

9 Un original portugués fue traducido independientemente al castellano en dos ocasiones, y del castellano fue retraducido al portugués en otras dos, para finalmente volver al castellano. Para más información véase Fradejas Rueda (1998: 32).

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hagún, pero un análisis más profundo nos permite ver como los tratados que critica están presentes en Ayala pero no en Sahagún (Fradejas Rueda, 1992: xxx-xxxii). Ya en el siglo XVI será más prolijo, pero sobre todo crítico, el uso que se hace de la obra de Ayala, pues Juan Vallés critica, con muy duras palabras, los aspectos médico-farmacológicos contenidos en su tratado.

2.2.3. Libro de halconería de Pero Merino

En algún momento entre 1345 y 1383 el rey Fernando I de Portugal ordenó a su halconero Pero Merino que hiciese un libro de halconería. De los cuatro testimonios conservados solo dos dan cuenta de su autor. El Livro de falcoaria no es una obra extensa ni un tratado formalmente innovador, aunque sí encierra una novedad: ninguna de las recetas que contiene se encuentran en ningún otro tratado anterior, lo que supone no depender de la tradición precedente.

Está compuesto por veinticuatro capítulos precedidos de una introducción en la que se presenta el autor y se declara el contenido de la obra. El último capítulo es el más complejo y nos informa de la existencia del perdido libro de cetrería de João Martiz Perdigão.

La fama y difusión de este tratado no fue en tierras portu-guesas si no en la vecina España, donde sería traducido dos veces. Una por la pluma del canciller Pero López de Ayala, que no hace una traducción al uso, sino una traducción adap-tada al conjunto de una nueva obra, el Libro de la caza de las aves. La segunda traducción es la que realizara en la primera mitad del siglo XV Gonzalo Rodríguez de Escobar repartida en dos volúmenes, uno de diez folios y otro de veinte, de los cuales el primero fue robado de la biblioteca del Palacio Real de Madrid entre 1923 y 1929 y, pese a ser subastada en 1996, no se pudo recuperar.

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2.3. Siglo XV

2.3.1. Libro de las aves que cazan de Juan de Sahagún

Hasta el segundo cuarto del siglo XV los autores de libros de cetrería habían sido aficionados a la caza que dedicaron parte de su tiempo en escribir un libro sobre la materia que practica-ban. Habría de esperar a que Juan de Sahagún, halconero del rey Juan II de Castilla, escribiera su Libro de las aves que cazan o Libro de cetrería10 para encontrar la primera obra escrita por un experto de la materia.

La obra de Sahagún está compuesta por tres tratados con 22, 45 y 53 capítulos respectivamente. El primero sigue el es-quema de López de Ayala: ornitología, cinegética y régimen higiénico (muda e injerto de plumas). El resto de los tratados, segundo y tercero, los dedica a los aspectos veterinarios, los más extensos de la obra. Cierra la misma con «las propiedades de las medeçinas ya dichas», aunque no queda muy claro si estas propiedades se deben al propio Sahagún o al glosador, Beltrán de la Cueva, aunque si seguimos al propio glosador explica que fueron mandadas sacar.

2.3.2. Glosas de Beltrán de la Cueva

Como hemos visto, El libro de las aves que cazan fue glosa-do por Beltrán de la Cueva, primer duque de Albuquerque y favorito del rey Enrique IV. Es la primera labor crítica en la literatura cetrera española, pues el autor, incluso con sentido del humor, matiza o critica lo dicho por Sahagún a la luz de su propia experiencia, permitiéndose añadir algunas anécdotas que aligeran la exposición.

2.3.3. Libro de cetrería de Evangelista

A finales del cuatrocientos surge una pequeña obra que tie-ne como finalidad la crítica social. Se trata de una sátira y bur-

10 En Portugal los libros de caza venían siendo obras escritas por profesionales desde el siglo XIV.

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la de la cetrería, tanto de los cazadores, a los que tacha incluso de pecadores, como de las aves y los complicados remedios que se les aplican. A pesar de no ser un libro de cetrería al uso, sino una parodia de ellos, el autor, Evangelista, sigue fielmen-te los esquemas formales que la literatura criticada presenta. Podría decirse que el Libro de la cetrería de Evangelista es al género cetrero lo que el Quijote supuso para la novela de ca-ballerías (Paz y Melia, 1887), y podríamos tomarlo como la muestra de una saturación de género, al igual que ocurrió con el caballeresco en el siglo XVI.

2.3.4. Alonso Fernández de Madrigal, Recetas varias y De las suertes de los falcones

A Alonso Fernández de Madrigal, también conocido como El Tostado, se le ha atribuido, no sin mucha controversia y un amplio debate que dura hasta nuestros días, la redacción de un tratado de cetrería: El libro que trata del modo que se ha de tener en curar alcones, açores y gavilanes. Sin embargo, no es más que una colección de los más varios males tomados de varias obras anteriores como El libro de la caza de las aves de Pero López de Ayala.

Numerosos manuscritos de esta obra del canciller tienen un conjunto de recetas varias de diverso origen para tratar las enfermedades de las aves, un material inédito en su totalidad que demuestra la naturaleza abierta de este tipo de obras, en la que los sucesivos dueños han ido añadiendo y eliminando todo aquello que estimaban pertinente.

De las suertes de los falcones es otra extraña obra que se ha conservado en dos manuscritos y refiere una colección de re-cetas de diversos orígenes como López de Ayala, el Libro de los azores o el Gerardus Falconarius, que no siguen un plan prees-tablecido.

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3. TRATADOS DURANTE EL RENACIMIENTO Y DECLIVE DEL GÉNERO

El siglo XVI será el inicio del declive del género en Es-paña. En el quinientos se compusieron tres grandes obras seguidoras del modelo ayaliano, aunque todas ellas indi-vidualizadas y únicas en su carácter y forma de abordar el tema. Vallés con su Libro de acetrería y montería adopta un perfil enciclopédico (azores, halcones, enfermedades y montería), Zúñiga en su Libro de cetrería de caza de azor es-cribe el primer tratado monográfico dedicado en exclusiva a los azores y sus enfermedades, tema que por otra parte solo había sido tratada brevemente por sus precedentes; y Zapata escribe el primer Libro de cetrería en verso de la lite-ratura española, donde aúna el saber hacer poético con el enciclopédico, escribiendo más de 8.600 endecasílabos en los que trató todos los temas.

En el siglo XVII se produce el declive total de la cetrería, tan-to literario como práctico, producido en gran medida por el perfeccionamiento de las armas de fuego y su menor coste de mantenimiento, y por un mayor auge de la montería. Duran-te esta época la materia cetrera quedará incluida en las obras dedicadas a la montería o caza mayor aunque en el primer cuarto de siglo se conserva el interés por los libros de cetre-ría, traduciéndose al español dos obras, una portuguesa y otra italiana: Arte da caça de altaneria de Diego Fernandes Ferrei-ra y los Tres libros de las aves de rapiña de Francisco Carcano, haciendo que la literatura cetrera española se cierre como se inició, con traducciones.

Tras esto, la literatura cetrera se ocultó entre las páginas de los tratados y libros de agricultura y solo resurgió brevemente de la mano de Félix Rodríguez de la Fuente en 1986 cuando publicó El arte de la cetrería.

4. INFLUENCIA DE LA CETRERÍA EN OBRAS POSTERIORES Y CONCLUSIONES

La alusión a la cetrería está presente en muchas de las obras cumbre de la literatura española, rasgo que nos hace ver la importancia que tenía su práctica en la vida cotidiana de la nobleza. Recordamos cómo en el destierro del Cid, Rodrigo Díaz de Vivar volvía la cabeza atrás para observar las alcándaras «sin las pieles, sin los mantos, sin sus pájaros halcones, sin los azores mudados» (2007: 19) o como en el primer auto de la Tragicomedia de Calisto y Melibea «Entran-do Calisto en una huerta en pos de un halcón suyo, halló allí a Melibea, de cuyo amor preso comenzole de hablar» (Rojas, 2003). También podemos ver como en la leyenda de Los siete infantes de Lara Ruy Velázquez y Gonzalo Gonzá-lez cazan con azores, «mientras Ruy Velázquez buscaba un azor que había lanzado tras una garza» (Menéndez Pidal, 1896: 31), y doña Sancha sueña con un azor, «Así se pasa-ron dieciocho años, cuando amaneciendo un domingo soñó Doña Sancha, bajo la figura de un gigantesco azor, la veni-da del que había de poner fin á sus desventuras» (Menén-dez Pidal, 1896: 29).

Por citar un ejemplo literario más reciente, en la conocida novela de Dashiell Hammet, El Halcón maltés, llevada al cine por John Huston en 1941 y protagonizada por Humphrey Bogart, la estatuilla sobre la que se centra la trama y que da nombre al título es una supuesta figura incrustada de piedras preciosas que representa un halcón y que ficticiamente los ca-balleros de la Orden de Malta regalaron al emperador Carlos V en 1530 como tributo.

A lo largo de este trabajo se ha intentado realizar un acer-camiento hacia un género literario poco conocido y valorado pero de enorme importancia durante la Edad Media. Como se ha podido observar, no son muchas las obras que compo-nen este corpus, pero la gran mayoría están bien conserva-

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das en numerosos testimonios. Las muestras que nos hacen reivindicar la importancia del arte de la cetrería en España son muchas y muy variadas y su reflejo en la literatura pa-rece suficiente reclamo para acercarnos a una materia larga-mente olvidada por los filólogos. Asimismo, y en cuestio-nes puramente literarias, la aproximación a este subgénero didáctico podría ser de utilidad para comprender mejor la literatura medieval.

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