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El análisis arquitectónico de las masías fortificadas del Maestrazgo como documento histórico Beatriz Martín Domínguez Miguel Sancho Mir La masía goza de una fuerte presencia en la geogra- fía maestracense, que remite al origen medieval de su singular estructura territorial, en la que, ya en la épo- ca de dominio de las órdenes militares, se presenta como el elemento articulador idóneo de ese hábitat disperso que se estableció en las vastas extensiones de abrupta orografía que se extienden entre las villas, además del sistema óptimo de explotación de sus re- cursos. Se trata de un modelo importado por los re- pobladores del norte que juega un papel fundamental en el proceso de ocupación del espacio intercalar de la red de aldeas ya relativamente consolidada tras la conquista cristiana (Ibáñez 2007, 164) (figura 1). De entre el conjunto de masías maestracenses lla- man poderosamente la atención algunas de ellas, de- bido a la presencia de una torre, tipología que, más allá de su mera funcionalidad militar, se inserta con un papel destacado dentro de la semiótica del poder. Torres que, en este caso, son ante todo el edificio principal de una masía, unidad de vertebración del territorio en la que coinciden el lugar de residencia con una unidad de producción (Ruíz 2007, 227), en la que la explotación agropecuaria es la función prin- cipal. Las masías fortificadas no son un fenómeno limi- tado a la geografía de la actual comarca del Maes- trazgo turolense sino que se extiende por las comar- cas vecinas del sureste de Teruel y el norte de Castellón, difícilmente separables desde la perspecti- va histórica, Valencia y Cataluña (Ibáñez y Casabona 2013, 34). Un fenómeno que se relaciona con el pro- ceso de señorialización del territorio cristianizado, que en Aragón es perceptible desde el siglo XIV (Guitart 1965, 39), por el que los castillos se convier- ten en lo que había sido el castillo feudal europeo unos siglos antes: una residencia señorial desde la que se ejerce el poder y sistema de organización del territorio (Gil 2013, 105). Castillos que finalmente quedarían reducidos a torres señoriales, como expo- nente del señorío, con las que Guitart asocia a los aislados mases de las sierras turolenses próximas a Levante (Guitart 1965, 49). En este caso vinculadas a las pequeñas élites de este entorno rural que supo be- neficiarse de la convulsa situación de los últimos si- glos bajomedievales, insertándose en los circuitos comerciales de la Corona de Aragón (De la Torre 2012), personajes en todo caso afectos al señorío, pues este tipo de construcciones estaban limitadas por las disposiciones forales en las que se prohibía la construcción de fortificaciones particulares dentro de cualquier señorío, salvo que se contase con la autori- zación del señor, tal y como recoge la compilación de Vidal de Canellas De munitionibus Construendis en su libro VII, capítulo 26 (Ibáñez y Casabona 2013, 34). No obstante, ya desde el primer acercamiento al estudio del corpus de masías seleccionado, es mani- fiesta la diferencia en la calidad arquitectónica entre las distintas torres, lo que lleva a pensar que no todas se pueden englobar dentro del mismo fenómeno so- cial. Ya Diego Mallén establece una clasificación en la que diferencia las masías torreadas de las torres Actas Vol. 2.indb 985 Actas Vol. 2.indb 985 13/11/17 10:07 13/11/17 10:07

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El análisis arquitectónico de las masías fortificadas del Maestrazgo como documento histórico

Beatriz Martín Domínguez Miguel Sancho Mir

La masía goza de una fuerte presencia en la geogra-fía maestracense, que remite al origen medieval de su singular estructura territorial, en la que, ya en la épo-ca de dominio de las órdenes militares, se presenta como el elemento articulador idóneo de ese hábitat disperso que se estableció en las vastas extensiones de abrupta orografía que se extienden entre las villas, además del sistema óptimo de explotación de sus re-cursos. Se trata de un modelo importado por los re-pobladores del norte que juega un papel funda mental en el proceso de ocupación del espacio intercalar de la red de aldeas ya relativamente consolidada tras la conquista cristiana (Ibáñez 2007, 164) (figura 1).

De entre el conjunto de masías maestracenses lla-man poderosamente la atención algunas de ellas, de-bido a la presencia de una torre, tipología que, más allá de su mera funcionalidad militar, se inserta con un papel destacado dentro de la semiótica del poder. Torres que, en este caso, son ante todo el edificio principal de una masía, unidad de vertebración del territorio en la que coinciden el lugar de residencia con una unidad de producción (Ruíz 2007, 227), en la que la explotación agropecuaria es la función prin-cipal.

Las masías fortificadas no son un fenómeno limi-tado a la geografía de la actual comarca del Maes-trazgo turolense sino que se extiende por las comar-cas vecinas del sureste de Teruel y el norte de Castellón, difícilmente separables desde la perspecti-va histórica, Valencia y Cataluña (Ibáñez y Casabona 2013, 34). Un fenómeno que se relaciona con el pro-

ceso de señorialización del territorio cristianizado, que en Aragón es perceptible desde el siglo XIV (Guitart 1965, 39), por el que los castillos se convier-ten en lo que había sido el castillo feudal europeo unos siglos antes: una residencia señorial desde la que se ejerce el poder y sistema de organización del territorio (Gil 2013, 105). Castillos que finalmente quedarían reducidos a torres señoriales, como expo-nente del señorío, con las que Guitart asocia a los aislados mases de las sierras turolenses próximas a Levante (Guitart 1965, 49). En este caso vinculadas a las pequeñas élites de este entorno rural que supo be-neficiarse de la convulsa situación de los últimos si-glos bajomedievales, insertándose en los circuitos comerciales de la Corona de Aragón (De la Torre 2012), personajes en todo caso afectos al señorío, pues este tipo de construcciones estaban limitadas por las disposiciones forales en las que se prohibía la construcción de fortificaciones particulares dentro de cualquier señorío, salvo que se contase con la autori-zación del señor, tal y como recoge la compilación de Vidal de Canellas De munitionibus Construendis en su libro VII, capítulo 26 (Ibáñez y Casabona 2013, 34).

No obstante, ya desde el primer acercamiento al estudio del corpus de masías seleccionado, es mani-fiesta la diferencia en la calidad arquitectónica entre las distintas torres, lo que lleva a pensar que no todas se pueden englobar dentro del mismo fenómeno so-cial. Ya Diego Mallén establece una clasificación en la que diferencia las masías torreadas de las torres

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fortificadas en base a la peor calidad de las primeras ante las segundas, lo que relaciona con la posible posterior cronología de las torreadas, que copiarían algunos elementos estéticos de las fortificadas, que data entre los siglos XIV y XVI (Mallén 2008, 18). Cronología que encaja con la fecha en la que ha sido datada la Torre del Puerto, de Puertomingalvo, pri-mera referencia que se ha hallado de una masía forti-ficada dentro del señorío episcopal zaragozano: entre la documentación del arzobispado aparece una refe-rencia de 1346 en el que la mitra zaragozana concede permiso al infanzón Jimeno López de Luna para construir una casa y torre en su infanzonía en Puerto-mingalvo (Ibáñez y Casabona 2013, 34) (figura 2).

Se considera fundamental la adecuada caracteriza-ción de la tipología de masía fortificada maestracen-se a estudiar en la presente investigación, pues es un punto de partida básico para que sea asumible un es-tudio que supere las fronteras de la actual comarca del Maestrazgo turolense y se extienda a un ámbito geográfico más amplio.

Para lograr el conocimiento necesario que requiere la caracterización de la tipología es imprescindible utilizar una adecuada metodología de documenta-ción, en la que el análisis de la arquitectura, que

siempre es una fuente esencial, es aún si cabe más re-levante en la presente investigación debido a la esca-sez de fuentes documentales.

METODOLOGÍA

En este caso se partía de la necesidad de documentar el conjunto patrimonial como parte del método in-vestigador, pero también como resultado, pues la do-cumentación generada constituiría un testimonio fun-damental en caso de la desaparición de alguna de las estructuras que lo componen. Así, teniendo en cuenta este condicionante, además de las herramientas dis-ponibles para su desarrollo y las características del medio físico, se ha desarrollado una metodología es-tructurada en cuatro fases1:

Planificación y documentación previa

El trabajo comenzaba por el análisis de la documenta-ción recopilada en relación con el conjunto arquitectó-nico a investigar. El estudio de las referencias docu-mentales ha permitido un conocimiento previo suficiente para forjarnos una idea sobre los aspectos en torno a los cuales debía centrarse el análisis arqui-

Figura 1Mapa topográfico con la delimitación de los términos muni-cipales y la ubicación de las masías objeto de estudio. (Ela-boración propia)

Figura 2Fotografía de Torre Piquer, ubicada en el término municipal de Tronchón. (Elaboración propia)

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tectónico. Aspectos que han sido extraídos y reflejados en una base de datos que facilita el posterior análisis comparativo e incluye información relativa a sus ca-racterísticas arquitectónicas, como son su posible dis-tribución funcional y circulaciones originales, sus pro-piedades geométrico-dimensionales, sistemas constructivos y elementos singulares, entre los que se pone especial atención a los de aspecto defensivo; además de una valoración previa de su estado de con-servación. Con el objetivo de registrar la información a introducir en la base de datos, se han diseñado unas fichas a completar durante la toma de datos in situ.

Previamente al desplazamiento al área de estudio, se ha comprobado, además, la ubicación geográfica de cada una de las masías mediante el visor cartográfico.

En esta fase ha sido, además, fundamental estable-cer el contacto con los agentes locales que facilitaran el acceso a las masías, puesto que todas ellas son de propiedad privada, que además constituyen una fuen-te de documentación de valor inestimable.

Trabajo de campo

Tras una primera exploración de reconocimiento gene-ral, se procedía a realizar el levantamiento arquitectó-nico de los edificios seleccionados para ser estudiados en profundidad, mediante el sistema tradicional de di-bujo de croquis y toma directa de medidas.

Los croquis no sólo representan los aspectos de carácter geométrico-formal, sino que reflejan, me-diante las anotaciones oportunas, aquellas observa-ciones realizadas in situ que permitan esclarecer la evolución constructiva de los edificios. Este sistema se entiende fundamental en cualquier análisis arqui-tectónico, puesto que implica un contacto con el edi-ficio tan intenso que proporciona un conocimiento imposible de conseguir mediante la utilización, úni-camente, de sistemas indirectos. No obstante, presen-ta algunas limitaciones derivadas, principalmente, de la dificultad para tomar las medidas de los elementos más inaccesibles, además de la lentitud del método si se desea obtener una representación precisa de las superficies. Precisamente, estas son las principales ventajas que se han encontrado en la utilización de la restitución fotogramétrica como complemento al mé-todo tradicional, puesto que permite la obtención de la geometría completa de la totalidad de los elemen-tos registrados en las fotografías, con un breve regis-

tro métrico, además de que la fotografía es el soporte ideal para realizar el análisis de la estratigrafía cons-tructiva del edificio.

Por otra parte, en esta fase, se han recogido algu-nas muestras de piedra del entorno de Torre Gorgue, además de algunos fragmentos de revestimientos y falsos techos desprendidos de otras torres, para pro-ceder a su posterior análisis en el laboratorio.

Procesado y análisis

Esta fase comenzaba por registrar en la base de datos digital las notas tomados en campo, aunque algunos de los campos no han podido ser completados hasta haber finalizado el proceso de levantamiento arqui-tectónico.

Para poder llevar a cabo el análisis geométrico-formal y tipológico, se ha obtenido una planimetría completa, para lo que se ha realizado la puesta a es-cala vectorial de los croquis, que se ha complementa-do con la restitución fotogramétrica de la volumetría exterior de los edificios.

Para la representación de los alzados se han utili-zado principalmente las ortofotos extraídas del mo-delo tridimensional, aunque en algunos casos, en los que la calidad del modelo no era la suficiente, se ha recurrido a la rectificación fotográfica de algunas su-perficies concretas. Los alzados así resultantes refle-jan la información geométrica a la vez que la foto-gráfica; así, aspectos como el color, las texturas, fábricas, discontinuidades, fisuras, etc. quedan regis-trados en el momento preciso de su documentación, fundamental para el análisis constructivo y de estado de conservación.

En paralelo al levantamiento arquitectónico, se han analizado las muestras recogidas en la fase de trabajo de campo, en el laboratorio de materiales de la Escuela Universitaria Politécnica de La Almunia (EUPLA)2.

Elaboración de los resultados y conclusiones

Finalizada la fase de procesado, se ha procedido al análisis arquitectónico individualizado de cada una de las masías, realizado desde el planteamiento de la reflexión sobre un mismo edificio desde distintas perspectivas. Después de una aproximación a su em-

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plazamiento, el análisis se detiene en la arquitectura, entendida desde la visión vitruviana del equilibrio entre función, construcción y belleza, con lo que se logra una reflexión ordenada. Se ha decidido reservar un apartado exclusivamente al estudio de los elemen-tos defensivos, que aportan a la designación general de masía el calificativo de fortificada, por su relevan-cia en cuanto a la significación de la tipología.

Finalizado el análisis arquitectónico, se estaba en condiciones de elaborar un catálogo que posibilite la visión homogénea del conjunto de masías a través de un conjunto de fichas de lectura tipificada que permi-ten la documentación sistematizada de cada una de las masías. Las fichas muestran datos sobre la deno-minación, cronología, localización geográfica, los usos, la propiedad y el estado de conservación, ade-más de aquellas características arquitectónicas más representativas que facilitan la lectura comparativa entre las masías catalogadas3.

La utilización de la base de datos digital ha facili-tado el análisis comparativo de distintos aspectos ti-pológicos, compositivos y constructivos concretos, que permite la correlación entre determinadas carac-terísticas arquitectónicas y su posible funcionalidad y cronología.

RESULTADOS Y DISCUSIÓN

Del total de las trece masías propuestas para el estu-dio inicial, se ha podido llevar a cabo la toma de da-tos completa de once de ellas. De la Torre de Abajo, en Mirambel, y de la Torre Castellote, en Cantavieja, sólo se han podido tomar algunas fotografías desde el exterior debido a que la falta de disponibilidad de los propietarios ha imposibilitado el acceso.

Del resto de masías, se ha podido realizar la toma de datos completa, de la que han resultado un total de sesenta y tres croquis, que se han complementado con las fotografías que se han tomado en la fase de trabajo de campo.

Tras un análisis preliminar de los datos registrados en esta fase, se consideró que las cualidades arquitec-tónicas de Casa Pérez, en Villarluengo, y de Casa Ayora, en Tronchón, no son comparables con las del resto de masías incluidas en el estudio, por lo que han sido excluidas del análisis comparativo.

De las nueve masías restantes se ha completado el proceso de levantamiento arquitectónico, del que han

resultado sesenta y dos planos. Sólo después de este proceso se ha tenido el conocimiento necesario para poder llevar a cabo el análisis de los nueve casos de estudio seleccionados.

La base de datos digital se ha completado confor-me se ha ido avanzando en las distintas fases de la investigación. Compuesta por datos concretos, ha fa-cilitado un análisis comparativo objetivo según cier-tos aspectos, que se relatan a continuación y han puesto de manifiesto lo variopinto de este conjunto patrimonial.

Actualmente, todas las torres se encuentran adosa-das a edificaciones menores de distinta morfología, pero, tras analizar las relaciones constructivas entre ellas, se deduce que la mayoría de las construcciones se han levantado posteriormente a la torre, que se co-rrespondería con el edificio más antiguo de la masía. En Torre Camañes, Torre Piquer ―Tronchón―, Torre Santa Ana y Torre del Monte Santo, la lectura de las fábricas en las superficies de contacto entre la torre y sus edificios contiguos evidencia una vinculación di-recta original, tanto a nivel constructivo como funcio-nal, con una de sus construcciones anexas, vinculación que también observan Ibáñez y Casabona (2013, 35) en las masías fortificadas de la comarca de Gúdar-Ja-valambre, justificada, en el caso de Torre Santa Ana y Torre del Monte Santo, por el hecho de que su acceso principal se ubique en planta baja, que necesariamente tendría que funcionar como zaguán, por lo que la edi-ficación contigua albergaría, probablemente, las cua-dras (figura 3). En el caso de Torre Camañes, la nece-sidad de ampliar su pequeña superficie en planta sería el argumento más claro. El resto de torres se levanta-rían como construcciones aisladas, o al menos sin vin-culación directa con sus anexos.

Son torres de dos o tres plantas que, en algunos ca-sos, presentan importantes transformaciones, pero aún es posible reconocer su configuración original, cuya distribución funcional recuerda a la descrita por Anderson (1972, 98) para las zonas destinadas a vi-vienda en los castillos medievales, formadas funda-mentalmente por el salón, que sería el centro de la vida social, la cámara, donde el señor se retiraba a descansar, y la capilla. En el caso de las torres anali-zadas, la planta baja sería la más austera y estaría vinculada con usos agropecuarios o de almacenaje, excepto cuando el acceso principal se sitúa en este nivel, que tendría que funcionar como zaguán. La planta primera se corresponde con la planta noble,

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que albergaría la sala de representación, espacio sig-nificado al exterior con una ventana de gran tamaño y cuidada talla que, normalmente, se corresponde con un cortejador. En los casos en que existe una se-gunda planta, esta estaría dedicada a usos residencia-les de carácter más privado, como son las alcobas. Sólo Torre Sancho muestra evidencias claras de la presencia de una capilla, a través de la existencia de la pintura mural de temática religiosa que decora par-te de los cerramientos de su segunda planta4.

Por último, en la mayoría de torres existe, actual-mente, un espacio bajocubierta que muestra eviden-cias claras de haber sido aprovechado como palomar en algún momento de su historia, función cuya incor-poración a la torre puede considerarse como un ele-mento de prestigio en estos municipios en los que, como indican Ibáñez y Casabona (2013, 35) la pose-sión de palomas estaba restringida a la élite. No obs-tante, algunas de las torres que actualmente cuentan con un espacio útil destinado a palomar, como Torre Camañes, Casa Sisca o Torre Sancho, muestran hue-llas en sus fábricas de haber sido recrecidas, proba-blemente con el objetivo de posibilitar el uso del es-pacio bajocubierta, por lo que, probablemente, en origen no contarían con esta estancia (figura 4). Se desconoce la configuración original de las cubiertas, que en la actualidad son inclinadas en todos los casos.

En cuanto a la forma de acceso, en todas las ma-sías analizadas, excepto en Torre Santa Ana, Torre del Monte Santo y Torre Piquer ―Villarroya de los

Pinares―, se han hallado dos puertas de acceso a distinto nivel, de forma que la principal permite la entrada directa a la planta noble, ubicada en el pri-mer piso, lo que recuerda al modelo de las torre-ho-menaje que, como afirma Anderson (1972, 72), «por razones de seguridad sólo tenía una entrada situada a la altura del segundo piso». No obstante, en el caso de las masías analizadas, a la mayoría de puertas de primera planta se accede a pie llano, gracias al desni-vel del terreno en el que se implantan. Sólo Torre Sancho, Torre Camañes y Torre Gorgue parece que pudieran tener el acceso principal en altura.

Visualmente, la torre destaca del conjunto edilicio como un volumen prismático cuya esbeltez varía en-tre la estilizada fachada de menor longitud de Torre Camañes, que presenta una relación aproximada de 2,6, o la también esbelta fachada sur de Torre Piquer

Figura 3Alzado fotogramétrico de Torre Piquer, en Tronchón. (Ela-boración propia)

Figura 4Sección de Torre Camañes, en Cantavieja, por el edificio anexo, en la que queda definida la morfología y posición de la puerta de acceso original a la planta primera de la torre. (Elaboración propia)

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―Tronchón―, con una relación en torno a 2,3, y la prácticamente cúbica Torre Piquer ―Villarroya de los Pinares―, cuya relación de esbeltez se aproxima a 1,2. La geometría dominante en planta es la rectan-gular, casi cuadrada, con lados que varían entre los 7 y los 8 m aproximadamente; sólo la Torre del Monte Santo y Torre Piquer ―Villarroya de los Pinares― son un cuadrado perfecto en planta, casi perfecto en el caso de Torre Gorgue, que, con sus 9,2 m × 9,4 m, es la torre de mayor superficie; por su parte, Torre Sancho y Torre Soriano presentan plantas plenamen-te rectangulares, con dimensiones muy similares, en las que su lado corto es de unos 7 m y el largo de algo más de 10 m. En cuanto a la altura máxima de las torres, esta varía entre los 10 m de Casa Sisca o Torre Piquer ―Villarroya de los Pinares― y los 15,5 m de Torre Santa Ana, prácticamente igual de alta que Torre Sancho o Torre Piquer ―Tronchón―, cuya altura se sitúa en torno a los 15,3 m.

El aspecto de las torres es cerrado, hermético, lo que alude a su sentido defensivo, enfatizado con el remate almenado de sus muros. Sin embargo, la con-siderable magnitud de sus ventanas principales re-cuerda que la función principal de estos edificios es la residencial.

En la mayoría de casos estudiados no se aprecia una intención compositiva en el diseño de sus facha-das, sino que los vanos se abren de forma desordena-da, probablemente en respuesta a las necesidades de la distribución interior de los espacios. El deseo de destacar una fachada principal, que concentra todos los elementos representativos, es manifiesto en Torre Santa Ana y Torre del Monte Santo, en las que las ventanas y acceso principales se alinean al eje de la fachada, además de otros elementos significativos como son un escudo nobiliario y una cornisa moldu-rada, en el caso de la Torre del Monte Santo (figura 5). Cabe mencionar, además, dos casos intermedios, en los que se observa una intención compositiva, pero no se destaca una fachada principal, son Torre Gorgue y Torre Piquer―Tronchón―.

En todo caso, más allá de la disposición de los hue-cos en los alzados, llama la atención la calidad de los vanos principales, aspecto que se repite en todos los casos seleccionados para el análisis arquitectónico, cuya talla muestra estilos característicos de distintos momentos constructivos. Se podrían destacar las ven-tanas geminadas de Torre Sancho o de Casa Sisca, que responden a la estética del gótico mediterráneo, o la

gran ventana adintelada con alféizar moldurado de To-rre Monte Santo que, con su cuidada talla, podría competir con los numerosos edificios palaciegos del XVI de las villas maestracenses (figura 6).

Figura 5Alzado fotogramétrico de Torre Monte Santo, en Villarluen-go. (Elaboración propia)

Figura 6Ventanas geminadas de estilo gótico mediterráneo: izda. vano de Torre Sancho; dcha. vano de Casa Sisca, ambas en Villarluengo. (Elaboración propia)

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En cuanto a los vanos de acceso, la composición más habitual es la de arco de medio punto hacia el exterior, mientras que al interior se abre, en unos ca-sos, mediante la solución adintelada y, en otros, me-diante arco escarzano. Muchas de ellas conservan su sistema de cierre original con alamud de madera. Cabe destacar, igualmente, la presencia de escudos nobiliarios en algunos de los casos estudiados, como en Torre Sancho o en Torre del Monte Santo, en am-bos casos ubicados sobre el eje de la puerta de acce-so principal, o en Torre Piquer ―Villarroya de los Pinares―, que exhibe dos blasones, uno, de estética medieval, situado sobre la ventana principal y el otro, mucho más moderno, en la misma fachada.

En cuanto al sistema constructivo, todas las torres responden al modelo de muros perimetrales estructu-rales de fábrica de mampostería, reforzados con silla-res en las esquinas y en los encuentros con los vanos principales, sobre los que apoya una estructura hori-zontal de vigas de madera.

El tratamiento de la fábrica de mampostería varía de forma considerable de unas torres a otras, tanto en el tamaño de los mampuestos, como en el nivel de ta-lla, desde algunos casos en los que no muestran nin-gún trabajo, hasta otros en los que las piezas están la-bradas de forma tosca, a modo de sillarejos. Variación que también se observa en la talla de los sillares, principalmente en los que refuerzan las es-quinas, que en algunos casos, como en Torre Soria-no, es tan tosca que se han considerado sillarejos. No obstante, los sillares más trabajados se corresponden, en todas las torres, con los que configuran los vanos principales, en los que se utiliza un tipo de piedra de mayor calidad a la del resto de fábricas, que permite su trabajabilidad, facilitando el trabajo de cantería.

Muros que presentan una sección escalonada, como es habitual en las estructuras torreadas, de for-ma que, coincidiendo con el apoyo de los forjados, el espesor de muro se va reduciendo en altura. Si se comparan los espesores de muro en planta baja, se observa una importante variación de los aproximada-mente 70 cm de Torre Camañes, espesor reducido, probablemente vinculado con su pequeña magnitud en planta, a los 106 cm de Torre Sancho, Casa Sisca o Torre Gorgue (figura 7).

En cuanto a los tipos de piedra utilizados, para las fábricas de mampostería, que constituyen la mayor parte de las superficies murarias, lo más probable es que se utilizara la piedra existente en las inmediacio-

nes de la masía, por lo que encontramos cierta varie-dad, en ocasiones en un mismo edificio, principal-mente entre la utilización de calizas, tipo de piedra dominante en el entorno, y areniscas. Mientras que, para configurar los sillares, se eligió un material de mayor calidad, para lo que se recurriría a piedra ex-traída de una cantera, probablemente, del entorno no muy lejano.

Las estructuras horizontales se conforman a base de vigas de madera que apoyan directamente sobre los muros, salvando la luz más corta, sobre las que apoyan los forjados a base de viguetas de madera y tablero, también lignario, como material de entrevi-gado, que, en algunos casos, se ha sustituido por re-voltones. Esta estructura descrita de una forma gené-rica, presenta ciertas variaciones, ya que, en algunas torres, sólo hay un nivel de elementos lineales, de forma que el material de entrevigado apoya directa-mente sobre las vigas. La luz a salvar por las vigas

Figura 7Sección de Torre Sancho, en Villarluengo. (Elaboración propia)

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está en torno a los 500 cm, aunque en la planta pri-mera de Torre Piquer –Villarroya de los Pinares– al-canza los 649 cm, salvada por vigas de sección rec-tangular de 46 cm de canto.

El caso de Torre Gorgue es singular, ya que el sis-tema de muros de piedra perimetrales se complemen-ta con un arco diafragma rebajado, que divide la planta en dos partes iguales, reduciendo a la mitad la excesiva luz, de más de 700 cm, que tendrían que ha-ber salvado las vigas de madera que soportan los for-jados, en caso de no existir un apoyo intermedio. Esta estructura recuerda a la de la Torre del Puerto, de Puertomingalvo, investigada por el equipo del Se-minario de Arqueología y Etnología Turolense (SAET) (Casabona et al 1985, 240) (figura 8).

Las cubiertas, actualmente, son todas inclinadas, en algunos casos, sobre pares de madera y, en otros, a la molinera, sobre correas, también de madera, ex-cepto Torre Piquer ―Tronchón―, que presenta una estructura provisional metálica debido a que se en-cuentra en proceso de restauración. No obstante, la mayoría de cubiertas muestran huellas de haber sido

modificadas, por lo que el aspecto actual no es más que el resultado de las sucesivas reformas que han sufrido a lo largo de su historia, por lo que no se des-carta la posibilidad de que algunas de las cubiertas originales fuesen planas, lo que habría permitido uti-lizar las almenas que rematan los muros con un senti-do defensivo. Tras el análisis individualizado de cada una de las torres, esta opción parece más plausible en las estructuras de Torre Sancho, Casa Sisca y Torre Camañes que en las del resto de masías.

La componente defensiva merece ser tratada en profundidad, pues es el aspecto fundamental por el que este conjunto de masías merece distinguirse del resto de sus semejantes para acercarse a la tipología de casas-fuerte. Componente que parece ir diluyén-dose conforme quedan atrás los conflictivos años ba-jomedievales. Así, Torre Sancho, identificada como una de las más antiguas, se presenta como una torre almenada de aspecto hermético y acceso principal en altura, con gruesos muros aspillerados, según un sis-tema bien desarrollado de saeteras, algunas de ellas orientadas, cuya posición parece responder al control del recorrido de aproximación a la torre; mientras que en Torre del Monte Santo el único elemento de aspecto defensivo es la propia torre almenada, en la que ni siquiera el remate parece responder a un uso

Figura 8Sección de Torre Gorgue, en Villarluengo, paralela a los ar-cos diafragma sobre los que apoya el forjado. (Elaboración propia)

Figura 9Planta baja de Torre Gorgue, en Villarluengo, con la dispo-sición y geometría de sus aspilleras. (Elaboración propia)

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militar, puesto que la escasa anchura de las almenas y su excesiva separación, unido a la falta de eviden-cias de la existencia de una primigenia cubierta pla-na, apuntan a su función ornamental, respondiendo a la dinámica a la que hace referencia Gil Crespo (2013, 174) en la que, a partir del siglo XV, los ele-mentos defensivos se convierten también en elemen-tos compositivos.

Cabe detenerse en el caso de Torre Gorgue, ya que, exceptuando las situadas sobre los vanos de ac-ceso originales, todas las aspilleras presentan aboci-namiento externo, característica que permite datarlas en fechas posteriores a la segunda mitad del siglo XIV (Mora-Figueroa 2006, 18) (figura 9).

CONCLUSIONES

A pesar de la consabida dificultad en la utilización de la arquitectura como principal fuente de documenta-ción histórica, en este caso, en el que el edificio es prácticamente el único testimonio existente, su estudio es fundamental. Para ello es necesario utilizar una me-todología de documentación arquitectónica adecuada.

Tras la documentación del corpus de masías selec-cionado, se ha corroborado la practicidad de utilizar una metodología que parte del levantamiento arqui-tectónico de los edificios a analizar. Para lo que la combinación del sistema tradicional junto con el fo-togramétrico se ha revelado de gran utilidad.

De este proceso se han extraído multitud de datos concretos fiables, que han quedado reflejados en un catálogo y han posibilitado el posterior análisis com-parativo según parámetros objetivos. El levantamien-to arquitectónico ha sido, además, un procedimiento esencial en el método investigador, pues su desarro-llo ha permitido el hallazgo de ciertos aspectos que habían quedado ocultos o desvirtuados a lo largo de la historia, como algunos de los vanos de acceso ori-ginales, la posición y morfología de antiguas cubier-tas y remates, o la distribución de plantas en altura original, para lo que la lectura de las secciones mura-rias y sus cambios de espesor ha sido fundamental.

La lectura de las nueve masías documentadas que, finalmente, han configurado el corpus sobre el que se ha desarrollado el análisis comparativo revela un conjunto variopinto, pero con cierta uniformidad que permite que sean consideradas dentro del mismo fe-nómeno.

Las fortificadas destacan de entre el conjunto de masías del Maestrazgo por la calidad constructiva de su edificio principal, la torre, muy superior al resto, especialmente brillante en sus vanos principales que, con su cuidada talla, representan el elemento más singular que acerca esta tipología a las arquitecturas más cultas, ya destacable por su naturaleza torreada. Una tipología que entronca con la categoría de casa fuerte, en la que se hace uso de la arquitectura con estética militar como símbolo de distinción social, en este caso vinculada a la pequeña élite de este en-torno rural ávida de diferenciarse de sus convecinos. Casas fuerte que se insertan en ese proceso de do-mesticación de las antiguas torres señoriales hacia el final de la Edad Media, que describe Gil Crespo (2013, 106–109), por el que, en ellas, prima el ca-rácter residencial sin llegar a perder todos los ele-mentos defensivos.

Son torres que derivan arquitectónicamente del tipo donjon, importado directamente desde Francia para la construcción de los primeros castillos cristia-nos en la Península (Gil 2013, 103), por el que, como dice Anderson (1972, 237), los españoles siempre han mostrado una gran debilidad, hasta el punto de denominarlo torre del homenaje. Torres que respon-den a las características que Guitart describía ya para las primitivas torres de los castillos de torre y recinto que los cristianos instalaron en las montañas algo-aragonesas, en los que:

La torre es [...] de gran esbeltez aunque de planta gene-ralmente pequeña, y suele levantarse aislada en el centro de un tozal. Su aparejo es mampostería con revestimien-to de sillarejo en las más antiguas (siglo XI) [...]. La puerta suele estar en alto, con acceso por escalera auxi-liar, y es semicircular con dovelas. Hay saeteras y venta-nas muy estrechas sin faltar, a veces, ventanas geminadas con parteluz. (Guitart 1986, vol.1:37)

Esta se aproxima a la descripción general que se podría hacer de las torres de las masías fortificadas maestracenses, aunque con algunas salvedades que se relatan a continuación.

No se puede afirmar que, en general, se levantaran aisladas, pues algunas de las torres analizadas mues-tran evidencias constructivas de haber sido construi-das en conjunto con una edificación menor que com-plementaría su distribución funcional, en la que los espacios principales serían la gran sala, situada en la primera planta, la cámara y la capilla.

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En cuanto a la forma de acceso, la mayoría presen-tan la puerta principal en planta primera, no obstante, no todos se pueden considerar accesos en altura debi-do a que, a la mayoría de ellos, se accede a pie llano gracias al desnivel natural del terreno, accesos que en todo caso se complementan con otro en planta baja. El acceso en altura se ha relacionado con un aspecto que denota arcaicidad, pues las torres que presentan su puerta principal en planta baja son aquellas que muestran una composición más moderna. Es precisa-mente en estos últimos casos en los que la compo-nente defensiva parece haberse diluido, de forma que sólo permanecen algunos elementos defensivos como parte del repertorio ornamental que define la buscada estética militar; mientras, la compositiva alcanza el máximo exponente, de forma que Torre Santa Ana o Torre Monte Santo muestran fachadas principales claramente diferenciadas con los elementos represen-tativos alineados a su eje de simetría.

Son estos últimos aspectos, junto con el lenguaje de las ventanas principales, o algunos elementos po-liorcéticos, como la existencia de la deriva exterior en las aspilleras, las principales cuestiones a observar en el análisis de la arquitectura como fuente directa a investigar para clarificar la cronología de las torres, pues otros, como el número de plantas, la calidad constructiva de sus fábricas o los espesores de muro parecen relacionarse más con la capacidad económi-ca del promotor más que a la antigüedad.

La horquilla cronológica parece partir del siglo XIV, al que podrían pertenecer Torre Sancho o Casa Sisca, las únicas masías de las que se ha hallado do-cumentación escrita, por el momento, que evidencia que ya estarían construidas en la primera mitad del siglo XV5, cronología corroborada por sus caracterís-ticas arquitectónicas, que responden al lenguaje gótico mediterráneo, omnipresente en los territorios de la Corona de Aragón durante los siglos bajome-dievales, y su marcado carácter defensivo. El ciclo podría cerrarse en el siglo XVI, con Torre del Monte Santo, cuya arquitectura muestra los rasgos caracte-rísticos de las torres señoriales de la Edad Moderna, a través de su tipología de torre de planta cuadrada y porte esbelto, con una fachada principal diferenciada del resto con una clara intención compositiva; crono-logía ratificada por el estilo del cortejador de la plan-ta noble, que se abre a la fachada principal con un vano adintelado de claro lenguaje renacentista, muy similar al que presentan los numerosos edificios pa-

laciegos de las villas maestracenses. El resto de to-rres se podrían datar en fechas intermedias a los mencionados límites cronológicos.

Esta caracterización, fruto del análisis arquitectó-nico de un grupo reducido de masías ubicado en un entorno geográfico muy concreto, va a permitir am-pliar el ámbito de estudio, de forma que la elección de los edificios a incluir en el catálogo de masías for-tificadas maestracenses, instrumento de protección básico de cualquier conjunto patrimonial, se hará bajo un criterio claro.

NOTAS

En esta comunicación se pretenden presentar algunos de los resultados obtenidos de la investigación desarrollada entre los años 2015 y 2016 en el ámbito del trabajo al que se le ha concedido la Beca de Investigación «Comarca del Maes-trazgo» en su convocatoria 2015–2016, ayuda concedida con el objeto de realizar el análisis arquitectónico de las tre-ce masías del Maestrazgo turolense calificadas como fortifi-cadas por Diego Mallén Alcón, en su investigación desarro-llada en el año 2005 y publicada en 2008 bajo el nombre Las torres fortificadas y masías torreadas del Maestrazgo (Mallén 2008). Este trabajo se engloba dentro de una inves-tigación más amplia, objeto de una tesis doctoral.

1. La metodología se encuentra desarrollada en profundi-dad en el trabajo de investigación desarrollado con ob-jeto de la Beca de Investigación «Comarca del Maes-trazgo» en su convocatoria 2015–2016.

2. El análisis lo ha llevado a cabo Pedro Luis López Ju-lián, geólogo y profesor de la EUPLA, mediante la uti-lización de una lupa binocular para observar la estruc-tura de los muestras, además de la comprobación del contenido en carbonato cálcico mediante disolución de ácido clorhídrico, con lo que se ha podido clarificar el origen y propiedades de los materiales.

3. Fichas, para cuyo diseño ha sido fundamental la revi-sión de la publicación del Colegio Oficial de Arquitec-tos de Castellón, del año 1986, que, bajo el título La catalogación del Patrimonio Arquitectónico en Caste-llón, muestra una cuidadosa reflexión sobre esta herra-mienta de protección.

4. De la Torre reconoce en las pinturas de Torre Sancho características formales propias del «segundo gótico li-neal» e indica «una cronología que no parece ir más allá de mediados o tercer cuarto del siglo XIV» (De la Torre, 2012, 157).

5. De la Torre (2012, 129–130) identifica a Torre Sancho y Casa Sisca en sendos documentos que aparecen en los protocolos notariales de Villarluengo relativos a la

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primera mitad del siglo XV, conservados en el Archivo Histórico Provincial de Teruel. En concreto, reconoce a Torre Sancho en un documento de compra-venta, que dice que el 11 de mayo de 1420, Pascual Muñoz, escu-dero, y su mujer, Gracia, ambos vecinos de Villarluen-go, «transportaron todo el drecho que habemos en una torre sita al cabeço de Palomita, termino del dito lugar de Villarluengo» por 360 florines y 20 florines de ado-bos más a favor de Francisco Mercador, escudero de Las Cuevas de Cañart (AHPTE, notario Jaime Quílez, no 1.165). En cuanto a Casa Sisca, De la Torre la iden-tifica en una cesión a treudo por Gil de Rueda a favor de su hijo Jimeno, ambos vecinos de Villarluengo, fe-chada el 20 de febrero de 1450 (AHPTE, sin notario, nº 960 (1450–1451), ff. 15v–16).

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