El aliento de la chica

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    JuanSe Molina

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    Este cuento se acab de escribir en Enero de 2013.

    Algunos derechos estn reservados. As que si le gusta, no sepreocupe por compartirlo con sus amigos, la nia que le gusta oquien quiera.

    La foto de la portada fue tomada de: adelanteantifa.blogspot.com

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    A Camilo y Susan, Daniel y Camila, scar y Clara, y todas esasparejas que encontraron un amor en la tribuna.

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    Cuando haba tenido su primera novia, ella, en unataque de celos, le haba dicho que terminara conuna mujer de cabello negro y largo, con los ojos medio

    achinados y piel blanca, que porque as era que legustaban; y ah estaba, sentado en la entrada de latribuna popular norte del estadio Jos Fernndez,esperando a sus amigos de la barra, con quienes iba aver salir al Primavera Ftbol Club.

    Ella con su cabello largo, su piel blanca, sus cachetes

    con un poco de rubor y sus ojos medianamenteachinados, lleg con su hermano. El Monsa como leconocan en la tribuna, salud a todos sus compaerosy present a su hermana.

    -Ella es es Cristina, mi hermana menor- dijo a

    todos los amigos de la barra.

    Fidel, sonri. Se acord de las palabras que le habadicho esa exnovia alguna vez y se dio cuenta que enparte tena razn, esa pelinegra que recin llegaba, erala mujer de sus sueos.

    -Mucho gusto, Fidel, pero de cario me dicenEfe- se acerc a la chica y le tendi una mano.

    Ella le sonri con un poco de desprecio, no le gustabanlos hombres atrevidos. Fidel se alej, tena que seguirorganizando los preparativos de la tribuna esa tarde.

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    En el camin se encontr con varias banderas que leentregaron, cada una en su respectivo tubo, ella se losech al hombro y en la mitad del camino se encontr a

    Fidel, quien le sonri, ella exhalaba lentamente, l segir cuando ella pas a su lado y se qued reparandocmo las caderas de ella se movan de un lado a otro.Monsa lo golpe.

    -Hey! No mirs as a mi hermana, O es que tegust?- le pregunt.

    -S, bastante- respondi Fidel.

    -Acordate que no pods mezclar amor y ftbol,menos en un clsico.- le dijo Monsa.

    -Yo no tengo la culpa, igual, no me he enamorado.Hay que verla en accin- sonri Fidel.

    -Es increible- le dijo Monsa.

    Fidel sonri, tom otros cuatro bombos y los carg hastala puerta de la tribuna, era su ltimo viaje. Ya habaque esperar a que los policas llegaran para revisar lascosas y permitir el ingreso, as podran organizar todopara esa tarde.

    Mientras la espera, Cristina resopl, se sec un poco elsudor, con su camiseta del Primavera. Las curvas de sugura se dejaron ver, la piel era tan blanca que con el sol

    brill un poco, Fidel y varios ms de sus compaeros,se quedaron mirndola. Ella se vio asediada por losojos de todos. Era la nica mujer en ese grupo y sugura, era la que a muchos les atraa.

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    La polica lleg, eran todos hombres, no saban que ibaa estar una mujer en el grupo, por eso se sorprendierony no supieron qu hacer. Requisaron uno por uno a

    los hombres y a Cristina, la miraron de arriba abajo.Abrieron la puerta y ah se quedaron a esperar a queentraran las cosas que necesitaban para el partido.

    Nuevamente Fidel se encarg de los bombos y Cristinase puso en la tarea de las banderas; cuando se agach,los policas se quedaron mirndola.

    -Qu? Muy enamorados?- les dijo Fidelcon actitud desaante- Respeten parce, dejen de

    morbosearla.

    Los policas quitaron la vista del cuerpo de Cristina.

    Ella sonri. Mir a Fidel de reojo y tras l se fue con lasbanderas en los hombros. Subieron hasta la primerabandeja interior y all dejaron las cosas. Bajaron ysiguieron recogiendo otras cosas.

    Pegaron trapos, cada uno por su lado, acompaadode otra dupla, distribuyeron banderas y vieron comolentamente se iba llenando la tribuna que siempreocupaban. Al frente el Olmpico iba cubriendo de rojo yblanco su lado de la cancha.

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    Faltaban cuarenta minutos para que iniciara el partido,se sentaron en las escalas de acceso a la tribuna, Fidelal lado de Monsa y Cristina. Conversaron un poco de

    cmo deban salir las cosas y soando el futuro delo que seran las salidas en los siguientes clsicosmientras se tomaban una gaseosa entre los tres.Varios hinchas iban llegando a su alrededor y fueronformando un pequeo corrillo que hablaba a rajatablacmo soaban esa barra que apenas estaba naciendo.

    Cuando pasaron diez minutos, Fidel se par, a su ladoiba Monsa. Cristina, se qued sentada en las escalas.Tras Monsa y Fidel se fueron aglomerando varioshinchas y empezaron a rodearlos.

    Fidel se colg el primer bombo, Monsa se hizo a su

    lado y le dijo algo al odo. Luego Efe tom la bala ydio el primer martillazo contra el parche del tambor.El corazn de muchos empez a igualarse con elboom del tambor, la piel de otros se erizaba al ritmoque sus piernas se elevaban del piso para mostrar sualegra en saltos en las escalas. Cristina cantaba unaa una las canciones de calentamiento, al igual que elresto de miles que haban en la tribuna, pero con unaconcentracin gigante en el rostro de Efe que sudaba yrespiraba suavemente mientras igualaba el ritmo de sucuerpo con el de toda la barra.

    -Vamos, ms fuerte- gritaba Monsa.

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    El tono de la tribuna fue subiendo, faltaban quinceminutos para el inicio del partido. Monsa agarr unabandera verde, blanca y negra; y empez a caminar

    con ella en alto, de los lados de la bandera se fueronagarrando varios hinchas ms, era largusima, laelevaron al cielo y llegaron a la boca de la tribuna, quedejaba ver la cancha verde, esperando ser pisada porlos pies de los jugadores y las gargantas de los hinchas.

    Cristina tom su lugar tras Fidel en esa marcha dentro

    de la tribuna, que fue pintando una raya con los coloresdel Primavera, que atraves de occidente a oriente y seinstal en el centro de la tribuna. Ella cantaba a viva voztras Efe con el mismo corazn con el que l interpretabael tambor. Cuando llegaron a ese centro de la tribuna,ella se ubic detrs de l, pero observando cada uno de

    sus movimientos.

    El Primavera estaba por asomar en la boca del tnel,el Olmpico ya haba salido a la cancha. En la tribunatodos se preparaban las manos, en una cargabantodo el papel que haban picado durante la semana yen la otra dos rollos de esos de impresin que iran adescansar en la pista atltica del estadio, otros tantossacudan los extintores que pintaran el estadio dehumo verde, blanco y negro y otros ms, preparabanbanderas de los colores del Jardinero, como le decande cario al Primavera.

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    Cuando el primer jugador dio el primer paso en lacancha, la algaraba en la tribuna fue total. Llovipapel, las banderas adornaron la esta y los colores

    que vomitaban los extintores se fueron diluyendo conel viento y pintando todo a su paso, mostrando lasuperioridad de Los del Jardn por encima de su rivalde patio.

    Los bombos volvieron a igualarse con el ritmo de loscorazones, las voces se anaron y se encontraron en el

    mismo coro, Monsa perda el aliento en cada grito,Cristina lo recuperaba viendo a Fidel tocar el tambor,algo le estaba produciendo ese hombre frente a ella,pero quiso ocultarlo.

    -No mezcles amor y ftbol- le haba dicho su

    hermano alguna vez, en ese momento pensaba en eso,cuando el pitazo inicial la sac de sus pensamientos.

    Los cantos fueron subiendo y bajando de tono, algunosparaban de cantar para seguir el partido atentamente,Fidel segua el ritmo de su mueca, senta como estaiba y vena con cada golpe del tambor. Pensaba endnde estara Cristina, dnde se habra quedado, lahaba perdido de vista en el momento en el que tom elbombo para iniciar el partido.

    El partido se tornaba un poco aburrido, pero Cristina noparaba de cantar, Fidel sinti la voz de una mujer tras

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    l. Se gir con el bombo, interrumpi el partido, para verde quin era, para l en ese momento, era la perfeccinhecha mujer. Cuando termin de dar la vuelta, se

    encontr los ojos de Cristina frente a l. Se sonrieron.Siguieron cantando y volvieron al partido.

    Sin nada de emociones transcurri el primer tiempo.

    Fidel se descolg el bombo del pecho, tena algunasmarcas en el cuello de las correas con las que lo

    cargaba. Cristina le vio colorados los tallones, quiso ir ytocarlos, pero se detuvo. Efe se acerc a Monsa.

    -S que era buena en accin tu hermana- le dijo.-Ah, yo te lo dije. Ya si te enamor?- pregunt

    Monsa.

    -Cmo se te ocurre! Eso no tendra pies, unono puede mezclar ftbol y amor- dijo Fidel alterado.-Pero si yo vi cmo te miraba, si yo vi cmo

    se miraron, sera imposible que no te enamoraras.Adems, sera perfecto, mi mejor amigo y mi hermanajuntos, viniendo a la cancha de la mano, alentandojuntos, mirando al Primavera salir campen, siendofelices, viniendo con mis sobrinos en los hombrospara cantarle al mejor equipo del mundo- deca Monsamientras le brillaban los ojos.

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    Fidel se ri. Mir a Cristina que estaba sola sentadaen la baranda de la tribuna, mirando hacia arriba,se enterneci. Ella se gir para donde l estaba, las

    miradas se cruzaron entre tanta gente y se sonrieron,los cuerpos se vaciaron, se juntaron en el aire, el miedolos separ, despegaron las miradas.

    Fidel se volvi a colgar el bombo al pecho, Monsa lomir, con una seal le dio la orden de inicio. La manode Efe le marc el ritmo a los dems bombos que

    se unieron y animaron a toda la tribuna. Se vena elsegundo tiempo. Cristina se fue a parar detrs de Fidel,tal y como lo haba hecho en el primer tiempo.

    Cuando el Primavera sali a la cancha, la algarabavolvi a la tribuna, Cristina estaba desviada mirando de

    arriba abajo cada uno de los movimientos de Fidel. Elftbol dej de importarle esa tarde. Esperaba tal vezel momento del gol, cuando los cuerpos se mezclanunos con otros en una avalancha que empuja uno auno hacia adelante, para as descender un escaln yabrazar fervorosamente a ese hombre que con cadauno de sus movimientos y actitudes la tena cautivadaesa tarde.

    El Olmpico sali, el partido dio inicio de nuevo y elPrimavera cambi la actitud y se fue al ataque sobreel rival.

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    Las emociones sobre la tribuna empezaron a subiral ritmo del ftbol que el Jardinero impona. Cadallegada del Primavera era de riesgo, las manos de

    algunos hinchas ya no soportaban un mordisco ms,los rostros de otros ya tenan los dedos marcadosde todas las veces que se haban tapado la cara conellos lamentando el yerro, slo faltaba embocarla ycantar al mismo ritmo y al unsono el tan anhelado gol.

    Fue en una jugada enredada donde se vean ms

    piernas cruzndose que baln rodando, cuando elbaln descans en la red del Olmpico. La voz ronca deCristina se escuch cuando grit gol, al mismo tiempoque bajaba las gradas acompaada de otros miles quebajaban desde las partes ms altas de la tribuna. Ellaabri los brazos y con ellos cubri a Fidel. l extraado

    mir hacia atrs, las piernas de ella lo abrazaron tambinpor las caderas. Efe descansaba con los brazos en altoy la bala en la mano gritando gol con todas las fuerzasde su alma. El clsico nunca se puede perder, el clsicosiempre se debe ganar, por la diferencia que sea, sedebe celebrar a rabiar. Eso estaban haciendo todos.

    As, uno a cero, acab el partido. Fidel sigui cantandoy tocando el bombo, salan primero los perdedores,as que se quedaron haciendo la esta en la tribuna.

    Cristina cantaba y saltaba detrs suyo mirndolo, lbailaba y de vez en cuando se giraba para mirarla yregalarle una sonrisa.

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    Sin voz, sin aliento, con el cansancio a las espaldas,ella sigui ah, cantando, esperando a que su hermanotomara la decisin de salir. Fidel entreg el tambor a otro

    chico que lo toc de ah en adelante. En los altoparlantesse escuch la orden de salida para la barra popular delPrimavera, lentamente y tras los tambores, sali toda labarra, cantando y haciendo una esta afuera de la cancha.

    Efe, caminaba, cantaba, elevaba sus manos, Cristinaiba a su lado derecho y Monsa al lado izquierdo.

    Fidel estir su mano, encontr la mano de ella, lachica que alent todo el partido, sinti como unescalofro le recorri todo el cuerpo, tal pareca queese consejo de no mezclar amor y ftbol, se echabaa la basura cuando apareca en la tribuna la chicaque siempre haba soado y ms si ella amaba

    tanto al ftbol y al Primavera Ftbol Club, como l.