El amor se hizo carne - El Granito De...

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Liturgia Siete antífonas en Adviento Hace 100 años Misioneros Eucarísticos Suplemento Calendario 2018 Junto a san Manuel Hoy, el amor sigue encarnándose El amor se hizo carne

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LiturgiaSiete antífonas en Adviento

Hace 100 añosMisioneros Eucarísticos

SuplementoCalendario 2018Junto a san Manuel

Hoy, el amor sigue encarnándose

El amor se hizo carne

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« Dé usted al Señor su parte entera y Él le multiplicará el tiempo y las fuerzas para los demás »

Enero de 1914

« Se trabaja y se sufre, nada se pierde y todo dará su fruto en tiempo oportuno »

22 de febrero de 1936

« Que conservesla presencia afectuosa del Corazón de Jesús durante el día y así triunfarás siempre »

19 de julio de 1925

« Considera el Adviento como tiempo de hambre de Jesús »

Noviembre de 1937

« Esfuérzate por ser cada vez más de Él,con tu buena cara,tu laboriosidad,tu oración afectuosa todos los días, y la paz a todo trance »

8 de junio de 1931

« No solo debes vivir,sino al minuto.Santifica el momento presente con el deseo de acompañar al Amor abandonado »

14 de abril de 1922

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Editorial: Felices Navidades

Antífonas mayores

La liturgia, encuentro con Cristo

Iglesia hoy: Adviento con María de Nazaret

Orar con el obispo del Sagrario abandonado

Historias de familia

Cordialmente, una carta para ti

Con mirada eucarística

Agenda

Plegaria del papa Francisco ante la Inmaculada

Suplemento especial: Calendario 2018

Conoce y vive

Familia Eucarística Reparadora

Desde la fe

Sum

ario

10Orar con el obispo del Sagrario

abandonado8 Iglesia hoy

Adviento con Maríade Nazaret

4 Editorial¡Felices

Navidades!Revista y editorial

fundadas por san Manuel González García

en 1907

Edita:Misioneras Eucarísticas de NazaretTutor, 15-17, 28008 - MADRIDTfno.: 915 420 887E-mail: [email protected]

Imprime:Azul IbéricaISSN: 2340-1214Depósito Legal: M-12242-2016

En portada:«La adoración de los pastores», obra de Murillo (alrededor de 1650) y que se conserva actualmente en el Museo del Prado, en Madrid.

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Manuel gonzÁlez lóPez-corPs

Teresa MarTínez esPejo

sergio Pérez baena

Manuel Ángel Puga

aurora Mª lóPez Medina

Mª del carMen ruiz izquierdo

lucrecio serrano Pedroche

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« San Ahora es el ahora de la voluntad de Dios en el momento presente, esto es, lo que Dios quiere deti en este instante. El ejercicio de despreocupación más productivo: Persuadirte de esta gran verdad: Lo que Dios no te pide ahora, ¿qué te importa a ti? y decidirte en consecuencia a decir a todo temor por lo de antes y por lo de después, a toda fantasía y a toda inquietud y a todo lo que no debas ahora hacer, querer o pensar: ¿a mí qué me importa? o más breve: ¿a mí qué?»

San Manuel González García, El Granito de Arena, 20 de febrero de 1928, p.1

Mensaje para este mes

« Con la fortaleza

del Espíritu Santo,

con las repetidas

aprobaciones y estímulos

del papa

y de los obispos,

con la gratitud

de los enterados,

la Obra nació, vive

y avanza sin cansancios.

¡Parece que Jesús

va estando más contento

en sus Sagrarios! »OO.CC. I, n. 231

2018MARZO

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Viernes santoJueves santo

San José

Aniversario de la

fundación de la UNER

San Manuel en marzo...

1/3/1905 Es nombrado cura ecónomo de la parroquia San Pedro de Huelva

4/3/1910 Fundación de la Obra de las Tres Marías para los Sagrarios-Calvarios

29/3/1934 Quinto y último viaje a Roma, donde es recibido por S.S. Pío XI

4/3/1935 En Madrid, celebra las Bodas de plata de la Pía Unión para los Sagrarios-Calvarios

Otras celebraciones4 108º Aniversario de la Fundación de la

Familia Eucarística Reparadora

11 Domingo Laetare (IV de Cuaresma)

19 Solemnidad de san José

25 Domingo de Ramos en la Pasión del Señor

29 Jueves santo

30 Viernes santo

El 4 de marzo de 1935, fuera de

su diócesis de Málaga desde 1931,

celebra, en la Iglesia de las RR.

Esclavas del Sagrado Corazón, de

Madrid, las Bodas de plata de la Pía

Unión para los Sagrarios-Calvarios.

Domingo de Ramos

Mensaje para este mes

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San Manuel en septiembre...21/9/1901 Es ordenado sacerdote por el cardenal Spínola29/9/1901 Primera Misa solemne23/9/1903 Obtiene el grado de licenciado en Derecho Canónico

Otras celebraciones8 Fiesta de la Natividad de la bienaventurada Virgen Maria14 Fiesta de la Exaltación de la santa cruz21 Fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista29 Fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

El 21 de septiembre de 1901 es ordenado sacerdote en Sevilla. Celebró su primera Misa el 29 del mismo mes.

« Haced el bien... y no esperéis nada por ello.Septiembre de 1935 »

Diario inédito de san Manuel

Mensaje para este mes

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Inmaculada Concepción de la Virgen María

I Domingo de Adviento

Navidad

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San Manuel en diciembre...5/12/1886 Recibe el sacramento de la Confirmación

3/12/1912 Visita en Roma a su santidad Pío X, que le concede el privilegio de Altar Portátil

para los asociados enfermos

6/12/1913 Es preconizado obispo titular de Olimpo, auxiliar de Málaga

26/12/1931 Tras varios meses en Gibraltar, vuelve a su diócesis de Málaga, residiendo en Ronda

Otras celebraciones2 Comienza el Adviento

8 Solemnidad de la Inmaculada Concepción

de la bienaventurada Virgen María

16 Domingo Gaudete (III de Adviento)

26 Fiesta de san Esteban, protomártir

27 Fiesta de san Juan, apóstol y evangelista

28 Fiesta de los santos inocentes

30 Jornada de la Sagrada Familia

En diciembre de 1921, siendo obispo de Málaga, pasa la Noche Buena con los soldados de su diócesis que se hallaban en Melilla, debido a la guerra.

« El Señor está cerca.¡Qué gran razón para hacer el bien y hacerlo bien!Diciembre de 1934 »

Diario inédito de san Manuel

SUPLEMENTO

Diciembre 2017

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EDITORIAL¡Felices Navidades!

L lega diciembre y, litúrgicamente, todo se viste de Adviento, de preparación a la Na-vidad. Son signos claros y evidentes los can-

tos, las oraciones, la decoración de las iglesias o el color morado, signo de la esperanza, esa esperanza que «no defrauda, porque el amor de Dios se infunde en nuestro corazón por el don del Espíritu Santo» (Rm 5,5).

También a nivel personal, individual o so-cial se van dando situaciones que nos hacen prepararnos al gran acontecimiento: enviar sa-ludos, comprar regalos, incluso hacer compras para la Nochebuena y los días navideños, no son sino preparación para la celebración de la noche que llena de luz nuestra existencia.

Deseamos «felicidades» a diestro y sinies-tro: personalmente, por carta, por correo elec-trónico y, cada día más, por redes sociales y WhatsApp. ¿Cuántos mensajes hemos recibi-do ya deseando feliz Navidad? ¡Y cuántos que-dan por recibir! Deseamos la felicidad a los de-más en ese día y todos los días. Y la deseamos también para nosotros. Porque, ya lo sabemos, solo seremos felices en la medida en que ha-gamos felices a los demás o, al menos, que vea-mos felices a quienes más queremos.

La fuerza luminosa de la Navidad necesita todos estos preparativos para ser captada en profundidad. Dios sabe que los grandes acon-tecimientos necesitan tiempos prolongados de preparación. La venida del Emmanuel ocurrió miles y miles de años después de la Creación.

También hoy, en el siglo XXI, es necesario vivir con profundidad este tiempo de Advien-to, porque solo de esta forma podremos reco-nocer la Navidad que se acerca y desear las más sinceras felicidades en este día.

La Navidad trae una luz tan grande que trans-forma todo lo que ilumina, generando nuevos nacimientos que nos permiten desear paz y fe-licidad a cada instante:

¡Feliz Navidad de nuestro Señor que sigue naciendo en nuestro mundo para traernos la

paz y la concordia! Dios sigue confiando en el ser humano, ese que, en la Creación vio que era «muy bueno» (Gn 1,31).

¡Feliz Navidad de la paz! La paz sigue exis-tiendo en nuestro mundo y en el corazón de millones de personas que trabajan por ella y son los verdaderos bienaventurados. La paz si-gue naciendo en cada gesto de perdón, en ca-da lágrima de arrepentimiento, en cada silen-cio ofrecido... Los ángeles hace 2017 años que pueden seguir cantando «en la tierra, paz a los hombres que ama el Señor» (Lc 2,14), porque el Rey de la paz está junto a nosotros.

¡Feliz Navidad de la fe! La sociedad actual, sobre todo con su empeño de mostrarse incré-dula, no hace más que gritar su necesidad de creer. El mundo exulta de silenciosa alegría ca-da vez que un creyente es capaz de elevar su mirada al Cielo. La fe sigue naciendo cada vez que rezamos, solos o en comunidad, cada vez que somos capaces de encarnar el mandamien-to del amor, cada vez que tratamos con cariño a quien nos persigue u ofende.

¡Feliz Navidad de la confianza! ¡Cuántos te-mores acechan el corazón del hombre y de las familias! Sin embargo, la confianza sigue na-ciendo cada vez que vivimos el presente con intensidad y honestidad, aunque todo quiera empujarnos a la desesperación. Los creyentes tenemos motivos de sobra para confiar y, por si no fuera suficiente, cada año celebramos que Dios vino y sigue viniendo a nuestro mundo, a nuestras vidas, a nuestros corazones.

¡Feliz Navidad del amor! Porque la raíz de la Natividad del Señor es el amor y la raíz de cada saludo enviado o recibido en este tiempo es ese mismo amor. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rm 5,5). El amor divino que se hizo hombre en María, nació en Belén, vivió hace 20 siglos y murió por nosotros es el mismo que habita en nuestros corazones y nos permite decir, una vez más: ¡Felices Navidades! «

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17 de diciembre: Oh, Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín, y ordenándolo todo con firmeza y sua-vidad: ¡Ven y muéstranos el camino de la salvación! (cf. Is 11, 2-3; Sab 8, 1; Pr 9, 1).18 de diciembre: Oh, Adonai, Pas-tor de la casa de Israel, que te apare-ciste a Moisés en la zarza ardiente y en el Sinaí le diste tu ley: ¡Ven a li-brarnos con el poder de tu brazo! (cf. Ex 3, 1-8 y 20, 1-20; Dt 26, 5-9).19 de diciembre: Oh, Renuevo del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos; ante quien los reyes enmudecen, y cuyo auxilio im-ploran las naciones: ¡Ven a librarnos, no tardes más! (cf. Is 11, 1-4; 45, 23 y 52, 13; Lc 1, 32-33).20 de diciembre: Oh, Llave de Da-vid y cetro de la casa de Israel, que abres y nadie puede cerrar; cierras y nadie puede abrir: ¡Ven y libra a los cautivos que viven en tinieblas y en sombras de muerte! (cf. Is 22, 22 y 42, 6-7; Lc 4, 17-19).21 de diciembre: Oh, Sol que naces de lo alto, Resplandor de la luz eter-na y Sol de justicia: ¡Ven a iluminar a los que yacen en sombras de muer-te! (cf. Mal 3, 20; Is 9, 1; Sal 107, 14).22 de diciembre: Oh, Rey de las na-ciones, Deseado de los pueblos y Pie-dra angular de la Iglesia. Tú, que ha-ces de dos pueblos uno solo: ¡Ven y salva al hombre, que formaste del ba-rro de la tierra! (cf. Is 28, 16; Gén 2, 7; Mt 21, 42; 1 Pe 2, 4-5).23 de diciembre: Oh, Emmanuel, Rey y Legislador nuestro, Esperan-za de las naciones y Salvador de los pueblos: ¡Ven a salvarnos, Señor Dios nuestro! (cf. Is 7, 14; Mal 3, 1; Mt 1, 21-23).

Antífonas mayores17 al 24 de diciembre

«Renuevo del tronco de Jesé», vidriera de la Iglesia de Saint-Étienne.Beauvais, Francia.

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realidad de nuestra carne; para ello, relacionó cada título mesiánico de las antífonas con uno de los siete dones del Espíritu Santo: 17 de diciembre: O Sapientia (Oh Sa-

biduría); don de sabiduría.18 de diciembre: O Adonai (Oh Ado-

nai); don de inteligencia.19 de diciembre: O Radix Jesse (Oh

Raíz de Jesé); don de consejo.20 de diciembre: O Clavis David (Oh

Llave de David); don de fortaleza.21 de diciembre: O Oriens (O Ama-

necer /Sol); don de ciencia.22 de diciembre: O Rex Gentium

(Oh Rey de las naciones); don de piedad.

23 de diciembre: O Emmanuel (Oh Emmanuel); don de temor divino.

De esta manera alabando al Padre, contemplamos al Señor Jesús y pedi-

mos su Espíritu septiforme. En algu-nos monasterios, parroquias y cate-drales, el canto de estas antífonas se acompaña de diversas costumbres po-pulares y, sobre todo, de una particu-lar solemnidad (entonación por mi-nistros especiales, ofrenda del incien-so, sonido de campanas, luminarias, ornamentos festivos, reiteración, etc...).

Expresividad celebrativaHoy, además, encontramos resumi-dos estos textos en la celebración de la Eucaristía de las ferias mayores, co-

mo aclamación al Evangelio de la Mi-sa (cf. Leccionario de Adviento).

Las siete antífonas mayores pro-claman con elocuencia y belleza la espera de la humanidad en la salva-ción de Dios. Navidad hace referen-cia a Pascua, el octavo día, en el que Dios cumplió las promesas al pue-blo de Israel y colmó de manera in-sospechada la esperanza de los otros pueblos.

A través de ellas entramos en el espíritu de la liturgia de la Iglesia, que se dirige a su Esposo (cfr. Ap 22, 17) y en ella seguimos celebrando la ve-nida del Señor: el recuerdo de su pre-sencia dando cumplimiento a las pro-fecías de Israel y su presencia conti-nua en la Iglesia hasta que venga glo-rioso desde el cielo.

Manuel G. López-Corps, Pbro.

La liturgia, encuentro con Cristo

P or su importancia, en el Oficio Divino se han dotado de antífo-nas propias los salmos de los días

centrales del año litúrgico así como las ferias privilegiadas o los días com-prendidos entre el 17 y el 24 de di-ciembre. En estas jornadas hacia la Navidad, el cántico evangélico del Oficio de Vísperas (Magnificat) po-see unas peculiares antífonas.

Las ferias privilegiadas del tiempo de AdvientoSi en la primera parte del Adviento los textos litúrgicos apuntan princi-palmente hacia la segunda venida del Señor (espera escatológica), en las fe-rias del 17 al 24 de diciembre todo señala la inminencia de la Navidad desde una perspectiva histórico-pro-fética: la celebración del nacimiento del Redentor acentúa la esperanza úl-tima de la Iglesia.

La vida litúrgica en España, ya des-de el siglo IV, ha subrayado este tiem-po de manera peculiar. Así, el conci-lio de Zaragoza (380) decretaba: «Nin-guno falte a la iglesia en los días que hay entre el 17 de diciembre hasta la Epifanía» (c. 4). En el año 656, el concilio X de Toledo instituiría en nuestro país la solemnidad de Santa María, celebrada ocho días antes del Nacimiento del Señor, comenzando con sus Vísperas la tarde del 17 de di-

ciembre. Es esta la gran fiesta maria-na del Adviento en la Iglesia visigóti-ca, que perdurará en la liturgia de los mozárabes (Ntra. Sra. de la O / Vir-gen de la Esperanza).

Las antífonas de las ferias mayoresLos siete días anteriores a Navidad se distinguen por unas características antífonas del Oficio vespertino deno-minadas «¡Oh!». Son textos que en-marcan el cántico Magnificat y que comienzan por la interjección que les ha dado el nombre. Se las ha califica-do como «gritos ardientes» ante el Mesías esperado (1Cor 16, 22; Ap 22, 17. 20). Estas piezas están compues-tas siguiendo un idéntico esquema:a. La invocación al Señor Jesús desig-

nándole con un título mesiánico.b. El desarrollo memorial del título

en una frase bíblica veterotesta-mentaria.

c. La conclusión es un apremiante «¡Ven!» seguido de una petición concreta.

Diálogo de Dios con su pueblo en la celebración de la IglesiaEstas antífonas, relacionadas directa-mente con el gran acontecimiento, presentan diversos títulos cristológi-cos –son los apelativos dados al Me-

sías por los profetas– acentuando as-pectos de la misión divina del que ha de venir: «Sabiduría, Adonai y Pas-tor, Renuevo del tronco de Jesé, Lla-ve de David y Cetro de la casa de Is-rael, Sol y Resplandor de la luz eter-na, Rey de las naciones, Deseado de los pueblos y Piedra angular de la Igle-sia, Enmanuel, Rey y legislador, Es-peranza de las naciones y Salvador de los pueblos».

Las letras iniciales de estos títulos del Señor –en su lengua original lati-na: Emmanuel, Rex gentium, Oriens, Clavis David, Radix Iesse, Adonai, Sa-pientia– leídas desde los días 23 al 17, forman el acróstico ERO CRAS. Es-tas palabras (ero cras = estaré maña-na) se interpretan como la respuesta del Mesías al ruego de los fieles que imploran insistentemente su venida (cf. Ap 22, 20).

A estas siete antífonas se añadió una antífona más para honrar a Ma-ría (O Virgo virginum) el 18 de di-ciembre: «Oh, Virgen de vírgenes, ¿cómo ha de ser esto? / Ya que nun-ca antes hubo una como vos, ni la vol-verá a haber. / Hijas de Jerusalem, ¿por qué os maravilláis de mí? / Lo que vosotros admiráis es un misterio Divino».

Honorio de Autun intentó poner de manifiesto el aspecto pneumato-lógico de la presencia del Verbo en la

Siete antífonas en tiempo de AdvientoEn la salmodia cristiana los salmos y los cánticos van precedidos de una antífona. Este elemento de la oración, en la tradición latina, contribuye grandemente a la inteligencia del canto. En muchos casos, la antífona es la clave para una lectura cristiana que propone el núcleo del misterio celebrado, convirtiendo así al salmo/cántico en un espacio de contemplación.

Las siete antífonas de la «O»

son gritos ardientes ante el Mesías esperado

Se presentan diversos títulos cristológicos, acentuando el mesianismo de Cristo

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E l Directorio sobre la piedad po-pular y la liturgia nos indica có-mo es la presencia de María de

Nazaret durante este período: «Du-rante el tiempo de Adviento, la Li-turgia celebra con frecuencia y de modo ejemplar a la virgen María: re-cuerda algunas mujeres de la Anti-gua Alianza, que eran figura y profe-cía de su misión; exalta la actitud de fe y de humildad con que María de Nazaret se adhirió, total e inmedia-tamente, al proyecto salvífico de Dios; subraya su presencia en los aconte-cimientos de gracia que precedieron el nacimiento del Salvador. También la piedad popular dedica, en el tiem-po de Adviento, una atención par-ticular a santa María; lo atestiguan de manera inequívoca diversos ejer-cicios de piedad, y sobre todo las no-venas de la Inmaculada y de la Navi-dad» (n. 101).

«La solemnidad de la Inmacula-da (8 de diciembre), profundamente sentida por los fieles, da lugar a mu-chas manifestaciones de piedad po-pular, cuya expresión principal es la novena de la Inmaculada. No hay du-da de que el contenido de la fiesta de la Concepción purísima y sin mancha de María, en cuanto preparación fon-tal al nacimiento de Jesús, se armoni-

za bien con algunos temas principa-les del Adviento: nos remite a la lar-ga espera mesiánica y recuerda pro-fecías y símbolos del Antiguo Testa-mento. Se deberían destacar los tex-tos proféticos que partiendo del vati-cinio de Génesis 3,15, desembocan en el saludo de Gabriel a la «llena de gra-cia» (Lc 1,28) y en el anuncio del na-cimiento del Salvador (cf. Lc 1,31-33).

Acompañada por múltiples mani-festaciones populares, en el continen-te americano se celebra, al acercarse la Navidad, la fiesta de Nuestra Seño-ra de Guadalupe (12 de diciembre), que acrecienta en buena medida la disposición para recibir al Salvador: María «unida íntimamente al naci-miento de la Iglesia en América, fue la Estrella radiante que iluminó el anunció de Cristo Salvador a los hi-jos de estos pueblos» (n. 102).

Sobriedad y solidaridad«La piedad popular, a causa de su comprensión intuitiva del misterio cristiano, puede contribuir eficazmen-te a salvaguardar algunos de los valo-res del Adviento, amenazados por la costumbre de convertir la preparación a la Navidad en una operación comer-cial, llena de propuestas vacías, proce-dentes de una sociedad consumista.

La piedad popular percibe que no se puede celebrar el Nacimiento del Señor si no es en un clima de sobrie-dad y de sencillez alegre, y con una ac-titud de solidaridad para con los po-bres y marginados; la espera del naci-miento del Salvador la hace sensible

al valor de la vida y al deber de respe-tarla y protegerla desde su concep-ción; intuye también que no se pue-de celebrar con coherencia el naci-miento del que “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mt 1,21) sin un esfuer-zo para eliminar de sí el mal, viviendo

en la vigilante espera del que volverá al final de los tiempos» (n. 105).

Con toda la IglesiaCada año, el papa Francisco celebra solemnemente con toda la Iglesia las dos fiestas marianas más relevantes

del tiempo de Adviento: la Inmacu-lada Concepción de la Virgen María y Nuestra Señora de Guadalupe.

El día 8 acude a la romana Plaza de España, donde se yergue la colum-na dedicada a la Inmaculada, y junto a miles de fieles dirige su plegaria a santa María virgen. El día 12, en el Va-ticano, preside la Eucaristía con oca-sión de la fiesta guadalupana. Evoca-mos a continuación su reflexión ma-riana del 12 de diciembre de 2016.

«Celebrar a María es, en primer lugar, hacer memoria de la Madre, ha-cer memoria de que no somos ni se-remos nunca un pueblo huérfano. ¡Te-nemos Madre! Y donde está la Ma-dre hay siempre presencia y sabor a hogar. Donde está la Madre, los her-manos se podrán pelear pero siempre triunfará el sentido de unidad. Don-de está la Madre, no faltará la lucha a favor de la fraternidad.

Siempre me ha impresionado ver, en distintos pueblos de América La-tina, esas madres luchadoras que, a menudo ellas solas, logran sacar ade-lante a sus hijos. Así es María. Así es María con nosotros; somos sus hijos: Mujer luchadora frente a la sociedad de la desconfianza y de la ceguera, frente a la sociedad de la desidia y la dispersión. Mujer que lucha para po-tenciar la alegría del Evangelio; lucha para darle carne al Evangelio. Mirar la Guadalupana es recordar que la vi-sita del Señor pasa siempre por me-dio de aquellos que logran hacer car-ne su Palabra, que buscan encarnar la vida de Dios en sus entrañas, volvién-dose signos vivos de su misericordia.

Sentido de esperanzaCelebrar la memoria de María es afir-mar contra todo pronóstico que “en

el corazón y en la vida de nuestros pueblos late un fuerte sentido de es-peranza, no obstante las condiciones de vida que parecen ofuscar toda es-peranza” (Doc. de Aparecida, 536).

María, porque creyó, amó; porque es sierva del Señor y sierva de sus her-manos. Celebrar la memoria de Ma-ría es celebrar que nosotros, al igual que ella, estamos invitados a salir e ir al encuentro de los demás con su mis-ma mirada, con sus mismas entrañas de misericordia, con sus mismos ges-tos. Contemplarla es sentir la fuerte invitación a imitar su fe. Su presencia nos lleva a la reconciliación, dándo-nos fuerza para generar lazos en nues-tra bendita tierra latinoamericana, di-ciéndole “sí” a la vida y “no” a todo ti-po de indiferencia, de exclusión, de descarte de pueblos o personas.

No tengamos miedo de salir a mi-rar a los demás con su misma mirada. Una mirada que nos hace hermanos. Lo hacemos porque, al igual que Juan Diego, sabemos que aquí está nues-tra Madre, sabemos que estamos ba-jo su sombra y su resguardo, que es la fuente de nuestra alegría, que esta-mos en el cruce de sus brazos (cf. Nicam Mopohua, 119: «¿No estoy aquí yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?» (papa Francisco, Homilía, 12/12/2016).

Ana Mª Fernández, m.e.n.

Adviento con María de NazaretEn la liturgia de Adviento la virgen María destaca como figura principal sin ocultar al Señor que viene a nuestro encuentro a través de ella. Como todo el Año litúrgico, es un tiempo cristológico, pero particularmente envuelto por el manto mariano.

Iglesia hoy

La piedad popular percibe la necesidad de celebrar la Navidad en actitud de solidaridad

Contemplar a María es sentir fuerte la invitación a imitar su fe

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Orar con el obispo del Sagrario abandonado

E n una sociedad sin noticias de Dios, de avance del laicismo de querer arrinconar la presencia

de la Iglesia al ámbito de lo privado es más necesario que nunca vivir y ce-lebrar Adviento y Navidad en estado de buena esperanza, como la virgen María vivió y celebró sus nueve me-ses de embarazo, aguardando la di-cha, la manifestación gloriosa de su Hijo, el Salvador.

Esta hora de adoración eucarísti-ca es tiempo de gracia y día de salva-ción para dejarnos embarazar, tomar posesión, por Jesús Sacramentado, que está real y verdaderamente pre-

sente en el Pan vivo bajado del Cielo, como Dios escondido en la especie eucarística.

Viene a visitarnos, llama a la puer-ta de nuestro corazón, pronuncia su Evangelio, nos mantiene alerta y vi-gilantes y quiere entrar en lo más pro-fundo de nuestro ser para transfor-marnos en Él, en cristos vivos.

Oración inicialSeñor Dios, despierta tu poder, sal a nuestro encuentro, aviva en nosotros el deseo de estar aguardando la glo-riosa manifestación de tu Hijo, Me-sías y Salvador, que nace pobre y hu-

milde de la Virgen María en el pese-bre de Belén. PNSJ.

Escuchamos la PalabraIs 7,10-14

Puntos para meditarLo que Dios anunció por medio de los profetas acerca del Mesías, tuvo pleno cumplimiento en la persona del Hijo encarnado: «la virgen está en-cinta y da a luz un hijo». La concep-ción virginal de Jesús aconteció en el seno virginal de María cuando ella di-jo «sí, hágase» a la voluntad de Dios.

Lo que rechazó el rey Azaj cuan-do el Señor Dios le pidió un signo, lo acogió aquella virgen nazarena cuan-do el arcángel Gabriel le mostró un signo de parte de Dios: «también tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la

que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible (Lc 1,36-37).

Cuando miramos con ojos de fe los acontecimientos y escuchamos con esperanza la palabra divina, en to-do se ve la presencia de Dios, el acom-pañamiento de Cristo, la fortaleza del Espíritu de amor. El rey Ajaz no quie-re pedir nada a Dios. El profeta Isaías ha de recordarle cómo el Señor se due-le de la falta de confianza del rey: «es-cucha, casa de David. ¿No os basta con cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios?» (Is 7,13).

Quien vive en la presencia de Dios, quien acude a diario a adorar a Jesús Eucaristía, quien medita el Evangelio a la luz de la lámpara del Sagrario, quien sirve a los pobres como al mis-mo Cristo, experimenta la fuerza, la luz y el consuelo de ser habitado por este Dios amor en quien creemos.

Así lo vivió la virgen María. Así fue saludada por el arcángel Gabriel: «alégrate, llena de gracia, el Señor es-tá contigo». Ella es la llena de gracia, la llena del Espíritu Santo, la agracia-da a los ojos de Dios, la preservada de mancha de pecado original, la que fue hecha partícipe en cuerpo y alma de la gloria de Jesucristo.

Ella, Madre de misericordia, pre-paró de manera única el primer Ad-viento de la historia, guardando muy dentro las palabras del arcángel: «con-cebirás y darás un hijo y le pondrás por nombre Jesús» (Lc 1,31). En el anuncio estaba la misión: ser la ma-dre del Salvador. Jesús significa «Dios salva». La misión le sobrepasaba: «cómo será eso, pues no conozco va-rón?» (Lc 1,34).

María, en plena desnudez de fe, en total disponibilidad a la voluntad

divina, desde su pequeñez, se fió, se abandonó, se entregó: «he aquí la es-clava del Señor, hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38). Escucha de la Palabra, disponibilidad a la iniciativa del Señor, acogida y aceptación de la misión, servicio a la humanidad: con-templemos así a María, mientras ado-ramos a su Hijo Sacramentado.

Escuchemos a san ManuelAquel primer Adviento de la historia la virgen María lo vivió en clave de servicio. En cuanto supo que su pa-riente Isabel estaba embarazada, ella se marchó deprisa al pueblecito de la montaña de Judea donde vivía su pri-ma: «Si la Encarnación fue una Co-munión, la Visitación fue su acción de gracias. El Evangelio no dice cuán-to tiempo medió entre la visita del ar-cángel Gabriel y la visita a tu prima; pero deja entender que fueron accio-nes muy inmediatas. Terminada de contar aquella escena, la más sublime de todas las de la historia, y resonan-do aún en los oídos el venturoso fiat que da entrada al Verbo en su primer Tabernáculo de la tierra, el evangelis-ta sigue narrando con esta significa-tiva palabra: Y levantándose María... Pero, después de elevada a Madre de Dios, ¿podías elevarte más? ¡Oh vir-tud infinitamente elevadora del amor al prójimo por Dios! ¡Partió... No di-ce si sola o acompañada, si a pie o montada en un jumentillo, si de día o de noche, con calor o frío!, ¡nada de eso detiene ni importa al amor; lo que le importa es ir... a donde el amor mande!» (OO.CC. I, n. 1303).

Pero esa disponibilidad hecha ser-vicio en María hemos de contemplar-la no desde el voluntarismo o la bue-

na voluntad de aquella doncella na-zarena. Hemos de contemplarla des-de la realidad de ser mujer excepcio-nal, llena de gracia, tomada por ente-ro por el Espíritu Santo, fiada de la voluntad divina, saboreando cada uno de nosotros hoy ese acontecimiento único en la historia: la encarnación del Verbo, la anunciación de Nuestra Señora. Así nos invita a contemplar la escena D. Manuel: «¿Cómo la en-cuentra el arcángel san Gabriel? Po-bre, desposada con un artesano... Re-cogida, se turbó ante esas palabras...¡La conversación de un ángel la turba! Limpísima. El arcángel se dirige ad Virginem, a la Virgen por antonoma-sia, virgen de cabeza y de corazón y de cuerpo, dispuesta a perderlo todo antes que su virginidad, y la llama gra-tia plena. No estaría llena de gracia, si no estuviera vacía de mancha. Hu-milde. He aquí la esclava del Señor... Generosa. Hágase en mí..., sin condi-ciones, sin regateos, consciente de cuanto traía aparejado lo que acepta-ba. Dócil... Según tu palabra» (OO.CC. II, n. 2419).

¡Qué contraste entre las aspiracio-nes de los hombres en tener más y ser más que otros y la entrada del Hijo de Dios en la historia anonadándose, abajándose, humillándose! ¡Qué cla-ro presenta san Manuel ese contras-te del ser, tener y estar de nosotros y el ser, tener y estar de Jesucristo, el Niño de Belén.

Oración finalMadre abnegada de mi abnegado Je-sús, enseña a mi alma a poner al prin-cipio de cada obra suya esta etiqueta: Jesús sí; yo no» (OO.CC. I, n. 1253).

Miguel Ángel Arribas. Pbro.

«Mirad, la virgen está encinta y da a luz un hijo

Adviento significa venida, llegada. Es el tiempo litúrgico de preparación a la Navidad, a la Natividad del Hijo de Dios, del Verbo Encarnado. Adviento y Navidad forman un todo unitario que desemboca en la Epifanía, la manifestación de la gloria de Dios a todos los pueblos, a todos los hombres.

y le pondrá por nombre Enmanuel»

Orar junto al Niño de Belén«Pues mira, mira cómo te enseña Dios a negarte.Tu amor propio dice: Yo, el primero y más grande de los hombres.El Niño de Belén: Yo, el último y el más chico.Tu amor propio grita: Yo quiero ser rico, muy rico, el más rico de los hombres.El Niño de Belén contesta: Yo, el más pobre de todos los hombres.Tu amor propio prosigue: Yo quiero estar donde se goce siempre y no se sufra nunca.El Niño de Belén replica: Para mí, un pesebre abandonado...Y mira: ese Niño que se lo niega todo a Sí mismo es Dios»

San Manuel González (OO.CC. I, n. 1252).

Is 7,14

«Adoración de los pastores», Juan Bautista Maíno, 1612. Museo del Prado (Madrid).

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F ue una idea que había puesto en marcha poco después de reali-zar su primera visita apostólica

a aquella diócesis, como explica en el prolegómeno de la Instrucción citada. Ya en El Granito de Arena del 5 de no-viembre de 1917 (n. 243, p. 482) don Manuel publicaba el relato final de su visita pastoral, y con ello un nuevo llamamiento a la «guerra a las telara-ñas». Había vuelto a comprobar cuán-ta necesidad había en aquellos pue-blos que acababa de conocer, de re-mediar el abandono de Jesús Sacra-mentado, y también el abandono de quienes tienen la misión de traerle a la Eucaristía: los párrocos. En la cró-nica que escribiría al concluir la visi-ta se percibe que el obispo titular de Olimpo sintió en las iglesias de aque-llos pueblos malagueños el mismo dolor que en el Sagrario de Paloma-res; cierto es que la Obra de las Ma-rías y los Juanes estaba en marcha, en buena marcha, pero ahora tenía la res-ponsabilidad de administrar una dió-cesis, se le pedía más.

Tiempos convulsosLos últimos meses del año 1917 fue-ron especialmente duros para la Igle-sia. El triunfo de la revolución bol-chevique en Rusia había alentado a los movimientos comunistas en toda

Europa, devastada además por la Gran Guerra que la asolaba desde 1914. En la España neutral el movimiento anar-quista toma auge. El papa había lla-mado a la oración a todos los católi-cos, y en la catedral de Málaga se con-vocaba aquel año una vigilia en la vís-pera de la Inmaculada con esta inten-ción. En aquel contexto desolador, don Manuel buscó la ayuda de algu-nos sacerdotes que tenía cerca y na-cería la Obra de los Misioneros Eu-carísticos Diocesanos.

Cien años después tenemos la oportunidad de comprobar cómo a grandes males grandes remedios, y cómo de una de las más duras crisis de la sociedad europea, surgirían mu-chos grandes santos, algunos están ya en los altares, pero junto a ellos otros muchos también lo fueron (¡lo son!).

Algunos de aquellos primeros mi-sioneros murieron en olor a santidad, contribuyendo con su vida y con su muerte a fundamentar la misión re-paradora.

Para referirme a dos de ellos pa-rafraseo lo que se puede leer en el nú-mero de 5 de octubre de 1920 en El Granito (n. 313, p. 556): «me pre-guntan cómo van los Misioneros Eu-carísticos, hoy puedo responder, pe-ro modificando la pregunta cómo se van los misioneros diocesanos». Pues,

hoy, casi un siglo después, me dispon-go a contar cómo fueron y cómo se fueron aquellos primeros misioneros.

D. José Moreno FernándezCon infinita tristeza escribía don Ma-nuel al director del Boletín Oficial de la Diócesis de Málaga el 3 de septiem-bre de 1920. Lo hacía desde Mieres del Camino cuando acababa de co-nocer la muerte de uno de aquellos Misioneros Eucarísticos, José More-no Fernández que fue el primero de ellos que pasó a la casa del Padre.

Para el obispo de Málaga, don Jo-sé Moreno era el «padre Morenito». A sus 28 años había llevado a cabo su última misión enseñando a los fieles a morir, al tiempo que él mismo se preparaba para la muerte. Fue una santa y buena muerte, y dentro del dolor de perder a un sacerdote joven y alegre, su prelado mostraba un legí-timo orgullo por haber sido testigo de una vida tan corta y a la vez tan plena y por ello no dudó en ordenar que se reprodujese en el Boletín dio-cesano la carta en la que D. Manuel Domínguez, Misionero Diocesano también y arcipreste de Alora, le co-municaba los detalles del fallecimien-to del joven sacerdote y que se publi-case con el título «Cómo muere un cura».

Se desconoce la causa de la muer-te del que entonces era «cura regen-te de Benaoján», el pueblo que le llo-raba aquel 27 de agosto. Había naci-do el 8 de febrero de 1892 en el pue-blo de Pizarra, dentro de una humil-de familia de tres hijos, en la que él era el único varón. Se había formado

en el seminario malagueño, donde entró como fámulo, y después obtu-vo una beca. Fue buen estudiante pues obtuvo la máxima calificación, meri-tissimo. Sus dos hermanas habían pro-fesado como religiosas clarisas, la ma-yor, Mercedes, fallecería poco antes que él, seguramente víctima de la gri-pe española. Su primer cargo había sido, tras su ordenación en mayo de 1915, el de coadjutor en la parroquia de Alora. El 27 de septiembre de 1917 fue destinado a Benaoján. La corta enfermedad que le llevó a la muerte le había impedido tomar posesión del curato de Ronda. El día 22 de agosto de 1920 el cura del vecino pueblo de Montejaque dio la misa y le confesó, al poco comenzó su agonía, sin que hubiese nadie que le proporcionara auxilio espiritual. «Viviéndose sin sacerdotes, empezó a explicar a los asistentes cómo se preparaba un cris-tiano para morir cuando carecía de ellos, enseñando, a la vez que los prac-ticaba, los actos de contrición, amor de Dios, conformidad con su divina voluntad, etc... ¡Como un santo, Sr. Obispo!», así acababa D. Manuel Do-mínguez, el relato de los últimos días de aquel cura, y apostillaba «La muer-te del P. Morenito ha sido una misión. Y, ¡cómo ha dejado restaurada y lim-pia la parroquia y casa Rectoral! y ¡qué número de comuniones diarias!».

La Hojita Parroquial de Alora en su número de 1º de octubre de 1920, recogía la biografía de Don José Mo-reno, señalando «cuando buscába-mos el secreto de su actividad y celo, lo encontrábamos en sus largas y fre-cuentes visitas al Sagrario. De ellas

solía salir diciendo ¿qué vamos a ha-cer hoy?, ¿qué planes nuevos tiene V.? Y, junto a él, no había más remedio que seguir trazando nuevos trabajos para dar pábulo a su celo». Sobre su paso por Alora se podía leer en la Ho-jita «veintisiete meses ejerció su Mi-nisterio en aquella Parroquia; y fue tan fecundo, que bien pudiera escri-birse un libro, titulándolo Lo que pue-de un Coadjutor hoy para enseñanza y santo estímulo de todos».

Treinta y cuatro meses duraría su siguiente encargo pastoral. Del cari-ño que los habitantes de Benaoján sentían por su párroco dio testimo-nio la prensa en los días que siguie-ron a su muerte. Gracias a un intere-sante artículo de Pablo Benítez Gó-mez escrito en 2012 para La Gaceta de Benaoján conocemos lo que el pe-riódico El Regional publicaba sobre D. José Moreno en su número de 2 de septiembre de 1920. Le calificaba co-mo «amigo entrañable, el padre de los pobres, el hombre bueno que de-ja tras sí una luminosa estela», y so-bre su celo como párroco se podía leer «amante de los feligreses que Dios le había confiado, les repartía con cari-dad inigualable, cuantas limosnas le permitían sus escasos recursos y aque-llos veían en el padre amabilísimo a quien recurrir en sus tribulaciones».

«Todos los individuos de todos los partidos, aun los más radicales, elogian sin reserva a don José More-no, que cuando la virtud resplandece con tan viva luz como en el joven sacerdote, modelo de humildad y sen-cillez evangélica, nadie elude el reco-nocerla y todos aprovechan gustosí-

simos la ocasión de hacer justicia al adversario». De esto último es fácil colegir que al joven párroco no le fal-taron adversarios.

Como nos relata Pablo Benítez, el recuerdo de aquel buen párroco si-guió y sigue vivo en ese pueblo de la sierra malagueña, y no solo en el nom-bre de una de las calles principales del pueblo que se llama Presbítero José Moreno. En 1965, teniéndose que re-formar el cementerio de la localidad se cuidó que los restos del venerado párroco, se recogieran en un lugar dig-no y con toda solemnidad el día de difuntos de aquel año fueron trasla-dados a la iglesia del pueblo, y allí re-posan a los pies del altar, donde una pequeña lápida le recuerda con las pa-labras del Salmo: «La memoria del justo vivirá eternamente».

D. Remigio Jiménez BlancoSi el padre Morenito, fue el primer mi-sionero que subió al cielo, D. Remi-gio Jiménez Blázquez, que fue el pri-mero de ellos, vivió como Misionero Eucarístico durante solo diez años. Sobre él escribiría don Manuel: «El día 7, víspera de la Inmaculada, reci-bo este telegrama urgente de Ronda: “Padre Remigio falleció anoche re-

Cómo fueron los primeros Misioneros Eucarísticos Diocesanos

El Boletín Oficial Eclesiástico del Obispado de Málaga, publicaba con fecha 15 de febrero de 1918 la Instrucción pastoral de cómo se han de renovar con verdad vuestros pueblos por la acción eucarística, que había sido firmada el 1 de febrero, primer viernes de aquel mes. Don Manuel González era entonces obispo titular de Olimpo y administrador apostólico de Málaga y mediante este documento erigía la Obra de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos.

Historias de familia

D. José Moreno Fernández, «padre Morenito», como era familiarmente llamado.

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Cordialmente, una carta para ti

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El verdaderomensaje navideño

P orque en estas fechas la mayoría de las personas solo piensan en comer y beber de lo más exqui-

sito, en intercambiar regalos, en di-vertirse, en reunirse con sus familia-res y amigos, etc. Y esto no está mal que se haga, pero se olvidan de lo más importante: que Navidad es conme-morar el nacimiento de Jesús. Mu-chos cristianos celebran la Navidad sin apenas acordarse de que se con-memora la venida de Dios al mundo. ¿Hay contrasentido mayor? ¡Celebrar la Navidad, olvidándose de Dios y de su venida a este mundo!

Si se está olvidando el verdadero sentido de la Navidad es porque se ha olvidado el mensaje que encierra. Y en este creciente olvido, en esta dis-torsión de la Navidad tiene mucho que ver nuestra mentalidad consu-mista, nuestro afán desmedido por adquirir cosas, por poseer el mayor número posible de bienes materiales. Y esto hace que se venga ampliando cada año el tiempo dedicado a las «Felices Fiestas». Es cierto que ca-da año empiezan antes los preparati-vos de la Navidad, la iluminación de las calles y la venta de artículos navi-deños; sin embargo, cada año va dis-minuyendo el fervor hacia lo que real-mente representa la Navidad. Se fes-teja la Navidad durante más tiempo, pero se conmemora y se vive menos su verdadero sentido... Son los nue-vos tiempos, es el poder del consu-mismo y la concepción materialista

de la vida. Es muy lamentable, esti-mado lector, que un hecho tan im-portante y trascendental como es la Navidad esté perdiendo su verdade-ro sentido. Y es un hecho importan-te y trascendental porque la Navidad nos trae a Cristo, y con Él surgió uno de los mayores y más profundos cam-bios que jamás conoció la Humani-dad. Decía Chateaubriand que con la venida del Cristianismo cambió to-talmente el mundo: se abolió la escla-vitud, la mujer cambió de rango, se proclamó la verdadera igualdad entre los seres humanos, se enseñó a amar a los enemigos, los hombres pasaron de creer en los dioses a creer en un Dios único. Y todo esto fue posible porque Cristo vino al mundo. Sola-mente por esto.

Por otra parte, no debemos ol-vidar, apreciado lector, que la Navi-dad es la fuente de la que mana toda la pedagogía cristiana. En Navidad viene al mundo el «Divino Maestro», como gustaba de llamarle el gran pe-dagogo Pestalozzi. Cristo fue el Maes-tro del que brotarían generosamente todos los principios del Cristianismo. Sus enseñanzas fueron estructuran-do una nueva y maravillosa doctrina, basada en el amor, en la igualdad en-tre los hombres, en el respeto al ser humano, aunque sea de condición humilde y, por tanto, sin relevancia en una sociedad de consumo. Los pri-vilegios del nacimiento, el dinero, el poder, no representaban nada para

esa nueva doctrina que lo centraba todo en el amor, en la caridad, en la «compasión cristiana» como decía Concepción Arenal.

¡La caridad! ¡La compasión cris-tiana! He aquí la base y el fundamen-to del verdadero mensaje navideño. La caridad es el mandamiento del amor, es decir, de la total entrega a Dios y al prójimo. Si falta esta entre-ga, la Navidad no será Navidad, aun-que los grandes almacenes estén lle-nos de gente, aunque las ciudades es-tén iluminadas con luces de colores, aunque hayamos adquirido lotería de Navidad, aunque nos intercambie-mos miles de regalos y de felicitacio-nes… La Navidad no será Navidad si falta el amor, si no hay renuncia, si no hay caridad.

Podemos estar seguros, estimado lector, de que si fuésemos capaces de devolverle a la Navidad el sentido que tuvo en otros tiempos, si recuperáse-mos el verdadero mensaje que encie-rra, que es un mensaje de paz y de amor, si se la despojase del materia-lismo que la envuelve y aprisiona, si conmemorásemos por encima de to-do el nacimiento de Jesús, de ese Je-sús que quiso quedarse con nosotros en la Eucaristía, si hiciésemos esto es seguro que se alejarían muchos de los males que hoy nos acechan, es segu-ro que nacería una nueva sociedad en la que habría paz y amor, porque en-tonces sí celebraríamos la verdadera Navidad.

Mis mejores deseos de paz y feli-cidad, amigo lector, para ti y los tuyos en esta Navidad y Año Nuevo.

Cordialmente,Manuel Ángel Puga

Apreciado lector: Estoy seguro de que ves con pena cómo se está perdiendo el verdadero sentido de la Navidad, cómo se está olvidando el auténtico mensaje navideño, el mensaje que nos trae la Navidad. ¿Por qué ocurre esto?

pentinamente en confesonario. Párro-co Villaluenga”. Don Remigio Jimé-nez Blázquez, natural de Macotera (Salamanca), era el primer sacerdote que entró en la Obra de los Misione-ros Eucarísticos Diocesanos hacía diez años, precisamente el día siguiente al de su muerte» (El Granito de Arena, 20/12/1927, n. 186, p. 738).

La nota sobre esta repentina muer-te, nos señala la fecha en la que se creó esta Obra, que fue la de la víspera de la Inmaculada de 1917, aunque tar-daría unos días en establecerse el 9 de enero de 1918 (en El Granito , 5/2/1919, n. 273, p. 54 se hace refe-rencia a esta fecha en el primer ani-versario), y todavía pasarían unos me-ses hasta su plasmación en el solem-ne documento mediante el cual que-daría jurídicamente erigida y que, co-mo decíamos al comienzo, está fecha-do en febrero de 1918.

Don Remigio había establecido la Obra de las Marías en Salamanca y las dirigió hasta que se convirtió en el pri-mer Misionero Eucarístico Diocesa-no, pues precisamente en El Granito en marzo de 1918 aparece el nombra-

miento del nuevo director salmanti-no (El Granito de Arena, n. 252, 20/3/1918, p. 134). A aquel grupo de Marías, escribió don Remigio una car-ta en la que narraba uno de sus viajes eucarísticos por aquellas tierras de Má-laga, tan distintas a las salmantinas. Una carta abierta que don Manuel re-produciría para dar a conocer cómo se desarrollaba la labor de aquellos mi-sioneros (OO.CC. III, n. 4864 ss). Ha-bía sido un misionero entregado y el eficaz secretario de aquella Obra des-de sus inicios y al mismo tiempo un sólido apoyo en todas las tareas que emprendía el obispo Manuel Gonzá-lez, ocupando el cargo de capellán y de mayordomo en la diócesis. En ra-zón de este cargo le correspondió re-caudar el dinero necesario para cons-truir el seminario, su firma figura en-tre las que se depositan el 16 de mayo de 1920 en la que sería la primera pie-dra de aquel edificio y consta su celo por poner en marcha aquel sueño pas-toral. Es fácil imaginar con cuanto do-lor recibiría la noticia de la muerte de un tan querido colaborador. Se da la circunstancia que un hermano de don

Remigio, que había ingresado en la Compañía de Jesús, don Antonio Ji-ménez, sufriría el martirio, también en Málaga, el 13 de octubre de 1936.

D. José y D. Remigio, serían los primeros, pero don Manuel volvería pronto a pasar por este trance y per-der a aquellos brazos que tanto se ne-cesitaban. En marzo de 1931 serán dos los jóvenes Misioneros Eucarís-ticos que verá morir: Antonio Vera, que era el administrador de El Grani-to, y con 23 años a José Gutiérrez Mu-ñoz, cura de Villanueva del Rosario, desde hacía solo seis meses.(OO.CC. II, n. 2405). No es de extrañar que tras asistir a todas estas tempranas y repentinas muertes su pluma no pu-diera más que escribir «Dios mío, ¿por qué te llevas tan pronto a mis buenos sacerdotes?, ¿por qué después de una siembra tan dura y de un cul-tivo tan largo y penoso, te llevas tan rápidamente los frutos de tu semina-rio?». Claro que su alma no tardará en contestar: «¡Sean por siempre ben-ditos tus insondables designios!» (OO.CC. II, n. 2406).

Aurora Mª López Medina

En recuerdo de D. RemigioTras la repentina muerte de D. Remigio, El granito de Arena recibió nume-rosas cartas y muestras de afecto. «Un consuelo triste» era el título que el mismo obispo de Málaga daba a un artículo publicado el 5 de febrero de 1928 (n. 189, pp. 78-79): «Entre las carta de pésame que he recibido por la muerte de nuestro llorado D. Remigio, el incansable Misionero Eucarísti-co Diocesano que murió en un pueblecito sentado en el Confesonario aca-bado de predicar, me ha producido singular consuelo y tristeza no menos singular la de una anciana Maestra parroquial, única representante diocesana de uno de estos nuestros pueblecitos que padecen la desgracia de no tener Cura. Dice así:

“Después de saludar a V.S. cariñosamente, le participo el disgusto que tengo desde que me dieron la noticia del fallecimiento de D. Remigio. Aquí todos lo hemos sentido mucho pues era un Señor muy bueno; V.S. está inconsolable por lo mucho que estimaba a V. yo, le deseo muchos años de vida para que pueda manarle muchos sufragios para su alma. De mi parte lo estoy encomendando a Dios en mis cortas oraciones.

El día dos del presente mes, a las nueve de la mañana después de adornar el altar, con seis velas encendidas, leí la Santa Misa a la que asistieron muchas mujeres y algunas niñas. Dios guarde a V.S. muchos años de vida y salud”.

¡Una Misa leída por el alma del Misionero! ¿No es verdad que consuela la noticia de ese sufragio por lo que tiene de espontánea y delicada gratitud y que entristece por la gran pena de que en tierras católicas tengan las ancianas de los pueblos que leer misas porque faltan Sacerdotes que las ofrezcan?».

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Con mirada eucarística

1716

L a maestra comenzó así: «Había una vez una joven muy guapa de nombre María que vivía en un

pueblecito llamado Nazaret, cerca del Lago Tiberíades, en la región cono-cida como Galilea. Vivía junto con sus padres, Joaquín y Ana, y era feliz. Se dedicaba, como hacían todas las chicas de su época, a las tareas de la casa y asistía a la sinagoga para reci-bir enseñanzas y rezar.

Un día se presentó en su casa un joven de su misma edad, de nombre José, bueno, era un poco mayor que ella, y les dijo a sus padres que que-ría casarse con María. Así era la cos-tumbre de entonces. María y José se veían muy dichosos esperando el día de su boda.

Entretanto sucedió que un extra-ño emisario vestido de ángel se le apa-reció a María, que estaba tejiendo en la habitación de su casa. Era una ma-ñana bastante luminosa, cuando el sol se filtra por los cristales y proporcio-na su calorcillo amarillento. Sin más el ángel le comunicó: Dios te ha ele-gido para ser la madre de Dios. María no salía de su asombro, no podía creér-selo, le contestó que eso no era posi-ble, que ella no conocía a ningún hom-bre que no fuera José, con quien ya estaba prometida. Como quiera que el ángel le dijera que para Dios no hay nada imposible y que Dios nacería de su vientre engendrado por el espíritu de Dios, el Espíritu Santo, María ni se

lo pensó y terminó con estas palabras: Hágase en mí según tú me dices.

María apenas se reponía del sus-to, y de la alegría, el ángel le anunció en su despedida: Y por cierto, tendrás que ponerle el nombre de Jesús. La habitación estaba aún más luminosa, parecía blanca.

La confianza de JoséLa vida de María continuaba aparen-temente igual, aunque no encontra-ba la manera de cómo decírselo a Jo-sé. Eso se le había olvidado pregun-társelo al ángel, el cual sin duda le hu-biera dado la respuesta conveniente. Antes o después todo el mundo se en-teraría. Así que, como buena hija que era, empezó por contárselo a sus pa-dres. Y sus padres, como buenos pa-dres que eran, le aconsejaron que de la misma forma también se lo conta-ra a José.

Pero José no se lo creyó. Montó en cólera y le amenazó a María con dejarla, con romper el compromiso de boda, pues estaba embarazada de un hijo que no era suyo, a saber de quién sería. Era ya de noche y las es-trellas parecían puntitos de carbón en el firmamento. Mientras a María se le caían las lágrimas, a José le anuncia-ba el mismo emisario vestido de án-gel que todo era cierto. Al amanecer, José acudió a casa de María, la abra-zó, la besó, y la mañana se cubrió de sonrisas. Le dijo: El hijo de Dios se-

rá también mi hijo. Y se fue a trabajar como artesano, que era su oficio, a la vecina ciudad de Séforis.

Cuando María estaba a punto de dar a la luz, se recibió en el pueblo un edicto firmado por el Emperador ro-mano Augusto para que todo el mun-do se empadronara en su ciudad de origen. Quería tener el Emperador un censo de todos sus súbditos. Y como María y José eran oriundos de Belén, pues tendrían que desplazarse hasta allá. Nada ya le preocupaba a José más que el cuidado de su esposa y de su hijo. Nada le preocupaba desde que había aprendido a confiar en Dios.

El rostro de DiosDe Nazaret a Belén, ciudad situada al sur de Jerusalén, hay una distancia de

Era una tarde parda y fría, cuando los días son cada vez más cortos y las noches más largas, era por diciembre. Los niños le pidieron una vez más a la maestra que les contara un cuento, aunque fuera de los ya conocidos, alguno de Andersen, de los hermanos Grimm.

unos 160 km. Imposible hacer a pie tal recorrido, pues María se encuen-tra en un estado avanzado de gesta-ción. Lo harán en un borriquillo, in-corporándose con tal medio de trans-porte a la caravana formada para tal fin. Son cinco o seis jornadas.

José y María caminan muy con-tentos. Van a ser padres de una ma-nera especial. En las posadas en las que hacen noche para dormir todos se preocupan para dar el mejor aco-modo a María. Entre cánticos, plega-rias y esperanzas el tiempo corre más deprisa, porque es precisamente este un tiempo de adviento, un tiempo de esperanza. A pesar de ser invierno, les han acompañado unos días bastante soleados. Solo al final ha comenzado a nevar. Todo ha ido bien.

Todo ha ido bien hasta que han llegado a la ciudad de Belén. No en-cuentran un sitio donde cobijarse, to-das las posadas están completas, no hay habitaciones, ha venido demasia-da gente por causa de tal empadrona-miento, lo más que encuentran es un rincón en un pasillo nada apto por otra parte para una mujer que está a punto de dar a luz. Un vecino les su-giere una de las muchas cuevas de las afueras que utilizan los pastores.

Y a una cueva se fueron. Y allí na-ció Jesús en medio de la noche. Y allí cortó José el cordón umbilical del ni-ño con su cuchillo de monte y lo la-vó con el agua del riachuelo de al la-do. Y allí lo puso en los brazos de Ma-ría, y María lo abrazó, y se abrazaron los tres.

Y las estrellas esta vez sí que ilu-minaron más que nunca, sobre todo una que se puso como un sol sobre la entrada misma del establo. Se oyeron canciones que decían: Gloria a Dios y paz a los hombres de buena volun-tad. Y el mismo emisario en forma de ángel les comunicó la noticia a los pastores de los alrededores. Y estos fueron corriendo, y llevaban en sus zurrones carne, queso y leche. Y so-lamente dijeron: Por fin hemos cono-cido a Dios».

Al final preguntó la maestra: Ni-ños, ¿os ha gustado el cuento? Y es-tos contestaron al unísono, con sus caras y su voz: Sí. Pues esto no es un cuento –concluyó–, esto es de ver-dad. Es Navidad.

Teresa y Lucrecio, matrimonio UNER

Cuento de Navidad

«Nacimiento de Cristo». Lorenzo Monaco, 1409. Metropolitan Museum of Art. Nueva York.

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AgendaDiciembre

5Martes

6Miércoles

12Martes

8Viernes

24Domingo

25Lunes

27Miércoles

31Domingo

FER: En 1886, san Manuel González recibe el sacramento de la Confirmación en el Palacio arzobispal de Sevilla

FER: En 1915 el papa Benedicto XV nombra a san Manuel González Obispo titular de Olimpo y Auxiliar de Málaga

Iglesia: Solemnidad de la Inmaculada Concepción de Santa María VirgenEl papa venera a la Inmaculada Concepción en la plaza de España (Roma)

Iglesia: El papa celebra la Eucaristía con ocasión de la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe

Iglesia: Solemnidad de la Navidad del Señor. El papa preside la Misa de Medianoche en la basílica vaticana a las 21.30

Iglesia: Solemnidad de la Navidad del Señor. El papa da la Bendición «Urbi et Orbi» a las 12.00

FER: San Juan Evangelista, patrono de la Familia Eucarística Reparadora

Iglesia: El papa preside las Primeras Vísperas de Santa María, Madre de Dios, y el Te Deum de acción de gracias por el año concluido

18

Madre, ¡te necesitamos!

se esfuerza por desempeñar un trabajo indigno y a quien ha perdido el trabajo o no puede encontrarlo.Necesitamos tu mirada inmaculada, para recuperar la capacidad de mirar a las personas y cosas con respeto y reconocimiento sin intereses egoístas o hipocresías.

Necesitamos tu corazón inmaculado, para amar de modo gratuitosin segundas intenciones, sino buscando el bien del otro, con sencillez y sinceridad, renunciando a máscaras y maquillajes.

Necesitamos tus manos inmaculadas, para acariciar con ternura, para tocar la carne de Jesús en los hermanos pobres, enfermos, despreciados, para levantar a los que se han caído y sostener a quien vacila.

Necesitamos tus pies inmaculados, para ir al encuentro de quienes no saben dar el primer paso, para caminar por los senderos de quien se ha perdido, para ir a encontrar a las personas solas.

Te agradecemos, oh Madre, porque al mostrarte a nosotros libre de toda mancha de pecado, nos recuerdas que ante todo está la gracia de Dios, está el amor de Jesucristo que dio su vida por nosotros, está la fortaleza del Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas.

Haz que no cedamos al desánimo, sino que, confiando en tu ayuda constante, trabajemos duro para renovarnos a nosotros mismos, nuestra ciudad y al mundo entero.¡Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios!

8 de diciembre de 2016Papa Francisco

Oh María, nuestra Madre Inmaculada, en el día de tu fiesta vengo a ti, y no vengo solo: Traigo conmigo a todos aquellos que tu Hijo me ha confiado, en esta ciudad de Roma y en el mundo entero, para que tú los bendigas y los salves de los peligros.

Te traigo, Madre, a los niños, especialmente aquellos solos, abandonados, que por ese motivo son engañados y explotados.

Te traigo, Madre, a las familias, que llevan adelante la vida y la sociedad con su compromiso cotidiano y escondido; de modo particular a las familias que tienen más dificultades por problemas internos y externos.

Te traigo, Madre, a todos los trabajadores, hombres y mujeres, y te encomiendo especialmente a quien, por necesidad,

Plegaria del papa Francisco ante la Inmaculada

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15jueves

22jueves

1jueves

2viernes

9viernes

16viernes

23viernes

2viernes

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24sábado

3sábado

4domingo

11domingo

18domingo

25domingo

4domingo

Miércoles de ceniza

San Manuel en febrero...25/2/1877 Nace en la casa n. 22 de la calle del Vidrio (Sevilla)

28/2/1877 Es bautizado en la Parroquia de San Bartolomé (Sevilla)

2/2/1902 Encuentro con el Sagrario de Palomares del Río

8/2/1902 Es nombrado capellán del asilo de las Hermanitas de los Pobres

25/2/1916 Entrada en la diócesis de Málaga

1/2/1918 Firma de la Instrucción para la fundación de los Misioneros Eucarísticos Diocesanos

11/2/1926 Visita de los reyes de España al nuevo Seminario de Málaga

Otras celebraciones2 Fiesta de la

Presentación del Señor

Jornada de la Vida Consagrada

11 Jornada Mundial del Enfermo

14 Miércoles de ceniza. Comienza

la Cuaresma

El 11 de febrero de 1926 los reyes

de España, sus majestades don

Alfonso XIII y doña Victoria, visitan

el nuevo seminario de Málaga. « Déjalo todo

y lo hallarás todo.

Corazón de mi Jesús,

que cada día

me deje algo

mío para ir

encontrando

algo tuyo.Febrero, 1934»

Diario inédito

de san Manuel

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28martes

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San Manuel en septiembre...21/9/1901 Es ordenado sacerdote por el cardenal Spínola29/9/1901 Primera Misa solemne23/9/1903 Obtiene el grado de licenciado en Derecho Canónico

Otras celebraciones8 Fiesta de la Natividad de la bienaventurada Virgen Maria14 Fiesta de la Exaltación de la santa cruz21 Fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista29 Fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael

El 21 de septiembre de 1901 es ordenado sacerdote en Sevilla. Celebró su primera Misa el 29 del mismo mes.

« Haced el bien... y no esperéis nada por ello.Septiembre de 1935»

Diario inédito de san Manuel

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